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FMI
Por Juan Manuel Karg
Las estadísticas desplegadas por la ONG Oxfam en torno a la desigualdad creciente
en el mundo no dejan lugar a dudas: estamos ante uno de los momentos de mayor
concentración de la riqueza de las últimas décadas, donde justamente el
neoliberalismo se expandió a escala global. ¿En qué cifras concretas se expresa
esto? ¿Hay alguna contratendencia regional? ¿La desigualdad es mayor para las
mujeres? Vayamos por partes.
Ocho hombres -Bill Gates, Warren Buffett, Carlos Slim, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg,
Amancio Ortega, Larry Ellison and Michael Bloomberg- disponen de una fortuna
sumada de 426 mil millones de dólares, equivalente a los recursos de 3.600
millones de las personas más pobres del mundo, de acuerdo al más reciente
análisis de este organismo. En el informe también se da cuenta de los 7,6 billones
de dólares ocultos en paraísos fiscales, y de la profunda desigualdad de género,
que se verifica en un dato puntual: de los 1810 millonarios del mundo, el 89% son
hombres.
Al momento de conocerse esta información, que llega año tras año en la previa al
Foro Económico Mundial de Davos, también se conocen las proyecciones "a la
baja" del FMI para toda América Latina de cara a 2017. Estos datos son
especialmente significativos para Brasil y Argentina, cuyas nuevas gestiones de
gobierno habían sido saludadas por las autoridades del FMI por su orientación
abiertamente libre-cambista.
"La revisión a la baja en América Latina refleja en gran medida una menor
expectativa de recuperación a corto plazo en la Argentina y en Brasil, tras las cifras
de crecimiento que defraudaron las expectativas en torno al segundo semestre de
2016" cita textualmente el informe, que entierra las previsiones anteriores (en
octubre de 2016, Argentina aparecía con una previsión de crecimiento de 2.7%
para 2017)
Tercera conclusión: el mundo del Foro de Davos y el FMI es a todas luces distante
de las necesidades diarias de miles de millones de personas, que son precisamente
las que tienen que "sacrificarse" en vías a un futuro que, desde los discursos de la
ortodoxia liberal, siempre es prometedor, pero al que jamás se llega por la vía del
"derrame".