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ARCANO

Rosa Sinespina

A mi madre, mi primer maestro, quien me mostró la llave de la Sabiduría: el Amor.

Beatrice, gracias por guiarme…

Truji, gracias por tu inesperada y esencial ayuda.

Maissss, gracias por cerrarlo.

0. PREFACIO

Hay tendencia a juzgar un libro de sesudo en función de su número de páginas, calificar


de culto a un autor de ensayo que no aporte notas bibliográficas y estigmatizarlo de erudito si
éstas se incluyen con rigor.

La siguientes páginas no conforman un libro sesudo, no nos consideramos culto y


ciertamente menos erudito, sea lo que impliquen ambos adjetivos, si bien la naturaleza de nuestra
humilde obra exige referencia a las fuentes para facilitar al lector interesado, en este o aquel
asunto, profundizar en la materia de su interés; que sorprendentemente son aguas inexploradas en
muchos de sus cauces.

En nuestro Camino, cuyo arcano es representado por el Loco de las cartas del Tarot, cada
uno es su propio Maestro y traza su propia vía de ascenso a la Sabiduría.

En el bar de Pílades[1], entre güisqui y güisqui Belbo le reveló a Casaubon que en el


mundo hay cretinos, estúpidos, imbéciles y locos y que todos participamos de dichas
características a lo largo de nuestra vida.

No hay nada que el lector haya de creer o dejar de creer en las páginas que siguen,
exponemos nuestras perplejidades con la mayor claridad que nos es posible y mostramos la
senda de meditación recorrida para tratar de resolverlas. Hemos de confesar que cuanto más
avanzamos, éstas devienen a su vez más insondables.

No elaboramos conclusión alguna, esperamos pues no ser tachados ni de cretinos, ni de


estúpidos, ni de imbéciles; tan sólo de Locos…

En perdant la pureté de cœur

on perd la Science…

N. Valois

I. El secreto de Occidente

He who saw the Deep,

the country’s foundation,

He who knew […],

was wise in all matters!

(The Epic of Gilgamesh[2], circa siglo XXVIII a.c.)

Muchos, hace muchos años el ser humano domesticó el fuego; su calor dulcificó su
agreste vida, su luz iluminó la oscuridad de la noche, su círculo ordenó y enriqueció los
contactos. Gruñidos y gestos devinieron lentamente lenguaje; con su desarrollo el pensamiento
fue sofisticándose y la observación del entorno haciéndose paulatinamente más penetrante.

En un tiempo aún muy lejano, el ser humano constató una sintonía entre los ritmos de la
naturaleza y los propios de su vida, y observó una armonía regida por leyes inmutables en un
Universo del que formaba una parte esencial. Esto amplió su campo de observación y con dicha
ampliación se originó una inacabada espiral de interrogantes y medias respuestas. En aquella
lejana época, el arte, la religión y la ciencia se fundían en un solo saber sagrado. Una ley de
correspondencia Cielo-Tierra regía la vida del hombre en una serie interminable de homologías
que abarcaban todos los niveles de la existencia. El discurrir de la vida estaba dictado de un
modo mágico por una energía cósmica invisible a la par que tangible.
Hacia el séptimo milenio antes de nuestra era el hombre comenzó a conocer los metales
(presentes en piedras particularmente coloreadas y pesadas) que utilizó como elementos de
ornamentación; si bien no fue hasta los albores del cuarto milenio en que la fundición de los
mismos comenzó. Reminiscencias de una milenaria litolatría han persistido en Europa hasta
épocas tan recientes como la de la Ilustración en las piedras de rayo[3]. De entre los fenómenos
meteóricos, especial relevancia tuvieron los aerolitos (en general de alto contenido en hierro, más
pesado y duro que los minerales terrestres) que caían del cielo dejando un rastro luminoso y
provocando fuego.

El descubrimiento de la minería en los inicios del quinto milenio creó una nueva
correspondencia Cielo-Tierra: los metales serían fecundados por el Cielo en las entrañas de la
Madre Tierra, crecerían en su interior y serían abortados violentamente por el hombre antes del
final de su gestación. Éste era un proceso que podía desencadenar la ira de los dioses si no se
adoptaban las adecuadas precauciones.

La metalurgia fue por ello un Arte Sagrado desde sus orígenes; sus secretos sólo una
casta superior de Sacerdotes iniciados podía conocer y su saber transmitir. Ese saber
metalúrgico-religioso fue el nacimiento de la Alquimia, que constituyó un vehículo simbólico de
exégesis y transmutador de la Naturaleza que ha evolucionado escasamente en sus principios y
símbolos desde aquellos remotos tiempos.

Los orígenes históricos de la Alquimia no están claros, no hay unanimidad entre los
estudiosos. El multidisciplinar Berthelot en su Origines de l’Alchimie, publicado en 1875,
apuesta por un nacimiento egipcio y una maduración helénica; lo cual no explica el
contemporáneo surgimiento de la Alquimia en Asia. Alleau[4] postula un origen pre-helénico en
el seno de la misteriosa cultura Cabiria de la isla de Samotracia con sus estrechos e indiciarios
vínculos con el mito de Hefesto. Respetando estas tesis, nos inclinamos por la de Elíade[5] sobre
un origen babilónico en los albores de la edad de bronce. Las desconcertantes conexiones entre la
Alquimia occidental y la oriental, que utilizan en esencia los mismos símbolos, sugieren íntimos
contactos que se verían favorecidos tanto por el emplazamiento geográfico de Mesopotamia
como por el momento histórico de la cultura babilónica.

No se conocen con certeza las conexiones antiguas entre Oriente y Occidente, pero las
evidencias indirectas no permiten albergar dudas sobre su existencia[6]. Conze[7] ha identificado
unos estrechos vínculos entre los movimientos gnósticos y el nacimiento del Budismo
mahayánico[8] cuya senda comienza en el crepúsculo de la época antigua cuando, como nos
descubre Gómez de Liaño[9], existió una sólida presencia grecorromana en Asia.

La conquista de Oriente por Alejandro Magno en el siglo IV antes de nuestra era originó
un fecundo caldo de cultivo cultural con la razón entronizada como el elemento constitutivo más
elevado del hombre. La influencia griega aportó herramientas lógicas que dogmatizaron las
creencias pre-helénicas conformando doctrinas coherentes. Grecia inventó la idea del Logos
como expresión de la actividad intelectiva del Dios Uno mediador entre Él y el hombre, el
concepto abstracto, el método de exposición teórica, el sistema razonado[10].
Los mecanismos de expresión conceptuales y literarios utilizaron el desarrollado canal
helénico, unificando de un modo sincrético una rica pluralidad doctrinal. Hasta entonces, el
pensamiento oriental se había expresado en imágenes y símbolos siendo liberado de su prisión
por el poderoso y vivificador aroma mental helénico. Si bien, las formas del espíritu oriental,
más genuinas, devinieron subterráneas, secretas, incubándose hasta principios de nuestra era
cuando brotaron bruscamente de las profundidades donde se habían desarrollado, desbordando el
mundo antiguo y creando nuevos cauces religiosos. La simbiosis del monoteísmo hebraico, el
dualismo mazdeísta, el politeísmo griego y la astrología babilónica se larvó discretamente, dando
lugar a principios de nuestra era al Gnosticismo como religión trascendente, dualista y
soteriológica con su multiplicidad de facetas.

El objeto último de la Gnosis es Dios, su efecto en el alma transforma al propio


conocedor, pues el conocimiento y la consecución de lo conocido por el alma son coincidentes,
en palabras de Jonas9. Las influencias gnósticas de los primeros padres de la iglesia son
conocidas, al igual que las conexiones con la Kabbalah hebraica. Spengler[11] definió este
fascinante periodo con una atinada metáfora geológica identificando el proceso histórico con un
pseudomorfismo[12]. Así, el pensamiento griego, en fase de desintegración, ocuparía el lugar del
antiguo cristal y esas aguas vivas, desbordadas a principios de nuestra era, la nueva substancia
cristalizada en el molde helénico liberado. Pero no es éste el lugar para hablar de un gnosticismo
reprimido por la declarada ortodoxia cristiana tras el concilio de Nicea; una mente liberada de
prejuicios heredados siempre fue considerada peligrosa por un poder con ansias omnímodas.

El lector interesado en profundizar en el pensamiento de esta fascinante época goza de los


manuscritos de Nag Hammadi[13], ciudad del alto Egipto donde se descubrió en 1945 una
biblioteca oculta con más de 50 volúmenes apócrifos salvados de la sistemática destrucción que
sufrió todo texto ajeno al estrecho marco delineado en el 367 d.c. por la Carta Pascual de
Atanasio que definió el canon del Nuevo Testamento.

En este primer capítulo abordaremos a vuelo de águila momentos históricos claves, que
nos darán una visión global del esoterismo contemporáneo en nuestra sociedad. Resaltaremos
elementos poco apreciados que consideramos esenciales en la conformación de nuestras
costumbres y creencias. Esperamos no pecar de excesiva simplificación en nuestro celo por
conseguir una racionalización de situaciones con velos de un inexistente misterio; quizás alguno
nos califique de iconoclastas. Afirmamos que no hay secretos esotéricos que hayan movido los
hilos de la historia; sin embargo, hay un único gran Misterio, y éste es de lo que hablamos en
esta obra. En las páginas siguientes recorreremos más de dos mil años guiados por el hilo
conductor entre los esenios, el Cristianismo, el Temple, el Catarismo, el movimiento Rosacruz y
la Masonería.

Mucho se ha escrito sobre la figura de Jesucristo, quizás demasiado. Los innumerables


autores que han abordado su estudio suelen escribir sin mostrar quiebro alguno en sus teorías sin
importar lo fantasiosas que puedan llegar éstas a ser. Cuando se aborda su figura con seriedad se
sufre un gran desconcierto. Así, sería de origen judío según las fuentes judeocristianas, ario
según fuentes de ideología ultraderechista, oriundo de la antigua Galia[14] o incluso
extraterrestre. Entre los 13 y los 30 años lo podemos encontrar formándose como carpintero
junto a su padre (si bien no fue su padre natural para la ortodoxia católica), en las laderas del mar
Muerto como miembro del movimiento esenio, en el Tíbet, en Goa, en Cachemira, en Egipto, en
Grecia, en Shingo[15] donde se venera su tumba, de nuevo incluso en una nave espacial. Tras la
crucifixión (algunos piensan que fue suplantado en la cruz), podría hallarse en el cielo fundido en
uno con el Padre Celestial y con el Espíritu Santo con quien es todo Uno, en los valles
pirenaicos del sureste de Francia o Japón formando una familia junto a una fecunda María
Magdalena, en la India, en el Tíbet, en Egipto, una vez más en una nave espacial o en un planeta
extraterrestre. Otros piensan que ni siquiera existió históricamente.

Es nuestra opinión que poco se puede decir con autoridad de hechos acaecidos hace dos
milenios y con tanto fanatismo lastrando las viejas espaldas de la principal religión occidental.
No caeremos pues en la arrogantemente infantil y embaucadora actitud de proponernos como
fuente autorizada. Plantearemos con humildad los hechos, tras el velo traslúcido que impone la
distancia, tal como nos resultan más razonables. Que el lector sagaz destile sus propias
conclusiones...

Los inevitables intercambios culturales en el extremo oriental mediterráneo, cruce de


caminos de las grandes tradiciones esotéricas de la antigüedad, lograron hacer fermentar al
movimiento de los esenios en la fértil tierra hebraica del siglo II a. c. La historia goza de un
excepcional testimonio de Judea en la lejana época en la que Jesucristo vivió en la pluma de
Flavio Josefo[16], quien sufrió como actor y como espectador desde ambos lados aquellos
agitados momentos. Flavio Josefo nos describe una confusa atmósfera de terrible violencia y
elevado misticismo[17] en una región de pequeñas dimensiones. Las continuas revueltas judías
contra la ocupación romana a manos de los belicosos ultraortodoxos conocidos por Zelotes
desembocaron en la destrucción del segundo Templo en Jerusalén en el 70 d.c. y el suicidio
colectivo de los mil resistentes de la fortaleza de Massada en el 73 d.c. La reconstrucción
rabínica del judaísmo, herido de muerte, pasó por acordar una ortodoxia unificadora del credo a
manos de los fariseos, más moderados, que sobrevivieron a las certeras razias romanas contra sus
elementos más fanatizados. Tras el concilio rabínico de Jamnia, alrededor del 90 d.c., se
comenzó a compilar el canon masorético del antiguo testamento. Los esenios fueron declarados
heréticos, vistos quizás como responsables de lo que devino el origen de la definitiva diáspora
judía a raíz de la destrucción de Jerusalén, que fue arrasada con arados tirados por bueyes tras
una segunda y última revuelta reprimida a principios del siglo II.

Los esenios fueron olvidados de la historia por el pueblo Judío, pero también por la
historia cristiana debido a las molestas obvias similitudes entre sus creencias, principios morales
y ritos con las de los primeros cristianos. Habrían sido olvidados por siempre de no haber sido
por Plinio el Viejo[18], Filón de Alejandría[19] o Flavio Josefo14, quienes los ensalzaron por su
coherencia y alta espiritualidad.

Algo cambió a partir de 1947 con el descubrimiento de unos manuscritos en unas grutas
de difícil acceso en las abruptas laderas del mar Muerto. Se hallaron seis documentos: el libro de
Isaías, la estricta regla de la Orden, su historia en el llamado Comentario de Habacuc, un curioso
reglamento militar titulado la guerra de los hijos de la Luz que es como se autodenominaban,
salmos de acción de gracias y una paráfrasis del Génesis. Los cimientos de la catedral de San
Pedro temblaron al comenzar a leerse lo que había estado oculto veinte siglos: se hablaba de un
Maestro de Virtud o Maestro de Justicia ejecutado por los romanos con la colaboración de la
ortodoxia judía, al que sus fieles llamaban Salvador del Mundo identificándole con el Hijo de
Dios, con el Mesías redentor del mundo predicho en el libro de Isaías, que obraba milagros y se
narra su resurrección tras un suplicio.

Los intentos histéricos de la Iglesia, coordinados por el dominico[20] francés De Vaux,


por demostrar los orígenes cristianos de los manuscritos fueron denodados pero inútiles[21]. Se
trató en vano de identificar al Maestro de Virtud con Jesucristo, con Santiago el Mayor, la
historia narrada en el Comentario de Habacuc con la destrucción del Templo en el 70 d.c. y
hasta con historias medievales de los cruzados en el siglo XII obviando evidencias arqueológicas
y paleográficas. Todo esfuerzo fue estéril pues se demostró concluyentemente que los más
recientes habían sido escritos en el siglo I antes de nuestra era. Hemos de resaltar que la
estrategia dogmática de la Iglesia Católica es harto conocida y abiertamente declarada de modo
premonitorio en las palabras del controvertido Pío XII en su encíclica de 1943[22] …jamás debe
cejar el intérprete católico … llevado de un fervoroso amor a su profesión y una sincera
devoción a la Santa Madre Iglesia … no sólo rebatir lo que los adversarios opongan, sino
esforzarse por hallar una solución que fielmente concuerde con la doctrina de la iglesia, y
principalmente con lo que ella ha enseñado acerca de la absoluta inmunidad de todo error de
las Sagradas Escrituras.

Los textos hallados en la vecindad del Monasterio de Qumran nos informan de que los
esenios esperaban la llegada de dos mesías: el Mesías de Aaron o Mesías Sacerdote que
asimilaban al Maestro de Virtud y el Mesías de Israel o Mesías Rey cuyo advenimiento habría de
inaugurar el período de victoria sobre los kittim[23] y la definitiva liberación de la ocupación de
Judea. El movimiento ultraortodoxo Zelote, brazo armado de los esenios según Hipólito de
Ostia[24] y separándose de su estricta regla, llevaba a la práctica los principios recogidos en la
guerra de los hijos de la luz antes mencionado para liberar al pueblo Judío. Algunos han
considerado a los zelotes como el primer grupo terrorista del que se tiene noticia histórica pues al
parecer no dudaban en asesinar a civiles si era menester, y dentro del mismo fueron
particularmente despiadados los llamados sicarios, por ser hábiles con una daga de forma curva a
la que se conocía como sica.

Llamaremos la atención sobre los versículos del Evangelio de San Lucas VI, 14-16 donde
se indican los nombres de los doce apóstoles elegidos por Jesús entre los que se encuentran
Simón el Celador[25] (ocultando de un modo ridículo lo que en las versiones protestantes de la
biblia se denomina abiertamente como Simón el Zelote) y Judas Iscariote (corrupción filológica
del griego Sicariote). Como último elemento para el lector interesado en nuestras palabras,
recordaremos que uno de los altos Grados esenios era el de Nazareno. El apelativo de Jesús el
Nazareno, difícilmente tiene su origen en la ciudad de Nazareth de la que nadie sabe nada
curiosamente hasta el siglo V (ni siquiera Orígenes en el siglo III supo localizarla pese a habitar
en Cesárea, situada a unos 30 km de distancia de su actual emplazamiento).

Los hechos acaecidos a Jesucristo a la luz de los Evangelios presentan clamorosas


contradicciones lindando con lo absurdo. El profundo mensaje de Amor, ama al prójimo como a
ti mismo, son palabras del Maestro de Virtud emitidas más de un siglo antes, y por ende ya están
presentes en el antiguo testamento en Levítico XIX, 18. El Cristianismo, se fundamenta de un
modo grotesco en el suplicio de Dios mismo como redención de los pecados de la humanidad.
Como dijo irónicamente Voltaire Dios, permite el martirio de Dios para honrar a Dios. Curiosas
son las continuas referencias bíblicas a sus hermanos (Juan XIX, 26-27 o Marcos III, 20) y los
malabarismos exegéticos para hacerlo consistente con el más reciente principio de la virginidad
perpetua de su madre María manteniendo su integridad, tal y como indican las siguientes
palabras el nacimiento de Nuestro Señor, que no disminuyó la integridad virginal de su madre
sino que la santificó[26]. O como dice la fórmula mariana tradicional virgen antes del parto,
virgen en el parto y virgen después del parto. Si bien, por otro lado se insiste en distintas
genealogías de Jesucristo en Lucas III, 23-38 y Mateo I, 1-17 por la línea de su padre terrenal
(que ciertamente habríamos de calificarlo de Santo de haber sucedido los hechos tal como los
dogmas católicos afirman). La línea paterno-filial con San José se enmarcaría en las creencias
esenias de un Mesías Rey descendiente directo de David y de Abraham[27].

El cabello se comienza a rizar en 1854 con el dogma de la Inmaculada Concepción, por


la que se convierte en verdad de la que no se puede dudar que María fue preservada del pecado
desde el primer instante de su existencia, para que Jesús tuviese una morada digna de él; y se
convierte en un hermoso tirabuzón en 1950 con la instauración del dogma de la Asunción por el
que María ascendió en cuerpo y alma al cielo. Como contrapunto, es de resaltar que la relevancia
de María en los Evangelios es escasa, de hecho San Juan (con quién debió tener una relación
estrecha a tenor de las palabras de atribuidas a Cristo poco antes de expirar[28]) tan sólo
menciona su presencia en las bodas de Canáa[29] y en el Calvario[30]. Es de resaltar que los
primeros cristianos no profesaron ningún culto especial por María; fue durante el Concilio de
Éfeso en el 431 cuando la madre de Jesucristo fue también asimilada como Madre de Dios.
María, sincréticamente, absorbió los atributos de Cibeles como Magna Mater, se apropió de la
imagen de Isis con Horus en brazos o sentado en sus piernas, de la imagen de Diana con una luna
creciente bajo sus pies, o de Atenea acompañada de una serpiente. En Hermetismo, es nuestra
Virgo Materia, la Madre Naturaleza fecunda pero siempre virgen.

Son también numerosos los momentos en que se describe una controvertida actitud
violenta de Jesucristo o de sus apóstoles (por ejemplo en Mateo X, 34 o Lucas XXII, 36).
Particularmente cruento es Lucas XIX, 27 cuando se pone en su boca cuanto a esos mis
enemigos que no quisieron que yo reinase sobre ellos, traedlos acá y delante de mí degolladlos.
La traducción interesada de los textos originales de la Vulgata para hacerlos concordar con el
credo pre-acordado es frecuente y lleva a continuos sinsentidos. Particularmente interesante nos
resulta Juan III, 3 y Juan III, 7 en donde se dice en verdad te digo que quien no naciere de arriba
no podrá entrar en el reino de Dios; palabras que conllevan una difícil exégesis, pues uno se
puede plantear ¿dónde es arriba? Curiosamente, en versiones protestantes más honestas con los
textos originales, el incomprensible nacer de arriba se traduce directamente como nacer de
nuevo, con una sugerente indicación sobre la necesidad de reencarnarse para entrar en el Reino
de Dios.

Lo que inicialmente surgió como una secta dentro del judaísmo fue transformado por
Pablo de Tarso, que movido por ansias de poder sienta las actuales estructuras y admite
elementos paganos ante el estupor de sus primeros seguidores de origen judío, que se
denominaron Ebionitas, quienes curiosamente compartían con los esenios la creencia en un
Mesías Sacerdote y un Mesías Rey al que identificaron con Jesús[31]. Las creencias de los
Ebionitas, como verdaderos primeros cristianos íntimamente vinculados a los esenios, tienen
muchos puntos en común con los movimientos heréticos históricamente más combatidos por el
Catolicismo como el Maniqueísmo[32], Arrianismo, y los más recientes Bogomilo o Catarismo.
Los Ebionitas desaparecieron de la historia a partir del siglo V, pero no así sus creencias
gnósticas.

Antes de terminar de desgranar lo que pudo haber ocurrido hace dos mil años, hay que
tener presente que la crucifixión era un castigo humillante reservado a los esclavos o
combatientes. Lo que se narra en Juan XIX, 1-16 es un sinsentido en el contexto histórico. No
sólo se pone en boca del irreductible pueblo Judío que su único rey es el César de Roma, sino
que además Poncio Pilatos les entrega a Jesús para que lo crucifiquen aunque no halla crimen en
él. Sin embargo, según dichos versículos lo que Jesús había hecho realmente era apostasía a la fe
hebraica cuya pena por lapidación es clara en Levítico XXIV, 15 quienquiera que maldijere a su
Dios llevará sobre sí su iniquidad; y quien blasfemare el nombre de Yavé será castigado con la
muerte; toda la asamblea lo lapidará. Por otra parte, Flavio Josefo narra cómo Vero en Siria
crucificó a dos mil judíos tras flagelarlos sin piedad alguna tras reprimir un levantamiento. A la
luz de lo anteriormente expuesto, toma cierta verosimilitud la versión dada en Lucas XXIII, 2 en
la que es Pilatos el que decide su ajusticiamiento; máxime cuando se le presenta como un
autodenominado Mesías Rey en clara sintonía con las creencias esenias. Esto daría cierta
justificación histórica a su supuesta crucifixión por decisión del cónsul tarraconense (o quizás
maragato[33]).

El Imperio Romano, en su apogeo a principios del siglo III, era un inmenso e inmanejable
territorio donde la imposibilidad de un poder fuerte centralizado alimentó múltiples revueltas.
Esta situación degeneró en problemas de gobierno que Diocleciano trató de zanjar en el 285 con
una tetrarquía por la que se dividía al Imperio en cuatro partes con dos Augustos, Maximiano en
Milán y Diocleciano en Nicomedia, y dos Césares. Con esta división se oficializó una
segregación del Imperio en una rama oriental de habla y cultura griega y otra occidental de
cultura latina. Esta estructura política sirvió de puntilla para el inexorable declive final del
Imperio escasamente un siglo después.

Los romanos fueron, en general, respetuosos con los credos de las poblaciones
conquistadas[34], y su Imperio un crisol de dioses. La influencia de las religiones orientales en el
paganismo romano fue paulatinamente reforzando los credos monoteístas[35]; y éstos no podían
aceptar el culto divino al Emperador (que era una efectiva herramienta de dominación política).
Este hecho provocó la persecución de judíos y cristianos tras la implacable destrucción del
segundo Templo antes mencionada. No obstante, la represión no fue tan despiadada como se nos
ha hecho creer. Diocleciano es reconocido como el que más persiguió al Cristianismo; sin
embargo, las cifras históricas apuntan a tres mil los cristianos ejecutados a lo largo y ancho de su
Imperio en sus veinte años de poder.

Según narra Lactancio[36], el Emperador Constantino tras continuas derrotas por la


reunificación del Imperio, y necesitado de una fuente de motivación para sus tropas, tuvo una
visión en vísperas de la batalla del puente Milvio, situado al norte de Roma, en la que el Dios de
los Cristianos le entregaba una cruz luminosa comunicándole la famosa sentencia In Hoc Signo
Vinces (cuyo acrónimo IHS es a día de hoy sobradamente conocido). Lactancio nos cuenta que
Constantino juró ampararse en esta visión grabando las dos letras iniciales de Cristo en griego en
los escudos de los soldados dando lugar al crismón constantiniano a guisa de lábaro
cristianizado. Aureliano en el 274, escasos cincuenta años antes y en plena crisis de poder, ya
había declarado como oficial del Imperio a una nueva religión sincrética de ritos solares e
inspiración mitraica a la que se llamó Sol Invictus. Sin embargo no logró unificar completamente
los credos pues se sabe que décadas después, en los albores del siglo IV, una gran mayoría de los
soldados en las tropas eran bien cristianos, bien seguidores de Mitra.

Constantino, tras lograr reunificar políticamente el imperio se propuso una vez más
homogeneizar las creencias religiosas (se conservan cartas en las que incide en la necesidad de
uniformizar el culto estatal para no atraer la ira de los dioses). Fue prioridad el aspecto formal
del culto sobre el fondo del mismo por fines exclusivamente políticos. Es obvio que su supuesta
conversión al Cristianismo fue un desesperado intento de integrar en el Imperio a esa masa de
irreductible fanatismo que escasos años antes, bajo el régimen de Diocleciano, se había mostrado
gozosa del suplicio, amén de las conocidas influencias de su cristiana esposa. Hábilmente se
asimiló al Dios Sol mitraico con el Dios cristiano, fundiendo creencias como la del nacimiento
virginal de su versión humana en una oscura cueva recibiendo la visita de pastores; ritos como la
consagración del pan y el vino o la figura del Pater (grado supremo dentro de sus siete niveles
iniciáticos) con su báculo y anillo como símbolo (tal y como los obispos católicos); fechas como
la de su nacimiento terrenal un 25 de Diciembre (que devino por decreto la del nacimiento de
Jesús, mas no fue celebrado así por los primeros cristianos); o como la reconversión del día del
Sol (aún conservado así en lenguas sajonas) en día del Señor, Dominicus dies; o su símbolo de
una cruz inscrita en una circunferencia, igual a la llamada cruz celta.

Para los antiguos griegos y romanos, religión y política eran un solo ente, lejos de la
relación personal del hombre con la divinidad abogada por la religión judeo-cristiana desde sus
inicios. Para atraer formalmente al culto pagano practicado por el pueblo, Constantino disfrazó
de cristianos a los existentes ritos paganos, contraviniendo lo indicado en Corintios X, 14, con la
reconversión de templos, reemplazando a los dioses por santos pero manteniendo los rituales con
velas, lámparas y ofrendas florales, continuando con las bendiciones a edificaciones y cosechas y
copiando sus vestidos sacerdotales[37]. Como jugada final de gran estadista convirtió al pueblo
Judío, que tanta pertinacia mostraban en su negación a romanizarse y en aceptar la divinidad del
Emperador, en asesinos de Dios, exculpando a los romanos como verdaderos responsables del
suplicio de Jesús por motivos políticos. Este hecho junto con la invención del símbolo de la cruz
(cuya etimología se halla en el latín cruciare[38]) plantó la semilla del antisemitismo milenario.

Es de señalar que la cruz aparece como símbolo cristiano por vez primera en el sarcófago
de la pasión[39] datado en 350 d.c. El símbolo de la cruz, representaba para los primeros
cristianos el siniestro elemento de tortura de Jesucristo y no aparece representado en ninguna de
las catacumbas cristianas, donde la resurrección está representada por la fábula de Jonás y sus
milagros por la multiplicación de los panes y los peces[40]. La primera imagen de una cruz con
referencia al culto cristiano se ha encontrado en el Antiquarium del Palatino en Roma, donde un
grafito datado alrededor de la primera mitad del siglo III muestra la crucifixión de un hombre
con cabeza de asno acompañado de la leyenda en griego Alexamenos adora a su Dios[41].

En definitiva, Constantino logró la adulteración del Cristianismo predicado por los


apóstoles plantando la semilla de la religión intolerante, superficial y psicótica, humillada ante
los poderes terrenales que la cultura occidental ha padecido hasta nuestros días. Convocó el
Concilio de Nicea en el 325, en el que fue nombrado obispo de obispos para oficializar la
paulatina imposición del culto único en el Imperio, bajo amenaza de destierro a aquellos que no
firmasen lo acordado. Para sellar la defunción de los ritos milenarios, se cristianizaron los
templos existentes como con el Phrygianum donde tuvo lugar el último bautismo en sangre o
Taurobolium de la antigüedad en el actual emplazamiento de la catedral de San Pedro de Roma.

Gracias a San Agustín, hay trazas históricas de la ironía (e imaginamos que también
profunda desesperación) con la que se vivió esta fagocitación de los credos existentes, quien nos
cuenta cómo un sacerdote de los Misterios de Cibeles le dijo et ipse Pileatus christianus est[42].
Pero el espíritu irónico se acabó tras la oficialización universal definitiva en el 380 bajo el poder
del bético Teodosio I, dando alas a un fundamentalismo violento contra el paganismo por el que
se asesinaron a decenas de miles de personas en los pocos años que quedaban de dicho siglo IV;
pero estos son muertos olvidados por la historia. Todo pensamiento sospechoso de heterodoxia
fue perseguido, toda sospecha de paganismo fue suprimida violentamente. Sin la represión
connivente e interesada del poder y su benevolencia con los crímenes cometidos por los
exaltados, no hubiese sido posible la brusca expansión del Cristianismo, imponiéndose sobre
profundas creencias milenarias. El mensaje de Amor y tolerancia de los primeros cristianos fue
groseramente mancillado.

La estocada mortal, al saber acumulado por el ser humano desde nuestra primera mirada
inquisitiva al cielo, llegó con la destrucción de la Biblioteca de Alejandría por hordas
fundamentalistas cristianas.

Allí llegaron a almacenarse más de novecientas mil obras diferentes en multitud de


lenguas diversas. Durante siglos, todas las naves que llegaban al puerto de la ciudad eran
inspeccionadas y copiado todo manuscrito portado[43].

Se creó una escuela centenaria de sabios y traductores. Y fue allí donde se tradujo por
primera vez el Pentateuco del hebreo al griego; donde Aristarco sostuvo que la Tierra giraba en
torno del Sol; donde Eratóstenes calculó la circunferencia de la Tierra; donde Euclides escribió
sus Elementos recopilando y sistematizando los conocimientos matemáticos existentes; donde
Hiparco inventó el sistema de latitud y longitud, desarrolló su modelo geocéntrico y postuló que
las estrellas nacían, vivían y morían con un desplazamiento absoluto y no el aparente giro
alrededor de la estrella polar; donde Galeno utilizó los volúmenes de la biblioteca y sus propias
investigaciones para compilar quince libros acerca de la Anatomía y el Arte de la Medicina; se
almacenaban veinte ediciones de la Odisea; la biblioteca personal y obras manuscritas de
Aristóteles…

Dan ganas de llorar, mejor no imaginar lo que no sabemos que hubo y se perdió para
siempre. Pondremos un último ejemplo: se almacenaban ciento veintitrés obras teatrales de
Sófocles de las que sólo siete se conservan.

En el 391 Teófilo[44], patriarca de Alejandría, al frente de una multitud cristiana


(envalentonada por la impunidad del naciente fanatismo cristiano conseguida por San Ambrosio
del pusilánime Emperador Teodosio I tras la destrucción de una sinagoga en Milán) arrasó el
centenario edificio. Se cuenta que los manuscritos estuvieron alimentando los hornos de pan de
Alejandría durante meses. La cultura occidental entró en un período sin apenas luz, fue la noche
oscura del alma para nuestra civilización; duró varios siglos de mortificación.

Las aguas vivas de la Sabiduría hubieron de nuevo que sumergirse. Los principios
gnósticos del Arrianismo, que afirmaba que el Verbo (que no es otra cosa que el Logos griego)
no era Dios, sino tan sólo la primera de todas las criaturas por él creadas, fueron borrados de la
faz de la Tierra, pero el Saber humano encontró sus cauces subterráneos. Los ritos no cristianos
se fueron paulatinamente disfrazando con los numerosos decretos teodosianos para la conversión
de los pagani o aldeanos (lógicamente los ritos tradicionales ancestrales vinculados a deidades
de la naturaleza fueron más difíciles de reconvertir en zonas rurales). Afortunadamente, a pesar
de tanta sangre derramada, los esfuerzos aniquiladores no tuvieron el éxito deseado y la
fagotización de ritos permitió el re-descubrimiento de lo esencial de los credos. No es difícil ver
cómo tradiciones antiguas y herméticas afloran en ritos de la Iglesia actual para un observador
perspicaz. Hemos hablado de ello ya, pero aún daremos unos pocos ejemplos para el lector
curioso.

La transfiguración de Jesucristo en el monte Thabor[45] fue testimoniada por Pedro, Juan


y Santiago el Mayor[46] como una prefiguración de la resurrección de Jesucristo. Curiosamente
co-existen en el Catolicismo tres peregrinaciones mayores: a Jerusalén, hacia Roma con su
catedral de San Pedro y hacia Santiago de Compostela, en relación directa con las tres Iglesias
coexistentes. La catedral de San Pedro en Roma, el templo de la Iglesia exotérica tiene tres
puertas rituales, una correspondiente a cada uno de los tres apóstoles que testimoniaron su
transfiguración. La puerta de Santiago el Mayor está tapiada, abriéndose tan sólo cada
veinticinco años aproximadamente durante la celebración del año Santo; es la Puerta Santa, la
Puerta de Oro, la Puerta Alquímica cerrada al vulgo por la que sólo el Adepto puede entrar a
voluntad. Santiago de Compostela representa la Iglesia esotérica, la Iglesia del espíritu; su
catedral, cuyo nombre Obradoiro posee evidentes reminiscencias alquímicas, es un templo
cargado de jeroglíficos alquímicos cuyo misterioso arquitecto medieval tuvo como pseudónimo
Mateo, evangelista de nuestro Arte en palabras de Fulcanelli[47]. Y por último, la existencia de
una Iglesia mesotérica, una Iglesia del alma, la Iglesia de Juan, el discípulo preferido que apoyó
su cabeza en el corazón de Jesús durante la última cena; la Iglesia gnóstica con su Logos
claramente identificado en el prólogo de su Evangelio que habrían de leer los sacerdotes en
silencio al final de la misa antes del Concilio Vaticano II. El Evangelio de San Juan es el
Evangelio de mayor influencia helénica; el gnosticismo subyacente brilla en él y ha servido de
libro sagrado para todo movimiento de influencia gnóstica del milenio pasado, entre los que
podemos destacar Templarios, Cátaros o Francmasones de los que hablaremos en las páginas
siguientes. La Iglesia de San Juan tuvo también su templo en San Juan de Acre, pero fue
destruido tras la pérdida de Jerusalén en la última cruzada; la iglesia de San Juan de Letrán en
Roma ha ocupado su lugar.

Otro interesante ejemplo lo tenemos en la simbología pagana presente en nuestros


templos cristianos[48] y en particular en la mayoría de nuestros templos románicos (y de un
modo obsesivo y artísticamente sublime en el claustro de Sta. María la Real de Nájera) del
jeroglífico del principio máximo alquímico Todo es Uno y Uno es Todo, el Ouroboros la
serpiente que se muerde su propia cola; posiblemente el más ancestral y universal símbolo de la
humanidad.

Mencionaremos también la controvertida adoración a las Vírgenes negras


(particularmente frecuente en la Auvernia Francesa), con sus evidentes reminiscencias de cultos
Isíacos[49], pues no es otra que Neftis a quien representan, la hermana oscura de Isis.

Para finalizar esta escueta colección de ritos paganos reminiscentes en los templos
cristianos, nos produce una especial emoción encontrar la tetrada pitagórica como marca de
cantero medieval en nuestros templos románicos, curioso trazo en forma de cuatro que describe
las fases de la Obra alquímica, como nos descubre Fulcanelli basándose en los símbolos
presentes en la chimenea del Castillo de Terreneuve en Fontenay-le-Comte[50].

Escasamente dos siglos después a finales del siglo VI, el Arcángel Gabriel revela a
Mahoma una nueva religión y le identifica como 4º profeta tras Abraham, Moisés y Jesucristo.
Gracias a Dios (y nunca más apropiadamente dicho) se le indica que acepte la convivencia del
culto hebraico y cristiano en tierras islámicas. El Islam, manchado desde su nacimiento con
guerras fratricidas y afán expansionista con una obscena mezcla de intereses políticos
disfrazados de furor religioso, comienza sus conquistas y ya en el siglo VII entran en Jerusalén;
el cabo Cañaveral de la antigüedad, desde donde Mahoma (al igual que tantos otros antes)
asciende a los cielos a lomos de un pegaso islámico[51]. A principios del siglo VIII cruzan los 14
km del estrecho de Gibraltar, moviéndose a sus anchas por la políticamente caótica península
Ibérica. La simbiosis cultural entre árabes y hebreos permite la continuación de la cultura clásica,
que de otro modo se habría probablemente perdido para siempre. Una simbiosis cultural
islamista, hebraica y cristiana durante siglos (recordemos que todos ellos creen en el mismo
Dios) fertiliza un suelo que dará, en nuestra piel de toro, los más sublimes frutos místicos de las
tres religiones.

En Europa, la imposición del Cristianismo sobre los pueblos que aún mantenían sus
tradiciones y credos fue despiadada y brutal en la alta edad media. En la conocida como matanza
de Sachsenheim en las proximidades de Verden en la Baja Sajonia, Carlomagno, el gran defensor
de la cristiandad, ejecutó en una sola jornada del 782 a cuatro mil quinientos rendidos sajones
por su renuencia a convertirse. Ante métodos tan expeditivos es fácil entender la rápida
expansión de la verdadera fe.

A finales del siglo XI, en 1095, comienzan las cruzadas impulsadas por Urbano II en el
Concilio de Clermont con su célebre Deus vult, de nuevo enmascarando repugnantemente ansias
de poder político tras fervor religioso, y dando a los seres más desalmados de la época
oportunidad de aventuras y libertad para todos los abusos imaginables, con la promesa del
perdón de sus pecados y el paraíso en caso de morir en combate. En verano de 1099 Godofredo
Bouillon entra en Jerusalén asesinando salvajemente a musulmanes y hebreos de todas las edades
y sexos en una terrible matanza en nombre de Dios. Escasos 20 años después, en 1118 en el
castillo de Arginy se funda la milicia santa del Temple[52] para proteger a los peregrinos a
Tierra Santa y asegurar la definitiva cristianización de la geografía europea.

El activo San Bernardo de Claraval, de la Orden Benedictina, pariente de Hugo de Payns


(fundador y primer Gran Maestre de la Orden del Temple), escribe su regla. En 1130 los
Templarios entran en la península Ibérica para proteger a los peregrinos hacia Santiago y apoyar
la reconquista y en 1160 instalan en Tomar su cuartel general. La idea de una Orden de caballería
mística encuentra su arquetipo en los caballeros de la Tabla Redonda y su búsqueda del Santo
Grial; la fuerza al servicio del Amor. Así, la figura de San Bernardo sería análoga a la de Merlín
y sus vínculos druídicos conocidos[53]. Sus veleidades místico-esotéricas y fanatismo católico se
verían refrendados con su amistad con Malaquías de Armagh, más conocido como San
Malaquías (las reliquias de ambos pueden visitarse en la catedral de Troyes), célebre por sus
pintorescas (no por ello menos asombrosas) profecías sobre el Papado Romano.

La teología cristiana afirma que el cuerpo humano es el templo del espíritu santo y según
los movimientos gnósticos, el microcosmos es un reflejo del macrocosmos y por ende las
construcciones sagradas imagen de la armonía celeste. La combinación de ambos principios
causó la súbita aparición del arte gótico, como resultado de la euforia existencial del superado
milenarismo frustrado y sin solución real de continuidad con las inmediatamente anteriores
construcciones románicas. La contemporaneidad del poder de la Orden del Temple (lastrada de
indudable heterodoxia doctrinal de simpatías gnósticas) con la aparición de los templos góticos
nos lleva a inferir que éstos fueron, si no sus financiadores, al menos sí sus frecuentes
inspiradores.

La sofisticación de la cultura árabe de la época comparada con la brutalidad y anarquía de


la sociedad cristiana, añadido al caldo filosófico que indudablemente se fue cociendo durante los
siglos de convivencia pacífica de hebreos y musulmanes en un lugar santo para ambas religiones,
cautivó a lo más sensible de los cristianos allí llegados. Las emociones del mercenario disfrazado
de cristiano, preocupado por la sensualidad y belleza de la mujer palestina, estaban alejadas del
interés espiritual de quien había llegado allí por real fervor religioso. ¿Qué pudieron aprender los
Templarios de sus pares musulmanes y hebreos? No hay secretos escondidos, conocimientos
esotéricos perdidos, arcas desenterradas de los cimientos del antiguo Templo de Salomón…
Simplemente descubrieron otra sensibilidad, aprendieron otras maneras de vivir más en armonía
con su entorno y la existencia de una cultura clásica, que también les pertenecía, y que se olvidó
bajo las llamas en Alejandría. Se encontraron con otros seres humanos cuya cultura y creencias
combatían, que sin embargo les superaban en espiritualidad. Lo más sofisticado de los cristianos
en Tierra Santa, de los que formaron parte los Templarios por su doble naturaleza religiosa y de
hombre de acción, debió entablar contacto con lo más refinado de la sociedad local, sufistas y
kabbalistas hebreos.

Indudablemente, si íntimo fue el contacto inter-religioso en Oriente Medio, no menos


debió serlo en tierras ibéricas. Los resultados de escasos dos siglos de relativa convivencia
pacífica y simbiosis espiritual fueron deslumbrantes. En aquella época llegó la popularización de
la Kabbalah con el Libro del Esplendor o El Zohar, por Moisés de León[54] y con el sublime
tudelano Abulafia con su Kabbalah tántrica. Surgió el más grande sufí de la mística musulmana,
el murciano Ibn Arabí y el cordobés Maimónides, el más grande pensador que la cultura
judeo-árabe ha dado.

En el mundo material, los Templarios inventan la letra de cambio con el fin de evitar la
segura pérdida de los bienes de los peregrinos de llevarlos consigo en su viaje y se convierten un
banco medieval, ganando un poder económico internacional no susceptible de impuestos por
ningún estado. Acaban prestando dinero a reyes y construyendo fortalezas por todas partes,
incrementando inexorablemente su poder al cobrar en feudos las deudas económicas o
espirituales. En línea con esa sensibilidad aprendida, descubrieron que existía otro modo de
mirar al mundo y cristianizaron lugares con reminiscencias paganas con la construcción de
templos cristianos, en una simbiosis de símbolos que ha dado lugar a todo tipo de especulaciones
y peregrinas teorías.

Tras la batalla de Hattin en 1187, Jerusalén se consolida en manos de Saladino y los


Templarios se ven forzados a abandonar la mezquita de Al-aqsa, que supuestamente se alza
sobre el lugar donde se hallaba el atrio del Templo de Salomón, instalándose en San Juan de
Acre. Saladino, apresa al salvaje Reinaldo de Chatillon y al pusilánime Guido de Lusignan, rey
de Jerusalén, cortando la cabeza de Reinaldo con su propia espada ante la temblorosa mirada del
rey de Jerusalén a quien perdona la vida. En 1248, Luis IX de Francia se embarca en la última
cruzada, con indudable ánimo vengativo por lo acaecido bajo el sable de Saladino, y cae
torpemente prisionero en Egipto, siendo liberado tras largas negociaciones y el pago de un
elevado rescate, endeudando aún más a la corona francesa con los Templarios. El desinterés por
conquistar Tierra Santa cundió en las monarquías europeas tras las sangrientas, caras y continuas
guerras, lo que junto a la solidez de la reconquista en España tras la batalla de las Navas de
Tolosa; hicieron perder a los Templarios cierto poder político.

Felipe IV de Francia, tras acceder al trono a la muerte de su padre, se encontró con unas
arcas endeudadas tras los dos siglos de continuas cruzadas y el colofón del rescate de su abuelo
Luis IX pagado por los Templarios. Para conseguir solvencia económica, expulsa a los judíos en
1306 confiscando sus bienes y en 1307 ordena la detención de los Templarios presentes en su
territorio bajo la acusación de herejía y, cómo no, también confisca todos sus bienes. Pese a las
protestas de Clemente V, única autoridad con poder sobre los Templarios que se movían a placer
por toda Europa, consigue que confiesen lo más peregrino bajo severas torturas. Es posible que
los Templarios, habiéndose nutrido de las respetadas fuentes esotéricas hebreas e islámicas,
soñasen con un ecumenismo religioso entre las tres religiones que enriqueciese al Cristianismo
con su propia corriente esotérica ortodoxa y generase a su vez una paz política en un mundo
convulso, si bien las verdaderas causas de su aprisionamiento y expolio fueron económicas. No
deja de ser irónico que Yaveh, Dios y Alá sean el mismo Dios fragmentado y ensombrecido por
la estupidez y codicia humana.

Clemente V, con problemas políticos en Roma traslada su residencia a Avignon


(perteneciente al Reino de Nápoles) y, viendo mermar el poder de la Iglesia, cede ante la presión
de Felipe IV y convoca el concilio de Vienne en 1311 suprimiendo la Orden Templaria por
decreto apostólico, mas sin llegar a condenarles de herejía. Clemente V conmina a su Gran
Maestre Jacques de Molay a retractarse públicamente frente a las puertas de la catedral parisina
de Notre-Dame; lo cual no hace, mostrando un gran coraje, sino que por el contrario declara la
inocencia de la Orden y se manifiesta dispuesto al sacrificio.

En la Isla de los Judíos, entre la Isla de la Cité y la de San Luis, con la catedral pagana
como testigo en el mismo corazón de la ciudad de Isis, Jacques de Molay el 22º Gran Maestre de
la Orden de los Templarios, y Geoffroy de Charnay Maestre de Normandía fueron atados a una
estaca y ambos quemados vivos frente a la catedral de Notre-Dame el 18 de Marzo de 1314.
Felipe IV se apropia de las posesiones de los Templarios y busca con ahínco su oro. La
historia dice que no se halló, sin embargo se tienen datos de que la moneda francesa se recuperó
notablemente en los años posteriores a la disolución definitiva del Temple y esto no puede
basarse ni en nuevas y exiguas minas de oro o plata, ni en las arcas expropiadas a los judíos
expulsados en 1306. La flota del Temple de La Rochela partió con rumbo desconocido;
probablemente hacia Escocia y Portugal, lo más alejados del poder de Roma que fuese posible.
Es de hacer notar, que el rey de Escocia Roberto I estaba excomulgado, y en guerra con
Inglaterra por la independencia y una ayuda de nobles guerreros no estaba de más. En Portugal
se creó la Orden do Cristo en donde se integraron. En Alemania se les absolvió en juicio
posterior y se integraron en la Orden Teutónica.

Sin embargo, la presente obra no cumpliría sus objetivos si no abordásemos las


connotaciones esotéricas del Temple. Muchas sandeces se han escrito sin muestra de rubor
alguno; y apoyadas sobre éstas, estupideces aún mayores. Así, habrían construido su riqueza
gracias a sus conocimientos alquímicos transmutando plomo en oro, otros dicen que la habrían
conseguido tras viajes secretos al continente americano de donde extraían su plata; habrían
descubierto el Arca de la Alianza tras excavaciones en los subsuelos del Templo de Salomón
otorgándoles poderes mágicos; poseerían el Santo Grial con toda la carga mitológica que
conlleva; serían adoradores de satán simbolizado en su Bafomet, una misteriosa imagen adorada
en secreto; en fin...

No obstante, las influencias gnósticas en la simbología templaria son indudables, si bien


el origen de dicha filiación no es comprendido realmente. Notorio, sin ambigüedad alguna, son
los sellos templarios con la figura de Abraxas[55] que describe Saint-Hilaire[56]. Sin embargo,
Leroy [57] explica de modo claro cómo, aplicando sentido común y conociendo el contexto
histórico, se puede entender el porqué de la relevancia de María Magdalena, de ambos San Juan
(Bautista y Evangelista) y de su supuesto interés por las Vírgenes negras. Ni siquiera el
mencionado Bafomet, que tantos ríos de tinta ha generado, existió realmente. Dicha palabra ni
aparece en los documentos del proceso, ni fue pronunciada por ninguno de los muchos
templarios interrogados. Bafomet es una deformación fonética común de Mahomet en la lengua
occitana de la época y fue emitida como acusación particular de adoración a imágenes
musulmanas (difamatoria por otra parte pues el Islam no admite la idolatría) por un templario
iletrado de bajo grado llamado Gaucerant.

Contemporáneamente, también con un halo de misterio para el esoterismo de bajos


vuelos que sufrimos hoy en día, aparecen en escena los Cátaros. Pero, ¿quiénes fueron éstos y
qué vínculos tuvieron con los Templarios? Durante los siglos XI y XII, se produjo un bienestar
económico y social en la zona del Languedoc y La Provenza francesa que alumbró la oscuridad
en la que la cultura occidental se había sumido tras la oficialización del Cristianismo en el siglo
IV. Las razones para este renacimiento pueden ser muy variadas, pero ciertamente las Cruzadas
tuvieron una influencia positiva dado que se dio una excusa a los sujetos de instintos más
primitivos de cada generación para irse en busca de gloria a miles de kilómetros.

Por otro lado, la Iglesia concentró sus ansias de poder omnímodo en la cristianización de
Palestina. Una amplia burguesía comerciaba y vivía en paz disolviendo paulatinamente el
ténebre velo con el que la Iglesia romana había cubierto al mundo; la percepción de la vida dejó
de ser un valle de lágrimas y se abrió un hueco para la felicidad. Sin embargo, la Iglesia,
necesitada de fondos por los gastos en las cruzadas, comenzó a exigir los diezmos que
tradicionalmente los nobles habían recaudado en sus territorios para el mantenimiento de las
parroquias y que frecuentemente nunca llegaban a Roma; esto hizo que entre los nobles se
generase cierta empatía con el credo afianzado entre los burgueses, que tenían en sus críticas a
Roma uno de sus pilares. Como catalizador de este ambiente, la inexistencia de la primogenitura
en la sociedad de la época fragmentó las posesiones de los nobles, empobreciéndolos y
provocando migraciones a los nacientes burgos que adquirían más y más poder. Por su parte, los
Cátaros cedían el dinero obtenido en el ejercicio de sus profesiones a la congregación y se
dedicaban a la usura desde el banco de la secta en la Tolosa francesa.

Pero, ¿en qué se basaban las creencias cátaras? Retomando las creencias gnósticas, creían
en la bondad absoluta de Dios y en la existencia de un Dios del mal que había creado la materia
para aprisionar a las almas. El espíritu era nuestra parte divina y podía lograr la liberación del
alma de su cárcel material tras reencarnaciones sucesivas. Se oponían a todo tipo de violencia y
veían en la fornicación la herramienta del demonio para continuar encerrando a las almas, lo que
les hacía ser vegetarianos pues toda carne era producto del mal. Sus sacerdotes eran
denominados Perfectos, con una clara influencia esenia, y tenían unos votos muy estrictos de
castidad y pobreza. Sólo ellos podían ejercer el Consolament, el único sacramento que tenían a
modo de imposición de manos espiritual a la hora de la muerte.

Las mujeres tenían la misma consideración que los hombres y podían ser ordenadas
Perfectas, a gran diferencia de la Iglesia romana. El hecho de considerar al principio del mal
como creador de la materia, implicaba que considerasen a Jesucristo como un ser espiritual con
apariencia material humana, pero simplemente apariencia. Con estas alforjas, el dogma de la
unicidad de Dios y de la Trinidad, credo central del Catolicismo desde el año 325 en que tuvo
lugar el Concilio de Nicea[58], saltaba hecho añicos. Es de imaginar el aumento de la presión
sanguínea en los pasillos vaticanos ante tamaña herejía por parte de unos sujetos que, además de
tener gran poder económico, se arrogaban el ser puros, perfectos y con sus propios sacramentos.
De paso consideraban al Papado heredero de los emperadores romanos, no de los apóstoles; a la
Iglesia como la gran meretriz babilónica del Apocalipsis de San Juan y al Papa lo identificaban
con el Anti-Cristo. Inaceptable…

En julio 1200 son declarados proscritos, sus bienes expropiados y son conminados a
partir, si bien son los nobles locales quienes han de ejecutarlo y los intereses comunes son
muchos. En 1204 Inocencio III, viendo que las cosas no avanzan en la línea deseada, proclama
una nueva Cruzada contra los Cátaros, prometiendo la absolución de los pecados y el paraíso a
los muertos en combate (con el fin de evitar posibles reticencias a matar cristianos, aunque
heréticos). Este marco permitió la espeluznante matanza de Beziers donde unas veinte mil
personas fueron asesinadas por orden del legado del papa, Arnauld Amaury, con el tristemente
célebre argumento de matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos[59]. La guerra terminó en
1229 y llegó una recién creada Santa Inquisición a rematar el trabajo. En 1243 el legendario
castillo de Montsegur fue asediado, resistió diez meses cayendo en marzo de 1244, once años
más tarde Queribus a pocos kilómetros.
Entonces, nos repetimos la pregunta, ¿cuál es el vínculo entre los Templarios y los
Cátaros? Pues, es difícil encontrarlo dada la divergencia de objetivos y de credo; si bien hay
noticias de la iniciación de Cátaros en el Temple. Cierto es que debió haber cierta simpatía
mutua pues, a parte de sus aficiones bancarias, en un mundo cruel y miserable fueron los únicos
capaces de ver cierta luz entre las tinieblas. Si bien, a la hora de la verdad, los Templarios,
obedientes al Papa, participaron aunque tímidamente en la cruzada contra los Cátaros. No hay
fantasiosos secretos de sangres reales escondidos tras cábala fonetica[60] en el Santo Grial.
Tanto los Cátaros como los Templarios, tenían sentimientos religiosos profundos y veían la
religión como algo más espiritual que estúpidas dinastías a proteger; máxime si además aquéllos
creían en la reencarnación. Lincoln y compañía en 1982 publicaron un estudio en el que
especulaban con una esperpéntica conspiración milenaria implicando Merovingios y
restituciones monárquicas en Francia[61]; como la tesis no se sostenía ni siquiera haciendo un
esfuerzo de credulidad, en un libro posterior re-orientaron el tiro a la desesperada y sugerían la
presencia de la tumba de Jesucristo[62] en los alrededores de Rennes-le-Chateau. Leímos estos
libros en nuestra juventud de búsqueda continua y ni siquiera entonces, con la mente más virgen
y libre de prejuicios, nos convencieron esas teorías de grandes secretos cuya defensa teje los
hilos de la historia en el huso de Cloto.

Los Cátaros, convencidos en la salvación a través del conocimiento, y con evidentes


puntos en común con creencias esenias y arrianas, fueron un movimiento gnóstico de la Edad
Media que, al comenzar a conseguir cierto poder económico y social, fue aniquilado por la Santa
Iglesia romana aliada con el poder terrenal. Especular con una dinastía de reyes descendiente de
Jesucristo y María Magdalena, cuyo secreto los Cátaros guardaban celosamente es un completo
sinsentido pues para ellos Jesucristo no era material, y la fornicación una herramienta del Dios
del mal. En cualquier caso, supongamos que existiesen unos documentos que lo afirmaran y que
eso fue el gran secreto que los célebres tres caballeros logran llevarse consigo en su huida de
Montsegur durante la tregua de dos semanas que se les concede a principios de marzo de 1244 en
vísperas de su martirio. ¿Qué daño habrían hecho realmente a la Iglesia unos documentos
milenarios carcomidos contradiciendo lo que otros muchos, incluida la misma infalible Biblia,
afirman? Ni siquiera los manuscritos del mar Muerto con las obscenas similitudes entre la figura
del Mesías Rey y Jesucristo han sido capaces de despertar del adormecimiento intelectual al
creyente católico.

El redescubrimiento de la cultura clásica y la traducción del Corpus Hermeticum por


Ficino en el siglo XV permiten a las aguas vivas de la Sabiduría surgir de nuevo abruptamente.
El Renacimiento da un soplo de aire fresco sobre la oscuridad medieval, pese a la cruel represión
de la ortodoxia católica y sus verdades reveladas. Egidio de Viterbo se esfuerza inútilmente por
integrar la sabiduría kabbalística de El Zohar con el Cristianismo e intenta reconciliar la
sabiduría gnóstica y hermética con la ortodoxia romana como elemento enriquecedor del credo,
al igual que sucede en el judaísmo con los kabbalistas o en el islamismo con los sufíes. El
esfuerzo es inútil, demasiados centenares de años de represión y fanatismo están presentes. Las
incipientes veleidades esotéricas fueron drásticamente reprimidas escasos decenios después en
las carnes de Pico della Mirandola o Giordano Bruno.

Los vínculos del Hermetismo con lo más sublime del paganismo grecorromano han sido
explicados[63]. No es nuestro objetivo reescribir lo ya escrito. Las influencias herméticas en el
arte renacentista italiano son también numerosas y están soberbiamente descritas por Wind[64]; a
su vez, la influencia del Hermetismo en la conformación de nuestra sociedad lo ha abordado
exhaustivamente Yates[65].

En el marco de la paranoia inquisitorial que abrasó en 1600 a Giordano Bruno en la


hermosa plaza Campo dei Fiori de Roma, el obispo de Yucatán Diego Landa había acabado en
1562 con la milenaria cultura mesoamericana quemando sus códices por toneladas en el
deleznable Auto de Maní. Esa Católica religión, esa supuesta palabra de Dios en la tierra, creó
esa fanática fe que sirvió de coartada a las más abyectas pasiones como en el caso de Giles de
Rais o Torquemada, veneró a personajes psicóticos como Santa Margarita María Alacoque o
Santa Catalina de Siena y sin embargo persiguió a sus más sublimes místicos como Eckart de
Hochheim o San Juan de la Cruz. Sin embargo, el Renacimiento fue liberador de las conciencias
y el gris poder omnímodo vaticano se perdió con la Reforma.

A principios del siglo XVII, (sucesivamente en 1614, 1615 y 1616[66]), se publicaron en


Europa con gran difusión tres pequeñas obras anunciando la existencia de una supuesta Orden de
Iluminados llamada Orden Rosacruz formada por Adeptos secretos. Entre los miembros de dicha
Orden se hallaban hermetistas como Maier, Bacon, Fludd, Vaughan, Boheme y Khunrath, y
posiblemente Thölden[67]. Hay indicios de que hasta el mismo Descartes fue iniciado[68]. No
albergamos dudas de que la mano de Maier estuvo detrás de este movimiento. Maier fue el
primer gran publicista de la historia con la publicación del primer libro multimedia en 1617, la
maravilla alquímica Atalanta Fugiens, que combina 50 láminas de gran valor artístico, cada una
con su poema descriptivo, ensayo Filosófico explicativo y un canon musical relacionado.

La influencia de este movimiento en los inicios oficiales de la Masonería a principios del


siglo XVIII es innegable. El movimiento Rosacruz desapareció del mapa; posiblemente
integrado en los movimientos masónicos que han gozado de un gran empuje esotérico desde su
origen y en cuyos altos Grados se ve su rastro. Para completar este sucinto recorrido por el
esoterismo occidental, es imprescindible que abordemos la Masonería que, con un gran peso en
la sociedad, ha canalizado prácticamente todos los movimientos esotéricos occidentales desde su
fundación en los albores del siglo XVIII.

La Masonería se enmarca netamente en los Misterios menores de la antigüedad, sirviendo


de puerta, para quien esté preparado, para penetrar en los Misterios Mayores. En lo que sigue, no
perderemos nuestro tiempo con la legión de pintorescas ideas esotéricas que nacieron en el siglo
XIX cuales hongos alucinógenos bajo la luz que los avances de la ciencia iban proyectando. Así
se habló de magnetismo animal, del éter cósmico, de las transmutaciones físicas, de los
ectoplasmas… No es ésta la obra para hablar de todos y cada uno de los movimientos y
supuestos secretos cosmológicos desvelados que el paso del tiempo ha ido abandonando en el
camino. Destacaremos entre la serie inagotable de supuestos Iluminados al sacerdote renegado
Eliphas Levi, al coruñes Encausse (más conocido como Papus), al nigromante Guaita, a la
singular Blavatsky de mirada de orate y al controvertido Crowley. Ya entrado el siglo XX,
algunos, como Steiner o Gurdjieff, gozaron de cierta profundidad pero en nuestra opinión se
perdieron en su propio laberinto.

La fascinación por el secreto es un motor que mueve al profano a llamar a las puertas del
Templo, utilizando jerga masónica. Pero, ¿qué secretos se descubren tras traspasar las dos
resilientes columnas que dan nombre a un famoso güisqui? Uno esencial, que no hay secreto
revelado. El profundo y milenario simbolismo en el que uno se sumerge actúa de cincel
penetrando lentamente y desbastando nuestra lacerante y dura piedra llena de aristas vivas;
hacerlo de modo eficiente requiere gran pericia. Si las herramientas se utilizan con
perseverancia, la luz nos moja y la curiosidad inicial por el secreto transmuta en ambición por el
Misterio.

La Masonería hereda desde hace siglos un conocimiento Arcano, pero su práctica la


puede llevar a envilecer. Un Ego inflacionado supura en masones que pavonean sus Grados y
asisten a tenidas con más insignias colgadas en la solapa que un general de artillería en una boda;
sin embargo, otros muchos manifiestan una deslumbrante profundidad de ideas y serenidad en su
ser. Está de más decir que éstos últimos sólo se adornan con su sobrio mandil, sus blancos
guantes y una perenne sonrisa.

Los Grados en Masonería son tres y bastan para el verdadero iniciado; la riqueza
simbólica en ellos es inabarcable. Los grados superiores se iniciaron en 1740, con la creación del
4º Grado, provocado por la incontrolada popularización que la Masonería sufrió, en un intento de
buscar una elite verdaderamente iniciable[69] dentro de lo que empezó a ser no más que un
basto reflejo de la sociedad. Del 4º al 33º Grado se puede imaginar el proceso y, para darle un
interés esotérico, de nuevo presente el puñetero e infantil secreto como zanahoria para el conejo.
Los esfuerzos por darle cierta coherencia no fueron pocos y la ortodoxia de dichos Grados sólo
cristalizó en 1871 con la publicación de la superficial, reiterativa y extenuante Morals and
Dogma de Pike.

Los Grados superiores son como cursos de recuperación para malos estudiantes; los tres
primeros Grados encierran en sí el saber Arcano milenario. No hay mayor secreto que descubrir
lo que tenemos ante nuestros ojos y no apreciamos. La Masonería no oculta en sus altos Grados
secretos transmitidos oralmente a través de los siglos por los discípulos de Jacques de Molay; la
Masonería es una llave que abre el camino al estudio del simbolismo hermético y entrena los
sentidos para empezar a vislumbrar las hermosas y sensuales curvas de Cibeles.
Desgraciadamente, una gran mayoría de sus miembros no es capaz de despegarse de esa
fascinación por arrogarse la posesión de un secreto inconfesable y no son más que miembros de
una Escuela moderna de Misterios menores.

La Masonería invita al libre pensamiento y por ende a la duda; no puede ser jamás una
religión para ateos confesos que se vanaglorien de su ignorancia. ¿Cómo puede nadie al que se le
hayan realmente abierto las puertas del Templo declarar su convicción de no haber nada
trascendente cosmológicamente? Señores, ¡no entienden nada! No importa cuántas horas puedan
dedicarle al estudio, cuántos conocimientos enciclopédicos puedan atesorar, les falta el sutil hilo
de Ariadna que engarza las hojas sueltas y reúne en un solo y ordenado manuscrito los mensajes
que su propia vida continuamente le da.

Allí donde hay hermosa poesía cósmica, usted sólo es capaz de percibir palabras sueltas
en un idioma de sintaxis desconocida. La piedra no puede trabajarse sin perseverante meditación,
pero ésta debe ser un manual de gramática universal. A aquél de nuestros lectores que sea
Francmasón le preguntamos: ¿Recuerda usted el acróstico en el gabinete de reflexión? ¿Recuerda
usted el vigilante gallo, el azufre, el mercurio, la sal, el reloj de arena y esa vela que le alumbraba
en la oscuridad de la mina? ¿Sabe quién deviene alegóricamente usted al entrar vendado en el
Templo desnudo de metales? Todas estas cosas apuntan en la misma dirección y en ese
fascinante viaje las alforjas no pueden llevar ni prejuicios ni certezas, y menos del calibre de un
absurdo ateísmo cuando las puertas del Templo las tiene ante usted. Trate de resonar con el canto
del gallo, abra bien los ojos, observe cómo opera la Naturaleza, comience a escucharla, enamore
a Minerva y maravíllese de cómo la Virgen le rocía con su leche cósmica. Medite, lea, lea, lea y
relea y labore embarcándose, sin el lastre de sus miedos, en el viaje a Ítaca al que Kavafis le
invita…

La Masonería no es anticlerical por principio, si bien su dinámica en alimentar el libre


pensamiento choca frontalmente con creencias dogmáticas o absolutistas. En Francia, el único
período de persecución que ha sufrido en su historia fue durante el controvertido gobierno de
Petain en los años de ocupación alemana; y el porqué es claro pues toda Logia Masónica fue un
nido potencial de la resistencia.

La Iglesia, fiel a sí misma, se apresuró en condenar a la masonería y en 1738 Clemente


XII publicó la primera encíclica In Eminenti prohibiendo a los católicos afiliarse y contaminarse
del libre pensamiento (tan sólo 21 años después de la reunión de las cuatro logias londinenses
bajo una pionera Gran Logia dirigida por un Gran Maestre). En 1721 se redactaron y aprobaron
sus estatutos bajo las llamadas vulgarmente Constituciones de Anderson que a día de hoy
continúan vigentes; si bien sus inicios pueden encontrarse en la Inglaterra del siglo XVII junto a
la fundación de la Royal Society por una elite científica e intelectual de conocidas influencias
rosacruces[70].

El conocimiento arquitectónico se transmitió oralmente en la antigüedad por medio de


rituales de tipo iniciático; pero es obvio que este saber se degradó tras la caída del Imperio
Romano a tenor de la pobre calidad de las construcciones de la alta Edad Media. Sin embargo,
quizás los rituales pervivieron y los gremios de constructores en la alta Edad Media los
revitalizaron. En Masonería se diferencian la antigua Masonería operativa (que se perpetúa con
los Compagnons franceses que se arrogan ser discípulos directos del Maestro Hiram[71], con sus
comunes rituales y simbología), de la especulativa (donde la versión moderna se enmarca).
Aquélla estaba constituida por maestros mayoritariamente desconocidos para la historia
posterior, agrupados en gremios, con ciertos privilegios concedidos por el poder para facilitarles
el movimiento transnacional y la construcción de puentes, fortalezas, templos, acueductos… allá
donde se necesitase.

La Masonería especulativa, por su parte, constaba de masones aceptados no


pertenecientes al gremio arquitectónico. Es difícil imaginar un continuo de trasmisión
ininterrumpido desde los tiempos del rey Salomón con tanta sangre derramada por el camino,
pero por otra parte es cierto que la protección a los antiguos arquitectos por el poder y el modo
de transmisión de su conocimiento ha tenido puntos comunes en todas las culturas occidentales
desde hace milenios. Interesantes datos sobre una posible continuidad milenaria en sus rituales
son explicados por Knight y Lomas[72].
Se ha de distinguir entre Sabiduría e intelecto hábil, propio de una mente lúcida que tiene
la tendencia a apropiarse de los destellos de luz captados, pero bloquea su cristalización con el
peso de sus prejuicios. La Sabiduría sólo llega si al observar dichos destellos uno se deja elevar
por ellos, poco a poco, y sin prestarles demasiada atención. Éstos estarían representados por los
fuegos fatuos del sublime y hermético cuento de La serpiente verde[73], que son la alegoría del
mercurio tramposo, de naturaleza vil; tan ávido de oro, que es capaz de disolver al metal
precioso tan eficazmente como el hielo se funde en agua caliente[74].

La verdadera iniciación no sucede bajo la tenue luz de ninguna Orden secreta, el


verdadero Saber no se transmite, se ha de vivir. La atenta observación a lo largo de nuestra vida
de los hechos que nos acaecen, podrá quizás hacernos llegar a entender que formamos parte
consustancial de un juego cósmico. Ése es el gran Misterio que las distintas órdenes esotéricas
tan sólo vislumbran; ése es el Gran Arcano, imposible de desvelar con la sola fuerza de la razón,
por muy penetrantemente sutil que ésta sea, si no nos despojamos con coraje de nuestros
prejuicios heredados.

II. La tradición de Oriente

Los efesios se rebelaron y los atenienses pidieron consejo a Heráclito. Éste, sin decir
palabra, cogió una taza de agua fría, echó cebada y menta dentro, lo removió y se bebió el
preparado[75]. Plutarco

Las tradiciones místicas orientales y occidentales hollan sendas equivalentes que


conducen a un mismo final. En Occidente, fanatismos de diversa índole se obsesionaron
secularmente con eliminar lo heterodoxo sin entender que la Sabiduría es inherente al ser
humano y surgiría de continuo eternamente. Tan sólo nos quedan hoy trazas de una indudable
prisca Theologia[76] de mensaje evidente para el lector avezado, pero los rituales se perdieron
para siempre. En Oriente, las cosas fueron afortunadamente distintas y tradiciones milenarias
perduran con su pureza original; sin embargo, y tratando de no pecar de etnocentrismo, a éstas
quizás les falta el empaque que el espíritu occidental les habría dado. El ejemplo de lo que
decimos lo tenemos en el único superviviente occidental sin mancillar de una Sabiduría
milenaria. Hubo muchas tradiciones en la antigüedad de las que sólo nos queda apenas el
nombre, pero el esoterismo hebraico, la Kabbalah[77], ha logrado perdurar y evolucionar desde
los tiempos de Abraham gracias al arraigo a sus tradiciones del pueblo Judío. Consideramos que
la Kabbalah, fusión de misticismo hebraico, Pitagorismo, Neoplatonismo, Gnosticismo y
Hermetismo, es la más maravillosa y profunda especulación espiritual del ser humano.
El Budismo sigue las enseñanzas de Siddharta Gautama; hijo, según la leyenda, del líder
de un clan de nombre Sakya del norte de India allá por el siglo VI antes de nuestra era. Se dice
que a los 29 años abandonó su familia y su vida de comodidades en busca de la Verdad. Tras
años de estricto ascetismo sin encontrar respuestas a sus preguntas existenciales decidió cambiar
de técnica y, desesperado, un atardecer se sentó a meditar bajo una higuera (puerta a los mundos
inferiores en los misterios de Eleusis[78]) con la determinación de no cejar hasta encontrar una
respuesta a sus inquietudes espirituales, fue el inicio del Zazen[79]. Tras una larga e
indudablemente hermosa noche, abrió los ojos al amanecer y vio brillando en el horizonte la
Estrella de la Mañana, Venus, comprendiendo finalmente la unicidad de su mente con el
Cosmos. Las sensaciones que le causó dicho despertar le dejó tan desamparado, se sintió tan
infinitamente sólo que pensó en abandonar este mundo. Esto nos recuerda las palabras en la
epístola entre Fulcanelli y su desconocido maestro que nos descubre Canseliet[80] ¡Ay! Casi
puede decirse que el que saluda a la Estrella de la Mañana pierde para siempre el uso de la voz
y de la razón pues queda fascinado por su falsa luz y es precipitado en el abismo. La mitología
budista dice que la intercesión del Dios de los Mil Mundos le convenció en transmitir su
Sabiduría convirtiéndose en mensajero de la Verdad, de la Diosa Verdad de la que nos habla su
contemporáneo Parménides en su fragmentado poema[81]. Comprendió que llega un momento
en que no hay ya maestro que guíe y uno se halla en soledad en la senda del Loco abriendo
caminos inexplorados. Gautama, también conocido como Sakyamunii[82] devino mensajero
entre los dioses y los humanos tal como lo fue el Dios griego Hermes. No queremos dejar de
resaltar para quien desee sacar sus propias conclusiones, sin entrar en burdas e incomprobables
especulaciones etimológicas, que su madre tenía el sugerente nombre de Maya, al igual que
Hermes, arquetipo del Mensajero de los dioses, a quien su madre Maia envolvió en siete velos al
nacer.

La liberación del sufrimiento, la llave que abre el camino hacia la Sabiduría, pasa por la
cesación de los deseos. La superación del aparente dualismo que nos transmiten nuestros
sentidos lleva a la eliminación de la sensación de la individualidad, y ésta es la llave del
Nirvana[83]. La asimilación de las Cuatro Santas Verdades son las pautas hacia la Sabiduría: 1)
la vida del ser humano es sufrimiento, 2) el deseo es la causa del sufrimiento y tiene su origen en
la lucha por la satisfacción de nuestros instintos, 3) en ausencia de deseo el sufrimiento
desaparece, 4) el ser humano puede vivir sin deseo y sin sufrimiento siguiendo el óctuple camino
de las Ocho Santas Virtudes, representadas por la rueda del Dharma[84] como rueda de ocho
radios, equivalente exacto del Guilgul kabbalístico. Éstas marcan un único sendero simultáneo de
conducta hacia la Iluminación, hacia el Satori[85] en japonés. La primera de estas Nobles
Virtudes es la correcta visión o comprensión, alcanzada la cual las restantes han de caer cual
fruta madura del árbol búdico. Como se dice en los textos alquímicos clásicos, llegado este
momento no queda más que un juego de niños combinado con un trabajo de mujer, cuyo
profundo significado, incomprendido incluso en autores alquímicos clásicos pese a su aparente
simplicidad, será abordado en el capítulo V.

Hemos de resaltar las dificultades que presenta la traducción del sánscrito, lengua sagrada
con multitud de matices, a una lengua vernácula moderna. Análoga situación se presenta con la
infantil y corrupta traducción del Pentateuco en la Vulgata comparada con la insondable lectura
en hebreo bíblico. La correcta comprensión no es otra cosa que superar la visión dualista y
lograr unir los contrarios en nuestra mente; ver la Verdad última que ha buscado ansiosamente la
filosofía convencional, casi siempre dando palos de ciego. Este principio se hermana con Binah,
la tercera sefirah kabbalística, la Gnosis. Tampoco otro objetivo buscó Hegel en su Lógica[86]
como elemento inicial de su sistema filosófico; el correcto pensar, desnudar la Verdad como fase
previa e imprescindible para alcanzar la Sabiduría. Hegel concluyó que se puede conocer la
realidad última de las cosas, en contraposición a la más ortodoxa tesis kantiana por la que la cosa
en sí misma es incognoscible. Ésta ha sido quizás la mayor crítica que la filosofía hegeliana ha
recibido por la ortodoxia filosófica. A través de la purificación espiritual de su Fenomenología
del Espíritu como iniciación, alegoría filosófica del Nigredo alquímico, se alcanza un estado
alterado de conciencia que supera la distinción entre objeto y sujeto. Hegel escarbó, como ningún
otro filósofo occidental jamás, en la Philosophia perennis, convencido de haber sacado a la luz y
expresado en términos filosóficos la prisca Theologia.

El ser humano padece un egocentrismo indomable: YO, mi gran inteligencia, mi gran


belleza, mis grandes senos, mi gran fuerza, mi gran capacidad sexual, mi gran pene, mi hermoso
culo, YO… mi gran estupidez deberíamos añadir. Incluso los denodados esfuerzos espirituales
por superar dicho egocentrismo caen de nuevo en egocentrismo, algo más sofisticado, pero
igualmente deleznable.

En puridad, si bien hay tantas versiones de Budismo como seguidores (de hecho, per se,
no es una religión pues es compatible con otros credos), existen tres corrientes principales
Theravada[87], Mahayana[88] y Vajrayāna[89], que se distinguen netamente en sus rituales,
pero no en su fondo. La corriente Theravada también llamada Hinayana[90] de modo algo
despectivo por los seguidores de la corriente Mahayana, es la más ortodoxa y se considera más
fiel a las enseñanzas originales de Buda[91].

En la corriente Vajrayāna se enmarcaría el pintoresco Budismo tántrico y tibetano. En el


marco de esta obra, nos concentraremos en la corriente Mahayana que surgió en el siglo I y
presenta unas estrechas conexiones con el Gnosticismo. Conze nos descubre ocho principales
coincidencias y más de veinte menores semejanzas incidiendo en la total equivalencia entre
Sophia y Prajna[92].

Las tropas de Alejandro llegaron a la India en el siglo IV antes de nuestra era y se


abrieron cauces de intercambios culturales que perduraron siglos, como refleja el arte Gandhara
con sus fascinantes esculturas de Buda con estilo escultórico griego (sublime es el Siddharta
ayunando que tuvimos la ocasión de admirar en el Museo Central de Lahore). Gómez de
Liaño[93] incluso va más allá postulando el origen griego de los mandalas característicos del
Budismo tántrico.

El Budismo Zen, evolución fonética del chino Ch’an y éste del sánscrito Dhyana que
significa meditación, es quizás el método más eficaz en la búsqueda de la Sabiduría, pero
adolece de los mismos errores que todas las religiones con la subsecuente corrupción de sus
principios. El Budismo Zen no es en puridad una religión, pero deviene tal para sus practicantes
con el sumo sacerdote personificado en el Roshi[94]. Sintetizaremos los principios del Budismo,
centrándonos en la tan incomprendida como sofisticada práctica Zen, su más sublime práctica,
con sus desconcertantes conexiones con el surrealismo de Breton. El Zen es un camino que
aconsejamos vehementemente hollar a aquél que esté realmente interesado en lograr la
Sabiduría; pero alertaremos sobre sus peligrosas limitaciones para el verdadero buscador que esté
leyéndonos.

Tuvimos nuestro Shoken[95] en Kamakura hace años. Nuestros frecuentes viajes a Japón
nos permitieron establecer una estrecha relación con Roshis herederos de la tradición milenaria
Rinzai, asistir a Zazen kai[96] en Kamakura y en el pequeño Zendo de Yoyogi Uehara en Tokyo
y gozar de los altruistas Doku-shan en los que se entabla un diálogo sobre Koans[97]. La
incontrolable necesidad religiosa del ser humano hace degenerar lo que debería ser un hermoso
ejercicio espiritual en culto al sacerdote para la delectación de éste. Se puede llegar a sentir que
las palabras durante un Teisho[98] incitando a la superación de nuestro Ego frecuentemente no
se aplican con tino en el orador. Un Teisho es poco más que la repetición de alguna de las
milenarias historias presentes en los dos más famosos libros recopilatorios de Koans[99] a modo
de sermón cristiano, sin duda algo más certero espiritualmente.

La dinámica con un maestro de la rama Soto, más común en Europa por mediación de
Teshimaru, está todavía más alejada del pensamiento occidental; y francamente, el meditar
durante horas convirtiéndose la meditación en el objetivo en sí mismo no nos interesa lo más
mínimo. Consideramos que no es un modo eficiente de búsqueda espiritual en una mentalidad
occidental moderna con sus continuos flujos incontrolables de información isostática. Lograr
dejar la mente en blanco, cortar el flujo de pensamientos durante sesiones de meditación
continuada ayuda indudablemente a encontrar cierta serenidad, pero no hay una equivalencia
entre serenidad y Sabiduría; aquélla sería una característica de ésta. La mente humana es activa y
creativa, momentos de vacío mental son saludables, pero exagerar con ellos nos aliena y desvía
de nuestra más sólida meta. Hemos hablado de la rama Mahayana y de la Hinayana; se podría
decir del Soto-zen que es un híbrido entre las prácticas hinayanas y las más sublimes y
alquímicas mahayanas.

La Iluminación es un estado mental provocado por la comprensión unitaria del Uni-verso


que llega brusca e inesperadamente. Cuando se tiene la fortuna de gozarla, no se ve ninguna
ráfaga de luz cegadora, pero sí se mira con los ojos de otro entendimiento a partir de dicho
momento. No es ver a Dios como lo expresan místicos cristianos, sino que es observar desde la
misma esencia del Ser entendiendo que la aparente dualidad del mundo es un espejismo.
Atinadas descripciones en el marco del Cristianismo de estas indescriptibles experiencias pueden
encontrarse en los poemas de San Juan de la Cruz, las obras de Eckart de Hochheim o
Hildegarda von Bingen entre muchos otros. Pero estas experiencias no son descritas únicamente
en las obras de místicos, las encontramos también en la literatura en autores como Proust[100] o
Dostoievski[101] al describir las sensaciones previas a los ataques de epilepsia de Mishkin.

Es el resultado del afloramiento de la Sabiduría latente en el ser humano. Sentir la


unicidad con todo lo que nos rodea, la irrealidad del aparente mundo dualista en el que vivimos,
que cuando sale de las profundidades del Ser produce un estado de bienestar, relativismo y
desarraigo indescriptible. Hedsel[102] nos describe su Kensho[103], sin entender lo que
realmente le estaba ocurriendo y se vio asimismo reflejado exactamente como la i de la página
que tienen delante ha debido reflejarse en sus ojos antes de que la vieran, dado que así es la
naturaleza de la realidad. La i está en la página, y en su ojo y en la página del ojo. Si bien es
una sensación que dura unos instantes que se viven como una eternidad, su recuerdo nos deja una
impronta inolvidable.

Se habla mucho en los peculiares ambientes new age del libro decimonónico Cosmic
Conscience, del pionero americano Bucke que pasó su juventud disparando a indios y acabó
como proto-psicoterapeuta al final de su vida. Lo leímos con curiosidad y ciertamente es un libro
pintoresco. No podemos menos de sonreír sobre el batiburrillo desordenado de ideas mal
asimiladas que nos pasan de atribuir al poeta americano Whitman el más alto grado de sabiduría
de la historia de la humanidad, tal que ni los mosquitos osaban picarle, a hablarnos sobre sus
definitivas pruebas al respecto de la autoría de las obras de Shakespeare por Bacon, o de que el
ser humano sueña en blanco y negro. Más de una vez hemos hablado de esto último con
especialistas y ¡señores, déjennos en paz con sus pamplinas y no cuestionen nuestros coloridos
sueños!

Gozamos un Kensho durante una sesión de meditación con K. Inesperadamente lágrimas


brotaron de nuestros ojos mientras meditábamos, lágrimas de Saturno, nos sentimos ligeros, en
una profunda e inefable paz. Sabíamos que algo nos ocurría, pero no entendíamos qué era.
Durante decenios, habíamos tratado de desentrañar con gran frustración el único Koan que nos
habían preguntado una tarde verano de nuestra infancia:

Dos manos cuando se golpean de una determinada posición causan un particular sonido,
pero ¿cuál es el sonido de una sola mano cuando aplaude?

Súbitamente, la respuesta se nos hizo evidente cuando vimos fundirse el sonoro aplauso y
la solitaria mano. Sentimos acrecentarse el efecto de la fisión que surge cuando se crece
espiritualmente como tan magistralmente describe Hedsel28.

Al volver a casa a los pocos días, todavía flotando, abordamos con curiosidad el libro de
Suzuki[104] que siempre nos había acompañado pero que nunca habíamos logrado entender. Se
abrió por el capítulo titulado Sobre el Satori donde se describía dicho estado y nuestra sorpresa
fue mayúscula cuando observamos que describía con nitidez lo que estábamos sintiendo. Cierta
ansiedad nos inundó, nos preguntamos si podríamos compaginar nuestra vida profesional con la
sensación de armonía que nos embriagaba. Nos sentíamos felices mas inmensamente solos. A las
pocas semanas viajamos a Japón y visitamos a K. en su hogar en las laderas de las mágicas
montañas vecinas a Akagi, que alojan un templo shintoísta activo desde el siglo VIII al borde de
un frondoso lago de montaña. La inquietud inicial había sido superada pues ya habíamos podido
comprobar la perfecta adaptación a nuestra vida; habíamos aprendido que gozar esos instantes
sublimes de absoluta fusión con el Cosmos no sólo no es un impedimento en la vida diaria, sino
que permite su fluir de modo más suave; nada altera el ánimo, uno vive en armonía y esa paz
interior se proyecta mágicamente sobre nuestro entorno. Si el Kensho ha sido intenso, éste tiene
una influencia hasta física, el tono de voz se hace más armónico, las tensiones corporales se
relajan, los movimientos devienen menos bruscos, las prisas cotidianas menos urgentes y,
sorprendentemente, las cosas se consiguen con más eficacia. Uno se siente ligero, flotando con
una sensación física similar a los instantes posteriores a un ejercicio físico intenso cuando hasta
la piel parece respirar a través de sus poros.

Preguntamos a K. sobre nuestra percepción de continuas y desconcertantes


sincronicidades y nos aconsejó que pasásemos un período de meditación en Japón con un Roshi
de Iluminación más profunda que la suya. No dejará nunca de sorprendernos cómo sin haber
nunca practicado Zen con rigor, súbitamente gozamos de una comprensión diáfana de su doctrina
gracias a esos eternos instantes en los que sentimos, en lo más profundo de nuestro Ser, que el
Cosmos y nuestra mente eran de la misma esencia y estaban profundamente interconectados.
Durante los días que pasamos en su granja, nos explicó que pueden caber distintos grados de
profundidad en la comprensión del Uno. La respuesta a nuestras inquietudes alquímicas las
hallamos al leer en el Sutra del Diamante[105] lo siguiente:

la actividad de la mente no tiene límite, ella constituye nuestro entorno vital. Una mente
impura se rodea de impureza y una mente pura se rodea de pureza; por ello, todo lo que nos
rodea no tiene mayores límites que las actividades de la mente. Al igual que un cuadro creado
por un artista, nuestro entorno es creado por la actividad de la mente.

El mismo profundo mensaje tras la misteriosa frase de la Tabla Esmeralda que cierra el
capítulo IV:

…y toda oscuridad se alejará de ti.

K. nos regaló un libro en el que se narran las experiencias de occidentales cuando


alcanzan el estado de Satori[106], descubrimos que era sistemático el correr de lágrimas al
romper aguas el Kensho. Las lágrimas que corren por emoción espiritual tienen la siguiente
explicación alquímica: se originan toda vez que inicia su vuelo el Águila cuando el Azufre
metálico disuelto por nuestro Mercurio es cristalizado por sucesos externos que resuenan
inesperadamente con nuestro estado espiritual alterando las condiciones de equilibrio de la lenta
pero continua cocción que se lleva a cabo en nuestro Atanor. Lo sutil se eleva como una llama de
oro y la escoria precipita al fondo de nuestro Atanor fertilizándolo, mas en su caer rasga
sutilmente los velos que cubren a Isis que descansa plácidamente en su gruta oscura y oculta
provocando nuestras lágrimas al vislumbrar su insoportable luz.

El Budismo es la doctrina de la Iluminación y el Zen es una maravillosa estructura que


proviene de los inicios de nuestra era. Conservada gracias a la disciplina y al profundo
sentimiento religioso del pueblo japonés, aborda de un modo que podríamos incluso calificar de
académico las experiencias místicas del ser humano, desentrañando los misterios de los más
elevados estados de conciencia que éste puede alcanzar. Suzuki afirma que el estado de Satori es
la razón de ser del Zen, y sin el cual el Zen no es Zen, por su parte Sekida[107] le da una mayor
relevancia a la búsqueda de Samadhi[108], indicando que aquél es un subproducto de éste. En la
línea de Sekida estarían los místicos cristianos a los que acogerían las siguientes palabras Señor,
procúranos la ausencia de nosotros mismos para que gocemos de tu presencia santa y para que
encontremos tu verdad oculta que salva de la muerte[109]. En jerga Zen: alcanzar el Satori
mediante estados de samadhi inducidos por la oración.

En nuestra opinión es erróneo, se invierten los términos haciendo de la consecuencia la


causa. El Zazen es la herramienta de la que se hace uso en la búsqueda de la Sabiduría, una más
entre tantas tradiciones que el ser humano ha forjado, pero no es un fin en sí mismo por
profundos que sean los estados de conciencia que se puedan alcanzar con la práctica. Cuando se
medita de un modo regular, las intensas experiencias extáticas que se viven pueden hacernos
desviar de nuestros objetivos reales y convertir dichas vivencias en la meta, es makyo[110], pero
sofisticado makyo son también los estados de samadhi. No es este el objetivo de la meditación
Zen, rama sublime del Budismo, pues éste tiene como fin el conseguir el estado de Satori que
nada tiene que ver con experiencias extáticas autoinducidas por la práctica, sino con aprender a
mirar al mundo que nos rodea con otros ojos, directamente a su misma esencia, rompiendo el
aparente dualismo que se manifiesta a nuestros sentidos. Es el estado emocional del Sabio de
todas las épocas y culturas de la humanidad.

Todas las tradiciones adolecen de gran miopía egocéntrica y se arrogan la Verdad y la


mayor profundidad espiritual. El Zen nos habla de aprehender el vacío como camino hacia la
pérdida de la noción de individualidad; pero esa visión del vacío es también el mensaje
kabbalístico tras la decimosexta letra del alfabeto hebreo (con aún seis letras cargadas de
significación esotérica tras ella), o el objeto de la metafísica hinduista Advaita[111], o el
Urgrund de Boehme[112]. Tras el vacío está el Uno que pocos Roshis del movimiento Zen son
realmente capaces de transmitir. Por otra parte, la manía etnocentrista y egocéntrica del ser
humano está también presente en el Budismo Zen, como no podía ser de otra manera. Todos los
Roshis se consideran herederos de un modo u otro del Dharma[113] y su ignorancia de otras
tradiciones no les permite ver más allá de su grupo de seguidores, a quien idolatran. La Sabiduría
no está en ausentarse de la realidad con estados profundos de meditación, está en este mundo
dual de luces y sombras. En las prácticas de Zazen se repite sistemáticamente el Sutra del
Corazón a modo de mantra bien en japonés, bien en sánscrito, que de modo insistente niega la
realidad y dirige hacia la superación paulatina del pensamiento dual. No otra cosa busca meditar
en el Koan Mu[114] (negación en japonés que no significa literalmente no sino indica ausencia
de algo) o en su curioso palíndromo Oum como hace el Budismo tibetano y el hinduismo.

La semilla del Zen se plantó en China en el siglo V con la llegada del 28º patriarca Indio
del linaje espiritual de Buda, Bodhidharma, lográndose una simbiosis entre Budismo y Taoísmo.
No obstante, le semilla germinó con Hui-nêng que fue el 6º patriarca en China del linaje de
Bodhidarma[115]. No nos corresponde reescribir lo ya descrito; los orígenes e historia del Zen
están narrados de un modo insuperable por Suzuki y por Watts[116]. Sí mostraremos la clara
diferencia de comprensión entre quien ha alcanzado el Satori y quien pese a tener mucha
erudición le falta la llave de la perfecta Sabiduría, y las aventuras que se cuentan de Hui-nêng
son perfectas para este menester. Pecaremos de utilizar conocidas anécdotas, pero su claridad nos
obliga.

Se dice de Hui-nêng que, sin una formación rigurosa en la doctrina budista, se iluminó
súbitamente al escuchar casualmente en su aldea a un monje recitar el Sutra del Diamante. Lo
abandonó todo para ingresar en el templo regentado por el 5º patriarca en China Hung-jên
ocupándose de tareas humildes, como correspondía a su escasa formación. Hung-jên, a los ocho
meses del ingreso del humilde acólito Hui-nêng, anunció que cedería su poder espiritual a quien
mostrase la mayor profundidad de comprensión de entre sus discípulos. El más erudito,
Shên-hsiu, dejó escrito una noche en la pared exterior de la sala de meditación:
Tu cuerpo es el árbol Búdico,

lucha por mantenerlo siempre limpio.

El alma es como un brillante espejo;

evita que en él se amontone polvo.

Al día siguiente, al acudir a la sesión de meditación antes de amanecer se pudo leer lo


siguiente al lado de los anteriores versos:

El Bodhi[117] no es como el árbol.

El brillante espejo en ningún lugar brilla.

Si desde el mismo origen no existe nada,

¿dónde puede amontonarse polvo?

Hui-nêng abandonó el convento con el Dharma cedido por su maestro y sólo retornó al
cabo de los años para impartir su doctrina. Se dice que al volver encontró a cuatro monjes
discutiendo sobre el ondear de una bandera. Uno de ellos decía la bandera es un objeto
inanimado y es obvio que es el viento el que la hace ondear; otro afirmaba la bandera y el viento
son inanimados y el ondear es una ilusión; un tercero decía el ondear es debido a una relación
causa-efecto; finalmente un cuarto añadía no hay bandera ondeando, es el viento el que se
mueve. Hui-nêng interrumpió su discusión afirmando: no es el viento, ni la bandera… es vuestra
mente la que ondea.

En otro momento de su vida, se dice que un monje (que bien podría haberse llamado
Sekida) le recitó a Hui-nêng:

Yo, Wo-luan, conozco un recurso


por el que borro todos mis pensamientos.

El mundo objetivo no agita más la mente

y mi Iluminación madura diariamente

A lo que Hui-nêng le respondió:

Yo, Hui-nêng, no conozco recurso;

mis pensamientos no son suprimidos.

El mundo objetivo es siempre agitado por la mente,

¿y de qué sirve la Iluminación que madura?

Con lo que no podemos estar más de acuerdo y harían bien los seguidores de Soto-zen de
meditar en esta anécdota.

La corriente Mahayana surgió como movimiento restaurador de la generosidad búdica de


iluminar a todo ser sintiente. Al entrar las enseñanzas búdicas en contacto con la pragmática
cultura China, la vida monacal e individualista del Budismo Hinayana tuvo difícil encaje. La
aparentemente contradictoria dualidad taoísta con la unicidad búdica fueron asimiladas
magistralmente prestando al movimiento mahayánico una solidez de la que había carecido.

La corriente Mahayana se fundamenta en el Sutra del Diamante que iluminó a Hui-Neng


al escucharlo y afirma la existencia de Bodhisattvas[118] o seres que habiendo alcanzado Prajña
y no teniendo necesidad de encarnarse de nuevo, sin embargo deciden hacerlo para guiar a los
seres humanos en su Camino hacia la completa realización. Es el mismo principio que el
Rosacruz occidental (no el miembro de AMORC u órdenes similares que se arrogan pomposos
títulos) o Adepto Invisible.

La corriente Hinayana, más centrada en uno mismo, se basa en la iluminación personal


de cada individuo tras una vida monástica portándolo al Nirvana. No podemos dejar de
manifestar cierta simpatía por la corriente mahayánica con indudables connotaciones alquímicas
descritas de un modo sublime en el callar zoroastriano de las últimas palabras de Fulcanelli[119]
en su posiblemente único libro.
El estado de Satori no es completo sin una sensación de amor y empatía con todo lo
consciente o no consciente, sintiente o no sintiente, por todo lo animado o inaminado de nuestro
entorno. Todo lo que se ve como externo es realmente interno, todos somos parte del Uno.
Nuestra dicha no puede ser completa sin ver la dicha a nuestro entorno. El vero estado búdico
aleja lo inferior y atrae lo afín de un modo mágico; la dicha se contagia en círculos concéntricos
en torno al buda protegiéndolo del contacto con la oscuridad. El Bodhisattva lo va aprendiendo
según va madurando en su encarnación, casi siempre dada su naturaleza búdica lentamente por la
vía húmeda[120] y puede decidir arrojarse en brazos de dicho mal para redimirlo. En palabras
del propio Buda dirigidas a su discípulo Subhuti en el Sutra del Diamante, un Bodhisattva debe
estar desprovisto de cualquier concepción de un sí mismo y tener como objetivo redimir al
Cosmos entero. El mismo objetivo que el alquimista, redimir a la materia.

En resumen, el Zen es la esencia de la doctrina de Buda despojada de sus velos


exegéticos. Muestra un método directo, un camino pavimentado sin rodeos hacia la Iluminación,
con un eficaz sistema evaluativo de la profundidad alcanzada en el despertar espiritual
estructurado en torno a los Koans de la escuela Rinzai que permiten un diálogo privado con el
Roshi que dirige dicho despertar. La experiencia de Satori es inefable, es una vivencia personal
intensa e intransferible que indudablemente descorre velos a Isis. La inefabilidad del estado de
Satori está en el corazón de toda experiencia mística y es común al fundamento extático de toda
religión. Si logramos desvestirlo y lo dejamos desnudo, es la fuente de todas las religiones que
devienen tan desagradablemente formales y con caminos llenos de ridículos e infantiles
obstáculos para un verdadero desarrollo espiritual. La luz que permite apreciar que lo que vemos
y vivimos no es más que un juego de sombras del que hay que despertar, que el espacio y el
tiempo están entreverados y no son absolutos, y que nuestra mente disfraza con velos la verdad,
no ilumina a todo el mundo pero, sin duda, ha alumbrado a todas las culturas que en el mundo
han sido.

Daremos algunos ejemplos occidentales que, manifestando un aparente sinsentido,


enlazan con la tradición de los Koans de los que hemos hablado. Llamaremos la atención de los
practicantes Zen sobre la misteriosa lápida de origen incierto encontrada en los alrededores de
Bolonia en el siglo XVI conocida como Inscripción de Aelia Laelia Crispis, cuya interpretación
alquímica tantos ríos estériles de tinta ha hecho correr[121],[122], que reza así:

Aelia Laelia Cripis, ni varón, ni mujer, ni andrógino, ni niña, ni niño, ni viejo, ni casta,
ni meretriz, ni púdica, sino todo ello.

Arrebatada no por el hambre, ni por el hierro, ni por el veneno, sino por todo.

No yace en el Cielo, ni en el agua, ni en la tierra, sino por doquier.

Lucius Agatho Priscius, ni marido, ni amante, ni pariente, ni afligido, ni alegre, ni


lloroso, ni un túmulo, ni una pirámide, ni un sepulcro, sino todo.
Sabe y no sabe qué ni a quién enterró. Éste es el sepulcro donde no está el cadáver. Éste
es el cadáver que no encierra ningún sepulcro, pues cadáver y sepulcro son la misma cosa.

O la anécdota de la niña de Eckart de la que nos habla Jung[123] con improbable


conexión con lo anterior por el diferente marco geográfico y temporal:

…porque no soy ni una virgen, ni una esposa, ni un hombre, ni una mujer, ni una viuda,
ni una joven, ni un amo, ni una sirviente, ni un criado…

…de todas esas cosas yo no soy ni una sola y soy una cosa que es otra cosa.

En la misma línea se atribuye a Pascal[124] la frase Dios es una esfera inteligible cuyo
centro está en todas partes, y su circunferencia en ninguna (si bien ya aparece en Pantagruel de
Rabelais[125] y antes que éste en Asclepio atribuido al mismo Hermes Trismegisto). O el
maravilloso poema de San Juan de la Cruz[126] que haría las delicias de cualquier Roshi:

Para venir a gustarlo todo,

no quieras tener gusto en nada.

Para venir a saberlo todo,

no quieras saber algo en nada.

Para venir a poseerlo todo,

no quieras poseer algo en nada.

Para venir a serlo todo,

no quieras ser algo en nada.

Para venir a lo que no gustas,


has de ir por donde no gustas.

Para venir a lo que no sabes,

has de ir por donde no sabes.

Para venir a poseer lo que no posees,

has de ir por donde no posees.

Para venir a lo que no eres,

has de ir por donde no eres.

Cuando reparas en algo

dejas de arrojarte al todo.

Para venir del todo al todo,

has de dejarte del todo en todo.

Y cuando lo vengas del todo a tener,

has de tenerlo sin nada querer.

Las enseñanzas por medio de símbolos no son exclusivas de la Alquimia; la Sabiduría no


puede explicarse, se alcanza gracias a las vivencias y a una perseverante meditación y las
imágenes simbólicas son una llave eficaz. El Zen tiene también su propios métodos con sus
jardines, sus sonidos y tiene también su Mutus liber[127] en las diez imágenes del casi ya
milenario el Buey y el Boyero del que extraemos la 5ª fase de una versión centenaria que nos
parece más que elocuente en el marco de la presente obra. Según va el boyero dominando su
espíritu, el buey va trasmutando su color de negro a blanco. En la última fase, el boyero,
habiendo alcanzado ya un profundo Satori, desciende al pueblo con las manos que conceden la
buenaventuranza en palabras de Suzuki.

Muchos Roshis interpretan la décima última imagen como la manifestación de que


alcanzada la verdadera iluminación tras años de Zazen, ésta se integra en nuestros hábitos, pero
no es ése el texto que la acompaña no es necesario el poder milagroso de los dioses, pues basta
su contacto y he aquí que los árboles muertos florecen en plenitud. Tenemos aquí de nuevo el
callar zoroastriano.
Despertar de este mundo de sombras, ver la Verdad, la esencia última de las cosas. Ése es
el camino a la Sabiduría, despertar del mundo de sueños en el que vivimos. En ese marco
encajarían los versos de Calderón en La vida es sueño:

Es verdad; pues reprimamos

esta fiera condición,

esta furia, esta ambición,

por si alguna vez soñamos;

y sí haremos, pues estamos

en mundo tan singular,

que el vivir sólo es soñar;

y la experiencia me enseña

que el hombre que vive, sueña

lo que es, hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive

con este engaño mandando,

disponiendo y gobernando;

y este aplauso, que recibe

prestado, en el viento escribe,

y en cenizas le convierte

la muerte, ¡desdicha suerte!

¿Que hay quien intente reinar,

viendo que ha de despertar

en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,

que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece

su miseria y su pobreza;

sueña el que a medrar empieza,

sueña el que afana y pretende,

sueña el que agravia y ofende,

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí

destas prisiones cargado,

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño:

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

Todos poseemos la capacidad de despertar del letargo en el que nos encontramos en este
mundo velado en que vivimos; pero la luz nos llega traslúcida por las Sefiroth kabbalísticas, las
Klippoth han de disolverse, los velos han de levantarse.

No entraremos en el fascinante mundo de la poco estudiada Alquimia china de una


simbología desconcertantemente común con la Alquimia occidental y empapada de Taoísmo.
Sugerimos al lector interesado los textos de Eliade, la lectura atenta del Misterio de la Flor de
Oro en la traducción comentada por Jung y Wilheim y la meditación sobre las siguientes
palabras de Lao Tse:

No verá abrirse las puertas del Cielo

aquél que no haya visto al Tao

alojarse en su corazón.

III. Pelando la cebolla cósmica

- Feynman, I know why all electrons have

the same charge and the same mass.

- Why Prof. Wheeler?!

- Because, they are all the same electron!

Conversación telefónica entre Wheeler y Feynman en 1940 (narrada por éste último
durante la entrega de su premio Nobel en 1965 en la tradicional disertación del premiado)

En 1637 se publicó en Holanda, de modo anónimo, una breve obra llamada Discurso del
Método que tuvo una enorme trascendencia en el desarrollo de los siglos subsiguientes al sentar
las bases del método científico, plantando la semilla de la Ilustración por la que una razón
dogmatizada se instaló en el pensamiento occidental. Kant en el siglo XVIII con su Crítica de la
Razón Pura discriminó entre el conocimiento empírico y el conocimiento a priori no basado en
la experiencia. Asimismo, identificó juicios sintéticos y analíticos. Kant observó que todo
conocimiento comienza con la experiencia pero que éste no siempre ha de derivarse de ésta. La
experiencia nos muestra que tal cosa tiene tales o cuales propiedades, pero no nos enseña que
podría ser diferente de como es. Si una proposición es pensada junto con su necesidad, ésta debe
ser a priori; si un juicio se afirma con completa generalidad, con una imposibilidad de imaginar
excepción alguna, éste ha de ser también a priori. Kant se cuestionó si habrían de existir juicios
sintéticos a priori y concluyó que el espacio y el tiempo serían de este rango. Ulteriormente y
basándose en estos principios, otorgó el honor de ser a priori nada menos que a la ley de la
causalidad, a la ley de la conservación de la materia, a la ley de la gravedad y a la geometría
euclidiana. Su soberbia le llevó a concebir que toda ciencia subsiguiente habría de desarrollarse
sobre sus principios.

El naufragio del barco kantiano en 1905 fue tan estrepitoso como el del Titanic siete años
después; si bien el barco ya zozobró violentamente a principios del siglo XIX con el idealismo de
Hegel, quien superando la fe cartesiana logró filosofar sólidamente sobre la Unidad tras la
aparente diversidad y concediéndole al espíritu el rango que le corresponde en intimidad con
Dios. En su profunda visión holística, Hegel postuló que la Tierra funcionaría como un ser vivo
autorregulándose[128] anticipándose casi dos siglos a la revolucionaria teoría de Gaia de
Lovelock[129].

Es nuestra opinión que la mayoría de los desarrollos filosóficos han obviado el hecho más
desconcertante. Así, no sería la relación entre el ser humano y Dios o los límites de nuestra razón
el tema esencial a ser abordado, sino por qué existe el Ser, por qué hay energía y por qué no la
nada; y no entendida ésta como vacío, como ausencia de algo, sino la nada. Pero la nada no
existe sino el Ser y entonces el siguiente gran desconcierto no es que en un rincón de una galaxia
cualquiera, en torno a una anodina estrella, en una burbuja cósmica se haya desarrollado eso que
llamamos vida, sino que esa vida haya dado lugar a un ser que sea capaz de entender los
mecanismos de funcionamiento de ese Universo que le contiene.

Este último desconcertante hecho ha llevado a muchos místicos y científicos a pensar que
ese Universo no tendría sentido sin un observador consciente. Hoyle llegó incluso a predecir el
nivel energético de un estado del núcleo de carbono basándose en estos modelos
antropocéntricos del Universo[130]. La física actual parecería confirmar dicha percepción tras la
multitud de casualidades en constantes físicas y características de fuerzas que permiten que el
Universo albergue vida tras miles de millones de años de evolución. Esta misteriosa
confabulación cósmica se enmarca en el Principio Antrópico propuesto en 1961 por Dicke[131]
y desarrollado en la mayúscula obra de Barrow y Tipler[132], quienes diferencian entre un
modelo débil y otro fuerte (donde éste último postularía que las propiedades físicas del Universo
sólo pueden ser tales que permitan el desarrollo de vida inteligente que pueda observarlo en
algún momento de su historia).

Las verdades más obvias nos pasan desapercibidas, nuestros prejuicios funcionan a modo
de velos sobre la Verdad. Schrödinger postula en uno de sus célebres ensayos[133] que se nos
abre a la consciencia aquello que se aprende, y una vez aprendido, la repetición lo hace devenir
inconsciente. Podríamos estirar este principio y entender la aventura espiritual como el medio de
desentrañar los susodichos juicios sintéticos a priori kantianos; aquel conocimiento innato y que,
por aparentemente sabido, nos resulta desapercibido e incomprendido. Quizás, el único mérito
del libro de Bergier y Pauwels[134], publicado en los años 60 y célebre en círculos esotéricos,
sea el contarnos las miopías intelectuales de científicos a quienes, teniendo ante sí
descubrimientos que les habrían hecho famosos, la carga de sus prejuicios les impidió aceptar lo
que observaban.
Aplicar la razón con coraje, sin prejuicios heredados es raro en el ser humano; en la
comunidad de científicos podríamos incluso afirmar que inexistente. Su fe son los pilares de la
ciencia aceptados mayoritaria y coyunturalmente por la comunidad. El ateísmo es un título que
se pavonea pretenciosamente como inevitable resultado de la profundidad de pensamiento del
que tal juicio emite obviando el insondable enigma que el hombre supone para sí mismo. A los
herejes que cuestionan dichos dogmas científicos se les menosprecia, olvidándose que también
en su día fueron herejes aquellos que apuntalaron esos pilares.

En ciencia todo es coyuntural, siempre hay recorrido más allá de lo consolidado; ningún
mortal puede pretender conocer la verdad científica definitiva. Hace escasas décadas, aún se
cuestionaba la validez de la teoría de la Relatividad General de Einstein[135],
incuestionablemente uno de los mayores logros del intelecto humano. Sacada a la luz en
1916[136], es de una belleza eterna:

Llamaremos la atención sobre la igualdad entre el término Gμν que representa el


espacio-tiempo y el término de la derecha que representa la materia-energía donde c es la
velocidad de la luz en el vacío y G la constante de Gravitación Universal de Newton. Toda la
dinámica macroscópica del Cosmos está contenida en esta sencilla ecuación[137].

La tendencia a especular filosóficamente apoyándose en la coyuntural comprensión de la


física o de la química es corriente en los textos alquímicos. Así, en el siglo XVIII se hablaba del
flogisto para explicar la dinámica de los procesos alquímicos, en el siglo XIX del magnetismo
animal y del éter y en el siglo XX hasta el mismo Fulcanelli, quienes quiera que fuesen quienes
escribieron Les demeures Philosophales, llena de sandeces científicas el primer volumen de esta
obra con la guinda del pastel colocada en su ridículo último libro[138] (oficialmente a él
atribuido dada esa estupidez sobre la inmortalidad física del alquimista) publicado en el entorno
milenarista de los albores de este siglo. Trataremos de no caer en esa fácil tendencia, pese a
reconocer lo difícil que resulta no hacerlo…

Pensamos que el más desconcertante desarrollo del intelecto humano se halla en el


esoterismo hebraico, la Kabbalah[139]. Durante más de mil años, el inmisericorde
fundamentalismo cristiano aniquiló todo saber heterodoxo bajo la óptica de una ortodoxia
psicopática. Las Tradiciones Filosóficas y la Sabiduría antigua fueron borradas de la faz de la
tierra. Tan solo la Kabbalah, con estrechos vínculos con el pitagorismo y los movimientos
gnósticos disueltos en sangre en el siglo V, quedó en pie de aquel saber pre-cristiano gracias al
pertinaz arraigo del pueblo Judío a sus tradiciones. Esto lo lograron heroicamente venciendo a
las sistemáticas matanzas a las que fueron sometidos desde la premeditadamente vil y estúpida
acusación de asesinar a Dios[140]. Las relaciones ocultas entre el hebreo bíblico, su escritura, el
juego aritmético que su alfabeto permite y el Pentateuco es, simple y llanamente, fascinante. No
vamos desarrollar un tema del que no somos a día de hoy un especialista, pero mencionaremos
algunos aspectos que se enmarcan curiosamente en los objetivos de este capítulo.

La Kabbalah enseña que de la infinita luz de Dios emanaron diez dimensiones con las
que éste construyó el Universo. El valor numérico en guematría[141] del nombre de Dios es 26;
así IHVH, Yaveh o Jehová en pronunciación latinizada tal y como Dios se llama asimismo
cuando se aparece en la zarza ardiente a Moisés (yo soy el que soy[142]), suma 26 (Yod=10,
He=5, Vav=6, He=5). Yod, la primera letra del nombre de Dios, que se escribe a modo de tilde,
de cuerdecilla, se deletrea como Yod - Vav – Daleth[143]. Donde se considera a Vav como el
elemento masculino de la realidad y a Daleth (de valor numérico 4) el componente femenino, la
matriz. Se enseña que Daleth es lo revelado, mientras que el principio masculino está contenido
en el seno de Daleth.

Por otra parte, diez son las Sefiroth, las cognoscibles emanaciones de la incognoscible
Unidad del Ein-sof (literalemente sin fin, llamada también Unidad indiscernible entre la multitud
de metáforas utilizadas por los cabalistas para referirse a Dios) que nos conforman el mundo
visible. Sin embargo, la ascensión por el Árbol Sefirótico durante el desarrollo espiritual del
hombre no se consigue sin el equilibrio entre las Sefiroth simétricas gracias a Daath, la undécima
Sefirah, el Sol negro, el espejo que sirve de puerta oculta impenetrable a Ein Sof. Daath no es
considerado de modo ortodoxo como una verdadera Sefirah, un arquetipo de Dios, sin embargo
es un elemento esencial, signatura del eje central del Arbol Sefirótico conformado por las diez
Sefiroth relacionándolas de modo directo con la raíz de todas las raíces, con la causa de todas
las causas de luz infinita velada a nuestros ojos por las Sefiroth.

Es imposible imaginar la Sabiduría que se perdió para siempre en Alejandría con la


destrucción de su biblioteca a manos de las hordas cristianas; de este luctuoso momento histórico
ya hemos hablado[144]. La Kabbalah nos permite vislumbrar lo que pudieron ser las enseñanzas
del Pitagorismo y de la Gnosis alejandrina. Las milenarias especulaciones Filosóficas
desaparecieron a sangre y fuego durante los siglos de oscuridad a los que el fundamentalismo
cristiano nos llevó. En términos alquímicos, nuestra cultura occidental atravesó su Nigredo
durante la alta Edad Media. Atisbos de la antigua Sabiduría se pueden percibir en los arquetipos
ocultos en los mitos griegos[145],[146]. El Hermetismo no otra cosa es que el redescubrimiento
de esa Sabiduría universal del ser humano en mitos antiguos y su seguimiento a lo largo de los
siglos de represión pues, siendo inherente al Ser, no es posible eliminar su continuo afloramiento
con esencialmente una idéntica simbología hermanada con nuestros arquetipos universales. El
griego antiguo incluso gozó de su guematría particular, Isopsefia[147], desarrollada por los
pitagóricos que hallaron correlaciones metafísicas entre palabras de adición equivalente (por
ejemplo, el valor numérico del nombre de Jesucristo en griego sumaría de modo sugerente
888[148]).

La Alquimia es la invitada incómoda de nuestra ciencia actual; la bella Dama con la que
nadie se atreve a cruzar su mirada por el riesgo de que su misteriosa y deslumbrante presencia
derrumbe el frágil edificio que nuestra razón ha construido. Pero la Alquimia es la matrona del
saber científico actual; su asistencia al parto de la ciencia moderna no se limitó a inspirar los
estudios químicos de la época medieval. Es sabido que Van Helmont, pero sobretodo Boyle[149]
sirvieron de puente entre dos mundos cultivando un Saber Hermético velados por los ensayos
científicos ortodoxos que dieron lugar a la química moderna; pero también Descartes y Leibniz y
Newton y Kepler gracias a quienes nacieron el álgebra, el cálculo diferencial, la física y la
astronomía moderna.

Hay sólidos indicios que hacen sospechar que Descartes, pese a ser fundador del
pensamiento cartesiano, fue un iniciado Rosacruz[150]. La novela hermética Las bodas químicas
de C. Rosenkreutz en su tercera jornada presenta un acertijo matemático sobre el nombre de una
misteriosa dama, resuelto por Leibniz décadas después de su publicación como Alquimia.
Leibniz, cuyo modelo filosófico estuvo fuertemente influenciado por la Kabbalah de fundamento
gnóstico de Luria[151] y por el neoplatónico Proclo, escribió el sugerente libro Hypothesis
Physica Nova además de inventar el cálculo infinitesimal, reflejo matemático de sus
mónadas[152].

De Newton tan sólo hace unas décadas que se descubrió en unos papeles olvidados sus
denodados trabajos alquímicos. Las obras publicadas que estudian este hecho son aún escasas a
día de hoy, si bien destaca por su rigor la obra de Dobbs[153]. Finalmente, Pauli nos descubre en
su ensayo titulado La influencia de las ideas arquetípicas en las teorías científicas de
Kepler[154], cómo los estudios herméticos guiaron a Kepler en sus intuiciones físicas que
abrieron la astronomía moderna.

Ripley[155] en el siglo XV nos habla de cuatro fuegos de los cuales uno mantiene unido
a los átomos; dos mil años antes Empédocles nos habló de cuatro elementos que conforman el
Universo (entiéndanse como alegorías de los estados de la materia) de los que hablamos en
Alquimia. Con ellos podríamos hacer una correlación con las únicas cuatro fuerzas conocidas:
Tierra – gravitatoria, Agua – electromagnética, Aire – nuclear débil y Fuego – nuclear fuerte. De
la lenta evolución en el entendimiento de cómo operan dichas cuatro fuerzas conocidas hablamos
a continuación…

El desarrollo de la física desde la publicación en 1687 de los Principia


Mathematica[156] puede entenderse como el proceso de retirar paulatinamente las capas de una
cebolla, alojándose en su corazón desnudo la comprensión del funcionamiento del Cosmos. Así,
hemos ido retirando una a una desde entonces con enorme esfuerzo, observando con asombro
cómo los principios descubiertos tras cada nueva capa desnuda son aplicables a campos diversos
de la física sin ninguna aparente conexión. Para ser justos, habríamos de reconocer los trabajos
de Copérnico, Kepler y Galileo sin cuya ayuda Newton habría afrontado mayores dificultades en
apuntalar sus ideas, pero pensamos que la primera áspera capa fue Newton quien nos la retiró
con limpieza.

Newton, al observar el célebre y mitológico desprendimiento de una manzana de su


árbol, tuvo la genialidad de conectar dicho fenómeno con la dinámica estelar llegando a concluir,
aplicando estrictamente geometría euclidiana, que la fuerza de atracción entre dos cuerpos
disminuye con el cuadrado de la distancia entre ambos. No menospreciemos la genialidad de
encontrar dicha relación; no por sernos hoy evidente lo fue hace 300 años. Miren al firmamento
y traten de hacer una correlación entre la caótica diversidad de movimientos del sol, la luna,
planetas, estrellas, estrellas fugaces y cometas y la caída de un fruto del árbol en el que maduró.
Sorprendentemente, en 1750 Mitchell observa cómo la fuerza magnética disminuye con la
misma relación cuadrática y Coulomb, unas pocas décadas después, cómo la fuerza resultante
entre dos cargas eléctricas la sigue también. Obvio fue pensar en alguna misteriosa conexión que
permitiese a la Naturaleza comportarse por igual ante tres fenómenos de diferente
naturaleza[157].

El Universo habla matemáticas, la íntima conexión entre la física que rige su dinámica y
las matemáticas es desconcertante. Aparentes especulaciones matemáticas sin sentido fundadas
en un riguroso respeto de su sintaxis devienen, décadas e incluso siglos después de su invención,
herramientas indispensables para descubrir cómo opera el Universo. No nos deja de sorprender
cómo la escuela pitagórica pudo intuirlo pese al rudimentario conocimiento de las matemáticas o
la infantil visión de la dinámica del Cosmos de la antigua Grecia. Las matemáticas y la física
tuvieron su primer gran encuentro en el siglo XVII con el descubrimiento del análisis diferencial
que ayudó a Newton a conformar sus teorías. Las incipientes teorías eléctricas y magnéticas del
siguiente siglo no tuvieron más que aprovechar los desarrollos efectuados en un marco
gravitatorio. Destacaremos otros ilustres ejemplos como la teoría de grupos, desarrollada por
Galois a principios del siglo XIX, indispensable en la física de partículas desde los años sesenta
del siglo pasado; la generalización de la geometría diferencial de Gauss para un espacio
multidimensional no euclídeo de Riemann (con los terroríficos símbolos de Christoffel con
quienes llegamos a tener pesadillas hace décadas); la versátil reformulación de la física elaborada
por Hamilton y Lagrange; el potente cálculo tensorial que desarrolló Minkovski a partir del
trabajo de Riemann, indispensable para que Einstein elaborase su teoría de la relatividad general;
los espacios complejos de Hilbert que dieron rigor matemático a la nueva física naciente a
principios del siglo pasado; o como guinda de todo lo anterior, los desarrollos de Ramanujan (el
más sorprendente genio de la historia de las matemáticas descubierto por Hardy[158] en 1913)
con sus incomprendidas funciones modulares en 24 dimensiones, indispensables hoy en la
moderna teoría de cuerdas.

Los experimentos independientes que Faraday y Ampère realizaron en la primera mitad


del siglo XIX guiaron a Maxwell hacia la unificación de las, hasta entonces diferenciadas,
interacciones eléctricas y magnéticas[159] en una única fuerza electromagnética. Maxwell fue
sin lugar a dudas el físico que abrió las puertas a todo el desarrollo de la física del siglo XX e
indudablemente ocupa el mismo altar que Newton y Einstein en el Olimpo de la física. Es
también el padre de la física estadística al intuir que la velocidad de las moléculas de gas había
de tener una correlación con su temperatura. Apoyándose en su observación experimental de que
la velocidad de transmisión de la interacción electromagnética coincidía prácticamente con la
velocidad de la luz medida por Fizeau en 1849, demostró que la luz era de naturaleza
electromagnética con la misteriosa y deslumbrante expresión que nos da su velocidad de
transmisión:

donde ε es la llamada permitividad eléctrica y μ la llamada permeabilidad magnética del


medio que la luz atraviese. Ambas constantes dan la medida de la resistencia de un medio dado a
ser penetrado por las líneas de campo bien eléctrico o magnético. Lo maravilloso de esta
ecuación es que esa velocidad v no es otra que la velocidad de la luz c[160].

Otra capa se comenzó a eliminar en 1899 con la aparición del concepto de cuanto como
unidad de acción gracias a Planck, que sólo se atrevió a publicar dos años después[161] por su
rechazo intelectual a aceptar una naturaleza discontinua con una variación a saltos de sus valores
físicos esenciales. La evidencia de las investigaciones posteriores doblegó su inicial posición.
Cómo no, Einstein es para los historiadores de la física del siglo XX[162] el padre de la
mecánica cuántica al aceptar el revolucionario principio de que la naturaleza a nivel
microscópico no es continua y lograr explicar el efecto fotoeléctrico[163] al concebir la luz
conformada por un flujo de partículas, de cuantos de energía[164]. Así, la energía de los
electrones emitidos al incidir un haz de luz sobre una superficie metálica dependería de la
frecuencia de los cuantos de luz, fotones, mas no de su intensidad; mientras que el número
emitido de los mismos dependería de la intensidad pero no de la energía de la luz. El sencillo
artículo donde postulaba dicha interpretación le valió el premio Nobel de física en 1921. Einstein
gozó de una penetración en los secretos de la física como posiblemente nadie jamás ha logrado,
fue el gran pelador de esta cebolla que estamos desnudando en estas líneas[165].

En su tesis doctoral, de título aparentemente intrascendente, defendida en 1905[166]


predijo el ya conocido, mas desconocido para él, movimiento browniano observado en 1828 por
el botanista Brown como movimiento aleatorio de partículas de polen en suspensión y, como de
paso, postuló que el calor no es otra cosa que las oscilaciones aleatorias de los átomos. Sin
embargo, indudablemente lo más sorprendente fue su anti-intuitiva tesis sobre la constancia de la
velocidad de la luz con independencia del sistema de referencia muévase éste o esté en reposo; es
decir, si uno viajase en una nave espacial a una velocidad v, digamos que próxima a la de la luz,
la luz emitida desde el morro de dicha nave se desplazaría con respecto a cualquier sistema de
referencia, incluido uno sobre dicha nave, a la misma velocidad c, no la intuitiva v + c.

Las implicaciones de esta tesis son demoledoras para los principios kantianos antedichos
pues afectan a la concepción a priori del tiempo y del espacio dejando como sólo marco de
referencia absoluto dicha velocidad de la luz. Sin embargo, es nuestra opinión que la implicación
más fascinante es que para los fotones el tiempo jamás discurre, así tanto el primer fotón
generado unos 300 mil años después del Big Bang que continúa viajando por nuestro misterioso
Universo, como aquél que nos llega desde una galaxia cualquiera situada a unos cientos de
millones de años luz de distancia, o como la luz de nuestro sol que nos quema en un día de playa,
se hallan en el mismo instante que cuando fueron emitidos. En el primer caso planteado, mucho
antes de que nuestra azul, verde y ocre Tierra naciese hace unos 4500 millones de años.

Volviendo a la metáfora de la cebolla y sus capas, 1905 fue un año especialmente activo.
Einstein retiró varias con tan sólo 26 años al publicar cinco artículos científicos[167] que
demolieron las teorías clásicas de la luz, del electromagnetismo y de la mecánica, dando a luz a
la teoría de la Relatividad Especial[168] que selló la defunción de un espacio y tiempo absolutos
como juicios sintéticos a priori y abrió el camino a una nueva comprensión del Universo.

Como consecuencia inmediata de su deslumbrante teoría de la relatividad especial,


demostró en un breve y sencillo artículo[169] su más célebre fórmula

que relaciona de modo mágico la energía contenida en un cuerpo cualquiera con el


producto de su masa y el cuadrado de la velocidad de la luz en su viaje a través del espacio,
manifestando que la materia no es más que energía cristalizada. Materia y energía devienen Una
misma cosa para la física en consonancia con el mensaje milenario del Saber humano.

La cebolla en su lustrosa desnudez abrió el camino de tres décadas inolvidables en el


mundo de la física, también lo serían dramáticamente en la sociedad humana. Fue el inicio de la
época moderna en la que nos hallamos sin saber muy bien el rumbo al que nos dirigimos. La
mecánica cuántica fascinó desde el principio por sus desconcertantes resultados experimentales.
Debieron pasar ocho décadas hasta que su develada desnudez se comenzase a entender tras los
experimentos de Aspect[170]. Pero, ¿qué tiene de sorprendente la mecánica cuántica para ocupar
a tantos cerebros brillantes durante tantas décadas sin que un acuerdo se lograse, y a duras penas,
hasta 1982? Hay muchos ejemplos célebres que ilustran las paradojas a las que la dinámica en el
mundo microscópico nos porta en nuestro mundo macroscópico regido por la física clásica
determinista. Destacaremos el experimento mental llamado paradoja de
Einstein-Podolski-Rosen[171] (interesante es leer la inmediata respuesta de Bohr[172]) o el
famoso gato de Schrödinger[173]. Ambos abordan el desconcertante hecho de que el
materialismo clásico se desvanece en el mundo cuántico en un mundo de probabilidades donde
todos los estados coexisten y sólo se materializan, desapareciendo dichas probabilidades, tras la
primera observación (medición) del experimento desde el mundo clásico. Trataremos de explicar
nuestras palabras abordando lo que provocó el primer gran desconcierto: cómo se comporta la
luz a nivel cuántico…

Dispongamos un emisor de fotones F enfocado hacia una fina lámina opaca que presenta
dos pequeños orificios O1 y O2 de dimensiones comparables a la longitud de onda del espectro
visible. Coloquemos a una distancia de un metro del emisor F un detector de fotones D, estando
D alineado con F y el orificio O1. Regulemos el emisor de fotones para que emita un solo fotón
monocolor cada cierto tiempo. Veamos lo que ocurre…

Si tapamos O2, el detector D verá un porcentaje de los fotones emitidos en F, digamos


por ejemplo X% de ellos, esto nos demostraría que la luz se desplaza en línea recta. Ahora, ¿qué
ocurre si tapamos O1 y abrimos O2? Pues para nuestra sorpresa, el detector D medirá de nuevo
un X% de los emitidos en F. ¿Pero no se desplazaba en línea recta? Y, ¿si abrimos O1 y O2 al
mismo tiempo? Sería lógico pensar que el número de detecciones se duplica pues la luz habría de
pasar por O1 o por O2, pero no es eso lo que ocurre pues surgen fenómenos de interferencia
dependiendo de la distancia entre O1 y O2 que harán que el detector D no mida ninguno o que
mida más de 2X%. Alguno podrá decir, bueno pues no es para tanto, es un fenómeno
ondulatorio y ya lo dijo Huygens[174]. De acuerdo, pero recuérdese que Einstein demostró al
explicar el efecto fotoeléctrico que era también un fenómeno corpuscular (tal y como había
intuido Newton), luego debería ser que distintos fotones pasasen por O1 y por O2. Pero la mayor
sorpresa está por llegar… Coloquemos sendos detectores en O1 y en O2 que simplemente
indiquen si el fotón pasó o no pasó. Puesto que la detección en D depende de la distancia entre
O1 y O2 cuando ambos están abiertos (dado por la teoría clásica de interferencia de ondas de
Huygens), el fotón debería pasar por ambos orificios cuando se detecta en D… Pues no, lo que se
observa es que el fotón o bien pasa por O1 o bien pasa por O2 pero jamás por ambos a la vez y
además, el detector D mide ahora exactamente ese 2X% como habíamos predicho al inicio
aplicando nuestra intuición clásica. En conclusión, si se observa el paso del fotón por O1 o por
O2 el fenómeno de interferencia desaparece por completo, salvo que el detector colocado en O1
o en O2 sea poco fiable, en cuyo caso aparecerá de nuevo la interferencia cada vez que el fotón
pase por la barrera opaca agujereada sin haber sido detectado. Si lo observamos, se hace
corpúsculo de modo mágico.

Los malabarismos para racionalizar este misterio son conocidos como interpretación de
Copenague, data de 1927 y fue el resultado de dos años de intensa actividad científica de un
jovencísimo Heisenberg junto a un científico con un premio Nobel de la solapa como Bohr; si
bien, no hay una unicidad en la comprensión de los fenómenos desde su mismo origen dada la
diferente lectura que le dieron ambos. Los principios básicos son tres:

1) su naturaleza estadística en la que todos los posibles estados coexisten antes de la


observación,

2) la no-localidad (pero, ¿dónde está el fotón? se preguntaba un desconcertado Einstein


al final de sus días)

3) la complementariedad en su comportamiento de onda y corpúsculo.

Dichos principios son visibles en el ejemplo descrito previamente, pero en particular la


incomprensible no-localidad sólo ha sido reconocida sin ambages tras los experimentos
antedichos realizados por Aspect en 1982 que inclinaron inequívocamente del lado de Bohr el
fiel de la balanza del experimento mental Einstein-Podolski-Rosen. No debería pasar
desapercibida la estrecha relación entre la doble naturaleza ondulatoria y cospuscular del mundo
microscópico y la célebre fórmula de Einstein que iguala en su naturaleza a la energía y a la
materia. En palabras de Heisenberg8 luz y materia son un único fenómeno físico; su aparente
doble naturaleza surge en las dificultades de convertir realidades matemáticas en descripciones
intuitivas de los fenómenos por medio de analogías incompletas, como el hablar de onda o de
partícula.

La formulación matemática de la mecánica cuántica se conformó de modo definitivo en


los albores de los años treinta y, en general, el desentrañar sus misterios no fue de interés por sus
nulas implicaciones en nuestro mundo clásico cualquiera que fuese dicha realidad cuántica; los
cálculos funcionaban cualesquier realidad física se ocultase. Se llegó a pensar incluso que era un
artificio matemático que funcionaba, mas sin ninguna conexión con la realidad física. Sin
embargo, desarrollos recientes en cosmología basados en asumir una, inobservada a día de hoy,
naturaleza cuántica de la gravedad[175] exigen una más profunda comprensión de por qué las
cosas son como son. Una galaxia lejana, cuya luz nos llega después de viajar por el espacio
desde antes que nuestro sol naciese, manifiesta una realidad lejana en el espacio y en el tiempo
independientemente de nuestra observación; mas quizás hubo otros ojos que la vieron mucho
antes y conformaron su realidad...

El hecho de asumir un comportamiento cuántico de la gravitación es la consecuencia de


aplicar los principios aprendidos a fenómenos equivalentes al ir pelando la cebolla, o digamos a
partir de ahora de modo más adecuado en el marco de la presente obra, desvelando a Isis.
Recientes desarrollos parecen implicar que las alternativas al problema de la medida no son muy
halagüeños, o bien es necesaria la violación de la ecuación dinámica de Schrödinger[176] o bien
hay que aceptar la anti-intuitiva e ineficiente, si bien matemáticamente correcta, teoría de
Everett[177] por la que infinitas probabilidades se abren continuamente en una infinidad
universos paralelos co-existentes.

El objetivo de este libro no es hacer una historia del desarrollo de la física, sino ayudar a
alguno de los lectores a hacerse preguntas y acaso a uno sólo darle respuestas. Seguiremos con
en el proceso de desnudamiento de Isis sin entrar en demasiados detalles de la física, los
fascinantes inicios ya están explicados.

Veinte años pasaron hasta que de nuevo las sincronicidades llegaron en 1925 cuando
Heisenberg[178] desarrolló su modelo matricial al que siguieron inmediatamente el más intuitivo
(y totalmente equivalente) modelo diferencial de Schrödinger; los trabajos de De Broglie[179]
con sus ondas de materia definiendo matemáticamente la longitud de onda asociada a una
partícula cualquiera en movimiento; y a Pauli[180] con su célebre principio de exclusión, que se
estudia hasta en bachillerato, válido para fermiones (partículas de espín semi-entero como el
protón, el neutrón (descubierto posteriormente en 1932 por Chadwick) o el electrón, que
constituyen los tres ladrillos con los que está constituida la materia que observamos en nuestro
mundo) que ayudó a Heisenberg a desarrollar su principio de incertidumbre[181] y a Dirac a
conformar de modo definitivo matemáticamente la mecánica cuántica[182] prediciendo la
existencia de anti-materia. Mencionaremos también a Born que dio sentido físico a la función de
onda de las partículas, que había sido no más que una entelequia matemática hasta entonces,
demostrando la naturaleza estadística de su cuadrado[183].

De nuevo otros veinte años pasaron hasta el nuevo gran impulso que llegó entre 1945 y
1955 con la conformación de la electrodinámica cuántica que descubrió los mecanismos de
interacción de la luz y la materia gracias a los trabajos independientes de Tomonaga, Schwinger
y Feynman, cuyos modelos se demostraron equivalentes en 1947[184], y la teoría de Yang-Mills
tras un artículo escrito de modo común por Yang y Mills[185] que permitió una generalización
de los principios definidos para la electrodinámica cuántica al resto de fuerzas conocidas: la
nuclear fuerte que rige la física en el interior del núcleo del átomo, la nuclear débil que rige los
fenómenos radiactivos y la gravitatoria, la primera fuerza estudiada con rigor por Newton en el
siglo XVIII, mas todavía misteriosa a día de hoy. Los bosones (partículas de espín entero)
pasaron a gozar de una relevancia esencial puesto que las cuatro fuerzas existentes serían debidas
al continuo e infinito intercambio de bosones de interacción virtuales.

La electrodinámica cuántica, que describe la fuerza sufrida por un electrón atravesando


un campo electromagnético por medio de la continua emisión-absorción de fotones virtuales en
su recorrido, es el mecanismo raíz de toda la química en el mundo macroscópico; la interacción
entre la luz y la materia. El grado de exactitud de esta teoría es deslumbrante si se ponen sobre la
mesa el cálculo teórico y las mediciones experimentales de ciertas propiedades. Célebre es la del
momento magnético del electrón; asumiendo toda una cascada de fotones virtuales emitidos y
absorbidos con hasta ocho bucles de interacción se ha logrado una perfecta coincidencia hasta la
undécima cifra decimal:

Valor medido[186]: g/2=1.001159652181

Valor calculado[187]: g/2= 1.001159652182

La precisión alcanzada equivaldría a conocer la distancia entre dos objetos situados en su


casa de Agua Amarga en el cabo de Gata y la de su pariente que vive en San Andrés de Teixido
con una precisión inferior al filo de una hojilla de afeitar. La anti-intuitiva fenomenología de la
infinita emisión/absorción de fotones virtuales (pero, ¿existen éstos o no? nos preguntamos) así
como los fenómenos ópticos básicos de la luz fueron explicados desde el punto de vista de la
electrodinámica cuántica de modo sublime por Feynman[188].

La década de los 60 fue de nuevo muy activa en el desvelamiento de Isis con el


inesperado descubrimiento de cierta ruptura de sacrosantas simetrías[189], imposibles
aristotélicamente, que permitieron la unificación de la fuerza nuclear débil y el
electromagnetismo gracias a los trabajos de Weinberg[190], Glashow[191] y Salam[192] y abrió
el camino al modelo estándar de la física de partículas; un horripilante imbunche con una
veintena de parámetros empíricos[193]. Compárese la elegancia y sencillez de la ecuación de la
relatividad general que escribimos anteriormente con un chorizo de ecuación inmemorizable que
no cabría en esta página. En cambio, sus predicciones sobre la existencia de determinadas
partículas durante las dos últimas décadas ha sido sobrecogedor: los bosones de interacción
nuclear electrodébil W+, W-, Zo y los ocho gluones de la interacción nuclear fuerte, así como los
quarks Top y Charm. Tan sólo falta para cerrar el cuadro mendeveliano de partículas elementales
el descubrimiento del célebre bosón de Higgs, el cuanto que nos permea, que hace que la materia
sea una realidad para nuestros sentidos.

El cómo los mismos principios físicos descubiertos son aplicables a campos diversos en
similar estado de desarrollo resulta evidente en la correlación que Witten nos descubre entre la
teoría de la superconductividad en materiales metálicos de Bardeen, Cooper y Schrieffer[194] y
el modelo de la fuerza electrodébil[195]. Búsquedas de nuevas simetrías dieron luz a principios
de los años noventa a la teoría Supersimétrica que vincularía fermiones y bosones[196] y que
diseña una estructura espacio-temporal en la que la presencia de fermiones es compatible con la
teoría de la relatividad especial. En el momento de la lectura de estas líneas el Large Hadron
Collider, el colisionador de protones del CERN, muy posiblemente haya descubierto el bosón de
Higgs con una energía próxima a los 135 GeV y encontrado indicios de la existencia de una
fauna supersimétrica.

En 1968, de modo casual Veneziano un joven físico italiano observó cierta correlación
entre una anodina función integral inventada por Euler en el siglo XVIII y los incipientes
resultados experimentales de la teoría nuclear fuerte que rige la física de los quarks, presentes en
el interior de los protones y neutrones del núcleo atómico, y de toda una fauna de partículas no
elementales que surgen en los aceleradores de partículas. Los iniciales modelos teóricos sugerían
la presencia de una partícula sin masa de espín 2, exactamente las características requeridas por
el gravitón como cuanto de interacción de la gravedad.

Una década de paciente, arduo y poco gratificante trabajo dio a la luz a la teoría de
cuerdas en los años ochenta[197] por la que todas las partículas, con o sin masa, podían
explicarse como vibraciones de cuerdas unidimensionales de tamaño inimaginablemente
pequeño[198], que abocó en cinco modelos físicos distintos con dimensiones espacio temporales
diferentes. No entraremos en descripciones técnicas de la teoría de cuerdas que nos sobrepasa
generosamente, su desarrollo histórico e implicaciones físicas han sido descritos, entre otros por
Witten[199] motor de la conformación moderna en 1995 con su M-theory, demostrando que las
cinco posibilidades abiertas no eran más que una, mas observada desde ángulos distintos. Witten
la denominó M-theory pues no quiso bautizarla de modo definitivo por considerar que tan sólo
percibió atisbos de algo profundamente bello; las razones por las que eligió dicha M no están del
todo claras, Membrane, Mother, Magic, el reflejo simétrico de la W de su apellido o también
Mystical.

No podemos dejar de llamar la atención sobre la hermosa cábala fonética tras los autores
del texto fundador de la teoría de supercuerdas: Green, Schwarz, Witten, escondiendo tres
colores de claro mensaje alquímico en los que faltaría el rojo de la maestría que posiblemente
cierre el ciclo en las próximas décadas. Con también curiosa cábala fonética, y cierta correlación
con sus peculiaridades humanas y logros científicos, se presentan casualmente los nombres de
otros ilustres físicos: Einstein, Heisenberg, Sommerfeld, Born, Weisskopf, Friedmann, Lemâitre,
Wheeler, Feynman…

La teoría de cuerdas requiere 26 dimensiones espacio temporales para su consistencia


matemática, las cuales se reducen a 10 si se integra la supersimetría, siendo 9 espaciales y 1
temporal. De las 9 espaciales, 6 están replegadas sobre sí misma y las 3 restantes junto a la
coordenada temporal conforman la D3-brana en que consistiría nuestro Universo matriz de 4
dimensiones. Si incluimos una generalización de la gravedad incluyendo un espacio fermiónico
lograríamos una total consistencia matemática entre la supersimetría y la teoría de cuerdas en un
espacio de 11 dimensiones requeridas en la M-theory (que hace equivalentes las cinco teorías de
cuerdas existentes hasta 1995) y sugiriendo que vivimos en un Universo de 10 dimensiones[200].
La correlación entre el juego dimensional que implica la teoría de supercuerdas y las Sefiroth de
la Kabbalah hebraica podremos atribuirla a una mera, aunque innegable, curiosa casualidad. Si
bien, la belleza de la teoría de supercuerdas, y lo que le da credibilidad a nuestros ojos, no es que
el nombre de Dios kabbalístico prediga aparentemente las dimensiones del Uni-verso desde hace
milenios, o que los tres principios esenciales de la física del siglo XX:

1) la relatividad general,

2) la mecánica cuántica (incluyendo la fenomenología de Yang-Mills antedicha)

3) la supersimetría (aún en fase especulativa)

sean inherentes a la propia teoría y resultados de ella misma más que hipótesis de partida,
sino que permite la cuantización de la fuerza gravitacional, haciendo compatibles la mecánica
cuántica y la teoría de la relatividad general, escollo teórico insalvable desde el descubrimiento
de ambas teorías hace un siglo.

El misterio asociado a la constante de estructura fina α (número irracional de valor


aproximado 137.036) desde su descubrimiento por Sommerfeld en 1916 no ha sido resuelto.
Físicamente determina la intensidad de la interacción electromagnética entre fotones y
electrones, que en electrodinámica cuántica viene a significar la probabilidad de que un electrón
emita o absorba un fotón dado que la fuerza electromagnética sobre un electrón se ejerce gracias
a ellos. La ecuación que describe esta constante,
relaciona entre sí la características electromagnéticas de la materia (con e la carga
eléctrica del electrón y protón), las características electromagnéticas del espacio vacío (con la
permitividad eléctrica εo), la relatividad especial de Einstein (con c la velocidad de la luz) y la
mecánica cuántica (con la constante de Planck h). Su relación con el principio antrópico fuerte es
enorme pues una ligera variación de su valor no permitiría la existencia de un Universo estable
que permitiese albergar vida. Para físicos eminentes como Sommerfeld, Eddington, Heisenberg,
Pauli, Feynman y Witten entender la física que subyace a dicha constante sin dimensiones
resolvería los misterios de la cebolla cuántica. Weisskopf, en una conversación mantenida sobre
los retos de la física de su tiempo con Scholem, el gran divulgador moderno de la Kabbalah, al
comentar el desconcierto que genera dicho valor 137 (obsérvese que es el trigésimo tercer
número primo) provocó la atónita reacción de Scholem al recordar que 137 es el valor
guemátrico de la palabra hebraica Kabbalah. Quizás la cebolla sólo nos descubra su total
desnudez, se llegue a su corazón, cuando se comprenda el misterioso papel del trigésimo tercer
número primo en el funcionamiento del Cosmos.

Mencionaremos tres curiosas coincidencias astronómicas, de menor calado, pero


interesantes por sus implicaciones en el desarrollo del Hermetismo que es de lo que al fin y al
cabo hablamos en esta obra.

La primera sobre Venus, la Estrella de la Mañana alquímica, la Venus Luciferus


hermética (Lucifer; torticera, difamatoria e interesadamente identificado con el principio del
mal), esa luz que aislada en la bóveda celeste aparece y desaparece en el horizonte alternándose
con el Sol, ese faro cuya visión abrió las puertas del Saber al príncipe Sidharta Gautama bajo un
árbol en un amanecer milenario. La única luz de la bóveda celeste que rivaliza con el Sol y la
Luna tan profundamente ligada al ser humano que los Mayas hasta basaron en ella su calendario.
Una segunda afecta a la Luna que reina en el mundo espiritual rigiendo nuestros sueños y al Sol,
el fuego cósmico. La tercera relaciona el período de precesión del eje de giro de la tierra, con los
períodos de Saturno y Júpiter y con el microcosmos humano.

El período orbital sinódico o aparente de Venus (período observado desde la tierra) en su


rotación alrededor del sol es de 584 días (obviamente dada su mayor proximidad al Sol su
período real es inferior a un año terrestre). Con simple aritmética 5 x 584 = 365 x 8 = 2920.
¿Qué es lo esto implica? Pues que, de modo preciso, cada 8 años terrestres el recorrido de Venus
por la bóveda celeste puede representarse como un pentágono o como una estrella de cinco
puntas, a gusto de cada cual; la signatura del ser humano en el cielo por la estrella del Amor.
El más maravilloso y desconcertante fenómeno cósmico observable desde nuestro
hermoso planeta Tierra es un eclipse de Sol; aconsejamos a nuestro lectores que no abandonen su
vehículo material sin vivenciar uno. En nuestro primer eclipse, no se nos puso la piel de gallina
sino de avestruz y lágrimas de Saturno brotaron violenta y súbitamente de nuestros ojos cuando
una indescriptible luz y una, también indescriptible, sensación térmica nos llegó ante la visión de
un Sol negro, más negro que lo negro, coronado con un aura multicolor que iluminaba
tenuemente una naturaleza sumida en el silencio. Este fenómeno único tiene lugar gracias a que
la relación entre la distancia media de la Tierra a la Luna y al Sol es aproximadamente la misma
que entre el diámetro de la Luna y el del Sol (de ahí su similar tamaño aparente desde la tierra).

Por último, Heráclito nos habla del gran año equivalente a 10800 años solares que marca
los ciclos de la humanidad; muchos lo han relacionado con ridículas teorías de avanzadas
civilizaciones desaparecidas en grandes cataclismos, con la desaparición de gigantes que
habitaban la Tierra, con el hundimiento geológico de una Atlántida hundida en medio del
Atlántico con todos sus secretos a miles de metros bajo la superficie del agua (teoría
geológicamente absurda). Todo resulta más sencillo, pero no deja de ser desconcertante por la
capacidad de observación que nos descubre en nuestros antepasados remotos, lindantes con la
edad de piedra.

Dada la forma achatada de nuestro planeta que presenta una diferencia de unos 22 km
entre el diámetro ecuatorial y el diámetro a lo largo de su eje de rotación, éste deviene una gran
peonza cuyo eje da un giro completo de 360˚ cada 26000 años[201] aproximadamente,
avanzando en su imparable precesión un grado cada 72 años (72 x 360 = 25920). Pero resulta
que el período orbital de Saturno es de 29 años y 167 días; por su parte el período de Júpiter es
de 11 años y 315 días. Las rudimentarias observaciones que a ojo desnudo hubieron de efectuar
en la antigüedad les dejaba poco margen de error atribuyendo a dichos periodos orbitales 30 y 12
años respectivamente. Curioso es observar pues que Heráclito relaciona dicho gran año con un
astro nocturno pues 30 x 360 = 10800, con Saturno, el padre de los dioses que devoraba a sus
hijos. Los vínculos entre el microcosmos humano y los movimientos observables de esas luces
en la esfera estelar fueron el origen de la astrología. Pero, ¿cuáles son éstos? El ser humano tiene
de media 72 pulsaciones por minuto. Es obvio que en la antigüedad nuestro minuto no tenía
sentido alguno, pero sí que se sabía la duración de un día. Resulta que hay una media de 4
pulsaciones por cada respiración que efectuamos, entonces el número medio de respiraciones
diarias es 72/4 x 60 x 24 = 25920, que ya habíamos encontrado antes. Para acabar con estas
observaciones, mencionaremos que el hinduismo milenario va más allá de estas especulaciones
numéricas prediciendo la edad de nuestra Tierra, un Kalpa o día de Brahma curiosamente en
4320 millones de años[202], básicamente el valor aceptado hoy día.

No sacaremos ninguna conclusión antropocéntrica de estas casualidades que no


atribuimos más que a un generoso azar en nuestro sistema solar. Tampoco encontramos aquí
ninguna relación con la astrología, la más denostada de las ciencias ligadas al Hermetismo.
Nosotros mismos sufrimos de prejuicios con respecto a ésta. Los horóscopos cotidianos en la
prensa no es de lo que aquí se habla. Es difícil navegar por el océano del Hermetismo occidental
sin tener sólidos conocimientos astrológicos; las obras clásicas alquímicas están trufadas de
referencias astrológicas. El prolífico Jung, al que nadie incluiría en el gremio de los orates, creía
firmemente en sincronicidades planetarias y humanas. Afirmamos que el argumento
reiterativamente esgrimido de que no existe una estadística positiva es falso; de nuevo se mira en
otra dirección evitando un valiente análisis pues la razón cartesiana no puede explicar los hechos.
Jung en los años treinta en un pequeño ensayo[203] realizó un estudio riguroso hallando claras
correlaciones entre ciertas predicciones astrológicas y hechos sociales. Pero absolutamente
desconcertante es el libro de Tarnas[204], quién apoyándose en modernos medios informáticos
que permiten determinar con facilidad la posición de los planetas en tiempos pasados, nos
descubre infinidad de correlaciones astrológicas y momentos históricos que rompen todo análisis
estadístico. Encontramos fascinantes sus conclusiones respecto a Urano, de nombre
aparentemente errado pues su influencia correspondería al arquetipo de Prometeo.
Consideraremos un éxito nuestro esfuerzo en la redacción de este humilde libro si al menos uno
de nuestros lectores se enfrenta al revolucionario libro de Tarnas sin el peso de sus prejuicios.
Aconsejamos también la lectura de los estudios astrológicos de A. A. Bailey y en particular, dado
el marco de la presente obra, su deslumbrante The labours of Hercules: an Astrological
Interpretation.

Hemos explicado brevemente cómo hemos llegado a la actual, incompleta pero


prometedora, comprensión de la dinámica del Universo; las ideas sobre su origen y estructura
han crecido en paralelo. La psicopatía cristiana en la edad media impuso a sangre y fuego un
modelo cosmológico errado. El más ilustre de los ajusticiados por cuestionarlo es posiblemente
Giordano Bruno, muerto en la hoguera en 1600 tras varios años de proceso inquisitorial. Bruno
nos habló de una infinidad de soles, que no otra cosa serían las estrellas, en un infinito Universo
y con una infinidad de planetas habitados[205], [206].

Las atinados conceptos cosmológicos de la escuela pitagórica fueron olvidados, la


genialidad de Aristarco despreciada y una simplificación de los antropocéntricos principios
aristotélicos y ptolomeicos impuestos por la ignorante turba eclesial. Muchos siglos debieron
pasar hasta que paulatinamente fue superado el infantil modelo medieval gracias a Copérnico,
Tycho Brahe, Kepler y el genial Galileo que se aproximó con sus sentidos a esas extrañas luces
que afloraban en la bóveda celeste. Es difícil imaginar la emoción que debió sentir Galileo
cuando orientó su telescopio a la Luna en otoño de 1609 y unos ojos humanos percibieron por
primera vez su irregular superficie acabando con 20 siglos de idealismo aristotélico.

La dinámica cósmica desde la publicación de los Principia Mathematica en 1687 fue


analizada bajo el prisma de la mecánica Newtoniana y dogmatizados sus principios de espacio y
tiempo absolutos hasta la violenta revolución que provocaron las teorías de Einstein en el primer
cuarto del siglo XX con sus predicciones de una relatividad de los conceptos de espacio y
tiempo, con la luz moviéndose por las geodésicas de un espacio deformado por la presencia de
materia, geometrías no euclídeas en cuatro dimensiones, agujeros negros, etc. Los conceptos
antropocéntricos han ido poco a poco abandonándose, pero la corteza era dura de pelar. Hagamos
un brevísimo recorrido por el desarrollo de la cosmología que enlazará cuánticamente con lo
explicado hasta ahora.

En 1927 un sacerdote belga de nombre Lemâitre, guiado por sus convicciones religiosas,
da lustre a una solución de las ecuaciones de la relatividad general obtenida poco antes por
Friedmann[207], sugiriendo un origen del Universo a partir de la explosión de un único átomo
inicial[208], el Big Bang como la bautizó con cierta sorna un escéptico Hoyle. Esta teoría,
rechazada mayoritariamente en sus inicios por implicar un Universo en continua expansión
chocando de nuevo con la renuencia psicológica a abandonar un idealismo aristotélico, tuvo dos
fuertes respaldos. Por un lado explicaba la observación por Slipher[209] de un efecto Doppler
cósmico en estrellas lejanas (descubrimiento erróneamente atribuido a Hubble) correlacionado
con su distancia, debido a la continua expansión del espacio (que no otra cosa es el célebre
corrimiento hacia el rojo del espectro), que sugería que efectivamente ocurría dicha expansión y
por otro el asombroso y casual descubrimiento en 1965[210] del eco fotónico de dicha explosión,
viajando y enfriándose (es decir, aumentando su longitud de onda en correlación con la
expansión cósmica) hasta los presentes 2.7 Kelvin (lo cual equivale a unos 270.4 ˚C bajo cero).

Pero la teoría del Big Bang no es capaz por sí sola de explicar la estructura de nuestro
Universo que muestra una sorprendente homogeneidad en su temperatura de 0.001% en todas las
direcciones. En 1981, un joven físico[211] revolucionó la cosmología con un modelo que
hablaba de una expansión exponencial inicial del Universo que habría alcanzando un factor de
multiplicación de su tamaño inicial de 1026 (un uno seguido de 26 ceros) en una pequeña
fracción de segundo. Dicha expansión hubo de realizarse a velocidades infinitamente superiores
que la de la luz, pero no se viola ningún principio físico pues fue una expansión del espacio per
se. Este modelo fue rápidamente adoptado por la comunidad de físicos de alto nivel pues daba
fácil respuesta a las irresueltas observaciones contradictorias con el Big Bang. Pero la
comprensión de la física del Cosmos está muy lejos de ser entendida, baste como ejemplo que la
materia observable sólo representa el 4% del Universo a tenor de las observaciones, un 26% se
atribuye a una misteriosa materia oscura invisible a las observaciones (que bien podría ser de
naturaleza supersimétrica) y un 70% a esa energía oscura que sorprendentemente nos acelera
hacia un lugar ignoto más allá de las fronteras de nuestro Universo.

Pero no nos dejemos de lado un pequeño, mas relevante, detalle que debería hacernos
pensar. El Bing Bang tuvo un origen cuántico dado que partió de una singularidad, de un punto
matemático, de una fluctuación en un hiperespacio; ergo todos los átomos, todos los fotones, la
materia oscura, el Universo entero desde uno al otro confín está ligado cuánticamente. Todo el
Cosmos goza de un enmarañamiento cuántico, independiente de su infinito tamaño debido a la
misteriosa susodicha no-localidad de la mecánica cuántica.

Pero, ¿cuál es el origen de los más de cien distintos elementos que encontramos en la
materia? Un artículo de 1948, el αβγ- paper (de nuevo con una adecuada cábala fonética en el
nombre de los autores dado el tenor del asunto) explica[212] cómo los núcleos ligeros de
Hidrógeno, Helio y Litio presentes en el Universo (los cuales constituyen el 99% de la materia
observable) fueron creados en el primer cuarto de hora después del Big Bang hace unos 13700
millones de años.

La existencia de núcleos más pesados fue resuelta de modo definitivo por Hoyle una
década después[213] quien demostró que, bajo las infernales condiciones de presión y
temperatura existentes en el núcleo de las estrellas, se generan núcleos pesados gracias a la
fusión de núcleos más ligeros, que serían esparcidos por el Universo tras las explosiones que
ocurren en la fase final de la vida de una estrella. No debería pasar desapercibido este hecho pues
implica que el oxígeno que respiramos, el carbono de nuestras células, el hierro de nuestra
hemoglobina, el potasio de nuestro semen estuvieron en algún momento, hace miles de millones
de años, en el interior de una estrella que explotó hace al menos 4500 millones de años (la vida
estimada de nuestra Tierra), a su vez tras miles de millones de años de existencia. Somos polvo
de estrellas.

En 1920 tuvo lugar un famoso debate entre los astrónomos Shapley y Curtis
cuestionándose si el Universo se reducía a nuestra galaxia o existirían otras galaxias. Polémica
que nos resulta infantil a día de hoy; nuestras percepciones evolucionan y una vez consolidadas
nos olvidamos de nuestras previas dudas. Shapley, que pensaba equivocadamente que todo el
Universo se restringía a nuestra galaxia le dio en 1922 quizás la estocada mortal a nuestro ego
demostrando que el sol no ocupaba el centro de la galaxia sino que se hallaba en una humilde
rama excéntrica de la misma. Recordamos en nuestra infancia cómo se debatía continuamente si
habría o no vida extraterrestre. Legión de soplagaitas describían sus avistamientos, sus
abducciones, sus visitas a determinados planetas o satélites supuestamente habitados de nuestro
sistema solar, sus viajes interesterales, sus comidas con antiguos profetas a bordo de una nave
espacial, incluso sus orgías con mutantes (tipo Blade Runner) vírgenes. Ay Señor, ¡cuándo me
llevarás! que decía nuestra abuela. Sin embargo, a día de hoy nadie serio duda de que la vida es
consustancial con el Universo y tan pronto como las condiciones adecuadas se dan, ésta surge de
modo natural. El viento de Hermes permea el Universo…

Tampoco hace mucho que la comunidad científica aún se cuestionaba si habrían planetas
orbitando alrededor de otras estrellas; la absurda antropocéntrica polémica tocó a su fin hace
escasamente dos décadas[214] pero el radio de observación está limitado hoy en día a unos
pocos cientos de años luz de distancia en torno nuestro, es decir, a la distancia que la luz recorre
a través del espacio en dichos años (obsérvese que a la luz le toma unos 1.3 segundos en recorrer
la distancia entre la tierra y la luna). La razón de dichos límites de detección radica en la
invisibilidad por métodos ópticos directos dada su relativa pequeñez y la carencia de luz propia
inherente a los planetas.

A día de hoy, la polémica entre Shapley y Curtis nos resulta ridícula; se estiman en cien
mil los millones de galaxias presentes en nuestro Universo cada una conformada por una media
de otras cien mil millones de estrellas. Usando simple aritmética una vez más, esto nos lleva a la
cantidad de 1022 (un uno seguido de veintidós ceros) potenciales sistemas estelares análogos al
nuestro. Imaginemos que la descripción esencial sobre nuestro sistema solar estuviese contenida
en un disco duro de diez Gigabytes de un milímetro de espesor[215]; suponiendo que tuviésemos
un disco igual por cada una de las estrellas del Universo y los apilásemos alcanzaríamos
1022/106=1016 km que equivale grosso modo a unos mil años luz de distancia. Esos posibles
seres inteligentes habitantes de planetas observables a día de hoy, verían cómo la pila de discos
duros describiendo nuestro común Universo penetraría su atmósfera, confirmándoles que no
estarían solos por la grotesca excrecencia en su cielo. Seamos serios, condiciones para que haya
vida en otros planetas no pueden darse estadísticamente en todos los sistemas extrasolares. Si
bien la vida puede darse en condiciones muy extremas, para que una simple célula procariota
desarrolle cierta complejidad se necesitan ciertas condiciones de habitabilidad. Trataremos de no
caer en la tentación de mirarnos el ombligo, actitud que tanto hemos criticado anteriormente. El
mismo concepto de a qué llamamos vida ha evolucionado lastrado de prejuicios, como nos
explica de modo insuperable Cordón[216] que sugiere superar el reduccionismo y entender
ciertos procesos bioquímicos constituyentes del soma celular como la unidad más básica de vida,
a la que denomina basibión, superando la cuasi bicentenaria polémica entre Schwann y Virchow
sobre qué es la vida.

Un planeta que albergue vida (o un satélite orbitando alrededor de un planeta gigante


gaseoso tipo Júpiter) ha de tener una densidad del mismo orden que nuestra Tierra, una gravedad
equivalente, una atmósfera en torno a dicho planeta que proteja de la letal radiación cósmica y
encontrarse a una distancia de su estrella tal que las temperaturas en su superficie permitan la
presencia de agua líquida. Siendo pesimistas, podríamos suponer que en al menos una entre un
millón de estrellas pueden darse dichas condiciones. Si así fuese, tendríamos en nuestro inmenso
Universo observable 1016, es decir, diez mil billones (billones de los nuestros, no millardos de la
numeración anglosajona) de sistemas solares que alberguen vida[217].

Esa luz que captan nuestros telescopios procedente de una galaxia cualquiera alejada de
nuestro sistema solar más de diez mil milllones de años luz de distancia (lo que equivale a 1023
kilómetros), esconde miles de millones de estrellas con sus planetas orbitando a su alrededor de
modo invisible a nuestros ojos que desaparecieron antes de que la Tierra naciese. Sin embargo,
en muchos de ellos (miles, quizás millones) surgió vida hace muchos miles de millones de años,
ésta se desarrolló y ocasionalmente esa vida devino inteligente; tal y como ocurrió en nuestro
hogar, la Tierra.

¿Dónde está esa conciencia que despertó en un alejado confín de nuestro Universo, miles
de millones de años antes de que la Tierra naciese? Aquí…

IV. El Arte de la vida

All you need is Love

All you need is Love

All you need is Love, Love, Love

Love is all you need…

J. Lennon

Los estudios herméticos se sustentan en tres pilares: Alquimia, Kabbalah y astrología que
se hallan entre los padres de la física-química, de las matemáticas y de la astronomía
respectivamente. Los vínculos del Hermetismo en la conformación moderna de estas disciplinas
esperamos que hayan quedado iluminados tras la lectura del capítulo anterior, en donde
rescatamos los trabajos herméticos, poco estudiados aún, de Descartes, Leibniz, Newton, Kepler
y Boyle. La aplicación rigurosa de la razón, con coraje, liberándose de prejuicios heredados,
acaba por descubrir insoslayablemente sus límites. No somos expertos en ninguna de aquellas
disciplinas que sirven de esqueleto al Hermetismo, sin embargo una atenta observación de cómo
opera la Naturaleza nos ha permitido comenzar a alzar los velos que cubren la desnudez de
nuestra Señora y la belleza percibida ante sus misterios nos ha hecho su devoto.

Durante decenios no entendimos cómo el hecho más fascinante, el mayor misterio al que
nos enfrentábamos a diario, no parecía haber sido abordado por la filosofía. Ese misterio nos era
un hecho positivo que se repetía sin cesar aniquilando todo intento de un análisis racional. En
aquella época, no podíamos concebir que no fuese algo común en el ser humano, evidente para
toda mente despierta; sin embargo, para nuestro desconcierto, aquéllas históricamente
reconocidas como más preclaras o espirituales no parecían haberlo observado. No encontramos
palabras para describir nuestra perplejidad en aquella época ya lejana. Nos embarcamos en
distintas vías de estudio y nos iniciamos en distintas órdenes esotéricas que abrieron las puertas a
nuevas meditaciones, que desembocaron en una comprensión más profunda que acrecentó
nuestra desazón. Parecíamos un famélico león verde provocando la hilaridad de sus supuestas
presas.

Decidimos celebrar nuestro cuadragésimo cumpleaños en soledad viendo amanecer desde


el castillo de Montsegur; rogamos que la luz húmeda de un naciente sol primaveral tras las
montañas nos iluminase sobre el Camino a seguir. La noche previa, mientras cenábamos en el
pequeño hotel que nos alojó en las faldas de la mágica montaña, nos asombró leer en el libro que
nos acompañó en aquel viaje[218] que, allá por el siglo XII, uno de los rituales iniciáticos cátaros
consistió en la meditación al alba en la parte este del castillo, al igual que haríamos ese
amanecer.

El sol lucía mientras descendíamos por la agreste senda tantas veces hollada en siglos
pasados; bajábamos felices con la sensación de una misión cumplida. Escasamente un mes
después de la decisión tomada, el Cosmos nos dirigió hacia la persona que nos mostraría las
puertas que tanto ansiábamos abrir.

Nos quedan aún decenios de inmersión en las aguas que bañan el insondable misterio de
nuestra existencia y su íntima interrelación con el mundo en que vivimos. Es un fascinante viaje
del que estamos tratando de explicar nuestras preguntas más que nuestras respuestas en esta obra
engarzada en la Catena Aurea milenaria de la que no somos a día de hoy más que un grosero
eslabón. Si a uno solo de nuestros lectores este humilde estudio le da alguna respuesta o quizás le
genera de modo íntimo alguna pregunta, nuestro esfuerzo habrá quedado ampliamente
recompensado.

Pero, ¿qué es la Alquimia? Es la Ciencia que estudia el proceso transmutatorio de los


metales describiendo la evolución espiritual del ser humano. No entraremos en especulaciones
sobre su etimología no del todo clara a tenor de las múltiples interpretaciones habidas.
Mencionaremos la primera de la que se tiene noticia, debida a Plutarco y recogida en el legado
filosófico de su extensa obra[219] que se refiere a ella como la parte más negra de la tierra de
Egipto, parecida al negro de la pupila, llamada por ellos Chemia y asemejada al corazón.

Un hecho del que podemos hablar con nuestra propia experiencia es que los metales
pueden positivamente transmutarse con paciencia, tesón y fe en la ayuda de un agente espiritual.
Su corrupción y mortificación despiadada es imprescindible para ceder al Azufre metálico
capacidad fertilizante, que en tierra adecuada y con un fuego moderado y continuo habrían de
llevar al éxito de la Obra. La Ciencia es verdadera y está al alcance de todos pues la prima
materia de donde partir, el Atanor y el fuego necesario están con nosotros. Nuestra propia vida es
el verdadero laboratorio donde se opera y la evolución en las preguntas que nos hacemos reflejo
de nuestro nivel espiritual. Todos tenemos naturaleza búdica, como dijo Sakyamuni hace ya dos
mil quinientos años.

Pero se nos podría decir, ¿por qué no decir las cosas por su nombre?, ¿por qué los textos
alquímicos son tan abstrusos? Sin denodado esfuerzo, sin un estudio continuado y paciente, sin
una perseverante meditación no se consigue subir por la escala de Jacob. Explicaciones abiertas
no se comprenderían y las experiencias que se vivencian si se asciende atropelladamente pueden
conducir a un desconcierto vital lindante con la locura.

El Evangelio de San Mateo, el Evangelio de nuestra Ciencia en palabras de


Fulcanelli[220], indica de un modo algo brusco en Mat. VII, 6 nuestras anteriores palabras. Es el
mismo escenario de la sublime tradición Zen que hemos abordado en páginas anteriores. La
Sabiduría que atesora el Zen se explica por sí sola en cada una de las situaciones sin lógica que
se describen en su tradición y que pueden encontrarse en cualquiera de entre la multitud de libros
superficiales que lo abordan. Estas situaciones son de mensaje evidente, al igual que sus Koans,
para aquél que haya gozado de un Kensho[221]. Debemos resaltar que dichas situaciones no nos
son del todo ajenas a la cultura occidental pues un vínculo sutil, mas vigoroso, entre el
Hermetismo occidental y el Zen se halla en el surrealismo de Breton[222].

La ley del silencio que se respeta en nuestra Tradición, no permite la explicación clara
para el profano pues no le haría ningún beneficio. El Camino requiere esfuerzo y el mensaje
deviene paulatinamente diáfano al avanzar en la senda trazada entre el aprendiz y el adepto.
Tampoco ha de olvidarse que dado el oscurantismo imperante durante tantos siglos de nuestra
era y la represión de la menor heterodoxia que ha obsesionado al Cristianismo desde su
oficialización como religión del estado allá por el siglo IV, fue más saludable hablar con
símbolos y alegorías que decir las cosas claras manifestando abiertamente el evidente paganismo
que subyace en la Ciencia. Y para terminar, como último factor y parafraseando a
Wittgenstein[223], de lo que no se puede hablar, es mejor callar, en el sentido de que sólo se
puede hablar de aquello que encaja en la lógica que rige nuestro pensamiento; los límites del
lenguaje de cada uno, son los límites del mundo de cada cual. Los textos alquímicos ciertamente
pueden hablar del Nigredo con cierta claridad para el profano si se explican sus claves, quizás
hasta del Albedo para algunos pocos, si bien penetrar el Universo del Rubedo y tratar de
explicarlo con palabras profanas sería cosa de Locos pues los hechos que se viven rompen toda
lógica racional.
La Alquimia es la solución occidental[224] a la búsqueda milenaria del ser humano por
controlar las fuerzas de la naturaleza y comparte el marco con el yoga indio, el Chi-Kung chino,
o ciertos movimientos kabbalísticos; si bien se engarza profundamente con la corriente del
Budismo mahayánico, descrito tan deliciosamente en el Sutra llamado de Diamante por el propio
Buda, por penetrar la sabiduría trascendental seccionando los prejuicios. El alquimista se
enfrenta a la materia, ésta es el sujeto de su Obra y lucha por redimirla[225]. El adagio
alquimista mens agitat molem[226] es un hecho positivo con evidencias empíricas en el
microcosmos cuántico, como hemos visto en el capítulo anterior. Los Bodhisattvas de la
tradición budista mahayánica rehúsan entrar en el Nirvana y se encarnan indefinidamente hasta
redimir a todo ser que goce del soplo divino; una clara correlación con el callar zoroastriano.

La Alquimia se articula en torno a una máxima representada por el Ouroboros (la


serpiente que enroscada sobre sí misma se muerde su propia cola), cuya imagen en piedra puede
aún encontrarse en nuestros templos románicos, que lanza al observador atento el inequívoco
mensaje Omnia ab Uno, et in Unum Omnia. Dos naturalezas opuestas en lucha continua que el
Artista ha de armonizar para conseguir la sal de los Sabios. Tres principios representados en
Mercurio, Azufre y Sal[227] preñados de infinitos matices; y cuatro elementos, a saber, Tierra,
Agua, Aire y Fuego, cuya unión perfecta resulta en la Piedra filosofal representada por la estrella
de 6 puntas[228].

El jeroglífico perfecto de la Gran Obra es el laberinto. El primero del que se tiene noticia
histórica fue construido en Hawara durante el Imperio Medio egipcio en el siglo XIX antes de
nuestra era, en la vecindad de la pirámide construida en honor de Amenemhat III, que ya
describiese Estrabón y del que Plinio el Viejo afirma que copió Dédalo su laberinto cretense
cuatrocientos años después[229]. En línea con esta afirmación está el origen etimológico de la
palabra laberinto, que a su vez proviene fonéticamente de gran puerta en la lengua que se
hablaba en el Imperio Medio Egipcio[230].

La Gran Obra Alquímica presenta dos grandes obstáculos:

1) la preparación de la materia, que exige una lucha violenta contra el dragón escamoso,
contra el tenebroso morador del umbral al que todo adepto encuentra insoslayablemente en su
Camino en algún momento y derrota sin piedad. Está mitológicamente representada, por
ejemplo, en la lucha de Teseo con Asterión, hijo de la unión bestial de Pasifae y un toro blanco,
para salvar a las siete doncellas y siete jóvenes atenienses que anualmente le eran entregados en
sacrificio. Es sabido que Teseo fue ayudado por Ariadna (la de gran pureza) que le cedió un
ovillo para encontrar su Camino de vuelta tras derrotar al Minotauro en el centro del laberinto.
Una adecuada preparación de la materia es el trabajo más arduo, y conlleva grandes penas, está
íntimamente ligada al Gran Arcano de nuestra Obra, cuyo jeroglífico es evidente en la Plancha
XLIII de Atalanta Fugiens[231]. La lucha contra el guardián del Fuego Secreto es
inmisericorde; cuando la bestia siente el peligro ataca despiadadamente sin previo aviso y, en el
mejor de los casos, el osado caballero huye despavorido por siempre. Desafortunadamente, en no
pocos casos, el aprendiz es alcanzado y derrotado, enfrentándose a la destrucción psíquica e
incluso a la muerte por su imprudencia. Los metales suelen ser demasiado pesados y duros en el
ser humano, la paciencia escasa, la fe nula y las motivaciones para iniciar la Obra impuras. Para
quien está preparado para emprenderlo, el Camino está trazado en las palabras de Nicolas Valois
la paciencia es la escala de los Filósofos, la humildad la puerta de su jardín. Dios premiará con
su misericordia a aquél que persevera sin orgullo y sin malas acciones.

2) Aquél, que como Perseo, logra derrotar a la górgona Medusa, accede al Fuego Secreto
que protegen esas tan terroríficas como reales alegorías. Este fuego, no es un fuego común, no
quema en manos del Filósofo, es un fuego acuoso, es el fuego que utiliza un Vulcano Lunático
en su forja[232] y puede ser terriblemente destructivo en manos inadecuadas. El control de este
Fuego Secreto, encontrar el régimen adecuado, sólo puede lograrlo el Artista experimentado, es
un fuego que se alimenta con Amor, con un Amor puro y desinteresado.

La preparada prima materia tratada bajo el régimen idóneo por Teseo con el robado
fuego iluminando el Camino de retorno y guiado por el hilo de Ariadna deviene nuestra
Magnesia de donde, según afirma Fulcanelli[233], se puede extraer la leche de la Virgen que
alimentan al batracio, como se aprecia en la Plancha V de la obra mencionada de Maier. Las
propiedades de aquélla y la alegoría que ésta representa, describe el Gran Arcano que ha
maravillado a todos los que fueron, en el curso de sus vidas, eslabones de la milenaria Catena
Aurea que transmite el Misterio de la Gran Obra.

A la prima materia sobre la que el Artista ha de trabajar se la llama espejo del Arte[234].
La eliminación de la escoria requiere la depuración de las heridas sufridas en la lucha contra el
guardián del Fuego Secreto y el efecto fertilizante de lo putrefacto, cuya alegoría es el caput
mortuum, un bucráneo, por medio de la utilización primero del Agua y después del Fuego.

El disolvente ha sido denominado de multitud de maneras por distintos Adeptos, nos


parece especialmente claro el estudio de Basile Valentin[235], cuando le llama león verde y dice
de él que disuelve y alimenta al verdadero león rojo con su sangre, dado que la sangre fija del
león rojo está hecha con sangre volátil del verde, pues ambos tienen la misma naturaleza. En sus
palabras se lee el adagio operativo de nuestro Arte solve et coagula. La Plancha XIV del libro de
Maier manifiesta que sólo el mercurio basta en nuestra Obra, también lo indica el acróstico
inventado por Basile Valentin, VITRIOL[236], que esconde las palabras conocidas por cualquier
profano, pero a su vez hermoso anagrama de l’or y vit y se refuerza más aún con la máxima de la
llamada vía seca, a saber, un solo recipiente, una sola materia, un solo horno.

Aún insistiremos, por si no hubiésemos sido en lo hasta ahora dicho tan diáfanos para el
atento lector como intentamos, con la evidente imagen de las operaciones de nuestra Obra, que
Flamel[237] extrae del mitológico Libro de Abraham el Judío, como una vieja encina[238],
ahuecada en su centro y podrida, con un rosal de hojas doradas y flores blancas y rojas en torno
suyo, y a cuyos pies fluye una fuente de agua clara de color plata que unos buscan y otros
ignoran; pero que sólo un anciano vestido de harapos es capaz de ver y de ella beber. Este agua,
es el Agua que no moja las manos que dicen los Filósofos antiguos, es el Mercurio filosofal, el
agua ardiente, el orujo filosofal que habríamos dicho de haberse perpetuado una tradición
alquimista ibérica.

Pero hablemos de una vez de las fases alquímicas.

En la Obra en Negro, la primera Operación y Arcano supremo en nuestro Arte, el


Nigredo, el agente es el león verde y el paciente, su hermano uterino llamado nigrum nigrius
nigro[239]; de la disolución resultante se destila el espíritu o parte superior del alma en el
alambique filosofal obteniendo el Mercurio de los Filósofos que es el agente de la segunda
Operación, la Obra en Blanco, el Albedo.

Al éxito en la preparación de la materia nos visita un pavo real en cuya cola descubrimos
siete colores y a su vez jeroglífico de la danza de Siva hinduista. Se ha de repetir la operación, en
un régimen ya sin brusquedades, lineal, sin necesidad de violencia, ni mortificación, pero con
tenacidad y perseverancia; si bien hay que estar muy atento para no dejar madurar a los pequeños
cuervos que inevitablemente aparecen durante el Albedo. Llevado por la sabiduría alcanzada en
décadas de observación atenta del operar húmedo de la Naturaleza, con un calor moderado y
continuo en el Atanor, se logrará extraer la sangre roja de dicho león verde para lograr unir la
Tierra y el Cielo. Los siete colores recién descubiertos tras la oscuridad del Nigredo se irán
paulatinamente fundiendo en luz blanca.

Finalmente, la perfecta disolución, con el Mercurio de los Filósofos de disolvente y de


paciente el Azufre metálico, calentada de modo lineal por el Fuego secreto hará cristalizar la
Piedra filosofal manifestando todo su esplendor en la Obra en Rojo, el Rubedo.

Armonizando nuestra vida al diapasón de nuestra búsqueda, la atenta observación de


cómo opera la Naturaleza; la utilización de una razón sin prejuicios prestados y sin dogmas; la
meditación continuada en los textos clásicos siguiendo las indicaciones de Iacobus Sulat Ora,
lege, lege, lege, relege, labora et invenies en la Plancha decimocuarta de su libro mudo[240] y
un Amor puro, logrará despojar a Isis de sus velos y ésta se enamorará de su héroe.

Existen dos vías principales que pueden llevar al Artista a la culminación de nuestra
Obra, una húmeda y otra seca. La vía húmeda es una vía lenta, la receptividad del futuro Adepto
se va despertando paulatinamente en sintonía con la activación de su Mercurio común o vif
argent[241]. Es imprescindible, para una adecuada humectación, la ausencia de prejuicios ante
los hechos que cada vez con más frecuencia la Naturaleza le mostrara según vaya penetrando el
laberinto. Según se va acercando al morador del umbral que reside en el centro, el fuego interno
va cogiendo fuerza. Excepcionalmente, en corazones verdaderamente puros, en almas sublimes
cuyo espíritu metálico brilla sin apenas escoria que lo mancille, el Minotauro puede ser
derrotado tras continuas pequeñas batallas en las que el Artista apenas sufre. En este caso
sublime, la Obra deviene larga, es propia del rico pues sus metales son nobles.

Al contrario, en la vía seca, en nuestra vía como dicen los textos clásicos, el alquimista
se enfrenta a la materia, penetra las interioridades de la Tierra, ha de enfrentarse y vencer a
Cerbero, perro infernal de tres cabezas protector del Hades, ser sosias de Hércules guiado por
Mercurio y Minerva al igual que Hermes y Atenea guiaron a Jasón[242], a Ulises, a Perseo y a
Teseo en sus viajes. Sus metales son duros e impuros, de difícil disolución; sin embargo su
Mercurio común se activa, absorbe rocío celeste atraído por el Amor puro que le profesa Ariadna
y con gran esfuerzo y perseverancia logra la disolución de sus metales al igual que Heracles
logró limpiar los establos de Augias durante su esclavitud. La obtención del fuego secreto para
establecer el régimen adecuado se logra en un período más corto, la fase final es brusca, resulta
una operación seca, si bien el agua no se consume totalmente. En palabras de Filaleteo en
nuestra vía, no se requiere más de una semana, Dios ha reservado esta vía infrecuente y fácil
para los pobres despreciados y sus santos cubiertos de abyección, es la vía del pobre pues los
metales que posee el Artista son ciertamente innobles.

Sin embargo, sin un control sabio del régimen como exige el trato con Vulcano
humedecido por Diana, el agua puede llegar a consumirse completamente, el Atanor puede no
soportar el calor y romperse pudiendo incluso llevar a la muerte del malogrado Artista.
Afortunadamente en ocasiones, el daño en el Atanor puede ser reparable culminando con el éxito
de la Obra, es la vía corta, la Ars Brevis que llaman los antiguos Adeptos. El artesón del castillo
de Dampierre sur Boutonne[243], vecino a La Rochela en el que un brazo diestro arde en llamas
sobre un lecho bajo la leyenda Felix infortunium se explica por sí mismo[244].

Hablar de Alquimia espiritual es un pleonasmo. Los intentos de desentrañar los textos


alquímicos clásicos con el objetivo de obtener el vil metal a partir de otros metales es tan
absurdo como leer textos masónicos cual tratado de arquitectura. Una lectura atenta, y ojos
despiertos ante la propia vida, ha de permitir entender los textos clásicos en clave alegórica. Las
advertencias de no caer en la tentación de tratar de enriquecerse leyendo con literalidad los textos
son frecuentes; sin embargo, muchos son los que se han esforzado, se esfuerzan y se esforzarán
en conseguir oro a partir de una aparentemente nunca revelada materia prima y seguir procesos
paraquímicos con agua de rocío recogida en plásticos desplegados al alba en primavera,
utilizando sales metálicas, cristalizaciones de soluciones de heces y orines de animales, y hornos
artesanales calentados por lámpara de gas para lograr una temperatura constante.

En la jerga alquímica, a aquellos espagiristas que en vano pierden su tiempo en estas lides
se les conoce como sopladores de vasijas traducción del francés souffleurs de vases, en
castellano mejor les llamaríamos soplagaitas. No podemos menos que continuar con las
advertencias e indicar a estos señores que sus esfuerzos son en vano, y por la naturaleza de sus
motivaciones, jamás llegarán a culminar sus infantiles sueños. Un estudio histórico de
transmutaciones públicas y vida de alquimistas que obtuvieron el polvo de proyección con el que
realizar fácilmente transmutaciones, fue abordado por Figuier[245]. Es llamativo observar cómo
acabaron sus vidas muchos de aquéllos que se vanagloriaron públicamente de su poder
transmutatorio; las torturas que sufrieron a cambio de revelar su inexistente secreto nos sugieren
que estuvieron en realidad muy lejos de conseguir la cristalización final de su Mercurio de los
Filósofos en Perla[246].

La culminación de la Obra conlleva la armonización completa del Ser con el Universo y


el control del Fuego Secreto aleja todo mal del Camino. El Adepto necesariamente calla tras la
consecución de la Obra como indicó Zoroastro[247] y utiliza su poder, su conocimento del
régimen que requiere los tratos con un Vulcano Lunático, para regar la Tierra con rocío cósmico
y trabajar discretamente en pos de la transmutación de la humanidad entera en oro filosófico, y
no vanagloriarse de su poder infantilmente llevándole a un Nigredo mortal.

Metal
Planeta

Vicio

Virtud

Plomo

Saturno

Avaricia

Sabiduría

Estaño

Júpiter

Gula

Templanza

Hierro

Marte

Ira

Valentía

Cobre

Venus

Lujuria

Amor

Mercurio

Mercurio

Malicia

Bondad
Plata

Luna

Pereza

Diligencia

Oro

Sol

Soberbia

Humildad

Los soplagaitas leen a los autores clásicos en clave química cifrada (escatológicamente
pintoresco es su trabajo con el nitro[248] al leer de modo literal las alegorías utilizadas durante
la preparación de la materia). Es nuestro deber recordar a todos aquellos que pierden su tiempo y
su dinero en estas lides; los metales no sólo tienen una equivalencia planetaria, sino también su
equivalencia moral.

Las disoluciones de los siete metales son imprescindibles para eliminar las partes impuras
y hacer brillar la esencia oculta en el corazón de la materia, descubrir su Azufre metálico, lograr
su espiritualización. La búsqueda de la materia prima con la que comenzar la Obra, supuesto
Misterio jamás revelado, es innecesaria; de hecho dónde se oculta es evidente desde los mismos
orígenes de la Alquimia leyendo con la luz de Binah las palabras del mismo Hermes la Obra está
contigo y reside en ti, de tal modo que al hallarse en ti mismo, donde está siempre, dispones de
ella constantemente, cualquiera fuere el lugar donde te hallares, en la tierra o en el mar[249].

La sabiduría hermética de todas las culturas, desde tiempos remotos, distingue siete
cuerpos co-existentes interaccionando en la naturaleza del ser humano. El Ego, que obsesiva y
perjudicialmente se desarrolla en nuestra sociedad actual, es el opaco y basto cristal que separa el
mundo superior y el inferior. El Artista debe pulir dicha barrera, desbastarla y limpiarla, para
permitir paulatinamente que la luz superior ilumine los mundos sublunares y fundir los mundos
mellizos en uno.

Los tres cuerpos inferiores tienen su equivalencia en los tres reinos animal, vegetal y
mineral. El reino Animal, está regido por las emociones, los deseos, es el Ens Animalis
alquímico, el cuerpo astral representado por un perro o por largos cabellos movidos por el viento
y tiene como su elemento el aire. El reino Vegetal, el soplo cósmico que origina la vida, es el Ens
Vegetabilis alquímico, es el cuerpo etérico que rige los procesos inconscientes del cuerpo animal,
es el reflejo inferior del fuego secreto alquímico. El reino Mineral, el Ens Mineralis, es el cuerpo
físico.

El Ego, representado frecuentemente con un asno, interacciona con la materia por medio
de los cuerpos inferiores astral, etérico y físico; éstos tienen su equivalente superior, llamados,
siguiendo la tradición hinduísta, Manas, Bodi y Atman. Las tres fases de la Obra indican cómo
unir paulatinamente los cuerpos inferiores con los superiores. La fusión del mundo astral y el
Manas se logra con una adecuada preparación de la materia durante la fase del Nigredo. Los
sueños dejan de ser un mundo paralelo oscuro e incontrolado, éstos se recuerdan con nitidez al
despertar, llenos de colorido y de continuos mensajes arquetípicos con estrecha relación con la
simbología alquímica milenaria, tal y como descubrió Jung[250]. La fase de sueño es esencial en
nuestros trabajos, el ser humano hace Filosofía cuando visita a Morfeo; dormiens vigila dijo
Khunrath[251].

Durante el Albedo, el morador del umbral se convierte en nuestro siervo protector y deja
de haber barreras entre el mundo astral y el Manas; el Bodi comienza a alimentar al mundo
etérico armonizando todo desequilibrio físico y emocional. Nuestro Ego, el Selbst de Jung, va
haciéndose más y más diáfano, más ligero y Manas termina por fundirse totalmente con el
mundo etérico. Esta fase está regida por la fluidez de la Luna, se logra la preparación alegórica
del elixir que asegura la larga vida del Artista; mens sana in corpore sano.

La fase final se trabaja en el Rubedo donde la materia se espiritualiza tras la unión


perfecta de las dos naturalezas. Se ha dicho si declaramos espiritual nuestra materia, es verdad;
si la declaramos corporal, no mentimos. Si la llamamos celeste, es su verdadero nombre. Si la
denominamos terrestre, hablamos con propiedad[252].

El Azufre metálico cristalizado actúa de lente que potencia la luz tenue que nos llega
desde Atman, luz con infinita capacidad fertilizante en tierra adecuadamente preparada, dando
sentido a las palabras de Eckhart el fondo de Dios y el fondo del Alma, son el mismo fondo.

La filosofía clásica reflejó los mundos superiores con las tres Gracias, las Cárites griegas
Talía, Áglaye y Eufrósina representadas obsesivamente durante el Renacimiento tras el
redescubrimiento del Hermetismo en el siglo XV con la traducción al latín del Corpus Hermético
realizada por Ficino.

No entraremos en las íntimas relaciones con la Kabbalah hebraica desglosadas de un


modo sublime por Knorr von Rosenroth[253]; si bien la correspondencia es inequívoca con la
corona celestial formada por Kether, Hochma y Binah representando al arquetipo trinitario y las
siete Sefiroth restantes con Tipheret, la Belleza, representando al Alma humana centrado en el
Árbol Sefirótico[254].

La equivalencia hermética con la cruz cristiana se plasma con el huevo fílosófico, el Ru


místico, la Vesica Piscis englobando el Árbol de la Vida, con la cruz presidida por el acrónimo
hermético INRI[255]. Los estrechos vínculos entre Alquimia y religión han sido ya
desbrozados[256].
Se han escrito y se escribirán muchas pamplinas sobre la divina Kabbalah revelada, según
la tradición, a Abraham y a Moisés durante sendas sesiones de cuarenta días en el Monte Sinaí y
transmitida oralmente hasta el siglo II cuando se escribió el Sefer Yetzirah y conformada en el
siglo XIII con el sublime Zohar por Moises de León. Aconsejamos vehementemente al lector
interesado prudencia, perseverancia y humildad en su estudio que sin conocimientos de hebreo
bíblico no se puede abordar seriamente[257]. Asimismo es esencial el estudio de textos serios y
no elucubraciones hueras que últimamente están tan de moda; recomendamos textos con el
marchamo de seriedad de una pequeña Aleph circunscrita en su portada, cualquiera de las obras
de Scholem, el gran historiador de la Kabbalah del pasado siglo XX, o de Grad si se busca su
sentido esotérico.

No es ésta la Obra adecuada para hacer un análisis de la influencia de la Alquimia en la


arquitectura o el arte. Muchas de las catedrales góticas de los siglos XII y XIII son libros en
piedra que nos hablan de los misterios de la Ciencia para quien sabe leerlos (particularmente
evidente resulta la catedral de Chartres y la catedral Notre Dame de Paris cuya fachada Norte
principal y su rosetón no han lugar a interpretación cristiana ninguna, sino que describe las fases
de la Obra mostrando a la Diosa Cibeles tocando con sus cabellos las nubes y sujetando la escala
de Jacob entre sus piernas en la base del pilar central del pórtico). Tampoco es menos cierto que
es un frecuente sinsentido obsesionarse en leer mensajes alquímicos en cualquier templo
medieval.

Siguiendo con el arte, llamaremos la atención del lector sobre las sublimes y herméticas
La Primavera o El Nacimiento de Venus de Boticelli, inspirados bajo la guía de Pico Della
Mirandola y explicadas en detalle en el denso ensayo de Wind[258], y las psicodélicas obras de
El Bosco que nos es posible admirar en el museo del Prado, en particular El jardín de las
delicias[259]. La influencia de la Alquimia en el arte ha sido ya estudiada a fondo[260].

En la Gran Obra, es primordial trabajar el Selbst junguiano, disolver heroicamente


nuestra escoria, cristalizar el Azufre metálico y llegar a apreciar la Unidad en la aparente
diversidad de nuestro entorno; lograrlo aniquila cualquier noción de individualidad. Uno es el
Todo, por él el Todo, para él el Todo y en él el Todo dijo Zósimo. Los trabajos sobre el propio
Ego son arduos, difíciles; aconsejamos al lector interesado en la fascinante aventura de un viaje
hacia sí mismo leer con detenimiento el didáctico libro del controvertido pero siempre
interesante Osho[261].

La Alquimia, sus principios, sus métodos y sus potenciales logros, está resumida en la
llamada Tabla Esmeralda, salvada afortunadamente de la secular represión cristiana contra toda
heterodoxia de su doctrina. La versión original está perdida; la primera referencia de la que se
tiene noticia proviene de una traducción árabe del siglo VII. La tradición mitológica dice que fue
encontrada por Alejandro Magno en la tumba de Hermes Trismegisto escondida en la pirámide
de Gizeh, y grabada por él mismo en una extensa lámina de esmeralda con un buril de punta de
diamante. Añadimos una traducción que esperamos logre iluminar al lector tras la lectura de lo
hasta aquí escrito.
Es verdad, sin mentira y positivo:

lo de abajo es como lo de arriba,

y lo de arriba es como lo de abajo.

Una Obra milagrosa por Una sola cosa compuesta.

Así como todas las cosas

han sido hechas a partir de Uno,

por la mediación de Uno, también todas las cosas

nacen de esta cosa única por adaptación.

Su padre es el Sol,

y su madre la Luna,

el Viento lo llevó en su vientre,

y su nodriza es la Tierra.

El Padre de todo,

el Telesma del mundo está aquí.

Su fuerza o potencia es entera

cuando se convierte y cambia en tierra.

Separa la Tierra del Fuego,

lo sutil de lo espeso,

con modestia y sabia destreza.

Sube de la Tierra al Cielo,

y de nuevo desciende a la Tierra,

para recibir la fuerza de las cosas superiores e inferiores.

Por este medio tú poseerás la Luz del Cosmos,


y toda oscuridad se alejará de ti;

pues esta es la fuerza fuerte de toda fuerza,

que vence todo lo sutil, y penetra todo lo sólido.

De esta manera fue creado el mundo,

y así se obrarán prodigios cuyo medio está aquí.

Por eso yo he sido llamado Hermes Trismegisto,

pues poseo las tres partes de la Filosofía

de todo el mundo.

Terminado y acabado está

lo que he dicho de la obra del Sol.

V. El Gran Arcano

Existen minas de donde se saca la plata

y crisoles donde se refina el oro.

Se extrae el hierro de la tierra

y se ha de fundir la piedra para obtener cobre.

El minero lleva luces a la mina y busca el mineral

hasta en el último rincón, en profunda oscuridad.

Job XXVIII, 1-3


Hemos abordado nuestra visión de la profunda e íntima relación del ser humano con el
Cosmos. Esperamos que haya alumbrado el Camino a alguno de los desafortunadamente escasos
lectores a los que les haya despertado interés esta obra escrita de modo anónimo por un Loco que
camina en la senda de la Sabiduría. Como ya se indicó, esta humilde obra no es más que un
grosero eslabón en la milenaria Catena Aurea que, surgiendo de la boca de Hermes, se ha
engarzado a través de los siglos en los oídos de los escasos seres interesados realmente en
desentrañar los misterios de nuestra existencia[262].

La Alquimia es la más antigua y universal tradición de la humanidad que, inalterada en


esencia desde sus primeras trazas históricas anteriores a nuestra era, ha sido desprestigiada y
olvidada como una ridícula veleidad esotérica desde la consolidación de la química moderna tras
los trabajos de Lavoisier, quien le dio la puntilla. Sin embargo, mentes lúcidas como la de
Boyle[263], Newton[264], Descartes[265], Leibniz[266], Hegel[267] o Goethe[268] llevaron
discretamente la razón hasta los límites de la sinrazón alquímica[269].

El racionalismo usurpó a finales del siglo XVIII un trono que no le corresponde pues no
controla los dominios sobre los que intenta reinar; tanta acuidad científica devino soberbia y los
límites de la ciencia se hicieron estrechos. Ridícula nos suena hoy la frase pronunciada por el
eminente físico británico Thomson (Lord Kelvin), a finales del siglo XIX no hay nada nuevo por
descubrir en la física ya; lo único que queda es tener mediciones más precisas. O su no menos
atinada predicción las máquinas voladoras más pesadas que el aire son imposibles. Pero esa
actitud dogmática sigue presente en nuestra comunidad científica. La Alquimia, que había
soportado los embates seculares de tantos ridículos soplagaitas tratando de hacerse ricos desde
que surgió la leyenda de Flamel, fue encerrada en un manicomio bajo siete llaves; pero nada
puede ser sacrificado por siempre…

La ciencia occidental ha conseguido unos resultados maravillosos pero, al mismo tiempo,


su aplicación resulta frecuentemente inicua. Los metales se hacen más y más pesados, más
groseros; un materialismo salvaje y despiadado se ha impuesto en la sociedad con una crisis de
los valores que le son históricamente propios. La falta de referencias espirituales autóctonas
orienta a la sociedad hacia pintorescos movimientos esotéricos liderados por meros aprendices
que pavonean su ignorancia con palabras huecas y conceptos mal entendidos. Nosotros mismos
sufrimos dicho proceder cuando con once años nos plantearon el Koan ideado por el maestro Zen
Hakuin, como ya narramos en el capítulo II. Consideramos inaudito hacerle tal pregunta a un
niño; es más grave aún hacerlo sin saber lo que se pregunta, como fue el caso. Nos costó décadas
entender que la aparente realidad que vivimos no es más que una ilusión. Bajo un sol
mediterráneo, el mundo que percibíamos se desmoronó súbitamente cual castillo de naipes; los
velos cayeron y pudimos vislumbrar la luz que proyecta las sombras que nos engañan[270].

Sin embargo, Occidente gozó desde su nacimiento de una corriente espiritual. La


sabiduría que se puede vislumbrar en los fragmentados textos presocráticos que nos han llegado
fue mancillada por Platón, quien reinventó la tradición Filosófica. Los procesos meditativos
prolongados que se practicaban en los Misterios Mayores, la meditación en jeroglíficos que
desarrollaron los pitagóricos y la misteriosa hêsychia o quietud que Parménides alcanzó gracias a
su maestro, de nombre Aminias[271] como único rastro, tiene una correlación evidente con las
prácticas meditativas pre-Zen, con los Koan de la rama Rinzai y con el estado de Satori que se
atribuye a los Bodhisattvas. Los vínculos espirituales entre la figura de Parménides y su
contemporáneo Buda son inequívocos[272], mas su célebre poema gana comprensión con una
lectura alquímica. Heiddeger[273] quiso ver a la Verdad en la Diosa que le recibe calurosamente
en el Hades, sin embargo Kingsley nos sugiere que ésta no es otra que Perséfone, la Diosa oculta
de los Misterios de Eleusis[274].

La transmutación física de metales en oro vulgar no aparece ni en los textos alquímicos


chinos, ni en los textos alquímicos alejandrinos, ni en los textos alquímicos sufíes en donde sólo
se habla de elixires y de tinturas, no de verdaderas transmutaciones físicas. La leyenda de estas
últimas sólo aparece en la edad media en Europa fruto del execrable naciente materialismo
occidental. El mismo Fulcanelli, que juega con el humo difuso del horno vulgar, afirma
categóricamente en su supuesta segunda obra que nuestra química moderna le debe todo a los
espagiristas y arquimistas, pero nada en absoluto a la Filosofía Hermética[275]. La misma
prima materia, supuestamente nunca revelada y tan buscada por la legión de sopladores a fin de
comenzar la Obra, no es más que una infantil lectura de los textos herméticos[276]. Dicha prima
materia no es otra cosa que la esencia de todas las cosas, todo y nada; sería el Mu de Joshû[277].

La Alquimia usa procesos químicos y transmutaciones de metales como estructura


simbólica para describir las aventuras en un laberinto vital de ascesis; de modo análogo, la
masonería utiliza herramientas de la arquitectura medieval como símbolos del trabajo sobre uno
mismo, si bien a nadie se le ocurriría tratar de elevar una iglesia estudiando un texto de
Wirth[278], o quizás lamentablemente sí…

Las aguas de la Alquimia han surgido a la luz a lo largo de la historia de modo sincrónico
en lugares aislados geográficamente. El primer libro de Alquimia china del que se tiene noticia
fue escrito en el siglo II de nuestra era por Wei Boyang[279] con marcadas influencias taoístas.
El descubrimiento de la Alquimia china en Occidente tuvo lugar gracias a la monumental labor
del sinólogo Wilhelm que colaboró estrechamente con Jung, quien le debe su sorprendente, y aún
a día de hoy no asimilado, modelo psicológico. En su elegía en prosa tras la muerte de Wilhelm
en 1930 explica cómo su descubrimiento en 1910 de la obra alquímica El secreto de la flor de
oro le abrió el camino hacia la Alquimia occidental. En ésta logro descubrir la transmisión a
través de los siglos de la sabiduría gnóstica, cuyos trazos había entrevisto durante la
conformación de su modelo del inconsciente colectivo observado en sus pacientes[280]. Los
conocimientos gnósticos, cual río subterráneo que aflora ocasionalmente permitiendo seguir su
curso, habrían llegado hasta los tiempos modernos como se lee en sus palabras en la Alquimia
medieval tenemos el lazo de unión largamente buscado entre la Gnosis y los procesos del
inconsciente colectivo que observamos en los hombres de hoy en día[281].

A pesar de las dificultades en la traducción (baste como ejemplo que Tao se ha traducido
como camino, vida, providencia, sentido, Dios, esencia… según la filiación del autor) sorprende
encontrar en los escasos textos remanentes estrechas conexiones espirituales con los textos
herméticos occidentales. La comprensión de los mismos es diáfana para el lector iniciado.
Análogas sensaciones se gozan con la lectura del clásico hinduista The serpent power escrito en
el siglo XVI y que introdujo en Occidente los chakras y el caduceo hermético oriental, que no
otra cosa representa el cacareado kundalini.
Dentro de nuestro Ser tenemos todo lo que necesitamos, tan sólo necesitamos que se nos
descubra lo que poseemos; el más fascinante viaje que podemos emprender es hacia nuestro Ser
que aloja todo el Cosmos. Jung nos habló del proceso de individuación como la búsqueda de la
armonía entre lo inconsciente y lo consciente. Conócete a ti mismo y conocerás el Universo y los
dioses se dice que presidía el templo del oráculo de Delfos, sostén metafísico de la Grecia
Antigua. Los vínculos entre dicho proceso psicológico más o menos inconsciente y la iniciación
hermética son estrechos; pero no hay secreto alguno, ni orden secreta que atesore ningún Saber,
ni siquiera hay posibilidad de transmisión sin un denodado esfuerzo del recipiendario. La
iniciación hay que vivenciarla y exige paciencia y perseverancia en el Camino. Alcanzar la
Sabiduría, no otra cosa es que superar la aparente dualidad que nuestros sentidos perciben y
asimilar la esencia común del mundo que vivimos, ver la verdad última de las cosas, la Diosa
Verdad de Parménides, la Verdad del Budismo mahayánico, el fin último de la Lógica hegeliana.

El Sabio budista Kamalashila dijo en el siglo VIII el mundo exterior no existe; es nuestro
propio espíritu quien se proyecta hacia afuera[282]. La profundidad de esta sentencia pasará
desapercibida para el no iniciado. Entronca con el mensaje del Sutra de Diamante de Buda[283];
con la imaginación creativa del más grande sabio sufí, el murciano Ibn Arabi[284]; con el Ta’wil
del chiísmo ismaelita[285]; con el objetivo de la guematría eufónica de Abulafia[286]; con las
ideas de Nicolas de Cusa[287]; con la sublime e incomprendida Fenomenología del Espíritu de
Hegel; con los estudios herméticos de Jung[288]; con la maquinación de lo semejante de
Eco[289]; con el saber alquímico milenario[290]... Esconde al Gran Arcano, la invisible y
luminosa fuerza motriz de todos los movimientos que a lo largo de nuestra historia se han
arrogado la posesión de supuestos conocimientos secretos, todos ellos con cierta aparente
incomprensión en sus estudios.

Hechos que vivenciamos nos permitieron disolver violentamente nuestros metales más
groseros, en particular una aleación de cobre y oro que, como se ha dicho innumerables veces, es
el más difícil de disolver. El habernos preparado para realizar el Camino de Santiago bajo el sol
de Acuario, coincidiendo temporalmente con la reacción exotérmica incontrolada de nuestro
Atanor una vez superada la oscuridad de Capricornio, nos salvó de una destrucción segura.
Pensamos que un Ars Brevis[291] no habríamos logrado superarlo, nos habría desorientado de
por vida. No vimos la luz de la mañana durante nuestro solitario caminar por el norte de la
península ibérica, pero logramos disolver exitosamente nuestros metales. La Estrella de la
Mañana se nos apareció finalmente en Mallorca, un año después de habérsenos indicado el
Camino durante la solitaria celebración de nuestro 40 aniversario en el castillo de Montsegur
para ver al Sol nacer tras las montañas.

Es indescriptible la sensación de paz y Amor desbordante que se vivencia durante un


Kensho[292]; el concepto de individualidad se difumina. Se siente una Unidad con todos y cada
uno de los seres y partículas del Cosmos. La milenaria tradición Zen es indudablemente el más
sofisticado y eficaz Camino moderno hacia la Sabiduría. La altruista labor del Roshi, auténtico
Bodhisattva, haciendo progresar espiritualmente a sus discípulos no tiene parangón31.

Los límites de la presente obra no nos han permitido ahondar en la importancia de la fase
onírica cuando uno se embarca en la senda de la Sabiduría. Hacerse con el control durante el
sueño de nuestras ansiedades, de nuestros miedos, de nuestras pasiones más bajas, nos permite
un control de nuestra vida que, observada con atención, combina la irracionalidad con la
racionalidad. No habría páginas para describir nuestras intensas y continuas experiencias
compartidas entre los sueños y la vigilia.

No ha habido palabras más claras sobre la metodología y los objetivos de la Alquimia


que las dedicadas por Fulcanelli a explicar la máxima atribuida a Zoroastro sobre la actitud del
Sabio. Palabras que cierran su primer y posiblemente único libro:[293] Saber Poder, Osar y
Callar.[294] La irracionalidad se ha separado de la racionalidad en el pensar del hombre
occidental, pero esa diferenciación está viciada pues se controla desde la razón. Mantener viva la
capacidad de sorprenderse y la combinación de ambas actitudes de modo ecuánime, sin
prejuicios heredados, aboca irremisiblemente a redescubrir lo maravilloso en lo cotidiano. Los
escépticos de nuestras palabras, que las vean no más que como la obra de un orate, habrían de
preguntarse cómo gigantes como Leibniz[295], Newton[296], Goethe[297] y Hegel (véase su
misterioso diagrama triangular, de evidente lectura alquímica, con el que trató de condensar su
sistema filosófico), cultivaron la Alquimia con tantas dosis de pasión como de discreción en
momentos históricos de claro desprestigio de la Ciencia. Les sugeriríamos también leer,
detenidamente y sin prejuicios, la Fenomenología del Espíritu de Hegel sobre el prisma de las
obras de Boheme[298].

Hemos de resaltar que este interés no fue debido a haber presenciado transmutación física
alguna, como tantos soplagaitas erróneamente indican, sino al desconcierto al que se llega
cuando la razón se aplica con valentía hasta el límite de lo humano.

El juego de niños, que tan frecuentemente se menciona como esencial de la fase del
Albedo en los textos alquímicos clásicos, es el jeroglífico del Amor, es el Eros[299] de
Hesíodo[300] o de las tradiciones órficas, hijo del caos y nacido del huevo primordial, que
domeña la inteligencia y nos descubre la Unidad oculta tras la aparente multiplicidad. El trabajo
de mujer sería el paciente y continuo trabajo de incubación en el Atanor, durante nuestro
discurrir por el laberinto, de ese creciente pequeño rey que vislumbra la luz desde nuestras
entrañas tras lograr disolver nuestras escamas al superar el Nigredo[301].

Unos consejos finales querría darle si ha llegado hasta aquí en la lectura de estas
humildes palabras que sólo a usted van dedicadas:

Observe perseverantemente y sin prejuicios cómo opera la Naturaleza. Toda precaución


será poca si siente aletear al cuervo o respira el fétido aliento de Medusa; sin embargo la más
angustiosa oscuridad puede devenir su fortuna. Deberá ser un héroe como Heracles para no huir,
tenga coraje y deje que el amenazador cuervo le cubra con sus alas. Llénese de Amor; no recule;
la pericia en mantener bajo control el régimen en su Atanor será la llave de su éxito. La presión y
la temperatura podrán ser infernales, insoportables; no desespere y piense en la fortuna que posee
de poder enfrentarse a Cerbero. Córtele sus tres cabezas y conserve bien su sangre pues ésta
encierra todos los Misterios. Reinará una terrible sequedad, el brutal calor en su Atanor habrá
volatilizado toda humedad corruptora. Es la fase más peligrosa, se desarrollará en profunda
oscuridad. Si la consigue superar sin quebrarse para siempre, la Estrella de la Mañana brillará
deslumbrante al despuntar el día y un rocío lunar le refrescará. Mantenga en su compañía a Eros,
juegue con él y déjele herirle continuamente con sus sabias flechas. Si vislumbra verdín en las
montañas es el anuncio de la visita de Iris, la mensajera de Hera, para darle la bienvenida a un
nuevo mundo pues holla tierra multicolor, virgen para usted. Habrá devenido el héroe del
despertar de Kamalashila21, pero aún le queda una larga aventura. Los pequeños cuervos que
mencionan Valois[302], Filaleteo[303] y Huginus a Barma[304] aparecerán insoslayablemente
en su posterior Camino, pero ha de impedir que vuelvan a un nido que sólo a usted le pertenece.
Si lo consigue, tan solo le quedará armarse de paciencia y perseverancia pues estará ya en la
senda del Tao que le subirá al Olimpo de la mano de Mercurio. Toda oscuridad se alejará de
usted, pero recuerde que el Don de Dios que comienza a poseer es para los desheredados de la
tierra; lo ha ganado pero lo perderá si lo olvida. Habrá de efectuar un lento y tenaz trabajo de
mujer y jugar por siempre con el niño…

De esta fiesta mundial de la muerte,

de este temible ardor febril

que incendia el cielo lluvioso del crepúsculo,

¿se elevará algún día el Amor?[305]

Y recuerde:

No puede descarriarse más de su meta que aquél que se

relaja creyendo saber el Camino.

Resumen de la Obra

El secreto de Occidente

No hay secretos que hayan movido los hilos de la historia sino un único Misterio,
observable para ojos iniciados, que ha envuelto sutilmente al Hombre desde su primera mirada
inquisitiva al cielo. El paganismo, incluso en sus más sublimes vertientes, y las tradiciones
gnósticas fueron reprimidos violentamente desde finales del siglo IV por un fanatismo
intolerante nacido de la oficialización del Cristianismo como religión de un Imperio Romano
sumido ya en su ocaso. El Cristianismo fagocitó tradiciones y credos milenarios, sin embargo
trazas pre-cristianas son aún visibles en sus rituales. En este capítulo recorremos, de modo algo
iconoclasta sin innecesarios oscurantismos, las más conocidas tradiciones consideradas como
esotéricas de nuestra historia occidental (Templarios, Cátaros, Rosacruces y Masones) y
afirmamos que la iniciación no se transmite, se ha de vivir.

La tradición de Oriente

La Sabiduría es común en el Hombre. Las tradiciones orientales utilizan un Camino


diferente de ascesis pero con profundos vínculos con las tradiciones de Occidente. Desnudamos
la tradición Zen y sus métodos, poniéndola en conexión con tradiciones místicas y profanas
occidentales. Discriminamos entre las ramas Soto y Rinzai, vinculando ésta última con la
tradición Alquímica occidental. Profundizamos en el mensaje que la práctica Zen nos da, yendo
más allá del Sutra del Corazón que promulga la vacuidad penetrando en la auténtica Sabiduría
que subyace tras el Sutra de Diamante, cuya simple recitación por un monje anónimo iluminó a
Hui-neng.

Pelando la cebolla Cósmica

La miopía presuntuosa de la comunidad científica impide apreciar la coyunturalidad de


los pilares de la ciencia. La acuidad científica ha devenido soberbia y los límites de la ciencia se
han estrechado los últimos tres siglos; pero no fue así en sus orígenes pues los padres del álgebra
(Descartes), del análisis matemático (Leibniz), de la física (Newton), de la astronomía (Kepler) y
de la química (Boyle) cultivaron íntimamente la Alquimia descubriendo el desconcierto al que se
llega cuando la razón se aplica con valentía hasta el límite de lo humano. El idealismo de Hegel
superó en los albores del siglo XIX a la soberbia kantiana pero no fue entendido. En este capítulo
recorremos el desarrollo de la física moderna, profundizando en la mecánica cuántica y sus
implicaciones cosmológicas. El Universo surgió de una explosión cuántica, por lo que todo él
está enmarañado cuánticamente. La conciencia es sólo Una.

El Arte de la vida

Los textos alquímicos clásicos son difíciles. Las razones son variadas, pero un no
iniciado pensaría sumido en la locura a quien le explicase sin ambages los hechos que se viven
cotidianamente cuando se ha superado la fase de Albedo. El jeroglífico del alquimista es el
Arcano sin número del Tarot que ha de viajar por los 21 restantes Arcanos Mayores, El Loco. La
Alquimia es la Ciencia que explica la transmutación de los metales describiendo la evolución
espiritual del Hombre. En este capítulo se explican los principales elementos de la Alquimia, sus
principios y objetivos utilizando su simbología y mitos clásicos; se abren de modo diáfano
puertas para quien quiera escuchar.

El Gran Arcano

Compendio de este obra que es un eslabón de la Catena Aurea que surgió de la boca de
Hermes para engarzarse en los oídos de quien sepa entender el mensaje. Jung se aproximó a la
Alquimia de la mano de Wilhelm que tradujo el texto alquímico chino El secreto de la flor de
oro y en ella encontró el vínculo medieval entre el Gnosticismo y los arquetipos presentes en los
sueños de sus pacientes, que le permitió desarrollar su modelo del inconsciente colectivo. Textos
de místicos antiguos en culturas diferentes abordan con metáforas el Gran Arcano del que se
habla en esta obra. Kamalashila dijo en el siglo VIII el mundo exterior no existe; es nuestro
propio espíritu quien se proyecta hacia afuera, este mensaje enlaza con la obra filosófica de
Hegel leída bajo el prisma de la obras de su inspirador Boehme. En el Amor está el secreto de la
Maestría.

[1]U. Eco, El péndulo de Foucault


[2] A. George, The Epic of Gilgamesh. Palabras iniciales de la obra, los puntos
suspensivos muestran una palabra perdida en las versiones existentes.
[3] Hachas y puntas de sílex prehistóricas que se relacionaron mágicamente con
tormentas eléctricas vinculando fuego, aire, agua y tierra
[4] R. Alleau, Aspects d’Alchimie traditionelle
[5] M. Eliade, Cosmología y Alquimia babilónicas
[6] M. Eliade, Herreros y alquimistas
[7] E. Conze, Further Buddhist Studies
[8] Véase el Capítulo II
[9] I. Gómez de Liaño, El círculo de la Sabiduría
[10] H. Jonas, La religión gnóstica
[11] O. Spengler, La decandencia de Occidente. Bosquejo de una morfología de la
historia universal
[12] Pseudomorfismo se refiere a una sustancia que cristaliza llenando el hueco liberado
por otro tipo de cristal en el seno de un estrato geológico adoptando una estructura geométrica
externa aparente que no le corresponde a su estructura natural
[13] A.J. Piñero, Textos gnósticos. biblioteca de Nag Hammadi II. Evangelios, hechos,
cartas
[14] P. Le Cour, L’Evangile esoterique de St. Jean
[15] Ciudad de la Prefectura de Aomori en el Norte de Japón
[16] Flavio Josefo, La guerre des Juives
[17] Entre los personajes mesiánicos contemporáneos a Jesucristo habríamos de citar a
Simón el Mago (tomado por algunos como Pablo de Tarso), Apolonio de Tiana y a S. Juan
Bautista.
[18] Plinio el Viejo, Historia Natural
[19] Filón de Alejandría, Apologie des juives
[20] No consideramos casual la pertenencia de R. de Vaux a esta Orden
[21] P. Herrero, Los manuscritos del mar muerto
[22] Pío XII, Carta Encíclica: Sobre el promover oportunamente los estudios de la
sagrada biblia, Cap.25
[23] Identificados de modo unánime con los romanos
[24] Hipólito, Refutación de todas las herejías IX
[25]Sagrada Biblia, versión directa de las lenguas originales por E. Nácar y A. Colunga
[26] Concilio Vaticano II, LG 57
[27] Obsérvese que identificando a Jesucristo con el Mesías Rey no sólo gana sentido el
acrónimo INRI sino también la corona de espinas
[28] Juan XIX, 26-27
[29] Juan II, 1-12
[30] Juan XIX, 25
[31] D. Flusser, Les sources juives du christianisme
[32] Mani nació en el seno de una comunidad ebionita
[33] E. Carro, Astorga, la bien rondada
[34] Sin embargo, prohibían los credos implicando sacrificios humanos o prácticas de
magia negra
[35] F. Cumont, The oriental religions in the roman paganism
[36] Lactancio, De mortibus persecutorum
[37] J.H. Newman, An essay on the development of christian doctrine
[38] Torturar
[39]Museo Pio Cristiano del Vaticano
[40] El milagro de los panes y los peces es narrado hasta seis veces por los cuatro
evangelistas; si bien hay ya antecedentes en el antiguo testamento en II Reyes IV, 42-44
[41]El asno Filosófico, Revista La Puerta 69
[42]Y también el Dios con gorro frigio (i.e. Mitra) es cristiano (Revue d’histoire et de
littérat. Relig., VIII, 1903)
[43] Al parecer la copia se devolvía al viajero y se archivaba el original
[44] Irónico sobrenombre que permite adivinar su fanatismo. Tiene también el dudoso
honor de haber cortado con un hacha, dicho año, la cabeza de la estatua de Serapis en el
Serapeum de Alejandría antes de destruirlo con fuego
[45] Curiosamente en el monte Thabor hubo un santuario esenio
[46] Mateo XVII, 1-2
[47] Fulcanelli, El misterio de las catedrales
[48] G.J. Witkowski, L’art profane à l’ église ; ses licences symboliques, satiriques et
fantasistes
[49] S. Cassagnes-Brouquet, Les vierges noires
[50] Fulcanelli, Les demeures Philosophales
[51] Mahoma subió al cielo a lomos de un caballo alado desde la conocida como Meseta
de las Mezquitas
[52] Para una historia sin elucubraciones fantasiosas léase el serio libro de L. Dailliez,
Les Templiers, ces inconnus o Les templiers de la colección de bolsillo Que sais-je
[53] Es sabido que la orden Benedictina absorbió las tradiciones druídicas celtas tras su
fusión con la Orden de San Colombano. Hecho sugerente es la abadía benedictina de St.
Benoît-sur-Loire (emplazada en en el ombligo de la Galia en el lugar donde los druidas se
reunieron anualmente durante siglos) que aloja las reliquias de San Benito de Nursia, fundador
de la orden en los albores del siglo VI
[54] Originario de Ávila, de Guadalajara o quizás de Granada, pero irónicamente no de
León pese al alias
[55] Conocido símbolo gnóstico de referencias mágicas que perdura en nuestros días en
la palabra abracadabra
[56] P. de Saint-Hilaire, Les sceaux templiers
[57] T. Leroy, director del Museo sobre la orden del Temple en Payns (ciudad natal del
fundador de la orden) demuestra en su libro Les Templiers: legends et histoire cómo aplicando
sentido común puede entenderse la idiosincrasia templaria sin necesidad de una imaginación
incontrolada
[58] Fue allí donde como conclusión del Concilio se redactó la oración el Credo para
erradicar al Arrianismo
[59] Según algunos historiadores fueron Valdenses los masacrados
[60] Para entender de qué se trata la cábala fonética o lenguaje verde o lengua de los
pájaros o también diplomática véase R. Khaitzine, La langue des oiseaux
[61] H. Lincoln et al, El enigma sagrado
[62] H. Lincoln et al, La tumba de Dios
[63] A.J. Festugière, Hermétisme et mystique païene
[64] E. Wind, Pagan mysteries in the renaissance
[65] F. Yates, Bruno and the Hermetic Tradition
[66]Fama Fraternitatis Rosae Crucis, Confessio Fraternitatis y Las Bodas Químicas de
Christian Rosenkreutz
[67] Editor de las obras de Basile Valentín y muy posiblemente la persona tras dicho alias
[68] F. Yates, The rosicrucian enlightment
[69] Pedimos disculpas por el neologismo
[70] R. Lomas, The invisible College
[71] Arquitecto mitológico responsable del diseño y construcción del Templo de
Salomón
[72] C. Knight and R. Lomas, The Hiram Key
[73] W. Goethe, La serpiente verde
[74] E. Canseliet, Alchimie
[75] El ciceón, la bebida iniciática de los ritos de Eleusis era preparada con cebada y
menta
[76] Literalmente antigua Teología en latín
[77] Literalmente tradición en hebreo
[78] K. Kerenyi, Eleusis
[79] Del japonés za (sentarse) y zen (meditación)
[80] Prólogo de El misterio de las catedrales de Fulcanelli
[81] G.S.Kirk, J.E. Raven y M. Schofield, The Presocratic Philosophers
[82] Literalmente en pali, el sabio de los Sakyas
[83] Literalmente extinción en sánscrito. Sus interpretaciones son tan numerosas como las
ramas del Budismo
[84] Literalmente poseer en sánscrito. Hace referencia a la verdadera naturaleza del ser,
aquélla que la primera de las ocho Virtudes, la correcta comprensión logra ver.
[85] Del japonés satoru que significa reconocer. La palabra Satori es equivalente a
Kensho que significa literalmente visión de la esencia
[86] G.W. Hegel, Lógica
[87] Literalmente doctrina de los ancianos en sánscrito
[88] Literalmente gran vehículo en sánscrito
[89] Literalmente vehículo de diamante en sánscrito
[90] Literalmente pobre o deficiente vehículo en sánscrito
[91] Literalmente despierto en sánscrito
[92] E. Conze, Further Buddhist studies
[93] I. Gómez de Liaño, El círculo de la sabiduría
[94] Literalmente Venerable Maestro en japonés
[95] Literalmente verse mutuamente en japonés. Es la primera entrevista privada con un
Roshi en la que éste acepta al incipiente practicante Zen como discípulo
[96] Literalmente encuentros de Zazen en japonés
[97] Literalmente sentencia pública en japonés. Proviene del chino Kung’an.
[98] Literalmente ofrecer una exposición
[99] El más antiguo Hekiganroku de Hsueh Tou recopilador de 101 koans en el siglo XI
traducido al inglés como The Blue Cliff y Mumonkan de Mumon Ekai del siglo XIII recopilador
de 48 koans y traducido, posiblemente de modo erróneo como indica E. Conze, como The
Gateless Gate
[100] M. Proust, Por el camino de Swann
[101] F. Dostoievski, El Idiota
[102] M. Hedsel, El Celador
[103] Literalmente visión de la esencia en japonés. Llamaremos la atención sobre la
hermosa cabala fonética entre Shoken como primer encuentro con tu Roshi y Kensho como meta
final de la relación pactada
[104] D.T. Suzuki, Ensayos sobre Budismo Zen: Volumen I
[105]Prajnaparamita Sutra, El Sutra del Diamante de la Perfección de la Sabiduría es el
libro impreso más antiguo. Descubierto en una cueva sellada a principios del siglo pasado,
muestra claramente la fechada reimpresión en el año 868. Seis siglos antes que la Biblia de
Gutenberg de 1450. Una copia electrónica puede descargarse en el link de la Biblioteca Británica
siguiente: http://www.bl.uk/onlinegallery/ttp/sutra/accessible/introduction.html
[106] P. Kapleau, The Three Pillars of Zen
[107] K. Sekida, Zen training
[108] Literalmente fijar en sánscrito. Así se denominan los estados de meditación
profunda.
[109] L. Cattiaux, El Mensaje Reencontrado - Libro XVIII, 39
[110] Literalmente fenómeno diabólico en japonés. Así se denominan las alucinaciones
que llegan con la práctica continuada de la meditación a las que el meditante debe no prestar
atención alguna pues desvían de la verdad, la comprensión de la esencia última de la realidad
que se trata de alcanzar.
[111]Literalmente no-dualidad en sánscrito.
[112]J. Boehme, Aurora
[113]Dharma es un término complejo de rica semántica. En este caso, y en relación al
Budismo, significa la verdadera doctrina de Buda
[114]Un monje le preguntó al Maestro Joshu: ¿Maestro, tiene un perro naturaleza
búdica? Joshu respondió: ¡mu!
[115] Llamaremos la atención sobre la casual numerología pues 28 y 6 son números
perfectos (igual a la suma de todos sus divisores)
[116] A. Watts, The way of the Zen
[117] Conocimiento perfecto
[118] Literalmente ser despierto en sánscrito
[119] Fulcanelli, El misterio de las catedrales
[120] Véase el capítulo IV de la presente obra
[121] M. Maier, Symbola aureae mensae duodecim nationum
[122] C. Malvasius, Aelia Laelia Crispis non nata resurgens
[123] C. G. Jung, Mysterium Coniuctionis
[124] B. Pascal fue un hermetista además de teólogo y científico multidiscipinar
[125]Gargantúa y Pantagruel de Rabelais es un libro trufado de sabiduría hermética
[126] San Juan de la Cruz, Subida al monte Carmelo
[127] Libro anónimo alquímico de 15 imágenes que han comentado P. Dujols en el siglo
XIX y E. Canseliet en el siglo XX
[128]G.F. Hegel, La filosofía de la naturaleza
[129]J. Lovelock, The ages of Gaia: a biography of our living earth
[130] F. Hoyle et al, A State in C12 Predicted from Astrophysical Evidence, Phys. Rev.
Lett. 92 (1953): 1095
[131] R.H. Dicke, Dirac’s Cosmology and Mach’s Principle, Nature 192 (1961): 440
[132] J.D. Barrow and F.J. Tipler, The Anthropic Cosmological Principle
[133] E. Schrödinger, Mind and Matter
[134] P. Bergier y L. Pauwels, El retorno de los brujos
[135] W. Heissenberg, Physics and Philosophy
[136] A. Einstein, Die Grundlage der allgemeinen Relativitätstheorie, Annalen der
Physik, 49, 1916
[137] S. Weinberg, Gravitation and Cosmology: principles and applications of the
general theory of relativity
[138] Fulcanelli, Finis Gloria Mundi
[139] G. Scholem, Kabbalah
[140] Véase el capítulo I de esta obra
[141] De etimología griega formada por geometría y gramma - metría
[142] Éxodo III, 14
[143]El Zohar, obra esencial de la Kabbalah escrito en el siglo XIII por Moisés de León
[144] Véase capítulo I
[145] M. Maier, Arcana Arcanissima
[146] Saint Baque de Bufor, Concordancia Mito-Físico-Cabalo-Hermética
[147] K. Barry, The Greek Qabalah.
[148] Ocho es el número de Hermes
[149] L. Principe, The Aspiring Adept: Robert Boyle and His Alchemical Quest
[150] F. Yates, The rosicrucian enlightment
[151] I. Coudert, Leibniz and the Kabbalah
[152] G.W. Leibniz, La Monadología
[153] B. J. Teeter Dobbs, The Foundations of Newton’s Alchemy, or the Hunting of the
Green Lyon
[154] W. Pauli, Escritos sobre física y filosofía
[155] G. Ripley, Medulla Alchymiae
[156] I. Newton, Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, 1687
[157] La ley cuadrática de las fuerzas electromagnéticas y gravitatorias tiene una directa
relación con la disminución de la densidad de líneas de campo en una esfera cuya superficie
aumenta con el cuadrado del radio. En un Universo con n dimensiones espaciales dicha
dependencia sería n-1
[158] G.H. Hardy, A mathematician’s apology, uno de los más bellos ensayos que se
hayan jamás escrito
[159] J.C. Maxwell, A Dynamical Theory of the Electromagnetic Field, 1865
[160] J. Jackson, Classical Electrodynamics
[161] M. Planck, On the Law of Distribution of Energy in the Normal Spectrum, Annalen
der Physik, vol. 4, (1901)
[162] A. Pais, Twentieth Century Physics
[163] Electrones emitidos por una superficie metálica sobre la que incide un haz de luz si
éste posee una energía superior a la energía umbral que liga al electrón al átomo
[164] A. Einstein, On a Heuristic Viewpoint Concerning the Production and
Transformation of Light, Annalen der Physik 17: 132–148
[165] Se ha acusado a Einstein de plagio pues parte de sus publicaciones de 1905 se
basaban de modo evidente en trabajos de Lorentz no referenciados y Hilbert obtuvo resultados
similares a sus publicaciones sobre la relatividad general. Sin embargo, no se duda de que sea él
quien entendió la física subyacente más allá de los resultados matemáticos
[166] A. Einstein, A New Determination of Molecular Dimensions
[167] J. Stachel, Einstein’s Miracoulous Year: Five Papers That Changed the Face of
Physics
[168] A. Einstein, Zur Elektrodynamik bewegter Körper, in Annalen der Physik, 17:891,
1905
[169] A. Einstein, Ist die Trägheit eines Körpers von seinem Energiegehalt abhängig?,
Annalen der Physik. 18:639, 1905
[170] A. Aspect et al, Experimental tests of Bell’s inequalities using Time-varying
analyzers, Phys. Rev. Lett. Vol 49, Num 25, 1982
[171] A. Einstein, B. Podolsky and N. Rosen, Can Quantum-Mechanical Description of
Physical Reality be considered Complete?, Phys. Rev. Vol 47, 1935
[172] N. Bohr, Can Quantum-Mechanical Description of Physical Reality be considered
Complete?, Phys. Rev. Vol 48, 1935
[173] E. Schrödinger, Die gegenwärtige Situation in der Quantenmechanik,
Naturwissenschaften 1935
[174] C. Huygens, Traité de la lumière
[175] C. Kiefer, On the interpretation of quantum theory – from Copenhagen to the
present, ayarXiv:quant-ph/0210152v1
[176] E. Schrödinger, An undulatory theory of the mechanics of atoms and molecules,
Phys. Rev. Vol. 28, No. 6 (1926)
[177] H. Everett, Relative State Formulation of Quantum Mechanics, 1957, Rev. Mod.
Phys, 29, 454
[178] W. Heisenberg, Über quantentheoretische Umdeutung kinematischer und
mechanischer Beziehungen, Z. Phys. 33, 879–893 (1925)
[179] M. L. De Broglie, Recherches sur la Theorie des Quanta, Annales de Physique -
10e Série - Tomè III - Janvier-Février 1925
[180] W. Pauli, Über den Zusammenhang des Abschlusses der Elektronengruppen im
Atom mit der Komplexstruktur der Spektren, Z. Phys. 31 (1925), 765-785
[181] W. Heisenberg, Uber den anschaulichen Inhalt der quantentheoretischen
Kinematik und Mechanik. Z. Phys. 43, 172–98 (1927)
[182] P.A.M. Dirac, The Quantum Theory of the Electron, Proc. R. Soc. Lond. A 1928
117, 610-624
[183] M. Born, Zur Quantenmechanik der Stoßvorgänge, Zeitschrift für Physik 37:
863–867 (1926)
[184] F. Dyson, The Radiation Theories of Tomonaga, Schwinger and Feynman, Phys.
Rev. 75, 486–502 (1949)
[185] C.N. Yang and R.L. Mills, Conservation of isotopic spin and isotopic gauge
invariance, Phys. Rev. 96, 1 (Oct. 1954), 191-195
[186] G. Gabrielse, New Measurement of the Electron Magnetic Moment and the Fine
Structure Constant, Phys. Rev. Let. March 2008
[187] T. Kinoshita et al., Revised value of the eighth-order QED contribution to the
anomalous magnetic moment of the electron,
http://arxiv.org/PS_cache/arxiv/pdf/0712/0712.2607v2.pdf (2008)
[188] R. Feynman, QED: The Strange Theory of Light and Matter
[189] J. Schwinger, Gauge Invariance and Mass, Phys. Rev. 125 (1962) 397-398
[190] S. Weinberg, A Model of Leptons, Phys. Rev. Lett. 19 (1967) 1264
[191] S. L. Glashow, Partial Symmetries of Weak Interactions, Nucl. Phys. 22 (1961)
579-588
[192] A. Salam, Weak and Electromagnetic Interactions, in N. Svartholm Ed.,
Elementary Particle Physics (Almqvist and Wiksells, Stockholm, 1968), 367-377
[193] Diecinueve exactamente si se considera a los neutrinos sin masa. Sin embargo, su
oscilación entre sus tres posibles familias leptónicas ha sido recientemente demostrada
infiriéndose que han de tener masa no nula por razones que no vienen al caso; el ajuste del
modelo estándar requerirá varios nuevos parámetros
[194] J. Bardeen, L. N. Cooper, and J. R. Schrieffer, Theory of Superconductivity, Phys.
Rev. 108 (1957) 1175-1204
[195] E. Witten, From superconductors and four-manifolds to weak interactions,
American Mathematical Society Volume 44, Number 3, July 2007, Pages 361–391
[196] J. Wess and J. Bagger, Supersymmetry and Supergravity, 1992
[197] M.B. Green, J.H. Schwarz and E. Witten, Superstring theory
[198] Longitud de Planck= 1.6x10-35 m. Alrededor de 10-20 veces menor que el radio de
un protón
[199] E. Witten, Duality, Spacetime and Quantum Mechanics, Physics Today, May 1997
[200] M.J. Duff, The Theory Formerly Known as Strings, Scientific American February
1998
[201] Oscila entre 25800 y 26000 años, ni siquiera día de hoy se ha determinado de modo
exacto pues dicho periodo varía en funcion de ciertos factores aleatorios
[202] H.M. de Campigny, La tradition Hindou et le Brahmanisme ésotérique
[203] C.G. Jung, La interpretación de la naturaleza y la psique
[204] R. Tarnas, Cosmos y psique
[205] G. Bruno, De l’infinito universo et mondi
[206] F. Yates, Bruno and the hermetic tradition
[207] A. Friedmann, Über die Krümmung des Raumes, Z. Phys. 10: 377–386 (1922)
[208] G. Lemaître, Un Univers homogène de masse constante et de rayon croissant
rendant compte de la vitesse radiale des nébuleuses extra-galactiques, Annales de la Société
Scientifique de Bruxelles, Vol. 47, p. 49, April 1927
[209] V. M. Slipher, The radial velocity of the Andromeda Nebula, Lowell Observatory
Bulletin, pp.2.56-2.57, September 17, 1912
[210] Penzias, A.A.; R. W. Wilson, A Measurement Of Excess Antenna Temperature At
4080 Mc/s, Astrophysical Journal Letters 142: 419–421, July 1965
[211] A.H. Guth, The inflationary universe: A possible solution to the horizon and
flatness problems, Phys. Rev. D 23, 347–356 (1981)
[212] R.A., Alpher, H. Bethe and G. Gamow, The Origin of Chemical Elements, Physical
Review 73 (7): 803–804 (1948)
[213] G.R. Burbidge, W.A. Fowler, F. Hoyle, Synthesis of Elements in Stars, Rev. Mod.
Phys., 29, 547-650 (1957)
[214] A. Wolszczan, D. Frail, A planetary system around the millisecond pulsar PSR1257
+ 12, Nature 355: 145–147 (1992)
[215] Perdonen el ejemplo si resulta obsoleto en el momento de la lectura de este humilde
libro
[216] F. Cordón, Historia de la bioquímica
[217] Es difícil hacerse una idea de una magnitud tan inmensa. Digamos que es un
número superior a todos los granos de arena de todas las playas en las que hayan estado en su
vida
[218] F.X. Chaboche, Le Feu Secret: Ésoterisme et Religion
[219] Plutarco, Isis y Osiris
[220] Fulcanelli, El misterio de las catedrales
[221] Véase el Capítulo II de esta obra
[222] A. Breton, El amor loco
[223] L. Wittgenstein, Tractatus Logicus Philosophicus
[224] La Alquimia China tiene sorprendentes similitudes en su simbología con la
Alquimia occidental. Véase M. Eliade Alchimie Asiatique
[225] S. Hutin, L’Alchimie
[226] Virgilio, La Eneida VI
[227] La simbología de la Sal puede ser confusa. Es considerada como principio como
alegoría del Fuego Secreto; no lo es si simboliza la conjunción perfecta de los opuestos. Otros
autores identifican como principios Prima Materia, Mercurio y Azufre, si bien de nuevo los
vínculos entre el Mercurio y la Prima Materia son numerosos. Preferimos seguir la
identificación canónica de Mercurio, Azufre y Sal
[228] Para una explicación detallada del significado de la estrella y de sus 15 nodos véase
R. Alleau, Aspects de Alchimie
[229] Plinio el Viejo, Naturalis Historiae Libro XXXVI
[230] M. Hover, Le Labyrinthe
[231] M. Maier, Atalanta Fugiens
[232] Esta alegoría de B. Valentin hace evidente referencia al Gran Arcano
[233] Fulcanelli, El misterio de las catedrales
[234]Miroir de l’Art en francés, lo que fonéticamente da cierto juego cabalístico
[235] B. Valentin, Les douces clefs de la Philosophie Hermetique
[236]Visita Interiore Terrae Rectificandoque Invenies Occultum Lapidem
[237] N. Flamel, Les 7 laveures
[238] Árbol que mitológicamente pertenecía a Júpiter
[239] Lo Negro más negro de lo negro, en J. le Tesson, L’Oeuvre du Lion Vert
[240] Altus, Mutus Liber
[241] Preferimos no traducir la expresión en lengua francesa pues se perderían matices
[242] La figura de Jasón es controvertida en este marco pues fue ayudado en todo
momento por la magia negra de Medea que le permitió robar, más no conquistar el vellocino de
oro; su final fue desgraciado
[243] El estado de los símbolo alquímicos otrora existentes en el castillo de esta pequeña
villa dista mucho de lo que Fulcanelli pudo estudiar tras el devastador incendio ocurrido la noche
del 29 de Agosto de 2002
[244] Ver Fulcanelli, Les demeures philosophales para una detallada explicación de los
artesones de este castillo
[245] L. Figuier, L’alchimie et les alchimistes
[246] Acta Apostolorum Apocrypha, II, 2, El himno de la Perla
[247] Según Zoroastro, las actitudes que sucesivamente adopta el adepto en su evolución
espiritual son Saber, Poder, Osar y Callar.
[248] Rubellus Petrinus, La Gran Obra Alquímica
[249] Hermes, Les sept chapitres
[250] C.G. Jung, Psicología y Alquimia
[251] Khunrath, Amphiteatrum sapientiae aeternae
[252] Dionisio Zacarías, Opuscule tres-eccelent
[253] Knorr von Rosenroth, Adumbratio Kabbalae Christianae
[254] Rabí lejiel Bar Lev, El canto del alma
[255]Ignes Natura Renovatur Integra
[256] R. Arola, Alquimia y Religión
[257] Ha de aplicarse precaución y una atenta observación de cómo se desarrollan los
acontecimientos diarios si se aborda su estudio. Se podrían sentir los efectos del Arcano XVI del
Tarot marsellés (íntimamente relacionado con la inflación Junguiana) con pequeñas
sincronicidades incómodas si no ha llegado aún el momento. Se deberá parar en su estudio.
[258] E. Wind, Pagan mysteries in the renaissance
[259] J.A. Bertrand, La Alquimia en el Bosco, Durero y otros pintores del Renacimiento
[260] J. van Lennep, Alchimie
[261] Osho, El libro de la Sabiduría
[262] Modo frecuente de representar a Hermes en la antigua Grecia. Université des
Annales 1910-1911, Les légends de la mythologie grecque et romaine
[263] L. Principe, The Aspiring Adept: Robert Boyle and His Alchemical Quest
[264] B. J. Teeter Dobbs, The Foundations of Newton’s Alchemy, or the Hunting of the
Green Lyon
[265] F.A. Yates, The Rosicrucian enlightment
[266] Allison P. Coudert et al., Leibniz, Mysticism and Religion
[267] G. A. Magee, Hegel and the Hermetic tradition
[268] R. D.Gray, Goethe the Alchemist: A Study of Alchemical Symbolism in Goethe’s
Literary and Scientific Works
[269] Véase el capítulo IV de la presente obra
[270] Véase el capítulo II de la presente obra
[271] P. Kingsley, In the dark places of wisdom
[272] Es de resaltar también la contemporaneidad con ambos de Zoroastro, Confucio y
Lao-Tse
[273] M. Heidegger, Parménides
[274] K. Kerényi, Eleusis
[275] Fulcanelli, Les demeures philosophales
[276] Véase el capítulo IV de la presente obra
[277] K. Yamada, The Gateless Gate y el capítulo II de la presente obra
[278] O. Wirth es un prolífico autor sobre simbolismo masónico de principios del siglo
pasado
[279] Wei Boyang, The kinship of the tree
[280]Sabido es que sueños descritos en Psicología y Alquimia son de W. Pauli con quien
colaboró públicamente en su Escritos sobre Física y Filosofía
[281] C.G. Jung y R. Wilhelm, El secreto de la flor de oro
[282] Kamalashila, Les étapes de la méditation
[283] A. David-Néel y Lama Yongden, La connaissance transcendante
[284] H. Corbin, L’imagination créatrice dans le soufisme d’Ibn’Arabi
[285] H. Corbin, Cuerpo espiritual y tierra celeste
[286] A. Abulafia, L’épître des sept voies
[287] N. de Cusa, Of learned ignorance
[288] C.G. Jung, The red book
[289] U. Eco, El péndulo de Foucault
[290] No otra cosa indica la máxima alquímica les corps n’ont pas d’action sur les corps,
seuls les esprits sont agissants
[291] Aquí nos referimos a la sutil pero brutal diferencia entre la vía seca y la vía corta
[292] Véase el capítulo II de la presente obra
[293] Fulcanelli, El misterio de las catedrales
[294] P. Bouchet, Alchimie et voie intérieure
[295]Véase J. Baruzi , Leibniz et l’organisation religieuse de la terre para una
explicación de los estudios alquímicos de Leibniz. Becco en Leibniz et François-Mercure van
Helmont descubre cómo su mano estuvo detrás de Thoughts on Genesis obra supuestamente
póstuma del alquimista F.M. Van Helmont.
[296] W. Stukeley en sus Memoirs of Sir Isaac Newton’s life narra como un libro
dedicado por entero a la Química, del que Newton sentía como su mejor obra, se perdió durante
un incendio. Esto provocó al parecer una profunda y duradera depresión en Newton. Los
manuscritos alquímicos que se salvaron fueron olvidados hasta su descubrimiento en un
polvoriento baúl y posterior subasta por Sotheby and Co. en 1936.
[297] Goethe, Fausto
[298] Schelling llegó a acusar públicamente a Hegel de plagiar la obra de Boehme tras
ocupar en 1841 su antiguo puesto docente en Berlín
[299] Eros fue representado inicialmente como una piedra bruta en Tespias (Beocia)
desde donde su adoración se extendió por el mundo griego (T. Ely, The Gods of Greece and
Rome)
[300] Hesíodo, Teogonía
[301] Véase el capítulo IV de la presente obra
[302] N. Valois, Le cinq livres
[303] I. Filaleteo, L’entrée ouverte au palais fermé du roi
[304] Huginus a Barma, Le règne de Saturne changé en siècle d’or
[305] T. Mann, palabras finales de La Montaña Mágica
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación
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por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) —www.cedro.org—
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Primera Edición Digital: Noviembre de 2012

Segunda Edición Digital Revisada: Marzo de 2013

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Ilustración del “Loco”: Esther Carro

Ilustración de portada: Triángulo mágico de Hegel

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