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Crónicas de un portal
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Capítulo 2:
Capítulo 3:
Capítulo 4:
Capítulo 5:
MÁS CASUÍSTICA
Capítulo 6:
Capítulo 7:
Capítulo 8:
Capítulo 9:
Capítulo 10:
Apéndice 1:
El cerro Uritorco
El origen de la trama
Para la crónica periodística hay fecha cierta en que comienza la “saga del
Uritorco”. Se trata del 9 de enero de 1986 cuando a espaldas del cerro
“sagrado”, en las estribaciones conocidas como “El Pajarillo”, aparece una
extraña mancha sobre la cerril hierba del lugar, una quemazón de casi treinta
metros de largo por veinte de ancho. Casualmente –o no tanto- en esos días
medraba por la zona un grupo de “contactistas”, que son los primeros en
llegar al lugar, tomar fotografías, atribuir el hecho a la aparición de un OVNI y
difundirlo así por la prensa.
Sin embargo, al César lo que es del César. Sí hubo una aparición OVNI. Pero
no allí. Ni produjo la famosa “huella”.
Pero como hemos visto, esto no es así. No solamente por una cuestiòn de
ubicación y perspectiva: sino por una cuestión de fechas. Ese grupo (llamado
entonces IPEC, Instituto Planificador de Encuentros Cercanos; tiene la misma
génesis pero no es el mismo grupo homónimo hoy existente en Argentina)
afirmó haber hallado la huella el 9 de enero. Pero fue el 9 de enero, aunque a
las 22 horas, cuando los Gómez protagonizaron su episodio. Si la dataciòn del
grupo de contactistas es real, no pudo haber sido el OVNI que por la noche
se aparecería a los Gómez. Y si no es real, debemos preguntarnos porqué
mintieron. En la ediciòn del 28 de junio de 2000 de nuestra revista digital “Al
Filo de la Realidad” (# 10) publicamos respecto a esa “huella” el siguiente
comentario:
La ciudad subterránea
Hay toda una “movida” intensa de lugareños que cooptan el interés por
el cual los ingenuos llegan a Capilla del Monte, llevándoles, en noches
cerradas, a un punto sobre un camino vecinal más allá de la citada Ongamira,
llamado “Puertas del Cielo” donde –les dicen- al entonar ciertos “mantrams”
en una lengua cósmica llamada “iridrin”, aparece la ciudad de Erks. Y allá van,
ateridos de frío aún en pleno invierno, a subir a un montículo y comenzar a
cantar en esa lengua mientras en la lejanía comienzan a verse las luces,
alineadas, algunas movedizas, otra formando cuadrículas, de lo que les dicen a
los turistas que es Erks…. Y en realidad son las luces de automóviles que se
desplazan por rutas así como las propias de localidades como La Caroya y
Deán Funes, ya que en la oscuridad es indistinguible la diferencia entre el cielo
y la tierra y el turista, claro, no regresa al otro día pero a plena luz para
comparar, mapa en mano, sus visiones de la noche anterior con la ruda
geografía. Mejor llevarse la creencia que sí, que efectivamente apareciò Erks,
para envidia de propios y extraños. Y fue este Acoglanis, quien comenzó con
esta “rutina” de reunir grupos por las noches, cantar mantrams y hablarles de
la mitología de Erks. Claro que, si para un servidor lo de Erks es absoluta
mitología, no lo es la posibilidad, avalada por algunas personas críticas y
cinfiables que le conocieron, que dicen que Acoglanis sabía que en la zona se
abrían un “portal” bajo ciertas circunstancias y que el relato de Erks era sólo
un “relato” para bajar al común de los mortales un conocimiento que debía
darse progresivamente. Otros sostienen que no fue Acoglanis sino sus
adláteres quienes sostuvieron la historia de Erks, y que el osteópata griego
simplemente contactaba con entidades inteligentes no humanas en ese paraje.
Yo en lo personal creo que la historia de la “ciudad de Erks” y los recorridos
turñísticos para contactar con ella son la bastardizaciòn de un conocimiento
hermético mucho más profundo de contacto con otras realidades, y que
Acoglanis quizás pensaba develar. Y eso molestó a algunos poderes en las
Sombras. Quizás, Illuminati. Me pregunto si Guillermo Terrera, famoso
filonazi metido a antropólogo y gestor de una paranoia fascista en la regiòn
donde los extraterrestres se mezclan con dioses indígenas, Templarios y
triángulos cósmicos, y amigo durante un tiempo con Acoglanis –hasta que las
relaciones, por cuestiones nunca aclaradas, se enfriaron e incluso se volvieron
hostiles- no tendrá alguna relaciòn.[2]
1[1] Hay hechos que no por sincrónicos o “causales”, reconocidos como tal, son
menos impactantes para mí. En 1978 le obsequié, dedicado, a Enrique Sdrech un
ejemplar de mi libro recién editado “Triángulo Mortal en Argentina”. Enrique falleciò
en 2003. En el año 2007, de paso por una librería de libros usados en Buenos Aires me
encuentro con un ejemplar en venta de ese mismo libro mío y dado que sólo he
conservado un par de ejemplares (y la editorial que lo lanzara cerrara tiempo atrás) lo
compro por unos pocos pesos para coleccionarlo. Esperando el tren urbano en la
estaciòn, se me ocurre hojearlo: allí estaba mi dedicatoria. Era el mismo ejemplar que
le había obsequiado, diecinueve años atrás, a “El Turco”…
2[2] Guillermo Terrera, gran amigo de Jacques de Mahieu, francés refugiado en Argentina tras la
Segunda Guerra Mundial, conocido estudioso de la presencia de vikingos en estas tierras (y menos
conocido por haber sido capitán de las Waffen SS Carlomagno, divisiòn francesa de las SS) sigue siendo
todo un referente del “nazismo esotérico” en Argentina. Referente construido, entre otras
manipulaciones de la Historia, sobre mentiras que sus “seguidores” repiten monocordemente sin
constatar las fuentes. En efecto, Terrera sostuvo a ultranza que el Santo Grial está y estuvo en Argentina
por la pretendida menciòn del Uritorco, cierto “bastón de mando” lítico y las sierras locales en los
poema “Parsifal” y “Perceval”, de Chrétien de Troyes y Wilhem Von Eichembach, escritos entre los
siglos XI y XII, cuando, lógicamente, se supone que Europa ignoraba América. Pues bien, me he tomado
el trabajo de leer íntegramente ambas obras –que pongo a disposición de quien las solicite- y en ninguna
de ellas aparece ninguna de esas referencias… Más información sobre el movimiento neonazi en la zona
en mi artículo: “Nazis a la caza del Grial en Argentina”:
https://alfilodelarealidad.wordpress.com/2012/06/23/nazis-a-la-caza-del-grial-en-argentina/
Capítulo 2:
Estas son las teorías. Pero aquí mostramos un hecho. Una foto con seres que
no estaban físicamente presentes en el momento de obtenerse. Con una
definición de foco, una perspectiva y un encuadre que no admite explicaciones
convencionales y un entorno psicosocial que invalida el fraude.
Capítulo 3:
El castillo de Piria
Nos cabe, sí, el placer de dar a conocer a nuestra ingente masa de lectores este
hallazgo, así como la reunión más o menos ordenada de impresiones,
fotografías, citas históricas y puestas en contexto. Esto, claro, no termina aquí,
y será –como siempre– el lector quien dimensionará la trascendencia que,
correcta o incorrectamente, queremos darle. Comencemos, entonces, con una
jugosa entrevista a su descubridor y propietario legal, seguido del primer
relevamiento hecho por un académico “de carrera” sobre el sitio, cuyas
cualidades, si se nos permite, “esotéricas”, hemos constatado: el particular
alineamiento con otros monolitos ubicados a kilómetros de distancia –como
las rocas esféricas de Los Mogotes– el efecto resonante de pronunciar
“mantrams” en las oquedades funcionales del lugar, las particularidades físicas
extrañas de perforaciones muy difíciles de realizar en la construcción, su
aspecto aterrazado (que me ha tentado más de una vez a denominarlo
“pirámide”), el pequeño “intihuatana”, similar a su referente de Macchu
Picchu y tantas otras particularidades.
GF:> Para poner a nuestros lectores en contexto, describinos qué es “Pueblo Encanto” y
tu relación personal con el lugar.
GF> Alguno, de esos que si se muerden la lengua mueren envenenados, podría argüir que
es un recurso publicitario, habida cuenta que se encuentra dentro de los límites del parque
temático “Pueblo Encanto”. Aunque nadie puede dudar de su existencia física –
simplemente, está allí– sería oportuno que reseñes brevemente la historia del lugar, para
ilustrar sobre la coincidencia en el lugar de intereses tan distanciados en el tiempo. ¿Existe
alguna especulación sobre su antigüedad y quiénes fueron sus constructores?
Yo entiendo que todo tiene su tiempo, y si bien dentro del área aún hay
muchas incógnitas, también hay muchas certezas. Nada ni nadie puede
discutir lo que es en conjunto, tenemos por delante mucho para
estudiar sobre el “contenido”, hay muchas áreas de distintas
ceremonias en su interior, pero hay tantas otras que están claras…
GF> ¿Qué respuesta han dado las “fuerzas vivas” locales a este descubrimiento?
GF> Entiendo que das por sentado que sus ignotos constructores conocían las energías del
lugar. ¿Pensás entonces que el lugar fue empleado para aprovechar esa energía, potenciándola
con la construcción, o fue más bien un lugar devociónal? Es decir, ¿suponés su empleo
religioso o tecnológico?
Decreto
En primer lugar, pese a que ya hemos señalado el relevamiento realizado por
profesionales de la Arqueología, es importante señalar que, como muestra el
documento abajo inserto, con fecha 8 de abril de este año de 2009 la
Legislatura de la Provincia de Córdoba, en base a los antecedentes reunidos, lo
ha señalado como sitio de interés provincial. Restan sin duda muchos estudios
a realizar desde todos los ángulos posibles, tanto desde el que propone la
metodología académica tradicional como el arcano conocimiento esotérico en
general, y al caminar sobre sus muros se tiene la sensación de estar
literalmente a horcajadas de un descubrimiento, no sólo histórica, sino
espiritualmente trascendental.
Perforaciones artificiales
Caminando por sus pasillos, llaman la atención, en primer lugar, los extraños
orificios que se distribuyen en sus muros, en el propio pucará y aun en otras
agrupaciones rocosas de las cercanías. Regulares, evidentemente artificiales (la
roca es granito sólido, que en el arcaico proceso de enfriamiento no toleraba
“burbujas” que pudieran producir oquedades naturales) son magníficos
exponentes de estas afirmaciones. En primer lugar, las perforaciones no son
perpendiculares al exterior: se doblan, ascienden o descienden en curvas
inverosímiles para cualquier broca moderna. Por otro lado, el sedimento de
“limonita” (que le da el característico color naranja a estos orificios) producto
de la deposiciòn y oxidaciòn natural de los elementos a través del tiempo, es el
elemento crucial que permite fechar su antigüedad.
Las fotografías de arriba exponen uno de los fenómenos más interesantes del
pucará. Quizás ignorado por los estudiosos ortodoxos, guarda para los
conocedores de las energías sutiles un matiz poco usual. Se le llama “la
clínica”. En esas oquedades es posible reclinarse y si a corta distancia y desde
distintos ángulos se vocalizan mantrams, se percibe un efecto armonizador (si
se emplean mantrams, claro). En una ocasión sometimos como conejillo de
Indias al propietario del lugar, nuestro amigo Carlos Lusianzoff, haciéndole
recibir el sonido profundo y ancestral de una caracola de “concheros”
mexicanos (el bueno de Carlos estuvo cerca de una crisis cardíaca). Es
importante señalar que investigadores y practicantes de artes terapéuticas y
chamanismo ya están empleando habitualmente este lugar para efectuar
sesiones de sanación y armonización, según se ha informado, con resultados
impresionantes.
cavidad rectangular
MÁS CASUÍSTICA
O esa “nube azulada” donde algunos ven un rostro con inmensos ojos y
otros, el busto de una mujer, flotando sobre uno de nuestros compañeros
durante una noche de vigilia (todas ellas no susceptibles de ser explicadas
convencionalmente al analizar las imágenes).
Comenzar este ensayo escribiendo algo como que los extraños giros del
Destino nos llevan en direcciones impensadas trazando un camino que
comenzó en la infancia y tiene un alto, sólo un alto, en la redacciòn de este
artículo, sería una cursilería literaria si no fuese inevitablemente cierto. Porque
cuando al reflexionar sobre las circunstancias que me llevan a teclear estas
líneas se abreva no solamente en la investigación de campo que uno (el autor)
ya madurito, ha realizado en el terreno, sino se nutre también de casi olvidadas
anécdotas familiares que en su tiempo parecían carecer de relevancia es
inevitable concluir que por más que les pese a los panrrefutadores militantes
cierto ordenamiento inteligente se entreteje en la trama temporal de nuestras
vidas. El Universo, la Conciencia Cósmica, Dios, Bhrama y un Arlequín
cósmico jugando con nosotros; sea el lector quien elija la autoría metafísica.
Yo sólo soy un mortal observador de su accionar.
Pertenezco a una familia que por tres generaciones cumplió espontáneamente
un extraño ritual: cumplidos los once años de cada hijo varón –por línea
paterna desde hace cuando menos cinco generaciones, sólo hemos nacido
varones- éste asciende con su padre al mítico cerro Uritorco, sí, el mismo que
concita el imaginario colectivo en torno a OVNIs y duendes, ciudades
subterráneas y portales cósmicos, en la argentina provincia de Córdoba. Y no
se trata que mi familia tenga un historial de brujas y hechiceros ni entusiasta
pasiòn por lo oculto latente en heredadas bibliotecas familiares, no. Para bien
o para mal, soy el primer Fernández (de ésta rama de los Fernández, habida
cuenta que sumaremos algunos millones en el mundo) con profesional
dedicaciòn a enigmas y misterios. Si sirve de algún parámetro, mi abuelo y mi
padre, socialistas contumaces y proletarios que lograron ascender a puro
esfuerzo en la escala social desde sus humildes orígenes, siempre vieron mi
temprana vocaciòn por investigar “cosas raras” con una indisimulable mezcla
de ternura y preocupación. De modo que esa costumbre casi arquetípica para
nosotros de veranear en Capilla del Monte y que, cumplido sus once años, mi
padre acompañara a mi abuelo a la cumbre del Uritorco, y que cumplidos mis
once años hiciera lo mismo con mi progenitor (con mi único hermano,
menor, aún discutimos la fecha exacta de su propia única ascensión; él no la
recuerda, yo, por el mero hecho de mi mayoría de edad, la ubico alrededor de
los mismos mágicos once años) siempre era visto por las mujeres de la familia
como una curiosidad un poquitín extravagante. Hoy, desde mis cincuenta y
seis años, veo en ello otra Mano, y era muy conciente cuando, diez años atrás,
hice lo mismo con David, mi único hijo varón.
Aviso –quizás tardío- al lector: en este trabajo no encontrará canalizaciones
cósmicas, mensajes mediumnímicos ni revelaciones supranaturales. Sólo, nada
más –y nada menos- que investigación de campo. El resultado de visitar a
través de los años ese mágico enclave y sus aledaños reuniendo datos,
crónicas, testimonios; evaluando “in situ” las observaciones de terceros,
abriéndome paso a punta de sudor entre peñas y matorrales sólo para salir de
ciertas dudas. No le faltará al lector interesado decenas de publicaciones
donde sus autores expondrán sus vivencias personales cuyo valor será funciòn
matemática de la disposición de creer que tenga quien recorra esas páginas.
Aquí hablaremos de otra cosa, de aquello que nutría una adolescencia quizás
lejana pero siempre recordada: la pasiòn por preguntar, por indagar, por
caminar. Recuperar más el espíritu del explorador que el del profeta. Aunque,
claro, lo de “explorador” es una exageración en la bucólica sierra cordobesa
donde el viandante pasea con relativa seguridad y comodidad.
Luego de aquel ascenso de 1969, con once años, llegué a la cima del Uritorco
–hasta hoy- veintiún veces más. Varias de ellas en plan de investigación,
algunas incluso en solitario. He pernoctado en la otrora “Pampita” devenida
en “Valle de los Espíritus”. He visto las “luces del Uritorco”, también.
Cabeza de Cóndor
Las imágenes que quiero presentar fueron tomadas entre El Zapato y el dique
El Cajón, en la meseta que se extiende al norte de éste. Son claramente
discernibles:
a) la cabeza de lo que parece un lobo, con las orejas claramente echadas hacia
atrás, visibles los ojos laterales, las fauces abiertas y la mandíbula inferior
claramente articulada.
b) Dos “cabezas de lagarto” deterioradas pero reconocibles de apreciables
dimensiones (compárese las proporciones), ambas igualmente orientadas al
norte, lo que reduce las posibilidades de una formación natural.
c) “huellas de pies” y otras tallas del suelo rocoso
d) En los “aleros” que se sabe, luego tardíamente, los “henia – kâmiare” (mal
llamados “comechingones”) usaban para largos períodos de ayuno y
meditaciòn (y que miran hacia su cerro sagrado, el Uritorco) recortes en los
mismos presumiblemente artificiosos.
e) Tres rocas –mostramos una de ellas- absolutamente naturales, claro, pero
con la coincidencia que todas se apoyan sobre tres “pies” muy similares, como
si se hubiera rebajado la roca para dejar esta particularidad expuesta.
Cabeza de Lagarto
Quiero sumar también dos observaciones: en Los Terrones (muy cerca del
lugar de referencia) se encuentran rocas horadadas por lo que los lugareños
(sin duda influidos por los académicos) denominan “morteros”, que se supone
para la molienda de granos. Es risible que en ejemplos como los que muestro
lo sean, toda vez que los orificios se encuentran en toda la superficie en
derredor de la roca, para lo cual tendrían que haberla volteado en cada
ocasiòn, teniendo tanta piedra disponible en sus alrededores…. Y, por otra
parte, éstas se encuentran en el sendero que lleva a la “Cueva del Útero” que
se presume sirvió para prácticas chamánicas ancestrales. Yo las supongo
“mojones” de referencia simbólica.
Otra vista
Ahora bien, ¿quiénes hicieron estas obras?. Como escribì, tengo la fuerte
presunciòn que todo el conjunto, Pucará – Cabeza de Cóndor – Tallas de El
Zapato pertenece al mismo horizonte y por lo tanto, la misma época, lo que
de por sí nos sitúa unos 6.000 años A.C. Es probable que en la zona –las
mismas estribaciones serranas, por caso- haya otras tallas de este tipo. Pero lo
cierto es que, por definición, esto no pertenece a ninguna cultura conocida y
tipificada por la ciencia académica. Y nos ubica más cerca de las leyendas
arcaicas, de un Tiwanaku ancestral, del mismo Marcahuasi… Y ante la
pregunta de: “¿porqué no se hallaron antes, y en otros puntos, algunas otras
evidencias?” sospecho alguna catástrofe, vaya a saberse si natural o provocada,
que borró todo otro vestigio más deletéreo de la faz de la tierra. Mis
reflexiones me hacen sospechar esa hecatombe alrededor del 3.600 A.C. por
un colectivo de razones que excede los límites de este artículo.
Como señalamos, allí están las evidencias, inevitablemente ya maltratadas por
el turista desaprensivo. Esperemos, hagamos votos, para que sean
merecedoras de un estudio más acabado y su preservación antes que
desaparezcan.
Pero hay algo quizás aún más interesantes. Si se proyecta imaginariamente una
línea desde el pico hacia el fondo del cercano precipicio, quizás de unos cien
metros, se observa lo que aparenta ser la entrada a una cueva, junto a cuyo
acceso brota un raudo manantial, y señalada – o protegida- por una gran roca
vertical ovoide.
Y aquí lo interesante de comentar. Señalé que nadie parece haber dado cuenta
de la presencia de esta colosal cabeza, quizás de unos cuatro metros de altura.
Pues tampoco, no hay registros de la cueva y, que se sepa, quien la haya
explorado. Obvio es decir que ya está en nuestra agenda, y muy pronto
trataremos de relevar en detalle la efigie y descender al profundo barranco.
Pero queremos con este breve post dejar constancia del hallazgo, en funciòn
de próximas actualizaciones.
¿Huella de “pies”?
En lo personal, no creo que hayan sido los “henia – kâmiare” sus hacedores.
Estudiando en el terreno dicha cultura, he observado que desde lo tecnológico
su naturaleza los llevaba a vivir de la manera más natural posible. De hecho,
sus viviendas eran, en el mejor de los casos, chozas semisubterráneas (por eso
los sanavirones, sus eternos enemigos, llamaron a las vizcacha “k’mchingon”,
dado que ése era el grito de guerra de los henia – kâmiare -y significa “¡A
muerte!”– y, una vez llamados esos roedores así, despectivamente y por
analogía el término revirtió a la etnia que nos interesa por su costumbre de
vivir bajo tierra o en cavernas). Aún más; su presencia es constatada desde
aproximadamente el 3.000 antes de nuestra era, y ya tres mil años antes, es
decir, en el 6.000 A.C. hay evidencia científica de la presencia de un pueblo
aún desconocido pero capaz de grandes logros urbanísticos. La prueba es el
Pucará de Pueblo Encanto datado en ese entonces por los depósitos de
limonita en los orificios excavados artificialmente en el granito. Por la
grandiosidad y magnificencia, estimo que la cabeza de cóndor debe haber sido
obra de la misma cultura.
Muy posiblemente éste sí sea de factura comechingón, toda vez que sabemos
sobradamente que este pueblo reverenciaba el lugar y ascendían al mismo con
propósitos rituales. Así como muchos morteros de la zona sin duda no han
tenido las aplicaciones agrícolas o culinarias que los arqueólogos académicos
tratan de adjudicarle con tan poca imaginaciòn, éste en particular, con un
visible drenaje, seguramente servía, por la vista impresionante de su ubicaciòn,
para el consumo de hierbas o brebajes enteógenos con fines extáticos o
chamánicos. Recordemos que estos pueblos tenían la costumbre de “fumar la
piedra”, taladrando orificios y conductos en la roca -como las “pipas” del
citado pucará- para quemar hierbas que inhalaban con fines rituales. A fin de
cuentas, la práctica devocional de “fumar la piedra” que es también parte de la
Pachamama así como copular con ella -otra práctica extendida por todo el
orbe- pone de manifiesto el atributo humano y sensible que daban al orden
natural.
Permítaseme señalar también en los cercanos Los Terrones una formaciòn,
quizás natural pero con algo de… ¿portal?. Cada uno, cada una, hágase cargo
de sus suposiciones.
Al ver esto, el jefe de dotación destacó a tres bravos para localizar y detener al
incendiario, mientras el resto continuaba combatiendo el fuego. Cuando el
grupo principal se encontraba a unos doscientos metros, los tres bomberos
divisaron al sujeto a unos cincuenta metros de su posición. Eran los hombres
más fornidos del grupo, despojados de su equipo de combate y armados con
machetes de monte, los que se dirigieron hacia el sujeto dispuestos a cumplir
con la orden impartida, sin imaginar el giro que iban a tomar los
acontecimientos.
Cuando se encontraban a escasos metros de lo que a simple vista parecía una
persona vestida de negro, con una especie de capa y un sombrero de ala ancha
del mismo color, fueron detectados por este personaje que inició una veloz
carrera a través del monte, dándose a la fuga en dirección del promontorio
cercano que daba hacia un arroyo. Los tres efectivos lanzados en franca
persecución, se vieron superados en velocidad y agilidad, que, dicho por ellos
mismos, no eran normales. La persecución continuó hasta el promontorio, al
cual llegó primero el sujeto que, dando un prodigioso salto al vacío, se perdió
de vista de sus perseguidores, quienes al llegar al lugar, se encontraron con una
caída vertical de unos ochenta metros, y divisaron la silueta del sujeto
corriendo a toda velocidad por el curso del arroyo hasta desaparecer en el
interior de una cueva, que había en una de sus riberas.
Atónitos por la demostración de agilidad y sin poder entender cómo había
sobrevivido a la caída, el pequeño grupo regresó a reunirse con el resto, e
informar a sus superiores lo ocurrido. Una vez informados éstos, se
comunicaron al campamento solicitando la presencia del personal militar para
garantizar la seguridad de los combatientes. Las tareas de extinción
continuaron normalmente y no se volvió a advertir la presencia del extraño
incendiario en el resto del día. Con las primeras sombras de la noche, se
abandonaron las tareas y se produjo el reagrupamiento en la “base operativa”,
para cenar y descansar para el día siguiente. Por supuesto, el comentario
obligado fue el incendiario y esto motivó, por parte de los superiores, dotar a
cada grupo de una escolta armada.
“Se lo juro, m’hijo, nunca en mi vida había visto algo así, no se puede describir
la cara del tipo, un color oscuro, unos ojos amarillo brillantes y unos dientes
afilados en una mueca horrible. Dio un paso hacia donde yo estaba y a lo
único que atiné fue a apuntarle con la escopeta, lo cual no lo detuvo y
continuó avanzando, así que disparé.
El tiro hubiera bastado para voltear a un toro, pero al tipo sólo lo hizo
trastabillar por lo que le volví a disparar y esta vez sí, cayó al suelo, de
espaldas, sin un quejido.
Una vez recompuesto de la impresión empecé a pensar qué hacer con el
cuerpo, llevarlo al pueblo no podía porque el caballo se negaba a cargarlo,
dejarlo ahí tirado e ir a avisar a la policía tampoco, porque tenía miedo que
algún animal salvaje se lo llevara y me tomaran por loco, así que decidí atarlo y
arrastrarlo hasta una cueva al lado de un arroyo.
Una vez en el lugar, lo enterré dentro de una cueva y tapié la entrada con
piedras, prometiéndome no contarlo a nadie, nunca. Hasta hoy, que los
escuché a ustedes y decidí romperle silencio para que se anden con cuidado y
no provoquen lo que no debe ser provocado”.
Lo último que voy a contarles y ustedes decidirán qué hacer es que hace unos
meses encontré otra vaca muerta como las de antes, entonces me fui a la
cueva y la encontré abierta, con las piedras volteadas de adentro hacia fuera y
la tumba vacía sin tierra, sólo el hueco que yo había hecho”.
Con la llegada del nuevo día retornó la tranquilidad, incierta, por lo que podía
suceder. Se armaron los grupos para terminar el incendio y partieron todos,
con cierto nerviosismo, acompañados por las escoltas militares, que al ser
muchachos jóvenes, se encontraban en las mismas condiciones que el resto.
Los helicópteros sobrevolaban la zona transportando personal a los puntos
más distantes y realizando una vigilancia aérea para informar cualquier
novedad.
Como en el día anterior a media mañana, nuevamente hizo su aparición el
extraño personaje, con la diferencia de que esta vez, todos los grupos tenían
contactos, inclusive los helicópteros lo veían, sin poder seguir su
desplazamiento, ya que se les perdía de vista en las frondosas quebradas.
Mientras tanto los grupos lo veían, algunos a la distancia, observándolos, y
otros eran sorprendidos por un paso raudo y a gran velocidad, entre sus filas,
sin dar en ningún momento oportunidad de actuar a las custodias armadas,
desapareciendo siempre en dirección al arroyo.
Alguna vez escribí y relaté hasta que punto yo mismo, servidor, estuve en la
génesis de la saga del Uritorco. No es por llevar aguas a mi propio molino,
pero conste que, voluntaria o involuntariamente –muchas veces me he
preguntado hasta donde hemos sido instrumentos de alguna extraña fuerza-
participé y precipité acontecimientos que se multiplicaron exponencialmente
hasta transformar a Capilla en lo que es. No me atribuiré méritos ajenos, sino
apenas los propios: como ya supe describir, fui el creador orgánico de aquél
primitivo IPEC (Instituto Planificador de Encuentros Cercanos) junto a Raúl
Somma, Luis Cardoni y Alberto Bignone, luego devenido en FUPEC cuando
la aparición del hasta entonces desconocido Dante Franch. Fui quien les
presentó a mi amigo personal el conocido periodista Enrique “Turco”
Sdrech[1], a la sazón del diario “Clarín”, cronista de policiales pero apasionado
del tema OVNI, mismo que cuando el grupo regresara en enero de 1986 de su
primera travesía –me desvinculé de ese grupo en diciembre de 1985- motivara
a Sdrech a darle doble página central en el periódico (y de allí el salto a la
repercusiòn pública). Fui yo quien les contactara con la Gerencia de
Programaciòn del viejo Canal 9 de TV de Buernos Aires. Contacto que
después llevó a las ya legendarias notas sobre el tema del también fallecido
José de Zer….
En fin, que no era mi intenciòn extenderme, salvo para señalar hasta qué
punto, como dije, se puede ser inconsciente títere de fuerzas extraordinarias.
Quizás las mismas fuerzas que llevaron a la muerte de un “pretendido Ninja”
que solía deambular en el lugar, a quienes viéramos, en aquellos lejanos años,
vestidos a la usanza y con su katana a la espalda recorriendo a los saltos las
estribaciones del cerro…
La ciudad subterránea
Hay toda una “movida” intensa de lugareños que cooptan el interés por el
cual los ingenuos llegan a Capilla del Monte, llevándoles, en noches cerradas, a
un punto sobre un camino vecinal más allá de la citada Ongamira, llamado
“Puertas del Cielo” donde –les dicen- al entonar ciertos “mantrams” en una
lengua cósmica llamada “iridrin”, aparece la ciudad de Erks. Y allá van,
ateridos de frío aún en pleno invierno, a subir a un montículo y comenzar a
cantar en esa lengua mientras en la lejanía comienzan a verse las luces,
alineadas, algunas movedizas, otra formando cuadrículas, de lo que les dicen a
los turistas que es Erks…. Y en realidad son las luces de automóviles que se
desplazan por utas así como las propias de localidades como La Caroya y
Deán Funes, ya que en la oscuridad es indistinguible la diferencia entre el cielo
y la tierra y el turista, claro, no regresa al otro día pero a plena luz para
comparar, mapa en mano, sus visiones de la noche anterior con la ruda
geografía. Mejor llevarse la creencia que sí, que efectivamente apareciò Erks,
para envidia de propios y extraños. Y fue este Acoglanis, quien comenzó con
esta “rutina” de reunir grupos por las noches, cantar mantrams y hablarles de
la mitología de Erks. Claro que, si para un servidor lo de Erks es absoluta
mitología, no lo es la posibilidad, avalada por algunas personas críticas y
confiables que le conocieron, que dicen que Acoglanis sabía que en la zona se
abrían un “portal” bajo ciertas circunstancias y que el relato de Erks era sólo
un “relato” para bajar al común de los mortales un conocimiento que debía
darse progresivamente. Otros sostienen que no fue Acoglanis sino sus
adláteres quienes sostuvieron la historia de Erks, y que el osteópata griego
simplemente contactaba con entidades inteligentes no humanas en ese paraje.
Yo en lo personal creo que la historia de la “ciudad de Erks” y los recorridos
turñísticos para contactar con ella son la bastardizaciòn de un conocimiento
hermético mucho más profundo de contacto con otras realidades, y que
Acoglanis quizás pensaba develar. Y eso molestó a algunos poderes en las
Sombras. Quizás, Illuminati. Me pregunto si Guillermo Terrera, famoso
filonazi metido a antropólogo y gestor de una paranoia fascista en la regiòn
donde los extraterrestres se mezclan con dioses indígenas, Templarios y
triángulos cósmicos, y amigo durante un tiempo con Acoglanis –hasta que las
relaciones, por cuestiones nunca aclaradas, se enfriaron e incluso se volvieron
hostiles- no tendrá alguna relaciòn.[2]
Hace años y poco antes de morir, el mismo periodista vio a Jorge Antonio
caminando del brazo de su mujer a la salida del complejo Village Recoleta. El
deterioro físico era evidente en el caminar pausado y sereno del anciano
empresario. Cuando quiso hablarle aunque fuera unas palabras, Jorge Antonio
lo apartó con un gesto de disgusto. No habló, su expresión en la cara lo dijo
todo.
Mientras tanto, en las calles de Capilla del Monte corre otra versiòn: que Jorge
Antonio era el encargado de cobrar “protección” a los nazis refugiados en
Argentina, que Acoglanis lo habría descubierto –en razón de su amistad
personal con Rubén- y que su asesinato fue encargado por Jorge,
“manipulando” a su hermano para inducirlo a ello.
Esto es, tal vez, apenas una tibia introducción a ese “otro lado” de Uritorco y
sus eternos misterios que –espero- seguirán perdurando más allá de las
oscuridades de toda alma humana.
[1] Hay hechos que no por sincrónicos o “causales”, reconocidos como tal, son menos
impactantes para mí. En 1978 le obsequié, dedicado, a Enrique Sdrech un ejemplar de mi
libro recién editado “Triángulo Mortal en Argentina”. Enrique falleciò en 2003. En el año
2007, de paso por una librería de libros usados en Buenos Aires me encuentro con un
ejemplar en venta de ese mismo libro mío y dado que sólo he conservado un par de ejemplares
(y la editorial que lo lanzara cerrara tiempo atrás) lo compro por unos pocos pesos para
coleccionarlo. Esperando el tren urbano en la estaciòn, se me ocurre hojearlo: allí estaba mi
dedicatoria. Era el mismo ejemplar que le había obsequiado, diecinueve años atrás, a “El
Turco”…
[2] Guillermo Terrera, gran amigo de Jacques de Mahieu, francés refugiado en Argentina
tras la Segunda Guerra Mundial, conocido estudioso de la presencia de vikingos en estas
tierras (y menos conocido por haber sido capitán de las Waffen SS Carlomagno, divisiòn
francesa de las SS) sigue siendo todo un referente del “nazismo esotérico” en Argentina.
Referente construido, entre otras manipulaciones de la Historia, sobre mentiras que sus
“seguidores” repiten monocordemente sin constatar las fuentes. En efecto, Terrera sostuvo a
ultranza que el Santo Grial está y estuvo en Argentina por la pretendida menciòn del
Uritorco, cierto “bastón de mando” lítico y las sierras locales en los poema “Parsifal” y
“Perceval”, de Chrétien de Troyes y Wilhem Von Eichembach, escritos entre los siglos XI y
XII, cuando, lógicamente, se supone que Europa ignoraba América. Pues bien, me he
tomado el trabajo de leer íntegramente ambas obras –que pongo a disposición de quien las
solicite- y en ninguna de ellas aparece ninguna de esas referencias… Más información sobre
el movimiento neonazi en la zona en mi artículo: “Nazis a la caza del Grial en
Argentina”: https://alfilodelarealidad.wordpress.com/2012/06/23/nazis-a-la-caza-del-
grial-en-argentina/
Está circulando desde hace unas tres décadas. Primero en libros de escaso
tiraje, editados en Argentina por la “Escuela Hermética Primordial de las
Antípodas”, la organización esotérica que el profesor Guillermo Alfredo
Terrera instituyó, parte en la provincia de Córdoba, parte entre sus adláteres
en la ciudad de Buenos Aires. Luego, multiplicada por la Internet. Ahora, llega
a aparecer en textos cuasi documentales de editoriales de gran porte.
Se trata de dos trozos supuestamente literarios. Uno, del mennisinger (trovador)
Wolfram Von Echembach:
“En qué lejana cordillera podrá encontrar/ a la escondida Piedra de la
Sabiduría Ancestral/ que mencionan los versos d elos veinte ancianos,
de la isla Blanca y la Estrella Polar/ Sobre la Montaña del Sol con su
triángulod e Luz! Surge la presencia negra del Bastón Austral, en la
Armórica antigua que en el sur está./ Sólo Parsifal el ángel, por los
mares irá/ con los tres caballeros del número impar/ en la Nave
Sagrada y con el Vaso del Santo Grial/ por el Atlántico Océano un largo
viaje realizará/ hasta las puertas secretas de un silencioso país/ que
Argentum se llama y así siempre será/…. (…) Oculto lo mantuvieron
en Viarava los Dioses de la Tierra/ en un Monte Sagrado de la
innombrable Viarava/ sonde Vultán le otorgara su mágico destino”.
Y más adelante, palabra más, palabra menos, los mismos conceptos pone
Terrera en boca de Chrétien de Troyes, en su obra “Parsifal o el relato del
Grial”.
Guillermo Terrera
Jacques De Mahieu
Tal vez lo más grave no sea que Terrera, en defensa de sus especulaciones,
invente esos textos. Tal vez lo más grave es que tantos pretendidos
“investigadores” del “Bastón de Mando”, del Uritorco, de los Templarios en
América, den por sentado que la menciòn era correcta y no hayan tenido la
prolijidad de ir a las fuentes. Porque una cosa es referir esta pretendida
pertenencia en un coloquio informal o en un artículo episódico en un blog, y
otra darle entidad al citarlo como referencia confiable en una pretendida
investigación o, también, como “guiño histórico” en una novela que busca
aunar hechos supuestamente reales con una trama ficticia, como algunas obras
que están circulando, hoy, en el mercado nacional.
Porque preocupa como un tema tan digno de crédito sobre la
posibilidad de la presencia Templaria en el Cono Sur Americano es
bastardeado en aras de una ideología. Que de eso se trata. Terrera, Mahieu
y algunos más –sobre quienes regresaremos en otra ocasiòn- aprovechan un
tema de interés sensible (y de ecos arquetípicos, como es el Grial y los
Templarios) para construir un andamiaje funcional a sus intereses, que no es
otro que afirmar conceptos propios del pensamiento nacionalsocialista al cual
han sido profundamente fieles toda su vida.
Acude a argumentos tan infantiles como que “era una moda de aquél
entonces” o “es lo que había”, insistiendo en ese sentido cuando, con mirada
asaz suspicaz, paseamos nuestra vista por las paredes, evidentemente
refaccionadas una y otra vez: aquí se extrajo un vitral como rosetón para
poner en su lugar inocuas figuras santorales; allá, el perfil facetado del
frontispicio y el ábside, en sus gigantescos y antiguos ladrillos originales, fue
“matizado” con un primoroso revestimiento curvo a la cal. Acullá, los
enormes portones originales fueron retirados para ser reemplazados por
hermosas y gigantescas pero más discretas puertas. Elevo la vista, y allí está el
magnífico rosetón de la cúpula, a través del cual me baña la luz del día. Pero la
bajo también, y entonces, la otra sorpresa.
Hablé de dos símbolos en el embaldosado del piso, pero sólo describí uno. Es
el turno del otro: swástikas de brazos curvos. Miro con atención, comparo y
ya no me quedan dudas: estamos ante una inacabable sucesión de cruces
dextrógiras. ¿Qué hacen aquí?.
Afluyen los recuerdos de tantas lecturas. Una vez más: la svástica no es un
invento nazi. Una vez más: el cabo Hitler, desocupado, viviendo en una
mísera pensión de las pocas monedas que obtenía con la venta de sus
aceptables acuarelas paisajísticas, comenzó a frecuentar las tertulias de una
sociedad de ocultistas e iluminados, conocida como “Última Thule”, de la
cual llegó a ser secretario de actas. Pero ya en esta sociedad secreta se cocinaba
la supremacía del ario, la luego famosa “cosmogonía del hielo cósmico”, las
alianzas espirituales con “otros” seres, y en la portada de sus publicaciones ya
se distinguía el símbolo que sólo desde 1928, con la fundación del Partido
Nacional socialista, se erigiría en un símbolo político.
“Última Thule” supo ser filial –luego separada- de otra orden esotérica, esta
inglesa, conocida como “Golden Dawn” (“Amanecer Dorado”), a la que
pertenecieron, entre otros, Sir Arthur Conan Doyle, el poeta W.B. Yeats y
Alestier Crowley, al cual nos hemos referido en extenso en otra oportunidad.
Pero a su vez, era esta sociedad heredera directa de la “Sociedad del Vril”, una
organización germano-británica que estaba a la búsqueda de un fluido vital
universal (el “vril”) y su manipulación. Aquí seguimos la enseñanza de ese
maestro de investigadores de lo insólito que es el argentino Héctor Picco,
quien ha demostrado fehacientemente que ya a fines del siglo XVIII la
incipiente Sociedad del Vril creía que la manipulación de esa fuerza cósmica
les permitiría, entre otros logros, la conquista del espacio, en una época en que
apenas los sueños de los Montgolfier apuntaban a los cielos.
Ominosamente, descubrimos en el exterior de la iglesia que alguien ha pintado
una svástica hitleriana, como oscuro recordatorio que los nazis también están
detrás de estas relaciones. Durante su apogeo, los miembros de la SS gustaban
desfilar en Berlín con atuendo templario, pues se consideraban herederos
directos de su mitología, historia y misión. Seguir los pasos del Temple a
través del mundo, entonces, era una consecuencia necesaria y previsible.
En Capilla del Monte existe, por otra parte, una subcultura de neto corte
fascista, no oriunda del lugar sino “importada” por esoteristas provenientes
tanto de la ciudad de Buenos Aires como de otras partes del mundo, incluso.
Están radicados allí muchos seguidores de Terrera, abierto admirador del
jerarca alemán, quien por ejemplo escribe en su libro “La Svástica; Historia y
Metafísica”: “El Führer, en uno de sus grandes discursos, pronunciado por 1937, había
expresado con toda claridad: “Que el gran talento que poseen los hombres superiores,
consiste en simplificar los problemas complejos y reducirlos a sus términos esenciales”. Esa
habilidad intelectual es propia solo de los grandes hombres, quienes están dotados de un
poder de síntesis, de comprensión y de asimilación que los convierte en únicos, en maestros, en
estadistas. Son verdaderos Sidas, dioses del conocimiento tanto físico como metafísico…”.
Este libro en particular fue editado en junio de 1989 por la Editorial Patria
Vieja, dependiente de la así llamada “Escuela Hermética Primordial de las
Antípodas”, un grupo de reflexión y difusión no institucionalizado que opera
fuertemente en la región, nucleando a pensadores de esa corriente. Durante
un tiempo me pregunté a qué antípodas se refería, hasta que advertí que estos
neonazis sostienen que el Valle de Punilla está en las antípodas del Tibet. Es
sabido que, para esta particular concepción, las antípodas geográficas de un
lugar sacro, o, deberíamos mejor escribir, un lugar “de poder” repite esa
energía. Otra imprecisiòn más: las antípodas del Valle no es el Tibet, sino un
área próxima a Shangai.
Se dice que en algún lugar de la zona los Templarios en fuga ocultaron el
Santo Grial. Se sostiene que hace unos sesenta años el metafísico Orfelio
Ulises, a su regreso de un viaje al Tibet, descubrió, guiado telepáticamente por
sus maestros, el “toqui lítico” o “bastón de mando”, una fina y larga piedra,
posiblemente de basalto, de aproximadamente un metro veinte de longitud,
un cetro de fuerza cósmica celosamente oculta durante milenios por los
aborígenes comechingones, preámbulo para preparar a la Humanidad para la
recuperación del Grial. La citada “Escuela” entonces, realizó numerosos
seminarios, retiros espirituales, charlas y cursos, apadrinó la publicación de
muchos textos de Terrera y alimentó, a su manera, la saga. Actualmente, las
gestiones semioficiosas de la Municipalidad de Capilla del Monte para
recuperar ese objeto (en manos del heredero directo de Terrera, su hijo) para
“entronizarlo” como un objeto de cuasi veneración en la idílica localidad lo
transformaría, entonces, en Meca de peregrinaje de personas afines a esa
ideología y su sola presencia retroalimentaría aún más la tradición aria de la
postguerra.
El asunto, sin embargo se complica ante las versiones cada vez más firmes de
que dicho “bastón de mando” sería en realidad un fraude perpetrado para
darle identidad a una conspiración. Nuestro amigo Fernando Diz, periodista e
investigador porteño radicado hace muchos años en el lugar, nos adelanta que
ha logrado el testimonio de quienes estuvieron en su momento vinculados a la
elaboración del mismo, prometiéndonos entrevistas exclusivas que no
dudaremos en su momento en difundir.
Hotel Edén
Graf Spee
Terrera ha muerto hace años. Paz para sus cenizas. Pero que el respeto debido
a los muertos no avale una mentira tendenciosa, eco tardío y triste de
autoritarismos perimidos…
Capítulo 8:
Dudé mucho antes de titular esta nota. En verdad, dudé también de escribirla,
toda vez que puede interpretarse como un gesto de orgullo vano. Porque de lo
que aquì voy a hablar es de un logro cuya paternidad en parte me
corresponde, aunque la parte fuerte y extensa de trabajo corriò por cuenta de
amigos del alma. Peo relatemos los hechos como son.
Dudé en escribir este título hasta que una búsqueda prudente me demostró
que estaba en lo cierto. A nadie le hubiera gustado –menos a mí- anunciar la
existencia del “único laberinto de cuarzo en el mundo” para que luego
aparezca cualquier chusco diciendo que ya existen otros veintisiete….
Por cierto, encontré un par, pero si bien seguramente hechos con cariño y
prolijidad acusan, desde el punto de vista de la energía de los cuarzos y
cristales, una deficiencia mayúscula: en esos pequeños laberintos, los cuarzos
descansan directamente sobre el suelo. ¿Y cuál es el problema?. Que, como es
sabido, siendo la tierra buena conductora descarga ipso facto la energía de
aquellos que, así, no son más que simples piedras demarcatorias. Es éste el
único caso donde se ha tomado el cuidado de aislar de la superficie una por
una cada una de las centenares de piezas de cuarzo que conforman los siete
“caminos”, generando así siete círculos de energía gemodinámica para el
caminante. Trabajo enorme, pues además de cortar la piedra para seleccionar
el cuarzo había que talar y cortar la madera necesaria para tantos pedestales…
Pero la prolijidad en aras de eficiencia en el manejo de las energías sutiles no
termina allí: se decidiò emplazar ocho pilares, cuatro orientados con los cuatro
rumbos cardinales yos otros cuatro conformando una Rosa de los Vientos,
recuperando así la energía del Octógono o Estrella de Ocho Puntas que, tal
como hemos estudiado en nuestros trabajos sobre Geometría Sagrada., es la
expresión bidimensional de una Merkhabha. Innecesario señalar, también y
como he referido en otras investigaciones mías, su presencia en la Mohadiz
El’Almeira, la arquitectura sagrada árabe, y qué decir de los Templarios, con
su omnipresente planta octogonal en sus construcciones. Pero el cuidado del
detalle paraliza: obsérvese que todos los pilares tienen diferentes alturas. Dado
que el terreno es inclinado, así se ha logrado que todos ellos –me refiero a los
de los ocho pilares- se encuentren en un mismo plano, y ese plano sea el de las
cabezas de los viandantes.
Fue en el predio Pueblo Encanto, en Capilla del Monte, Córdoba, Argentina
(donde se encuentra el Centro Ceremonial conocido como “Pucará del
Uritorco” y el enigmático castillo construido por aquél conde español de
apellido Estévez, de raigambre esotérica), donde el amigo Carlos Alejandro
Lusianzoff respondiera con entusiasmo a mi idea de trazar un laberinto para
poder realizar caminatas espirituales, meditativas e iniciáticas. Debatimos la
idea, elegimos un diseño “especular” o “de doble rosca” (una vuelta en un
sentido –comenzando por el dextrógiro- otra inversa) y Carlos y su equipo de
trabajadores pusieron manos a la obra en un proyecto que tuvo algo de
faraónico y no sólo por los costos –que no fueron pocos- cuatro grandes
camiones trajeron de alejados puntos de la provincia la cantidad enorme de
cuarzos empleados, más de 700, el menor de los cuales tiene unos veinte
centímetros de diámetro y alcanzan hasta… ¡un metro de diámetro!. La sola
vista de algunas de esas piezas, traslúcidas, brillantes, inmaculadas con decenas
de kilos de peso, impresiona.
Las actividades que pueden realizarse en el mismo son de distinto tipo. como
recorrerlo en forma individual y grupal, en estado levemente meditativo. Se
observará, si alguien toma fotografías, la masiva aparición de “orbs” y otras
extrañas manifestaciones lumínicas, evidencia de las potenciadas energías que
el lugar despierta. Tenga el visitante muy en cuenta, mientras con respeto y
concentración desande lentamente el Laberinto, que este lugar es sagrado por
tres razones: por ser un Laberinto, por ser de Cuarzos, y por estar en
Zona Uritorco.
Lo que muchos ignoran tiene que ver con su historia, una historia que
retrotrae cuando menos en un siglo –y seguramente muchos más- las historias
misteriosas y legendarias. Y, por cierto, echa por tierra los argumentos de los
panrrefutadores militantes que quieren reducir todo a un “bluff periodístico”
de mediados de la década del ’80 del siglo XX.
Por supuesto, quienes hemos invertido años y mucho caminar en la zona
estudiándola sabemos que esto no es así, y que las referencias a los altos
índices de extrañeza de la regiòn se remontan al tiempo de sus primitivos
pobladores, los “henia-kamiâre” (sí, los mal llamados “comechingones”,
correcciòn lingüística que ignoran hasta muchos supuestos “descendientes” de
esa etnia extinguida).
En esta nota no me remitiré –fundamentalmente, porque ya lo he hecho en
otros trabajos en extensión- a los “clásicos”: Erks, visitantes pretendidamente
extraterrestres, “bastón de mando”. Simplemente, me enfocaré en dos hechos
históricos, asociados a (no podía ser de otra manera) los enigmas que plantea
su “fundaciòn”.
El misterio de la iglesia
La postal del enigma
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