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El objeto de estudio de la filosofía

Franklenin Sierra Casiano


Universidad Nacional Autónoma de México
logan.ana@gmail.com

Resumen:
En este trabajo trataré de responder a la pregunta ¿cuál es el objeto de estudio de la
filosofía? Para ello, me guiaré con la tesis, de Ludwig Wittgenstein, que afirma que la
filosofía no es una de las ciencias naturales; tomando esto como hilo conductor defenderé,
siguiendo a Isaiah Berlin, que el objeto de estudio de la filosofía son todas aquellas
preguntas que no tienen un método científico para resolverse. También, argumentaré que la
filosofía no puede ser sólo un estudio teórico a priori que no tome en cuenta el avance de
las ciencias naturales y sociales; para que el quehacer filosófico sea tomado en serio tiene
que tomar en cuenta el avance científico y estar al tanto de lo que sucede en las ciencias.

Palabras claves:
Ludwig Wittgenstain, Isaiah Berlin, método científico, naturalización.

Introducción

En el Tractatus logico-philosopohicus Ludwig Wittgenstein afirma que “[l]a filosofía no es


una de las ciencias naturales. (La palabra «filosofía» debe significar algo que esté sobre o
bajo, pero no junto a las ciencias naturales)” (1922, 4.111). A mi juicio, en nuestros
tiempos, el dictum wittgensteniano sigue teniendo validez; pese a esto, el hecho de que la
filosofía no este a la par que la ciencia, no significa que a la filosofía no le importe el
avance y desarrollo de las ciencias. Hoy más que nunca la filosofía necesita de las ciencias
naturales (y de las ciencias sociales) para poder avanzar en sus diferentes campos.
En la actualidad la filosofía ha tenido que tomar en cuenta el avance de la biología, la
antropología, las neurociencias, etc.; para poder seguir discutiendo problemas filosóficos
que nos siguen atormentado. Por ello, siguiendo la cita de Wittgenstein, quiero defender
dos tesis en este pequeño ensayo: a) que el objeto de estudio de la filosofía son todas
aquellas preguntas que no tienen cabida en ninguna de las ciencias, es decir, la filosofía se
tiene que preocupar por todas las preguntas que no tienen un método científico para su

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resolución; y 2) aún cuando el quehacer filosófico no es comparable al estudio científico,
la filosofía —para ser tomada en serio— tiene que tomar en cuenta los avances en las
diferentes ciencias para poder participar activamente en la búsqueda del conocimiento.
Defendiendo ambas tesis podré sugerir que, al menos, algunas áreas de la filosofía
necesitan naturalizarse; además, otra consecuencia que se desprende de las tesis uno y dos
es que la filosofía necesita llevar a cabos proyectos de investigación multidisciplinarios.

¿Cuál es el objeto de estudio de la filosofía?


Isaiah Berlin (1983) afirma que existen dos grandes clases de preguntas: las fácticas y las
formales; mientras que dentro de la primera categoría entran las preguntas que se hacen
disciplinas como la química y la antropología, la segunda clase de preguntas corresponde a
las que se hacen las disciplinas formales como las matemáticas o la gramática. Ambos
tipos de preguntas comparten la característica de que cuentan con un método científico
para poder responderse; sin embargo, para Isaiah Berlin, existe un tercer grupo de
preguntas que no entran en ninguna de las dos categorías mencionadas anteriormente:
Las preguntas acerca del tiempo, de la existencia de los demás, y así sucesivamente, hunden
al interrogador en la perplejidad y fastidian a las personas de mentalidad práctica,
precisamente porque no parecen conducir a respuestas claras o a la obtención de ninguna
especie de conocimiento útil. […] La única característica común que todas estas preguntas
parecen tener es que no pueden contestarse, ni mediante la observación, ni a través de un
cálculo, ni por métodos inductivos, ni mediante la deducción[…] (1983, p. 30-31).

Así, todas aquellas preguntas que no entran ni en la categoría de preguntas fácticas ni en la


de preguntas formales son a las cuales la filosofía tiene de responder; la característica de
estas preguntas es que no tenemos un método con la cual resolverlas. Cuando nos hacemos
preguntas filosóficas no sabemos a donde ir para encontrar su respuesta y tampoco
sabemos cómo obtendremos su respuesta. Por ello, me atrevo a afirmar que el objeto de
estudio —de la filosofía— tienen que ser todas aquellas preguntas que no tienen cabida en
ninguna de las ciencias y que carecen de un método científico para resolverse. Esto a
primera vista parece ser una respuesta no muy convincente: estoy afirmando que el objeto
de estudio son las preguntas que no tienen un método científico; pero, ¿cuáles son estas
preguntas? Veamos algunos ejemplos que Thomas Nagel nos da:
Un historiador puede preguntarse qué ocurrió en algún tiempo pasado, pero un filósofo
preguntará: ‘¿Qué es el tiempo?’ Un matemático puede investigar las relaciones entre los

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números, pero un filósofo preguntará: ‘¿Qué es un número?’ Un físico puede preguntar de
qué están hechos los átomos o qué explica la gravedad, pero un filósofo preguntará cómo
podemos saber que existe algo fuera de nuestras mentes (1995, p. 8).

Así, la única franja que existe para delimitar las preguntas, que tienen que ser el objeto de
estudio de la filosofía, es que aquellas preguntas que carezcan de un método científico para
resolverse se volverán preguntas filosóficas; pero bastará con que una pregunta encuentre
su método de resolución para que deje de ser una pregunta filosófica y pase a ser una
pregunta que las ciencias puedan responder.
Mucho se ha criticado a la filosofía sobre su aparente inutilidad, pero, lo que la
mayoría de las personas no alcanza a ver es que no es que no haya avance filosófico, sino
que, una vez que la filosofía logra responder a una pregunta (o encuentra un método para
su resolución) esta deja de considerarse filosófica y pasa a formar parte de las ciencias.
El estudio del cosmos, que ahora le pertenece a la astronomía, fue alguna vez parte de la
filosofía; la obra maestra de Newton se llamó "Los principios matemáticos de la filosofía
natural" … De esta forma, en su mayoría, la incertidumbre filosófica es más aparente que
real: aquellas preguntas que son capaces de ofrecer respuestas definitivas son consideradas
ciencias, mientras que aquellas de las que, en el presente, no se tiene una respuesta definitiva
permanecen en lo que llamamos filosofía (Russell 1982, p. 224).

El caso de la astronomía y de la psicología, que en su momento se separaron de la filosofía


y se volvieron disciplinas independientes, son prueba en contra de la idea de que la
filosofía es un quehacer inútil. Como habíamos afirmado en la introducción: la filosofía no
es una ciencia, pero esto no significa que la filosofía sea un quehacer inútil y que se tenga
que deslindar de las ciencias. La filosofía no puede disociarse del avance científico ya que,
de otro modo, caeríamos en el riesgo de hacer tratados filosóficos que nada tienen que ver
con la realidad. Por mucho que nos duela, la filosofía algunas veces tiene que dejar el
terreno de lo a priori para voltear los hechos empíricos del mundo.
En 1976 Richard Dawkins escribió que "[l]a filosofía y las materias conocidas como
‘humanidades’ todavía son enseñadas como si Darwin nunca hubiese existido." (p. 21) A
mi juico, hoy en día, tal afirmación no es de todo valida ya que en nuestros tiempos es
imposible pensar a la mayoría de las ramas filosóficas sin la ayuda de las ciencias; no
podemos pensar, por ejemplo, a la ética sin la ayuda de la biología o a la filosofía de la
mente sin las neurociencias. La filosofía necesita de las ciencias para poder avanzar, el

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filosofo del siglo XXI tiene que echar mano de los científicos y de las diferentes ciencias
para poder avanzar en sus investigaciones. La tan marcada distinción del siglo pasado,
entre ciencias formales y ciencias naturales, por fin se está rompiendo y es una frontera
obsoleta; la filosofía, para aventurarse a explicar la mente y la conciencia, tiene que
apoyarse no solo en las neurociencias o la biología, sino también de la antropología.
El filósofo tiene que apoyarse en las ciencias para que sus disertaciones filosóficas
tengan relevancia; el hecho de que la filosofía no sea una ciencia no significa que tenga
que olvidarse de ellas. Además, la filosofía no solo se ocupa de las preguntas que no tienen
cabida en las ciencias, también brinda otro tipo de ayuda nada desdeñable: clarificar
conceptos. Si, como afirma Wittgenstein, la filosofía no puede estar a lado de las ciencias,
entonces el lugar que le corresponde a la filosofía es de base a las ciencias.

Conclusión
Hasta aquí, he defendidos dos tesis: 1) que el objeto de estudio de la filosofía son las
preguntas que no tienen un método científico para su resolución y 2) que la filosofía tiene
que tomar en cuenta el avance de las ciencias. Mi determinación de defender este segundo
punto es que, tal vez, puede haber filósofos que se aventuren a responder, preguntas
filosóficas, sin tener en cuenta el avance científico y tecnológico. Esto, desde mi punto de
vista, sería un grave error pues entonces las respuestas filosóficas no serían más que
fabulas alejadas de la realidad.
Una consecuencia directa de las dos tesis que defiendo es que algunas de las ramas
de la filosofía se tienen que naturalizar, es decir, tendrán que tomar en cuenta el avance de
las ciencias para poder desarrollarse. Quine (2002) sostuvo que la epistemología se tenía
que naturalizar, yo afirmo que no sólo la epistemología sino también la ética y la filosofía
de la mente, por mencionar solo a algunas ramas. Esto no significa que la filosofía se tenga
que convertir en una ciencia ni mucho menos, sino que, simplemente, la filosofía tiene que
tomar en cuenta los avances científicos y tecnológicos para poder especular sobre los
problemas que siguen fascinándonos; pues, por ejemplo, de nada serviría que la filosofía
especulara sobre la mente si lo que dice es totalmente contrario a lo que las neurociencias
muestran. Tarde o temprano, nos tenemos que dar cuenta que como filósofos no nos
bastamos; como filósofos nos quedan dos alternativas: o estudiamos solos sobre los temas
que nos importan (y entonces iremos lentos) o hacemos estudios interdisciplinarios para
tomar la ayuda de biólogos, psicólogos, matemáticos, físicos, antropólogos, etc. Debido a
la ingente cantidad de conocimiento que hoy en día tenemos, es imposible que el filósofo

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sea un conocedor en todos los campos y ramas de la ciencia; la figura del filósofo erudito
conocedor de todo ha quedado atrás y hoy en día no es más que un ideal, así que tenemos
que tomar la ayuda de todas las ciencias o aventurarnos a que nuestro quehacer filosófico
se vuelva un estudio aislado y alejado de la realidad.

Bibliografía

Berlin, I. (1983). Conceptos y categorías. México: Fondo de cultura económica.

Dawkins, R. (1989). The selfish gene. Oxford: Oxford University Press.

Nagel, T. (1995). ¿Qué significa todo esto? Una brevísima introducción a la filosofía.
México: Fondo de cultura económica.

Quine, W. (2002). La relatividad ontológica y otros ensayos. Madrid: Tecnos.

Russell, B. (1982). Los problemas de la filosofía. Méxicodo: Ediciones selectas.

Wittgenstein, L. (2003). Tractatus logico-philosopohicus. España: Alianza.

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