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Alfredo y las verduras: Cuento infantil

Érase una vez un niño llamado Alfredo al que no le gustaban para nada las verduras.
Cada vez que su mamá hacia una deliciosa ensalada o sopa, se negaba rotundamente a
comer, porque decía que su aspecto era extraño, aunque lo cierto es que no podía decir
mucho de su sabor, puesto que a su corta edad nunca los había probado. No importa lo
que se esforzara mamá para que comiera sus vegetales.
Alfredo era un niño muy enérgico, jugaba al futbol con sus amigos y nunca faltaba a
clases, y así era todo hasta que un buen día, comenzó a toser sin parar.
¡Coff, coff! – Tosía fuertemente Alfredo.
Su mamá preocupada lo llevó al doctor para asegurarse de qué tenía su pequeño niño.
En el hospital un amable señor de lentes redondos y bata blanca revisó a fondo a Alfredo,
con un estetoscopio escuchó su respiración atentamente y rápidamente llegó a la
conclusión de que Alfredo tenía una fuerte gripe.
Tiene muy bajas las defensas –Explicó con paciencia el doctor- Debe tomarse su
medicina y comer mucha sopa y vegetales.
Sopa y vegetales no-Suplicó Alfredo- No me gustan, ni siquiera es comida de verdad.
Claro que lo es –Aseguró el doctor- Es mucho más sana y nutritiva de lo que puede ser
una hamburguesa o una pizza, y también es mucho más deliciosa.
No lo creo –Contradijo el pequeño malhumorado por estar perdiendo la discusión.
¿Lo has probado?- Preguntó con una sonrisa el médico.
No…- Dijo tímidamente Alfredo.
Entonces no puedes decir que no te gusta si no lo has probado-Dijo acariciándole la
cabeza al pequeño.
Mis amigos dicen que sabe terrible- Se cruzó de brazos el niño.
Hay que aprender a apreciar y disfrutar de lo que nos hace bien, sobre todo para un niño
tan enérgico como lo eres tu Alfredo, si sigues una dieta sana crecerás grande y fuerte-
Concluyó el médico anotando en unas hojas nombres de medicamentos e instrucciones.
Alfredo se quedó en silencio mientras su madre tomaba las hojas y agradecía al doctor
por todo. Luego, bajó de la camilla y aun con los brazos cruzados, salió del hospital.
De camino a casa su mamá entro en un supermercado, y mientras pasaban por la zona
de golosinas, Alfredo tuvo la esperanza de que mamá le comprara alguna galleta, pero
ella siguió de largo, rumbo al lugar de vegetales y frutas.
Me siento robado –Repetía Alfredo mientras miraba a su madre meter y meter frutas y
vegetales en el carrito de compras- Estoy moribundo y en vez de mimarme planeas
torturarme mamá.
Su mamá solo reía por las ocurrencias de su pequeño, pero para cuando habían llegado
a casa, Alfredo ya se había resignado a comer “esas cosas verdes”. Mamá contenta hizo
sopa y otras deliciosas comidas con mucha verdura, y luego picó muy pequeñas las
frutas y las puso en un postre.
Sirvió varios platos frente a su pequeño y con una sonrisa ella también se sentó a comer.
Alfredo veía como su madre parecía estar disfrutando de toda la comida que había en la
mesa, tanto así, que por un momento pensó que quizás no sabría tan mal todo aquello.
No sabrás si te gusta si no lo pruebas –Aseguró su mamá.
Alfredo se llenó de valor y tomó una cucharilla. Luego, apretando mucho los ojos, se llevó
a la boca una cucharada de sopa y al instante se sorprendió del delicioso sabor, nunca
imaginó que sabría así de bien.
Emocionado y contento, comió hasta dejar los platos vacíos.
Era cierto lo que había dicho el doctor aquel día, no sólo no puedes criticar algo que no
has probado, sino que también debes aprender a apreciar todo aquello que te hace bien.
Después de ese día, Alfredo se curó rápidamente y aun después de estar sano, seguía
comiendo las deliciosas y sanas comidas con vegetales y frutas que su mamá hacía con
mucho cariño para él.

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