Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Simposio Filosofía Política - Brasil - 2005
Simposio Filosofía Política - Brasil - 2005
sociales y democracia.
Guillermo A. Vega
Hoy en día existen numerosos trabajos académicos que dan cuenta de los problemas
que afectan a gran parte de las democracias latinoamericanas. Estos no sólo se detienen
en una descripción pormenorizada del estado de cosas actual, sino que, al mismo
tiempo, ensayan interpretaciones tendientes a poner en evidencia los acontecimientos
que contribuyeron a la hegemonía de las presentes instituciones y prácticas políticas. En
este trabajo no pretendo recorrer estas temáticas, puesto que considero que han sido
trabajadas con suficiente amplitud y profundidad, en vez de ello quisiera reparar en la
relación que existe entre los estudios sociales que versan sobre la democracia, y esta
última comprendida como un determinado conjunto de prácticas sociales instituidas.
Con respecto a los dos términos de esta relación, supondré que todos sabemos de
qué hablamos cuando decimos “ciencias sociales”. Sin embargo, en lo que atañe a la
palabra “democracia”, el consenso sobre su sentido se vuelve más difícil. Para el caso,
optaré por entenderla como una determinada práctica social, que se encuentra
entrelazada con un discurso específico que resalta los principios en torno de los cuales
se estructura y que, al mismo tiempo, explicita las reglas del “juego democrático”.
Este acontecimiento diluye el pacto que la modernidad había forjado entre ciencia y
política, y da por tierra con las esperanzas de un progreso social en función del
desarrollo científico. Claro que aquí habría que hacer algunas distinciones. La relación
Profesor en Filosofía. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional del Nordeste. Resistencia,
Chaco, República Argentina. E-mail: gui_vega@argentina.com
1
Doy por sentado que existe una relación (o al menos una pretendida relación) entre ciencia y poder
político. El iluminismo y, posteriormente, el positivismo dieron origen y orientaron el desarrollo de esta
idea.
1
entre saber y poder se dio durante la modernidad europea en función de determinadas
disciplinas; particularmente aquellas cuyos resultados de investigación podían
convertirse en tecnología y brindar utilidades a la producción. El camino recorrido por
las ciencias sociales fue un poco más tortuoso. Después de mimetizarse con el
positivismo, sobrevino una etapa crítica que puso en entredicho el estatuto
epistemológico de las disciplinas sociales. Durante la primera mitad del siglo XX se
ponen en escena concepciones ajenas al positivismo que propiciarán una revisión
importante del pacto moderno entre saber y poder (es el caso de la Teoría Crítica y de
algunas reflexiones originadas a partir de la ontología hermenéutica de M. Heidegger).
Por otro lado, aún no ha desaparecido aquella tradición iniciada con la Escuela de
Frankfurt; la de una ciencia social crítica y comprometida con la denuncia de las formas
de opresión de la sociedad capitalista. De hecho, una parte importante de las
investigaciones académicas comulgan con esta perspectiva en nuestra región. Dentro de
esta línea de prácticas y discursos científicos, el vínculo entre saber y poder vuelve a
desdibujarse en relación con el proyecto de la modernidad. Aquí, el saber examina el
poder y, al mismo tiempo, torna observables sus injusticias.
La ciencia social crítica rompe así con la pretendida neutralidad axiológica del
conocimiento, tan característico de la modernidad. Un saber que está orientado por
principios del orden de la justicia, sólo puede relacionarse con el poder actual (tanto
político como económico) en los términos de la conflictividad. De esta manera, el
discurso moderno acerca de la relación entre saber y poder se desdibuja por un lado,
pero se reedita por otro. Es claro que la modernidad no comprendía el saber en los
términos de la actual ciencia social crítica, pero también es evidente que existe una
pretensión, dentro de los estudios críticos, de viabilizar una mejora tanto en una
dimensión social como política.2
2
Cfr., Wacquant, Loïc. “El pensamiento crítico como disolvente de la doxa”, en Adef. Revista de
Filosofía,Vol. XVI, Nº 1, Bs. As., Altamira, mayo 2001, p. 130, “En una palabra, el pensamiento crítico es
el que nos brinda los medios de pensar el mundo tal como es y tal como podría ser.”
2
científico en algunos países de nuestra región. La otra involucra las instituciones del
Estado, así como programas y presupuesto específicos para el desarrollo científico.3
Con respecto a la historia es inevitable considerar la gravitación que han tenido los
gobiernos militares sobre las disciplinas sociales en nuestra región. Argentina es un caso
paradigmático al respecto. La dictadura que comienza en el ´76 y termina en el ´83 se
encargó de vaciar de intelectuales los grandes centros de producción científica que
estaban ubicados en las universidades nacionales. El terror generado a partir de las
persecuciones, las torturas y las desapariciones generaron una diáspora de científicos
hacia el exterior. La censura completó la escenificación de la tragedia a través de
numerosos rituales de quema de libros, por medio de los cuales se pretendía que el saber
desapareciera, corriendo una suerte semejante a la de los cuerpos que lo portaban.
3
formación de futuros cientistas sociales, el lugar que ocupan las universidades dentro de
la estructura educativa del Estado y la disponibilidad de infraestructura y financiación
para los programas de investigación.
5
Esta es una de las grandes modificaciones que se introduce con la Ley de Educación Superior, aprobada
en 1994.
6
Me refiero a Cavallo, ministro de economía durante el gobierno de C. Menem. La frase fue mencionada
en ocasión de una protesta realizada por científicos del CONICET en reclamo de un aumento salarial.
4
Dada la fuerte gravitación que han tenido y que, en una u otra medida aún tienen en
las democracias de gran parte de nuestra región, las dictaduras militares, la labor de las
disciplinas sociales debería plantearse en los términos de un compromiso con la
memoria social y política. Esto implica poner en juego un criterio de valor muy fuerte
que guíe la elección de las temáticas de investigación, a los efectos de identificar y
denunciar el legado de los regímenes dictatoriales (me refiero a determinadas prácticas
que aún se conservan en las fuerzas de seguridad,7 leyes que no han sido derogadas,
individuos que desempeñaron funciones clave en el Estado autoritario y que, aún hoy,
siguen ocupando posiciones de gran responsabilidad en el marco de un régimen
democrático,8 etc.). El compromiso con el pasado no significa un “encapricharse” con lo
acontecido, sino que, más bien, pone en evidencia que aquello que se considera como
“pasado” sigue siendo, en gran medida, “presente”.
7
Dichas prácticas, al haberse ausentado los individuos vinculados con el proceso, siguen presentes,
reproduciéndose una y otra vez sin que nadie las interpele y les ofrezca un límite.
8
Esto es notorio incluso dentro de las universidades nacionales. Personajes que otrora fueron decanos de
facultades al tiempo que se perseguía a docentes y se quemaban libros en las bibliotecas especializadas,
hoy gozan de prestigio profesional y desempeñan sus actividades sin que pueda endilgárseles ningún tipo
de responsabilidad con respecto a tales acontecimientos.