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KARL FRIEDRICH GAUSS

(Karl o Carl Friedrich Gauss; Brunswick, actual Alemania, 1777 - Gotinga, id., 1855)
Matemático, físico y astrónomo alemán. Nacido en el seno de una familia humilde,
desde muy temprana edad Karl Friedrich Gauss dio muestras de una prodigiosa
capacidad para las matemáticas (según la leyenda, a los tres años interrumpió a su
padre cuando estaba ocupado en la contabilidad de su negocio para indicarle un
error de cálculo), hasta el punto de ser recomendado al duque de Brunswick por sus
profesores de la escuela primaria.
La infancia de Gauss, nos relata que aprendió a leer él solo (autodidacta) y que a
los tres años le corrigió un error aritmético a su padre. Gauss fue escolarizado de
forma temprana en la ciudad de Braunschweig, cerca de Hanover. Su más famosa
anécdota como sigue:
En 1784, tras su séptimo cumpleaños, el pequeño entró en una escuela pública de
educación primaria donde las clases las impartía un profesor llamado Büttner. La
escuela estaba ubicada en una habitación sombría, de techo bajo, suelo desigual,
… donde cerca de un centenar de pupilos de Büttner iban y venían. El profesor
imponía una disciplina rígida y nadie podía llevarle la contraria. En esta escuela,
que seguía el patrón de la Edad Media, Gauss llevaba dos años como alumno sin
provocar ningún incidente reseñable.

El primer día que Gauss asistió a la clase de Aritmética, en la que había niños de
hasta 15 años, ocurrió un incidente que Gauss solía contar ya anciano para el
deleite de sus contertulios. Cuando el profesor proponía un problema, el alumno
que acababa el primero tenía que llevar su pizarrita hasta la mesa del profesor. El
segundo que lo lograra colocaba la suya encima, y así sucesivamente. El primer día
que el joven Gauss entró en clase, el profesor Büttner, a viva voz, estaba dictando
un problema de aritmética para sus alumnos. Justo al acabar de dictar el problema,
Gauss colocó su pizarrita sobre la mesa del profesor, quien con absoluta seguridad
afirmó: “Debe estar mal.” Mientras, el resto de los alumnos continuaron con su tarea
(contando, multiplicando, y sumando). Büttner recorría la clase observando a sus
alumnos con una mirada irónica, casi compasiva, hacia sus alumnos. Sólo un niño
estaba sentado, callado, con su tarea ya finalizada, consciente de que la había
resuelto correctamente y que su resultado era el único posible.

Al final de la clase, el profesor dio por acabado el examen y volvió las pizarras hacia
arriba. La primera, la del joven Gauss, sólo contenía un número. Cuando Büttner lo
leyó, para su sorpresa y la de todos los presentes, resultó que la respuesta del joven
Gauss era correcta. Muchos de sus compañeros, sin embargo, habían obtenido una
respuesta errónea.

¿Cómo lo hizo?. Pues se dio cuenta de que la suma del primer número con el último
(1+100) era igual que la del segundo número y el penúltimo (2+99), y así
sucesivamente. Por lo que, como había cien números, se formaban 50 parejas con
la misma suma, es decir 101. Por lo que sólo faltaba multiplicar 101 x 50 = 5.050

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