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MOZAMBIQUE.

TRABAJANDO CON NIÑOS EXSOLDADO

Mozambique es un país situado en el sur de África, con 2.800 km de costa a las márgenes del
Océano Índico. Hasta 1975, fue una colonia portuguesa. Mozambique conquistó su
independencia solamente después de diez años de lucha armada entre las fuerzas colonialistas
portuguesas y las fuerzas nacionalistas lideradas por el FRELIMO (Frente de Liberación
Nacional). El deseo de independencia de los mozambicanos fue recibido por los portugueses
con masacres y agresiones.
En 1977 deflagró el conflicto entre el gobierno socialista del FRELIMO, que estaba en el poder, y
las fuerzas contra-insurgentes de la RENAMO (Resistencia Nacional de Mozambique), luego
después de la independencia. Las fuerzas políticas globales específicas actuantes en el conflicto
FRELIMO-RENAMO tornaron a éste particularmente brutal y destructivo. Uno de los motivos
para esto: este último conflicto no unió a los mozambicanos contra un agresor común extranjero,
como había ocurrido en las guerras coloniales.
Al contrario, los conflictos internos, que las políticas socialistas del FRELIMO pueden haber
engendrado en su gobierno, luego después de la independencia, fueron alimentados por
segregaciones regionales y la política de la guerra fría global que apuntaba a promover la
desestabilización por todo el sur de África. Temiendo a la presencia de un fuerte gobierno negro,
nacionalista y socialista, simpático a las fuerzas anti-apartheid, la RENAMO fue inicialmente
apoyada por el gobierno blanco sur-rodesiano (hasta 1980) y, subsecuentemente, por el
gobierno racista de África del Sur. El FRELIMO, por otro lado, había sido apoyado por el bloque
socialista oriental y, así, sufrió las repercusiones económicas y políticas de su elección de la
alianza en las relaciones Este- Oeste
A pesar del FRELIMO y la RENAMO haber firmado un acuerdo de paz en 1992, y organizado
elecciones democráticas pluripartidarias en 1994, el conflicto cobró un tributo no sólo material,
como psicológico y espiritual de los niños, de sus familias y comunidades.
Las repercusiones psíquicas de la actuación de las fuerzas políticas específicas por detrás del
conflicto fueron especialmente serias pues la campaña de desestabilización regional tenía como
uno de sus objetivos la destrucción del tejido de la vida social y de la estabilidad comunitaria
(Vines, 1991).
- El conflicto costó casi un millón de vidas humanas,
siendo 45% de ellas niños con edad menor a los 15 años (UNDP, 1990).
- Un millón y medio de mozambicanos tuvieron que buscar refugio en Zambia, Zimbabue, Malaui,
Tanzania y África del Sur.
- Aún, otros 3 millones se tornaron internamente
“desplazados de guerra”, en la medida en que las comunidades rurales fueron forzadas a migrar
para centros urbanos o lugares militarmente más seguros.
- 600.000 niños fueron privados del acceso a la escuela debido a la destrucción de 2.655
escuelas primarias, 22 secundarias y 36 internados
en áreas rurales (Ratilal, 1989).
- Al final del conflicto, 2 millones de minas anti-personales
aún estaban colocadas en el país.
- En 1988, UNICEF estimó en casi 250.000 a los niños mozambicanos que sufrían de traumas
físicos y psíquicos.
Estos niños habían sido testigos de la muerte de sus padres y familias, Habían sido obligados a
desplazarse de sus hogares en busca de abrigo seguro, y habían sido sometidos a varias
formas de abuso, inclusive rapto y violencia sexual.
- Innúmeras familias fueron desmembradas o separadas.
NIÑOS SOLDADO
Los niños también fueron usados como soldados por todas las partes involucradas en el
conflicto. De acuerdo con UNICEF, en 1988, cerca de 10.000 niños aún estaban siendo usados
en combate por las fuerzas guerrilleras de la RENAMO. Un número desconocido de niños fue
forzado a integrarse a las “milicias populares”, fuerzas paramilitares locales dirigidas por el
FRELIMO. Muchos niños fueron también usados como soldados en el ejército del gobierno
Los datos reunidos durante los esfuerzos de desmovilización, al final del conflicto, revelaron que
27% (cerca de 25.498) de los soldados desmovilizados tenían menos de 18 años en la época de
su reclutamiento. De estos, 16.553 pertenecían a las fuerzas gubernamentales del FRELIMO y
8.945 a la RENAMO (ONUMOZ,1994).
Los niños fueron expuestos a una serie de situaciones que los pusieron bajo el riesgo de estrés
traumático. Sumados a los miedos y tensiones por estar en estado constante de peligro para si
mismos y sus familiares, algunos perdieron familias enteras. Otros, aún, fueron raptados y
puestos al servicio de las fuerzas militares del FRELIMO o de la RENAMO.
Los niños eran usados en una variedad de funciones, incluyendo las de espías, de cargadores
de munición, como soldados en misiones de combate, como trabajadores esclavos para la
producción de alimento para los soldados y como concubinos/as sexuales. Las niñas formaban
la mayoría en estos dos últimos casos.
La naturaleza brutal y destructiva de esas experiencias es mejor comprendida a través del relato
hecho por los propios niños. Por ejemplo, la mayor parte de las niñas atendidas por la ARES,
Asociación Reconstruyendo la Esperanza, en la Isla de Josina Machel, había sido
violentamente separada de sus familias por los guerrilleros de la RENAMO. Ellos eran
llevados para las bases militares y colocados en una casa que servía de prisión.
Los niños fueron expuestos a una serie de situaciones que los pusieron bajo el riesgo de estrés
traumático. Sumados a los miedos y tensiones por estar en estado constante de peligro para si
mismos y sus familiares, algunos perdieron familias enteras. Otros, aún, fueron raptados y
puestos al servicio de las fuerzas militares del FRELIMO o de la RENAMO.
Los niños eran usados en una variedad de funciones, incluyendo las de espías, de cargadores
de munición, como soldados en misiones de combate, como trabajadores esclavos para la
producción de alimento para los soldados y como concubinos/as sexuales. Las niñas formaban
la mayoría en estos dos últimos casos.
La naturaleza brutal y destructiva de esas experiencias es mejor comprendida a través del relato
hecho por los propios niños. Por ejemplo, la mayor parte de las niñas atendidas por la ARES,
Asociación Reconstruyendo la Esperanza, en la Isla de Josina Machel, había sido
violentamente separada de sus familias por los guerrilleros de la RENAMO. Ellos eran
llevados para las bases militares y colocados en una casa que servía de prisión.
Los niños fueron expuestos a una serie de situaciones que los pusieron bajo el riesgo de estrés
traumático. Sumados a los miedos y tensiones por estar en estado constante de peligro para si
mismos y sus familiares, algunos perdieron familias enteras. Otros, aún, fueron raptados y
puestos al servicio de las fuerzas militares del FRELIMO o de la RENAMO.
Los niños eran usados en una variedad de funciones, incluyendo las de espías, de cargadores de
munición, como soldados en misiones de combate, como trabajadores esclavos para la
producción de alimento para los soldados y como concubinos/as sexuales. Las niñas formaban
la mayoría en estos dos últimos casos.
La naturaleza brutal y destructiva de esas experiencias es mejor comprendida a través del relato
hecho por los propios niños. Por ejemplo, la mayor parte de las niñas atendidas por la ARES,
Asociación Reconstruyendo la Esperanza, en la Isla de Josina Machel, había sido
violentamente separada de sus familias por los guerrilleros de la RENAMO. Ellos eran
llevados para las bases militares y colocados en una casa que servía de prisión.
Al obligar a Jonas a matar a su padre delante de su familia y vecinos, en su propia aldea, los
guerrilleros intentaban destruir todos los vínculos que ligaban a Jonas a su pasado, a su familia,
amigos, área de diversión y poblado. Como un guerrillero, Jonas no podía huir, porque huir
implica tener un lugar para donde ir. Jonas sirvió
por 5 años en las fuerzas guerrilleras. “Yo era un buen soldado, y no tenía miedo de nada
durante el combate. Todo lo que sabía era que la muerte me libraría de mis pesadillas. La vida
era una pesadilla”.
Hombres y niños raptados eran “entrenados a través de un proceso brutal de privación, golpes,
amenazas. Ellos eran forzados a quebrar tabús, tales como comer carne humana y matar a un
miembro de la familia. Este proceso tiene por objetivo alienar a los soldados de su pasado,
tornándolos dependientes de la Renamo” (Richman, 1991). La explotación sexual de las niñas
tenía un efecto similar, pues, como las niñas nos dirían más tarde, ellas experimentaban a la
violación no sólo como una vergüenza personal, sino también como una marca de vergüenza
para la familia entera.
En otros casos, entretanto, los niños eran forzados a ir a la línea de frente del conflicto por las
propias familias; esto no era fácil de negociar para los niños, y lo que estaría en riesgo, caso se
recusasen, era del mismo modo coercitivo. Por ejemplo, cuando Filimone tenía 13 años, fue
forzado por su padre a servir como miliciano. Su hermano, César, había sido raptado por los
guerrilleros.
Lo que Filimone más apreciaba era el amor que sentía por su padre, su familia y sus profesores...
Más tarde, él nos diría que, caso no hiciese lo que era esperado de él, corría el riesgo de perder
este amor y la protección de sus padres. Pero había una dimensión adicional en este conflicto de
lealtad que atemorizaba a Filimone: “Durante el combate yo evitaba tirar, porque temía que una
de mis ráfagas pudiese matar a mi hermano, que también había sido forzado a luchar, sólo que
del lado de la guerrilla (...). Hasta hoy, hay lugares aquí en la isla (de Josina Machel) adonde yo
no voy... (...) Son lugares donde las personas que matamos, o que fueron muertas por la
RENAMO están enterradas”

La Respuesta Individualdel Niño a la Exposición a la Violencia: Consecuencias


Psicológicas y Sociales
En el nivel individual, nosotros clasificamos a los disturbios prevalentes entre nuestros jóvenes
pacientes de Josina Machel en cinco categorías: socialización, personalidad, capacidades
cognitivas, respuestas psicosomáticas y relacionadas con el cuerpo, y respuestas contextuales
específicas. Las cuatro primeras categorías incluían síntomas que son familiares para los
psicólogos que trabajan con niños traumatizados. Nuestra última categoría incluía aquellos
síntomas que estaban frecuentemente presentes, pero que no podían ser organizados en un
síndrome con los instrumentos diagnósticos occidentales existentes.
Personalidad
En el área del desarrollo de la personalidad, nosotros notamos los siguientes disturbios: falta de
confianza en los adultos y en ellos mismos; falta de perspectiva y/o perspectiva pesimista para
el futuro; aislamiento; depresión; resignación; altos niveles de agresión; apatía o falta de
entusiasmo; introversión; varias fobias; falta de mecanismos adecuados para solucionar
problemas; y una capacidad limitada para aceptar frustraciones.

Capacidades Cognitivas
Nosotros también observamos disturbios en capacidades secundarias de inteligencia, tales como
concentración, memoria y flexibilidad intelectual. Estos disturbios, que están asociados con la
elaboración psicotraumática, tal como “flashbacks”, afectaban el desarrollo normal de la
inteligencia en los niños y jóvenes que diagnosticamos.

Respuestas Psicosomáticas
Los niños y los jóvenes de Josina Machel se quejaban, con frecuencia, de sufrir de los siguientes
disturbios psicosomáticos: cansancio constante, mareos, perturbaciones del sueño; dolores de
cabeza frecuentes; dolor de estómago. En algunos pacientes, su sentido de precariedad general
de la vida se extendía a las visiones de sus cuerpos, que algunos comenzaban a encontrar
repulsivos. En vez de un instrumento que los protege y con el cual se identifican, estos pacientes
experimentaban sus cuerpos como nada más que huesos, carne y líquido que pueden ser
fácilmente despedazados por una bala o un hacha.
Un sentimiento de repulsión por sus propios cuerpos era particularmente prevalente entre las
niñas que fueron abusadas sexualmente. La repulsión de esas niñas por sus cuerpos parecía
espejar su estigmatización social. Ellas son forzadas a esconder sus experiencias traumáticas,
porque sienten, simultáneamente, culpa y sensación de deshonra.
Cuando sus abusos sexuales se tornan conocidos públicamente, este sentimiento de deshonra es
usado contra ellas y pasan a ser referidas como prostitutas por otros miembros de la comunidad.
Una de las consecuencias de esta estigmatización social es el miedo que esas niñas y sus
familias tienen de las repercusiones que sus experiencias de violencia sexual tendrán sobre el
lobolo, pues existe el recelo de que un pretendiente potencial y su familia puedan estar menos
deseosos de pagar el lobolo, o inclinados a pagar significativamente menos.
Lobolo es el pago simbólico hecho a la familia de la novia por la familia del novio. Este pago es
hecho como una ofrenda a los ancestrales de la novia, como forma de introducir al novio a la
familia ancestral de la novia y, también, de pedir su bendición, ya que ahora la novia se torna
parte de la familia del novio.

Respuestas Contextuales Específicas


Nosotros incluimos en esta categoría a todos los síntomas no interpretables con el uso de los
instrumentos clásicos de psicodiagnosis. Separadamente, no es posible agrupar estos síntomas
en síndromes; esto torna difícil establecer la relación entre ellos y, también, su significado. No
obstante, los niños y los jóvenes con quienes trabajábamos revelaban ciertos comportamientos
que eran considerados anormales por las personas que los rodean. Dado que esas
características no son, en el momento, clínicamente diagnosticables, su prevalencia nos sugirió
que esos síntomas puedan, tal vez, representar aspectos de la elaboración psíquica de
conflictos típicos dentro de las tradiciones culturales mozambicanas.
La mayoría de estos síntomas estaban relacionados con estar fuera de armonía con los lazos
espirituales que, en Josina Machel, unen al vivo y al muerto. Por ejemplo, los niños relataban
estar siendo asustados por espíritus en sus pesadillas, o relataban una inhabilidad para hacer
contacto con los espíritus de sus ancestrales. Para ellos, esto era una señal de haber perdido la
gracia de sus ancestrales y, por extensión, de sus familias y comunidad.
Sumados a esos disturbios individuales, los niños también enfrentaban muchos problemas
sociales, los más prevalentes relacionados con la cantidad poco común de tiempo que los niños
pasaban, en su día a día, con pocas actividades organizadas y planeadas. En la mayoría de los
casos, esto era debido a la falta de infraestructura social y/o a los inadecuados recursos que
existen para responder a las necesidades diarias de los niños. Por ejemplo, una de las más
serias limitaciones sociales es la falta de escuelas y centros de formación profesional.

Efectos Psicológicos y Sociales de la Exposición a la Violencia sobre el Sistema


Familiar
Cuando está presente la familia, el niño aprende a considerar a la autoridad como algo necesario
y adecuado. Durante la guerra, muchos niños de Josina Machel experimentaron las
arbitrariedades del uso de la autoridad y de la fuerza. Muchas no pudieron dirigirse a sus padres
para obtener protección o para satisfacer sus necesidades afectivas. La creencia disminuida en
importantes formas de vínculo afectó, en algunos casos, el desarrollo de la autoestima y de
formas adecuadas de comportamiento (conforme definidas por las normas de la comunidad) en
los niños. Consecuentemente, vínculos familiares fueron destruidos o seriamente debilitados.
Los familiares también sienten culpa por su incapacidad de proteger a sus niños y esto,
frecuentemente, los lleva a crear tabús en torno de discusiones sobre las experiencias de sus
niños en los tiempos de guerra y, así, contribuye para la represión de memorias dolorosas. Esto
contribuye, en esos niños, para el sentimiento de abandono y para la pérdida de respeto por la
autoridad y, muchas veces, se manifiesta en conflictos familiares relacionados a la autoridad. Por
ejemplo, en Josina Machel, es reservado al padre de familia comer entraña de gallina.
Muchos grandes conflictos irrumpieron cuando ex-niños soldados desafiaron a la autoridad
parental comiendo, ellos mismos, las entrañas. Los niños contaron después, que hicieron eso
porque se resentían por ser forzados a volver a su papel sumiso de niños, después de haber
sufrido las experiencias que tuvieron en la guerra. Por otro lado, los padres, sintiendo su
autoridad desafiada, frecuentemente tomaban represalias, diciendo para los niños que ellos
deberían salir de casa si no quisiesen vivir bajo la autoridad paterna.
Tensiones entre niños y sus padres también eran exacerbadas por perturbaciones en las
relaciones conyugales. Frecuentemente, em la pareja,
uno miraba al otro intentando completar sus propias necesidades psíquicas. De todas formas,
como muchas veces estaban ambos sobrecargados por sus propios traumas personales, eso
con frecuencia llevaba a conflictos en el sub- sistema conyugal.

Efectos Psicológicos y Sociales de la Exposición a la Violencia sobre la Comunidad


En la medida en que el conflicto armado había enfrentado a vecino contra vecino, los vínculos
sociales dentro de la comunidad se habían debilitado. La privación material, que sucedió al final
de la guerra, tuvo un impacto semejante. Por primera vez en la memoria de la comunidad, las
producciones pecuarias y agrícolas estaban siendo robadas. El sentimiento de no poder confiar
en el vecino, sumado a la necesidad de encontrar formas de reconciliar las atrocidades
cometidas por algunos de ellos durante la guerra, fue vivido con una gran dosis de tristeza y
dolor.
Aún así, fue en dirección a la comunidad que encontramos los mayores esfuerzos de
recuperación. Eso no fue, apenas, porque el pueblo de Josina Machel valorizaba la armonía.
Una vez que la mayoría de las enfermedades eran vistas como la causa y el resultado de un
desequilibrio (o sea, de precarios vínculos sociales) en la comunidad, la mayoría de los
esfuerzos direccionados a lidiar con los disturbios individuales eran, también, esfuerzos
direccionados a la comunidad.
Y la comunidad se mostró rica en recursos para lidiar con los traumas de guerra. El conflicto
armado reciente no había sido el primero en la historia de las comunidades involucradas en el
proyecto. Ellas ya tenían normas y creencias sobre estrategias positivas para sobrevivencia,
cambio y recuperación, como la extensión del apoyo mutuo, el involucramiento en ceremonias
terapéuticas a través de las varias instituciones religiosas y espirituales locales, conocimiento
local sobre cuidados con la salud, así como comportamientos para buscar ayuda (por ejemplo,
buscar la ayuda del jefe de familia, del jefe de la aldea, de profesionales de salud locales, de
terapeutas tradicionales locales y ONGs).
Uno de los más importantes recursos terapéuticos locales es el curandero (chamán o terapeuta
tradicional). En las culturas de las poblaciones del sur de Mozambique, curanderos son los
agentes de la cura, tanto para los disturbios psíquicos, como para los físicos. Algunas
congregaciones religiosas, con gran influencia en la medicina tradicional, también realizan
ceremonias terapéuticas. Durante la guerra, curanderos y líderes religiosos realizaban
ceremonias para la protección de sus clientes.
Por ejemplo, el obispo Tovela recuerda que, “Cuando alguien era llevado para la base, su familia
venía a verme. Ellos traían las ropas de la persona y yo, entonces, realizaba una ceremonia con
velas y palomas, para que la persona, donde quiera que ella estuviese, estuviese protegida y
fuese capaz de escapar sin que los captores lo percibiesen”.
Terapias tradicionales también se desarrollaron para lidiar con traumas. En la Isla Josina Machel,
por ejemplo, existen innúmeras prácticas desarrolladas para llevar al individuo a superar la
experiencia traumática, tal como colocar el problema y las memorias de guerra en una botella y
arrojarla al rio. El rio, entonces, lleva con él a todos esos problemas. El mismo puede ser hecho
arrojando la botella con los problemas en una encrucijada y alejándose del local sin mirar hacia
atrás.
Aún así, en su mayoría, los rituales son específicamente desarrollados para promover la
reintegración social. Por ejemplo, en el final de la guerra, algunas familias realizaron la
ceremonia conocida como ku Phaha, que consiste en que un miembro de la familia, que hereda
el poder de comunicarse con los espíritus que la protegen, establece comunicación con esos
espíritus. La ceremonia es conducida en la presencia de familiares que desean beneficiarse de
ella y de otros que sólo quieren testimoniar el hecho. En esa ceremonia, ellos deben siempre
tener una infusión tradicional y rapé. El miembro de la familia que habla con los espíritus toma
un trago de la infusión y escupe en el suelo debajo del árbol normalmente usado por la familia
como altar para sus ancestrales, y explica a ellos (ancestrales) la razón para la ceremonia
(Ingles, 1999). Por ejemplo, ellos pueden informar a los espíritus ancestrales sobre el retorno de
sus entes queridos y pedir que él o ella sea perdonado y sea capaz de pedir perdón a otros por
cualquier mal cometido durante la guerra. De esa manera, la persona que retorna a la
comunidad sería purificada de todo el mal (...).
Otras familias van al curandero para un ritual llamado Ku femba, en el cual el curandero, actuando
como un médium, establece contacto con espíritus malos. Esos espíritus son normalmente
responsables por las perturbaciones en la familia. Así, muchos de nuestros pacientes
acometidos de disturbios, que consultaron con curanderos, se sometieron al ku femba.
Técnicas terapéuticas tradicionales intentan liberar la personalidad de aquello que tiene su
desarrollo bloqueado, a través de un método similar al método catártico del psicoanálisis. Su
foco en la reintegración del niño a la comunidad es especialmente eficaz para reconstruir
vínculos sociales rotos, y disminuir la tendencia de los miembros de la comunidad a involucrarse
en un proceso de vergüenza estigmatizada (Errante, 1999). De todas formas, como en cualquier
modelo de intervención, esas terapias también mostraron tener sus limitaciones en lo que hace a
la elaboración del trauma. Como tal vez quede evidente a partir de algunos rituales ya
descriptos, los terapeutas tradicionales tienden a ver a la cura como un acto (esto es, la
experiencia del ritual) y no como un proceso. Después de la cura, el paciente debe estar curado;
si el disturbio persiste, entonces los terapeutas tradicionales tienden a buscar otras causas.
En el nível psíquico, por lo tanto, esos rituales tienden a fortalecer la intrusión psíquica, una vez
que, después del ritual, el niño pierde su identidad de ex- soldado y es transformado de vuelta
en el niño que era antes de la experiencia traumática. Más el proceso de reconstitución psíquica
puede llevar años, y no todos los niños encuentran alivio de sus síntomas simplemente por
someterse a esos rituales. La capacidad de dar significado al evento traumático es difícil de
alcanzar, en toda su dimensión, por el ritual de purificación. Más allá de esto, las reacciones
psíquicas de defensa del niño y del adolescente son típicamente individuales. Los rituales de
purificación, aún así, representan una respuesta defensiva colectiva; eso torna difícil el proceso
de elaboración individual.
Otro problema en el proceso de elaboración del trauma psíquico es el hecho de que, mientras por
un lado hay víctimas, no siempre hay un perpetrador para que el niño o el adulto traumatizado lo
pueda confrontar, o aún para poder darle legitimidad a su victimización. En la mayoría de los
casos, no hay posibilidad de encontrar al culpado por la victimización, porque los perpetradores
– los lideres políticos y militares de FRELIMO y RENAMO – aún están en el poder y, por lo tanto,
en la creencia de la mayoría, permanecen capaces de vengarse si fueran acusados.
RehabilitaciónPsicoso-cial y Psicoterapéutica en la Isla Josina Machel: Un Sumario

En una tentativa de lidiar con algunos de los disturbios psicosociales que persisten afectando a
los niños, sus familias y comunidades, nuestro trabajo en la Isla Josina Machel tuvo dos
principales componentes: la intervención preventiva primaria, y la intervención preventiva
secundaria o curativa.

La intervención preventiva primaria apoya a aquellos niños y adolescentes, sus parientes y


agentes comunitarios que hayan sido víctimas de estrés traumático, pero que no hayan
desarrollado síntomas psicopatológicos y/o comportamentales. Esa población, de acuerdo con la
OMS (Organización Mundial de Salud), CID-10, capitulo V,3, es una población de alto riesgo y
vulnerabilidad al síndrome de estrés pos-traumático y a cambios patológicos de la personalidad,
después de expuesta a situaciones de estrés extremo.
La intervención preventiva secundaria apoya a pacientes que ya estén exhibiendo disturbios
psicopatológicos y comportamentales. En esa intervención, conyugamos un plano social, cuyo
objetivo es la reintegración social, un plano educativo para educar o reeducar niños y jóvenes, y
un plano familiar y comunitario, cuyo objetivo es reintegrar a los niños a sus familias y
comunidades y fortalecer la capacidad de respuesta de las familias y de la comunidad.
El objetivo general de esa intervención preventiva secundaria es reconstruir psíquicamente a
niños y jóvenes víctimas de la violencia militar. Esto involucra facilitar el proceso por el cual
niños, jóvenes, sus familiares y los líderes comunitarios puedan superar sus estados
traumáticos, sin negarlos. Eso también involucra considerar la dimensión subjetiva de la
elaboración psicotraumática; o sea, permitir a cada paciente comprender subjetivamente sus
propias experiencias de guerra, considerando el contexto particular y las experiencias de guerra
personales de cada paciente. La edad del niño y su nivel de desarrollo psíquico también varía,
así como sus percepciones sobre los eventos que sufrieron. Intervenciones psicoterapéuticas
deben considerar todas esas especificidades contextuales. De acuerdo con nuestras
experiencias, ese aspecto de la rehabilitación psíquica debe abordar:

I. Restablecimiento del sentimiento de confianza, especialmente en adultos


II. Restablecimiento de la capacidad de atribuir significado a eventos traumáticos vividos
III. Restablecimiento de la autoestima.
IV. Restablecimiento del control sobre la agresión.
V. Restablecimiento de la identidad.
VI. Restablecer las modalidades de proyección del self para el futuro.

•Restablecimiento del sentimiento de confianza, especialmente en adultos.


Niños y jóvenes afectados por la violencia militar comúnmente pierden la confianza en sus
padres, amigos, en la comunidad y, por extensión, en toda figura de autoridad.
Es especialmente importante que el psicoterapeuta construya
una alianza con los pacientes, mientras evita ser visto como el detentador de las
opiniones, y sin esconder la gravedad de los actos cometidos por ellos. Esa relación de
confianza es sometida a frecuentes manipulaciones, que entendemos como defensas contra la
apropiación, por el propio paciente, de su responsabilidad.

Restablecimiento de la capacidad de atribuir significado a eventos traumáticos vividos. Esto


supone trabajar con las normas culturales y cosmología locales, a través de las cuales los niños
y los jóvenes comprenden y atribuyen significado a sus experiencias. Esto es descripto a seguir.
Adicionalmente, experiencias pre- traumáticas, las experiencias de la primera infancia, y
experiencias previas de estrés también son consideradas en la psicoterapia. A pesar de esto, en
los niños que nacieron en las bases militares o en aquellos que fueron socializados apenas con
la violencia militar, encontramos muy difícil identificar memorias pre-
traumáticas que podrían capacitarlos a concebir la guerra y las barbaries cometidas por ellos
durante la guerra, como una excepción.
Restablecimiento de la autoestima. En términos psicodinámicos, la autoestima es fuertemente
dependiente de la estima que alguien tuvo o tiene en relación a los otros, de la violencia
cometida contra la familia, y de la pérdida de personas próximas al niño. En el caso de nuestros
pacientes, también descubrimos que la autoestima había disminuido por el hecho de la guerra
haber destruido referencias étnicas, o debido al sentimiento de ser excluidos de la comunidad.
Este sentimiento de alienación comúnmente producía en nuestros pacientes un mecanismo de
defensa caracterizado por una extrema arrogancia en relación a los otros, o por demostraciones
de un “yo” magnífico y omnipotente (OMS,
1991). En este caso, estamos en la presencia de heridas psíquicas reales, que son tratadas con
respeto, mostrando al paciente que somos sensibles a esa hemorragia narcísica. Nosotros los
ayudamos a encontrar alguna dignidad apoyándolos en sus capacidades de cuidar de si propios,
por medio de actividades diarias y de aprendizaje y, también, de grupos e iniciativas de
autoayuda. Los profesores también tienen aquí un papel importante, ayudando a los niños a
planear un nuevo rumbo para su futuro.
Restablecimiento del control sobre la agresión. De acuerdo con Winnicott, crecer es por
naturaleza un acto agresivo, una vez que crecer presupone, por la naturaleza o por la cultura, la
muerte del fantasma, de las representaciones parentales imaginarias y el duelo resultante de la
muerte de esas representaciones. Este proceso implica un control de los impulsos agresivos que
es perdido cuando el niño o el adulto sufre agresiones o es forzado a actuar con violencia. Este
control es adquirido porque el niño aprende a reprimir gestos y palabras, cuando él entiende que
estos pueden herir a los otros. Nosotros intentamos restaurar los valores necesarios para
relacionarse con los otros, ayudando a los niños a adquirir consciencia de que esos valores
tienen como objetivo protegerlos de la violencia contra los otros y, al mismo tiempo, de la
violencia contra ellos mismos. En ese contexto, son realizadas actividades relacionadas con
automutilaciones o con agresiones contra los otros o contra aquello que pertenece a los otros.
Restablecimento de la identidad. Nuestra autoimagen, nuestra conciencia del self, y nuestro
sentido de identidad dependen de la imagen que los otros tienen de nosotros. Nuestra
autoimagen también depende de elementos culturales, sociales, históricos y espirituales. La
presión ideológica causada por la guerra puede dar origen a mecanismos de
pseudoidentificación tales como una “identidad de soldado”. Esa pseudoidentificación da al niño
una identidad confortable, pronta- para-usar; y una identificación que la protege de preguntas
incómodas relacionadas al futuro. Por otro lado, la solidaridad entre soldados le proporciona un
espacio de identidad seguro y previsible. Hay, asimismo, un riesgo de que
esta identificación se torne demasiado rígida y conformista. Por lo tanto, aprendemos a escuchar
a nuestros pacientes atentamente para descubrir cuales son los fragmentos de identificación que
fueron abandonados en favor de una identidad de soldado. Diseño, pintura, música y teatro, que
son actividades culturales y sensibles, posibilitan el fin de las prohibiciones, de modo que se
pueda pensar de forma indirecta.
El carácter mediador de esas actividades nos permite abordar el trauma de forma indirecta.
Nuestra experiencia con los grupos de psicoterapia muestra que la interacción con otros niños y
jóvenes en grupos de colegas posibilita a los participantes entrar en contacto con otras formas
de identificación que pueden
ser compartidas con los otros. Para los niños, esto a veces involucra aceptación, en el sentido
psíquico, de un componente femenino, y para las niñas, de un componente masculino de sus
personalidades. Todos esos diferentes abordajes tienen como objetivo restablecer vínculos
afectivos con los otros. La familia y la comunidad desempeñan un papel muy importante, y
visitas domiciliarias hechas por miembros de nuestro equipo clínico son un componente
realmente muy importante en la facilitación de esas interacciones.
Es necesario restablecer las modalidades de proyección del self para el futuro. Actividades
relacionadas con alfabetización, escolaridad, entrenamiento profesional y grupos de autoayuda
tienen gran importancia. Es importante que los niños no sientan esas actividades como pesadas,
o que estas les recuerden al sistema militar. Es necesario crear espacio para iniciativas
individuales, aún corriendo el riesgo de parecer inútiles a los ojos de los profesores. Eso refuerza
en los niños el sentimiento de libertad interna, que consideramos un paso importante en la
creación de nuevas identidades pos- guerra.

Integrando la Psicoterapia Occidental y las Terapias tradicionales:el Caso de Jonas


Nuestro deseo era ser tan inclusivos cuanto fuese posible porque, ética y filosóficamente,
estábamos comprometidos a facilitar el fortalecimiento de la comunidad como un todo y,
también, porque nuestro proyecto tenía muy poca chance de operar sin el consentimiento y
apoyo de los líderes respetados en la comunidad. Nuestra primera tarea, por lo tanto, era
negociar el “espacio terapéutico” dentro de la comunidad.
Nuestro primer desafío surgió al intentar explicar lo que hacíamos, ya que no hay una palabra
para “psicólogo” en changane, la lengua Bantú local. Intentamos usar metáforas (por ejemplo,
los médicos curan heridas físicas, nosotros tratamos heridas espirituales y psíquicas) y
preguntamos como podríamos dar asistencia a la comunidad. La respuesta inicial de ellos fue
que no estaban precisando de ayuda psicológica o espiritual; la verdad es que eso
tradicionalmente hacía parte del dominio de los líderes con quién habíamos hablado y ellos
explicaron que habían lidiado con los problemas espirituales resultantes de la guerra.
Los líderes espirituales de Josina Machel, así como los jóvenes, nos dijeron que ellos estaban
precisando, principalmente, de asistencia material.
Nosotros estuvimos de acuerdo en explorar nuestra capacidad de ayudar en este
área, en parte porque eso nos permitiría desarrollar una relación con la comunidad y, en
especial, con los niños y los jóvenes; y en parte porque, a medida que nuestro diálogo
progresaba, quedó claro que preocupaciones materiales estaban
íntimamente vinculadas a continuos disturbios psicológicos.
La asistencia material fue, en ese sentido, una forma de intervención psicoterapéutica. Nosotros,
así, formamos grupos de autoayuda con los jóvenes, cuyo objetivo sería ayudarlos a recuperar
un sentimiento de bienestar material. También apelamos al apoyo de los activistas comunitarios,
que podían facilitar nuestro entendimiento y relación con la comunidad como un todo.
Entonces, lentamente, nuestra relación con los jóvenes y la comunidad comenzó a crecer.
Nuestras sesiones iniciales con los grupos de autoayuda estimularon a cada niño,
individualmente, a buscarnos y pedir para hablar con nosotros sobre sus experiencias. Los
activistas con quienes trabajamos comenzaron a traernos jóvenes que ellos creían estar
perturbados y a pedir que los ayudásemos.
Los líderes espirituales de la comunidad también comenzaron a dialogar con nosotros. A medida
en que ellos percibían que nuestro objetivo no era substituirlos, y sí apelar a su orientación, y
complementar sus esfuerzos en lo que pudiésemos, también ellos comenzaron a encaminarnos
niños y jóvenes. Entre los jóvenes en nuestros grupos, por ejemplo, estaban los hijos de algunos
de los curanderos y líderes religiosos locales. Y, en la medida en que los jóvenes que sentían
que éramos capaces de ayudarlos conversaban con sus pares y con sus padres, luego otros
padres pasaron a traernos sus hijos para asistencia.
Fue a partir de ese proceso orgánico que surgió nuestra comprensión de las dificultades
psicológicas, sociales y materiales enfrentadas por los niños y jóvenes de Josina Machel, y de la
manera por la cual esas dificultades influenciaban y eran influenciadas por sus características
individuales, así como por el ámbito familiar y comunitario. Nuestra propia definición de lo que
constituye una intervención psicoterapéutica también emergió de ese proceso. Comenzamos a
ver a la intervención psicoterapéutica como cualquier cosa que ayudase al niño a elaborar y dar
sentido a sus experiencias, y construir el puente necesario para la integración de esas
experiencias.
En vez de imponer símbolos y psicodiagnósticos occidentales, nuestro abordaje fue pragmático
al comenzar por intentar entender como los símbolos culturales y cosmologías locales daban
significado a esas experiencias, tanto en lo que constituía una experiencia traumática, como a su
elaboración. De esta forma, vimos como nuestro principal papel a la facilitación de un espacio
terapéutico suficientemente amplio y holístico para permitir tal elaboración.
Hicimos esto principalmente de tres formas. Primero, para cada niño individualmente, intentamos
entender que recursos terapéuticos tenían significado para él o para ella, y fortalecer esos
recursos tanto cuanto fuese posible. Por ejemplo, muchas familias que buscaron nuestra
asistencia tenían sus propios curanderos. A veces, familias vinieron a vernos cuando las
ceremonias habían aparentemente fracasado en aliviar los disturbios en el niño; en otros casos,
los propios curanderos nos encaminaban sus pacientes. Con el consentimiento de la familia,
involucramos a los curanderos y otros líderes espirituales importantes para el niño y para su
familia en nuestras discusiones de casos.
De esta manera, pudimos adquirir una comprensión del entendimiento que esos terapeutas
tradicionales (y, subsecuentemente, los niños y sus familias) tenían sobre el origen de los
disturbios y, también, de los tipos de tratamiento que el niño ya había recibido.
Pudimos, entonces, discutir con que tipo de intervención podríamos contribuir. Ese proceso
también facilitó y fortaleció nuestra relación con los padres y, por lo tanto, nuestra capacidad de
dar apoyo a toda la dinámica familiar. En vez de vernos como “especialistas externos”, que
estaban allá para subvertir la (ya de por sí débil) autoridad de los padres, nuestra colaboración
con los padres nos
ayudó a reconquistar algún sentido de orgullo en cuidar de sus hijos. Más allá de esto, esa
colaboración tenía como consecuencia, igualmente importante, la de reconocer y honrar la
cultura y las tradiciones locales. Esas tradiciones habían sufrido una marginalización decurrente
no sólo del histórico colonial de Mozambique, sino también, de una desagregación de la
comunidad, resultante del conflicto prolongado.
También ampliamos el espacio terapéutico por medio de nuestra participación en tradiciones
locales que tenían significativo valor terapéutico, no apenas para los jóvenes, sino también para
la comunidad de forma general. Por ejemplo, participamos del karingana ua karingana, la
práctica de reunión comunitaria en torno de la hoguera, para escuchar a los ancianos contar
casos sobre la historia de la comunidad. Esas sesiones de narrativa histórica se tornaron una
oportunidad para las personas compartir sus experiencias de los tiempos de guerra. Esto nos
permitió formar una imagen mucho más clara sobre lo que los niños y adultos de la Isla Josina
Machel habían sufrido.
Facilitar un espacio terapéutico culturalmente inclusivo también se tornó un objetivo de nuestras
sesiones psicoterapéuticas formales. ¿Como podrían las tradiciones y los símbolos locales
facilitar nuestro propio trabajo? Una estrategia que empleamos fue la psicoterapia imaginativa.
Ese modelo de psicoterapia es implementado en changane. En las primeras sesiones, el objetivo
era estabilizar al paciente y reforzar sus mecanismos de defensa psíquica. En esas sesiones, el
paciente debía imaginar a una persona que pudiese ayudarlo e imaginar también un lugar
seguro. En la segunda fase, él es confrontado con las memorias traumáticas, y en la tercera
fase, pasamos para la estabilización del paciente y para el fin de las sesiones. Después de eso,
el paciente puede aún recibir algunas
sesiones de psicoterapia, dos veces por mes, durante un período de seis meses.
Adaptamos la terapia a las creencias locales. En Mozambique, la mayoría de los niños recibe el
nombre de un ancestral poderoso. Se cree que el niño incorporará muchas de las características
del ancestral, y que este espíritu es también un tipo de ángel de la guardia que protegerá al niño
a lo largo de su vida. Nosotros nos basamos en ese espíritu para ayudar a los niños a imaginar
un local seguro adonde ellos pudiesen ir y un guía seguro a quien ellos pudiesen apelar por
asistencia y apoyo espiritual.

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