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LA PILA DEL MONO

Sino le gusta, vaya a quejarse al mono de la Pila” Con esta frase inicia una historia que mucho de
los adultos de épocas de antaño expresaban y utilizaban para no prestar atención a las quejas y
reclamos de sus hijos o nietos. Al terminar esa frase se daba por entendido que no había que
insistir, era como haber perdido la batalla. Claro que nadie iba a buscar al mono de la pila para
quejarse, porque ¿dónde está ese mono?

El Mono de la Pila, es uno de los genuinos símbolos de la cultura española en la ciudad de Tunja,
este se halla situado a una cuadra de la Plaza de Bolívar. Su construcción va ligada a la historia de
la escasez de agua de la capital boyacense. La Pila del Mono o también conocida como el Mono de
la Pila, es un monumento y plazoleta situado en el Centro Histórico de Tunja. Este monumento se
levantó en la plaza principal y durante tres siglos, fue el lugar donde los habitantes de la ciudad se
proveyeron del agua, proveniente de las veredas Varón Germania y Tras del alto.

Su Historia

En los años de 1558, la situación era dramática para los habitantes del centro de la ciudad, por
cuanto los pozos que surtían de agua pasaban por debajo de la loma. Algunos españoles cortaron
esas fuentes para regar sus tierras. Así, el cabildo, en ese año, dispuso castigar con multas hasta de
diez pesos oro a los que cortaran el agua. El 15 de septiembre de 1564, el cabildo hizo llamar a
Pedro de Sosa, maestro de cañería y albañilería, con el fin de construir una fuente en la plaza
principal, para prevenir los cortes que hicieran en el futuro los hidalgos españoles. El mono
representa el dios del silencio. Tiene el dedo índice derecho sobre los labios, indicándole a las
aguadoras de abstenerse de conversar durante el momento de recoger el agua. Obra del escultor
Diego Morales, esculpida en el año de 1573, su sitio inicial fue el centro de la Plaza de Bolívar, y en
la actualidad su réplica se encuentra situada en la calle 20 con carrera 8, diagonal a la Casa Del
Escribano Don Juan De Vargas; se supone que la obra original se encuentra en el patio del
Convento de los Dominicos en el centro de la ciudad.

CASA DE JUAN DE CASTELLANOS

Esta casa pertenecía al conquistador, alcalde y primer escribano de Tunja Domingo de Aguirre,
familiar del Santo Oficio, quien a su muerte en 1564 nombra albacea a Juan de Castellanos,
beneficiado de la Iglesia Mayor y le cede su casa, esta construcción se comunica con la Basílica
Metropolitana Santiago de Tunja. Fue la Casa de Juan de Castellanos y luego casa cural de la Iglesia
Mayor hasta su venta a finales del siglo XIX, cuando se utiliza la Atarazana para este fin.

En la clave de la portada en piedra de la casa hay una cruz espinosa, una calavera y una
inscripción, que traducida del latín dice: Quien muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando
reparó nuestra vida.

Está situada en el centro de la ciudad de Tunja (calle 19 No. 8 – 16) y hace parte de su patrimonio
histórico. En esta casa, la población de la ciudad dejaba sus carruajes cuando asistían a las
ceremonias católicas realizadas en la catedral. La casa se encuentra situada sobre la antigua calle
Real.

Actualmente de ella sólo queda una parte ocupada por la biblioteca infantil Pedro Pascacio
Martínez. El principal atractivo de la casa son las curiosas pinturas que decoran su techo y
representan figuras mitológicas, zoológicos y escenas de caza, elefantes, rinocerontes entre otros
diversos animales. Dentro de la casa se conservó una importante biblioteca que constituyó el
primer cenáculo literario del Nuevo Reino de Granada.

Biografía del escribano Don Juan De Castellanos.


Nació el 9 de marzo de 1522. Hijo de campesinos, era un niño cuando
abandonó el pueblo para irse a Sevilla bajo la tutela del bachiller Miguel de
Heredia, para estudiar latín, gramática, preceptiva, poesía, etc., en la Escuela
de Estudios Generales en Sevilla. Muy joven, con diecisiete años y quizá sin el
permiso familiar, marchó como soldado a América en compañía de su
coterráneo Baltasar de León, hijo del gran soldado Juan de León; pero en San
Juan de Puerto Ricoempezó a ayudar al obispo de la isla y, fallecido este,
estuvo en Santo Domingo, Aruba, Bonaire y Curaçao, dedicado a secuestrar
indígenas para el comercio de esclavos.
En 1541 llegó a la isla de Cubagua o "de las Perlas", donde, "con ayuda de los
nativos", se dedicó a la industria que le daba nombre. Con el mismo
propósito estuvo en Isla Margarita y en Trinidad. En 1544 pisó por primera
vez Tierra Firme, en concreto el Cabo de la Vela, donde siguió con el
comercio de las perlas y fue padre de una niña, Gerónima. Después pasó por
Santa Marta, Salinas de Tapé y finalmente llegó a Cartagena de Indias en
1545. Hizo algunas incursiones al interior, a veces con ambiciones mineras,
como en Gualacha y Maconchita y descubrió Hungría.
En 1550 fundó la villa de Valledupar junto a Hernando de Santana y empezó
los trámites para ordenarse como sacerdote, lo que consigue en Cartagena
de Indias en 1559. Antes, en 1552, se embarcó junto al ilustre capitán Pedro
de Ursúa, pero lo abandonó cuando quiso pasarse al Perú, en lo que anduvo
acertado, porque eso probablemente lo libró de ser asesinado por el famoso
Lope de Aguirre y sus marañones.
En Cartagena de Indias ejerció de capellán hasta 1558 y luego en Riohacha
hasta 1561 como vicario. En 1562 se le nombró cura de la Catedral de Tunja y
en 1569 beneficiado de la misma por real provisión de Felipe II. Murió en
este cargo a la muy avanzada edad de 85 años, el 27 de noviembre de 1607.
MONUMENTO A LA RAZA INDIGENA.
En la glorieta del Norte de la ciudad de Tunja, en donde se bifurcan las vías
para Sogamoso y Bucaramanga, se localiza el monumento a la Raza Indígena,
con el cual se recuerda el sacrificio de Aquimín, el último Zaque de Tunja.
Según los cronistas indianos, Aquiminzaque sucedió a Quemuenchatocha en
el Cacicato del Zaque de Tunja. Los españoles hostigaban constantemente a
Quemuenchatocha para que les entregara todos sus tesoros. Ante ello, el
Zaque siempre hizo resistencia de silencio, pues rara vez respondía a las
preguntas que le hacían; siempre el silencio ante los halagos o los rigores.
En una ocasión Quemuenchatocha dijo a los invasores: "Mi cuerpo está en
vuestro poder, disponed a vuestro antojo, pero en mi voluntad mando yo". El
Zaque murió en Suesca, lleno de tristeza y silencio, ante la poca ayuda de los
Hunzas, quienes no lo defendieron e los días de la mayor violencia en la
conquista. Los españoles nombraron a Aquimín, sobrino de Quemuenchatoch
para que lo sucediera en el Zaquezasgo, y como era necesario un
descendiente, los Hunzas consideraban muy importante buscar la esposa
apropiada y realizar el matrimonio lo más pronto posible. La mujer escogida
fue la hija del Cacique de Gámeza. La noticia del matrimonio fue muy acogida
por todos los Hunzas y los cacicatos vecinos; y para su celebración se hicieron
grandes preparatos, varias comisiones de pueblos vecinos se trasladaron a
Tunja. Los españoles pensaron que se estaba preparando una insurrección
indígena; pues se estaban presentando varias rebeliones contra los
conquistadores; entre ellas, las de los indios muzos, sutas, saboyaes,
motilones, panches y otros. El problema principal era la escasez de las armas
para afrontar la gran sublevación que se creía iba a ocurrir, como la que
acaeció en México con Hernán Cortés en la llamada "Noche Triste". El
conquistador Hernán Pérez de Quesada y los miembros de la Hueste
hispánica, decidieron eliminar a los caciques indígenas, posibles autores de la
insurrección aborigen, según ellos era indispensable hacer justicia contra los
subversivos indígenas, y dar él escarmiento para los conquistadores.
La decapitación de Aquiminzaque y sus caciques amigos se decretó en el año
1540 en la plaza mayor de Tunja, ante la picota, símbolo de la justicia
hispánica. El conquistador Hernán Pérez de Quesada envió a sus capitanes
para que comunicaran al Zaque, Aquimín sobre la última decisión. Con
tranquilidad, el último Zaque de Tunja dijo a los emisarios: "Dí a vuestro
general, que le debo el gran valor de quitarme de una vez y para siempre una
vida que diariamente me quitaba; y puesto que me hizo cristiano al robarme
el poder temporal, no apresure tanto la muerte, ya que lo eterno nunca
podrá robármelo". Y con una sonrisa de ironía despidió a los enviados que le
trajeron la noticia de su muerte próxima. Al día siguiente, en la plaza de
Tunja, en presencia de todo el pueblo muisca y de los conquistadores
españoles fueron decapitados Aquimín, el último Zaque de Tunja y los
caciques de Toca, Samacá, Turmequé Suta y Boyacá, y otros indígenas. A
otros caciques e indígenas se les dio tormento. Así fue decapitado el último
Zaque de Tunja con sus compañeros caciques muiscas. El pueblo muisca de
Tunja calló ante este sacrificio; fue el silencio de la raza derrotada ante la
conquista española. Como un homenaje a Aquimín, el último Zaque de Tunja,
fue realizado por el escultor zipaquireño Don Miguel Sopó Duque en el año
1964. Consta de las siguientes figuras: un hombre caído que simboliza el
Cacique Aquiminzaque. Una mujer de pie que simboliza la sangre aborigen,
representada en Adeizagá, la hija del Cacique de Gámeza, la prometida para
su matrimonio en Tunja. Esta era una composición originalmente
conformada por tres figuras, una mujer andante, un hombre yacente herido y
moribundo. Ambos tallados en piedra con un peso total de 8 toneladas
aproximadamente. La figura del hombre caído simboliza el gran
Aquiminzaque, la de la mujer es el símbolo de la sangre aborigen que circula
por nuestras venas. La tercera figura era prevista para realizarse en bronce
que nunca se elaboro era la representación de un aborigen vigoroso, de cinco
metros de altura, la falta de esta última escultura hace que la composición
permanezca incompleta.
Casa Del Capitán Ruiz Mancipe - Centro Comercial Granahorrar.
Una de las más bellas mansiones coloniales, construida en Tunja a finales del
siglo XVI, es la CASA DE RUIZ MANCIPE, típica del estilo BARROCO que se
impuso en la época de la colonia en la arquitectura civil hispanoamericana,
caracterizada por la mezcla de estilos, donde encontramos elementos del
herreriano, el plateresco, el mudéjar, el protorrenacimiento y otros. La casa
perteneció al Capitán Antonio Ruíz Mancipe, quien fue Alcalde de Tunja en
los años 1591, 1601 Y 1606. Existe la fecha de 1597 en la parte superior de la
hermosa portada de piedra, que señala la culminación de la construcción de
esta linda casa de estilo colonial.
La familia Ruiz llegó al Nuevo Reino de Granada en la Expedición de la Hueste
conquistadora del Licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada.
Esta familia era de procedencia andaluza. Don Pedro Ruiz Herrezuelos,
natural de Córdoba, acompañó al Capitán Gonzalo Suárez Rendón en la
fundación de Tunja, donde se radicó y recibió un solar para la construcción
de su residencia; acto por el cual se le hizo entrega de la Encomienda de
Panqueba y Cuscaneba.
En la fundación de Tunja también participó el conquistador Pedro Ruiz
Corredor, quien se estableció en la nueva ciudad y construyó su casa;
participó en las luchas contra el Cacique Tundama; recibió la Encomienda de
Oicatá; fueron sus hijos Miguel Ruiz Corredor, Alférez de Tunja y Doña María
Ruiz Corredor, esposa del Regidor de Tunja, Don Alonso Sánchez Marchán.
El Conquistador Cristóbal Ruiz también participó en la fundación de Tunja;
era natural de Córdoba (España); a él le fue otorgada la Encomienda de
Chocontá y posteriormente la Encomienda de Teusacá, las cuales disfrutó
hasta su muerte.
El Encomendero Don Pedro Ruiz García fue alcalde de la ciudad de Tunja en
1557 y 1573. Fue precisamente él quien tomó la iniciativa de hacer una
capilla en el templo de Santiago el Mayor; esta capilla fue iniciada en el año
1569 y culminada por su hijo ANTONIO RUIZ MANCIPE.
Así se construyó una de las más bellas capillas de la Catedral de Tunja
llamada "Capilla de los Mancipes", hecha con gran estilo predominando una
gran riqueza en sus tesoros artísticos.
Allí encontramos el Retablo del Calvario, una de las más bellas obras del Bajo
Renacimiento Sevillano.
Cuentan las crónicas coloniales que Don Antonio Ruiz Mancipe enamoró de la
sobrina del Cacique de Toca, bautizada con el nombre de Antonia Liñán.

Por ello, los derechos de mayorazgo fueron puestos en tela de juicio. Sin
embargo, el Capitán Antonio Ruiz Mancipe ganó su pleito ante la Real
Audiencia de Santafé, e hizo la promesa de terminar de ornamentar la
famosa capilla de los Mancipe de la Catedral que había dejado empezada su
padre.
Una vez terminada, el 26 de julio de 1598 se otorgó escritura de donación de
la Capillanía que tenía como renta su casa, una de las más bellas e
importantes de la ciudad.
Esta casa del Capitán Antonio Ruiz Mancipe fue dejada en testamento para
renta de la Capilla de la Vera-Cruz, que es llamada "CAPILLA DE LOS
MANCIPE" en la Iglesia Catedral.
El Capitán Antonio Ruiz Mancipe instituyó como patronos de su capilla y
capellanía a los descendientes legítimos de su hija natural Francisca Ruiz,
quien se casó con Don Alonso de Riaño, de cuyo matrimonio nació Don
Cristóbal Riaño; según las investigaciones realizadas por el historiador Ulises
Rojas, la Casa fue de propiedad de la familia Riaño y posteriormente del Dr.
Dustano Gómez y de la familia Zubieta hasta el año 1991 cuando fue
adquirida y restaurada por la entidad financiera GRANAHORRAR.
Club Boyacá.
Mansión cuya construcción fue ordenada por don Diego Holguín Maldonado,
hijo del conquista-dor español don Miguel Holguín de Figueroa, militar
perteneciente a una familia de hidalgos con un remoto origen galo, quien
nace en Villa de Alcántara en Ex-tremadura en los reinos de España. Don
Miguel llegó a América en la expedición del conquistador General Nicolás de
Federmán, entrando por la ciudad de Coro (Venezuela), sumándose a los
primeros pobladores de Tunja que hicieron parte del grupo de
“Conquistado­res” que arribaron en la primera mitad del siglo XVI. Don Juan
de Castellanos cronista y cura beneficiado de la iglesia de Santiago el Mayor
de Tunja escribió: “Y le estos hombres hay muy principales en este nuevo
reino de Granada como Miguel Holguín en quien hoy día se ve virtud, valor y
valentía”.
La mansión de dos plantas, fue construida por Don Diego Holguín Maldonado
de Figueroa y Bohórquez, en la segunda mitad del siglo XVI. La residencia se
erigió con el estilo de la arquitectura castellana y an-daluza cuyo
levantamiento consta de dos crujías en L, formando amplias galerías de
claustros adinte-lados, con soportes integrados por esbeltas colum-nas
toscanas talladas en piedra en el primer piso, y columnas de madera
denominadas pies derechos en la segunda planta. Posee un gran salón en el
costado sur, resultante de la integración de cuatro espaciosas salas unidas
por grandes arcos de medio punto, cuyas techadumbres están a la vista,
exhibiendo el clásico.
Estilo del par y nudillo, correspondiendo a la famosa personalidad mudéjar
de la “carpintería de lo blanco”: el recinto es denominado salón de los
espejos, puesto que los mismos son de estilo rococó del siglo XVIII de
procedencia francesa, cuyos marcos y consolas están ornamentados en
yesería y hojilla de oro formando guirnaldas una alta que enmarcan motivos
que con-tienen fauna y flora de origen europeo y americano. Además, se
estacan medallones con figuras femeninas. Igualmente, los óleos que
decoran la sala son una parte de la pinacoteca del Club con obras de los
destacados pintores: Rafael Tavera. Jesús María Zamora, Dolcey Vergara
Delgado y Martínez Rivera, entre otros.
En el costado oriental, un gran salón denominado del Fundador ocupa todo el
frente sobre la calle, com-puesto por varios rectangulares que permiten la
salida a grandes balcones, cuyos barandales están integra-dos por carpintería
de hierro forjado.
Así mismo, las techadumbres fueron elaboradas en madera en la segunda
mitad del siglo anterior, imi-tando las formas geométricas mudéjares que
ostentan los artesonados de los templos coloniales Tunjanos; en el salón
anterior, se encuentra un gran óleo sol tela con la figura del Fundador don
Gonzalo Rendón, obra del pintor tunjano José Rodríguez Acevedo y que se ha
convertido en imagen de identificación histórica de la ciudad. Frente al
claustro en L del primer piso, inmersa en una crujía oriental, se alberga una
Sala de Juegos, y en la del costado sur, el bar.
Volúmenes Arquitectónicos Nuevos
En el siglo XX, por razones de servicio y ampliación de la membresía del club,
se agregaron a los volúme-nes arquitectónicos del siglo XVT ya descritos, en
la parte occidental sobre los antiguos solares, nuevas edificaciones, con un
estilo en su diseño cercano a un andaluz modernizado, integrado a los
volúmenes co-loniales con visible diferencia sin traspasos estilísticos
inadecuados, para albergar el gran comedor del pri-mer piso que contiene
una techumbre, cuyo esquema geométrico está compuesto por casetones
octogonales y cruciformes en madera y dorados, enriquecidos con hojas y
flores de llantén a semejanza de las obras del arquitecto italiano Serlio, cultor
del estilo manierista del siglo XVI, cuyo ejemplo se encuentra en varias
iglesias tunjanas.
En el segundo piso del volumen arquitectónico descrito, se encuentra la
Biblioteca y los “reservados” espacios denominados: Sala Orquídea y Sala
Esmeralda. De la misma manera, separado por jardines en el costado
occidental hacia el fondo, se construyeron volúmenes arquitectónicos
modernos, que albergan salas de juego y una zona húmeda integrada por
sauna y piscina cubierta, además, un generoso sector de parqueaderos.
Breve tradición de la propiedad del inmueble
La casa que hoy ocupa el Club Boyacá, estuvo en posesión de los
descendientes de la prosapia Holguín en los siglos XVI y XVII. A finales del
siglo XVII, fue adquirida por don Andrés Francisco Gallo y Alarcón y su señora
Juana Velasco Baños y Ferro, quienes permanecieron hasta la tercera década
del siglo XIX. Posteriormente pasó a manos de don Javier Tejada y su esposa
doña Manuela Niño. Subsiguientemente perteneció a don Antonio Barrera
quien en 1872 se la vendió a don Benito Luque García, padre de doña Ma-ría
Luque quien estuvo desposada con don Hermófilo Rivadeneira.
Ulteriormente fue obtenida por los socios del club, quienes ocupan como su
sede desde hace 75 años, por compra que hizo la entidad en 1942, a la
señora María Luque de Rivadeneira por la cantidad de nueve mil pesos.
Aspectos legendarios, coloniales y republicanos de la casa
La Portada: Obra de cantería del siglo XVI que os-tenta una equilibrada
unidad de conjunto, destacán-dose las columnas de orden dórico-toscano de
fuste estriado y largos basamentos moldurados, que sostie-nen la cornisa y el
friso y encierran el arquitrabe cu-yos sillares y dovelas del vano rectangular
enmarcan la antigua puerta; se destaca en la dovela central el escudo estirpe
Holguín Maldonado, cuidadosamente esculpido en piedra; así mismo,
armoniza el entabla-mento un decorativo friso tachonado de rosetones y
discos en bajorrelieve de fina labra, conjunto que defi-ne el estilo plateresco.
l Escudo: Caracterizado por sus múltiples colores y objetos que lo adornan y
le atribuyen sentido y ca-rácter. El blasón ha sido investigado y traducido a
sus esmaltes naturales con la siguiente descripción: “Bla­són de forma
hispano-francesa, partido en la diestra y cuartelado en la siniestra: la diestra
sobre campo de plata, ostenta un pino arrancado en sinople y cuatro lobos
rabizantes en gules, como timbre, yelmo de ca-ballero sin jurisdicción,
engalanado con plumas en los colores del escudo”.
La Bandera: Otro símbolo que representa a la Insti-tución, divida entre franja
superior azul, franja central de plata y franja inferior roja, cada una de ellas
simbo-liza la justicia, verdad, lealtad, franqueza y amor.

El Paredón de los Mártires es un monumento ubicado en el Bosque de la


República de la ciudad de Tunja, que consta del muro original en adobe
donde fueron asesinados los Gobernadores de la Provincia de Tunja: José
Cayetano Vásquez, Juan Nepomuceno Niño, Joaquín Camacho y el Teniente
Coronel José Ramón Lineros el 29 de noviembre de 1816, declarados
culpables de la revolución en contra del régimen español.1
Los hechos sucedieron un día de mercado, en el cual se celebró un desfile
popular que cruzó por la Iglesia de San Laureano llevando consigo a los
mártires, que fueron obligados a arrodillarse para recibir la absolución. Sus
restos mortales fueron enterrados en una fosa común en la Iglesia de San
Laureano y después llevados a la Catedral de Tunja. En honor a ellos se
encuentra una inscripción que dice: "Eternamente vive quien muere por la
patria".

Pozo de Hunzahúa
El Pozo de Hunzahúa, conocido antiguamente como Pozo de Donato es un
parque y museo arqueológico de la cultura Muisca que se encuentra ubicado
al norte de la ciudad de Tunja - Colombia, en el antiguo sitio sagrado de la
ciudad de Hunza.
Características.
Se encuentra una laguna de aguas frías y profundas bordeada en piedra. A su
alrededor se hallan senderos en piedra, bohíos y algunas de las columnas del
legendario templo solar de Goranchacha, monolitos que datan de la época
precolombina. Los bohíos conservan los diseños arquitectónicos de las
comunidades al igual que algunos objetos encontrados.3 En el islote se
encuentra una réplica en miniatura del parque en conjunto. colegio
seminario.
Historia.
Según cuenta la leyenda, el Cacique Hunzahúa quien pretendía el amor de
Noncetá, una de sus hermanas, decidió un día, con el fin de escapar de la
vigilancia de su madre, llevar a su hermana a la provincia de los chipataes
para comprar algodón. Allí la sedujo y al regresar, al notar la madre que el
vientre y pechos de su hija crecían, montó en cólera y arremetió contra ella
con la sana (palo para agitar la chicha), pero la muchacha se ocultó tras el
recipiente en el que se preparaba el licor, y éste, al ser golpeado se quebró,
dejando derramar la chicha contenida en él formando un pozo que se
convirtió en agua.
Posteriormente, en tiempos de la conquista, Quemuenchatocha, temiendo
que los españoles se apoderaran de su oro, ordenó a su pueblo que arrojaran
todas sus riquezas al pozo para que jamás pudieran recuperarlo.
El capitán español saturniano Jerónimo Donato de Rojas, intentó, en el siglo
XVII, desecar la laguna sin obtener éxito alguno. De ahí que se le conozca
como Pozo de Donato.
Leyenda.
Cuentan que el pozo no tiene fondo, y que además, entre sus aguas hay
pilares, sobre los cuales podría estar sosteniendo la ciudad de Tunja.
También, que hubo un intento de secar la laguna, pero que al momento de
empezar, la ciudad empezó a temblar, por lo cual se desistió del objetivo.
Esta Leyenda de origen colombiano, cuenta que fue Hunzahúa, uno de los
pocos soberanos que impusieron su dominación sobre toda la nación
chibcha. Era fuerte y luchador en las batallas. Pero la ruina de aquel hombre
irresistible, no la acarreó ningún enemigo, sino sus desarregladas pasiones.
Tenía Hunzahúa una hermana tan hermosa, que no pudiera haberse hallado
otra como ella entre todas las doncellas chibchas. El veleidoso monarca se
enamoró apasionadamente de su hermana y comunicó a su madre su
determinación. Negándose la madre a dársela como esposa. Cosa insólita
debió parecerle a aquella grave matrona tan insensato antojo de su hijo. Los
chibchas, al menos en los dominios de Zipa, tenían prohibido el matrimonio
entre parientes, hasta el segundo grado de consanguinidad, y en toda la
nación chibcha era tan abominable el incesto, que tenía siempre por castigo
la muerte.
Quedó Hunzahúa, anonadado ante la inflexible negativa de su madre. La más
acerba tristeza abatió por muchos días el ánimo del soberano de los
chibchas. Perdió el tino y el consejo, y prefirió huir a Chipatae, robando a su
hermana de la tutela de su madre. En Chipatae la hizo su esposa. Algún
tiempo después, el recuerdo de su madre desolada, los forzó a volver a Tunja
al hogar materno. Bien comprobó entonces la madre que los dos hijos eran
esposos, montó en cólera y dispuso corregir a en su hija tan enorme
escándalo con un severo castigo. Echó mano de la sana, que era el palo de
revolver la chicha; la muchacha, que no era tonta, se amparó tras de la tinaja.
Esquivó el tremendo garrotazo, que dio estruendosamente sobre la gacha o
moya. Toda la chicha se derramó y entonces se formó el pozo de Hunzahúa,
que es como en nuestros días se denomina una famosa laguna, situada al
norte de la ciudad de Tunja.
Los dos desalentados hermanos ya no dudaron que solamente huyendo de
palacio podrían gustar la felicidad. Abandonaron a Tunja y partieron hacia el
sur, hasta Susa. Aquí se dispuso con alegría el Zaqueerrante a recibir de su
esposa el primer fruto de aquel su gran amor tan desdichado. Pero los
nuevos padres quedaron espantados, al ver que el niño recién nacido se les
quedó, de pronto, ante sus ojos, convertido en piedra y quedándose como
estatua.
Considerándose castigados por el Cielo, abandonaron Susa, sin saber qué
rumbo seguir. Creyeron hallar en una encrucijada la señal que les indicaba el
camino, y por él emprendieron un largo y fatigoso peregrinar, hasta que un
día llegaron hasta el Salto de Tequendama. Allí resolvieron quedarse a vivir,
sin ver ni oír a nadie, escondidos en los bosques cercanos. Al pasar la
impetuosa corriente, sintieron los dos infaustos compañeros un súbito
desfallecimiento: se miraron, y al mismo tiempo un hielo de muerte paralizó
sus cuerpos, quedando allí convertidos en piedras en medio del río, hasta el
día de hoy...

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