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LA ESCUELA

COMO ESPACIO PANÓPTICO

La Universidad que tenemos, evita el compromiso que tiene que asumir frente
al colonialismo y sus nuevas formas de operar sobre los pueblos, no quiere
responsabilidades que le puedan comprometer las “comodidades” de los que
allí laboran. Creen que el conocimiento se encuentra en los países
desarrollados, contribuyendo de esta manera a formas de colonialismo que
trasmiten “conocimientos” que nada tienen que ver con nuestra realidad…

Prof. Ramiro Valbuena

Creo, que de alguna u otra manera, la escuela nos ha tocado vivirla a todos o
por lo menos a la mayoría. Tomemos esta referencia como ejemplo de lo que
estamos diciendo. Nuestro Sistema Educativo, como espacio panóptico (del
griego pan= todo y óptico= vigilancia: vigilancia del todo) busca utilizar la
educación como instrumento ideológico para la dominación, (sobre éste tema,
existen multiplicidad de autores), cuyo objetivo es la de “ordenar” el
pensamiento y “disciplinar” el cuerpo y la mente de los educandos. Esta acción
“pedagógica y didáctica”, tiene como propósito y fin, evitar en el alumno que
éste libere las extraordinarias potencialidades que en el subconsciente yacen
en cada uno de ellos, para que los mismos no puedan romper con el estado de
alienación que propicia el propio “Sistema Educativo”, como expresión del
modelo socio-económico impuesto a través del Estado por la clase que ejerce
el poder. De esta manera imponen la obediencia, bloquean todo posible
pensamiento en desacuerdo con lo impuesto, dentro de un sistema que
controla, reprime y vigila.

El poder crea estructuras educativas que congelan la capacidad creadora y


crítica del educando, para domesticar, actuar, opinar y en última instancia
reproducir corporal e intelectualmente la “enseñanza” de la escuela, de esta
forma se sostiene el sistema que impulsa el poder.

Desde luego que esa escuela (Sistema Educativo), utiliza instrumentos


rutinarios para mantener un estado, sobre todo de represión permanente, que
va desde la simple fila que se hace antes de entrar al aula de clase, de
sentarse para continuar dándose la espalda el uno con el otro, pasando por
revisiones de tareas impuestas y repetitivas, bajo normas estandarizadas, que
tienen que elaborarse en función de obtener una nota, terminando la “acción
educativa” con la fórmula más despiadada de opresión de esa “educación”,
denominada evaluación o examen para medir “conocimientos” y que el alumno
debe aprobar, repitiendo lo que le dice su maestro - ya que de la misma
depende su promoción al siguiente año escolar - es en última instancia un acto
de violencia, por obligar, tanto al maestro, como al alumno -porque así lo
demanda el poder del Estado- a cumplir normas antidemocráticas, negadoras
del diálogo, negadoras de la fraternidad, solidaridad, creatividad y sobre todo
negadora de la libertad, estableciendo el binomio cruel y despiadado de la
relación dominante-dominado.

LOS ANTIVALORES

Ese proceso de enseñanza-aprendizaje, llamado por algunos pedagogos, niega


la comunicación (anti diálogo) y por lo tanto se nutre de valores ajenos a la
naturaleza humana: se nutre del desamor, de la soberbia, de la desesperanza,
de la desconfianza, alimenta inclusive el odio, la rivalidad, en un proceso
competitivo, donde sobreviven los más “aptos”, porque se “acomodan”, se
“adaptan” y se “someten” en el ambiente de la dominación.

Sin embargo, esa cotidianidad del llamado “hecho educativo”, que no es otra
cosa que una permanente represión, en todos los órdenes, que se hace
natural, por aquello que “el hombre es un animal de costumbres”: se “adapta”,
se “acomoda” y se “somete”, termina en muchas oportunidades en violencia
horizontal. Veamos un ejemplo doloroso de esa violencia horizontal a la que me
refiero: estando en una oportunidad en la ciudad de Medellín (Departamento de
Antioquia-Colombia), compre un periódico titulado: “Hoy” de fecha 16 de abril
del 2008. En el mismo se destacaba el titular más importante de primera página
que decía: “Homicidas por una mala nota”, el sumario de la noticia señalaba lo
siguiente: “Seguros de que por sus malas notas en ciencias iban a perder el
año, dos bachilleres decidieron emboscar a su profesor y apuñalarlo. Otro
alumno los reconoció”. En la página 2 del periódico antioqueño que hacemos
referencia, en el contenido de la noticia se señala lo siguiente: “El profesor
Omar Ariza, de 62 años, lo asesinaron dos de sus alumnos de la clase de
ciencias.

Ante las malas notas a que se habían hecho merecedores y que los tenía al
borde de perder el año escolar, los estudiantes decidieron que la solución era
acabar con la vida del docente.

Sin embargo, ayer la policía detuvo a los dos homicidas de 17 años. La captura
se produjo con base en el testimonio de uno de los compañeros de ambos
estudiantes.

Este se convirtió en el testigo principal del crimen y relató cómo le advirtieron


que correría la misma suerte si contaba lo que había ocurrido”. Esta
información de prensa, puede generar varias interpretaciones, de acuerdo a la
posición ideológica que cada quien pueda tener, pero si somos honestos con
nosotros mismos, podemos indicar que tenemos un “Sistema Educativo” que
genera este tipo de situaciones, porque tanto el alumno, como el docente, no
pueden desarrollar en el aula de clase otra actividad “pedagógica” porque se
saldrían de la norma trazada por el poder. Alumno y profesor se domestican,
cada quien a su manera, la educación que practican es una educación como
práctica de la opresión-represión, alienados, les impide la creatividad y ejercer
una educación como práctica de la democracia, la participación y sobre todo de
la libertad. Producto de esa alienación, la violencia que se produce es
horizontal, ya que no apunta hacia los verdaderos responsables de estos
escenarios. Cuando esa violencia deje de ser horizontal, para convertirse en
violencia vertical, como respuesta de procesos concientizadores, estaremos en
la línea correcta, porque apuntaremos directamente a los responsables directos
generadores de tanta represión y maldad.

ALUMNOS Y EDUCADORES: VICTIMAS DEL SISTEMA

Este tipo de educación, niega la tolerancia, porque quiere aplastar las


diferencias, para evitar que la diversidad pueda aportar en el propio campo de
la dialéctica, caminos de redención social y hay que ver la tolerancia como un
valor innato del ser humano, como cualidad, que nos permite convivir,
compartir, con el que de alguna u otra manera es diferente a nuestro
pensamiento, para poder construir, elaborar, en el hecho pedagógico, un
sendero de respeto y dignidad por el otro y más aún cuando se trata de los
educandos.

Pero no solamente el alumno es la víctima o el domesticado- ¿Dónde queda el


maestro dentro de estas relaciones de poder?- ¿Qué papel ejerce en la acción
“pedagógica”?- ¿Cuál es su función o su rol dentro del “sistema educativo”?.
Todos sabemos que el Estado, controla los currícula del sistema educativo, que
genera una enseñanza de tipo instrumental y acrítica acompañada de una
carga ideológica que necesariamente tiene que responder a los intereses de la
clase que se encuentra en las esferas de ese poder. Aquí podemos indicar que
también ese maestro paso por la misma escuela, por lo tanto el
adoctrinamiento es el mismo, su obediencia al patrón (el Estado) es de manera
incondicional, yace en el subconsciente, además si se atreve a desobedecerlo
pierde su trabajo. Esto hace que no tenga un pensamiento independiente, que
esté permanentemente bajo coerción y amenaza, sin olvidar que los sistemas
educativos a lo largo de su historia, no han dejado de interpretar un papel
institucional, al servicio del poder, que controla, vigila y coerciona.

Una vez que se ha “educado” al maestro en sus respectivas escuelas


“pedagógicas” y se le ha socializado de una manera que apoya las estructuras
de poder, éste obtiene su respectivo “salario” por el cual comienza a depender.
En éste sentido, los educadores, son como otros profesionales, que irradian
respeto por el lugar que ocupan, en este caso, su rol de docente, imponen
autoridad con su labor. En tanto, que son educadores pagados por el Estado, el
poder espera de ellos que se comprometan de manera incondicional en la de
reproducir éticamente, socialmente, económicamente, políticamente,
ideológicamente, los intereses de los que administran el Estado, para moldear
a los educandos bajo su responsabilidad a imagen de la sociedad dominada y
colonizada.

Los pedagógicos o llamadas escuelas pedagógicas, crean en cada docente la


llamada autocensura, donde el propio educador se interroga antes de iniciar
cada faena dentro de la cotidianidad de su trabajo docente: ¿qué debo decir?-
¿qué no debo decir?, de todas maneras llega a la siempre conclusión: debe
actuar en el marco de lo permitido, de la obediencia, es allí donde al docente
no se le permite el desarrollo de un pensamiento independiente porque el
mismo se convierte en una amenaza que pone en riesgo el pensamiento del
que domina.

Desde luego, que todo esto forma parte de una “construcción pedagógica” que
se forma en el maestro o profesor en los respectivos niveles del Sistema
Educativo, como reflejo de la información-formación durante su proceso de
escolaridad. En medio de éste ambiente la educación en vez de convertirse en
un acto de amor, refleja el desamor, se convierte en un acto de cobardía frente
al opresor, niega la opinión, la discusión y el debate, no estudia, ni analiza la
realidad, huye de la discusión ontocreador, que convierte ese proceso
educativo en una verdadera farsa, que sólo favorece al opresor, para reproducir
la relación dominante-dominado.

Es imposible entonces, aprender a opinar, discutir, debatir, crear conocimiento,


en un sistema educativo que es impuesto y responde a los intereses que se
mueven dentro de ese poder. Un sistema educativo que impone los contenidos
y por lo tanto impone las ideas, donde se dictan las clases y niega el debate, la
contra posición, las otras propuestas de otros saberes. Donde se ve al alumno
como un depósito que se le dice que debe aprender, donde no hay
comunicación entre educando-educador y por lo tanto niega el diálogo,
construyendo una matriz acrítica. Se impone una “disciplina” que el educando
no comparte y por coerción sólo se acomoda y se adapta a la misma. Una
educación cuyo “conocimiento” no le da instrumentos al educando, ni medios
para pensar originalmente, por el contrario se le imponen reglas de los
“saberes”, para que las aplique automáticamente y las guarde, por lo tanto
niega la recreación y la reinvención.

¿Y LA UNIVERSIDAD?

De igual manera, todo esto se expresa en la propia Universidad, donde incluso


la lucha política e ideológica ha quedado relegada en un segundo plano,
formándose en las mismas grupos familiares que se heredan los cargos,
grupos de amigos que cuadran jurados, trafican con las influencias, vendiendo
sus votos o cambiándolo por una beca para ir al exterior a cambio de darle el
voto al candidato que aspira a ser Decano, Vicerrector o Rector, en un juego
mediocre, que sólo manifiesta los intereses y valores oscuros, de un sistema
que ha convertido a la mayoría de los docentes (salvo algunas excepciones) en
simple mercancía, donde se venden y se compran, en una perversa dinámica
por obtener el control y por lo tanto el poder de un espacio que sólo reproduce
las formas de dominación.

Esa época, de la rebelión de los saberes, llamados también por Foucault


insurrección de los saberes sometidos ya dejó de existir en la Universidad,
desapareció porque los mismos ocasionaron problemas al sistema dominante:
revueltas, rebeliones y guerrillas, subvertían el control y por lo tanto ese
escenario había que desaparecerlo. La educación que se impartía para ese
entonces, se constituían en un acto de coraje, de mucho amor por el país; era
un acto creador, representaba un ejercicio en función de la libertad, orientada
hacia el estudio de la realidad, para enfrentar la misma y poder transformarla
por solidaridad y por espíritu fraternal. Las investigaciones para ese entonces,
rompían con el conocimiento de la dominación, la Universidad investigaba,
interpretaba la realidad en todos los campos, era un saber comprometido para
la transformación cualitativa del país, para los cambios sociales, para alimentar
los conocimientos y tener de esta manera una aproximación de la realidad
histórica, de ese presente, pasado y futuro, independientemente que las
mismas fueran rechazadas por el propio Estado, en las mayorías de las
oportunidades.

Ahora la “investigación” en la Universidad es otra cosa, al respecto Paulo Freire


(1985) afirmaba que muchas investigaciones “pueden estar intentando
esconderse en lo que consideran la neutralidad de los objetivos científicos, sin
atender el modo en que se vayan a usar sus descubrimientos, sin molestarse a
pensar siquiera para quién o para que intereses están trabajando”. (…)
“parecen analizar la sociedad que estudian como si no participaran en ella. En
su celebrada imparcialidad, (parecen) acercarse al mundo como si llevaran
guantes y mascarillas, para no contaminarlo ni resultar contaminados.”
(FREIRE, Paulo. (1985) “La Política Educativa”. Edit. Oveja Negra. Buenos
Aires.97-98).

Pero también la Universidad que tenemos, evita el compromiso que tiene que
asumir frente al colonialismo y sus nuevas formas de operar sobre los pueblos,
no quiere responsabilidades que le puedan comprometer las “comodidades” de
los que allí laboran. Creen que el conocimiento se encuentra en los países
desarrollados, contribuyendo de esta manera a formas de colonialismo que
trasmiten “conocimientos” que nada tienen que ver con nuestra realidad,
posición que se asume por el complejo de ser países atrasados, por no estar a
la “altura” de las naciones desarrolladas y por lo tanto, la Universidad
reproduce todo el aparato ideológico-cultural que le sirve, tanto al poder formal,
como al poder real. En otras palabras, es en la Universidad, donde se refleja
con mayor fuerza e intensidad, el triste papel y complejo del colonizado, porque
allí también se enseña que el imperio es muy grande, producto de que la
Universidad lo ve de rodillas.

Ese complejo de inferioridad ha llevado a la Universidad a desconocer los


“poderes creadores del pueblo” , a desconocer la sabiduría popular, su
memoria histórica colectiva, sus conocimiento acumulados a través del tiempo,
los menosprecia por no estar a la altura de la llamada “academia”, por “carecer”
de “estatura científica”, por no formar parte de la epistemología del
conocimiento “real”. Son conocimientos que la Universidad descalifica como
saberes no conceptuales, porque no están suficientemente “elaborados”, es un
conocimiento “inferior “a los de la academia, es una sabiduría ingenua y porque
son informaciones generacionales por debajo del nivel de la cientificidad
exigida. Ese saber de la gente como Foucault lo llama, es un conocimiento
sometido “Y por saber sometido entiendo dos cosas. Por una parte, quiero
designar, en suma, contenidos históricos que fueron sepultados, enmascarados
en coherencias funcionales o sistematizaciones formales. (…) . En segundo
lugar, por saberes sometidos creo que hay que entender otra cosa y, en cierto
sentido, una cosa muy distinta. Con esa expresión me refiero, igualmente, a
toda una serie de saberes que estaban descalificados como saberes no
conceptuales, como saberes insuficientemente elaborados: saberes ingenuos,
saberes jerárquicamente inferiores, saberes por debajo del nivel del
conocimiento o de la cientificidad exigidos”. (FOUCAULT. Michel. (2002).
“Defender la Sociedad”. Editorial, Fondo de Cultura Económica. México. Pág.
21).

Este cuadro, que forma parte de lo que puede ser una verdad que nos rodea,
pareciera que no se pudiera escapar del mismo. Es el poder del Estado, sus
leyes, sus estructuras, sus instituciones, que se encargan de reproducir esa
lógica para corromper y dominar, se presenta en ambos modelos económicos-
sociales (capitalismo-socialismo), claro está, en sus diversas variables,
connotaciones, interpretaciones y estilos, pero que reproducen igualmente esa
relación deshumanizada entre dominante-dominado. Son sistemas para
domesticar, idiotizar y enajenar, negando la participación consciente del ser
humano como sujeto integrante de una sociedad con preocupaciones
compartidas, que desea participar de manera constructiva, atendiendo a su rol
histórico, en el firme compromiso de avanzar cualitativamente en la formación
de un mundo más humano.

Todo esto, es expresión de un proceso colonizador que se ha dado a lo largo


de nuestros años y en la actualidad se hace presente, bajo el dominio del
capital foráneo y donde constantemente ese capital foráneo, se nos muestra
como un emporio para el “desarrollo”, ocultando su verdadera rostro. Con
respecto a todo éste proceso colonizador, Fabricio Ojeda, en su libro “La
Guerra del Pueblo, también tenía su respectivo análisis: “En los países
colonizados nada escapa al control del imperialismo. Éste tiene a su alcance
los mínimos y elementales instrumentos para modelar mente y conciencia.
Dispone de la prensa, la radio, la televisión, el cine, de escritores, dirigentes
políticos, gobernantes, parlamentarios, historiadores, sociólogos, etc., que a
través de todas sus zonas de influencia y sus manifestaciones públicas,
tergiversan acontecimientos, deforman realidades y construyen un mundo
artificial que, con ayuda del aparato coercitivo del Estado, meten por los ojos y
oídos a todo el pueblo.” (OJEDA, Fabricio. “La Guerra del Pueblo”. Editorial El
perro y la rana. Caracas. 2007).

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