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EN BUSCA DE

Jonathan D. Spence

LA CHINA
Historia

MODERNA

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IONAntAN O.SPlNCt IWció al 1936 a1 SUrTq' (tn s l.t« n).
Se doctoro ni hidon. por b Uniwntd. d d~ Y. I~ ni 1965,
"es pmlesor de ~sl . disciptiea n i d ich. un iy~nid.d .
Especil lis'" d~'.01. mund i;ü a l l. hislorliJ. ee(hin,¡, h.
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EN BUSCA DE LA CHINA MODERNA
]ONATHAN D. SPENCE
EN BUSCA DE LA CHINA MODERNA

Traducción de ]ordi Beltrán Ferrer

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Título original: The Seardifor Motkm China

1.' edición en 'Ilrsquets Editores España: enero de 2011


1.' edición en Tusquets Editores México: febrero de 2011

© 1999, 1990, by jonathan D. Spence

© de la traducción: jordi Beltrán Ferrer; 2011


Diseño de la colección: Liuís Clotet y Ramón Úbeda
Diseño de la cubierta: Estudio Úbeda
Reservados todos los derechos de esta edición para
© Tiisquets Editores México, S.A. de c.v.
Campeche 280 lnt. 301-302 - Hipódromo Condesa - 06100 México, O.E
Te!. 5574-6379 Fax 5584-1335
www.tusquetseditores.corn
ISBN: 978-607421-2464
Fotocomposición: Pacmer, S.A. - Alcolea 106-108, l." - 08014 Barcelona
Impresión: Litográfica Ingramex, S.A. de C.v. - Centeno 162-1 - México, D.F.
Impreso en México

Queda rigurosamente prohibida cualquier forma de reproducción, distribución, comuni-


cación pública o transformación total o parcial de esta obra sin el permiso escrito de los
titulares de los derechos de explotación.
índice

Índice de mapas ,................ 9


Índice de cuadros 11
Agradecimientos de la primera edición 19
Agradecimientos de la segunda edición. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Prefacio a la primera edición 23
Prefacio a la segunda edición 27
El uso del pinyin ...... ................... 31

Primera parte: Conquista y consolidación


1. Los últimos Ming 41
2. La conquista manchú 63
3. La consolidación de Kangxi 101
4. La autoridad de Yongzheng 130
5. La sociedad china y el reinado de Qianlong . . . . . . . . . . . . .. 156
6. China y el mundo del siglo xvm . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 180

Segunda parte: Fragmentación y reforma


7. El primer choque con Occidente 225
8. La crisis interna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 251
9. La restauración mediante la reforma 281
10. Nuevas tensiones a finales del periodo Qjng . .. . . . . . . .. .. 308
11. El final de la dinastía 353

Tercera parte: Visualización del Estado


y la sociedad
12. La nueva república 385
13 Se hace camino» 407
14. La alianza fracturada 435
15. El Guomindang en el poder 469
16. La supervivencia comunista 522
Cuarta parte: Guerra y revolución
17. La segunda guerra mundial. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 571
18. La caída del Estado del Guomindang 617
19. El nacimiento de la República Popular ' 667
20. Planificación de la nueva sociedad ' 696
21. Fortalecimiento de la revolución 731
22. La Revolución Cultural. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 757

Quinta parte: Reingreso en el mundo


23. Reapertura de las puertas 791
24. Redefinición de la revolución. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 818
25. Niveles de poder. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 851
26. Comprobación de los límites . . . . . . . . . .. 896
nFindes~ n9
Apéndices
Notas _. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 969
Lecturas complementarias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 993
Glosario 1021
Nota sobre la caligrafía 1055
Índice onomástico y toponímico 1057
Créditos de las ilustraciones 1073

[Iotografias] [79-90; 201-214; 325-336, 505-518, 649-662;


871-880; 947-954]
Índice de mapas

China a finales del periodo Ming 14


China contemporánea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
Amenazas extranjeras a finales del periodo Ming 57
Bases rebeldes a finales del periodo Ming 60
Crecimiento del poder manchú, 1610-1644 . . . . .. . . . . . . . . . . . 65
Huida de los rebeldes anti-Ming, 1644-1647 72
Derrota de los príncipes Ming, 1644-1661 75
Los Tres Feudatarios, 1673-1681 104
China marítima en el siglo xvn 109
El Tratado de Nerchinsk, 1689 ........ . . . . .. 121
Las campañas de los dzúngaros, 1696 y 1720 123
Macrorregiones de China a mediados del periodo Qjng . . . . . .. 134
El Tratado de Kiajta, 1727 145
Campañas de Yongzheng en el oeste, 1726-1735 148
Campañas de Qianlong en el oeste 159
Campañas de los Qing en Vietnam, 1788-1789 . . . . . . . . . . . . .. 174
Rebeliones a finales del periodo de Qianlong . . . . . . . . . . . . . .. 177
La guerra del Opio, 1839-1842 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 240
Los puertos abiertos por tratados, 1842 . . . . . . . . . .. 246
La región de Altishahr, 1835. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249
La rebelión de los Taiping, 1850-1864 260
Los puertos abiertos por tratados, 1854-1860 269
La rebelión de los Nian, 1851-1868 272
Revueltas musulmanas, 1855-1873 277
Asuntos fronterizos, 1870-1895 .... 315
La rebelión de los bóxers, 1898-1901 342
Los ferrocarriles de China, 1880-1905 360
La caída de los Qjng, 1911 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 373
La Expedición al Norte, 1926 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 454
La Expedición al Norte, 1928 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 473
El incídente de Mukden, septiembre de 1931 503
La base de japón en el nordeste, 1932-1933 520
Sóviets del Partido Comunista Chino, 1927-1934 536
La Larga Marcha, octubre de 1934-junio de 1935 551
La Larga Marcha, junio de 1935-octubre de 1935 555
La guerra con Japón: expansión japonesa 573
La guerra en el norte de China, 1937 574
La guerra en China central, 1937-1938 578
China dividida, 1938 581
La guerra en el sur de China, 1938-1942 . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 587
El incidente del Nuevo 4.° Ejército, 1941 596
Ofensiva Ichigo de los japoneses, 1944 609
Zonas bajo control comunista, agosto de 1945 614
La guerra civil en Manchuria, 1945-1947 ' 622
La guerra civil en el norte de China, 1948 644
La guerra civil en el sur de China, 1949 665
Regiones militares de la República Popular China, 1949 . . . . . .. 678
La guerra de Corea, junio-octubre, 1950 683
La guerra de Corea, nov. de 1950-;ulio de 1953 683
Choques fronterizos, 1959 747
Índice de cuadros

Cifras demográficas: Hebei, Shandong y toda China 136


Edad de las parturientas: Daoyi, 1792 138
Ventas británicas de opio a China 196
Inversiones extranjeras en China, 1902 y 1914 394
Gastos, ingresos y déficits del Gobierno nacional, 1929-1937 . .. 478
Inversiones extranjeras en China por países, 1902-1936 494
Inversiones extranjeras en manufacturas
en China por países 495
Población china en Estados Unidos, 1890-1940 498
Producción industrial de China propiamente dicha
y Manchuria, 1926-1936 524
Desempleo en China, 1935 525
Gastos domésticos, Shanghai, 1936-1937 . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 526
Conflictos laborales (huelgas), 1935 . . . . . . . . . .. 527
Muestras de ingresos y gastos de los agricultores
en el poblado de Michang, provincia de Hebei, 1937 . . . . .. 532
Relaciones agrarias tradicionales en Xunwu 539
Gastos militares y de la deuda del Gobierno
de Nankín, 1928-1937 544
Potencial humano, ejércitos nacionalistas chinos, 1937-1945 589
Bajas chinas en combate, 1937·1941 592
Composición social y afiliación al partido
en las asambleas representativas de Yan'an, 1941 593
La moneda de China, 1937·1942 598
La disposición de las fuerzas del ejército japonés,
diciembre de 1941 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 603
La población rural de China central: muestra de clases de familias
del PCCh por porcentaje de población, 1941-1945 613
Depreciación delftbi, septiembre de 1945-febrero de 1947 637
Índices de precios al por mayor y del coste de la vida
en Shanghai, 1947-1948 638
Índices de precios al por mayor y del toste de la vida
en Shanghai, 1948-1949 642
Variaciones de los efectivos militares del Guomindang
y el PCCh, 1945-1948 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 646
Reconocimiento diplomático de la República Popular
China, 1949-1950 680
Resultados del movimiento de los Cinco Antis
en Shanghai, 1952 695
El Primer Plan Quinquenal, 1953-1957 699
Distribución de los gastos presupuestarios
del Gobierno, 1950-1957 701
Distribución del capital fijo invertido por el Estado, 1952-1957. 702
Consumo anual per cápita, Shanghai, 1929-1930 y 1956 704
Cuota de familias campesinas en tipos diferentes de unidades
de propiedad, 1950-1959 707
Presupuesto militar de China, 1950-1960 . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 717
Afiliación al Partido Comunista de China, 1966-1976 799
Comercio chino y compras chinas de plantas industriales enteras. 806
Contratos de plantas industriales enteras, por industrias. . . . . .. 808
Campos de estudio de los estudiantes chinos previstos
en Estados Unidos, 1978-1979 821
Base económica de Taiwan, 1953 y 1962 . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 837
Tasas de crecimiento: Taiwan, RPCh y Japón, 1952-1972 838
Comparación del poder adquisitivo en Shanghai y Taipei,
mediados del decenio de 1970 840
Distribución del presupuesto familiar mensual
en Shanghai y Taipei a mediados del decenio de 1970 ..... 842
Composición por edades de los dos sexos
en la población de China, 1982 . . . . . . . . . . .. . . . .. . . . . .. 853
Porcentaje de chinos que nunca se casaron,
por grupos de edades, 1982 857
Cambios de la extensión de tierra cultivada
en China, 1949-1978 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 859
Proporción entre la población urbana
y rural en China, 1949-1983 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 860
Para mis alumnos
Goijo de Bengala

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AGRADECIMIENTOS DE LA PRIMERA EDICIÓN

Durante los años empleados en escribir En busca de la China moderna


he contraído incontables deudas de gratitud. La más profunda de ellas
es con mi editor en Norton, Steven Forman, que fue mi colaborador du-
rante toda la empresa y me cameló, exhortó, alentó y de vez en cuan-
do, en los momentos de mayor necesidad, me amenazó cortésmente. No
sólo leyó todas las partes del borrador en cada una de las fases, con ra-
pidez y meticulosidad asombrosas, sino que también intervino en la
selección de las ilustraciones y sus correspondientes pies, en los mapas,
en los pormenores de la adquisición de derechos y en todos los detalles
de ubicación y diseño. Pero Steven Forman también agradeció siempre
la ayuda de otros, como yo hago aquí: Rachel Lee por localizar y ob-
tener ilustraciones, Roberta F1echner por su esmerado trabajo de ma-
quetaeión, Carol Flechner por la ardua tarea de preparar el texto para
su edición, Wang Lianwu por su ayuda con la correspondencia y el ma-
terial manuscrito en chino, David Lindroth por su elegante y clara car-
tografia, Antonina Krass y Hugh O'Neill por su impecable sentido del
diseño y Roy Tedoff por la eficiente producción del conjunto.
Prestaron gentilmente ayuda con el material gráfico y las ilustra-
ciones Caron Smith, Maxwell Hearn y James c.y. Watt del Metropo-
litan Museum of Art de Nueva York, el coleccionista Robert Ellsworth
y el fotógrafo Shin Hada, Pan Gongkai del Pan Tianshou Museum de
Hangzhou, Charles Moyer del International Arts Council y Nancy jer-
vis del China Institute. El pintor Liang Minwei creó toda la caligrafía,
de estilos muy variados, para las portadas, la sobrecubierta y los dibu-
jos de sellos. El periodista Shi Zhimin proporcionó sus fotografías y
Chin Annping ayudó en las cuestiones referidas a los textos, desde los
confucianos a carteles callejeros de 1989. Ruth Rogaski compiló el glo-
sario con enorme atención, a la vez que Cheng Peikai y Michael Lestz
(que están preparando un libro complementario de fuentes y documen-
tos) proporcionaron materiales valiosos. Herbert Behrstock del United
Nations Development Programme, Pekín, y Lean Segal del United Na-

19
tions Programmc of Actions for African Economic Recovery and De-
velopment, Nueva York, aportaron fuentes e información útiles. Cuatro
mecanógrafas pacientes y gentiles bregaron con mis borradores a me-
nudo indescifrables: Karin Weng, Elna Codbum, Ethel Himberg y, so-
bre todo, Florence Thomas, que, como ha hecho con tanta frecuencia
en el pasado, trató mis crisis recurrentes como si fueran suyas.
La ayuda prestada por lectores externos que leyeron secciones del
borrador manuscrito fue inestimable para mí y este libro hubiera sido
inconmensurablemente más flojo sin sus críticas y sugerencias. Mi sin-
cero agradecimiento a Parks Cable (Universidad de Nebraska), Jerry
Dennerline (Amherts College), joseph Esherick (Universidad de Ore-
gón), Michael Gasster (Universidad de Rutgers), Kent Guy (Universidad
de Washington), Philip Huang (VCLA), William Kirby (Universidad de
Washington), Kenneth Lieberthal (Universidad de Michigan), Andrew
Nathan (Universidad de Columbia), Lucia Pierce (Preer Gal1ery of Art),
Vera Schwarcz (Wesleyan University),John Bryan Starr (Universidad de
Vale), Frederic Wakeman (Universidad de California, Berkeley) y John
Wills (Universidad de California del Sur). También estoy agradecido a
algunos perspicaces y meticulosos lectores externos que optaron por
conservar el anonimato. Pero dado que estos eruditos sólo vieron sec-
ciones del manuscrito y no siempre acepté (y a veces quizás interpreté
mal) sus comentarios, debo subrayar que los errores o lagunas que con-
tenga el libro son míos. Otros amigos y ex alumnos tuvieron la ge-
nerosidad de leer todo el manuscrito y me ofrecieron sus opiniones:
Beatrice Bartlett (y cuatro de sus alumnos, Victoria Caplan, Patrick
Cheng, GabrieJle Shek y Anne Wyman), Sherman Cochran, Susan Na-
quin, Jonathan Ocko, Kenneth Pomeranz y Joanna Waley-Cohen. En
el sentido más amplio, también estoy en deuda con todos los eruditos
que trabajan en el campo de la historia moderna de China. Espero que
las «Lecturas complementarias» den una idea de lo mucho que he reci-
bido de ellos y de la gran transformación que su trabajo está efectuan-
do en nuestro conocimiento del pasado de China.
Este libro se escribió en partes más o menos iguales, ya fuera en la
Cross Campus Library de Yale o en Naples Pizza de Wal1 Street, New
Haven. Quisiera dar las gracias a todo el personal de estos dos admi-
rables establecimientos por proporcionarme dos mundos complemen-
tarios en los cuales medité y luego escribí esta crónica de los últimos
cuatrocientos años de la historia de China.

Jonatban D. Spence,
Naplesy Cross Campus Library, 30 de octubre de 1989

20
AGRADECIMIENTOS DE LA SEGUNDA EDICiÓN

Durante la preparación de esta segunda edición de En busca de la


China moderna, me he beneficiado mucho de quienes hicieron las rese-
ñas a la primera edición o me escribieron comentarios o críticas. Aun-
que no siempre me he sentido obligado a aceptar sus sugerencias, han
contribuido de forma acumulativa a agudizar mi pensamiento y me
han llevado a hacer muchos cambios y enmiendas. Especialmente úti-
les fueron las sugerencias que hicieron T.K. Chang, Prank Ching, Chou
Wan-yao, Ralph Covell, Justus Doenecke, Jaap Engelsman, el difunto
John King Fairbank, Dolores Filandro, Erwin Fuchs, Jing Li, jin Luo,
Angus McDonald, W. Scott Morton, Shao Dongfang, Jan Stuart, Britt
Towery, Arthur Waldron, Renqiu Yu y Linong Zhou. También me gus-
taría dar las gracias a los numerosos alumnos de Yale, tanto estudiantes
de licenciatura como licenciados, con los que he comentado el libro
por extenso y, en particular, he afrontado los problemas que comporta
el decidir 10 que había que suprimir o añadir. Espero que en esta segun-
da edición encuentren respuestas apropiadas al gran número de pre-
guntas inteligentes que hicieron. Al igual que en la primera edición,
Steven Forman, en Norton, me ha alentado constantemente al tiempo
que no quitaba los ojos del reloj. Y Annping, Mei, Yar y Maddux me
han ayudado, cada uno a su manera, a hacer que esta prolongada tarea
fuese 10 más placentera posible.

Jonathan D. Spence, 1 de agosto de 1997

21
Prefacio a la primera edición

Ningún país, durante los últimos siglos, se ha librado de la agita-


ción y la tragedia. Es como si en el centro del espíritu humano hubiera
un desasosiego y una capacidad para la violencia incontenibles, de tal
modo que ninguna sociedad puede alcanzar la tranquilidad perfecta. Sin
embargo, en todos los países los seres humanos también han mostra-
do un amor a la belleza, una pasión por la aventura intelectual, una dul-
zura, una sensualidad exuberante y un anhelo de justicia que han tras-
cendido las tinieblas y han llenado el mundo de luz. Se han esforzado
constantemente por comprender el mundo, por protegerse de sus estra-
gos, por organizarlo más eficazmente y por hacer de él un lugar en el
cual sus hijos pudieran vivir sin hambre ni temor.
La historia de China es tan rica y extraña como la de cualquier otro
país de la tierra y su destino como nación está entrelazado con el de to-
das las demás en la búsqueda de recursos escasos, el intercambio de mer-
cancías, y la expansión del conocimiento. Sin embargo, durante mucho
tiempo China fue una incógnita total para los occidentales e incluso
hoy parece una nación apartada de las otras por diferencias de lengua,
costumbres y actitudes. Ahora que China tiene más de mil millones de
habitantes dentro de sus fronteras, sufre presiones internas sobre las cua-
les los demás sólo podemos hacer conjeturas. Los vaivenes de su vida po-
lítica, los cambios en sus ámbitos culturales, los bandazos de su eco-
nomía, el hecho de que su hostilidad declarada a las influencias extranjeras
va acompañada tan a menudo de sonrisas acogedoras, todo ello se com-
bina para que sigamos sumidos en la perplejidad ante la verdadera na-
turaleza de China.
No es fácil entender a China, como tampoco lo es entender cual-
quier cultura o incluso entendemos a nosotros mismos. Pero merece la
pena intentarlo, porque la historia de China es asombrosa y tiene mu-
cho que enseñamos. Este libro sostiene que para tratar de entender la
China de hoy necesitamos conocer la del pasado; pero hasta qué pun-
to del pasado debemos llegar en nuestra búsqueda continúa siendo, en

23
cierto sentido, la cuestión centraL La historia de China es larguísima;
de hecho, ninguna otra sociedad ha mantenido una vitalidad ni llevado
un registro tan meticuloso de sus propias acciones durante un perio-
do tan largo -cerca de cuatro mil años- como la china. Podemos zam-
bullimos en cualquier punto de este periodo y encontrar acontecimien-
tos, personalidades, estados de ánimo que parecen un eco inquietante
de la actualidad.
Mi narración empieza alrededor del año 1600 porque pienso que
sólo partiendo de este punto podemos hacernos una idea cabal de cómo
surgieron los problemas actuales de China y de los recursos -intelec-
tuales, económicos y emocionales- de que disponen los chinos para re-
solverlos. He dado al libro el título de En busca de la China moderna por-
que deseo poner de relieve varios temas.
En primer lugar, tanto los gobernantes de China como sus críticos
chinos han procurado en repetidas ocasiones, durante este largo perio-
do, formular estrategias que reforzaran las fronteras de su país, raciona-
lizasen las instituciones burocráticas, sacaran el máximo provecho de sus
propios recursos para librarse de las injerencias extranjeras y aumenta-
ran el rigor de los instrumentos culturales necesarios para analizar la
eficacia y la moral de las acciones políticas.
En segundo lugar, aunque no fue necesariamente por una ,<VÍa» pa-
ralela a la de las naciones occidentales en desarrollo o a la de Japón,
China llevó a cabo constantemente intentos de adaptación y cambios
importantes al mismo tiempo que se esforzaba por preservar ciertos va-
lores inmutables. Gran parte de la historia que examinaremos aquí
consiste en ciclos solapados de derrumbamiento y reconsolidación,
de revolución y evolución, de conquista y de movimientos en pos de!
progreso.
En tercer lugar, éste sigue siendo un libro sobre una búsqueda que
continúa, en vez de un libro sobre la conclusión de una búsqueda. En-
tiendo por nación «moderna» la que es a la vez integrada y receptiva,
razonablemente segura de su propia identidad pero capaz de unirse a
otras en pie de igualdad en la búsqueda de nuevos mercados, nuevas
tecnologías, nuevas ideas. Si se usa en este sentido amplio, no debería-
mos tener ninguna dificultad para ver que «moderno» es un concepto
que cambia con los tiempos y la evolución de la vida humana, en lugar
de limitamos a relegar e! sentido de «moderno» a nuestro propio mun-
do contemporáneo al tiempo que relegamos e! pasado a lo «tradicio-
nal» y el futuro a lo «posmodemo». Me gusta pensar que había países
modernos -en el sentido citado- en el año 1600 d.C. o antes, como en
cualquier momento de los siglos posteriores. Con todo, en ningún mo-

24
mento de este periodo ni tampoco al finalizar el siglo XX ha sido Chi-
na uno de ellos de manera convincente.
En cuarto lugar, espero que presentar la «búsqueda» de la China mo-
derna como un proceso en marcha subraye hasta qué punto su histo-
ria ilumina su presente. El Gobierno comunista de China puede reivin-
dicar con mucha razón credenciales revolucionarias. Pero es también
una burocracia gigantesca cuyos líderes insisten en que tienen derecho,
en nombre de una verdad superior, a definir las aspiraciones de la gen-
te en prácticamente todas las esferas de la vida. Así era a finales del Es-
tado Ming y principios del Qing en el siglo XVII. En sus relaciones con
el mundo exterior, China también puede afirmar legítimamente que está
trazando su propio rumbo. Pero al tratar de adaptar ciertos aspectos de
las tecnologías extranjeras avanzadas para resolver sus propias necesi-
dades apremiantes, al tiempo que protege a su pueblo de influencias
corruptoras, está explorando de nuevo un terreno que se reconoció cui-
dadosamente en el siglo XIX. Gobernar a mil millones de ciudadanos
dentro de una sola entidad política es también algo que ningún Estado
había intentado antes. Pero fue en el siglo XVIII cuando las presiones
demográficas se agudizaron por primera vez en China; y los efectos de
este crecimiento demográfico en la tierra, la economía y la administra-
ción de la sociedad civil pueden observarse detalladamente a partir de
aquel momento.
La presencia del pasado también puede verse en otros campos. Las
costumbres y las prácticas que garantizaban el bajo estatus social y eco-
nómico de las mujeres, los métodos pedagógicos que se usaban para
inculcar en los niños ciertas pautas de deferencia generacional y con-
ceptos relacionados con la obligación, el poder de la familia como uni-
dad organizativa y la capacidad de ciertas personas de las comunidades
locales de obtener y conservar un nivel abusivo de control son aspec-
tos de la sociedad y la cultura chinas que pueden verse bajo diversas
formas a partir de 1600. Y también pueden verse las aspiraciones esté-
ticas y las innovaciones lingüísticas en arte y literatura, el examen a fon-
do de las estructuras y los procedimientos administrativos, todo 10 cual
ha causado cambios profundos en China y ha durado hasta el presente.
Empezar nuestro relato a finales del siglo XVI también nos permite
alcanzar otro objetivo. Podemos ver cuán a menudo el pueblo chino,
actuando en circunstancias difíciles o incluso desesperadas, se adueñó
de su propio destino y se lanzó contra el poder del Estado. Podemos ver
que en 1644, de nuevo en 1911 y una vez más en 1949, la desilusión
con el presente y cierta nostalgia del pasado se combinaron con una es-
peranza apasionada de futuro y provocaron la caída del viejo orden,

25
dejando así vía libre para emprender un viaje incierto hacia lo nuevo.
Y, armados con el conocimiento de esas luchas anteriores, podemos
comprender mejor las fuerzas que ahora se enfrentan dentro de China
y las probabilidades a favor o en contra de que la atribulada nación
pueda por fin ocupar su puesto en un mundo moderno.

Jonathan D. Spence, otoño de 1989

26
Prefacio a la segunda edición

La primera edición de En busca de la China moderna se terminó du-


rante el momento culminante de la ofensiva del Gobierno chino contra
los manifestantes pro democracia en Tiananmen en junio de 1989. Aho-
ra me doy cuenta de que aquellos sucesos me demostraron claramen-
te la fragilidad de las voces chinas individuales en sus enfrentamientos
con el Estado e hicieron que las probabilidades de cambio constructivo
parecieran elusivas. Nueve años después, al terminar la segunda edición,
la situación en China y en el mundo ha experimentado cambios inmen-
sos. Deng Xiaoping, el hombre al que se considera responsable de la vio-
lencia de la represión en 1989, murió a comienzos de 1997; su leallu-
garteniente y partidario también de la línea dura, el primer ministro Li
Peng, dejó su cargo a principios de 1998. La Unión Soviética se ha des-
integrado en varias repúblicas constituyentes y los estados miembros de
su antiguo imperio satélite en la Europa del este han seguido sus respec-
tivos caminos, muy distintos unos de otros. Los líderes estudiantiles más
destacados de 1989 ya han salido de la cárcel y viven ahora exiliados en
Estados Unidos, al igual que WeiJingsheng, el más conocido y tenaz por-
tavoz de los que llevaron a cabo el experimento democrático de 1978.
El Gobierno chino parece haber hecho las paces con los fantasmas
de ambos movimientos, en gran parte negando su importancia. Asimis-
mo, el país en su conjunto está ahora absorto en los retos, los frutos
y las ambigüedades del crecimiento económico nacional y la partici-
pación en la escena financiera internacional. Estos cambios de enfoque
han hecho que a los activistas de los derechos humanos -ya sean in-
dígenas, exiliados o extranjeros- les resulte dificil mantener vivas las
cuestiones clave sobre el rechazo por parte de los líderes chinos de un
Gobierno representativo y la continuación del acoso a los disidentes.
Con Hong Kong reintegrado pacíficamente a China en el verano de 1997,
Taiwan atrae ahora más atención: las políticas que China sigue allí sirven
como barómetro para medir las posibilidades de alguna pauta futura de
reintegración económica.

27
Durante el mismo periodo de nueve años, nuestro conocimiento del
pasado de China se ha ampliado prodigiosamente. Los ricos descubri-
mientos arqueológicos están transformando nuestra visión de la anti-
gua sociedad china y los primeros textos sobre la teoría del Gobierno,
y también en incontables campos más próximos a la era actual los es-
tudios de eruditos chinos y extranjeros han alterado profundamente lo
que creíamos saber.
Al tratar de incorporar estos descubrimientos a esta segunda edición,
me he sentido impulsado a alterar muchas ideas viejas e introducir mu-
chas nuevas. Prominentes entre ellas en relación con la dinastía Qjng
misma serían las siguientes: la transformación de los emperadores man-
chúes de China en el siglo XVIII en gobernantes de Asia Central; las
etapas del proceso que llevó a las sociedades secretas a desempeñar un
papel tan dominante en el desafio al Estado chino a partir de las pos-
trimerías del siglo XVIII; la naturaleza de la alfabetización y la educación
de las mujeres bajo los Qjng y los usos que se hicieron de las imáge-
nes femeninas en la política lealista de la época; las tipologías del na-
cionalismo chino y su evolución a finales del periodo Qing, y el efecto
que los nuevos medios de difusión impresos surtieron en el aumento de
su circulación.
En el caso del periodo de la república china (1912-1949) hay una
serie igualmente amplia de temas que ahora deben replantearse: los an-
tecedentes del comunismo chino, en especial sus conexiones con el anar-
quismo y el voluntarismo: los principales caminos para hacer carrera y
las estrategias de supervivencia de los numerosos activistas comunistas
que no estaban de acuerdo con Mao Zedong; la naturaleza de la vida
comercial y social en las ciudades y las pautas cambiantes de las inter-
pretaciones y las expresiones de la modernidad en ellas; los detalles de
la construcción por parte de Mao -valiéndose de la manipulación de la
historia y la coacción- de su propia imagen heroica; la guerra no de-
clarada entre los comunistas y los nacionalistas del Guomindang tan-
to antes como después de estallar la guerra con Japón en 1937.
Yen el caso de la República Popular desde 1949, cabe señalar las re-
velaciones que ha hecho la reciente apertura de los archivos sobre las
relaciones entre Mao y Stalin en Moscú en 1949 y a raíz del estallido de
la guerra de Corea en 1950; los imperativos interiores que, como pue-
de verse, llevaron al Gran Salto Adelante en 1957; la psicología (tan-
to de Jos gobernantes como de los gobernados) que contribuyó a preci-
pitar la Revolución Cultural de 1966; la lenta evolución de las políticas
de flexibilidad económica bajo Deng Xiaoping; la relación entre las po-
líticas agrarias declaradas del Gobierno comunista y las iniciativas que

28
tomaron los propios campesinos; y la aparición de una renovada diver-
sidad del pensamiento y la cultura durante los últimos dos decenios.
He incorporado todo lo que he podido de estos nuevos descubri-
mientos a esta edición, además de añadir todo un capítulo nuevo que
abarca el periodo comprendido entre 1989 y 1998. Para evitar que ello
aumentara el volumen del libro, he hecho centenares de supresiones,
algunas breves, pero otras de páginas o incluso secciones enteras cuan-
do me ha parecido que se podía prescindir de ellas. El resultado es un
texto que no sólo está actualizado, sino que también es un poco más
corto que el de la primera edición. También he hecho varios cambios
estructurales en el texto para que resulte más fácil seguirlo: introducir
antes los análisis económicos y geográficos básicos, cambiar la organi-
zación de los capítulos sobre los partidos Nacionalista y Comunista,
presentar los asuntos de política exterior de forma distinta y rediseñar
las secciones que se ocupan de la transición del Gran Salto Adelante
de 1958 a la Revolución Cultural de 1966.
Algunos lectores y críticos de la primera edición expresaron el de-
seo de que el libro se hubiera organizado siguiendo criterios temáticos
o conceptuales en lugar de cronológicos, y que se hubiese prestado to-
davía más atención a tendencias sociales de índole general y a las ex-
periencias de los que estaban completamente desvinculados de los di-
versos centros políticos. También querían que se prestara más atención
a varias teorías occidentales actuales, tales como la posmodernidad, los
estudios subalternos o diversos derivados de las escuelas que pretenden
tener credenciales neomarxistas. Sobre estos aspectos, me mantengo
firme. Los profesores y los estudiantes de historia necesitan por igual
saber cuándo pasó algo antes de empezar a comprender por qué. Desde
luego, las fuerzas generadas en el seno de la sociedad china afectaron
las ideas y las vidas de los dirigentes o los que aspiraban a serlo, como
hicieron también la fuerza o las ideas que las potencias extranjeras im-
pusieron a China. Pero sigo pensando que el modo más apropiado de
tratar de comprender estos diversos impulsos -en una introducción his-
tórica de esta c1ase- es desde el centro, mirando hacia fuera. En cuanto
a basarse en criterios teóricos más rigurosos para seleccionar u organi-
zar la información, aunque podría interesar a algunos lectores, descon-
certaría o disuadiría a otros; y, dada la naturaleza del actual mundo
cultural de Occidente, cualquier teoría elegida quedaría, además, rápi-
damente desfasada.
Así pues, en la estructura de este volumen el centro proporciona la
lente con la que podemos empezar a enfocar de forma general las múl-
tiples señales luminosas que surgen del universo de la experiencia chi-

29
na. Todo lector que desee un sentido más claro de las fuentes indivi-
duales podrá obtenerlo rápidamente en las obras que se indican en la
lista de «Lecturas complementarias» de los Apéndices. China continúa
embarcada en la turbulenta búsqueda de su lugar en el mundo, en 1998
como en 1989. Mi esperanza es que esta nueva edición del libro haga
que un nuevo grupo de lectores siga esta búsqueda con simpatía y cier-
ta comprensión de las cuestiones que son más apremiantes para los pro-
pios chinos.

30
EL USO DEL PINYIN

El sistema pinyix para latinizar la lengua china tiene sus orígenes en


un método creado en el Asia Oriental soviética a principios del dece-
nio de 1930 y empleado años después, en el mismo decenio, en diver-
sas partes de China. Con algunas modificaciones, el pinyin fue intro-
ducido por los propios chinos en la década de 1950. Es actualmente
el sistema oficial de latinización en la República Popular China, ha
sido adoptado por las Naciones Unidas y otros organismos mundiales
y se ha convertido en el sistema utilizado más comúnmente en los
campos de la erudición y el periodismo, en los que ha suplantado en
gran parte el anterior sistema Wade-Giles. El sistema pinyin se pronun-
cia tal como se escribe, en la mayoría de los casos, y las excepciones más
importantes son la «c" pinyin, que se pronuncia igual que "ts», y la "q»,
que se pronuncia igual que «eh». En algunos casos en que la pausa con-
sonántica es poco clara se usa un apóstrofe para ayudar a la pronuncia-
ción: de ahí las ciudades de Xi'an y Yan'an (para distinguirlas de «xian»
o «yanan») o el nombre Hong Ren'gan (no «reng-an»).
En este libro he utilizado siempre el sistema de latinización pinyin,
con algunas excepciones para topónimos y nombres de persona que des-
de hace mucho tiempo son conocidos en Occidente o resultan diflci-
les de reconocer en pinyin. Así, Pekín y Cantón se conservan con pre-
ferencia a Beijing y Guangzhou, y se usa Chiang Kai-shek en lugar de
-Jiang jieshi.
A continuación se ofrece una tabla de conversiones entre los siste-
mas de latinización pinyin y Wade-Giles.

31
PINYIN A WADE-G1LES*

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• bt:raido de People's Repubhc ofChina: Adm;ni~trativeAtlllll(Washington, D,C,: Central InwHigence
Agency), págs. 46-47.
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Primera parte
Conquista y consolidación
En las postrimerías del siglo XVI la dinastía Ming parecía estar en
la cumbre de su gloria. Sus logros culturales y artísticos eran notables, la
vida urbana y comercial extendía nuevos niveles de prosperidad a la vez
que las técnicas chinas en la imprenta y la manufacturación de porce-
lana y seda superaban todo lo que podía encontrarse entonces en Euro-
pa. Pero aunque es corriente ver este periodo como el nacimiento de la
«Europa moderna», es menos fácil verlo como el obvio punto de par·
tida de una China moderna. Mientras que Occidente era a la sazón el
centro del que partían exploraciones que le proporcionaban extensos
conocimientos del mundo en su totalidad, los gobernantes Ming no
sólo se habían retirado de las empresas ultramarinas y perdido el co-
nacimiento que hubieran podido sacar de ellas, sino que, además, ha-
bían iniciado una pauta de comportamiento contraproducente que
causaría el fin violento de su dinastía antes de que transcurrieran cin-
cuenta años.
El tejido poco tupido del Estado y la economía de la China de los
últimos Ming empezó a deshacerse por muchos puntos. La caída de la
recaudación tributaria impedía pagar puntualmente al ejército. Las de-
serciones de soldados facilitaban la penetración de tribus hostiles por
las fronteras. Una afluencia de plata desde Occidente causó tensiones
inesperadas en la economía china. La deficiente supervisión estatal de
los graneros y las duras condiciones climáticas llevaron a la desnutri-
ción y a la vulnerabilidad a la peste de los habitantes de las zonas ru-
rales. Bandas errantes de gentes desafectas se unieron para formar ejér-
citos cuya única ideología era la supervivencia. En 1644 todos estos
elementos estaban ya combinados de forma tan virulenta que el último
emperador Ming se suicidó.
Los que pusieron orden en este caos no fueron ni rebeldes campe-
sinos ni letrados-funcionarios descontentos, sino las tribus jürchen del
otro lado de las fronteras del norte de China, que se llamaban a sí mis-
mas «manchúes». Su victoria se basó en el éxito de la formación de un

37
sistema de unidades militares y administrativas, y del núcleo de una
burocracia mucho antes de que estuvieran preparados para conquistar
China. Con estas instituciones en funcionamiento y con un gran nú-
mero de chinos que se habían rendido o que habían sido capturados
y ahora servían a estas tribus en calidad de asesores políticos, soldados,
artesanos y agricultores, los manchúes estuvieron en condiciones de
aprovechar la oportunidad de invadir China que se presentó en 1644.
El movimiento de estos centenares de miles de soldados por toda
China puede servir para mostrarnos, como mostró a los manchúes, los
rasgos generales de este territorio. Los rebeldes campesinos indígenas
de China y diversos supervivientes Ming escogieron zonas diferentes del
país para instalar las bases de sus intentos de oponer resistencia a la in-
vasión manchú. La evolución del avance manchú de norte a sur y de
este a oeste siguió la lógica del terreno y la necesidad de incorporar fir-
memente zonas de gran importancia política y económica a las estruc-
turas del nuevo Estado. (Tanto el momento como la dirección del avan-
ce manchú se repitieron sorprendentemente cuando los comunistas
unieron China en 1949, después del largo periodo de fragmentación
del país en el siglo xx.)
Conquistar un país tan vasto como China sólo era posible incorpo-
rando millones de partidarios chinos a las filas manchúes y recurriendo
a administradores chinos para que gobernasen en nombre de los man-
chúes. Si bien algunos descendientes de la dinastía Ming siguieron lu-
chando tenazmente, la mayoría de los chinos aceptó a los nuevos go-
bernantes porque los manchúes prometieron -con sólo unas cuantas
excepciones- respetar las tradicionales creencias y estructuras sociales
de China. Si la conquista manchú había creado en algún momento la
posibilidad de agitación social, ésta se desvaneció pronto y la recién
fundada dinastía Qing de los manchúes, firmemente instalada, estaba
destinada a gobernar China hasta 1912. La consolidación del Estado
chino requirió -en el caso de los Qing igual que en el de sus predece-
sores y en el de sus sucesores- que se prestara atención a gran núme-
ro de necesidades estratégicas, económicas y políticas. El principal ar-
quitecto de la consolidación Qjng fue el emperador Kangxi, que reinó
de 1661 a 1722. Poco a poco fortificó las fronteras del sur, el este, el nor-
te y el noroeste de China, y también reforzó las instituciones de Go-
bierno que sus antecesores manchúes habían ideado provisionalmente
antes de la conquista. Kangxi se concentró especialmente en restaurar
un eficaz sistema nacional de inspecciones, mejorar la circulación de
la información estatal por medio de canales de comunicación fiables y
secretos, granjearse el apoyo de letrados potencialmente disidentes por

38
medio de proyectos patrocinados por el Estado y reducir las tensiones
latentes entre manchúes y chinos étnicos, tanto en los puestos del Go-
bierno como en la sociedad en general. En el campo de la economía,
Kangxi tuvo menos éxito. Aunque tanto el comercio como la agricul-
tura florecieron durante su reinado, no estaban sometidos a una tri-
butación apropiada, lo que se convirtió en un defecto permanente de
la dinastía.
El hijo de Kangxi forcejeó de manera inteligente con algunos as-
pectos de este legado y prestó especial atención a la reforma del siste-
ma tributario, la organización de la vida cultural, la eliminación de
ciertas desigualdades sociales y el fortalecimiento de la burocracia cen-
tral. Pero el crecimiento espectacular de la población china a finales del
siglo XVIII y las nuevas presiones a las que se vio sometido el campo
provocaron graves conflictos sociales y la moralidad del centro empe-
zó a resquebrajarse. La ineficiencia y la corrupción debilitaron las res-
puestas del Estado, que eludió estos problemas internos en vez de afron-
tarlos. En el campo de las relaciones exteriores, las instituciones chinas
encargadas de tratar con los extranjeros también comenzaron a ser ob-
jeto de nuevos desafIos cuando agresivos comerciantes occidentales lle-
varon sus barcos a las costas chinas y pusieron a prueba las restricciones
que China les imponía. También en este caso la respuesta del Estado
Qjng fue lenta y en gran parte ineficaz; y su incapacidad de adaptarse
de manera creativa, en este campo y en otros, echó los cimientos de los
acontecimientos catastróficos del siglo XIX. Los escritores y filósofos po-
líticos occidentales del siglo XVlII, que durante cierto tiempo se habían
visto atrapados en un ciclo de admiración por China, empezaron a es-
tudiar sus puntos débiles con ojos más penetrantes y coligieron que si
los chinos no podían adaptarse a vivir en el mundo, había una posibi-
lidad real de que su país fuese destruido.

39
1
Los últimos Ming

La gloria de los Ming


En el año 1600 d.C¿ el imperio chino era el mayor y más avan-
zado de todos los reinos unificados de la tierra. La extensión de
sus dominios territoriales no tenía parangón en una época en la que Rusia
sólo empezaba a unirse como país, India estaba dividida entre gobernantes
mongoles e hindúes, y una nefasta combinación de enfermedades infec-
ciosas y conquistadores españoles había derribado los otrora grandes im-
perios de México y Perú. Y la población de China, unos ciento veinte mi-
llones, era mucho mayor que la suma de la de todos los países europeos.
Había ciertamente pompa y ritual majestuoso en capitales como
Kioro o Praga, Delhi o París, pero ninguna de estas ciudades podía alar-
dear de un complejo palaciego como el de Pekín, donde, enclavada
detrás de murallas inmensas, los relucientes tejados amarillos y los es-
paciosos patios de mármol de la Ciudad Prohibida simbolizaban la ma-
jestad del emperador chino. Trazadas de acuerdo con un meticuloso
orden geométrico, las grandes escaleras y las imponentes puertas de los
sucesivos palacios y salones del trono se alineaban exactamente con
los arcos por los que se salía de Pekín al sur y mostraban a todos los
visitantes la relación entre las cosas que personificaba el hombre al que
los chinos llamaban el «Hijo del Cielo».
Gobernantes de Europa, India, Japón, Rusia y el Imperio otomano
se esforzaban a la sazón por crear sistemas burocráticos que expandie-
ran su sistema tributario y administrasen con eficiencia sus territorios,
que eran cada vez más extensos, amén de atraer a los nuevos centros
de poder de la corona los recursos de la agricultura y el comercio. Pero
la inmensa burocracia china ya estaba muy arraigada, armonizada por
un milenio de tradición y unida por un vasto conjunto de leyes y dis-
posiciones estatutarias que, al menos en teoría, podían ofrecer consejos
pertinentes sobre cualquier problema que pudiera presentarse en la vida
cotidiana del pueblo chino.

41
Un sector de esta burocracia vivía en Pekín y servía al emperador
mediante una compleja jerarquía que dividía los asuntos del país en seis
ministerios, encargados, respectivamente, de las finanzas, el personal, los
rituales, las leyes, los asuntos militares y las obras públicas. También
en Pekín estaban los letrados y funcionarios superiores que asesoraban
al emperador en cuestiones de ritual, escribían la historia oficial y su-
pervisaban la educación de sus hijos. Esta plétora de funcionarios ofi-
ciales trabajaba en incómoda proximidad con el abundante personal
de palacio que atendía las necesidades más personales del emperador:
las mujeres de la corte y los eunucos que las vigilaban, los hijos del
emperador y sus niñeras, la guardia personal de elite, el personal de
los salones de banquetes y las cocinas, los lacayos, los barrenderos y los
aguadores.
El otro sector de la burocracia china lo formaban los que ocupaban
puestos en las quince provincias principales en las que estaba dividido
el país durante la dinastía Ming. Estos puestos también se hallaban or-
ganizados de acuerdo con complejas jerarquías, que iban del gobema-
dar provincial, en la cúspide, a los prefectos de las ciudades importantes
y los magistrados en los condados. Debajo de los magistrados estaban
los policías, los mensajeros, los milicianos y los recaudadores de im-
puestos, que extraían un flujo regular de ingresos de los agricultores chi-
nos. Un grupo de funcionarios llamados «censores» vigilaba la integri-
dad de la burocracia, tanto en Pekín como en las provincias.
Las poblaciones y ciudades chinas no mostraban, en la mayoría de
los casos, la imponente solidez en piedra y ladrillo de los grandes cen-
tros urbanos de la Europa posrenacentista. Tampoco, con la excepción
de unas cuantas pagodas fumosas, se alzaban en los cielos de China torres
tan elevadas como las de las mayores catedrales cristianas o los mina-
retes de las ciudades musulmanas. Este bajo perfil arquitectónico no
significaba falta de riqueza o indiferencia religiosa, pues había en Chi-
na muchos templos budistas prósperos, así como templos taoístas de-
dicados a las fuerzas naturales del cosmos, templos ancestrales y san-
tuarios dedicados a Confiicio, el fundador del sistema ético de China
en el siglo v a.C. También había unas cuantas mezquitas en algunas ciu-
dades del este, y en las zonas más occidentales, donde vivía la mayor
parte de los musulmanes de China, algunas sinagogas, donde todavía
se congregaban los descendientes de los antiguos viajeros judíos, y pe-
queños grupos dispersos con vagos recuerdos de las enseñanzas del cris-
tianismo nestoriano, que habían llegado a China un milenio antes. La
menor grandiosidad de la arquitectura urbana y de los centros religio-
sos de China no reflejaba falta de orgullo cívico ni desinterés religioso,

42
sino más bien un hecho político: el Estado chino se hallaba centraliza-
do más eficazmente que los del resto del mundo; sus religiones se con-
trolaban con mayor eficiencia; y un Gobierno vigilante que no toleraba
centros de autoridad rivales impedía el crecimiento de ciudades pode-
rosas e independientes.
Con la perspectiva que da el tiempo podemos ver que la dinastía
Ming, cuyos emperadores venían gobernando China desde 1368, ya
había dejado atrás su apogeo político a comienzos del siglo XVII; sin em-
bargo, alrededor de 1600 la vida cultural china mostraba una eicrecs-
cencia que pocos países podían igualar, por no decir ninguno. Si seña-
lamas las figuras de excepcional brillantez o perspicacia de la sociedad
europea de finales del siglo XVI, es fácil encontrar sus equivalentes en
la China de la misma época. No había ningún dramaturgo chino com-
parable con Shakespeare, pero en el decenio de 1590 Tang Xianzu es-
cribió obras sobre amores juveniles frustrados, dramas de familia y dis-
cordia social que eran tan ricas y complejas como El sueño de una noche
de verano O Romeo y futie/a. Y aunque tampoco había nadie que pudiera
compararse con Miguel de Cervantes, cuyo Don Quijote se convertiría
en una obra central de la cultura occidental, fue en el decenio de 1590
cuando se publicó la novela de búsqueda religiosa y aventuras picares-
cas más querida de China: Viaje hacia Occidente. El héroe principal de
esta novela, un mono travieso con rasgos humanos que acompaña al
monje protagonista en sus viajes llenos de acción a India en busca de
escritos sagrados budistas, continúa siendo hoy día una parte funda-
mental de la cultura popular china. Sin ir más lejos en busca de otros
paralelismos, dentro de este mismo periodo ensayistas, filósofos, poe-
tas de la naturaleza, paisajistas, teólogos, historiadores y estudiosos de
la medicina produjeron en China numerosas obras relevantes, muchas
de las cuales se consideran hoy clásicos de la civilización.
Tal vez entre toda esta profusión, las obras de los autores de relatos
cortos y los novelistas populares sean el mejor reflejo de la vitalidad de
la sociedad Ming, porque indican la existencia de nuevos lectores en
las ciudades y nuevos niveles de alfabetización, y una atención igual-
mente nueva a los detalles de la vida cotidiana. En una sociedad do-
minada en gran parte por los hombres, también muestran un aumento
del público formado por mujeres que sabían leer y escribir. Las con-
secuencias más amplias del aumento de la alfabetización femenina en
China se sugirieron en los escritos de los teóricos sociales de finales del
periodo Ming, que arguyeron que educar a las mujeres aumentarla la
calidad de vida de la sociedad en general porque mejoraría la moral,
la crianza de los hijos y la administración doméstica. Los críticos res-

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pendieron que demasiada independencia para las mujeres era perjudi-
cial y amenazaba con corroer el buen orden de la sociedad y la familia.
Todos estos temas aparecen juntos en otra de las más grandes no-
velas chinas, El loto de oro, que se publicó anónimamente a comienzos
del siglo XVI. En este relato socialmente muy elaborado y sexualmen-
te explícito, se analiza al protagonista (que obtiene sus ingresos del co-
mercio y de sus contactos con las esferas oficiales) a través de sus re-
laciones con sus cinco consortes, cada una de las cuales expresa una
faceta diferente de la naturaleza humana. En muchos sentidos, El loto
de oro puede verse como una alegoría, como una fábula moral sobre
cómo la codicia y el egoísmo destruyen a quienes más oportunidades
tienen de ser felices; no obstante, también tiene una vertiente profun-
damente realista y arroja luz sobre las tensiones y crueldades de la vida
de familia de la elite china como pocas obras lo han hecho.
Novelas, lienzos, obras de teatro, junto con los compendios impe-
riales de la vida cortesana y la práctica burocrática, dan una idea de los
esplendores -epara los ricos- de China en las postrimerías del periodo
Ming. Los ricos, que vivían principalmente en las grandes ciudades co-
merciales en vez de en el campo, estaban unidos por medio de com-
plicadas organizaciones de clanes o linajes basadas en la ascendencia
familiar por vía paterna. Estos linajes poseían a menudo grandes ex-
.tensiones de tierra que proporcionaban ingresos para sostener sus pro-
pias escuelas, caridad para los que pasaban por un mal momento y el
mantenimiento de las casas solariegas en las cuales los miembros de la
familia ofrecían sacrificios a los muertos. En los espaciosos recintos de
los pudientes, protegidos por puertas enormes y muros elevados, solía
haber jardines extensos y cuidados que no cumplían sólo funciones de-
corativas y recreativas, sino que también producían fruta, otros alimen-
tos y flores para los propietarios y sus familias. Los hogares de los ricos
estaban llenos de creaciones de los artesanos chinos, que a veces eran
empleados de manufacturas dirigidas por el Estado pero que más a me-
nudo se agrupaban en talleres gremiales. Las sedas bordadas que real-
zaban las formas femeninas gozaban siempre de mucha demanda entre
los pudientes, al igual que la exquisita porcelana blanquiazul que ador-
naba las cenas elegantes a las que tanta afición había entonces. Laca
brillante, jade ornamental, finas celosías, marfil delicado, esmalte y re-
lucientes muebles de palisandro hadan de los domicilios de los ricos
lugares colmados de belleza. Y los soportes de madera o piedra pri-
morosamente labrada para pinceles, el papel de lujo, incluso las barri-
tas de tinta y las piedras en las que se frotaban y mezclaban con agua
para producir la tinta mejor y mas negra, todas estas cosas se combi-

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naban para hacer que el escritorio de todo letrado fuese un espacio ritual
y estético antes de que escribiese siquiera una palabra. En los últimos
años de los Ming había surgido un complejo sistema de peritación al-
rededor de tales objetos y los nuevos ricos buscaban a prestigiosos mar-
chantes de arte para que les ayudasen a llenar sus hogares de manera
apropiada. Como es lógico, esto generó un sistema clandestino de falsi-
ficaciones y atribuciones fraudulentas que engañaba a los incautos.
Complementando la decoración doméstica, los alimentos y las be-
bidas de los chinos ricos eran una delicia sin fin: queso de soja de sa-
bor acre hecho con gambas y alubias, pato crujiente y castañas de agua,
dulces, tés claros, alcohol suave elaborado con cereales o uva, frutas y
zumos frescos y en conserva. Todos estos manjares se sucedían en ma-
jestuosa secuencia en los banquetes, durante los cuales se hablaba de
literatura, religión y poesía. Después del ágape, mientras el vino seguía
corriendo, tal vez se sacaban rollos pintados de la colección familiar y
los ágiles pinceles de los comensales embriagados creaban nuevas obras
de arte que trataban de captar la esencia de algún maestro antiguo.
En sus niveles sociales y económicos superiores, ésta era una so-
ciedad sumamente culta, unida intelectualmente por un grupo común
de textos que se remontaban a antes de la época de Confucio, a los
primeros tiempos de la unificación de un estado chino en el norte en
el segundo milenio antes de Cristo. Mientras los teóricos debatían su
mérito para las mujeres, la educación era rigurosa y prolongada para
los muchachos de las familias acaudaladas, a los que se enseñaba las
cadencias del chino clásico cuando tenían unos seis años de edad. Lue-
go seguían sus estudios en la escuela o con preceptores particulares to-
dos los días, y aprendían de memoria, traducían y practicaban hasta
que, alrededor de los treinta años, estuvieran preparados para presen-
tarse a los exámenes de Estado. El éxito en estos exámenes, cuya difi-
cultad crecía desde los que se convocaban localmente hasta los que te-
nían lugar en la capital, Pekín, supuestamente bajo la supervisión del
propio emperador, daba acceso a lucrativos cargos burocráticos y pro-
porcionaba un inmenso prestigio social. Las mujeres tenían prohibi-
do por ley presentarse a los exámenes estatales, pero las de buena fa-
milia solían aprender a escribir poesía clásica de sus padres o hermanos
y las cortesanas de los barrios de placer de las ciudades frecuentemen-
te habían estudiado poesía y canto, habilidades que aumentaban sus
encantos a ojos de sus cultos clientes masculinos. Las mujeres de las
familias de la elite también podían escoger preceptoras particulares y
dedicarse a una variada vida intelectual con otras mujeres por medio de
la correspondencia, el intercambio de poemas y las visitas de sociedad,

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con frecuencia a gran distancia. Como la impresión de libros con ti-
pos de madera había empezado en China en el siglo x, era posible
mantener grandes bibliotecas particulares y se daba por sentado la di-
fusión generalizada de obras de filosofía, poesía, historia y exhorta-
ción moral.
Aunque algunos puristas la veían con malos ojos, la difusión de
obras populares de entretenimiento también iba en aumento a finales
del siglo XVI y contribuía a crear una rica y compleja mezcla cultural.
Los habitantes de las ciudades disponían ahora de nuevas imágenes de
la naturaleza conquistada por el hombre para contrastarlas con el ruido
y el ajetreo de su propio entorno y hallar una sensación de orden en
obras de arte que interpretaban el mundo para ellos. Las posibilidades
de esta sensación de satisfacción fueron captadas a la perfección por el
dramaturgo Tang Xianzu en su obra El pabellón de las peonías, de 1598.
Tang Xianzu pone sus palabras en boca de un letrado y burócrata orien-
tal llamado Du Bao. Parte de la felicidad de Du Bao se debe a que los
asuntos administrativos marchan sobre ruedas:

Las montañas están más bellas que nunca


y disminuyen los juicios,
"Los pájaros que vi partir al amanecer
veo regresar cuando anochece»,
pétalos del florero cubren mi caja de sellos,
las cortinas cuelgan sin que nada las perturbe.

Esta sensación de paz y orden, a su vez, provoca una respuesta más


directa a la naturaleza cuando es posible dejar a un lado las obligacio-
nes oficiales, olvidar el componente literario y disfrutar de la naturale-
za y los placeres sencillos tal como son:

Rosa de almendra totalmente abierta,


hojas de lirios sin descubrir,
campos primaverales calentándose con la vida de la estación.
Sobre choza con techo de paja junto a la valla de bambú
se alza una bandera de taberna,
amaina la lluvia y el humo sale en espiral de los fogones de la cocina.'

Era una bella visión y para muchos aquellos días eran en verdad
gloriosos. Mientras las fronteras del país siguieran tranquilas, mientras
la burocracia trabajase sin contratiempos, mientras los campesinos que
hacían el trabajo duro en los campos y los artesanos que creaban to-

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dos los objetos hermosos siguieran contentos con su suerte, entonces
tal vez los esplendores de los Ming perdurarían.

Ciudad y granja
Las poblaciones y ciudades de la China de los Ming, especialmente
en la parte oriental del país, que estaba más densamente poblada, pre-
sentaban un aspecto de prosperidad y movimiento. Algunas eran con-
curridos centros burocráticos donde los funcionarios provinciales tenían
sus oficinas y se ocupaban de la recaudación de impuestos y las tareas
administrativas. Otras eran centros puramente mercantiles, donde el co-
mercio y los mercados dictaban las pautas de la vida cotidiana. La ma-
yoría estaban amuralladas, cerraban sus puertas de noche e imponían
algún tipo de toque de queda.
Al igual que las poblaciones y ciudades de otras partes del mundo,
las de China podían distinguirse por sus servicios y sus niveles de es-
pecialización. Las poblaciones con mercado, por ejemplo, eran las ba-
ses de los fabricantes de ataúdes, los trabajadores del hierro, los sastres
y los fabricantes de fideos. Sus comercios de venta al por menor ex-
pendían género semiespecializado, como herramientas, vino, tocados y
artículos religiosos, entre ellos incienso, velas y papel moneda especial
para quemarlo en los sacrificios. Estas poblaciones con mercado ofre-
cían también tabernas para solaz de los clientes. Las mayores, que
atraían a comerciantes y compradores ricos de una región más exten-
sa, podían sostener establecimientos dedicados a teñir tejidos, talleres
de zapateros, fundiciones de hierro, fábricas de petardos y comercios de-
dicados a la venta de bambú, tejidos finos y tés. Los viajeros también
encontraban en ellas casas de baños y posadas, y podían comprar los
servicios de prostitutas. En una jerarquía superior estaban las ciudades
que coordinaban el comercio de varias poblaciones con mercados re-
gionales, en las que había tiendas que ofrecían material de papelería
caro, marroquinería, faroles de adorno, tallas para los altares, harina y
los servicios de hojalateros, cortadores de sellos y vendedores de obje-
tos de laca. También aquí los visitantes podían encontrar casas de em-
peños y «bancos» locales que se encargaban de las transacciones mo-
netarias, el alquiler de sillas de manos y las visitas a un burdel bien
equipado.' Cuando crecieron las ciudades y se enriqueció su clientela
fue posible encontrar artículos y servicios de lujo cada vez más espe-
cializados, junto con los tipos de ambiente en los que la riqueza se

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acercaba -a veces de forma espectacular, a veces discretamente- a los
dominios de la decadencia, el esnobismo y la explotación.
En la base de la jerarquía urbana, debajo de las poblaciones con mer-
cado, se haJlaban los pequeños municipios cuyos habitantes, demasiado
pobres y dispersos, no podían mantener muchos comercios y artesanos,
y donde la mayoría de los artículos sólo podían obtenerse a través de ven-
dedores ambulantes en mercados que se celebraban periódicamente. En
estos municipios no vivían ricos ni funcionarios del Gobierno; como con-
secuencia de ello, el único lugar de asueto era una modesta casa de té;
o tal vez un tenderete a la vera del camino o una feria ocasional en un
templo fuera el único lugar de descanso. No obstante, estos municipios
pequeños cumplían numerosas funciones importantes, ya que servían
como bases para intercambiar noticias y chismorreos, concertar matri-
monios, impartir una enseñanza básica, celebrar festejos religiosos, dar
funciones de teatro a cargo de cómicos ambulantes, recaudar impuestos
y socorrer a los perjudicados por las hambrunas.
Del mismo modo que las poblaciones y ciudades de la China de
los Ming constituían todo un espectro de mercancías y servicios, arqui-
tectura, niveles de elegancia y de personal administrativo, debido a lo
cual toda generalización sencilla sobre ellas es arriesgada, también en
el campo había una variedad aparentemente infinita. De hecho, la dis-
tinción entre la ciudad y el campo era poco clara en China, dado que
había zonas dedicadas a la agricultura intensiva a poca distancia de las
murallas de las ciudades y a veces incluso dentro de ellas, y podía ser
que los artesanos trabajaran en las granjas durante los periodos de ma-
yor actividad o que los agricultores trabajasen temporalmente en las
poblaciones durante las épocas de escasez.
La región situada al sur del río Huai, que atraviesa China entre el
río Amarillo y el Yangzi, era la más próspera del país porque la com-
binación del clima y el suelo permitía el cultivo intensivo de arroz.
Una miríada de ríos, canales y acequias de riego cruzaba la región y ali-
mentaba ubérrimos huertos y arrozales en los cuales crecían los tallos
del arroz, o desembocaba en lagos y estanques donde se criaban peces
y patos. Las inundaciones estacionales de los arrozales devolvían los
nutrientes que necesitaba la tierra. En las regiones situadas justo al sur
del río Yangzi los agricultores cultivaban moreras para alimentar con
sus hojas los gusanos de seda, así como arbustos de té y multitud de
productos que proporcionaban recursos adicionales y hacían posible
que la economía rural estuviera muy diversificada. Más al sur, la caña
de azúcar y los cítricos se sumaban a los cultivos básicos; y en el mon-
tañoso sudoeste, los bosques de bambú y la valiosa madera noble pro-

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porcionaban ingresos complementarios. El transporte fluvial era rápido,
fácil y barato en el sur de China, cuyos poblados contaban con sólidas
organizaciones de linaje que contribuían a enlazar las localidades.
Aunque había muchos poblados agrícolas prósperos al norte del río
Huai, la vida aquí era más dura. En invierno el frío era extremo a causa
de los vientos gélidos que llegaban de Mongolia y erosionaban la tierra,
llenaban los ríos de loes y levantaban un polvo fino que se metía en
los ojos y la nariz de los que no podían refugiarse en sus casas. Los cul-
tivos principales eran el trigo y el mijo, que obligaban a hacer un gran
esfuerzo en una tierra explotada en exceso que las dispersas comuni-
dades agrícolas abonaban laboriosamente con todos los residuos hu-
manos y animales que pudieran aprovechar. Árboles frutales como el
manzano y el peral crecían bien, al igual que la soja y el algodón; pero
a finales del siglo XVI gran parte de la tierra había sido deforestada y el
río Amarillo se había convertido en un elemento imprevisible cuyas
aguas llenas de loes serpenteaban a través de las grandes llanuras has-
ta el mar. Como no existían diques, arrozales y canales que obstaculi-
zaran sus movimientos, como ocurría en el sur, los ejércitos de bandi-
dos podían trasladar fácilmente hombres y pertrechos en el norte, a la
vez que la caballería podía adelantarse a explorar los flancos y volver
para avisar a los soldados de a pie de cualquier peligro que represen-
taran fuerzas enemigas o procedentes de las poblaciones con guarni-
ción. Las organizaciones de linaje eran más débiles aquí, los poblados
estaban más aislados, la vida social era a menudo más fragmentaria y
el tenaz cultivador propietario que vivía sin sobrepasar mucho el nivel
de subsistencia era más común que el terrateniente próspero o el arren-
datario.
La diversidad rural de China significaba que los «terratenientes» no
podían distinguirse totalmente de los «campesinos». Por cada terrare-
niente absentista rico que vivía en una de las grandes poblaciones, por
ejemplo, podía haber muchos terratenientes locales más modestos que
vivían en el campo y tal vez arrendaban parte de su tierra o contrata-
ban mano de obra ocasional para que la trabajase. De modo parecido,
había millones de propietarios campesinos que poseían un poco más
de tierra de la que necesitaban para subsistir y que quizá la cultivaban
con la ayuda de algunos peones temporeros. Otros que poseían un poco
menos de tierra de la necesaria para la subsistencia tal vez arrendaban
una poca más o se empleaban como mano de obra eventual en las tem-
paradas de mucho trabajo. Además, en la mayoría de los hogares cam-
pesinos había algún tipo de industria artesanal que conectaba la familia
rural con alguna red comercial.

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Otro factor que complicaba la estructura social era la desconcer-
tante variedad de acuerdos para la venta de tierras y contratos de arren-
damiento que se usaban en China. Mientras que el Estado procuraba
obtener ingresos adicionales cobrando un impuesto sobre cada trans-
acción agraria, a cambio de! cual otorgaba un contrato oficial con un
sello rojo, muchos agricultores -como cabía esperar- trataban de evitar
estos recargos redactando sus propios contratos extraoficiales. La defi-
nición de una venta de tierras era además sumamente ambigua. La ma-
yoría de las ventas de tierras se llevaban a cabo en el bien entendido de
que e! vendedor podía en alguna fecha posterior reclamar la tierra ven-
dida pagando el precio de compra original, o que el vendedor conser-
vaba derechos de «subsuperficie» sobre el suelo mientras que el com-
prador podía cultivar la tierra durante un periodo especificado. Si la
tierra subía de precio, dejaba de cultivarse, se anegaba o se edificaba
en ella, e! resultado era un laberinto de problemas jurídicos y econó-
micos que con frecuencia provocaban disputas duraderas y hasta ase-
sinatos entre familias.
Durante siglos, tanto en el norte como en el sur, el campesinado
chino había demostrado su capacidad de trabajar con ahínco y de so-
brevivir incluso cuando súbitas calamidades naturales causaban priva-
ciones extremas. En tiempos de sequía o inundaciones había varios ti-
pos de ayuda mutua, préstamos o suministros de cereales para ayudar
a los campesinos y sus familias. Tal vez podía encontrarse algún tipo
de trabajo ocasional, como porteador, trabajador en el sistema de re-
gadío o gabarrero. Era posible poner a los niños a trabajar, con con-
tratos a corto o largo plazo, como criados de los ricos. Las niñas po-
dían venderse en las ciudades y, aunque terminasen en algún burdel, al
menos estaban vivas y la familia tenía una boca menos que alimentar.
Pero si además de estas dificultades, e! tejido de! orden público interno
de la sociedad empezaba a deshacerse por entero, entonces la situación
pasaba a ser verdaderamente desesperada. Si las poblaciones con mer-
cado cerraban sus puertas, si bandas de hombres desesperados empe-
zaban a vagar por el campo y se apoderaban de las pocas provisiones
que las familias rurales tenían para combatir el frío del invierno que se
avecinaba o robaban las últimas semillas guardadas cuidadosamente para
plantarlas cuando llegara la primavera, entonces los agricultores pobres
no tenían más remedio que abandonar sus campos -tanto si la tierra
era arrendada como si era de propiedad privada- y engrosar los ejérci-
tos de vagabundos sin hogar.
A principios del siglo XVI, a pesar de la aparente prosperidad de la
elite rica, había indicios de que esta peligrosa desintegración podía es-

so
tar cerca. Sin trabajo ni ayuda estatal para sus propios habitantes nece-
sitados, las mismas poblaciones que cerraban sus puertas a los pobres
del campo podían estallar desde dentro. Empujados hasta la desespera-
ción por los elevados impuestos y las inciertas perspectivas de encon-
trar trabajo, miles de tejedores de seda de la ciudad de Suzhou, en el
delta del Yangzi, se declararon en huelga en 1601, incendiaron casas y
lincharon a odiados tiranos locales. Aquel mismo año, al sudoeste de
Suzhou, en la ciudad manufacturera de porcelana de ]ingdezhen, en la
provincia de ]iangxi, miles de obreros se amotinaron a causa de los ba-
JOS salarios y la exigencia de la corte de los Ming de que cumplieran los
cupos de producción, que habían sido incrementados, de las exquisitas
tazas decoradas con dragones que se usaban en palacio. Un alfarero se
arrojó a un horno encendido y pereció para subrayar la dificil situación
de sus compañeros. En muchas ciudades y poblaciones hubo también
algún tipo de protesta social y económica durante el mismo periodo.
La inestabilidad del mundo urbano corría parejas con la del campo.
Hubo incidentes de protesta rural a finales del periodo Ming, como en
épocas anteriores, en los que se advierten elementos inherentes a la lu-
cha de clases. Estos incidentes, que frecuentemente iban acompañados
de violencia, eran de dos tipos principales: protestas de peones contra-
tados a largo plazo, o «esclavos», contra sus amos, en un intento de re-
cuperar su condición de agricultores libres; y huelgas de arrendatarios
que se negaban a pagar a sus arrendadores unas rentas que considera-
ban injustas.
Aunque no fueran comunes, el número de incidentes de esta clase
fue suficiente para constituir una advertencia seria a los chinos ricos.
En la misma obra, El pabellán de laspeonías, en la cual habla con entu-
siasmo de los placeres de la vida del funcionario, Tang Xianzu se bur-
la discretamente de los rústicos de China y expresa con versos delibe-
radamente faltos de elegancia el tosco trabajo de sus días:

Barro resbaladizo,
sordo chapoteo,
rastrillo corto, arado largo, agárralos cuando se escurren.
Tras la noche lluviosa siembra arroz y cáñamo,
cuando el cielo se despeja saca el estiércol,
entonces un hedor como de pescado pasado
flota en la brisa. J

Los versos resultaban graciosos. Pero el público de Tang Xianzu aún


no había empezado a pensar detenidamente en las consecuencias de lo

51
que podría suceder cuando los que trabajaban en semejantes condicio-
nes pretendieran derribar a sus amos.

Corrupción y penuria
En medio de la rica vida cultural y económica de las postrimerías de
la época Ming, por tanto, había indicios peligrosos de debilidad en la es-
tructura social. Parte del problema surgía del centro mismo del Estado.
El emperador Wanli, cuyo largo reinado abarcó el periodo 1572-1620,
había empezado como gobernante joven y responsable, guiado por ase-
sores inteligentes y experimentados. Pero a partir del decenio de 1580, el
emperador Wanli comenzó a pasar cada vez más tiempo en lo más re-
cóndito de la Ciudad Prohibida. Le habían sacado de quicio las pe-
leas con los burócratas sobre a cuál de sus hijos debía nombrar herede-
ro forzoso del trono; cortesanos demasiado empeñados en protegerle le
habían impedido cumplir su deseo de viajar mucho y mandar perso-
nalmente sus tropas y le hastiaban las constantes discusiones entre sus
principales asesores. Durante muchos años no celebró audiencias en la
corte para hablar de asuntos políticos clave, dejó de estudiar los textos
históricos y filosóficos que constituían la esencia del saber confuciano,
se negó a leer los documentos de Estado e incluso dejó de cubrir las
vacantes que se producían en los niveles superiores del funcionariado.
El resultado fue que los eunucos de la corte -varones castrados cuyo
cometido oficial era supervisar los asuntos cotidianos de palacio- acu-
mularon un poder considerable. La costumbre de utilizar eunucos en la
corte china existía desde hada más de dos mil años, pero los gober-
nantes Ming emplearon a muchos más que sus predecesores y en tiem-
pos de Wanli ya había más de diez mil en la capital. Debido a que el
emperador no quería salir de 10 más recóndito de la Ciudad Prohibi-
da, que estaba cerrada a todos salvo a la familia imperial y sus sirvien-
tes personales, los eunucos se convirtieron en intermediarios esenciales
entre el mundo burocrático exterior y el mundo imperial interior. Todo
alto funcionario que tuviera entre manos algún asunto que requiriese la
atención del emperador debía persuadir a algún eunuco para que trans-
mitiese su mensaje; los eunucos, naturalmente, pedían unos honorarios
a cambio de tal servicio y pronto los más poderosos empezaron a re-
cibir halagos y sobornos de funcionarios ambiciosos.
En el decenio de 1590, los eunucos, muchos de los cuales se iden-
tificaban con ciertas facciones de la corte, empezaron a desempeñar un

52
papel fundamental en la vida política del país. Su influencia creció
cuando el emperador Wanli les encomendó el cobro de rentas en las
provincias. En muchos casos actuaban de forma arbitraria y tiraniza-
ban a las familias acaudaladas de las provincias ricas y se valían de un
grupo de guardias militares de elite para imponer su voluntad y encar-
celar -e incluso torturar y matar- a sus enemigos políticos. El ejemplo
más flagrante de estos abusos 10 tenemos en la persona del eunuco Wei
Zhongxian, que ascendió hábilmente al poder gracias a haber obteni-
do el puesto de proveedor de alimentos de la concubina del hijo del
emperador Wanli; más adelante, en el decenio de 1620, dominó la vida
de la corte del nieto de Wanli. En el punto culminante de su influen-
cia, Wei Zhongxian pudo publicar obras de historia que denigraban a
sus enemigos burocráticos y ordenar que se erigiesen templos en su ho-
nor en toda China.
Aunque siempre era peligroso criticar al emperador y a sus favori-
tos, ciertos funcionarios y letrados prominentes veían esta situación con
honda inquietud. Como era de esperar tratándose de letrados, busca-
ron una causa teórica del problema: muchos de ellos concluyeron que
la corrupción provenía de un desmoronamiento de los valores éticos ge-
nerales, de defectos del sistema educativo y del crecimiento desenfre-
nado del individualismo. El malo, para muchos de estos críticos, era el
filósofo de la época Ming Wang Yangming, que había argüido en sus
escritos que las claves de la interpretación ética se hallaban en nuestra
propia naturaleza moral y, por ende, que cualquier persona tenía la fa-
cultad, por medio del conocimiento innato, de comprender el sentido
de la existencia. Tal como 10 expresó Wang en una carta a un amigo:

El conocimiento innato es idéntico al Camino. Que está presente en la


mente es verdad no sólo en los casos de los sabios y las personas ilustres,
sino incluso en el de la gente corriente. Cuando uno está libre de la fuer-
za impulsora y las observaciones de los deseos materiales, y sencillamente
sigue el conocimiento innato y deja que continúe funcionando y obran-
do, todo estará de acuerdo con el Camino."

«Aprender», añadió Wang Yangming, «significa simplemente apren-


der a seguir el conocimiento innato.» Pero el filósofo también aboga-
ba por una mezcla creativa de conocimiento y acción, y en las ense-
ñanzas y la práctica de algunos de sus seguidores más extremistas la
doctrina de Wang conducía al comportamiento excéntrico, el rechazo
de las formas de educación normativas y la exigencia de un igualita-
nsmo nuevo.

53
Para combatir estas tendencias, ciertos letrados de finales del si-
glo XVI que tenían una visión rigurosamente moral del significado del
pensamiento confuciano empezaron a juntarse en sociedades filosófi-
cas. En ellas se preparaban para los exámenes de Estado y escuchaban
conferencias sobre ética. De la ética, sus debates pasaron inevitablemen-
te a la política, y el debate político, a su vez, empezó a generar deseos
de reforma política. En 1611 la más famosa de estas sociedades -fun-
dada en 1604 y llamada Sociedad de Donglin- ya se había convertido
en un elemento importante en política. Sus partidarios utilizaron toda
su influencia para que los funcionarios corruptos fueran desposeídos
de sus puestos en Pekín. Su prestigio aumentó enormemente después de
la muerte del emperador Wanli en 1620, cuando muchos de ellos fue-
ron llamados a servir en la burocracia bajo el hijo y el nieto de Wanli.
Su tarea consistía en poner en práctica sus premisas morales y reforzar
la defensa de las fronteras de China y la economía interna. Pero sus
constantes exhortaciones morales cansaron al nuevo emperador: un lí-
der de la Sociedad de Donglin criticó al más célebre de los eunucos,
Wei Zhongxian, y éste respondió ordenando matar a palos a un alto ofi-
cial de la corte, sin que el emperador lo censurase por ello.
Envalentonados por la aquiescencia tácita del emperador, entre 1624
y 1627 Wei Zhongxian y un grupo de funcionarios de la corte dirigieron
una campaña de terror contra los miembros de la Sociedad de Don-
glin, muchos de los cuales fueron asesinados o empujados al suicidio.
Si bien el propio Wei Zhongxian acabó siendo condenado y se quitó
la vida en 1627, el daño que había sufrido el prestigio del Estado era
grave y tal vez irreparable. Cuando uno de los líderes de la Sociedad
de Donglin supo que guardias montados del círculo más allegado al
eunuco habían venido a prenderle, lo cual sólo podía significar la muer-
te, escribió en una carta de despedida a sus amigos: «Antes yo era un
gran ministro y cuando un gran ministro acepta la deshonra, el Estado
también sufre deshonra».'
Toda esta agitación intelectual y política exacerbó una situación que
ya era peligrosa en los campos de la política exterior y la economía.
China había hecho frente a varias amenazas durante el siglo XVI, prin-
cipalmente de las tribus nómadas de mongoles que criaban sus caba-
llos y rebaños de ovejas en las estepas situadas al norte y al noroeste
de Pekín, así como de los piratas en la costa del sur. Las fuerzas mon-
golas, a las que tiempo atrás la dinastía había frenado por medio del
comercio y la diplomacia, ahora hacían incursiones regulares en Chi-
na. En una ocasión capturaron a un emperador Ming que había em-
prendido una campaña contra ellas y en otra casi llegaron a las puer-

54
tas de Pekín. A finales del siglo XVI, a pesar de los intentos imperiales
de reforzar la Gran Muralla y sus guarniciones militares, los chinos sólo
lograron contener las correrías de los mongoles pagándoles subvencio-
nes con regularidad. En la costa del sudeste las ciudades chinas eran
asoladas por grupos de piratas que a veces se contaban por centenares
e incluían muchos japoneses, además de chinos fugitivos y hasta es-
clavos negros que se habían escapado de la colonia portuguesa de Ma-
cao. Estos grupos saqueaban casi a su antojo y secuestraban a hombres
y mujeres para pedir rescate por ellos.
Aunque en el decenio de 1570 ya se había puesto coto a los peo-
res ataques de los piratas, el poderío militar japonés iba en aumento y
en el decenio de 1590 un gran ejército japonés invadió Corea. La lu-
cha fue encarnizada, y como los Ming consideraban a Corea un alia-
do fiel y dependiente al que había que proteger a toda costa, enviaron
numerosas fuerzas para ayudar a los coreanos en apuros. La guerra tal
vez hubiera continuado, con pérdidas terribles para los tres países, si
la agitación interior en japón y el corte de las líneas de abastecimien-
to japonesas por la marina coreana no hubieran obligado a las tropas
japonesas a retirarse de Corea en 1598.
Macao también representaba un nuevo tipo de problema para Chi-
na. Esta ciudad, situada en el extremo de una península al sudoeste de
Cantón, la habían ocupado los portugueses, con el consentimiento tá-
cito de China, en el decenio de 1550. En el decenio de 1660, después
de que el emperador prohibiera a los mercaderes chinos comerciar di-
rectamente con el belicoso japón, los portugueses ya habían penetrado
en el vacío comercial resultante de esta prohibición y se dedicaban a ha-
cer de intermediarios. Amasaron fortunas comprando seda china en los
mercados locales y enviándola a japón, donde la cambiaban por plata
de las minas japonesas. Con esta plata, que se valoraba más en China
que en Japón, los portugueses volvían y compraban cantidades mayo-
res de seda china. La plata que los portugueses traían de forma inin-
terrumpida a China no era más que uno de los elementos de una pau-
ta comercial más amplia de envíos de este metal precioso que tuvieron
importantes efectos económicos en todo el mundo en el siglo XVI.
En el centro de esta red mundial se encontraban las fantásticas ri-
quezas de las minas de plata de México y Perú, que los conquistadores
españoles de aquellos territorios explotaban bajo licencia real. La plata
de América empezó a llegar a China en el decenio de 1570, cuando Es-
paña fundó una nueva base en Manila, en Filipinas. Miles de comer-
ciantes chinos que ansiaban beneficiarse de esta nueva fuente de pla-
ta, empezaron a congregarse en Manila, donde vendían paño y seda en

55
grandes cantidades y aceleraban el flujo de dinero a su país de origen.
Al aumentar la circulación de plata, aumentó también la actividad co-
mercial, más y más occidentales participaron en el provechoso comer-
cio con China y los depósitos de plata en barras del emperador Wanli
crecieron de forma impresionante. Al mismo tiempo, sin embargo, la
entrada masiva de plata en China no sólo trajo una riqueza insólita a
los mercaderes chinos, sino que también creó una serie de problemas,
como la inflación y un crecimiento económico irregular en ciertas ciu-
dades que perturbó las pautas económicas tradicionales. Los intentos
de los últimos Ming de estabilizar la moneda no tuvieron éxito.
Así pues, antes de que el reinado de Wanli terminara con su muer-
te en 1620, China ya había empezado a sufrir un complicado declive
económico. El mundo próspero de los mercaderes de la época Ming,
que había permitido la distribución eficiente de artículos de lujo en
todo el país, además de dar origen a un eficaz sistema protobancario
basado en las letras de cambio, se resintió de los reveses militares de la
época. Además, el comercio de China -aunque nunca fue gravado efi-
cazmente por el Estado, que se concentraba principalmente en el sec-
tor agrícola- era sumamente vulnerable a la extorsión y a la confisca-
ción por parte de eunucos corruptos que ejercían de comisarios en las
provincias, o de sus representantes. El Cobiemo fue incapaz de con-
trolar las inundaciones y paliar las hambrunas, lo cual causó más cri-
sis locales y éstas, a su vez, redujeron la cantidad de tierra productiva
que podía gravarse con eficacia.
Durante los últimos años del reinado del emperador Wanli y bajo
sus sucesores, la situación de los campesinos chinos se hizo crítica. Las
pautas del comercio internacional cambiaron cuando dos naciones pro-
testantes, Holanda y Gran Bretaña, quisieron expandir sus propios im-
perios comerciales destruyendo los de dos naciones católicas, España
y Portugal. El resultado fue una caída de las importaciones de plata en
China, lo cual fomentó el acaparamiento y el descenso de la propor-
ción entre el cobre y la plata. Una sarta de mil monedas pequeñas de
cobre cuyo valor había sido de alrededor de una onza de plata en el
decenio de 1630 valía media onza en 1640 y quizás un tercio de onza
en 1643. El efecto en los campesinos fue desastroso, ya que tenían que
pagar sus impuestos enplata, pero utilizaban monedas de cobre en sus
transacciones comerciales locales y en la venta de sus propias cosechas.Ó
Las hambrunas pasaron a ser comunes, especialmente en el norte
de China, agravadas por un tiempo insólitamente frío y seco que acor-
tó en dos semanas la temporada de crecimiento de los cultivos. (La lla-
mada en ocasiones «pequeña glaciación» del siglo XVII, surtió efectos

56
Mard,
Japón

."

Mari, China
Ori,ntal

AMI NAZAS EIrlANJIkASA


FlNAllSDn PUlOOO M-tNG
Piratas

parecidos en las zonas agrícolas de todo el mundo durante este perio-


do.) Cuando estos desastres naturales y los incrementos tributarios se
sumaron a las tensiones constantes del reclutamiento militar y las deser-
ciones, el declive del sistema de socorro a los indigentes y el abando-
no de prácticamente todos los grandes proyectos de regadío y de con-
trol de las inundaciones, no es dificil imaginar las presiones que sufrió
el campo y los conflictos que generaron. y, como pronto resultó obvio,
ni la corte ni la burocracia de Pekín o el campo parecían poseer la ca-
pacidad, los recursos o la voluntad que se necesitaban para remediar es-
tos problemas,

La caída de los Ming


En los primeros decenios del siglo XVII la corte de los Ming perdió
poco a poco el control de su burocracia rural y, por ende, de su es-
tructura tributaria. Acuciada simultáneamente por la necesidad de más
dinero para pagar y pertrechar a las tropas que debían hacer frente a los

57
ataques de las tribus jürchen, que eran cada vez más poderosas y con-
quistaban grandes extensiones de tierra en Manchuria, la corte aumen-
tó los impuestos adicionales en las zonas pobladas que seguían bajo su
dominio y a la vez despidió a muchos empleados en el noroeste, don-
de el peligro para el Estado parecía menos grave. Uno de los afectados
por esta medida para reducir gastos fue un hombre que trabajaba en
una posta, pertenecía a una familia rural y se llamaba Li Zicheng.
Li Zicheng había trabajado anteriormente en una bodega y como
aprendiz de trabajador del hierro, y era un ejemplo típico de los hom-
bres desarraigados y violentos que a la sazón vivían en la provincia de
Shaanxi. Ésta era una provincia árida del noroeste de China que abar-
caba la zona comprendida dentro del gran meandro del río Amarillo y
se extendía a través de terrenos inhóspitos y montañosos hasta la Gran
Muralla. Más o menos tan alejada de Pekín como Viena de París, pero
rodeada de montañas que dificultaban el acceso a ella, la provincia de
Shaanxi ya había demostrado ser un bastión natural donde grupos
de rebeldes habían concentrado sus fuerzas antes de atacar las tierras
más ricas y pobladas que quedaban al este y al sur.
En 1630 Li Zicheng se alistó en una unidad militar en el oeste de
Shaanxi, pero una vez más el Gobierno le defraudó. Privados de los
pertrechos que les habían prometido, Li Zicheng y otros soldados se
amotinaron y, durante los años siguientes, Li Zicheng se perfiló como
líder nato de un grupo de hombres sin raíces que se contaban por mi-
les y demostró ser un estratega dotado de habilidad intuitiva. En 1634
fue capturado cerca de la frontera del sur de Shaanxi por un compe-
tente general de los Ming que acorraló a las fuerzas rebeldes en una
garganta. Li Zicheng fue puesto en libertad tras prometer que volvería
con sus tropas a la árida parte septentrional de la provincia, pero el
acuerdo se deshizo después de que un magistrado local ordenara eje-
cutar a 36 de los rebeldes que se habían rendido. Li Zicheng y sus
hombres se vengaron matando a los funcionarios locales y echándose
de nuevo a las montañas. En 1635 era ya más poderoso que nunca y
fue un representante destacado en un cónclave extraordinario de cabe-
cillas rebeldes que tuvo lugar en la población de Rongyang, en el cen-
tro de la provincia de Henan, justo al sur del río Amarillo.
En el cónclave algunos de los jefes rebeldes más poderosos asigna-
ron diferentes regiones del norte de China a sus ejércitos e intentaron
coordinar un ataque contra la capital de los Ming, Pekín. Pero coordi-
nar las actividades militares resultó dificil al tratarse de fuerzas muy he-
terogéneas e indisciplinadas. Al finalizar el año la alianza ya se estaba
deshaciendo, aunque no sin antes tomar y saquear algunos de los ce-

58
menterios imperiales de los Ming en las afueras de la capital y hacer
prisioneros a los empleados que trabajaban en ellos. El emperador que
ahora se sentaba en el trono, Chongzhen, nieto de Wanli, respondió
vistiéndose de luto, pidiendo perdón a sus antepasados en ceremonias
especiales celebradas en los templos, arrestando a varios de sus coman-
dantes y ejecutando al eunuco encargado de vigilar las tumbas reales. Por
su parte, en una fuerte disputa que demostró cuán rápidamente esta-
llaba la violencia y cuán fácilmente podía romperse la alianza, ti Zi-
cheng exigió a los demás rebeldes que le entregaran a Jos eunucos mú-
sicos que habían capturado y cuyo cometido consistía en interpretar
música ritual en las tumbas. El jefe rebelde que tenía a los músicos en
su poder, Zhang Xianzhong, accedió a regañadientes, pero antes des-
trozó todos los instrumentos musicales. Luego, Li Zicheng mató a los
desgraciados músicos.
Durante varios años los ejércitos de estos dos líderes, Li Zicheng y
Zhang Xianzhong, recorrieron gran parte del norte y el centro de Chi-
na, yendo de una base a otra, cooperando ocasionalmente, pero, más
a menudo, peleándose porque competían tanto con los Ming como
con otras bandas rebeldes en busca de terreno y partidarios. A princi-
pios del decenio de 1640 los dos ya se habían apoderado de una zona
que les servía de base: Zhang Xianzhong, que, al igual que Li Zicheng,
había servido en otro tiempo en las fuerzas de los Ming en Shaanxi an-
tes de desertar, estaba en la ciudad de Chengdu, en la próspera parte
central de la provincia de Sichuan, muy en el interior, a orillas del río
Yangzi; Li Zicheng se había establecido en Hubei, pero su territorio in-
cluía también la mayor parte de las provincias de Shaanxi y Henan.
Los estragos que causaban los ejércitos de Li Zicheng y Zhang
Xianzhong se vieron incrementados por epidemias que al mismo tiem-
po azotaron China. Algunas estimaciones de observadores chinos in-
ducen a pensar que estas epidemias causaron la pérdida de la mitad o
más de los habitantes de muchas comunidades. Refiriéndose a Zhe-
jiang, un letrado escribió en 1642 que «los síntomas de peste aparecie-
ron de nuevo a gran escala, afectando a ocho o nueve de cada diez fa-
milias. Incluso se llegó al extremo de que en una familia de diez o
veinte personas no podía encontrarse ni una sola que no estuviera in-
fectada, o de que en una de estas familias no se salvaba nadie. En con-
secuencia, los cadáveres se enterraban en ataúdes al principio, luego en-
vueltos en hierba y finalmente se dejaban en las camas". En una gran
ciudad de la provincia de Henan un observador comentó en el verano
de 1643 que «había pocas señales de vida humana en las calles y lo úni-
co que se oía era el zumbido de las moscas»."

59
,
e ,
'00

Mardt
China Orimlal

BASESIlUELOEH
fiNALESDEL PERIODO MING

Tan grave era la pérdida de vidas, que motivó un replanteamiento


de las teorías chinas tradicionales sobre la medicina y, aunque no se
encontró ninguna solución, los libros de medicina de la época empe-
zaron a formular una nueva teoría sobre las epidemias. Un médico que
vivía cerca del delta del Yangzi escribió en 1642 que era obvio que Chi-
na se veía afectada no sólo por variantes climáticas o de temperatura,
sino también por un cambio en el equilibrio entre el Cielo y la Tierra
causado por «Qj aberrantes» (las Qj eran las fuerzas normalmente neu-
trales de la naturaleza). Escribió que estas Qj aberrantes «se manifiestan
principalmente en años de guerra y hambruna». Sin ser vistas ni oídas,
parecían atacar a voluntad; toda respuesta humana era inútil. "Si la gen-
te choca con ellas, producen las diversas enfermedades, cada una de
acuerdo con su naturaleza. En cuanto a las enfermedades que produ-
cen, a veces todo el mundo tiene las glándulas del cuello hinchadas y
a veces se hinchan la cara y la cabeza de todo el mundo... A veces todo
el mundo sufre diarrea y fiebre intermitente. O puede que sean calam-
bres, o pústulas, o una erupción, o costras que causan hinchazón o fo-
rúnculos.»! El peso de las descripciones y los análisis hace pensar que
China sufrió algún tipo de peste durante el decenio de 1640, aunque su

60
naturaleza exacta no puede determinarse. Posiblemente las tribus jür-
chen, a las que ahora llamaban -manchúes», introdujeron en sus prime-
ras incursiones microorganismos para los cuales los chinos no tenían
anticuerpos naturales, lo cual provocó una catastrófica pérdida de vi-
das parecida a la que causaron los europeos al propagar el sarampión
o la viruela entre la población indígena de América del Norte.
La dinastía Ming, durante estos últimos años, no carecía totalmen-
te de recursos. Había generales leales que mandaban sus tropas contra
los rebeldes y los derrotaban de vez en cuando, o al menos los obli-
gaban a retirarse o a rendirse temporalmente. Había también jefes na-
vales y militares semiindependientes, con bases en Shandong o en is-
las cercanas a la costa, que lanzaban ataques que hacían mucho daño
a las fuerzas manchúes en Liaodong. Y en muchas zonas las elites acau-
daladas reclutaban y armaban sus propias milicias para defender sus
fincas y poblaciones natales de los ataques rebeldes. El propio empe-
rador Chongzhen intentó poner un poco de orden en el Gobierno de
Pekín: trató de reprimir los peores excesos de los eunucos y, a diferen-
cia de su abuelo, Wanli, se reunía regularmente con sus ministros. Pero
gran parte de su atención se centraba en Manchuria, donde el cabeci-
lla manchú-jürchen Nurhaci y su hijo habían incrementado sin cesar
su bastión de popularidad, se habían adueñado de Shenyang (Mukden)
en 1625, habían tomado gran parte de Mongolia Interior en 1632 y so-
metieron Corea en 1638. Durante este periodo China produjo algunos
generales notables que lucharon valerosamente en Manchuria, en es-
pecial a mediados del decenio de 1620, infligieron grandes pérdidas a
las fuerzas manchúes y reconquistaron varias ciudades. Pero las luchas
entre facciones en Pekín y la constante escasez de fondos perjudicaron
la causa de los Ming.
Entre los generales de los Ming destacaba Yuan Chonghuan, cuya
trayectoria puede verse como ejemplo de algunas de estas tensiones de
las postrimerías del periodo Ming. Letrado de formación clásica pro-
cedente del sur de China, Yuan Chonghuan entró en la burocracia de
Pekín cuando era joven. En 1622 hizo un viaje de inspección por el
sur de Manchuria y se convenció de que podría defender los pasos cru-
ciales que llevaban a Pekín. Como miembro del Ministerio de la Guerra,
con un buen conocimiento de las armas de fuego europeas que, al pa-
recer, había adquirido de su cocinero, que conocía a algunos occiden-
tales, Yuan Chonghuan logró defender el río Liao de los ataques de
Nurhaci. En 1628 fue nombrado mariscal de campo de todas las fuer-
zas del nordeste, pero los celos le empujaron a ejecutar a uno de sus su-
bordinados de más talento al año siguiente. Cuando, en 1630, grupos

61
de ataque rnanchúes aparecieron cerca de Pekín, Yuan Chonghuan fue
acusado falsamente de actuar en colusión con ellos y juzgado bajo car-
gos amañados de traición, Con cortesanos hostiles, amigos del hombre
al que había ejecutado, y grupos de eunucos dispuestos contra él, Yuan
Chonghuan no tuvo ninguna oportunidad de probar su inocencia. Más
aún, fue condenado a muerte y se le aplicó el castigo público más hu-
millante y doloroso que permitía el código penal chino: ser despeda-
zado en la plaza del mercado de Pekín, Letrados posteriores le lloraron
como uno de los generales más grandes de China. No le sucedió nadie
con tanto talento como él; al contrario, si bien algunos generales del
norte continuaron siendo leales a la causa de los Ming después de la
muerte de Yuan Chonghuan, muchos empezaron a rendirse ante los man-
chúes y se pasaron con sus tropas al- enemigo. Los cargos falsos formu-
lados contra Yuan Chonghuan empezaban ahora a hacerse reales.
Finalmente no fueron los manchúes, sino el rebelde Li Zicheng
quien derribó la dinastía Ming. En 1644 Li Zicheng lanzó un ataque a
gran escala contra Pekín, atravesó el norte de China con centenares de
miles de soldados, saqueó las poblaciones que oponían resistencia e in-
corporó a su propio ejército las fuerzas que se rendían. Hizo una hábil
guerra de propaganda en la que incidió en los excesos y las crueldades
del régimen Ming y prometió una nueva era de paz y prosperidad al
agotado pueblo chino. En abril de 1644 sus ejércitos entraron en Pekín
sin luchar porque algún traidor les había abierto las puertas de la ciu-
dad. Según las crónicas, el emperador Chongzhen, al enterarse de que
los rebeldes habían entrado en la ciudad, biza sonar una campana para
convocar a sus ministros con el fin de recabar su consejo o ayuda. Como
no compareció ninguno de ellos, el emperador salió al jardín imperial,
que estaba a poca distancia de las murallas de la Ciudad Prohibida. En
este jardín había una colina desde cuya cima el emperador y sus con-
sortes solían contemplar el panorama de Pekín. Esta vez el emperador
no subió a la colina, sino que ató una cuerda a un árbol que estaba a
los pies de ella y se ahorcó. Así murió el último miembro de una di-
nastía que, para bien o para mal, había gobernado China desde 1368.

62
2
La conquista manchú

La ascensión de los Qing


Mientras la dinastía Ming se deslizaba hacia su declive final, su
futura sucesora ascendía en el nordeste. El pueblo que ahora co-
nocemos con el nombre de «manchúes» lo formaban en sus orígenes
tribus de estirpe jürchen que vivían en las zonas que actualmente cons-
tituyen las provincias de Heilongjiang y jilin. En el pasado lejano, en-
tre 1122 y 1234 d.Ci, los jürchen habían conquistado el norte de Chi-
na y 10 habían incorporado a su propio territorio con el nombre de
dinastía jin, o "de oro", Después de su derrota en 1234 se habían reti-
rado hacia el norte, a la región del río Sungari, pero a finales del pe-
riodo Ming ya volvían a ejercer presión sobre las fronteras de China y
Corea. La política que seguían los Ming consistía en controlar a los jür-
chen definiendo oficialmente su territorio como parte del sistema de-
fensivo de las fronteras de China, ofreciéndoles títulos honoríficos
y concediéndoles privilegios comerciales.
A finales del siglo XVI los jürchen ya habían seguido varios cami-
nos. Algunos se habían quedado en la región del Sungari y vivían prin-
cipalmente de la pesca y la caza. Otros habían establecido una base fir-
me junto a la frontera norte de Corea, en la región de la Changbai Shan
(Larga Sierra Blanca), donde crearon una economía mixta basada en la
agricultura y la caza. Y otros se habían trasladado a tierras más fértiles y
abiertas al este del río Liao, donde se mezclaron con inmigrantes chi-
nos y se dedicaron a la agricultura de labranza estable o prosperaron
comerciando con pieles, caballos y artículos de lujo. Los de este tercer
grupo habían sido en esencia «destribalizados»: adoptaron en gran par-
te las costumbres chinas, aunque las poblaciones en las que prospera-
ban, tales como Fushun y Shenyang, se encontraban en el centro mis-
mo del antiguo imperio jin.
Nurhaci, que echaría los cimientos de la conquista manchú de la
China de los Ming, nació en 1559 en el seno de una familia noble del

63
grupo de jürchen de la Larga Sierra Blanca. De joven viajó a Pekín para
rendir el homenaje ritual a los gobernantes Ming, comerciar y recibir
títulos honoríficos de los Ming a cambio de su ofrecimiento de ayuda
en la lucha contra los japoneses en Corea. Pero alrededor de 1610 rom-
pió sus relaciones con los Ming alegando que habían atacado y humi-
llado a miembros de su familia, y que habían tratado de destruir la base
económica del propio Nurhaci.
Un enviado diplomático coreano que visitó el campamento base de
Nurhaci en esta época observó la tosca sencillez de las armas y las em-
palizadas defensivas de los jürchen, los modales bruscos, el peinado y
el atuendo distintivos del propio Nurhaci, y los enormes pendientes de
plata que lucían algunos de sus generales. Pero si al principio Nurhaci pa-
recía ordinario al visitante, pronto mostraba sus capacidades. Entre 1610
y 1620 aumentó ininterrumpidamente su poder a costa de las vecinas
tribus jürchen y mongolas, ya fuera dominándolas por medio de la guerra
o aliándose con ellas mediante contratos matrimoniales. Organizó sus
tropas y las familias de éstas en ocho grupos diferentes de «banderas»,
que se distinguían por su color (amarillo, rojo, azul y blanco; cuatro
sin adornos y cuatro con orlas). Las banderas servían para identificar-
se en el campo de batalla y la pertenencia a una de ellas se usaba como
base para el empadronamiento en la vida cotidiana. También reunió
gran número de artesanos que fabricaban armas y armaduras e ideó un
sistema de escritura para transcribir la lengua jürchen. En 1616 dio
un importante paso simbólico proclamándose «jan» o gobernante de
una segunda dinastía «[in», evocando así la gloria pasada del pueblo
jürchen y desafiando al Estado de los Ming. Dos años más tarde lan-
zó una serie de demoledores golpes militares contra Jos asentamientos
mixtos de chinos y jürchen «destribalizados» al este del río Liao, en la
región llamada Liaodong. *
Los gobernantes Ming habían considerado que Liaodong era territo-
rio esencialmente chino y habían mantenido en él guarniciones fuertes
al mando de sus propios generales. Pero Nurhaci recurrió a una mezcla
de amenazas y zalamerías para inducir a los comandantes de las guar-
niciones a rendirse, enviándoles mensajes complicados que le escribían
asesores chinos a su servicio, tal como hizo con el oficial chino que man-
daba en Fushun, por ejemplo: «Aunque luches, ciertamente no vence-
rás... Si no luchas y en vez de ello te rindes, dejaré que conserves tu an-
tiguo cargo y te trataré con benevolencia. Pero si luchas, (cómo pueden
nuestras flechas saber quién eres?».' Nurhaci también intentó debilitar la

* Dong significa "este~ en chino. (N. fÚIA.)

64
MIllAS 100
Bohai ,

influencia de los Ming en Liaodong y con tal fin se presentó como go-
bernante reformista que había llegado para traer una vida mejor a los
chinos e instó a los que vivían al oeste del río Liao a unirse a él en su
nuevo reino. «No penséis que la tierra y las casas no serán vuestras, que
pertenecerán a un amo», escribió en otro mensaje que se difundió por
el campo. «Todos seréis igualmente súbditos del Jan y viviréis y traba-
jaréis los campos en pie de igualdad.e" En otras ocasiones Nurhaci afir-
mó que asumiría las funciones caritativas del gobernante ideal que tan
palmariamente había descuidado Wanli en sus años de decadencia y
que nunca permitiría que «los ricos acumularan sus cereales y dejaran que
se pudrieran», sino que «nutriría a los pobres que mendigaban».
Nurhaci imponía una disciplina rígida a sus tropas y trataba de im-
pedir todo saqueo o daño a la población civil de Liaodong, por lo cual
castigaba públicamente a los soldados culpables. A los chinos cultos
que se rendían les ofrecía la oportunidad de servir en la creciente buro-
cracia jürchen y a los altos funcionarios chinos que se pasaban a su ban-
do les brindaba la oportunidad de entrar en su familia por medio del ma-
trimonio, así como títulos honoríficos y cargos importantes. Shenyang
y Liaoyang cayeron en poder de sus tropas en 1621, y en 1625 hizo de

65
Shenyang (actual Mukden) su capital. Pronto todo el territorio situado
al este del río Liao y parte del que quedaba al oeste del río estuvieron
en su poder.
Pese a haber ordenado que los varones que se le rindieran debían
imitar la costumbre jürchen de afeitarse la frente y trenzarse el pelo en
una coleta larga, al principio Nurhaci encontró poca oposición por
parte de los colonos chinos vencidos, aunque las acogidas fueron con
frecuencia dispares. Si bien algunos chinos dieron la bienvenida a los
jürchen con flautas y tambores, otros envenenaron los pozos en un in-
tento desesperado de matar a las tropas de Nurhaci. Tampoco es fácil
determinar la suerte que corrieron los chinos o los jürchen «destribali-
zados» que ahora estaban en poder de Nurhaci. Algunos fueron recom-
pensados de acuerdo con lo prometido, otros fueron desalojados de sus
hogares en la ciudad y obligados a trabajar la tierra para los jürchen.
Algunos fueron esclavizados o forzados a trabajar bajo contrato, otros
-sobre todo los que tenían conocimientos de artillería- fueron adscri-
tos a nuevas unidades militares e incorporados como unidad de una
bandera «marcial china». Aunque todavía se hallaban en estado embrio-
nario, estas unidades de artillería desempeñarían más adelante un pa-
pel decisivo en Lis victorias de los manchúes.
Ya en 1622 Nurhaci había expresado su intención de atacar China
enviando un ejército que atravesaría el paso estratégico de Shanhaiguan,
donde termina la Gran Muralla en el golfo de Bohai (mar Amarillo). Es
muy posible que lo hubiera hecho al año siguiente de no haber estalla-
do una grave rebelión contra su Gobierno entre los chinos de Liaodong.
Las causas del levantamiento no se conocen, pero había muchas posi-
bies. Con la llegada de numerosas tropas jürchen a Liaodongla tierra
de labranza disponible se vio sometida a una gran tensión. La escasez de
cereales y sal alcanzó proporciones de crisis y hubo hambrunas en al-
gunas zonas. Se introdujo el racionamiento obligatorio de cereales y
los chinos que se hallaban bajo el dominio de los jürchen tenían que
dedicar parte de su tiempo a trabajar sin ser remunerados para sus amos,
en grupos de tres y en parcelas especialmente designadas cuya exten-
sión era de unas dos hectáreas. En muchas zonas de Liaodong, en parte
como medida de control y en parte debido a la escasez de viviendas,
los jürchen se instalaron en los hogares de los chinos para vivir y comer
como coinquilinos. Los chinos respondieron provocando incendios,
envenenando pozos una vez más, matando a mujeres y niños jürchen,
ocultando sus cereales y huyendo a las montañas. Algunos chinos ma-
taron a guardias fronterizos y trataron de escapar al sur; los jürchen
mataban a los que atrapaban.

66
Sin embargo, la corte de los Ming no intentó sacar partido del le-
vantamiento, que pronto fue sofocado por las tropas de Nurhaci. Se
aconsejó a los jürchen que «estuvieran en guardia día y noche y que no
se relacionaran con los chinos de los poblados».' Se alojaban ahora en
barrios separados y hasta se les prohibió que transitaran por las calles chi-
nas o visitaran domicilios chinos. También se les ordenó que portaran
armas siempre, al tiempo que se declaraba ilegal la tenencia de armas por
los chinos. Nurhaci instó a tener clemencia con todos los jürchen en las
causas criminales y a que se tratara con el máximo rigor a los chinos a
los que se declarase culpables, incluyendo la pena de muerte para ellos
y sus familias en los casos de robo. En 1625 tuvo lugar una segunda re-
vuelta de los chinos y fue reprimida de forma todavía más salvaje.
Los generales de los Ming no habían respondido a ninguno de es-
tos levantamientos, pero a finales de 1625 iniciaron una serie de con-
traataques vigorosos y obtuvieron sus primeras victorias importantes
sobre Nurhaci en 1626. Aquel mismo año Nurhaci murió. De acuerdo
con la costumbre jürchen -que tenía su origen en los mongoles de Asia
Cenrral-, no había dejado sus dominios y el título de jan a un solo
hombre, sino que había ordenado dividirlos entre sus hijos y sobrinos
más capacitados.
Como cabía esperar, empezó entonces una larga lucha por el po-
der. El vencedor fue el octavo hijo de Nurhaci, Hong Taíji, que había
sido el general al mando de las banderas amarillas sin adornos y con
orlas. Subió al poder con la ayuda de asesores chinos y correspondió
adoptando una actitud más favorable que la de su padre ante los chi-
nos y sus instituciones tradicionales. Se crearon seis ministerios, a imi-
tación exacta de los de la corte de los Ming, y se emplearon chinos en
todos los ámbitos de esta nueva burocracia. Nominalmente todos los
ministros principales eran notables jürchen, pero a menudo éstos se au-
sentaban por motivos militares o de otra índole y dejaban la gestión
práctica de los asuntos en manos de sus subordinados chinos.
Aduciendo que era punitivo para los chinos, Hong 'Iaiji abolió el
sistema de empadronamiento que instituyera Nurhaci; también dispu-
so que se convocaran oposiciones para entrar en el funcionariado en
Liaodong, siguiendo de nuevo el modelo tradicional chino; y ordenó
reformar el lenguaje escrito de los jürchen para que fuese más práctico
en una nueva era de empadronamiento, confección de censos y recau-
dación de impuestos. Un número cada vez mayor de chinos que de-
sertaban de la causa de los Ming, muchos de ellos oficiales que se ha-
bían traído sus tropas, quería ponerse al servicio del nuevo jan, que
respondió generosamente, demasiado generosamente, en opinión de

67
algunos de sus asesores, que protestaron diciendo que «patanes chinos
sin carácter» estaban llenando la corte.
Patanes o no, la defección de los generales de categoría superior a
quienes los Ming habían encomendado la defensa de la zona próxima
a la desembocadura del río Yalu, así como del norte de la provincia de
Shandong, acrecentó el poder de Hong Taiji. En 1637 creó dos «ban-
deras» chinas completas basándose en el sistema de Nurhaci, aumentó
su número a cuatro en 1639 y a ocho en 1642. Existía ya una estruc-
tura paralela consistente en ocho banderas formadas en 1635 con mon-
goles que se volvieron contra los Ming y se pusieron al servicio de Hong
Taiji. Así que a comienzos del decenio de 1640 el líder jürchen ya ha-
bía edificado una estructura militar y administrativa completa que ser-
vía para proporcionar soldados que combatirían de acuerdo con un sis-
tema de rotación, para empadronar y proteger a las esposas e hijos de
éstos y para supervisar las faenas agrícolas.
Incluso antes de esto, en 1636, Hong Taiji había dado un paso sim-
bólico que fue más allá del que diera Nurhaci al fundar la dinastía jin
en 1616: Hong Taiji decidió suprimir el vínculo entre el Estado que aca-
baba de formar y el pasado tribal que el nombre de jürchen evocaba
junto con los recuerdos de sujeción a la dinastía Ming. Proclamó la for-
mación de una dinastía nueva llamada Qing, que en lo sucesivo go-
bernaría a los manchúes y a los pueblos vecinos, y tendría más poder
y un mandato más amplio que la de los jin. Qjng (que se pronuncia
«Ching») significa literalmente «puro» o «claro» y, desde 1636 hasta la
abdicación final de los manchúes en 1912, se usó como denominación
dinástica para los sucesivos gobernantes manchúes y para la China que
gobernaban. En lugar de jürchen, el pueblo de Hong Taiji se llamaría
ahora «manchú». Manchú era una palabra nueva; aunque su significado
exacto no se conoce, probablemente se tomó de un término budista
que significa «buena fortuna grande», llevaba implícito cierto grado de
nueva universalidad para el Estado Qjng.
Hong Taiji parecía preparado ahora para mayores victorias. Había
conquistado Corea en 1638 y obligado a su rey a renunciar a su leal-
tad a los Ming y a entregar a sus hijos a los manchúes en calidad de
rehenes. En China los fracasos de los Ming se hacían evidentes por do-
quier y los rebeldes Li Zicheng y Zhang Xianzhong controlaban gran
parte del oeste y el norte del país. Grupos de ataque manchúes habian
cruzado la Gran Muralla al norte de Pekín y saquearon la zona cerca-
na a la capital, además de grandes zonas de la provincia de Shandong.
Se apoderaban de mujeres y niños, animales de tiro, seda y plata, y de-
jaban tras ellos ciudades calcinadas y devastadas.

68
Al mismo tiempo, sin embargo, había evidencias inquietantes de
que los manchúes, a pesar de su nuevo nombre y con sus grandes pre-
tensiones, también se estaban ablandando. Algunos empezaban a es-
tar cansados de la guerra y preferían los placeres de la vida urbana en
Liaodong. Rodeados de lujos que nunca habían conocido, la agricul-
tura decaía porque los hombres de armas, aunque no luchaban tan
bien como antes, todavía no se dignaban a trabajar los campos. A los
jóvenes ya ni siquiera les gustaba ir de caza, se lamentó Hong Taiji, y
en vez de ello «holgazanean en los mercados y no hacen más que di-
vertirse». Si se les llamaba a combatir, dos soldados se quedan en el
campamento y sencillamente dejan que vayan los lacayos»."
La caída en poder de los manchúes de la estratégica ciudad de jin-
zhou, al sur del río Daling, en 1642 no tuvo lugar hasta después de diez
años de asedios esporádicos, en el transcurso de los cuales la guarnición
había repelido una y otra vez a los manchúes. La victoria llegó opor-
tunamente para levantar la moral de los manchúes. Dos de los últimos
generales con talento de los Ming se rindieron después de la batalla y
fueron recompensados apropiadamente. Pero la ruta por tierra a Pekín
a través del paso de Shanhaiguan todavía estaba protegida por el temi-
ble general de los Ming Wu Sangui, y en 1643 Hong Taiji murió de re-
pente, dejando a su hermano menor Dorgon como regente del herede-
ro elegido, el noveno hijo de Hong Taiji, un niño de cinco años.
La probabilidad de que la expansión manchú continuase parecía en
verdad escasa, pero en la primavera de 1644 Li Zicheng salió con su
ejército rebelde de la Pekín que acababa de tomar y avanzó por las lla-
nuras situadas al este de la ciudad para atacar al general Wu Sangui, al
que ti Zicheng veía como el último defensor importante de la causa
de los Ming. El general Wu Sangui abandonó el paso de Shanhaiguan
y se dirigió hacia el oeste para enfrentarse a Li Zicheng. Aprovechando
la increíble oportunidad, el regente Dorgon reunió las tropas del em-
perador niño manchú, bajó rápidamente por la costa con los ejércitos
de banderas manchúes, mongolas y chinas, y cruzó la frontera de Chi-
na sin encontrar oposición. El sueño de Nurhaci se había hecho súbi-
tamente realidad.

La derrota de los Ming


Con los ejércitos manchúes al este y las fuerzas de Li Zicheng al
oeste, el general Wu Sangui se encontraba en una situación desespera-

69
da. Su única esperanza de sobrevivir consistía en aliarse con uno de sus
adversarios. Entre los argumentos favorables a unirse a Li Zicheng es-
taba el de que éste era chino, parecía contar con el apoyo de la po-
blación, prometía poner fin a los abusos que habían caracterizado al
Estado de los Ming en sus últimos tiempos y tenia al padre de Wu San-
gui como rehén. Por lo demás, Li Zicheng era una incógnita, un hom-
bre violento e inculto; asimismo, el comportamiento de su ejército en
Pekín tras tomar la ciudad en abril de 1644 no era esperanzador para
un funcionario rico y culto como el general Wu Sangui. Las tropas de
Li Zicheng habían saqueado y devastado la ciudad, atacado y desvali-
jado los domicilios de altos funcionarios secuestrando a sus parientes
para pedir rescate por ellos o exigiendo el pago de cuantiosos sobornos
a cambio de «protección». Aunque Li Zicheng había proclamado ofi-
cialmente la fundación de una dinastía nueva, no pudo controlar a sus
propios generales en Pekín y es posible que Wu Sangui se preguntara
si Li Zicheng sería capaz de unificar China.
En cuanto a aliarse con los manchúes, existía la desventaja de que
no eran de etnia china y sus orígenes jürchen les incluían en una his-
toria de gentes fronterizas semicivilizadas a las que los chinos tradi-
cionalmente habían despreciado; además, habían aterrorizado partes
del norte de China en sus primeras incursiones y prácticamente habían
borrado del mapa algunas de las ciudades que habían ocupado. Pero
tenían a su favor la temprana evolución de su régimen embrionario, el
Qjng, que ofrecía una promesa de orden: los seis ministerios, el siste-
ma de exámenes, la formación de las banderas chinas, el gran número
de consejeros chinos que ocupaban puestos importantes. Todas éstas
eran señales esperanzadoras para Wu Sangui. y habían tratado bien a
los altos funcionarios chinos que se rendían.
Por una combinación de estas razones y, según las leyendas popu-
lares, porque Li Zicheng se había apoderado de una de las concubinas
favoritas de Wu Sangui y la había hecho suya, el general de los Ming
decidió unirse a los manchúes, rechazó al ejército que L Zicheng man-
dó contra él e invitó a Dorgon a colaborar con él en la reconquista de
Pekín. ti Zicheng se vengó ejecutando al padre de Wu Sangui y expo-
niendo la cabeza en las murallas de Pekín. Pero la moral de sus tropas
se estaba desvaneciendo rápidamente y ni siquiera su asunción oficial
del rango de emperador el S de junio de 1644 logró reforzar su posición.
Al día siguiente él y sus tropas, que se movían con dificultad debido al
peso del botín, huyeron al oeste. El 6 de junio los manchúes y Wu
Sangui entraron en la capital y el emperador niño fue entronizado en
la Ciudad Prohibida con el nombre de Shunzhi, que significa «abe-

70
diencia en la regla». La adopción de un nombre chino tan tradicional
por el joven emperador indicó que los manchúes reclamaban oficial-
mente ahora la autorización del cielo para gobernar China.
Q!Ie el emperador Ming reinante se hubiera ahorcado en abril y el
manchú Shunzhi se sentara ahora en el trono no quería decir que la
causa de los Ming hubiera muerto. Muchos miembros de la familia im-
perial habían huido de la capital antes de que llegara Li Zicheng y cen-
tenares de príncipes de varias ramas colaterales de la familia vivían en
sus inmensas propiedades repartidas por toda China. El carácter sagrado
de su nombre dinástico, que databa de 1368, no podía descartarse a la
ligera. Aunque la desesperación había empujado a \Vu Sangui a aliarse
con los manchúes, para centenares de miles de letrados y funcionarios
chinos seguía siendo digno luchar y morir por el nombre de los Ming.
Los manchúes tardarían diecisiete años en dar caza a los últimos
pretendientes Ming, pero, como también afirmaban haber entrado en
Pekín en calidad de vengadores legítimos del emperador Ming mártir,
también debían dar caza y matar a los principales rebeldes. Li Zicheng,
su primer objetivo, huyó con su ejército al sudoeste, a la ciudad de
Xi'an, en Shaanxi, donde había empezado su trayectoria de rebelde mi-
litar unos veinte años antes. Después de consolidar su dominio en la
provincia de Shanxi," en la primavera de 1645 las fuerzas de los Qjng
cercaron a Li Zicheng con un movimiento de tenaza hábilmente eje-
cutado. Obligado a salir de Xi'an, Li Zicheng huyó con un número cada
vez menor de seguidores al sudeste siguiendo el río Han hasta la ciu-
dad de Wuchang, cruzó el Yangzi y finalmente fue acorralado por sus
perseguidores manchúes en las montañas de la frontera norte de la pro-
vincia de jiangxi. Allí se suicidó en el verano de 1645, según una fuente,
o fue apaleado hasta la muerte por unos campesinos a los que trató de
robarles alimentos, según otra.
Durante esta campaña, el segundo de los principales cabecillas re-
beldes, Zhang Xianzhong, había abandonado su base en China central
y se hahía dirigido al oeste subiendo por el río Yangzi y atravesando sus
empinados desfiladeros hasta entrar en la provincia de Sichuan. Des-
pués de tener brevemente en su poder la población ribereña de Chong-
qing, instaló su capital en la rica y bien protegida ciudad de Chengdu.
Fue allí donde, en diciembre de 1644, proclamó la formación de un
nuevo «Gran Reino del Oeste». Pero Zhang Xianzhong no estaba des-

» Obsérvese el parecido entre Shanxi y Shaanxi, qne causa mucha confusión allec-
ter no chino. Los caracteres chinos de la primera silaba son muy distintos, aunque en
ambos nombres la terminación xi significa «este». (N. del A.)

71
'M
,

Mar
Am..,illn

tinado a gobernar durante mucho más tiempo que Li Zicheng, aunque


sí creó una burocracia civil integrada por letrados (muchos de los cua-
les fueron obligados a ingresar en ella), celebró exámenes y acuñó mo-
neda. También creó un sistema complejo de 120 campamentos militares
para la protección de su reino, que al principio se vio más amenazado
por los ejércitos de los príncipes Ming que huían que por los man-
chúes.
Pero parece ser que en los años siguientes Zhang Xianzhong fue re-
cluyéndose poco a poco en un extraño mundo privado de megaloma-
nía y crueldad. Trazó «planes» a largo plazo para que sus ejércitos con-
quistaran no sólo el sur y el este de China, sino también Mongolia,
Corea, Filipinas y Annam (el actual Vietnam). Infligió castigos terribles
a los que él creía que intentaban traicionarle en Sichuan, decapitó y
mutiló a miles de letrados y a sus familias, e incluso diezmó regimien-
tos enteros de sus propios ejércitos. Finalmente, abandonó la ciudad
de Chengdu a finales de 1646, tras incendiar y arrasar gran parte de ella,
y llevó a cabo una campaña de tierra quemada atrozmente meticulosa
en su marcha hacia el este. En enero de 1647 murió a manos de tropas
manchúes.

72
Eliminar a Li Zicheng y Zhang Xianzhong era esencial para el buen
fin de los planes de conquista a largo plazo de los manchúes, pero és-
tos tuvieron que dedicar la mayor parte de sus fuerzas a reprimir a los
miembros de la casa reinante Ming que podían organizar una resisten-
cia nacional viable a los conquistadores. Teniendo en cuenta el fuerte
sentido de lealtad a la dinastía gobernante que se inculcaba en los le-
trados chinos, así como su inclinación natural a proteger sus casas y pro-
piedades solariegas de los agresores extranjeros, un superviviente hábil
de la casa Ming debería haber podido reunir millones de partidarios.
El primer hombre que trató de movilizar los ejércitos de los Ming para
atacar a los manchúes fue el príncipe de Fu, uno de los nietos del em-
perador Wanli. El príncipe intentó hacer un trato con el regente Dorgon
y ofreció a los manchúes presentes enormes y una subvención anual si
volvían a Liaodong, al otro lado de la Gran Muralla. Dorgon respondió
que permitiría al príncipe mantener un pequeño reino independiente
si renunciaba a sus pretensiones imperiales. El príncipe de Fu rechazó
este ofrecimiento por consejo de sus generales más patrióticos.
Durante los meses siguientes, cuando el príncipe de Fu debería ha-
ber estado preparando las defensas de Nankín, su corte se vio desgarra-
da por las enconadas rencillas y las recriminaciones e incompetencias
que tanto habían atormentado al emperador Wanli, incluidas las luchas
intestinas por el poder entre las facciones favorables y contrarias a los
eunucos, que recordaban las batallas entre los partidarios de la Socie-
dad de Donglin y Wei Zhongxian. Mientras los generales de los Ming
y los altos funcionarios se peleaban, un ejército manchú avanzó hacia
el sur siguiendo la gran vía fluvial artificial del interior de China, el
Gran Canal, y puso sitio a la rica ciudad comercial de Yangzhou en
mayo de 1645. Las tropas de los Ming, que habían preparado cuida-
dosamente baterías de cañones para defender las murallas de la ciudad,
resistieron durante una semana. Pero finalmente fueron derrotadas por
la superioridad de la artillería y el notable valor de los manchúes, y la
ciudad fue saqueada durante diez días terribles a modo de advertencia
al resto de China. Los defensores de Nankín, en cambio, casi no opu-
sieron resistencia y la ciudad se rindió a los manchúes a principios de
junio. El príncipe de Fu cayó prisionero y fue enviado a Pekín, donde
murió al año siguiente.
Con la muerte del príncipe de Fu la situación se hizo más compli-
cada porque aparecieron nuevos pretendientes al trono. Dos hermanos
descendientes del emperador que había fundado la dinastía Ming in-
tentaron sucesivamente dirigir la resistencia contra los manchúes en la
costa oriental, primero en Fuzhou (frente a la isla de Taiwan) y luego

73
en Cantón, el rico centro de almacenaje y distribución situado en el sur.
El gobernante de Fuzhou fue capturado y ejecutado a finales de 1646;
su hermano menor fue ejecutado en 1647, tras caer Cantón en poder
de los manchúes. Otro descendiente del fundador de la dinastía hizo
varios intentos fallidos de organizar la resistencia contra los manchúes
a lo largo de toda la costa oriental; durante un tiempo instaló su corte
en Amoy (Xiamen), así corno en la isla de Chusan (Zhoushan) e inclu-
so, durante un breve periodo, en un barco. Renunció a su título en 1653
y a partir de entonces la resistencia a los Qing en la costa oriental corrió
a cargo de los partidarios del último pretendiente Ming, el príncipe
de Gui.
Después del fracaso de los regímenes del valle del Yangzi y de la
costa, el príncipe de Gui se convirtió en la última esperanza de la cau-
sa imperial de los Ming. El príncipe, último nieto superviviente cono-
cido de Wanli, era un joven mimado de 21 años cuando cayó Pekín y
no tenía experiencia en los asuntos gubernamentales ni militares. Tuvo
que huir de sus propiedades solariegas en Hunan'' cuando el rebelde
Zhang Xianzhong atacó la zona; se trasladó al sur, a Zhaoqing, al oes-
te de Cantón. Desoyendo las objeciones de su madre, que le advirtió
de que era demasiado joven y delicado para el cargo, aceptó el nom-
bramiento de emperador por parte de un grupo de funcionarios fugi-
tivos a finales de 1646. Obligados a salir de la provincia de Guangdong
por las fuerzas de los Qjng y perseguidos por varios ejércitos, el prín-
cipe y su corte pasaron el año y medio siguiente recorriendo sin rum-
bo la provincia de Guangxi e instalaron su base en Guilin, principal-
mente, y en Nanning, cerca de la frontera con Annam.
A pesar de las asombrosas hazañas de los ejércitos de los Qing, que
habían hecho una campaña victoriosa a lo largo de los más de dos mil
cuatrocientos kilómetros que separaban Pekín de Cantón, la conquista
de esta inmensa zona fue inevitablemente parcial y los patriotas chinos,
que se sentían muy agraviados por la invasión manchú y la humillación
de los Ming, tuvieron tiempo para reunir sus fuerzas. En 1648 varios ex
funcionarios de los Ming que habían estado colaborando con los man-
chúes abandonaron su lealtad a los Qjng y proclamaron su dedicación
a la causa de la restauración de los Ming. El príncipe de Gui, cuya cor-
te en el sur, según la descripción de un contemporáneo, estaba llena de
«toda suerte de mascadores de betel, trabajadores de los pozos de agua

* Obsérvese también el parecido que para el lector no chino tienen los nombres
Henan y H1tTI1ln. En chino, Hr significa -río» y Hu, ..lago». En ambos nombres la sílaba
nan significa «sur». (N. drl A)

74
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(X'. m,n) .

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salada y propietarios nativos de casas de putas»," de pronto se encon-


tró con que volvía a ser bien acogido en Zhaoqing por numerosos se-
guidores entusiasmados, mientras que las tropas manchúes destacadas
en Cantón eran víctimas de una matanza. Al igual que anteriores regí-
menes fugitivos, este «emperador» trató de formar nuevamente una bu-
rocracia organizada jerárquicamente, celebrar exámenes, crear un man-
do militar viable y construir algún tipo de administración provincial
que pudiera controlar el campo y recaudar impuestos. Pero esta corte,
como todas las demás, se vio dividida por las luchas entre facciones de
grupos rivales de ministros, generales y eunucos, y no logró dirigir una
oposición concertada a los manchúes.
A comienzos de 1650 las fuerzas de los Qing ya se habían reagru-
pado y habían acabado con el apoyo declarado al régimen de Gui en
las zonas clave de China central, además de lanzar un ataque por dos
flancos contra su base en el sur. En diciembre de 1650 la corte del prín-
cipe de Gui huyó de la provincia de Guangdong y bajó por el río del
Oeste hasta penetrar en Guangxi. Durante el decenio siguiente , cuan-
do ya no era una corte en ningún sentido institucional, sino sólo una
banda de fugitivos unidos por el deseo común de luchar contra la do-

75
minación de China por una fuerza extranjera, se retiró incesantemen-
te hacia el oeste, de Guangxi a la provincia de Guizhou, de Guizhou
a la montañosa Yunnan y finalmente cruzó la frontera entre China
y Birmania.
El rey de Birmania, que al principio ofreció refugio a los Ming pero
luego cambió de parecer, mató a la mayoría de los seguidores del prln-
cipe de Gui y en lo sucesivo tuvo al «emperador» y a su familia prác-
ricamente como prisioneros. Fue Wu Sangui, el general de los Ming que
otrora protegiese los pasos de Shanhaiguan, quien en 1661 encabezó
un ataque final de los ejércitos de los Qjng en Birmania. Los birrna-
nos entregaron los tristes restos de la corte Ming a Wu Sangui, que los
hizo deportar a territorio chino. Allí, en la provincia de Yunnan a prin-
cipios de 1662, el último «emperador» Ming y su único hijo fueron eje-
cutados mediante estrangulamiento. El Estado Qjng ya no tenía que
temer a más rivales «legitimas».

Adaptación a China
Los manchúes se habían apoderado de Pekín en 1644 con sor-
prendente facilidad y en 1662 ya habían dado muerte a los últimos pre-
tendientes Ming, pero la serie de victorias militares obtenidas no sig-
nificaba que hubieran resuelto el problema de cómo gobernar China.
Dorgon, como regente del emperador niño Shunzhi, heredó un sistema
de Gobierno híbrido, creado en Liaodong, en el cual una versión tenta-
tiva de los seis ministerios de China se combinaba con la organización
militar y administrativa de ocho banderas de los manchúes. Ahora te-
nía que adaptar estas instituciones a la tarea de controlar un país de ex-
tensión continental.
Sobre una cuestión al menos, la del atuendo y el peinado man-
chúes, Dorgon estaba decidido a hacer que los chinos se adaptasen en
lugar de ser al revés. Sólo un día después de entrar en Pekín, promulgó
un decreto que ordenaba que en lo sucesivo todos los varones chinos
debían afeitarse la frente y trenzarse el pelo en forma de coleta, como
los manchúes, justo como Nurhaci había ordenado en Liaodong. Una
tempestad de protestas empujó a Dorgon a cancelar el decreto, pero en
junio del mismo año se dio otra orden según la cual los militares chi-
nos debían adoptar la coleta; el objeto de esta medida era facilitar a los
manchúes la identificación de sus enemigos en el campo de batalla y
darles la seguridad de que los que se habían rendido seguirían siendo

76
leales a ellos en el futuro. Pero los principales asesores de Dorgon opi-
naron que no era suficiente. En julio de 1645 Dorgon volvió a ordenar
que todos los varones chinos se afeitasen la frente y empezaran a de-
jarse la coleta en el plazo de diez días, o serían ejecutados. Los chinos
se encontraban ante una elección dificil: «conserva el pelo y pierde la
cabeza», tal como el habla popular reformuló esta orden, «o pierde
el pelo y conserva la cabeza»."
Durante la época Ming los varones chinos habían apreciado el pelo
largo y peinado primorosamente, como signo de masculinidad y ele-
gancia, por lo que el decreto de Dorgon les sentó muy mal. En mu-
chas zonas la orden les empujó a alzarse en armas contra los manchúes
aunque ya se hubieran rendido oficialmente, pero esta vez Dorgon se
mantuvo firme. Nuevos decretos ordenaron a los chinos que adopta-
sen el atuendo manchú -cuello alto y chaqueta ceñida y abrochada en
el hombro derecho- en lugar de las túnicas holgadas de los Ming. Otro
cambio respecto de la costumbre china fue la prohibición de que las
mujeres manchúes se vendaran los pies para tenerlos más pequeños,
como las niñas y mujeres chinas llevaban siglos haciendo. A pesar del
dolor que causaba, esta costumbre había pasado de la elite al campe-
sinado, y los pies diminutos se habían convertido en canon de belleza
femenina para los chinos. Millones de mujeres sufrían a consecuencia
de ello. Con la negativa a seguir esta costumbre, los manchúes afirma-
ron su independencia cultural y alzaron una barrera eficaz contra el
matrimonio entre manchúes y chinos, ya que los varones chinos decían
que los pies de tamaño normal de las mujeres manchúes les resultaban
poco atractivos desde el punto de vista sexual.
En la corte de Pekín, los manchúes redujeron el número de eunucos,
que se contaban por miles, habían llenado los palacios de los Ming y
tanto daño habían ocasionado al régimen con sus intrigas. Si bien con-
tinuó habiendo eunucos en calidad de supervisores en las dependen-
cias de las mujeres imperiales, otras obligaciones de la corte y las tareas
financieras especiales se encomendaron a esclavos chinos que habían
sido capturados en Liaodong durante los decenios de 1620 y 1630.
También se despojó a los eunucos del estatus cuasi militar que habían
tenido como guardias de palacio bajo los Ming; en su lugar, un cuer-
po de elite formado por hombres de las banderas, muchos de ellos des-
cendientes de guerreros que habían contribuido a fundar el Estado jür-
chen original bajo Nurhaci, fue destinado a las divisiones especiales de
la guardia cuya misión era patrullar por los palacios.
A cada una de las ocho banderas se le asignó un sector territorial
fuera de las murallas del palacio de, Pekín, de tal modo que el empe-

77
radar y su familia vivían literalmente rodeados de sus tropas más leales.
Los habitantes chinos de Pekín fueron obligados a mudarse a la parte
sur de la ciudad; aunque al principio esto causó mucho sufrimiento, di-
cha parte se convirtió rápidamente en un próspero barrio comercial y
residencial. Además, los manchúes confiscaron centenares de miles de
hectáreas de buena tierra de cultivo en el norte de China para alimen-
tar y recompensar a las guarniciones militares. Gran parte de esta tierra
había pertenecido a miembros de la familia imperial Ming, aunque tam-
bién se confiscaron propiedades de acaudalados ex funcionarios de los
Ming. En total, unos cuarenta mil manchúes de las banderas recibieron
aproximadamente dos hectáreas y media cada uno, a la vez que los al-
tos funcionarios manchúes recibían propiedades mucho más extensas.
En otro intento de separar a los chinos de los manchúes, Dorgon
ordenó la expulsión de muchos agricultores chinos de esta zona del nor-
te de China. Astutos terratenientes chinos se percataron de las posibi-
lidades de sacar provecho de este periodo de transición dinástica y se
adueñaron de tierras sin reclamar o abandonadas. El resultado fue el caos
y la devastación generalizados. Miles de agricultores se convirtieron en
vagabundos o bandidos, o sencillamente huyeron de la zona. Nume-
rosos manchúes, sin embargo, eran incapaces de labrar la tierra ellos
mismos y pronto cedieron sus parcelas a arrendatarios chinos median-
te contratos de diversos tipos. Algunos de estos contratos reducían a los
chinos casi al estatus de siervos dependientes de sus amos y, cuando
no se disponía de animales de tiro, se les obligaba a tirar de los arados.
Antes de que transcurrieran veinticinco años de la invasión manchú,
aproximadamente dos millones de hectáreas en un extenso radio de
unos doscientos cincuenta kilómetros alrededor de Pekín habían pasa-
do a poder de los manchúes. Sin embargo, ningún sistema feudal en
toda regla ni ninguna forma de esclavitud laboral llegaron a arraigar ja-
más, y las tradicionales pautas chinas de laboreo, arrendamiento e in-
cluso propiedad independiente de la tierra resurgieron poco a poco.
En la mayoría de los ámbitos de la organización gubernamental e
intelectual, los manchúes se contentaron con seguir los precedentes chi-
nos. Los seis ministerios, que se encargaban de los asuntos civiles, las
finanzas, los rituales, la guerra, la justicia y las obras públicas, respec-
tivamente, se conservaron intactos, aunque la dirección de cada mi-
nisterio se puso en manos de dos presidentes, uno manchú y otro un
hombre de las banderas o un civil chino. Una diarquía multiétnica pa-
recida, formada por cuatro hombres (dos manchúes y dos chinos), ejer-
cía la vicepresidencia en cada ministerio. También se perpetuaron los
altos cargos llamados «grandes secretarios» para que hiciesen de enla-

78
L Anónimo, Dos figuras estudian pintura sobre bambú, dinastía Ming.
2. Piedra para hacer tinta, finales
de la dinastía Ming. La inscripción
en el costado reza: ME DOY A TI JpARA SER
TRATADA COMO JADE. I CüWCARME ENTRE
ORO Y J CEREALES SERiA INSULlARME.

3. Barrita de tinta, finales de la


dinastía Ming. Compuesta de hollín
de pino moldeado y cola animal.
esta barrita de tinta mu estra flores
de ciruelo en una cara y, en la otra,
el titulo de un poema,
«Cayendo están las ciruelas».

4. Pincel y tapa de madera tacada, finales de la dinastía Ming.


S. Grabados en madera con escenas
de la producción de porcelana
en Jingdezhen, provin cia de )iaopi,
finales de la dinastía Ming. Aunque las
distintivas porcelanas blanquiazules que
creaban se convirtieron en valiosos
artículos p.ua la exportaci ón, los salarios
bajos empujaron a los trabaja dores de la
porcelana de jingdeehen a amonnarse
en 1601. Unos trabajadores deco ran
porcelana con dibujos pin tados
de cob alto (abajo); dos hombm mere n
),1 porcelana pintada m un recipiente de
vidriado antes de [ocu la (arriba).
6. Los letrados altivos. En un rollo de mano fechado en 1520, el artista Tang Yin da un
toque satírico a su representación de letrados orgullosos.
7. Wu 1;tTc i (l 459-! 508), c ómicos ambulantes.
8. Nurhaci, caudillo de las tribu s jiirrhen,
organi zó J IJ S tribu. mongclas y
junn tn en un ~ n~ unido contra los
Ming. Nurhaci, a caballo, ataca a una
tribu vecin a, 1586 (Mriba);
Nurhací sube al trono co mo gobernante
de' la dinastíaJin (afnjo).
9. Grabados occidentales, pubJi c¡¡d o ~
en Londres en 1673, que muestran .t
los misioneros jesuitas M¡¡tteo Rice¡
yJohann Adam 5chall von Bell,
Manco Ricci Carriba Jo 1.1 izquiu dJo}
aparece ron uno de sus con versos
chinos; el padre j ohann Aclam Sch,all
ven Bc:llluce 1.1 insignia del cugo
de un alto funcionario chino (¡¡baj o~
10. El Observatorio de Pekín. Ferdinand Verbiest, colega jesuita de Schall, volvió a dorar
al observatorio en la muralla oriental de Pekin de un sextante, un cuadrante y otros ins-
trumentos astronómicos.

11. Viaje de inspecáán de Kangxien el Sur (detalle), de Wang Hui y ayudantes, hacia 1695.
Rollo en el que vemos a Kangxi disponiéndose a desembarcar en Suzhou.
12. Retrato del emperador Kangxi estudiando. Por su estudio de los clásicos confucianos,
Kangxí adquirió el aura de «gobernante sabio».
13. Aspirantes a títulos académicos esperan ansiosamente los resultados de los exámenes,
dinastía Ming. Para los primeros emperadores Qing era de importancia critica inspirar a
los letrados para qu e confiriesen a la nueva dinastía la lealtad que habían mostrado para
con los Ming.
2
i"
¡[.
:t 7.

14. Una escena de El pabeUón de les pcomss,


obra de teatro de Tang Xianzu, dramaturgo
de la era Ming, en la cual la heroína pinta su
autorretrato ante la mirada de su doncella.

15. PájaTo,_y roca (1692), de Bada 5hanren.


~ada Shanren y otros pintores de este pe-
nado expresaban su desafio a los Qjng de
man era oblicua por medio de su arte.
16. Anónimo, El emperador Yongzbmg ofrece sacrificios enelaltarde la agricultura. Este detalle
de un rollo de mano muestra al emperador Yongzheng haciendo los sacrificios de prima-
vera en Pekin, en el altar de la agricultura durante el comienzo ritual de la temporada de
crecimiento.
ces entre los ministerios y e! círculo más allegado al emperador. Había
siete grandes secretarios que servían juntos en los primeros años de! rei-
nado de Shunzhi: dos manchúes, dos chinos de las banderas y tres ex
altos funcionarios de los Ming que se habían rendido poco antes.
Los letrados chinos competentes que ofrecieron su lealtad a los
manchúes recibieron a cambio cargos importantes en diversos ministe-
rios y en el Gran Secretariado. Con el fin de introducir hombres nuevos
en la burocracia, en 1646 volvieron a instituirse los exámenes naciona-
les de tradición literaria clásica y se concedieron 373 titulos, principal-
mente a aspirantes de la zona de Pekín o de las provincias colindantes
de Shanxi y Shandong. Asimismo, para ampliar la variedad geográfica,
se concedieron otros 298 títulos en 1647, sobre todo a aspirantes de las
provincias reconquistadas de Jiangsu y Anhui. La elección de los exa-
minadores superiores indicaba que Dorgon era consciente de la sensi-
bilidad de los chinos: aunque dos eran chinos de las banderas y otro
era un letrado manchú, e! cuarto era un letrado versado en los clásicos
y funcionario chino que no se había rendido hasta 1644.
Los manchúes pudieron consolidar su administración en las pro-
vincias sólo después de que sus ejércitos destruyeran la oposición de los
Ming, pero poco a poco instalaron sus propios funcionarios basándose
en un sistema parecido al de éstos. Al principio subdividieron las quin-
ce provincias principales que habían existido bajo los Ming en veinti-
dós unidades, pero más adelante redujeron el número y sencillamente
dividieron en dos cada una de las tres mayores provincias de los Ming,
con el fin de que resultara más fácil administrarlas. Cada una de estas
dieciocho provincias se hallaba al mando de un gobernador y en los
primeros tiempos de los Qing la mayoría de estos gobernadores eran chi-
nos de las banderas. Es evidente que Dorgon creía que estos hombres
habían demostrado lealtad a su régimen y que e! hecho de que fuesen
de etnia china y hablaran chino los haría más aceptables a ojos de sus
compatriotas en todo el país. Dependiendo de cada uno de los gober-
nadores había dos funcionarios que supervisaban respectivamente la
economía y la administración de justicia en su provincia, y varios cen-
sores e intendentes, que también cumplían funciones de supervisión.
Luego les seguían los prefectos, que estaban en las grandes ciudades y
supervisaban, a su vez, a los funcionarios de los condados locales -a los
que los occidentales llamaban «magistrados»>, que se encargaban de la
administración cotidiana y la recaudación de impuestos en las pobla-
ciones y en el campo.
El poder manchú estaba muy diluido en el vasto territorio de Chi-
na y, aunque los Qing apostaron guarniciones en la mayoría de las ciu-

91
dades clave de las provincias, la nueva dinastía sobrevivió fundamen-
talmente gracias a un tenue equilibrio de poder entre tres componentes
de su Estado. Primero estaban los propios manchúes, los antiguos jür-
chen, que tenían su propia lengua y sus propias clasificaciones aristo-
cráticas basadas en anteriores conexiones jürchen o en la descendencia
de Nurhaci. Los manchúes trataron de mantener su superioridad mar-
cial por medio de prácticas como la caza y el tiro con arco a caballo
y hacían hincapié en su distinción cultural utilizando la lengua man-
chú hablada y escrita. Aunque por razones prácticas tuvieron que per-
mitir que sus funcionarios chinos usaran el chino en los documentos
administrativos, todos los documentos importantes se traducían al man-
chú. Los manchúes también conservaron sus propias prácticas religio-
sas privadas, que sacerdotes y sacerdotisas chamanísticos oficiaban en
templos en los que los chinos tenían prohibida la entrada.
En segundo lugar estaban los otros hombres de las banderas, tanto
mongoles como chinos, la mayoría de los cuales pertenecía a familias
que se habían rendido mucho antes de la conquista de 1644. Como a
los hombres de las banderas se les destinaba principalmente a las re-
giones fronterizas del norte y el noroeste, eran los chinos de las ban-
deras quienes desempeñaban un papel de mayor importancia en la go-
bernación de China. Tenían sus propias jerarquías complicadas, que se
basaban en parte en títulos nobiliarios otorgados por Nurhaei o Hong
Taiji y en parte en la fecha de su rendición: los primeros en rendirse
solían tener el estatus más elevado. Muchos de estos hombres de las
banderas hablaban tanto manchú como chino y habían absorbido la cul-
tura marcial de los manchúes al tiempo que conservaban las costum-
bres sociales de los chinos. Su apoyo tenía un valor incalculable para los
manchúes; sin estos hombres de las banderas probablemente la con-
quista no hubiera sido posible y, con toda seguridad, tampoco su conso-
lidación.
En tercer lugar estaba el componente de etnia china -los llamados
habitualmente chinos «han»-, que se había criado en la China propia-
mente dicha. Estos chinos tenían en esencia cuatro opciones: podían
ser colaboradores, ya fuera activos o pasivos, o podían optar por ser re-
sistentes, de nuevo activos o pasivos. Algunos de ellos, como Wu San-
gui, colaboraban activamente con los manchúes (aunque nunca se alis-
taron a las banderas), otros los desafiaron y murieron luchando contra
ellos; algunos, como veremos, prefirieron la resistencia pasiva, pero la
mayoría, al intuir la marcha de los acontecimientos, colaboró pasiva-
mente con el nuevo orden.
Los que pertenecían a familias ricas procuraban asegurarse la con-

92
servación de sus tierras solariegas y, si lo conseguían, matriculaban a sus
hijos para los exámenes de Estado y solicitaban cargos burocráticos lu-
crativos bajo el nuevo régimen. Pero los manchúes tenían motivos para
desconfiar de la lealtad de este grupo, ya que en 1648 miles de chinos
que se habían rendido se sublevaron para defender la causa de los Ming
contra los manchúes en la zona de Cantón. Muchos cientos de miles
más intentaron abandonar su lealtad en las fértiles tierras agrícolas al
sur del Yangzi cuando el famoso general guerrero Zheng Chenggong
(llamado con frecuencia Koxinga por los occidentales, que utilizaban
una forma latinizada de su nombre honorífico) lanzó un ataque con-
tra la importante ciudad de Nankín a finales del decenio de 1650. Aun-
que las tropas de los Qing sofocaron rápidamente su resistencia, fue un
momento peligroso. En el sur, al principio los manchúes no hicieron
ningún intento de establecer una presencia firme. En lugar de hacerlo,
una vez muertos los pretendientes Ming, dejaron que Wu Sangui y otros
dos generales chinos que se habían pasado a los manchúes mucho an-
tes administraran los inmensos territorios como feudos prácticamente
independientes.
Los manchúes eran conscientes de que la caída de la dinastía Ming
se había debido en parte a las luchas entre facciones y a las intrigas cor-
tesanas, pero no eran inmunes a las mismas debilidades. Por ejemplo,
los dos generales de noble cuna que habían contribuido decisivamente
a la derrota de los regímenes rebeldes de Zhang Xianzhong y Li Zicheng
fueron arrestados más tarde bajo falsas acusaciones de ineficiencia y
traición, y murieron en circunstancias misteriosas en prisiones man-
chúes de Pekín. El propio regente Dorgon se comportaba de forma ex-
travagante y escandalosa: se arrogó poderes casi imperiales, se apoderó
del control de varias banderas y expulsó a sus generales, se casó con la
viuda de uno de sus rivales muertos, exigió concubinas a Corea y pla-
neó construir una fortaleza palacial en Rehe (jehol), al norte de Pekín.
Cuando Dorgon murió en una cacería en 1650, los nobles manchúes
empezaron a pelearse por su herencia y el régimen Qjng corrió peligro
de fragmentarse.
Sin embargo, valiéndose de maniobras astutas, el joven emperador
Shunzhi, que ahora tenía 13 años de edad, logró consolidar su perma-
nencia en el trono. Aunque criado como manchú en una corte man-
chú, parece ser que Shunzhi se adaptó a las costumbres chinas mucho
mejor que la mayoría de los dignatarios manchúes que le rodeaban. Po-
seedor de la astucia suficiente para evitar que le dominaran los mag-
nates que sucedieron a Dorgon y, en el plano militar, para llevar los
ataques contra los últimos partidarios de los Ming a un desenlace vic-

93
torioso, también estudió aplicadamente la lengua china, se aficionó a las
novelas y obras de teatro chinas y se vio profundamente influenciado
por varios devotos monjes budistas chinos con los que estudiaba en la
corte. Durante el último año de su vida Shunzhi se enamoró apasio-
nadamente de una de sus consortes jóvenes y descuidó por completo a
la emperatriz reinante. Al mismo tiempo devolvió considerable poder
a los eunucos de palacio y reactivó varias oficinas de los eunucos que se
habían disuelto en tiempos de la conquista Qjng. Los motivos de todo
esto no están claros, pero posiblemente Shunzhi quería que su corte
más allegada fuera suya de forma más privada, sin guardias personales
ni esclavos manchúes que dieran cuenta de sus movimientos a los no-
bles de su séquito.
Otro hecho desacostumbrado fue que Shunzhi se hizo muy amigo
de un misionero jesuita, el padre Johann Adam Schall van Bell. Jesui-
tas europeos venían predicando activamente y buscando conversos en
China desde las postrimerías del periodo Ming. Algunos jesuitas habían
caído prisioneros de Zhang Xianzhong y marchaban con sus ejércitos
en Sichuan; otros habían acompañado en su huida a las tropas de los
pretendientes Ming en el sur. Schall van Bell pertenecía a un grupo pe-
queño que había estado en Pekín en 1644 y había decidido arriesgarse
y permanecer en la capital. Goma poseía un elevado nivel de habili-
dad científica, Dorgon le nombró director de la Oficina Imperial de
Astronomía. Dado que se esperaba de la corte imperial que determi-
nase el calendario para todo el país, la pretensión de Shunzhi de ser el
Hijo del Cielo se vería muy reforzada si los cálculos eran tan exactos
como fuese posible. También puede ser que el estatus privilegiado de
Schall van Bell fuera otro de los medios que usó el emperador Shunzhi
para expresar su independencia, o incluso para redescubrir al padre que
había perdido cuando era tan joven. Porque Shunzhi llamaba a Schall
van Bell, de 68 años de edad, «Abuelo» (maja), conversaba regularmente
con él sobre religión y política y hasta le permitió construir una iglesia
en Pekín.
Shunzhi murió de repente en 1661, probablemente de viruela, no
mucho tiempo después de la muerte de su amada consorte. Pero, lejos
de llorar su fallecimiento, los cuatro dignatarios manchúes que asumie-
ron la regencia en nombre del hijo pequeño de Shunzhi denigraron
casi inmediatamente su memoria. Afirmando que tenían en su poder
el testamento de Shunzhi, dieron a conocer este documento al país en
general. Según los regentes, Shunzhi se culpaba a sí mismo de traicio-
nar las normas militares de sus antepasados manchúes, de favorecer a
los eunucos y de valorar más a los consejeros chinos que a los man-

94
chúes. «Una de las razones por las cuales los Ming perdieron el impe-
rio», decía el documento, ..fue que cometieron el error de confiar en
los eunucos. Yo era claramente consciente de su corrupción, pero fui
incapaz de hacer caso de esta advertencia... He sido la causa de que los
estadistas manchúes no tengan ningún deseo de servir y su celo se haya
disipado>'
Los cuatro regentes -entre ellos un general veterano, Oboi, que se
convirtió rápidamente en el más poderoso- actuaron de forma decisi-
va para cambiar las políticas de Shunzhi. Ejecutaron al eunuco princi-
pal y abolieron las oficinas de los eunucos, establecieron en su lugar
un eficaz sistema de casa imperial supervisado por manchúes. Insistie-
ron en endurecer mucho las políticas de recaudación de impuestos en
todo el campo. En un caso famoso acaecido en ]iangsu, ordenaron in-
vestigar a trece mil chinos ricos a los que habían declarado morosos
en el pago de sus impuestos; como mínimo dieciocho fueron ejecuta-
dos en público y a miles más se les despojó de sus títulos de letrado.
Asimismo, Schall van Bell fue detenido y encarcelado, se ascendió
a manchúes a altos cargos y se humilló a letrados chinos de categoría
superior. En un intento de rendir por hambre a los últimos rebeldes an-
timanchúes de la isla de Taiwan privándoles de todo apoyo de sus alia-
dos en la costa oriental de China, los regentes pusieron en marcha una
política salvaje que consistía en trasladar a la población china de la costa
más de treinta kilómetros al interior, a pesar de todo el sufrimiento que
causaba. Se decía que en la provincia de Pujian, por ejemplo, 8500 agri-
cultores y pescadores murieron entre 1661 y 1663 como resultado direc-
to de esta orden. A finales del decenio de 1660, ya parecía que la po-
lítica de adaptación pacífica a China que de diversas maneras habían
fomentado Nurhaci, Hong Taiii, Dorgon y Shunzhi estuviera a punto
de abandonarse en nombre de un nuevo innatismo manchú.

Clase social y resistencia

Durante estos primeros años de consolidación de la dinastía Qjng,


hubo numerosas ocasiones en las que parece que diferentes grupos eco-
nómicos y sociales se enfrentaron unos a otros. Vimos brevemente como
Li Zicheng hablaba de una nueva era de paz y prosperidad para los chi-
nos y como tanto él como Zhang Xianzhong, que odiaban a los letra-
dos y a los funcionarios, hicieron matar a muchos de ellos. En otras par-
tes de China la noticia del suicidio del emperador Ming en 1644 había

95
bastado para provocar actos que señalaban niveles hondos y latentes de
hostilidad: hubo campesinos que mataron a los dueños de las tierras
que cultivaban, por ejemplo, y saquearon o incendiaron los hogares de
los ricos; y habitantes de las poblaciones que se volvieron contra los
funcionarios dentro de las murallas o lucharon en campo abierto con-
tra ejércitos de campesinos. Hubo grupos de sirvientes obligados por
contrato de algunas grandes familias que se sublevaron y mataron a sus
amos, saquearon sus propiedades y aterrorizaron a las comunidades Io-
cales. Hubo motines de soldados pobres. Hubo pescadores que se unie-
ron a grupos de piratas e hicieron incursiones en toda la costa; y pelo-
tones dispersos de fuerzas irregulares campesinas continuaron luchando
mucho después de la muerte de líderes como Li Zicheng y siguieron
sembrando el pánico y el caos durante todo el reinado de Shunzhi.
Hubo mujeres que se convirtieron en jefes militares y gozaron de bre-
ves momentos de fama. Hubo funcionarios subalternos que se vol-
vieron contra sus superiores e insistieron en que se siguieran políticas
de resistencia cuyo resultado fue e! saqueo de las poblaciones que de-
fendían.
Pero la idea de lucha de clases da por sentado un nivel de cohesión
económica y de conciencia de! pape! que uno tenía en la sociedad que,
al parecer, no existía en la China de entonces. Por cada ocasión en la
que es posible encontrar tensiones sociales, cabe señalar otras en las que
se cruzaron las líneas divisorias. Entre e! personal del régimen de Li Zi-
cheng había varios letrados eficientes que pertenecían a familias ricas.
Terratenientes acaudalados que luchaban contra campesinos rebeldes
contaban a veces con la protección de milicias formadas por campesi-
nos. Letrados que se escapaban a las montañas utilizaban a los habi-
tantes de los poblados para crear redes defensivas contra el avance de
los manchúes. Príncipes Ming recibían en su huida ayuda de los des-
poseídos y los pobres en el terreno montañoso de la costa oriental. Ha-
bitantes de las poblaciones defendieron a sus magistrados. En algunas
de las propiedades de los Ming de las que se apoderaron, los manchúes
dieron la tierra a los arrendatarios pobres que la trabajaban y de esta
manera les ofrecieron la posibilidad de progresar económicamente, una
esperanza con la que nunca habían soñado. En el caso de las mujeres
convertidas en jefes militares, la situación era igualmente compleja. Una
de ellas, Qin Liangyu, era esposa del jefe de una tribu nativa en la pro-
vincia occidental de Sichuan. El padre de Qjn Liangyu había enseña-
do a ésta a leer y la había adiestrado en las artes militares; después de
morir su esposo, Qjn Liangyu condujo a sus tropas de Sichuan hasta
Pekín para luchar contra los manchúes y más adelante combatió con-

96
na el cabecilla rebelde Zhang Xianzhong. La nuera de Qjn Liangyu tam-
bién mandaba fuerzas militares y murió combatiendo en la provincia
de Henan. En su vejez, recibió del fugitivo príncipe de Gui el título ho-
norífico especial de marqués."
Como hemos visto, es dificil desenmarañar las líneas divisorias en-
tre las clases en la China del siglo XVJI. Se hacían difusas y se cruzaban
de tal modo que confunden a los que tenemos un sentido histórico de
«clase» que puede proceder, en gran parte, del estudio de la transición
del feudalismo al capitalismo mediante una burguesía urbana que qui-
tó el poder gradualmente -por medio de la fuerza y las instituciones
representativas- a una nobleza reacia.
En la China de los Ming y de los Qjng la aristocracia como tal casi
no existía. Los descendientes de las familias gobernantes de incluso las
dinastías más importantes no conservaban sus títulos y su prestigio des-
pués de su caída. Por ejemplo, mientras duró la dinastía los descen-
dientes del fundador de la de los Ming, así como todos los otros hijos
varones de los sucesivos emperadores Ming, habían disfrutado de sus
títulos honoríficos y de una vida de ocio en grandes propiedades -el
príncipe de Fu y el príncipe de Gui eran dos de tales hombres-, pero
no habían coexistido con aristócratas supervivientes de la anterior di-
nastía, la de los Yuan (1271-1368). De modo parecido, después de 1644
no se conservó la antigua aristocracia Ming. Los manchúes tenían su
propia aristocracia, formada por los descendientes de Nurhaci y otros
guerreros famosos y por los poderosos generales chinos que se habían
sometido pronto al naciente Estado Qing. Pero la ingeniosa política de
los manchúes disponía que, dentro de un sistema de nueve rangos aris-
tocráticos, una familia dada descendiera un nivel del escalafón con la
muerte de cada titular noble: así, un título de tercer rango se heredaba
como título de cuarto rango y luego descendía al quinto. Finalmente,
a menos que el emperador volviera a ascender a un miembro por sus
méritos notables, la familia otrora noble entraba de nuevo en el rango
de los plebeyos.
Sin embargo, había ciertamente una «clase alta» en China -si bien
esta clase no puede definirse atendiendo a sus relaciones con la aristo-
cracia ni a un estatus económico determinado- y los manchúes optaron
por perpetuar el sistema que encontraron al conquistar el país. El esta-
tus de clase alta nacía de una amalgama de cuatro factores: riqueza, li-
naje, educación y cargo burocrático. El tipo de riqueza más valorado
seguía siendo la tierra dedicada a la agricultura, pero la clase alta Qjng
también podía poseer grandes cantidades de lingotes de plata (que ser-
vían como medio oficial de intercambio en China), grandes bibliotecas

97
de obras clásicas, colecciones de cuadros, jade, porcelana, rollos de seda,
domicilios suntuosos, bienes raíces en las ciudades o intereses en em-
presas comerciales que iban desde las casas de empeños a las farmacias.
Los sistemas de linaje -llamados a veces ..clanes» o «grupos de des-
cendencia común»- unían a clanes familiares en una red de apoyo
mutuo. Cierta cantidad de riqueza podía utilizarse para hacer un fon-
do común que se transmitía a las generaciones posteriores en forma de
tierra de linaje, cuyas rentas se destinaban a pagar el mantenimiento
de templos y cementerios ancestrales y a maestros que servían en ca-
lidad de instructores en escuelas de linaje. Los matrimonios entre vás-
tagos de linajes poderosos eran negociados cuidadosamente por los pa-
dres y el gran número de genealogías meticulosas que se conservan
indica cuán seriamente se perpetuaba y supervisaba todo el sistema.
El papel dominante de la educación en la China de los Qing fue
el resultado del poder y el prestigio que confería un cargo en la buro-
cracia, y la entrada en ésta era gobernada de forma casi exclusiva por
medio de las oposiciones que convocaba el Estado. En tiempos nor-
males pocas personas ascendían a un alto cargo en virtud de su trayec-
toria militar, y todavía menos por el simple hecho de que su familia
tuviera dinero o relaciones con el sistema imperial. Los gobernantes
Qjng perpetuaron el plan de estudios de los Ming para los exámenes.
Era un plan de estudios dificil, basado en el aprendizaje memorístico
y en el análisis de un grupo de textos de lectura obligatoria atribuidos
al sabio Confucio o a algunos de sus primeros seguidores, así como en
un número reducido de comentarios aprobados de dichos textos. És-
tos estaban escritos en chino clásico, que gramatical y estructuralmen-
te era distinto de la lengua que se hablaba en la vida cotidiana. Por 10
tanto, si una familia tenía el dinero necesario para enviar a sus hijos a
un buen maestro que hubiera aprobado con distinción los exámenes su-
periores, o si tenía una escuela de linaje y contrataba sus propios maes-
tros particulares de categoría parecida, obviamente sus hijos gozaban
de mayores posibilidades de aprobar los exámenes y acceder a un alto
cargo. Aunque no obtuvieran puestos oficiales, si aprobaban los exá-
menes se les eximía de la obligación de prestar servicios laborales y de
castigos corporales en los tribunales.
Finalmente, aunque podía resultar arriesgado desempeñar un cargo
burocrático en una corte desgarrada por las facciones, o en el cam-
po, donde existía la amenaza de los bandidos o la guerra civil, aún
era posible que tras años en el cargo el salario, los gajes, los honora-
rios especiales y tal vez el latrocinio descarado dieran dinero suficien-
te como para amortizar todos los gastos en que se hubiera incurrido

98
para conseguir el puesto y conservar un jugoso superávit para invertir-
lo en más tierra y educar a los hijos propios, Además, el simple hecho
de haber sido miembro de la burocracia bastaba para recibir cierto gra-
do de protección de otros funcionarios locales a los que se podía tra-
tar de igual a igual en sociedad después de jubilarse y volver a casa para
gozar de los frutos del trabajo.
Como esta clase alta sacaba gran parte de su riqueza de la tierra,
existía siempre el riesgo de que se produjeran roces con los arrendata-
rios de esa tierra. Tal como habían descubierto los funcionarios de los
Ming, si las rentas subían demasiado, los arrendatarios podían decla-
rarse en huelga y negarse a pagar la renta o incluso alzarse en armas
contra los propietarios. Si se les desahuciaba, podían dedicarse al ban-
didaje u otras formas de violencia social. Pero no hubo ninguna guerra
sencilla entre propietarios y arrendatarios en la China del siglo XVII, ya
que había muchos estratos de gente que trabajaba la tierra. Así pues,
siempre que los «campesinos" empuñaron las armas contra la «clase alta»
en el decenio de 1640, las causas había que buscarlas en gradaciones
precisas de relaciones locales de índole económica y personal. La rabia
de Li Zicheng y Zhang Xianzhong y sus seguidores contra los privile-
giados nada de un difuso sentimiento de frustración y del deseo de par-
ticipar en la buena vida, en lugar de un antagonismo entre los que no
tenían tierra y los terratenientes.
Y, a pesar de ello> hubo algunos grandes cambios en las relaciones
sociales y económicas durante estos años de transición. Los regentes de
Oboi recurrían a veces a la intimidación o la fuerza para obligar a la
clase alta de Jiangsu a pagar puntualmente los impuestos, pero los man-
chúes fracasaron visiblemente en su intento de hacer un censo útil y
actualizado de las propiedades agrarias de los chinos ricos, censo que
hubiera sido suficiente para que los rnanchúes instituyeran un sistema
equitativo de contribuciones territoriales. La tarea era inmensa y lo pa-
radójico estribaba en que llevarla a cabo dependía de los chinos que
conocían las circunstancias locales. Por medio de interminables tácti-
cas dilatorias, defraudaciones y quejas por el coste que ello suponía, los
terratenientes impidieron que se confeccionara un censo apropiado.
Como no se reformó el sistema de contribuciones territoriales, las fa-
milias que habían acumulado grandes propiedades agrarias durante el
periodo de turbulencias pudieron adquirir propiedades todavía mayo-
res en los años siguientes.
Algunos historiadores chinos modernos han argüido que hubo en
esencia una alianza entre los conquistadores manchúes y la clase alta
china que llevó a la perpetuación de una serie de «relaciones feudales"

99
en el campo y que aplastó los «brotes de capitalismo» latentes que ve-
nían apareciendo en las ciudades. Resulta difícil probarlo. Aunque las
políticas manchúes permitieron que algunas familias se enriqueciesen en
gran medida, muchos reformadores que pertenecían a la clase alta china
-a menudo vinculados intelectualmente a los anteriores reformadores
de la Sociedad de Donglin de finales del periodo Ming- impugnaron
estas políticas y trataron de obtener sistemas tributarios más justos en
las zonas donde desempeñaban sus cargos, incluso a expensas de su pro-
pia clase. El fracaso inicial de estos reformadores puede imputarse al he-
cho de que la burocracia de Pekín posterior a 1644 ya no la integraban
amigos suyos, muchos de los cuales habían muerto en 1645. Pero más
adelante, en el siglo XVIII, se pusieron en práctica algunas de sus reco-
mendaciones, aunque a ellos no se les reconociera el mérito.
Especialmente en la zona de jiangsu, la provincia del curso bajo del
río Yangzi, que era la más rica de China y en la que se concentraba gran
número de cultos letrados-funcionarios, la oposición a los manchúes era
principalmente ideológica. En esta parte del país los líderes de la opo-
sición a veces pudieron movilizar al campesinado y a los habitantes de
las poblaciones. Dicho de otro modo, con el liderazgo carismático de la
clase alta fue posible tender un puente sobre las divisiones de clase en
nombre de la solidaridad étnica. La orden de cortarse el pelo que die-
ron los manchúes fue un catalizador, en muchos casos, pero, además,
imperaba entre algunos letrados la opinión de que había que mostrar
lealtad a los Ming costara lo que costara: había nacido un ethos de ser-
vicio y obligación para con el ideal dinástico que trascendía las limi-
taciones de cualquier titular dinástico y unió, aunque fuese fugazmen-
te, a los ricos y los pobres. Algunos letrados hasta invocaron la idea del
amor romántico para subrayar su compromiso: el amor a la caída di-
nastía Ming se equiparaba al amor que el joven docto de buena fami-
lia siente por la mujer de sus sueños y en algunos casos parejas jóvenes
convirtieron la metáfora en realidad, ya fuera empuñando las armas para
defender una causa perdida, la antimanchú, o quitándose la vida. Era
este tipo de etbos el que los manchúes tenían que desterrar para siem-
pre si querían sentirse totalmente seguros en el país que habían con-
quistado; pero fue precisamente este tipo de etbos el que los manchúes
parecían fomentar una vez más con sus duras políticas antichinas del
decenio de 1660.

lOO
3
La consolidación de Kangxi

La guerra de los Tres Feudatarios, 1673-1681

Los emperadores Qing tenían que crecer rápidamente si es que


quedan hacerlo. Shunzhi tenía 13 años cuando, aprovechando
la muerte repentina de Dorgon, se instaló en el poder. El hijo de Shun-
zhi, Kangxi, también tenía trece años cuando dio los primeros pasos en-
caminados a expulsar al regente Oboi; y tenía quince cuando, con la
ayuda de su abuela y un grupo de oficiales manchúes de la guardia, lo-
gró que Oboi fuese arrestado en 1669 bajo acusaciones de arrogancia
y falta de honradez. Oboi murió pronto en la cárcel y Kangxi inició un
reinado que duraría hasta 1722 y haría de él uno de los gobernantes más
admirados de la historia de China.
El más importante de los numerosos problemas con que se encon-
tró el joven gobernante era el de unificar China bajo los manchúes. Si
bien en 1662 Wu Sangui había eliminado al último pretendiente Ming
en el sudoeste, la región no había quedado plenamente integrada en la
estructura administrativa de Pekín. Las enormes distancias, el terreno
montañoso y el clima semitropical que obstaculizaban los movimien-
tos de la caballería; la presencia en la frontera de centenares de tribus
que no eran chinas y luchaban tenazmente por su propio territorio, y
la escasez de administradores de probada lealtad hicieron que tanto
Shunzhi como Oboi fueran reacios a enviar más fuerzas manchúes a
la zona. En vez de ello, todo el sur y el sudoeste de China quedaron
bajo el control de los tres generales chinos que habían dirigido la ma-
yor parte de las operaciones en la zona a finales del decenio de 1650.
Dos de estos hombres, Shang Kexi y Geng Jimao, eran distinguidos
chinos de las banderas que se habían rendido a los manchúes en 1633
y en lo sucesivo habían sido aliados esenciales en la conquista: ambos
habían demostrado repetidas veces su lealtad a los Qing, especialmente
cuando en 1650 habían reconquistado Cantón, que estaba en poder de
partidarios de los Ming, y exterminaron a los defensores de la ciudad.

101
El tercero era el propio Wu Sangui. Estos tres hombres habían sido nom-
brados príncipes por la corte manchú y habían recibido el honor de ca-
sar a sus hijos con hijas de nobles manchúes; a cada uno de los tres se
le otorgó lo que equivalía a un dominio casi independiente y en los li-
bros de historia occidentales se da a Shang Kexi, Geng jimao y Wu San-
gui el nombre de los ..Tres Peudatarios». Wu Sangui dominaba las pro-
vincias de Yunnan y Guizhou, así como partes de Hunan y Sichuan;
Shang Kexi gobernaba Guangdong y partes de Guangxi desde su base de
Cantón, y GengJimao dirigía Pujian desde la ciudad costera de Fuzhou.
Los tres juntos eran prácticamente los amos de una región cuya ex-
tensión equivalía a la suma de Francia y España, o los estados del sur
de Norteamérica desde la costa de Georgia hasta Texas. Dentro de estas
zonas, y a pesar de la presencia nominal de burócratas de los Qjng, los
Tres Feudatarios supervisaban todos los aspectos del gobierno militar y
civil, los sistemas de exámenes, las relaciones con los pueblos indígenas
y la recaudación de impuestos. No sólo se quedaban con las rentas lo-
cales y organizaban lucrativos monopolios comerciales, sino que, ade-
más, exigían constantemente generosas subvenciones de la corte de los
Qjng a cambio de continuar siendo leales. En el decenio de 1660 ya re-
cibían más de diez millones de onzas de plata cada año.
Pronto se hizo evidente que también consideraban que sus feuda-
tarios eran hereditarios. En 1671, Shang Kexi enfermó y traspasó la su-
pervisión de los asuntos militares a su hijo Shang Zhixin. Aquel mismo
año murió Geng Jimao y su hijo Geng Jingzhong se hizo cargo de la
provincia de Pujian. Si bien los documentos son fragmentarios, resul-
ta claro que el emperador Kangxi comenzó a principios de su reinado
a hablar de lo que había que hacer en relación con los Tres Feudatarios
y que sus asesores, tanto chinos como manchúes, no se ponían de acuer-
do sobre ello. A diferencia de muchos de sus asesores más prudentes,
Kangxi era lo bastante osado como para recomendar un enfrentamien-
to si era necesario para que el país fuera fuerte a largo plazo. Así, cuando
Shang Kexi, viejo y enfermo, preguntó en 1673 si le permitirían reti-
rarse a Manchuria, Kangxi se apresuró a aprovechar la oportunidad y
dio graciosamente su permiso. Respondió con igual entusiasmo cuando
Wu Sangui y Geng Jingzhong hicieron peticiones parecidas para tan-
tear el terreno. Los dos hombres querían comprobar lo que opinaban
los generales de Kangxi sobre la continuación de la existencia de los
feudatarios; después de la respuesta del emperador, resultó obvio que
se avecinaba una ruptura declarada.
A pesar de que algunos de los confidentes más leales de Kangxi in-
tentaron persuadido de que abandonara su base pacíficamente, Wu San-

102
gui dejó de ser leal a los Qjng en diciembre de 1673, proclamó la for-
mación de una dinastía nueva, la de los Zhou, y penetró profiindamen-
te en Hunan con sus ejércitos. GengJingzhong se rebeló en 1674 y sus
ejércitos consolidaron su dominio de Pujian y entraron en la provincia
de Zhejiang. Shang Zhixin encarceló a su padre, que continuaba siendo
leal a los Qjng, se sumó a la rebelión en 1676, consolidó Guangdong
y envió tropas a jiangxi, en el norte.
La guerra de los Tres Feudatarios planteó un doloroso conflicto de
lealtades a los chinos del sur y del sudoeste. Los que habían sobrevi-
vido a los años de guerra de los decenios de 1640 y 1650 Y habían he-
cho las paces con los Qjng tenían que decidir ahora entre la fidelidad
a éstos o depositar sus esperanzas en la dinastía Zhou de Wu Sangui.
Éste aprovechó su sentido de la lealtad como chinos y ordenó la res-
tauración de las costumbres de los Ming y el corte de las coletas. Tam-
bién dejó en el aire la cuestión de quién debía ser el primer emperador
de la dinastía Zhou, lo cual daba a entender que si era posible encon-
trar un superviviente de la casa gobernante Ming, ese hombre se sen-
taría en el trono. Además, el nombre mismo de «Zhou» evocaba una
de las primeras y más veneradas dinastías de China, que había gober-
nado el norte del país en el primer milenio a.e. y era celebrada en Ya-
rios textos confucianos básicos. 'Wu Sangui ofreció una amnistía al em-
perador Kangxi si se retiraba por completo de suelo chino y fundaba
un nuevo reino en Manchuria y Corea. Como era de prever, Kangxi se
negó y, para subrayar su ira, ejecutó al hijo de Wu Sangui, que se ha-
llaba en calidad de rehén en Pekín.
Con sus grandes ejércitos permanentes y su sólida base administra-
tiva y económica, Wu Sangui y sus partidarios tenían más posibilidades
de vencer que las que tuvieron los príncipes de Fu y de Ou, leales a los
Ming. Además, en todo el sur y el oeste los chinos leales a los Qing se
encontraban rodeados y en inferioridad numérica. Aunque hay pruebas
de que muchos trataron de resistirse a servir a los gobernantes de los
Tres Peudatarios -algunos huyendo a las montañas, otros fingiéndose
enfermos y hasta mutilándose-, la mayoría pensó que no tenía más re-
medio que someterse. El resultado fue que la rebelión casi logró destruir
a los Qing. Como mínimo, pareció que los manchúes iban a perder el
control de todo el territorio chino al sur del río Yangzi y que la conse-
cuencia seda la partición permanente del reino.
China continuó siendo un país unificado (con toda la importancia
que ello tiene para la historia posterior del mundo) gracias a cinco fac-
tores cruciales. El primero fue la falta de decisión de Wu Sangui, que no
cruzó la frontera de Hunan para dirigirse hacia el norte la primera vez

103
LOS TRES FEUD ATARIOS,
16 73 -1681

que llevó la iniciativa en 1674. El segundo fue que Kangxi, a pesar de


su juventud, consiguió ganarse el apoyo de su corte y crear una estra-
tegia a largo plazo para la conquista y la reducción de gastos. El ter-
cero fue el valor y la tenacidad de varios generales manchúes -algunos
también jóvenes y sin experiencia en el campo de batalla- que enea-
bezaron los contraataques de los Qjng. (Kangxi no participó perso-
nalmente en las campañas.) El cuarto fue la incapacidad de los Tres
Feudatarios para coordinar sus esfuerzos y llevar a cabo una campaña
sostenida contra los Qjng en alguno de los frentes. El quinto fue su in-
capacidad para atraer a los partidarios más leales de los Ming, que eran
muy conscientes de que en otro tiempo los Tres Feudatarios habían co-
laborado activamente con los manchúes.
Tampoco estaban los Tres Feudatarios hechos para sus nuevos pa-
peles de restauradores. Wu Sangui se veía cada vez más absorbido por
la vida de lujo y los signos externos de grandeza, mientras que Shang
Zhixin daba frecuentes muestras de crueldad enloquecida, como las del
anterior rebelde Zhang Xianzhong, y llegó al extremo de hacer que perros
de caza despedazaran a sus enemigos personales. Parece ser que Geng
jingzhong era incompetente e ineficaz y fue él quien echó a perder to-

104
das las posibilidades de acción concertada cuando se rindió por separa-
do a los Qing en 1676. Shang Zhixin hizo 10 mismo al año siguiente, al
parecer porque Wu Sangui insistió en nombrar funcionarios en la pro-
vincia de Cuangdong, que Shang consideraba coto exclusivamente suyo.
WU Sangui finalmente se autoproclamó emperador de la nueva di-
nastía Zhou en 1678, pero el gesto llegó demasiado tarde para tener
sentido. Wu Sangui murió de disenteria unos meses después, tras sesen-
ta y seis años de vida tempestuosa. Su nieto continuó luchando en su
nombre durante tres años más, pero se suicidó en Kunming, la capital
de Yunnan, cuando varios generales manchúes 10 atraparon. Los segui-
dores de Wu Sangui fueron ejecutados, como también lo fueron Geng
]ingzhong y Shang Zhixin, a pesar de que el emperador Kangxi había
aceptado sus rendiciones y les había devuelto sus títulos de príncipes.
El emperador no podía permitirse el lujo de que semejantes hombres
siguieran VIVOS.
Al terminar la guerra, en 1681, los consejeros que habían recomen-
dado la linea «dura» contra los Tres Peudatarios se convirtieron en con-
sejeros allegados a Kangxi. Aunque él y ellos habían estado a punto de
perder el reino, su victoria final significó que en lo sucesivo China se-
ría más fuerte. Kangxi fue despiadado con los altos cargos que habían
apoyado a los rebeldes, pero ordenó que se tratara con más clemencia
a los que se habían visto envueltos en la lucha sin desearlo. Dijo que
sencillamente habían mostrado «un deseo natural de aferrarse a la vida
y evitar que los mataran. Si llegan mis ejércitos y los ejecutan a todos,
esto contraviene mi deseo de salvar a la gente y les niega toda opor-
tunidad de reformarse». El emperador mostró parecida compasión con
las mujeres y niños atrapados en la lucha contra los «bandidos» (como
solía llamar a los rebeldes): «es frecuente que las mujeres que están en
los campamentos de los bandidos sean llevadas allí por la fuerza, así que
una vez aniquilados los bandidos, dejad que los otros habitantes dellu-
gar tengan la oportunidad de identificar y reclamar a los refugiados y a
sus hijos... No detengáis indiscriminadamente a todo el mundo».'
Muertos los líderes, se borraron todos los vestigios de los feudata-
rios. Se nombraron nuevos gobernadores generales y gobernadores -en
su mayor parte chinos de las banderas- para las provincias rebeldes, con
el fin de integrarlas firmemente en el reino de Kangxi. De nuevo em-
pezaron a recibirse en Pekín rentas de estas zonas y con ellas llegaron
la reanudación del sistema de exámenes en el sur y el sudoeste, y el co-
mienzo de un goteo de aspirantes que lograban su propósito. Pero la
vida se había visto trastornada demasiado gravemente como para po-
der repararla con rapidez. Hunan, Guangxi, Yunnan y Guizhou siguie-

lOS
ron ocupando un lugar periférico en la vida principal de China durante
el resto del reinado de Kangxi, y la desconfianza todavía era muy hon-
da. Pocos hombres de aquellas provincias recibieron títulos superiores
y aún menos fueron nombrados para desempeñar altos cargos. El pro-
pio Kangxi, aunque era un gran viajero, nunca se aventuró a ir más allá
de unos cuantos kilómetros al sur del Yangzi. Decía «el Sur» para refe-
rirse a las ahora prósperas ciudades de Nankín y Suzhou, en el delta del
Yangzi, con lo que daba a entender que las provincias más verdadera-
mente meridionales y occidentales seguían estando fuera de su alcance.
Durante toda su vida recordó la gran conmoción que le había causa-
do la guerra y cuán amargamente lamentaba la pérdida de vidas causada
por su decisión de permitir que los jefes de los Tres Feudatarios se «re-
tirasen». Pero nunca se arrepintió de la decisión propiamente dicha.

Taiwan y la China marítima


La integración de Taiwan en la historia de China data de principios
del siglo XVII. En los últimos años de la dinastía Ming, Taiwan todavía
era desconocida en gran parte: mares peligrosos, tifones y bancos de
arena protegían sus costas; llanuras palúdicas en el oeste y cordilleras
inhóspitas reforzaban su aislamiento. La hostilidad de los pobladores
aborígenes de Taiwan era otro obstáculo para la exploración o la colo-
nización por parte de gente de fuera. Pero unos cuantos comerciantes
chinos de los puertos de Guangdong y Fujian desafiaron los peligros y
obtuvieron beneficios aceptables de los pellejos y cuernos triturados (que,
según se creía, eran un potente afrodisiaco) de ciervos taiwaneses y fun-
daron pequeños asentamientos en el sudoeste de la isla. Piratas chinos
y japoneses también encontraron fondeaderos en la misma costa.
En el decenio de 1620 Taiwan empezó a figurar en la política mun-
dial. Al principio, náufragos y misioneros habían sido los únicos vi-
sitantes europeos de la isla. Luego los portugueses la exploraron y le
dieron el nombre de Isla Hermosa (lIha Formosa); pero se retiraron
tras decidir que Macao sería su principal base de operaciones en Asia
Oriental. No hicieron lo mismo los españoles, que fundaron una pe-
queña hase en el norte, en Keelung, ni los holandeses protestantes, que
en 1624 construyeron un fuerte al que llamaron Zeelandia en la pe-
queña población de Anping (actual Tainan), en el sur. En el decenio
de 1640 los holandeses ya habían expulsado tanto a los españoles como
a los últimos piratas japoneses, y desarrollaron un comercio lucrativo en-

106
tre la isla, el imperio holandés en las Indias Orientales (actual Indone-
sia) y los mercaderes y administradores de la costa oriental de China.
Atraídos por las posibilidades de la isla, grupos de colonizadores chi-
nOS se congregaron primero alrededor de los enclaves españoles y luego
de los holandeses, al mismo tiempo que otros drenaban y cultivaban
la tierra en las llanuras del oeste de Taiwan. Los holandeses alentaron
a los comerciantes chinos, si bien al principio pocos de éstos se insta-
laron permanentemente; volvían a la costa continental en invierno,
dejando que los holandeses formaran su propio sistema económico y
organizativo mediante una estrategia de «divide y vencerás» con los ha-
bitantes nativos de la isla.
Los holandeses se mantuvieron en general al margen de la lucha de
los leales a los Ming en los decenios de 1640 y 1650, pero la evolución
de la guerra en la costa y su relación con aquéllos acabaron haciendo
imposible su neutralidad. La lucha se intensificó cuando los Ming, mo-
vidos por la desesperación, fmalmente nombraron funcionario al jefe de
la poderosa y rica familia Zheng, un pirata y comerciante que operaba
entre Puiian, Taiwan y el sur de Japón. Aunque se pasó a la corte de los
Qjng en 1646, su impetuoso hijo Zheng Chenggong se negó a seguir su
ejemplo. En vez de ello, puso sus tropas y sus barcos a disposición de
los Ming fugitivos y continuó apoyándolos de palabra y obra incluso
después de que hubieran sido empujados al interior.
Este notable guerrero naval, que ha pasado a la historia con el nom-
bre de Koxinga, * había nacido en 1624, su madre era japonesa y su
educación reflejaba apropiadamente el mundo poliglota del comercio
internacional y las relaciones culturales. Las redes comerciales de su pa-
dre se extendían de Nagasaki a Macao y en su domicilio fortificado
cerca de Amoy (Xiamen) había una capilla con imágenes tanto cristia-
nas como budistas, así como una guardia personal integrada por es-
clavos negros que habían huido de los portugueses de Macao. A las de-
pendencias interiores del recinto, en las que vivía la familia, se accedía
directamente en barco.
Las flotas de Koxinga lucharon contra los manchúes a lo largo de
la costa oriental de China durante todo el decenio de 1650 y bajo su
control Amoy se convirtió en un centro internacional de almacenaje y
distribución. Koxinga incluso organizó diez compañías comerciales
que intercambiaban sedas y otros artículos de lujo, además de azúcar,
por los pertrechos navales y la pólvora que necesitaba para mantener

» Los Ming le dieron su apellido imperial, que en el dialecto de Fujian se pronun-


ciaba «Kok-seng-ia- y que los occidentales transformaron en la palabra Koxinga. (N. dd A.)

107
su flota en condiciones de combatir. No sufrió una derrota aplastan-
te hasta que trató de lanzar un decisivo ataque frontal contra Nankín
en 1659. Cuando los ejércitos de los Qjng se acercaron a su base prin-
cipal en Amcy, K.oxinga tomó la audaz decisión de atacar la fortaleza
holandesa de Zee!andia. Probablemente con la ayuda de un antiguo in-
térprete chino que había trabajado para los holandeses y conocía deta-
lladamente e! sistema defensivo de Zeelandia, Koxinga puso sitio a la
fortaleza; pero, aunque conquistó el campo de los alrededores con bas-
tante facilidad, mató a los holandeses que vivían allí y esclavizó a sus
mujeres, la resistencia de los defensores fue asombrosa y duró nueve me-
ses. No se rindieron hasta febrero de 1662, al amparo de un acuerdo que
les permitió retirarse a Batavia, en las Indias Orientales Holandesas, tras
dejar a K.oxinga mercancías y dinero cuyo valor se calcula en más de
un millón de onzas de plata.
K.oxinga no disfrutó de su victoria durante mucho tiempo. La no-
ticia de que su padre y sus hermanos habían sido ejecutados en Pekín
debido a su intransigencia (tropas de los Qjng habían matado a su ma-
dre mucho antes) quizás exacerbó su inestabilidad menta]. Empezó a
seguir una pauta destructiva que le impulsaba a insultar a sus subordi-
nados y a lanzar diatribas apasionadas contra sus propios hijos, y mu-
rió aquel mismo año de 1662.
A pesar de la salvaje eficiencia de la política de trasladar a la po-
blación china de la costa que habían iniciado en 1661, los regentes de
Oboi no consiguieron dominar Taiwan. Se aliaron brevemente con los
holandeses para acabar con los últimos focos de resistencia de la fami-
lia Zheng en la costa de Pujian, pero dos expediciones contra Taiwan
organizadas en 1664 y 1665 acabaron en sendos fracasos. Los man-
chúes, al fin y al cabo, carecían de experiencia en la guerra naval y, des-
pués de 1673, su mayor preocupación fue la guerra civil de los Tres
Feudatarios. Esto permitió a los Zheng de Taiwan continuar amplian-
do un próspero imperio comercial: primero los hijos y luego el meto de
K.oxinga supervisaban una población china que, debido a la emigración
y la huida desde e! continente, aumentó hasta cifrarse en más de cien
mil personas, produjo grandes cantidades de arroz y caña de azúcar, y
gestionó un considerable negocio basado en la sal, el azúcar refinado
y la construcción naval.
Incluso después de terminar la guerra de los Tres Feudatarios, Kangxi
todavía tuvo dificultades para reunir las fuerzas necesarias para arreba-
tar la isla a la familia Zheng. La estrategia final del emperador consistió
en dar a uno de los antiguos almirantes del padre de Kcxinga, Shi Lang
-que se había rendido mucho tiempo antes, en el decenio de 1650-, el

108
'"o

Mnr r/,
Chi""
Orimla!

CH INA
MARÍfIMA EN EL
SI GL O XVII

mando de una fuerza expedicionaria. La elección de Shi Lang fue exce-


lente, no sólo porque era un magnífico comandante, sino porque ade-
más Koxinga había asesinado vengativamente a su padre, su hermano
y su hijo cuando Shi Lang se pasó a los manchúes; podía contarse con
que llevaría la lucha hasta sus límites.
Shi Lang planeó metódicamente su campaña, y el tamaño de su flo-
ta -300 buques de guerra- nos recuerda que China era una gran poten-
cia marítima latente, aunque no solía explotar sus recursos navales. Tras
zarpar con su flota desde la provincia de Fujian a comienzos de julio
de 1683, el almirante Shi Lang infligió una derrota aplastante a las úl-
timas fuerzas de los Zheng en las islas Pescadores.
Taiwan se rindió tres meses más tarde y Kangxi, tal vez cansado
de los baños de sangre del anterior periodo de guerra civil, trató con
clemencia a la caída familia Zheng y a sus principales oficiales, enno-
bleció a algunos de ellos y les permitió afincarse en Pekín. La mayoría
de las tropas de Koxinga fueron trasladadas de Taiwan al norte de China
y utilizadas para reforzar las guarniciones y contener a los rusos. Hubo
debates acalorados en la corte de los Qjng sobre lo que debía hacerse
con la isla. Algunos cortesanos sugirieron que se abandonara por com-

109
pleto, mientras que el almirante Shi Lang instó a hacer de ella una base
fortificada que protegiera China de los «fuertes, enorrnes e invencibles»
navíos de los holandeses. Kangxi decidió incorporar Taiwan a su im-
perio. Pasó a ser una prefectura de la provincia de Pujian, con la capital
en Tainan, y fue dividida en tres condados, cada uno a cargo de un ma-
gistrado civil. Al mismo tiempo, Kangxi ordenó que se dejara en la isla
una guarnición numerosa y permanente de 8000 soldados y que se res-
petaran las tierras y los lugares de caza de las tribus aborígenes. En lo
sucesivo se impondrían límites rigurosos a la emigración china a Taiwan.
Estas respuestas más bien contradictorias de Kangxi reflejaban la am-
bivalencia con que el Estado de los Qjng (como antes el de los Ming)
contemplaba el comercio y la colonización en ultramar. Entre los líde-
res chinos existía una desconfianza básica ante el comercio, que lo veían
como un factor conducente a la agitación y el desorden. Temían que
sirviera para dar información secreta sobre las defensas de China a po-
tencias extranjeras, que causara una fuga de preciada plata del país y
que fomentase la piratería y otras formas de delincuencia. Por consi-
guiente, si bien se abandonó la política de evacuación de la costa des-
pués de la caída de la familia Zheng, funcionarios de los Qjng siguie-
ron supervisando los contactos con Taiwan por medio de reglas sobre
la concesión de licencias y la imposición de límites al calado de los bar-
cos, que agentes del Gobierno se encargaban de hacer cumplir en Amoy
y otras ciudades costeras.
Pero esta política carecía de realismo en el vigoroso mundo empre-
sarial de la costa oriental de China. Su resultado principal fue permitir
que pingües beneficios fueran a parar a manos de altos cargos burocrá-
ticos de la costa oriental que estaban en condiciones de controlar el co-
mercio marítimo y costero. Se cree que a principios del decenio de 1680
un esclavo chino pagó sobornos muy superiores a las diez mil onzas de
plata para obtener el puesto de gobernador general de Guangdong y
Guangxi, y poder de este modo supervisar la mayor parte del comercio
que salía de la ciudad de Cantón. Este hombre, con la ayuda de co-
misarios especiales nombrados para este fin, llevó a cabo una gran ope-
ración en la que la población fue trasladada de nuevo a las regiones cos-
teras y unas doscientas mil hectáreas de tierra se reasignaron a más de
treinta mil personas. Según parece, la fortuna que acumuló este mer-
cader-funcionario ascendió a más de cuatrocientas mil onzas de plata.
Las rentas potenciales que cabía obtener de la escrupulosa imposi-
ción de tributos estatales al comercio legítimo eran claramente inmen-
sas y algunos gobernantes de dinastías anteriores habían sabido sacar
provecho de ello. Pero aparte de instituir cuatro aduanas marítimas (en

110
las provincias de Guangdong, Pujian, Zhejiang y]iangsu) y tratar de gra-
var las importaciones de mercancías extranjeras con un impuesto gene-
ral del veinte por ciento, el Estado de los Qjng no desarrolló los me-
canismos necesarios para obtenerlas y, en su lugar, prefirió recurrir a
sistemas basados en los sobornos o la compra de monopolios. Esta de-
cisión resultaría fatídica cuando, en el siglo XVIII, llegaron comerciantes
occidentales más poderosos.
Asimismo, debido a que los Qjng restringieron la emigración a Tai-
wan sin tomar las medidas pertinentes para hacer que la orden se cum-
pliera, la isla evolucionó como una dependencia díscola, una especie de
turbulenta sociedad fronteriza sólo vinculada de forma secundaria a la
estructura administrativa del Estado. Los documentos del reinado de
Kangxi brindan a veces la oportunidad de vislumbrar algunos ejemplos
de cómo eran los hombres que desarrollaron Taiwan: un grupo de her-
manos inmigrantes procedentes de Pujian que alquilaba por poco di-
nero tierra de los aborígenes mejorada espectacularmente mediante la
aplicación de sistemas chinos de regadío; un pariente del almirante Shi
Lang que se afincó en el norte de la isla y gastó dinero propio en pre-
parar tierras vírgenes, utilizando como mano de obra a vagabundos lle-
gados del sur, que estaba más densamente poblado; y un chino joven de
Guangdong que se casó con la hija de un jefe aborigen, se convirtió en
intérprete de su suegro y en lo sucesivo se lucró arrendando tierras tri-
bales a otros inmigrantes chinos. Estos hombres no eran precisamen-
te modelos del comportamiento habitual de los chinos, pero contribu-
yeron a una importante incorporación al imperio tradicional de China.

Galanteo de los intelectuales


La prolongada resistencia de los pretendientes Ming, el apoyo que
recibieron Koxinga y sus descendientes, y la rápida extensión y el éxito
que estuvieron a punto de alcanzar los Tres Feudatarios indicaban que
los chinos no aceptaban a los Qjng. Desde el comienzo de su reinado,
el emperador Kangxi se ocupó de este problema y trató de encontrar
un equilibrio entre tranquilizar a los nobles manchúes en lo referente a
su vigor marcial y a su firmeza política, por un lado, y convencer a los
chinos de que respetaba su cultura tradicional, por otro.
Ganarse a los manchúes fue relativamente fácil. Kangxi era un hom-
bre joven y fuerte y el hecho de que en la infancia hubiera superado
un ataque de viruela fue uno de los factores que lo llevaron a su elec-

111
ción como heredero de Shunzhi. Desde muy joven fue un apasiona-
do de la caza y el tiro con arco, y su habilidad como jinete le permi-
tía hacer largos viajes a las tierras ancestrales de Manchuria. Existía un
vínculo de lealtad entre él, los oficiales de la guardia de elite y los no-
bles manchúes que le acompañaban en estos viajes y, aunque había se-
rias diferencias de opinión sobre la política nacional, contó siempre con
su apoyo en las primeras crisis. Su abuela, la viuda de Hong Taiii, le ado-
raba y era también una poderosa figura política gracias a las influen-
cias de su familia, y las familias de las sucesivas esposas y consortes de
Kangxi (se había casado por primera vez a los 11 años con la nieta
de uno de los regentes que se oponían a Oboi) le proporcionaron va-
liosos contactos. Además era meticuloso y celebraba ceremonias en los
templos chamanísticos de los manchúes en Pekín, nombraba manchúes
para desempeñar altos cargos aliado de chinos, frenaba el poder de los
eunucos, para lo cual puso la organización de la casa imperial en ma-
nos de nobles manchúes, y utilizaba esclavos chinos, con preferencia
eunucos, para muchas funciones de baja categoría en palacio.
Ganarse a los chinos resultó más complicado. Los manchúes afirma-
han que habían entrado en China en 1644 para vengar al emperador
Ming Chongzhen, pero muchos chinos no aceptaban esta explicación.
Aun en el caso de que la aceptasen, los vínculos de lealtad con el go-
bernante eran tan fuertes que muchos chinos se suicidaron al recibir la
noticia de la muerte de Chongzhen; otros se alzaron en armas, pese a
estar seguros de que la resistencia acabaría resultando fatal; y muchos
más sencillamente negaron su talento al Estado Qjng y rehusaron servir
al Gobierno de la forma que fuera.
Esta negativa a colaborar se racionalizaba sobre la base de los prin-
cipios confucianos, y Kangxi optó por basarse también en ellos para
hacer frente a la oposición. Las enseñanzas de Confucio ocupaban un
lugar indiscutido en la sociedad china, si bien a mediados del siglo XVII
ya había grandes diferencias de opinión sobre lo que eran dichas en-
señanzas. En esencia, durante el siglo V a.C. Confucio había sido el
portavoz en China de los valores de moralidad y dignidad en la vida
privada y en el Gobierno. Había abogado por la importancia de la rec-
titud y la lealtad, reforzadas por los rituales correctos que pondrían al
individuo en la relación apropiada con el cosmos y con sus contem-
poráneos. Había afirmado que los hombres dignos no debían servir a
gobernantes indignos y tenían que estar dispuestos a sacrificar su vida,
si era necesario. en defensa de los principios. Arguyó asimismo que los
seres humanos debían concentrarse en los problemas de este mundo y,
al mismo tiempo que respetaban debidamente la memoria de sus an-

112
tepasados, no debían tratar de entender las fuerzas del cielo y el reino
de los espíritus.
Una colección de diálogos que sostuvo Confucio con estadistas y
estudiantes, las llamadas Analectas, le presentaba como un hombre astu-
to y vigoroso que constantemente se analizaba a sí mismo y a quienes
le rodeaban en busca de defectos de carácter, aunque sin perder nun-
ca la fe en las posibilidades del comportamiento virtuoso. Su creencia
en la fuerza del ejemplo moral y en la importancia fundamental de la
educación, era absoluta. Confucio sostenía que los seres humanos ad-
quirían sabiduría al envejecer e indicaba los pasos que debían darse para
llegar a este conocimiento de uno mismo. Algunos siglos después de
su muerte, cinco de sus obras de cuya edición, según se creía, se habia
encargado se recopilaron en los «Cinco Clásicos» del canon confucia-
no. Una de ellas trataba de los rituales; dos; de la historia; una más, de
poesía; y otra, el Libro de los cambios o Yijing (l-Ching), de cosmología
y adivinación. Posteriormente, en el siglo XII d.C., también se agrupa-
ron de forma parecida, bajo el titulo de los «Cuatro Libros», las Ana-
lectas, los dichos de su seguidor Mencio y dos selecciones del clásico
dedicado al ritual que se ocupaban de la naturaleza humana y el pro-
greso moral. Se creía que el conjunto que formaban estas nueve obras
contenía los preceptos básicos que se necesitaban para llevar una vida
de moralidad y que ofrecía una crónica válida de un periodo utópico
anterior de la historia de China que había alcanzado su apogeo de Go-
bierno ilustrado y satisfacción popular durante los comienzos de la di-
nastía Zhou, unos mil quinientos años antes.
Durante los siglos siguientes, este conjunto de obras se vio incre-
mentado en gran medida por numerosos comentarios, glosas, interpre-
taciones, además de modificado sutilmente por elementos provenientes
de la fe budista -que floreció en China pasado el siglo V d.C.- y de otras
tradiciones de la filosofla china. Al mismo tiempo, esta diversidad de
material «confuciano» fue convertida en «doctrina» y los Cuatro Libros
y los Cinco Clásicos pasaron a ser la base de los exámenes de Estado
para obtener un puesto al servicio del Gobierno. El confucianismo se
interpretaba ahora jerárquicamente y se utilizaba para apoyar los dere-
chos absolutos de los padres sobre los hijos, de los esposos sobre las
esposas y de los gobernantes sobre los súbditos. Esta jerarquía se re-
forzó limitando los exámenes a los candidatos de sexo masculino y no
permitiendo a las mujeres servir en la burocracia, por muy buenos que
fueran sus conocimientos académicos. La escuela de confucianismo
que predominó durante el periodo Qjng ponía énfasis en la fuerza de
los principios o la razón (li) en el mundo, pero la situaba fuera y por

113
encima de la energía vital (qt), lo cual llevaba a una interpretación dua-
lista de la naturaleza humana y de toda la estructura metaflsica del mun-
do chino.
Desde el momento en que encarceló al regente Oboi, Kangxi mos-
tró el mayor respeto por este legado complejo. En 1670 dio a la na-
ción una serie de dieciséis máximas que debían ser un resumen de los
valores confucianos. Llamadas «Edicto Sagrado», estas máximas hacían
hincapié en la sumisión jerárquica en las relaciones sociales, la gene-
rosidad, la obediencia, la frugalidad y la laboriosidad. Más adelante
Kangxi nombró a un grupo de tutores manchúes y chinos, con los que
leyó minuciosamente la totalidad de los Cuatro Libros y luego los Cin-
co Clásicos. En los diarios oficiales de la corte se pueden seguir sus
progresos de capítulo en capítulo y verle debatir cuestiones intrincadas
con sus maestros. «Filtrada» atinadamente a la corte, la noticia de es-
tos estudios, junto a la intención de Kangxi de trabajar en la caligrafia
china, dio al joven monarca el aura de «gobernante sabio». Al mismo
tiempo, versiones populares del Edicto Sagrado preparadas en un esti-
lo coloquial, sencillo, por letrados manchúes y chinos, garantizaron la
amplia difusión de los puntos de vista éticos de Kangxi entre la totali-
dad del pueblo.
Una de las grandes prerrogativas del Estado chino era el control so-
bre el sistema de exámenes. Shunzhi 10 había reactivado y Kangxi si-
guió convocando exámenes cada tres años, incluso durante el periodo
de guerra civil. Pero le irritaba que muchos letrados de gran talento se
negaran a presentarse siquiera a los exámenes alegando que seria trai-
cionar la memoria de la dinastía Ming, bajo la cual se habían criado.
Kangxi resolvió ingeniosamente esta situación dificil ordenando en 1679
que desde las provincias se enviaran propuestas para un examen espe-
cial -dndependiente de los exámenes nacionales trienales- que se con-
vocaría para hombres de talento excepcional. Si bien algunos letrados
austeros continuaron negándose a ir a Pekín para este examen y otros
no permitieron que los propusieran para ellos, la medida fue un éxito.
Se concedieron cincuenta títulos especiales, la mayoría de ellos a letra-
dos de las provincias del delta del Yangzi; y, en un gesto diplomático
dirigido a sus lealtades pasadas, se encargó a estos letrados la compila-
ción de la historia oficial de la desaparecida dinastía Ming.
A pesar de estos gestos, muchos chinos continuaron mostrando una
actitud ambivalente ante la nueva dinastía. Algunos letrados acumula-
ron en privado materiales sobre los Ming para poder escribir sus pro-
pias historias sin la supervisión del Gobierno. La resistencia heroica aun-
que vana a los manchúes de ciudades tales como Yangzhou y Jiangyin

114
se consignó por escrito y se preservó clandestinamente para la posteri-
dad. Algunos filósofos que habían tomado parte en la defensa de sus
regiones natales se retiraron de la vida política y escribieron crónicas mi-
nuciosas de los letrados moralistas y reformistas que habían sido miem-
bros de la Sociedad de Donglin y otras parecidas en las postrimerías de
la época Ming.
Tres letrados sobresalen tanto por sus acciones como por sus escri-
tos en este periodo. Uno era Wang Fuzhi, nativo de Hunan, que pasó
varios años con la corte fugitiva del príncipe de Gui en el sudoeste antes
de volver a casa en 1650. A partir de entonces dedicó muchos esfuer-
zos a atacar la filosofla individualista de los seguidores del letrado de
mediados del periodo Ming Wang Yangming, afirmando que su insis-
tencia en situar la fuente de la moral dentro de la conciencia individual
había destruido el carácter moral de la época.' Wang Fuzhi también es-
cribió una historia de la corte del príncipe de Gui, además de estudios
críticos de antiguos regímenes «bárbaros» que le hubieran costado la vida
de haberlos descubierto los manchúes.
El segundo letrado, Huang Zongxi, un nativo de Zehjiang cuyo pa-
dre había sido asesinado en 1626 por orden del eunuco Wei Zhongxian,
era partidario apasionado de la Sociedad de Donglin y otros reforma-
dores. Huang Zongxi luchó durante años al lado de los pretendientes
Ming en la costa oriental y construyó barreras en las montañas para obs-
taculizar el avance de las tropas manchúes. Finalmente, después de 1649,
se retiró a una vida de estudio. No sólo escribió esmeradas biografías his-
tóricas de importantes figuras Ming, sino que también intentó analizar
la estructura misma del Gobierno. Huang Zongxi sugirió que una solu-
ción para sustituir la excesiva centralización de aquel momento residía
en una sociedad china ideal que hubiera sido gobernada por la fuerza
moral de letrados que trabajaban en calidad de administradores en sus
propias comunidades. Mientras que la mayoría de los demás pensado-
res políticos chinos tendía a considerar maneras de reformar el compor-
tamiento de los eunucos y los funcionarios que se encontraban entre
el emperador y el pueblo, Huang creía que los propios emperadores de-
berían tener menos poder.
El más famoso de los tres letrados fue Gu Yanwu, nacido en 1613
en Jiangsu y criado por su madre adoptiva, una viuda notable de gran
rectitud moral que estaba decidida a que Gu Yanwu siguiera correcta-
mente los preceptos éticos de Confucio. En los últimos tiempos del
periodo Ming, Gu Yanwu superó los exámenes de nivel inferior y res-
pondió a lo que veía como el desmoronamiento político y moral de su
tiempo con un programa de estudio intensivo de la economía, el Go-

115
biemo y la defensa militar de la China tradicional. En 1644 sirvió bre-
vemente con el príncipe de Fu contra los manchúes y se sintió honda-
mente conmovido por el ejemplo de su madre adoptiva, que prefirió
morir de inanición a someterse a los nuevos conquistadores. Sus últimas
palabras a Gu Yanwu fueron: «Aunque soy sólo una mujer, he recibi-
do el favor de la dinastía [Ming]. Perecer con la dinastía no es más que
mi deber. No sirvas a otra dinastía».'
Si bien Gu Yanwu no quiso imitar su ejemplo, se tomó a pecho sus
palabras y pasó el resto de su vida (murió en 1682) viajando, reflexio-
nando y estudiando. Incluso abandonó las fértiles llanuras de su
Jiangsu natal por el inhóspito terreno de la provincia de Shaanxi, en el
noroeste. Gu Yanwu pretendía crear un conjunto de escritos que reba-
tieran lo que para él-al igual que para su contemporáneo Wang Puzhi-
era la vacuidad moral de las escuelas de confucianismo dominantes,
con su énfasis en los dualismos metafísicos y la intuición. Recorrió a
caballo gran parte del norte de China para examinar los procedimien-
tos agrícolas, la tecnología minera y los sistemas bancarios de los mer-
caderes locales. En una serie de ensayos basados en sus observaciones,
trató de sentar las bases para un nuevo tipo de erudición rigurosa y
pragmática.
En sus voluminosos escritos, Gu Yanwu se centró en temas tales
como el Gobierno, la ética, la economía, la geografla y las relaciones
sociales, y prestó atención especial a la filología, que, a su juicio, era
un instrumento fundamental para evaluar el significado exacto del le-
gado cultural de China. Alabó especialmente a los letrados de la di-
nastía Han (206 a.C.-220 d.C.) por no hacer uso de adornos literarios,
su rigor intelectual y su falta de pretensiones metaflsicas. A pesar de su
creciente fama, Gu Yanwu rechazó todas las invitaciones a presentarse
a los exámenes de los Qing -incluido el honorífico de 1679- o a tra-
bajar en la historia de los Ming patrocinada por Kangxi. Después de
su muerte, Gu Yanwu fue venerado por muchos letrados que veían en
él un modelo de precisión e integridad intelectuales; y en el siglo XVIII
sus obras ejercieron una influencia profunda en el pensamiento chino.
No fueron sólo soldados y letrados los que opusieron resistencia a
los manchúes. Muchos pintores de comienzos del periodo Qjng utiliza-
ron su arte para expresar su inquietud y su falta de fe en el régimen. Por
medio de un innovador y excéntrico manejo de los pinceles, así como
del empleo de espacios vacíos en sus composiciones, presentaban un
mundo triste o desequilibrado. Pinos solitarios y retorcidos, cordilleras
desoladas y escarpadas, imágenes de follaje enmarañado plasmado en el
papel mediante pinceladas gruesas y húmedas, pájaros o peces aislados:

116
éstos eran los temas que a menudo escogían estos artistas. Algunos de
los pintores más brillantes, como Shitao o Bada Shanren, estaban em-
parentados con miembros de la casa gobernante Ming y se retiraron a
monasterios aislados durante el periodo de la conquista. Bada Shanren
(nombre que él mismo había elegido y que significaba «uno que mora
en las ocho grandes montañas») hizo del silencio su gesto de desafio a
los Qjng. Después de escribir en su puerta el signo chino que signifi-
caba «mudo», se negó a volver a hablar, si bien aún se reía o lloraba de
forma extravagante cuando estaba borracho o era presa de fiebre crea-
tiva. Sin embargo, Shitao volvió poco a poco a la sociedad, empezó a
alternar con otros letrados y artistas aunque hubieran servido con los
Qjng, aceptaba encargos ocasionales para crear jardines artísticos que
le hacían los habitantes ricos de las ciudades y acabó en los márgenes
exteriores de los círculos de la corte. .
De hecho, podría escribirse una historia del periodo siguiendo la
cooptación de los intelectuales por parte de la corte Qing. A quienes
no querían servir en cargos administrativos y se negaban a presentarse
a los exámenes, aún se les podía atraer prometiéndoles buena compa-
ñía y dinero contante y sonante. Las compilaciones literarias, especial-
mente, resultaron un atractivo excelente para que concentrasen en ellos
sus energías. Kangxi formó varios grupos de letrados y los contrató para
que redactaran diccionarios, enciclopedias, crónicas de visitas imperia-
les y colecciones de prosa y poesía clásicas. Otros ministros importan-
tes patrocinaron extensos estudios geográficos e historias locales que
permitían a los letrados inquietos viajar por el país en busca de mate-
rial y luego regresar a un domicilio cómodo para escribir. Otros fun-
cionarios empleaban a escritores prometedores en calidad de secreta-
rios privados, sin muchas obligaciones y con mucho tiempo disponible
para seguir sus propios caminos creativos, ya fuera como novelistas,
autores de historias cortas, poetas o dramaturgos. El resultado fue un
florecimiento de la cultura china a finales del siglo XVII, a pesar de la
reciente imposición sangrienta de la dominación extranjera.
Finalmente, el hecho mismo de la resistencia y la lealtad a los Ming
pasó a ser un tema aceptado en la corte de Kangxi gracias a la destre-
za de Kong Shangren. Descendiente de Confucio en la sexagésima cuar-
ta generación, Kong Shangren nació en 1648, después de la conquista
Qjng. Su padre había sido un ilustre letrado de los Ming, y a Kong
Shangren le fascinaban la caída de la dinastía Ming y la gente que se
había visto atrapada en ella. Cuando contaba cuarenta y tantos años
compuso un drama popular, Abanico de flores de melocotonero, sobre un
recto letrado, la mujer amada y las tribulaciones de la pareja en la cor-

117
te del príncipe de Fu. La heroína se resiste a las insinuaciones de un
malvado ministro de los Ming, al que agrede con su abanico, que queda
manchado de sangre. Un pintor transforma las gotas de sangre en par-
te de un dibujo de flores de melocotonero, que dan título a la obra y
brindan una metáfora brillante de la mezcla de violencia y belleza que,
al parecer de Kong Shangren, residía en el centro de la vida moral e
intelectual a finales de la época Ming. Cuando termina la obra, con la
resistencia de los Ming reducida a ruinas, los amantes acuerdan hacer vo-
tos monásticos, al tiempo que los funcionarios virtuosos que siguen vi-
vos se retiran a las montañas para escapar de los Qing, que quieren que
desempeñen cargos. En una de las últimas escenas los amantes y un
amigo unen sus voces en una espléndida aria:

Este cuento de la corte del sur resonará eternamente,


y lágrimas de sangre llenarán de pena los arroyos,
Elevamos al Cielo nuestra «llamada al alma»
Mientras las nieblas oscurecen el fluir del poderoso río. J

En el decenio de 1690 esta aria ya se cantaba en la corte de Kangxi


y la obra de Kong Shangren se había convertido en una de las favori-
tas de palacio. En un ensayo escrito en aquel entonces, Kong Shangren
captó la emoción de los espectadores:

Aristócratas famosos, altos cargos y literatos de talento estaban reunidos


en una multitud tal que resultaba imposible encontrar espacio para las
piernas. El mobiliario formaba un universo bordado y el banquete, un
paisaje de delicadezas enjoyadas... Mas en medio de este teatro deslum-
brante había unos cuantos que estaban sentados en silencio y lloraban di-
simuladamente: ex funcionarios y «supervivientes». Cuando se apagaron
los faroles y la gente dejó de beber, suspiraron y se fueron.'

Puede que aquellos hombres todavía sintieran nostalgia, pero ha-


bían hecho las paces.

La definición de las fronteras


El empuje extranjero hizo que algunas novedades tecnológicas em-
pezaran a ser comunes en los primeros tiempos de la China de los Qjng.
Incluso los chinos que no conocían países extranjeros ni sentían interés

118
por ellos podían encontrarse con que sus vidas cambiaban de repente.
Kong Shangren, por ejemplo, llevaba varios años perdiendo poco a
poco la vista cuando escribió el Abanico deflores de melocotonero; dejó
constancia de la reanudación de sus actividades de letrado en un poema
extático:

Blancos cristales de allende los mares occidentales


Se importan a través de Macao:
Transformados en lentes grandes cual monedas,
Abarcan los ojos en un doble marco.
Me los pongo... de pronto resulta claro;
Huedo ver hasta las puntas de las cosas!
y leer la letra pequeña a la luz tenue de una ventana
Justo igual que en mi juventud.'

Kong Shangren se benefició de esta claridad de visión, fruto de una


tecnología europea que se exportaba a través de Macao, gracias a la de-
cisión de los Qjng de no destruir la base portuguesa. Durante el decenio
de 1660, corno parte de la política consistente en retirarse de la costa
con el fin de someter a Taiwan, fuerzas navales de los Qjng bloquearon
Macao y se ordenó a todos los chinos que se marcharan. Se prohibió a
los portugueses llevar sus barcos a puertos chinos y se les amenazó con
arrasar sus edificios. Pero por razones de intereses económicos loca-
les, los funcionarios de los Qjng encargados de cumplir estas órdenes
no lo hicieron. Por medio de subsiguientes embajadas diplomáticas, el
apoyo de los jesuitas de Pekín (que volvían a gozar de favor) y, en 1678,
un acertado regalo que consistía en un león africano -que fascinó a
Kangxi-, los portugueses persuadieron a los Qjng de que les permitie-
sen mantener Macao como base para su comercio en Asia Oriental.
Esta misma tolerancia no se hizo extensiva a los rusos. A finales del
periodo Ming, los funcionarios y los asesores del emperador Shunzhi
eran conscientes de la penetración de cazadores y colonizadores rusos
en la región fronteriza del nordeste. Una embajada rusa había negocia-
do con los rnanchúes el permiso para enviar con regularidad caravanas
comerciales a China, pero también Kangxi veía con preocupación la
influencia que ejercían los rusos en la lealtad de las tribus de la fron-
tera. Se hizo un intento de retirar varias de estas tribus al sur de la lí-
nea de avance de los rusos y crear una especie de tierra de nadie que
aislara a los rusos de China -tal vez imitando deliberadamente la po-
lítica que se había seguido en la costa para destruir a los Zheng-, pero
se abandonó porque era demasiado costoso y poco práctico.

119
De hecho, Kangxi llevaba varios años preparándose para lanzar un
ataque contra el puesto avanzado que los rusos tenían en Albazin, a
orillas del río Amur. Cuando los Qjng tomaron finalmente Taiwan
en 1683, como hemos visto, algunas de las tropas supervivientes de la
familia Zheng fueron enviadas al norte para que participasen en la cam-
paña contra los rusos en la frontera. Las habilidades marítimas de las
tropas de los Zheng eran valiosas para Kangxi, que necesitaba fuerzas
navales para navegar por los ríos del norte. Terminadas definitivamen-
te las guerras en el sur, Kangxi ordenó un ataque concertado contra Al-
bazin, que, después de duros combates, cayó en poder de las fuerzas
manchúes en 1685. Tras abandonar la población -que en aquel enton-
ces era en realidad más bien una empalizada grande y fortificada- y re-
tirarse siguiendo las instrucciones del emperador, el comandante de las
fuerzas de los Qjng desobedeció inexplicablemente la orden de destruir
los abundantes cultivos que los colonizadores rusos tenían en la zona.
En vista de ello, el comandante de la guarnición de Nerchinsk, la se-
gunda base comercial rusa situada al oeste del río Shilka, mandó hom-
bres a recoger las cosechas antes del invierno y a ocupar de nuevo la
ciudad.
Furioso, Kangxi ordenó un segundo ataque contra Albazin en 1686,
que chocó con una mayor resistencia por parte de los rusos. Los go-
bernantes rusos estaban preocupados, sin embargo, por su capacidad
para mantener un territorio tan extenso ante la oposición decidida de
los manchúes y ya habían decidido pedir la paz. Los dos bandos, con los
jesuitas utilizando su conocimiento del latín y el manchú para hacer de
intérpretes, se reunieron en Nerchinsk en 1689 y negociaron un tratado
que, por sus efectos a largo plazo, fue uno de los más importantes de la
historia de China y fijó la frontera del norte prácticamente en el mis-
mo lugar donde está hoy. En la zona más disputada, la línea de demar-
cación básica norte-sur entre los dos países se fijó en los ríos Gorbitsa
y Argun. Los rusos abandonarían Albazin, que sería destruida, y toda
la cuenca del río Amur sería china. Se extraditaría a los fugitivos de am-
bos bandos y se permitiría el comercio, aunque sólo a los mercaderes
que hubieran recibido documentos válidos de los Qing.
Así pues, mientras que Taiwan había sido reducida a territorio chi-
no por medio de la conquista y a los portugueses de Macao se les con-
cedió su estatus semiindependiente en virtud de un acto de generosidad,
sin mediar ningún tratado, en el caso de los rusos, los chinos firmaron
un tratado de igual a igual entre estados soberanos. Aunque esto su-
puso un cambio importante con respecto a las prácticas tradicionales
de los chinos, merece la pena tener en cuenta que desde la fundación

120
EL TRATAD O
DE NERCH I NSK,
1689

de la dinastía Qjng el encargado de tratar con los rusos no había sido


el Ministerio de Ritos, que se ocupaba de las llamadas relaciones tribu-
tarias con países como Holanda, España y Portugal, sino una oficina es-
pecial, la Lifan Yuan. Esta oficina había sido un invento de Hong Tai-
ji Yal principio tenía a su cargo los problemas relativos a la diplomacia
y el comercio con los mongoles. Al encargar los asuntos rusos a esta
oficina, los manchúes reconocieron tácitamente que sus vecinos del
norte eran un caso especial y que las cuestiones relacionadas con la lar-
ga frontera terrestre del norte requerían un tratamiento distinto de las
del sudeste.
Gran parte del ímpetu que había llevado a los Qing a fumar un tra-
tado con los rusos había sido consecuencia del peligro que representa-
ban las tribus dzúngaras del oeste de China: los Qing temían que los
rusos se aliaran con estos peligrosos guerreros nómadas. Bajo un líder
brillante, Galdan, y unidos además por su profunda devoción al Dalai
Lama en el Tíbet (al que consideraban su líder espiritual), los dzúnga-
ros habían recorrido a su antojo las tierras en gran parte no coloniza-
das que actualmente constituyen Mongolia Exterior y Qjnghai. A fi-
nales del decenio de 1670, Galdan se apoderó de Kashgar, Hami y

121
'Iurfan y con ello impuso su dominio a los habitantes de esas ciuda-
des, que en su mayoría eran musulmanes, y a las prósperas rutas de las
caravanas que comunicaban China y el Mediterráneo. Las tribus hos-
tiles a Galdan y derrotadas por él huyeron hacia e! este y penetraron
en la provincia de Gansu, en el oeste. Esta masiva migración de guerre-
ros preocupó profundamente al emperador, que temía la posibilidad de
una alianza entre los rusos y los dzúngaros.
Pero la alianza no se materializó y, después de la firma del Tratado
de Nerchinsk, Kangxi envió un ejército (al mando de su propio her-
mano) contra Galdan. Tras varios años de lucha -que no cambió la si-
tuación- entre Galdan y ciertas tribus rivales que estaban en su flanco
oriental, Kangxi decidió mandar personalmente una campaña a gran
escala, impulsado, al parecer, por su creencia de que era él, y no sus ge-
nerales, quien había concebido correctamente la victoriosa guerra con-
tra los rusos. En lo que representó un triunfo logístico para los ejérci-
tos de los Qjng, unos ochenta mil hombres avanzaron hacia el oeste
en tres frentes; e! ejército de Kangxi atravesó el Gobi y empujó a los
dzúngaros hacia el norte de! río Kerulen, donde Galdan fue acorrala-
do y derrotado en la gran batalla de Jao Modo en 1696. Murió al año
siguiente, abandonado por la mayoría de sus partidarios.
Esta campaña victoriosa marcó el cenit de la trayectoria de Kangxi
como emperador. Tenia ahora cuarenta y dos años y se deleitaba con la
excitación y el peligro de la guerra; cuando terminó la campaña, escri-
bió a sus favoritos de la corte de Pekín que el tiempo espléndido, los
nuevos alimentos y el paisaje inesperado le llenaba de gozo. «Ahora Cal-
dan está muerto y sus seguidores han vuelto a sernas leales», escribió
el emperador en una carta en la primavera de 1697. «Mi gran tarea está
realizada ... El cielo, la tierra y los antepasados me han protegido y me
han traído este éxito. En cuanto a mi propia vida, puede decirse que es
feliz. Puede decirse que se ha realizado. Puede decirse que he consegui-
do lo que quería. Dentro de unos cuantos días, en palacio, os lo con-
taré todo yo mismo. Resulta dificil decirlo con pincel y tinta.s"
Pero en política exterior toda solución conduce a un problema nue-
vo. La situación política de la región no se resolvió con la muerte de
Galdan, y Kangxi se vio arrastrado a luchas complejas con otros jefes
de los dzúngaros cuando e! Dalai Lama fue asesinado y su sucesor fue
elegido de forma impropia. Kangxi tuvo así la oportunidad de invadir el
Tibet con la excusa de aplicar un castigo legítimo (como habían hecho
los manchúes para entrar en China en 1644); mandó dos ejércitos, uno
de los cuales entró en el Tíbet por Koko Nor y el otro atravesando la
provincia de Sichuan. En el otoño de 1720 los dos ejércitos se unieron

122
en la capital tibetana, Lhasa, y designaron un nuevo Dalai Lama leal a
los Qjng. Así comenzó la intervención militar de los chinos en la po-
lítica del Tíbet.
Más o menos en aquellos mismos días, la agitación y el mal gobier-
no de los Qing en Taiwan empujaron a un nativo de Pujian llamado Zhu
Yigui, que había llegado a la isla como sirviente de un funcionario, a
sublevarse junto con unos cincuenta hermanos de sangre. Ayudado por
las circunstancias turbulentas de la época y por el hecho de llevar el
mismo apellido -Zhu- que la antigua familia imperial, Zhu Yigui atra-
jo a centenares de seguidores, se apoderó de la capital de la prefectura
y se proclamó rey de Taiwan. Su reinado duró sólo dos meses, hasta
que fue capturado por una fuerza expedicionaria bajo el mando de los
hijos del mismo almirante Shi Lang que había tomado la isla treinta y
ocho años antes.
Los Qjng habían demostrado que podían responder con rapidez y
eficiencia a dos crisis en frentes lejanos, aunque no hubieran resuelto al-
gunos de los problemas básicos que hacían que las crisis fueran endé-
micas. Cuando Kangxi murió, en 1722, las campañas en el Tfbet y Tai-
wan señalaban, de hecho, los límites del poder de los Qjng al sudoeste

123
y al este. Con el Tratado de Nerchinsk afianzado y Manchuria incorpo-
rada firmemente como su patria ancestral, el poder de los Qing había
alcanzado una profundidad y una extensión sólo igualadas por unos
cuantos gobernantes de los tiempos de la anterior grandeza de China.

Un legado mixto
Kangxi debía gran parte de su fama a la firmeza con que había per-
seguido la unidad nacional y al vigor de su política exterior. Orgulloso
de su carácter decidido, con frecuencia hacía caso omiso de sus ase-
sores de más categoría, tanto manchúes como chinos; y cuando las co-
sas le salían bien, se atribuía el mérito. En varios aspectos importan-
tes, sin embargo, los resultados fueron menos felices y Kangxi dejó un
legado enmarañado a sus sucesores. Esto ocurrió especialmente en tres
campos: la disputa en tomo a Yinreng, el heredero forzoso del trono;
las relaciones con los misioneros católicos; y la administración rural.
Desde comienzos de su reinado se vio claramente que Kangxi que-
ría evitar que se repitiera el paréntesis de regencia que había llevado a
la dominación de la corte por parte de Dorgon en el decenio de 1640 y
de Oboi en el de 1660. Por tanto, cuando su primera esposa le dio un
hijo varón, Yinreng, en 1674, Kangxi actuó rápidamente para que el niño
fuese nombrado heredero forzoso. Como la madre de Yinreng había
muerto en el parto, un aura de predestinación envolvió el nacimiento e
hizo que Yinreng destacara todavía más de los hermanastros que Kangxi
engendraría con otras consortes o concubinas.
La educación de Yinreng se concibió para que fuese un modelo que
siguiera todos los preceptos de la enseñanza moral confuciana y se im-
buyera de las virtudes manchúes. Se eligieron preceptores venerables y
los progresos del heredero se observaban con gran atención, al igual que
su conducta y sus habilidades literarias. Se le introdujo poco a poco en
los problemas de gobernar y se le dejó como gobernante en funciones
en Pekín durante las largas campañas de Kangxi contra Galdan en 1696-
1697. Kangxi incluso anunció su intención de abdicar pronto para que
Yinreng pudiera hacerse cargo del reino en calidad de emperador.
Pero a su regreso del oeste, Kangxi empezó a oír rumores inquie-
tantes sobre el comportamiento de su hijo: Yinreng presentaba sínto-
mas de ser variable, violento y cruel Cuando el emperador se llevaba a
sus diversos hijos en las visitas que le encantaba hacer -al oeste, a Man-
churia o a las poblaciones a orillas del Gran Canal y del río Yangzi, que

124
volvían a ser prósperas-, Yinreng empezaba de nuevo a turbar a los de-
más con su comportamiento obstinado.
Una dificultad a la que hacía frente Kangxi era obtener información
fidedigna sobre la situación. Como es lógico, empezaron a formarse en
la corte facciones alrededor de Yinreng o de otro de los siete hijos del
emperador que también tenían la edad y la astucia suficientes para ser
posibles aspirantes al trono. En estas circunstancias, los cortesanos y
los funcionarios, ya fueran manchúes o chinos, no estaban dispuestos
a hablar con franqueza. El resultado fue que Kangxi empezó a utilizar
un nuevo sistema de comunicación para poder atravesar la nube de
rumores.
La información que recibía el emperador de sus funcionarios de la
capital y las provincias llegaba principalmente en forma de «memoria-
les». Se trataba de documentos redactados cuidadosamente que lleva-
ban a la corte correos del Gobierno y se entregaban al Gran Secretaria-
do, donde se copiaban y evaluaban antes de pasarlos al emperador con
sugerencias sobre las respuestas apropiadas. Pero era un sistema relati-
vamente público y Kangxi, en el decenio de 1690, había empezado a
idear un sistema verdaderamente secreto de «memoriales de palacio»,
que se entregaban por los correos de sus propios autores, los presenta-
ban los eunucos de más confianza al emperador, sin abrirlos antes, y
el emperador los leía, anotaba y sellaba en privado. Luego los correos
se iban por donde habían venido para entregar los memoriales, que aho-
ra llevaban la respuesta secreta del emperador escrita con tinta de color
bermellón, a quienes los habían redactado.
Kangxi había empleado por primera vez este sistema de forma ofi-
ciosa para pedir a ciertos esclavos de confianza destinados en las pro-
vincias que le mandaran listas de los precios corrientes de los cereales
para poder verificar que los informes de sus funcionarios principales
fueran correctos y conocer las posibles causas de descontento en el fu-
turo. A principios del siglo XVIII, Kangxi empezó a ampliar el sistema;
en 1707 varios asesores de confianza ya se valían de memoriales de pa-
lacio para informar secretamente al emperador de los detalles de la con-
ducta de Yinreng. Daban cuenta en ellos de cómo Yinreng se pavoneaba
de su futuro papel de emperador, de cómo tiranizaba a sus subordina-
dos y a su casa y de cómo ordenaba a sus agentes que comprasen tanto
chicos como chicas en el sur y los trajeran a palacio para su deleite sexual
en privado. Aunque Kangxi tardó mucho en tomar medidas, en 1708
ya se habían acumulado tantos informes negativos que no pudo con-
tinuar sin hacer nada. Furioso hasta rozar la histeria, Kangxi ordenó que
se despojara para siempre a Yinreng de su condición de heredero for-

125
zoso y se le encerrara en sus aposentos bajo la vigilancia de su cuarto
hijo, Yinzhen; varios de los amigos íntimos de Yinreng, así como cor-
tesanos importantes involucrados en sus malas acciones, fueron dete-
nidos y ejecutados.
Lo que siguió fue un angustiado círculo de indecisión, culpa y re-
criminación por parte del emperador. Creyendo que Yinreng no podía
ser culpable de las acusaciones que se le hacían y que, en vez de ello,
había sido hechizado, Kangx:i lo puso en libertad en 1709. Pero en 1712
nuevas pruebas -entre ellas la difusión de la noticia de que Yinreng lle-
vaba tiempo planeando asesinar al emperador, que obviamente no ab-
dicaria en él- hicieron que Kangx:i ordenara detener de nuevo a su hijo.
A partir de entonces, durante los diez años que le quedaban de reina-
do, Kangxi se negó a nombrar otro heredero y castigó sin piedad a los
funcionarios que le instaban a hacerlo. Los rumores inundaban la cor-
te, se formaron facciones en torno a muchos de los otros hijos del em-
perador y la incertidumbre empañaba todo el futuro de la dinastía
manchú.
Los problemas con los misioneros católicos también llevaban apa-
rejadas cuestiones relativas al poder y la prerrogativa del emperador. Des-
de que derrocara la regencia de Oboi, Kangxi había favorecido a los
jesuitas en la corte: volvió a ponerles a cargo de la oficina de astrono-
mía, buscaba sus consejos en asuntos de cartografla e ingeniería, y les
permitía practicar su religión en Pekín y las provincias. En especial du-
rante un decenio, a partir de 1692, cuando el emperador promulgó un
edicto que concedía tolerancia a la religión cristiana, los jesuitas con-
cibieron la esperanza de tener una ocasión real de llevar a cabo conver-
siones en masa. Kangxi insistió, sin embargo, en que los jesuitas acce-
dieran a acatar su estipulación de que los conversos al cristianismo
pudieran continuar practicando los ritos de culto a los antepasados y
homenaje público a Confucio, ya que eran ceremonias civiles en vez de
religiosas. Dado que Kangx:i extrajo esta definición de la postura que ha-
bía adoptado el famoso misionero jesuita Matteo Ricci en los últimos
tiempos de la dinastía Ming, la mayoría de los jesuitas en China no en-
contró nada polémico en ella.
Sin embargo, muchos otros eclesiásticos católicos, así como misio-
neros de distintas órdenes religiosas, tanto en Asia Oriental como en
China, discreparon profundamente. Creían que lo que en esencia ha-
cía Kangx:i era reclamar supremacía en cuestiones de doctrina eclesial
y que los jesuitas estaban debilitando fatalmente la integridad de la fe
cristiana. Para poner remedio a esta situación, el papa Clemente XI en-
vió a un emisario joven pero digno de confianza, Maillard de Toumon,

126
con el encargo de investigar. En una serie de encuentros entre el legado
y el emperador en 1705 y 1706, las agudas discrepancias entre los dos
hombres se hicieron obvias. Cuando De Toumon prohibió a los misio-
neros católicos obedecer las órdenes de Kangxi, bajo pena de excomu-
nión, el emperador respondió ordenando la expulsión de todos los que
se negaran a firmar un certificado conforme aceptaban la postura de
Kangxi. Si bien la mayoría de los jesuitas en China firmó, más de una
docena de franciscanos, dominicos y otros misioneros se negaron a ha-
cerlo y fueron debidamente expulsados. Esta intransigencia mutua des-
truyó la base de poder de las misiones en China y, de hecho, impidió
la difusión de la enseñanza y la ciencia occidentales. Si uno de los dos
bandos hubiera sido más flexible, entonces, en el siglo XVIII, cuando la
Iglesia católica aceptó los descubrimientos de Galileo y los misioneros
empezaban a introducir en China los últimos descubrimientos de la as-
tronomía occidental, los nuevos conocimientos y técnicas quizás hubie-
ran causado cambios importantes en las actitudes chinas ante el pensa-
miento y la naturaleza.
Finalmente, en el crucial campo de los impuestos y la administra-
ción rural, Kangxi no efectuó cambios constructivos. Parece ser que
aceptó la opinión de que en las circunstancias sociales de aquellos mo-
mentos no era posible hacer un catastro exhaustivo de las nuevas pro-
piedades agrarias; también perpetuó el sistema de los Ming en virtud
del cual los impuestos que antes se pagaban en especie y por medio de
prestaciones laborales pasaron a pagarse con plata. Sólo una pequeña
cantidad de este dinero se quedaba en los condados para pagar los sa-
larios de los magistrados locales y sus colaboradores, así como para su-
fragar medidas de asistencia y construcción. Los funcionarios locales
trataban de complementar sus recursos con gran variedad de recargos
adicionales y se embolsaban gran parte de ellos, lo regalaban a sus su-
periores o lo enviaban en forma de presentes a Pekín para asegurarse
de que los ministerios pertinentes no investigaran con excesivo dete-
nimiento su conducta. Esta relajación coincidió con un prolongado
periodo de depresión económica durante el cual bajaron mucho los
precios tanto de la tierra como de las cosechas. Los chinos de la época
sufrían a causa de la deflación y el estancamiento, 10 cual hacía que el
reinado de Shunzhi, visto en retrospectiva, pareciera una edad de oro
de la economía."
Como consecuencia, a pesar de los espectaculares éxitos de Kangxi
en la unificación política y la consolidación de las fronteras, la vida en
las zonas rurales continuó siendo una lucha denodada para millones
de chinos. En muchas partes del país pequeños grupos de bandidos po-

127
dían ir de un lado a otro sin encontrar oposición, ya que no había nin-
guna milicia pagada y armada para hacerles frente. El personal subal-
terno y corrupto de las oficinas de los magistrados podía intimidar a
familias de agricultores para que pagasen diversos impuestos sin darles
a cambio los recibos correspondientes. Los pleitos relacionados con
contratos agrarios duraban decenios y poco podían hacer los menores
de edad o las viudas cuando eran acosados por los varones adultos de
sus clanes. Las enemistades privadas acababan frecuentemente en vio-
lencia y homicidios que los agobiados funcionarios no podían investi-
gar por falta de tiempo y de personal.
Quizá porque recordaba el fuerte apoyo que Koxinga había recibi-
do de los chinos que vivían allí en su campaña de 1659 o porque la
zona era considerada el centro de la cultura confuciana, Kangxi mos-
tró una indulgencia especial en el procesamiento de los culpables de
defraudación fiscal en las ricas provincias de Jiangsu y Zhejiang. Para pre-
servar una apariencia de armonía, instaba constantemente a ser indul-
gentes en los casos de esta índole y concedía con regularidad generosas
devoluciones de impuestos a zonas extensas que no sufrían penurias
graves. Aunque continuó haciendo cumplir la «ley de evitación», que
estipulaba que los altos funcionarios no podían servir en sus provincias
natales (con el fin de evitar que abusaran de su posición), frecuente-
mente hacía caso omiso de informes confidenciales que daban cuenta
de abusos flagrantes por parte de familiares de sus funcionarios favo-
recidos o de los funcionarios que se habían retirado a sus lugares de
origen después de años de servicio en la capital.
Paradójicamente, parece ser que en el último decenio de su reinado
Kangxi creía sinceramente que la restauración de la prosperidad en la
China rural ya se había completado y que la burocracia podía cumplir
las tareas que se le encomendaban con los recursos de que disponía. La
corte misma parecía solvente, ya que junto con los ingresos que obte-
nía de la contribución territorial recibía considerables ingresos extraor-
dinarios del monopolio de la sal, el ginseng y el jade, así como de los
pagos supuestamente «voluntarios» que hacían mercaderes acaudala-
dos y de los derechos de tránsito que pagaba el comercio. Como Kangxi
también creía que la prosperidad de China se medía por el tamaño de
su población y que el tamaño verdadero de la población lo ocultaban
funcionarios locales que temían que si daban cuenta del aumento del
número de habitantes, el Ministerio de Hacienda respondería subien-
do los impuestos que tenían que pagar, decidió tomar medidas espec-
taculares. En 1712 congeló las evaluaciones de las bases impositivas
de los hombres sanos que, según los registros, trabajaban determinada

128
zona de tierra de labranza y decretó que por más que aumentara la po-
blación de una zona en particular, no por ello subiría el Estado los im-
puestos correspondientes a ella. De esta manera los funcionarios loca-
les podrían informar con exactitud de los incrementos de población
sin temer la carga que representaría una evaluación más alta en una fe-
cha futura.
Como Kangxi -al igual que Shunzhi antes que él- había renuncia-
do a intentar hacer un catastro nacional de propiedades agrarias, el sis-
tema de contribuciones territoriales se vio ahora congelado por partida
doble: la tierra en las provincias siguió registrándose de acuerdo con el
último catastro razonablemente completo que se había hecho en 1581
durante el reinado del emperador Wanli, y el número de unidades per
cápita sujetas a evaluaciones se basó en lo sucesivo en las cifras de 1712.
Esto obstaculizaría gravemente todos los intentos de los sucesores de
Kangxi de racionalizar las finanzas de China. Si bien ahora empezaron
a llegar a Pekín estimaciones más elevadas de población, que daban al
emperador una grata sensación de prosperidad nacional, no se había eli-
minado ninguna de las ineficiencias tributarias fundamentales.
«Ahora que estoy enfermo soy quisquilloso y olvidadizo», dijo
Kangxi a los cortesanos y funcionarios arrodillados ante él en un reve-
lador edicto de 1717, «y temeroso de confundir el bien y el mal, y de
dejar mi labor sumida en el caos. Agoto mi mente por el país y frag-
mento mi ánimo por el mundo.»! Kangxi vivió otros cinco años des-
pués de estas palabras melancólicas, el reinado más largo de la historia
de China hasta entonces; pero la longevidad le trajo cada vez menos
consuelo. Aún no había nombrado públicamente heredero cuando mu-
rió en diciembre de 1722, de causas naturales, en su palacio de Pekín.
Es difícil, en retrospectiva, calibrar el nivel de desesperación que le
llevó a descuidar una obligación tan fundamental.

129
4
La autoridad de Yongzheng

Estructuras económicas
D El breve reinado del emperador Yongzheng, sucesor de Kangxi,
fue tempestuoso, complicado y relevante. Las polémicas lo em-
pañaron desde el principio al anunciar él mismo que era el heredero
elegido por el emperador moribundo. Dado que sus hermanos y her-
manastros no estaban presentes en aquel momento, y dado que un
amigo íntimo de Yongzheng mandaba la división de la guardia en Pe-
kín, nadie discutió en público, su pretensión; pero durante todo su rei-
nado (1723·1735) le atormentaron las acusaciones de usurpador.
Sin embargo, hay pocas pruebas de que hubiera usurpado el trono
y algunas que indican que Kangxi había confiado en Yongzheng más
que en sus otros hijos varones. Kangxi y Yongzheng (conocido a la sa-
zón por su apellido corriente, Yinzhen) hablaban con frecuencia de
asuntos políticos y compartían diversiones. Como hemos visto, Yong-
zheng, durante un tiempo, incluso fue el carcelero de su hermanastro
mayor, el depuesto heredero forzoso; tarea delicada y peligrosa habida
cuenta de la política de la época.
Una vez instalado como emperador, Yongzheng dedicó muchos es-
fuerzos a fortalecer su posición deteniendo a aquellos de sus hermanos
que estaban menos conformes con su gobierno. (iPrimero había aca-
llado sus suspicacias ascendiéndolos!) El ex heredero forzoso, Yinreng,
y otros dos hermanos murieron en la cárcel poco después de ser dete-
nidos (no se sabe si los asesinaron o si murieron a causa de malos tra-
tos). Varios más fueron puestos bajo arresto domiciliario o sometidos a
estrecha vigilancia. Yongzheng sólo confiaba del todo en el decimoter-
cer hijo de Kangxi, Yinxiang, al que ascendió y retuvo en los cargos más
elevados.
Tanto si se interpretan estas medidas como prueba de una concien-
cia culpable como si se consideran medidas prácticas cuyo objeto era
evitar problemas futuros, Yongzheng demostró estar profundamente

130
comprometido con el arte de gobernar. Era un apasionado de los de-
talles, estaba dispuesto a dedicar todos los días largas horas al trabajo
y normalmente leía textos de historia desde las 4 de la madrugada has-
ta las 7 de la mañana. A esa hora desayunaba y luego se reunía con sus
consejeros hasta primera hora de la tarde, tras lo cual leía y comentaba
documentos, con frecuencia hasta la medianoche. No emprendía lar-
gas expediciones de caza al norte ni hacía visitas prolongadas a las ciu-
dades del delta del Yangzi, como tanto le gustaba a su padre. Al pare-
cer, su principal esparcimiento consistía en practicar el budismo, del
cual era un adepto devoto y culto, 'y descansar en el magnífico jardín
de su palacio en el noroeste de Pekín. Mientras que su padre solía es-
cribir en manchú y escribía el chino despacio y cuidadosamente, pare-
ce que Yongzheng prefería el chino. Su caligrafia china, escrita con cla-
ridad y muy rápidamente, era precisa y natural.
Pero esta aparente conversión de la vida imperial en rutina no de-
bería impedirnos ver que la China de Yongzheng todavía distaba mu-
cho de ser un país cohesionado y homogéneo. Las inmensas extensio-
nes de China permitían variaciones sin límites en campos tales como
el ritmo del cambio económico, los tipos de organización de linajes,
la eficiencia de los transportes, las prácticas religiosas, las sutilezas co-
merciales y las pautas de utilización y tenencia de la tierra. Una histo-
ria completa de China incluiría idealmente información sobre todas
estas variables distrito por distrito, con el fin de que las pautas exac-
tas de cambio pudieran registrarse y relacionarse con decisiones polí-
ticas generales.
Pese a ser una tarea de proporciones enonnes, diversos estudios han
empezado a demostrar que es factible. En particular, el análisis de los
últimos tiempos de la China imperial en términos de unidades de
integración económica, en lugar de las tradicionales subdivisiones en
provincias y prefecturas, nos brinda una perspectiva diferente de la so-
ciedad, una perspectiva basada en un conjunto de datos del que no
disponían los gobernantes y los burócratas de la época. Los estudiosos
que emplean este método han identificado nueve «macrorregiones» (así
las denominan), cada una de las cuales abarca partes de varias provin-
cias. Cada macrorregión tenía un «núcleo» definido por la mayor inten-
sidad de la actividad económica en ciudades importantes, la elevada
densidad demográfica y las redes relativamente complejas para el trans-
porte de alimentos y mercancías. Y cada núcleo estaba rodeado por una
«periferia» consistente en zonas menos pobladas y desarrolladas que
aislaban el núcleo de la macrorregión de los núcleos de sus macrorre-
giones vecinas; esta periferia constituía una zona vigilada de forma poco

131
rígida donde las sectas ilegales o los bandidos podían florecer con re-
lativa libertad.'
De estas nueve macrorregiones una estaba en e! nordeste, en la par-
te del país que colindaba con e! sur de Manchuria, el lugar de proce-
dencia de los conquistadores Qing. Dos se encontraban en el norte, en
la región de Xi'an, capital de la provincia de Shaanxi, y la zona de Pe-
kín-oeste de Shandong. Tres se extendían en puntos diferentes junto al
río Yangzi: una en la costa oriental alrededor de Nankín, otra a medio
camino río arriba alrededor de Hankou y una más, arriba del río, en
Sichuan. La séptima se hallaba en la parte baja de la costa oriental, en la
región de Pujian: la octava, en e! sudeste lejano, alrededor de Cantón,
y la última, en el sudoeste, en las provincias de Yunnan y Guizhou.
Sin emprender un examen detallado de la totalidad de las nueve ma-
crorregiones, podemos echar una breve ojeada a tres de ellas para de-
terminar qué clase de factores afectaban sus pautas de desarrollo social
y económico en el siglo XVIII.
En primer lugar, la macrorregión del norte -que tenía su centro al-
rededor de Pekín y el oeste de Shandong, y se extendía hasta Henan y
e! norte de Jiangsu- era, a pesar de la presencia de la capital, menos ur-
bana que la mayoría de las otras macrorregiones, y las propiedades pe-
queñas e independientes eran la norma económica. Había inundacio-
nes frecuentes, provocadas por e! río Amarillo, que estaba lleno de loess,
pero las medidas destinadas a paliar sus efectos y el reparto urgente de
cereales en tiempos de hambruna eran más eficaces que en las regiones
más alejadas de la capital. El algodón se estaba convirtiendo en un va-
lioso cultivo comercial de esta macrorregión a la vez que crecía la efi-
cacia de las técnicas de hilado y tejido, actividades que a menudo se
llevaban a cabo en talleres situados en los sótanos de las casas particu-
lares, que proporcionaban un entorno «climatizado» de humedad con-
trolada que impedía que los frágiles hilos se rompieran. El cultivo de
tabaco también iba en aumento, junto con la fabricación de vidrio, la
extracción de carbón y la elaboración de cerveza. Los cambios de las
condiciones sociales, la presencia de muchos peones y barqueros que
transportaban cereales por el Gran Canal, la explotación excesiva de!
suelo y la fragmentación de las propiedades agrarias contribuyeron a que
la delincuencia y la violencia fueran comunes en esta parte del país.
En contraste, la macrorregión de en medio, la del río Yangzi, con
su densidad demográfica relativamente baja y sus tierras yermas, expe-
rimentaba en aquellos momentos una inmigración masiva procedente
de otras regiones. Surgió en ella una población de «transeúntes» cuyas
lealtades estaban divididas entre su nuevo lugar de residencia y sus vie-

132
·os hogares ancestrales, y una población de minorías locales desafectas
~ue habían sido d;salojada.s de sus tierras. La próspera :iudad de r:a?--
kou, a orillas del no Yangzi, era un centro comercial mas que adminis-
nativo, con sistemas complejos de bancos y gremios, que se estaba trans-
formando en el núcleo de un comercio de cereales verdaderamente
interregional Y de largo alcance. En el sudeste, jingdezhen creció como
ciudad industrial en la que se fabricaba porcelana para exportarla a los
mercados de Occidente así como para la elite china. Sin embargo, al
lado de este crecimiento del comercio, la estrategia campesina consisten-
te en construir diques nuevos en la zona del lago Dongting para pro-
teger sus minúsculas parcelas de cultivo de las inundaciones, junto con
los proyectos de ingeniería a mayor escala de recuperación de tierras que
puso en marcha la elite, acabaron causando terribles inundaciones por-
que los constantes trabajos y el ingenio del hombre privaron a los ríos
de sus zonas naturales de desagüe.
Una serie diferente de factores dominaba nuestro tercer ejemplo, la
macrorregión de la parte baja de la costa oriental que tenía su centro
en la provincia de Fujian e incluía partes del sur de Zhejiang y del este
de Guangdong. Su ubicación en la costa daba a los mercaderes de esta
macrorregión provechosos contactos comerciales con Taiwan y el Su-
deste Asiático que trajeron cierto cosmopolitismo y un sistema muy
avanzado de crédito y banca, en particular al puerto de Amoy (Xiamen).
Las productivas y numerosas plantaciones de té trajeron, también, más
prosperidad a esta región. Pero por una mezcla de razones históricas y
geográficas, esta macrorregión también estaba dividida por feroces loca-
lismos. Los linajes poderosos controlaban poblados enteros y las dispu-
tas entre ellos eran mortales y frecuentes. Los domicilios de muchos
ricos estaban muy fortificados. Los índices de arrendamiento eran ele-
vados y había tensiones violentas con los inmigrantes recientes o los
agricultores pobres del interior dedicados a sus cultivos en bancales.
Los marcados acentos y dialectos locales dificultaban la comunicación
con la gente de fuera. La elite de la región descendía en la escala de pres-
tigio nacional, dado que en la zona había cada vez menos poseedores del
codiciado jinsbi, el más alto de los títulos que se obtenían en los exá-
menes. El Gobierno Qjng se dio cuenta de que la región era un lugar
de conflictos en potencia y mantenía en ella nutridas guarniciones, tan-
to de fuerzas de las banderas como de tropas chinas locales, los ejércitos
llamados del «estandarte verde».
Dado que cada una de las macrorregiones tenía su propia lógica
económica interna, existía siempre el peligro de que las diferencias con
otras macrorregiones fueran a más y causaran conflictos. Si el Estado

133
MACRORItEGIONU
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DEL PERIODO ~NG 'l~"""

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de China
Orienta!

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centralizador resultaba incapaz de mediar en estos conflictos o de con-


trolarlos, el resultado podía ser la fragmentación o la guerra civil. Algo
así había estado a punto de ocurrir en los decenios de 1630 y 1680,
cuando rebeldes campesinos, partidarios de los Ming, fuerzas de Ko-
xinga y los Tres Feudatarios habían encontrado apoyos temporales en
los núcleos de diferentes macrorregiones. La tarea del Estado, por tan-
to, era unir las macrorregiones utilizando medios ideológicos y admi-
nistrativos, respaldados por la fuerza militar si era necesario. Esta tarea
resultaría más fácil si se formaban vínculos entre macrorregiones distin-
tas, como empezó a suceder en el siglo XVIII. Con lazos económicos que
reforzasen los lazos políticos, la naturaleza del Estado y la sociedad de
los Qjng a la larga acabarían transformándose.
Otro factor causante de complicaciones en la sociedad y la econo-
mía de mediados del periodo Qing fue el rápido crecimiento de la po-
blación de China. A pesar de los intentos de Kangxi por lograr un re-
cuento más exacto de los habitantes de su país, para lo cual reformó
el registro del impuesto de capitación en 1712, las cifras siguen sien-
do poco claras y es difícil hacer comparaciones precisas con periodos
anteriores. Podemos estar bastante seguros, sin embargo, de que la pe-

134
blación china en los primeros tiempos de la dinastía Ming, alrededor
de 1390, era de entre 65 y 80 millones. Al finalizar el reinado de Qjan-
long, hijo de Yongzheng, en el decenio de 1790, ya superaba los tres-
cientos millones. Pero la importancia demográfica del periodo de tran-
sición de los Ming a los Qjng radica en que interrumpió toda pauta de
crecimiento moderado y continuo. De hecho, en el periodo comprendi-
do entre justo después de la muerte del emperador Ming Wanli en 1620
yel final de la guerra de Kangxi contra los Tres Feudatarios (1681) se pro-
dujo un descenso catastrófico de la población total de China como
consecuencia de la invasión extranjera, la guerra civil, los trastornos
causados por los bandidos, los desastres naturales, los fallos del sistema
de regadío y las epidemias virulentas. No sabemos cuán catastrófico fue
este descenso. Es posible que a finales de la era Ming China tuviese
más de ciento cincuenta millones de habitantes; en el decenio de 1670,
la población podía ser de mucho más de cien millones. La precisión es
imposible.
Lo que parece claro es que estas catástrofes demográficas hicieron
posibles la reactivación económica y el aumento de la población en el
siglo XVIlI, porque en muchas zonas había buena tierra a disposición de
los arrendatarios y los cultivadores. Durante el reinado de Kangxi se re-
poblaron las zonas devastadas del norte y las partes que la guerra había
asolado en la otrora próspera Sichuan. En el reinado de Yongzheng los
colonizadores empezaron a penetrar en el sudoeste del país. Con su
hijo Qjanlong, los chinos comenzaron a desafiar las prohibiciones del
Gobierno y muchos entraron en el sur de Manchuria, y también po-
blaron las tierras altas donde desaguaban los ríos Yangzi y Han. Otros
fueron en barco desde China oriental hasta Taiwan o más lejos: hasta
Manila o el Sudeste Asiático.
La impresión que tenemos es que en el siglo XVIII la población cre-
ció rápidamente en toda China. Si, al finalizar el reinado de Kangxi, la
población había vuelto al nivel de finales del periodo Ming, es decir,
alrededor de ciento cincuenta millones, no cabe duda de que se había
multiplicado por dos al finalizar el de su nieto. El cuadro de la página
siguiente nos muestra cifras correspondientes a las dos provincias del
norte, Hebei y Shandong, así como a la totalidad de China, redondea-
das al millar más cercano.
El crecimiento demográfico que indican estas cifras tuvo algunas
consecuencias sociales y políticas importantes. Aunque en este periodo
se estaban repoblando tierras viejas al tiempo que se abrían constante-
mente otras nuevas, las cifras brutas hacen pensar que mientras que la
población podía haberse triplicado desde mediados del periodo de

135
Año Hebei Shandong China

1573 aprox. 4.625.000 5.644.000 15.000.000


1685 aprox. 3.297.000 2.111.000 100.000.000
1749 13.933.000 24.012.000 177.495.000
1767 16.691.000 25.635.000 209.840.000
1776 20.291.000 26.019.000' 268.238.000
1790 23.497.000 23.359.000 301.487.000
~ Esta cifra corresponde a 1773. El hecho de que la provincia de Shandong registrara un des-
censo de población entre 1776 y 1790 es una anomalía cuya probable causa fueron los desastres na-
turales y los brotes de rebelión en ese mismo periodo.

Cifras demográficas: Hebei, Shandong y toda China."

Kangxi hasta finales del de Qjanlong, la extensión de tierras cultivables


sólo se dobló; el tamaño de las propiedades individuales, por tanto, dis-
minuyó. Asimismo, como los chinos no acostumbraban a dejar la ma-
yor parte de la tierra de la familia al hijo primogénito, sino que repartían
toda la tierra a partes iguales entre los hijos de acuerdo con el sistema
llamado «herencia divisible», no había tendencia a la formación de nue-
vas familias numerosas y poseedoras de tierra. Las propiedades fami-
liares en la macrorregión del norte de China-Pekín, sobre la cual tene-
mos cifras fiables correspondientes al siglo XVIII, eran sólo de poco más
de una hectárea por término medio; una propiedad de más de ocho
hectáreas era rara y una cuarta parte o más de las familias rurales care-
cía de tierra. China continuó siendo una nación de pequeños propie-
tarios agrarios que se dedicaban a un tipo de agricultura que requería
mucha mano de obra y en la que no se habían introducido innovacio-
nes tecnológicas dignas de mención.
Siguiendo la práctica tradicional, las familias que se trasladaban a
las tierras altas a orillas de los ríos Yangzi y Han o a los bosques del
sur de Manchuria desbrozaban el terreno para dedicarlo a la agricultu-
ra sin comprender los efectos ecológicos de lo que hadan. Aunque los
rendimientos de las tierras vírgenes eran elevados, la agricultura intensi-
va producía rápidamente la erosión del suelo y la deforestación. Gran-
des cantidades de aguas de desagüe de las laderas iban a parar a los ríos
y causaban problemas debido a la acumulación de loess, con el consi-
guiente peligro de graves inundaciones en las zonas agrícolas pobladas
que quedaban más abajo. Además, como los excrementos humanos
constituían una fuente importante de fertilizantes, no era fácil reponer
el suelo agotado en las zonas aisladas de las tierras altas (como sí po-

136
día hacerse, por ejemplo, en las explotaciones próximas a zonas muy
urbanizadas), que había que abonar con frecuencia.
Una parte importante del crecimiento demográfico del país en el
siglo XVIlI se aceleró a causa de un inmenso cambio tecnológico: la in-
troducción en China de nuevos cultivos procedentes del Nuevo Mun-
do. El de boniatos, por ejemplo, ya estaba muy extendido en la costa
a mediados del siglo XVIII, al tiempo que el maíz y la patata blanca co-
mún pasaron a ser habituales en el norte y en el sudoeste durante el
mismo periodo. El cultivo de cacahuetes se había extendido con rapidez
en el sur y en el sudoeste a finales de la era Ming y también estaba ad-
quiriendo importancia en el norte. Todos estos cultivos contribuyeron
a incrementar la ingesta de calorías por parte de los trabajadores rurales;
pero, debido a que también crecían sin problemas en suelo pobre, mon-
tañoso o arenoso, hicieron posible que la población aumentase rápida-
mente en partes del país donde por lo demás la productividad era mar-
ginal y otras fuentes de alimentos o de puestos de trabajo remunerados
eran raras.
Documentos que se conservan y proceden del poblado rural de Dao-
yi, en el norte de Shenyang, en el sur de Manchuria, nos permiten exa-
minar más de cerca las cifras demográficas y los perfiles de edad locales
y hacernos una idea de los ritmos de la vida familiar a finales de siglo.
Dado que las fechas de los nacimientos en Daoyi se registraban men-
sualmente y eran más comunes en febrero y marzo que en cualquier
otro momento del año, sabemos que la concepción tenía lugar princi-
palmente a comienzos del verano, durante el periodo de calma entre la
siembra en primavera y la recolección. Una tercera parte de los varones
moría en el primer año de vida y la mitad, antes de cumplir veinte años.
La esperanza media de vida de los hombres de Daoyi era de unos treinta
y dos años y aproximadamente un cuatro por ciento vivía más de sesen-
ta y cinco años. Las cifras correspondientes a las mujeres eran parecidas.
Un aspecto insólito de las cifras de Daoyi es que nos permiten ver
las edades de las mujeres que daban a luz hijos varones. Vemos con
sorpresa que dichas cifras indican que las que rozaban la treintena eran
las que con mayor probabilidad tenían hijos. Esto induce a pensar que
debido a la escasez de alimentos los padres y la economía ejercían pre-
sión para que se evitara tener hijos durante los primeros años de má-
xima fertilidad femenina. El subsiguiente espaciamiento de todos los
nacimientos y la elevada proporción de varones respecto al número de
mujeres que reflejan las cifras proporcionan más pruebas de que exis-
tían pautas sistemáticas de planificación familiar entre los habitantes de
las zonas rurales.

137
Edad de las parturientas Número de varones nacidos"

15-19 87
20-24 226
25-29 255
30-34 191
35-39 118
40-44 68
45-49 23
* Estas cifras detalladas corresponden al nacimiento de varones solamente. Como Daoyi era
un poblado que debía prestar servicios militares en el sistema de banderas, los encargados de mn-
feccionar censos se concentraban en los reclutas potenciales. Pero en otras partes de China también
se prestaba más atención al recuento exacto de varones que al de hembras.

Edad de las parturientas: Daoyi, 1792. J

Las consecuencias sociales y culturales de un último factor demo-


gráfico pueden deducirse de estas cifras. Debido a las enfermedades de
la infancia, una dieta menos que insuficiente, incluso el infanticidio en
tiempos de hambruna -y debido a que los hombres ricos tendían a man-
tener varias consortes-, había en Daoyi, como en tantas otras partes de
China, muchas menos mujeres que hombres en edad de casarse. Los
efectos que tuvo esto en las pautas familiares son reveladores: si bien
casi todas las mujeres de más de treinta años de Dacyi estaban casadas
o eran viudas, el veinte por ciento de los hombres adultos nunca se ca-
saba. La idealización de la familia en China, la atención que se pres-
taba a los hijos y la insistencia en que los descendientes practicasen el
culto a los antepasados para evitar que éstos sufrieran en el más allá,
todas estas creencias hondamente sentidas debían de parecer una bro-
ma cruel a estos millones de hombres. En el caso de las mujeres, cual-
quier intento de evitar el matrimonio debía de estar descartado. Éste no
es más que uno de los numerosos ámbitos en los cuales los focos de des-
contento social estaban siempre presentes y, pese a ello, raras veces po-
dían expresarse debido a las creencias sociales que imperaban en China.

La cuestión de los impuestos


Durante su breve reinado de doce años (1723-1735) el emperador
Yongzheng concentró su atención en varios problemas fundamentales de

138
gobierno que eran de suma importancia en su tiempo y todavía lo son
en el nuestro. Estos problemas eran la estructura de la burocracia y las
finanzas en el campo, la creación de un sistema de información eficaz
y confidencial, y el fortalecimiento del brazo ejecutivo central del Es-
tado. Existía (y existe) mucha relación entre estos tres problemas; el éxi-
to de las medidas encaminadas a resolverlos contribuiría en gran parte
a garantizar un control más eficiente del inmenso territorio de China.
Parece ser que desde el principio de su reinado Yongzheng tuvo una
visión muy clara de cómo debía proceder. No era un niño bajo la su-
pervisión de regentes cuando subió al trono, como lo habían sido su pa-
dre y su abuelo, sino un hombre de cuarenta y cinco años con expe-
riencia que había visto cómo empezaba a desmoronarse el reinado de
su padre. El sistema de memoriales de palacio secretos estaba hecho
a su medida y lo amplió al tiempo que coordinaba la estructura infor-
mal que había iniciado Kangxi. Aparte de los asuntos ordinarios, de los
que se informaba, como en el pasado, mediante memoriales abiertos di-
rigidos a los ministerios y al Gran Secretariado, la mayoría de los altos
funcionarios provinciales informaba ahora confidencialmente a Yong-
zheng de los detalles de su administración, así como de los demás fun-
cionarios. Cuando el emperador comenzó a darse cuenta de la mag-
nitud de los déficits fiscales y de la superficialidad con que se había
tratado la crisis fiscal durante el reinado de su padre, instó a sus fun-
cionarios a proponer medidas de reforma en la estructura financiera y
creó una pequeña oficina ejecutiva de estudios financieros, indepen-
diente del Ministerio de Hacienda y por encima de éste. Al frente de la
oficina puso al decimotercer hijo de Kangxi, Yinxiang.
La crisis financiera era demasiado complicada incluso para que un
gobernante absoluto la resolviese con uno o dos edictos. El presupues-
to central de China en 1723 era de unos treinta y cinco millones de
taels (onzas de plata), de los cuales alrededor de seis millones proce-
dían de diversas clases de impuestos sobre el comercio y 29 millones,
del «impuesto agrario y de capitación» (diding). Entre el quince y el
treinta por ciento de estos 29 millones se retenía en cada provincia para
«uso local» y el resto se enviaba a Pekín: pero casi todo ese porcentaje
para uso local se gastaba en proyectos que en realidad eran nacionales,
tales como pertrechos militares y postas imperiales. Menos de una sexta
parte del total estaba a disposición de los funcionarios locales para pro-
yectos en sus propias jurisdicciones. Diríase que hubiera sido sencillo
aumentar los ingresos subiendo el número de unidades de contribución
territorial y el impuesto de capitación; pero en este caso las obligaciones
filiales para con el emperador Kangxi eran demasiado fuertes y Yong-

139
zheng no intentó cambiar el decreto que su padre promulgara en 1712.
Asimismo, la premisa fundamental de la teoría política china, que los
manchúes también habían hecho propia, era que' una base impositiva
baja era esencial para el bienestar del país, y prueba verdadera de la be-
nevolencia de un emperador. Otro obstáculo para la reforma eran los
funcionarios del Ministerio de Hacienda, que tenían sus propios pro-
cedimientos y protocolos, y sacaban cuantiosas sumas en concepto de
«obsequios" de las prácticas aceptadas. Como es comprensible, se resis-
tían a cambiar.
El sistema tributario vigente no sólo estaba consolidado, sino que
también daba pie a numerosos abusos. Los miembros de las clases altas
solían ser terratenientes ricos y, como en el reinado de Kangxi, muchos
de ellos ocultaban sus obligaciones fiscales en un laberinto de nombres
falsos, inscripciones igualmente falsas, traspasos de propiedades, hipo-
tecas, etcétera, que hadan que fuese casi imposible saber con exactitud
lo que poseían. Además, gran parte del poder económico en el campo
estaba en manos de pequeños propietarios que tiranizaban a los habi-
tantes de los poblados. Estos propietarios actuaban en colusión con los
funcionarios de las oficinas de los magistrados provinciales con el fin de
evitar el pago de sus propios impuestos y obligar a los campesinos po-
bres a asumir una cantidad desproporcionada de la carga fiscal corres-
pondiente a toda la comunidad. En tales situaciones, los campesinos no
tenían derecho a ninguna satisfacción, y el dinero, que en realidad ha-
bía sido malversado, contaba como «atrasos", es decir, adeudado por
agricultores morosos.
Entre 1725 y 1729 Yongzheng abandonó el sistema poco riguroso
de su padre e hizo un esfuerzo concertado por reformar la contribu-
ción territorial con el fin de acabar con el poder de los grupos inter-
medios locales. Estaba decidido a llevar el poder del Estado Qing más
eficazmente al campo. Como dijo él mismo en un edicto de 1725:
«Cuando la carne y el hueso del pueblo común se usan para rectificar
las deficiencias de los funcionarios, écómo no va a haber penuria en el
campo? Me siento hondamente preocupado ante estos abusos»."
Empezó por acumular poco a poco información exacta mediante
memoriales de palacio y nombró nuevos hombres -con frecuencia man-
chúes o chinos de las banderas en los que las elites locales influirían
menos- para los puestos clave de gobernador provincial y comisarios de
finanzas. Procedió luego a buscar un consenso oficial para cobrar una
tasa fija de recargo sobre las cuotas básicas de la contribución territo-
rial (dt) y el impuesto de capitación (ding), para que la totalidad de este
recargo se pasara a las oficinas de los comisarios de finanzas provin-

140
ciales y para que todas las otras tasas y los obsequios complementarios
se declarasen ilegales. El dinero en concepto de impuestos que recau-
dasen las oficinas de los comisarios de finanzas se reasignaría entonces
equitativamente dentro de la provincia. Una parte se utilizaría para pa-
gar a los funcionarios locales salarios muy superiores a los que nunca
habían percibido (a esto se le llamó «dinero para nutrir la honradez»)
y otra parte se ingresaría en los fondos de los condados para financiar
obras de regadío, construir carreteras y escuelas y otras necesidades lo-
cales que no entraran en el presupuesto del Ministerio de Hacienda
central. Entre estas necesidades estaban la provisión de animales de tiro
para las víctimas de desastres, la mejora de las cárceles, la publicación
de diccionarios geográficos, la construcción de alcantarillas urbanas,
cementerios de beneficencia y cubículos para exámenes, y la provisión
de velas e incienso para los templos locales.
Al evaluar los efectos de estas reformas, se obtiene una breve pers-
pectiva general de las variaciones regionales que a la sazón existían en
China. Las reformas dieron los mejores resultados en las macrorregiones
del norte, que comprendían las provincias de Shanxi, Henan y Hebei,
donde había muchos campesinos independientes que poseían tierra, la
inscripción de tierras era relativamente fácil y era posible supervisar rigu-
rosamente a los magistrados y obligarles a renunciar a sus gajes tradi-
cionales. Prácticamente todos los habitantes de esta región se beneficia-
ron de las reformas excepto los terratenientes intermedios corruptos y
algunos de los funcionarios y magistrados implacablemente codiciosos.
El recargo fijo de entre el quince y el veinte por ciento sobre la contri-
bución territorial básica resultó mucho menos gravoso para los campe-
sinos e incluso para los propietarios de más tierras que las anteriores e
interminables rondas de tasas superpuestas. Y los nuevos salarios daban
a los funcionarios unos ingresos más regulares y más altos que los que
recibían antes: entre seiscientos y mil taels al año en el caso de los
magistrados de condados, en comparación con los 45 taels de antes de
las reformas. Ahora las oficinas se llevaban mejor, los asuntos se trata-
ban más rápidamente y había autonomía e iniciativa reales para ocu-
parse de proyectos específicos.
En las macrorregiones de! sur y del sudoeste, no obstante, resultó
mucho más dificilllevar a cabo las reformas. En ellas las cifras de las
cuotas impositivas básicas eran muy inferiores porque había muchas
partes que se habían colonizado recientemente y estaban poco pobla-
das; pero, como el número de funcionarios continuaba siendo elevado,
los recargos no producían dinero suficiente para pagar los mismos ni-
veles salariales altos que en el norte. La única forma de que e! sistema

141
funcionase era conceder a los funcionarios locales parte de los ingresos
por impuestos que se obtenían de actividades comerciales tales como
la minería y la producción de salo de los derechos de tránsito que se
cobraban en los puntos de control de las carreteras, los canales y los
ríos. Aun así, debido a las grandes distancias y a los gastos que ello su-
ponía, muchos magistrados no enviaban a los comisarios de finanzas
de sus provincias todo el dinero de los recargos y rogaban que, en su
lugar, les permitieran deducir sus nuevos salarios y los gastos locales
antes de remitir el resto. Como era de prever, esto hizo que renaciera la
corrupción local e impidió que los comisarios efectuasen un reparto ca-
bal y equitativo de los ingresos basándose en las necesidades reales.
Sin embargo, fue en las provincias centrales del Yangzi -especial-
mente Jiangsu y Anhui, pero también Zhejiang y jiangxi- donde el sis-
tema tropezó con más dificultades. Vivían en ellas incontables funcio-
narios jubilados, pero todavía poderosos, y sus parientes, hombres cuyas
tierras nunca se habían inscrito apropiadamente y capaces de intimidar
a los magistrados locales recurriendo a sus contactos en la capital. Kang-
xi había mostrado especial indulgencia con las elites acaudaladas de esta
parte del país, que no estaban dispuestas a someterse mansamente a un
control central más estricto. La oposición a las reformas de Yongzheng
era tan obvia y tan concentrada que el emperador acabó nombrando
un comisario especial manchú, respaldado por un grupo de setenta
auditores experimentados de la burocracia de Pekín, para que efectua-
se un examen minucioso de las finanzas de la provincia y llevara a cabo
una inscripción total y exacta de la tierra.
La corrupción que descubrieron era increíble y los ejemplos de ins-
cripciones falsas y superpuestas eran tan complejos que desesperaron
de llegar a desenredarlas algún día. En algunos casos los auditores se
encontraron con que los terratenientes habían dividido sus propieda-
des bajo literalmente centenares de nombres falsos, seguros de que los
impuestos que debían pagarse por cada una de estas unidades minús-
culas eran tan bajos que ningún magistrado o funcionario dedicaría
tiempo a perseguir a los morosos. Los intentos de llevar a cabo inspec-
ciones in situ fueron recibidos con demoras, bloqueos de carreteras, cor-
te de puentes, incluso disturbios y agresiones fisicas. Cuando los pro-
pietarios eran encarcelados para su interrogatorio, eran con frecuencia
rescatados por multitudes que asaltaban la cárcel. Los libros de registro
cifrados confiscados por los auditores mostraban que, generación tras
generación, los funcionarios de finanzas habían eximido a las fami-
lias ricas de casi todas sus obligaciones fiscales a cambio de sobornos.
Sin embargo, aun contando con estas pruebas, a los auditores les seguía

142
resultando dificil identificar a las partes culpables y, aún más dificil, re-
caudar más de un pequeño porcentaje de los diez millones de taels que
descubrieron que la zona debía al Gobierno.
La propia tenacidad de esta oposición indicaba que los intentos de
reforma eran un paso hacia delante, porque las reformas inducían a
pensar que, gracias a la persistencia, los esfuerzos de funcionarios ínte-
gros y el aliento del emperador, el Estado podría alcanzar un nivel nue-
vo de eficacia burocrática centralizada. China podría crecer así sobre la
reunificación nacional conseguida entre 1644 y 1683, y los éxitos en
política exterior que la habían seguido, y crear un sistema de gobierno
verdaderamente duradero y viable. En particular, si el centro podía con-
trolar y explotar los abundantes recursos de las provincias más próspe-
ras, sin duda todo el país saldría beneficiado y reforzado.

El centro y los cauces de poder


Los gobernantes raras veces gozan de libertad para concentrarse en
los problemas de uno en uno y Yongzheng nunca pudo prestar toda
su atención a los problemas fiscales y administrativos de las provincias
centrales de China. De nuevo fue necesario reforzar el poder de los Qjng
en las fronteras. La rebelión de Zhu Yigui en Taiwan había sido sofo-
cada rápidamente en 1721, pero la pacificación real resultó compleja.
Después de prolongadas consultas, Yongzheng decidió reafirmar su do-
minio sobre la isla subdividiendo varios de sus condados en unidades
más pequeñas y permitiendo a los inmigrantes pioneros reunirse con
sus esposas e hijos con el objeto de crear un entorno social más esta-
ble. También autorizó a los chinos a arrendar bajo contrato tierras de los
habitantes nativos, al tiempo que se creaban ciertas reservas oficiales
para éstos.
Existía también la necesidad de entablar de nuevo negociaciones
prudentes con Rusia para impedir que el Tratado de Nerchinsk queda-
se sin efecto por culpa de discusiones relativas a las tribus de la fron-
tera, las caravanas comerciales y los choques que provocó el descubri-
miento de oro en el sur de Siberia. Un grupo de negociadores formado
exclusivamente por manchúes trabajó con la Lifan Yuan para redactar
un tratado complementario, que se firmó en Kiajta en 1727. El nuevo
tratado dibujó una línea entre los dos países que iba de Kiajta al Argun
y estipuló qué tribus debían tener sus bases en territorio chino. Kiajta
sería una de las dos nuevas poblaciones comerciales de la frontera, se

143
permitiría que una caravana rusa comerciara en Pekín cada tres años y
que los rusos mantuvieran una iglesia ortodoxa en Pekín. La mayor par-
te de la pequeña comunidad rusa de la capital la integraban hombres
que habían sido capturados en guerras anteriores y que ahora estaban
incorporados a las banderas. (El Tratado de Kiajta estipulaba específica-
mente que se les debía animar a aprender la lengua china.) Yongzheng
también consolidó su dominio sobre las últimas banderas rnanchúes
que seguían bajo el mando de príncipes y nobles manchúes, y empe-
zó a ocuparse seriamente de los problemas del Tíbet y los aborígenes
miao del sudoeste de China.
Yongzheng veía la renovada amenaza de los dzúngaros como la
más grave a largo plazo, a pesar de que las fuerzas de Kangxi los ha-
bían derrotado en 1696. Estaba convencido de que la única forma de
someter a los dzúngaros era preparando meticulosamente una impor-
tante concentración militar en el oeste lejano. Pero las líneas de abas-
tecimiento eran Iarguísimas y era dificil evitar que los preparativos tras-
cendieran. La corte estaba llena de espías y el principal grupo de debate
político del emperador -el Consejo Deliberativo de Príncipes y Altos
Funcionarios- fue incapaz de mantener el secreto de sus reuniones. En
Pekín había también muchos príncipes y princesas mongoles, genera-
les de las banderas, mercaderes ambulantes y lamas leales a la Iglesia
budista tibetana, y cualquiera de éstos podía difundir noticias sobre las
intenciones de los Qjng. En vista de ello, al principio Yongzheng man-
tuvo sus planes militares en privado y limitó la participación en los de-
bates a un grupo reducido integrado por grandes secretarios que merecían
su máxima confianza, a los que dio en llamar «los grandes secretarios in-
teriores». (El título servía para distinguirlos de los que trabajaban en la
corte «exterior» con la burocracia regular.)
Los tres miembros clave de este grupo eran su leal hermano menor,
Yinxiang (que también dirigía la oficina auditora de los ingresos) y dos
miembros chinos del Gran Secretariado, Zhang Tingyu y Jiang Tingxi.
Zhang Tingyu, hijo de uno de los asesores en los que más confiara
Kangxi, hablaba el manchú con soltura y había desempeñado el cargo
de ministro de Hacienda; Jiang Tingxi también había estado al fren-
te de ese ministerio y era, además, un pintor de fama nacional. Ambos
hombres también tenían un título superior 6inshi} obtenido en los exá-
menes, habían servido en la prestigiosa Academia Imperial Hanlin en
virtud de su excelencia como letrados y procedían de dos prósperas
provincias del delta del Yangzi; Zhang Tingyu procedía de Anhui y
Jiang Tingxi, de Jiangsu. Por tanto, cabe verlos como representantes de
los niveles superiores de más talento de la burocracia china tradicional

144
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jap('"

EL TRATADO
DE KIA}TA,
1727

que en ese momento, más de ochenta años después de la conquista, eran


firmemente leales a su emperador manchú de apariencia china. En 1729
los tres hombres ya supervisaban una organización nueva y secreta, la
Oficina de Finanzas Militares, con la ayuda de un pequeño grupo de
funcionarios experimentados de nivel intermedio, tanto manchúes como
chinos, procedentes de diversos ministerios - en especial del de Hacien-
da-, en cuya discreción se podía confiar. Ni siquiera los otros miem-
bros del Gran Secretariado conocían los detalles de su trabajo y hasta
el reinado del hijo de Yongzheng, Qjanlong, la gente no conocería esta
oficina, que adquiriría prominencia con el nombre de Gran Consejo.'
Así que, una vez más, como hiciera en el caso de las finanzas, Yong-
zheng creó una red oficiosa pero eficiente para incrementar su propio
poder y desviar ciertas informaciones y ciertas decisiones de los seis mi-
nisterios regulares y su personal. ¿Por qué esta desviación secreta de los
cauces habituales? Parte de la respuesta es probablemente que Yong-
zheng y sus consejeros temían que hubiera transacciones financieras dis-
cutibles en los complicados y caros preparativos logísticos de las cam-
pañas en el oeste y querían ocultar sus planes a los ministerios oficiales.
También es probable que quisieran mantener en secreto la dimensión

145
de sus operaciones. De ahí que nos encontremos con que la Ofici-
na de Finanzas Militares llevaba cuentas detalladísimas de cosas tales
como el número de mulas o camellos y carros que tal vez se necesi-
tarían para transportar los pertrechos para determinado número de
soldados.
Otra razón de las nuevas medidas fue que los grandes secretarios
interiores frecuentemente necesitaban deliberar sobre los memoriales
de palacio secretos. En algunos casos éstos debían archivarse, dado que
el emperador, al fin y al cabo, no podía llevar todos estos detalles en
la cabeza y el único lugar seguro para archivarlos era una oficina do-
tada de personal especial bajo medidas de seguridad extremas. Yong-
zheng también podía comunicarse con sus generales destacados en el
frente por medio de las llamadas «cartas de la corte», que redactaban
para él, tras debatir su contenido, los grandes secretarios interiores y se
despachaban rápida y secretamente al destinatario. Esto ahorraba tiem-
po al emperador, que ya respondía en persona, a menudo muy exten-
samente, a entre cincuenta y cien memoriales de palacio al día. Como
las cartas de la corte las redactaban otros por él en secreto, el empera-
dor podía dedicar ahora tiempo a añadir notas personales que demos-
traban a sus generales destacados en la frontera la gran confianza que
tenía depositada en ellos. «¿Cómo estás después de cabalgar en tu ca-
ballo bajo el viento y la nieve?», escribió al general Yue Zhongqi, que
se encontraba en las provincias del lejano oeste. «¿Están los oficiales,
las tropas y los animales en buenas condiciones?» 0, de nuevo a Yue
Zhongqi: «He hecho una selección de días prometedores para que em-
pieces tu viaje de Xi'an al frente y te la mando»."
Finalmente, las nuevas medidas dieron fruto en forma de conside-
raciones sobre la seguridad del Estado relativas a los peligros que para
el emperador representaban sus propias fuerzas. Las amenazas en P'>
tencia abundaban. Por ejemplo, uno de los hermanos de Yongzheng
en los que menos confiaba llevaba tiempo sirviendo en las campañas
del Tíbet cuando el emperador subió al trono. Uno de los amigos más
íntimos de Yongzheng, mientras servía en calidad de general al mando
de Sichuan y Gansu, había estado involucrado en los complots de los
hermanos del emperador y había recibido la orden de suicidarse en 1727.
y el nuevo general que mandaba en la región, Yue Zhongqi, aunque el
emperador le había dado las muestras de afecto y aprecio que acaba-
mos de citar, descendía de Yue Fei, famoso entre todos los chinos como
gran patriota que, en el siglo XII, fue asesinado en la cárcel por los go-
bernantes de la dinastía Song, que era también la suya, a pesar del valor
con que había luchado contra los invasores jürchen. Evitar algunas o

146
todas estas amenazas potenciales por parte de sus propios militares obli-
garía a Yongzheng a andarse con cuidado.
La campaña contra los dzúngaros planeada durante mucho tiempo
fue mal. En 1732 el general Yue Zhongqi, desde su cuartel general avan-
zado en Barkul, pudo atacar al enemigo en Urumchi, pero no pudo pro-
teger a sus propias fuerzas en Hami de los contraataques del enemigo.
El general que compartía el mando con Yue Zhongqi actuó temeraria-
mente y cayó en una emboscada con su ejército de diez mil soldados
cerca de Jobdo; aunque el general consiguió escapar, perdió cuatro
quintas partes de sus hombres y la mayoría de sus oficiales. Yongzheng
condenó a ambos generales a muerte por estos fallos y por cargos de
corrupción relacionados con ellos, aunque más adelante conmutó las
penas de muerte. Debido a estos fallos, se necesitarían treinta años más
para solucionar los problemas en la frontera de esta región.
Yongzheng también empleó algunos de sus nuevos canales de co-
municación para coordinar la guerra en el sudoeste de China contra
los pueblos indígenas miao. Colonizadores chinos iban penetrando
en las provincias de Yunnan y Guizhou desde el sometimiento de los
Tres Peudatarios, obligaban a los habitantes de los valles a retirarse a
las montañas y trastornaron la sociedad local al abrir minas de plata
y cobre. En 1726 Yongzheng nombró a Oertai gobernador general de
toda la región. Administrador con experiencia, miembro de una fami-
lia de guerreros de la bandera azul y buen conocedor tanto de la lengua
china como de la manchú, Oertai permanecía en comunicación cons-
tante con el emperador por medio de sus memoriales de palacio. En
ellos daba cuenta de sus esfuerzos por acabar con el poder de los cabe-
cillas miao de la región, confiscar las tierras de sus tribus y obligarles
a reinscribirse y ser administrados como parte del sistema chino de pre-
fecturas. Los ejércitos de los Qjng cercaban y mataban a los que se re-
sistían; los que se sometían perdían igualmente los derechos sobre sus
tierras, pero a menudo eran rehabilitados como administradores con
sus estipendios.
En 1728 el emperador tomó una medida sumamente excepcional
y nombró también a Oertai gobernador general de Guangxi con el fin
de acelerar el sometimiento de las tribus de la región. Los largos co-
mentarios de Yongzheng en los memoriales de palacio insistían en ani-
mar a Oertai a seguir adelante, debatían problemas espinosos y analiza-
ban la actuación de otros funcionarios destinados allí. En 1732 Oertai,
después de lograr en gran medida pacificar el sudoeste, fue llamado a
Pekín para servir simultáneamente en la Oficina de Finanzas Militares.
Sustituyó al príncipe Yinxiang y a Jiang Tingxi, puesto que ambos ha-

147
bían muerto mientras Oertai se encontraba en el sudoeste. Él y Zhang
Tingyu se convirtieron así en los asesores de mayor confianza de Yong-
zheng en la capital.
El examen de estas innovaciones en la supervisión de las finanzas,
el sistema de comunicaciones y los asuntos militares nos permite ver la
evolución del imperio de los Qjng respecto a la unidad y la autocracia.
En el periodo de casi un siglo a partir de la conquista llevada a cabo
por los Qjng, el poder de los grandes regentes o nobles manchúes para
gobernar el país -e incluso sus propias banderas- había disminuido.
Los hermanos del emperador aún podían representar un peligro para
éste, pero era posible manipularlos o someterlos. La burocracia regular
se consideraba útil en muchos sentidos, pero un obstáculo en otros, es-
pecialmente cuando se requería rapidez y confidencialidad. Pese a ello,
Yongzheng no siguió el mismo camino que tantos autócratas y no se
limitó a formar una oficina nueva e importante, colocar en ella a sus
propios hombres e insistir en que monopolizara la toma de grandes de-
cisiones. En vez de ello, creó una oficina de apariencia comente con un
título anodino y dispuso que los que trabajaran en ella tuvieran otros
empleos al mismo tiempo; de esta manera, sus salarios y sus categorías

148
oficiales se derivarían de otras funciones burocráticas más convencio-
nales. Yongzheng era un táctico notable con inclinación a las estructu-
ras extraoficiales y secretas, en las cuales tenía fe. Para él, el dominio de
esas estructuras era la esencia del poder.

Autoridad moral
El emperador Yongzheng se interesaba por otras cosas además de
los asuntos administrativos. Se preocupaba mucho por los valores mo-
rales y culturales, y sus convicciones morales influían en muchas de sus
decisiones importantes. Al parecer, era un hombre que estaba conven-
cido de su propia rectitud y sus declaraciones indican que existía un
vínculo entre su concepto fundamental del poder y su idea de la su-
perioridad del emperador. Podemos verlo en su forma de tratar una
amplia serie de asuntos: la Iglesia católica, el caso Lu Liuliang, la am-
pliación del Edicto Sagrado de su padre, la edición de la gran enciclo-
pedia Gujin tushu jicaeng, el interés por el budismo. los problemas de
los obreros industriales y de la adicción al opio, y la emancipación de la
llamada "gente humilde". En un nivel interpretaba el papel de monar-
ca confuciano; en otro, seguía mostrando la impaciencia autocrática de
sus antecesores, los conquistadores manchúes.
Con los misioneros católicos, Yongzheng fue aún más duro de 10
que había sido su padre en los últimos años de su vida. No sólo la po-
lémica sobre los ritos seguía dividiendo a la comunidad católica de Chi-
na, sino que como mínimo dos jesuitas. creyendo tal vez que había
una probabilidad de convertir al emperador. habían cruzado corres-
pondencia con uno de los hermanos de los que menos se fiaba Yong-
zheng, en la cual utilizaban el alfabeto latino como si fuera un código
cifrado. Al descubrirlo, su ira se extendió a ciertos letrados que cono-
cían a los misioneros y alcanzó, también, a la totalidad de la Iglesia ca-
tólica. Exceptuando los pocos misioneros que servían en la corte de
Pekín, se ordenó a todos los demás, que vivían en diversas provincias,
que se reunieran en Cantón o Macao; varias iglesias provinciales fueron
convertidas en escuelas o en hosterías. Como Yongzheng se había de-
clarado públicamente contrario a las camarillas y los partidos políticos,
y criticaba con frecuencia el concepto de "facciones". denunció coléri-
camente la influencia de la Iglesia como facción. Pese a ello, se abstuvo
de prohibirla de forma definitiva y adoptó una elevada actitud moral:
«Los bárbaros lejanos vienen aquí atraídos por nuestra cultura". señaló

149
en 1726. «Debemos mostrarles generosidad y virtud>" Aunque, de he-
cho, sólo se ejecutó a uno durante este periodo, Jos misioneros como
grupo tenían que comportarse de forma extraordinariamente circuns-
pecta. Su influencia menguó tanto que los únicos cometidos importan-
tes que siguieron desempeñando en la corte fueron como directores de
la oficina de astronomía y pintores en los estudios imperiales.
El caso Lu Liuliang provocó en el emperador una reacción de pa-
recida complejidad, una mezcla de venganza y compasión. Lu Liuliang
era un letrado, médico y monje furibundamente antimanchú, que ha-
bía muerto en 1683 después de estipular en su testamento que no le en-
terraran vestido a la usanza de los manchúes. Algunos de sus escritos, que
contenían comentarios despectivos sobre los manchúes y otros bárba-
ros, circulaban por China central y fueron leídos por, entre otros, un
joven e impresionable maestro de escuela llamado Zeng jing. Impul-
sado por el ardor antimanchú tras leer los escritos de Lu Liuliang, y
dando crédito a los rumores que decían que Yongzheng era un usur-
pador, en 1728 Zeng Jing intentó persuadir al general Yue Zhongqi, que
estaba en Sichuan preparándose para la campaña contra los dzúngaros,
de que se rebelara contra el emperador Yongzheng. Yue Zhongqi res-
pondió fingiendo que simpatizaba con él hasta que hubo desentrañado
los detalles del complot y entonces informó a Yongzheng de lo que ha-
bía averiguado.
Yongzheng investigó el asunto y montó en cólera al descubrir los
escritos de Lu Liuliang y la amplia difusión que habían tenido los ru-
mores que le acusaban de usurpador. Su respuesta fue triple: ordenó
exhumar y descuartizar el cadáver de Lu Liuliang y esclavizar o desterrar
a todos los miembros de su familia que todavía vivieran; escribió una
enojada y detallada refutación en la que trataba de probar que era en
verdad el sucesor que su padre había elegido, refutación que todos los
poseedores de un título obtenido en el examen de Estado tenían la obli-
gación de leer; e hizo el gesto dramático de perdonar a Zeng Jing, con
sólo una reprimenda, alegando que era joven y crédulo.
Yongzheng proyectó deliberadamente esta imagen, que vinculaba
la benevolencia confuciana y la severidad paterna de otras maneras, y
amplió el Edicto Sagrado de su padre. Kangx:i se había dado por satis-
fecho con hacer un breve resumen de dieciséis puntos morales para
ayudar a sus súbditos a llevar vidas obedientes y pacíficas. Pero Yong-
zheng amplió extensamente cada una de las máximas de su padre y
preparó discursos que los letrados locales debían pronunciar dos veces
al mes hasta en los poblados. En sus ampliaciones, Yongzheng hacía
especial hincapié en la necesidad de comunidades locales integradas

150
que pagasen sus impuestos puntualmente, que evitaran los odios de
sangre y que se protegieran de los forajidos; en el papel del ahorro y la
laboriosidad en una economía agrícola; en la evitación de pleitos, y en
el fomento de un sistema de educación que enseñase conducta moral
y ortodoxia, al tiempo que renunciaba a las «doctrinas falsas". Todos
los que deseaban presentarse a los exámenes de condado tenían que
conocer las máximas ampliadas y los comentarios del emperador. Tam-
bién se hicieron versiones simplificadas, preparadas por algunos de los
funcionarios de Yongzheng, a fin de que los discursos pudieran pro-
nunciarlos incluso personas de educación limitada y dirigirse a pueblos
minoritarios que hablaban sus propias lenguas, distintas del han. Fue
un intento serio y concienzudo de adoctrinamiento a escala nacional
que Yongzheng creía que iba a mejorar los pensamientos y la conducta
de la gente, e intensificar su lealtad al Estado. Estas pautas de adoctri-
namiento moral pasarían a ser un tema recurrente en la futura historia
de China, tanto después de las grandes rebeliones de mediados del si-
glo XIX como bajo los sucesivos gobiernos de los nacionalistas y los co-
munistas chinos.
El comportamiento de Yongzheng en lo que se refiere a la publica-
ción de la Gujin tushu jicheng reveló una faceta aparentemente mezqui-
na de la naturaleza del emperador, pero la seriedad con que llevó a
cabo el proyecto es un indicador importante de la interrelación de los
valores políticos y culturales durante la época Qjng. La Gujin tushu ji-
cheng [Colección completa de ilustraciones y escritos desde los tiempos
más antiguos hasta los actuales] era una enciclopedia enorme, fruto de
decenios de erudición del letrado Chen Menglei. Con la ayuda de dece-
nas de letrados, del tercer hijo del emperador Kangxi, que se convirtió
en su mecenas, y, finalmente, del patronazgo del propio Kangxi, Chen
Menglei quiso reunir la totalidad de los mejores escritos sobre fenó-
menos naturales, geografía, historia, literatura y gobernación. El resul-
tado, sin duda uno de los libros más extensos de la historia del mundo,
llenaba 800.000 páginas y contenía más de cien millones de caracteres
chinos. Los tipos de cobre para imprimir esta obra inmensa ya estaban
preparados cuando murió Kangxi.
Yongzheng estaba decidido a asegurarse de que el mérito de la gran
empresa no se atribuyera a este hermano en particular, al que odiaba,
y se valió del hecho de que Chen Menglei había servido en otro tiem-
po con uno de los Tres Feudatarios para declararlo traidor y desterrar-
lo a Manchuria. Yongzheng borró seguidamente todas las huellas del
trabajo de Chen Menglei en la preparación de la obra y toda mención
de la participación de su hermano mayor en el proyecto. Después de

151
un lapso de cuatro años, que supuestamente se usó para «corregir» la
enciclopedia, ésta se publicó como obra del propio Kangxi; uno de los
grandes secretarios interiores en quienes más confiaba Yongzheng cons-
taba como redactor jefe de la «revisión».
En el campo del budismo pueden verse de nuevo las polaridades
en el comportamiento de Yongzheng, que desempeñaba el papel do-
ble de creyente fervoroso y autócrata. La escuela del budismo que más
atraía a Yongzheng era la denominada Chan, que había empezado a
florecer en China un milenio antes. Los devotos de la escuela Chan se-
guían un austero programa de meditación e introspección a fin de lle-
gar a comprender con el tiempo que el mundo llamado «práctico» en
el que habitaban era en realidad un mundo ilusorio. También creían
que la naturaleza de Buda era inmanente a todos los seres y que todos
los individuos podían obtener iluminación por medio de la fe y la con-
centración. Fiel a estas creencias, Yongzheng se reunía regularrnente en
su palacio de Pekín con un grupo de estudio Chao formado por cator-
ce personas, a saber: los cinco hermanos suyos en los que todavía con-
fiaba, una selección de altos funcionarios, un monje taoísta y cinco
monjes budistas. También autorizó que una imprenta budista publica-
se sutras, es decir, pasajes de las escrituras budistas. Sin embargo, cuan-
do Yongzheng discrepó de las interpretaciones doctrinales que habían
hecho dos monjes budistas a finales de la época Ming y que aún ob-
servaban muchos creyentes de la escuela Chan en sus propios tiempos,
ordenó quemar los polémicos libros de los dos monjes y obligó a sus
seguidores a renunciar a ellos y a sus obras.
Podemos ver cómo los valores sociales de Yongzheng afloran a la su-
perficie en el campo de las relaciones laborales también. El territorio al-
rededor de Suzhou, al sur del Yangzi, era famoso en el siglo XVIII como
centro del comercio de la seda y el algodón. Entre la numerosa fuerza
laboral de la zona había unos hombres que eran legendarios por su gran
fuerza flsica y que utilizaban rodillos enormes, de unos cuatrocientos
cincuenta o más kilos, para prensar y acabar los tejidos. Estos «calan-
dradores», como los llamaban, se mataban trabajando a cambio de sa-
larios míseros: se necesitaba casi un día entero para calandrar un corte
de tejido de unos veinte metros de longitud, y cada trabajador percibía
once monedas de cobre, esto es, poco más de una centésima parte de
un tael de plata, por este trabajo. Esta suma apenas daba para subsistir
en una época en que el precio base de un picul de cereales (aproxima-
damente cincuenta kilos) era de alrededor de un tael en el mercado libre.
Durante el reinado de Kangxi estos calandradores se declararon en
huelga varias veces para exigir no sólo mejoras salariales, sino también

152
el derecho a construir un hospital, un orfanato y un local para reunir-
se. Los huelguistas no consiguieron nada y sus líderes fueron apaleados,
pero se alzaron en señal de protesta una vez más en 1723 y de nuevo
en 1729. Como había más de ocho mil de estos trabajadores duros y
comprometidos en los alrededores de Suzhou, Yongzheng se tomó el
asunto en serio, pero los posibles vínculos de los calandradores con re-
beldes y agitadores de fuera le preocupaban mucho más que sus pobres
condiciones económicas. El emperador alabó al gobernador que detu-
vo e interrogó a veintidós de los trabajadores.
Gracias a memoriales de palacio que se conservan y llevan entre lí-
neas las largas inscripciones del emperador, podemos ver la gran mi-
nuciosidad con que Yongzheng llevó a cabo la investigación, que dio
como resultado la inquietante noticia de que algunos de los trabaja-
dores estaban relacionados con expertos en artes marciales, adivinos,
médicos, propietarios de burdeles de hombres y de mujeres e incluso
algunos presuntos aliados de un pretendiente al trono Ming que había
huido a Filipinas. Sólo después de que se aclararan todos estos elemen-
tos en 1730 y se castigase a los conspiradores escribió el emperador a su
informante, utilizando tinta de color bermellón, una anotación que de-
da: «Bien, ahora puedes mandar un memorial público». Dicho de otro
modo, hasta ese momento no se permitiría a los ministerios de Pekín
y a los grandes secretarios conocer todos los detalles sobre los que el
emperador y unos cuantos funcionarios favorecidos habían estado cavi-
lando durante siete años.
En el campo de la adicción al opio, el emperador pisaba terreno
nuevo e inexplorado. Si bien había constancia de cierto uso del opio
por sus propiedades medicinales y narcóticas desde el siglo XI, la adic-
ción a esta droga no se propagó por la China continental hasta después
de que la costumbre de fumar tabaco se hiciera popular durante el si-
glo XVII y las técnicas de fumar opio fueran introducidas por soldados
que volvían de Taiwan, adonde habían sido enviados a sofocar la re-
belión de Zhu Yigui en 1721. Yongzheng supo de la magnitud del pro-
blema en los comienzos de su reinado y decidió prohibir que se fu-
mara opio, pero, como no había ningún precedente claro en el código
de leyes chino, fue necesario recurrir a varias cláusulas por analogía.
Así, los traficantes de opio serían condenados, al igual que los vende-
dores de artículos de contrabando, a llevar un pesado cepo de madera
llamado «canga» durante un mes, transcurrido el cual serían desterra-
dos a una guarnición militar en la frontera. Los que atrajesen a perso-
nas inocentes a sus fumaderos serían condenados, al igual que los pre-
dicadores de religiones heterodoxas, al estrangulamiento (a reserva de

153
atenuación de la pena tras e! correspondiente recurso). A los que fu-
maran o cultivaran opio se les administrarían cien latigazos conforme a
las penas que se imponían a los infractores de las órdenes imperiales.
Pero en 1729 Yongzheng recibió un largo memorial que le hizo
pensar más detenidamente en e! problema de! opio. El memorial se re-
fería a un vendedor de opio llamado Chen, que, de acuerdo con las
leyes, había sido condenado a la confiscación de todos sus bienes, a
llevar la canga y a ser desterrado. Pero e! vendedor de opio hizo pro-
testas de inocencia y alegó que sólo había vendido opio medicinal por
razones relacionadas con la salud y no para fumarlo. Al examinar las
pruebas, Yongzheng reconoció que era en verdad una distinción váli-
da y que los funcionarios debían cerciorarse siempre de los móviles en
los casos que se estuvieran investigando. Era muy posible que el alu-
dido Chen, tendero de Pujian que había cambiado sus «pasteles de na-
ranjas secas» con un mercader de Guangdong por unos dieciocho kilos
de opio, fuese un comerciante o farmacéutico legítimo en vez de un
maleante. Tal como comentó sensatamente el emperador: «Si el opio
es de contrabando, entonces Chen no debería ser perdonado graciosa-
mente. Si no es de contrabando, entonces épor qué 10 habéis almace-
nado en la tesorería provincial? Es e! capital que con gran esfuerzo ha
ganado el pueblo común. ¿Cómo podéis resolver un error cometiendo
otro error y privarle así de su medio de vida?»." He aquí un ejemplo
concreto de una situación en la cual el gobernante absoluto del mayor
imperio del mundo aún podía vigilar de cerca problemas sociales, tra-
tar de imponer cierto grado de equidad económica y presentarse como
supremo árbitro cultural.
Tal vez el gesto más dramático que en este sentido hizo Yongzheng
fue la decisión de emancipar a la «gente humilde» de China. Esta de-
signación se aplicaba a varios grupos a los que se consideraba margi-
nados de la sociedad y se les prohibía servir al Gobierno en cualquier
capacidad o presentarse a los exámenes de Estado: la «gente del canto»
de Shaanxi y Shanxi, que cantaba e interpretaba música en las bodas y
los entierros; la llamada «gente perdida» de Zhejiang; los sirvientes he-
reditarios de Anhui y los mendigos hereditarios de jiangsu; los barque-
ros, los recolectores de ostras y los pescadores de perlas de ciertas tri-
bus que trabajaban en los peligrosos mares de la costa de! sudeste; los
humildes «habitantes de chozas» que recolectaban cáñamo e índigo en
la frontera entre Zhejiang y Pujian; y otros que trabajaban como escla-
vos domésticos. Quizá Yongzheng se sintió impulsado a cambiar la baja
condición de estos grupos más por su deseo de instaurar un código uni-
ficado de moral pública que por un sentimiento de compasión sincera,

154
pero el hecho de que entre 1723 y 1731 promulgara una serie de edic-
tos para liberar a estas personas demuestra la constancia y la tenacidad
con que quiso poner fin a este tipo de discriminación.
A corto plazo los edictos surtieron menos efecto del que esperaba
el emperador. Muchos miembros de la «gente humilde» siguieron de-
dicándose a sus humildes ocupaciones por voluntad propia, a la vez
que muchos otros estaban acostumbrados a su estatus de degradación
y sencillamente lo aceptaban, aunque las leyes hubieran cambiado. Al
público en general no le entusiasmaba la idea de aceptar a estos margi-
nadas como iguales, a pesar de los edictos de Yongzheng. Pero a largo
plazo éstos produjeron el efecto deseado y poco a poco muchos de los
grupos despreciados pudieron ocupar un lugar más estable en la socie-
dad Qing.
Aquí, como en otros momentos de su reinado, Yongzheng tuvo
oportunidad de aprender que la naturaleza humana podía ser obstina-
da y que las expresiones públicas de preocupación moralista no cam-
biaban forzosamente las pautas endógenas de comportamiento; pero
no podemos saber si se tomó la lección en serio. Su creencia en sus
propios poderes de persuasión siguió intacta y Yongzheng continuó
exhortando a sus funcionarios y a sus súbditos hasta el día de su muer-
te. Su moralismo práctico es una señal de cuán profundamente los go-
bernantes manchúes del Estado Qjng habían interiorizado las virtudes
confucianas tradicionales.

155
5
La sociedad china y el reinado de Qianlong

«Como el sol al mediodía»

p
~
El reinado de Qjanlong duró de 1736 a 1799 y fue el más largo
de la historia de China. Cuando sumamos este periodo al rei-
nado de Kangxi, cuya duración fue casi igual, y añadimos el de Yong-
zheng, vemos que tres emperadores gobernaron China durante todo el
espacio de tiempo comprendido entre 1661 y 1799. Al comparar los
acontecimientos acaecidos en estos reinados con lo que ocurrió en Amé-
rica del Norte durante un periodo parecido, desde la fundación de Nue-
va York como colonia inglesa hasta la muerte de George Washington, o
en Gran Bretaña desde la Restauración de Carlos 11 hasta la Revolución
Industrial, podemos ver por qué China ha presentado a los observa-
dores extranjeros una imagen tan extraordinaria de estabilidad y conti-
nuidad.
El emperador Qjanlong comenzó su largo reinado con espíritu de
vigoroso optimismo. Cuarto hijo de Yongzheng, Qianlong subió al tro-
no pacíficamente a los veinticinco años de edad, sin haber conocido lu-
chas entre facciones como las que habían atormentado la juventud de
su padre. Yongzheng había tenido la previsión de consignar por escrito
y en secreto el nombre del sucesor que había elegido y de guardar el
documento bajo llave en un cofre para que no pudiera haber disputas.
Qjanlong había recibido una preparación esmerada para desempeñar el
papel de emperador y no albergaba ninguna duda sobre sus capacida-
des ni sobre la grandeza de la dinastía que él presidía. Pero añadió una
dimensión nueva al Gobierno Qing porque se consideraba no sólo em-
perador de China, sino también gobernante de un imperio asiático mul-
ticultural. Sumó así a las dimensiones políticas del Gobierno nuevos
elementos religiosos, lingüísticos y raciales, que hicieron necesario un
replanteamiento de la herencia manchú y de la naturaleza del poder.
El logro más importante de Qjanlong fue la conquista y la inte-
gración de enormes extensiones de territorio en el oeste -la región que

156
más adelante se llamaría Xinjiang, los «Nuevos Territorios»- en el Es-
rado chino. Dobló con ello la extensión territorial de China, acabó de-
finitivamente con los problemas que causaban los dzúngaros y fijó una
frontera firme con Rusia en el oeste, que se añadiría a las fronteras del
norte que habían establecido los tratados de Nerchinsk y Kiajta. Llevar
a cabo esta inmensa tarea requirió mucho tiempo y mucho dinero y es-
tuve vinculado (como en tiempos de Kangxi y Yongzheng) al progreso
de las campañas en el oeste de Sichuan y el nordeste del Tíbet.
Buscando un líder para las campañas del oeste, Qjanlong depositó
mucha fe en un miembro manchú de las banderas que hasta entonces
era desconocido. Se llamaba Zhaohui y había ascendido en el escala-
fón burocrático del Gran Secretariado durante el decenio de 1730 has-
ta convertirse en intendente de los ejércitos de los Qjng en Sichuan,
antes de ser enviado al frente dzúngaro con el mismo título. Allí se
ofreció voluntariamente para el servicio activo. Después de una serie
de aventuras extraordinarias entre 1756 y 1759, que incluyeron la defec-
ción de sus aliados clave, el asesinato de sus emisarios por musulma-
nes en Turkestán, privaciones que obligaron a sus tropas al canibalis-
mo y marchas forzadas de centenares de kilómetros por terreno dificil,
Zhaohui consiguió tomar las ciudades de Kashgar y Yarkand en 1759. Las
tropas de los Qing asesinaron a las últimas fuerzas dzúngaras con gran
crueldad. A partir de entonces los nuevos territorios fueron administra-
dos por un gobernador militar que tenía su base en Ili, y un segundo
gobernador cuya base estaba en Urumchi, y se fortaleció la lealtad de
las tribus de Mongolia a los Qjng. Cuando e! general Zhaohui regresó
a Pekín, Qjanlong salió de la ciudad para darle personalmente la bien-
venida, honor casi sin precedentes.
De! mismo modo que personal manchú de la Lifan Yuan se había
encargado de todas las negociaciones diplomáticas con los dzúngaros
y los mongoles, también ahora la administración de los nuevos terri-
torios del oeste siguió en manos de los manchúes y unos cuantos chi-
nos experimentados de las banderas. No se abrió la región a la colo-
nización y población por parte de chinos, sino que se mantuvo como
zona fronteriza estratégica. La ocuparon guarniciones muy numerosas
de banderas manchúes y chinas, entre 15.000 y 20.000 soldados y cien
mil personas dependientes de ellos, lo cual costaba a los Qing como
mínimo tres millones de taels al año. Los habitantes, que en gran par-
te eran musulmanes, tenían sus propios líderes religiosos y seguían sus
propias y estrictas prácticas alimentarias; los manchúes también les exi-
mieron de la obligación de afeitarse la cabeza y dejarse la coleta. Los je-
fes civiles de los musulmanes, conocidos como -begs», estaban ligados

157
al Estado Qing por sus salarios y títulos. Se llevó a cabo una expansión
de! comercio de mercancías como el cobre, las piedras preciosas, el sao
litre, la lana para mantones, y también esclavos, si bien la corte man-
chú siguió ejerciendo el monopolio virtual de las minas de jade y oro,
los minerales más valorados de la región. Como prueba adicional de su
nueva expansión en Asia, Qianlong tomó una mujer de una rica fami-
lia musulmana de Xinjiang para que fuese una de sus concubinas. Esta
mujer tenía permiso para seguir al pie de la letra las prácticas religio-
sas y alimentarias musulmanas y acompañó al emperador en varias de
sus prolongadas visitas al norte y al centro de China. Murió en e! dece-
nio de 1780 y la enterraron en una tumba especial, con pasajes de! Co-
rán en árabe grabados en su sarcófago de piedra.'
Las inmensas campañas de Qjanlong no se habían dirigido desde la
pequeña y secreta Oficina de Finanzas Militares, como en e! reinado
de Yongzheng. Aunque la oficina a través de la cual se coordinaron las
campañas llevaba e! mismo nombre en chino que la de Yongzheng, su
alcance y su personal se habían ampliado muchísimo, al igual que su po-
der y su visibilidad en e! conjunto del Gobierno. Por este motivo, a
partir de! reinado de Qjanlong e! nombre de la oficina se tradujo al in-
glés por el de «Crand Council» [Gran Consejo [. porque ahora su po-
der trascendía el de los seis ministerios e incluso el del Gran Secreta-
riado. Entre los primeros miembros del Gran Consejo de Qjanlong
estaban Oertai y Zhang Tingyu, los dos consejeros de confianza de su
padre, Yongzheng. Oertai y Zhang Tingyu dieron continuidad al Go-
bierno y poco a poco se unió a ellos un grupo reducido de ministros
escogidos cuidadosamente, y el total continuó siendo de seis o siete
miembros durante la mayor parte del reinado de Qjanlong. Los inte-
grantes del Gran Consejo contaban con el respaldo de una secretaría
integrada por unas doscientas cincuenta personas, las cuales servían por
tumos y veinticuatro horas al día para que las oficinas clave nunca
estuvieran desatendidas.
El Gran Consejo se convirtió en el centro donde se archivaban los
importantes memoriales de palacio que altos funcionarios llevaban por
toda China. Dado que estos memoriales se copiaban, eran evaluados
por un círculo más amplio de consejeros y con frecuencia se pasaban a
los ministerios para que los comentasen, empezaron a perder sus fun-
ciones simbólicas y reales como instrumentos especiales que vinculaban
al funcionario y al gobernante. Como si reconociera esto, los comenta-
rios que Qjanlong escribía con tinta de color bermellón en los me-
moriales solían ser formularios -«Tomo nota», «Leído», «Mandadlo al
ministerio pertinente», etcétera- y apenas transmitían la sensación de

158
afecto e intimidad ni, de hecho, de enojo o preocupación que habían
caracterizado los comentarios de su padre y su abuelo.
Esto no quiere decir que Qjanlong no fuera un gobernante con-
cienzudo, porque lo era. Se reunía regularmente en audiencia con fun-
cionarios superiores, leía los documentos que le presentaban, hacía
muchos viajes tanto a las ciudades del delta del Yangzi como a Man-
churia, coordinaba las campañas militares y promulgaba numerosos
edictos sobre importantes cuestiones de política. Se trataba más bien
de dejar gran parte de la tarea de tomar decisiones a los miembros del
Gran Consejo y permitir que se evaporase la sensación de dinámico li-
derazgo central que caracterizara los reinados de Kangxi y Yongzheng.
Esta pérdida de impulso puede verse en su manera de abordar la
reforma de la recaudación rural de impuestos que tanto preocupara a
Yongzheng. Aunque Qianlong había ordenado que todos los que qui-
sieran presentarse a los exámenes de nivel superior para obtener un
jinshi en 1742 escribiesen ensayos sobre el sistema provincial de rentas,
y había pedido lo mismo a sus altos funcionarios, poco a poco, casi
de manera fortuita, los elementos clave de esa estrategia fiscal cayeron
en desuso. Las provincias ricas con un superávit de rentas locales reci-

159
bieron la orden de entregarlo a las provincias pobres. El resultado fue
que las provincias ricas perdieron la oportunidad de tomar importan-
tes iniciativas locales que podrían haber fortalecido su gobierno, al
tiempo que las provincias pobres perdieron todos los incentivos para
expandir su sistema de recaudación o reformar su base económica.
Con mayor frecuencia cada vez, los magistrados locales se queda-
ban con los superávits en lugar de enviarlos al comisario provincial de
finanzas. De forma paulatina volvieron los antiguos abusos de los pa-
gos adicionales y los cobros y recargos ilegales. El Ministerio de Ha-
cienda instituyó lentamente un sistema que obligaba a someter cada
partida de los gastos locales a la aprobación de miembros de su perso-
nal en Pekín antes de que pudiera gastarse el dinero. Esto provocó una
avalancha de papeleo y un sistema absurdo en el cual asuntos triviales
tardaban años en resolverse y asuntos importantes nunca se resolvían.
Un documento del Ministerio de Hacienda de este periodo y proce-
dente de la capital de la provincia de Hebei muestra que los funcio-
narios provinciales tenían que ocuparse de cosas tales como el pago de
48 taels a los vigilantes de un puente, 105 taels en concepto de salarios
de marineros y 12 taels correspondientes a las pensiones de dos viudas.
Qjanlong adoptó una actitud parecida a la de su padre ante los
asuntos culturales. Hacía alarde en público de su piedad filial, especial-
mente en el trato ritualizado que dispensaba a su propia madre, la em-
peratriz viuda. La mimaba y halagaba en grado extraordinario, la lleva-
ba consigo en sus suntuosos viajes a la región del delta del Yangzi e
incluso construyó una réplica de calles del sur en el palacio del norte
cuando la mujer ya no pudo seguir viajando. Para hacer profesión de
lealtad a su padre insultado, anuló el edicto de clemencia de Yong-
zheng y ordenó que el infortunado Zeng Jing -el torpe popularizador
de las ideas de Lu Liuliang en 1728- fuese despedazado en la plaza del
mercado de Pekín. Dispuso que se celebraran exámenes complementa-
rios para los letrados de categoría sobresaliente que no hubieran apro-
bado los exámenes de Estado regulares, dio gran importancia a los sis-
temas de conferencias locales que difundían los valores confucianos y
el Edicto Sagrado, honró a los ancianos con fiestas especiales y alabó
a las esposas y viudas virtuosas.
En algunos campos tomó iniciativas nuevas. Aumentó enormemen-
te la colección imperial de cuadros y caligrafla, para lo cual trajo a la
corte muchas de las mejores obras del milenio anterior. (Algunos en-
tendidos posteriores lo han criticado por escribir poemas rebuscados
sobre muchos grandes cuadros con su caligrafia pulcra pero mediocre,
lo cual echaba a perder la sutileza de las composiciones originales.) Pa-

160
troeinó a varios pintores jesuitas en la corte, especialmente al talento-
so italiano Giuseppe Castiglione, cuyos retratos de la realeza y grandes
escenas de cacerías y procesiones eran una mezcla sin par de compo-
sición china y perspectiva y coloración occidentales. Qjanlong empleó
a arquitectos y decoradores jesuitas para que trabajasen en un suntuo-
so palacio de verano de estilo europeo, el Yuan Ming Yuan, que se eri-
gió en un parque a orillas de un lago en las afueras de Pekín. Ordenó
compilar varias obras notables -genealogías, historias, descripciones de
ritualcs~ que preservarían fielmente y consagrarían la herencia manchú.
y para recalcar el poder de los Qjng como protectores de la religión,
hizo construir una réplica del gran templo lamaísta tibetano, el Potala,
en los jardines de su extenso palacio de verano en Rehe (lehol).
Con el fin de conservar la grandeza de la cultura china, Qjanlong
también ordenó que se hiciera una gran compilación de las obras lite-
rarias e históricas más famosas del pasado. llamada los "Cuatro Tesoros»
en virtud de sus cuatro componentes principales -clásicos, historias, fi-
losofla y obras literarias diversas-, no era sólo una selección de pasajes
sobre temas dererminados, como la Gujin tushu jicheng (la enciclopedia
publicada bajo el gobierno del abuelo y del padre de Qjanlong); era más
bien una antología completa, con doctas introducciones, en la cual
las obras seleccionadas se copiaron en su totalidad. Se necesitaron diez
años para hacer esta compilación, que cuando quedó terminada com-
prendía 3450 obras completas y comentarios sobre otras 6750 y llenaba
36.000 volúmenes manuscritos. Es uno de los grandes logros de la bi-
bliografla china.
La compilación de los Cuatro Tesoros también fue una especie de
inquisición literaria, ya que se registraron bibliotecas privadas y se cas-
tigó rigurosamente a los poseedores de obras consideradas ofensivas para
los manchúes. Estas obras fueron destruidas junto con volúmenes de
geografía o viajes que contenían información que se juzgó perjudicial
para la defensa de China. Tan minuciosa fue esta campaña que más de
dos mil obras que sabemos que tenían previsto destruír los asesores cul-
turales de Qianlong nunca se han recuperado. Algunos de los encar-
gados de dirigir el proyecto de los Cuatro Tesoros también tuvieron la
oportunidad de apoyar a las escuelas filosóficas a las que eran adeptos,
para lo cual omitieron las obras de rivales destacados o se valieron de
sus comentarios para subrayar sus propias opiniones filosóficas.
En muchas de las manifestaciones y actos de Qjanlong cabe de-
tectar un trasfondo inquietante, aunque tenue. Es el de un hombre que
ha recibido demasiados elogios y ha pensado demasiado poco, de al-
guien que ha actuado de cara a la galería en la vida pública, que ha

161
confundido la pompa con la sustancia, que ha buscado confirmación
y apoyo hasta para los actos corrientes y que no está realmente pre-
parado para tomar decisiones dificiles o impopulares. En medio de las
numerosas glorias de Qjanlong empezaban a aparecer señales de deca-
dencia e incluso desmoronamiento. Uno de los Cinco Clásicos, el
Libro de los cambios, había previsto esto, como sabría cualquier chino
culto. El quincuagésimo quinto hexagrama del Libro de los cambios es
feng. que significa «abundancia» o «plenitud», y su descripción princi-
pal dice:

La AIIVNDANCIA tiene éxito.


El rey consigue abundancia.
No estéis tristes.
Sed como el sol al mediodía.'

Pero el comentario antiguo de este pasaje añade:

Cuando el sol se encuentra en el mediodía, empieza a ponerse; cuando la


luna está llena empieza a menguar. La plenitud y la vaciedad del cielo y de
la tierra menguan y crecen en el transcurso del tiempo. [Cuánto más cier-
to es esto en los hombres, o en los espíritus y los dioses!

El confucianismo del siglo XVIII


Si se le hubiera preguntado, seguramente Qjanlong hubiese insis-
tido en que presidía un sistema confuciano de gobierno con medios
confucianos y hubiera podido justificar esta afirmación de muchas rna-
neras: el emperador y sus funcionarios veían las obras de Confucio
como depositarias fundamentales de la sabiduría ética; los clásicos con-
fiicianos formaban el plan de estudio básico de las escuelas y ocupa-
ban un lugar central en el sistema de exámenes de Estado; los valores
confucianos de lealtad y piedad filial unían a funcionarios y gober-
nantes, y a hijos y padres, del mismo modo que, en el campo, las con-
ferencias sobre temas confucianos a cargo de letrados y funcionarios
iban dirigidos a unificar al pueblo en la obediencia al Estado. Sin em-
bargo, el «confiicianismo» cambiaba constantemente debido a la adop-
ción o la eliminación de aditamentos. En el siglo XVIll la doctrina em-
pezó a evolucionar en nuevas direcciones, de forma paralela a los
cambios que experimentaban la sociedad y la economía.

162
Durante la segunda mitad del siglo XVII los letrados habían estado
absortos en la búsqueda de la causa de la caída de la dinastía Ming y
muchos de ellos encontraron una explicación satisfactoria en el indi-
vidualismo extremo y en la creencia en el conocimiento moral innato
que tan populares habían sido en las postrimerías del periodo Ming.
Altos letrados-funcionarios bajo los primeros emperadores Qjng, Shun-
zhi y Kang:xi -además de los propios emperadores-, trataron de con-
trarrestar lo que a su juicio eran las tendencias decadentes de los Ming
y para ello reafirmaron los valores esenciales del confucianismo de la
dinastía Song (960-1279). Hicieron hincapié en la época Song porque
fue entonces cuando el filósofo Zhu Xi (fallecido en 1200) había dado
relevancia a la opinión de que existían en verdad principios subyacen-
tes (b) que explicaban los actos del cielo y guiaban la conducta huma-
na. Zhu Xi y sus discípulos posteriores creían que comprender estos
principios ayudaría a los hombres a vivir racionalmente y en armonía
con el cielo, y justificaría los intentos de los hombres morales de encon-
trar sentido en una trayectoria pública. Así pues, había una orienta-
ción al Estado en el confucianismo de los Song, aunque la ampliación
de estas creencias exigía niveles múltiples de especulación cosmológica
a los pensadores que investigaban los propósitos del cielo. Además, la
conciencia de que tal vez ni siquiera los hombres de mayor moralidad
podrían entender nunca los dictados del cielo y, por tanto, inevitable-
mente no cumplirían con sus obligaciones para con el Estado y la co-
munidad, produjo niveles complejos de ansiedad y culpa entre los pen-
sadores confucianos.
Del mismo modo que los letrados que ocupaban puestos estatales
bajo los primeros Qjng habían rechazado elementos del pensamiento
de los Ming y encontrado seguridad en los textos y las interpretacio-
nes de la dinastía Song del siglo XII, también los pensadores del perio-
do Qjng rechazaron las normas de los Song y buscaron certezas en otras
partes. En tiempos de Qjanlong muchos letrados ya habían empezado
a encontrar una nueva seguridad no tanto en algunos textos en par-
ticular como en una metodología. Esta metodología, a la que llama-
ban Jurozheng, se ha traducido útilmente por "practicar la búsqueda de
pruebas», porque llevaba aparejada la verificación meticulosa de datos
basándose en rigurosos criterios de precisión. Los letrados del kaozheng
intentaban liberarse por completo de la especulación y fundamentar
sus estudios en «hechos concretos». Dedicaban sus energías a estudios
de lingüística, matemáticas, astronomía y geografia, convencidos de que
tales estudios llevarían a una certeza mayor sobre las que habían sido
las verdaderas palabras e interpretaciones de los sabios antiguos de

163
China y, a partir de ahí. a una mejor comprensión de cómo vivir en
el presente.'
Los precursores más importantes del movimiento kanzheng, los que
inspiraban mayor respeto reverencial a sus seguidores, eran hombres
que habían vivido durante el reinado de Kangxi. Uno de los héroes del
kafJzheng era Gu Yanwu, el leal partidario de los Ming que había trata-
do de defender su territorio natal contra las fuerzas manchúes. Como
señalábamos en otro capítulo, Gu Yanwu acabó haciendo tácitamente
las paces con la nueva dinastía Qjng y pasó la última parte de su vida
viajando por el norte de China para estudiar aspectos de la tecnología
local además de localizar estelas antiguas, de las cuales sacaba cuida-
dosamente calcos que ayudarían a los letrados en sus investigaciones
filológicas. Gu Yanwu también llevaba un registro sumamente detalla-
do de su labor en unos cuadernos que, a diferencia de los «diarios» mo-
ralistas o metafísicos de los confucianos especulativos, estaban repletos
de notas precisas sobre textos, fuentes raras, observaciones geográficas
y artefactos antiguos. (Merece la pena señalar la posibilidad de que
ciertos elementos de las ciencias occidentales que trajeron a China los
misioneros jesuitas del siglo XVII, especialmente en los campos de las
matemáticas y la astronomía, afectaran a las metodologías de investiga-
ción de los letrados del kaozheng y dieran a éstos la confianza de que
existía un reino de «certeza» que estaba por encima de las escuelas fi-
losóficas individuales.)
Yan Ruoju, amigo de Gu Yanwu, aplicó técnicas parecidas a la ta-
rea de cotejar la cronología y las estructuras lingüísticas de parte de los
documentos históricos contenidos en el clásico confuciano. Sus conclu-
siones, si bien circularon sólo en forma de manuscritos hasta el dece-
nio de 1740, surtieron un efecto devastador en muchos intelectuales de
la época. Van Ruoju probó, con datos cuidadosamente reunidos, que va-
nas secciones de esta importante obra (en la que se habían basado las
preguntas del examen de Estado durante muchas generaciones) eran
una falsificación posterior y, por tanto, no merecían la veneración de
los letrados.
En el decenio de 1740 los exámenes en su conjunto ya eran objeto
de ataques que los tachaban de ejercicios estériles que no seleccionaban
a los mejores letrados para desempeñar los cargos, y la obra de Van Ruo-
ju acentuó la sensación de que el confircianismo estatal era débil. Las
tensiones sociales también mermaron la confianza en el sistema, por-
que a mediados del siglo XVIII el Estado no había aumentado los cupos
de aspirantes a examinarse de forma proporcional al aumento de la po-
blación china. Las presiones consiguientes sobre los estudiantes y las di-

164
ttcultades de encontrar empleo aunque se aprobaran los exámenes cau-
saban frustración y desilusión a muchos miembros de la elite culta.
Los letrados del siglo XVIII utilizaron las percepciones y metodolo-
gías del kaozheng para iniciar un estudio profundo del pasado confu-
ciano. Muchos de ellos dedicaron gran parte de su tiempo a leer textos
y comentarios de la dinastía Han (206 a.C.-22D d.C.), dado que tales
textos estaban mucho más cerca de la época de Confucio que los tex-
tos de la época Song que todavía usaban las escuelas estatales y, por
ende, .~e creía que se acercaban más a los sentimientos verdaderos del
propio sabio. Los partidarios de los textos de la época Han se subdi-
vidieron posteriormente en grupos, según depositaran más fe en los
primeros o últimos trabajos intelectuales de la dinastía Han. No eran
meros debates abstrusos, sino estudios del pasado que empezaban a
abordar los clásicos como historia y a tratar la historia misma con es-
cepticismo agudo y penetrante. La labor de los letrados del kaozheng
también tuvo consecuencias importantes para la política del siglo XVUI,
puesto que "la acumulación de datos que cual hormigas recababan los
letrados» -como calificó sus estudios uno de ellos- aportó conocimien-
tos de hidráulica, astronomía y cartografla, así como textos antiguos so-
bre el arte de gobernar que permitieron a los letrados evaluar la realidad
Qjng con mayor perspicacia.
El movimiento kaozheng era ya tan influyente a mediados del rei-
nado de Qjanlong que contaba con el apoyo de una infraestructura en-
trelazada de comerciantes y editores de libros, impresores, propietarios
de bibliotecas y maestros profesionales de las numerosas habilidades
que se necesitaban para esta clase de investigación avanzada. A menu-
do las líneas que separaban los letrados del mundo comercial se hadan
borrosas, ya que muchos mercaderes se convirtieron en patrocinadores
del saber kaozheng y acumularon bibliotecas enormes que ponían a dis-
posición de los letrados. Otros letrados del kaozheng descendían direc-
tamente de familias de mercaderes, 10 cual reflejaba el crecimiento de
nuevos centros urbanos en Chína y la difuminación de categorías ocu-
pacionales que antes estaban claramente definidas.
En el colosal proyecto de compilación de los Cuatro Tesoros que
acometió el emperador Qjanlong, los letrados del kaozheng dominaron
el proceso editorial y utilizaron sus nuevos conocimientos para deni-
grar las teorías del confucianismo especulativo del periodo Song (aun-
que esas teorías continuaron siendo «ortodoxas» en el conjunto de los
exámenes) y potenciar la reputación de los escritores que trabajaban en
una línea kaozheng. A cambio, Qjanlong estaba tan agradecido por la
cantidad de material raro que estos letrados le proporcionaban que or-

165
denó a los funcionarios que escribieran tres colecciones manuscritas ex-
tras de las obras más raras incluidas en el compendio los Cuatro Teso-
ros. Estas colecciones se depositarían en bibliotecas de los tres centros
principales del saber kaozheng -Yangzhou, Zhenjiang y Hangzhou- para
que pudieran consultarlas los letrados locales.
Había algo sumamente intelectualizado e incluso endógeno en toda
esta labor. Por de pronto, era extraordinariamente dificil y, en conse-
cuencia, permitía a los letrados del kaozheng reformular la visión de su
propia elite en peligro a causa del número creciente de aspirantes a un
título que no tenían empleo en el siglo XVIII. (La dificil situación de
esa elite y la corruptibilidad y la pomposidad de muchos letrados paga-
dos de sí mismos aparecían captadas de forma conmovedora y diverti-
da en una novela titulada Historia no oficialdel bosque de letrados [Rsdin
waishi), escrita entre 1740 y 1750 Y publicada por primera vez en 1768.)
Al mismo tiempo, en las postrimerías del reinado de Qianlong, hasta
los devotos de la tradición kaozheng ya empezaban a comprobar que sus
técnicas tenían limitaciones. Uno de los letrados más brillantes, Dai
Zhen, si bien supuestamente continuó siendo fiel al kaozbeng, también
comenzó a escribir en términos puramente filosóficos y volvió a una
era de especulación sobre los objetivos, las motivaciones y las pasiones
de los seres humanos y el significado de la acción moral. Es significa-
tivo que sus amigos más íntimos se negaran a reconocer la importancia
de esta labor, aunque el examen de estos dilemas era fundamental en
la visión que Dai Zhen tenía de sí mismo.
Un aspecto de la fascinación que ejercía la cultura en el siglo XVIII
era el interés renovado por la educación de las mujeres, tanto entre los
letrados como en los debates de las propias mujeres. Estos debates no
estaban libres de polémicas. Algunos hombres que dirigían escuelas para
mujeres jóvenes fueron acusados de actuar sólo a impulsos de la lasci-
via y recibieron duras críticas de los puritanos de su tiempo. Los criti-
cas más severos señalaron que los escritos de las mujeres se habían visto
desviados -por los valores estructurales de la sociedad en general- de
los cauces más amplios para el debate de cuestiones morales, filosófi-
cas e historiográficas, donde en otro tiempo habían gozado de respe-
to. En vez de ello, las mujeres respondieron a su confinamiento en los
aposentos interiores creando una literatura introvertida, en especial
una literatura concentrada en ciertos aspectos del amor romántico y las
frustraciones que lo acompañaban. En opinión de estos críticos, los úl-
timos tiempos de los Ming no habían sido un periodo valioso para la
conciencia femenina. Lo que se necesitaba ahora era ampliar las men-
tes de las mujeres para que pudiesen convertirse en analistas exhausti-

166
vas del mundo intelectual. Las numerosas antologías de poesía femeni-
na que se estaban publicando tenían un contenido demasiado circuns-
crito para ser verdaderamente admirables, según tales críticos."
El confucianisrno no era sólo cuestión de filosofía. La pintura y la
caligrafia siempre habían sido complementos esenciales del sistema de
valores confucianos, y también en este caso se produjeron en el si-
glo xvm cambios importantes en el estilo y la materia. Manuales de en-
senanza tales como el Jardín de semillas de mostaza de 1701 habían pues-
to las técnicas tradicionales de la pintura china en manos de casi todas
las personas moderadamente cultas. De un libro de esta clase se podía
aprender rápidamente a pintar de manera pasable una rama de ciruelo,
una choza con techo de paja o una cordillera lejana, lo cual permitía
a cualquier persona culta pintar un cuadro aceptable. La respuesta de
los pintores literarios consistió en empezar a cultivar una mayor sen-
sación de excentricidad e infringir deliberadamente las normas de la
composición y el color para mostrar una "profesionalidad» que en rea-
lidad estaba muy planeada. Esa excentricidad había sido un rasgo de
la pintura de los leales a los Ming en el siglo XVII, cuando se usaba para
expresar una postura política; en el siglo XVIII, ya reflejaba mayor con-
ciencia de clase.
También tuvieron lugar cambios importantes en la caligrafía. Los
descubrimientos de los letrados del kaoebeng y las reimpresiones de es-
critos arcaicos, así como la circulación de calcos esmerados de grabados
en piedra, permitieron que el culto al pasado lejano dominase el pre-
sente. En algunos casos extremos, los pintores plasmaban la caligrafía
en sus cuadros como si se hubiera grabado con cincel y conseguían evo-
car y ser eruditos al mismo tiempo. Así pues, a finales del reinado de
Qjanlong, a medida que aumentaba la alfabetización en el mundo chi-
no, que era en gran parte pacífico y cultivado, los hombres más cultos,
tal vez no por casualidad, desarrollaban nuevos modelos de expresión
cultivada que quedaban fuera del alcance de casi todos los demás.

Sueño del pabellón rojo


El Sueño delpabellón rojo, la más grande de las novelas chinas, se es-
cribió hacia la mitad del reinado del emperador Qjanlong. El autor,
Cao Xueqin, descendía de un chino de las banderas y esclavo que había
gozado de riqueza e influencia como favorito del emperador Kangx:i.
Más adelante el emperador Yongzheng castigó por falta de honradez e

167
incompetencia a la familia Cao, que durante años había vivido a lo
grande en Nankín y ahora vio confiscada la mayor parte de sus pro-
piedades. Así pues, Cao Xueqin estaba totalmente familiarizado con las
tensiones entre chinos y manchúes que persistieron durante toda la d.i-
nastía Qjng. Murió en 1763 tras haber probado el néctar de vivir ro-
deado de lujos y la hiel de la gente bien venida a menos.
El Sueño delpabellón rojo -conocida a menudo por su otro título, La
historia de la piedra- presenta una descripción meticulosa de los jia, una
rica y extensa familia que ocupa una serie de mansiones vinculadas en
una gran ciudad cuyo nombre no se indica, y que parece tener algunos
elementos de Nankín y algunos de Pekín. Resulta claro que muchos as-
pectos del relato ficticio de la familia jia proceden de la historia del
reinado de Kangx.i: los Jia son conscientes de la cultura y el proceder
de los manchúes, cumplen misiones financieras confidenciales que les
encomienda el emperador y tienen una relación favorecida con la cor-
te, donde una de las hijas de la familia es consorte secundaria. Sin em-
bargo, la novela no se da por satisfecha con ofrecer un retrato realista
de la vida en tiempos de los Qjng. Sus dos títulos indican elementos
diferentes y complejos en la estructura de la obra: el «sueño» que se
atribuye al «pabellón rojo» constituye una predicción complicada y
misteriosa del destino de las principales mujeres protagonistas, que es-
tán emparentadas o vinculadas de algún modo con los jia; la «piedra»
cuya «historia» se ha de contar es un artefacto milagroso al que los dio-
ses han dotado de vida mágica propia y que vive su existencia en esta
tierra por medio de la meditación religiosa de un sacerdote budista y
otro taoísta.
Puede decirse, simplificando, que el Sueño delpabdlón rojo es una his-
toria de amor. El destino del héroe de la novela, jia Baoyu (lia del pre-
cioso jade), está estrechamente entrelazado con las vidas de dos mu-
jeres jóvenes, Lin Daiyu y Xue Baochai, cada una de las cuales lleva en
su nombre elementos del de Jia Baoyu. Los tres se crían en las man-
siones de la familia Jia con muchos otros compañeros jóvenes, pero sus
relaciones idílicas terminan mal cuando los padres de Jia Baoyu, que
ama profundamente a Lin Daiyu, engañan a su hijo para que se case
con Xue Baochai, que es más rica y más fuerte. Este engaño lleva a la
muerte de Lin Daiyu; al final de la novela, jia Baoyu -aunque acaba
de aprobar el nivel más alto de los exámenes de Estado- abandona a
su joven esposa y los extensos terrenos de su ruinosa finca en busca de
la vida pura de un peregrino religioso.
Cao Xueqin escribió la novela con un propósito serio> además del
simple deseo de entretener. Más allá de su argumento, el Sueño delP4-

168
bellón rojo es una narración sobre la búsqueda de la identidad y de la
comprensión del propósito del ser humano en la tierra. La novela tam-
bién explora los diferentes niveles de realidad e ilusión que se hallan
entrelazados dentro de lo que llamamos éxito y fracaso. Como dice
Cae Xueqin en la introducción del libro, «Desde el Vacío (que es la
Verdad) llegamos a la contemplación de la Forma (que es la Ilusión);
de la Forma se engendra la Pasión; comunicando la Pasión entramos de
nuevo en la Forma; y de la Forma despertamos al Vacío (que es la Ver-
dad)».' 0, como se dice de otra manera en la misma introducción, «La
Verdad se convierte en ficción cuando la ficción es verdadera».
Si bien esto nos induce a pensar que Cao Xueqin intentaba repu-
diar el «realismo>', la textura y la estructura de la novela -cuya exten-
sión es de 120 capítulos y contiene centenares de personajes muy bien
dibujados además de los protagonistas principales- son tan ricas que,
no obstante, ésta puede verse como una especie de resumen de los nu-
merosos elementos de la vida de la elite a mediados del periodo Qjng,
incluidas la estructura de la familia, la política, la economía, la religión,
la estética y la sexualidad. Incluso teniendo en cuenta todas las libertades
de la imaginación del escritor creativo, así como las connotaciones ale-
góricas que aparecen en todo el libro, el examen de cada una de estas seis
categorías aún puede decirnos mucho sobre la grandeza de la sociedad
Qjng a mediados del siglo XVIl¡ y sobre su trasfondo.
En el campo de la estructura familiar, Cao Xueqin señala el poder
inmenso que tiene el padre sobre los hijos, especialmente en cuestio-
nes relativas a su crecimiento moral y su educación. Es el padre Jia quien
elige maestro para la escuela de linaje local, quien interroga a Jia Bao-
yu sobre sus progresos en el estudio de los clásicos confucianos y quien
le castiga si comete alguna negligencia o inmoralidad. Tan terrible es el
enojo del padre que basta mencionarlo para infundir pavor al hijo. La
madre, en este contexto, carece de poder; pero la matriarca de la fami-
lia, la abuela de Jia Baoyu, se nos muestra como poseedora de mucha
fuerza económica e intelectual, capaz de moderar el comportamiento
de la familia basándose en el respeto que se le debe por su avanzada
edad y su antigüedad generacionaL De modo parecido, las jerarquías
generacionales dan a Jia Baoyu prestigio sobre sus hermanos o primos
menores, al tiempo que le obligan a respetar a sus mayores.
En términos políticos, los Jia son poderosos no sólo porque un
miembro de la familia es consorte del emperador ni porque desempe-
ñan altos cargos en la burocracia y cumplen misiones que les enco-
mienda el emperador, sino porque su verdadero poder es local, por
cuanto pueden utilizar su prestigio para doblegar el sistema judicial a

169
su favor. Todo magistrado rural sabe muy bien que no debe procesar
a uno de los Jia o a sus amigos si quiere conservar su puesto. La fami-
lia, por tanto, se ve sometida a una especie de influencia corruptora
que hace creer a sus miembros jóvenes que pueden infringir impune-
mente la ley, hasta e! extremo de echar tierra sobre homicidios en los
que han estado involucrados miembros de la familia. Este poder polí-
tico es en potencia un poder que se perpetúa, porque la red de mag-
níficos amigos y las pautas de éxito en los exámenes impulsarán a los
jóvenes de! linaje a posiciones de influencia, y las jóvenes de la fami-
lia contraerán matrimonio con hombres poderosos.
En e! plano económico, los Jia disponen de recursos que la mayo-
ría de las familias chinas ni siquiera podría imaginar. Su casa está llena
de lingotes de plata, rollos de seda, cuadros y rollos de escritura. Sus
jardines y sus edificios son espaciosos y sus cofres se llenan constante-
mente con las rentas que administradores leales traen de las propiedades
urbanas y de las granjas lejanas que poseen como propietarios absen-
tistas. Se permiten hacer negocios provechosos de gran complejidad y
obtienen ingresos extraordinarios cumpliendo los encargos del empera-
dar y adquiriendo artículos exóticos de mercaderes que comercian con
países occidentales. Tienen también docenas de sirvientes obligados por
contrato y hombres y mujeres que hacen todas las tareas en e! recinto
familiar y forman e! séquito de los Jia siempre que salen de la ciudad.
En cuestiones de religión, la familia Jia es tan ecléctica como la so-
ciedad de la época Qjng. El culto meticuloso a sus antepasados, si-
guiendo la tradición confuciana, es fundamental para el prestigio y la
satisfacción de la familia. Los entierros, al igual que las bodas, son oca-
siones para el despliegue de mucha pompa y ritual. Los Jia también re-
curren, si es necesario, a sacerdotes de las religiones taoísta y budista;
celebran las ceremonias que prescriben estas religiones e incluso man-
tienen un grupo de jóvenes novicias budistas en los alrededores de su
residencia. Los Jia practican ritos tanto budistas como taoístas en tiem-
pos de temor o enfermedad y a veces piden a los sacerdotes que hagan
exorcismos para librar las casas de la familia de espíritus dañinos e
influencias malignas. Durante buena parte de la novela, el propio Jia
Baoyu se encuentra inmovilizado por la magia negra de un enemigo,
de la que ni siquiera su precioso jade puede protegerle. Un anciano de
la familia se ha retirado a un templo para seguir su propia pauta de ilu-
minación religiosa. (Más adelante muere por haber bebido demasiados
elixires de inmortalidad taoístas.)
Desde el punto de vista de la estética, la vida en las mansiones de
los jia es un placer y recuerda la variedad y la elegancia que caracteri-

170
zaban la vida de la elite en los últimos tiempos de la dinastía Ming.
Gracias a su elevado nivel cultural, los hombres y las mujeres jóvenes
pueden entregarse a una serie sin fin de juegos de poesía y de inter-
cambio de chistes y acertijos eruditos. La vestimenta, la decoración, los
jardines y los avías de los personajes principales son exquisitos: la pre-
paración del té, el consumo de vino y la cena son una mezcla triunfal
de buen gusto y artificio. La música y el teatro forman también parte
integrante de la vida de los Jia: la familia tiene su propia compañía de
actores y actrices que, siempre que se les solicita, interpretan escenas
de obras que ahora son clásicas como El pabellón de laspeonías, de Tang
Xianzu, el dramaturgo de la época Ming.
Finalmente, en el campo de la sexualidad, pocas limitaciones pe-
san sobre el comportamiento de los miembros de la familia Jia. Los ni-
ños y los adolescentes pueden vivir juntos en un mundo juvenil donde
las chanzas son en esencia inocentes aunque estén llenas de indirectas
sexuales, pero sus mayores son seres lujuriosos y los niños van camino
de ser como ellos. Tanto los hombres como las mujeres se valen de sus
poderes en la jerarquía familiar para obtener sus placeres sexuales. Los
celos acompañan al adulterio, las aventuras amorosas dan pie a asesina-
tos. Los sirvientes y los esclavos se convierten en objetos sexuales y no
pueden protegerse salvo recurriendo a la huida o al suicidio. Los cua-
dros eróticos provocan grandes pasiones, como en el caso de la iniciación
de Jia Baoyu en la vida sexual. Jia Baoyu se duerme después de con-
templar un cuadro sensual y tiene un sueño erótico complejo pero grá-
fico. El despertar va seguido de una reconstrucción del sueño, pero esta
vez de manera literal con su criada favorita. Las novicias o los actores
jóvenes también se encuentran atrapados en las pautas de seducción
y engaño, e incluso en el aula, donde supuestamente se interiorizan los
preceptos confucianos, florecen las relaciones homosexuales entre los le-
trados jóvenes.
Cao Xueqin no había terminado su novela cuando murió en 1763,
y durante varios decenios la obra circuló en forma de diversas edicio-
nes manuscritas entre sus familiares y amigos. Hasta 1792 no se publi-
có una versión «completa», después de que otros llenaran las lagunas,
y fue un éxito inmediato. Cabe suponer que los numerosos lectores de
la novela serían hombres y mujeres de clase alta, letrados sin demasia-
do trabajo y también personas de cierta cultura que vivían y trabajaban
como mercaderes y comerciantes en las florecientes ciudades de media-
dos del periodo Qjng, que fue en gran parte pacífico.
Si bien en el Sueño delpabellón rojo hay abundantes ecos de las gran-
des obras de teatro y novelas de las postrimerías de la época Ming, así

171
como de anteriores tradiciones poéticas chinas, y si bien no sabemos
a ciencia cierta qué secciones de los cuarenta últimos capítulos fueron
obra personal del autor, la novela continúa siendo un triunfo deslum-
brante y original cuya sutileza y magnitud son un anticipo de muchas
de las grandes obras de la tradición occidental del siglo XIX. El propio
Cao Xueqin se burlaba de su hazaña literaria y se sirvió de un parla-
mento que pone en boca de la abuela de la familia ]ia para especular
sobre por qué la mayoría de los cuentos y las obras de teatro tradicio-
nales de China escritos antes que su novela eran tan repetitivos y poco
convincentes:

«Siempre hay una razón para ello», prosiguió la anciana. «En algunos ca-
sos es porque el escritor envidia a personas que son mucho más adineradas
que él, se siente decepcionado porque ha intentado inútilmente ganarse el
patrocinio de esas personas y las muestra a propósito bajo esa luz desfa-
vorable para vengarse de ellas. En otros casos los escritores han sido corrom-
pidos por la lectura de esta clase de obras antes de empezar a escribir las
suyas y, aunque ignoran por completo cómo es realmente la vida de las fa-
milias aristocráticas y cultas, presentan sus heroínas de esta manera senci-
llamente porque es 10 que hacen todos los demás y piensan que así com-
placerán a sus lectores. Os pregunto ahora, dejando a un lado las familias
muy grandes sobre las que dicen escribir, incluso en las familias adinera-
das medias como la nuestra, écuándo oís hablar de semejantes enredos?
¡Es asombroso que no se les desencajen las mandíbulas por contar men-
tiras tan atrocesb-"

Puede que Cao Xueqin se sintiera decepcionado durante su vida,


pero es improbable que envidiara a quienes estaban en el poder y es
seguro que no fue corrompido por las obras de ficción del pasado. Su
triunfo fue suyo y de nadie más. La única ironía real, quizás, es que
su gran novela añade esplendor al reinado de Qjanlong, aunque la mi-
rada penetrante del propio Cao Xueqin podía ver que muchas cosas
estaban mal debajo de toda aquella grandeza.

Los últimos años de Qianlong


Como si fuera un eco de la advertencia que hace el hexagrama feng,
en los últimos años del emperador Qianlong estallaron una serie de cri-
sis. No siguieron ninguna pauta determinada; sucedió más bien que una

172
serie de errores de juicio por parte del Gobierno coincidieron con ni-
veles hasta entonces insospechados de malestar en el país, y el resultado
fue una tensa situación general. Las torpes campañas militares en las
fronteras, las rebeliones locales, la corrupción burocrática y el favori-
tismo imperial fueron las causas de las crisis, que tuvieron lugar en un
contexto de desazón intelectual ante los valores culturales tradiciona-
les, falta de medidas estatales para hacer frente a apremiantes necesida-
des financieras y administrativas y un crecimiento demográfico ince-
sante que sometía el campo a presiones sin precedentes.
Qjanlong se enorgullecía en público de su sagacidad como coor-
dinador de campañas militares, y la conquista de Xinjiang en el decenio
de 1750 -aunque fue en gran medida cuestión de suerte- había sido
realmente un gran logro. Pero la campaña contra Binnania en el dece-
nio de 1760 se gestionó mal, en marcado contraste con la eficiencia
con que Wu Sangui había perseguido al último príncipe Ming en la
misma región un siglo antes. Y la breve guerra que hizo China contra
Vietnam en 1788 y 1789 permite ver muy claramente las deficiencias
de la política de los Qing.
En 1788 el gobernante de la dinastía Le en Vietnam huyó con su
familia de los usurpadores que se habían apoderado de Hanoi. Tras re-
fugiarse en la provincia de Guangxi, suplicó la protección de los Qjng.
Qianlong respondió rápidamente ordenando un ataque desde tres flan-
cos contra Vietnam, en el que un ejército al mando del general Sun
Shiyi marcharía hacia el sur desde Guangxi, un segundo ejército se di-
rigiría hacia el sudeste desde Yunnan, y un tercer ejército sería transpor-
tado por mar desde Guangdong. Los ejércitos chinos del general Sun
Shiyi entraron en Hanoi en diciembre de 1788 y declararon la victoria
total y la restauración de la dinastía Le. Qjanlong ascendió enseguida
al general Sun Shiyi al rango de duque. Pero al cabo de sólo un mes,
mientras Sun Shiyi y sus tropas estaban celebrando en Hanoi el año
nuevo chino, los rebeldes contraatacaron, mataron a más de cuatro mil
soldados chinos y obligaron a SUD Shiyi a emprender una ignominiosa
huida a Guangxi. Qjanlong comentó pragmáticamente que los Le es-
taban destinados a caer y reconoció la sucesión del vencedor como go-
bernante legítimo de Vietnam. En cierta manera, esto demostró que
China aún tenía prestigio para conferir títulos a los gobernantes de los
países limítrofes; al mismo tiempo, sin embargo, el liderazgo militar
chino se vio puesto en entredicho. (Este revés señaló el final de los in-
tentos chinos de intervención militar directa en Vietnam hasta la inva-
sión de 1979, que también fracasó.)
Que algunos generales manchúes aún poseían asombrosas habili-

173
dades militares lo demostraron las victorias de los Qjng sobre los gur-
jas de Nepal, que atacaron el Tíbet en 1790 y 1791. Tropas de los Qjng
bajo el mando de generales manchúes llegaron al Tíbet en 1792, derro-
taron a los gurias en una serie de batallas y les obligaron a retirarse a
Nepal por los pasos del Himalaya. Las tropas de los Qjng mostraron
notables habilidades logísticas y combativas en uno de los terrenos más
dificiles del mundo. Al firmarse el consiguiente tratado de paz, Nepal
accedió a enviar tributos a China cada cinco años y así hizo hasta el
año 1908, pero la campaña les había resultado carísima a los Qjng y
gran parte del dinero gastado en ella nunca se justificó satisfactoria-
mente. El encargado de redactar las cuentas fue el mismo general Sun
Shiyi que había dirigido torpemente la campaña de Vietnam. A pesar
de ello, Qianlong lo había enviado a Lhasa, lo cual demostró más la
fuerza de voluntad del emperador que su perspicacia para juzgar el ca-
rácter ajeno.
Estas campañas de largo alcance contra estados extranjeros se lleva-
ron a cabo en un inquietante contexto de rebeliones internas, que em-
pezaron en diferentes partes del imperio chino a finales del siglo XVIII.
Algunos de estos levantamientos fueron más imaginarios que reales y
reflejaron la naturaleza suspicaz del emperador en lugar de una ame-
naza auténtica para el trono. Así ocurrió en el caso de la alarma moti-
vada por la brujería en 1768, en la cual el emperador se convenció de
que un grupo de conspiradores estaban cortando las coletas de vícti-
mas desprevenidas para elaborar con ellas pociones mágicas capaces
de arrebatarle el alma a un hombre y hacer aparecer por arte de magia
ejércitos enteros integrados por espíritus. Sólo después de docenas de

174
detenciones y muchos interrogatorios bajo tortura -a causa de los cua-
les murieron muchos vagabundos inocentes- el emperador sacó la con-
clusión de que se había llamado a engaño y no existía ningún complot
verdadero contra él. Otros casos, sin embargo, fueron más graves y en-
teramente basados en la realidad. Uno de estos levantamientos a gran
escala tuvo lugar no lejos de Pekín, en la provincia de Shandong cer-
ca de la ciudad de Linqing, punto clave del eje de transporte de grano
de norte a sur, a lo largo del Gran Canal. Era una zona próxima a la
periferia de la macrorregión del nordeste, donde desde hacía tiempo se
registraba un gran aumento de la población y donde los campesinos de-
safectos se mezclaban fácilmente con los descontentos gabarreros y los
culis que se encargaban del funcionamiento del Gran Canal. En 1774
rebeldes chinos bajo el liderazgo de un experto en artes marciales y cu-
raciones a base de hierbas llamado Wang Lun se alzaron contra los
Qjng invocando el apoyo de la diosa «Madre Eterna Venerable». La re-
vuelta mostró así sus vínculos con una tradición de budismo popu-
lar clandestino o sectario, el Loto Blanco, que veneraba a la misma dei-
dad femenina y se basaba en una visión milenaria de catástrofes en la
tierra, cuyas raíces ideológicas se remontaban a por lo menos cinco si-
glos antes. Wang Lun reclutó a sus seguidores entre gente que se dedi-
caba a gran variedad de ocupaciones: muchos eran campesinos, otros,
peones rurales, pero había también actrices itinerantes, carreteros, pes-
caderos, distribuidores de queso de soja, monjes, minoristas de aceite
vegetal y un prestamista. No podemos decir que Wang Lun tuviera un
programa político en firme: aunque le apoyaron algunos campesinos,
nunca habló de abolir las rentas, ni de ayudar a los pobres ni de dividir
la tierra a partes iguales. Sus seguidores no se rebelaron respondiendo
a algún programa político concreto de mejoras sociales y económicas,
sino empujados por sentimientos generales de antagonismo a las fuer-
zas dominantes de la sociedad, reforzados por formas sencillas de eufo-
ria espiritual.
Las enseñanzas de Wang Lun convencieron a los rebeldes de que
podrían resistir todo los ataques de los Qjng. Tal como les dijo: «Si lla-
mo al Cielo, el Cielo me ayudará; si llamo a la Tierra, la Tierra me dará
fuerzas mágicas. Sus cañones no dispararán. ¿Q!1é hombres se atreve-
rán a detenermel»," En los primeros combates parecieron confirmarse
las predicciones de Wang Lun: tomó varias poblaciones pequeñas e in-
cluso partes de la ciudad de Linqing, y muchos de los soldados man-
chúes y chinos que se enviaron contra él huyeron o desertaron. Pero el
Estado reunió fuerzas muy numerosas, entre las que había tropas de las
banderas y ejércitos locales de soldados chinos, las llamadas tropas del

175
«estandarte verde». Wang Lun y sus variopintos «soldados», armados
principalmente con lanzas o cuchillos, no pudieron aguantar los ata-
ques coordinados de estas tropas de los Qing. A pesar de luchar vale-
rosamente en las calles, a menudo casa por casa, los rebeldes fueron
acorralados y aniquilados con sus familias. Un rebelde capturado que
había huido del incendio del cuartel general de su jefe hizo una vívi-
da descripción del apocalipsis final de Wang Lun ante las autoridades.
Según su testimonio, Wang Lun encontró la muerte ataviado con una
túnica larga de color púrpura y dos brazaletes de plata, con la daga y
la espada de dos filos a su lado. Estaba sentado con las piernas cruzadas
en un rincón de la estancia, inmóvil, con la ropa y la barba en llamas.
El levantamiento de Wang Lun fue más importante como síntoma
de un profundo descontento subyacente que por sus efectos inmedia-
tos, y debería considerarse junto con otras rebeliones que estallaron en
otras partes de China, frecuentemente sin que se declararan con preci-
sión los agravios que las habían causado ni sus objetivos. En el dece-
nio de 1780, miembros de un grupo llamado la Sociedad del Cielo y
de la Tierra, que tenía sus propios rituales religiosos y vinculaciones so-
ciales por medio de juramentos de lealtad, se rebeló en Taiwan, se apo-
deró de varias ciudades y proclamó una nueva dinastía. Al parecer, el
levantamiento fue tanto una lucha por el dominio de la economía tai-
wanesa entre grupos distintos de emigrantes procedentes de la provin-
cia de Fujian como un ataque contra el Estado Qjng, pero la reacción del
Gobierno fue rápida. La rebelión fue sofocada y sus líderes ejecutados
en 1788.
También en el decenio de 1780, en la provincia de Gansu, hubo dos
grandes revueltas de las comunidades musulmanas, provocadas por los
adeptos a una «nueva secta» fundamentalista que se oponía a los fun-
cionarios musulmanes locales nombrados por los Qjng. Ambos levan-
tamientos fueron reprimidos después de combates enconados, como lo
fue también una serie de revueltas de las tribus miao en el sudoeste de
China. Pero las luchas resultaron costosas para los Qjng, que, a pesar
de sus victorias, no eliminaron las causas subyacentes del malestar re-
ligioso, económico y étnico. En 1799, al terminar el reinado de Qjan-
long, rebeldes que afirmaban pertenecer al mismo Loto Blanco que ha-
bía animado a los seguidores de Wang Lun se sublevaron en China
central y lucharon activamente contra las tropas de los Qjng en muchas
partes de Sichuan, Hubei, Shaanxi y Henan.
dueden vincularse estos estallidos de rebelión con políticas concre-
tas de los manchúes que les indispusieron con el pueblo? No hay prue-
bas claras de ello, pero es seguro que a finales del siglo XVIII muchas ins-

176
REBELIONES A FINALES DEL "
PERIODODE Q..lANWNG .e

tituciones del Gobierno de los Qjng empezaron a fallar: los graneros de


emergencia a menudo estaban vados, el loess bloqueaba partes del
Gran Canal, las tropas regulares de las banderas se comportaban de for-
ma incompetente o brutal, se abandonaron los esfuerzos para detener
los proyectos de recuperación de tierras -proyectos que eran un peligro
para el medio ambiente-, la burocracia estaba plagada de facciones y la
corrupción se hallaba muy arraigada. También es posible que la resis-
tencia de los Qjng a crear nuevos gobiernos de condado en zonas re-
cién colonizadas o densamente pobladas agobiara a los burócratas. Por
otra parte, la presión intensa en busca de puestos de trabajo hacía que
los que finalmente obtenían un cargo quisieran una compensación rá-
pida de la espera y la angustia, lo cual les impulsaba a presionar a los
campesinos de sus jurisdicciones para que pagasen rápidamente sus im-
puestos y cargas complementarias. Los insurgentes del Loto Blanco del
decenio de 1790, por ejemplo, afirmaron categóricamente que dos fun-
cionarios han obligado al pueblo a rebelarse»." También es verdad que
en la dirección de las campañas en las fronteras y en la represión de re-
beliones locales, los funcionarios de los Qjng se entregaron a un nivel
de corrupción insólitamente elevado. Esto fue posible gracias a la colu-

177
sión entre figuras importantes de las fuerzas armadas y el Gobierno ci-
vil, que con frecuencia ocultaban la situación real a Qianlong. Y el em-
perador, tras permitir que el sistema de memoriales de palacio secretos
de su padre, Yongzheng, se volviera impersonal y rutinario, carecía aho-
ra de fuentes confidenciales fiables que le informasen del mal proceder
de sus funcionarios.
No cabe ninguna duda de que esta pauta de corrupción empeoró
después de que en 1n5 un joven oficial manchú de la guardia llama-
do Heshen se afianzara como favorito de la corte del anciano empe-
rador, si bien él no era el responsable de todo lo que iba mal. Heshen
contaba a la sazón 25 años de edad y el emperador, 65, y al año siguien-
te el favorito recibió una serie extraordinaria de ascensos. Qjanlong le
nombró teniente general segundo de la bandera azul sin adornos man-
chú y ministro de la casa imperial, viceministro de Hacienda y miem-
bro del Gran Consejo. En la historia de los Qjng no hubo más casos
de concesión de tantos nombramientos importantes a un joven. Qjan-
long siguió colmando de honores a Heshen: ministro de Hacienda (y,
durante un tiempo, ministro de la Oficina Civil), miembro del Gran
Secretariado, director del proyecto de compilación de los Cuatro Te-
soros, comandante de las tropas de Pekín, supervisor de derechos de
tránsito en las puertas de Pekín, y barón. El hijo de Heshen se casó con
la décima hija del emperador Qianlong en 1790.
No es extraño que corrieran rumores sobre las relaciones del em-
perador con su favorito. Según las habladurías populares se trataba de
una relación homosexual e incluso hubo quien dio a entender que
Heshen era la reencarnación de una de las concubinas del emperador
Yongzheng, de la cual Qianlong había estado encaprichado en su ju-
ventud. Un diplomático coreano de visita en China, tal vez influen-
ciado por tales rumores, calificó a Heshen, que tenía entonces 30 años,
de «elegante en su porte, guapo y acicalado de una manera que suge-
ría falta de virtud». En 1793 Lord Macartney, que visitaba China como
embajador del rey Jorge III, dijo de Heshen que era «un hombre gua-
po y encantador, de entre 40 y 45 años, vivo y desenvueltox?
No hay, en realidad, pruebas claras en un sentido o en otro sobre
tal relación. Ciertamente Qjanlong confió de manera implícita en He-
shen durante el resto de su vida. Es posible que al principio Qjanlong
quisiera que Heshen fuese «los oídos y los ojos» del emperador que
Kangxi y Yongzheng habían encontrado en los esclavos y los funcio-
narios que utilizaban el sistema de memoriales de palacio que se había
creado poco antes. Así, en 1780 el emperador encomendó a Heshen
una misión confidencial que consistía en trasladarse a la provincia de

178
Yunnan e investigar las acusaciones de corrupción contra su gober-
nador general, y en 1781 le envió a sofocar los levantamientos musul-
manes de Cansu. Pero Heshen, que estaba enfermo con frecuencia,
permaneció principalmente en Pekín en calidad de ministro principal
y confidente de Qjanlong. Los médicos de Heshen dictaminaron que
sus «síntomas se debían a un vapor o espíritu maligno que se había in-
filtrado en su carne, o que ésta había generado, y se movía de un lu-
gar a otro», y que no podían hacer nada por él. Heshen recurrió enton-
ces audazmente a la medicina occidental y llamó al médico escocés
de Lord Macartney, Hugh Cillan, para consultarle. Gillan diagnosticó
reumatismo agudo y una hernia grave, dolencias que habían atormen-
tado a Heshen desde la infancia, y recomendó a éste que usara un bra-
guerc."
En varios comentarios sobre Heshen, tanto Macartney como Gi-
llan indicaron que era un hombre enérgico e inteligente, aunque eva-
sivo. Además, diversas fuentes chinas también muestran que Heshen
poseía una viva inteligencia, curiosidad penetrante, tacto y un elevado
nivel cultural. Pero es cierto que se valió de sus cargos para amasar pro-
digiosas sumas de dinero para él mismo y SllS compinches. Tenía pre-
tensiones casi imperiales, utilizaba la coacción para obtener favores y
exigía honorarios por todos los servicios. Se embolsó millones por me-
dio de informes falsos sobre las necesidades de pertrechos y servicios
de las numerosas campañas que se llevaron a cabo durante los últimos
años de Qianlong, en especial de las incursiones prolongadas, salvajes
y mal ejecutadas contra los rebeldes del Loto Blanco. Heshen agravó
así los problemas de la época y contribuyó a aumentar la desmorali-
zación de la burocracia y el pueblo.
El dominio de Heshen fue aún más fuerte después de que Qjanlong
«abdicara» en 1796. La «abdicación» fue un gesto «filial» con el que el em-
perador quiso demostrar que no se consideraba digno de permanecer
en el trono más de los sesenta y un años que había durado el reinado
de su famoso abuelo, Kangxi. Pero Qjanlong no permitió que su hijo
ejerciera el poder y durante este periodo crepuscular, aunque el nombre
de Qjanlong no se usó en los títulos dinásticos, era su voluntad la que
se manifestaba a través del poder oficial continuado por Heshen. Cuan-
do Qjanlong finalmente murió en 1799, el poder de Heshen se vino
abajo. El hijo de Qjanlong le acusó de corrupción y le obligó a suici-
darse. Fue un final triste pero digno de uno de los siglos más intensos
de la larga historia de China, un final que realzó la curiosa mezcla de
fuerza y debilidad que había en el centro de la dinastía Qjng y que aho-
ra empezaba a ser visible.

179
6
China y el mundo del siglo XVIII

El control de los extranjeros


~ El Estado Qjng no tenía Ministerio de Asuntos Exteriores. En
~ su lugar, las relaciones con los pueblos no chinos estaban a car-
go de varias oficinas y organismos que, de diferentes maneras, señalaban
implícita o explícitamente la inferioridad cultural y la marginalidad geo-
gráfica de los extranjeros, al tiempo que defendían al Estado contra ellos.
En el norte y el noroeste, las relaciones con los mongoles, los dzún-
gatos y los rusos eran competencia principalmente de la Lifan Yuan u
Oficina de Asuntos Fronterizos, fundada por Hong Taiji en 1638. Con
un personal integrado exclusivamente por manchúes y mongoles, la ta-
rea de la Lifan Yuan consistía en velar por la tranquilidad en la peligrosa
media luna del noroeste de China, de donde habían llegado tantos de
sus conquistadores en el pasado. A tal efecto, la oficina forjó un com-
plejo sistema de acuerdos que regulaban las visitas de las caravanas de
comerciantes de Asia Central a China. Era común que el emperador ca-
sara hijas suyas con príncipes mongoles influyentes, con el objeto de for-
mar una red protectora de alianzas personales, reforzada por guarnicio-
nes de los Qjng en puntos estratégicos de la región. A los musulmanes,
algunos de los cuales tenían sus orígenes en Asia Central y otros eran
chinos, se les vigilaba atentamente, peto en general se les autorizaba a
practicar su religión en paz; y, después de que bajo Yongzheng se estable-
ciera una presencia militar de los Qjng en Lhasa, las tribus que debían
lealtad religiosa a la jerarquía budista lamaísta del Tíbet dejaron de ser
una amenaza grave. Por tanto, la variedad de tareas que coordinaban
los funcionarios de la Lifan Yuan dio a los burócratas mucha habilidad
y experiencia en la gestión de problemas de «política exterior», e hizo
que la Gran Muralla pasara a ser en gran parte superflua como elemento
de defensa de la frontera del noroeste.
La supervisión de los contactos de los misioneros europeos con Chi-
na estaba a cargo principalmente de la casa imperial, que era una ins-

180
titución burocrática autónoma con sede en Pekín. Este organismo se
ocupaba de muchos de los asuntos del emperador, entre ellos la acu-
mulación de oro y plata en lingotes y reservas de alimentos, el mante-
nimiento de las fincas y los palacios imperiales, las manufacturas de se-
das y porcelanas preciosas y el cobro de los ingresos extraordinarios que
se obtenían de, por ejemplo, el monopolio de la sal y los derechos de
tránsito con que se gravaban el comercio interior y el exterior. Frecuen-
temente eran los esclavos de la casa imperial -a menudo hombres de
riqueza y poder considerables- quienes trataban directamente con los
misioneros y escoltaban a las embajadas pontificias. Su papel general
en las relaciones con las misiones subrayaba la opinión predominante
de que esta dimensión de los asuntos exteriores era un aspecto del pres-
tigio de la corte en vez de formar parte de la política nacional. Los je-
suitas, en especial, vieron su cometido mucho más limitado por este sis-
tema y trataban de recalcar su independencia en las cartas que escribían
a sus colegas europeos. Algunos jesuitas, junto con otros misioneros ca-
tólicos y sacerdotes chinos, trabajaban secretamente dentro de China,
protegidos por sus conversos. Todos ellos se arriesgaban a recibir un se"
rio castigo si los pillaban las autoridades.
La interacción con pueblos no chinos en Corea y en la media luna
de las fronteras costeras y terrestres del sur de China, en países como
Birmania, Tailandia, Vietnam y las islas Ryu Kyu, la supervisaban fun-
cionarios del Ministerio de Ritos. Estos países compartían muchos de
los valores fundamentales de la cultura china, el calendario chino, algu-
na forma de escritura adaptada de modelos chinos, tipos parecidos de
alimentos e indumentaria, la práctica del confucianismo y el budismo,
y las líneas generales de la organización burocrática china. Cargando sus
relaciones internacionales con el peso de las costumbres y los símbo-
los que prescribía este ministerio, China intentaba controlar estos Es-
tados sin incurrir en gastos militares excesivos. De los emisarios de es-
tos países se esperaba el reconocimiento oficial del prestigio cultural y
político de China mediante el empleo de un lenguaje que reflejara su-
misión en los documentos diplomáticos y el cumplimiento del ritual
de postrarse (kowtow) ante el emperador chino en las audiencias que
éste concedía. A cambio de ello, se permitía a estos países llevar a cabo
un volumen controlado de comercio con China, principalmente por
medio de delegaciones especiales, llamadas «misiones tributarias» por los
chinos, que dichos países estaban autorizados a mandar a Pekín con-
forme a un programa anual fijo. Después de ofrecer al emperador los
regalos rituales, tanto el personal diplomático como los mercaderes que
acompañaban a estas embajadas a Pekín recibían permiso para comer-

181
ciar, aunque todos ellos debían vivir en hosterías que regentaba el Mi-
nisterio de Ritos y tenían que irse de China con sus artículos al finali-
zar cada visita estipulada.
Dentro de este sistema había considerable flexibilidad. Las misio-
nes más frecuentes eran las que procedían de Corea, que llegaban cada
año; los visitantes coreanos se mezclaban libremente con los letrados
y funcionarios de los Qjng, y nos legaron vívidas crónicas de la vida
social y cultural de Pekín y de las actitudes políticas de los intelectua-
les confucianos. Las embajadas de Japón, en cambio, habían cesado por
completo en las postrimerías del periodo Ming, y la continuada nega-
tiva japonesa a reconocer la superioridad ritual de China, unida a la
decisión del Gobierno 'Iokugawa de restringir totalmente la residencia
y el comercio extranjeros a Nagasaki, dio como resultado que las rela-
ciones oficiales de los Qing con Japón fueran mínimas. La dimensión
militar de las relaciones «tributarias» se hizo visible cuando en 1788 los
chinos invocaron su derecho y su obligación de acudir en ayuda de
los gobernantes Le de Vietnam. Como hemos visto, los chinos se apre-
suraron a retirar su apoyo a los Le cuando los rebeldes aceptaron la tra-
dicional posición tributaria de deferencia al Estado Qing. En las islas
Ryu Kyu se produjo un caso curioso de lealtades divididas. Los isleños
se hallaban en realidad bajo el dominio de los señores de Satsuma, en
el sur de Japón, pero en las ocasiones rituales seguían prcfesándose lea-
les súbditos tributarios de los Qjng. Las crónicas del siglo XVIII cuentan
que los barcos japoneses se retiraban discretamente para no ser vistos
cuando misiones diplomáticas chinas visitaban las islas, pero volvían
prontamente en cuanto se iban los chinos.
A pesar de que el propio Qianlong pretendía ejercer el señorío uni-
versal en Asia, estas tres pautas generales de control de los extranjeros
-en el noroeste, con los misioneros y en el sur- compartían algunas pre-
misas fundamentales chinas de gran importancia. En su raíz estaba la
creencia de que China era el reino «central» y que los demás países eran,
por definición, periféricos, apartados del centro cultural del universo. Los
chinos, por tanto, mostraban poco interés por la información precisa o
el estudio detallado de los países extranjeros. Incluso durante los perio-
dos culminantes del kaozheng o «búsqueda de pruebas» en el siglo XVIII,
el interés de los letrados por la geografIa y la lingüística se concentra-
ba en gran parte en territorio chino. Las descripciones chinas de países
extranjeros siguieron conteniendo una mezcla exótica de cuentos mís-
ticos y fantasía en la cual los extranjeros se equiparaban con frecuencia
a mamíferos y aves, y se describían empleando un lenguaje condescen-
diente o deliberadamente despreciativo. Se consideraba que los chinos

182
que optaban por irse de China para comerciar o viajar en ultramar ha-
bían abandonado su país; y si bien el comercio chino con el Sudeste
Asiático llegó a ser muy extenso, el Estado Qjng no mostraba ningún
interés por defender los derechos de los chinos allí ni en ninguna otra
parte del mundo. (Una excepción era el caso de Taiwan, pero la isla
había sido incorporada oficialmente como parte de la provincia de Fu-
jian.) Los Qjng eran fundamentalmente indiferentes a las ganancias que
el Gobierno podía obtener del comercio exterior, aunque estaban dis-
puestos a quedarse con cierta parte por medio de la casa imperial. Des-
confiaban de los comerciantes y -corno en el decenio de 1660- estaban
dispuestos a tomar medidas severas contra la población de sus costas
con el fin de alcanzar objetivos militares o diplomáticos. Se reservaban
el derecho absoluto de regular a los extranjeros que comerciaban con
ellos, no sólo en lo que se refería al lugar y la frecuencia, sino también
hasta en los detalles más pequeños relativos al personal y los artículos
que formaban parte de dicho comercio.
Estas creencias y prácticas de los Qing forzosamente tenían que cho-
car con las de las potencias occidentales, en especial después de que
Gran Bretaña, Francia y Holanda, cuya expansión era reciente, empe-
zaran a crear grandes imperios ultramarinos a expensas de los anterio-
res socios dominantes, España y Portugal. Este proceso de oposición
cultural puede observarse gracias a la aparición gradual en China de un
cuarto tipo de estructura para el «control de extranjeros», llamado co-
múnmente el «sistema de Cantón». En los comienzos de la época Qjng,
embajadas holandesas y portuguesas trataron de establecer amplios pri-
vilegios comerciales con China, pero tuvieron que darse por satisfechas
con el estatus de «naciones tributarias», inscritas en el Ministerio de Ri-
tos y autorizadas a enviar misiones comerciales sólo a intervalos esti-
pulados. Barcos británicos aparecieron esporádicamente ante la costa
oriental de China a partir de 1635; y bajo los Qjng, quizá porque los
británicos tuvieron la sensatez de no buscar relaciones oficiales, se per~
mitió a los mercaderes de esta nacionalidad comerciar con los chinos
en Zhoushan (Chusan), Xiamen (Amoy) y Cantón. Todas las potencias
occidentales se beneficiaron cuando los Qjng pusieron fin a la políti-
ca de restricción del comercio en la costa en el decenio de 1680 y, en
general, cuando abandonaron la idea de que eran «tributarias». En un
intento de controlar el comercio exterior e incrementar sus beneficios
por medio de la regulación de los precios, en 1729 los mercaderes chi-
nos de Cantón formaron su propio gremio monopolista, llamado Co-
hong (de gonghang o «compañías mercantiles combinadas»). En 1754 es-
tos mercaderes del «Hong>' recibieron de los Qing la orden de responder

183
del buen comportamiento de las tripulaciones extranjeras y del pago de
los derechos de tránsito.
La Compañía de las Indias Orientales británica, fundada en 1600 y
poseedora del monopolio del comercio con las Indias Orientales con-
cedido por el Gobierno británico, había sido una empresa pequeña que
ahora estaba subiendo rápidamente a una posición de importancia mun-
dial al atraer nuevas y considerables inversiones y empezar a conquis-
tar territorios en el mismo subcontinente indio. Durante el reinado de
Qianlong sus directivos comenzaron a impacientarse debido a las res-
tricciones que imponían los Qjng, y lo mismo le ocurrió al propio Go-
bierno de Londres. En 1741 los británicos descubrieron la importancia
de tener una base en el Lejano Oriente (los portugueses ya tenían Ma-
cao; los españoles, Manila; y los holandeses, Batavia) cuando un co-
modoro de su marina de guerra, George Anson, cuya misión era atacar
a los barcos españoles en Oriente, arribó al puerto de Cantón después
de que su buque insignia sufriera graves desperfectos en una tempes-
tad. Al parecer, Anson creía que los chinos, siguiendo las leyes inter-
nacionales del mar que a la sazón imperaban en Occidente, le tratarían
hospitalariamente como neutral y no hostil. Pero la burocracia canto-
nesa puso docenas de obstáculos administrativos, se negó a entrevistar-
se con él o acusar recibo de sus mensajes durante semanas y semanas,
le cobró precios que él consideró escandalosos por los pertrechos de
pésima calidad que le suministró y le negó el permiso para hacer mu-
chas de las reparaciones que él quería llevar a cabo. La crónica que pu-
blicó Anson de los supuestos malos tratos de que había sido objeto
tuvo mucha difusión y se tradujo a varias lenguas europeas, lo cual pro~
vacó una oleada de sentimientos contrarios a los chinos en Gran Bre-
taña y otras partes de Occidente.
La Compañía de las Indias Orientales intentó aumentar las opor-
tunidades de comerciar y negociar con China y en 1759 envió a James
Flint, comerciante de la compañía que había aprendido chino, a pre-
sentar a la corte Qing quejas por las restricciones al comercio en Can-
tón y por la corrupción desenfrenada que allí reinaba. A fuerza de te-
nacidad y algunos sobornos, Flint, que viajó primero a Ningbo y luego
a Tianjin en un pequeño barco de 70 toneladas, el Suecas, logró que
sus quejas llegasen a Pekín. Según parece, al principio el emperador
mostró flexibilidad y accedió a enviar una comisión investigadora al
sur. Pero después de que el Success se perdiera en el mar con toda la
tripulación excepto Flint (que había viajado al sur independientemen-
te) durante el viaje de retorno a Cantón, el emperador cambió de idea.
Flint fue detenido y pasó tres años en la cárcel por infringir las regula-

184
riones de los Qing que prohibían navegar a los puertos del norte, por
presentar peticiones indebidamente y por haber aprendido chino.
La respuesta de los Qjng al aumento del número de comerciantes
extranjeros que empezaban a ejercer presión sobre sus puertas a finales
del siglo XVIll consistió en reforzar todas las reglas anteriores al tiempo
que decían desear que se hiciera justicia a todos los extranjeros. La to-
talidad del comercio europeo quedó restringida, a partir de 1760, a un
único puerto, Cantón, y se prohibió a los extranjeros residir allí salvo
durante la temporada de comercio, que todos los años iba de octubre
a marzo. Ahora los europeos tenían que tratar exclusivamente con los
mercaderes chinos del Hong, que estaban autorizados para ello -nor-
malmente había unos diez-, a pesar de que muchos recurrían a las ma-
las artes y a pesar de que también eran muchos los que quebraban por
ir más allá de lo que sus propios recursos les permitían. Los occidenta-
les podían presentar sus quejas o peticiones sólo a estos mercaderes del
Hong, que se encargaban de hacer llegar los escritos al Hoppo, el fun-
cionario de comercio nombrado por la corte. (Al igual que Cohong,
Hoppo se derivaba de la pronunciación occidental de una palabra chi-
na, en este caso la que designaba al personal del Gobierno Qing.) El
Hoppo, si le parecía bien, podía comunicarse entonces con el goberna-
dor provincial o con Pekín; o podía negarse en redondo a enviar los do-
cumentos por una miríada de razones de procedimiento o impropiedad.
Era un procedimiento complejo y exasperante, muy alejado de la
clase de igualdad diplomática y comercial entre naciones que las po-
tencias occidentales empezaban a dar por sentado. Las tensiones en am-
bas partes aumentaron después del decenio de 1770 cuando comercian-
tes británicos en particular, preocupados por los déficits comerciales
que todos los años les obligaban a ofrecer lingotes de plata por valor
de centenares de miles de libras a cambio de sedas, porcelanas y tés
chinos, comenzaron a enviar a los puertos del sur de China opio cul-
tivado en India para cambiarlo allí por manufacturas y productos ali-
menticios chinos. Lo que estaba en juego se incrementaba todos los
años debido al aumento de la pasión por el té tanto en Gran Bretaña
como en Estados Unidos: en 1800 la Compañía de las Indias Orien-
tales ya compraba más de diez millones de kilos de té chino con un
coste de 3,6 millones de libras. (A partir de 1784, los mercaderes de los
recién independizados Estados Unidos ya podían comerciar donde qui-
sieran y empezaron a enviar sus barcos directamente al lucrativo mer-
cado de té de China; pero estaban sometidos a las mismas restricciones
que los europeos.)
Fue cerca del final del reinado de Qianlong cuando la Compañía

185
de las Indias Orientales, actuando de acuerdo con el Gobierno del rey
Jorge 111, decidió tratar de rectificar la situación y llevarla en una di-
rección que creía que estaba en consonancia con la nueva dignidad de
Gran Bretaña como potencia mundial. Se escogió como emisario a
Lord George Macartney, aristócrata norirlandés que tenía buenos con-
tactos políticos y había adquirido experiencia diplomática en la corte
de Catalina la Grande de Rusia. Macartney también contaba con ex-
periencia práctica porque había sido gobernador de la isla caribeña de
Granada y administrador de la región de Madrás, en el este de India.
La embajada británica viajó en un barco de guerra de 66 cañones, con
dos barcos de apoyo, cada uno de ellos cargado de regalos caros ele-
gidos para mostrar los mejores aspectos de la tecnología manufacturera
británica. Macartney iba acompañado de un séquito de casi cien per-
sonas, entre las que había científicos, artistas, guardias, ayudas de cáma-
ra y profesores de lengua china del colegio católico de Nápoles.
Tras zarpar de Londres en septiembre de 1792, los barcos de Ma-
cartney hicieron una breve escala en Cantón en junio de 1793, y se les
permitió proseguir viaje directamente a Tianjin y desembarcar allí, ya
que afirmaron que su propósito era saludar a Qjanlong con motivo de
su octogésimo cumpleaños. Una vez en tierra, la embajada fue escol-
tada hasta Pekín con mucha pompa, pero con el estatus oficial de «emi-
safios tributarios». Macartney consiguió persistir en su negativa a pos-
trarse ante el emperador en el ritual kowtow y, en vez de ello, accedió
a hincar una rodilla y hacer una serie de reverencias. Esta concesión
satisfizo a los Qjng y en septiembre de 1793 Macartney fue recibido
cortésmente por Heshen y por el emperador en Rehe (lehol), el pala-
cio de verano en el norte. En sus audiencias Macartney pidió para los
británicos derechos de residencia diplomática en Pekín, el fin del res-
trictivo sistema comercial de Cantón, la apertura de nuevos puertos al
comercio internacional y la fijación de aranceles justos y equitativos.
Sin abandonar la cortesía un solo instante, ni el emperador Qing ni sus
ministros cedieron ante ninguna de las peticiones británicas.
En vez de ello, Qjanlong mandó un edicto a Jorge 111 en el que
explicaba que China no incrementaría su comercio exterior porque no
necesitaba nada de otros países. Qjanlong escribió: «Nunca hemos va-
lorado los artículos ingeniosos, ni tenemos la menor necesidad de las
manufacturas de vuestro país. Así pues, oh rey, en lo que se refiere a
vuestra petición de enviar a alguien que permanezca en la capital, al
tiempo que no estaría en armonía con las regulaciones del Celeste Im-
perio, también estamos convencidos de que no representa ninguna ven-
taja para vuestro país».'

186
Macartney no tenía ningún argumento de peso que emplear. Lo
único que pudo hacer fue salir de China por la ruta terrestre designa-
da hasta Cantón y tomar por el camino tantas notas como le fue po-
sible, al tiempo que plasmaba en su diario la impresión personal de
que este país de aspecto imponente tenía graves debilidades internas que
amenazaban con destruirlo. Sacó su metáfora principal, apropiadamen-
te, del mar que había atravesado a costa de tanto tiempo y tantas in-
comodidades. «El Imperio de China», escribió en su diario, "es un bar-
co de guerra viejo, loco y de primera clase que una afortunada sucesión
de oficiales capaces y vigilantes ha conseguido mantener a flote duran-
te los pasados ciento cincuenta años, y para intimidar a sus vecinos me-
ramente por su tamaño y su apariencia.» Pero con hombres inferiores al
timón, agregó Macartney, China navegaría lentamente a la deriva has-
ta "hacerse pedazos en la costa». La oposición de China a los objeti-
vos británicos era a la larga inútil, escribió Macartney, porque era "en
vano tratar de detener el progreso del conocimiento humano», como
hacían los Qing. "La mente humana es de una naturaleza que se eleva
y, una vez conquistados los primeros escalones de la ascensión, lucha
sin cesar contra todas las dificultades para alcanzar los más altos>"
En total la Compañía de las Indias Orientales había gastado una pe-
queña fortuna en la operación sin ganar nada a cambio. No fue un co-
mienzo prometedor de la época de las relaciones diplomáticas cara a
cara, aunque a Macartney le fue muy bien. Había insistido en una asig-
nación anual de quince mil libras antes de acometer la empresa, que
le había reportado unos beneficios de más de veinte mil libras. Al me-
nos China no había sido un obstáculo para su propio avance personal.

Los extranjeros y las leyes chinas

Una de las adquisiciones más interesantes de Lord Macartney en


China fue una copia del código de leyes de la dinastía Qing. Cuando
el código llegó a Inglaterra y fue traducido por un erudito que había
aprendido chino como miembro del séquito de Macartney, resultó cla-
ro lo que había parecido probable a generaciones de comerciantes bri-
tánicos, a saber: que los chinos y los europeos tenían conceptos muy
diferentes de lo que representaba "la ley» y, en consecuencia, recurrir
a las leyes podía exacerbar las tensiones internacionales en vez de ate-
nuarlas.
Aunque se basaban en una gran variedad de experiencias previas y

187
precedentes, las leyes chinas eran codificadas e interpretadas por el Es-
tado. No existía una judicatura independiente ni en las provincias ni
en Pekín: eran los magistrados de los condados quienes representaban
localmente a la justicia. Una serie de revisiones por parte del prefec-
to y el intendente judicial de la provincia podía llevar un caso al Mi-
nisterio de Castigos de Pekín. Las apelaciones de los demandantes tam-
bién eran posibles, pero sólo dentro de una jerarquía rigurosa que
culminaba en un «tribunal» de altos funcionarios. Las sentencias de
muerte tenían que revisarlas los superiores del magistrado y, técnica-
mente, el emperador en persona dictaba el veredicto definitivo sobre
todos los crímenes que se castigaban con la pena capital. Pero eso no
era siempre posible en la práctica y con frecuencia resultaba arbitrario.
En las insurrecciones locales se acostumbraba a ejecutar a los rebeldes
inmediatamente para disuadir a sus seguidores y evitar la posibilidad
de que otros disidentes los sacaran de la cárcel. En los casos en Jos que
estaban involucrados extranjeros las ejecuciones sumarias también eran
comunes.
Los magistrados de condado cumplían en esencia funciones de ins-
pectores de policía, jueces y jurados. Acumulaban las pruebas, luego
las evaluaban y finalmente dictaban sentencia. Los castigos para críme-
nes concretos se prescribían en el código de leyes, que los magistrados
tenían la obligación de seguir. Aunque a menudo estos funcionarios
confiaban en algún miembro de su personal administrativo que era su-
puestamente «experto" en leyes, no existía una abogada independien-
te ni, por ende, abogados. Si alguien trataba de intervenir desde fuera
en una causa criminal se le castigaba por su injerencia. Los sospechosos
eran tratados en la cárcel siempre con gran dureza y con frecuencia eran
apaleados o torturados con prensas de madera si se negaban a confe-
sar. La confesión siempre precedía al «juicio», cuyo resultado era, por
tanto, previsible, a menos que pudiera presentarse alguna prueba nueva
y sorprendente que exonerase al acusado. Dado que las palizas con un
grueso palo de madera que a veces se utilizaba para arrancar confesio-
nes podían matar o dejar inválido para siempre al sospechoso, no es
extraño que muchos chinos tuvieran miedo a la estructura de la ley,
aunque es cierto que recurrían a los tribunales de primera instancia en
los casos de discrepancias graves sobre bienes raíces, herencias y otras
cuestiones económicas.
En la mayoría de las demás disputas los chinos recurrían a media-
dores que eran miembros respetables de la comunidad local o líderes de
influyentes organizaciones de linaje. Es muy posible que los que se
veían amenazados con un pleito en tales casos pagaran para echar tierra

188
sobre el asunto; y los miembros subalternos del personal oficial del ma-
gistrado -los llamados «corredores yamens-- acostumbraban comple-
rnentar sus míseros ingresos aceptando sobornos para que no se ha-
blase del asunto. Los acusados de crímenes tales como robo, violación
u homicidio también trataban de comprar su libertad con regalos al
personal del magistrado o incluso al propio magistrado. La horrible y
posiblemente fatal experiencia de pasar una temporada en la cárcel
(descripción que, por supuesto, era igualmente aplicable a las sucias y
atestadas cárceles de la Europa de entonces) podía aliviarse mediante
pagos regulares a los carceleros y el reparto de alimentos entre los de-
más reclusos.
El sistema penal de los Qing también mantenía los valores socia-
les jerárquicos que se propagaban por medio de las enseñanzas confu-
cianas del Estado. Los crímenes contra el emperador y su familia eran
los más graves, y los crímenes contra burócratas o propiedades estatales
también se castigaban severamente: con la pena capital o prolongados
periodos de destierro. Dentro de la estructura familiar el padre que co-
metía un crimen contra un hijo recibía un castigo mucho más leve que
el hijo que cometía el mismo crimen contra el padre, y lo mismo
ocurría en el caso de los hombres que hadan daño a sus esposas, o los
parientes mayores que se los hacían a los jóvenes. En un caso en el
que un hombre mató a su hijo enterrándolo vivo, el Ministerio de Cas-
tigos revisó detenidamente los hechos y sacó la conclusión de que el
gobernador había actuado incorrectamente al condenar al padre a ser
apaleado. Los padres que mataban a un hijo debían ser apaleados sólo
si habían actuado «irrazonablemente», según arguyó el ministerio. En
este caso el hijo había dirigido palabras ofensivas contra su padre, acto
que merecía la última pena: «Así pues, aunque la muerte fue intencio-
nada, fue la muerte de un hijo que había cometido un crimen punible
con la pena de muerte al ultrajar a su padre».' El padre fue absuelto.
De no haber intervenido el Ministerio de Castigos, el padre hubie-
ra podido librarse igualmente del castigo. Después del juicio y la sen-
tencia, muchos castigos podían conmutarse por dinero en efectivo, se-
gún la gravedad del delito: medio tael de plata por veinte golpes con
la caña de bambú, tres taels por sesenta golpes, diez taels por un año y
medio de destierro, 720 taels por el destierro perpetuo y 1200 taels por
el estrangulamiento o la decapitación. Si bien estas conmutaciones se
basaban en escalas móviles de acuerdo con el rango oficial de un in-
dividuo O su supuesta capacidad de pago, el sistema beneficiaba clara-
mente a los ricos, para quienes tales sumas eran relativamente insignifi-
cantes. Para un campesino pobre o un obrero urbano podían representar

189
los ingresos de varias semanas o incluso años. Asimismo, los letrados
que habían aprobado los exámenes confucianos de nivel bajo estaban
exentos de castigos corporales y, por ende, se libraban de las temibles
palizas que con frecuencia arrancaban las confesiones de los aterrori-
zados plebeyos.
La estructura judicial de los Qjng estaba reforzada por un sistema
comunitario de responsabilidad mutua llamado baojia. Un bao era un
grupo de mil familias que se dividían en diez jía, cada una de las cua-
les comprendía cien familias. Todas las familias chinas debían estar ins-
critas en los grupos jia y bao, y ser supervisadas por un «jefe» elegido
entre sus propios miembros de acuerdo con un sistema de rotación.
Estos jefes debían comprobar la veracidad de los formularios de ins-
cripción de cada familia, en los que se indicaba el número de miem-
bros por sexo, edad, grado de parentesco y ocupación, y encargarse del
mantenimiento del orden público en su localidad. Los jefes también
supervisaban proyectos comunitarios como, por ejemplo, la reparación
de diques, la vigilancia de los cultivos O las operaciones militares. En
los casos de crímenes graves o de sospechas de rebelión, estos hombres
recababan ayuda de la oficina del magistrado. Asimismo, los jefes de-
bían velar por el pronto pago de los impuestos por parte de los miem-
bros de su baojia. Su trabajo era difícil, frustrante y a veces peligroso;
en muchas comunidades, el sistema languideció porque nadie quería
servir en calidad de jefe. Pero la mayor importancia para los extranjeros
residía en el concepto general que representaba la baojia, a saber: que
todos los miembros de una comunidad eran responsables del buen or-
den de la misma y que los vecinos o los amigos de las partes culpables
podían ser considerados igualmente culpables de los actos ilegales y cas-
tigados por ello.
Aunque el sistema penal era duro, el nivel de orden público en Chi-
na probablemente podía compararse con el que en aquel tiempo preva-
leda en Europa o en Estados Unidos. Pero en el sistema no había real-
mente espacio para dispensar un trato especial a los extranjeros. En todas
las cuestiones ordinarias, los extranjeros se hallaban bajo la jurisdicción
de la Litan Yuan, el Ministerio de Ritos, los Hoppos o la casa impe-
rial. Si infringían las leyes, los chinos daban por sentado, al menos ini-
cialmente, que los tribunales chinos se ocuparían de ellos de la mane-
ra habitual.
Varios casos en los cuales las tripulaciones de barcos extranjeros
mataron de manera fortuita a algún chino indican que las autoridades
locales de los Qing al principio aceptaron pagos en efectivo en con-
cepto de indemnización. En el reinado de Kangxi, las autoridades exi-

190
gieron 5000 taels después de que la tripulación de un barco británico
matara a un chino cerca del puerto de Cantón en 1689. Cuando la con"
traoff~rta de 2000 taels que presentaron los británicos fue rechazada, el
barco abandonó sus planes de comerciar y se hizo a la mar. A finales
del reinado, en 1722, los chinos aceptaron 2000 taels del capitán del King
George después de que el ayudante de su artillero matase sin querer a
un muchacho chino cuando estaba cazando. En 1754, cuando un fran-
cés mató a un marinero inglés en Cantón, los funcionarios chinos deja-
ron claro que estaban decididos a intervenir en los casos que ocurrieran
dentro de su jurisdicción incluso cuando ningún chino estuviera invo-
lucrado en ellos. Ordenaron el cese total del comercio con Francia has-
ta que los oficiales franceses entregaran al asesino. Irónicamente, éste fue
puesto en libertad poco después porque el emperador Qianlong, para
celebrar el vigésimo año de su reinado y las victorias de los Qing en las
guerras con los dzúngaros, había decretado una amnistía para todos los
criminales declarados culpables.
De peor agüero para los occidentales fueron varias causas judicia-
les que se vieron en los últimos años del reinado de Qjanlong, tras con-
solidarse el monopolio del Cohong. En 1773 las autoridades portugue-
sas de Macao juzgaron a un inglés que presuntamente había matado a
un chino; le declararon inocente y lo pusieron en libertad. Pero los fun-
cionarios chinos insistieron en que tenían derecho a intervenir en los
casos de homicidio en los que la víctima fuera china, volvieron a juz-
gar al inglés y lo hicieron ejecutar. Siete años más tarde las autoridades
chinas consiguieron reafirmar su derecho a intervenir cuando un ex"
tranjero matase a otro extranjero en suelo chino: un francés que había
dado muerte a un marinero portugués en una pelea fue obligado a sa-
lir de su refugio en casa del cónsul de Francia y ejecutado en público
mediante estrangulamiento.
Los dos casos que más repercusión tuvieron en el pensamiento oc-
cidental y que obligaron a replantearse en serio el modo de tratar con
los Qjng en el nivel diplomático internacional fueron aquellos en los
que se vieron envueltos dos buques mercantes, el Lady Hughes y el
Emily. El primero de los dos ocurrió en 1784, nueve años antes de que
la embajada de Lord Macartney llegase a China. El Lady Hughes, uno
de los llamados «country ships», barcos que eran propiedad de intere-
ses comerciales particulares pero comerciaban entre India y China con
licencia de la Compañía de las Indias Orientales británica, disparó una
salva cerca de Cantón y mató sin querer a dos espectadores chinos.
Cuando el capitán del Lady Hughes declaró que no sabía qué artillero
había disparado el cañonazo fatal, los chinos, consecuentes con sus

191
ideas sobre la responsabilidad mutua, detuvieron al administrador del
barco. También amenazaron con cancelar totalmente el comercio con
Occidente. En un intento de intimidar a los chinos, las tripulaciones de
la mayoría de los barcos extranjeros que en aquel entonces comercia-
ban en Cantón -británicos, franceses, daneses, holandeses y el primer
barco estadounidense en surcar aguas chinas, el Bmpress of China, regis-
trado en Nueva York- empuñaron las armas y se apostaron alrededor
de sus almacenes en tierra. Pero los chinos se mantuvieron firmes. Ante
la ruptura total del comercio y la posible ejecución del administrador,
el Lady Hughes entregó al artillero que probablemente era responsable
de lo ocurrido. Fue estrangulado en enero de 1785.
El caso del barco mercante estadounidense Emi{y, que ocurrió en
1821, fue el primero en el que intereses estadounidenses ocuparon un
lugar central. Un tripulante del Emi{y (que, irónicamente, se llamaba
Terranova) dejó caer involuntariamente un cántaro de barro sobre la
cabeza de una china que vendía fruta en una barca arrimada al barco;
la mujer cayó al agua y se ahogó. Cuando los chinos exigieron que les
entregasen a 'Ierranova, los estadounidenses al principio se negaron ro-
tundamente e insistieron en que el juicio se celebrara en el barco. Pero
después de que los Qjng ordenaran el cese total del comercio con los
estadounidenses en la región de Cantón, el capitán del Emily titubeó,
quizá porque la bodega del barco estaba llena de opio ilegal y temía
que se lo confiscaran. Terranova fue entregado a las autoridades chinas.
En el juicio, al que se prohibió que asistieran occidentales, fue declara-
do culpable y ejecutado al día siguiente. Esta sentencia y la rapidez de
la ejecución infringieron los procedimientos de los Qjng en los casos
de homicidio involuntario.
De forma acumulativa, estos juicios, choques y ejecuciones conven-
cieron a las naciones occidentales de que había que obligar a los chi-
nos a renunciar a la jurisdicción en los casos que afectasen a súbditos
extranjeros. Sin embargo, era precisamente ahí donde los chinos pre-
tendían mantenerse firmes. La incomprensión contribuyó a exacerbar
la disputa, porque la complejidad de la posición jurídica de los Qjng
no podía calibrarse del todo con una rápida lectura de sus estatutos;
exigía un estudio detenido que pocos occidentales estaban a la sazón
preparados para llevar a cabo. Además, la posición jurídica de los ex-
tranjeros en China había evolucionado con el tiempo. Bajo la dinastía
Ming, por ejemplo, la ley había declarado que «todos los extranjeros
que cometan delitos serán condenados de conformidad con el Código
Penal chino». si tales delitos tenían lugar en suelo chino. En 1646, des-
pués de una enmienda de los Qjng, la misma ley decía que «todos los

192
extranjeros que vengan a someterse al Gobierno del imperio serán,
cuando cometan delitos, sentenciados de conformidad con el Código
Penal chino», lo cual llevaba implícita la obediencia plena de todos los
extranjeros que quisieran comerciar con China. En el reinado del em-
perador Yongzheng, otro cambio puso a los extranjeros que estuvieran
en las zonas del país supervisadas por la Lifan Yuan -dzüngaros, mon-
goles, rusos- bajo el control jurídico de dicha oficina y dejaba a todos
los demás extranjeros sometidos al código penal chino basándose en
que, ya que «se han adherido al imperio, cuando cometan delitos de-
ben ser castigados igual que los súbditos chinos corrientes»."
Finalmente, el Ministerio de Castigos intentó racionalizar los ca-
sos en los que estaban involucrados extranjeros, al tiempo que se com-
prometía a ser justo bajo la ley, y con tal fin añadió en 1743 que en
tales casos los procedimientos «relativos a la detención y la obtención
de una confesión» no necesitaban «ajustarse a la pauta que se seguía
en el interior»." Los funcionarios chinos creían que hacer estos cam-
bios era ceder ante «los deseos de los bárbaros» y ciertamente puede
que así fuera en los decenios de 1740 y 1750. Sin embargo, en el de-
cenio de 1820 los occidentales se dieron cuenta de que la ley tal como
se había enmendado les privaba de la revisión por un tribunal de ape-
lación y de los atenuantes y conmutaciones a los que, al amparo del
código normal, tenían derecho los chinos corrientes que eran proce-
sados.
No fueron sólo los extranjeros quienes empezaron a quejarse de que
la ley china era deficiente. Desde un punto de vista diametralmente
opuesto, a las clases altas y a los plebeyos de China les exasperaba ver la
debilidad de los funcionarios de los Qjng ante las exigencias de ciertas
dispensas y trato especial que hadan los extranjeros. Cuando en 1807
dos chinos murieron en una reyerta con marineros del barco británico
Neptxne, los funcionarios chinos y el taipán británico (supervisor del
comercio) hicieron un trato para presentar un chivo expiatorio. Acto
seguido le acusaron de homicidio involuntario y le permitieron redi-
mir su pena por 12,42 taels, de acuerdo con la tabla de conmutaciones
del código Qjng. Una campaña al parecer concertada llenó Pekín de
carteles que acusaban a los Qjng de venderse a los «diablos extranjeros».
No se sabe quiénes la iniciaron, pero el tema de la campaña sería fun-
damental en la aparición paulatina de una fuerza nueva en la historia de
China: el nacionalismo antiextranjero.

193
El opio
Cuando el capitán del Emily entregó al marinero 'Ierranova a la jus-
ticia china para salvaguardar el cargamento de opio que transportaba el
barco, se comportó de un modo muy común en su tiempo. Durante
el siglo anterior, la creciente demanda europea y estadounidense de té,
porcelana, sedas y artículos decorativos chinos no había corrido parejas
con un aumento de la demanda china de exportaciones occidentales
de artículos de algodón y de lana, pieles, relojes y otras curiosidades me-
cánicas, estaño y plomo. El resultado fue un grave problema de la ba-
lanza de pagos de Occidente. Los occidentales tenían que pagar los
artículos chinos principalmente con plata, y esta afluencia ininterrum-
pida de plata a China -una de las causas de la prosperidad general du-
rante el reinado de Qianlong- alarmó al Gobierno británico. En el de-
cenio de 1760, por ejemplo, la plata que llegó a la China de los Qjng
superó los tres millones de taeIs; en el de 1770, el total aumentó hasta
situarse en siete millones y medio, y en el de 1780, 16 millones de taels.
A finales del siglo XVIII, sin embargo, los británicos ya habían pensa-
do en otro producto para intercambiarlo por artículos chinos: el opio.
Aunque el comercio estaba sujeto a grandes fluctuaciones, las cifras de
ventas de opio a China muestran la tendencia general con deprimen-
te claridad. Cada caja contenía entre 59 y 70 kilos de opio, según la
zona de origen, de tal modo que en el decenio de 1820 ya entraba en
China opio suficiente para satisfacer los hábitos de alrededor de un mi-
llón de adictos. Añadiendo a este suministro cierta cantidad de opio
que se cultivaba en el país (aunque todavía muy pequeña), podemos
empezar a hacernos una idea de la magnitud del problema que el opio
representaba en China.
Para seguir vendiendo ininterrumpidamente opio en China, eran
necesarios varios factores: el narcótico tenía que estar disponible en
cantidades grandes; tenía que haber un medio avanzado de consumir-
lo; el número de personas deseosas de fumarlo tenía que ser suficien-
te para que el comercio resultara viable, y los intentos de prohibición
que hacía el Gobierno tenían que ser ineficaces. Fue la conjunción de
todos estos elementos lo que sumió a China en este ciclo especialmen-
te angustioso de su historia moderna.
La conquista británica de extensas zonas de India fue lo primero
que impulsó la producción organizada y la venta de opio. Instigados
por los directivos de la Compañía de las Indias Orientales y favoreci-
dos por el brillante generalato de Robert Clive y las habilidades admi-
nistrativas del gobernador general Warren Hastings, entre 1750 y 1800

194
los británicos habían logrado dominar gran parte de! norte de India,
desde Bombay, en e! oeste, hasta Calcuta, en e! este, y contaban con
bases complementarias en Madrás (donde Lord Macartney había servi-
do en calidad de gobernador en otro tiempo), en el sur. Ansiosos de en-
contrar un cultivo comercia! que proporcionara ingresos a! exportado,
los británicos descubrieron que la adormidera crecía especialmente bien
en ciertas partes de India. Además, abundaba la mano de obra para re-
coger la savia de las incisiones practicadas en la planta y convertirla (hir-
viéndola) en la pasta espesa, que era la mejor para fumar.
La Compañía de las Indias Orientales estableció un monopolio para
la compra de opio indio y luego vendió licencias para comerciar con
opio a mercaderes occidentales seleccionados, llamados «country tra-
ders», ya que prefería este medio indirecto de obtener beneficios a par-
ticipar directamente en el envío del narcótico. Después de vender su
opio en China, los «country traders» depositaban la plata que recibían
por la venta en las oficinas de los agentes de la compañía en Cantón
a cambio de cartas de crédito; la compañía, a su vez, usaba la plata
para comprar té, porcelana y otros artículos chinos con el fin de ven-
derlos en Gran Bretaña. De esta forma nació un comercio triangular
que iba de Gran Bretaña a India, de India a China y de China a Gran
Bretaña, en cada una de cuyas etapas podían obtenerse grandes bene-
ficios.
El consumo de opio era tal vez el aspecto más simple del proceso.
La historia ofrece ejemplos de muchas maneras de consumir derivados
del opio, desde macerado en pociones o fumarlo mezclado con otras
hierbas, hasta las tabletas de morfina concentrada de finales del siglo XIX
y las inyecciones de heroína en la actualidad. Puede que la manera fa-
vorita de fumar opio de los chinos -calentar un minúsculo glóbulo de
pasta de opio refinado sobre una llama y fumarlo luego con una pipa
de tubo largo- al principio fuese popular porque fumar tabaco se ha-
bía puesto muy de moda a comienzos del periodo Qjng. Las plantas
de tabaco procedentes de América Latina se habían introducido en la
provincia de Pujian y de allí habían pasado rápidamente a Shandong
ya otras partes de China. En rollos del reinado de Kangxi pueden ver-
se docenas de chinos fumando tabaco en pipa mientras. pasean por las
calles de las ciudades y las marcas de variedades populares se exhiben
delante de las tiendas. Es probable que la costumbre de fumar opio mez-
clado con tabaco llegara a China en el decenio de 1720 con las tropas
que volvían de Taiwan tras sofocar la rebelión de Zhu Yigui en 1721.
A mediados del reinado de Qianlong cualquier persona que supiese
leer ya tenía a su disposición descripciones detalladas de la droga y de

195
Año Número de cajas

1729 200
1750 600 (eprox.)
m3 1.000
1790 4.054
1800 4.570
1810 4.968
1816 5.106
1823 7.082
1828 13.131
1832 23.570

Ventas británicas de opio a China.'

cómo prepararla para consumirla. Pequeñas salas públicas donde por


unas monedas proporcionaban una pipa de opio que e! cliente fumaba
recostado cómodamente pusieron la droga al alcance de los habitantes
de las ciudades y de los pobres.
¿Por qué los chinos de mediados y finales de! periodo Qjng empe-
zaron a fumar tanto opio? Como ningún escrito chino de la época ha-
bla de ello, sólo podemos hacer conjeturas; pero sabemos que e! con-
sumo de derivados del opio surte el efecto de ralentizar y difuminar e!
mundo que rodea al consumidor, hacer que el tiempo se alargue y se
desvanezca, trasladar realidades complejas o dolorosas a una distancia
aparentemente infinita. Documentos chinos de entonces inducen a pen-
sar que el opio atrajo inicialmente a grupos atormentados por el aburri-
miento o el estrés. Los eunucos atrapados en la red ritualizada del pro-
tocolo de la corte fumaban opio, y 10 mismo hacían algunos de los
funcionarios manchúes de la corte, que con frecuencia tenían sinecu-
ras o empleos prácticamente sin sentido en la burocracia palaciega. Las
mujeres de familias ricas, privadas de la oportunidad de educarse yen-
cerradas en sus casas, fumaban opio. También lo fumaban los secreta-
rios de las oficinas agobiadas por el trabajo de los magistrados, al igual
que los mercaderes que se aprestaban a hacer algún negocio y los es-
tudiantes que se preparaban para los exámenes de Estado, e incluso los
que se presentaban a ellos. Los soldados que se dirigían a luchar contra
grupos de rebeldes rurales también fumaban opio.
Más avanzado el siglo XIX, la costumbre se propagó, especialmen-
te entre las clases que disponían de tiempo libre y buscaban un medio
de esparcimiento social. También los culis empezaron a tomar opio, ya

196
fuera fumándolo o lamiendo bolitas de droga, para vencer la monoto-
nía y el dolor de tirar de grandes cargas día tras día. (Patronos astutos
pero despiadados, cuando vieron que los culis podían transportar car-
gas más pesadas si estaban bajo la influencia del opio, incluso se lo
proporcionaban a sus trabajadores.) A finales del siglo XIX, ya eran mu-
chos los campesinos que también se habían convertido en adictos, so-
bre todo los que habían empezado a plantar adormideras como culti-
vo comercial para complementar sus escasísimos ingresos.
El Gobierno Qjng no estaba seguro de cómo hacer frente al proble-
ma. Como ya hemos visto, Yongzheng, el primer emperador en pro-
nunciarse sobre el narcótico, era consciente de que existía una necesi-
dad legítima de opio como droga medicinal -podía ser particularmente
valioso para atajar los efectos de la diarrea o la disentería-, pero tam-
bién de que sus usos no medicinales parecían ser perjudiciales. Encon-
tró una solución intermedia y precaria en virtud de la cual se castigaba
rigurosamente a quienes «pasaran» la droga a consumidores potencia-
les y a quienes regentaran fumaderos, al tiempo que el opio para fmes
«medicinales» seguía vendiéndose sin disimulo.
Durante el siglo XVIII la mayoría de las compras de opio al por ma-
yor estaba en manos de los mercaderes del Cohong. Pero el comercio
pasó a ser más indirecto después de que en 1801 un edicto prohibiera
tanto importar opio como producirlo en China, y en especial después
de que en 1813 nuevos edictos prohibiesen terminantemente fumarlo.
Los fumadores de opio chinos podían ser castigados con cien golpes
de caña de bambú y condenados a llevar en público la canga durante
un mes o más. Los mercaderes del Cohong ya no se atrevían a trafi-
car con opio, pero los comerciantes extranjeros comprobaron que si
anclaban en puntos seleccionados frente a la costa de China, había mu-
chos aventureros chinos dispuestos a salir a su encuentro para comprar-
les sus existencias de opio. Grandes pontones fortificados y anclados
cerca de la isla de Lintin, en la bahía situada más abajo de Cantón, tam-
bién formaban un buen punto de distribución de la droga. A bordo de
veloces barcas de vela o remo y poco calado los comerciantes chinos
podían eludir todos los intentos de interceptarlos que hacían las esca-
sas fuerzas navales que el Gobierno tenía en la provincia. Luego distri-
buían el opio utilizando la red de vías comerciales locales, por carre-
tera, por río y por los senderos.
Cuando el Gobierno intentó hacer cumplir la prohibición castigan-
do severamente a los traficantes e interrogando con rigor a los fuma-
dores sobre sus fuentes de abastecimiento, los involucrados en el ne-
gocio del opio se volvieron más circunspectos y procuraron borrar su

197
rastro por medio de numerosos intermediarios. Un ejemplo sucinto de
ello es la transcripción del testimonio que un eunuco de la corte, al ser
detenido en 1831, prestó ante funcionarios de la casa imperial:

Al principio comprábamos cantidades pequeñas del opio que fumábamos


directamente al musulmán Zhu Da. Luego me enteré de que cuando los
barcos entraban en Tianjin las bolitas de opio sallan más baratas, de modo
que pedí a Kekesibuku un préstamo de cien sartas de monedas locales y
también vendí mi carro de mulas. Llevé a mi sirviente Qin Baoquan con-
migo a Tianjin y conseguí que Qin, el viejo amigo de Yang Huiyuan, hi-
ciera de agente mío. Yang compró 160 onzas de opio a Zhang por 240 sar-
tas de monedas. Di a Yang una comisión de 3,8 sartas de monedas?

Si las autoridades hubieran investigado este caso con diligencia, tal


vez hubiesen llegado más allá de los dos intermediarios, hasta encon-
trar al traficante local, Zhang. Pero probablemente el mismo Zhang era
sólo un pequeño traficante y su detención habría tenido lugar mucho
después de que los distribuidores más importantes y los barcos extran-
jeros que los abastecían siguieran su camino.

Imágenes occidentales de China


Hasta mediados del siglo XVIII China gozó en general de la atención
favorable de Occidente. Esto fue debido en gran medida a la amplia
difusión que alcanzaron los libros y la correspondencia que publicaron
autores católicos, especialmente jesuitas, que veían en la enorme po-
blación del país una cosecha potencial de almas para la fe cristiana. Si
bien eran conscientes de algunos de los problemas de China, la mayo-
ría de los observadores católicos siguió el ejemplo del misionero jesuita
Matteo Ricci, que vivió en China de 1583 a 1610 y admiraba la labo-
riosidad de su población, la experiencia de su burocracia, la riqueza fi·
losófica de sus tradiciones culturales y la fuerza de sus gobernantes.
Los jesuitas franceses, que dominaban las misiones en China a fi-
nales del reinado de Kangxi, presentaron una imagen todavía más lau-
datoria del Estado Qjng en sus comienzos, una imagen cuyo propósi-
to deliberado era atraer al «Rey Sol», Luis XIV, y persuadirlo para que
respaldara a los misioneros con dinero y personaL En el centro de es-
tas descripciones elogiosas se hallaba la idea de que el contenido ético
de los clásicos confucianos demostraba que los chinos eran una nación

198
profundamente moral y en otro tiempo habían practicado una forma
de monoteísmo que no era muy diferente de la que cabía encontrar en
la tradición judeocristiana. Con un poco de esfuerzo, por tanto, sería
posible hacerles volver a los valores verdaderos que otrora habían abra-
zado, sin necesidad de recurrir a la fuerza para convertirlos.
Aunque los jesuitas perdieron rápidamente influencia en China du-
rante los últimos años del reinado de Kangxi -al tiempo que su presti-
gio en Europa declinaba durante el siglo XVIII~, hasta que la orden fue
suprimida por completo en 1773, sus libros sobre el Gobierno y la so-
ciedad chinos continuaron siendo, con mucho, los más detallados que
existían. Su lectura hizo que el filósofo alemán Gottfried Wilhelm van
Leibniz se interesara hondamente por la estructura de los hexagramas
del Libro de los cambios. Hasta el filósofo anticlerical Voltaire se sintió
intrigado por lo que leyó sobre los chinos. Como estaba resuelto a ata-
car el poder de la Iglesia católica en la Francia del siglo XVIII, Voltaire
utilizó con inteligencia la información sobre China que proporcionaban
los católicos para refutar las pretensiones más extremas de éstos. Ar-
guyó que si los chinos tenían tanta moralidad y eran inteligentes, éticos
y bien gobernados, y si esto era en gran parte atribuible a la influencia
de Confucio, de ello se deducía que, dado que Confucio no era cris-
tiano, resultaba obviamente posible que un país marchara de forma ad-
mirable sin la presencia del poder clerical.
En una serie de obras influyentes que escribió entre 1740 y 1760,
Voltaire expuso sus ideas relativas a China. En una novela presentó sus
opiniones sobre el paralelismo de los valores morales en diferentes so-
ciedades, europeas y asiáticas. En una obra de teatro sugirió que la fuer-
za moral innata de los chinos había logrado apaciguar hasta a los con-
quistadores mongoles capitaneados por Genghis Jan. y en un insólito
gesto historiográfico, Voltaire empez6 su estudio de la historia del mun-
do -Bssai surles maxrs el I'esprit des nations (Ensayo sobre las costumbres y el
espfntu de las naciones)- con una extensa sección dedicada a China. Lo
hizo para subrayar los valores de las distintas civilizaciones y llamar la
atención sobre la arrogancia europea: «La gran incomprensión ante los
ritos chinos nació de que juzgáramos sus costumbres a la luz de las nues-
tras: porque nosotros llevamos los prejuicios que surgen de nuestra na-
turaleza pugnaz hasta los confines del mundo»." Como no pudo en-
contrar en Europa un «filósofo-rey» que fuera ejemplo de sus puntos
de vista sobre la religión y el Gobierno, Voltaire creyó que el empera-
dor Qjanlong llenaría el vacío y escribió poemas en honor del lejano
gobernante.
Las alabanzas que dedicó Voltaire a las instituciones chinas apare-

199
cieron en un contexto cultural que simpatizaba intensamente con Chi-
na. Durante el mismo periodo breve de mediados del siglo XVIII, Euro-
pa se vio embargada por una fascinación por China que suele descri-
birse empleando la palabra francesa dnnoiserie, un entusiasmo atraído
más por la decoración y los dibujos chinos que por la filosofía y la
forma de gobierno. En grabados y descripciones de casas y jardines
chinos, y en sedas bordadas, esterillas y porcelanas de vivos colores de
la misma procedencia, los europeos hallaron una forma de sustituir la
precisión geométrica de su arquitectura neoclásica y la pesadez del
barroco. El rococó francés fue una parte de este clima, que tendía a
preferir los colores suaves y claros, la asimetría, un desorden calcula-
do, una sensualidad propia de los sueños. Sus manifestaciones popu-
lares podían encontrarse en toda Europa, desde los dibujos «chinos>' en
los nuevos papeles pintados y muebles que adornaban los hogares de la
clase media hasta las pagodas en los parques públicos, las sillas de mano
que se usaban para transportar personas por las calles y las celosías que
rodeaban los jardines ornamentales.
No obstante, este culto a China, ya fuera intelectual o estético, se
desvaneció pronto a causa de crónicas airadas y sarcásticas como la de
George Anson. A Voltaire, su propio entusiasmo le hizo blanco de sar-
casmos o burlas cuando la imagen que tenía de China empezó a parecer
poco convincente a otros grandes pensadores de la Ilustración francesa.
A jean-jacques Rousseau y al barón de Montesquieu les preocupaba que
los chinos no parecieran gozar de libertad verdadera, que sus leyes se
basaran en el miedo en lugar de en la razón y la posibilidad de que su
complicado sistema de educación corrompiese la moral china en vez de
mejorarla. Otros escritores declararon que China no parecía progresar,
que en realidad no tenía ningún concepto de progreso; de ahí a pen-
sar que, de hecho, los chinos estaban retrocediendo había sólo un paso.
El historiador francés Nicolas Boulanger escribió en 1763 las siguientes
palabras sombrías, que el radical inglés John Wilkes tradujo del fran-
cés al año siguiente:

Todos los restos de las antiguas instituciones que China posee ahora for-
zosamente se perderán; desaparecerán en las revoluciones futuras; como
lo que ya ha perdido de ellas se desvaneció en las anteriores; y finalmen-
te, como no adquiere nada nuevo, siempre saldrá perdiendo."

Algunos destacados pensadores europeos reflexionaron sobre estos


argumentos relativos a China y a los chinos y se esforzaron por eva-
luar las perspectivas del país. Uno de ellos fue el filósofo escocés Adam

200
L Machangpersigue alenemigo, detalle de un rollo de mano de Oiuseppe Castiglione. Cas-
tiglione (1688-1766), pintor jesuita de talento en la corte de Qjanlong, presenta aquí a un
general de los Qing famoso por sus victorias frente a los uigures en Xinjiang.
2. El mayor logro de Qjanlong fue la conquista e integración de extensos territorios en el
oeste llamados actualmente Xinjiang. En este grabado vemos fuerzas de los Qjng acam-
padas durante su campaña para tomar Kashgar y Yarkand en 1759.

3. El Yuan Ming Yuan, el palacio de verano proyectado para Qjanlong por los jesuitas en
Chilla y situado justo en las afueras de Pekín. Este grabado muestra la Sala de lo. Mares
Pacíficos.
~-

4. Ciuseppe Ca~t¡~lío n~ (Lang Shilllng), En mi uma lÍn ts!J tI poder di reinar pmi/iülml lfu . de-
talle del emperador Q¡.m long (1736).
,
--'-"""\. : ' ~ '

S. Dibujo satírico que representa" Lord Macartney y al emperador Qianlong realizado


cuando la misión partió de Inglaterra en 1792 (arriba); visión más reflexiva del encuen-
tro, de una edición de 1806 del diario de Macartney (abajo).
6. Visión de dnnoisair de China datada en el siglo xvrn; la figura central se inspira libre-
mente en el emperador Kangxi.
7. Las factorías de Cantón. Los mercaderes occidentales crearon su propio pequeño mundo
en una zona restringida al sudoeste de Cantón, donde los chinos les concedieron la resi-
den cia. Toda la zona de factorías que aparece aquí fue saqueada por los chinos durante la
guerra en 1841 y arrasada al año siguiente.
8. La decadencia de unfumador de opio, hacia 1860. De una serie de doc e acuarelas chinas.
Arriba; «Primer paso hacia el vicio de fumar opio acompañado de mujeres, música y
canto»; abajo; -Mientras su madre [la del fumador de opio) le golpea con una caña ant e
la alegría de su padre, su esposa corta la pipa para fumar opio con gran horror de su hijo»
9. La Campaña del Norte de los Taiping en 1853-1855. En el otoño de 1853 el ejército
Taiping alcanzó la periferia de Tianjin, a unos ciento doce kilómetros de la capital de
los Qjng, Pekín. Allí fueron frenados y obligados a retroc eder poco a poco por fuerzas
de los Qing, como se ve en este cuadro de un artista local.
10. Victoria de los Qing sobre los Taiping. En 1854 las fuerzas de los Qing sofocaron fi-
nalmente el levantamiento de los Taiping de Hong Xiuquan. Este cuadro, que honra a
Zeng Guofan y sus ejércitos, muestra la victoria de los Qjng en el lago de Dongting en
Hunan, julio de 1854.
11. Zcng Guofan, organizador
del ejército de Xiang y arquitecto
de la supresión de los Taiping.

12. El general Charles «Chinesco


Cordón, oficia! de artillería británico
que mandó el Ejército Siempre
Victorioso contra los Taiping.
13. Int erior de los fortines de Dagu , agosto de 1860 (fotografía de FeJix Beato). Los Qing
siguieron oponiendo resistencia a las incursiones europeas incluso después de la firma del
Tratado de Tianjin (1858) y repelieron a las fuerzas británicas en los estratégicos fortines
de Dagu en 1859, pero sucumbieron ante los ataques anglofranceses al año siguiente. Ésta
es la primera afato-noticia» tomada en China.
14. Ruinas del Yuan Ming Yuan (fotografla de Thomas Childe, hacia 1875). El 18 de oc-
tubre de 1860 Lord Elgin ordenó a sus tropas que destruyeran el palacio de verano pro-
yectado pan Qjanlong por arquitectos jesuitas. Aquel mismo día los Qjng capitularon
ante nuevas exigencias británicas.
15. El primer gran ímpulso a la inmigración de chinos hacia Estados Unidos fue la Fiebre
del Oro de California en 1848-1849. En el decenio de 1860 miles de chinos trabajaron en
las últimas etapas del gran auge de construcción de ferrocarriles que extendió las líneas
desde California hasta Utah.
16. ReD Xiong (1820-1857), Autorretrato.
Smith, que escribió sobre China en La riqueza de las naciones, publicaba
por primera vez en 1776. En sus análisis de las capacidades productivas
de diferentes países, Smith comprobó que China era útil a efectos de
comparación, en especial con las naciones de Europa y las sociedades
en vías de desarrollo en América del Norte. Tras examinar el crecimien-
to de la población como índice de desarrollo, concluyó que en Europa,
donde los países doblaban su número de habitantes cada quinientos
años, e! crecimiento era ininterrumpido aunque no espectacular. En
América de! Norte, cuya población se doblaba cada veinte o veinticin-
co años, había empleo instantáneo para la totalidad de la nueva fuerza
laboral; e! Nuevo Mundo, era, por consiguiente, «mucho más próspero,
y avanzaba con una rapidez mucho mayor hacia la adquisición de más
riquezas»."
Sin embargo, China, «durante mucho tiempo uno de los países más
ricos, esto es, uno de los más fértiles, mejor cultivados, más laboriosos
y más populosos del mundo», había alcanzado aquella fase del ciclo
de crecimiento en la que había «adquirido el complemento pleno de
riquezas que la naturaleza de sus leyes e instituciones permite adquirir».
En tal situación, el aumento continuo de la población tuvo graves re-
percusiones económicas: "Si en semejante país los salarios de la mano
de obra habían sido alguna vez más que suficientes para mantener al
trabajador y permitirle tener una familia, la competencia de los traba-
jadores y e! interés de los amos pronto les reduciría a este nivel más
bajo que es concorde con el común de los mortales". El resultado fue
que «la pobreza de las clases bajas en China sobrepasa ampliamente la
de las naciones más míseras de Europa» y el infanticidio se convirtió
en parte integrante de las costumbres sociales. Como dijo ácidamente
Smith: "El matrimonio en China no lo fomenta el provecho que traen
los hijos, sino la libertad de sacrificarlos». China estaba exacerbando
estos problemas, según Smith, con su negativa a considerar la posibili-
dad de cambiar. China se mantenía distanciada del crecimiento de la
economía mundial y con ello estaba decidiendo su propio destino: "Un
país que descuida o desprecia el comercio exterior, y que permite la en-
trada de barcos de naciones extranjeras sólo en uno o dos de sus puer-
tos, no puede hacer la misma cantidad de negocios que podría hacer con
leyes e instituciones distintas»."
En un famoso ciclo de conferencias que el filósofo alemán Georg
Wilhelm Friedrich Hegel dio a principios del decenio de 1820, los di-
versos análisis críticos de Boulanger, Rousseau, Montesquieu y Smith
fueron sintetizados de tal modo que las "Civilizaciones Orientales» -en-
tre ellas, China principalmente- pasaron a verse como una etapa pri-

215
mitiva y ya superada de la historia. La visión de la «Sociedad Asiática",
sintetizada por Hegel, iba a tener una influencia profunda en el joven
Karl Marx y otros pensadores del siglo XIX. La historia, en opinión de
Hegel, era la evolución de lo que él llamaba las ideas y prácticas de la
libertad en todo el mundo. La libertad era la expresión de la autorrea-
lización del «Espíritu del Mundo", y ese espíritu estaba alcanzando su
manifestación más plena en los estados cristianos de Europa y Améri-
ca del Norte. Optimista sobre su propio tiempo, Hegel formuló una
teoría que quitaba importancia al pasado de China. Describió China
como un país dominado por sus emperadores o déspotas, típico de las
«naciones orientales» que veían a un solo hombre como libre. En Oc-
cidente los griegos y los romanos habían llegado a considerar que al-
gunos hombres eran libres; y, siglos más tarde, la generación de Hegel
había llegado a pensar que todos los seres humanos eran libres. Sin una
comprensión de la marcha del Espíritu en el mundo, hasta la «liber-
tad» del emperador de China era un «capricho», expresado o bien por
medio de la «ferocidad -Ia brutal temeridad de la pasión- o por una
levedad y mansedumbre de los deseos que eran en sí mismos sólo un
accidente de la naturaleza»."
Hegel escribió que parte del destino de China dependía de factores
geográficos: «La gran extensión de Asia Oriental se encuentra separada
de la evolución general de la historia». En un pasaje expresado con mu-
cha fuerza, Hegel explicó que China había carecido de la gran audacia
que mostraron los europeos cuando exploraron los mares y, en vez de
ello, había permanecido atada a los ritmos de la agricultura de sus grandes
llanuras. El suelo presentaba sólo «una multitud infinita de dependen-
cias», mientras que el mar llevaba a la gente «más allá de estos círcu-
los limitados del pensamiento y la acción ... Esta extensión del mar más
allá de las limitaciones de la tierra se halla ausente en los espléndidos
edificios políticos de los estados asiáticos, aunque éstos se encuentren
a orillas del mar, como China. Para ellos el mar es sólo el límite, el bor-
de donde termina la tierra; no tienen ninguna relación positiva con
él»." Si bien esta afirmación habría sobrecogido a los ricos mercaderes
oceánicos de Pujian si la hubiesen escuchado, Hegel tenía en esencia
razón al decir que el propio Estado Qing no estaba interesado en la ex-
ploración marítima.
En una serie de conclusiones sombrías, Hegel relegó de forma per-
manente a los chinos a su espacio fuera de la evolución del Espíritu
del Mundo. Si bien China tenía abundancia de historiadores, éstos es-
tudiaban su país dentro de sus propias y limitadas ideas preconcebidas,
sin darse cuenta de que China se hallaba «fuera de la Historia del Mun-

216
do, como la mera presuposición de elementos cuya combinación hay
que esperar para que constituyan su progreso vital». Aunque los em-
peradores chinos dirijan palabras de «majestad y bondad y ternura pa-
ternales al pueblo», los chinos «albergan la peor opinión de sí mismos
y creen que los hombres nacen sólo para tirar del carruaje del Poder
Imperial». En un pasaje que iba más allá de todo lo que opinara Lord
Macartney sobre el destino de la dinastía Qing, Hegel se lamentó por
los chinos: «La carga que los aprieta contra el suelo les parece su desti-
no inevitable: y no les parece en absoluto terrible venderse como es-
clavos y comer el amargo pan de la esclavitud».
No obstante, China quizá no estaba atrapada para siempre en un
aislamiento metafísico y geográfico. En uno de sus apartes más ambi-
guos, Hegel agregó que «en su caso, una relación con el resto de la His-
toria podría existir sólo si otros los buscasen e investigaran su carácter»."
Hegel dejó la incógnita de quién debía buscarlos o cómo, pero las po-
tencias occidentales, con sus barcos, sus misiones diplomáticas y su opio
empezaban rápidamente a proporcionar una respuesta.

217
Segunda parte
Fragmentación y reforma
Los letrados chinos de formación confuciana eran conscientes de
las presiones morales y económicas que sufría su sociedad a comien-
zos del siglo XIX. Inspirándose en la tradición intelectual en la que se
habían criado, propusieron reformas administrativas y educativas, lla-
maron la atención sobre el rápido crecimiento de la población y pidie-
ron más equidad en el reparto de la riqueza. Algunos también seña-
laron las injusticias sociales que separaban a los hombres y a las mujeres,
y suplicaron más sensibilidad hacia el estatus de la mujer en la vida
cotidiana.
El aumento de la adicción al opio planteaba un dilema social espe-
cialmente complejo. Letrados, funcionarios y el propio emperador du-
daban entre legalizar la droga o prohibirla por completo. Al mismo
tiempo, las masivas inversiones británicas en la fabricación y la distri-
bución de la droga, así como el papel crítico que los ingresos obtenidos
del opio desempeñaban en la estrategia de la balanza de pagos intema-
cional de Gran Bretaña, hacían del comercio del opio un componente
esencial de la política exterior de esta nación. Los Qing creyeron que el
problema era de carácter interno y decidieron prohibir la droga. Los bri-
tánicos respondieron con la fuerza de las armas. Tras derrotar a los Qjng,
en 1842 impusieron un tratado que alteró fundamentalmente la estruc-
tura de las relaciones de la dinastía con las potencias extranjeras y puso
fin al largo ciclo histórico durante el cual los gobernantes de China ha-
bían controlado eficazmente a todos los extranjeros que residían en
territorio chino.
Esta nueva presencia extranjera en China coincidió con nuevas olea-
das de desórdenes internos, y sin duda contribuyó a ellas. Los levan-
tamientos contra los Qing se habían producido cada vez más a menu-
do en las postrimerías del siglo XVIII. El aumento de las dislocaciones
sociales del siglo XIX provocó una agitación cada vez mayor, hasta que
a mediados de siglo estallaron cuatro rebeliones a gran escala, y al me-
nos dos de ellas -la de los Taiping y la de los Nian- tenían capacidad

221
para derribar la dinastía. Los Taiping se basaban en principios funda-
mentalistas de signo cristiano e igualitario que afectaban el corazón de
los valores confucianos e imperiales; los Nian introdujeron nuevas pau-
tas de guerra móvil de guerrillas que amenazaron el prestigio de las ins-
tituciones militares básicas del Estado. Las otras dos rebeliones, ambas
capitaneadas por musulmanes, estallaron en el sudoeste y el noroeste de
los confines de China y pusieron en peligro el dominio de los Qjng
sobre los pueblos no chinos en las regiones más inaccesibles. La dinas-
tía Qjng sobrevivió gracias únicamente a una serie extraordinaria de
campañas militares dirigidas por letrados de formación confuciana, que
mantuvieron su lealtad a los valores tradicionales chinos por encima
de todo lo demás y estaban decididos a perpetuar los sistemas sociales,
educativos y familiares dominantes.
Lo irónico fue que sus grandes victorias empujaron a los estadistas
confucianos a emular y adoptar ciertos elementos de la tecnología mi-
litar extranjera y del derecho internacional que con el tiempo menos-
cabaron la santidad de los mismos valores que se esforzaban por pre-
servar. Pero al principio estas consecuencias no podían preverse y los
Qjng, en nombre del fortalecimiento, no sólo crearon fábricas y arse-
nales nuevos para la producción de armas y barcos, sino que también
fundaron escuelas de enseñanza de lenguas extranjeras, contrataron a
extranjeros para que cobrasen los derechos de aduana sobre una base
equitativa, trataron de contratar una pequeña flota de barcos y marine-
ros extranjeros, y fundaron el equivalente a un Ministerio de Asuntos
Exteriores, la primera institución de este tipo que hubo en China.
Sin embargo, las relaciones entre los chinos y los extranjeros con-
tinuaron siendo tensas. Las arremetidas contra los misioneros en China
corrieron parejas con atentados contra los chinos en Estados Unidos y
finalmente la afluencia de inmigrantes chinos se vería muy reducida
por una serie de restricciones unilaterales que impusieron los estado-
unidenses. En ambos casos, la incomprensión de la cultura y los objeti-
vos de la otra parte era muy grande, a pesar de que los esfuerzos de al-
gunas personas pusieron de manifiesto las posibilidades que la ternura,
la compasión y la adaptación imaginativa tenían entre las razas.
A finales del siglo XIX, pese a las presiones extranjeras y la agita-
ción interna, dio la impresión de que los Qjng podrían construir una
síntesis nueva y viable. Pero los numerosos logros de la aplicación
de la tecnología extranjera a las necesidades militares e industriales de
China se vieron anulados por las derrotas que sufrieron los chinos en
dos guerras breves pero encarnizadas -una con los franceses y otra con
los japoneses- en las que gran parte de la marina «moderna» de la que

222
tanto se jactaba China fue a parar al fondo del mar. Cuando en 1898
un arrebato de celo reformador fracasó debido a la oposición de los
conservadores, se dieron las condiciones para los levantamientos de
los bóxers en 1900, en los cuales un hondo sentimiento antiocciden-
tal provocó ataques generalizados contra los misioneros extranjeros y
sus conversos. Los bóxers fueron reprimidos por la fuerza extranjera,
pero tras ellos llegaron las primeras señales de un creciente nacionalis-
mo chino antimanchú, que se expresó por medio de artículos de pren-
sa, panfletos, boicots económicos y una ráfaga de actividades insurrec-
cionales cuyo propósito era debilitar el poder del Estado Qjng desde
dentro.
El último intento de los Qing para reunir las fuerzas de la dinastía
fue una mezcla potencialmente eficaz de reforma política, militar y
económica: se hicieron experimentos de gobierno constitucional basán-
dose en modelos occidentales, esfuerzos por rearmar y reorganizar el
ejército, también siguiendo criterios occidentales, y un intento de refor-
zar el control de la economía por medio de una red ferroviaria apartar.
Sin embargo, en lugar de aportar estabilidad, estas combinaciones pro-
vocaron enfrentamientos y nuevas causas de incomprensión. Las asam-
bleas constitucionales que se instauraron en todas las provincias pro-
porcionaron un motivo para las críticas contra los Qjng y para la
aparición de intereses locales. La visión de un ejército fuerte y moder-
nizado bajo la dirección especializada de manchúes no podía, como
mínimo, dejar de resultar amenazadora para los nacionalistas chinos
que soñaban con independizarse de los Qjng. Y los intentos guberna-
mentales de centralizar los ferrocarriles y utilizar empréstitos extranjeros
para ello enfurecieron por igual a los inversores y a los patriotas de
las provincias. Cuando los líderes radicales y sus seguidores avivaron
hábilmente estas llamas de disensión, los Qjng se encontraron con sus
cimientos gravemente socavados.
Impotentes ante el motín militar que estalló a finales de 1911, los
manchúes no tuvieron más remedio que abdicar de su poder a princi-
pios de 1912 y proclamar el final de la dinastía Qjng. Ello dejó un vacío
crucial en el centro del Estado chino sin que hubiera líderes especial-
mente dotados de talento que pudieran llenarlo, sino sólo varios agru-
pamientos con ideologías y pretensiones rivales. El legado del derrum-
bamiento de la dinastía no fue una república nueva y segura de sí
misma, sino un periodo de guerra civil y desorden intelectual que, trá-
gicamente para el pueblo chino, fue todavía peor que el periodo que
había seguido a la caída de los Ming 268 años antes. Sin embargo, en
medio de la confusión, los sueños de una China fuerte que ofrecían

223
los pensadores que se ocupaban del arte de gobernar, los partidarios
del fortalecimiento, los reformadores constitucionales y los revolucio-
narios nunca se eclipsaron del todo. El aspecto más edificante del últi-
mo siglo de dominio de los Qing fue que no se permitió que muriese
la idea de la grandeza de China.

224
7
El primer choque con Occidente

La respuesta de los letrados de China


Antes incluso de la muerte del emperador Qjanlong en 1799,
los letrados confucianos empezaban a ser conscientes de la gra-
vedad de los problemas que se le planteaban a la dinastía, tanto en el
interior como en el exterior. Desde dentro de la tradición kaozheng de
búsqueda de pruebas empezaron a aparecer nuevas tendencias. Varios
letrados chinos comenzaron a rogar a sus colegas que prestaran más
atención a las necesidades y los problemas administrativos del momen-
to; otros empezaron a especular audazmente sobre el futuro de China
y a preguntarse si en la propia tradición confuciana no habría elemen-
tos que fomentaran el cambio; y otros pensaban que la escuela del
kaozheng se estaba volviendo estéril y formalista, y trabajaron para crear
un nuevo foco político para sus escritos.
No obstante, para los letrados seguía siendo peligroso criticar si-
quiera veladamente a los gobernantes Qjng. Un letrado que tuvo la
oportunidad de comprobarlo fue Hong Liangji. Amigo de muchos le-
trados del kaozheng, miembro del personal que compiló los Cuatro Te-
soros y tenaz concurrente a unos exámenes que no lograba superar, el
de más alto nivel, el jinshi, cuatro veces antes de aprobarlo finalmen-
te en 1790, a la edad de cuarenta y cuatro años, Hong Liangji fue ins-
pector de enseñanza en la provincia de Guizhou durante tres años, lo
cual le permitió añadir un conocimiento íntimo del lejano sudoeste al
análisis de las facciones políticas de la capital que estaba llevando a cabo.
En una serie de ensayos que escribió en el decenio de 1790, habló de
varios de los problemas a los que se enfrentaba China. Uno de ellos
era el crecimiento desenfrenado de la población y las dificultades que
causaría cuando superara la capacidad productiva del país. También
se ocupó del aumento del lujo en las ciudades, la propagación de la
corrupción en el Gobierno local y los problemas que acompañaban a
los intentos de reprimir a los rebeldes del Loto Blanco entre otros. Estos

225
ensayos no fueron censurados, pero cuando, en 1799, Hong Liangji se
atrevió a criticar las políticas del recién fallecido emperador Qjanlong y
su favorito, Heshen, fue condenado inmediatamente a muerte por «in-
decoro extremo». Sólo gracias a la intervención personal del nuevo ern-
perador,]iaqing (gobernó de 1799 a 1820),* se le conmutó la pena de
muerte por la de destierro en Ili, inhóspito asentamiento en e! lejano
noroeste de China.
Como si fuera consciente de que Hong Liangji había percibido de
verdad las dificultades que tenía China, el emperador jiaqing, que ha-
bía estado investigando la red de corrupción que rodeaba a Heshen y
su camarilla, le concedió el perdón total en 1800 y Hong Liangji rea-
nudó su vida de letrado y escritor en Anhui; murió en 1809, pero mu-
chos otros continuaron el tipo de labor investigadora y a la vez prác-
tica que le había dado renombre. Uno de los más conocidos era He
Changling, que compiló una inmensa colección de documentos sobre
el arte de gobernar de los Qjng. No se trataba sólo de una obra teórica,
sino que incluía los mejores memoriales de administradores anteriores
y contemporáneos de los Qjng y abarcaba numerosos campos como,
por ejemplo, la evaluación del personal, los salarios, el bandidaje, los
impuestos, el sistema baojia de seguridad mutua, los estipendios para
los militares de las banderas, los graneros y las medidas de socorro en
casos de hambruna, los monopolios de la sal, la moneda, las religio-
nes populares y e! control de las inundaciones. El modelo de este com-
pendio del arte de gobernar era una colección que en los últimos tiem-
pos de los Ming había producido emuladores de los activistas de la
Sociedad de Donglin. Cuando la edición completa de la obra de He
Changling apareció en 1827, muchos de sus coetáneos leyeron sus des-
cripciones con un sentido real de apremio acerca de una dinastía que
se tambaleaba.
El propio He Changling no era sólo un exponente del pensamiento
sobre el arte de gobernar, sino también un administrador experimen-
tado y perspicaz. Es irónico que justo en el mismo momento en que
Hegel hablaba del rechazo de! mar por parte de China, He Changling
estuviera intentando trazar un complejo plan para evitar el decadente
sistema del Gran Canal y transportar por mar los cargamentos de ce-
reales del Gobierno desde el centro y el sur de China hasta el norte.
En 1826, siguiendo sus consejos, se enviaron con buenos resultados
unos ciento veinte millones de kilos de arroz empleando para ello una

.. )iaqing empezó oficialmente su reinado cuando su padre abdicó en 1796; pero,


como hemos visto, Qjanlong no renunció al poder hasta su muerte en 1799. (N. fÚlA.)

226
flota de más de mil quinientos juncos, Pero el plan de He Changling no
tardó en ser cancelado, principalmente a causa de los intereses creados
de quienes trabajaban en el sistema del Gran Canal. De haberse per-
mitido que continuase, tal vez el resultado del plan hubiera sido un
crecimiento considerable del comercio marítimo de China.
Otros letrados buscaban una justificación teórica del cambio, Uno
de ellos era Gong Zizhen, nacido en 1792 e hijo de un rico letrado-fun-
cionario de la hermosa ciudad de Hangzhou, en la provincia de Zhe-
jiang. Al principio Gong Zizhen fue en muchos aspectos un letrado tí-
pico de su tiempo; tuvo que ver con la preparación y la formación
intelectual necesarias para la investigación basada en datos y se sintió
atraído por los primeros comentarios y textos que estudiaron los pro-
ponentes de la escuela de «Saber Han». Pero los sentimientos de crítica
que despertaban en él la sociedad y el Gobierno chinos le condujeron
en particular hacia una serie de documentos, los comentarios de Gong-
yang sobre el clásico confuciano Anales de ptimauerav otoño. Estos co-
mentarios eran distintos de la mayoría de los textos históricos chinos,
que parecían implicar una visión cíclica de la historia y, por tanto, des-
cartaban todo concepto lineal del «progreso» en China, como habían
señalado los críticos europeos, En vez de ello, los comentarios de Gong-
yang postulaban una teoría genuina del devenir histórico por medio de
una secuencia de tres edades: una edad del caos, una edad de la paz
ascendente y un periodo final de paz universal.
Gong Zizhen era un hombre quisquilloso y de emociones comple-
jas, que en algunos aspectos se hacía eco de las pautas de comporta-
miento de los primeros «excéntricos» Qjng: no prestaba atención a la
indumentaria ni al porte, su caligrafía era caótica, alternaba con todas
las clases sociales, jugaba temerariamente e insultaba a sus mayores, Sin
embargo, el alcance de sus comentarios sociales fue aún más amplio
de lo que había sido el de Hong Liangji. Gong Zizhen no sólo atacó
la corrupción de los funcionarios, los rituales de la corte, como el kow-
tow, y los clichés del sistema de exámenes de Estado, sino que también
subrayó la sensación de que China se encontraba en aquel momento
en la más baja de las tres épocas -la edad del caos- con sus críticas del
sistema judicial, el reparto desigual de la riqueza, la costumbre de ven-
dar los pies de las mujeres, el hábito de fumar opio y el comercio con
extranjeros,
Sobre la redistribución de la riqueza Gong Zizhen fue elocuente,
Escribió que en algún periodo antiguo y olvidado los gobernantes y
los súbditos habían sido como los invitados a un banquete al cual to-
dos han contribuido y del que todos participan por igual. Pero en las

227
dinastías Shang y Zhou (unos tres mil años atrás), «era como si la gen-
te estuviese sentada alrededor de una escudilla de sopa; los gobernantes
llenaban un plato con su parte, los ministros usaban una cuchara gran-
de y la gente corriente, una pequeña». Siguiendo la metáfora, Gong
Zizhen señaló la aparición en China de una sociedad en la que los de
las cucharas grandes y los de las cucharas pequeñas empezaban a ata-
carse unos a otros, mientras el gobernante trataba de apropiarse de toda
la marmita. Como era lógico, la marmita «a menudo se agotaba o vol-
caba». Ahora había llegado el momento de repartir equitativamente la
sopa una vez más.

[Porque] cuando los ricos compiten entre ellos en esplendor y ostentación


mientras los pobres se estrujan hasta matarse; cuando los pobres no gozan
ni de un momento de reposo mientras los ricos viven cómodamente; cuan-
do los pobres pierden más y más mientras los ricos no paran de acumular
tesoros; cuando en algunos despiertan deseos cada vez más exorbitantes y
en otros, un odio cada vez más abrasador; cuando algunos se vuelven más
y más arrogantes y autoritarios en su conducta y otros, cada vez más des-
dichados y dignos de lástima hasta que poco a poco surgen las costumbres
más perversas y curiosas, que manan como de un centenar de manantia-
les y es imposible evitarlo; todo esto acabará cuajando en un vapor omi-
noso que llenará con sus tinieblas el espacio entre el cielo y la tierra.'

Si letrados como Gong Zizhen podían pasar del interés por la in-
vestigación documentada a una forma franca de crítica social mediante
el estudio de los textos nuevos, otros seguían un camino más directo.
Una de las más grandes novelas satíricas de China, Flores en elespejo, se
escribió durante los años críticos que van de 1810 a 1820. Su autor, Li
Ruzhen, era un letrado confuciano de Pekín que había recibido una edu-
cación tradicional y cuya primera pasión intelectual fue la fonética. Pero
las crisis de su tiempo le impulsaron a reexaminar no sólo el mundo
de la filosofla y sus relaciones con la política, sino también la cuestión
especialmente delicada de la relación entre los sexos. En las secciones
centrales de su novela presentó un mundo en el cual todos los pape-
les convencionales de los sexos se invertian por completo. En un capí-
tulo titulado «País de mujeres» es el hombre quien debe degustar la vida
de humillación, dolor y subyugación cuando le perforan las orejas con
agujas, quien debe soportar dolores atroces cuando le vendan los pies
y pasa horas maquillándose para complacer a sus dueñas y señoras. Aun-
que otros escritores chinos ya habían acariciado ideas parecidas, na-
die las había puesto en práctica con tanto vigor como Li Ruzhen, y sin

228
duda pocos hombres de su época pudieron leer sobre las tribulaciones
del mercader Lin sin sentir como mínimo un estremecimiento de sim-
patia por sus contemporáneas atormentadas por el dolor:

A su debido tiempo, sus pies perdieron gran parte de su forma original.


Sangre y carne fueron exprimidas hasta transformarse en una pulpa y lue-
go poco quedó de sus pies salvo huesos secos y piel, reducidos, de hecho,
a un tamaño delicado. A causa de la unción cotidiana, su pelo se volvió
lustroso y suave y su cuerpo, tras repetidas abluciones con agua perfu-
mada, empezó a resultar muy atractivo en verdad. Le depilaron las cejas
para darles forma de luna nueva. Con lápiz de labios del color de la san-
gre y el rostro empolvado, y el peinado y las orejas adornados con jade y
perlas, el mercader Lin asumió, por fin, una apariencia que no carecía de
atractivo."

La sensación de dislocación social de Li Ruzhen debía de ser co-


mún entre los letrados que vivieron durante el reinado de jiaqing y a
quienes les resultaba dificil aprobar los exámenes de Estado o encon-
trar un puesto de trabajo. A pesar del gran aumento del número de
hombres cultos que había en la China de principios del siglo XIX, el
Gobierno seguía negándose a incrementar los cupos de exámenes o am-
pliar la burocracia. Si estos letrados no tenían ingresos privados, nin-
gún interés por la reforma, ninguna gracia para la sátira y no mucho
talento artístico, su vida era un tanto triste. Uno de tales hombres, Shen
Fu, en unas breves y conmovedoras memorias que escribió alrededor
de 1807, a la edad de cuarenta y tantos años, hace una descripción inol-
vidable de lo que significaba ser un chino sin perspectivas en aquel en-
tonces. Nacido en Suzhou, en pleno reinado de Qianlong, Shen Fu ha-
bía ido sin rumbo de una ocupación a otra como letrado, mercader y
secretario, siempre con dedicación parcial. Sus memorias, tituladas apro-
piadamente Seis narraciones al filo de una vida errante, nos lo muestran
vagando por China en busca de protectores, completamente subordi-
nado a su dictatorial padre o a los caprichos de sus diversos patronos
a corto plazo.
No es que la vida de Shen Fu fuera totalmente sombría; veía un
poco de mundo en sus viajes de negocios e incluso iba a lugares situa-
dos tan al sur como Cantón. Tenía una esposa que le amaba, su com-
pañera durante veintitrés años, hasta que murió, con la que compartía
gozos estéticos, sensuales y culinarios. Era una buena poetisa, imagina-
tiva y dulce, y hada todo 10 posible para estirar sus escasos e irregulares
ingresos. El retrato que hace Shen Fu de su vida en común demuestra

229
que un matrimonio unido y afectuoso era en verdad posible a pesar
de las rigurosas convenciones acerca de la superioridad del marido so-
bre la esposa -y las justificaciones jurídicas y filosóficas de dicha su-
perioridad- que habían pasado a ser parte de la tradición confuciana.
Con el tiempo, sin embargo, la pareja quedó agotada a causa de su po-
breza y de los fracasos de Shen Fu, aunque éste nunca comprendió por
qué el destino no les permitió ser más felices. «¿Por qué hay pesares y
penalidades en la vida?», preguntó. «Normalmente la culpa es de uno
mismo, pero éste no era mi caso. Me gustaba la amistad, me enorgu-
llecía de cumplir mi palabra y era de natural franco y sencillo.s" Pero,
al parecer, la sociedad en la que vivía ya no premiaba esas virtudes dis-
cretas y tradicionales.

La respuesta política de China


Aparte de algunas maniobras británicas cuyo propósito era asegu-
rarse de que Macao no cayese en manos de los franceses, China se libró
de presiones extranjeras durante el reinado de jiaqing. Pero el motivo
no fue, como debieron de creer muchos manchúes y chinos, suponien-
do que pensaran en el problema, que el rey Jorge III se sintiera intimi-
dado después de recibir el edicto complacido del emperador Qjanlong
en 1793. En realidad, la explicación eran las guerras napoleónicas en
Europa, que dejaron a los británicos y los franceses pocos recursos para
seguir una política de expansión en el este de Asia en un momento en
que China no tenía otros enemigos poderosos. Cuando se produjo una
situación semejante cien años después, durante la primera guerra mun-
dial (1914-1918) Japón pudo aprovechar la ausencia de occidentales para
cumplir sus propias ambiciones territoriales en China; pero a princi-
pios del siglo XIX los gobernantes Tokugawa de Japón aún seguían una
política de aislamiento y no tenían ningún interés en ejercer presiones
sobre los chinos.
Sin embargo, antes de que transcurriera un año de la derrota de
Napoleón en Waterloo en 1815, la Compañía de las Indias Orientales
británica envió otra embajada a China al frente de la cual estaba Wi·
lliam Pitt, Lord Amherst. La misión de Amherst, que, al igual que la de
Lord Macartney, iba en busca de la ampliación de los privilegios para
comerciar, la apertura de más puertos y representaciones diplomáticas
en China, fue recibida con mucha grosería por los Qjng. Amherst, ago-
tado por el largo viaje y por la insistencia de los chinos en que CUID-

230
pliera con el ritual del kowtow, se vio azuzado para que asistiese a una
audiencia imperial antes de que pudiera tomarse un día de descanso
en Pekín. Al solicitar más tiempo para prepararse, primero fue amena-
zado y luego expulsado de forma humillante de China.
Si bien los británicos utilizaron este episodio para demostrar que
los Qjng no estaban dispuestos a tratar racionalmente con los extran-
jeros, en realidad las complejidades políticas de las relaciones con Oc-
cidente iban resultando poco a poco obvias a los funcionarios de los
Qjng. Una indicación de ello fue la creciente importancia que empe-
zaron a adquirir Cantón y los funcionarios que gobernaban la región de
Guangxi-Guangdong. Las sumas de dinero que circulaban en el su-
deste por el comercio del opio y la acumulación de sedas y té para ex-
portar intensificaron a su vez la corrupción entre los funcionarios y
provocaron un aumento de los ingresos que percibía el Estado de los
derechos de tránsito y de los impuestos que pagaban los comerciantes
extranjeros legítimos. Los mercaderes del Cohong tenían que hacer «do-
nativos» inmensos a la corte y a los funcionarios locales con el fin de
conservar el favor imperial. Su franja de seguridad fue siempre frágil y
muchos de ellos incurrieron en deudas enormes comprando a crédito
a empresas occidentales, o se declararon en bancarrota, y su lugar lo
ocuparon -con frecuencia a regañadientes- otros nombrados para ello.
Es probable que el sistema Cohong durase tanto como duró gracias a
la creación de un sistema de garantías mutuas llamado fondo Consoo,
en el cual cada uno de los grandes mercaderes del Hong ingresaba el
diez por ciento de sus beneficios comerciales para usar el dinero como
protección en tiempos difíciles. El fondo, que al principio era un se-
creto que sólo conocían los mercaderes, recibió el apoyo público de los
Qjng después de 1780 con un 3 por ciento de recargo sobre las impor-
taciones extranjeras. En 1810, los pagos hechos al Gobierno Qjng con
cargo al fondo Consoo ya alcanzaban un nivel de alrededor de un mi-
llón de taels al año.
A medida que Cantón fue convirtiéndose en un importante centro
financiero la ciudad atrajo a letrados y empezaron a proliferar las acade-
mias. Ruan Yuan, el influyente gobernador general de la región de 1817
a 1826, fundó la Xuehai Tang, nombre que significaba literalmente «el
Salón del Mar del Saber». La academia pasó a ser un famoso centro de
erudición que produjo, entre otras obras, una historia de la región can-
tonesa. Ruan Yuan había publicado antes un estudio de los importantes
matemáticos de la dinastía Qjng, entre los cuales incluyó a treinta y
siete misioneros europeos que habían vivido en China y escribieron
tratados durante su estancia; la circulación de esta obra despertó cier-

231
to interés por los logros científicos de Occidente. Ruan Yuan también
adoptó una postura radical contra e! comercio de! opio. En 1821 hizo
una demostración de fuerza y detuvo a varios traficantes de opio en
Macao, al tiempo que trataba de acabar con la costumbre de fumar la
droga en Cantón.
La adopción de una línea dura o blanda ante e! problema de la adic-
ción al opio se convirtió en una cuestión fundamental en las relaciones
exteriores y la economía interna de China. Además, la polémica co-
menzó a influir en la formación de facciones y alianzas en el seno de la
burocracia metropolitana y provincial. Parece ser que e! sucesor de jia-
qing, e! emperador Daoguang, que reinó de 1821 a 1850, era un hom-
bre bienintencionado pero ineficiente que ansiaba apuntalar e! presti-
gio imperial que se había visto debilitado a raíz del episodio de Heshen
durante el reinado de Qjanlong y que jiaqing no había conseguido res-
taurar. Las prohibiciones rigurosas que Jiaqing había impuesto al tráfi-
ca de opio en 1800 y 1813 no habían sido eficaces y Daoguang busca-
ba ahora una opción que diese mejores resultados.
En 1825 Daoguang ya sabía por los informes de los censores que
se empleaba tanta plata china para pagar el opio occidental que la eco-
nomía nacional resultaba perjudicada. Aunque este fenómeno todavía
se hallaba restringido principalmente a las regiones costeras del sudes-
te de China, sus efectos se hacían sentir en puntos del interior muy
alejados del litoral. La escasez de plata hizo subir su precio en relación
con el cobre; como los campesinos utilizaban monedas de cobre en
sus transacciones cotidianas pero aún tenían que pagar con plata sus
impuestos estatales, un aumento del valor de la plata significaba que,
de hecho, los campesinos pagaban impuestos cada vez más elevados y
que sin duda alguna esto fomentaría la agitación entre ellos. La situa-
ción empeoró cuando en 1834 el parlamento británico puso fin al mo-
nopolio de la Compañía de las Indias Orientales en e! comercio con
Asia. La medida abrió el comercio con China a todos los que quisieran
participar en él, con un previsible aumento de las ventas de opio y del
número de comerciantes de otras partes de Europa y de Estados Uni-
dos. La crisis que ello representó para China fue exacerbada por una
escasez mundial de plata que obligó a los extranjeros a usar monedas
con menor frecuencia cuando compraban artículos chinos." En el dece-
nio de 1820 alrededor de dos millones de taels de plata salían de Chi-
na todos los años; a principios del decenio de 1830 la cifra anual era
de nueve millones de taels. Una sarta de mil monedas de cobre había
equivalido aproximadamente a un tael de plata durante el reinado de
Qianlong; en la provincia de Shandong se necesitaban 1500 monedas

232
de cobre por tae! durante e! reinado de Jiaqing, y 2700 durante el de
Daoguang.
En 1834 la llegada a Cantón de Lord Napier, el primer superin-
tendente de comercio en China del Gobierno británico tras finalizar el
monopolio de la Compañía de las Indias Orientales, provocó nuevos
enfrentamientos. Napier se negó a mantener relaciones por medio de
los mercaderes del Cohong porque su deseo era tratar directamente con
el gobernador general de la región. Después de que los Qjng le hicieran
saber que «a los grandes ministros del Celeste Imperio no les está per-
mitido tener relaciones privadas por carta con bárbaros de fuera»,' Na-
pier subió con su flota por la Bogue hasta Cantón; sólo su muerte a cau-
sa de la malaria impidió que se produjeran graves choques armados. Las
importaciones de opio, mientras tanto, continuaron aumentando y so-
brepasaron las 30.000 cajas en 1835 y las 40.000 en 1838.
En 1836 el emperador Daoguang pidió a sus altos funcionarios que
le aconsejaran sobre la cuestión del opio. Hubo división de opiniones.
Los que abogaban por la legalización del comercio del opio señalaron
que esta medida pondría fin a la corrupción y al chantaje entre los fun-
cionarios y proporcionaría ingresos continuos por medio de los arance-
les. También permitiría que el opio producido en la misma China -que
se consideraba de mejor calidad que el de India y más barato de co-
mercializar- desplazara paulatinamente al de los extranjeros. Muchos
funcionarios, no obstante, opinaban que este punto de vista era perni-
cioso. Arguyeron que los extranjeros eran crueles y codiciosos y que
los chinos no necesitaban opio, ni nacional ni de importación. A su
modo de ver, lejos de abandonar las prohibiciones que decretara el em-
perador jiaqing, debían seguirse cada vez con más rigor.
En 1838, después de evaluar los datos de que disponía, el empera-
dor Daoguang tomó su decisión. Debía ponerse fin al comercio de!
opio. Para hacer cumplir su decreto, eligió a un letrado-funcionario de
Pujian llamado Lin Zexu, de cuarenta y cuatro años, y le ordenó que se
trasladara a Cantón en calidad de comisario imperial, nombrado espe-
cialmente para acabar con e! comercio del opio. Sobre el papel fue una
elección excelente. Lin Zexu había sacado un títulojinshi en 1811 y ha-
bía servido en la Academia Hanlin -el prestigioso centro gubernamen-
tal de estudios confucianos en Pekín-, así como en numerosos puestos
en las provincias de Yunnan, Jiangsu, Shaanxi y Shandong. Durante su
etapa de gobernador general de Hubei y Hunan, había emprendido
campañas vigorosas contra los fumadores de opio. Uno de sus confi-
dentes era el letrado Gong Zizhen, que no tenía pelos en la lengua y
en una carta a Lin Zexu había escrito que, a su modo de ver, había que

233
estrangular a los fumadores de opio y decapitar a los traficantes y los
productores. Cuando llegó a Cantón a principios de marzo de 1839,
Lin no instaló su base en la Academia Xuehai, convertida por los su-
cesores de Ruan Yuan en centro de debate de las ventajas de legalizar el
opio, sino en una academia rival cuyos miembros estaban a favor de
la represión severa del comercio de la droga.
Para acabar con el opio, el "Comisario Lin» (como le llamarían los
ingleses) trató de movilizar la totalidad de las fuerzas y valores tradi-
cionales del Estado confueiano. En sus proclamas públicas hizo hin-
capié en los peligros que el consumo de opio representaba para la sa-
lud y ordenó a todos los fumadores que entregaran el opio y las pipas
a sus hombres en el plazo de dos meses. Los funcionarios encargados
de la educación recibieron la orden de verificar dos veces si había fu-
madores de opio entre los poseedores de títulos; se castigaría a los que
lo fuesen y se organizaría a los demás en equipos de responsabilidad
mutua formados por cinco hombres -corno unidades de baojia en mi-
niatura-, los cuales se comprometerían a garantizar que ningún miem-
bro del grupo fumara. En una adaptación ingeniosa del sistema tradi-
cional de exámenes, Lin Zexu convocó a más de seiscientos estudiantes
locales a una asamblea especial. En ella, además de hacerles las habi-
tuales preguntas sobre los clásicos confucianos, se les pidió que nom-
brasen -anónirnamente si así lo preferían- a los principales distribui-
dores de opio y sugiriesen medios de poner coto a sus actividades. Se
formaron grupos parecidos entre el personal militar y naval. Lin tam-
bién movilizó a las clases altas confueianas de la ciudad, que formaron
una versión ampliada del sistema baoiia para detectar a los adictos en
la comunidad. A mediados de mayo de 1839, ya habían sido detenidos
más de mil seiscientos chinos y se habían confiscado más de quince mil
kilos de opio y 43.000 pipas; en los dos meses siguientes las fuerzas de
Lin Zexu se incautaron de aproximadamente otros siete mil kilos de dro-
ga y de otras 27.500 pipas.
En el caso de los extranjeros, Lin Zexu recurrió a una combinación
similar de razones, persuasión moral y coacción, y sabemos por nume-
rosas afirmaciones suyas que no deseaba que sus medidas llevaran a un
conflicto armado. Actuó primero contra los mercaderes chinos del Co-
hong, a los que interrogó personalmente en marzo. Los reprendió por
jurar en falso que ciertos prominentes mercaderes británicos -tales como
William Jardine y James Innes- no comerciaban con opio cuando todo
el mundo sabía que no era cierto. Ordenó a los mercaderes que trans-
mitieran a los extranjeros la orden de entregar los miles de cajas de opio
almacenadas en los pontones andados en la isla de Lintin y en otras par-

234
tes, y que firmaran documentos en los que se comprometieran a no se-
guir comerciando con opio. También se ordenó a los extranjeros resi-
dentes en Cantón que declarasen por escrito el número de armas que
poseían. Lin Zexu no deseaba actuar temerariamente contra los barcos
extranjeros con las débiles fuerzas navales de que disponía, pero pensó
que podía ejercer suficiente presión sobre la comunidad extranjera de
la ciudad para obligarla a ceder. No ofreció ninguna compensación por
el opio que debían entregar.
Lin Zexu también intentó razonar con los extranjeros y les instó a
no apartarse de su comercio legitimo con té, seda y ruibarbo (creía que
esto último era esencial para la salud de los extranjeros) y a desistir
de causar daño al pueblo chino. El gobernador general de Guangxi-
Guangdong, que cooperaba estrechamente con él, ya había comunica-
do con optimismo a los occidentales que «todos los fumadores han de-
jado el hábito y los traficantes se han dispersado. Ya no hay demanda
de la droga y en lo sucesivo no podrán obtener beneficios traficando
con ella». En una carta redactada cuidadosamente que envió a la reina
Victoria, Lin Zexu trató de apelar al sentido moral de responsabilidad
de la soberana. «Nos han dicho que también en vuestra honorable na-
ción», escribió, «al pueblo no le está permitido fumar la droga y que
los infractores se exponen a un castigo seguro... Con el objeto de eli-
minar totalmente la fuente del mal, éno sería mejor prohibir su venta
y elaboración en lugar de meramente prohibir su consumos-' En rea-
lidad, el opio no estaba prohibido en Gran Bretaña y lo tomaban -con
frecuencia en forma de láudano- varias figuras muy conocidas, entre
ellas Samuel Taylor Coleridge. Muchos ingleses pensaban que el opio
era menos nocivo que el alcohol y la exhortación moral de Lin Zexu
cayó en saco roto.
Aunque los aterrorizados mercaderes del Hong les suplicaron que
cediesen, los comerciantes extranjeros primero explicaron que el opio
no era suyo y sólo lo tenían en consignación y, por tanto, no estaban
autorizados a entregarlo, y luego se brindaron a entregar mil cajas, a
modo de gesto simbólico. Lin Zexu, furioso, ordenó detener a Lance-
lot Dent, uno de los principales comerciantes de opio británicos. Cuan-
do la comunidad extranjera se negó a entregar a Dent para que fuese
juzgado, el 24 de marzo de 1839, Lin Zexu ordenó al Hoppo que dis-
pusiera el cese total del comercio extranjero. Todos los trabajadores y
sirvientes chinos recibieron la orden de dejar de trabajar para extranje-
ros, y los 350 súbditos de otras naciones que había en Cantón, incluido
el funcionario británico de mayor categoría, el superintendente Elliot,
se encontraron bloqueados en sus factorías. Aunque los extranjeros dis-

235
ponían de alimentos yagua, además de recibir a escondidas algunos
otros artículos y mensajes, fue una experiencia terrible para ellos, que
además se vio agravada por el estruendo de los gongs y los cuernos
que las tropas chinas hacían sonar durante toda la noche. Al cabo de
seis semanas, después de que los extranjeros accedieran a entregar más
de veinte mil cajas de opio y el Comisario Lin se hiciera cargo de ellas,
se levantó el bloqueo y se dejó salir a todos los extranjeros, salvo a
dieciséis.
Lin Zexu había supervisado atentamente el traspaso del opio extran-
jero a manos chinas, e incluso vivió en una embarcación durante abril
y mayo para estar cerca de la operación e impedir trampas y robos.
Ahora se encontraba ante el formidable reto de destruir cerca de un
millón y medio de kilos de opio sin refinar. La solución por la que
optó fue cavar tres enormes zanjas, de dos metros y pico de ancho por
unos cuarenta y seis de largo. A continuación, quinientos peones, su-
pervisados por sesenta funcionarios, desmenuzaron las grandes bolas de
opio sin refinar y las mezclaron con agua, sal y cal hasta que el opio se
disolvió. Luego, ante una gran multitud de chinos y extranjeros, se ver-
tió la turbia mezcla en un arroyo cercano que la llevó hasta el mar.
En una plegaria especial al espíritu del mar Meridional, «tú que qui-
tas toda mancha y limpias toda impureza», Lin Zexu meditó sobre el
hecho de que «se ha permitido que la ponzoña penetrase solapada-
mente sin encontrar oposición hasta que finalmente el humo de los
bárbaros llenara el mercado». Pidió perdón al espíritu por llenar sus do-
minios de esta mezcla nociva y, según escribió en su diario, le acon-
sejó que «dijera a las criaturas del agua que se marchasen durante un
tiempo, para evitar contaminarse». En cuanto a los extranjeros que ha-
bían vivido el bloqueo y ahora eran espectadores de estos solemnes ac-
tos, Lin Zexu escribió en un memorial al emperador Daoguang que
«no osan mostrar la menor señal de falta de respeto y, de hecho, yo di-
ría por sus actitudes que tienen la decencia de sentirse sinceramente aver-
gonzados»,"

La respuesta militar de Gran Bretaña


El Comisario Lin Zexu y el emperador Daoguang eran hombres se-
rios y muy trabajadores, que habían interiorizado plenamente las es-
tructuras confucianas de jerarquía y controL Al parecer, creían que los
cantoneses y los comerciantes extranjeros de la ciudad eran gente de

236
naturaleza sencilla e infantil, que respondería a un liderazgo firme y
a principios morales expresados en términos simples y claros. La rea-
lidad, por desgracia, era más compleja, como sabían muchos de sus
contemporáneos. Incluso antes de que el opio fuese a parar al mar, un
funcionario chino se había atrevido a señalar que Lin Zexu no había
solucionado realmente el problema de la droga, sino sólo una de sus
manifestaciones inmediatas. Y un británico que comerciaba con opio,
al reflexionar sobre su experiencia durante el bloqueo, comentó seca-
mente a un amigo que el bloqueo «es incluso una suerte porque ahora
tenemos más motivos para exigir reparaciones»."
Los factores que culminarían en una guerra entre China y Gran
Bretaña iban en aumento. Algunas de las causas generales ya las hemos
señalado: las dislocaciones sociales que comenzaron a aflorar a la su-
perficie en el mundo de los Qjng, la propagación de la adicción, el cre-
cimiento de una mentalidad hostil a los extranjeros, la negativa de és-
tos a aceptar las normas jurídicas chinas, los cambios en las estructuras
del comercio internacional y el fin de la admiración que China des-
pertaba en los intelectuales de Occidente. Otros elementos estaban li-
gados de forma más precisa al trasfondo de las negociaciones de Lin
Zexu y tenían ramificaciones que éste no comprendía. Una de ellas era
que los debates habidos en la corte de los Qjng entre 1836 y 1838 ha-
bían convencido a los comerciantes extranjeros de que el consumo de
opio estaba a punto de legalizarse en China. En vista de ello, habían
acumulado grandes cantidades de opio y hacían más pedidos a los cul-
tivadores indios. Cuando las severas prohibiciones de 1838 comenza-
ron a surtir efecto, el mercado disminuyó y los traficantes se encon-
traron con un peligroso exceso de existencias.
Un segundo factor fue que el nuevo superintendente británico del
comercio extranjero en China era un delegado de la corona británi-
ca en vez de un empleado de la Compañía de las Indias Orientales. Si
los chinos contrariaban al superintendente, insultarían a la nación bri-
tánica en lugar de a una empresa comercial, distinción que los chinos
no acababan de apreciar. El superintendente, a su vez, carecía de po-
deres jurídicos daros sobre los comerciantes británicos y no ejercía
ningún control sobre los ciudadanos de otras naciones europeas o
de Estados Unidos. Sin embargo, podía pedir directamente la ayuda de
las fuerzas armadas y la marina británicas si se encontraba en graves
apuros.
El tercer elemento en el bando británico fue una combinación cru-
cial de los dos anteriores: la superabundancia de droga no vendida ha-
bía empujado a los traficantes británicos a entregar sus existencias a

237
Charles Elliot, sucesor de Napier en el puesto de superintendente del
comercio extranjero, y Elliot, a su vez, las había entregado a Lin Zexu.
Así pues, lejos de sentirse debidamente «avergonzados» mientras su opio
fluía hacia el mar, los mercaderes podían prever que ejercerían presión
sobre el Gobierno británico para asegurarse de que se les pagara una
compensación económica.
Los acontecimientos que se desarrollaban en China se seguían en
Inglaterra tan de cerca como lo permitían el tiempo y la distancia. A co-
mienzos del verano de 1839, Elliot había enviado mensajes a Londres
en petición de ayuda y el ministro de Asuntos Exteriores, Lord Pal-
merston, que al principio no simpatizaba con los mercaderes británi-
cos que no querían acatar las leyes chinas, se inclinaba ahora a su favor.
Tal como escribió Palmerston en una carta dirigida al «Ministro del Em-
perador de China», se había enterado «con extrema sorpresa» de que
funcionarios chinos habían «cometido ultrajes violentos contra residen-
tes británicos en Cantón, los cuales vivían pacíficamente en esa ciu-
dad, confiando en la buena fe del Gobierno chino». Si bien la reina
no justificaba la venta de opio, «no puede permitir que sus súbditos
residentes en el extranjero sean tratados con violencia y expuestos a in-
sultos e injusticias»."
Cuando llegaron a Inglaterra noticias del bloqueo y de las confis-
caciones de opio, los intereses en el comercio de China y las cámaras
de comercio en las grandes zonas manufactureras iniciaron una campa-
ña intensiva de presiones sobre el parlamento para que tomase medi-
das de represalia. El rico comerciante de opio William jardine incluso
volvió a Inglaterra desde China para añadir su voz al coro y asegurar-
se de que las objeciones morales al tráfico de opio que ponían varias
sociedades misioneras protestantes no adquiriesen demasiada influen-
cia. Los mercaderes con intereses en China habían recaudado 20.000 dó-
lares para los gastos de la campaña de Jardine, y le prometieron más si
hacía falta, «ya que la magnitud del asunto puede soportar bien cual-
quier cantidad de gastos que puedan considerarse necesarios o desea-
bles». También le dijeron que «consiguiese, pagando un alto precio, los
servicios de algún periódico importante para que abogase por la cau-
sa». El parlamento, sin embargo, no declaró la guerra a China. Se limi-
tó a autorizar el envío de una flota y la movilización de más tropas en
India con el fin de obtener «satisfacción y reparación» y, en caso de ne-
cesidad, «retener los barcos de los chinos y sus cargamentos»." Las fuer-
zas totales, bajo el mando de un primo de Charles Elliot, el almirante
George Blliot, consistían en 16 buques de guerra que llevaban 540 ca-
ñones, cuatro vapores armados de reciente construcción, 28 buques de

238
transporte y 4000 soldados, junto con 3000 toneladas de carbón para
los vapores y unos siete mil litros de ron para los hombres.
Lin Zexu, mientras tanto, continuaba limpiando la provincia de
Cuangdong. Las detenciones e investigaciones de adictos y traficantes
seguían a ritmo acelerado y el opio se vendía ahora a precios desorbi-
tados que alcanzaban hasta 3000 dólares la caja en vez de los habitúa-
les quinientos dólares. Cuando los mercaderes británicos se negaron a
firmar documentos en los que se comprometían a no traficar con opio
bajo pena de aplicárseles las leyes chinas, Lin Zexu los expulsó de Macao
como antes habían sido expulsados de Cantón. Como respuesta a esta
orden de expulsión, Charles Elliot inauguró una fase nueva de la histo-
ria de Asia Oriental al instalarse con su grupo en la isla rocosa y casi
desierta de Hong Kong. El comercio en Cantón en modo alguno quedó
paralizado, ya que los estadounidenses en especial se alegraron muchí-
simo de aprovechar la nueva oportunidad de hacer de intermediarios
de los británicos. El vicecónsul estadounidense, Warren Delano, dejó
que sus compatriotas firmasen documentos en los que prometían no
infringir las regulaciones chinas. Como explicó un mercader estadouni-
dense, «nosotros los yanquis no teníamos ninguna reina que garantiza-
ra nuestras pérdidas»; y aunque los chinos clausurasen otros puertos
de acceso, él continuaría «retirándose poco a poco, pero comprando y
vendiendo mientras encontrara partes con las que comerciar»."
Pero mientras el comercio seguía, Lin Zexu fortificaba las vías na-
vegables que llevaban a Cantón, compraba nuevos cañones para los
fortines y cadenas inmensas para bloquear el canal, y comenzaba a
adiestrar a sus fuerzas. Los británicos que se habían retirado a Hong
Kong eran acosados por los chinos de la isla, que envenenaron muchos
pozos y se negaron a vender alimentos a los extranjeros. En septiembre
y octubre de 1839 se registraron choques entre juncos de guerra britá-
nicos y chinos en el puerto de Hong Kong y en la Bogue en las afueras
de Cantón, con bajas en ambos bandos. Varios barcos chinos fueron
hundidos y las posibilidades de celebrar nuevas negociaciones se eva-
poraron. En un gesto sorprendente en los funcionarios de los Qing, que
solían recelar tanto de las manifestaciones populares, Lin Zexu hasta
alentó la movilización de «valientes» locales contra los británicos, cuya
impopularidad incluso había aumentado después de que un grupo de
marineros borrachos mataran a un chino de un poblado de Kowloon,
enfrente de la isla de Hong Kong, y Elliot se negara a entregar al acu-
sado a los tribunales chinos. «Reuníos para deliberar», decía una procla-
ma; «Comprad armas y pertrechos; reunid a vuestros vecinos más va-
lerosos y aprestaos así para defenderos»."

239
M..
Amarillo

LA GUERRA DEL OPIO,


l' Fllerz.. navale.
1839-1842 británj~ ..

La flota británica en pleno bajo el mando de George Elliot llegó fren-


te a Cantón en junio de 1840. Lin Zexu se llevó un gran disgusto cuan-
do los británicos no trataron de tomar por asalto sus nuevas defensas
y, en vez de ello, se contentaron con dejar cuatro buques bloqueando la
entrada del puerto y poner proa al norte con el grueso de sus fuerzas.
En julio los británicos bloquearon Ningbc con dos buques y se apo~
deraron de la principal población de la isla de Zhoushan (Chusan), fren-
te a la costa de Zhejiang, desde la cual podían impedir el tráfico mariti-
mo a la región del delta del Yangzi. La flota dejó una guarnición en
Zhoushan, con un misionero intérprete que reemplazó al magistrado
de los Qjng, que se había suicidado, y siguió navegando sin encontrar
oposición hacia la desembocadura del Bai He (río Blanco), cerca de los
fortines de Dagu, que vigilaban los accesos a la ciudad de Tianjin. Aquí,
en agosto y septiembre de 1840, se iniciaron negociaciones en serio
con Qjshan, el gobernador general de la región, dignatario manchú y
miembro del Gran Secretariado que gozaba de la confianza del empe-
rador Daoguang. Qjshan persuadió a los británicos para que abando-
nasen el norte de China y volvieran a Cantón con el fin de terminar
las negociaciones, por lo cual recibió muchas alabanzas del empera-

240
dar, que le nombró gobernador general de Guangxi y Guangdong. Lin
Zexu, que había sido nombrado para el mismo cargo meses antes, fue
destituido ahora por seguir una política inapropiada y desterrado a Ili.
En enero de 1841 Qjshan llegó a un acuerdo con los británicos en
virtud del cual cedió Hong Kong, accedió a pagar seis millones de dó-
lares" en concepto de indemnizaciones, permitió a los británicos con-
tactos oficiales directos con el Estado Qjng y prometió reanudar el co-
mercio de Cantón con ellos en el plazo de diez días. Al enterarse de
ello, Daoguang se enfureció tanto que ordenó destituir y ejecutar a
Qjshan, sentencia que luego fue conmutada por la de destierro.
Lord Palmerston se puso igualmente furioso con Charles Elliot por
no arrancar mejores condiciones a los chinos. En una virulenta carta pri-
vada con fecha de abril de 1841, destituyó a Elliot, se negó a ratificar
el acuerdo y regañó al ex superintendente de comercio extranjero: «Ha-
béis desobedecido y descuidado vuestras instrucciones; os habéis abs-
tenido deliberadamente de emplear, como hubierais podido emplear, la
fuerza que se puso a vuestra disposición; y sin ninguna necesidad su-
ficiente habéis aceptado condiciones que están muy lejos de las que se
os ordenó que obtuvierais». Palmerston se indignó especialmente por-
que Elliot había renunciado a Zhoushan, no había insistido en que se
pagaran compensaciones por el opio destruido y meramente había ob-
tenido derechos limitados sobre Hong Kong, «una isla inhóspita sin
apenas una casa en ella». Se nombró un nuevo plenipotenciario, Sir
Henry Pottinger, para que tratase con China. En sus últimas instruc-
ciones a Pottinger, Palmerston insistió en que el nuevo acuerdo debía
ser con el emperador mismo. «El Gobierno de Su Majestad no puede
permitir que en una transacción entre Gran Bretaña y China, la prác-
tica irrazonable de los chinos sustituya la práctica razonable de todo el
resto de la humanidad.e"
Pottinger llegó a China con estas nuevas instrucciones en agosto de
1841 y se encontró con una situación todavía más inestable. Se habían
producido nuevos combates en el campo alrededor de Cantón, gran
parte de ellos a cargo de bandas exaltadas de milicianos chinos bajo el
mando de líderes de las clases altas-locales, y se había registrado muer-
tos y heridos entre las tropas británicas. Los británicos habían respon-
dido destruyendo los fortines de la Bogue, hundiendo juncos chinos,
arrasando parte de los muelles y ocupando secciones de Cantón. Aun-

.. La circulación del dólar de plata mexicano era ahora tan grande que se acep-
taba como moneda de plata estándar en China. Los chinos mismos utilizaban lingotes
de plata en vez de monedas. (N. del A.)

241
que las fuerzas de ocupación se retiraron más adelante después de que
los funcionarios de la ciudad les pagasen seis millones de dólares, no
se sabía a ciencia cierta si esa suma era un «rescate» para evitar el sa-
queo de la ciudad, una respuesta a la suma que se nombraba en el an-
terior acuerdo de Elliot con Qjshan o una compensación por el opio
destruido dos años antes.
A finales de agosto de 1841 Pottinger se dirigió al norte con la flo-
ta británica, tomó Xiamen (Amoy) y Ningbo y reconquistó Zhoushan.
Tras la llegada de refuerzos de India a [males de la primavera de 1842,
lanzó una campaña para obligar a los Qjng a capitular que consistió
en cortar las principales vías de comunicación por el río y el canal. Los
británicos tomaron Shanghai en junio y Zhenjiang en julio, pese a que
los manchúes combatieron con salvaje desesperación. Docenas de ofi-
ciales de los Qjng se suicidaron con sus familias al ver que la derrota era
segura. El tráfico por el Gran Canal y por el curso bajo del Yangzi que-
dó bloqueado. Pottinger hizo caso omiso de las peticiones del enemi-
go, que quería parlamentar, y siguió avanzando hacia la gran ciudad de
Nankín, la antigua capital de la dinastía Ming, y ocupó posiciones
de ataque ante las murallas el 5 de agosto. Los Qjng se apresuraron a
pedir la paz y el 29 de agosto los comisarios manchúes y el goberna-
dor general de Liangjiang" firmaron el Tratado de Nankín, debidamen-
te traducido al chino. Daoguang aceptó el tratado en septiembre y la
reina Victoria 10 ratificó a finales de diciembre.
Antes de ocuparnos de las estipulaciones precisas de este tratado y
de sus apéndices, merece la pena recalcar de nuevo que en términos mi-
litares la guerra del Opio de 1839-1842 constituyó un importante mo-
mento histórico. No sólo fue el revés más decisivo que nunca habían
sufrido los manchúes, sino que también se vieron en ella innovaciones
en la tecnología y las tácticas militares occidentales. La aparición del
buque de vapor como fuerza considerable en las batallas navales fue tal
vez la más importante de ellas, como indica el cuaderno de campaña
del buque británico Nemesis. Era éste un buque de hierro de ruedas sin
forro de cobre que utilizaba velas cuando soplaban vientos favorables
y seis calderas alimentadas con leña o carbón para alcanzar entre siete
y ocho nudos incluso con mar gruesa. Con un calado de alrededor de
sólo metro y medio, podía surcar aguas costeras poco profundas prác-
ticamente con cualquier tipo de viento y marea, En las campañas de la
Bogue de Cantón, el Nemesís navegó por los bajíos disparando metralla,

.". El nombre de la unidad administrativa que comprendía las tres provincias de


Jiangsu, Anhu¡ y Jiangxi, (N. tkl A,)

242
bombas de gran calibre y cohetes explosivos. Asimismo, fue capaz de
agarrar y remolcar juncos por medio de garfios, transportar tropas y re-
molcar los buques de vela en los días sin viento. En la campaña de
Shanghai remolcó buques de guerra dotados de cañones pesados hasta
una distancia que les permitía bombardear la ciudad y sirvió de trans-
porte capaz de desembarcar tropas directamente en los muelles. Mucho
antes de que terminase la guerra, se enviaron a aguas chinas nuevos bu-
ques de vapor de características parecidas; los británicos habían descu-
bierto que, si podían acumular suficientes reservas de combustible, dis-
ponían de un complemento formidable de su poderlo.
Los Qing, sin embargo, no eran meramente blancos pasivos de la
tecnología y la potencia de fuego occidentales. Cuando todavía se ha-
llaba en Cantón, el Comisario Lin había pedido a un grupo especial
de letrados que le proporcionara toda la información posible sobre las
naciones occidentales, extraída principalmente de publicaciones extran-
jeras en Cantón y Singapur. También había pedido a un misionero es-
tadounidense que le tradujese algunos pasajes breves de derecho inter-
nacional. Además, en sus campañas de 1842, los británicos encontraron
numerosas muestras de la rapidez con que los funcionarios de los Qing
trataban de responder a la nueva tecnología de Occidente. En Xiamen,
por ejemplo, hallaron una réplica casi terminada de un buque de
guerra británico de dos cubiertas y treinta cañones; estaba casi listo
para hacerse a la mar, a la vez que la construcción de otros buques pa-
recidos estaba muy avanzada. En Wusong descubrieron cinco buques
de ruedas nuevos y armados con cañones de bronce recién fundidos.
En Shanghai se apoderaron de dieciséis magníficos cañones navales del
dieciocho, perfectos hasta el último detalle, incluidas las miras de los
cañones y las cazoletas para los pedernales. Todos estaban montados
sobre recios armazones de madera con ejes de hierro." Saltaba a la vis-
ta que por lo menos algunos chinos habían encontrado un estímulo
además de una ofensa en el reto de los bárbaros.

El nuevo sistema de tratados

El Tratado de Nankín se finnó el 29 de agosto de 1842, a bordo del


buque de Su Majestad Comtoallis, que estaba amarrado en el rlo Yang-
zi, y se ratificó en Hong Kong diez meses más tarde después de re-
cibir la aprobación protocolaria de la reina Victoria y el emperador
Daoguang. Fue el tratado más importante de la historia moderna de

243
China. Contenía doce artículos principales que en conjunto tenían ra-
mificaciones significativas para los conceptos chinos del comercio y la
sociedad:
Artículo 1. Estipulaba la paz y la amistad entre Gran Bretaña y China
y «protección y seguridad plenas para sus personas y propiedades en
los dominios de la otra parte».
Artículo 2. Determinaba la apertura de cinco ciudades chinas -Can-
tón, Fuzhou, Xiamen, Ningbo y Shanghai- a la residencia de súbditos
británicos y sus familias «con el propósito de llevar a cabo sus activi-
dades mercantiles, sin molestias ni limitaciones». También permitía la
apertura de consulados en cada una de las ciudades mencionadas.
Artículo 3. «La isla de Hong Kong será poseída a perpetuidad» por
Victoria y sus sucesores, y la gobernarán «como juzguen conveniente».
Artículo 4. Pago de seis millones de dólares por parte de los Qjng,
«valor del opio que se entregó en Cantón».
Artículo 5. Abolición del sistema monopolista Cohong de Cantón
y permiso en los cinco puertos citados arriba para que mercaderes bri-
tánicos «lleven a cabo sus transacciones mercantiles con quienes quie-
ran». Los Qing debían pagar tres millones de dólares en concepto de
liquidación de las deudas pendientes del Cohong.
Articulo 6. Pago a los británicos de otros 12 millones de dólares «por
los gastos ocasionados» por la reciente guerra, menos las sumas ya re-
cibidas «en concepto de rescates por ciudades y poblaciones de China»
desde elIde agosto de 1841.
Artículo 7. Los 21 millones de dólares estipulados en los artículos 4
al 6 debían pagarse en cuatro plazos antes de finales de 1845, con un
interés anual del 5 por ciento sobre los pagos atrasados.
Artículo 8. Liberación inmediata de todos los prisioneros que fue-
sen súbditos británicos, ya fueran indios o europeos.
Artículo 9. Una amnistía incondicional para todos los súbditos chi-
nos que hubieran residido, tratado o servido con los británicos.
Artículo 10. En los cinco puertos abiertos por los tratados que se
indican en el artículo 2, todos los mercaderes deberían pagar «un aran-
cel aduanero de exportación e importación justo y regular». Una vez pa-
gados estos impuestos, sólo deberían pagarse derechos de tránsito, justos
y estipulados, sobre mercancías transportadas al interior de China.
Artículo 11. En lugar de términos tales como «petición» o «suplicar»
que los extranjeros habían estado obligados a utilizar anteriormente, de-
berían emplearse términos que no fuesen despectivos y subordinados
tales como «comunicación», «afirmación» y «declaración" en la futura
correspondencia oficial entre Gran Bretaña y China.

244
Artículo 12. Al recibir el primer pago en concepto de indemniza-
ción, las fuerzas británicas abandonarían Nankín y el Gran Canal y
"dejarían de obstaculizar e impedir el comercio de China». Las tropas
continuarían en Zhoushan hasta que se hubiera pagado todo el dine-
ro y la «apertura [de] los puertos a mercaderes británicos fuera total»."
Aparte de la estipulación del pago de seis millones en concepto
de compensación por el opio destruido en 1839, en ningún otro lu-
gar del tratado se mencionaba el narcótico, y tampoco se hablaba de él
en el tratado arancelario complementario de 1843, que fijó las tarifas
correspondientes al comercio del té, la seda, el algodón, los artículos
de lana, el marfil, los metales y las bebidas alcohólicas. La cuestión del
opio también se soslayaba en los complicados procedimientos que se
acordaron para la supervisión y la protección del comercio extranjero
en los cinco puertos. En conversaciones privadas con el principal ne-
gociador manchú, Qjying, Pottinger mencionó la esperanza británica de
que los Qing legalizasen el comercio del opio basado en el trueque, para
detener la salida de plata del país. Cuando Qjying respondió que no se
atrevía a plantear la cuestión, Pottinger dijo que también él tenía órde-
nes de no insistir en ella.
Las cláusulas del Tratado de Nankín y sus apéndices se estudiaron
detenidamente en otras potencias. En 1843 el presidente John Tyler, en
nombre de Estados Unidos y sus considerables intereses en el comer-
cio chino, envió a Caleb Cushing -congresista del estado costero de
Massachusetts, donde vivían algunos de los más ricos mercaderes esta-
dounidenses que comerciaban con el país asiático- a China en calidad
de ministro plenipotenciario. Al llegar a Macao en febrero de 1844,
Cushing inició enseguida negociaciones con Qjying, que había ascen-
dido a gobernador general de Guangxi y Guangdong. A pesar de las
tensiones que causó la muerte de un chino que había intentado agre-
dir a un grupo de estadounidenses (el problema jurisdiccional que ello
provocó trajo a la memoria recuerdos ingratos del Emily y del marine-
ro Terranova), Qjying y Cushing pronto firmaron un tratado entre los
dos países, el llamado Tratado de Wanghia por haberse cerrado en el
poblado homónimo cerca de Macao.
El tratado con los estadounidenses se parecía al que los chinos ha-
bían firmado con los británicos, pero era mucho más largo y contenía
varias añadiduras significativas. El Articulo 17, por ejemplo, tenía gran
importancia potencial para los misioneros protestantes estadouniden-
ses que ansiaban llevar a cabo su labor en China, ya que daba a los es-
tadounidenses de los cinco puertos el derecho a adquirir solares para
construir «hospitales, iglesias y cementerios», El Artículo 18 puso fin al

245
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M.,
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Orirn¡,,¡

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Ta;wan "

sempiterno empeño de los gobernantes chinos de impedir que los ex-


tranjeros aprendieran la lengua china; permitía a los ciudadanos esta-
dounidenses «emplear a letrados y otras personas de cualquier parte de
China... para enseñar alguna de las lenguas del imperio». La cuestión
jurisdiccional quedó resuelta en el Artículo 21, según el cual los esta-
dounidenses que cometieran algún delito en China podían ser juzgados
y castigados sólo por los cónsules u otros funcionarios estadounidenses
debidamente facultados para ello «de acuerdo con las leyes de Estados
Unidos». Rechazando las evasivas británicas, el Artículo 33 disponía
que de los estadounidenses «que trafiquen con opio u otros artículos
de contrabando se encargarían» los chinos y no tendrían derecho a la
protección del Gobierno de Estados Unidos. Finalmente, el Artículo 34
establecía que en cuestiones de «comercio y navegación» el tratado se-
ría revisado al cabo de doce años."
En octubre de 1844 los franceses firmaron su propio tratado con los
chinos, que seguía muy de cerca el modelo estadounidense. Las prin-
cipales añadiduras consistían en estipular que si en tiempos de conflic-
to no estaba presente ningún cónsul francés, los ciudadanos franceses
podían recurrir al cónsul de cualquier potencia amiga; y en volver a

246
hacer hincapié, con aún más fuerza que Caleb Cushing, en el princi-
pio de extraterritorialidad, es decir, el derecho a ser juzgados de acuer-
do con sus propias leyes en las causas criminales incoadas en suelo chi-
no. Cediendo a las presiones francesas, Qjying obtuvo un decreto del
emperador que concedía tolerancia plena a los católicos y anulaba los
edictos de Yongzheng contra los misioneros; en una proclama comple-
mentaria de 1845, Qjying hizo extensivos los mismos derechos a los
protestantes.
Así pues, en el plazo de seis años desde que Lin Zexu fuera nom-
brado comisario imperial, los Qjng, en lugar de defender su integridad
contra los extranjeros, habían perdido el control de elementos vitales
de la política comercial, social y exterior de China. Muchas otras na-
ciones siguieron el ejemplo de Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia.
Los británicos no necesitaban preocuparse por estas otras negociacio-
nes porque las nuevas concesiones que ofrecieran los chinos serían
también para ellos. En un artículo ingenioso -el número 8- de su pro-
pio tratado complementario de 1843, habían estipulado una cláusula
sobre el estatus de «nación más favorecida»: «Si de aquí en adelante,
por la causa que fuere, el Emperador tuviese a bien conceder nuevos
privilegios o inmunidades a alguno de los súbditos o ciudadanos de ta-
les países extranjeros, los mismos privilegios o inmunidades se harán
extensivos a los súbditos británicos, que gozarán de ellos». Los Qjng
se habían mostrado de acuerdo con esta cláusula creyendo que limita-
ría las presiones extranjeras. Pero en realidad les impidió formar alian-
zas con potencias extranjeras o provocar enfrentamientos entre ellas, lo
cual representaba un grave obstáculo para las iniciativas de China en
política exterior.
Lo sorprendente, sin embargo, fue que los resultados comerciales a
corto plazo de la guerra del Opio fueron decepcionantes para los mer-
caderes británicos y la mayoría de los de otros países. Si bien los cinco
puertos abiertos por los tratados se habían elegido cuidadosamente, el
comercio en Fuzhou y Ningbo crecía tan despacio que se habló de in-
tentar cambiar estas dos ciudades por otras que ofrecieran mejores pers-
pectivas. En 1859 ya eran sólo diecinueve los extranjeros adultos que
vivían en Ningbo; en Fuzhou el total era de diez, de los cuales siete eran
misioneros. Las perspectivas no eran mucho más halagüeñas en Xia-
men, donde el comercio se había dirigido tradicionalmente desde Tai-
wan y Filipinas y era dificil de integrar con las necesidades europeas y
estadounidenses. Sólo el transporte de mano de obra trajo un poco de
prosperidad cuando barcos británicos empezaron a llevar culis a Cuba
para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar.

247
Cantón había ofrecido la promesa de beneficios enormes una vez
que se aboliera el monopolio del Cohong y se abriese el comercio a
todos, pero la antipatía de los cantoneses hacia los británicos y otros
extranjeros era tan fuerte que los occidentales tenían dificultades para
establecer su residencia y comerciar o abrir consulados en la ciudad.
Durante el decenio de 1840 y los comienzos de! siguiente los distur-
bios fueron constantes y hubo un ciclo de ataques encarnizados con-
tra los británicos por parte de milicias rurales y turbas urbanas, a los que
los británicos respondieron con represalias y atrocidades recíprocas. La
corte de los Qjng condonó la violencia antibritánica porque no podía
permitirse ofender más la sensibilidad de los cantoneses.
De los cinco nuevos puertos abiertos por los tratados, sólo Shanghai
llegó a ser una ciudad próspera cuando extensas zonas «de concesión»
pantanosas y en gran parte deshabitadas en el campo se pusieron a dis-
posición de los británicos, los franceses y otros extranjeros. En 1850, una
vez drenada la tierra y reforzadas las márgenes de los ríos, ya residían
allí más de cien mercaderes, apoyados por personal consular, cinco mé-
dicos y 17 misioneros, muchos de ellos casados. Mientras que en 1844
habían entrado en e! puerto 44 barcos extranjeros, en 1849 la cifra fue
de 133, y en 1855, de 437. El comercio de la seda creció prodigiosamen-
te y alcanzó un valor de más de veinte millones de dólares a mediados
del decenio de 1850. El opio, que seguía siendo ilegal, llegaba a la
ciudad a razón de veinte mil cajas al año como mínimo.
La actitud de los Qjng ante la nueva estructura de puertos y trata-
dos era ambigua. La opinión de Qjying, compartida por muchos miem-
bros de la corte, era que la principal motivación de los occidentales era
la codicia comercial y que probablemente sería posible poner freno a la
mayor parte de sus otras exigencias si sus negocios prosperaban. Es
probable que la confianza en que así fuera, además de la creencia de
que incluso concesiones tales como la extraterritorialidad eran insigni-
ficantes, se inspirara en el único precedente cercano de que disponían
tanto Qiying como e! emperador, a saber: la forma en que los Qjng
habían dirigido la política exterior en Asia Central durante el decenio
de 1830. En 1835, por ejemplo, los Qjng habían otorgado al agresivo
janato de Kokand el derecho a tener un residente político en Kashgar
y residentes comerciales en Yarkand y otras ciudades comerciales clave.
Este residente político tenía poderes tanto consulares como judiciales
sobre otros extranjeros en la región de Altishahr, así como el de cobrar
derechos de aduana sobre las mercancías que otros extranjeros impor-
tasen a la zona. Además, los Qjng se mostraron de acuerdo con que
los musulmanes pagasen sólo la mitad de lo que pagaban los no mu-

248
sulmanes en concepto de aranceles (el 2,5 por ciento en vez del 5 por
ciento) y con que los artículos que se exportasen a Kokand desde Al-
tishahr estuvieran libres de impuestos. Al parecer, los Qing pensaban
que estas concesiones, lejos de ser una renuncia a la soberanía, eran en
realidad una manera barata y sencilla de resolver las incesantes y beli-
cosas exigencias de nuevos privilegios comerciales que hacían los janes
de Kokand. Varios de los altos funcionarios de los Qjng que tomaron
parte en estas negociaciones -o que eran héroes de las guerras que las
precedieron- fueron destinados a la costa del sudeste a finales del de-
cenio de 1830 o comienzos del de 1840, lo cual hace pensar que los
Qjng buscaban realmente continuidades en la formulación de la polí-
tica que debía seguirse entre las fronteras del oeste lejano y el sudeste
de China."
Como hubiera podido hacer en el caso de potentados díscolos en
Asia Central, Qiying siguió cultivando el trato con Sir Henry Pottinger
mucho después de la firma del Tratado de Nankín y sus apéndices: con-
cedió el estatuto de adopción honoraria al hijo de Pottinger, intercam-
bió con él recuerdos (incluidos retratos de sus respectivas esposas), in-
troducía con sus propias manos bombones de azúcar en la boca del

249
atónito plenipotenciario y creó una palabra nueva -yin-di-mi-te en chi-
no- para insistir en que Pottinger era su amigo «íntimo». Pero dijo con-
fidencialmente al emperador Daoguang que ésta era su forma personal
de «someter y apaciguar» a los británicos. No iba a «luchar contra ellos
por nombres sin sentido»; en lugar de ello, «pasaría por encima de es-
tas cuestiones de poca importancia y alcanzaría nuestro gran propósi-
to»." Lo malo de este análisis residía en que para Gran Bretaña y otras
potencias extranjeras, las estipulaciones del tratado que tanto les había
costado obtener distaban mucho de ser «nombres sin sentido». Eran la
esencia misma de la vida internacional y comerciaL El hecho de que
ni Qjying ni el emperador pudieran aceptar esto, no es extraño si se ve
con la perspectiva del tiempo transcurrido desde entonces. Porque para
los manchúes el «gran propósito» era ahora nada menos que la super-
vivencia de la dinastía Qjng misma. Para los que tenían el poder en
China, debido a las crecientes presiones del descontento interior, todos
los problemas de la política exterior les parecían en verdad periféricos.

250
8
La crisis interna

Dislocación social en el norte y en el sur


Las derrotas catastróficas que los británicos infligieron a los chi-
nos durante la primera mitad del siglo XIX fueron en parte cau-
sa y en parte consecuencia del aumento de la inestabilidad interna de
China. Muchos de los elementos de esa inestabilidad ya los hemos ana-
lizado: el crecimiento demográfico que ejercía nuevas presiones sobre
la tierra, la salida de plata, las dificultades de la elite educada para en-
contrar cargos oficiales, el incremento de la adicción al opio, la dismi-
nución de las capacidades de los ejércitos regulares de banderas, la des-
moralización de la burocracia causada por Heshen y su facción, el
sufrimiento a gran escala que acompañó a la propagación y luego a la
represión de la revuelta del Loto Blanco.
Otros abusos, que ya eran visibles a finales del siglo XVIII, se agra-
varon a comienzos del siglo XIX. Las enormes burocracias que supues-
tamente administraban las obras de los diques del río Amarillo y el Gran
Canal perdieron eficacia al llenar sus filas de sinecuras y utilizar para sus
propios fines particulares el dinero que el Gobierno les asignaba. La
consiguiente acumulación de loess en zonas del Gran Canal y la falta
de medidas para regular los niveles de agua de los ríos Amarillo y Huai
en los puntos por donde se cruzaban con el Gran Canal debilitaron mu-
chísimo el sistema gubernamental de transporte de arroz desde el sur.
Esa perturbación, a su vez, causó problemas con los trabajadores que
se ganaban la vida tirando de las barcazas del Gobierno en el Gran Ca-
nal; muchos de ellos se unieron y formaron sus propias asociaciones se-
cretas, tanto para proteger sus empleos como para tiranizar a las comu-
nidades agrícolas entre las que vivían.
El masivo sistema gubernamental de distribución de sal también se
volvió ineficaz. Las ventas de sal eran, en teoría, un monopolio del Go-
bierno, en el cual los Qing supervisaban la producción de la sal, que
se obtenía por medio de la evaporación en la costa o en pozos de agua

251
salada y minas del interior; y luego vendían el producto a un peque-
ño grupo de mercaderes autorizados, cada uno de los cuales transpor-
taba la sal para venderla en ciertas zonas designadas. A principios del
siglo XIX, las ineficiencias y la corrupción de este complejo sistema ya
habían provocado un aumento fenomenal del contrabando de sal que
amenazaba con destruirlo. Estos problemas económicos y organizati-
vos espolearon el crecimiento de facciones rivales en el seno de la bu-
rocracia posterior a Heshen, debido a que grupos con intereses creados
competían por los beneficios y trataban de ganar seguidores. Muchos
altos funcionarios comenzaron a formar sus propias subredes burocrá-
ticas de clientes y ayudantes, cuyos salarios se pagaban explotando más
sus propias fuentes públicas de ingresos.
Durante estos mismos años de principios del siglo XIX se registró
también un gran incremento de las milicias paramilitares u oficiales ca-
pitaneadas por letrados o terratenientes locales que querían proteger
sus comunidades de los grupos de merodeadores, ya fueran rebeldes del
Loto Blanco, trabajadores en paro y desesperados, o de los piratas de la
costa o la ribera. En otras partes, líderes locales formaron sociedades se-
cretas para difundir doctrinas religiosas esotéricas y defenderse cuando
el Estado no podía hacerlo.
Puede decirse que en gran parte de China los intereses privados
estaban invadiendo esferas que antes correspondían al Gobierno y el
sistema imperial parecía incapaz de reafirmar sus antiguos poderes. El
emperador jiaqing, que gobernó China de 1799 a 1820, se apoyaba en
la retórica más que en medidas específicas para limpiar su imperio. Sus
llamamientos a la frugalidad por parte de la burocracia eran conmove-
dores, pero poco hacían para recortar los costes. Y, si bien se llevó a
cabo una purga eficaz de compinches de Heshen, otros cortesanos for-
maron sus propias facciones. Tanto jiaqing como su hijo Daoguang (rei-
nó de 1821 a 1850) favorecían a ministros de categoría superior que pre-
sentaban una visión purista de las virtudes confucianas fundamentales,
aunque no tuvieran nada importante que decir sobre los numerosos
problemas, internos y externos, que aquejaban a la dinastía. A finales
del reinado de Daoguang empezaron una serie de levantamientos po-
pulares que durarían veintitrés años y estarían a punto de provocar la
caída de la dinastía Qjng.
Pero del mismo modo que estos levantamientos deben verse en el
contexto de las crisis de la política exterior de China, también deben
verse como la etapa culminante de una pauta de protesta que empezó
con el Loto Blanco y continuó con crisis menos dramáticas pero, pese
a ello, significativas, tanto en el norte como en el sur del país. Uno de

252
tales levantamientos, a comienzos del siglo XIX, en el norte, fue el que
encabezó Lin Qjng en 1818. Lin Qjng nació en 1770 y los primeros
años de su vida vienen a ser un ejemplo del desarraigo endémico que
experimentaba una porción de la sociedad que vivía casi rozando la lí-
nea de la pobreza urbana. Hijo de un administrativo de Pekín, Lin Qjng,
que había aprendido a leer y escribir, entró como aprendiz en un co-
mercio de hierbas medicinales, pero trabajó en este oficio sólo durante
un breve periodo antes de ser despedido y convertirse en vigilante noc-
turno. Al morir su padre, Lin Qjng consiguió que le nombrasen para
ocupar su puesto. Inmediatamente malversó fondos destinados a la re-
paración del Gran Canal que se guardaban en su nueva oficina y usó el
dinero para abrir un comercio de té. Tras perder en el juego los bene-
ficios que había obtenido de su comercio, se trasladó al norte, a Man-
churia, donde trabajó en la construcción durante un tiempo. Su ca-
rácter inquieto le empujó a cruzar China hasta el sur e instalarse en
Suzhou, donde al principio fue ayudante de un funcionario encargado
de los cereales y luego miembro del personal administrativo subalter-
no de un magistrado. Volvió al norte y se ganó la vida como culi tiran-
do de embarcaciones cargadas de cereales en el Gran Canal. De vuelta
a su casa cerca de Pekín, se dedicó a la venta de pájaros cantores.
Lin Qjng, que ahora conocía un poco el mundo, se afilió a una sec-
ta religiosa cuyas creencias procedían del budismo milenario y aprendió
varios lemas místicos. «Todos los días al amanecer presentamos nues-
tros respetos al sol y recitamos las palabras sagradas», dijo a uno de sus
primeros seguidores, camarero de una posada local. «De esta manera po-
demos librarnos de los peligros del fuego, las inundaciones y la guerra,
y en el caso de llegar tiempos de calamidades y desórdenes, entonces
podemos aprovechar la oportunidad para planear y organizar la Gran
Empresa>' Lin Qing logró inspirar confianza a centenares de habitan-
tes de los poblados y -10 que es más sorprendente- a varios chinos de
las banderas y esclavos que estaban sumidos en la pobreza, así como
a eunucos que servían en el palacio de Pekín. «Era muy convincente»,
dijo más tarde su sobrino a unos funcionarios de los Qjng. «Decía que
hacer aportaciones era lo mismo que sembrar semillas para bendicio-
nes futuras y que en el futuro tales donativos se multiplicarían por diez.
Así que la gente le creía y le daba dinero. Nunca le vi devolverlo.v' Al-
gunas de las promesas eran asombrosas: cien monedas de cobre que
recibió Lin Qjng dieron por resultado la promesa de cien mou de tierra
en el futuro, cuando la secta triunfara (100 mou, alrededor de siete hec-
táreas, representaban un patrimonio munífico para cualquier campesi-
no pobre del norte de China).

253
Cada vez más pomposo a medida que iba aliándose con otros ca-
becillas poderosos, Lin Qjng empezó a llamarse a sí mismo el «Futuro
Buda» o «Maitreya», enviado por la «Madre Eterna» a preparar a sus se-
guidores para sobrevivir a las catástrofes de la próxima !talpa, el nuevo
gran ciclo de la historia humana. Las rimas que recitaban sus seguido-
res parecían sugerir que existía un elemento antimanchú cuya fuerza
iba en aumento: «esperamos sólo que la región del norte sea devuelta
a un emperador han. / Entonces todo 10 que es volverá a estar bajo un
solo linaje»." En 1813 Lin Qjng ya había trazado planes para marchar
sobre Pekín y matar al emperador jiaqing.
En este momento, el complot empezó a ir mal: los funcionarios re-
cibieron el aviso de un suspicaz nativo de Shandong, que tenía un tí-
tulo inferior, de que se estaba tramando algo y de dos padres preocu-
pados por la relación de sus hijos con la secta ilegal. Hubo algunas
detenciones de miembros de la secta, interrogatorios bajo tortura y cho-
ques esporádicos pero encarnizados durante el verano; a finales de 1813
un puñado de discípulos de Lin Qjng lanzó el ataque que estaba pla-
neado contra el palacio, pero fue un fracaso desastroso. Presa de un
extraño fatalismo, Lin Qjng se quedó en su poblado natal durante su
«levantamiento» y fue allí donde funcionarios de policía locales lo de-
tuvieron. El emperador ]iaqing sentía tanta curiosidad por este desco-
nocido que había pretendido matarle que le llamó a su presencia para
someterlo a un interrogatorio en privado. Lin Qjng se negó a dar más
explicaciones y fue condenado a muerte y cortado en tajadas. Su cabe-
za se expuso en Henan como advertencia a seguidores suyos que con-
tinuaban resistiendo allí.
La vida y la rebelión de Lin Qing están bien documentadas porque
tuvieron su escenario cerca de Pekín y el blanco fue el emperador en
persona. Pero la facilidad con que Lin Qing encontró numerosos segui-
dores y obtuvo dinero, los agravios generalizados y las amplias reivin-
dicaciones religiosas eran típicos de muchos otros grupos parecidos que
se formaron en el norte de China durante los decenios siguientes. Estos
grupos constituían una especie de potencial latente de rebelión, pero
era un potencial que a menudo no se apartaba de una senda pacífica y
semilegal, a menos que lo atizara algún líder especialmente eficaz o al-
gún desastre natural de proporciones poco corrientes.
En el sur de China también bullía el descontento, pero su confor-
mación era distinta. Allí, la fuerza dominante eran las triadas, llamadas
también Sociedad del Cielo y de la Tierra, que abarcaban grupos que
tenían sus propios juramentos de sangre, rituales religiosos y herman-
dades. Las triadas nacieron en Taiwan y Pujian en las postrimerías del si-

254
glo XVlII -aunque afirmarían tener orígenes mucho más antiguos cuan-
do creció su poder- y luego cobraron fuerza en Guangdong y Guangxi.
Al parecer, muchos miembros de las primeras triadas eran marineros de
juncos de altura o de la miríada de embarcaciones fluviales de la red
de canales y ríos navegables del sur; otros eran habitantes pobres de
las ciudades. Con frecuencia se dedicaban a actividades delictivas -ex-
torsión, robos y secuestros- sin dejar en ningún momento de prote-
gerse por medio de los miembros de la sociedad que trabajaban en las
yamens (oficinas) de los propios magistrados. En el decenio de 1830
las logias de las tríadas ya atraían también a numerosos campesinos, qui-
zá porque en el sur de China, donde linajes poderosos frecuentemente
controlaban poblados enteros, las triadas ofrecían una forma diferen-
te de protegerse y un centro organizativo a los que vivían al borde de
la indigencia. Las mujeres engrosaban a menudo las filas de las triadas,
al igual que las del Loto Blanco, porque la pertenencia a ellas les daba
un prestigio y una función en la sociedad que, de no ser por ello, en
gran parte se les negaba. Según algunas crónicas, las mujeres que entra-
ban a formar parte de logias de las tríadas antes que sus maridos po-
dían exigir prioridad sobre éstos en casa. Otras eran miembros sin que
sus esposos 10 supieran.
Las triadas también afirmaban que la expulsión de los Qjng y la res-
tauración de los Ming formaban parte de su causa. Es probable que su
actitud antimanchú se viera alimentada por la incapacidad de los Qjng
de controlar a los extranjeros de Cantón, así como por las repetidas ocu-
paciones de esa ciudad por parte de tropas extranjeras. Estas presiones,
a su vez, hacían que a la corte le resultara dificil movilizarse para to-
mar medidas drásticas contra los rebeldes en potencia que había entre
su propia gente. y, dado que los grupos rebeldes más peligrosos tendían
a juntarse en regiones fronterizas escabrosas y difíciles de dominar tales
como la que existía entre Guangxi y Guangdong, los funcionarios lo-
cales no podían coordinar fácilmente la lucha contra ellos.
Las logias de las tríadas y sus afiliados y contactos en la burocracia
local aumentaron su poder mediante la participación en las organizacio-
nes de milicias locales. Lin Zexu había impulsado la formación de tales
grupos para defender Cantón de los británicos, lo mismo que habían
hecho las clases altas en los últimos años de los Ming para proteger sus
bases de los campesinos rebeldes o de los manchúes. Los grupos de mi-
licianos de Cantón se convirtieron en mezclas complicadas de jefes de
clase alta, delincuentes locales, honrados voluntarios campesinos, miem-
bros de otras organizaciones que cultivaban las artes marciales y gru-
pos de hombres que se dedicaban a oficios comunes. En mayo de 1841

255
una de estas mezclas de fuerzas ya se había enfrentado a una patrulla
británica en las afueras de Cantón, en el poblado de Sanyuanli. Provis-
tos de lanzas y azadas -algunos incluso de armas de fuego-, habían obli-
gado a los británicos a retirarse y habían matado a un soldado britá-
nico y herido a otros quince. Los chinos hicieron de este encuentro un
símbolo de la posibilidad de una resistencia unida contra las presiones
extranjeras.
Para el Estado Qjng, como antes para el Ming, estos grupos eran un
arma de doble filo. Algunos miembros de las clases altas crearon gru-
pos de milicianos regulares y bien organizados que podían mantener efi-
cazmente el orden en el campo o patrullar por las ciudades; otros gru-
pos vieron cómo los milicianos se esfumaban, tal vez con sus armas y
cierta instrucción rudimentaria, para volver a las partidas de bandidos de
las que habían salido o poner sus nuevas habilidades a disposición de sus
camaradas de las tríadas. Los grupos de irregulares crecieron paulatina-
mente después de que el Tratado de Nankín de 1842 empezara a sur-
tir efecto e incrementase en gran medida el comercio de Shanghai y
alejara recursos de la intransigente región de Cantón. Barqueros, culis
sin trabajo, artesanos sumidos en la pobreza y campesinos indigentes
se unieron a los grupos de desafectos que buscaban algún tipo de asi-
dero en tiempos desconcertantes.
El emperador Daoguang procuró tener todo esto en cuenta al res-
ponder a los ataques xenófobos contra los británicos en la región can-
tonesa, que alcanzaron su apogeo en 1848: «Lo único que importa es
apaciguar las emociones del pueblo. Si las lealtades del pueblo no se
pierden, entonces podemos encargarnos de los bandidos extranjeros»."
El problema estaba en que apaciguar la violencia popular era un juego
peligroso para los Qjng.

Los Taiping

En el inmenso cataclismo denominado la «rebelión de los Taiping»,


que asoló gran parte de China entre 1850 y 1864, vemos muchos ele-
mentos parecidos a los que acabamos de mencionar: el desasosiego y
la autoidentificación religiosa de un hombre como Lin Qjng, la dis-
cordia social subyacente en el sudeste, la fuerza y la variedad crecientes
de organizaciones secretas entre los pobres, y la dislocación que cau-
saron los británicos y el comercio del opio. Pero, al mismo tiempo, fue-
ron la historia personal y el estado de ánimo de un solo hombre los

256
factores que dieron al movimiento su forma específica. Este hombre era
Hong Xiuquan, uno de los que durante este periodo tantas dificultades
tuvieron cuando trataron de abrirse paso hasta el peldaño más bajo de
la buena sociedad de los Qjng. Hong Xiuquan nació en 1814 y era el
cuarto de los cinco hijos de una familia rural muy trabajadora de Guang-
dong. Sus padres pertenecían a la minoría hakka (los llamados «pue-
blos huéspedes» que habían emigrado al sur desde China central) y se
sacrificaron para dar a Hong Xiuquan una educación decente que le
permitiera encontrar un lugar en la elite local. Pero, aunque aprobó los
primeros exámenes que capacitaban para optar al título de licenciado
shmgyuan, a comienzos del decenio de 1830 fracasó en sus dos prime-
ros intentos de obtener dicho título, que le hubiera dado derecho a lle-
var las vestiduras de letrado, estar exento de castigos físicos y percibir
un pequeño estipendio del Estado.
Para cualquier joven chino con ambiciones semejante fracaso resul-
taba humillante, pero, al parecer, para Hong Xiuquan 10 fue de mane-
ra especial. Su único consuelo fue la oportunidad de viajar y estudiar
en Cantón. En 1836 Hong Xiuquan se disponía a entrar una vez más en
la sala donde se celebraban los exámenes, en. busca del elusivo título,
cuando un evangelizador protestante chino le puso en las manos una
colección de pasajes bíblicos traducidos al chino con el título de «Pala-
bras Buenas para Exhortar a la Época». Un momento así y la circulación
de opúsculos de esta clase fueron posibles debido a un gran número de
nuevas circunstancias históricas que distinguirían la rebelión de Hong
Xiuquan de todas las que la habían precedido. Desde comienzos del
siglo XIX misioneros protestantes occidentales, principalmente británi-
cos y estadounidenses, venían trabajando en la traducción de toda la
Biblia al chino y habían imprimido numerosos ejemplares para distri-
buirlos en sus viajes por la costa y el interior. Estos misioneros y sus
conversos chinos también intentaban condensar el mensaje de las Es-
crituras en opúsculos sencillos como «Palabras Buenas...» con el fin de
que llegaran a más lectores todavía.
Hong Xiuquan no estudió los opúsculos ni los tiró. Parece ser que,
en lugar de ello, les echó una rápida ojeada y luego los guardó en su
domicilio. Al principio no vio ninguna relación entre los opúsculos y
un extraño sueño delirante que tuvo después de fracasar por tercera vez
en los exámenes en 1837. En dicha visión Hong Xiuquan conversó con
un hombre barbudo de cabellos de oro que le dio una espada y con un
hombre más joven que le enseñó a matar a los malos espíritus y a
quien Hong Xiuquan llamaba «Hermano Mayor». Después de tener
la visión, Hong Xiuquan trabajó durante seis años como maestro de es-

257
cuela en un poblado e hizo un intento más de aprobar los exámenes.
Pero tras suspender los del shmgyuan por cuarta vez, abrió los opúscu-
los cristianos y los leyó de cabo a rabo. De repente pensó que los dos
hombres de la visión tenían que ser e! Dios y el Jesús de los opúscu-
los y que, por tanto, él, Hong Xiuquan, también tenía que ser Hijo de
Dios, el hermano menor de Jesucristo.
Al igual que Lin Qjng en e! norte de China treinta años antes, Hong
Xiuquan lograba persuadir a la gente de sus poderes espirituales gracias
a su carisma y a una fuerte convicción religiosa. Pero, a diferencia de
Lin Qjng, Hong Xiuquan no actuaba secretamente por medio de una
red de células sectarias locales. En vez de ello, empezó a predicar en pú-
blico su mensaje, a bautizar a conversos y a destruir capillas confucia-
nas y ancestrales. Aunque estas actividades despertaron las iras de la
población local y Hong Xiuquan tuvo que huir de su poblado y refu-
giarse temporalmente en Guangxi, no surtieron el mismo efecto en las
autoridades locales y Hong Xiuquan continuó enseñando. En 1847 re-
gresó a Cantón y estudió la Biblia con un baptista del sur de Estados
Unidos que se llamaba Isaacher Roberts. A fmales del mismo año, Hong
Xiuquan se fue de Cantón y se unió a un amigo íntimo, uno de sus
primeros conversos, que había formado la Asociación de los Adorado-
res de Dios en la escabrosa zona de! este de la provincia de Guangxi
llamada la Montaña de los Cardos.
En esta región aislada -que distaba mucho de ser cabeza de parti-
do- el movimiento de Hong Xiuquan se extendió y ganó conversos en-
tre los hakka y las tribus de las montañas. En 1849 ya contaba alrede-
dar de diez mil seguidores. Quizá bajo la influencia de miembros de las
tríadas que se unieron a él, la ideología de Hong Xiuquan abarcaría tan-
to la creación de una nueva comunidad cristiana como la destrucción
de los manchúes, contra cuya maldad y falsedad clamaba Hong Xiuquan
empleando términos conmovedores y enérgicos. Cuando recordamos la
suerte póstuma que corrió Lu Liuliang después de atacar a la dinastía
gobernante con palabras mucho más suaves, podemos apreciar el co-
raje y la temeridad de Hong Xiuquan. Mas para éste la dinastía gober-
nante representaba un reto especial: veía a los manchúes como demo-
nios que luchaban contra el Dios verdadero, un Dios cuya pureza y
presencia habían existido en China hasta que las fuerzas de la creencia
confuciana habían apartado a los chinos del verdadero buen camino.
La pasión retórica de Hong Xiuquan atraía a seguidores devotos. En-
tre sus asesores más allegados había un carbonero huérfano y analfabe-
to de la zona de la Montaña de los Cardos que resultó ser un táctico
militar de gran brillantez intuitiva, y un chico de diecinueve años que

258
pertenecía a un acaudalado linaje local de terratenientes y persuadió a la
mayoría de sus miembros a correr la misma suerte que Hong Xiuquan
y a aportar a su tesorería una suma que se calcula en cien mil taels. Otro
grupo importante de conversos lo integraban los mineros locales, cuyas
habilidades con los explosivos y la perforación de túneles, adquiridas en
las montañas del este de Guangxi, serían útiles más adelante para de-
moler murallas de ciudades. Con los mineros llegaron muchos otros
poseedores de diversas formas de pericia: prestamistas (que llevaban la
tesorería), pasantes de abogado (que crearon estructuras burocráticas),
ex soldados de las fuerzas de los Qjng o las milicias locales, además de
por lo menos dos jefas de bandidos que eran muy conocidas y varias
bandas de piratas de río.
En 1850 los reclutas y conversos de Hong Xiuquan ya eran más de
veinte mil. El movimiento contaba ahora con la organización suficien-
te para instruir a las tropas, fabricar armas y elaborar organigramas mi-
litares; podía hacer cumplir órdenes rigurosas contra la corrupción, la
sensualidad y el hábito de fumar opio, celebrar ceremonias de culto
cristiano, juntar todo el dinero y todos los objetos valiosos en una te-
sorería central, convencer a sus hombres para que se cortasen la coleta
y llevaran el pelo largo y suelto y segregar a las mujeres -madres, es-
posas, hijas- en un campamento aparte bajo el mando de mujeres ofi-
ciales. Todas estas medidas hicieron que los Adoradores de Dios lla-
maran finalmente la atención suficiente para que los distinguiesen de
las docenas de otros grupos de bandidos que merodeaban por diferen-
tes partes de China.
En diciembre de 1850 las fuerzas enviadas por el Gobierno para que
expulsasen a Hong Xiuquan de la zona de la Montaña de los Cardos
sufrieron una derrota aplastante y su comandante manchú resultó muer-
to. El 11 de enero de 1851 Hong Xiuquan reunió a sus Adoradores de
Dios y se proclamó Rey del Cielo del Taiping Tianguo o «Reino del
Cielo de la Gran paz» (comúnmente se denominaba «Iaiping»). Obli-
gados a abandonar su base por ejércitos gubernamentales superiores en
número, los Taiping hicieron campaña en la frontera de Guangxi y
Guangdong hasta el otoño de 1851, momento en que se dirigieron al
norte y se apoderaron de la ciudad de Yongan junto con grandes can-
tidades de dinero en metálico y alimentos, amén de reclutar hombres,
con lo que su número aumentó hasta sesenta mil o más.
Los Taiping, que ahora guiaban sus destinos de acuerdo con un ca-
lendario solar cristiano recién creado con una semana de siete días (si
bien un error inicial de cálculo hizo que el «domingo» de los Taiping
cayera en realidad en el sábado cristiano), avanzaron otra vez en la pri-

259
M.,
J, Chiu
0 "'. 1.1

LA REBEU ÓN DE
LOSTAIPING, 1850-1864
11 "tlL<S lOO
J I

mavera de 1852. Atacaron la capital de Guangxi, Cuilin, que no logra-


ron tomar pese al heroísmo de sus nuevos regimientos de mujeres hakka,
que combatieron con coraje ejemplar. (Acostumbradas a la dura vida
agrícola de las montañas, las mujeres hakka nunca se habían vendado
los pies como otras mujeres chinas.) En el verano penetraron en Hunan,
pero su intento de tomar Changsha, que duró dos meses, fracasó. Aquí
las proclamas de los Taiping se volvieron más apasionadas en un inten-
to de ganar nuevos reclutas: «¿Pueden los chinos seguir considerándo-
se hombres? Desde que los manchúes envenenaron China, la llama de
la opresión ha ascendido hasta el cielo, la ponzoña de la corrupción
ha profanado el trono del emperador, el olor ofensivo se ha propaga-
do por los cuatro mares, y la influencia de los demonios ha afligido al
imperio mientras los chinos, con la cabeza baja y el espíritu por los
suelos, se convertían de buen grado en súbditos y sirvientes»,"
Hubo un gran avance en diciembre de 1852, cuando, casi sin en-
contrar oposición, el ejército Taiping entró en Yuezhou, en la orilla
oriental del lago Dongting. Yuezhou era una población rica y antigua
-a diferencia de las zonas pobres por donde hasta aquel momento ha-
bían pasado los Taiping- y allí se apoderaron de un botín inmenso,

260
5000 embarcaciones y gran cantidad de armas y pólvora. (Algunas de las
armas de fuego las había abandonado allí Wu Sangui tras el fracaso de
su rebelión de los Tres Feudatarios casi dos siglos antes, pero aún ser-
vfan.) A partir de entonces se produjo una serie increíble de victorias:
Hankou cayó en diciembre y Wuchang, en enero de 1853, lo cual pro-
porcionó a Hong Xiuquan otra gran flota y 1,6 millones de taels de la
tesorería provincia!. Anqing cayó casi sin oponer resistencia en febre-
ro de 1853, lo cual representó 300.000 taels más, cien cañones de gran
calibre y enormes cantidades de alimentos. En marzo la gran ciudad de
Nankín, defendida sólo por una pequeña fuerza, sus murallas socava-
das por cargas explosivas, su centro bombardeado por la artillería, con
soldados Taiping disfrazados de sacerdotes budistas o taoístas infiltrados
en sus calles, cayó en poder de los rebeldes.
La población manchú de Nankín, unas cuarenta mil personas entre
las que había alrededor de cinco mil soldados, se retiró a la ciudadela
interior de la urbe, pero fue arrollada por las cargas de sucesivas olea-
das de tropas enemigas. Los Taiping reunieron a todos los manchúes
que no habían muerto en la batalla -hombres, mujeres y niños- y los
mataron sistemáticamente quemándolos, acuchillándolos o ahogándo-
los. Hong Xiuquan quiso demostrar así que los diablos serían expulsa-
dos de la faz de China. A finales de marzo, luciendo una corona y una
túnica con dragones bordados, Hong Xiuquan entró en la ciudad en
un palanquín dorado que dieciséis hombres llevaban a hombros e ins-
taló su residencia en un palacio imperial que había pertenecido a la di-
nastía Ming.
Los Taiping gobernaron su Reino del Cielo con sede en Nankín du-
rante once años (1853-1864) bajo la autoridad oficial de Hong Xiuquan
como Rey del Cielo. La política de los Taiping continuó siendo asom-
brosamente radical, sobre el papel y ton frecuencia en la práctica. Una
faceta de su Gobierno fue un ascetismo que exigía la segregación de los
sexos y la prohibición absoluta de fumar opio, de la prostitución, del
baile y de beber alcohol. El dinero se guardaba en una tesorería común
para que en teoría lo compartieran todos; y, como los Taiping se ha-
bían hecho con más de dieciocho millones de taels sobre la marcha y
en la propia Nankín, su prosperidad parecía asegurada. Se reinstituye-
ron los exámenes, que ahora se basaban en traducciones chinas de la
Biblia y en las transcripciones de las revelaciones religiosas y obras li-
terarias de Hong Xiuquan. Se autorizó a las mujeres, que estaban orga-
nizadas en unidades residenciales y administrativas especiales, a desem-
peñar cargos de supervisoras de la burocracia y a presentarse a sus propios
exámenes especiales.

261
Lo más notable era la ley agraria de los Taiping, la cual, vinculada
a un sistema local de reclutamiento militar, constituía tal vez el plan
más utópico, exhaustivo y autoritario para organizar a seres humanos
que se había visto en China hasta entonces. La totalidad de la tierra de-
bía dividirse entre todas las familias de los Taiping y sus partidarios
de acuerdo con el tamaño de la familia, a partes iguales para hombres
y mujeres. Tras guardar los productos que necesitaba para su propio sus-
tento, cada familia depositaría el resto en graneros comunes. Cada grupo
de veinticinco familias era supervisado por un «sargento» que llevaba
registros de la producción, arbitraba en las peleas, supervisaba la ense-
ñanza de la Biblia y las doctrinas Taiping a los jóvenes y celebraba ofi-
cios religiosos cristianos los domingos. Los sargentos seleccionaban
hombres de las familias que tenían a su cargo para que sirviesen en las
unidades militares locales. Los seleccionados eran sometidos a una ins-
trucción y un adiestramiento rígidos, aprendían a utilizar señales, armas
y trampas y eran socorridos en los combates por pelotones médicos que
atendían a los heridos y los enfermos. Desde su base en Nankín salían
ejércitos muy numerosos, ya fuese para extender los dominios de los
Taiping hacia el este y el norte o para traer pertrechos y reclutas con
los que se sostenían los ejércitos de guarnición. Según una proclama
de los Taiping, los resultados serían sin duda «que en ninguna parte
existirá desigualdad y nadie dejará de estar bien alimentado y vestido»."
Sin embargo, pese a su pasión militar e ideológica, y a sus sueños
utópicos de gobernación perfecta, los Taiping no lograron derrocar a
los Qjng y finalmente fueron eliminados con terrible mortandad. ¿Por
qué fracasaron los Taiping, después de obtener tantos triunfos con tan-
ta rapidez en nombre de semejante ideología utópica?
Una razón fue el fracaso del liderazgo colectivo de los Taiping. Par-
tiendo de la hermandad original, Hong Xiuquan había nombrado «re-
yes» a varios seguidores clave, los cuales gobernaron conjuntamente
bajo su supervisión. Pero dos de los líderes de más talento murieron
en las campañas de 1852 y los supervivientes más brillantes -en espe-
cial Yang Xiuqing y Shi Dakai, que se habían contado entre los pri-
meros partidarios de Hong Xiuquan en los tiempos de la Montaña de
los Cardos- acabaron perdiendo la fe en él. Yang Xiuqing, que se ha-
bía arrogado poderes enormes, fue asesinado en un sangriento golpe de
palacio en 1856, por orden de Hong Xiuquan. Shi Dakai, que estuvo
a la altura de 10 que prometía en un comienzo y llegó a ser el más
grande de los generales de los Taiping, se fue de Nankín aquel mismo
año, después de que su esposa y su madre perdieran la vida en una
disputa entre generales de los Taiping. Intentó fundar un reino inde-

262
pendiente en Sichuan, pero fue atrapado y asesinado allí por tropas de
los Qjng en 1863.
Despojado de sus consejeros de más talento, Hong Xiuquan fla-
queó como jefe una vez que hubo obtenido cierto grado de poder. Dio
muestras de peligrosa ineficiencia y de carecer de metas claras. Del mis-
mo modo que en Wuchang había dejado escapar la oportunidad de di-
rigirse al norte y llegar a Pekín, tampoco perseveró en su iniciativa des-
pués de tomar Nankín. En lugar de ello, se retiró a un mundo palacial
de placeres sensuales y misticismo religioso, rodeado de concubinas y
leyendo la Biblia en busca de todas las alusiones a él mismo y a su
«misión», que encontró subrayadas en todas partes desde el Libro del
Génesis hasta el Libro del Apocalipsis. No sacó partido de una cuestión
potencialmente popular como era una cruzada antimanchú y desapro-
vechó su fama de líder religioso serio.
Que Hong Xiuquan no apelara al sentimiento antimanchú fue sin-
tomático del aislamiento de los Taiping, incluso cuando tenían el po-
der en Nankín. Si hubieran mantenido la ciudad como próspero cen-
tro metropolitano y si Hong Xiuquan se hubiera encerrado utilizando
como base firme el apoyo popular, los Taiping quizás hubiesen sido in-
vencibles. Pero los chinos que residían en Nankín encontraban a los
ocupantes Taiping -muchos de los cuales eran hakka, con sus indu-
mentarias y acentos extraños, y sus mujeres de pies grandes- tan estra-
falarios como los extranjeros o los manchúes. No gustaron a los chinos
de Nankín los cambios que efectuaron los Taiping en la vida econó-
mica, el intento de crear una tesorería común y de regular los merca-
dos, la segregación de la población civil por sexo y ocupación, y los
esfuerzos por hacer cumplir un riguroso código de conducta. La re-
sistencia pasiva a los Taiping era endémica y las huidas, el espionaje y
las defecciones al bando de los Qjng eran comunes," En contraste, du-
rante los primeros tiempos de los Qjng, Dorgon, siguiendo una políti-
ca más flexible, había obtenido resultados mucho mejores en 10 que se
refiere a ganarse la aceptación general del pueblo.
Más allá de Nankín, los Taiping fracasaron en el campo, donde sus
sueños de una tesorería común para todos los creyentes y un sistema
equitativo de tenencia de la tierra no se hicieron realidad en gran par-
te. Aunque controlaron grandes extensiones de Jiangsu, Anhui y Zhe-
jiang durante años, así como, de forma intermitente, zonas más al norte
y el oeste, carecían del compromiso o los efectivos humanos necesarios
para llevar a cabo sus espectaculares reformas agrarias y acabaron sien-
do uno más entre los organismos de recaudación de impuestos que ago-
biaban a un campesinado abatido. El mantenimiento de sus enormes

263
ejércitos les obligaba a mandar constantemente pelotones que recorrían
centenares de kilómetros en busca de alimentos y pertrechos. Estas exi-
gencias logísticas, sumadas a las luchas incesantes con las fuerzas de los
Qing -que también necesitaban alimentos y alojamiento-, dejaron la
que otrora había sido la región más próspera de China convertida en
tierra yerma.
Los Taiping tampoco coordinaron su levantamiento con otras dos
sublevaciones que tuvieron lugar al mismo tiempo: la revuelta de los
Nian en el norte y la de los Turbantes Rojos en el sur. Si hubiera ha-
bido algún tipo de acción concertada -como habían tratado de hacer
los rebeldes Li Zicheng y Zhang Xianzhong con otros jefes de bandidos
en el decenio de 1630 contra los Ming-, los Qing no hubieran podi-
do sobrevivir, especialmente en un momento en que estaban recibiendo
una serie de golpes destructivos de las potencias occidentales. Pero el
ascetismo de los Taiping y la naturaleza extrema de sus reivindicacio-
nes religiosas hacían que fuese dificil forjar una alianza provechosa con
otros rebeldes.
y tampoco consiguieron los Taiping que los occidentales simpati-
zaran con su causa. Los extranjeros, en especial los misioneros, al prin-
cipio habían recibido con entusiasmo la perspectiva de una fuerza re-
volucionaria cristiana que prometía reformas sociales y la derrota de
los moribundos e intransigentes manchúes. Pero las excentricidades del
cristianismo de Hong Xiuquan acabaron resultando obvias a ojos de los
misioneros a la vez que los comerciantes veían con temor el odio fa-
nático de los Taiping contra el opio. Finalmente, las potencias occi-
dentales decidieron respaldar a los Qjng con el fin de impedir que los
Taiping se apoderaran de Shanghai, ya que ello podía representar una
amenaza para las ventajas que los recientes tratados daban a Occidente.
Las tríadas controlaron las zonas chinas de la ciudad desde 1853 hasta
comienzos de 1855, por lo que su conquista por parte de los Taiping
parecía probable. En los últimos años de la rebelión, un ejército de
mercenarios con oficiales extranjeros apoyado por cañoneras de vapor
de poco calado luchó al lado de las fuerzas de los Qjng contra los Tai-
pingo Era el llamado Ejército Siempre Victorioso, que al principio es-
tuvo bajo el mando del aventurero estadounidense de Massachusetts
Frederick Townsend Ward y, al morir éste, del oficial de artillería britá-
nico y hombre profundamente religioso Charles «Chinese» Gordon.
La causa de los Qjng también se vio reforzada por la lealtad, la te-
nacidad y el valor de altos funcionarios chinos que siguieron comba-
tiendo a los Taiping aunque los ejércitos regulares de las banderas man-
dados por manchúes parecían incapaces de derrotar al enemigo. Estos

264
letrados de formación confuciana se sintieron alarmados ante la ame-
naza que representaban los Taiping para sus hogares ancestrales y cons-
ternados al ver que utilizaban el cristianismo para atacar toda la estruc-
tura de valores chinos. El más grande de estos líderes fue el funcionario
Zeng Guofan, natural de Hunan, que al principio había reclutado tro-
pas locales para defender sus propiedades cuando se había ausentado
de la corte con permiso por luto en 1852. Más adelante, Zeng Guofan
y sus hermanos reclutaron y pertrecharon un ejército eficiente, admi-
nistrado con honradez e integrado por duros campesinos de Hunan
bajo el mando de miembros de las clases altas confucianas locales. Dada
la debilidad de las fuerzas de las banderas de los Qing en la región y la
ineptitud demostrada de los burócratas locales para mantener milicias,
las tropas de Zeng Guofan constituyeron un refuerzo crucial para los
recursos defensivos del Estado. Llamado el «ejército de Xiang», por el río
que atraviesa Hunan, estas fuerzas se convirtieron en uno de los ene-
migos más mortíferos de los Taiping y su participación en la reconquis-
ta de Nankín sería decisiva.
De manera más general, la formación del ejército de Xiang indica
la flexibilidad y la eficacia sorprendentes de las fuerzas locales en la re-
sistencia contra los Taiping. Incapaces de atraer a su causa a muchos
miembros de las clases altas, los Taiping encontraron oposición en toda
la China central y oriental por parte de centenares de fuerzas de mili-
cianos locales que organizaron las clases altas para defender sus hogares
y sus campos. Estas milicias, que los Qing aceptaron como esenciales
pese a que parecían subrayar la ineficacia del Estado, aportaron nue-
vos niveles de poder a los terratenientes de clase alta. El impuesto likin
-un suplemento de los derechos de tránsito- que se autorizó para que
los jefes de las milicias pudieran financiar sus empresas militares, per-
mitió a dichos jefes continuar con éxito la larga guerra de desgaste. Los
Taiping chocaban cada vez con más dificultades para obtener pertre-
chos o nuevos reclutas a medida que se consolidaba la resistencia con-
tra ellos por parte de comunidades enteras.
La fatal inflexibilidad del régimen de Hong Xiuquan se hizo eviden-
te en el fracaso de un osado intento de los Taiping de alterar y «occi-
dentalizar» su Gobierno. El artífice de esta operación fue Hong Ren'gan,
pariente joven de Hong Xiuquan que, al igual que éste, había estudia-
do con los misioneros en Cantón y había sido uno de los primeros
Adoradores de Dios. Durante los años iniciales de la rebelión de los
Taiping, Hong Ren'gan vivió y trabajó en Hong Kong y se familiarizó
con el Gobierno colonial británico de la isla. Finalmente, en 1859, se
trasladó por tierra a Nankín, disfrazado de médico, y fue recibido con

265
entusiasmo por el Rey del Cielo, que le nombró primer ministro. Hong
Ren'gan preparó un documento muy detallado con el título de «Nue-
va Tratado sobre Ayudas a la Administración" y lo presentó al Rey del
Cielo a finales de 1859. Su programa pedía la creación de sistemas ju-
diciales y bancarios en los dominios de los Taiping; la construcción de
carreteras, ferrocarriles y vapores de carga; la introducción de un ser-
vicio postal; la publicación de periódicos; y el abandono de la geo-
mancia y el infanticidio. Hong Xiuquan aprobó todas estas propuestas
por considerarlas «correctas», excepto las que sugerían que se utiliza-
sen periódicos para difundir información, sobre las cuales comentó:
«Tiempo habrá para tarde llevar a cabo esta propuesta cuando los de-
monios que quedan sean aniquilados»." Pero, llegado el momento, no se
tomaron medidas concretas para iniciar estas reformas. Y tras el fracaso
del intento de Hong Ren'gan de crear una nueva estrategia general para
recuperar el curso alto del Yangzi para los Taiping, y después de que
un masivo contraataque que ordenó lanzar contra Suzhou y Hangzhou
fuera repelido, desaparecieron los últimos elementos de apoyo popular
a los Taiping.
Tal como Zeng Guofan dijo con suficiencia al emperador Qing:
«Ahora, cuando el pueblo oye hablar de los rebeldes, el dolor y el re-
mordimiento le perforan el corazón, huyen tanto los hombres como
las mujeres y ya no arden los fuegos de las cocinas. Los labradores no
tienen cosechas ni de un solo cereal y uno tras otro abandonan sus ocu-
paciones. Cuando los rebeldes atraviesan un territorio sin habitantes,
son como peces tratando de nadar en un lugar sin agua". Sin embargo,
cuando llegó el final en junio de 1864, tras la muerte de Hong Xiuquan
-nunca se supo claramente si se suicidó o murió de alguna enferme-
dad- y las tropas de los Qjng tomaron Nankín por asalto, Zeng Cuo-
fan, un tanto sobrecogido, escribió al emperador: «Ni uno solo de los
cien mil rebeldes de Nankín se rindió cuando la ciudad fue tomada,
sino que en muchos casos se reunieron y se quemaron, y murieron sin
arrepentirse. Raramente se ha conocido tan formidable banda de rebel-
des desde los tiempos antiguos hasta el presente»."

Presiones extranjeras

Uno de los numerosos factores que ayudaron a los Qjng a vencer a


los Taiping fue la ayuda extranjera que recibieron a comienzos del de-
cenia de 1860, ya fuese en forma de los derechos de aduana que se co-

266
braban por medio de la Inspección de Aduanas de Shanghai, cuyos ad-
ministradores eran extranjeros, o del Ejército Siempre Victorioso, que
se hallaba bajo el mando de oficiales occidentales en campaña. Las ra-
zones de este apoyo estaban relacionadas sobre todo con asuntos in-
ternacionales, en los cuales, una vez más, los actores principales eran los
británicos. Decepcionados por los resultados del Tratado de Nankín,
así como por la continuada intransigencia de los Qing, los británicos
reaccionaron con escasa simpatía cuando los Qjng se vieron amenaza-
dos por la propagación de la rebelión de los Taiping. Los británicos too
maron la decisión sumamente legalista de aplicar a su propio Tratado
de Nankín, firmado en 1842, la cláusula de nación más favorecida del
tratado que los estadounidenses habían firmado en 1844 y que estipula-
ba que dicho tratado se renegociaría al cabo de doce abas. Así pues, las
autoridades británicas obligaron a los chinos a renegociar en 1854.
El ministro de Asuntos Exteriores británico vio que este argumento
era especioso y escribió al gobernador de Hong Kong que «tal vez las
autoridades chinas, y con cierto grado de verosimilitud, objeten que
las circunstancias del momento son poco propicias para el comienzo
de semejante trabajo»." Pero, a pesar de ello, sugirió que se presentara
a los Qing la siguiente lista formidable de peticiones: acceso para los
británicos a todo el interior de China o, en su defecto, a toda la parte
costera de Zhejiang y e! curso inferior de! Yangzi hasta Nankín; legali-
zación del comercio del opio; cancelación de los derechos de tránsito
interno que debían pagar las importaciones extranjeras; represión de la
piratería; regulación de la emigración de mano de obra china; residen-
cia en Pekín de un embajador británico; y dependencia de la versión
inglesa, en lugar de la china, en todas las interpretaciones litigiosas del
tratado después de su revisión.
A pesar de cierta prudencia debida a que en aquellos momentos
participaban en la guerra de Crimea contra Rusia, los británicos actua-
ron conjuntamente con los estadounidenses y los franceses para ejercer
presiones con el fin de que se revisara el tratado, a 10 cual los atribu-
lados Qjng continuaron oponiéndose. Al final, los británicos aprove-
charon que los chinos habían registrado de forma supuestamente ile-
gal un barco que antes llevaba matrícula de Hong Kong, el Arrow, para
reanudar la intervención militar en Cantón a finales de 1856. Después
de algunos retrasos en la llegada de refuerzos -el motín de los cipayos
estaba en su apogeo en India y la idea de una guerra en el este de Asia
no seducía al pueblo británico- > los británicos tomaron Cantón en di-
ciembre de 1857 y desterraron al gobernador general de la región, que
siempre se había mostrado hostil, a Calcuta. Navegando con rumbo nor-

267
te en lo que fue casi una repetición de la campaña de 1840, tomaron
los estratégicos fortines de Dagu en mayo de 1858 y amenazaron con
apoderarse de Tianjin. En junio, después de que el camino a Pekín que-
dara abierto a las fuerzas británicas, los Qing capitularon y accedieron
a firmar un nuevo tratado. La cláusula de nación más favorecida dis-
ponía que las otras grandes potencias extranjeras compartieran todas
las ventajas que obtuvieron los británicos.
Este Tratado de Tianjin de 1858 impuso condiciones extraordina-
riamente rigurosas a China. En 10 sucesivo habría un embajador britá-
nico en Pekín, con su familia y su personal, alojado en una residencia
apropiada. La predicación pública del cristianismo estaría protegida. Se
permitiría viajar a cualquier parte del interior de China a todos los po-
seedores de pasaportes válidos, así como a lugares situados en un radio
de unos cincuenta kilómetros de los puertos que los tratados habían de-
clarado francos a las personas sin pasaporte. Una vez que se hubieran
sofocado las rebeliones que a la sazón sacudían China, se permitiría co-
merciar río Yangzi arriba hasta Hankou y se abrirían cuatro nuevos
puertos (Hankou, jiujiang, Nankfn y Zhenjiang). Se abrirían inmediata-
mente otros seis puertos: uno en Manchuria, uno en Shandong, dos en
'Iaiwan, uno en Guangdong y uno en la isla de Hainan, en el lejano sur.
El Tratado de Tianjin también estipulaba que todos los nuevos im-
puestos de tránsito interior sobre las importaciones del extranjero se su-
primieran previo pago de una comisión fija del 2,5 por ciento. Se em-
plearían pesos y medidas estándares en todos los puertos y aduanas. Las
comunicaciones oficiales se harían en inglés. El carácter correspon-
diente a bárbaro (yi) dejaría de usarse para referirse a los británicos en
los documentos chinos. Y los barcos británicos que persiguieran a pi-
ratas serían libres de entrar en cualquier puerto chino. Una cláusula
complementaria que acompañaba a los diversos acuerdos comerciales
decía explícitamente: «En lo sucesivo se pagarán por el opio treinta
taels por picul [aproximadamente 60 kilos] en concepto de derecho de
importación. El importador lo venderá sólo en el puerto. Será trans-
portado al interior sólo por chinos, y sólo como propiedad china; el
comerciante extranjero no estará autorizado a acompañarlo». Esta con-
dición se impuso a pesar de que el código penal chino prohibía la
venta y el consumo de opio. Prácticamente la única concesión de los
británicos fue retirarse de Tianjin y devolver a los Qing los fortines de
Dagu.
Es evidente que los británicos contaban con que los gobernantes
de China cejaran en la lucha en ese momento, pero no fue así y los
Qjng tampoco mostraban intención alguna de cumplir la cláusula del

268
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tratado que permitía que embajadores extranjeros vivieran en Pekín. En


junio de 1859, con el fin de hacer cumplir las condiciones del nuevo
tratado, los británicos atacaron una vez más los fortines de Dagu, que
habían sido reforzados por tropas de los Qjng. Los combates fueron
encarnizados y los británicos tuvieron que retirarse, aunque el como-
doro de la marina de guerra estadounidense Josiah Tattnall, a pesar de
la neutralidad declarada de su país, acudió en ayuda del almirante bri-
tánico Hope, que había resultado herido, con el resonante grito de «La
sangre tire»." Repelidos desde los fortines de Dagu, los británicos en-
viaron un grupo de negociadores a Pekín por una ruta diferente en 1860,
pero los Qing los detuvieron y ejecutaron a algunos. Decidido ahora a
dar a los Qjng una lección que no pudieran pasar por alto, Lord EI-
gin, el principal negociador británico del tratado, ordenó a sus tropas
que marcharan sobre Pekín. El 18 de octubre de 1860, siguiendo las ór-
denes de Elgin, los británicos incendiaron el Yuan Ming Yuan, el ex-
quisito palacio de verano construido para Qjanlong en las afueras de
Pekín de acuerdo con los planos de arquitectos jesuitas. Los británicos,
sin embargo, respetaron los palacios de la Ciudad Prohibida dentro de
Pekín, porque calcularon que la destrucción de aquellos edificios ve-

269
nerados sería una deshonra tan profunda que la dinastía Qjng caería
inevitablemente.
El emperador ya había huido de la ciudad para refugiarse en Man-
churia y había nombrado a su hermano menor, el príncipe Gong, para
que se encargara de negociar. Pero no quedaba nada que negociar y el
mismo día del incendio del palacio de verano el príncipe Gong ratifi-
có las condiciones del Tratado de Tianjin de 1858. En la «Convención
de Pekín» complementaria, se decía que el emperador expresaba su «hon-
do pesar» por el acoso de que habían sido objeto los representantes de
la reina británica. También prometía otros ocho millones de taels en
concepto de indemnización, permitía que los emigrantes chinos viaja-
sen en barcos británicos, abría el puerto de la propia Tianjin y cedía
parte de la península de Kowloon a Hong Kong. Así fue como se con-
cretó el «sistema de tratados».

La rebelión de los Nian


El estallido de la rebelión de los Nian suele fecharse en 1851, el mis-
mo año de la solemne proclarnación del Reino del Cielo de los Tai-
pingo Pero los orígenes de los Nian se remontan al decenio de 1790 entre
grupos de bandidos que operaban al norte del río Huai, especialmen-
te en la zona fronteriza que comprendía el sudoeste de Shandong, el
noroeste de jiangsu, Henan centrooriental y el norte de Anhui. Es pro-
bable que el nombre de Nian se refiriera sencillamente a la movilidad
de estas bandas rebeldes, aunque la ambigüedad del término en chino
es tal que también puede referirse a los disfraces marciales que usaban
a veces o a las antorchas de papel retorcido a cuya luz desvalijaban ca-
sas por la noche.
A diferencia de los Taiping, los Nian no tenían una filiación reli-
giosa bien definida, ideología política, objetivos estratégicos ni mando
unificado. A pesar de ello, durante la primera mitad del siglo XIX su
número y su fuerza crecieron sin parar. Algunos Nian tenían conexio-
nes con grupos del Loto Blanco, seguidores de los Ocho Trigramas o
las triadas, a la vez que otros estaban relacionados con los contraban-
distas que ganaban dinero burlando el monopolio del Gobierno sobre
la venta de sal. Pero la mayoría eran campesinos o ex campesinos po-
bres que luchaban por sobrevivir en un entorno inhóspito de suelo
agotado, inviernos muy crudos y sistemas fluviales inestables que su-
frían terribles inundaciones. Asimismo, debido al predominio del in-

270
fanticidio de niñas en la zona, había un gran desequilibrio en la pro-
porción entre los sexos. Hasta el veinte por ciento de los hombres no
podía encontrar esposa y fundar una familia y, por tanto, constituían
un grupo desarraigado e imprevisible que era capaz de entrar en acción
y dedicarse al pillaje en cualquier momento. Las comunidades estables
trataban de garantizar cierta seguridad formando pequeñas milicias pro-
tectoras, construyendo muros alrededor de los poblados y fundando
asociaciones para la vigilancia de los cultivos, pero, a pesar de ello, los
Nian llevaban a cabo incursiones para apoderarse de las cosechas de
los poblados cercanos, asaltaban los vehículos que transportaban la sal
del Gobierno, secuestraban a terratenientes ricos para pedir rescate e
incluso atacaban cárceles locales donde estaba encerrado alguno de
los suyos.
Después de 1851, cuando unas graves inundaciones en el norte
de jiangsu causaron nuevas privaciones la afiliación a los grupos Nian
aumentó de forma espectacular, y los Qjng tomaron oficialmente nota
de ellos como rebeldes. En 1855, dos años después de que los Taiping
se apoderasen de Nankin, el río Amarillo culminó una larga serie de
inundaciones desbordando sus principales diques de contención al este
de Kaifeng y abriendo un nuevo canal que desembocaba en el golfo
al norte de la península de Shandong; las calamidades resultantes de
ello proporcionaron todavía más reclutas a las bandas Nian. Al mismo
tiempo, la organización de los Nian se hizo más rígida: en 1852 los
cabecillas de dieciocho grupos Nian habían proclamado jefe a Zhang
Luoxing, un terrateniente del norte de Anhui que había apoyado a la-
drones de ovejas y dirigido el sistema de chantaje de los contrabandistas
de sal. En 1856 Zhang Lucxing fue elegido «Señor de la Alianza», con
el título honorífico de «Gran Príncipe Han del Mandato del Cielo».
Las fuerzas de los Nian se organizaron en cinco banderas principales,
con los nombres de colores diferentes, cada una de las cuales agrupaba
a rebeldes de apellidos comunes de las comunidades vecinas.
Puede que las fuerzas veteranas de los Nian contaran sólo con en-
tre treinta mil y cincuenta mil hombres, pero su efecto era despro-
porcionado en relación con su número. Muchos de ellos eran solda-
dos de caballería, muchos tenían armas de fuego, y podían cortar a
voluntad las líneas de comunicación entre la capital de los Qjng, Pe-
kín, y las fuerzas del Gobierno que sitiaban Nankin. Por medio de la
creación de comunidades rodeadas de muros macizos o fosos profun-
dos, a menudo armadas con cañones, en la zona situada al norte del
río Huai, establecieron docenas de bases seguras a las que sus tropas
podían retirarse después de sus incursiones en el campo. Otros pobla-

271
MM
Amarillo

HE N AN

LA REBEllÓN DE
LOSNlAN, U.51~186'

dos y poblaciones con mercado también se fortificaron para evitar que


entrasen los rebeldes, por lo que gran parte de la zona quedó entrecru-
zada por comunidades defensivas. A veces se firmaban «tratados de paz»
entre los poblados defensivos y las vecinas fortalezas de los Nian en
los que ambas partes acordaban no atacarse mutuamente. En otros ca-
sos se pagaban estipendios en dinero ti opio como «dinero a cambio de
protección».
La magnitud de la miseria rural en la región no puede evaluarse de
manera precisa, pero debía de ser grande. Zhang Luoxing explicó en
una proclama que las vidas de sus habitantes empeorarían si huían de
los Nian. «Adondequiera que vayan nuestras tropas, agarráis vuestros
tesoros y escapáis corriendo, presas de terror. Los rufianes se aprovechan
entonces de la situación para saquear a su antojo. Las casas que aban-
donáis son incendiadas y nada queda en pie cuando volvéis. Aunque
lo hacéis para protegeros, en realidad no causa más que desastres.a" Si
bien numerosas proclamas de los cabecillas prohibían el pillaje y las
violaciones, el efecto que surtieron en las tropas fue escaso. Entre ellas
era práctica común escarbar en busca de verduras y raíces en las gran-
jas abandonadas, cazar animales silvestres, secuestrar a miembros de fa-

272
milias ricas y apoderarse de los convoyes que transportaban mercan-
cías. A veces, cuando volvían a sus casas, los Nian vendían por poco
dinero los alimentos que habían robado en otras partes y de esta ma-
nera aumentaban su popularidad entre sus vecinos.
Aunque Zhang Luoxing murió en combate, pronto surgieron otros
líderes capaces que ocuparon su lugar. Idearon una estrategia de guerra
de guerrillas que dio muy buenos resultados y que consistía en retirar-
se sin detenerse hasta que las tropas de los Qjng se cansaban y el terre-
no las obligaba a dividirse en unidades cada vez más pequeñas. Enton-
ces los Nian se reagrupaban y atacaban a estas unidades dispersas con
fuerzas abrumadoras de infantería armada con lanzas largas, y caba-
llería armada con sables. Los Nian seguían con frecuencia una feroz
política de tierra quemada y atraían a las fuerzas de los Qjng a zonas
donde habían arrancado todos los cultivos, quemado las casas y las em-
barcaciones y llenado los pozos de piedras.
La respuesta de la corte de los Qing fue nombrar a Zeng Guofan,
que había sido aclamado como gran vencedor tras la calda de Nankín,
comandante supremo de asuntos militares para la represión de los
Nian. Pero Zeng Guofan no logró acabar con los Nian a pesar de un
plan muy estudiado que llevaba aparejada la formación de cuatro ba-
ses militares provinciales, una en cada una de las provincias de jiang-
su, Anhui, Henan y Shandong, todas a orillas de un gran río o canal
que ayudara a transportar pertrechos. También formaba parte del plan
cavar canales y trincheras con el fin de reducir la movilidad de la caba-
llería de los Nian y un intento sistemático de recuperar para los Qjng
la lealtad de los poblados valiéndose para ello de medidas conciliato-
rias y la selección de nuevos caciques. La estrategia fracasó debido en
parte a que los gobernadores de las cuatro provincias no pudieron co-
operar plenamente y en parte porque Zeng Guofan había licenciado
a muchos de los mejores soldados del ejército de Xiang después de
la caída de Nankin. Por consiguiente, dependía de tropas del ejército
de su protegido Li Hongzhang, que había sido nombrado goberna-
dor general de Liangjiang (es decir, las provincias de jiangsu, jiangxi
y Anhui). Si bien Li Hongzhang pudo proporcionar a Zeng Guofan
unos ingresos continuos para las tropas, que se reclutaban en la pro-
vincia de Anhui y formaron el «ejército de Huai» -llamado así por el
río que atraviesa el norte de la provincia-, las tropas no eran total-
mente leales a Zeng Guofan. En vista de ello, la corte intercambió los
cargos de los dos hombres y dio a Li Hongzhang el mando de la cam-
paña a la vez que nombraba a Zeng Guofan gobernador general de
Liangjiang.

273
Estos cambios pusieron de relieve la complejidad del nuevo mun-
do político que estaba naciendo en China a medida que se delegaba más
poder en los comandantes regionales. Li Hongzhang debía su carrera
política a Zeng Guofan, que le había dado un puesto en su propia bu-
rocracia semiprivada cuando Li Hongzhang aún era joven. Los dos
hombres no sólo tenían trayectorias complicadas y entrelazadas, sino
que también dirigían sus propios sistemas militares. Con todo, al prin-
cipio Li Hongzhang tuvo tantas dificultades para reprimir a los Nian
como antes tuviera Zeng Guofan. Las fuerzas de los Nian siempre pa-
recían escapársele, atravesaban las barreras defensivas, llegaban incluso
a puntos situados tan al noroeste como la provincia de Shaanxi, don-
de entraron en las ciudades de Xi'an y Yan'an. «Nuestras tropas te-
nían que correr tras ellos», dijo Li Hongzhang, «mientras ellos se mo-
vían tan libremente como el mercurio>" Pero una lenta e inexorable
guerra de desgaste provocó la caída de las fuerzas de los Nian, que ahora
estaban divididas, antes de 1868. Los ejércitos de Li Hongzhang estaban
bien pagados para ser chinos y en general eran leales a él y a sus co-
mandantes personales. Utilizaban los fusiles y la artillería que habían
comprado a los extranjeros y empezaron a usar sistemáticamente ca-
ñoneras en las vías navegables del norte. Los buques blindados extran-
jeros -dos de los cuales llevaban nombres muy apropiados, el Conjitcius
y el Plato- patrullaban por las aguas costeras de Shandong para impe-
dir que los Nian se escaparan y amenazasen el comercio extranjero,
que ahora florecía al amparo del Tratado de Tianjin y la Convención
de Pekín.
En agosto de 1868, después de intensos combates que culminaron
con la victoria final de los Qjng en Shandong y el acorralamiento y la
ejecución de los Nian supervivientes, la corte ofreció sacrificios de agra-
decimiento al cielo en el templo de sus antepasados y en el templo del
dios de la guerra. Li Hongzhang fue ennoblecido y recibió el título ho-
norífico de Gran Guardián del Heredero Forzoso. Al igual que Zeng
Guofan, que tras la reconquista de Nankín había sido premiado con el
nombramiento honorífico más alto que podía concederse, Li Hong-
zhang había consolidado su carrera a costa de los rebeldes derrotados.
Zeng Guofan murió en 1872 y, por ende, no tuvo mucho tiempo para
disfrutar de su fama y su prestigio, pero la vida de Li Hongzhang fue
muy larga. Durante los treinta y tres años siguientes fue uno de los fun-
cionarios más poderosos de China.

274
Revueltas musulmanas

Existían asentamientos musulmanes en China desde la dinastía


Tang (618-907 d.C.), tanto en las terminales de las rutas comerciales de
Asia Central, en Gansu y Shaanxi, como en ciertas poblaciones coste-
ras del sudeste, en Fujian y Guangdong, que eran frecuentadas por co-
merciantes árabes. A finales del periodo Ming, ya eran tantos los mu-
sulmanes que habían emparentado con familias chinas por medio del
matrimonio que existían grandes comunidades permanentes de musul-
manes chinos (llamados «hui») que añadían un nuevo nivel de comple-
jidad a la administración local. El número de musulmanes chinos que
vivían en China a principios de! siglo XVII llamó la atención del jesuita
Matteo Ricci. Estos musulmanes se habían sublevado varias veces du-
rante el reinado de Qjanlong; y las yihads (guerras santas) declaradas
por los janes de Kokand, al oeste del 'Iurkestán chino, habían dado pie
a una agitación constante en Kashgar y Yarkand, las partes más remo-
tas bajo e! dominio de los Qjng, en los comienzos del siglo XIX. En las
zonas agrícolas más pobladas del norte de China devastadas por la re-
belión de los Nian también existían importantes comunidades mu-
sulmanas integradas por un millón o más de fieles: habfa mezquitas
prósperas en Henan y Anhui y los musulmanes tenían sus propias sec-
ciones en el contrabando de sal. Leyes discriminatorias protegían a los
chinos que se veían envueltos en actos de violencia con musulmanes
y los disturbios y riñas por motivos religiosos eran comunes.
Pero las mayores concentraciones de musulmanes, aparte de Gansu
y Shaanxi, se encontraban en el sudoeste de China, especialmente en
la provincia de Yunnan. Los asentamientos musulmanes que allí había
databan de los tiempos de la conquista de China por los mongoles en
el siglo XIII, y los roces con otros colonizadores chinos que penetraban
en la región habían sido endémicos. Fue en Yunnan donde en 1855,
mientras los Taiping reforzaban su dominio en Nankín y los Nian em-
pezaban a organizar su gran alianza, estalló la tercera de las grandes re-
beliones contra los Qing. Las causas fueron las onerosas contribucio-
nes territoriales y gravámenes extraordinarios que por orden de Pekín
debían pagar los musulmanes de Yunnan, cuyos apuros se vieron exa-
cerbados por las disputas relacionadas con las minas de oro y plata que
daban a la provincia gran parte de su escasa riqueza. Los chinos, des-
pués de agotar sus propias minas, intentaron expulsar a los musulma-
nes de las suyas. La violencia y los disturbios desembocaron en un
ataque a gran escala de los chinos contra los musulmanes, que se de-
fendieron y tomaron la importante ciudad de Dali, en el oeste de la pro-

275
vincia, y pusieron sitio a Kunming, la capital. Los musulmanes rebeldes
tuvieron Kunming en su poder sólo durante un breve periodo en 1863,
antes de que los Qing reconquistasen la ciudad. En Dali, sin embargo,
el rebelde musulmán Du Wenxiu, que tomó el nombre de Sultán Soli-
mán, creó un Estado nuevo llamado Pingnan guo. «Reino del Sur Paci-
ficado", su versión del Reino del Cielo de los Taiping.
Los funcionarios de los Qjng en la zona eran ineptos y las campa-
ñas resultaban difíciles debido al terreno, en especial después de que
las luchas con las tribus miao, las sectas religiosas y los musulmanes se
propagaran a la zona montañosa de la frontera donde se dan la mano
las provincias de Yunnan, Sichuan y Guizhou. Pero los Qjng lograron
cambiar el curso de la guerra dividiendo a las fuerzas musulmanas y
recompensando a los renegados, creando grupos de defensa locales
y confiando en un puñado de generales chinos de talento. En 1873 Dali
cayó tras encarnizados combates y Du Wenxiu fue capturado y ejecu-
tado tras un intento fallido de suicidio.
Como consecuencia de las dificultades del terreno y las enormes
distancias, a los musulmanes de Yunnan les costó coordinar su lucha con
otra rebelión musulmana que había estallado muy al norte, en Shaanxi
y Ganso. Esta rebelión, que comenzó en 1862, estuvo fomentada por
generales de los Taiping, que trataban de desviar a los Qjng del sitio
de Nankín, y por tropas de los Nian, que marcharon a la región a me-
diados del decenio de 1860 para ver si era posible forjar alguna alianza
contra los Qjng. En varias zonas de Gansu y del sur de la provincia de
Shaanxi había nutridas poblaciones musulmanas, muchos de cuyos
miembros eran seguidores de las «Nuevas Enseñanzas» derivadas del
sufismo, la escuela mística de Asia Central. Los Qing habían intentado
prohibir estas Nuevas Enseñanzas a raíz de una serie de levantamientos
musulmanes entre 1781 y 1783, pero sólo habían conseguido aumen-
tar la animosidad de la población.
No obstante, parece que la revuelta musulmana de 1862 en el no-
roeste fue el resultado de tensiones locales entre chinos y musulmanes
y no de una causa determinada de carácter religioso o contraria a los
Qing. Esta situación inestable de disturbios y acoso se vio intensifica-
da por la incursión de los Taiping en la zona. Siguiendo la pauta que
ya era tradicional en el este y el norte de China, los habitantes dellu-
gar respondieron a la amenaza formando milicias para defender sus ho-
gares, por lo que era natural que se formaran milicias musulmanas en
algunas partes y chinas en otras. Dado que la mayoría de las tropas de
las banderas había sido enviada a luchar contra los Taiping y los Nian,
y dado que gran parte de las tropas del estandarte verde que había en

276
las guarniciones locales eran musulmanas, la autoridad de los Qjng en
ella era débil, lo cual creaba una situación propicia a las complicacio-
nes. La revuelta empezó con un incidente nimio: una pelea entre un
grupo de musulmanes y un mercader chino a causa del precio de unos
postes de bambú. Las palabras dieron paso a los golpes y las multitu-
des chinas, dirigidas por miembros de las clases altas, atacaron e in-
cendiaron poblados musulmanes a lo largo del río Wei y asesinaron a
familias musulmanas inocentes. Los musulmanes, a su vez, formaron
bandas armadas, tomaron represalias contra los chinos (y contra sus
propios correligionarios que se negaron a empuñar las armas) y a finales
de junio pusieron sitio a dos de las ciudades más prósperas del sur de
Shaanxi: Tongzhou y Xi'an.
Al principio las fuerzas de los Qjng destacadas en la zona sufrie-
ron a causa de la incompetencia de sus jefes, pero incluso después de
que se nombraran generales más eficientes, las tropas siguieron tenien-
do la moral baja y sufriendo a causa de las enfermedades y el constan-
te retraso en el pago de sus salarios. Hubo muchas deserciones. Aunque
las tropas de los Qjng lograron conservar Xi'an y Tongzhou en su po-
der, perdieron el control de gran parte del campo circundante. Y cuan-

2n
do, a finales de 1862, empezaron a alcanzar algunas victorias, los mu-
sulmanes sencillamente se retiraron hacia el oeste y penetraron en Gan-
su, donde formaron nuevas bandas armadas que exhortaban a la gente
diciendo que los Qjng se proponían exterminar a todos los musulma-
nes de China.
Las escasas guarniciones de las banderas, que tenían sus bases prin-
cipales en Ningx:ia y Lanzhou, no pudieron pacificar a los rebeldes y
parecía que la única esperanza de los Qing era fomentar la disensión
en las filas musulmanas. Como un alto funcionario manchú dijo a la
corte con palabras que parecían justificar el miedo de los musulmanes
al exterminio total: «Entre los musulmanes hay ciertamente gente mala,
pero sin duda hay también mucha gente pacífica y observante de la ley.
Si decidimos aniquilarlos a todos, empujaremos a los buenos a unirse
a los rebeldes y nos crearemos la tarea terrible e interminable de ma-
tar a los musulmanes». Agregó que el problema general era complejo,
dado que en Gansu «con unas pocas excepciones, viven musulmanes
en todas las ciudades; [y] en las filas del ejército, hay proporcionalmen-
te más musulmanes que chinos». Siguió a ello una turbia serie de ne-
gociaciones, batallas campales, engaños, falsas rendiciones y represalias
en 1863 y 1864, a la vez que el único consejo que la corte de los Qjng
ofreció a sus funcionarios fue «hablad en voz baja con ellos y estad
preparados para cualquier incidente»." En 1866 ya se habían agotado
las existencias de pólvora, el arroz era demasiado caro para comprarlo e
incluso los precios del trigo eran muy superiores a lo habitual. No ha-
bía leña para hacer fuego y los caballos morían por falta de forraje. Los
soldados vivían de una «sopa» de harina diluida y muchos civiles pa-
saban hambre o se suicidaban.
Presa de desesperación, la corte de los Qjng recurrió a un letrado
que se había revelado como uno de los más eficaces líderes en la lu-
cha contra los Taiping, Zuo Zongtang. Al igual que Zeng Guofan, Zuo
Zongtang nació y se crió en la provincia de Hunan. En 1830, cuando
tenía dieciocho años, su padre murió y Zuo Zongtang pasó algún tiem-
po estudiando con el poderoso funcionario y letrado versado en el arte
de gobernar He Changling; pero, aunque era un estudiante serio, Zuo
Zongtang suspendió los exámenes para alcanzar el nivel superior jinshi
tres veces en el decenio de 1830 y decidió que nunca volvería a pre-
sentarse. En su lugar, trabajó de preceptor, estudió geografia y la his-
toria de las regiones occidentales de China, se preparó para ser un prós-
pero agricultor experimental y se especializó en la producción de té y
seda. Durante la rebelión de los Taiping demostró ser un jefe militar
de talento y luchó primero en su Hunan natal -donde reclutó, adies-

278
tró y pertrechó su propio ejército voluntario de cinco mil hombres
emulando el ejército Xiang de Zeng Guofan- y posteriormente en An-
hui, Zhejiang y Pujian. Además de ser un buen general, Zuo Zongtang
resultó ser un experto en la rehabilitación de las zonas reconquistadas,
donde fomentó la agricultura, el almacenamiento de cereales, la edu-
cación, el cultivo de algodón y la construcción de barcos. En septiem-
bre de 1866, fue nombrado gobernador general de Shaanxi y Gansu y
recibió órdenes de sofocar el levantamiento musulmán existente. Lle-
gó a Shaanxi en el verano de 1867, pero la corte le ordenó que parti-
cipara en la lucha contra los Nian, en la que se distinguió. Finalmen-
te se instaló en Xi'an, la capital de Shaanxi, en noviembre de 1868 para
planear su campaña.
Zuo Zongtang abordó con mentalidad práctica y paciente la ta-
rea de derrotar a los musulmanes del noroeste, que había desconcerta-
do a sus predecesores. Aprovechó sus propios estudios de las regiones
occidentales de China y también se benefició de las conversaciones que
había sostenido mucho antes con el Comisario Lin Zexu después de
que éste volviera de Ili, adonde había sido desterrado tras la guerra del
Opio. Pero, aparte de sus experiencias como comandante del ejército y
agricultor práctico, lo que más benefició a Zuo Zongtang fueron sus
largas deliberaciones y su intercambio de cartas con un letrado local
que había servido en calidad de secretario de Lin Zexu y había vivido
mucho tiempo en Shaanxi. Este hombre dijo a Zuo Zcngtang: «Debes
tomarte todo el tiempo que necesites. Avanza solamente cuando ten-
gas provisiones en abundancia y soldados bien preparados. Puedes pla-
near una campaña de tres años... Cuando estés preparado para atacar,
golpea con fuerza al más vil de los cabecillas musulmanes. Trátalo con
firmeza, sin misericordia. Cuando los otros estén aterrorizados por el
castigo que reciba, entonces podrás aceptar su rendición»."
A juzgar por lo que hizo Zuo Zongtang a continuación, sabemos
que decidió que Ma Hualong era el «más vil de los cabecillas musul-
manes", el primero al que había que derrotar. Ma Hualong había esta-
blecido una base poderosa en la región de jinjibao, al sur de Ningxia,
protegida por una red de zanjas y más de quinientos fortines. Era
venerado como uno de los principales exponentes de las Nuevas En-
señanzas y muchos de sus seguidores veían en él una encamación del
Espíritu Santo, cuyo poder era igual al del mismísimo profeta Maho-
ma. Por consiguiente, los musulmanes lucharon con devota tenacidad.
Incluso después de que Zuo Zongtang reuniera y pertrechara tropas su-
ficientes, el sitio de ]injibao duró dieciséis meses y Zuo Zongtang per-
dió al mejor de sus comandantes. Ma Hualong no se rindió hasta marzo

279
de 1871, cuando los defensores musulmanes se habían visto reducidos
a comer hierbas, luego pellejos y finalmente los cadáveres de sus cama-
radas. Él y su familia fueron ejecutados cortándolos en tajadas; más de
ochenta de sus «funcionarios» también fueron asesinados y miles de mer-
caderes, mujeres y niños musulmanes fueron transportados a otras ciu-
dades o desterrados en el norte de Manchuria. Asimismo, se prohibió
terminantemente a los musulmanes afincarse en jinjibao.
A partir de entonces la campaña avanzó inexorablemente hacia su
conclusión. Zuo Zongtang contaba ahora con el dinero que a instan-
cias suyas la corte había desviado de otras provincias, con empréstitos
cuantiosos que obtuvo de comerciantes extranjeros o del servicio de
aduanas y con las raciones para los soldados y el forraje para los ca-
ballos que suministraban las granjas militares que había insistido en
fundar. Marchó con sus fuerzas al oeste por la concurrida ruta de las
caravanas comerciales hasta Lanzhou, donde estableció un arsenal y
plantó más cultivos para alimentar a sus ejércitos. Negándose todavía
a obedecer la orden de darse prisa que había recibido de la corte, Zuo
Zongtang se preparó con calma meticulosa para el asalto final contra
la ciudad de Suzhou, en la provincia noroccidental de Gansu. Tomó la
ciudad en noviembre de 1873 y asesinó a la mayoria de sus defensores
además de incendiar zonas extensas dentro de las murallas. Aunque al-
gunos de los rebeldes musulmanes huyeron aún más al oeste, hasta
Hami, y se necesitarían otros dos años para vencerles, las provincias de
China propiamente dicha quedaron ahora pacificadas. Por primera vez
desde 1850, volvía a ser posible considerar que China estaba unificada
bajo el Gobierno de los Qing, con la ambigua excepción de los puer-
tos abiertos por los tratados.

280
9
La restauración mediante la reforma

La reforma confuciana
Lo verdaderamente sorprendente, después de esta larga serie de
problemas, fue que la dinastía Qing no se derrumbara ensegui-
da, sino que lograra mantenerse hasta 1912. A modo de explicación par-
cial, los estadistas Qing calificaban este hecho de «restauración» (zhon¡j
xing), palabra venerable que frecuentemente se aplicaba a otras dinastías
que habían conseguido capear oleadas de crisis y restaurar la moral y
el orden político del imperio. La idea de restauración tenia un tono
nostálgico y a la vez agridulce: las restauraciones del pasado, aunque
importantes, habían sido pasajeras, ya que cada una de las dinastías
«restauradas» había acabado por desaparecer. A diferencia de las ante-
riores, además, la restauración Qjng tuvo lugar sin un liderazgo impe-
rial fuerte. El emperador Tongzhi, nombre con que se designa este
periodo de restauración, tenía sólo cinco años al subir al trono en 1861
y murió en 1875 sin haber tenido la oportunidad de ejercer su poder
personal. Su «reinado» lo presidieron su madre, Cixi, en calidad de re-
gente, y su tío el príncipe Gong (que se había visto obligado a nego-
ciar con los occidentales en 1860 cuando el resto de la corte huyó de
Pekín), uno o dos miembros influyentes del Gran Consejo, pero, so-
bre todo, un grupo excepcional de funcionarios provinciales que ha-
bían destacado en la lucha contra los Taiping, los Nian y los rebeldes
musulmanes. Zeng Guofan, Li Hongzhang y Zuo Zongtang fueron
probablemente los más conocidos entre ellos, pero había muchos otros
cuya habilidad era comparable. Actuando a veces de forma concertada
y a veces independientemente, estos funcionarios consiguieron dotar de
propósitos y objetivos a la dinastía Qjng, reforzar la economía y crear
instituciones nuevas e importantes. Fue un logro notable en el contex-
to de lo que había parecido un estado a punto de desintegrarse.
Los funcionarios de los Qing, como hemos visto, habían examina-
do todas las variedades de movilización militar con el fin de aplastar

281
a los regímenes rebeldes: habían utilizado los ejércitos de la octava
bandera y el estandarte verde, milicias dirigidas por las clases altas 10·
cales y ejércitos regionales semiprivados como el de Xiang y el de Huai;
también habían creado bases militares-agrícolas, así como perímetros
defensivos formados por vías navegables y fortines, y habían hecho uso
selectivo de mercenarios occidentales, tanto de oficiales como de sol-
dados, pero todo ello fue un mero preámbulo de lo que se considera-
ba la gran tarea central: los estadistas de la Restauración Tongzhi aspi-
raban nada menos que a la reinstauración de los valores básicos de!
Gobierno confuciano.
El representante más importante de esta mentalidad restauradora
era el letrado-general de Hunan, Zeng Guofan. Nacido en 1811 en e!
seno de una familia de medios modestos perteneciente a la pequeña
nobleza, Zeng Guofan estudió tenazmente el canon clásico chino y lo-
gró sacar el título jinshi en 1838. Ingresó en la Academia Hanlin de
Pekín y pronto se hizo famoso como experto en problemas de ritual
y etiqueta. Zeng llevaba una vida sencilla con un salario pequeño y a
menudo tenia que pedir dinero prestado a los nativos de Hunan más
ricos para pagar los gastos de su propia casa y costear la educación de
sus hermanos menores. Sus finanzas no mejoraron hasta que fue nom-
brado supervisor de los exámenes provinciales en Sichuan: recibía
«regalos» de tantas familias impacientes que pudo saldar todas sus
deudas.
La doctrina confuciana que abrazó Zeng Guofan era una doctrina
austera pero ecléctica que pretendía conciliar tres maneras de abordar
la verdad de Confucio. Una insistía en la primacía de los principios
morales y los valores éticos personales adquiridos por medio de la edu-
cación; otra propugnaba los métodos de estudio y rigor textuales que
habían llegado a dominar e! pensamiento kaozhcng en el reinado de
Qjanlong, y la tercera se basaba en el aprendizaje «práctico» de pensa-
dores que se ocupaban del arte de gobernar, como He Changling, y
buscaba un fundamento sólido para reconstruir sobre él una estructura
administrativa firme y honrada.
La síntesis que hizo Zeng Guofan fue fruto de años de estudio y
reflexión en la época sombría que siguió a la derrota de China en la
guerra del Opio. Durante estos años se entregó a prolongados perio-
dos de meditación y llevó un diario meticuloso en el que escribía notas
sobre sus lecturas junto con reflexiones sobre su propio comportamien-
to y actitudes. El pasaje siguiente muestra la franqueza de las autoeva-
luaciones confucianas de Zeng Guofan:

282
Me levanté demasiado tarde y me sentí inquieto durante todo el día. Leí
el Libro de los cambios, pero no pude concentrarme. Luego decidí sentarme
en silencio. Pero al cabo de poco rato, me dormí. ¿Cómo es posible que
me haya vuelto tan perezoso? Por la tarde vinieron unos amigos a ense-
ñarme algunas de sus obras literarias. Las alabé mucho, pero en el fondo
de mi corazón no me parecieron bien escritas. He hecho esto muchas ve-
ces últimamente. Debo de estar enfermo. ¿Cómo puede la gente seguir
valorando mis palabras si los elogio todos los días? No sólo he engañado
a mis amigos, sino que también me he engañado a mí mismo. Debo li-
brarme de este mal hábito. Por la noche leí el Libro tk los cambios. Escribí
dos poemas antes de irme a la cama.'

Las exigencias incesantes de la guerra de los Taiping destruyeron la


pauta de reflexión moral y estudio a la que a Zeng Guofan le hubiera
gustado dedicar su vida y le obligaron a replantearse sus valores. Esta-
ba convencido de que detrás de las crisis de mediados del periodo Qjng
había algún tipo de derrumbamiento espiritual y pensaba que la res-
tauración debía consistir en reconstruir escuelas e instituir de nuevo un
estricto plan de estudios confucianos. Deseaba alentar a los estudiantes
capacitados a presentarse a los exámenes tradicionales en vez de com-
prar títulos honoríficos y distinciones al Gobierno Qjng, que llevaba
tiempo vendiéndolos a miles en un intento de recaudar más ingresos
para satisfacer los costes militares. Zeng Guofan compiló y publicó lis-
tas de los que habían muerto virtuosamente al oponerse a los rebeldes,
con el fin de que su ejemplo permaneciese vivo para las generaciones
futuras. Al igual que otros líderes provinciales de entonces, también in-
tentó restaurar el orden en los trabajos agrícolas. Su plan consistía en
devolver las tierras a los terratenientes que habían sido expulsados y
reevaluar las contribuciones territoriales, al tiempo que trataba de im-
pedir la explotación de los arrendatarios a largo plazo. Otro de sus ob-
jetivos era reasentar a los millones de refugiados cuyas vidas habían
sido destrozadas por los ejércitos que durante años habían pasado una
y otra vez por las regiones donde vivían. Tan grande había sido la de-
vastación en el este y el centro de China que, durante sucesivos decenios,
las que habían sido las zonas más densamente pobladas y prósperas de
China atrajeron a numerosos emigrantes de las provincias occidentales
y septentrionales.
Estas políticas contaban con el apoyo general del Gobierno central
de Pekín, pero como los ingresos eran escasos y muchos problemas re-
clamaban atención, Zeng Guofan y sus colegas de las provincias tenían
las manos libres. Aun así, había una coherencia obvia en sus progra-

283
mas, ya que muchos de estos funcionarios habían progresado gracias
a Zeng Cuofan. Había contratado originariamente a algunos de ellos
para que le ayudasen a dirigir el Ejército de Xiang y a otros para que
colaborasen con él en la administración de las finanzas locales o en la
reconstrucción de sistemas judiciales y servicios de socorro para paliar
las hambrunas. Zeng Cuofan había ideado un cuidadoso sistema de en-
trevistas y clasificaciones para elegir a estos colaboradores: fiel a sus
principios, procuraba medir su honradez, su eficiencia y su capacidad
intelectual antes de contratarlos; rechazaba siempre a los adictos al
opio, los jactanciosos, los de mirada furtiva o los groseros en el habla
y los modales. En el decenio de 1870 ya eran decenas los ex colabora-
dores de Zeng Cuofan a los que el Gobierno central había ascendido
a cargos de gran importancia. Un tributo de la lealtad de Zeng Guo-
fan a los Qjng fue el hecho de que no tratase de sacar partido de esta
situación para crear su propia base de poder o hacerse con el poder en
nombre propio.
A pesar de la importancia que Zeng Guofan concedía a los valores
tradicionales de la erudición y la moral, no era un conservador obce-
cado. Por ejemplo, no sólo fomentó la utilización del Ejército Siempre
Victorioso, cuyos oficiales eran occidentales, sino que también se per-
cató pronto del valor de usar de forma selectiva la tecnología occiden-
tal. La primera persona que presentó a Zeng Guofan argumentos con-
vincentes para seguir esa política fue el letrado Feng Guifen. Los dos
hombres tenían muchas cosas en común, ya que Feng Guifen también
había sacado un título jinshi (promoción de 1840) y había servido en la
Academia Hanlin. La experiencia bélica de Feng Guifen había aumen-
tado cuando a mediados del decenio de 1850 había mandado un cuer-
po de voluntarios en la defensa de Suzhou, su ciudad natal, contra los
Taiping; en 1860 se había mudado a Shanghai, donde le impresionó la
potencia de fuego que poseían los occidentales.
En una serie de ensayos que escribió en 1860, y que presentó a Zeng
Guofan al año siguiente, Feng Guifen adujo que China debía aprender
a "fortalecerse» (ziqiang) mediante la inclusión de lenguas extranjeras,
matemáticas y ciencias en el plan de estudios: a los estudiantes chinos
que descollaran en estas asignaturas se les debía dar el título de los exá-
menes provinciales. China era cien veces mayor que Francia y doscien-
tas veces mayor que Inglaterra, escribió Feng Guifen, así que ,,¿ por qué
ellas son pequeñas pero fuertes? ¿Por qué nosotros somos grandes pero
débiles?». La respuesta residía en que las habilidades de los extranjeros
eran superiores en cuatro campos principales: la utilización de todos sus
recursos humanos, la explotación al máximo de su suelo, el manteni-

284
miento de lazos estrechos entre gobernantes y súbditos y la consecu-
ción de da necesaria concordancia entre la palabra y el hecho». Con
el fin de empezar a edificar la fuerza de China, coligió Feng Guifen, «10
que entonces tenemos que aprender de los bárbaros es una sola cosa,
buques sólidos y armas de fuego eñceces».' Esto podía hacerse crean-
do astilleros y arsenales en puertos seleccionados y contratando aseso-
res extranjeros que enseñasen a los artesanos chinos a fabricar estas co-
sas en China. Dado que Feng Guifen opinaba que «la inteligencia y la
sabiduría de los chinos son forzosamente superiores a las de los diver-
sos bárbaros», la conclusión era clara: primero China aprendería de los
extranjeros, luego los igualaría y finalmente los superaría.
Un año después, en una anotación en su diario fechada en junio
de 1862, Zeng Guofan dejó constancia de que había dicho a sus cola-
boradores: «Si deseamos encontrar un método de fortalecimiento, debe-
ríamos empezar por considerar que la reforma del servicio del Gobier-
no y la consecución de hombres capaces son tareas urgentes, y luego
considerar que aprender a hacer bombas explosivas y barcos de vapor
y otros instrumentos es el trabajo más importante»." Al cabo de unos
meses, Zeng Guofan ordenó al personal de su campamento militar en
Anqing que hiciera experimentos con la construcción de un pequeño
barco de vapor. Los resultados fueron decepcionantes, pero Zeng Guo-
fan no se dio por vencido. En vez de ello, dio un salto mental notable
para una persona de sus orígenes y ordenó a Yung Wing, * de treinta y
cinco años, que viajara a Estados Unidos y comprase la maquinaria que
se necesitaba para crear un pequeño arsenal en China. La elección de
Yung Wing fue inteligente, porque este hombre, hijo de una familia
pobre que vivía cerca de Macao y educado en escuelas misionales allí y
en Hong Kong, había viajado por primera vez a Estados Unidos en 1847.
Después de tres años de escuela preparatoria en Massachusetts, Yung
Wing había trabajado para costearse los estudios en Vale y se había li-
cenciado en 1854, convirtiéndose así en el primer chino en obtener un
título de una universidad estadounidense.
Fiel a sus métodos de probada eficacia para evaluar el carácter, Zeng
Guofan había iniciado su primera entrevista con Yung Wing sencilla-
mente mirándole con fijeza durante minutos y minutos, sin decir una
sola palabra, con una leve sonrisa en el rostro. Pero una vez que hubo
sacado la conclusión de que podía confiar en Yi.mg Wing, Zeng Guo-
fan se olvidó de toda reserva y le dio 68.000 taels en efectivo prove-
nientes de las tesorerías de Cantón y Shanghai para que comprase las

* Ésta es la latinización cantonesa que el propio Yung utilizó en vida. (N. tÚ! A)

285
herramientas básicas que se necesitaban para montar un taller de ma-
quinaria en China. Después de viajar a Europa y hacer cálculos e inda-
gaciones preliminares -durante el viaje vio las obras de construcción del
canal de Suez y se dio cuenta de cuánto aceleraría los viajes a China-,
Yung Wing se trasladó a Estados Unidos, adonde llegó en la primavera
de 1864.
Como el país estaba en plena guerra de Secesión, resultó dificil en-
contrar una compañía estadounidense que estuviera dispuesta a servir
el pedido de los chinos, pero finalmente la Putnam Machine Company
de Fitchburg, Massachusetts, accedió a ello. Tras dejar a un ingeniero
estadounidense al que había conocido en China a cargo de la supervi-
sión de los detalles técnicos, Yung Wing asistió a la décima reunión de
su promoción y, como ciudadano estadounidense naturalizado, ofreció
voluntariamente sus servicios a la Unión en la guerra. Su ofrecimien-
to fue rechazado cortésmente. Entonces se encargó de gestionar el envío
de la maquinaria de Nueva York directamente a Shanghai, aunque él
regresó a China pasando por San Francisco, Hawai y Yokohama. El via-
je de Yung Wing alrededor del mundo por asuntos oficiales señaló una
etapa nueva para un empleado de los Qjng.
Zeng Guofan, al que habían encargado que sofocase la rebelión de
los Nian después de derrotar a los Taiping, hizo una visita de inspección
para ver las nuevas máquinas herramientas, que se habían combinado
con otros equipamientos comprados por sus antiguos colaboradores y se
habían instalado en un arsenal nuevo cerca de Shanghai. Según Yung
Wing, Zeng «se quedó de pie contemplando el movimiento automáti-
co [de la máquina) sin disimular su deleite, porque era la primera vez
que veía maquinaria y cómo fimcionaba»." Las máquinas se usaron pri-
mero para hacer fusiles y cañones; pero en 1868, con la ayuda de téc-
nicos occidentales y concesiones especiales de los derechos de aduana
extranjeros, un casco y una caldera construidos en China se combi-
naron con éxito con un motor de vapor restaurado y construido en el
extranjero y se procedió a la botadura del Tianqi [El auspicioso]. Zuo
Zongtang construyó un segundo arsenal y astillero en Fuzhou, en la
provincia de Fujian, poco antes de ser trasladado al norte para que so-
focase la rebelión de los musulmanes. Tanto en el arsenal de Shanghai
como en el de Fuzhou se fundaron escuelas para el estudio de la me-
cánica y la navegación bajo la dirección de asesores extranjeros y se
pusieron en marcha ambiciosos proyectos de traducción de obras téc-
rucas.
Un inglés que visitó los arsenales no pudo ocultar, pese a cierta nota
de sarcasmo, la sorpresa que le produjo ver la buena marcha de estas

286
empresas y su aplicabilidad a las necesidades de China, tanto en la paz
como en la guerra: «Ya se han botado con éxito en los muelles varios
transportes armados con cañones y varias cañoneras y otros estarán
pronto terminados. Los primeros se han empleado para llevar los ce-
reales imperiales al norte y, aunque su tripulación y sus oficiales son
nativos, es de notar que hasta la fecha ninguno de ellos ha sufrido per-
cance alguno»." Parecía que era en verdad posible combinar el progra-
ma metódico de fortalecimiento con los valores interiores del confii-
cianismo para reactivar el Estado y la economía de los Qjng.

Definición de la política exterior


Los acontecimientos del decenio de 1850 habían obligado a los di-
rigentes de China a reconocer la existencia de un mundo más vasto y
poco a poco crearon varios instrumentos para que les ayudaran a in-
teractuar con él. El primero de ellos había sido la Inspección de Adua-
nas, administrada por extranjeros y fundada en 1854 ante la amenaza
de un ataque de los Taiping a Shanghai, cuya función era cobrar los
aranceles equitativamente y generar nuevos ingresos para los Qing por
medio de los derechos de importación con que se gravaban los artícu-
los extranjeros. La ocupación de Pekín por los aliados en 1860 y la hui-
da de la corte a Manchuria hicieron necesaria una segunda institución
que proporcionara un medio más reglamentario de negociar con los ex-
tranjeros. La solución que encontraron los Qing, después de un prolon-
gado debate, consistió en crear un nuevo organismo especial en 1861:
la Oficina Principal para la Administración de los Asuntos Exteriores,
conocida habitualmente por su abreviatura china, Zongli Yamen. Fue
la primera innovación institucional importante que hicieron los Qing
en la burocracia central de Pekín desde que el emperador Yongzheng
creara el núcleo del Gran Consejo en 1729.
La supervisión del Zongli Yamen estaba a cargo de una junta de
control integrada por cinco altos funcionarios (al principio todos ellos
manchúes), entre los cuales el tío del emperador, el príncipe Gong, era
el jefe de facto. Contaban con la ayuda de veinticuatro secretarios, die-
ciséis de ellos procedentes de los diversos ministerios que había en Pe-
kín y ocho, del Gran Consejo. En sus debates para formar el nuevo or-
ganismo los funcionarios de los Qjng reiteraron que debía ser sólo una
institución provisional que se mantendría hasta que se hubieran supe-
rado las crisis exteriores e interiores del momento. El príncipe Gong tam-

287
bién había asegurado al emperador que se encargaría de que las depen-
dencias del nuevo organismo fuesen modestas, como una residencia
para los emisarios de los estados tributarios. De modo que, si bien los
extranjeros harían sus negocios allí, el recién creado Zongli Yamen lle-
varía, como dijo el príncipe, "el sentido oculto de que no puede tener
una categoría igual a la de otras oficinas tradicionales del Gobierno,
preservando así la distinción entre China y los países extranjeros»." De
acuerdo con esta decisión, finalmente se eligió un edificio ruinoso, pe-
queño y viejo, una antigua oficina del Departamento de Monedas de
Hierro situada en la parte oriental de la ciudad imperial. Tras añadír-
sele una imponente entrada principal para dar a los extranjeros la segu-
ridad de que el Zongli Yamen cumpliría en efecto funciones importan-
tes, el edificio se inauguró el 11 de noviembre de 1861.
El príncipe Gong, el más importante reformador manchú del pe-
riodo de la Restauración Tongzhi, tenía sólo veintiocho años. Enemigo
encarnizado de los extranjeros en su juventud, había pasado gradual-
mente a una postura de recelo paciente que acabaría en franco respeto
por Occidente. Le impresionó de forma especial que las tropas occi-
dentales hubiesen abandonado Pekín después de saquear el Palacio de
Verano y obligarle a finnar la Convención de Pekín. "Esto demuestra»,
opinó, «que no codician nuestro territorio y nuestro pueblo. Por ende,
todavía podemos domarlos y controlarlos por medio de la fidelidad y
la justicia mientras nosotros mismos nos esforzamos en pos de la re-
cuperación>" Como tío del emperador niño reinante Tongzhi y asesor
de confianza de la emperatriz viuda Cixi, dio considerable prestigio al
Zongli Yamen. Sin embargo, es probable que el grueso del trabajo inte-
lectuallo hiciera su talentoso segundo jefe, Wenxiang. Nacido en 1818,
hijo de un modesto escribiente de la bandera manchú roja sin ador-
nos, Wenxiang había aprobado sus exámenes dejinshi en 1845 y parti-
cipado en la defensa de Pekín contra el previsto ataque de los Taiping
en 1853 y también contra el desastroso ataque británico de 1860. Su
prestigio también era grande, a pesar de sus humildes comienzos, dado
que servía simultáneamente en calidad de miembro del Gran Consejo y
como ministro de la Guerra.
Dos de los primeros ejemplos de la Iabor del príncipe Gong y de
Wenxiang en el Zongli Yamen muestran aspectos diferentes de los nue-
vos métodos de política exterior de los Qjng y cuánto habían cambiado
las cosas desde la época del lAdy Hughes y el Emi[y: uno, la contratación
de la flotilla Lay-Osbom, que fue todo un desastre; el otro, la adjudi-
cación de derechos a Prusia, que fue un triunfo considerable.
La flotilla Lay-Osbom tuvo sus orígenes en 1862, cuando una se-

288
rie de victorias de los Taiping en la costa de Zhejiang hizo temer a la
corte de los Qjng la posible pérdida del dominio del mar en beneficio
de los rebeldes. Por consiguiente, se ordenó al Zongli Yamen que com-
prase una flota en Inglaterra y contratara los oficiales y los marineros
necesarios para tripularla. El Zongli Yamen escogió como intermedia-
rio suyo al jefe de la Inspección de Aduanas, Horatio Nelson Lay, y puso
a su disposición la suma de 1.295.000 taels. Con este dinero Lay ges-
tionó la compra de siete vapores y un barco almacén, que estarían bajo
el mando de un capitán de la Royal Navy, Sherard Osbom. El Minis-
terio de Asuntos Exteriores británico se mostró dispuesto a permitir que
sus marineros sirvieran en la flota sólo si lo hadan bajo una bandera
extranjera específica. Dado que los Qjng, al igual que todas las ante-
riores dinastías de China, no tenían ninguna bandera nacional, el prín-
cipe Gong informó a los británicos de que los Qjng crearían una: una
bandera amarilla, de forma triangular, con un dragón en el centro.
El capitán Os boro llegó a Shanghai con su flota en septiembre
de 1863, pero se encontró enseguida con un problema complejo. El
príncipe Gong le ordenó que sirviese en calidad de subcomandante
en jefe de la flota, bajo la dirección de un almirante chino. En las ope-
raciones tácticas Osborn obedecería las órdenes de los comandantes
de campo de los Qjng -que a la sazón eran Zeng Cuofan y Li Hong-
zhang-, si bien Osbom tendría bajo su mando a todos los extranjeros
de la flota. El problema era que, según el acuerdo inicial con Lay, que
se había firmado en Inglaterra y se daba por sentado que coincidía con
las intenciones de los Qjng, Osborn «debía tener el control completo
sobre todos los barcos construidos en Europa». Asimismo, recibiría
sus órdenes sólo del emperador, transmitidas por medio de Lay, y se
comprometió a «no obedecer, ninguna orden que recibiera por otros
canales»."
El resultado fue un punto muerto, ya que ninguna de las partes es-
taba dispuesta a ceder. Osborn era un hombre de elevados principios
que pensaba que se le había prometido firmemente el mando. Lay era
un hombre de un engreimiento y una arrogancia inmensos (uno de sus
comentarios más famosos fue que «la idea de que un caballero actúe
bajo un bárbaro asiático es absurda»)." Y el Zongli Yamen no podía per-
mitirse aparecer débil ante los extranjeros. Después de varias semanas
de negociaciones infructuosas, el Zongli Yamen reconoció que la situa-
ción no tenía remedio, pagó al capitán Osbom y sus marineros y les
ordenó que volvieran a casa. Tanto los estadounidenses como los Qing
temían que los barcos cayeran en malas manos, ya fueran de la confe-
deración del sur o de los Taiping. Así pues, los británicos se compro-

289
metieron a venderlos a sus propias compañías mercantiles. Lay recibió
una suma generosa en concepto de liquidación y fue despedido de la
Inspección de Aduanas.
El segundo experimento del Zongli Yamen en el campo de la so-
beranía internacional tuvo más éxito. Desde su publicación en 1836,
el libro de Henry Wheaton Elements ofInternational Law se había con-
vertido en un texto clásico de la diplomacia occidental. En 1862 el
Zongli Yamen había estudiado una traducción de la parte del libro que
se ocupa de las legaciones extranjeras. Un año más tarde le ofrecieron
un borrador de toda la obra, traducida al chino por WA.P. Martin, mi-
sionero de Indiana con muchos años de servicio en Ningbo y Shan-
ghai. Después del debate correspondiente, el Zongli Yamen aceptó la
traducción, si bien el príncipe Gong ordenó que se revisara su estilo
para darle una forma literaria más elegante.
El príncipe Gong, hablando de la traducción con la corte, comen-
tó que había dicho a los occidentales «que China tenía sus institucio-
nes y sistemas propios y no se tomaba la libertad de consultar libros ex-
tranjeros». El príncipe dijo que adoptaba esta postura "para anticiparse
a su exigencia de que actuásemos de acuerdo con dicho libro»." Pero
cuando un conflicto en el otro extremo del mundo -la guerra entre Pru-
sia y Dinamarca en 1864- se extendió a aguas territoriales chinas y un
buque de guerra prusiano capturó tres barcos mercantes daneses en el
fondeadero de Dagu, el príncipe Gong y sus colegas hicieron buen uso
de Wheaton. Combinando su recién adquirido conocimiento de las de-
finiciones reconocidas de las aguas territoriales de una nación (eexten-
sión de océano dentro de la jurisdicción de una nación») con un exa-
men de los tratados que China tenía con Prusia en aquel momento,
obligaron al ministro prusiano no sólo a dejar en libertad los tres barcos
daneses, sino también a pagar a China una compensación de 1500 dó-
lares. El príncipe señaló ahora que, si bien «dicho libro sobre leyes y
regulaciones extranjeras no concuerda básicamente con los sistemas chi-
nos, pese a ello contiene esporádicamente cosas útiles».'! El príncipe
destinó quinientos taels a la publicación del libro de Wheaton y dis-
tribuyó trescientos ejemplares entre los funcionarios provinciales. Q!1i-
zá temiendo una reacción violenta de los conservadores, siguió negán-
dose a escribir un prefacio y firmarlo con su nombre.
En 1862 Wenxiang y el príncipe Gong también obtuvieron el per-
miso de la corte para abrir una escuela de intérpretes en Pekín. Los alum-
nos serían pocos, tendrían a lo sumo catorce años de edad, se esco-
gerían entre los miembros de cada una de las ocho banderas y se les
pagaría un estipendio para que aprendiesen inglés y francés. (El ruso

290
venía enseñándose desde hada muchos años en otra escuela de Pekín.)
La decisión de elegir los alumnos entre las ocho banderas reflejó los in-
tentos que se estaban haciendo para asegurar a los manchúes más con-
servadores que los antiguos vencedores de los Ming continuarían guian-
do los dictados en materia de política exterior. Pero en realidad el sistema
se extendió rápidamente y no se limitó a los manchúes. Se abrieron
nuevas escuelas de idiomas patrocinadas por el Gobierno en Shanghai,
Cantón y Fuzhou, y en 1867 el príncipe Gong y Wenxiang empezaron
una campaña cuyo objetivo era transformar la escuela de intérpretes de
Pekín en una escuela universitaria con todas las de la ley. Propusieron
que se añadieran al plan de estudios asignaturas tales como matemáti-
cas, química, geología, mecánica y derecho internacional. y que se con-
trataran instructores extranjeros. A pesar de las enérgicas protestas de
los aItos funcionarios conservadores, en el sentido de que los chinos
no tenían ninguna necesidad de «maestros bárbaros» que les enseñaran
«artes de poca monta», y a pesar de que doscientos años antes incluso
el gran emperador Kangxi había «usado sus métodos [pero] en realidad
los detestaba», los reformadores salieron victoriosos. La escuela univer-
sitaria, con su nuevo plan de estudios, se inauguró en febrero de 1867
bajo la dirección de uno de los pioneros de la geografia y la historia en
China, Xu Jiyu.
La elección de Xu Jiyu fue acertada y demostró una vez más que
una nueva forma de pensar estaba ganando terreno en China. Xu Jiyu
sabía algo sobre Occidente por 10 que le habían contado misioneros
estadounidenses en la provincia de Fujian durante el decenio de 1840,
y había sido uno de los primeros en ser nombrado miembro del per-
sonal del Zongli Yamen. Había escrito con entusiasmo sobre Occi-
dente, en especial sobre Estados Unidos, con su curioso Gobierno sin
rey: «Los órganos públicos se confian a la opinión pública. Nunca ha
habido un sistema de esta clase en los tiempos antiguos ni en los mo-
dernos. Esto es realmente una maravilla». Xu Jiyu también había elo-
giado a George Washington como «un hombre extraordinario» que su-
peraba incluso a los héroes culturales de la propia China en valor y
astucia estratégica: «De todos los occidentales famosos de los tiempos
antiguos y modernos», añadió retóricamente, «épuede colocarse a Wa-
shington en alguna posición que no sea la prirnera?»." Huelga decir que
su nombramiento encantó a los estadounidenses de China, puesto
que parecía un augurio excelente para las futuras relaciones diplomáti-
cas. El ministro de Estados Unidos para China, Anson Burlingame, dio
a Xu Jiyu una copia del famoso retrato de Washington que pintó Gil-
bert Stuart, y las alabanzas que Xu jiyu dedicó a Washington se graba-

291
ron en un bloque de granito de la provincia de Fujian y se colocaron
en el nivel de noventa metros y pico del Monumento a Washington.
Cuando Xu Jiyu se retiró por motivos de salud en 1869, le sucedió
W.A.P. Martin, el estudioso y misionero que había traducido el libro
de 'Wheaton sobre derecho internacional en 1863 y que había reuni-
do un grupo capacitado de científicos y matemáticos chinos para que
le ayudase a traducir otras obras occidentales.
Debido a que proporcionaba fondos muy necesarios, la creación
al mismo timpa de las Aduanas Marítimas Imperiales de los Qing fue
esencial para estos proyectos. Bajo la dirección del eficiente Robert Hart,
que nació en Irlanda del Norte y había servido en los consulados britá-
nicos de Ningbo y Cantón antes de servir a los Qjng, las Aduanas Ma-
rítimas Imperiales se edificaron sobre los cimientos de la pequeña Ins-
pección extranjera de 1854; en el decenio de 1860 se convirtió en una
burocracia integrada por personal internacional con delegaciones en
todos los puertos abiertos por los tratados. Hart pudo poner enormes
sumas de dinero a disposición del Gobierno de Pekín, parte de las cua-
les se destinaba a la escuela universitaria y a otros proyectos de moder-
nización. Igualmente importante fue que su personal elaboró estadísti-
cas exactas sobre las pautas del comercio y las condiciones locales en
toda China.
Después de tantos años de guerra e incomprensión, los últimos años
del decenio de 1860 parecían llenos de promesas de cooperación entre
China y las potencias extranjeras. El tratado firmado en Tianjin en 1858
debía revisarse en 1868 y los funcionarios del Zongli Yamen (con el con-
curso de la corte) actuaron con prudencia y habilidad en sus negocia-
ciones con los británicos, cuyo representante era su perspicuo e inteli-
gente ministro Rutherford Alcock. Tanto éste como Hart presentaron
al Zongli Yamen informes detallados sobre los cambios que, a su jui-
cio, debía emprender China en la administración, la educación y la pla-
nificación presupuestaria. Los ministros de la comunidad diplomática
extranjera se mudaron tranquilamente a alojamientos espaciosos en
Pekín, y la cuestión de las audiencias y el kowtow quedó resuelto por
el sencillo hecho de que Tongzhi, debido a su corta edad, no concedía
audiencias. (Hasta 1873 no se resolvió el problema, sin crisis alguna, al
permitir los Qjng que los extranjeros siguiesen sus propias costumbres
cuando rindieran homenaje al emperador.) Un grupo de altos oficia-
les de los Qjng viajó a Europa con Hart para observar sus sistemas de
Gobierno y los Qjng nombraron a Anson Burlingame, el ex ministro
estadounidense en China, para que los representase en las negociaciones
del tratado en Estados Unidos y Europa.

292
Sin embargo, seguían pendientes de resolución numerosas cuestio-
nes difíciles relativas a los derechos de los misioneros y los comercian-
tes, la construcción de ferrocarriles y telégrafos, el control de las ventas
de opio, el estatus exacto de los tribunales extranjeros en suelo chino
y la navegación interior. Después de la inauguración del canal de Suez
en 1869, China se encontró de pronto mucho más cerca de Europa y
codicias y antagonismos de antaño que parecían dormidos surgieron
una vez más. Tanto Alcock como Wenxiang, el veterano funcionario del
Zongli Yamen, se sintieron indignados y decepcionados cuando en 1870
la Cámara de los Comunes británica rechazó por mayoría de votos sus
delicadas fórmulas conciliatorias para la revisión del tratado. Hart quedó
consternado y Alcock sufrió una depresión. Alcock visitó a Wenxiang
para quejarse de las constantes acusaciones de los mercaderes británi-
cos de ser demasiado acomodaticio con los chinos. Con los planes del
propio Zongli Yamen también en ruinas, Wenxiang respondió; «Sí, sin
duda; veo lo que vuestros periódicos dicen a veces. También a mí me
acusan de ser un renegado y llevar sólo ropa china»."

La presencia misionera

Durante todo el decenio de 1860, mientras los funcionarios del Zon-


gli Yamen se esforzaban por comprender su nuevo mundo y adaptarse
a él, los actos de violencia de los chinos contra los misioneros occi-
dentales constituyeron un cruel acompañamiento. En Sichuan y Gui-
zhou y Guangdong, en la rica ciudad mercantil de Yangzhou, a orillas
del Gran Canal, y en las áridas montañas de Shaanxi, los misioneros y
sus conversos eran acosados, golpeados y a veces asesinados, al tiem-
po que sus propiedades eran amenazadas o destruidas. Finalmente, en
el verano de 1870 en Tianjin, la misma ciudad que había dado nom-
bre a los tratados de 1858 y donde muchos diplomáticos extranjeros se
habían establecido durante las prolongadas negociaciones sobre su re-
sidencia en Pekín, la violencia alcanzó proporciones horrorosas.
Durante meses habían corrido por la ciudad rumores de que los
cristianos mutilaban y torturaban a niños y practicaban toda suerte
de aberraciones sexuales. Los católicos, cuya nueva y enorme iglesia de
Tianjin se había construido -a pesar de las protestas públicas- don-
de antes había un parque imperial y un templo, fueron objeto de los
peores ataques. El cónsul francés, Henri Fontanier, que se consideraba
a sí mismo principal protector de los católicos, protestó varias veces

293
ante los funcionarios de la ciudad: pero éstos hicieron poco por cal-
mar la agitación y nutridas multitudes de chinos continuaron amena-
zando a los extranjeros. Frustrado y furioso, Fontanier, con dos pistolas
al cinto y acompañado por un ayudante que llevaba una espada de-
senvainada, irrumpió en el yamen del magistrado chino. Las anodinas
evasivas de éste indignaron a Pontanier; que sacó una de las pistolas y
disparó; la bala no alcanzó al magistrado y mató a un hombre que se
hallaba presente. Se produjo entonces un estallido de rabia entre la
multitud de chinos hostiles que ya se había reunido delante de la ofi-
cina. Fontanier y su ayudante fueron asesinados junto con varios co-
merciantes franceses y sus esposas. La iglesia fue incendiada. Una chus-
ma penetró en el convento de las Hermanas de la Caridad y agredió a
las diez hermanas, las desnudó y les dio muerte. Al finalizar el día ha-
bían muerto dieciséis franceses, entre hombres y mujeres, además de
tres rusos a los que la multitud había tomado por franceses.
La exigencia de venganza de los franceses no se hizo esperar y los
Qing se vieron obligados a responder a ella. Participaron en las inves-
tigaciones el príncipe Gong y funcionarios del Zongli Yamen, junto
con Zeng Guofan, que estaba enfermo pero que como gobernador ge-
neral de la región de Hebei tenía jurisdicción titular sobre Tianiin, y Li
Hongzhang, que le sucedería. Tras ser interrogados bajo tortura, dieci-
séis chinos fueron declarados culpables y ejecutados. La concordancia
exacta del número de «criminales» con el de franceses muertos era de-
masiado exacta e hizo pensar en el «ojo por 0;0» en lugar de en una
búsqueda concienzuda de pruebas de culpabilidad. Los chinos también
accedieron a pagar 250.000 taels en concepto de reparaciones y una
parte de este dinero se emplearía para reconstruir la iglesia y otra se-
ría para las familias de los civiles muertos. El prefecto y el magistrado
de la región de Tianjin fueron condenados a destierro perpetuo a ori-
llas del río Amur y los Qing estuvieron de acuerdo con enviar una mi-
sión a Francia para pedir disculpas. Todo el mundo pensó que los fran-
ceses habrían impuesto condiciones más duras si el estallido de la guerra
francoprusiana, aquel mismo verano de 1870, no hubiera distraído su
atención de los acontecimientos en Asia.
La «matanza» de Tianjin, como pronto la llamaron los extranjeros,
fue sólo el ejemplo más sangriento de una serie de choques que con-
tinuó durante todo el siglo, Estos estallidos de violencia revelaron las
hondas fisuras que había entre los intentos de conversión que hacían
los cristianos y el sentido de la propia valía y autoridad que tenían las
clases altas confucianas chinas. Con frecuencia eran chinos sumamen-
te cultos quienes escribían los carteles y panfletos insidiosos y provo-

294
cadores contra los misioneros y quienes muchas veces reunían a las
multitudes antes de los incidentes. Detrás de las exageraciones chinas
de los excesos de los cristianos había una compleja red de verdades que
hacían que sus exhortaciones fueran eficaces: era verdad que los misio-
neros cristianos predicaban una doctrina nueva que estaba reñida con
el confiicianismo, que pretendían penetrar cada vez más en el interior
de China, que protegían a los conversos chinos que pleiteaban con chi-
nos que no eran cristianos, que crearon su propio sistema de educación
y que a menudo hacían trampas en las transacciones inmobiliarias y
adaptaban domicilios particulares para utilizarlos como iglesias. Asimis-
mo, en su afán de salvar almas, los misioneros frecuentemente acepta-
ban, o incluso buscaban, bebés abandonados por sus padres porque
padecían alguna enfermedad incurable con el fin de poder bautizarlos
antes de que murieran. Cuando chinos hostiles desenterraban los dimi-
nutos cadáveres invariablemente se producían reacciones con una enor-
me carga emocional.
Sin embargo, la historia del movimiento misionero cristiano en Chi-
na no fue sólo una historia de explotación, incomprensión y hostilidad.
Los misioneros representaban una amplia variedad de nacionalidades
y denominaciones. Aparte de los jesuitas, otros sacerdotes católicos y
miembros de las órdenes mendicantes, había un número desconcertan-
te de agrupaciones protestantes, que en 1865 ya eran más de treinta.
Aparte de la Sociedad Misionera de Londres de 1795 y la Junta Nor-
teamericana de Comisarios para Misiones en el Extranjero, fundada
en 1810, había organizaciones baptistas, baptistas del sur, presbiteria-
nas, metodistas, episcopalianas y wesleyanas. Estos grupos tenían sus
orígenes en Inglaterra, Estados Unidos, Suecia, Francia, los estados ale-
manes, Suiza y Holanda. En conjunto, la labor de los católicos y los
protestantes surtió efectos hondos y sutiles en la sociedad china, espe-
cialmente en el campo de la educación y también por sus intentos de
elevar la condición de las mujeres chinas.
En el campo de la educación el efecto del movimiento misionero
se produjo por medio de la difusión de textos cristianos, la publicación
de obras generales de historia o ciencias, la fundación de escuelas y la
introducción de técnicas nuevas en la medicina. Los textos cristianos se
difundieron rápidamente en ciertas partes de China; hemos visto cómo
Hong Xiuquan, el futuro líder de los Taiping, encontró inspiración en
los opúsculos que se repartían en Cantón y sus alrededores. Ya en el
decenio de 1820 se hicieron traducciones preliminares de la Biblia al
chino. En 1865 ya habían alcanzado gran circulación revisiones meticu-
losas realizadas bajo la supervisión de grupos de misioneros, junto con

295
una versión completa del Nuevo Testamento en manchú. Se prepararon
ediciones especiales latinizadas de la Biblia para usarlas en las zonas
dialectales de Ningbo, Amoy y Fuzhou, y entre los hakka del sudeste.
La introducción de imprentas de tipo occidental (pero con tipos mó-
viles chinos) fue de gran ayuda en la tarea de difusión que llevaron a
cabo tanto los católicos como los protestantes.
Las obras sobre los sistemas de Gobierno y la historia de Occiden-
te empezaron a circular en gran número a finales del decenio de 1830,
a menudo por medio de diarios que imprimían grupos de misioneros
de Cantón o Shanghai. Estas obras situaban sistemáticamente a China
en un contexto mundial y permitían a los letrados chinos ver la histo-
ria de su país de una manera nueva. De tales obras, que se conocieron
gracias al misionero estadounidense David Abeel, en Amoy, a media-
dos del decenio de 1840, el futuro director de la escuela universitaria
de Pekín, XU Jiyu, recibió su primera idea de la amplitud de la histo-
ria de Occidente.
La introducción de traducciones de textos científicos y técnicos re-
cibió un impulso adicional de las escuelas de formación que se crearon
junto con los nuevos arsenales inaugurados durante la primera fase del
movimiento que propugnaba el fortalecimiento en 1865. Zeng Guofan
en persona escribió un prefacio aprobatorio para los Elementos de geo-
metría de Euclides, que tradujeron conjuntamente el matemático chi-
no Li Shanlan y el misionero británico Alexander Wylie. Zeng Guofan
señaló que esta obra completaba la traducción pionera de los seis pri-
meros libros de Euclides que el jesuita Matteo Ricci había hecho más
de doscientos cincuenta años antes. La traducción terminada, según es·
cribió Zeng Guofan, representaba un complemento muy importante de
las obras de matemáticas chinas que ya existían: aunque el saber ma-
temático tradicional chino era imprescindible, no podía negarse que el
estudiante que «se ceñía ciegamente» a él «después de dedicar toda una
vida a las matemáticas prácticas conoce en verdad sus reglas, pero no
sabe nada de la razón de las mismas, por lo que algunos piensan que
las matemáticas son un estudio imposible». Euclides, tal como lo pre-
sentaban Ricci, Li y Wylie, no trazaba métodos, sino principios, «presen-
tados bajo los temas de punto, línea, superficie y sólido». Una como
prensión clara de estos elementos, según dijo Zeng Guofan, «permitirá
al estudiante resolver los múltiples problemas de números»." Durante
el decenio de 1860, Wylie y varios colaboradores también escribieron,
o tradujeron al chino, tratados de mecánica, álgebra, cálculo diferen-
cial, astronomía, y tablas logarítmicas. Igualmente importante y pro-
ductiva fue la larga colaboración entre el misionero inglés John Pryer

296
y e! letrado matemático chino Xu Shou. Trabajando pacientemente jun-
tos durante decenios, lograron compilar y publicar una traducción sis-
temática y lógica de todo e! vocabulario de la química al chino; res-
paldaron esta labor con guías de estudio y un diario, e hicieron posible
el crecimiento rápido de muchos campos de la química industrial apli-
cada. A finales de! decenio de 1870, otros eruditos occidentales ya ha-
bían preparado textos chinos sobre electricidad, la máquina de vapor,
fotografía, los tomos, agrimensura trigonométrica y navegación.
El número de escuelas misionales en China aumentó sin cesar du-
rante todo e! siglo XIX y se extendió costa arriba y hacia el interior cada
vez que se abría un nuevo puerto en virtud de algún tratado. Dirigi-
das con frecuencia por un solo misionero o un grupo reducidísimo de
maestros, estas escuelas no sólo preparaban a los chinos jóvenes para
empleos que requerían hablar inglés en dichos puertos, sino que tam-
bién estaban pensadas para encaminar a los niños chinos hacia la com-
prensión de los principios cristianos y, si era posible, a convertirlos
y prepararlos para que más adelante trabajasen al Iado de los misione-
ros occidentales. Aunque los maestros chinos tradicionales las mira-
ban con suspicacia, la gran importancia de estas escuelas residía en que
ofrecían alguna forma de educación básica a los chinos pobres, tanto
niños como niñas, que, de no ser por ellas, no hubieran recibido nin-
guna. El sistema beneficiaba a ambas partes. Fue trabajando estrecha-
mente con colaboradores chinos cultos como el misionero y erudito
escocés James Legge pudo terminar la primera traducción completa de
los Cuatro Libros y Cinco Clásicos chinos a un inglés fluido y preciso,
con lo que contribuyó de forma inconmensurable al crecimiento de
los estudios de sinología en el extranjero.
Como las escuelas de las misiones eran algo nuevo e infundían te-
mor, con frecuencia los misioneros maestros tenían que atraer a los es-
tudiantes ofreciéndoles alimentos y vivienda gratuitos, asistencia mé-
dica e incluso prendas de vestir y dinero. Así ocurrió en la escuela
misional de Ningbo, uno de los primeros puertos abiertos por los tra-
tados, que admitió a treinta niños en 1844 y logró que una primera
promoción de ocho se graduara en 1850. De estos ocho, uno se que-
dó en la escuela para hacer de maestro, otro pasó a cursar estudios de
medicina y cuatro fueron contratados para trabajar en la imprenta pres-
biteriana. La escuela de Qjlu, en la provincia de Shandong, empezó a
funcionar con sólo ocho alumnos en 1864 y los tres primeros se gra-
duaron en 1877. Habían estudiado clásicos chinos y ética cristiana, jun-
to con inglés, matemáticas, música y geografla, y los tres graduados se
dedicaron a la enseñanza o se convirtieron en ayudantes de los misio-

297
neros. Yung Wing, que más adelante ayudaría a Zeng Guofan a com-
prar maquinaria extranjera, había recibido clases particulares de la es-
posa de un misionero desde los siete años, en una escuela primaria
mixta de Macao. Luego, a los trece años, se matriculó en una escuela mi-
sional, también de Macao, para estudiar inglés, chino, geografía y arit-
mética con otros cinco alumnos. En 1847 Yung Wing ya había recibido
la preparación suficiente para viajar a Estados Unidos, con fondos que le
proporcionaron mercaderes occidentales de la ciudad y pasaje gratuito
en uno de los clíperes que cubrían la ruta del té.
Al igual que otros chinos jóvenes de su tiempo, Yung Wing había
quedado impresionado por lo que había visto de la medicina occi-
dental y al principio albergó la esperanza de llegar a ser médico. Los
misioneros occidentales se percataron pronto del efecto que los cono-
cimientos médicos surtían en los chinos y fueron los «misioneros mé-
dicos» quienes se apuntaron los primeros grandes éxitos en el capítulo
de conversiones al cristianismo. No era que China estuviese atrasada en
el campo de la medicina -existía una larga tradición de diagnosis por
medio del estudio del pulso y de tratamientos con extractos de plan-
tas, derivados animales y acupuntura-, pero a comienzos del siglo XIX,
Occidente tenía conocimientos de anatomía mucho mayores y su ciru-
gía estaba más avanzada. Aunque siempre se producían algunas muer-
tes, que podían provocar hostilidad o pleitos, los médicos occidentales
obtuvieron resultados especialmente buenos en la extirpación de tu-
mores y la curación de enfermedades de los ojos tales como las cata-
ratas. En el decenio de 1860, tanto médicos misioneros como médicos
ajenos a las misiones ya estaban construyendo hospitales con el dine-
ro que recibían de filántropos occidentales o que recaudaban mediante
suscripciones entre los chinos. Al principio, estos edificios se concentra-
ron necesariamente en los puertos abiertos por los tratados y en cen-
tros complementarios como, por ejemplo, asilos para ciegos, leprosos
y locos. Otros misioneros introdujeron nuevos tipos de semillas entre
los agricultores chinos, además de nuevas variedades de fruta y plantas;
algunos también aplicaron sus energías a proyectos de repoblación fo-
restal e intentaron detener la grave erosión que había causado estragos
en las laderas y las había transformado en tierras yermas.
Por medio de sus textos, sus imprentas, sus escuelas y sus hospita-
les, los misioneros afectaron el pensamiento y la práctica chinos. Es im-
posible calcular la magnitud de esa influencia, pero no cabe duda de
que los misioneros ofrecieron a los chinos opciones que antes no co-
nocían, una manera nueva de contemplar el mundo. Lo mismo sucedía
en el mundo, más amplio, de las estructuras familiares y el papel de

298
las mujeres. Entre los primeros misioneros hubo varias mujeres y las
esposas de docenas de misioneros también desempeñaban un papel ac-
tivo en su comunidad. Yung Wing recordaba que su primera maestra,
una mujer blanca a la que conoció en 1835, tenían «rasgos prominentes
que eran fuertes y firmes; sus ojos eran de color azul claro y brillan-
tes, un poco hundidos. Tenía los labios delgados, sostenidos por un
mentón cuadrado ... Sus rasgos, vistos en conjunto, indicaban mucha
determinación y fuerza de voluntad. Cuando avanzó para darme la
bienvenida con su vestido blanco largo y suelto (la entrevista tuvo lu-
gar en verano), rematado por dos grandes mangas en forma de globo,
que en aquel tiempo estaban de moda y le daban una apariencia exa-
gerada, recuerdo de la forma más vívida que me sentí tan intrigado
como atónito. De hecho, me puse a temblar de pies a cabeza a causa
del miedo y de sus imponentes proporciones, pues nunca en la vida
había visto una moda tan peculiar y extraña. Me aferré a mi padre, ate-
morizado»."
No obstante, el miedo podía superarse. Miles de chinos aprendie-
ron a estudiar y trabajar con los occidentales, a ser tratados por ellos e
incluso a trabar amistad con ellos. Las mujeres occidentales representa-
ban opciones de trabajo y ocupaciones de índole pública que habían
parecido imposibles a las mujeres chinas. Con el paso de los años, las
familias de misioneros fueron penetrando más y más en el interior y
creando sus propias versiones de los mundos y valores domésticos de
Occidente. Compartían estos valores con las mujeres chinas y les en-
señaban ideas nuevas sobre higiene, cocina y crianza de los hijos. Se
quejaban de la costumbre de vendar los pies, lamentaban la adicción
al opio, ofrecían religión y educación como fuentes de consuelo y cam-
bio. Algunas de las más atrevidas ofrecían una nueva perspectiva ante
las jerarquías sociales y la subordinación sexual.
Robert Hart, más adelante venerado inspector general de las Adua-
nas Marítimas Imperiales, cuando era joven y estuvo en Ningbo y Can-
tón en el decenio de 1850, había mantenido una querida china que le
dio tres hijos. Era «una costumbre común que los ingleses solteros que
residían en China mantuvieran una muchacha china», escribió más tar-
de en una declaración judicial confidencial, «e hice lo que hacían
otros»." Cuando llegó el momento de casarse con una dama británica
de buena familia, Hart despidió a la china, le pagó 3000 dólares y en-
vió a los hijos de la pareja a Inglaterra para que no le avergonzaran con
su presencia. Sin embargo, este doble rasero no siempre prevalecía en
las relaciones personales entre occidentales y chinos. Yung Wing se casó
con una estadounidense de Hartford que le dio dos hijos que se ma-

299
tricularían en la Universidad de Ya1e. Y en sus memorias Yung Wing
recordó vívidamente cómo su primera y formidable maestra occiden-
tal también había ayudado a tres niñas chinas ciegas a leer en Braille,
además de hacer todo lo posible para salvarlas de la triste vida que pro-
bablemente hubieran tenido. Al finalizar el siglo, las opciones para al-
gunas mujeres chinas ya eran más amplias de lo que hubiese podido
prever Yung Wing o Robert Hart. En 1892, dos jóvenes chinas gradua-
das en escuelas misionales, cuyos nombres occidentalizados eran Ida
Kahn y Mary Stone, fueron a Estados Unidos y obtuvieron sendos tí-
tulos de médico en la Universidad de Michigan. En 1896 ya habían vuel-
to a China y habían abierto sus propias consultas. El éxito de estas mu-
jeres y la fe que lo inspiró fueron un notable tributo al poder de una
vertiente del sueño de los misioneros.

Los chinos de ultramar


Decenas de millones de chinos murieron o perdieron sus hogares
en las oleadas de rebeliones internas, y en las hambrunas y dislocacio-
nes sociales que las acompañaron, de mediados del siglo XIX. A pesar
de ello, la tierra siguió sometida a presiones implacables. Es probable
que la población de China ya se cifrase en 430 millones en 1850 y,
aunque debió de descender de forma acusada en el decenio de 1860,
empezó a aumentar una vez más en el de 1870.
Una respuesta a la escasez de tierra cultivable fue la migración in-
terna, pero los chinos no tenían ninguna opción tan clara como las mi-
graciones al oeste, a las Grandes Llanuras y la costa del Pacífico, que
caracterizaron el mismo periodo de la historia de Estados Unidos. Los
chinos que se trasladaron al oeste o al noroeste fueron a parar a las ele-
vadas y áridas mesetas del Tíbet o a los vastos desiertos de Xinjiang, que
finalmente fue incorporada como provincia de los Qjng en 1884, pero
continuó siendo territorio inhóspito. Los que se fueron al sudoeste
encontraron tribus hostiles en las montañas o las pobladas fronteras de
reinos ya establecidos en Vietnam y Birmania. Millones decidieron mu-
darse al nordeste, primero a las regiones agrícolas y pobladas de Liao-
dong -donde mucho antes se había preparado la invasión manchú- y
luego, desafiando todas las prohibiciones del Estado Qjng, volvieron a
dirigirse al norte y se adentraron en las montañas boscosas y el frío in-
tenso de lo que ahora son las provincias de jilin y Heilongjiang. Otros
se atrevieron a arrostrar la corta travesía por mar y pasaron a engrosar

300
el número de inmigrantes que había en Taiwan, que en el decenio
de 1850 ya estaba totalmente abierta a la colonización y la agricultura
chinas, y en 1885 fue declarada provincia de pleno derecho. Y algunos
optaron por abandonar el campo y probar suerte en las ciudades en ex-
pansión -tales como Hankou o Tianjin-, donde las nuevas industrias
y la necesidad de trabajadores del transporte ofrecían posibilidades de
encontrar empleo, si bien con salarios lamentablemente bajos.
La otra respuesta principal a la crisis demográfica consistía en aban-
donar por completo el mundo chino conocido y probar suerte en otra
parte. Los que tomaron esta decisión procedían en su mayor parte del
sudeste de China y desembarcaban en Cantón o Macao. Algunos eran
agricultores indigentes, otros huían de algún régimen rebelde, y otros
eran hombres ambiciosos, hijos de familias numerosas que veían pocas
oportunidades de progresar en la sociedad de los Qjng. La mayoría eran
hombres que con frecuencia se casaban justo antes de partir de China
y soñaban con volver algún día a sus poblados natales, cargados de ri-
queza, para comprar más tierra y mejorar la situación de sus familias.
Al principio tendían a concentrar sus esperanzas sobre todo en tres re-
giones: el Sudeste Asiático e Indonesia, el Caribe y los países del nor-
te de América Latina y la costa occidental de Estados Unidos.
La emigración al Sudeste Asiático era la más barata y la más fácil,
y muchos chinos formaron rápidamente comunidades dedicadas al cul-
tivo del arroz o a la pesca, así como a la venta al por menor y al co-
mercio. Aunque los niveles superiores de la vida económica estuvieran
dominados por los británicos, los franceses o los holandeses (según la re-
gión elegida), los emigrantes chinos hallaban espacio en abundancia don-
de ejercer sus habilidades para los negocios, Extendieron con éxito sus
actividades a las minas de estaño y a las plantaciones de caucho, así
como a los transportes marítimos. En Indonesia, bajo el dominio ho-
landés, los chinos sirvieron provechosamente en calidad de recaudado-
res de impuestos con contrato y de administradores del monopolio del
opio controlado por los holandeses.
Como muchos de estos nuevos colonizadores procedían de Fujian
o de la región del delta de Cantón, los lazos comunitarios y los grupos
dialectales continuaron siendo importantes y los chinos de regiones pa-
recidas tendían a agruparse y ayudarse mutuamente. Las tríadas y otras
sociedades secretas también florecieron y se dedicaron a practicar el
chantaje, encauzar las ventas de opio, proporcionar pasajes baratos a
crédito y dirigir redes de prostitución; en 1890 aún había pocas muje-
res chinas casadas en las comunidades del Sudeste Asiático. A pesar de
ver con preocupación la magnitud de la emigración, los Qing abrieron

301
un consulado en Singapur en 1873 para poder vigilar más de cerca al
medio millón o más de chinos que se habían instalado en la zona. Tam-
bién trataron de conservar la lealtad de los emigrantes más ricos ven-
diéndoles títulos honoríficos en la jerarquía Qjng.
América Latina también atrajo a gran número de colonizadores chi-
nos, especialmente después de 1840, cuando varios países de la región
experimentaron un rápido crecimiento económico. Junto a la crecien-
te oposición al uso de mano de obra esclava y la posibilidad de obte-
ner pasajes baratos en barcos de vapor, este desarrollo rápido atrajo a
los chinos con la promesa de puestos de trabajo. Cerca de cien mil, por
ejemplo, llegaron a Pero antes de 1875, con frecuencia seducidos por pro-
motores y folletos que les prometían abundantes riquezas. En vez de
amasar grandes fortunas, la mayoría de estos chinos trabajaba en el ten-
dido de líneas férreas, en las plantaciones de algodón y en los yaci-
mientos de guano, donde las condiciones eran especialmente horribles.
Los chinos trabajaban bajo un calor espantoso para recoger hasta cua-
tro o cinco toneladas de excrementos de ave en una sola jornada, lo
cual solía provocar infecciones, enfermedades pulmonares y muertes
prematuras. Otros trabajaban de sirvientes, cigarreros y molineros. Mu-
chos chinos habían firmado contratos de trabajo sin comprender todas
sus consecuencias y si huían de las zonas que se especificaban en su
contrato y eran capturados, les obligaban a trabajar encadenados. Los
suicidios eran frecuentes. En Cuba, donde en el decenio de 1860 ya ha-
bía decenas de miles de chinos trabajando en las plantaciones de caña
de azúcar, las condiciones eran igualmente malas. A menudo los chinos
eran tratados más como esclavos que como mano de obra libre, sus
horarios de trabajo eran inhumanos, se les sancionaba descontándoles
dinero de la paga y eran castigados de forma parecida si huían de sus
lugares de trabajo o discutían con sus patronos. Las condiciones no eran
mejores en las plantaciones de caña de azúcar y piña de Hawai, donde
también se habían establecido miles de chinos.
En 1873 el Zongli Yamen inició una nueva fase de activismo en po-
lítica exterior y autorizó la formación de comisiones de investigación
para que informasen sobre las condiciones de vida y de trabajo de los
chinos tanto en Perú como en Cuba. (Yung Wing, que acababa de con-
cluir con éxito la compra de ametralladoras Gatling por valor de cien
mil dólares para el arsenal de Tianjin, era uno de los delegados de la
comisión enviada a Perú.) Los informes de las dos comisiones aporta-
ron datos alarmantes sobre los abusos que se daban no sólo en las con-
diciones de trabajo, sino también en la contratación de trabajadores
chinos en sus lugares de origen. Resultaba obvio que miles de ellos ha-

302
bían sido engañados para que firmasen o estafados después de firmar.
Muchos habían sido literalmente secuestrados por los agentes de los
propietarios de las plantaciones y habían permanecido incomunicados
en pontones en Macao o Cantón antes de ser enviados a sus puertos de
destino. Las condiciones del viaje eran tan malas -a menudo menos
de treinta y ocho centímetros cuadrados de espacio por «pasajero-s-
que en cada viaje morían docenas de ellos y los «motines" de chinos
eran frecuentes. A partir de 1876, principalmente como respuesta a es-
tos informes, cesaron los peores abusos en la contratación y los pro-
cedimientos de envío se regularon con mayor cuidado.
El primer gran estímulo de la emigración china a Estados Unidos
fue la fiebre del oro de 1848-1849 en California; de hecho, el primer
nombre que dieron los chinos a San Francisco fue el de Jinshan, que sig-
nifica «montaña de oro". Pero pocos chinos llegaron a tiempo de hacer
descubrimientos lucrativos y la mayoría de ellos, después de trabajar en
minas que buscadores menos tenaces ya habían abandonado, acabó de-
dicándose a otros trabajos. Los chinos prosperaron como hortelanos,
tenderos y lavanderos, y se instalaron en la costa desde Los Angeles has-
ta Seattle. Miles de ellos trabajaron en las etapas finales del gran auge
de construcción de ferrocarriles que extendió las líneas de California a
Utah en el decenio de 1860. La emigración gradual de chinos a través
de Estados Unidos, hasta la costa oriental, coincidió posteriormente con
las últimas fases del avance estadounidense hacia el oeste; viajeros que
usaban la ruta de Oregón consignaron en sus diarios la sorpresa que se
habían llevado al ver por primera vez chinos comiendo con palillos.
En Portland ya había una numerosa población china en 1880, al tiem-
po que surgieron otros asentamientos en las montañas del territorio de
Wyoming y a orillas del río Snake en Idaho. Después de la guerra de Se-
cesión, propietarios de las plantaciones del Sur atrajeron a muchos chi-
nos a Mississippi, Alabama y Tennessee y trataron de inducirles a tra-
bajar en los campos que los esclavos negros habían abandonado tras su
emancipación. A finales del decenio de 1880 había chinos trabajando
en fábricas de zapatos de Chicago, en fábricas de cuchillería en Pensil-
vania y en lavanderías de vapor en Nueva Jersey, y existía un grupo con-
siderable de mercaderes chinos en Bastan.
El proceso de asentamiento de los chinos en Estados Unidos no fue
fácil. Desde el principio los chinos tropezaron con una hostilidad com-
pleja y profunda. Parte del problema residía en el deseo declarado de
muchos chinos de sencillamente trabajar durante unos años en Estados
Unidos y regresar luego a su país, como los que habfan emigrado al Su-
deste Asiático o a Perú. A causa de ello, se les consideraba «transeún-

303
tes» en lugar de emigrantes de verdad. Otra parte del problema era la
laboriosidad de los chinos, que despertaba envidia porque gracias a ella
obtenían beneficios donde otros habían fracasado. Era común entre los
trabajadores blancos la creencia de que los chinos siempre estaban dis-
puestos a trabajar por salarios más bajos que los que cobraban otros
emigrantes y, por ende, provocaban el descenso de las escalas salaria-
les en general. Aunque había poca verdad en esta creencia, a veces los
patronos utilizaban chinos para romper huelgas. Con escasos o nulos co-
nocimientos de inglés, a menudo los chinos no sabían nada de las lu-
chas sociales y económicas en las que les habían metido.
Los chinos -o «mongoles», como muchos blancos empezaron a lla-
marlos- también provocaban aversión o miedo entre los occidentales
debido a la relativa rareza de sus costumbres sociales. Las coletas im-
puestas por los Qjng que muchos llevaban todavía resultaban estrafa-
larias en Estados Unidos. A los estadounidenses les llamaba la atención
que en las comunidades chinas hubiera muchos más hombres que mu-
jeres -en 1880 más de cien mil varones chinos vivían en el oeste de
Estados Unidos, mientras que las mujeres eran sólo 3000- y, sin tratar
de comprender las razones, condenaban a los chinos por antinaturales.
El hablar cantarín de los chinos, la propensión de algunos de ellos a
fumar opio, la afición desmesurada a la bebida y al juego que mostra-
ban otros, su disposición a comer cosas que parecían raras o poco ape-
titosas, etcétera, contribuyeron a crear un clima de opinión lleno de ru-
mores en el cual se daba prominencia a la perversidad y la depravación
de los chinos.
Dos hechos desafortunados dieron cierta apariencia de validez a las
acusaciones más descabelladas. En primer lugar, al igual que el resto de
los emigrantes chinos, los que llegaban a Estados Unidos formaban
grupos según su dialecto y su lugar de origen. La mayoría de ellos pro-
cedía de la zona comprendida en un radio de unos ciento sesenta kiló-
metros de Cantón, y cuando desembarcaban en San Francisco la mayor
parte de ellos eran incorporados a subgrupos controlados por las «Seis
Compañías». Estas compañías tenían lazos con sociedades secretas chi-
nas y, al igual que ellas, cumplían funciones coincidentes como siste-
mas de protección y explotadores económicos. Grupos chinos rivales
se veían envueltos en numerosas «guerras de tongs», es decir, luchas en-
tre bandas enemistadas que daban al conjunto de los chinos fama de
delincuentes. En segundo lugar, el hacinamiento en «Chinatowns» o
barrios chinos en Estados Unidos -ya fuera en San Francisco, Los Án-
geles, Portland o, más adelante, Nueva York-, agravado por la escasez
de viviendas y la soledad de miles de varones solteros, creaba una situa-

304
ción social explosiva, frustraciones sexuales y la prevalencia de enferme-
dades. La ironía estaba en que las leyes discriminatorias contra los chi-
nos relativas a la vivienda, la escolarización, los permisos de trabajo
y los establecimientos de comida tendían aún más a obligarles a vivir
en sus propios barrios y permanecer en ellos. El remedio no era fácil.
En muchos estados no se permitía a los chinos testificar contra blancos
ante los tribunales y se les prohibía tener empleos en los servicios pú-
blicos. La mayoría tenía que hacer grandes esfuerzos por conseguir si-
quiera oportunidades para obtener una educación básica.
Antes de que transcurriesen muchos años desde los primeros asen-
tamientos de 1849, las tensiones subyacentes estallaron en franca vio-
lencia, avivada deliberadamente por la retórica racista de los trabaja-
dores blancos y los políticos que los apoyaban. Los peores incidentes
tuvieron lugar en California y Wyoming. En octubre de 1871, después
de que dos policías resultaran muertos cuando trataron de intervenir en
una batalla entre tongs," una multitud enfurecida recorrió el Chinatown
de Los Ángeles y saqueó comercios, incendió casas y propinó palizas
a todos los chinos que encontró a su paso. La multitud mató en total a
diecinueve chinos, entre hombres, mujeres y niños, e hirió a centena-
res antes de que las autoridades la frenasen. (Se dio la macabra coin-
cidencia de que el número de víctimas mortales chinas en Los Ángeles
fue exactamente igual que el de los franceses y los rusos que murieron
en la matanza de Tianjin en 1870.) Catorce años más tarde en Rack
Springs, territorio de Wyoming, grupos de mineros blancos pobres em-
pezaron matando a un minero chino a golpes de pala, luego incendia-
ron los campamentos de trabajadores temporeros chinos y mataron
como mínimo a veintiocho. Hubo docenas de incidentes menos gra-
ves durante el mismo periodo; partes integrantes, aunque lamentables,
de la «apertura del oeste».
Los Qjng, que no estaban acostumbrados a reconocer los derechos
de los chinos que viajaban a ultramar, tardaron en reaccionar, aunque
funcionarios del Zongli Yamen eran conscientes de los problemas que
existían. En 1867 habían obtenido los servicios del ex ministro esta-
dounidense Anson Burlingame como embajador extraordinario. Al año
siguiente Burlingame, utilizando un lenguaje que se hacía eco de las
promesas más optimistas de los filósofos franceses de un siglo antes,
defendió apasionadamente la causa de los chinos en una gira por Esta-
dos Unidos y Europa. «El actual Gobierno ilustrado de China ha avan-
zado con paso seguro por la senda del progreso'>, decía Burlingame a

* Sociedad secreta formada especialmente por chinos en Estados Unidos. (N. del 7:)

305
sus oyentes. «Ahora dice: "Enviadnos vuestro trigo, vuestra madera,
vuestro carbón, vuestra plata, vuestras mercancías de todas partes..., to-
maremos tantas cosas de éstas como podamos. A cambio de ellas os
daremos nuestro té, nuestra seda, la mano de obra libre que con tanta
abundancia hemos enviado al mundo"» Su poder de persuasión hizo
que Estados Unidos firmase en 1868 un tratado que garantizaba la con-
tinuación de los derechos de inmigración de los chinos. Pero Burlinga-
me también embrolló las cosas al prometer que el Estado Qing estaba
maduro para convertirse al cristianismo: transcurriría poco tiempo, ex-
clamaba, antes de que China invitase a los misioneros occidentales «a
plantar la cruz luminosa en todas las colinas y en todos los valles, pues
es receptiva a los argumentos razonablese.F Siguiendo la iniciativa de
Burlingame, los Qjng enviaron representantes diplomáticos a Francia
e Inglaterra en 1871, y en 1878 ya tenían un embajador plenipotencia-
rio en Estados Unidos.
Pero las presiones políticas contra los chinos se extendieron de Ca-
lifornia a Washington D.C. En una serie de batallas electorales muy re-
ñidas entre demócratas y republicanos se manifestó una creciente preo-
cupación por la necesidad de limitar la inmigración de chinos antes de
que se convirtiese en una avalancha. En 1879 el presidente Rutherford
B. Hayes fue fiel al espíritu del tratado de 1868 y vetó un proyecto de
ley que limitaba el número de inmigrantes chinos a quince por barco.
En 1880, sin embargo, se persuadió a los Q!ng a firmar un nuevo tra-
tado que autorizaba a Estados Unidos a «regular, limitar o suspender>, la
afluencia de trabajadores chinos si el Gobierno estadounidense consi-
deraba tal restricción «razonable». En 1882 el presidente Chester A.
Arthur aprobó que se suspendiera la inmigración de «trabajadores» es-
pecializados o no especializados chinos durante diez años, obligó a
todos los chinos que a la sazón se encontraban en Estados Unidos a ob-
tener certificados de empadronamiento especiales y les prohibió obte-
ner la ciudadanía estadounidense. En 1884 aceptó nuevas leyes que
ampliaban el término trabajadores para dar cabida en él a «buhoneros,
charlatanes y pescadores» y aplicó las restricciones a todos Jos de "raza
china», fueran o no súbditos de los Qing.
Así terminó el sueño de hacer de Estados Unidos un refugio para
todos los pobres y oprimidos del mundo sin tener en cuenta su raza,
religión o procedencia. La desaparición de ese sueño se vio confirmada
por sucesivos presidentes. Grover Cleveland declaró en 1888 que los
chinos constituían «un elemento desconocedor de nuestra constitución
y nuestras leyes, de imposible asimilación a nuestro pueblo y peligro-
so para nuestra paz y nuestro bienestar», y sancionó nuevas leyes que

306
prohibían la reentrada de trabajadores chinos que hubiesen regresado a
su país para hacer visitas temporales." Cuando Benjamin Harrison acep-
tó el nombramiento de candidato republicano a la presidencia aquel
mismo año, habló de su «deber de defender nuestra civilización ex-
cluyendo a todas las razas extrañas cuya asimilación última a nuestro
pueblo no es posible ni deseable». Una vez elegido, Harrison escogió
como secretario de Estado a un hombre comprometido con la opinión
de que, lejos de contribuir al desarrollo de la economía estadouniden-
se, los chinos habían traído consigo «las semillas de la enfermedad mo-
ral y física, de la indigencia y de la muerte»." Los estadounidenses op-
taban ahora por juzgar la inferioridad de los chinos de una forma tan
dura y exhaustiva como hicieran los estadistas Qing en relación con el
resto del mundo en los tiempos de gloria de la dinastía.

3D7
10
Nuevas tensiones a finales del periodo Qing

Fortalecimiento y la guerra con Japón


r
~
Los estadistas confiicianos, cuya habilidad, integridad y tenaci-
dad contribuyeron a sofocar las rebeliones de mediados del si-
glo XIX, demostraron en qué medida los chinos eran capaces de respon-
der imaginativarnente a las nuevas exigencias. Bajo la bandera general de
restaurar el orden en el imperio Qjng, habían sabido crear estructuras
nuevas para tratar con los extranjeros y cobrar derechos de aduana, cons-
truir barcos y armas modernos, y empezar a enseñar derecho interna-
cional y los rudimentos de la ciencia moderna. El ..fortalecimiento» no
había resultado una consigna hueca, sino un camino aparentemente
viable para alcanzar un futuro más seguro. Los chinos y los manchúes
de mentalidad progresista parecían capaces de trabajar juntos con el
fin de preservar los aspectos más apreciados de sus culturas tradicio-
nales, adaptando selectivamente elementos del saber y la tecnología oc-
cidentales a las necesidades de China. Era cierto que seguía habiendo
problemas complejos de militarización rural, nueva autonomía local en
los impuestos, abusos de los terratenientes y corrupción burocrática, así
como potencias extranjeras belicosas con sus injerencias militares, di-
plomáticas y misionales. Pero parecía que, con un enérgico liderazgo
imperial y un Gran Consejo resuelto, la dinastía Qjng podría recuperar
parte de su antigua fuerza.
Por desgracia para la supervivencia de la dinastía, el liderazgo enér-
gico brillaba por su ausencia. Tongzhi, en cuyo nombre se había em-
prendido la restauración del Gobierno central y provincial, murió repen-
tinamente a la edad de dieciocho años en enero de 1875, poco después
de asumir el poder en persona. La defunción se atribuyó oficialmente
a la viruela, pero corrían muchos rumores de que el emperador había
muerto agotado a causa de su vida desordenada y sus excesos en los
barrios de Pekín dedicados a los placeres. Su joven esposa estaba emba-
razada al morir él, pero parece ser que la excluyeron de las reuniones

30S
cruciales que convocó la madre de Tongzhi, la emperatriz viuda Cixi,
para decidir la sucesión imperial.
Cixi podfa preservar su propio poder sólo si continuaba desempe-
ñando su papel de regente, y en consecuencia, nombró emperador a su
sobrino de tres años, Guangxu, con lo cual se aseguró varios años más
de actividad como poder en la sombra. El éxito de esta estratagema
quedó garantizado cuando la esposa de Tongzhi murió aquella prima-
vera, antes de que naciera su hijo. * La elección de Guangxu, sin em-
bargo, violó una ley fundamental de la sucesión Qjng: Guangxu per-
tenecía a la misma generación que Tongzhi y no a una generación
posterior, y, por tanto, no podía practicar apropiadamente las ceremo-
nias ancestrales como hijo en memoria de Tongzhi. Cixi acalló toda
oposición declarada prometiendo que cuando naciera un hijo varón de
Guangxu, el niño sería adoptado como heredero de Tongzhi y, por con-
siguiente, podría practicar los ritos necesarios. Un recto funcionario
confuciano se suicidó ante la tumba de Tongzhi para protestar por la
decisión de Cixi, pero ningún otro letrado expresó su descontento de
fonna tan dramática. En general, los altos cargos de la burocracia guar-
daron silencio, aparentemente resignados a otro periodo prolongado de
Gobierno indirecto por parte de una regente poderosa.
Cixi era una mujer compleja y capaz, y también dura e implacable
cuando lo consideraba necesario. Fue la única mujer que alcanzó un
elevado nivel de poder político en China durante el periodo Qjng y,
por tanto, los hombres que pensaban que no debería haber estado en
el poder le echaron la culpa de muchos de los males de la dinastía. Na-
cida en 1835 -su padre descendía de un distinguido linaje manchú,
pero ocupaba sólo un puesto oficial de poca importancia en la buro-
cracia-, Cixi fue nombrada una de las consortes del emperador Xianfeng
en 1851 y se convirtió en su favorita cuando en 1856 le dio un hijo.
Xianfeng hablaba de cuestiones políticas con ella y le permitía leer los
memoriales que llegaban a palacio. Cixi lo acompañó a Rehe cuando
Xianfeng huyó del avance de los aliados en 1860 y se hizo nombrar
corregente de China en un golpe de palacio cuando murió Xianfeng
en 1861. A partir de entonces el poder político de Cixi provino de su
condición de corregente de su hijo Tongzhi desde 1861 hasta 1873, y
de corregente de su sobrino Guangxu desde 1875 hasta 1889. Fue tam-
bién la autoridad política última mientras Guangx:u languideció reclui-
do en palacio -por orden de Cixi- de 1898 a 1908. Muy culta y pinto-

* Es casi seguro que la viuda embarazada de Tongzhi me empujada al suicidio


por Cixi, pero las pruebas siguen siendo discutidas. (N. del A)

309
ra aceptable, Cixi se mantenía bien informada de todos los asuntos de
estado escuchando los informes de sus ministros, sentada detrás de un
biombo (en aras del decoro). Conservadora en política y derrochadora
con el dinero, aprobó muchas de las medidas de restauración que for-
maban parte de! programa de fortalecimiento; al mismo tiempo, inten-
tó celosamente guardar las prerrogativas del linaje imperial manchú que
gobernaba China,
Como la política exterior iba a ocupar siempre un lugar preponde-
rante cuando se tomaran decisiones, fue una lástima que Cixi hubiera
tenido discrepancias graves con el príncipe Gong después de que éste
ordenara ejecutar a uno de los eunucos favoritos de la emperatriz viu-
da, al que habían declarado culpable de abusar escandalosamente de
su poder. El crecimiento del poder de los eunucos, con la consiguiente
corrupción, había caracterizado tradicionalmente el declive de la com-
petencia dinástica, y los primeros gobernantes Qing habían jurado que
nunca repetirían el error que habían cometido los últimos Ming al per-
mitir que los eunucos dominasen la corte. Puede que el príncipe Gong
tratara de impedir que volviera a crearse una situación parecida, pero
la emperatriz Cixi se tomó la ejecución del eunuco como una ofensa
personal y a partir de entonces consiguió evitar que e! príncipe Gong
ocupase puestos de poder.
La fuerza de los Qing también se vio debilitada por la muerte del pe-
deroso estadista provincial Zeng Guofan en 1892, la de! hábil Wenxiang
en 1876 y por la continua obsesión de Zuo Zongteng por la pacificación
de los musulmanes en e! lejano noroeste de China. Los miembros del
Gran Consejo de Pekín, aunque eran hombres honorables con carreras
distinguidas en su haber, tendían a ser conservadores y caredan de la
habilidad o la iniciativa necesaria para gobernar el nuevo rumbo que
llevaba China. Si bien los programas de fortalecimiento continuaron
durante los últimos decenios del siglo XIX, un número desproporcio-
nado de ellos lo inició un solo hombre, ti Hongzhang, que gozaba de
la confianza de Cixi. Una vez sofocadas las rebeliones de los Taiping
y los Nian y celebradas las negociaciones que siguieron a la matanza de
Tianjin, Li Hongzhang fue destinado al norte de China para que cum-
pliese la función doble de gobernador general de la región de Hebei y
comisario de comercio para los puertos del norte. Más que cualquier
otra persona, dejó su huella en los últimos años del siglo en China.
Las actividades políticas de Li Hongzhang tenían lugar en tres gran-
des campos: el empresarial, el educativo y el diplomático. Como em-
presario, edificó sobre los cimientos que se habían echado durante la
primera fase del movimiento que abogaba por el fortalecimiento. Pro-

310
curó diversificar las empresas de China en campos que surtieran efectos
de largo alcance en el desarrollo general del país. Estas iniciativas harían
que el Gobierno Qjng y los capitalistas mercantiles cooperasen bajo
una fórmula llamada «supervisión gubernamental y administración mer-
cantil». Uno de sus proyectos, fundado en 1872, fue la Compañía Chi-
na de Barcos de Vapor, cuyo objeto era poner fin a la dominación
de la navegación de cabotaje china por parte de las potencias extranje-
ras. La compañía, uno de cuyos principales accionistas era el propio Li
Hongzhang, obtenía gran parte de sus ingresos de los contratos de
transbordo de los cereales que el Gobierno de China central enviaba
como tributo a la región de Pekín. Después de 1877 se llevó a cabo una
expansión enorme de las minas de carbón de Kaiping, cerca de Tianjin,
por orden de Li Hongzhang, con el fin de dar a China más control so-
bre sus propios recursos minerales y proporcionar combustible para la
flota de vapores de China, que también se hallaba en expansión. Asi-
mismo, Li Hongzhang fundó una gran fábrica de tejidos de algodón en
Shanghai en 1878 para frenar la creciente importación de textiles.
En el decenio de 1880 Li Hongzhang procedió a crear arsenales en
Tianjin para fabricar balas y bombas de artillería para los fusiles y ca-
ñones Remington y Krupp que empezó a comprar en el extranjero.
Pronto comenzaron a fabricarse los fusiles Remington con componentes
adquiridos en Estados Unidos. También instituyó un sistema nacional
de telégrafos conectando los cables internacionales -que antes termi-
naban en Shanghai- primero con Tianjin y después con Pekín; luego se
extendieron ramales a muchas ciudades grandes del interior. Asimismo,
Li Hongzhang dirigió la construcción de nuevas instalaciones portua-
rias en la ciudad de Lüshun, en el sur de Manchuria, y una línea férrea
de once kilómetros y pico para transportar carbón desde las minas de
Kaiping hasta un canal cercano, desde donde podría enviarse a Tianjin
para que lo usase la nueva flota. Al principio los vagones eran tirados
por mulas, pero en 1881 uno de los ayudantes de Li Hongzhang utili-
zó chatarra occidental para construir la primera locomotora de vapor de
China, que se utilizó con buenos resultados en la línea.
Li Hongzhang también llevó adelante intentos anteriores de refor-
ma de la educación. Empezó por apoyar la propuesta de enviar estu-
diantes chinos a Estados Unidos, que había formulado por primera vez
Yung Wing con el respaldo de Zeng Guofan. La corte dio su consenti-
miento y en 1872 el primer grupo de chicos de entre doce y catorce
años -muchos de los cuales eran hijos de empleados de los nuevos ar-
senales y astilleros de Fuzhou, Tianjin y Shanghai- partió con destino
a Hartford, Connecticut. Los estudiantes se alojaron con familias esta-

311
dounidenses y se sumergieron en una ajetreada ronda de aprendizaje del
inglés, educación general y estudios chinos. En 1875 ya eran 120 en to-
tal. Pero a los estudiantes chinos les resultaba dificil mantener en la es-
cuela y el entorno social de la ciudad estadounidense los valores cul-
turales tradicionales en los que insistían los funcionarios de los Qing.
Los chicos empezaron a vestirse a la usanza occidental, abandonaron
sus túnicas y varios de ellos se cortaron la coleta empujados por las pre-
siones locales o las burlas. Muchos se sintieron atraídos por el cristia-
nismo. El matrimonio del propio Yung Wing con una de las profesoras
de Hartford fue un ejemplo más de la fuerte atracción que ejercía Oc-
cidente sobre estos estudiantes.
Pero el golpe definitivo que recibió el proyecto de Li Hongzhang fue
el descubrimiento tardío de que el Gobierno estadounidense no per-
mitiría que un grupo selecto de estudiantes, una vez terminada su edu-
cación en el instituto, se matriculara en la Academia Naval de Anna-
polis ni en la militar de West Point, como había esperado Li Hongzhang.
Así que en 1881 él accedió a la decisión de funcionarios conservadores
de dar por concluido el proyecto y ordenar a los estudiantes que vol-
viesen a China. Regresaron por mar desde San Francisco en agosto
de 1881. Su triunfo fmal en suelo estadounidense fue la derrota que in-
fligieron al equipo de béisbol de Oakland, que estaba seguro de que el
partido sería pan comido pero fue vencido por la excepcional actuación
del lanzador chino. A su regreso, muchos de los estudiantes fueron fun-
damentales en las fuerzas armadas, la ingeniería y los negocios; pero en
lo sucesivo Li Hongzhang envió a sus estudiantes más prometedores a
Francia, Alemania o Gran Bretaña, cuyos gobiernos no ponían objecio-
nes a que recibieran formación militar y naval técnicamente avanzada.
También fundó una academia naval y otra militar en la propia Tianjin.
El mundo de la diplomacia internacional fue todavía más inhóspi-
to a los Qjng. En este terreno Li Hongzhang trabajó -a veces solo, a
veces conjuntamente con Robert Hart y a veces con el Zongli Yamen-
para tratar de hacer frente a gran número de problemas difíciles. En el
decenio de 1870, entre estos problemas se contaban las negociaciones
con los japoneses sobre el estatus internacional de las islas Ryu Kyu y
de Corea. En ninguno de estos casos pudieron presentar los Qjng una
reclamación convincente de derechos especiales para China, porque el
viejo sistema de «relaciones tributarias», concebido muchos siglos antes
para demostrar la superioridad cultural de China sobre estos territorios
cercanos, se encontraba ahora gravemente debilitado. La corte Qjng,
a decir verdad, no se hallaba en absoluto preparada para responder a
la expansión extraordinaria del poderío japonés en este periodo. Has-

312
ta 1854, el comodoro estadounidense Matthew C. Perry no había obli-
gado a los japoneses a poner fin a su aislamiento y reconocer las rea-
lidades de las relaciones internacionales y el comercio exterior. Sin em-
bargo, las reformas económicas e institucionales de la restauración Meiji
iniciada en 1868 habían sido tan radicales que Japón podía aplicar ahora
su superior fuerza militar contra China. En 1879 los japoneses se anexio-
naron las Ryu Kyu Ymuy posiblemente Corea hubiese corrido una suer-
te parecida en el decenio de 1880 si Li Hongzhang no hubiera persua-
dido al rey de Corea para firmar tratados con Estados Unidos, Gran
Bretaña, Francia y Alemania (que desde 1871 era un estado unificado).
En 1876 Li Hongzhang también había mantenido negociaciones
complejas con los británicos después de que uno de los cónsules de
Gran Bretaña, Augustus Margary, fuera asesinado por miembros de una
tribu de Yunnan cuando acompañaba a un equipo de topógrafos britá-
nicos que estudiaban la posibilidad de construir carreteras o ferrocarri-
les desde Birmania hasta el interior de Yunnan. En la convención resul-
tante, Li Hongzhang, que representaba a los Qjng, reconoció en esencia
la debilidad de la dinastía accediendo a pagar una indemnización de
700.000 taels, mandar una misión de disculpa a la reina Victoria y abrir
otros cuatro puertos. Más beneficiosas para los intereses de China fue-
ron las negociaciones con Rusia que a finales de! decenio de 1870 man-
tuvieron e! Zongli Yamen y el hijo de Zeng Cuofan, que ahora era mi-
nistro de los Qjng ante Gran Bretaña. En virtud del Tratado de San
Petersburgo de 1881, los rusos accedieron a abrogar un anterior trata-
do desigual y a devolver a los Qjng las partes de Ili que habían estado
bajo la ocupación rusa desde que estallaran las rebeliones musulma-
nas. Aunque Rusia siguió teniendo en su poder enormes extensiones
de territorio que había pertenecido a los Qing al norte de los ríos Amur
y Ussuri, el Tratado de San Petersburgo garantizó a China el control de
sus fronteras en el lejano oeste, soberanía que se vio confirmada cuan-
do los Qjng declararon Xinjiang provincia en 1884.
El éxito de las negociaciones con Rusia generó una falsa confianza
en la corte y entre los letrados-funcionarios de los Qjng. Cuando los
franceses expandieron su imperio colonial ocupando Hanoi y Haiphong
en 1880 -a pesar de que los chinos reivindicaron derechos especiales en
la zona-, y empezaron a presionar a China para que hiciese nuevas con-
cesiones en Annam (actual Vietnam), Li Hongzhang recomendó pru-
dencia. Pero sus ruegos fueron desoídos a causa de las apasionadas ins-
tancias de chinos y manchúes belicosos, los cuales insistieron en que los
Qjng adoptasen una actitud firme en esta cuestión de principio. Mien-
tras Li Hongzhang trataba de negociar con Francia en 1884 para evitar

313
que estallasen hostilidades, los partidarios de tomar medidas enérgicas
continuaron luchando con los franceses en Annam y la vecina Tonkín.
El almirante que mandaba la flota francesa en la región respondió a es-
tas hostilidades intermitentes penetrando con su contingente en el puer-
to de Fuzhou y andando cerca de la flota china.
Li Hongzhang había recomendado que se negociara un acuerdo con
Jos franceses, por humillante que pudiera parecer, porque sabía cuán
frágil era la nueva marina china. Cuando las negociaciones fracasaron
en agosto de 1884 y la flota francesa en Fuzhou abrió fuego, la catás-
trofe demostró que Li Hongzhang tenía razón y las disparidades entre
una potencia industrial desarrollada y la China de los Qjng fueron, una
vez más, claras a ojos de todo el mundo. El buque insignia chino fue
hundido por torpedos en el primer minuto de la batalla; antes de sie-
te minutos la mayoría de los buques chinos resultaron alcanzados; antes
de una hora todos los buques chinos se habían ido a pique o estaban
en llamas y el arsenal y los muelles habían sido destruidos. Los france-
ses contaron cinco muertos; los chinos, 521 muertos y 51 desapareci-
dos. Si bien los Qjng ganaron posteriormente algunas batallas no de-
cisivas en tierra en el sudoeste, el dominio francés de Indochina quedó
asegurado. Un año más tarde los británicos emularon la agresividad fran-
cesa y declararon Birmania protectorado.
Li Hongzhang hubiera podido enviar las fuerzas de la marina de
los Qjng en el norte a reforzar las fuerzas meridionales en Fuzhou; en
lugar de ello optó por conservarlas y reforzarlas, así como usarlas para
afianzar su propia base de poder burocrático y administrativo. Aparte
de dar testimonio del poder y el prestigio de Li Hongzhang, la tarea
más importante de esta flota era mantener abiertas las rutas marítimas
que llevaban a Corea. Los Qing habían creado un nuevo cargo impor-
tante, el de «residente» chino en Seúl, al que encomendaron la dificil
tarea de mantener las buenas relaciones con la corte coreana y asegu-
rarse de que la «independencia>, de Corea no significara el debilitamien-
to del estatus privilegiado de China en el país. Los Qing deseaban estar
seguros de que Japón no ganaría una posición permanente en Corea.
Durante el decenio de 1890 las tensiones fueron en aumento cuando
se hicieron evidentes los designios de los japoneses en relación con la
península. En 1894, cuando el estallido de una rebelión interior ame-
nazó al rey de Corea, tanto China como Japón aprovecharon la opor-
tunidad para enviar tropas con la misión de proteger a la familia real.
Los japoneses, que pudieron trasladar más tropas con mayor rapidez
que los chinos, tomaron el palacio imperial coreano el21 de julio y
nombraron un «regente» leal a sus intereses.

314
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1884
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1894-1895
" ' UAS ,
000 >lUPINA .'

Aquel mismo día los Qjng enviaron unos mil doscientos soldados
de refuerzo a Corea en un transporte británico. Un crucero japonés in-
terceptó el transporte y, como éste se negó a rendirse, lo hundió a ca-
ñonazos; sobrevivieron menos de doscientos hombres. Al finalizar el
mes, las tropas de tierra japonesas habían derrotado a los chinos en una
serie de batallas alrededor de Seúl y Pycngyang; en octubre los japo-
neses cruzaron el río Yalu y entraron en territorio de los Qjng. El mes
siguiente otro ejército japonés se apoderó del puerto de Lüshun, que
estaba muy fortificado, y mató a muchos de los chinos que se encon-
traban en la ciudad. Las fuerzas de tierra japonesas estaban ahora lis-
tas para penetrar en China propiamente dicha a través de Shanhaiguan,
como hiciera Dorgon dos siglos y medio antes.
La marina del norte de China, a pesar de los esfuerzos de Li Hong-
zhang por conservarla, iba a correr una suerte parecida a la del sur, con
consecuencias todavía más perjudiciales para los objetivos de fortaleci-
miento de China. Esta flota del norte, que se componía de dos acora-
zados, diez cruceros y dos torpederas, ya había sufrido daños graves en
una batalla con los japoneses ante la desembocadura del Yalu en sep-
tiembre y se había retirado al puerto de Weihaiwei, que estaba muy de-

315
fendido y se encontraba en el lado norte de la península de Shandong.
Allí el almirante chino retiró su flota detrás de una cortina protectora
de minas de contacto y no volvió a participar en los combates. Pero en
una maniobra brillante llevada a cabo en enero de 1895, una fuerza ja-
ponesa de veinte mil soldados y diez mil trabajadores de campaña atra-
vesó el promontorio de Shandong y tomó los fortines que defendían
Weihaiwei desde el lado que miraba hacia tierra. Volviendo los caño-
nes contra la flota china y penetrando simultáneamente en los campos
de minas con torpederas, los japoneses destruyeron uno de los acora-
zados y cuatro cruceros. Los dos almirantes chinos y los comandantes
de los fortines, también chinos, se suicidaron.
Desesperada, la corte recurrió al desacreditado príncipe Gong para
que ayudase en las negociaciones, exactamente como había hecho trein-
ta y cinco años antes cuando el palacio de verano había sido incen-
diado durante las desastrosas negociaciones del Tratado de Tianjin. El
príncipe dijo con tristeza a un diplomático occidental que le habían
encargado el trabajo de «recomponer la taza que los actuales ministros
han roto tirándola al suelo».' Como ayudante del príncipe Gong, los
Qjng eligieron al más visible de los citados ministros, Li Hongzhang, y
fue a éste al que mandaron a Japón en persona para que negociase con
los vencedores.
Las condiciones del resultante Tratado de Shimonoseki, que pasó
a ser definitivo en abril de 1895, fueron desastrosas para China. Hu-
bieran sido aún peores si un asesino japonés no hubiese disparado con-
tra Li Hongzhang: lo hirió en la cara, debajo del ojo izquierdo, y aver-
gonzó al Gobierno japonés ante el mundo. China tuvo que reconocer
«la independencia y la autonomía plenas y totales de Corea», lo cual,
dadas las circunstancias, en realidad hizo de Corea un protectorado ja-
ponés. Los Qjng también prometieron pagar a Japón doscientos mi-
llones de taels en concepto de indemnizaciones de guerra, abrir otros
cuatro puertos -incluido Chongqing, en la cuenca alta del Yangzi, en la
provincia de Sichuan- y ceder «a perpetuidad» a Japón toda Taiwan,
las Pescadores y la región de Liaodong en el sur de Manchuria. Tam-
bién se autorizaría a los japoneses a construir fábricas y otras empresas
industriales en las zonas de los puertos abiertos por los tratados. Las pro-
testas rusas, alemanas y francesas obligaron a los japoneses a renunciar
a Liaodong a cambio de una indemnización extra de 30 millones de
taels, pero todas las otras estipulaciones del tratado fueron confirma-
das. Muchos de los letrados jóvenes y más inteligentes de China, que
estaban reunidos en Pekín para los exámenes jinshi trienales, desafiaron
las iras de la corte y denunciaron apasionadamente el Tratado de Shi-

316
monoseki al tiempo que pedían un programa nuevo y más atrevido de
crecimiento económico y reforma del Gobierno para compensar las
trágicas pérdidas de China. Pero la corte de los Qing parecía paraliza-
da. Fue una sombría conclusión de las grandes esperanzas de la era de
fortalecimiento.

El movimiento reformista de 1898


Durante el último decenio del siglo XIX China se hallaba en una
posición curiosa, ambigua. Coexistían en ella elementos de lo antiguo
y 10 moderno. En muchos niveles el ritmo del cambio parecía arrolla-
dor e irreversible. Barcos de vapor surcaban el Yangzi, se habían cons-
truido malecones nuevos en la zona portuaria de Shanghai, las acade-
mias militares instruían a oficiales jóvenes en las tácticas occidentales,
de las imprentas salían libros de texto para la enseñanza de las ciencias
y los memoriales llegaban por telégrafo de las provincias al Gran Con-
sejo. Victoriosas en una serie de guerras, las potencias occidentales ha-
bían impuesto su presencia a China y ahora empezaban a hacer grandes
inversiones en el país, especialmente en las minas, las comunicaciones
modernas y la industria pesada. Los efectos del imperialismo extranje-
ro fueron profundos e intensificaron las tensiones que ya había gene-
rada el programa de fortalecimiento.
No obstante, este cambio aparente se vio limitado en gran parte a
las ciudades portuarias abiertas por los tratados y, dentro de ellas, a las
concesiones occidentales. La penetración en el campo chino, incluso
la de las empresas extranjeras- más agresivas, fue lenta y en casi todos
los casos los occidentales dependieron de sus mercaderes intermedia-
rios chinos -los llamados compradores- para que abriesen mercados para
sus productos utilizando las rutas tradicionales de comercio y distri-
bución. Para la mayoría de los chinos jóvenes de familias acomodadas,
las pautas de educación continuaron siendo las mismas: aprendían de
memoria los clásicos confucianos y trabajaban para obtener sus títulos
de shengyuan locales antes de pasar a los juren provinciales y los exáme-
nes jinshi nacionales. En la ciudad y en el campo las muchachas tenían
pocas posibilidades de acceder a la educación reglamentaria, seguían ven-
dándoles los pies y los padres concertaban sus matrimonios. En los
campos, la siembra y la recolección se hacían a mano y los productos se
llevaban trabajosamente al mercado. Los extranjeros, suponiendo que
se viera alguno, se percibían como algo exótico o como una amenaza.

317
Los diplomáticos chinos enviados al extranjero adquirían escaso pres-
tigio de sus nombramientos y a su vuelta frecuentemente eran humi-
llados y obligados a jubilarse pronto.
Allí donde se producía una verdadera interpenetración de la tradi-
ción y el cambio, solía ser un fenómeno a largo plazo, casi invisible.
Los agricultores chinos que respondían a las nuevas demandas interio-
res de productos de salida fácil, tales como el tabaco o el algodón, po-
dían obtener beneficios mucho mayores que antes, pero también eran
más vulnerables a las oscilaciones del mercado local. Los que cultiva-
ban té o producían seda respondían, de hecho, a las demandas del mer-
cado mundial y los efectos de las fluctuaciones de los precios mun-
diales eran rachas súbitas e inexplicables de prosperidad y penuria. La
avanzada tecnología de las máquinas que se usaban en Japón y Esta-
dos Unidos para fabricar tejidos de seda exigían mayor lisura del hilo,
lo cual significaba que las familias campesinas, que durante generacio-
nes habían tejido a mano el hilo de seda de los capullos, se encontra-
ron con que el mercado para sus productos era cada vez menor. La
tecnología de la imprenta y el aumento de nuevos lectores urbanos hi-
cieron que aumentase también el número de revistas y periódicos. Es-
tas publicaciones empezaron a presentar a sus lectores comentarios po-
líticos y anuncios pagados de productos para la salud y de belleza, y
crearon así una nueva conciencia de las opciones que se ofrecían al in-
dividuo. La creciente sensación de que China era sólo un país entre
otros comenzó a fomentar la opinión de que, por tanto, era también
una nación entre naciones y de que ninguna nación podía sobrevivir
sin la participación de los ciudadanos, tanto hombres como mujeres.
Los primeros periódicos que se imprimieron con regularidad en China
empezaron a defender estos puntos de vista, que encontraron buena aco-
gida entre letrados que se sentían avergonzados y desanimados por la
guerra con Japón y las condiciones del Tratado de Shimonoseki.
En los años que siguieron a la guerra sinojaponesa, se generalizó
una formulación que daba seguridad filosófica a quienes se preocupa-
ban por el valor del «fortalecimiento»; «el saber chino debía continuar
siendo la esencia, pero debía usarse el saber occidental para el desarro-
llo práctico». Abreviado generalmente como el concepto ti-yong (deri-
vado de las palabras chinas que significan «esencia» y ,(USO práctico»), era
una postura culturalmente tranquilizadora en unos momentos de cam-
bio ambiguo, a menudo doloroso. Afirmaba que había realmente una
estructura fundamental de valores morales y filosóficos chinos que da-
ban continuidad y sentido a la civilización. Si conservaba esa creencia,
entonces China podría permitirse adoptar rápida y eficazmente toda

318
suerte de prácticas occidentales y contratar asesores de la misma pro-
cedencia.
Ésta era la formulación favorita del letrado-funcionario confuciano
Zhang Zhidong, otrora una voz enérgica entre los conservadores chi-
nos belicosos. Zhang Zhidong coronó su distinguida trayectoria de
funcionario sirviendo durante casi dieciocho años consecutivos como
gobernador general de las provincias de Hunan y Hubei. Después de
Li Hongzhang, fue tal vez el más eficiente de los reformadores pro-
vinciales. Zhang Zhidong presionó vigorosamente y con buenos resul-
tados a favor de la construcción de un ferrocarril desde Hankou hasta
Pekín -financiado con empréstitos extranjeros- y creó el primer gran
complejo chino del carbón, el hierro y el acero en las minas de Han-
Ye-Ping, en el este de Hubei. No obstante, siguió congraciándose con
la emperatriz viuda Cixi y sus consejeros con sus declaraciones mode-
radas sobre la necesidad de una reforma gradual y sus resonantes ma-
nifestaciones sobre los valores esenciales del sistema ético confuciano
tradicional.
Haciéndose eco de la postura ti-yong general de Zhang Zhidong, mu-
chos de los miembros más inteligentes y triunfadores de la joven ge-
neración de letrados confucianos de China colaboraron juntos y llenos
de indignación justificada tras enterarse de las condiciones del Tratado de
Shimonoseki. Presentaron al trono un largo memorial en el que insta-
ban a seguir oponiendo resistencia a los japoneses y pedían numerosas
reformas económicas, industriales y administrativas. Estos hombres se
hallaban reunidos en Pekín para los exámenes jinsbi en la primavera
de 1895 y dos letrados muy inteligentes y valerosos, Kang Youwei y
Liang Qjchao, los coordinaron. Kang Youwei, de treinta y siete años
de edad y oriundo de la región.de Cantón, era un brillante estudioso de
los clásicos, pero también criticado por su forma excéntrica de abor-
dar el confucianismo. En escritos anteriores había echado mano de su
gran cultura clásica para tratar de demostrar que Confucio no se había
opuesto al cambio social y que el confucianismo no negaba las ideas
básicas del desarrollo y el progreso humanos. Kang Youwei estaba in-
fluido por las ideas del confucianismo que habían popularizado por
primera vez letrados chinos que estudiaron los comentarios Gongyang
a principios del siglo XIX. Liang Qjchao, el segundo letrado, contaba vein-
tidós años de edad y había sido alumno de Kang Youwei. Ya partici-
paba activamente en las academias provinciales y las recién creadas
sociedades nacionales que abogaban por un programa acelerado de re-
forma radical para China. A pesar de su radicalismo, Liang Qjchao, al
igual que Kang Youwei, también quería sacar el título jinsbi, que se-

319
guía siendo el camino más prestigioso para llegar a formar parte de la
elite.
Influido también por el budismo y de talante muy emocional, Kang
Youwei se consideraba a sí mismo un sabio nuevo capaz de salvar al
pueblo chino. Sus visitas a Hong Kong y Shanghai, donde examinó
ejemplos del desarrollo técnico y urbano occidental, y sus lecturas de
física, electricidad y óptica le convencieron de las posibilidades de una
verdadera síntesis ti-yong. Liang Qjchao compartía su confianza y su
entusiasmo, y los dos se alegraron mucho cuando el propio emperador
Guangxu leyó el largo memorial a favor de la reforma después de que
altos cargos de la burocracia, empujados por la preocupación, 10 man-
daran de una oficina a otra. Guangxu, que ahora contaba veinticuatro
años, justo empezaba a salir de la sombra de su tía Cixi, que vivía me-
dio retirada en el reconstruido palacio de verano. El emperador sentía
gran interés por la reforma, y las palabras de Kang Youwei, Liang Qichao
y los otros aspirantes lo conmovieron.
El memorial a favor de la reforma de los aspirantes aljinshi en 1895
planteaba muchos asuntos que preocupaban a los letrados chinos más
perspicaces. Decía que China necesitaba un ejército modernizado y do-
tado de armas de fuego occidentales del último modelo, cañones in-
cluidos. Para dar a la nación una base industrial, la corte debía recurrir
a las habilidades técnicas de los chinos del Sudeste Asiático. Debía su-
bir los impuestos, crear un sistema bancario estatal, construir una red
de ferrocarriles y una flota mercante e instaurar un sistema postal mo-
derno. China debía mejorar la calidad de su agricultura por medio de
escuelas de formación y fundar centros de fomento de la innovación
industrial, así como impulsar el tipo de ingenio creativo que hacía que
en Estados Unidos se solicitaran más de trece mil patentes de inven-
tos al año. Debían formularse programas de reasentamiento en las zo-
nas rurales pobres y atrasadas con el fin de atraer nuevamente a los
miles de chinos productivos que emigraban de ellas todos los años. En
otro tiempo habían sido rebeldes como Hong Ren'gan, el líder de los
Taiping, los que propugnaban públicamente cambios tan trascendenta-
les, pero ahora los jóvenes confucianos más inteligentes de China inves-
tigaban las mismas ideas.
Estos aspirantes a reformadores habían recurrido a los cauces tra-
dicionales y aceptados para formular sus exigencias de cambio, pero los
efectos fueron insignificantes. El joven emperador Guangxu, aunque
parecía interesado, no tenía ningún poder político manifiesto y altos
cargos conservadores de la burocracia se aseguraron de que las pro-
puestas fueran archivadas. Pero en el decenio de 1890 los que exigían

320
cambios no podían limitarse a estos cauces relativamente ortodoxos y
respetuosos. Otros reformadores, tales como Sun Yat-sen," siguieron un
camino diferente. Sun Yat-sen, que pertenecía a una familia rural po-
bre de la zona de Cantón, no tenía ninguna de las ventajas de educa-
ción y estatus que poseía la familia Kang. En lugar de ello, al igual que
miles de chinos pobres del sudeste, algunos miembros de la familia
Sun habían emigrado en el siglo XIX. Dos habían muerto durante la fie-
bre del oro en California; otros se habían establecido en Hawai. Sun
Yat-sen se reunió allí con un hermano mayor a comienzos del decenio
de 1880 y se educó en las escuelas misionales, donde recibió sus pri-
meras ideas sobre la democracia y el sistema republicano de Gobierno,
así como sobre el cristianismo, antes de trasladarse a Hong Kong para
estudiar medicina. Híbrido cultural con grandes ambiciones y honda-
mente alarmado ante el destino inminente de China, Sun Yat-sen ofre-
ció sus servicios al gobernador general Li Hongzhang en 1894 como
asesor en la defensa y el desarrollo de China. Preocupado por las crisis
de Corea y otras partes, Li Hongzhang no le hizo caso.
Sun Yat-sen se sintió decepcionado y frustrado. Los británicos no
consideraban que su formación fuera lo bastante buena como para per-
mitirle ejercer la medicina en sus dominios y tampoco los chinos pa-
recían admirar suficientemente las habilidades que acababa de adquirir.
La respuesta de Sun Yat-sen fue formar una sociedad secreta en Hawai
en 1894, a la que puso el nombre de Sociedad para el Renacimiento de
China, que se comprometió a derrocar a los manchúes, nombrar a un
nuevo gobernante e incluso a un Gobierno republicano. Con el dine-
ro que le facilitaron su hermano y algunos amigos, se trasladó a Hong
Kong y, en 1895, intentó aliarse con sociedades secretas que operaban
cerca de Cantón para organizar un levantamiento militar que se propa-
gase y derribara la dinastía. Mal organizado, con deficientes medidas de
seguridad y escasez de armas y fondos, el plan fue descubierto por las
autoridades, que ejecutaron a los cabecillas locales.
Sun Yat-sen huyó de Hong Kong a Japón, y luego a San Francisco y
Londres. Se instaló en la capital británica y empezó a leer mucha teoría
económica y política occidental. Sus estudios se vieron interrumpidos
en 1896 cuando el personal de la legación de los Qjng en Londres hizo
un intento torpe (pero que estuvo a punto de salir bien) de secuestrarle
y enviarle de vuelta a China para ser juzgado y ejecutado. Sun Yat-sen
se convirtió en una figura famosa cuando la prensa occidental se hizo

,. Ésta es la latinización que se usó siempre para escribir la forma canronesa del
nombre de SUD Yat-sen, (N. delA.)

321
eco de esta historia dramática. Sun Yat-sen regresó a Oriente, estableció
una serie de bases en el Sudeste Asiático y Japón y continuó trabajan-
do, por medio de sociedades secretas y con la ayuda de sus propios
hermanos juramentados, para dar un golpe militar contra los Qjng.
Sun Yat-sen encontró apoyo entre chinos inquietos y aventureros
cuya lealtad a los Qjng era escasa y habían conocido algunas de las
oportunidades y riesgos de la vida en ultramar. Uno de ellos era «Char-
líe» Soong, cuyos hijos desempeñarían papeles importantes en la po-
lítica china del siglo xx. Charlie Soong se crió en una familia de pes-
cadores y comerciantes de la isla de Hainan, en el sur de China. Tras
abandonar Hainan para vivir con unos parientes en Java, se trasladó a
Bastan en 1878, donde estuvo de aprendiz al servicio de una familia
de mercaderes chinos. Aburrido de la vida que llevaba allí, Charlie
Soong huyó, se enroló como tripulante en un cúter de la aduana es-
tadounidense y finalmente el capitán del barco 10 envió a unos amigos
generosos de Carolina del Norte que le mandaron a la universidad y
le prepararon para una vida de misionero cristiano. Regresó a China
en 1886 y trabajó brevemente como predicador, pero en circunstancias
que le parecían humillantes y mal pagado. En 1892 encontró un blan-
co para sus energías empresariales y amasó una fortuna considerable
imprimiendo Biblias para que los misioneros occidentales las difun-
dieran. Antes de que transcurriera mucho tiempo, diversificó sus activi-
dades y se dedicó a la producción industrial de fideos con maquinaria
occidental avanzada y se mudó a una cómoda casa de estilo extranje-
ra en las afueras de Shanghai. En este momento también empezó a pa-
sar dinero a la organización ilegal de Sun Yat-sen por medio de socie-
dades secretas con las que ambos estaban relacionados.
A finales del decenio de 1890, los chinos, que empezaban a cono-
cer mejor a los extranjeros, ya podían escoger entre diversos modelos
en potencia, que iban de los reformadores Meiji de Japón a George
Washington, Napoleón Bonaparte y Pedro el Grande. Proliferaban los
periódicos y las historias didácticas en chino que ensalzaban a varios
pensadores occidentales del pasado y reflejaban, a modo de voz de ad-
vertencia para China, los ejemplos de países tales como Polonia, Tur-
quía e India, que habían sido, respectivamente, divididos, arruinados
económicamente y sojuzgados políticamente. Al mismo tiempo, las po-
tencias occidentales volvieron a exigir derechos especiales económicos
y de residencia en China -llamadas a menudo "la rebatiña por conce-
siones»> que hicieron peligrar todavía más a los Qing. En este contex-
to, el emperador Guangxu, que sin duda tenía una visión más amplia
que sus predecesores de las opciones que afrontaba China e incluso ha-

322
bía estado estudiando inglés, decidió reafirmar su propia independencia
como gobernante y actuar en defensa del país. Entre junio y septiem-
bre de 1898 promulgó una serie extraordinaria de edictos que dio a este
periodo el nombre de la «Reforma de Jos Cien Días». Si bien la mayo-
ría de los edictos tenía que ver con propuestas que ya habían hecho los
reformadores de la campaña de fortalecimiento y los disidentes de 1895,
nunca antes había existido un conjunto tan coherente de ideas a favor
de la reforma presentadas por iniciativa del emperador y respaldadas
por su prestigio.
Guangxu pidió que se efectuaran cambios en cuatro campos princi-
pales de la vida y el Gobierno del país. Para reformar el sistema de exá-
menes, ordenó la abolición del formato sumamente estilizado que se
llamaba el «ensayo de ocho etapas», que había estructurado los exáme-
nes durante siglos. También propuso que la belleza de la caligrafia y el
conocimiento de la poesía dejaran de ser criterios decisivos para clasi-
ficar a los aspirantes a un título; ordenó que, en vez de ello, se hicieran
más preguntas relativas a problemas prácticos de Gobierno. También
en el campo de la educación ordenó elevar la categoría de la escuela uni-
versitaria de Pekín y que se añadiera a ella una facultad de medicina,
que las antiguas academias (junto con santuarios reales en desuso) se
convirtieran en escuelas modernas que ofreciesen educación tanto chi-
na como occidental, y que se abrieran institutos de formación profe-
sional para estudios de minería, industria y ferrocarriles. En el campo
más amplio del desarrollo económico, el emperador ordenó que los fun-
cionarios locales coordinasen las reformas en el comercio, la industria
y la agricultura, y que se incrementara la producción de té y seda para
la exportación. Se crearon nuevas oficinas en Pekín para que super-
visaran este crecimiento económico, además de las minas y los ferro-
carriles, y se encargó al Ministerio de Hacienda un presupuesto anual
para todo el país.
Guangxu también abordó el fortalecimiento de las fuerzas armadas.
Gran parte del dinero que había necesitado la marina se había emplea-
do en la reconstrucción del palacio de verano de la emperatriz viuda,
incluida la construcción de un «barco» de mármol para que aquélla se de-
leitase contemplando el lago. Debía formarse ahora una flota de treinta
y cuatro buques de guerra modernos, que se comprarían o se construi-
rían en China. La instrucción del ejército debía estandarizarse siguiendo
pautas occidentales. La preparación y la disciplina de las milicias loca-
les debían mejorarse. Guangxu prometió incluso llevar a la emperatriz
viuda a pasar revista a los nuevos ejércitos en Tianjin. Finalmente, trató
de reforzar la burocracia racionalizándola y simplificando sus procedi-

323
mientas. Quería abolir las sinecuras más obvias y trasladar a algunos de
los funcionarios desplazados a puestos en las nuevas oficinas de plani-
ficación económica.
Para la puesta en práctica de este programa reformista, se hicieron
varios cambios importantes de personal. Li Hongzhang había perdido
progresivamente influencia desde los desastres de la guerra con Japón
y fue despedido del Zongli Yamen. El tutor del propio Guangxu tam-
bién fue expulsado por su prudencia en relación con la escala de la re-
forma. Varios pensadores favorables a la reforma, entre ellos Kang You-
wei, fueron nombrados secretarios del Gran Consejo o del Zongli Yamen
para que pudiesen asistir a debates importantes y hacer llegar memo-
riales al emperador por medio de sus superiores. El emperador concedió
una audiencia a Kang Youwei, que le presentó dos obras de análisis his-
tórico: una sobre la suerte de Polonia; la otra, sobre los triunfos de las
reformas de la Restauración Meiji en Japón. Pero muchos altos funcio-
narios eran contrarios al programa reformista de Guangxu y opinaban
que era perjudicial para el bien a largo plazo de China y que destruiría
los auténticos valores interiores de los chinos. Al parecer, Guangxu pen-
só equivocadamente que su tía Cixi apoyaría su visión de una nueva
China y le ayudaría a vencer la oposición. En realidad, Cixi veía con in-
quietud algunos de los cambios propuestos que amenazaban con debi-
litar la casa reinante Qjng y le preocupaba el hecho de que la facción
que apoyaba a Guangxu parecía peligrosamente subordinada a las pre-
siones e influencias tanto de los británicos como de los franceses.
Si bien los datos son contradictorios, parece que varios reforma-
dores temían que hubiese un golpe contra el emperador y, en conse-
cuencia, hablaron con algunos generales destacados en un intento de
ganarse su apoyo. Esto provocó una reacción violenta cuando las no-
ticias sobre estas maquinaciones llegaron a oídos de la emperatriz viu-
da, que, el 19 de septiembre de 1898, regresó súbitamente a la Ciudad
Prohibida. Dos días más tarde promulgó un edicto que afirmaba que
el emperador le había pedido que volviera a hacerse cargo del poder.
Cixi encerró a Guangxu en el palacio y detuvo a seis de sus asesores
supuestamente radicales, contra los que formularon vagas acusaciones
de conspiración. Antes de que pudiesen siquiera ser juzgados, se llevó
a efecto la orden de Cixi de ejecutarlos, con gran consternación del
partido reformista y de muchos de los extranjeros que estaban en Chi-
na. Kang Youwei se había ausentado de Pekín para cumplir una misión
justo antes de que se produjera el golpe, pero su hermano menor es-
tuvo entre las víctimas. Pusieron precio a su cabeza y Kang Youwei fue
trasladado en un barco británico a un lugar seguro en Hong Kong; des-

324
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L Ren Bonian, 1840-1895, Retrato de un hombre m la. miseria. Reo Bonian, que sirvió en el
Ejército del Reino del Cielo de los Taiping de Hong Xíuquan, presenta la dificil situación
de un amigo, hwnilcle funcionario mal pagado del Gobierno.
2. Una de las calles principales de Pekín, 1907.
3. Patio interior de la casa de un mandarín, Pekín, hacia 18711872 (fotografia de John
Thomson).

4. Mujer con los pies vendados. La tradición de vendar los pies hasta alcanzar puntas de
poco más de siete centímetros causaba dolores intensos a las mujeres y hacía que andar les
resultara dificil, pero era una ayuda para encontrar marido. Cuando las mujeres se quita-
ban las vendas durante las reformas de los Qjng experimentaban tanto dolor como al po-
nérselas por primera vez.
5. La emperatriz viuda Cixi con su séquito.

6. Li Hong7.hang. 7. El prlncipe Gong.


8. La historia del movimiento misionero cristiano en China no es sólo de explotación,
malentendidos y hostilidad. Las escuelas y las publicaciones de las misiones ofrecieron
oportunidades nuevas a los chinos. Mary Stone, licenciada china en una misión que ob-
tuvo su título de medicina por la Universidad de Michigan, opera en el hospital de una
misión (arriba); la doctora Stone con un grupo de misioneros metodistas (abajo).
9. Zou Rong, autor de El ejirúto reootsoo- 10. Qju jin, radical vehemente y partidaria
nano (1903). de la Alianza Revolucionaria de Sun Yat-
sen en sus primeros tiempos.

11.Sun Yar-sen (segundo por la izquierda)con amigos estudiantes radicales en Hong Kong,
1887.
12. Rebelión de los Bóxers, Puerta de Pekín En agosto de 1900 una columna expedicionaria
extranjera de unos veinte mil soldados sofocó la Rebelión de los Bóxers y levantó el sitio
de los recintos extranjeros en Pekín. Una de las principales puertas de entrada en Pekín,
desnuida parcialmente en los combates (arriba); tropas estadounidenses cerca de las tum-
bas de los emperadores Ming (abajo).
13. Kang 'rouwei (izquierda) y Liang Qichao (derecha). Letrados prominentes que coordi-
naron las actividades reformistas de los aspirantes al jinshi en Pekín, primavera de 1895.

14. Lu Xun en japón, a la edad de veinte años (1904), después de cortarse la coleta.
15. Las tropas del Eiérciro Permanente del Norte eran adiestradas en el manejo de pertre-
chos occidentales y en tácticas de la misma procedencia bajo el mando de Yuan Shikai,
1903.

16. Tropas revolucionarias, Hankou, 1911.


17. «Charlie- Soong, uno de los primeros 18. Yuan Shikai tomó posesión de su cargo
seguidores de Sun Yat-sen. Las tres hijas de presidente de la república el 13 de fe-
de Soong se casaron con Sun Yar-sen, brero de 1912, después de que Sun Yat-sen
Chiang Kai-shek y el ministro de Ha- renunciara a sus derechos al título.
rienda del Guomindang, H.H. Kong.

19. Sun Yat-sen (centro), 1912.


20. En Nankín, soldados del Ejército Revolucionario cortan las coletas, símbolo del viejo
orden manchú.
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í

21. jóvenes chinos aprenden secretariado e idiomas occid ental es 0::: 0 el Col egio de Maes-
tros del Gobierno, Nankin.
de allí se trasladó primero a Japón y luego a Canadá. Liang Qjchao tam-
bién huyó de China y empezó su vida de exiliado. Los sueños de Liang
Qjchao y Kang Youwei de un programa reformista coherente que el em-
perador ceordinarta en nombre de una nueva China habían termina-
do en desastre.

Tres caras del nacionalismo


Durante 1898 Y 1899, como parte de su oleada general de expansión
imperialista, las potencias extranjeras intensificaron sus presiones yabu-
sos en China. Los alemanes usaron el pretexto de un ataque a sus mi-
sioneros para ocupar la ciudad portuaria de Qjngdao, en Shandong, y
reclamar derechos sobre las minas y los ferrocarriles en e! campo cerca-
no. Los británicos se apoderaron de! puerto de Weihaiwei, en e! norte
de la península de Shandong (donde estaba anclada la flota de los Qjng
cuando los japoneses la habían hundido tres años antes), y obligaron a
los Qjng a concederles en arrendamiento durante noventa y nueve años
una gran extensión de fértiles tierras de labranza en la península de
Kowloon, al norte de Hong Kong, que a partir de entonces los británi-
cos llamaron "Los Nuevos Territorios». Los rusos incrementaron su pre-
sencia en Manchuria y ocuparon Lüshun, donde construyeron fortifi-
caciones inmensas. Los franceses reclamaron derechos especiales en la
frontera de TonIdn con las provincias de Yunnan, Cuangxi y Guangdong,
y en la isla de Hainan. Los japoneses, que ya eran dueños de Taiwan,
continuaron ejerciendo presiones sobre Corea e intensificaron su pe-
netración económica en la China centraL Puede que los intentos de Es-
tados Unidos de declarar una política de "puertas abiertas» para China, en
virtud de la cual todos los países acordarían no negar a los otros el ac-
ceso a sus esferas de influencia, surtiera algún efecto moral y retrasase la
división de China, pero no había sanciones que obligasen a cumplir di-
cha política. Algunos chinos empezaron a temer -con bastante razón- que
su país estuviera a punto de ser "cortado en rodajas como un melón».
En este clima de hostilidad y miedo nació en China una fuerza vi-
gorosa. Las numerosas formas bajo las que apareció pueden englobarse
en el término general de nacionalismo, que para los chinos comprendía
una conciencia nueva y apremiante de su relación con las fuerzas ex-
tranjeras y con los manchúes. Incluía también el sentido del pueblo
chino como unidad, que debía movilizarse para su propia superviven-
cia. Podemos ver el crecimiento de este fenómeno en tres ejemplos:

337
la rebelión de los bóxers en 1900, la publicación de El Ejército Revolu-
cionario, de Zou Rong, en 1903, y el boicot a los estadounidenses de
1905.
Los «Bóxers Unidos en la Justicia», como se llamaban a sí mismos,
aparecieron por primera vez como fuerza en el noroeste de Shandong
durante 1898. Su nombre y los ritos marciales que practicaban tenían
su origen en varias sociedades secretas y unidades de autodefensa que se
habían propagado por el sur de Shandong durante los años anteriores,
principalmente para responder a las provocaciones de los misioneros
occidentales y sus conversos chinos. Algunos bóxers creían ser invul-
nerables a las espadas y las balas y tenían un panteón ecléctico de es-
píritus y protectores sacados de la religión y las novelas populares y las
obras de teatro callejero. Aunque carecían de una dirección unificada,
los bóxers reclutaban sus efectivos entre agricultores locales y otros tra-
bajadores desesperados a causa de las inundaciones desastrosas y las
posteriores sequías en Shandong; empezaron a pedir que se pusiera fin
a los privilegios especiales de los chinos convertidos al cristianismo y a
atacar tanto a éstos como a los misioneros cristianos. A comienzos
de 1899 ya habían destruido o robado muchas propiedades de cristia-
nos chinos y asesinado a varios de ellos en la zona fronteriza de Shan-
dong-Hebei. Los sucesos sembraron gran alarma entre los extranjeros,
que exigieron que los Qjng reprimieran a los bóxers y sus seguidores.
Los bóxers respondieron con una consigna popular, «Reavivad a los
Qjng, destruid al extranjero», que pronto se convirtió en rimas alegres
y ramplonas, algunas de las cuales, escritas en carteles, se colgaban en
las paredes cerca de los altares de los bóxers o en las esquinas:

Sus hombres son todos inmorales:


Sus mujeres verdaderamente viles.
Para el Diablo es el sexo madre-hijo
Lo que sirve para reproducirse.

Ninguna lluvia viene del Cielo,


La tierra está seca y reseca.
y todo porque las iglesias
Han embotellado el firmamento.

Cuando por fin todos los Diablos Extranjeros


Sean expulsados hasta el último hombre,
Los Grandes Qing, unidos, juntos,
Traerán la paz a esta tierra nuestra."

338
En la primavera de 1900, el año que, según las predicciones de sus
líderes, sería el amanecer de una nueva era religiosa, los bóxers ya ha-
bían experimentado un crecimiento espectacular. Quizás el setenta por
ciento de ellos eran campesinos pobres, varones y jóvenes. El resto pro-
cedía de una amplia mezcla de trabajadores itinerantes y artesanos, como
en tantos levantamientos anteriores contra los Qjng. En las filas de Jos
bóxers había vendedores ambulantes y hombres que tiraban de rick-
shaws, porteadores de sillas de mano, barqueros de los canales, guar-
nicioneros, afiladores y barberos; algunos eran soldados expulsados y
contrabandistas de sal. Había también grupos de mujeres, el más im-
portante de los cuales era el llamado Faroles Rojos Relucientes, niñas y
mujeres por lo general de entre doce y dieciocho años cuyos poderes
femeninos se invocaban para combatir la «contaminación» de las mu-
jeres cristianas chinas, de las que se creía que debilitaban a los hombres
bóxers. La más conocida entre estas mujeres era -Lotus» Huang, hija de
un barquero pobre y ex prostituta que, según se creía, era poseedora
de poderes espirituales únicos. Otras mujeres formaban grupos deno-
minados «Faroles Sartenes» y alimentaban a las tropas bóxers con el con-
tenido de ollas que supuestamente volvían a llenarse por arte de magia
después de cada comida.
Todavía sin ninguna dirección coordinada, grupos de bóxers empe-
zaron a llegar a Pekín y Tianiin a principios de junio. Vagaban por las
calles vestidos con uniformes abigarrados de color rojo, negro, o lucien-
do turbantes amarillos y polainas rojas, y amuletos blancos en las mu-
ñecas; acosaban -y a veces mataban- a chinos convertidos al cristia-
nismo e incluso a los que poseían objetos extranjeros: lámparas, relojes
o cerillas. Los bóxers también dieron muerte a cuatro ingenieros france-
ses y belgas y a dos misioneros ingleses, destruyeron las vías del ferro-
carril, incendiaron las estaciones y cortaron los hilos telegráficos. Los
poderosos funcionarios provinciales titubeaban, al igual que la corte
Qing, y a veces protegían a los extranjeros respondiendo con su fuer-
za a la fuerza de los bóxers, y otras veces parecían condonar o incluso
aprobar las muestras de «lealtad» antiextranjera de los bóxers.
El 17 de junio los occidentales arrebataron los fortines de Dagu a
las fuerzas de los Qing con el fin de cubrir un desembarco de tropas en
el caso de que estallara una guerra a gran escala. Dos días después lle-
garon a Pekín noticias de la batalla de los fortines de Dagu, el ministro
alemán fue muerto a tiros en la calle cuando se dirigía al Zongli Yamen
para una entrevista y fuerzas bóxers pusieron sitio al barrio de las lega-
ciones extranjeras. El 21 de junio la emperatriz viuda, que ahora alaba-

339
ba a los bóxers como milicia leal, hizo pública una «declaración de guerra»
contra las potencias extranjeras que, entre otras cosas, decía:

Los extranjeros han sido agresivos para con nosotros, han violado nuestra
integridad territorial, han pisoteado a nuestro pueblo... Oprimen a nues-
tro pueblo y blasfeman contra nuestros dioses. El pueblo llano sufre mu-
cho a manos [de los extranjeros], y todo el mundo quiere vengarse. Por
esta razón los bravos seguidores de los bóxers han estado quemando igle-
sias y matando cristianos. J

Ahora que la emperatriz viuda y altos funcionarios manchúes esta-


ban claramente a su favor, los bóxers lanzaron una serie de ataques con-
tra los recintos de las misiones y los extranjeros. Los ataques fueron es-
pecialmente feroces en Hebei, Henan y en Shanxi, donde tuvo lugar
la peor atrocidad. El gobernador manchú, Yuxian, llamó a los misione-
ros y sus familias a la capital provincial, Taiyuan, y prometió proteger-
les de los bóxers. Pero cuando llegaron ordenó que los mataran a todos,
cuarenta y cuatro hombres, mujeres y niños.
En Pekín el cuerpo diplomático extranjero y sus familias se retira-
ron a una zona defensiva que se componía principalmente de los re-
cintos británico, ruso, alemán, japonés y estadounidense, y estaba de-
fendida por barricadas improvisadas a toda prisa con muebles, sacos
terreros, maderas y colchones. Si los bóxers hubieran estado mejor or-
ganizados o si más tropas del ejército regular de los Qing hubiesen par-
ticipado en el ataque, sin duda todos los occidentales habrían muerto.
Pero el ataque no se lanzó de forma coordinada, los ejércitos mo-
dernizados se mantuvieron al margen y los poderosos gobernadores
generales de la China central buscaron evasivas y se negaron a enviar
a sus tropas recién adiestradas.
EI4 de agosto de 1900 salió de Tianjin una columna de fuerzas ex-
pedicionarias extranjeras formada por unos veinte mil soldados, princi-
palmente japoneses, rusos, británicos, estadounidenses y franceses, bajo
una compleja estructura de mando conjunto. La resistencia de los bó-
xers se desmoronó rápidamente, comandantes clave de los Qjng se sui-
cidaron y las tropas occidentales entraron en Pekín desde el este y le-
vantaron el asedio de los bóxers el 14 de agosto. La emperatriz viuda y
su sobrino Guangxu huyeron al oeste y establecieron una capital pro-
visional en la ciudad de Xi'an, en el valle del río Wei. Después de una
campaña prolongada y a menudo encarnizada, a cargo principalmente
de una fuerza expedicionaria recién llegada e integrada por tropas ale-
manas, y de negociaciones complejas con la corte fugitiva y Li Hong-

340
zhang (una vez más, mediador indispensable), en septiembre de 1901 se
firmó un tratado oficial de paz, el llamado Protocolo de los Bóxers.
Los Qing accedieron en este protocolo a erigir monumentos en me-
moria de los más de doscientos occidentales muertos, prohibir todos
los exámenes durante cinco años en las ciudades donde habían tenido
lugar las atrocidades contra los extranjeros, prohibir por completo las
importaciones de armas a China durante dos años, permitir la presen-
cia permanente de vigilantes extranjeros y el emplazamiento de armas
defensivas para proteger el barrio de las legaciones, convertir el Zongli
Yamen en un Ministerio de Asuntos Exteriores con todo el prestigio
debido y ejecutar a los principales partidarios de los bóxers, incluido
Yuxian, el gobernador de Shanxi. También accedieron a pagar una in-
demnización de 450 millones de taels (alrededor de sesenta y siete mi-
llones de libras, lo que equivalía a 33 millones de dólares de acuerdo
con los tipos de cambio de entonces) por los daños causados a vidas
y propiedades extranjeras, suma asombrosa en unos tiempos en que los
ingresos anuales de los Qjng se calculaban en unos doscientos millo-
nes de taels en total. Los pagos debían efectuarse en oro, siguiendo una
escala ascendente, con un cuatro por ciento de intereses, hasta que la
deuda quedara amortizada el31 de diciembre de 1940. Incluidos todos
los intereses, los pagos que debían hacerse durante el periodo de trein-
ta y nueve años ascenderían a casi mil millones de taels en total (exacta-
mente 982.238.150).
En enero de 1902 la emperatriz viuda y su sobrino Guangx:u regre-
saron en tren de Xi'an a Pekín, donde Li Hongzhang acababa de morir
por causas naturales a los setenta y ocho años de edad. Cixi volvió a es-
tablecer su residencia en la Ciudad Prohibida, que durante más de un
año había sido e! cuartel general de la fuerza expedicionaria extranjera.
A finales de! mismo mes, en un gesto de reconciliación aparentemente
sincero, recibió personalmente en su palacio a los máximos represen-
tantes del cuerpo diplomático extranjero; e! 1 de febrero, en otro gesto
sin precedentes, ofreció una recepción a sus esposas. Pero al emperador
Guangx:u aún no se le permitió desempeñar un pape! político manifiesto.
Tanto Sun Yat-sen como Kang Youwei, los dos reformadores exilia-
dos, intentaron sacar partido de la confusión que había causado la re-
belión de los bóxers y lanzaron sus propios ataques contra los Qjng
durante 1900. El de Kang Youwei tuvo lugar en Hubei y Anhui en agos-
to y e! de Sun Yat-sen, en Huizhou, al este de Cantón, en octubre. El
objetivo de Kang Youwei era colocar a Guangx:u nuevamente en el po-
der como monarca constitucional, mientras que Sun Yat-sen quería fun-
dar una república china. Ninguno de los dos planes estaba bien finan-

341
C O REA

...

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lA REBElió N DE
W S BÓXEllS, 1898·190 J

ciado ni bien coordinado y las tropas de los Qjng sofocaron ambos sin
dificultad.
Las formas de protesta volvieron a quedar en manos de Jos mani-
puladores de la palabra escrita. El más perspicuo de ellos resultó ser un
estudiante de dieciocho años llamado Zou Rong, cuya obra ofrece un se-
gundo ejemplo de los nuevos tipos de nacionalismo. Zou Rong era uno
más del número cada vez mayor de jóvenes chinos que, en el año pos-
terior a la guerra sinojaponesa, habían ido a estudiar a Japón; impresio-
nados por el poderío japonés, estos estudiantes querían observarlo en
origen. La aparente incapacidad de los Qjng de reaccionar creativamen-
te en su momento de crisis consternó a Zou Rong. Como hicieran en su
día ciertos líderes de sociedades secretas y de los 'Iaiping, echó la culpa
a los manchúes en particular, pero, a diferencia de los rebeldes anterio-
res, fue más allá de las consignas y redactó una crítica larga y detallada
de la debilidad manchú. Irónicamente, pudo hacerlo porque, desde su
vuelta de Japón , vivía en la zona de concesiones extranjeras de Shanghai,
donde, al amparo de complejos acuerdos jurisdiccionales sobre «extra-
territorialidad», los residentes se hallaban sometidos a los llamados tri-
bunales «mixtos», en los cuales dominaban usos jurídicos occidentales.

342
Los residentes podían escribir y difundir sus escritos con una libertad
que les estaba vedada a quienes vivían en poblaciones ordinarias super-
visadas por los magistrados y la policía de los Qing.
Zou Rong reunió sus ideas antimanchúes en un libro corto titulado
El Ejército Revolucionario (1903). Empleando un lenguaje resonante, ins-
tó a sus compatriotas chinos a rechazar el yugo manchú y hacerse due-
ños de su propio destino. Declaró que los chinos se habían convertido
en una raza de esclavos y que hombres como Zeng Guofan, extermi-
nador de los Taiping, lejos de ser héroes eran los lacayos de los man-
chúes y los carniceros de su propia gente. Los chinos deberían apren-
der de los ejemplos europeos que es posible derrocar la tiranía nacional
y liberar su país de la dominación extranjera si el pueblo es conscien-
te de su unidad y lucha codo con codo. Tal como escribió Zou Rong:

No me duele repetir una y otra vez que internamente somos esclavos de


los manchúes y padecemos su tiranía, externamente nos están hostigan-
do las Potencias y nos vemos doblemente esclavizados. LJ. razón por la
cual nuestra sagrada raza han, descendiente del Emperador Amarillo, de-
berla apoyar la independencia revolucionaria surge precisamente de la cues-
tión de SI nuestra raza se hundirá y será exterminada."

y pidió enfáticamente a sus compatriotas han que recuperasen su


destino:

Poseéis Gobierno, dirigidlo vosotros mismos; tenéis leyes, guardadlas vo-


sotros mismos; tenéis industrias, administradlas vosotros mismos; poseéis
fuerzas armadas, dadles órdenes vosotros mismos; poseéis tierras, velad por
ellas vosotros mismos; tenéis recursos inagotables, explotadlos vosotros
mismos. Estáis capacitados en todos los sentidos para la independencia
revolucionaria. 5

Estos estimulantes llamamientos, hechos en medio de otras exigen-


cias de reformas tales como asambleas elegidas, igualdad de derechos
para las mujeres y garantías de libertad de prensa y de reunión, consti-
tuían una mezcla apasionante. El opúsculo tuvo mucha difusión y Sun
Yat-sen en particular 10 aprovechó como medio de rebasar al mucho
más cauto Kang Youwei, y distribuyó miles de ejemplares entre sus pro-
pios partidarios en San Francisco y Singapur. Los funcionarios de los
Qjng ejercieron fuertes presiones sobre las autoridades occidentales de
Shanghai para que entregasen a Zou Rong y a los escritores y periodis-
tas que habían colaborado con él para publicar la obra y hacerla circu-

343
lar. Los occidentales se negaron y en 1904 Zou Rong fue acusado de dis-
tribuir escritos incendiarios y juzgado en e! Tribunal Mixto de Shanghai.
La sentencia fue de dos años, mientras que un tribunal de los Qjng se
hubiera apresurado a condenarlo a muerte. Debido a una cruel ironía,
Zou Rong, que se había librado de un fin humillante y doloroso a ma-
nos de los Qing, enfermó en prisión y murió a comienzos de 1905. Aun-
que sólo contaba diecinueve años, había logrado dejar una huella ex-
traordinaria en su tiempo.
Durante e! proceso de Zou Rong había ido en aumento otra oleada
de protestas contra los abusos de los extranjeros. Desde la aprobación
en Estados Unidos de las leyes de exclusión de los chinos en 1882, y
su ratificación forzosa por medio de un tratado, los estadounidenses
habían cometido muchos actos hostiles contra los inmigrantes chinos.
Funcionarios de inmigración del Departamento del Tesoro de Estados
Unidos irrumpían en los domicilios de los chinos en ciudades esta-
dounidenses con e! pretexto de verificar sus papeles; el acoso y las de-
portaciones eran comunes; y los chinos que llegaban a puertos esta-
dounidenses -incluidos visitantes de estatus elevado tales como las
delegaciones que fueron invitadas a la Exposición de San Luis en 1904-
eran maltratados e insultados. Los motivos de queja aumentaron cuan-
do las medidas de exclusión estadounidenses se hicieron extensivas a los
chinos que residían en Hawai y Filipinas.
En 1905 ya había empezado a surgir en China un nuevo tipo de
respuesta que suponía una tercera forma de expresar los sentimientos
nacionalistas. A instancias del ministro chino en Washington, el recién
creado Ministerio de Asuntos Exteriores de los Qjng se indignó tanto al
saber de los malos tratos de que eran objeto los chinos que se negó a
renovar el tratado de inmigración con Estados Unidos. Para reforzar
la posición de China, mercaderes de Cantón, Shanghai, Xiamen, Tian-
jin y otras partes declararon el boicot total a las mercancías estadouni-
denses en junio de 19D5. Ya se habían declarado boicots parecidos antes,
entre los que destacaba el de los mercaderes de Hankou en el decenio
de 1880, pero ninguno tan generalizado y cargado de ideología. A pe-
sar de las protestas del Gobierno estadounidense y de la intervención
de algunos funcionarios locales de los Qjng, especialmente en los puer-
tos del norte de China, el boicot fue eficaz en muchas ciudades, en par-
ticular en Cantón y Shanghai. La corte de los Qjng acabó cediendo ante
las presiones estadounidenses y dio a conocer una proclamación con-
tra el boicot; pero como los ejemplares de la proclamación se coloca-
ron al revés en muchas ciudades, los boicoteadores pensaron con razón
que la actitud de la corte era ambivalente. Con el apoyo de fondos de

344
las comunidades chinas de California y Oregón, así como del fervor
patriótico de los estudiantes chinos -muchos de los cuales acababan de
regresar después de estudiar en japón-, los mercaderes chinos se nega-
ron a comerciar con artículos estadounidenses tales como cigarrillos,
algodón, queroseno y harina. Hasta finales de septiembre no se resque-
brajó su solidaridad y empezó una lenta vuelta del comercio a la nor-
malidad. Aunque no fue tan dramático a primera vista como la violencia
de los bóxers o la retórica vehemente de Zou Rong, este intento de res-
ponder a la humillación nacional utilizando medidas económicas con-
certadas señaló un nuevo tipo de movimiento popular en la historia
de China.

Fuerzas emergentes

El aumento de la fuerza y la complejidad del nacionalismo chino


no fue más que uno de los aspectos de una nueva búsqueda de iden-
tidad que trascendía todas las clases sociales en las postrimerías del pe-
riodo Qjng. Presiones económicas, políticas, educativas y sociales em-
pezaron ahora a afectar a prácticamente toda la población de China,
excepto, quizás, a la gente que estaba atada a pautas tradicionales de
vida rural muy lejos de las ciudades. Incluso estos agricultores pobres,
sin embargo, comprendieron que los impuestos tenían que subir para
pagar las nuevas reformas y se juntaron para protestar en muchas par-
tes del país, pero fueron reprimidos sin contemplaciones por las tropas
de los Qing y los agentes de los recién fundados cuerpos de policía.
Entre los que en otro tiempo no hubiesen sido escuchados pero aho-
ra, en los últimos años de la dinastía, hacían oír sus VOces con mayor
efecto estaban los estudiantes en ultramar, las mujeres, los mercaderes
y los trabajadores urbanos.
Después de que la misión oficial integrada por estudiantes volviera
de Hartford, Connecticut, en el decenio de 1880, una nueva oleada de
estudiantes chinos partió con destino a Europa, donde Gran Bretaña y
Francia eran lugares de destino que gozaban de especial preferencia. Un
pionero de este movimiento fue Yan Fu, que se había educado en la
escuela de los astilleros de Fuzhou en el decenio de 1860 y en 1877 ha-
bía sido enviado a Inglaterra, donde se matriculó en las escuelas navales
de Portsmouth y Greenwich. En ellas estudió la tecnología naval bri-
tánica, que seguía siendo la mejor del mundo a pesar de la fuerte com-
petencia de los alemanes. También dedicó mucho tiempo a examinar los

345
usos jurídicos occidentales y empezó a leer mucha teoría política occi-
dental. Estas lecturas despertaron en él interés por los llamados «dar-
winistas sociales», los que pretendían aplicar al destino de las unidades
sociales las teorías de Charles Darwin sobre la evolución de las especies.
Para los chinos estas teorías, que hablaban de la «supervivencia de
los más aptos» y de la necesidad de adaptación creativa para evitar la
extinción de la especie, parecían tener una triste relación con la situa-
ción dificil en que se encontraba su país. Las traducciones de estas obras
al chino que hizo Yan Fu tuvieron mucha circulación. Después de vol-
ver a China en 1879, Yan Fu también trabajó como administrador en
la Academia Naval de Beiyang de Li Hongzhang y se convirtió en su-
perintendente en 1890. Además de cumplir sus otras obligaciones, que
eran muchas, se embarcó en una serie de traducciones de obras influ-
yentes tales como Evolution and Etbics, de Thomas Huxley, Sobre la li-
bertad, de John Stuart Mill, El espíritu de las Ieyes. de Montesquieu, y La
riqxeza de las naciones, de Adam Smith. Aunque con frecuencia se sen-
tía deprimido y fracasado en su carrera profesional en la academia de
Beiyang -la depresión extrema le llevó a la adicción al opio-, Yan Fu
logró introducir una serie electrizante de ideas en los estudiantes chinos.
Cuando la corte de los Qjng ordenó la abolición del t.radicional
sistema de exámenes confuciano en 1905, se abrieron de par en par las
puertas para hacer una afortunada carrera intelectual o académica y
surgieron opciones nuevas para la juventud china. Un joven llamado
Zhou Shuren, que llegaría a ser el más famoso autor de narraciones
cortas de China con el seudónimo de «Lu Xun», se vio atrapado por
estas corrientes nuevas. Tras formarse en escuelas confucianas locales
de Zhejiang, Lu Xun leyó en su adolescencia las obras de Yan Fu so-
bre darwinismo social y luego se unió al gran éxodo de estudiantes chi-
nos a Japón, que se había convertido en un imán para los jóvenes
chinos. Mucho más cerca y barato que Estados Unidos o Europa, con
una escritura en común y una forma de vestir y una dieta no tan dis-
tintas, Japón ofrecía un modelo atractivo después de derrotar a los chi-
nos en 1894, y este atractivo se hizo aún mayor tras la derrota aplas-
tante que infligió a las fuerzas rusas en Lüshun en 1904. El medio que
habían empleado los japoneses para injertar una estructura constitu-
cional en el sistema imperial vigente despertó hondo interés entre los
jóvenes chinos de mentalidad reformista. Fue también en la prensa ja-
ponesa donde los chinos descubrieron un vocabulario nuevo que los
japoneses habían creado poco antes para expresar grandes conceptos im-
portados de Occidente, tales como «derechos humanos», «constitucio-
nes», «democracia», «representación» y «parlamento». Dado que los ja-

346
poneses usaban caracteres chinos en su propio sistema de escritura, es-
tas palabras de nuevo cuño podían trasladarse a China con aparente
facilidad, si bien en realidad era frecuente que los caracteres chinos que
se empleaban para estos neologismos tuvieran en China un sentido pro-
pio que chocaba con los significados nuevos que se les quería dar. Las
facultades de derecho y de medicina de Japón, sus academias militares,
Jos departamentos de ciencias políticas y económicas, etcétera, parecían
ofrecer a los chinos nueva esperanza en unos momentos en que daba
la impresión de que la «esencia» china tradicional era más frágil cada
año ante el abrumador poderío práctico de Occidente.
Fue mientras estudiaba medicina en Japón en 1905 cuando Lu Xun
sufrió una fuerte impresión al ver una diapositiva para linterna mági-
ca en la que japoneses triunfantes ejecutaban a un supuesto traidor chi-
no en medio de un nutrido y apático corro de espectadores chinos. De-
cidió entonces renunciar a la medicina y concentrarse en la literatura,
la cual, según creía, podía a su vez dar una sacudida a los chinos para
que tomasen conciencia de su lamentable situación. Lu Xun pensaba que
mientras la vida cultural y espiritual de China siguiera inmersa en el
caos, poco sentido tenía preocuparse por la salud de los cuerpos chi-
nos. Empezó un programa de traducción al chino de obras importantes
de realismo social procedentes de Europa y Rusia para que los estudian-
tes chinos comprendieran los grandes asuntos que habían dominado
otras partes del mundo durante el medio siglo anterior.
Las autoridades chinas sólo podían supervisar de forma poco rigu-
rosa a los miles de estudiantes chinos que estaban en Japón. aunque
muchos de ellos se mantenían gracias a becas del Gobierno y teórica-
mente se les podía mandar de vuelta a casa por mal comportamiento.
En sus filas excitables y enérgicas encontró Sun Yat-sen a jóvenes de-
seosos de afiliarse a sus organizaciones contrarias a los Qjng, y en 1905
su organización revolucionaria se unió a varios grupos radicales para
formar la «Alianza Revolucionaria» (Tongmeng hui). La nueva asocia-
ción trataba de infiltrar a algunos de sus miembros en China cuando
terminaban sus estudios, con el fin de que preparasen una insurrección
militar. La ideología de la Alianza era una mezcla de las ideas revolu-
cionarias de Sun Yat-sen -que eran fruto de su periodo de estudios
europeos y de las lecturas subsiguientes- y teorías socialistas sobre la
igualación de la contribución territorial y la necesidad de controlar el
desarrollo capitalista. El osado llamamiento de Sun Yat-sen a favor del ac-
tivismo revolucionario era cada vez más convincente que el llama-
miento, más prudente, de Kang Youwei a favor de la monarquía cons-
titucional y la protección del emperador Guangxu.

347
Entre los chinos que estudiaban en Japón había muchas mujeres jó-
venes y esto causó un cambio drástico en la vida social y política chi-
na. Si bien algunos «revolucionarios» chinos todavía se llevaban a sus
concubinas de pies vendados a Japón, muchas jóvenes independientes,
animadas por sus propios padres o hermanos, se quitaban las vendas
de los pies y luchaban para obtener una educación suficiente o incluso
avanzada. Encontraban apoyo moral y social en hermandades de mu-
jeres que prometían alojamiento y ayuda económica si se quedaban sol-
teras, en grupos de hombres que se comprometían a casarse con jóve-
nes de «pies grandes», que seguían considerándose poco elegantes, y en
escuelas que alentaban activamente su deseos de educarse. Estas muje-
res tenían ahora modelos nuevos en famosas figuras occidentales como
Juana de Arco, Madame Roland, Plorence Nightingale y Catharine
Beecher, cuyas biografias se traducían, publicaban y volvían a publicar-
se en revistas. Existían también imágenes nuevas y austeras tales como
la joven radical rusa Sophia Perofskaya, que asesinó al zar Alejandro II
y que, si bien fue detenida y ejecutada, pasó a ser un modelo de in-
transigencia y valor femeninos frente al mal Gobierno autocrático.
Aunque las cifras seguían siendo pequeñas -en 1909 sólo alrededor
de trece mil muchachas estaban matriculadas en escuelas en toda Chi-
na y unos cuantos centenares más en el extranjero-, para estos miles
de jóvenes chinas éste fue un periodo de adquisición ininterrumpida de
habilidades literarias y de reflexión prudente sobre la debilidad de Chi-
na y las restricciones de la vida en familia. Pero un ejemplo vívido de la
puesta en práctica literal de los objetivos más revolucionarios de las mu-
jeres lo ofreció Qju Jin, una joven de la misma parte de Zhejiang que
el escritor Lu Xun. Cuando era joven sus padres concertaron el ma-
trimonio de Qju Jin con un hombre que no le gustaba y era hijo de un
mercader. Qju Jin dio dos hijos a su esposo antes de abandonar súbi-
tamente a su familia e irse sola a Japón en 1904. Allí se mantuvo con la
venta de sus joyas y con la ayuda de amigos y empezó a estudiar múl-
tiples materias occidentales y a hablar en público sobre la necesidad de
la reforma.
Atraída hacia la órbita de la Alianza Revolucionaria de Sun Yat-sen,
a Qju Jin le gustaba ir vestida de hombre de vez en cuando y experi-
mentar con explosivos. Tras volver a China en 1906, se convirtió en
maestra radical de una escuela pequeña de Zhejiang, mantuvo sus con-
tactos con miembros de la Alianza Revolucionaria y se reunía con miem-
bros de sociedades secretas locales. Solía hacer instrucción militar y
montaba a caballo a horcajadas, lo cual inevitablemente la hizo obje-
to de críticas por parte de sus vecinos más conservadores, pero 10-

348
gró conservar su puesto de maestra. Fue en su escuela donde, en julio
de 1907, junto con un amigo revolucionario de Anhui, trató de insti-
gar un levantamiento contra los Qjng. Tropas locales la capturaron sin
dificultad y fue ejecutada tras un breve juicio. Tal vez hubo quien dijo
que la vida de Qiu jin había sido corta, infeliz y fútil; pero el ejem-
plo que dejó fue de valor e iniciativa ante hondas frustraciones nacio-
nales, y otras mujeres chinas continuarían la lucha por las libertades
políticas.
El mundo comercial de los mercaderes chinos también se veía agi-
tado por los cambios en este periodo. Hemos señalado que los esta-
distas que promovían el «fortalecimiento» habían tratado de ampliar la
base económica de China mediante la creación de «compañías super-
visadas por el Gobierno y administradas por mercaderes» y que algu-
nas de éstas habían tenido éxito en campos tales como el transporte
marítimo y la minería. Pero los problemas causados por la coinciden-
cia parcial de jurisdicciones y la falta de capital frenaron estos esfuer-
zos y en el decenio de 1890 el Gobierno estaba más interesado por las
llamadas «compañías administradas conjuntamente por funcionarios y
mercaderes». La creación de muchas de ellas la fomentaron funciona-
rios de Shanghai o el gobernador general Zhang Zhidong en Hunan-
Hubei, y entre ellas había varias fábricas nuevas de hilados y tejidos, con
un capital como mínimo de 500.000 taels. El capital lo reunieron fun-
cionarios ricos que actuaron de consuno con la pequeña nobleza y los
mercaderes locales, aunque en algunos casos estos últimos fueron en
esencia obligados a «contribuir» por funcionarios provinciales. Sólo ha-
bía un paso de este nivel de actividad a que algunos funcionarios pro-
vinciales actuasen como empresarios independientes o algunos ricos
locales creasen sus industrias propias sin apoyo de! Estado. El yema de
Zeng Guofan, Nie, era un alto funcionario que invirtió en las nuevas
fábricas de algodón de Shanghai; a su vez, los dos hijos de Nie, que ha-
blaban inglés y no tenían ningún cargo oficial, se convirtieron en im-
portantes creadores de capital que dieron a la familia beneficios de más
de cien mil taels en 1904.
Dado que la corte Qjng, la burocracia metropolitana de Pekín, los
funcionarios provinciales y los mercaderes tenían sus propios intereses
y apoyos, resultó imposible crear e! tipo de política económica coor-
dinada que tan buenos resultados había dado en Japón durante la Res-
tauración Meiji. Aun así, algunos cortesanos importantes intentaron
hacer algo en ese sentido. El príncipe Chun, por ejemplo, hermano del
emperador Guangxu, conoció a muchos mercaderes chinos de ultra-
mar en el viaje diplomático que hizo para pedir disculpas a los gobier-

349
nos occidentales por las matanzas que hubo durante la rebelión de los
bóxers. Regresó a China convertido en partidario resuelto de la deci-
dida intervención del Estado en la economía. En parte a instancias su-
yas, en 1903 los Qjng fundaron un Ministerio de Asuntos Comercia-
les (Shangbu) cuya categoría era parecida a la de los seis ministerios
de antaño y el nuevo Ministerio de Asuntos Exteriores. El Ministerio de
Asuntos Comerciales tenía cuatro oficinas principales: una se ocupaba
del comercio (patentes y monopolios incluidos); otra, de la agricultura
y la silvicultura; la tercera, de la industria, y la última, de las «audito-
rías» (que abarcaban campos tales como la banca, las ferias comerciales,
pesos y medidas, y pleitos comerciales).
Al mismo tiempo, el Estado instaba a formar cámaras de comercio
con la esperanza de que facilitaran el control central sobre los merca-
deres. Al parecer, los Qjng no se dieron cuenta de que las cámaras de
comercio también podían dar a los comerciantes una sensación de ini-
ciativa y autonomía locales. La Cámara de Comercio de Shanghai, in-
tegrada por miembros de los gremios urbanos tradicionales, de las ins-
tituciones bancarias locales y del empresariado recién enriquecido, se
organizó en 1903, si bien continuaron dominándola figuras financie-
ras de la ciudad de Ningbo, en la provincia de Zhejiang. La cámara de
Cantón tardó más en crecer debido a la poca disposición local a per-
mitir la supervisión central, pero en 1905 ya era una fuerza económi-
ca. Ambas cámaras desempeñaron un papel importante en la dirección
del boicot a los estadounidenses a finales de 1905. Cuando aumentó su
riqueza, los mercaderes chinos del Sudeste Asiático (y, en menor medi-
da, de Canadá y Estados Unidos), empezaron a invertir también en cier-
tas empresas chinas o a poner capital a disposición de otros para que
lo invirtiesen.
Estas nuevas formas de comercio y desarrollo industrial se convir-
tieron, al igual que el imperialismo extranjero, en causas de dislocación
en las vidas de los trabajadores urbanos. Documentos dispersos per-
miten ver las respuestas de estos trabajadores. En los comienzos del pe-
riodo Qjng se habían registrado ejemplos de interrupción de las acti-
vidades en los mercados urbanos y huelgas entre trabajadores tales como
los horneros de las fábricas de porcelana de jiangxi y los hombres que
tiraban de las barcazas que transportaban cereales en el Gran Canal. Pero
una carta que en 1897 escribió en Shanghai un vendedor estadouni-
dense de veintiocho años de la Winchester Repeating Arms Company
muestra el aumento de las tensiones urbanas en medio de nuevas reali-
dades sociales, así como la rapidez con que los extranjeros podían ver-
se envueltos en ellas.

350
El autor de la carta describe un conflicto que surgió a finales de
marzo de 1897, cuando el Consejo Municipal de Shanghai decidió su-
bir el impuesto que cobraba a los culis que manejaban carretillas y que
de cuatrocientas monedas de cobre al mes pasarían a pagar seiscientas
(un salto de 25 a 37,5 centavos según los tipos de cambio de entonces).
En señal de protesta, los culis se organizaron y el 1 de abril ya habían
desaparecido de las calles todas las carretillas. Días después, cuando un
culi solitario trató de pasar de la concesión francesa a la concesión in-
glesa con una carretilla llena de desperdicios, una multitud de trabaja-
dores le propinó una paliza y le destruyó la carretilla. Un policía que
acudió en ayuda del culi agredido también fue apaleado. Unos occi-
dentales vieron desde su club que el policía estaba en apuros y se acer-
caron para socorrerle, a la vez que policías montados trataban de ayudar
a los occidentales, pero que tuvieron que desmontar porque sus ponis
tenían miedo de la multitud. Los culis se enfrentaron a las espadas de-
senvainadas de los policías con palos y ladrillos que arrancaron de pa-
redes cercanas. Cuatro toques de sirena de una cañonera británica
atrajeron a «voluntarios» occidentales al lugar del altercado en veinte
minutos y los culis fueron dispersados; tres de ellos murieron y dos
policías resultaron heridos. Antes de que transcurrieran treinta minu-
tos llegaron marinos de cuatro buques extranjeros y ocuparon puentes
y espacios públicos clave. La paz volvió a las calles y el Consejo Mu-
nicipal decidió aplazar el aumento del impuesto hasta julio.'
Hankou también se hallaba experimentando un desarrollo industrial
espectacular bajo Zhang Zhidong y en el decenio de 1890 ya eran más
de diez millos trabajadores empleados en plantas industriales moder-
nas. También aquí el aumento del número de extranjeros que residían
en la ciudad y la apertura de más concesiones extranjeras intensifica-
ron las tensiones sociales. Las condiciones de trabajo eran pésimas, los
salarios bajos y los alojamientos atroces debido a la llegada de inmi-
grantes del campo a la ciudad, que ya estaba superpoblada, en busca
de empleo a largo plazo o con dedicación parcial. Los trabajadores del
cobre se declararon en huelga en 1905, los empleados de la fábrica de la
moneda siguieron su ejemplo en 1907 y miles de vendedores callejeros,
buhoneros y dueños de tenderetes, junto con los dependientes de las
pañerías, hicieron 10 propio en 1908. En otras ciudades grandes de Chi-
na se estaban construyendo -a menudo con capital extranjero- fábri-
cas de tejidos de algodón, cemento, cigarrillos, hierro, papel, etcétera, to-
das las cuales mostraban indicios de explotación y descontento.
La mayoría de la gente aún no percibía signos de mayor alcance
en estas protestas laborales, pero la noticia del intento revolucionario

351
de 1905 en Rusia surtió un fuerte efecto en Asia Oriental. Radicales ja-
poneses allegados a Sun Yat-sen establecieron un nuevo tipo de para-
lelo ruso-chino y pusieron a Sun Yat-sen en contacto con revoluciona-
rios rusos. Como explicó de forma gráfica y sencilla un japonés, China
y Rusia eran las dos autocracias más grandes del mundo y la represión
a la que recurrían era un obstáculo para la libertad en todas partes. La
solución era clara: «Para que la civilización avanzase era necesario derri-
bar estas autocracias»."

352
11
El final de la dinastía

La constitución de los Qjng


~ Entre 1860 y 1905 la corte Qing y funcionarios provinciales
~ chinos habían intentado adaptar numerosas técnicas e ideas oc-
cidentales a las necesidades confirmadas de China: artillería, barcos, el
telégrafo, nuevas escuelas, fábricas, cámaras de comercio y el derecho
internacionaL Si bien el centro de atención cambiaba constantemente,
la meta era siempre aprender ciertas prácticas de Occidente que harían
a China más fuerte y más capaz de protegerse de las presiones y las exi-
gencias de aquellos mismos extranjeros. Era, por tanto, lógico, después
del desastre de la rebelión de los bóxers, que los Qjng intentaran adop-
tar elementos de las estructuras constitucionales que parecían estar en
el fondo del poderío occidental.
En el decenio de 1850, letrados-funcionarios como Xu Jiyu habían
alabado de forma especial la flexibilidad y la transparencia del sistema
congresual y presidencial estadounidense; y al principio fue a Estados
Unidos adonde los Qing mandaron a sus estudiantes para que se for-
masen. Otros letrados se sentían atraídos por la ideología de la Revolu-
ción francesa y admiraban la expansión espectacular del poderío fran-
cés en el siglo XIX. Pero como difícilmente podía gustarle la idea de una
república que entrañaría su propia desaparición, la corte de los Qjng
también empezó a examinar seriamente varios ejemplos de monarquía
constitucional que podían fortalecer el país y a la vez apuntalar su pro-
pia dinastía. Gran Bretaña, que seguía siendo la máxima potencia in-
dustrial y militar del mundo, era un ejemplo obvio; otro era Alema-
nia, que ascendía rápidamente hacia la prominencia mundial; y un
tercer ejemplo -y el más impresionante- era Japón, que en menos de
veinte años desde la instauración de una estructura imperial y parla-
mentaria conjunta había transformado su economía, su industria, su
ejército, su marina y todo su sistema de tenencia de la tierra. La prue-
ba más asombrosa de la fuerza que estos cambios dieron a Japón era

353
la victoria en la guerra de 1894 contra China y en la de 1904-1905 con-
tra Rusia.
El primer gesto tangible hacia la reforma constitucional lo hizo la
emperatriz viuda Cixi cuando en 1905 ordenó que se formara un pe-
queño grupo de estudio integrado por cinco príncipes y funcionarios
-tres manchúes y dos chinos- que viajarían a Japón, Estados Unidos,
Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia e Italia para estudiar sus for-
mas de Gobierno. Cuando se dieron cuenta de que la misión podía
fortalecer al Estado Qing hasta tal punto que sería imposible derribar-
lo, ciertos nacionalistas radicales se sintieron consternados y algunos
recurrieron al terrorismo para intentar detener esta nueva medida de
los Qjng a favor de! cambio. Un joven estudiante revolucionario in-
tentó volar e! tren que llevaba a la misión constitucional al salir de la
estación de Pekín en septiembre. La explosión se produjo a destiempo
y e! aspirante a asesino resultó muerto, pero consiguió herir a dos de
los comisarios y causar un retraso de cuatro meses hasta que fue posi-
ble nombrar sustitutos.
La nueva misión viajó a Estados Unidos tras hacer escala en Japón,
y llegó a Washington D.C en enero de 1906, antes de proseguir su via-
je a Europa, donde permaneció hasta la primavera. A su regreso a Chi-
na, recomendó a la emperatriz viuda que se llevase a cabo algún tipo
de reforma constitucional y sugirió Japón como modelo más eficaz, ya
que allí se había mantenido a la familia imperial reinante en el poder.
En noviembre de 1906 la emperatriz viuda promulgó un edicto que pro-
metía preparar una constitución y reformar la estructura administrativa
de China remodelando los ministerios existentes y creando otros nue-
vos, recortando los poderes de los gobernadores generales y convocan-
do una asamblea nacional. Habían pasado sólo ocho años desde que
al emperador Guangxu y sus seguidores les impidieran poner en prác-
tica reformas mucho más moderadas, pero la crisis era ahora tan clara
que la decisión de la emperatriz viuda encontró mucha aceptación en-
tre los funcionarios, tanto manchúes como chinos.
Antes incluso de que el Gobierno central tomara estas decisiones,
algunos funcionarios chinos ya habían empezado a reevaluar la natu-
raleza del Gobierno local de los Qjng y su accesibilidad al pueblo. Ya
en 1902 el gobernador de la provincia de Shanxi, Zhao Erxun, formula-
ba propuestas que convertirían el sistema de seguridad mutua, llamado
haojia, en una red de Gobierno local que abarcaría poblaciones peque-
ñas o grupos de poblados bajo jefes locales seleccionados cuidadosa-
mente. Se crearían así unidades administrativas mucho más pequeñas
que los condados (xian) que existían y se hallaban bajo el control de

354
magistrados, y se permitiría una mayor participación popular en la ad-
ministración local y en la planificación económica. Otras reformas que
se propusieron eran fundar escuelas para mujeres, crear un sistema de
policía urbana y, en particular, redirigir fondos de las organizaciones
de comunidades locales -tales como templos o linajes- a las necesida-
des de la reforma del Gobierno local y la educación. Zhao Erxun opi-
naba que un nuevo nivel de estructura local era esencial, ya que los
magistrados se veían abrumados por los trámites burocráticos y la «ma-
yoría de los funcionarios de Shanxi estaban acostumbrados a no tomar
ninguna iniciativa. En los distritos pobres y lejanos estos hombres se
encuentran muy a gusto con gente despreciable de su propia calaña». 1
La recién formada Oficina de Asuntos Gubernamentales dio a conocer
oficialmente estos intentos de reforma y en 1905 la corte alentó, tam-
bién oficialmente, la creación de oficinas administrativas subcondales.
Los problemas que se hicieron manifiestos en estos intentos refor-
mistas son indicios de la fragilidad de las instituciones protodemocrá-
ticas y de la dificultad de instaurarlas en un contexto que no estaba
preparado para ellas. Los miembros de la elite china educada en el con-
fucianismo, ya fueran titulares de algún cargo, terratenientes o comer-
ciantes (yen algunos casos en la misma familia había representantes de
las tres cosas), gozaban de preponderancia natural en el campo y las
ciudades. Su poder había sido estabilizado mucho antes por varias ins-
tituciones del Estado chino, entre ellas las jerarquías burocráticas, el
cargo de magistrado de condado, los exámenes de Estado, la baojia y
el sistema de tributación rural. Pero los cambios constitucionales no
disminuirían inevitablemente el poder de esta elite; de hecho, podían
perpetuarlo o incrementarlo si la elite era capaz de adaptarse de forma
inteligente al cambio y dominar los nuevos órganos de Gobierno.
Un ejemplo que hace al caso es la «ley de evitación», que prohibía
a los funcionarios de los Qing servir en su provincia natal con el fin
de que no pudieran utilizar su cargo en beneficio de sus intereses eco-
nómicos allí. Pero si, como había propuesto el gobernador de Shanxi,
para desempeñar un cargo se nombraba a nativos del lugar, éstos po-
drían consolidar su poder y abusar de él en sus propias comunidades.
Otro ejemplo de la ambigüedad de la reforma fue la abolición en 1905
del sistema de exámenes de Estado. En cierto sentido, podría conside-
rarse que esta medida ofrecía mayores oportunidades a las personas de
talento de todas las clases sociales y grupos ocupacionales, pero en rea-
lidad eran en gran parte los hijos (y de vez en cuando las hijas) de los
grupos tradicionales de la elite los que tenían el dinero y la ambición
necesarios para matricularse en las nuevas escuelas, ya fuese en China

355
o en ultramar; así pues, el cambio constitucional que exigía una edu-
cación bastante avanzada como criterio para ejercer el derecho al voto
o desempeñar un cargo también podía fortalecer a determinadas fami-
lias acaudaladas locales.
En Tianjin, que en las postrimerías del periodo Qjng había pasado
a ser un centro cosmopolita para el comercio exterior y cuartel general
de las modernas unidades militares y navales de China, el gobernador
reformista Yuan Shikai propuso un camino distinto para alcanzar el
cambio. A diferencia de los reformadores de Shanxi, su plan consistía
en abolir por completo los sistemas de baojia y crear un cuerpo de po-
licía cuyos efectivos, preparación y remuneración se basarían en mo-
delos occidentales con el objeto de reforzar el control local. Yuan Shi-
kai y sus colaboradores interpretaron los decretos de los Qjng relativos
al Gobierno local bajo la influencia de modelos japoneses también y
actuaron rápidamente para organizar una «oficina de autogobiemo» que
estudiase las posibilidades de representación limitada en la administra-
ción local. Un propósito de la oficina era reforzar la creciente clientela
urbana, en vez de incrementar el poder de la pequeña nobleza rural,
que ya estaba afianzado. Uno de los asesores del propio Yuan Shikai re-
conoció que «eruditos occidentales han dicho que en el pasado la corrien-
te civilizadora iba de Oriente a Occidente. Ahora va de Occidente a
Oriente. Podemos ver que dentro de unos cuantos años ciertamente no
habrá más países autocráticos».' La solución del asesor consistía en ele-
gir asambleas subcondales. Aunque representaba un cambio muy rápido
para Yuan Shikai, en 1906 ya había fundado escuelas de autogobierno,
cuya misión era educar a los habitantes de las ciudades del norte de
China para los cambios que depararía el futuro, y en 1907 autorizó que
se celebraran elecciones para un consejo en Tianjin.
En otras partes de China, con distintos grados de rapidez y rigor,
el país avanzaba poco a poco hacia el cambio constitucional. A finales
de 1908 la corte anunció que se instauraría un sistema de Gobierno
constitucional en toda regla durante los siguientes nueve meses, el mis-
mo tiempo que habían tardado los japoneses después de la Restaura-
ción Meiji de 1868. Aunque el emperador Qjng conservaría un poder
casi total sobre la nueva estructura parlamentaria, el presupuesto, las
fuerzas armadas, la política exterior y el sistema judicial, ahora se acep-
taba la necesidad de un sistema eficaz de Gobierno elegido en los ni-
veles central, provincial y local. La muerte de la emperatriz viuda Cixi
en noviembre de 1908, al día siguiente de la del infortunado empera-
dor Guangxu -que seguía encerrado en palacio después del fracaso de
su intento reformista un decenio antes-, no desvió la dirección general

356
de la reforma. En todo caso, acrecentó la sensación de apremio, ya que
los regentes manchúes del nuevo emperador Puyi -que era un recién
nacido cuando subió al trono, igual que sus dos predecesores- formaron
un gabinete consultivo repleto de manchúes y neciamente no se per-
cataron de que esta medida exacerbaría las suspicacias de los chinos en
el sentido de que todo el sistema de reforma constitucional sería ma-
nipulado para proteger a la dinastía gobernante.
Las asambleas provinciales, que se reunieron por primera vez en oc-
tubre de 1909, eran instituciones asombrosamente nuevas y su efecto
en la vida política del país fue variable. Aunque seguían siendo insti-
tuciones de la elite, vedadas a las mujeres, con criterios rigurosos sobre
la edad, la riqueza y la educación, reunían en foros públicos a hom-
bres que se preocupaban no sólo por sus propias familias y los intere-
ses locales, sino también por el destino de su país. La participación en
las elecciones era elevada para tratarse de instituciones tan nuevas. El
Estado chino siempre había mirado con malos ojos las reuniones pú-
blicas, especialmente las de carácter político, como demostró el trato
que los últimos Ming habían dispensado al partido Donglin o a los in-
tentos de Kangxi y Yongzheng de centrar el pensamiento político en
tomo al moralista y jerárquico Edicto Sagrado. Ahora las reuniones de
este tipo contaban con respaldo oficial. Asimismo, las asambleas se im-
pregnaron inmediatamente de nuevos puntos de vista expresados en re-
vistas y periódicos políticos, y fueron reforzadas por la amplitud de la
experiencia de los miembros que se habían formado en academias mi-
litares o universidades en ultramar, o empresarios de las nuevas indus-
trias. A comienzos de 1910 estos asambleístas provinciales ya habían
ejercido tantas presiones sobre la corte Qing que ésta accedió a acelerar
el programa de reforma y a convocar la asamblea nacional provisional
en Pekín en octubre de aquel año.
El amplio abanico de capacidades que se encontraban en estas asam-
bleas provinciales se hace visible en los hombres que se convirtieron
en sus dirigentes. En Guangdong, centro de los contactos y el comer-
cio con extranjeros durante tanto tiempo en los siglos XVIII y XIX, la
asamblea que se reunía en la capital provincial, Cantón, la presidía un
ex funcionario poseedor de un título jinshi que había participado en la
agitación nacionalista contra los portugueses de Macao y era miembro
destacado de la Asociación de Guangdong para el Estudio del Auto-
gobierno. En Changsha, capital de Hunan y escenario desde hacía mu-
cho tiempo de disturbios antiextranjeros, el líder era un excelente estu-
dioso de los clásicos que había recibido el título jinsbi en 1904 y había
sido destinado a la Academia Hanlin de Literatura. Pero como direc-

357
tor de escuelas de los Qjng en Hunan, se había vuelto antiextranjero,
antidinástico y defensor activo de los intereses económicos de los hu-
naneses. En Zhejiang, ahora próspero centro de agricultura y comercio
exterior, con una miríada de vínculos con la creciente metrópoli de
Shanghai, apareció una pauta más. La figura principal de la asamblea
provincial de Zhejiang poseía también un título jinshi y se había afi-
liado a una academia radical de Hangzhou. En ella conoció a furibun-
dos agitadores contra los Qjng y a muchos estudiantes radicales que
luego se fueron a Japón. En Pujian, varios de los asambleístas más pro-
minentes eran hombres que se habían convertido al cristianismo pro-
testante y frecuentemente tenían fuertes lazos familiares o comerciales
con los chinos del Sudeste Asiático. Era en la Iglesia donde habían ad-
quirido la experiencia de hablar en público y donde habían tenido la
oportunidad de conocer nuevas formas sociales y organizativas."
Era imposible saber con exactitud cómo iban a actuar estos hom-
bres y las asambleas que dominaban, pero una cosa debería haber re-
sultado clara para los Qjng: la corte había garantizado en realidad que
todo lo que hiciese en el futuro para fortalecer su posición sería objeto
de un examen riguroso y sostenido por parte precisamente de los es-
tratos sociales que en el pasado habían dado a la dinastía sus partida-
rios más leales.

Nuevos ferrocarriles, nuevo ejército


De las nuevas tecnologías a las que se enfrentaban los Qjng, los
ferrocarriles resultaron ser las más conflictivas. Muchos chinos pensaban
que los ferrocarriles rompían la armonía de la naturaleza y el hombre:
hendían la tierra, perturbaban sus ritmos normales y desplazaban sus
fuerzas beneficiosas; dejaban sin empleo a los trabajadores de las carre-
teras y los canales y alteraban las costumbres arraigadas de los merca-
dos. Aunque algunos letrados chinos de mediados del siglo XIX seña-
laron que los ferrocarriles habían sido una de las causas principales del
desarrollo industrial de Occidente, el primer tramo ferroviario corto
que se construyó en China, cerca de Shanghai, fue adquirido y arran-
cado por el gobernador en 1877.
En 1880 Li Hongzhang tuvo que recurrir a subterfugios para lograr
que se tendiera un corto tramo ferroviario con el fin de transportar car-
bón de las minas de Kaiping, en Tangshan, a un canal cercano. Este tra-
mo se extendió hasta Tianjin y varias poblaciones adyacentes en 1888,

358
y en 1894 se construyó un ramal que se adentraba en el sur de Manchu-
ria por el paso de Shanhaiguan, por el que los invasores manchúes ha-
bían penetrado en China doscientos cincuenta años antes. A pesar de
que muchas potencias extranjeras habían expresado su disposición a
prestar dinero a los Qjng para que pudiesen construir una red de ferro-
carriles, durante unos cuantos años apenas se trabajó en ello y a finales
de 1896 China tenía sólo alrededor de quinientos noventa kilómetros de
vías férreas. En contraste, Estados Unidos tenía más de doscientos no-
venta mil kilómetros; Gran Bretaña, cerca de treinta y cuatro mil kiló-
metros; Francia, más de cuarenta mil kilómetros; y Japón, unos tres mil
setecientos kilómetros.
Las presiones de las potencias extranjeras habían ido en aumen-
to desde la derrota de China a manos de Japón en 1894, pero alcan-
zaron niveles nuevos en los cinco años que siguieron a la rebelión de
los bóxers. China, que ahora tenía que pagar la inmensa indemnización
de 450 millones de taels además de sus otras deudas, empezó a encon-
trar atractivos los empréstitos que le ofrecían para el desarrollo de los
ferrocarriles, aunque procediesen de extranjeros. El proyecto ferrovia-
rio más ambicioso de China, la línea de Pekín a Wuhan,* no había con-
seguido atraer suficiente capital activo de los accionistas chinos, a pesar
de su integración en el recién fundado Banco Imperial de China. Las
potencias extranjeras, a su vez, manifestaban claramente su intención de
seguir adelante de todos modos y construir ferrocarriles en sus zonas
de influencia, aunque los Qjng protestaran. Alemania comenzó a cons-
truir líneas en Shandong; los británicos trazaron planes para hacer lo
mismo en el valle del río Yangzi; los franceses proyectaron una línea
desde Hanoi hasta Kunming, en el sur; los rusos, que en virtud de un
tratado ya habían construido un ferrocarril que cruzaba en línea recta
la provincia de Heilongjiang hasta su puerto principal, Vladivostok, aña-
dieron un ramal hasta Lüshun; y los japoneses, como parte de su ataque
militar contra Rusia en la guerra de 1904-1905, tendieron líneas hacia el
norte, desde Corea hasta Mukden. Después de su victoria, los japone-
ses se hicieron con el control de las líneas principales de la región y las
consolidaron con el nombre de Compañía Ferroviaria del Sur de Man-
churia. Los resultados de la actividad extranjera pueden verse claramen-
te en el número de kilómetros de vías terminadas en China durante este
periodo: 450 entre 1896 y 1899, y más de cinco mil entre 1900 y 1905.
En este clima expansionista, China parecía un buen blanco para los

.. Wuhan es un nombre genérico que se refiere a Wuchang, Hankou y Hanyang,


las tres ciudades vinculadas del curso medio del Yangzi. (N. delA.)

359
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inversores en ferrocarriles; y por medio de nuevos conglomerados ban-


carios tales como la British and Chinese Corporation (socio clave en el
que estaba Matheson, la antigua compañía de jardine que comerciaba
con opio) se ofrecieron inmensas sumas de dinero para la creación bá-
sica de un sistema exhaustivo cuyos elementos iban cobrando forma
poco a poco. La línea clave norte-sur, terminada en 1905, comunica-
ba Pekín con Wuhan y se proyectaba un segundo tramo que iría de
Wuhan a Cantón. Existían planes para la construcción de una segun-
da línea de Wuhan a Nankín y Shanghai, en el este, y otro a Chengdu,
en la provincia de Sichuan, en el oeste. La línea que entraba en Kun-
ming y era patrocinada por los franceses tendría un ramal de Indochi-
na a Nanning, en la provincia de Guangxi.
Con todo, desde hacía un tiempo crecía en China un fuerte senti-
miento nacionalista, algunos de cuyos elementos hemos visto en las po-
lémicas de Zou Rong, en los boicots a lo extranjero, así como en las ac-
tividades contra los misioneros. Como parte de esta nueva corriente,
en muchas zonas de China la gente empezó a presionar a favor de la

360
formación de un «movimiento pro recuperación de derechos». El ob-
jetivo era recaudar dinero, por medio de bonos locales, que permitiera
a los chinos rescatar los derechos ferroviarios que se habían puesto a
disposición de los extranjeros y recuperar así el control total de su pro-
pio sistema de transporte. La confianza que impregnaba el movimien-
to participaba de otras ventajas económicas y tecnológicas. Una era el
crecimiento en China de nuevas industrias pesadas cuya dirección esta-
ba a cargo de empresarios chinos; otra, la existencia de abundante capi-
tal de inversión entre los chinos del Sudeste Asiático, y otra, el éxito
de una nueva generación de ingenieros chinos, formados en Occidente,
cuando afrontaban incluso los problemas más diflciles de la construc-
ción de ferrocarriles en terrenos escabrosos. Entre 1904 y 1907, en casi
todas las provincias de China, se constituyeron localmente diecinueve
de estos grupos a favor de la recuperación de los derechos ferroviarios.
En 1910 el Gobierno Qjng ya había sacado la conclusión de que el
desarrollo económico y la estabilidad política de China requerían una
red nacional de ferrocarriles centralizada y eficiente. En consecuencia,
la corte decidió comprar los derechos de los inversores chinos sobre las
líneas de ferrocarril y nacionalizar luego todo el sistema bajo su con-
trol. Esta decisión se basó en parte en el hecho de que los ferrocarri-
les que controlaba el nuevo Ministerio de Correos y Comunicaciones
(fundado en 1906) obtenían pingües beneficios que se cifraban en-
tre ocho y nueve millones de taels al año. A la sazón los desembolsos
presupuestados de los Qjng ascendían a 296 millones de taels anuales
frente a unos ingresos de 263 millones, por lo que esta nueva fuente
de fondos fue una buena noticia. Los inexpertos regentes rnanchúes del
emperador niño Puyi tenían escasa idea de hasta qué punto esto se ha-
bía convertido en un asunto temperamental para los chinos, y sus ase-
sores incluso les dijeron que sólo era necesario compensar a los inverso-
res chinos por una parte de sus inversiones. El edicto final sobre la
nacionalización de los ferrocarriles, promulgado en mayo de 1911, expo-
nía con firmeza las razones de la decisión:

El Gobierno debe tener en todas las direcciones hasta las fronteras del Im-
perio grandes líneas troncales con el fin de gobernar eficazmente y man-
tener la autoridad centralizada. Hasta ahora los métodos han sido mal con-
cebidos y no ha habido ningún plan fijo... ¿Cómo podemos prever las
consecuencias de semejantes errores? Proclamamos ahora claramente a todo
el Imperio que las líneas troncales de los ferrocarriles deben pertenecer al
Cobiemo.'

361
Sólo diez días después los Qjng, que acababan de recibir en prés-
tamo diez millones de libras (alrededor de cincuenta millones de dó-
lares) de un consorcio bancario británico-estadounidense, firmaron con
e! mismo consorcio un nuevo convenio de préstamo por otros seis mi-
llones de libras con el objeto de reanudar los trabajos en las líneas
Wuhan-Cantón y Wuhan-Chengdu. Este paso indignó a los numero-
sos chinos que creían que cada provincia debía tener derecho a con-
trolar el desarrollo de sus propios ferrocarriles y que no debía permi-
tirse que potencias extranjeras desempeñaran un papel dominante en
e! proceso. A las pocas semanas de la decisión de mayo de 1911, se or-
ganizaron contra los Qjng concentraciones y protestas tan coléricas
como las que otrora tuvieran por blanco a los extranjeros. La ira po-
pular no disminuyó durante todo e! verano, especialmente en Sichuan,
donde dirigentes de la asamblea provincial y prominentes accionistas
juraron que no pagarían más impuestos al Gobierno y lucharían para
conservar sus derechos.
En la agitación de 191O Y 1911 relativa a Los ferrocarriles, los ofi-
ciales y los soldados del recién reformado ejército chino interpretaron
un pape! destacado. Muchos de ellos eran hondamente nacionalistas y
pensaban que los Qjng estaban vendiendo los recursos de la nación a
los extranjeros. En una concentración, un oficial del ejército se cortó
un dedo en señal de protesta por la actuación del Gobierno. En otra, un
soldado raso escribió con sangre una carta en la que instaba a la com-
pañía ferroviaria de los Qjng a restaurar el control local. En la propia
Sichuan, cuando un general de los Qjng ordenó que los soldados que
fueran miembros de la antigubernamental Liga de los Ferrocarriles die-
sen un paso al frente, para poder identificarlos y expulsarlos de las fi-
las, todos los soldados lo dieron para expresar su solidaridad, y el gene-
ral tuvo que revocar la orden.
Los oficiales y los soldados de estos ejércitos representaban un ele-
mento nuevo cuyos antecedentes se remontaban al decenio de 1850,
cuando generales confucianos como Zeng Guofan habían formado ejér-
citos de campesinos reclutados localmente, bien preparados y leales
desde el punto de vista ideológico. Zeng Guofan había incrementado
la eficiencia militar y la rectitud moral de sus tropas ofreciéndoles sa-
larios decentes e inculcándoles un código de conducta pensado para
poner fin al concepto que el pueblo tenía de los soldados de los Qjng:
azote de las zonas rurales en las que combatían. No cabe duda de que
en los ejércitos de Beiyang (norte de China) que crearon Li Hongzhang
y otros, con sus escuelas de formación de oficiales, colegios de estado
mayor, instructores extranjeros y armas de último modelo, estaba la gé-

362
nesis de un moderno ejército chino que sustituiría al sistema de las
ocho banderas de los manchúes.
A partir de 1901 la corte de los Qjng hizo un intento coordinado de
reorganizar las fuerzas armadas y crear lo que se denominó el «Nuevo
Ejército». Así que, como habían hecho con el sistema ferroviario, los go-
bernantes Qing trataron de estandarizar y controlar el Nuevo Ejército de
acuerdo con sus propios criterios. Por consiguiente, las diversas unida-
des provinciales del Nuevo Ejército se concentraron en 36 divisiones
bajo la supervisión directa de la Comisión para la Reorganización de!
Ejército, cuya sede se hallaba en Pekín. Cada división tendría 12.500 hom-
bres, lo cual daría al Gobierno un Nuevo Ejército de 450.000 hombres
dirigido desde el centro. En 1906 los Qing también reorganizaron e!
Ministerio de la Guerra y lo pusieron bajo la dirección de un oficial
manchú de alta graduación asistido por dos lugartenientes manchúes.
En 1907 se creó un puesto nuevo -el de interventor del ejército- y una
vez más el titular fue un manchú. Aquel mismo año los dos goberna-
dores generales provinciales más poderosos, Yuan Shikai y Zhang Zhi-
dong, ambos chinos, fueron trasladados a Pekín para que formasen parte
del Gran Consejo, ascenso técnico que los apartó de sus propias tropas.
Era claro que la dinastía deseaba demostrar que la autoridad última re-
sidía en los manchúes de Pekín y no en los chinos de las provincias.
La reorganización de las fuerzas armadas que llevaron a cabo los
Qing fue eficaz en muchos niveles. Salió de ella un sistema nuevo que
emplazó divisiones del Nuevo Ejército en lugares estratégicos de toda
China, entre ellos ciudades donde había también guarniciones de las
ocho banderas, que estaban organizadas de forma tradicional, aunque
poco a poco iban retirándolas. Las tropas de los Qing obtuvieron al-
gunas victorias espectaculares en 1910 y 1911, la mayor de ellas en una
serie de campañas en el Tíbet, donde la influencia de los Qjng estaba
disminuyendo debido a la creciente independencia de los príncipes re-
gionales y a las maniobras de los británicos en el norte de India. Las
fuerzas de los Qjng enviadas al Tíbet resolvieron los problemas de lo-
gística y transporte propios del terreno escabroso y conquistaron algu-
nas partes del este del Tíbet, con las que se formó una nueva provincia
china llamada Xikang. Las tropas de los Qing también ocuparon Lhasa,
derribaron a varios príncipes recalcitrantes, guarnecieron diversas po-
blaciones y obligaron al Dalai Lama a huir a India. Soldados de los Qing
incluso avanzaron hasta las fronteras de Nepal, Bután y Sikkim para
advertir a los británicos de que aflojasen sus presiones. Algunos líderes
rnanchúes debieron de pensar que se estaban reavivando las llamas de
las victorias del emperador Qianlong en el siglo XVIII.

363
Pero las fuerzas armadas de los Qjng tenían aún muchos problemas
pendientes de resolver. La estructura de mando del ejército todavía es-
taba fragmentada, especialmente en el norte de China, donde Yuan Shi-
kai aún tenía seguidores leales entre las tropas del ejército de Beiyang. La
única respuesta de los manchúes al prestigio de Yuan Shikai fue desti-
tuirle de su puesto en 1910 valiéndose de una excusa falsa de enferme-
dad que enfureció a Yuan Shikai y sembró desafección entre sus fieles
oficiales de alta graduación. Entre los oficiales del Nuevo Ejército ha-
bía muchos hombres que se habían embarcado en la carrera de militar
después de la abolición de los exámenes tradicionales en 1905, dado
que el ejército parecía ofrecer un camino nuevo, rápido y seguro para
ascender en la sociedad. Ambiciosos e inquietos, estos hombres parti-
ciparon activamente en las agitaciones de las asambleas provinciales, a
la vez que en las filas del Nuevo Ejército se infiltraron miembros de las
sociedades revolucionarias contrarias a los Qjng que habían jurado leal-
tad al exiliado Sun Yat-sen.
Cuando los soldados y los oficiales del Nuevo Ejército empezaron
la instrucción, y adaptaron los uniformes de color caqui y el armamen-
to moderno de los ejércitos europeos y japonés a los que pretendían
emular, aumentó su percepción del carácter absurdo de ciertas costum-
bres que hasta entonces se habían tenido por naturales. Por ejemplo,
la costumbre china de saludar a otro caballero haciendo una leve reve-
rencia vanas veces con las manos apretadas contra el pecho comenzó
a verse desbancada en el ejército por un seco saludo militar. De mayor
importancia simbólica fue que la larga coleta de pelo trenzado que el
regente manchú Dorgon había obligado a los chinos a adoptar en 1645,
como señal de lealtad y sumisión, resultaba ridícula en los comba-
tes con armas modernas. Los soldados que al principio habían metido
la coleta debajo de la gorra pronto empezaron a cortársela. En el caso de
los rebeldes Taiping del decenio de 1850, cortarse la coleta había sido
prueba suficiente de rebelión contra el Estado. Ahora, en 1910, la corte
manchú tomó nota de ello, pero sacó la conclusión de que no había
ninguna medida disciplinaria que pudiera tomarse apropiadamente y
que la única opción que tenía era conformarse a regañadientes.

Nacionalistas y socialistas

En los años comprendidos entre 1905 y 1911, a medida que los Qing
avanzaban lentamente hacia la reforma constitucional y trataban de for-

364
talecer su control sobre el Nuevo Ejército y los ferrocarriles, la disiden-
cia continuó creciendo en China. Habiendo empezado a saborear la
excitación de las nuevas oportunidades, asambleístas, estudiantes en ul-
tramar, mujeres, mercaderes, trabajadores urbanos y soldados del Nue-
vo Ejército insistieron en que tanto las autoridades locales como el Go-
bierno central respondiesen con mayor energía a sus llamamientos a
favor de la reforma. El Gobierno no satisfizo estas exigencias y ello le
hizo objeto de críticas todavía más severas en las cuales aparecieron por
primera vez conceptos nuevos de China como nación y de! socialismo
que podía transformarla.
La posición de los manchúes era dificilísima. Debido a la paulati-
na reducción de las guarniciones de las banderas o el traslado de sus
hombres a ocupaciones civiles cuando el Nuevo Ejército aún no estaba
del todo bajo control central o no contaba con sus efectivos comple-
tos, los Qjng no ejercían un claro dominio militar sobre el país. Cada
iniciativa nueva -escuelas, proyectos de obras públicas, representacio-
nes diplomáticas en ultramar- hacía que los gastos se dispararan. A fi-
nales de 1910, el Ministerio de la Guerra calculó en su primer presu-
puesto detallado que la expansión del ejército requeriría desembolsar
109 millones de taels al año siguiente (esta suma enorme no incluía los
gastos de la marina), de los cuales 54 millones de taels se destinarían
a las unidades del Nuevo Ejército. En 1911 sólo los gastos del ejército
representaron casi el treinta y cinco por ciento del presupuesto nacio-
nal previsto, que ascendía a 338 millones de taels. Este total ya supe-
raba en cuarenta millones de taels el déficit presupuestario de 1910. La
asamblea nacional consultiva, reunida en Pekín, respondió reduciendo
en unos treinta millones de taels el presupuesto del ejército. Aun así, el
déficit presupuestario resultante era inmenso y resultó necesario aumen-
tar los impuestos agrícolas, crear numerosos impuestos nuevos sobre
e! té, el vino, la sal y el tabaco, subir los impuestos de tránsito y adua-
nas y cobrar impuestos especiales en todas las transacciones inmobi-
liarias y registros de la propiedad.
Algunos aspectos de estos impuestos enojaron a casi todo el mun-
do e incluso cuando el Gobierno de los Qjng estaba en el bando de
los buenos -como, por ejemplo, cuando decidió acabar con la cos-
tumbre de fumar opio-, tuvo problemas. Los que se opusieron al in-
tento ya no fueron los británicos, sino los campesinos chinos que cul-
tivaban adormideras y que, como era natural, vieron con malos ojos la
destrucción de sus campos. A estas alturas, las ventas de opio por par-
te de los británicos se habían visto muy perjudicadas por la produc-
ción china, que a comienzos del siglo XIX había estado limitada prin-

365
cipalmente a Yunnan y Guizhou, pero ahora era una vasta empresa en
Sichuan, Shaanxi y las provincias costeras de Zhejiang y Fujian. La
campaña contra el opio de los Qjng les enemistó con gente de muchos
estratos sociales, incluidos los distribuidores, los transportistas, los en-
cargados y los empleados de fumaderos y los millones de adictos, mu-
chos de los cuales pertenecían a las clases más acaudaladas. Por si fuera
poco, los elementos se confabularon contra los Qjng. Lluvias torren-
ciales en los valles del Yangzi y e! Huai en 1910 y 1911 provocaron
inundaciones catastróficas que destruyeron millones de hectáreas de
cultivos, hicieron subir los precios del grano, causaron centenares de mi-
les de muertos y obligaron a millones de personas a refugiarse en las
grandes ciudades.
No obstante, el poder de! Estado todavía era fuerte en China -ex-
cepto en los puertos francos y en las zonas de las concesiones- y seguía
siendo dificil que floreciese una oposición política coordinada. Así, en
los años posteriores a 1905, como antes, gran parte de las críticas polí-
ticas más eficaces procedía de chinos que vivían en ultramar, ya fuese
voluntariamente o por haber sido desterrados. Entre los que formula-
ban críticas significativas contra los Qjng y las respaldaban con sus
propios programas políticos originales se encontraban los monárquicos
constitucionales que seguían el liderazgo de Kang Youwei, los naciona-
listas influidos por Liang Quichao, varios grupos de anarquistas y mar-
xistas, y los elementos unidos en la Alianza Revolucionaria que dirigía
Sun Yat-sen.
De todos estos críticos, Kang Youwei era e! que gozaba de más
prestigio entre los chinos cultos del país y de ultramar, ya que era un
distinguido estudioso de los clásicos por derecho propio, había obte-
nido el título jimbi (1895) y habla sido asesor personal del emperador
Guangxu cuando las reformas de 1898. Hasta 1911 continuó instando
a los Qjng a reformar su Gobierno y modernizar el país para poder
emular a los japoneses y dar a China la fuerza suficiente para resistir nue-
vas agresiones extranjeras. Formó varias organizaciones para exponer
sus puntos de vista, las más importantes de las cuales eran la Sociedad
para Proteger al Emperador y la Sociedad para el Gobierno Constitu-
cional. Pero al intensificarse los sentimientos antimanchúes, la postura
de Kang Youwei empezó a parecer excéntrica incluso a sus partidarios,
al tiempo que sus diversos financiadores comenzaban a preguntarse
adónde había ido a parar todo su dinero. Kang Youwei era derrocha-
dor en su vida personal e inepto en las finanzas. Viajaba mucho y a lo
grande con una joven compañera, durante un tiempo vivió en París
(donde vio la ciudad desde un globo) y compró una isla frente a la cos-

366
ta de Suecia para usarla como lugar de refugio en verano. Sus inversio-
nes eran erráticas; puso gran parte de sus fondos en empresas poco se-
guras en México y los perdió durante la revolución. Finalmente, sus
escritos políticos, redactados en elegante chino clásico, empezaron a
parecer desfasados en el mundo del siglo xx. En los más visionarios de
ellos especulaba sobre las posibilidades de un gobierno mundial unifi-
cado que acabaría con todos los antagonismos nacionalistas, así como
sobre la creación de un estado de bienestar exhaustivo que protegería
y cuidaría a los seres humanos desde el nacimiento hasta la muerte.
«Es como si fuéramos todos parte de una fuerza eléctrica», escribió
Kang Youwei, «que interrelaciona todas las cosas o participa de la esen-
cia pura que abarca todas las cosas.s' En los mítines políticos proponía
que se pusiera fin a la discriminación de los géneros y para ello ha-
cía que todos los participantes vistieran prendas «unisex», y también su-
gería que el vigente sistema de matrimonios concertados se sustituyera
por contratos de matrimonio anuales que cada una de las partes podía
optar por no renovar; tales contratos podían ser entre dos hombres o
dos mujeres también. Pero la mayor parte de estos escritos visionarios
no se publicó y pocos contemporáneos de Kang Youwei llegaron a
conocer la totalidad de su pensamiento.
Uno de los discípulos más leales de Kang Youwei era un conciuda-
dano cantonés que se había presentado a los mismos exámenes jinshi
en 1895 y se llamaba Liang Qjchao. Éste sentía menos apego emocional
que Kang hacia el emperador Guangxu o la casa gobernante, e inves-
tigaba una variedad mayor de opciones políticas. Durante un tiempo
incluso le atrajeron ideas extremas que prescribían «la medicina de la
libertad» para curar la «corrupción y la degeneración» de China. A pesar
de ello, rechazaba la violencia de la Revolución francesa y comentó que
«los sacrificios de 1793 en Francia no fueron recompensados hasta 1870,
y las recompensas no estuvieron a la altura de las expectativas. Si ahora
pretendemos comprar la libertad pagándola con sufrimientos infinitos,
puede que no la consigamos después de setenta años y, aunque la con-
sigamos, équé le habrá sucedido a nuestro país ancestral?»,"
Otra preocupación de Liang Qjchao era que el pueblo chino no es-
taba preparado para asumir responsabilidades democráticas. Su pesimis-
mo se vio reforzado por lo que pudo ver de la vida en las «Chinatowns»
estadounidenses: el comportamiento de los chinos en ellas le pareció
descoordinado o cobarde, y las condiciones sociales, profundamente in-
satisfactorias. Por tanto, Liang Qichao utilizó sus grandes facultades di-
dácticas en los mítines públicos, así como su vigoroso estilo de escritor
en numerosos periódicos (algunos de ellos dirigidos por él mismo) para

367
pedir una nación china más fuerte que atrajera a todo su pueblo, in-
cluidas las muieres, y creara una ciudadanía informada bajo la tutela
inicial de tenaces líderes natos. Escribió que, para alcanzar este ideal, el
de una comunidad de ciudadanos activa y unificada, China necesitaba
a alguien dotado de disciplina férrea que redujese sus debilidades, como
el líder espartano Licurgo o el inglés Oliver Cromwell, y de momento
debía olvidarse de los jean-jacques Rousseau o los George Washington
del mundo. Pero no podía condonar la ejecución del rey de Inglaterra
por orden de Cromwell y siguió ensalzando las virtudes de la monar-
quía constitucional si estaba en armonía con el progreso y el desarrollo
económico. Veía el movimiento de reunificación italiano del siglo XIX
como posible modelo para China: en Italia héroes militares, constitu-
cionalistas y diplomáticos hábiles habían juntado sus fuerzas para ex-
pulsar a los ocupantes extranjeros y reafirmar una identidad nacional
nueva. Las ideas políticas que Liang Qichao expresaba en sus novelas,
obras de teatro y ensayos le granjearon muchos seguidores entre los chi-
nos de ultramar y circularon profusamente dentro de la misma China,
donde propagaron una sensación de desilusión por la capacidad de los
manchúes de conducir la nación a la reforma y la revitalización.
Mucho más radicales, aunque menos influyentes y con frecuencia
formulados de modo menos elegante, eran los sentimientos de un nú-
mero considerable de chinos a los que atrajeron varios de los postula-
dos del socialismo y el anarquismo europeos. El avance y la aplicación
radical del pensamiento marxista habían sido vigorosos en Europa du-
rante el siglo XIX, y continuaron después de la muerte de Karl Marx
en 1883. En 1889 un amplio espectro de partidos y sindicatos socialis-
tas, muchos de ellos formados bajo la fuerte influencia de las teorías
marxistas, se federó en la Segunda Internacional, que tenía su sede en
Bruselas. Aunque esta organización apoyaba el concepto de democracia
parlamentaria, también se comprometió a aprovechar las posibilidades
de la agitación social internacional causada por las guerras y a utilizar
todas las oportunidades para promover la causa de la revolución socia-
lista. Los miembros de la Segunda Internacional aceptaron las premisas
principales de Marx sobre la inevitabilidad de la revolución social.
El primer análisis de Marx en una publicación china apareció en 1899.
Marx, según el resumen que hada el análisis, había dicho que los po-
bres «continuarían haciendo muchas huelgas para coaccionar a los ricos»
y creía que «el poder de los ricos se extenderá a través de las fronteras
de los estados hasta la totalidad de los cinco continentes-," También de-
cía, erróneamente, que Marx era inglés. El intento revolucionario de 1905
en Rusia causó sensación entre los chinos que veían a los zares como

368
autócratas análogos a los emperadores Qing 'y reavivó el interés por
las teorías marxistas, que parecían brindar la ocasión de dar a China
una sacudida que la hiciese entrar en el mundo moderno. Varios chinos
empezaron a estudiar una obra japonesa de 1899, Socialismo moderno,
que se había traducido al chino y afirmaba que Marx «usó profunda
erudición y estudios detallados para descubrir una base económica» y
que «el socialismo es de fácil comprensión para la gente obrera y recibe
el apoyo clamoroso de la mayoría»."
En 1906 apareció una traducción resumida y parcial al chino del
Manifiesto comunista de Marx, con un toque bastante más poético y me-
nos violento que en la versión inglesa o alemana. La famosa conclusión
de! Manifiesta, «Los proletarios no tienen nada que perder salvo sus
cadenas. Tienen un mundo que ganar. TRABAJADORES DE TODO
EL MUNDO, ¡UNÍOS!», decía en la versión china: «Entonces e! mun-
do será para la gente corriente y los sones de felicidad alcanzarán los
manantiales más hondos. ¡Ah! ¡Venid! Gentes de todas las tierras, écómo
es posible que no desperréis?-."
Si bien no hubo un partido socialista chino organizado hasta 1911,
ya en 1907 e! estudioso chino de los clásicos Jiang Kanghu, que sabía
leer japonés, inglés, francés y alemán, empezó el estudio científico del
socialismo.Jiang Kanghu había servido en calidad de asesor educacional
de Yuan Shikai y era un feminista apasionado. En 1909 asistió al Con-
greso de la Segunda Internacional en Bruselas. A otros chinos les atraía
el anarquismo, en concreto las teorías de Bakunin y Kropotkin, que cri-
ticaban toda la estructura contemporánea de ideas sobre e! Estado y
hacían hincapié en el papel del individuo, el poder de la transformación
cultural y la importancia de la participación popular en todos los pro-
cesos revolucionarios. Un grupo de chinos que vivían en París fundó
en 1906 la Sociedad de! Mundo Nuevo, de filiación anarquista, y pu-
blicó la revista Nueva Era. La mayoría de estos chinos estaba también
relacionada con la Alianza Revolucionaria de Sun Yat-sen, pero tenían
la suerte de contar con su propia fuente de financiación, dado que uno
de ellos era propietario de una fábrica de queso de soja y un salón de
té. Las metas de estos anarquistas eran amplias y visionarias: abolir la
autoridad política y las fuerzas armadas; abolir todas las leyes; abolir
las distinciones de clase, y abolir la propiedad privada y el capital. Abo-
gaban por diversas maneras de avanzar hacia la revolución: propagan-
da escrita, asociaciones de masas, huelgas, boicots, levantamientos en
masa y asesinatos cuando se cometían por un compromiso moral. Otro
grupo anarquista chino que floreció en Tokio al mismo tiempo se cen-
traba más en la dificil situación de las mujeres en la sociedad tradicio-

369
nal y su postura era agraria, antimodernista. Su héroe era Tolstói, se to-
maba en serio el papel del campesinado en la revolución y sus debates
giraban en torno a asuntos tales como la vida comunitaria en el campo
y las posibilidades de combinar la agricultura con la industria en una
economía rural.
Finalmente estaba el propio Sun Yat-sen, que desde 1905 era el jefe
titular del amplio espectro de grupos «revolucionarios» y contrarios a
los Qing que formaban la Alianza Revolucionaria. Algunos de sus
adeptos se sentían atraídos por el terrorismo y predicaban el recurso al
asesinato; la mayoría se hallaba totalmente comprometida con la idea
de una revolución republicana. Se oponían de forma implacable a los
manchúes y, como «nacionalistas», querían que China se liberase de lo
que consideraban la dominación económica por parte de Occidente y
Japón. Algunos eran también socialistas convencidos que querían apar-
tar a China de lo que, a su modo de ver, era su pasado «feudal» y lle-
varla a un nivel nuevo y avanzado de desarrollo que evitara los males
del sistema capitalista. Muchos miembros de la alianza de Sun Yat-sen
eran mujeres que tenían diversos programas para fortalecer el papel de
sus congéneres en un nuevo Estado chino. Sun Yat-sen también tenía
vínculos fuertes con sociedades secretas del sur de China. Él mismo
había sido iniciado en la delegación hawaiana de la sociedad de las tria-
das en 1904 y había dependido del apoyo que éstas prestaban a los chi-
nos que habían emigrado a Estados Unidos y Canadá.
Sun Yat-sen también persistía en derribar a los Qing por la fuerza
de las armas. Entre 1906 y 1908 la Alianza Revolucionaria dirigió o ins-
tigó por 10 menos siete levantamientos contra el Gobierno: tres de ellos
tuvieron lugar en la provincia de Guangdong, donde Sun Yat-sen tenía
sus contactos más fuertes; los otros acaecieron en Hunan, Yunnan,
Anhui y Guangxi. Aunque todos fueron sofocados por los Qjng, Sun
Yat-sen continuó siendo una figura carismática para los chinos de ul-
tramar y ganó para su causa muchos antiguos seguidores de Kang You-
wei, además de atraer un flujo ininterrumpido de donaciones a su te-
sorería. Gran parte de este dinero la donaron directamente chinos ante
los que Sun Yat-sen había pronunciado discursos en Estados Unidos
(adonde viajaba con pasaporte falso y se hacía pasar por hawaiano), Ca-
nadá y Singapur, donde contaba con el fuerte respaldo de varios acau-
dalados empresarios chinos. También vendía bonos a los que apoyaban
su futuro régimen y les prometía un rendimiento equivalente a diez ve-
ces su inversión si le ayudaban a alcanzar el poder. (Aunque es posible
que Sun Yat-sen no lo supiera, Lin Qjng había recurrido a una estrate-
gia parecida en su rebelión un siglo antes.)

370
A pesar de la vaguedad de sus planes y sus numerosos fallos, Sun
Yat-sen siguió adelante gracias a su energía, sus dotes de persuasión y
su virulenta hostilidad hacia los Qing. En el verano de 1911 el número
de miembros activos de la Alianza Revolucionaria ya había pasado de
unos cuatrocientos en 1905 a casi diez mil Muchos de ellos eran estu-
diantes que Sun Yat-sen o sus colaboradores habían reclutado en Japón
y que luego habían vuelto a sus provincias natales para continuar la agi-
tación secreta contra el Estado. Algunos habían ascendido a la categoría
de miembros de las nuevas asambleas provinciales y otros eran soldados
u oficiales de las unidades del Nuevo Ejército, donde buscaban activa-
mente más apoyo valiéndose de la retórica revolucionaria y ofreciendo
incentivos materiales. La mezcla de ira, frustración, sueños y dinero en
efectivo era explosiva.

La caída de los Qing


La serie concreta de acontecimientos que llevaron a la caída de la
dinastía Qjng, que contaba dos siglos y medio de existencia, empezó con
la explosión accidental de una bomba en Hankou, una de las tres ciu-
dades vinculadas que componían la zona de Wuhan, el 9 de octubre
de 1911. Muy posiblemente la explosión no hubiera pasado de ser un
incidente aislado y olvidado de no haber sido por la agitación general
en tomo al constitucionalismo, los ferrocarriles, los ejércitos, el poder
manchú y las intrusiones extranjeras.
Desde como mínimo 1904 grupos de jóvenes radicales chinos -mu-
chos de ellos estudiantes que habían vivido en Japón y unos cuantos
de ellos afiliados a la Alianza Revolucionaria- habían formado células
revolucionarias en Hankou y la vecina ciudad de Wuchang. Estas dos
ciudades, junto con Hanyang, la tercera ciudad vinculada, con su gran
número de obreros industriales y barqueros del río Yangzi, escuelas mo-
dernas, unidades de! Nuevo Ejército y personal del Gobierno de los
Qjng, hadan del complejo de Wuhan una zona interesante para los ex-
perimentos políticos y sociales. El objetivo a largo plazo de los revo-
lucionarios era derrocar al Estado manchú, «para vengar la desgracia na-
cional» (como decían ellos), «y reinstaurar a los chinos»." Su estrategia
a corto plazo era infiltrarse en las filas de las unidades del Nuevo Ejér-
cito y coordinar en ellas las actividades políticas con miembros de las
diversas sociedades secretas que tenían delegaciones fuertes en la región.
La infiltración en estos grupos por parte de los revolucionarios y e! re-

371
clutamiento de nuevos miembros para sus propias filas se llevaban a
cabo al amparo de una complicada red de supuestas sociedades literarias
y hennandades que permitían celebrar encuentros a pequeña escala y
abordar a posibles adeptos. Cuando las autoridades locales investigaban
determinada sociedad, los revolucionarios la disolvían y más adelante
se reagrupaban en otra parte bajo otro nombre. En el otoño de 1911
estas sociedades de la zona de Wuhan ya habían atraído a entre cinco
mil y seis mil soldados del Nuevo Ejército de Hubei, alrededor de una
tercera parte de los efectivos totales.
La explosión del 9 de octubre se produjo cuando un grupo de estos
revolucionarios estaba fabricando bombas en la casa donde se reunían,
en la zona de la concesión rusa en Hankou. Al igual que anteriores agi-
tadores en Shanghai, habían aprendido que las instituciones del impe-
rialismo extranjero podían protegerles en cierta medida de la policía de
los Qing, pero en esta ocasión la magnitud de la explosión hizo que las
autoridades rusas investigaran lo sucedido. Mientras los heridos más gra-
ves entre los conspiradores eran llevados a toda prisa al hospital por sus
camaradas, los investigadores de los Qjng, que habían sido avisados por
los rusos, entraron a la fuerza en el cuartel general y encontraron a otros
tres revolucionarios, a los que ejecutaron inmediatamente. También se
hicieron con los registros de soldados y otras personas afiliadas a las so-
ciedades revolucionarias. Los revolucionarios comprendieron que a me-
nos que pudieran empezar un levantamiento rápidamente, su organiza-
ción sería desmantelada y muchos miembros perderían la vida.
Los primeros soldados que entraron en acción pertenecían al Oc-
tavo Batallón de Ingenieros de Wuchang, que se amotinó en la madru-
gada del 10 de octubre y se apoderó del polvorín. Unidades de trans-
porte y artillería apostadas en las afueras de la ciudad se unieron a ellos.
Estas tropas lanzaron un ataque victorioso contra los principales fortines
de Wuchang y, al finalizar el día, tropas de otros tres regimientos del
Nuevo Ejército habían llegado para apoyarlas. Después de tratar en
vano de reunir tropas leales para defender las oficinas del gobernador
general, tanto éste (un manchú) como el comandante de división (un
chino) abandonaron la ciudad. El 11 de octubre, miembros de las so-
ciedades revolucionarias se alzaron en la tercera de las ciudades que
constituían la zona de Wuhan, Hanyang, situada enfrente de Wuchang
en la otra orilla del río Yangzi, y, junto con tropas del Primer Batallón,
tomaron el arsenal y la fundición de hierro de Hanyang. Las tropas de
Hankou se amotinaron el 12 de octubre.
Era ya imperativo que alguna figura pública prestigiosa asumiera
la jefatura titular de las tropas amotinadas de Wuhan y guiase el mo-

372
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vimiento revolucionario. Dado que Sun Yat-sen se hallaba en el ex-


tranjero y no había ningún líder de la Alianza Revolucionaria en la
zona, ni otros líderes de las sociedades revolucionarias a los que se con-
siderase preparados para desempeñar el papel, las tropas rebeldes se di-
rigieron al presidente de la asamblea provincial, que declinó pruden-
temente el ofrecimiento. Entonces nombraron gobernador militar al
comandante de una de las brigadas del Nuevo Ejército en Hubei, Li
Yuanhong. Aunque éste no tenía nada de revolucionario (al principio
tuvieron que obligarle a punta de pistola a aceptar el nombramiento),
su designación pareció acertada porque era popular entre los soldados,
había sido activista durante la agitación relativa a los ferrocarriles, caía
muy bien a los líderes de la asamblea provincial (que accedieron a ser-
vir en su «administración») y hablaba inglés, lo cual tranquilizó a la nu-
merosa comunidad extranjera de Wuhan.
La corte de los Qjng respondió enérgicamente a la crisis y ordenó
al ministro de la Guerra que coordinase un contraataque en Wuhan con
dos divisiones del ejército de Beiyang. Al mismo tiempo los manchúes
se tragaron su orgullo y pidieron a Yuan Shikai que volviese del «retiro»
al que le habían enviado en 1910. Creían que Yuan Shikai, con su lar-

373
go historial de mando del ejército de Beiyang y sus fuertes vínculos
personales con muchos de sus oficiales de alta graduación, lograría que
dicho ejército respaldara a los Qing mientras se estabilizaba la crisis en
el sur. Pero Yuan Shikai era demasiado astuto para aceptar el nombra-
miento de comandante militar antes de tener una idea más clara de cómo
podía evolucionar la situación.
Los acontecimientos se sucedían ahora con demasiada rapidez para
que pudiera controlarlos un individuo o un partido político. El 22 de
octubre de 1911 el Nuevo Ejército se amotinó tanto en la provincia
de Shaanxi como en la de Hunan: en la capital de la primera, Xi'an, hubo
una gran matanza de manchúes, y en Changsha los rebeldes dieron
muerte a los comandantes que eran leales a los Qjng. En ambos casos
los miembros más destacados de las asambleas provinciales manifesta-
ron su apoyo a la revolución. Durante la última semana de octubre tres
provincias más se alzaron contra los manchúes. En Taiyuan, provincia
de Shanxi, el gobernador y su familia fueron asesinados, y la asamblea
se unió a las unidades amotinadas del Nuevo Ejército; en la provincia
de jiangxi una compleja alianza de mercaderes, estudiantes y maes-
tros se unió a los asambleístas y a los oficiales del ejército para afirmar
su independencia de los Qjng, y en la provincia de Yunnan, situada al
sudoeste, los instructores de la escuela de oficiales se rebelaron y parti-
ciparon con unidades del Nuevo Ejército en un ataque contra tropas
leales a los Qjng.
La importancia militar de los ferrocarriles, origen de tantos deba-
tes a finales del siglo XIX, resultó ahora evidente a ambos bandos. Mien-
tras los Qjng utilizaban el ferrocarril de Pekín a Wuhan para enviar rá-
pidamente tropas al sur con el fin de sofocar los motines de Wuhan,
unidades rebeldes salían de Shanxi y bajaban por el ramal de Taiyuan para
cortar la misma ruta y, por ende, cortar también las lineas de abasteci-
miento del ejército de los Qjng. A finales de octubre, en el norte, un
general desobedeció la orden de los Qjng de llevar sus tropas al sur en
ferrocarril y, en vez de ello, junto con otros comandantes, envió un te-
legrama con doce exigencias a la corte de los Qjng. Las exigencias cru-
ciales eran que se creara un parlamento en el plazo de un año, se pro-
mulgara una constitución por medio del mismo parlamento, se eligiera
un primer ministro que el emperador ratificaría, se negara al empera-
dor todos los derechos de ejecución sumaria de delincuentes, se decla-
rara una amnistía general para todos los delincuentes políticos, se prohi-
biera que los miembros del clan imperial manchú sirviesen en calidad
de ministros del gabinete y se ordenara al parlamento revisar todos los
tratados internacionales antes de que el emperador los aprobase.

374
La corte de los Qjng satisfizo la mayoría de estas exigencias en me-
nos de una semana. El 11 de noviembre, tres días después de que la
asamblea nacional provisional de Pekín eligiera primer ministro de Chi-
na a Yuan Shikai, un edicto de la corte le nombró para el mismo car-
go y le ordenó formar gabinete. Yuan Shikai cumplió la orden y puso
principalmente a partidarios suyos en los puestos clave.
Resultaba claro que estos acontecimientos llevaban a China hacia
una monarquía constitucional bajo dirección manchú -el tipo de mo-
narquía por el que durante tanto tiempo habían abogado Kang Youwei
y sus seguidores- en lugar de hacia la forma republicana de Gobierno que
ocupaba un lugar central en las exigencias de Sun Yat-sen y la Alianza
Revolucionaria. Pero los partidarios de Sun Yat-sen, aunque numero-
sos, no poseían fuerza militar unificada en China y Sun Yat-sen, por su
parte, se encontraba recaudando fondos en Estados Unidos durante los
hechos de finales de 1911; leyó la noticia del levantamiento de Wuchang
en un periódico de Denver cuando iba camino de Kansas City. Sun
Yat-sen pensó que su máxima prioridad era conseguir que los europeos
prometieran ser neutrales durante el conflicto que se avecinaba y, en
consecuencia, viajó a Londres y París para entrevistarse con los gobier-
nos británico y francés antes de regresar a China. Obtuvo un importan-
te éxito político porque persuadió a los británicos de que no conce-
dieran más préstamos cuantiosos al Gobierno de los Qjng.
Durante todo noviembre, Yuan Shikai hizo diflciles malabarismos y
utilizó su influencia sobre el ejército de Beiyang para presionar a los man-
chúes y a los revolucionarios por igual. Las fuerzas de los Qing consiguie-
ron, tras duros combates, reconquistar tanto Hankou como Hanyang
(aunque no Wuchang, al sur del Yangzi), pero esto no sirvió de mucho
consuelo a la corte en unos momentos en que una provincia tras otra
declaraba su adhesión a la causa revolucionaria. Resultó que la Alianza
Revolucionaria de Sun Yat-sen tenía un sorprendente grado de apoyo
entre las masas y sus líderes lo aprovecharon hábilmente. Ampliando
su organización y centrando sus objetivos, la alianza interpretó un pa-
pel crítico en tres provincias que se pasaron a la revolución: jiangsu
(que se declaró independiente de los Qjng el3 de noviembre), Sichuan
(el 22 de noviembre) y Shandong (el 12 de diciembre). En otros lugares
la alianza siguió formando parte de una coalición más amplia de mo-
vimientos contra los Qjng, que continuaba atrayendo principalmente a
mandos del Nuevo Ejército, líderes de las asambleas provinciales y, en
algunos casos, a destacados mercaderes locales.
La posición de la corte de los Qjng se vio debilitada de forma in-
conmensurable cuando tropas manchúes y leales fueron derrotadas en

375
Nankín a comienzos de diciembre después de varias semanas de lucha
encarnizada. Nankín había sido la capital de China en e! siglo XIV y desde
entonces siempre había tenido una importancia simbólica de la que ca-
recían otras ciudades. Su caída recordó ahora a los chinos los fracasos
que las fuerzas del príncipe Fu habían sufrido allí en 1645 y la gran
victoria de los Taiping en 1853. Nankín proporcionó así una base ver-
daderamente nacional para que la Alianza Revolucionaria consolidase
su posición.
La madre de! emperador niño Puyi, que contaba cinco años de edad,
se puso al frente de las negociaciones y obligó al regente manchú a di-
mitir al tiempo que autorizaba a YUan Shikai a gobernar como primer mi-
nistro mientras e! emperador presidía las audiencias y los actos oficiales.
Pero muchos vieron en ello un retomo a los tiempos de la emperatriz
viuda Cixi y la solución no cayó demasiado bien.
Sun Yat-sen regresó a Shanghai por mar desde Francia el día de Na-
vidad de 1911. Cuatro días más tarde los delegados de dieciséis asam-
bleas provinciales, reunidos en Nankín, mostraron su respeto allideraz-
go de Sun Yat-sen y a la influencia de la Alianza Revolucionaria eligiendo
«presidente provisional» de la república china a Sun Yat-sen. Éste tomó
posesión del cargo en Nankín el I de enero de 1912 y así comenzó la
nueva república, que en lo sucesivo seguiría el calendario solar occi-
dental, con sus semanas de siete días, en vez del tradicional calendario
lunar chino, con sus periodos de diez días. Aquel mismo día de Año
Nuevo, Sun Yat-sen envió a Yuan Shikai un telegrama en e! que reco-
nada cuán débil era realmente su propia base de poderío militar. Sun
Yat-sen afirmaba en el telegrama que si bien de momento había acep-
tado la presidencia, «en realidad le está esperando a usted y con el tiem-
po mi ofrecimiento se hará claro a ojos del mundo. Espero que pronto
decida aceptarlo»."
China tenía ahora tanto un presidente republicano chino como un
emperador manchú y era necesario encontrar alguna solución que per-
mitiera salir del atolladero. Más avanzado el mes de enero de 1912, la
tensión entre los conservadores manchúes y los políticos chinos ambi-
ciosos fue subrayada por una serie de intentos de asesinato que estuvie-
ron a punto de costarles la vida a Yuan Shikai y a varios prominentes
príncipes y generales manchúes. A finales de mes una bomba mató al
último y más fuerte exponente de la línea dura de los manchúes, el se-
gundo jefe del estado mayor, que se había esforzado por hacer del Cuer-
po de Guardia Imperial una máquina militar de elite manchú.
El golpe definitivo lo recibieron los Qjng cuando a finales de ene-
ro de 1912 cuarenta y cuatro comandantes de alta graduación del ejér-

376
cito de Beiyang mandaron un telegrama al gabinete de Pekín en el que
instaban a formar una república en China. Mientras los príncipes man-
chúes más intransigentes se retiraban a Manchuria, donde intentaron
coordinar un movimiento de resistencia, la madre del emperador y sus
asesores más allegados negociaban frenéticamente con Yuan Shikai y
los demás jefes del ejército de Beiyang en busca de un acuerdo que les
garantizase la vida y cierta seguridad económica. Cuando tanto Yuan
Shikai como el senado del Gobierno provisional de Nankín accedie-
ron a garantizar al emperador niño y su familia el derecho a seguir re-
sidiendo en la Ciudad Prohibida de Pekín, y la propiedad de sus gran-
des tesoros imperiales, así como un estipendio de cuatro millones de
dólares al año y la protección de todos los templos ancestrales de los
manchúes, la corte anunció la abdicación del emperador Puyi el 12 de
febrero de 1912. Negándose a reconocer las pretensiones de Sun Yat-
sen, un breve edicto confirió a Yuan Shikai plenos poderes «para or-
ganizar un Gobierno republicano provisional>" y establecer la unidad
nacional con la Alianza Revolucionaria y las otras fuerzas antiimperia-
listas en el centro y el sur de China.
De esta manera, con unas cuantas palabras sencillas, terminaron los
más de dos milenios de historia imperial de China. Y casi sin ninguna
experiencia en el arte y las instituciones del autogobierno, el pueblo
chino se encontró ante la opción de planear su propio futuro en un
mundo vigilante y peligroso.

377
Tercera parte
Visualización del Estado y la sociedad
Una causa latente de problemas durante la dinastía Qjng había sido
el equilibrio entre el poder central y el poder local. La esperanza de los
polfticos más progresistas de China, mientras luchaban para instaurar
una república viable que sustituyera al desacreditado sistema imperial,
era crear una nueva síntesis gubernamental que transformase China en
un Estado-nación moderno. Un parlamento con sede en Pekín y com-
puesto por delegados de las provincias haría de vínculo entre el centro
y la periferia. Un conjunto de casi cuarenta millones de votantes ga-
rantizaría la amplia representación de regiones e intereses diversos. Una
estructura de Gobierno local revitalizada conciliaría los intereses provin-
ciales y atraería nuevos ingresos al centro que permitirían emprender re-
formas urgentes y reducir el poder de los extranjeros.
El sueño se vino abajo a los pocos meses de celebrarse las primeras
elecciones nacionales de China en 1912. El líder del partido político ma-
yoritario murió asesinado y su organización fue luego declarada ilegal
por el presidente provisional, Yuan Shikai. Aunque Yuan Shikai tenia
planes ambiciosos para revitalizar China, carecía del poderio militar y
las habilidades organizativas que se necesitaban para mantener unido el
centro. El poder político, por consiguiente, pasó a las elites provincia-
les -tanto rurales como urbanas- o a los centenares de jefes militares
que empezaban a ser hombres influyentes y poderosos que dominaban
las localidades de China. Las debilidades políticas de China fueron
puestas de relieve por acontecimientos internacionales: las exigencias
de Japón eran cada vez más duras, y ni siquiera la atrevida iniciativa
china de mandar más de cien mil peones a trabajar con las potencias
aliadas en la Europa occidental durante la primera guerra mundial 10-
gró que dichas potencias respaldaran las reivindicaciones territoriales
de China.
El resultado fue un periodo de inseguridad política y de autoexamen
intelectual sin precedentes. Muchos chinos cultos estaban convencidos
de que su país se hallaba a punto de ser destruido y comenzaron a es-

381
tudiar toda clase de teorías políticas y organizativas, a examinar la natu-
raleza de su propio tejido social, a debatir los valores de formas nuevas
de educación y lenguaje, y a examinar las posibilidades de progreso que
parecían estar en el centro de la ciencia occidental. Conocido general-
mente por el nombre de Movimiento del 4 de Mayo, tal efusión con-
centrada de exuberancia intelectual y dudas no se había visto en China
desde hacía más de dos mil años, aunque podían verse elementos de la
misma búsqueda en el periodo de transición de los Ming a los Qing y en
los debates sobre el futuro de China a finales de la época Qjng.
Entre las muchas opciones que estudiaron los pensadores del 4 de
Mayo, las doctrinas del socialismo marxista, conducidas hábilmente en
esta dirección por agentes internacionales que la Unión Soviética envió
a China, atrajeron a algunas de las inteligencias más brillantes del país.
En 1920 ya se había formado el núcleo de un Partido Comunista Chi-
no y los primeros mítines generales del partido se celebraron en 1921.
Aunque el partido Guomindang (o Nacionalista) de Sun Yat-sen gozaba
de un prestigio mucho más amplio y tenía muchos más seguidores, los
comunistas supieron expresar de forma convincente las aspiraciones de
China en la lucha contra los señores de la guerra, los terratenientes y el
imperialismo extranjero, y cuando se abordó la difícil situación de la
creciente clase obrera industrial de China. La unión de organizadores
comunistas y activistas del Guomindang permitió coordinar varias huel-
gas impresionantes y efectivas, aunque los huelguistas mismos pagaron
a veces su audacia con la vida.
La alianza entre los comunistas y los nacionalistas nació de una de-
sesperación y una esperanza compartidas. La desesperación era debida a
la fragmentación de China, agravada por regímenes militaristas enfren-
tados y por los privilegios especiales de los extranjeros. La esperanza re-
sidía en aprovechar el espíritu, las habilidades y las facultades intelec-
tuales del pueblo chino con el fin de crear la fuerza necesaria para llevar
a cabo una unificación duradera. A pesar de sus diferencias relativas a
los objetivos a largo plazo y de los choques de caracteres dispares, co-
munistas y nacionalistas estaban al menos de acuerdo en la necesidad de
intentar la reunificación del país mediante una mezcla de fuerza mili-
tar y reforma social. Trabajaron juntos en la ciudad de Cantón, en el sur,
y lograron preparar una nueva elite militar y formar asociaciones rura-
les que engrosaran con campesinos las filas de las organizaciones de tra-
bajadores industriales. Las victorias militares de 1926, que llevaron a los
ejércitos recién combinados hasta el río Yangzi, fueron asombrosas. Pero
la rapidez de la victoria sobre las fuerzas de los señores de la guerra no
hizo más que realzar las hondas discrepancias en materia de política so-

382
cial, y 1927 fue un año desastroso para los comunistas, que trataron de
dominar por medio de maniobras a sus aliados nacionalistas y cambiar
la dirección del nuevo Estado; sólo consiguieron que su movimiento
resultase prácticamente aplastado en el intento.
Mientras los comunistas, tras su expulsión de las ciudades, inten-
taban reagruparse en zonas rurales aisladas, los nacionalistas trataban
de consolidar su dominio sobre todo el país. A finales de 1928 ya ha-
bían logrado que China, desde Manchuria hasta Guangdong, estuviese
bajo una bandera única. Mediante malabarismos desesperados con las
insuficientes finanzas, Chiang Kai-shek se concentró en remodelar los
órganos administrativos del Estado y en fomentar la creación de una
infraestructura de transportes, servicios urbanos y los consiguientes ser-
vicios educativos. Durante este mismo periodo, hubo grandes cambios
en la cultura urbana de China, que adaptó numerosos elementos de Oc-
cidente, al tiempo que muchos lugares -especialmente Shanghai- ad-
quirían un aire moderno. Varias potencias extranjeras tuvieron especial
importancia en la política china de esta época. Estados Unidos ofreció
dinero y personal técnico junto con sus misioneros. Alemania aportó
expertos militares y propuso transacciones inmensas con armamentos
alemanes y minerales raros chinos. Pero Japón continuó mostrándose
intransigente, amplió su dominio sobre Manchuria mediante la crea-
ción de un régimen títere y llevó sus fuerzas al sur de la Gran Muralla
hasta que los chinos accedieron a declarar el nordeste del país zona
desmilitarizada. Los sueños de una nación pujante se desvanecieron
e intelectuales descontentos se opusieron a la política de apacigua-
miento de los japoneses seguida por el Guomindang, y los comunistas
empezaron a crear gobiernos rurales grandes y aparentemente viables
basándose en su propia mezcla radical de reforma agraria y ejércitos
guerrilleros.
Durante un periodo breve a mediados del decenio de 1930, Japón
fue el acicate de la renovación nacional de China, además de ser su
peor enemigo. Los comunistas chinos, obligados a abandonar la mayor
y mejor de sus bases, el sóviet de jiangxi, por los ataques repetidos y
continuos de Chiang Kai-shek, se retiraron al árido norte en la Larga
Marcha. Pero una vez allí, pudieron apelar con buenos resultados a una
población cansada de tantas guerras intestinas entre chinos. Cuando
Chiang Kai-shek fue secuestrado por tropas amotinadas, se presentó la
oportunidad de declarar una vez más un frente unido, de volver a for-
jar una nación única que se resistiera al invasor. A pesar de los terribles
sufrimientos de muchos chinos durante los largos años de fragmenta-
ción y reforma, el concepto de nación seguía vivo.

383
12
La nueva república

Experimento de democracia
Cuando abdicó el último emperador manchú en febrero de 1912,
el Estado de China presentaba muchos paralelismos con el que
existía cuando el último emperador Ming se ahorcó en abril de 1644.
Las finanzas nacionales eran caóticas, con una tesorería agotada en Pe-
kin y poco dinero para las provincias. Grupos de letrados y burócratas
habían expresado muchos motivos de descontento con el régimen fe-
necido y ahora era necesario ocuparse de esta situación. Las tropas del
ejército que ocupaban Pekín eran numerosas, pero diflciles de contro-
lar, de dudosa lealtad y propensas a amotinarse o desertar si su paga se
retrasaba demasiado. Desastres naturales habían devastado el campo,
arruinado las cosechas y provocado hambrunas, además de producir
masas de refugiados justo cuando a los gobiernos locales les resultaba
dificil socorrerlos debido a las escaseces económicas. Muchos partidarios
de la casa gobernante derrotada seguían siendo leales a ella y podían ser
el centro de futuros problemas. La presión extranjera era intensa y la
posibilidad de una invasión, inminente. En las macrorregiones del cen-
tro, el oeste y el sur de China existía un riesgo muy grande de que apa-
reciesen regímenes separatistas independientes, 10 cual debilitaría aún
más la autoridad central.
También había, por supuesto, numerosas diferencias entre los dos
periodos transicionales, cuatro de las cuales fueron probablemente las
más significativas. En primer lugar, en 1912 había como mínimo siete
potencias extranjeras predadoras con intereses especiales en China, no
una sola, y China ya estaba muy endeudada con ellas. En segundo lu-
gar, en 1912 toda la infraestructura económica del país estaba experi-
mentando una impresionante transformación que era fruto de los nue-
vos medios de comunicación, transporte y desarrollo industrial. En
tercer lugar, la importancia del confucianismo como sistema filosófico
principal con respuestas para todos los problemas del país había sido

385
puesta en entredicho. Y, en cuarto lugar, aunque en 1912 muchos chi-
nos todavía estaban a favor de una autoridad central fuerte, la mayoría
de los ciudadanos cultos había rechazado totalmente la institución im-
perial junto con la solución intermedia que hubiera sido una monar-
quía constitucional. Las fuerzas más influyentes del país querían impo-
ner algún tipo de Gobierno republicano.
En este periodo de tensión agudizada, la violencia era impredecible
y común. Dos hombres que se convertirían en líderes preeminentes de
China en el segundo cuarto de siglo, y cuyos enfrentamientos darían
forma a la Revolución china, tuvieron su primer encuentro con los
conflictos violentos y la actividad política en aquella época. Mao Ze-
dong, nacido en 1893 en una familia de agricultores de la provincia de
Hunan, sirvió en fuerzas voluntarias de estudiantes locales de la zona
de Changsha. Fue testigo directo del rápido derrumbamiento de los
ejércitos de los Qing, se cortó la coleta y vivió la macabra experiencia
de ver los cadáveres de dos de los jefes más destacados de la Alianza Re-
volucionaria, que habían sido asesinados y yacían en la calle. No los ha-
bían matado tropas de los Qjng, sino partidarios republicanos del pre-
sidente de la asamblea provincial, Tan Yankai, que quería un camino
más moderado para China. Mao sirvió brevemente como soldado raso
en el ejército republicano de Hunan y allí tuvo ocasión de leer panfle-
tos del pensador socialista Jiang Kanghu, que fundó el primer Partido
Socialista Chino en noviembre de 1911. Pero la postura política del pro-
pio Mao aún era prudente: más adelante dijo a un entrevistador que
había albergado la esperanza de que se instaurara un Gobierno presi-
dido por Sun Yat-sen, con Kang Youwei de primer ministro y Liang
Qjchao como ministro de Asuntos Exteriores. Cuando terminaron las
luchas, Mao se embarcó en un curso de estudio -dirigido por él mis-
mo- de escritos sobre política y economía con el fin de prepararse para
desempeñar un papel directo en la reforma de la sociedad china.
El segundo hombre, Chiang Kai-shek, * había nacido en 1887 en una
familia de mercaderes de sal cerca de uno de los puertos que los tra-
tados habían abierto a los extranjeros, Ningbo, en la provincia de Zhe-
jiang. Siguiendo el camino de muchos jóvenes chinos ambiciosos y po-
seedores de ciertos medios económicos, había ido a Japón para estudiar
en una academia militar, donde permaneció de 1908 a 1910. Chiang
Kai-shek se afilió a la Alianza Revolucionaria y ello le permitió llegar a

* Ésta era la latinización común de su nombre. Sacada del dialecto local, la uti-
lizaron durante toda su vida prácticamente todos los escritores occidentales. Por este mo-
tivo la empleamos aquí en lugar de la forma pinyin de Jiang jieshi. (N. diI A)

386
ser colaborador estrecho del líder de Zhejiang Chen Qimei; cuando éste
se convirtió en gobernador militar de Shanghai en noviembre de 1911,
Chiang Kai-shek fue ascendido a comandante de uno de sus regimien-
tos. Sirvió valerosamente en los ataques contra Hangzhou y participó
en los intentos de ganar la ciudad para la causa revolucionaria. Según
varias crónicas, el bautismo de violencia personal de Chiang fue instigar
o ejecutar el asesinato de un miembro disidente de la Alianza Revolu-
cionaria que se oponía tanto a Sun Yat-sen como al mentor de Chiang
Kai-shek, Chen Qjmei.
El restablecimiento del orden en China requería que Yuan Shikai
enlazara su base en Pekín y el apoyo del ejército de Beiyangcon la Alian-
za Revolucionaria y las fuerzas de Nankín. También dependía de la in-
tegración de las unidades del Nuevo Ejército y las asambleas provin-
ciales en un sistema de Gobierno nacional unido por una constitución
legítima. Los primeros pasos hacia estos objetivos fueron titubeantes.
Como sus tropas no podían con las de Yuan Shikai, Sun Yat-sen, acla-
mado presidente provisional por sus partidarios ell de enero de 1912,
renunció a sus derechos al título al cabo de poco más de un mes, el
13 de febrero, al día siguiente de la abdicación de los manchúes; Yuan
Shikai asumió el cargo en lugar de Sun Yat-sen. Líderes de la Alianza
Revolucionaria y sus seguidores habían estipulado que Yuan Shikai go-
bernase desde Nankín, 10 cual le obligaría a abandonar su base mili-
tar en el norte y sería un importante paso simbólico hacia la formación
de un régimen civil viable. Pero Yuan Shikai optó por quedarse en Pekín
tras afirmar que la inestabilidad de la situación militar exigía su pre-
sencia allí. Una serie de motines y brotes de violencia en Pekín, Tianjin
y Baoding durante marzo de 1912 pareció confirmar su punto de vista,
si bien algunos cínicos comentaron que, para empezar, era probable-
mente Yuan Shikai quien los había instigado para demostrar que era
indispensable. Sun Yat-sen, por su parte, demostró la sinceridad de su
interés por revitalizar China al viajar a Pekín, invitado por Yuan Shikai,
y trazar un proyecto ambicioso (y visionario) para la transformación del
sistema ferroviario de China.
La tarea que había que emprender ahora consistía en elaborar una
constitución con sentido al amparo de la cual pudieran celebrarse en
toda China elecciones para el nuevo parlamento bicameral. El primer
paso en esa dirección había sido la convocatoria de la Asamblea Nacio-
nal en Pekín en octubre de 1910. Se trataba de una institución unicame-
ral cuyos miembros eran elegidos por las asambleas provinciales o se-
leccionados por el regente manchú. La Asamblea Nacional secundó
enseguida a las asambleas provinciales para pedir que se convocara un

387
parlamento plenario antes de 1917, la fecha que en un principio había
previsto la emperatriz viuda Cixi. En noviembre de 1910 la corte manchú
accedió a que se convocara un parlamento totalmente elegido en 1913.
Aunque era una creación de la corte de los Qjng, la Asamblea Na-
cional pasó rápidamente a ocupar una posición importante para el fu-
turo de la forma de Gobierno constitucional en China. El30 de octubre
de 1911, mientras luchaban por sobrevivir, los manchúes autorizaron
a la Asamblea Nacional para que redactase una constitución y la asam-
blea elaboró la primera versión el 3 de noviembre. Cinco días más tar-
de la asamblea eligió a Yuan Shikai para el cargo de primer jefe de Go-
bierno de China, con 10 que confirió cierta legitimidad democrática a
su dominio.
No obstante, coincidiendo en parte con estos acontecimientos en
Pekín, se celebraron reuniones, promovidas por la Alianza Revolucio-
naria, de varios grupos de delegados de las provincias, primero en Shan-
ghai, luego en Hankou y finalmente en Nankín. Estos delegados -tres
por cada provincia- se reunieron oficialmente como el Consejo Na-
cional en Nankin e128 de enero de 1912. Su papel fue esencial para el
sano crecimiento de la democracia china, ya que Sun Yat-sen había es-
tipulado que el Consejo Nacional ratificase la elección de Yuan Shikai
como presidente provisional. Yuan Shikai respondió puntillosamente
mandando al consejo un mensaje protocolario en el que afirmaba que
«una república es el mejor sistema político" y «no deberíamos permitir
jamás la restauración del sistema monárquico en China».' A instancias
de Sun Yat-sen, el Consejo de Nankín eligió por unanimidad a Yuan
Shikai para el cargo de presidente provisional el 14 de febrero.
La ascensión de Yuan Shikai a la cima de la estructura republicana
se había producido con una rapidez vertiginosa. Nacido en 1859 en un
linaje que había dado varios funcionarios notables, Yuan Shikai no se
presentó a los exámenes de Estado; en lugar de ello, compró un título
oficial menor en 1880, como era costumbre que hiciesen muchos jóve-
nes a finales del periodo Qjng. A partir de entonces sirvió durante más
de un decenio en diversos puestos militares y comerciales en Corea y
pudo ver muchas muestras de los objetivos expansionistas de Japón en
aquel país. Después de la guerra sinojaponesa de 1894-1895, los Qjng
encargaron a Yuan Shikai que instruyese a los oficiales del nuevo Primer
Cuerpo de Ejército modernizado de China, lo que le proporcionó un
núcleo importante de protegidos militares. Es casi seguro que ayudó a
la emperatriz viuda a derrocar al emperador Guangxu y a quienes fo-
mentaron la Reforma de los Cien Días, pero también logró reprimir a
los bóxers en Shandong. Después de 1913, siendo gobernador general

388
de la región de Hebei, hizo del ejército de Beiyang el mejor de China
(cinco de sus siete comandantes de división y todos los demás oficia-
les de alta graduación eran protegidos suyos) y mostró un interés ver-
dadero por las reformas que fortalecieron su región, incluida la po-
tenciación del autogobierno, la educación y un cuerpo de policía. Los
logros de Yuan Shikai en las postrimerías de la vida política de los Qjng
brindaron la esperanza de que como líder de la república supiera res-
ponder a los problemas que afrontaba China.
En su carta de dimisión del cargo de presidente provisional, Sun
Yat-sen escribió que «la constitución del Gobierno provisional debe pre-
pararla el Consejo y el nuevo presidente debe acatarla» (ibíd.). De acuer-
do con estos procedimientos concebidos para asegurar la formación
de un Gobierno republicano legítimo, el consejo promulgó una versión
nueva de la constitución provisional el 11 de marzo de 1912. El nuevo
texto garantizaba a todos los chinos y pueblos minoritarios igualdad
y protección de las personas y las propiedades al amparo de la ley, así
como libertad de culto y de reunión, y estipulaba que debía convocar-
se un parlamento plenario en el plazo de diez meses. Llegado el mo-
mento, se disolvería el consejo y Yuan Shikai dimitiría para que pudie-
ran celebrarse nuevas elecciones presidenciales. El mismo consejo, que
ahora contaba con cinco representantes por cada provincia, votó el 5 de
abril a favor de trasladar el Gobierno provisional a Pekín, lo cual haría
de China una república unida por primera vez tanto de palabra como de
obra. La vieja Asamblea Nacional de los Qjng había quedado anulada.
A tenor de las reglas de esta constitución provisional, los chinos
empezaron a prepararse para sus primeras elecciones nacionales. El
parlamento constaría de dos cámaras: el senado, que comprendería
274 diputados con mandatos de seis años, escogidos por las asambleas
provinciales, con diez diputados por cada provincia y el resto repre-
sentando a los chinos de ultramar; y la cámara de representantes, in-
tegrada por 596 diputados con mandatos de tres años y elegidos de
forma más o menos proporcional según el número de habitantes a ra-
zón de un diputado por cada ochocientas mil personas.
Tras la caída de la dinastía Qjng, Sun Yat-sen ordenó que la Alianza
Revolucionaria se transformara en un partido político democrático y
centralizado que concurriese a las elecciones de diciembre de 1912. La
organización de lo que ahora se denominaba el .. Partido Nacional del
Pueblo» (Guomindang*) se encomendó a Song Jiaoren, uno de los lu-

.. Hasta fechas recientes se ha usado la forma latinizada Kuomintang y su abrevia-


tura KMT. (N. delA.)

389
gartenientes más capacitados de Sun Yat-sen durante los años en el exi-
lio. SongJiaoren, que contaba sólo treinta años de edad en 1912, de-
mostró ser un organizador político hábil por naturaleza, aunque su
arrogante seguridad en sí mismo molestaba a muchos. Lo que más le
interesaba era asegurarse de que se limitaran los poderes del presidente
y se protegieran apropiadamente los del parlamento, con sus represen-
tantes elegidos. Resultaba claro a ojos de la mayoría de los observadores
a mediados de 1912 que Yuan Shikai dominaba por completo el gabi-
nete que él mismo había nombrado y que deseaba imponer un poder
presidencial desmesurado. Song jiaoren viajó a muchas partes de Chi-
na en 1912 y expuso sus argumentos con vehemencia empleando tér-
minos que a menudo parecían criticar directamente las ambiciones de
Yuan Shikai. A medida que se acercaban las elecciones de diciembre,
SongJiaoren y otros miembros del Guomindang llevaban ventaja a sus
tres rivales principales: un grupo de organizaciones afiliadas de for-
ma flexible y llamadas Partido Progresista (con Liang Qjchao al frente),
Partido Republicano (de tono marcadamente nacionalista) y Partido de
la Unificación. Aparte de estos tres, había más de trescientos grupos o
partidos políticos pequeños que se disputaban uno o más escaños en
los comicios.
Si bien las elecciones nacionales atraían más atención, los aconteci-
mientos políticos en el campo revestían igual importancia. En el deba-
te general sobre el autogobierne durante los últimos años de los Qing
se habían expresado preocupaciones en el sentido de que los consejos
reformistas servirían sólo para afianzar la posición de la pequeña no-
bleza conservadora, que ahora sumaría poder administrativo oficial a
la influencia que ya se le confería localmente debido a su educación y
sus propiedades agrarias. Este temor se vio confinnado en los meses que
siguieron a la abdicación manchú cuando se saldaron cuentas pendien-
tes y poderosos titulares locales se adueñaron de una serie de puestos
nuevos cuya misión era llevar la autoridad del Gobierno central mu-
cho más al interior de la China rural de lo que habían podido llevar-
la los magistrados de los Qjng. Si no se le ponía freno, esta tendencia
podía mermar las esperanzas de instaurar una democracia viable en
China. Pero en medio de la excitación que causaban las elecciones na-
cionales, este problema parecía periférico y ni el Guomindang ni sus
rivales se ocuparon directamente de él, aunque el programa electoral
de aquél incluía comentarios sobre la necesidad de crear estructuras de
autogobierno local.
Nuevas normas electorales promulgadas en 1912 dieron el voto a
los varones de más de veintiún años de edad que tuvieran propiedades

390
valoradas en quinientos dólares o pagasen impuestos de como mínimo
dos dólares, además de poseer un certificado de estudios elementales.
Aproximadamente cuarenta millones de hombres -alrededor del diez
por ciento de la población- satisfacían estos requisitos. Los analfabe-
tos, los fumadores de opio, los insolventes y los perturbados mentales
no estaban autorizados a votar. Las mujeres tampoco habían conquista-
do el derecho al voto, a pesar del aumento de la seguridad en sí mismas
a finales del periodo Qjng, el apoyo de varios intelectuales prominen-
tes, la participación de muchas de ellas como militantes y benefacto-
ras de la Alianza Revolucionaria y las experiencias de algunas como
soldados de los ejércitos revolucionarios o enfermeras en primera línea.
En 1912 la sufragista pequinesa Tang Junying llevó a varias mujeres al
Consejo Nacional en Nankín, donde presionaron mucho para que se
incluyese en la nueva constitución una declaración sobre la igualdad
entre hombres y mujeres y sobre el derecho de las mujeres a votar. Cuan-
do fueron rechazadas, las mujeres entraron en la cámara de sesiones a
la fuerza, gritando y rompiendo los cristales de las ventanas; fueron ex-
pulsadas sin ceremonias y sin que se les concediera ni una sola de sus
peticiones.
Los resultados de las primeras elecciones nacionales de China se
dieron a conocer en enero de 1913 y significaron una clara victoria para
el Guomindang. En la cámara de representantes el partido ganó 269
de los 596 escaños, y el resto quedó dividido entre los otros tres par-
tidos principales. (En estas primeras elecciones, muchos políticos man-
tuvieron su lealtad a varios partidos, por lo que la suma total de escaños
que obtuvieron los cuatro partidos superó ampliamente la cifra de 596.)
En el senado, de los 274 elegidos, 123 eran miembros del Cuomindang.
De acuerdo con la constitución provisional, el Guomindang desempe-
ñaría ahora un papel dominante en la elección del primer ministro y
del gabinete, y podría presionar para que se eligiese al presidente en un
marco parlamentario totalmente supervisado.
En la primavera de 1913 los recién elegidos representantes empe-
zaron a viajar en tren, por carretera, por río y por mar al parlamento
de Pekín. El 20 de marzo, el jefe del partido victorioso, Song jiaoren,
fue con sus amigos a la estación de ferrocarril de Shanghai. Mientras se
encontraba en el andén esperando el momento de subir al tren, un hom-
bre se le acercó y le disparó dos veces a quemarropa. Song jiaoren fue
llevado enseguida al hospital, pero murió dos días después, dos sema-
nas antes de cumplir treinta y un años. Muchos creían que le hubieran
nombrado primer ministro. También eran muchos los que creían que
Yuan Shikai estaba detrás del asesinato, ya que los indicios conducían

391
hasta el secretario del gabinete y el primer ministro provisional. Pero los
principales conspiradores también fueron asesinados o desaparecieron
misteriosamente y Yuan Shikai nunca fue acusado de forma oficial.
Una vez que estuvieron reunidos en el parlamento, los demás de-
legados del Guomindang ejercieron presión para controlar a Yuan Shi-
kai, para que se redactase una constitución permanente y para que se
celebraran elecciones presidenciales en toda regla. Los miembros del
Guomindang, en particular, criticaron con dureza a Yuan Shikai por su
forma de llevar las finanzas de la nación: en vez de abordar directa-
mente los problemas relacionados con la recaudación de impuestos,
había solicitado otro empréstito enorme -llamado «empréstito pata la
reorganizacióne- de más de veinticinco millones de libras (aproxima-
damente cien millones de dólares) de un consorcio de bancos extran-
jeros. Yuan Shikai se tomó estas agrias protestas como ataques a su per-
sona y decidió contraatacar. A comienzos de mayo de 1913 destituyó a
los principales gobernadores militares que estaban a favor del Guo-
mindango En los combates encarnizados que se libraron en el verano,
las fuerzas de Yuan Shikai derrotaron a las tropas leales al Guomindang
y en septiembre el general reaccionario Zhang Xun, cuyos soldados aún
llevaban las coletas manchúes, tomó Nankín en nombre de Yuan Shikai.
En octubre, Yuan Shikai obligó a los diputados a elegirle presidente
para un mandato de cinco años. (Sin embargo fueron necesarias tres
votaciones antes de que obtuviera la mayoría.) Finalmente, tras califi-
car al Guomindang de organización sediciosa, ordenó la disolución del
partido y la expulsión de los diputados que aún tenía en el parlamen-
to. A finales de noviembre, Sun Yat-sen salió de China con destino a
Japón, obligado una vez más a exiliarse de su propio país y con sus
sueños republicanos rotos.

El régimen de Yuan Shikai

Las potencias extranjeras observaban los acontecimientos de China


con gran atención. Habían comprendido que no tenía sentido continuar
esforzándose por mantener viva la dinastía Qjng con el fin de conser-
var los derechos que les habían conferido los tratados desde 1842. El
resultado fue que siguieron una política de neutralidad estricta en 1911
y 1912, al tiempo que tenían a sus tropas y buques en estado de alerta
para proteger a los súbditos extranjeros en China y vigilar un pasillo de
Pekín al mar para impedir que se repitieran brotes de violencia contra

392
los extranjeros, como la rebelión de los bóxers. La mayor prioridad de
las potencias extranjeras era proteger sus inversiones en China, que ha-
bían alcanzado un total de casi setecientos ochenta y ocho millones de
dólares en 1902 y en 1914 ya se cifraban en 1610 millones de dólares.
Así pues, era probable que Jos extranjeros aceptasen a cualquier Gobier-
no que creara un clima económico favorable.
Aunque las inversiones extranjeras se concentraban principalmente
en Shanghai y el sur de Manchuria, abarcaban un amplio espectro de
empresas. Los intereses de Gran Bretaña en China, valorados aproxi-
madamente en seiscientos ocho millones de dólares, incluían el ferro-
carril de Hong Kong a Cantón, transportes marítimos, compañías de
servicios públicos (gas, electricidad, teléfono), tranvías, minas de car-
bón, fábricas de tejidos de algodón, refinerías de azúcar, sederías, una
cordelería, fábricas de cemento y bienes raíces. Los 220 millones de
dólares (385 millones de yenes) invertidos por Japón abarcaban una
gama parecida. Los intereses estadounidenses eran mucho más pe-
queños, pero, a pesar de ello, se calculaban en alrededor de cuarenta y
nueve millones de dólares en 1914. El grueso de esta cifra correspon-
día a propiedades de las misiones (que incluían hospitales y escuelas)
ya bienes raíces en Shanghai, si bien cuando en 1915 se inauguró la
primera cámara de comercio estadounidense en Shanghai, treinta y dos
empresas estadounidenses se afiliaron a ella inmediatamente.'
Japón y las potencias europeas vieron al principio con escepticis-
mo el nuevo régimen de Yuan Shikai y dieron largas al reconocimiento
diplomático de la república. En Estados Unidos, en cambio, la opinión
era más favorable tanto a Yuan Shikai como a la república. Muchos de
los misioneros estadounidenses en China habían simpatizado con el
movimiento republicano y numerosos chinos de mentalidad más re-
formista se habían educado en escuelas misionales. Sun Yat-sen era
cristiano; y Yuan Shikai, aunque no lo era, aprovechó de forma inteli-
gente los sentimientos pro cristianos y pidió a los protestantes esta-
dounidenses que orasen por China en sus iglesias cuando se convocó
el nuevo parlamento chino en abril de 1913. La noticia salió en los ti-
tulares de periódicos estadounidenses y llamó favorablemente la aten-
ción del presidente Woodrow Wilson y de su gabinete. Wilson co-
mentó que no recordaba cuándo se había sentido «tan conmovido y
animado», y su secretario de Estado, William Jennings Bryan, dijo de
la petición de Yuan Shikai que era «el documento oficial más notable
que se ha dado a conocer desde hace una generación». El Christian He-
raid comparó el acto de Yuan Shikai con los de Constantino y Carlo-
magno «cuando pusieron naciones paganas bajo el yugo de Cristo».'

393
1902 1914

Millones Porcentaje Millones Porcentaje


de dólares del total de dólares del total

Gran Bretaña 260,3 33,0 607,5 37,7


Japón 1,0 0,1 219,6 13,6
Rusia 246,5 31,3 269,3 16,7
Estados Unidos 19,7 2,5 49,3 3,1
Francia 91,1 11,6 171,4 10,7
Alemania 164,3 20,9 263,6 16,4
Otros 5,0 0,6 29,6 1,8
Total 787,9 100,0 1.610,3 100,0

Inversiones extranjeras en China, 1902 y 1914.4

En mayo de 1914 el ministro estadounidense en Pekín visitó al presi-


dente Yuan Shikai e hizo extensivo el reconocimiento diplomático ple-
no a su Gobierno.
El ministro británico en Pekín consideró que 10 que habían hecho
los estadounidenses era «vergonzoso» porque Yuan Shikai aún no ha-
bía dado garantías oficiales sobre la preservación de los derechos y las
inversiones de los extranjeros. Gran Bretaña, además, ansiaba asegurar
la autonomía del Tíbet; Yuan Shikai -siguiendo el precedente de los
últimos Qjng- afirmaba que era una dependencia. La intransigencia
británica en esta cuestión molestaba a los chinos; pero el 7 de octubre
de 1913 Yuan Shikai reconoció la autonomía tibetana, si bien ni el ga-
binete ni el parlamento ratificaron su decisión. El mismo día Gran Bre-
taña reconoció diplomáticamente la república china. Japón hizo lo
propio después de que China accediera a nuevos acuerdos ferroviarios
a gran escala y Rusia siguió su eíemplo después de que China recono-
ciese la autonomía de Mongolia Exterior.
Q!1e Yuan Shikai consiguiera que las potencias extranjeras recono-
ciesen su régimen no significaba que su Gobierno estuviese asegurado.
La ordenación constitucional de China se hallaba sumida en el caos.
Como preludio de la purga de diputados del Guomindang en el par-
lamento, a finales de 1913 Yuan Shikai había ordenado a su policía que
registrara los domicilios de todos los representantes y senadores sospe-
chosos de estar afiliados al Guomindang. Se identificaron 438 militan-
tes con carnet del partido y se les prohibió en lo sucesivo entrar en el
parlamento. Como el parlamento carecía ahora de quórum, a finales de

394
noviembre los presidentes de ambas cámaras anunciaron su suspensión
indefinida; en enero de 1914 se procedió a disolverlas oficialmente y
en febrero se dieron órdenes parecidas para la disolución de las asam-
bleas provinciales y de las organizaciones de Gobierno local.
Para dar a su régimen apariencia de legalidad, Yuan Shikai convo-
có a un grupo de 66 hombres de su gabinete y de varios puestos pro-
vinciales, y el I de mayo de 1914 estos hombres presentaron un «pac-
to constitucional» que debía reemplazar la constitución provisional. El
pacto daba a Yuan Shikai como presidente un poder prácticamente ili-
mitado sobre la guerra, las finanzas, la política exterior y los derechos
de los ciudadanos. El presidente explicó su actuación a uno de sus ase-
sores más allegados y comentó: «El parlamento era una institución in-
viable. iÜchocientos hombres! Doscientos eran buenos, doscientos eran
pasivos, cuatrocientos eran inútiles. topé habían hecho? Ni siquiera se
habían puesto de acuerdo sobre el procedimiento».' Fue un comentario
apropiadamente sardónico sobre la destrucción de las esperanzas demo-
cráticas de China.
Privado de cualquier base sólida de apoyo económico, el Gobier-
no de Yuan Shikai vivía en gran parte de préstamos. En 1913 ya eran
sólo dos millones de yuanes o menos los que se obtenían de los im-
puestos agrarios en las provincias, y el Gobierno tenía un déficit de
13 millones de yuanes todos los meses. Los ingresos de los aranceles
que se aplicaban al comercio extranjero también se encontraban mayo-
ritariamente fuera del alcance de Yuan Shikai, ya que, como respuesta
a la agitación causada por la revolución, las Aduanas Marítimas Impe-
riales (dirigidas ahora por el sucesor de Robert Hart, que había muer-
to en 1911) depositaban sus ingresos en bancos extranjeros con el fin
de poder usarlos para liquidar los intereses de las deudas exteriores de
China, que iban acumulándose rápidamente. Hasta los impuestos so-
bre la sal estaban ahora bajo supervisión extranjera y se usaban para
saldar deudas o se manipulaban para ejercer presión política sobre Yuan
Shikai.
A pesar de la escasez de fondos, Yuan Shikai tenía ambiciones,
tanto para su país como para él mismo. Paradójicamente, mientras
subvertía la constitución quería edificar sobre los intentos de reforma
que habían hecho los últimos Qjng y crear instituciones que dieran
a China un sistema de Gobierno fuerte y estable. Para preparar algu-
nas de sus reformas, se apoyó en un equipo de asesores extranjeros com-
petentes, entre los que había un experto en política exterior australia-
no, un especialista en ferrocarriles japonés, un agregado militar francés
y un jurista belga; sin embargo, la mayoría de estos asesores, según re-

395
conocieron ellos mismos, cobraban sueldos excesivos y eran poco uti-
lizados.
Yuan Shikai continuó trabajando para dotar a China de una judi-
catura independiente, no porque sintiera algún amor abstracto por la
justicia, sino porque un sistema firme e imparcial de tribunales sería
el mejor instrumento para poner fin a la odiada extraterritorialidad. El
nuevo Tribunal Supremo de China -creado en 1906 por la dinastía
Qjng- avanzó decididamente en campos tales como el derecho mer-
cantil y los derechos de las mujeres casadas. Todas las provincias me-
nos tres tenían tribunales superiores, como los tenían también muchas
prefecturas, aunque Yuan Shikai no fomentó los tribunales de conda-
do porque prefería que el poder judicial en ese nivel residiera en la ad-
ministración local en lugar de en jueces especiales. Para reformar el sis-
tema penal de China, Yuan Shikai autorizó un programa activo de
construcción de prisiones, mejora de las condiciones sanitarias en las
prisiones, provisión de oportunidades de trabajo para los presos e in-
tentos de reforma moral de los delincuentes. En e! campo de la edu-
cación, impulsó la expansión a escala nacional de la escolarización pri-
maria para los varones, que sería obligatoria y gratuita, y apoyó los
experimentos con manuales alfabetizados y el reciclaje de maestros. No
obstante, insistió en que, junto con las habilidades nuevas que nece-
sitaban los ciudadanos chinos, el plan de estudios primarios incluyera
e! estudio de Confucio.
Para desarrollar la economía, Yuan Shikai ordenó que se intentara
aumentar el rendimiento de los cultivos por medio de! regadío y el con-
trol de las inundaciones, la creación de nuevas razas de ganado, el fo-
mento de la forestación y la rapidez en la distribución de mercancías
por medio de empréstitos con intereses bajos y la reducción de las ta-
rifas de carga ferroviarias. También se inició un estudio nacional de los
recursos geológicos de China bajo la dirección de un científico nativo
formado en Gran Bretaña. Se centralizó la moneda nacional, se contro-
ló la acuñación y se retiraron en las provincias millones de billetes de
banco depreciados. Yuan Shikai también se esforzó mucho por seguir
reprimiendo el consumo y la producción de opio, como se había em-
pezado a hacer en los últimos tiempos de los Qjng. Tan eficaz fue su
plan -se evaluó a todos los magistrados de condado basándose en su éxi-
to en la supresión del opio- que los traficantes se replegaron a las con-
cesiones extranjeras, donde estaban protegidos por la ley.
Fue al principio una ventaja para Yuan Shikai, mientras edificaba su
dictadura, que la primera guerra mundial estallase en Europa en agosto
de 1914 e hiciese que Francia, Gran Bretaña, Alemania y Rusia estuvie-

396
ran demasiado ocupadas para buscar más ganancias en China. Asimis-
mo, debido a la necesidad desesperada de tropas en el frente occidental,
estas potencias ordenaron a todos sus ciudadanos sanos que se encon-
traban en China que volvieran a sus respectivos países. Esto dio a una
nueva generación de empresarios y administradores chinos una exce-
lente oportunidad para hacerse cargo de las funciones clave en los ne-
gocios y la administración, amasar sus fortunas privadas y adquirir una
inestimable experiencia en las finanzas. Pero, por desgracia para Yuan
Shikai, los japoneses estaban más que preparados para tomar el relevo.
Japón, que desde 1902 era aliado de Gran Bretaña, había declarado la
guerra a Alemania en agosto de 1914 y procedido inmediatamente a ata-
car las zonas de concesión alemanas en la provincia de Shandong.
En enero de 1915 los japoneses asestaron a China un golpe todavía
más duro al presentar las Veintiuna Exigencias al Gobierno de Yuan Shi-
kai. Los japoneses exigían derechos económicos mucho más amplios
para sus súbditos en Manchuria y Mongolia Interior; la administración
conjunta sinojaponesa del enorme complejo del hierro y el carbón de
Han-Ye-Ping, en la China central; la no enajenación de ningún puerto
o isla de China a otras potencias extranjeras; el envío de polidas y ase-
sores económicos japoneses al norte de China; y nuevos y amplios de-
rechos mercantiles en la provincia de Puiian. Los chinos expresaron su
hostilidad a estas exigencias en una serie de concentraciones antijapone-
sas en toda la nación y en un boicot a los productos japoneses que fue
mucho más generalizado y eficaz que el boicot a los estadounidenses
de 1905. Con todo, Yuan Shikai se sintió obligado a ceder, aunque mo-
dificó levemente algunas de las condiciones de los japoneses.
Yuan Shikai se volvió más intransigente cuando menguaron su pres-
tigio y su popularidad. Sus críticos eran acosados y silenciados en vir-
tud de las medidas de censura impuestas en 1914 a todos los periódicos
y publicaciones; las penas para quienes publicasen material "perjudicial
para la paz pública» eran severas.' En busca de más apoyo a su auto-
ridad, Yuan Shikai ya había empezado a instituir de nuevo elementos
del confucianismo como religión del Estado. En su calidad de presiden-
te, asumía el papel de participante principal en los ritos importantes
que se celebraban en el Templo del Cielo de los Qjng, al que acudía en
un automóvil blindado. Al tiempo que evocaba deliberadamente las
prácticas religiosas del Estado Qing, Yuan Shikai adoptó los signos ex-
ternos propios de un emperador; a finales de 1915, de hecho, avanzó
con paso firme en esa dirección e hizo correr rumores de que el pue-
blo quería que resucitase la institución. En agosto la presión oficial para
que se le nombrase emperador ya había adquirido dimensiones nacio-

397
nales y en noviembre una «Asamblea Representativa» convocada espe-
cialmente votó -supuestamente con la asombrosa unanimidad que sig-
nificaban 1993 votos favorables y ninguno en contra- a favor de supli-
car a Yuan Shikai que se convirtiese en emperador. El 12 de diciembre
de 1915 el presidente accedió a ello y el 1 de enero de 1916 inauguró
su nuevo régimen. Encargó a las antiguas alfarerías imperiales una va-
jilla de porcelana de 40.000 piezas que costaba de 1,4 millones de yua-
nes. También encargó un gran sello de jade y dos túnicas imperiales de
400.000 yuanes cada una.
Yuan Shikai y sus asesores (uno de ellos, el estadounidense Frank
Goodnow, profesor de la Universidad de Columbia y ex presidente de
la Asociación Norteamericana de Ciencias Políticas) creían que China
anhelaba un símbolo de autoridad central que trascendiese la presiden-
cia y que, por tanto, la restauración de la dignidad imperial sería bienve-
nida. Pero estaban equivocados. Muchos de los aliados políticos más
allegados a Yuan Shikai le abandonaron, y la solidaridad de su cama-
rilla de Beiyang, formada por antiguos militares que habían sido pro-
tegidos suyos, quedó hecha añicos. En toda China hubo protestas en
masa acompañadas de otras medidas en las provincias. El jefe militar de
Yunnan declaró la independencia de la provincia en diciembre de 1915;
Guizhou hizo lo mismo en enero de 1916 y Guangxi, en marzo. Las po-
tencias extranjeras se mostraron distantes o francamente hostiles a Yuan
Shikai y no le prestaron el apoyo que esperaba. En marzo de 1916
Yuan Shikai respondió a las protestas anunciando que aboliría la mo-
narquía, pero su prestigio ya estaba por los suelos y una provincia tras
otra siguieron declarándose independientes de Pekín. Yuan Shikai murió
de uremia -agravada por la ira y la humillación, según pensaron mu-
chos- el 6 de junio de 1916, a la edad de cincuenta y seis años.
Su sucesor en la ahora deslustrada presidencia fue Li Yuanhong, el
aliado reacio de los revolucionarios de Wuhan en octubre de 1911, que
desde 1913 era el ineficaz e igualmente reacio vicepresidente. Li Yuan-
hong tenía una base de poder mucho más débil que la de Yuan Shikai
y no contaba con el respaldo de ningún ejército de Beiyang, sino que
detrás de él sólo había un mar de provincias desafectas o independien-
tes y una tesorería que se hallaba al borde de la bancarrota. Las medidas
más importantes que tomó Li Yuanhong fueron convocar de nuevo a
los miembros del parlamento (cuyas sesiones se habían suspendido más
de dos años antes) para que China pudiera tener una vez más un Go-
bierno representativo, y reafirmar la constitución provisional de 1912
como fuerza aglutinante de la nación. Pero ambas medidas resultaron
polémicas: dado que el mandato de los representantes elegidos en di-

398
ciembre de 1912 era sólo para tres años, no estaba claro que fueran
ahora legalmente diputados; y dado que la constitución provisional
de 1912 había sido reemplazada por la de Yuan Shikai en 1914, no era
seguro que todavía tuviese prioridad.
Li Yuanhong llevaba poco más de un año en el cargo cuando se pro-
dujo un nuevo golpe militar relacionado con un intento más de res-
taurar la dignidad imperial. Esta vez el instigador fue el general Zhang
Xun, que había sido partidario fanático de los Qjng desde que sirvie-
ra como escolta militar de la emperatriz viuda Cixi cuando la rebelión
de los bóxers. Zhang Xun había luchado lealmente por los manchúes
en Nankín en 1911 y había seguido siendo leal a ellos durante toda la
presidencia de Yuan Shikai, e incluso había ordenado a sus soldados que
conservasen la coleta. Era Zhang Xun quien había arrebatado Nankín
a las tropas del Guomindang en 1913, y, a pesar del salvajismo de su
ejército en el saqueo de la ciudad tras su toma, Yuan Shikai le había
nombrado mariscal de campo e inspector general de las provincias del
Yangzi. Actuando supuestamente como mediador entre el presidente Li
Yuanhong y otros generales enfrentados, Zhang Xu entró con su ejérci-
to en Pekín a mediados de junio de 1917 y proclamó la restauración del
emperador Puyi, que había abdicado y ahora era un niño de once años.
Mientras los desconcertados habitantes de Pekín buscaban viejas ban-
deras imperiales para colgarlas en sus fachadas y los diplomáticos ex-
tranjeros trataban de decidir cómo hacer frente a la nueva situación, un
grupo reducido de ex funcionarios y letrados de los Qjng -entre ellos
Kang Youwei, el fiel seguidor del difunto emperador Guangxu- se apre-
suraron a trasladarse a la Ciudad Prohibida luciendo sus vestiduras ofi-
ciales para servir al nuevo emperador.
Pero la restauración no cuajó. Otros generales de la región de Pekín
marcharon sobre el palacio y dos aviadores -en lo que bien puede que
fuera el primer bombardeo aéreo de la historia de China- arrojaron so-
bre la Ciudad Prohibida una bomba que mató a tres hombres. A me-
diados de julio las tropas de los generales rivales tomaron Pekín por
asalto y derrotaron a Zhang Xu, que encontró asilo en la legación ho-
landesa y nunca volvió a participar activamente en política. El empera-
dor Puyi fue depuesto una vez más y el único castigo que se le impu-
so fue la obligación, por orden del presidente, de recibir una educación
moderna bajo preceptores occidentales. (Continuó viviendo a lo gran-
de en la Ciudad Prohibida hasta que en 1924 otro señor de la guerra
le expulsó del palacio y tuvo que buscar refugio en la zona de conce-
sión japonesa. En lo sucesivo la Ciudad Prohibida fue un museo públi-
co dedicado a la cultura y la historia.)

399
Con el fracaso de la insurrección del general Zhang Xu por obra
de un grupo de generales rivales, se desvaneció toda pretensión del Go-
bierno central de tener verdadera fuerza. A partir de ahora tanto la pre-
sidencia como el parlamento serían juguetes de los militaristas; y, aun-
que hombres capaces e inteligentes siguieron estando dispuestos a servir
en el Gobierno, ascendían y caían por orden de estas fuerzas externas.
La democracia había desaparecido y había empezado la era de los "se-
ñores de la guerra».

Militaristas en China y chinos en Francia


Los hombres conocidos como «señores de la guerra», que ahora do-
minaban gran parte de China, eran de orígenes muy diversos y man-
tenían su poder de diferentes maneras. Muchos de ellos habían empe-
zado como soldados rasos en el ejército de Beiyang y en otro tiempo
habían sido protegidos de Yuan Shikai; muchos otros habían servido
en los ejércitos provinciales y habían ascendido a gobernador militar ti
oficial de alta graduación a finales de 1911 o comienzos de 1912. Va-
rios eran sencillamente bandidos locales que habían aprovechado la
oportunidad de consolidar un poder también local, Algunos ejercían
su dominio sobre provincias enteras y financiaban sus ejércitos con los
impuestos locales que recaudaban sus propias burocracias; otros con-
trolaban únicamente un puñado de poblaciones y obtenían su dinero
de los «impuestos de tránsito» que recaudaban a punta de pistola o por
medio de confiscaciones. Algunos señores de la guerra eran hondamen-
te leales al concepto de una república legítima y seguían albergando la
esperanza de reintegrarse algún día en un Estado constitucional válido;
ctros creían que Sun Yat-sen y el Guomindang representaban el Go-
bierno legítimo de China. Por voluntad propia o por necesidad, varios
colaboraban estrechamente con los extranjeros, ya fueran los británicos
de Shanghai, los japoneses de Manchuria o los franceses del sudoeste.
Algunos controlaban tramos extensos del ferrocarril y obtenían sus in-
gresos de los servicios de pasajeros y mercancías, así como del comer-
cio de las ciudades situadas junto a las líneas. Algunos reanudaron el
cultivo de opio en sus dominios y se beneficiaban del comercio de la
droga, que había registrado una gran expansión. El consumo de opio
empezó una vez más a adquirir la dimensión que tenía antes de las cam-
pañas de supresión de finales del periodo Qjng y de los comienzos de
la presidencia de Yuan Shikai.

400
Los señores de la guerra también presentaban grandes diferencias
de carácter. Muchos, como el que durante un tiempo dominó Shan-
dong, eran capaces de dar muestras de una crueldad feroz y errática o
de una sensualidad extrema, pero muchos otros eran hombres cultos
que trataban de inculcar en sus tropas su propio concepto de morali-
dad. Este concepto podía ser una especie de versión modificada de!
confucianismo, e! cristianismo y e! socialismo, o la curiosa amalgama
que inventó e! señor de la guerra de Shanxi, Yan Xishan, que se inspi-
ró en una gran variedad de héroes de Europa y Estados Unidos en su
búsqueda de la imagen ideal. Como afirmó con orgullo Yan Xishan,
había construido una ideología prácticamente perfecta para gobernar la
provincia de Shanxi, una ideología en la que se combinaban los me-
jores rasgos de! «militarismo, e! nacionalismo, el anarquismo, la demo-
cracia, e! capitalismo, el comunismo, e! individualismo, el imperialis-
mo, e! universalismo, el patemalismo y e! utopismo»."
Con independencia de si los señores de la guerra eran crueles o ge-
nerosos, inteligentes o tontos, la fragmentación de China que ahora
empezaba iba a hacer que los nuevos intentos de unificar e! país re-
sultaran aún más difíciles que antes para los herederos de! liderazgo de
los Qjng. A pesar de todo, cierta coherencia aparente acompañaba al
Gobierno de China, pues los señores de la guerra de! norte del país nun-
ca destruyeron por completo lo que quedaba de la presidencia y del
cargo de primer ministro. En vez de ello, pusieron a sus propios par-
tidarios en estos puestos para que el prestigio que conservaban estos
cargos recayese en ellos mismos.
Un hombre que asumió la dirección en estas circunstancias fue
Duan Qirui, que se convirtió en primer ministro de China en 1916.
Nacido en 1865, el año después de que la rebelión de los Taiping fuera
sofocada, en 1881 Duan Qjrui estuvo entre los primeros cadetes que se
matricularon en la nueva Academia Militar de Beiyang. Fue el número
uno de su promoción y, tras graduarse, llamó la atención de Li Hongz-
hang y fue enviado a Alemania para que cursara estudios avanzados de
ciencia militar. A partir de entonces su carrera reflejó las nuevas opor-
tunidades y dislocaciones de China. Su siguiente protector, Yuan Shi-
kai, le nombró jefe del batallón de artillería del Nuevo Ejército. Duan
Qjrui sirvió con Yuan Shikai en Shandong durante la rebelión de los
bóxers y se le confió e! mando de una división del ejército de Beiyang
en 1904. Su nombramiento para e! puesto de director de la escuela
de estado mayor para oficiales en 1906 le brindó una oportunidad ex-
celente de formar su propia camarilla de oficiales jóvenes y leales, del
mismo modo que él había servido como miembro del grupo leal de

401
protegidos de Yuan Shikai. Mandó el Segundo Cuerpo de Ejército en
Hubei durante la revolución de 1911 y fue nombrado gobernador mi-
litar de Hunan y Hubei, lo cual fue una nueva recompensa por su leal-
tad a Yuan Shikai. En 1912 entró a formar parte del gabinete de Yuan
Shikai en calidad de ministro de la Guerra y fue primer ministro en
funciones durante la purga de diputados del Guomindang del parla-
mento en 1913. Al morir Yuan Shikai en 1916, Duan Qjrui -que se ha-
bía opuesto al intento de restauración imperial de Yuan Shikai- pasó
a ser primer ministro y contó con el respaldo crucial de otros coman-
dantes de alta graduación de la antigua camarilla del ejército de Beiyang.
Mientras Duan consolidaba su compleja base de poder civil y mi-
litar en China, la primera guerra mundial empezó a alcanzar su etapa
más crítica en la Europa occidental. Aunque no existía ningún prece-
dente histórico de China en el desempeño de un papel activo en acon-
tecimientos mundiales lejos de sus costas, le tocó a Duan Qjrui inau-
gurar una nueva era de participación en ultramar. Las posibilidades de
unirse a Francia y Gran Bretaña en su lucha contra Alemania intriga-
ron a Duan Qjrui y sus asesores, que pensaron que si los alemanes eran
derrotados, China podría reivindicar las zonas de concesión alrededor de
Qingdao, en la provincia de Shandong, que tenían importancia estra-
tégica. Duan Qjrui también recibió presiones de dos potencias para
que hiciese una declaración antialemana. Una de ellas era Estados Uni-
dos, que a comienzos de 1917 se estaba preparando para entrar en la
guerra para responder a los ataques de los submarinos alemanes con-
tra barcos neutrales en el Atlántico; la otra era Japón, que había aban-
donado los intentos de alentar regímenes separatistas en Manchuria,
Mongolia y el sur de China y había decidido tratar de sobornar al régi-
men de Duan Qjrui para que reconociese la posición de los japoneses
en el norte de China a expensas de Alemania.
La fuerza militar de China era nimia en comparación con la de los
beligerantes europeos o Estados Unidos, que habían entrado en la guerra
al lado de Gran Bretaña y Francia en abril de 1917, pero China tenía
un recurso crucial del que carecían los aliados, a saber: potencial hu-
mano. La matanza en los campos de batalla de Europa había sido terri-
ble: sólo en la batalla del Somme en 1916 los británicos y los france-
ses habían perdido más de seiscientos mil hombres, y al año siguiente
los británicos perdieron doscientos cincuenta mil más en la batalla de
Ypres. Los aliados, que necesitaban constantemente más hombres para
el frente, se dieron cuenta de que si podían utilizar peones chinos en
los muelles y en proyectos de construcción en la Europa occidental,
más europeos quedarían libres para combatir.

402
Con este razonamiento cruel pero exacto, los británicos y los
franceses ya habían empezado a negociar con los chinos en el verano
de 1916. El resultado pudo verse mucho antes de que China declara-
se la guerra con la creación de un centro de selección de peones chi-
nos en la provincia de Shandong, cerca de la base naval británica de
Weihaiwei, al que más adelante se añadió otro en el puerto de Qingdao.
El sistema de selección, al que los británicos llamaban sarcásticamen-
te su «fábrica de salchichas»," funcionaba con rapidez y sin problemas.
Había decenas de miles de voluntarios chinos, empujados por la pobre-
za de la región y las incertidumbres políticas del país y atraídos por la
generosidad de los salarios que ofrecían los británicos. Todos los volun-
tarios recibían unos honorarios de embarque de veinte dólares chinos y
luego diez dólares al mes que se pagarían a sus familias en China; tam-
bién se les proveía de ropa y se les daba de comer. Los chinos eran so-
metidos a reconocimientos médicos y se comprobaba específicamente
que no padecieran tracoma (enfermedad viral contagiosa de los párpa-
dos, especialmente común en Shandong), tuberculosis o enfermedades
venéreas. Si eran aceptados -y alrededor de cien mil hombres supera-
ron la revisión- se les proporcionaban placas de identificación con nú-
meros consecutivos, que se sujetaban con roblones de metal a cintas
alrededor de las muñecas. Luego eran rociados de pies a cabeza con de-
sinfectante y se les pedía que se cortasen la coleta, que muchos seguían
llevando a pesar de la revolución de 1911.
El primer barco que transportaba peones chinos contratados por el
Gobierno francés fue hundido en 1916 por submarinos alemanes en
el Mediterráneo, después de atravesar el océano Índico y pasar por el
canal de Suez; 543 chinos perdieron la vida. En 10 sucesivo los chinos
atravesaban el Pacífico hasta Canadá y, tras cruzar este país en tren, em-
barcaban en flotas escoltadas por patrullas antisubmarinos para, final-
mente, atravesar el Atlántico. Si bien el empleo de chinos había levan-
tado protestas entre muchos franceses y británicos, en especial entre los
afiliados a los sindicatos, los chinos pronto empezaron a trabajar, la ma-
yoría de ellos en el norte de Francia. Se les encomendaban tareas tales
como descargar pertrechos militares en los muelles, construir cuarteles y
hospitales, cavar trincheras y manipular municiones en los patios de ma-
niobras de los ferrocarriles. Trabajaban diez horas al día, siete días a la
semana, con un poco de tiempo libre para celebrar sus fiestas tradicio-
nales. Los peones chinos siguieron siendo no beligerantes incluso des-
pués de que China declarase la guerra, ya que al régimen de Duan Q!-
rui le era totalmente imposible financiar un ejército en Europa.
La presencia de tantos chinos en Francia -54.000 a finales de 1917;

403
96.000 a finales de 1918- conllevaba tantos peligros como oportunida-
des. Los aviones y la artillería de los alemanes bombardearon algunos
campamentos y a veces los chinos vengaban la muerte de sus camara-
das matando a prisioneros de guerra alemanes. Algunos chinos saltaron
por los aires a causa de minas o bombas de artillería que no habían he-
cho explosión cuando limpiaban los campos de batalla o cavaban trin-
cheras. Muchos enfermaron por culpa de una dieta a la que no estaban
acostumbrados, así como de la humedad y el frío intensos, y en oca-
siones se amotinaban contra sus patronos franceses y británicos o sa-
queaban los restaurantes en busca de comida. Muestras de un manual
de conversación que preparó el ejército británico para que su perso-
nal lo utilizase en los campamentos permiten entrever los niveles de
irritación o discriminación que experimentaba el cuerpo de peones chi-
nos: «Quiero que ocho hombres vayan allí rápidamente». ,,¿Por qué no
coméis estos alimentos?» «Esta tienda no está muy limpia por dentro,«
«Mañana tenéis que bañaros.» «Esta letrina está reservada para los euro-
peos y no está a disposición de los chinos>"
La respuesta más significativa a las lamentables condiciones fue la
de los representantes de la YMCA,* que vieron aquí una gran oportu-
nidad de ayudar. Prestaron atención especial a las actividades recreativas
y a los problemas de educación pública entre los chinos, y crearon vo-
cabularios y técnicas de enseñanza especiales para difundir la alfabeti-
zación entre los trabajadores. Gracias a la ayuda de estos chinos edu-
cados, cada mes salía de Francia la asombrosa cifra de cincuenta mil
cartas con destino a China, donde se leían y releían en voz alta a los
habitantes de los poblados. Breves, sencillas en su vocabulario y cen-
suradas por los aliados para que no revelasen secretos militares, estas
cartas son, a pesar de todo, signos importantes de que las posibilida-
des de aprender a leer y escribir iban en aumento entre los trabajadores
chinos. Una carta que se conserva dice lo siguiente:

Para la inspección de mi hermano mayor. He recorrido muchas decenas


de miles de li** desde que te vi. Las cosas me van bien y no tienes que
preocuparte por mí. Gano tres francos al día, pero como la vida está cara,
todavía no puedo mandar mucho a casa. En cuanto a mi pelea contigo,
aquel día en Yaowan, antes de irme, iolvídala! Me porté indignamente.
Por favor, cuida a nuestros padres y cuando regrese dentro de tres O cinco

* Abreviatura de Youg Men's Christian Association, asociación deportiva y cul-


tural destinada a los jóvenes. (N. del T)
~~ Una li es la tercera parte de una milla. (N. dd A.)

404
años, traeré dinero suficiente para ayudar a mantenerlos durante el resto
de sus días."

La aportación china a la guerra no se libró de pagar su precio. Ade-


más de los 543 que perdieron la vida en el mar, casi dos mil trabaja-
dores chinos murieron en Francia y en Flandes, y fueron enterrados en
varios cementerios especiales. En ellos, las largas líneas de lápidas, con
los caracteres de sus nombres chinos y los números de orden que les
habían dado sus patronos occidentales pulcramente grabados en cada
una de ellas, siguen siendo un testimonio mudo de la primera partici-
pación de China en un conflicto mundial de gran magnitud. Más com-
plejo fue el legado de decenas de miles de trabajadores cuando volvie-
ron a China, alfabetizados y conociendo e! mundo, a menudo con una
suma decente de dinero que sus familias tenían guardado en lugar se-
guro. Estarían en condiciones de interpretar un tipo nuevo de papel
activo en la política china, como observaron algunos socialistas chinos.
Después de que el armisticio del 11 de noviembre de 1918 pusiera
fin a la guerra con la derrota de Alemania, la expectación era grande en
China. Hubo desfiles triunfales en Pekín y una multitud desbordante
de entusiasmo demolió e! monumento que los Qing se habían visto
obligados a erigir para honrar la memoria de los alemanes asesinados
por los bóxers. Una vez más, encabezaban e! Gobierno de Pekín un
presidente y un primer ministro pertenecientes a la facción de Beiyang;
Duan Qjrui había dimitido en octubre de 1918, pero no sin utilizar
antes los enormes empréstitos japoneses para incrementar su propio
poderío militar y seguir forjando una red de pactos secretos con los
japoneses. Al frente de la delegación china, integrada por 62 miembros,
en las negociaciones de un tratado para la posguerra en Versalles, esta-
ban cinco diplomáticos capaces a los que en ningún momento se había
informado plenamente de lo que debían esperar. Fueron recibidos en
Versalles por la terrible declaración de! principal delegado japonés de
que a comienzos de 1917, a cambio de la ayuda naval japonesa contra
los alemanes, Gran Bretaña, Francia e Italia habían firmado un tratado
secreto que garantizaba el «apoyo [a] las reivindicaciones japonesas en
relación con la enajenación de los derechos de Alemania en Shandong»
después de la guerra."
Por si fuera poco, los japoneses también anunciaron que habían lle-
gado a acuerdos secretos con Duan Qjrui en septiembre de 1918, cuan-
do aún era primer ministro. Estos acuerdos otorgaban a los japoneses el
derecho a destacar policía y establecer guarniciones militares en Jinan
y Qjngdao, y garantizaban a Japón, en pago parcial de sus empréstitos

405
a China, la totalidad de los ingresos de dos nuevos ferrocarriles que los
japoneses pensaban construir en Shandong. Al parecer, era verdad que
los delegados chinos desconocían estos humillantes acuerdos secretos. El
presidente Woodrow Wilson, que antes había simpatizado con el de-
seo de China de recuperar sus derechos en Shandong, ahora opinó que
los japoneses habían reclamado firmemente los suyos basándose en el
derecho internacional. El 30 de abril de 1919 acordó con el británico
David Lloyd George y el francés Georges Clemenceau transferir a Ja-
pón todos los derechos de Alemania sobre Shandong.
Cuando la naturaleza de esta nueva traición resultó clara, hubo un
cruce de telegramas urgentes entre París y Pekín, y el público chino dio
muestras de un interés desacostumbrado. Los delegados chinos en Ver-
salles fueron objeto de un bombardeo de peticiones y protestas de gru-
pos políticos y comerciales, de comunidades chinas de ultramar y de
chinos que estudiaban en universidades del extranjero. El Lde mayo
llegó a Pekín la noticia de que los delegados chinos reconocían que su
caso estaba perdido como consecuencia de los acuerdos previos. La no-
ricia originó protestas en masa en Pekín el 4 de mayo, a las que siguie-
ron manifestaciones en ciudades de toda China. Mientras el Gobierno
titubeaba, la presión sobre los delegados en Versalles para que no fir-
masen el tratado era constante. Con típica indecisión, el presidente chi-
no mandó por fin un telegrama en el que ordenaba que no se firmase
el tratado, pero lo hizo demasiado tarde para que llegase a Versalles an-
tes de la fecha límite, el 28 de junio. Sin embargo, estudiantes y mani-
festantes chinos habían rodeado el hotel parisino donde se hospedaba
la delegación de su país y habían impedido por la fuerza que los dele-
gados asistieran a las ceremonias de firma. Finalmente, el Tratado de Ver-
salles no contó con la aceptación de China.
En lo sucesivo una nueva generación de activistas chinos formula-
ría preguntas incisivas sobre la naturaleza de los valores morales de Oc·
cidente, asqueada tanto por el derramamiento de sangre que las nacio-
nes occidentales habían demostrado que eran capaces de provocar como
por su duplicidad. Y la fecha del 1 de mayo de 1919, el día en que los
ciudadanos y los estudiantes de Pekín protestaron públicamente en las
calles contra el Tratado de Versalles, daría su nombre a un movimiento
nuevo en China, un movimiento en el cual la yuxtaposición de nacio-
nalismo y autoanálisis cultural llevó al pueblo chino, una vez más, en
una dirección nueva.

406
13
"Se hace carnmo»

La voz de advertencia del darwinismo social


La fragmentación de la autoridad bajo Yuan Shikai, el fracaso
de la joven república y la traición de Versalles sirvieron para in-
tensificar el temor, que había permanecido latente entre los chinos des-
de las postrimerías del periodo Qjng, de que China estuviera a punto de
ser desmembrada, de que dejara de existir como nación y de que sus cua-
tro mil años de historia documentada tuvieran un final violento. Al mis-
mo tiempo, la creciente popularidad del darwinismo social occidental
había proporcionado los instrumentos analíticos necesarios para inves-
tigar la dificil situación de China; y aunque las teorías habían brindado
poco consuelo a los pensadores chinos, estas ideas ayudaron a introdu-
cir cierto sentido de método en un debate lleno de desesperanza.
Las teorías evolucionistas de Charles Darwin, cuya obra El origen de
las especies se publicó por primera vez en Inglaterra en 1859, explicaban
que los procesos adaptivos de la selección natural determinaban qué
especies prosperarían y cuáles estaban condenadas a la extinción. Ba-
sándose en las numerosfsimas observaciones que había llevado a cabo
mientras navegaba en el Beagle rumbo a las islas de Cabo Verde, Chi-
le, las islas Galápagos, Nueva Zelanda y Australia, Darwin sacó la con-
clusión de que los organismos que eran más aptos para sobrevivir en
la lucha constante por los recursos limitados que hacían posible la exis-
tencia eran los que sobrevivían y que con ello desbancaban poco a
poco a los menos aptos. Por medio de las leyes de la herencia, además,
el grado de adaptación que alcanzaba una especie se mantendría o me-
jorana.
El sociólogo británico Herbert Spencer hizo su propia adaptación
creativa de estas teorías. En Principios de sociología, publicado en 1873,
Spencer aplicó teorías darwinianas al desarrollo de las sociedades hu-
manas y arguyó que la «supervivencia de los más aptos», expresión que
acuñó en 1864, gobernaba la evolución social así como la biológica.

407
Declaró que las sociedades humanas evolucionaban de lo homogéneo
a 10 heterogéneo y de ahí a una etapa de individuación en aumento.
Además, las sociedades se dividían entre sociedades militares que ob-
tenían cooperación por la fuerza y sociedades industriales en las cua-
les el voluntarismo y la espontaneidad nacían del reconocimiento de la
conciencia individual. Las teorías de Spencer fueron luego analizadas
de nuevo e impugnadas por el científico Thomas Huxley y compen-
diadas en su libro Evolución y ética. Van Fu, fruto del sistema de escue-
las navales de China durante el periodo de fortalecimiento y luego
estudiante en Inglaterra, leyó el libro de Huxley durante la guerra si-
nojaponesa y lo tradujo al chino en 1896 -con comentarios e inter-
pretaciones propios- con el título Sobre la evolución. En parte porque
Van Fu optó por darle un énfasis nacionalista que no era evidente en
el original, la obra causó una sensación inmensa entre los letrados chi-
nos de finales del periodo Qjng y comienzos de la república.
El mensaje de Van Fu decía que los escritos sociológicos de Spencer
no eran sólo analíticos y descriptivos, sino también preceptivos y ofre-
cían medios de transformar y fortalecer la sociedad. Van Fu resumió a
Darwin del modo siguiente:

Los pueblos y las cosas vivas luchan por la supervivencia. Al principio, las
especies luchan con especies; luego, al progresar gradualmente [la gente]'
hay una lucha entre un grupo social y otro. Los débiles se convierten in-
variablemente en la presa de los fuertes, los tontos se convierten invaria-
blemente en subordinados de los listos.'

Spencer; proseguía Van Fu, «se basó en la teoría de la evolución para


explicar los orígenes de las relaciones humanas y de la civilización».
Otros pensadores de los últimos tiempos de los Qjng captaron pron-
to la importancia de estas ideas. Cuando abogaba por las reformas
de 1898, Liang Qjchao comentó con esperanza que las teorías evolucio-
nistas permitían «la posibilidad de ejercer influencia y efectuar cambios
que pueden hacer que las especies mejoren de manera constante». Liang
Qjchao señaló que la herencia y la educación actuaban en el «pensa-
miento, la inteligencia, el físico y los hábitos» de los seres humanos, y
que los chinos podían fortalecer su raza para que tomase parte en la lu-
cha por la supervivencia: «Todos los países que desean tener soldados
fuertes se aseguran de que todas sus mujeres hagan calistenia, porque
creen que sólo así tendrán hijos de cuerpo robusto y músculos fuertes».'
Inevitablemente, el darwinismo social hizo que los chinos reflexio-
naran sobre problemas relativos a la raza y la fuerza racial, y muchos de

408
ellos combinaron las nuevas teorías llegadas de Occidente con los es-
critos de nacionalistas antimanchúes del siglo XVII como Wang Fuzhi.
Los escritores se preguntaron si existía una esencia china inherente y, en
tal caso, cuándo había nacido. Si todos los chinos descendían del Em-
perador Amarillo, éhabia surgido ese noble progenitor de pueblos que
habían emigrado de otra parte a lo que ahora era China? ¿Era su histo-
ria pasada, por tanto, una historia de adaptación creativa que sólo re-
cientemente se había ralentizado a causa de los manchúes, tal vez, o por
la fuerza salvaje de las potencias extranjeras? Era muy posible que Chi-
na estuviese condenada a la extinción a menos que la nación adqui-
riese nuevas fuerzas; había un poco de esperanza en la creencia de que
con fuerza de voluntad y conciencia esa tarea podía hacerse. «Una
nación con espíritu sobrevivirá», escribió un letrado chino justo antes
del levantamiento de Wuhan; «una nación sin él perecerá. Pero édónde
reside el "espíritu nacional"? En los estudios nacionales».'
La revolución de 1911 despertó brevemente la esperanza de que la
cruel competición que propugnaba el darwinismo social hubiera que-
dado desacreditada. Muy poco antes de que su reorganizado Guomin-
dang ganara las elecciones de 1912, Sun Yat-sen escribió:

Antes del siglo xx, las naciones de Europa inventaron una nueva teoría so-
bre la lucha por la existencia que durante un tiempo influyó en todo. Cada
nación dio por sentado que «la supervivencia de los más aptos» y «los dé-
biles son el alimento de los fuertes» eran las leyes vitales sobre las cuales
había que fundar un Estado. Llegaron incluso al extremo de decir que «la
fuerza es el único derecho, la razón no existe». Esta clase de teoría tuvo su
utilidad en los comienzos de la evolución de la civilización europea. Pero,
vista desde la atalaya del presente, parece una forma bárbara del saber."

Pero en 1913 Sun ya escribía con tristeza sobre un mundo domi-


nado por las luchas por la supervivencia de las que no podía librarse
ningún Gobierno o empresa industrial. También Van Fu perdió su en-
tusiasmo por las teorías que tanto habfa contribuido a popularizar
en China y escribió que los fracasos de la república china y el derrama-
miento de sangre de la primera guerra mundial en Europa demostraron
que «trescientos años de progreso evolutivo han quedado en nada ex-
cepto cuatro palabras: egoísmo, matanza, desvergüenza y corrupción».'
Semejante pesimismo bien pudo ser la causa de la negativa a con-
tinuar luchando por el cambio social, como realmente sucedió entre los
darwinistas sociales de Estados Unidos. Esta posibilidad dio más apre-
mio a los pensadores radicales de China. Como Chen Duxiu, futuro

409
cofundador del Partido Comunista de China, escribió a un amigo poco
después de la muerte de Yuan Shikai: «la mayor parte de nuestro pue-
blo está aletargada y no sabe que no sólo nuestra moral, nuestra polí-
tica y nuestra tecnología, sino incluso artículos comunes de uso coti-
diano no son aptos para la lucha y van a ser eliminados en el proceso
de selección natural». ti Si sucedía eso, China moriría.
Elementos de estas corrientes de pensamiento se juntaron en la men-
te de otro futuro líder del Partido Comunista de China, Mao Zedong.
En 1917, cuando publicó su primer ensayo, Mao contaba veinticuatro
años de edad. Se había rebelado contra su padre y rechazado tanto la
vida rural en la granja familiar, en la provincia de Hunan, como el ma-
trimonio que sus padres le habían concertado con la hija de una fami-
lia vecina. En lugar de ello, tras servir brevemente en el ejército contra
los Qing en 1911, se había entregado a una vida de estudio en Chang-
sha, irregular y ecléctica. Después de leer sin ayuda las traducciones que
hiciera Yan Fu de Mili, Montesquieu, Rousseau y Spencer, así como a
numerosos filósofos políticos chinos, Mao fue aceptado por la célebre
Primera Escuela Normal de Changsha, donde cursó principalmente es-
tudios de ética. Esto aumentó su conocimiento de las obras de Spencer
y Rousseau, y le introdujo a Kant, además de enseñarle que tales pen-
sadores podían compararse útilmente con figuras del pasado de la pro-
pia China.
Al principio Mao abordó los problemas de la debilidad de China
de modo poco imaginativo. Si China era débil, era porque los chinos
eran débiles. Si Jos chinos eran débiles, era porque su cultura se con-
centraba en desarrollar la mente y descuidaba el fortalecimiento del
cuerpo. Mao ponía su propio físico a punto nadando y haciendo ejer-
cicio; en su ensayo «Estudio de Educación Física», publicado en la re-
vista Nuevajuventud en abril de 1917, instaba a sus compatriotas a hacer
lo mismo. «La educación flsica no sólo armoniza las emociones, sino
que también fortalece la voluntad», escribió. El problema era que los
chinos tradicionalmente detestaban los ejercicios violentos y gustaban
de «las prendas largas y sueltas, el andar pausado, la mirada grave, se-
rena». Todo eso tenía que cambiar: «El ejercicio debería ser salvaje y
rudo. Ser capaz de saltar a caballo y disparar al mismo tiempo; ir de
batalla en batalla; sacudir las montañas con tus gritos, y los colores del
cielo con tus rugidos de ira»: eso era lo que los chinos debían esforzar-
se por alcanzar,"
En otro ensayo, escrito dos años más tarde para una revista pro-
vincial de Hunan y titulado «A la Gloria del Pueblo Han», Mao insta-
ba a toda la raza china a actuar colectivamente y empleaba para ello

410
algunas de las florituras retóricas que habían hecho que las diatribas
antimanchúes de Zou Rong en El Ejército Revolucionario fueran tan efi-
caces quince años antes. Mao escribió que si los chinos podían unirse
de verdad, si podían formar una «unión de las masas populares», enton-
ces podrían unirse a la gran oleada de cambio en el mundo. La olea-
da «era cada vez más impetuosa» y «el que se adapte a ella sobrevivirá,
el que se resista a ella perecerá». Si el pueblo chino podía adaptarse a
ella, concluía Meo, «no deberíamos temer a los muertos. No debería-
mos temer a los burócratas. No deberíamos temer a los militaristas. No
deberíamos temer a los capiralisras-.'
Como las de muchos jóvenes chinos de entonces, las ideas princi-
pales de Mao eran darwinistas e idealistas, con algunos toques anarquis-
tas, pero aún no las habían afectado hondamente las influencias del so-
cialismo marxista. En aquella misma época Mao escribió que admiraba
al anarquista Kropotkin más que a Marx porque los valores clave de la
sociedad eran «la ayuda mutua» y las uniones voluntarias." En una se-
rie de nueve artículos que escribió para un periódico local de Changsha
en noviembre de 1919 se notó que su pensamiento sobre la necesidad
de la lucha colectiva se combinaba ahora con el tipo de reflexiones so-
bre las mujeres y sus derechos que propugnaran Liang Qjchao, Qju Jin
y otros en los últimos tiempos de los Qjng. Habían argüido que la
energía de las mujeres chinas debía aprovecharse para fortalecer el Es-
tado, lo cual permitiría a China afrontar el mundo con toda su po-
blación de cuatrocientos millones de personas, en lugar de con los re-
cursos políticos de sólo doscientos millones de varones. Los artículos
periodísticos de Mao «Sobre el suicidio de la señorita Zhao» trataban
de un suceso que había acontecido en Changsha aquel mismo mes. Una
joven de la familia Zhao había sido prometida sin su consentimiento
a un joven de la familia Wu. Estos matrimonios concertados eran la
norma en China, pero lo insólito en el caso de la señorita Zhao resi-
dió en que se opuso tan violentamente a la boda que se cortó el cue-
llo en el palanquín que la conducía al domicilio de su futuro esposo,
donde iban a celebrarse las ceremonias nupciales. Su muerte fue se-
guida de una fuerte pelea entre las familias Wu y Zhao, pues cada una
de ellas quería que la otra cargara con la responsabilidad de enterrar
el cadáver.
Mao escribió con tanta pasión como agudeza que esta tragedia hu-
biera podido evitarse si alguna de las tres condiciones siguientes hubie-
se sido diferente: si la familia de la señorita Zhao hubiera sido más
comprensiva, si la familia Wu no hubiese insistido en la letra de su con-
trato matrimonial y si la sociedad de Changsha (y, de manera implíci-

411
ta, de toda China) hubiera sido más valiente y abierta. La muerte de la
señorita Zhao fue importante, escribió Mao. «Sucedió debido al ver-
gonzoso sistema de matrimonios concertados, debido a la tenebrosidad
del sistema social, la negación de la voluntad individual y la falta de li-
bertad para elegir la propia pareja.» Pese a ello, Mao no podía condo-
nar el acto suicida, ni siquiera en semejante estado de desesperación.
Si los chinos se negaban a hacer frente a la realidad, no conseguirían
nada. Las personas se suicidan porque la sociedad las ha privado de toda
esperanza, concluyó Mao; pero incluso en una situación de desesperan-
za total, «deberíamos luchar contra la sociedad con el fin de recuperar
la esperanza que hemos perdido ... Deberíamos morir luchando»."
«Deberíamos morir luchando.» Eran palabras fuertes, pero la ver-
dadera dificultad estribaba en decidir quién era el enemigo principal.
éEra sólo una sociedad local apática? ¿Eran los señores locales de la
guerra que dominaban Hunan? ¿Eran los políticos corruptos de Pekín?
¿Eran las cañoneras de las voraces potencias extranjeras, o las empresas
extranjeras que penetraban más y más en China? ¿o era tal vez algo aún
más complejo: toda la estructura de creencias chinas y el sistema eco-
nómico que la acompañaba? Para la juventud de la generación de Mao,
los problemas eran desconcertantes, pero de algún modo tenían que
concebir un programa para resolver estas dificultades si querían evitar
que China sucumbiera a la desesperanza.

Primeras señales de marxismo


Antes de la revolución bolchevique de 1917 en Rusia, los chinos no
habían mostrado mucho interés por el marxismo. Casi ninguna de las
obras de Marx se había traducido al chino, exceptuando partes del Ma-
nifiesto comunista. Hasta las ideas socialistas de Sun Yat-sen procedían
de una tradición diferente, la de Henry George, que había influido en
los socialistas británicos abogando por la expropiación estatal de toda
la plusvalía que devengaban los terratenientes bajo la forma de rentas
más elevadas, que, al modo de ver de George, era el producto no ga-
nado del progreso general de la sociedad. Al principio, el marxismo no
parecía un instrumento analítico útil para China: Marx se había intere-
sado poco por la propia China, aparte de algunos escritos sobre los Tai-
ping y su visión de la transición de las sociedades humanas del comu-
nalismo primitivo al feudalismo y el capitalismo, pasando por una era
de esclavitud, no parecía encajar en la experiencia histórica de China.

412
y como China no podía pretender que era una sociedad capitalista aun-
que fuese en embrión, la teoría de Marx de que el derrocamiento del
capitalismo era un requisito previo para una nueva era de socialismo
parecía hacer que esa transición fuese indefinidamente remota.
Así pues, a pesar de que la prensa china informó de las victorias del
sóviet obrero de Petrogrado que capitaneaba Trotski, del derrocamien-
to del Gobierno liberal de Kerenski y de la formación del Gobierno
soviético revolucionario de Lenin, al principio las noticias no atrajeron
mucha atención. Pero poco a poco los chinos se dieron cuenta de que
los acontecimientos de Rusia iban más allá de lo ocurrido en Francia
en 1789, y para muchos observadores resultó emocionante ver cómo,
después de todo, la vieja autocracia rusa, con sus instituciones arraiga-
das, había contenido las semillas de la Unión Soviética. Un periódico
del Guomindang en Shanghai tomó la iniciativa y alabó a los bolche-
viques en enero de 1918, y poco después Sun Yat-sen, que había regre-
sado a China tras la muerte de Yuan Shikai, envió un mensaje personal
de felicitación a Lenin.
Cuando se hizo patente la importancia de la lucha de los bolche-
viques contra las fuerzas de los conservadores, los llamados «rusos
blancos», y las potencias aliadas reaccionaban con una hostilidad más
declarada después de que Lenin firmara la paz con Alemania, muchos
chinos reflexionaron sobre la importancia de todo ello y trataron de
aprender las lecciones para aplicarlas a su propia sociedad. A la van-
guardia de este intento se encontraba el bibliotecario principal de la
Universidad de Pekín, Li Dazhao. Nacido en 1889 en una familia cam-
pesina de la provincia de Hebei, Li Dazhac había vendido sus escasas
propiedades para poder ir a una escuela moderna y de 1913 a 1916 es-
tudió economía política en Japón, donde adquirió fama de excelente
escritor y editor. Gracias a ello, en febrero de 1918 fue nombrado bi-
bliotecario de la universidad que había pasado a ser la más prestigiosa
de China.
El saludo inicial de Li Dazhao a la Revolución rusa se publicó en
junio de 1918 sobre un trasfondo político caótico cuyos responsables
eran los señores de la guerra, cuando habían pasado sólo unos meses
desde la restauración del emperador Puyi por parte de Zhang Xun y
cuando la declaración de guerra a Alemania era todavía un asunto can-
dente en Pekín. Li Dazhao vio en la Unión Soviética la promesa de una
nueva civilización, una tercera civilización que nacería para mediar en-
tre Oriente y Occidente. Debido a su situación geográfica, Rusia había
recibido inevitablemente influencias tanto orientales como occidenta-
les; pero ahora, escribió Li Dazhao, eufórico, «basta con que alcemos

413
la cabeza para dar la bienvenida a la aurora de la nueva civilización del
mundo, y volvamos nuestros oídos para acoger con alegría la nueva
Rusia que se funda en la libertad y el humanismo, y adaptamos a la nue-
va corriente mundial». Li Dazhao creía que Rusia se hallaba cerca de
una gran oleada de desarrollo. Gran Bretaña y Francia habían alcanza-
do alturas espléndidas y ahora se estaban hundiendo; Alemania se en-
contraba en la cúspide y también empezaría a declinar pronto, pero
Rusia, «justamente debido a su relativa lentitud en la evolución de la
civilización», tenía «energía de sobra para el desarrollo».'! ¿Acaso no po-
día China dar también un salto semejante?
Antes de que transcurrieran seis meses, Li Dazhao creó un grupo
extraoficial de estudio en su oficina de la biblioteca de la universidad,
en la cual se reunían alrededor de una docena de estudiantes y miem-
bros de la facultad para hablar de los acontecimientos políticos. A fina-
les de 1918 este grupo ya había adquirido una identidad semioficial
bajo el nombre de Sociedad de Estudios Marxistas y Li dirigía sus deba-
tes, en los cuales se analizaba El capital, de Marx.
Cuando creció el interés, Chen Duxiu, que era el decano de la Uni-
versidad de Pekín" además de director de la revista más influyente que
a la sazón se publicaba en China, NuevaJuventud, decidió sacar un nú-
mero especial dedicado al marxismo cuyo editor general sería Li Da-
zhao. Programado al principio para publicarse ell de mayo de 1919, re-
trasos en la impresión impidieron que el número especial llegara al
público antes del otoño. La mayoría de los artículos eran análisis doc-
tos de conceptos marxistas específicos y varios de ellos criticaban la
metodología de Marx. Pero el ensayo de Li, «Mis opiniones marxistas»,
ofrecía el análisis más juicioso del concepto de lucha de clases y el pro-
blema de la explotación capitalista que hasta entonces se había publi-
cado en China; y a causa de la popularidad de la revista, el mensaje se
difundió de inmediato entre los lectores influyentes de todo el país.
La simpatía por la joven Unión Soviética alcanzó un nuevo nivel
cuando el subcomisario para asuntos exteriores ruso, L.M. Karajan,
anunció en julio de 1919 que el nuevo Gobierno rechazaba la anterior
política del imperialismo zarista. En lo sucesivo la Unión Soviética re-
nunciaría a sus derechos especiales en Manchuria, cancelaría todos los
tratados secretos que habían finnado los zares con China, Japón y las
potencias europeas, renunciaría también a las indemnizaciones que se
le debían por la rebelión de los bóxers y no volvería a reivindicar el
Ferrocarril de China Oriental, sino que devolvería las líneas a los chinos

* En marzo de 1919 fue obligado a dimitir por oponentes conservadores. (N. delA)

414
sin exigir ninguna compensación. Esto contrastaba tanto con el com-
portamiento de las potencias occidentales y Japón que la Unión So-
viética dio la impresión de ser la amiga más sincera de China. Aunque
los soviéticos cambiaron más adelante de idea y negaron haberse brin-
dado a devolver los ferrocarriles sin compensación (afirmaron que esta
cláusula se había insertado por error en una traducción francesa del
mensaje de Karajan), la admiración por su gesto anterior no se vio muy
afectada. Los chinos recordaban las generosas palabras de Karajan: el
objetivo era «liberar al pueblo del yugo de la fuerza militar del dinero
extranjero que está aplastando al pueblo de Oriente y principalmente
al pueblo de Chinc-."
En 1919 el grupo de estudios de Li Dazhao ya había atraído a un
amplio círculo de estudiantes. Algunos eran miembros urbanos y ricos
del estudiantado de elite de la Universidad de Pekín, pero otros eran de
procedencias diversas. Un miembro asiduo era Q!l Qjubai, joven estu-
diante de la provincia de jiangsu, budista devoto y excelente estudioso
de los clásicos. Qp Qjubai había tomado conciencia de las injusticias del
mundo cuando su madre se suicidó, empujada a la locura por un ma-
rido inútil y adicto al opio, y por la indiferencia de su clan. Demasia-
do pobre para ir a la Universidad de Pekín, Qu Qjubai se matriculó en
el instituto de lengua rusa del Ministerio de Asuntos Exteriores, que no
sólo era gratuito, sino que incluso le ofreció un pequeño estipendio.
Otro miembro era Zhang Guotao, hijo de un terrateniente hakka, de
la frontera entre Jiangxi y Hunan. En su adolescencia Zhang Guotao
había pasado armas de contrabando para las organizaciones revolucio-
narias de Sun Yat-sen y más adelante se convirtió en activista contra
Yuan Shikai.
A pesar del entusiasmo que estos jóvenes y otros estudiantes mos-
traron al principio por el bolchevismo y el marxismo, seguía siendo ne-
cesario refonnular algunas de sus premisas para que fuese aplicable a las
condiciones sociales que existían en China. El problema más enojoso
era el papel central que Marx atribuía al proletariado urbano y al Par-
tido Comunista como vanguardia de la clase obrera, pues el sector
industrial de China era muy pequeño. Pero el hecho de que Rusia tam-
poco se hubiera ajustado del todo al modelo marxista resultaba alen-
tador; y, por medio de ciertos malabarismos intelectuales, Li Dazhao
formuló una interpretación que puso a China firmemente en un mar-
co marxista de diálogo como «nación proletaria». China, observó, esta-
ba a merced de fuerzas imperialistas extranjeras que habían explotado
a todo el pueblo chino más o menos como los capitalistas explotaban a
sus trabajadores: siendo propietarios de los medios de producción y

415
quedándose con la plusvalía de los trabajadores. Por tanto, Li Dazhao,
refiriéndose a China, sacó la conclusión de que «todo el país se ha trans-
formado gradualmente en parte del proletariado mundiab-.'"
Mientras reconsideraba la teoría marxista, Li Dazhao instaba a sus
alumnos a salir al campo e investigar las condiciones de vida allí, por-
que Li Dazhao también creía en algunas de las ideas fundamentalmen-
te populistas que anidaban en el corazón de la Revolución rusa en sus
primeras fases. Acercándose a los campesinos, decía Li Dazhao, los es-
tudiantes emularían a sus predecesores rusos que habían utilizado su
sangre y su sudor para «difundir los principios del humanismo y el so-
cialismo». Pero esto tenía una importancia aún mayor para China que
para Rusia, dijo Li Dazhao, dando un atrevido salto intelectual:

Nuestra China es una nación rural y la mayor parte de la clase trabajado-


ra la integran campesinos. Si no son liberados, entonces toda nuestra na-
ción no será liberada; sus sufrimientos son los sufrimientos de toda nuestra
nación; su ignorancia es la ignorancia de toda nuestra nación; las venta-
jas y los defectos de susvidas son las ventajas y los defectos de toda nues-
tra política. Salid y meioradles y hacedles saber [que deberían] exigir la
liberación, hablar francamente de sus sufrimientos, sacarse de encima su
ignorancia y ser personas que planeen ellas mismas sus propias vidas."

Li Dazhao también escribió de forma convincente sobre la necesi-


dad de que los intelectuales se dignificaran por medio del trabajo y es-
caparan de las influencias corruptoras de la vida en la ciudad trabajan-
do al lado de los agricultores en los campos. Sugirió que la presencia de
jóvenes cultos en los poblados podría reparar gradualmente las ruinas
del sistema constitucional, porque estos estudiantes urbanos podrían
explicar a los campesinos la importancia del voto y las opciones que
ofrecía el Gobierno local, y podrían comprobar que los intereses finan-
cieros absentistas dominaban y explotaban el medio local. A comien-
zos de 1920 estudiantes de la Universidad de Pekín que habían creado
un «Cuerpo de la Palabra para la Educación de las Masas» viajaban a
los poblados de los alrededores e intentaban poner en práctica las ideas
de Li Dazhao.
La operación no fue meramente académica. En 1920 y 1921 gran
parte de la provincia de Hebei, junto con las adyacentes de Shandong,
Henan y Shanxi, así como Shaanxi, al oeste, se vieron atrapadas en un
devastador ciclo de hambruna resultante de las graves sequías de 1919.
En los poblados agrícolas, donde la densidad media de población por
kilómetro cuadrado era de 475 personas, la combinación de cultivos

416
agostados y una insuficiente ayuda gubernamental fue desastrosa. Hubo
como mínimo 500.000 muertos y, de los 48,8 millones de personas que
se calculaba que vivían en estas cinco provincias, más de 19,8 millones
fueron declaradas indigentes. La gente arrancaba puertas y vigas de ma-
dera de las casas y las vendía o hacia hogueras para calentarse; las carre-
teras y los ferrocarriles estaban repletos de refugiados y muchos de ellos
perdían una pierna o un brazo o se mataban al tratar de subir a la fiier-
za en los trenes abarrotados; decenas de miles de menores eran vendidos
como sirvientes o, en el caso de las niñas, como prostitutas y esposas
secundarias. En un poblado, sesenta de los cien hogares no tenían nada
que llevarse a la boca y los habitantes se vieron obligados a comer paja
y hojas. Las epidemias -el tifus era la más temida y más frecuente-
diezmaban a los que ya estaban demasiado débiles para defenderse. Los
estudiantes que respondieron a la llamada de Li Dazhao tuvieron la
oportunidad de ver la desesperación y la pobreza endémicas de su pro-
pia sociedad y de las cuales habían estado protegidos hasta entonces.
y algunos de ellos, cuando reflexionaron sobre semejante miseria y su
contexto de corrupción e incompetencia gubernamentales, empezaron
a preguntarse sobre las opciones que existían, tanto para ellos personal-
mente como para el conjunto de su país.

Las facetas del 4 de Mayo


Tanto el creciente debate en torno a las ideas del darwinismo so-
cial como el aumento del interés por la ideología comunista fueron
síntomas de una conmoción cultural que iba afectando a toda China.
A menudo se da a esta conmoción e! nombre de Movimiento de! 4 de
Mayo, ya que tuvo una relación importante e intrincada con los suce-
sos que ocurrieron en Pekín el4 de mayo de 1919 y los efectos que tu-
vieron en todo el país. La denominación «Movimiento del 4 de Mayo»
es, por tanto, a la vez restrictiva y amplia, según se aplique a las ma-
nifestaciones que tuvieron lugar en la citada fecha o a los complejos
fenómenos emocionales, culturales y políticos que la siguieron.
Representantes de los estudiantes de trece universidades se reunieron
en Pekín la mañana del 4 de mayo de 1919 y redactaron cinco resolu-
ciones: una protestaba por el acuerdo sobre Shandong alcanzado en la
Conferencia de Versalles; la segunda pretendía despertar a «las masas de
todo e! país» para que se dieran cuenta de la difícil situación en que se
hallaba China; la tercera proponía la celebración de un mitin de masas

417
de los habitantes de Pekín; la cuarta instaba a formar un sindicato de es-
tudiantes en Pekín; y la quinta pedía que aquella tarde tuviera lugar una
manifestación de protesta por las condiciones de! Tratado de Versalles.
La quinta resolución se cumplió enseguida. Desafiando una orden
de la policía que prohibía la manifestación, unos tres mil estudiantes
se congregaron ante e! complejo de palacios de la Ciudad Prohibida
en la plaza de Tiananmen -que a la sazón era un pequeño parque cer-
cado por un muro en lugar de! gigantesco espacio abierto que sería
más adelante- y emprendieron la marcha hacia e! barrio de las lega-
ciones extranjeras. Al frente de la procesión ondeaban dos banderas fú-
nebres en las que aparecían escritos los nombres de los más odiados
miembros pro japoneses del Gobierno. Sin dejar de andar, los estu-
diantes iban repartiendo hojas impresas entre los ciudadanos que con-
templaban la manifestación. Las hojas estaban escritas en lenguaje sen-
cillo, fácil de comprender, y explicaban que la pérdida de los derechos
sobre Shandong en beneficio de los japoneses significaba el fin de la
integridad territorial de China, a la vez que pedían a los chinos de to-
das las ocupaciones y clases sociales que se unieran a la protesta. Cuan-
do vigilantes extranjeros y policías chinos les impidieron entrar en el
barrio de las legaciones, los estudiantes se desviaron hacia el domicilio
de! ministro de Comunicaciones, que se había encargado de negociar
grandes empréstitos con Japón. Aunque el ministro se hallaba ausente,
algunos estudiantes entraron en su casa y la incendiaron mientras otros
abordaban a otro político destacado y le propinaban una paliza que le
hizo perder e! conocimiento. Hubo varios choques violentos con la
policía, pero la única víctima mortal fue un estudiante que resultó gra-
vemente herido y murió en e! hospital tres días más tarde. La mani-
festación ya casi se había dispersado cuando, al caer la noche, llegaron
refuerzos de la policía que detuvieron a treinta y dos estudiantes que
aún se encontraban en las calles.
Durante los días siguientes los estudiantes de Pekín y algunos de sus
profesores pusieron en práctica las demás resoluciones que se habían
aprobado el 4 de Mayo. Actuaron con prontitud y fundaron un sindi-
cato que reunía a alumnos de las escuelas medias y superiores de Pekín
ya estudiantes universitarios. Un aspecto importante de este nuevo sin-
dicato fue que daba cabida a las mujeres y apoyaba oficialmente el prin-
cipio de coeducación como sustituto de las escuelas y universidades sólo
para niñas y mujeres, respectivamente. (Las primeras estudiantes fueron
admitidas en la Universidad de Pekín en 1920.) La idea de crear sindi-
catos estudiantiles de base amplia se extendió rápidamente de Pekín a
Shanghai, Tianjin, Wuhan y otras ciudades. En junio de 1919 delegados

418
de los sindicatos de estudiantes de más de treinta localidades de toda
China formaron un Sindicato de Estudiantes de la República de China.
Los estudiantes rebeldes también lograron que su mensaje llegara a
un amplio círculo de chinos y con ello reafirmaron una vez más el pres-
tigio de la elite de letrados que había sido una parte tan fundamental de
la educación orientada al confucianismo bajo la dinastía Qjng, aunque
ahora vestía a la usanza moderna. El rosario de huelgas de estudiantes
y detenciones en masa provocó una oleada de simpatía nacional por la
causa de los estudiantes. Éstos recibieron apoyo de los mercaderes y
hombres de negocios agrupados en cámaras de comercio en las ciuda-
des principales, de industriales, tenderos y obreros industriales. Aunque
en aquel tiempo no existía ninguna organización sindical obrera cen-
tral y es dificil encontrar cifras exactas, hasta sesenta mil trabajadores
de 43 empresas montaron algún tipo de paro laboral o huelga de soli-
daridad sólo en Shanghai. Hubo movilizaciones en fábricas de tejidos,
imprentas, metalúrgicas, empresas de servicios públicos, navieras, fábri-
cas de papel, industrias petroleras y fábricas de tabaco. Gran parte de
esta actividad radical la estimularon numerosos clubes y grupos de estu-
dio socialistas que se habían extendido por todo el país en 1919.
La aparición de gran número de publicaciones y periódicos que lle-
gaban a todo el país estuvo relacionada con las crecientes protestas por
la posición internacional de China. Escritos a menudo en estilo sencillo
y accesible para las personas poco cultas, publicaban artículos sobre
gran variedad de problemas sociales y culturales, y eran una señal del
nacimiento en China de una fuerza nueva que pasaba por encima de los
límites entre las clases, las regiones y las ocupaciones, y unía a millones
de personas en la búsqueda de coherencia y sentido en un mundo que
parecía estar fragmentándose. Si bien muchas de estas publicaciones del
«4 de Mayo» no perduraron, sus nombres todavía traen a la mente la
agitación de la época: El Amanecer, China Joven, Nueva Sociedad, El Re-
bato del Pueblo, La Nueva Mujer, Gente Senal/a, Hacia Arriba, Lucha. 15
El poeta romántico Gua Moruo, que había vuelto recientemente de
Japón, pareció expresar todo el entusiasmo explosivo de la juventud chi-
na con los versos que escribió en 1919:

Soy la luz de la luna,


Soy la luz del sol,
Soy la luz de todos los planetas.
Soy la luz del rayo X
Soy la enugía del universo entero.

419
El autor escribió las palabras «rayo X» y «energía» en inglés con el
fin de dar el obligado toque de exotismo al mensaje extravagantemente
personal. 16
Era como si los lejanos acontecimientos de Versalles y los indicios
cada vez mayores de la debilidad de los corruptos políticos locales se
fundieran en la mente de las personas y las impulsaran a buscar una
manera de devolver sentido a la cultura china. ¿Qué significaba ahora
ser chino? ¿Adónde se dirigía el país? ¿Qué valores debía adoptar una
persona para que le ayudasen en la búsqueda? En su sentido amplio,
el Movimiento del 4 de Mayo fue un intento de redefinir la cultura
china como parte válida del mundo moderno. En el intento, como es
lógico, los reformadores siguieron diferentes vías de pensamiento y de
conducta. Algunos pensadores del 4 de Mayo se concentraron en lan-
zar ataques contra «viejas costumbres» reaccionarias o inoperantes tales
como el confucianismo, la familia patriarcal, los matrimonios concer-
tados o la educación tradicional. Otros se concentraron en la reforma
de la escritura china y utilizaron pautas del habla vulgar contemporá-
nea en obras literarias y de este modo pusieron fin al elitismo inevita-
ble que acompañaba al dominio del chino clásico, que era sumamen-
te dificil. Algunos mostraban un hondo interés por el arte y la cultura
tradicionales de Occidente, mientras que otros se decantaban por ele-
mentos vanguardistas de dicha cultura como, por ejemplo, la pintura
surrealista y cubista, la poesía simbolista, el diseño gráfico, el teatro rea-
lista, las nuevas modas en el vestir y la decoración de interiores. Y otros
aspiraban a volver a infundir en las artes tradicionales chinas un nue-
vo espíritu de nacionalismo mediante el empleo de una selección de
técnicas pictóricas occidentales.
Algunos escritores abogaban por planteamientos que resolvieran
problemas y crearon técnicas basadas en disciplinas tales como la so-
ciología, la economía, la historia y la filosofía con el objeto de analizar
los problemas de China y sugerir maneras de abordarlos. Otros adop-
taron un método de parecido pragmatismo, pero opinaban que la res-
puesta estribaba en adquirir una conciencia intelectual de los logros de
la ciencia, la ingeniería y la medicina occidentales. Los pragmáticos cho-
caron con los que tenían una visión más ideológica del mundo que se
inspiraba en las críticas socialista, marxista y feminista de la sociedad
y pretendían cambiar el mundo rápidamente por medio del activismo
radical. Algunos se sintieron atraídos por las teorías psicoanalíticas de
Sigmund Freud, que en aquel tiempo estaban a punto de alcanzar su for-
mulación definitiva, y buscaron en el vocabulario chino maneras de ex-
presar ideas tales como «complejo de Edipo», «envidia del pene» e «his-

420
reria». y otros aspiraban a una liberación completa del espíritu huma-
no, la realización de todo el potencial humano mediante una especie
de salto prometeico de fe romántica que haría desaparecer todas las
barreras que se alzaban ante el amor y el progreso.
La mayoría de estos reformadores compartía un terreno patriótico
capital. Deseaban una China rejuvenecida y unificada que poseyera los
medios necesarios para hacer frente a los tres grandes problemas: los se-
ñores de la guerra, un sistema de terratenientes explotadores que ahora
solía calificarse de «feudal» y el imperialismo extranjero. El respeto de
los reformadores por la capacidad tecnológica occidental se mezclaba
(de forma parecida a como ocurriera sesenta años antes en el pensa-
miento de los letrados-funcionarios de la Restauración Tongzhi) con un
anhelo de retener cierta esencia de la cultura china.
Aunque el Movimiento del 4 de Mayo fue en este sentido amplio
un fenómeno que afectaba a todo el país, el pensamiento formativo que
había detrás de él tuvo su origen, en grado sorprendente, en los profe-
sores y los estudiantes de la Universidad de Pekín. En los primeros años
de la república china, la Universidad de Pekín se convirtió enseguida
en el principal centro de aprendizaje, estudio y enseñanza de China.
Esta ascensión era atribuible en parte al valeroso liderazgo del letrado
y traductor Van Fu, que había servido en calidad de primer rector de
la institución modernizada en 1912. Cuando la universidad tuvo que
hacer frente a rigurosos recortes del presupuesto aquel año, Yan Fu ha-
bía persuadido a los ministerios pertinentes a que mantuvieran un ni-
vel elevado de financiación: «En el mundo de hoy, todo país civiliza-
do tiene muchas universidades cuyo número oscila entre varias decenas
y muchos centenares. Si no podemos preservar siquiera una de ellas,
especialmente una que ya existe, es en verdad una desgracia»." El éxi-
to de Yan Fu puede medirse examinando las vidas de tres hombres que
destacaron de forma especial como líderes y pensadores del Movimien-
to del 4 de Mayo: el sucesor de Van Fu como rector de la universidad,
Cai Yuanpei; el decano de la universidad, Chen Duxiu; y el profesor
de filosofla Hu Shi. Si bien la turbulencia y el entusiasmo del movi-
miento no pueden condensarse en una sola persona, los orígenes y las
actividades de estos tres hombres nos brindan una indicación útil de
una China en estado de cambio, muestran las grandes variaciones que
existían en las percepciones de las prioridades de China y demuestran
que Occidente podía inspirar a la vez desconfianza y reverencia, según
los elementos que se tuvieran en cuenta.
Cai Yuanpei, el mayor de los tres, era el más distinguido: había ob-
tenido el título clásico jinshi en 1890, cuando contaba sólo veintidós

421
años, y había sido miembro de la Academia Hanlin. En los últimos años
de los Qjng había servido en calidad de funcionario de educación en
su Zhejiang natal, y luego como maestro y patrocinador de escuelas ra-
dicales y sociedades contrarias a los Qjng. Se afilió a la Alianza Revolu-
cionaria, pero se encontraba estudiando filosofía en Alemania cuando
empezaron los levantamientos de Wuhan. Tras regresar a China en 1912,
sirvió brevemente como ministro de Educación bajo Sun Yat-sen, y
luego bajo Yuan Shikai, antes de volver a Alemania, donde escribió un
estudio sobre Kant, y a Francia, donde colaboró en la creación de un pro-
grama de trabajo y estudio para estudiantes chinos. Nombrado rector
de la Universidad de Pekín en 1917, Cai Yuanpei adoptó una actitud
valerosa ante los jefes militares y civiles que dominaban el Gobierno
de Pekín. Defendió la libertad de palabra de sus profesores y estudian-
tes y afirmó que todos buscaban «educación para una visión del mun-
do» y que la función de un rector universitario era ser «liberal y abarcar
la tolerancia de puntos de vista diversos»." Cuatro días después de la
manifestación del 4 de mayo, Cai Yuanpei dimitió en señal de protesta
por la detención de sus estudiantes. Fue nombrado otra vez a finales
de 1919, y continuó como rector de la universidad hasta 1922 y guió
a sus estudiantes y profesores durante años turbulentos al tiempo que
se mostraba siempre defensor acérrimo de los derechos humanos y la
libertad de investigación intelectual.
Chen Duxiu era de naturaleza distinta: voluble y emocional, de-
fensor intuitivo más que intelectual de los débiles. Nacido en una fa-
milia de funcionarios ricos de Anhui en 1879, Chen Duxiu estudió ini-
cialmente para ser erudito de los clásicos, pero suspendió los exámenes
juren provinciales en 1897; más adelante escribió unas memorias cáus-
ticas y divertidas en las que hablaba de las inmundas condiciones flsi-
cas, la falta de honradez y la incompetencia que, a su modo de ver,
dominaban el sistema tradicional de exámenes. Pasó dos largos periodos
de estudió en Japón, donde participó en la fundación de sociedades
políticas de signo radical; sin embargo, se negó a afiliarse a la Alianza
Revolucionaria de Sun Yat-sen, a la que consideraba mezquinamente
racista. Destacó en la oposición a las ambiciones imperiales de Yuan
Shikai, fundó la revista Nueuajuoentud en 1915 e ingresó en el profe-
sorado de la Universidad de Pekín como decano en 1917, invitado por
Cai Yuanpei. Como director de Nueva Juventud, que pasó rápidamente
a ser la publicación intelectual más influyente de China, propugnó la
investigación teórica audaz, un ataque vehemente contra el pasado y
una forma sumamente moralista de abordar la política mediante la lim-
pieza del carácter individual.

422
En el ataque total que desde las páginas de Nueva Juventud lanzó
contra los vestigios confucianos, Chen Yuanpei defendió que el defecto
fundamental del confucianismc era. oponerse a la independencia de los
individuos, que estaba en el centro de la vida «moderna». Para cons-
truir un estado nuevo en China, dijo Chen Yuanpei a finales de 1916,
«la tarea básica es importar los cimientos de la sociedad occidental, esto
es, la nueva creencia en la igualdad y los derechos humanos. Debemos
ser absolutamente conscientes de la incompatibilidad entre el confucia-
nismo y la nueva creencia, la nueva sociedad y e! nuevo estado»." En
otros escritos, Chen Yuanpei instó a abandonar la lengua china clásica
por la forma popular y defendió dos conceptos a los que llamó "Seño-
ra Democracia» y «Señora Ciencia» como oponentes clave del tradi-
cionalismo confuciano. Chen Yuanpei se contagió rápidamente de los
entusiasmos de las manifestaciones estudiantiles del 4 de Mayo y las
autoridades de Pekín le encarcelaron durante tres meses bajo la acusa-
ción de repartir propaganda incendiaria. Los panfletos que hada circu-
lar cuando fue detenido exigían la dimisión de todos los ministros pro
japoneses y que se garantizaran los derechos de libertad de expresión y
de reunión. Al salir de la cárcel, Chen Yuanpei se trasladó de Pekín a
Shanghai y mostró un interés cada vez mayor por e! marxismo y unos
grandes deseos de un cambio social rápido. En 1920 sería uno de los
primeros miembros de! recién fundado Partido Comunista de China.
Hu Shi, e! más joven del grupo, había sido amigo íntimo y colabo-
rador de Chen Duxiu. Pero, aunque también él instaba a China a abra-
zar los dos conceptos, "Ciencia y Democracia», con e! tiempo llegó a
opinar que Chen Yuanpei era un extremista que disfrutaba con toda
clase de «ismos» sin pensárselo bien. Hu Shi, que también procedía de
una familia de funcionarios de Anhui, estudió en escuelas occidentali-
zadas de Shanghai y viajó a Estados Unidos en 1910, a la edad de die-
cinueve años, gracias a una de las becas que los estadounidenses habían
instituido con el dinero de las indemnizaciones por la rebelión de los
bóxers para que jóvenes chinos inteligentes pudieran estudiar en escue-
las de Estados Unidos. Hu Shi se licenció en filosofía por la Universi-
dad de Cornell (fue elegido miembro de la Phi Beta Kappa") y luego se
matriculó en la Universidad de Columbia para estudiar filosofía con
John Dewey, entre otros. Empezó una tesis sobre el desarrollo del mé-
todo lógico en la China antigua, pero no la había terminado aún cuando
regresó a su país en 1917 y Cai Yuanpei le nombró profesor de filosofía.

* La asociación más antigua de estudiantes universitarios de Estados Unidos. (N.


del T.)

423
De vuelta en China, Hu Shi se hizo partidario decidido del movi-
miento favorable a que se escribiera utilizando las cadencias del ha-
bla corriente. Asimismo, se convirtió en estudioso consumado de la
historia de la literatura e investigó las novelas del pasado como fuente
de claridad narrativa y flexibilidad del lenguaje. A principios del dece-
nio de 1920 esta labor culminó con su estudio pionero de la novela del
siglo XVIII el Sueño delpabellón rojo, de Cao Xueqin. Hu Shi demostró,
entre otras cosas, cómo el rico tejido social de la novela se derivaba en
parte de la familia del autor, que había servido fielmente al emperador
Kangxi durante muchos años y había vivido rodeada de gran esplendor
en Nankín antes de caer en desgracia y sumirse en la pobreza por obra
del hijo de Kangxi, Yongzheng.
En los planos intelectual y emocional, Hu Shi anduvo siempre por
un camino dificil. Se aferró a su creencia en las ventajas de la meto-
dología occidental y rechazó el fatalismo budista como había rechazado
el cristianismo tras abrazarlo brevemente en 1911. En lo emocional, Hu
Shi también se sintió atado, pues experimentaba la sensación de perte-
necer a una generación transicional que tenía obligaciones tanto con el
pasado como con el futuro y estaba condenada a sacrificarse por ambos.
La audacia en algunas cuestiones culturales e históricas coexistía con el
recelo ante las soluciones rápidas. Siguió al filósofo pragmático john
Dewey en la búsqueda de un «proceso eterno de perfeccionamiento» en
vez de la perfección. En el verano de 1919 escribió un célebre ataque
contra Chen Duxiu y otros intelectuales radicales con el título de «Es-
tudiad más problemas, hablad menos de "ismos?». Tal como dijo:

No estudiamos el nivel de vida del culi que tira de un rickshaw, sino que,
en vez de ello, peroramos sobre el socialismo; no estudiamos cómo se
puede emancipar a las mujeres o corregir el sistema familiar, sino que, en
vez de ello, hablamos con entusiasmo de compartir la esposa y del amor
libre; no examinamos cómo podría desarticularse la camarilla del Anfu*
o cómo podría resolverse la cuestión del norte y el sur, sino que, en vez
de ello, deliramos sobre el anarquismo. Y es más, estamos encantados con
nosotros mismos, nos felicitamos, porque estamos hablando de «solucio-
nes» fundamentales. Hablando en plata, esto son quimeras."

Hu Shi siguió en la Universidad de Pekín después de las manifes-


taciones del 4 de Mayo. En lo que se refiere a la política, se volvió más

.. Grupo corrupto de militaristas y políticos que desempeñó un papel prominen-


te en la política de Pekín en esta época. (N. del A.)

424
conservador a comienzos del decenio de 1920, sin embargo, trató de
encontrar una vía democrática entre las facciones rivales. Pero, al igual
que a otros intelectuales del 4 de Mayo, todavía le costaba resolver las
tensiones inherentes a sus visiones de una nueva China. Por un lado, Hu
Shi permaneció con la esposa que había adquirido mediante un ma-
trimonio concertado, aunque no parece que sintiese mucho afecto por
ella y confesó que de vez en cuando encontraba alivio visitando a pros-
titutas; por otro lado, presionaba para que se liberase a otros de las res-
tricciones del matrimonio e hizo de intérprete de la famosa feminista
estadounidense y difusora de técnicas anticonceptivas Margaret Sanger
cuando ésta visitó China para dar una serie de conferencias en 1922.
La visita de Sanger puso de relieve los nuevos problemas que afec-
taban constantemente a China. Pero Sanger fue sólo una entre las nu-
merosas personalidades extranjeras cuyas visitas a China en este periodo
ejercieron una influencia enorme en los pensadores del 4 de Mayo. El
filósofo británico Bertrand Russell viajó por toda China en 1920 y 1921
y llegó incluso a ciudades como Changsha, situada en lo más hondo de
la provincia de Hunan. Las brillantes exposiciones de lógica matemá-
tica que hacía Russell cautivaban a sus oyentes, a la vez que sus ideas
sobre la importancia del pacifismo también encontraban un público
bien dispuesto. John Dewey vivió en Pekín durante 1919 y 1920, im-
partió varios cursos, viajó mucho, pronunció muchas conferencias y más
adelante escribió una crónica influyente de la vida intelectual en Chi-
na durante el Movimiento 4 de Mayo. Cuando se dirigía a Japón, Al-
bert Einstein fue invitado a visitar China a finales de 1922, muy poco
después de terminar su primera obra sobre la Teoría de la Relatividad
General. Un poco más tarde, en 1923, Rabindranath Tagore, el poeta
indio galardonado con el Premio Nobel, dio un ciclo de conferencias
por China para presentar sus opiniones sobre estética, la no violen-
cia y la construcción de comunidades rurales basadas en principios de
autosuficiencia y trabajo cooperativo.
La fuerza de estas personalidades e ideas permitió al Movimiento del
4 de Mayo efectuar cambios de conciencia que a su vez crearon nue-
vas posibilidades para la vida y la acción en China. Otra influencia po-
derosa en este sentido fue la obra del dramaturgo noruego Henrik Ibsen,
cuyas piezas teatrales se escenificaban con mucha frecuencia y eran muy
admiradas en China en aquel tiempo. En 1918 un número especial de
NuevaJuventud dedicado a Ibsen dio a conocer a una generación de jó-
venes chinos la crítica fundamental de la hipocresía burguesa que ha-
cía el dramaturgo, así como su enérgica defensa de la emancipación de
las mujeres. Una traducción completa de la obra de Ibsen Casa de mu-

425
ñecas se publicó en el número de 1918 y la figura central de la obra,
Nora, que al final decide dejar a su marido y salir al mundo en busca
de su propio destino, se convirtió en un símbolo cultural y personal
para las jóvenes chinas. Sus madres se habían quitado las vendas de los
pies y habían empezado a luchar por una educación básica; ellas irían
a universidades de otras provincias y vivirían con quien ellas mismas
eligiesen. Y muchas de ellas así 10 hicieron y trataron de vivir una vi-
sión de libertad romántica como maestras, escritoras, periodistas, artis-
tas y activistas políticas.
La compañera de Bertrand Russell, Dora Black, quedó atónita cuan-
do las alumnas de la Escuela Normal para Niñas de Pekín le hicieron
«toda clase de preguntas sobre el matrimonio, el amor libre, la anticon-
cepción, etcétera»." Lu Xun, que observaba lo que llamó «el fenóme-
no Nora» con simpatía pero también con cierta preocupación, abordó
el asunto en una conferencia que pronunció ante un grupo de alumnas
de una escuela universitaria sobre el tema «¿Qy.é sucede después de que
Nora se marche de casa?». Advirtió a sus oyentes que no olvidasen las
realidades de la sociedad en la que aún vivían. Las mujeres podían rom-
per algunas de las cadenas del matrimonio y el hogar; pero hasta que
alcanzasen cierto nivel de independencia económica e igualdad, su sen-
sación de libertad sería falsa. Los hombres, por su parte, no cederían
fácilmente el control de la economía, señaló Lu Xun. «He dado por
sentado que Nora es una mujer normal y corriente», añadió sagazmen-
te. «Si es una persona excepcional que prefiere ir corriendo a sacrificarse,
entonces la cuestión es distinta.v"
Lu Xun era sin lugar a dudas el más brillante de los escritores sur-
gidos del Movimiento del 4 de Mayo y sus palabras tenían garantiza-
do un público atento. Después de tantos años de esfuerzos aparente-
mente fallidos -como estudiante de medicina y traductor en Japón,
como humilde burócrata y estudioso de la antigüedad en Zhejiang, su
provincia natal, y en Pekín- encontró toda su capacidad de expresión
en 1917, cuando tenía treinta y cinco años de edad. La mayoría de sus
mejores relatos se publicó entre aquel mismo año y 1921, incluida su
famosa «La verdadera historia de Ah <e, que presentaba la revolución
de 1911 como un acontecimiento confuso que no dio resultados defi-
nitivos, un acontecimiento controlado por charlatanes que había cau-
sado la muerte de los ignorantes y los crédulos. Lu Xun consideraba
que su tarea era dirigir el rayo inquisitivo de su mirada crítica hacia el
atraso cultural y la cobardía moral de los chinos. Era severo en sus crí-
ticas y a menudo pesimista en su tono, aun cuando sus relatos están
llenos de compasión. Había comprendido cuál era su misión como es-

426
critor, dijo a un amigo, por medio de esta imagen: Lu Xun era un hom-
bre que se hallaba de pie ante una gran caja de hierro en la que se había
dormido el pueblo chino. Si él no hacía nada, se asfixiarían todos; si
golpeaba una y otra vez la caja, despertaría a los que dormían dentro de
ella, que entonces tal vez conseguirían liberarse. Aunque no pudieran
escapar, al menos serían conscientes de su destino. La idea fundamental
no estaba en este caso muy lejos de la de Mao Zedong en sus ensayos
sobre la señorita Zhao. Pero, mientras que Lu Xun creía que por medio
de su obra los chinos al menos morirían pensando, Mao había insistido
en que muriesen luchando.
Lu Xun odiaba el legado de! confucianismo y 10 atacaba con sáti-
ras implacables. Reiteraba constantemente e! tema de «Ah Q», que la
llamada «revolución de 1911» no había hecho ningún cambio impor-
tante en e! carácter chino y se había limitado a instalar una nueva pan-
dilla de sinvergüenzas en el poder. Pensaba que quizás algún día el acti-
vismo político revolucionario produciría un cambio social constructivo,
pero temía que esa posibilidad fuese problemática debido a la mezcla
de pensamiento progresista, superstición y apatía. Lamentaba amarga-
mente que en China resultara dificil hablar por encima de las líneas que
dividían las clases sociales y mantener viva alguna esperanza en un mun-
do tan fragmentado. En el hermoso final de uno de sus mejores rela-
tos, «Mi viejo hogar», publicado en 1921, reflexionaba en voz alta que
«de la esperanza no puede decirse que existe, ni puede decirse que no
existe. Es sólo como caminos que cruzan la tierra. Porque en realidad,
y para empezar, la tierra no tiene caminos, pero cuando mucha gente
pasa por un sitio, se hace camino»."
Esta afirmación era tan fundamental en e! pensamiento del Movi-
miento del 4 de Mayo como las de Hu Shi, aunque más ambigua y tal
vez más pesimista. Pero Lu Xun, al igual que otras figuras prominentes
del movimiento que contaban treinta o más años de edad, limitaba en
gran parte sus actos a la esfera de las palabras. Cuando Chen Duxiu
empezó a distribuir palabras prohibidas con sus manos y fue detenido
por ello, el hecho señaló el comienzo de un nuevo activisrno, de una
segunda etapa. Estudiantes más jóvenes con una visión más audaz del
futuro se apresuraron a sacar partido de esta corriente activista y ma-
nifestaron que era necesario ampliarla para alcanzar una tercera eta-
pa. Para ellos era grato que sus predecesores creyesen que podrían «sub-
vertir la tierra con la pluma». Pero para estos radicales más jóvenes el
significado verdadero del 4 de Mayo era el reconocimiento de que ha-
bía llegado la hora de «luchar a brazo partido contra las fuerzas de las
tiníeblas-."

427
La Comintem y el nacimiento
del Partido Comunista de China
Si la juventud de China quería combatir a brazo partido contra las
fuerzas de las tinieblas, necesitaría un plan de ataque urdido cuidado-
samente. Las líneas generales de tal plan empezaban a hacerse visibles
poco a poco en los esfuerzos del Partido Comunista de la Unión So-
viética, aunque los revolucionarios rusos habían tropezado con dificul-
tades suficientes para disuadir a todos salvo a los más decididos. La lu-
cha contra las fuerzas de los rusos blancos, especialmente en el sur y el
este de Rusia, fue encarnizada y prolongada después de que los bolche-
viques se hicieran con el poder en 1917. La hostilidad de muchas nacio-
nes extranjeras era incesante. En el plano económico, la recién nacida
Unión Soviética se hallaba sumida en el caos. Tal vez lo más decep-
cionante era que los movimientos obreros en Alemania, Hungría y Tur-
quía fueron reprimidos salvajemente por los respectivos gobiernos y no
hubo a continuación ninguna oleada de revoluciones socialistas en otras
partes del mundo industrial, como muchos teóricos habían postulado
que ocurriría.
En un intento de fomentar revoluciones socialistas en otros países,
Lenin creó la III Internacional del Partido Comunista (la Comintem)
en 1919, cuyo primer congreso tuvo lugar en marzo de aquel año." Si
bien todos los delegados eran rusos o europeos, dirigieron un mani-
fiesto a los «proletarios de todo el mundo» en el cual alababan el sis-
tema de Gobierno soviético, instaban a otros partidos comunistas a lu-
char denodadamente contra los movimientos obreros no comunistas y
expresaban su apoyo a todos los pueblos coloniales que luchaban con-
tra potencias imperialistas, entre ellos los chinos, que trataban de oponer
resistencia a las invasiones japonesas. Durante este periodo los acuer-
dos territoriales de la posguerra daban pábulo a los movimientos nacio-
nalistas en Europa y Asia, y la elección estratégica que debían hacer
Lenin y los líderes de la Comintem era, o apoyar todos los intentos de
revolución socialista en el extranjero, aunque ello significase debilitar
a algún movimiento nacionalista antiimperialista en particular, o bien
apoyar a los líderes nacionalistas fuertes, aunque fuesen reformadores

.. La Segunda Internacional Socialista, a la que había estado afiliado Sun Yat-sen,


se había disuelto en 1915. (N. delA.)

428
burgueses. En el segundo congreso de la Comintem, celebrado en julio
de 1920, Lenin expresó la opinión de que la etapa capitalista de desarro-
llo no tenía por qué ser inevitable en las naciones atrasadas si recibían
ayuda de la Unión Soviética. En estos casos se alentaría la formación de
sóviets de campesinos, junto con «una alianza temporal» con partidos
democráticos burgueses.
Antes incluso de que se reuniera el segundo congreso de la Comin-
tem, Lenin envió a dos de sus agentes -Grigori Voitinski y Yang Ming-
zhai- a China para que investigasen las condiciones que existían allí y
estudiasen la posibilidad de fundar un partido comunista. Voitinski, de
veintisiete años, había sido detenido por tropas antibolcheviques en el
este de Rusia y encarcelado en la isla de Sajalín, donde se hizo famoso
porque capitaneó una rebelión victoriosa de los prisioneros, tras lo cual
fue destinado a la oficina central de la Comintem siberiana en Irkutsk.
Yang Mingzhai pertenecía a una familia china que había emigrado a
Siberia; durante el último decenio del régimen zarista había vivido y
estudiado en Moscú. Voitinski y YangMingzhai llegaron a Pekín en 1920
y se comunicaron inmediatamente con un emigrado ruso que enseñaba
lengua rusa en la Universidad de Pekín. Siguiendo el consejo de éste, los
dos enviados de Lenin visitaron a Li Dazhao, que a su vez les aconsejó
que se entrevistaran con Chen Duxiu.
Tras desempeñar un papel destacado en las manifestaciones del 4 de
Mayo y cumplir luego una condena de tres meses de cárcel, Chen Du-
xiu había dejado Pekín por Shanghai. Se había instalado en la conce-
sión francesa y había continuado dirigiendo Nueva juventud, que aho-
ra era una publicación izquierdista y había perdido el apoyo de muchos
de sus antiguos seguidores liberales, como Hu Shi. Cuando Voitinski y
Yang Mingzhai se entrevistaron con él en Shanghai, en mayo de 1920,
Chen Duxiu se encontraba en un estado de agitación intelectual y es-
tudiaba una gran variedad de opciones socialistas, entre ellas las teorías
japonesas sobre la formación de poblados modelo, el socialismo co-
reano-cristiano, las propuestas chinas de «un cuerpo de ayuda mutua para
el trabajo y el aprendizaje», y el socialismo gremial de john Dewey. Los
agentes de la Comintem dieron a Chen Duxiu un sentido más claro
de la dirección y las técnicas que se requerían para formar una orga-
nización política a partir de una mezcla descoordinada de grupos so-
cialistas que ya existían en China. A instancias suyas, Chen Duxiu en-
cargó a un amigo -que casualmente acababa de ser despedido de su
puesto de maestro por sus actitudes «no confucianas- que emprendie-
se la primera traducción completa del Manifiesto comunista al chino.
Chen Duxiu dispuso que el Manifiesto se publicara a finales de 1920.

429
También por iniciativa de la Comintern, un núcleo de miembros po-
tenciales del Partido Comunista se reunió en mayo del mismo año. Pro-
cedentes de un espectro de grupos socialistas, anarquistas, progresistas
y del Guomindang, nombraron a Chen Duxiu secretario de su comité
central provisional.
Durante los meses siguientes el movimiento dio varios pasos impor-
tantes hacia delante. Se crearon dos organizaciones, una agencia de no-
ticias chino-rusa y una escuela de idiomas extranjeros, para que hiciesen
de tapaderas de las actividades de captación de adeptos por los comu-
nistas. Yang Mingzhai y la señora Voitinski, que había acompañado a
su marido a China, dieron clases de ruso a varios jóvenes chinos; una
vez que hubieron dominado la lengua rusa, estos jóvenes fueron en-
viadas a la Unión Soviética para ampliar su preparación como organi-
zadores revolucionarios. Los agentes de la Comintem también formaron
una liga de jóvenes socialistas y fundaron una revista socialista men-
sual. A partir de estos comienzos, los círculos se extendieron de modo
ininterrumpido. Bajo la dirección de Mao Zedong, se formó un grupo
comunista en Hunan; aquel mismo año se constituyeron otros en Hu-
bei, en Pekín, entre los chinos que estudiaban en Japón y entre los que
seguían el programa de trabajo y estudio en Francia.
El grupo francés seria especialmente importante para el Partido Co-
munista de China en los años siguientes. En 1919 y 1920 más de mil
jóvenes chinos se ofrecieron voluntariamente para los programas de tra-
bajo y estudio, que habían nacido de una serie de programas anteriores
(varios de ellos creados por anarquistas chinos) que pretendían mezclar
la educación superior con un estilo de vida moralmente riguroso, inclu-
so ascético. En el grupo que viajó por mar a Francia a finales de 1919
había varios de los amigos más íntimos de Mao Zedong de la región
de Changsha, en Hunan. Habían participado activamente en agitacio-
nes obreras locales, en las protestas contra los señores de la guerra y los
japoneses, y en las manifestaciones antiimperialistas que tuvieron lugar
en Hunan después de las del 4 de Mayo en Pekín. Entre los que fue-
ron a Francia un año más tarde se encontraba Zhou Enlai, líder de los
estudiantes rebeldes de Tianjin en el Movimiento del 4 de Mayo, que
había estado en la cárcel por atacar una oficina local del gobierno me-
ses antes. El miembro más joven del grupo que viajó a Francia era de la
provincia de Sichuan, se llamaba Deng Xiaoping y tenía sólo dieciséis
años pero ya se había graduado en la escuela media y había pasado
un año en una escuela de preparación especial para los nativos de Si-
chuan que planeaban ir a Francia.
En Francia, estos estudiantes vivían principalmente en París o en sus

430
cercanías, aunque otros se congregaron en la Universidad de Lyon. Es-
tudiaban francés en clases especiales; algunos aprovechaban las oportu-
nidades de entrar a trabajar en fábricas -tales como la de automóviles
Renault-, donde conocfan la organización obrera francesa y la doctri-
na socialista. Los estudiantes más radicales, los que procedían de Hunan
y Sichuan, tenían sus propias publicaciones clandestinas (Deng Xiaoping
recibió el título «honorífico» de doctor en mimeografia por sus traba-
jos en este sentido), participaban en manifestaciones y en otros tipos de
activismo político.
Uno de los nativos de Hunan que estudiaban en Francia, una joven
llamada XiangJingyu que había sido amiga íntima de Mao en Changsha,
tomó parte en la lucha por los derechos de la mujer además de por el
socialismo. Xiang jingyu contrajo un matrimonio «revolucionario» con
otro nativo de Hunan que trabajaba en Francia: los dos jóvenes aman-
tes anunciaron su unión haciéndose fotografiar juntos sosteniendo un
ejemplar de El capital, de Marx. Xiang Jingyu instaba a las mujeres chi-
nas a estudiar ciencias, argüía que el Gobierno no debería obligar a las
mujeres a presentarse a los mismos exámenes que los hombres porque
todas habían recibido una educación deficitaria y exigía que en el pro-
grama francés de trabajo y estudio se diera cabida al mismo número de
mujeres y hombres.
Los estudiantes se veían atormentados constantemente por proble-
mas económicos y por las discusiones entre grupos ideológicos rivales.
Una serie de manifestaciones ante la legación china en París contra los
salarios bajos y las malas condiciones de trabajo tuvo que ser disuelta
por la policía, y en septiembre de 1921 una multitud de radicales chinos
enfurecidos intentó ocupar las dependencias de la Universidad de Lyon.
Ciento tres manifestantes fueron detenidos y deportados. Entre los que
pudieron quedarse en Francia estaban Zhou Enlai y Deng Xiaoping:
ambos se afiliaron a grupos de la juventud comunista en Francia y par-
ticiparon activamente y con buenos resultados en la captación de adep-
tos entre los chinos que se hallaban en Europa.
Es muy posible que el propio Mao Zedong hubiera ido a Francia
de haber tenido los contactos y el dinero necesarios para ello, pero te-
nía poco de las dos cosas. En lugar de ello, durante gran parte de 1920
anduvo sin rumbo fijo entre Pekín y Shanghai, hablando del Manifies-
to comunista y otros libros marxistas que acababan de traducirse en su
totalidad al chino, y trabajando durante unos meses en una lavandería.
Mao regresó luego a Changsha con el séquito de funcionarios influyen-
tes del Guomindang y fue nombrado director de la escuela primaria
local. Ahora tenía el dinero que necesitaba para casarse con la hija de su

431
antiguo maestro, Yang Kaihui, cosa que hizo en el otoño de aquel año,
al mismo tiempo que fundaba una célula comunista. Mao empezó a
destacar en la política de Hunan como escritor, director de periódico
y líder de los obreros que luchaban por mejores condiciones de tra-
bajo mediante los tradicionales gremios de trabajadores de la ciudad.
Como su nombre era ahora muy conocido entre los jefes del partido,
fue invitado a ser el delegado de Hunan en la primera reunión plena-
ria del Partido Comunista de China (PCCh), celebrada en Shanghai en
julio de 1921.
El peligroso clima político de la época obligó a los delegados del
PCCh a reunirse en secreto. Al principio lo hicieron en la concesión
francesa, en el último piso de una escuela de niñas que estaba cerrada
porque era verano. Después de que visitantes sospechosos empezaran a
fisgonear por allí, se trasladaron a una embarcación en un lago de Zhe-
jiang, donde continuaron sus debates. Por diversas razones, ni Chen
Duxiu ni Li Dazhao pudieron asistir a las reuniones; y como Voitinski
se había ido del país, el papel principal lo interpretó un nuevo agente
de la Comintern que había llegado poco antes a China, un hombre que
operaba con el seudónimo de «Maring». Maring y los trece delegados
chinos, que representaban a los aproximadamente sesenta miembros del
PCCh en China, debatieron los asuntos más importantes del momen-
to y trabajaron para redactar una declaración que estuviese de acuerdo
con las posturas básicas de la Unión Soviética. Si era posible, también
debían trazar una estrategia general para el desarrollo del partido que
pudiera aplicarse a la «situación objetiva» que habían definido.
Probablemente debido a la influencia de Maring, sus decisiones fi-
nales sobre el papel del partido y la organización siguieron una línea
leninista convencional. El resumen que hicieron los delegados de sus
debates evidencia que un tipo nuevo de programa político se había
transferido de la Unión Soviética a China:

Cuando se definieron las tácticas de la lucha en el periodo de transición,


se señaló que el Partido no sólo no puede rechazar, sino que, al contrario,
también debe instar activamente al proletariado a tomar parte en el mo-
vimiento democrático burgués y dirigirlo. Se adoptó la línea que exigía la
organización de un partido proletario militante y disciplinado. El desarro-
llo del movimiento sindical se presentó como tarea fundamental de la labor
del Partido Comunista."

Sobre una posible alianza con Sun Yat-sen hubo un debate prolon-
gado. Algunos delegados comunistas opinaban que no debía haber nin-

432
guna alianza con Sun Yat-sen porque era un «demagogo» y tan malo
como cualquiera de los militaristas de Beiyang. Sun Yat-sen y el PCCh,
por tanto, «representaban dos clases diametralmente opuestas». Esta pos-
tura negativa fue rechazada por la mayoría de los delegados, que de-
clararon que

en general, debe adoptarse una actitud crítica ante las enseñanzas de SUD
Yat-sen, pero deberían apoyarse sus diversos actos prácticos y progresistas,
y adoptar con tal fin formas de colaboración no partidista. La adopción
de este principio sentó las bases para que continuase la colaboración entre
el Partido Comunista y el Guomindang y para el desarrollo del movimien-
to antimilitarista y antiimperialista."

Chen Duxiu fue elegido secretario general del PCCh in absentia. Los
delegados volvieron luego a sus poblaciones de origen para comunicar
las conclusiones a sus camaradas, ponerlas en práctica donde fuera po-
sible y captar más miembros para las células del partido. Debido a que
los trece delegados procedían de una amplia zona -Guangdong, Hunan,
Hubei y Shandong, además de Pekín y Shanghai-, pudieron difundir
la palabra rápidamente. Aun así, el PCCh continuó siendo una fuerza
minúscula en la escena nacional. En 1922 contaba alrededor de dos-
cientos miembros en total, sin incluir los que estaban en el extranjero.
Aquel mismo año muchos de los comunistas chinos que se hallaban
en Francia regresaron a su patria y engrosaron las filas del PCCh. En-
tre ellos estaba Xiang Jingyu, que demostró poseer una habilidad es-
pecial para organizar a las obreras de las fábricas de China. Dio así una
nueva dimensión a las actividades del partido e identificó otra fuente
importante de apoyo al mismo, ya que las mujeres (y los menores) que
trabajaban en las grandes fábricas de hilados y tejidos estaban entre los
obreros que sufrían la explotación más cruel en China. Pero mientras
que su marido pronto fue elegido miembro del recién formado comi-
té central, Xiang Jingyu sólo fue nombrada suplente durante un breve
periodo de tiempo y luego ocupó siempre puestos secundarios relacio-
nados con actividades femeninas. Como Xiang Jingyu también tenía
hijos -uno nacido en 1922 y otro, en 1924-, no podía dedicar todas sus
atenciones al partido; su caso subrayó el hecho de que las políticas del
PCCh eran dirigidas casi exclusivamente por hombres.
En enero de 1922 los líderes de la Unión Soviética juzgaron apro-
piado invitar a unos cuarenta delegados chinos a una reunión de los
«Trabajadores del Extremo Oriente» convocada en Moscú. A pesar de
las terribles condiciones que reinaban en la capital soviética y de una

433
grave escasez de alimentos, los representantes de China, junto con los
de Mongolia, Corea, Japón, Java e India, se reunieron como mínimo
diez veces en sesión plenaria. Grigori Zinoviev les dirigió la palabra
como portavoz de la Comintem. Les dijo que sólo un proletariado mun-
dial unido podía vencer a las fuerzas de las potencias capitalistas:

Recordad que el proceso histórico ha planteado la cuestión así: o bien con-


quistáis vuestra independencia codo con codo con el proletariado, o no
la conquistáis en absoluto. O bien recibís vuestra emancipación de las ma-
nos del proletariado, cooperando con él, bajo su guía, o estáis condenados
a seguir siendo los esclavos de una camarilla inglesa, estadounidense y ja-
ponesa."

Cuando un delegado chino, que de hecho era miembro del Guo-


mindang, tuvo la temeridad de apuntar que los soviéticos parecían de-
cir ahora lo que Sun Yat-sen llevaba veinte años diciendo, recibió una
reprimenda de un delegado del Turkestán soviético. «El Guomindang
ha hecho una gran labor revolucionaria», le dijo, pero en esencia era un
«movimiento democrático naciona].» Como tal, era esencial para la «pri-
mera fase» del movimiento revolucionario, pero su lucha no era la «lu-
cha» verdadera por la revolución proletaria.
No obstante, la posible formación de una alianza con el Cuomin-
dang de Sun Yat-sen afloraba a la superficie cada vez con más frecuen-
cia. Tras volver a China, Maring ejerció presión a favor de la alianza,
que fue adoptada como parte del manifiesto del PCCh en su congreso
del verano de 1922 en Hangzhou. El PCCh anunció en él que procu-
raría aliarse temporalmente con el Guomíndang para luchar «contra los
señores de la guerra de tipo feudal». Una vez que la revolución de-
mocrática hubiese triunfado, sin embargo, la etapa de alianza habría
terminado y el proletariado «iniciaría la lucha de la segunda fase», que
trataría de conseguir «la dictadura del proletariado aliado con los cam-
pesinos pobres contra la burguesía»." A ojos de los que hacían estas
manifestaciones dogmáticas y provocadoras, las preocupaciones y con-
signas amorfas del Movimiento del 4 de Mayo estaban adquiriendo una
forma y un foco específicos.

434
14
La alianza fracturada

El acuerdo inicial
A pesar de la audacia de esta retórica sobre un mundo unido,
Sun Yat-sen no parecía ser un aliado muy prometedor. Después
de que Yuan Shikai le obligara a exiliarse en 1913, había pasado tres años
reestructurando el Guomindang como partido político unido a él por
la lealtad personal y había reforzado en gran medida sus prerrogativas de
liderazgo personal. El partido sería secretista y rígidamente jerárquico;
la revolución se llevarla a cabo en tres etapas, las dos primeras direc-
tamente bajo la dirección de Sun Yat-sen. La primera sería militar; la
segunda, de «tutelaje» para el pueblo chino. Sun Yat-sen opinaba que
sólo cuando concluyese el tutelaje estarían los chinos preparados para
pasar a un autogobierno auténtico bajo una constitución republicana.
Desde el momento de su retomo a China en 1916 hasta comienzos del
decenio de 1920, Sun Yat-sen a duras penas pudo mantener vivas sus
esperanzas de poder político mientras iba y venía entre Shanghai y Can-
tón empujado por los cambios de la situación militar. Durante el pe-
riodo de 1921 a 1922, bajo la protección del señor de la guerra de
Guangdong Chen Jiongming, Sun Yat-sen fue nombrado «presidente»
del Gobierno Popular Chino que acababan de proclamar miembros su-
pervivientes del antiguo parlamento de Pekín que se habían trasladado
al sur. Pero Chen Jiongming no aprobaba los planes de Sun Yat-sen de
utilizar Cantón como base de una campaña de unificación nacional y
le expulsó de dicha ciudad en agosto de 1922. Aparentemente, a Sun
Yat-sen no le había ido mejor que a sus predecesores de los primeros
tiempos del periodo Qjng que habían tratado de consolidar regímenes
en la misma región, el príncipe de Oui, leal a los Ming, o el feudatario
Shang Zhixin en el sur.
Maring, el agente de la Comintern, visitó a Sun Yat-sen en 1921,
cuando éste intentaba coordinar su campaña de reunificación nacional
en el sur. Aunque sus conversaciones no llevaron a ningún acuerdo con-

435
creta, parece ser que Sun Yat-sen consideró que las nuevas políticas
económicas que Lenin había puesto en marcha aquel año significaban
que la Unión Soviética rechazaba el rígido socialismo estatal y lo en-
contró prometedor. Y Sun Yat-sen, que durante mucho tiempo había
buscado infructuosamente ayuda de muchos gobiernos extranjeros, se
mostró interesado por e! ofrecimiento de ayuda económica y militar que
le hizo la Comintern. En el otofio de 1922, con Sun Yat-sen instalado
en Shanghai, la Comintern envió más agentes a China y Sun Yat-sen
accedió a permitir la entrada de comunistas en el Guomindang. Final-
mente, en enero de 1923, Sun Yat-sen sostuvo largas entrevistas con un
diplomático soviético, AdolfJoffe. Los dos hombres dieron a conocer
un comunicado conjunto que, a pesar de su tono prudente, señaló el
nacimiento de una política nueva tanto para la Unión Soviética como
para el Guomindang:

El doctor Sun Yat-sen sostiene que el orden comunista o siquiera el siste-


ma soviético no puede introducirse realmente en China porque no exis-
ten aquí las condiciones para la instauración con éxito del comunismo o
el sovietismo. Este punto de vista lo comparte enteramente el señor joffe,
que además opina que el problema primordial y más apremiante de Chi-
na es lograr la unificación nacional y alcanzar la plena independencia na-
cional y, en relación con esta gran tarea, ha asegurado al doctor Sun Yat-
sen que China cuenta con toda la simpatía del pueblo ruso y con el apoyo
de Rusia.'

Los cambios de poder en la China de los señores de la guerra eran


tan vertiginosos que al cabo de sólo un mes Sun Yat-sen volvía a estar
en Cantón, donde un nuevo consorcio de militaristas había derribado
a Chen Jiongming. Lo irónico de! asunto estaba en que Chen jiong-
ming era partidario de los procedimientos democráticos y durante su
estancia en el poder había instituido elecciones para el Gobierno local
en las dos ciudades que controlaba y en el campo. También había ins-
tado a las regiones de China a buscar una solución federalista de la
fragmentación del país, en vez de seguir una política de reunificación
militar forzosa. Sun Yat-sen veía en esto una amenaza a su propio pa-
pel de líder y contaba con el respaldo de los comunistas, que rechaza-
ban los sueños federalistas de ChenJiongming por «feudales»." A su re-
greso a Cantón en 1923, Sun Yat-sen instauró un gobierno militar y se
nombró a sí mismo gran mariscal, es de suponer que con la esperanza
de que este augusto título le diera el liderazgo último sobre sus gene-
rales subordinados. Cada uno de estos militaristas tenía bajo su man-

436
do hombres de su provincia natal y los más numerosos eran los de la
propia Guangdong, los de Yunnan y Guangxi, y los de Hunan y Henan.
El gobierno militar de Sun Yat-sen consistía en ministerios de Asuntos
Interiores y Exteriores, Hacienda y Reconstrucción NacionaL Ya no se
hacía ningún intento de coordinar las decisiones políticas con los miem-
bros que quedaban del antiguo parlamento. La mayoria de ellos había
vuelto a Pekín, donde sucesivos presidentes, que ansiaban adquirir un
poco de legitimidad convocando un quórum parlamentario, buscaron
su presencia. En 1923 los parlamentarios ya cobraban veinte dólares por
cada sesión a la que asistían para debatir una nueva constitución, así
como una prima de 5000 dólares si accedían a quedarse en Pekín y vo-
tar como se les solicitara.
Para estabilizar el gobierno militar de Cantón, Sun Yat-sen necesi-
taba ayuda y la Unión Soviética se la prestó gustosamente. El pensa-
miento estratégico que había detrás de esta postura soviética nacía de
la tensión entre su doble deseo de fomentar la revolución mundial y
de garantizar la seguridad de sus propias fronteras. Resultaba claro que
en el este de Asia el mayor peligro para la seguridad soviética lo re-
presentaba Japón, que era una sociedad acérrimamente anticomunista
que ya había derrotado a Rusia en la guerra de 1904-1905 y que aho-
ra se estaba convirtiendo en la fuerza dominante en Manchuria, en la
frontera meridional de la Unión Soviética. Sun Yat-sen había expresado
su apoyo a la gestión conjunta sinosoviética del Ferrocarril de China
Oriental, que cruzaba en línea recta Manchuria y era el vínculo prin-
cipal de los rusos con Vladivostok. Por tanto, a la Unión Soviética le
interesaba que China fuese 10 bastante fuerte como para frenar las am-
biciones de los japoneses. Al mismo tiempo, la Unión Soviética siguió
manteniendo negociaciones diplomáticas con los diversos regímenes de
Pekín y con otros señores de la guerra del norte y logró el reconoci-
miento diplomático de China a principios de 1924. Pero los negocia-
dores soviéticos no estaban seguros de que hubiese en el norte alguien
que tuviera la fuerza suficiente para reunificar el país. De hecho, la ma-
nipulación de Duan Qjrui por los japoneses y el resultado de las ne-
gociaciones de Versalles parecían indicar que China estaba condenada
a convertirse en títere de Japón.
El PCCh también necesitaba la alianza. El partido, que en 1923 sólo
tenía unos trescientos afiliados, continuaba en una etapa de formación.
Entre las cuatro prioridades del PCCh para China -la reunificación na-
cional, la organización del proletariado urbano para la revolución so-
cialista, el remedio de la pobreza y la explotación, terribles en el cam-
po, y la eliminación de las fuerzas del imperialismo extranjero-, lo más

437
razonable era empezar por el problema de la reunificación nacional con
el fin de dar a China alguna oportunidad de abordar luego las otras tres.
Así que la Comintern decidió trabajar con una organización que ya exis-
tía, el Guomindang, que gozaba de prestigio nacional gracias al nom-
bre de Sun Yat-sen, y reforzarla. Los militantes de! PCCh seguirían
siendo miembros de su propio partido y también se afiliarían al Guo-
mindang, y de esta manera en algún momento futuro podrían usar la
segunda organización para sus propios fines.
Además, la naturaleza de la fuerza laboral industrial de China ex-
perimentaba grandes cambios en ese momento, por lo que e! PCCh
tropezaba con dificultades en los intentos de poner en práctica sus pla-
nes para organizar a los trabajadores. Muchos chinos se vieron atraídos
por las nuevas y pujantes empresas industriales, donde trabajaban como
obreros; no obstante, su número no debería exagerarse ya que el grue-
so de los 450 millones de habitantes de China continuaba trabajando
la tierra con los métodos tradicionales. Cada año medio millón o más
de trabajadores agrícolas emigraban temporalmente a Manchuria, donde
cultivaban a escala gigantesca productos agrícolas de salida fácil, tales
como soja para el mercado mundial, y formaban una especie de pro-
letariado rural móvil. (Los productos llegaban a la costa por medio de
la nueva red ferroviaria manchuriana.) Asimismo, la mayoría de los tra-
bajadores a los que podriamos calificar de «industriales» la formaban
artesanos que utilizaban los métodos acostumbrados en oficios tradicio-
nales y, o bien eran autónomos, o bien estaban unidos en grupos poco
rígidos. Esta clase de trabajo la supervisaban gremios de un tipo que
también ya existía durante e! periodo Q!ng; los gremios ofrecían algu-
nas garantías salariales, velaban por los niveles de calidad y regulaban
la entrada de trabajadores en los diversos oficios. A otros trabajadores,
tales como los que tiraban de rickshaws y los culis de las barcazas, sólo
de manera tangencial se les puede llamar miembros del proletariado,
aunque algunos crearon organizaciones e hicieron intentos de huelga.
Cada año un número importante de chinos -tal vez ya 'eran un
cuarto de millón en 1922- dejaba la tierra o los oficios artesanales para
buscar trabajo en las nuevas fábricas, los muelles o los ferrocarriles de
las ciudades en vías de industrialización. Como es natural, estos tra-
bajadores creaban problemas a los patronos. A veces muchos de ellos,
vinculados todavía a los ritmos estacionales de la agricultura en sus po-
blados natales, sencillamente cobraban sus salarios y se iban cuando
empezaba la temporada de recolección o durante la siembra en prima-
vera. A otros les costaba adaptarse a la precisión repetitiva del trabajo
industrial y cometían errores por descuido o sufrían accidentes. Algunos,

438
sin ningún conocimiento de la producción con máquinas, eran abso-
lutamente incapaces de aprender las nuevas técnicas.
Los problemas que la ineptitud de algunos trabajadores causaba a
sus patronos corrían parejas con la indiferencia o la insensibilidad de
los patronos para con sus trabajadores. Los salarios eran bajos, los ho-
rarios eran larguísimos y las vacaciones eran cortas o no existían. Por
regla general, no había asistencia médica ni seguros y el alojamiento
-proporcionado a menudo por la fábrica o los dueños de las minas-
era espantoso. Con frecuencia se identificaba a los obreros por núme-
ros en lugar de por sus nombres. El acoso y la intimidación por parte
de los capataces en la fábrica eran incesantes. Se descontaba dinero de
los salarios por motivos triviales y a menudo se exigían sahornos. Las
obreras solían superar en número a los obreros y representaban el 65 por
ciento de la fuerza laboral en algunas fábricas textiles y sus salarios eran
aún más bajos que los de sus colegas masculinos. En muchas indus-
trias, pero especialmente en las fábricas de tejidos, el empleo de mano
de obra infantil era común. Niñas de sólo doce años frecuentemente
eran obligadas a hacer tareas tales como sacar con las manos desnudas
los capullos de seda de cubas de agua casi hirviendo, lo cual provocaba
terribles infecciones y heridas en la piel.
Las huelgas que muchos obreros convocaron en 1919 para apoyar
a los estudiantes activistas del 4 de Mayo constituyeron un fenómeno
nuevo e importante en la historia de China. En lo sucesivo los insa-
tisfechos utilizaron con regularidad y eficacia las huelgas como instru-
mento contra la injusticia, aunque al principio estas huelgas fueran a
pequeña escala. A partir de mediados de 1921 el joven PCCh se invo-
lucraba ocasionalmente en ellas, pero era frecuente que grupos inde-
pendientes de trabajadores actuasen por iniciativa propia. La pauta
de huelgas a pequeña escala se vio bruscamente interrumpida por la
masiva interrupción del trabajo que ocurrió en enero de 1922 en Hong
Kong y Cantón: capitaneados por activistas del Guomindang, casi trein-
ta mil marineros y trabajadores portuarios se declararon en huelga e in-
movilizaron más de ciento cincuenta barcos que transportaban en con-
junto 250.000 toneladas de carga. En marzo de 1922, cuando el número
de huelguistas -a los que se habían unido por solidaridad los verdule-
ros, los tranviarios y los electricistas- ya superaba los ciento veinte mil,
los propietarios capitularon. Los marineros obtuvieron aumentos de en-
tre el quince y el treinta por ciento y, junto con otras ventajas materia-
les, el reconocimiento del derecho a la existencia de su sindicato.
Poco después, en mayo del mismo año, dos comunistas jóvenes -Li
Lisan (que acababa de regresar de Francia) y Liu Shaoqi (que había for-

439
mado parte del primer grupo de estudiantes comunistas enviados a Mos-
cú tras el primer congreso del PCCh)- empezaron a formar «clubes de
trabajadores» como tapaderas de la organización de sindicatos entre los
mineros del carbón en Anyuan y los obreros de la fundición de acero
de Daye. No tardaron en surgir numerosos clubes parecidos en ciudades
dispersas de China. Con frecuencia bajo el liderazgo directo del PCCh,
estos clubes se organizaron entre los mineros del plomo, los empaca-
dores de algodón, los impresores, los que elaboraban huevo en polvo,
los que tiraban de rickshaws y los ferroviarios de las líneas del norte y
el sur de Wuhan, por nombrar sólo a unos cuantos.
El precio de organizar una huelga podía ser altísimo. Los patronos
tomaban nota de los nombres de los huelguistas, que con frecuencia
eran despedidos después de la huelga. Otros huelguistas eran amena-
zados, recibían palizas salvajes o morían en los choques con la policía.
Un ejemplo terrible de ello ocurrió entre los huelguistas de la línea de
ferrocarril de Wilhan a Pekín, que era controlada por Wu Peifu, el señor
de la guerra en el norte, Wu Peifu obtenía gran parte de sus ingresos de
las mercancías que se transportaban por dicha línea, de la que también
se beneficiaban los británicos que administraban las minas de Henan
y se servían del ferrocarril. Durante las negociaciones para formar una
alianza con el Cuomindang, el PCCh había alentado activamente a los
dieciséis clubes de trabajadores de la línea a unirse en un solo sindica-
to general, objetivo que se alcanzó el 2 de febrero de 1923, Hostigado
por la policía, que recibía órdenes de Wu Peifu, el nuevo sindicato con-
vocó una huelga general en la línea el 4 de febrero y logró paralizarla.
Cuando los huelguistas desobedecieron las órdenes de Wu Peifu de
volver al trabajo, el 7 de febrero, éste ordenó a dos de sus generales su-
bordinados que los atacaran con sus fuerzas. Murieron treinta y cinco
trabajadores y muchos más resultaron heridos,
Aquel mismo día el jefe de la delegación del sindicato en Wuhan,
Lin Xiangqian -había nacido en Fujian, era mecánico y se había tras-
ladado a Wuhan para trabajar en el ferrocarril- fue detenido en su do-
micilio y requerido a ordenar que los miembros de su sindicato vol-
vieran al trabajo. Cuando éstos se negaron, se reunió a los trabajadores
en el andén y Lin Xiangqian fue decapitado ante ellos, Luego colgaron
su cabeza en un poste telefónico, A pesar de que otros sindicatos con-
vocaron huelgas de solidaridad, los ferroviarios volvieron al trabajo el
9 de febrero,
El macabro desenlace de la huelga contribuyó a que algunos co-
munistas indecisos se convencieran de la necesidad de la alianza. La
estrategia de coalición resultó más factible porque en 1923 algunos di-

440
rigentes del Guomindang simpatizaban con la Unión Soviética. Hu
Hanmin, por ejemplo, al que Sun Yat-sen había nombrado consejero
principal de! gobierno militar de Cantón, creía que los argumentos an-
tiimperialistas de Lenin representaban una base admirable para la ideo-
logía nacionalista. También aplaudió la concepción materialista de la
historia y criticó a Li Dazhao por no aceptar la doctrina que decía que
todos los elementos de la superestructura de una sociedad -pclíticos,
intelectuales y espirituales- son meramente reflejos de la base econó-
mica subyacente y de los modos de producción. Además, Hu Hanmin
había tratado de encontrar precedentes de algunos aspectos de la ideo-
logia marxista-leninista en anteriores corrientes de pensamiento tradi-
cionales de China. En el borrador del manifiesto que redactaron para
e! Guomindang por encargo de Sun Yat-sen a finales de 1922, Hu Han-
min y Wang Jingwei afirmaban que «la distribución desigual de la pro·
piedad» era el defecto crítico de las sociedades americanas y europeas,
y prometían que China «participaría en el mundo nuevo que habían
inaugurado los cambios revolucionarios en el resto del mundo».
El líder del PCCh Chen Duxiu recelaba más de la alianza. Justo en
aquel momento estaba poniendo en marcha el PCCh y tenía dudas so-
bre hasta qué punto e! Guornindang podía ser útil o digno de confian-
za como aliado, aun cuando Maring insistía en que e! Guomindang «no
era un partido de la burguesía, sino e! partido de una alianza de todas
las clases». Chen Duxiu señaló que «una alianza entre los partidos con-
fundiría a las organizaciones de clase y coartaría nuestra política inde-
pendiente». Li Dazhao, en cambio, respaldaba la alianza: estaba menos
seguro que Chen Duxiu de que en China existiera un proletariado ur-
bano numeroso y preparado para la revolución socialista; también había
modificado su concepto de China como nación «proletarizada» para
dar cabida en él a la raza como cuestión fundamental. Li Dazhao opi-
naba que «la lucha entre las razas de color de clase baja y la raza blan-
ca de clase alta ya se encuentra en forma embrionaria», aunque en un
momento como aquélla solidaridad china en la lucha contra el impe-
rialismo blanco era esencial."
Tanto la consolidación de la alianza como la reorganización del
Guomindang fueron obra del agente Borodin, de la Comintem, que
llegó a Cantón el 6 de octubre de 1923 y al que una semana más tar-
de Sun Yat-sen nombró «asesor especial» del Guomindang. Borodin (su
nombre auténtico era MijaH Gruzenberg), nació en una familia judía
rusa en 1884, se crió en Letonia y empezó a trabajar en secreto para
Lenin en 1903. Exiliado tras el fracaso de la revolución de 1905, se tras-
ladó a Estados Unidos, cursó estudios en la Universidad de Valparai-

441
so, en Indiana, y se convirtió en un buen maestro de escuela para ni-
ños inmigrantes en Chicago. Después de la toma del poder por Lenin
en 1917, Borodin regresó a su patria y cumplió varias misiones secretas
para la Comintem en Europa, México y Estados Unidos. En 1923 ya
era un agente veterano y la nueva misión en China le brindó la opor-
tunidad de demostrar lo que verdaderamente valía.
Borodin negoció hábilmente con todas las partes. Convenció a los
líderes del PCCh de que la entrada en el Guomindang convenía a sus
propios intereses a largo plazo, a la vez que a corto plazo les daría más
flexibilidad para organizar a los trabajadores, tanto urbanos como ru-
rales. Al mismo tiempo, aprovechando el peligro inminente de que las
tropas de Chen ]iongming reconquistasen Cantón, Borodin intentó que
Sun Yat-sen adoptase una postura más radical. Adujo que los obreros
y Jos campesinos acudirían rápidamente a engrosar las filas de los ejér-
citos de Sun Yat-sen si éste respaldaba un programa claro que incluye-
se la jornada de ocho horas y un salario mínimo justo, y prometiera
confiscar las propiedades de los terratenientes y repartirlas entre el cam-
pesinado.
Sun Yat-sen no se atrevió a indisponerse con sus aliados más im-
portantes haciendo afirmaciones tan osadas, pero sí dio a Borodin luz
verde para que trabajase en la reorganización del partido y convocara
un congreso nacional del Guomindang. La justificación básica de Sun
Yat-sen para dar este paso fue que Borodin comprendía la importancia
del nacionalismo para hacer la revolución y que la experiencia que Bo-
rodin había adquirido en la Unión Soviética era inestimable. El hecho
era sencillamente que ahora el pueblo lUSO se veía libre de toda do--
minación extranjera: «Lo que nuestro partido y ellos propugnan son
los Tres Principios del Pueblo: las ideologías son parecidas. Pero nues-
tro partido todavía carece de métodos eficaces y debería estudiar los
suyos», Cuando partidarios suyos en el extranjero le enviaron telegra-
mas para advertirle de que le estaban «sovietizando» sutilmente, Sun
Yat-sen contestó que si no se permitía al PCCh cooperar con el Guo-
mindang, entonces él mismo se afiliaría al PCCh. Cuando otros pro-
baron suerte con argumentos antisemitas y le preguntaron si conocía
el «nombre verdadero» de Borodin, Sun Yat-sen replicó que era «Lafa-
yette». Y cuando se anunció la muerte de Lenin en la conferencia del
Guomindang en enero de 1924 (habían acudido 165 delegados, de los
cuales alrededor del 15 por ciento eran comunistas), Sun Yat-sen hizo
un panegírico público, calificó a Lenin de «gran hombre» y exclamó
«i'Quiero avanzar por el camino que tú señalaste y, aunque mis enemi-
gos son contrarios a esto, mi pueblo me aclamará por ellol».'

442
Borodin procedió a fortalecer la posición de Sun Yat-sen y la es-
tructura disciplinaria general del Guomindang. Los Tres Principios del
Pueblo de Sun Yat-sen -nacionalismo antiimperialista, democracia y so-
cialismo- fueron declarados ideología oficial y el propio Sun fue nom-
brado líder del partido (zongli) con carácter vitalicio. Borodin introdujo
el concepto soviético de "centralismo democrático», bajo el cual toda
decisión del Guomindang, que en otro tiempo tomaba una mayoría de
los miembros de los comités pertinentes, vincularía por completo a to-
dos los miembros del partido. Amplió la organización del partido del
Cuomindang para que abarcase todas las ciudades importantes y bus-
có activamente nuevos miembros por medio de la coordinación de las
operaciones de las oficinas centrales del partido en las regiones. Bajo
el Comité Ejecutivo Central del Guomindang formó oficinas que de-
bían ocuparse específicamente de la captación de miembros y de las
políticas en el campo y en las ciudades, entre los jóvenes, las mujeres
y los militares. Personal especializado empezó a recoger datos sobre las
condiciones sociales en el país. Se intensificó en particular la organi-
zación de sindicatos y los miembros comunistas del Guomindang em-
pezaron a hacer propaganda activa entre el campesinado en las zonas
rurales. El joven activista comunista de Hunan, Mao Zedong, demostró
su habilidad y su capacidad como jefe de la oficina de propaganda de
Sun Yat-sen y ayudó a concentrar el poder de éste y a debilitar el de la
oposición liberal. Asimismo, los comunistas estuvieron de acuerdo cuan-
do Sun Yar-sen decidió abandonar la antigua bandera de cinco barras de
la república china como emblema suyo y usar en vez de ella una va-
riante del símbolo del Guomindang -un sol blanco sobre fondo azul-
como bandera del nuevo régimen.'
Tan importante como estos cambios organizativos fue la decisión so-
viética de potenciar las fuerzas armadas del Guomindang, con el objeto
de que pudieran convertirse en un elemento poderoso en la política chi-
na. Se eligió la isla de Whampoa, unos dieciséis kilómetros río abajo des-
de Cantón, como emplazamiento de una nueva academia militar y un
amigo de Sun Yar-sen, Chiang Kai-shek, que acababa de pasar varios me-
ses en Moscú estudiando organización militar y como miembro de una
delegación especial del Guomindang, fue nombrado primer comandan-
te de la misma. Borodin actuó de forma inteligente y mantuvo el equi-
librio entre la influencia del Guomindang y la del PCCh en la aca-
demia, para 10 cual nombró al comunista Zhou Enlai, que había vuelto
poco antes de Francia, director de su departamento. Los primeros cade-
tes eran principalmente jóvenes de clase media procedentes de Guang-
dong y Hunan (se requería como mínimo un certificado de graduación

443
de la escuela media para ingresar en la academia, lo cual excluía a casi
todos los obreros y campesinos); los cadetes recibían una rigurosa for-
mación militar, con equipo bueno y moderno, de veteranos sumamen-
te capacitados como el asesor soviético Vasili Blyujer.
Los cadetes de Whampoa también recibieron adoctrinamiento total
en los objetivos del nacionalismo chino y en los Tres Principios de Sun
Yat-sen. Aunque varios de ellos ya eran comunistas o fueron reclutados
por el PCCh -el joven Lin Biao, por ejemplo, nativo de Hubei que se
graduó con los cadetes en 1925-, la mayoría no simpatizaba con el co-
munismo y llegaron a ser fieramente leales a Chiang Kai-shek. Este gru-
po devoto de oficiales jóvenes y duros ejercería considerable influencia
en las futuras luchas por el poder y dio la primera prueba de su efica-
cia el 15 de octubre de 1924. En ese día, la primera promoción de ocho-
cientos graduados, bajo el mando de Chiang Kai-shek y apoyada por
policías locales y por cadetes de academias provinciales más pequeñas,
derrotó a un contingente del Cuerpo de Mercaderes Voluntarios de Can-
tón que había disparado contra manifestantes del Guomindang y ha-
bía tratado de apoderarse de un cargamento de armas confiscadas.
La supresión del Cuerpo de Mercaderes de Cantón hizo de Sun
Yat-sen una figura hondamente impopular en la ciudad y en noviembre
de 1924 Sun Yat-sen aceptó una invitación a participar en una «confe-
rencia de reconstrucción nacional» en Pekín convocada por el señor de
la guerra dominante allí. En compañía de su esposa, Soong Qingling,
y de Wang jingwei y Borodin, visitó primero Shanghai para hablar con
leales al partido. Una enfermedad interrumpió bruscamente un viaje que
hizo seguidamente a Japón y Sun Yat-sen se apresuró a regresar a Pekín.
Fue operado en febrero de 1925, pero los médicos se encontraron con
que padecía un cáncer incurable de hígado. Murió en Pekín el 12 de
marzo, a la edad de cincuenta y nueve años, y dejó un testamento bre-
ve, patriótico y pro soviético. Se creyó que el testamento se lo había
redactado Wang jingwei, pero no estaba claro si éste heredaría el lide-
razgo. De hecho, no estaba claro que alguien pudiese heredarlo, ya que
el prestigio de Sun Yat-sen había sido de tipo personal, fruto de los lar-
gos años que había dedicado a construir una organización revolucio-
naria al finalizar el periodo Qing y durante su exilio en Japón.
La muerte de Sun Yat-sen y la de Lenin, a quien el propio Sun Yat-
sen había alabado hacía sólo catorce meses, no frenaron el ímpetu de
las estrategias que los dos habían trazado. Mientras Sun Yat-sen agoni-
zaba en febrero de 1925, los ejércitos de Whampoa que mandaba Chiang
Kai-shek, asesorado por Blyujer, armados con fusiles, ametralladoras y
artillería recién recibidos de la Unión Soviética, obtuvieron varias vic-

444
torias sobre el señor de la guerra Chen Jiongming cerca de su base prin-
cipal de Shantou (Swatow), que las fuerzas de Chiang Kai-shek toma-
ron en marzo. Tres meses más tarde se apuntaron otra victoria notable
cuando derrotaron a otros dos señores de la guerra que habían tratado
de apoderarse de Cantón; en esta segunda ocasión las tropas de Chiang
Kai-shek hicieron 17.000 prisioneros y se apoderaron de 16.000 armas
de fuego. Empezaban a comportarse como un ejército preparado para
acometer campañas nacionales, y la afirmación que había hecho Blyu-
jer en el sentido de que podía cruzar China con tres o cuatro divisiones
de elite comenzaba a parecer menos jactanciosa.
Una vez más parecía flotar en el aire de China un nuevo espíritu
de patriotismo y determinación, y los acontecimientos que tuvieron lu-
gar en Shanghai en mayo de 1925 intensificaron esta sensación. Esta
crisis en particular la provocó un grupo de obreros chinos de una fábri-
ca textil de propiedad japonesa a los que un cierre patronal había de-
jado en la calle durante una huelga. Enfurecidos ante esta medida, los
obreros penetraron en la fábrica y destruyeron parte de la maquinaria.
Unos vigilantes japoneses abrieron fuego y mataron a uno de los obre-
ros. Siguiendo una pauta que a estas alturas ya era habitual en China,
la muerte causó una oleada de indignación pública, manifestaciones de
estudiantes, más huelgas y varias detenciones. El 30 de mayo, en la
concesión internacional de Shanghai, miles de obreros y estudiantes se
reunieron ante el cuartelillo de policía en la principal vía comercial,
Nanjing Road. Su propósito era exigir la puesta en libertad de seis es-
tudiantes chinos que habían sido detenidos por los británicos por pro-
testar contra el militarismo y el imperialismo extranjero. La situación era
explosiva. Al principio la manifestación, aunque ruidosa, no era violen-
ta; pero a medida que más y más chinos convergieron ante el cuarte-
lillo y empezaron a gritar -«Matad a los extranjeros», según algunos tes-
tigos; consignas inofensivas según otros-, el inspector británico que
mandaba un destacamento de policías uniformados chinos y sijs or-
denó a gritos que la multitud se dispersara. A los pocos segundos, an-
tes de que la gente pudiera obedecerle, ordenó a sus hombres que dis-
parasen; una descarga de cuarenta y cuatro disparos certeros mató a
once manifestantes e hirió a otros veinte.
La indignación que despertó la matanza fue inmediata y se propa-
gó rápidamente por toda China. Por lo menos en otras veintiocho ciu-
dades hubo manifestaciones de solidaridad con los «Mártires del 30 de
Mayo» y en varias de ellas se registraron ataques contra los británicos y
los japoneses. En Shanghai se convocó una huelga general y las poten-
cias extranjeras, en respuesta, se apresuraron a llevar la infantería de ma-

445
rina y a formar cuerpos de voluntarios para patrullar por las concesio-
nes. La tragedia del 30 de mayo se vio agravada por los sucesos que tu-
vieron lugar en Cantón el mes siguiente cuando dirigentes obreros co-
munistas y de otras tendencias sumaron a las protestas por las muertes
de Shanghai una huelga a gran escala en Hong Kong contra los britá-
nicos. El 23 de junio, en Cantón, tropas británicas abrieron fuego con-
tra una gran manifestación al pasar ésta cerca de la zona de concesio-
nes extranjeras de la isla de Shameen. Pormaban la manifestación más
de cien contingentes distintos de estudiantes universitarios y soldados,
obreros industriales y agricultores, escolares y Jxry scotas, así como cade-
tes de Whampoa. El fuego indiscriminado desde Shameen mató a cin-
cuenta y dos chinos e hirió a más de cien. Un extranjero resultó muer-
to cuando algunos chinos devolvieron el fuego.
La rabia fue inmensa en toda China y la huelga de Hong Kong, que
duraría dieciséis meses, se hizo más furiosa e intensa, y fue respaldada
por un boicot masivo contra las mercancías británicas. Hubo ecos del
4 de Mayo porque el 30 de Mayo también se convirtió en un símbo-
lo y un grito de llamada; pero ahora, en 1925, las condiciones eran dis-
tintas de las de 1919. Tanto el Guomindang como el PCCh, o la com-
binación de los dos, estaban preparados para encauzar la rabia y la
frustración de los chinos hacia sus propias organizaciones de partido.
El nacionalismo indígena podía recabar ahora la pericia organizativa
de los soviéticos para aplicarla a una acción política coherente. Quizás
ése fue el verdadero legado de Sun Yat-sen.

Lanzamiento de la Expedición al Norte


En 1924, mientras la alianza entre el Guomindang y los comunis-
tas en Cantón empezaba a dar los primeros resultados dignos de con-
sideración, la situación en Pekín también entró en una etapa nueva. El
poderoso señor de la guerra que dominaba Manchuria, Zhang Zuolin,
mercenario de finales del periodo Qjng que había consolidado su poder
entre 1913 y 1917, llevaba varios años luchando con otros señores de
la guerra en el norte de China. Zhang Zuolin era un elemento duro y
astuto que ya había demostrado su habilidad maniobrando entre los ru-
sos y los japoneses con el fin de proteger sus propios dominios. En oc-
tubre de 1924, después de que un golpe en Pekín mermara la base de
poder de su principal rival, Wu Peifu, Zhang Zuolin envió sus tropas al
sur a través del paso de Shanhaiguan. Aunque parecía improbable que

446
pudiese utilizar esta ofensiva preliminar de Manchuria a Pekín como
base para conquistar todo el país -como hicieran Dorgon y los man-
chúes-, sus fuerzas avanzaron rápidamente bajando por la línea de fe-
rrocarril Tianjin-Pukou y penetraron en la región del río Yangzi. Este
éxito, sumado a la formación por parte de Zhang Zuolin de una base
de poder en Pekín, aumentó la sensación de apremio de las fuerzas del
Guomindang, como nacionalistas que aspiraban a la unificación de Chi-
na. Su preocupación se acentuó después de que en 1926 Zhang Zuolin
reforzase su dominio en el norte de China mediante una nueva alian-
za con su antiguo enemigo, Wu Peifu, y empezara a adoptar una mar-
cada actitud antisoviética. Wu Peifu, a su vez, consolidó su dominio en
la China central, el sur de Hebei y Hubei.
Muchos intelectuales perdieron ahora la esperanza de ver el fin del
caos. El escritor Lu Xun, observador sardónico más que activista polí-
tico, era uno de los que se sentían hondamente conmovidos. Se encon-
traba dando clases en Pekín e! 18 de marzo de 1926 cuando varios de
sus alumnos fueron muertos a tiros en una manifestación contra los po-
líticos chinos que habían adoptado una postura débil y habían acepta-
do las exigencias japonesas de más privilegios económicos especiales en
e! nordeste de China. En total, cuarenta y siete jóvenes murieron aquel
día, y Lu Xun, muy afectado, se trasladó con su joven esposa primero a
Xiamen y luego a Cantón en busca de algún tipo de seguridad. Tal como
escribió en un ensayo amargo: «Siempre estoy dispuesto a pensar lo peor
de mis compatriotas, pero no podía concebir ni creer que fuéramos ca-
paces de rebajamos a tan infame barbarie". Añadió con tristeza: «En
cuanto a un significado más profundo, pienso que hay muy poco; por-
que era sólo una manifestación desarmada. La historia de la lucha del
género humano por avanzar a través del derramamiento de sangre es
como la formación del carbón, en la que se necesita mucha madera para
producir una pequeña cantidad de éh. 6 Liang Qjchao, que de joven ha-
bía sido un portavoz muy enérgico del nacionalismo en los últimos
tiempos de los Qjng y había seguido abogando por una China fuerte
bajo la república, ahora, a sus cincuenta y un años, contemplaba con
pesar estos sucesos desde su domicilio en Tianjin. Escribió a sus hijos,
que se hallaban estudiando en Estados Unidos, que Pekín era «como un
enorme barril de pólvora que sólo espera que alguien lo haga estallar»."
El problema de cómo tomar medidas eficaces para agrupar el país
fue estudiado detenidamente por el Guomindang, el PCCh y sus ase-
sores de la Comintem. Si lanzaban una campaña militar, tendrían que
hacer frente a los problemas fundamentales de la logística, los efectivos
humanos, el armamento y la protección de los flancos y la retaguardia

447
durante el avance. Pero sería también una campaña política y los pro-
blemas de la ideología y la propaganda deberían considerarse con igual
atención. En el plano político, el Guomindang no podía inclinarse de-
masiado a la izquierda o perdería a sus principales partidarios, ya que
muchos de ellos eran terratenientes o industriales y no simpatizaban
con las exigencias de los campesinos de rentas e impuestos más bajos,
ni con las huelgas urbanas para pedir subidas de salarios.
Esta lección la había demostrado con dureza el caso de Liao Zhong-
kai, amigo íntimo de Sun Yat-sen que a mediados de 1925 ya era miem-
bro del pequeño Consejo Militar encargado de la supervisión del ejército,
así como ministro de Hacienda, gobernador de Guangdong, representan-
te del partido en la Academia de 'Whampoa y jefe del departamento
obrero del Guomindang. En esta última función había sido el principal
organizador de las huelgas y los boicots a gran escala para protestar por
los abusos de los británicos, tanto en Hong Kong como en Cantón,
aquel verano. Pero el 20 de agosto de 1925 Liao Zhongkai fue asesina-
do por un grupo de cinco O seis pistoleros al llegar a una reunión del
Comité Ejecutivo del Guomindang. Se hicieron cábalas en el sentido
de que a los asesinos los habían contratado miembros antiizquierdis-
tas del propio Guomindang, tal vez en connivencia con los británicos,
o posiblemente amigos de Hu Hanmin, que estaba resentido porque
no le habían dado el título de «líder» del Guomindang después de la
muerte de Sun Yat-sen. El crimen nunca llegó a esdarecerse.
A pesar del asesinato de Liao Zhongkai, el poder de Borodin y de
la izquierda en general parecía primordial en Cantón. De hecho, con la
prolongada serie de huelgas contra los extranjeros, así como con los
numerosos piquetes de obreros armados que patrullaban por las calles y
las fábricas, algunos observadores llamaban a Cantón la ..Ciudad Roja».
De los 278 delegados que asistieron al segundo congreso del Guomin-
dang, celebrado en enero de 1926, 168 eran izquierdistas o comunis-
tas, mientras que sólo 65 eran de centro y 45, de derechas. Siete de los
36 miembros del Comité Ejecutivo del Guomindang eran ahora CO~
munistas y otros 14, de izquierdas, por lo que Borodin pensó que su
posición era lo bastante segura como para aplacar a los centristas im-
poniendo una regla que limitaría a un tercio el número de comunistas
en cualquier comité del Guomindang.
Sin embargo, estas apariencias de predominio izquierdista eran en-
gañosas; por lo menos cuatro indicadores importantes mostraban una
tendencia en sentido contrario. En primer lugar, entre los propios ca-
detes de Whampoa se formó un nuevo grupo: la Sociedad para el Es-
tudio del Sun Yat-senismo. Este nombre inocuo ocultaba al principio el

448
hecho de que, si bien los cadetes que pertenecían a esta sociedad eran
nacionalistas y antiimperialistas, también eran acérrimamente anticomu-
nistas. Su visión de una China fuerte y unida no se inspiraba en ningún
modelo soviético y, cuando fueron nombrados para sus nuevos puestos,
difundieron los sentimientos anticomunistas entre los otros oficiales.
En segundo lugar, el sabor fuertemente izquierdista que adquirió
Cantón a partir de mediados de 1925 empujó a muchos hombres de
negocios y antiguos partidarios del Guomindang a abandonar la ciudad
e instalarse en Shanghai o Pekín.
En tercer lugar, a raíz de las victorias en el norte y el este de la pro-
vincia de Guangdong de los ejércitos encabezados por oficiales forma-
dos en Whampoa y la consiguiente rendición de las tropas de los seño-
res de la guerra, muchos soldados enemigos empezaron a alistarse en
el Ejército Revolucionario Nacional, como a partir de 1925 se llama-
ron las fuerzas del Guomindang. Resultó imposible hacer que de pron-
to la mayoría de estos soldados abandonaran su anterior forma de ser;
carecían de disciplina, preparación e incluso valor. Eran propensos a
desertar si se les encomendaban misiones peligrosas y, además, algunos
eran adictos al opio. Aunque su presencia hacía que la fuerza del Guo-
mindang pareciera mayor sobre el papel, debilitaron el sueño de Blyu-
jer de una fuerza de elite dinámica, poseedora de una carga ideológica
y dotada de formación técnica. La historia era ambigua en lo que se
refería a estos casos de incorporación de tropas que se habían rendido.
Soldados que antes eran enemigos habían reforzado y a la vez debili-
tado los ejércitos manchúes en el decenio de 1640, los Taiping en el
de 1850 y las fuerzas de la Alianza Revolucionaria en 1911-1912.
Finalmente, los miembros desafectos del Guomindang formaron su
propia facción a finales de 1925 y trataron de desviar su partido de la
deriva que llevaba hacia la izquierda. Uamado el grupo de las «Coli-
nas del Oeste» debido a la zona cercana a Pekín donde se reunieron por
primera vez, juraron que sacarían a los comunistas del partido, expul-
sarían a Borodin y trasladarían la sede central del partido de Shanghai
a Cantón. Preferían a Hu Hanmin, que se había desplazado de forma
ininterrumpida hacia la derecha en política, a cualquiera de los otros
dirigentes que el Guomindang tenía a la sazón.
El 20 de marzo de 1926 ocurrió en Cantón otro incidente que de-
mostró la fragilidad de la posición comunista y los peligros inherentes
a la alianza. Una cañonera, la Zbongsban, bajo el mando de un oficial
comunista, apareció de repente, antes del amanecer, a la altura de la isla
de Whampoa. Nadie supo jamás quién había dado la orden de que se
dirigiese allí, pero Chiang Kai-shek y algunos de sus partidarios inter-

449
pretaron que se trataba del preludio de un intento de secuestrarle.
Chiang Kai-shek invocó enseguida sus poderes como comandante de
la guarnición y arrestó al capitán de la Zhongshan, puso Cantón bajo la
ley marcial, apostó cadetes o policías leales en edificios de crucial im-
portancia, desarmó a los piquetes de obreros y detuvo a los más de
treinta asesores rusos que ahora se hallaban en la ciudad. Varios de los
principales comisarios políticos comunistas chinos fueron retenidos en
Whampoa para «reconvertirlos» y se suspendió la publicación de pe-
riódicos afiliados al PCCh. Al cabo de unos días Chiang Kai-shek sua-
vizó poco a poco las presiones y a principios de abril declaró que se-
guía creyendo en la alianza con la Unión Soviética; pero nadie estaba
seguro de cómo debían interpretarse estas declaraciones.
Borodin se había ausentado de Cantón en febrero para sostener una
serie de conferencias secretas sobre la estrategia de la Comintern con
colegas rusos en Pekín. Regresó a finales de abril y durante los días si-
guientes él y Chiang Kai-shek llegaron a un «acuerdo»: en lo sucesivo
ningún miembro del PCCh podría estar al frente de una oficina del
Guomindang o del Gobierno; no se permitiría ninguna crítica por par-
te del PCCh de los Tres Principios del Pueblo de Sun Yat-sen; ningún
miembro del Guomindang podría afiliarse al PCCh; la Comintern ten-
dría que compartir con un comité del Guomindang las órdenes que
diera al PCCh, y se facilitaría al Comité Ejecutivo del Guomindang una
lista de todos los miembros que el PCCh tenía entonces. Borodin acep-
tó estas condiciones porque justamente en aquel momento Stalin ini-
ciaba una lucha decisiva por el poder en Moscú y no podía permitirse
el golpe que sufriría su prestigio en el caso de que el PCCh y los ase-
sores soviéticos fueran expulsados de Cantón.
Con una delimitada posición política centrista, Chiang Kai-shek y
los demás líderes del Guomindang trazaron planes para una campaña
militar cuyo objetivo era unificar China. La estrategia para la denomi-
nada Expedición al Norte requería tres ofensivas: una subiría por los
tramos ya terminados del ferrocarril de Cantón a Wuhan, o seguiría el
río Xiang hasta la ciudad clave de Changsha, en Hunan; otra subiría
por el río Gan hasta penetrar en jiangxi; y la tercera lo haría por la cos-
ta oriental hasta el interior de Fujian. Si todo iba bien, los ejércitos ten-
drían entonces dos opciones: continuar avanzando hacia el norte has-
ta el río Yangzi y consolidarse en Wuhan; o hacia el este por vía fluvial
o ferrocarril hasta Nankín y el excelente premio industrial de Shanghai.
Por el camino se forjarían una serie de alianzas con varios señores de
la guerra y, donde fuera posible, las tropas de éstos se incorporarían al
Ejército Revolucionario Nacional del Guomindang.

450
Miembros del Partido Comunista y del Guomindang se adelantarían
a las tropas y organizarían a los campesinos o los trabajadores urbanos
para desbaratar las fuerzas hostiles que intentasen detener el avance del
Guomindang. No obstante, era necesario evitar enemistarse con alia-
dos en potencia, como había ocurrido en el caso de Peng Pai, organi-
zador comunista en la costa, por encima de Cantón, en el condado de
Haifeng. A partir de 1923, Peng Pai creó varias asociaciones de cam-
pesinos que a su vez crearon servicios sociales tales como asistencia mé-
dica, educación, información sobre agricultura, etcétera, y ejerció pre-
siones a favor de una espectacular reducción de las rentas, en muchos
casos de hasta el 25 por ciento. Peng Pai también formó cuerpos de
autodefensa entre los campesinos para proteger sus territorios de los
contraataques de los terratenientes. Pero estas políticas habían provo-
cado una reacción salvaje de los terratenientes locales y eran demasia-
do drásticas para la mayoría de los partidarios del Guomindang.
El Guomindang y los comunistas también tenían que planificar la
contratación de numerosos peones que se encargarían de transportar
los pertrechos militares por las grandes extensiones del país donde no
había ferrocarriles ni buenas carreteras. Muchos de estos hombres se re-
clutaban entre los huelguistas de Cantón, otros, entre los campesinos
durante la marcha, y se los atrajo ofreciéndoles un trato decente y jor-
nales elevados, incentivos a los que nunca recurrían los ejércitos de los
señores de la guerra rivales. También se organizó a los ferroviarios para
que desorganizasen los ferrocarriles controlados por los señores de la
guerra, impidieran la retirada de material rodante básico ocultando pie-
zas indispensables y, donde fuera posible, cortaran la retirada del ene-
migo saboteando las vías.
Otros dos componentes fundamentales de la planificación eran el
dinero y el personal militar. Los problemas económicos se habían ali-
viado en gran parte gracias a las habilidades de T.Y. 500ng, que era cu-
ñado de Sun Yat-sen y, tras graduarse en la Universidad de Harvard y
trabajar durante tres años en la Internacional Banking Corporation de
Nueva York, había sido nombrado director del Banco Central de Can-
tón en 1924. IV. Soong acumuló reservas importantes por medio de
una hábil gestión; al ser ascendido a ministro de Hacienda del Gobier-
no del Guomindang en Cantón en 1925, cuadruplicó los ingresos en las
zonas dominadas por el Guomindang. Se valió para ello de recursos
tales como los impuestos sobre el transporte marítimo y el queroseno,
que a finales de 1925 ya sumaban en total más de 3,6 millones de yua-
nes al mes. También recurrió a la emisión de bonos con el fin de re-
caudar dinero para el Gobierno.

451
En cuanto a los recursos humanos, 7795 graduados de \Vhampoa,
procedentes sobre todo de familias rurales acaudaladas, con formación
tanto logística como táctica, ya estaban preparados para entrar en ac-
ción a mediados de 1926. En un informe especial al congreso del Guo-
mindang a comienzos de dicho año, Chiang Kai-shek calculó en 85.000
el número de hombres listos para luchar y leales al Guomindang. Esta
cifra incluía soldados de Guangdong, Yunnan y Hunan, muchos de los
cuales continuaban bajo el mando de los oficiales que los habían traí-
do a Cantón pero habían sido incorporados al Ejército Revolucionario
Nacional. Pronto se añadieron a ellos 30.000 soldados de Guangxi, jun-
to con unos seis mil cadetes que seguían matriculados en varias acade-
mias militares.
Una serie de cambios de la situación militar en Hunan durante abril
y mayo de 1926 hizo más apremiantes estas esperanzas de una Expe-
dición al Norte. Las rencillas entre los generales de Hunan se hicieron
tan intensas que el poderoso señor de la guerra del norte Wu Peifu em-
pezó una campaña activa contra ellos con el fin de proteger su propio
flanco meridional. Cuando uno de los principales comandantes de Hu-
nan expresó su simpatía por la idea del Guomindang de llevar a cabo
la Expedición al Norte y accedió a incorporar sus tropas al ejército del
Guomindang, se hizo patente que había llegado el momento de actuar.
El Gobierno de Cantón nombró inmediatamente a Chiang Kai-shek
comandante en jete de estas fuerzas híbridas en junio de 1926 y el 1 de
julio se dio la orden oficial de movilización para la Expedición al Nor-
te. El objetivo general de la expedición lo definió del modo siguiente
el Comité Ejecutivo Central del Guomindang:

Las privaciones de los obreros, los campesinos, los mercaderes y los estu-
diantes, así como los sufrimientos de todos bajo los optesivos imperialistas
y los señores de la guerra; la paz y la unificación de China que pedía Sun
Yat-sen; la reunión de la Asamblea Nacional arruinada por Duan Qjrui:
todo esto exige eliminar a Wu Peifu y completar la unificación nacional."

Cabe suponer que la omisión palmaria del nombre de Zhang Zuo-


lin fue una invitación dirigida a ese astuto general a atacar a su anti-
guo enemigo desde el norte mientras el Guomindang avanzaba desde
el sur. A los comunistas bajo el mando de Chen Duxiu no les gusta-
ba el momento escogido para la Expedición al Norte. Chen Duxiu de-
claró que el objetivo clave debería ser consolidar la propia Guangdong
contra la "destrucción procedente de la fuerza de los ejércitos antirro-
jos»." Pero fue imposible frenar el nuevo ímpetu y, siguiendo el con-

452
sejo de la Comintern, los comunistas pusieron sordina a estas críticas
y participaron activamente en la campaña.
Mientras las tropas que mandaba Chiang Kai-shek avanzaban hacia
el norte desde Cantón, sus nuevos aliados de Hunan se abrieron paso
hasta Changsha y la tomaron el 11 de julio. Chiang Kai-shek llegó a la
ciudad a principios de agosto. A pesar de las inundaciones, el cólera y
los problemas de transporte que dificultaban su avance, el Ejército Re-
volucionario Nacional siguió su marcha hacia el norte hasta alcanzar a
las fuerzas enemigas en retirada junto al río Miluo, que desaguaba en la
orilla oriental del lago Dongting.
Con tropas de los señores de la guerra de Guizhou, que las victo-
rias del ejército de! Guomindang habían atraído a sus filas, Chiang Kai-
shek y Blyujer -el ruso ya se había recuperado de las enfermedades que
le mantuvieran al margen- decidieron lanzar un audaz ataque en la otra
orilla del río antes de que Wu Peifu pudiera mandar refuerzos nume-
rosos a sus aliados de Hunan. Chiang Kai-shek dijo a sus generales que
la batalla decidiría «si la nación y la raza chinas pueden recuperar su
libertad y su independencia o no».'? Entre e! 17 Y el 22 de agosto e!
Ejército Revolucionario Nacional logró su propósito. Tras cruzar el río
Miluo por dos puntos, cortó la línea ferroviaria que comunicaba la guar-
nición de Yuezhou con Wuhan y rodeó esta zona de gran importan-
cia. Algunos soldados de Yuezhou escaparon por el río, pero otros que-
daron atrapados y todos sus pertrechos y armas cayeron en poder de
los nacionalistas.
En una serie de combates encarnizados que se libraron durante la
última semana de agosto, los nacionalistas se apoderaron de las cabe-
zas de puente -muy fortificadas con alambres de espino y dotadas de
ametralladoras- que protegían los accesos a Wuhan. El general Wu Pei-
fu ya había llegado al frente y trató de levantar la moral de sus hombres
aplicando un castigo ejemplar a los que habían perdido las cabezas de
puente. Utilizando las técnicas de probada eficacia empleadas tres años
y medio antes contra los ferroviarios en huelga, ordenó decapitar pú-
blicamente a ocho de sus comandantes en presencia de los demás ofi-
ciales. La táctica no dio buen resultado. A principios de septiembre
las tres ciudades que constituían Wuhan, donde Wu Peifu pensaba opo-
ner tenaz resistencia, comenzaron a caer ante las fuerzas del Guomin-
dango Hanyang, con su inmenso arsenal, fue la primera en caer, traicio-
nada por su propio comandante, que se pasó a los nacionalistas. La
siguió Hankou, con sus prósperas empresas y sus extensas concesiones
extranjeras (a pesar de su antiimperialismo, Chiang Kai-shek prometió
que protegería a todos los extranjeros que se hallaban en la ciudad).

453
Mientras los defensores de Wuchang resistían detrás de las sólidas
murallas de la ciudad, los nacionalistas se encontraron de pronto ante
la amenaza de una derrota a manos del señor de la guerra que domina-
ba Jiangxi. Sus tropas estaban bien armadas y no sólo obtuvieron varias
victorias, sino que también acabaron con los simpatizantes del Guo-
mindang y los comunistas reuniendo a todos los radicales conocidos,
decapitándolos y exponiendo las cabezas cortadas y clavadas en esta-
cas en las ciudades de Jiujiang y Nanchang, a orillas de1lago Boyang.
Para ser considerado «radical» era suficiente con que los estudiantes o
las estudiantes llevaran el pelo corto, al estilo que se consideraba ruso.
Pero estos actos de terror no dieron buenos resultados. El coman-
dante de Wuchang, con la ciudad llena de civiles al borde de la inani-
ción, abrió las puertas el 10 de octubre; mientras parte de las tropas
nacionalistas ocupaba la ciudad, otras hacían frente al contraataque y
obligaban al enemigo a replegarse hasta jiangxi. El día en que hacía
exactamente quince años de los primeros motines de Wuhan, esta zona
ya había expulsado a sus reaccionarios señores de la guerra y recibido
una vez más con los brazos abiertos a las fuerzas de una revolución
imprevisible.

454
La primavera de Shanghai
A finales de 1926 el Guomindang y los comunistas empezaron a
consolidar su dominio en Wuhan y Chiang Kai-shek puso su atención
en la campaña de jiangxi. Se luchaba encarnizadamente y ciudades cla-
ve se perdían y reconquistaban varias veces. A mediados de noviembre,
no obstante, con un coste de quince mil bajas, el Ejército Revolucio-
nario Nacional tenía bien controlado tanto jiujiang, a orillas del Yangzi,
como Nanchang, el decisivo cruce de carreteras y ferrocarriles situado al
oeste de1lago Boyang. Chiang Kai-shek estableció aquí su nueva base
junto con varios miembros del Comité Ejecutivo del Guomindang. Otros
dirigentes destacados del Guomindang, sin embargo, en especial los co-
munistas y los simpatizantes izquierdistas, se instalaron en Wuhan, don-
de la agitación antiextranjera y los rápidos avances en el movimiento
obrero urbano ofrecían la promesa de una revolución social.
La estrategia original del Guomindang para la Expedición al Norte
preveía tres ofensivas, la última de las cuales subiría por la costa orien-
tal. Esta ofensiva también se llevó a cabo con éxito, gracias en parte a
prudentes negociaciones que indujeron a varios militaristas a pasarse al
bando nacionalista y en parte como resultado de operaciones milita-
res. El avance de los ejércitos nacionalistas por la costa recibió una gran
ayuda cuando importantes unidades navales se pasaron a su bando y
cortaron la retirada del enemigo. A pesar de cruentos combates, a me-
diados de diciembre de 1926 las tropas del Ejército Revolucionario Na-
cional ya habían entrado en Fuzhou, la capital de Pujian. Los nacio-
nalistas controlaban ahora siete provincias: Guangdong, su base original;
Hunan, Hubei, jiangxi y Fujian, por derecho de conquista; y Guangxi
y Guizhou, por medio de acuerdos negociados. La población total de
estas provincias era de unos ciento setenta millones de personas. Estos
acontecimientos adquirieron dramatismo a ojos del mundo cuando el
Ministerio de Asuntos Exteriores británico empezó a considerar la po-
sibilidad de reconocer diplomáticamente al Gobierno del Guomindang
y el ministro británico en China visitó Wuhan a mediados de diciem-
bre para celebrar conversaciones con el ministro de Asuntos Exteriores
nacionalista. Hasta aquel momento había parecido que los británicos
estaban firmemente comprometidos con Wu Peifu.
Estas victorias hicieron que el debate en torno a la siguiente fase
de la estrategia del Guomindang alcanzara un punto crítico. Chiang
• 455
Kai-shek, en su base de Nanchang, había decidido avanzar hacia Shan-
ghai por dos rutas -una al este bajando por el Yangzi, y otra al nor-
deste a través de Zhejiang- con el fin de apoderarse del centro indus-
trial y agrícola de China. Los líderes del Guomindang en Wuhan, de
acuerdo con Borodin, que estaba instalado allí, preferían una ofensiva
hacia el norte siguiendo el ferrocarril de WUhan a Pekín. Sus fuerzas po-
drían unirse allí a las de varios señores de la guerra del norte que, según
se creía, simpatizaban con su causa, tras lo cual lanzarían un ataque
concertado contra Pekín y derrotarían definitivamente a los genera-
les Wu Peifir y Zhang Zuolin. En enero tuvieron lugar tensas discusio-
nes entre los rivales, representados por el Consejo Conjunto Provisio-
nal en Wuhan y el Consejo Político Central Provisional en Nanchang.
Chiang Kai-shek viajó a Wuhan el 11 de enero de 1927 para exponer
sus argumentos; pero no sólo se vio rechazado, sino también insultado
públicamente por Borodin y otros izquierdistas. Regresó, enfadado, a
Nanchang.
A partir de entonces el destino de Shanghai dominó la primavera
de 1927, pero el desenlace dependía de las interrelaciones de un nú-
mero considerable de factores; las reacciones de varios señores de la
guerra del norte a los acontecimientos en el sur de China; la fuerza del
movimiento obrero local; la naturaleza de las fuerzas antiobreras de la
ciudad; las actitudes y los actos de la comunidad y de las tropas ex-
tranjeras destacadas en las concesiones; la posición de los líderes del
Guomindang en Wuhan; y la estrategia a largo plazo del PCCh que
decidiese Stalin y transmitiera la Comintem.
La rapidez del avance del Guomindang desde Cantón hasta el Yang-
zi hizo vacilar a varios de los señores de la guerra del norte. Hasta en-
tonces habían estado envueltos en complejas maniobras y alianzas en la
inmensa zona que se extendía desde la provincia de Gansu en el oeste,
cruzaba Shaanxi y Hebei y penetraba en Shandong y el sur de Man-
churia. Nunca habían formulado una estrategia común ni habían alcan-
zado un acuerdo vinculante sobre el reparto del territorio, pero todos
ellos veían en el Guomindang una fuerza radical, incluso revoluciona-
ria, y tenían que decidir cómo responderían en el caso de que el Guo-
mindang pretendiera seguir avanzando hacia el norte. Al final, conti-
nuaron divididos. Después de visitar Moscú, uno de los tres generales
más poderosos del norte, Feng Yuxiang, optó por unirse al Guomin-
dang y afirmar que creía en sus principios fundamentales. Desde su
base en Shaanxi, avanzó sin detenerse hasta penetrar en la provincia de
Henan. WU Peifii, dolido por la pérdida de Wuhan y la terminal sur
de su imperio ferroviario, intentó establecer una nueva base en la ciudad

456
de Zhengzhou, que era un empalme ferroviario, pero se encontraba de-
bilitado fatalmente.
Zhang Zuolin, el señor de la guerra manchuriano que en aquel mo-
mento dominaba Pekín, había empezado a mostrar delirios de grandeza
y ordenaba esparcir tierra amarilla -símbolo del prestigio de un empe-
rador- por los caminos por los que pasaba y ofrecía personalmente
sacrificios a Confucio. Pero su Gobierno en Pekín era ineficaz, dado a
celebrar fiestas extravagantes y ceremonias suntuosas por orden de Zhang
Zuolin, que concentraba la mayor parte de sus esfuerzos en el juego
llamado mahjong.* Lo más importante era que, si bien había organiza-
do un ejército de ciento cincuenta mil hombres para marchar hacia
el sur hasta el Yangzi a finales de noviembre de 1926 con el objeto de
detener el avance de los ejércitos del Guomindang, de pronto dio una
contraorden.
Es posible que Chiang Kai-shek hubiera negociado en secreto tan-
to con Zhang Zuolin como con los japoneses para proteger sus flancos
cuando atacara Shanghai. En todo caso, los comunistas de Wuhan cri-
ticaron duramente a Chiang Kai-shek por sus «crímenes» en este sentido
y no cabe duda de que Zhang Zuolin se había convertido en un an-
tiizquierdista fanático: su cuartel general en Pekín aparecía engalanado
con la consigna «Destruid Absolutamente el Comunismo».'! A princi-
pios de abril de 1927 Zhang Zuolin ordenó a sus tropas que tomaran
por asalto la embajada rusa en Pekín y detuvieran a todos los chinos que
se habían refugiado en ella. Entre ellos estaba Li Dazhao, el ex biblio-
tecario y cofundador del PCCh. Zhang Zuolin mandó ahorcarlo junto
con diecinueve de sus compañeros detenidos.
A pesar de estas pérdidas en el norte, el movimiento obrero en todo
el centro y el sur de China había hecho progresos desde las victorias
del Ejército Revolucionario Nacional y la formación de un Sindicato
Obrero General que coordinase la actuación de los trabajadores en toda
China. A finales de 1926 ya había setenta y tres sindicatos en Wuhan,
con 82.000 afiliados, y centenares de miles de obreros se organizaron
en Shanghai, a pesar de la hostilidad del señor de la guerra del lugar. En
febrero de 192710s dirigentes obreros de Shanghai, con la ayuda de or-
ganizadores del Sindicato Obrero General, convocaron una huelga ge-
neral en apoyo de las columnas del Ejército Revolucionario Nacional
que acababan de tomar Hangzhou en el sur. Los huelguistas consiguie-
ron que Shanghai quedase paralizada y durante dos días nadie trabajó

* Complejo juego chino en el que se usan pequeñas fichas decoradas y las apues-
tas son a menudo muy altas. (N delA.)

457
en los muelles, los servicios municipales, las fábricas de tejidos de al-
godón, las sederías, los transportes públicos y los centros comerciales.
Fuerzas del señor de la guerra pusieron fin a la huelga y decapitaron a
veinte huelguistas, detuvieron a trescientos de sus cabecillas y disolvie-
ron todos los mítines de obreros.
No obstante, la moral y la preocupación política de los obreros si-
guieron siendo muy altas, reforzadas por los efectos prolongados del
incidente del 30 de mayo de 1925 y los esfuerzos persistentes de di-
rigentes del PCCh en Shanghai como, por ejemplo, Zhou Enlai y Li
Lisan. El Sindicato Obrero General continuó con sus planes para una
segunda huelga a gran escala y fonnó piquetes que en conjunto suma-
ban 5000 hombres, centenares de los cuales estaban armados. En la in-
mensa metrópoli de Shanghai, los obreros organizados eran una fuerza
imprevisible, posiblemente capaz de formar un Gobierno obrero revo-
lucionario, un sóviet urbano que más adelante quizá desencadenaría
levantamientos parecidos y daría pábulo a la formación de sóviets en
otras partes, como había ocurrido durante la revolución bolchevique
en Rusia.
Pero había en la ciudad mucha gente que ansiaba debilitar el movi-
miento obrero. Una confederación poco rígida de propietarios de fá-
bricas y financieros, los cuales se habían beneficiado de la expansión es-
pectacular de la ciudad como centro industrial y puerto internacional,
sufriría grandes pérdidas si continuaban las oleadas de huelgas. Algunos
de estos importantes financieros estaban vinculados al mundo de las so-
ciedades secretas, entre ellas la Banda Verde (Qjngbang), que se había en-
riquecido controlando la prostitución, el juego ilegal y la distribución de
opio. A cambio de dinero, los jefes de la Banda Verde podían reunir cua-
drillas que se encargasen de disolver mítines sindicales y obreros, e in-
cluso mataran a los obreros recalcitrantes. Muchos jefes de la Banda Ver-
de eran también prósperos hombres de negocios con una sólida posición
en la comunidad, y algunos tenían vínculos fuertes con el Guomindang
o habían conocido a Chiang Kai-shek durante su estancia en Shanghai.
A finales de 1926 el presidente de la Cámara de Comercio de Shan-
ghai visitó a Chiang Kai-shek en su cuartel general de Nanchang y le
arreció el apoyo económico de la cámara. En otras reuniones secretas,
intermediarios de Chiang Kai-shek negociaron con buenos resultados
con los directores del poderoso Banco de China en la ciudad. También
celebraron encuentros con el jefe de la policía secreta de la concesión
francesa -importante figura del hampa estrechamente relacionada con
la Banda Verde-, y es de suponer que para hablar de la represión de la
agitación obrera en una fecha futura.

458
Dado que gran número de acaudalados hombres de negocios chi-
nos vivían en cómodos domicilios con jardines en las concesiones ex-
tranjeras de Shanghai, cuyo trazado era magnífico, se relacionaban so-
cialmente con los extranjeros y a veces compartían intereses comerciales
con ellos. Los extranjeros, pocos de los cuales hablaban chino o cono-
cían o se interesaban mucho por los detalles de la vida de la ciudad, a
menudo desconocían los contactos de sus conocidos chinos con la po-
lítica o las sociedades secretas. Lo que más les interesaba era tener una
fuente segura de mano de obra que trabajara en sus fábricas y en los
muelles, y que nada perturbase las actividades sociales que giraban en
tomo a sus lujosos clubes e hipódromos. También deseaban proteger sus
inversiones -que ahora se acercaban a la cifra de mil millones de dó-
lares- de Jos extremos del sentimiento nacionalista chino que pudieran
llevar a la destrucción o incluso a la confiscación de propiedades.
Pero a comienzos de 1927 la colonia extranjera en China ya estaba
asustada. En enero, multitudes chinas azuzadas por el Partido Comu-
nista y Borodin cruzaron las barricadas, penetraron en la zona de con-
cesiones extranjeras de Hankou, causaron daños materiales considera-
bles y obligaron a evacuar a todas las mujeres y niños extranjeros río
abajo hasta Shanghai; los hombres se congregaron en edificios cercanos
a la orilla, preparados para emprender la huida rápidamente. Disturbios
parecidos se registraron en ]iujiang el mismo mes. Y lo más peligroso fue
que en marzo de 1927 tropas nacionalistas que habían arrebatado Nan-
kín a los ejércitos en retirada de los señores de la guerra del norte sa-
quearon los consulados británico, japonés y estadounidense, y mataron
a varios extranjeros de estas tres nacionalidades, además de algunos fran-
ceses e italianos. Destructores estadounidenses y un crucero británico
respondieron bombardeando los alrededores de las oficinas centrales de
la Standard Oil para crear una ruta de evacuación y varios chinos resul-
taron muertos. Los británicos habían demostrado, en el incidente del
30 de mayo de 1925, que estaban dispuestos a disparar contra las mul-
titudes; ahora ellos y los estadounidenses habían demostrado que tam-
bién estaban dispuestos a bombardear una ciudad china. Lo que ellos,
los franceses o especialmente los japoneses podían hacer ante la opo-
sición armada del Guomindang no estaba claro. Había a esas alturas
unos veintidós mil soldados y policías extranjeros en Shanghai y cua-
renta y dos barcos de guerra también extranjeros anclados en el puer-
to, respaldados por 129 barcos de guerra más en otras aguas chinas.
Mientras tanto, los líderes del Guomindang en Wuhan intentaban
reforzar su propia posición política y económica. Las tropas regulares
bajo su mando eran inferiores en número a las de Chiang Kai-shek y no

459
podían permitirse indisponerse con Chiang Kai-shek hasta el extremo
de que éste se convirtiera en un rival declarado. Se concentraron prin-
cipalmente en llevar a cabo reformas sociales radicales en la zona de
Wuhan, en buscar una alianza con el general Feng Yuxiang que les per-
mitiera seguir avanzando hacia el norte desde Wuhan y en denigrar pú-
blicamente a Chiang Kai-shek por sus ataques contra las organizacio-
nes obreras en jiangxi, donde había acabado de forma sistemática con
las delegaciones del Sindicato Obrero General.
Para Stalin lo que estaba en juego en el conflicto chino revestía aho-
ra especial importancia. Esto tenía que ver más con la política soviética
que con los acontecimientos en la propia China, ya que a principios
de 1927 Stalin se hallaba enzarzado en una lucha encarnizada por el
poder con Lev Trotski. La pugna tenía lugar en el campo ideológico y
burocrático en lugar de ser un enfrentamiento armado, y la interpreta-
ción y la dirección que se diera a la Revolución china eran fundamen-
tales para los argumentos de los dos hombres. Stalin insistía en que el
liderazgo que proporcionaban Chiang Kai-shek y sus tropas era decisi-
va en la fase «burguesa-democrática» de la Revolución china. El PCCh,
según este razonamiento, debía «seguir construyendo una alianza de
cuatro clases integrada por los obreros, los campesinos, los intelectua-
les y la pequeña burguesía urbana encuadrada en el Guomindang- con
el fin de aplastar a los señores de la guerra feudales y a los imperialistas
extranjeros. En términos prácticos esto significaba que los dirigentes del
PCCh en China debían seguir cooperando con Chiang Kai-shek y el
Guomindang."
El 21 de marzo de 1927 el Sindicato Obrero General en Shanghai,
bajo la dirección del PCCh, empezó una huelga general y una insurrec-
ción aunada contra los señores de la guerra y en apoyo de las fuerzas
del Guomindang que se acercaban a la ciudad. Unos seiscientos mil
obreros secundaron la huelga y, una vez más, la ciudad quedó parali-
zada. Se cortaron los cables de la electricidad y el teléfono, se toma-
ron los cuartelillos de la policía y las estaciones del ferrocarril, con fre-
cuencia tras duros combates. Se habían dado órdenes rigurosas de no
hacer daño a los extranjeros y los insurrectos las obedecieron. Al día
siguiente la primera división de tropas nacionalistas entró en la ciudad
y el 27 de marzo el Sindicato Obrero General, que ahora no necesita-
ba esconderse, inauguró públicamente sus nuevas oficinas centrales en
una antigua sede gremial, con la asistencia de mil representantes de tres-
cientas delegaciones sindicales. En total, según las cifras que se dieron
a conocer, había ahora en la ciudad 499 sindicatos, con 821.282 afilia-
dos. Había también una milicia obrera que contaba con 2700 hombres,

460
bien pertrechados de armas y municiones confiscadas en cuartelillos de
policía y depósitos militares.
Chiang Kai-shek en persona entró en la ciudad a finales de marzo.
Hizo declaraciones destinadas a tranquilizar a la colonia extranjera y
elogió a los sindicatos por su labor constructiva. Mientras el PCCh se
encargaba de que los sindicalistas mantuvieran una actitud conciliato-
ria y callada, abandonaran las armas y retiraran sus exigencias de que las
concesiones extranjeras fuesen devueltas a China, Chiang Kai-shek se
reunió con industriales ricos de Shanghai, elementos centristas del Gua-
mindang como Wang Jingwei y Cai Yuanpei, ex rector de la Universi-
dad de Pekín, y figuras destacadas de la Banda Verde y el hampa. Estos
jefes de la Banda Verde formaban la llamada Sociedad para el Progre-
so Común, cuya sede central era el domicilio del jefe de la policía se-
creta de la concesión francesa. Se trataba de una tapadera al abrigo de
la cual se creó una fuerza de alrededor de mil hombres armados. Al
mismo tiempo, Chiang Kai-shek obtuvo empréstitos generosos de ban-
queros de Shanghai y ordenó el traslado de las unidades del ejército cu-
yas simpatías por los obreros eran conocidas.
A las 4 de la madrugada del 12 de abril, los hombres de la Sociedad
para el Progreso Común, fuertemente armados pero vestidos con ropa
de paisano, de color azul con brazaletes blancos, lanzaron una serie de
ataques contra las sedes de todos los grandes sindicatos de la ciudad. Es-
tos grupos paramilitares operaban con el conocimiento (y a veces con la
ayuda) de las autoridades de las concesiones extranjeras, y en los com-
bates que se libraron durante todo el dfa a menudo fueron ayudados
por tropas del Ejército Revolucionario Nacional. Muchos sindicalistas
resultaron muertos, centenares fueron detenidos y los integrantes de
los piquetes fueron desarmados. Cuando habitantes, obreros y estu-
diantes de Shanghai organizaron una concentración de protesta al día
siguiente, las tropas del Guomindang dispararon contra ellos con ame-
tralladoras y causaron casi cien muertos. Las detenciones y las ejecucio-
nes continuaron durante varias semanas, las organizaciones del Sindica-
to Obrero General fueron declaradas ilegales y la actividad huelguística
cesó por completo. La primavera de Shanghai había terminado.

El verano de Wuhan, el invierno de Cantón


La noticia de los sucesos del 12 de abril en Shanghai causó un an-
gustiado examen de conciencia en Wuhan. A Borodin y Chen Duxiu
, 461
les correspondió la difícil tarea de encajar la matanza de obreros chi-
nos en algún tipo de esquema ideológico que resultara convincente. La
única ayuda con que contaron para ello fue el análisis de la situación
que hizo Stalin a finales de abril. El líder ruso declaró que había sido
su objetivo, desde marzo de 1926, impedir que Chiang Kai-sbek ex-
pulsara a los comunistas del Guomindang; al mismo tiempo, había tra-
bajado para promover «la retirada o la expulsión de los derechistas del
Guomindang». En Shanghai, Chiang Kai-shek había demostrado cómo
era en realidad: había aparecido como representante de la «burguesía
nacional» y había desafiado al Guomindang formando su propio Co-
biemo en Nankín (el 18 de abril de 1927). Por tanto, concluía Stalin, los
acontecimientos de 1927 «demostraron plena y totalmente que esta po-
lítica era correcta". n
Esto quería decir que ahora el PCCh tenía que colaborar estrecha-
mente con la facción del Guomindang en Wuhan, que Stalin y sus ase-
sores declararon que era el Guomindang «de izquierdas>, o «revolucio-
nario". el auténtico heredero de la Revolución china. Stalin esperaba
que estos miembros del Guomindang condujeran a las «masas de agri-
cultores y campesinos» a aplastar a los militaristas. la pequeña nobleza
y los «terratenientes feudales». Si bien esta esperanza parece absurda
ahora, muchos de los dirigentes no comunistas del Guomindang en
Wuhan albergaban opiniones políticas bastante radicales y sin duda
puede decirse con seguridad que estaban a la izquierda de Chiang Kai-
shek o Hu Hanmin. El más influyente de ellos era Wang jingwei, que
se había hecho famoso como joven polemista y revolucionario a fina-
les del periodo Qjng y había servido lealmente a Sun Yat-sen en Japón
y Cantón. Era Wang Jingwei quien había estado con Sun Yat-sen du-
rante su última enfermedad y había recibido sus postreros consejos e
instrucciones. Como presidente del Gobierno en Cantón, había toma-
do partido por los comunistas en muchos casos y había juzgado pru-
dente viajar a Francia con su familia después del golpe de Chiang a
raíz del incidente de la cañonera Zhongshan el 20 de marzo de 1926.
Wang Jingwei había regresado a China en abril de 1927 y había hecho
una declaración conjunta con Chen Duxiu en la que se reafirmaban los
lazos entre el PCCh y el Guomindang.
Con Wang Jingwei en Wuhan había hombres tales como Sun Fo,
fruto del primer matrimonio de Sun Yat-sen (no tuvo hijos con su se-
gunda esposa, Soong Qingling). Sun Fa tenía ambiciones políticas y ap-
titud para el gobierno municipal. Licenciado por la Universidad de Ca-
lifornia, había ascendido desde la base del Cuomindang hasta llegar a
alcalde de Cantón y miembro del Comité Ejecutivo Central. Eugene

462
Chen, chino nacido en Trinidad cuyo padre había huido a las Indias
Occidentales tras verse implicado en la rebelión de los Taiping, era tam-
bién un elemento poderoso en Wuhan. Había sido confidente de Sun
Yat-sen, ministro de Asuntos Exteriores del régimen de Cantón y había
negociado con éxito la devolución de las concesiones de Hankou y Jiu-
jiang por parte de los británicos. Y la viuda de Sun Yar-sen, Soong Qing-
ling, que había hecho un gesto dramático trasladándose en avión a
Wuhan desde Nanchang para demostrar dónde estaban sus lealtades
políticas, poseía no sólo el prestigio que le daba su previa relación con
Sun Yat-sen, sino también inteligencia natural, dominio del inglés y una
conciencia social sumamente desarrollada, todo lo cual hacía de ella
una persona influyente en los debates del Guomindang.
El objetivo principal de los líderes del Guomindang en Wuhan con-
tinuaba siendo la instauración de una base política y económica. No
eran los únicos que controlaban el poder en Wuhan, y mucho menos
en Hubei y Hunan, y tenían que tratar con poderosos señores de la
guerra locales -vinculados en teoría al Guomindang por alianzas-, así
como con los industriales y los terratenientes acaudalados de la región.
En busca de mayor apoyo para su régimen, el Gobierno del Guomin-
dang en Wuhan también había intentado hacerse con la zona de la
concesión japonesa en Hankou. Pero el intento había sido repelido por
el fuego de las ametralladoras, y una línea de más de un kilómetro y
medio de barcos de guerra extranjeros se hallaban anclados ahora en el
Yangzi, listos para defender las propiedades extranjeras. La agitación en
la ciudad ocasionó el cierre de la mayoría de las tiendas y fabricas ex-
tranjeras, y miles de personas se quedaron sin trabajo. El Gobierno de
Wuhan necesitaba 15 millones de yuanes al mes para mantener sus ofi-
cinas y alimentar a sus setenta mil soldados, que luchaban encarniza-
damente en el norte de China, pero sólo pudo recaudar una fracción de
esa suma y se vio reducido a imprimir papel moneda que los bancos
acabaron negándose a aceptar.
Si hubieran tenido carta blanca, los comunistas tal vez hubieran po-
dido fomentar una revolución verdadera en el campo. A finales de 1926
y comienzos de 1927, se habían observado claras señales de malestar
entre los campesinos de China. En algunas zonas se habían apropiado
de la tierra, habían formado «asociaciones de campesinos pobres» para
que rigieran sus comunidades y habían hecho desfilar públicamente,
humillados y en muchos casos asesinados, a los terratenientes locales
más odiados. Peng Pai se había apuntado un gran éxito con la forma-
ción de asociaciones de campesinos radicales cerca de Cantón, hasta
que las fuerzas de los terratenientes contraatacaron. Mao Zedong, que

463
durante su estancia en Cantón había ascendido al puesto de director
del Instituto de Pormación del Movimiento Campesino del Cuomin-
dang, también tuvo varias oportunidades, eh 1925 y 1926, de hacer
propaganda de los puntos de vista del PCCh en el campo de Hunan,
especialmente en los alrededores de Changsha. En febrero de 1927, des-
pués de que la Expedición al Norte pasara por la región, dedicó tiem-
po a estudiar lo que estaba sucediendo y escribió un informe lleno de
entusiasmo para una revista local del PCCh.
Mao quedó especialmente impresionado por el poder de los cam-
pesinos pobres y su conciencia política. «Alzan sus manos ásperas, en-
negrecidas y las ponen sobre las cabezas de la pequeña nobleza», escri-
bió. «Ellos y nadie más son los enemigos más mortales de los matones
locales y la malvada pequeña nobleza, y atacan sus fortalezas sin la me-
nor vacilación; ellos y nadie más son capaces de llevar a cabo la labor
de desrrucción.» El PCCh, señaló, podía tomar la iniciativa con estos
valientes si quería: ,,¿Marchar al frente de ellos y dirigirlos? é.Seguirlos y
hacerlos objeto de gestos y críticas? (Enfrentarse a ellos como adversa-
rios? Todo chino es libre de elegir entre estas tres opciones». Mao daba
a entender que sería una insensatez hacer caso omiso de esta inmensa
fuerza potencial. Si se valoraba la «revolución democrática» de 1926·1927
de acuerdo con una escala de diez puntos, comentó, «entonces los ha-
bitantes de las ciudades y los militares merecerían sólo tres puntos,
mientras que los restantes siete puntos serían para los campesinos y su
revolución rural»." Pero el informe de Mao no era práctico en el con-
texto de las opciones políticas de Wuhan y no encajaba en la línea de
la Comintern, es decir, continuar la alianza con la pequeña burguesía.
Por consiguiente, los comunistas chinos recibieron la orden de mode-
rar el entusiasmo de los campesinos con el fin de no indisponerse con
el Guomindang y los partidarios influyentes que le quedaban, muchos
de los cuales eran terratenientes.
La última declaración del Comité Agrario Central, que tenía su sede
en Wuhan, se hizo pública a comienzos de mayo de 1927 y fue fruto de
acuerdos entre WangJingwei, Borodin, Chen Duxiu, Mao y otros. Pro-
ponía la instauración de instituciones de autogobierno en el nivel local
para que se encargasen de los problemas relacionados con la redistri-
bución de la tierra, la garantía de las propiedades agrarias de los sol-
dados de las fuerzas activas pro Guomindang y -para los soldados sin
propiedades de este tipo- la promesa de que recibirían tierra una vez
ganada la guerra. La extensión máxima de una propiedad Se fijaría en
50 mou (cada mou equivalía a unos 675 metros cuadrados) de tierra bue-
na o cien mou de tierra menos buena. Se confiscarían los excedentes

464
de tierra de todos los que tuvieran propiedades más extensas, a menos
que fuesen soldados revolucionarios.
Sucedió que estos espinosos problemas de los izquierdistas los
resolvieron jefes militares locales. El 18 de mayo de 1927, el general
aliado con el Guomindang que controlaba el tramo de ferrocarril de
Changsha a Wuhan se amotinó, marchó sobre Wuhan e hizo estragos
entre los miembros de las asociaciones de campesinos que encontró a
su paso. Aunque fue derrotado tras duros combates por tropas comu-
nistas y del Guomindang, su defección indujo a otros a hacer lo mismo.
El 21 de mayo el general que mandaba la guarnición de Changsha ata-
có a las principales organizaciones izquierdistas del lugar, registró sus
archivos y detuvo y mató a casi cien estudiantes y jefes de los campe-
sinos. Con la excusa de prevenir un ataque armado contra la ciudad por
parte de las asociaciones campesinas movilizadas, ordenó a sus hom-
bres que se internaran en el campo y acorralasen y dieran muerte a las
fuerzas campesinas. Miles de personas fueron asesinadas, a menudo
con atroz crueldad, cuando los recién humillados terratenientes -mu-
chos de los cuales habían presenciado poco antes el asesinato de sus
propios parientes- se unieron a las tropas del ejército y los miembros
de las sociedades secretas locales para vengarse de los campesinos ex-
propiadores.
Los dirigentes del Guomindang en Wuhan respondieron atribuyen-
do a los «excesos» comunistas la culpa del desastre. Wang Jingwei afir-
mó que los militares habían actuado de aquella manera porque los ha-
bían «metido en un callejón sin salida». Sun Fa arguyó que la culpa era
del PCCh por «desbarrar y despotricar» sobre la posibilidad de un le-
vantamiento de las masas rurales." Cuando empezó a formarse un ejér-
cito campesino con el fin de tratar de contraatacar a los militaristas de
Changsha, se recibió un cable del PCCh en Wuhan que les pedía que
"tuvieran paciencia y esperasen la llegada de funcionarios de! Gobier-
no con el objeto de evitar nuevos roces»." Los "funcionarios del Go-
bierno» no se presentaron nunca y los soldados campesinos se disol-
vieron o acabaron muertos.
Pareció que los dirigentes del Guomindang en Wuhan consintieron
esta matanza y se concentraron en fortalecer sus lazos con quienes po-
seyeran poder militar. Con todo, Stalin respondió a las amargas burlas
de Trotski proponiendo que se estrechara la alianza entre el PCCh y el
Guomindang, en vez de abandonarla y dar nueva vida al movimiento
campesino, reprimido hada tan poco. Envió a los agentes de la Co-
mintern Roy y Borodin un cable breve que explicaba la necesidad de
que e! PCCh desviara al Guomindang hacia la izquierda mientras fin-

465
gía respaldarlo firmemente. «Sin una revolución agraria la victoria es
imposible», decía el mensaje de Stalin, que se recibió en Wuhan el 1 de
junio. «Estamos decididamente a favor de que las masas realmente se
apoderen de la tierra desde abajo> Dado que tantos líderes del Guo-
mindang se mostraban «indecisos y acomodaticios», había que reclutar
a gran número de obreros y campesinos; "SU voz enérgica hará que los
viejos líderes yergan la espalda o los arrumbará». Por si fuera poco, el
PCCh también debía movilizar a veinte mil comunistas y cincuenta mil
«obreros y campesinos revolucionarios» y formar con ellos «un ejérci-
to digno de confianza» bajo el mando de estudiantes."
Pensando, al parecer, que este telegrama convencería al Guomindang
de que el PCCh era todavía un poder que debía tenerse en cuenta, y
tal vez para ganarle por la mano a Borodin, M.N. Roy (joven repre-
sentante indio de la Comintern) se lo enseñó a Wang Jingwei, Eugene
Chen y Soong Qjngling. Wang Jingwei, especialmente alarmado y so-
bresaltado, intensificó sus medidas para frenar la revolución local y re-
cortar el poder del PCCh y empezó una serie de negociaciones para ver
si podía poner remedio a las desavenencias con Chiang Kai-shek. Si
bien el PCCh dio a conocer una declaración de arrepentimiento en la
que prometía contener aún más las actividades de los obreros y los cam-
pesinos, los agentes de la Comintern se dieron cuenta de lo que se ave-
cinaba y tanto Roy como Borodin emprendieron la travesía del desier-
to de Gobi, en coche y camión, para regresar a la Unión Soviética. «La
revolución se extiende hasta el Yangzi», dijo Borodin en una entrevis-
ta de despedida con un periodista extranjero; «si se enviara un buzo al
fondo de esta corriente amarilla, saldría con los brazos llenos de espe-
ranzas malogradas>"
Entre los que ahora tenían asignada la tarea de fomentar la revo-
lución en el campo se encontraba Mao Zedong, cuyo informe de Hu-
nan había recibido poca atención. Había pasado el verano obedecien-
do órdenes de la Comintern, asegurándose de que no se expropiaran las
tierras de los militaristas. Como miembro leal del partido hizo cuanto
pudo por reanimar a los campesinos que habían visto cómo mataban
a muchos de sus amigos y parientes, saqueaban sus hogares y destruían
sus cultivos. A principios de septiembre, Mao ya había logrado reclu-
tar un ejército de alrededor de dos mil hombres en el campo y había
atacado varias poblaciones pequeñas cerca de Changsha. Pero su ejérci-
to, integrado por algunos campesinos junto con mineros descontentos
y desertores del Guomindang, era un pálido reflejo de la fuerza entu-
siasmada de cien mil campesinos armados que había esperado reclutar
para estos «Levantamientos de la Recolección de Otoño» y fueron re-

466
primidos rápidamente, con numerosas pérdidas, por las fuerzas locales
encargadas de mantener la paz.
Más ambiciosa, y al principio más afortunada, fue una gran in-
surrección en Nanchang, la antigua base de Chiang Kai-shek en Jiangxi.
A comienzos de agosto, cerca de veinte mil soldados bajo el mando de
generales comunistas -uno de los cuales había guardado e! secreto
de sus lazos con los comunistas durante varios años, en espera preci-
samente de una oportunidad como la que ahora se le ofrecía- tomaron
la ciudad y expropiaron los bancos «bajo la bandera de la izquierda del
Cuomindang». Pero fueron derrotados por un general vecino al que,
llevados de! optimismo, acababan de invitar a formar parte de su Co-
mité Revolucionario. Emprendieron la retirada hacia e! sur, tomaron
brevemente Shantou, la próspera ciudad costera que había sido la base
de Chen Jiongming en sus luchas con Sun Yat-sen. Expulsados de allf,
lo que quedaba del contingente comunista se instaló en la zona de
Haifeng, donde Peng Pai había logrado conservar su sóviet rural radical
a pesar de los ataques de los terratenientes locales y sus partidarios en
Cantón.
La triste lista de reveses para e! PCCh continuó hasta entrado di-
ciembre. En dicho mes iba a celebrarse en Moscú el XV congreso del
Partido Comunista Ruso y Stalin quería una victoria definitiva en Chi-
na que demostrara la superioridad de sus planes frente a las críticas de
Trotski, al que esperaba aplastar de una vez para siempre. La Comin-
tero transmitió al nuevo jefe del PCCh, Qu Qjubai, las órdenes de que
tenía que haber una insurrección. Qu Qjubai mandó obedientemente
al PCCh que organizara un levantamiento en el antiguo semillero re-
volucionario de Cantón, donde los obreros locales, con sus filas en-
grosadas por los huelguistas expulsados de Hong Kong, parecían estar
preparados para hacer la revolución. Al amanecer del 11 de diciembre
de 1927, tropas comunistas y obreros se apoderaron de los cuarteli-
llos de la policía, los cuarteles del ejército y las oficinas de correos y
telégrafos y anunciaron que la autoridad en la ciudad se había confe-
rido ahora a un «Sóviet de Diputados de los Obreros, los Soldados y
los Campesinos», justo como habían exigido Stalin y Qp Qjubai.
Pero los organizadores de esta "Comuna de Cantón» se encontraban
en franca inferioridad numérica y armamentística ante las tropas anti-
comunistas, que no tardaron en recuperarse. La comuna duró dos días.
Miembros del consulado ruso que habían permitido que sus dependen-
cias se utilizaran como base para la insurrección fueron fusilados, y la
misma suerte corrieron todos los obreros y comunistas que se habían
unido a los «sóviets» y habían sido detenidos. A muchos obreros se les

467
podía identificar como radicales por las marcas rojas que habían deja-
do en sus cuellos los pañuelos, teñidos a toda prisa de ese color, que
habían lucido en sus días de triunfo. Las tropas que restauraron el or-
den pensaron que estaban gastando demasiadas municiones, que eran
caras. en las ejecuciones y ordenaron atar a los rebeldes en grupos de
diez o doce. meterlos en embarcaciones y arrojarlos al río más abajo
de la ciudad.
Al principio Stalin y la Comintern se mostraron inclinados a cali-
ficar este desastre de victoria, pero luego reconocieron que había sido
un golpe muy fuerte para el PCCh. aunque también culparon a éste de
haberlo causado. Acusaron al PCCh de no haber organizado bien las
huelgas, de haber confiado excesivamente en los obreros no comunis-
tas, de no haber hecho una labor apropiada entre los campesinos y de
no haberse concentrado 10 suficiente en fomentar la subversión en los
ejércitos enemigos. Ordenaron al partido que examinara su estrategia
más detenidamente. En cuanto al PCCh mismo, «sus cuadros, su pe-
riferia y su centro» debían reforzarse. «jugar con insurrecciones>', aña-
dieron en tono de reprensión, «en vez de organizar un levantamiento
en masa de obreros y campesinos es una manera segura de perder la re-
volución>"

468
15
El Guomindang en el poder

El Gobierno del Guomindang


Estas medidas rigurosas y en apariencia eficaces con las que se
quería mermar el poder de las bases del Partido Comunista no
significaban, por supuesto, que el Guomindang hubiera resuelto la to-
talidad de sus propios problemas. La unificación nacional continuaba
siendo un objetivo escurridizo y Chiang Kai-shek, en su calidad de co-
mandante de las fuerzas expedicionarias del norte, andaba desespera-
damente corto de dinero. Los banqueros e industriales chinos de Shan-
ghai hubieran quedado atónitos de haber sabido que Stalin opinaba que
Chiang Kai-shek había revelado quién era en realidad al aliarse con las
fuerzas de la burguesía nacional. Porque en los meses que siguieron al
golpe del 17 de abril, Chiang Kai-shek instauró un reinado del terror
cuyas víctimas fueron los shanghaineses más ricos. Al principio creía que
era la única forma de recaudar los millones de dólares que necesitaba
cada mes para pagar a sus tropas y mantener el ímpetu de la Expedi-
ción al Norte. Chiang Kai-shek presionó al presidente de la Cámara de
Comercio de Shanghai para que le proporcionase el grueso de un em-
préstito de diez millones de dólares y confiscó sus propiedades cuando
el presidente se negó a ello, lo cual le obligó a exiliarse. Como resul-
tado de coacciones, los hombres de negocios compraron bonos a cor-
to plazo del Estado por valor de treinta millones de yuanes, y a cada
una de las principales sociedades anónimas se le asignó un cupo de
500.000 yuanes o más. Se acusaba a los hijos de industriales de ser «con-
trarrevolucionarios» o «comunistas», se les detenía y sólo recuperaban la
libertad si sus padres hacían «donativos» al Guomindang: 670.000 yua-
nes en el caso del propietario de una fábrica de tejidos de algodón;
200.000, en el de un acaudalado comerciante en índigo.
En junio de 1927, respondiendo con enojo a nuevas presiones japo-
nesas en Shandong, Chiang Kai-shek patrocinó una Liga para la Rup-
tura de las Relaciones Económicas con Japón y empezó a detener y mul-
,
469
tar a los mercaderes que violaran su intento de boicot. Se impusieron
multas de hasta 150.000 yuanes en los casos de un miembro de la in-
dustria pañera y de un comerciante en azúcar. Agentes de la Banda Ver-
de, que se movían a su antojo por la ciudad china y las zonas de con-
cesiones extranjeras, ayudados por miles de mendigos que actuaban
como vigilantes secretos, hacían que estas detenciones y extorsiones
fueran posibles. Los jefes de la Banda Verde también organizaron una
alianza obrera, dirigida por su propio personal, que sustituyó a los sin-
dicatos obreros dominados por los comunistas. Y por medio de la re-
cién creada Oficina del Guomindang para la Supresión del Opio, en
realidad los chantajistas y el Guomindang se repartían los beneficios de
la venta de la droga y de las «cuotas de inscripción» que pagaban los
adictos conocidos. Al mismo tiempo, el Guomindang como partido
político fomentaba activamente la formación de asociaciones de mer-
caderes de ideología nacionalista -a menudo opuestas a la cámara de co-
mercio-, que mostraban especial vehemencia en el boicot antijaponés
y se oponían con fuerza a los intentos de los extranjeros de cobrar los
impuestos inmobiliarios de quienes tenían empresas en las zonas de con-
cesión extranjeras.
La entrada de dinero seguía siendo insuficiente y fue inevitable que
la Expedición al Norte se resintiera de los efectos de la escisión entre
Wuhan y el régimen de Chiang Kai-shek en Nankín. En julio, las tropas
de Chiang Kai-sbek sufrieron una grave derrota a manos de fuerzas de
los señores de la guerra en la batalla por el estratégico empalme ferro-
viario de Xuzhou, y esto, unido a la persistente hostilidad personal de
los líderes de Wuhan y tal vez su propio agotamiento físico, empujó a
Chiang Kai-shek a dimitir de sus cargos en agosto. Resulta irónico, en
vista del boicot a las mercancías japonesas en el que había insistido
tan vigorosamente, que Chiang Kai-shek viajase a Japón, aunque el pro-
pósito del viaje fue matrimonial en lugar de político. Porque la viuda de
Charlie Soong vivía en Japón y, tras prolongadas conversaciones, Chiang
Kai-shek obtuvo finalmente su permiso para casarse con la menor de sus
hijas, Soong Meiling, licenciada por el Wellesley College en 1917, acti-
vista de la YWCA * y miembro del comité sobre el trabajo de menores
del Consejo Municipal de Shanghai. Dado que las dos hermanas ma-
yores de Meiling eran, respectivamente, la viuda de Sun Yat-sen y la es-
posa del financiero H.H. Kong, Chiang Kai-shek contaba ahora con
nuevas e importantes influencias.
La boda de Chiang Kai-shek y Soong Meiling se celebró en Shan-

* Young Women's Christian Association. Rama femenina de la YMCA (N. del 7:)

470
ghai en diciembre de 1927 y fue un acontecimiento que condensó mu-
chas de las corrientes opuestas que existían en el seno de la sociedad chi-
na. Un aspecto tradicional del evento consistió en que Chiang Kai-shek
todavía estaba casado con su primera esposa; el mayor de sus hijos, por
extraña casualidad, se encontraba a la sazón estudiando en Moscú. Aun-
que la familia Soong era cristiana, parece ser que aprobó aquel matri-
monio bígamo porque Chiang Kai-shek prometió «estudiar cristia-
nismo». En Shanghai se celebraron dos ceremonias. Una cristiana, en
el domicilio de los Soong, oficiada por David Yui, especialista en edu-
cación que había obtenido un título de la Universidad de Harvard en
1910 y luego había sido secretario del vicepresidente Li Yuanhong an-
tes de convertirse en el eficacísimo secretario general de la YMCA en
China. La ceremonia china tuvo por marco el gran salón de baile del
Majestic Hotel y fue presidida por Cai Yuanpei, el erudito radical con-
trario a los Qjng y ex rector de la Universidad de Pekín, que ahora de-
sempeñaba el cargo de ministro de Educación del Guomindang.
Durante la breve estancia de Chiang Kai-shek en Japón, los otros
dirigentes del Guomindang habían descubierto que no podían recau-
dar dinero sin él. A Sun Fa, que había pasado del régimen de Wuhan a
Nankín para ejercer de ministro de Hacienda del Guomindang de nue-
vo unido, le resultó imposible persuadir al mundo de las finanzas de
hacer nuevos empréstitos cuantiosos y tuvo que conformarse con su-
mas pequeñas concedidas a regañadientes. La Cámara de Comercio de
Shanghai volvió a independizarse, los bonos no se pagaban por com-
pleto, los ingresos obtenidos del opio cayeron en picado y un plan cuyo
objetivo era hacer que se enviaran rentas desde las zonas de las conce-
siones extranjeras fracasó. Las tropas acuarteladas en Shanghai llevaban
tiempo sin cobrar, por lo que se negaron a marchar al norte para seguir
luchando contra las fuerzas de Zhang Zuolin.
En enero de 1928 Chiang Kai-shek fue nombrado una vez más co-
mandante en jefe y también miembro del Comité Permanente del
Comité Ejecutivo Central del Guomindang, integrado por nueve hom-
bres. Chiang Kai-shek pidió a su nuevo cuñado, T.Y. Soong, que admi-
nistrara las finanzas del Gobierno. Mediante una mezcla de métodos
coactivos y visión para las finanzas, T.Y. Soong logró, sin un presupues-
to oficial del Gobierno, obtener 10 que Chiang Kai-shek necesitaba para
reactivar la Expedición al Norte, que se hallaba estancada: 1,6 millones
de yuanes cada cinco días.
Chiang Kai-shek empezó acto seguido a trabajar para reactivar una
alianza con los dos señores de la guerra más poderosos de entre los que
simpatizaban con sus metas de reunificación: uno era Feng Yuxiang, el

471
ex general que tenía el respaldo de los soviéticos, había interpretado un
papel muy fundamental en las negociaciones de 1927 y tenía ahora una
base firme en Henan, donde había derrotado a Wu Peifu; el otro era
el independiente Yan Xishan, que gobernaba la provincia de Shanxi. Los
principales generales de Guangxi, que habían apoyado la Expedición
al Norte desde los primeros momentos y habían desempeñado un pa-
pel decisivo en la toma y la purga de Shanghai, se hallaban ahora ha-
ciendo campaña en Hunan y no estaban dispuestos a desviar sus fuer-
zas hacia el norte.
A finales de marzo de 1928 se iniciaron fuertes combates, con la base
del señor de la guerra manchuriano Zhang Zuolin como objetivo prin-
cipal de Chiang Kai-shek. Las tropas de éste entraron en Jinan, en la
provincia de Shandong, el 30 de abril de 1928, y pareció que la victo-
ria final no estaba lejos. Pero en este momento la reanudada Expedi-
ción al Norte sufrió un grave revés. En Jinan residían 2000 civiles ja-
poneses y, recordando que tropas del Guomindang habían atacado sus
concesiones en Hankou y Nankín, el Gobierno de Tokio decidió en-
viar 5000 soldados del ejército regular a Shandong para proteger a sus
súbditos hasta que terminase la campaña. Quinientos de estos soldados
ya habían ocupado posiciones al entrar los nacionalistas en la ciudad.
Cuando Chiang Kai-shek se trasladó en persona a Jinan y pidió a los
japoneses que se retirasen, pareció, en principio, que así lo harían. Pero
el 5 de mayo se produjo una escaramuza que devino en un choque de-
vastador en el cual ambos bandos cometieron terribles atrocidades, en-
tre ellas castrar y cegar a prisioneros indefensos. Los japoneses pidieron
refuerzos y el 11 de mayo las tropas chinas tuvieron que abandonar la
ciudad. Tras apelar a la Sociedad de Naciones, Chiang Kai-shek optó por
eludir nuevos conflictos y ordenó a sus tropas que cruzaran el río Ama-
rillo al oeste de la ciudad y se reagruparan en la orilla norte. Pero el en-
frentamiento dejó una amarga sensación de hostilidad entre chinos y
Japoneses.
Los planes que trazaran Chiang Kai-shek y Feng Yuxiang preveían
un ataque conjunto e inmediato contra Tianjin para cortar la línea de
ferrocarril que ofrecía una vía de escape hasta el paso de Shanhaiguan
a las tropas manchurianas de Zhang Zuolin, que se encontraban en Pe-
kín. Pero en Tianjin había cinco concesiones extranjeras de la mayor
importancia con las correspondientes inversiones y los extranjeros no
querían problemas allí. Por consiguiente, los japoneses tomaron la ini-
ciativa y aseguraron a Zhang Zuolin que si abandonaba Pekín y se reti-
raba pacíficamente a Manchuria, impedirían que los ejércitos del Guo-
mindang en el sur fueran más allá de la Gran Muralla o cruzaran el paso

472
Ftoirusd~

........
Ch. . .

J IANGSU
' 00

de Shanhaiguan. Después de buscar desesperadamente otras opciones,


Zhang Zuolin cedió y el 2 de julio se fue de Pekín con su estado ma-
yor en un vagón de lujo.
El 4 de junio por la mañana, cerca de Mukden, estalló una bomba
que destruyó el tren y mató a Zhang Zuolin. El asesinato lo cometieron
oficiales e ingenieros japoneses de la guarnición del sur de Manchuria
que discrepaban de la política, más moderada, del Gobierno de Tokio.
Su intención era provocar una crisis general que llevara a una movili-
zación total y a una ampliación de la base de poder japonesa en el nor-
deste de China. En vez de ello, el general Yan Xishan de Shanxi ocupó
Pekín, tal como tenia planeado el Guomindang, mientras uno de sus
subordinados ocupaba pacíficamente Tianjin. El Guomindang presio-
nó luego para llegar a un acuerdo con Zhang Xueliang, que sucedió a su
padre en el Gobierno de Manchuria. Al mismo tiempo que cedía a las
exigencias japonesas de mantener la «autonomía» de Manchuria, Zhang
Xueliang también aceptó un puesto en el Consejo de Estado del nue-
vo Gobierno nacional que se proclamó oficialmente en Nankín ellO de
octubre. A finales de 1928 juró lealtad al Gobierno nacional e izó la ban-
dera nacionalista. El sueño de,Sun Yat-sen parecía haberse hecho reali-

473
dad después de todo, y la bandera del Guomindang, con su sol blan-
co sobre fondo azul y rojo, ondeaba de Cantón a Mukden.
La tarea del Guomindang consistía ahora en crear una estructura
política y económica que consolidase este logro. Dado que Sun Yat-sen
ya había marcado directrices para el periodo de «tutelaje» que seguiría
a la consolidación militar de la nación, había poca necesidad de que
Chiang Kai-shek se preocupase por los signos externos de la democra-
cia. El título del propio Chiang Kai-shek, que se le había conferido en
octubre de 1928, era el de presidente del Consejo de Estado, el organis-
mo gobernante integrado por 16 hombres que constituía el nivel más
alto del Gobierno. Cinco de los miembros del consejo estaban al fren-
te de los cinco yuanes* (oficinas) principales que se repartían las tareas
de Gobierno: los yuanes Ejecutivo, Legislativo, de Control, Judicial y de
Exámenes, respectivamente. Representaban la «constitución de cinco
puntos» que proclamase Sun Yat-sen, aunque instaurarlos de forma tan
apresurada, sin un verdadero respaldo de apoyo electivo o popular, era
contrario a algunas de las ideas más profundas de Sun Yat-sen sobre el
valor del sistema.
El Yuan Ejecutivo era el más importante de los cinco. Sus funcio-
nes incluían la dirección de los ministerios centrales, la planificación
económica, la supervisión general de las fuerzas armadas, las relaciones
con las provincias y el nombramiento de funcionarios del Gobierno
local. Con Tan Yankai, que lo presidió hasta su muerte en 1930, tuvo
verdadero prestigio. Tan Yankai había ascendido sin parar desde los tiem-
pos en que se hallaba al frente de la asamblea provincial de Hunan en
las postrimerías del periodo Qjng, y era un administrador excelente. Pero
tal como a la sazón estaba constituido el Gobierno, Tan Yankai aún de-
bía seguir las instrucciones del Consejo de Estado.
El Yuan Legislativo también cumplía una importante función como
mecanismo legitimador; la misión principal de sus aproximadamente
ocho miembros era debatir y votar las leyes nuevas. También se some-
tían a su votación las medidas que tomaba el Yuan Ejecutivo, en espe-
ciallas relacionadas con los presupuestos y la política exterior. Bajo su
primer presidente, Hu Hanmin, también tuvo cierto prestigio, pero
sus tareas mal definidas y la asistencia irregular de sus miembros redu-
jeron progresivamente su poder. Las obligaciones de los otros tres yua-
nes, de forma muy parecida a las del antiguo Ministerio de Castigos y
otras oficinas relacionadas en tiempos de los Qjng, así como a la bu-

* El carácter correspondiente a yuan (oficina) es muy distinto del de yuan (dólar),


pero los dos se traducen del mismo modo, lo cual causa confusión. (N. delA.)

474
rocracia de los exámenes, consistían en supervisar la selección y el com-
portamiento de los miembros del funcionariado, y la actuación del sis-
tema judicial.
La base de poder del propio Chiang Kai-shek continuó estando en
Nankín, que fue proclamada oficialmente capital de China en sustitu-
ción de Pekín." Éste había sido el objetivo de Sun Yat-sen en 1912, con
el fin de reducir el poder de Yuan Shikai y los generales del norte. En
Nankín Chiang Kai-shek instauró el Instituto Político Central del Guo-
mindang y escuelas de preparación de cuadros cuyos miembros le se-
rían leales en todo, al igual que muchos de los cadetes de Whampoa.
Confió la formación ideológica de los estudiantes a los dos hermanos
Chen, sobrinos del mismo Chen Qjrnei que en 1911 había ayudado
a Chiang Kai-shek en los comienzos de su carrera en Shanghai. (Chen
Qjmei había sido asesinado en 1916, al parecer por orden de Yuan Shi-
kai, a cuyas ambiciones imperiales se había opuesto.) La base de la for-
mación era un nacionalismo anticomunista y antiimperialista en el que
se inyectó una fuerte dosis de cierta reinterpretación del confucianismo
que se concentraba en las virtudes del orden, la armonía, la disciplina y
la jerarquía. Como uno de los hermanos Chen tenía a su cargo el Yuan
de Control y el otro estaba al frente de la llamada División de Inves-
tigación (esto es, el contraespionaje anticomunista) del Guomindang, su
poder era enorme.
En todos estos aspectos de su Gobierno, Chiang Kai-shek invocaba
constantemente su íntima relación personal y política con Sun Yat-sen.
La construcción en Nankín del mausoleo del líder fallecido le brindó
una oportunidad perfecta de recalcar estos vínculos. Desde la muerte
de Sun Yat-sen su cadáver, curiosamente adornado con los signos ex-
ternos de la modernidad, había reposado en un templo en las Colinas
del Oeste, en las afueras de Pekín. El cuerpo estaba vestido con un tra-
je a la usanza occidental, en un gramófono instalado junto al féretro se
ponían discos con los discursos patrióticos del difunto y también había
proyecciones de películas con momentos dramáticos de su vida. Pero
tan pronto como llegó a Nankín en la primavera de 1927, Chiang Kai-
shek dispuso que se adquiriera toda la ladera de una montaña en las
afueras de la ciudad para transformarla en la última morada de Sun Yat-
sen y que se abriera una amplia avenida que atravesaría la congestiona-
da ciudad y comunicaría el Yangzi con el cementerio. En 1928 Chiang

'" El nombre de Pekín se cambió por el de Peiping (Beiping), que significa «paz
del norte» en contraposición a «capital del norte". Por ser más conocido, utilizo «Pekín»
en el libro. (N. del A.)

475
Kai-shek visitó personalmente el féretro provisional de Sun Yat-sen cer-
ca de Pekín y lloró sin disimulo en una dramática demostración de do-
lor inconsolable. En 1929, una vez terminado el suntuoso mausoleo de
acuerdo con especificaciones verdaderamente imperiales, Chiang Kai-
shek envió un tren especial a recoger el cadáver de Sun Yat-sen -enga-
lanado ahora con vestiduras propias de un literato confuciano de la era
imperial- para traerlo a la capital revolucionaria. Y en la ceremonia fú-
nebre celebrada en Nankín en junio de 1929 Chiang Kai-shek desem-
peñó el papel principal y se aseguró de que sus rivales políticos más
importantes fueran excluidos de ese momento simbólico, de fuerte car-
ga política, en la historia de China.'
A pesar de estas manifestaciones deslumbrantes y extravagantes de
homenaje al fundador del Guomindang, los ingresos regulares del Go-
bierno del Guomindang seguían siendo para Chiang Kai-shek un pro-
blema tan grave como lo habían sido para Yuan Shikai. Chiang Kai-
shek había financiado las últimas etapas de la Expedición al Norte en
parte mediante la explotación implacable de los industriales chinos de
Shanghai, pero esto no podía ser la base de una política permanente. IV.
Soong trabajó con ahínco para convencer a otros de que China debía
crear un organismo financiero central; pidió que se formara un comi-
té presupuestario poderoso e independiente que asignara fondos a los
diferentes departamentos del Gobierno. Pero como las decisiones defi-
nitivas sobre presupuestos aún debía ratificarlas el Consejo de Estado,
forzosamente seguirían surgiendo problemas de jurisdicción e influen-
cia especial.
TV Soong calculó al principio que los ingresos anuales totales des-
pués de pagar deudas serían de trescientos millones de yuanes. Dado
que los gastos militares se habían disparado hasta alcanzar los 360 millo-
nes de yuanes al año, sería esencial desmovilizar y reorganizar las fuerzas
armadas. También sería necesario poner en orden los ingresos naciona-
les y provinciales, tarea que resultaría más complicada porque a partir
de 1928 sólo cuatro provincias -jiangsu, Zhejiang, Anhui y jiangxi- po-
dían considerarse bajo el control total del Gobierno. T.V. Soong tam-
bién fue el primer gobernador del nuevo Banco Central de China, que
se constituyó a finales de 1928, con un capital de veinte millones de yua-
nes. Las primeras tareas del Banco Central fueron llevar a cabo la re-
forma monetaria y retirar billetes falsos emitidos por los gobiernos de
Wuhan, Cantón y la propia Nankín. Los nacionalistas negociaron enér-
gicamente con las potencias extranjeras y obtuvieron la plena autono-
mía arancelaria en 1928 a cambio de abolir los impuestos de tránsito
internos y una serie de impuestos complementarios especiales que se

476
habían creado desde el Gobierno de Sun Yat-sen en Cantón. El resulta-
do fue que los ingresos de aduanas aumentaron espectacularmente y de
alrededor de ciento veinte millones de yuanes anuales pasaron a 244 mi-
llones de yuanes en 1929 y a 385 millones de yuanes en 1931, lo cual
superó con creces las expectativas de T.Y. Soong.
A pesar de estos intentos de reforma, el Gobierno del Guomindang
continuó sufriendo un déficit presupuestario, como indica el cuadro de
la página siguiente. Debido a problemas de recaudación, no existió un
impuesto sobre la renta hasta 1936. (El Gobierno de Pekín sólo había
obtenido 10.311 yuanes cuando intentó crear tal impuesto en 1921.)
Tampoco existía una contribución territorial nacional, dado que los in-
gresos obtenidos de la tierra iban a parar a autoridades provinciales que
el Guomindang no controlaba. Y como era imposible gravar con im-
puestos a las compañías extranjeras más allá de cierto nivel, el grueso
de los impuestos industriales recaía sobre los empresarios chinos. El re-
sultado fue paradójico, ya que algunas compañías chinas que antes po-
seían capacidad de recuperación como, por ejemplo, la empresa taba-
quera Nanyang de la familia jian, que había competido con éxito con
la poderosa British-American Tobacco Corporation durante todo el de-
cenio de 1920, se vieron empujadas prácticamente a la quiebra por el
aumento constante y vertiginoso de los impuestos.
Otra complicación era la excesiva dependencia del Gobierno del
Guomindang de los ingresos que generaba Shanghai, ciudad sin ley pero
con mucha vida financiera y cultural, cuya población ya se cifraba en
cerca de tres millones de personas. Shanghai estaba dividida en zonas,
dos de las cuales, la internacional y la de la concesión francesa -suce-
soras de los antiguos enclaves creados por los tratados sobre puertos y
protegidas al amparo de leyes extranjeras por el sistema de extraterrito-
rialidad-, albergaban a la mayoría de los extranjeros y sus negocios, así
como a centenares de miles de chinos. Una tercera zona era la ciudad
china principal, que se había convertido en una metrópoli inmensa,
descontrolada y muy industrializada; y la cuarta zona era la llamada
acertadamente «Badlands»," al oeste de la ciudad china y los enclaves
occidentales, donde los sindicatos del crimen y una capa superpuesta y
mezclada de cuerpos de policía y grupos paramilitares de protección se
disputaban el control.
Shanghai era en verdad un híbrido donde las nuevas industrias en
expansión y el puerto internacional, en el que había mucho movimien-
to, daban ímpetu al auge del comercio del opio, la adicción al mismo,

.. «Tierras malas.» (N. del r)

477
Año finalizado Gastos con Ingresos Déficit cubierto por préstamos
el 30 de junio exclusión de con exclusión
los saldos de préstamos Importe, Porcentaje
al finalizar y de los saldos en millones de los gastos
el período, al empezar de yuanes
en millones el período,
de yuanes en millones
de yuanes

1929 434 334 100 23,0


1930 585 484 101 17,3
1931 775 558 217 28,0
1932 749 619 130 17,4
699 614 12,3
1933
1934
1935
836
941
689
745
"
147
196
17,6
20,8
1936 1.073 817 256 23,8
1937 1.167 870 297 25,4

Gastos, ingresos y déficits del Gobierno nacional, 1929-1937.2

la prostitución y la delincuencia organizada. Los franceses se habían


adaptado a la sórdida política de Shanghai nombrando a uno de los
principales delincuentes chinos jefe de la policía secreta de su zona de
concesión: su trabajo consistía en impedir la entrada a todos los ma-
leantes excepto a los que estaban relacionados con el grupo criminal más
poderoso de la ciudad: la Banda Verde. Hubo conexiones secretas en-
tre estos hombres y Sun Yat-sen y sus seguidores, aunque todavía no
están claras. Chiang Kai-shek, por ejemplo, que había vivido en la pe-
riferia del hampa de Shanghai durante los años en que no había estado
con Sun Yat-sen en Japón, tenía relaciones con miembros de la Banda
Verde y estaba fichado por la polida británica. Chiang Kai-shek era ín-
timo de Du Yuesheng, que había ascendido por medio de los tinglados
de contrabando de opio hasta convertirse en uno de los más importan-
tes dirigentes sindicales de las concesiones internacionales. Y después
de 1928 Chiang Kai-shek mantuvo contactos estrechos con la Banda
Verde -algunos de cuyos miembros empezaron a hacerse pasar cada vez
más por hombres de negocios y filántropos corrientes, sin cambiar su
verdadera naturaleza- y ganó inmensas cantidades de dinero para sus
propios partidarios monopolizando la distribución del opio mediante
la concesión de licencias, para lo cual se utilizaban las denominadas
eufemísticamente «oficinas de supresión del opio». Con el fin de al-

478
canzar una estructura política estable, también era imperativo que el
Gobierno del Guomindang restaurase el control administrativo eficaz
del campo. Esta tarea había sido imposible para los últimos gobernan-
tes Qing y para Yuan Shikai, y a la larga también lo sería para el Guo-
mindango Lo que trataron de instituir fue la Ley de Organización de los
Condados que mantenía el sistema antiguo de unidades de condado
(xian), regidas por magistrados, y establecía dentro de cada condado un
grupo de distritos de entre diez y cincuenta municipios. En cada mu-
nicipio había grupos de poblados (cun) o vecindarios urbanos (li), y en
la base de la pirámide, un sistema de responsabilidad familiar parecido
a la antigua baojia de los Qjng. Se suponía que con el tiempo las agru-
paciones comunitarias elegirían jefes y consejos; en la práctica, estos
funcionarios los nombraban desde arriba los magistrados de los con-
dados. Paralelas a las oficinas de los magistrados existían oficinas espe-
cializadas cuyo control estaba en manos de los gobiernos provinciales,
de tal manera que el magistrado sólo podía ejercer un control limitado
incluso sobre sus recursos inmediatos.
Este sistema administrativo dejó sin resolver problemas fundamen-
tales en el campo y en muchas regiones rurales la vida había cambia-
do poco desde el periodo Qjng. Los administradores locales eran a me-
nudo tiránicos o corruptos y simpatizaban más con los terratenientes
que con los campesinos, que frecuentemente vivían en medio de una
horrible pobreza. Los funcionarios locales insistían en la recaudación
de impuestos y el pago de rentas incluso en épocas de catástrofes na-
rurales, y recurrían a la policía o al ejército para que hiciesen cumplir
sus exigencias. La siembra y la recolección seguían haciéndose a mano,
los productos se llevaban al mercado a hombros, la mortalidad infantil
era alta y la esperanza de vida, baja. Todavía se obligaba a muchas niñas
a vendarse los pies, perduraba la práctica tradicional de los matrimonios
concertados, las costumbres de los poblados se perpetuaban, la educa-
ción era mínima o inexistente. La depresión mundial de finales del de-
cenio de 1920 significó un desastre para muchos campesinos que se ha-
bían concentrado excesivamente en ciertos cultivos de fácil salida y
centenares de miles -tal vez mil1ones- murieron cuando los mercados
de productos tales como la seda, el algodón, la soja y el tabaco caye-
ron súbitamente en picado. Así pues, la necesidad de una iniciativa po-
lítica decidida se hizo aún mayor. La reforma rural requería un plan
para la diversificación de los cultivos, con divisiones equitativas de las
propiedades agrarias, precios razonables por los productos, alguna for-
ma de estructura crediticia local, educación universal y cierto grado de
Gobierno representativo.

479
La dirección del Guomindang era consciente de estas necesidades
y las abordó esporádicamente. Pero la escasez de dinero era constante y
las presiones extranjeras y las disensiones internas distraían la atención
del Gobierno. Como consecuencia de ello, las fuerzas comunistas -aun-
que derrotadas en las ciudades- aún lograron encontrar mucho apoyo
en el campo, donde formaron varios gobiernos revolucionarios o «só-
viets». Chiang Kai-shek gastó sumas enormes de dinero, así como gran
parte de su energía política, en intentos de eliminar estos grupos, pero
no lo consiguió del todo. Ni siquiera en las zonas que supuestamente
controlaba llegó a gozar de un dominio indiscutido y en diversas oca-
siones sus partidarios se separaron de él para formar sus propios regí.
menes temporales: los generales de Guangxi en 1929, los generales Feng
Yuxiang y Yan Xishan en 1930, Hu Hanmin en 1931, una coalición de
fuerzas militares y civiles en la provincia de Fujian en 1933. Quizá fue
lógico, pues, que los principales intentos de reforma agraria modera-
da los llevaran a cabo hombres entregados a un ideal tales como James
Yen y Liang Shuming.
James Yen tuvo su primera oportunidad de ejercer de reformador y
maestro cuando trabajaba para la YMCA entre los peones chinos que
servían en Francia durante la primera guerra mundial. Tras regresar a
China en 1921, continuó trabajando en la alfabetización de las masas
y concentró sus esfuerzos en el condado de Ding, en Hebei. Amplió
allí su labor y fundó un «poblado modelo» donde se enseñaba higiene
y tecnología agrícola a la gente, además de a leer. En 1929, con la ayu-
da de donativos procedentes del extranjero, James Yen ya había creado
para más de sesenta poblados y poblaciones con mercado un progra-
ma de reconstrucción dividido en cuatro partes, a saber: educación, sa-
lud pública, crecimiento económico mediante la industria ligera y la
agricultura, y autogobierno.
Liang Shuming, renombrado erudito confuciano cuyo padre se ha-
bía suicidado en 1918 empujado por la desesperación ante la dificil si-
tuación de China, fue luego profesor de filosofla en la Universidad de
Pekín durante el periodo del 4 de Mayo. Después de hacer experimen-
tos de reconstrucción rural en el sur, Liang Shuming se convirtió en di-
rector del Instituto de Investigación Rural de Shandong e intentó trans-
formar los condados de Zouping y Heze en comunidades modelo. Con
el fin de obviar la necesidad de la lucha de clases y atraer a toda la co-
munidad a una empresa de autogobierno, se concentró en la ayuda
económica mutua y en proyectos educativos en los que participasen
tanto la elite como el pueblo.
El éxito mismo de estas iniciativas privadas demostré lo que hubiera

480
podido llevarse a cabo. Pero se hicieron pocos experimentos de esta cla-
se en la China del Guomindang, lo cual refleja no sólo que 10 que pre-
dominaba era el laissezfaire; sino también algo más profundo: la falta
de voluntad de afrontar directamente los. problemas del país.

Cultura e ideología
En muchos niveles, a finales del decenio de 1920 y durante el de 1930
cuando dominaba el Cuomindang, la vida en China experimentó sin
duda un cambio inmenso. Se avanzó en el campo de la asistencia mé-
dica, se construyeron nuevos hospitales, las escuelas y las universidades
tenían ahora campos de deportes y laboratorios. El aumento del nú-
mero de carreteras macadamizadas que podían soportar el peso de los
camiones y los automóviles brindó nuevas oportunidades de relación
social y comercial. Nuevas centrales trajeron la electricidad a la China
urbana; el transpone en vapores aumentó en los ríos y en la costa y
abarató el comercio interregional; trenes más rápidos utilizaban tendi-
dos nuevos y el transporte aéreo pasó a ser posible en ciertas rutas na-
cionales. Los cines se transformaron en parte de la vida urbana; radios
y fonógrafos hicieron su aparición en los domicilios de los ricos y los
hombres empezaron a lucir temas, bombines o gorras, a la vez que las
mujeres jóvenes llevaban faldas cortas y zapatos de tacones altos. La pu~
blicidad elegante, sutil y sexualmente sugestiva era ahora común en las
nuevas revistas dedicadas al ocio popular. Los complejos de ocio y tien-
das se hicieron más lujosos y los cantantes populares y las estrellas de
cine se convirtieron en celebridades. La fascinación por las vidas priva-
das de los famosos tenía que ver con la disponibilidad de información
sobre temas sexuales gracias al aumento impresionante de las ventas y
la franqueza de los manuales de biología y prácticas sexuales. Fumar
cigarrillos adquirió la dimensión de moda nacional. Para los chinos ri-
cos, la vida podía ser en verdad muy buena, y para un occidental que
viviera en China durante este periodo éstos fueron verdaderamente
«años de vacas gordas».' Y, a pesar de ello, existía una sensación gene·
ral de malestar entre muchos chinos de clase media, que en buena ló-
gica deberían haber sido los aliados más leales del Guomindang.
Después de que la excitación febril del Movimiento del 4 de Mayo
se disipara en medio de las conmociones de finales del decenio de 1920,
la mayoría de los miembros de la generación de iconoclastas de dicho
movimiento había asumido uno de cinco posibles papeles: el de Ifde-

481
res del PCCh; el de portavoces de la visión del Guomindang de un or-
den anticomunista; el de defensores de una tradición liberal modera-
da; el de adalides de una metodología académica rigurosa; o el de ex-
ponentes de una forma de vida no convencional y hedonista. Quien
adoptaba una de estas cinco posturas podía vivir del prestigio que le
conferían su formación clásica, su participación, por remota que fue-
se, en el drama de los movimientos reformistas de finales del periodo
Qjng, y su profundo conocimiento de una o más culturas extranjeras.
Los que eran adolescentes o niños en tiempos del Movimiento del 4 de
Mayo se encontraban ante la misma serie de opciones como objetivos
por los que luchar, pero el camino para llegar a ellas parecía ahora me-
nos claro. Esta gente experimentaba una sensación de dislocación más
honda que la de sus mayores, porque las batallas más fáciles ya se ha-
bían ganado; équé diantres iban a hacer con el confuso legado que al
parecer les habían dejado?
Era mucho lo que estaba en juego y las cuestiones eran muy serias,
como puede verse en el caso de dos jóvenes que buscaban la verdad:
la escritora Ding Ling y su esposo Hu Yepio. Ding Ling, nacida en una
familia noble de Hunan en 1904, se había educado en las escuelas mo-
dernas de Changsha; a ella y a su madre las habían cautivado los sue-
ños de una China nueva que estaban en el centro del Movimiento del
4 de Mayo. Habían sido amigas íntimas de muchos de los estudiantes
que se fueron a Francia en 1919, entre ellos varios de los que se afi-
liaron al Partido Comunista allí. En 1922 Ding Ling se despidió de su
madre y sus amigos en Hunan y se trasladó primero a Nankín y Shan-
ghai y luego a Pekín. Allí llevó una vida emancipada con Hu Yepin, que
aspiraba a ser poeta, entre un numeroso grupo de escritores y artistas,
aparentemente el vivo modelo de una Nora que se había ido de casa
y triunfado.
A finales de 1927 Ding Ling publicó su primera historia corta dig-
na de consideración. Relataba las tribulaciones de Meng Ke, joven cam-
pesina ingenua pero atractiva que se mueve con pies de plomo en el
mundo de los esnobs ricos, los estetas excesivamente occidentalizados
y los radicales dogmáticos en Shanghai. Finalmente -más por casuali-
dad que como fruto de una decisión razonada- alcanza el éxito como
estrella de cine, pero el triunfo la ha deshumanizado y convertido en
un objeto destinado a dar placer al mundo masculino. En un relato to-
davía mejor titulado «El Diario de Miss Sophie» y publicado el año si-
guiente, Ding Ling presentaba, a través de los ojos de la ficticia Miss
Sophie, una visión amarga de la soledad y la frustración. El desasosie-
go de Sophie es tan hondo que hace que se sienta flsicamente mal; su

482
mal genio empuja a su amiga más leal a esquivarla; planea sus relacio-
nes eróticas con el propósito de que la humillen. En las últimas y nota-
bles líneas de este cuento sugerente y desalentador, Sophie reflexiona
sobre lo que le deparará el futuro:

Me he deshonrado. El hombre es el más feroz de sus propios enemigos.


Dios mío, écómo empezaré a vengarme y a recuperar todo lo que he per-
dido? la vida ha sido un juguete para mí. De todas formas, ya he des-
perdiciado buena parte de ella, así que no tiene demasiada importancia que
esta nueva experiencia me haya hecho caer en un nuevo abismo. No quiero
quedarme en Pekín y no quiero ir a las Colinas del Oeste. Vaya tomar el
tren para el sur, donde nadie me conoce, y a malgastar lo que me queda
de vida. Mi corazón sale renacido del dolor. Y ahora me miro a mí misma
con lástima y río.
Vive y muere a tu manera, sin llamar la atención. [Oh, cómo te compa~
dezco, Sophiel"

Mientras la fama de Ding Ling iba en aumento, Hu Yepin escribía


poesía y relatos cortos también, y Ding Ling le ayudaba lealmente a
publicarlos con sus ganancias. Ambos respondieron al caos del país des-
plazándose a la izquierda políticamente. Hu Yepin fue el primero de los
dos en afiliarse al Partido Comunista, en 1931, y escribió una novela
emotiva y exagerada sobre el incidente del 13 de mayo de 1925, que,
de hecho, no había presenciado porque a la sazón ya vivía en Pekín.
A finales de 1930, Hu Yepin decidió ir al sóviet de jiangxi para trabajar
en asuntos culturales y campañas de alfabetización entre los campesi-
nos. En enero de 1931, justo después de que Ding Ling diera a luz al
hijo de la pareja, Hu Yepin fue detenido por la policía británica duran-
te un encuentro secreto del PCCh en la zona de concesión británica
en Shanghai y entregado al Guomindang. Hay pruebas de que él y sus
amigos fueron vendidos a la policía por una facción rival en el PCCh.
Tras una breve investigación fue fusilado, junto con veintidós camara-
das, el 7 de febrero de 1931, en el cuartel general de la guarnición del
Guomindang cerca de Shanghai. La respuesta de Ding Ling fue volver
a su hogar de Hunan y dejar al recién nacido al cuidado de su madre,
antes de regresar a Shanghai y afiliarse también al PCCh.
Puede que los jóvenes ingresaran en el PCCh porque querían tra-
bajar por la causa de la justicia social, pero una vez convertidos en
miembros, no encontraban ni pizca de libertad cultural. Al contrario,
desde 1930 el mundo de la creatividad izquierdista en China lo do-
minaban los criterios soviéticos sobre estética política transmitidos por

483
medio de la Liga de Escritores Izquierdistas. Los líderes chinos de la liga
seguían meticulosamente la línea cultural que marcaba Stalin en la
Unión Soviética y que daba sus propias definiciones didácticas de cómo
debía verse el mundo y dónde residían las prioridades políticas. La pre-
misa estalinista básica decía que, para ser «correcta», toda descripción
de la realidad social debía iluminar con exactitud las relaciones de cla-
se de los protagonistas y no permitir ninguna ambigüedad sobre la di-
rección y el propósito de la revolución socialista. La propia Ding Ling,
después de afiliarse al PCCh, escribió sus nuevas obras de acuerdo con
las reglas de la liga, aunque en la mayoría de los casos los relatos sobre
obreros y campesinos que escribieron ella y sus amigos eran artificiosos
y poco convincentes.
Lu Xun, que de todos los principales escritores del 4 de Mayo era
el más venerado por los jóvenes, ingresó también en la liga en 1930,
pero la encontró sofocante, lo mismo que sus reglas. La idea soviética
de un poema perfecto, escribió con sarcasmo Lu Xun, era

¡Oh, sirena de vapor!


¡Oh, Lenin!'

y los miembros chinos de la liga, comentó, seguían servilmente las di-


rectrices rusas al tiempo que se entregaban a amargas y vengativas mur-
muraciones entre ellos. Si bien era cortejado constantemente por el
PCCh, Lu Xun se negaba a ingresar en sus filas. En vez de ello, hasta
que murió de tuberculosis en 1936, procuró animar a los escritores jó-
yenes a aferrarse a un sentido de los temas principales de la cultura chi-
na, a mantener una conciencia social aguda yana perder nunca el sen-
tido del ridículo.
Otra fuente de desilusión, mientras Chiang Kai-shek y el Cuomin-
dang empezaban a consolidar su poder en el decenio de 1930, era el
desorden que caracterizaba muchas universidades chinas, Al desvane-
cerse la exultación del 4 de Mayo, muchos jóvenes se dieron cuenta de
que, a pesar de la brillantez auténtica de algunos académicos, un por-
centaje significativo del profesorado era políticamente cobarde, inte-
lectualmente inepto, y venal. Estos maestros afirmaban tener un hon-
do conocimiento de técnicas extranjeras que en realidad no poseían, e
incluso alardeaban de titulas avanzados obtenidos en el extranjero que
a veces eran falsos. A los estudiantes les costaba admirar a semejantes
maestros mediocres y mal pagados. La vertiente más sórdida y más ton-
ta de este entorno intelectual la captaría vfvidamente más adelante el
escritor Qjan Zhongshu en su novela Fortaleza sitiada. Qjan Zhongshu

484
se había formado en escuelas de este tipo antes de trasladarse a Europa
para estudiar literatura comparada en Oxford y París. Su sombría des-
cripción hace buena pareja con la visión igualmente sardónica del mun-
do de los literatos confucianos en declive que presenta Wu Jingzi en
su novela Historia no oficial del bosque de letrados, escrita durante el rei-
nado del emperador Qjanlong casi doscientos años antes.
Con todo, muchos jóvenes chinos cultos -quizé la mayoría- no se
desanimaron ni perdieron la esperanza. Cautivados por las posibilidades
intelectuales de la nueva era, ansiaban utilizar su erudición y sus habi-
lidades. Un ejemplo entre muchos otros fue el hijo de propio Liang
Qjchao, que aprendió a montar en moto por las estrechas calles de Pe-
kín y estudió las estructuras arquitectónicas de los antiguos templos y
palacios de China. Con su esposa, la estudiosa-poetisa e historiadora del
arte Lin Huiyin, viajó a lugares remotos de toda China para localizar,
fotografiar, dibujar -y, si era posible, preservar- los ejemplares más se-
lectos del patrimonio artístico chino.
Sin embargo, incluso los inconformistas como el hijo de Liang Qj-
chao y su esposa actuaban en un universo coercitivo. Los políticos del
Guomíndang, valiéndose del Ministerio de Educación, además de re-
currir a las presiones y la intimidación, querían que el sistema de edu-
cación fuese más riguroso y crearon una compleja red de asignaturas y
exámenes obligatorios con el fin de tener a los estudiantes demasiado
ocupados para poder fomentar el descontento social. En algunas uni-
versidades los estudiantes y profesores radicales vivían bajo una espe-
cie de reinado del terror, con redadas antes del amanecer y registros y
detenciones repentinos. Si bien no disponemos de cifras oficiales, en
la primavera y el verano de 1932, después de las protestas contra el ata-
que japonés a Shanghai, 22 estudiantes resultaron muertos en Pekín,
113 fueron expulsados de varias universidades y 471 fueron detenidos.
Durante 1934, calculó un profesor universitario, fueron detenidos otros
trescientos maestros y estudiantes y otros 230 corrieron la misma suer-
te entre finales de dicho año y marzo de 1935. Los organismos del Go-
bierno también ejercían una censura rigurosa en periódicos, revistas y
libros, así como en medios más novedosos, como las películas. Algu-
nos directores de cine respondieron expresando sus polémicas políticas
en términos alegóricos y el público se alegraba mucho cuando algún
censor torpe no detectaba el mensaje oculto y autorizaba el estreno de
la película.
Resultaba obvio para Chiang Kai-shek y sus asesores más allegados
que si el Guomindang quería convencer a los estudiantes, los intelec-
tuales, y en especial a los obreros urbanos, de que se estaba esforzando

485
por cumplir su misión, reunificar la nación y reconstruir la economía,
sería necesario encontrar algún medio más eficaz que la represión inte-
lectual, los ataques repetidos contra los comunistas y el apaciguamiento
de los japoneses. A comienzos de 1934 Chiang Kai-shek ya había em-
pezado a formular una nueva ideología unificadora, para lo cual se ins-
piró en parte en las doctrinas de Sun Yat-sen, en parte en las estrategias
sociales reformistas de los misioneros extranjeros y en parte en sus pro-
pios conceptos de los principios fundamentales del confucianismo tra-
dicional, sobre todo en lo que se referia a la formación de un carácter
humano leal y moral. Chiang Kai-shek dio a este conjunto de creencias
el nombre de movimiento Nueva Vida y resulta claro que esperaba gran-
des cosas de él. Declaró que el movimiento crearía una «nueva con-
ciencia nacional y una nueva psicología de masas» que, mediante la
fuerza reavivada de las virtudes de la «etiqueta, la justicia, la integridad
y la escrupulosidad», conducirían a la «regeneración social de China».
Chiang Kai-shek evocaba en esta doctrina las teorías del darwinis-
mo social y escribió que «sólo los que se readaptan a las circunstancias
nuevas, día tras día, pueden vivir de forma apropiada. Cuando la vida
de un pueblo está pasando por este proceso de readaptación, tiene que
poner remedio a sus propios defectos y librarse de los elementos que de-
jen de ser útiles. Entonces la llamamos nueva vida».{; Chiang Kai-shek
puso en marcha el movimiento en 1934 en Nanchang, donde se en-
contraba trabajando en lo que resultó ser la última campaña para aca-
bar con el sóviet de jiangxi. Desde Nanchang las organizaciones del
Guomindang llevaron el movimiento Nueva Vida a otras provincias, a
grupos juveniles y luego al público en general. Para difundir la palabra
se utilizaron numerosos medios de comunicación de masas, entre ellos
conferencias, fotografias, panfletos, obras de teatro y películas. Chiang
Kai-shek esperaba que, después de absorber las lecciones del movimien-
to, el país estaría preparado para resolver las «cuatro grandes necesida-
des» de la población, que identificó como el vestido, los alimentos,
la vivienda y el transporte. La nueva ideología de Chiang Kai-shek re-
flejaba esta percepción de la crisis nacional, junto con elementos del
fascismo. Dejó claro que su objetivo, por medio del movimiento Nueva
Vida, era «militarizar por completo la vida del pueblo de toda la na-
ción. Es hacerle nutrir el valor y la vigilancia, la capacidad de soportar
el sufrimiento, y especialmente el hábito y el instinto de comportarse
de modo unificado. Es hacer que esté dispuesto al sacrificio por la na-
ción en todo momento»."
Chiang Kai-shek esperaba que al empezar con campañas colectivas
contra actos antisociales o indisciplinados, tales como escupir, orinar o

486
fumar en público, tener relaciones sexuales promiscuas y vestir de for-
ma provocativa, sería posible unir gradualmente al país para que afron-
tara problemas sociales y económicos más graves. Pero, a pesar de la
publicidad a gran escala a través del sistema escolar y de grupos como,
por ejemplo, los Boy Scouts y la YMCA, el movimiento nunca avanzó
más allá de su concentración en estos pecadillos sociales relativamen-
te leves. Con todo, fue mucho 10 que logró hacer en el capítulo del
acoso individual y en el de la intromisión en las vidas privadas. A las
mujeres en especial se les hizo sentir las iras de los que veían con ma-
los ojos los cambios experimentados por el comportamiento femenino
desde la caída de la dinastía Qing, y con frecuencia eran objeto de aco-
so e incluso agresiones si vestían de forma poco recatada o coqueteaban.
Un portavoz del Guomindang, por ejemplo, exhortó a las estudiantes
jóvenes de Jiangsu a comportarse con «decoro social» porque en Occi-
dente «una mujer soltera, a menos que vaya acompañada por una mu-
jer casada, no puede participar en ninguna reunión pública. Los hom-
bres y las mujeres sólo pueden reunirse en la sala de estar y no pueden
ir juntos al dormitorio»."
Se encarecía a las mujeres chinas a cultivar las «cuatro virtudes», esto
es, «castidad, porte, habla y trabajo» y se les decía que no se dejaran em-
baucar y no siguieran ciegamente las ideas feministas. «El movimiento
de la mujer en la sociedad de hoy no es un verdadero movimiento de
la mujer», explicó el mismo conferenciante en Jiangsu. «Es un movi-
miento que consiste en imitar a los hombres.» Dejó bien claro que las
tareas fundamentales de las mujeres chinas eran «llevar la casa", es de-
cir, hacer las tareas domésticas, coser, cocinar, colocar los muebles y
proyectar el hogar y el jardín," Normas más detalladas que se promul-
garon en jiangxi daban las dimensiones exactas para que el dobladillo
de la falda llegara más abajo de las rodillas (10 centímetros), para que
la abertura lateral del vestido tradicional chino subiera más arriba de la
rodilla (7 centímetros) y para que una blusa azul que se llevara con
pantalones llegase más abajo de la línea de las nalgas (7 centímetros).
A pesar de que su propósito original era serio, en vez de reavivar la na-
ción, el movimiento Nueva Vida desapareció poco a poco en un torren-
te de trivialidades.
También a comienzos del decenio de 1930 se formó una organi-
zación mucho más dura, encabezada por cadetes de las primeras pro-
mociones de Whampoa, con el propósito de fortalecer a los líderes po-
líticos y militares de China para las largas luchas que les esperaban. Los
miembros del nuevo grupo, que se comprometían a llevar una vida de
rigor ascético, renunciaban al juego, a ir de putas o a comer y beber en

487
exceso, llevaban camisas de algodón burdo de color azul, Jo que les
granjeó el mote de "Camisas Azules». Cada vez más numerosos, y con
su propia estructura organizativa, los Camisas Azules eran alentados
por Chiang Kai-shek, aunque su labor y sus intereses trascendían con
frecuencia las divisiones burocráticas o militares que ya existían. Una
de las mayores habilidades políticas de Chiang Kai-shek, de hecho, fue
esta capacidad de fomentar grupos potencialmente antagónicos cuya
existencia reforzaba su propia condición de hombre indispensable si-
tuado en medio.
Un teórico de los Camisas Azules habló con franqueza de su ne-
cesidad de ser como un cuchillo, un instrumento que podía matar en
combate o utilizarse inofensivamente para cortar hortalizas. Una vez
forjado apropiadamente el cuchillo, cabía ocuparse de su aplicación
exacta; antes de ello, ninguna de las dos tareas era posible. El mismo
teórico encontró modelos que China podía emular en tres sociedades:
la Unión Soviética de Stalin, la Alemania de Hitler y la Italia de Mus-
solini. En los tres casos sin excepción, afirmó, la finalidad de las con-
signas de socialismo nacional o estatal se parecía a la de los Tres Princi-
pios del Pueblo de Sun Yat-sen. Veía la democracia como una farsa que
sólo podía causar perjuicios a un país como China, con su pobreza y
sus masas analfabetas. «Si pusiéramos en práctica una política democrá-
tica inmediatamente», señaló, «sería como darle un par de zapatos de ta-
cón alto a una joven campesina que llevara los pies vendados y luego
pedirle que saliera a bailar,»10
En 1934 otros escritores chinos ya alababan sin disimulo el fascis-
mo, en particular el de Benito Mussolini. La admiración por la reuni-
ficación nacionalista de Italia bajo Giuseppe Mazzini y Ciuseppe Ga-
ribaldi había sido al principio foco de atención de algunos de los escritos
de Liang Qjchao a finales del periodo Qjng, y la admiración por Italia
se había reavivado cuando el régimen de Mussolini empezó a mejorar
las fuerzas aéreas chinas a comienzos del decenio de 1930 con aviones,
pilotos instructores e incluso la construcción de fábricas. En 1934 un
escritor expresó la opinión de que era el contexto de la subida del dic-
tador al poder lo que parecía presentar los mayores paralelismos con
China y Chiang Kai-shek: «Dos años después de la Guerra europea, Ita-
lia, exactamente igual que nuestro país en la actualidad, se veía afligida
por el desorden interno y la agresión extranjera. Pero apareció Musso-
Iini y tras años de liderazgo y preparación, lucha y trabajo arduo, y es-
forzándose por encontrar un buen sistema de Gobierno, Italia se salvó
al final de la muerte inminente a la que se enfrentaba». é'Ienía China
un líder así?, preguntaba retóricamente el escritor. Sí, sin duda: «Nues-

488
tro propio líder revolucionario, extraordinario, sumamente meritorio y
trabajador, el generalísimo Chiang»."
Con una acérrima lealtad al culto de Chiang Kai-shek como líder,
con una base sólida en las maquinarias administrativa, militar y del par-
tido, y con sus miembros desempeñando papeles especiales en la cam-
paña anticomunista, el núcleo de los Camisas Azules se transformó en
un disciplinado aparato militar y de policía secreta que podía utilizar-
se para investigar toda suerte de fuerzas nacionales y extranjeras a las
que se creyera subversivas. El Camisa Azul Dai Li, natural de Zhejiang
y licenciado por Whampoa, se convirtió en jefe de la Sección de Ser-
vicios Especiales de Chiang Kai-shek, que llevaba el eufemístico nom-
bre de Oficina de Investigación y Estadística. Tras dirigir al principio
unos ciento cuarenta y cinco agentes, en 1935 ya contaba con 1700. Se
creía que Dai Li había ordenado vanos asesinatos políticos entre los que
se oponían a Chiang Kai-shek, incluidos el del presidente de la Liga
China para la Protección de los Derechos Civiles (en 1933) y el del di-
rector del periódico principal de Shanghai (en 1934).
Pero aunque hombres así pudieran hacer asesinar a los disidentes,
someter a profesores y estudiantes valiéndose del miedo, infiltrarse en
los sindicatos obreros y obtener información secreta de zonas rurales po-
tencialmente díscolas, no podían arrancar las raíces básicas del des-
contento. Los fracasos de los intentos del Guomindang de adoctrina-
miento ideológico pueden evaluarse en las múltiples observaciones que
el novelista Mao Dun reunió en 1936. Basándose en una idea que ano
tes había experimentado el escritor ruso Maxim Corki, Mao Dun y sus
colaboradores enviaron anuncios y comunicados a todo el país en los
que pedían a la gente que les escribiese para contar lo que les había su-
cedido en determinado día escogido al azar: el 21 de mayo de 1936.
Las tres mil respuestas que recibieron, de casi todas las provincias de
China y de todos los grupos sociales y ocupacionales, constituyeron
una crítica formidable de las nuevas políticas y la nueva ideología de
Chiang Kai-shek Los encuestados se burlaban de la propaganda de las
campañas de Nueva Vida por su insinceridad y criticaban acerbamente
el caos que causaban en la vida rural las requisas obligatorias de tierras
y el reclutamiento forzoso de mano de obra. Atacaban a quienes co-
laboraban con los japoneses o presentaban argumentos especiosos para
evitar conflictos. Un hombre escribió que «las autoridades militares
y políticas chinas se apartan del norte de China y, especialmente, de
Hebei oriental como si se tratara de excrementos humanos». Otro, en
una de las respuestas más inteligentes y más tristes que recibió Mao
Dun, jugaba con la diferencia de acentos que hada que los chinos del

489
norte interpretasen mal los sentimientos de sus compatriotas del sur.
En una calle, comentó, colgaba un rótulo con este mensaje edificante:

Todo prospera, el Cielo protege.


La gente es heroica. El lugar es famoso.

Pero si se leía con acento cantonés, y luego se reinterpretaba de


acuerdo con el sonido de este acento, la consigna resultaba más depri-
mente:

Todo se desintegra, el Cielo estalla.


La gente se ha extinguido. El lugar está pelado."

El autor mostraba claramente que opinaba que los chinos debían


creer la segunda versión de la consigna, no la primera.

China y Estados Unidos


Dadas las realidades del equilibrio del poder mundial, el Cuomin-
dang tenía que concentrar gran parte de su atención en la escena diplo-
mática internacional. Antes de ocuparnos de Japón, que representaba la
amenaza más grave, veamos el caso de Estados Unidos, que también in-
terpretaba un papel considerable en el pensamiento del Guomindang.
En el decenio caótico que siguió al final de la primera guerra mun-
dial, se produjeron cambios importantes en la política exterior de Es-
tados Unidos en relación con China. La marcha de los acontecimientos
en las negociaciones de! Tratado de Versalles había confirmado de for-
ma e!ocuente que ahora era Japón, y no China, el país que desempe-
ñaba el papel dominante en la escena internacional en Asia. Se da la
circunstancia irónica de que en las negociaciones el presidente Wilson
se había mostrado ansioso por aplacar los sentimientos japoneses tanto
como fuera posible debido a sus esperanzas de edificar una sociedad
mundial de naciones que garantizase la paz duradera. Pero en 1919 y de
nuevo en 1920, e! Congreso estadounidense se negó a votar a favor del
ingreso de Estados Unidos en la Sociedad de Naciones, lo cual con-
denó el sueño de Wilson al fracaso.
Conocedores del poderío japonés, y preocupados por la costosa
carrera de armamentos navales que a la sazón tenía lugar, los estado-
unidenses decidieron buscar nuevos tratados internacionales que prote-

490
gieran su propia posición en Asia Oriental y el Pacífico, recortasen al-
gunas de las ganancias recientes de Japón y pusieran fin a la alianza ex-
clusivista britanicojaponesa en Asia. Gran Bretaña, igualmente preocu-
pada por la protección de su imperio en el mundo con los recursos
mermados que le quedaban tras la primera guerra mundial, dijo que
participaría gustosamente en conversaciones con tal fin. Lo mismo hi-
cieron los japoneses, que ansiaban mayor reconocimiento oficial de su
estatus internacional de gran potencia y eran muy conscientes de que
destinaban el 49 por ciento de su presupuesto a Jos gastos militares.
Los representantes de estos tres países, junto con Francia y otros cin-
co Estados, se reunieron en Washington en noviembre de 1921 y conti-
nuaron sus encuentros hasta febrero de 1922. El objetivo estadouni-
dense de poner fin a la alianza exclusivista de Gran Bretaña y Japón se
alcanzó cuando un acuerdo entre cuatro potencias que preveía la ce-
lebración de «consultas» entre Estados Unidos, Japón, Gran Bretaña y
Francia en tiempos de crisis reemplazó el tratado de asistencia militar
britanicojaponés; las cuatro potencias sin excepción acordaron también
la «no fortificación» de las islas del Pacífico. Un posterior tratado (en el
cual China, Italia, Portugal, Bélgica y Holanda se unieron a los cuatro
estados citados), el Tratado de las Nueve Potencias, condenó las esferas
de influencia en China y aclamó con entusiasmo la idea de mantener
la «soberanía, la independencia y la integridad territorial y administra-
tiva de China».
En un tercer acuerdo se fijó el tamaño relativo de las arrnadas de
los tres signatarios principales basándose en una proporción de 5-5-3,
medida en términos de tonelaje de acorazados. Estados Unidos y Gran
Bretaña tendrían cinco unidades cada uno por cada tres de Japón. Aun-
que a primera vista este acuerdo parecía relegar a Japón a la categoría
de potencia de segunda fila, en realidad, debido a que una parte muy
grande de las flotas de las otras dos potencias tenía que concentrarse en
el Atlántico (y, en el caso de Gran Bretaña, en el Mediterráneo y en el
océano Índico), y debido a que las dos potencias atlánticas acordaron
no construir grandes bases armadas en las islas del Pacífico, era proba-
ble que el tratado asegurase la superioridad naval de Japón en el este de
Asia. Gran Bretaña quedó satisfecha porque el tratado no afectaba a sus
bases en Singapur, Australia ni Nueva Zelanda y, además, los barcos que
ya tenía gozaban de superioridad artillera. Los estadounidenses se queda-
ron con la impresión de haber traído un nuevo orden y una posibili-
dad de paz a las relaciones internacionales en Asia.
Japón dio muestras de una flexibilidad sorprendente en la conferen-
cia. Con la condición de que no se perturbara su posición especial en el

491
sur de Manchuria, Japón accedió a retirarse de las provincias marítimas
de Rusia y Sajalín, donde tropas japonesas llevaban tiempo enfrentán-
dose a los soviéticos. Con respecto a China, Japón estuvo de acuerdo
en anular las Veintiuna Exigencias de 1915, devolver a los chinos la ges-
tión del ferrocarril Qjngdao-jinan y restituir al Gobierno chino el «terri-
torio arrendado» de jiaozhou, arrebatado a Alemania en 1914.
Desde mediados hasta finales del decenio de 1920, la política de
Estados Unidos en relación con China continuó siendo moderada. Los
estadounidenses observaron con prevención los avances que la Comin-
tern hizo al principio y hubo aprobación general cuando Chiang Kai-
shek actuó decisivamente para aplastar el creciente poder de los comu-
nistas.
En el verano de 1928, IV. Soong se reunió en Pekín con el minis-
tro estadounidense en China y los dos hombres firmaron un tratado por
el cual Estados Unidos acordaba permitir que China fijase sus propios
aranceles sobre los artículos de importación. Los aranceles completa-
mente revisados, que se dieron a conocer aquel mismo año, elevaron las
tarifas a niveles de entre el 8,5 y el 27 por ciento, lo cual proporcionó
al Gobierno del Guomíndang ingresos que necesitaba desesperadamen-
te. En opinión de Washington, la firrna de este tratado constituyó el re-
conocimiento de facto y de iure del Gobierno nacionalista; la ratifica-
ción del tratado por parte del senado en febrero de 1929 dio carácter
oficial a dicho reconocimiento. Poco después hubo conversaciones para
poner fin a la extraterritorialidad de los estadounidenses que residían
en China.
En general, los estadounidenses se alegraron de que Chiang Kai-shek
se casara con Soong Meiling, licenciada por el Wellesley College de
Massachusetrs.Jo cual incrementaba sus fuertes vínculos de familia con
Estados Unidos. Con los dos hermanos menores de Soong Meiling de
vuelta en China y trabajando aliado de r.v y
Soong, sus dos herma-
nas objeto constante de la atención pública, los miembros de la fami-
lia Soong constituían un eficaz grupo de presión a favor del apoyo es-
tadounidense. La imagen popular de esta familia en Estados Unidos se
vio nuevamente reforzada cuando en octubre de 1930 Chiang Kai-shek
recibió el bautizo como cristiano en Shanghai. Chiang Kai-shek y su jo-
ven esposa renovaron sus votos matrimoniales y prometieron llevar una
vida dedicada a los principios del cristianismo.
Las inversiones estadounidenses en China reflejaron esta satisfac-
ción general y siguieron creciendo de forma ininterrumpida, si bien
todavía iban a la zaga, tanto en su ritmo como en su escala, de las bri-
tánicas y las japonesas. Esta disparidad parece mucho más gráfica si se

492
consideran sólo las inversiones extranjeras en empresas industriales,
en contraposición al comercio, la banca, las empresas de servicios públi-
cos y los bienes raíces. La rentabilidad de las inversiones estadouniden-
ses salía beneficiada de la comparación con la británica y la japonesa.
La intervención estadounidense en China también representó en
gran parte una expansión del impulso misionero cristiano de tiempos
anteriores, que a finales del decenio de 1920 y comienzos del de 1930
se centró en la educación, la asistencia médica y la formación de mé-
dicos y en programas sociales de base amplia tales como la YMCA y
la YWCA. Muchas de las escuelas cristianas fueron fundadas por so-
ciedades misioneras estadounidenses que procuraban que el número de
alumnos no sobrepasara ciertos límites y que los planes de estudios se
concentraran en el conocimiento y los principios cristianos. El creci-
miento del nacionalismo chino hizo inevitable que estas instituciones
se vieran sometidas a una presión explosiva que provocó disturbios estu-
diantiles, violencia y expulsiones. Sin embargo, la Universidad de Yan-
jing (Yenching) en Pekín, amalgama de lo que antes habían sido cuatro
escuelas universitarias fundadas y patrocinadas por metodistas, congre-
gacionalistas y presbiterianos, era famosa por sus enseñanzas de perio-
dismo y sociología. Generaciones de estudiantes chinos aprendieron en
ella a analizar y beneficiar a su propia sociedad, ya fuese mediante el
comercio, la administración o la participación en proyectos de recons-
trucción rural.
La secular Universidad de Nankai en Tianjin, fundada por un acti-
vista chino del movimiento de fortalecimiento de finales del periodo
Qing que luego estudió en la Escuela de Maestros de la Universidad de
Columbia, se transformó en un centro de estudios económicos y socia-
les gracias a los donativos de ciudadanos particulares de Estados Uni-
dos y de la Fundación Rockefeller. La Escuela Universitaria Qjnghua
-creada en Pekín con el fin de preparar a jóvenes chinos para estudiar
en Estados Unidos, donde se concedían becas a cargo de los casi doce
millones de dólares de las indemnizaciones por la rebelión de los bóxers-
formó a 1268 estudiantes entre 1909 y 1929. Convertida por el Guo-
mindang en la Universidad «Nacional» Qjnghua después de la Expedi-
ción al Norte, añadió una excelente Escuela de Ingeniería a las de Le-
tras, Ciencias y Derecho, que ya eran prestigiosas.'
Los avances de la medicina en China también fueron considerables,
debido en gran medida a la filantropfa particular, en especial a la Fun-
dación RockefeIler, que en 1915 se comprometió en firme a patrocinar
una escuela de medicina en China. El Peking Union Medical ColIege
de Pekín, fruto de esta decisión, pasó a ser el gran centro de la investi-

493
gación y la enseñanza de medicina del país. Aunque la metodología era
occidental -v evitaba la tradicional concentración de los chinos en el
diagnóstico por palpación y las curas mediante tratamientos con hier-
bas o la acupuntura- y las clases se impartían en inglés, los problemas
que se abordaban eran enfermedades que sólo se daban en China o
eran extraordinariamente comunes allí. Los procedimientos pedagógi-
cos en el hospital de la institución, que estaba dotado de todo lo ne-
cesario, eran meticulosos, pausados y caros: hicieron falta 123 extranje-
ros y 23 chinos, entre profesores y personal administrativo, para formar
a 64 estudiantes chinos entre 1924 y 1930. Pero con una nueva donación
de 12 millones de dólares de la fundación en 1928, la escuela vio ase-
gurado su estatus de líder en China. El único rival serio era la escuela
universitaria de medicina que los japoneses habían fundado en Man-
churia y estaba reservada a los estudiantes japoneses.
La Escuela Universitaria de Medicina de Xiangya en Changsha, Hu-
nan, experimentó un crecimiento diferente, aunque también empezó
con un donativo considerable, en este caso del financiero estadouni-
dense Edward Harkness. El personal de una escuela de formación de
médicos de la Universidad de Yale en Changsha hizo un fondo común
con el gobernador de Hunan y la pequeña nobleza china del lugar para
construir un hospital clínico y dotarlo de personal. Los chinos siempre
figuraron de forma prominente entre el profesorado y en 1925 asumie-
ron el control de la administración. El equipo conjunto sinoestadouni-

País 1902 1914 1931 1936

Gran Bretaña 260,3 (33,0)* 607,5 (37,7) 1.189,2 (36,7) 1.220,8 (35,0)
japón 1,0 (0,1) 219,6 (13,6) 1.136,9 (35,1) 1.394,0 (40,0)
Rusia 246,5 (31,3) 269,3 (16,7) 273,2 (8,4) 0,0
Estados Unidos 19,7 (2,5) 49,3 (3,1) 196,8 (6,1) 298,8 (8,6)
Francia 91,1 (11,6) 171,4 (10,7) 192,4 (5,9) 234,1 (6,7)
Alemania 164,3 (20,9) 263,6 (16,4) 87,0 (2,7) 148,5 (4,3)
Bélgica 4,4 (0,6) 22,9 (1,4) 89,0 (2,7) 58,4 (1,7)
Países Bajos 0,0 0,0 28,7 (0,9) 0,0
Italia 0,0 0,0 46,4 (1,4) 72,3 (2,1)
Escandinavia 0,0 0,0 2,9 (0,1) 0,0
Otro, 0,6 (0,0) 6,7 (0,4) 0,0 56,3 (1,6)
787,9 (100,0) 1.610,3 (100,0) 3.242,5 (l00,0) 3.483,2 (100,0)

• En millones de dólares; porcentaje entre paréntesis.

Inversiones extranjeras en China por paises, 1902-1936. JJ

494
Manufactura Gran Estados Alemania Francia Japón Total
Bretaña Unidos

Textiles 64,6* 1,2 3,9 0,0 112,4 182,1 (54,7)*


Metales, maquinaria, 20,8 3,6 0,1 0,5 4,1 29,1 (8,8)
bienes de equipo
Productos químicos 63,0 1,7 2,0 1,0 6,8 74,S (22,4)
Madera, carpintería 4,0 0,5 0,0 0,0 0,9 5,4 (1,6)
Imprenta, 0,3 0,3 0,1 0,0 0,8 1,5 (0,5)
encuadernación
Alimentos, bebidas, 23,3 1,1 0,9 0,5 5,8 31,6 (9,5)
tabaco
Otros 3,7 1,1 0,1 0,0 3,3 8) (2,5)
Total 179,7 9,5 7,1 2,0 134,1 332,4
(54,1) (2,9) (2,1) (0,6) (40,3) (100,0)
, En millones de dólares; porcentaje entre paréntesis.

Inversiones extranjeras en manufacturas en China por países."

dense logró resultados importantes en la investigación de la viruela y


el cólera, el exterminio de las ratas para combatir la alarmante propa-
gación de la peste neumónica y los remedios para la adicción al opio.
Las autoridades de Changsha hicieron su parte y garantizaron un su-
ministro de electricidad suficiente para que los nuevos aparatos de ra-
yos X pudieran funcionar en todo momento.
Entre 1921 y 1926, con un personal docente mucho más reducido
que en el hospital de Pekín, Xiangya formó a 43 médicos chinos. Un
breve momento de gloria para Xiangya llegó cuando en 1926 dos de sus
médicos (cabe imaginarlos trabajando de forma más bien aprensiva jun-
tos) extrajeron un doloroso diente retenido a Chiang Kai-shek, que es-
taba reunido con sus generales en Changsha para planificar las últimas
etapas de las campañas de Wuhan y jiangxi. También se crearon en
aquella época varias escuelas universitarias de medicina excelentes para
mujeres, la mayoría de ellas administradas por escuelas universitarias
cristianas. Y el hospital de Xiangya creó un importante programa de
formación de enfermeras en asociación con la Universidad de Yanjing.
La influencia estadounidense se extendió también a través de la amis-
tad de los Chiang con varios misioneros en China. Aunque los cer-
ca de cinco mil sacerdotes y monjas católicos que había en China en
el decenio de 1920 eran en su gran mayoría europeos o chinos, más de
la mitad de los 6636 misioneros protestantes que residían en China

495
eran estadounidenses y estaban agrupados principalmente en misiones
pequeñas dispersas por todo el país. Una vez que Chiang Kai-shek hubo
empezado su intento decidido de destruir el sóviet de jiangxi, la in-
fluencia de los misioneros aumentó, porque Chiang Kai-shek y su es-
posa instalaron su residencia de verano en las colinas frescas y oreadas
de Kuling (cerca de Jiujiang), que desde hacía mucho tiempo eran el
lugar de veraneo preferido de la comunidad extranjera. La casa que al-
quilaron los Chiang pertenecía a la Misión Metodista de Nanchang,
y Madame Chiang en particular se hizo muy amiga de su casero, Wi-
Iliam johnson, metodista de Illinois que se encontraba en China des-
de 1910 y se interesaba especialmente por la reconstrucción rural. Si
bien su asesor extranjero más allegado era un australiano, W.H. Do-
nald (que antes había sido asesor especial de Yuan Shikai), Chiang Kai-
shek sostenía largas conversaciones con muchos de los misioneros es-
tadounidenses. Más adelante recurriría con mayor frecuencia a algunos
de ellos, sobre todo al misionero congregacionalista George Shepherd,
neozelandés nacionalizado estadounidense de quien se decía que era
«el único estadounidense de confianza» en el «círculo más íntimo» de
Chiang Kai-shek.
Otro elemento que contribuyó a las relaciones armoniosas fue que
se pusiera sordina a los problemas de la emigración china a Estados Uni-
dos. En las postrimerías del periodo Qing las leyes de exclusión esta-
dounidenses y los boicots chinos de 1905 habían agriado las relaciones
entre los dos países. Pero a finales del decenio de 1920, a pesar de nue-
vas leyes estadounidenses que prohibían a las esposas chinas de ciuda-
danos estadounidenses entrar en Estados Unidos y excluían a los hijos
chinos de las parejas que no residían en Estados Unidos aunque tuvie-
ran la ciudadanía, se había establecido una especie de statu qua. La po-
blación china en Estados Unidos, que había descendido mucho con las
leyes de exclusión, empezó a aumentar de nuevo lentamente en el de-
cenio de 1920 y el desequilibrio entre los sexos empezó gradualmente
a corregirse cuando una nueva generación nació en Estados Unidos.
Aunque seguían regentando principalmente restaurantes y lavande-
rías, algunos chinos se dedicaban ahora a los negocios, al comercio mi-
norista y a la fabricación y, además, salieron de las antiguas Chinatowns,
o barrios chinos, de la costa occidental para instalarse en otras partes
del país. También terrninó el predominio de los que procedían de los
alrededores de Cantón, y en 1929 se formó una nueva hermandad cuyo
fin era ayudar a los procedentes de jiangsu, Zhejiang y jiangxi. En el
año 1931 tuvo lugar la última de las violentas guerras tong entre grupos
rivales de barrios y dialectos chinos. Estas guerras habían contribuido

496
a perpetuar la imagen negativa de los chinos en Estados Unidos duran-
te mucho tiempo.
Fue en este mismo periodo cuando los ciudadanos de Estados Uni-
dos empezaron a hacerse una idea de las condiciones de vida en la
China rural. La información más influyente en este sentido fue la que
proporcionó la novelista Pearl S. Buck, cuyo libro La buena tierra se pu-
blicó por primera vez en 1931. Esta historia de una familia campesina
china que se ve atrapada en luchas incesantes con el campo -comba-
tiendo la hambruna, soportando los grupos de propaganda comunis-
ta en Nankín y volviendo a la tierra, donde prospera una vez más- se
basaba en la observación atenta. Buck, cuyos padres eran misioneros pres-
biterianos en Zhenjiang, a orillas del río Yangzi, creció en China. Fue
a una escuela de enseñanza secundaria en Shanghai y, aunque en 1910
abandonó China para cursar estudios universitarios en Estados Unidos,
regresó en 1914 y más adelante se casó con John Lossing Buck, perito
agrónomo que llevaba a cabo estudios exhaustivos de las condiciones
económicas y sociales de los campesinos chinos. Los Buck vivieron du-
rante años en el norte de Anhui y posteriormente se mudaron a Nankín,
donde permanecieron hasta que los estallidos de violencia antiextran-
jera de marro de 1927 les obligaron a huir a Shanghai. La experiencia, las
tensiones, el entusiasmo y el anhelo de escribir que sentía Buck se jun-
taron, y a comienzos de 1928 la empujaron a escribir toda La buena tierra
en tres meses. Se vendieron un millón y medio de ejemplares, la no-
vela obtuvo el Premio Pulitzer y se tradujo a treinta idiomas. En 1933
se convirtió en una obra de teatro que se representó en Broadway y
cuatro años más tarde en una película que se calcula que vieron 23 mi-
llones de espectadores en Estados Unidos. Era evidente que los esta-
dounidenses querían saber cosas sobre China si podían ofrecérselas de
modo ameno, pero no pedían necesariamente una visión exótica o atrac-
tiva del país asiático. Quizás, en el momento en que Estados Unidos
empezaba a hacer frente a la Gran Depresión con toda su complejidad,
era un consuelo saber que en China las cosas eran aún peores.

China y Japón
La política japonesa para con China después de empezar la primera
guerra mundial experimentó varias fluctuaciones. Durante 1914 y 1915
Japón había mostrado una intransigencia total apoderándose de las con-
cesiones alemanas en Shandong y haciendo públicas las Veintiuna Exi-

497
Total de chinos Número
en Estados Unidos de mujeres

1890 106.488 3.868


1900 89.863 4.522
1910 71.531 4.675
1920 61.639 7.748
1930 74.945 15.152
1940 77.504 20.115

Población china en Estados Unidos, 1890-1940.\5

gencias. En la conferencia celebrada en Washington en 1921-1922 Ja-


pón se mostró más conciliador y retiró las exigencias más duras, además
de devolver a China las antiguas posesiones y ferrocarriles alemanes.
Pero en 1927-1928 la misma línea dura volvió a aflorar, en parte como
respuesta a la creencia de que la alianza entre el Guomindang y los co-
munistas daría entrada a una nueva era de sentimientos antiextranjeros
que podían dañar la privilegiada posición comercial de Japón en la Chi-
na central y su dominante presencia militar en el sur de Manchuria. El
choque violento con tropas del Ejército Revolucionario Nacional que se
produjo en Jinan en mayo de 1928 y el asesinato del mariscal Zhang Zuo-
lin en junio del mismo año fueron pruebas sobradas del nuevo clima.
La tensión entre el ejército japonés y los diversos gobiernos de Chi-
na reflejó los problemas cada vez mayores que aquejaban al propio Ja-
pón. La enorme promesa de desarrollo rápido de finales del siglo XIX y
comienzos del XX empezó a flaquear y a desvanecerse. Si bien la con-
cesión de plenos derechos de sufragio a todos los varones japoneses
en 1925 y la subida al trono del joven e intelectual Hiro-Hito en 1926
parecieron augurar la continuación de la vitalidad, en realidad el Go-
bierno imperial-constitucíonal de Japón había entrado en un periodo de
declive. Muchos japoneses creían que las grandes empresas industriales
respaldadas por el Gobierno se habían vuelto demasiado poderosas y
corruptas, además de mermar la integridad de los políticos elegidos y de
la burocracia. Tanto el ejército de tierra como la marina, bien pertrecha-
dos y bien preparados, se sintieron decepcionados a causa de los tra-
tados internacionales y de una política exterior que parecían negarles un
papel significativo.
Existía en el país un temor generalizado a la subversión, y aunque
el Partido Comunista Japonés había resultado totalmente inútil, a fina-
les del decenio de 1920 se aprobaron nuevas y duras «leyes para la pre-

498
servación de la paz» que conferían poderes especiales a la policía en su
persecución de agitadores internos. Una población cuyo tamaño se
había doblado desde las reformas del periodo Meiji hasta alcanzar los
65 millones en 1928 empezó a hacer frente al desempleo urbano y la
depresión agrícola. Ambos problemas se agravaron cuando la caída de
la Bolsa en Estados Unidos prefiguró el derrumbamiento del enorme
mercado estadounidense de sedas japonesas, que dejó sin trabajo a mi-
les de obreros y privó a los agricultores de su fuente principal de in-
gresos complementarios. En 1929-1930 los precios de la seda descen-
dieron a una cuarta parte de sus niveles anteriores y las exportaciones
de Japón a Estados Unidos disminuyeron en un cuarenta por ciento.
Las exportaciones japonesas de perlas, alimentos en conserva y porce-
lana a Estados Unidos resultaron afectadas adversamente por el Aran-
cel Smoot-Hawley de 1930, que subió los derechos de importación en
una media del 23 por ciento. En el mismo periodo, las exportaciones
japonesas a China disminuyeron en un cincuenta por ciento.
Muchos intelectuales y políticos japoneses mostraban ante China
una actitud complicada en la que la admiración por los logros cultura-
les del pasado iba acompañada de un desprecio condescendiente ante
sus apuros actuales. Uno de los más famosos estudiosos y publicistas
japoneses de China, Naito Konan, era un claro ejemplo de estos pun-
tos de vista. El primer día de la guerra sinojaponesa de 1894, cuando
era un joven de veintinueve años, Naito había escrito sobre la nueva
«misión» de Japón, que consistía en «llevar la civilización y las costum-
bres japonesas a los cuatro puntos cardinales». Siendo China la mayor
de todas las naciones asiáticas, era natural que «se convirtiese en el
blanco principal de la misión de Japón». Para Naito Konan esta misión
era especial porque Japón, siguiendo un proceso inevitable de difusión y
cambio, había pasado a ser el poseedor y el cultivador de una madu-
rez cultural que en otro tiempo había tenido China.
Después de la dominación de la cultura china por jiangsu-Zhejiang,
bajo los últimos Ming y los primeros Qjng se había registrado un pe-
riodo de florecimiento para Guangdong -las tres provincias, señaló Nai-
to Konan, habían estado habitadas al principio por bárbaros extran-
jeros- hasta que en el decenio de 1920 «el centro cultural de Oriente
[había] pasado a Japón». A veces el lenguaje que empleaba Naito Ko-
nan reflejaba un crudo desdén: «Ya no necesitamos preguntar cuándo
se desmoronará China», escribió durante el Movimiento del 4 de Mayo
en 1919. «Ya ha muerto, sólo colea su cadáver,» Pero más a menudo pro-
curaba explicar los sueños de Japón para China utilizando metáforas
largas del progreso y el cambio:

499
Suponed que, con la intención de crear un arrozal muy extenso, empe-
záis a cavar canales de riego. Un día tropezáis con una roca grande que
hay que romper con el martillo o incluso volar con dinamita. ¿Qyé diríais
si alguien hiciera caso omiso de vuestro objetivo final y os criticara por des-
truir la tierra?"

Lo que esto significaba para China en términos económicos con-


cordaba bien con lo que la Compañía de Ferrocarriles de Manchuria
Meridional, otros industriales japoneses y el ejército japonés ya estaban
pensando o realizando: «China debe en primer lugar reorganizarse de
manera que se convierta en un país productor de materias primas ne-
cesarias para la indusrria-." De la conjunción de opiniones semejantes
salió la idea de una Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental,
en la cual China y Japón, bajo el liderazgo vigoroso y marcial de los ja-
poneses, reclamarían el lugar que legítimamente les correspondía en el
mundo, aunque hubiese que recurrir a la guerra para persuadir a China
de que esta opción era correcta.
Los militares japoneses que habían albergado la esperanza de que
el asesinato de Zhang Zuolin en 1928 provocara una guerra a mayor
escala en el norte de China se llevaron una decepción. El Gobierno de
Tokio adoptó una actitud vigilante y no ordenó la movilización gene-
ral. En vez de ello, el hijo de Zhang Zuolin, Zhang Xueliang, sucedió a
su padre en el mando de sus tropas. Nacido en 1898, Zhang Xueliang
había sido un oficial mediocre en los ejércitos manchurianos de su pa-
dre, un adicto al opio, y un criticón al que despreciaban muchos de
los principales comandantes de su padre. Cabe suponer que al princi-
pio no parecería una gran amenaza para los japoneses, que le llamaban
desdeñosamente el «Joven Mariscal». Pero dio muestras de una resolu-
ción sorprendente cuando en el verano y el otoño de 1928 unió no-
minalmente las tres provincias del nordeste que habían constituido los
dominios de su padre -Heilongjiang, jilin (Kirin) y Liaoning- al resto
de China bajo el régimen del Guomindang en Nankín. A modo de in-
centivo complementario, Nankín ofreció a Zhang Xueliang la posibili-
dad de incorporar la provincia de Rehe (lehol) a un Consejo Político del
Nordeste a cuyo frente estaría él. Pese a que los japoneses advirtieron
que se oponían a la reunificación de Manchuria con el resto de China,
Zhang Xueliang persistió y juró lealtad al Gobierno de Nankín en di-
ciembre de 1928.
A partir de entonces Zhang Xueliang manifestó una independencia
alarmante. Los japoneses habían esperado influir en él o incluso domi-

500
narlo por medio de dos confidentes íntimos de su padre que habían
sido importantes líderes militares y civiles en el nordeste. Zhang Xue-
Iiang se enteró de este plan, invitó a los dos hombres a cenar en enero
de 1929 e hizo que los matasen a tiros durante la cena; se excusó ante
sus invitados diciéndoles que tenían que ponerle su inyección diaria de
morfina y los asesinatos se cometieron durante su ausencia. A finales
de aquella primavera, en 10 que fue un eco del asalto a la embajada so-
viética en Pekín ordenada por su padre en 1927, Zhang Xueliang orde-
nó asaltar el consulado de la Unión Soviética en Harbin e intentó apo-
derarse de todo el Ferrocarril de China Oriental, que controlaban los
soviéticos, al tiempo que expulsaba a todos los ciudadanos soviéticos
de sus puestos en la compañía. Tuvo que dar marcha atrás cuando Sta-
lin ordenó una fuerte respuesta militar. Pero en el otoño de 1930, cuan-
do una coalición de militares y civiles en el norte intentó expulsar a
Chiang Kai-shek del poder -los enemigos de Chiang Kai-shek eran el
temible trío que formaban Feng Yuxiang, Yan Xishan y Wang Jingwei-,
Zhang Xueliang ordenó a sus propias tropas que se dirigiesen al sur
cruzando el paso de Shanhaiguan y ocuparan el norte de la provincia
de Hebei. Esta maniobra le permitió dominar los tramos septentriona-
les de los ferrocarriles de Pekín-Wuhan y Tianjin-Pukou y embolsarse los
ricos ingresos aduaneros de Tianjin.
Obsesionado por romper la coalición hostil, Chiang Kai-shek acep-
tó la base ampliada de Zhang Xueliang y confirmó el mando de éste
sobre el Ejército de Defensa de la Frontera del Nordeste, cuyos efecti-
vos se cifraban ahora en unos cuatrocientos mil soldados. Los dos hom-
bres siguieron presionando a los japoneses y se negaron a negociar nue-
vos acuerdos ferroviarios, trabajaron activamente por la recuperación de
los derechos que poseían los japoneses, exigieron que se pusiera fin a la
extraterritorialidad y reanudaron la construcción de un puerto nuevo
en el sur de Manchuria con el fin de socavar la prosperidad de Lüshun,
que estaba bajo el control de los japoneses. El Guomindang también
declaró un boicot económico exhaustivo contra las importaciones ja-
ponesas a raíz de graves brotes antichinos en Corea.
Ante la intensificación de la violencia interna contra políticos e in-
dustriales, así como del declive de la economía, miembros del Ministe-
rio de la Guerra y del Ministerio de Asuntos Exteriores de Tokio em-
pezaron a tomar medidas para frenar la actuación de su ejército en
Manchuria. A principios de septiembre de 1931 el Gobierno japonés
envió un general de categoría superior a Lüshun con órdenes de que
el oficial japonés con mando en Manchuria usara «prudencia y pacien-
cia» cuando tratase los problemas de allí. Una vez transmitidas oficial-

501
mente estas órdenes, al ejército de Manchuria le hubiera resultado im-
posible actuar a su antojo. Avisados del propósito de la visita del gene-
ral por un telegrama secreto que envió un oficial subalterno del estado
mayor en Tokio, militares japoneses destinados en Mukden decidieron
actuar antes de recibir las órdenes restrictivas.
La noche del 18 de septiembre de 1931 hicieron estallar explosivos
en un tramo de la línea ferroviaria en las afueras de Mukden, que es-
cogieron porque estaba cerca del mayor cuartel de las tropas chinas en
la región. En medio del ruido y la confusión, se produjeron escaramu-
zas entre los japoneses y los chinos. El oficial de más alta graduación
del estado mayor japonés en la región de Mukden ordenó lanzar un
ataque a gran escala contra el cuartel chino, así como tomar la propia
ciudad amurallada de Mukden. El cónsul japonés intentó protestar,
pero calló cuando uno de los oficiales desenvainó su espada. Mientras
la mayoría del gabinete de Tokio instaba a actuar con moderación y los
chinos y los estadounidenses solicitaban a la Sociedad de Naciones que
pidiera el cese de las hostilidades, en Tokio el jefe del estado mayor en-
vió mensajes ambiguos a sus fuerzas destacadas en Manchuria. El co-
mandante de las fuerzas japonesas en Corea ordenó por su cuenta que
sus tropas cruzaran la frontera con el sur de Manchuria y el ejército de
Mukden siguió las directrices vigentes para la defensa propia y la re-
presión del bandolerismo con el fin de ampliar el alcance de sus actos.
Chiang Kai-shek, que hacía frente a una crisis entre sus partidarios por
haber ordenado poco antes la detención de Hu Hanmin, no podía per-
mitirse otro conflicto grave y ordenó a Zhang Xueliang que no arries-
gara sus tropas entablando batallas campales y que las retirase al sur de
la Gran Muralla. Al terminar el año, Manchuria se hallaba bajo el do-
minio total de los japoneses.
Los interrogantes sobre quién podría gobernar este potencial «país»
nuevo se resolvieron rápidamente. Desde 1925 el ex emperador Puyi vi-
vía en la concesión japonesa de Tianjin. En julio de 1931 su hermano
visitó Japón y se entrevistó con varios políticos; sólo doce días después
del incidente de Mukden, representantes del Estado Mayor General del
ejército destacado en Manchuria llegaron a Tianjin para conferenciar
con Puyi. Las conversaciones sobre el futuro de Manchuria continuaron
en octubre y los japoneses aseguraron a Puyi, que contaba veinticinco
años de edad, que se habían limitado a actuar contra Zhang Xueliang y
sus tropas, y que deseaban ayudar a los habitantes de Manchuria a crear
un estado independiente, aunque no precisaron si sería una monarquía
o una república. En noviembre, Puyi, al parecer convencido por estos
argumentos y tal vez impulsado por sueños sobre la restauración de la

502
herencia manchú de su familia, permitió que le sacaran a escondidas
de Tianjin en una lancha motora japonesa que le llevó hasta cerca de
Tanggu, donde embarcó en un carguero también japonés que le lleva-
ría a Lüshun. En marzo de 1932, después de que prolongadas negocia-
ciones con representantes del ejército japonés no lograran que éstos
accedieran a que fuese el «emperador» de un reavivado «Gran Estado
Qjng», Puyi aceptó el título de «jefe ejecutivo» del estado de Manchukuo,
nombre que significaba «país de los manchúes». Un grupo de ex próce-
res manchúes y funcionarios conservadores chinos de la corte de los
Qjng llegó para unirse a él cuando instauró su nuevo régimen.
Aunque tardó en actuar, la Sociedad de Naciones no dejó que es-
tos acontecimientos quedasen sin respuesta y en noviembre de 1931
ordenó que una comisión encabezada por el estadista británico Lord
Lytton examinara la situación. Estados Unidos, si bien no deseaba arries-
garse en una intervención armada, trató de influir en otras potencias
extranjeras para que adoptasen una actitud de firmeza. El secretario de
Estado del presidente Herbert Hoover, Henry Stimson, anunció en ene-
ro de 1932 que los estadounidenses «no pensaban reconocer situación,
tratado o acuerdo alguno» en Manchukuo que fuese contrario a las le-

503
yes fundamentales del comportamiento internacional pacífico. Pero los
británicos no quisieron sancionar oficialmente esta iniciativa a favor de
una doctrina de «no reconocimiento», como se dio en llamarla, porque,
según alegaron, «debido al actual estado de agitación y confusión de
China» era imposible predecir lo que podía suceder,"
China podía estar sumida en «la agitación y la confusión», pero el
incidente de Mukden despertó niveles más hondos de sentimientos an-
tiiaponeses y antiextranjeros entre los chinos. Los boicots en Shanghai
llegaron a revestir tanta gravedad que el 28 de enero de 1932 el Con-
sejo Municipal declaró el estado de emergencia y desplegó tropas para
que defendieran las diversas concesiones extranjeras que componían la
concesión internacional, ya que no quería que le pillaran despreveni-
do como había ocurrido en abril de 1927. Aquella misma noche in-
fantes de marina japoneses que habían desembarcado para asegurar su
perímetro intercambiaron disparos con el Ejército de la 19: Ruta de!
Guomindang en e! distrito de Chapei, habitado por chinos pobres.
Tras calificar este choque de «insulto» al imperio japonés, el oficial que
mandaba las fuerzas navales japonesas ordenó bombardear Chapei el
29 de enero.
Después de los bombardeos -que indignaron a la opinión mundial
debido al elevado número de civiles inocentes que resultaron muertos-
los japoneses lanzaron un ataque a gran escala contra los chinos que de-
fendían Shanghai. Los japoneses desplegaron tres divisiones comple-
tas, pero los chinos se defendieron con valor y tenacidad notables. Su
bravura bajo el fuego y la defensa decidida de Heilongjiang por otro
ejército chino en el lejano norte hicieron que los extranjeros volviesen
a respetar la capacidad combativa de China. Y como la agresión japo-
nesa tenía lugar en un contexto de creciente desorden en el propio Ja-
pón -el ministro de Hacienda japonés fue muerto a tiros durante las
elecciones de febrero, el presidente de la compañía Mitsui fue asesina-
do en el centro de Tokio aquel mismo mes y otro primer ministro fue
abatido a tiros en su residencia oficial en mayo-, las pretensiones japo-
nesas de traer el orden a una China que se estaba desintegrando resul-
taron especiosas.
Los japoneses concertaron un armisticio en Shanghai en mayo
de 1932 y obligaron a los chinos a aceptar el trazado de una zona neu-
tral alrededor de la ciudad. Chiang Kai-shek trasladó el Ejército de la
19.a Ruta, que había luchado valerosamente en Shanghai, a Fujian por-
que no se fiaba de la lealtad del comandante del ejército. Al cabo de
un tiempo, los japoneses volvieron a adoptar una actitud agresiva: en
agosto el Gobierno de Tokio anunció su «reconocimiento» diplomático

504
t . Una dama anciana y su acompaña nte, Ciudad Prohibida, Pekín, 19 18 (foroguf1J tk Sid-
f\C')' O. Gam ble). Una mujer de edad co n 1050 pies vend ados contempla la l;d t bu.ciÓn del
Di,) del Armisticio, 13 de no viembre de 1918.
2. Trabajadores chinos estiban cargas de artillería durante la primera guerra mundial en
Francia.

3. Bebés en la inclusa, Pekín, 1919 (forografla de Sidney D. Camble). Gamble (1890-1968),


sociólogo, activista de la YMCA y fotógrafo, infonnó de que 130 bebés habían sido aban-
donados en la inclusa en los años 1917 y 1918. De d ios, 111 eran niñas.
4. Chinos esperanzados se reúnen en Pekín para celebrar el armisticio que puso fin a la pri-
mera guerra mundial y exigir el reconocimiento de lo, derechos territoriales de China, no-
viembre de 1918 (fotografías de Sidney D. Gamble).
5. Li Dazhao. 6. Chen Duxiu.

7. Caí Yuanpeí. 8. Hu Shi.


9. Mao Zedong, hacia 1919.

10. Zhou Enlai (centro) con otros estudiantes en Francia, febrero de 1921.
1L Cartel que presenta la suerte
del patriotismo chino a manos
de los señores de la guerra y los
imperialistas extranjeros a raíz
del Incidente del 30 de Mayo (1925).

12. Estudiantes de Shanghai protestan por la muerte a tiros de manifestantes el 30 de mayo


de 1925 en la Concesión Internacional.
13. Wu Peinfu, cuyo baluarte -Wuhan- cayó en poder de las fuerzas del Guomindang du-
rante la Expedición al Norte.

14. Feng Yaxiang, el pod eroso


serior de la guerra del norte
que se unió al Guomindang, 1928.
15. Cantón, 11-13 de diciembre
de 1927. Cadáveres de obreros
y comunistas, ejecutados tras
la fracasada insurrección de Cantón,
yacen en las calles.
16. Chiang Kai-shek en Whampoa, 1924.
17. Líderes de la Banda
Verde, que controlaba
el tráfico de narcóticos y
otras empresas criminal es
en Shanghai a finales
del decenio de 1920.
Miembros de la banda
cooperaban con Chiang
Kai-shek en la supresión de
izquierdistas en la ciudad.

18_ Li Lisan exhort a a una concentración de masas en Hankou, 1927.


19. Puyi, el último emperador manchú de China, fue nombrado emperador de Manchu-
kuo por los japoneses en 1934. Puyi (izquierda) aparece aquí con el embajador japonés en
Manchukuo, el verdadero poder en la región.
20. Fuerzas japonesas entran en Hangzhou, decenio de 1930.

21. Residentes chinos de Shanghai huyen a la Concesión Internacional y la Conc esión


Francesa, temerosos de un ataque japonés, 1935.
22. La Matanza de Nankin, diciembre de 1937. Estos prisioneros chinos están a punto de
ser enterrados vivos.

23. La dura marcha de las fuerzas


comunistas supervivientes a través
de las montañas de las Grandes
Nieves hacia el norte de Sichuan,
mayo-junio de 1935.
24. Líderes comunistas en Yan'an, 1937: de izquierda a derecha, Zhou Bnlai, Mao Zedong
y Bo Gu.
del Manchukuo de Iuyi y expresó su «ferviente esperanza de que no esté
lejos el día en que Japón, Manchukuo y China, como tres potencias
independientes estrechamente unidas por un lazo de afinidades cultu-
rales y raciales, actuarán en buena armonía en el mantenimiento y el
fomento de la paz y la prosperidad en el Lejano Oriente»." En enero
de 1933, después de que Japón se enterase de que el informe de la co-
misión Lytton, aunque su tono era conciliador, no iba a consentir el
abandono de la soberanía china en Manchuria, las tropas japonesas re-
cibieron la orden de penetrar en Rehe (jehol) con el pretexto de que «los
asuntos de la provincia de Rehe son indiscutiblemente un problema in-
terno de Manchukuo»." En abril los japoneses ya habían conquistado
toda la provincia y consolidado su dominio ocupando el paso estraté-
gico situado en el extremo costero de la Gran Muralla en Shanhaiguan.
Durante febrero de 1933, mientras continuaban los combates en-
carnizados en Rehe, el pleno de la Sociedad de Naciones celebró fi-
nalmente su debate sobre el informe Lytton. El jefe de la delegación
japonesa arguyó con vehemencia que la Sociedad de Naciones debía
comprender el deseo japonés «de ayudar a China dentro de nuestras po-
sibilidades. Ésta es la obligación que debemos asumír-." Añadió una
advertencia en el sentido de que la no comprensión de la lógica de la
posición japonesa podía conducir a una fatídica alianza de una «Chi-
na Roja» con la Unión Soviética. Sin dejarse convencer, todos los países
de la Sociedad de Naciones menos uno -Siam se abstuvo- sancionaron
el informe Lytton y rechazaron así el concepto de Manchukuo como
estado independiente. Cuando se dio a conocer el resultado de la vo-
tación los japoneses abandonaron la Sociedad de Naciones y nunca
más volvieron.
Las últimas etapas del drama de la instauración de una base japo-
nesa en el nordeste de China tuvieron lugar en mayo de 1933. Como
era de prever, cuando comprobó que no podía consolidar sus fuerzas a
lo largo del lado norte de la Gran Muralla a menos que limpiara el lado
sur de tropas chinas, el ejército japonés en Manchuria entró aquel mes
en la provincia de Hebei. Luego atacó a las tropas chinas que había allí
valiéndose para ello de una mezcla de fuerza, astucia y guerra psicoló-
gica. En una serie de combates clásicos obligó a los ejércitos chinos a
retroceder hasta el río Bai. Además, utilizando un organismo especial
cuya base estaba en Tianjin, los japoneses sobornaron a generales y an-
tiguos señores de la guerra locales para que desertasen o formaran or-
ganizaciones de Gobierno rivales. Fomentaron la resistencia por parte
de jefes de sociedades secretas y fuerzas paramilitares locales. Tras ins-
talar una emisora de radio que empleaba frecuencias militares chinas,

519
LA BASEDEJAPÓN EN
I!LNORDllSTE.l'32-1~U

dieron órdenes falsas a los comandantes de campaña chinos y provoca-


ron la confusión en el plan de batalla del enemigo. Asimismo, sus avio-
nes de guerra sobrevolaban Pekín a baja altura y sembraban el terror y
una sensación de impotencia entre los habitantes.
Vencidos, desmoralizados y divididos, los ejércitos chinos pidieron
la paz a finales de mayo de 1933. En la ciudad costera de Tanggu, bajo
los cañones de una escuadra de acorazados y destructores japoneses, los
negociadores chinos firmaron una tregua humillante. La Tregua de
Tanggu estipulaba que el nordeste de la provincia de Hebei, a partir
de una línea situada justo al nordeste del río Bai, se declararía zona des-
militarizada, por la que solamente patrullarían efectivos de la policía
china que no debían «constituir unidades armadas hostiles a los senti-
mientos japoneses». A cambio de ello, con la excepción de las tropas
que velarían por la seguridad de los accesos a Pekín, tal como se esti-
pulara mucho tiempo antes en el Protocolo de los Bóxers, las demás
fuerzas japonesas se replegarían hasta la Gran Muralla y sus aviones de
reconocimiento seguirían teniendo derecho a sobrevolar la región para
asegurarse de que no hubiera movimientos de tropas chinas que viola-
sen la tregua.

520
A las pocas semanas de firmarse la Tregua de Tanggu, Puyi y sus
asesores, el ejército y los ministros de Tokio volvieron a hablar de la
forma de Gobierno para Manchukuo. El comandante del ejército ja-
ponés en Manchuria dijo a Puyi que había acuerdo general sobre la res-
tauración de la dignidad imperial. La reacción de Puyi fue pedir que le
enviasen desde Pekín las vestiduras con el dragón imperial del último
emperador adulto de la dinastía Qjng, Guangxu.
En una serie de ceremonias especiales celebradas en marzo de 1934,
Puyi se puso las vestiduras con el dragón que había tomado en prés-
tamo para anunciar su subida al Altar del Cielo en las afueras del este
de Changchun, su nueva capital. Luego se cambió de ropa y se puso un
uniforme militar para la entronización. Como título de su nuevo rei-
nado eligió el término Kangde, que significaba «periodo de paz virtuo-
sa». La primera sílaba tenía por finalidad evocar el poder y el prestigio
del emperador Kangxi, que había unificado el Estado Qjng doscientos
cincuenta años antes y consolidado las fronteras de Manchuria contra
los rusos. Pocos de los cortesanos manchúes y chinos que se agrupaban
con los militares japoneses alrededor del ineficaz Puyi podían creer real-
mente que los grandes tiempos de los primeros Qing estaban a punto
de repetirse.

521
16
La supervivencia comunista

Los pobres de China


I!l
~
Debido a los múltiples cambios y distracciones que tuvo que
afrontar, al Guomindang le resultaba imposible ocuparse de
todo lo que preocupaba al pueblo chino. Las estadísticas que el Go-
bierno de Nankín recopiló en 1936 indicaban que la población sobre-
pasaba ligeramente los 479 millones, distribuidos entre unos ochenta y
seis millones de familias. Podemos hacernos una idea de cómo era la
vida cotidiana en aquella época ya que debido al rápido crecimiento de
las ciencias sociales en China, la proliferación de institutos de investi-
gación, la elaboración de informes y la compilación de estadísticas, se
disponía de más datos que nunca sobre la población general de China,
tanto la urbana como la rural. Puede decirse con cierta seguridad que
las condiciones en el país eran satisfactorias para Jos millones de per-
sonas que se beneficiaban del continuo crecimiento de la industria en
las grandes ciudades -a pesar de la pérdida de Manchuria cuando cayó
en poder de los japoneses- o del aumento del nivel de producción de
alimentos gracias a nuevas técnicas agrícolas y nuevas variedades de se-
millas, así como de la expansión incesante del transporte por carretera
y ferrocarril, y de las redes de distribución. Al mismo tiempo, millones
de chinos -tal vez decenas de millones- vivían en medio de una po-
breza terrible y humillante y estaban demasiado preocupados por la lu-
cha cotidiana por sobrevivir como para mirar mucho más allá del mo-
mento presente o reflexionar sobre el panorama nacional.
Los trabajadores con empleos «de elite» en industrias tales como la
construcción naval, talleres de maquinaria de los ferrocarriles, centra-
les eléctricas, fábricas de tejidos de seda, de termos y de cobre en plan-
chas podían cobrar hasta cien yuanes al mes, incluso más. Pero los sa-
larios mensuales en la mayoría de las otras industrias eran mucho más
bajos y descendían hasta veinte yuanes o menos en las plantas de fabri-
cación de cal, tintes, luces de neón, cemento, ácido, almidón, alcohol,

522
desperdicios de algodón, pilas y fósforos. Los salarios de las mujeres y de
la mano de obra infantil, tanto masculina como femenina, eran más ba-
jos todavía y descendían hasta los 30 centavos al día (para la mano de
obra infantil en las hilaturas de algodón) y 24 centavos (para las traba-
jadoras de la industria fosforera). A esta clase de obreros, aun trabajan-
do seis días a la semana si había trabajo, les resultaría dificil ganar más de
siete u ocho yuanes al mes (entre dos y tres dólares)." A pesar de la in-
tensa agitación obrera del decenio de 1920, los horarios de los trabaja-
dores chinos seguían siendo largos y su promedio era de 9,5 horas diarias
en Shanghai (la cifra más baja registrada entre todas las ciudades), 10 ho-
ras diarias en Pekín y Wuhan y 11, 12 e incluso 13 horas diarias en algu-
nos centros industriales de las provincias. Y muchas otras condiciones
de trabajo hacían que unas vidas que ya eran tristes lo fuesen todavía
más: frecuentemente los trabajadores tenían que vivir en dormitorios
de la compañía, conformarse con que les pagaran con vales que sólo
podían canjearse por alimentos y otros artículos de primera necesidad
en el economato de la compañía, o -en el caso de las obreras- conceder
favores sexuales para conservar su puesto de trabajo.
Sin embargo, no siempre había trabajo. Como indica el cuadro de
la página 525, incluso un estudio incompleto de los trabajadores chinos,
con exclusión de muchas provincias y grandes ciudades, dio un total
de más de cinco millones de parados en las zonas industriales en 1935.
En el mismo año, a pesar de la dura política que el Gobierno seguía
en estos casos, hubo un total de 275 conflictos laborales, de los cuales
135 desembocaron en huelgas a gran escala. Éstas estuvieron repartidas
entre 53 lugares diferentes y abarcaron las causas y las industrias que se
indican en el cuadro de la página 527 Según las cifras de que dispone-
mos, en cada una de las huelgas participó un promedio de 2600 traba-
jadores y el promedio de duración fue de casi ocho días. La organización
sindical era débil, lo cual es comprensible, dado que en 1934 Chiang
Kai-shek -con la excusa de poner fin a la explotación de los trabajado-
res- había prohibido a los sindicatos de cinco provincias (Henan, Hubei,
Anhui, jiangxi y Fujian) además de Shanghai, cobrar cuotas de afilia-
ción y los sindicatos que sobrevivieron a esta medida con frecuencia eran
controlados por extorsionistas. Durante el mismo año, 1506 trabajado-
res murieron en accidentes laborales y 4123 resultaron heridos.

* Cuando, en 1935, el movimiento del 9 de Diciembre formuló sus exigencias


de acción nacional unida contra Japón, el Indice de cambio del yuan chino al dólar
estadounidense acababa de ser oficialmente «estabilizado- y era de 3,33 yuanes por un
dólar. (N. del A.)

523
Producto"! China propiamente dicha Manchuria

1926 1931 1936 1926 1931 1936

Carbón 35,8 48,6 82,8 19,0 24,8 35,9


Mineral de hierro 0,8 3,1 3,6 2,1 2,2 4,9
Hierro en lingotes 3,1 2,5 3,9 2,9 6,6 13,8
Acero 1,2 0,6 2,8 t t 13,8
Antimonio 2,8 2,0 2,2 t t t
Cobre t 0,1 0,1 t t t
Om 7,8 4,8 8,8 3,4 4,9 6,3
Mercurio 0,3 0,1 0,3 t t t
Estaño 17,5 14,8 21,6 t t t
Tungsteno 3,3 2,7 4,0 t t t
Hilo de algodón 83,2 98,7 88,1 2,1 3,3 4,7
Tejidos de algodón 5,8 34,4 51,8 0,6 4,7 8,4
Cemento 5,2 7,0 8,8 1,4 2,2 7,7
Petróleo crudo t t t 0,1 5,4 15,4
Energía eléctrica 16,4 26,8 62,1 10,6 19,5 48,6
Total 183,2 246,2 340,9 42,2 73,6 159,5
Índice 100,0 134,4 186,1 100,0 174,4 378,0
• En millones de yuanes de 1933.
t Menos de 0,1 millones de yuanes_

Producción industrial de China propiamente dicha y Manchuria, 1926-1936.

Shanghai continuó siendo la ciudad con más obreros industriales


y, de resultas de ello, la zona que los investigadores examinaban más
concienzudamente. Un estudio de 390 familias que el comité de la vi-
vienda hizo en 1936-1937 reveló cómo gastaban su dinero las familias
de Shanghai, clasificadas de acuerdo con su promedio de ingresos y
grado de habilidad laboraL Como porcentaje de los ingresos totales.
Los gastos superfluos de los trabajadores especializados de Shanghai
no eran inferiores a los de las familias obreras estadounidenses en el
decenio de 1930. Este excedente, que era de unos diez yuanes al mes,
se destinaba en su mayor parte al esparcimiento, ofrendas religiosas,
transporte público, libros y publicaciones, necesidades médicas, vino y
tabaco, y bodas y entierros. En el caso de los trabajadores semiespecia-
lizados, el «sobrante» después de atender a sus gastos mensuales básicos
era de 3,55 yuanes, poco más de un dólar, lo cual dejaba poco mar-
gen para el esparcimiento después de satisfacer las necesidades básicas.
Los gastos básicos en artículos de primera necesidad superaron el pro-

524
Lugar Número"

Hebei 49.750
Shandong 48.996
Henan 58.010
Jiangsu 411.991
Zhejiang 278.813
Anhui 5.545
Jiangxi 460.300
Hubei 233.391
Hunan 114.756
Sichuan 534.960
Guangdong 1.578.482
Guangxi 1.960
Nanlcin 161.476
Shanghai 610.701
Pekín 500.935
Total 5.050.066
~ Cifras parciales solamente.

Desempleo en China, 1935}

medio de ingresos mensuales de los trabajadores no especializados en


un 11,65 por ciento y para poner el resto había que recurrir a préstamos
o a trabajos a tiempo parcial, si los había, por parte de otros miem-
bros de la familia.
De estas 390 familias de Shanghai, ninguna ocupaba más de una ha-
bitación. El estudio hada una descripción minuciosa de una casa de ve-
cinos cuyo espacio total era de unos sesenta y siete metros cuadrados.
A pesar de su soso lenguaje oficial, el informe ofrece una imagen grá-
fica de lo que para muchos pobres significaba vivir en la ciudad:

Han cubierto el patio. Con un tabique han dividido en dos la habitación


principal de la planta baja y han hecho un pasillo con un trastero a un
lado. En la parte de delante, de unos nueve metros cuadrados, viven el
arrendador y su familia, cinco personas en total. Acostumbra a pagar el al-
quiler de toda la casa al dueño, y realquila el resto. En la parte de atrás,
de unos ocho metros cuadrados, viven tres personas. Han dividido la co-
cina y tres personas más viven en una habitación de unos tres por tres
metros. Arriba, han dividido en dos la habitación grande de delante. La
parte de delante es la mejor de la casa porque tiene luz y aire y va de un

525
Grado de especialización Alimentación Alquiler Ropa Excedente Total
de los trabajadores % % % % '0
Especializados
(salario medio = 45,82 yuanes/mes) 53,49 13,50 9,87 23,14 100,00
Semiespecializados
(salario medio = 29,55 yuanes/mes) 64,53 15,85 8,10 11,52 100,00
No especializados
(salario medio = 21,24 yuanes/mes) 83,26 18,42 9,97 111,65

Gastos domésticos, Shanghai, 1936-1937.)

lado a otro de la casa; la ocupan dos personas. La parte de atrás, más pe-
queña debido al pasillo, es el hogar de tres personas. La habitación que
está sobre la cocina tiene sus ventajas porque queda aislada; también la
ocupan dos personas. Esta casa tenía al principio dos pisos, pero han he-
cho dos buhardillas en la pendiente del tejado. El de la parte delantera
tiene una altura de sólo un metro y medio aproximadamente en la parte
de delante, unos dos metros y cuarenta centímetros en el ápice del tejado
y cerca de dos metros y medio de fondo; alberga a dos personas. La habi-
tación de atrás, de unos nueve metros cuadrados, está justo debajo de la
pendiente del tejado; tiene sólo unos noventa centímetros de altura en
la parte posterior y la ocupa una sola persona. Han cerrado lo que era el
espacio para tender la colada y otras dos personas viven en él, en unos
ocho metros cuadrados."

El mismo informe añadía que éstas no eran en modo alguno las


peores condiciones que se habían encontrado. Para examinarlas, podían
visitarse las 5094 chozas de paja, bambú y cañas que había en la ciudad
yen las que vivían 25.345 personas -en su mayoría obreros industriales-
que pagaban entre 40 centavos y 3,00 yuanes al mes por «habitación».
Como en las ciudades, también empezaban a hacerse estudios se-
rios en el campo. Una nueva generación de sociólogos chinos bien pre-
parados, como Fei Xiaotong, llevaron a cabo estudios sobre el terreno
en las zonas rurales, a menudo con considerable riesgo personal: en su
primer viaje de investigación -a la provincia de Guangxi- Fei Xiaotong
cayó en una trampa para tigres y su esposa se ahogó cuando trataba de
buscar ayuda. Pero Fei Xiaotong se salvó y realizó una serie de estu-
dios que analizaban las situaciones diflciles de la China rural en cuan-
to a la desintegración de un armonioso equilibrio económico entre los
pobres y el Estado. Pei Xiaotong creía que tal equilibrio había existido

526
Ramo Causas

Salarios Jornadas Despidos Trato Otro, Total

Agricu1tu(a 1 (1) 1 (1)


Minería 3 3 (2) 4 (2) (3) 3 13 (7)
Industria
Carpintería 2 (1) 3 S (1)
Muebles 2 (1) l (1)
Metales 2 2
Máquinas 1 1 (1) 1 3 (1)
Vehículos 2 (1) 1 (1) 2 (2) 5(4)
Ladrillo>, vidrio 2 (1) 2 (1)
Viviendas, carreteras 3 3
Gas, agua, electricidad 1 2 3
Productos químicos 5(3) 1 (1) 5 2 (1) 3 16 (S)
Textiles 40 (24) 5(4) 14 (10) 2 (1) 13 (8) 74 (47)
Ropa de vestir 7 (6) 1 8 (6)
Cuero, caucho 3 1 4
Alimentos, bebidas 8 (3) 4 1 (3) 7 (2) 20 (8)
Papel, imprenta 2 (2) 1 (1) 3 (3)
Relojes 1 (1) 1 2 (1)
Otros S (1) 2 (2) 1 2 (1) lO (4)
Transporte 19 (6) 9 (4) S (1) 33 (21) 66 (32)
Comercio, finanzas
Generales 5(2) 4 (2) 4 (2) 14 (6)
Bienes raíces 1 1
Banca 1
Empleados de hotel S (1) 2 (1) 4 (1) 11 (3)
Funcionarios 1 (1) 1 (1) 2 (1) 4 (3)
Profesionales 2 (1) 2 (1)
Total 117 (55) 12 (9) SO(23) 15 (10) 80 (38) 275 (135)

Conflictos laborales (huelgas), 1935. 5

antes de que el imperialismo extranjero y el crecimiento de un merca-


do mundial ejercieran nuevos tipos de presión económica sobre las zo-
nas rurales y destruyeran industrias suplementarias como, por ejemplo,
la artesanía que permitían a las familias campesinas mantenerse por en-
cima del nivel de la pobreza. (Hemos visto, con todo, que en tiempos
de los primeros emperadores Qing, Shunzhi y Kangxi, ya era evidente
que existían tensiones sociales entre diferentes clases de campesinos y en-
tre éstos y los terratenientes.) El estudioso británico R.H. Tawney exa-

527
minó la agricultura china a comienzos del decenio de 1930 y sacó la
conclusión de que la acosaban dos crisis entrelazadas: una ecológica que
se caracterizaba por el agotamiento y la erosión del suelo, la defores-
tación, las inundaciones y las presiones que la inmensa población ejer-
cía sobre los escasos recursos disponibles; y otra socioeconómica cuyas
causas eran los sistemas explotadores de tenencia de la tierra, los abu-
sos de los prestamistas, las comunicaciones deficientes y una tecnología
agrícola primitiva.
Otro observador influyente fue el misionero estadounidense John
Lossing Buck, que había aprendido por su cuenta gran parte de lo que
sabía de economía agrícola. (Hasta que se divorciaron en 1933, Buck
estuvo casado con la novelista Pearl S. Bucle) Tras ser nombrado profe-
sor de la Universidad de Nankín, Buck realizó una extensa serie de es-
tudios basados en datos que recogían sus alumnos cuando volvían a casa
para pasar las vacaciones. Más adelante formó un numeroso grupo de
ayudantes profesionales y en 1937 publicó los frutos de estas investiga-
ciones sobre la «utilización de la tierra en China». En un volumen de
texto y dos de cuadros y estadísticas, Buck presentó gran abundancia
de datos sobre 168 lugares de 22 provincias y casi diecisiete mil gran-
jas. Las cifras de Buck proporcionaban un laberinto de detalles no sólo
sobre la tierra, los cultivos y el ganado, sino también sobre los aperos
de labranza, el mobiliario de las granjas, incluso la ropa que llevaban los
familiares de los agricultores. Si bien encontró muchas familias prós-
peras, otras vivían al borde de la indigencia, con poca tierra y pocos ali-
mentos o aperos, y sin más ropa propia que la que llevaban puesta. La
obra de Buck se convirtió en una auténtica mina para otros investiga-
dores, aunque algunas de sus conclusiones eran dificiles de interpretar
y provocaron muchas polémicas.
La pasión por el conocimiento empírico adquirió grandes propor-
ciones y empequeñeció la labor pionera que llevó a cabo el PCCh. Un
estudioso chino del Instituto de Investigación Económica de Nankai
en Tianjin -que había empezado gracias a las subvenciones de la Fun-
dación Rockefellery había producido algunos de los mejores estudios de
la economía china del decenio de 1930- señaló en 1935 que en los úl-
timos quince años habían aparecido no menos de 102 monografias
y 251 publicaciones sobre los problemas agrarios de China. El 87 por
ciento de dichas publicaciones se había fundado después de 1933. De
forma acumulativa, estos estudios mostraban la asombrosa diversifica-
ción de la China rural y 10 difícil que era sacar conclusiones u ofrecer
soluciones aplicables a todas las zonas. En ciertas regiones, poderosas
organizaciones de linaje dominaban comunidades enteras y creaban

528
pautas complejas de apoyo mutuo; en otras, la sociedad rural estaba frag-
mentada entre arrendatarios pobres a los que explotaban fácilmente los
terratenientes absentistas. Éstos contaban con el respaldo de los pode-
res policiales del Guomindang y, después de 1934, del aparato de con-
trol de la haojia, sistema de seguridad mutua, que fue reinstaurado por
Chiang Kai-shek. Y en otras zonas, especialmente en el norte, el «cam-
pesino» más próspero era el agricultor-gerente, que poseía una granja
de entre 12 y 16 hectáreas y la trabajaba en parte él mismo y en parte
con la ayuda de peones contratados.
Muchos de estos estudios describían condiciones e incluso tensio-
nes sociales que llamaban la atención por su parecido con las que exis-
tían durante el periodo Ming, lo cual induce a pensar que Los nuevos
niveles de crecimiento económico de China aún no habían alcanzado
a millones de personas. Los datos recopilados sobre las zonas rurales
mostraban señales sorprendentes de terrible pobreza entre muchos agri-
cultores en casi todas las zonas del país. Millones de hombres vivían
en el nivel de subsistencia y trabajaban como carreteros y transportistas
durante la temporada baja, o como peones agrícolas en las pocas sema-
nas de gran actividad dedicadas a la siembra y la recolección. Durante
estas semanas se unían a docenas de otros agricultores a las 4 de la ma-
drugada o antes y formaban grupos ansiosos que esperaban con sus ape-
ros alguna oportunidad de trabajar aquel día. Pocos de estos hombres
podían permitirse el lujo de casarse y la mayoría moría anónimamen-
te tras una vida breve y desdichada. Algunos de ellos «escapaban» a
las fábricas o se convertían en caballos humanos que tiraban de ricks-
baws de dos ruedas por las populosas calles de las ciudades. Estos hom-
bres de las richsbasos eran explotados constantemente por extorsiona-
dores y todos los días, al terminar la agotadora jornada, regresaban a
lúgubres casas de pisos, donde dormían en fila, apretujados, en los es-
pacios que otros acababan de desocupar para volver a las calles. La vida
de uno de estos hombres la describe de forma impresionante Lao She
en su gran novela Ricksbaw, publicada en 1937.
Decenas de millones más (los «campesinos pobres» de los análisis
de Mao Zedong y otros comunistas) poseían granjas que eran dema-
siado pequeñas para ser del todo viables económicamente. Estos cam-
pesinos forzosamente «sobreempleaban» el trabajo familiar en sus gran-
jas, a la vez que, para obtener ingresos extras, alquilaban a otros su
propio trabajo en los momentos de mayor actividad del año agrícola,
precisamente cuando más necesarios eran en su propia tierra. Aun así,
muchos tenían que vender a sus hijos o verlos morir lentamente de ina-
nición. Dado el excedente de mano de obra empobrecida que tenían

529
a su disposición, pocos agricultores ricos estaban dispuestos a afrontar
los gastos que suponía la mecanización de las faenas agrícolas, ni si-
quiera cuando disponían de la maquinaria y el combustible necesarios
para ello. Y tampoco invertían mucho en animales de tiro, dado que
el jornal de un trabajador contratado y el coste del forraje de un día
para un solo asno eran iguales. Al hombre podían despedirle cuando no
hada falta, pero al asno tenían que alimentarlo y cobijado durante todo
el año, incluso cuando no lo utilizaban.
También las mujeres pobres huían a veces de las granjas para tra-
bajar en las industrias de las grandes ciudades. Aunque también ellas ex-
perimentaban terribles condiciones de trabajo, así como los efectos de
la discriminación regional y sexual, puede que su vida en la ciudad fue-
se mejor de 10 que hubiera sido en el campo, donde estaban atadas a
un mundo de matrimonios concertados, duras faenas agrícolas y crian-
za de los hijos, además del trabajo artesanal o el cultivo de capullos de
seda que llenaba todos sus momentos libres. Porque aunque en las ciu-
dades estuvieran mal pagadas y sometidas a ritmos de trabajo explota-
dores, demostraban una asombrosa capacidad de unirse para apoyarse
mutuamente, compartir recursos con el fin de que su vida resultara un
poco más llevadera y reforzarse unas a otras para mantener los peores
aspectos del mundo masculino a raya.
Para los pobres, una dieta monótona era una parte inalterable de la
existencia. Lo importante de los alimentos era obtenerlos, no su varie-
dad. Un peón agrícola de un poblado de Hebei, al nordeste de Tian-
jiu, recordó su dieta del modo siguiente:

En primavera, gachas para desayunar, mijo hervido «seco» para almorzar


y gachas con verdura para cenar; en verano, mijo hervido «aguado» para de-
sayunar, mijo hervido «seco» y sopa de fideos de soja para almorzar y mijo
hervido «seco» para cenar,"

Para un agricultor de Shandong, los boniatos y no el mijo eran lo


que salpicaba con regularidad el mundo social en el que habitaba:

Entre los pobres, se comen boniatos en todas las comidas de todos los
días durante todo el año. Desde la temporada de la recolección hasta la
primavera del año siguiente, comen boniatos frescos; cuando éstos no se
encuentran, comen las rajadas secas que han guardado. Las hierven o las
trituran hasta convertirlas en harina que mezclan con otras clases de ha-
rina para hacer pan o fideos. Complementos de los boniatos son, prime-
ro, una especie de gachas que se hacen con harina de cebada y cacahue-

530
tes en polvo; segundo, una especie de revoltillo hecho con nabos trocea-
dos y jugo de soja; y, tercero, una o dos clases de escabeches. De vez en
cuando se sirve algún tipo de pan,"

Una consecuencia inesperada del avance del poderío japonés en el


norte de China fue que investigadores japoneses elaboraron estudios
muy depurados cuyos datos -que al principio se recogieron con fines
político-militares- siguen teniendo un valor inmenso hoy día. Los pri-
meros grupos de investigadores, integrados por personal del servicio
de inteligencia militar, la división de investigación del Ferrocarril del
Sur de Manchuria y estudiantes japoneses que trabajaban en China,
se formaron en 1935 y empezaron a trabajar en 25 poblados del norte
de China durante el año siguiente. A comienzos de 1937 otro grupo de
investigadores japoneses (esta vez sin participación del servicio de in-
teligencia militar) seleccionó cuatro poblados para estudiarlos más a
fondo, uno de los cuales era Michang, en Hebei.
Las cifras que recogen estos estudios raramente pueden cotejarse du-
rante un periodo muy largo en una misma localidad. Es, por tanto, di-
flcil saber si la situación económica de los agricultores pobres y los
peones contratados era peor que un decenio antes, más o menos igual
o tal vez un poco mejor. Igualmente difícil es comparar su situación
con la de los agricultores de mediados del periodo Qjng o los de fina-
les del periodo Ming. Los analistas que sostienen que los campesinos
chinos eran cada vez más pobres y, por ende, que alguna clase de crisis
revolucionaria era previsible, tienden a apoyarse en uno de dos tipos
principales de explicación. Uno sostiene que las actitudes insensibles de
los terratenientes se sumaron a las presiones que el imperialismo extran-
jero ejercía sobre China y el resultado fue el empeoramiento de la ex-
plotación de los campesinos. Estos dos factores obligaban a los cam-
pesinos que tenían su propia tierra a convertirse en arrendatarios o a
contratarse como peones, y suman por los efectos de las fluctuacio-
nes del mercado mundial. La segunda explicación dice que el creci-
miento demográfico, la tecnología primitiva y el agotamiento del sue-
lo -y no los males de la estructura de clases- eran los causantes del
continuo aumento de la pobreza en el campo. Ninguno de los dos ofre-
ce pruebas del todo convincentes, 10 cual ha dado pie a la aparición de
una tercera corriente de opinión que afirma que con la comercialización
de la agricultura y los cambios en las pautas de distribución y trans-
porte producidos por el uso de camiones, trenes y vapores, la situación
de muchos agricultores en 1920 era mejor que en 1900.
Lo que sí parece claro es que a comienzos del decenio de 1930 los

531
Agricultor Campesino Campesino Campesino
gerente neo medio pobre

Tamaño de la granja en mou


(116 de un acre) 133 60 34 13
Trabajadores agrícolas varones
y adultos en la familia 2 3 2 2
Tierra de otros tornada
en arriendo (en mou) O 8 7 7
Ingresos agrícolas brutos
en yuanes 2192 1.117 514 234
Ingresos agrícolas netos
(los brutos menos el coste
de fertilizantes, alquiler,
salarios, impuestos, etcétera) 1.200 514 247 56
Compras de fertilizante
(en yuanes) 152 161 114 53
Fertilizante como porcentaje
de los ingresos brutos 6,9 14,4 22,2 22,6
Alquiler de la tierra pagado
a otros (en yuanes) O 14 35 38
Alquiler pagado como
porcentaje de los ingresos
brutos 0,0 1,3 6,8 16,2
Salarios en efectivo y costes
de manutención pagados
a otros 550 259 80 66
Salarios y rnanutención
pagados a otros como
porcentaje de los ingresos
brutos 25,1 23,2 15,6 28,2
Pago de impuestos (en yuanes) 113 41 22 6
Impuesto como porcentaje
de los ingresos brutos 5,2 3,7 4,3 2,6

Muestras de ingresos y gastosde los agricultores en el poblado de Michang, provincia de


Hebei, 1937.~

campesinos chinos ya suman una nueva oleada de crisis que hundió a


muchos de ellos por debajo del nivel de subsistencia. Las inundaciones
devastadoras del río Yangzi en 1931 dejaron a su paso, según se calcula,
catorce millones de refugiados y cubrieron una extensión equivalente a
la del estado de Nueva York. La toma de Manchuria por los japoneses

532
rompió las pautas habituales de centenares de miles de trabajadores
emigrantes y el ataque japonés a Shanghai causó nuevas dislocacio-
nes en esa zona densamente poblada. Los cambios que se produjeron
en la economía mundial a causa de la depresión redujeron drásticamen-
te las exportaciones chinas de productos agrícolas de salida fácil y arrui-
naron a los artesanos locales. Las campañas militares y los intentos de
reconstrucción institucional e industrial del Guomindang condujeron a
una subida de los impuestos. A falta de datos fidedignos, lo único que se
puede hacer es reconocer que los sufrimientos no tenían fin y que cuan-
do se extinguían familias empobrecidas surgían otras que ocupaban su
tierra y luchaban por la supervivencia. Tampoco puede decirse con pre-
cisión si estas familias campesinas pobres -más que sus equivalentes
urbanos- conocían o se interesaban por las políticas comunistas o los
amenazadores nubarrones de la guerra. Pero fue en este contexto de po-
breza y frustración generalizadas donde los comunistas -aparentemente
exterminados en 1927- fueron capaces de reagruparse y replantearse sus
estrategias revolucionarias.

Mao Zedong y los sóviets rurales


Debido al fracaso de los Levantamientos de la Recolección de Oto-
ño y al abandono del intento de apoderarse de Changsha, Mao Ze-
dong fue censurado por el Comité Central del PCCh. En noviembre
de 1927 fue desposeído de su puesto en dicho comité e incluso de su
condición de miembro del comité provincial de Hunan. Pero es proba-
ble que Mao ni siquiera se enterase de estos castigos hasta transcurri-
dos vanos meses, ya que había reunido los tropas supervivientes de los
Levantamientos de la Recolección de Otoño -tal vez mil soldados en
total- para marchar hacia el sur de Hunan y subir luego a las aisladas
montañas de ]inggang, en la frontera entre Hunan y]iangxi, adonde
llegó en octubre de 1927. Al igual que durante el periodo Qjng, en el
decenio de 1920 el lugar más seguro para los fugitivos estaba en las re-
giones fronterizas donde se juntaban diferentes zonas administrativas,
lo cual impedía a las fuerzas del Estado lanzar contraataques coordi-
nados. En este caso el «Estado» era todavía una entidad fragmentada y
los enemigos de Mao eran una mezcla de tropas de los señores de la
guerra unidas por varios tipos de alianza a las fuerzas del Guomindang,
así como el Guomindang mismo.
La actuación del propio Mao durante este periodo la dictaban con

533
frecuencia consideraciones prácticas en lugar de teóricas. Justo antes de
los Levantamientos de la Recolección de Otoño había dicho al Comi-
té Central del PCCh que era favorable a la formación inmediata de só-
viets campesinos fuertes, que tales sóviets debían estar unidos en la
solidaridad revolucionaria mediante la confiscación y la redistribución
totales de la tierra y que deseaba renunciar a toda pretensión de seguir
siendo leal a la bandera del Guomindang. El Comité Central rechazó
airadamente estos puntos de vista entonces, pero a finales de 1927, a raíz
de los cambios en la política declarada de Stalin, el Comité Central apro-
bó los tres puntos de vista de Mao y añadió que el partido también de-
bía apoyar una serie ininterrumpida de levantamientos en el campo. El
propósito de tales levantamientos no sería instaurar bases estables, sino
mantener la elevada conciencia revolucionaria de las masas e inculcar
por completo esa misma conciencia en las fuerzas armadas que los pro-
tagonizarían.
Cuando el Comité Central tomó estas decisiones, sin embargo, las
experiencias prácticas de Mao en Jinggang ya le habían hecho aban-
donar esencialmente todas ellas. Si bien es cierto que formó células del
PCCh en cinco poblados situados en la circunferencia de 250 kilóme-
tros que tenía bajo su dominio, ordenó matar a algunos terratenientes
e intentó organizar sóviets, tropezó con la resistencia sostenida de los
campesinos ricos y de las organizaciones de linaje que ejercían el con-
trol sobre sus vecinos pobres. Ante esta oposición, no trató de redistri-
buir toda la tierra en relación con la capacidad de trabajo de cada per-
sona. En vez de ello, Mao afianzó su fuerza haciendo causa común con
dos de los crueles cabecillas de bandidos que operaban en la zona y eran
miembros de sociedades secretas afiliadas a las tríadas. Con los seis-
cientos hombres de los dos cabecillas sumados a sus propias tropas, Mao
se encontraba ahora al frente de una fuerza reclutada entre los miem-
bros desposeídos y «sin clase» de la sociedad. Mao había escrito con
su viveza acostumbrada sobre esta gente un año antes:

Se les puede dividir en soldados, bandidos, ladrones, mendigos y prostitu-


tas. Estas cinco categorías de personas tienen nombres diferentes y gozan
de un estatus un tanto diferente en la sociedad. Pero todas son seres hu-
manos y todas tienen cinco sentidos y cuatro extremidades y son, por tan-
to, una. Cada una tiene una funna diferente de ganarse la vida: el soldado
lucha, el bandido saquea, el ladrón roba, el mendigo pide y la prostituta
seduce. Pero en la medida en que todos deben ganarse el sustento y co-
cer arroz para comer, son una. Llevan la existencia más precaria entre todos
los seres humanos."

534
No obstante, había añadido Mao, «estas personas son capaces de lu-
char muy valerosamente y, si se las dirige de forma apropiada, pueden
llegar a ser una fuerza revolucionaria».
Aunque las tropas de Jinggang fueron reforzadas en gran medida
con la llegada de fugitivos comunistas procedentes de los combates en
el sur de China en 1927, sufrían ataques constantes por parte de las fuer-
zas del Guomindang y a menudo tenían que mandar efectivos irreem-
plazables para auxiliar al PCCh en sus batallas en otras partes. Esto era
conforme con la política que aprobara el VI congreso del PCCh, que
había tenido que celebrarse en Moscú en el verano de 1928 debido a
que la situación en China era muy peligrosa. El congreso, siguiendo las
instrucciones de Stalin, había declarado que, si bien en aquel momen-
to no existía una creciente oleada revolucionaria, las insurrecciones ar-
madas aún eran necesarias y debían formarse más sóviets bajo el li-
derazgo del proletariado. Estas órdenes no tenían en esencia ningún
sentido, toda vez que los sindicalistas que todavía eran leales a los co-
munistas no llegaban a 32.000 en todo el país y sólo el diez por ciento
de los afiliados al PCCh eran proletarios, según Zhou Enlai. En 1929
la cifra había descendido al tres por ciento.
A finales de 1928 los continuos ataques del Guomindang obliga-
ron a Mao a abandonar las montañas de Jinggang. Después de avanzar
sin detenerse hacia el este, primero a través de la provincia de jiangxi
y luego penetrando en el oeste de Pujian, los fugitivos de Jinggang se
instalaron finalmente en una nueva región fronteriza, la zona monta-
ñosa situada entre las provincias de jiangxi y Pujian. Hicieron de la po-
blación de Ruijin su nueva base y el centro de un régimen nuevo, el só-
viet de jiangxi, que duraría hasta 1934.
No debería imaginarse que Mao, con astucia sobrenatural, se había
apoderado de los dos lugares de China donde era posible formar rápi-
damente sóviets de campesinos, y tampoco, por otra parte, que toda
la China rural hervía de odio contra los terratenientes. Es verdad que
durante el decenio de 1920 y comienzos del de 1930 hubo miles de in-
cidentes en los cuales los campesinos -ya fuera en grupos pequeños o
grandes-, empujados por la ira o la desesperación, cometieron actos de
violencia contra las autoridades locales. Pero estos ataques fueron diri-
gidos principalmente contra los representantes del Estado: los funcio-
narios civiles y militares que los agobiaban con impuestos elevados y
sobretasas inesperadas, les obligaban a trabajar sin una compensación
adecuada, expropiaban sus tierras para proyectos de obras públicas o les
forzaban a plantar o arrancar sus adormideras, siguiendo los caprichos

535
StCHUAN

del comercio local y nacional de la droga. Hubo relativamente muchos


menos casos de actos violentos contra terratenientes, aunque los hubo.
Como las rentas de la mayoría de los terratenientes residentes dependían
hasta cierto punto de la prosperidad y la satisfacción de los arrendata-
rios, la furia de los campesinos solía apuntar a los administradores o
los agentes de los terratenientes absentistas cuando trataban de arran-
car rentas elevadas en periodos de desastre natural. La habilidad de los
organizadores comunistas como Mao residía en transformar un des-
contento que en gran parte era fiscal en lucha de clases, con el fin de
avanzar eficazmente hacia el cambio revolucionario bajo la dirección
del PCCh.
Las políticas de Mao se volvieron ahora más complejas. La estan-
cia en las montañas de ]inggang le había enseñado que una política
agraria extremadamente radical alejaba a los campesinos ricos, que eran
la verdadera fuerza en la sociedad rural, y dejaba al PCCh con sólo el
apoyo de los campesinos más pobres y menos instruidos o de los peo-
nes sin tierra empobrecidos. Así pues, parece (los detalles no están del
todo claros) que, en Ruijin, Mao siguió al principio una política que
evitaba cuidadosamente provocar el antagonismo de las familias rurales

536
ricas. Pero esa política era dificil y en una carta de abril de 1929 a Li
Lisan -e! ex estudiante en Francia que tanta actividad desplegara en
Shanghai en 1927 era ahora secretario general-, Mao intentó tranqui-
lizar al partido y convencerlo de su ortodoxia al tiempo que expresaba
de manera enérgica y clara su fe en los campesinos:

Sería un error abandonar la lucha en las ciudades, pero en nuestra opi-


nión también sería un error que alguno de los miembros de nuestro par-
tido temiese el crecimiento de la fuerza de los campesinos pensando que
podria sobrepasar la de los obreros y perjudicar la revolución. Porque en
la revolución en la China semicolonial, la lucha de los campesinos for-
zosamente fracasará siempre si no cuenta con el liderazgo de los obreros,
pero la revolución nunca resulta perjudicada si la lucha de los campesinos
sobrepasa las fuerzas de los obreros. JO

A finales de la primavera de 1930 Mao Zedong aumentó en gran


medida su conocimiento de las condiciones rurales en Jiangxi por me-
dio de! estudio meticuloso de un condado en particular, Xunwu. En e!
informe que redactó luego podemos ver hasta qué punto había avan-
zado en su capacidad de análisis desde e! apasionado informe que es-
cribiera en Hunan sobre el campesinado en febrero de 1927 o su am-
bigua carta a Li Lisan en 1929. Ahora, en el Xunwu de 1930, investigó
los detalles de la vida cotidiana y las gradaciones precisas de la estrati-
ficación de! trabajo y la propiedad en el campo. Las generalizaciones
amplias sobre «el proletariado» y «la expropiación') dieron paso al exa-
men pormenorizado de la variedad de negocios que existían en las pe-
queñas poblaciones de provincias y de los ingresos que se obtenían de
ellos. El estudio de Mao abarcó las ventas de sal, aceite de cocina y
soja, los carniceros y los vinicultores, los vendedores de hierbas, cigarri-
llos, paraguas y fuegos artificiales, los fabricantes de muebles y queso de
soja, los propietarios de casas de huéspedes y los herreros) Jos relojeros
y las prostitutas. Observó los ritmos de los mercados locales, las fuer-
zas relativas de diferentes organizaciones de linaje, la distribución y la
riqueza de los templos budistas y taoístas y de multitud de otros san-
tuarios y asociaciones religiosas, así como el número de proselitistas cris-
tianos activos (había trece: diez protestantes y tres católicos).
Mao también intentó medir los niveles de explotación para poder
analizar con mayor exactitud las tensiones entre las clases. Calculó el nú-
mero de prostitutas de la ciudad de Xunwu y descubrió que había unas
treinta en una población total de 2684 personas. Buscó a campesinos
pobres que se habían visto obligados a vender a sus hijos para pagar sus

537
deudas y averiguó cuánto les habían pagado por ellos y qué edades te-
nían al venderlos. El precio de los niños era de entre cien y doscientos
yuanes y sus edades oscilaban entre tres y catorce años. (Mao no en-
contró ningún caso de venta de niñas. Esto se debía probablemente a
que en Xunwu la máxima prioridad correspondía al trabajo duro y no
a las faenas domésticas o los servicios sexuales.) Mao observó que cuan-
do se vendía a un niño para pagar a un prestamista, la noticia atraía
a otros prestamistas. «Cuando oyen decir que un deudor ha vendido a
un hijo, los prestamistas se apresuran a presentarse en casa del deudor
y le obligan a devolver su préstamo. El prestamista grita cruelmente al
deudor: "Has vendido a tu hijo. ¿Por qué no me devuelves mi dine-
ro?".»l1 Mao también examinó las prácticas locales de propiedad y te-
nencia de la tierra y mostró los resultados en un cuadro detallado con
categorías basadas sagazmente en los ingresos de las rentas y los me-
dios de subsistencia en lugar de sencillamente en la extensión de las pro-
piedades individuales (véase la página siguiente).
En tiempos pasados los templos, las organizaciones de linaje y otros
grupos poseían el cuarenta por ciento de la tierra de Xunwu; los terra-
tenientes, el treinta por ciento; y los campesinos, el treinta por ciento
restante. Mao demostró un sentido agudo de los criterios que deberían
usarse para redistribuir la tierra. Si bien señaló que en una situación re-
volucionaria la mayor parte de la tierra se redistribuía simplemente so-
bre una base per cápita, era consciente de los argumentos favorables a
distribuir parte de ella basándose en la capacidad de trabajo. También
reconoció las necesidades especiales de las mujeres, que con frecuencia
aportaban a la tierra más que los hombres (y soportaban vidas más du-
ras), los problemas que planteaban los ex monjes y otras categorías de
personas necesitadas y las dificultades de decidir cómo había que divi-
dir casas, estanques y zonas montañosas o arboladas.
También en el campo de la planificación militar había adquirido
Mao más experiencia... y astucia. Su principal maestro era Zhu De, mer-
cenario de Sichuan y ex adicto al opio que se había enmendado y se
había ido a estudiar en Alemania a comienzos del decenio de 1920 an-
tes de regresar a China y mandar un regimiento de formación de oficia-
les del Guomindang. Zhu De había guardado el secreto sobre su filiación
comunista hasta los levantamientos del ejército en Nanchang en agos-
to de 1927, en los que había sido derrotado y obligado a huir, hasta que
acabó uniéndose a Mao en las montañas de Jinggang. El «Ejército Rojo»,
tal como 10 habían estructurado los dos, se convirtió ahora en una fuer-
za guerrillera de rápidos movimientos que se enfrentaba con mucho va-
lor a los ataques del Cuomindang. Aunque a comienzos de 1929 sólo

538
Estatus Porcentaje
en cada grupo

Grandes terratenientes
Reciben más de 500 danés" en concepto de alquiler 0,045
Terratenientes medios
Reciben 200-499 danes en concepto de alquiler 0,400
Pequeños terratenientes
Reciben menos de 200 danes en concepto de alquiler
De los cuales 1% son familias arruinadas y 2%,
familias de nuevos ricos 3,000
Campesinos ricos
Tienen excedente de cereales y capital para préstamos 4,000
Campesinos medios
Tienen suficiente para comer pero no reciben préstamos 18,255
Campesinos pobres
Cereales insuficientes y reciben préstamos 70,000
Trabajadores manuales
Artesanos, barqueros, porteadores 3,000
Holgazanes
Sin propiedades 1,000
Trabajadores contratados
Permanentes y jornaleros 0,300
Un dan equivalía aproximadamente a 60 kilos de arroz u otros cereales.

Relaciones agrarias tradicionales en Xunwu."

quedaban unos dos mil soldados del Ejército Rojo, Mao y Zhu De se
opusieron rotundamente a la orden de Li Lisan de fragmentar más sus
fuerzas y dispersarlas por el campo en unidades muy pequeñas cuya mi-
sión sería fomentar levantamientos locales. Tal como escribieron orgu-
llosamente a Li Lisan:

Las tácticas que hemos aprendido de la lucha de los tres últimos años son
en verdad diferentes de cualquier otra, antigua o moderna, china o extran-
jera. Con nuestras tácticas se puede incitar a las masas a luchar a una es-
cala cada vez mayor, y ningún enemigo, por poderoso que sea, puede con
nosotros. Las nuestras son tácticas de guerrilla. Consisten principalmente
en los siguientes puntos:
Dividir nuestras fuerzas para incitar a las masas, concentrar nuestras fuer-
zas para hacer frente al enemigo.

539
El enemigo avanza, nosotros nos retiramos; el enemigo acampa, nosotros
hostigamos; el enemigo se cansa, nosotros atacamos; el enemigo se retira,
nosotros perseguimos.
Para ampliar bases, seguid la política de avanzar en oleadas; cuando os per-
siga un enemigo poderoso, seguid la política de dar vueltas.
Incitar al mayor número de miembros de las masas en el tiempo más bre-
ve posible empleando los mejores métodos posibles."

El éxito mismo de la consolidación y luego la expansión del Ejér-


cito Rojo en Ruíjin condujo paradójicamente a que el Comité Central
concibiese la idea optimista de que sus tropas eran ahora lo bastante
fuertes como para luchar fuera de la zona del sóviet en una guerra de
posiciones de tipo convencional. Así que en 1930, no mucho tiempo
después de que la investigación de Xunwu quedase terminada, Mao y
Zhu De recibieron órdenes directas, que no podían desobedecer, de
atacar Nanchang. Estas órdenes formaban parte de un plan ambicioso
de Li Lisan cuyo objetivo era llevar la lucha comunista de nuevo a una
cresta revolucionaria e incluía ataques simultáneos a Wuhan y Chang-
sha. Las tres operaciones fracasaron, si bien las fuerzas comunistas tu-
vieron Changsha en su poder durante diez días antes de que volviera
a caer en manos del Guomindang. Cuando Mao y Zhu De, derrotados
en Nanchang; recibieron la orden de ayudar a las tropas comunistas de
Changsha a recobrar la ciudad, obedecieron a regañadientes; pero, ante
el posible aniquilamiento de las fuerzas que habían preparado con es-
mero, se retiraron sin permiso de la batalla y regresaron a Ruijin.
Además de concentrarse en aspectos del cambio económico y mi-
litar durante su estancia en jiangxi, Mao también prestó atención a la
reforma social en campos tales como los derechos de la mujer. Desde
sus francos escritos sobre el suicidio de la señorita Zhao en 1919, Mao
siempre había dado muestras de que era consciente de las presiones eco-
nómicas y familiares que impedían cualquier apariencia de igualdad en-
tre los sexos en China. Había reiterado estos sentimientos hacia el fi-
nal de su informe de 1927 sobre el movimiento campesino en Hunan y
había escrito que, si bien los hombres sufrían bajo tres formas de auto-
ridad -política, del clan y religiosa-, las mujeres tenían que soportar una
cuarta: la autoridad masculina. Mao opinaba que la autoridad de los
hombres era más débil entre los campesinos pobres que en otros seg-
mentos de la sociedad, «porque, debido a la necesidad económica, sus
mujeres tienen que hacer más trabajo manual que las mujeres de las
clases ricas y, por tanto, tienen más voz y mayor poder de decisión en
los asuntos de la familia». Estas mujeres «también gozan de considera-

540
ble libertad sexual». Mao celebró la formación, en algunas partes de Hu-
nan, de «asociaciones de mujeres rurales» que daban a las mujeres la
oportunidad de «levantar la cabeza».
Por consiguiente, no fue ninguna sorpresa que una de las cosas im-
portantes que Mao hizo en el sóviet de jiangxi fuese promulgar una nue-
va ley que prohibía los matrimonios concertados, estimulaba la elección
libre de cónyuge y ponía fin a «toda compra y venta en los contratos
matrimoniales». También se simplificó el divorcio -que se concedería
a petición de uno de los cónyuges-, aunque la parte que hablaba de la
manutención continua era ambigua: «Sobre cuestiones relativas al di-
vorcio, es necesario proteger los intereses de las mujeres y asignar a los
hombres la mayor parte de las obligaciones y responsabilidades que en-
traña el divorcio»." Se hacía una excepción a la sencilla regla del divor-
cio en los casos en que el marido de la mujer que solicitase el divorcio
estuviera ausente debido a sus obligaciones militares.
Un estudio que funcionarios comunistas hicieron en dos condados
del sóviet de jiangxi reveló que en un periodo de tres meses y medio,
se registraron 4274 divorcios, el ochenta por ciento de ellos a petición
de uno solo de los cónyuges, y que en el mismo periodo se registraron
3783 matrimonios. En nueve casos la pareja se casó y se divorció el
mismo día. Puede que los sentimientos personales de Mao influyeran
en esta legislación, ya que él mismo se había separado de la esposa a
la que cortejara y conquistara en el periodo del 4 de Mayo, junto con
los dos hijos de la pareja, y ahora vivía sin disimulo con una segunda
esposa, He Zizhen, que se había unido a él en las montañas de jinggang
y le había seguido hasta jiangxi.
Pero Mac tenía también un compromiso con los hombres de su ejér-
cito, muchos de ellos pobres de solemnidad, que esperaban que el Go-
bierno comunista les ayudara a encontrar las esposas que jamás hubie-
ran podido permitirse bajo el sistema de matrimonios concertados. El
resultado fue que en el sóviet de Jiangxi las mujeres solían ser objeto de
coacción para que se "casaran» -o posiblemente tuvieran relaciones
sexuales con varios hombres- contra su voluntad. Los cuadros del par-
tido también abusaban de sus poderes. Se decía que muchas viudas se
habían visto sometidas a presiones para que volvieran a casarse a los po-
cos días de la muerte de sus esposos. Pero Mao se mantuvo firme en que
la edad mínima de un hombre al casarse continuara siendo de veinte
años y la de una mujer, de dieciocho. Asimismo, el hecho de que se en-
viaran «cuadrillas de lavanderas» a ciertas unidades y que dichas brigadas
se usasen para reclutar induce a pensar que las autoridades comunis-
tas toleraban bastante una prostitución de carácter no muy clandestino.

541
En 1930 los ataques del Guomindang y sus aliados a los comunis-
tas de las ciudades eran cada vez más salvajes y más eficaces. Los in-
tentos comunistas de rehacerse enviando escuadrones de asesinos para
que eliminasen a antiguos camaradas que se habían pasado al Guomin-
dang fallaron. Los servicios secretos del Guomindang, cuya astucia y
experiencia iban en aumento, consiguieron infiltrarse en muchas de las
redes urbanas de los comunistas. (Después de 1932 el Guomindang di-
rigió sus propios escuadrones del terror contra quienes colaborasen se-
cretamente con los japoneses.) Las organizaciones obreras se hallaban
sumidas en el caos, con agentes del Guomindang infiltrados en ellas,
y sus intentos de protesta organizada eran desbaratados a menudo por
el acoso o la violencia de miembros de las sociedades secretas a sueldo
de los industriales. También los intentos de insurrección urbana a gran
escala que ordenó Li Lisan fracasaron en todos los casos. Los nuevos
líderes que envió Moscú para que pusieran remedio a la situación no
pudieron hacer nada. Eran jóvenes, inexpertos y doctrinalmente dog-
máticos y en China les llamaban sardónicamente «bolcheviques de vuel-
ta". En 1931 una serie de detenciones y traiciones impulsó a un núme-
ro creciente de mandos comunistas a abandonar Shanghai totalmente
y unirse a Mao en Ruijin. Los líderes más importantes de los «bolchevi-
ques de vuelta» hicieron lo mismo en 1933 y eclipsaron temporalmen-
te a Mao, al que acusaron de ser demasiado «derechista» en su política
de conciliación con los campesinos ricos. Al decir de algunas fuen-
tes, Mao estuvo literalmente en situación de arresto domiciliario du-
rante 1934 por su política errónea. (La principal revista de la Comin-
tern ya había publicado su nota necrológica en marzo de 1930, lo cual
hace pensar que por lo menos algunos dirigentes del partido deseaban
que muriese.)
Aunque se le ha prestado la mayor atención debido al papel que
en él desempeñó Mao, el sóviet de Jiangxi no era a la sazón la única
base rural de los comunistas. Habia como mínimo una docena de re-
giones de China donde alguna organización rural del PCCh hada fren-
te al Gobierno del Guomindang o a fuerzas militares e intentaba lle-
var a cabo diversas reformas agrarias o sociales. Habia otros dos sóviets
que al menos en parte estaban en jiangxi: uno al nordeste de Ruijin,
donde se dan la mano tres provincias, Zhejiang, Pujian y jiangxi; y uno
al noroeste, donde convergen las fronteras de Hunan, Hubei y jiangxi.
El jefe de uno de los mayores de estos sóviets era Zhang Guotao, que,
al igual que Mao, había pertenecido al grupo de estudio marxista de
Li Dazhao y había sido miembro fundador del PCCh en el congreso
de 1921. El sóviet de Zhang Guotao estaba situado donde se encuen-

542
tran las fronteras de Henan, Anhui y Hubei, y floreció hasta que los fe-
roces ataques del Guomindang obligaron a las tropas supervivientes a
retirarse al norte de Sichuan.
Un general comunista se aferró a otra base soviética en el borde más
occidental de la frontera entre Hunan y Hubei; y en e! único sóviet que
había en e! lejano norte, situado en la población de Baoan, en Shaanxi,
Gao Gang dominaba una región pobre y montañosa que se extendía
desde Shaanxi hasta Gansu, según los buenos o malos resultados de sus
operaciones militares. Gao Gang se había formado en una academia
militar de Xi'an bajo Deng Xiaoping después de que éste regresara de
Francia. Tras abandonar Xi'an, Deng Xiaoping había trabajado en otro
sóviet, éste en e! sudoeste de Guangxi, en un lugar equidistante de las
fronteras con Yunnan y Vietnam. En una entrevista que concedió más
adelante Deng Xiaoping dijo que los chinos del lugar cooperaban con
los vietnamitas en su rebelión «obrera y campesina» contra los france-
ses. Los chinos ofrecían refugio a los vietnamitas y los franceses se des-
quitaban bombardeando desde el aire la región del sóviet de Guangxi.
A finales de 1930, probablemente por orden de Li Lisan, Deng Xiaoping
llevó gran parte de sus tropas al nordeste para ayudar en los ataques pre-
vistos contra Changsha, Wuhan y Nanchang. Tras sufrir numerosas ba-
jas por el camino, llegó después de que los ataques a las ciudades fueran
repelidos y las tropas que le quedaban fueron incorporadas a los ejér-
citos de! sóviet de Mao y Zhu De en jiangxi.
Ante la superioridad militar del Guomindang, tanto en fuerzas con-
vencionales como en armas modernas, el PCCh había intentado con éxi-
to una nueva estrategia de supervivencia que consistía en renunciar
temporalmente a sus bases urbanas y a depender del proletariado y re-
consolidarse en lo más profundo del campo. Viviendo entre campesi-
nos pobres, de cuyo apoyo dependían ahora, los líderes de! PCCh tu-
vieron que modificar sus planteamientos. Chiang Kai-shek también
tuvo que replantearse sus estrategias y prioridades. Su Guomindang ha-
bía conquistado las ciudades y derrotado a los militaristas más fuertes
del norte, o se había aliado con ellos. Pero ganarse al campo exigiría un
esfuerzo enorme y concertado en los terrenos militar, político y eco-
nómico. Con este fin, Chiang Kai-shek recurrió a una nueva fuente de
ayuda y pericia, los alemanes, y contrató a varios de sus especialistas
militares para que le ayudasen en la planificación logística y militar a
largo plazo. Pero hasta 1932 no le permitió su creciente poder políti-
co impulsar su relación con los alemanes. En dicho año se hizo nom-
brar jefe del Estado Mayor General así como presidente del Consejo
Militar Nacional, bajo cuyo mando se hallaban el ejército, la marina y

543
Año fiscal Gastos militares Servicio de la deuda Total de gastos militares
y de la deuda

Importe" % de Importe Oro de Importe %de


los gastos los gastos los gastos
totales totales totales

1928-29 210 50,8 158 38,3 368 89,1


1929-30 245 45,5 200 27,2 445 82,7
1930-31 312 4],6 290 40,5 602 84,1
1931-32 304 44,5 270 39,5 574 84,0
1932-33 321 49,7 210 32,6 531 82,3
1933-34 373 48,5 244 31,8 617 80,3
1934-35 368 34,4 356 33,2 724 67,6
1935-36 220 21,6 275 26,9 495 48,5
1936-37 322 32,5 239 24,1 561 56,6

• Los importes equivalena millones de dólareschinos.

Gastos militares y de la deuda del Gobierno de Nankín, 2928-1937.1>

las fuerzas aéreas. Además, en un intento de acelerar la destrucción de


los comunistas en sus sóviets rurales -dos grandes campañas militares,
en 1931 y 1932, no habían logrado desalojarlos y habían terminado en
derrotas aplastantes a manos de las fuerzas del sóviet de Jiangxi-, Chiang
Kai-shek instauró, al amparo del Consejo Militar, un Cuartel General
para la Supresión del Bandidaje, cuyo comandante en jefe también era
él. Dado que los poderes del comandante en jefe abarcaban por com-
pleto el control civil, militar y del partido en todas las regiones donde
actuaban los comunistas, los cinco yuanes del Gobierno nacional no
podían en esencia poner ninguna traba a sus medidas. Tampoco podían
impedir la consiguiente concentración de fondos en las fuerzas arma-
das. Como indica el cuadro de gastos públicos de arriba, cuando los cos-
tes militares directos se sumaban a los intereses acumulados de la deu-
da -deuda que con frecuencia se contraía para atender las necesidades
militares también-, lo que le quedaba al resto del «Gobierno» para sus
gastos nunca fue superior al veinte por ciento del total hasta 1934-1935.
y estas cifras generalmente no incluyen las asignaciones provinciales para
la defensa y la seguridad militares.
La tercera campaña de «supresión del bandidaje", que Chiang Kai-
shek dirigió desde su base de Nanchang entre julio y octubre de 1932,
fue más fructífera e invadió uno de los sóviets del centro de China amén

544
de penetrar profundamente en el sóviet de jiangxi mismo. Siguiendo los
consejos de los alemanes, Chiang Kai-shek y su estado mayor empeza-
ron a prestar más atención a las dimensiones psicológicas de la lucha por
medio de un programa que denominaron «3:7», lo cual significaba que
tres partes del esfuerzo anticomunista serían militares y siete partes, po-
líticas. Bajo el epígrafe «político» comenzaron a fomentar la honradez y
la eficiencia de los magistrados locales, a modificar las rentas median-
te comités de mediación y a crear cooperativas locales para adelantar
créditos, proporcionar alimentos, semillas y aperos, así como para co-
mercializar los productos locales. Las fuerzas de Chiang Kai-shek tam-
bién procuraban inculcar valores morales y patrióticos en el campesi-
nado local.
Al mismo tiempo, el Guomindang hizo nuevas exigencias al pueblo
bajo la forma de trabajo forzoso y sobretasas elevadas cuando -de nue-
vo siguiendo las sugerencias estratégicas de los alemanes- puso en mar-
cha un programa ambicioso de construcción de campos de aviación y
una red circundante de carreteras en las zonas de guerra. También se pro-
puso edificar una línea de sólidos blocaos de piedra o ladrillo alrededor
de toda la zona del sóviet de ]iangxi. Estas construcciones ayudaron
a consolidar un bloqueo económico a la vez que hacían de puntos de-
fensivos, almacenes de aprovisionamiento, hospitales de campaña y
bases para operaciones avanzadas. Estas tácticas no sólo reflejaban los
consejos basados en la experiencia que los alemanes habían adquiri-
do en la primera guerra mundial, sino que, además, emulaban en par-
te la represión de los rebeldes Nian por parte de Zeng Guofan setenta
años antes. Para apoyar las campañas de supresión cuarta y quinta en
1933 y 1934, se construyeron unos dos mil cuatrocientos kilómetros
de carreteras nuevas y 14.000 blocaos.
Aunque varios oficiales alemanes tomaron parte en estas campañas
en calidad de asesores, Chiang Kai-shek sentía la necesidad de contar
con un asesor de categoría superior en el que pudiera confiar real-
mente, un hombre de credenciales impecables que ofreciera una pers-
pectiva general inteligente de toda la estructura militar china. El hom-
bre al que finalmente eligió fue el general Hans von Seeckt, distinguido
comandante de la primera guerra mundial que se había encargado, en-
tre 1920 y 1926, de transformar el ejército alemán, el Reichswehr, que
había sido reorganizado obligatoriamente en una fuerza muy discipli-
nada, animosa y bien pertrechada.
Seeek:t llegó al cuartel general de Chiang Kai-shek en las montañas
de Kuling, cerca de Nanchang, en mayo de 1933 y sostuvo conversa-
ciones intensas con él durante varios días. Si bien rechazó la propues-

545
ta de Chiang Kai-shek de que fuese el asesor superior permanente de
una misión alemana ampliada, accedió a escribir para Chiang Kai-shek
un estudio detallado de las necesidades militares de China. Seeckt hizo
hincapié en que el ejército del Guomindang debía ser excelente desde el
punto de vista cualitativo y mandado por oficiales profesionales y to-
talmente entregados, con el objeto de que pudiese ser el «fundamento
del poder dominante». Seeckt escribió que Chiang Kai-shek tenía un
exceso de soldados; para un ejército como el que Seeckt recomendaba
eran suficientes diez divisiones. En primer lugar, debía crearse una bri-
gada de elite que se encargara de la instrucción y a la vez pudiera servir
de fuerza de choque ella misma. Para ello y para la correspondiente re-
forma logística, Chiang Kai-shek «debía asegurarse de que la influencia
de los asesores alemanes realmente prevalezca»." Los asesores crearían
asimismo una industria de armamentos estandarizados mediante con-
tratistas que ellos mismos seleccionarían. Seeckt también mencionó la
idea de intercambiar materias primas chinas por las municiones y otros
artículos alemanes que China necesitaría.
El primer paso en esta dirección se dio cuando en enero de 1934 el
Ministerio Militar y de Hacienda alemán aprobó la constitución de una
sociedad privada única que se encargaría de las relaciones militares e
industriales con China. Seeckt hizo una segunda visita a China en el ve-
rano de 1934 y fue agasajado espléndidamente como invitado de Chiang
Kai-shek con un estipendio mensual de dos mil dólares -«Aquí me ven
como un Confucio militar», escribió el alemán a su hermana-" y en agos-
to de 1934 se firmó un tratado «rigurosamente secreto». Empezando con
un crédito de cien millones de marcos alemanes, China obtendría un
complejo siderúrgico, maquinaria para tratar menas y arsenales moder-
nos procedentes de Alemania. Seeckt había señalado que de las armas
que en aquel entonces se fabricaban en China «entre un setenta y cin-
co y un noventa por ciento no podían utilizarse» en un ejército mo-
derno como el que tenía pensado.
Los alemanes recibirían a cambio «menas de gran calidad». No se es-
pecificaba en el acuerdo cuáles eran estas menas, pero se trataba princi-
palmente de antimonio y tungsteno, ambos esenciales en la guerra mo-
derna. El antimonio se necesitaba para endurecer las aleaciones de plomo
que se utilizaban en la fabricación de municiones, especialmente para
bombas de metralla y fulminantes de cartucho; el tungsteno (extraído
de la volframita) tenía la temperatura de fusión más alta de todos los
metales conocidos y se empleaba para cortar acero y fabricar plancha de
blindaje, proyectiles capaces de perforarla, aviones, filamentos luminosos
y componentes telefónicos. Alemania no producía ninguno de estos mi-

546
nerales; China, en el norte y el sur de Hunan, producía el sesenta por
ciento del antimonio del mundo (de una pureza excepcionalmente ele-
vada) y, en Hunan y jiangxi, la mitad del tungsteno del mundo. Fuera
o no Seeckt un «Confucio militar», las presiones que se estaban ejer-
ciendo sobre el sóviet de jiangxi ya eran insoportables. Y cuando la co-
laboración entre el Guomindang y los alemanes pasó a un nivel supe-
rior de intercambios ministeriales, los comunistas tomaron en secreto su
propia decisión de abandonar por completo su base en jiangxi.

La Larga Marcha

A mediados de 1934 la política de Chiang Kai-shek de combinar


un bloqueo económico de la región del sóviet de )iangxi con un cerco
militar basado en la coordinación de sistemas de carreteras y blocaos
había puesto a las fuerzas comunistas en una situación dificilísima. En
agosto de aquel año los cuatro hombres que dominaban la planifica-
ción militar del sóviet de jiangxi -el comandante en jefe del Ejército
Rojo, Zhu De, el miembro más destacado del grupo de los «bolchevi-
ques de vuelta», Bo Gu, Zhou Enlai y el agente de la Comintem Otto
Braun- acordaron por unanimidad que la mayoría de los comunistas
debía abandonar el sóviet, aunque no lograron ponerse de acuerdo so-
bre el momento de la retirada, cuántos debían quedarse en la retaguar-
dia y cuál sería el destino final de los que se fueran. Mao Zedong, que
había sido degradado en los consejos del partido a causa de discrepan-
cias sobre la política agraria, no formaba parte entonces del círculo re-
ducido que tomaba las decisiones.
Debido a que la única esperanza de romper el bloqueo del Cuomin-
dang dependía del elemento sorpresa, los planes se trazaron con gran
secreto, por lo que a la mayoría de los comandantes locales de las fuer-
zas comunistas sólo se le dio una vaga idea de lo que se esperaría de
ellos. Además, no había ninguna posibilidad de coordinar los planes
definitivos con la Unión Soviética o la dirección de la Comintern por-
que la policía del Guomindang se había incautado en Shanghai de los
aparatos de radiodifusión que antes usaba el PCCh para comunicarse
con Moscú. Los planes de evacuación se vieron espoleados por informes
que decían que Chiang Kai-shek planeaba lanzar una nueva ofensiva a
finales del otoño y por la noticia de que un comandante del Guomin-
dang en el norte de la provincia de Guangdong tal vez estaría dispuesto
a negociar secretamente con los comunistas.

547
Las fuerzas comunistas averiguaron que el ángulo del sudoeste del
bloqueo militar del Guomindang -entre las ciudades de Ganzhou y
Huichang, en jiangxi- era el más débil, si bien incluso allí había cua-
tro líneas defensivas de norte a sur que habría que atravesar y que se
extendían a 10 largo de unos doscientos cuarenta kilómetros. Pero las
tropas locales de Guangxi y Guangdong que defendían esta línea no
eran tan tenaces como las unidades de elite de Chiang Kai-shek; asimis-
mo, si los comunistas escapaban atravesando esta zona del sudoeste,
llevarían mucha ventaja a las tropas del Guomindang que luchaban en
el norte del sóviet de jiangxi. Por consiguiente, en septiembre las tro-
pas comunistas se aprestaron a romper el cerco por el sudoeste. Había
que preparar y asignar alimentos, municiones, indumentaria y material
médico, empaquetar o destruir documentos y archivos del PCCh y de-
cidir quién se iría y quién se quedaría.
La estrategia de la retirada la coordinó Zhou Enlai. Las tropas ve-
teranas de los Cuerpos de Ejército I y III encabezarían la evacuación.
Estas tropas estaban bajo el mando de dos de los mejores generales co-
munistas, dos hombres que se habían ganado sus ascensos en la Expe-
dición al Norte y en los primeros años del sóviet de jiangxi: al frente del
I Cuerpo estaba Lin Biao, ex cadete de Whampoa que contaba ahora
veintisiete años de edad, y el III Cuerpo lo mandaba Peng Dehuai, de
treinta y siete años. El cuerpo de Lin Biao lo integraban unos quince
mil combatientes y el de Peng Dehuai, trece mil, pero no era posible ar-
marlos de forma apropiada debido al bloqueo del Guomindang. Cada
cuerpo disponía de sólo nueve mil fusiles (cada fusil con menos de cien
cartuchos), dos cañones de campaña, treinta morteros ligeros que dis-
paraban proyectiles de fabricación casera y trescientas ametralladoras.
Había un máximo de quinientas o seiscientas balas por ametralladora,
10 cual permitía unos diez minutos de fuego graneado por arma en los
combates intensos. La mayoría de los soldados también llevaban una
o dos granadas de mano.
Detrás de estos dos cuerpos de ejército iba el grueso del personal
del sóviet de Jiangxi La «columna de mando» con miembros del Co-
mité Central, personal de los servicios de inteligencia, cadetes y una pe-
queña unidad antiaérea, iba seguida de la «columna de apoyo», con más
personal del partido y el Gobierno, unidades encargadas de los hos-
pitales de campaña, las existencias de plata en lingotes que el PCCh ha-
bía acumulado cuidadosamente, algunas máquinas para fabricar armas
y municiones sencillas, junto con máquinas de imprenta y panfletos po-
líticos. Con los centenares de porteadores que acaban de reclutar, estas
dos columnas se movían lenta y pesadamente, y comprendían unos ca-

548
torce mil hombres, de los cuales sólo cuatro mil podían considerarse
combatientes. Otros tres cuerpos de ejército, más pequeños y no tan
bien pertrechados, defendían los flancos y la retaguardia de las colum-
nas y elevaban el total a unos ochenta mil hombres, cada uno de los
cuales llevaba raciones de arroz y sal para unas dos semanas.
Había también unas treinta y cinco mujeres en estas dos columnas,
entre ellas la joven segunda esposa de Mao Zedong, He Zizhen, que es-
taba embarazada, y la cuarta esposa de Zhu De, una joven campesina.
(De las tres esposas anteriores de Zhu De, una había muerto tras dar a
luz, a otra la habían matado los terratenientes y la tercera había sido eje-
cutada por el Guomindang. La primera esposa de Mao, Yang Kaihui,
también había sido capturada y ejecutada por el Guomindang en 1930.)
Pero a la mayoría de las mujeres y sus hijos -incluso los hijos de solda-
dos del Ejército Rojo nacidos después de promulgarse las nuevas leyes
sobre el matrimonio, que eran más libres- hubo que dejarlos en Jiangxi,
lo cual causó grandes sacrificios y sufrimientos personales cuando el Guo-
mindang reconquistó la zona.
También se quedó un contingente integrado por unos veintiocho mil
soldados comunistas, entre los que había veinte mil heridos que no es-
taban en condiciones de hacer las inevitables marchas forzadas. Su mi-
sión era combatir como unidades guerrilleras para conservar zonas dis-
persas del antiguo sóviet de Jiangxi y formar una red clandestina para un
posible retomo de las principales fuerzas comunistas en una fecha fu-
tura. En este grupo se encontraban el hermano menor de Mao Zedong,
Mao Zetan, así como Qu Qiubai, el líder del partido expulsado tras
la segunda ronda de luchas en 1927, que padecía tuberculosis y esta-
ba demasiado enfermo para viajar. Mao Zetan murió más adelante en
combate contra fuerzas del Guomindang y Q!1 Qjubai fue hecho pri-
sionero y ejecutado después de escribir una extraña y conmovedora ..úl-
tima voluntad» en la que expresaba a grandes rasgos su desilusión con
el marxismo dogmático y recalcaba su anhelo de un mundo más ama-
ble y más romántico.
La ruptura del cerco de jiangxi por los comunistas empezó al am-
paro de la oscuridad el 16 de octubre de 1934. Fue el comienzo de la
«Larga Marcha», una de las principales sagas heroicas de la historia del
comunismo chino. Provocada por una serie de derrotas tácticas, la mar-
cha terminó como victoria estratégica cuando lo que quedaba de las fuer-
zas comunistas llegó a la provincia de Shaanxi el 20 de octubre de 1935,
tras recorrer casi nueve mil setecientos kilómetros de territorio peligro-
so en 370 días.
Las fases iniciales de la marcha salieron casi como estaba planeado.

549
Los dos principales cuerpos de ejército atravesaron el perímetro del su-
doeste de los anillos defensivos del Guomindang, cruzaron sin novedad
el río Tao y, seguidas a poca distancia, por las columnas de mando y
apoyo, llegaron al segundo anillo, a lo largo de la frontera entre jiangxi
y Hunan, justo al norte de la provincia de Guangdong. El 111 Cuerpo
de Peng Dehuai rompió rápidamente la segunda línea defensiva, aun-
que el 1 Cuerpo de Lin Biao sufrió numerosas bajas en las montañas
del sur. Perseguidos de cerca por ejércitos tanto regionales como del
Cuomindang, las fuerzas de la Larga Marcha adoptaron una táctica que
consistía en marchar durante cuatro horas, descansar durante otras cua-
tro y así sucesivamente, y atravesaron la tercera linea defensiva junto
al ferrocarril de Wuhan a Cantón. Entorpecidas por sus voluminosos
convoyes de bagaje y por la deserción de muchos de los porteadores,
provistas de mapas deficientes y trabadas por el problema de carreteras
atroces o inexistentes en las regiones fronterizas entre Guangxi y Hu-
nan, las fuerzas de la Larga Marcha estuvieron a punto de verse atrapa-
das cuando cruzaron la última línea defensiva, a lo largo del río Xiang,
a mediados de diciembre. Aunque el Guomindang y sus aliados habían
hecho imposible que el principal ejército de Jiangxi enlazara con otras
fuerzas comunistas en Hunan, no pudieron impedir que los comunis-
tas penetrasen en Guizhou por el punto donde esa provincia linda con
Hunan y Guangxi.
Durante las semanas siguientes las tropas de la Larga Marcha se apo-
deraron de diversas poblaciones con mercado en Guizhou y en ellas se
reaprovisionaron y reorganizaron sus columnas tras abandonar gran par-
te del material pesado, incluidos los cañones que ya no podían usar por
falta de municiones. La oposición se estaba fragmentando y, después
de que las defensas del caudaloso río Wu en Guizhou fueran vencidas
por los cuerpos de ejército I y 111, que el 7 de enero de 1935 cruzaron
audazmente el río en balsas de bambú, las avanzadillas comunistas en-
traron en la próspera ciudad de Zunyi antes de que los mercaderes ricos
o los funcionarios del Guomindang pudieran escapar. Los comunistas
se apoderaron de grandes cantidades de alimentos y prendas de vestir,
de los que estaban muy necesitados, aunque se llevaron una decepción
al comprobar que los depósitos de municiones de la población no es-
taban muy llenos.
Mientras las tropas descansaban en Zunyi, los dirigentes del parti-
do tomaron medidas para convertir la ciudad en centro de cambios ra-
dicales. Evocaron parte del entusiasmo de sus campañas anteriores ce-
lebrando mítines de masas, debatiendo la reforma agraria, repartiendo
artículos confiscados entre los pobres y formando comités revolucio-

550
narios. Fue también en 2unyi donde tuvo lugar un tenso e importan-
te encuentro de los líderes comunistas de máximo nivel. A esta Confe-
rencia de Zunyi, celebrada los días 15-18 de enero de 1935, asistieron
dieciocho de los principales dirigentes comunistas: seis miembros del Po-
litburó, cuatro miembros suplentes, siete jefes de alta graduación del
ejército y el representante de la Comintem Otto Braun. En cuatro días
de prolongados debates, se analizaron las razones de la derrota del par-
tido en la región de Jiangxi y se estudiaron las opciones políticas que
se les ofrecían. Las «resoluciones» que se dieron a conocer al término
de la conferencia criticaban a la dirección del sóviet de Jiangxi por ha-
ber seguido una política de "pura defensa» en lugar de una guerra "más
móvil» y por haber librado, a comienzos de 1934, «una lucha desespe-
rada y sin objetivo contra el enemigo en el sóviet» que desgastó la fuerza
de los comunistas hasta tal punto que «la retirada del sóviet se convir-
tió en una huida despavorida y una especie de operación de mudanza
de casa»." Dado que representaban en gran parte los puntos de vista de
Mao Zedong, estas resoluciones fueron un paso importante en la ascen-
sión de éste a un puesto que le permitiría controlar el Partido Comu-
nista. Mao fue nombrado miembro de pleno derecho del Comité Per-

551
manente del Polithuró y ayudante principal de Zhou Enlai para la pla-
nificación militar. El «bolchevique de vuelta» Bo Gu perdió su puesto
de «persona con responsabilidad global del centro del partido», como se
le había denominado, y, junto con Otto Braun, perdió también el con-
trol de la toma de decisiones militares.
Durante el periodo que siguió a la Conferencia de Zunyi, Mao ac-
tuó lentamente para hacerse con el liderazgo militar que ostentaba Zhou
Enlai. Fue para las fuerzas comunistas un periodo peligroso durante el
cual cruzaron a la ventura el norte de la provincia de Guizhou, el nor-
te de Yunnan y el sur de Sichuan, donde hicieron frente a la terca opo-
sición de los señores de la guerra que todavía dominaban la mayor parte
de las provincias citadas, así como a la de las tropas regulares del Guo-
mindango Durante cierto tiempo Chiang Kai-shek, que se trasladó en
avión a Guiyang, coordinó personalmente los contraataques y utilizó
de forma inteligente la presencia comunista en el sudoeste para edifi-
car su propia fuerza política allí a expensas de los señores de la guerra.
Las tropas de la Larga Marcha evitaron la suerte que mucho tiem-
po antes habían corrido tanto el príncipe de Gui como Wu Sangui en
aquellas lejanas regiones montañosas gracias a un audaz avance hacia
el norte en el que penetraron en la provincia de Sichuan y en Xikang (el
antiguo Tíbet oriental) a comienzos de mayo. Después de emplear ocho
días en trasladar sus fuerzas a la otra orilla del río Jinsha en embarca-
ciones pequeñas, los comunistas se dirigieron al norte por terreno agres-
te y montañoso. En el puente de Luding, que se elevaba mucho por
encima del río Dadu, las fuerzas comunistas protagonizaron uno de los
episodios más osados de la Larga Marcha. La única manera de cruzar el
ancho río de corrientes rápidas, era un puente colgante de cadenas con
suelo de tablas. El enemigo había quitado la mayor parte de las tablas
y tenía el puente claramente a tiro. Pero veinte soldados comunistas -ar-
mados con granadas- avanzaron a rastras unos noventa metros por las
cadenas, palmo a palmo, tomaron por asalto la posición situada en el
otro extremo y vencieron a los defensores. La maniobra permitió al res-
to de las fuerzas comunistas cruzar el río sin sufrir bajas antes de finales
de mayo de 1935.
Vino a continuación una dura travesía de las montañas de las Gran-
des Nieves durante la cual Mao, enfermo de malaria recidivante, tuvo
que ser llevado a veces en camilla, Lin Biac sumó varios desmayos a
causa del aire enrarecido y muchos soldados fueron víctimas de con-
gelación y más adelante hubo que amputarles un pie o una pierna. Hos-
tigadas por tropas tibetanas, bombardeadas esporádicamente por la avia-
ción del Guomindang y subiendo por un terreno que alcanzaba más de

552
cuatro mil ochocientos metros de altura en algunos lugares, las tropas de
la Larga Marcha llegaron por fin a la población de Mougong, en el nor-
te de Sichuan, el 12 de junio de 1935. De los que habían iniciado la
marcha quedaba la mitad, alrededor de cuarenta mil.
En el norte de Sichuan los participantes en la Larga Marcha se unie-
ron a las fuerzas de Zhang Guotaa, que había abandonado su sóviet en
el este de la provincia para llevar a sus cincuenta mil soldados a una base
nueva. La unión de estas fuerzas comunistas debería haber sido exitosa,
porque Zhang Guotao y Mao se conocían desde hacía mucho tiempo,
de cuando estudiaban en la Universidad de Pekín, y ambos habían asis-
tido a los mítines fundacionales del PCCh en 1921 antes de proceder
a edificar sus propias zonas de Gobierno. Pero tras semanas de debates
sobre la estrategia que debían seguir, los dos líderes no consiguieron
llegar a un acuerdo, ya que Mao insistía en la necesidad de seguir avan-
zando hacia el norte y el este, hasta llegar a Shaanxi o Ningxia, mien-
tras que Zhang Guotao deseaba crear un sóviet aislado y defendible en
la región fronteriza de Sichuan y Xikang. Mao también expresó su in-
tención de formar un «Gobierno unido de defensa nacional-" cuando
llegara a su nueva base para que todos los chinos pudieran hacer cau-
sa común contra la agresión japonesa. De hecho, esta postura coinci-
día con las decisiones recientes de la Comintern en Moscú, aunque no
se sabe a ciencia cierta si Mao se había enterado de ellas o si sencilla-
mente había tomado la misma decisión por cuenta propia. Zhang Cuo-
tao quería que el PCCh fuese independiente de la Comintern y este plan
no era de su agrado. Si bien es obvio que Mao salió de estos debates
convertido en el líder político y militar del peCh, no pudo vencer la
resistencia de Zhang Guotao. En virtud de una fórmula conciliatoria,
tal vez propiciada por el comandante en jefe, Zhu De, los dos ejércitos
se fusionaron a la vez que volvían a dividirse. Mao recibió el mando de
la reorganizada «columna oriental», integrada por los supervivientes
de los cuerpos de ejército I y III de Lin Biao y Peng Dehuai junto con
dos cuerpos de las tropas de Zhang Guotao; éste se hizo cargo de los
antiguos cuerpos V y IX de Mao para añadirlos a sus propias fuerzas,
junto con los servicios de Zhu De.
Las fuerzas comunistas volvieron a dividirse ahora. Zhang Cuoteo
se dirigió al sudoeste para permitir descansar a sus tropas y preparar
pertrechos y ropa de abrigo para el invierno, a la vez que durante todo
agosto y comienzos de septiembre la agotada columna de Mao atrave-
saba penosamente los inhóspitos pantanos de la región fronteriza de
Qjnghai-Cansu. Lluvias y granizadas torrenciales, cenagales que pare-
cían arenas movedizas, la falta de alimentos y la imposibilidad de dor-

553
mir en el suelo encharcado, salvo de pie, causaron miles de muertes por
enfermedad y agotamiento entre los soldados. De día avanzaban a tien-
tas, guiándose por las delgadas sogas de hierba que las patrullas de re-
conocimiento dejaban en el suelo. Al salir de los pantanos, las fuerzas
de Mao tropezaron de nuevo con la oposición de tropas de Gansu y
Shaanxi cuando la columna pasó por una región situada más abajo del
meandro occidental del río Amarillo y atravesó los montes Liupan. Por
fin, el 20 de octubre, en Wuqizhen, en el norte de Shaanxi, cerca de la
frontera con Ningxia, las tropas de Mao se encontraron con los guerri-
lleros comunistas del norte de Shaanxi. Entre ocho mil y nueve mil de
los ochenta mil soldados que habían partido de Jiangxi continuaban con
Mao. Durante el año siguiente los supervivientes de la «columna occi-
dental» de Zhang Guotao y Zhu De (estas unidades habían salido muy
malparadas de los combates encarnizados en el oeste de China) fueron
llegando poco a poco, desordenadamente, a la misma región.
Mao resumió la experiencia en diciembre de 1935 y escribió: «La
Larga Marcha ha sido la primera de su clase en los anales de la Histo-
ria. Es un manifiesto, una fuerza propagandística, una máquina sem-
bradora... Ha proclamado ante el mundo que el Ejército Rojo es un
ejército de héroes, mientras que los imperialistas y sus esbirros, Chiang
Kai-shek y los de su ralea, son impotentes»." Magníficas palabras en
verdad, pero no podían ocultar que el Partido Comunista había perdi-
do ahora prácticamente toda su estructura de bases en el sur y el este,
urbanas y rurales. Quince años de esfuerzos revolucionarios parecían no
haber servido para nada y reconstruir el edificio derruido resultaría tre-
mendamente dificil.

Crisis en Xi'an
Uno de los escritores más populares en China durante el decenio
de 1930 fue Lao She, un manchú que había vivido y trabajado en In-
glaterra durante seis años antes de regresar a China en 1930. Admira-
dor de Charles Dickens, D.H. Lawrence y joseph Conrad, las obras de
estos tres autores influyeron en él cuando escribió sus propias novelas,
que eran satíricas pero hondamente enraizadas en la realidad, social-
mente agudas y resignadamente conscientes de las disonancias entre
Oriente y Occidente. Mientras ejercía de maestro en la ciudad de Ji-
nan, en Shandong, en 1931, se sintió fascinado por las reminiscencias
locales de lo que había sucedido en dicha ciudad durante las últimas

554
fases de la Expedición al Norte en mayo de 1928, cuando los salvajes
choques entre los japoneses y los chinos habían obligado a Chiang Kai-
shek a alterar su línea de marcha. Así pues, Lao She escribió una nove-
la sobre el Incidente de Jinan y la envió a la conocida Commercial Press
de Shanghai.
Pero una amarga ironía quiso que la única copia del manuscrito re-
sultara destruida cuando los japoneses bombardearon el edificio de la
editorial durante su ataque a Shanghai en enero de 1932. En vez de in-
tentar reconstruir la obra perdida, Lao She escribió una nueva novela,
Diario de la ciudad de los gatos, que se publicó por entregas a finales
de 1932 y en 1933. Aunque Lao She no la consideró un éxito artisti-
ca, ninguna obra del decenio de 1930 logró señalar tan bien -ni con
tanta amargura- las locuras y las miserias de la guerra civil que a la sa-
zón asolaba China, en la cual la lucha entre los comunistas y el Cuo-
mindang parecía absorber toda la energía de la nación mientras los ja-
poneses incrementaban su fuerza para descargar nuevos golpes contra
la soberanía china.
Diario de la ciudaddelos gatos es una sátira transparente que presenta
la historia de un viajero del espacio que llega a Marte y se encuentra

555
con que en ese momento el país de los gatos (China) es invadido por
una nación despiadada de gente pequeña (los japoneses). El narrador
habla con detalle de las agudas divisiones sociales y políticas que se-
paran a las facciones de gatos y les impiden concentrarse en formar un
frente unificado contra el agresor. El narrador reflexiona con pesar so-
bre lo que esto debe de significar para los gatos, a muchos de los cuales
admira y respeta, incluso ama. «La guerra sigue a toda revolución», es-
cribe el narrador de Lao She en un pasaje aplicable tanto al Guomin-
dang como al PCCh, «pero son los vencedores los que quedan desam-
parados. Como lo único que saben hacer es destruir cosas, carecen de
la imaginación y el entusiasmo necesarios para construirlas de nuevo.
y el único resultado de la revolución es incrementar el número de sol-
dados armados y el número de funcionarios corruptos que explotan a
la gente sencilla. En esta clase de situación la gente sencilla pasa ham-
bre tanto si trabaja como si no.» Era preciso reflexionar sobre la rela-
ción entre el individuo y la nación cuando se acercaba una de esas cri-
sis porque «la "muerte de un estado" no es la catarsis de una tragedia;
tampoco es una metáfora poética de la rectitud; es una realidad fría y
desagradable; es la lógica acerada de la historia..Y Al final de la escalo-
friante novela de Lao She los gatos supervivientes se despedazan unos
a otros mientras los soldados enemigos contemplan la escena.
Los estudiantes chinos patriotas respondieron a la dura visión que
presentaba Lao She. Habían tratado de organizar manifestaciones an-
tijaponesas durante el decenio de 1930 y el PCCh había logrado for-
talecer su popularidad en China «declarando la guerra» a Japón desde
el sóviet de Jiangxi en 1932. Cuando llegaron a Shaanxi al final de la
Larga Marcha, los comunistas reiteraron la necesidad de un «frente uni-
do» contra Japón. Mao Zedong atacó a «los partidarios de las puertas
cerradas» -como llamó a los miembros del PCCh que condenaban a
toda la burguesía china por «total y eternamente contrarrevolucionaria».
y edificó sobre el argumento que había presentado en Sichuan durante
la Larga Marcha. Pidió una actitud flexible que uniese a todos los que
se oponían a la agresión japonesa, ya fueran las clases urbanas acauda-
ladas, los intelectuales, los campesinos ricos, los miembros del Gobier-
no, los sindicatos obreros controlados por el Guomindang o los seño-
res de la guerra. Cuando dijo esto se hizo eco una vez más de la postura
de la Comintem en su esfuerzo por encontrar aliados para hacer fren-
te al auge de las potencias fascistas en Europa.
Una figura poderosa que estaba de acuerdo con esta postura era
Zhang Xueliang, el Joven Mariscal de Manchuria, cuyo padre había
muerto cuando los japoneses volaron el tren en el que viajaba en 1928

556
y cuyo propio ejército había sido expulsado de Manchuria en 1931.
Después de curarse de su adicción a la morfina con la ayuda de mé-
dicos occidentales en Shanghai y de viajar sin prisas por Europa, don-
de causó honda impresión en él la eficiencia militar que vio tanto en
Italia como en Alemania, Zhang Xueliang regresó a China a comienzos
de 1934 y ofreció sus servicios como militar a Chiang Kai-shek. Éste
le encomendó la tarea de destruir el sóviet comunista de la región fron-
teriza de Hubei-Henan-Anhui y Zhang Xueliang la cumplió con éxito.
Pero Zhang Xueliang vio con consternación que, en el mismo momen-
to en que él usaba sus tropas para matar a los comunistas, los japoneses
lanzaban una nueva serie de amenazas militares. Los planes japone-
ses consistían ahora en instaurar un régimen independiente en Mon-
golia Interior y ampliar las zonas desmilitarizadas que había creado la
Tregua de Tanggu en 1933 para que incluyesen toda la provincia de
Hebei. En noviembre de 1935 Hebei oriental, dominada por un gene-
ral chino respaldado por los japoneses, pasó a estar bajo el llamado
Consejo Anticomunista de Autogobierno de Hebei Oriental, que dio
a los japoneses el control decisivo de la región.
A pesar de los esfuerzos del Guomindang por acallar las voces de
descontento, el 9 de diciembre de 1935 miles de estudiantes se con-
centraron en Pekín para protestar contra el poder japonés. Con la es-
peranza de intimidarlos e impedir nuevas protestas, la policía de Pekín
cerró las puertas de la ciudad, lanzó chorros de agua contra los mani-
festantes bajo un frío intensísimo y apaleó o detuvo a los que pudo
alcanzar. Pero «los del 9 de Diciembre», como enseguida los llamaron,
habían tocado una fibra sensible de la nación: al cabo de poco más de
una semana, más de treinta mil personas participaron en una segunda
manifestación mientras varios miles más protestaban en Nankín, la ca-
pital nacionalista, y en Wuhan, Shanghai, Hangzhou y Cantón. Los or-
ganizadores comunistas que intervinieron en muchas de estas manifes-
taciones y en la coordinación de las actividades subsiguientes intentaron
ampliar la base del movimiento del 9 de Diciembre y recabaron el apo-
yo de las mujeres, los campesinos e incluso -apelando al patriotismo-
de la propia policía.
El Joven Mariscal, Zhang Xueliang, que mientras tanto había sido
enviado a Xi'an para que coordinase los ataques al sóviet de Shaanxi,
estuvo entre los que hicieron gestiones para que la policía pusiera en
libertad a los manifestantes detenidos. Era obvio que le habían con-
movido los llamamientos comunistas a favor de la acción unida contra
los japoneses, pese a que seguía cumpliendo las órdenes de Chiang
Kai-shek sobre la «supresión del bandidaje». Cuando fuerzas comunis-

557
tas derrotaron a algunas de sus mejores tropas y causaron numerosas ba-
jas entre ellas, el Joven Mariscal confió a un amigo que había empeza-
do a preguntarse si no habría llegado el momento de «utilizar medios
"pacíficos" para resolver el problema comunista». En enero de 1936
los comunistas apelaron directamente a los soldados de 2hang Xue-
liang -la mayoría de los cuales se habían exiliado de su Manchuria na-
tal- para que secundasen el «Gobierno democrático de los obreros y el
Ejército Rojo» con el fin de «luchar juntos contra los iapooeses»." En
febrero Zhang Xueliang ya se había entrevistado como mínimo una vez
con negociadores comunistas, y, en una medida propagandística que
obtuvo un éxito brillante, los comunistas de Shaanxi liberaron a todos
los soldados del ejército manchuriano a los que habían hecho prisio-
neros e inducido a adoptar actitudes favorables al frente unido contra
los japoneses.
En la primavera de 1936 agentes comunistas, con e! conocimiento
y la aprobación tácita de Zhang Xueliang, ya habían organizado un
grupo influyente de sus jóvenes colaboradores y oficiales del ejército,
la Sociedad de Camaradas para la Resistencia contra Japón. Ya finales
de abril o principios de mayo, 2hang Xue1iang viajó a la base comu-
nista de las montañas del norte de Shaanxi, donde sostuvo prolonga-
das conversaciones con 2hou Enlai sobre la posibilidad de llevar a cabo
acciones concertadas contra Japón. Zhou Enlai había vivido en Muk-
den cuando era niño y se estaba revelando como un hábil diplomáti-
co; cautivó a Zhang Xueliang, que quedó convencido de la sinceridad
de los sentimientos antijaponeses de! PCCh.
El movimiento antijaponés adquirió nuevo ímpetu en el verano
de 1936, cuando los generales más destacados de Guangdong y Guangxi,
en el sudeste, anteriormente aliados de Chiang Kai-shek, marcharon
con sus tropas a Hunan y jiangxi, y exigieron que se les permitiera lu-
char contra los japoneses en e! norte. Aquel mismo verano Zhang Xue-
liang mandó emisarios a negociar en secreto con el poderoso señor de
la guerra Van Xishan, que dominaba la vecina provincia de Shanxi des-
de 1917 y había sido hasta la fecha fiel aliado anticomunista de Chiang
Kai-shek. Sintiéndose presionado por los japoneses en sus fronteras y
muy preocupado por el destino de China, Van Xishan respondió, con
cautela, que no estaba convencido de que la importancia que a la sa-
zón se daba a las campañas contra los comunistas fuese correcta.
Aunque era consciente de que estos sentimientos iban en aumento,
Chiang Kai-shek se mantuvo firme en su deseo de eliminar a los co-
munistas de Shaanxi antes de hacer algo contra Japón. Aprovechó una
visita a Xi'an a finales de octubre de 1936 y la celebración de su quin-

558
cuagésimo cumpleaños en aquellas mismas fechas" -a la que asistieron
muchos generales de categoría superior, incluidos Yan Xishan y Zhang
Xueliang- para arremeter contra quienes no estaban de acuerdo con él
en que «los comunistas son nuestros mayores traidores». Pero esta retó-
rica habitual ya no convencía a sus oyentes y Chiang Kai-shek regresó
a Nankín sin haber resuelto nada.
A finales de octubre y en noviembre de 1936, tropas de los ejérci-
tos títeres de los japoneses en Manchukuo y varias unidades mongolas
emprendieron una invasión a gran escala de la provincia septentrional
de Suiyuan, apoyadas por aviones y tanques japoneses. Las tropas chi-
nas entusiasmaron al país con su resistencia heroica. En otras partes,
los obreros chinos de fábricas de propiedad japonesa se declararon en
huelga y los líderes del autodenominado Movimiento de Salvación Na-
cional organizaron campañas enérgicas en Shanghai. En el plano inter-
nacional, la firma del Pacto Anti-Comintem entre Japón y Alemania a
finales de noviembre hizo temer a algunos que Chiang Kai-shek, fiel
a su tradición de apoyarse mucho en el asesoramiento militar de los
alemanes, se volviera ahora más pro japonés. El desembarco de infantes
de marina japoneses en la ciudad de Qingdao, en otro tiempo arren-
dada a los alemanes -donde ayudaron a imponer un cierre patronal con-
tra obreros en huelga, ocuparon edificios públicos y detuvieron a agi-
tadores antijaponeses-, exacerbó aún más la situación.
A comienzos de diciembre, Chiang Kai-shekvolvió en avión a Xi'an,
a pesar de que amigos íntimos y otras personas le advirtieron de que
era peligroso. Tras su llegada celebró una serie de entrevistas privadas
con los generales del ejército del Joven Mariscal, Zhang Xueliang, para
comprobar su lealtad y actuó decisivamente para acabar con los comu-
nistas de una vez para siempre. Chiang Kai-shek ordenó trasladar a la
región de Xi'an tropas en las que pudiera confiar, así como bombarde-
ros de las fuerzas aéreas chinas, e instó a que «la tarea de ocho años
de supresión del bandidaje... se hiciera en dos semanas, en el plazo de
un mes a lo sumo». Insistió en ello cuando miles de estudiantes de Xi'an
se concentraron en la ciudad el 9 de diciembre de 1936 para celebrar
el primer aniversario de los 9 de Diciembre de 1935. Trataron de diri-
girse al cuartel general de Chiang Kai-shek, pero la policía los hizo re-
troceder, disparó contra ellos e hirió a dos estudiantes. Decididos ahora
a obligar a Chiang Kai-shek a adoptar una postura antijaponesa, Zhang

* Chiang Kai-shek nació en octubre de 1887, por 10 que, según el modo de con-
tar occidental, los chinos estaban festejando el principio de su quincuagésimo año.
(N ""A)

559
Xueliang y sus oficiales de más categoría celebraron una última, tensa
y prolongada reunión el 11 de diciembre y, al amanecer del día 12, uni-
dades del ejército de Zhang Xueliang tomaron por asalto el cuartel ge-
neral de Chiang Kai-shek en las colinas de las afueras. Mataron a la
mayoría de los miembros de la guardia personal de Chiang Kai-shek y
finalmente capturaron al trémulo y herido generalísimo, que se había
escapado vestido con ropa de dormir y, tras saltar un muro de la parte
posterior de su recinto, se había escondido en una cueva en la ladera,
donde le apresaron los hombres de Zhang Xueliang.
Más avanzada la mañana del 12 de diciembre, Zhang Xueliang y
sus partidarios en Xi'an mandaron por telégrafo una circular a todos
los líderes de los gobiernos central y provinciales de China, a la pren-
sa y a varias organizaciones de masas. La circular contenía ocho exi-
gencias clave dirigidas a Chiang Kai-shek: reorganizar el Gobierno de
Nankín para convertirlo en una institución ampliamente representativa
que «salvara a la nación»; poner fin a la guerra civil; liberar a los mani-
festantes patrióticos detenidos en Shanghai; poner en libertad a presos
políticos en otras partes; fomentar los movimientos patrióticos; garan-
tizar las libertades políticas de reunión; cumplir la voluntad de Sun
Yat-sen, y convocar enseguida una Conferencia de Salvación Nacional.
Al mismo tiempo, Zhang Xue1iang intentó consolidar su posición mi-
litar, pero no logró tomar las estratégicas ciudades de Tongguan (a orillas
de la confluencia de los ríos Amarillo y Wei) y Luoyang, que protegían
los accesos a Xi'an. Sf pudo, sin embargo, tomar Lanzhou, la capital de
Gansu, situada al noroeste.
Durante las dos semanas siguientes tuvieron lugar algunas de las ne-
gociaciones más complejas y delicadas de la historia moderna de Chi-
na. El Gobierno de Nankfn, ante la alternativa de lanzar masivas repre-
salias militares o entablar negociaciones conciliatorias para rescatar a
Chiang Kai-shek, finalmente optó por ambas cosas. Así pues, movili-
zó el ejército y las fuerzas aéreas en Luoyang para un asalto a gran es-
cala contra Xi'an al tiempo que enviaba al asesor australiano de Chiang
Kai-shek, W.H. Donald (que había sido asesor personal de Zhang Xue-
liang) a Xi'an. Allí se reunieron con él Madame Chiang Kai-shek, su her-
mano TV Soong y el líder de los Camisas Azules Dai Li. La mayoría
de los señores de la guerra aliados con Chiang Kai-shek se mantuvie-
ron neutrales y esperaron ansiosamente ver qué rumbo tomaban los
acontecimientos; pero un grupo de 275 jóvenes generales del ejército,
todos ellos graduados por la Academia Militar de Whampoa, que afir-
maban hablar en nombre de otros setenta mil graduados y alumnos,
envió un dramático telegrama a Zhang Xueliang. En él aseguraban que

560
si a su líder le pasaba algo, «nosotros, los ex alumnos, juramos que te
trataremos con toda la fuerza que llevamos dentro y que jamás vivire-
mos bajo el mismo cielo y el mismo sol que tú y quienquiera que esté
relacionado contigo»."
En la base comunista de Shaanxi la noticia del secuestro de Chiang
Kai-shek causó mucho revuelo y confusión. Al igual que en el Gobier-
no de Nankín, las opiniones estaban divididas. Algunos veían en ello
una oportunidad excelente para matar a Chiang Kai-shek: otros, una
ocasión para unir al país detrás de una política de frente unido y re-
sistencia antijaponesa, y al mismo tiempo, reforzar la posición general
del peCho Mientras discutían y esperaban la reacción de Moscú -como
habían dicho a Zhang Xueliang que tendrían que hacer-, Mao, Zhou
Enlai y otros líderes comunistas recibieron un telegrama extenso que
se cree que redactó Stalin en persona. El telegrama explicaba que Stalin
apoyaba un frente unido, pero no creía que Zhang Xueliang tuviera el
poder y el talento necesarios para encabezado. A pesar de todo lo que
había sucedido a lo largo de 1927 y después, concluía Stalin, Chiang
Kai-shek seguía siendo el único hombre que tenía prestigio para cum-
plir semejante misión. Stalin también instaba al PCCh a tratar de con-
seguir la puesta en libertad de Chiang Kai-shek. Y en un comentario sor-
prendente, que demostró una vez más que la tortuosidad de la mente
de Stalin se imponía a su control detallado de los hechos, sugería la po-
sibilidad de que todo el incidente de Xi'an hubiese sido fruto de maqui-
naciones japonesas cuyo objetivo era que China se sumiera aún más
en una guerra civil que aumentaría su fragmentación.
El 16 de diciembre, Zhou Enlai llegó a Xi'an en calidad de princi-
pal negociador comunista en un avión que le había enviado el Joven
Mariscal. En varias conversaciones privadas con Zhang Xueliang, Zhou
Enlai abogó por la formación de un Gobierno nacional de frente uni-
do bajo el liderazgo de Chiang Kai-shek, con preferencia a un Gobier-
no basado en los ejércitos del propio Zhang Xueliang en el noroeste.
El 19 de diciembre, el PCCh hizo una declaración pública en la que
sugería Tongguan como punto de demarcación entre las fuerzas del
Guomindang y las de Zhang Xueliang, pedía que se celebrase una con-
ferencia nacional a la que asistiría una delegación del PCCh, que se
hiciera un análisis detallado de la «disposición» de Chiang Kai-shek, al
tiempo que proponía Nankín como marco. óptimo para la conferencia.
Las negociaciones continuaron hasta el día de Navidad de 1936, mo-
mento en que Chiang Kai-shek, que desde su secuestro siempre se ha-
bía negado categóricamente a hacer declaraciones por escrito, ofreció
a Zhang Xueliang y los otros líderes de Xi'an un «acuerdo verbal» en

561
el sentido de que estudiaría la situación. Después de más debates, los
otros generales aliados de Zhang Xueliang acordaron finalmente permi-
tir que Chiang Kai-shek partiera de Xi'an en avión aquella misma tar-
de. Para probar la sinceridad de sus motivos y eliminar cualquier insi-
nuación de que se había «amotinado'>' y también para asegurarse de que
Chiang Kai-shek cumpliera su palabra, Zhang Xueliang se brindó vo-
luntariamente a acompañarle en el viaje y el grupo salió de Xi'an alre-
dedor de las 2 de la tarde, Tras hacer varias escalas para repostar carbu-
rante, el avión llegó a Nankín al mediodía del 26 de diciembre y Chiang
Kai-shek fue recibido con entusiasmo por cuatrocientas mil personas.
Era evidente que el secuestro y su firmeza personal habían reavivado la
popularidad de Chiang Kai-shek como líder nacional.
En algunos niveles, sin embargo, los acontecimientos subsiguientes
fueron decepcionantes. Zhang Xueliang fue sometido a un consejo de
guerra por insubordinación, juzgado en Nankín y condenado a diez
años de cárcel, que pronto le fueron conmutados por arresto domici-
liario. Después de más intentonas golpistas, los ejércitos de Xi'an hos-
tiles a Chiang Kai-shek fueron trasladados a otras regiones y su lugar lo
ocuparon tropas cuya lealtad a Chiang Kai-shek no dejaba lugar a du-
das. El PCCh hizo un gesto dramático y se brindó a poner sus fuerzas
militares bajo las órdenes del Guomindang si se proclamaba la forma-
ción de un frente nacional sin fisuras contra los japoneses; pero, tras ce-
lebrar largas sesiones en febrero de 1937, el pleno del Guomindang con-
testó reiterando la necesidad de la vigilancia anticomunista y se negó
a comprometerse sin reservas con el frente unido.
A pesar de ello, las cosas habían cambiado. La situación se había
calmado en la zona de Shaanxi, donde los comunistas procedieron a
consolidar sus fuerzas en las cuevas de las montañas que rodeaban la
ciudad de Yan'an. El conjunto del país -y Madame Chiang Kai-shek,
el Joven Mariscal, WH. Donald y T,V. Soong eran testigos- sabía que
Chiang Kai-shek había dado implícitamente su palabra de que cam-
biaría la dirección de su política. De repente se había presentado la po-
sibilidad de que los peores temores de Lo She no se vieran confirmados
y de que los gatos tal vez acordaran unirse para plantar cara a su ata-
cante en lugar de matarse a arañazos unos a otros.

562
Cuarta parte
Guerra y revolución
Con el estallido de una guerra a gran escala con Japón en el vera-
no de 1937 desaparecieron todas las probabilidades que pudiera tener
Chiang Kai-shek de crear un Estado-nación fuerte y centralizado. Antes
de que transcurriera un año, los japoneses ya habían invadido el este de
China y privado al Guomindang de todos los centros industriales im-
portantes del país, así como de las tierras de labranza más fértiles, ade-
más de cortar prácticamente todos los lazos de China con el resto del
mundo. La nueva base de guerra de Chiang Kai-shek en Chongqing,
unos mil seiscientos kilómetros Yangzi arriba, pasó a ser el centro sim-
bólico de la resistencia nacional contra los japoneses, pero era un mal
lugar para lanzar contraataques. De modo parecido, las fuerzas comu-
nistas estaban aisladas en su base de Yan'an, en la provincia de Shaan-
xi, que carecía incluso de los recursos agrícolas de la región de Chong-
qing y era por ello una de las partes más pobres de China, sin ninguna
capacidad industrial. No era seguro que los comunistas pudiesen sobre-
vivir allí y, desde luego, parecía un lugar poco prometedor para exten-
der la revolución desde él.
Durante los primeros años de la guerra, el sueño de unidad nacio-
nal se mantuvo vivo gracias a la alianza nominal de las fuerzas naciona-
listas y comunistas en un frente unido. Mientras los japoneses adminis-
traban el este del país por medio de una estructura de regímenes títeres
conectados entre sí y encabezados por colaboracionistas chinos, los go-
biernos de Chongqing y Yan'an trataban de encontrar puntos de coin-
cidencia útiles. Los comunistas pusieron sordina a sus medidas de re-
forma agraria y moderaron su retórica, al tiempo que el Guomindang
intentaba acometer reformas económicas y administrativas que fortale-
cieran a China a largo plazo. Pero a principios de 1941 los dos partidos
ya volvían a estar en desacuerdo, hubo choques armados entre ellos y
empezaron a tomar posiciones y desplegar sus fuerzas de una manera
que parecía tener más en cuenta la posibilidad de una futura guerra ci-
vil que las exigencias de la lucha antijaponesa del presente.

565
La entrada de Estados Unidos en la guerra a raíz del bombardeo de
Pearl Harbor en diciembre de 1941 cambió la ecuación. China se vio
tratada ahora -al menos sobre el papel- como una «gran potencia» por
parte de los aliados occidentales y recibió asesoramiento militar, em-
préstitos enormes y todos los pertrechos y el carburante para aviones
que podían transportarse sobrevolando las montañas que la separa-
ban de India, que se había convertido en la última línea de abasteci-
miento del este del país. Esta ayuda llegaba a Chongqing, por ser el Cuo-
mindang el Gobierno legalmente reconocido de China. Los comunistas
de Yan'an tenían que arreglárselas con las toscas armas que podían fa-
bricar y el material del que conseguían apoderarse en sus incursiones
contra los japoneses. Haciendo de la necesidad virtud, afinaron sus ha-
bilidades para la guerra de guerrillas y crearon un laberinto de bases
detrás de las líneas japonesas, para lo cual recurrieron a las técnicas de
movilización de masas que habían cultivado en el sóviet de Jiangxi.
Volvieron a seguir una pauta más radical de confiscación y redistribu-
ción de tierras para reforzar su apoyo popular en el campo.
El final de la guerra en 1945 encontró al Guomindang desmorali-
zado por los largos años de lucha y a su Gobierno debilitado por con-
flictos personales y por la grave inflación que afectaba a las zonas que
se hallaban bajo su control. El partido actuó de fauna rápida pero inep-
ta para restablecer su dominio en las partes del país que habían estado
en poder de los japoneses, pero carecía de personal preparado para lle-
nar los puestos vacantes y de dinero para reconstruir una sociedad que
la guerra había destruido. Los comunistas, que tampoco tenían recur-
sos, se apresuraron a arrebatar a los derrotados japoneses tantas zonas
como pudieron y a asegurarse una firme base de apoyo entre los ha-
bitantes del norte de China. Los comunistas tenían la atención puesta
especialmente en Manchuria como lugar prometedor para concentrar
en él sus fuerzas militares y lanzar luego un ataque definitivo contra
Chiang Kai-shek. El tiempo demostraría que su estrategia era acertada.
En 1948 las fuerzas de Chiang Kai-shek en Manchuria ya habían sido
derrotadas y su base de poder personal en China propiamente dicha se
había visto totalmente erosionada por la inflación, que ya era catastró-
fica, y por la deserción de la mayoría de los intelectuales, estudiantes,
clases profesionales y obreros urbanos. Durante 1949 las fuerzas que
le quedaban sencillamente se desintegraron y a finales del mismo año,
mientras Chiang Kai-shek se retiraba a Taiwan con sus últimos parti-
darios, Mao Zedong proclamó en Pekín la fundación de la nueva Re-
pública Popular China.
Restaurar el orden en China no era una cuestión meramente mili-

566
taro Exigía reestructurar por completo la burocracia y el sistema de Go-
bierno, integrar el PCCh en ese sistema, frenar la inflación, imponer la
reforma agraria básica y eliminar la oposición en el país. Estas tareas se
vieron complicadas de forma inmensa por la guerra de Corea, a la cual
China contribuyó masivamente entre 1950 y 1953 y en la cual sufrió
numerosísimas bajas. Pero la guerra de Corea surtió un efecto positivo
porque puso de relieve la necesidad de reorganizar y modernizar las
fuerzas armadas. También se utilizó en la política interna para justificar
que se investigara, acosara y expulsara a extranjeros y para poner en
marcha una campaña de masas contra los propios chinos con el obje-
to de descubrir a los que pudieran simpatizar secretamente con el Guo-
mindang o con potencias extranjeras, o hubieran estado afiliados a aquél.
Otras campañas de masas, que se llevaron a cabo a gran escala y con
mucha violencia e intimidación, fueron dirigidas contra las ineficiencias
y la corrupción en el seno de la burocracia, contra las sectas religiosas y
otras sociedades secretas o las organizaciones que extorsionaban a los
trabajadores, y contra la burguesía urbana con sus abusos y prejuicios
arraigados.
Una vez terminada la guerra y concluidas las campañas, los líderes
chinos trabajaron para completar la primera etapa de su estrategia de cre-
cimiento económico. Formularon un plan quinquenal exhaustivo que
se basaba conscientemente en las experiencias de la Unión Soviética. El
crecimiento industrial que proyectaba el plan fue posible gracias prin-
cipalmente a que la agricultura proporcionó un superávit. Con el ob-
jeto de intensificar la producción agrícola e impedir la reaparición de
antiguas pautas sociales en el campo, el Gobierno lanzó una segunda
oleada de reformas agrarias más radicales. El programa anterior de re-
distribución parcial de la tierra, que había dejado intacto el concepto
de la propiedad privada, fue sustituido por una concentración total de
toda la tierra agrícola en grandes cooperativas de entre doscientas y tres-
cientas familias cada una. Casi todos los campesinos de China ya esta-
ban integrados en estas cooperativas al finalizar 1956 y la visión de Mao
de una China verdaderamente socialistaparecía haber dado un gran paso
adelante.
Coincidiendo en parte con estos grandes cambios relativos a la tierra,
se produjeron otros en la política exterior y la organización de las fuer-
zas armadas. En ambos campos China adoptó a mediados del decenio
de 1950 una postura sumamente pragmática y profesional, y dio la fran-
ca impresión de que trataba de poner límites a su visión revolucionaria.
Los estudiantes e intelectuales chinos también se sintieron atraídos por
Mao Zedong, que por medio de halagos los persuadió de dar expresión

567
a los agravios que aún les quedaran contra el Estado y el partido. Du-
rante varias semanas emocionantes de mediados de 1957 los dos gru-
pos se despacharon a gusto y el partido recibió una sacudida. Como era
de esperar, en vez de responder creativamente a las acusaciones, e! par-
tido contraatacó, los críticos fueron tachados de derechistas y centena-
res de miles fueron castigados.
Mao y los demás dirigentes del PCCh se encontraban ahora en una
encrucijada. El país estaba controlado y la economía crecía sin interrup-
ción, pero en el campo no había tenido lugar el crecimiento acelerado
que se esperaba. Mao vio claramente que la forma de impulsar un gran
avance económico consistía en liberar todas las fuerzas de la voluntad
humana en lugar de basarse en el cauto pragmatismo de los encarga-
dos de la planificación central. En una campaña furiosa y estimulante
se procedió a fusionar las nuevas cooperativas para formar comunas in-
mensas y se lanzó el Gran Salto Adelante, cuyo objetivo era reactivar
la vida humana y la economía por igual, poniendo fin a todas las an-
tiguas distinciones de género, edad, habilidad y ocupación. Era un sue-
ño fantástico que se tradujo en catástrofe para millones de personas
cuando la hambruna siguió a la euforia.
El partido se vio sacudido hasta los cimientos y a principios de! de-
cenio de 1960 intentó reorganizarse, reafirmar el control central y lle-
var la economía por un camino más previsible. Tuvo que hacerlo con
los propios recursos de China, dado que la polémica con la Unión So-
viética, violenta a finales del decenio de 1950, había dado como resul-
tado la ruptura absoluta en 1960 y e! regreso a Rusia de todos los aseso-
res y técnicos soviéticos que trabajaban en China. Un vez más, como
en el periodo del Primer Plan Quinquenal, las meticulosas orquesta-
ciones de la planificación exhaustiva a cargo del Estado pasaron a pri-
mer plano y la industria pesada de China, especialmente, volvió a una
senda de crecimiento rápido y convencionaL Pero la naturaleza aparen-
temente rutinaria y burocrática de estos planes, unida a los ataques del
partido a una generación más vieja de cuadros revolucionarios -muchos
de ellos rurales- impulsó a Mao a intentar un cambio más violento y
radical dentro de China. Con la ayuda del Ejército Popular de Libera-
ción y del ministro de Defensa, Lin Biao, que se erigió en e! promotor
más destacado del genio político de Mao, empezó a desafiar a la bu-
rocracia enquistada de su propio partido. Tras empezar por la esfera de
la cultura, en 1966 ya había pasado a las esferas política, social, educa-
tiva y económica. Invocando la energía de los jóvenes Guardias Rojos
contra sus mayores, Mao y sus seguidores más allegados pusieron en
marcha la Gran Revolución Cultural Proletaria, movimiento inmenso

568
y tortuoso que durante años sembró el terror y el desorden en China.
La burocracia del partido se vio atacada como en ningún momento an-
terior y los burócratas que se libraron de ser expulsados fueron reagru-
pados en «comités revolucionarios» que supuestamente inculcaban el
nuevo espíritu de radicalismo en todas las fábricas, comunas, escuelas
y unidades de trabajo.
La turbulencia dio nuevo poder al Ejército Popular de Liberación
(EPL), que se encontró ante la necesidad de interpretar una desconcer-
tante variedad de papeles nuevos. Al mismo tiempo, sin embargo, Mao
empezó a desconfiar de las ambiciones personales de Lin Biao y éste
comenzó a temer por su propio futuro. En la más extraña de las vuel-
tas que dio una historia enrevesada, Lin Biao supuestamente intentó
asesinar a Mao. El resultado fue la muerte de Lin Biao; pero cuando
la noticia de estas maquinaciones corrió por toda China, fue la credi-
bilidad de Mao la que resultó perjudicada. ¿~é debían creer ahora los
chinos? ¿~é quedaba de su revolución? ¿Adónde tenían que dirigir-
se? Tal vez poner fin a sus largos años de aislamiento y abrirse a las ha-
bilidades y las tecnologías de Japón y Occidente era la única forma de
inyectar nueva energía en su economía. Pero representaría poner en
entredicho muchas de las premisas fundamentales del propio maoís-
mo. La elección era muy dificil.

569
17
La segunda guerra mundial

La pérdida de la China orienral


Durante la primavera de 1937 hubo un periodo de calma, un res-
piro engañoso antes del cataclismo. Mientras el Guomindang y
el PCCh se disputaban la iniciativa propagandística abogando por el
frente unido, los japoneses observaban con recelo. Las discusiones y ten-
siones en el seno del gabinete y del ejército japoneses provocaron un
cambio de Gobierno a principios de 1937; el nuevo primer ministro era
el general Hayashi Senjuro -que había sido un eficaz y enérgico minis-
tro de la Guerra-, que, no obstante, afirmó en Tokio, cuando pronunció
su primer discurso: «No tengo ninguna fe en una política exterior agre-
siva». El recién nombrado ministro de Asuntos Exteriores de Hayashi
Senjuro declaró en público que para «evitar una crisis en cualquier mo-
mento» con China, lo único que tenía que hacer Japón era «andar en lío
nea recta por la senda abierta».' Lo irónico es que, durante este periodo
de tranquilidad, el ejército chino dio muestras crecientes de seguridad
en sí mismo e impaciencia. En mayo de 1937 el embajador estadouni-
dense en Nankín veía con preocupación que los sentimientos antija-
poneses se habían convertido finalmente en «una parte de la concien-
cia racial china», y su consejero en Pekín comentó que en Hebei podía
producirse una explosión a causa de los ejércitos chinos y su «creencia
cada vez mayor en su propia capacidad».'
Una serie de acontecimientos importantes y nimios acontecieron en-
tonces de una manera tal que -de modo acumulativo- resultó fatídi-
ca. El Gobierno de Hayashi Senjuro no consiguió que el parlamento
japonés aprobara sus medidas económicas y lo sustituyó un Gobierno
encabezado por el influyente pero indeciso príncipe Konoe. El general
que mandaba las fuerzas japonesas en el norte de China sufrió un
ataque al corazón y tuvo que reemplazarle un subordinado con menos
experiencia. Y tropas chinas en los alrededores del «Puente de Marco
Polo» (Lugouqiao) decidieron reforzar algunas defensas en las márge-

571
nes del río Yongding. Este puente -unos dieciséis kilómetros al oeste de
Pekín- había sido famoso en otro tiempo por su belleza; el emperador
Qjanlong escribió un poema sobre el hermoso espectáculo que ofrecía
la luna poniente contemplada desde el puente bajo las primeras luces
del alba. Más adelante se había construido a su lado un puente ferro-
viario de gran importancia estratégica que comunicaba las líneas del sur
con el empalme de la población de Wanping. Un ejército que domi-
nara Wanping podía controlar el acceso en tren a Tianjin, Kalgan y Tai-
yuan, y por esta razón las tropas japonesas en el norte de China solían
hacer maniobras en la zona, pues el Protocolo de los Bóxers, firmado
en 1901, les daba derecho a ello.
El 7 de julio de 1937 los japoneses decidieron utilizar el puente como
base para unas maniobras nocturnas a cargo de una compañía de uno
de los batallones que guarnecían Pekín. También se autorizó a los sol-
dados a disparar cartuchos de fogueo al aire en un simulacro de com-
bate. A las 10:30 de la noche los chinos dispararon varios cañonazos
contra la zona de reunión de las tropas japonesas sin causar ninguna
baja. Pero cuando los japoneses pasaron lista y se encontraron con que
uno de sus soldados había desaparecido, su comandante pensó que los
chinos le habían hecho prisionero y ordenó atacar Wanping. Este ataque,
que los chinos repelieron, puede considerarse la primera batalla de la
segunda guerra mundial.
Al día siguiente, cerca del empalme ferroviario de Wanping, tropas
chinas lanzaron un ataque contra la posición japonesa, pero fueron re-
pelidas. Durante los días siguientes, aunque habían cesado los tiroteos,
hubo una serie de negociaciones a menudo no coordinadas, declaracio-
nes y contradeclaraciones. Sus protagonistas fueron los jefes militares
locales de ambos bandos, las autoridades chinas y japonesas de Pekín,
los comandantes regionales chinos y japoneses y los gobiernos de Nan-
kín y Tokio. Los ánimos empezaron a caldearse. El Ministerio de la
Guerra japonés pidió la movilización de cinco divisiones en Japón para
hacer frente a las contingencias que pudieran surgir en el norte y el cen-
tro de China, al tiempo que Chiang Kai-shek ordenaba que cuatro di-
visiones se trasladaran a los alrededores de Baoding, en el sur de Hebei.
El príncipe Konoe, en una rueda de prensa, insistió en que el incidente
fue «exclusivamente resultado de una acción militar antijaponesa por
parte de China» y en que «las autoridades chinas deben pedirnos per-
dón por las acciones ilegales antiiaponesas». Chiang Kai-shek, desde
su residencia de verano en Kuling, anunció que los anteriores acuerdos
con los japoneses debían seguir considerándose el statu qua: «Si per-
mitimos que se pierda siquiera un palmo más de nuestro territorio»,

572
,,
,
,•

M ar
de China
Oriental

.,,: 4
Amor ) ~N
LA GQERRA CONJAPÓN:
~

EXPANSIÓNJAPONESA
m.J Julio 1937·julio d. 1938
. . Julio 1938·juJio d. 1939
" HU' 200
. . Julio 1939-dici. rnb" d. 1941

dijo, "seremos culpables de un crimen imperdonable contra nuestra


raza».'
El 27 de julio, justo cuando los jefes militares locales parecían es-
tar preparando la retirada, estallaron nuevos combates, esta vez fero-
ces, alrededor del Puente de Marco Polo. Tropas japonesas tomaron el
puente y se atrincheraron en la orilla izquierda del río Yongding. A final
de mes ya habían consolidado su dominio en toda la región de Tian-
jin-Pekin. Cuando recibió la noticia de la actitud desafiante de China,
el príncipe Konoe pidió "una solución fundamental de las relaciones
sinojaponesas». Chiang Kai-shek respondió: «La única opción que tene-
mos ahora es conducir a las masas de la nación, bajo un solo plan na-
cional, a luchar hasta el fin»."

573
En una importante y arriesgada jugada militar y estratégica, Chiang
Kai-shek decidió desviar a los japoneses de su campaña en el norte de
China lanzando un ataque contra sus fuerzas en la zona de Shanghai.
Era allí donde Chiang Kai-shek tenía el grueso de las mejores divisiones
adiestradas por los alemanes, prestas a entrar en acción desde que los
comunistas habían sido obligados a abandonar el sóviet de Jiangxi y a
emprender la Larga Marcha. En Shanghai las fuerzas chinas superaban
en número a las japonesas en una proporción de más de diez a uno, y
Chiang Kai-shek había tenido la precaución de construir -también con
asesoramiento alemán- una línea protectora de blocaos de hormigón en
la zona de Wuxi junto al ferrocarril de Nankín, por si era necesario em-
prender la retirada.
El 14 de agosto Chiang Kai-shek ordenó a sus fuerzas aéreas que
bombardeasen los buques de guerra japoneses anclados ante los mue-
lles de Shanghai. Si esperaba vengar de manera triunfal la humillante
derrota que la marina japonesa había infligido a las fuerzas de los Qjng
en Weihaiwei en 1895, debió de llevarse una triste decepción. La avia-
ción nacionalista no sólo había perdido el elemento sorpresa cuando los
japoneses interceptaron y descifraron un telegrama secreto, sino que,

574
además, los aviones chinos erraron el blanco y las bombas, en lugar de
alcanzar a la flota enemiga, cayeron sobre la ciudad de Shanghai y ma-
taron a centenares de civiles. A pesar de este trágico fracaso, el almi-
rante que mandaba las fuerzas japonesas anunció que «la marina impe-
rial, habiendo soportado lo insoportable, se ve ahora forzada a tomar
todas las medidas posibles y eficaces». El príncipe Konoe declaró que
Japón se veía ahora «obligado a actuar con resolución para hacer entrar
en razón al Gobierno de Nankín».'
Con la «guerra» todavía sin declarar, el Gobierno japonés envió quin-
ce nuevas divisiones al norte y el centro de China. Chiang Kai-shek or-
denó a sus tropas que vencieran a los japoneses en Shanghai a toda
costa, pero los primeros intentos de romper el perímetro defensivo ja-
ponés fracasaron. A finales de agosto y durante la totalidad de septiem-
bre y octubre, los chinos, que ahora estaban a la defensiva, combatieron
con un heroísmo extraordinario, pese al cañoneo constante de la arti-
llería pesada de la marina japonesa, los bombardeos de los aviones ja-
poneses procedentes de portaaviones y de bases en tierra (entre ellos
algunos que procedían de Taiwan, que había sido ocupada por los ja-
poneses) y los repetidos ataques de cuerpos blindados de la infante-
ría de marina y el ejército. Las bajas que sufrieron los chinos, respon-
diendo a la llamada de Chiang Kai-shek a la resistencia total, fueron
asombrosas. Los chinos perdieron 250.000 soldados, entre muertos y
heridos -casi el sesenta por ciento de las mejores fuerzas de Chiang
Kai-shek-, a la vez que los japoneses sufrieron cuarenta milo más bajas.
Los japoneses rompieron finalmente las líneas chinas efectuando un
audaz desembarco anfibio en la bahía de Hangzhou, al sur de Shanghai,
y amenazando la retaguardia china. El 11 de noviembre los chinos em-
pezaron a retirarse hacia el oeste, pero de manera tan desordenada que
no pudieron retener los emplazamientos defensivos que habían prepa-
rado cuidadosamente en Wuxi. En vez de ello, se replegaron a la capi-
tal, Nankín.
En el transcurso de los siglos, Nank.ín había tenido que soportar
ataques armados y las prolongadas campañas propagandísticas que los
acompañaron: los manchúes en 1645, los rebeldes Taiping en 1853,
los ejércitos regionales de los Qjng en 1864, las fuerzas republicanas
en 1912. Ahora, en 1937,Chiang Kai-shek prometió que Nankín nunca
caería, pero confió su defensa a un político del Guomíndang y ex señor
de la guerra, Tang Shengzhi, que gozaba de su confianza principalmen-
te por haber mandado sus tropas en Hunan durante el verano de 1926
en apoyo de los planes de la Expedición al Norte. Tang Shengzhi se dis-
tinguía por la fe inquebrantable que tenía depositada en su consejero

575
espiritual budista, a quien en otro tiempo había utilizado para adoctri-
nar a sus tropas en la lealtad y para que le aconsejase cuando tenía que
tomar alguna decisión relacionada con su carrera. Este budista aconse-
jó a Tang Shengzhi que aceptase la tarea de dirigir la defensa de la ciu-
dad y Tang Shengzhi así lo hizo cuando la huida de Shanghai ya esta-
ba en su apogeo. Mientras los japoneses bombardeaban la ciudad con
octavillas que prometían dispensar un trato decente a todos los civiles
que permanecían en ella, los escépticos soldados chinos -fugitivos de
los combates en Shanghai- perpetraron numerosos asesinatos y robos
entre los habitantes de Nankín para hacerse con ropa de paisano que les
facilitara la huida. El 12 de diciembre el propio Tang Shengzhi aban-
donó la ciudad; como había jurado públicamente defenderla mientras
le quedase un soplo de vida, no trazó ningún plan para la evacuación
ordenada de las tropas que la guarnecían y su partida empeoró la con-
fusión militar.
Empezó entonces en Nankín un periodo de terror y destrucción
que por fuerza se cuenta entre los peores de la historia de la guerra mo-
derna. Durante casi siete semanas los soldados japoneses, que entraron
en la ciudad el 13 de diciembre, desataron sobre las tropas derrotadas
y la indefensa población civil una tempestad de violencia y crueldad
casi sin paralelo. Según extranjeros que residían en Nankín, los japo-
neses violaron a veinte mil mujeres, muchas de las cuales murieron tras
repetidas agresiones; mataron a treinta mil soldados fugitivos y asesi-
naron a doce mil civiles. Otros cálculos contemporáneos efectuados por
chinos eran hasta diez veces más elevados y resulta dificil determinar
las cifras exactas. El pillaje, la destrucción sin sentido y los incendios
provocados dejaron gran parte de la ciudad convertida en ruinas, y po·
dían verse montones de cadáveres en incontables lugares. No hay nin-
guna explicación lógica de este terrible suceso y tal vez no sea posible
encontrarla. En lugar de la victoria fácil que esperaban, los soldados ja-
poneses habían luchado encamizadamente durante meses y sus bajas
habían sido infinitamente superiores a las previstas. Se sentían aburri-
dos, furiosos, decepcionados, cansados. Las mujeres chinas estaban in-
defensas, sus hombres no podían hacer nada o se hallaban ausentes. La
guerra, que aún no había sido declarada, no tenía ningún objetivo o pro-
pósito claro. Quizá todos los chinos, fuera cual fuese su sexo o edad, pa·
recían destinados a ser víctimas.
Mientras la violencia asolaba Nankín, los ejércitos nacionalistas su-
pervivientes se retiraron al este subiendo por el río Yangzi, con la in-
tención de consolidarse en Wuhan, escenario de los primeros aldabona-
zas del nacimiento de la república y más adelante centro de las mayores

576
esperanzas de los comunistas. La lucha continuó en la China central
durante la primera mitad de 1938. La serie de victorias japonesas sólo se
interrumpía de vez en cuando, como en la población de Taierzhuang,
en el sur de Shandong, cerca del importante empalme ferroviario de
Xuzhou. En abril, Li Zongren, uno de los mejores generales de Chiang
Kai-shek, libró aquí una gran batalla en la que tendió una emboscada
al ejército japonés cuyo resultado fue la muerte de unos treinta mil de
sus soldados, con lo cual demostró al mundo que bajo un liderazgo ins-
pirado y con buen armamento los chinos sabían defenderse. Pero no
pudo sostener la victoria y tuvo que retirarse. Xuzhou cayó en poder de
los japoneses en mayo.
Mientras los japoneses seguían avanzando hacia el oeste, en direc-
ción a la antigua capital de Kaifeng, desde la que podrían controlar el
ferrocarril de vital importancia que llevaba a Wuhan, en el sur, Chiang
Kai-shek ordenó a sus ingenieros que volasen los diques del río Ama-
rillo. La consiguiente inundación gigantesca tuvo a los japoneses para-
lizados durante tres meses, destruyó más de cuatro mil poblados del
norte de China y mató a un número desconocido de campesinos. La
destrucción de los diques cambió el curso del río Amarillo, que desde
el decenio de 1850 había desaguado en el mar Amarillo al norte de la
península de Shandong. Ahora las aguas volvían a seguir el curso me-
ridional y cruzaban el norte de jiangsu antes de llegar al océano.
A finales del verano de 1938, sin embargo, los japoneses ya habían
reunido los aviones, tanques y artillería necesarios para el asalto final
a la zona de Wuhan. Los combates se libraron en docenas de lugares
al norte y al este de la ciudad durante casi cinco meses. Los japoneses
trajeron refuerzos por ferrocarril desde el norte y en convoyes de em-
barcaciones blindadas por el Yangzi, que limpiaron sistemáticamente
de posiciones defensivas de los nacionalistas. Una vez que contaron con
los barcos que necesitaban para barrer el lago Boyang, que los nacio-
nalistas habían minado, también estuvieron en condiciones de atacar
Wuhan desde el sur.
Las tres ciudades que formaban Wuhan tal vez hubieran caído antes
de no haber sido por la heroica actuación de los pilotos rusos enviados
a China por Stalin, cuyo renovado interés por la supervivencia de la
China nacionalista tenía su origen en la alianza de Alemania y Japón
contra la Comintem. La base principal de los aviadores rusos se encon-
traba en Lanzhou, en la provincia de Gansu, donde recibían los per-
trechos que camiones y camellos traían por la antigua Ruta de la Seda;
en una serie de intensas batallas aéreas -y recurriendo en ocasiones a
artimañas astutas- infligieron graves daños a la aviación japonesa.

577
LA GUERRA EN CHINA
CENTRAL, 1937-1938

M' LL" 100


,

Pero a finales de octubre de 1938 gran parte de Wuhan ya se hallaba


en ruinas. Chiang Kai-shek, que había preparado otra base para la guerra,
esta vez mucho más allá de las gargantas del Yangzi en Chongqing
(Chungking), en la provincia de Sichuan, salió de la ciudad en avión
en busca de un lugar seguro allí, al tiempo que las tropas que podían
empezaban a retirarse. Los japoneses se apoderaron de la devastada zona
el 25 de octubre de 1938, tras sufrir (según cálculos chinos) doscientas
mil bajas y perder más de cien aviones. Sólo cuatro días antes, unidades
de infantería de marina y navales japonesas habían desembarcado en
Cantón y la habían tomado. Chiang Kai-shek había perdido ahora el
control de facto de toda la parte del este de China que se extendía des-
de los pasos de Shanhaiguan hasta los ricos puertos del sur semitropi-
cal, junto con todas las prósperas ciudades comerciales e industriales
situadas entre los dos puntos. La zona abarcaba las tierras de labranza
más fértiles de China, así como el antiguo núcleo cultural del país.

China, dividida
En 1938 la gran extensión de territorio que en otro tiempo había
sido un imperio unificado bajo los Qjng se hallaba fragmentado en diez
grandes unidades: Manchukuo, la Federación de Mongolia Interior, el
nordeste de China al sur de la gran Muralla, el China centrooriental y
Taiwan -todas controladas en mayor o menor medida por ]apón- , así
como el régimen del Guomindang en Chongqing y la base comunista

578
en Shaanxi. Además, gran parte de la provincia de Shanxi, especialmen-
te alrededor de Taiyuan, seguía en poder del señor de la guerra Yan Xi-
shan. Cantón, ocupada por los japoneses, constituía otra zona indepen-
diente de autoridad, al igual que la gran extensión de Xinjiang, en el
lejano oeste. Aquí la población, que era predominantemente musulma-
na, se encontraba bajo el control de un gobernador militar autónomo
que recabó nerviosamente ayuda y patronazgo primero de la Rusia so-
viética y luego del Guomindang. También el Tíbet había reafirmado su
independencia.
Aunque China se había acostumbrado desde 1911 a la fragmenta-
ción política y a la guerra civil, esta reconsolidación parcial en unida-
des grandes, muchas de ellas tanto o más extensas que países enteros, pa-
reció resucitar la amenaza que las presiones del imperialismo extranjero
habían representado a finales del siglo XIX, es decir, que China queda-
se dividida de manera permanente. La consolidación de tal grupo de es-
tados nuevos haría que China volviese a la situación que había existido
antes de las conquistas de los Qin en 221 a.c., durante el periodo lla-
mado de los «Estados en Lucha», cuando diez regímenes importantes
dominaban el país; o podía traer consigo una recurrencia de las pau-
tas cambiantes de autoridad y alianzas que caracterizaron la historia de
China entre los siglos 1II y VI d.C., y de nuevo entre el x y el XIlI.
La caída de \Vuhan a finales de 1938 señaló el final del primer asal-
to concertado de Japón contra China, porque el anterior plan del Mi-
nisterio de la Guerra japonés, que quería limitar el número de solda-
dos japoneses en China a un máximo de doscientos cincuenta mil, no
había sido factible y existía ahora el grave peligro de ir más allá de lo
que permitían las tropas y pertrechos disponibles. El objetivo de las
operaciones japonesas en China era hacerse con una base extensa de
recursos naturales que alimentaran el aumento del desarrollo industrial
-con fines tanto civiles como militares- y la expansión del «nuevo or-
den» en Asia bajo el liderazgo cultural de Japón, tal como los japone-
ses venían sonando desde hada cuarenta años. Los japoneses no tenían
ninguna intención de comprometer lo mejor de su ejército en una pro-
longada ocupación de toda China; en lugar de ello, el plan consistía
en crear una red entrelazada de regímenes títeres, por el estilo de Man-
chukuo, que dieran a Japón trato preferente en el plano económico,
fueran acérrimamente anticomunistas y proporcionaran las tropas que
guarnecerían y vigilarían sus propios territorios en nombre de Japón.
Los planificadores japoneses también albergaban la esperanza de que
fragmentando aún más la economía china, y especialmente debilitan-
do el fabi, moneda de papel que los nacionalistas habían creado en las

579
reformas de 1935 y era relativamente estable, Japón socavaría lo poco
que quedaba de la estabilidad financiera de China. Sin una base finan-
ciera decente, el régimen de Chongqing sin duda capitularía.
El primer estado títere de Japón, Manchukuo, formado entre 1932
y 1934, experimentó una rápida expansión industrial y militar. La for-
mación de un segundo estado títere en Mongolia Interior, impulsada
por los ejércitos de Manchukuo en conjunción con tropas mongolas y
los japoneses, se había visto frenada al principio por la resistencia tenaz
de los chinos. Pero después de la crisis de Xi'an en 1936 y el ataque a
Shanghai en 1937, la estrategia japonesa consistía en apaciguar las fuer-
zas del creciente nacionalismo mongol. Esto era algo que Chiang Kai-
shek siempre se había negado a hacer porque temía que la región se se-
parara totalmente de China. Los japoneses, más audaces, formaron un
Gobierno Autónomo Federado bajo el liderazgo de un príncipe mon-
gol, al que ayudaba un «asesor supremo» japonés.
A este Gobierno nuevo se le encargó que controlase dos provin-
cias, Suiyuan y Chahar, así como el norte de la provincia de Shanxi al-
rededor de Datong, que antes se hallaban bajo el dominio del señor de
la guerra Yan Xishan. Con su capital en Kalgan, el nuevo régimen es-
taba comunicado, en el plano económico, por el ferrocarril de Kalgan-
Datong-Baotou, y su finalidad era explotar los recursos de hierro y car-
bón de la región, además de potenciar la producción de energía eléctrica.
Los japoneses fomentaron ciertos aspectos del nacionalismo mongol
empleando ardides como, por ejemplo, fechar los documentos en la era
del guerrero gobernante Genghis Jan. Pero la incorporación de los ha-
bitantes del norte de Shanxi al Gobierno Autónomo Federado signifi-
có que la población mongola, que ya era poco numerosa, se vio abru-
mada por chinos han. De los 5,25 millones de personas que formaban
la población total, más de cinco millones -lo que equivale al 95 por
ciento- eran chinos; los mongoles eran 154.000 y el resto eran uigures
de la región de Xinjiang, coreanos o japoneses.
A mediados de diciembre de 1937, mientras tenía lugar la llamada
Violación de Nankín, el ejército japonés en el norte de China proce-
dió a consolidar los diversos «consejos» y «gobiernos autónomos» que
existían al sur de la Gran Muralla y a formar con ellos un tercer régi-
men títere, el llamado Gobierno Provisional de la República de China.
Para que ejerciese de presidente del Comité Ejecutivo del nuevo Go-
bierno, los japoneses escogieron a un antiguo poseedor del título ju-
ren, diplomático y banquero bajo la dinastía Qjng, Wang Kemin, que
había sido asesor financiero del Joven Mariscal, Zhang Xueliang. Este Ca-
bierno títere, que tenía su sede en Pekín, colaboró estrechamente con

580
]Il ar ¿,
China
Oúrnl ai

Mard, China
Orirnla/

la recién constituida Compañía de Desarrollo del Norte de China en la


creación sistemática de numerosas industrias que antes habían sido ad-
ministradas por empresas japonesas tales como Mitsui, Mitsubishi,
eléctrica Taido y vidrio Asahi. Con una capitalización de 350 millones
de yenes, la nueva compañía formó a su vez subsidiarias como, por
ejemplo, las compañías de Transportes, Teléfonos y Telégrafos del norte
de China, y se hizo cargo de las minas de mena de hierro y de carbón,
las siderúrgicas y las instalaciones portuarias de la zona.
Tras la caída de Nankín, los japoneses procedieron también a insta-
lar un cuarto régimen títere, esta vez para la China central. Resultó difl-
cil encontrar líderes chinos de peso que estuvieran dispuestos a encabe-
zar el nuevo régimen, especialmente porque ello significaba colaborar
con los odiados oficiales japoneses que, según se creía, habían dado a sus
tropas carta blanca durante las atrocidades de Nankín. Pero finalmente
otro poseedor del título juren de los Qing, Liang Hongzhi, que de niño
había vivido en Nagasakiy había servido en el gabinete del primer mi-
nistro pro japonés Duan Qirui, aceptó el cargo de presidente de la ofi-
cina ejecutiva del nuevo «Gobierno reformado» con sede en Nankín.
Al igual que el Gobierno de Pekín, este régimen comprendía tres

581
oficinas (yuanes) principales y un grupo de ministerios subordinados.
Siempre escaso de dinero, gran parte de sus ingresos dependía de una
alianza con los gánsteres que dirigían los negocios sucios de Shanghai
y que aún eran poderosos. El Gobierno de Nankín no hizo ningún es-
fuerzo serio por retirar de la circulación elfabi del Guomindang, aun-
que con la ayuda de los japoneses sí presionó constantemente al servi-
cio de aduanas extranjero para que renunciase a su parte de los ingresos
cobrados. El inspector general de aduanas, que era británico, se man-
tuvo firme durante un tiempo y nunca entregó el registro de derechos
cobrados; pero, y con gran decepción del Gobierno nacionalista de
Chongqing, los funcionarios de aduanas depositaron los derechos re-
cién cobrados en bancos japoneses.
Siguiendo de nuevo precedentes del norte, los japoneses fundaron la
Compañía de Desarrollo de la China Central para que supervisase em-
presas subsidiarias que eran útiles para el desarrollo industrial de Japón.
Con un capital de cien millones de yenes (menos de una tercera parte
del valor de su equivalente en el norte), el principal cometido de esta
compañía era restaurar las líneas ferroviarias destruidas por los inten-
sos combates en Shanghai y el valle del Yangzi. Gran parte del tendido
y muchos puentes habían sido demolidos, y sólo el siete por ciento
del material rodante seguía funcionando. Asimismo, la compañía se
encargaba de la energía eléctrica, el sistema de abastecimiento de agua,
los autobuses y la navegación fluvial. Como hicieron en Tianjin, los ja-
poneses presionaron a las comunidades extranjeras de la concesión in-
ternacional de Shanghai para que permitiesen la entrada de sus tropas
en ella, después de que colaboracionistas e industriales chinos fueran
asesinados y personal militar y operarios de fábrica japoneses sufriesen
ataques.
La integración de la vida económica y política de Taiwan, el quin-
to de estos nuevos regímenes, con Japón tuvo lugar mucho antes que
la de los otros cuatro porque Taiwan había sido una colonia japonesa
desde el Tratado de Shimonoseki firmado en 1895. Ahora Taiwan su-
ministraba a Japón grandes cantidades de productos industriales, des-
de pulpa de madera y productos químicos hasta cobre y alimentos. Su
red de aeródromos, que ya era impresionante, estaba en expansión, al
igual que las instalaciones portuarias de Keelung y Kaohsiung, así como
toda la red de ferrocarriles. Los niños chinos de Taiwan eran sometidos
a un concienzudo adoctrinamiento en las costumbres y los valores de
la vida japonesa y alentados a aprender japonés en lugar de su propia
lengua. Si bien los taiwaneses vieron desbaratados sus intentos de for-
mar una asamblea política con su propia representación e incluso les im-

582
pidieron tener sus propios periódicos independientes, la economía de
Taiwan prosperaba en la alianza de dependencia con Japón.
Los chinos que ahora vivían bajo el régimen de Pekín o el de Nan-
kín tal vez la veían como señal de la suerte que les aguardaba, si es que
algo sabían de Taiwan. Los que querían preservar sus libertades tenían
que elegir, por arriesgado que fuese, entre uno de los otros dos regíme-
nes que habían establecido bases temporales: el Guomindang en Chong-
qing, Sichuan, y los comunistas en Yan'an, Shaanxi. Los llamamientos a
la resistencia nacional unida que salían de los dos centros eran podero-
sos y convincentes desde el punto de vista emocional. Centenares de
miles de chinos optaron por hacer el largo y peligroso viaje a nuevos
hogares en Sichuan o Shaanxi. Los obreros transportaban la maquina-
ria y las piezas de recambio de fábricas clave al otro extremo de China.
Clases enteras de estudiantes universitarios de Pekín y Tianjin cruzaban
penosamente el país, con sus libros y pertenencias personales, para ins-
talarse en la nueva Universidad Consolidada (Lianda) de Kunming, en
Yunnan, que de momento parecía un lugar seguro fuera del alcance de
las armas japonesas. Estas grandes migraciones de obreros e intelec-
tuales por territorio desconocido constituían en ciertos aspectos una
nueva versión de la Larga Marcha. Chinos de las ciudades, intelectuales
liberales y los jóvenes tuvieron ocasión de conocer las pautas de mise-
ria en que transcurría la vida rural o las comunidades ajenas a los han
que habitaban en las montañas y cuya existencia -y no hablemos de
sus costumbres, modales y aspecto- desconocían hasta entonces.
Pero la mayoría de los habitantes del norte y el este de China no
huyó; carecían de la fuerza, los recursos y la voluntad necesarios para
ello. No veían grandes ventajas en Jos programas y las prácticas políti-
cas del Guomindang o los comunistas y preferían afrontar un futuro
incierto con los japoneses. Esto ocurría entre los trabajadores indus-
triales de las fábricas y también entre los campesinos tanto del norte
como del sur de China. Si dejaban sus puestos de trabajo o su tierra y
se iban a otra parte, no tenían ninguna garantía de encontrar trabajo,
a menos que fueran llamados a filas. Los intelectuales, a su vez, habían
visto demasiados ejemplos del afán de venganza del Guomindang y los
comunistas, por más que de momento quedase disimulado por el bar-
niz retórico del frente unido.
El hermano de Lu Xun" es un caso que sirve de ejemplo. Distingui-
do crítico literario, traductor y ensayista, de joven había estudiado en

* Zhou Zuoren. Lu Xun era un seudónimo; su propio apellido original era Zhou
Shuren. (N. delA.)

583
Japón junto con Lu Xun, se había casado con una mujer del país y ad-
miraba profundamente la literatura japonesa, tanto la tradicional como
la moderna. Probablemente debía la vida al hecho de que durante los fe-
roces ataques que el señor de la guerra Zhang Zuolin lanzó contra los
radicales en 1927, el agregado militar japonés en Pekín le protegió. Debió
de parecerle natural permanecer en Pekín después de 1927 y fue deca-
no de la Facultad de Literatura de la Universidad de Pekín y luego di-
rector de la Oficina de Educación del Gobierno Provisional.
También fueron muchos los estudiantes e intelectuales que se que-
daron en Shanghai después de 1937 y continuaron fundando socieda-
des literarias, publicando y enseñando. La gran concesión internacio-
nal de Shanghai proporcionaba un refugio para muchos chinos, algunos
de los cuales escribieron contra los colaboracionistas o contra los ja-
poneses, aunque el Consejo Municipal lo desaprobaba, ya que se veía
sometido a presiones continuas de los japoneses para que acallase ta-
les críticas. Pero tanto en Pekín como en Shanghai, los japoneses, a pe-
sar de recurrir a muchos incentivos, fracasaron en gran parte en sus in-
tentos de persuadir a escritores, cineastas o dramaturgos chinos para que
produjeran obras a favor del Eje. Las que llegaron a aparecer eran ar-
tificiosas y falaces, y sus autores fueron desaprobados incluso por otros
que habían optado igualmente por quedarse en las zonas ocupadas. Eran
un «híbrido de araña y ciempiés», como dijo un crítico de Shanghai,"
Para los chinos de todas las creencias políticas y circunstancias econó-
micas la duda realmente importante seguía siendo: écuál de los regíme-
nes que se están instaurando ahora tendría la capacidad necesaria para
consolidar sus fuerzas y convertirse en un centro viable para una ver-
dadera reunificación nacional?

Chongqing y Yan'an, 1938-1941

Mientras los japoneses consolidaban su dominio sobre el norte y


el este de China valiéndose de varios regímenes títeres, tanto los co-
munistas de Yan'an como los nacionalistas de Chongqing hacían frente
a problemas parecidos: proteger sus dominios de nuevos ataques japo-
neses, establecer alguna forma de estructura de Gobierno viable y for-
talecer la lealtad de los habitantes de las zonas que gobernaban. Coin-
cidiendo en parte con estas necesidades apremiantes, ambos bandos
tenían un objetivo a plazo más largo: encontrar más apoyo, emplean-
do para ello fuerzas guerrilleras u otros medios, en las zonas que do-

584
minaban los japoneses, para, más adelante, poder añadir estos territo-
rios a sus principales centros de control.
De los dos, fue probablemente el Guomindang de Chongqing quien
tuvo mayores dificultades para llevar a cabo esta tarea porque había
perdido más que los comunistas. Tenía ante sí un formidable proble-
ma de aislamiento, ya que no contaba con una base de apoyo previa
en Chongqing, que en la mayoría de los aspectos seguía siendo una
ciudad tradicional con poca experiencia en la industria o la adminis-
tración moderna. Si los ferrocarriles pueden tomarse como índice de
crecimiento e integración de la economía, entonces la distancia entre
Chongqing y cualquier línea de ferrocarril importante en 1937 mues-
tra lo aislado que se encontraba ahora el Guomindang de las pautas de
desarrollo que este medio de transporte había hecho posibles (véase el
mapa de la página 573).
Desde que fuerzas del Guomindang entraran en Sichuan en 1935,
cuando perseguían a los fugitivos de la Larga Marcha, el Gobierno na-
cionalista había querido acabar con el poder de los señores de la guerra
locales y poner en práctica una serie de reformas que fortaleciesen la
integración de Sichuan en el tejido nacional. Se formó un Gobierno
provincial civil con poderes centralizados para la recaudación de im-
puestos y se trasladaron nuevos magistrados a las provincias para que
supervisasen la administración local. Se hizo un intento de reducir los
ejércitos locales en dos quintas partes y enviar a los oficiales declara-
dos cesantes a una nueva escuela de formación profesional en la ciudad
de Chengdu. Inspectores especiales designados por Chiang Kai-shek re-
cibieron órdenes de dar caza a los comunistas que quedaban en la zona.
Los bonos provinciales se liquidaron con un empréstito de oro por valor
de setenta millones de yuanes, conseguido con los ingresos obtenidos de
la sal de la provincia como garantía, y se proporcionaron 30 millones
de yuanes de los nuevos billetes de fabi a una sucursal del Banco Cen-
tral de China en Chongqing para que cancelase los diversos billetes lo-
cales que todavía circulaban. Los nacionalistas simplificaron los impues-
tos, pusieron en marcha un programa de construcción de carreteras y
una campaña intensiva de supresión del opio cuyo objetivo era acabar
con todo el cultivo de adormideras en la provincia antes de 1939. Ha-
bida cuenta de que sólo en Chongqing había 1300 o más fumaderos de
opio, las reformas no se hicieron antes de tiempo.
Sin embargo, estas reformas se vieron frenadas no sólo por la resis-
tencia de los militaristas locales, sino también por una serie de sequías
catastróficas que asolaron la provincia en 1936 y causaron la pérdida de
la mayor parte de los cultivos que debían alimentar a la población en el

585
invierno. Mujeres y niños esquivaban las patrullas de la policía para co-
merse la corteza de los árboles ornamentales de Chongqing. A comien-
zos de 1937 la policía enterró con sus propias manos a más de cuatro
mil víctimas de la hambruna, hasta que se construyeron crematorios
especiales para acelerar el proceso. La escasez de alimentos provocó
disturbios en muchas ciudades de Sichuan y un aumento previsible del
bandidaje. Cuando Chiang Kai-shek llegó finalmente a Chongqing
el 8 de diciembre de 1938, tras volar desde Wuhan vía Guilin, la ciu-
dad debía de parecer frágil como base de operaciones.
Una de las mayores prioridades de Chiang Kai-shek era lograr que
la vecina provincia de Yunnan se alinease firmemente con su base en
Sichuan. Yunnan había sido gobernada desde 1927 como una satrapía
prácticamente independiente bajo el señor de la guerra Long Yun, de
la tribu de los 1010. A pesar de su adicción al opio, Long Yun había tra-
tado de incrementar la fuerza económica de Yunnan potenciando la
minería y la industria. Kunming, capital de una provincia cuya exten-
sión era dos tercios de la de Francia, tenia antes de la guerra una po-
blación de sólo 147.000 personas, lo cual hizo más dramático el efec-
to de la llegada de 60.000 refugiados en 1937 y 1938. Chiang Kai-shek
confirmó a Long Yun como gobernador de Yunnan y los dos colabo-
raron en precaria alianza durante toda la guerra. Long Yun se negó a
poner en práctica las duras leyes de censura del Guomindang y el re-
sultado fue que Kunming se convirtió en un importantísimo centro in-
telectual y sede, durante la contienda, de la Universidad Consolidada
para eruditos y estudiantes que huían del norte de China. Como fu-
tura terminal de una carretera que se estaba construyendo en las mon-
tañas para enlazar con Lashio, en Birmania, Kunming adquirió aún más
importancia cuando los japoneses cerraron el Yangzi a los barcos de
otras nacionalidades y ejercieron presiones que obligaron a los france-
ses a dejar de transportar pertrechos militares por la línea de ferrocarril
que iba de Hanoi al norte.
La Carretera de Birmania era ahora el único enlace del sur de Chi-
na para abastecerse de los pertrechos militares y la gasolina que Chiang
Kai-shek necesitaba para seguir resistiendo. Con una longitud de alre-
dedor de mil ciento cincuenta kilómetros (unos novecientos sesenta y
cinco en China y unos ciento ochenta y cinco en Birmania), la cons-
trucción de esta carretera, que se emprendió en el momento de esta-
llar la guerra en el este de China, llamó la atención del mundo. El es-
tereotipo popular en Occidente de los chinos como gente de mucha
paciencia y muy trabajadora aumentó debido a las crónicas escritas y
las fotografías que mostraban a centenares de miles de chinos -hom-

586
bres, mujeres y niños- trabajando con las manos en montañas y des-
filaderos, acarreando cestos llenos de piedras y tierra, volando los pe-
ñascos más pesados con tubos de bambú rellenos de pólvora. Miles
de ellos murieron a causa de accidentes y de la malaria y seguramente
también fueron muchos los que murieron de desnutrición, porque se
trataba principalmente de personas que eran obligadas a trabajar, a las
que se pagaba, si ése era el caso, sólo con alimentos. La Carretera de
Birmania, inaugurada oficialmente el 2 de diciembre de 1938, siguió
adoleciendo de una serie de problemas: deslizamientos de tierras, tra-
mos de sentido único, puentes que sólo podían soportar cargas lige-
ras, superficie de barro peligrosamente resbaladiza cuando llovía y falta
de centros de comunicación por telégrafo o puestos de aprovisiona-
miento de gasolina. Pero cuando los primeros pertrechos proceden-
tes de Rangún llegaron a Kunrning en diciembre de 1938, fue un gran
triunfo.
Con Sichuan como base central y Yunnan como vía de comunica-
ción con el mundo exterior, los nacionalistas podían ejercer cierto gra-
do de control sobre las restantes provincias que constituían el límite
entre su territorio y el de los ejércitos japoneses. Estos territorios barre-
ra eran Guangxi, excepto la zona entre Nankín y la costa, de la que se
apoderaron los japoneses; Guangdong, excepto el delta del río de las
Perlas alrededor de Cantón; la mayor parte de Hunan; el sur de Jiang-
xi; grandes extensiones del oeste de Hubei y Henan, y el sur de Shaanxi.
La mayor parte de las provincias de Zhejiang y Fujian también se habían
librado de la ocupación japonesa, pero estaban tan lejos que el Guo-
mindang no podía ejercer mucho control en ellas. El único gran avan-

587
ce japonés hacia el interior de los territorios del Guomindang en 1939
y 1940 tuvo lugar siguiendo el río Yangzi hasta el centro de distribu-
ción de Yichang, en Hubei. La toma de la ciudad por parte de los japo-
neses causó problemas graves en los envíos de cereales desde Hunan y
Hubei río arriba hasta Chongqing, lo cual creó dificultades aún mayo-
res en la ciudad.
El Gobierno que instauraron los nacionalistas en Chongqing era
dirigido por un Consejo Supremo de Defensa Nacional presidido por
Chiang Kai-shek. La verdadera base de poder, sin embargo, residía en
la Comisión de Asuntos Militares, que también presidía Chiang Kai-
shek, lo cual hacía de él comandante en jefe del ejército y las fuerzas
aéreas (así como de la casi inexistente marina), y le confería poder es-
tatutario para ..dirigir al pueblo de toda la nación»." En 1938 Chiang
Kai-shek también había recibido del congreso del Guomindang el tí-
tulo de ..director general» del partido, que en otro tiempo ostentara Sun
Yat-sen." Y en 1943, después de la muerte del político modesto que des-
de 1932 había sido presidente de la república china, Chiang Kai-shek
había asumido ese título también.
Pero esta inmensa concentración aparente de poder y el enorme ta-
maño que sobre el papel tenían los ejércitos nacionalistas no podían
ocultar que en realidad Chiang Kai-shek no era más que el coordina-
dor que presidía una federación poco rígida de fuerzas. Con el fin de
ayudarle a formular la política que había que seguir, proporcionar cier-
to espacio para la participación popular en la dirección del Gobierno y
dar cuerpo a los principios del frente unido, se creó una institución de
tipo parlamentario integrada por doscientos miembros, el Consejo Po-
lítico del Pueblo. De los doscientos escaños, al Guomindang le corres-
pondían sólo 80, 70 eran para los independientes y los restantes 50 eran
para los comunistas y otros partidos políticos pequeños. Pero esta or-
ganización poco podía hacer para aunar la política central a la vez que
la burocracia, debido a su fragmentación, no podía coordinar de forma
apropiada la administración de los funcionarios locales en toda China
cuya misión era recaudar los impuestos rurales y hacer de enlaces en-
tre las autoridades civiles y los comandantes de las guarniciones mili-
tares. Los ingresos disminuyeron drásticamente y los gastos militares se
dispararon y empezaron a empujar a Chongqing hacia una espiral in-
flacionaria. Al mismo tiempo, el elevadísimo número de bajas militares
mermó la moral del régimen.

* El título de Chiang Kai-shek llevaba una ligera diferencia de nomenclatura,


zongcai en lugar de zangli. (N. dd A.)

588
20,----------------------,

16
Reservas, inútiles,
otras pérdidas,
etcétera ""----1

Hombres sanos reclutados


por las fuerzas armadas

_) ~mero
............. de hombres
_____ - en el ejército, la manna
4
_ --- y las fuerzas aéreas

--- __ -~-~- ----~~l:h:a~ -- ----';a~s- ----


........................................
/
1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944
Año
Potencial humano, ejércitos nacionalistas chinos,' 1937-1945.

Paralelamente a los intentos de consolidación que hizo el Guomin-


dang en el sur y el centro tuvieron lugar los que hicieron los comu-
nistas en su base de Yan'an, en el norte. En virtud de los acuerdos en-
tre Chongqing y Yan'an de finales de 1937, después del ataque japonés
a Shanghai, el Ejército Rojo se constituyó ahora en el Ejército de la
8: Ruta bajo el mando nominal de los nacionalistas. En septiembre del
mismo año los dos bandos se comprometieron a «cooperar» en cuatro
campos de importancia crítica, cada uno de los cuales representaba
concesiones por parte del PCCh: trabajar para hacer realidad los Tres
Principios del Pueblo de Sun Yat-sen: nacionalismo, socialismo y de-
mocracia; abandonar la rebelión armada, formar sóviets y confiscar las
propiedades de los terratenientes; abolir la estructura gubernamental
autónoma que a la sazón tenía el sóviet de Shaanxi, y reiterar que los
aproximadamente treinta mil soldados del antiguo Ejército Rojo esta-
rían bajo el mando del Guomindang. Chiang Kai-shek dijo acertada-
mente que era «un triunfo del sentimiento nacional sobre todas las de-
más consideraciones»," aunque también en este caso el PCCh siguió
las órdenes que la Comintem dio a los partidos comunistas de todo el
mundo.
En agosto de 1939 el asombroso anuncio de que la Unión Sovié-
tica había firmado un pacto de no agresión con la Alemania de Hitler

589
no alteró esta política básica de frente unido. Mao Zedong recibió e!
pacto entre Hitler y Stalin como un paso positivo que frustraría los pla-
nes de la «burguesía reaccionaria internacional» francesa y británica y
asestaría «un golpe a los capitulantes chinos». \O Y esta nueva red de
acuerdos internacionales, a pesar del anterior pacto de no agresión en-
tre e! Guomindang y los soviéticos, tampoco significaba que los alema-
nes restaurarían los grandes acuerdos industriales y militares que habían
proyectado para China en un momento anterior de! decenio de 1930.
Los alemanes estaban ahora demasiado comprometidos a apoyar a los
japoneses en su política general en e! este de Asia.
En vez de organizar nuevos sóviets en las zonas que controlaba, el
PCCh, con la conformidad del Guomindang, anunció la formación
de dos gobiernos en regiones fronterizas. A uno se le dio el nombre de
Shaan/Gan/Ning, por las primeras sílabas de la agrupación de las pro-
vincias septentrionales de Shaanxi, Gansu y Ningxia, y al segundo, e! de
]in/Cha/]i, que se refería (de manera menos obvia, ya que en este caso
eran formas arcaicas de los nombres de las provincias) a la región fron-
teriza de Shanxi, Chahar y Hebei. El poderío japonés era mucho ma-
yor en la segunda región fronteriza que en la primera; pero, dado que
ni los japoneses, ni e! Gobierno provisional de! norte de China, ni la
Federación de Mongolia Interior dominaban totalmente el territorio,
los comunistas disponían de abundante espacio para las maniobras po-
líticas, los sabotajes e incluso el reclutamiento de tropas para e! Ejér-
cito de la s.a Ruta. Además, los supervivientes de las fuerzas comunis-
tas que en tiempos de la Larga Marcha se habían quedado en la China
central para hacer guerra de guerrillas se reorganizaron y formaron el
Nuevo 4.° Ejército. Desde 1935 estos guerrilleros habían llevado una
vida aislada, peligrosa e independiente, a menudo se refugiaban en mon-
tañas y bosques, vivían de su ingenio y creaban sus propios lazos con los
pobres de! campo y la gente que había opuesto resistencia primero al
Guomindang y luego a los japoneses. Después de un paréntesis de tres
años, organizaron una fuerza de doce mil combatientes que estaba so-
metida nominalmente a la dirección general del Guomindang pero en
realidad se hallaba bajo e! mando de oficiales comunistas veteranos.
Durante estos primeros años en Yan'an el PCCh ajustó su organi-
zación -como el Guomindang había intentado hacer- en tres campos
principales: e! partido mismo, e! Gobierno y e! ejército. El número de
afiliados al partido aumentó de manera espectacular en este periodo
-de alrededor de cuarenta mil en 1937 a unos ochocientos mil en 1940-,
en parte debido a una campaña sostenida de reclutamiento y búsqueda
de personas de talento, pero también como resultado de la popularidad

590
de la política de frente unido que preconizaba el partido. Ante la prohi-
bición temporal de seguir expropiando tierras, el PCCh puso en mar-
cha un programa de reducción sistemática de las rentas y un sistema de
impuestos sobre las tierras sin explotar que hacía que a muchos terra-
tenientes que antes eran ricos les resultara antieconómico conservar gran-
des propiedades, al tiempo que permitía a muchos campesinos pobres
incrementar las suyas hasta que alcanzaran una extensión que fuese
rentable. De este modo era posible contar con la lealtad de los pobla-
dos al PCCh y a la causa antijaponesa sin que ello provocara disen-
siones. En cuanto a su propia posición de liderazgo, Mao Zedong su-
peró dos retos graves, uno de Zhang Guotao, su rival durante la Larga
Marcha, y otro de Wang Ming, el más influyente de los ex miembros
del grupo dominado por la Comintem que desde su retorno de la Unión
Soviética en 1939 era conocido por el nombre de los «bolcheviques de
vuelta». A partir de entonces, Mao y sus ayudantes confidenciales tra-
bajaron de forma ininterrumpida y eficaz para denigrar los logros de
los dos ex rivales citados, con el fin de dar a entender que entre los lí-
deres comunistas Mao era el único que había previsto correctamente
el rumbo que tomaría la revolución en China. Estas conclusiones que-
daron consagradas como la nueva ortodoxia historiográfica entre los
comunistas. El partido aumentó su poder por medio de delegaciones
regionales en toda la zona de Shaan/Gan/Ning y las otras zonas fron-
terizas, así como mediante grupos divididos de acuerdo con sus fun-
ciones, tales como propaganda, educación, movimientos populares,
asuntos de la mujer, prensa, y organizaciones juveniles. La Universidad
Resistid a Japón (Kangda) en Yan'an fue un importante centro de for-
mación de cuadros y perfeccionamiento de los puntos de vista del par-
tido. A pesar de la pobreza de la región, la moral era alta y a Yan'an les
parecía un nuevo faro de esperanza.
El Gobierno de Yan'an consistía en la administración central con
sus ministerios subordinados y una red de asambleas representativas que
idealmente, y en muchos casos realmente, descendían hasta el nivel de
condado. Los acuerdos sobre el frente unido se cumplieron por medio
de la puesta en práctica del «sistema de tres tercios»: por regla general,
los miembros del PCCh no ocuparían más de un tercio de los puestos
en los organismos gubernamentales; esto dejaría, como dijo Mao, un
tercio para los «progresistas de izquierdas ajenos al partido y un tercio
para los sectores intermedios que no son de izquierdas ni de derechas»,
Los escritos de Mao muestran que creía que este sistema garantizaría el
dominio del PCCh, ya que si se elegían comunistas de gran calibre para
un tercio de los puestos, «esto será suficiente para asegurar el lideraz-

591
Año Estimaciones japonesas Estimaciones chinas

1937 367.362 julio-diciembre


1938 823.296 (de julio 1937 735.017
a noviembre 1938)
1939 395.166 346.543
1940 847.000
1941 708.000 299.483

Bajas chinas en combate, 1937-194L 11

go del partido sin una representación mayor»." El cuadro de abajo in-


dica la composición social y de partido de varias asambleas representa-
tivas en el nivel de condado.
Las fuerzas armadas comunistas consistían no sólo en los ejércitos
de las rutas 8: y 4.a -el veterano de la Larga Marcha Zhu De era su co-
mandante en jefe y Peng Dehuai, el segundo de éste-, sino también en
gran número de fuerzas armadas locales con plena dedicación y bases
permanentes en sus propias zonas. Estos regulares locales eran respalda-
dos por milicias integradas por hombres y mujeres de entre 16 y 45 años
de edad que trabajaban en las granjas o en las poblaciones y que, pese
a estar mal armados, eran inestimables para recoger información y dar
apoyo logístico y refugio a las fuerzas regulares. El PCCh prestó mu-
cha atención a asegurarse de que en todos los niveles sus fuerzas mili-
tares no explotaran a las comunidades agrícolas, pagasen los alimentos
y pertrechos que necesitaran y no molestasen a las mujeres. El PCCh
también se esforzó por obtener el apoyo de las sociedades secretas mi-
litarizadas que tenían mucha fuerza en el norte de China, tales como
la Sociedad de los Hermanos Mayores y las Lanzas Rojas, y conquis-
tarlas para la causa antijaponesa. El resultado fue una base popular cada
vez más amplia para el PCCh.
La participación en el frente unido obligó inevitablemente a mu-
chos radicales a romper por completo con sus anteriores metas y aspi-
raciones ideológicas: la reducción de las rentas y la redistribución limi-
tada de tierras tuvieron que sustituir a la expropiación de las propiedades
de los terratenientes ricos que se había llevado a cabo en jiangxi y los
otros sóviets. Los enfoques gradualistas de la educación y el adoctri-
namiento sustituyeron a las huelgas basadas en el enfrentamiento y se
elaboró un plan prudente de créditos rurales y potenciación de indus-
trias locales con el objeto de no suscitar el antagonismo de los agricul-
tores ricos y los habitantes de las poblaciones de las regiones fronteri-

592
Categoría Suide Qingyaug Heshui QlJú Xinzheng Xinning Zhidan

Terrateniente 23 12 7 47 14 2
Campesino rico 159 89 56 J2 20 30 45
Campesino medio 578 323 166 181 185 ll5 101
Campesino pobre 1301 460 1.334 719 165 393 541
Arrendatario 13 19
Campesino 22 36 4 22 2 1 89
contratado
Trabajador 236 22 63 2 14
Mercader 127 27 6 3
Pequeña nobleza 10 20
Total 2.446 971 1.636 l.001 386 584 815
PCCh 400 196 219 257 124 151 386
Guomindang 161 41 5B 2 2
Sin partido 2.075 732 361 744 188 487 439
Total" 2.636 969 638 1.001 314 640 825
• Los totales de los partidos no siempre se corresponden con los totales de las categorias debi-
do al número de casos no registrados o registradosIncorrectamente.

Composición socialy afiliación al partido en las asambleas representativas de Yan'an, 1941. 13

zas. Esta política no gustaba a muchos comunistas, como puede verse


en los pasajes de un manual de instrucción escrito en forma de pregun-
tas y respuestas que los líderes del PCCh proporcionaron a sus cuadros
locales. He aquí una muestra:

P: Pienso que el frente unido y la colaboración Guomindang-PCCh son


un cambio de postura demasiado grande. Sería mejor matar a los caciques
de los poblados y dividir la tierra. Si actuáramos rápidamente, sería fácil
llevar a cabo la revolución, éno es así?
R: Esto es incorrecto, porque actuar de esta manera hoy sin duda provo-
caría una guerra civil. Si luchamos unos contra otros, no podremos luchar
contra Japón. Entonces Japón nos destruiría. Si la nación pereciese y ca-
yera en manos de los japoneses, sería muy dificil instaurar el comunismo.
La instauración del comunismo requiere la independencia nacional."

Mientras imponían moderación a las fuerzas revolucionarias sociales


en sus zonas fronterizas, en 1940 los comunistas lanzaron una serie de
ataques contra puntos fuertes, carreteras y ferrocarriles japoneses en el
norte de China. Llamada la Ofensiva de los Cien Regimientos -de he-

593
cho, en diferentes momentos participaron en ella hasta 104 regimientos
de soldados afiliados al PCCh-, los ataques fueron coordinados por el
general Peng Dehuai. Hay discrepancias sobre cómo se planearon (al-
gunos sostienen que no se informó a Mao Zedong por adelantado) y
cuál era su propósito: si se pretendía hacer daño a las fuerzas regulares
japonesas, endurecer la resistencia nacional en conjunto o desviar la
atención del Guomindang de la gran expansión del Nuevo 4.° Ejército
comunista que en aquellos momentos tenía lugar en la China central.
A pesar del valor de los atacantes, no se alcanzó ninguno de estos
objetivos. Si bien los japoneses sufrieron muchas bajas, sus tropas re-
gulares, reforzadas por tropas de los regímenes títeres, lanzaron tremen-
dos contraataques, a menudo de una crueldad inmensa, en los cuales
destruyeron poblados enteros, hasta el último ser humano, animal de
granja y edificio. De resultas de la devastación, el número de habitan-
tes de las zonas que se hallaban más o menos bajo el control del PCCh
descendió de 44 millones a 25 millones, y el Ejército de la B. a Ruta per-
dió cien mil hombres entre muertos, heridos o desertores. Tampoco
podía decirse que el conjunto de la resistencia nacional se endurecie-
ra. En marzo de 1940 WangJingwei, el ex lugarteniente de Sun Yat-sen
y más adelante segundo de Chiang Kai-shek, aportó finalmente su pres-
tigio al régimen títere de la China central -con gran alegría de los ja-
poneses- cuando aceptó el puesto de funcionario superior del mismo.
El régimen de WangJingwei recibió el reconocimiento diplomático ofi-
cial de los japoneses al tiempo que éstos reforzaban su dominio sobre
las economías de la China central. A pesar de que los agentes secretos
del Guomindang bajo el mando de Dai Li hicieron intentos conti-
nuados de asesinar a destacados colaboracionistas chinos, el régimen de
Wang Jingwei sobrevivió y millones de chinos de la región de Shanghai-
Nankín lo aceptaron como legítimo.
Los acontecimientos del norte de China tampoco impidieron que
los generales del Guomindang en el centro del país prestasen atención
al Nuevo 4.° Ejército. Sabían muy bien que dicho ejército daba al PCCh
una presencia estratégica de vital importancia en el delta del Yangzi, que
era la zona productora de alimentos más rica de China y el centro de
gran parte de su industria pesada, que ahora controlaban los japoneses.
La zona era un laberinto en el que se entrecruzaban las jurisdicciones de
unidades regulares del Cuomindang, milicias locales, bandas de reza-
gados y desertores de las unidades regulares y miembros de la Banda
Verde y otras organizaciones de criminales. Algunas de estas fuerzas,
cuyo coordinador era el líder de los Camisas Azules Dai Li, se mos-
traron especialmente contrariados cuando los comunistas penetraron

594
en sus zonas de operaciones junto al ferrocarril de Nankín-Shanghai.
Arrepentidos del acuerdo sobre el frente unido que permitió que al-
gunas unidades comunistas se reagruparan al sur del Yangzi, los gene-
rales del Guomindang en la zona habían intentado hacer que dichas uni-
dades cumplieran las órdenes de dirigirse al norte. Los comunistas se
resistían a obedecer y en una serie de escaramuzas y una batalla campal,
las tropas nacionalistas que trataban de hacerles cumplir las citadas ór-
denes sufrieron una grave derrota. A comienzos de diciembre de 1940
Chiang Kai-shek dio un ultimátum: todas las tropas del Ejército de la
8: Ruta que estuvieran al sur del Yangzi debían pasar a la orilla norte
antes del 31 de diciembre; durante el mismo periodo las tropas del Nue-
va 4.° Ejército debían ponerse en marcha hacia el norte y pasar a la ori-
lla norte del rfo antes del 31 de enero de 1941.
El mando del Nuevo 4.° Ejército retrasó el momento de cumplir
estas órdenes -posiblemente no tenía intención de hacerlo- y regateó
con los nacionalistas sobre la ruta que debía seguir, el salvoconducto
y los pertrechos y las reservas de oro que tenía en su poder. Consciente
de que varios ejércitos del Guomindang se estaban preparando para ata-
carlo, el Nuevo 4.° Ejército convocó concentraciones públicas para ex"
plicar sus intenciones leales, aunque algunas unidades llegaron a des-
viarse hacia el sur. En seis días de lucha, desde el 7 hasta el 13 de enero
de 1941, este flanco sur del Nuevo 4. Ejército cayó en una emboscada
U

que las fuerzas nacionalistas le tendieron en las montañas y alrededor


de tres mil soldados comunistas resultaron muertos. Muchos más fue"
ron capturados y fusilados o enviados a campos de prisioneros.
La pérdida de hombres fue un duro golpe para el PCCh, pero el in-
cidente tuvo mucho valor propagandístico para los comunistas. Les brin-
dó la oportunidad de presentar la emboscada como un complot a sangre
fría de Chiang Kai-shek, cuyos argumentos en el sentido de que la «in"
subordinación» del PCCh tenía que ser castigada no convencieron a los
extranjeros ni a loschinos. El PCCh también pudo reagrupar el Nue-
vo 4.° Ejército en seis zonas distintas justo al norte del Yangzi, y pron-
to restableció una gran base de guerrilleros al sur del Yangzi, al oeste del
lago Tai, en la misma zona donde estaban antes. El «Incidente del Nuevo
4.° Ejército», como pronto lo llamaron, no acabó con el frente unido, pero
ciertamente puso de relieve sus tensiones internas. A partir de comienzos
de 1941 la alianza de los comunistas y el Guomindang contra los japo-
neses continuó, pero todavía más a regañadientes que hasta entonces.

595
Chongqing y Yan'an en la guerra que se extendía
El estallido de la segunda guerra mundial en Europa en el verano
de 1939 afianzó la posición de los japoneses en China. Como en la pri-
mera guerra mundial de 1914-1918, Francia, Gran Bretaña y Alemania
estaban ahora preocupadas por sus propios frentes y tenían poco tiem-
po y energía que dedicar a Asia Oriental. En la primera guerra, Japón
había ganado territorio y concesiones a costa de Alemania, al tiempo
que había respetado cautelosamente los intereses británicos y franceses
en la región; en la segunda, se hizo evidente que los japoneses quizá
podrían poner fin al poder de los británicos y los franceses en Asia
Oriental. La fuerza del «imperialismo europeo", que en otro tiempo
había afectado de forma tan crucial a la historia de China, de pronto
empezó a disminuir.
Hemos visto que los japoneses pudieron ejercerpresiones sobre el ser-
vicio de aduanas extranjero y las otrora sacrosantas zonas de concesión
extranjeras en Tianjin y Shanghai; que cerraron el Yangzi a los barcos ex-
tranjeros, 10 cual causó grandes pérdidas económicas a las empresas mer-
cantiles británicas; y que obligaron a Francia a cerrar sus líneas ferrovia-

596
rías en Vietnam a los envíos de ayuda militar a los chinos de Kunming y
Chongqing. Ahora, en julio de 1940, mientras Gran Bretaña intentaba re-
cuperarse de la crisis de la retirada de Dunkerque y hacer acopio de fuer-
zas para la Batalla de Inglaterra en e! aire, el primer ministro, Winston
Churchill, anunció en la Cámara de los Comunes que había cedido ante
la exigencia japonesa de que se cerrara la Carretera de Birmania a todos
los pertrechos militares, camiones y gasolina durante tres meses. Cuan-
do terminó este periodo la guerra contra Alemania iba mejor y Chur-
chill ordenó que se reabriese la carretera, pero Chiang Kai-shek siguió
enfadado y señaló que el cierre de la carretera en un momento tan difi-
cil había «destruido para siempre el prestigio británico en China»."
Un asesor financiero estadounidense comentó que en ese momento
«la situación en China es crítica en lo que respecta a la moral, ya que por
ahora China parece casi sola y la actuación estadounidense no debe re-
trasarse más allá del punto en que la moral del país se venga abajo»."
Pero los estadounidenses estaban preocupados ante la expansión del po-
derío de Japón -el ejército japonés había entrado en la Indochina fran-
cesa en 1940- y entre 1938 y 1941 poco hizo salvo comprar plata china
y conceder a los nacionalistas empréstitos de entre 25 y 50 millones de
dólares. El dinero podía utilizarse para compras no militares o para la es-
tabilización de precios, y a modo de garantía se ofrecieron las exporta-
ciones de estaño y tungsteno. A pesar de ello, la moneda china empezó
a caer en picado, como se indica en el cuadro de la página siguiente.
Uno de los problemas más graves del régimen de Chongqing era su
carencia casi total de poderío aéreo. Un ex piloto de las Fuerzas Aéreas
del Ejército de Estados Unidos, Claire Lee Chennault, se encontraba
en China desde 1937 como asesor de Chiang Kai-shek y, después de
la caída de Wuhan, intentó persuadir a los chinos de que hicieran pedi-
dos importantes de aviones modernos a fábricas estadounidenses. Los
chinos hubieran podido pagarlos en parte con los créditos que se esta-
ban constituyendo mediante la venta de grandes cantidades de plata al
Departamento de! Tesoro de Estados Unidos; en 1937-1938 los chinos
vendieron 312 millones de onzas por 138 millones de dólares. Pero en
e! seno del Gobierno chino continuaron las discusiones sobre contra-
tistas, precios y fechas de entrega y no se hizo ninguna compra.
Preocupados por los acontecimientos de Europa, los rusos redujeron
la ayuda a las fuerzas aéreas de Chiang Kai-shek y retiraron sus pilotos
«voluntarios». Los últimos asesores alemanes habían regresado a su país
en 1938 y los asesores aéreos italianos también se habían ido. Las pri-
meras fábricas de aviones construidas con ayuda y asesoramiento italia-
nos no tardaron en ser bombardeadas o destruidas por la aviación japo-

597
Gastos del Ingresos Emisiones índices Valor
Gobierno del Gobierno de billetes de precios aproximado
nacionalista nacionalista de banco en al consumo de ruanes
(en miles (en miles circulación en diciembre, en centavos
de millones de millones (en miles tomando norteame-
de ruanes) de ruanes) de millones enero ncanos
de yuanes) de 1937
como 1,00

1937 1,16 0,87 2,06 1,18 0,30-0,29


1938 2,18 1,31 2,74 1,76 0,29-0,15
1939 2,80 0,58 4,77 3,23 0,16-1J,06
1940 5,5 1,58 8,40 7,24 0,08-1J,04
1941 10,93 2,02 15,81 19,80 0,05-1J,03
1942 26,03 6,25 35,10 66,20 0,03-1J,02

La moneda de China, 1937-1942,17

nesa. El resultado fue que Chongqing quedó casi indefensa y a partir


de mayo de 1939 los japoneses bombardearon sistemáticamente la ca-
pital de Chiang Kai-shek durante la guerra. Las pérdidas fueron al prin-
cipio muy elevadas y sólo pudieron frenarse cuando las autoridades de
Chongqing terminaron de construir una red de refugios subterráneos en
las rocas que había debajo de la ciudad y crearon un sistema de alerta
avanzada consistente en que partisanos provistos de radios y apostados
detrás de las líneas japonesas alertaban del despegue de bombarderos.
Cuando Chiang Kai-shek finalmente envió a Chennault a Washing-
ton, en 1940, para que solicitase ayuda, a los chinos les quedaban úni-
camente 37 aviones de caza y 31 viejos bombarderos rusos que carecían
de instrumental para volar de noche. Los japoneses tenían 968 aviones
en China -muchos de ellos eran los nuevos, rápidos y eficaces Zeros-
y otros 120 en Indochina. A Estados Unidos le sobraban pocos avio-
nes para vender debido a la inmensa demanda de Gran Bretaña. Pero
después de muchas presiones de T.Y. Soong, que viajó a Washington
en calidad de enviado personal de Chiang Kai-shek, y Hu Shi, intelec-
tual que había destacado en el Movimiento del 4 de Mayo y ahora era
embajador de China en Estados Unidos, la administración de Pranklin
D. Roosevelt accedió a enviar cien cazas P40 a China. Al mismo tiem-
po, se autorizó extraoficialmente -para no violar los acuerdos de neu-
tralidad con japón- a Chennault para reclutar a un gran número de pi-
lotos de las Fuerzas Aéreas del Ejército de Estados Unidos y llevarlos

598
a China como «voluntarios», tanto para combatir como para preparar a
una nueva generación de pilotos chinos. Sus hazañas en combate les
granjearon fama y e! apodo de Tigres Voladores, infligieron graves da-
ños a los japoneses a finales de 1941 y comienzos de 1942 y percibían
una prima de quinientos dólares por cada avión que derribaban. En cier-
tos aspectos sus hazañas fueron eco de las del Ejército Siempre Victo-
rioso de hacía más de ochenta años.
Los comunistas de Van'an se vieron privados incluso de este peque-
ño apoyo moral, dado que los Tigres Voladores operaban solamente
dentro de la órbita de Chongqing. El Incidente del Nuevo 4.° Ejército,
que había afectado con tanta fuerza a las tropas comunistas al sur del
Yangzi, fue seguido de la intensificación de los ataques japoneses en
e! norte después de la Ofensiva de los Cien Regimientos. El general
Peng Dehuai intentó combatir a los japoneses con las técnicas habitua-
les de la guerra moderna, pero sus fuerzas no pudieron hacer nada
frente a la superioridad de efectivos humanos y pertrechos de los ja-
poneses. Las probabilidades de recibir ayuda de la Unión Soviética dis-
minuyeron con la firma del pacto de neutralidad soviético-japonés a
comienzos de 1941 y la promesa de Moscú de reconocer la «integridad
territorial» de Manchukuo. El PCCh respondió a este nuevo golpe con
palabras valientes: «Debemos devolver toda la tierra perdida de Chi-
na. Debemos abrirnos paso luchando hasta el río Yalu y expulsar a
los imperialistas japoneses de China»." Pero los comunistas no estaban
en condiciones de actuar en consecuencia. La invasión alemana de la
Unión Soviética en junio de 1941 puso fin a todas las probabilidades de
recibir recursos sobrantes de la Unión Soviética hasta que terminara la
guerra en Europa.
El aislamiento de Yan'an aumentó debido a la decisión de Chiang
Kai-shek, a raíz de! Incidente del Nuevo 4.° Ejército, de imponer un blo-
queo económico al Gobierno de la región fronteriza de Shaanxi, inte-
rrumpir los envíos de sal a la región y poner fin a las subvenciones que
se habían pagado al Ejército de la 8." Ruta en virtud de los acuerdos
sobre e! frente unido. De resultas de ello, Yan'an padeció grandes penu-
rias acompañadas de un inflación aguda. No es de extrañar que los co-
munistas, que necesitaban desesperadamente pertrechos militares, ins-
tituyesen un sistema de recompensas que alentaba a la población civil
local a buscar armas en todos los campos de batalla después de que ce-
saran los combates. Los campesinos locales recibían 50 yuanes por cada
ametralladora que entregaban a los comunistas, entre diez y veinte yua-
nes por cada fusil y cinco yuanes por una pistola, Pero, como señalaba
un manual para cuadros, no era «absolutamente necesario» tener armas

599
modernas: «Armas de fuego anticuadas, lanzas, cuchillos, hachas, aza-
das y piedras, todo sirve para matar soldados enemigos»."
Los intentos comunistas de organizar la oposición de las comuni-
dades rurales al invasor recibieron una respuesta despiadada de los ja-
poneses de acuerdo con el programa que llevaba el nombre abreviado
de «los tres todos», que se refería a las órdenes que debía cumplir el ejér-
cito japonés en ciertas zonas: «Matad todo, quemad todo, destruid todo».
Cuando los campesinos, que deseaban a toda costa evitar que los des-
cubriesen, construían laberintos de túneles subterráneos debajo de sus
poblados, las tropas japonesas los rodeaban y llenaban los túneles de
gases asfixiantes. Un caso documentado afirma que murieron ocho-
cientos chinos. Otro detalla la ejecución de 1280 habitantes y la que-
ma de todas las casas en un poblado del este de Hebei. Un tercer caso
describe una «campaña de limpieza» en el norte de China, entre agosto
y octubre de 1941, que mató a 4500 lugareños y quemó 150.000 hoga-
res. y 17.000 chinos de la zona fueron llevados a Manchukuo para que
trabajasen como peones. El propósito de semejante violencia era disua-
dir a todos los chinos de cualquier tipo de colaboración con los guerri-
lleros comunistas. En muchos casos, surtió el efecto apetecido, pero en
otros, incontables, fomentó un resentimiento hondo e implacable con-
tra los japoneses que el PCCh supo aprovechar hábilmente.
El bombardeo japonés de Pearl Harbar el 7 de diciembre de 1941
fue recibido con alivio en Chongqing, porque anunció por fin la par-
ticipación a gran escala de Estados Unidos en la guerra con Japón. Des-
de el incidente de Mukden en 1931, Japón había ido avanzando poco
a poco hacia un enfrentamiento con los estadounidenses Y> después del
estallido de la guerra total con China en 1937, Japón veía la flota del Pa-
cífico estadounidense como una grave amenaza para sus objetivos béli-
cos. Porque si la flota estadounidense seguía en condiciones de navegar
a voluntad, Japón no podría bloquear toda la costa china ni consoli-
dar su dominio en Vietnam y Birmania. Pero el ataque japonés a Pearl
Harbor garantizó que los chinos recibirían nuevo apoyo porque su
guerra se veía ahora como parte de la de los propios estadounidenses.
La ayuda a China llegó en fonna de pertrechos al amparo del programa
de Préstamo YArriendo, >1- que al principio fueron pocos pero subieron
hasta un total de mil millones de dólares al terminar la guerra, y cré-

* El programa de "Préstamo y Arriendo», tal como lo aprobó el Congreso de Es-


tados Unidos en 1941, puso pertrechos militares a disposición de las potencias aliadas
y estipuló que no era necesario pagarlos si se usaban en la causa común contra el ene-
migo. (N. del A.)

600
ditos en efectivo, que acabarían alcanzando quinientos millones de dó-
lares en total. Este dinero se concedió a pesar de que en Estados Uni-
dos nadie sabía exactamente cómo debía usarse y Chiang Kai-shek se
negó rotundamente a dar garantías o aceptar condiciones.
El presidente Roosevelt nombró a un militar de alta graduación, el
general ]oseph Stilwell, para que hiciese de enlace con Chiang Kai-shek,
en calidad de comandante en jefe de las fuerzas estadounidenses en el
«teatro de China-Birmania-India», y se encargara de la supervisión ge-
neral de! material de Préstamo y Arriendo. Las escuadrillas irregulares
de Chennault, los Tigres Voladores, se reorganizaron y pasaron a formar
parte de la 14." Fuerza Aérea, y el propio Chennault fue ascendido a
general. Otro factor que también contribuyó a levantar la moral de los
chinos fue que las tropas nacionalistas frenaron un gran ataque japonés
a Changsha, en Hunan, lo cual recalcó de nuevo y oportunamente que
China era un aliado formidable. A pesar de que los británicos eran rea-
cios a ello, e! presidente Roosevelt aceptó a China como una de las
Grandes Potencias en e! esfuerzo bélico aliado; las otras eran la Unión
Soviética y Gran Bretaña.
Era cierto que e! ejército chino estaba desempeñando un papel de
crucial importancia en e! esfuerzo bélico aliado, y que tenía en su terri-
torio a unas dos quintas partes de todas las fuerzas de que disponían
los japoneses. La importancia potencial de la resistencia de China se
hizo aún más obvia con el derrumbamiento súbito y casi total de las
fuerzas británicas en Asia Oriental. No fue ninguna sorpresa que Hong
Kong cayese tan pronto, pues era prácticamente indefendible. Pero Sin-
gapur pasaba por ser un bastión inexpugnable que los japoneses nun-
ca se atreverían a atacar. Su caída el 15 de febrero de 1942, después de
un solo día de lucha, y la rendición de los 130.000 soldados que guar-
necían la plaza dañaron de forma permanente la reputación, ya debi-
litada, de Gran Bretaña entre los chinos. «Ahora que los británicos han
sido derrotados por los japoneses», dijo Zhou Enlai en abril de 1942,
en una conversación con oficiales estadounidenses, los chinos «despre-
cian la posición británica>"
Desde el punto de vista chino, peor aún que el fracaso de los bri-
tánicos en Singapur fue que no pudieran retener Birmania en su poder
y defender la ruta de abastecimiento que habían vuelto a abrir a finales
de 1940. Los británicos no quisieron coordinar su estrategia con los mo-
vimientos de tropas chinas ni con el general StilwelJ y sucumbieron a la
capacidad de maniobra y combate de las fuerzas japonesas. A finales de
abril de 1942, tras una batalla de cinco horas con tropas chinas desmo-
ralizadas que supuestamente estaban coordinando su campaña con los

601
británicos, los japoneses se apoderaron de Lashio, una población birma-
na clave, y una vez más cortaron la Carretera de Birmania como fuente
de material de guerra para Chongqing (véase el mapa de la página 587).
La campaña de Binnania costó a Chiang Kai-shek muchos de los solda-
dos adiestrados por los alemanes y la mayor parte del material pesado
de los ejércitos 5.° y 6.°, que habían sido un elemento importante de
su base de poder y constituían alrededor de un tercio de sus reservas
estratégicas. A partir de ahora Chongqing estaría casi tan aislada como
Yan'an, sin otra conexión con el exterior que la peligrosa ruta aérea que
pasaba por encima del Himalaya hasta India, la llamada el «Hump».'
Se inició ahora en Chongqing un debate en torno a la política mi-
litar en el que Chennault y Stilwell discutieron sobre las ventajas y des-
ventajas del poderío aéreo frente al poderío militar convencional para
contener a los japoneses y acabar derrotándolos. Chennault expuso de
forma convincente argumentos favorables al poderío aéreo y explicó a
Chiang Kai-shek que esta estrategia era relativamente barata y ofrecía la
posibilidad de abastecerle de piezas de recambio, gasolina y municio-
nes con aviones que despegarían de India y sobrevolarían «el Hump».
Stilwell replicó que las fuerzas aéreas debían ser defendidas en tierra y
que los ejércitos nacionalistas tenían exceso de oficiales, y que sus per-
trechos y adiestramiento eran insuficientes. Sería mucho mejor crear
un ejército chino de elite, más pequeño, y adiestrar parte de sus tropas
en campamentos de India y otras en el oeste de China, y luego traba-
jar con paciencia para reabrir la ruta terrestre que atravesaba el norte de
Birmania hasta Ledo, con el fin de que Chongqing pudiera recibir otra
vez pertrechos a gran escala.
Los argumentos de Chennault se impusieron: tenía a la vez más tac-
to y más paciencia que -Vinegar joe» Stilwell'" y sus aviadores se habían
apuntado victorias impresionantes. Stilwell, a pesar de su buen cono-
cimiento de la lengua china y su hondo afecto por los soldados rasos
chinos que había conocido, sentía poco más que desdén por Chiang
Kai-shek (en sus despachos usaba el nombre en clave de «Peanute'"?'
para referirse a él) y despreciaba a la mayoría de los oficiales que man-
daban las fuerzas nacionalistas por su poca disposición a luchar y su
falta de honradez. Así pues, mientras Stilwell hacía algunos progresos en
la creación de programas de adiestramiento para los ejércitos de Chiang

* Nombre de una cordillera del Himalaya, que literalmente significa «joroba» en


inglés. (N. del T)
*"" Joseph Stilwell, alias '1oe el Avinagrado». (N. del T)
*""" «Cacahuete». (N. del T)

602
China Pacífico Manchuria Japón Taiwan
y Sudeste y Corea
Asiático

División del
ejército (50) 21' 10** 13 4 2
Bngada mixta
o equivalente (58) 20' 3 24 11
División de la flota
aérea del
ejército (151) 16 70 56 9
• Más un ejército de grupo de caballería y una división del ejército en Shanghai bajo el man-
do directo del Cuartel General Imperial.
" Más una columna especial. De estas diez divisiones dos fueron enviadas desde el teatro chino.

La disposición de las fuerzas del ejército japonés, diciembre de 1941.,1

Kai-shek, la mayor parte de los recursos de China se destinó a la cons-


trucción de una línea de aeródromos a lo largo de la frontera oriental
del territorio que controlaba el régimen de Chongqing, entre Hengyang
en el sur de la provincia de Hunan y Liuzhou en Guangxi.
Para pagar a los ingentes ejércitos que seguían nominalmente bajo
su mando, así como los gastos de la ampliación de las fuerzas aéreas,
Chiang Kai-shek impuso un sistema tributario más riguroso en las
zonas que controlaba. Dado que la inflación mermaba el valor de la
moneda china (véase el cuadro de la página 598), este impuesto se fijó
en el equivalente en cereales del tipo impositivo de antes de la guerra y
luego se cobraba en especie a los agricultores, ya fuese en arroz o trigo,
a veces judías, maíz, mijo o incluso algodón. Por encima de estos im-
puestos existía una serie de «préstamos forzosos» de cereales alimen-
ticios en las provincias para satisfacer las necesidades del ejército y el
Gobierno. A los que proporcionaban estos alimentos adicionales su-
puestamente se les pagaría el precio justo de mercado. Inevitablemente,
sin embargo, había demoras y abusos, y era frecuente que los pagos se
efectuaran a tipos bajos o con moneda devaluada. Además, los agricul-
tores tenían que sufragar los costes del transporte de todos estos cerea-
les a los puntos de recogida de los nacionalistas.
En sus gobiernos de las regiones fronterizas alrededor de Yan'an,
los comunistas también hacían frente a problemas graves relacionados
con la obtención de ingresos, el control social y la moral. Su :espues-

603
ta, durante 1942 y 1943, consistió en intensificar su intervención en el
campo movilizando a toda la población. Existen, asimismo, indicios
claros de que mitigaron su principal crisis económica alentando a los
campesinos a reanudar la producción de opio, que luego los comunis-
tas enviaban a las zonas controladas tanto por los japoneses como por
el Guomindang. (En sus informes financieros, no obstante, el comer-
cio de opio se disimulaba con eufemismos tales como «productos es-
peciales» o «[abón-c) También se permitía a los campesinos emplear los
ingresos que obtenían del opio para satisfacer algunas de las nuevas
exigencias tributarias." Aunque los impuestos debían cobrarse incluso
a los campesinos pobres, y aplicando tipos elevados, las reducciones
forzosas de arriendos ayudaban a todos los campesinos, salvo a los más
pobres, que no podían arrendar nada. Los comunistas prestaban aho-
ra menos atención a las formalidades del frente unido o al sistema de
los tres tercios en el Gobierno local. Los cuadros iban directamente a las
zonas rurales con el fin de fomentar la creación de cooperativas de pro-
ductores para la compra de cereales y la concesión de créditos. Trata-
ban de estimular la producción persuadiendo a los campesinos de man-
comunar la mano de obra, los aperos y los animales de tiro en grupos
de ayuda mutua y organizando grandes campañas que instaban a emu-
lar a los «héroes del trabajo». Campañas parecidas se ponían en mar-
cha, cuando era posible, en zonas del este y el centro de China don-
de los comunistas tenían centros de apoyo bastante fuertes. También
aquí los comunistas volvían a hacer hincapié en la lucha social y criti-
caban, humillaban y castigaban en público a los terratenientes abusivos,
los acreedores severos y los funcionarios locales corruptos.
También se encargaron de que los intelectuales, en particular los de
Yan'an, conocieran las condiciones básicas de la vida en el campo por
medio de campañas específicas que los enviaban «a los poblados» para
que aprendiesen de los campesinos. A partir de sus primeros escritos,
Mao Zedong había expresado desdén por las elites tradicionalistas de
China, especialmente por su ignorancia de la pobreza rural y por su
falta de espíritu práctico. Al igual que Chongqing, Yan'an se había con-
vertido en hogar de millares de refugiados y en una campaña intensi-
va de 1942 -la «Campaña de Rectificación- recordaron severamente a
los habitantes de las regiones fronterizas bajo control comunista los
imperativos de la revolución socialista. Los blancos de la campaña eran
criticados en foros de masas, obligados a autocriticarse y trasladados de
puestos de poder a empleos inferiores o serviles. Algunos eran maltra-
tados físicamente o empujados al suicidio. Entre las víctimas hubo se-
guidores del principal rival de Mao por el liderazgo del partido, Wang

604
Ming, que desde su regreso de la Unión Soviética trataba de fortalecer
su propia base de poder. La Campaña de Rectificación ayudó a Mao a
preservar su dominio como líder del partido y aseguró la independen-
cia de la ideología del PCCh respecto del control soviético.
Entre los intelectuales que fueron rebajados de categoría y envia-
dos a trabajar en el campo se hallaba la escritora Ding Ling, cuyo re-
lato «El Diario de Miss Sophie» tan bien había captado la anomia de la
juventud de China en 1928 y se había afiliado al PCCh después de
la ejecución de su esposo en 1931. Ding Ling había permanecido bajo
arresto domiciliario en Nankín por orden del Guomindang, pero con-
siguió escapar y llegó a Yan'an en 1936. Sin embargo, una vez en Yan'an,
empezó a escribir relatos que criticaban a los cuadros del PCCh por su
insensibilidad para con las trabajadoras y por imponer una perspectiva
ideológica que destruía la iniciativa y la opinión del individuo. Tam-
bién sostuvo que los líderes del partido usaban las consignas de resis-
tencia nacional y solidaridad para debilitar los derechos que las muie-
res habían conquistado poco antes.
Al castigar de modo ejemplar a estas personas mediante la Campa-
ña de Rectificación, Mao reafirmaba con fuerza el papel del PCCh en
la tarea de definir los límites de la expresión y la indagación intelec-
tuales. Para reforzar este papel, se ordenó a los miembros del partido y
los intelectuales que leyeran y debatieran varios ensayos de Mao, Sta-
lin y otros. En sus propios y más detallados discursos de mayo de 1942,
Mao habló del propósito social del arte y la literatura. Los que estaban
en Yan'an debían comprender su deber para con las masas; debían bus-
car los «ricos depósitos de literatura y arte [que] existen realmente en
la vida popular misma». Estos «depósitos» tenían que ser la «fuente úni-
ca e inagotable de formas literarias y artísticas tratadas». Anteriores tra-
diciones artísticas chinas, dijo Mao, y las tradiciones extranjeras que los
intelectuales del 4 de Mayo, e incluso Lu Xun, habían propugnado de-
bían mantenerse firmemente subordinadas; no era necesario rechazar-
las por completo, pero debían usarse «con discernimiento... como mo-
delos de los que podemos aprender lo que debe aceptarse o lo que debe
rechazarse». La misión de los intelectuales debía consistir en sumergir-
se en la guerra y absorberla con toda su aterradora complejidad:

Los escritores y artistas chinos revolucionarios, del tipo de los que espe-
ramos grandes cosas, deben ir entre las masas; deben ir entre las masas de
obreros, campesinos y soldados, y meterse en plena batalla durante mu-
cho tiempo venidero."

60S
El hambre y la opresión estaban en todas partes, dijo Mao, y «na-
die se disgusta por ello". El artista de verdad era el que podía cambiar
esa actitud, que podía «despertar y estimular a las masas populares, ani-
marlas a avanzar hacia la unidad y la lucha, y a tomar parte en la trans-
formación de su propio entorno". Incluso en medio de la agitación co-
tidiana de la guerra contra los japoneses, decía Mao, los intelectuales de
China debían tener claras las necesidades de cambio a largo plazo para
el pueblo chino.

El final de la guerra
En 1943 Y 1944 las mayores presiones que soportaban las fuerzas ar-
madas japonesas, cuyas increíbles victorias las habían llevado hasta las
islas Gilbert en el Pacífico y muy cerca de la frontera de India en el Su-
deste Asiático, las ejercían fuerzas estadounidenses en lugar de chinas.
La mayor aportación de China seguía consistiendo en tener atadas a nu-
merosas tropas regulares japonesas, porque Japón nunca logró alcanzar
su objetivo declarado de utilizar tropas de los regímenes títeres para vi-
gilar y proteger sus zonas de influencia. Después de su espectacular vic-
toria naval en la batalla de Midway (junio de 1942), los estadounidenses
se hallaban embarcados ahora en la lenta y sangrienta lucha por volver
al otro extremo del Pacífico, de isla en isla. Pero cuando los jefes del Es-
tado Mayor Conjunto estadounidense empezaron a trazar planes para el
bombardeo estratégico de Japón, la posibilidad de desplegar los nuevos
y poderosos bombarderos B-29 en los aeródromos avanzados de Chen-
nault se hizo realidad y sirvió al menos pata que los principales planifi-
cadores estadounidenses, rusos y británicos tuvieran en cuenta a China.
En 1943 varios acontecimientos demostraron cuán decisivamente
los triunfos militares de Japón -y la negativa china a rendirse- habían
alterado las pautas seculares de explotación de China por parte de los
occidentales. Un indicador importante del cambio fue que, tras prolon-
gados debates, en enero de 1943 los aliados acordaron abolir el odiado
sistema de extraterritorialidad. Después de soportar un siglo entero esta
humillación, los chinos serían ahora libres de juzgar a todos los extran-
jeros (excepto los que gozaran de inmunidad diplomática) de acuerdo
con las leyes propias de China." En agosto de 1943, en una maniobra

* Desde junio de 1943 hasta el final de la guerra, sin embargo, el personal militar
estadounidense destacado en China volvió a estar bajo la ley estadounidense. (N. del A)

606
que orquestaron los japoneses, se permitió al régimen colaboracionis-
ta de Wang Jingwei en Nankín hacerse cargo tanto de la antigua conce-
sión internacional como de la concesión francesa en Shanghai y adrni-
nistrarlos directamente como territorio chino. Y en diciembre de 1943
Chiang Kai-shek se reunió con Roosevelt y Churchill en la Conferen-
cia de El Cairo, donde estipularon la devolución de Manchukuo y Tai-
wan a los nacionalistas chinos después de la contienda.
Otro indicador de la disminución del estatus de Occidente fue la se-
rie de medidas deliberadas que tomaron los japoneses en el transcurso
de la guerra. Después de Pearl Harbor, los japoneses habían permitido
que los extranjeros continuaran estudiando y haciendo negocios -aunque
con restricciones- en Pekín y, con más limitaciones, en Shanghai. Pero a
finales de marzo de 1943, los extranjeros que residían en Pekín (excep-
tuando los alemanes y otros aliados de los japoneses) fueron reunidos
y conducidos a la estación del ferrocarril en largas filas desordenadas y
con su equipaje, sus palos de golf y sus abrigos de pieles. Una multitud
de chinos congregada ex profeso por los japoneses contempló la escena
en silencio. «Dimos exactamente el espectáculo ridículo que esperaban
los japoneses», recordó un estadounidense." Desde Pekín los extranje-
ros fueron trasladados al campo de internamiento que se había designa-
do para ellos en Weixian, en Shandong centroseptentrional. Allí, en las
ruinas del recinto de una antigua misión, sin los privilegios y los sir-
vientes a los que estaban acostumbrados, mil adultos y quinientos ni-
ños occidentales tuvieron que forjar una comunidad de supervivencia
con raciones poco generosas de alimentos, casi sin material médico y
sin más servicios sociales, de educación y de recreo que los que ellos
mismos pudieron organizar.
Los estadounidenses y los europeos de Shanghai fueron internados
en condiciones parecidas en otros campos de la China central, pero a
los de origen judío les dispensaron un trato diferente. A mediados de
mayo, la gran mayoría de los dieciséis mil judíos de Shanghai -fugiti-
vos de la persecución en Europa- fue trasladada a un gueto de «Hong-
kew», el sector pobre de la ciudad," Obligados a vender a toda prisa y
a precios lamentablemente bajos los hogares y los negocios que con
tanto esfuerzo habían creado, los judíos fueron organizados en baojia
de seguridad mutua para su propia vigilancia y protección. Dentro del
gueto dependían totalmente de los caprichos de un oficial de los guar-
dias japoneses que se daba a sí mismo el sardónico título de «Rey de

.. La orden relativa al gueto excluyó a los judíos askenazíes, en su mayoría proce-


dentes de Rusia, que se habían establecido en China antes de 1937. (N del A)

607
los Judíos» y estaba facultado para dar pases a todos los judíos que de-
searan salir del gueto, ya fuera por asuntos de negocio, para asistir a al-
gún entierro o por otras circunstancias excepcionales."
Muchos judíos se vieron reducidos a hacer de «culis» para los chinos
del lugar o a comer en los comedores de organizaciones de beneficen-
cia locales y casi todos sufrían desnutrición. Algunos recurrieron a pe-
dir limosna y otros a la prostitución en lo que fue un triste colofón de
sus anteriores vidas de sufrimientos. Pero los japoneses nunca accedieron
a las propuestas nazis de que los judíos de Shanghai sufrieran el mismo
programa terrible de exterminio que se había aplicado a sus congéneres
europeos.
Estas humillaciones que padecieron los occidentales en China
ocurrieron durante un momento de calma en las luchas más intensas
que hubo en el teatro chino, pero la tregua militar terminó súbitamen-
te en 1944. Mientras Stilwell y los británicos -con sus tropas chinas
bien adiestradas- habían estado combatiendo a los japoneses en el nor-
te de Birrnania y habían empezado a construir una nueva carretera des-
de Ledo que acabaría comunicando de nuevo con la antigua Carre-
tera de Birmania, la opinión de Chennault de que la guerra aérea era
de vital importancia se había puesto en práctica de forma espectacular
y decenas de miles de peones chinos habían estado ampliando y mejo-
rando gradualmente la red de aeródromos de China al este de Chong-
qing. A comienzos de junio, de 1944, bombarderos B-29 que tenían sus
bases en estos nuevos aeródromos chinos lanzaron su primer ataque
importante -que en parte fue una operación de adiestramiento- a ins-
talaciones ferroviarias en Bangkok, Tailandia. El 15 de junio alcanzaron
la isla de Kyushu, en el sur de Japón, y arrojaron 221 toneladas de bom-
bas sobre la planta siderúrgica de Yawata. Siguieron más ataques a ob-
jetivos industriales en Kyushu, así como a las plantas siderúrgicas de
Anshan, en Manchukuo, una refinería de petróleo en Sumatra y varios
aeródromos de Taiwan.
Tal como había advertido Stilwell, los japoneses contraatacaron, y
con fuerzas masivas. En el verano de 1944, en una operación con el
nombre en clave de Ichigo (que significa "Número Uno») tropas japo-
nesas penetraron en la provincia de Henan con el fin de consolidar su
dominio sobre el ferrocarril de Pe1cln-Wuhan, luego se dirigieron hacia el
sur por el río Xiang hasta Changsha. Esta ciudad, que tan valerosamen-
te había resistido en 1941, esta vez cayó pronto ante los japoneses. La
única resistencia eficaz la opusieron los chinos alrededor de la ciudad y
el aeródromo de Hengyang, pero también cayeron en agosto. El ejército
japonés siguió avanzando hacia el interior de Guangxi y se apoderó de

608
las bases aéreas de Guilin y Liuzhou en noviembre. Dos columnas se
desviaron entonces hacia el oeste y amenazaron Guiyang e incluso la
propia Chongqing. Los japoneses interrumpieron entonces la campaña,
satisfechos, al parecer, con haber destruido los aeródromos chinos que
habían servido de bases para los bombardeos de su patria. En el mismo
momento en que se producía esta victoria, sin embargo, se observaron
nuevas señales de que la guerra empezaba a ir mal para Japón. A fina-
les de noviembre de 1944, bombarderos B-29 lanzaron un ataque in-
tensivo contra Tokio, no desde China oriental, como Chennault había
esperado durante tanto tiempo, sino desde bases en las islas Marianas,
que acababan de ser reconquistadas por los estadounidenses.
Las victorias japonesas en las campañas de la operación Ichigo cau-
saron graves daños a las fuerzas militares que le quedaban a Chiang
Kai-shek y le arrebataron el control de más zonas extensas de China. Sin
embargo, tan importante o más fue el hecho de que las victorias japo-
nesas contribuyeron a mermar aún más la moral de los chinos y la cOO R

fianza de los estadounidenses en los líderes de China. Hada mucho


tiempo que Chongqing era centro de chismorreos y rumores malinten-
cionados, de marcados contrastes entre ricos y pobres, de especulación

609
financiera y manipulación de precios, de estraperlo y rumores de trai-
ción. Un poeta chino, utilizando una variante del verso libre de estilo
occidental, reflejó de manera sorprendente estas contradicciones en un
poema de 1944 en el que recurrió a anuncios de películas, titulares de
los periódicos y comunicados de prensa oficiales del Guomindang en
Chongqing. El poema se tituló «Música de Primera Plana»:

Tenso, Tenso, Tenso


Alcista, Alcista, Alcista
Cuatro mil millones de dólares caen en el mercado del oro
Cambio, Ningún cambio, No habléis de asuntos nacionales
Cada melodía espléndida, elegante e inspiradora
Cada escena llena de música y danza exquisitas
Cantad en honor de los compañeros de escuela que
se alistan en el ejército
Danzad a beneficio de los refugiados
Una cola de decenas de kilómetros que pasa la noche bajo el frío viento
Arte sin par sobre cremoso hielo artificial, color primaveral en el palacio
de la luna
Cada palabra es sangre y dolor, hace llorar de emoción a los espectadores
Llevaban en brazos y sostenían a sus viejos y sus niños, nos sentimos
hondamente conmovidos
Gran película de producción nacional, una tragedia con vestuario
a la última moda
El argumento conmovedoramente triste, tierno, tenso
Se aconseja a las señoras, viejas y jóvenes, que traigan más pañuelos ..,2ó

En ese mismo momento llegó la noticia de que campesinos chinos


de las zonas que antes estaban en poder del Guomindang habían es-
tado matando, robando y desarmando a las tropas chinas que se reti-
raban ante los ataques de la operación Ichigo, impulsados por la ra-
bia acumulada que era fruto de la crueldad con que, un año antes, las
mismas tropas se habían encargado de la recaudación de los tributos en
especie incluso en medio de una hambruna terrible. Periodistas esta-
dounidenses que salieron de Chongqing para inspeccionar las zonas de
Hunan afectadas por la hambruna vieron cosas que les dejaron destro-
zados. «Los rostros llenos de lágrimas, sucios y desamparados bajo el
frío nos avergonzaban», escribió Theodore White.

Los niños chinos son hermosos cuando su salud es buena; su cabello re-
luce entonces con el brillo del fino aceite natural y sus ojos almendrados

610
centellean. Pero estos espantapájaros consumidos tenían cortes llenos de
pus donde deberían estar los ojos; el cabello seco y quebradizo a causa
de la desnutrición; los vientres hinchados por el hambre; la piel agrietada
por las inclemencias del tiempo. Sus voces habían quedado reducidas a un
débil gemido que sólo pedía comida."

Estos periodistas, furiosos y asqueados cuando los censores del


Guomindang suprimían de sus despachos la información sobre estas
miserias, acabaron culpando al régimen de Chongqing de las dimen-
siones humanas y militares de la catástrofe.
Otros estadounidenses, incluido el general Stilwell, sentían igual
horror ante las campañas de reclutamiento forzoso que llevaban a cabo
los ejércitos del Guomindang y al ver cómo hombres harapientos y des-
calzos eran conducidos al frente atados unos a otros, ya debilitados has-
ta el borde de la muerte por el beriberi o la desnutrición. De vez en
cuando Chiang Kai-shek ordenaba ejecutar a algún oficial de recluta-
miento escogido al azar, pero estas medidas no contribuyeron a poner
fin a los abusos. Se calculó que de 1,67 millones de chinos llamados al
servicio activo en 1943, el 44 por ciento desertó o murió cuando iba
camino de incorporarse a sus unidades. Los reclutas que murieron antes
de entrar en combate entre 1937 y 1945 fueron 1,4 millones, aproxi-
madamente uno de cada diez de todos los hombres llamados a filas.
En vista de esta lamentable situación, no es extraño que los oficia-
les estadounidenses empezaran a esperar ayuda de Yan'an, la zona base
fronteriza de los comunistas. Tanto el presidente Rooseve1t como los
jefes del Estado Mayor Conjunto estudiaron la posibilidad de armar a
los comunistas para incrementar su eficacia en la lucha contra los japo-
neses. El Departamento de la Guerra se planteó proporcionar material
del programa Préstamo y Arriendo a fuerzas en las que había comu-
nistas, aunque no a unidades comunistas en particular. Y, a pesar de la
irritación de Chiang Kai-shek, un pequeño «grupo de observadores» es-
tadounidenses, bajo el mando del coronel David Barrett, fue enviado a
Yan'an en julio de 1944. Su misión oficial se limitaba a obtener infor-
mación secreta sobre los movimientos de los japoneses, reunir datos
meteorológicos y ayudar a los pilotos derribados a atravesar las líneas ja-
ponesas para volver a sus unidades. Aunque tenían órdenes de no «ha-
blar de política», era inevitable que los estadounidenses llegaran a cono-
cer bien a las fuerzas comunistas y a tener en gran estima su capacidad
de lucha.
La presencia de este grupo estadounidense en Yan'an fue resultado
principalmente de las recomendaciones del vicepresidente Henry Walla-

611
ce, que visitó Chongqing en junio de 1944. Ulteriores intentos de acero
camiento a los comunistas se hicieron por recomendación de Patrick
Hurley, enviado especial del presidente Roosevelt, tras visitar Yan'an en
noviembre. Entre estas dos misiones, el propio Roosevelt, basándose
en el contraste entre la segunda campaña de Birmania -en la cual Stil-
well y las tropas chinas readiestradas empezaban a destacar-, y los de-
sastres de la operación Ichigo, empezó a insistir en que se nombrara a
Stilwell comandante en jefe de todas las tropas chinas, incluidas las que
se encontraban en la propia China. Esto era intolerable a ojos de Chiang
Kai-shek y sus principales asesores chinos y, tras fuertes presiones y re-
criminaciones por ambas partes, se ordenó a StilwelJ que volviera a Es-
tados Unidos en octubre de 1944 y el general Albert Wedemeyer ocupó
su lugar. Durante los tres meses siguientes Chiang Kai-shek también
logró desviar todos los nuevos planes estadounidenses destinados a in-
tensificar el apoyo al régimen de Yan'an.
Este cambio decepcionó pero no sorprendió al PCCh. Llevaba mu-
cho tiempo luchando solo. Así que, aunque por motivos propagandís-
ticos los comunistas siguieron pidiendo un Gobierno de coalición que
uniera a todos los chinos y, en su base de Yan'an, presentaban un ros-
tro sonriente a los visitantes y periodistas occidentales, cuyo número iba
en aumento, también trabajaban de forma sistemática y decidida para
obtener más apoyo entre los campesinos. Los comunistas volvieron a
seguir una política declaradamente radical, si bien mostraban cierta flexi-
bilidad en la definición de las relaciones entre las clases en las zonas
bajo su dominio. Los terratenientes empezaron a ser blanco de fuertes
ataques y una vez más los campesinos fueron clasificados de manera
precisa a tenor de la extensión de sus propiedades.
Según las definiciones de Yan'an, los «campesinos ricos» eran los
que obtenían más de la mitad de sus ingresos del empleo de mano de
obra contratada, pero se reconocía que también podían ser explotados
como arrendatarios al mismo tiempo. Por tanto, los niveles generales de
vida y la cantidad de ganado y aperos que se poseían volvieran a estar
en el punto de mira de los análisis y la política social de los comunis-
tas. Los «campesinos medios» y los «campesinos pobres» se definían
atendiendo a la subsistencia, así como a la propiedad de la tierra: en
teoría, un «campesino pobre» era el que no podía alcanzar el nivel de
subsistencia prescindiendo de si era propietario de la tierra o la arrenda-
ba y por ello tenía que vender parte de su trabajo; un «campesino me-
dio» podía sustentarse a sí mismo y a su familia contratando el traba-
jo de otros o alquilando el suyo de vez en cuando. Pero équién tenía
más probabilidades, a juicio de la gente del lugar, de llevar una vida

612
Zona Terrateniente Campesino Campesino Campesino Trabajador Otros
rico medio pobre contratado

Xinxin 7,6 4,8 31,0 40,0 16,6


Erlian 7,1 3,5 47,1 34,0 2,2 6,1
Zhangtang 2,3 7,0 34,5 50,5 3,6 2,1
Xinsi 9,0 10,0 30,0 51,0 0,0
Baishui 5,1 9,0 13,2 72,2

La población rural de China central: muestra de clases de familias del PCCh por porcen-
taje de población, 1941-1945.z8

razonablemente feliz? Si, según la comunidad, era el campesino pobre,


a pesar de su pobreza, y no el campesino medio, entonces podían in-
vertirse las categorías. Un ejemplo de esta nueva flexibilidad fue el caso
de una campesina viuda con un hijo de cinco años. La viuda, que po-
seía 1,5 hectáreas de tierra, tres casas con techo. de paja y un cerdo, era
a primera vista una terrateniente. Sin embargo, acabó clasificada como
«campesina media'} debido a la comprensión que inspiraba su dificil si-
tuación como madre.
En todo el norte de China, en zonas esparcidas por doquier en el
territorio que nominalmente controlaban los japoneses o en las bases
de poder de los regímenes títeres, y a veces en zonas donde aún había
bolsas de resistencia del Guomindang, los comunistas continuaron este
complejo proceso de clasificación y reclasificación, de análisis de las con-
diciones sociales en el campo y fomento de la ruptura de antiquísimas
pautas de deferencia por medio de la movilización de las masas y la crí-
tica en público. Al parecer, los periodistas extranjeros, los observadores
militares estadounidenses e incluso los agentes del Guomindang prácti-
camente no sabían nada de ello.
En muchas comunidades, eran ahora los cuadros comunistas quie-
nes implantaban una versión de la baojia, el sistema tradicional de segu-
ridad mutua. Este sistema se componía de grupos de «garantía mutua»
integrados por cinco personas, cada uno de los cuales lo habían for-
mado voluntariamente personas que estaban dispuestas a prometer que
ninguno de los otros miembros del grupo había delinquido. Este siste-
ma, que no estaba exactamente vinculado al análisis de clase, en reali-
dad excluía de la estructura comunitaria a quienes el PCCh identifica-
ba ahora como «socialmente poco fiables» y daba a la mayoría una gran
sensación de solidaridad. Entre los elementos «socialmente poco fia-

613
bles» se encontraban quienes robaban cultivos, ejercían la prostitución,
tenían vínculos con bandidos o contrabandistas de opio, frecuentaban
zonas ocupadas por los japoneses, eran miembros destacados de socie-
dades secretas o habían servido alguna vez en las fuerzas de los regíme-
nes títeres. Pero también se aplicaban categorías más imprecisas que de-
mostraban en qué medida los investigadores del PCCh interrogaban
rigurosamente a los habitantes de los pueblos sobre sus vecinos. Porque
las mismas inspecciones del PCCh también prevenían contra quienes
tenían un «pasado misterioso», cometían adulterio, tenían mal genio,
no asistían a los mítines políticos, fumaban opio o estaban casados con
mujeres ligeras de cascos." Los nuevos comunistas tenían que ser gen-
te disciplinada, capaz de elevarse por encima de los placeres en busca de
un nuevo orden político.
Satisfecho con el crecimiento del poder del PCCh en el norte de
China -el número de afiliados era ahora de 1,2 millones y había más
de novecientos mil soldados en el Ejército de la 8." Ruta y el Nuevo
4.° Ejército-, Mao Zedong convocó el VII Congreso Nacional del Par-
tido Comunista Chino en Yan'an en abril de 1945. (No se había celebra-
do ningún congreso desde que el sexto se reuniera en Moscú en 1928.)

614
Ya nadie desafiaba ahora el liderazgo de Mao y varios de sus antiguos
rivales se autocriticaron públicamente. Tanto antes como después del
congreso, Mao se culpó a sí mismo en público por permitir el uso ex-
cesivo de la violencia y el terror contra comunistas leales en la frené-
tica persecución de espías y traidores que para muchos había formado
parte de su experiencia en Yan'an. Incluso se inclinó ante sus colegas en
señal de arrepentimiento." Pero el «pensamiento» de Mao fue recono-
cido como la guía principal para el PCCh en el texto de la nueva cons-
titución del partido, y se asentaron firmemente los cimientos de lo que
más adelante se convertiría en el «culto» de Mao Zedong. En el informe
«Sobre un Gobierno de Coalición» Mao dirigió algunos gestos de cor-
tesía al Guomindang, pero afirmó que el Gobierno creado por el PCCh
en las zonas fronterizas era la forma correcta y había puesto en práctica
cada uno de los Tres Principios de Sun Yat-sen. Dado que los comu-
nistas controlaban ahora «zonas liberadas» con una población total de
95 millones de personas, Mao tenía razones para felicitarse. La consti-
tución centralizó con fuerza el poder del partido y Mao asumió el re-
cién creado cargo de presidente del Comité Central. Había otros deta-
lles sobresalientes: se dio mucha representación a las zonas rurales y
las referencias a la Unión Soviética y la revolución comunista mundial
se eliminaron de la constitución. El PCCh parecía hacer hincapié en su
independencia.
El VII Congreso del Partido Comunista Chino se había organizado
deliberadamente para que coincidiese con el VI Congreso del Guomin-
dang, que se celebró al mismo tiempo en Chongqing y no consiguió
reforzar la posición de Chiang Kai-shek. En vez de ello, el Guomindang
fue objeto de fuertes criticas por parte de sus propias juventudes y de
camarillas rivales que existían dentro de la organización del partido.
Abundaron los rumores de corrupción y desmoralización y hasta se
dudaba de que Chiang Kai-shek pudiese seguir contando con la leal-
tad de sus partidarios más destacados.
En efecto, la influencia del Guomindang parecía ir de capa caída
no sólo en China, sino también en el extranjero. Winston Churchill, que
nunca había tenido mucha fe en China, escribió que seguir considerán-
dola uno de los Cuatro Grandes era una «pura farsa» y señaló los «gro-
tescos» fracasos militares de los chinos en las batallas de la operación
Ichigo. Reunidos en Yalta en febrero de 1945, Roosevelt, Stalin y Chur-
chill no hicieron ningún intento de comunicar a Chiang Kai-shek las
decisiones trascendentales que tomaron: que la Unión Soviética entra-
ría en guerra en Asia antes de que transcurrieran tres meses de la rendi-
ción de Alemania; que Rusia recuperada todo el territorio que le había

615
arrebatado Japón, incluidos Sajalín y las islas Kuriles; que Rusia podría
volver a «arrendar» la gran base naval de Lüshun y participar de los be-
neficios de la ciudad «internacionalizada» de Dalian (Lüda) y que una
vez más disfrutaría de un interés preponderante en los antiguos ferro-
carriles chino-rusos de Manchuria. Las tres últimas cláusulas fueron
un duro golpe para las aspiraciones de China en la posguerra.
La guerra iba alargándose y la única compensación que recibió Chi-
na fue la disponibilidad de grandes cantidades de pertrechos de Prés-
tamo y Arriendo, así como el cuidado que pusieron el general Wede·
meyer y su Estado Mayor en mejorar la eficiencia combativa de treinta
y nueve divisiones seleccionadas especialmente entre los ejércitos de
Chiang Kai-shek, sin volver a inquietar a éste hablando de armar o adies-
trar a los comunistas. A pesar de los intensos bombardeos de la aviación
estadounidense contra Japón, y de las victorias terrestres de las tropas
aliadas en Birmania, que permitieron la reapertura de la Carretera de
Birmania, la serie ininterrumpida de victorias en las islas del Pacífico
costó numerosfsimas bajas a los estadounidenses. Sin saber nada de los
acuerdos de Yalta ni del programa de la bomba atómica -que estaba en-
vuelto en el secreto-, Wedemeyer pensaba, al igual que los chinos, que
aún se tardarían años en ganar la guerra. Con la aprobación de Chiang
Kai-shek trazó planes a largo plazo para avanzar lentamente por la cos-
ta oriental de China y tomar Cantón a finales de 1945 o comienzos
de 1946. Seguidamente sus tropas marcharían en dirección norte hacia
Shanghai, lo cual debió de recordar a Chiang Kai-shek su estrategia en
la Expedición al Norte diecinueve años antes. A principios de agosto
de 1945, a modo de preliminar alentador, las fuerzas chinas reconquis-
taron Guilin y empezaron a avanzar hacia la isla de Hainan, en el sur.
La rendición de Alemania en mayo de 1945 animó a los chinos, pero
no cambió su programa. Pero el 8 de agosto, según lo estipulado en los
acuerdos de Yalta, las fuerzas rusas penetraron en masa en Manchukuo
para atacar a los japoneses. Hacía sólo dos días que Estados Unidos ha-
bía lanzado una bomba atómica sobre Hiroshima y el día 9 lanzaría una
segunda sobre Nagasaki. Cinco días después los japoneses se rindieron.
De forma extraordinariamente súbita, sin que nadie en China se hubie-
ra preparado como era debido para ello, toda la estructura de la polí-
tica de poder en Asia había cambiado.

616
18
La caída del Estado del Guomindang

La rendición japonesa y la misión Marshall


En un largo telegrama dirigido a los jefes del Estado Mayor Con-
junto para informarles de la situación en la zona de guerra de
Chongqing, el I de agosto de 1945 el general Wedemeyer señaló que «si
la paz llega de pronto, es razonable esperar confusión y desorden gene-
ralizados. Los chinos no tienen planes de rehabilitación, prevención de
epidemias, restauración de los servicios públicos, instauración de una
economía equilibrada y reasentamiento de millones de refugiados». En
respuesta a otras preguntas sobre cuál debía ser exactamente su papel
en el caso de que los japoneses se rindieran, Wedemeyer recibió de Wa-
shington instrucciones confusas y coincidentes en parte en el sentido
de que debía ayudar a los nacionalistas tanto como pudiera sin interve-
nir en su nombre en una guerra civil y que debía «asistir al Gobierno
Central en el rápido traslado de sus fuerzas a zonas clave de China»,!
Wedemeyer y Chiang Kai-shek habían acordado que cuando dis-
pusieran de fuerzas estadounidenses tras la rendición de los japoneses
deberían actuar con rapidez y ocupar cinco puertos clave siguiendo este
orden: Shanghai, Pusan (en Corea), Dagu, Cantón y Qjngdao. En las
primeras semanas posteriores a la rendición de Japón, Estados Unidos
ocupó estos puertos y otros y envió nutridos contingentes de infante-
ría de marina a Pekín y Tianjin. Pero las fuerzas estadounidenses, cum-
pliendo órdenes de los jefes del Estado Mayor Conjunto, se concen-
traron en la tarea de transportar por vía aérea el mayor número posible
de soldados de Chiang Kai-shek de la región de Chongqing al norte y
el este de China, para que las fuerzas nacionalistas pudieran aceptar per-
sonalmente la rendición de los japoneses. En los dos meses que siguie-
ron a la declaración de rendición por parte del emperador Hiro-Hito,
aviones de transporte Dakota de la la: Fuerza Aérea de Estados Unidos
llevaron más de ciento diez mil de los mejores soldados adiestrados por
los estadounidenses que tenía Chiang Kai-shek a ciudades clave. Se or-

617
denó a los comandantes japoneses que no se rindieran a los comunis-
tas, por lo que en muchos casos continuaron los choques con fuerzas
comunistas hasta la llegada de funcionarios del Guomindang. Los co-
munistas, por su parte, recibieron de su comandante en jefe, Zhu De,
órdenes de obligar a los oficiales japoneses a rendirse directamente a
ellos dondequiera que fuese posible, tras 10 cual los comunistas se en-
cargarían de mantener el orden público.
La rendición fue una operación a escala gigantesca que tardó meses
en quedar terminada. Había cerca de 1,25 millones de soldados japo-
neses en China propiamente dicha, y otros 900.000 en Manchuria, sin
contar las tropas de los regímenes títeres, armadas total o parcialmente,
y más de 1,75 millones de civiles japoneses en el país. Los nacionalistas
chinos, a pesar de las pérdidas enormes que habían sufrido, tenían aún
2,7 millones de soldados divididos en 290 divisiones. El Ejército de la
8." Ruta y el Nuevo 4.° Ejército comunistas contaban cerca de un mi-
llón de soldados. En algunos lugares la rendición fue protocolaria y dig-
na, por ejemplo en Nankín, donde el comandante en jefe japonés del
teatro de China entregó sus poderes en el lugar que Chiang Kai-shek
en persona había designado especialmente para la ceremonia: el audi-
torio de la Academia Militar Central de los cadetes de Whampoa. En
muchas otras ciudades, con todo, hubo choques y violencia. Y en Shanxi
el tenaz señor de la guerra Yan Xishan utilizó tropas japonesas para
repeler a los comunistas y preservar su poder en 'Iaiyuan.
En Manchuria, en cambio, después de detener y deponer al empe-
rador Puyi de Manchukuo y aceptar la rendición japonesa, las tropas de
la Unión Soviética permitieron que depósitos enormes de armas y mu-
niciones cayeran en manos de los comunistas chinos. Estas tropas chi-
nas habían avanzado a marchas forzadas para penetrar en la zona antes
de que Chiang Kai-shek pudiese mandar sus tropas a ella en número
suficiente para cortarles el paso.
La falta de planes de avance coordinados que tanto había preocupa-
do a Wedemeyer en agosto tuvo consecuencias graves para el Guomin-
dango A medida que iba reconquistando una tras otra las ciudades que
estaban en poder de los japoneses y parecía tener una vez más a su al-
cance el objetivo de reconstruir una China unida, la negligencia, la ine-
ficiencia y a menudo la corrupción mermaron progresivamente su base
de apoyo popular. Muchos chinos se indignaron cuando se permitió que
tropas y políticos de los regímenes títeres que habían colaborado sin di-
simulo con los japoneses durante la guerra continuasen en sus puestos
simplemente para impedir que los comunistas aumentaran su territorio.
Cuando finalmente se promulgaron disposiciones contra los colabora-

618
cionistas, a finales de septiembre, resultó que estaban llenas de lagunas
y prometían lenidad para con los que hubiesen llevado a cabo algún
acto de patriotismo durante su mandato. Y el efecto de estas órdenes se
vio anulado todavía más con el ascenso a altas graduaciones militares
en los ejércitos nacionalistas de numerosos oficiales que habían servi-
do en Manchukuo, la Federación de Mongolia Interior o el régimen tí-
tere de la zona de Pekín. No obstante, cuando convenía a sus propósi-
tos el Guominclang también acusaba de colaboracionismo y castigaba a
gente que no había huido de las zonas ocupadas por los japoneses.
Varios escándalos acompañaron el bloqueo de activos que los ja-
poneses o sus colaboradores habían confiscado durante la ocupación y
ahora supuestamente debían devolverse a sus propietarios legítimos. Se
encomendó a varios organismos coincidentes en parte y supervisados
con poco rigor la tarea de hacer inventario de locales y material co-
merciales, así como la de evaluar las reclamaciones. Fábricas y almace-
nes que debían cerrar sólo unos días mientras se cumplían los requisitos
para e! traspaso permanecieron cerrados varias semanas en muchos ca-
sos, lo cual dejó sin trabajo a miles de personas y arruinó empresas. Al
mismo tiempo, los robos en propiedades cerradas tenían lugar en todas
partes y escuadrones de hombres con brazaletes que les identificaban
como representantes de alguno de los organismos de! Gobierno podían
entrar en los establecimientos a su antojo, requisar vehículos y come-
ter otros abusos. Dado que entre los que robaban propiedades públi-
cas había militares de alta graduación e incluso el jefe del cuerpo de la
policía Chapei en Shanghai, las probabilidades de rectificar e! estado
de cosas eran pocas. En un incidente representativo de muchos otros,
ni uno solo de los 3438 vehículos de motor que los funcionarios de Hu-
nan tomaron a los japoneses se libró del robo de piezas que luego se
vendían ilegalmente a comerciantes locales.
El Guomindang también llevó mal e! dificil problema de estabilizar
las monedas de China. Era esencial que se reforzara e! tipo de cambio
del Jabi, la moneda que los nacionalistas habían utilizado en Chongqing
durante toda la guerra, con los diversos tipos de papel moneda emiti-
dos por diferentes gobiernos títeres. El Guomindang no actuó de ma-
nera decisiva y pronta y con ello permitió que se crease una situación
caótica en la cual los tipos de cambio variaban de forma desorbitada en-
tre ciudades; por ejemplo, e! tipo de cambio de cierta moneda de un
régimen títere era de 40 el yuan en Wuhan, 150 el yuan en Shanghai
y 200 e! yuan en Nankín. Los tipos de cambio entre el fabi Y e! dólar
también presentaban grandes variaciones y durante un tiempo fueron
de 700 e! dólar en Tianjin, a la vez que oscilaban entre 1500 y 2500 yua-

619
nes en Shanghai. Naturalmente, para los especuladores era rentable ir y
venir entre las dos ciudades, comprar dólares en Tianjin y venderlos en
Shanghai. Los precios de los alimentos también empezaron a subir de
manera incontrolable sin que ninguna autoridad central pudiera man-
tenerlos en un nivel razonable.
En este contexto desalentador, Estados Unidos siguió presionando
a favor de alguna clase de acercamiento entre el Guomindang y los co-
munistas con la esperanza de evitar una guerra civil en China y garan-
tizar como mínimo cierto grado de democracia. En agosto de 1945, el
embajador Hurley acompañó personalmente a Mao Zedong de Yan'an
a Chongqing, donde negociaría con Chiang Kai-shek. Las conversacio-
nes continuaron hasta el 10 de octubre, justamente durante el periodo
en el que los dos bandos se disputaban el dominio del este y el norte
de China; el resultado fue la publicación de una serie de principios que
parecían un indicio esperanzador de colaboración futura. Mao y Chiang
Kai-shek anunciaron que estaban de acuerdo en la necesidad de demo-
cracia política, de una fuerza militar unificada y de la igualdad jurídi-
ca para todos los partidos políticos. Debía convocarse sin demora una
Asamblea Nacional o un Congreso del Pueblo que representara el fi-
nal del periodo de tutela política que Sun Yat-sen había dicho que pre-
cedería a la transición a la democracia. El Gobierno debía garantizar «la
libertad personal, religiosa, de expresión, de publicación y de reunión»,
y abolir los «organismos de servicios especiales», tras lo cual la misión
de hacer cumplir la ley correspondería a cuerpos policiales y tribuna-
les debidamente constituidos. También hubo acuerdo sobre el principio
de elecciones para los gobiernos locales, aunque no lo hubo sobre su
alcance ni sobre la fecha de celebración.
Resultó más dificil llegar a un acuerdo satisfactorio sobre las mili-
cias locales y los gobiernos de las zonas fronterizas que controlaban los
comunistas. Éstos, que ya habían tomado Kalgan, el principal empal-
me ferroviario del norte lejano, se limitaron a declarar que retirarían sus
tropas del sur de China. Chiang Kai-shek, en cambio, estaba decidido
a reafirmar su dominio en todo el país y en noviembre lanzó un feroz
ataque contra los comunistas y envió gran número de sus mejores sol-
dados al norte, los cuales penetraron en Manchuria por el paso de Shan-
haiguan. Aún no había consolidado su dominio en el sur y el afán de
aparentar unidad le hizo sacrificar la formación de una base de poder
más genuina. Cuando la lucha se hizo más encarnizada, Zhou Enlai,
que se había quedado en Chongqing en calidad de mediador, regresó en
avión a Yan'an. Yel embajador Hurley dimitió inesperadamente a fina-
les de noviembre.

620
En la áspera carta de dimisión que envió al presidente Harry Tru-
man, Hurley afirmó que los ideales democráticos que los estadouniden-
ses tenían para China se veían amenazados simultáneamente por dos
fuerzas, el comunismo y el imperialismo. Además, formuló una grave
acusación contra los diplomáticos estadounidenses en China en el sen-
tido de que simpatizaban con Yan'an y a causa de ello habían debili-
tado los intentos estadounidenses de impedir el derrumbamiento del
régimen nacionalista y habían aconsejado al PCCh que no pusiera su
ejército bajo el mando de los nacionalistas.
Convencido, al parecer, de que la mediación todavía era posible, el
presidente Truman envió al general George Marshall, el muy respeta-
do ex jefe del Estado Mayor, a China en diciembre. El mandato de Es-
tados Unidos para continuar interviniendo en China ya no era claro
ahora que la guerra contra los japoneses había terminado y las últimas
de las treinta y nueve divisiones de Chiang Kai-shek habían recibido
el adiestramiento y los materiales que prometieran los estadounidenses
en los años finales de la contienda. Tampoco podía Estados Unidos afir-
mar honradamente que el papel que desempeñaba era neutral, tras ayu-
dar a Chiang Kai-shek a reconquistar tantas ciudades, conceder nuevos
créditos a su Gobierno y ofrecer material militar a precios de ocasión.
A pesar de ello, Marshall logré que ambos bandos accedieran a decretar
un alto el fuego a partir del 10 de enero de 1946 y persuadió a Chiang
Kai-shek para trabajar en pos de la convocatoria de la asamblea de la
que había hablado con Mao Zedong en el otoño.
En consecuencia, treinta y ocho delegados se reunieron en Nankín
para una «conferencia consultiva política» el 11 de enero. Entre ellos ha-
bía ocho del Guomindang, siete del PCCh, cinco del recién formado
Partido de la Juventud (que se estaba perfilando como grupo poderoso
que clamaba por la reconstrucción pacífica de China) y dos de la Liga
Democrática, que hablaba en nombre de muchos intelectuales liberales
de China. Los otros pertenecían a varias asociaciones políticas más pe-
queñas o no estaban afiliados a ninguna. En diez días de debates de
los que la prensa informó ampliamente y que dieron pie a un aumento
de la esperanza en el futuro, pareció que los delegados llegaban a un
acuerdo sobre todos los puntos más importantes relativos al Gobierno
constitucional, la unificación del mando militar y una asamblea nacio-
nal. A finales de febrero una subcomisión nombrada por la conferencia
anunció planes detallados para la reducción de tropas por ambos bandos.
Por desgracia, estas buenas intenciones no dieron ningún resultado;
de hecho, tal vez siempre habían sido poco realistas. Siguieron produ-
ciéndose choques militares entre comunistas y nacionalistas en muchas

621
" 'lVI' 100

,• ,
LA GUERRA CIVIL IN MANClfURIA.
1945·1947

partes de China y el Comité Ejecutivo Central del Guomindang hizo


cambios de crucial importancia en los acuerdos de la conferencia. El
comité limitó el derecho de veto de los comunistas y de la Liga De-
mocrática en el futuro Consejo de Estado, reafirmó los poderes presi-
denciales de Chiang Kai-shek en vez del auténtico sistema de gabinete
que estipulaba la nueva constitución y dio marcha atrás en lo referen-
te a la concesión de más autonomía a las provincias. Cuando los co-
munistas y la Liga Democrática se negaron a seguir cooperando a me-
nos que se anularan estos cambios, el Guomindang continuó adelante
sin estos grupos y a finales de 1946 convocó una asamblea nacional y
redactó una constitución, ambas cosas sin genuina participación demo-
crática. La situación recordaba la manipulación de la constitución y las
asambleas de Yuan Shikai en 1914 y 1915.
El objeto de la reconstrucción democrática se había visto socavado
y se reanudó el acoso e incluso los asesinatos de izquierdistas y libe-
rales escogidos al azar. La víctima más conocida fue Wen Yiduo, uno
de los mejores poetas de China y crítico persistente del Guomindang,
que fue abatido a tiros en Kunming en el verano de 1946. Sin embargo,
una vez más, en junio de 1946, George Marshalllogró que los dos ban-

622
dos declararan un alto el fuego, en esta ocasión en Manchuria, y pre-
sionó a favor de la reapertura de las líneas de ferrocarril que habían
resultado dañadas por la guerra y eran de la mayor importancia para la
buena salud de la economía de China. (El PCCh había cortado algunas
de las líneas que seguían intactas después de la guerra, ya que los na-
cionalistas las utilizaban para transportar las tropas que luchaban con-
tra los comunistas.) Mientras el alto el fuego seguía teóricamente en vi-
gor, las tropas nacionalistas se estaban concentrando para lanzar un
segundo ataque a Manchuria, que empezó en julio. Los comunistas,
mientras tanto, se negaron a abandonar sus bases en el norte de China,
reorganizaron sus fuerzas con el nombre de Ejército Popular de Libe-
ración y, en el caso de la reforma agraria, dejaron de hacer hincapié en
la reducción de rentas y la redistribución para dar preferencia a la con-
fiscación pura y simple y al castigo violento de los enemigos de clase.
Una excepción en la pauta de no cooperación entre los nacionalis-
tas y los comunistas fue el esfuerzo mutuo por reencauzar el río Amari-
llo hacia su lecho norte, del cual había sido desviado con dinamita por
los ingenieros de Chiang Kai-shek en 1938. Los trabajos se hicieron bajo
la dirección de funcionarios de la Administración para la Rehabilita-
ción y Socorro de las Naciones Unidas, que terminaron la inmensa tarea
en 1947. Pero durante el mismo periodo arreciaron los ataques verbales
de los izquierdistas chinos contra Estados Unidos por ayudar al Guo-
mindang e inmiscuirse en la política china al tiempo que se producía
una creciente oleada de manifestaciones y disturbios. Varios militares
estadounidenses fueron secuestrados por fuerzas comunistas y en julio
de 1946 un convoy integrado por nueve vehículos de aprovisionamien-
to y su escolta de cuarenta infantes de marina sufrieron una emboscada
en el poblado de Anping cuando se dirigían de Tianjin a Pekín.
La naturaleza de este choque fue un indicio de los nuevos niveles
de hostilidad antiestadounidenses y en ciertos aspectos fue un eco de
los ataques de los bóxers contra los occidentales que hacían un viaje pa-
recido casi cincuenta años antes. El convoy de la infantería de marina
tuvo que aminorar la marcha debido a las rocas colocadas en la carre-
tera y luego la encontró bloqueada por carros de agricultor. Antes de
que pudiera emprender la retirada, una lluvia de balas destruyó los
vehículos que cerraban la columna y atrapó a todos los demás. Las tro-
pas comunistas, escondidas entre los cultivos que había al borde de la
carretera, continuaron disparando durante gran parte del día. Tres in-
fantes de marina estadounidenses perdieron la vida, otro murió más
tarde a causa de las heridas y otros doce resultaron heridos. Un primer
reconocimiento aéreo mostró que los comunistas habían sufrido quin-

623
ce o más bajas mortales y muchos más heridos, Pero cuando finalmen-
te llegaron fuerzas de socorro y los estadounidenses avanzaron hasta
alcanzar las posiciones comunistas, los soldados chinos se habían es-
fumado, con sus heridos e incluso con sus muertos. Los habitantes de
los poblados cercanos, cuando fueron interrogados, afirmaron no haber
oído ni visto nada. Los incidentes de esta clase auguraban que la po-
sición de los estadounidenses iba a hacerse insostenible, especialmente
en vista de que el Gobierno de Estados Unidos no tenía ningún deseo
de verse aún más envuelto en otra guerra en Asia.
El presidente Truman había estipulado que su enviado a China,
Marshall, debía ser libre de decirle a Chiang Kai-shek que no era realis-
ta considerar que "una China desunida y dividida por luchas intestinas
fuese lugar apropiado para la ayuda estadounidense»...2 esto es, dicha
ayuda cesaría a menos que Chiang Kai-shek cumpliera con ciertos cri-
terios formales para la reforma política. Adoptando un tono más severo
en una carta a Chiang Kai-shek fechada ellO de agosto de 1946, el pre-
sidente Truman manifestó que «la fe de los estadounidenses en las aspi-
raciones pacíficas y democráticas del pueblo chino no ha sido destrui-
da por acontecimientos recientes, pero ha sufrido una conmoción». Si
Chiang Kai-shek no se mostraba más flexible, añadió el presidente, «me
veré en la necesidad de redefinir y explicar la posición de Estados Uni-
dos ante el pueblo estadounidense». Unas semanas más tarde Chiang
Kai-shek contestó secamente que «el deseo de paz debe ser mutuo», y
señaló varias violaciones del alto el fuego por parte de los comunistas.'
Hubo un cruce de mensajes esporádicos, todos bastante corteses e
instando a la otra parte a ser razonable, entre Zhou Enlai, Chiang Kai-
shek, Marshall y Truman, durante el resto de 1946. El 10 de octubre,
Chiang Kai-shek aprovechó el trigésimo quinto aniversario del comien-
zo de la revolución de 1911 en Wuhan para pronunciar un discurso
importante. Empleando palabras duras, pidió al PCCh que «abando-
nara su complot para conseguir la dominación y la desintegración de las
regiones del país por medio de la fuerza militar». El PCCh respondió
que la recién convocada Asamblea Nacional era una farsa que ..dividi-
ría la nación»."
Un nuevo incidente contribuyó a agravar las tensiones hasta llegar
al límite. La víspera de la Navidad de 1946 una estudiante de la Uni-
versidad de Pekín fue violada por un militar estadounidense mientras
un compañero de éste la sujetaba. Aunque lo ocurrido fue vergonzoso
de por sí, una campaña izquierdista orquestada con esmero lo convir-
tió rápidamente en un importante incidente político e imperialista: se-
gún esta interpretación, la joven representaba China y el acto del es-

624
tadounidense equivalía a una invasión imperialista. Los intentos del
Guomindang de presentar el caso como una desgracia personal fue-
ron acallados a gritos por grandes manifestaciones de estudiantes y las
multitudes que en 1945 habían recibido con vítores a los estadouni-
denses como libertadores se transformaron ahora en turbas que los
abucheaban.'
Si alguna vez había sido posible que Estados Unidos ayudara ver-
daderamente a aliviar las tensiones en China, era evidente que aquel
momento había pasado y que ahora habría que dejar que los chinos
dirimieran sus problemas ellos mismos. En una triste declaración de des-
pedida que hizo a principios de enero de 1947, Marshall reconoció el
fracaso de su misión. A finales del mismo mes un escueto comunicado
de prensa de diez líneas del Departamento de Estado anunció la diso-
lución de los últimos grupos de enlace estadounidenses que intentaban
mediar entre los comunistas y el Guomindang.

La reforma agraria y la base de Manchuria


En el año que siguió a la rendición japonesa los comunistas inten-
sificaron su programa de reforma agraria en las zonas donde eran fuer-
tes. En una conferencia celebrada en Shanghai bajo el patrocinio de la
Asociación Agrícola China, y a la que asistieron más de cuatro mil per-
sonas interesadas en la reforma agraria, un representante de los comu-
nistas habló con tranquilidad y confianza del programa del PCCh. Los
comunistas habían dejado atrás la prudente política de reducción de
rentas que siguiera el frente unido, señaló, y trabajaban para abolir el
arriendo y devolver la tierra a los campesinos que la cultivaban. La tierra
«redistribuida", afirmó, era principalmente tierra que había pertenecido
a los manchúes durante la dinastía Qjng o a «traidores» durante la guerra
o era tierra cuyos propietarios no la habían inscrito en el registro para
evitar impuestos o la habían arrebatado injustamente a los campesinos
porque éstos no habían podido pagar los plazos correspondientes a los
préstamos. El portavoz del Guomindang en la conferencia negó la ne-
cesidad de cambios drásticos y replicó que las condiciones en el cam-
po eran armoniosas y que los programas de educación rural y mejora
de la tecnología agrícola satisfarían las necesidades del momento.
El PCCh se había mostrado particularmente activo en el norte de
jiangsu, en algunas zonas de Hebei, y en Shandong, así como en su base
original de Shaanxi. El éxito de los comunistas con la reforma agraria

625
en estas zonas es notable teniendo en cuenta la incidencia mucho más
baja del arriendo en estas provincias en comparación con la mayoría
de las otras. La tasa de arriendo era sólo del 12 por ciento tanto en He-
bei como en Shandong, por ejemplo, pero hasta el 56 por ciento de los
campesinos eran arrendatarios en partes del sudoeste. El mensaje co-
munista fue especialmente eficaz en el norte debido en parte a que la
devastación que causaron las campañas de «los tres todos» de los ja-
poneses se sumó al desbordamiento del río Amarillo y otros desastres
naturales; asimismo, el duro clima del invierno en la región exacerbó la
pobreza, lo cual aumentó a su vez los sufrimientos de la sociedad. Pero
los éxitos comunistas en estas zonas también tuvieron razones históri-
cas. El antiguo orden social, unido en otro tiempo por asociaciones de
linaje y religiosas, y por líderes locales cuya prosperidad estaba vincula-
da al bienestar de la comunidad, había sufrido una erosión ininterrum-
pida. La reorganización de la administración local primero por el Cuo-
mindang y luego por los japoneses había debilitado institucionalmente
las comunidades rurales, cuya vida social y económica era ahora frágil
a la vez que sus destinos estaban a menudo en manos de nuevos tipos
de hombres influyentes a los que los habitantes de los poblados llama-
ban simplemente «matones locales».
El PCCh entró fácilmente en estas comunidades fragmentadas. Se
dio cuenta de que sus mejores aliados eran los campesinos pobres y los
peones agrícolas sin tierra -cuya difícil situación habían analizado me-
"ticulosamente por primera vez los japoneses y otros investigadores en
'el decenio de 1930-, y entre 1946 y 1947 puso en marcha un programa
agrario cuyos objetivos, como habían prometido sus portavoces, eran
la eliminación del arriendo y la equiparación tanto de la tierra como
de la propiedad en los poblados.
La violencia fue parte integrante de este proceso, dado que se ajus-
taron cuentas pendientes con matones de los poblados y enemigos per-
sonales, además de con terratenientes. Aunque las cifras varían muchí-
sima, una fuente da un total de 19.307 «casos de lucha» en las zonas
dominadas por el PCCh en Shandong sólo en 1945, y puede que mu-
chos de ellos culminaran con la muerte de los terratenientes. Las cró-
nicas de la reforma en los poblados muestran cómo se podía instigar
a toda una comunidad, por medio de mítines de masas, a atacar a sus
miembros ricos, matar a los más odiados y luego redistribuir todas las
propiedades confiscadas; a menudo los pobres consumían en grandes
celebraciones los alimentos confiscados en vez de actuar sensatamente
y guardarlos para la siguiente racha de penuria. El jefe de la recién for-
mada Asociación de Campesinos de un poblado de Shanxi describió

626
el interrogatorio, en enero de 1946, de un terrateniente del lugar, Sheng
Jinghe, contra el que se habían presentado a los cuadros locales del PCCh
más de cien acusaciones de tratar brutalmente a los habitantes del po-
blado y a los arrendatarios:

Cuando empezó la lucha final Jinghe se encontró no sólo ante aquellas


cien acusaciones, sino muchas más. Ancianas que nunca habían hablado
en públíco se levantaron para acusarle. Hasta la esposa de Li Mao -una
mujer tan humilde que apenas se atrevía a mirar a nadie a la cara- agitó
un puño ante su nariz y exclamó: "Una vez fui a recoger trigo en tu tierra.
Pero tú me maldijiste y me echaste de ella. ¿Por qué me maldijiste y me pe-
gaste? ¿y por qué te apoderaste del trigo que había recogido?». En total
se presentaron más de ciento ochenta opiniones. Jinghe no tenía respuesta
para ninguna de ellas. Permaneció de pie con la cabeza inclinada. Le pre-
guntamos si las acusaciones eran falsas o verdaderas. Dijo que todas eran
verdaderas. Cuando el comité de nuestra Asociación se reunió para calcu-
lar lo que debía, la cifra fue de cuatrocientos sacos de grano molido y no
de mijo basto.
Aquella noche toda la gente fue al patio de Jinghe para ayudar a tomar po-
sesión de su propiedad. Hada mucho frío, así que encendimos hogueras
y las llamas se alzaron hacia las estrellas. Era muy hermoso.

Insatisfechos con la cantidad de cereales que encontraron, los ha-


bitantes del poblado golpearon repetidamente a Jinghe y calentaron un
hierro en la hoguera para torturarle con él. Presa de terror, acabó con-
fesando dónde tenía enterrado su dinero. El jefe de la Asociación de
Campesinos concluyó su relato con estas palabras:

En total sacamos 500 yuanes de Jinghe aquella noche. Para entonces e!


sol ya había empezado a salir por el este. Todos estábamos cansados y te-
níamos hambre, especialmente los milicianos que habían convocado a
la gente al mitin, vigilado la casa de jinghe y participado activamente en
pegarle y en cavar en busca de! dinero. Así que decidimos comer todo lo
que Jinghe había preparado para celebrar el Año Nuevo... una fuente en-
tera de empanadillas de cerdo y pimiento y otras exquisiteces. Hasta tenía
langostinos.
Todos dedan: «Antes nunca pasábamos un Año Nuevo feliz porque siem-
pre pedía su renta y sus intereses entonces y nos dejaba las casas limpias.
Esta vez comeremos lo que nos apetezca», y todos comimos hasta har-
tamos y ni siquiera notamos el frío.'

627
Los programas de reforma agraria en el centro y el nordeste de Chi-
na se vieron sometidos, sin embargo, a un correctivo especialmente se-
vero. Cabía esperar que los terratenientes a los que se había despojado
de sus propiedades y perdonado la vida -o los parientes de los que ha-
bían sido asesinados- volvieran en gran número, cuando fuese posible,
para recuperar lo que sus familias habían perdido. La amenaza de es-
tos retornos se cernía siempre sobre los miembros del PCCh mientras
trabajaban en las comunidades locales. En el verano de 1946, por ejem-
plo, el Guomindang reunió ciento cincuenta mil soldados, muchos de
los cuales contaban ahora con excelentes armas, pertrechos y vehículos
estadounidenses o japoneses, con el fin de invadir los 29 condados que
se hallaban en poder de los comunistas en la provincia de Jiangsu. Las
fuerzas del Gobierno los reconquistaron todos sin excepción. En la zona
fronteriza de Hebei, Shandong y Henan, donde los comunistas contro-
laban 64 condados en 1946, el Guomindang reconquistó 49. A los ha-
bitantes que habían tomado partido por los comunistas se les aplicó lo
que de manera eufemística se denominó «programas voluntarios de ren-
dición y arrepentimiento». Eran encarcelados a menos que pudieran pa-
gar un rescate y muchos fueron ejecutados.
En estos periodos de poder restaurado, terratenientes acompañados
por guardias armados iban de casa en casa exigiendo el pago de las ren-
tas atrasadas. En algunos casos las fuerzas gubernamentales, cuando
volvían a un poblado, fusilaban a un miembro de cada una de las fa-
milias que habían participado en la reforma agraria; en otros enterra-
ban vivos a los ex líderes campesinos y sus parientes. Los campesinos
fueron víctimas de venganzas parecidas cuando en 1947 las tropas del
Guomindang -en una victoria simbólica que fue muy importante para
Chiang Kai-shek- reconquistaron la región de Yan'an, que durante tan-
to tiempo había sido la base de la resistencia del PCCh. Aunque la vio-
lencia intensificó el odio entre las clases, también sembró el resenti-
miento entre los campesinos que a partir de entonces se mostraron
profundamente hostiles a las fuerzas comunistas que los habían aban-
donado a su suerte.
Debido al peligro de un contraataque en el centro y el norte de Chi-
na, Manchuria cobró más importancia para las esperanzas futuras del
PCCh. A pesar de los estragos de la guerra, Manchuria era rica en re-
cursos, con una población de más de cuarenta y cinco millones de per-
sanas, grandes ciudades industriales y enormes reservas de alimentos.
Boscosa y montañosa en gran parte, la topografla local también brin-
daba protección a los ejércitos guerrilleros. Manchuria tenía una larga
historia de agitación social que se remontaba a las huelgas que en el le-

628
jano 1906 habían organizado los trabajadores chinos, a menudo en con-
junción con los numerosos rusos que trabajaban en Harbin o en los
ferrocarriles. En los primeros años de la ocupación japonesa, una vi-
gorosa organización del PCCh había llevado a cabo la reforma agraria
en zonas más aisladas que las otras y sus guerrillas habían atacado ins-
talaciones japonesas. Los registros de detenciones de comunistas por
parte de las autoridades japonesas de Manchuria muestran que era un
movimiento joven, dado que el 29 por ciento de sus miembros tenía
entre 21 y 25 años, y el 29,5 por ciento, entre 26 y 30 años. Los afilia-
dos al PCCh en Manchuria también representaban una gran variedad
de ocupaciones y categorías sociales: agricultores, obreros industriales,
ferroviarios, mercaderes, maestros, estudiantes, soldados y policías.
Durante la guerra con China, los japoneses, valiéndose de las auto-
ridades de Manchukuo, habían adquirido mucha práctica en detener a
comunistas en la región. Gran parte de su éxito fue fruto de una polí-
tica despiadada que consistió en agrupar a más de cinco millones de
campesinos de zonas aisladas en unas diez mil «aldeas colectivas», don-
de vivían bajo supervisión policiaL Sus hogares fueron entonces des-
truidos para que e! enemigo no pudiera refugiarse en ellos. Los iapo-
neses habían intensificado el terror utilizando presos comunistas -o
supuestamente comunistas- en experimentos con seres humanos vivos
en campos secretos de Manchukuo. Se infectaba a los presos con cepas
malignas de gérmenes de enfermedades epidémicas, se les sometía a la
vivisección o se usaban en «estudios» del efecto que e! calor y el frío
extremos producían en sujetos vivos.
Los restos dispersos de los grupos comunistas de la región volvie-
ron a surgir en 1945, después de la derrota de Japón y el avance de sol-
dados rusos hacia el interior de Manchuria. Estas fuerzas guerrilleras
pudieron reagruparse con la llegada, a finales de 1945, de casi cien mil
soldados de! Ejército de la 8: Ruta que acompañaron a Lin Biao, bien
por tierra desde Yan'an y atravesando la provincia de Suiyuan, bien por
mar en juncos procedentes de la costa norte de Shandong. Mientras
tanto, las antiguas guerrillas habían hecho una campaña activa de re-
c1utamiento en el campo que les había permitido formar un Ejército
Popular de Autodefensa integrado por alrededor de ciento cincuenta
mil hombres. Muchos de estos soldados eran coreanos que habían hui-
do de la ocupación japonesa de su país y se habían quedado en Man-
churia después de que en 1945 Corea fuese dividida en dos mitades se-
paradas por e! paralelo 38 y el norte quedase en e! bando soviético y e!
sur, en e! estadounidense. Había también unos veinticinco mil solda-
dos de! Joven Mariscal que habían combatido en varias regiones de!

629
norte de China. Los mandaba el hermano menor del Joven Mariscal,
al que habían sido leales durante toda la guerra.
Tan pronto como llegaron a esa zona en el otoño de 1945, las fuer-
zas de Lin Biao -en las que había muchos nativos de Manchuria- se
mostraron decididas a tomar las ciudades clave y retenerlas en su po-
der. Esto iba más allá de la estrategia puramente rural que habían te-
nido que adoptar a causa de la pobreza de la región de Yan'an y de su
incapacidad de conservar en su poder otras grandes ciudades de Chi-
na ante los ataques sostenidos del Guomindang o de los japoneses. A su
llegada se encontraron con que la Unión Soviética tenía en su poder
las principales ciudades industriales, los ferrocarriles y las minas des-
de que los ocupara en agosto de 1945. Las fuerzas soviéticas permitie-
ron que grandes cantidades de armas y pertrechos japoneses cayeran en
manos de los comunistas y, además, obstaculizaron los esfuerzos de
Chiang Kai-shek por llevar rápidamente tropas a la zona, Durante su
estancia en Manchuria los soviéticos se apoderaron de abundantes exis-
tencias de alimentos y maquinaria para su propio uso y en concepto
de reparaciones por las tremendas pérdidas que habían sufrido en la
guerra contra Alemania. Según un equipo de investigación estadouni-
dense, fueron especialmente minuciosos en la confiscación de genera-
dores, transformadores, motores eléctricos, laboratorios y hospitales, así
como las máquinas herramientas más modernas y mejores. También se
llevaron oro por valor de tres millones de dólares y emitieron numero-
sos billetes de banco a corto plazo. A modo de gesto final, se llevaron
las centrales generadoras y las bombas de varias de las mayores minas
de Manchuria, con lo cual provocaron graves daños en los pozos a cau-
sa de inundaciones.
Pero, según se calcula, las inversiones japonesas en Manchuria se ci-
fraban, en el verano de 1945, en 11.000 millones de yenes, y cuando las
tropas soviéticas se retiraron en 1946 el Guomindang se apoderó de gran
parte de ello, incluidas la enorme siderurgia de Anshan, las fábricas de
algodón de Liaoyang, las minas de carbón de Fushun y muchas centra-
les hidroeléctricas. Como en Shanghai y otras partes, los funcionarios
del Guomindang que llegaron para hacerse cargo de las plantas indus-
triales actuaron de manera implacable y antieconómica. La explotación
en beneficio propio era común, como lo era también el alquiler de pro-
piedades públicas para lucrarse personalmente.
Chiang Kai-shek exacerbó estos problemas poniendo a funcionarios
que no eran manchurianos en prácticamente todos los puestos clave de
las tres provincias, Heilongjiang, Jilin y Liaoning, que subdividió en nue-
ve distritos administrativos de nueva designación con el fin de debili-

630
tar las lealtades locales. En muchos de estos distritos los nuevos fun-
cionarios abusaban de sus poderes y se contentaban con quedarse có-
modamente sentados en sus bases regionales mientras los comunistas
recorrían casi a su antojo los condados rurales. Estos funcionarios del
Guomindang no estaban seguros de las lealtades de otros grupos y
por ello tendían a aliarse con ex colaboracionistas y terratenientes de
la región. Además, la economía de Manchuria era precaria a causa de la
decisión de Chiang Kai-shek de emitir aUí una moneda distinta con el
fin de evitar la rápida inflación que afectaba alfahi. Pero la subida ver-
tiginosa de los gastos militares del Guomindang y el pago de los sala-
rios de los centenares de individuos que gozaban de sinecuras acabaron
satisfaciéndose sólo por medio de la emisión mensual de billetes por
valor de miles de millones de yuanes.
Las susceptibilidades locales se irritaron aún más cuando Chiang
Kai-shek decidió desterrar al Joven Mariscal, Zhang Xueliang, a Taiwan,
que era un lugar más seguro, en vez de poner fin a sus diez años de
arresto domiciliario, como habían esperado muchos de sus antiguos
soldados Un corresponsal de prensa comentó desde Mukden a finales
de 1946: «En cuanto al pueblo, tiene la sensación, por un lado, de que
todo lo que hay bajo el cielo pertenece a la gente del sur y, por otro lado,
que la vida no es hoy tan buena como en tiempos de Manchukuo»,"
Los comunistas, que seguían siendo demasiado débiles para defen-
der las ciudades del sur de Manchuria de los ataques de las fuerzas del
Guomindang, que eran superiores en número y estaban bien armadas,
establecieron su principal base urbana en Harbin, justo al norte del río
Sungari. Esta ciudad industrial y comercial, de unos ochocientos mil ha-
bitantes, pasó a ser el centro neurálgico de los revolucionarios. El per-
sonal que debía dirigir la expansión de la revolución fue adiestrado por
cuadros veteranos en institutos especiales de la ciudad y todos los me-
dios de comunicación modernos -periódicos, películas, revistas, radia-
se encargaron de difundir el mensaje del comunismo entre los ciuda-
danos. Para facilitar la tarea de gobernar una población urbana tan
inmensa, los líderes del PCCh dividieron la ciudad en seis distritos, que
a su vez fueron subdivididos en S8 gobiernos de calle, cada uno con
una población de alrededor de catorce mil personas. Con el fin de ha-
cer frente a los problemas que causaba la numerosa población flotante
de la ciudad -peones, buhoneros, porteadores, conductores de droshky-*
se llevaron a cabo campañas de inscripción, redadas de bandidos y ele-
mentos destructivos (la policía secreta rusa ya había devuelto a la Unión

-* Carruaje de dos o cuatro ruedas utilizado principalmente en Rusia. (N. del T)

631
Soviética numerosos rusos blancos fugitivos) y diecisiete mil ciuda-
danos fueron organizados en «grupos de vigilantes nocturnos para la
autodefensa». Cuando se vio que estas organizaciones tampoco podían
controlar la delincuencia, se encargó a todos los callejones y callejas que
formaran sus propias patrullas; como en el caso de la baojia, el antiguo
sistema de seguridad mutua, toda persona que fuera testigo de un de-
lito y no diera parte del mismo sería tratada como si lo hubiera perpe-
trado ella. Los viajes eran controlados por medio de un sistema de pa-
saportes supervisados rigurosamente.
En una emergencia que puso a prueba al gobierno municipal, los lí-
deres del PCCh en Harbin tuvieron que vérselas con un brote de peste
bubónica en la ciudad. La enfermedad fue propagada por ratas infestadas
de pulgas que investigadores militares japoneses habían criado para sus
experimentos de guerra bacteriológica. Cuando terminó la guerra en agos-
to de 1945, los japoneses habían soltado las ratas en lugar de sacrificar-
las; después de un periodo de incubación en 1946, la peste causó más de
treinta mil víctimas mortales en 1947. La cifra no fue mucho mayor por-
que los comunistas, con la ayuda de expertos en sanidad llegados de la
Unión Soviética, tomaron medidas eficaces de cuarentena e inoculación
y todo el tráfico ferroviario y por carretera fue controlado estrictamente
para impedir que las personas infectadas llevasen la peste a otras partes."
El partido también ejerció sus poderes municipales movilizando a
los trabajadores urbanos para que ayudasen al Ejército Popular de Li-
beración a transportar mercancías, conducir carros y hacer de camille-
ros en el frente de batalla. La economía urbana era controlada riguro-
samente con impuestos progresivos sobre las ventas, que eran bajos para
los cereales, el combustible y el aceite de cocina, pero ascendían al cua-
renta por ciento en el caso del tabaco y al setenta por ciento en el de
los artículos de lujo y los cosméticos. También las empresas comerciales
debían pagar impuestos y todos los habitantes de Harbin fueron obje-
to de un aluvión de campañas que pedían «aportaciones voluntarias» al
esfuerzo de guerra comunista. Valiéndose de mítines, carteles, pancartas,
periódicos e intimidaciones, el partido recaudó como mínimo 200 mi-
llones de yuanes en Harbin en 1947, Los comunistas estaban apren-
diendo toda la serie de técnicas y habilidades que necesitarían para go-
bernar las principales ciudades de China si salían de Manchuria y se
unían a las fuerzas guerrilleras que ya se habían dispersado por el cam-
po del norte de China. De manera parecida, en los decenios de 1620 y
1630 Nurhaci y Hong Taiji habían aprendido en Manchuria las habili-
dades administrativas y políticas necesarias para controlar la inmensa
sociedad de China en el sur,

632
Desde su base central manchuriana en Harbin, el PCCh envió gru-
pos de cuadros al campo para que atrajesen a los campesinos a su cau-
sa con la promesa de una reforma agraria radical. Los comunistas pe-
dían la confiscación de toda la tierra perteneciente a los japoneses y los
colaboracionistas, lo cual significaba una cantidad prodigiosa si tene-
mos en cuenta la naturaleza y la totalidad de la ocupación japonesa.
Había tantos latifundios en la zona que los doce mil cuadros a los que
Lin Biao encomendó la tarea raramente se ocupaban de los terratenien-
tes que poseían menos de treinta hectáreas, extensión que hubiese pa-
recido enorme en China al sur de la Gran Muralla. La propiedad de la
tierra en Manchuria presentaba varios aspectos especiales que eran pro-
pios de una «sociedad fronteriza» y exigían un esfuerzo aún mayor a los
encargados de la reforma agraria. Uno de tales aspectos era el denomi-
nado «sistema de personas dependientes», que abarcaba a los trabajado-
res agrícolas que no eran ni arrendatarios ni jornaleros, sino personas
que vivían con la familia del terrateniente, comían con ella y trabaja-
ban la tierra a cambio de un porcentaje de la cosecha. Otro era el «siste-
ma de asignación», en virtud del cual un trabajador podía recibir del
terrateniente tierra, aperos y una casa propios sin tener que pagar ren-
ta alguna, a cambio de trabajar cierto número de días al año para ese
mismo terrateniente sin más compensación.
Mientras la reforma urbana y agraria seguía su curso en las zonas que
dominaban los comunistas, Lin Biao continuó potenciando el Ejérci-
to Popular de Liberación como fuerza armada convencional en lugar
de guerrillera. La tarea no era fácil. A consecuencia de los ataques del
Guomindang en 1945 y 1946, los comunistas tuvieron que cruzar el río
Sungari y replegarse hacia el norte, mientras los nacionalistas abrían un
amplio pasillo a lo largo de la costa al norte de Shanhaiguan que atra-
vesaba Jinzhou hasta llegar a Mukden y Changchun (véase el mapa de
la página 622). Lin Biao, no obstante, permaneció en Harbin y dejó
asombrados a los generales nacionalistas cuando en noviembre de 1946
cruzó el Sungari, que estaba helado, y atacó a los ejércitos enemigos en
sus cuarteles de invierno. Sin dar tiempo a las tropas nacionalistas para
recuperarse, Lin Biao lanzó una serie de ataques en la otra orilla del río
a comienzos de 1947 que culminaron con el ataque de cuatrocientos
mil soldados contra el empalme ferroviario de Siping en mayo. Obli-
gado a retirarse con numerosas bajas por una concentración de fuerzas
nacionalistas respaldadas por la aviación, Lin Biao logró reagrupar sus
efectivos y aislar las ciudades clave de los nacionalistas destruyendo
las comunicaciones ferroviarias entre ellas. La moral de las tropas de
guarnición empezó a resquebrajarse y se vio claramente el gran error

633
de cálculo que había cometido Chiang Kai-shek al enviar tropas a Man-
churia antes de consolidar su poder en China propiamente dicha. Las
tropas nacionalistas abandonaron cantidades enormes de armas y per-
trechos, incluidos depósitos enteros y trenes de abastecimiento, que ca-
yeron en poder de los comunistas. Los nacionalistas también se pusie-
ron a la defensiva y se atrincheraron detrás de emplazamientos fijos en
lugar de perseguir a las fuerzas de Lin Biao.
El cónsul general estadounidense en Mukden envió por cable un re-
sumen excelente de la situación al Departamento de Estado a finales de
mayo de 1947. De forma condensada, el mensaje juntaba los numero-
sos hilos del trance en que se encontraba el Guomindang:

Hay señales claras de que la apatía, el resentimiento y el derrotismo cun-


den rápidamente en las filas nacionalistas y causan rendiciones y desercio-
nes. Factores principales que contribuyen a esto son el constante aumento
de la superioridad numérica. de los comunistas (resultante del mayor uso de
reclutas nativos, de la ayuda clandestina y de unidades coreanas), el desa-
liento de los soldados nacionalistas ante las perspectivas de recibir refuer-
zos, mejor solidaridad y espíritu combativo de los comunistas, pérdidas y
agotamiento de los nacionalistas, su creciente indignación ante la dispari-
dad entre el enriquecimiento de los oficiales y la paga baja y las condi-
ciones de vida de los soldados, y su falta de interés en luchar lejos de casa
entre gente «extraña» y hostil (mientras que los comunistas, por ser en gran
parte nativos, están en condiciones de luchar por Sil suelo naral)."

Los observadores como él estaban cada vez más convencidos de


que el intento de Chiang Kai-shek de conservar Manchuria en su po-
der estaba condenado al fracaso.

La inútil lucha contra la inflación


A primera vista, el aspecto más apremiante de la crisis que afronta-
ba el Guomindang era la pérdida continua de territorio en el norte en
beneficio de los comunistas y la consiguiente erosión de la moral de los
ejércitos nacionalistas. Pero igual importancia tenia el crecimiento de
la inflación en China, que desbarató todos los intentos de Chiang Kai-
shek y sus asesores de volver a instituir un control central viable.
Las causas de la crisis económica a la que hizo frente el Gobierno
chino en el otoño de 1945 eran muchas, como hemos visto: el desor-

634
den y las componendas que acompañaron la devolución de empresas
japonesas y de gobiernos títeres a sus anteriores propietarios; el desem-
pleo a gran escala agravado por la reducción de las industrias de defensa
y la desmovilización de gran número de soldados; las complejidades de
la cancelación de la moneda de los gobiernos títeres; la especulación
basada en las variaciones regionales del valor de la moneda; y el pro~
blema añadido que supuso la nueva moneda que Chiang Kai-shek in-
trodujo en Manchuria. La respuesta habitual del Guomindang a la es-
casez de dinero consistía en emitir más papel moneda, lo cual no hacía
más que contribuir a la espiral inflacionaria. El cuadro de la página 637,
que toma septiembre de 1945 como punto de partida, indica que los
precios al por mayor en Shanghai se habían multiplicado por cinco en
febrero de 1946, por once en mayo y por treinta en febrero de 1947.
Todas las personas con ingresos fijos resultaron afectadas de mane-
ra desastrosa por esta rapidísima subida de los precios. Los obreros in-
dustriales protestaron con especial vigor. A pesar de que el Guomindang
supervisaba todas las actividades de los sindicatos obreros durante la
segunda guerra mundial, y a pesar de que al frente de la Asociación
Obrera de China patrocinada por el Guomindang se hallaba un miem-
bro de la Banda Verde y protegido de Du Yuesheng, extorsionador de
Shanghai y aliado del Guomindang, poco después de terminar la guerra
empezaron a registrarse huelgas que eran secundadas por miles de obre-
ros. En 1946 hubo 1716 huelgas y otros conflictos laborales en Shang-
hai, todos los cuales contravinieron las leyes del Guomindang que exi-
gían el arbitraje de juntas de mediadores oficiales antes de interrumpir
el trabajo. Los comunistas habían conseguido infiltrarse en muchos sin-
dicatos y, aunque esto, como es natural, se mantuvo en secreto enton-
ces, el PCCh reveló más adelante la pauta de influencia que había lo-
grado crear durante el último año de la contienda e inmediatamente
después de ella. Los comunistas se infiltraron en la Fábrica Textil Na-
cional Número 12 de Shanghai, en la Agencia de Cobros Aduanales de
Shanghai, en la Fábrica de Máquinas Dalong, en la Compañía Fran-
cesa de Tranvías, Electricidad y Agua, en la Fábrica de Algodón Nú-
mero 9, en la Compañía de Electricidad de Shanghai y en varios de los
grandes almacenes de la ciudad. Pautas parecidas surgieron en otras ciu-
dades donde existían concentraciones industriales, tales como Tianjin,
Wuhan y Cantón.
La primera huelga importante de esta oleada de la posguerra tuvo
lugar en la Compañía de Electricidad de Shanghai. Empezó a finales
de enero de 1946 después de que la compañía despidiese a varios re-
presentantes de los obreros. Cuando sus compañeros protestaron, les

635
cerraron las puertas de la planta, pero consiguieron impedir que otros
entrasen en ella para mantenerla en funcionamiento. El corte de la elec-
tricidad obligó a llevar a cabo las negociaciones a la luz de las velas. Cua-
renta sindicatos de la ciudad participaron en una primera manifestación
de protesta a comienzos de febrero, a la que siguió una demostración de
solidaridad en la que tomaron parte representantes de setenta empresas
y negocios. La compañía acabó por ceder.
La respuesta del Gobierno a este incidente y a otros fue más mo-
derada de lo que cabía esperar en vista de su actuación en casos ante-
riores y supuso un intento claro de comprar a los obreros. A pesar de
la grave inflación, el Gobierno garantizó a los obreros industriales tasas
de salarios ajustadas a las escalas salariales de 1936, multiplicadas por
el índice del coste de la vida en aquel momento. Al mismo tiempo, el
Guomindang trató de fortalecer su dominio sobre el movimiento obre-
ro disolviendo ciertos sindicatos y volviendo a formarlos como unida-
des más fragmentadas, que serían más fáciles de supervisar y manipu-
lar. El paro siguió aumentando a finales de 1946 y alcanzó alrededor del
ocho por ciento de la población en Shanghai, el veinte por ciento en
Cantón y el treinta por ciento en la capital, Nankín.
El ajuste de los salarios de los obreros al índice de precios en ascen-
so vertiginoso no logró apaciguarlos y disgustó a los patronos, que opi-
naban que la mano de obra era demasiado cara y, por ende, China es-
taba perdiendo ventaja competitiva frente a otros países industriales.
En febrero de 1947 el Gobierno desplegó otra táctica: la imposición de
topes de precios y salarios. Los salarios se congelarían basándose en el
índice del coste de la vida en enero de 1947 y en todas las grandes ciu-
dades se fijaron controles de precios para el arroz y la harina, el hilo y
el tejido de algodón, el combustible, la sal, el azúcar y el aceite de co-
cina. Un sistema meticuloso -al menos sobre el papel- estipulaba las
cantidades exactas de cada uno de estos artículos básicos que podría ob-
tener cada obrero, junto con un complemento de briquetas de carbón
para cocinar y calentarse. Los controles produjeron cierto efecto posi-
tivo durante marzo de 1947, gracias a la vigorosa supervisión de la po-
licía; pero las ineficiencias en la distribución, la proliferación del aca-
paramiento y el descenso de la producción de ciertos artículos (que fue
la respuesta de los productores a lo que consideraban precios artificial-
mente bajos) no tardaron en provocar el retorno de la espiral inflacio-
nana. En abril de 1947 los precios del arroz ya eran casi el doble del ni-
vel de febrero y los correspondientes a los aceites de cocina, dos veces
y media más altos. En mayo, ante las crecientes protestas y la evidencia
del fracaso, se abandonaron los mecanismos de congelación.

636
índice de precios al por mayor en Shanghai

1945
Septiembre 100
Octubre 110
Noviembre 288
Diciembre 257
1946
Enero 269
Febrero 509
Marzo 742
Abril 748
Mayo 1.103
Junio 1.070
Julio 1.180
Agosto 1.242
Septiembre 1.475
Octubre 1.554
Noviembre 1.541
Diciembre 1.656
1947
Enero 1.990
Febrero 3.090

Depreciación delfabJ; septiembre de 1945-febrero de 194710 (septiembre de 1945 = 100).

En el verano de 19~7, cuando la campaña de Chiang Kai-shek en


Manchuria empezaba a fallar de manera desastrosa y el general Wede-
meyer regresó a China, a petición del presidente Truman, para evaluar
la política y la economía del país, el Guomindang reconoció de nue-
vo la crisis económica. Esta vez, en julio, intentó trabajar a través del
Banco Central de China para ofrecer un programa de distribución con-
trolada de alimentos y combustible a precios rebajados artificialmente.
Los beneficiarios de este plan serían los empleados del Gobierno, los
maestros y los alumnos de las escuelas, los trabajadores de las fábricas
y las personas pertenecientes a ciertos campos de la cultura. Este plan
ambicioso, limitado principalmente a ciudades importantes, no detu-
vo la inflación; pero sí hizo que el índice del coste de la vida en Shang-
hai se situara por debajo del Índice de precios al por mayor, lo cual in-
dica un éxito parcial del intento de ayudar a la gente a sobrevivir. Las
asignaciones de materias primas a las fábricas, junto con carbón y pe-
tróleo importado, se racionaron entre las empresas privadas y las de

637
Año índice de precios índice del coste
al por mayor de la vida

1947
Junio 112 107
Julio 130 122
Agosto 141 IJI
Septiembre 179 146
Octubre 282 208
Noviembre 319 226
Diciembre 389 290
1948
Enero 544 405
Febrero 780 642
Marzo 1.260 923
Abril 1.460 1.100
Mayo 2.100 1.432
Junio 7.650 3.022
Julio 11.100 5.863

Índices de precios al por mayor y del coste de la vida en Shanghai, 1947-194811 (mayo
de 1947 "" 100).

servicios públicos, también en este caso con cierto efecto. Pero la su-
bida general de los precios continuó a un ritmo alarmante hasta finales
de 1947 y se prolongó en 1948. En la primavera de 1948 el Gobierno
empezó a expedir cartillas de racionamiento de alimentos básicos a los
ciudadanos de las grandes poblaciones, pero tampoco esta medida logró
frenar el aumento de los precios, aunque granjeó al Gobierno un poco
de popularidad durante un periodo breve.
Las cifras indexadas ya eran suficientemente dramáticas, pero lo
que la inflación significaba para el uso real de dinero en efectivo em-
pezaba a ser catastrófico. Aunque se usaran billetes de valores altísimos
y los tenderos se apresurasen a cambiar los carteles con los precios va-
rias veces al día, las esperanzas de hacer frente a las transacciones or-
dinarias en efectivo eran escasas. Un saco grande de arroz (con un peso
equivalente a 77 kilos) se vendía a 6,7 millones de yuanes a principios
de junio de 1948 y 63 millones de yuanes en agosto En el mismo pe-
riodo, el precio de un saco de 22 kilos de harina oscilaba entre 1,95 mi-
llones de yuanes y 21,8 millones de yuanes, y el de un bidón de 16 li-
tros de aceite de cocina subió de 18,5 millones de yuanes a 190 millones
de yuanes. (En el verano de 1937 los precios de las mismas cantida-

638
des de estos tres artículos habían sido de 12, 42 Y 22 yuanes, respecti-
vamente.)
En julio de 1948, Chiang Kai-shek se reunió con T.V. Soong y sus
otros asesores principales para hablar de un plan audaz cuyo objetivo
era poner freno al caótico declive de las finanzas. Se tomó la decisión
de cambiar la moneda, es decir, sustituir el yuan fabi por un yuan oro,
con una tasa de conversión de tres millones de yuanes jiJ.bi por un yuan
nuevo. Varios asesores del Cubrnindang advirtieron que la nueva mo-
neda probablemente no podría mantenerse firme a menos que e! Go-
bierno redujese drásticamente el exceso de gasto público, que en gran
parte era consecuencia de los inmensos gastos militares con los que
Chiang Kai-shek seguía comprometido. (El déficit en 1948 representa-
ba e! 66 por ciento de los gastos totales.) Y muchos de ellos opinaban
que las nuevas medidas sólo darían buenos resultados si Estados Uni-
dos concedía a China un empréstito elevadísimo para estabilizar la mo-
neda. El Gobierno de Washington no accedió a ello.
Chiang Kai-shek hizo uso de sus poderes excepcionales como pre-
sidente de la república para promulgar una serie de medidas financie-
ras y económicas extraordinarias el 19 de agosto de 1948. Estas medidas,
que los ministros de! Guomindang reconocieron que casi seguramente
eran la última oportunidad de evitar la caída del Gobierno, exigían re-
formas de gran alcance. Después de un breve cierre bancario para evitar
el pánico, todos los antiguos billetes de fabi debían cambiarse por yua-
nes oro en los bancos de acuerdo con una tasa fija de tres millones de
fabi por un yuan oro. Para inspirar confianza en los nuevos billetes, e!
Gobierno se comprometió a no imprimir más de dos mil millones. Se
prohibieron los aumentos de salarios y precios, así como las huelgas
y las manifestaciones. Y los ciudadanos particulares chinos que tu-
vieran lingotes de oro y de plata, así como divisas extranjeras, debían
cambiarlos en su totalidad por la nueva moneda en los bancos, lo cual
aumentaría las reservas gubernamentales de monedas y de divisas ex-
tranjeras. Los impuestos sobre las ventas de bienes de consumo se
incrementaron de forma acusada con el fin de recaudar más ingresos.
No obstante, los chinos que tuvieran grandes cuentas bancarias en e!
exterior -en lugares tales como Hong Kong, Estados Unidos o Suiza-
no fueron requeridos a cambiar estos fondos por yuanes oro en bille-
tes, salvedad que muchos consideraron una claudicación ante los ricos.
Los depósitos bancarios en e! extranjero que superasen los tres mil dó-
lares debían declararse al Gobierno, pero no existía ningún mecanismo
que garantizara que así se haría.
El único lugar donde las leyes de excepción parecían tener siquie-

639
ra una leve oportunidad de dar buenos resultados era Shanghai. En esta
ciudad, Chiang Ching-kuo, que era hijo de Chiang Kai-shek y su pri-
mera esposa, se había educado en la Unión Soviética y había trabaja-
do varios años como administrador en jiangxi tras su regreso a China
en 1937, fue nombrado comisario encargado de las reformas. Chiang
Ching-kuo atacó la tarea con una carga inmensa de energía y sinceri-
dad, respaldado por duras medidas prácticas, combinación que ya ha-
bía utilizado en sus intentos de modernizar la provincia de Jiangxi. En
Shanghai, Chiang Ching-kuo movilizó la critica contra los acaparado-
res y los especuladores, ordenó la detención y a veces la ejecución de
delincuentes, y la entrada en almacenes y en los domicilios de sospe-
chosos, todo ello con el objeto de fomentar el cumplimiento público
de las reformas. El propio Chiang Ching-kuo empleó organizaciones
juveniles locales junto con fuerzas paramilitares del recién creado Cuer-
po para la Supresión del Bandolerismo y la Reconstrucción Nacional, de
carácter anticomunista, para que le ayudasen en su tarea. Se colocaron en
las calles «buzones para informes secretos» que permitirían a los ciuda-
danos denunciar a los especuladores o a quienes desobedeciesen las
prohibiciones y subieran los precios en sus tiendas. Camiones con al-
tavoces recorrían las calles y recordaban las nuevas leyes a la gente. Las
detenciones importantes recibían la máxima publicidad. Una de ellas fue
la del hijo del Du Yuesheng, líder de la Banda Verde, acusado de lle-
var a cabo operaciones de mercado negro en la bolsa de valores; otros
financieros importantes fueron encarcelados por la manipulación de
divisas extranjeras.
En algunos aspectos, esta ofensiva contra el mundo financiero de
Shanghai fue un eco de las duras medidas que Chiang Kai-shek había
tomado en el verano de 1927 después de acabar con las organizaciones
sindicales de la ciudad. Y está claro que, al igual que su padre, Chiang
Ching-kuo veía la influencia corruptora de las mercancías y las costum-
bres extranjeras. Refiriéndose a la acaudalada burguesía de Shanghai, en
el apogeo de su campaña escribió lo siguiente en su diario:

Su riqueza y sus domicilios de estilo extranjero están construidos sobre los


esqueletos del pueblo (En qué se diferencia su conducta de la de los que
perpetran robos a mano armada? Los automóviles, los frigoríficos, los per-
fumes y las medias de nailon importados del extranjero son como células
que medran parasitariamente a expensas de esta nación empobrecida, o
como el opio que destruye la economía nacional, porque utilizar divisas ex-
tranjeras para obtener grandes lujos es una política suicida para la nación."

640
Pero, pese a esta entrega moralizadora ya los arduos esfuerzos por
hacer cumplir las leyes, e! plan basado en e! yuan oro fracasó. Shanghai
no estaba, en todo caso, aislada de! resto de China y cuanto mayor era
el éxito de Chiang Ching-kuo, mayores eran también las presiones que
recibían los negocios de Shanghai para que vendiesen sus mercancías
en otras partes, donde los precios continuaban subiendo. Además, no
tenía sentido que los agricultores vendieran sus productos en Shanghai
a precios bajos cuando podían ganar mucho más dinero en otras par-
tes. Por consiguiente, la ciudad empezó a experimentar una gran esca-
sez tanto de alimentos como de artículos manufacturados. Y el Gobier-
no tampoco se mantuvo firme en su plan. Cuando gravó con nuevos
y elevados impuestos las ventas de ciertos artículos de consumo tales
como el tabaco, los tenderos sencillamente cerraron sus puertas hasta
que obtuvieron permiso para subir los precios en la misma cantidad que
los nuevos impuestos. También se propagó rápidamente la noticia de
que el programa de emisión de billetes se estaba acelerando y prometía
sobrepasar pronto e! máximo de dos mil millones de yuanes oro que
había fijado el Gobierno. En octubre de 1948, cuando las tiendas ya es-
taban vacías de artículos, los restaurantes cerraban y era imposible ob-
tener material médico, el fracaso de las reformas se hizo evidente.
Momentáneamente, en septiembre y octubre, Shanghai se había
mantenido firme y había permitido albergar la esperanza de que se po-
dría sanear la economía. Las cifras del siguiente cuadro muestran con
la mayor sencillez lo que sucedió a continuación. El cacareado yuan
oro empezó a seguir los pasos de la antigua monedafdbi. La repúbli-
ca china se había convertido, a efectos prácticos, en una economía de
trueque.

La derrota de los ejércitos del Guomindang


En este contexto de pérdida definitiva de confianza en la economía
y las medidas políticas del Guomíndang los comunistas forjaron su vic-
toria militar decisiva. En la primavera de 194710s nacionalistas habían
conseguido mantener abiertos cuatro pasillos estratégicos en el norte
de China: uno pasaba al norte de Pekín, cruzaba el paso de Shanhaiguan
y llegaba hasta Mukden y Changchun, en Manchuria; otro al sudoeste
desde Pekín hasta los ejércitos de Yan Xishan en Taiyuan; el tercero, por
el noroeste desde Pekín siguiendo e! ferrocarril de Ka1gan hasta Bao-
tou; y e! último, en Shandong, comunicaba Jinan con el puerto de

641
Año Índice de precios Índice del coste
al por mayor en de la vida en
Shanghai Shanghai

1948
Septiembre 106
Octubre 118
Noviembre 1.365 1.170
Diciembre 1.921 1.670
1949
Enero 6.900 6.825
Febrero 40.825 52.113

índices de precios al por mayor y del coste de la vida en Shanghai. 1948-194911 (agosto
de 1948 = 100).

Qjngdao. También tenían en su poder el ferrocarril que comunicaba


Xuzhou con Kaifeng, Luoyang y Xi'an.
Pero los comunistas controlaban ahora la mayor parte del campo
en el norte de China. Guerrillas campesinas cortaban constantemente
las líneas de abastecimiento de Chiang Kai-shek y hacían que socorrer
a sus tropas asediadas resultara lento y peligroso. En mayo de 1948, la
situación de los ejércitos de Chiang Kai-shek ya empezaba a ser deses-
perada. Tanto Mukden como Changchun se encontraban rodeadas por
tropas comunistas y sólo podían abastecerlas los aviones de las fuerzas
aéreas nacionalistas. Había doscientos mil soldados nacionalistas bien
adiestrados en Mukden, apoyados por artillería y tanques, pero su len-
to estrangulamiento estaba asegurado si los aeródromos caían en poder
del enemigo. A pesar de ello, Chiang Kai-shek rechazaba una y otra vez
las propuestas de los asesores militares estadounidenses que seguían con
él de que retirase dichos soldados al sur de la Gran Muralla para re-
forzar sus defensas en el norte de China; pero había invertido una parte
demasiado grande de su menguante prestigio en la campaña de Man-
churia para replegarse ahora. La ciudad de Luoyang, después de cam-
biar de dueño tres veces debido a los vaivenes de la lucha, cayó irre-
vocablemente ante las fuerzas comunistas en abril de 1948 y Xi'an quedó
aislada del este a causa de ello. Grandes victorias comunistas en Shan-
dong cortaron el pasillo que iba de Jinan a Qjngdao. Esto impidió con-
tinuar abasteciendo a los cien mil defensores nacionalistas de Jinan a
través del puerto de Qjngdao, que seguía guarnecido por una fuerza

642
especial de la marina estadounidense respaldada por tres mil infantes
de marina y cincuenta aviones. Los comunistas, bajo el mando de Peng
Dehuai, también reconquistaron Yan'an en marzo y aquella primavera
Peng Dehuai llevó a cabo una audaz embestida hacia Sichuan, en el
sur, pero tuvo que replegarse tras intensos combates.
Estas notables victorias y las cantidades de vehículos, armas y mu-
niciones que cayeron en poder de sus tropas aumentaron la confianza
de Mao Zedong, que en 1948 anunció que los ejércitos comunistas iban
a cambiar su estrategia, en la que predominaba la guerra de guerrillas,
por otra basada en las clásicas batallas en campo abierto empleando
grandes masas de tropas. Los comunistas ya habían hecho campañas
de esta clase en Manchuria, pero ahora su objetivo era Kaifeng, la ciu-
dad a orillas del río Amarillo que protegía el empalme ferroviario cla-
ve de Zhengzhou, que llevaba a Wuhan y a Xi'an. Los nacionalistas
que defendían la zona eran 250.000 soldados regulares apoyados por
50.000 hombres del Cuerpo para el Mantenimiento de la Paz. Contra
ellos lanzaron los comunistas 200.000 soldados veteranos divididos en
cinco grupos. Los comunistas lograron tomar Kaifeng y retenerla du-
rante una semana a finales de junio, pero se retiraron ante el contra-
ataque de refuerzos nacionalistas ayudados por la aviación. La victoria
de los nacionalistas fue más aparente que real, con todo; habían sufri-
do 90.000 bajas, mientras que las tropas comunistas habían obtenido
una victoria propagandística manteniendo una disciplina rigurosa y abs-
teniéndose meticulosamente de hacer daño a la población civil. La re-
tirada comunista, por tanto, proporcionó poco alivio duradero al Ouo-
mindang, cuyos militares de alta graduación hicieron un estudio de los
efectivos de los dos bandos y llegaron a la conclusión de que los comu-
nistas iban ganando terreno de forma incesante, como se ve en el si-
guiente cuadro.
Esta evaluación pesimista llegó en un momento de turbulencia po-
lítica. Chiang Kai-shek había sido reelegido presidente en la primavera
de 1948 por una mayoría abrumadora de la nueva Asamblea Nacional
-la misma que tanto el PCCh como la Liga Democrática habían decla-
rado no válida como institución representativa- y había recibido am-
plios poderes para hacer caso omiso de la nueva constitución de 1947
con el fin de «tomar medidas de excepción para evitar el inminente pe-
ligro que corría la seguridad del Estado»." Pero su poder se estaba de-
bilitando y su decreciente popularidad se vio aún más perjudicada en
junio de 1948 con la muerte sin sentido de estudiantes desarmados a
manos de fuerzas del Gobierno.
Las raíces de esta tragedia estaban en las luchas constantes que He-

643
naban las ciudades del norte de China de refugiados, entre los cuales
los más dados a protestar eran estudiantes que las victorias de los co-
munistas habían desplazado de sus escuelas y el Guomindang había
reasentado en lugares estipulados. Estos estudiantes, que recibían sólo
una pequeña asignación para subsistir y luego podían deambular a su
antojo, se convertían prácticamente en mendigos que dormían a la in-
temperie en parques o templos y a veces cometían delitos menores.
Cinco mil estudiantes manchurianos trasladados en avión a Pekín en
un gesto publicitario del Gobierno se encontraban en una situación
tan lamentable en julio de 1948 que organizaron una manifestación de
protesta y se dirigieron a la residencia del presidente del Consejo Mu-
nicipal de Pekín. En vez de escuchar sus agravios, las autoridades les
cortaron el paso con vehículos blindados y dispararon contra ellos con
ametralladoras. Catorce estudiantes resultaron muertos y hubo más de

644
cien heridos, lo que inevitablemente recordó a la gente las manifesta-
ciones del 30 de Mayo contra los británicos en 1925, la matanza de es-
tudiantes pequineses que perpetraron los señores de la guerra en 1926 o
las protestas del movimiento del 9 de Diciembre en 1935. En septiem-
bre de 1948 el número de estudiantes refugiados e imprevisibles era to-
davía mayor; sólo en Pekín había entre 20.000 y 30.000, con otros
20.000 en Nankín y 10.000 en Wuhan.
Poco después de esta matanza en Pekín y del fracaso de las reformas
basadas en el yuan oro, cayó la ciudad de jinan, cuya guarnición era
muy numerosa, debilitada desde dentro por la subversión comunista y
las deserciones; Chiang Kai-shek perdió con ello su última base princi-
pal en la provincia de Shandong. Una serie de campañas de gran bri-
lIantez táctica dirigidas por Lin Biao en Manchuria durante septiembre
y octubre culminó con la caída de Mukden y Changchun y el aniqui-
lamiento, la rendición o la deserción de cuatrocientos mil de los me-
jores soldados de Chiang Kai-shek. Sólo veinte mil soldados naciona-
listas lograron escapar, evacuados por mar desde el sur de Manchuria.
Tras señalar que la pérdida de Manchuria era «desalentadora» pero
«libera al Gobierno de una carga formidable, en lo que se refiere a las
defensas militares», Chiang Kai-shek trató de reagrupar sus fuerzas para
resistir en el norte o el centro de China. Zhu De, comandante en jefe
de todos los ejércitos comunistas, decidió destinar seiscientos mil sol-
dados a la toma del empalme ferroviario de Xuzhou, defendido por
igual número de soldados nacionalistas que, además, gozaban de su-
perioridad aérea total. En una batalla que duró sesenta y cinco días, a
finales de 1948, los comunistas mostraron su nuevo dominio de la ar-
tillería en masa y salieron victoriosos porque superaron en táctica a los
generales de Chiang Kai-shek. Los comandantes nacionalistas fueron
víctimas de las órdenes contradictorias y carentes de sentido práctico
que Chiang Kai-shek dio personalmente, y también de la deserción en
masa de sus tropas. En esta campaña compleja y prolongada, el es-
fuerzo extraordinario de los comunistas por movilizar a más de dos mi-
llones de campesinos en cuatro provincias con el objeto de que pro-
porcionasen apoyo logístico fue dirigido por Deng Xiaoping, que había
sido el más joven de los estudiantes-trabajadores en Francia y ahora, a
sus cuarenta y cinco años, era un veterano organizador del partido.
En una tercera campaña que coincidió en parte con estas dos, Lin
Biao sitió y tomó Tianjin para los comunistas en enero de 1949. Tras
dirigir el grueso de sus fuerzas al oeste y con una abrumadora ventaja
táctica, convenció al general nacionalista que mandaba en Pekín de que
se rindiera. Las tropas comunistas entraron en la antigua capital impe-

645
Agosto de 1945 Junio de 1948

Guomindang
Tropas bien armadas 1.620.000 980.000
Tropas mal armadas 2.080.000 1.200.000
Piezas de artillería 6.000 21.000
PCCh
Tropas bien armadas 166.000· 970.000
Tropas mal armadas 154.000 590.000
Piezas de artillería 600 22.800
~ E,ta estimación es bajísima, dado lo que sabemos sobre el poderío del PCCh en Yan'an al
terminarla guerra.

Variaciones de los efectivos militares del Guomindang y el PCCh, 1945-1948.15

rial el 31 de enero. El norte de China estaba perdido irrevocablemen-


te para Chiang Kai-shek, que había dimitido como presidente diez días
antes. A pesar de ello, insistió en conservar su puesto de jefe del par-
tido político del Guomindang, y esta separación de funciones causaría
confusión y perjudicaría los intentos de seguir resistiendo.
La conquista de tantas ciudades grandes en el norte de China plan-
teó nuevos problemas administrativos y económicos al PCCh. Así lo
reconoció Mao Zedong en un informe que presentó al Comité Cen-
tral el5 de marzo de 1949.

Desde 1927 hasta el presente el centro de gravedad de nuestra labor ha es-


tado en los poblados: hacer acopio de fuerza en los poblados, usar los po-
blados para rodear las ciudades y luego tomar las ciudades. El periodo para
este método de trabajo ha finalizado ahora. El periodo en el que la ciudad
dirija el poblado ha empezado ahora. El centro de gravedad de la labor del
Partido ha pasado del poblado a la ciudad. En el sur el Ejército Popular
de Liberación ocupará primero las ciudades y luego los poblados."

En términos prácticos esto significaba que el PCCh debía utilizar al


máximo la experiencia que había adquirido en Harbin y hacer todo lo
posible para evitar los errores administrativos y financieros más graves
que había cometido el Guomindang tras su regreso al este de China a
finales de 1945. El PCCh insistió en que el Ejército Popular de Libe-
ración se atuviera a una disciplina rigurosa en las ciudades que toma-
ba, que los negocios normales de los chinos no sufrieran perturbacio-
nes y que las propiedades urbanas no se redistribuyesen en beneficio

646
de los pobres. Había patrullas en las fábricas y se vigilaba la maquina-
ria para impedir que la robaran. Se introdujo una nueva «moneda po-
pular» -el renminbi- y se dio sólo un plazo breve para cambiar billetes
de yuan oro por los nuevos billetes. Se prohibió explícitamente que en
lo sucesivo se comerciara con oro, plata y divisas extranjeras.
Funcionarios del PCCh enviaron a los oficiales y soldados de! Guo-
mindang a sus hogares o los incorporaron al Ejército Popular de Libe-
ración tras un periodo de educación política. Por medio de una red de
reglas de mediación se impidió que las organizaciones obreras montaran
huelgas perjudiciales al tiempo que se les recomendaba que aceptasen
una «explotación razonable» por parte de los capitalistas durante e! pe-
riodo de transición. Se alimentaba a los refugiados y se les enviaba a su
lugar de origen cuando ello era posible. Las escuelas y las universidades
permanecieron abiertas. Las existencias de alimentos y petróleo se guar-
daban en depósitos del Gobierno con el fin de estabilizar los precios du-
rante las épocas de escasez. Se crearon «unidades de depósito de ahorros
en bienes de consumo», concebidas de manera inteligente para que no
las afectase la inflación, con el propósito de alentar a los habitantes
de las ciudades a ahorrar. Se prometió a los impositores que sus ahorros
se calcularían atendiendo a los costes de los alimentos y el combustible
en e! momento de efectuar la imposición y que cuando los retirasen se
ajustarían para que diesen la misma cantidad de alimentos y combusti-
ble, más los intereses acumulados. No todas estas medidas dieron bue-
nos resultados enseguida, pero la sinceridad de los intentos fue alabada
por los observadores, tanto extranjeros como chinos, prescindiendo de
sus simpatías políticas.
Chiang Kai-shek, mientras tanto, tenía ante sí más o menos la mis-
ma serie de opciones que la corte de los Ming en el sur después de que
los manchúes se apoderasen de Pekín y de las llanuras del norte de
China trescientos cinco años antes. Podía tratar de consolidar un régi-
men en el centro o el sur de China, quizás en Nankín, y de confiar en
que el río Yangzi sirviese de barrera natural; podía tratar de consoli-
darse en el sudoeste, o establecer una base costera en la región de Fu-
jian, Xiamen, o en Cantón; o podía usar Taiwan como base, como ha-
bía hecho Koxinga.
A pesar de la insistencia inicial de Chiang Kai-shek en conservar en
su poder la región de Nankín y Shanghai hasta el final, iba a ser difícil
mantener la línea del Yangzi contra las numerosas tropas comunistas
que se estaban concentrando en la orilla norte. El sudoeste tal vez hu-
biese ofrecido a Chiang Kai-shek una base para la resistencia si el gene-
ral que mandaba allí -que había heredado el papel dominante que el

647
señor de la guerra Long Yun desempeñara durante la segunda guerra
mundial- hubiera mostrado algún interés en cooperar. Pero Chiang Kai-
shek no logró convencerle a pesar de visitar personalmente Kunming.
Las zonas costeras del sudeste no eran bases de apoyo sólidas para el
Guomindang, y tampoco eran fáciles de defender. Por consiguiente,
Chiang Kai-shek se concentró en Taiwan como último baluarte de su
partido.
La isla de Taiwan, que había prosperado económicamente como co-
lonia japonesa desde 1895, fue recuperada por el Gobierno nacionalista
a finales de 1945. Los funcionarios del Guomindang encargados de rea-
firmar el poder del Gobierno central se comportaron de una manera
«abusiva» parecida a la que mostraran en Shanghai y Manchuria. A me-
nudo ineficientes o corruptos, no consiguieron granjearse el apoyo del
público y, en vez de ello, estropearon muchos de los aspectos satisfac-
torios del desarrollo económico del período japonés. El ex militarista
de Zhejiang y gobernador de Pujian Chen Yi, al que Chiang Kai-shek
nombró administrador en jefe de la provincia de Taiwan, suscitó fuer-
te oposición local debido a la conducta de sus subordinados. Cuando
la ira de los taiwaneses se tradujo en disturbios antigubernamentales en
febrero de 1947, las tropas nacionalistas dispararon contra la multitud y
mataron a numerosos manifestantes. Durante las semanas siguientes, en
una serie de actos despiadados que recuerdan las tácticas de Chiang Kai-
shek en Shanghai en 1927, Chen Yi intentó quebrantar el espíritu de los
taiwaneses y con tal fin mandó detener y ejecutar a miles de destacados
intelectuales y líderes ciudadanos.
Vencida la oposición taiwanesa, Chiang Kai-shek retiró a Chen Yi
y puso en su puesto administradores más moderados que poco a poco
convirtieron la isla en una base viable para la futura ocupación en masa
por parte de Jos chinos. En los meses que precedieron a la caída de Pe-
lón, además, miles de cajones con los archivos de la dinastía Qjng fueron
enviados a Taiwan, junto con las mejores obras de arte de las coleccio-
nes de los antiguos palacios imperiales. Fue una astuta medida propa-
gandística con la que se pretendía dar la impresión de que los naciona-
listas eran Jos salvadores del patrimonio nacional de China. Una fuerza
de trescientos mil soldados leales a Chiang Kai-shek tenía ya sus bases
en la isla a comienzos de 1949, respaldada por 26 cañoneras y algunos
aviones. Todo quedó preparado para que Chiang Kai-shek se retirara a
Taiwan si ésta era la opción que elegía.
La primavera de 1949 fue un periodo de espera en China, mientras
los comunistas se reagrupaban, daban descanso a sus tropas al norte del
Yangzi y formaban un gobierno popular provisional para el norte de

648
1. Niños. Xiao Fang (1912-1937?)era un joven fotógrafo de prensa que estaba informando
acerca de la guerra sincjapcnesa cuando desapareció en julio de 1937. Las fotografías que
hizo en China durante el decenio de 1930 se han descubierto recientemente.
2. Minero adolescent e (arriba);
una proclama del generalísimo
Chiang Kai-shek (abajo} (fotografias
de Xieo Fang).
3. Obreras (arriba); estudiantes camino de una manifestación anrijaponesa, Pekín (abajo)
(fotograflas de Xiao Pang).
4. Cuadros comunistas
reparten alimentos
en su región fronteriza
de Shaan/Gan/Ning
(fotografía de 'Wu Yinxian).

5. Armados sólo con lanzas adornadas con borlas, estos jóvenes voluntarios se alistaron en
el Ejército de la 8.' Ruta, qu e se convirtió en el Ejército Rojo, 1939 (fotografía de Wu Yin-
xian).
6. Mao Zedong exhorta a los campesinos a emular a los «héroes del trabajo», durante una
campaña de masas en Shaan/Gan/Ning, 1943 (totografla de Wu Yinxian).
7. Las multitudes celebran en Chongqing la victoria en la guerra contra Japón, agosto de
1945.

8. Fuerzas del EPL atacan Shenyang, Manchuria, 1948.


9. Ciudadanos de Shanghai tratan desesperadamente de llegar a un banco para cambiar su
mon eda depreciada, diciembre de 1948 (totografla de Henri Cartier-Bresson).
10. Ante la huida del régimen
del Guomindang, los refugiados
se preparan para abandonar Nankín,
abril de 1949 (fotografia
de Henri Cartier-Bresson).

11. Soldados exhaustos del Ejército Popular de Liberación, con sus raciones d e arroz al
hombro, entran en Nankín, 1949 (fotografia de Henri Carrier-Bresson).
12. Mao Zedcng proclam a
la Repúbli ca Popu lar de Ch ina,
Pekín, 1 de octubre de 1949.

13. 1..3 multi tud salud,¡ La proclamació n de Meo.


14. Tropas chinas cruzan el río Yalu helado hacia Corea del Norte, finales de 1950.

15. El Ejército Popular de Liberación entra en Lhasa, Tibet, en 1951. Los tibetanos pro-
testaron por la invasión e impugnaron la pretensión china de liberar el país: «é.l.iberación
de quién y de que».
16. Zhou Enlai en la conferencia de Ginebra de 1954, que puso fin a la guerra de Francia
en Vietnam.

17. D eng Xiaoping (izquierda) y Liu Shaoqi, 1958. Deng Xiaoping, secretario general de!
PCCh, y Liu Shaoqi, a la sazón probable sucesor de Mao, apoyaron la intención de Mao
de intensificar la producción movilizando las masas, idea que subyacía en e! Gran Salto
Adelante.
18. Oing Ling. Más de treinta mil int electuales fueron tachados de «derl":chistas" en las
campañas de 1957 y muchos fueron encarcelados o enviados a campos de trabajo. Oing
Ling, la distinguida escritora y uno de los primeros miembros del partido, fue desterrada
a una granja de la fronr era l":rJ Heilongjiang.
19. UIt.1 concen tración denuncia al ministro de Comunicaciones, ZhJng Bojun, durante
la n mpañ..t an tide rechista, julio de 1957.
20. H orn os side rúrgicos instalad o s en patios tJ.LSC"fOS durante el Gr,¡n Saho Addantc, 1958
(fol:Ogr:afi,¡ de' He nri Cartier-Bresson).
China. Después de su dimisión en enero de 1949, sucedió a Chiang Kai-
shek en la presidencia el militarista de Guangxi Li Zongren. Desde su
base de Nankín, Li Zongren intentó en vano persuadir a Mao Zedong
de que llegara a un acuerdo sobre el programa básico de ocho pun-
tos de los comunistas para la rendición del Cuomindang.
Los ocho puntos de Mao eran escuetos: 1." castigar a todos los cri-
minales de guerra; 2.° abolir la constitución no válida de 1947; 3." abo-
lir el régimen jurídico del Guomindang; 4.° reorganizar los ejércitos na-
cionalistas; 5.° confiscar todo el capital burocrático; 6.° reformar el
sistema de tenencia de la tierra; 7.0 abolir todos los tratados traicione-
ros; 8.° convocar una Conferencia Consultiva Política plenaria para for-
mar un Gobierno democrático de coalición.
Mientras Li Zongren estudiaba estas condiciones, las tropas comu-
nistas lanzaron una advertencia dramática de que no tolerarían ninguna
intervención de intereses imperialistas en la guerra. Con ello se hicieron
eco de los japoneses, que en noviembre de 1937 habían bombardeado,
ametrallado y hundido la cañonera estadounidense Panay cuando tra-
taba de evacuar personal de la embajada en la ciudad amenazada de Nan-
kín. Esta vez la advertencia fue dirigida a los británicos cuando en abril
de 1949 trataron de enviar la fragata Amethyst a Nankín para abastecer
la embajada y evacuar civiles británicos si se juzgaba necesario. Cuando
remontaba el Yangzi, la fragata fue blanco de un intenso bombardeo
de las baterías comunistas emplazadas en la orilla norte y embarrancó,
con diecisiete muertos y veinte heridos. Los navíos británicos enviados
a socorrerla fueron repelidos. Fue un gesto extraordinario de activismo
antiirnperialista al que los británicos no pudieron responder, aunque
finalmente consiguieron rescatar a la Ametbyst.
Cansados de tantas negociaciones, en abril de 1949 los comunistas
presentaron un ultimátum al presidente Li Zongren para que aceptase
su programa de ocho puntos para la rendición en el plazo de cinco días.
El presidente 10 rechazó y los comunistas reanudaron su campaña.
Nankín cayó sin luchar el 23 de abril y Hangzhou y Wuhan corrieron
la misma suerte poco después. Shanghai cayó a finales de mayo tras opo-
ner s610 resistencia simbólica. En los meses siguientes los ejércitos co-
munistas procedieron a consolidar su dominio con una rapidez sin pa-
ralelo desde las victorias de los manchúes y sus colaboradores chinos
en 1645-1646. Las fuerzas de Peng Dehuai avanzaron hacia el oeste, to--
maron Xi'an y, después de ser contenidas temporalmente por los duros
ataques de un general musulmán de Gansu, se apoderaron de Lanzhou
en agosto de 1949. Las tropas de Lin Biao tomaron Changsha aquel mis-
mo mes y marcharon rápidamente hacia Cantón en el sur, mientras en

663
el noroeste los ejércitos de Peng Dehuai penetraban en Xinjiang. En
septiembre los ejércitos nacionalistas de Xinjiang se rindieron, junto con
los de Suiyuan y Ningxia. Las tropas de Lin Biao, que habían encontra-
do mucha resistencia en el sudeste, tomaron Cantón a mediados de oc-
tubre, así como Xiamen, que fue defendida tenazmente por ser la últi-
ma puerta para los que se retiraban a Taiwan. Otras fuerzas comunistas
se dirigieron al sudoeste, conquistaron la provincia de Guizhou a me-
diados de noviembre y entraron en Chongqing, la base de Chiang Kai-
shek durante la guerra, a fin de mes.
Previendo estas victorias finales, Mao Zedong convocó una nueva
Conferencia Consultiva Política en Pekín a finales de septiembre. Fiel
en apariencia a los principios declarados de un «Gobierno democráti-
co de coalición», la conferencia estuvo dominada por el PCCh, pero
también asistieron a ella representantes de otros catorce partidos polí-
ticos, la mayoría de ellos pequeños. Se eligieron los miembros del Go-
bierno central (Mao, como era de prever, se convirtió en presidente y
Zhu De, en principal vicepresidente); Pekín fue proclamada nuevamen-
te capital de China, en lugar de Nankín; se escogió la estrella de oro de
cinco puntas con sus cuatro estrellas subsidiarias sobre fondo rojo como
bandera nacional;" y se ordenó que cada año se indicara de acuerdo con
el calendario gregoriano de Occidente. ** En una ceremonia celebra-
da el I de octubre de 1949, desde una tribuna en lo alto de la Puerta de
la paz del Cielo -otrora la entrada principal del palacio imperial de los
Ming y los Qjng- Mac Zedong anunció oficialmente la fundación de
la República Popular China.
El simbolismo era apropiado, aunque faltaron los actos violentos
de autoinmolación heroico que habían acompañado la caída de los
Ming. Era cierto que se habían librado muchas batallas encarnizadas y
que algunos miembros del Estado Mayor de Chiang Kai-shek, así como
personas que eran hondamente leales a él, se habían suicidado. Pero
hubo pocos ecos de aquellos enfrentamientos del siglo XVII en los cua-
les letrados confucianos habían hecho que ciudades enteras ardieran y
se derrumbasen a su alrededor mientras ellos morían para demostrar la
rectitud de su postura moral. Sólo en los dominios del longevo señor

* La estrella grande representaba al PCCh y las cuatro estrellas menores, las cua-
tro clases que constituirían el nuevo régimen: la burguesía nacional, la pequeña bur-
guesía, los obreros y los campesinos. (N. del A)
** El Guomindang había contado los días y los meses de acuerdo con el calen-
dario occidental, pero había fechado los años por su distancia de la revolución de
1911; por ejemplo, 1948 se denominaba «trigésimo séptimo año de la república». (N.
JdA.)

664
,,
LAGUERRA CML
EN ELSUR
DE CHINA, 1949 '00
,

de la guerra Van Xishan en Shanxi tuvo lugar un extraordinario acto de


sacrificio supremo. No fueron militantes del Cuornindang sino un lí-
der devoto de la Liga del Sacrificio Patriótico de Van Xishan, Liang
Huazhi, quien lo protagonizó. Liang Huazhi, al igual que los otros ofi-
ciales de Van Xishan que habían luchado año tras año contra los co-
munistas en Shanxi, se encontró finalmente atrapado en la ciudad de
Taiyuan, que estaba muy fortificada. Los combates fueron muy vio-
lentos y los defensores contaron con una ventaja añadida debido a la
presencia de miles de soldarlos japoneses que se habían quedado a pe-
tición de Yuan Xishan y encabezaban la resistencia. (Yan Xishan había
abandonado a sus seguidores, después de jurar que daría su vida en el
campo de batalla.) Cuando las tropas comunistas entraron finalmente
en la ciudad en abril de 1949, Liang Huazhi prendió fuego a una cár-
cel entera llena de prisioneros comunistas y luego se suicidó mientras
las llamas se alzaban en el aire.
Pero los actos de esta clase fueron raros y el conjunto del país se
mostró vigilante y temeroso más que dispuesto al sacrificio. La guerra
civil había sido larga, sangrienta, compleja y desconcertante, llena de
heroísmo y crueldad, de dramáticas ideas sociales y abusos horrendos.

665
Podemos hacernos una idea del ambiente de la época gracias a la obra
de uno de los grandes fotógrafos de Occidente, Henri Cartier-Bresson,
que estuvo en China a finales de 1949. Sus imágenes en blanco y ne-
gro captaron muchas de las dudas que embargaban los corazones chi-
nos. Las mendigas en las calles, los niños hambrientos, los culis de es-
palda encorvada, las agotadas tropas del Ejército Popular de Liberación
con las bandoleras blancas que contenían las raciones de arroz al hom-
bro, los igualmente exhaustos oficiales del Guomindang que vigilan su
equipaje amontonado en los muelles, las multitudes de refugiados cam-
pesinos, los ciudadanos que se apretujan y tratan de llegar a un banco
para cambiar los billetes que se deprecian constantemente, los estudian-
tes que se apresuran a colocar letreros para dar la bienvenida a los nue-
vos conquistadores: todos estos chinos se habían convertido en partes
de la revolución y ahora tendrían que pensar hasta dar con la mane-
ra de entrar en el futuro nuevo e incierto.

666
19
El nacimiento de la República Popular

Campo y ciudad, 1949-1950


En un ensayo que escribió a mediados de 1949 titulado «Sobre
la Dictadura Democrática del Pueblo". Mao Zedong expuso su-
cintamente las ideas que estarían presentes en la política del Gobier-
no del nuevo Estado chino. La experiencia de la revolución hasta la
fecha podía dividirse analíticamente en dos categorías básicas, escribió
Mao. La primera consistía en el despertar de las masas de la nación
para construir «un frente unido nacional bajo el liderazgo de la clase tra-
bajadora». Este frente unido lo integraban el campesinado, la peque-
ña burguesía urbana y la burguesía nacional, así como la clase trabaja-
dora, y constituiría la base de una «dictadura democrática del pueblo»
que la clase trabajadora dirigiría. La segunda categoría abarcaba los as-
pectos internacionales de la revolución, incluida la alianza de China con
la Unión Soviética, los países del bloque soviético y el proletariado
mundial. Esta dimensión de la revolución había enseñado a los chinos
que sus lealtades tenían que "inclinarse por un bando» ti otro: o bien
por el socialismo o por el imperialismo. Los triunfos de la revolución se
habían alcanzado bajo el liderazgo del PCCh, el cual, dijo Mao, «ya no
es un niño ni un adolescente, sino que se ha convertido en un adulto».'
Mao daba luego más detalles de algunas de sus intenciones princi-
pales. El nuevo Gobierno establecería relaciones con todos los países que
estuvieran dispuestos a respetar la igualdad internacional y la integridad
territorial de China. China no creía que pudiera prosperar sin ayuda
internacional. Y China, con la imposición de la dictadura democrática,
«privaría a los reaccionarios del derecho de hablar y haría que sólo el
pueblo tuviera tal derecho». En tono jocoso, Mao imaginaba a los de-
tractores protestando y tachándole de "dictatorial», a 10 cual él replica-
ría "Mis queridos señores, tienen ustedes razón, eso es justamente lo que
somos». Sería dictatorial con los «secuaces del imperialismo», así como
con «la clase terrateniente y la burguesía burocrática» y con "los reac-

667
cionarios del Guomindang y sus cómplices», Pero el resto del pueblo
gozaría de todas las libertades mientras China aumentaba su potencial
por medio de una política doble que consistiría en la socialización de
la agricultura y una «industria poderosa cuya columna vertebral sería la
empresa estatal».2
La estructura constitucional que haría posibles estos cambios se tra-
zó en el Programa Común para China que anunció un grupo de dele-
gados a los que Mao Zedong convocó en septiembre de 1949 a la Con-
ferencia Consultiva del Pueblo. Como en la malhadada institución de
nombre parecido que se reunió en 1946, los delegados procedían de un
amplio espectro de intereses y partidos políticos. El antiguo partido de
Chiang Kai-shek, sin embargo, fue castigado ahora por ser el «Guomin-
dang feudal, comprador, fascista, dictatorial», con cuyos viejos progra-
mas se contrastaban los nuevos. De acuerdo con la afirmación de Mao,
el Artículo 5 del Programa Común garantizaba a todos, excepto a los
«reaccionarios políticos», los derechos de libertad de «pensamiento, ex-
presión, publicación, reunión, asociación, correspondencia, persona,
domicilio, movimiento de un lugar a otro, creencias religiosas y la li-
bertad de celebrar procesiones y manifestaciones». Prometía derechos
iguales para las mujeres y el fin de su vida de «sumisión'>. El programa
trazaba luego las líneas generales de un ambicioso plan de reforma rural
por medio de la reducción de las rentas y la redistribución de la tierra,
y para la potenciación de la industria pesada. Evidentemente, el mo-
delo de sus artífices era aquí la Unión Soviética. Recomendaban que
el trabajo «se centrara en la rehabilitación y el desarrollo planificados
y sistemáticos de la industria pesada», definida como la minería y la pro-
ducción de acero, hierro, energía eléctrica, maquinaria y productos quí-
micos. El Programa Común recomendaba la educación universal como
instrumento que ayudaría a alcanzar estas metas."
En los primeros meses de la República Popular China (RPCh), sería
necesario ocuparse principalmente de las tareas prácticas de frenar la in-
flación, aumentar la producción agrícola, restaurar las industrias pesa-
das desmanteladas y mantener el orden público. Si debía haber una re-
forma drástica de la ideología del pueblo, tendría que esperar hasta que
el PCCh hubiese incrementado de manera inmensa el número de cua-
drdl!; preparados a su disposición. La mayor prioridad era persuadir a las
elites técnicas y administrativas para servir al nuevo Estado, fueran cua-
les fuesen sus creencias o afiliaciones personales en política. De modo
parecido, a pesar de la retórica antiimperialista, se alentó al personal téc-
nico extranjero y a las grandes empresas extranjeras que ya estaban en
China a quedarse y trabajar para la nueva sociedad.

668
Tanto el campo como la ciudad tenían sus propios ritmos sociales
y prioridades políticas. Para consolidar la revolución en las zonas ru-
rales, era esencial instituir algún tipo de reforma agraria y mantener la
amplia base de apoyo campesino que había llevado al PCCh al poder.
Pese a ello, el partido no podía permirirse enemistarse con los campe-
sinos ricos, cuya producción de alimentos era necesaria para la vida del
conjunto del país. El resultado fue la reforma agraria de una amplia ex-
tensión de! país a partir de mediados de 1950, pero la restricción de
las confiscaciones de tierra a una pequeña fracción de la población. Si
bien se confiscaron y redistribuyeron las propiedades de los terratenien-
tes, en muchos casos no se tocó la tierra de los campesinos ricos. Mao
justificó esta política, en un informe al partido a comienzos de junio
de 1950, con el argumento de que era esencial para el desarrollo eco-
nómico. Agregó que los campesinos ricos ya no suponían el peligro de
antaño, cuando e! Ejército Popular de Liberación luchaba abiertamen-
te contra el Guomindang.
La reforma agraria se llevó a cabo siguiendo las prácticas que Se ha-
bían aplicado en el norte de China y en Manchuria. Su coordinación
en el nive!local-administrativo-municipal estuvo a cargo de equipos de
trabajo integrados por entre tres y treinta personas. Algunos miembros
de los equipos eran cuadros veteranos, pero otros eran estudiantes jó-
venes que en la mayoría de los casos sólo tenían conocimientos rudi-
mentarios de los procedimientos que debían seguirse. Para dar ímpetu
a las reformas, los equipos de trabajo elegían «poblados clave» en una
zona dada en la que trabajaban conjuntamente con las Asociaciones de
Campesinos locales, cuya formación también era reciente. Juntos trata-
ban de identificar y luego aislar a los terratenientes y acabar con las an-
tiquísimas pautas de deferencia que era uno de los puntales de su po-
der. Los equipos de trabajo pronto se familiarizaron con los complejos
engaños que las familias terratenientes empleaban en el campo y que
podían consistir en rebajar espectacularmente su nivel de vida para pa-
recer más pobres de lo que eran en realidad, consumir ganado que lue-
go no podía contarse como riqueza, no emplear fertilizante en las tierras
que estaban a punto de ser confiscadas o abstenerse de las acostumbra-
das obras de caridad y evitar así que las identificasen como miembros de
la clase terrateniente.
Muchas mujeres también empezaron a beneficiarse de la reforma
agraria porque en 1950 se promulgó una ley nueva que daba a las sol-
teras, las divorciadas y las viudas el derecho de poseer tierra propia.
También se incluyó en los cálculos correspondientes a la redistribución
a los buhoneros, los monjes, las monjas, los soldados desmovilizados o

669
heridos y los campesinos que habían emigrado de sus poblados y de-
seaban volver a ellos porque no encontraban trabajo en las ciudades. Es
dificil conseguir cifras exactas sobre la reforma agraria en todo el país,
pero se calcula que China centromeridional, cuando los equipos de tra-
bajo se desplegaron en abanico por el país y las reformas cobraron ím-
petu, se confiscó y redistribuyó alrededor del cuarenta por ciento de
la tierra cultivada de los terratenientes y que el sesenta por ciento de la
población se benefició de algún modo. La ganancia por cabeza fue de
entre 700 y 2000 metros cuadrados, de tal modo que una familia inte-
grada por cinco personas podía recibir entre 3500 y 10.000 metros cua-
drados. Estas cantidades no podían dar a las familias seguridad total,
pero para muchas de ellas significaban nuevas posibilidades de subsistir,
en especial para las que antes vivían sumidas en una pobreza atroz.
Las reformas destruyeron, de hecho, la base de poder de la antigua
clase terrateniente en el campo. Para asegurarse de que este proceso sir-
viera para afianzar las lealtades de clase a la revolución, los líderes lo-
cales del PCCh fomentaron los choques violentos entre los rerratenien-
tes y sus arrendatarios, los campesinos pobres y los peones sin tierra.
De hecho, la violencia que acompañó a las reformas probablemente
igualó en intensidad la de los tiempos más duros de la lucha entre los ja-
poneses y el Guomindang. Las cifras disponibles inducen a pensar que
alrededor de una de cada seis familias terratenientes perdió a uno de sus
miembros en estos enfrentamientos; dado el porcentaje de chinos a los
que cabía clasificar como terratenientes, puede sacarse la conclusión
de que un millón o más de personas perdieron la vida durante esta
fase de la revolución.
En las ciudades, en cambio, las primeras tareas que tuvo que aco-
meter el Gobierno comunista fueron evitar los enfrentamientos socia-
les violentos y animar a la industria a reabrir sus puertas y a los obreros
a permanecer en sus puestos de trabajo. El Gobierno estimuló la for-
mación de sindicatos obreros, pero sólo bajo vigilancia intensa porque
miembros de las sociedades secretas o extorsionadores relacionados con
las antiguas redes criminales de Shanghai y Tianjin solían usar sus in-
fluencias para construir nuevas bases de poder dentro de las organiza-
ciones sindicales. A menos que pudiera acabarse con esa gente, resulta-
ría dificil infundir confianza en el nuevo régimen. También en este caso
las experiencias de 1948 y 1949 fueron valiosas, pero el PCCh andaba
escaso de cuadros de origen urbano y con frecuencia tenía que recurrir
a cuadros que procedían de familias campesinas y poco o nada sabían
de la vida en las ciudades. El PCCh tenía por norma mantener a la ma-
yoría de los funcionarios municipales en sus puestos -a menudo has-

670
ea el 95 por ciento de el1os- y garantizarles, al igual que a los maestros
e incluso a la policía, la continuidad en el empleo siempre y cuando
asistieran a sesiones de reforma de grupo y de debate y estudiasen las
obras de Mao Zedong.
El PCCh intentó construir una base de apoyo entre las masas ur-
banas y para ello se valió de propaganda difundida por medio de los
periódicos, el teatro, el cine, la radio y los encuentros de grupo. Se lan-
zaron campañas intensivas contra los especuladores financieros y a fa-
vor de la nueva renminbi o «moneda popular» del Gobierno. Se crearon
redes de comités en las poblaciones grandes para que se ocupasen de
la política, los problemas militares, las artes y la educación. Los orga-
nismos de los gobiernos municipales con representación del partido se
ampliaron gradualmente hasta el nivel de barrio. También se juntó a los
ciudadanos en grupos de estudio en los cuales se esforzaban por apren-
der el nuevo vocabulario político del comunismo y su significado. Imi-
tando las tácticas de la Campaña de Rectificación de 1942 en Yan'an,
se animaba a los miembros de los grupos a examinar sus pensamientos
más íntimos como paso preliminar para transformarse de «expertos» en
«Rojos».
A medida que el PCCh iba estableciendo su dominio sobre ciuda-
des y poblaciones, sus líderes crearon una red de comités de calle. Es-
tos grupos, cada uno de ellos compuesto por los vecinos que vivían en
un sector muy unido de calles y callejones, se ocupaban de cosas tales
como la limpieza de la vía pública, el abastecimiento de agua, progra-
mas de sanidad y vacunación, librerías para niños y la organización de
escuelas nocturnas. También eran responsables en cierta medida de la
seguridad pública y se les podía utilizar para perseguir delincuentes, ha-
cer cumplir los toques de queda e incluso formar patrullas locales.
En parte bajo los auspicios de estos comités de calle, se lanzaron
campañas contra la prostitución y la adicción al opio. Se redujo eficaz-
mente la prostitución creando un registro de todas las viviendas y
controlando las entradas y salidas de los visitantes masculinos. Las pros-
titutas conocidas, junto con sus madamas o sus proxenetas, eran ma-
triculadas en «escuelas» especiales parecidas a prisiones, donde les daban
conferencias sobre las contradicciones de clase que las habían llevado
a malgastar sus vidas y les enseñaban otras formas de ganarse el sus-
tento. Aunque muchas volvían a la prostitución cuando las dejaban en
libertad, los controles sociales y la supervisión constante redujeron pro-
gresivamente su número. De modo parecido, la adicción al opio se
redujo de forma espectacular mediante métodos forzosos de desintoxi-
cación «en seco» y haciendo a las familias de los ex adictos responsa-

671
bies de que éstos no recayeran. Grandes campañas contra la adicción,
la destrucción de campos de adormideras y la ejecución de traficantes
remacharon el éxito de estas medidas. Los comités de calle también ejer-
cían presión de grupo contra la ropa llamativa o los peinados y los ma-
quillajes provocativos. Así pues, con una meticulosidad mucho ma-
yor que la que había sido posible en el decenio de 1930, algunos de los
elementos del movimiento Nueva Vida de Chiang Kai-shek se incorpo-
raron al nuevo Estado comunista.
Esta inclinación a censurar no tenía nada de extraña, ya que muchos
cuadros campesinos, así como los que habían vivido durante largos pe-
riodos en Yan'an o como guerrilleros, veían con repugnancia la corrup-
ción y la molicie de las ciudades. El veterano cuadro Rao Shushi, por
ejemplo, que era e! jefe de! Comité Municipal de Shanghai y la prin-
cipal figura del Gobierno en la región, declaró en 1949 que «Ia vieja
Shanghai» había «dependido por completo de la economía capitalista
para su existencia y su desarrollo». En agosto de 1949 un periódico de
Shanghai se hizo eco de esta crítica que ahora estaba de moda y dijo:
«Shanghai es una ciudad improductiva. Es una ciudad parasitaria. Es
una ciudad criminal. Es una ciudad refugio. Es el paraíso de los aven-
tureros»." Rao Shushi llegó al extremo de sugerir la dispersión de los
habitantes de Shanghai por el interior de China, junto con el traslado
de escuelas y fábricas, y la concentración en industrias que produjeran
exclusivamente para el consumo nacional. Su plan no se puso en prác-
tica, pero e! simple hecho de que pudiera pensarse en aplicarlo a la ciu-
dad en la que se hahía fundado el PCCh indica la actitud ambivalen-
te ante las ciudades, que era uno de los rasgos del comunismo chino.
Había tensiones igualmente pertinaces entre los guerrilleros locales
en e! sur, muchos de los cuales habían luchado durante años, con gran
peligro para sus vidas, detrás de las líneas japonesas o contra el Guo-
mindang y ahora se veían arrinconados por cuadros procedentes del
norte. Les decían que tenían que aprender la pronunciación «mandari-
na» del norte con preferencia a sus propios dialectos locales si querían
recuperar sus posiciones de poder e influencia. Muchos cuadros loca-
les también se encontraron con que los planes del PCCh para gober-
nar eficientemente las ciudades significaban que tenían que trabajar en
puestos subordinados a la alta burguesía, que ellos pensaban que iban
a derrocar. Un dicho amargo que a la sazón circulaba por el sur de Chi-
na pone de relieve la ambigüedad que a ojos de muchos residía en el
centro de esta nueva etapa de la revolución: «A los viejos revolucio-
narios no se les trata tan bien como a los nuevos revolucionarios, a los
nuevos revolucionarios no se les trata tan bien como a los no revolu-

672
cionarios y a los no revolucionarios no se les trata tan bien como a los
con trarrevolucionarios».5

La estructura del nuevo Gobierno


La instauración de un Gobierno nacional eficaz para China era la
máxima prioridad de Mao. El éxito en esta empresa reforzaría las pre-
tensiones comunistas de representar a las fuerzas de un nuevo orden y
demostraría que el PCCh había llevado a cabo la reintegración del
enorme país, tarea en la que habían fracasado SUn Yat-sen, Yuan Shi-
kai y Chiang Kai-shek, además de los japoneses y sus sustitutos. El nue-
vo Gobierno se organizó alrededor de un marco que dividía nominal-
mente el poder entre tres componentes centrales: el Partido Comunista,
la estructura formal del Gobierno y el ejército. Esta forma organizativa
fue el resultado lógico de la experiencia de Yan'an y los experimentos
del periodo de la guerra civil.
La supervisión de todos los aspectos de la ideología y la coordina-
ción de la labor del Gobierno formal y del ejército estaban a cargo-de
la organización del Partido Comunista. El PCCh tenía 4.448.080 miem-
bros en octubre de 1949, cuando se anunció la fundación de la RPCh.
Las exigencias de la gobernación del país llevaron rápidamente a un
gran aumento del número de afiliados al partido, que a finales de 1950
eran 5.821.604. Los miembros del PCCh estaban integrados en todos
los órganos del Gobierno, las organizaciones de masas, los tribunales
de justicia, el sistema de educación y el ejército. Las delegaciones regio-
nales del partido eran coordinadas en la cúspide por el Comité Central,
que contaba 44 miembros en 1949; 14 de ellos constituían el Politbu-
ró, que en realidad era dirigido por su Comité Permanente, integrado
por cinco hombres.
En 1949 este grupo lo formaban el presidente del PCCh, Mao Ze-
dong, Liu Shaoqi, Zhou Enlai, Zhu De y Chen YUn. La mayor promi-
nencia pública de Mao, Zhou Enlai y Zhu De no significa que las otras
dos figuras fueran menos importantes; indica más bien que habían cen-
trado sus carreras en la organización del partido y esto las había alejado
de la publicidad. Liu Shaoqi, de cincuenta años de edad, se había edu-
cado en la Unión Soviética en el decenio de 1920. En ese mismo dece-
nio y a comienzos del de 1930 se reveló como magistral organizador
obrero; a principios del decenio de 1940 se convirtió en una figura des-
tacada en la organización de grupos comunistas en zonas ocupadas por

673
los japoneses. Su breve libro Cómo ser un bum comunista. que contenía
conferencias pronunciadas en Yan'an, pasó a ser lectura esencial para los
cuadros comunistas en los decenios de 1940 y 1950. El libro era una
mezcla intrigante de tradiciones confucianas de moral y disciplina con
una línea clásica marxista-leninista, y presentaba el conjunto utilizan-
do un ferviente vocabulario revolucionario. Liu Shaoqi decía en el libro:

Todos los que han logrado ser muy buenos y experimentados revolucio-
narios ciertamente deben haber pasado largos años dedicados a fortalecer-
se y cultivarse en la lucha revolucionaria. Por tanto, los miembros de nues-
tro partido pueden llegar a ser revolucionarios políticamente inflexibles
y de gran calidad sólo fortaleciéndose, cultivándose sin cesar, evitando per-
der su sentido de lo nuevo y mejorando su capacidad de pensar en el trans-
curso de la lucha revolucionaria de las grandes masas bajo todas las dificul-
tades y privaciones.
Confucio dijo:
A los quince, estaba empeñado en aprender. A los treinta, me mante-
nía firme. A los cuarenta, no tenía ninguna duda. A los cincuenta, cono-
cía el decreto del Cielo. A los sesenta, mi oído era un órgano obediente
para la recepción de la verdad. A los setenta, podía seguir los deseos de mi
corazón, sin transgredir lo que estaba bien.
Confucio relataba el proceso de fortalecerse y cultivarse. No se considera-
ba «sabio» de nacimiento.'

Como texto, la obra de Liu Shaoqi hablaba a una nueva genera-


ción que iba en busca de razones íntimas para servir a la revolución que
había triunfado de manera tan repentina. Liu Shaoqi apelaba a la «be-
lleza» de la visión revolucionaria y la contrastaba con la «fealdad» del
mundo capitalista. Hacía hincapié en el servicio desinteresado como
meta y como ideal. Y hablaba -para tranquilizar a los intelectuales de
clase alta- de la mezcla de orígenes de clase de los miembros del par-
tido. Pocos de ellos habían sido alguna vez miembros del «proletaria-
do urbano» obrero, dijo Liu Shaoqi, y cualquier origen de clase podía
trascenderse mediante el autoexamen penetrante y el estudio prolon-
gado del marxismo-Ieninisrno.
El quinto miembro del grupo, Chen Yun, nacido en 1905, era un
ex cajista de Shanghai que se afilió al partido en 1924 y se hizo famoso
como organizador sindical. Al igual que Liu Shaoqi, se le consideraba
un teórico fundamental del partido cuyas obras se eligieron en la Cam-
paña de Rectificación de 1942. En 1949 ya se le consideraba también
el principal planificador económico del PCCh y se le encomendó la

674
tarea de restaurar la devastada economía de China. Casi tan poderoso
era Gao Gang, nacido en 1902, que había sido uno de los fundadores
del sóviet de la zona fronteriza de Cansu-Shaanxi a comienzos del de-
cenio de 1930 y había contribuido así a crear la base relativamente se-
gura a la que se retiraron Mao Zedong y los demás participantes de la
Larga Marcha en 1935. Sirvió en calidad de comisario político del Co-
bierno fronterizo de Shaan/Gan/Ning y de comandante de la región
de jilin-Heilongjiang durante la guerra entre los comunistas y el Guo-
mindang en Manchuria. Cuando las tropas victoriosas de Lin Biao pe-
netraron en China propiamente dicha tras derrotar a los nacionalistas,
Gao Gang se quedó como líder militar y político de Manchuria y esta-
bleció su cuartel general en Mukden. Antes incluso de proclamarse la
República Popular, encabezó una delegación a Moscú para negociar un
acuerdo comercial que le ayudase a desarrollar la industria del nordeste.
Estos líderes del Gobierno Popular Central constituían un grupo for-
midable con mucha experiencia militar y administrativa. Coordinaban
su trabajo con los otros aparatos principales del Gobierno central, el
Consejo de Estado (o gabinete), cuyo primer ministro era 2hou Enlai.
Bajo la autoridad de éste había veinticuatro ministerios nuevos cuyos
nombres ofrecen resumen preciso de los problemas que se considera-
ban de la mayor importancia en el desarrollo de la nación: Agricultu-
ra, Comunicaciones, Cultura (encabezado por el novelista Mao Dun),
Educación, Hacienda, Industrias Alimentarias, Asuntos Exteriores (del
cual 2hou Enlai era también ministro), Silvicultura, Combustible, In-
dustria Pesada, Asuntos Interiores, Justicia, Trabajo, Derecho, Industria
Ligera, Nacionalidades Minoritarias, Asuntos de los Chinos de Ultramar,
Correos y Telecomunicaciones, Salud Pública, Seguridad Pública, Ferro-
carriles, Industrias Textiles, Comercio, y Conservación del Agua. Dos de
estos ministerios, el de Justicia y el de Salud Pública, estaban dirigidos
por mujeres.
La estructura formal del Gobierno coincidía en parte y estaba in-
terconectada constantemente con las organizaciones del peCh, y am-
bas extendían su influencia por medio de organizaciones de masas cuya
finalidad era vincular a todo el país por encima de los límites regiona-
les valiéndose para ello de algún centro especial o interés compartido:
entre estas organizaciones se contaban en 1949 y 1950 la federación de
la literatura y las artes, la asociación de amistad sinosoviética, la federa-
ción panchina de juventudes democráticas, y la federación panchina de
mujeres. Al frente de esta última se encontraba Cai Chang, una joven
radical de Changsha que había formado parte del grupo de estudiantes
enviados a Francia a trabajar y estudiar en 1919. Especializada en orga-

675
nizar a las obreras de las fábricas, había servido en el sóviet de jiangxi,
participado en la Larga Marcha y destacado en política en Yan'an antes
de ser ascendida a este nuevo e importante puesto.
El poder del Ejército Popular de Liberación (EPL) se implantó fir-
memente en la sociedad china dividiendo la nación en seis inmensas re-
giones, cada una con su propio mando militar unificado. Las dirigían
oficinas regionales del partido cuyo poder, que era tanto militar como
administrativo, estaba por encima de los gobernadores provinciales, de
forma bastante parecida a la época de los Qjng, cuando la jurisdicción
de los gobernadores generales de grupos de provincias estaba por en-
cima de la de los gobernadores de cada una de ellas. Estas regiones fue-
ron fruto de la experiencia del PCCh con los gobiernos fronterizos du-
rante la guerra y poseían parte de la unidad geográfica y económica de
las macrorregiones en las que algunos analistas creen que China se di-
vide de forma natural (véase el mapa de la página 134). Estas regiones
se agrupaban de la siguiente manera:

1. Oficina del Nordeste de China: Heilongjiang, jilin (Kirin), Rehe


(lehol], Liaoning.
2. Oficina delNoroeste de China: Gansu, Ningxia, Shaanxi, Xinjiang,
Qinghai.
3. Oficina delNorte de China: Chahar, Hebei, Shanxi, Suiyuan.
4. Oftina del Este de China: Anhui, Fujian, jiangsu, Shandong, Zhejiang.
5. Oficina de China Cmtromeridiontd: Henan, Hunan, Hubei, Jiangxi,
Guangxi, Guangdong.
6. Oficina delSudoeste de China: Guizhou, Xikang, Sichuan, Yunnan.

En cada una de estas seis regiones había cuatro puestos principales


que seguían la naturaleza tripartita del propio Gobierno central: un pre-
sidente del Gobierno, un primer secretario del partido, un comandante
militar y un comisario político del ejército. Lógicamente, estos poderes
podrían, por tanto, haberse dividido entre 24 altos cargos, pero en rea-
lidad había sólo 13 de ellos, pues muchos hombres ocupaban dos o más
puestos clave.
Cinco de estos hombres eran especialmente poderosos en los go-
biernos regionales. En primer lugar, el vicepresidente del Consejo del
Gobierno Popular Central, Gao Gang, tenía un poder extraordinario en
Manchuria (la Oficina del Nordeste de China), donde ocupaba los cua-
tro puestos clave. Gao Gang estaba relacionado estrechamente con al-
tos cargos gubernamentales y militares de la Unión Soviética y el interés
de los rusos por los ferrocarriles y los recursos de Manchuria aseguraba

676
la importancia de su papel. En segundo lugar, Peng Dehuai, el coman-
dante militar que había mostrado gran osadía organizando campañas
militares fijas (como en la Ofensiva de los Cien Regimientos de 1940
y el fallido ataque contra Sichuan en 1948), era a la vez presidente del
Gobierno y comandante militar en la Oficina del Noroeste de China.
Esa zona, además, debido a su frontera común con la Unión Soviética
y a su mezcla de razas y nacionalidades, revestía importancia decisiva en
las relaciones sinosoviéticas. En tercer lugar, Rao Shushi, veterano or-
ganizador del Nuevo 4.° Ejército, era muy poderoso en el este de Chi-
na, donde ocupaba tres de los puestos clave: primer secretario del
partido, presidente del Gobierno y comisario político del ejército. Asi-
mismo, fue nombrado secretario del partido del Sindicato Obrero Ge-
neral de Shanghai. Finalmente, Lin Biao y Deng Xiaoping también
habían obtenido importantes bases de poder regionales: Lin Biao ocu-
paba tres de los cuatro puestos principales en la Oficina Centromeri-
dional, y Deng Xiaoping, dos de los cuatro en la Oficina del Sudoeste.
Los cinco hombres sin excepción se indispondrían con Mao Ze-
dong más adelante y serían expulsados. Podemos ver a posteriori que, a
pesar de la impresionante reestructuración del Gobierno de China, ha-
bía problemas perennes arraigados en la RPCh. Las tensiones relativas
a la autoridad regional y central, los límites burocráticos entrecruzados
y las ambiciones y bases de poder individuales, que de diversos mo-
dos habían atormentado a China desde finales de la dinastía Ming, no
iban a eliminarse de manera sencilla.

La guerra de Corea
Antes incluso de que todas las fuerzas del Guomindang en China
fuesen eliminadas, Mao Zedong reforzó sus afirmaciones sobre «incli-
narse por un bando» viajando a la Unión Soviética para entrevistarse con
Stalin. Llegó a Moscú el 6 de diciembre de 1949, justo antes del sep-
tuagésimo cumpleaños de Stalin. Fue la primera vez que Mao iba más
allá de las fronteras de China. No tenía conocimiento de primera mano
de ninguno de los países que tanto habían influido en los chinos entre
los que se había hecho hombre, Pero ahora que la RPCh había sido fun-
dada oficialmente, Mao tenia que entrar en el mundo de la diplomacia
internacional y la serie de naciones que reconocieron sucesivamente el
nuevo Estado muestra la rapidez con que muchas de ellas -y no sólo
las del bloque comunista- se inclinaron por el bando de Mao.
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Las experiencias de Mao en la Unión Soviética fueron desconcer-


tantes y contradictorias. La entrevista inicial entre los dos líderes el día
de la llegada de Mao pareció bastante alentadora. Stalin se mostró flexi-
ble en relación con aspectos del acuerdo de Yalta que afectaban adver-
samente a China y se brindó a ayudar a adiestrar a las fuerzas aéreas
y la pequeña marina de guerra de China. Stalin actuó con prudencia en
lo que se refería a acceder a dar a Mao los «pilotos voluntarios o desta-
camentos militares secretos» que el líder chino quería para invadir Tai-
wan, pero aprobó planes para utilizar tropas del EPL para desestabilizar
las fronteras del Sudeste Asiático y añadió que China podía también
dar una sacudida a Gran Bretaña fomentando la agitación en Hong
Kong. En un encuentro que tuvo lugar el mes siguiente, Stalin accedió
asimismo a considerar seriamente la petición de Mao de un regimiento
aéreo que ayudase a China a poner en práctica sus planes para "un ata-
que contra el Tfbet»." Y, a pesar de todo, tras ocho semanas de nego-
ciaciones, lo único que obtuvo Mao fue un tratado de seguridad que
protegería a China en el caso de un ataque japonés; créditos por valor
de trescientos millones de dólares que se pagarían en plazos iguales du-
rante cinco años sucesivos; y la promesa de evacuar Lüshun y Dalian

678
antes de 1952, momento en que volverían a estar bajo la soberanía chi-
na. Un duro golpe para Mao fue verse obligado a aceptar la existencia
al norte de la frontera de Xiniiang de una República Popular de Mon-
golia independiente que por definición iba a permanecer bajo influen-
cia rusa. Mao había afirmado varias veces que algún día Mongolia estaría
bajo el dominio de China; ahora tuvo que renunciar a toda esperanza de
que China recuperase en el oeste territorios de extensión parecida a
los que controlaban los Qjng en el apogeo de su poderlo.
El amplio ámbito de la política exterior no tenía una importancia
fundamental para los líderes de la RPCh en la primavera de 1950. Lo
que les interesaba era principalmente crear una estructura administra-
tiva viable, reducir la inflación y reconstruir la industria nacional. Con
la toma de la isla de Hainan por las tropas de Lin Biao en abril, los
militares se sintieron preparados -incluso sin un ofrecimiento claro de
ayuda soviética- para seguir adelante con los dos aspectos finales de la
consolidación territorial: la conquista del Tíbet y Taiwan. No se espe-
raba que las operaciones en el Tíbet, aun siendo complejas desde el
punto de vista logístico, presentaran grandes dificultades para las tro-
pas del EPL, que a estas alturas ya estaban avezadas, especialmente des-
de que India había obtenido la independencia en 1947 y los británicos
ya no tenían un interés primordial en que el Tíbet continuase siendo
un estado tapón. Tropas comunistas chinas invadieron el Tíbet en oc-
tubre de 1950 con el fin de «liberar» el país de la «opresión imperia-
lista». A pesar de la mordaz protesta de los tibetanos -«¿Liberación de
quién y de qué? El nuestro era un país feliz con un Gobierno solven-
te--,' las Naciones Unidas no tomaron ninguna medida, y tampoco
India ni Gran Bretaña harían nada a favor del Tíbet. Los chinos ocu-
paron los puntos clave del país en el plazo de un año y presionaron a
los asesores del Dalai Lama para que aceptasen de manera general la
soberanía de China sobre la región.
El problema de Taiwan se consideraba mucho más serio. Seis me-
ses después de renunciar a la presidencia de China en enero de 1949,
Chiang Kai-shek se había retirado a la isla, donde el Guomindang ha-
bía estabilizado su poder tras los disturbios y las matanzas que provo-
cara Chen Yi en 1947. Taiwan había prosperado económicamente bajo
la administración colonial japonesa entre 1895 y 1945, Y Chiang Kai·
shek se apresuró a reafirmar su liderazgo sobre los habitantes de la isla,
su propio Guomindang en el exilio y el millón de soldados chinos que
ya estaban en la isla o se habían retirado a ella a raíz de las victorias co-
munistas de 1949. Los comandantes del EPL no se hacían ilusiones con
la reconquista de Taiwan. El EPL ya había sido derrotado en octubre

679
1949
2 de octubre Unión Soviética
3 de octubre Bulgaria, Rumania
4 de octubre Polonia, Hungría, Checoslovaquia
5 de octubre Yugoslavia
9 de diciembre Birmania
30 de diciembre India
1950
4 de enero Pakistán
6 de enero (Gran Bretaña)," Ceilán, Noruega
9 de enero Dinamarca, Israel
13 de enero Finlandia, Afganistán
14 de enero Suecia
~ Los chinos rechazaron el de Gran Bretaña el6 de enero porque los británicos mantenían la-
zos diplomáticos oficiales con Taiwan.

Reconocimiento diplomático de la República Popular China, 1949-1950.9

de 1949 en su intento de tomar la isla de Qpemoy (linmen), situada cer-


ca de la costa de China. En febrero de 1950 el general que mandaba
las unidades del 3."' Ejército de Campaña del EPL en Fujian y Zhejiang,
que estaba previsto que atacaran 'Iaiwan, hizo una evaluación franca
de las perspectivas:

Debo señalar ante todo que la liberación de las islas junto con la costa
del sudeste, especialmente Taiwan, es un grandísimo problema y supon-
drá la mayor campaña de la historia de la guerra moderna en China...
[Taiwan] no puede ser ocupada sin transporte suficiente, material apro-
piado y pertrechos adecuados. Asimismo, efectivos considerables de las
fuerzas de tierra, mar y aire de Chiang Kai-shek están concentrados allí
junto con un grupo de los reaccionarios más intransigentes que han hui-
do de la China continental. Han construido fuertes obras de defensa y su
protección depende del mar que rodea la isla. ID

A causa de estas dificultades, parece que Mao Zedong y otros lí-


deres del Gobierno tenían dudas sobre lo que convenía hacer. En el
verano de 1951 la consolidación militar en el sur de China ya era com-
pleta y un numeroso contingente de veteranos del EPL fue trasladado
a la región costera de Pujian, pero de momento no se dio la orden de
atacar Taiwan. Una posible explicación de la demora -aparte de pro-
blemas logísticos y del transporte por mar- es que los líderes del PCCh

680
albergaban la esperanza de que los propios taíwaneses organizaran una
insurrección contra los ocupantes del Guomindang. (Stalin mismo ha-
bía sugerido esto en diciembre de 1949 durante sus conversaciones'con
Mao, como sustituto del uso de tropas de apoyo soviéticas.) Otra po-
sible explicación es que una epidemia hizo estragos entre las tropas del
EPL aquel verano y muchos soldados quedaron incapacitados para
e! servicio activo.
Ante e! temor de que los gastos militares siguieran subiendo, pero
consciente de los problemas con que había tropezado e! Guomindang
al desmovilizar a demasiados soldados muy pronto después de la ren-
dición de los japoneses, e! Comité Central de! PCCh optó por una
desmovilización parcial bajo la estrecha supervisión de! Gobierno y de-
claró:

El EPL, al tiempo que conserva sus fuerzas principales, debería desmovi-


lizar parte de sus tropas en 1950, pero sólo con la condición de que se
garanticen fuerzas suficientes para liberar Taiwan y el Tíbet, así como fuer-
zas suficientes para consolidar la defensa nacional y acabar con los con-
trarrevolucionarios. Esta desmovilización debe llevarse a cabo con cuidado,
para que los soldados afectados puedan regresar a sus casas y ponerse a
trabajar productivamente.'!

Nada hacía pensar entonces que Estados Unidos volvería a inter-


venir en e! conflicto chino, a pesar de que e! Partido Republicano exi-
gía con vehemencia que se pusiera en marcha un generoso programa
para ayudar a Chiang Kai-shek en la futura recuperación de la China
continental. En e! verano de 1949, a petición de! presidente Truman,
el secretario de Estado, Dean Acheson, había reunido lo que conside-
raba que eran todos los documentos relativos a la experiencia de Chi-
na en la segunda guerra mundial y la guerra civil y la intervención es-
tadounidense en ella y escribió en su carta de acompañamiento: «Los
ejércitos nacionalistas no necesitaron que los derrotaran; se desintegra-
ron. La historia ha demostrado una y otra vez que un régimen sin fe
en sí mismo y un ejército sin moral no pueden superar la prueba en
el campo de batalla»." Acheson concluyó diciendo que más ayuda o
intervención estadounidense sería tan inútil como había sido en in-
tentos anteriores. Pero no todo el mundo pensaba igual. El ex emba-
jador chino en Estados Unidos, Hu Shi, que en la Universidad de Cor-
nell, antes del Movimiento del 4 de Mayo, se había sentido atraído
brevemente por el cristianismo, escribió en el margen de su copia del
texto de Acheson una nota que decía «Mateo, 27, 24» (<<Pilato, al ver

681
que no conseguía nada y que el alboroto iba en aumento, tomó agua
y se lavó las manos ante el pueblo diciendo: "No me hago responsable
de esta muerte; allá vosotros'»)."
Mientras tanto, el Departamento de Estado siguió adelante y re-
dactó la declaración oficial que daría a conocer después de que Taiwan
cayera en manos de los comunistas. Declaraciones públicas tanto del
general Douglas MacArthur, comandante del Japón ocupado, y Dean
Acheson definieron ahora el nuevo «perímetro defensivo» estadouni-
dense en el Pacífico como una línea que conectaba las Aleutianas, Ja-
pón, Okinawa, las Ryu Kyu y Filipinas. Los chinos podían tomar nota
de que esta definición de los intereses estratégicos estadounidenses no
incluía Taiwan, y tampoco incluía Corea del Sur, que después de 1945
se había erigido en estado independiente bajo e! patrocinio estadouni-
dense, separado de Corea del Norte, dominada por los soviéticos, por
el paralelo 38. Una vez conquistada Taiwan, la RPCh podría, pues, con-
tar con ocupar el lugar que le correspondía en las Naciones Unidas, para
lo cual ya estaba presionando activamente.
La armonía aparente de la postura estadounidense y la china se hizo
añicos cuando el 25 de junio de 1950 un contingente masivo de tro-
pas norcoreanas cruzó el paralelo 38 e invadió Corea del Sur. En pocas
semanas las fuerzas norcoreanas habían avanzado rápidamente hacia el
sur de la península, tomado Seúl y obligado a los surcoreanos a librar
una última y desesperada batalla en el puerto de Pusan. Una casualidad
irónica hizo que la Unión Soviética estuviera a la sazón boicoteando
al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas por la negativa de éste
a colocar a la delegación norcoreana en el lugar de Taiwan. Como no
existía ninguna amenaza de veto soviético, los demás miembros del
Consejo de Seguridad se apresuraron a condenar a los norcoreanos y
a instar a los miembros de la ONU a prestar «toda la ayuda» que «pue-
da ser necesaria». El presidente Truman respondió ordenando que tro-
pas estadounidenses con base en Japón ayudaran a Corea de! Sur. Otras
quince naciones miembros secundaron a Estados Unidos y también en-
viaron tropas, entre ellas Gran Bretaña, Francia, Australia y Nueva Ze-
landa, Tailandia y Filipinas, Canadá, Grecia y Turquía. Temiendo que
los chinos pudieran aprovechar este momento para atacar Taiwan, Tru-
man también ordenó que la VII Flota estadounidense patrullase por el
estrecho de Taiwan como medida de «neutralización». Ahora la RPCh
no podría invadir Taiwan aunque estuviera preparada para ello.
El comportamiento de China durante los meses siguientes fue un
modelo de ambigüedad. Aunque aquella primavera el líder norcoreano
había informado a Mao de la posibilidad de una invasión y Zhou En-

682
~ lu.\ '
,
lJO

,LA GUERR A DE COREA, LA GUEIUlA DECOREA,


JU NIO -OCTU BRE, 1950 NOV. DE 19SD-JULlO DEI95l

lai había dicho que China tal vez intervendría si las tropas estadouni-
denses cruzaban el paralelo 38, los chinos guardaron silencio sobre el
conflicto y al principio no tomaron ninguna medida decisiva. Las criti-
cas chinas sobre las patrullas de la VII Flota estadounidense fueron más
airadas y más decididas. Zhou Enlai, en su calidad de ministro de Asun-
tos Exteriores, hizo una declaración pública en la que calificó las pa-
hullas de «agresión armada contra el territorio de China»." Reconocien-
do, al parecer, que debido al despliegue de la VII Flota era imposible
atacar a Taiwan, los líderes chinos ordenaron el traslado a la zona de
Mukden, en el norte, de unos treinta mil soldados del 3."" Ejército que
habían estado adiestrándose en la costa de Pujian. Asimismo se envia-
ron soldados a la península de Shandong, también en el norte.
En agosto las Naciones Unidas fueron marco de negociaciones de-
licadas en las que se habló de dar entrada a la RPCh en el Consejo
de Seguridad a cambio de su ayuda como mediadora en el conflicto.
Al mismo tiempo, el general MacArthur, que ahora era el comandante
en jefe de la fuerzas de las Naciones Unidas en Corea, sostuvo conver-
saciones cordiales con Chiang Kai-shek; MacArthur reiteró su apoyo al
régimen de Chiang Kai-shek y declaró que Taiwan formaba ahora parte

683
de la «cadena de islas» con bases aéreas de Estados Unidos. (Macérthur,
con todo, no aceptó las tropas nacionalistas que Chiang Kai-shek le
ofreció para que combatiesen en Corea.) A finales de agosto, las fuer-
zas de la ONU ya estaban obteniendo grandes victorias en Corea del
Sur y bombardeaban sin cesar las líneas de abastecimiento norcoreanas
al tiempo que aumentaban su superioridad táctica en tanques, artilleria
y aviones. Los ataques verbales de China a Estados Unidos se hicieron
más duros mientras concentraciones de masas espoleaban al país ente-
ro con sus condenas de Estados Unidos y sus aliados por su papel en
la guerra. «La bárbara actuación del imperialismo estadounidense y sus
adláteres», decía una declaración china de finales de agosto, «no sólo
es una amenaza para la paz en Asia y el mundo en general, sino que
amenaza seriamente la seguridad de China en particular,» Y continua-
ha diciendo: «Los amigos de Corea del Norte son nuestros amigos. El
enemigo de Corea del Norte es nuestro enemigo, La defensa de Corea
del Norte es nuestra defensa»." Pero en sus mensajes secretos a Stalin,
Mao continuaba hablando de la incompetencia militar de los norco-
reanos y de su negativa a tener a los chinos debidamente informados
de lo que ocurría en los campos de batalla.
El cambio crucial en la guerra se produjo a mediados de septiem-
bre, cuando, en una maniobra anfibia audaz y brillantemente ejecuta-
da, MacArthur desembarcó sus fuerzas en el puerto de lnchon, detrás
de las líneas norcoreanas, y amenazó con cortar la retirada al enemigo.
Mientras las tropas norcoreanas empezaban a ceder y a replegarse, Zhou
Enlai notificó al embajador de India, que se encargaba de transmitir los
mensajes de los chinos, que China tendría que intervenir si Estados
Unidos invadía Corea del Norte. Efectivamente, tropas estadouniden-
ses cruzaron la frontera el 7 de octubre y avanzaron hacia el norte y
la frontera china, siguiendo el río Yalu. En este momento tanto Stalin
como Mao empezaron a titubear. Y en diversos telegramas cifrados ha-
blaron de las ventajas y desventajas de dejar que los norcoreanos se las
arreglaran solos e hicieran una guerra de guerrillas de acuerdo con su
capacidad para ello. Hasta el 13 de octubre -supuestamente convenci-
do por los argumentos apasionados de Peng Dehuai y Gao Gang- no
se avino Mao a permitir que «voluntarios chinos» cruzaran la frontera
de Corea del Norte siempre y cuando la Unión Soviética prestara apoyo
aéreo total. Stalin accedió a ello."
El comandante de las fuerzas chinas, Peng Dehuai, coordinó sus
efectivos de manera soberbia y en los combates encarnizados que tu-
vieron lugar en diciembre los chinos obligaron a los aliados a replegar-
se otra vez hasta una línea a lo largo del paralelo 38. En enero de 1951

684
las tropas de la ONU se retiraron más al sur cuando unidades chinas y
norcoreanas volvieron a tomar lo que quedaba de la calcinada cáscara
de Seúl. Las fuerzas de la ONU se reagruparon, reconquistaron Seúl y
entonces las líneas de batalla se estabilizaron siguiendo las cadenas de
montañas que quedaban justo al norte del paralelo 38. Se continuó lu-
chando salvajemente por obtener posiciones ventajosas y ambos bandos
sufrieron numerosas bajas. En esta fase de la guerra hubo combates en-
tre escuadrillas de cazas de reacción, los primeros de la historia de la
guerra aérea, y los estadounidenses iniciaron el empleo de helicópteros
para trasladar tropas rápidamente a sus posiciones. La guerra se prolon-
gó otros dos dolorosos años y terminó con una tregua firmada en ju-
lio de 1953. El armisticio se debió en parte a los esfuerzos del general
Dwight Eisenhower, que en la campaña presidencial de 1952 prometió
que viajaría a Corea, pero, una vez elegido presidente, utilizó todo el
peso de la diplomacia nuclear para llevar a los chinos y los norcoreanos
a la fase final de negociación.
Para entonces las bajas estadounidenses ya eran más de ciento se-
senta mil hombres (54.000 muertos, 103.000 heridos, 5000 desapareci-
dos); las surcoreanas, 400.000; las norcoreanas, 600.000; y las chinas
entre 700.000 y 900.000. Los chinos nunca dieron a conocer las cifras
exactas porque afirmaban que todos sus soldados en Corea eran <'vo-
luntarios» en vez de personal del ejército regular. Pero las asombrosas
pérdidas de cerca de un millón de hombres, muchos de los cuales mu-
rieron durante el último año de la guerra debido a la abrumadora po-
tencia de fuego de las fuerzas de la ONU, dieron que pensar a los jefes
militares chinos. Peng Dehuai en especial comprendió que China de-
bía crear un ejército más moderno y bien pertrechado, como el de la
Unión Soviética, si quería enfrentarse a Occidente en una guerra con-
vencional. Entre los chinos que murieron en el conflicto de Corea es-
taba el mayor de los dos hijos aún vivos que Mao había tenido con su
primera esposa, Yang Kaihui. Este hijo, Anying, nacido en 1922, cuan-
do Mao estaba organizando a los obreros de Hunan en las primeras
huelgas dirigidas por el recién formado PCCh, había sido estudiante
en Moscú y trabajador agrícola en Yan'an. Su cadáver fue enterrado en
suelo coreano. (El otro hijo que le quedaba a Mao, Anqing, tenía un
historial de trastornos mentales y pasó en instituciones la mayor parte
de su vida.)
La importancia nacional de la guerra fue profunda. En primer lu-
gar estaban los sufrimientos de centenares de miles de soldados chinos
que combatieron bajo un crudo tiempo invernal con ropa poco apro-
piada para ello, alimentos insuficientes y munición escasa, contra un

685
enemigo con abrumadora superioridad en aviones y artillería. Las vale-
rosas pero costosas cargas que lanzaron los chinos contra el enemigo
bien atrincherado en sus emplazamientos dejaron boquiabiertos a los
soldados extranjeros que fueron testigos de ellas. Este mismo valor dio
origen a una mística nueva sobre la capacidad de resistencia y el heroís-
mo de los chinos que en la República Popular fue ampliada por una
avalancha de obras literarias, películas, piezas teatrales y cuentos sobre
soldados-héroes modelos que reforzaron los valores del sacrificio y la
revolución. Asimismo, China se acercó más a la Unión Soviética, que
agradeció la lealtad de los chinos al bloque soviético y les proporcionó
grandes cantidades de material militar, aunque los chinos tuvieron que
pagar la ayuda.
Además, los acontecimientos de la guerra se usaron para reforzar
las percepciones chinas de los males del imperialismo occidental y, en
particular, para aislar a Estados Unidos como principal enemigo de Chi-
na. Se señaló la intervención estadounidense en Corea como prueba
evidente de las ambiciones de Estados Unidos en el este de Asia y del
odio implacable que albergaba contra China y el pueblo chino. Las obras
de imaginación y los reportajes sobre la guerra dieron rienda suelta a
estos temas.
Esto condujo a otro de los efectos que la guerra produjo en el país:
la decisión de volverse en contra de la mayoría de los occidentales que
se habían quedado en China para atender a sus negocios o por moti-
vos religiosos y obligarles a abandonar el país. Muchos, entre ellos al-
gunos misioneros, fueron detenidos y acusados formalmente de ser es-
pías de los imperialistas estadounidenses. El Gobierno chino organizó
grandes campañas para extender el etbos de la guerra a una caza apasio-
nada de espías nacionales y agentes enemigos supuestos o reales. Esto
fue acompañado de un endurecimiento general de las actitudes contra
todos los que durante mucho tiempo habían estado en contacto con el
Guomindang o habían trabajado en empresas y universidades extranje-
ras u organizaciones eclesiales. Finalmente, el Gobierno se vio obligado
a reconocer que no había conseguido llevar a cabo una reunificación to-
tal del territorio chino. Taiwan no iba a caer, sino que continuaría sien-
desuna base potencial para los bombardeos y el sabotaje contra China
y el centro -con notorio apoyo estadounidense- de toda la hostilidad
contra el PCCh.
Tanto en Estados Unidos como en China, los efectos de la guerra
fueron graves y dañaron hondamente las percepciones que cada uno
de los dos países tenía del otro. La táctica de «oleadas humanas» que
empleaban los chinos en las batallas resucitó viejos estereotipos sobre

686
el desprecio asiático por la vida, unidos ahora a la creencia de que los
chinos seguían como robots las órdenes que les daban los rusos sovié-
ticos y eran incapaces de formular su propia política independiente. La
repugnancia y el miedo que inspiraban los chinos aumentaron a cau-
sa de lo que se supo de los intentos de «lavar el cerebro» a los prisio-
neros de guerra estadounidenses o surcoreanos. Y el hecho de que las
conversaciones de paz en Corea estuviesen estancadas durante casi dos
años porque la República Popular exigía la devolución de todos los pri-
sioneros chinos, cuando más de catorce mil habían suplicado que no
los enviasen a China, indicaron con qué rapidez China se había con-
vertido en una dictadura despiadada. Los chinos acabaron cediendo en
este asunto y los catorce mil prisioneros fueron repatriados a otras par-
tes, principalmente a Taiwan.
La fuerza de los comunistas chinos sobre el terreno también empu-
jó a los estadounidenses a examinar de nuevo la crónica de los decenios
de 1930 y 1949, que en gran parte se encontraba ahora fácilmente en
el largo informe que Acheson presentó al presidente Truman, publica-
do en 1949 en forma de volumen de 1054 páginas, repleto de cuadros
y apéndices. Para los que se sentían atraídos, ya fuera por razones polí-
ticas partidistas o a impulsos de su convicción interior, hacia una hon-
da oposición al comunismo, la trayectoria de los estadounidenses que
habían simpatizado con Yan'an les olía a traición. El embajador Hur-
ley había introducido esta idea cuando presentó su dimisión a finales
de 1945 y muchos otros se mostraron de acuerdo con ella a partir de
entonces. El hecho de que tanto el presidente de Estados Unidos como
los jefes del Estado Mayor Conjunto hubieran pensado en serio, aun-
que brevemente, en armar a los comunistas chinos en 1944 para que
contribuyesen al esfuerzo bélico común se olvidó.
El periodo corrosivo de anticomunismo que vivió Estados Unidos
y que afectó a las leyes de inmigración, la legislación laboral, los guio-
nistas de Hollywood y los medios de comunicación en general, y cuyo
apogeo fueron las acusaciones vagas pero perjudiciales de subversión
que hizo el senador ]oseph McCarthy, impidió durante más de un de-
cenio un examen serio o nuevo de las relaciones entre los estadouni-
denses y los chinos. Aunque su escala fue menor que la persecución de
enemigos internos que en el mismo momento tenía lugar en China,
la campaña de denuncias e insinuaciones que pusieron en marcha
McCarthy y otros produjo un efecto profundamente dañino en mu-
chos estadounidenses. Los principales expertos en China que trabajaban
en el Departamento de Estado fueron sometidos a repetidas investiga-
ciones de su lealtad y despedidos o apartados de sus puestos y trasla-

687
dados a lugares de importancia menor en el mundo. Debido a la im-
posibilidad de obtener pasaportes para viajar a China, una generación
de eruditos, estudiantes y periodistas estadounidenses se vio privada de
todo contacto personal con dicho país.
Se oía decir con creciente frecuencia que Estados Unidos había «per-
dido» China, ya fuera a causa de una traición deliberada, de tergiversa-
ciones o por no haber prestado ayuda militar y económica de crucial im-
portancia. La omnipresencia de esta opinión hizo que a Estados Unidos
le resultara dificil abstenerse de intervenir en países amenazados por la
subversión comunista, incluso cuando todo el mundo sabía que sus go-
biemos eran corruptos, impopulares y explotadores desde el punto de
vista económico.
Es probable que a la larga los comunistas chinos salieran ganando
con su participación en la guerra de Corea, porque si Estados Unidos
hubiese triunfado en octubre de 1950 y hubiera podido establecer un
régimen no comunista unificado y viable en Corea, la República Popu-
lar hubiese tenido un vecino hostil y poderoso en su crucial frontera
con Manchuria, donde había una gran concentración de industria pe-
sada. Pero los costes fueron elevados, como hemos visto, y la tragedia
a largo plazo fue que China había perdido toda esperanza de gozar de
la «nueva democracia» que había parecido implícita en la retórica y al-
gunas de las medidas políticas de 1949.

Partido de masas, campañas de masas


Durante el periodo de Yan'an y la guerra civil, el Partido Comunis-
ta continuó creciendo ininterrumpidamente y superó e! millón de afi-
liados a principios de 1945, alcanzó dos millones en 1947, tres millones
en 1948, cuatro millones en 1949 y cinco millones en 1950. Pero no se
produjo el enorme incremento numérico que hubiera podido esperar-
se en los primeros años de la República Popular. En vez de ello, los lí-
deres de! PCCh se concentraron en la tarea de incrementar la concien-
era y la pericia políticas de los recién ingresados en el partido, a la vez
que eliminaban a los elementos incompetentes o corruptos que no ha-
bían sido sometidos a un examen suficiente en el momento de afiliar-
se y ampliaban la base del partido entre las clases y las ocupaciones.
Hasta la fecha el partido había sido predominantemente rural, debido
a la naturaleza del régimen de Yan'an y la guerra de guerrillas que se ha-
bía hecho en el campo tanto contra los japoneses como contra el Guo-

688
mindango Ahora el PCCh iba a emprender la tarea de administrar las
ciudades y para ello necesitaba con urgencia cuadros urbanos y edu-
cados. Una forma de encontrarlos consistía en reactivar las ciudades por
medio de campañas de masas para ver qué elementos aparecían como
socialistas entregados a la causa y líderes natos.
Durante la Campaña de Rectificación llevada a cabo en Yan'an
en 1942, el PCCh había aprendido a examinarse a sí mismo, a obligar
a sus miembros a hacer autocrítica y a utilizar la presión y la intimi-
dación de grupo para alcanzar un consenso aparente. A comienzos del
decenio de 1950 estas experiencias volvieron a aflorar a la superficie en
cuatro grandes campañas que llevaron aparejada la movilización en masa
del pueblo chino. La primera de ellas fue la campaña «Resistid a Estados
Unidos y Ayudad a Corea», que se concentró en los extranjeros que
estaban en China. El partido ordenó que la policía registrase los domi-
cilios de presuntos espías, confiscó objetos tales como receptores de
radio y armas de fuego, e investigó las asociaciones públicas en las que
había extranjeros o tenían trato con ellos, ya fueran asociaciones dedi-
cadas a actividades culturales, comerciales, religiosas o concernientes a
la salud. Estas investigaciones ahuyentaron a muchos chinos que antes
se relacionaban con extranjeras. Los activos comerciales extranjeros se
congelaron en diciembre de 1950 y las empresas extranjeras -aunque
no fueron expropiadas completamente- se vieron sometidas a fuertes
presiones para que vendiesen sus negocios, con frecuencia a precios exa-
geradamente bajos. Algunas renunciaron a sus activos por completo
para poder pagar de este modo las enormes sumas de «impuestos atra-
sados» que les exigían los chinos. Los trabajadores de las fábricas y
los negocios de propiedad extranjera manifestaban sus agravios con-
tra los patronos en mítines públicos y en algunos casos se organiza-
ron concentraciones de masas para acusar a los extranjeros de compor-
tamiento cruel.
En un dramático enfrentamiento, que recuerda las agitaciones an-
ticristianas de la pequeña nobleza confuciana o la rebelión de los bóxers
a finales del siglo XIX, a comienzos de 1951 cinco monjas canadien-
ses que dirigían un orfanato en Cantón fueron acusadas de haber ma-
tado a más de dos mil bebés, cuyo cuidado les habían confiado. Aun-
que las monjas no fueron asesinadas, se organizaron concentraciones
masivas para protestar por su supuesta crueldad. Otros extranjeros fue-
ran encarcelados y obligados -por medio de las presiones físicas y men-
tales de las técnicas de lavado de cerebro- a confesar que eran espías.
A finales de 1950 casi todos los extranjeros ya se habían ido de China.
Los cristianos chinos, la mayoría de los cuales se quedó en el país, fueron

689
inscritos y organizados en el movimiento de los «Tres Yoes», llamado
así porque estaba comprometido firmemente con liberar a la Iglesia
china de fondos extranjeros, de la influencia extranjera y -en el caso de
los católicos- del control del Vaticano.
Impulsada por la ira y el apasionamiento de la guerra de Corea, una
segunda campaña de masas fue dirigida a los «contrarrevolucionarios«
del interior. Millones de chinos que habían pertenecido a organizacio-
nes del partido Guomindang o de juventudes, o que habían servido en
los ejércitos del Guomindang, se habían quedado en su patria cuan-
do los comunistas se hicieron con el poder. Nunca se les había investi-
gado en profundidad y no cabe duda de que algunos de ellos eran sim-
patizantes de Chiang Kai-shek. Unos cuantos ayudaron secretamente
a las expediciones de sabotaje que se enviaban desde Taiwan a la China
continental para que intentasen causar dificultades al régimen. En el
verano de 1951 la dirección del PCCh puso en marcha una serie de con-
centraciones de masas en las grandes ciudades para dar a conocer esta
nueva campaña contra la subversión interior y organizó exposiciones
con el fin de denunciar las actividades de los «contrarrevolucionarios».
A medida que fue adquiriendo intensidad, la campaña se volvió brutal
y aterradora, Para millones de chinos la violencia y la humillación de
estos días significó, de hecho, la pérdida de toda esperanza de poder
vivir el resto de sus vidas pacíficamente bajo el régimen comunista, sin
tener en cuenta su historial
El Estado también usó la campaña, cuyo blanco eran los contrarre-
volucionarios, para despojar a la población de la apabullante cantidad
de armamento que se había repartido durante los largos años de lucha
con los señores de la guerra, de guerra de guerrillas y de Gobierno de
los diversos regímenes separatistas. En Guangdong, por ejemplo, se re-
cogieron más de quinientos mil fusiles durante la campaña. Una me-
dida de seguridad parecida -y esto a pesar de las disposiciones del Pro-
grama Común de 1949 que garantizaban la libertad de movimiento
de un lugar a otro-, exigió que todos los mayores de quince años ob-
tuvieran certificados oficiales de residencia de la policía y que pidieran
permiso si deseaban mudarse a otra parte.
Los líderes del PCCh ya habían planeado una tercera campaña de
masas, ésta contra la corrupción dentro de su propio partido. Antes in-
cluso de que terminase la Campaña de Supresión de los Contrarrevo-
lucionarios, el partido se estaba movilizando para la campaña que se
llamó de los «Tres Antis», que iba dirigida contra tres series de vicios
que se declararon comunes entre tres grupos ocupacionales: los tres vi-
cías eran la corrupción, el despilfarro y el obstruccionismo burocrático;

690
los tres grupos contra los que iba dirigida la campaña eran los propios
miembros del Partido Comunista, los círculos más amplios de burócra-
tas (muchos de los cuales no eran miembros de! partido y algunos de
los cuales habían servido al Guomindang) y los directores de fábricas y
otras empresas.
La campaña de los Tres Antis se inició en Manchuria -quizás a
modo de ensayo- bajo la dirección del jefe de! partido allí, Gao Gang.
A finales de 1951 se extendió al resto de China y, aunque no se llevó
a cabo con la violencia de la Campaña de Supresión de los Contrarre-
volucionarios, sí condujo a la investigación minuciosa de oficinas y
empresas, y a la humillación o expulsión de muchas figuras importan-
tes, algunas de las cuales, según pruebas que parecen bien fundadas,
realmente habían utilizado sus puestos privilegiados para beneficiarse
económicamente. La campaña de los Tres Antis también se utilizó para
reforzar el control del Gobierno sobre el trabajo. En ciudades cuyos
contratistas de puestos de trabajo y caciques habían continuado domi-
nando la asignación de puestos de trabajo, los mítines de masas de la
campaña de los Tres Antis permitían al PCCh concienciar a los traba-
jadores de esta pauta de discriminación. Los trabajadores enfurecidos
eran movilizados luego para que se volviesen contra sus propios jefes
y se afiliaran a organizaciones obreras ampliadas y supervisadas por el
Estado que, según prometía e! partido, pondrían fin a la corrupción y
la influencia locales que existían desde hacía decenios.
Gran parte de la energía de la campaña de los Tres Antis procedía
de una cuarta campana de masas que se estaba haciendo simultánea-
mente: la llamada campaña de los «Cinco Antis». El propósito de ésta
era lanzar un ataque total a la burguesía de China, lo cual constituía un
acto de guerra de clases cuyo alcance, furia y eficacia reflejaban su equi-
valente en e! campo: la campana contra los terratenientes rurales. Los
blancos de la campaña de los Cinco Antis se identificaron especifica-
mente como los industriales y negociantes chinos que se habían que·
dado en e! país tras la toma de! poder por los comunistas y también
los «representantes» de la clase capitalista, que era una definición vaga
que podía incluir a cualquiera a quien e! Estado decidiese acusar. Los
cinco vicios que debían erradicarse eran «el soborno, e! fraude fiscal,
e! robo de propiedades estatales, la estafa en los contratos del Gobierno
y el robo de información económica del Estado».
La campaña de los Cinco Antis empezó en enero de 1952, cuando
la guerra de Corea alcanzó un punto muerto que duraría mucho tiem-
po. Tuvo lugar en ciudades de toda China, pero Shanghai puede servir
de ejemplo porque debido a la extensión de la ciudad y la riqueza de

691
su mundo empresarial, la prensa y la radio dedicaron especial atención
a 10 que en ella acontecía. Cuando se estudia la evolución de la cam-
paña de los Cinco Antis puede verse cómo todos los elementos de la
movilización de grupo y la autocrítica -creados en Yan'an y Manchu-
ria y perfeccionados en otras campañas de masas- alcanzaron ahora su
consumación de manera hábilmente manipulada.
Como fase preliminar de las campañas, en 1951 cuadros del PCCh
en Shanghai habían preparado cuidadosamente a las organizaciones de
trabajadores para que investigasen los negocios de sus patronos en bus-
ca de pruebas de fraude fiscal u otros delitos. Esta táctica tenía, de he-
cho, un objetivo perfectamente legítimo -el de aumentar los ingresos
nacionales y disminuir la inflación- y estuvo a cargo de unos veinte mil
cuadros y 6000 obreros preparados especialmente. También se crearon
redes de propaganda que consistían en expertos formados para trabajar
en los medios de comunicación -en especial la radio y la prensa- y en
pequeños grupos de debate con el objeto de fomentar el cumplimiento
de las medidas del Gobierno. A finales de 1951 ya había en Shanghai
alrededor de quince mil de estos propagandistas, cuya labor coordinaba
el creciente número de miembros de la Liga de la Juventud Comunista.
Una de las funciones de estos cuadros y propagandistas era romper los
vínculos personales, emocionales y familiares, que a menudo eran fuer-
tes, que unían a los trabajadores y sus patronos, sobre todo en los ne-
gocios pequeños. Aunque los salarios fuesen bajísimos, los vínculos per-
sonales con frecuencia cruzaban las divisorias entre las clases y muchos
patronos no eran espectacularmente más ricos que sus trabajadores. La
situación corría parejas con la que existía en el campo, donde resulta-
ba dificil conseguir que los campesinos criticasen en público a personas
a las que habían conocido y con las que habían trabajado toda su vida.
Los líderes del mundo empresarial de China eran obligados a so-
meterse a sesiones de grupo donde se les criticaba y confesaban los de-
litos económicos que habían cometido. Algunos, en efecto, confesaban
sus fechorías financieras, aunque muchos trataban de escribir autocrí-
ticas anodinas que soslayaban todos los asuntos graves. Para debilitar
su sentido de la solidaridad, el partido les alentaba a denunciarse unos
a otros. Al mismo tiempo, el elemento de guerra de clases que formaba
parte de la campaña se intensificó convocando a los comités de obre-
ros de toda la ciudad con el fin de organizar mítines de masas y reunir
denuncias públicas contra figuras del mundo empresarial elegidas cui-
dadosamente. Estos líderes empresariales habían sido tratados con du-
reza por el Guomindang en 1927. Ahora volvían a sufrir intimidación
por parte del Estado.

692
A comienzos de febrero de 1952 se celebraron en Shanghai más de
tres mil mítines y se calcula que 160.000 trabajadores asistieron a uno
o más de ellos. Desfiles con pancartas y tambores, visitas a domicilio a
cargo de cuadrillas de activistas y el empleo de la radio y luego de alta-
voces instalados en cruces clave de toda la ciudad movilizaban a toda
la comunidad y ejercían una inmensa presión psicológica sobre los em-
presarios. Además, se formaron grupos de lectura de periódicos en la
mayoría de los barrios, donde los cuadros leían la prensa a los analfa-
betos y explicaban los aspectos más complicados de la campaña.
En marzo el PCCh ya estaba preparado para acelerar el ritmo de la
campaña. Doce mil cuadros con formación especial estaban ahora dis-
ponibles para la fase dramática de la campaña. Después de que un nú-
mero menor hiciera experimentos de acumulación de pruebas y formu-
lación de cargos en ciertos lugares de trabajo llamados «puntos clave
de prueba» -emulando quizá los «poblados clave» de la reforma agra-
ria- los trabajadores de Shanghai fueron organizados en brigadas de
trabajo Cinco Antis, subdivididas a su vez en barrios, tipos de trabajo
y empresas individuales. Estas brigadas eran pequeñas -cada una tenía
menos de veinte miembros- y estaban unidas por juramentos de leal-
tad al partido. Su misión era encabezar la identificación definitiva de
víctimas reuniendo a los trabajadores para sesiones de lucha en dife-
rentes plantas industriales. Durante todo el mes de abril los dirigentes
del mundo empresarial fueron obligados a soportar mítines y denuncias
abiertas y a confesar públicamente todos sus «delitos».
El propietario de la compañía de cobre Dahua nos brinda un ejem-
plo de cómo podía hacerse entrar en vereda a un industrial prominen-
te. Al principio trató de eludir más criticas confesando que había obte-
nido ilegalmente 50 millones de yuanes, * pero sus empleados siguieron
acosándole para que confesase delitos mayores. En casa, su suegra y su
hija también le instaban a confesar, y lo mismo hacían varios capita-
listas destacados cuyas propias confesiones habían sido aceptadas poco
antes. Tras enfermar a causa de las preocupaciones, finalmente «recon-
fesó» y reconoció de manera más contrita ganancias ilegales que supe-
raban los dos mil millones de yuanes.
La «victoria básica» de la campaña se anunció el 3D de abril de 1952
y las evaluaciones definitivas correspondientes a las empresas pequeñas y
medianas se dieron a conocer a principios de mayo (véase el cuadro de
la página 695). En otras ciudades las evaluaciones finales fueron más
severas: en Tianjin, al final de una pauta parecida de movilización de

.. Dólares chinos en renminhi, la nueva moneda. (N. delA.)

693
masas, investigación, confesión y enjuiciamiento, sólo el diez por cien-
to de las empresas fueron clasificadas como «observantes de la ley»,
el 64,2 por ciento como «básicamente observantes de la ley», el 21 por
ciento como «semiobservantes de la ley» y el 5,3 por ciento como «in-
fractoras graves de la ley"Y
En el conjunto de China, las campañas de los Tres Antis y los Cin-
co Antis surtieron un efecto inmenso. El PCCh reveló que no segui-
ría protegiendo a las empresas privadas ni toleraría el laberinto de prác-
ticas semilegales que había continuado existiendo en China después
de 1949. Los capitalistas chinos fueron amenazados ahora como los ca-
pitalistas extranjeros lo habían sido un año antes y se les imponían mul-
tas enormes tras ser objeto de acusaciones que a menudo no tenían
ninguna base. La guerra de Corea contribuyó a incrementar el alcance
de las campañas porque creó nuevas oportunidades de empleo y con-
tratación para empresas del norte de China (de ahí que las evaluacio-
nes de Tianjin fuesen más severas que las de Shanghai) al tiempo que
ocasionaba nuevos y enormes gastos al Gobierno. A veces el Gobierno
incluso prestaba a los capitalistas dinero para pagar sus multas, lo cual
dio origen a una compleja pauta de sumisión y endeudamiento.
La finalidad principal de las campañas era afirmar el control del Co-
biemo sobre las organizaciones obreras y poner fin a los modos de ac-
tuación independientes de los capitalistas y los burócratas. En marcado
contraste con la Campaña de Supresión de los Contrarrevolucionarios,
hubo pocos muertos entre las víctimas de los Tres Antis y los Cinco
Antis. Casi todas fueron aterrorizadas o humilladas o ambas cosas y mu-
chas no sólo tuvieron que pagar las multas sino también reponer todo
el dinero que supuestamente habían obtenido de manera ilegal o habían
retenido de los impuestos; algunas incluso vieron confiscadas sus pro-
piedades y fueron enviadas a campos de trabajo.
Las técnicas de presión de grupo que se emplearon en la campaña
de los Tres Antis y los Cinco Antis no terminaron al mismo tiempo que
la campaña en abril. Al contrario, las reuniones de trabajadores y patro-
nos pasaron a ser parte regular de la mayoría de las empresas y las pre-
siones que ejercían los trabajadores y los cuadros del partido impe-
dían a los patronos llevar sus propias empresas a su manera. En toda
China se hicieron exámenes meticulosos del estatus de clase y el resul-
tado fue que los habitantes de los núcleos urbanos se clasificaron con
tanta precisión como se había clasificado a los trabajadores rurales en la
investigación de Xunwu o en los posteriores programas de reforma agra-
ria. Entre las sesenta categorías nuevas en que ahora se dividieron las
«clases» cabía encontrar designaciones tales como «trabajador de empre-

694
Pequeñas empresas Medianas empresas

Observantes de la ley 59.471 (76,6%) 7.782 (42,5%)


Básicamente observantes de la ley 17.407 (22,4%) 9.005 (49,1%)
Semiobservanres de la ley 736 (0,9%) 1.529 (8,3%)
Infractoras graves 2 9
Total 77.616 18.325

Resultados del movimiento de los Cinco Anrís en Shanghai, 1952.11

sa», «trabajador de la artesanía», «trabajador de riekshaw>', «desocupado»,


«indigente urbano», «vendedor ambulante», «propietario de pequeño
comercio», «oficinista», etcétera. Asimismo, el Estado había identifica-
do ahora un nuevo grupo de activistas. Sólo en Shanghai, cuarenta mil
trabajadores que habían demostrado su eficacia en las luchas de los
Cinco Antis fueron alistados en un nuevo cuerpo propagandístico que
estaría preparado para volver a servir al Estado cuando hiciera falta y
de manera parecida se reclutaron numerosos trabajadores en otras ciu-
dades. A finales de 1952, los líderes del PCCh estaban seguros de que
aumentarían las filas del partido en su conjunto hasta que alcanzasen
los seis millones de afiliados. Incluso los que nunca habían visto una
unidad guerrillera ni experimentado la vida en el campo habían cono-
cido ahora por lo menos una muestra de la revolución.

695
20
Planificación de la nueva sociedad

El Primer Plan Quinquenal


p
~
Terminada la primera fase de la reforma agraria, rota la base
económica de la burguesía y concluida la guerra de Corea,
en 1953 el PCCh quedó libre para trazar un plan integrado para el de-
sarrollo de la economía nacional. El modelo que se adoptó fue el de la
Unión Soviética, porque se creía que la producción industrial contro-
lada por el Estado en una serie de planes quinquenales había sido la
causa de que la nación se convirtiera en una potencia de talla mundial
en el decenio de 1930, capaz de resistir y repeler toda la fuerza del ata-
que alemán en la segunda guerra mundial. La victoria, a su vez, permi-
tió a la Unión Soviética incrementar en gran medida su influencia en
Europa al terminar la contienda, a pesar de los esfuerzos de Estados Uni-
dos por impedirlo.
Exactamente por qué eligieron los chinos el modelo soviético, de
cuyo funcionamiento específico sabían muy poco, es un interrogante
que sigue siendo difícil de contestar. Tal vez el modelo soviético pare-
cía la única opción lógica después del fracaso de los intentos del Guo-
mindang de llevar a cabo reformas basándose en criterios occidentales,
y después de que la guerra de Corea y las campañas de masas contra
los extranjeros dejaran a China todavía más aislada de las potencias oc-
cidentales. No cabe duda de que la elección del modelo soviético fue
una manera de recalcar la naturaleza anticapitalista y antiimperialista del
nuevo Estado chino. Y el PCCh, tras tomar el poder en un violento en-
frentamiento revolucionario, necesitaba algún modelo para ejercer di-
cho poder cuando se propuso edificar el socialismo en el país, que se
hallaba sumido en la pobreza.
Para prepararse para la tarea de reestructurar la economía, los líde-
res de China fijaron pautas para el reclutamiento de burócratas y las es-
calas salariales, introdujeron procedimientos administrativos regulares y
organizaron al pueblo chino de acuerdo con las unidades locales en las

696
cuales trabajaban (danuei) con el fin de incrementar la eficiencia del
control y el adoctrinamiento de la sociedad. En 1954, durante difíciles
debates en los más altos niveles políticos, se reorganizó la estructura del
Gobierno para suprimir las seis oficinas (regiones) militares-políticas bá-
sicas en las que se hallaba dividido el país desde 1949. El ejército pasó a
estar bajo el recién formado Ministerio de Defensa, que a su vez estaba
subordinado al Consejo de Estado de Pekín. Para la puesta en práctica de
las decisiones del partido, China adoptó un sistema muy centralizado
en el cual secretarias provinciales del partido supervisaban la transmi-
sión de las órdenes del Comité Central por medio de una compleja ca-
dena de oficinas subprovinciales del partido. En lo sucesivo China seria
administrada mediante 21 provincias," cinco regiones autónomas (Xin-
jiang, el Tíbet, Mongolia Interior, Ningxia y Guangxi), y dos muni-
cipios: Pekín y Shanghai."" Debajo de estas unidades había aproxi-
madamente dos mil doscientos gobiernos de condado, que a su vez
supervisaban alrededor de un millón de delegaciones del PCCh en po-
blaciones, poblados, unidades del ejército, fábricas, minas y escuelas.
Interrelacionada con estos cambios básicos en la organización po-
lítica se produjo en el PCCh la primera purga importante desde la
fundación de la República Popular. Tuvo lugar a finales de 1953 y co-
mienzos de 1954 y las dos víctimas principales fueron Gao Gang y Rao
Shushi, que hasta entonces habían sido los comisarios políticos de las
provincias de Manchuria y Shanghai, respectivamente. Ambos hombres
eran miembros de un organismo clave, la Comisión de Planificación del
Estado, que en aquellos momentos se encontraba revisando la dirección
futura del país. Aunque habían sido dos de las figuras más poderosas de
China, no se dio ninguna explicación clara del porqué de su caída más
allá de vagas acusaciones de haber tratado de crear «reinos independien-
tes» o seguir políticas económicas «erróneas». En una reunión del Polit-
buró celebrada en diciembre de 1953, en la que Gao Gang estaba pre-
sente, Mao afirmó que ahora había «dos oficinas centrales en Pekín. La
primera, dirigida por mí, provocó un viento abierto y encendió un fue-
go de hogar. La segunda, dirigida por otros, provocó un viento siniestro
y encendió una hoguera perversa, que estaba operando clandestinamen-
te».' Después de formular estas acusaciones ambiguas, Mao desapare-
ció de la mirada del público durante tres meses, supuestamente porque
estaba «de vacaciones», y dejó que Liu Shaoqi se encargara de dirigir
la subsiguiente investigación de la unidad del partido que condujo a

.. Taiwan aparecía como la vigésima segunda. (N. del A.)


.... Tianjin se añadió más adelante como tercer municipio. (N. delA)

697
las destituciones de Gao Gang y Rao Shushi. Deng Xiaoping, en su ca-
lidad de secretario general del peCh, anunció más tarde que Gao Gang
había «cometido la traición definitiva": suicidarse. Sobre la suerte que ha-
bía corrido Rao Shushi no se dijo ni una palabra.
A pesar de estas crisis en el centro mismo de la estructura de poder
de! partido, e! Primer Plan Quinquenal logró un aumento impresio-
nante de la producción industrial en un amplio sector de artículos (véa-
se e! cuadro de la página siguiente). El plan debía abarcar los años com-
prendidos entre 1953 y 1957, si bien no se dieron a conocer detalles
exactos hasta 1955 debido al continuo debate interno sobre los proce-
dimientos. La mayoría de sus objetivos ya se había alcanzado a fina-
les de 1956. Aunque las cifras de producción correspondientes a 1952
se consideren artificialmente bajas a causa de los largos periodos de caos
industrial provocados por la guerra contra los japoneses, la guerra civil
y el primer periodo de reducción de gastos por parte de los comunis-
tas, el plan seguía siendo un logro formidable.
Éste fue e! periodo de colaboración más estrecha entre China y la
Unión Soviética. Miles de asesores técnicos soviéticos llegaron al país
asiático para ayudar en la construcción de fábricas, la planificación in-
dustrial, la producción de energía hidroeléctrica, la ampliación de la
red de ferrocarriles e incluso la arquitectura en las ciudades, donde sus
inmensas estructuras no armonizaban con e! paisaje urbano. La técni-
ca soviética de crecimiento industrial rápido se ha resumido en cinco
elementos básicos: el énfasis en la necesidad de crecimiento elevado du-
rante todo el periodo del plan, la concentración en la industria pesa-
da como índice de crecimiento importante, la insistencia en altas tasas
de ahorro e inversión para que ese crecimiento fuese posible, las trans-
formaciones institucionales en la agricultura y la preferencia por los mé-
todos con grandes necesidades de capital. En todos estos aspectos los
chinos siguieron a sus mentores soviéticos. Los chinos también añadie-
ron una política rigurosa de «acumulación primitiva" que obligaba a
los campesinos a vender al Estado más de una cuarta parte de su pro-
ducción total de cereales a precios bajísimos. Esta política dejaba a Jos
campesinos en el nivel de subsistencia al tiempo que permitía al Gc-
bierno garantizar el abastecimiento de alimentos en las ciudades y ha-
cer que los salarios continuasen siendo bajos.
El Gobierno había preparado la economía para el Plan Quinquenal
reduciendo la inflación, lo cual se consiguió antes de 1952 a pesar de
las presiones a favor de la producción militar ocasionadas por la guerra
de Corea. El uso de la nueva moneda, el renminbi, se impuso en toda
China y el proceso se completó cuando la moneda que había estado

698
Indicador (unidad) Datos de Plan de Datos Datos reales
1952 1957 reales de de 1957
1957 como
porcentaje
del plan

Valor de la producción bruta


(en millones de yuanes de 1952)
Industria (excluida la artesanía) 27.010 53.560 65.020 121,4
Sector de producción 10.730 24.303 34.330 141,0
Maquinaria 1.404 3.470 6.1n 178,0
Productos químicos 864 2.271 4.291 188,9
Sector de producci6n menos
maquinaria y productos químicos 8.462 18.562 23.862 128,5
Producción real
Carbón (mmt) 68,50 113,00 130,00 115,0
Petróleo crudo (tmt) 436 2.012 1.458 72,5
Acero en lingotes (mmt) 1,35 4,12 5,35 129,8
Cemento (mmt) 2,86 6,00 6,86 114,3
Energía eléctrica (millones de kv/h) 7)6 15,90 19,34 121,6
Motores de combustión interna
(miles de CV) 27,6 260,2 609,0 234,2
Turbinas hidroeléctricas (kv) 6.664 79.500 74.900 94)
Generadores (miles de kv) 29,7 227,0 312,2 137,5
Motores eléctricos (miles de kv) 639 1.048 1.455 138,8
Transformadores (miles de kv) 1.167 2.610 3.500 134,1
Máquinas herramientas (unidades) 13.734 12.720 28.000 220,1
Locomotoras (unidades) 20 200 167 83,5
Vagones de carga de ferrocarril (unidades) 5.792 8.500 7.300 85,9
Barcos mercantes (miles de toneladas
de peso muerto) 21,5 179,1 54,0 30,2
Camiones (unidades) O 4.000 7.500 187,5
Bicicletas (miles de unidades) 80 555 1.174 211,5
Sosa cáustica (tmt) 79 154 198 128,6
Carbonato de sodio (rmt} 192 476 506 106,3
Sulfato de amoniaco {trnt) 181 504 631 125,2
Nitrato de amoniaco (tmt) 7 44 120 272,7
Neumáticos de automóvil (miles de juegos) 417 760 873 114,9
Ácido sulfúrico [tmt) 149 402 632 157,2
Insecticida «666~ (toneladas) 600 70.000 61.000 87,1

Nota: mmt = millones de toneladas métril:Js; !mt = mil~s de toneladas métricas.

El primer Plan Quinquenal, 1953-1957.·

699
circulando en Manchuria fue retirada en marzo de 1951. El Estado pro-
dujo un presupuesto equilibrado mediante el control implacable del
gasto público y la reorganización de sistema impositivo para elevar las
tasas que pagaban los habitantes de las ciudades. Especialmente nota-
ble en este sentido fue la reducción del porcentaje del presupuesto que
se asignaba a la administración del propio Gobierno y la reducción efec-
tiva de los gastos militares (véase el cuadro de la página siguiente). La otra
cara de esta moneda fue el bajo nivel de inversión en salud y bienestar
públicos que se hizo durante esta fase de crecimiento industrial rápido,
como muestra el cuadro. A pesar de que la inversión fue pequeña, con
la conclusión de las guerras terribles que durante tanto tiempo habían
atormentado a China y la adopción de medidas básicas de higiene y
control de enfermedades y epidemias -empleando tanto medios volun-
tarios como campañas de masas-, la población de China aumentó rápi-
damente y su crecimiento fue espectacular en todas las provincias ex-
cepto Cuangxi. Esto se sabe con alguna certeza porque en 1953 se hizo
el primer censo chino a gran escala utilizando métodos relativamente
modernos." Las cifras del censo indicaron que el número de habitan-
tes de China había aumentado en mucho más de cien millones desde
finales del periodo Qing y ahora se cifraba en 582,6 millones; en 1957,
el número ya había subido hasta alcanzar 646,5 millones.
El Gobierno no respondió a sus déficits presupuestarios emitiendo
billetes nuevos -como hiciera el Guomindang- ni tomando en présta-
mo grandes sumas de acreedores poderosos, sino vendiendo bonos del
Estado y fomentando «aportaciones» por medio de grandes campañas
patrióticas. Se mantuvo de forma deliberada la escasez de bienes de con-
sumo para estimular aún más el ahorro. El Banco de China también
pudo rebajar sensiblemente los tipos de interés, lo cual reforzó la fe en
la economía. Se logró que tipos de interés bancarios que habían sido de
entre el setenta por ciento y el ochenta por ciento por año en diciem-
bre de 1949 bajaran al 18 por ciento en 1950 y al 3 por ciento en 1951.
Para incrementar todavía más la confianza, los salarios que se pagaban
a todos los trabajadores, así como los ahorros que se ingresaban en ban-
cos del Estado, se basaban en los valores de la «cesta de la compra», esto
es, en el coste de un lote típico de alimentos básicos, tejidos, carbón
y aceites para cocinar. El coste de dicho lote se anunciaba en todas las
ciudades importantes cada siete o diez días, y a las personas que saca-

>/- Algunos demógrafos dicen que puede que las cifras de 1953 fueran entre un cin-

co y un quince por ciento más bajas que las reales, lo cual haría que el aumento sub-
siguiente fuese menos espectacular. (N. del A.)

700
Categoría de gastos 1950 1952 1957
'ro % %

Construcción de la economía 25,5 45,4 51,4


Desembolsos sociales, culturales y educacionales 11,1 13,6 16,0
Defensa nacional 41,5 26,0 19,0
Administración pública 19,3 10,3 7,8
Otros 2,6 4,7 5,8
Total en porcentajes 100,0 100,0 100,0
Total en millones de yuanes 6.810 16.790 29.020

Distribución de los gastos presupuestarios del Gobierno, 1950-1957.3

han dinero de sus ahorros les daban el nuevo equivalente en efectivo


de las unidades de la cesta de la compra que habían depositado en un
principio, más los intereses devengados. Entre 1952 y 1957 se logró que
las subidas de los precios al por menor se mantuvieran entre el 1,5 por
ciento y el 2 por ciento por año.
Los planificadores estatales de China con frecuencia desconocían
los procedimientos básicos y el proceso de planificación mismo pre-
sentaba numerosos errores, lo cual causaba obstáculos y desacuerdos
entre los ministerios industriales de Pekín y los productores locales. La
amenaza de las fechas límites para cumplir los cupos de producción em-
pujaba a muchos directores de fábrica a crear reservas extraoficiales de
artículos. Además, la cooperación entre industrias era mínima y la com-
petencia por suministros de emergencia y servicios de reparación era
feroz. Las tensiones con las empresas privadas disminuyeron, no obs-
tante, ya que la intervención parcial de! Estado abarcaba un número
cada vez mayor de dichas empresas. Esta tendencia continuó durante
la campaña de los Cinco Antis y hasta bien avanzado e! Primer Plan
Quinquenal, hasta que a finales de 1955 un cambio oficial a favor de la
nacionalización de la industria privada abolió todas las empresas to-
talmente privadas y dejó a China con sólo dos formas de organización
industrial: la controlada en su totalidad por el Estado y la mixta, es de-
cir, a la vez pública y privada.
De la complejidad de la tarea de! Gobierno en su intento de coor-
dinar todos los niveles de la producción, e! suministro y la distribución
dan una buena idea los nuevos ministerios que se añadían constante-
mente a los originales que se habían creado en 1949. En 1955, por ejem-
plo, se sumaron cuatro ministerios nuevos para que administrasen los
suministros agrícolas, e! carbón. la energía eléctrica y las industrias del

701
Sector económico 1952 1955 1957
% % %

Industria 38,8 46,2 52,3


Construcción 2,1 3,9 3,3
Búsqueda de recursos naturales 1,6 3,2 2,2
Agricultura, silvicultura, gestión del agua
y meteorología 13,8 6,7 8,6
Transportes y comunicaciones 17,5 19,0 15,0
Comercio 2,8 3,7 2,7
Cultura, educación e investigación 6,4 6,3 6,7
Saludpública y bienestar 1,3 1,1 0,9
Servicios públicos urbanos 3,9 2,4 2,8
Administración del Gobierno 0,4 1,5 1,3
Otros 11,4 6,9 4,2
Total en porcentajes 100,0 100,0 100,0
Total en millones de yuanes 4.360 9.300 13.830
Nota: Algunos dem6grafos dicen que puede que las cifras de 1953 se contaran a la baja y hu-
biera una diferencia de entre un cinco y nn quince por ciento, lo cual haría que el aumento subsi-
guiente fuese menos espectacular.

Distribución del capital fijo invertido por el Esrado, 1952-1957. 4

petróleo. Gran parte del personal de los nuevos ministerios que más
exigían desde el punto de vista técnico -el de la energía eléctrica y el
del petróleo- se había formado en la Unión Soviética y más adelante
adquiriría una influencia extraordinaria en el Gobierno y el partido.
En 1956 se crearon no menos de nueve ministerios más para que ad-
ministrasen los productos acuáticos, las industrias de materiales para la
construcción, las industrias químicas, las industrias metalúrgicas, la ma-
quinaria eléctrica, las granjas estatales y la recuperación de tierras, la in-
dustria maderera, la construcción urbana y los servicios urbanos.
A los trabajadores urbanos los incrementos de la producción les re-
portaron beneficios materiales y cierto grado de seguridad del empleo,
pero a expensas de la movilidad personal. Era difícil cambiar los puestos
de trabajo asignados y la afluencia de campesinos a las ciudades estaba
sometida a controles rigurosos. Por medio de sus propias organizacio-
nes sindicales y del aparato del partido, el Gobierno controlaba a los
trabajadores mucho más eficazmente de lo que nunca había podido
controlarlos el Cuomindang. Una comparación atenta del consumo
anual de alimentos por parte de las familias de Shanghai muestra que

702
los niveles de vida eran en 1956 considerablemente superiores a los del
decenio de 1930 (véase el cuadro de la página siguiente). Pero los habi-
tantes de Shanghai todavía distaban mucho de vivir desahogadamente.
Dada la naturaleza de la economia de China, la vertiente industrial
del Primer Plan Quinquenal estaba relacionada íntimamente con la agri-
cultura. De hecho, la mayor parte de los recursos que se necesitaban para
la industria debían extraerse del sector agrícola; parte de esta inversión
procedía de los impuestos y los ahorros, pero el grueso se obtenía del
cumplimiento de los cupos de compras del Gobierno a precios artifi-
cialmente bajos. Una vez que las primeras campañas de reforma agra-
ria hubieron acabado con los terratenientes, el Estado empezó a agrupar
metódicamente a los campesinos en modalidades de trabajo coopera-
tivo. La primera etapa consistía en alentar a los campesinos a ingresar
en grupos de ayuda mutua, que se basaban en la conciencia social crea-
da durante la reforma agraria y mostraban el incremento de la produc-
ción que podía alcanzarse mancomunando ciertas cantidades de mano
de obra, aperos y animales de tiro. Estos grupos solían estar formados
por seis o siete familias y, mediante la exclusión de los campesinos ri-
cos e incluso los campesinos medios, hacían que los miembros de los
citados grupos se dieran cuenta de la naturaleza ambigua y potencial.
mente peligrosa de su condición de miembros acomodados de sus po-
blados. Para recalcar aún más este extremo, la misma escala meticulo-
sa de estatus de clase que se seguía en las ciudades se aplicó ahora al
campo. Los ensayos de Mao sobre las clases en la sociedad china se di-
fundieron mucho, ya que la mayoría de los miembros de la sociedad
rural desconocía la terminología, y se prestó atención especial a las re-
laciones de clase «semifeudales« en el campo de las que hablaba Mao.
Se analizaron las experiencias de reforma agraria en el sóviet de Jiangx:i,
en Yan'an y durante el periodo de guerra civil. Los terratenientes eran
designados de diversas maneras -eocultos», «en quiebra», «progresistas»,
"chinos de ultramar» «despóticos--. y los campesinos medios fueron
subdivididos en «viejos», «nuevas» y «acomodados». Cuando se inten-
sificó el debate, los grupos de ayuda mutua, que al principio se disol-
vían después de la recolección, se convirtieron gradualmente en grupos
para todo el año.
En 1952 y 1953 el Gobierno hizo experimentos para formar unida-
des cooperativas de entre treinta y cincuenta familias con los trabaja-
dores campesinos de los grupos de ayuda mutua. En estas cooperativas
se mancomunaba la tierra y la mano de obra, si bien cada familia con-
tinuaba siendo propietaria de las parcelas que aportaba a ellas. Esta
consolidación ganaba tierra extra para la cooperativa porque se abolían

703
Producto 1929-1930 1956 % de aumento

Arroz 240,17 270,74 12,5


Harina de trigo 15,17 15,68 3,4
Carne de cerdo 9,78 16,21 65,7
Carne de bovino, carne de ovino 1,89 2,29 21,2
Pollo, pato 0,76 2,70 255,3
Pescado, marisco 10,17 27,39 169,3
Huevos 1,85 7,02 379,5
Verduras 159,57 193,50 21,2
Aceite vegetal 612,58 10,20 -18,9
Aceite animal 0,47 0,71 73,2
Azúcar 2,40 4,17 73,8
Cigarrillos (20) 24,21 32,36 33,7
Bebidas alcohólicas 13,43 6,46 -51,9
Té 0,55 0,15 -72,3
Tejidos de algodón (m') 6,43 14,00 117,7
Queroseno 19,17 0,40 -91,9
Carbón y carbón vegetal 43,14 228,17 428,9
Hierbas combustibles 242,77 78,24 -67,8
Zapatos de cuero (par) 0,17 0,27 58,8
Zapatos de goma (par) 0,10 0,51 410,0
Medias (par) 1,26 2,08 65,0
Espacio vital 3,22 4,78 48,5
Unidades: 1 catly = 1,1libra. esto es,0,50 kg.

Consumo anual per cápita, Shanghai, 1929-1930 y 1956' (en cattics, excepto donde se in-
dique).

las franjas que antes separaban la miríada de parcelas minúsculas en las


que tradicionalmente se dividían las propiedades de un campesino, me-
joraba un poco la productividad de la mano de obra porque eliminaba
los pesados desplazamientos de una parcela a otra y en algunos casos
permitía mecanizar las faenas agrícolas. Al finalizar cada año, después
de satisfacer los cupos de compras del Gobierno y guardar un poco de
dinero para invertirlo en la cooperativa, el resto se dividía entre una
«parte de tierra» que se basaba en la extensión que cada familia había
aportado a la cooperativa y una «parte de mano de obra» que depen-
día de la cantidad de trabajo diario que hacía cada familia. Este sistema
era sólo semisocialista, toda vez que los campesinos ricos aportaban
más tierra y, por tanto, sus beneficios también eran mayores, razón por
la cual con frecuencia a estas cooperativas las llamaban «de nivel bajo».

704
La transición ininterrumpida al cooperativismo llevó aparejadas de-
cisiones complicadísimas, no sólo sobre el estatuto de clase y los mé-
todos de trabajo, sino también sobre la extensión ideal de las parcelas
para cultivos específicos, el alcance o la viabilidad de la mecanización
y el ejercicio de la autoridad dentro de las cooperativas. Los ritmos de
las campañas rurales tenían que integrarse con las campañas de masas
en las zonas urbanas, para evitar que el caos reinase en todo el país a
la vez. A finales de 1955, sin embargo, después de grandes campañas
propagandísticas y experimentos prudentes en zonas elegidas ex profe-
so, el Estado empezó a reducir la parte de tierra y a incrementar el por-
centaje que se destinaba a la parte de mano de obra. Con el objeto de
persuadir a los campesinos ricos o medios de que esto les beneficiaría,
el Gobierno les negaba créditos estatales y otras prestaciones, para que
vieran las ventajas económicas de contribuir a estas «cooperativas de
nivel alto», en las cuales el trabajo efectuado pasó a ser el único crite-
rio para la remuneración. Estas cooperativas de nivel alto se organiza-
ron a escala mucho mayor y con frecuencia incluían entre doscientas
y trescientas familias. Así pues, superaban en extensión a la mayoría de
los poblados rurales tradicionales y exigían más administradores y re-
presentantes del partido con dedicación plena. En 1956 esta transición
ya estaba muy avanzada y el número de cooperativas de nivel bajo em-
pezó a disminuir mientras aumentaba el número de las de nivel alto
(véase el cuadro de la página 707). Al mismo tiempo, el Gobierno se
abstuvo de seguir haciendo hincapié en los grupos de ayuda mutua,
que dejaron de ser un factor importante en la vida rural.
Sin embargo, los campesinos seguían siendo, en teoría, propietarios
de la tierra que aportaban a las cooperativas y, además, se les permitía
tener parcelas privadas para su propio uso, 10 cual preservaba un sen-
tido de propiedad individual y ofrecía la posibilidad de ejercer sus pro-
pias habilidades para los negocios. Estas parcelas no debían constituir
más del cinco por ciento de la superficie de una cooperativa de nivel
alto, pero se cultivaban con gran entusiasmo porque lo que se obtenía
de ellas podían venderlo en los mercados rurales los productores mis-
mos, que de esta manera complementaban los ingresos que percibían
a cambio del trabajo que aportaban a la cooperativa. Generalmente, los
campesinos dedicaban estas parcelas al cultivo de verduras que luego
vendían a precios más altos que los de los cereales destinados a la ali-
mentación. Entre el veinte y el treinta por ciento de los ingresos agrí-
colas procedían de estas parcelas privadas en 1956 y la asombrosa cifra
del 83 por ciento de todos los cerdos de China se criaban con pienso
que se compraba con estos ingresos extras, al que se añadían desperdi-

705
cios de verduras. La misma combinación de alimentos se empleaba para
criar gran parte de las aves de corral. Los animales producían a su vez
un abono valioso que aumentaba la producción de fruta y verdura en
estas parcelas.
El consiguiente incremento de la producción privada empezó a
alarmar a Mao Zedong y otros miembros del Gobierno que temían que
el sistema tradicional de dos o tres clases sociales volviera a consolidar-
se en el campo y una nueva generación de campesinos enriquecidos
comenzara a ascender a costa de sus compañeros menos capaces, afor-
tunados o implacables. En 1956 y 1957 los campesinos comían mejor
que a comienzos del decenio de 1950 y su consumo per cápita de ce-
reales era superior al de los trabajadores urbanos. Al mismo tiempo, re-
suIta claro que las aves de corral y los cerdos criados en parcelas priva-
das contribuyeron mucho a la disponibilidad de pollos, patos, huevos
y carne de cerdo que era un rasgo muy llamativo del mayor consumo
del obrero industrial. Había una paradoja en potencia y la respuesta
que diera el Gobierno al creciente éxito de la producción privada ten-
dría una importancia crucial para la siguiente etapa de la historia de la
República Popular.

La política exterior y las minorías nacionales


A comienzos y a mediados de la época Qing, China había tratado
de perpetuar la imagen de que la corte de Pekín era el centro cultural de
las naciones limítrofes y los países de los mares del sur, que las virtudes
de China atraían a su órbita a gentes de lugares lejanos. El poder del em-
perador chino irradiaba fuera del país y se manifestaba por medio de
la influencia de objetos culturales tales como las obras de Confucio y
el calendario y el sistema de escritura chinos. La ofrenda de «regalos
tributarios» por parte de las naciones más sumisas reconocía esta ima-
gen, que China reforzaba de vez en cuando enviando embajadas a su-
pervisar alguna investidura real o en busca de oportunidades de co-
merciar, aunque esas embajadas eran eflmeras y normalmente no iban
encabezadas por altos funcionarios. Con todo, las pretensiones uni-
versalistas que pudiera tener el sistema se veían limitadas siempre por
la dificultad de controlar a las tribus nómadas y los pueblos musul-
manes del norte y el oeste de China y fueron totalmente destruidas por
las incursiones de los europeos después de sus primeros y breves años
de deferencia.

706
Año Grupos de Cooperativas de producción
ayuda mutua agrícola
%
Nivel bajo Nivel alto
% %

1950 10,7 insignificante insignificante


1951 19,2 insignificante insignificante
1952 39,9 0,1 insignificante
1953 39,3 0,2 insignificante
1954 58,3 1,9 insignificante
Finales de otoño 50,7 14,2 0,03
Finales de año 32,7 63,3 4,00
1956
Finales de enero 19,7 49,6 30,70
Finales de julio 7,6 29,0 63,40
Finales de año 3,7 8,5 87,80
1957 Ninguno insignificante 93,50

Cuota de familias campesinas en tipos diferentes de unidades de propiedad, 1950-1959.6

Una de las metas principales de los líderes de China en el decenio


de 1959 era restablecer el prestigio internacional, que había disminuido
hasta quedar casi en nada bajo Yuan Shikai y los señores de la guerra,
y durante los últimos años de Gobierno del Guomindang. Tal como ha-
bía advertido Churchill, el papel de China en la segunda guerra mun-
dial no confirmó en la realidad el estatus de gran potencia que los alia-
dos le habían conferido con palabras. La guerra de Corea complicó más
el estatus internacional de China porque empujó a Estados Unidos a
adoptar una postura hostil, lo que a su vez hizo que Taiwan permane-
cería fuera del control de la RPCh y ésta, fuera de las Naciones Unidas.
El prestigio internacional de China, no obstante, creció rápidamen-
te en el decenio de 1950, simultáneamente con la puesta en práctica
del Primer Plan Quinquenal. Fue un periodo de optimismo para Chi-
na y con la presentación de la RPCh como miembro nuevo pero res-
ponsable de la comunidad mundial, los dirigentes chinos modificaron
la impresión de extremismo que generaba su política interior. El arqui-
tecto de esta nueva política exterior fue Zhou Enlai, que desempeñaba
dos cargos al mismo tiempo, el de presidente del Consejo de Estado y
el de ministro de Asuntos Exteriores, y podía coordinar todas las deci-
siones con los máximos líderes por ser uno de los cinco miembros del
Comité Permanente del Politburó. Avezado revolucionario comunista

707
y negociador veterano en Chongqing durante la segunda guerra mun-
dial, Zhou Enlai tenía una notable presencia como diplomático que
nacía en parte de sus prósperos orígenes, en parte de los años que ha-
bía pasado en Francia cuando era joven y en parte de la flexibilidad
que mostraba cuando iba en pos de los objetivos deseados. Al princi-
pio se concentró en las relaciones con India y entabló una cálida amis-
tad, basada en el respeto mutuo, con Jawaharlal Nehru, líder de India
después de obtener ésta la independencia. Zhou Enlai consiguió per-
suadir al Gobierno indio de que aceptara la ocupación del Tiber en 1950
y 1951, Yfuncionarios indios mediaron entre China y Estados Unidos
durante muchas fases difíciles de las negociaciones para firmar una tre-
gua que pusiera fin a la guerra de Corea.
La muerte de Stalin en marzo de 1953, que llevó a la Unión Sovié-
tica a modificar algunas de sus posturas belicosas, también permitió sa-
lir del punto muerto en el que estaban las negociaciones sobre la guerra
de Corea e hizo desaparecer la amenaza -formulada por Bisenhower- de
una posible utilización de armas nucleares para terminar la contienda
de una vez para siempre. Zhou Enlai asistió al entierro de Stalin en Mos-
cú -Mao Zedong optó por no ir, posiblemente porque ninguno de los
principales dirigentes soviéticos había hecho aún una visita de ceremo-
nia a la República Popular- y durante su estancia fue tratado con consi-
derable respeto por los funcionarios soviéticos. Se le permitió ocupar
un lugar entre los nuevos líderes de la Unión Soviética -Nikita Jruschov,
Georgi Malenkov y Lavrenti Beria- en vez de entre los grupos de dig-
natarios «extranjeros» y anduvo con los tres citados directamente detrás
del armón de artillería que transportaba el féretro de Stalin. Estos en-
cuentros dieron fruto y a finales de 1954 Jruschov en persona visitó
Pekín para tomar parte en las celebraciones del quinto aniversario de
la República Popular.
Tanto antes como después de esta visita a Moscú, Zhou Enlai hahía
estado trabajando para estrechar las relaciones con los otros estados co-
munistas clave que limitaban con China, de acuerdo con la política so-
viética que fomentaba la solidaridad entre las filas socialistas. A finales
de 1952 firmó un acuerdo económico y cultural con la República Po-
pular de Mongolia," así como un acuerdo formal con Kim n Sung para
ayudar a reconstruir la economía norcoreana en la posguerra. China
forjó vínculos estrechos con los insurgentes de Vietnam también y cons-
* Este acuerdo fue también el reconocimiento de facto de la independencia de
Mongolia Exterior, esto es, la República Popular de Mongolia, y, por ende, de la pér-
dida de territorio que en otro tiempo había estado más o menos bajo el control de los
Qjng. (N. dd A.)

708
truyó el sistema de transporte por carretera y ferrocarril en la provin-
cia de Guangxi con el fin de enviar grandes cantidades de pertrechos a
Ho Chi Minh, que se encontraba en las últimas etapas de su lucha por
la independencia contra los franceses. Estos pertrechos corrían parejas
con el apoyo que los franceses recibían de Estados Unidos y ayudaron
a las fuerzas de Ha Chi Minh a sobrevivir a su costosa y prolongada
guerra. Cuando la Unión Soviética empezó a mostrarse más flexible
ante los países neutralistas, Zhou Enlai también intensificó los víncu-
los con India y sostuvo conversaciones amistosas con U Nu, el pri-
mer ministro de Birmania, * todo ello bajo el recién acuñado lema de
la «coexistencia pacífica».
El primero de los grandes cambios en la visibilidad diplomática de
China se produjo cuando Zhou Enlai viajó a Ginebra, Suiza, en abril
de 1954, para asistir a las reuniones internacionales convocadas para re-
solver la guerra francovietnamita. Zhou Enlai se encontró en una posi-
ción delicada entre las exigencias y las contrapropuestas francesas, esta-
dounidenses y norvietnamitas, y a su paciencia y astucia se les atribuyó
el mérito de ayudar a las potencias a llegar a un acuerdo. Los comunis-
tas del Vietminh obtuvieron la independencia para su Estado en Viet-
nam del Norte y los partidos se comprometieron a celebrar elecciones
en una fecha futura (antes de que transcurriesen dos años) con el fin de
crear un Gobierno de coalición para un estado vietnamita unido. A cam-
bio de ello, pese a sus temores de que esto representara ceder dema-
siado bajo las presiones de los chinos, el Yietminh cesó sus actividades
subversivas en el sur y retiró sus fuerzas de Laos y Camboya, a las que
se permitiría crear regímenes independientes.
Durante una de las primeras reuniones de Ginebra, Zhou Bnlai y
el secretario de Estado del presidente Eisenhower, el acérrimo antico-
munista john Foster Dulles, coincidieron en la misma sala. En un en-
cuentro que se hizo rápidamente famoso, Zhou Enlai tendió la mano
a Dulles, pero éste le volvió groseramente la espalda y salió de la sala
diciendo «No puedo». Zhou Enlai hizo las delicias de los presentes en-
cogiéndose de hombros, al estilo francés, ante este comportamiento
y convirtió un momento de posible humillación en una pequeña vic-
toria. Con igual aplomo aguantó la insistencia de Dulles en que jamás
se permitiera al delegado chino presidir las sesiones de Ginebra y aumen-
tó la impresión de cortesía y flexibilidad que causaba almorzando con
Charlie Chaplin, que vivía en Suiza desde que en Estados Unidos le
pusieran en la lista negra por sus ideas políticas radicales.

.. Rebautizada después de 1989 con el nombre de Unión de Myanmar. (N. del A.)

709
De importancia política todavía mayor, sin embargo, fue la desta-
cada participación de Zhou Enlai en la Conferencia de Bandung, cele-
brada en esta ciudad de Indonesia en 1955. Detrás de la convocatoria
de esta conferencia hubo una intrincada madeja de relaciones interna-
cionales. Más impresionados por la considerable potencia de fuego y
la eficaz estrategia insurgente que habían conducido a la victoria del
Vietminh en Dien Bien Phu que por las declaraciones de Zhou Enlai
sobre la coexistencia pacífica, varios países anticomunistas habían for-
mado una alianza nueva. Se trataba de la denominada SEATü (Orga-
nización del Tratado del Sudeste Asiático), fruto del acuerdo que en
septiembre de 1954 firmaron Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia,
Australia y Nueva Zelanda, y Filipinas, Pakistán, y Tailandia. El objetivo
de la SEATO era edificar una alianza internacional que impidiese nue-
vas revueltas comunistas en el Sudeste Asiático. Las naciones miembros
sentían una preocupación especial por Laos y Camboya, aunque tam-
bién albergaban temores ante las crecientes amenazas comunistas en
Vietnam del Sur y Filipinas. La SEATü no tenía su fuerza militar pro-
pia y permanente, pero las potencias que la integraban se comprome-
tieron a ayudarse mutuamente con sus fuerzas armadas normales. La
SEATü estableció su cuartel general en Bangkok, Tailandia, y creó ofi-
cinas subordinadas para que Se encargaran de las relaciones públicas, la
seguridad de la zona, los asuntos culturales y algunos campos de co-
laboración económica.
Zhou Enlai se quejó con vehemencia de que mientras China tra-
bajaba por «la paz mundial y el progreso de la humanidad», los «círcu-
los agresivos» de Estados Unidos ayudaban a los nacionalistas de Taiwan
y planeaban reannar a los japoneses. China respondió enérgicamente y
en el otoño de 1954 empezó un bombardeo continuo de las islas próxi-
mas a la costa de Fujian en las que aún había guarniciones del Guo-
mindang, además de enviar un avión de reconocimiento que sobrevoló
Taipei. Taiwan, por su parte, lanzó numerosos ataques aéreos contra la
China continental en los que utilizó cazabombarderos estadounidenses
de último modelo. Estados Unidos firmó entonces un tratado de defen-
sa mutua con Taiwan en diciembre de 1954.
Respondiendo a esta intensificación de las tensiones en la zona, los
cinco países conocidos por el nombre de Potencias de Colombo -In-
dia, Birmania, Indonesia, Pakistán (miembro también de la SEATO)
y Ceilán (Sri Lanka)- invitaron a China a participar con ellos en una
conferencia que se celebraría en Bandung, Indonesia, en la primavera
de 1955 y a la que asistirían delegados de veintinueve naciones asiáti-
cas y africanas. Zhou Enlai, que encabezaba la delegación china, logró

710
hábilmente que la conferencia adoptase una postura neutralista que ha-
cía que Estados Unidos apareciese como la principal amenaza para la
estabilidad de la zona. Con el apoyo de Nehru, Gamal Abdel Nasser,
Sukarno y otros, los delegados de la conferencia hicieron declaraciones
enérgicas a favor de la paz en la región, la abolición de las armas nu-
cleares, el principio de representación universal en las Naciones Uni-
das y las reducciones de armamentos. Causó especial efecto en la asam-
blea el comentario de Zhou Enlai de que «la población de Asia nunca
olvidará que la primera bomba atómica estalló en suelo asiático».
Una importante actividad suplementaria en Bandung fue el esfuer-
zo de China por resolver problemas cuya causa era el gran número de
chinos que vivían en países del Sudeste Asiático. Los ingresos que estos
chinos enviaban a sus familias era una fuente importante de divisas ex-
tranjeras para China y lo último que deseaba ésta era debilitar la lealtad
de los chinos de ultramar a su país natal. Por otra parte, había comu-
nidades chinas muy numerosas en Indonesia (donde superaban los tres
millones), Malaya, Vietnam y Filipinas, donde dominaban el comercio
al por menor y otros negocios, lo cual, a ojos de los países anfitriones,
constituía una amenaza en potencia para la seguridad nacional.
Era en Malaya donde esta amenaza parecía más seria. Desde 1948
el Partido Comunista de Malaya trataba de acabar con el Gobierno
colonial británico por medio de ataques terroristas a plantadores, poli-
cías y sus colaboradores, y la creación de «zonas liberadas» en el cam-
po como hicieran los chinos durante su resistencia contra los japoneses.
Como más del noventa por ciento del Partido Comunista de Malaya
estaba integrado por chinos, resultaba fácil pensar que era manipula-
do desde Pekín y pasar por alto la negativa de la mayoría de los chinos
afincados en Malaya y Singapur a afiliarse o prestar ayuda a los co-
munistas. En otras lugares donde vivían muchos chinos y donde los
comunistas, aunque dispersos, eran fuertes, tales como Filipinas o Indo-
nesia, los chinos eran sólo una minoría en los partidos comunistas y a
menudo sufrían discriminación propiciada por la tendencia abruma-
doramente nacionalista de los movimientos insurreccionales.
Una anomalía curiosa en esta pauta de temor a la subversión co-
munista china era la amenaza que representaban decenas de miles de
soldados del Guomindang que, tras ser derrotados por los comunistas
en 1949, se habían retirado al sur y al oeste, a Tailandia o al estado de
los shan en el norte de Birmania. Cuando Birmania se independizó
de Gran Bretaña en 1948, el general del Guomindang Li Mi estableció
un régimen shan independiente para su Ejército de Salvación Nacional
Anticomunista. Este ejército se mantenía en parte con los fondos y los

711
asesores que le proporcionaba Estados Unidos, aunque la mayor parte
de su dinero procedía de la producción y la distribución de adormide-
ras. Más de siete mil de estos soldados fueron repatriados a Taiwan
en 1953; pero durante las negociaciones de Bandung, aún había 7000 de
ellos instalados en la frontera entre Binnania y Laos y varios miles más
en el norte de Tailandia.
China había considerado tradicionalmente que los chinos de ultra-
mar seguían siendo ciudadanos suyos y debían obediencia al Estado chi-
no, encamado ahora por la República Popular. Pero a la luz de estos
temores a la subversión china y después de negociaciones prolongadas
que en gran parte estuvieron a cargo de! embajador chino en Indone-
sia, en 1955 el Gobierno de Pekín firmó su primer acuerdo de doble na-
cionalidad, que autorizaba a los chinos a elegir entre su nacionalidad
propia o la de! país anfitrión durante los dos años siguientes. En rea-
lidad, el acuerdo no se ratificó como tratado oficial hasta 1957 y la pro-
mesa de armonía se vio saboteada cuando en 1959 Indonesia decidió
cerrar muchas empresas y escuelas chinas y condonó incidentes antichi-
nos generalizados.
Pero esas dificultades pertenecían al futuro y no empañaron la ima-
gen de negociador flexible y abierto que Zhou Enlai se había ganado
en Bandung. Zhou Enlai también mostró gran sutileza en el caso de la
crisis de Taiwan y las islas de la costa. Cuando se hizo patente que los
estadounidenses -y tal vez incluso los británicos- garantizarían la in-
dependencia de Taiwan si los nacionalistas abandonaban las islas de la
costa, que eran un polvorín en potencia, Zhou Enlai persuadió al Go-
bierno chino a evitar un enfrentamiento y dejar que Chiang Kai-shek
conservara Quemoy y Matsu en su poder. En mayo de 1955 Zhou En-
lai declaró oficialmente que la RPCh «lucharía por la liberación de
Taiwan empleando medios pacíficos en la medida en que ello fuera
posible».
Aunque no entraba en la esfera personal de Zhou Enlai, el proble-
ma que representaban los pueblos minoritarios de China era compara-
ble con el de los chinos de ultramar. Según cálculos chinos, había cin-
cuenta y cuatro de estas nacionalidades minoritarias con una población
de alrededor de treinta millones. Ocupaban muchas de las regiones fron-
terizas de importancia estratégica para China, donde, de hecho, duran-
te e! periodo Qing habían cumplido la función de parachoques entre los
chinos han y los habitantes de otras tierras. El PCCh había llevado a
cabo campañas de reclutamiento entre estas minorías y al segundo her-
mano de Mao Zedong lo habían matado en Xinjiang mientras trabaja-
ba entre los musulmanes de allí. Entre los miembros de las minorías que

712
había llegado a destacar en el partido antes de 1949 había mongoles, bai
(del sudoeste de China), coreanos en Manchuria, uigures y hui (mu-
sulmanes) en el oeste lejano y varios tibetanos que habían participado
en la Larga Marcha y se quedaron en Yan'an."
Los cuadros chinos han enviados a trabajar en estas regiones, don-
de los miembros del partido pertenecientes a la minoría local eran de-
masiado pocos para ser eficaces sin ayuda, experimentaron algunos
de los elementos de los viajes a un país extranjero y algunas de las pri-
meras etapas de la reforma agraria en la zona de las guerrillas. Los equi-
pos de trabajo enviados a regiones minoritarias buscaban jefes locales
que estuvieran bien dispuestos y, si ello era posible, alguien que habla-
se chino. En las prudentes descripciones de estas relaciones, el Gobier-
no afirmaba que los equipos de trabajo han respetaban escrupulosamente
las costumbres de las minorías y aportaban beneficios importantes, tales
como el drenaje de pantanos para controlar la malaria o la construc-
ción de pequeños sistemas de regadío. De día, los miembros del equipo
de trabajo se encargaban de las tareas normales y aburridas de la vida
en una granja, por ejemplo, ir a buscar agua con cubos o recoger leña.
Por la noche, representaban obras de teatro sencillas en las que se daban
ejemplos de la explotación clasista y no titubeaban en presentar al malo
como un funcionario chino han al que las fuerzas revolucionarias de-
bían derribar.
Los equipos de trabajo chocaban con la honda desconfianza de los
pueblos minoritarios...Una piedra no es buena como almohada, y tam-
poco un chino han es un amigo», según un dicho local. «Si leemos,
nos dolerá el estómago, nuestros cultivos no crecerán y nuestras mu-
jeres se volverán estériles», decía otro. Todavía en 1957 un miembro de
la minoría yi en el sudoeste que poseía esclavos era el delegado de su
zona en la Asamblea Popular Nacional. Los nómadas levantaban cam-
pamento silenciosamente durante la noche y los cuadros se llevaban
una sorpresa cuando amanecía y se encontraban solos. Algunos tibe-
tanos que colaboraron con los chinos han en proyectos de construc-
ción de carreteras fueron asesinados o mutilados por sus vecinos. Los
problemas que hubo en las zonas musulmanas de Gansu a comienzos
del decenio de 1950 fueron un eco de los que habían surgido en la mis-
ma zona en tiempos de las grandes rebeliones de 1870. Los hui tenían
prohibido entrar en ciertas ciudades, se les permitía ocupar sólo unos
cuantos puestos en la milicia local e incluso los chinos han disparaban
contra ellos. Y el arte y la narrativa chinos hablaban constantemente
de la sensualidad y el inconformismo de los pueblos minoritarios -es-
pecialmente de sus mujeres- y hacían comparaciones con la sobriedad,

713
el amor al trabajo y la mayor entrega política de los cuadros comunis-
tas chinos."
A pesar de las tensiones, las confusiones y la hostilidad declarada,
el PCCh siguió adelante, poco a poco, con el reclutamiento local y la
formación de los nuevos miembros del partido. La admisión del primer
grupo de nuevos afiliados tibetanos en las filas del partido (en contra-
posición a los que habían entrado en él durante la Larga Marcha) se
anunció con orgullo en el verano de 1956. En 1957 la revista Solidaridad
entre lasNacionalidades celebró que el PCCh había alcanzado la cifra de
400.000 miembros en el conjunto de las zonas minoritarias (el total de
miembros en toda la nación ya era en aquel momento de 12.720.000)
y de otros 600.000 en la Liga de la Juventud Comunista. Para los diri-
gentes de la RPCh, los progresos en la integración de las turbulentas
zonas fronterizas de China resultaban tan alentadores como el éxito del
establecimiento de vínculos con los países limítrofes.

La reforma del ejército


El Ejército Popular de Liberación (EPL) luchó valerosamente en la
guerra de Corea, pero sufrió un castigo terrible. Se calcula que las ba-
jas chinas fueron de entre 700.000 y 900.000. Los servicios médicos ha-
bían sido inadecuados, habían escaseado los alimentos e incluso la ropa
que habían llevado los soldados no era apropiada para el invierno co-
reano. Se decía que casi el noventa por ciento de los soldados chinos
había padecido congelación en las duras campañas de invierno. El ar-
mamento había consistido en una colección variopinta de material es-
tadounidense, japonés, ruso, alemán y de otras procedencias -a menu-
do el mismo regimiento había usado los cuatro tipos- y a la mayoría
de los soldados de infantería les habían dado ochenta balas o menos.
Hasta 1951, cuando la Unión Soviética proporcionó cazas MiG, no em-
pezaron los chinos a acercarse lentamente a la paridad en el aire. Y nun-
ca tuvieron fuerzas navales eficaces que pudiesen contrarrestar el for-
midable poderío marítimo de Estados Unidos.
Incluso antes de la tregua de 1953 y de que sus tropas volvieran a
casa, China inició una gran reorganización militar en un intento de
crear un ejército profesional que pudiese competir con otros en el mo-
derno mundo tecnológico. Peng Dehuai, el comandante de las fuerzas
chinas en Corea, que luego fue nombrado ministro de Defensa, creía
que la mejor esperanza de reconstruir el EPL era seguir el ejemplo de

714
la Unión Soviética y crear fuerzas convencionales bien armadas en vez
de depender de los tipos de estrategias guerrilleras que tan buenos re-
sultados habfan dado a Mao en los decenios de 1930 y 1940. Esta de-
cisión fue aceptada por los demás líderes chinos y en 1953 Mao pidió
«una oleada de saber de la Unión Soviética a escala nacional», aunque
los soviéticos habían sido, en el mejor de los casos, un amigo poco en-
tusiasta durante las primeras etapas del conflicto coreano. El lenguaje
que se usaba en un manual de instrucción del EPL mostraba una mo-
dificación pragmática de la anterior descalificación de los imperialistas
estadounidenses por parte de Mao, según el cual, eran, a pesar de sus
bombas atómicas, «tigres de papel».

El ejército estadounidense es políticamente una organización militar reac-


cionaria de los imperialistas y es básicamente un «tigre de papel». Pero es
un ejército con material modernizado y capacidad combativa. Su adies-
tramiento y su material son muy diferentes de Jos de las reaccionarias tro-
pas nacionalistas [i. e., el Guomindang). Para aniquilar totalmente a estas
tropas enemigas, es necesario crear un ejército de defensa nacional fuerte
y modernizado, y los oficiales responsables deberían dar a cada uno de
los soldados del EPL una impresión completa y correcta del ejército es-
tadounidense."

Una decisión muy importante que tomaron pronto los líderes del
partido fue la de reducir los efectivos del EPL y concentrarse en crear
una fuerza bien adiestrada a la que se pudiera equipar y pertrechar de
forma apropiada. Esto era algo que Chiang Kai-shek nunca había po-
dido llevar a cabo con sus propios ejércitos, a pesar de los intentos de
sus diversos asesores estadounidenses. Incluso en plena guerra de Co-
rea, el EPL empezó a desmovilizar a gran número de soldados en China,
tan pronto como se hubieron tomado medidas para que encontrasen
empleo en las ciudades o en las zonas rurales donde habían nacido.
En 1953 los efectivos del EPL eran 3,5 millones de hombres en com-
paración con el máximo de cinco millones de 1950, ya que cerca de
tres millones habían sido desmovilizados y 1,5 millones de reclutas nue-
vos habían sido llamados a filas. En 1956 la cifra era de 2,75 millones
de soldados y en 1957, de 2,5 millones. A pesar de esta desmoviliza-
ción, el presupuesto militar de China siguió siendo sorprendentemen-
te constante y descendió de manera significativa como porcentaje del
presupuesto nacional sólo cuando éste empezó a aumentar de forma es-
pectacular con el Primer Plan Quinquenal.
Es harto probable que la purga de Rao Shushi y Gao Gang en 1954

715
significara que muchos líderes de China pensaban que se había acumu-
lado un exceso de poder en las seis inmensas oficinas regionales en las
que se había subdividido China durante los primeros años de la RPCh.
En 1954 se abolió esa estructura y las fuerzas armadas se dividieron de
nuevo en trece mandos regionales bajo la dirección del cuartel general
del EPL, que respondía ante la recién creada Comisión de Asuntos Mi-
litares (cuyo presidente era Mao Zedong) y también ante el Ministerio
de Defensa, al frente del cual estaba Peng Dehuai. Aunque los mandos
regionales seguían siendo unidades grandes -una región militar típica
comprendía dos o más provincias-, la nueva organización permitía
un control central mucho más eficaz. Empezó a cobrar forma un ejérci-
to profesional, especialmente con la creación de cuerpos nuevos tales
como el de ingenieros, el de ferrocarriles y señales y el cuerpo «ABO" >1-
llamado así por su intento de dominar las técnicas de la guerra antiató-
mica, antibiológica y antiquímica. Los chinos creían que Estados Uni-
dos podía utilizar todas o alguna de estas formas de guerra en el caso de
lanzar un ataque total a China. También estaban estrechamente coor-
dinadas en estos mandos regionales las Fuerzas de Seguridad Pública
del EPL, bajo un veterano de eficacia formidable del Ejército Rojo que
más adelante se convirtió en jefe del Estado Mayor del EPL.
Por medio de la cuidadosa integración de sus necesidades con las
prioridades industriales del Plan Quinquenal, se proporcionó al ejérci-
to una gran variedad de armas modernas para la infantería, entre las que
había fusiles, ametralladoras, morteros, lanzacohetes y artillería de cali-
bre medio. No obstante, debido a los costes el EPL siguió estando mal
provisto de artillería autopropulsada, vehículos de transporte, material
de ingeniería pesada y tanques. La profesionalidad de los oficiales me-
joró cuando las academias militares de Pekín, Nankín y Dalian empe-
zaron a formar a una nueva generación de oficiales en las técnicas de la
guerra moderna. También se envió a un número importante de oficia-
les chinos a la Escuela de Estado Mayor de la Unión Soviética en Kiev
para ampliar su formación.
Para garantizar que el ejército contase siempre con suficientes efec-
tivos, en 1955 se promulgó oficialmente una ley de servicio militar obli-
gatorio después de dos años de experimentación. Todos los hombres sa-
nos de entre 18 y 20 años tenían que inscribirse, excepto los delincuentes
y los «privados de sus derechos políticos». Las autoridades locales ele-
gían luego a los que debían cumplir el servicio militar de acuerdo con
un sistema nacional de cupos cuyo objeto era proporcionar unos ocho-

>1- Abreviatura de las palabras inglesas Atomic, Bíoíogical y Chmtical. (N. del T)

716
Año Millones de yuanes Porcentaje de los gastos
presupuestarios

1950 2.827 41,53


1951 5.061 42,52
48,00
1952 4.371 26,04
1953 5.680 26,43
6.176 28,00
1954 5.814 23,60
1955 6.500 24,30
22,10
1956 6.117 19,91
1957 5.509 19,24
5.523 18,85
1958 5.000 15,12
1959 5.800 11,20
1960 5.826 8,30

Presupuesto militar de China, 1950-1960.10

cientos mil reclutas cada año. Los hijos únicos, junto con los estudian-
tes de enseñanza secundaria o universitaria, podían ser eximidos del ser-
vicio militar; pero la mayoría de los elegidos para cumplir el servicio
militar, especialmente los que procedían de zonas rurales pobres, se ale-
graban de ello porque les ofrecía una oportunidad excelente de ascen-
der en su carrera y adquirir habilidades especiales. Con el enorme grupo
que integraban los que no eran llamados a filas y los que habían cum-
plido los tres años de servicio se formaban unidades de reserva. El PCCh
hada constantemente propaganda del glorioso servicio a la nación que
suponía el reclutamiento y divulgaba descripciones gráficas para demos-
trar qué diferentes eran las condiciones en comparación con el servicio
militar obligatorio en tiempos del Guomindang. No obstante, la vida en
el ejército todavía era dura y las quejas sobre privaciones e injusticias
en el sistema militar eran generales.
Debido al tiempo que se necesitaba para adquirir nuevas habilida-
des técnicas, el servicio militar duraba cuatro años en la aviación y cin-
co en la marina. Ambas armas, consideradas de crucial importancia para
la defensa de la RPCh después de la participación de China en la guerra
de Corea, tuvieron que edificarse sobre una base débil, dado que la ma-
yor parte del material sobrante de la guerra contra los japoneses había

717
ido a parar a manos del Guomindang. De manera apropiada, el sub-
director del departamento de formación de las fuerzas aéreas era un ex
capitán de la aviación del Guomindang que había cambiado de bando
y en 1946 había volado con su nuevo bombardero B-24 de fabricación
estadounidense de Chengdu a Yan'an. Otros oficiales destacados eran
aquellos a quienes los ejércitos rusos habían permitido tomar posesión
de aviones japoneses en Manchuria en 1945. Después de la cautela ini-
cial, la Unión Soviética empezó a proporcionar a China numerosos ca-
zas de reacción MiG-15 en 1951, junto con un número reducido de
bombarderos ligeros de reacción. Pero, ansiando evitar que China tu-
viera la oportunidad de intensificar la guerra, los soviéticos no propor-
cionaron bombarderos de reacción medianos o pesados dotados de gran
autonomía de vuelo que hubiesen podido atacar objetivos más lejanos.
A partir de 1954 las fuerzas aéreas concentraron sus esfuerzos en cons-
truir una red de aeródromos a lo largo de la costa cerca de Taiwan y pa-
reció claro que el propósito de esta inversión era acelerar la reconquista
de la isla. Pero no se utilizó la aviación para complementar el bom-
bardeo de las islas de Quemoy y Matsu, como si se reconociese que ello
podía provocar una respuesta peligrosa de Estados Unidos.
De 1955 en adelante, los soviéticos permitieron a los chinos fabricar
bajo licencia un modelo más avanzado de caza de reacción, el MiG-17,
en sus propias plantas industriales de Manchuria. Los chinos no hicie-
ron ningún intento de proyectar nuevos aviones ellos mismos, al pa-
recer porque carecían del personal de investigación y los proyectistas
necesarios para ello. La carga de atraso tecnológico que China seguía
soportando se aligeró aquel mismo verano de 1955 cuando el experto
en cohetes HS. Tsien fue autorizado finalmente a abandonar Estados
Unidos, donde había estado retenido por el Departamento de Inmi-
gración con arreglo a medidas de dudosa legalidad. Bajo la dirección
de H.S. Tsien, los chinos comenzaron a reunir el personal que necesi-
taban para crear su propio programa de cohetes y misiles balísticos. Al
mismo tiempo, otros físicos nucleares chinos trabajaban, en parte de ma-
nera independiente y en parte en colaboración con científicos soviéticos,
en el Instituto de Investigación Nuclear de Dubna, cerca de Moscú, para
dotar a China de capacidades nucleares propias; asimismo, los líderes
soviéticos prometieron facilitar a China un prototipo de bomba atómi-
ca en una fecha futura.
Los expertos en fortalecimiento de finales del periodo Qing habían
pensado en crear una marina de guerra moderna, pues era fundamen-
tal para defender China de las potencias extranjeras, así como para el
buen resultado del programa de reformas; en la RPCh esto ya no se

718
consideraba una gran prioridad. La pequeña marina de guerra china con-
centró sus energías en adquirir y tripular patrulleras rápidas que vigila-
sen las costas y cuyo objetivo principal, cabe suponer, sería interceptar
los escuadrones de comandos taiwaneses que seguían operando en la
costa oriental de China, o impedir el contrabando y la huida de deser-
tores. La Unión Soviética también proporcionó algunos submarinos
de antes de la segunda guerra mundial. Cuando, en 1955, tos soviéti-
cos cumplieron su promesa y abandonaron finalmente Lüshun, tam-
bién cedieron algunos barcos, incluidos dos destructores y cinco sub-
marinos de un modelo más nuevo, dos de los cuales eran de altura y
poseían gran autonomía. Pero era obvio que, durante un tiempo, la
marina china no iba a figurar de forma prominente en el escenario
mundial.
El crecimiento general del profesionalismo en todas las ramas del
EPL surtió un efecto profundo en la sociedad china y en el mismo
peCho Un problema que causó especial inquietud fue la reaparición
del elitisrno. En el campo y en las poblaciones, las prolongadas y con
frecuencia violentas campañas contra los terratenientes y los capitalis-
tas habían reafirmado valores tales como la igualdad y el trabajo coo-
perativo. Pero en el ejército, donde antes, en tiempos de la guerra de
guerrillas, las decisiones habían tenido que tomarse tras debates de gru-
po y la movilización ideológica era tan importante como las tácticas
militares, a mediados del decenio de 1950 todos los pasos parecían ir
en la dirección contraria. Los últimos vestigios de la vieja camaradería
desaparecieron con la introducción de catorce graduaciones claramen-
te definidas en 1955, junto con distintivos y uniformes que distinguían
a los oficiales de sus soldados. Las escalas salariales pasaron a estar cla-
ramente diferenciadas y un teniente ganaba diez veces más que un sol-
dado raso y un coronel, cerca de tres veces más que un teniente. La
educación superior y las aptitudes científicas podían conducir rápida-
mente a la Escuela de Estado Mayor y a ascensos importantes.
Todavía más grave fue que la combinación de un estatus superior
con la mentalidad de guarnición de tropas que se encontraban lejos de
sus hogares dio origen a una serie de abusos que, vistos de forma acu-
mulativa, mostraban un alejamiento de las pautas de solidaridad local
de las que había dependido la supervivencia del Ejército Rojo en las zo-
nas donde llevara a cabo sus campañas guerrilleras. Estas nuevas tropas
del EPL empezaban a actuar como los nacionalistas, o incluso como
los hombres de las banderas de los Qjng. El jefe del departamento po-
lítico del EPL dijo con palabras comedidas en el verano de 1955 que
algunos oficiales «ya no sienten ninguna necesidad de la tradición de

719
unanimidad de los hombres del ejército y los civiles, y apoyo al Go-
bierno y amor al pueblo»." En términos prácticos esto quería decir que
el EPL requisaba tierra, llevaba una vida de lujo, sus vehículos hacían
caso omiso de la seguridad viaria y tomaba posesión de domicilios par-
ticulares sin permiso (se calcula que no fueron menos de 72.400 domi-
cilios). Los oficiales llevaban a sus hijos a la escuela en vehículos mili-
tares y se valían de su estatus para reservar entradas de teatro y de cine
para ellos mismos y sus familias. La práctica de abusar de las mujeres
en las comunidades locales también estaba muy extendida, como se ve
claramente en el informe de un oficial de alta graduación y muy con-
decorado del Ejército Rojo que investigaba las acusaciones de mala
conducta en el EPL. Así expresó sus preocupaciones en 1957:

Los oficiales de algunas unidades buscaban demasiadas esposas en una


zona. lo cual causaba descontento entre sus habitantes. Se ha sugeri-
do que los oficiales deben cumplir las tres condiciones siguientes cuando
busquen esposas. En primer lugar, no deben buscar esposas en las escue-
las. En segundo lugar. no deben utilizar dinero ni otros bienes materiales
como medio de encontrar esposas. En tercer lugar. no deben inmiscuirse
en los matrimonios ajenos."

La respuesta a estos y otros abusos fue un intento del PCCh de ha-


cer entrar en vereda a los oficiales descarriados ordenando que ellos y
sus unidades participasen en la vida cotidiana de producción y traba-
jo en el campo; se esperaba de los oficiales del EPL que aportasen su
fuerza física y su tecnología especialmente a la transición de las co-
operativas de nivel bajo a las de nivel alto. El departamento político del
EPL redactó un código muy detallado de veinte cambios de comporta-
miento dirigido a todas las unidades y lo promulgó en febrero de 1956.
No es dificil imaginar cómo algunos oficiales que servían con la espe-
ranza de hacer una carrera de elite y tecnológicamente avanzada res-
pondieron a las directrices, entre las cuales estaban las siguientes: Debia
persuadirse a las personas dependientes de todos los oficiales para que
tomaran parte en el trabajo de las cooperativas. Los equipos de trabajo
integrados por oficiales y soldados debían ponerse a las órdenes de los
comités locales del partido para ayudar en las faenas agrícolas y debían
aportar entre cinco y siete jornadas laborales gratuitas al año a proyec-
tos locales. Durante las vacaciones los miembros del EPL debían unir-
se a todos los campesinos locales en la lucha contra las «cuatro plagas»:
ratas, gorriones, moscas y mosquitos. Todos los excrementos humanos
del EPL debían recogerse y darse a las cooperativas locales para que

720
los usasen como fertilizante. Cada cincuenta miembros del EPL de-
bían criar conjuntamente un cerdo. Todos los hombres del ejército
debían aprender la pronunciación del chino del norte (que en Occiden-
te suele denominarse «mandarín») y debían ayudar en las escuelas pri-
marias y nocturnas. Los talleres de los ingenieros militares debían po-
nerse a disposición de las comunidades campesinas para la reparación
de sus aperos agrícolas y las unidades de señales militares debían permi-
tir que sus aparatos y sus postes se utilizaran para ampliar las redes de
comunicaciones locales.
En muchas zonas el cumplimiento meticuloso de estas normas sin
duda incrementaría el apoyo popular a la presencia del EPL Y mitiga-
ría un poco la penuria. Pero entre algunos militares las reglas desper-
tarían hondas antipatías e incluso mermarían su obediencia al partido.
Una de las citas más famosas de las obras de Mao Zedong, muy utilizada
en Occidente para demostrar la naturaleza belicosa de su pensamien-
to, era que «el poder político nace del cañón del fusil». En efecto, lle-
vada a tal extremo, parecía confirmar que Mao -al menos en cierto ni-
vel- era una especie de heredero de los señores de la guerra y de los
generales del Guomindang que durante tanto tiempo Se habían dispu-
tado el cuerpo consumido de China. Pero lo que en realidad había di-
cho Mao era esto: «El poder político nace del cañón del fusil. Nuestro
principio es que el partido manda en el fusil y al fusil jamás se le per-
mitirá mandar en el partido». u A medida que los oficiales del ejército
e incluso los soldados regulares empezaron a adquirir nuevas habilida-
des técnicas que los cuadros comunistas aún no habían dominado, las
tensiones entre el ejército y e! partido debieron tenerse en cuenta. No
era claro qué dirección tomaría la inclinación predominante.

Las Cien flores

Durante los primeros años de la República Popular, los intelectua-


les chinos se esforzaron por encontrar una posición satisfactoria bajo
el nuevo régimen. La sustancia y los métodos del saber tradicional chi-
no habían sido atacados a fondo por la generación de críticos sociales
de! 4 de Mayo; pero, en todo caso, el clima intelectual subsiguiente
era aún más complejo, dado que estratos de disciplinas y conceptos oc-
cidentales modernos subsistían ahora al lado de las ideas tradicionales
sin llegar a desplazarlas. La educación continuaba siendo un proceso que
llevaba mucho tiempo y resultaba costoso, y la mayoría de los inte-

721
lectuales procedían aún de familias que habían ganado o heredado di-
nero de sus propiedades agrarias o sus negocios. Los que ocupaban pues-
tos importantes en la burocracia gubernamental o se dedicaban a la
docencia o la abogacía habían tenido inevitablemente mucha relación
con el Guomindang o habían trabajado para él. Los de las universida-
des, los médicos y los científicos a menudo habían obtenido sus títu-
los superiores en el extranjero o habían tenido maestros occidentales
en China.
Dado que ahora estos antecedentes se juzgaban «feudales», «reaccio-
narios» o «capitalistas», los intelectuales se veían obligados a demostrar
su lealtad al PCCh. La mayoría se sentía dispuesta a hacer el esfuerzo
por ayudar al nuevo régimen porque estaba harta de las ineficiencias de
la antigua China y había perdido por completo la fe en la capacidad
del Guomindang de llevar a cabo cambios duraderos y constructivos.
La promesa del PCCh de que incluso los funcionarios del Guomindang
podrían permanecer en sus puestos había resultado tranquilizadora. No
sólo se abstuvo el grueso de la elite intelectual china de huir del país
para refugiarse en Taiwan o en Occidente, sino que figuras distingui-
das que vivían en el extranjero regresaron a China a finales de 1949 y
en 1950 para ayudar en la creación del nuevo orden. Entre ellas había
muchos científicos y economistas, así como miembros del cuerpo di-
plomático que habían servido al Guomindang en diversas embajadas y
consulados de China. Hasta los que habían visto los defectos tanto del
PCCh como del Guomindang regresaron atraídos por el patriotismo
o la sensación de que se les ofrecían nuevas oportunidades. Lao She,
el autor de Rickshaw y Diario de la ciudad de los gatos -que vivía en Nue-
va York desde 1946 y era famoso en todo Estados Unidos, donde Rick-
shaw había sido un gran éxito de ventas- volvió a China en 1950 a pe-
sar de que sus amigos le advirtieron que la vida allí podía resultarle
dificil.*
Durante 1950 y 1951 decenas de miles de intelectuales chinos de to-
das las edades tuvieron que asistir a «cursos» de entre seis y ocho me-
ses de duración en «colegios revolucionarios». Estos cursos, que se daban
en universidades que ya existían o en ciudades designadas especialmen-
te, eran un intento de conducir a los intelectuales a una comprensión
verdadera de sus orígenes sociales y de que hasta entonces habían lle-
vado una vida protegida. Además de recibir lecciones de cuadros vete-

* El autor de la traducción inglesa de Richhaw dio a la novela un final optimis-


ta y romántico sin permiso de Lao She. El original chino concluía con una visión pe-
simista del futuro. (N. del A.)

722
ranos del PCCh sobre la naturaleza de la revolución y de ser iniciados
en el pensamiento de Mao Zedong junto con las obras fundamentales
de Marx, Engels, Lenin y Stalin, se reunían con pequeños grupos de
otros intelectuales en sesiones conjuntas de debate y autocrítica, y pre-
paraban «autobiograflas- en las cuales analizaban sus propios defectos
y los de sus padres. Este último requisito causaba crisis profundas a mu-
chos que habían sido educados en la creencia en los principios estric-
tos de la piedad filial que se derivaban de la tradición confuciana y, en
general, todo el proceso sometía a los intelectuales a una grave tensión
mental. A medida que el proceso avanzaba, pasaban de una apreciación
entusiasta de la solidaridad compartida con el grupo a un periodo de
aislamiento y un sentimiento de culpabilidad intenso, seguidos de mie-
do e inseguridad, hasta una «resolución» final en la cual reconocían
y a la vez expresaban su gratitud al PCCh por hacer posibles sus nue-
vas vidas.
La confesión de once páginas de un distinguido catedrático de fi-
Iosofla que había estudiado en la Universidad de Harvard antes de re-
gresar a China para ocupar su puesto ofrece un buen ejemplo del resul-
tado final. El profesor empezaba criticando la vida desahogada que
había pasado con su «familia terrateniente y burocrática», a continua-
ción analizaba la «costra de egoísmo» que le rodeaba, condenaba su in-
terés por la decadente filosofía burguesa y su deseo de permanecer por
encima de la política y finalmente daba la bienvenida al nuevo nor-
te en la vida que le habían dado el Partido Comunista y los «milagros»
del Ejército Popular de Liberación." El alumno más distinguido -aten-
diendo a su rango anterior- del proceso era Puyi, el ex emperador Qjng
y gobernante de Manchukuo. Devuelto a China por las autoridades so-
viéticas que le habían capturado en 1945, fue sometido a un proceso
de «reforma» en un campamento para criminales de guerra en Fushun,
Manchuria, y empezó a redactar su primera confesión plena en 1952.*
Es imposible saber si estas confesiones eran sinceras o no. El partido
rechazaba las confesiones que consideraba poco sinceras o autocensu-
radas, pero el empleo de la ironía resultaba siempre dificil de captar.
Los intelectuales, al igual que otros miembros de la sociedad, par-
ticiparon en los enfrentamientos de las campañas de los Tres Antis y los
Cinco Antis. Esforzándose por probar su lealtad al nuevo régimen, tam-

.. Debido a las complejidades de sus experiencias, Puyi no fue puesto finalmen-


te en libertad por los comunistas hasta 1959. En 1960 le fue asignado un puesto de tra-
bajo en un taller de reparación de máquinas en un jardín botánico de Pekín. Murió
de cáncer en 1967. (N. tk! A.)

723
bién se ofrecieron voluntariamente para formar parte de los equipos en-
cargados de la reforma agraria y trabajaron para promover las políticas
del partido. La necesidad del pensamiento «correcto» se les indicó cla-
ramente en una campaña que el PCCh empezó oficialmente en 1951
contra una película muy elogiada que se estrenó en 1950 y trataba de
Wu Xun, el difunto propulsor del fortalecimiento de los Qjng. Wu Xun
había pasado de mendigo a terrateniente y utilizó su dinero y sus in-
fluencias para ayudar a fundar escuelas que educasen a los muy pobres
con el fin de que éstos, a su vez, pudieran ayudar a la nación. Pero los
teóricos del PCCh señalaron que estas medidas reformistas no fomen-
taban la revolución. Grupos de estudio en toda China recibieron la or-
den de atacar la película y su guionista-director tuvo que retractarse pú-
blicamente.
Durante las etapas iniciales del Primer Plan Quinquenal, Mao Ze-
dong comprendió que se necesitarían intelectuales -escritores así como
científicos e ingenieros- de todas las creencias políticas para aumentar
la capacidad productiva del país. A estas personas creativas no se las po-
día aterrorizar con campañas como la emprendida contra la película
sobre Wu Xun o el país sufriría las consecuencias. Se dijo a los cuadros
que hacían mal en «tomar la capacidad de comprender el marxismo-
leninismo como único criterio sobre el cual basar sus dictámenes». Los
intelectuales que «sean capaces de trabajar honradamente y de conocer
su trabajo» debían ser alentados. Lí
No obstante, si los intelectuales iban demasiado lejos cuando se-
guían la lógica de estos comentarios, chocaban con una oposición fe-
roz. El autor y editor Hu Feng, que era miembro del partido y del Con-
sejo Ejecutivo del sindicato de escritores, así como de la Asamblea
Popular Nacional, escribió que el tipo de control que el partido ejer-
cía sobre la cultura «agotaba» a la gente hasta el extremo de que no po-
día seguir pensando claramente. El uso del marxismo por el partido
para juzgar obras de arte era «sociología burda» y «no se basaba» en la
realidad. «Esta arma es aterradora, porque puede ahogar los sentimien-
tos reales de la creatividad y el arte>"
En 1955 el propio Hu Feng fue blanco de una campaña de críticas
a escala nacional y expulsado del sindicato de escritores y de sus demás
puestos. Cuando la campaña se intensificó y alcanzó a grupos de resis-
tencia de todo el país, aumentó también la gravedad de las acusacio-
nes contra Hu Feng. Tras los cargos iniciales de desviación ideológica,
fue acusado de ser contrarrevolucionario e imperialista, y presentado al
final como agente del servicio secreto del Guomindang y jefe de una
organización anticomunista clandestina. A pesar de ser absurdos, los

724
cargos contra Hu Feng se convirtieron en centro de incontables míti-
nes cuya finalidad era incrementar la conciencia política; estas sesiones
se celebraron deliberadamente mientras se hacían preparativos para que
la campaña de reforma rural pasara de las cooperativas agrícolas de ni-
vel bajo a las de nivel alto en 1955 y 1956. De esta manera la búsqueda
de «Hu Pengismo» en todo el país se transformó en un medio de detec-
tar si alguien osaba oponerse abiertamente al papel del partido en la
aceleración de la reforma agraria a costa de las iniciativas privadas. Hu
Feng escribió tres autocríticas extensas que el partido rechazó por con-
siderarlas insuficientes. Fue juzgado en secreto -seguramente acusado
de actividades contrarrevolucionarias- y condenado a prisión, donde
permaneció, con un breve paréntesis de libertad, hasta 1979.
Surgió ahora una curiosa situación en la cual los líderes de China
se encontraban hondamente divididos sobre cómo debían tratar a sus
propios intelectuales desmoralizados. Del amplio espectro de posturas
ante el asunto, sobresalían dos puntos de vista totalmente opuestos. Uno
era partidario de continuar la alianza de frente unido del PCCh con
los intelectuales y defendía que sus habilidades eran sumamente nece-
sarias para alcanzar los objetivos del Primer Plan Quinquenal y para la
transición a la agricultura colectivizada, y que en esencia se podía con-
fiar en su lealtad aunque criticasen al partido. El otro sostenía que la
unidad del PCCh era primordial, que el PCCh había encabezado la re-
volución y ahora no se le podía criticar desde fuera sin que ello pro-
dujera efectos fatales en su eficacia y su moral.
La tortuosa trayectoria de 10 que dio en llamarse el «movimiento de
las Cien Flores» surgió lentamente de estas divisiones políticas. La deci-
sión de fundar el movimiento formó parte del intento de los líderes de
la RPCh de comprender la importancia de los ataques secretos a la me-
moria de Stalin que Jruschov lanzó en enero y febrero de 1956 durante
el XX Congreso del Partido Comunista Soviético, al que asistieron tan-
to Deng Xiaoping como Zhu De. Era un momento en el que muchos
tenían la sensación de que las cosas iban bien en China, lo cual se ex-
presó por medio de una relajación de los monótonos códigos indu-
mentarios, un breve auge de las blusas floreadas y las faldas con aber-
tura e incluso la organización de un desfile de modas autorizado
oficialmente. La afirmación de Jruschov de que las grandes potencias
enfrentadas no estaban predestinadas a la guerra también reforzó los
puntos de vista que Zhou Enlai había expresado en Bandung sobre la
importancia de la coexistencia pacífica. En un discurso que pronunció
el 2 de mayo en una sesión a puerta cerrada de dirigentes del partido,
Mao abundó en la idea de «dejar que se abran cien flores» en el campo

725
de la cultura y que «cien corrientes de opinión compitan» en el cam-
po de la ciencia."
Comenzó entonces un periodo de calma durante el cual la direc-
ción del partido siguió meditando sobre el problema en privado. Mao
estaba eufórico ante el éxito general de sus políticas, como podemos ver
en un poema triunfal que escribió en el verano de 1956. después de
nadar tres largos trechos en el río Yangzi para demostrar ante todo el
país que a sus sesenta y dos años continuaba gozando de buena salud.
Pero en el otoño las cosas empezaron a ir mal cuando el intento de
imponer la agricultura cooperativa llevó al caos y al despilfarro, agrava-
dos por la mala gestión y las órdenes contradictorias. Saltaba a la vista
que difícilmente se repetiría el rápido crecimiento registrado durante el
periodo del Primer Plan Quinquenal, al tiempo que las dificultades a
las que se enfrentaban los líderes de China empezaban a ser obvias. En
el VIII Congreso del Partido, celebrado en septiembre de 1956 -el pri-
mero desde el derrocamiento del Guomindang nueve años antes-, los
planes más ambiciosos de Mao para acelerar el crecimiento económico
en la agricultura fueron sustituidos por un control más riguroso de la
planificación. Y en el nuevo borrador de la constitución del partido
se eliminaron todas las referencias a la importancia del pensamiento de
Mao Zedong, como era tal vez inevitable después de los ataques sovié-
ticos al culto a la personalidad de Stalin.
Para explicar esta decisión, Liu Shaoqi dijo que «si uno siempre re-
pite algo con el fin de que la gente se acostumbre a oírlo, no sirve para
nada». Las afirmaciones de Mao en el sentido de que podía «retirarse
al segundo frente» parecían dar a entender que buscaba una sucesión
pacífica a su liderazgo y esta teoría se vio reforzada cuando se intro-
dujo un nuevo cargo en la constitución, el de presidente honorario del
Comité Central. El tenor general del congreso fue contrario a las po-
líticas de frente unido y favorable a aumentar el rigor de la disciplina
y la supervisión del partido. También sembraron inquietud entre los li-
deres chinos los disturbios políticos que hubo en Polonia en junio de
aquel año y sus preocupaciones aumentaron en octubre de 1956 a cau-
sa de los levantamientos contra la Unión Soviética en Hungría. Al mis-
mo tiempo, hubo en el Tíbet grandes manifestaciones de protesta por
la presencia de tropas chinas en suelo tibetano.
Mao tuvo que hacer uso de toda su influencia para poner en mar-
cha la campaña de las Cien Flores en toda regla. En un discurso des-
preocupado -que con frecuencia pareció utópico- que pronunció en
febrero de 1957 ante un nutrido grupo de intelectuales y dirigentes co-
munistas, Mao trató de inculcar la idea de flexibilidad y apertura en un

726
público que no tenía más remedio que escucharle, 10 cual era un gran
contraste con lo que se había convertido en el estilo más autoritario
del partido, un estilo que él mismo había contribuido a crear, Otros
líderes del partido lograron impedir que el borrador de su discurso,
«Sobre las contradicciones», se publicara en la prensa del partido. la
Hasta finales de abril de 1957, después de meses de presiones contra
los secretarios del partido que remoloneaban en todo el país, no se de-
cantó todo el peso de la prensa y otros órganos propagandísticos a fa-
vor de la campaña. Ésta empezó a expresarse con la retórica de un mo-
vimiento de rectificación en toda regla que alentaba a los intelectuales
a denunciar los abusos que se cometían en el seno del partido. La cam-
paña apuntó al «burocratismo, el sectarismo y el subjetivismo» del pro-
pio PCCh y fue un eco deliberado de la Campaña de Rectificación
de 1942 contra vicios similares en Yan'an. El vocabulario de la direc-
triz de la campaña, sin embargo, procuró tranquilizar a los cuadros ase-
gurándoles que se les trataría bien. Tenía que ser una campaña por la
unidad, que juntara a todos en el progreso común. Mao dijo que sería

un movimiento de educación ideológica llevado a cabo seriamente, pero


tan suavemente corno una brisa o una leve lluvia. Debía ser una campa-
ña de crítica y autocrítica llevada hasta el punto apropiado. Los encuen-
tros debían limitarse a pequeños encuentros de debate o de grupo. Debían
emplearse más las charlas francas entre camaradas en forma de conversa-
ciones, a saber, el intercambio de puntos de vista entre individuos, y no
debían celebrarse grandes mítines de crítica o «lucha»."

Convencidos de que ahora contaban con permiso oficial para ma-


nifestar sus quejas contra el PCCh, los intelectuales chinos respondie-
ron con entusiasmo durante un periodo de cinco semanas que empezó
el 1 de mayo y terminó el 7 de junio de 1957. En foros a puerta cerra-
da a los que asistieron delegados del PCCh, en la prensa controlada por
el Estado, en artículos de revista, en carteles pegados a las paredes de
sus recintos universitarios y en marchas callejeras, la gente empezó a
decir lo que pensaba. Mao y otros altos cargos intentaron mostrar el ca-
mino concentrándose en asuntos tales como la reintroducción de cier-
to grado de trabajo físico constructivo para los cuadros del partido con
el fin de que siguieran en contacto con las masas, o permitiendo que
los asuntos económicos se ventilaran como era debido antes de tomar
decisiones. Pero las críticas públicas ampliaron inmediatamente el al-
cance del diálogo. Hubo protestas por el control que ejercía el PCCh
sobre los intelectuales, por la dureza de anteriores campañas de masas

727
tales como la que había tenido por objetivo a los contrarrevoluciona-
rios, por la servil imitación de los modelos soviéticos, por los bajos ni-
veles de vida en China, por la prohibición de la literatura extranjera,
por la corrupción económica entre los cuadros del partido y por el he-
cho de que «los miembros del partido disfrutan de muchos privilegios
que hacen de ellos una raza aparte». Un profesor de contabilidad de
Hankou llamó a las anteriores campañas de masas «grave violación de los
derechos humanos». Y agregó: «iEsto es tiranía! ¡Esto es malevolencial».
El sistema de votación para ratificar las listas de candidatos del partido
era una farsa. «Hoy día no conocemos siquiera la estatura ni la talla de
la persona a la que elegimos, y mucho menos su carácter o su capaci-
dad. Sencillamente nos hemos convertido en máquinas de votar.s"
«Parece haber una presión invisible que empuja a la gente a no de-
cir nada», comentó un profesor de Shaanxi, refiriéndose a la vida nor-
mativa bajo el PCCh. «No es verdad que todos los campesinos quie-
ren conscientemente ingresar en las cooperativas», dijo un maestro de
Mukden. «En realidad, a la mayoría de ellos se les obliga a ingresar en
ellas.» Otro profesor manchuriano escribió que la administración de su
universidad estaba «absolutamente llena de príncipes feudales y char-
latanes apestosos». Un antiguo amigo de Lu Xun escribió que había ha-
bido más libertad de expresión para los escritores en Chongqing bajo
Chiang Kai-shek que en el Pekín de hoy. «El Partido Comunista ya no
puede más», se dice que afirmaron antiguos terratenientes de Henan.
«Ha llegado la hora de nuestra liberación>"
En el corazón de la Universidad de Pekín, los estudiantes crearon
lo que denominaron un «Muro Democrático» y lo cubrieron con car-
teles que criticaban al peCho Dirigiendo la palabra a los estudiantes
de allí a finales de mayo, una joven de otra universidad defendió a Hu
Feng, atacó la campaña de Yan'an por las restricciones que había im-
puesto a la producción literaria y poética e instó a los estudiantes a
coordinar su movimiento de protesta con acciones que ya tenían lugar
en el noroeste, Nankín y Wuhan. De hecho, ya se habían registrado pro-
testas en muchas más ciudades y pronto llegaron noticias de que de
Chengdu a Qjngdao grupos de estudiantes soliviantados provocaban
disturbios, apaleaban a los cuadros, saqueaban los archivos, pedían a
otras universidades y escuelas de enseñanza secundaria que se unieran
a ellos y organizasen huelgas de solidaridad y exigían nuevas políticas
educativas. Desde el Movimiento del 4 de Mayo de 1919 no se había
registrado una protesta cultural y política concertada como aquélla.
Algunos de los eruditos más prestigiosos de China empezaron a pu-
blicar artículos de una franqueza asombrosa. Fei Xiactong, pionero de

728
la sociología cuyos ensayos y libros sobre la China rural y el sistema tra-
dicional de la pequeña nobleza se habían hecho famosos en los dece-
nios de 1930 y 1940, se contaba entre los más francos. En junio de 1957
publicó una crónica de la visita de vuelta que meses antes había hecho
al poblado de Kaixiangong, en una parte remota de jiangsu, donde había
llevado a cabo un importante trabajo de campo en el decenio de 1930.
Pei Xiaotong señaló numerosos problemas que aún existían en la zona,
entre ellos métodos irracionales de planificación, desprecio de las in-
dustrias locales, cría de ganado inapropiado para el entorno y descuido
total de la educación de los niños. Lo que Fei Xiaotong daba a enten-
der era que a mediados del decenio de 1950 muchos aspectos de la vida
en Kaixiangong no eran mejores que a mediados del de 1930 y en va-
rios pasajes reflexivos su malestar ante las políticas rnaolstas del mo-
mento era visible a pesar de los circunloquios:

Dudar de la superioridad de la colectivización es incorrecto. Pero recono-


cer la superioridad de la colectivización y al mismo tiempo creer que re-
suelve todos los problemas es en mi opinión incorrecto también. Una cosa
es tan incorrecta como la otra. Si pensamos de manera demasiado sim-
plista, correremos mayor peligro de equivocarnos. Os ruego que me per-
donéis si insisto en ello: espero poder evitar que el lector saque partido de
una o dos de mis frases para sostener que soy negativo."

Los secretarios del partido en por lo menos nueve de las provincias


de China nunca habían respaldado la Campaña de Rectificación y era
indudable que muchos otros participaban en ella sólo a regañadientes.
Su reacción empezó en junio. Recibieron apoyo de los elementos de
Pekín que siempre se habían opuesto a la campaña pero a los que Mao
había neutralizado temporalmente. Dándose cuenta de que la marcha
de los acontecimientos iba ahora contra él, Mao se pasó al bando de
los partidarios de la línea dura. Alteró el texto de «Sobre las contradic-
ciones» para que diera la impresión de que las libertades intelectuales
prometidas debían usarse sólo si contribuían a reforzar el socialismo y
esta versión revisada se publicó y tuvo mucha difusión. El discurso pa-
recía ahora Censurar a los intelectuales en vez de alentar las críticas pú-
blicas como Mao había pretendido en un principio. En julio se lanzó
una fuerte ofensiva propagandística contra los críticos del partido en
todos los periódicos importantes del país y el PCCh anunció el comien-
zo de una «campaña antiderechista». A principios de agosto Peng Zhen
acusó a los críticos del PCCh de comportarse como "los "héroes" anti-
comunistas y contrarrevolucionarios Chiang Kai-shek y Wang jingwei»

729
durante 1927; «iebía el PCCh en 1957, preguntó retóricamente, com-
portarse como Chen Duxiu, el líder del partido, en los negros tiempos
de las matanzas de Shanghai y Wuhan y «con "gran magnanimidad"
"perdonar" los crímenes anticomunistas, contra el pueblo, contrarrevo-
lucionarios... Y sufrir los ataques feroces de los derechistas burgueses».
Su respuesta estaba determinada: ..Decididamente, no podernos»."
A finales de año más de trescientos mil intelectuales ya habían sido
tildados de «derechistas», lo cual arruinó sus carreras en China. Muchos
fueron enviados a campos de trabajo o a la cárcel, otros al campo, no
sólo a experimentar la vida rural durante un año, sino a lo que en esen-
cía era un exilio punitivo. Entre ellos se encontraba Ding Ling, con su
premio Stalin y la reafirmación de sus lealtades olvidadas, que fue des-
terrada a una granja fronteriza en Heilongjiang. Toda una generación de
jóvenes y brillantes activistas del partido fue castigada de manera pare-
cida, incluidos algunos de los mejores científicos sociales, hombres de
ciencia y economistas de China. El propio Fei Xiaotong hizo una ab-
yecta confesión pública ante la Asamblea Popular Nacional, que seguía
reuniéndose de vez en cuando en sesiones formales, supuestamente para
mantener vivo algún tipo de participación democrática a escala nacio-
nal. Fei Xiaotong repudió su informe de Kaixiangong y confesó que ha-
bía estado «dudando de las metas del socialismo y oponiéndose a ellas»,
había «incitado un empeoramiento de las relaciones entre el partido y
los campesinos» e «incluso planeado usar este material para escribir otro
artículo de propaganda para extranjeros»." Pei Xiaotong perdió sus di-
versos puestos honoríficos, fue tachado de ..derechista» y se le prohi-
bió enseñar, publicar o investigar la sociedad china. A pesar de todo,
fue más afortunado que muchos otros profesores y estudiantes que fue-
ron empujados al suicidio por la presión incesante de las sesiones de
lucha públicas. Tres líderes estudiantiles de la Primera Escuela Media
de Hanyang que habían provocado una fuerte protesta contra la admi-
nistración del PCCh en su escuela fueron juzgados y fusilados; según
la Agencia de Noticias Nueva China, las ejecuciones tuvieron lugar cuan-
do empezó el nuevo curso escolar y en presencia de diez mil personas,
muchas de las cuales es de suponer que eran compañeros de estudios
de los condenados. La apertura de las Cien Flores había terminado de
verdad y ahora China estaba preparada para una nueva era de intensa
lucha revolucionaria.

730
21
Fortalecimiento de la revolución

El Gran Salto Adelante


La campaña de las Cien Flores no fue un simple complot de
Mao para desenmascarar a los derechistas secretos de su país,
como afirmaron más adelante algunos críticos y como él mismo pare-
ció dar a entender en la versión publicada de su discurso «Sobre las
contradicciones». Fue más bien un movimiento confuso que no dio re-
sultados definitivos y que nació de actitudes opuestas en el seno de la
dirección del peCho Su centro fue una discusión sobre el ritmo y el
tipo de desarrollo que más convenían a China, un debate en torno a
la naturaleza del Primer Plan Quinquenal y la promesa de más creci-
miento. De dicho debate y de las tensiones políticas que lo acompa-
ñaron surgió el Gran Salto Adelante.
A pesar de la rapidez con que se cumplió la orden de crear coope-
rativas de nivel alto, las cifras de producción agrícola en 1957 fueron
decepcionantes. La producción de cereales aumentó sólo un uno por
ciento durante el año, frente al dos por ciento de aumento de la pobla-
ción. Fue necesario reducir las asignaciones de tejidos de algodón de-
bido a la escasez. De hecho, aunque el Primer Plan Quinquenal había
cumplido sobradamente sus cupos, también había puesto de manifies-
to desequilibrios preocupantes en el sistema económico chino. Mien-
tras que la producción industrial aumentó alrededor della,7 por ciento
por año durante el periodo del plan, la producción agrícola aumen-
tó sólo alrededor del 3,8 por ciento. El consumo per cápita de cereales
creció todavía menos, justo por debajo del tres por ciento anual. Con
los mercados rurales en alza, los compradores locales adquirían la ma-
yor parte de los cereales, los aceites comestibles y el algodón que esta-
ban en venta, con lo cual disminuían la cantidad disponible para las
compras del Estado o para los consumidores urbanos. Con los niveles
de producción agrícola que se registraban en aquellos momentos era di-
ficil ver cómo podría extraerse más del campesinado para pagar el cre-

731
cimiento de la industria pesada que exigía el modelo soviético, a me-
nos que China fuera sometida al mismo programa implacable de com-
pras forzosas de productos agrícolas que había causado una hambruna
terrible en la Unión Soviética en los primeros años del decenio de 1930.
Pero era improbable que se tomara tal medida, ya que en el decenio
de 1950 la producción per cápita de cereales en China era muy inferior
a la de la Unión Soviética en el decenio de 1930. Además, casi el setenta
por ciento de los miembros del PCCh era de extracción rural (el par-
tido soviético era urbano en un setenta por ciento) y no acogería con
entusiasmo semejante política si causaba sufrimientos en el campo.
Mao respondió a los decepcionantes resultados de las granjas co-
operativas adoptando una estrategia que consistía en intensificar la pro-
ducción por medio de incentivos morales y la movilización de las ma-
sas bajo la dirección de líderes locales del partido capaces de alentar a
la gente. La visión de Mao, que aprovechaba los recuerdos de métodos
empleados en Yan'an, contó con el apoyo de Deng Xiaoping como se-
cretario general del partido y de Liu Shaoqi, probable sucesor de Mao.
Esta estrategia, que descentralizaba la toma de decisiones relativas a la
economía, haría que el poder del PCCh en el campo fuese aún mayor,
con la correspondiente disminución de la influencia de los profesiona-
les encargados de planificar la economía en los ministerios. Los males
económicos de China se resolverían infundiendo vigor espontáneamen-
te a toda la nación.
Este debate en torno a la estrategia de crecimiento de China tuvo
lugar durante 1957 y 1958, un periodo de ambigüedad en las relaciones
sinosoviéticas. Los soviéticos hadan que China pagase cara su ayuda
en el desarrollo industrial y una de las razones por las cuales China ne-
cesitaba un excedente agrícola todavía mayor era el tener que hacer
frente a los plazos de devolución de los empréstitos soviéticos. Sin em-
bargo, la tecnología soviética, que ya había dominado el desarrollo de
la bomba atómica y la de hidrógeno, pareció triunfar con los buenos re-
sultados de las pruebas de un misil balístico intercontinental (MBIC) en
agosto de 1957 y ellanzamíento del satélite Sputnik sólo seis semanas
más tarde. A comienzos de noviembre de 1957, cuando Mao hizo su
segunda (y última) visita a la Unión Soviética para celebrar conversacio-
nes sobre economía y política, los soviéticos pusieron en órbita un se-
gundo satélite, esta vez con un perro vivo a bordo.
La hazaña soviética se produjo sólo unos cuantos meses después de
que Mao perdiera toda esperanza de lograr la reunificación pacífica con
Taiwan. Una serie de disturbios antiestadounidenses en Taiwan había
sido reprimida con rigor por Chiang Kai-shek, que pidió públicamen-

732
te perdón a los estadounidenses. A partir de entonces, Chiang Kai-shek
permitió que Estados Unidos desplegara misiles tierra-tierra Matador en
Taiwan, desde donde podían llevar fácilmente cabezas nucleares hasta
puntos situados muchos centenares de kilómetros en el interior de Chi-
na. En Moscú, Mao dijo a los estudiantes chinos que, considerando el
estado de la pugna internacional, las «fuerzas del socialismo superan
a las fuerzas del imperialismo» y que «el viento del Este (China y la
Unión Soviética] predominaba sobre el viento del Oeste». Esta conclu-
sión llevó a Mao a opinar que en una guerra nuclear los chinos triun-
farían. «Si sucedía lo peor y perecía la mitad del género humano, la otra
mitad permanecería mientras el imperialismo era arrasado y el mundo
entero se volvía socialista.»!
Mao Zedong, sin embargo, estaba preocupado por la pérdida de vi-
talidad a medida que la Revolución china entraba de manera inexora-
ble en una fase de prudente planificación a largo plazo. Las raíces del
pensamiento radical de Mao habían estado siempre en el funcionamien-
to voluntarista y heroico del espíritu humano y el poder de las masas
que había celebrado en sus primeros escritos cuarenta años antes. En
aquel tiempo había visto cómo sus amigos se iban para seguir los pri-
meros programas de trabajo y estudio que combinaban la actividad in-
telectual con el trabajo manual y él mismo se había entregado a la apa-
sionante tarea de organizar grupos de trabajo básicos en los cuales
trabajadores incultos aprendían rápidamente a dominar nuevas habi-
lidades y a hacerse dueños de sus destinos, que hasta entonces habían
dependido de los capitalistas que los explotaban. Siguiendo estas ex-
periencias, Mao había sentido la euforia de trabajar con las nacientes
asociaciones de campesinos en 1926 y 1927, cuando de nuevo los cam-
pesinos analfabetos más sencillos parecieron capaces de comprender
problemas complejos de estrategia y política, y de aplicar los conoci-
mientos que adquirían a sus propias y duras situaciones.
En las circunstancias de China en 1957, como dijo Mao a una reu-
nión de funcionarios del PCCh en Qingdao, que quedaron decepcio-
nados, los campesinos y los cuadros rurales habían caído en una pauta
de «individualismo, departamentalismo, igualitarismo absoluto o libe-
ralismo». Era una manera breve y disimulada de decir que los campe-
sinos estaban demasiado interesados en vivir mejor después de la colee-
tivización, que los cuadros ocultaban las cifras de producción verdaderas
y exageraban las penurias con el fin de pagar menos al Estado y ex-
traerle más, y que los campesinos y los cuadros rurales por igual veían
con malos ojos que el nivel de vida de los trabajadores y los cuadros
urbanos fuera más alto que el suyo. Esta retórica fue acompañada de

733
medidas policiales cuando grupos de agentes de la seguridad interior
se desplegaron por todo el país para dar caza a quienes criticaban al
Gobierno o a quienes se comportaban de algún modo que pudiera cali-
ficarse de «capitalista». Comerciantes no autorizados, vendedores am-
bulantes, vagos y «maleantes» caían en la red, eran condenados a lar-
gas temporadas en campos de detención y, en algunos casos, fusilados
públicamente."
Siguiendo un rumbo diferente, pero en la misma dirección, Mao
puso en orden sus pensamientos sobre el concepto de revolución conti-
nua. En la Unión Soviética la teoría de la «revolución permanente» ha-
bía sido repudiada por considerarla una herejía trotskista que negaba
la validez de las etapas revolucionarias correctas y el papel del partido
como líder. Mao se aferró audazmente a un concepto parecido con una
etiqueta distinta en un intento de dar a la «revolución continua» nueva
respetabilidad como aportación china a la teoría y la práctica revolu-
cionarias. La idea podía inspirarse en todas las experiencias revolucio-
narias de China hasta la fecha y podía invocarse para movilizar las acti-
vidades de las masas una vez más. Merece la pena citar aquí las palabras
del propio Mao, que en este caso proceden de una lista de «Sesenta Pun-
tos sobre Métodos de Trabajo» que hizo circular como documento in-
terno entre altos cargos comunistas en enero y febrero de 1958:

Revolución continua. Nuestras revoluciones vienen una tras otra. La toma


del poder en todo el país en 1949 fue seguida en rápida sucesión por la re-
forma agraria antifeudal, el cooperativismo agrícola, y la reconstrucción so-
cialista de las industrias privadas, el comercio y la artesanía... Ahora de-
bemos empezar una revolución tecnológica para poder adelantar a Gran
Bretaña en quince o más años... Después de quince años, cuando nuestros
alimentos, nuestro hierro y nuestro acero sean abundantes, tomaremos una
iniciativa mucho mayor. Nuestras revoluciones son como batallas. Des-
pués de una victoria, debemos proponer enseguida una tarea nueva. De esta
manera, los cuadros y las masas estarán siempre llenos de fervor revolu-
cionario, en lugar de engreimiento. De hecho, no tendrán tiempo para el
engreimiento, aunque les guste sentirse engreídos. Con nuevas tareas sobre
sus espaldas, están totalmente absortos en el hecho de cumplirles.'

En su explicación de este concepto de revolución continua, Meo


también hizo hincapié en la necesidad de que todos los chinos fueran
a la vez «rojos y expertos», de que forjaran una síntesis auténtica de su
compromiso socialista y sus habilidades técnicas. Mao celebró el he-
cho de que los seiscientos millones de habitantes de China fueran «po-

734
bres y estuvieran en blanco», como dijo, porque «los pobres quieren el
cambio, quieren hacer cosas, quieren la revolución. En una hoja de pa-
pel en blanco no hay borrones y, por tanto, en ella pueden hacerse los
dibujos más nuevos y más hermosos»." Desde aquí, cuando se alzaba
la visión, había sólo un corto salto atrás de la memoria hacia el pasa-
je más utópico y expresado con la mayor elegancia de La ideologia ale-
mana de Marx, que se convertiría en el pasaje de Marx más citado en
la China de 1958. Refiriéndose a los gozos futuros de una sociedad co-
munista, Mao escribió que sería un mundo en el cual

nadie tiene una esfera exclusiva de actividad, sino que cada cual puede
hacerse experto en el campo que desee, [una sociedad que] regula la pro-
ducción general y de esta manera hace posible que yo haga una cosa hoy
y otra mañana, cazar por la mañana, pescar por la tarde, criar ganado al
atardecer, criticar después de la cena, justo cuando me lo propongo, sin
convertirme jamás en cazador, pescador, pastor acrítico. 5

A finales de 1957, los líderes del PCCh empezaron a experimentar


con una nueva escala de organización social y movilizaron a los cam-
pesinos para tareas nuevas y gigantescas en el control del agua y el re-
gadío, como si quisieran probar que la voluntad y la fuerza humanas
podrían vencer todas las dificultades naturales y técnicas. A finales de
enero de 1958, cien millones de campesinos habían abierto, según se
decía, 7,8 millones de hectáreas de tierra por medio de obras de rega-
dío. Si era posible movilizarlo de esta manera, sin duda el pueblo chi-
no podría transformar la producción agrícola de igual modo; era sólo
cuestión de encontrar las formas organizativas idóneas y mantener el
compromiso de las masas. Pero la intimidación casi militar de la mano
de obra en los proyectos de regadío causó nuevos problemas sociales
porque muchos hombres fueron obligados a abandonar sus cooperati-
vas y a trabajar lejos de sus hogares. Una solución de este problema fue
persuadir a las campesinas de que asumieran un papel mayor en las fae-
nas agrícolas fuera de casa. Dado que para ello era esencial liberarlas
de las faenas domésticas, se hicieron intentos de centralizar el cuida-
do de los hijos y de dichas faenas, incluida la preparación de las co-
midas. Esta centralización del trabajo del hogar se hizo aún más urgen-
te cuando, para aumentar la producción industrial en todo el país, los
dirigentes del partido ordenaron trasladar algunas industrias al campo.
Esto permitiría a los campesinos aprender técnicas nuevas y a la vez
beneficiarse de su trabajo productivo en los periodos de poca actividad
del año agrícola.

735
Fue así como la concentración de cooperativas de nivel alto para
formar unidades mucho mayores pasó a ser una parte aceptada del pen-
samiento revolucionario chino. Las metas eran incrementar la produc-
tividad rural con el fin de fomentar el crecimiento industrial, así como
adquirir nuevo potencial y nueva flexibilidad humanos. En el otoño
de 1957 el Politburó del PCCh ordenó que cuadros que hasta enton-
ces tenían sus bases en las ciudades «bajasen» al campo en persona y
examinaran las condiciones que existían en él, además de trabajar para
incrementar la producción bajo el lema «Más, con mayor rapidez, me-
jor, más barato». Atemorizados por las persecuciones en masa de disi-
dentes rurales, y manipulados por sus líderes políticos locales, que a me-
nudo libraban sus propias batallas para hacer carrera, los campesinos
no se atrevían a discutir ni siquiera las exigencias más caprichosas de
aumentar los rendimientos agrícolas. La expresión «comuna popular»
(renmin gongshe) no se usó en las publicaciones del partido hasta julio
de 1958, pero ya en abril se abolieron a modo de prueba las parcelas
privadas y se amalgamaron 27 cooperativas de Henan en una comuna
inmensa de 9369 familias.
En el verano de 1958, después de que una cosecha excelente aumen-
tara de forma espectacular las esperanzas de todo el mundo, empezó
la campaña destinada a acabar con las parcelas privadas y organizar
toda la China rural en comunas populares, con extraordinario éxito
aparente. Sin sancionar precisamente esta política, que había avanzado
con gran rapidez bajo la dirección de jefes rurales radicales con la apro-
bación obvia aunque reservada de Mao, el Comité Central del PCCh,
reunido en el centro de veraneo de Beidaihe, cerca de Tianjin, en la
costa, en agosto de 1958, reconoció que «las comunas populares son
el resultado lógico de la marcha de los acontecimientos». Atribuyó esto
al «salto adelante total y consciente de la producción agrícola de Chi-
na y al aumento constante de la conciencia de los quinientos millones
de campesinos». Deslumbrado evidentemente por las afirmaciones de
que la producción rural dirigida por las comunas se había doblado,
multiplicado por diez o incluso por «muchísimas veces», el Comité
Central dio a conocer esta visión extática del proceso del Gran Salto
Adelante:

El pueblo se ha dedicado a organizarse siguiendo criterios militares, y ha


trabajado con vigor, vehemencia, y ha llevado una vida colectiva, y esto
ha incrementado todavía más la conciencia política de los quinientos mi-
llones de campesinos. Comedores comunitarios, jardines de infancia, guar-
derías, grupos de costura, barberías, baños públicos, hogares felices para

736
los ancianos, escuelas agrícolas intermedias, «escuelas rojas y expertas»,
están conduciendo a los campesinos a una vida colectiva más feliz y fo-
mentando aún más las ideas de colectivismo entre las masas campesinas...
En las circunstancias actuales, la creación de comunas populares con
gestión total de la agricultura, la silvicultura, la cría de animales, las ocu-
paciones complementarias, y la pesca, en las que la industria (el obrero),
la agricultura (el campesino), el intercambio (el comerciante), la cultura
y la educación (el estudiante), y los asuntos militares (el miliciano) se fun-
den en una sola empresa, es la política fundamental para conducir a los
campesinos a acelerar la construcción socialista, terminar la edificación
del socialismo antes de lo previste, y llevar a cabo la transición gradual al
comunismo."

En la siguiente reunión, celebrada en Wuhan en diciembre de 1958,


el Comité Central afinnó que esta «nueva organización social», que ha-
bía aparecido ..fresca como el sol de la mañana, sobre el amplio hori-
zonte del este de Asia», se había implementado. En toda China, se ha-
bían fusionado 740.000 cooperativas para crear 26.000 comunas; éstas
comprendían 120 millones de familias rurales, lo que representaba el
99 por ciento de la población rural. El triunfo de la producción en las
comunas era tal, añadió el comité, que China ya no tenía por qué preo-
cuparse por el exceso de población, como hacían algunos. Al contra-
rio, el siguiente problema sería «no tanto el exceso de población como
[la] escasez de mano de obra»,"
Era una visión sumamente embriagadora que parecía justificar de
manera total los puntos de vista de Mao sobre la posibilidad de creci-
miento sostenido mediante la movilización de la voluntad y la energía
de las masas, en especial cuando eran liberadas de los efectos restricti-
vos de la planificación demasiado prudente y una burocracia apoltro-
nada. Durante varios meses la euforia se sostuvo sola mientras las asom-
brosas cifras de producción preparadas por los cuadros rurales seguían
llegando a las oficinas provinciales, desde las que se enviaban a Pekín.
La terminología también se sostuvo sola porque los observadores cap-
taron el tono que sabían que era el que querían los líderes del partido.
El ejemplo de un periodista que observó las condiciones en jiangxi en
el otoño de 1958 puede servir como representativo de miles de otros.

Banderitas rojas ondean en 10 alto e indican las secciones que pertenecen


a las diversas compañías y brigadas de agricultores-metalúrgicos, que es-
tán organizados como unidades de la milicia. Llenan el aire los agudos
sones de las melodías de óperas locales que salen de un amplificador

737
situado sobre el lugar y los acompañan el zumbido de los ventiladores, el
jadeo de los motores de gasolina, los bocinazos de los camiones cargados
hasta los topes, y los mugidos de los bueyes que arrastran mineral meta-
lífero y carbón.'

No es quitar importancia a la visión -que era tanto o más rica que


todo lo expresado en China desde que el Rey del Cielo Taiping, Hong
Xiuquan, gobernara Nankín poco más de un siglo antes- decir que no
coincidía con la realidad. Las cifras de producción de cereales se ha-
bían inflado desastrosamente. El total de 375 millones de toneladas de-
clarado en 1958 tuvo que revisarse a la baja hasta quedar en 250 millo-
nes de toneladas (economistas occidentales conjeturaron más adelante
que la producción real fue de alrededor de doscientos quince millones
de toneladas). No sólo ningún cuadro se había atrevido a informar de
que no se habían alcanzado las previsiones que les habían señalado,
por temor a ser tildados de «derechistas» o «derrotistas», sino que mu-
chos de los estadísticos mejor preparados de las oficinas estatales (jun-
to con los demógrafos más capacitados) habían sido expulsados en la
campaña antiderechista de 1957 y, por tanto, ya no podían recomen-
dar prudencia, en el supuesto de que se hubieran atrevido a hacerlo.
Asimismo, el desvío de recursos a hornos siderúrgicos rudimentarios y
locales -había un millón repartidos por la faz de China- no dio bue-
nos resultados, pues dichos hornos no pudieron producir acero de gran
calidad.
El Gran Salto Adelante, sin embargo, trajo varios cambios funda-
mentales a China. La amalgamación de todas las faenas domésticas, la
crianza de los hijos y la preparación de las comidas produjo efectos im-
portantes en la estructura familiar, al tiempo que demostró que la fami-
lia nuclear independiente seguía siendo la forma más popular de orga-
nización social. La concentración de numerosísimos trabajadores rurales
y urbanos para gigantescos proyectos de regadío, formación de banca-
les y construcción cambió el paisaje chino y llevó prosperidad a regio-
nes que antes eran estériles. Tras recibir un adiestramiento sencillo e
instrucciones, miles de campesinos fueron enviados a buscar uranio y
petróleo en zonas aisladas de China. El objetivo era probar que la de-
pendencia exclusiva de los esfuerzos y capacidades propios podía acele-
rar la fabricación de un arma nuclear y poner fm a la recurrente esca-
sez de carburante. En varios casos, estos campesinos hicieron hallazgos
importantes. También las ciudades sufrieron transformaciones, a veces
en detrimento de la estética; en Pekín, por ejemplo, se derribaron las úl-
timas grandes murallas de la ciudad para crear nuevos bulevares llanos,

738
y la ciudad misma vio su subsuelo convertido en un laberinto de re-
fugios subterráneos por si Estados Unidos lanzaba un ataque nuclear.
La enorme milicia popular que se creó durante el Gran Salto Adelante
-se dijo que 220 millones de personas habían sido organizadas en uni-
dades de milicianos y 30 millones habían sido pertrechadas con armas
de fuego modernas o primitivas- trajo nueva vida a zonas locales y pasó
a ser un rival en potencia para el EPL. El intento de dar también un
gran salto adelante en la poesía alentó a millones de hombres y mujeres,
que siempre habían pensado que la poesía era del dominio exclusivo
de una elite culta, a hacer pinitos como poetas, y dio a los diligentes in-
vestigadores de campo la oportunidad de recopilar centenares de mi-
les de cuentos y canciones populares. Tal vez este aspecto del Gran Sal-
to Adelante fue el que más cerca estuvo, brevemente, de hacer realidad
un fragmento de sueño de Mao sobre la creación de seres humanos ple-
namente maduros con acceso total a su talento larvado.
Pero las críticas a Mao Zedong, así como un intento de restringir
las comunas y volver a centralizar la planificación y la asignación, ya
habían empezado antes de la reunión del Comité Central celebrada en
Wuhan en diciembre de 1958. Las florituras retóricas de dicha reunión
no pudieron ocultar que la mayoría de los dirigentes del partido esta-
ba convencida de haber ido demasiado lejos y demasiado rápidamen-
te, y de que las perspectivas a largo plazo del Gran Salto Adelante eran
poco halagüeñas. Estos dirigentes rehusaron reafirmar con tanta fuer-
za como Mao que las comunas señalaron la transición de China de la
etapa de socialismo a la de comunismo. A comienzos de 1959 algunas
comunas ya habían empezado a volver a sus anteriores formas coope-
rativas a la vez que sus subcomponentes menores -Ias brigadas de pro-
ducción- eran reconocidas como las nuevas unidades de cuenta. En
muchas zonas volvieron a asignarse parcelas privadas a familias indivi-
duales. Mao dejó su puesto de jefe del Estado durante las reuniones de
Wuhan y en la primavera de 1959 se nombró a Liu Shaoqi para susti-
tuirle. Mao ya había hablado de la posibilidad de dimitir, pero el mo-
mento elegido para ello induce a pensar que fue objeto de cierto gra-
do de coacción, aunque Mao conservó sus otras posiciones de poder
como presidente del PCCh y de la Comisión de Asuntos Militares.
A pesar del caos que causó el Gran Salto Adelante, hubo un solo
intento de censurar a Mao por el extremismo de su plan. Esta crítica
la hizo el mariscal del ejército Peng Dehuai en una conferencia de los
principales líderes de China (Chen Yuo y Deng Xiaoping no asistieron
a ella porque tenían que atender otras obligaciones) que se celebró en
Lushan, jiangxi, durante julio de 1959. En los debates extraoficiales que

739
tuvieron lugar en Lushan, Peng Dehuai señaló algunos de los proble-
mas del Gran Salto Adelante y también mencionó que el poblado natal
de Mao en Hunan había recibido más ayuda del Estado de 10 que sabía
Mao. Peng Dehuai ya había expresado graves dudas sobre la veracidad
de las elevadas cifras relativas a la recolección de cereales (375 millo-
nes de toneladas) en 1958 y en una carta privada que entregó a Mao
en Lushan, Peng Dehuai dijo que le preocupaban los informes falsos
sobre las condiciones que existían en el campo y su efecto potencial en
la nación.
En vez de tratar la carta como una comunicación privada de un
colega de confianza, Mao la hizo circular entre todos los altos cuadros
presentes y lanzó una diatriba personal contra Peng Dehuai. Le acusó
de formar una «camarilla oportunista de derechas» y de «actividad fac-
ciosa sin principios»," amén de dejar claro que Peng Dehuai, que aca-
baba de visitar la Unión Soviética, había dado a Jruschov información
negativa sobre las comunas. El líder soviético había usado luego esta
información en un discurso en el que se burló del concepto de co-
munas. La virulencia del ataque de Mao sobresaltó a los presentes en
Lushan y señaló una coyuntura clave de la historia del PCCh. Mao se
había tomado la critica de la política en el seno de las altas esferas del
partido como un ataque contra su propio liderazgo y su propia previ-
sión. Peng Dehuai fue desposeído de su cargo de ministro de Defensa
y se intimidó a los otros líderes del partido para que aceptasen las in-
terpretaciones de Mao de acontecimientos recientes.
En un discurso ante sus colegas de Lushan, Mao adoptó una pos-
tura belicosa y de justificación en 10 referente al Gran Salto Adelante
y las comunas. Confucio, Lenin y Marx habían cometido errores, dijo,
así que équé tenía de raro que también él los hubiera cometido? Si todo
el mundo insistía en hacer hincapié exclusivamente en el lado negati-
vo, entonces él mismo «se iría al campo y se pondría al frente de los
campesinos para derribar al Gobierno. Si los que estáis en el Ejército
de Liberación no queréis seguirme, entonces iré y buscaré un Eiérci-
to Rojo y organizaré otro Ejército de Liberación». En cuanto a las co-
munas, dijo Mao, «hasta ahora ninguna ha fracasado. Estábamos prepa-
rados para que fracasase media docena de ellas, y si fracasara el setenta
por ciento, aún quedaría el treinta por ciento. Si tienen que fracasar,
que fracasen». Terminó en tono cáustico, dirigiéndose a los asistentes a
la conferencia con un lenguaje propio de la gente rural, como si quisie-
ra recalcar que él procedía de las masas, a diferencia de muchos de los
otros líderes presentes: «El caos generado fue a gran escala y asumo la
responsabilidad. Camaradas, todos debéis analizar vuestra propia res-

740
ponsabilidad. Si tenéis que cagar, icagad! Si tenéis que echar pedos,
iechadlos! Os sentiréis mucho mejor despuésc'"
La metáfora escatológica estaba concebida para escandalizar a los
oyentes y tal vez para disminuir la tensión del momento por medio de
la risa. Pero en el contexto de la crisis del campo, la metáfora fue más
cruel de lo que, al parecer, pensaba Mao. Mientras Mao hada sus gro-
seros comentarios, en un radio de unos noventa kilómetros de Pekín, al
igual que en muchas otras partes de China, había campesinos que pasa-
ban hambre en sus poblados. Una joven activista del partido que había
sido tachada de derechista después del movimiento de las Cien Flores
y desterrada al campo para que se reformase mediante el trabajo recor-
dó más tarde cómo rastreaba las laderas de las montañas en busca de
huesos de albaricoques caídos de los árboles, para exprimirlos con el
fin de sacarles el aceite o hervirlos para hacer un potaje. El otro alimen-
to de los habitantes de los poblados era cascarilla de arroz o mazorcas
de maíz prensadas, con hojas de albaricoquero secadas al sol y macha-
cadas para hacer «harina» que luego se mezclaba con corteza de olmo
pulverizada para hacer otro tipo de "potaje». Como los cerdos también
pasaban hambre en la nueva pocilga de la comuna, los dejaban salir de
ella y deambular por las letrinas. Cuando los miembros de la comuna
se encontraban en cuclillas allí, hinchados a causa de la nutrición de-
fectuosa y restreñidos por efecto de la mala alimentación, los cerdos
los empujaban con el hocico y trataban de coger los excrementos an-
tes incluso de que salieran del cuerpo.'!
La victoria sobre Peng Dehuai en Lushan renovó la confianza de
Mao en su visión revolucionaria y su determinación de reafirmar la
primada del sistema de comunas, la descentralización de la burocracia y
la movilización de las masas. La forma organizativa de la comuna
fue extendida ahora a muchas ciudades en un esfuerzo por alentar a los
obreros de las fábricas a alcanzar nuevas cotas de producción. Lejos de
responder a las preocupaciones causadas por la escasez de cereales re-
mitiendo los cupos de compras a zonas desesperadas, Mao insistió en
intensificar la extracción de un superávit campesino cada vez más redu-
cido. Muchos cuadros todavía daban crédito a los informes enormemen-
te exagerados de la producción local de cereales e incluso ordenaban
dejar campos en barbecho para evitar las crisis que suman las comu-
nidades locales debido a la escasez de instalaciones para almacenar los
gigantescos superávit previstos.
Cuando la inversión de China en la industria subió hasta alcanzar
un asombroso 43,4 por ciento de la renta nacional en 1959, también se
incrementaron las exportaciones de cereales a la Unión Soviética para

741
pagar más maquinaria pesada. La cantidad media de cereales de que
disponía cada persona en el campo chino, que había sido de 205 kilos
en 1957 y 201 kilos en 1958, bajó hasta la desastrosa cifra de 183 ki-
los en 1959 y la catastrófica cifra de 156 kilos en 1960. En 1961 volvió
a caer y quedó en 154 kilos. El resultado fue una hambruna de propor-
ciones gigantescas que se llevó veinte millones de vidas o más entre 1959
y 1962. Poco después murió mucha gente a causa de los efectos del Gran
Salto Adelante, especialmente niños debilitados por la desnutrición pro-
gresiva. En la China de 1957, antes de que empezase el Gran Salto Ade-
lante, la media de edad de los que morían era de 17,6 años; en 1963 bajó
hasta los 9,7 años. Dicho de otro modo, la mitad de las personas que
murieron en China aquel año tenía menos de diez años de edad. El
Gran Salto Adelante, cuyo propósito era fortalecer la nación movili-
zando las energías del pueblo, se había vuelto contra sí mismo y había
acabado por devorar a sus hijos.

La ruptura sinosoviética
La planificación y la puesta en práctica del Gran Salto Adelante, y
los subsiguientes debates en el Partido Comunista sobre los motivos de
su fracaso, tuvieron lugar mientras las relaciones entre China y la Unión
Soviética entraban en un declive catastrófico. En algunos aspectos im-
portantes, de hecho, estos dos acontecimientos están conectados. Por-
que el Gran Salto Adelante, que fue un intento desesperado de Mao de
superar las limitaciones económicas y reafirmar el carácter fundamen-
tal del cambio social revolucionario, era contrario a la manera, más pru-
dente, en que la Unión Soviética abordaba el desarrollo económico y
la movilización de las masas.
Detrás de las discrepancias entre los soviéticos y los chinos que sur-
gieron a finales del decenio de 1950 había una historia complicada de
amistad y desconfianza. Desde las postrimerías del decenio de 1920,
Mao Zedong había discrepado de Stalin y afirmado sus propias inter-
pretaciones de la necesidad de una revolución rural basada en las ma-
sas, ya fuera en Hunan, en el sóviet de jiangxi, en Yan'an o durante el
último año de la guerra civil. Al mismo tiempo, Stalin y él se habían
unido para pedir que se adoptara una actitud de recelo agresivo en el
trato con el mundo capitalista, que ambos calificaban -con una mezcla
de retórica y convicción- de enemigo tenaz del desarrollo socialista tan-
to en China como en la Unión Soviética.

742
En sus primeros años, la República Popular China dependió en gran
medida de la asistencia técnica soviética para desarrollar su propia in-
dustria, sus redes de comunicaciones y sus suministros de electricidad.
La influencia soviética también fue grande en campos tales como la ar-
quitectura y el urbanismo, la educación superior y las artes y la litera-
tura. Después de morir Stalin en 1953, esa influencia pareció continuar
sin disminuir en lo más mínimo, y las cuantiosas pérdidas chinas en la
guerra de Corea requirieron que los soviéticos intensificaran su parti-
cipación en la tarea de fortalecer el ejército, la marina y la aviación de
China. Esta interrelación técnica fue valorada y aumentada por el ma-
riscal Peng Dehuai, veterano líder de la Ofensiva de los Cien Regimien-
tos contra los japoneses en la segunda guerra mundial, comandante
en jefe de las fuerzas chinas en Corea y ministro de Defensa. Los chi-
nos aceptaron el hecho de que los rusos eran de momento su único
escudo contra la amenaza de un posible ataque nuclear por parte de Es-
tados Unidos, lo cual adquirió importancia especial cuando en 1957 los
estadounidenses anunciaron que desplegarían misiles Matador en Tai-
wan. Al mismo tiempo, Mao ansiaba avanzar en la fabricación de una
bomba atómica china con el fin de reducir lo que podía llegar a ser
una peligrosa dependencia excesiva de la Unión Soviética.
Nikita Jruschov, uno de los principales aspirantes a suceder a Stalin,
visitó a Mao en China durante 1954 y algunos analistas han conjetu-
rado que Mao utilizó luego su influencia para apoyar a Jruschov, que
se disputaba el liderazgo con Georgi Malenkov. Si así fue, Mao sufrió
un fuerte choque cuando a principios de 1956 Jruschov lanzó su ata-
que contra la memoria de Stalin en un discurso ante los delegados en
el XX Congreso del Partido Comunista Soviético. Antes de formular
sus acusaciones, que tenían consecuencias inquietantes para los líderes
del partido en todo el mundo comunista que antes habían alabado y
venerado a Stalin, Jruschov no había hecho ningún intento de advertir
a Mao de lo que se proponía hacer. De hecho, el principal general de
Mao en los tiempos de Yan'an, Zhu De, que estaba en Moscú como re-
presentante de China, acababa de elogiar a Stalin en un discurso en el
mismo congreso. La prensa china pasó por alto los ataques de jruschov
en los reportajes que dedicó al congreso.
Jruschov subrayó el nuevo planteamiento que quería para las rela-
ciones del bloque soviético en junio de 1965, cuando invitó al maris-
cal Tito, famoso ex dirigente de la guerrilla antinazi y a la sazón líder
comunista de Yugoslavia, a visitar Moscú. A los chinos les costó acep-
tar este ofrecimiento de una rama de olivo a un «revisionista» que había
mantenido su país distanciado de la Unión Soviética durante los años

743
de la posguerra de Stalin. También consternó a los líderes chinos, aun-
que probablemente no les sorprendió, que los húngaros se sublevaran
contra la Unión Soviética aquel otoño en un intento de obtener más
libertad y más flexibilidad. Tras varias semanas de sangrientas luchas
callejeras, la revuelta fue aplastada por el poderío de los tanques rusos.
Todavía no se había producido ningún conflicto declarado entre
China y la Unión Soviética, ni siquiera después de que Mao publicara
la versión corregida de sus ideas sobre la teoría de las contradicciones en
el verano de 1957. El discurso de Mao, por sugerir la inevitabilidad de
las «contradicciones no antagónicas» incluso en los países socialistas,
así como la necesidad de reconocerlas y solucionarlas como era debi-
do, podía interpretarse como una reprimenda a los soviéticos por per-
mitir que la situación en Hungría se les fuera de las manos. A pesar de
ello, ]ruschov invitó a Mola a visitar Moscú en octubre de 1957 con
motivo de la celebración del cuadragésimo aniversario de la revolución
bolchevique. Esta visita fue la segunda y última vez que Mola viajó al
extranjero; la primera había sido su viaje a la Unión Soviética en 1949.
El 15 de octubre los dos países firmaron un acuerdo secreto sobre «la
nueva tecnología para la defensa nacional», en el cual, afirmó Mola más
adelante, los soviéticos prometían dar a China «una muestra de bom-
ba atómica y datos técnicos referentes a su fabricación". Después de
que el mariscal Peng Dehuai, que había acompañado a Mola a Moscú,
y varios militares de alta graduación y científicos chinos deliberaran con
sus colegas rusos, se ultimaron los detalles del acuerdo y durante los
dos años siguientes los soviéticos ayudaron a los chinos a proyectar y
explotar minas de uranio en Hunan y jiangxi, a construir una planta
de difusión gaseosa cerca de Lanzhou, en la provincia de Gansu, y a
construir una zona de pruebas nucleares en el desierto de Lop Nur, en
Xinjiang. Los chinos, a su vez, reorganizaron sus estructuras de inves-
tigación para acelerar la fabricación independiente de armas nucleares
y un programa de misiles por si, después de todo, los soviéticos deci-
dían no ayudarles.
Mao creía que el bloque comunista debía prepararse ahora para lan-
zar un vigoroso desafio al Occidente capitalista, pero Jruschov no mos-
traba ninguna inclinación a abandonar la postura que había asumido
públicamente en el XX Congreso en 1956, en el que había declarado que
«el principio leninista de la coexistencia pacífica de Estados con siste-
mas sociales diferentes ha sido siempre y continúa siendo la línea gene-
ral de la política exterior de nuestro país", y había reafirmado su fe en
los principios básicos que propugnaran India y China en la Conferencia
de Bandung en 1955. «Hay, desde luego, un principio marxista-leninis-

744
ta según el cual las guerras son inevitables mientras exista el imperialis-
mo», reconoció )ruschov, pero este principio había quedado desfasado.
Tras señalar el nacimiento de numerosos estados socialistas, así como
la fuerza de los movimientos obreros y pacifistas en los países capita-
listas, )ruschov concluyó diciendo que «la guerra no es inevitable de
manera fatalista». La transición pacífica de las sociedades capitalistas al
socialismo también debía considerarse posible, dijo )ruschov, «y no tie-
ne por qué asociarse con la guerra civil en todas las circunstancias». Si
contaba con el respaldo del proletariado, «la obtención de una mayo-
ría parlamentaria estable» podía llevar a un país a conseguir «cambios
sociales fundamentales»." Fiel a este espíritu, )ruschov se negó a res-
ponder activamente cuando Estados U nidos envió infantes de marina
al Líbano, o a apoyar a los chinos cuando empezaron a bombardear la
isla costera de Qpemoy, que seguía estando ocupada por tropas del ejér-
cito de Chiang Kai-shek en Taiwan. También dejó claro que la Unión
Soviética no proporcionaría a China un prototipo de bomba atómica.
La prudencia de jruschov hizo enfadar a los líderes chinos, que se
sentían indefensos en muchos niveles. Su control de la economía de la
nación era precario; hacían frente a una Taiwan que disponía de las ar-
mas estadounidenses más modernas; y se habían enfrentado a un Go-
bierno estadounidense que seguía siendo totalmente hostil y que, esta-
ban convencidos, podía utilizar en cualquier momento armas nucleares
contra China. La combinación de las políticas de Estados Unidos y las
de la propia China había aislado a ésta de los mercados mundiales y
la tecnología occidental, por lo que dependía en exceso de los raros fa-
vores de la Unión Soviética y de su capacidad de tomar represalias en
el caso de un ataque nuclear. Los chinos necesitaban desesperadamente
ayuda soviética para complementar la estrategia del Gran Salto Adelan-
te, pero se encontraban con que )ruschov estaba poco dispuesto a pro-
porcionar recursos porque se esforzaba por elevar los niveles de vida
en la Unión Soviética. En 1959 los dirigentes chinos se retractaron de
las afirmaciones que habían hecho durante el Gran Salto Adelante en
el sentido de que iban acercándose a una rápida transición al comu-
nismo; tomaron nota, pero no comentaron explícitamente, de lo que
Jruschov había dicho a unos líderes estadounidenses, a saber: que las
comunas eran en esencia instituciones «reaccionarias» que aspiraban a
estimular la producción sin incentivos económicos apropiados.
También en 1959 numerosos acontecimientos mundiales empezaron
a afectar a China justo en un momento en que menos podía contar el
país con líderes capaces de afrontarlos. En Laos, la subida al poder de
un Gobierno comunista elegido se vio desbaratada por un golpe dere-

745
chista, con el aliento tácito y probablemente real de Estados Unidos.
En el Tíbet, una oleada de protestas contra la ocupación china derivó en
una rebelión armada en marzo. Las tropas chinas mataron a muchos ti-
betanos en combates encarnizados y algunos de los monasterios lamaís-
tas más bellos fueron destruidos por los chinos. El líder espiritual de los
tibetanos, el Dalai Lama, huyó a India, donde recibió asilo a pesar de
las protestas de los chinos. La aparente victoria militar china en el Tí-
bet no puso fin a la insurrección, debido en parte a las actividades de
la Agencia Central de Inteligencia, que adiestraba a rebeldes tibetanos
en campos de Colorado antes de trasladarlos en avión a su patria.
Además de los problemas de Laos y el Tíbet, surgió una crisis en
Indonesia. Después del fracaso de negociaciones con el Gobierno in-
donesio sobre el comercio y los derechos de residencia de los chinos,
estallaron disturbios contra éstos en muchas partes de Indonesia, miles
de chinos resultaron muertos o heridos y los supervivientes fueron obli-
gados a abandonar su dinero y sus propiedades, y a huir del país. El
enfrentamiento se agravó para China cuando Jruschov viajó en avión
a Yakarta y ofreció a Indonesia créditos por un valor total de 250 mi-
llones de dólares. Finalmente, apareció la amenaza de un guerra con
India después de que se revelara que varios tramos de la carretera es-
tratégica que los chinos habían construido al sur de los montes Kunlun
para comunicar Xinjiang con el Tfbet en realidad atravesaban territorio
que reivindicaba India. El conflicto fue a más e incluyó también terri-
torios fronterizos que estaban en litigio entre China e India en Bután,
yen 1959 hubo choques armados entre tropas de los dos países. Ante
la aparente inminencia de una guerra a gran escala,Jruschov expresó sus
puntos de vista concediendo créditos generosos al Gobierno indio, ne-
gándose a sancionar las reivindicaciones territoriales de China y califi-
cando la lucha de «lamentable» y «estúpida».
Mientras en China se desarrollaban los acontecimientos en el ple-
no de Lushan, Jruschov continuó sus iniciativas a favor de la coexis-
tencia y viajó a Estados Unidos para entrevistarse con el presidente
Eisenhower, con quien sostuvo largas conversaciones en Camp David.
Inmediatamente después de regresar a Moscú en septiembre, Jruschov
tomó otro avión y se trasladó a Pekín, donde presentó sus argumentos
a los chinos y repitió que «por nuestra parte, debemos hacer todo lo
que podamos para descartar la guerra como medio de resolver dispu-
tas-." Aunque Mao recibió a Jruschov en el aeropuerto de Pekín, no
hizo ningún comentario en público sobre el viaje del Líder soviético a
Estados Unidos, la retirada del ofrecimiento de una bomba atómica ni
las declaraciones de Jruschov sobre la coexistencia. La revista del par-

746
tido, Bandera Roja, sin embargo, ya había dejado clara la política ofi-
cial señalando que algunos líderes socialistas (esto es, jruschov) creían
erróneamente que los estadounidenses «dejarían a un lado su cuchillo de
carnicero y se convertirían en Budas». En noviembre, ya de vuelta en
la Unión Soviética, Jruschov respondió comparando las actitudes agre-
sivas de Mao con las de Trotski en 1918. 14
Durante todo 1960 las relaciones entre los dos gigantescos estados
socialistas empeoraron. Hubo intercambios de acusaciones y contraacu-
saciones en los congresos internacionales de los comunistas. Albania y
Yugoslavia, curiosamente, pasaron a ocupar el centro de la polémica.
Como China apoyaba a los albaneses en su intento de independizarse
de Moscú, criticar a Albania, como hacía la Unión Soviética con ere-
ciente dureza, equivalía, a ojos de observadores informados, a criticar a
China. Los chinos respondieron denunciando a Yugoslavia, pero eligien-
do como blanco de sus críticas asuntos y actitudes que dejaban claro que
en realidad atacaban a la Unión Soviética. Mientras los países del blo-
que soviético hadan declaraciones sobre los horrores de la guerra nuclear
y el «aniquilamiento de estados enteros», la prensa china -haciéndose
eco de las declaraciones que hiciera Mao en 1957- continuó insistiendo

747
en que los chinos no estaban asustados. Después de una guerra nuclear,
decía un ensayo publicado en Bandera Roja, «sobre las ruinas de un im-
perialismo muerto, el pueblo [socialista] victorioso crearía rápidamente
una civilización miles de veces superior al sistema capitalista y un fu-
turo verdaderamente hermoso para él mismo. La única conclusión posi-
ble es ésta: se mire como se mire, ninguna de las técnicas nuevas como
la energía atómica, la construcción de misiles y demás ha cambiado,
como aducen los revisionistas modernos, las características básicas de
la época de imperialismo y revolución proletaria que señaló Lenin»."
Aquel verano de 1960 la Unión Soviética dio a conocer su inten-
ción de retirar la totalidad de sus 1390 expertos y asesores que trabaja-
ban en China; la amenaza se cumplió en septiembre, cuando todos ellos
recibieron la orden de volver a casa y llevarse sus proyectos, lo cual con-
dujo, alegaron los chinos, a la cancelación de 343 contratos importan-
tes y otros 257 proyectos técnicos. Entre los científicos soviéticos que
se marcharon estaban dos expertos en armas nucleares que se habían
negado sistemáticamente a facilitar a los chinos información sobre la
fabricación de bombas atómicas, por lo que los chinos se mofaban de
ellos diciendo que eran «monjes mudos que leían pero no hablaban»,"
Cuando se fueron, los dos hombres hicieron trizas todos los documen-
tos que no pudieron llevarse consigo. Los chinos reconstruyeron con-
cienzudamente los documentos destruidos y encontraron en ellos infor-
mación de gran importancia sobre la implosión atómica. Cuando, en
noviembre de 1960, la Unión Soviética convocó una conferencia de los
partidos comunistas de 81 países, Mao rehusó asistir a ella.
No obstante, como habían afirmado los chinos en una declaración
después del congreso de noviembre de 1960, «los imperialistas nunca
lograrán llevar a cabo con éxito su plan desesperado de romper la unidad
entre los partidos chino y soviético y entre los dos países»," y puede
que persistiera cierto deseo de continuar trabajando juntos. Por las ra-
zones que fuesen, cuando los rusos les invitaron a asistir al Congreso del
Partido Comunista Soviético que iba a celebrarse en Moscú en octubre
de 1961, los chinos no sólo accedieron sino que enviaron al primer mi-
nistro Zhou Enlai, colaborador intimo y confidente de Mao, para que les
representase. En la conferencia, sin embargo, Jruschov lanzó un ataque
virulento tanto contra Albania como contra Stalin. Las alegorías senci-
llamente se habían vuelto demasiado transparentes para seguir aguan-
tándolas. Zhou Enlai abandonó el congreso de Moscú y regresó a Pekín.

748
Investigación política y «educación socialista»

En los confusos meses de 1959 que siguieron a la destitución de


Peng Dehuai y el aumento de las tensiones con la Unión Soviética, los
líderes chinos se disputaron nuevas posiciones en la jerarquía gobernan-
te al tiempo que el pueblo en general luchaba por sobrevivir. Pero a fi-
nales de 1960 la estrategia del Gran Salto Adelante ya había quedado
desacreditada a ojos de la mayoría; y mientras Mao «se retiraba de la
primera línea», como dijo él, otros líderes chinos evaluaban estrategias
para resarcir las pérdidas económicas de la nación y hacer que el pú-
blico recuperase la moral.
Una estrategia que siguieron, y que en cierto sentido recuerda los
tiempos en que Mao Zedong examinaba cuidadosamente y sobre el
terreno las condiciones locales en Hunan y Jiangxi en 1927 y 1930,
consistía en enviar a líderes individuales al campo para que inspeccio-
nasen la situación por sí mismos. Una investigación de este tipo que re-
sultó crucial fue la que hizo Chen Yun a comienzos del verano de 1961.
Chen Yun era uno de los dirigentes más respetados y experimentados
del PCCh y en aquel momento ocupaba el quinto lugar en el Comi-
té Permanente del Comité Central del Pclitburó. Auténtico proletario
de la vieja guardia que en el decenio de 1920 había sido cajista y or-
ganizador sindical, Chen Yun había tomado parte en la Larga Marcha,
estudió luego en la Unión Soviética y sobresalió en la Campaña de
Rectificación de 1942-1944 en Yan'an. Desde 1949 había sido el prin-
cipal portavoz del PCCh para problemas relacionados con el desarrollo
económico. A finales de junio de 1961, Chen Yun visitó una comuna
popular cerca de Shanghai, en el condado de Qjngpu, zona que eligió
en parte porque allí había nacido y organizado a los campesinos del con-
dado cuando era un joven activista del partido en 1927. Durante dos
semanas de conversaciones intensivas con campesinos del lugar, Chen
Yun les interrogó sobre sus procedimientos para criar cerdos, sus pau-
tas de cultivo, el uso de parcelas privadas, la remuneración del trabajo
llevado a cabo y su participación en el comercio y los trabajos artesa-
nales. También les hizo preguntas sobre los cupos de compras que les
imponía el Estado, el comportamiento de los cuadros del PCCh en la
zona y los problemas de delincuencia local.
Chen Yun se sintió más tranquilo al ver que los campesinos recor-
daban su trayectoria en la zona y, por tanto, «se atrevían a decir la ver-
dad». Esto hizo que sus revelaciones fueran aún más preocupantes. In-
.c1uso en esta comuna, que debería haber sido sumamente próspera por
estar cerca del enorme mercado urbano de Shanghai, los campesinos

749
no tenían suficiente para comer. Debido a que la agricultura colectiva de
la comuna había sido mal supervisada, no sentían ningún entusiasmo
por ella y preferían trabajar en sus parcelas privadas y en la «producción
complementaria» destinada al mercado. Creían que los cuadros comu-
nistas de su comuna habían dado órdenes equivocadas y luego se ha-
bían negado tozudamente a hacer autocrítica. Y, después de fijar cupos
de producción y exigencias de compras arbitrariamente elevados para
los campesinos, los mismos cuadros «no han participado con regulari-
dad en el trabajo y han llevado vidas privilegiadas»."
De cien maneras, observó Chen Yun, los campesinos del lugar pare-
cían conocer los pequeños detalles de la vida rural corriente que pasaban
por alto los cuadros del partido que intentaban hacer que el campesi-
nado cumpliera las normas nacionales y siguiese planes supuestamente
«lógicos" para el desarrollo colectivizado. Se fijó en que eran los agri-
cultores locales quienes sabían cómo proteger de la muerte a los co-
chinillos más débiles acercándolos al tercer pezón de la cerda, el que
tenía mayor abundancia de leche. Eran estos agricultores quienes sabían
cómo evitar que una cerda sufriera a causa del calor en verano utilizan-
do algas para la base de su lecho. La gente del lugar sabía que combinar
las habas con un solo cultivo de arroz resultaba mucho más productivo
que un doble cultivo de arroz o que añadir trigo. Sabían que si talaban
los bosquecillos de bambú con el fin de dejar espacio para la produc-
ción intensiva de cereales, entonces habría no sólo mucha menos leña,
sino también menos rastrillos para desherbar y menos mangos para las
gradas sencillas que utilizaban todos ellos.
Basándose en estas y otras observaciones, Chen presentó cinco re-
comendaciones básicas. Dado que la recuperación de la agricultura tar-
daría muchos años y las condiciones en las ciudades también estaban
empeorando, los 30 millones de campesinos que habían emigrado a las
ciudades desde 1957 debían ser enviados de nuevo a sus lugares de ori-
gen en el campo, y los jóvenes desempleados de las ciudades debían ser
enviados a trabajar allí también. Había que desmantelar miles de em-
presas industriales ineficientes creadas durante el Gran Salto Adelante.
Aunque se preservó el principio de trabajo colectivo, era necesario devol-
ver el seis por ciento de la tierra rural a los campesinos en forma de
parcelas privadas. Los mercados rurales privados debían reabrirse. Y las
familias debían volver a ser responsables de fijar los cupos de produc-
ción. Las evaluaciones pesimistas de Chen Yun y sus recomendaciones
fueron transmitidas a Mao Zedong por tres de los líderes más podero-
sos de China: Liu Shaoqi, el jefe del Estado; Zhou Enlai, el primer mi-
nistro; y Deng Xiaoping, el secretario general del PCCh. Mao accedió

750
a que se hicieran circular los puntos de vista de Chen Yun aunque él
mismo opinaba que China ya iba camino de la recuperación económi-
ca y se oponía firmemente a cualquier política de desmantelamiento de
los colectivos.
Durante 1962 y 1963, mientras el partido seguía una política de re-
ducción de gastos, aumentaron los indicios de lo mal que estaba la
moral en el campo y de la frecuencia con que los cuadros abusaban
de sus cargos. La hambruna del Gran Salto Adelante era la causa de
esta conupción. Los cuadros, que habían recibido una enorme auto-
nomía local para tomar decisiones con el objeto de satisfacer cupos na-
cionales poco realistas, se adaptaron a la hambruna protegiéndose des-
piadadamente a sí mismos y a quienes gozaban de su favor, al tiempo
que confiscaban los cereales de los más débiles o de quienes no dis-
frutaban de su favor. Cuando la hambruna disminuyó, los cuadros si-
guieron comportándose de manera prepotente. Se supo de numerosos
casos de cuadros que apostaban dinero, comerciaban ilegalmente, eran
corruptos, o concertaban «matrimonios mediante venta». Niñas de ca-
torce años se vendían por 750 yuanes y una niña se «casó» trece veces.
A menudo los campesinos respondían replegándose en los mundos
prohibidos del «espiritualismo y la brujería» o concentrando cínica-
mente todo su trabajo en sus propias parcelas pequeñas a costa de lo
colectivo.
Tan graves eran estos problemas que, según parece, varios dirigen-
tes, entre ellos Mao, Liu Shaoqi, Zhou Enlai y Deng Xiaoping, acor-
daron poner en marcha un nuevo programa exhaustivo cuya finalidad
era reintroducir valores socialistas básicos en la sociedad china. Según
la Campaña de Educación Socialista, había que volver a hacer hincapié
en la lucha de clases en todo el país y todos debían participar en la lu-
cha por las «cuatro limpiezas» (siqing): en las esferas de los procedimien-
tos contables, las existencias en los graneros, la acumulación de propie-
dades y en el sistema de asignación de puntos de trabajo para compensar
las horas y los tipos de trabajo hechos en las comunas. Decenas de mi-
les de cuadros debían ser trasladados al campo, tanto para aprender
de los campesinos por medio del trabajo manual como para purificar la
comprensión de la «línea de las masas» por parte de los campesinos.
Lo colectivo debía anteponerse a 10 individual; la propiedad pública,
a la privada. Con el empleo formulario de los números tan querido de
los teóricos del partido, tenía que haber «tres treses»: el primero para
promover tres «ismos», que eran el colectivismo, el patriotismo y el so-
cialismo; el segundo para oponerse a tres «estilos malos»: el capitalista,
el feudal y el despilfarrador; el tercero para poner en práctica las «tres

751
necesidades»: construir el socialismo, amar lo colectivo y dirigir las co-
munas «democrática y frugalmente»."
La Campaña de Educación Socialista hizo que las luchas que te-
nían lugar en los niveles superiores de la dirección del partido pasaran
al campo, como puede verse en el ejemplo de Liu Shaoqi y su esposa,
Wang Guangmei. Ésta viajó a Taoyuan, en la provincia de Hebei, en
noviembre de 1963 y permaneció allí hasta abril de 1964. Vestida con
ropa de trabajo corriente, ocultando su identidad bajo un seudónimo
y su rostro bajo una mascarilla de gasa (que la gente del lugar solía lle-
var para protegerse del polvo o los gérmenes), Wang Guangmei partici-
pó en mítines de masas y poco a poco formó un círculo de informa-
dores de confianza. Sin decir quién era ni tan sólo a los funcionarios
del partido en Taoyuan, recopiló concienzudamente expedientes sobre
corrupción y capitalismo incipiente entre los cuadros locales y sacó la
severa conclusión de que en Taoyuan «los cuatro impuros existen uni-
versalmente entre los cuadros. Todos ellos, grandes o pequeños, tienen
problemas y no son dignos de confianza». También entre los campesi-
nos descubrió no menos de sesenta y seis formas de capitalismo inci-
piente, que iban desde la venta de pollos hasta la formación de negocios
familiares independientes. Cuando presentó su informe a su esposo, Liu
Shaoqi, éste le ordenó que iniciara sesiones de lucha públicas contra
los malhechores. Cuarenta de los cuarenta y siete cuadros de grado su-
perior que había en Taoyuan fueron criticados en público o desposeídos
de sus cargos. Aquel verano de 1964 Liu Shaoqi y su esposa hicieron
una gira, a la que se dio mucha publicidad, por el centro y el sur de
China (deteniéndose en las provincias de Hubei, Hunan, Guangdong
y Henan) para difundir sus advertencias contra la corrupción en el par-
tido e insistir en la necesidad de aplicar correctivos severos. También
aquí, especialmente en Guangdong, encontraron ejemplos de abusos
espectaculares cometidos por supuestos «cuadros modelos».
La dureza de la condena de Wang Guangmei podía interpretarse
como un ataque dirigido precisamente contra los cuadros que habían
subido por primera vez al poder en los comienzos de la revolución ru-
ral de Mao y que habían consolidado su posición en él durante el Pri-
mer Plan Quinquenal y el Gran Salto Adelante. De estos cuadros, nin-
guno era más famoso que Chen Yonggui, el líder de una brigada de
producción en la montañosa y empobrecida comuna de Dazhai, en el
condado de Xiyang, provincia de Shanxi. Se decía que, gracias al du-
rísimo trabajo de sus residentes, bajo el liderazgo de Chen Yonggui, esta
rona inhóspita y erosionada había florecido, multiplicado la producción
por cinco y demostrado ante todo el mundo que Mao tenía razón al

752
considerar que la autosuficiencia rural y el celo revolucionario eran las
claves del futuro de China. Debido a sus logros, Chen Yonggui fue
elegido miembro de la Asamblea Popular del Condado de Xiyang, y
en 1964 fue delegado de Shanxi en la Asamblea Popular Nacional en
Pekín. Recibió seguidamente, en vertiginosa sucesión, una serie de ho-
nares: fue nombrado miembro del prestigioso presidium de la Asam-
blea Popular, alabado en público por Zhou Enlai, recibido en audien-
cia privada por Mao y autorizado personalmente a dirigir la palabra a
los delegados en la asamblea sobre un tema elegido por él mismo: «La
autosuficiencia es una varita mágica» para llevar a la práctica la política
de Mao. A finales de diciembre de 1964, la fotografia de Chen Yonggui
apareció junto a la de Mao en primera plana en el Diario delPueblo. El
pie de la foto repetía la declaración que Mao había hecho aquel mismo
año: «En agricultura aprended de Dazhai».
Lo que estos gestos públicos tuvieron de especialmente significa-
tivos fue que a finales de 1964 un grupo investigador -cuya composi-
ción y funcionamiento eran parecidos al que dirigiera Wang Guangmei
en Taoyuan- había estado examinando el liderazgo de Chen Yonggui en
Dazhai. El grupo llegó a la conclusión de que muchas de las impresio-
nantes afirmaciones de Chen Yonggui eran falsas y se basaban en cifras
de producción hinchadas, informes que no daban cuenta de toda la
tierra disponible y la exageración de las cifras de venta de cereales, y
que la gente de Dazhai no tenía suficientes alimentos. «Hay carcoma
en el asta de la bandera roja de Dazhai. Si no se elimina, la bandera no
puede izarse hasta lo alro.e" En circunstancias normales, hubiera sido
de esperar que se aplicaran medidas disciplinarias o se destituyera a
Chen Yonggui, como en el caso de los cuadros rurales condenados en
Taoyuan y en decenas de otras comunidades que habían sido investi-
gadas. Pero, reforzado por la declaración de fe de Mao, Chen Yonggui
volvió triunfulmente a Dazhai y fue el grupo investigador el que se re-
tiró, derrotado.
Un tipo diferente de ambigüedad era la que había en el corazón del
llamamiento que Mao hizo a finales de 1963 y en el que dijo que, en
el caso de la industria, China debía «aprender de Daqing». Los inmen-
sos yacimientos de petróleo de Daqing, en la provincia de Heilongjiang,
explorados por primera vez por técnicos y brigadas de campesinos du-
rante el periodo del Gran Salto Adelante, se habían convertido rápi-
damente en uno de los mayores recursos económicos de China. Los
yacimientos, eran explotados siguiendo criterios de «autosuficiencia» por
trabajadores provistos de material primitivo, que a menudo trabajaban
con temperaturas bajo cero y sólo una idea vaga del propósito de sus

753
esfuerzos, habían sido en verdad un ejemplo del arrojo y la tenacidad
de los chinos. Y, sin embargo, conociendo las propensiones ideológi-
cas de Mao, el personal del partido que ocupaba cargos de responsa-
bilidad en los yacimientos había optado por exagerar la importancia de
la aportación que la gente del lugar, que carecía de capacitación, había
hecho a su explotación y había minimizado por completo el hecho de
que los directores de Daqing habían dependido también de la tecno-
logía extranjera, incluidas las máquinas de prospección y refinación,
que habían sido adquiridas en el mercado internacional. Lleno de eufo-
ria ante el éxito -en 1963 Daqing ya producía 4,4 millones de tonela-
das métricas de petróleo, más de dos tercios del total de China-, Mao
empezó a trasladar personal directivo de Daqing y del Ministerio de
Industrias del Petróleo a sus principales instituciones de planificación
económica. En 1964 esta gente ya se hallaba bien instalada y ayudaba
a Mao a formular ambiciosos planes de desarrollo en detrimento de sus
planificadores más prudentes."
La lucha de Mao con Liu Shaoqi a propósito de los equipos de in-
vestigación fue sutil pero importante. Liu Shaoqi seguía creyendo que
la corrección de los abusos en el PCCh era un asunto interno del par-
tido y que de ella debían encargarse sus propios miembros, para con-
servar el prestigio ante el público. Con tantos cuadros desacreditados
por su talante implacable o su corrupción en el periodo del Gran Sal-
to Adelante, esta forma de abordar el problema era más esencial que
nunca. Mao opinaba que si el partido mostraba señales graves de debi-
lidad, la situación debía rectificarse por medio de debates y críticas
francos, con la participación de las «masas" en el proceso. Así pues,
Mao creía que lo que pedía era una campaña socialista en la que el pro-
letariado auténtico se enfrentaría a la burguesía, mientras que Liu
Shaoqi y sus amigos se apartaban del asunto principal y se concentra-
ban en las «cuatro limpiezas» o en fallos económicos relativamente me-
nores. Utilizando los grupos de investigación de manera tan dictatorial
y desacreditando a numerosísimos comunistas, en realidad Liu Shaoqi
trabajaba contra el socialismo. Tal como lo expresó Mao, «Aunque re-
pitáis día tras día que tiene que haber democracia, no hay democracia;
aunque pidáis a los demás que sean democráticos, vosotros mismos no
sois democréncos»."
El secretario general del partido, Deng Xiaoping, era igualmente
culpable de este tipo de comportamiento, dijo Mao en enero de 1965.
Porque envolvía las investigaciones en el secreto, porque no hacía que
la gente corriente de la zona participase en el proceso de investigación,
Deng Xiaoping estaba resultando «plácido»; con ello quería decir Mao

754
que Deng Xiaoping en realidad no tenía fe en el juicio de las masas
y que le asustaba un auténtico movimiento de masas. Por supuesto, un
proceso de este tipo era imprevisible, pero así eran las revoluciones.
Mao censuró a otro alto líder del partido que era amigo íntimo de Liu
Shaoqi diciéndole: «Cuando sales a crear un movimiento de masas y
a participar en él, o a dirigir una lucha de masas, las masas harán lo que
deseen y crearán sus propios líderes en el transcurso de la lucha... Tan-
to si uno es un profesional como si es un aficionado, sólo puede apren-
der luchando». Cuando el citado líder afirmó que los miembros del
partido debían «controlar la temperatura» en semejantes situaciones con
el fin de evitar excesos, Mao respondió tajantemente: «Es necesario dar
carta blanca a las masas»."
Lo de aprender duchando» procedía directamente del pasado de
Mao como joven radical que protestaba contra el trágico suicidio de la
señorita Zhao en 1919; la objeción a reducir la temperatura revolucio-
naria la expresó alguien que en 1927 había visto lo que les pasó a los
trabajadores de Shanghai y a los campesinos de Hunan cuando se evi-
taron sus excesos; los llamamientos a la integridad innata de las masas
fueron repeticiones de Yan'an y los comienzos eufóricos del Gran Sal-
to Adelante. Pero a los planificadores de la economía, que creían que
estaban contribuyendo a que el país volviera a levantarse, la retórica de-
bió de parecerles trillada. Para ellos, los logros de los años comprendi-
dos entre 1962 y 1965 eran palpables. La reducción de gastos que pro-
pusiera Chen Yun se había alcanzado y millones de trabajadores urbanos
improductivos habían sido borrados de las nóminas del Estado y se ha-
bían cerrado más de veinticinco mil empresas. Aunque estas medidas
provocaron los correspondientes descensos de la producción de carbón,
cemento y acero, el déficit presupuestario de 8000 millones de yuanes
de 1962 fue reemplazado en 1962 por un superávit de cerca de mil mi-
llones de yuanes. Libres de las enormes demandas de compras de ce-
reales del periodo del Gran Salto Adelante, los grupos de producción
formados por entre veinte y treinta familias campesinas que trabajaban
en comunas más pequeñas recibieron nuevas iniciativas económicas y
permiso para producir para el mercado abierto en sus propias parcelas.
En 1965 los niveles de producción agrícola volvían a ser más o menos
los de 1957, antes del Gran Salto Adelante, a la vez que la producción
de la industria ligera aumentaba a razón de un 27 por ciento anual y
la de la industria pesada, un 17 por ciento. Gracias a los yacimientos
increíblemente ricos que se encontraron en los pozos de Daqing, en la
provincia de Heilongjiang, la producción nacional de petróleo se había
incrementado diez veces desde 1957 y había liberado a China de su lar-

755
ga dependencia de los suministros de petróleo soviéticos. Si estos avan-
ces ininterrumpidos podían continuar, China tal vez tendría la opor-
tunidad de entrar en una era de progreso económico, poco espectacu-
lar pero auténtico, bajo e1liderazgo del PCCh. Los profesionales y los
planificadores del partido -y no Mao y las masas- señalarían el cami-
no del futuro de China.

756
22
La Revolución Cultural

El culto de Mao y los críticos


La división de opiniones que había surgido entre los líderes de la
República Popular en relación con el movimiento de las Cien
Flores, el Gran Salto Adelante, las relaciones con la Unión Soviética, la
continua hostilidad de los estadounidenses y el ritmo y el objetivo de
la Campaña de Educación Socialista hizo que Mao se sintiera amena-
zado. Liu Shaoqi, Deng Xiaoping, Chen Yun y Zhou Enlai, revolucio-
narios veteranos todos ellos, parecían compartir cada vez menos su vi-
sión de gobernar por medio de la lucha constante: de hecho, apenas
parecían necesitar su presencia o su inspiración. Mao se había forjado
un estilo de vida personal que a muchos de sus colegas les resultaba
ajeno. Con el tiempo se había aficionado a los signos externos del po-
der, ya fueran las sesiones de natación en la piscina privada que le ha-
bían construido en el recinto de la residencia de Zhongnanhai, el pri-
vilegio de llamar a sus colaboradores para reunirse con ellos a cualquier
hora del día o de la noche, las placenteras estancias en diversas quintas
(a las que podía desplazarse en su tren especial) o la compañía sexual
de una serie de mujeres jóvenes, a las que conocía en los bailes sema-
nales que se celebraban en Zhongnanhai o entre sus seguidores jóve-
nes y entusiastas que le acompañaban en sus viajes en tren.' Pero estas
distracciones y los largos periodos de lectura y reflexión en privado que
pasaba en su estudio, cuyas paredes estaban cubiertas de libros, no po-
dían ocultar el hecho de que su política de finales del decenio de 1959
había fracasado y su reputación a comienzos de 1960 no era tan gran-
de como había sido en otro tiempo.
Un hombre que contribuyó a reconstruir el sentido de autoestima
de Mao fue Lin Biao, el veterano comandante del ejército de los tiem-
pos de Yan'an y la guerra civil. Nacido en 1907 y educado entre los pri-
meros cadetes militares de la Academia de Whampoa, Lin Biao había
sido siempre un comunista leal, aunque la mala salud le había tenido

757
con frecuencia al margen de los grandes acontecimientos políticos del
decenio de 1950. Después de la destitución del mariscal Peng Dehuai,
sin embargo, Mao Zedong eligió a Lin Biao para el cargo de nuevo mi-
nistro de Defensa y jefe de facto del Ejército Popular de Liberación.
A principios del decenio de 1960, mientras los planificadores eco-
nómicos trataban de encontrar la manera de volver a estabilizar la
economía tras las crisis del Gran Salto Adelante, Lin Biao había toma-
do medidas dentro del ejército para fortalecer la imagen de Mao como
gran líder. Para ello recopiló aforismos entre la ingente cantidad de do-
cumentos y discursos que Mao había producido durante los anteriores
treinta años y pico. En 1963 estas Citas delPresidente Mao Zedong (alu-
sión al papel de Mao como presidente del Partido Comunista) ya se
estudiaban y debatían en todo el EPI. Aunque la mayoría de los líderes
del PCCh no acababa de ver la importancia ideológica de la recopila-
ción, con sus constantes exhortaciones al autosacrificio, la autosufi-
ciencia, el mantenimiento del ímpetu revolucionario y la continuación
de la lucha, primero miles y luego millones de soldados empezaron a
estudiar y aprenderse de memoria los dichos de Mao y elevaron a éste
a un nuevo nivel de veneración. El papel especial de las obras de Mao
se vio destacado cuando en 1962 se dio carpetazo al proyecto de publi-
car las obras completas tanto del jefe del Estado, Liu Shaoqi, como del
planificador económico Chen Yun.
Lin Biao incrementó rápidamente el número de afiliados al Parti-
do Comunista en el ejército. También renovó aspectos de la primera
estructura organizativa que instalara el PCCh en el momento de ha-
cerse con el poder en 1949, incluido su propio papel en la Oficina de
China Centromeridional, para lo cual se aseguró de que los generales
que tenían a su cargo ciertas regiones militares fueran nombrados al
mismo tiempo secretarios de las oficinas regionales del partido. Otros
secretarios del partido fueron nombrados comisarios políticos del EPL
para reforzar el engranaje de la esfera civil con la militar. Mao fomen-
tó esta difuminación de las líneas divisorias organizativas pidiendo la
formación de una gigantesca milicia civil que pudiera coordinar la de-
fensa a fondo de China, hasta el nivel de poblado, con el EPL.
A comienzos de 1963 Lin Biao intensificó el grado de adoctrina-
miento del ejército mediante una campaña a gran escala que recalcaba
los valores básicos del servicio al partido. El centro de esta campaña era
la vida de un joven soldado del EPL llamado Lei Feng, que reciente-
mente había dado la vida por su país. El diana de Leí Feng, descubierto
después de su muerte, hacía hincapié una y otra vez en el amor impe-
recedero del soldado a la revolución, a su país y a sus camaradas, así

758
como su devoción inquebrantable al presidente Mao. El hecho de que
el diario fuera «ficticio», obra de los escritores propagandísticos del EPL,
no debería ocultar su importancia básica, que estribó en lanzar un ata-
que contra la falta de fervor revolucionario que mostraban muchos in-
telectuales y escritores de la República Popular.
Esos escritores habían empezado una vez más, especialmente des-
pués del Gran Salto Adelante, a concentrarse en algunas de las ambi-
güedades de la experiencia revolucionaria, en los problemas con que tro-
pezaban los campesinos cuando hacían frente a la penuria económica
o en los que se les planteaban a los trabajadores y a los maestros cuando
analizaban sus tareas en la nueva sociedad. En la vida de Lei Feng no
había lugar para semejantes ambigüedades. El joven soldado estaba en-
tregado al servicio y la obediencia. Su vida se presentaba como honra-
da y sincera, pero sin grandes dramas excepto el sufrimiento de su fami-
lia a manos de los invasores japoneses, los derechistas del Guomindang
y los terratenientes rapaces. Lei Feng conducía un camión del ejército y
anhelaba ver el campo de China «mecanizado", pero su ejemplo no era
un argumento convincente a favor de la innovación tecnológica. Mu-
rió abnegadamente pero no heroicamente, en un accidente cuando tra-
taba de ayudar a un camarada en apuros. El estudio de El diario de Lei
Feng se introdujo en el sistema escolar regular de China y Mao consoli-
dó su efecto cuando, a finales de 1963, honró la portada del diario con
su propia letra. Mao instó a todo el país a «aprender del EPL» Ycon ello
socavó implícitamente el concepto básico que había imperado hasta el
momento, es decir, que el país debía «aprender del partido».
Los conceptos de autosuficiencia y sacrificio volvieron a ponerse de
relieve cuando en 1964 la creciente amenaza de que la guerra de Vietnam
se propagase a China impulsó a Mao a ordenar el rápido desarrollo de
la industria y de los sistemas de transporte en el sudoeste. Esto permi-
tiría al pueblo chino, ante una posible invasión estadounidense, retirar-
se una vez más al centro del país, como había hecho ante los invasores
japoneses en 1937 y 1938. Esta vez, sin embargo, a diferencia del régimen
de Chiang Kai-shek en Chongqing, los chinos estarían debidamente
preparados para una resistencia prolongada. Parece ser que al principio
Mao eligió al desacreditado Peng Dehuai para que supervisase esta re-
construcción en el interior, pero su elección no se hizo realidad, quizá
debido a una intervención de Lin Biao. En todo caso, pocas cosas po-
dían frenar el prestigio de Lin Biao, especialmente porque el EPI había
hecho un papel brillantísimo en las renovadas guerras fronterizas con
India en 1962, y porque científicos que trabajaban en un programa in-
tensivo bajo la supervisión del EPI en bases secretas de Qjnghai y

759
Ningxia habían proyectado, construido y probado con éxito una bom-
ba atómica en octubre de 1964,* El artefacto nuclear se hizo estallar sólo
dos días después de la destitución de Jruschov en la Unión Soviética,
lo cual subrayó la nueva capacidad tecnológica de China.
Li Biao también había ampliado su base de poder fuera del ejérci-
to y tenía contactos importantes en el aparato de seguridad interna y
la burocracia cultural, y había instalado oficinas políticas con personal
del EPi en muchas escuelas y fábricas. Los asuntos de seguridad inter-
na y culturales estaban estrechamente vinculados en la RPCh, como lo
habían estado durante la totalidad de los periodos Qjng y republicano.
La pintura o las obras literarias eran con frecuencia el medio que ele-
gían para dar a conocer sus críticas los que se oponían a la política del
Gobierno, que recurrían a cierto grado de alegoría histórica o alusión
poética para expresar opiniones negativas o sarcásticas que nadie se atre-
vía a exponer abiertamente. Los intentos de Lin Biao de adoctrinar al
EPL en la ideología maoísta y controlar la disensión en potencia me-
diante la base institucional más amplia que estaba forjando hicieron de
él una figura formidable.
Un aliado natural de Lin Biao era la tercera esposa de Mao Zedong,
jiang Qjng, que empezaba a desempeñar un papel activo en la política
cultural. Nacida en 1914, Jiang Qjng había sido actriz de teatro y de
cine en Shandong y Shanghai a principios del decenio de 1930. Entre
los papeles que había interpretado se contaba el de Dora en Casa de mu-
ñecas, de Ibsen, y utilizó sus actuaciones en el campo de Shandong para
difundir el mensaje de la revolución socialista. Después de trasladarse a
Yan'an en 1937, pronto se convirtió en la compañera de Mao y en 1939
ya se la consideraba su tercera esposa. (La segunda esposa de Mao, He
Zizhen, que había dado a luz un hijo durante la Larga Marcha, había
enfermado mental y físicamente y la habían enviado a la Unión Sovié-
tica para que recibiese tratamiento médico.) Jiang Qjng, que dio a Mao
una hija, se mantuvo apartada de la política hasta comienzos del de-
cenio de 1960. Fue entonces, afirmó más tarde, cuando empezó a sen-
tirse muy preocupada por el contenido «tradicionalista» o "feudal» de
gran parte del arte chino contemporáneo, incluidas las obras de teatro
que vio en Shanghai a principios del decenio de 1960, y deseó viva-
mente hacer algo al respecto. Una tercera figura, Kang Sheng, com-

* La primera bomba atómica china llevaba el nombre en clave de ..596», 10 cual


era una alusión sardónica al mes de junio de 1959, cuando Jruschov había hecho sa-
ber a los chinos que los soviéticos no les proporcionarían un prototipo de la bomba.
(N "'1 A.)

760
partía los mismos objetivos ideológicos. Kang Sheng era un personaje
importante en el sistema de seguridad nacional y se había convertido en
el principal asesor de Mao para problemas relacionados con la inter-
pretación de la política y las declaraciones ideológicas soviéticas. Kang
Sheng había sido adiestrado por la NKVD, el servicio secreto soviéti-
co, en el decenio de 1930 y había servido como líder destacado en la
Campaña de Rectificación de Yan'an. En el decenio de 1960 también
él estaba convencido de que la cultura china se estaba impregnando de
un malsano espíritu de crítica dirigido contra el Partido Comunista e in-
cluso contra el presidente Mao. Kang Sheng pidió encarecidamente que
la literatura y el arte chinos volvieran a tener una visión más pura de la
revolución, que se inspirara en los obreros y los campesinos y que, a
su vez, fomentase la aparición de escritores entre las filas de los traba-
jadores en lugar de entre los viejos intelectuales que todavía parecían
dominar una parte tan grande del mundo cultural del país. La utiliza-
ción de la vida de Lei Feng por parte de Lin Biao para inspirar a las ma-
sas encajaba bien en esa forma de abordar las cosas.
Difícilmente podía haber existido una víctima más apropiada para
estos ideólogos radicales que el historiador y escritor de talento Wu Han.
Experto en la historia de la dinastía Ming, en su juventud WU Han ha-
bía usado ejemplos extraídos de la historia de los Ming para criticar a
Chiang Kai-shek y al Guomindang durante la segunda guerra mundial.
En pleno Gran Salto Adelante, Mao Zedong le invitó a escribir sobre
el célebre funcionario de los Ming Hai Rui, que había luchado empeci-
nadamente por los derechos económicos del pueblo contra burócratas
cortos de miras y conservadores. En su primer ensayo Wu Han se con-
centró en la manera en que Hai Rui, aunque leal a su emperador, cri-
ticó a éste por despilfarrar los recursos del país mientras la población
hambrienta se veía empujada hacia el borde de la rebelión. En septiem-
bre de 1959 Wu Han publicó otro ensayo sobre Hai Rui en el Diario del
Pueblo. Esta vez alabó a Hai Rui como hombre «de valor para siempre»
al que «no intimidaban las amenazas de castigo». Del emperador al que
servía Hai Rui, sin embargo, dijo que «anhelaba en vano la inmortali-
dad» y era «dogmático y poco receptivo a las críticas». Del funcionario
medio que servía al emperador, a su vez, dijo que era el tipo de perso-
na que no «se atrevía a oponerse a nada aunque supiese que era malo-.'
En 1965 tanto Mao como jiang Qing sacarían partido de estos en-
sayos para afirmar que con ellos Wu Han intentaba vincular alegórica-
mente a Peng Dehuai y al virtuoso Hai Rui. Con todo, los dos ensayos
no fueron criticados públicamente a la sazón y durante los comienzos
del decenio de 1960 Wu Han fue uno de los varios intelectuales que pu-

761
blicaron trabajos cortos en los periódicos de Pekín y utilizaron temas
históricos u otros temas sociales que servían para hacer una crítica ob-
via de muchas políticas del Gobierno y del hecho de que Mao no in-
terpretara correctamente la opinión pública. Estos intelectuales escri-
bieron bajo el seudónimo colectivo del «Poblado de las Tres Familias»,
alusión a un funcionario de la dinastía Song que, tras ser expulsado del
Gobierno, se había retirado a un poblado que llevaba dicho nombre. Un
miembro del grupo, Deng Tuo, se mostró especialmente duro cuando
alabó a los partidarios de la Donglin en las postrimerías de la dinastía
Ming por el valor con que se habían opuesto a las injusticias de la cor-
te. Como escribió Deng Tuo en un poema a la memoria de los mártires
de la Donglin:

No los consideréis meros intelectuales que hablan por hablar;


frescas eran las manchas de sangre cuando rodaban las cabezas.
Al luchar con voluntad inquebrantable contra los hombres malvados
en el poder,
los letrados de la Donglin fueron una generación tenaz.'

Wu Han utilizó el tema de Hai Rui para escribir una obra de tea-
tro de duración normal, La destitución de Hai Rui, que se escenificó en
Pekín en febrero de 1961 y se publicó en el verano del mismo año. Para
entonces todos los chinos que se interesaban por la política ya sabían
que Peng Dehuai había criticado a Mao por el Gran Salto Adelante, por
lo que las palabras de protesta de Hai Rui debieron de parecer muy per·
tinentes a los espectadores de la obra de WU Han:

Decís que el pueblo es tiranizado,


pero ésabéis que la aristocracia le hace daño?
Mucha importancia se da en la corte a la opresión de la aristocracia.
Pero ésabéis de la pobreza
que soporta el pueblo?
Alabáis de dientes afuera el principio
de que el pueblo es las raíces del Estado.
Pero los funcionarios siguen oprimiendo a las masas
al tiempo que fingen ser hombres virtuosos.
Se comportan salvajemente como los tigres
y engañan al emperador.
Si os remuerde la conciencia
no tenéis paz de día ni de noche.'

762
Los escritos del Poblado de las Tres Familias y la obra teatral de Wu
Han eran sólo partes de una gran corriente de obras alegóricas y críti-
cas que enfurecieron a muchas figuras políticas destacadas. Estos Hde-
res, sin embargo, no tenían muy claro lo que debían hacer para prohi-
bir la publicación de obras de esta clase, que con frecuencia aparecían
en periódicos y revistas controlados por el partido. El propio Mao instó
a lanzar una oleada de críticas contra la «ideología burguesa reacciona-
ria» en septiembre de 1965. Indignado, al parecer por la escasa respues-
ta que suscitó su llamamiento, e incapaz de encontrar para sus puntos
de vista un foro tan amplio como había esperado porque muchas pu-
blicaciones las controlaban sus oponentes, Mao se fue de Pekín en no-
viembre y no se le volvió a ver en público. Más adelante se supo que
se había trasladado a Shanghai, donde existía un grupo de intelectuales
comunistas que eran partidarios de la línea dura y estaban decididos a
introducir de nuevo lo que consideraban orden y rigor socialistas en la
vida intelectual del país.
En 1965 Lin Biao hizo que el EPL mismo se desplazara más a la
izquierda no sólo porque reafirmó la importancia del pensamiento de
Mao, sino también porque tomó una medida extrema e igualitaria como
fue ordenar que se abolieran todas las graduaciones e insignias en el
ejército. En lo sucesivo los oficiales y los soldados del EPL no podrían
distinguirse unos de otros cuando vistieran uniforme y compartirían
muchas de las tareas corrientes de la vida cotidiana. Al mismo tiempo,
Lin Biao urdió grandes cambios de personal que garantizaron que el con-
trol del aparato de seguridad pública estaría en manos del EPL. Y en
noviembre de 1965, coincidiendo con la retirada de Mao, un colega ín-
timo de Jiang Qjng llamado Yac Wenyuan -que se había aliado con los
que respaldaban la petición de «escritores proletarios» puros- publicó
en Shanghai un fuerte ataque contra La destitución de Hai RJú, la obra
de Wu Han. En su artículo Yao Wenyuan afirmaba que Wu Han había
sido culpable de negar la premisa clave del pensamiento de Mao: que
las masas populares constituyen la fuerza motriz de la historia. En su
lugar, Wu Han había tratado de insistir en que los individuos «morales»
podían trascender de un modo u otro las realidades económicas y so-
ciales de su tiempo.
Igualmente grave, al decir de Yao Wenyuan, era la llamada de Wu
Han a favor de la «reparación de injusticias» en el campo justo en el
momento en que «los campesinos de nuestro país ya han hecho reali-
dad el socialismo, lo poseen todo y han instaurado las grandes comu-
nas populares». ¿Podía ser, preguntó retóricamente Yao Wenyuan, que
Wu Han y sus seguidores desearan «reemplazar la teoría marxista-Ieni-

763
nista del Estado por la teoría del Estado propia del terrateniente y la
burguesía-i" Pasaron veinte días antes de que la prensa de Pekín reco-
giera y publicara el ensayo que Yao Wenyuan había escrito en Shanghai,
10 que da testimonio de la inquietud que esta primera andanada había
sembrado en la capital. Ahora las figuras políticas más poderosas del país
tendrían que tomar partido públicamente. <Estaban a favor o en con-
tra de Wu Han? Implícitamente, éa favor o en contra de Peng Dehuai?
Y, de manera no tan transparente, éa favor o en contra de Mao Ze-
dong y Lin Biao?

El inicio de la Revolución Cultural


A principios de 1966, dos grupos diferentes se reunieron para ha-
blar del caso Wu Han y asuntos relacionados con él. Uno era el Grupo
de los Cinco -aunque sus miembros activos eran muchos más de lo que
el nombre daba a entender-, que se reunía bajo la dirección de Peng
Zhen, veterano dirigente del partido que a la sazón era alcalde de Pe-
lón y miembro del Comité Permanente del Politburó. Este grupo in-
cluía altos cargos de la prensa, académicos del partido y miembros del
Ministerio de Cultura, a casi todos los cuales se les podía considerar bu-
rócratas profesionales del partido e intelectuales que aceptaban el statu
qua y eran allegados a Liu Shaoqi y Deng Xiaoping.
El segundo grupo se reunía en Shanghai bajo la orientación general
de Jiang Qjng, que dirigía un foro en el que se hablaba de los propósi-
tos políticos de la literatura y las artes interpretativas. A los miembros de
este grupo se les puede llamar de forma poco rigurosa "intelectuales ra-
dicales» o «no adscritos al sistema»; propugnaban la purificación socia-
lista del arte y generalmente estaban a favor de la búsqueda de nuevas
formas dramáticas que no estuviesen contaminadas por los valores lla-
mados «feudales» o los valores elitistas y occidentalizados del 4 de Mayo.
Todos los miembros de este grupo hubieran aprobado el comentario sar-
cástico de Mao en el sentido de que a causa de su fascinación por las
glorias del pasado, el Ministerio de Cultura de Pekín debería rebautizar-
se con el nombre de «Ministerio de Emperadores, Reyes, Generales y
Ministros», «Ministerio de Talentos y Bellezas» o "Ministerio de Momias
Extranjeras»." Eran conscientes de las nuevas oportunidades que surgie-
ron para difundir sus puntos de vista radicales sobre el contenido y
la forma del arte cuando Lin Biao invitó oficialmente a Jiang Qjng a
coordinar las nuevas políticas culturales para el EPL en febrero de 1966.

764
El conservador Grupo de los Cinco de Peng Zhen intentó quitar
hierro al caso Wu Han tratándolo como un debate académico en lu-
gar de un asunto político que afectaba a un factor crucial como era la
lucha de clases. Dio a conocer un informe prudente que criticaba a Wu
Han pero no pedía un ataque general al sistema cultural de China. Re-
conociendo la importancia del caso Wu Han, afirmaba, no obstante,
que «debemos llevar a cabo esta lucha bajo liderazgo, de manera seria,
positiva y prudente», en especial porque los "problemas de las polé-
micas académicas son bastante complicados y algunas cuestiones no
son fáciles de definir en poco tiempo». Esta forma gradualista de abor-
dar el asunto se vio reforzada por la utilización por parte del grupo de
un vocabulario sacado de las fases más moderadas de la reforma agra-
ria china para pedir «grupos de ayuda mutua» y «cooperativas» de tra-
bajadores académicos. Señaló, en lo que pudo interpretarse como una
alusión a Mao o jiang Qing, que «ni siquiera algunos acérrimos izquier-
distas revolucionarios... pueden evitar decir algo inoportuno»." Puede
que a Mao no le gustara este análisis, pero el 12 de febrero de 1966 el
Comité Central del PCCh aprobó su distribución como documento
para el debate sobre la política que debía seguirse.
Aquel mismo febrero Jiang Qjng y trabajadores culturales del EPL
se reunieron en su foro de Shanghai. Los delegados vieron numerosas
películas terminadas y fragmentos de otras que aún se estaban rodan-
do, asistieron a tres funciones de teatro -incluidas versiones nuevas y
radicalizadas de varias óperas tradicionales de Pekín- y participaron en
lecturas en grupo de las obras de Mao. Llegaron a la conclusión de que
los escritos de Mao sobre la cultura señalaban un «nuevo avance de la
visión marxista-leninista del mundo». Afirmaron que China, a pesar de
los logros de Mao, se encontraba todavía «bajo la dictadura de una si-
niestra línea contra el partido y antisocialista, que se opone diametral-
mente al pensamiento del presidente Mao. Esta línea siniestra es una
combinación de ideas burguesas sobre la literatura y el arte, modernas
ideas revisionistas sobre la literatura y el arte y lo que se conoce por el
nombre de literatura y arte del decenio de 1930». Tildaron la obra de
Wu Han de ejemplo perfecto de esta literatura políticamente errónea y
advirtieron que el jardín cultural chino estaba lleno de «venenosos hier-
bajos antisocialistas». Pero la reciente radicalización de la ópera de Pe-
kín demostraba que hasta las «fortalezas más irreductibles» podían «ser
tomadas por asalto y revolucionadas». En esta lucha cultural, el EPL
-epilar y esperanza del pueblo chino y de los revolucionarios del mun-
do»- tendría un papel crucial y ayudaría a «destruir la fe ciega en la li-
teratura clásica china y extranjera». En su calurosa aprobación del in-

765
forme final del foro, que exponía todas estas ideas, Lin Biao señaló que
«si el proletariado no ocupa las posiciones en la literatura y el arte, sin
duda 10 hará la burguesía. Esa lucha es inevitables."
Así se trazaron por fin las líneas, más allá de toda mediación eficaz,
para la catastrófica fase central de lo que Mao y sus partidarios llamaron
la «Gran Revolución Cultural Proletaria». Este movimiento no puede
clasificarse de manera sencilla, porque incluía muchos impulsos que se
alimentaban y obstaculizaban mutuamente. Uno de ellos era la opinión
de Mao Zedong de que la Revolución china perdía ímpetu por culpa del
conservadurismo del partido y el letargo de la enorme y engorrosa bu-
rocracia, que había perdido la capacidad de tomar decisiones rápidas o
innovadoras. Mao declaró que muchos burócratas del partido «echaban
a andar por la senda capitalista» mientras recitaban las consignas del
socialismo. Otro impulso consistía en que Mao era consciente de su pro-
pia edad avanzada -tenía ahora setenta y tres años- y le preocupaba
la posibilidad de que sus principales colegas trataran de arrinconarle.
Otros eran elementos sencillos de lucha entre facciones que enfrentaban
a jiang Qjng y los radicales de Shanghai a los miembros de la buro-
cracia cultural de Pekín, que querían conservar sus propias bases de po-
der. También cabe señalar las estrategias políticas de quienes discrepaban
marcadamente de Mao sobre el ritmo y la dirección del cambio, entre
los cuales se hallaban comunistas veteranos en la cúspide del Gobierno
tales como Liu Shaoqi, Deng Xiaoping, Chen Yun y Peng Zhen. Y, por
último, las ambiciones políticas personales de Lin Biao y quienes le
apoyaban en sus esfuerzos por ampliar el papel del EPL para que inter-
viniese en política y convertirlo en un eje del cambio cultural.
Estos fuegos entre facciones fueron aventados por la ira de los es-
tudiantes que se sentían frustrados porque no podían progresar en po-
lítica por tener la mala suerte de que sus padres habían tenido que ver
con el Guomindang, los terratenientes o los «explotadores» capitalistas
del antiguo régimen y, por tanto, el PCCh los clasificaba como ele-
mentos «malos». Había también millones de jóvenes que estaban des-
contentos porque los habían trasladado de las ciudades al campo du-
rante las campañas del partido en años anteriores o de acuerdo con los
planes de Chen Yun y otros para ahorrarle al Estado el coste de pro-
porcionarles cereales subvencionados. Había en las grandes ciudades jó-
venes a los que les negaban el acceso al minúsculo número de escuelas
de elite que se habían convertido, de hecho, en «colegios secundarios
privados» para los hijos de cuadros influyentes del partido. (Con la es-
casez de universidades y la maraña de complejos exámenes de ingreso
que seguía cerrándoles el paso, sólo cursar estudios en este puñado de

766
escuelas podía asegurar el acceso a la educación superior.) Había traba-
jadores industriales que se sentían atrapados en empleos sin porvenir
y veían con entusiasmo las posibilidades de cambiar su suerte. Y fi-
nalmente había quienes pensaban que los puestos del partido eran mo-
nopolizados por los incultos cuadros rurales de los tiempos de Mao en
la guerrilla campesina y que ahora había que echar a esta gente para que
personas cultas ocupasen su lugar.
A finales de la primavera y durante el verano de 1966 los aconte-
cimientos avanzaron rápidamente hacia un punto culminante pero im-
previsible. En mayo el Comité Central repudió -obviamente a instan-
cias de Mao- el informe del Grupo de los Cinco que pedía prudencia
en la reforma cultural y comenzó una purga de la burocracia cultural.
Peng Zhen fue destituido, otras figuras clave del Ministerio de Cultu-
ra fueron expulsadas y se lanzaron ataques contra los escritores de los
artículos del Poblado de las Tres Familias y contra Wu Han y su fami-
lia.* Las protestas y las críticas se extendieron por todo el sistema uni-
versitario después de que Nie Yuanzi, catedrática radical de filosofla en
la Universidad de Pekín, escribiera un gran cartel mural en el que ataca-
ba a la administración de su universidad. Los intentos de Deng Xiao-
ping, Liu Shaoqi y otros de enviar «grupos de trabajo» a las universida-
des para que sofocasen los disturbios fracasaron a medida que más y
más profesores y estudiantes radicales se volvían contra los miembros
del partido. La agitación se propagó a las escuelas de enseñanza secun-
daria y los radicales de la Revolución Cultural proporcionaron a gru-
pos de estudiantes brazaletes que los declaraban «Guardias Rojos»: eran
la vanguardia de la nueva conmoción revolucionaria.
Para poner de relieve su vigor y su salud, en julio Mao nadó en el río
Yangzi cerca de Wuhan, donde había estallado la revolución de 1911.
La prensa del partido dedicó artículos eufóricos al baño de Mao y 10
presentó como un acontecimiento de enorme importancia para el pue-
blo chino. De vuelta a Pekín, Mao caldeó aún más la retórica revolu-
cionaria afirmando que «el cartel de grandes caracteres» de la profesora
Nie Yuanzi era «la declaración de la Comuna de París de los años se-
senta del siglo xx; su importancia supera ampliamente la de la comu-
na de París». La Comuna de París de 1871, sobre la que Marx escribiera
con mucha pasión, había sido considerada un pináculo de insurrección
y organización socialistas espontáneas en la historia de Occidente. Aho-
ra Mao afirmaba que China la superaría. Por supuesto, habría fuerzas

* Wu Han murió en 1969 de enfermedad contraída a consecuencia del trato bru-


tal a que fue sometido. (N. delA)

767
hostiles, señaló, igual que las había habido en Francia. «¿Q!iiénes están
contra la gran Revolución Cultural? El imperialismo estadounidense,
el revisionismo ruso, el revisionismo japonés y los reaccionarios.» Pero
China «dependería de las masas, confiaría en las masas y lucharía has-
ta el final». 9
A principios de agosto de 1966, el Comité Central dio a conocer
una directriz de 16 puntos sobre la Revolución Cultural en la que pe-
día vigilancia contra los que tratarían de subvertir la revolución desde
dentro. Con todo, había entre los dirigentes hombres con la serenidad
suficiente para incluir una frase que indicaba que los debates «se cele-
brarán por medio del razonamiento en lugar de recurrir a la coacción
o la fuerza», y que «había que cuidar de manera especial» a los cientí-
ficos y al personal técnico. Pero antes de que agosto llegara a su fin,
Mao Zedong, desde una tribuna sobre la puerta de Tiananmen, entra-
da de la antigua Ciudad Prohibida imperial de Pekín, presidió el pri-
mero de una serie de desfiles gigantescos de Guardias Rojos que gritaban
y agitaban en el aire ejemplares de su pequeño libro rojo de citas. Al
principio los Guardias Rojos eran en gran parte estudiantes de las es-
cuelas de elite, pero sus filas fueron aumentando poco a poco cuando
se unieron a ellas otros estudiantes desafectos y frustrados, así como los
que llegaban de las provincias atraídos por la retórica revolucionaria y
la veneración que en ellos despertaba Mao como padre de la revolu-
ción. Lin Biao intensificó la euforia pública con sus propias declaracio-
nes. «El presidente Mao es el líder más sobresaliente del proletariado en
la era actual, el genio más grande en la era actual», afinnó Lin Biao ante
una concentración de Guardias Rojos el 18 de agosto. Lo que había
hecho Mao era crear "un marxismo-leninismo para dar nueva forma a
las almas del pueblo». A finales de agosto Lin Biao ya había ideado
una descripción fonnularia de Mao como «nuestro gran maestro, gran
líder, gran comandante supremo y gran timonel» que pasó a ser de uso
común en China.
En el otoño y el invierno de 1966 las luchas se hicieron más in-
tensas y más encarnizadas, al tiempo que la destrucción y la pérdida
de vidas se hacían más terribles. Con todas las escuelas y universidades
cerradas a causa de la lucha revolucionaria, los líderes de la Revolución
Cultural alentaron a millones de jóvenes a destruir los edificios antiguos,
los templos, los objetos de arte en sus ciudades y poblados, y a atacar a
sus maestros, a los administradores de las escuelas, a los líderes del par-
tido y a sus padres. Bajo la dirección de un grupo reducido de confi-
dentes de Mao, junto con su esposa, jiang Qjng, y otros radicales de
Shanghai, el partido fue objeto de una purga que afectó a niveles cada

768
vez más altos hasta que tanto Liu Shaoqi como Deng Xiaoping fueron
destituidos de sus cargos y sometidos a críticas y humillaciones públi-
cas junto con sus familias.
Los líderes de la Revolución Cultural instaron a lanzar un ataque
total contra los «cuatro antiguos» elementos de la sociedad china -las
costumbres antiguas, los hábitos antiguos, la cultura antigua y el pen~
samiento antiguo-, pero dejaron que la aplicación de estos términos
dependiera de la iniciativa de los Guardias Rojos en las distintas loca-
lidades. En la práctica, lo que sucedió con frecuencia fue que después
de identificar los blancos más sencillos, Guardias Rojos que ansiaban de-
mostrar su integridad revolucionaria atacaban a cualquiera que inten-
tase frenarlos, a cualquiera que hubiese recibido una educación occi-
dental o hubiese tenido tratos con hombres de negocios o misioneros
occidentales, y a todos los intelectuales a los que se pudiera acusar de
albergar modos de pensar «feudales» o «reaccionarios». Las técnicas
de humillación pública se hicieron cada vez más complejas y doloro-
sas y las víctimas identificadas eran obligadas a desfilar por las calles
tocadas con capirotes o con carteles autoincriminadores colgados del
cuello, a declamar sus autocríticas en medio de los abucheos de las mul-
titudes y a pasar horas y horas con la espalda dolorosamente encorvada
y los brazos extendidos en lo que se llamaba da postura del avión».
Con la euforia, el miedo, la excitación y la tensión que se adueña-
ron del país, la violencia aumentó rápidamente. Miles de intelectuales
y otras personas fueron apaleadas hasta morir o fallecieron más tarde
a causa de las heridas. Hubo incontables suicidios, entre ellos el de Lao
She, el autor de Diario de la ciudad de ros gatos, la obra que en 1932 ha-
bía hablado con tanta elocuencia contra los chinos que atacaban a otros
chinos. Muchos de estos suicidas no se mataron hasta después de des-
truir sus bibliotecas y colecciones de arte intentando inútilmente librar-
se así del acoso de los Guardias Rojos. Miles de personas pasaron años
en la cárcel, a menudo incomunicadas. Millones fueron trasladados al
campo para que «se purificaran» mediante el trabajo.
La magnitud de este estallido de violencia y rabia de los jóvenes
Guardias Rojos contra sus mayores es un indicio de la honda frustra-
ción que anidaba en el corazón de la sociedad china. Los jóvenes apenas
necesitaban las exhortaciones de Mao para rebelarse contra sus padres,
maestros, cuadros del partido y ancianos, y para perpetrar incontables
actos de sadismo calculado. Durante años les habían instado a llevar
vidas de sacrificio revolucionario, abstinencia sexual y obediencia ab-
soluta al Estado, todo ello bajo supervisión perpetua. Eran jóvenes re-
primidos, enojados y conscientes de su impotencia. Aprovecharon an-

769
siosamente la orden de despojarse de toda moderación y sus blancos
naturales fueron los que parecían ser los responsables de la estrechez de
sus vidas. Para ellos Mao se hallaba por encima de esta lucha, infinita-
mente prudente y sabio. Los desastres del Gran Salto Adelante nunca
se habían dado a conocer a todo el país y, en todo caso, podían impu-
tarse a burócratas ineptos o a la hostilidad de soviéticos y estadouniden-
ses. Mao seguía hablando en nombre de la esperanza y la libertad y,
a falta de argumentos convincentes en sentido contrario, la retórica
exagerada sobre sus poderes se aceptaba como cierta.
Otra explicación de la magnitud de esta violencia se encuentra en la
naturaleza de la política china y la manipulación personal durante los
anteriores diecisiete años. Todos los chinos se hallaban ahora atrapados
en un sistema que controlaba a las personas asignándoles etiquetas de
clase, haciéndolas depender por entero de los «jefes» de las unidades a
las que pertenecían y habituándolas a grandes campañas de terror e in-
timidación. Un sistema así generaba a la vez miedo y docilidad.
Este activismo frenético incluía un programa político de gran im-
portancia, lo que podría llamarse un «igualitarismo purista» que era un
eco de los valores de la Comuna de París de 1871 que Mao Zedong
había evocado tan vívidamente para China. Este programa llevaba apa-
rejado mucho más que la confiscación o la destrucción de la propiedad
privada: ahora se alzaban voces que pedían la nacionalización total de
todas las empresas industriales, la abolición de todos los intereses sobre
los depósitos en los bancos estatales, la expulsión de todos los terrate-
nientes de sus propios hogares, la eliminación de todas las parcelas pri-
vadas y el refortalecimiento del sistema de comunas, y la supresión de
todo vestigio de economía de mercado privado, hasta el campesino más
pobre que vendía un puñado de verduras instalado con su carretilla en
una esquina del poblado.
Este programa hondamente radical alcanzó su apogeo durante el pri-
mer mes de 1967, en lo que ha dado en llamarse la «toma del poder de
enero». Con el respaldo del grupo de la Revolución Cultural en Pekín,
varias organizaciones de Guardias Rojos intentaron echar a los cargos del
partido y apoderarse de sus organizaciones en toda China. La campaña
fue desencadenada por una serie de artículos de fondo que publicó la
prensa el día de Año Nuevo y que pedían la formación de coaliciones
de «obreros y campesinos» para «derribar a los que tenían el poder en
las fábricas, las minas y las zonas rurales» e instaban a estos grupos de
obreros y campesinos a aliarse con «intelectuales revolucionarios» en la
lucha. Obreros ambiciosos aprovecharon esta oportunidad para ascender
en la escala política hasta alcanzar puestos de mando. Se dijo a los Guar-

770
dias Rojos que vieran la Revolución Cultural como la lucha de una cla-
se para derribar a otra y que no exceptuaran a nadie en esta lucha; a
diferencia de 1949, les dijeron, cuando e! PCCh había tenido que mos-
trar cierta prudencia al tomar e! poder con el fin de no enemistarse con
los centristas y los liberales, en 1967 «todo lo que no encaje en el sis-
tema socialista y la revolución proletaria debe ser atacado»."
El resultado fue una situación desconcertante en la cual diversos gru-
pos radicales que no estaban coordinados por ninguna dirección cen-
tralluchaban con los líderes de! partido así como unos con otros. El
mejor ejemplo de ello son las batallas que se libraron en las provincias.
Un intento de hacerse con el poder, en la provincia de Heilongjiang,
en el norte de Manchuria, lo encabezó un ex oponente del Gran Sal-
to Adelante que ahora trató de probar su lealtad a Mao mostrando su
fervor revolucionario. En Shanxi, e! vicegobernador de la provincia se
unió a los Guardias Rojos para echar a los otros líderes de! partido. En
Shandong, e! subsecretario del comité municipal de Tianjin y un miem-
bro del comité del partido en Shandong fundaron un Comité Revolu-
cionario Provincial. En Guizhou, fue el subcomisario político de la pro-
vincia quien se alió con los Guardias Rojos.
En muchos casos similares era dificil distinguir si estas luchas por
el poder eran reales o falsas, si «las masas» verdaderamente tomaban el
poder o si los líderes del partido simplemente fingían entregarlo y en
realidad continuaban ejerciendo todas sus funciones bajo la supervisión
poco rigurosa de los Guardias Rojos. Resulta evidente que esto último era
lo que sucedió en la provincia de Guangdong, donde el primer secre-
tario del partido, Zhao Ziyang, entregó sus sellos a la facción «Bandera
Roja», que era una federación poco rígida de ferroviarios, soldados des-
movilizados, maestros, estudiantes universitarios y de enseñanza secun-
daria y trabajadores de los estudios de cine. Tras hacer este gesto, Zhao
Ziyang y sus colaboradores siguieron gobernando la provincia.
La palabra «radical» se usaba de muchas maneras en este periodo.
En Shanghai, por ejemplo, donde la toma del poder fue un éxito, fue-
ron los Guardias Rojos Escarlata, organización obrera que contaba qui-
nientos mil miembros, quienes empezaron exigiendo con la mayor ener-
gía mejoras salariales y de las condiciones de trabajo, así como el derecho
de dejar su tarea para participar en «experiencias revolucionarias» sin
perder la paga. Exigencias parecidas hicieron millones de otros traba-
jadores en toda China, desde conductores de rickshaw hasta cocineros,
desde vendedores callejeros hasta maquinistas de tren. Trabajadores con
contratos a corto plazo y otros trabajadores eventuales mostraron espe-
cial vehemencia y a menudo exigían el estatus de trabajadores perma-

771
nentes y aumentos salariales con efecto retroactivo. Pero estos actos,
que al principio parecieron radicales, pronto fueron tildados de «eco-
nomismo» por los jefes de la Revolución Cultural. La postura de los
Guardias Rojos Escarlatas fue calificada de «conservadora» por otros
grupos, tales como la igualmente numerosa Sede General de los Tra-
bajadores de Shanghai, que reivindicaba para sí la etiqueta de radical.
Durante los últimos meses de 1966, facciones rivales de Guardias Ro-
jos integradas tanto por estudiantes como por obreros habían conse-
guido prácticamente paralizar Shanghai: el embarque de mercancías en
los muelles quedó interrumpido por completo; el servicio ferroviario
era un caos o, en algunos casos, no funcionaba en absoluto porque se
cortaron las vías; la ciudad estaba llena a reventar de millones de Guar-
dias Rojos, gente que había vuelto a ella o fugitivos del campo; y los
horarios de las tiendas eran cada vez más cortos porque las existencias
de alimentos descendieron hasta niveles peligrosamente bajos. En este
contexto, la toma «radical» del poder en Shanghai en enero de 1967 tam-
bién puede verse como un intento afortunado de impedir que los tra-
bajadores obtuvieran poder verdaderamente independiente.
Esta etapa de lucha comenzó cuando uno de los aliados más ínti-
mos de jiang Qjng, Zhang Chunqiao, se trasladó a Shanghai a princi-
pios de enero de 1967. Después de hacerse con el control de los perió-
dicos más influyentes y ordenar a los obreros que volvieran al trabajo,
Zhang Chunqiao celebró una serie de mítines y concentraciones de
masas para criticar y humillar a miembros de la dirección del partido en
Shanghai, a los que se acusó de «economismo» por haber cedido ante
las exigencias de mejoras salariales de los trabajadores. Con la colabo-
ración de Yao Wenyuan (que había lanzado los primeros ataques fuer-
tes contra Wu Han un año antes), Zhang Chunqiao utilizó el EPL para
restaurar el orden en la ciudad y crear la nueva consigna de «Compren-
der la Revolución y Promover la Producción». Mientras tropas del EPL
vigilaban los aeródromos, los bancos, las terrninales de carga y los mue-
lles, estudiantes-Guardias Rojos ocupaban el lugar de los obreros que
seguían negándose a volver al trabajo.
Zhang Chunqiao y Yao Wenyuan, sin embargo, también tuvieron
que luchar con estudiantes-Guardias Rojos extremistas que deseaban
mantener la solidaridad con los trabajadores. A finales de enero grupos
muy numerosos de estudiantes celebraron una sesión de lucha contra
Zhang Chunqiao y Yao Wenyuan y también «detuvieron» a los prin-
cipales autores de propaganda que trabajaban para este último. Hasta
principios de febrero no se restauró el orden a satisfacción de los diri-
gentes de la Revolución Cultural, para lo cual se contó con muchísimo

772
apoyo militar. El 5 de febrero Zhang Chunqiao anunció la formación
de una nueva institución, la Comuna Popular de Shanghai, lo cual creó
una situación verdaderamente paradójica. Porque, amparándose en este
nombre, el más revolucionario de todos, los que tan concienzudamen-
te habían purgado su propio partido intentaron ahora reforzar sus pro-
pias posiciones de nuevos líderes de China y forzar la vuelta a la obe-
diencia de los mismos estudiantes y trabajadores que habían tratado de
dar entrada a una nueva era de libertad.

Reducción del partido y muerte de Lin Biao


Al principio la formación de la Comuna Popular de Shanghai fue
bien recibida en Pekín. Pero, según parece, Mao abandonó pronto su
deseo inicial de hacer de estas comunas modelos para el desarrollo a es-
cala nacional y a mediados de febrero de 1967 dio a conocer una serie
de directrices más prudentes. Como éstas eran contrarias a las especta-
culares tomas del poder de enero, el grupo radical las llamaba la «corrien-
te adversa de febrero». Puede que también en ese caso Mao también
se opusiera de manera directa a su esposa, Jiang Qing, que había de-
clarado francamente que «el título de jefe debería desaparecer». Mao
respondió que «en realidad, los "jefes" son necesarios. La cuestión ra-
dica en el contenido», lo cual fue una reafirmación de la necesidad de
cuadros que desempeñaran papeles de líder, así como de su propia in-
dispensabilidad." Mao anunció que las «tomas del poder» no seguirían
legitimándose después de llevarse a cabo, sino que debían contar con la
aprobación previa del partido.
A finales de febrero Mao ordenó a Zhang Chunqiao que transfor-
mase la Comuna de Shanghai en un «Comité Revolucionario». Estos co-
mités, ya fuera en grandes zonas urbanas, en las comunas rurales o en
instituciones tales como universidades, escuelas y periódicos, consisti-
rían a partir de aquel momento en una «alianza triple» que compren-
dería representantes de las masas, miembros del EPL Y cuadros cuya
acritud y comportamiento se hubieran declarado «correctos». En la prác-
rica, esto significaba una reducción importante de la representación de
obreros industriales en la dirección local.
De acuerdo con las directrices de la «corriente adversa de febrero»,
las «tomas del poder» eran coordinadas con frecuencia por los propios
líderes del partido central, como se puso muy de manifiesto cuando el
primer ministro, Zhou Enlai, urdió una complicada serie de ataques con-

773
tra los diversos ministerios de la burocracia del Gobierno central. En
un intento de Zhou Enlai de poner coto a la violencia, se ordenó que
los estudiantes «reanudaran las clases y continuasen con la revolución»,
que personal del ejército llevara el adiestramiento militar a todas las
universidades y escuelas hasta los niveles primarios y que se permitie-
ra a los cuadros «reformarse y redimir sus errores haciendo aportacio-
nes». El resultado fue un periodo en el cual se atenuaron las formas más
extremas de desorden «radical», aunque el país continuó inmerso en un
estado de turbulencia.
El EPL en particular, como componente clave de la nueva alianza
triple, empezó a desempeñar un papel mayor en la estructura de Go-
bierno. No sólo estaban sus tropas plenamente representadas en todos
los nuevos comités revolucionarios, sino que, además, recurrían a la
fuerza de las armas para reprimir a los radicales exaltados que trataban
de perturbar o purgar la organización del propio EPI. Durante toda la
Revolución Cultural, tanto Lin Biao como el EPL habían intervenido
de manera sumamente complicada en las luchas. Líder de los «radica-
les» en cierto sentido, paladín de las Citas del Presidente Mao y de la
campaña dirigida a derribar a todos los elementos feudales, burgueses
y occidentales, aparentemente igualitario en su organización y sus pro-
cedimientos, e! EPL era también un ejército profesional comprometido
con la defensa de las fronteras de China y la evitación de una guerra
civil. Así pues, el EPL, al tiempo que parecía apoyar los excesos radica-
les de los exaltados Guardias Rojos, había mantenido cerradas sus filas
a las injerencias de éstos, así como sus instalaciones militares, sus archi-
vos confidenciales y sus plantas de producción. Efectivos del EPL tam-
bién protegían las instalaciones técnicas de los inmensos campos petro-
líferos de Daqing para impedir que los Guardias Rojos se apoderaran
de ellas y habían evitado que unidades de dichos guardias -incluso una
capitaneada por el sobrino del propio Mao Zedong- entrasen en las
instalaciones secretas donde muchos de los fisicos más brillantes de
China estaban trabajando en la bomba de hidrógeno.
Cuando Jiang Qjng atacó al jefe del departamento de propaganda
del EPL por haber «transformado el ejército en un ejército de la bur-
guesía», los Guardia Rojos siguieron su ejemplo y asaltaron el domicilio
del citado jefe. Esto provocó una respuesta inmediata de Zhou Enlai,
que, en una reunión de novecientos altos mandos militares a finales de
enero de 1967, criticó a todos los que pretendían «rebajar el prestigio de!
ejército». A comienzos de febrero los jefes del ejército, a quienes Mao
había prometido que no todas las regiones militares de las fronteras ex-
perimentarían la Revolución Cultural «de manera simultánea», práctica-

774
mente excluyeron estas regiones del proceso y prohibieron las injeren-
cias en la marina y en las escuelas navales y de las fuerzas aéreas.
Al EPL se le había encomendado la tarea, a finales de enero de 1967,
de disolver todas las «organizaciones contrarrevolucionarias». Optó por
interpretarlo como la orden de desarticular todas las organizaciones re-
volucionarias extremistas cuya línea se opusiera claramente a sus propios
intereses como organización (o a los de sus aliados políticos). No se sabe
a cuánta gente mató el EPi en los diversos enfrentamientos, pero tes-
tigos presenciales afirmaron haber visto ríos bloqueados por los muer-
tos y que el mar había arrojado muchos cadáveres a las costas de Hong
Kong. Por su parte, los que en Pekín respaldaban la Revolución Cultu-
ral quedaron consternados ante la dureza de los ataques del EPi contra
quienes, al fin y al cabo, a menudo no hacían más que responder a los
llamamientos del centro a purificar las filas de la burocracia. El EPL re-
cibió numerosas instrucciones que le instaban a ser más comedido y a
comprender el verdadero significado de la Revolución Cultural.
El choque más importante entre el ejército y los radicales ocurrió en
Wuhan durante el verano de 1967. La primavera anterior el EPL había
detenido a por lo menos quinientos jefes de grupos radicales de Cuar-
dias Rojos y obreros que afirmaban hablar en nombre de cuatrocien-
tos mil militantes. El resultado fue una lucha en Wuhan que incluyó
protestas públicas, huelgas de hambre, grandes paros laborales y final-
mente choques armados en los cuales el ejército mató a mil o más ma-
nifestantes. Cuando dos altos dirigentes de la Revolución Cultural
viajaron de Pekín a Wuhan en julio y condenaron al ejército por su com-
portamiento, uno de ellos fue secuestrado en su hotel por partidarios del
EPL sin que las tropas locales hicieran nada para rescatarle. No fue pues-
to en libertad hasta que las autoridades de Pekín enviaron a Wuhan uni-
dades aerotransportadas, un barco de guerra y otros refuerzos militares.
Con el incidente de Wuhan comenzó un nuevo periodo de violencia
y enfrentamientos entre el EPL Y numerosos grupos de «rebeldes radi-
cales» que en muchas partes de China duró todo el verano. Facciones
opuestas de trabajadores y estudiantes también continuaron atacándose
unas a otras, frecuentemente con resultados mortales, utilizando las ar-
mas y las municiones que robaban en los asaltos a arsenales del EPL. La
violencia fue especialmente intensa en Pekín y Cantón. Estos enfrenta-
mientos acabaron afectando a los niveles superiores del mismo Gobier-
no. En agosto de 1967 tuvo lugar una auténtica toma del poder cuando
los radicales ocuparon el Ministerio de Asuntos Exteriores, interrum-
pieron totalmente sus actividades normales y empezaron a «nombrar» a
diplomáticos radicales para puestos en diversas partes del mundo. Tal

775
vez para justificar estos actos alegando motivos «antiimperialistas», los
radicales atacaron e incendiaron la embajada británica.
En septiembre de 1967 el caos ya era tan grave que, al parecer, la ma-
yoría de los líderes, de Mao a Zhou Enlai, Lin Biao y Jiang Qjng, coin-
cidía en pensar que había alcanzado un nivel intolerable. Jiang Qjng,
ex portavoz clave de los radicales y sus ansias de llevar la lucha hasta
el final, denunció ahora «tendencias ultraizquierdistas» y alabó al EPL
como paladín de la «dictadura del proletariado», Mientras las facciones
estudiantiles seguían batallando unas con otras, los líderes recurrieron
a las organizaciones obreras como medio de frenar los excesos de los
estudiantes y restaurar el orden en las universidades. La propaganda del
EPL en todo el país pedía ahora un estudio intensivo de las obras de Mao
en lugar de un ataque total contra «la gente que toma la senda burgue-
sa». Se celebraron complejas negociaciones con facciones enfrentadas en
varias provincias y cuando se acordaba poner fin a las hostilidades, las
energías que antes se dedicaban al conflicto empezaban a aplicarse a
las pugnas para tener representación en los diversos comités revolucio-
narios. Siguiendo la pauta establecida en Shanghai a principios de 1967,
cada uno de estos comités revolucionarios constituiría una «alianza tri-
ple» del EPL, las masas y los cuadros «correctos». La pertenencia a un
comité determinaría quién tendría la voz decisiva en las comunas, las
escuelas y las fábricas, además de en los centros de Gobierno provincial
y los ministerios de Pekín. Los vencedores de estas pugnas podrían pre-
valecer políticamente en China hasta que el sistema cambiase una vez
más. No obstante, hasta el verano de 1968 -después de más centenares
de muertos en choques armados, entre ellos cinco obreros (enviados por
Mao a restaurar el orden) que fueron muertos a tiros por estudiantes
en la Universidad de Qjnghua en Pekín- no volvió a reinar 10 que po-
dría calificarse de orden.
Estos polémicos sucesos destruyeron el sistema educativo de Chi-
na, sometieron el ejército a tensiones inmensas y debilitaron de mane-
ra crucial la eficiencia y la moral del PCCh. En un intento de restaurar
el orden en el partido y en la vida política, se puso en marcha una nue-
va campaña que duró desde finales de 1967 hasta bien entrado 1969.
Conocida por el nombre de Campaña de Purificación de las Clases, se
encargó de coordinarla una coalición flexible de líderes entre los que
se que hallaban Mao, Jiang Qjng y sus seguidores, el EPL Y los cuadros
a los que se tenía por leales o que habían logrado hacerse con el con-
trol de los comités locales de la alianza triple. La campaña se concentró
en los millones de cuadros de quienes cabía sospechar que habían sido
«malos elementos» debido a sus anteriores relaciones con la burguesía,

776
en «renegados y espías» (esto es, quienes habían tenido que ver con el
Guomindang o con occidentales) y en los terratenientes y los derechis-
tas impenitentes. Los sospechosos fueron investigados a conciencia por
los recién formados Grupos Obreros de Propaganda del Pensamiento
de Mao, cuyos miembros procedían de las «masas revolucionarias», en
conjunción con el EPL Y los comités revolucionarios pertinentes.
Estas investigaciones dejaban muchísimo espacio para maniobrar
y los grupos de investigación sopesaban cuidadosamente el equilibrio
exacto entre los antecedentes, la trayectoria pasada y el comportamien-
to actual. A pesar de su naturaleza inexorable y de las tensiones, al me-
nos estos procedimientos acabaron llevando a veredictos claros. Era po-
sible «licenciarse» en las clases de estudio y, por ende, quedar libre para
volver al trabajo; o recibir la orden de continuar estudiando, lo cual po-
día conducir finalmente a la liberación; o bien la orden de abandonar
la clase, lo cual significaba ser expulsado del partido.
Para centenares de miles de cuadros e intelectuales, estas sesiones de
investigación no se celebraron en sus ciudades de origen, sino en escue-
las especiales, las llamadas «Escuelas de Cuadros 7 de Mayo», que debían
su nombre a una directriz de la mayor importancia que Mao Zedong
promulgó en tal fecha en los primeros tiempos de la Revolución Cul-
tural. En estas «escuelas» las duras faenas agrícolas se combinaban de ma-
nera constante con la autoevaluación y el estudio de las obras de Mao,
supuestamente para inculcar en los «estudiantes» una comprensión más
honda de la revolución socialista. En realidad, tenían tanto de prisiones
como de escuelas, y en ellas la libertad de movimiento o de disponer
del tiempo propio estaba seriamente restringida. Con frecuencia se di-
vidía a las familias, se hacía trabajar a los débiles y los ancianos junto
a los fuertes, y las condiciones de vida eran muy duras. Los «estudian-
tes» recibían cantidades mínimas de alimentos y en sus alojamientos
disponían sólo de lo estrictamente necesario. Además, el trabajo solía
ser sencillamente inútil porque era inconcebible que, en lo que se re-
fiere a la producción agrícola, los cuadros y los intelectuales pudieran
competir con los campesinos locales, al borde de cuyos campos solían
estar sus «escuelas». Si bien los «estudiantes» aprendían mucho sobre la
crudeza de la vida rural, es probable que fueran pocos los que experi-
mentaban un cambio fundamental de su forma de pensar. YangJiang,
de sesenta años, profesora de inglés en Pekín, fue enviada a una de es-
tas escuelas, donde pasó dos años con su anciano esposo, el novelista
y estudioso Qian Zhongshu (al que ella llamaba «Mocun»). He aquí la
descripción que hizo de su partida de la primera escuela 7 de Mayo en
el sur de Henan:

777
En el Año Nuevo, a principios de abril, en la fiesta de Qjngming, la es-
cuela de cuadros se trasladó a un nuevo lugar en Minggang. Antes de ir-
nos, toda nuestra brigada se reunió en el huerto por última vez para tirar
abajo todo lo que se había instalado y arrancar todo lo que pudiera mo-
verse. Cuando hubimos terminado, llegó un tractor y removió el terreno
hasta que no quedó ni rastro de los campos ni las zanjas. Cuando nos
disponíamos a partir, Mocun y yo volvimos atrás con disimulo para echar
una última mirada: la choza, el pozo, los canales de riego, los campos ...
todo había desaparecido. Hasta el montículo de tierra al lado del arroyo
había desaparecido. Lo único que quedaba era una gran extensión de tierra
acabada de remover,"

Esta combinación de adoctrinamiento incesante y trabajo arduo era


también la norma en los poblados corrientes de toda China durante la
Revolución Cultural. Un estudio detallado de una pequeña comunidad
de la provincia de Guangdong es un ejemplo claro de ello. El Pobla-
do de Chen tenía su correspondiente parte de tensiones y conmocio-
nes políticas, que se daban en dos niveles que coincidían parcialmente.
En una lucha por el poder se enfrentaban dos agricultores del poblado,
ambos muy conocidos en el lugar, cuyos papeles de líderes cambiaban
según si podían o no podían defender sus historiales de lealtad a Mao
y a la comunidad. (A veces en el poblado nadie quería líderes de nin-
gún tipo, debido a la inestabilidad de la situación, del mismo modo que
bajo los Qing a veces los habitantes de los poblados huían para evitar
las responsabilidades y los peligros que conllevaba ser el jefe de la bao-
jia.) La otra lucha era entre los jóvenes educados que habían sido «con-
denados» a vivir y trabajar en el Poblado de Chen y los naturales del
lugar. Estos jóvenes desterrados dirigían con frecuencia los debates po-
líticos porque su educación era superior (entre los lugareños había mu-
chos analfabetos) y utilizaban altavoces -disponibles después de la
reciente electrificación del poblado en 1966- para mantener un nivel
intenso de crítica política y conciencia pública. Dentro de estos dos ni-
veles de conflicto había incontables divisiones más pequeñas; y en cuan-
to a víctimas, los habitantes del poblado encontraban sus representan-
tes de los «cuatro antiguos» elementos y los estudiantes encontraban sus
«derechistas», a los que se podía aislar en una choza destartalada llama-
da «el establo» y luchar contra ellos a intervalos regulares.
En medio del caos político, sin embargo, los ritmos de las faenas
agrícolas y la vida familiar con sus gozos y sus penas continuaron en
el Poblado de Chen bajo las consignas pintadas en las paredes, los in-

778
numerables retratos de Mao hechos con plantillas, el estruendo de los
altavoces y las constantes exhortaciones a «emular a Dazhai». Siguiendo
las directrices que ordenaban renunciar a la producción «egoísta» o pri-
vada, la gente del lugar volvió a sumirse en el caos general del perio-
do del Gran Salto Adelante y entregó sus árboles frutales y sus peque-
ños bosquecillos de bambúes, sus redes de pesca, incluso sus cerdas de
cría, todo lo cual pasó a ser de propiedad comunal. Asimismo, duran-
te un tiempo los pequeños grupos de trabajo en los cuales todos los
campesinos se conocían bien tuvieron que ceder a la brigada de pro-
ducción, cuyo nivel era superior, sus procedimientos de contabilidad y
sus poderes de asignación de lugares de trabajo y distribución de tierra.
A pesar de las preocupaciones que estos cambios despertaron entre los
lugareños, los ingresos individuales de los mejores trabajadores agríco-
las del Poblado de Chen eran más altos en 1968 que en cualquier mo-
mento de los cuatro años anteriores. Los nuevos recursos de su traba-
jo colectivo dieron como resultado una provechosa diversificación que
prometía ingresos superiores en el futuro. En el espacio de unos cuan-
tos años el Poblado de Chen construyó una fábrica de ladrillos, un mo-
lino de cereales, un molino de aceite de cacahuete, una pequeña refine-
ría de alcohol y azúcar y una planta para la preparación de ñames.
Antes de todas las comidas, los habitantes de Chen celebraban lo
que era casi un oficio en honor de Mao, en el cual recitaban algunas de
sus citas, cantaban estrofas del himno de los Guardias Rojos, «El Este
Es Rojo», y ofrecían una breve plegaria en voz alta:

Deseamos respetuosamente larga vida al más rojo sol rojo de nuestros co-
razones, el gran líder presidente Mao. Y a la salud del vicepresidente Lin
Biao: que su salud sea eterna. Habiendo sido liberados por la reforma agra-
ria, nunca olvidaremos al Partido Comunista, iy en la revolucíón seguire-
mos siempre al presidente Meo!"

La alusión a Lin Biao no fue en modo alguno simplemente for-


mularia. El prestigio de Lin Biao había ido en aumento desde 1969,
cuando fue declarado sucesor electo de Mao en el congreso nacional
del partido. Aquel mismo año hubo una serie de graves choques ar-
mados entre el EPL y tropas de la Unión Soviética en las fronteras que
los dos países tenían en común. Los soviéticos habían concentrado más
y más tropas tanto en la frontera occidental china en Xinjiang como
en el norte de Manchuria, a lo largo del río Ussuri, con el consiguien-
te incremento de las tensiones con China. Si bien los choques no de-
sembocaron en una guerra a gran escala, alrededor de cien rusos re-

779
sultaron muertos o heridos y los chinos sufrieron ochocientas bajas.
En China el principal efecto de los combates se hizo sentir en la po-
lítica interior. Las noticias de las batallas, transmitidas de forma dra-
mática, provocaron una oleada de entusiasmo popular ante el heroís-
mo del EPL, intensificaron los sentimientos antisoviéticos y dieron la
impresión de que las tropas de Lin Biao estaban salvando literalmen-
te al pueblo chino. El prestigio de Lin Biao se encontraba en su cenit
en el Poblado de Chen, al igual que en toda China. Fue, por tanto, una
gran sorpresa que a finales de 1971 los líderes del partido en el poblado
fueran llevados apresuradamente al cuartel general de la comuna, de
donde volvieron, conmocionados y al principio comprometidos a
guardar el secreto, con la asombrosa noticia de que Lin Biao había trai-
cionado al presidente Mao y había encontrado la muerte en un acciden-
te aéreo.
Lo que los habitantes de Chen no sabían era que Mao había em-
pezado a dudar de Lin Biao y de la manera en que el EPL llevaba las
prolongadas purgas e investigaciones de cuadros veteranos del partido,
ya que pensaba que había sido reorganizado de manera apropiada, y
él y otros comenzaron a insinuar que en las detenciones y los interro-
gatorios el ejército había sido culpable de «negligencia» y «arrogancia».
En marzo de 1971, Mao decidió suprimir el cargo de presidente del Es-
tado, que se hallaba vacante desde la detención de Li Shaoqi, del
borrador de la constitución, lo cual significaba no sólo que Lin Biao
no podía suceder a tal cargo, sino también que Zhou Enlai, en calidad
de primer ministro, continuaría estando por encima de Lin Biao en la
jerarquía.
En agosto de 1970, Mao presentó nuevas instrucciones sobre la re-
construcción del PCCh que abandonaban los criterios de celo revolu-
cionario y pureza ideológica que Lin Biao y el EPL habían propagado
tan asiduamente desde comienzos del decenio de 1969. Durante 1971
Mao empezó a seguir una política en tres partes de la que más adelante
dijo que consistía en «arrojar piedras, echar arena al barro y socavar la
piedra angular»." Las «piedras» se arrojaron contra los militares de alta
graduación que estaban directamente debajo de Lin Biao, todos los cua-
les fueron obligados a hacer autocríticas públicas. La «arena» se echó
alterando el personal de la Comisión de Asuntos Militares del Comité
Central del PCCh, con el fin de deshacerse de algunos de los partida-
rios de Lin Biao. La «piedra angular» comprendía las fuerzas armadas
de la región militar de Pekín, donde Mao también reemplazó personal
clave. Actuando todavía de manera circunspecta, Mao intensificó la cam-
paña de críticas contra ..los estilos deficientes de trabajar» en el EPi Y

780
visitó en persona los mandos militares regionales en Nankín y Cantón,
para asegurarse, es de suponer, de la lealtad de sus comandantes.
Según documentos que el PCCh hizo públicos más adelante, Lin
Biao, desesperado ante el derrumbamiento de sus grandes ambiciones
políticas, buscó apoyo entre sus amigos más íntimos para un intento
de asesinar a Mao. Incapaz de llevar este plan a la práctica, Lin Biao fue
presa de pánico y huyó de China, junto con su esposa y su hijo, en un
reactor militar Trident. Los documentos del partido agregaban que el
avión se dirigía a la Unión Soviética pero que no tenía combustible su-
ficiente para un viaje tan largo; tampoco llevaba a bordo navegante ni
operador de radio. Se estrelló en Mongolia e! 11 de septiembre de 1971
y todos sus ocupantes perecieron. Esta historia es en esencia imposible
de verificar, ya que la autenticidad de las fotos que más adelante faci-
litaron las autoridades chinas es dudosa. Y los detalles sobre los planes
exactos de Lin Biao y sobre los otros conspiradores son confusos. Pero
era obvio a ojos de todo el mundo que la vida política de Lin Biao -y
cabe imaginar que su vida flsica también- había terminado de forma
dramática.
En una alocución ante el IX Congreso de! Partido e! 1 de abril
de 1969, cuando su poder parecía estar en pleno apogeo, Lin Biao ha-
bía dicho a los delegados que Liu Shaoqi, e! ex jefe de Estado, había
«traicionado al partido y capitulado ante el enemigo y se había con-
vertido en un traidor oculto y un canalla». En 1972 e! primer minis-
tro, Zhou Enlai, anunció que e! «renegado y traidor» había sido Lin
Biao. Los habitantes de Chen quedaron tan desconcertados como todo
e! mundo, lo cual no es extraño. «Yo había sido leal a Mao», dijo un
campesino del Poblado de Chen, recordando este periodo en una entre-
vista posterior, «pero el asunto de Lin Biao afectó mi forma de pen-
sar." O, como dijo uno de los jóvenes urbanos destinados a vivir en e!
poblado,

Cuando derribaron a Liu Shaoqi habíamos dado todo nuestro apoyo. En


aquel tiempo Mao Zedong subió mucho: era el sol rojo y qué sé yo qué
más. Pero el asunto Lin Biao nos dio una gran lección. Nos dimos cuen-
ta de que los líderes que estaban arriba podían decir hoy que algo es re-
dondo; mañana, que es plano. Perdimos la fe en el sistema."

La perplejidad de los habitantes de! poblado es totalmente com-


prensible. La credulidad del pueblo chino había sido empujada más allá
de todos los límites posibles a medida que un líder tras otro era pues-
to por las nubes primero y vilipendiado luego. Se había dado rienda

781
suelta a las tensiones más violentas de la sociedad china y las estructu-
ras organizativas básicas estaban a punto de romperse. Al menos el Gran
Salto Adelante había tenido en su centro una visión económica y so-
cial con sentido. La Gran Revolución Cultural Proletaria demostró que
ni Mao ni el PCCh parecían saber cómo y adónde debía encaminarse
la nación.

782
Quinta parte
Reingreso en el mundo
A finales del decenio de 1960 los líderes de la Revolución Cultural
habían vuelto firmemente la espalda tanto a la Unión Soviética como
a las potencias occidentales. China debía valerse de sus propios recur-
sos para crear una sociedad nueva y purificada, y poner en práctica una
forma creativa de marxismo imbuido del vigor del pensamiento de Mao
Zedong. Sin embargo, esta actitud complicada no podría mantenerse
durante mucho tiempo, especialmente si había que responder a nuevas
empresas técnicas como, por ejemplo, la explotación de los recursos pe-
troleros submarinos de China. Así pues, mientras continuaba la retóri-
ca purista se hicieron gestiones ante Estados Unidos que dieron fruto
en 1972 cuando el presidente Richard Nixon viajó a China y se entre-
vistó con Mao. Los dos hombres dieron a conocer un comunicado con-
junto sobre el estado de las relaciones entre los dos países y sus pos-
turas respectivas ante Taiwan, y China firmó varios acuerdos para la
importación a gran escala de tecnología avanzada de Estados Unidos así
como de Japón, Gran Bretaña, Alemania Occidental y Francia.
Los dirigentes de China, sin embargo, seguían estando divididos so-
bre la conveniencia de esta política, en especial después de enterarse del
coste de las nuevas importaciones y ver cómo la balanza de pagos de la
nación entraba en déficit. Los líderes de la Revolución Cultural conti-
nuaron poniendo Dazhai y Daqing como modelos de autosuficiencia,
mientras el Gobierno se acercaba poco a poco al reconocimiento de la
utilidad de la tecnología extranjera. Una nueva campaña ideológica que
en apariencia iba dirigida contra «Lin Biao y Confucio» realzó las preo-
cupaciones que sentían muchos ideólogos sobre una occidentalización
excesiva y el abandono de los valores marxistas.
Al mismo tiempo, el pueblo chino se mostraba cada vez más dis-
puesto a criticar al partido y en la primavera de 1976 tuvo lugar en Pe-
kín la mayor manifestación auténticamente espontánea de la historia de
la RPCh. Los manifestantes pedían más apertura en el Gobierno, el fin
de la dictadura y la vuelta al verdadero espíritu del marxismo-leninismo.

785
Reprimidos por la policía, los manifestantes fueron justificados por el
Gobierno en 1978, lo cual llevó a una nueva e incluso mayor oleada
de exigencias de libertades políticas e intelectuales a la que se dio el
nombre de las protestas del Muro de la Democracia. Mientras tanto,
había muerto Mao Zedong y el país se había embarcado en un nuevo
programa acelerado de desarrollo económico, aunque sin apartarse de
la que ya era la línea convencional, que consistía en combinar la auto-
suficiencia con las Cuatro Modernizaciones en la industria, la agricul-
tura, la ciencia y la tecnología, y la defensa nacional.
Antes de que finalizase el decenio de 1970 surgió una tendencia
nueva en la vida económica de China: el viejo ideal de autosuficien-
cia dentro de lo colectivo fue sustituido por una estrategia de intensifi-
cación de la iniciativa local y la responsabilidad de los trabajadores. En
programas piloto que resultaron sumamente eficaces se permitió a las
familias rurales aumentar inmensamente la extensión de tierra que po-
dían cultivar como parcelas privadas y vender los productos en el mer-
cado abierto a precios variables. En una escala menor, se alentó a los
empresarios urbanos a experimentar con negocios no explotadores.
El censo más minucioso de la historia de China se hizo en 1982 y
mostró que el número de habitantes pasaba ya de los mil millones. Las
consecuencias implícitas de esto eran graves, porque si no se podía fre-
nar el crecimiento de la población, ni siquiera los cambios más espec-
taculares en la producción rural e industrial lograrían elevar el nivel de
vida del país. El censo puso de relieve varios problemas más, tales como
los altos índices de mortalidad entre los pueblos minoritarios de China
y la creciente densidad demográfica sobre una extensión total de tierras
de labranza que iba disminuyendo lentamente. La proporción entre los
sexos analizada por edades también hacía pensar que los intentos de po-
ner en marcha una política basada en un hijo por familia, sumados a
los nuevos sistemas de incentivos económicos en las zonas rurales, em-
pujaban a muchas familias a practicar el infanticidio cuando nacía una
niña con la esperanza de que el siguiente hijo fuese niño.
Para dirigirla por este camino nuevo y peligroso, China tenía un
Gobierno con problemas estructurales. El Gobierno de la RPCh nunca
había estado unificado del todo, a pesar del extraordinario prestigio de
Mao Zedong. Pero en los años que siguieron a su muerte se hizo evi-
dente que el funcionamiento del Gobierno chino dependía en gran me-
dida de influencias, favores, pactos y concesiones, así como lo dificil
que era que todos los sectores de la burocracia y los gobiernos provin-
ciales actuasen de manera concertada. En el nuevo mundo que existía
en China, un mundo de tratos complejos a largo plazo con compañías

786
extranjeras en los que se arriesgaban miles de millones de yuanes, estos
problemas estructurales amenazaban con ser un nuevo obstáculo para
el crecimiento.
Mientras se daba sepultura a los últimos elementos de la retórica y
la práctica de la Revolución Cultural, las nuevas circunstancias econó-
micas dieron origen a alarmantes casos de corrupción, a la vez que la
reintroducción de la literatura, el cine, el arte y la música occidentales
causaba desilusión con los principios convencionales del marxismo-
leninismo entre los intelectuales y los jóvenes chinos. La consiguiente
oleada de exuberancia cultural provocó, una vez más, una dura reacción
del Gobierno que en esta ocasión se denominó «Campaña contra la
Contaminación Espiritual». No obstante, mientras esa campaña intimi-
daba a muchos intelectuales, el Gobierno hizo pública una reafirmación
altisonante de los nuevos derechos del individuo en la industria y la agri-
cultura, y procedió a reintroducir un sistema de leyes cuya finalidad era
tranquilizar tanto a los inversores extranjeros como a los empresarios
chinos.
Estas señales diversas indicaban que, con la muerte de la visión utó-
pica del maoísmo y el descrédito público de tantos miembros del PCCh
durante la Revolución Cultural, no había quedado ningún centro cla-
ro de autoridad. Sin duda los pequeños desfalcos por parte de miem-
bros del PCCh habían sido frecuentes en el pasado, pero en 1985 ya
estaban dado paso a la corrupción a gran escala. Los chinos recién en-
riquecidos que podían beneficiarse de las reformas económicas tenían
sed de artículos de consumo y la tentación de desviar artículos de im-
portación escasos hacia ellos a través del mercado negro era dificil de re-
sistir. El Gobierno pareda atrapado en una postura curiosa: miraba ha-
cia el futuro al tiempo que se inclinaba hacia el pasado.
La decepción que el Gobierno causaba entre los estudiantes y los in-
telectuales llegó al borde de la explosión a finales de 1986. En una serie
de manifestaciones, los estudiantes desafiaron las prohibiciones del Go-
bierno y exigieron que se otorgaran derechos democráticos al pueblo
con el fin de que las modernizaciones de la economía pudieran prose-
guir en un clima más abierto. Al igual que en el pasado, la reacción del
Gobierno fue atacar a los estudiantes por su falta de lealtad al partido y
al Estado e invocar de nuevo estereotipos sacrosantos (pero ya muy ma-
nidos) de unidad y abnegación revolucionarias. El secretario general del
PCCh fue destituido por no haber evitado que se produjeran los dis-
turbios. Pero al mismo tiempo que reprimía todos los llamamientos a
favor de las libertades democráticas, el Gobierno adoptó protecciones
constitucionales para las nuevas empresas industriales y agrícolas.

787
Muchos de los viejos revolucionarios de China dimitieron (o fue-
ron apartados de sus puestos) a finales de los años ochenta del siglo pa-
sado, pero los nuevos líderes llamados a reemplazarlos no pudieron ha-
cer nada para resolver las contradicciones que tanto atormentaban a la
sociedad china. Zonas de riqueza extraordinaria y tecnologías avanza-
dísimas y nuevas coexistían con condiciones de vida primitivas, las pe-
ticiones de mayor apertura no recibían respuesta del partido y la desen-
frenada corrupción económica estaba vinculada a un arraigado sistema
de contactos y nepotismo que causaba resentimiento y decepción entre
los que se veían excluidos de él. En 1989, menos de dos años después
de la represión de las manifestaciones más recientes, estas tensiones vol-
vieron a aflorar. Pero esta vez los enfrentamientos fueron más intensos
y alcanzaron una escala sin precedentes en la historia de la RPCh. A me-
diados de mayo, más de un millón de chinos de todas las profesiones
y las condiciones sociales se reunió en la plaza de Tiananmen y sus al-
rededores y pidieron dialogar con los líderes del Gobierno sobre la de-
mocracia, amén de exigir que se pusiera fin a la corrupción que parecía
ensuciar todos los ámbitos de la vida. Eclipsando por completo la visi-
ta a China del líder de la Unión Soviética, que representó el fin de la
ruptura entre las dos naciones después de treinta y dos años, los mani-
festantes de Pekín presentaron sus exigencias con fuerza cada vez ma-
yor y añadieron una prolongada huelga de hambre a su arsenal de tác-
ticas de presión.
El Gobierno de la RPCh respondió declarando la ley marcial, cuyo
cumplimiento fue imposible al principio debido al valor espontáneo de
los pequineses, que impidieron que los soldados del EPL llegaran al cen-
tro de la ciudad. Finalmente, los líderes partidarios de la línea dura se
impusieron por mayoría o a fuerza de maniobras a sus colegas más con-
ciliadores y ordenaron que los batallones recién llegados, fuertemente
armados y respaldados por tanques, se abrieran paso hasta la plaza de
Tiananmen. El resultado fue una matanza que conmocionó a China y
al mundo, y puso de relieve la distancia que había entre los que querían
mayor pluralidad en la vida y la expresión y Jos que aún pretendían en-
cauzar los programas a través de los mecanismos de control del Esta-
do de partido único. Pero, como prueba continua del poder de coac-
ción del Gobierno, a las personas que habían perdido a seres queridos
se les prohibió llevar luto, se impidió que los hospitales divulgaran las
cifras de bajas, la mayoría de los disidentes fugitivos fueron detenidos y
condenados a largas penas de cárcel y Deng Xiaoping alabó pública-
mente el valor del EPL.
Con la supresión de las peticiones generalizadas de mayor partici-

788
pación democrática, el partido reconsolidó su poder. Al mismo tiempo,
permitió la máxima libertad de acción en el crecimiento económico, tan-
to para distraer al pueblo y evitar que planteara más exigencias políti.-
cas como para reforzar la nación en su conjunto. China inició un pe-
riodo embriagador de rápido crecimiento de la economía que cambió
por completo la faz de las ciudades y también incrementó ininterrum-
pidamente la industrialización rural. Las inversiones extranjeras se dispa-
raron y otros países -especialmente Estados Unidos- empezaron a ex-
perimentar importantes déficits en sus relaciones comerciales con China.
Prevista desde hacía mucho tiempo, la muerte de Deng Xiaoping se
produjo en la primavera de 1997 y no fue acompañada de manifesta-
ciones de masas. En vez de ello, los dirigentes que habían subido al
poder como partidarios de la línea dura en 1989 parecieron consolidar
su posición y disfrutar de la devolución pacífica de Hong Kong al ré-
gimen continental el 1 de julio de 1997, con la que se puso fin sim-
bólica y literalmente a un siglo y medio de imperialismo occidental en
China. El Gobierno chino redujo las oportunidades de democracia
en Hong Kong y pareció decidido a seguir por el camino del creci-
miento económico sin dislocación social, aunque ello se les antojara
imposible a muchos observadores. Y el problema de la reunificación
de Taiwan, al que se había puesto sordina durante muchos años, pasó
ahora a primer plano como centro del tipo de decisión que habría que
afrontar en el futuro. ¿Permanecería China en el mundo como nación
moderna al fin? ¿ú tratarían sus gobernantes de perpetuar políticas que
provocarían enfrentamientos con las otras naciones desarrolladas?

789
23
Reapertura de las puertas

Estados Unidos y la visita de Nixon


Durante los primeros años de la Revolución Cultural, a pesar de
los esfuerzos de Zhou Enlai por mantener cierta continuidad con
el pasado y por proteger a altos cargos del Ministerio de Asuntos Exte-
riores de críticas y expulsiones, la retórica de la política exterior de Chi-
na se volvió insolentemente revolucionaria. En 1965 Lin Biao había
declarado que del mismo modo que los revolucionarios de las zonas
rurales habían rodeado y estrangulado las ciudades de China en 1948
y 1949, ahora los países pobres del Tercer Mundo rodearían y estrangu-
larían a las superpotencias y al resto de naciones capitalistas avanzadas.
Esta afirmación se convirtió en una fórmula básica para la política ex-
terior china durante la Revolución Cultural y muchos observadores
occidentales interpretaron que quería decir que China pretendía desem-
peñar un papel dominante en la creación de cataclismos mundiales que
pudieran conducir al debilitamiento de las naciones capitalistas.
Pero la retórica no fue respaldada por acciones militares manifiestas
y resultó en gran parte carente de sentido. No hizo más que subrayar
la incapacidad de China de prestar ayuda importante a otras naciones
en apuros. La fórmula de Lin Biao, sin embargo, se utilizó para justi-
ficar que China tendiera la mano a numerosos grupos radicales de opo-
sición en el extranjero, a las naciones pobres de África y Oriente Me-
dio y a grupos nacionalistas árabes tales como la Organización para la
Liberación de Palestina, pese a su adhesión al terrorismo. En la pren-
sa china aparecieron afirmaciones visionarias de la identificación inhe-
rente del pueblo con los oprimidos del mundo. Puede que en el caso de
algunos intelectuales de mayor edad estas afirmaciones evocasen las pa-
labras de Li Dazhao durante el periodo del 4 de Mayo, durante el cual
había hablado de que el imperialismo extranjero había «proletarizado»
al pueblo chino.
A pesar de sus propios conflictos internos, los chinos siguieron pres-

791
tando ayuda a conspicuos proyectos de desarrollo en países del Tercer
Mundo. El pensamiento del presidente Mao se ofreció como una guía
internacional para llegar a la revolución, y el Pequeño Libro Rojo con
sus citas se tradujo a numerosas lenguas y se distribuyeron millones de
ejemplares en todo el mundo. En el que fue tal vez el intento más grá-
fico de universalismo histórico, algunos analistas chinos incluso sostu-
vieron que Charles Gordon, el militar británico cuyo Ejército Siempre
Victorioso había ayudado a Zeng Guofan y Li Hongzhang a reprimir a
los Taiping y que más tarde, en 1885, había muerto a manos de rebeldes
sudaneses en Jartum, había encontrado la muerte porque las masas afri-
canas habían comprendido intuitivamente la necesidad de vengarse de
Gordon que sentían sus víctimas Taiping en China.
Pero durante los últimos años del decenio de 1960 China también
había estado presionando intensivamente para hacerse con el puesto
en las Naciones Unidas, y el correspondiente voto en el Consejo de Se-
guridad, que desde 1949 ocupaba el Gobierno del Guomindang instala-
do en Taiwan. Con la ayuda de algunas potencias DO alineadas, la RPCh
presentaba su reivindicación cada año y el boicot contra ella respalda-
do por Estados Unidos fue perdiendo fuerza paulatinamente, a pesar de
las fuertes presiones que los estadounidenses ejercieron sobre sus propios
aliados. En 1971 Estados Unidos abandonó finalmente su oposición por
considerarla inútil y en octubre del mismo año la RPCh pasó a ocupar
el puesto de China en la ONU y Taiwan fue obligada a retirarse.
Mucho antes de esto, Estados Unidos había avanzado poco a poco
hacia la reanudación de los contactos con la RPCh. Durante muchos
años las relaciones entre los dos países se habían mantenido exclusiva-
mente utilizando un medio indirecto que consistía en que el embajador
estadounidense en Polonia se entrevistaba a intervalos con diplomáticos
chinos en Varsovia. Algunos gestos de la administración Kennedy favo-
rables a replantearse la intransigencia estadounidense con China cesaron
después del asesinato del presidente en 1963. En 1966 el impulso en ese
sentido había vuelto a cobrar fuerza y en el verano de aquel año el se-
cretario de Estado sugirió al Gobierno comunista chino que permitiera
a algunos científicos y estudiosos chinos visitar Estados Unidos. El ges-
to, sin embargo, coincidió con el comienzo de la Revolución Cultural
y los chinos lo rechazaron airadamente por ver en él una treta propa-
gandística sin sentido por parte de la superpotencia hostil.
Pero en 1970 el propio Mao ya veía con honda preocupación tanto
la continua concentración de tropas soviéticas en las fronteras de China
desde los choques de 1969 como las ambiciones de Lin Biao. Así pues,
los líderes chinos estudiaron la idea de reabrir algunos canales de con-

792
tacto con Estados Unidos, a pesar de la incesante retórica revoluciona-
ria y antiimperia1ista de Jiang Qjng y otros dirigentes de la Revolución
Cultural. Personal con gran experiencia técnica del yacimiento petrolí-
fero de Daqing y del Ministerio de Industrias de! Petróleo también pre-
sionaron activamente para que China dejase de rechazar la tecnología
avanzada occidental. Muchos de estos hombres, a los que Mao había in-
troducido entre 1964 y 1966 para desempeñar cargos de gran respon-
sabilidad en la planificación económica, habían sido acosados por los
Guardias Rojos o enviados a las Escuelas de Cuadros 7 de Mayo a fi-
nales del decenio de 1969. Ahora, cuando los campos de petróleo que
habían potenciado resultaban ser uno de los únicos sectores en expan-
sión de la economía china, y Mao empezaba a volverse contra Lin Biao
y algunos de los exponentes más obstinadamente radicales de la auto-
suficiencia total, el «Grupo del Petróleo» (como les llamaban algunos)
volvió a recibir apoyo. Sabían que si China quería seguir aumentando la
producción de petróleo al ritmo que deseaban sus máximos dirigentes,
se necesitarían iniciativas importantes en la prospección y la perfora-
ción submarinas, y China no tenía ni los recursos ni la tecnología ne-
cesarios para ello. Las habilidades extranjeras serían esenciales y estaba
demostrado que Estados Unidos era e! líder mundial en tecnología de!
petróleo.
En enero de 1970, en el centésimo trigésimo quinto encuentro re-
gular en Varsovia, los chinos rompieron la habitual pauta de recrimina-
ciones relacionadas con e! estatus de Taiwan y mencionaron la posibili-
dad de continuar las conversaciones «en un nivel superior o utilizando
otros cauces que ambas partes juzgasen aceptables». Después de más
maniobras entre bastidores por parte tanto de los chinos como de los
estadounidenses, en abril de 1971 los chinos invitaron inesperadamente
al equipo de tenis de mesa de Estados Unidos, que en aquel momento
estaba participando en una competición en Japón, a visitar China en
misión de buena voluntad. El gesto fue público y claro y la oportuni-
dad, demasiado buena para dejarla escapar. A los pocos días se declaró
que la era de la «diplomacia del pin-pon» estaba cerca.
A fuerza de negociaciones que al principio se ocultaron al público,
al Congreso, al Departamento de Estado e incluso al propio secretario
de Estado, el consejero del presidente Nixon para la seguridad nacional,
Henry Kissinger, viajó a China en julio de 1971 para entrevistarse en
privado con Zhou Enlai y planear los detalles de una visita presidencial.
Las negociaciones resultaron beneficiadas cuando el Departamento del
Tesoro y otros decidieron levantar la prohibición de transferir dólares
a China -los estadounidenses de origen chino podían ahora enviar di-

793
nerc a los parientes que se encontraban en su país de origen-, permi-
tir que barcos de propiedad estadounidense con banderas extranjeras
transportasen mercancías a China y permitir que los chinos exportasen
a Estados Unidos por primera vez desde la guerra de Corea. El 15 de
julio Nixon, que estaba en California, anunció personalmente por ra-
dio y televisión que visitaría China en una fecha todavía no determi-
nada «antes de mayo de 1972». Los chinos también mencionaron la
próxima visita en un recuadro pequeño que el Diario delPueblo publicó
en primera plana.
Kissinger señaló más tarde en sus memorias que «ningún Gobierno
se merecía menos 10 que estaba a punto de sucederle que el de Taiwan».'
Desde la decisión del presidente Trumao de proteger la isla de una po-
sible invasión por parte de la RPCh en el primer año de la guerra de
Corea, Taiwan había sido un firme aliado de Estados Unidos, había
proporcionado una valiosa base en el Pacífico para los misiles esta-
dounidenses y también se había beneficiado muchísimo de la ayuda y
el comercio estadounidense. El asunto de Taiwan era también impre-
visible en Estados Unidos, dado que un «lobby de China» que se hacía
oír mucho había seguido insistiendo en la necesidad de defender a toda
costa a Chiang Kai-shek de las amenazas procedentes de la China con-
tinental y cualquier acusación de ser «blando» con el comunismo chi-
no podía reavivar una vez más las cenizas humeantes del periodo de
McCarthy. Quizá sólo un presidente republicano como Richard Nixon,
con un historial bien documentado de hostilidad intensa -incluso
inexorable- al comunismo, podía haber tomado en secreto semejantes
decisiones arriesgadas y evitado un enfrentamiento político con el Con-
greso. Pero, dado que tanto la República Popular como Taiwan se opo-
nían implacablemente a una solución basada en «dos Chinas» que ne-
garía el derecho básico de ambas partes a representar al conjunto, no iba
a ser fácil encontrar una solución a gusto de todos. El anuncio del viaje
de Nixon surtió el efecto que era de prever en la ONU. A finales de oc-
tubre la Asamblea General, por 59 a 55 con 15 abstenciones, votó en
contra de la moción de procedimiento patrocinada por Estados Uni-
dos, que hubiera permitido a Taiwan conservar su puesto en la ONU;
seguidamente una votación formal otorgó dicho puesto a la República
Popular, lo cual significó la expulsión de la delegación taiwanesa.
El presidente Nixon no fue recibido en Pekín, como esperaban él y
algunos de los que habían planificado su visita, por multitudes de chi-
nos cuyos vítores hubieran reforzado su imagen tambaleante en Estados
Unidos al ser transmitidos por la televisión estadounidense. En vez de
ello, cuando descendió de su avión en el aeropuerto de Pekín el 21 de fe-

794
brero de 1972 por la mañana y estrechó públicamente la mano del pri-
mer ministro, Zhou Enlai -con el fin de mitigar el desaire que Dulles
le había hecho en Ginebra dieciocho años antes-, había sólo un peque-
ño grupo de funcionarios chinos y una guardia de honor vestida con
sencillez pero que aun así resultaba impresionante. Las calles por las que
pasó el cortejo de automóviles que llevó a los visitantes estadounidenses
a su alojamiento estaban vacías y la inmensa plaza de Tiananmen, en-
frente de la Ciudad Prohibida, también se hallaba desierta.
Nixon fue conducido a presencia de Mao Zedong por la tarde. Mao
explicó en parte la prudente bienvenida diciendo que un «grupo reac-
cionario» se había «opuesto» a todo contacto oficial con Estados Unidos
y luego dejó daro que se refería a Lin Biao, entre otros. Mao también
dijo en broma que a Chiang Kai-shek tampoco le parecía bien el en-
cuentro. Mao hizo otros comentarios en tono distendido -aunque es
muy posible que se hubieran preparado cuidadosamente de antemano-
y dijo a Nixon «Voté a su favor en sus elecciones» y procedió a aclarar
sus palabras señalando que los «derechistas» eran relativamente previsi-
bles. Cuando Nixon quiso halagarle diciéndole que sus escritos habían
«conmovido a una nación» y «cambiado el mundo», Mao respondió
«No he podido cambiarlo. Sólo he podido cambiar unos cuantos lu-
gares en las inmediaciones de Pekín».' Esta entrevista con Mao fue fil-
mada, lo cual representó un cambio total de lo que era la norma en
China, y un segmento de diez minutos pudo verse en la televisión na-
cional china. La prensa china también publicó páginas de fotografias.
El componente diplomático de la visita de Nixon se trató en largas
sesiones privadas entre negociadores chinos y estadounidenses mien-
tras el presidente y sus escoltas gozaban de sus visitas a la Gran Mura-
lla y las tumbas de los Ming en las afueras de Pekín, y soportaban in-
terminables rondas de banquetes. Los asuntos fundamentales eran cómo
abordar el estarus de Taiwan y los efectos que el cambio de la política
con China podía producir en las relaciones de Estados Unidos con la
Unión Soviética, con la cual estaba prevista una cumbre para mayo.
La declaración resultante de las negociaciones supuso un cambio im-
portante en la política de ambos países y se dio a conocer durante la
visita que Nixon hizo a Shanghai el 28 de febrero de 1972. Este docu-
mento, que se presentó en forma de «comunicado conjunto», resumió
los puntos de vista tanto estadounidenses como chinos sobre la política
mundial sin tratar de conciliarlos. El «bando estadounidense", como lo
llamó el comunicado, reafirmó la opinión estadounidense de que el
papel de Estados Unidos en la guerra de Vietnam no constituía una «in-
tervención externa» en los asuntos vietnamitas y ratificó el compromiso

795
estadounidense con la «libertad del individuo». Los estadounidenses
también se comprometieron a continuar apoyando a Corea del Sur. El
«bando chino» declaró que «dondequiera que haya opresión, hay resis-
tencia» y que «todas las tropas extranjeras deberían ser retiradas a sus
propios países». Corea debería unificarse siguiendo las líneas propues-
tas por los norcoreanos.
En cuanto a la cuestión de 'Iaiwan, añadía prudentemente el Co-
municado de Shanghai, había obvias diferencias de opinión cuyas raí-
ces estaban en los distintos «sistemas sociales y políticas exteriores» de
China y Estados Unidos y un acuerdo total no era posible. Los chinos
expresaron su punto de vista de la siguiente manera:

La cuestión de Taiwan es el asunto más importante que impide nonnali-


zar las relaciones entre China y Estados Unidos; el Gobierno de la Repú-
blica Popular China es e! único Gobierno legítimo de China; Taiwan es
una provincia de China que hace tiempo ha sido devuelta a la patria; la
liberación de Taiwan es un asunto interno de China en el cual ningún otro
país tiene derecho a injerirse; y todas las fuerzas e instalaciones militares
estadounidenses deben ser retiradas de Taiwan. El Gobierno chino se opo-
ne firmemente a todas las actividades que vayan encaminadas a la creación
de "una China, una Taiwan», «una China, dos gobiernos», "dos Chinas»,
una -Iaiwan independiente» o que sostengan que «el estatus de Taiwan está
por determinar».

Estados Unidos incluyó su propia interpretación en el comunicado:

Estados Unidos reconoce que todos los chinos de ambas orillas de! estre-
cho de Taiwan mantienen que no hay más que una China y que Taiwan
forma parte de China. El Gobierno de Estados Unidos no discute esta pos-
tura. Reafirma su interés en una resolución pacffica del asunto de Taiwan
por parte de los chinos mismos. Teniendo en cuenta esta perspectiva, afir-
ma el objetivo último de retirada de todas las fuerzas e instalaciones mili-
tares estadounidenses de Taiwan. Mientras tanto, reducirá progresivamente
sus fuerzas e instalaciones militares en Taiwan a medida que disminuya la
tensión en la zona. J

Las secciones finales del comunicado sugerían que era deseable que
hubiese más «contactos e intercambios de persona a persona» en «la
ciencia, la tecnología, la cultura, los deportes y el periodismo», se mos-
traban de acuerdo en que debía incrementarse el comercio entre los dos
países y en que «un alto representante de Estados Unidos» debía visitar

796
Pekín «de vez en cuando». (China tendría su propia delegación en la
sede de la ONU en Nueva York y, por ende, tendría diplomáticos de ca-
tegoría superior permanentemente en suelo estadounidense. Dado que
Estados Unidos aún reconocía diplomáticamente a Taiwan como u:-
presentante de China, el Gobierno taiwanés mantendría su embajada en
Washington.) Finalmente, tanto China como Estados Unidos trabaja-
rían por «la normalización de las relaciones entre los dos países» y con-
tribuirían así a «mitigar la tensión en Asia y el mundo».
Fue un momento señalado en la historia de la diplomacia. Mao se
esforzaba a la sazón por reimponer cierto orden después de los estragos
de la Revolución Cultural y la muerte de Lin Biao, y ya mostraba sín-
tomas avanzados de una enfermedad debilitadora. Nixon veía cómo su
popularidad iba menguando en medio de la hostilidad que la guerra
de Vietnam despertaba en el país y ya daba señales de la honda suspi-
cacia con que veía a la oposición estadounidense, que le sumiría en el
escándalo Watergate y destruiría su presidencia. Sin embargo, ambos
hombres se habían dado cuenta de la oportunidad de realineamientos a
escala mundial y en vez de dejarla escapar, decidieron aprovecharla. Tal
vez el Tratado de Nerchinsk en 1689, el Tratado de Nankín en 1842 y el
Tratado de Shimonoseki en 1895 habían tenido consecuencias inmedia-
tas más espectaculares para el pueblo chino. Pero el acuerdo de 1972, a
pesar de su prudencia y su carácter elíptico, señaló un punto de in-
flexión de importancia decisiva en las relaciones exteriores de China.

Ataques a Confucio y a Lin Biao


Como queriendo recalcar la importancia de los líderes de la Re-
volución Cultural en la política china de aquel momento y del futuro,
fue el político y teórico de Shanghai Zhang Chunqiao, en su capaci-
dad de presidente del Comité Revolucionario de Shanghai, quien ofre-
ció el banquete de despedida del presidente Nixon y su séquito el 27 de
febrero, el día antes de que se diera a conocer el Comunicado de Shang-
hai. En su discurso, Zhang Chunqiao hizo una afirmación que, según
dijo, surgía de las enseñanzas de Mao, en el sentido de que los shang-
haineses «mantenemos la independencia y conservamos la iniciativa en
nuestras propias manos y dependemos de nuestros propios esfuerzos»."
Esta reafirmación del valor maoísta de la autosuficiencia era obligada
en el contexto, pero cabe suponer que Zhang Chunqiao y quienes le es-
cuchaban comprendieron que China utilizaría a Estados Unidos para

797
fortalecer su posición económica y estratégica en su pugna con la Unión
Soviética.
En las ciudades y poblados de China, además, las expectativas po-
líticas eran diferentes de las de hacía sólo unos años. La noticia de la
destitución de Liu Shaoqi en 1966 se había aceptado en toda China sin
gran alboroto, aunque Liu Shaoqi había sido jefe del Estado y uno de
los colaboradores íntimos de Mao durante más de cuarenta años. Pero,
como habían afirmado tan claramente los campesinos del Poblado de
Chen, resultó mucho más dificil comprender la destitución de Lin Biao,
así como su supuesta traición y su muerte. Lin Biao había dado la im-
presión de estar en el centro de la planificación y la euforia de la Revo-
lución Cultural, había escrito personalmente la introducción del Peque-
ño Libro Rojo de Mao y la constitución de 1969 le había nombrado
sucesor electo de Mao. ¿Cómo iba el partido a vilipendiarle de manera
convincente sin perder por ello su credibilidad?
Lo que estaba en juego en esta cuestión era especialmente impor-
tante para Mao Zedong, que también había perdido credibilidad a cau-
sa de la manera en que se había presentado la muerte de Lin Biao, así
como para jiang Qing y sus partidarios. Y también era mucho lo que
estaba en juego para los centenares de miles de personas que habían su-
bido al poder durante el mismo periodo y los millones de nuevos miem-
bros del partido. Las cifras de afiliación al partido en este periodo (véa-
se el siguiente cuadro) muestran una pauta oscilante en la que hubo un
aumento rápido del número de nuevos miembros en los primeros años
de la Revolución Cultural, seguido de una purga de los que eran hostiles
al movimiento y a continuación otro gran aumento del número de afi-
liados. La causa de este segundo salto, que tuvo lugar en 1972 y 1973,
fue tanto la admisión de nuevos afiliados con el fin de reforzar la base
de poder de los líderes que albergaban la esperanza de suceder a Mao en
el Gobierno como la vuelta a las filas del partido de miembros que ha-
bían caído en desgracia como, por ejemplo, Deng Xiaoping.
La respuesta del partido a la dificil tarea de mantener su prestigio
puede analizarse por medio de las corrientes opuestas de su campaña
contra Lin Biao. Al principio, en los primeros meses después de su muer-
te, oficialmente no se hacía referencia a Lin Biao por su nombre, aun-
que los líderes locales del partido habían sido informados de los planes
de la campaña en sesiones especiales. En lugar de ello, la prensa, las pu-
blicaciones del partido y las emisoras de radio empezaron a lanzar una
serie de ataques contra personas no identificadas a las que se calificaba
de «embaucadores como Lin Shaoqi- o «embaucadores políticos que
fingían ser marxistas». El crimen de estos «embaucadores» consistía en

798
Año Población 0/O de cambio Afiliados % de cambio
de China al PCCh

1966 750 millones (aprox.) 18 millones


1969 806 millones 7,5 22 millones 22,2
1971 852 millones 5,7 17 millones -22,7
1972 870 millones (aprox.) 2,1 20 millones 17,6
1973 892 millones 2,5 28 millones 40,0
1976 925 millones (aprox.) 3,7 34 millones 21,9

Afiliación al Partido Comunista de China, 1966-1976.'

que «pretendían utilizar el espectro del anarquismo para provocar desor-


den y emponzoñar a las masas con el objeto de oponerse a la revolu-
ción», y en que «incitaban astutamente tendencias "ultraizquierdistas"
y querían democracia sin centralismo y libertad sin disciplina»." A co-
mienzos de 1973 algunos líderes de la Revolución Cultural ya debían
de haberse dado cuenta de que semejante campaña de vilipendio sería
contraproducente, porque las acusaciones parecían referirse extrañamen-
te a su propio comportamiento anterior. Ahora se advirtió al pueblo
chino que la línea que defendían los embaucadores era revisionista
en vez de izquierdista y que aquellos mismos embaucadores «en ciertos
momentos y en ciertos asuntos ... [habían] aparentado ser de extrema
"izquierda" para disimular su esencia derechista». Una de las metas de
estos embaucadores, entre otras, era un «deseo contrarrevolucionario
de restaurar las clases terratenientes y burguesas derrocadas»." Aunque
todo el mundo en China debió de darse cuenta de que las acusacio-
nes se referían a Lin Biao, hasta el X Congreso del Partido, en agosto
de 1973, Zhou Enlai no lo dijo de manera oficial y en público. Pero
Zhou Enlai no hizo ningún intento convincente de explicar qué era
exactamente lo que había hecho Lin Biao y cómo se le había permiti-
do hacerlo, ni cuáles eran los posibles precedentes históricos de sus ac-
tos, lo cual sin duda debió de parecer absurdo a la mayoría de quienes
le escucharon.
Casi al mismo tiempo que el X Congreso se hallaba reunido, comen-
zó una nueva campaña a gran escala cuyos blancos ostensibles eran nada
menos que el mismísimo Confucio y los valores humanísticos y con-
servadores que representaba. Diversos intelectuales chinos empezaron a
publicar articulas sobre Confucio que tenían claras consecuencias im-
plícitas para la Revolución Cultural, la burocracia y el papel del traba-

799
jo en la sociedad: Confucio era calificado de representante de la deca-
dente aristocracia propietaria de esclavos que odiaba a los nuevos terra-
tenientes feudales y sus partidarios, los filósofos legalistas. Dado que en
el contexto del desarrollo económico y social del siglo v a.e. era «pro-
gresista» pasar de una sociedad poseedora de esclavos a una sociedad
feudal -como más adelante sería progresista pasar del feudalismo al ca-
pitalismo-, Confucio era obviamente un reaccionario.
Otros ensayos publicados a finales de 1973 vinculaban el ataque
a Confucio y las alabanzas dedicadas al primer emperador de China,
el célebre Qjn Shihuang, que unificó toda China bajo su autoridad
en 221 a.C. Aunque en el pasado se había vilipendiado a este empe-
rador por ser un tirano absolutista que causó sufrimientos terribles en
nombre del orden centralizado, en 1973 los estudiosos instaron al pú-
blico a alabarle y a alabar también a los legalistas que le apoyaban. Ar-
guyeron que incluso actos tan draconianos como quemar los libros con-
fucianos y enterrar vivos a los letrados habían sido necesarios para
consolidar la «dictadura de la clase terrateniente». Lin Biao, se decía ca-
tegóricamente (por si alguien no había caído en la cuenta), era uno de
«los Confucios de la China contemporánea»."
En 1974 la «Campaña contra Lin Biac y Confiicio» ya se había trans-
formado en una operación de gran alcance que abarcaba toda China.
De manera parecida a la campaña contra Hu Feng del periodo de con-
solidación de los primeros años del decenio de 1950, o la campaña
contra Wu Han que desembocó en la Revolución Cultural, la dirigi-
da contra Lin Biao y Confucio incluyó concentraciones de masas e in-
tensos debates de grupo en las células del partido y las universidades,
en el EPL y en las unidades de las milicias locales, en las comunas y las
fábricas. Aunque la plétora de campañas de esta clase sembraran el can-
sancio y el cinismo entre ellos, los chinos, no pod.ían hacer nada excep-
to asistir a las sesiones de los grupos de estudio y leer los textos obliga-
dos junto con sus cuadros locales. Los turistas y académicos occidentales
que en número cada vez mayor visitaban China se veían sometidos a
un sinfín de sesiones informativas sobre la naturaleza de la campaña y
su importancia para comprender los acontecimientos recientes de la his-
toria del país.
En un ataque cultural paralelo, una película documental sobre Chi-
na que hizo el director italiano Michelangelo Antonioni fue denuncia-
da con dureza por los criticas chinos porque no prestaba atención a los
logros espectaculares de la «nueva» China y porque mostraba pasión por
las pautas agrícolas tradicionales, los edificios antiguos y las viviendas
primitivas. Antonioni, que se había declarado admirador de China, fue

800
acusado ahora de «usar la cámara para difamar la Revolución Cultural,
insultar al pueblo y atacar a los líderes»." Los visitantes extranjeros se
llevaban un sobresalto al ver pancartas enormes con ataques a Anto-
nioni colgadas sobre la maquinaria en las fábricas y exhibidas en las
comunas, porque el mensaje parecía decir muy claramente que los ex-
tranjeros no eran bienvenidos a menos que elogiasen lo que veían.
Pero el Gobierno no podía prever siempre cómo se utilizaría tal vez su
propaganda. Algunos profesores chinos comentaban en voz baja que
se valían de la campaña contra Confucio para reintroducir la enseñan-
za de la literatura clásica china en sus clases. El estudio de los textos
clásicos no había estado bien visto durante el apogeo de la Revolución
Cultural; pero ahora, preguntaban con fingida inocencia los maestros
a los visitantes, écómo podían los estudiantes criticar a Confucio con
el máximo efecto si no les era posible usar todos los matices de su len-
guaje reaccionario?
Detrás de estas tensiones culturales, que reflejaban desacuerdos en-
tre los líderes chinos alimentados quizá por las opiniones de Jiang Qing,
había también problemas en la reestructuración del sistema de educa-
ción de China. Las escuelas y las universidades se habían sumido en el
caos durante los primeros años de la Revolución Cultural, con edifi-
cios cerrados durante años, estudiantes utilizados como Guardias Ro-
jos o enviados a remotas zonas rurales, administradores y maestros
humillados o despedidos y falta de libros y materiales nuevos. La rea-
pertura de las escuelas de enseñanza secundaria y las universidades a
finales del decenio de 1960 y comienzos del de 1970, y en especial la
reaparición en 1973 de los exámenes para el ingreso en la universidad,
provocaron reacciones diversas entre estudiantes que ahora habían te-
nido ocasión de probar un tipo distinto de aprendizaje. Un caso, el
de Zhang Tiesheng, un joven culto que había sido enviado a la pro-
vincia de Liaoning en el nordeste durante cinco años y había ascendi-
do a jefe de su grupo de producción, llamó la atención del país cuando
se supo que había entregado una hoja de examen en blanco a un co-
mité de admisión en la universidad. En una nota dirigida a los exami-
nadores, el joven escribió que estaba demasiado ocupado trabajando
jornadas de dieciocho horas en la comuna para dedicar tiempo a los
estudios académicos y que no sentía ningún «respeto por los ratones
de biblioteca que durante muchos años se han tomado las cosas con
calma y no han hecho nada útil». Era injusto, señaló Zhang Tiesheng,
que después de todo lo que había trabajado por su país, «unas cuantas
horas de examen escrito puedan incapacitarme para matricularme en la
universidad».'? La notoriedad que alcanzó el caso de Zhang Tiesheng

801
demostró que muchos de los que ocupaban puestos directivos trataban
de proteger la política de entrada en la universidad que se basaba en
la «pureza revolucionaria» tan ensalzada durante la Revolución Cul-
tural.
Los medios de información se ocuparon todavía más de un estudian-
te de filosofía llamado Zhong que se dio de baja de la Universidad de
Nankín en el segundo curso. Zhong, que había estado trabajando en
una comuna, había sido admitido en esta prestigiosa universidad gra-
cias a una llamada telefónica que el comité de admisión recibió de su
padre, un veterano de la Larga Marcha y cuadro militar de alta gradua-
ción. Zhong escribió que ahora se daba cuenta de que el uso de seme-
jantes «relaciones» (guanXl) e «influencias ocultas» (houmen) era impropio
e injusto para con las masas. Su renuncia fue aprobada y Zhong vol-
vió a su trabajo en el campo cargado con los regalos que le hicieron los
amigos para demostrarle su admiración: las obras de Marx, Engels, Le-
nin y Mao; un paquete lleno de materiales sobre la lucha por criticar
a Lin Biao y Confucio; y una azada, un cince!, unas tijeras y un par de
resistentes zapatos de paia."
Los estudiantes Zhang y Zhong, con sus modos diferentes de abor-
dar el ingreso en la universidad y su experiencia común del trabajo en
las comunas rurales, fueron las voces que más publicidad recibieron de
todas las que se alzaron en el inmenso conjunto de chinos jóvenes que
habían sido enviados al campo -supuestamente para estimular la pro-
ducción, pero también para mitigar e! exceso de población en las
ciudades- durante la Revolución Cultural. Más de dieciséis millones
de jóvenes urbanos fueron reasentados en estos años, un millón de
ellos procedente de Shanghai. Yunnan, en el sudoeste, había absorbi-
do 600.000 jóvenes de varias ciudades, y Heilongjiang, en la lejana
frontera del nordeste con la Unión Soviética, 900.000. Puede que este
vasto programa de reasentamiento aliviase algunos problemas sociales
causados por la delincuencia y el exceso de habitantes en las grandes ciu-
dades, pero también causó terribles dislocaciones y sufrimientos per-
sonales a los jóvenes que no estaban acostumbrados al trabajo rural, y
creó una nueva serie de conflictos sociales y políticos en el campo. Es
dudoso que muchos de los que fueron obligados a pasar el resto de su
vida en zonas rurales pobres compartieran la optimista creencia oficial
de que estos jóvenes estaban «creciendo de forma sana en las zonas ru-
rales inmensas y llenas de recursos».

802
Definición de la economía, 1974-1975
En 1974 ya era evidente que pronto se producirían cambios impor-
tantes entre los líderes chinos. Zhou Enlai estaba gravemente enfermo
de cáncer y, si bien seguía cumpliendo su intenso programa de trabajo
como primer ministro, a menudo tenía que ser hospitalizado para reci-
bir tratamiento; Mao Zedong ya no podía controlar los síntomas de la
enfermedad de Lou Gehrig, nunca aparecía en público sin ir acompa-
ñado por enfermeras y hablaba cada vez más de que sólo le interesaban
los problemas filosóficos, en lugar de los problemas prácticos de tipo
administrativo, y de que se estaba «preparando para encontrarse con
dios». Zhu De, el artífice del Ejército Rojo, rozaba los noventa años de
edad y ya llevaba mucho tiempo retirado de la vida pública activa.
Entre las figuras que ahora maniobraban para situarse en una posi-
ción ventajosa, los cuatro líderes de la Revolución Cultural constituían
un bloque enérgico y poderoso que en las provincias y en los medios de
información controlados por el Estado contaban con el apoyo de otros
que habían subido al poder desde 1966. A pesar de haber aceptado a re-
gañadientes la apertura parcial de China a Occidente, seguían presio-
nando a favor de lo que puede denominarse una línea «radical". Esto sig-
nificaba continuar el sistema de comunas tal como se había consolidado
en los años posteriores al Gran Salto Adelante, con los campesinos or-
ganizados en una jerarquía surgida de una base de millones de pequeños
grupos de producción integrados por algo más de una docena de fami-
lias, los cuales se consolidaron en brigadas de producción mayores, de
doscientas o trescientas familias, y luego volvieron a combinarse en al-
rededor de doscientas mil comunas. Cuadros de categoría superior re-
presentaban a Pekín en las comunas y ejercían sus mandatos burocráti-
cos para hacer cumplir los cupos de producción, la asignación de fondos
para el desarrollo y de maquinaria pesada y el control de la educación,
los servicios de asistencia sanitaria y las milicias en el nivel local.
La línea radical también quería decir exhortaciones continuas a
"aprender del modelo de Dazhai», la brigada de producción de la pro-
vincia de Shanxi que había superado su casi desmitificación a comien-
zos del decenio de 1960 y volvía a ser ensalzada en los medios de in-
formación como el modelo verdadero para la heroica iniciativa local
mediante el trabajo arduo e incesante y la virtud maoista de la auto-
suficiencia. Junto con las alabanzas dedicadas a Dazhai como el gran
ejemplo de desarrollo rural autosuficiente se invocaba constantemente
el gran campo de petróleo de Daqing, en el noroeste de Harbin, pro-
vincia de Heilongjiang, como ejemplo de cómo debía crecer una im-

803
portante empresa industrial que daba empleo a decenas de miles de tra-
bajadores. Se decía que en Daqing se continuaba haciendo hincapié en
la importancia de la autosuficiencia y la independencia, y en movili-
zar por completo la fuerza laboral por medio de la incesante forma-
ción política y el adoctrinamiento en el pensamiento de Mao. Lo iró-
nico era que esta autosuficiencia podía resultar carísima. Informes del
mismo periodo señalaban que, si bien los cereales seguían vendiéndose
a los habitantes de las ciudades a precios de 1950, el Estado pagaba a
las comunas el doble de dichos precios por los cereales que producían.
Esta estrategia consistente en hacer que los salarios urbanos se mantu-
vieran bajos subvencionando las ventas de cereales costaba al Estado
miles de millones de yuanes al año.
Los radicales también siguieron insistiendo en el derecho de los chi-
nos de «buena extracción social», tales como los hijos de campesinos
pobres y obreros industriales, a ser admitidos sin previo examen for-
mal en la universidad, donde su corrección política tendría oportunidad
de florecer. Asimismo, continuaron el traslado obligatorio de jóvenes
educados de las ciudades al campo. Fomentaron la autosuficiencia en los
sistemas sanitarios mediante el empleo de «médicos descalzos» o perso-
nal paramédico -de los cuales había ya más de un millón en 1974- en
lugar de los médicos y cirujanos muy bien preparados y occidentaliza-
dos con sus caros hospitales y aparatos. Y, de acuerdo con los primeros
puntos de vista sobre el panorama cultural que expresara Jiang Qjng,
quisieron ejercer un control riguroso sobre el contenido político del arte,
el teatro y la literatura con el fin de que las líneas divisorias entre las
clases no se difuminaran y la ambigüedad no atenuase la fuerza moral
del mensaje socialista. Un intento en este sentido consistió en limitar las
funciones teatrales a un puñado de obras presuntamente «modélicas»,
tales como La muchacha de los cabellos blancos y Elfarol rojo, que ofrecían
interpretaciones didácticamente «correctas» de la pureza del activismo
revolucionario.
Este programa rigurosamente indígena de desarrollo nacional cho-
caba con la creciente oposición de los planificadores chinos que espe-
raban un crecimiento económico más dinámico que hiciera uso de la
tecnología y la pericia extranjeras al tiempo que continuaba preservan-
do la integridad económica y política de China. Éste había sido el ob-
jetivo de los proponentes del fortalecimiento en el siglo XIX y, aunque
estos estadistas habían fracasado, sus sucesores comunistas del decenio
de 1970 confiaban en el éxito. El propio Zhou Enlai apoyaba esta estra-
tegia. Otro de sus partidarios era Deng Xiaoping, que seguía teniendo
un grupo poderoso de seguidores en la jerarquía del PCCh a pesar de

804
haber caído en desgracia en 1966. Ahora, de nuevo en el poder como
viceprimer ministro, Deng Xiaoping, en un discurso que pronunció en
las Naciones Unidas en 1974, definió de manera sucinta lo que China
trataba de hacer. Si bien pareció alabar los aspectos «autosuficientes» del
desarrollo que tanto pregonaban los partidarios de la Revolución Cul-
tural, añadió modificaciones importantes:

Autosuficiencia en modo alguno significa «autoaislarniento» y rechazo de


la ayuda extranjera. Siempre hemos considerado beneficioso y necesario
para el desarrollo de la economíanacional que los países lleven a cabo in-
tercambios económicos y técnicos basándose en el respeto a la soberanía
de los Estados, la igualdad y el beneficio mutuo, y el intercambio de las
mercancías necesarias para compensar sus respectivas deficiencias."

y el Grupo del Petróleo, aunque surgido de las filas de Daqing, como


hemos visto, también se sintió atraído por el mundo exterior. Parte na-
tural de esto debió de ser la «transferencia de tecnología», de la que ca-
bía esperar que incluyese empréstitos con intereses bajos, el comercio
internacional y el empleo de expertos extranjeros. Otro componente de
la transferencia de tecnología era la compra de plantas industriales en-
teras por parte de China (véase el cuadro de la página siguiente).
En un principio, los chinos partidarios del crecimiento se habían
propuesto compensar gran parte del coste de importar plantas indus-
triales extranjeras incrementando la producción de petróleo para la
exportación en los campos de Daqing y fomentando otras exportacio-
nes. Lo que no habían previsto los planificadores chinos era una com-
binación de recesión e inflación a escala internacional que en 1974 ya
empezaba a reducir el mercado para las exportaciones chinas y a aumen-
tar palpablemente los costos a los que China tenía que hacer frente para
importar tecnología. El resultado fue un déficit de 760 millones de dó-
lares en la balanza de pagos de China en 1974 que motivó un enérgico
contraataque de los radicales cuyos blancos fueron el «culto de 10 ex-
tranjero» y los que seguían una «servil filosofía de comprador».
Como se había hecho con tanta frecuencia en el pasado, se usó el
«análisis» histórico para exponer la crítica necesaria. Un ensayo de este
tipo que acusaba a Li Hongzhang, el impulsor del fortalecimiento, de
aceptar tecnología de los extranjeros y permitirles dirigir las fábricas
de China en el siglo XIX iba dirigido claramente contra el primer mi-
nistro, Zhou Enlai. Otro ensayo que atacaba al último de los partidarios
importantes del fortalecimiento en la época Qing, el gobernador gene-
ral Zhang Zhidong, que había popularizado la influyente teoría tí-yong

805
Año Total de Total de Balanza Importaciones Contratos
exportaciones importaciones comercial de maquinaria de plantas
y bienes industriales
de equipo enteras

1966 2.210 2.035 175 455 O


1967 1.960 1.955 5 380 O
1968 1.960 1.825 135 275 O
1969 2.060 1.835 225 240 O
1970 2.095 2.245 -150 395 O
1971 2.500 2.310 190 505 O
1972 3.150 2.850 300 520 O
1973 5.075 5.225 -150 860 1.259
1974 6.660 7.420 -760 1.610 831
1975 7.180 7.395 -215 2.155 364
1976 7.265 6.010 1.255 1.770 185
1977 7.955 7.100 855 1.200 80
1978 10.260 10.650 -390 2.500 6.934

Comercio chino y compras chinas de plantas industriales enteras!' (millones de dólares).

(eesencia» y "USO práctico») apuntaba de manera transparente a Deng


Xiaoping. En el otoño de 1975 varias críticas parecidas se sintetizaron
en un ensayo que apareció en la más destacada publicación histórica
de China firmado con el seudónimo de Liang Xiao, el nombre que em-
pleaba un grupo de intelectuales de Pekín que defendían las políticas ra-
dicales de los líderes de la Revolución Cultural. El articulo, que se refe-
tia supuestamente al siglo XIX, afirmaba:

Políticamente, la «occidentalización general» significó pérdida de sobera-


nía y humillación nacional, abandono total de la independencia y la auto-
determinación de China... Ideológicamente, la -occidentalización general»
tenía por objeto alabar lo que es extranjero y menospreciar lo que es chino
y propagar el nihilismo nacional con el fin de socavar la conciencia na-
cional del espíritu chino... Económicamente, la «occidentalización gene~
ral» iba dirigida a difundir la fe ciega en la civilización material capitalis-
ta de Occidente para transformar la economía china en un apéndice total
del imperialismo."

La mejor muestra del alcance del contraataque de los radicales es


la pompa que rodeó la Primera Conferencia Nacional sobre Aprender

806
de Dazhai en Agricultura, que tuvo lugar en la provincia de Shanxi en
septiembre y octubre de 1975. Entre los 7000 dignatarios que asistie-
ron a ella se encontraban tanto Jiang Qjng como Deng Xiaoping, que
eran enemigos políticos encarnizados y representaban estrategias opues-
tas para el desarrollo nacional. Sin embargo, el discurso de apertura no
lo pronunció ninguno de ellos, sino Hua Guofeng, e! ex secretario del
partido en la provincia natal de Mao, Hunan, que poco antes había
sido nombrado vicepresidente de! Consejo de Estado y encargado del
desarrollo agrícola de China. Nacido en Shanxi en 1920 y destinado a
Hunan a comienzos del decenio de 1950, Hua Guofeng había echado
los cimientos de su subida al poder tranquilizando a Mao Zedong con
evaluaciones favorables de los progresos de! Gran Salto Adelante en la
provincia de Hunan durante 1959. Hua Guofeng se congració más con
Mao cuando en 1964 fundó una brigada «Dazhai» modélica en Hunan
y orquestó visitas de Guardias Rojos al poblado natal de Mao, que se
convirtió casi en un santuario para multitudes fervorosas a finales del
decenio de 1960. Hua Guofeng complementó sus logros supervisando
la creación en Hunan de una fábrica capaz de producir 30 millones de
insignias de Mao al año. Su fuerza política había aumentado luego gra-
cias a su papel en la investigación de los supuestos intentos de Lin Biao
de asesinar a Mao y en enero de 1975 fue ascendido a ministro de Se-
guridad Pública.
Parte del éxito de Dazhai, señaló Hua Guofeng, radicaba en su auto-
suficiencia y su gran productividad, parte en sus avanzados niveles de
mecanización. Hua Guofeng afirmó que más de trescientos condados
ya habían alcanzado niveles parecidos de mecanización y organización
y lanzó un desafio en el sentido de que una tercera parte de toda Chi-
na debía alcanzar este nivel antes de 1980. Comentó que semejantes pro-
gresos sólo podían conseguirse si se aumentaba ininterrumpidamente
el sector colectivo de la economía, si todos los miembros del partido
asumían papeles activos de líderes y si los comités locales del parti-
do establecían ..la dominación de los campesinos pobres y bajos-medios
como clase'>, con el fin de que conjuntamente pudieran «llevar a cabo
una lucha resuelta contra las actividades capitalistas». No se refería con
estas palabras a las actividades de los industriales o los extranjeros, sino
a las de «campesinos medios acomodados» que, según él, nunca se ha-
bían librado de la influencia de sus propios impulsos adquisitivos. Di-
cho de otro modo, no habría ninguna liberalización de la economía de
mercado y ningún cambio en la política consistente en reducir de for-
ma rigurosa la extensión de las parcelas privadas y el grado de produc-
ción familiar en ellas. Si se lograba modernizar la agricultura de esta ma-

807
1973 1974 1975 1976 1977 1978 Total

Petroquímicas 698 114 90 136 39 3.325 4.402


Hierro y acero 551 40 2.978 3.569
Fertilizante 392 120 8 520
Carbón y energía eléctrica 161 46 202 409
Transportes 200 79 279
Comunicaciones y electrónica 217 217
Metales no ferrosos 127 127
Manufacturas 8 74 1 21 6 110
Petróleo y gas 20 20
Total 1.259 831 364 185 80 6.934 9.653

Contratos de plantas industriales enteras, por indusrrias'" (millones de dólares).

nera, indicó Hua Guofeng, ello «haría avanzar más eficazmente y ga-
rantizaría la modernización de la industria, la defensa nacional y la
ciencia y la tecnología». 16 Zhou Enlai y Deng Xiaoping ya habían dado
a entender que éstos eran los cuatro campos principales en los cuales
debía concentrarse la modernización, pero ahora Hua Guofeng estaba
forjando su reputación como defensor de la conciliación invocando la
retórica maoísta sobre las comunas al tiempo que apoyaba políticas prác-
ticas para el crecimiento económico.
A los pocos días de clausurarse la Conferencia de Dazhai el 19 de
octubre de 1975, artículos, ensayos y emisiones de radio en todo el país
se ocupaban de estos temas principales y recalcaban su mensaje radi-
cal. En mítines y concentraciones se repetían los puntos de vista de Hua
Guofeng y se estudiaba la producción local con la idea de alcanzar nue-
vos objetivos. Al finalizar el año, por medio de grupos de trabajo y
grupos de propaganda en todos los niveles, al menos un millón de cua-
dros había sido enviado «a primera línea» en sus propias comunidades
y muchos otros dirigentes, según se dijo, eran objeto de «rectificación».
Este intento de resucitar todo el repertorio de argumentos e imáge-
nes revolucionarios del maoísmo se extendió por toda China justo des-
pués de que desaparecieran dos críticos muy diferentes del mensaje de
Mac. Uno era Peng Dehuai, uno de los militares más destacados de Chi-
na cuya carrera se había malogrado en 1959 por criticar en Lushan el
Gran Salto Adelante de Mao; el otro era Chiang Kai-shek, que había lu-
chado contra la revolución rural de Mao durante veintidós años antes de
dirigir con buenos resultados su propia reforma agraria en su bastión

808
en el exilio de Taiwan. Ninguno de los dos hombres vivió para leer los
comentarios elogiosos que la prensa dedicó a la política de reducción
de gastos de China. Peng Dehuai había muerto en noviembre de 1974,
a la edad de setenta y seis años; y Chiang Kai-shek, pocos meses antes
de que empezara la Conferencia de Dazhai, a los ochenta y siete años.

1976: Muere la vieja guardia

Soplaban ahora vientos de muerte para los avejentados líderes revo-


lucionarios de China. Zhou Enlai fue el primero en sucumbir y murió
en la mañana del 8 de enero de 1976, a la edad de setenta y ocho años,
víctima del cáncer contra el que había luchado durante cuatro años. Con
gran sorpresa de muchos, Mao Zedong no había visitado a Zhou Enlai
durante sus últimos meses, ni tampoco dio a conocer ningún mensaje
personal sobre los logros y aportaciones del difunto a la revolución. Mac
no dio el pésame en público a la viuda de Zhou Enlai, ella misma una
revolucionaria formidable que había servido al partido durante toda su
vida. Y Mao no asistió a las imponentes ceremonias fúnebres que se
celebraron en el Gran Salón del Pueblo la semana siguiente. Quizás el
propio Mao estaba demasiado enfermo para ello, aunque no 10 había
estado para recibir al presidente de Santo Tomé y Príncipe dos semanas
antes de morir Zhou Enlai, ni tampoco para recibir al ahora ex presi-
dente Nixon en febrero. Quizá Mao había llegado a desconfiar de la sin-
ceridad de Zhou Enlai en todos los complejos vaivenes políticos de la
Revolución Cultural.
Pero fuera cual fuese la actitud de Mao, el país entero pareció su-
mirse en el duelo. Los corresponsales extranjeros dijeron que Pekín se-
mejaba una ciudad fantasma y la noticia de que Zhou Enlai había dis-
puesto que se esparcieran sus cenizas por los ríos y las montañas de su
querida patria, en lugar de enterrarlas en algún mausoleo, fue recibida
con honda emoción. Desaparecido Zhou Enlai, de pronto se hizo evi-
dente cuántas personas le habían venerado y considerado un símbolo de
vida ordenada y un ejemplo de decencia en tiempos muy turbulentos.
En las exequias oficiales de Zhou Bnlai, el 15 de enero, fue el vice-
primer ministro, Deng Xiaoping, quien hizo el panegírico del fmado.
Si bien gran parte del panegírico se hizo eco de las palabras de la de-
claración oficial que el Comité Central dio a conocer en el día de la
muerte de Zhou Enlai o, en caso contrario, resumió meticulosamente
la notable, comprometida y activa vida política del difunto, hacia el fi-

809
nal de la alocución Deng Xiaoping rindió un tributo más personal al
carácter del hombre al que había servido durante muchos años, un tri-
buto que pareció salir del corazón pese a utilizar la retórica de una ce-
remonia de Estado:

Era abierto y honrado, prestaba atención a los intereses del conjunto, res-
petaba la disciplina del Partido, era riguroso cuando hacía su propia «di-
sección» y sabía unir a la masa de cuadros, y defendía la unidad y la so-
lidaridad del Partido. Mantenía vínculos amplios e íntimos con las masas
y mostraba un cariño sin límites por todos los camaradas y el pueblo...
Deberíamos aprender de su magnífico estilo: era modesto y prudente, sin
pretensiones y accesible, daba ejemplo con su conducta y vivía de mane-
ra sencilla y muy trabajadora. Deberíamos seguir su ejemplo de adhesión
al estilo proletario y de oposición al estilo burgués de vida.'?

Si se quiere, es posible ver en este breve pasaje una critica contro-


lada pero mordaz cuyo blanco eran Mao Zedong y los líderes de la Re-
volución Cultural, porque no se podía alabar a ninguno de ellos por ser
«abierto y honrado», por saber «unir a la masa de cuadros», por «mos-
trar cariño» ni por su modestia, prudencia o accesibilidad.
No podemos saber con certeza si el discurso de Deng Xiaoping in-
tensificó antagonismos profundos que ya despertaba su figura o si sus
enemigos políticos sencillamente decidieron obligarle una vez más a
retirarse a la oscuridad. Pero en la primera semana de febrero de 1976,
después de que el Comité Central nombrara a Hua Guofeng primer mi-
nistro en funciones, la campaña contra Deng Xiaoping que había em-
pezado a finales de 1975 arreció mucho. Como había ocurrido tan a
menudo en el pasado reciente de China, comenzó con carteles y con-
centraciones sin revelar cuál era su verdadero objetivo: los estudiantes
de las universidades de Pekín y Qinghua, que exigían el derecho de los
pobres de las zonas rurales y las ciudades a la educación avanzada, co-
menzaron a dar a entender que un grupo de «revisionistas» y «partida-
rios de la senda capitalista» insistía en resucitar el elitismo intelectual
de antaño y hacía caso omiso de la «experiencia como base para poten-
ciar la ciencia y, en vez de ello, estaba a favor de tener a los científicos
a puerta cerrada». En marzo la Academia China de las Ciencias denun-
ció oficialmente al «partidario de la senda capitalista» chino, al tiempo
que un ensayo en Bandera Roja lanzaba un ataque vigoroso contra un
hombre que sólo podía ser Deng Xiaoping, aunque todavía sin nom-
brarle. El contenido de este ensayo hace pensar que se escribió siguien-
do instrucciones de jiang Qjng misma y que a ésta le había disgustado

810
especialmente la negativa de Deng Xiaoping a responder a la ópera po-
pular radical que ella había puesto en escena. El artículo declaraba:

No sólo sigue negándose a ver las modélicas obras de teatro revoluciona-


rias, sino que tampoco le gustan las excelentes obras creadas después de
aprender de la experiencia de las modélicas obras de teatro revoluciona-
rias. Fue a ver la película Brotes deptimeoera; pero se fue antes de que ter-
minase porque no le gustaba y la criticó por ultraizquierdista. En cuanto
a las obras que expresan una opinión opuesta a las modélicas obras de
teatro revolucionarias o las que deforman la imagen de los obreros, los
campesinos y los soldados, le encantan a primera vista y patrocina y apo-
ya personalmente su representación. En resumen, se opone a lo que el pro-
letariado apoya; defiende aquello a lo que el proletariado se opone."

La campaña había alcanzado esta etapa cuando tuvo lugar uno de


los acontecimientos más extraordinarios de la historia de la RPCh has-
ta entonces. Fue un acontecimiento que -como otros que acaecerían du-
rante los trece años siguientes- mostró cómo las emociones espontáneas
de las masas y las acciones no planeadas podían fundirse y tener una
importancia decisiva a pesar del sistema estatal que trataba de imponer
unanimidad revolucionaria a su pueblo. El 4 de abril de 1976, víspera de
la fiesta anual de Qjngming, que rinde homenaje a los antepasados, mi-
les de personas se congregaron alrededor del monumento en memoria
de los mártires de la revolución, que se alza sobre un frontón enorme
en el centro de la inmensa plaza de Tiananmen, enfrente de la Ciudad
Prohibida. Fue en esta plaza donde en 1966 y 1967 Mao Zedong y Lin
Biao habían presidido el desfile de millones de Guardias Rojos; ahora el
pueblo de Pekín aprovechó la ocasión para homenajear al difunto Zhou
Enlai con coronas, banderas, poemas, pancartas y flores.
El 5 de abril por la mañana las multitudes que acudieron a la pla-
za se encontraron con que la policía había retirado todos los tributos
del día anterior. Sus protestas acabaron en enfrentamientos y golpes.
Varios coches de la policía fueron incendiados y los manifestantes, que
alcanzaron la cifra de cien mil, entraron por la fuerza en varios de los
edificios del Gobierno que rodean la plaza. La mayoría se dispersó al-
rededor de las 6 de la tarde después de que el presidente del Comité
Municipal de Pekín advirtiera por radio que no se dejase «embaucar»
por los «elementos malos que provocan alteraciones y disturbios y co-
meten sabotajes contrarrevolucionarios»." Pero un grupo recalcitrante
se quedó en la plaza hasta las 10 de la noche. A esa hora, fuerzas de se-
guridad respaldadas por «decenas de miles de obreros-milicianos» ataca-

811
ron a los manifestantes y detuvieron a 388 personas según fuentes ofi-
ciales, aunque no cabe duda de que la cifra real fue mucho más alta.
Varios de los detenidos fueron sometidos a un «juicio popular» colec-
tivo en la Universidad de Pekín y otros fueron enviados a campos de
prisioneros para que «se reformaran por medio del trabajo». Hubo
manifestaciones de homenaje a Zhou Enlai, aunque no en la misma
escala, en muchos lugares de China tan distantes unos de otros como
Zhengzhou en Henan, Kunming en Yunnan, Taiyuan en Shanxi, Chang-
chun en Jilin y Shanghai, Wuhan y Cantón.
Entre las provocaciones que habían enfurecido de manera especial
a las autoridades estaban los gritos y las pancartas de los manifestantes
que afirmaban que el Gobierno de Qjn Shihuang había terminado y
exigían la vuelta del marxismo-leninismo «auténtico». Saltaba a la vis-
ta que las críticas iban dirigidas contra Mao y los líderes radicales de la
Revolución Cultural y, tanto si las habían orquestado Deng Xiaoping
y sus partidarios como si no, el Comité Central decidió, al parecer a
instancias del propio Mao, pasar al contraataque. El 7 de abril un es-
cueto comunicado, en nombre de Mao y del Comité Central, destituyó
a Deng Xiaoping de todos sus cargos «dentro y fuera del Partido», si
bien se le permitió continuar afiliado a él. Aquel mismo día un comu-
nicado igualmente breve nombró a Hua Guofeng primer vicepresiden-
te de! Comité Central de! PCCh (puesto inferior sólo al de Mao) y pre-
sidente de! Consejo de Estado.
Durante los meses siguientes las acusaciones contra Deng Xiaoping
se acentuaron en mítines y grupos de estudio en toda la nación. El in-
cidente de Tiananrnen se comparó con e! levantamiento de Hungría
en 1956, Deng Xiaoping fue denunciado como el nuevo Imre Nagy y
los poemas que se habían fijado en e! monumento se equipararon al «vi-
cioso lenguaje» contrarrevolueionario que utilizara Lin Biao en su ata-
que secreto contra Mao. La campaña contra Deng Xiaoping se exten-
dió y se consolidó en tomo a acusaciones de que creía que la lucha de
clases había terminado en China, de que trataba de anular los logros
de la Revolución Cultural, de que deseaba restaurar e! capitalismo y de
que estaba convencido de la necesidad, si China quería llevar a cabo las
cuatro modernizaciones mencionadas en el foro de Dazhai, «de depen-
der de elementos competentes en el trabajo técnico o profesional e in-
troducir cada vez más técnicas extranjeras avanzadas»." Deng Xiaoping
había proporcionado abundante munición para semejante campaña con
la franqueza con que durante los dos años anteriores habia atacado a los
«sectarios» de Mao, se había burlado del ciclo de purgas políticas y ha-
bía dicho con tristeza, refiriéndose a su propio país, que «aquí todo el

812
mundo tiene miedo: los jóvenes, todavía más los ancianos. Precisamen-
te por eso nuestra tecnología está tan atrasada»."
Mientras seguía la campaña contra Deng Xiaoping y Hua Guofeng
consolidaba su poder, se hizo evidente que a Mao no le quedaba mu-
cho tiempo de vida. Cumplió su última función oficial el 27 de mayo
de 1976, fecha en que recibió a Zulfikar Ali Bhutto, el primer minis-
tro de Pakistán. En junio el Comité Central declaró que Mao no reci-
biría a más visitantes extranjeros y corrieron rumores de que se había
traído a un neurólogo famoso de Europa para que le atendiese. En este
momento otra muerte llamó la atención del país, la de Zhu De, que se
produjo a comienzos de julio, poco después de su nonagésimo cum-
pleaños. En su calidad de nuevo primer ministro, Hua Guofeng pro-
nunció el panegírico, que resumió la extraordinaria carrera de Zhu De
como general del ejército, estratega militar y artífice del Ejército Rojo
en los decenios de 1930 y 1940.
Menos de tres semanas después, el 28 de julio de 1976, se produjo
uno de los peores terremotos de la historia documentada de China, con
su epicentro en Tangshan, Hebei. Las principales ondas expansivas fue-
ron tan inmensas que causaron grandes daños en Tianjin, cerca de no-
venta y siete kilómetros al sudoeste, e incluso en Pekín, que distaba
más de ciento sesenta kilómetros del epicentro. La ciudad de Tangshan
quedó prácticamente arrasada y el número de víctimas mortales fue
de 242.000, según se informó oficialmente más tarde, a la vez que la de
heridos de gravedad fue de 164.000. (Las primeras estimaciones del Comi-
té Revolucionario de Hebei fueron mucho más elevadas: 655.000 muer-
tos y 779.000 heridos.) En todo caso, fue una colosal tragedia humana.
Fiel al espíritu radical de autosuficiencia, China rechazó la ayuda hu-
manitaria que ofrecieron varios países extranjeros y la ONU. En vez de
ello, se puso en marcha una campaña nacional de socorro a los damni-
ficados encabezada por 56 equipos médicos que llegaron de Shanghai
el día después del desastre. Prácticamente todas las provincias y regio-
nes autónomas de China enviaron a Tangshan equipos médicos y de sal-
vamento. El EPL desempeñó un papel importante en las tareas de
rehabilitación y restauró en parte su imagen, muy empañada por los
asesinatos de Guardias Rojos que había perpetrado durante la Revolu-
ción Cultural y por la supuesta traición de su jefe, Lin Biao.
La capacidad de China para recuperarse del desastre, reconstruir los
puentes de los ríos y de los ferrocarriles, reabrir rápidamente las minas
de carbón de Tangshan y restaurar y volver a encender los hornos de la
planta siderúrgica de Tangshan fue motivo de debates y celebraciones
a escala nacional. Una conferencia convocada el 1 de septiembre para

813
hablar de la campaña de socorro permitió a Hua Guofeng, «en nombre
del presidente Mao», aprovechar el terremoto para hacer una observa-
ción política. Señaló que Liu Shaoqi y Deng Xiaoping habían apro-
vechado los desastres naturales que en 1960 siguieron al Gran Salto
Adelante como pretexto para ampliar las parcelas privadas, abrir mer-
cados libres y fomentar la producción familiar y las pequeñas empre·
sas. En 1976, en cambio, los principios socialistas habían sido la clave
para hacer frente al desastre. Fue interesante que Hua Guofeng invoca-
se a Mao en ese contexto, porque en la historiografía tradicional china
era frecuente que la inminencia de profundas conmociones políticas que
provocaban la caída de alguna dinastía fuese anunciada por algún cata-
clismo natural como, por ejemplo, un terremoto o una inundación, o
por alguna señal en el cielo. Semejantes supersticiones burdas, por su-
puesto, habían sido echadas al cubo de la basura de la historia, pero cuan-
do Mao Zedong murió de complicaciones tras su larga enfermedad, diez
minutos después de la medianoche del 9 de septiembre, muchos chinos
debieron de vincular mentalmente los dos acontecimientos.
Se decretó una semana de luto y el ataúd con el cadáver de Mao
fue expuesto al público en el Gran Salón del Pueblo. Unas trescientas
mil personas desfilaron ante él, pero, si bien la gente se mostraba con-
mocionada y silenciosa, no hubo en Pekín la oleada de emociones que
había causado la muerte de Zhou Enlai. Sin embargo, las expresiones
de dolor y respeto que llegaron de otras partes de China y de todo el
mundo fueron conmovedoras, con la excepción señalada de la Unión
Soviética, que publicó la noticia de la defunción de Mao al pie de la
página 3de Izvestia y se negó a enviar un mensaje de pésame de «Es-
tado a Estado». Los chinos rechazaron por impropio el mensaje ruso de
«partido a partido». El panegírico público del Comité Central y el dis-
curso del propio Hua Guofeng ante un millón de chinos reunidos en la
plaza de Tiananmen elogiaron de forma exagerada los extraordinarios
logros de Mao, pero también transmitieron un mensaje político directo.
Elogiaron como uno de los mayores logros de Mao la supresión de una
serie de «líneas Oportunistas, tanto de "Derechas" como de "lzquier-
das" en el Partido», una lista que empezaba por Chen Duxiu, Q!J. Qju-
bai y Li Lisan y terminaba por Peng Dehuai, Liu Shaoqi, Lin Biao y
Deng Xiaoping.
El Comité Central utilizó términos casi perentorios para exigir el
luto naciona1. En toda China, a las 3 de la tarde del 18 de septiembre,
al comenzar el final de las ceremonias, la gente tenia que dejar su tra-
bajo y permanecer en posición de firmes y en silencio durante tres mi-
nutos. El estilo de esta declaración nos recuerda que, a pesar de los

814
más de los cuatro mil ochocientos kilómetros que hay entre el este y
el oeste del país, toda China sigue el horario de Pekín, que es el pulso
de la nación entera. En el mismo momento todos los trenes, barcos,
buques de guerra y fábricas debían hacer sonar sus sirenas durante tres
minutos. Todos los órganos gubernamentales, fábricas, minas, unidades
del ejército, escuelas, comunas y grupos de vecindario debían reunirse
para escuchar o ver la retransmisión directa por radio o televisión de
las ceremonias de Pekín.
Aunque fue Hua Guofeng quien hizo el panegírico final y, por tan-
to, recibió más atención del público, los cuatro líderes radicales de la
Revolución Cultural también se hicieron muy visibles. Wang Hongwen
presidió las últimas ceremonias y Zhang Chunqiao fue uno de los di-
rectores del comité fúnebre. Jiang Qing, acompañada por sus hijos y
los de Mao, ocupó un lugar destacado en las exequias y las cámaras
también enfocaron a Yao Wenyuan. Sin embargo, en el último y sor-
prendente acontecimiento de un año que ya era dramático, los cuatro
líderes radicales de la Revolución Cultural fueron detenidos sin previo
aviso por orden del Gobierno de Hua Guofeng el 6 de octubre y en-
cerrados en un lugar desconocido. Se les acusó de haber constituido una
camarilla o «Banda de los Cuatro» y de haber perseverado en su funes-
ta conducta a pesar de las severas advertencias del propio Mao.
Si Hua Guofeng logró derrotar a sus enemigos políticos, ello se de-
bió menos a su astucia política que al apoyo de generales de categoría
superior del EPL Y del principal comandante militar de Pekín, Wang
Dongxing. Fanáticamente leal a Mao Zedong desde su afiliación al só-
viet de Jiangxi en 1933, cuando era un huérfano de diecisiete años per-
teneciente a una familia campesina pobre, Wang Dongxing había servido
a Mao como guardaespaldas en la Larga Marcha y le había protegido en
Yan'an y durante la guerra civil. Después de 1949 Wang Dongxing creó
una fuerza militar de elite, la llamada Unidad 8341, que se encargaba
de proteger a los máximos líderes de China; el mando de esta unidad,
sumado a sus otros puestos oficiales en el aparato de seguridad públi-
ca, daba a Wang Dongxing un poder enorme. La Unidad 8341 super-
visó la detención y el internamiento de víctimas de la Revolución Cul-
tural tales como Peng Zhen, Liu Shaoqi y Deng Xiaoping. Tropas de
la Unidad 8341 guardaban los archivos secretos del partido y en 1967
restablecieron el «orden» en Pekín ocupando por la fuerza las fábricas
y universidades más extremistas. Se dice que Wang Dongxing contri-
buyó personalmente a desbaratar el complot de Lin Biao contra Mao.
y Wang Dongxing, creyendo que Hua Guofeng era el verdadero here-
dero de Mao, ordenó a las tropas de la Unidad 8341 que detuvieran a

815
la Banda de los Cuatro el 6 de octubre cuando estaban a punto de ce-
lebrar una reunión del partido. Aunque en la carrera de Wang Dongxing
hay muchas cosas que siguen sin estar claras, la magnitud y la naturale-
za de su poder permiten hacerse cierta idea de las subestructuras cons-
pirativas que unían a los militares y la policía secreta en el centro mis-
mo del PCCh.
A medida que fueron presentándose más y más cargos contra ellos
en octubre y noviembre, el nombre de Banda de los Cuatro pasó a ser
conocido de todos en China. De manera acumulativa, se les acusó de
casi todos los crímenes que podían cometerse en política, entre ellos
ataques facciosos contra Zhou Enlai, falsificar declaraciones de Mao,
atenuar las críticas de Lin Bao para salvar la propia piel, organizar sus
propias fuerzas armadas, entrometerse en la educación (e inventar la his-
toria de Zhang Tiesheng y la hoja de examen en blanco), incitar a las
masas a luchar entre sí, apoyar técnicas ineficaces con afirmaciones es-
purias tales como «un tren socialista con retraso es mejor que un tren
revisionista que llega a la hora prevista", atacar a respetables cuadros del
Gobierno, criticar Dazhai y Daqing, interrumpir la producción indus-
trial, obstaculizar el envío de socorro a las víctimas de los terremotos,
difamar a Hua Guofeng, calumniar a veteranos del ejército, producir pe-
lículas subversivas, criticar a honorables maestros de escuela, sabotear el
comercio exterior, empujar a los jóvenes a oponerse al marxismo y usar
el aparato de seguridad pública para fines propios. Los miembros del
grupo que habían resultado tan ingeniosos al crear un miasma de car-
gos contra prominentes dirigentes e intelectuales del PCCh durante la
Revolución Cultural eran ahora blanco del mismo proceso.
Los que habían quedado desconcertados por la caída de Lin Biao
tendrían ahora más motivos para reflexionar, pero no se les alentaría a
mostrar sus dudas en público. Porque el 7 de octubre de 1976, Hua
Guofeng fue nombrado también sucesor de Mola como presidente del
Comité Central del PCCh y presidente de la Comisión de Asuntos Mi-
litares. Parecía, pues, encontrarse en la cumbre de cada una de las sec-
ciones de la estructura tripartita que formaban el ejército, el Estado y
el partido y que constituía el Gobierno de China.
A finales de octubre de 1976 concentraciones de más de un millón
de chinos, tanto en Shanghai como en Pekín, saludaron el comienzo de
la era del presidente Hua Guofeng. Y en noviembre Hua Guofeng puso
oficialmente la primera piedra del nuevo mausoleo en la plaza de Tia-
nanmen que recibiría los restos mortales de Mola Zedong. El mausoleo
se alzaría exactamente en el antiguo eje central que sale en forma radial
de la Ciudad Prohibida, un eje que en la antigüedad había hecho que

816
los ojos se dirigieran hacia el sur a través de una puerta tras otra, como
si en la imaginación la fuerza central de la China imperial se exten-
diera por toda la ciudad y fuese más allá de la muralla exterior para lle-
gar a los habitantes de todo el país. Ahora el sepulcro para el cadáver
embalsamado de Mao formaría una barrera permanente que impediría
esa vista.

817
24
Redefinición de la revolución

Las Cuatro Modernizaciones

{!; Con Mao Zedong embalsamado y en reposo, la lucha por el po-


der en el PCCh se intensificó. El vilipendiado Deng Xiaoping
había abandonado prudentemente Pekín en la primavera de 1976 y ha-
bía buscado refugio muy al sur del país, en Cantón. Protegido allí por
el gobernador militar de la región, el general Xu Shiyou, Deng Xiaoping
planeó meticulosamente su vuelta a la política. Xu Shiyou era un mi-
litar duro y veterano que había comenzado su carrera sirviendo al señor
de la guerra Wu Peifu antes de pasar al Partido Comunista. Aunque ha-
bía sido leal a Mao después de un intento de motín en 1937, no era
amante de la Banda de los Cuatro ni de Hua Cuofeng: y, lo más im-
portante desde el punto de vista político, no sólo tenía el poder militar
clave en Guangdong sino que, además, contaba con una segunda base
de poder en el este de China, donde había servido previamente como
jefe militar de la «región de Nankín» durante diecinueve años (de 1954
a 1973). Esta región fundamental comprendía las ricas provincias de jiang-
su, Anhui y Zhejiang. Por consiguiente, cuando a principios de 1977 Xu
Shiyou, respaldado por el primer secretario del partido en Guangdong,
empezó a presionar al Comité Central para que rehabilitase a Deng
Xiaoping, consiguió su propósito. En julio de 1977 Deng Xiaoping vol-
vió a ser nombrado viceprimer ministro y miembro del Politburó y de
la Comisión de Asuntos Militares, si bien Hua Guofeng conservó los al-
tos cargos que ostentaba desde el año anterior.
Dada la diferencia de ideas políticas de Deng Xiaoping y Hua Guo-
feng, no es extraño que la dirección de China tanto en política interior
como en política exterior siguiera siendo ambigua durante todo 1977
y 1978. Mientras que la comuna era todavía la principal forma de or-
ganización social en el campo y se seguía criticando o penalizando a los
campesinos por dedicarse en exceso a la producción complementaria, y
mientras que la industria permanecía atada a los inflexibles planes gu-

818
bemamentales, China se apuntaba varios logros significativos que re-
querían niveles altos de capacidad tecnológica. La RPCh potenció es-
pectaculannente sus líneas aéreas nacionales e internacionales, terminó
un dique seco inmenso en el puerto de Shanhaiguan, Hebei (por el que
las tropas de Dorgon habían entrado en China para «vengar» a los Ming
en 1644), construyó y botó su primer petrolero de 50.000 toneladas y
terminó una conexión con Japón por medio de un cable submarino.
El Estado llevó a cabo varias pruebas con bombas de hidrógeno y otros
ingenios nucleares, tanto en la atmósfera como bajo tierra, y continuó
con éxito el programa activo de lanzamiento de satélites que iniciara
en 1975. También empezó a trabajar en la creación de un sistema propio
para lanzar misiles balísticos intercontinentales con cabezas nucleares
(el primer lanzamiento con buenos resultados se comunicó en mayo
de 1980). Y, si bien el aumento de los intercambios económicos con
Estados Unidos fue lento, la negociación de un nuevo acuerdo indus-
trial por valor de 10.000 millones de dólares con Japón, junto con la
prospección conjunta sinojaponesa en busca de petróleo en el golfo de
Bohai (mar Amarillo), sumada a nuevos y extensos acuerdos comercia-
les con Gran Bretaña y Francia, demostró que China distaba mucho de
estar retirándose de la escena internacional.
En el plano interior, Hua Guofeng, según se decía, era dueño de la
situación y aún defendía los programas radicales basados en «aprender
de Dazhai y Daqing» en la agricultura y la industria. Afirmaba que era
la verdadera fonna de llevar a cabo las «Cuatro Modernizaciones», como
ahora se solía denominarlas, en la agricultura, la industria, la defensa
nacional y los campos relacionados de la ciencia y la tecnología. Al 'mis-
mo tiempo, Deng Xiaoping maniobraba con creciente fortuna para que
volvieran cada vez más cuadros del PCCh que habían sido expulsados
durante la Revolución Cultural y avanzar hacia la plena puesta en prác-
tica de un plan de modernización que incluiría inversiones y tecnolo-
gía extranjeras junto con la formación de estudiantes chinos en otros
países. Durante una conferencia nacional sobre ciencia celebrada en Pe-
kín en marzo de 1978, en la cual tanto Deng Xiaoping como Hua Guo-
feng pronunciaron discursos, este plan de modernización cobró ímpe-
tu. Se anunció que, con el fin de alcanzar el desarrollo en campos muy
prioritarios como eran las fuentes de energía, la informática, la tecno-
logía láser y espacial, la física hiperenergética y la genética, se pondría
en marcha un programa intensivo de formación de ochocientos mil in-
vestigadores científicos en China y, además, se crearían nuevos centros
de investigación que se integrarían para crear un sistema nacional.
Durante los meses siguientes se tomaron medidas para la creación

819
de ochenta y ocho «universidades clave», a las que sólo se podría ac-
ceder por rigurosa oposición, y varios politécnicos. Se ordenó a las es-
cuelas que identificaran pronto a los niños con talento y les impartieran
enseñanzas avanzadas. Se llamaría a los científicos enviados al campo en
años anteriores y se les asignarían puestos de trabajo profesionales. La
nueva constitución, adoptada en marzo de 1978, abordaba de manera
específica las necesidades de personal técnico y la protección que de-
bía dársele. Durante 1978 un grupo preliminar de 480 estudiantes chi-
nos capacitados fue enviado a veintiocho países a estudiar; cuando las
conversaciones sobre la «normalización» de las relaciones con Estados
Unidos se aceleraron a finales de 1978, los chinos presentaron una lis-
ta mucho más larga de solicitudes de educación técnica superior al Co-
mité Norteamericano sobre Comunicación Académica con la República
Popular China. Aunque no todas estas solicitudes pudieron satisfacer-
se inmediatamente, la lista es una indicación de la prioridad que en la
era posmaoísta se daba a la formación técnica.
A finales de 1978 el Gobierno chino reforzó estas iniciativas con una
serie extraordinaria de decisiones importantes tanto en política exterior
como interior. Los acontecimientos en política exterior fueron la rati-
ficación del Tratado de Paz y Amistad Sinojaponés (23 de octubre); la
denuncia por parte de Deng Xiaoping del nuevo Tratado de Amistad
y Cooperación Soviético-vietnamita como amenaza a la paz y la segu-
ridad del Pacífico (8 de noviembre); el anuncio (15 y 16 de diciembre)
de que Estados Unidos y China establecerían relaciones diplomáticas en
toda regla el 1 de enero de 1979 y canjearían embajadores el 1 de mar-
zo del mismo año, y la condena de Vietnam por respaldar un «frente
unido nacional camboyano» para derribar al régimen de PoI Pot (tam-
bién el 16 de diciembre).
En el ámbito nacional, los acontecimientos contextuales clave fue-
ron el anuncio por parte del Comité Municipal del Partido Comunista
de Pekín de que las manifestaciones en memoria de Zhou Enlai habidas
en Tiananmen en abril de 1976 debían verse de manera favorable como
un «acto totalmente revolucionario» (15 de noviembre); la rehabilita-
ción de muchos de los condenados injustamente a partir del año 1957,
principio de la campaña antiderechista (también el 15 de noviembre);
y la exhibición pública en Pekín de un largo cartel que declaraba que
Mao Zedong había apoyado a la Banda de los Cuatro y, por ende, era
responsable de la destitución de Deng Xiaoping a raíz del incidente de
Tiananmen (el cartel se instaló el 19 de noviembre). Al mismo tiempo,
en 1978, numerosos escritos nuevos alcanzaron gran circulación por
medio de los periódicos y las publicaciones que controlaba el Estado.

820
Campos Estudiantes

Matemáticas 30
Física 58
Química 30
Mecánica 10
Ciencias materiales y tecnología 15
Astronomía y astrofísica 6
Meteorología 7
Ciencia biológica 25
Ciencia médica 29
Radioe1ectrónica 50
Informática e ingeniería informática 45
Ingeniería de control 15
Ingeniería aeronáutica 15
Tecnología del espacio 15
Ingeniería nuclear 10
Tecnología de la construcción 10
Ingeniería mecánica 8
Ingeniería metalúrgica 10
Ingeniería química 10
Ciencias agrícolas 11
Otras materias 24
Total 433

Campos de estudio de los estudiantes chinos previstos en Estados Unidos, 1978-1 'n9.'

Centrándose en los horrores y las tragedias que experimentaron muchos


durante la Revolución Cultural, esta «literatura de los heridos», como
la llamaron, estimuló el debate y la reflexión sobre el pasado y las pers-
pectivas futuras de China. Decenas de otras señales parecieron indicar
un nuevo deshielo cultural y entre ellas cabría incluir la decisión de es-
cenificar la obra de Wu Han La destitución de Hai Rxi, en Pekín, junto
con Galileo Galilei, de Bertolt Brecht. Otra fue la convocatoria de una con-
ferencia (verdad es que en la lejana Kunming, en Yunnan) que estudia-
ría un tema que era tabú desde hada mucho tiempo -la religión com-
parada-, con la presentación de ponencias sobre budismo y taoísmo,
islamismo y cristianismo.
Pero fueron los acontecimientos de diciembre de 1978, en las reu-
niones que antes se denominaban oficialmente «In Pleno del XI Co-
mité Central del PCCh», los que constituirían el cambio más impor-
tante en la política general de los comunistas chinos desde el estallido

821
de la Revolución Cultural. Y en sus efectos a largo plazo las decisio-
nes del III Pleno tendrían repercusiones aún mayores que aquel cata-
clismo anterior. En primer lugar, el pleno expuso los requisitos de las
Cuatro Modernizaciones en relación con la producción industrial y afir-
mó que, ya que ahora la lucha contra Lin Biao y la Banda de los Cua-
tro podía verse como victoriosa, era, por tanto, apropiado desplazar «el
énfasis de la labor del Partido» hacia la modernización socialista «a par-
tir de 1979,>. La decisión no sería fácil.

Llevar a cabo las Cuatro Modernizaciones requiere un gran crecimiento


de las fuerzas productivas, lo cual requiere a su vez diversos cambios en
los aspectos de las relaciones de producción y la superestructura que no
armonizan con el crecimiento de las fuerzas productivas, y requiere cam-
bios en todos los métodos de gestión, acciones y pensamiento que obs-
taculizan tal crecimiento. La modernización socialista es, por tanto, una
revolución profunda y extensa."

Esta nueva revolución tenía un problema bien conocido -Ia conti-


nuación de la presencia en China de «un reducido puñado de elemen-
tos contrarrevolucionarios y criminales que odian nuestra moderniza-
ción socialista y tratan de socavarla»-, pero podía resolverse. Tal vez
resultaría más dificil hacer frente a los problemas que acosaban a la bu-
rocracia de entonces, en especial la «concentración excesiva de autori-
dad». Empleando palabras que podían interpretarse como una alusión
a los cambios críticos que iban a producirse, el pleno señaló que la
autoridad debía desplazarse «de la dirección a niveles inferiores» y que
debían hacerse distinciones claras entre los tres elementos de la ecuación
productiva, a saber: el PCCh, el Gobierno local y las empresas mismas.
El partido no debía usurpar funciones del Gobierno y el Gobierno, por
su parte, no debía poner dificultades a las empresas. El «personal direc-
tivo» debía tener más responsabilidades para definir la eficiencia, pre-
miar la buena labor y penalizar la mala por medio del «castigo» o la «de-
gradación».
En segundo lugar, refiriéndose a la agricultura, el pleno añadió esta
importante observación:

El rápido desarrollo de la economía nacional en su conjunto y la mejora


constante de los niveles de vida de los habitantes de todo el país depen-
den de la vigorosa restauración y el aceleramiento de la producción agrí-
cola, de la resuelta y plena puesta en práctica de la política de desarrollo
simultáneo de la agricultura, la silvicultura, la cria de animales, las ocu-

822
paciones complementarlas y la industria pesquera, de la política de consi-
derar los cereales como vínculo fundamental y asegurar un desarrollo com-
pleto, de la política de adaptación a las condiciones locales y la concen-
tración apropiada de ciertos cultivos en ciertas zonas, y la modernización
gradual de los trabajos agrícolas."

Las palabras clave eran aquí «ocupaciones complementarias», la mi-


ríada de iniciativas locales de producción y comercialización de cerea-
les, fruta, verduras, ganado y aves de corral que con tanta frecuencia
habían sido el blanco de planificadores y cuadros «izquierdistas» que
pretendían acabar con una «veta capitalista'> rebelde de los campesinos.
Tales parcelas pequeñas, agregaba con firmeza el comunicado del pleno,
junto con las «ocupaciones complementarias domésticas» y las «ferias
de los poblados», eran necesarias para la producción socialista y «no se
les debe poner trabas». El pleno hizo un gesto todavía más inmediato
dirigido a los campesinos y recomendó que el precio que pagaba el Es-
tado por los cupos de cereales se aumentara en un veintepor ciento des-
pués de la recolección del verano de 1979 y en un cincuenta por ciento
el que se pagaba por los cereales que sobrepasaran los cupos. Este cam-
bio en la política cerealista tuvo consecuencias importantes en la vida
económica de todos los chinos. Al mismo tiempo, el pleno propuso que
una reducción de entre un 10 y un 15 por ciento de los precios de la
maquinaria agrícola, los fertilizantes químicos, los insecticidas y los ar-
tículos de plástico para usos agrícolas que se producían en fábricas del
Estado. Para proteger a los trabajadores urbanos de los efectos de estas
reformas, las subvenciones estatales de los precios de los alimentos se
subirían proporcionalmente con el fin de que los trabajadores DO paga-
sen más de lo que ya pagaban por los alimentos básicos.
En tercer lugar, el pleno de diciembre de 1978 pidió que se hiciera
un nuevo esfuerzo por combinar el «centralismo» y la «democracia po-
pular» con el objeto de garantizar el éxito de la modernización y rea-
firmó la importancia de la ley en el mantenimiento de dicho éxito. In-
sinuando que habría otros cambios fundamentales, el pleno declaró que
las organizaciones judiciales «tenían que preservar su independencia
como es debido». Debían «garantizar la igualdad de todas las personas
ante la ley del pueblo y negar a cualquier persona el privilegio de estar
por encima de la ley»." Dado que en China no existía una judicatura
independiente, el significado exacto de esta declaración distaba mucho
de estar claro, pero lo que hizo la declaración del pleno fue reconocer
que el nuevo mundo de iniciativas comerciales locales y producción in-
dependiente, sin contar el incremento de las relaciones con el extranje-

823
ro, por fuerza traerla nuevas demandas de adjudicación. Para evitar los
pleitos que habían atormentado al Estado Qjng y conducido a la im-
posición de la extraterritorialidad por parte de Occidente, e! Gobierno
de la RPCh tendría que ofrecer nuevos tipos de salvaguardas.
Para concluir, aunque a muchos debió de parecerles una idea añadi-
da en el último momento, e! pleno manifestó que sus recomendaciones
principales se basaban en todos los casos en los logros «indelebles» del
pensamiento de Mao Zedong. Más oportuno a ojos de los jóvenes de
China fue el reconocimiento de que Mao no había estado totalmente li-
bre de «defectos y errores». Lo esencial era sencillamente que el pueblo
chino «integrase los principios universales de! marxismo, el leninismo
y el pensamiento de Mao con la práctica concreta de la modernización
socialista y la desarrollara bajo las nuevas condiciones históricas».'
El III Pleno levantó sus sesiones el 22 de diciembre de 1978. Tres
días antes, el 19 de diciembre, ejecutivos de la gigantesca planta aero-
náutica Boeing en Seattle, Washington, anunciaron que China había en-
cargado tres Jumbos 747. El mismo día, el presidente de Coca-Cola
en Atlanta, Georgia, anunció que su compañía había llegado a un acuer-
do para vender su refresco en China y abriría una planta embotellado-
ra en Shanghai.
A partir de entonces los acontecimientos se sucedieron de forma
precipitada. El día de Navidad una nutrida fuerza vietnamita invadió
Camboya para derrocar al régimen de PoI Pat. El 1 de enero de 1979,
tal como estaba planeado, Estados Unidos y China anunciaron la aper-
tura de relaciones diplomáticas en toda regla y Washington cortó sus
lazos oficiales con Taiwan. El 28 de enero, el mismo día en que el Co-
mité Central ordenó el fin de la discriminación de que eran objeto to-
dos los hijos de terratenientes o de campesinos ricos, Deng Xiaoping
voló a Washington D.C. Fue recibido por multitudes entusiasmadas y
por una prensa ávida, y las imágenes de su llegada se transmitieron por
satélite a la televisión china, el primer filón de este tipo para los medios
de comunicación en la historia de China. En Washington, Deng Xiao-
ping visitó al presidente Carter y a influyentes líderes del Congreso y
le fue ofrecida una recepción de gala en el Kennedy Center for the Per-
forming Arts. Seguidamente se desplazó al Centro Espacial Johnson de
Houston para visitar las instalaciones donde se preparaban los astro-
nautas estadounidenses, así como a Atlanta y Seattle para ver los me-
díos de producción que se encargarían de cumplir los nuevos acuerdos
empresariales de China con Coca-Cola y Boeing. El 8 de febrero, Deng
Xiaoping se encontraba de vuelta en Pekín, después de una visita de dos
días a Tokio para informar al primer ministro japonés.

824
Hubiera sido lógico que China hiciese entonces todo lo posible para
demostrar al mundo su naturaleza pacífica con el fin de fomentar las
inversiones extranjeras y la confianza internacional. Pero al amanecer
del 17 de febrero un numeroso contingente del Ejército Popular de Li-
beración cruzó la frontera de China con el norte de Vietnam. Los chi-
nos afirmaron que el objeto de la invasión era responder a una serie
de provocaciones en la frontera, así como protestar por la actuación de
Vietnam en Camboya y por su marcada inclinación hacia la Unión So-
viética. También puede verse otro motivo de la demostración de fuerza
de China. En un momento en que se daba tanta importancia a la ex-
pansión económica nacional, los líderes chinos estaban decididos a de-
jar claro que, a pesar de centrarse en la reforma de la agricultura, la for-
mación técnica y el desarrollo industrial -todo 10 cual había tomado
gran relieve en el III Pleno-, no descuidaban la cuarta modernización:
la defensa nacional.

La quinta modernización

El III Pleno del XI Comité Central del PCCh y la visita de Deng


Xiaoping a Estados Unidos tuvieron lugar en 10 que al principio pare-
ció ser un nuevo clima de libertad intelectual en la RPCh. Durante más
de dos decenios casi ningún chino se había sentido libre de hablar en
voz alta contra el Estado que le reprimía; los Guardias Rojos no fue-
ron ninguna excepción, ya que atacaban una ortodoxia en nombre de
otra y racionalizaban sus críticas con el pensamiento de Mao Zedong.
Pero en noviembre y diciembre de 1978, estimulados en parte por la
«revocación de los veredictos» contra los manifestantes de Tiananmen
en 1976 y en parte por la reciente apertura de China a Occidente, mi-
les de chinos empezaron a expresar sus pensamientos con palabras, a
poner sus palabras sobre el papel y a fijar sus papeles en las paredes
para que todo el mundo pudiera leerlos. El centro más famoso para es-
tas demostraciones era un tramo de pared lisa justo al oeste de la anti-
gua Ciudad Prohibida de Pekín, parte de la cual había sido convertida
en un museo y un parque públicos, mientras que la otra parte la ocu-
paban las residencias de los dirigentes más importantes de la nación.
Debido a la franqueza de algunos de estos carteles y el mensaje de mu-
chos de ellos, que pedían que se introdujera en China cierto grado de
libertad democrática, esta zona de Pekín pasó a ser conocida por el nom-
bre de Muro de la Democracia.

825
Los modos principales de expresión del movimiento pro Democra-
cia fueron los carteles -que se componían de ensayos o poemas- y una
amplia variedad de pequeñas revistas, dirigidas habitualmente por gru-
pos de amigos, de las cuales se imprimían o mimeografiaban ediciones
limitadas en papel, que siempre era difícil de obtener. Al igual que el
aluvión de publicaciones que habían aparecido durante el Movimiento
del 4 de Mayo, los nombres de estas revistas evocaban las emociones
que despertaban y representaban: Los Derechos Humanos de China, Ex-
ploración, Ilustración, Foro 5 de Abril, Recolección, Ciencia, Democracia y De-
recho, Noticias de Referencia para las Masas, Hoy, Primavera de Pekín. AI~
gunos de los poemas que aparecían en estas revistas eran panegíricos de
tono francamente político dedicados a Deng Xiaoping, que empezaba
a perfilarse como el nuevo líder de China, y mostraban poca o ningu-
na sutileza estética.

DENG XIAOPING
Sabio y talentoso, como el Duque de Zhou,"
es el brazo derecho de Hua.
Charla y ríe fácilmente, y alzando un dedo
hace que el pueblo se sienta feliz y en paz.
No os extrañe que haya caído dos veces y se haya levantado
tres veces.
Siempre hay traidores en el camino de la revolución."

Otros poetas hablaban con amargura del efecto de Mao en China


y le comparaban con los tiranos del pasado:

Tumba de Presidente y palacio de Emperador


se miran desde los dos lados de la plaza.
Un gran líder en su sabiduría
desnudó nuestra infinidad de futuros.
Debajo de todas las escalinatas de mármol
hay montones de huesos.
De Jos aleros de tan magníficos edificios
gotea sangre roja y fresca por doquier,"

* El «Duque de Zhou» había sido el asesor con aires de sabio del fundador de
una de las dinastías más antiguas de China y figura ensalzada por Confuóo en sus es-
critos. El nombre también se había utilizado alegóricamente para referirse al primer mi-
nistro Zhou Enlai en la campaña anticonfuciana de 1973-1974. (N. del A.)

826
Pero algunos poetas jóvenes se dejaron llevar por el ambiente y se
exploraron a sí mismos y a su mundo con una libertad que no se ha-
bía permitido que apareciera en letra de molde desde la fundación de
la RPCh, en parte porque semejantes emociones eran oblicuas, ambiva-
lentes, más allá del análisis de clases, distanciadas de los programas po-
Iíticos. He aquí el poema «Vámonos», obra de uno de los mejores poe-
tas que surgieron durante el movimiento pro Democracia, Bei Dao:

Vámonos:
Hojas caídas que el viento lleva a hondos valles
Mas la canción no tiene hogar alguno al que volver.

Vámonos:
Luz de luna sobre el hielo
Se ha extendido más allá del lecho del río.

Vámonos:
Ojos que miran fijamente e! mismo retazo de cielo
Corazones que baten el tambor de! crepúsculo.

Vámonos:
No hemos perdido nuestros recuerdos
Buscaremos e! estanque de la vida.

Vámonos:
El camino, e! camino
Aparece cubierto por una capa de amapolas escarlata.B

De toda la avalancha de palabras que brotaron en este periodo nin-


guna causó más efecto que las de un joven llamado Wei ]ingsheng. La
influencia de Wei ]ingsheng se debió en parte a la fuerza de sus ideas y
en parte al titulo inspirado que eligió para el cartel que colocó en Pe-
kín el 5 de diciembre de 1978: «La quinta modernización». Fue obvia-
mente un guante arrojado al rostro de la jerarquía del PCCh, incluido
el propio Deng Xiaoping, que había declarado que las Cuatro Moderni-
zaciones eran una base suficiente para transformar China. WeiJingsheng
insistió en que hasta que China abrazase una quinta modernización, las
otras cuatro serían «meramente otra promesa». Al modo de ver de Wei
Jingsheng, la quinta modernización era la democracia, «la tenencia del
poder por las propias masas trabajadoras», en vez de por los corruptos
representantes del Estado-Partido que había impuesto una nueva «auto-

827
cracia» a los trabajadores y los campesinos de China. «¿Q!ié es democra-
cia de verdad?», preguntaba retóricamente Wei Jingsheng en su cartel.
"Significa el derecho del pueblo a escoger sus propios representantes
[que) trabajen de acuerdo con su voluntad y en su beneficio. Sólo a esto
se le puede llamar democracia. Además, el pueblo también debe tener
poder para reemplazar a sus representantes en cualquier momento, con
el fin de que estos representantes no puedan continuar engañando a
otros en nombre del pueblo.e"
Perspicuo, valiente y airado, Wei Jingsheng era, con mucho, la voz
de la nueva China. Hijo de un ferviente revolucionario maoista que te-
nía un buen empleo en la burocracia del partido, Wei Jingsheng nació
en 1950 y durante su niñez tuvo que aprenderse una página de las obras
de Mao cada día antes de que le diesen de cenar. Fue Guardia Rojo en
una de las unidades prestigiosas de Pekín, integradas en gran parte por
hijos de cuadros del partido, que aparecieron a mediados de 1966. Pero
la unidad de Wei Jingsheng se indispuso con grupos rivales que eran
leales a Jiang Qjng. Detenido y condenado a cuatro meses de cárcel, se-
guidamente Wei Jingsheng se documentó sobre política internacional y
gracias a su padre pudo leer publicaciones del partido que no estaban
a disposición de todo el mundo. Aprendió y ejerció el oficio de elec-
tricista y se alistó en el EPL, en el que sirvió durante cuatro años antes
de volver a trabajar de electricista. Conmovido hondamente por las ma-
nifestaciones de abril de 1976, también se enamoró de una joven tibe-
tana que vivía en Pekín y era hija de un hombre que había sufrido per-
secución por motivos políticos. Sus escritos de 1978 fueron fruto de este
ambiente cargado de emoción.
Wei Jingsheng escribió como socialista ardiente y como alguien que
veía muchas cosas buenas en la primera fase de la Revolución Cultural,
antes de que el «tirano autocrático» se apropiara de ella. Porque Wei
jingsheng opinaba que en su primera etapa la Revolución Cultural re-
flejaba la fuerza del pueblo chino en conjunto, la fuerza de su lucha por
la democracia. También escribió como hombre que había observado la
terrible pobreza que le rodeaba por todas partes en China, pero que no
aceptaba que dicha pobreza fuera inevitable, habida cuenta del talento,
las habilidades y los recursos de los propios chinos. En su análisis se atre-
vió a poner en entredicho los supuestos básicos de Lenin así como los
de Mao. Wei jingsheng escribió que la democracia no era exclusiva-
mente el resultado del desarrollo social, como afirmara Lenin; era tam-
bién la condición para el desarrollo de fuerzas productivas superiores.
«Sin esta condición, la sociedad se estancará y el crecimiento económi-
co encontrará obstáculos insuperables.s"

828
En dos apéndices a su cartel inicial, que se publicaron en los nú-
meros de Exploración (Jimsuo) correspondientes a diciembre de 1978 y
enero de 1979, Wei Jingsheng abundó en estos argumentos. Escribió
que la mayoría de las justificaciones de la austeridad de China podían
volverse contra sí mismas; no había más que ver los barrios bajos del
país, la preponderancia de la prostitución (o su fiel copia: el abuso sexual
de mujeres por parte de cuadros comunistas) y la omnipresencia de la
pobreza absoluta y la mendicidad para percatarse de que el Partido Co-
munista no había resuelto los problemas de China. Era un hecho horri-
ble que las grandes novelas sociales del Occidente decimonónico (épen-
saba Wei Jingsheng en Dickens?, éen Balzac?, éen Zolai), que se usaban
en China para demostrar la podredumbre de la civilización occidental,
«muy bien hubiesen podido sacar sus ejemplos de nuestra situación ac-
tual; es casi como si la historia se hubiera detenido», El cacareado colec-
tivismo de los países «socialistas» del mundo -que no por casualidad
eran también los más pobres del mundo- era imperfecto porque «no
dejaba espacio para la existencia independiente del individualismo». Los
chinos debían luchar por su derecho a «llevar una vida con sentido»,
concluyó WeiJingsheng, y sobre esa libertad edificar la modernización
de su país. «Nunca más debemos ser esclavizados.e!'
El movimiento pro Democracia combatió con algo más que pala-
bras. El 17 de diciembre de 1978 veintiocho jóvenes protagonizaron una
manifestación en la plaza de Tiananmen para protestar por las condi-
ciones de vida y de trabajo en el sudoeste rural de China. Aunque esa
cifra era lamentablemente reducida, los manifestantes afirmaron repre-
sentar a cincuenta mil jóvenes que habían sido «enviados» a trabajar
en la agricultura en Yunnan y estaban en «huelga general» desde el 9 de
diciembre para expresar su oposición a líderes locales del PCCh que
habían «pisoteado sus derechos humanos». (Cabe suponer que la fecha
del 9 de diciembre se escogió para hacerse eco del valor de los miem-
bros del movimiento del 9 de Diciembre que en 1935 se habían mani-
festado en Pekín para protestar por la ineficacia del Guomindang.) En
otro incidente, el 8 de enero de 1979 varios miles de personas que ha-
bían sido enviadas al campo en los alrededores de Pekín se manifestaron
en la ciudad con pancartas que decían «No queremos hambre» y «Que-
remos derechos humanos y democracia». A finales de enero aproxima-
damente otros treinta mil trabajadores enviados al campo y sus hijos
entraron en la capital y acamparon en los alrededores de la estación de
ferrocarril y en calles laterales, muchos de ellos vestidos sólo con hara-
pos bajo temperaturas inferiores a cero grados, y trataron de pedir a ayu-
da a los dirigentes de su Gobierno. Al menos ocho personas murieron

829
a causa del frío. En Shanghai jóvenes que habían sido enviados al cam-
po entraron en la ciudad y sitiaron la sede del partido durante varias
horas. En Hangzhou se colocaron carteles que exigían «el derecho a
vivir como seres humanos» y protestaban por la pasmosa escasez de vi-
viendas en China, debido a la cual incluso a matrimonios de treinta o
más años les resultaba dificil encontrar siquiera una sola habitación en
la que pudieran gozar de cierta privacidad.
La previsible represión por parte del Gobierno comenzó a mediados
de enero de 1979, antes de que Deng Xisoping viajase a Washington. Pa-
rece posible que al principio Deng Xiaoping alentase la colocación de car-
teles en el Muro de la Democracia porque en ellos se exponían pure
tos de vista sobre la modernización que a menudo coincidían con los
suyos y porque criticaban o escarnecían las actitudes de Hua Guofeng
y otros maoístas radicales. Pero cuando los carteles empezaron a llegar
demasiado lejos y pusieron en tela de juicio las premisas del PCCh
mismo, Deng Xiaoping se volvió contra ellos. Su actuación fue, pues,
análoga a la de Mao cuando en 1957 desencadenó la campaña antide-
rechista para sofocar el movimiento de las Cien Flores que él mismo
acababa de poner en marcha. El propio Deng Xiaoping, como secreta-
rio general del peCh, también había desempeñado un papel impor-
tante en la purga masiva de la que fueron objeto los intelectuales de
China en 1957.
La primera víctima de las medidas represivas contra el movimien-
to pro Democracia en 1979 fue una joven, Fu Yuehua, a la que de-
tuvieron y acusaron de haber instigado y organizado a los jóvenes
enviados al campo que ahora se manifestaban en Pekín. La vida de
Fu Yuehua había sido trágica, ya que había sufrido un fracaso matri-
monial y repetidos intentos de violación por parte del jefe de su uni-
dad, que finalmente la expulsó de su puesto de trabajo. Sus peticiones
de que se investigara el comportamiento de dicho hombre no habían
sido atendidas y es probable que la joven hubiera decidido ayudar a
los manifestantes impulsada por sus sentimientos personales de rabia
y dolor. Fue condenada a dos años de cárcel por su comportamiento
subversivo.»
Hubo más detenciones, muchas de ellas de autores y editores de re-
vistas clandestinas. En un peligroso cambio de política por parte del Go-
bierno, fueron acusados no sólo de «menoscabar el sistema estatal», sino

'" Al finalizar su condena de cárcel no fue puesta en libertad, sino enviada a un


campo de trabajo. Nunca fue absuelta ni se le permitió volver a exponer sus argumen-
tos. (N. del AJ

830
también de hacerlo con la «ayuda de extranjeros», lo cual pareció em-
pujar sus actividades hacia la categoría de traición. A finales de marzo
de 1979, Wei jingsheng, que en el Ínterin había escrito otros artículos
provocadores -en uno de ellos criticaba con dureza la insensibilidad de
Deng Xiaoping ante las necesidades de China y en otro denunciaba las
condiciones en las cárceles políticas de máxima seguridad-, fue deteni-
do y procesado. Acusado no sólo por sus escritos, sino también de es-
pionaje por filtrar información sobre la guerra sinovietnamita a un pe-
riodista extranjero, fue declarado culpable y condenado a quince años
de cárcel. Sus apelaciones, basadas en parte en la alegación de no tener
acceso a información confidencial de esta clase, fueron desestimadas.
La ironía especial de esta acusación era que la guerra de China con
Vietnam -concebida como un golpe quirúrgico fuerte y breve para dar
a los vietnamitas una lección por haber invadido Camboya y demos-
trar la eficacia del EPL modernizado a la Unión Soviética y el resto del
mundo- había salido sumamente cara. (El comandante en jefe de las
fuerzas chinas había sido el protector de Deng Xiaoping dos años an-
tes, el general Xu Shiyou, pero resultó ser un táctico inepto y más ade-
lante fue degradado.) Después de sufrir cuantiosas bajas y dificultades
logísticas paralizantes, los chinos habían emprendido la retirada el 5 de
marzo de 1979 y la habían terminado antes del 16 del mismo mes, casi
dos semanas enteras antes de la detención de Wei jingsheng. Segui-
damente, después de que Deng Xiaoping en persona condenase los ex-
cesos del movimiento pro Democracia, las revistas que quedaban fue-
ron cerradas una por una y el 1 de abril se anuló el derecho a colocar
carteles, excepto en un lugar especificado y bajo supervisión de la po-
licía. Cuando llegó el momento de la fiesta anual de Qjngming de 1979,
el 5 de abril, en la que cabía esperar grandes manifestaciones parecidas
a las de 1976, los partidarios del movimiento pro Democracia esta-
ban demasiado abatidos para reaccionar y la jornada transcurrió sin in-
cidentes.
Algunas de las respuestas a la desaparición del movimiento fueron
extraordinariamente perspicuas, sin embargo, además de una advertencia
al Gobierno de que las fuerzas que habían sido liberadas brevemente
no podrían reprimirse de manera indefmida. Un manifestante que fue
detenido en mayo de 1979 escribió que había tratado de hablar en nom-
bre de la «segunda generación» de China, la que había crecido bajo el
Gobierno comunista del PCCh y había decidido «espontáneamente»
desafiado. Señaló con sagacidad que los críticos del PCCh eran de dos
tipos: los que creían que el PCCh había fracasado por no haber sido
fiel a los principios marxistas-leninistas, y los que creían que el PCCh

831
había sido apropiadamente marxista-leninista. En este segundo caso,
«lo terrible [es] que lo absurdo y erróneo es precisamente este marxis-
mo-leninismo». El movimiento pro Democracia, creía él, hubiese po-
dido hacer mucho más si los intelectuales se hubieran adherido a él en
masa, pero, en general, se habían mantenido a distancia, reacios a po-
ner en peligro las agradables «golosinas» que el partido gobernante les
arrojaba con indiferencia. Los logros principales del movimiento los ha-
bían alcanzado personas de entre veinte y treinta años de edad, «traba-
jadores jóvenes que no habían ido a la universidad», que sólo habían
recibido una educación de escuela media. No obstante. concluía el anó-
nimo escritor. el movimiento había mostrado su fuerza potencial. Por-
que, a pesar de la omnipotencia aparente del PCCh y a pesar de su bu-
rocracia y su ejército, que eran enormes, «unas cuantas hojitas de papel
y unas cuantas líneas escritas, unos cuantos gritos y se llevan un susto
de muerte»."
Otros prefirieron abandonar el análisis político y volver a la poesía.
Justo después de anunciarse la campaña represiva del 1 de abril de 1979,
según los observadores, un joven chino se abrió paso entre los espec-
tadores y puso un último poema, ahora prohibido. en el Muro de la
Democracia, en otro tiempo lleno de ellos, tras lo cual se alejó rápi-
damente sin decir una palabra. Firmó el poema con el seudónimo «Ca-
rámbano» (Ling Bing), y lo tituló «Para ti»:

Amigo mío,
se acerca la hora de la despedida.
Adiós, Muro de la Democracia.
¿Q!lé puedo decirte brevemente?
¿Debería hablar de la frialdad de la primavera?
¿Debería decir que eres como el orégano marchito?

No, en vez de ello debería hablar de felicidad,


la felicidad de mañana,
de puros cielos de orquídeas,
de doradas flores silvestres,
de los luminosos ojos de un niño.
en suma, deberíamos
despedirnos con dignidad.
éNo estás de acuerdo?"

832
Taiwan y las zonas económicas especiales

La apertura de China a Estados Unidos y el desafio al Gobierno co-


munista que representaban los activistas del movimiento pro Democra-
cia tuvieron lugar en un momento en que Taiwan entraba en una nue-
va era de prosperidad y se esforzaba por definir su propio futuro. En
su comunicado oficial sobre la «normalización» de las relaciones con
Estados Unidos en 1979, los comunistas chinos habían hecho esta de-
claración:

Como es sabido de todos, el Gobierno de la RPCh es el único Gobierno


legítimo de China y Taiwan es parte de China. La cuestión de Taiwan fue
el principal obstáculo para la normalización de las relaciones entre China
y Estados Unidos. Ahora ha sido resuelto entre los dos países con el espí-
ritu del Comunicado de Shanghai y por medio de sus esfuerzos conjun-
tos, 10 cual permite la normalización de relaciones tan fervientemente de-
seada por el pueblo de los dos países. En cuanto a la manera de hacer que
Taiwanvuelva a los brazos de la madre patria y reunificar el país, es exclu-
sivamente un asunto interno de China.

El comunicado estadounidense tenía un cariz distinto, ya que incluía


secciones complementarias referentes al cese de las relaciones diplomá-
ticas con Taiwan y la cancelación del tratado de defensa mutua entre Tai-
wan y Estados Unidos. También declaraba que Estados Unidos retiraría
el personal militar que aún tenía en Taiwan en el plazo de cuatro meses
a partir de la firma del acuerdo con China el I de enero de 1979. Sobre
la cuestión del futuro de Taiwan, Estados Unidos había declarado con-
juntamente con China que reconoda «al Gobierno de la RPCh como
único Gobierno legítimo de China», si bien se extendía en consideracio-
nes sobre lo que esto significaba para Taiwan en otro pasaje:

En el futuro, el pueblo estadounidense y el pueblo de Taiwan mantendrán


relaciones comerciales, culturales y de otra índole sin representación gu-
bernamental oficial y sin relaciones diplomáticas...
Estados Unidos está seguro de que el pueblo de Taiwan se encuentra ante
un futuro pacífico y próspero. Estados Unidos. continúa interesado en la
resolución pacífica del asunto de Taiwan y da por sentado que el asunto
de Taiwan 10 resolverán pacíficamente los propios chinos."

La declaración de la RPCh que deda que «hacer que Taiwan vuelva


a los brazos de la madre patria» era «un asunto interno de China>, sólo

833
tenía sentido si se consideraba a Taiwan parte de China, una provincia
que había perdido temporalmente su hogar. En realidad, aunque Tai-
wan seguía afirmando que su Gobierno representaba al pueblo chino,
el desarrollo que había experimentado desde 1949 había hecho que, de
varias maneras importantes, fuese una sociedad del todo independien-
te con sus propias estructuras económicas y políticas. Chiang Kai-shek,
siguiendo en parte consejos de Estados Unidos y en parte velando por
su propia supervivencia, había llevado a cabo reformas profundas y afor-
tunadas en la isla durante los decenios de 1950 y 1960. El Gobierno de
Taiwan seguía bajo el dominio de los dos millones de partidarios chinos
del Guomindang que habían huido del continente en 1948 y 1949; los
anteriores colonizadores de Taiwan, que habían estado subyugados por
los japoneses de 1895 a 1945, se encontraron una vez más excluidos de
toda vida política independiente, aunque florecieron en el plano econó-
mico gracias a las nuevas reformas y podían ascender a un estatus más
alto si se afiliaban al Guomindang.
Cuando se anunció la normalización, Taiwan tenía 17,1 millones de
habitantes, el 1,8 por ciento de los 950 millones de personas en que se
estimaba la población de la RPCh. A pesar de ello, en 1979 el PNB per
cápita de Taiwan ya era alrededor del séxtuplo del de la RPCh, pues
había aumentado un 416 por ciento desde 1952. Este crecimiento no ha-
bía sido fácil, y al principio lo había fomentado con esmero Estados
Unidos, especialmente por medio de la Comisión Conjunta sobre Re-
construcción Rural, que en el decenio de 1950 supervisó un programa
de reducción de las rentas agrarias y un programa de venta de tierras
para ayudar a los propietarios-cultivadores taiwaneses. Esencial para el
éxito de estos programas fue el control de la hiperinflación que había
aquejado tanto a Taiwan como a China en el decenio de 1940. La in-
troducción de una moneda nueva en Taiwan, con un tipo de cambio
de 40.000 yuanes de la antigua moneda por un dólar de la nueva, se lle-
vó a cabo con buenos resultados en 1949 (a diferencia de los desastro-
sos experimentos con el yuan de oro que se habían hecho en la RPCh
en 1947), en gran parte porque la extensión relativamente pequeña de
la isla hizo posible frenar la especulación y controlar las ventas de oro.
Una tasa de inflación de alrededor del 3400 por ciento en 1949 quedó
reducida al 306 por ciento en 1950, el 66 por ciento en 1951 y a par-
tir de 1952 descendió poco a poco hasta quedar en una tasa anual del
8,8 por ciento. En 1961 ya se había conseguido que bajara hasta el tres
por ciento.
Al principio las técnicas empleadas para combatir la inflación no
fueron del todo distintas de las utilizadas en la RPCh. La institución de

834
tipos de interés de un diez por ciento sobre los ahorros y la vigilancia
de la circulación monetaria permitieron al Gobierno controlar la nue-
va moneda. De conformidad con el programa de la tierra para quien
la cultivaba que puso en marcha el Gobierno taiwanés, se repartieron
acciones de las empresas estatales entre los agricultores para darles se-
guridad y se prometió a los arrendatarios que recibirían titulas de pro-
piedad de la tierra que trabajaban si se comprometían por contrato a
proporcionar durante un decenio los cupos de cereales que impusiera
el Estado. Como Taiwan también era un estado de partido único -con-
trolado por los fugitivos de la RPCh por medio del Guomindang, do-
minado todavía por Chiang Kai-shek-, no fue necesario ningún pro-
ceso democrático para efectuar estas reformas.
Pero cuando la producción agrícola en Taiwan aumentó de modo
alentador hasta satisfacer las necesidades nacionales, el Gobierno hizo un
esfuerzo decidido con el objeto de que la economía dejara de basarse
principalmente en la exportación de arroz y azúcar, siguiendo el mode-
lo creado durante la ocupación japonesa de 1895 a 1945, y se centrara
en la producción industrial avanzada. Los resultados fueron sorpren-
dentes, sobre todo en el sector de la exportación, como se indica en el
cuadro de la página 837. En el decenio de 1960 la economía se concen-
tró en gran parte en la electrónica y otras industrias de tecnología avan-
zada, pero hubo también un incremento considerable de la producción
en el sector textil, así como en las industrias del caucho, los productos
químicos y los plásticos. La crisis petrolera mundial de 1973-1974 cau-
só perjuicios graves a la economía taiwanesa, que dependía en exceso
de las importaciones de petróleo, pero la subvención de los precios de
los alimentos durante el periodo de emergencia, unida a políticas mo-
netarias severísimas, evitó que la crisis se convirtiese en una catástrofe.
Las tasas de crecimiento de 'Iaiwan fueron parecidas a las de la RPCh
durante el Primer Plan Quinquenal de ésta, pero se apartaron rápida-
mente de ellas con las perturbaciones que sufrió la economía después
del Gran Salto Adelante y continuaron llevando la delantera durante
la Revolución Cultural. (Las cifras correspondientes a Japón muestran
que Taiwan estuvo a punto de igualar las tasas de crecimiento japonesas
en este periodo. Véase el cuadro de la página 838.)
En la medida de lo posible, el Gobierno taiwanés había restringi-
do las importaciones de productos que empeorarían sus problemas con
la balanza de pagos, especialmente productos que pudieran considerar-
se artículos de lujo o que compitiesen directamente con manufacturas
taiwanesas. Pero el Estado fomentó activamente las exportaciones po-
niendo créditos baratos al alcance de los fabricantes de artículos para la

835
exportación y prestando a estas empresas apoyo económico especial en
una serie de zonas francas industriales especiales. La primera de ellas
se creó en 1966 en el puerto de Kaohsiung, en el sur de la isla, que ha-
bía sido convertido en un próspero puerto con ayuda de Estados Uni-
dos. Otras dos zonas de esta clase se crearon en 1969. En estas zonas,
los polígonos industriales eran supervisados por una burocracia racio-
nalizada para evitar trámites administrativos y se ofrecieron incentivos
fiscales tanto a empresas extranjeras como del país, así como exencio-
nes del pago de derechos de importación sobre maquinaria especial si
exportaban todos sus productos acabados.
Aunque el Comunicado de Shanghai de 1972 no afectó de manera
decisiva el estatus económico de Taiwan, el hecho de que no se consul-
tara con el Gobierno de Chiang Kai-shek antes de darlo a conocer fue
humillante. Y cuando los taiwaneses reflexionaron sobre esta humilla-
ción y la pérdida de su puesto en la ONU, sus sentimientos de rabia y
rechazo aumentaron. Estallaron disturbios antiestadounidenses en Tai-
wan durante 1971-1972, alimentados también por protestas contra el
anquilosado régimen de Chiang Kai-shek, la naturaleza no representa-
tiva del Gobierno del Guomindang y las severas restricciones de la li-
bertad personal que seguían formando parte de la vida en Taiwan. De-
trás del descontento se hallaba la sensación de impotencia que oprimía
a la mayor parte de la población, esto es, los chinos que se habían ins-
talado en la isla antes de 1945 y habían continuado viendo con malos
ojos la ocupación por parte de refugiados procedentes del continente
después de 1949. Las agudas diferencias entre estos dos grupos se ex-
tendieron a todos los ámbitos, desde las pautas matrimoniales hasta la
educación, y existía una clara posibilidad de que se produjeran graves
brotes de violencia. El Gobierno de Chiang Kai-shek temía que las pro-
testas generalizadas dieran alas al pequeño pero perspicuo movimien-
to por la Independencia de Taiwan, que era una amenaza en potencia al
poder del Guomindang. Pero el Guomindang logró sofocar la disiden-
cia por medio de un riguroso control policial y político que podía res-
paldarse, cuando fuera necesario, con una abrumadora fuerza militar.
Desgarrada por sus propios problemas, la RPCh no pudo sacar parti-
do de las divisiones de Taiwan con fines políticos.
Los acuerdos de normalización que en 1979 firmaron el presiden-
te Carter y Deng Xiaoping, sin embargo, parecían una amenaza mayor
para Taiwan, al menos a ojos de los partidarios del Guomindang en Es-
tados Unidos. Chiang Kai-shek había muerto en 1975 y, si bien su hijo
Chiang Ching-kuo no tardó en hacerse cargo de la presidencia de la isla,
existía la preocupación de que no tuviera el prestigio suficiente para

836
1953 1962
Porcentaje de empleo
Agricultura 61 55
Industria 9 12
Porcentaje de producción nacional bruta
Agricultura 38 29
Industria 18 26
Porcentaje de exportación
Artículos y productos agrícolas 93 49
Productos industriales 7 51

Base económica de Taiwan, 1953 y 1962.15

mantener la unidad de Taiwan. El cese de todas las relaciones diplo-


máticas oficiales de Estados Unidos con Taiwan significó que en lo su-
cesivo las relaciones tendrían como cauces exclusivos dos «institutos»,
uno en Taipei y otro en Washington D.C., si bien el personal lo foro
maban principalmente miembros del servicio diplomático y consular a
los que se consideraría de permiso durante su permanencia en el extran-
jero. Especialmente amenazadores, al modo de ver de los partidarios de
Taiwan, fueron el ofrecimiento estadounidense de retirar todo su per-
sonal militar de la isla en el plazo de cuatro meses, la abrogación del
tratado de seguridad mutua y el acuerdo alcanzado con la RPCh en vir-
tud del cual Estados Unidos no suministraría más armas ofensivas a Tai-
wan y reduciría gradualmente su apoyo militar general.
El resultado fue que en abril de 1979 el Congreso aprobó una enér-
gica Ley de Relaciones con Taiwan que reflejaba las preocupaciones de
las fuerzas pro taiwanesas reafirmando el compromiso de Estados Uni-
dos con Taiwan y, sobre todo, subrayando que «el futuro de Taiwan se
determinará por medios pacíficos» y que todo «boicot y embargo» por
parte de la RPCh contra Taiwan sería considerado una «amenaza para
la paz y la seguridad del Pacífico Occidental». Asimismo, el Congreso se
comprometió decididamente a «proporcionar a Taiwan armas de carácter
defensivo» y prometió «oponerse a cualquier recurso a la fuerza u otras
formas de coacción que pusieran en peligro la seguridad o el sistema so-
cial o económico del pueblo de Taiwan». La única concesión real de la ci-
tada ley a la postura más amplia de Carter ante China fue la declaración
de que Estados Unidos también trabajaría por la «preservación y mejo-
ra de los derechos humanos de todo el pueblo de Taiwan»."
Llegado el momento, la pérdida del reconocimiento diplomático de

837
1952-1960 1960-1965 1965-1972

índices porcentuales de crecimiento


del PNB total
Taiwan 7,2 9,6 10,1
RPCh 6,0 4,7 5,7
Japón 8,3 9,8 10,8
índices porcentuales de crecimiento
del PNB per cápira
Taiwan 3,6 6,4 7,3
RPCh 3,6 2,9 3,3
Japón 7;2 8,8 95

Tasas de crecimiento: Taiwan, RPCh y Japón, 1952-1972. 17

Estados Unidos en 1979 no afectó adversamente a la economía taiwa-


nesa. Al contrario, 1979 resultó ser un año sumamente pujante, toda vez
que el PNB de Taiwan creció en un 20,3 por ciento hasta alcanzar un
máximo sin precedentes de 32.000 millones de dólares. Aunque Taiwan
redujo hasta cierto punto su dependencia del comercio con Estados Uni-
dos -lo cual fue, en todo caso, una medida práctica-, su comercio en
general, con otros 120 países, aumentó en un 31 por ciento durante el
mismo año. Las inversiones extranjeras en la isla también aumentaron
considerablemente: en más de un cincuenta por ciento, de 213 millo-
nes de dólares en 1978 a 329 millones de dólares en 1979. El principal
problema de Taiwan continuó siendo su dependencia de las importacio-
nes de petróleo, que a razón de 380.000 barriles diarios costaban a Tai-
wan más de dos mil millones de dólares al año; pero la expansión de las
instalaciones de energía nuclear de la isla prometía compensar este pro-
blema hasta cierto punto. (En 1980 Taiwan dejó de ser miembro del Fon-
do Monetario Internacional y también del Banco Mundial en benefi-
cio de la RPCh, pero tampoco esto surtió un efecto adverso visible en
la economía.)
Los líderes de la RPCh eran conscientes de la prosperidad de Taiwan
y poco a poco fueron dándose cuenta de que por enfática que fuese su
retórica sobre la «reunificación», no había ninguna expectativa realista
de que pudiera llevarse a cabo si las disparidades económicas entre los
dos países continuaban siendo tan grandes como eran. El cuadro de la
página 840 compara el poder adquisitivo de los trabajadores de Shan-
ghai y Taipei en lo referente a alimentos, prendas de vestir y articulas de
consumo a mediados de los años setenta del siglo pasado. Indica que

838
como porcentaje de los ingresos de los trabajadores, los precios de los
productos en Taipei (la capital de Taiwan) eran generalmente más bajos
que en Shanghai. El trabajador taiwanés podía de forma casi invariable
permitirse comprar más, a pesar de que en la RPCh se hicieron intentos
de subvencionar los precios de los alimentos para los habitantes de las
ciudades. La comparación de los presupuestos mensuales familiares en
Shanghai y Taipei (véase e! cuadro de la página 842) muestra que apro-
ximadamente e! mismo porcentaje de los ingresos totales se gastaba en
alimentos, por lo que cabe deducir que los trabajadores de Taipei co-
mían mucho mejor que los de Shanghai, lo cual resultaba obvio sin la
ayuda de estadísticas para la mayoría de los observadores superficiales.
La vivienda y la asistencia sanitaria, en comparación, absorbían un por-
centaje más elevado de las ganancias de los trabajadores taiwaneses.
El problema al que hacía frente la RPCh consistía en adoptar algún
medio de acelerar la puesta en práctica de las Cuatro Modernizaciones
(de la «quinta» no se habló) a un ritmo más rápido que diera a China
mayor libertad de acceso al mundo financiero internacional. Al parecer,
fueron dos funcionarios del partido de Guangdong los primeros en su-
gerir a Deng Xiaoping la idea de crear «zonas especiales» que se utili-
zarían para potenciar los recursos económicos de su provincia. No obs-
tante, algunos de los aspectos de la política china se llevaban con tanto
secreto que es posible que, como han apuntado algunos, Deng Xiaoping
enviara a estos dos hombres a Guangdong para que luego pudiera pa-
recer que defendían las reivindicaciones de su provincia cuando en rea-
lidad se hacían eco de las intenciones del propio Deng Xiaoping. Sea
como fuere, Deng Xiaoping insistió en esta idea durante una conferen-
cia de trabajo de! Comité Central en abril de 1979, tras el fin de la bre-
ve guerra entre China y Vietnam, y cuando las protestas de los demó-
cratas habían sido acalladas en gran parte. Así pues, se envió un grupo
de trabajo a las dos provincias costeras de Guangdong y Fujian y en ju-
lio de 1979 el Comité Central procedió a crear cuatro "zonas especiales
para la exportación». Al año siguiente se cambió este nombre por el de
«zonas económicas especiales» para indicar que su actividad económica
era más amplia y tal vez para que se pareciesen menos a las «zonas de
tratamiento de las exportaciones» de Taiwan.
Las cuatro zonas se escogieron cuidadosamente por su proximidad
a fuentes de capital extranjero y por su accesibilidad. Zhuhai está jun-
to a Macao; Shenzhen, a poca distancia de la frontera septentrional de
Hong Kong; Shantou y Xiamen, enfrente de Taiwan. Con sus nombres
latinizados por los británicos en el siglo XIX, Shantou (Swarow) y Xia-
men (Amoy), eran dos de los puertos cuya apertura habían impuesto los

839
Artículo Precio Precio de ingresos"
en Shanghai
(yuanes de Taipei SH 11' SH/TP
Shanghai) (dólares (%) (%)
taiwaneses)

Alimentos
Arroz (kg) 0)8 16,90 1,04 0,88 1,18
Harina de trigo (kg) 0)8 13,30 1,04 0,69 1,51
Carne de cerdo (kg) 1,80 78,00 6,67 4,04 1,65
PoUo (kg) 2,50 110,00 9,26 5,70 1,62
Pescado (el más barato) (kg) 0,44 37,00 1,63 1,92 0,85
Huevos de gallina (kg) 1,60 35,50 5,93 1,84 3)2
Azúcar blanco (kg) 1,45 15,80 5,37 0,82 6,56
Salsa de soja (kg) 0,54 16,70 2,00 0,86 2,31
S~(kg) 0,28 5,00 1,04 0,26 4,00
Patatas (kg) 0,06 12,80 0,22 0,66 0,34
Cebolletas 0,15 10,00 0,56 0,52 1,07
Queso de soja (kg) 0,52 12,50 1,93 0,65 2,97
Alubias rojas (kg) 0,11 18,30 0,41 0,95 0,43
Bok choy (col) (kg) 0,06 15,00 0)2 0,78 0,29
Prendas de vestir
Calcetines (hombre; par) 2,50 16,00 9,26 0,83 11,17
Camisa de poliéster (hombre) 6,00 150,00 22,22 7,77 2,86
Chaqueta de algodón (hombre) 12,50 240,00 46,30 12,43 3,72
Sandalias de plástico (Par) 4,50 35,00 16,67 1,81 9,19
Zapatillas de deporte
(hombre; par) 9,50 130,00 35,19 6,74 5,22
Abrigo de paño (mujer) 66,00 400,00 244,44 20,72 11,80
Artículos de consumo
Bicicleta 120,00 2.400,00 444,44 124,25 3,57
Pelota de baloncesto 15,00 280,00 55,56 14,51 3,83
Ventilador eléctrico 179,00 864,00 662,96 44,76 14,81
Reloj eléctrico 19,00 683,00 70,37 35,39 1,99
Máquina de coser 150,00 2.725,00 555,56 141,18 3,93
Televisor(11 pulg.) 700,00 5.000,00 2.592,59 259,05 10,01
Transistor 30,00 320,00 111,11 16,58 6,70
• El «precio de ingresos» es el porcentaje de los ingresos mensuales per cápita necesario para
compraruna unidad. Las cifras de ingresos mensuales son Z1 yuanes para Shanghai y 1930,10 dóla-
res taiwan..sesparaTaipei. «SH!TP» es la proporción de preciosde ingresos entreShanghaiy Taipei.

Comparación del poder adquisitivo en Shanghai y 'Iaipei, mediados del decenio de 1970,18

840
británicos a la dinastía Qing. Esos ecos imperialistas podrían haber preo-
cupado a algunos, pero parece que los dirigentes chinos estaban segu-
ros de que si seguían controlando y supervisando rigurosamente estas zo-
nas, lograrían evitar que los extranjeros las dominasen. Con todo, las
facilidades que se dieron a los extranjeros y a los chinos de ultramar
en las cuatro zonas fueron considerables. La RPCh se brindó a construir
fábricas de acuerdo con las especificaciones de los inversores extranje-
ros y a proporcionar una fuerza laboral bien preparada (y es de suponer
que obediente y no sindicalizada) con salarios bajos y, por ende, com-
petitivos. También se ofrecieron a los inversores tipos impositivos prefe-
renciales y otros incentivos financieros, entre ellos la creación de redes
de transporte en las zonas.
Los inversores respondieron, pero no con la rapidez ni la aportación
de tecnología avanzada previstas. A menudo los trabajadores chinos no
estaban tan especializados como habían esperado los inversores extran-
jeros, la burocracia seguía siendo engorrosa y los niveles de calidad eran
bajos. Las zonas despegaron -especialmente Shenzhen, que llegó a pa-
recerse a los sectores menos ricos de la vecina Hong Kong, con sus edi-
ficios altos-, pero el auge resultó caro a los planificadores chinos, que
tuvieron que invertir en la construcción y otros sistemas de apoyo mu-
chos más fondos estatales de lo que habían calculado. También se lle-
varon una sorpresa cuando las importaciones a Shenzhen crecieron a
un ritmo alarmante. Al mismo tiempo, surgió en las zonas un laberinto
de problemas sociales que iban desde el uso regular de la moneda de
Hong Kong, los mercados negros y la corrupción entre los funcionarios
hasta la delincuencia callejera y la prostitución. Altos cargos del Go-
bierno chino -algunos de los cuales quizás ya recelaban de los ambicio-
sos planes de Deng Xiaoping- comenzaron a ver con inquietud la ace-
leración del ritmo de cambio.
Ya en julio de 1979 la Asamblea Popular Nacional había abogado
por el reajuste de la economía con el fin de prestar mayor atención, una
vez más, a la agricultura y había recomendado prudencia en el caso de
las otras tres de las Cuatro Modernizaciones. El veterano planificador
económico Chen Yun, que en julio de 1979 había sido ascendido y aho-
ra era miembro del Comité Permanente del Politburó del Comité Cen-
tral, pidió, a finales del año siguiente, que se decretara un periodo de
austeridad. Un factor de esta decisión fue el descubrimiento de que, por
interesantes que pudieran ser las perspectivas de crecimiento econó-
mico, y por potencialmente rentables que fueran las zonas económicas
especiales, el déficit del comercio exterior en el ejercicio 1979-1980 ha-
bía sido de 3900 millones de dólares, el mayor, con mucho, de la histo-

841
Artículo Shanghai Taipei
% %

Alimentos 38,55 36,24


Prendas de vestir 15,06 4,30
Vivienda 5,62 17,54
Muebles 5,95 2,05
Servicios públicos 5,30 4,38
Medicina 1,20 3,25
Educación 4,22 4,25
Transportes 6,02 2,3
Diversiones 6,02 1,77
Ahorros 6,02 16,46
Impuestos, intereses 0,00 3,45
Remesas 6,02 0,00
Otros 0,00 6,14

Distribución del presupuesto familiar mensual en Shanghai y Taipei a mediados del dece-
nio de 1970.19

ria de China. Era evidente que la integración en el mundo de las na-


ciones con un comercio exterior importante y tecnología avanzada iba
a resultar cara.
En un nivel distinto de magnitud, pero igualmente alarmante a su
manera, hay que situar la noticia que publicó el Diario delPueblo el 23
de abril de 1979 sobre el peor caso de corrupción descubierto hasta en-
tonces en la RPCh. En la provincia septentrional de Heilongjiang, un
cuadro intermedio del peCh, una mujer llamada Wang Shouxin y
un grupo de personas, muchas de las cuales también ocupaban pues-
tos en el partido y la burocracia, habían logrado desfalcar propiedades
del Estado por valor de, como mínimo, 536.000 yuanes en una serie de
chanchullos y robos durante siete años. El caso era muy complicado
e incluía la manipulación de la compañia carbonera que supervisaba
Wang Shouxin y de su sistema de distribución. El asunto llamó la aten-
ción de uno de los escritores más sagaces de China, Liu Binyan, que
durante la campaña antiderechista y la Revolución Cultural había su-
frido a causa de su franqueza. A finales de los años setenta del siglo
pasado se estaba fomentando la profesión de «periodista investigador»
como medio de expresar las quejas populares contra los cuadros corrup-
tos, y Liu Binyan fue un ejemplo elocuente de lo eficaz que podía ser
tal papel, incluso en el mundo de la prensa bajo control estatal en

842
China. Liu Binyan se trasladó a Heilongjiang para interrogar a miem-
bros de la unidad de Wang Shouxin y tratar de esclarecer los detalles del
caso. Escribió un notable artículo de sesenta páginas que, con el título
de "Personas o Monstruos», apareció en Líteratura delPueblo en septiem-
bre de 1979. Dado que se trataba de una "publicación oficial», las auto-
ridades culturales del PCCh obviamente estuvieron de acuerdo con la
acusación básica que formuló Liu Binyan contra ciertas esferas del pro-
pio PCCh.
Wang Shouxin, según el sardónico retrato que Liu Binyan hizo de
ella, era «una mujer afectuosamente sentimental de predilecciones y
aversiones claramente definidas. Sus decenas de miles de toneladas de
carbón y sus nueve camiones eran el pincel y la tinta que utilizaba to-
dos los días para componer sus poemas líricos». Los "poemas» que
componía Wang Shouxin tenían por objeto proteger y promocionar a
su propia familia y atraerse la buena disposición de miembros y cua-
dros del partido en todos los niveles por medio de la manipulación se-
lectiva y la corrupción. Wang Shouxin no era, de hecho, tan especial,
señaló, de paso, Liu Binyan; sólo la escala de sus operaciones resultaba
desacostumbrada. Era meramente un síntoma, una persona falta de hon-
radez cuyo comportamiento durante años había sido «tapado por el
declive general de la moralidad social, por la legalización gradual de la
actividad delictiva y por la aclimatación gradual del pueblo a la deca-
dencia moral que le rodeabas.j'' Si Wang Shouxin era en verdad un sín-
toma en lugar de un caso aislado, entonces la apertura de China a Oc-
cidente iba a ofrecer tantas tentaciones como oportunidades.

«La verdad en los hechos»

Los altibajos de la política económica china durante los cuatro años


que siguieron a la muerte de Mao en 1976 reflejaron las discrepancias que
existían en el centro del Gobierno entre Deng Xiaoping y Hua Guofeng.
Teniendo en cuenta la importancia de lo que estaba en juego y la falta
de mecanismos precisos para la transición pacífica en la cúspide de la
estructura de poder, o Deng Xiaoping o Hua Guofeng iba a tener que
arrinconar a su rival. Llegado el momento, fue Deng Xiaoping quien
salió victorioso de la lucha por el poder.
Aunque en apariencia Hua Guofeng ocupaba los puestos oficiales
más impresionantes -comc presidente del PCCh, presidente del Con-
sejo de Estado y presidente de la Comisión sobre Asuntos Militares-,

843
Deng Xiaoping tenía amigos más poderosos en el partido y en el ejér-
cito, así como entre los intelectuales más destacados. Hua Guofeng
había basado su ascenso al poder en su pretensión de ser el heredero
elegido de Mao; pero después de la detención de la Banda de los Cua-
tro, cuando se empezó a criticar públicamente a Mao, Hua Guofeng
descubrió que este legado no era útil. Además, Deng Xiaoping trabajó
pacientemente a finales del decenio de 1970 y en 1980 para desacredi-
tar a Hua Guofeng. La afirmación temeraria de Hua Guofeng, tras subir
al poder en 10/76, de que 10 único que necesitaban hacer los chinos para
alcanzar un futuro feliz era ..obedecer todo lo que hubiera dicho Mao
y asegurar la continuación de todo lo que hubiera decidido», hizo que
él y sus colaboradores más íntimos fueran apodados los creyentes en
dos dos todo lo que» y que se burlaran de ellos en privado cuando pon-
tificaban de manera grandilocuente sobre la necesidad de principios
maoístas puros. Deng Xiaoping, que propugnaba en público la consig-
na maoísta de ..buscar la verdad en los hechos», promocionó enérgica-
mente su imagen de pragmático y amplió el sentido de la consigna de
Mao añadiendo una cláusula crucial: «y haced de la práctica el criterio
único de la verdad».
Deng Xiaoping consolidó su victoria sobre Hua Cuofeng preparan-
do a dos protegidos para el poder. Los dos hombres que eligió Deng
Xiaoping, Hu Yaobang y Zhao Ziyang, podían presentar credenciales
revolucionarias más sólidas que la desacreditada Banda de los Cuatro.
Si bien no habían participado como adultos en los primeros años de la
revolución, sus vidas reflejaban de diferentes maneras los numerosos ni-
veles de lucha que China había experimentado durante el medio siglo
anterior. El mayor de los dos, Hu Yaobang, nació en Hunan en 1915 (al-
gunas fuentes dicen 1913) en el seno de una familia campesina pobre y
siendo muy joven había sido reclutado para servir en los malhadados le-
vantamientos de la Recolección de Otoño que Mao organizara en 1927.
Se afilió al PCCh en el sóviet de Jiangxi en 1933, combatió en la Larga
Marcha, ascendió sin interrupción en las filas del partido durante los
periodos de Yan'an y la guerra civil y se convirtió en director de la Liga
de la Juventud Comunista de China. Fue expulsado del poder en 1966
cuando los Guardias Rojos empezaron a ver la liga -que para entonces
contaba unos treinta millones de miembros- como un rival en poten-
cia en la lucha por el liderazgo de la Revolución Cultural. Tras su vuel-
ta al poder en 1975, como secretario del partido en la prestigiosa Aca-
demia de Ciencias, Hu Yaobang se labró rápidamente fama de defensor
acérrimo de las ciencias y de los derechos de Jos estudiosos con talen-
to a disponer de tiempo para investigar sin ser interrumpidos. Siempre

844
mordaz y directo, sus palabras tenían una franqueza que muchos en-
contraban alentadora después de decenios de retórica maoista sobre
servir al pueblo. «La Academia de Ciencias es la Academia de Cien-
cias», como dijo Hu Yaobang una vez. «No es una Academia de Pro-
ducción. Es un lugar donde se estudia, no un lugar donde se plantan
coles. No es una parcela para cultivar patatas, es un lugar donde se
hace ciencia, las ciencias naturales>" Caído en desgracia junto con
Deng Xiaoping en 1976, Hu Yaobang volvió para asumir un poder to-
davía mayor en 1977 como codirector de la Escuela Central del Parti-
do y director del departamento de organización del Comité Central.
A finales de diciembre de 1978 fue nombrado miembro del Politburó
y en 1980, elegido miembro del importantísimo Comité Permanente
del Politbur6. Meses después Deng Xiaoping dispuso que se nombra-
ra a Hu Yaobang secretario general del partido, paso clave para la pos-
terior expulsión de Hua Guofeng del poder, que se logró en 1981.
El segundo hombre que Deng Xiaoping prepar6 para el poder era
Zhao Ziyang. Sus orígenes eran totalmente distintos de los de Hu Yac-
bang y también su carrera había seguido pautas diferentes, pero, al igual
que Hu Yaobang, era un administrador excelente y un político aveza-
do. Nacido en 1919 en una familia terrateniente de Henan, Zhao Ziyang
se afilió a la Liga de la]uventud Comunista de China en 1932, cuando
era un colegial. A los diecinueve años entró en el PCCh, sirvió como
organizador de bases guerrilleras durante la segunda guerra mundial
y la guerra civil, y trabajó especialmente en la turbulenta zona fron-
teriza donde se encuentran Shandong, Henan y Hebei. En el decenio
de 1940 la citada zona todavía era -como había sido cuando Lin Qjng
hizo de ella la base de su rebelión de los Ocho Trigramas en 1813-
terreno fértil para el reclutamiento de disidentes y desposeídos. Tras la
victoria comunista, Zhao Ziyang fue trasladado a Guangdong y ascen-
dió sin parar en la jerarquía provincial hasta convertirse en secretario
del partido en 1961. Adaptable a los nuevos vientos políticos, promo-
vió vigorosamente la reforma agraria a principios del decenio de 1950,
defendió la producción basada en las unidades familiares después de
los desastres del Gran Salto Adelante y capeó la primera fase de la Re-
volución Cultural presentándose como líder de los Guardias Rojos en
Cantón, hasta que Guardias Rojos más radicales le echaron en 1967.
A mediados del decenio de 1970, tras servir brevemente en la Mongolia
Interior, Zhao Ziyang volvió a Cantón.
Pero fue después de su traslado a Sichuan en 1975 para desempeñar
el cargo de secretario del partido y comisario político de la región de
Chengdu cuando realmente despegó la carrera de Zhao Ziyang. Sichuan,

845
tradicionalmente una de las provincias más prósperas y productivas de
China, con una población de 97 millones de personas a mediados del
decenio de 1970, había sufrido reveses desastrosos durante la Revolu-
ción Cultural. El celo con que cuadros radicales promovían políticas
extremistas en la provincia causó trastornos graves a la agricultura y la
industria, y por primera vez desde hada decenios Sichuan -normalmen-
te la «cesta de arroz» complementaria de China- dejó de ser autosufi-
ciente en cereales alimenticios. Asimismo, la compleja política de la
provincia permitió que continuara siendo un bastión para los partida-
rios de Lin Biao mucho después de la muerte de éste y de la caída de
sus seguidores en otras partes del país.
En su calidad de secretario del partido, Zhao Ziyang tuvo que su-
perar este legado problemático y a finales de 1976 empezó a poner en
práctica una serie de medidas destinadas a acabar con el radicalismo
económico que había caracterizado el periodo del Gran Salto Adelan-
te primero y el decenio de la Revolución Cultural después. Al ver que
los agricultores de la provincia volvían a trabajar con ahínco en parcelas
privadas y de que con ello incrementaban considerablemente la pro-
ducción, Zhao Ziyang autorizó que hasta un 15 por ciento de la tierra
de las comunas de Sichuan se cultivara privadamente y que los pro-
ductos obtenidos así se vendieran en mercados privados a precios li-
bres. También autorizó multitud de «industrias suplementarias» más
pequeñas que permitían a las familias complementar sus ingresos. El
resultado fue un salto espectacular de la producción cuando la inicia-
tiva económica privada encontró una libertad hasta entonces descono-
cida; la producción de cereales en Sichuan aumentó un 24 por ciento
entre 1976 y 1979.
Zhao Ziyang fue igualmente flexible en el caso de las industrias es-
tatales de la provincia. Se dio prácticamente autonomía financiera a los
directores de las fábricas, se les permitió negociar su propio acceso a
los mercados y se les autorizó a formar empresas industriales conjuntas
con otros sectores. Se ofrecieron a los trabajadores primas por la pro-
ducción elevada y se incrementó el control de las fábricas. El resultado
fue un salto todavía más extraordinario, del ochenta por ciento, en la
producción industrial durante el mismo trienio, 1976-1979. A la sazón
empezó a circular por el país un dicho popular que hacía un juego
de palabras basado en la pronunciación parecida de la palabra china que
significaba «buscap, y el apellido de Zhao Ziyang: «Si quieres comer, ve
a buscar a Ziyang» (<<}áo chi liang, zhaoZiyang»). Cuando Deng Xiaoping,
él mismo natural de Sichuan, volvió al poder en 1977, nombró a Zhao
Ziyang miembro alterno del Politburó y a partir de entonces la subida

846
de Zhao 2iyang fue rápida: en 1979 fue nombrado miembro de pleno
derecho del Politburó; en febrero de 1980, pasó a formar parte del Co-
mité Permanente del Politburó; y en abril de 1980 se convirtió en vice-
primer ministro de China. En septiembre del mismo año fue nombra-
do primer ministro en sustitución de Hua Guofeng. Al examinar este
notable historial de innovación afortunada, podemos ver cómo el ejem-
plo de los logros de 2hao Ziyang dio a Deng Xiaoping la confianza
que había necesitado para trazar las directrices del cambio en el III Ple-
no del XI Comité Central.
Deng Xiaoping, que en 1978 había reemplazado a Hua Guofeng en
el puesto de presidente de la Comisión sobre Asuntos Militares, ya pa-
recía haber alcanzado su objetivo en 1980: la totalidad de los tres ele-
mentos clave del Estado chino se hallaba ahora en sus manos o en las de
sus dos protegidos. Hua Guofeng no recibió más castigos y, en vez
de ello, se le permitió conservar cierto rango y dignidad como miem-
bro ordinario del Comité Central. Sin embargo, su oportunidad de go-
bernar el país como heredero de Mao terminó y, para recalcar la ruptu-
ra con el pasado, Deng Xiaoping dirigió el partido en la delicada tarea
de evaluar e11egado de Mao. La operación planteaba muchos proble-
mas si había que evitar que el partido perjudicara su prestigio o cedie-
ra terreno teórico importante al movimiento pro Democracia, que es-
taba oficialmente desacreditado. El partido empezó por divulgar casos
horripilantes de personas que habían intentado criticar aspectos de la po-
lítica de Mao en los decenios de 1960 y 1970 Yhabían sido perseguidas
o incluso torturadas y asesinadas por su tozudo empeño en decir la ver-
dad. Luego el Comité Central llevó a cabo su propio análisis detenido,
que quedó terminado en el verano de 1981. Se culpó a Mao de ciertos
excesos «izquierdistas» en sus últimos años, tales como creer que la bur-
guesía podía continuar existiendo dentro del partido, que debía esti-
mularse la revolución de las masas contra el revisionismo y que era ne-
cesario «continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado». El
resumen final decía que Mao había estado en lo cierto el setenta por
ciento de las veces y no lo había estado sólo el treinta por ciento, con
la mayoría de los errores agrupados cerca del final de su vida. Pero uti-
lizar estos errores para «tratar de negar el valor científico del pensamien-
to de Mao Zedong y su papel de guía en nuestra revolución y nuestra
construcción» sería «totalmente equivocado», fue la conclusión del Co-
mité Central. «El socialismo y nada más que el socialismo puede salvar
a Chína.s"
A medida que esta lucha política se acercaba lentamente a su final,
la prensa controlada por el Estado empezó a publicar reportajes que ha-

847
cían hincapié en ejemplos de iniciativa local en China y mostraban que
podían florecer ciertos tipos de pequeña empresa. Los primeros ejemplos
fueron modestos, como el reportaje que apareció en 1980 sobre una pa-
reja anciana que, al parecer, llevaba decenios regentando una pequeña
casa de huéspedes en lo que antes era un almacén. En la llamada Pen-
sión de la Justicia Celestial, cuyos huéspedes eran campesinos y otras
personas que visitaban Pekín y no tenían dinero para alojarse en un
hotel, podían dormir ocho hombres a la vez en un kang (la plataforma
elevada de ladrillo, calentada desde abajo y cubierta con ropa de cama,
donde se acostumbraba a dormir en el norte de China). Las mujeres que
se hospedaban en la pensión tenían que dormir con la esposa del pro-
pietario y éste dormía con los hombres. En el espacio de treinta años,
según el reportaje, la pareja había atendido de esta manera sencilla a
46.000 huéspedes, aparentemente ajena a todos los cambios de viento
de la política. La prensa del partido arguyó que su negocio no debía con-
siderarse «capitalista» porque la pareja siempre «dependía de su propio
trabajo y no explotaba a nadie»."
En otro caso al que se dio mucha publicidad aquel mismo año, va-
nas familias de Sichuan que vivían cerca de Chengdu recibieron certi-
ficados por «enriquecerse por medio del trabajo diligente». Estas fami-
lias utilizaban el nuevo «sistema de responsabilidad» para contratar el
derecho a trabajar en determinada parcela de tierra comunal. Todos los
productos que sobrepasaran el cupo impuesto por el Estado podían ven-
derse en el mercado del lugar. La producción suplementaria incluía la
elaboración de capullos de seda para los usos de la comuna y la cría de
cerdos para venderlos. Las familias que se dedicaban a estas activida-
des podían ganar hasta setecientos dólares al año y, dado que la renta
per cápita en las comunas más ricas de Sichuan era de 160 dólares al
año, a la vez que la media del conjunto de la provincia era de 55 dó-
lares, este sistema nuevo representaba una oportunidad extraordinaria.
A finales de año, estos ejemplos de éxito comercial en el campo ya em-
pezaban a ser frecuentes en la prensa china. Los únicos «malos» que
aparecían en ellos eran los cuadros locales, que a menudo vacilaban a
causa de pequeños detalles burocráticos y tardaban meses en tramitar
el papeleo necesario.
En este mismo clima de creciente euforia ante la empresa indepen-
diente, el líder del partido Liu Shaoqi, que había caído en desgracia,
fue exonerado oficialmente de todos los cargos formulados contra él
durante la Revolución Cultural. Liu Shaoqi había muerto años antes,
en 1969, supuestamente de neumonía; pero su viuda, Wang Guangmei,
que tanto había enfurecido a Mao por su participación en los grupos

848
investigadores del periodo posterior al Gran Salto Adelante, aún vivía
y pudo oír personalmente los discursos que se pronunciaron en honor
de su difunto esposo. A muchos jóvenes del partido la rehabilitación de
Liu Shaoqi debió de parecerles tan desconcertante como los cargos con-
tra él les parecerían a sus padres. Desde la caída en desgracia de Liu
Shaoqi, el número de afiliados al PCCh se había duplicado con creces
-de 18 millones en 1966 a 38 millones en 1980-, por lo que la mitad de
los miembros habían pasado toda su vida en el partido creyendo (o al
menos aparentando públicamente que creían) que Liu Shaoqi había sido
un «traidor, un esquirol y un mandatario importante que había segui-
do la senda capitalista». Al igual que en el caso de la muerte de Lin Biao
en 1971, una vez más la credibilidad del partido se vio puesta seriamen-
te en entredicho.
Fue oportuno que en este año transicional de 1980 se celebrara por
fm el proceso de la Banda de los Cuatro. Los acusados eran diez en to-
tal: la Banda de los Cuatro, cinco militares de alta graduación acusa-
dos de complicidad en la trama de Lin Biao, y Chen Boda, ex secre-
tario y experto ideológico de Mao, que había sido una figura destacada
en los primeros años de la Revolución Cultural. El interés nacional e
internacional por el proceso se centró en la Banda de los Cuatro pro-
piamente dicha, a la que se acusó de «perseguir a muerte» a 34.800 per-
sonas, según se calculaba, durante la Revolución Cultural, y de haber
«incriminado en falso y perseguido» a otras 729.511 durante sus años
en el poder. Los fiscales se concentraron en los delitos cometidos en
las postrimerías del decenio de 1960 y comienzos del de 1970 y con ello
se alejaron de las anteriores críticas que habían pretendido perjudicar
la reputación política de la Banda de los Cuatro recurriendo con tal
fin a desenterrar (o inventar) cargos que se remontaban a un pasado
muy lejano. En el momento de su detención, por ejemplo, se acusó a
jiang Qjng de cooperar con el Guomindang en 1934-1935 y de dela-
tar a miembros del movimiento clandestino a la policía de Chiang
Kai-shek. De modo parecido, se acusó a Zhang Chunqiao de haberse
afiliado a los Camisas Azules del Guomindang a mediados del decenio
de 1930 y de haber seguido trabajando en secreto para el Guomindang
después de llegar a Yan'an a principios del decenio de 1940. Yao Wen-
yuan fue acusado de ocultar que durante cinco generaciones su fami-
lia había poseído tierras en la provincia de Zhejiang y de ser ahijado
de un alto cargo de la Policía Secreta Nacionalista. Wang Hongwen, el
más joven del grupo, que ni siquiera había nacido aún en aquellos
tiempos dramáticos del comienzo de la revolución, fue acusado de ha-
ber conseguido con malas artes un cambio de destino durante su ser-

849
vicio en la guerra de Corea: de encargado de señales a trompetista en
la banda.
Durante el juicio la viuda de Mao, jiang Qjng, adoptó una actitud
desafiante, gritó a los testigos, llamó a los jueces «fascistas y Guomin-
dang» y en varias ocasiones fue necesario sacarla de la sala. En su de-
fensa se aferró constantemente al argumento de que Mao había apo-
yado sus actividades en la Revolución Cultural y que, en esencia, ella se
había limitado a cumplir la voluntad de su esposo. Zhang Chunqiao
se mantuvo tercamente distante de lo que ocurría en la sala y se negó
a responder a las preguntas del fiscal. La mayoría de los otros proce-
sados se mostró más dócil, aparentemente quebrantados por los largos
y duros años que habían pasado en la cárcel. Pero el proceso no con-
venció a los observadores de que el imperio de la ley fuera a volver a
China. De hecho, fue un grotesco espectáculo público que muchos chi-
nos descartaron, aunque se alegraron de presenciar la humillación de
aquellos ex líderes en particular.
Las sentencias se dictaron el 25 de enero de 1981 y los dos miem-
bros más empecinados de la Banda de los Cuatro, jiang Qjng y Zhang
Chunqiao, fueron condenados a muerte, pero con una suspensión tem-
poral de dos años durante los cuales tal vez se «arrepentirían» y evita-
rían así su ejecución. Wang Hongwen fue condenado a cadena perpe-
tua; Yao WenyiJan, a dieciocho años de cárcel. Chen Boda y los cinco
militares fueron condenados a penas de entre dieciséis y dieciocho años
de cárcel.
Con estas sentencias y la obvia muerte política de Hua Guofeng,
pareció que había terminado una era de «izquierdismo» político en Chi-
na. Esta impresión se vio subrayada no sólo por la rehabilitación de
Liu Shaoqi, sino también por la reevaluación favorable de líderes de fi-
nales del decenio de 1920 y comienzos del de 1930 tales como Qu
Qjubai y Li Lisan, que durante mucho tiempo habían sido vilipendia-
dos. Fue como si los dirigentes del partido se dieran cuenta ahora de
que si querían reestructurar la economía socialista del país, también ten-
drían que reestructurar la visión didáctica que el partido tenía de su
propio pasado.

850
25
Niveles de poder

Mil millones de personas


En el año 1981, a pesar de que los líderes seguían sin ponerse
de acuerdo sobre cuál era el ritmo apropiado del cambio eco-
nómico, ya se había negado a un consenso en el sentido de que sin un
plan enérgico de control de la población, China consumiría las ganan-
cias materiales que pudiera obtener, igual que ocurría a la sazón en otras
naciones en vías de desarrollo. En la RPCh ya se habían hecho dos cen-
sos, uno en 1953, que indicó que el número total de habitantes era de
582,6 millones, y uno en 1964, que arrojó una cifra de 694,6 millones.
Pero ninguno de los dos se había hecho con precisión y el Gobierno
comprendió que, con el fin de trazar planes inteligentes para el futuro,
era esencial conocer con exactitud el número de habitantes de China
y el ritmo de crecimiento demográfico. En consecuencia, se fijó una fe-
cha para llevar a cabo un censo nacional completo: el1 de julio de 1982.
Los resultados del censo confirmaron las expectativas de los demó-
grafos y planificadores: la población total de China superaba ahora los
mil millones de personas. Aunque demógrafos extranjeros pusieron en
duda algunos aspectos de la metodología empleada, especialmente
en zonas donde los totales declarados parecían concordar con dema-
siada exactitud con los totales proyectados, se consideró que, en gene-
ral, las cifras eran fidedignas. Porque el censo se hizo con el asesora-
miento de personal de Naciones Unidas especializado en demografia y
se había planificado esmeradamente con varios meses de antelación; los
datos demográficos fueron recogidos por más de cinco millones de agen-
tes censales y procesados por 29 ordenadores colosales. Por tanto, la ci-
fra definitiva de 1.008.175.288 chinos en la RPCh se consideró tan exac-
ta como era posible dadas las circunstancias. Debido a que la necesidad
política exigía contar a Taiwan como parte de China, la cifra total que
se dio a conocer fue de 1.031.882.511, que incluía las estimaciones del
número de habitantes de Taiwan, Hong Kong y Macao.

851
Un hecho que el censo de 1982 puso de relieve fue la extraordina
ria juventud de la población china. Las cifras indicaron que alrededor
de sesenta millones de mujeres chinas tenían en aquel momento entre
30 y 40 años; 80 millones, entre 20 y 30; y 125 millones, entre 10 y 20,
Y ya estaban (o estarían pronto) en edad de casarse (véase el siguiente
cuadro). Al mismo tiempo, la esperanza de vida también experimenta-
ba un aumento espectacular.
Esta enorme reserva potencial de mujeres en edad fértil hacía más
apremiantes los argumentos de quienes querían una política más enér-
gica de planificación familiar. Desde la fundación de la RPCh había ha-
bido en este debate tensión entre el optimismo socialista y el pesimismo
de las leyes «maltusianas» de limitación demográfica," que contradecían
implícitamente la esperanza de que el socialismo causara los cambios
más grandiosos en la vida humana. A principios del decenio de 1950,
algunos de los economistas más importantes de China habían adverti-
do que habría problemas si no se prestaba mucha atención al panork
ma demográfico general del pais. Numerosos factores respaldaban esta
conclusión: la nueva ley sobre el matrimonio de 1950 que ofrecía a las
mujeres, además de a los hombres, la oportunidad de dejar a su pare-
ja en caso de incompatibilidad y buscar otra nueva; el descenso de la
mortalidad infantil gracias a los progresos de la asistencia sanitaria; el
aumento de la esperanza de vida resultante de la mejora de la dieta y
la asistencia sanitaria a los ancianos; el cierre de monasterios y conven-
tos; la prohibición de la prostitución, que puso aún más mujeres en el
mercado matrimonial; y la persistencia del pueblo chino en buscar tan-
to la prosperidad como la continuidad del linaje por medio de una pro-
genie numerosa, incluidos varios hijos varones.
Estas advertencias hicieron que en 1953 se aprobaran leyes sobre el
control de la natalidad y el aborto, y que en 1954 se formaran grupos
de estudio del control de la natalidad. En 1956 Zhou Enlai instó a li-
mitar la natalidad. Pero los economistas más influyentes que opinaban
como él fueron víctimas de la campaña antiderechista de 1957 (Zhou
Enlai logró mantenerse en el poder) y durante los años políticamente
extremistas del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural se hicie-
ron pocos intentos de analizar o limitar el aumento de la población de

.. Según Thomas Malthus (1766-1834), en su EnstfYo sobre el principio tk la pobla-


ción (1798), la población de un país dado estaba condenada a ser frenada por la ham-
bruna, las enfermedades, la guerra u otras catástrofes cuando forzaba los límites de los
recursos disponibles. Casi al mismo tiempo, a finales del reinado de Qjanlong, el le-
trado Hong Liangji también había advertido que el crecimiento rápido de la población
podía hacer daño a China. (N. del A.)

852
Grupo Total Hombres Mujeres Proporción
de edad sexual
(hembras = 100)

Total 1.008.152.137* 519.406.895 488.745.242 106,27


04 94.704.361 48.98.813 45.720.548 107,14
5-9 110.735.871 57.026.296 53,709.575 106,18
10-14 131.810.957 67.837932 63.973.025 106,04
15-19 125.997.658 64.620.607 61.577.051 104,62
20-24 76.848.044 40.300.907 36.547.137 110,27
25-29 93.142.891 48.310.132 44.832.759 107,76
30-34 73.187.245 38.153.148 35.034.097 108,90
35-39 54.327.790 28.669.005 25.658.785 111,73
40-44 48.490.741 25.878.901 22.611.840 144,45
4549 47.454.949 25.123.395 22.331.554 112,50
50-54 40.856.112 21.568.644 19.287.468 111,83
55-59 33.932.129 17.530.819 16.401.310 106,89
60-64 27.387.702 13.733.702 13.653.367 100,59
65-69 21.260.370 10.171.973 11.088.397 91,74
70-74 14.348.045 6.434.731 7.913.317 81,32
75-79 8.617.043 3.496.703 5.120.340 68,29
80+ 5.050.091 1.765.823 3.284.268 53,77
, En algunos casos la edad execra no estaba clara, de ahí que esta cifra sea ligeramente inferior
a la del censo total

Composición por edades de los dos sexos en la población de China, 1982. 1

China. Durante todo el decenio de 1960 y principios del de 1970 mu-


chas familias tenían cinco o seis hijos. De no haber sido por las ham-
brunas catastróficas de los años posteriores al Gran Salto Adelante y las
pésimas condiciones sanitarias que afligían a las regiones llamadas «de
las minorías» y las partes más pobres de la China rural, la tasa de cre-
cimiento demográfico hubiera sido todavía más elevada.
Pero mientras que en 1974 los portavoces de China en las conferen-
cias internacionales aún podían asegurar a sus oyentes que las teorías
sobre la «explosión demográfica» eran una «falacia promovida por las
superpotencias»,' el Gobierno ya había empezado a frenar el aumento
de la población mediante propaganda dirigida a las masas y el desplie-
gue de dispositivos para controlar la natalidad. La tasa de fertilidad de
las mujeres chinas, que era de un 4,2 por ciento en 1974, descendió a
un 3,2 por ciento en 1976 y a un 2,2 por ciento en 1980. En septiembre
de 1980 Hua Guofeng, que aún era portavoz del Gobierno para algunos

853
asuntos importantes, dijo a la Asamblea Popular Nacional que en lo
sucesivo las familias chinas debían esforzarse por limitar el número de
hijos a uno y que la planificación familiar debía incorporarse a la es-
trategia de desarrollo a largo plazo del país. Sólo se permitirían excep-
ciones en el caso de los «pueblos minoritarios».
A raíz del discurso de Hua Guofeng, se promulgó una «ley matri-
monial enmendada» que fijaba la edad más temprana para casarse en
22 años para los hombres y 20 para las mujeres. (En la ley sobre el ma-
trimonio de 1950 las edades habían sido 20 y 18, respectivamente.) De-
bido a las políticas del Gobierno que recomendaban casarse tarde, las
edades reales de los contrayentes habían sido muy superiores a estos
niveles nuevos. El propósito de la leyera formalizar las reglas e impedir
que la gente se casara a edades más tempranas a la vez que fomentaba
«casarse más tarde, tener hijos más tarde». La ley recomendaba a las mu-
jeres que contrajeran el primer matrimonio a los 24 años y tuvieran el
primer hijo (que, idealmente, sería también el último) a los 25.
Reforzando las declaraciones de Hua Guofeng, la Comisión Esta-
tal de Planificación Familiar señaló que el estudio de los nacimientos
habidos en 1981 indicaba que casi seis millones de niños habían naci-
do en familias que ya tenían un hijo, lo cual era una amenaza obvia
para la política de un hijo por familia. En un número alarmante de ca-
sos, 1,7 millones, habían nacido en familias que ya tenían cinco o más
hijos. De resultas de ello, el Gobierno intensificó el rigor de sus pro-
gramas de control de la natalidad y ordenó la inserción obligatoria de
un dispositivo intrauterino cuando la mujer ya hubiese tenido un hijo
y la esterilización obligatoria del marido o la esposa tras el nacimiento
de un segundo hijo. Se asignaron a las provincias cupos de esterilización
que luego se pasaban a los condados y municipios para su cumpli-
miento. y en muchos casos se coaccionó a la mujer para que abortase
cuando la gestación ya estaba muy avanzada. Asimismo, los adminis-
tradores del partido concedían contratos para el cultivo de tierras a las
familias campesinas sólo si éstas firmaban un segundo contrato en
el que se comprometían a no tener ningún hijo mientras trabajasen la
tierra. En caso de tenerlo, las familias eran multadas o incluso obli-
gadas a renunciar a la tierra. Se decía que había familias que huían de
sus poblados cuando llegaban los equipos de esterilización y algunos
cuadros encargados del control de la natalidad se sentían tan amenaza-
dos que solicitaban escoltas armadas. En total, entre septiembre de 1981
y diciembre de 1982, 16,4 millones de mujeres se sometieron a la es-
terilización mediante ligadura de trompas y se practicó una vasectomía
a cuatro millones de hombres. En respuesta a estos nuevos campos de

854
injerencia gubernamental en su vida, los habitantes de los poblados
empezaron a ofrecer regalos rituales de aborto o esterilización a las fa-
milias afectadas, lo cual era una prueba tanto de la persistencia como
de la flexibilidad interna de las tradicionales pautas rurales de inter-
cambio.'
La familia con un solo hijo también planteaba problemas nuevos
en el campo. Dado que un sistema de incentivos primaba el trabajo fa-
miliar, muchas familias rurales llegaron a la conclusión de que era más
importante tener varios hijos que trabajasen la tierra y las cuidasen en
la vejez que hacer caso al Estado y limitar tan drásticamente el núme-
ro de hijos. Y si bien en las ciudades era fácil encontrar gran variedad
de dispositivos para la planificación familiar, no ocurría lo mismo en el
campo. Además, la ruptura del sistema jerárquicamente integrado de gru-
pos, brigadas y comunas hizo que al Estado le resultara mucho más di-
ficil hacer que se cumpliera su mensaje sobre el control demográfico.
El Estado introdujo castigos rigurosos para las familias que infrin-
gían el límite y tenían más de un hijo. Mientras que las que tenían un
solo hijo recibían subvenciones económicas especiales, así como ayu-
das para la educación y la vivienda, las que tenían varios hijos eran cas-
tigadas con multas y la denegación de los derechos a la vivienda y la
educación. Se daban muchos casos trágicos de familias desesperadas que
recurrían al infanticidio cuando les nacía una hija. Esta práctica era
censurada con severidad por el Estado, pero esta severidad misma daba
a entender que el problema era grave y algunos analistas occidentales
de los datos demográficos chinos cifraban el número de estos infanti-
cidios en alrededor de doscientos mil en un solo año. Algunos padres
empleaban una técnica nueva, la amniocentesis, para detectar el sexo del
feto en los comienzos del embarazo, y luego conseguir un aborto si los
resultados indicaban que se trataba de una niña. En los casos de las ni-
ñas enfermas de gravedad sencillamente las dejaban morir.
Algunos analistas hubiesen podido sugerir que otra forma de evitar
el problema del exceso de población habría sido alentar a más muje-
res u hombres a no casarse nunca. Algunas mujeres habían seguido este
camino a finales del siglo XIX y principios del XX y habían formado "CO-
fradías» cuyos miembros vivían en común y compartían los ingresos
y las oportunidades de empleo, además de recurrir frecuentemente a
creencias de inspiración budista para infundiese valor. Pero el matri-
monio se había convertido en una expectativa para prácticamente to-
das las mujeres de la RPCh, como demuestra de manera clara otra serie
de cifras sacadas del censo de 1982. Los índices de matrimonio también
eran elevados entre los hombres. Durante los periodos Qjng y repu-

855
blicano muchos hombres pobres no habían podido casarse por razones
económicas, mientras que otros hombres que tenían el dinero necesario
para ello se encontraban con que escaseaban las mujeres casaderas de-
bido a que entre los ricos era costumbre tener múltiples concubinas y
también a la práctica del infanticidio de recién nacidas entre los po-
bres más desesperados. Los cambios sociales efectuados en la RPCh ha-
bían borrado esencialmente estas pautas, aunque con una relación de
hombres y mujeres de veinte y treinta años y pico que oscilaba entre 102
y 107 hombres por cada cien mujeres, a algunos hombres continuaba
resultándoles imposible casarse aunque quisieran.
Entre muchos otros factores que debían tener muy en cuenta los
planificadores chinos al formular una nueva política de control demo-
gráfico, tal vez cinco eran los más importantes: la disponibilidad de
tierra apropiada para la agricultura en toda China, el perfil general
de edad de la población, el equilibrio entre el crecimiento urbano y el
rural, las características de la fuerza laboral y los niveles de educación
alcanzados por la población. En todos estos campos las cifras del cen-
so de 1982 ofrecían detalles nuevos y significativos.
En primer lugar, la cantidad de tierra agrícola por habitante en Chi-
na salía malparada si se comparaba con la de muchas otras partes del
mundo y los chinos disponían de poco espacio para maniobrar de for-
ma imaginativa. La extensión de China era mayor que la de Estados
Unidos (960 millones de hectáreas frente a 930 millones), pero la de
tierra cultivada era sólo alrededor de la mitad (99 millones de hectáreas
frente a 186 millones a finales del decenio de 1970). Cuando esta ex-
tensión menor de tierra cultivada se combinaba con la población in-
mensamente más numerosa de China, el resultado era una extensión de
tierra cultivada por habitante de 0,1 hectáreas frente a las 0,8 hectáreas
de Estados Unidos. Asimismo, en China la tierra agrícola había ido dis-
minuyendo poco a poco desde que alcanzara un punto máximo justo
antes del Gran Salto Adelante. En parte fue debido a varias decisiones
del Gobierno que tuvieron efectos desastrosos para el medio ambien-
te del país -tales como la deforestación incontrolada, las presas hidro-
eléctricas mal planeadas y muchísima contaminación industrial- y en
parte a la construcción de nuevos hogares, fábricas, carreteras y líneas
de ferrocarril. Aunque la introducción de cultivos nuevos, la utilización
más intensiva y eficiente de la tierra, el regadío y los fertilizantes quí-
micos pudieron compensar hasta cierto punto esta pérdida, la disminu-
ción de tierra disponible para los campesinos que trabajaban los campos
con las manos fue alarmante. Significó que el nuevo sistema de incen-
tivos agrícolas tendría que dar resultados muy buenos para que aumen-

856
Grupo de edad Total Hombres Mujeres

15-19 97,38 99,04 95,62


20-24 59,45 71,98 46,45
25-29 14,72 23,59 5,27
30-34 4,93 8,84 0,69
35-39 3,70 err 0,28
40-44 3,13 5,71 0,20
45-49 2,39 4,37 0,18
50-59 1,66 2,98 0,21
60-79 1,37 2,56 0,30
80+ 1,11 2,63 0,29

Porcentaje de chinos que nunca se casaron, por grupos de edades, 1982.'

tase la productividad, dado que había tan poca tierra cultivable. El cua-
dro de la página 859 lo indica claramente.
En segundo lugar, el perfil general de edad de la población aumen-
tó rápidamente con la erradicación o el control eficaz de la mayoría
de las más peligrosas enfermedades infecciosas y parasitarias en China.
En 1982, las causas de más del sesenta y tres por ciento de las defuncio-
nes en las ciudades chinas eran las "enfermedades cerebrales» (esto es,
embolias), las enfermedades del corazón o los tumores malignos (cán-
cer), y estas mismas causas eran responsables del cincuenta y tres por
ciento de todas las defunciones en el campo. Las enfermedades respira-
torias ocupaban el cuarto lugar entre las causas de muerte tanto en las
ciudades (8,7 por ciento) como en el campo (11,5 por ciento). En par-
te debido a estos cambios en las pautas de enfermedad, en "1981 la es-
peranza de vida de los hombres chinos era de 69 años en las ciudades
y 65,5 en el campo; la de las mujeres, 72,5 en las ciudades y 68,5 o en
el campo. (En 19571as cifras comparables habían sido 63,5 y 55,25 pata
los hombres, y 63 Y 59,75 para las mujeres.)
En el tercer campo, el equilibrio urbano/rural, resultaba evidente que
la población de China iba haciéndose gradualmente más urbana. El
proceso había sido más lento en China que en muchas otras naciones
en vías de desarrollo debido al control eficaz de la movilidad por me-
dio del empadronamiento de todas las personas, la supervisión policial,
la vinculación de los cupos de alimentos y prendas de vestir al lugar de
empadronamiento y el envío obligatorio de millones de jóvenes urba-
nos (así como intelectuales ..derechistas» y cuadros caídos en desgracia)
a trabajar en el campo. Pero, habida cuenta del tamaño de la población

857
china, el cambio en la composición urbana/rural fue, de todos modos,
drástico, a pesar de que los funcionarios lograron contenerlo durante
la Revolución Cultural.
Para muchos campesinos -quizá la mayoría- el desmantelamiento
de las comunas y la implantación de un sistema de contratos en el ni-
vel doméstico trajeron libertad y beneficios nuevos. Pero los cambios
no fueron bien recibidos por todo el mundo. Los campesinos que ha-
bían prosperado en la estructura colectiva de las comunas y las brigadas
de producción, que creían que la racionalización política de aquella for-
ma de organización social y económica era convincente y que consi-
deraban que las comunas eran la mejor ventaja que había traído la lar-
ga y sangrienta Revolución china, se encontraban ahora con que tenían
que cambiar de vida y dedicarse a la agricultura bajo contrato con sus
familias o ellos solos si no tenían familia. Sin brigadas rurales de pro·
ducción que garantizaran una asignación mínima de cereales a Jos miem-
bros de la comunidad rural, los que podían viajar todos los días a ciu-
dades con mercado cercanas a menudo lo hadan para ganarse un jornal
básico y dejaban que de la producción subcontratada de cereales se en-
cargaran trabajadoras, niños O ancianos. Dentro de este panorama ge-
neral, el censo de 1982 puso de relieve las disparidades regionales. Mos-
tró, por ejemplo, que en ciertas zonas pobres morían alrededor del
séxtuplo de niños menores de cuatro años que en las grandes ciudades,
cuyos servicios sanitarios eran superiores.
En el cuarto campo, de vital importancia, también había circuns-
tancias adversas que era necesario afrontar. Comparados con los tra-
bajadores de Japón o de Estados Unidos, los de China empezaban jó-
venes y se jubilaban pronto. Según el censo de 1982, el 18,09 por ciento
de los trabajadores chinos tenía entre 15 y 19 años de edad. (En con-
traste con el 3,25 por ciento de sus colegas japoneses y el 7,94 por ciento
de los estadounidenses.) Estos trabajadores jóvenes no tenían ninguna
oportunidad de recibir educación superior. Debido a la curva de edad
de la población total de China, sólo el 38,15 por ciento de los traba-
jadores pertenecía al grupo de entre 35 y 60 años, en el que cabía es-
perar un alto nivel de experiencia y tal vez de responsabilidad y com-
petencia. (Las cifras equiparables en Japón y Estados Unidos eran el
53,57 por ciento y el 54,41 por ciento, respectivamente.) En 1982, de
los 521,5 millones de trabajadores chinos, el 56,3 por ciento eran hom-
bres y el 43,7 por ciento, mujeres. Los hombres se concentraban prin-
cipalmente en oficios manuales como, por ejemplo, la construcción
(81,13 por ciento) la minería y la industria maderera (80,64 por ciento).
A pesar de la pretendida paridad entre hombres y mujeres en la edu-

858
Año Extensión Cantidad media Media per cépita Media per cápite
cultivada total per cápita de población de campesinos
(1000 hectáreas) (acres") agrícola (acres) sanos (acres)

1949 97.881 0,44 0,54


1952 107.919 0,46 0,54 1,53
1957 111.830 0,42 0,51 1,43
1962 102.903 0,38 0,45 1,19
1965 103.594 0,35 0,42 1,09
1970 101.135 0,30 0,36 0,89
1975 99.708 0,27 0,31 0,83
1977 99.247 0,26 0,30 0,83
1978 99.389 0,25 0,31 0,82
, Un acre equival~ a 0,4 hectáreas.

Cambios de la extensión de tierra cultivada en China, 1949-1978.5

cación y el sector público, los puestos de trabajo en lo que los chinos


llamaban «Órganos del Gobierno, Organizaciones del Partido y de Ma-
sas", en los que no se primaba la fuerza física, también eran principal-
mente para los hombres, que ocupaban el 79,55 por ciento de ellos, y
la mayoría de los que ocupaban las mujeres se encontraba en el extre-
mo inferior del espectro. Casi existía paridad entre los sexos en la hos-
telería, el comercio, los servicios públicos (agua, electricidad, etcétera)
y los servicios vecinales, al igual que en la agricultura básica.
El censo también documentaba niveles bajos de educación en el
conjunto de los trabajadores, lo cual sorprendió a los observadores, so-
bre todo a los occidentales que habían creído las enfáticas afirmaciones
de los chinos de que el analfabetismo había sido prácticamente elimi-
nado en la RPCh. Sólo el 0,87 por ciento de los trabajadores chinos te-
nía algún título universitario, sólo el 10,54 por ciento se había educado
en alguna escuela secundaria-media (esto es, de enseñanza secundaria) y
sólo el 26 por ciento en una escuela primaria-media; el 34,38 por cien-
to había dejado de estudiar después de la escuela primaria y el 28,2 por
ciento mereció la clasificación de «analfabeto o sernianalfabero».
Es posible que mientras los ordenadores del censo proporcionaban
estas cifras diversas y permitían hacer tipos diferentes de análisis, los
líderes de China aceptasen con ecuanimidad que el 73,69 por ciento de
los campesinos de la nación aún no había avanzado más allá de la es-
cuela primaria, pese a que ya habían transcurrido treinta y tres años
desde la «liberación» de 1949. Más inquietante, por supuesto, debió de

859
Año Población Proporción Población Proporción
urbana total urbana en rural total rural en
(10.000) la población (10.000) la población
total de total de
la nación (%) la nación (%)

1949 5.765 10,6 48.402 89,4


1958 10.721 16,3 55.273 83,7
1966 13.313 17,9 61.229 82,1
1976 16.341 17,4 77.376 82,6
1981 20.171 20,2 79.901 79,8
1983 24.126 23,5 78.369 76,5

Proporción entre la población urbana y rural en China, 1949~1983.6

ser la conclusión de que de los cuadros burocráticos y del partido, el


26,96 por ciento tampoco había llegado más allá de la escuela prima-
ria y el 42,78 por ciento habfa dejado los estudios en el nivel de la es-
cuela primaria-media. Quedaba sólo un 21,87 por ciento educado en la
escuela secundaria-media y un 5,85 por ciento con algún tipo de títu-
lo universitario. Semejantes cifras no hubieran tenido importancia en los
tiempos de la movilización de las masas para la guerra de guerrillas y en
las primeras etapas de la reforma agraria, el Gran Salto Adelante o la Re-
volución CulturaL Pero en el contexto de las nuevas ambiciones de Chi-
na de llevar a cabo las Cuatro Modernizaciones, las cifras resultarían for-
zosamente desalentadoras.

Sistema gubernamental de China en el decenio de 1980


A finales de los años ochenta del siglo pasado, el Gobierno de la
RPCh tenía que hacer frente a la tarea de controlar a mil millones de
personas, negociar contratos exteriores por valor de varios miles de mi-
llones de yuanes, reestructurar por completo la economía y restaurar sus
escuelas y universidades destrozadas para hacer de ellas lugares donde
la investigación intelectual y científica pudiera florecer a niveles acep-
tables internacionalmente. Pero el sistema gubernamental que a la sa-
zón tenía China había crecido de forma desordenada, estaba lleno de
coincidencias parciales y contradicciones y no contaba necesariamente
con los medios apropiados para responder a los problemas extraordina-

860
rios que se le planteaban. Asimismo, el Gobierno de la RPCh se había
visto sacudido hasta los cimientos en varias ocasiones durante su bre-
ve existencia. El Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural habían
sido los ejemplos más espectaculares de ello, pero otros acontecimientos
también habían puesto de manifiesto las profundas y frecuentes divi-
siones entre los dirigentes en asuntos fundamentales de índole política,
económica o intelectual: las crisis de Gao Gang y Rao Shushi en 1953~
1954, la campaña antiderechista de 1957,Ias discusiones en la Campaña
de Educación Socialista de 1964,la muerte de Lin Biao en 1971, la pur-
ga de Deng Xiaoping y la detención de la Banda de los Cuatro en 1976,
los dramáticos cambios de política del In Pleno en 1978. La dureza
de las disputas en estas ocasiones, las destituciones, detenciones y muer-
tes, subrayaban la medida en que la RPCh era, por decisión propia, un
Gobierno por encima de la ley, un Estado de partido único en el que
no se permitía ningún foro público o imparcial para expresar agravios ni
mecanismos eficaces para la transición pacífica de poder. Merece la
pena examinar la forma de este Gobierno desde principios hasta media-
dos de los años ochenta del siglo pasado para ver cómo, a falta de frenos
y equilibrios, las fuentes compensatorias de poder en China hacían que
a un líder individual le resultase dificil llevar a cabo determinadas re-
formas o proyectos de manera oportuna.
En su cúspide, gobernaba China un grupo de entre veinticinco y
treinta y cinco personas, todas las cuales menos una eran hombres. * Este
grupo no era reconocido oficialmente como Gobierno y sus miembros
no podían identificarse necesariamente por su cargo o título. Hacía fal-
ta estar razonablemente familiarizado con la política china para saber
quién formaba parte de este círculo, la mayoría de cuyos miembros vi-
vía o trabajaba en el recinto amurallado y celosamente vigilado de Zhong-
nanhai, al oeste de la Ciudad Prohibida de Pekín."
Dentro de este grupo gobernante había cuatro categorías de lidero
Una de ellas consistía en cuatro O cinco ancianos del partido que po·
seian una experiencia y un prestigio tan grandes que sus consejos se te-
nían generalmente en cuenta aunque no ostentaran ningún cargo im-
portante. ** Sus relaciones con camaradas que eran miembros destacados

.. La única mujer que estaba en este circulo reducido, o en su periferia, era Qjan
Zhengying, nombrada ministra de Recursos Hidráulicos y Energía Eléctrica en 1982.
Nacida en 1922, Qjan Zhengying había estudiado ingeniería en la universidad y había
servido en las filas del Nuevo 4.0 Ejército durante la segunda guerra mundial. Poste-
rionnente ascendió con rapidez en la burocracia relacionada con la energía. (N. delA.)
.... A comienzos del decenio de 1980 este grupo incluía a Li Xiannian, Peng Zhen,
Chen Yun y Ye jiarrying. (N. dd A.)

861
del partido y las fuerzas armadas estaban hondamente imbuidas de re-
cuerdos de la revolución y eran esenciales para poner en práctica la ma-
yoría de las decisiones clave. La segunda categoría correspondía a la
figura que se identificara como el líder preeminente, una figura con
relaciones y experiencias tan abarcadoras y un prestigio tan elevado
en el seno del partido que sus puntos de vista nunca podían echarse en
saco roto, aunque no siempre se actuara de acuerdo con ellos. A par-
tir de 1978, después de vencer a Hua Guofeng, este líder fue sin duda
Deng Xiaoping. Si bien Deng Xiaoping nunca tuvo el prestigio de Mao
Zedong y fue purgado y vilipendiado públicamente dos veces (en 1966
y 1976), sus credenciales revolucionarias eran impecables, desde su es-
tancia en Francia para estudiar y trabajar hasta el sóviet de jiangxi, la
Larga Marcha y Yan'an. Además, sus largos años de servicio en calidad
de secretario general del PCCh y luego presidente de la Comisión so-
bre Asuntos Militares le habían permitido acumular un número in-
menso de amigos y colegas que estaban permanentemente en deuda
con él.
La tercera categoría del grupo gobernante comprendía especialistas
poseedores de una formación determinada que era-esencial para que
el grupo pudiese tomar decisiones eficaces; los campos de especializa-
ción más importantes eran la economía, el sector energético, las fuer-
zas armadas y la seguridad interna. Estos líderes podían ser miembros
del Comité Permanente del Politburó, el presidente o uno de los vice-
presidentes del Consejo de Estado, jefes del EPi u otras armas o jefes
de ministerios o comisiones importantes. Los mismos cargos constituían
las bases de la mayoría de los componentes de la cuarta categoría del gru-
po gobernante: los generalistas, cuya amplia experiencia política, según
se esperaba, les hacía expertos en la planificación política a largo plazo
capaz de pasar por encima de las divisiones entre intereses especiales.
Miembros prominentes de este grupo a mediados de los años ochenta
del siglo pasado eran Zhao Ziyang, Hu Yaobang y un hombre más jo-
ven -Li Peng- que era el generalista encargado de coordinar la política
energética.
Debido a la inmensa serie de problemas que tenían que abordar, es-
tos líderes no podían cumplir su tarea sin ayuda, como había sido casi
posible en los tiempos de Yan'an o la guerra civil y, hasta cierto punto,
en el universo económico y técnico más sencillo del decenio de 1950.
Así pues, en el decenio de 1980 el grupo gobernante ya dependía de una
red de institutos de investigación y expertos personales -el prestigio de
los dirigentes individuales se reflejaba con frecuencia en el alcance y la
complejidad de sus sistemas de apoyo- y de cuatro instituciones que

862
trabajaban estrechamente con los líderes y sus colaboradores para eva-
luar y coordinar la política nacional: la Comisión de Planificación del
Estado, la Comisión Económica del Estado, la Comisión de Ciencia y
Tecnología del Estado y el Ministerio de Hacienda. Estas cuatro insti-
tuciones, que competían enérgicamente para atraer a licenciados con
talento y formación técnica e integrarlos en su personal, eran superio-
res en rango a los otros ministerios del Gobierno y se esperaba de ellos
que hicieran proyecciones y estudios de factibilidad que no se vieran
afectados por los intereses especiales de los otros ministerios. En 1973,
como hemos visto, la Comisión de Planificación del Estado preparó
un proyecto de 4300 millones de yuanes (elevado luego a 5100 millo-
nes) para la transferencia de tecnologías a China; el mandato de la co-
misión abarcaba todos los artículos de la llamada «categoría 1», tales
como el petróleo, la electricidad, el cemento y el acero. La tarea de la
Comisión Económica del Estado era encontrar la manera de poner en
práctica las recomendaciones de la Comisión de Planificación y a tal
efecto sus miembros estudiaban mejoras tecnológicas y administrativas,
la distribución y exportación de materias primas y las asignaciones de
energía.
Los planes que aprobaban los líderes y sus colaboradores, y que las
comisiones juzgaban factibles y que el Ministerio de Hacienda consi-
deraba que podían financiarse, se pasaban luego a treinta y ocho mi"
nisterios ordinarios de Pekín para que los analizasen y ejecutasen. Cada
uno de estos ministerios tenía su esfera de competencia, así como su
personal y presupuesto propios. Dado que estos ministerios se consi-
deraban iguales en rango a las provincias, ninguno de ellos podía im-
poner sencillamente su voluntad a una provincia dada. Para llevar a cabo
una «política nacional», un ministerio siempre debía negociar cuidado"
samente con la provincia a la que afectaba la decisión política o de la
que se esperaba que contribuyera a ella.
Los gobiernos provinciales tenían sus estructuras y prioridades pro-
pias, las cuales no concordaban necesariamente con las estructuras y
prioridades de Pekín. La vida política de una provincia determinada era
dirigida por tres funcionarios: el primer secretario del partido, el gober-
nador y el oficial de graduación superior del EPL, que era el coman-
dante regional si la capital de la provincia era su cuartel general o, en
caso contrario, un oficial de graduación superior de la región militar
en la cual estuviese ubicada la provincia. Estos tres funcionarios se ha-
cían responsables de diferentes aspectos de la vida de la provincia. El
secretario del partido supervisaba la labor ideológica, las campañas de
masas, la política rural y las asignaciones de personal, el gobernador ha-

863
cía 10 propio con la educación y e! desarrollo económico; el oficial del
EPL se ocupaba no sólo de las necesidades militares, sino también de
diversas facetas de la economía (fábricas, minas, comunicaciones) cuan-
do tenían que ver con necesidades especificas del EPL Y programas es-
tratégicos. También supervisaba los grupos culturales del EPL Y muchos
aspectos de la seguridad interna." (Esta división se basaba en una lógi-
ca administrativa que había cambiado poco a lo largo del tiempo; las
provincias de los Qing habían sido regidas de forma similar por un go-
bernador que se encargaba de la administración general de su provin-
cia, un comisario de Hacienda y el oficial de graduación superior de
la bandera o del estandarte verde.) El equilibrio de poder entre los tres
altos funcionarios variaba de una provincia a otra según cuál de los
tres funcionarios fuera la personalidad predominante o tuviese mejores
relaciones con la burocracia de Pekín.
Cada uno de los tres principales dirigentes provinciales tenía su per-
sonal experto y su burocracia propios que supervisaban la gobernación
de la provincia de acuerdo con niveles de mando descendentes que
iban de las ciudades a los condados y las comunas o municipios. En
la base de la estructura todos los trabajadores chinos estaban inscritos
en la unidad en la cual trabajaban (danwei), ya fuera de un barrio, una
fábrica, una brigada de producción rural, un hospital, una escuela o
una oficina. Los líderes del partido en cada danwei ejercían un poder
inmenso sobre los miembros de la misma, dado que se necesitaba su
aprobación en campos tales como la asignación de puestos de trabajo,
las oportunidades educativas, viajar por e! país o e! extranjero u obtener
permiso para casarse y tener un hijo. Los estudiantes eran inscritos por
familia y por afiliación a una escuela. Todos los chinos estaban vincu-
lados así a una cadena de mando que iba de la casa, la habitación o el
piso a la jerarquía principal y luego ascendía hasta los líderes del Go-
bierno central de Pekín. (Éste había sido también e! objetivo de los em-
peradores Qjng -y más adelante de! Guomindang- al hacer uso del
sistema de inscripción llamado baoJ"itt, pero aquellos gobiernos nunca
habían actuado tan eficazmente para asegurar la cohesión ideológica y
e! control policial.)
Los factores demográficos, los intereses personales, las relaciones a
largo plazo y los contactos locales desempeñaban un papel importan-
te en este complejo forcejeo entre e! poder central y el provinciaL Al-
gunas provincias eran más populosas que otras -a mediados de los años
ochenta del siglo pasado las que iban en cabeza eran Sichuan con cien
millones de habitantes, Henan y Shandong con setenta y cinco millo-
nes cada una, y Jiangsu y Guangdong con poco más de sesenta millones

864
cada una- y, por ende, pretendían que el Gobierno central les prestara
mayor atención. Algunas tenían reservas importantísimas de materias
primas, lo cual hizo que en sus capitales se abrieran suboficinas de las
tres comisiones nacionales o los ministerios: el Ministerio de la In-
dustria del Petróleo supervisaba directamente sus propios pozos en
Heilongiiang, Liaoning, Shandong y Henan, mientras en el sur com-
pañías gubernamentales recién formadas se ocupaban de la explota-
ción de nuevos yacimientos de petróleo frente a las costas de Guang-
dong y Pujian. El Ministerio del Carbón tenía burocracias especiales
de menor categoría que supervisaban las minas de Shanxi, Jiangsu y
otras partes. A su vez, las provincias tenían personal burocrático en ofi-
cinas de la capital para promover directamente sus propios intereses. Al-
gunos miembros del grupo gobernante central de Pekín guardaban re-
cuerdos especialmente afectuosos de sus provincias natales y, como
cabía esperar, procuraban favorecerlas. Un funcionario provincial
hizo el siguiente comentario a principios del decenio de 1980:

Ninguna unidad o individuo te dará algo siguiendo estrictamente el re-


glamento. En vez de ello, debes tener guanxi o no consigues nada. Esto
ocurre en todas partes, pero especialmente en el sur. El guanxi no es ami-
guismo ni nada por el estilo. Se basa más bien en el interés: tú me rascas
la espalda y yo te rasco la tuya. El intercambio de artículos y favores sella
el trato. Esta situación es omnipresente porque así es como se hacen las
cosas en las altas esferas y hasta que las hagan de otra manera, nadie más
cambiara."

Lo que estas formas de organización política significaban en la prác-


tica puede verse en tres ejemplos que datan de los años ochenta del si-
glo pasado en los campos de las minas de carbón, la construcción de
presas y la producción de petróleo, tres sectores que eran importantes
para el crecimiento potencial a largo plazo de la economía, tanto de Chi-
na como de la región interesada. En la provincia de Shanxi, donde Deng
Xiaoping había expresado personalmente interés por utilizar tecnolo-
gía extranjera para crear grandes minas a cielo abierto, el Gobierno cen-
tral no podía imponer sencillamente su voluntad al conjunto de la pro-
ducción de carbón. Las minas de carbón de la provincia pertenecían a
tres categorías administrativas totalmente distintas, cada una de ellas
subdividida en otras clasificaciones y todas ellas con sus propias buro-
cracias de menor categoría, personal especializado, supervisores y tra-
bajadores. Siete minas grandes eran administradas por el Ministerio del
Carbón por medio de una oficina subsidiaria llamada Distrito de Ad-

865
ministración del Carbón de Shanxi; 209 minas más pequeñas las admi-
nistraba otro organismo, la Oficina de Administración del Carbón Lo-
cal de Shanxi, y estaban organizadas en cinco subgrupos que se dis-
tinguían por su tipo de administración. Un subgrupo lo administraban
conjuntamente gobiernos municipales o de condado, pero exportaba
todo su carbón a otras provincias. Un segundo subgrupo era adminis-
trado localmente y se quedaba la mayor parte de la producción para
utilizarla en Shanxi. Un tercer subgrupo lo administraban de forma
conjunta las burocracias de las comunas pertinentes y el Departamen-
to de Industria Ligera Número Dos de Shanxi. Un cuarto grupo era co-
administrado por la Oficina Provincial de Reforma por el Trabajo y
sus mineros eran reos convictos a los que estaban «reformando». La
coadministración del quinto subgrupo correspondía al EPL y todo su
desembolso se destinaba a satisfacer las necesidades militares. Otras
3000 minas pequeñas eran administradas por municipios locales y su
producción la coordinaba otro organismo, la Oficina de Administración
de Empresas Municipales de Shanxi.
Sobrepasaban estas divisiones las diversas oficinas nacionales, pro-
vinciales y municipales encargadas de supervisar el transporte del car-
bón y determinar su asignación, tan crucial para las grandes necesidades
industriales y de energía eléctrica de China, así como para cocinar y ca-
lentar las viviendas. Detalles tales como la construcción y distribución
de vagones de ferrocarril para transportar el carbón adquirieron gran
importancia en este sistema. En muchas ocasiones las minas pequeñas
«secuestraban» vagones durante una o dos semanas para llevar su pro-
pio carbón a los mercados locales o nacionales y luego los devolvían a
las minas grandes a las que pertenecían oficialmente. Así pues, una de-
cisión del Gobierno central de reasignar carbón o abrir una nueva mina
grande no era sencilla y aunque Deng Xiaoping conseguía finalmente
que la mina que deseaba entrara en funcionamiento, para ello eran ne-
cesarios años de regateo y concesiones. ro
Estas tensiones potenciales entre el centro y las provincias, y en el
seno de la jerarquía de cada provincia, podían tener un efecto parali-
zante en la planificación estatal. Con frecuencia el proceso de planifi-
cación mismo tenía que pasar por un laberinto de trámites antes de lle-
gar a las localidades. Aunque de uno de los mayores proyectos de la
historia de China, la presa de las Tres Gargantas en el curso alto del río
Yangzi más arriba de Yichang, se empezó a hablar a mediados del de-
cenio de 1950, todavía se estaba evaluando durante el de 1980 (y la cons-
trucción no empezó por fin hasta 1995). El objetivo de la presa era
poner fin a los desbordamientos del Yangzi que habían castigado a

866
China durante milenios -la inundación catastrófica más reciente se ha-
bía registrado en 1870 y luego se habían producido más inundaciones
graves en 1931, 1935, 1949 Y 1954- e incrementar la producción de
energía hidroeléctrica de China en 64.900 millones de kWh al año. Pero
la presa causó inevitablemente polémicas por sus efectos en la ecología
y el paisaje y los desastres potenciales que su ruptura podía provocar
en ciudades situadas río abajo.
En el decenio de 1980, después de treinta años, continuaban los de-
bates infructuosos sobre la viabilidad de la presa, su ubicación y altu-
ra exactas y la profundidad deseada del nivel de agua por encima de la
presa, con la participación de los siguientes actores: la Oficina de Pla-
nificación del Valle del Yangzi (con una plantilla de doce mil personas
en 1985); numerosos ministerios (en especial los de Hacienda, Recursos
Hidráulicos y Energía Eléctrica, Electrónica, Comunicaciones y Cons-
trucción de Máquinas); miembros del grupo gobernante central, sus
colaboradores y las comisiones clave de Pekín; los gobiernos de to-
das las provincias afectadas desde Sichuan hasta ]iangsu, junto con el
municipio independiente de Shanghai; la ciudad de Chongqing; todas
las poblaciones importantes entre los posibles emplazamientos de la
presa y Chongqing que podían inundarse o escogerse para trasladar a
ellas a la gente desplazada de otras zonas; 58 unidades y fábricas espe-
cializadas en la investigación, proyección y construcción de la presa;
11 institutos y universidades de investigación; y gran número de aseso-
res y empresarios de Estados Unidos, Japón y otros países.'!
Sólo ligeramente menos complicadas eran las estructuras burocráti-
cas encargadas de explotar los recursos petroleros situados a poca distan-
cia de la costa del sudeste de China y que eran las mismas comisiones
centrales, diversos ministerios clave (especialmente el de Asuntos Ex-
teriores y Comercio), el Banco de China y la Compañía Nacional de Pe-
tróleo de la Costa de China (rama del Ministerio de la Industria del
Petróleo fundada en 1982). Esta compañía generó numerosas organiza-
ciones subsidiarias propias en toda la costa oriental para coordinar su
trabajo con las empresas extranjeras y docenas de municipios chinos que
iban de Cantón a pequeños puertos o centros de comunicaciones ubi-
cados en lugares estratégicos. Prácticamente cualquiera de las personas
que trabajaban en estas redes entremezcladas podía retrasar o bloquear
planes que otra persona consideraba de crucial importancia. Los nive-
les de frustración de los funcionarios chinos eran muy altos, igual que
las posibilidades de obtener beneficios enormes y de corrupción.
Los gobernantes de la dinastía Qjng se habían esforzado durante
dos siglos de su reinado por racionalizar los procedimientos burocráti-

867
cos, organizar y supervisar a los burócratas descarriados, subordinar las
provincias al centro y mitigar el resentimiento que la corrupción cau-
saba. Bajo el Guomindang, la lucha fue aún más dura a causa del cre-
cimiento de la burocracia y el debilitamiento del Gobierno central, lo
cual contribuyó a la falta de honradez, el malestar y las ineficiencias. Los
dirigentes de la RPCh, después de tratar de disociarse por completo de
los abusos del pasado, se encontraban ahora con que incluso los niveles
más avanzados de la planificación económica estaban sometidos a los
mismos tirones tenaces del localismo y la flaqueza humana.

Los problemas de la prosperidad, 1983-1984


Fue Deng Xiaoping, el preeminente líder de esta red extensa de in-
tereses rivales, quien tuvo que intentar mantener el ímpetu de avance
de las Cuatro Modernizaciones ante los inevitables reveses y las críticas.
Desde 1977 hasta principios de 1982, Deng Xiaoping había concentra-
do sus energías en asegurarse de que China no cayera bajo el influjo de
un maoísmo residual y se preparase para participar en los complejos
campos de los negocios, la diplomacia y la tecnología internacionales.
En 1983 y 1984 su tarea fue más delicada y se basó en parte en los éxi-
tos de los cinco años anteriores. Porque ahora tenia que tratar de adop-
tar una línea intermedia entre los partidarios de acelerar la reforma de
China y los que abogaban por una pauta de cambio más prudente que
mantuviese la autoridad central del partido y minimizase la corrosión
de los valores marxistas chinos a causa de la influencia occidental. Como
los exponentes de ambos puntos de vista tenían una representación fuer-
te en los niveles más altos de la jerarquía del partido, el resultado fue
una serie de virajes, retrocesos y saltos repentinos en política en lugar
de un avance lineal y sencillo hacia una China «modernizada».
Quizá la mejor forma de seguir los rumbos que tomaron estas po-
líticas es observar varios grupos de indicadores económicos y sociales.
Tres de ellos eran de naturaleza amplia y se inspiraban en un trasfondo
histórico muy variado: el eclipse de los viejos modelos revolucionarios,
la aceptación del crecimiento económico mismo como meta fundamen-
tal y los cambios concomitantes en la cultura y las artes, cuya culmina-
ción fue la «Campaña contra la Contaminación Espiritual», Los otros
cuatro estaban vinculados de manera más precisa a asuntos de actualidad
y consistían en el fomento simultáneo del sistema de responsabilidad en
la agricultura y el sistema de incentivos en la industria, la ratificación de

868
estos cambios en el «Documento Número 1» de enero de 1984, la am-
pliación del concepto de zona económica especial y, finalmente, la apa-
rición de nuevas e inquietantes pautas de corrupción que indicaban de
forma harto clara los problemas de la prosperidad.
En 1982 la idea de que podía permitirse criticar a Mao Zedong -men-
cionada por primera vez en tiempos del III Pleno- ya gozaba de acep-
tación general en China. La opinión más extendida era que había sido
un gran líder durante los años formativos de la revolución, pero que a
partir del Gran Salto Adelante había seguido una política irregular y
a veces destructiva. Ejemplares de sus obras se acumulaban y languide-
cían en las librerías y en gran parte nadie las leía, mientras poco a poco
su retrato era retirado de las paredes y los lugares públicos en todo el
país. También se retiraban muchas de las estatuas de cemento de Mao
enchaquetado y saludando con un brazo alzado que habían dominado
los paisajes urbanos y las plazas públicas. El espíritu de Dazhai, deni-
grado públicamente en 1980 por un artículo del Diario delPueblo en el
que los nuevos proyectos económicos de la brigada eran calificados
de «locura», fue enterrado cuando el líder revolucionario de la brigada de
Dazhai, Chen Yonggui -que en 1966 había estado al lado de Mao, que
había sido elegido miembro del Comité Central en 1969 y nombrado
miembro del Politburó en 1973- perdió el último de sus cargos y su pues-
to en el Politburó en 198L Y el modelo de héroe del EPL, el abnega-
do Lei Feng, después de que el ejército le resucitara brevemente y de
modo poco convincente a comienzos de los años ochenta del siglo pa-
sado, también desapareció una vez más de la escena. Su mensaje de
autosuficiencia a ultranza no encajaba bien en los objetivos del momen-
to, que eran adquirir lo último en alta tecnología de Occidente.
Con estos símbolos en otro tiempo potentes de entrega a la revo-
lución privados de su fuerza, el crecimiento económico mismo pasó a
ser el principal foco de atención y sólo su rapidez y su intensidad eran
objeto de debate. Después del primer auge de optimismo económico
en 1979 y el enorme déficit comercial registrado en 1980, los años 1981
y 1982 fueron un periodo de desarrollo más prudente, como deseaba el
anciano del partido Chen Yun. Se redujeron las inversiones, se cance-
laron muchos contratos costosos con extranjeros, se recortó el presu-
puesto nacional y se superó el déficit comercial por medio de vigorosas
políticas de exportación. La RPCh pudo anunciar un superávit comer-
cial de 6200 millones de dólares en 1982 y de 5200 millones de dóla-
res en 1983.
Además, en los campos de la cultura y las artes hubo una reacción
violenta del partido contra el arrebato de innovación y entusiasmo pro-

869
ducido en parte por las películas occidentales, la exposiciones de pin-
tura abstracta occidental y la escenificación de obras de teatro occiden-
tales, y en parte por la autoexploración crítica aparecida en tiempos del
Muro de la Democracia. El caso más sonado fue el del guionista Bai
Hua, cuyo brillante guión para Amor amargo (Kulian) hizo que la pelí-
cula fuera prohibida en 1980, a pesar de su popularidad, por su men-
saje «negativo». En esta cinta Bai Hua presentaba la historia ficticia de
Ling Chenguang, joven activista revolucionario y artista chino, valien-
te y radical durante la segunda guerra mundial, que en 1946 se marcha
de China para trasladarse a Estados Unidos huyendo de la represión
ejercida por el Guomindang. Ling Chenguang se convierte en un pintor
de moda en San Francisco, pero, pese a ello, decide regresar a la RPCh
en 1950 con su esposa (criada en China pero perteneciente a un pue-
blo minoritario que vive en embarcaciones) y su hija recién nacida para
servir a la revolución. Feliz y próspero en los primeros años de la RPCh,
Ling Chenguang y su familia son tratados brutalmente durante la Re-
volución Cultural por haberse relacionado con occidentales en otro
tiempo. Incapaz de seguir soportando el trato que recibe, Ling Chen-
guang se evade un invierno del campo de trabajo y muere de agota-
miento al huir de los que él cree que son sus perseguidores. En reali-
dad, no son perseguidores, sino cuadros que han recibido la orden de
decirle que después de todos sus sufrimientos el Estado finalmente le
ha exonerado. Al final de la película, mientras la cámara se alza des-
de el cadáver de Ling Chenguang, que yace extendido en la nieve, los
espectadores pueden ver que el cuerpo inerte forma un signo negro de
interrogación sobre la blancura de la nieve.
La película recibió críticas muy duras casi de inmediato, especial-
mente en las publicaciones políticas del EPL y, después de un silencio
inicial, tanto Deng Xiaoping como Hu Yaobang se unieron al coro de
voces negativas. Sus críticas se extendieron gradualmente a obras escri-
tas tales como la serie de poemas tristes que apareció al mismo tiempo
y cuyo tema era e! trato injusto que el pueblo chino había sufrido a
manos de cuadros de! PCCh y generales del EPL En 1982 las confi-
guraciones de una nueva campaña ya eran claras y el PCCh unió estas
quejas diversas en una condena general de lo que dio en llamarse «con-
taminación espiritual», nombre con el que se quería sugerir la magnitud
del daño que causaban las influencias decadentes de Occidente. Del mis-
mo modo que la película de Bai Hua había sido una especie de eco, tres
siglos más tarde, del análisis de la lealtad y el deber para con uno mis-
mo, los seres queridos y el Estado que era la esencia del Abanico deflo-
res de melocotonero, de Kong Shangren, también la Campaña contra la

870
1. Concentración de masas en las primeras etapas de la Revolución Cultural. Heilongjiang
(fotografia de Li Zh ensheng).
2, Trabajo en el campo,
Hcbei, 1965 (fotografía
de Marc Riboud).

3. Estudiantes de la Universidad de Wuhan cultivan la tierra, 1965 (fotografia de Marc Ri-


boud).
4. En una concentración de Guardias Rojos en Harbin, provincia de Heilongjiang, sep-
tiembre de 1966, funcionarios del partido y del Estado sufrieron la humillación pública.
Al secretario provincial del partido le ponen un capirote (arriba). Al que durante mucho
tiempo fue gobernador de la provincia, identificado por un letrero colgado del cuello
como «miembro de la Banda Negra», esto e>, el enemigo de la Revolución Cultural, le
cortan el pelo por llevarlo peinado de una forma parecida a la de Mao (abajo).
5. Un campo de trabajo en las heladas inmensidades de la provincia de Heilongjiang du-
rante la Revolución Cultural (fotografla de Shi Zhimin).

6. En su campaña contra los «cuatro antiguos- -costumbres antiguas, hábitos antiguos,


cultura antigua y pensamiento antiguo- los Guardias Rojos causaron daños inmensos a edi-
ficios, objetos de arte y templos como el de la fotografía, agosto de 1966.
7. Mao (izquierda), Lin Biao (centro) y Jiang Qjng (derecha) con miembros del elenco en
el estreno de la ópera revolucionaria E/farolrojo, julio de 1968.

8. )iang Qing (izquierda) y otros


miembros de la Banda de los Cuatro
fueron detenidos en octubre de 1976
y declarados culpables en 1981
de delitos cometidos durante
la Revolución Cultural. jiang Qing,
desafiante en todo momento,
fue encarcelada y sometida a arresto
domiciliario hasta que en 1993
se anunció que se había suicidado.
9. Las multitudes se reúnen en la plaza de Tiananmen el 5 de abril de 1976 para llorar la
muerte del primer ministro Zhou En1ai.
10. Deng Xiaoping emergió como líder principal de China en 1978. Aquí, a los ochenta
años de edad, pasa revista a una guardía de honor con motivo del trigésimo quínto ani-
versario de la fundación de la República Popular, 1984.
1L Una pareja joven de Pekín,
encantada de haber adquirido uno
de los «ocho grandes»: televisor,
frigorlrico , equipo estereofóaico,
cámara, moto, mobiliario, lavadora
y ventilador eléctrico.

12. Dazibao (carteles de «caracteres grandes-) en el Muro de la Democracia, 1979.


13. La Diosa de la Democracia y la Libertad, cuyo modelo fue la Estatua de la Libertad,
erigida en la plaza de Tiananmen durant e las protestas de la primavera de 1989 protago-
nizadas por estudiantes de la Academia Central de Bellas Artes.
14. La matanza, Pekín, 3-4 de junio. Más de setecientos manifestantes resultaron muertos
cuando decenas de miles de soldados del EPL, bien armados, aplastaron la manifestación
en la zona de la plaza de Tiananmen y otros sectores de Pekín.

15. Un civil chino desarmado detiene una columna de tanques que se dirige a la plaza de
Tiananmen, S de junio de 1989. Después de hablar con la dotación del tanque que va en
cabeza, fue apartado a un lugar seguro. Se desconoce la suerte que corrió.
Contaminación Espiritual fue un eco de los esfuerzos que los conser-
vadores que promovían el fortalecimiento a finales del periodo Qing
hicieron por mantener una «esencia» sinoconfuciana pura al mismo
tiempo que adoptaban elementos de occidentalización «a efectos prác-
ticos».
La Campaña contra la Contaminación Espiritual consternó a los
intelectuales, tanto en China como en el extranjero, porque reforzó la
creencia de que el PCCh no pensaba aflojar de ninguna forma aprecia-
ble el control que ejercía sobre las vidas de sus ciudadanos. Como se
inició en unos momentos en que miles de occidentales viajaban a Chi-
na y en muchos casos se quedaban durante periodos largos para hacer
negocios, trabajar en empresas conjuntas, investigar o enseñar, la cam-
paña apagó un entusiasmo por China que había estado acercándose a
niveles nunca vistos desde que los filósofos franceses cantaran las ala-
banzas de Confucio en el siglo XVIII. Pero como si se quisiera hacer
hincapié una vez más en las paradojas que había en el centro del caso
de China, coincidiendo en parte con la Campaña contra la Contami-
nación Espiritual, empezó una nueva fase de reforma que finalmente
pondría en práctica toda la serie de ideas económicas bosquejadas en
el III Pleno en 1978, con el fin de reorganizar por completo la econo-
mía china y desmantelar e! sistema colectivo que había dominado la
vida económica durante casi treinta años.
Un artículo de fondo que el Diario delPueblo publicó el 1 de ene-
ro de 1983 marcó la pauta con la promesa de que sería un año de gran
importancia en el programa de modernización de China. Las priorida-
des nacionales serían terminar «las reformas estructurales... para mejo-
rar la manera de trabajar de! partido» en las provincias, las prefecturas
y las ciudades, y mantener e! desarrollo económico en un nivel igual
que el de 1981. Mientras el primer ministro, Zhao Ziyang, pedía cam-
bios económicos más profundos, otros teóricos del partido pedían
que cuadros más jóvenes fueran ascendidos a puestos de poder y que
los cuadros con educación universitaria o formación profesional fuesen
nombrados cuanto antes para ocupar puestos destacados en las pro-
vincias, tanto en el PCCh como en el Gobierno. Sichuan volvió a dar
el ejemplo, como lo diera en el caso de la reforma económica; los lí-
deres provinciales afirmaron haber reducido el personal administrativo,
rebajado el promedio de edad de los funcionarios en ejercicio de 60,6
a 52,5 y elevado la proporción de miembros con educación universita-
ria del Gobierno del 16,8 por ciento al 32,2 por ciento. Los municipios
fueron convertidos en sedes administrativas de prefecturas y condados
en el marco de un sistema nuevo que debilitaba totalmente el papel de

881
las comunas. Se declaró que cada municipio (shi) era ahora el «centro
político, económico, financiero, científico, cultural, educativo y médi-
ca de sus zonas vecinas», y su rasgo más importante era el cometido que
desempeñaba en el ejercicio del liderazgo económico. Los municipios
administrativos (xiang) ocuparon el lugar de las comunas y los poblados
(cun) empezaron a suplantar a las brigadas de producción en el nivel de
las subcomunas (llamadas ahora «submunicipios»). Se decía que estas ini-
ciativas también se estaban siguiendo en Liaoning, Jiangsu y Guangdong.
Se prestó gran atención a los éxitos locales en el cumplimiento de
los objetivos del III Pleno, esto es, «acelerar» y «modernizar» las faenas
agrícolas por medio del nuevo sistema de contratos rurales o «sistema
de responsabilidad de la producción agrícola», como se denominaba
oficialmente. En 1983 ya habían aparecido por lo menos tres varian-
tes. Una era un sistema de contratos colectivos de trabajo en virtud del
cual grupos pequeños de familias, familias individuales o incluso tra-
bajadores individuales firmaban contratos con su poblado para hacer
faenas agrícolas específicas (sembrar, plantar, recolectar, etcétera) de
acuerdo con niveles de rendimiento fijos relativos a la cantidad, la ca-
lidad y el coste. Su recompensa era una asignación mayor de puntos de
trabajo -y, por ende, más dinero o más alimentos- si cumplían lo acor-
dado, o una asignación menor si fallaban de algún modo. La segunda
era el sistema de contratos de producción en el cual las familias se com-
prometían a producir una cantidad determinada en una zona especifi-
cada; podían quedarse con el excedente si lo había, pero tenían que
cubrir la diferencia si no alcanzaban el cupo. La tercera consistía en el
sistema de entrega de la producción neta, que también comprometía a
la familia, en el cual un contrato exigía a ésta que cumpliese los cupos
que fijaba el Estado y proporcionase un excedente para la colectividad
a cambio de dar a los contratistas libertad total en la elección de los mé-
todos de producción y lo que equivalía a la propiedad de los aperos de
labranza y los animales de tiro que se ponían a su disposición.P
El «Documento Número 1», llamado así porque fue el primero que
dio a conocer el Comité Central en 1984, ofrecía un resumen claro de
las nuevas políticas económicas y su fundamento:

Ampliar el periodo para el cual se contrata la tierra alentará a los campe-


sinos a incrementar la inversión, conservar la fertilidad natural de su tierra
y practicar el cultivo intensivo. En general, el periodo para el cual se con-
trata la tierra debe ser de más de quince años. Cuando la producción es de
naturaleza experimental o tarda más en llevarse a cabo -por ejemplo, el
cultivo de fruta, la silvicultura o la recuperación de laderas áridas y tierras

882
baldías- el periodo debe ser aún más largo. Sin embargo, antes de ampliar
el periodo del contrato, deben analizarse detalladamente las peticiones po-
pulares de reajuste de la tierra y la colectividad debe tomar una decisión
unificada al respecto de acuerdo con el principio de «reajustes pequeños
en beneficio de la estabilidad general».

Lo más importante aquí fue que con la estipulación de un periodo


de contratación de quince o más años el Gobierno se acercó más que
nunca a la restauración del control privado del uso de la tierra y la pro-
ducción. A modo de paliativo de esta interpretación extrema, el Docu-
mento Número 1 recalcó el papel de la colectividad y declaró de mane-
ra específica, unas cuantas líneas más adelante, que «las parcelas privadas
y la tierra bajo contrato no pueden comprarse ni venderse» y tampoco
podían arrendarse a terceros, utilizarse para edificar en ellas ni dedicarse
a usos no agrícolas. Pero el mensaje general seguía siendo claro.
Igual importancia tenía la declaración del Documento Número 1
sobre el capital rural:

Debe permitirse que el capital perteneciente a los campesinos o a la co-


lectividad circule libremente, o de manera organizada, sin ninguna restric-
ción geográfica. Debe alentarse a los campesinos a invertir y a convertir-
se en accionistas en todo tipo de empresas; y, basándose en el principio
de participación voluntaria y beneficio mutuo, debe alentarse tanto a los
campesinos como a la colectividad a mancomunar fondos y crear varias em-
presas conjuntas. En particular, debe prestarse apoyo a la promoción de
empresas de naturaleza experimental. Los derechos e intereses jurídicos
de los inversores deben ser protegidos por el Estado.

Aunque el Documento Número 1 reiteraba seguidamente ciertas sal-


vaguardas contra la explotación de los peones que emplearan los con-
tratistas para que les ayudasen a cumplir sus obligaciones, estaba claro
que el Estado aceptaría ahora las considerables diferencias salariales en-
tre tales peones y sus «jefes». Y el homenaje que se rendía a esos nuevos
empresarios rurales indicaba que al Comité Central no le preocupaban
los paralelismos desafortunados que se trazaban con un mundo ante-
rior de campesinos ricos y los peones sin tierra a los que explotaban,
y mucha gente debía de recordar aún que en nombre de estos peones
se había hecho la revolución en el campo:

Las familias especializadas, que han aparecido en el campo a raíz de los


sistemas de responsabilidad de la producción, son una novedad en nues-

883
tro desarrollo rural. Han tomado la iniciativa enriqueciéndose trabajando
con ahínco, potenciando la producción de artículos básicos y mejorando
las técnicas de producción. Deberíamos apreciarlas y atesorarlas y pres~
tarles nuestro apoyo activo. La manera más eficaz de ampliar dicho apo-
yo es ofrecerles los servicios sociales necesarios y satisfacer sus demandas
en los campos de la información, el abastecimiento y la comercialización
y el progreso técnico."

En todos estos campos del crecimiento de la economía rural, como


señalaron análisis posteriores, el Gobierno se llevaba el mérito de pro-
cesos que en realidad habían puesto en marcha los agricultores más
emprendedores.
En la industria también se llevaron a cabo reformas importantes.
Ahora las empresas debían pagar al Estado un impuesto del 55 por
ciento sobre el total de ingresos anuales, pero se les permitía retener la
mitad de los beneficios que quedaban después de deducir los costes de
producción, la otra mitad era para el Estado; hasta entonces la totali-
dad de los beneficios había sido para el Estado. Se esperaba que ese
sistema de incentivos potenciara la producción industrial en la misma
medida en que el sistema rural de incentivos había estimulado a las fa-
milias campesinas. Se tomaron medidas provisionales para crear un sis-
tema de contratos en algunas industrias y se habló de una ampliación
del sistema de responsabilidad del personal directivo.
Se designaron varios campos clave como centros de experimentación
en los cuales los directores y gerentes de las fábricas serían los únicos res-
ponsables de la productividad y la administración de sus plantas indus-
triales. Esta reforma era en realidad contraria al concepto de liderazgo
colectivo bajo la supervisión del partido que había sido la base de la or-
ganización industrial en la RPCh desde mediados del decenio de 1950.
Como los centros de experimentación abarcaban la mayoría de las ba-
ses de producción de la industria pesada en China central -incluidas
Dalian y Shenyang, Pekín, Tianjin y Shanghai-, era obvio que los re-
sultados de estas reformas pasarían a ser permanentes. Otras directrices
del Consejo de Estado dieron a los gerentes cierto poder para nombrar
a los directores de las fabricas, castigar a los obreros incompetentes con
el despido (lo cual había sido prácticamente imposible bajo el anterior
sistema de la «escudilla de hierro para arroz" para los obreros de las fá-
bricas) y premiar a los obreros excepcionales con ascensos y bonifica-
ciones. Éstas, sin embargo, serían gravables.
Dos casos a los que se dio mucha publicidad mostraron cómo po-
dían prosperar las iniciativas comerciales locales. En uno de ellos, una

884
ingeniera de treinta y cuatro años de edad y otros ocho empleados se
hicieron cargo de una compañía farmacéutica de Anhui que tenía pro-
blemas, empezaron a hacer nuevos productos, introdujeron métodos de
fabricación más eficaces y obtuvieron un beneficio de veinte mil yua-
nes el primer año. En el otro caso, el recién nombrado director de una
compañía de Zhejiang que hacía camisas y estaba en quiebra salvó el
negocio y lo convirtió en el más floreciente de la provincia por medio
de tres técnicas: introducir incentivos materiales que vinculaban especí-
ficamente los salarios a la producción; levantar la moral componiendo
una canción de la compañía que todos los trabajadores aprendieron y
cantaban juntos; y despedir a los empleados ineptos.
Otra decisión clave del Comité Central en 1984 fue extender el con-
cepto de zonas económicas especiales a otras catorce ciudades de la cos-
ta y a la isla de Hainan, que seguiría formando parte de la provincia
de Guangdong pero sería potenciada como centro de desarrollo y tu-
rismo. Estas ciudades crearian zonas especiales de desarrollo basado en
la alta tecnología y se les autorizaría a ofrecer exenciones tributarias y
otros beneficios a los inversores extranjeros. Además, se escogieron tres
«triángulos de desarrollo» como centros de crecimiento económico rá-
pido: el delta del río de las Perlas, en Guangdong, el delta del río Min,
en Fujian y el delta del río Yangzi. Se las designó como "zonas de pro-
moción del comercio y la inversión» y, empleando palabras que una
vez más parecían un eco de las que usaban los partidarios del fortale-
cimiento de tiempos anteriores, fueron declaradas «filtros» que "digeri-
rían» la ciencia y la tecnología modernas "con el fin de desechar la es-
coria y seleccionar lo esencial»."
Estas declaraciones no se hicieron sencillamente en un vacío eco-
nómico, sino que reflejaron varios cambios que en aquel momento te-
nían lugar en campos relacionados. Así, la inversión extranjera directa
en China en 1983 se calculó en 910 millones de dólares y la RPCh ha-
bía obtenido empréstitos internacionales por valor de otros 1050 mi-
llones de dólares. El número de extranjeros que habían visitado China
desde 1979 (para hacer turismo, para comerciar, o en virtud de inter-
cambios académicos o de otra índole) alcanzaba el impresionante total
de 9.477.000. Asimismo, había 11.000 chinos estudiando en 54 países
extranjeros a cuenta del Gobierno y otros 7000 estaban costeándose los
estudios también en el extranjero. La zona económica de Shenzhen
prosperaba de forma especial; los directores de las empresas locales ha-
bían firmado 2500 acuerdos de diversos tipos con empresas extranjeras
y habían atraído inversiones que se calculaban en 1,8 millones de dóla-
res. Los derechos arancelarios correspondientes al comercio entre Hong

885
Kong y Shenzhen fueron abolidos. (Los de! comercio con Taiwan ya
se habían abolido basándose en que «Taiwan formaba parte de China»;
pero, como no había comercio legal directo entre los dos Estados, la
medida no surtió efectos.)
Aparecieron pautas de corrupción que alarmaron al Gobierno y que
algunos críticos izquierdistas vieron como resultado concomitante e ine-
vitable de cambios tan rápidos y a menudo incontrolados. En 1979, Liu
Binyan había electrizado a sus lectores hablando de las prácticas de-
lictivas de Wang Shouxin y presentando el escándalo como represen-
tativo de los malos tiempos pasados, de la turbulencia de la Banda de
los Cuatro y la relajación de la Revolución Cultural. Pero en e! decenio
de 1980, tras el fusilamiento de Wang Shouxin y con la Banda de los
Cuatro entre rejas, los delitos continuaron. En 1983 y 1984 se denun-
ciaron no menos de 45.000 desfalcos y otros delitos económicos. Al-
gunos eran sorprendentemente nuevos.
El director adjunto de una fábrica de Cantón, por ejemplo, aceptó
un soborno de 42.000 dólares de un hombre de negocios de Hong Kong
que luego estafo 2,97 millones de dólares a la RPCh. (El director ad-
junto de la fabrica fue condenado a muerte y el hombre de negocios,
a cadena perpetua.). Peor aún fue el caso de la isla de Hainan, que sa-
lió a la luz a principios de 1985. Un grupo de funcionarios -algunos
destinados en la propia isla y otros, en las provincias del interior de Chi-
na- se habían confabulado para explotar el aspecto de «zona de desarro-
llo empresarial» del crecimiento económico de China. Utilizando dinero
obtenido en concepto de créditos al desarrollo concedidos por bancos
de Pekín, los funcionarios de Hainan compraban productos extranjeros
y luego los vendían en toda China. Entre las mercancías que habían
importado para su reventa ilegal entre enero de 1984 y marzo de 1985
había 89.000 vehículos de motor, 2,9 millones de televisores, 252.000 gra-
badoras de vídeo y 122.000 motos; el fraude ascendió a más de mil qui-
nientos millones de dólares.
Según los hechos que descubrió el equipo de investigación integra-
do por cien personas designadas con retraso por Pekín, los funcionarios
corrupros de Hainan encontraron gente dispuesta a comprar en veinti-
siete de las veintinueve provincias y regiones metropolitanas de China.
Como mínimo setecientos millones de dólares no pudieron recuperarse
y centenares de camiones y automóviles japoneses se oxidaron a cau-
sa del aire de mar de Hainan mientras continuaba la investigación. De-
bido a la dificultad de establecer con exactitud los parámetros jurídicos
de la operación, y quizá también para quitar importancia al incidente
y evitar el descrédito de toda la estructura de zonas de desarrollo em-

886
presarial del movimiento de las Cuatro Modernizaciones, los principa-
les transgresores fueron tratados con mucha más lenidad que las figu-
ras principales del caso de Cantón. Fueron degradados por «errores gra-
ves» y por no haber hecho caso de las advertencias del Gobierno de que
no debían revender las mercancías importadas. (Muchos de los vehícu-
los confiscados que permanecieron en buen estado fueron enviados
más adelante a Pekín y vendidos por otros funcionarios.)
Algunos vieron señales de peligro en lo sucedido, mientras los chi-
nos conmemoraban el centenario de la muerte de Marx con discursos
y mítines, pero el secretario general del PCCh, Hu Yaobang, no se in-
mutó. Tal como dijo sucintamente en sus instrucciones a cuadros comu-
nistas durante una gira de inspección en Henan y Hubei: «No temáis
a la prosperidad»."

Reconstrucción del Derecho


Los diversos cambios en la puesta en práctica de la reforma en Chi-
na no terminaron con las audaces decisiones de 1984. Las reformas pro-
vocaron un recalentamiento tan grande de la economía, acompañado
de problemas de paro, inflación y nuevos déficits comerciales, que la
facción más prudente entre los líderes exigió un segundo periodo de
austeridad en 1985 (igual que e! de 1981-1983). Esta tregua fue breve, sin
embargo, y en 1986 los que buscaban un cambio rápido, es de supo-
ner que encabezados por Zhao Ziyang y Hu Yaobang, con el estímulo
de Deng Xiaoping, volvieron al ataque: se suprimieron los controles de
precios en una serie de artículos manufacturados, volvió a fomentarse
la experimentación atrevida con sistemas de incentivos laborales, más
producción rural pasó a manos de unidades familiares de contratación,
la necesidad de autorizar mercados abiertos para las materias primas de
producción pasó a ser objeto de debate y experimento, y algunas em-
presas estatales o colectivas fueron arrendadas a empresarios individua-
les o grupos de trabajadores. En algunos casos estas empresas recauda-
ban fondos por medio de la emisión de acciones y la formación de sus
propios consejos de administración, y en Shanghai se creó una peque·
ña bolsa de valores.
Pero tanto si e! ritmo de! cambio se aceleró como si perdió velo-
cidad, un hecho era insoslayable: el Gobierno chino, por voluntad pro-
pia, había entrado en un mundo en el que el derecho, con todas sus
múltiples complejidades, tendría que estudiarse, entenderse y ejercerse.

887
Este problema tenía tantas facetas que una solución sencilla era impo-
sible. Pero si examinamos brevemente cuatro campos -la formación de
abogados, la naturaleza del derecho fiscal, el cumplimiento del dere-
cho familiar y el estudio del derecho internacional-, podemos hacer-
nos una idea general de lo que entrañaba esta importante adaptación
a vivir en el mundo.
Como paso preliminar esencial de la creación y la puesta en prác-
tica de un código de leyes, China tuvo que formar a sus propios abo-
gados. Esto planteó problemas especiales a los gobernantes de la RPCh,
dado que el crecimiento ininterrumpido de pericia jurídica en los años
postreros del Guomindang había cesado, de hecho, después de la vic-
toria comunista en 1949, momento en que el ejercicio privado del de-
recho fue prohibido totalmente y la aplicación de la pericia jurídica fue
limitada a quienes ocupaban puestos en ciertos ministerios del Gobier-
no y en la judicatura controlada por e! Estado. En tiempos del movi-
miento de las Cien Flores había unas ochocientas «asesorías jurídicas»
atendidas por 2500 abogados con dedicación total y trescientos con de-
dicación parcial. La mayoría de estos profesionales cualificados fueron
expulsados durante la campaña antiderechista de 1957 y en 1959 el Mi-
nisterio de Justicia fue abolido por completo, junto con los foros que
sirvieran para organizar a los abogados como grupo. Aunque algunas fa-
cultades de derecho permanecieron abiertas, tenían pocos alumnos y se
concentraban en la formación jurídica política en lugar de profesional.
En los casos penales graves el «derecho», si así podía llamarse, era com-
petencia de un sistema de tribunales y fiscales del Estado. En los asun-
tos de seguridad nacional e! Ministerio de Seguridad Pública ejercía el
control y para los transgresores que eran miembros de! partido había
un sistema aparte de revisión y castigo a cargo de la estructura de co-
mités provinciales de! partido. De la mayoría de los casos que podría-
mos calificar de civiles se ocupaban mediadores en el nivel local de
barrio urbano o brigada rural. En los primeros tiempos de la Revolu-
ción Cultural se cerraron las pocas facultades de derecho que queda-
ban, se dispersaron o destruyeron sus bibliotecas y sus profesores fueron
enviados al campo.
Esta situación duró poco más de diez años, hasta que en 1979 el
Gobierno empezó a reunir de nuevo los elementos esenciales de un sis-
tema jurídico. Se reabrieron las facultades de derecho, se rehabilitó al
personal judicial que había sido expulsado, se reinstauró el Ministerio
de Justicia y se modernizó el sistema de cuatro niveles de tribunales es-
tatales, aunque el reglamento, que estipulaba que «los contrarrevolucio-
narios y los reaccionarios antisocialistas» podían ser enviados a campos

888
de trabajo sin juicio previo, indicaba que este sistema continuaba bajo
el control del Estado. Se adoptaron «reglas provisionales sobre los abo-
gados» en 1980 y en 1982 ya volvían a ejercer en China 5500 abogados
con dedicación completa y 1300 con dedicación parcial.
Con el fin de que la abogacía atrajera a más gente, se creó una in-
geniosa vinculación con el EPL, cuyos efectivos el Gobierno trataba de
reducir en aquel momento. El Ministerio de Justicia anunció en 1982
que no menos de 57.000 «destacados oficiales del ejército» serían tras-
ladados al sector civil y recibirían formación jurídica antes de desti-
narlos al sistema de tribunales o a los Departamentos de Seguridad PÚ-
blica. Y, emulando a los doctores «descalzos» encargados de ampliar el
ámbito de la profesión médica, se destínaron 200.000 «trabajadores ju-
diciales» al sistema jurídico.
En 1982 ya eran veinte las universidades e institutos que ofrecían
algún tipo de formación jurídica durante cuatro años y dos mil los es-
tudiantes matriculados. Para llegar a ser abogados, estos estudiantes fa-
vorecidos tenían que terminar los estudios, demostrar que «querían a
la RPCh y apoyaban el sistema socialista», cumplir un mínimo de dos
años de aprendizaje en algún tipo de labor judicial o investigación ju-
rídica y superar un examen. Otros cien colegios universitarios y el pro-
pio Ministerio de Justicia ofrecían cierta formación juridica por corres-
pondencia o a tiempo parcial.
Una muestra de las preguntas que el Ministerio de Justicia emplea-
ba en los exámenes con el objeto de determinar a qué aspirantes debía
aceptar para formarles jurídicamente indica que los estudiantes aún te-
nían que estar al corriente de los matices de la línea política vigente. Las
preguntas generales que se hicieron en 1979 incluían las siguientes:

¿Cuáles son los cuatro principios básicos a los que debemos adherimos con
el fin de conseguir las cuatro modernizaciones?
¿Cuál es el método correcto de hacer frente a las dos clases diferentes de
contradicciones?
Utilice la teoría de la relación dialéctica entre la democracia y el centra-
lismo para analizar y criticar la falacia de la ultrademocracia.
¿Cuál es la diferencia básica entre la dialéctica materialista y la metafísica?
Critique a la "Banda de los Cuatro" por propagar la falacia de la metafísica.

Las preguntas agrupadas en la sección de historia muestran que los


estudiantes de derecho también tenían que saber interpretar la historia
de los Qjng, la república y la segunda guerra mundial:

889
Basándose en los cambios de las condiciones políticas y económicas antes
y después de la guerra del Opio, analice cómo nuestro país empezó a su-
mirse en la condición de sociedad semicolonial y semifeudal.
Escoja y describa las importantes actividades revolucionarias del camarada
Zhou Enlai durante cada periodo de la revolución democrática de nues-
tro país.
Dé tres ejemplos de ataques súbitos lanzados por los países imperialistas
durante la segunda guerra mundial y explique las lecciones históricas que
expresan."

A pesar de la politización de los exámenes de ingreso, una vez ad-


mitidos en los programas de derecho los estudiantes adquirían una bue-
na base general. La mayoría de sus profesores eran supervivientes de una
generación muy anterior, muchos de ellos educados en Europa, Japón,
Estados Unidos o la Unión Soviética, y ofrecían en cada facultad un
plan de estudios básico integrado por derecho constitucional chino,
teoría jurídica y jurisprudencia, derecho civil y derecho penal. Algunas
facultades tenían especialidades complementarias: la Universidad de Pe-
kín y el Instituto de China Oriental de Shanghai ofrecían cursos de
derecho internacional y derecho económico. En Shanghai los estudian-
tes también debían hacer un curso de derecho medioambiental y en
Nankín la opción obligatoria era el derecho matrimonial.
Coincidiendo en parte con la creación de las facultades de derecho
se redactaron las reglas del Procedimiento Civil para la RPCh, proce-
so que comenzó en 1979 y no concluyó hasta 1986, después de nume-
rosos debates, cambios y sesiones de grupos de estudio con la parti-
cipación de juristas y figuras políticas de China. Las revisiones de los
procedimientos fueron acompañadas de la promulgación de gran nú-
mero de nuevas leyes de derecho civil y la revisión exhaustiva de la Ley
del Matrimonio (1980), la Ley de Contratos Económicos (1981), la
Ley de Marcas Registradas (1982), la Ley de Patentes (1984) y la Ley de
Sucesiones (1985). El Código de Procedimiento Civil trataba asuntos ta-
les como las capacidades y responsabilidades de los ciudadanos (en com-
paración con las de los menores de edad y los deficientes mentales), los
despachos de abogados, la definición de las «Empresas'> como «Perso-
nasJurídicas» con derecho al mismo trato al amparo de las leyes, las obli-
gaciones que la ley imponía a las empresas conjuntas sinoextranjeras y
a las «empresas de propiedad totalmente extranjera», que debían estar
sometidas por completo a las leyes chinas a menos que fueran eximidas
oficialmente en virtud de algún tratado. A los individuos que trabajaban
tierras obtenidas por contrato de sus colectividades se les prometía es-

890
pecfficamente la protección de la ley con la condición de que la tierra
que hubieran contratado no fuese «vendida y comprada, arrendada, hi-
potecada o traspasada ilegalmente o por otros medios». A los ancianos,
las madres, los niños y los minusválidos se les prometió la protección
de la ley y se garantizó la libertad de contraer matrimonio; se prohibie-
ron los «matrimonios resultantes de intimidación, venta o concertación»."
Campos especiales del derecho adquirieron importancia rápidamen-
te y contribuyeron a que los chinos fueran más conscientes de que las
nuevas reformas no serían algo sencillo. Uno de ellos fue el derecho
fiscal, que ahora era muy importante porque las bonificaciones y cier-
tos tipos de beneficios obtenidos de acuerdo con las directrices de la
reforma deberían pagar impuestos, al igual que las empresas conjuntas
sinoextranjeras y las empresas de propiedad totalmente extranjera. Las
primeras leyes relativas al impuesto sobre la renta que se promulgaron
en la RPCh, en 1980, excluían a la mayoría de los chinos porque auto-
rizaban una deducción de ochocientos yuanes al mes cuando los ingre-
sos mensuales raramente sobrepasaban los 50 yuanes para los trabajado-
res urbanos y alrededor de quince yuanes en el campo. Estas primeras
leyes fiscales iban dirigidas en gran parte a los extranjeros residentes en
China y tal vez de forma específica a los estadounidenses, ya que los
detalles del código seguían fielmente las estipulaciones de! Tesoro esta-
dounidense. Los ciudadanos chinos pagaban principalmente impuestos
sobre e! comercio y la agricultura, y a veces impuestos sobre la sal, de-
rechos de aduana. impuestos de circulación, e impuestos sobre bienes
raíces urbanos. Pero a medida que ciertos chinos empezaron a obtener
ingresos cuantiosos de sus nuevas empresas, e! Gobierno instituyó «im-
puestos para la regulación de los ingresos» más rigurosos en un intento
de desviar el excedente.
Otro campo en el que la complejidad iba en aumento era el de la
ley sobre el matrimonio y la ley de sucesiones. Las palabras de apoyo a
los derechos conyugales de las mujeres que contenía el Código de Pro-
cedimiento Civil recordaban las de la Ley sobre el Matrimonio de 1980,
pero en realidad se infringían con frecuencia. La venta de mujeres y mu-
chachas para el matrimonio, el matrimonio forzoso de viudas, la com-
pra de novias o la negociación de matrimonios de niños por parte de
sus padres a cambio de varias formas de «precio de la novia» siguieron
siendo comunes en China. A comienzos del decenio de 1980 varios
casos mostraron los funestos resultados de la intromisión familiar, por
motivos económicos, en los matrimonios por amor de sus hijos. Los
pleitos eran a menudo consecuencia del incumplimiento de contra-
tos matrimoniales y llevaban aparejadas sumas de dinero que eran eleva-

891
das si se consideran los ingresos en aquel tiempo. Los «regalos de espon-
sales» podían oscilar entre mil y cinco mil yuanes, y hubo un caso en el
que la familia de la novia había exigido al novio un reloj de 125 yua-
nes, 19 jin (unjin equivalía a unos seiscientos gramos) de arroz con cás-
cara, 19 patos y 109 jin de carne de cerdo, huevos y naranjas, respecti-
vamente, más 1900 yuanes en efectivo. (La prevalencia en este ejemplo
del auspicioso número 9 parece evocar antiguas ideas geománticas de
buena suerte además de lo puramente material.] Estos cambios en las
pautas de regalos de esponsales fueron un claro ejemplo de que la an-
tigua estructura de dotes recíprocas de la otrora familia conjunta domi-
nada por los padres había sido reemplazada por los imperativos eco-
nómicos de la unidad familiar conyugal."
La aplicación efectiva de la Ley sobre el Matrimonio de 1980 era
de la mayor importancia, ya que en muchos casos se podía obligar a un
hombre a dejar de pegar, e incluso torturar, a su esposa sólo cuando
se recurría a la vía judicial. (Algunas decisiones judiciales chinas aún se
hubieran considerado inusuales en la mayoría de los tribunales occi-
dentales, como en el caso de un juez de jiangsu que condenó a un ma-
rido por violación conyugal.) Con la reafirmación por ley del dere-
cho de las mujeres a obtener el divorcio (la ley de 1950 también había
previsto esto), la incidencia del divorcio aumentó hasta alrededor del
5,5 por ciento de todos los matrimonios en 1983 (en 1979 había sido
del 3,0 por ciento); más del setenta por ciento de los divorcios de 1983
fueron pedidos por mujeres. La Ley sobre el Matrimonio de 1980 tam-
bién dio a las divorciadas una oportunidad mayor de demandar los bie-
nes indivisos compartidos durante el matrimonio. (Sin embargo, los
derechos individuales sobre los bienes que ya se poseían antes del ma-
trimonio continuaron siendo una enojosa cuestión jurfdica.) Las pare-
jas divorciadas que juntas habían contratado tierra de labranza o huer-
tos al amparo del nuevo sistema económico tenían que buscar alguna
forma de subdividir la tierra contratada que no afectase sus obligacio-
nes económicas con el Estado.
Por regla general, la prosperidad local que produjeron las reformas
económicas, así como el desmantelamiento de las comunas, incremen-
tó enormemente las propiedades que estaban en juego en los casos de
divorcio. De modo parecido, en las familias que se atenían a la política
de un solo hijo, las disputas por la custodia de éste en los casos de di-
vorcio pasaron a ser extraordinariamente enconadas. Debido a su cre-
cimiento en número e intensidad los casos de divorcio se trataban de
diversas maneras, entre las que cabe señalar las comparecencias formales
ante los tribunales, la utilización de asesores jurídicos o mediadores, o

892
sencillamente la aplicación de presiones por parte de la familia o la uni-
dad de trabajo. Para hacer frente al creciente número de divorcios, el
Gobierno chino se comprometió a formar más abogados, y el I Con-
greso Nacional de Abogados, celebrado en julio de 1986, afirmó que ha-
blaba en nombre de 20.000 profesionales del derecho. La meta del Es-
tado era formar 50.000 abogados antes de 1990.
Otro campo de la jurisprudencia china, el derecho internacional, ex-
perimentó cambios importantes en el decenio de 1980. A pesar de su in-
greso en las Naciones Unidas en 1971 y del Comunicado de Shanghai
de 1972, hasta 1978 no hicieron los chinos un intento coordinado de
adquirir pericia en el campo del derecho internacional para poder apro-
vechar debidamente las nuevas oportunidades y retos que se les presen-
taban. (Lo mismo había hecho la Zongli Yamen bajo el príncipe Gong
cuando a comienzos del decenio de 1860 publicó y distribuyó las obras
de derecho internacional traducidas por WAP. Martín con el objeto de
que los Qing pudieran bregar mejor con los extranjeros.)
Esta iniciativa se tomó en el mismo 111 Pleno del XI Comité Cen-
tral, en diciembre de 1978, en el que se debatieron muchos otros cambios
de política social, económica y cultural. En marzo de 1979 una confe-
rencia complementaria de planificación sobre los estudios de derecho,
celebrada en Pekín, incluyó el derecho internacional entre las priorida-
des de China, y en septiembre del mismo año la Universidad de Pekín
admitió a treinta estudiantes que querían especializarse en derecho in-
ternacional, el primer programa exhaustivo de este tipo en la historia
del país. Pronto aparecieron numerosas obras de erudición. Entre 1965
y 1978 no se publicó en China ningún artículo sobre derecho inter-
nacional. En 1979 se publicaron 13; en 1982,73; Y en 1984, 110. 19
En 1981 salió un libro de texto definitivo sobre esta materia, con cola-
boraciones de veinte grandes juristas chinos, que encauzó la evolución
de estos estudios en su conjunto. Pekín también invitó a numerosos
expertos jurídicos extranjeros a visitar China y ayudar a analizar los pro-
cedimientos internacionales, como en el caso de la «Ley de la RPCh
sobre la Quiebra Empresarial» de 1986.
Los abogados internacionales de China prescindían generalmente de
la teoría y, en su lugar, seguían la exhortación de Deng Xiaoping a «bus-
car la verdad en los hechos». Se hacían ahora pocos intentos de insistir
en las polémicas premisas marxistas de las relaciones y el derecho in-
ternacionales. El Gobierno chino comprendió que para alcanzar las
Cuatro Modernizaciones tendría que aceptar la práctica económica in-
ternacional y obtener la admisión en las organizaciones económicas
mundiales. En el plazo de dos años desde el III Pleno de 1978, la RPCh

893
ingresó en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mun-
dial tras cumplir los difíciles requisitos financieros y técnicos; Taiwan
fue obligada a retirarse de las mismas organizaciones. La RPCh actuó
de forma enérgica para ejercer sus nuevos derechos y negoció su par-
te de las asignaciones del FMI, gracias a lo cual pasó del decimosépti-
mo lugar que ocupara Taiwan al octavo y obtuvo acceso a 1560 millo-
nes de dólares. En 1983 la asignación para China había subido y era
de 2630 millones de dólares. China también negoció vigorosamente con
el Banco Mundial y recibió empréstitos de doscientos millones de dóla-
res en 1981 para un Proyecto de Potenciación de las Universidades cuyo
propósito era aumentar los niveles científicos y el número de matrícu-
las en veintiséis de las universidades principales. En 1982 un nuevo em-
préstito del Banco Mundial por valor de sesenta millones de dólares se
destinó a construir sistemas de riego y drenaje en la Llanura del Nor-
te de China. Siguieron otros tres empréstitos y subvenciones para la ex-
pansión del yacimiento petrolífero de Daqing, la recuperación de tierras
en Heilongjiang y la creación de una universidad de la televisión.
En el campo internacional en su conjunto, tal vez el símbolo más
significativo de la ruptura de China con los principios ideológicos
maoístas fue la elección de un delegado chino, Ni Zhengyu, ante el Tri-
bunal Internacional de Justicia de La Haya y la aceptación de este ho-
nor por parte del elegido. Ni Zhengyu, graduado por la Facultad de
Derecho de la Universidad de Stanford antes de la segunda guerra mun-
dial, contaba setenta y cinco años en el momento de su elección; su
aceptación del honor -y su entrega a la labor del tribunal- señaló que
China había vuelto al orden mundial internacional. En la Asamblea
General de las Naciones Unidas, China tendía a votar con la Unión So-
viética y una mayoría de los países del Tercer Mundo, a pesar de que
Pekín seguía lanzando su retórica hostil contra Moscú.
Puede que ningún ejemplo del nuevo estatus internacional de Chi-
na fuera más notable que el acuerdo al que llegó con Gran Bretaña so-
bre Hong Kong. Durante 1983 y 1984 el Gobierno chino negoció con
firmeza y tenacidad para decidir el estatus futuro de la colonia británi-
ca, esa «roca yerma y deshabitada» cuya toma en 1840 habían ratifica-
do a regañadientes los Qjng dos años más tarde en el Tratado de Nan-
kín. En 1898 los británicos habían aumentado la fuerza de la colonia
«tomando en arriendo» durante noventa y nueve años una zona de la
China continental adyacente a la isla de Hong Kong a la que llamarían
los «Nuevos Territorios». Cuando a comienzos del decenio de 1980 los
británicos empezaron a plantear interrogantes sobre el estatus futuro
de la colonia, el Gobierno de la RPCh dejó claro que no renovaría el

894
arriendo de los Nuevos Territorios en 1997. Los británicos, sabiendo que
era imposible defender militarmente Hong Kong -hasta la casi totalidad
del agua potable que consumía la colama era suministrada por la RPCh-
llegaron a la conclusión de que poco podían hacer salvo acceder a la
exigencia china de que renunciaran también a la isla de Hong Kong en
la misma fecha.
Debido a su economía libre y especulativa, era dificil ver exacta-
mente cómo encajaría Hong Kong en el que iba evolucionando en la
RPCh, pero tanto los británicos como los chinos soslayaron esta cues-
tión y los chinos de Hong Kong, que tenían sólo una representación
electoral mínima en el Gobierno de la colonia, apenas fueron consul-
tados. El acuerdo que las dos partes firmaron en Pekín el 26 de septiem-
bre de 1984 estipulaba que la soberanía sobre Hong Kong volvería a
China el 1 de julio de 1997, pero que durante cincuenta años a partir
de esa fecha, la antigua colonia sería una "región administrativa espe-
cial» de economía capitalista bajo la fórmula "un país, dos sistemas».
Pekín controlaría la política exterior y de defensa, pero la isla sería en
gran parte autónoma en el plano económico y continuaría siendo un
puerto franco y un centro financiero mundial. Sus residentes no paga-
rían impuestos a la RPCh y el inglés permanecería como lengua oficial
durante el periodo de cincuenta años.
Dos cláusulas del acuerdo intentaban tranquilizar a los residentes en
Hong Kong asegurándoles que sus derechos serían protegidos. La cláu-
sula 3 declaraba firmemente que "las leyes actualmente en vigor en
Hong Kong perrnanecerán básicamente inalteradas», y la cláusula 5 era
todavía más amplia:

Los actuales sistemas social y económico de Hong Kong permanecerán


inalterados, y lo mismo el estilo de vida. Los derechos y las libertades, in-
cluidos los de la persona, de expresión, de prensa, de reunión, de asocia-
ción, de viajar, de movimiento, de correspondencia, de huelga, de elección
de oficio, de investigación académica y de creencias religiosas serán asegu-
rados por ley en la Región Administrativa Especial de Hong Kong."

Eran los mismos derechos que el Gobierno de la RPCh había ga-


rantizado a sus propios súbditos en sus diversas constituciones y, pese
a ello, les había negado siempre. Quedaba por ver si el Gobierno chi-
no había reconsiderado ahora tan a fondo el significado de la ley que
en verdad estaba dispuesto a proteger tales libertades básicas, o si conti-
nuarla, como había hecho desde 1949, haciendo caso omiso de todas las
leyes cuando se diera el caso de que no conviniesen a sus propósitos.

895
26
Comprobación de los límites

El coro de la democracia

fG Casi olvidado en el inicio de la carrera en pos de los nuevos sis-


temas empresariales, en el campo quedó el residuo de los mi-
llones de jóvenes urbanos a los que habían enviado a zonas rurales du-
rante los decenios anteriores y a los que no habían permitido volver a
casa. Algunos eran a la sazón maolstas radicales y habían encontrado
sentido en el sistema de comunas; ahora eran sencillamente exiliados
de sus hogares y familias, y los hombres a menudo no podían encontrar
esposa donde estaban porque su estatus era poco claro y tenían menos
habilidades para el trabajo rural que 105 campesinos nacidos en la re-
gión. En abril de 1985 centenares de chinos que diecisiete años antes,
cuando eran jóvenes, habían marchado a Shaanxi para servir a Mao Ze-
dong en el campo regresaron ilegalmente a Pekín. Desafiando la prohi-
bición que pesaba sobre tales actividades, organizaron una sentada en
las escaleras de la sede central del PCCh y pidieron a Deng Xiaoping
que oyera sus argumentos. La policía se abstuvo de hostigarles seriamen-
te, pero no recibieron ninguna respuesta clara a sus peticiones de que
se les autorizase a volver a la capital. Como afirmaban hablar en nom-
bre de veinte mil de estos «exiliados urbanos» en Shaanxi y un total de
más de cuatrocientos mil jóvenes habían sido enviados a dicha provin-
cia, sus peticiones planteaban un problema espinoso al Gobierno, es-
pecialmente porque las listas de espera para obtener siquiera una vi-
vienda mínima en Pekín ya abarcaban varios años.
Otras protestas públicas en 1985 las organizaron los que ahora se
oponían al nuevo clima asociado con las Cuatro Modernizaciones. Par-
te de este malestar la alimentaba el resentimiento que causaban los de-
saires públicos, como en el caso de los primeros disturbios relacionados
con el fútbol que hubo en China y que se produjeron en Pekín des-
pués de que el equipo de Hong Kong derrotara al de la RPCh en un
partido internacional. Otros sentían una hostilidad diferente y com-

896
prensible contra el «progreso», tales como los miles de personas del
pueblo minoritario uigur de Xinjiang que se manifestaron osadamente
en Urumchi, Shanghai y Pekín contra la continuación de las pruebas
nucleares chinas en la atmósfera en los campos de prueba de Lop Nur,
en Xinjiang. Muchos chinos también empezaron a expresar preocupa-
ción ante la creciente influencia económica de Japón en la RPCh y ha-
blaban sarcásticamente de la «segunda ocupación japonesa». Cuando
faltaba poco para terminar el año 1985 y parecía que grupos de estu-
diantes estaban preparando manifestaciones de protesta, el Gobierno
anunció sus propias concentraciones para el 9 de diciembre, aparente-
mente con el fin de anticiparse a cualquier estallido de hostilidad contra
el Estado similar al que organizara el movimiento del 9 de Diciembre
contra Chiang Kai-shek exactamente cincuenta años antes. Pero estas
cartas había que jugarlas con prudencia. Lo último que querían Deng
Xiaoping o los otros veteranos de las purgas de la Revolución Cultural
era una nueva oleada de violencia juvenil que enfrentase un ala de un
movimiento de masas incontrolable a otra ala y dejara al PCCh frac-
turado e impotente entre ellas. Ya habían visto adónde podía llevar se-
mejante enfrentamiento.
Aunque en esta ocasión Deng Xiaopiug acertó en sus cálculos y no
hubo grandes manifestaciones contra el Gobierno el 9 de diciembre
de 1985, el malestar general continuó creciendo. Poco a poco iba re-
sultando claro que a millones de chinos -estudiantes, sobre todo, pero
también muchos de sus maestros y un número cada vez mayor de jó-
venes sin empleo- les costaba orientarse en el cambiante panorama de
China o ver adónde se dirigían. Muchos empezaron ahora a expresar
su desconcierto en narraciones, obras de teatro, canciones de rock, poe-
mas, cuadros, historietas y películas, algunas de las cuales eran censura-
das por funcionarios del partido, aunque la mayoría circulaba con mayor
libertad que en cualquier otro momento desde 1949. Chinos descon-
solados comenzaron a expresar en voz alta sus dudas e inseguridades.
Algunos, como los autores del «Manifiesto No-No» proclamado en
Chengdu, Sichuan, el 4 de mayo de 1986, consideraban que la política
del momento era absurda y respondían con imágenes y lógica que pa-
recían sacadas en parte del taoísmo y en parte de los dadaístas de los
años veinte del siglo pasado:

No-No: término general que abarca el objeto, la forma, el contenido, la


metodología, el proceso, el medio y el resultado de los principios
del Pensamiento Precu!tural. Es también la designación de la faz
primigenia del universo. No-No no es «no".

897
Después de deconstruir la relación del hombre y los objetos con su esta-
do precultural, no hay nada en este universo que no sea No-No.
No-No no es la negación de nada. Es sólo una expresión de sí mismo.
No-No es consciente de que la liberación existe en 10 indefinido.'

El poeta Li Shan, que escribía desde Xi'an, en Shaanxi, en el año


del quincuagésimo aniversario del secuestro de Chiang Kai-shek, pre-
sentó el país que él llamaba «Tierra Final» como un lugar triste:

El emblema vuela
Las estrellas maduran
Putrefacto en el antiguo estanque cubierto de secretos
Pasa, raudo, el espíritu negro ...
primer plano del día del juicio final

Despertando un desierto de huesos de lobo


belleza triste
Diez mil leguas de odio
desplegado
Aplacado por un cromosoma

Hormigas devorando cabellos y uñas


Trayendo noticias putrefactas del subsuelo...2

Una visión sombría del potencial de China para el cambio creati-


vo y una condena del carácter chino en su totalidad se encontraban en
un panfleto extraordinario que empezó a circular por China en 1986.
Se trataba de El chinofeo, que un chino de Taiwan escribió en 1984 con
el seudónimo de Bo Yang. El simple hecho de que esta obra sardónica
pudiera circular por la RPCh fue sorprendente, dado que Bo Yang ata-
caba a los chinos por sus defectos y sus degradaciones autoinfligidas con
una energía y un encarnizamiento que recordaban ElEjército Revolucio-
nario de Zou Rong de finales del periodo Qjng, o los mordaces ensayos
de Lu Xun del decenio de 1930. «¿Qyé hace a los chinos tan crueles
y viles?», preguntó Bo Yang. «¿Q!Jé hace a los chinos tan propensos al
autobombo?» Sus respuestas fueron duras:

La estrechez de miras y la falta de altruismo pueden producir una perso-


nalidad desequilibrada que vacila constantemente entre dos extremos; un
sentimiento crónico de inferioridad y una suma arrogancia. Cuando se sien-
te inferior un chino es un esclavo; cuando priva la arrogancia es un tira-

898
no. Raramente tiene un saludable sentido de respeto a sí mismo. Cuando
se siente inferior todos los demás son mejores que él y cuanto más se acer-
ca a personas influyentes, más amplia se vuelve su sonrisa. De modo pa-
recido, cuando se siente arrogante ningún otro ser humano de la tierra
merece la pena. El resultado de estos extremos es un animal extraño con
una personalidad escindida.'

Pero la desesperanza que desprendían los escritos de Bo Yang, los


No-Nos y Li Shan no la compartían todos sus compatriotas. A pesar de
sus sufrimientos, los chinos tenían capacidad de resistencia y mostraban
una conciencia irreprimible de las locas paradojas de la vida. En un es-
tudio ejemplar de ese modo de ser, dos autores chinos recorrieron su
propio país en tren y a pie, entrevistaron a hombres y mujeres de todas
las profesiones y condiciones sociales y luego publicaron lo que habían
grabado en cinta magnetofónica. Aunque algunos de los entrevistados
pidieron la protección del anonimato, sus incisivos relatos y puntos de
vista fascinaron a los lectores chinos cuando aparecieron en revistas li-
terarias de poca circulación a comienzos de 1985 y en forma de libro
en 1986. Chinos de todos los orígenes podían ver ahora cómo sus con-
ciudadanos reaccionaban a las circunstancias de la vida. El principal
peluquero de un salón de belleza de Chongqing otrora de moda, por
ejemplo, dio su propia e inimitable opinión sobre la política china:

Se lo digo yo, nadie como un peluquero para detectar cambios políticos.


La campaña contra Hu Feng, por ejemplo. Todas las personas cultas en-
seguida dejaron de venir a cortarse el pelo. Se comportaron como ratas,
les aterraba que se fijaran en ellas, se acordaran de ellas y las metieran en
el asunto. Si quieren que les diga, aquella campaña fue lo que comenzó
a empujar a las personas cultas cuesta abajo. Cada vez que había un movi-
miento nuestro negocio flojeaba: el movimiento antiderechista, la lucha de
clases en 1962, las «cuatro limpiezas» en 1964, y así sucesivamente hasta
el principio de la Revolución Cultural en 1966. Para entonces el único
peinado de mujer que quedaba era el pelo muy corto."

Un antiguo campesino que a los doce años de edad sobrevivió a la


hambruna de 1960 pidiendo limosna por las calles y vivió cómodamen-
te durante la Revolución Cultural fingiendo que creía en todas las fac-
ciones para obtener dádivas de todas ellas, ahora vendía molduras de
polivinilo desde su fábrica en su población natal y hacía chanchullos
como trabajo extra. He aquí su opinión acerca de sobrevivir a las Cua-
tro Modernizaciones:

899
é'Irucos del oficio? iMontones! No me 60 de una agenda. Si la pierdes,
te hundes. Lo llevo todo en la cabeza: a qué se dedican los demás, qué
les gusta comer, qué quieren, qué puedo sacar de ellos. Cuando vaya
un lugar nuevo averiguo lo que escasea allí: la escasez es lo que da valor
a las cosas. De eso van la economía nacional y la vida de la gente, éno es
así? Ellos velan por la economía nacional con sus planes estatales, y yo
resuelvo la vida de la gente: alimentos, prendas de vestir, artículos de con-
sumo, ocio."

y una madre calladamente orgullosa reflexionó sobre las dos horas


diarias que pasaba yendo en bicicleta de casa a la fábrica y de la fabrica
a casa en Pekín:

Ninguno de nosotros los ciclistas conoce a los demás, no nos hablamos,


todos vamos en direcciones diferentes. Me parece que todos los ciclistas
son iguales, obreros, estudiantes y cuadros ordinarios que van al trabajo
o vuelven de éL Una vez se me ocurrió la idea de que alguien debería ha-
cer una película sobre nosotros y mostrársela a nuestros hijos y nietos
dentro de veinte o treinta años. Deberían ver cómo los criamos, pedalean-
do así, llevando encima nuestros permisos, cartillas de racionamiento, cu-
pones de cereales y cupones de aceite... De la mañana a la noche, por
nuestro país y nuestras familias, zigzagueando entre el tráfico en nuestras
bicicletas para ayudar a modernizar China.'

y los hijos a los que criaron madres como ésta también hablaron cla-
ramente al responder con sinceridad y a menudo con humor a los en-
trevistadores, con los que compartieron su percepción de las dificultades
y las alegrías de la vida familiar, y trataron de situar sus vidas de debe-
res escolares incesantes y competitivos en el contexto más amplio de un
futuro abierto. «Pienso mucho en viajar a la luna y a otros planetas»,
dijo un niño de nueve años. «Seria divertido ir allí. En la luna la fuerza
de gravitación es débil, así que una persona puede saltar muy alto y
luego bajar lentamente. Esto parece divertidlsimo.» «Quiero ser atleta,
corredora», dijo una niña de trece años. «Quiero correr más; quiero me-
jorar. También quiero estudiar medicina. Quiero ser doctora.» «Cuan-
do estoy solo en casa», dijo un niño de doce años, «imagino que puedo
inventar cosas. Imagino estas cosas, pero no puedo construirlas real-
mente.» «Fantaseo sobre todo», dijo un chico de quince años. «Mi am-
bición es llegar a ser un alto funcionario. Probablemente les parecerá
gracioso, pero lo digo en serio. Quiero llegar a ser un alto funcionario...

900
A veces fantaseo que sostengo conversaciones con extranjeros. Quie-
ro saberlo todo sobre los asuntos mundiales, sobre política estadouni-
dense, por ejemplo. Me interesan sus elecciones presidenciales.e"
Dudas, cinismo, orgullo y esperanza -todo ello expresado aquí por
voces distintas de varias generaciones- hallaron una curiosa unidad en
la mente de Fang Lizhi. Nacido en 1936, estudiante brillante que a los
dieciséis años se matriculó en la Universidad de Pekín para estudiar as-
troflsica pero cayó en desgracia y fue expulsado del partido en la cam-
paña antiderechista de 1957, Fang Lizhi había sido rehabilitado a fina-
les del decenio de 1970 y se había convertido en uno de los profesores
más conocidos de China. Nombrado vicepresidente de la Universidad
de Ciencia y Tecnología, otrora parte de la Universidad de Pekín pero
trasladada luego a Hefei, en Anhui, Fang Lizhi contribuyó a transfor-
mar la escuela en una institución nueva y más abierta que reflejaba sus
puntos de vista sobre las premisas fundamentales de la democracia.
Fang Lizhi opinaba que el poder debía ser compartido con e! fin de im-
pedir abusos, las decisiones tenían que tomarse abiertamente, las dife-
rencias debían afrentarse con franqueza y la libertad de expresión debía
ser protegida. La universidad podría hacer así una aportación óptima a
la vida de la nación y promover la causa de las Cuatro Modernizacio-
nes. Fang Lizhi dijo francamente a los estudiantes de Hefei y Pekín que
e! «comportamiento poco ético de líderes del partido» era el principal
culpable de! «actual malestar social en nuestro país». Abundando en
este asunto, dijo a los estudiantes:

Otra causa tiene que ver con que durante años nuestra propaganda sobre
el comunismo ha adolecido de graves defectos. A mi modo de ver, el mayor
problema de esta propaganda ha sido que se ha interpretado de manera
demasiado estrecha; no sólo demasiado estrecha, sino también demasia-
do superficial. Yo también soy miembro del Partido Comunista, pero mis
sueños no son tan estrechos. Son de una sociedad más abierta en la que
las diferencias están permitidas. Hay que dar cabida a la gran variedad de
excelencia que ha hallado expresión en la civilización humana. Nuestra
estrecha propaganda parece decir implícitamente que nada de lo que nos
precedió tiene el menor mérito. Esta forma de propaganda es la que tie-
ne menos valor y es más destructiva. La propaganda puede utilizarse para
alabar a los héroes comunistas, pero no debería usarse para derribar a
otros héroes.s

Las palabras de Fang Lizhi tocaron una fibra muy sensible de la na-
ción. Cuando incluso los niños se sentían intrigados por las elecciones

901
estadounidenses, no era extraño que también los universitarios se in-
teresaran por ellas. Deng Xiaoping, Zhao Ziyang y otros habían pedi-
do retóricamente «reformas» en el Gobierno, pero no se había hecho
nada concreto para abrir el sistema a una participación auténtica de
las masas. Las leyes electorales, promulgadas en 1953 y modificadas
en 1979, habían creado un sistema de cuatro niveles de Gobierno su-
puestamente representativo. En la base estaban las asambleas de todas
las comunas (en 1986 éstas ya se habían transformado en municipios
administrativos o xiang), que se elegían cada dos años. El segundo nivel
10 formaban 2757 asambleas de condado, que se elegían para periodos
de tres años. El tercero correspondía a las asambleas con mandatos de
cinco años en las 29 provincias de China, las regiones autónomas y las
tres zonas urbanas, es decir, Shanghai, Pekín y Tianjin. En la cumbre
estaba la Asamblea Popular Nacional, que se reunía en Pekín. El par-
tido definía este sistema como «democracia bajo el liderazgo del cen-
tralismo»," y se aseguraba de que todos los candidatos a las asambleas
siguieran la línea del PCCh. Estudiantes que intentaban dar verdadera
fuerza a estas elecciones habían presentado de vez en cuando su can-
didatura como diputados en las asambleas de las comunas y los mu-
nicipios y habían hecho campañas especialmente vigorosas en Pekín y
Changsha en 1980. Pero incluso cuando estos estudiantes eran elegidos,
se les impedía ocupar sus escaños y el PCCh había puesto freno efi-
cazmente a estas elecciones polémicas en 1982 y de nuevo en 1984 in-
sistiendo en las candidaturas propuestas.
Sin embargo, los líderes del partido que daban por sentado que ha-
bían vuelto a hacer esto en 1986 calcularon mal. En Hefei el 5 de di-
ciembre y de nuevo el 9 del mismo mes, tres milo más estudiantes se
concentraron para clamar contra la manipulación de las elecciones en
su ciudad y en su universidad. Sus lemas y sus carteles murales fueron,
una vez más, un eco del pasado al tiempo que abordaban el presente:
«Sin democratización, no hay modernización»; «Casi todos los días los
periódicos hablan de democracia. Pero «iónde podemos encontrar
realmente un pOCO?».lO Como mínimo otros cinco mil estudiantes se
manifestaron en Wuhan aquella misma semana. Las noticias de los dis-
turbios pronto llegaron a Pekín, donde en los recintos universitarios
también empezaban a aparecer carteles que exigían democracia y con
otros que se quejaban de las malas condiciones de vida y de que la paga
de los graduados era baja. Las autoridades universitarias retiraban los
carteles durante la noche, pero eran sustituidos por carteles nuevos, y
en mayor número, en días sucesivos. Dado que tanto las manifestacio-
nes como la exhibición de carteles sin autorización fueron prohibidos

902
tras revisarse la constitución en 1980, a raíz de los dramas del Muro
de la Democracia, todos los estudiantes disidentes se exponían a que
les hicieran anotaciones negativas en sus expedientes, ser suspendidos,
echar a perder las oportunidades de cursar una carrera, e incluso a ir a
la cárcel.
Los estudiantes no se dejaron intimidar y el 20 de diciembre de 1986
por lo menos treinta mil de ellos se manifestaron en Shanghai y des-
tilaron por la Plaza de! Pueblo y el «Bund»," donde e! partido y el Go-
bierno tenían oficinas en los inmensos edificios de piedra construidos
mucho tiempo antes por compañías financieras británicas. Se calcula
que entre treinta mil y cuarenta mil habitantes de la ciudad se unieron
a los estudiantes. Las pancartas más comunes proclamaban «Viva la Li-
bertad» y «Dadnos Democracia». Las manifestaciones principales pro-
siguieron sin ser hostigadas por la policía, pero los estudiantes que tra-
taron de organizar sentadas en edificios municipales fueron dispersados
por la fuerza. Llegaron noticias de otras protestas en Kunming, Chong-
qing y la zona económica de Shenzhen. Algunos estudiantes de Shang-
hai habían preparado un manifiesto breve cuyo tono y contenido re-
cordaban el del Movimiento del 4 de Mayo de hacía tanto tiempo; los
manifestantes lo imprimieron en tiras de papel de 12,70 x 7,62 centí-
metros para repartirlas entre la multitud.

A nuestros compatriotas:
El principio que nos guía es propagar las ideas democráticas entre el pue-
blo. Nuestro lema es oponemos a la burocracia y al autoritarismo y es-
forzamos por alcanzar la democracia y la libertad. Ha llegado el momento
de despertar las ideas democráticas que han sido reprimidas durante mu-
cho tiempo. ¡¡

Otros carteles y lemas lanzaban sus mensajes con una franqueza que
elevaba el debate al nivel de enfrentamiento: "¿CUÁNDO r...1ANDARÁ EL
PUEBLO?», «SI QUERÉIS SABER QUÉ ES LA LIBERTAD, SENCILLAMENTE ID Y
PREGUNTÁDSEW A \VEl )INGSHENG», «AL INFIERNO EL MARXISMO, EL LE~
NINISMO y EL PENSAMIENTO DE r...1AO ZEDONG».12
Funcionarios del Gobierno impidieron que los medios de comuni-
cación informasen de los puntos de vista de los estudiantes e intentaron
que el resto del país continuara ignorando lo que estaba sucediendo. Los
estudiantes burlaron ingeniosamente el bloqueo informativo enviando

.. Malecón a orillas de un río o del mar, especialmente en Extremo Oriente. (N.


<klr)

903
centenares de cartas y manifiestos a amigos de toda China y a estu-
diantes de otras universidades. Otros estudiantes rodearon las estacio-
nes de ferrocarril para pedir a los pasajeros que se iban que hicieran
correr la voz, y se congregaron ante el consulado de Estados Unidos
gritando que sus opiniones debían ser oídas en el extranjero. Finalmen-
te, después de tres días de manifestaciones, la policía de Shanghai hizo
pública una prohibición oficial de todas estas reuniones. La declara-
ción oficial del Gobierno trató de desacreditar al movimiento de pro-
testa echando la culpa del mismo a unos cuantos alborotadores.

Un redueidísimo grupo de personas está tratando de perturbar la estabili-


dad y la unidad, trastornar la producción y el orden social aprovechándo-
se del fervor patriótico de los estudiantes y su anhelo de democracia."

A pesar de las prohibiciones y las condenas de las autoridades, hubo


nuevas manifestaciones en Tianjin y Nankín. Y en la propia Pekín, pese
a la amenaza de cárcel, miles de estudiantes de, como mínimo, cuatro
de las principales universidades continuaron manifestándose bajo el
crudo frío del invierno y desafiando a numerosas fue/zas policiales.
El sentido del llamamiento a favor de la «democracia» era objeto
de debates acalorados entre los propios estudiantes: algunos veían en él
una consigna que no significaba nada; otros hacían suyas las ideas de
los estudiantes de Hefei e invocaban el término como oposición cons-
ciente a la insistencia del Gobierno en celebrar elecciones con candi-
daturas preparadas. Los estudiantes sostenían que estas elecciones eran
farsas a costa de una idea política perfectamente válida. Y otros veían
la democracia como el crucial segundo componente del llamamiento a
favor de la liberación mediante «la ciencia y la democracia» que había
estado en el centro del Movimiento del 4 de Mayo.
En una escalofriante respuesta a las manifestaciones, un pequeño nú-
mero de líderes políticos de Pekín empezó a condenar el comportamien-
to de los estudiantes y a exigir mayor disciplina y adoctrinamiento po-
lítico en las universidades. A comienzos de enero de 1987, después de
que los estudiantes de Pekín desafiaran las prohibiciones de la policía
una vez más y organizaran una concentración de masas en la plaza de
Tiananmen misma, un miembro del Politburó defendió enérgicamente
la posición de los partidarios de la línea dura:

El Partido Comunista de China es un gran partido,glorioso y políticamen-


te correcto que siempre ha conservado su vigorrevolucionario. Ellideraz-
go del Partido Comunista no lo otorga el cielo. sino los incontables már-

904
tires revolucionarios que, oleada tras oleada, derramaron sangre y se sacri-
ficaron durante medio siglo."

Acto seguido los miembros del partido que estaban a favor de la


línea dura (a los que podríamos llamar «conservadores» o «radicales»
según nuestra interpretación) actuaron rápidamente para sofocar el
floreciente movimiento estudiantil, pero no atacaron a los estudiantes
mismos, sino a las personas en las que los estudiantes encontraban más
inspiración. Una de ellas era Fang Lizhi. Cuando anunció la expulsión
del profesor Fang Lizhi del PCCh, su relevo de todas las obligaciones
docentes y su traslado a un puesto de investigación, el secretario del co-
mité provincial del PCCh en Anhui atacó con acritud las doctrinas po-
líticas del sancionado:

Fang Lizhi abogaba por la liberalización burguesa, difamaba a los lideres


y funcionarios del partido, negaba los logros del partido durante los últi-
mos decenios y calumniaba el sistema socialista. También sembraba la dis-
cordia entre el partido y los intelectuales, especialmente los intelectuales
jóvenes."

La segunda víctima prominente fue el escritor Liu Binyan, cuya de-


nuncia de Wang Shouxin, el corrupto cuadro de Heilongjiang, en «Per-
sonas o monstruos» había sido tan influyente en 1979. Después de este
ensayo Liu Binyan había escrito otras descripciones de las insensibili-
dades y la corrupción del partido que fueron muy leídas y había acu-
sado a sus miembros conservadores de obstaculizar las reformas y no
acertar a ver el valor que tenía la existencia de una oposición leal. Esta
oposición era esencial para la salud de la nación, concluyó en un in-
cisivo relato titulado «Una segunda clase de lealtad». La expulsión de
Liu Binyan del partido por su presunto exceso de simpatía por el ca-
pitalismo y las ideas burguesas, así como por la «violación de los prin-
cipios y la disciplina del partido», fue especialmente irónica.
Al principio, las purgas de estas figuras populares distrajeron la aten-
ción del hecho de que al secretario general del PCCh, Hu Yaobang, no
se le habla visto en ningún acto público en enero de 1987. Cuando Deng
Xiaoping, a mediados de enero, tomó parte en los ataques generales con-
tra la «liberalización burguesa» resultó obvio que el propio Hu Yao-
bang iba a ser convertido en el chivo expiatorio del malestar. En todo
caso, la franqueza con que Hu Yaobang hablaba de la necesidad de una
reforma rápida y el desprecio casi indisimulado que mostrara ante los ex-
cesos maoístas, habían hecho de él un dirigente polémico. En un ejem-

905
plo muy conocido, Hu Yaobang había dicho a los graduados de la es-
cuela de formación del partido que nunca más volvieran a apoyar la
«tontería izquierdista radical» que representaba preferir «las malas hier-
bas socialistas a las plantas de semillero capitalistas»." El 16 de enero
se anunció en Pekín que Hu Yaobang había «dimitido» de su cargo de
secretario general del PCCh después de hacer "una autocritica de sus
errores en asuntos importantes relacionados con principios políticos».
Aunque se permitió a Hu Yaobang conservar su puesto entre los miem-
bros del Comité Permanente del Politburó, el primer ministro, Zhao
Ziyang, le sustituyó como secretario general en funciones hasta que se
encontrara un sucesor con dedicación plena.
Al cabo de unos días el Gobierno anunció la creación de un nuevo
organismo estatal cuya misión expresa era controlar la totalidad de las
publicaciones y periódicos de la RPCh y supervisar la distribución de
todo lo necesario para imprimir, como la tinta, el pape! y las prensas.
Varios «alborotadores» en ciudades donde se habían producido mani-
festaciones fueron identificados, detenidos y condenados a largas pe-
nas de reclusión por sus «actividades contrarrevolucionarias». A prin-
cipios de febrero el jefe del departamento de propaganda del PCCh -un
ex protegido de Hu Yaobang- fue despedido y reemplazado por el sub-
director de la revista del partido, Bandera Roja, que defendía la línea
dura. Inclinándose ante e! espíritu de la época, el primer ministro, Zhao
Ziyang, aunque seguía llevando los elegantes trajes y corbatas de estilo
occidental que se habían convertido en uno de sus sellos distintivos,
atacó la influencia «perniciosa» de las ideas occidentales y declaró que
las dos tareas principales que China tenía que afrontar eran primero
«incrementar la producción y practicar la economía» y segundo «com-
batir la liberalización burguesa».
En un gesto que demostró lo poco que le interesaban los argumen-
tos de los manifestantes pro democracia, el partido volvió a presentar
la imagen de Lei Feng como modelo. Se lanzó una campaña nacional
para recordar al pueblo chino el espíritu de autosacrificio del sencillo
soldado del EPL. Los forjadores originales de la imagen de Lei Feng,
en tiempos de Lin Biao, habían hecho que el joven dijera de sí mismo:
«Seré un tomillo que nunca se oxida y reluciré en todos los lugares
donde me pongan». En 1987 esta metáfora volvió a circular." Como
dijo el jefe del Departamento Político del EPL a los principales líderes
del PCCh, que se reunieron en marzo de 1987 dentro de su recinto
amurallado de Zhongnanhai con motivo de un «Foro sobre el Espíri-
tu de Lei Peng» al que se dio mucha publicidad:

906
El espíritu de Lei Feng es el espíritu comunista, el espíritu de servir al pue-
blo con entusiasmo, y el espíritu de amar cariñosamente a la patria y al
socialismo, de estudiar laboriosamente, de luchar arduamente, de ser ab-
negado, y de sentir el placer de ayudar a los demás... Es representativo de
la ideología avanzada de la generación joven y se ha convertido en una
parte importantísima del gran espíritu de nuestros tiempos."

Difkilmente podría haber una fonna más clara de decir que los ma-
nifestantes pro democracia no sólo no eran «avanzados», sino que, ade-
más, eran contrarios a las verdaderas necesidades de la nación.

Ampliación de la base
Estos cambios en el poder parecían indicar que los intentos de Deng
Xiaoping de crear un nivel sostenido de cambio rápido se habían vis-
to frenados. Sin embargo, otra hipótesis es que Deng Xiaoping seguía
teniendo una ideología conservadora en lo tocante a la organización del
partido y pensaba que su papel consistía en mediar entre, por un lado,
las fuerzas más prudentes del Pclitburó, que querían mantener una eco-
nomía planificada y regida por principios leninistas que se hicieran cum-
plir con severidad y, por otro lado, los impacientes profetas de la refor-
ma. Para mantener este equilibrio, Deng Xiaoping estaba dispuesto a
sacrificar a su amigo Hu Yaobang, si era necesario; pero eso no quería
decir que no frenaría también a los partidarios de la línea dura si ame-
nazaban la política de apertura a Occidente y la potenciación de la li-
bre empresa dentro de la economía socialista de China. Al parecer, esto
último fue el criterio que siguió Deng Xiaoping durante el verano y el
otoño de 1987.
El foro para estas decisiones críticas sobre la dirección que debía se-
guír la política de la RPCh fue el XIII Congreso del Partido Comunis-
ta Chino, que se celebró en Pekín el 25 de octubre de 1987 (el XII Con-
greso se había celebrado en 1982). La determinación de mantener líneas
abiertas con Occidente se puso de manifiesto cuando los líderes del
partido se mostraron dispuestos a permitir que periodistas occidenta-
les asistieran al congreso por primera vez. Esto fue más que un simple
gesto, ya que centenares de tibetanos se habían rebelado poco antes en
Lhasa para protestar por la presencia china en su país, lo cual había cau-
sado escenas horribles fotografiadas por periodistas occidentales y que
habían circulado por el extranjero, De resultas de ello, el Gobierno chi-

907
no había declarado la ley marcial en Lhasa y ordenó que todos los pe-
riodistas occidentales fueran expulsados del Tíbet. Posteriormente im-
puso un eficaz bloqueo informativo a la región.
Ante los 1936 delegados del partido reunidos en el Gran Salón del
Pueblo en Pekín el 25 de octubre de 1987, Zhao Ziyang insistió en que
era necesario mantener los precios de mercado para todos los artículos
salvo unos cuantos de primera necesidad. Sugirió, además, que el PCCh
debía apartarse poco a poco de la administración del Gobierno y de la
industria, y dejar su liderazgo en manos de funcionarios y administra-
dores profesionales. En una rueda de prensa que tuvo lugar al día si-
guiente, el director de la Oficina de Investigación de la Política Rural
de China anunció que el Gobierno estaba estudiando la posibilidad de
permitir que los campesinos compraran y vendieran derechos sobre la
tierra que trabajaban bajo contrato y también que transmitieran tales
derechos como herencia a sus hijos.
La presencia de periodistas extranjeros en el congreso terminó re-
pentinamente después de sólo dos días, cuando se prohibió a todos los
extranjeros asistir a las sesiones, lo cual fue una señal de la seriedad de
los asuntos que se estaban debatiendo tras el discursa de Zhao Ziyang
y su declaración relativa a la posible venta de los derechos sobre la tierra.
Corrieron por Pekín muchos rumores de que Deng Xiaoping, que ya con-
taba ochenta y tres años de edad, luchaba por hacer que se pusieran
en práctica sus políticas y que accedería a dejar su puesto en el Comité
Central si tenía la seguridad de que dichas políticas iban a seguirse. El
1 de noviembre se anunció la dimisión de Deng Xiaoping del Comité
Central, así como las dimisiones de los dos partidarios de la línea dura
Chen Yun y Peng Zhen, que se habían mostrado prudentes en lo tocante
al ritmo de las reformas, 10 cual pareció confirmar estos rumores. Otros
cuatro miembros importantes del Comité Permanente también dimi-
tieron. Al día siguiente Zhao Ziyang fue elegido formalmente secreta-
rio general del PCCh, que ahora tenía 46 millones de afiliados y que el
nuevo secretario general tendría que recortar y reducir a un número ra-
zonable de miembros más cultos.
Se eligieron cuatro nuevos miembros para que sirviesen con Zhao
Ziyang en el Comité Permanente de! Politburó. Representaban a un
grupo de edad considerablemente más joven que la vieja guardia en re-
tirada, porque, si bien uno de ellos tenía setenta años, los otros tres ron-
daban los sesenta. De los cuatro, Li Peng era e! que estaba mejor tela-
cionado. * Nativo de Sichuan y nacido en 1928, Li Peng contaba sólo

.. Los otros tres eran Yao Yilin, Qiao Shi y Hu Qili. (N. del A.)

908
siete años cuando el Guomindang mató a su padre. Zhou Enlai, que no
tenía hijos, favoreció personalmente al muchacho en Chongqing du-
rante 1939 y más adelante cuidó de él en Yan'an. Terminada la guerra,
Li Peng fue enviado a cursar estudios avanzados de ingeniería energé-
tica en Moscú, donde pasó los últimos años del decenio de 1940 y los
primeros del de 1950. A finales del decenio de 1950 y durante el de 1960,
Li Peng fue preparado con esmero para ejercer el liderazgo por figuras
poderosas de la burocracia de la energía, que le ascendieron sistemáti-
camente hasta que fue nombrado ministro de Energía Eléctrica en 1979
y sirvió como experto en asuntos energéticos dentro del reducido gru-
po gobernante. (Superó la Revolución Cultural sin sufrir daño algu-
no porque a la sazón era el encargado del suministro eléctrico de Pe-
kín.)" Los observadores informados no se extrañaron cuando Zhao
Ziyang nombró a Li Peng primer ministro en funciones a finales de no-
viembre de 1987.
Pero Deng Xiaoping seguía siendo el principal líder de China y
continuaba presidiendo la Comisión de Asuntos Militares, lo que le
permitía ejercer el control último sobre el EPi. Deng Xiaoping tam-
bién dispuso que Yang Shangkun, de ochenta y cuatro años de edad,
fuese nombrado presidente de China. Yang Shangkun estaba relacio-
nado con elementos poderosos en todo el partido y el ejército: su her-
mano era el jefe del departamento de propaganda del EPL Yél mismo
había servido durante años como director de personal del Comité Cen-
tral y como vicepresidente de la Comisión de Asuntos Militares bajo
Deng Xiaoping. Asimismo, al igual que Deng Xiaoping, Yang Shangkun
era nativo de Sichuan y su vida entera encamaba la historia revolucio-
naria del país. Había trabajado en Shanghai como joven organizador
obrero en 1927, y había estudiado en Moscú, amén de ser uno de los
«bolcheviques de vuelta» de 1930 y ascender en las filas del partido en
Yan'an y durante la guerra civil.
Con un respaldo tan poderoso, Zhao Ziyang y Li Peng tenían una
oportunidad excelente de seguir adelante con las reformas de la econo-
mía china. Esta tarea era apremiante, ya que los indicadores económicos
de principios de 1988 no eran alentadores. Los precios continuaban su-
biendo y la producción agrícola de alimentos de primera necesidad des-
cendía una vez más debido a que los campesinos se iban a trabajar en
las fábricas o preferían cultivos comerciales más lucrativos. Fue necesa-
rio reintroducir una medida tan impopular como era el racionamiento
de la carne de cerdo, el azúcar y los huevos.
Después de los debates preliminares sobre los asuntos más apre-
miantes a comienzos de 1988, los nuevos líderes del partido decidie-

909
ron utilizar las sesiones de marzo y abril de la VII Asamblea Popular
Nacional como foro para consolidar los cambios deseados. Estas asam-
bleas habían servido generalmente para aprobar a ciegas las decisiones
predeterminadas del partido; sin embargo, la VII asamblea se convir-
tió en centro de verdaderos debates y consideraciones. El 71 por cien-
to de los 1970 delegados habían sido elegidos poco antes y expresaron
puntos de vista independientes y firmes. En una ruptura total con los
precedentes, en los cuales la unanimidad automática fruto de la vota-
ción a mano alzada había puesto fin a todo debate sobre la política que
debía seguirse, los delegados empezaron ahora a emitir votos negativos.
Esta tendencia la inició una abogada de Hong Kong que asistía como
miembro de la delegación de Guangdong y se quejó de que no podía
votar a cierto grupo de candidatos a comités porque no sabía cómo los
habían seleccionado. Un ex residente en Taiwan que ahora vivía y tra-
bajaba como científico en China también habló claro e instó a los de-
legados a no votar a un candidato de ochenta y nueve años de edad
para que presidiese un comité. «Es demasiado viejo y se le debería dar
más tiempo para descansar», dijo el delegado; después de una pausa
ocasionada por la sorpresa, los demás delegados prorrumpieron en una
salva de aplausos." Alentados por estos ejemplos, más delegados em-
pezaron a decir lo que pensaban y a emitir votos negativos sobre otros
delegados: hasta doscientos en el caso del candidato a la vicepresidencia
Wang Zhen, que había sido uno de los críticos más duros de las mani-
festaciones de estudiantes del año anterior.
Otra novedad fue que la televisión nacional china mostró partes de
la asamblea, con lo cual creó cierta sensación de participación y permi-
tió a los espectadores ver que era posible un debate animado. Se auto-
rizó la asistencia de periodistas extranjeros a todas las sesiones princi-
pales (en vez de invitarles primero y negarles la entrada después, como
había ocurrido en el congreso del partido del año anterior) y hubo fre-
cuentes ruedas de prensa y debates públicos.
Los asuntos más importantes que se trataron en la VII asamblea fue-
ron los que presentó Li Peng y, aunque a veces se protegía matizando
sus afirmaciones y recomendando prudencia, parecían expresar la apro-
bación decidida de las ideas principales que guiaban la carrera acelera-
da hacia las Cuatro Modernizaciones en contraposición al ritmo más
lento que deseaban muchos de los miembros de rango superior del par-
tido. La más radical por sus consecuencias implícitas fue la decisión de
dar en lo sucesivo protección constitucional a la libertad de las perso-
nas de comprar y vender sus derechos sobre el uso de la tierra o sus par-
ticipaciones en empresas. (Desde 1985 tales derechos podían heredarse

910
en e! caso de que falleciera el titular de! contrato, pero ahora los tras-
pasos serían mucho más flexibles.) También de gran importancia poten-
cial fue la determinación de Li Peng de que la vivienda fuese un pro-
ducto de mercado que se vendiera y comprara libremente como los
productos agrícolas en los mercados libres o la producción industrial
de las nuevas empresas urbanas. Li Peng sugirió, a este respecto, que la
vivienda se tratara como «los frigoríficos o las bicicletas», pero este pa-
ralelismo quitaba importancia a lo que realmente proponía. China
padecía una escasez terrible de viviendas decentes y obtener una bue-
na vivienda era una indicación clave de poder y estatus. Si la vivienda
salía ahora libremente al mercado, crearía grandes presiones sobre el
sistema de patronazgo del partido y también consolidaría las incipien-
tes desigualdades económicas tanto en la ciudad como en el campo.
Igual importancia, si llegaban a ponerse en práctica por completo,
revestían los planes de reestructuración de la burocracia que presentó a
la asamblea otro miembro del Politburó. Estos planes, que se basaban en
ideas formuladas por Zhao Ziyang, pedían una reducción del veinte-
por ciento de todo el personal burocrático, lo cual se lograría principal-
mente poniendo fin al control definitivo de las empresas por parte de
departamentos del Gobierno y haciendo a las empresas mismas respon-
sables tanto de la administración como de los beneficios. Estas reduc-
ciones privarían a millones de chinos de las influencias y los beneficios
extras de los que habían gozado hasta ahora, en muchos casos durante
decenios. Se abolirían cuatro ministerios centrales encargados de dirigir
el corazón de los sistemas de energía y de transporte -los responsables
de los ferrocarriles, el petróleo, el carbón y la energía nuclear- y su lu-
gar lo ocuparían empresas con sus propias gerencias independientes. La
burocracia racionalizada pasaría entonces a ser, según este plan visiona-
rio, una verdadera administración civil cuyo personal sería elegido por
sus méritos en lugar de por su servicio al partido.
En dos de estos ministerios ya se había empezado a llevar a cabo
cambios institucionales. Como hemos visto, se estaban haciendo expe-
rimentos para reorganizar la producción de carbón y en la industria del
petróleo las compañías chinas se hallaban embarcadas en grandes em-
presas conjuntas con compañías japonesas, británicas y estadouniden-
ses. Pero el problema de cómo un organismo civil independiente po-
día llevar la recién formada industria nuclear china, en un mundo que
justo en aquel momento empezaba a asumir las consecuencias implí-
citas de los accidentes nucleares de Chernobil y Three Mile Island, re-
vestía una complejidad desmesurada. De modo parecido, la inmensa
escala de la red ferroviaria de China, que había registrado una expan-

911
sión enorme desde 1949, hacía que la idea de someterla a la gestión
empresarial resultara problemática. Sin embargo, la necesidad de una re-
forma del sistema ferroviario se vio realzada por la noticia -dada a co-
nocer cuando la VII Asamblea Popular Nacional aún se hallaba reuni-
da- de que 290 personas habían sido detenidas como consecuencia de
una gigantesca operación de reventa de billetes de tren en Shanghai. Los
implicados compraban bloques de billetes y luego los vendían a pasa-
jeros desesperados por un precio hasta seis veces superior al nominal.
El EPL sufría los efectos de sus propios cambios institucionales.
A mediados del decenio de 198D se había trazado un plan para des-
movilizar a casi una cuarta parte de los 4,2 millones de miembros de
las fuerzas armadas. Cuarenta y siete mil oficiales de edad avanzada ha-
bían sido obligados a retirarse. Los últimos vestigios del igualitarismo
de Lin Biao se habían esfumado cuando se restauraron las insignias para
todas las graduaciones. Con el fin de alentar al ejército a desempeñar
un papel innovador en la producción de armamento y sistemas de lan-
zamiento, el Gobierno chino autorizó al EPL a vender armas en todo
el mundo y a quedarse para su uso propio con una gran proporción de
las divisas extranjeras que obtuviera así. Los frutos de esta política pu-
dieron verse cuando a comienzos de 1988 tanto Irán como Irak, aso-
lados por casi diez años de guerra, empezaron a emplear en sus bombar-
deos misiles «gusano de seda», unos artefactos de corto alcance dirigidos
por ordenador y fabricados en China u obtenidos a través de interme-
diarios. Entre 1984 y 1987 China había firmado contratos de venta de
armas por valor de 2500 millones de dólares con Irán y 1500 millones
de dólares con Irak. En el verano de 1988 los chinos estudiaron la po-
sibilidad de vender a Siria un misil M-9 con un alcance de más de seis-
cientos kilómetros y capaz de lanzar ojivas químicas. Libia, según decían,
estaba negociando para obtener el mismo misil y había invertido gran-
des sumas en una fábrica de seda china en Zhejiang para demostrar sus
buenas intenciones. China también vendió misiles balísticos a Arabia
Saudí.>1- En un mundo en que los cohetes Exocet franceses lanzados por
los argentinos casi aniquilan la flota británica en las islas Malvinas y los

'" También se estaban encontrando aplicaciones imaginativas de los ordenadores


en muchos campos ajenos a los programas militares y espaciales de China. En la uni-
versidad de la nueva zona económica de Shenzhen, por ejemplo, el departamento de
literatura china se habla combinado con el de informática para crear un programa
de recuperación de palabras que abarcaba la totalidad de El JUáío delpabeiMn rojo, la
novela que Cae Xueqin escribió en el siglo XVIII, con el fin de que los interesados en
la sensibilidad de los Qing pudieran localizar en pocos segundos cualquier grupo de
palabras o asociación de imágenes que escogieran. (N. del A.)

912
fondos del «Irangate» fueron filtrados mediante compañías fantasmas es-
tadounidenses a la contra nicaragüense, los chinos demostraron a Occi-
dente que también ellos habían llegado a comprender este aspecto en par-
ticular de la vida y el comercio internacionales.
No estaba claro cómo estos cambios y propuestas institucionales
abordarían la inflación en China, que fue del veinte por ciento o más
en las ciudades durante el primer trimestre de 1988. Pero el compro-
miso permanente con la creación de zonas empresariales independien-
tes fue reafirmado por la última medida de la VII Asamblea, que se
tornó después de aprobarse todas las propuestas de reforma constitu-
cional, económica e institucional que presentaron Li Peng y otros.
A consecuencia de esta votación final, la isla de Hainan dejaría de per-
tenecer a la jurisdicción de Guangdong y pasaría a ser una provincia
aparte. Como tal, la isla gozaría de mucha autonomía para potenciar
las inversiones extranjeras, ampliar la industria turística y permitir el
movimiento prácticamente libre de mercancías y servicios. Ni siquiera
se exigiría visado a los extranjeros que la visitasen. Esta decisión -atre-
vida en vista de los notorios escándalos de las importaciones revelados
un año antes- podría interpretarse como un globo sonda para adquirir
experiencia que luego se emplearía en Hong Kong o como un experi-
mento de creación de estructuras administrativas y económicas inde-
pendientes que a largo plazo pudieran aumentar el atractivo de China
para Taiwan. Si daba buenos resultados, el modelo se adoptaría tam-
bién en ciudades importantes de China.
El asunto de Taiwan había adquirido aún más importancia con la
muerte del hijo de Chiang Kai-shek, Chiang Ching-kuo, presidente de
Taiwan desde 1978,a comienzos de 1988, poco antes de reunirse la asam-
blea, lo cual había cambiado el tenor de las relaciones entre la isla y la
RPCh. Durante los últimos años de su presidencia, Chiang Ching-kuo
había llevado a cabo reformas democráticas de considerable enverga-
dura. Gran parte del Gobierno del país estaba ahora en manos de los
propios taiwaneses. El vicepresidente de Chiang Ching-kuo que, de
acuerdo con la constitución, se hizo cargo de la presidencia, era un na-
tivo de la isla llamado Lee Teng-hui. Nacido en 1923 en una familia
rural dedicada al cultivo de arroz y de té, Lee Teng-hui creció bajo la
ocupación japonesa de Taiwan y cursó estudios universitarios en japón
antes de regresar para estudiar economía agrícola en Taipei. Posterior-
mente se matriculó en programas para licenciados en Estados Unidos
y se licenció en filosofia y letras por la Iowa State University y se doc-
toró en filosofla por Cornell.
Tras tomar posesión de su cargo, el presidente Lee Teng-hui conti-

913
nuó la retórica de Chiang Ching-kuo sobre la existencia de una sola
China y dejó claro que no simpatizaba con las políticas antichinas del
movimiento independentista de Taiwan. Pocos meses después de subir
al poder, se levantaron todas las restricciones que impedían a los taiwa-
neses visitar a sus parientes en la RPCh. El resultado fue una asombro-
sa avalancha de visitantes taiwaneses en la RPCh que en mayo de 1988
ya se cifraba en diez mil personas al mes. Empresas taiwanesas que du-
rante años habían comerciado de manera subrepticia con la RPCh por
medio de agentes o filiales en Hong Kong empezaron a trasladar abier-
tamente la producción a China para aprovechar los incentivos fiscales
en las zonas económicas especiales y tasas salariales que en algunos ca-
sos eran sólo una décima parte de las que pagaban a sus trabajadores
en Taiwan.
No obstante, esta expansión de los contactos puso de relieve las in-
mensas disparidades entre las dos sociedades, más que su patrimonio co-
mún, y parecía haber pocas probabilidades de una reunificación rápida,
aunque consistiera en una variante del modelo de Hong Kong. En julio
de 1988 Lee Teng-hui fue elegido presidente del Guomindang de Taiwan,
lo cual fortaleció en gran medida su base de poder y prometió formar
una unión todavía más próspera con los taiwaneses y los refugiados chi-
nos que habían llegado con sus familias a la isla después de 1949. Tai-
wan, que en 1972 y 1979 había parecido casi un títere de los rectores
de la política estadounidense, era ahora un actor totalmente indepen-
diente y capaz en la escena internacional. Antes de que Taiwan creara
vínculos políticos más estrechos con la China continental, la RPCh de-
bería probar por medio de su actuación que verdaderamente podía al-
canzar un nivel sostenido de crecimiento y desarrollo económicos.

Tensiones sociales

Aunque en China continuó la represión contra los que hablaban de


democracia o los que eran supuestamente presa de valores «burgueses-
liberales", parecía de todas maneras que millones de personas se bene-
ficiaban de las reformas y se volvían descaradamente materialistas.
Como decía un desenfadado lema popular, burlándose de la anterior
inclinación maoísta a numerar las categorías de comportamiento pollti-
ca, lo que se necesitaba en China si eras hombre hoy día eran los «Tres
Altos» y los «Ocho Grandes»; los «Cuatro Imprescindibles» ya no eran
suficientes. Los «Cuatro Imprescindibles» que habían fijado el límite

914
extremo de los anhelos materialistas bajo el maoísmo habían sido una
bicicleta, una radio, un reloj de pulsera y una máquina de coser. En el
mundo nuevo de Deng Xiaoping fueron sustituidos por los «Ocho Gran-
des»: un televisor en color, un frigorífico, un equipo estereofónico, una
cámara fotográfica, una moto, unos muebles, una lavadora y un venti-
lador eléctrico. En cuanto a los «Tres Altos», eran lo que necesitaba un
hombre para encontrar esposa: un salario alto, una educación superior
y una estatura de más de metro sesenta y siete.
A principios de 1988 los medios de comunicación chinos y extran-
jeros hicieron hincapié en esta actitud optimista ensalzando a empresa-
rios individuales que triunfaban gracias a la nueva flexibilidad, ya fuera
privatizando industrias estatales que antes estaban en quiebra y dirigién-
dolas eficientemente o mecanizando la producción agrícola y aplicando
métodos científicos al cultivo de la tierra que habían obtenido por con-
trato del Estado. Pero a finales de 1988 y comienzos de 1989 se vio cla-
ramente que estos ejemplos alentadores de iniciativa empresarial se daban
en un contexto económico y burocrático que sufría grandes tensiones
y problemas. Vistos de forma acumulativa, estos problemas mostraban
10 dificil que era para China frenar las nuevas fuerzas que las decisio-
nes de Deng Xiaoping y sus aliados habían puesto en movimiento. En-
tre las dificultades de las que empezó a hablar el Gobierno en el pleno
del Comité Central a finales de 1988 y en la Asamblea Popular Nacio-
nal de principios de 1989, y de los que informó extensamente la pren-
sa china, siete parecían primordiales: la inflación, la baja producción
de cereales, la agitación laboral, la corrupción, los movimientos desorde-
nados de población, el rápido crecimiento demográfico y el analfabe-
tismo.
Los ingresos que ahora percibían los chinos que se beneficiaban de
las Cuatro Modernizaciones y de la nueva liberalización económica ha-
bían dado origen a una demanda insaciable de artículos de consumo y
de nuevas viviendas y formación de capital. Durante un tiempo este ni-
vel de demanda creó a su vez más oportunidades de empleo y mayores
opciones para los trabajadores y los campesinos; pero de manera simul-
tánea hizo que la inflación, que había sido de alrededor del veinte por
ciento a principios de 1988, subiera hasta el 26 por ciento o más en las
zonas urbanas a finales de año. Los niveles de vida de muchas perso-
nas descendieron en las ciudades y las reducciones en los proyectos de
inversión que ordenó el Gobierno dejaron sin trabajo a mucha gente. La
avalancha de compras motivada por el pánico y el acaparamiento afec-
taron a gran variedad de productos, desde los cereales y los aceites co-
mestibles hasta el dentífrico y el jabón.

915
El acaparamiento agravó los problemas causados por el descenso
de la producción de cereales en 1988. Las razones de este descenso fue-
ron muchas. Los precios de compra que pagaba el Estado por los ce-
reales, aunque el Gobierno los subió para responder al malestar de los
campesinos, seguían siendo bajos, lo cual era poco realista, en compa-
ración con los que se pagaban en el mercado libre y los beneficios que
pedían obtenerse de cultivos comerciales como la caña de azúcar y el
tabaco (cuya producción creció espectacularmente en el mismo perio-
do). El Gobierno andaba tan escaso de efectivo que empezó a pagar a
los campesinos con vales o pagarés a cambio de sus cupos de compra
obligatorios; sin embargo, los campesinos no estaban autorizados a usar
estos pagarés para obtener combustible y alimentos esenciales, y el re-
sultado fue un gran malestar. La cantidad de tierra cultivable disponi-
ble continuó disminuyendo debido a que la tierra se destinaba a otros
usos: el ochenta por ciento de todas las empresas nuevas, por ejemplo,
se hallaba situado en zonas rurales. Los campesinos mismos comenza-
ron a acumular sus propios cereales cuando vieron que el excedente de
cereales que vendían a los gobiernos municipales se revendía con un
margen de beneficios superior en dos veces y media o más.
El malestar entre los trabajadores surgió en parte de la inflación ur-
bana y en parte de las duras condiciones de trabajo que impuso la nue-
va generación de gestores empresariales. Éstos, de hecho, colaboraban
estrechamente con la burocracia local del partido en la mayoría de
los casos y continuaban dependiendo de los jefes políticos locales
para obtener contratos lucrativos, acceso a materias primas, transpor-
te de mercancías y tipos impositivos favorables que incrementaban los
beneficios de las inversiones. Cuando los salarios comenzaron a que-
dar desfasados y hubo despidos de trabajadores, muchos empezaron a
declararse en huelga. Aunque su escala no era equiparable a la de la era
republicana, la magnitud de algunas de las huelgas de 1988 fue consi-
derable: 1500 obreros de una fábrica textil de Zhejiang, por ejemplo,
abandonaron el trabajo durante dos días; 1100 obreros de una fábrica
de instrumental médico hicieron 10 mismo durante tres meses.
Los chanchullos y la corrupción entre miembros del PCCh -muchos
de los cuales eran colaboradores de gestores locales- siguieron aumen-
tando. Cifras correspondientes a 1987 que se dieron a conocer en 1988
indicaban que ciento cincuenta mil miembros del PCCh -de un nú-
mero desconocido de investigados o acusados- habían sido castigados
por corrupción o por abuso de autoridad. Más de veinticinco mil de
ellos habían sido expulsados del partido. En el mismo año, la mitad
de todas las empresas había recurrido a diversas maneras de evitar el

916
pago de impuestos, como había hecho también el ochenta por cien-
to de los empresarios. En las zonas rurales, la producción agrícola su-
frió además los efectos de la venta autorizada de insecticidas, fertili-
zantes químicos y semillas de calidad inferior. El Gobierno ordenó que
en lo sucesivo cada miembro del PCCh tendría que someterse a una
revisión anual de honradez y lealtad al partido.
Las migraciones internas de trabajadores con dedicación parcial y
de población urbana y rural desafecta o sin empleo eran también in-
controlables, según se decía. Cifras provisionales del Gobierno indu-
cían a pensar que cada año ocho millones de chinos se trasladaban a
las zonas urbanas y que cuatrocientos millones residían ahora en las
365 ciudades más grandes del país, lo cual significaba otro claro incre-
mento de la despoblación del campo que mostrara el censo de 1982.
Según los informes, treinta mil trabajadores emigrantes de diversas cla-
ses pasaban diariamente por las estaciones de ferrocarril de Sichuan; se
decía que la «población flotante" de trabajadores en paro o despedidos
era de 1,8 millones en Shanghai y más de 1,1 millones tanto en Pekín
como en Cantón. Estas migraciones enormes eran ellas mismas sólo
parte de un problema mayor, ya que los cambios en el uso de la tierra
y los métodos de producción en las zonas rurales, sumados a las me-
didas de austeridad del Gobierno y la congelación de nuevos proyec-
tos de formación de capital, habían hecho que 180 millones de trabaja-
dores agrícolas «quedaran cesantes»; se calculaba que otros doscientos
millones se encontrarían en la misma situación dificil durante el dece-
nio siguiente.
Las cifras totales de crecimiento demográfico sirvieron de poco con-
suelo a los planificadores del Gobierno. Teniendo en cuenta el tamaño
y la juventud de la población china en edad fértil, la oficina pertinente
del Estado calculó que durante los siguientes ocho años, como mínimo,
habría veinte millones de nacimientos cada año. En aquel momento la
tasa de natalidad urbana por mil era de 14,3 y la rural, de 24,94, 10 cual
significaba que la población china llegaría inevitablemente a los 1300 mi-
llones de personas antes del año 2000. Hacer que se cumpliera la polí-
tica de un hijo por familia resultaba dificil: e132,33 por ciento de todos
los nacimientos eran de segundos hijos y e114,95 por ciento, de terce-
ros hijos. Aunque China ya importaba muchos más cereales de los de-
bidos en vista de su déficit comercial de 3000 millones de dólares, el
consumo anual per cápita de cereales descendía de manera ininterrum-
pida: 40 kilos menos (de 400 a 360) entre 1984 y 1988. Asimismo, pro-
bablemente gran parte de esta población creciente no recibiría una edu-
cación tan buena como la de las generaciones anteriores en la RPCh.

917
Doscientos treinta millones de chinos (el 95 por ciento rurales y el se-
tenta por ciento de ellos mujeres) fueron calificados de «analfabetos»
por la Oficina de Estadística del Estado; la Comisión de Educación del
Estado observó una resistencia cada vez mayor incluso a la educación
primaria universal entre padres y patronos que buscaban mano de obra
infantil barata para sus granjas y empresas. Más de siete millones de ni-
ños abandonaron los estudios en 1988: esta cifra incluía casi el siete por
ciento de los cuarenta millones de estudiantes de las escuelas medias y
el 3,3 por ciento de todos los de las escuelas primarias."
Por si todos estos problemas internos no hicieran que los planes del
Gobierno para transformar China pareciesen inextricablemente atasca-
dos, las noticias que llegaban del extranjero no eran mucho mejores. Aun-
que las inversiones extranjeras en la RPCh alcanzaron un total de alre-
dedor de 5200 millones de dólares en 1988, y aunque se firmaron unos
seis mil contratos para la creación de empresas conjuntas de diversas
clases, esto no fue, ni con mucho, lo que habían esperado los chinos.
Las exportaciones de China se cifraron en 47.000 millones de dólares
en 1988, pero el valor total de las importaciones fue de 54.000 millo-
nes de dólares. En la clasificación mundial de exportadores China ocu-
paba el decimosexto puesto, mientras que Hong Kong se hallaba en el
undécimo y Taiwan, en el duodécimo. En muchos casos las cifras ofi-
ciales correspondientes a las inversiones extranjeras en China resultaban
muy infladas cuando se examinaban minuciosamente. Varias de las em-
presas conjuntas más publicitadas -tales como la American Motors and
Beijing Jeep- se encontraban inmersas en crisis graves, con niveles de
producción bajos, demoras y evasivas por parte de los gestores chinos
(además de la intransigencia y las expectativas poco realistas de los es-
tadounidenses) y una hostilidad hosca entre los trabajadores de fábri-
cas y talleres. Las perforaciones en busca de petróleo que hicieran em-
presas conjuntas ante la costa del sudeste no habían dado por resultado
los descubrimientos inmensos que se habían esperado con confianza
unos años antes. Y las zonas económicas especiales mismas a menudo
estaban mal administradas y plagadas de corrupción. Eran tantas las em-
presas de estas zonas dirigidas por hijos o parientes de los políticos más
importantes del partido que los chinos ajenos a este círculo de elegidos
empezaron a hablar sin disimulo y con resentimiento de una «cama-
rilla de herederos forzosos» y de da camarilla de los príncipes». Para
muchos jóvenes chinos educados y desilusionados las influencias y el
guanxi parecían ser la única manera de progresar en la sociedad. En con-
secuencia, se sentían amenazados por las nuevas «libertades» que les
ofrecían para buscarse empleo, porque sin estar bien relacionado no se

918
encontraban puestos de trabajo lucrativos. La desilusión se agravó por-
que la persistente reducción de gastos por parte del Gobierno había de-
jado en tan mal estado las instalaciones de muchos colegios universi-
tarios y universidades, así como los dormitorios y los comedores, que
tanto los estudiantes como los profesores se quejaban de que era im-
posible trabajar eficazmente en semejantes condiciones. El sueño de re-
formar la economía china y modernizar toda la nación parecía estar de-
sintegrándose a la vista del pueblo.

El punto límite
El año 1989 prometía ser un año de aniversarios de importancia es-
pecial para China: iban a cumplirse doscientos años de la Revolución
francesa, setenta del Movimiento del 4 de Mayo, cuarenta de la propia
República Popular y habrían pasado diez años desde el restablecimien-
to de relaciones diplomáticas formales con Estados Unidos. Varios de
los científicos y escritores más prominentes de China -entre ellos Fang
Lizhi, que había sido expulsado del partido, y el poeta Bei Dao- en-
viaron cartas a Deng Xiaoping y otros líderes en las que les pedían que
aprovechasen este momento oportuno para tomar medidas que pusie-
ran de relieve la flexibilidad y el carácter abierto de la política china.
Instaron a conceder la amnistía a Wei Jingsheng, que llevaba ya diez
años en la cárcel por su papel en el movimiento del Muro de la De-
mocracia en 1978, así como a otros que estaban en la cárcel sólo por
sus ideas políticas disidentes. También pidieron al Gobierno que otor-
gara los derechos de libertad de expresión que permitirían el tipo de
intercambio intelectual animado que se consideraba esencial para ha-
cer verdaderos progresos científicos y económicos, y que destinase más
dinero a la educación por el bien de todo el país. Varios delegados de
la Asamblea Popular Nacional indicaron que una «democracia socialis-
ta» prometía ser una solución si lograba combinar «la democratización
política, social y cultural» con la reforma económica que a la sazón era
objeto de debate. Otros intelectuales aconsejaron que se recuperara el
tipo de pragmatismo que había parecido hallarse implícito en el fa-
moso comentario de Deng Xiaoping a finales de los años setenta: «No
importa si el gato es negro o blanco: mientras cace ratones es un buen
gato». Otros fueron más lejos, como el ex director del Instituto de
Marxismo, Leninismo y Pensamiento de Mao Zedong, Su Shaozhi, que
apuntó que el divorcio entre la teoría y la práctica era ahora una «en-

919
fermedad crónica» en China. Haciéndose eco de Hu Yaobang, el secre-
tario general del partido caldo en desgracia, señaló que el marxismo en
China parecía paralizado por «dogmas anquilosados». Sin duda una re-
forma auténtica podría dar nuevo ímpetu al marxismo y al mismo tiem-
po rechazar totalmente «los prejuicios ideológicos y el burocratismo»,
toda «autocracia cultural».
Voces así eran una reafirmación de lo que las masas de estudiantes
de Hefei habían pedido en 1986 y de lo que el mismo Wei jingsheng ha-
bía tenido la osadía de sugerir en 1978 y 1979: sin abandonar el espíri-
tu del marxismo envió.aún había espacio para el crecimiento y el cambio
creativos. Ni Deng Xiaoping ni Li Peng ni Zhao Ziyang respondieron
públicamente a estas diversas propuestas y dejaron la tarea a sus subor-
dinados, cuya respuesta fue rotundamente negativa. Señalaron que es-
tas peticiones y críticas «incitaban» al público y eran intentos de ejercer
«presión» sobre el Gobierno. Como en China no había presos políti-
cos, la petición de «poner en libertad" a Wei jingsheng y otros no tenía
ningún sentido.
En este ambiente agitado, e! 15 de abril de 1989, Hu Yaobang mu-
rió súbitamente de un ataque al corazón. El batallador veterano de la
Larga Marcha y líder de la Liga de la Juventud Comunista había sido
secretario general del PCCh, seleccionado cuidadosamente bajo Deng
Xiaoping hasta que hicieron de él un chivo expiatorio por permitir que
se propagaran las manifestaciones de estudiantes en 1986·1987. En el
momento de ser expulsado de sus puestos en el partido en 1987 el Co-
mité Central le había obligado a hacer una humillante «autocritica»: la
naturaleza de esta caída en desgracia y la manera en que Deng Xiaoping
la había justificado o incluso alentado habían dejado a los chinos mal
sabor de boca. Tan pronto como se dio a conocer la muerte de Hu
Yaobang, los estudiantes de Pekín vieron en ella un medio de presionar
al Gobierno para que actuase más vigorosamente en las reformas eco-
nómicas y democráticas. Fue Deng Xiaoping, después de todo, quien
en 1978 había «revocado los veredictos" sobre las manifestaciones de la
plaza de Tiananmen en 1976 en homenaje al difunto Zhou Enlai, con
lo que había reconocido abiertamente la legitimidad de semejantes ac-
tos. Organizando una manifestación a favor de Hu Yaobang y exigien-
do, además, que se revocaran los veredictos contra él, los estudiantes se
asegurarían de que todas las cuestiones relacionadas con las protestas pro
democracia de 1986-1987 y quizá también de! Muro de la Democracia
en 1978-1979 volvieran a estar en primera línea de la atención del país.
Parece ser que esta idea tuvo su origen en los estudiantes del de-
partamento de historia del partido de la Universidad Popular de Pekín.

920
Muchos de ellos estaban afiliados al partido, eran hijos de altos cuadros
comunistas y cabía esperar que pronto empezaran a forjarse una carrera
en la burocracia del partido o en las nuevas empresas económicas. Sabían
cómo ejercer presión política y cómo mantenerla. Miles de estudiantes
de las otras universidades de Pekín, incluida la que llevaba el nombre de
la ciudad, se unieron a ellos en una concentración que tuvo lugar en la
plaza de Tiananmen el 17 de abril. Su propósito era llorar la muerte
de Hu Yaobang y pedir que se pusiera fin a la corrupción y al nepo-
tismo en el Gobierno, que hubiera mayor participación democrática
en la toma de decisiones y que se mejorasen las condiciones en las uni-
versidades. En muchos lugares aparecieron carteles -prohibidos por el
partido desde 1980- que alababan sin disimulo a Hu Yaobang y su apo-
yo al liberalismo y a la reforma política y económica. Cuando termi-
naban las clases y cerraban las bibliotecas, grupos de jóvenes excitados
se juntaban espontáneamente y compartían sus sentimientos; de es-
tos encuentros surgieron asociaciones estudiantiles nuevas y autónomas.
Los estudiantes de Shanghai y otras ciudades siguieron el ejemplo e hi-
cieron suyas las mismas reivindicaciones. El 18 de abril los estudiantes
protagonizaron una sentada cerca del Gran Salón del Pueblo en la plaza
de Tiananmen; por la noche, con una osadía nunca vista en la RPCh,
organizaron sentadas en la sede central del partido y enfrente de las re-
sidencias de los líderes más importantes del mismo en el recinto de
Zhongnanhai, al borde de la Ciudad Prohibida. El Gobierno designó
el 22 de abril como día oficial para las ceremonias fúnebres en honor de
Hu Yaobang; se prohibieron las manifestaciones y se trazaron planes
para acordonar toda la plaza de Tiananmen. Pero gracias a una prepara-
ción inteligente y una coordinación inspirada, los estudiantes de Pekín
entraron en la plaza antes de que la policfa tomara posiciones y cele-
braron una nutrida y pacifica manifestación. En un gesto ritualista pero
sincero que recordaba la época de los Qjng, varios estudiantes se arrodi-
llaron en los escalones del Gran Salón y suplicaron al primer ministro,
Li Peng, que saliera a hablar con ellos. Li Peng se negó. El 24 de abril
los estudiantes empezaron un boicot en masa de las clases en un in-
tento de presionar al Gobierno para que escuchasen sus peticiones.
Hasta ese momento parecían posibles muchas soluciones interme-
dias, aun cuando los estudiantes fueran más allá de los intentos de 1976,
1978 o 1986. Los estudiantes creían que Zhao Ziyang estaría dispuesto
a dialogar sobre los cambios, al igual que muchos de sus principales co-
laboradores, y que en su calidad de secretario general del PCCh segu-
ramente podría instar al partido a seguir la misma dirección. Puede que
Zhao Ziyang, por su parte, viera las manifestaciones estudiantiles como

921
una fuerza política en potencia que podía ayudarle a consolidar su pro-
pia base en el partido y permitirle arrinconar a Li Peng y tal vez inclu-
so al propio Deng Xiaoping. (En 1978 Deng Xiaoping había utilizado
con éxito las protestas del Muro de la Democracia para fortalecer su
posición contra Hua Guofeng.) Pero a finales de abril los estudiantes
y sus seguidores quedaron atónitos cuando un contundente artículo de
fondo del Diario delPueblo se refirió a su movimiento con las palabras
"conspiración planeada», lo cual daba a entender claramente que los
participantes en las manifestaciones y demás actos podían ser deteni-
dos y procesados. Zhao Ziyang se encontraba en aquel momento de vi-
sita oficial en Corea del Norte y es obvio que el artículo de fondo del
Diario del Pueblo representaba las opiniones de un grupo más duro
de líderes del partido, quizá del primer ministro, Li Peng, o del propio
Deng Xiaoping.
En vez de sentirse intimidados, los estudiantes reaccionaron con ira
y una actitud de desafio. Se unieron ahora a ellos muchos de sus maes-
tros, docenas de periodistas y ciudadanos de Pekín. La participación en
las concentraciones creció al tiempo que aumentaba la audacia de las
peticiones de reformas y libertades democráticas. Los' líderes del Go-
bierno parecían estar paralizados, dado que recurrir a la fuerza en el
aniversario de las manifestaciones del 4 de Mayo recordaría inmediata-
mente la época de los señores de la guerra. El 4 de mayo llegó y trans-
currió pacíficamente, aunque más de cien mil personas marcharon por
las calles de Pekín, cifra que empequeñeció las manifestaciones estu-
diantiles de 1919. Hubo concentraciones y desfiles parecidos en ciu-
dades de toda China, pero Pekín continuó siendo el centro de aten-
ción de los medios de comunicación mundiales, no sólo debido a las
manifestaciones, sino también porque se esperaba la llegada a Pekín del
secretario general del Partido Comunista Soviético, Mijail Corbachov,
a mediados de mayo para celebrar una reunión crucial en la cumbre con
Deng Xiaoping que se había planeado mucho tiempo antes. Se conta-
ba con que el encuentro señalara el final de la ruptura entre la Unión
Soviética y China que había durado cincuenta y tres años, desde que
jruschov horrorizara a Mao con su "discurso secreto», en el que atacó
la memoria de Stalin.
Gorbachov fue recibido con entusiasmo por los manifestantes de
Pekín, entre otras razones porque sus propios intentos de introducir una
serie de nuevas libertades políticas e intelectuales en la Unión Soviéti-
ca podían contrastarse claramente con la obvia resistencia de los líderes
chinos a efectuar cambios de la misma índole. Pero la importancia de
la visita de Gorbachov y la luz favorable que hubiera podido proyectar

922
sobre Deng Xiaoping se vieron eclipsadas porque los manifestantes es-
tudiantiles adoptaron una nueva técnica pata hacer hincapié en sus pe-
ticiones de reformas: la huelga de hambre. La plaza de Tiananmen se
convirtió en un vasto campamento cuando cerca de tres mil estudiantes
en huelga de hambre se instalaron en tiendas improvisadas, rodeados
por decenas de miles de compañeros de clase, ciudadanos de Pekín, así
como turistas y espectadores curiosos. Una cuadrilla de motoristas vo-
luntarios que se hacían llamar con orgullo los Tigres Voladores infor-
maba de las últimas novedades a los estudiantes de todo Pekín. El Go-
bierno chino tuvo que cancelar o cambiar ceremonias que se habían
previsto en honor de Gorbachov y mientras las cámaras de televisión
transmitían la escena a todo el mundo, las ambulancias entraban y
salían a toda velocidad de la plaza para atender a los estudiantes en huel-
ga de hambre, que estaban tan gravemente debilitados por el ayuno
que cabía la probabilidad de que muriesen.
Nunca se había visto nada parecido en China, porque las concen-
traciones igualmente numerosas habidas durante la Revolución Cultu-
ral habían sido orquestadas por el Estado para rendir homenaje a Mao
Zedong como líder supremo del partido y el pueblo. Ahora, aunque
Zhao Ziyang seguía tratando de poner sordina al conflicto y dio a en-
tender que el Diario del Pueblo había condenado a los estudiantes con
demasiada dureza, los manifestantes empezaron a pedir abiertamente
la dimisión de Deng Xiaoping y ti Peng. Bulliciosos y enfurecidos, a
veces salmodiando y bailando, otras veces inmersos en debates poli-
ticos o durmiendo a causa del agotamiento, los estudiantes y sus parti-
darios eran a la vez un potente desafio polftico a su Gobierno y un es-
pectáculo que en ningún momento dejaba de fascinar al resto de China
y al mundo, Es cierto que Li Peng invitó a los dirigentes de la huelga
de hambre a entrevistarse con él, pero la entrevista fue mal. ti Peng en-
contró a los estudiantes groseros e incoherentes, mientras que éstos le
encontraron arrogante y distante. El 17 de mayo y de nuevo al día si-
guiente el número de manifestantes en la plaza de Tiananmen y sus ale-
daños superó el millón. Amordazados hasta ahora por los controles del
Gobierno, periodistas y directores de periódico y noticiarios televisivos
abandonaron toda reserva y empezaron a informar de las protestas tan
honrada y exhaustivamente como podían. El 19 de mayo el secretario
general, Zhao 2iyang, que. parecía al borde de las lágrimas, visitó a los
que estaban en huelga de hambre y les instó a poner fin al ayuno. ti Peng
también habló brevemente con los huelguistas, pero sin formular nin-
gún ruego o promesa. El 20 de mayo, sin comentario público alguno de
Zhao Ziyang, el primer ministro, Li Peng, y el presidente de China, Yang

923
Shangkun, proclamaron la ley marcial y ordenaron que unidades del
Ejército Popular de Liberación se trasladaran a Pekín para despejar la
plaza y restaurar el orden en la ciudad.
Pero durante dos semanas los soldados no pudieron despejar la pla-
za porque sus esfuerzos se estrellaban contra el valor y la unidad de
los ciudadanos de Pekín. Los obreros, cuya alianza habían buscado los
estudiantes al principio, ahora se organizaron en grupos propios para
secundar las protestas a frenar el avance de los soldados. Con una so-
lidaridad feroz y al tiempo cariñosa, los habitantes de Pekín se echaron a
la calle e improvisaron barricadas. Rodeaban los convoyes del ejército,
a veces para desinflar los neumáticos o calar los motores, pero más a me-
nudo para discutir con la tropa o tratar de persuadida con halagos y pe-
dirle que no hiciera cumplir las restricciones de la ley marcial y no usara
las armas contra sus compatriotas. Los soldados, por su parte, parecían
sentirse avergonzados de su misión y se comportaban con gran mode-
ración mientras los jefes, tanto en el partido como en el ejército, se ha-
llaban claramente divididos. Enfurecido por la intransigencia de los estu-
diantes y el creciente desorden en las calles, que sin duda le recordaba
la Revolución Cultural, Deng Xiaoping, buscó el apoyo de los parti-
darios de la línea dura y ordenó a todos los comandantes regionales
del EPL que enviaran contingentes de sus tropas más avezadas a la ca-
pital. Zhao Ziyang se encontró sin una base de apoyo suficiente entre
sus colegas y no pudo evitar que los que estaban a favor de actuar con
mano dura ganasen terreno.
Los estudiantes que se habían erigido en líderes de las manifestacio-
nes durante el mes anterior se encontraron ahora con que tenían a su
cargo una plaza inmensa abarrotada de seguidores pero también llena
de suciedad y basura que amenazaba con provocar brotes de infeccio-
nes graves. A finales de mayo empezaron a instar a sus compañeros a
poner fin a las huelgas de hambre, volver a sus universidades y desde
allí seguir tratando de entablar un diálogo con el Gobierno yeso hizo
la gran mayoría de los estudiantes de Pekín. Pero nuevos estudiantes
-llegados con frecuencia de otras ciudades donde se estaban produ-
ciendo grandes manifestaciones- ocuparon su lugar. Oradores que abo-
gaban por una actitud más inflexible aducían que retirarse significaría
traicionar sus principios y que el Gobierno nunca hablaría francamen-
te con ellos a menos que mantuvieran las presiones que en aquel mo-
mento ejercían por medio de su número y su tenacidad. Un grupo de
estudiantes de arte de Pekín proporcionó al tambaleante movimiento
un símbolo nuevo que atrajo todas las miradas: una estatua blanca, de
yeso y espuma de poliestireno, de más de nueve metros de altura, que

924
representaba su versión de la Estatua de la Libertad, presentada como
una joven con la cabeza orgullosamente erguida y sujetando la antor-
cha de la libertad con ambas manos.
Bien entrada la noche del 3 de junio, el ejército atacó. No se tra-
taba de soldados sin experiencia y mal armados como los que habían
intervenido hasta entonces, sino de tropas duras y fuertemente arma-
das del 27.° Ejército (cuyo comandante estaba emparentado con el pre-
sidente, Yang Shangkun) y de otras unidades veteranas leales a Deng
Xiaoping. Respaldados por docenas de tanques pesados y vehículos blin-
dados de transporte de personal que atravesaban las barricadas y aplasta-
ban a quienes caían ante ellos o trataban de impedir su avance, las tro-
pas convergieron en la plaza de Tiananmen por las anchas avenidas
situadas al este y al oeste de ella. Pertrechadas con armas automáticas,
abrieron fuego contra las multitudes que llenaban las calles, contra todo
el que se moviera en los edificios cercanos y contra las personas que se
acercaban demasiado a sus posiciones.
A altas horas de la madrugada del 4 de junio las tropas bloquearon
todos los accesos a la plaza de Tiananmen y apagaron todas las luces en
ella. Después de prolongados y angustiados debates, los estudiantes y
manifestantes que quedaban en la plaza decidieron irse. Cuando salían
en formación, desaliñados pero en orden, los soldados y los tanques
irrumpieron en sus campamentos y destruyeron la estatua de la liber-
tad. Empezó entonces en Pekín un periodo de caos macabro y aterra-
dor en el que el ejército abatió a tiros a estudiantes y ciudadanos tanto
cerca de la plaza como en otras partes de la ciudad. Los chillidos re-
sonaban en la noche y se alzaban llamas de los montones de desper-
dicios y de camiones o tanques del ejército que habían sido alcanzados
por bombas de fabricación casera. Los hospitales estaban abrumados por
el número de muertos y heridos, pero en muchos casos les prohibieron
tratar a los civiles heridos. También murieron soldados del EPL, algu-
nos de manera terrible a manos de multitudes enfurecidas que acababan
de ver cómo eran acribillados los manifestantes desarmados. Rápidamen-
te corrieron rumores de que las hogueras de la plaza de Tiananmen eran
de montones de cadáveres que el ejército quemaba para borrar las prue-
bas de su crueldad. Fuese o no cierto -y era imposible comprobarlo
porque las tropas no dejaban pasar a nadie-, había suficientes cadáve-
res a la vista en otras partes, en las carreteras, en los hospitales o enre-
dados con sus bicicletas en el lugar donde habían caído, para indicar la
escala de la violencia. Hubo muchos centenares de muertos y miles de
heridos. La matanza cruel e indiscriminada traía recuerdos de los peo-
res episodios de anteriores guerras civiles en China y de la Revolución

925
Cultural." La policía armada mató con parecida violencia a los mani-
festantes civiles en Chengdu y quizás en otras ciudades, pero debido al
riguroso bloqueo informativo que impuso el Gobierno, resultaba difi-
cil comprobar la gravedad de lo sucedido. Se prohibió a los periodistas
extranjeros tomar fotografías o hacer entrevistas y se cortaron las co-
municaciones vía satélite con el exterior.
Durante varios días corrieron rumores de que otras unidades del
EPL, horrorizadas por la matanza, tal vez atacarían al 27. Ejército y
0

entonces estallaría una guerra civil, o que los trabajadores de China se


unirían en una huelga general, o que en otras ciudades se producirían
disturbios por simpatía que harían caer al Gobierno, pero no sucedió
ninguna de estas cosas. Los partidarios de la línea dura habian «ven-
cido», si ésa era la palabra apropiada. Zhao Ziyang fue destituido, el
segundo de los «sucesores» de Deng Xiaoping seleccionados especial-
mente que corría esta suerte. Li Peng y Deng Xiaoping, en presencia
de los más influyentes ancianos del partido -todos ellos vistiendo, una
vez más, los tradicionales «trajes de Mao» de cuello alto, cuyo fin era
representar la sencillez revolucionaria del estilo de vida- dieron públi-
camente las gracias a los oficiales y soldados del EPL por haber des-
pejado la plaza y alabaron su valentía. Para reemplazar a Zhao Ziyang
en la dirección del Partido Comunista, Deng Xiaoping recurrió a una
figura relativamente desconocida, Jiang Zemin, de sesenta y tres años
de edad, jefe del partido en Shanghai. Ingeniero eléctrico formado en
Rusia, Jiang Zemin había ascendido de forma nada espectacular pero
ininterrumpida en el partido, de activista estudiantil y director de fábri-
ca a puestos ministeriales en el sector industrial y de allí a alcalde de
Shanghai en 1985 y secretario del partido en la misma ciudad en 1987.
Jiang Zemin había sido llamado a Pekín en la primavera de 1989 para
que ayudase a controlar las manifestacionesy su principal mérito para de-
sempeñar el nuevo cargo era que al mismo tiempo había logrado im-
pedir que los manifestantes de Shanghai se desmandaran. Ahora Jiang
Zemin acudió obedientemente a la llamada de Deng Xiaoping en el
momento en que el partido emprendía una campaña concertada en
la prensa, la radio y la televisión que echaba la culpa de las manifes-
taciones a contrarrevolucionarios y «gamberros», y organizaba la bús-
queda a gran escala de los líderes estudiantiles y sus principales segui-
dores. Muchos de los estudiantes «más buscados» burlaron a la policía
durante semanas y varios de ellos consiguieron salir en secreto de Chi-
na, lo cual es una indicación del alcance del apoyo del público a sus
acciones y de la eficiencia y la solidaridad de sus organizaciones. Pero
miles de otros estudiantes fueron detenidos e interrogados. El Gobier-

926
no también estaba decidido a evitar la formación de sindicatos autóno-
mos de trabajadores y mostró especial ferocidad para con los trabaja-
dores que habían tomado parte en las protestas. Muchos de ellos fueron
detenidos y ejecutados.
Los gobiernos extranjeros quedaron anonadados ante estos aconte-
cimientos, aunque sin estar seguros de cómo debían actuar. Muchos de
ellos expresaron su indignación, ordenaron a sus súbditos que volvieran
a casa, impusieron sanciones económicas y hablaron de excluir a Chi-
na de varias asociaciones internacionales. Pero no rompieron las rela-
ciones diplomáticas con Pekín, ni siquiera cuando soldados de gatillo
fácil acribillaron con sus armas automáticas los edificios donde vivían
extranjeros. La embajada de Estados Unidos dio asilo a Fang Lizhi y su
esposa cuando lo solicitaron, gesto que el Gobierno de la RPCh criticó
acerbamente por considerarlo una injerencia injustificada en los asun-
tos internos de China.
El 9 de junio Deng Xiaoping en persona lanzó un duro ataque con-
tra los manifestantes en un discurso que se convirtió en el texto obli-
gado para las sesiones de estudio y los debates del partido en toda Chi-
na y representó claramente la interpretación oficial de lo sucedido. De
manera idiosincrásica, el discurso resumió los largos años de revolución
que China había soportado, a la vez que también mostraba la dificul-
tad de relacionar aquellas experiencias con el presente turbulento. Lo
que había sofocado el Gobierno, dijo Deng Xiaoping, era nada me-
nos que una «rebelión contrarrevolucionaria». Asimismo, era una re-
belión «determinada por el clima internacional y nacional, tenía que
suceder por fuerza y era independiente de la voluntad humana». Sin
embargo, al mismo tiempo que ofrecía esta interpretación de gran al-
cance, casi cósmica, de los acontecimientos, Deng Xiaoping dijo a los
dirigentes del partido y oficiales del ejército reunidos ante él que era
la «escoria de la sociedad» la que había tratado de derribar tanto al Es-
tado como a la sociedad con el fin de «instaurar una república burgue-
sa que dependería por completo de Occidente».
Deng Xiaoping no dejó claro quiénes eran la citada escoria, pero ha-
bía que distinguirlos de las «masas», los «estudiantes jóvenes» y los «es-
pectadores». El valor del ejército al sofocar la rebelión había sido ejem-
plar, dijo Deng Xiaoping, y demostraba que incluso los nuevos reclutas
de dieciocho o diecinueve años del EPL sabían defender al socialismo
y a su país. Deng Xiaoping no hizo ningún intento en absoluto de dar
a entender por qué los estudiantes se habían manifestado con tan pro-
longada tenacidad, ni por qué tantos ciudadanos les habían apoyado,
pero sí insistió en que todos Los intentos de desacreditar a los líderes

927
del PCCh y la importancia suprema del «Marxismo, el Leninismo y
el Pensamiento de Mao Zedong» debían ser aplastados siempre con fir-
meza, junto con cualquier intento de introducir el «sistema estadouni-
denses de separación de los tres poderes». Con todo, esto no significa-
ba que China debiera ser de nuevo un «país cerrado», ni que el Gobierno
debiera «volver a los viejos tiempos en los que se pisoteaba la econo-
mía hasta matarla». El discurso de Deng Xiaoping concluyó con una
rotunda afirmación de lo que necesitaba el país para crecer rápidamen-
te: más ferrocarriles, más barcos, más carreteras, más acero, más energía
eléctrica. Pidió que se doblara el producto nacional bruto en doce años
seguidos, a los que seguirían cincuenta años con un dos por ciento de
crecimiento anual, con el objeto de que China alcanzara el nivel de «na-
ción moderadamente desarrollada» antes del año 2050.
En su valoración de la «esencia del incidente actual», como llamó a
la represión del 3 y el 4 de junio en el contexto de los acontecimientos
de abril y mayo, Deng Xiaoping avanzó a tientas hacia temas ideoló-
gicos más amplios. China hada frente a una gran lucha, dijo. Era entre
el socialismo, por un lado, y las fuerzas de la «liberalización burguesa
y la contaminación espiritual, por el otro». Ésta era la batalla que los
chinos, bajo el liderazgo del PCCh, librarían en el futuro inmediato.
Embargado por la nostalgia de los tiempos austeros pero a la vez apa-
sionantes del sóviet de jiangxi, de Yan'an, y de los años fundacionales
de la RPCh, Deng Xiaoping pidió que se volviera a los valores y prin-
cipios sencillos, la «Vida sencilla» y el «espíritu emprendedor en la lucha
ardua». Sólo así podría China alcanzar su propia visión de «reforma y
apertura» sin «importar malas influencias de Occidente»."
Deng Xiaoping pareció decirle a la nación no sólo que nada había
cambiado, sino que era como si ni tan sólo hubiese ocurrido nada de
verdadera importancia. El rumbo que debía tomar China se había fi-
jado un decenio antes; lo único que ahora tenían que hacer los chinos
era seguirlo hasta su conclusión lógica.

928
27
Fin de siglo

Retorno al crecimiento

A pesar de las expresiones de confianza de Deng Xiaoping, la


crisis de 1989 indicó que algunos aspectos del pasado de China
seguían estando presentes. Para establecer un paralelismo a corto plazo,
cabe decir que las maniobras políticas de Deng Xiaoping probaron lo le-
jos que seguía estando el Partido Comunista de resolver sus problemas
de liderazgo y sucesión. El rechazo por parte de Deng Xiaoping de los
dos elegidos para sucederle, Hu Yaobang y Zhao Ziyang, y su inespe-
rada aprobación del hasta entonces poco conocido Jiang Zemin para
el cargo de secretario general del partido recordaron de manera inquie-
tante el intento de Mao de instalar a Hua Guofeng después de volver-
se contra Liu Shaoqi y Lin Biaa. En un contexto histórico más amplio,
la insistencia de Deng Xiaoping en que las reformas económicas y los
grandes cambios que traerían consigo aún debían mantenerse totalmen-
te separadas de los cambios que se hicieran en la superestructura polí-
tica y los modos de expresión pública despertó de nuevo recuerdos
históricos del sueño de los últimos Qjng: que China pudiera entrar en
el mundo moderno siguiendo exclusivamente sus propios criterios, sin
sacrificar la pureza ideológica imperante. Algunos chinos incluso obser-
varon paralelismos entre la represión del movimiento pro Democra-
cia por parte de Deng Xiaoping en 1989 y el contragolpe de la empe-
ratriz viuda Cixi ante el ambicioso programa reformista del emperador
Guangxu en 1898.
Los intelectuales y estudiantes chinos que se habían unido para dar
rienda suelta a sus frustraciones en la primavera y el verano de 1989
también rememoraron sus propios ecos, en este caso de anteriores gru-
pos de chinos que habían corrido grandes riesgos personales con el fin
de hacer hincapié en que los chinos cultos tenían la obligación moral de
criticar las limitaciones de sus gobernantes aunque éstos les advirtieran
que tales críticas eran inaceptables y que serían castigados. A sabien-

929
das o no, los chinos que se manifestaron y expresaron sus opiniones
en 1976, 1978, 1986 Y 1989 tenían mucho en común con los nacio-
nalistas contrarios al Cuomindang en el decenio de 1930, los experi-
mentadores del 4 de Mayo en el decenio de 1920, los activistas con-
trarios a los Qing en las postrimerías del siglo XIX, ciertos letrados que
abogaban por la «investigación documentada» en el siglo XVlII y, tam-
bién, tanto los partidarios de la Donglin como los leales a los Ming en
el siglo XVII.
En otro nivel, los estallidos de rabia vengativa por parte de algunos
ciudadanos y trabajadores chinos, por más que hubieran sido provoca-
dos a cometer tales actos por los mismos soldados a los que mataron,
representaban otra clase de tradición. Una y otra vez chinos corrientes
con poca o ninguna educación y sin ninguna ideología concreta que
les guiara se habían alzado contra sus opresores o explotadores. Vagos
sueños de una vida mejor, una sensación interior de desesperanza y pé-
simas condiciones de vida habían resultado potentes acicates para ac-
tuar contra gobiernos aparentemente inflexibles e insensibles. Y los que
no tenían armas y deseaban matar soldados tenían que utilizar las
manos hasta que se apoderaban del armamento de sus enemigos. Re-
beldes campesinos de los últimos tiempos de los Ming; seguidores de-
sesperados de Wang Lun, Lin Qjng o las sectas del Loto Blanco; los
Nian; los bóxers; campesinos y trabajadores urbanos en Hunan o Shang-
hai en el siglo xx, todos ellos demostraron que las humillaciones que
estaban dispuestos a soportar tenían sus límites.
Finalmente, a mediados de 1989 parecía que otra serie de ecos tam-
bién podían tener considerable resonancia. Mientras muchos de los di-
rigentes estudiantiles que figuraban en la lista de los «más buscados» por
el Gobierno y algunos de los intelectuales muy conocidos que critica-
ban al régimen comunista consiguieron burlar la persecución policial
y buscar refugio en el extranjero, se tuvo la impresión de que tal vez po-
drían establecer una base potente en e! exilio desde la cual lanzarían
sus criticas contra e! Estado. Estas críticas, a su vez, quizá provocarían la
caída de! Gobierno en el poder o al menos sentarían las bases de una
serie de reformas que prepararían el camino para un régimen sucesor
más comprensivo con las aspiraciones de cambio de tales exiliados. Re-
formadores constitucionales como Kang Youwei y Liang Qjchao, Sun
Yat-sen y los líderes de la Alianza Revolucionaria, comunistas jóvenes en
e! decenio de 1920 (incluidos tanto Zhou Enlai como el propio Deng
Xiaoping), todos habían encontrado refugio y libertad ideológica para
desarrollar sus ideas en países extranjeros, desde Japón hasta México,
y desde Estados Unidos a Gran Bretaña y Francia.

930
Pero, aunque varias potencias extranjeras al principio prestaron mu-
cho apoyo económico y moral, así como atención mediática, a los gru-
pos de disidentes de 1989 en el exilio, tanto el entusiasmo como el apo-
yo disminuyeron cuando dichos grupos empezaron a pelearse entre sí,
a competir por llamar la atención, pero sin presentar ningún líder en
particular ni estructuras organizativas eficientes que encauzaran sus ener-
gías. Durante un tiempo ejercieron presiones, casi con éxito, sobre al-
gunas compañías y gobiernos extranjeros para que redujeran el comer-
cio y las inversiones en China a menos que Se corrigieran los flagrantes
abusos de los derechos humanos. Por medio de boletines informativos
y otros escritos también despertaron las conciencias occidentales para
que se dieran cuenta de que continuaba la represión contra todos los
disidentes, de los horrores de los sistemas de trabajos forzados en Chi-
na, de las decenas de miles de presos políticos que eran recluidos en
campos de trabajo con cualquier excusa de acuerdo con una sección
especial de «leyes administrativas» que soslayaba por completo el siste-
ma judicial, y del lugar que los productos de la mano de obra carcela-
ria ocupaban en el creciente comercio de exportación de China. Pero
a la larga, aunque muchas de las críticas tenían una base sólida, los ar-
gumentos económicos a favor de continuar comerciando con China se
impusieron abrumadoramente a los argumentos morales, y en 1991 las
inversiones extranjeras en China primero volvieron a los niveles de an-
tes de 1989 y luego empezaron a superarlos rápidamente.
La posición de Deng Xiaoping, sin embargo, había quedado debi-
litada gravemente por los acontecimientos de 1989, por lo que ahora
se hallaba más a la defensiva que antes. La segunda mitad de 1989, así
como gran parte de 1990, se empleó en reunir a los disidentes a favor
de la democracia y a quienes los apoyaban en los medios de comunica-
ción y la burocracia, y en tratar de reducirlos a la impotencia. Muchos
miles fueron detenidos y encarcelados o enviados a campos de trabajo
y varios -principalmente trabajadores- fueron ejecutados. Miles de cua-
dros del partido fueron despedidos de los institutos de investigación del
Gobierno, de varias academias que enseñaban el pensamiento marxista-
leninista (y maoísta) y especialmente de diversos «comités asesores» fun-
dados por Zhao Ziyang, que, según se rumoreaba, se había negado a
hacer autocrítica por sus intentos de ser indulgente con las manifesta-
ciones. Zhao Ziyang fue expulsado de todos los puestos oficiales y con-
denado a arresto domiciliario en Pekín, donde permaneció incluso des-
pués de morir Deng Xiaoping.'
Los críticos de Deng Xiaoping entre los líderes comunistas chinos
señalaron que las prisas por abrazar Occidente habían llevado a la ero-

931
sión de los valores del comunismo chino, además de producir varios
desequilibrios en la economía china y amenazar con una grave infla-
ción. Li Peng, el primer ministro que presidió la formación de la pla-
nificación diaria del partido, instó a ceñirse a un límite rígido de cre-
cimiento anual del seis por ciento, a evitar las crisis inflacionistas que
habían contribuido a provocar los desórdenes de 1989. Por si los pro-
blemas fueran pocos, la erosión de los estados comunistas en toda la
Europa oriental, la súbita caída de Gorbachov y, al cabo de poco tiem-
po, e! derrumbamiento y la fragmentación de la misma Unión Sovié-
tica parecían, en opinión de muchos líderes comunistas chinos, presa-
gios terribles de la suerte inminente que iba a correr la propia China. La
supresión absoluta de la disidencia interior, e! refuerzo de la seguridad
en las zonas fronterizas con poblaciones «minoritarias» numerosas tales
como el Tibet y Xinjiang, y el control del cambio económico pasaron
a ser prioridades para el Gobierno. Un grupo de treinta y dos de los
miembros más antiguos del partido llegó a sugerir que se abolieran por
completo las zonas económicas especiales.
Durante e! año y pico que siguió a la sangrienta represión de! difu-
so movimiento pro Democracia, estuvo muy de moda en el extranjero
hacer conjeturas sobre lo que el futuro depararía a China: las posibili-
dades iban desde cataclismos políticos internos provocados por estu-
diantes o trabajadores que llevarían a la destitución de Li Peng y la vuel-
ta de Zhao Ziyang, hasta un golpe militar o incluso la fragmentación de
China en regiones y un retomo a algo parecido al imperio de los seño-
res de la guerra que siguió a la caída de la dinastía Qjng. 10 que la ma-
yoría de la gente no previó fue que el Gobierno comunista bajo el man-
dato de Deng Xiaoping lograría conservar su poder y sus prebendas -y
aumentar inmensamente la riqueza de sus miembros- mediante un de-
licado malabarismo consistente en sofocar de forma selectiva las críticas
y la disidencia en el interior al tiempo que se permitía un rápido creci-
miento económico para grandes sectores del conjunto del país.
Como nadie podía dudar de su larga lealtad a la revolución, de los
muchos años en que había gozado de la confianza de Mao y de su par-
ticipación activa en las campañas antiderechistas y en el Gran Salto Ade-
lante, Deng Xiaoping consiguió pasar por encima de gente que, como
Chen Yun, quería continuar la planificación muy centralizada y de al-
gunos de los maoístas más inflexibles que deseaban volver a instituir
rigurosos programas públicos de adoctrinamiento ideológico. Los par-
tidarios de la línea dura sabían también que las experiencias de Deng
Xiaoping en la Revolución Cultural le habían desilusionado con los en-
tusiasmos juveniles en nombre de la revolución. Al mismo tiempo, las

932
reiteradas alabanzas de Deng Xiaoping al EPL en junio de 1989 y en
lo sucesivo por su firmeza ante los «alborotadores», junto con su apo-
yo a las ambiciosas y rentables ventas internacionales de armas e inver-
siones en China por parte de! EPL, le garantizaron el respaldo del esta-
mento militar.
Las fuerzas que obstaculizaban e! crecimiento rápido de la econo-
mía mostraron una tenacidad sorprendente, sin embargo. El afán de ri-
queza de los trabajadores jóvenes de Shenzhen fue objeto de duras criti-
cas y el golpe de agosto de 1991 contra el líder soviético Gorbachov que
protagonizaron figuras destacadas de su propio partido puso de ma-
nifiesto que hasta los líderes más poderosos eran vulnerables cuando
pretendían llevar a cabo cambios en la economía.' Así pues, en enero
de 1992 Deng Xiaoping decidió tomar una iniciativa audaz y utilizar
todo el prestigio que le quedaba para reafirmar la validez y la viabili-
dad económicas de los mayores centros de dinamismo y cambio eco-
nómicos de China, las zonas económicas especiales del sudeste del país.
En 1984 Deng Xiaoping había hecho un breve viaje a Shenzhen para
recalcar su fe en la nueva zona que había allí, pero la visita de 1992 fue
más compleja y tuvo lugar en un entorno más crítico. Curiosamente,
Deng Xiaoping dijo que su visita de 1992 era una «Visita de inspección
al sur», exactamente e! mismo término que e! emperador Kangxi había
empleado para referirse a los seis viajes al sur que hizo entre 1684 y 1707.
Al decir el «sur», Kangxi se había referido a los centros económicos cla-
ve del valle del Yangzi, a saber: Yangzhou, Nankín, Suzhou y Hangzhou;
el emperador nunca llegó más al sur, a la región subtropical de la pro-
vincia de Guangdong misma. Deng Xiaoping, en su visita al sur, incluyó
Shanghai y la enorme región industrial de Wuhan en Yangzi, pero con-
centró su atención en el sur profundo, Guangzhou (Cantón), Zhuhai
(cerca de Macao) y Shenzhen, frente a Hong Kong, al otro lado de la
frontera. Refiriéndose específicamente a ciertas «fuerzas conservado-
ras dentro del partido», Deng Xiaoping comentó que «la ideología no
puede proporcionar arroz». Alabó la región de Guangdong por ser una
«fuerza delantera en el desarrollo económico» y la instó a llegar pronto
a la altura de los «cuatro dragoncillos», es decir, Hong Kong, Singapur,
Taiwan y Corea de Sur.
Los niveles de hostilidad hacia Deng Xiaoping -quizás incluso la
amenaza declarada que representaba para varias figuras importantes del
partido- se hicieron evidentes en el silencio con que los medios de co-
municación chinos recibieron al principio su visita. Pero, más avanza-
da la primavera, Deng Xiaoping logró no sólo que la prensa difundiera
ampliamente la importancia de la visita y la información sobre el pa-

933
pel económico crucial de las nuevas regiones, sino también que se in-
corporasen formalmente a las actas públicas de la Asamblea Popular
Nacional y a los documentos del Comité Central. El EPL desempeñó
su papel también. Durante la primavera de 1992 los comandantes de la
totalidad de las siete regiones militares de China, junto con otros cin-
cuenta y siete generales del ejército, visitaron diligentemente las zonas
económicas especiales de Shenzhen y Zhuhai y supuestamente volvie-
ron de las visitas «convencidos del éxito» de las zonas y decididos a
«aprender de la experiencia» adquirida en ellas. No llevar a cabo «la re-
forma y la apertura», no «desarrollar la economía» podía «ser solamente
el camino a la ruina», comentó Deng Xiaoping. Además, el desarrollo
rápido era esencial para China: «el desarrollo lento equivale a estanca-
miento o incluso a retroceso".
Era demasiado «izquierdista», comentó también Deng Xiaoping, ver
tales reformas como capitalistas o como una forma corrosiva de «evo-
lución pacífica» que tendría consecuencias peligrosas para China en su
conjunto. «La naturaleza real del Socialismo es liberar fuerzas produc-
tivas y el objetivo último del Socialismo es alcanzar la prosperidad co-
mún." En una alusión apenas velada a las crisis de 1989, Deng Xiao-
ping añadió su propia promesa de que los chinos que se encontraban
cursando estudios avanzados en el extranjero serían bienvenidos si vol-
vían a casa y aportaban sus habilidades a la economía. Para subrayar-
lo, agregó que Hu Yaobang y Zhao Ziyang habían caído del poder no
por haber preconizado el desarrollo rápido de la economía, sino por-
que habían «errado en el asunto de la oposición a la liberalización bur-
guesa»."

Zonas y juegos

En su visita al sur Deng Xiaoping había reflexionado en voz alta


que debería haber incluido Shanghai en la lista que designaba las pri-
meras zonas económicas especiales. Una vez que hubo consolidado sus
puntos de vista en la primavera de 1992 -e incluso ganado la aquies-
cencia a regañadientes de su principal oponente en el partido, el temi-
ble Chen Yun, que había vaticinado que las políticas de Deng Xiaoping
llevarían a la caída del partido como en Rusia y la Europa oriental-,
Deng Xiaoping procedió a corregir el lapsus. Declaró que Shanghai iba
a ser la nueva «Cabeza de Dragón" del Yangzi, el áncora para el comer-
cio de cinco importantes ciudades ribereñas que se abrirían a las in-

934
versiones extranjeras." Al mismo tiempo, también se potenciarían otras
cinco ciudades de Manchuria, el noroeste y el sudoeste como «ciuda-
des abiertas» al comercio y las inversiones extranjeros, junto con varias
«regiones fronterizas» en Xinjiang, Fujian y Yunnan.**
La distribución geográfica de las zonas que ahora estaban abiertas
al comercio mundial reproducía, pues, la de los puertos abiertos por
los tratados en el apogeo de su crecimiento a finales del siglo XlX, aun-
que resulta claro que Deng Xiaoping confiaba en que no habría un re-
torno al mundo de privilegios especiales y explotación que habían ca-
racterizado aquel periodo de arrogancia occidental y decadencia del
poderío de los Qjng.
Mao Zedong había manifestado siempre su suspicacia ante el po-
tencial perturbador de las ciudades chinas -en especial Shanghai- y,
aunque se había mostrado dispuesto a usar la facción radical con base
en Shanghai al principio de la Revolución Cultural para fomentar su
propio concepto de la revolución continua, hasta bien entrados los años
ochenta la ciudad no había dejado de ser una vasta y pesada metrópoli
cuya enorme población se alojaba en viviendas pobrísimas, utilizaba
transportes e instalaciones portuarias anticuadas y trabajaba en su ma-
yor parte en fábricas colectivas inmensas, ineficientes e igualmente anti-
cuadas. No obstante, la experiencia que había adquirido en la adminis-
tración de Shanghai resultó de crucial importancia para jiang Zemin,
al que Deng Xiaoping sacó de la secretaría del partido de la ciudad en
el verano de 1989 para que se hiciera cargo de todo el Partido Comu-
nista de China, que contaba 52 millones de afiliados. Deng Xiaoping
utilizó a Jiang Zemin con dos objetivos simultáneos: en primer lugar,
para desarmar a los críticos del crecimiento rápido mediante una cam-
paña contra «el mammonismo, el hedonismo y el ultraegoísmo» en el
seno del Partido Comunista -en un momento de mayor franqueza Jiang
Zemin dejó a un lado los eufemismos y explicó que lo que quería decir
era «cambiar dinero por poder y darse a la glotonería y a las relaciones
sexuales ilegales--. y respaldando las amenazas con detenciones y eje-
cuciones." En segundo lugar, hizo que Jiang Zemin se valiera de su car-
go en el partido para apoyar la visita al sur en 1992 y dar a conocer una
versión nueva y definitiva de los objetivos económicos de Deng Xiao-
ping para la nación. jiang Zemin fue recompensado por su lealtad con

* Las cinco ciudades eran Wuhu, )iujiang, Wuhan (Hankou), Yueyang y Chong-
ging. (N. del A.)
** Este segundo grupo de cinco ciudades lo conformaban Harbin, Hohhot, Urum-
chi, Kunming y Nanning. (N. del A.)

935
dos nuevos nombramientos en 1993: el de presidente de la Comisión de
Asuntos Militares y el de presidente de la República de China. (La úl-
tima persona en ostentar estos cargos simultáneamente con el de jefe
del partido había sido Hua Guofeng.)
En el verano de 1992 Deng Xiaoping tendió la mano a otro funcio-
nario de Shanghai, Zhu Rongji -que había nacido en Hunan en 1928,
había estudiado la carrera de ingeniero eléctrico y era alcalde de Shanghai
desde el decenio de 1980-, e hizo de él uno de los arquitectos del creci-
miento económico. Zhu Rongji fue en rápida sucesión viceprimer mi-
nistro, miembro del Comité Permanente del Politburó y gobernador del
Banco de China (que a la sazón tenía activos de 1.107.000 millones de
yuanes y obtenía beneficios de 9000 millones de yuanes al año). En sus
declaraciones sobre la política que debía seguirse, Zhu Rongji recalcó
que, para fomentar el crecimiento, era necesario que los gerentes de las
empresas chinas pudieran despedir a los trabajadores y hacerse respon-
sables de los beneficios y las pérdidas, del mismo modo que era necesa-
rio que los directores pudieran tomar decisiones clave sin constantes
injerencias externas. Los incrementos salariales de las empresas debían
«concordar rigurosamente con los resultados de las-empresas». Para si-
tuar estos conceptos en el contexto del crecimiento demográfico, en
aquel mismo verano de 1992 se informó de que el cuarto censo nacional
(basado en la población que tenía China el 1 de julio de 1990 a media-
noche) había dado un resultado de 1130 millones de personas. El núme-
ro de mujeres chinas en edad fértil era en aquel momento de 318 mi-
llones y parecía improbable que China pudiera cumplir el objetivo de
la Comisión de Planificación Familiar del Estado, que era de menos
de 1300 millones de habitantes antes del año 2000. Otras cifras inducían
a pensar que la «población flotante» que formaban las personas que se
encontraban ausentes de la residencia permanente que constaba en los
registros era en aquel entonces de alrededor de setenta millones.
La economía china empezaba a recuperarse. El crecimiento del pro-
ducto interior bruto (PIB) -que había subido de un modesto seis por
ciento después de 1989 a112 por ciento en 1992- volvió a subir en 1993,
hasta el 14 por ciento, y seguía siendo del 12 por ciento en 1994. Un
resultado de este crecimiento fue la inflación, que alcanzó el 25 por cien-
to en 1993; entre los otros resultados cabe señalar la especulación de-
senfrenada en bienes raíces en Pekín, Shanghai y otras ciudades, exacer-
bada por la buena disposición de muchos bancos a conceder préstamos
enormes por las razones más endebles y con escasas garantías a quienes
tenían mucha influencia en el partido. Zhu Rongji intentó controlar es-
tos peligros reduciendo el crecimiento del PIB al ocho o nueve por cien-

936
to mediante una política que consistía en reducir el gasto público, fre-
nar las importaciones de artículos de lujo, contener la especulación so-
bre valores, reforzar la recaudación de impuestos, aumentar el ahorro
por medio de la compra forzosa de bonos del Estado y subir los tipos
de interés.
Las políticas de Zhu Rongji chocaron con el optimismo, que ahora
parecía imparable, de Deng Xiaoping sobre el crecimiento. Si bien los
dos hombres evitaron un conflicto declarado, el nuevo lema de Deng
Xiaoping -«El crecimiento lento no es socialismc-- era evidentemen-
te contrario a la austeridad, en especial cuando se sumó a una última
visita de Deng Xiaoping, que ya contaba 90 años de edad, a Shanghai
en 1994. Aunque en los noticiarios de la televisión nacional se vio cla-
ramente que Deng Xiaoping estaba muy delicado de salud y no podía
hablar de forma inteligible, su mera presencia en Shanghai fue sufi-
ciente para que la economía volviera a crecer de manera impresionan-
te. Durante un breve periodo la inflación subió hasta alcanzar un pe-
ligroso treinta por ciento en las principales ciudades y un 22 por ciento
en el conjunto del país. Al mismo tiempo, continuó la avalancha de in-
versiones extranjeras, el número de empresas conjuntas y su distribu-
ción geográfica aumentaron rápidamente y los países que, como Es-
tados Unidos, no oponían barreras arancelarias a China empezaron a
registrar déficits comerciales enormes. Las cifras correspondientes al año
civil de 1991 ya habían mostrado un superávit de la balanza comercial
de 12.000 millones de dólares a favor de China, que en el país había
37.215 empresas cuya financiación era extranjera y que 33 millones de
turistas extranjeros habían viajado a China sólo aquel año.
No cabe duda de que el éxito de las medidas que había tomado el
Gobierno chino para poner coto al malestar social después de las espec-
taculares manifestaciones públicas y la subsiguiente represión en 1989
reforzó su confianza en sí mismo. Aunque China aún no era una na-
ción moderna en el sentido de permitir el pluralismo verdadero, la li-
bertad de conciencia y creencias, o el amparo jurídico válido, seguía
experimentando cambios asombrosos en las principales ciudades, en la
arquitectura, en el tráfico de automóviles, en los escaparates de los co-
mercios, en la publicidad y en la variedad de indumentarias autorizadas,
todo lo cual le daba apariencia de modernidad.
En este ambiente de visibilidad exterior incrementada y de relacio-
nes internacionales en aumento, China quería que su recién hallada
identidad como gran potencia emergente fuese ratificada de alguna for-
ma espectacular. A mediados de 1993 sus líderes se habían fijado el ob-
jetivo de hacer que Pekín fuera el marco de los Juegos Olímpicos del

937
año 2000, lo cual seria una entrada simbólica y literal en el nuevo mi-
lenio que probaría de forma concluyente que China había triunfado.
Con este fin, el Gobierno puso en marcha un programa enérgico y a
veces flagrante de presiones sobre todas las principales delegaciones na-
cionales que tendrían la última palabra en el proceso de selección. Los
deportistas de la propia China se estaban convirtiendo en contrincantes
de talla mundial en muchos deportes, especialmente en saltos de tram-
polín, pruebas de atletismo y gimnasia. Además, China había desempe-
ñado con éxito el papel de anfitrión de los Juegos Asiáticos en 1992 y
con ello había demostrado que era capaz de construir instalaciones de-
portivas del más alto nivel y de proporcionar hoteles y comunicaciones
adecuados. A finales de 1993 Pekín y otras ciudades chinas rebosaban
de vallas publicitarias y carteles que afirmaban que China era el marco
natural pata las Olimpíadas y el logotipo olímpico con caracteres chi-
nos se exhibía en todas partes.
Cuando las delegaciones olímpicas extranjeras estaban presentes el
Gobierno hacía esfuerzos especiales por reducir la grave contaminación
que causaban las fábricas de Pekín y con este fin cerraba algunas de
ellas; también prohibía que los taxis más baratos y muchos automóvi-
les particulares circulasen por las calles. A los niños de las escuelas se les
asignaba la tarea de limpiar las señales de tráfico y los dependientes de
los comercios recibían lecciones de postura y cordialidad. Por motivos
parecidos, se quitaba de la vista a vendedores callejeros, trabajadores emi-
grantes pobres y mendigos, y el Ejército Popular de Liberación y los
cuerpos policiales procuraban por todos los medios demostrar que po-
drían mantener un elevado nivel de seguridad pública para los atletas
y dignatarios visitantes.
Con el fin de subrayar el mensaje general de la nueva apertura de
China, el destacado disidente Wei Jingsheng, autor de «La quinta mo-
dernización», que había estado en la cárcel y en campos de trabajos for-
zados desde 1979, fue puesto inesperadamente en libertad el 14 de sep-
tiembre de 1993, un año antes de cumplir toda su sentencia de quince
años. Se dio mucha publicidad a este gesto para que coincidiera con las
últimas presiones de los representantes chinos sobre los delegados olím-
picos en el momento de empezar las votaciones en Mónaco, el 23 de
septiembre. Las sucesivas votaciones para reducir el número de posibles
marcos fueron tremendamente reñidas: las ciudades rivales, Estambul,
Manchester y Berlín, fueron eliminadas una tras otra, pero Pekín aún
tenía posibilidades de ganar cuando se procedió a la cuarta y última vo-
tación. Debido a que China había invertido tanto capital emocional y
real en obtener un resultado favorable, su derrota final ante la ciudad

938
australiana de Sidney, por un total de dos votos (45 a 43, con una abs-
tención), fue un golpe tremendo para su autoestima.
Un chivo expiatorio inmediato fue Wei Jingsheng, que fue detenido
otra vez poco después del voto negativo y retenido en secreto bajo la
acusación de conspirar contra el Estado. De hecho, Wei jingsheng se ha-
bía entrevistado con varios de los disidentes de 1978 y 1989 tras su pues-
ta en libertad y también había hablado con periodistas extranjeros. Asi-
mismo, aunque justo antes de la votación en Mónaco había eludido las
preguntas de los periodistas sobre si su liberación tenía o no que ver con
los Juegos Olímpicos, una vez conocido el resultado, Wei Jingsheng es-
cribió un ensayo vehemente sobre China, Estados Unidos y los asuntos
relacionados con Jos derechos humanos. En el ensayo, titulado El lohoy
elcordero, explicaba que a los gobernantes chinos les costaba aceptar que
otros países se preocuparan realmente por los derechos humanos; tam-
bién creían que los comentarios del presidente Clinton sobre la cuestión
eran «mera afectación». El error de Washington, escribió Wei jingsheng,
residía en pensar que "el Partido Comunista parece una pandilla de go-
bernantes lerdos de una cultura atrasada y que China no comprende que
las violaciones de los derechos humanos son malas». En realidad, los
líderes chinos sabían de sobra lo que hacían, que era "privar delibera-
damente al pueblo de su libertad». Wei jingsheng señaló que los esta-
dounidenses se estaban comportando como el lobo en la fábula de Eso-
po: «Cuando el lobo acusa al cordero de ensuciarle el agua potable, el
cordero protesta: "No podría haberte ensuciado el agua porque vivo más
abajo del río que tú". El lobo se come al cordero de todos modos»."
El ensayo se publicó en las páginas de opinión del New l'ork Times
en noviembre de 1993 y Wei Jingsheng también habló con el subse-
cretario del presidente Clinton encargado de los derechos humanos. Era
obvio que estos dos acontecimientos en el contexto del rechazo de Chi-
na como marco de los Juegos Olímpicos fueron la causa de la deten-
ción de Wei Jingsheng y de la gravedad de las acusaciones. Después de
un largo periodo de reclusión en secreto, Wei Jingsheng fue sometido
a un juicio tan manipulado como el primero en 1979; pero esta vez
ninguno de sus amigos pudo introducir un magnetofón a escondidas
en la sala. Wei Jingsheng tuvo pocas oportunidades de hablar en de-
fensa propia y fue condenado a catorce años de cárcel adicionales. Las
tensiones entre el orgullo nacionalista del partido en la escena mundial
y la dureza con que seguía tratando a los disidentes obstinados rara-
mente se habían visto con tanta claridad. Hasta 1997, después de morir
Deng Xiaoping, Wei Jingsheng no fue puesto en libertad de nuevo y
autorizado a afincarse en Estados Unidos.

939
Dragoncillos

A pesar de la postura inflexible del Gobierno ante quienes, como


Wei jingsbeng, intentaban pedir abiertamente más democracia, había en
China señales de que podía producirse un cambio gradual desde dentro.
Por ejemplo, cuando la forma definitiva del ambicioso y controvertido
proyecto de la presa de las Tres Gargantas en el río Yangzi se presentó a
la Asamblea Popular Nacional de 1992, respaldado por la autoridad del
primer ministro Li Peng y otros ancianos del partido, se entabló un
debate animadísimo en el que se habló acaloradamente tanto de los
factores relacionados con la seguridad como de las repercusiones me-
dioambientales y sociales de la presa. Cuando se hizo el recuento de
la votación final, se vio que, si bien 1767 delegados habían votado a fa-
vor, 177 tuvieron el valor de votar abiertamente en contra, a la vez que
otros 664 habían votado en blanco y varios más se habían abstenido.
Que cerca de un tercio de esta institución normalmente sumisa expre-
sara su disconformidad con un proyecto de tal envergadura patrocinado
por el Gobierno fue una novedad extraordinaria. Durante los años si-
guientes, críticos en la propia China continuaron manifestando sin
disimulo su oposición a muchos aspectos de la presa, se entrevistaron
con quienes podían verse afectados adversamente por su construcción e
hicieron circular informes negativos de ingenieros y burócratas que eran
contrarios al proyecto. De modo parecido, en las «elecciones» celebra-
das en los poblados donde habitualmente se habían aceptado de mane-
ra automática los candidatos de la lista designada por el partido, hubo
varios casos en los que éstos fueron rechazados y sustituidos por candi-
datos locales más populares.
Pero situaciones así continuaban siendo sumamente raras en China
y dependían del compromiso personal de unos cuantos individuos ex-
cepcionales. Los modelos más importantes para los cambios en direc-
ción a la democracia desde dentro de comunidades chinas procedieron
de dos de los «cuatro dragoncillos» que Deng Xiaoping había pedido
a los chinos que emulasen en el terreno económico, a saber: Taiwan y
Hong Kong.
De los dos, era Taiwan el que había efectuado los cambios más es-
pectaculares. El acontecimiento crucial en Taiwan fue la decisión del
hijo de Chiang Kai-shek y presidente de la isla, Chiang Ching-kuo, de
avanzar hacia elecciones democráticas sin limitaciones y libres para las

940
dos cámaras de la isla, la Legislatura (donde los escaños se cambiaban
cada tres años) y la Asamblea Nacional (donde muchos antiguos miem-
bros del Guomindang conservaban sus escaños porque habían sido ele-
gidos en el continente en 1947). Chiang Ching-kuo decidió fomentar
todos los aspectos que acompañaban a una democracia sin trabas: par-
tidos políticos que compitieran de verdad, reglas y procedimientos elec-
torales claros y justos, coaliciones entre partidos y un electorado abierto
y de base amplia formado por todos los ciudadanos adultos. Dio el pri-
mer paso clave cuando en 1987 puso oficialmente fin a la ley marcial
en la isla, legalizó los partidos de oposición y revocó la mayoría de las
restricciones a la prensa y de las leyes sobre la sedición. Tras la muer-
te de Chiang Ching-kuo en 1988 el Cuomindang dejó de estar domi-
nado por los ancianos del partido nacidos en el continente. En un cru-
cial cambio de dirección para Taiwan, un taiwanés de nacimiento, Lee
'Ieng-hui, a quien Chiang Ching-kuo había preparado con esmero para
el papel, le sucedió en la presidencia. Se alcanzó una nueva etapa cuan-
do en 1991 el Consejo de Grandes Jueces de Taiwan decidió que los
miembros de la Asamblea Nacional que habían sido elegidos en el con-
tinente en 1947 y todavía ocupaban escaños debían retirarse aquel mis-
mo año, lo cual abriría la institución a un nuevo y numeroso grupo de
candidatos representativos. Siguió a esta medida la decisión de celebrar
elecciones libres para la presidencia y la vicepresidencia con la partici-
pación de todos los ciudadanos taiwaneses, en lugar de la anterior prác-
tica en la que los dos cargos eran ratificados mediante votación en la
Asamblea Nacional. El Guomindang hizo un gesto complementaria
pensado para contribuir a sanar viejas heridas y no sólo accedió a per-
mitir una investigación completa y pública de la matanza de taiwane-
ses que en febrero de 1947 habían cometido las fuerzas del Cuomin-
dang que ocupaban la isla, sino que, además, expresó su pesar por la
tragedia."
El principal rival del Cuomindang, el Partido Progresista Demo-
crático (PPD), que llevaba tiempo abogando francamente por la inde-
pendencia de Taiwan, obtuvo el veinte por ciento de los escaños en las
elecciones para la Asamblea Nacional en 1991, y el31 por ciento en
las de la Legislatura en 1992. En 1993 un tercer «partido nuevo» se es-
cindió del antiguo Guomindang, 10 cual hizo que la competición fue-
se todavía más animada. En 1994 el candidato del PPD obtuvo el car-
go de alcalde de Taipei, que tenía cierta importancia política, frente al
candidato seleccionada por el Cuornindang. El apogeo de este proce-
so fueron las primeras elecciones presidenciales sin trabas, celebradas
en 1996, en las cuales todas los partidos principales presentaron can-

941
didatos. Un impresionante 76 por ciento de los taiwaneses con dere-
cho al voto acudió a las urnas y Lee 'Ieng-hui obtuvo una mayoría con
el 54 por ciento del total de votos. El Gobierno de la China comunista
perdió considerable prestigio y respeto a causa de su intento de intimi-
dar a los partidarios potenciales de la independencia de Taiwan durante
estas elecciones al llevar a cabo, en las aguas que rodeaban la isla, prue-
bas con misiles y maniobras navales que estuvieron a punto de parali-
zar el comercio. En vista de estos resultados electorales, podría decir-
se con imparcialidad que el «sistema de tutela» que previera Sun Yat-sen
como fase intermedia crucial en el avance de China hacia la democra-
cia por fin había terminado, al menos para esta sociedad china en la pe-
riferia de China.
Parecía, pues, que Taiwan se había constituido en la clase de socie-
dad que Deng Xiaoping esperaba que la China continental llegara a ser:
a mediados del decenio de 1990 su población de 21 millones de habi-
tantes gozaba de una renta media per cápita de 10.556 dólares, comía
un promedio de 3000 calorías diarias, la esperanza de vida era de se-
tenta y un años en el caso de los hombres y de setenta y siete en el de
las mujeres y el aumento anual de la población era inferior al uno por
ciento. El 57 por ciento de los taiwaneses recibía alguna forma de edu-
cación avanzada después de la escuela secundaria y el número de bu-
rócratas y legisladores que tenían títulos avanzados superaba al del grupo
comparable en cualquier otra sociedad. El paro afectaba al 0,9 por cien-
to de los nueve millones de trabajadores.
En contraste, el avance de Hong Kong hacia la democracia fue más
lento y más limitado y tuvo lugar, por así decirlo, bajo la sombra de la
Declaración Conjunta Chino-británica, «un país, dos sistemas», que daba
por sentado que Hong Kong sería devuelto a la RPCh en 1997. Fue en
el verano de 1991 cuando los británicos aflojaron su dominio colonial
y autorizaron las primeras elecciones libres para ocupar dieciocho esca-
ños del Consejo Legislativo (Legco) de Hong Kong, integrado por se-
senta miembros. La mitad de los otros cuarenta y dos escaños la llena-
ban miembros nombrados por el Gobierno y la otra mitad, «grupos de
circunscripción" elegidos indirectamente, tales como médicos, abogados,
maestros, sindicalistas y hombres de negocios. Concurrieron por lo me-
nos noventa y cinco candidatos procedentes de un amplio espectro de
grupos pro Pekín, pro comercio, pro democracia y de aquellos que te-
nían sus propios programas. Las elecciones dieron una gran mayoría a
un partido llamado Demócratas Unidos de Hong Kong, dirigido por
el perspicuo abogado Martin Lee, que había criticado abiertamente los
abusos de los derechos humanos en la China continental y la injeren-

942
cia de ésta en los asuntos de Hong Kong. Casi todos los candidatos pro
comunistas chinos fueron derrotados.
En octubre de 1992 el recién nombrado gobernador británico, Chris-
topher Patten, dio a conocer planes para que los escaños de circunscrip-
ción también se cubriesen mediante elecciones, al mismo tiempo que
aumentaba el número de tales escaños y reducía el de los que el gober-
nador nombraba directamente. Afirmó que esto iría seguido en 1995 de
elecciones sin trabas y libres al Consejo Legislativo en las que participa-
rían todos los residentes en Hong Kong que hubieran cumplido diecio-
cho años de edad. Patten manifestó que estos cambios no infringían la
Ley Básica de 1984, pero China discrepó al respecto. Además, los esca-
ños ocupados mediante nombramiento (reducidos ahora a diez) también
se seleccionarían a partir de un grupo más amplio de representantes ele-
gidos. El Gobierno chino, enojado, respondió anunciando que aboliría el
Consejo Legislativo elegido libremente cuando los comunistas asumieran
el poder el 1 de julio de 1997 y como medida interina nombró su pro-
pio Grupo Asesor sobre la transición, compuesto exclusivamente por per-
sonas que nombró el propio Gobierno. En las elecciones preliminares
que se celebraron en septiembre de 1994 los Demócratas Unidos gana-
ron el doble de escaños que los partidos pro China. Cuando en 1995 se
celebraron las elecciones definitivas y muy esperadas para el Legco, una
vez más los Demócratas Unidos se anotaron una gran victoria al tiempo
que los grupos partidarios de China sufrían una derrota casi aplastante.
Pero la participación total en los comicios fue esta vez decepcionan-
te: sólo el 35 por ciento de las personas con derecho al voto. El Gobier-
no chino reiteró su promesa solemne de cancelar la institución después
de que Hong Kong volviera a quedar bajo su control el I de julio de 1997.
Así pues, la actitud del Gobierno de Pekín reflejó fielmente las ideas
que expresaba Deng Xiaoping: los logros económicos de los chinos de
Hong Kong y Taiwan eran claramente una fuente de orgullo para Chi-
na e incluso se consideraban dignos de emularse por cuanto hacía al
comercio y las estrategias de inversión y prácticas independientes de
gestión. Pero si los chinos que se acercaban a nuevos niveles de pros-
peridad aspiraban a reformas democráticas válidas, serían apartados, ya
fuera por medio de amenazas, la fuerza o la sencilla abrogación una vez
que el Gobierno chino pudiera controlar la situación de acuerdo con
sus propios criterios. No cabía duda de que, para China misma, el pe-
riodo de tutela aún no había concluido.

943
Hacerse a la mar

No fue sólo la oposición a estos experimentos de democracia en la


frontera lo que dio a China un aspecto de dureza en estos últimos años
de Gobierno de Deng Xiaoping como «líder supremo»; numerosas po-
líticas y declaraciones en China parecieron dar a entender que ahora
soplaban tantos vientos de enfrentamiento con potencias occidentales
-en especial con Estados Unidos- como de armonía. Fue a comienzos
de 1994 cuando China cambió la base de su retórica y acusó a Esta-
dos Unidos de ser la nueva potencia «hegemónica», etiqueta insultante
que desde el decenio de 1960 hasta el de 1980 se había usado para ca-
lificar a la Unión Soviética y sus diversos y supuestos intentos de sa-
botear la Revolución china. Al decir de algunos, Deng Xiaoping trató
de poner fin a esta desviación de la vieja terminología polémica de la
Unión Soviética a Estados Unidos, pero no lo consiguió, lo cual fue
la prueba de que su poder personal iba disminuyendo. Los ataques a
Estados Unidos estaban relacionados con la insistente presión que ejer-
cían importantes líderes del partido y generales chinos -espoleados por
lo que habían visto de la tecnología militar utilizada en la guerra del
Golfo- con el fin de que se diera al Ejército Popular de Liberación más
dinero para modernizar sus fuerzas y adaptarlas a las exigencias de un
mundo conflictivo. Era la «descarada intromisión de los hegemonistas
estadounidenses», como dijo el jefe del Estado Mayor General del EPi
en mayo de 1994, que estaba ofreciendo «apoyo indisimulado a las ac-
tividades debilitadoras de elementos hostiles dentro de nuestro país así
como oponiéndose y subvirtiendo nuestro sistema socialista». Un miem-
bro del Comité Permanente del Politburó subrayó el mensaje al seña-
lar que los objetivos de los estadounidenses eran nada menos que «sub-
vertir el Gobierno chino y estrangular el desarrollo de China»."
Sin duda todo esto tenía que ver con algo más que la disposición de
Estados Unidos a autorizar a sus funcionarios a entrevistarse con Wei
jingsheng y hablar de las violaciones de los derechos humanos, y con algo
más que la herida que había sufrido la dignidad china al ser rechazada
la candidatura de Pekín a acoger los Juegos Olímpicos del año 2000.
Mayor importancia tenían los prolongados debates en Estados Unidos
sobre despojar a China de su estatus de «nación más favorecida", ofre-
cer apoyo moral al exiliado Dalai Lama en su campaña contra la explo-
tación del Tíbet por parte de los chinos, así como las acusaciones de
que China infringía los acuerdos internacionales con sus ventas de tec-
nología nuclear a países como Irán y Pakistán. Las respuestas chinas
a estas y otras amenazas «hegemónicas" oscilaron entre ordenar a sus

944
submarinos nucleares que siguieran a los barcos de guerra estadouni-
denses en la región del mar Amarillo y perseguir y multar a los cristia-
nos chinos, volver a detener y condenar a muchos de los disidentes
de 1989, negociar la compra de gran número de aviones de caza y trans-
porte rusos y construir una red de radares de alerta avanzada en la zona
en litigio de las islas Spratly (situadas entre Vietnam e Indonesia), que
China reivindicaba a pesar de la enorme distancia que las separaba del
continente.
Pero en realidad, por importantes que pudieran ser las amenazas
occidentales percibidas, si había fuerzas que llevaban a cabo «activida-
des debilitadoras» y «subvertían el sistema socialista» de China, estas
fuerzas se encontraban dentro de la propia China y en su mayor par-
te no recibían ningún apoyo declarado o siquiera encubierto de Occi-
dente. Los cambios en la naturaleza del Gobierno del partido, la cre-
ciente conciencia popular de las mentiras e inconsecuencias pasadas del
partido y las nuevas esperanzas y ambiciones que nacían entre el pue-
blo chino eran los factores que hacían que el PCCh adoptara una pos-
tura cada vez más defensiva. Si bien se seguía adulando a Mao Zedong,
a menudo esta adulación adquiría las dimensiones propias de un culto
-pop- en lugar de una creencia apasionada y hondamente sentida. Un
nuevo cine chino, la llamada Quinta Generación de cineastas, se valía
de evocaciones estéticas de la China antigua para subrayar sus mensa-
jes sobre el sufrimiento innecesariamente agudo que se daba en la Re-
pública Popular y esbozar las contradicciones y falacias en las actitu-
des que el partido adoptaba a la sazón ante los conceptos de justicia e
historia. Novelas y relatos llenos de fanfarronería sobre jóvenes chinos
avispados, versiones chinas iconoclastas del rock y el rapo caricaturas
sardónicas y «pintadas» ingeniosas en las paredes transmitían sus pro-
pios mensajes de decadencia y cambio. Un chiste sarcástico que circu-
laba por China captó bien estos niveles: tras gritar por las calles que
el primer ministro, Li Peng, es un «tontorrón», detienen a un chino y
lo condenan a veinte años de prisión. La sentencia es el resultado de
combinar dos cargos distintos: uno de cinco años por expresar senti-
mientos contrarrevolucionarios y otro de quince años por revelar secre-
tos de Estado.
Al mismo tiempo, los paisajes urbanos y rurales de China cambia-
ban constantemente. Se construían carreteras que atravesaban barrios de
las ciudades y se demolían poblados enteras, sin pensar en la preser-
vación de la historia, los estilos de vida locales ni las consideraciones
estéticas. Al igual que Taiwan y Hong Kong, pero sin las ventajas del ur-
banismo o de la elegancia arquitectónica, enormes bosques de hoteles

945
de muchas plantas y torres de oficinas -cuya propiedad y financiación
correspondían en numerosos casos al ejército o la burocracia de la se-
guridad intema- no sólo empezaban a rodear Pekín y Shanghai, sino
también a cambiar la silueta incluso de poblaciones provinciales que
quedaban muy lejos de cualquier zona económica especial. Los casos
de corrupción pasaron a ser casi normales: sólo en los seis primeros me-
ses de 1994 hubo 140.000 «causas judiciales y disciplinarias» con miem-
bros del partido involucrados. Mientras el paro urbano se extendía y
las anticuadas industrias colectivas luchaban por sobrevivir en un mer-
cado que acababa de volverse competitivo, los modos de vida rura-
les cambiaron también y millones de antiguos agricultores emigraron
a las ciudades en busca de trabajo en el próspero ramo de la construc-
ción y en una nueva generación de fábricas donde se explotaba a los
obreros. La fuerza laboral emigrante de Shanghai aumentó hasta alean-
zar 2,81 millones; en un solo día llegaban a Pekín sesenta mil perso-
nas en busca de trabajo: la provincia manchuriana de Jilin lanzó una
llamada de alarma después de que más del diez por ciento de sus tra-
bajadores rurales emigrase a otras partes. Miles de académicos y fun-
cionarios se encontraron con que su exigua paga era completamente
insuficiente en un mundo donde los precios subían acusadamente y sur-
gían nuevas pautas de consumo. Estas personas añadían un segundo y
hasta un tercer empleo a su horario de trabajo, atrapadas en la carrera
por sacar provecho del momento «arriesgándose a hacerse a la mar»
(xia hai), como solía decirse.
La temperatura de los tiempos que corrían también puede medirse
por otro fenómeno, el número cada vez mayor de los que se tomaban
de forma insólitamente literal la idea de «hacerse a la mar». Se trataba de
una nueva generación de emigrantes chinos -muchos de ellos de la pro-
vincia de Iujian- a quienes les costaba aceptar el mundo del dinero rá-
pido, en el contexto de su propia pobreza extrema, y, por tanto, trata-
ban ilegalmente de utilizar su dinero para emigrar al extranjero. El caso
del Golden Vénture, un barco cargado de inmigrantes ilegales chinos que
embarrancó en Long Island, cerca de Nueva York. en el verano de 1993,
reveló de forma dramática que miles de chinos prometían pagar veinte
milo más dólares a contrabandistas también chinos por una oportu-
nidad de llegar a Estados Unidos. Cada vez que las autoridades de in-
migración y los guardacostas estadounidenses cortaban una ruta, se
abrían otras: primero atravesando el Caribe por vía aérea, y luego me-
diante itinerarios complejos a través del Sudeste Asiático. La escala de
estas operaciones puso de manifiesto el poder de la delincuencia orga-
nizada china, a menudo vinculada (al menos en sus denominaciones) a

946
1. La ~mergente mod ernidad de China se reflej ó en el aumento de libertades materiales en
lugar de políticas. Muchos estilos de vestir que ahora se aceptaban se exhibieron en la pa-
sarela durante el prim er desfile importante de modas celebrado en China, abril de 1991.
2. La apertura de una Bolsa de valores en Shanghai a comienzos del decenio de 1990 dio
origen a una locura especuladora en la cual todas las acciones ofrecidas se vendían rápi-
damente.
3. En 1992 mas de un millón de personas -niños además de adultos- ya emigraban ilc-
galmente a todas partes de China, principalmente a las ciudades, en busca de puestos de
trabajo.
4. Puent e de Wuhan Desde la aprobación en 1979 de la Ley de Empresas Conjuntas Si-
noextranjeras, la inversi ón extranjera en China ha apoyado la economía del país y abierto
pu ertas al mundo exterior. El Puent e de Wuhan, terminado en 1995, fue una empresa con-
junta entre inversores de China,Japón y Hong Kong.
5. La Presa de: las Tres Gargantas. Inmenso proyecto hidroeléctrico y desrinado también
para el control de las inundaciones, en construcción en el curso alto del río Yangzi, más
arriba de Yichang, la presa requirió el traslado forzoso de millones de seres humanos que
vivían a orillas del río y la inundación de las gargantas, que eran lugares de gran belleza e
importancia cultural.
6. Lee Teng-hui. En marzo de 1996
Lee Teng-hui, taiwanés de nacimiento,
fue elegido presidente de Taiwan
en los primeros comicios libres
y directos celebrados en la isla.

7. Zhu Rongji. Seleccionado cuidadosamente 8. Jiang Zemin, presid ente de la Repú-


por Deng Xiaoping para reforzar la situación blica Popular China hasta 2003. Tras el
económica de China, Zhu Rongji, en 1999 final del mandato de Li Peng y la muerte
presidente de la Asamblea Popular Nacional, de Deng Xiaoping, el presidenteJiang z.e;.
luchó durante años por mantener una eco- mio acabó con la autoridad de los anti-
nomía fuerte ante el rápido aumento de la guos líderes del partido y asumió el papel
inflación. de la nueva generación de dirigentes.
9. El1 de Julio de 1997 Hong Kong fue devuelto a China después de más de ciento cin-
cuenta años de dominación colonial británica.
10. Una pareja joven de la población costera de Xiamen se prepara para la vida de casados
y se embarca en la búsqueda de una vida material decente.
antiguas sociedades secretas, como las triadas, que tan poderosas habían
sido a finales del periodo Qing.
Sólo las biograflas individuales pueden dar una idea de esta mezcla
de agitación, desequilibrio, entusiasmo y oportunidades. Entrevistas efec-
tuadas recientemente en la China rural han realzado los factores que in-
tervienen en ello. Muestran cómo campesinos otrora analfabetos, cria-
dos en medio de los sufrimientos de los decenios de 1920 y 1930, que
habían visto pasar hambre a sus familias, a los japoneses invadir su país
y a los comunistas infiltrarse en sus poblados, trabajaron gustosamente
con el Partido Comunista después de 1949 y vivieron para y de la voz
del presidente Mao. Pero bajo las nuevas políticas de Deng Xiaoping
tuvieron que arriesgarse a arrostrar lo desconocido una vez más cuan-
do fueron testigos de la disolución de sus comunas y la descentraliza-
ción y la descolectivización de la agricultura. Todavía no se han con-
tado historias paralelas de obreros industriales, aunque los parámetros
generales pueden colegirse de las «confesiones» tomadas a tales obre-
ros durante la Revolución Cultural. Una gran variedad de fuentes no
oficiales también indica que en el decenio de 1990 hubo claramente
muchos más intentos de huelga y una agitación laboral mucho más gra-
ve de 10 que el partido se ha mostrado dispuesto a reconocer hasta el
momento. Muchas de las personas de gran cultura que fueron victimas
de la campaña antiderechista y de la Revolución Cultural también han
escrito sus biografías, pero generalmente éstas se centran en las horri-
bles experiencias que vivieron en los decenios de 1960 y 1970 en lugar
de en sus subsiguientes intentos de readaptación durante los años de
Deng Xiaoping.
Para los profesionales urbanos jóvenes y de mediana edad de los
años noventa del siglo pasado la tensión era endémica. Muchos decían
que sus vidas eran un flujo constante: aunque hasta cierto punto con-
taban con el sostén de los padres y los cónyuges, también sentían la
necesidad de sobrevivir como personas solas en una sociedad inesta-
ble. Las parejas jóvenes frecuentemente tomaban precauciones y uno
de sus miembros se arriesgaba a internarse en los ignotos mundos de
la alta tecnología, el márketing o el comercio exterior mientras el otro
permanecía en lo que quedaba de la red socialista, dispuesto a some-
terse a horarios de trabajo improductivos por un salario bajo a cambio
de prestaciones sanitarias y sociales y acceso a una vivienda suficiente
(aunque no espaciosa). La mayoría de estas parejas obedecía los dicta-
dos del partido y tenía un solo hijo al que, sin embargo, querian mu-
chísimo, aunque, paradójicamente, encargaban a los abuelos su cuidado
o lo enviaban a un internado durante la semana debido a la fuerte pre-

955
sión que el trabajo ejercía sobre ellas. Estos profesionales jóvenes leían
mucho, pensaban libremente y se mostraban sarcásticos en relación
con el partido al tiempo que admiraban muchos de sus logros pasados.
Opinaban que el partido aún podía hacer algo para evitar que el país
se sumiera en la anarquía. Creían que el movimiento pro Democracia,
al menos tal como se había manifestado desde 1986 hasta mediados del
decenio de 1990, tenía poco que ofrecer a China ahora. Empezaban a
pensar en el aspecto personal, en las vacaciones familiares, en rodearse
de objetos bellos desde el punto de vista estético y eran tan frugales
como astutos. Los que habían sido adolescentes durante la Revolución
Cultural recordaban las humillaciones que habían padecido sus padres
tan vivamente como las que habían sufrido ellos mismos, pero pensa-
ban que las privaciones del pasado les habían dado mucha fuerza para
salir adelante en el mundo de ahora.
Por su parte, los padres, en especial los que habían nacido en el de-
cenio de 1920 o en el de 1930 y se habían afiliado al partido al ter-
minar la segunda guerra mundial o durante la guerra civil, con fre-
cuencia añoraban la claridad de elección que había ofrecido el mundo
en aquellos tiempos, la promesa de una sociedad mejor que a la sazón
parecía estar al alcance. Recordaban muy bien la intensidad de la tran-
sición que habían vivido y su sensación juvenil de estar en la corrien-
te principal de la historia. En los años noventa del siglo pasado veían
con tristeza el tumulto y la falta de visión; contemplaban con afecto
desconcertado cómo sus hijos luchaban por seguir adelante. El orden
generacional era sencillo: una generación poseía grandes propiedades
agrarias o tal vez estudiaba en el extranjero en tiempos de la repúbli-
ca; la siguiente se afiliaba al partido, trabajaba en la clandestinidad, edi-
ficaba la revolución y vivía en relativa seguridad durante el decenio
de 1950; una tercera generación capeaba la Revolución Cultural, estu-
diaba con pasión en la universidad y se zambullía luego en una sucesión
(o a menudo una serie coincidente en parte) de empleos diversos.
Por poner un solo ejemplo, un niño nacido en 1955 tuvo que va-
lerse por sí mismo cuando en 1966 sus padres fueron detenidos, y pos-
teriormente trabajó en una siderúrgica y como cuadro en el campo de la
educación. Encontró empleo en una empresa estatal de capitales de ries-
go y de allí pasó a reunir grupos de propiedades inmobiliarias para una
asociación de compañías de Hong Kong antes de crear un negocio de-
dicado a vender espacios publicitarios en la televisión a patrocinadores
chinos y extranjeros. Con el dinero que ganó en estas empresas acumu-
ló un capital que le permitió diseñar y patentar accesorios para automó-
vil, fundar un club social para cuadros ricos del partido y abrir un salón

956
de masaje, así como hacer otras incursiones en la venta al por menor de
ropa, el negocio editorial y el almacenamiento de información en In-
temet." Las vidas de sus contemporáneos a los que atrajo el mundo
académico estaban igualmente llenas: con la búsqueda del conocimien-
to por el conocimiento (con el debido homenaje a las pasadas comple-
jidades de la historia y la cultura de China), el profundo respeto a sus
propios maestros, la disposición a trabajar incansablemente, un domi-
nio asombroso de las fuentes y la bibliografla, y grandes ambiciones de
dejar huella en el mundo de las letras nacionales e internacionales.
Si estos hombres y mujeres subvirtieron el Estado y el partido, fue
por medio de su energía, su independencia y su integridad, y no de
forma deliberada o persiguiendo fines nefandos. Su meta era encontrar
un hueco para sus esperanzas dentro de una China que ellos sabían
que estaba cambiando, bajo líderes a los que no podían continuar ad-
mirando.

La muerte de Deng Xiaoping

Un libro intrigante que apareció en China a finales de 1994 pro-


porcionó un enfoque del estado de ánimo del país hasta entonces des-
conocido. Titulado Mirando a China con un tercer ojo, el libro era su-
puestamente obra de un intelectual alemán, pero esta mentira fue puesta
en evidencia y se comprobó que el autor era un amigo íntimo del hijo
del veterano líder del partido Chen Yun. El libro afirmaba audazmen-
te que las políticas de Deng Xiaoping habían hecho caer a China en la
trampa de venerar el crecimiento económico rápido y desigual; el resul-
tado, sin embargo, había sido legar a los ochocientos millones de cam-
pesinos del país "un volcán activo» que podía entrar en erupción en
cualquier momento. Esta fuerza volátil ya había empezado a inundar
las ciudades de China. El autor presentaba de forma gráfica y detalla-
da cómo Deng Xiaoping había sentado los cimientos de una catástrofe
potencial incluso peor que el Gran Salto Adelante de Mao, que había
provocado 30 millones de muertes. Las políticas de Deng Xiaoping lle-
varían a un apocalipsis de anarquía incontrolable que empequeñecería
los desastres de Mao. 9
Los dirigentes de China ofrecían un panorama cada vez más raro
a ojos ajenos, al igual que el marco en el cual tenía lugar la lucha, en
gran parte callada, por alcanzar los primeros puestos. Mientras indivi-
duos poco escrupulosos (con el respaldo del partido o sin él) iban apo-

957
derándose de muchas industrias y hasta de comunidades rurales ente-
ras/o funcionaban ahora en China dos grandes centrales de energía nu-
clear, las reservas de divisas extranjeras superaban los 30.000 millones
de dólares y el déficit comercial de Estados Unidos con China se acer-
caba a los 20.000 millones de dólares. Al mismo tiempo, en los arse-
nales de la antigua Unión Soviética, el EPL hacía compras gigantescas
de tanques del último modelo, sistemas de misiles para la defensa aérea
y aviones capaces de repostar en vuelo.
Fue en este mundo cambiante y turbulento donde poco a poco
desaparecieron los últimos representantes vivos del legado principal de
Mao, la lista de cuyos nombres proporciona un resumen acumulativo
de la tortuosa historia de la revolución. En 1992 murieron Li Xiannian
y Nie Rongzhen, el primero a la edad de ochenta y tres años y el se-
gundo, a la de noventa y tres. Li Xiannian era un carpintero de Hubei,
se había afiliado al Partido Comunista en 1927, en la adolescencia, y
había sido un líder clave de la guerrilla antijaponesa en China central
antes de convertirse en ministro de Hacienda del Gobierno comunista
y, finalmente, presidente de la República Popular de 1983 a 1988; Nie
Rongzhen, hijo de una familia terrateniente de Sichuan, viajó a Francia
en 1920 con el grupo de estudio y trabajo que incluía a Deng Xiao-
ping, y allí, en 1923, se afilió al partido. Excelente científico y brillante
estratega militar dotado de gran intuición, Nie Rongzhen desempeñó
un papel destacado en la Larga Marcha, los años de Yan'an y la guerra
civil, antes de convertirse en mariscal del EPL y director de la Comi-
sión de Tecnología Especial que guió los programas de armas y misiles
nucleares de China. Al año siguiente, 1993, murió a los ochenta y cin-
co años Wang Zhen, trabajador ferroviario nacido en Hunan que Ile-
gó a ser jefe de logística del EPL y vicepresidente de China y se convir-
tió en el más implacable de los partidarios de la línea dura.
Tal vez lo que mayor importancia tuvo para Deng Xiaoping y sus
propios seguidores más allegados fue la muerte de Chen Yun en 1995
a la edad de ochenta y nueve años. Tipógrafo de la Shanghai Com-
mercial Press a comienzos del decenio de 1920, Chen Yun ingresó en
el partido en 1924 y se convirtió en un destacado organizador obrero.
Ayudó a orquestar las grandes huelgas de Shanghai en 1927, fue nom-
brado miembro del Comité Central en 1931 y posteriormente sirvió
a Mao en calidad de principal asesor económico y arquitecto de la re-
construcción socialista de China después de 1949. A partir del decenio
de 1980 se había perfilado como el crítico más importante de la des-
colectivización y el crecimiento desenfrenado, así como de lo que, a su
juicio, era la concomitante erosión de los valores morales y espiritua-

958
les de China. Su muerte supuso la desaparición del principal centro de
apoyo y prestigio para los planificadores chinos que seguían propug-
nando los valores marxistas-leninistas que ellos consideraban funda-
mentales y que veían en la disciplina ideológica, el igualitarismo fiscal
y la moderación las claves de un futuro ordenado en China.
A mediados del decenio de 1990 la función exacta de Deng Xiao-
ping era un enigma para la mayoría de los observadores políticos. Des-
pués de su viaje al sur en 1992, no hizo más gestos ni declaraciones pú-
blicas de gran efecto. Y las fotografías borrosas de su visita a Shanghai
en 1994 fueron las últimas que circularon públicamente. El culto a la
personalidad de Deng Xiaoping fue fomentado en su vejez por el Go-
bierno, encabezado ahora por Jiang Zemin y Li Peng, quienes se ase-
guraron de que las «obras de Deng Xiaoping» fuesen muy difundidas y
comentadas y que constantemente se referían a él llamándole "el líder
primordial» de China pese a su renuncia a todos sus puestos oficiales en
el Gobierno. Pero si Deng Xiaoping era ellíder primordial, lo era prin-
cipalmente como presencia entre bastidores, casi incapaz de hablar, oír
y hacer gestos, cuyos comentarios, a menudo enigmáticos, se filtraban
por boca de sus parientes más próximos, especialmente sus hijas y un
grupo reducido de generales de categoría superior. Ya se hacían pocas
referencias siquiera a las partidas de bridge de competición con un pe-
queño círculo de amigos que desde hacía muchos años eran su pasa-
tiempo preferido, aunque retuvo hasta el final su título de Presidente
Honorario de la Asociación China de Bridge. Se decía que estaba al
corriente de los acontecimientos en general y que disfrutaba con la
compañía de sus nietos.
Entretanto, la dirección del país parecía estar en suspenso mientras
continuaba la racha frenética y descoordinada de crecimiento econó-
mico y cambio. El primer ministro, Li Peng -cuyo propio mandato lle-
garía a su fin en marzo de 1998-, declaró públicamente en abril de 1995
que la transición "desde la dirección colectiva central de la segunda ge-
neración, con Deng Xiaoping en el centro» se estaba llevando a cabo
"sin complicaciones» y que la "dirección colectiva de la tercera gene-
ración, con el camarada jiang Zemin en el centro» ya había entrado en
funciones. Detrás de estos comentarios había una serie de maniobras
políticas implacables y complicadas. Casi inmediatamente después de
la muerte de Chen Yun,Jiang Zemin habfa forzado la dimisión de uno
de sus propios rivales clave, el poderoso secretario del partido en Pe-
kín Chen Xitong (cuyo propio alcalde adjunto acababa de suicidarse
en medio de un gran escándalo de conupción). Como jefe del partido en
Pekín, Chen Xitong hubiera podido contar con los servicios de dece-

959
nas de miles de policías y miembros de las fuerzas de seguridad en la
capitaL Con su dimisión forzosa, jiang Zemin completó una serie de
medidas preventivas para asegurarse de no correr la misma suerte que
la Banda de los Cuatro tras la muerte de Mao. Ya había nombrado al
jefe de sus propios guardaespaldas personales, You Kexi, para e! pues-
to de comandante del Regimiento Central de Guardias en la región de
Pekín, con la graduación de teniente general. Este regimiento era la fa-
mosa Unidad 8341, la que en 1976 había encabezado e! golpe contra
la Banda de los Cuatro."
Así pues, cuando e! 19 de febrero de 1997 se dio a conocer a la na-
ción la muerte de Deng Xiaoping, causada por una infección pulmo-
nar y complicaciones de la enfermedad de Parkinson, hubo una extraña
sensación de incertidumbre tanto como de pérdida. El Gobierno actuó
enseguida para asegurarse de que los manifestantes no utilizaran el duelo
por Deng Xiaoping como pretexto para criticar con dureza al régimen,
como habían hecho tan conspicuamente en dos ocasiones previas: en
abril de 1976, a raíz de la muerte de Zhou Enlai, y en abril de 1989,
con motivo de la de Hu Yaobang. El primero de estos dos casos, el de
abril de 1976, fue a más y se convirtió en un ataque declarado al pre-
sidente Mao y sus políticas, y e! propio Deng Xiaoping fue culpado de
los desórdenes por sus enemigos políticos; una vez que hubo recupe-
rado el poder en 1979, Deng Xiaoping «anuló los veredictos» corres-
pondientes a 1976 y afirmó que las manifestaciones habían estado jus-
tificadas como críticas de los excesos de la Banda de los Cuatro y la
Revolución Cultural. Pero Deng Xiaoping nunca había anulado los ve-
redictos relacionados con los acontecimientos de 1989 ni expresado arre-
pentimiento alguno por las muertes de estudiantes y civiles ocurridas
entonces. Los controles policiales fueron muy fuertes en 1997, para te-
ner la seguridad de que su memoria no fuese vilipendiada ni alabada
en exceso, ya que esto último hubiera podido interpretarse como una
bofetada al que a la sazón era el presidente de China y secretario ge-
neral de! partido, jiang Zemin. De hecho, tan débil fue la respuesta del
público que el Gobierno tuvo que fomentar demostraciones de emo-
ción limitadas y cuidadosamente controladas e! día de las exequias de
Deng Xiaoping, pero sólo para delegaciones de empresas estatales y UlU-
dades de trabajo invitadas especialmente por el mismo Gobierno. A pe-
tición del propio Deng Xiaoping, después de la ceremonia sus cenizas
fueron esparcidas sobre el mar, igual que las de Zhou Enlai en 1976.
La discreción que envolvió las exequias también sirvió para acentuar
una cuestión política más sutil, una cuestión que jiang Zemin deseaba
vivamente grabar en la mente de la nación: Deng Xiaoping se había man-

960
tenido al margen durante varios años y e! traspaso de facto del poder se
había llevado a cabo de manera silenciosa pero eficaz. Para recalcar más
esto, Jiang Zemin expresó en su oración fúnebre la esperanza de que
los ex lideres ancianos del partido que quedaban -varios de los cuales
asistieron a la ceremonia fúnebre- se hicieran a un lado ahora y no as-
pirasen al poder durante el resto de su vida. Esto pondría fin a la in-
fluencia de las últimas figuras que, como Peng Zhen (95), Bo Yibo (89)
y Yang Shangkun (90), habían estado muy allegadas a Mao y cuyas lar-
gas vidas de revolucionario les daban una resonancia histórica a la que
jiang Zemin -que a sus setenta y un años era mucho más joven- nun-
ca podría aspirar. Las credenciales revolucionarias de! propio Jiang Ze-
min se limitaban a su labor como líder estudiantil a finales del decenio
de 1940, seguida de una carrera como experto en energía en la burocra-
cia del partido. Además, estas jubilaciones también significarían que
los militares de graduación más alta que a la sazón controlaban el EPL
también tendrían que dejar sus puestos y darían así a jiang Zemin una
base mucho más fuerte en la importantísima Comisión Militar Central.
La muerte de Deng Xiaoping fue oportuna porque permitió a Jiang
Zemin estar en primer plano a medianoche del 30 de junio de 1997,
cuando, conforme al acuerdo de 1984 con Gran Bretaña, Hong Kong
volvió a quedar bajo control chino. Mientras se arriaban la Union Jack
y la bandera de la ex colonia de Hong Kong y se izaba la bandera roja
con estrellas doradas de la República Popular junto a la recién diseña-
da bandera con un capullo de paulonia roja de la región administrati-
va de Hong Kong, Jiang Zemin estuvo sentado alIado del príncipe Car-
los de Inglaterra en e! estrado del inmenso nuevo centro de congresos
que justo estaba terminando de construir un grupo de promotores in-
mobiliarios hongkoneses y chinos en un controvertido vertedero junto
al puerto principal.
El elegido por la propia China para el nuevo puesto de jefe ejecu-
tivo de Hong Kong, que reemplazarla al gobernador británico salien-
te, Christopher Patten, fue Chee-hua Tung, perspicuo hombre de ne-
gocios chino que llevaba el pelo cortado al rape y se hacía llamar C.H.
Había nacido en 1937 en una acaudalada familia de Shanghai que había
creado empresas navieras antes y después de la segunda guerra mun-
dial; tras la victoria comunista la familia emigró a Hong Kong y su ne-
goció registró una rápida expansión tanto allí como en Taiwan (donde
recibió apoyo del Guomindang). c.H. cursó estudios universitarios en
Gran Bretaña y durante un decenio trabajó en varias sociedades anó-
nimas en Estados Unidos antes de volver a Hong Kong para trabaj~r
con su padre. Cuando la empresa familiar se vio amenazada por la nn-

961
na a principios del decenio de 1980, C.H. 'Iung evitó la quiebra nego-
ciando un préstamo de 120 millones de dólares con Pekín. Debía su
nuevo puesto al papel destacado que había desempeñado en el grupo
de elite que formaban los principales hombres de negocios chinos de
Hong Kong, todos los cuales eran muy conocidos en Pekín, y a que
sus puntos de vista parecían coincidir con lo que de forma poco rigu-
rosa podría denominarse el «nuevo autoritarismo» que ahora estaba en
boga: así, e.H. 'Iung propugnaba públicamente los valores de la ley
y el orden, criticaba las prisas excesivas por alcanzar la democracia,
alababa al Gobierno centrista de Singapur como modelo idóneo yapo-
yaba la decisión declarada de los chinos de abolir el Consejo Legisla-
tivo elegido democráticamente. Pero al mismo tiempo, C.H. Tung tran-
quilizaba a los hongkoneses asegurándoles que protegería su particular
modo de vida, velaría fielmente por el cumplimiento de la Ley Básica
y mantendría la independencia de la judicatura.
Por supuesto, lo que todo esto decía de los anteriores decenios de
Gobierno comunista no se les escapó a los satíricos de China, que una
vez más estaban dispuestos a hablar claro de manera vigorosa y espon-
tánea. Fue Wang Shuo, el veterano autor de relatos irreverentes sobre
la vida callejera de Pekín, quien de forma más perfecta captó el clima
del momento. Cuando era pequeño, escribió Wang Shuo en un ensa-
yo que se publicó tres días después de la devolución de Hong Kong, le
habían enseñado claramente que «todo el pueblo chino se había levan-
tado, pero que los hongkoneses seguían sirviendo como vacas y caba-
llos de los británicos». Su corazón de niño se llenaba de pena cuando
oía decir que los hongkoneses no tenían zapatos y se alimentaban de
espinas de pescado. Pero ahora había un poquito de misterio. Al pare-
cer, esta gente de Hong Kong llevaba zapatos, después de todo, y, ade-
más, de cuero. También era muy rica, tan rica que con sus costumbres
relajadas y lascivas había transformado el «buen adulterio de antaño»
de los «puros y honrados habitantes del continente» en prostitución.
Algunos de sus desorientados amigos, prosiguió Wang Shuo, decían que
la prosperidad de Hong Kong demostraba que quizás hubiera sido me-
jor que China dejara Qjngdao en manos alemanas y Dalian en manos
japonesas, para que se convirtieran en «cofres» repletos de dinero como
Hong Kong. Nada se hubiese perdido: «La patria seguiría siendo la gran
patria». Pero tal vez era mejor no seguir, dijo Wang Shuo. «El pobre
papá todavía tiene mal genio y pega a su niño por cualquier tontería».
La mejor política seguía siendo, como había sido antes: «Sed como los
shanghaineses: trabajad con ahínco, luego enviad a vuestra propia gen-
te a Pekín para que se haga cargo del Politboró-."

962
Detrás de esta celebración del fin del control extranjero sobre Hong
Kong estaba la cuestión de Taiwan. Semanas antes del traspaso de
Hong Kong, mientras un reloj gigantesco instalado expresamente en la
plaza de Tiananmen iba contando los días, las horas y los minutos que
faltaban para el acontecimiento, en Pekín había pancartas que decían
que «China acogía con entusiasmo el retomo de Hong Kong, Macao y
Taiwan a la patria». La devolución de Macao, después de más de cuatro
siglos y medio de control total o parcial por parte de los portugueses, ya
estaba fijada para 1999. Pero el caso de Taiwan era infinitamente más
complejo. Mientras las autoridades chinas afirmaban que las concen-
traciones a favor de la independencia de Taiwan eran el tipo de mani-
festaciones que no se tolerarían en Hong Kong, como tampoco se per-
mitirían las que exigieran derechos independientes para los tibetanos o
los habitantes musulmanes de Xinjiang, el Gobierno taiwanés del pre-
sidente Lee Teng-hui trabajaba con una coalición de partidos rivales
para poner fin al sistema en virtud del cual un «Gobierno provincial»
de Taiwan coexistía con el Gobierno central taiwanés. La importancia de
este cambio residía en que el Gobierno provincial representaba un re-
troceso al periodo de la guerra civil y los primeros años del decenio
de 1950, cuando Taiwan afirmaba ser meramente la base temporal del
Gobierno nacional chino en el exilio. Con la abolición de esta repre-
sentación provincial, Taiwan se convertiría, de hecho, en una unidad
política del todo independiente, sin más interdependencia gubernamen-
tal formal con el continente. Por tanto, el Gobierno de Pekín atacó la
decisión como una provocación peligrosa.
Los hechos eran curiosos. Si China se encontraba ahora al borde
de la modernidad, como sus habitantes habían esperado durante tanto
tiempo, seria impulsada hacia delante por dos legados a los que se ha-
bía opuesto también durante mucho tiempo: uno era el sistema mis-
mo edificado en Hong Kong bajo el imperialismo británico, contra
el cual había despotricado el Partido Comunista desde su fundación; el
otro, la máquina económica y política de Taiwan, que había nacido del
colonialismo japonés y pasado luego por medio siglo de Gobierno bajo
el más encarnizado enemigo interno del Partido Comunista, el Guo-
mindango
Nadie podia dudar de que Hong Kong y Taiwan habían hecho la
transición a la categoría de sociedades chinas modernas, con todas las
posibilidades y dificultades económicas y culturales que ello significa-
ba. Pero con 6300 millones y 21.600 millones de habitantes, respecti-
vamente, las dos sociedades se veían totalmente empequeñecidas al lado
de los cerca de mil trescientos millones de habitantes de la República

963
Popular. Y China misma seguía afrontando el futuro basándose en la do-
minación de campos clave de la economía por parte del Estado. A me-
diados de 1997, las empresas estatales todavía empleaban al 67 por cien-
to de los trabajadores urbanos de China y aportaban el sesenta por ciento
de los ingresos del Estado; en las industrias clave, el control estatal era
aún mayor: el 77 por ciento en la química, el 79 por ciento en la me-
talurgia y más del noventa por ciento en la producción tanto de ener-
gía eléctrica como de petróleo. Los líderes de China optaron por afron-
tar esta anomalía directamente y en septiembre de 1997 anunciaron su
decisión de vender por lo menos 10.000 de las 13.000 grandes y me-
dianas empresas estatales que quedaban. Evitaron usar la palabra «pri-
vatización» y arguyeron que la venta de acciones de dichas compañías
constituía «propiedad pública». La decisión fue audaz, ya que se nece-
sitaría la planificación más imaginativa y valiente para vender estas
compañías sin hacer que el paro industrial subiera hasta niveles explo-
sivos y sin causar más desequilibrios medioambientales en un país que
ya padecía niveles peligrosos de escasez de agua, erosión del suelo, dis-
minución de la tierra cultivable y contaminación del aire y la lluvia.
En público, algunos incondicionales del Partido Comunista de Chi-
na continuaron expresando su creencia en los valores socialistas con los
cuales les habían criado. Como señaló un afiliado mordaz en un infor-
me especial anónimo, «la mentalidad de imitar la cultura de Hong Kong
y Taiwan, de rendir culto a todo lo extranjero y de anhelar el mundo ca-
pitalista ha pasado de jóvenes ignorantes a algunos intelectuales y cua-
dros del partido y del Gobierno». El autor imaginaba un mundo chino
de «especulación con acciones y bienes raíces, comercio con facturas fal-
sas, pornografia, producción y venta de artículos falsificados e incluso
contrabando», en una sociedad donde un mero dos por ciento de todos
los impositores bancarios aportaba ahora el ochenta por ciento del total
de imposiciones. El autor del informe pintaba seguidamente un panora-
ma de huelgas industriales, violencia, empobrecimiento rural y una mo-
ral cultural debilitada coexistiendo muy de cerca con el mundo de «clu-
bes nocturnos, campos de golf, saunas, salones de masaje y burdeles».
A su modo de ver, ..han resucitado casi todos los fenómenos desagradables
de la antigua sociedad anterior a la instauración de la República»."
Líderes irresponsables, una elite amante del lujo, una clase media
moralmente relajada y un sector rural y manufacturero explotado que
vivía al borde de la pobreza más extrema se hallaba también cerca del
panorama social que invocaran no sólo los patriotas Ming mientras
contemplaban con angustia cómo su dinastía caía ante los advenedizos
Qjng, sino también los revolucionarios chinos de finales de la dinastía

964
Qjng y los comunistas que condujeron sus disciplinadas fuerzas con-
tra el mundo de decadencia patente de la república. Desde este punto
de vista, las fuerzas negativas a las que ahora se enfrentaban el partido
y el pueblo de China en poco se distinguían de 10 que habían sido en
los malos tiempos pasados. Pero había algo demasiado pulcro en esta
pauta de argumentación y crítica. Tal como a finales de 1996 explica-
ba un libro publicado por un estudiante chino que acababa de volver de
una universidad estadounidense, Estados Unidos no era meramente un
país inundado de «cantos, risas, el aroma de barbacoas en las fiestas».
Era también prueba viva de que los chinos mismos podían tener «un
tipo diferente de vida, libre de los repetitivos movimientos políticos del
pasado y de luchas a vida o muerte». No era una verdad «natural y ab-
soluta» que los líderes chinos tuviesen que «controlar al pueblo»."
En una visita oficial a Estados Unidos en octubre de 1997, el pre-
sidente jiang Zemin pareció apoyar implícitamente una postura más
abierta, puesto que incluyó en su itinerario tanto el Independence Hall
de Filadelfia como la Bolsa de Valores de Nueva York. Unas semanas
más tarde, justo después de que los obreros de la construcción chinos
hubieran completado la desviación del río Yangzi con el fin de que pu-
diesen empezar los trabajos de la segunda etapa del proyecto de la pre-
sa de las Tres Gargantas, el disidente Wei Jingsheng fue puesto en liber-
tad y autorizado a trasladarse al extranjero. Al cabo de unos meses, en
marzo de 1998, en su discurso inaugural como nuevo primer ministro
de China, Zhu Rongji habló largamente de las dificultades económi-
cas del país, pero ni una sola vez mencionó el nombre de Mao Zedong.
Esta yuxtaposición de una postura pragmáticamente desarrollista y una
postura ideológica más abierta pareció ofrecer un camino constructivo
hacia el nuevo siglo que se acercaba rápidamente. Quizás, una vez más,
se permitiría que las habilidades y las percepciones del pueblo chino
crecieran plenamente, de modo que fuese posible encontrar cierto sen-
tido tanto en los legados como en las ruinas del pasado. En tal caso, ha-
bía realmente una oportunidad de que apareciera algo a la vez moder-
no, armonioso y perceptivo, algo que ofreciese al mundo una nueva
visión de lo que significaba ser chino.

965
Apéndices
Notas

l. Los últimos Ming

1. Tang Xianzu, The Peony Pavilion, trad. de Cyril Birch, Indiana Universi-
ty Press, Bloomington, 1980, págs. 14 y 32.
2. G. William Skinner, ed., The City in Late Imperial China, Stanford Uni-
versiry Press, Stanford, 1977, pág. 351.
3. Tang Xianzu, op. cit., pág. 34.
4. Wang Yangming, Instrxaionefor Practica! Living and Other Neo-Corfecian
Writings, trad. de Wing-tsit Chao, Columbia Universiry Press, Nueva York, 1963,
pág. 146 (modificada).
5. L. Carrington Goodrich y Fang Chao-ying, eds., Diclionary cf Ming Bio-
graphy, Columbia Universiry Press, Nueva York, 1976, pág. 708.
6. Éste es el primer periodo en el cual puede verse la interrelación de Chi-
na con una economía global emergente. Para detalles de la teoría de la crisis de
la plata, véase William Atwell, «Intemational Bullion Flows and the Chinese
Economy circa 1530-1650», Past and Pment, 95 (mayo de 1982), págs. 68-69,
y, del mismo autor, "Sorne Observations on the "Sevenreenth-Cenrury Cri-
sis" in China and japan»,joumal o/Asian Stxdícs, 45, n." 2 (febrero de 1986),
págs. 223-224. Véase también Frederic Wakeman, "China and the Seventeenth-
Century Crisis», Late Imperial China, 7, n." 1 (julio de 1986), págs. 1-26. Esta
teoría de la crisis se modifica en Richard van Glahn, Founlain cfPertune: Mo-
ney and Monetary Poli¡y m China, 1000-1700, Universiry of California, Berke-
ley, 1996, págs. 237-245.
7. Helen Dunsten, -The Late Ming Epidemics: A Prelirninary Survey»,
Ch'ing-shih toen-t'i 3, n." 3 (1975), págs. 29-30.
8. Ibíd., págs. 39-48. Las premisas básicas de la medicina tradicional chi-
na se presentan en Nathan Sivin, Traditional Medicine in Contemporary China,
University of Michigan Press, Ann Arbor, 1987.

2. La conquista manchú

l. Franz Michael, Tbe Origin o/ Manchu Rule in China, Nueva York, 1965,
pág. 121.
2. Gertraude Roth, -The Manchu-Chinese Relationship, 1618-1636», en

969
Jonathan Spence y John Wills, eds., Prom Ming te Ch'ing, Yale Universiry Press,
Nueva York, 1979, pág. 9.
3. Ibíd., pág. 18.
4. Ibíd., pág. 30.
5. Lynn Struve, Tbe Southern Ming, 1644-1662, Yale University Press, New
Haven, 1984, pág. 129.
6. Frederic Wakeman, The Grcat Enterprise, Universitv of California Press,
Berkeley, 1985, págs. 55-58; Struve, págs. 47 y 58-61.
7. Roben Oxnarn, Rulingfrom Horseback, University of Chicago Press, Chi-
cago, 1975, págs. 52 y 56.
8. «Biography of Ch'in Liang-yü (Qjn Liangyu]», en Arthur Hummel, ed.,
Eminent Chinese cf tbe Ch'ing Penad, Washington D.C., 1943, págs. 168-169.

3. La consolidación de Kangxi

l. jonathan Spence, Emperor ofChina: Self-Portrait ofK'ang-shi, Nueva York,


1974, pág. 32.
2. William Peterson, -The Life ofKu Yen-wu, 1613-1682», HarvardJournal
uf Asiatic Sucdies, 28 (1968), pág. 142.
3. Kong Shangren (K'ung Shang-jen), The Peadi Blossom Fan, trad. de Chen
Shih-hsiang y Harold Acton, University of California Press, Berkeley, 1976,
pág. 278.
4. Richard Strassberg, The World o/K'ung Sbang-ien: AMan of Laten in EarIY
Ch'ing China, Columbia Universiry Press, Nueva York, 1983, pág. 275.
5. Ibíd., pág. 219.
6. Spence, op. cit., pág. 165.
Z Richard van Glahn, Fountain o/Fortune: MonO' and Monetary Policy in Chi-
na, University of California Press, Berkeley, 1996, págs. 211-215.
8. Spence, op. cit., págs. 148-149.

4. La autoridad de Ytmgzheng

1. Los estudios de estas tres macrorregiones proceden de Susan Naquin y


Evelyn Rawski, Chinese Soeiery in the Eighteenth Century, Yale University Press, New
Haven, 1987, cap. 5. Las obras básicas que introducen y amplían el concepto
de macrorregión son los ensayos de G. William Skinner en el libro que edi-
tó, Tbe Ciry in Late Imperial China, Stanford University Press, Stanford, 1 m.
2. Las cifras correspondientes a Hebei y Shandong proceden de Philip
Huang, The Peasant &onomy and Social Change in North China, Stanford Uni-
versity Press, Sranford, 1985, pág. 322. Las cifras correspondientes a «toda
China», de Ho Ping-ti, Studies on the Population ifChina, 1368-1953, Harvard
Universiry Press, Cambridge, 1959, pág. 281.
3. De James Lee y Robert Eng, «Population and Pamily History in Eigh-
teenth Century Manchuria: Preliminary Resulte from Dacyi, 1774-1798», Ch'ing-
shih wen-t'i, 5, n." 1 (junio de 1984), pág. 31. Véase también James Lee y Ca-

970
meran Campbell, Fa/e and For/une in Rural China: Social Organization and Po-
pulation Behavior in Liaonmg, 1774-1783, Cambridge Universiry Presa, Cam-
bridge, 1997, caps. 4 y 5.
4. Madeleine Zelin, The Magistrate's Tael: Rationalizing Fiscal ReJorm in
EighteentIJ.-Century Ch'ingChina, Universiry of California Press, Berkeley, 1984,
pág. 80.
5. Este párrafo y el resto de esta sección se basan en el material que se en-
cuentra en Beatrice $. Bartlert, Monarchs and Minis/trs: Thc Rise cifthe Grand
Council in Mid-Ch'ing China, 1723-1820, Univesiry of California Press, Berke-
ley, 1990.
6. Citado (con ligeras modificaciones) de Beatrice S. Bartlett, «The Vermi-
lion Brush: The Grand Council Communications Systems and Central Go-
vernment Decisión Making in Mid-Ch'ing China.., tesis doctoral, Yale
Universiry, 1980, págs. 57 y 61.
7. Antonio Siete Rosso, Apouolic Lega/ions to China cifthe Eighteenth Century,
South Pasadena, 1948, pág. 50.
8. Fu Lo-shu, A Documentary Chronick ofSino-Western Beladons, 1644-1820,
2 vols., University of Arizona Press, Tucson, 1966, vol. 1, pág. 164.

5. La sociedad china y el reinado deQjanlong

l. Sobre la consorte musulmana de Qjanlong, véase James A. Millward,


«A Uygher Muslim in Qjanlong's Court: The Meanings of the Fragrant Con-
cubine»'¡oumd1 cifAsían Stedies, 53, n." 2 (1994), págs. 427-458.
2. Ell~ching o Book of Changes, trad. de Richard Wilhelm y Cary Baynes,
Princeton Universiry Presa, Princeton, 1950, págs. 213 Y 670.
3. El estudio clave del movimiento kaozheng, en el cual se basan estos
párrafos, es Benjamín Elman, Irom Philosophy to Philology, Harvard University
Press, Cambridge, 1984.
4. El análisis de las mujeres como escritoras ha sido enriquecido en gran
medida por Susan Mann en Precuna Raords. Womm in China's Long Eighteenth
Century, Stanford University Press, Stanford, 1997.
5. Cao Xueqin, The Story ofthe Stone {Dream cftbe Red Chamba], trad. de
David Hawkes, vol. 1, Nueva York, 1973, págs. 51 y 55 (ligeramente modifi-
cado).
6. Ibíd., vol. 3, pág. 31.
7. Susan Naquin, Shantung RebeOion: Tbe Wang Len Uprismg of 1774, Yale
University Press, New Haven, 1981, pág. 60.
8. Eminent Chinese cftbe eh 'ing Peiod; Arthur Humme!, ed., 2 voIs., Washing-
ton D.C., 1943, vol. 1, pág. 223.
9. Harold Kahn, Monarchy in the Bmperor's ~yes, Harvard University Press,
Cambridge, 1971, pág. 255, y].L. Cranmer-Byng, ed., An Embassy to China:
Lord Macartney'sjouma!, 1793-1794, Londres, 1962, pág. 120.
10. Cranmer-Byng, op- cit., págs. 281-283.

971
6. Chinay el mundo del siglo XV/ll

1. J.L. Cranmer-Byng, ed., An Embassy lo Chma: Lord Macartnry'sJour-


nal, 1793-1794, Londres, 1962, pág. 340. Sobre la concesión relativa al kow-
low, véase joseph Esherick, «Cherishing Sources from Afar», Modem China, 24,
n." 2 (abril de 1998), págs. 151-152.
2. Cranmer-Byng, op. cit., págs. 191, 212-213.
3. Derk Bodde y Clarence Mortis, eds., Law in Imperial China, Harvard
Universiry Press, Cambridge, 1967, pág. 390.
4. Randle Edwards, -Ch'ing Legal jurisdiction over Ioreigners-, en jero-
me Cohen, Randle Edwards y Pu-mei Chang Chen, eds., Essays on Cñma's Le-
gal Tradition, Princeton University Press, Princeton, 1980, págs. 222-269.
5. Ibíd., pág. 229.
6. Cifras extraídas de Hose Ballou Morse, The huemationaiRelations of the
Chinese Empire, 3 vols., Shanghai y Londres, 1910-1918, vol. 1, págs. 173 Y209,
Y Chang Hsin-pao, Commissioner Lin and lhe Opium wtzr, Harvard Universiry
Press, Cambridge, 1964, pág. 223.
7.Jonathan Spence, -Opium Smoking in Ch'ing China», en Frederic Wa-
kernan y Carolyn Grant, eds., Conjlicl and Control in Late Imperial China, Uni-
versity of Califomia Press, Berkeley, 1975, págs. 143-173 (ligeramente modifi-
cado).
8. Prancois Marie Arouet de Voltaire, Essai sur les moeurs et l'esprit des na-
tions, Ginebra, 1771, vol. 1, pág. 36.
9. Nicolas Antaine Boulanger, Rahercha sur l'origine du dapotisme oriental,
París, 1763, trad. de john Wilkes, Amsterdam, 1764, pág. 260.
10. Adam Smith, An /nquiry mto the Nauae and Causes ofthe Wealth ufNa-
tíom. Edwin Cannan, ed., Chicago University Press, Chicago, 1976, pág. 70.
11. Ibíd., págs. 71-72, 95.
12. Georg Wilhelm Friedrich Hegel, The Philosophy rf History, trad. de E.S.
Haldane y Frances Simon, Nueva York, 1956, págs. 18-19.
13. Ibíd., págs. 87, 9()..91.
14. Ibíd., citas por orden: págs. 116, 138, 101.

Z El prtmer mOl/ue con Occidente

1. Wolfjpng Bauer, China and tbe Search for Happiness, trad. de Michael
Shaw, Nueva York, 1976, pág. 257.
2. Li Ruzhen (Li ju-chen), Flowers in the Mirrur, trad. de Lin Tai-yi, Uní-
versity ofCalifornia Press, Berkeley, 1965, pág. 113.
3. Shen Fu, Six &cords of a Fluating Lift, trad. de Leonard Pratt y Chiang
Su-hui, Nueva York, 1983, pág. 73, Y la versión de Lin Yu-tang en ríen Hsia
Munthly, 1 (1935), pág. 316.
4. Dos tesis doctorales recientes hacen replantear los puntos de vista que
se aceptaban anteriormente sobre el problema de la plata y los mercaderes del
Hong: Lin Man-houng, -Currency and Sociery: The Monetarv Crisis and Poli-
tical-Economy Ideology ofNineteenth Century China», Harvard, 1989, y Chen

972
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1989.
5. H.B. Morse, The International Relations o[ the Cbmese Bmpire, vol. 1,
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6. Chang Hsin-pao, Commissioner Lin and tbe Opium Wár, Harvard Uni-
versity Press, Cambridge, 1964, págs. 134-135.
7. Arthur Waley, The Opium War through Chinae Eyes, Londres, 1958,
págs. 44, 46, 49.
8. Ibíd., pág. 47, Y cita de Chang Hsin-pao, op. cit., pág. 160.
9. Morse, op. cit., pág. 241.
10. Chang Hsin-pao, op. cit., pág. 191; Morse, op. cit., pág. 253.
11. Chang Hsin-pao, op. cit., págs. 206-207.
12. Morse, op. cit., pág. 241.
13. Ibíd., págs. 661-662.
14. La historia del Nemesis y las réplicas chinas se detalla en Gerald Gra-
ham, Tbe China Siuouion: Wilr and Diplomacy, 1830-1860, Oxford University
Press, Nueva York, 1978, págs. 117-118, 183,215-218.
15. El texto completo del Tratado de Nankín procede de Godfrey Herts-
let, 'Iieaties etc. between Grea Britain and China ami between China and Foreign Po-
wers,2 vols., Londres, 1908, vol. 1, págs. 7-12.
16. Morse, op. cit., pág. 330 sobre Wanghia.
17. joseph Fletcher, TheHeyday ofthe Ch'ing arder in Mongolia, Sinkiangand
Tibet, vol. lO de The Cambridge History o/China, Cambridge, 1978, págs. 377-383.
18. John K Fairbank, Trade and Diplomacy on (he China Coast, Harvarcl Uni-
versity Press, Cambridge, 1953, pág. 113.

8. La crisis interna

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sing o[ 1813, Yale University Press, New Haven, 1976, págs. 72-77.
2. Ibíd., pág. 83.
3. Ibíd., pág. 93.
4. Prederic Wakeman, Strangers at the Cate, University of California Press,
Berkeley, 1966, pág. 89.
5. Jen Yu-wen (Chien Yu-wen), The 'Faiping Rcvolutionary Movement, Yale
Universiry Press, New Haven, 1973, págs. 93-94.
6. Franz Michael y Chang Chung-li, The Taiping Rebellion: History and
Docemena, 3 vols., University ofWashington Press, Seattle, 1966-1971, vol. 2,
pág. 314.
7. El análisis de los acontecirnientos y las actitudes sociales en la Nankín
ocupada por los Taiping se ha extraído de john Withers, «Ihe Heavenly Capi-
tal: Nenjing under the Taiping, 1853-1864», tesis doctoral, Yale University, 1983.
8. Micheel y Chang Chung-li, voL 3, pág. 767.
9. Ibíd., vol. 1, págs. 168 y 174.
10. RE. Morse, Tbe [nternaticnal Relations oJ the Chinese Empire, vol. 1.
Shanghai, 1910. págs. 671-672.

973
11. Ibíd., pág. 579.
12. Elizaberh Perry, &bels and Reuolsaionaries in North China, 1845-1945,
Stanford University Press, Stanford, 1980, pág. 130.
13. Teng Ssu-yu, The Nien Army and Their Guerrilla Waifare, 1851-1868, Pa-
rís, 1961, pág. 169.
14. Chu Wen-djang, The Moslem Rebellion in Northwest China, 1862-1878:
A Study cf Gooemmoa Minon'ty Policy, la Haya, 1966, págs. 57 y 69.
15. Ibld., págs. 91-92, que cita a Wang Boxin.

9. La restauración mediante la nforma

1. Citado de Andrew Cheng-kuang Hsieh, -Tseng Kuo-fan, a Nineteenth


Century Confueian General», tesis doctoral, Yale University, 1975, pág. 23.
2. Teng Ssu-yü y John K. Fairbank, China's Response to the Wlst: A Documm-
tary Surm;y, 1839-1923, Harvard Uruversity Press, Cambridge, 1954, págs. 53-54.
3. Ibíd., pág. 62.
4. Yung Wing, My Lifein China and Americe, Nueva York, 1909, pág. 168.
5. Mary Wright, The Last Stand olChinese Ccnsensuism: The Tung-chih Res-
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6. Masataka Banno, China and the \.t7rst, 1858-1861: The On'gins ofthe Tsun-
gli lámen, Harvard University Press, Cambridge, 1964, pág. 228.
7. Teng y Fairbank, op. cit., págs. 47-48.
8. H.B. Morse, The Intemational Relations 01the Chinese Empire, vol. 2,
Shanghai, 1910, pág. 37.
9. Morse, op- cit., pág. 38.
10. Immanuel Hsü, China's Entrance into tbe Family of Nations: The Diplo-
maticPhase, 1858-1880, Harvard University Press, Cambridge, 1960, pág. 132.
11. Ibíd., págs. 133-134.
12. Fred Drake, China Charts {he World, Harvard Universiry Press, Cam-
bridge, 1975, págs. 159 y 164-165; págs. 187 y 245 para detalles sobre el mo-
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13. Wright, op. cit., pág. 252.
14. G.E.Moule, -The Obligation of China to Europe in the Matter of
Physical Science», Joumal if lhe North China Branch 01the RoyalAsiatic Society
n.s. 7 (1871), págs. 150~151.
15. Yung Wing, op. cit., págs. 3-4.
16. Katherine F. Bruner, Joho K. Fairbaok y Richard Smirh, eds., Entering
China's Seroia. Roben Hart's joxmals, 1854-1863, Harvard University Press,
Cambridge, 1986, págs. 230-232.
17. Frederick Wells Williams, Anson Burlingame and thePiru Chinese Mission
to Foreign Powers, Nueva York, 1912, págs. 136-139.
18. Michael Hunt, The Making ola Specud Relaticnsbip. The United States and
China lo 1914, Columbia University Press, Nueva York, 1983, pág. 92.
19. Ibíd., pág. 93, que cita a James G. Blaine.

974
10. Nuevas tensiones afinales delperiodo Qjng

1. H.B. Morse, The Intemational Rdations of the Chinese Empire, vol. 3,


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2. ]oseph Esherick, The Origim ofthe Boxer Uprising, University of Califor-
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3. Victor Purcell, Ihe Boxer Uprising, a Batkground Study, Cambridge Uni-
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4. Zou Rong (Tsou Jung), The Revolutionary Anny: A Chinese Nationalist Tract
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5. Ibíd., pág. 126.
6. Documentos de WH. Brewer, Yale Universiry Archives, 1I6/1851l8v.
7. Don Price, Russia and /he Roo15 oflhe Chinese Revolution, 1896-1911, Har-
vard University Press, Cambridge, 1974, pág. 215.

11. Elfinal de la dinastía

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2. Ibíd., pág. 111.
3. Ryan Dunch, -Piety, Patriotism, Progress: Chinese Protestants in Fuzhou
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4. Ralph Huenemann, Tbe Dragon and /he Iron Horse: The Economía ofRail-
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5. Jonathan Spence, The GateifHeavenly Peace, Nueva York, 1980, pág. 34.
6. Don Price, Russia and the Raets of the Cbinese Revolution, 1896-1911,
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7. Martin Bemal, Chinese Sacialism to 1907, Comell University Press, ltha-
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8. Ibíd., pág. 95.
9. Ibíd., pág. 117.
10. Edmund Fung, The Military Dimensión of the Chinese Revolution, Uni-
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11. Li Chien-nung, The PolitU:a/ History ofChina, 1840-]928, trad. de Teng
Ssu-yü y Jeremy Ingalls, Princeton, New Jersey, 1956, pág. 260.
12. Ibíd., págs. 266-267.

12. La nueva república

l. Li Chien-nung, The PoliticalHistory ofChina, 184{}-1928, trad. de Teng


Ssu-yü y jeremy Inga11s, Princeton, New Jersey, 1956, pág. 268, que sustituye
«senado» por «consejo» para evitar confusión.
2. De C.E Remer, Foreign Inoestmentin China, Nueva York, 1933, pág. 76.

975
3. James Reed, The MiHionary Mind and American East Asia Policy, 1911-
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4. C. F. Remer, op. cit., pág. 430
5. Cyril Pearl, Momson ofPeking, Sidney, Australia, 1967, pág. 289.
6. Lee-hsia Hsu Ting, Government Control of the Pras in Modem China,
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7. Donald Gillin, Warlord: Yen His-shan in Shansi Prooince, 1911-1949,
Princeton Universiry Press, Princeton, 1967, pág. 63.
8. Michael Summerskill, China on the Wéstem Pront: Britain's Chinese Work
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9. Ibíd., pág. 166.
10. lhíd., pág. 102.
11. Chow Tse-tsung, The Mtry Fourth Movement: Intellectual Revolution in Mo-
dero China, Harvard University Press, Cambridge, 1960, pág. 86.

13. "Se hace camino»

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2. James Pusey, China and CharksDarwin, Harvard University Press, Cam-
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3. Martín Bernal, Chinese Socialism to 1907, Comell University Press, Itha-
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versiry Press, Stanford, 1996.
4. Pusey, op. cit., pág. 435.
5. Ibíd., pág. 439.
6. Lin Yü-sheng, The Crisis of Chínese Consciousness: &u1ical Antitraditio-
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pág. 59.
7. Stuart Schram. Tlx Political Thought rf Mao TIe-tung, Nueva York, 1972,
págs. 157, 158, 160.
8. Ibíd., pág. 163.
9. Stuart Schram, Mao's Roadto Power, 2 vols., Armonk, Nueva York, 1992
y 1994, vol. 1, The Pre-Marxist Period, 1912-1920; vol. 2, National Revolution
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10. Schram, Political Thought, págs. 335-336, y Roxane Witke, «Meo Tse-
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11. Maurice Meisner, Li 'Ta-chao and theOrigins cfChinae Marxism, Harvard
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12. Robert North, Moscow and Cbinae Communists, Stanford University
Press, Stanford, 1963, pág. 45.
13. Meisner, op. cit., pág. 144.
14. Ibíd., págs. 80-81.
15. Tal como se indica en Chow Tse-tung, Tbe Mtry Fourth Movement: ln-

976
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pág. 179.
16. Julia Lin, MotÚrn (hinese Poetry: An Introduction, University of Washing~
ton Press, Seattle, 1972, pág. 209.
17. Vera Schwarcz, The Chinese Enlightenmmt: InttOectuals and theLegacy cftbe
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pág. 44.
18. Ibíd., pág. 48.
19. Un Yü-sheng, op. cit., pág. 76.
20. Jerome Grieder, Hu Shihand the Chinese Renaissance: Liberalism in the Chi-
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21. Bertrand Russel1, The Autobiography of Bertrand RJ,mell, 1914-1944, Bas-
tan, 1967, pág. 183.
22. Spence, Ibe Gate of Heaven{y Peace, Nueva York. 1980, pág. 217.
23. Lu Hsün (Lu Xun), Seíeaed Sto-ia, Nueva York, 1977, pág. 64 (modifi-
cado).
24. Schwarcz, op. cit., pág. 7.
25. North, op. cit., pág. 58.
26. Ibíd., pág. 59.
27. Ibíd., pág. 61.
28. Ibíd., pág. 63.

14. La alianzafraaxrada

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3. Lee Peigon, Che Duxiu, Founder olthe Chinese Communist Party, Prince-
ton University Press, Princeton, 1983, pág. 169, Y Maurice Meisner, Li Ta-diao
and the Origins cf Cbinese Marxism, Harvard University Press, Cambridge, 1967,
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4. C. Martin Wilbur, Sun lát-scn, Frustrated Pasriot, Columbia University
Press, Nueva York, 1976, pág. 178, Y Dan [acobs, Borodin: Stalin's Man in Chi-
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5. Pitzgerald, op. cit., págs. 180-185.
6. Jonathan Spence, Cate 01Heaven{y Pcacc, Nueva York, 1980, pág. 197.
7. Ibld., pág. 207.
8. Donald Jordan, The Northern Expedition: China's National Revolution of
1926-1928, Universiry ofHawaii Press, Honolulu, 1976, pág. 64 (modificado).
9. Ibíd., pág. 63.
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na, lapan and {he Manchurian Idea, Sranford Umversity Press, Stanford, 1'!l7,
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12. Eudin y North, op. cit., págs. 292-294.

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17. North, op. cit., págs. 105-106.
18. Jonathan Spence, ro Change China, Boston, 1969, pág. 204.
19. North, op. cit., pág. 120.

15. El Guomindang en el poder

1. Para la tumba, véase Liping Wang, -Creating a National Symbol: The


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2. Arthur N. Young, China's Nation-Building Effort, 1927-1937: The Finan-
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3. Gorge Kates, Tbe Years That Were Fat: Ttx Last of Otd China, MIT Press,
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4. Harold Isaacs, Straw Sandals: Cbinese Short Storia, 1918-1933, MIT
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5. Jonathan Spence, Gate o/Heavenly Peece. Nueva York. 1980, pág. 215.
6. Michael Lestz y Cheng Pei-kai, «Fascism in China, 1925-1938: A 00-
cumentary Study-, manuscrito inédito, págs. 311-314 (citado con permiso).
7. Ibíd., págs. 328, 331, 334·335.
8. Ibfd., pág. 368.
9. Ibíd., págs. 372-373.
10. Ibíd., pág. 240.
11. Ibíd., págs. 243 y 246.
12. Sherman Cochran y Hsieh Cheng-kuang, con janis Cochran, trads. y
eds., One Day in China, May 21,1936, Yale University Press, New Haven, 1983,
págs. 210-211, 245.
13. Hou Chi-ming, Poreign Inoestmmt and Economic Development in China,
1840-1937, Harvard University Press, Cambridge, 1965, pág. 17, cuadro 4.
14. Ibíd., pág. 81, cuadro 18.
15. WL. Tung, The Chinese in Americe; 182{}-1973: A Chronowgy and Pea
Book, Dobbs Ferry, Nueva York, 1974, págs. 18-31.
16. ükamoto Shumpei, «lapanese Response to Chinese Nationalism: Nait
Konan 'Iorajir 's Image of China in the 1920s», en F. Gilbert Chan y Thomas
Etzol, eds., China in the 1920s: Nationalism and Rroolution, Nueva York, 1976,
págs. 164 y 167; Taro Yue-him, «An Intellectual's Response to Westem Intru-
sion: Nait Konan's View of Repcblican China», en Akira Iriye, ed., The Chinese
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17. Tam 'rue-him, op. cit., pág. 178.

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18. James Crowley,japan's QueSffor Auronomy: National Security and Foreign
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19, Ibíd., págs. 182-183.
20. James Morley, ed., The Cbinese Quagmire:japan's Expansion on the Asian
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21. Crowley, op. cit., págs. 185-186.

16. La supervivencia comunista

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2. Adaptado de China Year Book, 1936, Shanghai, 1936, pág. 322.
3. Extraído de Augusta Wagner, LaborLegislation in China, Yenching Uni-
versity, Pekín, 1938, pág. 47, y Sidney D. Gamble, Haw Cbmese Families Live in
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York y Londres, 1933, cap. 9.
4. Wagner, pág. 50, que cita la pág. 99 del informe.
5. China Year Book, 1936, pág. 321 (cuadros combinados).
6. Philip Huang, The Peasant Economy and Social Change in North China,
Stanford University Press, Standford, 1985, pág. 189.
7. Martin Yang, A Chinese Village: Taitou, Shantung Prooina, Columbia Uni-
versity Press, Nueva York, 1945 (reimpresión de 1968), pág. 32.
8. Adaptado de Huang, cuadro 11:1 en pág. 186, y cuadro 11:2 en pág. 188,
que extraen datos de las familias 1, S, 8 Y 10.
9. Sruarr Schram, Tbe Politica! Thought ofMao Tse-tung, Nueva York, 1972,
págs. 245-246.
10. Mao Zedong, Sdected Works ofMao Tse-tung, 5 vols., Pekín, 1975-1977,
vol. 1, pág. 123.
11. Roger Thompson, trad. y ed., Mao Zedong: Rsport from Xunwu, Stan-
ford University Press, Stanford, 1991.
12. Ibíd., cuadro sobre el condado de Xunwu, pág. 116.
13. Mao Zedong, op. cit., pág. 124.
14. Ibíd., págs. 45-46. También Schram, op. cit., págs. 258, 337.
15. Tien Hung-mao, Government and Politics in Kuomintang China, 1927-1937,
Stanford Universiry Press, Stanford, 1972, pág. 83.
16. Kirby, op. cit., págs. 111-119.
17. Ibíd., pág. 117.
18. Benjamín Yang, «Ihe Zunyi Conference as One Step in Mao's Rise tú
Power: A Survey ofHistorical Studies ofthe Chinese Communist Party-, Chi-
naQuarterry, 106 (1986), págs. 263-264.
19. Lyman Van Slyke, Enemia and Friends: The United Front in Chinese Cum-
munist History, Stanford University Press, Stanford, 1967, págs. 403-419.
20. Mao Tse-tung, Selccted Wórks ofMao Tse-tung, 5 vols., Pekín, 1975-1977,
vol. 1, pág. 160.
21. Lao She, Cat Country, trad. de William Lyell, Ohío Srate University
Press, Calumbus, 1970, págs. 268-269, 280-281.

979
22. Wu Tien-wei, The Sian Incident: A PivotalPoint in Moden: Chinese Hís-
tory, Michigan, 1976, págs. 25-26.
23. Ibíd., pág. 92.

17. La segunda guerra mundial

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2. Ibíd., pág. 319.
3. Ibíd., págs. 331 y 335.
4. Ibíd., págs. 338-339.
5. Hata Ikuhiko, -The Marco Polo Bridge Incident», en James Morley, ed.,
The China Quagmire: japan's Expansion on the Asían Continent, 1933-1941, Co-
lumbia University Press, Nueva York, 1980, pág. 53.
6. Edward Gunn, Unweúome Muse: Cbinese Literature in Shanghai and Pe-
king, 1937-1945, Columbia Universiry Press, Nueva York, 1980, pág. 53.
7. Lloyd Eastman, «Nationalist China during the Sino-lapanese War, 1937-
1945», Cambridge History cfCbína; vol. 13,2.' parte, Cambridge, 1986, pág. 559.
8. F.F. Liu, A MilitaryHistory ofModero China: 1924-1949, Princeton Uni-
versiry Press, Princeton, 1956, pág. 133.
9. Lyman Van Slyke, Enemies and Fnends: The United Front in Chinese Com-
munist History, Stanford Universiry Press, Stanford, 1967, págs. 92-93.
10. Robert North, Moscow and Chinese Communists, Stanford University
Press, Stanford, 1963, págs. 185-187.
11. De liu, op. cit., pág. 145.
12. Van Slyke, op. cit., págs. 141-144.
13. Selección de material de Van Slyke, pág. 148.
14. Ibíd., pág. 113.
15. Arthur Young, China and tbeHelping Hand, 1937-1945, Harvard Univer-
sity Press, Cambridge, 1963, págs. 114-115.
16. Ibíd., pág. 114.
17. lbíd., págs. 435-437.
18. James Reardon-Anderson, Y¡;nan and tbe Creat Powers: The Ütigins of Chi-
nese Communist Foreign Policy, 1944-1946, Columbia University Press, Nueva
York, 1980, pág. 12.
19. Chalmers Jonhson, Peasant Naiionalism and Communist Power: Tbe Emer-
gence 01 Revolutionary China, 1937-1943, Stanford University Press, Stanford,
1962, pág. 86.
20. Young, op. cit., pág. 229.
21. Liu, op. cit., pág. 209.
22. Chen Yung-fa, -The Blooming Poppy undee the Red Sun», en Anthany
Saich y Hans Van de Ven, eds., New Perspectives on the Chinese Communist Re-
volution, Armonk, Nueva York, 1995, págs. 263-298.
23. Bannie McDougall, Mao Zedong's "Talks at tbe Yan'an Corferena on Li-
teraiure and rln»: A Translation ofthe 1943 Text with Commentary, Universiry of
Michigan Press, Ann Arbar, 1980, págs. 69·70.

980
24. Langdon Gilkey, Shantung Compound, Nueva York, 1966, 1975, pág. 4.
25. David Kranzler, japanese, Nazis and fetos: The Jewish RJ:fUgee Community
olShanghai, 1938-1945, Yeshiva University Press, Nueva York, 1976, págs. 498-
502.
26. Hsu K'ai-yu, ed. y trad., TwenlÍeth Century Chinese Poetry: An Anthology,
Comell University Press, Ithaca, 1970, pág. 403. El poeta es Yua Shui-p'ai.
27. Theodore White y Annalee Jacoby, Thunder out 01 China, Nueva York,
1946,1961, pág. 169.
28. Extraído de Cheng Yung-fa, MakingRevolulÍon: The Communist Mr:mement
in Bastero and Central China, 1937-1945, Universiry of California Press, Berke-
ley, 1986, pág. 131.
29. Ibíd., págs. 103-104.
30. Frederick Teiwes con Warren Sun, «Frcm a Leninist to a Charisma-
tic Party: The cep's Changing Leadership», en Saich y Ven, eds., op. cit.,
págs. 339-387, especialmente 373-375.

18. La caída delEstado del Guomindang

1. Charles Romanus y Riley Sunderland, Time Runs Out in CBI, Washing-


ton D.C., 1959, págs. 390 Y 394.
2. U.S. Department of State, comp., United States Rdations with China, with
Special Riference to thePeriod 1944-1949, Washington D.C., 1949; Seanford Uni-
versity Press, Stanford, 1967, pág. 606.
3. Ibíd., pág. 653.
4. Ibíd., págs. 671 y 683-685.
5. James A. Cook, «Penetration and Neo-Colonialism: The Shen Chong
Rape Case and the Anti-American Student Movement of1946-47», Republica»
China, 22, n." 1 (noviembre de 1996), págs. 65-97.
6. William Hinton, Fanshen: A Documentary if Revolution in a Chinese Vi-
llage, Nueva York, 1966, págs. 137-138 (modificado).
7. Suzanne Pepper, Civil War in China: The Politieal Struggk, 1945-1949, Uni-
versity of California Press, Berkeley, 1978, pág. 177.
8. Este resumen de los acontecimientos de Manchuria procede en su to-
talidad de Steven Levine, Anvil cf Vietory: The Communist Revolution in Man-
cburia, 1945-1949, Columbia Universiry Press, Nueva York, 1987. La informa-
ción sobre la peste bubónica está en las págs. 148-150. Para el tratamiento
comparable de una crisis anterior provocada por la peste en Manchuria, véa-
se Carl Nathan, Plague Preven/IOn and Politics in Mancburia, 1910-1931, Harvard
Universiry Press, Cambridge, 1967.
9. U.S. Department of State, pág. 316.
10. Lloyd Eastman, Seeds ofDestruction: Nationalist China in Wár and Revo-
baion, 1937-1949, Stanford Universiry Press, Stanford. 1984, pág. 174.
11. Chiang Kia-ngau (Chia-ao), The Infiationary Spira1: The Expcrience in Chi-
na, 1939-1950, MIT Press, Cambridge, 1958, pág. 356.
12. Eastman, op. cit., pág. 182.
13. Chang Kia-ngau, op. cit., pág. 359.

981
14. Howard Boorman, comp., Biographicai Dictionary 01Republican China,
Columbia University Press, Nueva York, 1967-1971, vol. 1, pág. 335.
15. Lionel Chassin, The Communist Conquest cf Cbina. A History cftbe Civil
\Vtlr, 1945-1949, trad. de Timothy Osato y Louis Gelas, Harvard University
Press, Cambridge, 1965, pág. 177.
16. Mark Selden, The People'e Republic o/China: A Documentary History r:ifRe-
volutionary Change, Nueva York, 1979, pág. 180.

19. El nacimiento de la República Popular

1. Mao Zedong, Sdected Wórks, vol. V, Pekín, 1977, pág. 411.


2. Ibíd., págs. 417 Y 419.
3. Mark Selden, The Peopíe's Republic o/ China.' A Documentary History o/
Revolutianary Change, Nueva York, 1979, págs. 187-193.
4. Richard Gaulton, «Political Mobilization in Shanghai, 1949-1951», en
Christopher Howe, ed., Shanghai: Revolutian and Develapment in an Asian Me-
tropolis, Cambridge, 1981, pág. 46.
5. Ezra Vogel, Cantan under Communism: Programs and Polities in a Provin-
cial Capital, 1949-1968, Harvard Universiry Press, Cambridge, 1969, pág. 53.
6. Liu Shaoqi (Liu Shao-ch'i), How lo Be a Good Commxniu, Pekín, 1951,
pág.8.
7. The Cold War in Asia, Cold War Intemational History Proiect, Bulktin,
5-6, Woodrow Wilson International Center for Scholers (invierno de 1995-
1996), págs. 5-9.
8. Shakabpa Tsepon, Tibet, a Politieal History, Yale Universiry Press, New
Haven, 1967, págs. 299-305.
9. De Lionel Chessin, The Communist Com¡uesl o/China.' A History oftbe
Civil War, 1945-1949, trad. de Timothy Osato y Louis Celas, Harvard Univer-
siry Press, Cambridge, 1965, pág. 243.
10. AlIen Whiting, China Crosses the Yi:i!u: The Decision lo Enter the Korean
Wár, Nueva York, 1960, pág. 21 (modificado).
11. Ibíd., pág. 18.
12. U .S. Department of State, comp., United Sta/es Relations with China,
with Special Refirma lo thePeriod 1944-1949, Washington D.C., 1949; Stanford
University Press, 1967, pág. xiv.
13. Howard Boorman, comp., Biographieal Dietionary o/Republiean China,
Columbia Universiry Press, Nueva York, 1967-1971, vol. 2, pág. 173.
14. Whiting, op. cit., pág. 58.
15. Ibíd., págs. 84-85.
16. Thc Cold War in Asia, págs. 38-47, .87-.89, 112-119.
17. Kenneth Lieberthal, Revolution and Tradition in Tíenum, 1949-1952,
Stanford Universiry Press, Stanford, 1980, para detalles completos de la
campaña de Tianjin. La clasificación de las empresas está en la pág. 168, cua-
dro 8.
18. El material de esta sección se ha sacado de John Gardner, -The Wujan
Campaign in Shanghai: A Study in rhe Consolidation of Urban Control», en

982
A. Doak Bamett, ed., Chinese Communist Potitics in .Aaian, University of Washing-
ton Press, Seattle, 1969, págs. 477-539. Para el cuadro, véase pág. 522 (porcen-
tajes ajustados ligeramente).

20. PlanifictUión de la nueva sociedad

1. Frederick Teiwes, Politics and PurgeJ in China: Rectification and the De-
cline rffParty Narms, 1950-1965, \Vhite Plains, Nueva York, 1979, cap. S, sobre
la purga de Gao Gang y Rao Shushi. Teiwes cita los comentarios de Mao en las
págs. 172-173.
2. Thomas Rawski, Cbina's Transition to Industrialism: Producer Goods and
Economic Deodopment in !he Twentieth Century, Uruversity of Michigan Press, Ann
Arbor, 1980, cuadro, pág. 39.
3. Alexender Eckstein, China's Economic Rrvolution, Cambridge, University
Press, Cambridge, 1977, cuadro, pág. 186.
4. Ibfd., cuadro, pág. 187.
5. Broce Reynolds, «Changes in the Standard of Living of Shanghai In-
dustrial Workers, 1930-1973», en Christopher Howe, ed., Shanghai: Reooliaian
and Development in an Asian Metropoh's, Cambridge, 1981, cuadro, pág. 223.
6. Eckstein, cuadro, pág. 71.
7. Este análisis de las políticas relativas a las rninorias procede de June
Dreyer, -Traditional Minorities, Elites and the CPR Elite Engaged in Mino-
riry Nationalities Worb, en Roben Scalapino, ed., Elites in the Peopíe's &puhlic
o/China, University ofWashington Press, Seattle, 1972.
8. Sobre los estereotipos relativos a las minorías y la exageración de su
sensualidad, véase Dru Gladney, «Reproaching Nationality in China: Refigu-
ring Majority/Minority Identities», enJourntÚ cf.Asian Studies, 53, n." 1 (1994),
págs. 92-123.
9. john Gittings, The Role ofthe Chinese Army, Oxford Universiry Press,
Nueva York, 1967, pág. 126.
10. Ibíd., cuadro, pág. 309.
11. Ibid., pág. 189.
12. Ibíd., pág. 190.
13. Ellis joffe, Party and Army: Profasionatum and Political Control in the
Chinese Officer Corps, 1949-1964, Harvard University Press, Cambridge, 1965,
pág. 57.
14. Jin Yuelin en Robert Lifton, Thought &form and the Psychology ofTota-
lism, Nueva York, 1961, págs. 473484.
15. Merle Goldman, Literary Dissent in Communist China, Cambridge UnÍ*
versiry Press, 1967, pág. 109.
16. Ibíd., págs. 131 y 145.
17. Roderick MacFarquhar, The Origins oflhe Cultural Rcvolution, vol. 1: Con-
tradictions amongthePeopie, 1956-1957, Columbia University Press, Nueva York,
1974, págs. 48-52 Y 337 n. 89 sobre Liu Shaoqi.
lB. La transcripción de la versión original de este discurso está en .Mac-
Farquhar, Timothy Cheek y Eugene Wu, eds., The Secret Speeches o/ChaIrman

983
Mao from tbe Htcndred Flowers to the Great Leap Forward, Harvard University
Press, Cambridge, 1989, págs. 131·189.
19. MacFarquhar, 1, págs. 185 y 212.
20. Roderick MacFarquhar, ed., The Hundred Flowers, Londres, 1960,
págs. 92 y 94.
21. Ibíd., págs. 98, 105, 109, 177, 238.
22. James McGough, Fa Hsiao-reng: The Dilemma of a Chmese Inteliectual,
White Plains, Nueva York, 1979, pág. 62.
23. MacFarquhar, Origins ofthe Cultural Revolution, 1, págs. 289-290.
24. McGough, op- cit., pág. 81.

21. Fortalecimiento de la revolución

1. Stuart Schram, Tbe Political Thougbt ofMao Tse-tune, Nueva York, 1972,
págs. 408-409.
2. Para Henan, esto se describe vividamente en jean-Luc Domenach, Tbe
Origins ofthe Grea Leap Forward, Westview, Boulder, ca, 1995, págs. 128-129.
3. Jerome Ch'en, Mao Papen. AnthokJgy and Bibliograp~y, Oxford Univer-
siry Press, Nueva York, 1970, págs. 62-63.
4. Sehram, Political Thought, pág. 352, Y Mauriee Meisner, Mao's China:
A History ofthe Peopíc's &public, Nueva York, 1979, pág. 213.
5. Meisner, op- cit., pág. 234.
6. Mark Selden, The Peopíes's Republic cf China: A Documentary History of
Revolutionary China, Nueva York, 1979, pág. 402.
7. Ibíd., pág. 410.
8. Ibid., pág. 413.
9. Kenneth Lieberthal, «The Great Leap Forward and the Split in the Ye-
nan Leadership», en Cambridge History ofChina, vol. 14, Cambridge, 1987,
págs. 313 y 317; Y Nicholas Lardy, -The Chinese Economy under Stress, 1958-
1965», ibíd., págs. 379-382.
10. Schram, Chairman Mao, págs. 139, 142, 146.
11. Yue Daiyun, con Carolyn Wakeman, Io the Storm: The Odyssey ola Re-
volutionary Woman, University of California Press, Berke1ey, 1985, págs. 80
y 82.
12. G.F. Hudson, Richard Lowenthal y Roderick MaeFarquhar, The Sino-
Sooia Dispute, Nueva York, 1961, págs. 42-45.
13. Ibid., págs. 58 y 62.
14. AlIen Whiting, «The Sino-Soviet Split», en Cambridge History ofChina,
vol. 14, págs. 513-514.
15. Hudson y otros, págs. 93-94, que cita Red Flag.
16. John Wilson Lewis y Xue Litai, China Builds the Bcmb, Stanford Uni-
versity Press, Stanford, 1988, pág. 160.
17. Hudson y otros, pág. 224.
18. Nicholes Lardy y Kenneth Lieberthal, eds., Chen's Stra/tgyfor China's
Deodopmou: A Non-Maoist Alternative, Armonk, Nueva York, 1983, pág. 156.
19. Richard Baum y Frederic Teiwes, Ssu-Ch'ing: The Socialist Education

984
Movemmt of 1962-1966, Universiry of California Press, Berkeley, 1968,
págs. 55-56.
20. Richard Baum, Prdxde to Revolution: Mao, the Party, and thePeasantQues-
tton, 1962-1966, Columbia Universiry Press, Nueva York, 1975, págs. 117-121
(cita de la pág. 119, modificada).
21. Kenneth lieberthal y Michel Oksenberg, PolU;y Makingin China: Lcaders,
Slruclum, and FrOCes5tS, Princeton Universiry Presa, Princeton, 1988, págs. 175-
183, sobre el campo de petróleo de Daqing.
22. Baum, op. cit., pág. 124.
23. Ibíd., pág. 126, que cita a Liu Zihou.

22. La Revolución Cultural

1. Para la vida personal de Mao, véase la crónica provocadora e íntima


de su médico Li Zhisui, Tbe Priva/e LifeofChaimum Mao, Random House, Nue-
va York, 1994.
2. Merle Goldman, China's Intellectuals: Advice and Dieent; Harvard Uni-
versity Press, Cambridge, 1981, págs. 32-34.
3. Merle Goldman, -The Party and the Intellectuals, Phase Two», en Cam-
bridge History ofChina, vol. 14, pág. 446.
4. Clive Ansley, The Heresy ifWu Han: Hís Play «HaiJui'sDismissal» and íts
role in China's Cultural Revolution, University ofToranto Press, 'Ioronto, 1971,
pág. 76. Una evaluación cuidadosa de la naturaleza exacta de la obra de Wu
Han la da Tom Pisher, «"The Play's the Thing": Wu Han and Hai Rui Revi-
sited», en )onathan Unger, ed., Using the Past to Serve the Present, Armonk,
Nueva York, 1993, págs. 9-45.
5. Ibíd., pág. 90.
6. Lin Biao (Lin Piao), Important Documents on the Grea Proíaarian Cultu-
ral Revolution in China, Pekín, 1970, págs. 29-30.
7. CCP Documents if!hc Grea! Proíaarian Rcvolution, 1966-1967, comp. de
Union Research Institute, Hong Kong, 1968, págs. 8, 9, 11.
8. Lin Biao, op. cit., págs. 199,208-215,221.
9. Ch'en, op. cit., págs. 24-25.
10. Lee Hong-yung, The Pelitia of!he Chinese Cultural Revolution: A Case
Slud.y, University of California Press, Berkeley, 1978, pág. 154.
11. Ibíd., pág. 169.
12. Yang)iang, Six Chaptersfrom My Lije »Doum Unda», University ofWa-
shington Press, Seartle, 1984, pág. 50 (traducción modificada).
13. Anita Chan, Richard Madsen y Jonathan Unger, Chen ViDage: The Re-
cent History cfa Peasant Community in Mao'J China, University of California Press,
Berkeley, 1984, pág. 170.
14. Philip Bridgham, -The Fall ofLin Piao», China Quartcr{y. 55 (1973),
pág. 435.
15.lin Biao, op. cit., pág. 14; Bridgham, op. cit., pág. 441; Chan y otros,
op. ch., pág. 231.

985
23. Reapotxra de laspuertas

1. Henry Kissinger, White House X;ars, Bastan, 1979, pág. 733.


2. Ibíd., págs. 1060-1063; Richard Nixon, RN: The Memoirs ofRichard Ni-
xon, Nueva York, 1978, págs. 560-564.
3. -Querterly Dccumentation», ChinaQuarter{y, 50 (abril de 1972),pág. 402.
4. Ibíd., pág. 392.
5. Lee Hong-yung, «Ihe Changing Cadre System in the Socialist State of
China» (manuscrito inédito, 1988), pág. 246 (citado COn permiso).
6. -Quarterly Documentation», China Quarter{Y, 53 (enero de 1973),
págs. 192-193.
7. -Quarterly Documentation», China Quarter/y, 54 (abril de 1973), págs.
408409.
8. -Quarterly Documentation», China Quarter/y, 57 (enero de 1974),
págs. 207-209.
9. Ibíd., que cita Peking Review, n." 5 (1974).
10. «Quarterly Documentation», China Quarterry, 56 (octubre de 1973),
págs. 809-810.
11. -Qparterly Documentatior», ChinaQuarter(y, 58 (abril de 1974), págs.
414-415.
12. «Quarterly Documentation», China Quarter/y, 59 (julio de 1974),
pág. 644.
13. Shannon Brown, -China's Program ofTechnology Acquisition», en Ri-
chard Baum, ed., China's Four ModemizationJ, Boulder, Colorado, pág. 159.
14. Ibíd., pág. 161. Sobre la obra y la identidad de «Liang Xiao», véase Yue
Daiyun, con Carolyn Wakeman, 10 the Storm: The Odyssey of a Revolutionary
Woman, University ofCalifomia Press, Berkeley, 1985, págs. 375-382.
15. Ibíd., pág. 163.
16. «Quarterly Documentation», China Q]tarterb, 65 (marzo de 1976),
págs. 168-171.
17. «Quarterly Documentation», China Quarterb, 66 (junio de 1976),
pág. 423.
18. Ibíd., pág. 432.
19. «Quarterly Documentation-, ChinaQuarterfy, 67 (septiembre de 1976),
pág. 607.
20. Ibid., pág. 673.
21. Lucien Bianco e Yves Chevrier, La Chine: Dictionnaire bibliographique du
mouvement ommer international; París, 1985, pág. 169.

24. &definici6n de la revoluci6n

1. Richard Baum, ed., China's Four Modernizations: The New Technological


Revolutlon, Boulder, Colorado, 1980, pág. 170.
2. «Quarterly Documentation-, China Quarterly, 77 (marzo de 1979),
pág. 168.

986
3. Ibíd., pág. 170.
4. Ibíd., pág. 172.
5. Ibíd., pág. 173.
6. David Goodrnan, Beijing Strea Voiees: The Poetry and Politics ofChina's
Democracy Mooemens; Londres, 1981, pág. 79.
7. Ibíd., pág. 95.
8. Bei Dao, The August Skepwa1Jm; trad. de Bonnie S. McDougall, Anvil
Presa, Londres, 1988, pág. 34.
9. James Seymour, The Fifih Moderniza/ion: China's Human Rights Move--
ment, 1978~1979, Sranfordville, Nueva York, 1980, pág. 52.
10. Ibíd., pág. 54.
11. Ibíd., págs. 63-64, 69.
12. Coodman, op. cir., pág. 142.
13. lbíd., pág. 122.
14. ChinaQuarterly, 77 (marzo de 1979), pág. 216.
15. James C. Hsiung, ed., The Taiwan Experience, 1950-1980: Contemporary
&pub/ie if"China, Nueva York, 1981, pág. 132.
16. Ibíd., pág. 437.
17. Ibíd.
18. James E. Nickum y David C. Schak, «Living Standards and Econornic
Developmenr in Shanghai and Taiwan-, ChinaQ1tarter{y, 77 (1979), pág. 40 (se-
lección).
19. Ibíd., pág. 42.
20. Liu Binyan, -People or Monsters?" and Other Storia and &portagefrom
China after Mao, trad. de Perry Link y otros, Indiana University Press, Bloo-
mington, 1983, págs. 23 Y 51.
21. Lucien Bianco e Yves Chevrier, La Chine: Diaionnairebib/iographique du
mouvement oeorier international, París, 1985, pág. 246 (traducción).
22. Andrew Nathan, Cbinesc Democracy, Nueva York, 1985, pág. 103.
23. New York Times, 31 de marzo de 1980.

25. Niveles depoder

1. New Cbina's Populdtion, China Financia] and Economic Publishing Hou-


se y Macmillan Publishing Cornpany, Nueva York, pág. 117, cuadro 8:14.
2. Colin Mack.erras, Modern China: A Chronolngyfrom 1842 to the Praent,
San Francisco, 1982, pág. 578 (21 de agosto de 1974).
3. Judith Banisrer, China's Changing Population, Stanford Universiry Press,
Stanford, 1987, pág. 215. En The FlowifGifts: Reciprocuy and Networks in a Chi-
ncsc ViUage, Stanford Universiry Press, Stanford, 1996, págs. 54-55, Yan Yun-
xiang ofrece un examen detenido de tales regalos en un poblado del norte de
China en la RPCh.
4. New China's Population, pág. 132, cuadro 9:2.
5. Ibíd., pág. 215, cuadro 12:2.
6. Ibíd., pág. 102, cuadro 7:6, que enmienda el porcentaje rural de 1983.
7. Por este método de identificación de los líderes chinos estoy en deuda

987
con Kenneth Lieberthal y Miche! Oksenberg, Policy Making in China: Leaders,
Structures, and Iroosses, Princeton University Press, Princeton, 1988, págs. 35-42.
8. Ibíd., págs. 339-344.
9. Ibld., pág. 339.
10. Sobre el carbón y datos relativos al petróleo de la costa, ibid., caps. 5
y 7.
11. Sobre las Tres Gargantas, ibíd., esp. págs. 283 y 320.
12. Y.Y. Kueh, «Ihe Economics of the "Second land Reform" in China»,
ChinaQuarterly, 101 (marzo de 1985), pág. 123.
13. «Document Number One-, China Quarterly, 101 (marzo de 1985),
págs. 133-134. Kate Xiao Zhou, How tbe Farmers Changed China: Pomer of the
Peopte, Boulder, Colorado, 1996, hace hincapié en iniciativas de agricultores
locales.
14. Harry Harding, China's Second Revolution: Reform afier Mao, Washing-
ton D.C., 1987, pág. 167.
15. Stuart Schram, <Economics in Command?" Ideology and Policy sin-
ce the Third Plenum, 1978-1984», China Quarterly, 99 (septiembre de 1984),
pág. 454.
16. Richard Herman, -The Education ofChina's Lawyers», AlbdJry Law Re-
view, 46 (1982), págs. 793-794.
17. Whitmore Gray y Henry Zheng, trads., «General Principles of Civil Law
of the People's Republic of China», American }ournal of Comparative Law, 34
(1986), págs. 715-743.
18.Jonathan Oeko, «Women, Property, and Law in the Ch'ing and the PRC»
(manuscrito inédito), pág. 13 (citado con permiso). Véase Van, Fww ofGifts,
págs. 176-204, sobre los cambios en la dote conyugal.
19. Samuel S. Kim, -The Development oflntemational Law in Post-Mao
China: Change and Continuity», }ouma! of Chinese Law, 2, n." 2 (1987),
págs. 117-160.
20. Texto en ChinaQuarterly, 100 (diciembre de 1984), págs. 920-922.

26. Comprobación de los límites

1. Seeds ofFíre: Chinese Voiees o/ Comciena, Geremie Barmé y John Min-


ford, eds., Nueva York, 1989, pág. 405.
2. Ibíd., pág. 410.
3. Ibíd., pág. 174.
4. Zhang Xinxin y Sang Ye, Chinese Liues: An OralHistory of Contemporary
China, Nueva York, 1987, pág. 174.
5. Ibíd., pág. 313.
6. Ibíd., pág. 153.
7. Chin Annping, Children o/China: Voiees from Recen! Yliars, Nueva York,
1988, págs. 53, 103,201.
8. Orville ScheU, Discos and Democmcn China in tbe Tbroes o/Refonn, Nue-
va York, 1988, pág. 132.
9. Andrew Nathan, Chinese Democracy, Nueva York, 1985, pág. 197.

988
10. Schell, op. cit., págs. 213-214.
11. Neo York Times, 11 de diciembre de 1986.
12. Schell, op. cit., págs. 224-225.
13. New York TImes, 11 de diciembre de 1986.
14. Ibíd., 3 de enero de 1987, que cita People's Daily.
15. Ibíd., 13 de enero de 1987.
16. Ntw York Times, 6 de enero de 1985 y 21 de febrero de 1985.
17. Schell, op. cit., págs. 134 y 291.
18. Ibíd., pág. 292.
19. Los datos sobre Li Peng se han extraído de Kenneth Lieberthal y Mi-
che! Oksenberg, Policy Making in China: Leaders. Structtaes. and Proceses, Prin-
ceton University Press, Princeton, 1988, págs. 51-58.
20. Ntw York Times, 31 de marzo de 1988 y 9 de abril de 1988.
21. Todas las cifras proceden de «Qjrarterly Dccumentaricn», ChinaQuar-
terfy, 117 (marzo de 1989), págs. 180-195, y 118 (iunio de 1989), págs. 391-401.
Las cifras sobre e! comercio se deducen de MOR China Letter, 3, n." 3 (abril
de 1989), pág. 7, Y de James Stepanik. Sobre American Motors y China, véa-
se Jim Mann, Bei;i'ngJerp, Nueva York, 1989.
22. Una crónica detallada acompañada de documentos clave se encuentra
en «Qparrerly Documentation», China Quarlerfy, 119 (septiembre de 1989),
págs. 666-734. Fotografias dramáticas de las manifestaciones y las víctimas se
muestran en David y Peter Turnley, Beijing Spríng, Nueva York, 1989.
23. New York Times, 30 de junio de 1989.

27. Fin de siglo

1. Maurice Meisner; The DrngXiaoping Era: An Inquiry in/o the Fate o/Chi-
nese Socialism, 1978-1994, Hill and Wang, Nueva York, 1996, págs. 474-475.
2. -The "Shekou Stonn": Changes in the Mentality of Chinese Youth Prior
to Tiananrnen», China{)yartrrly, 142 (junio de 1995), págs. 541-572.
3. ChinaQuartrrlJ, 130 (junio de 1992), págs. 454-456, y 131 (septiembre
de 1992), pág. 860.
4. Ibíd., 136 (diciembre de 1993), págs. 1040-1041.
5. Nno York Times, 18 de noviembre de 1993, "Páginas de opinión», de Wei
Jingsheng, «Ihe Wolf and the Lamb».
6. China {)yarter!y, 148 (diciembre de 1996), número especial dedicado a
Taiwan, en particular Ramon Myers, "A New Chinese Civilization», y Hung-
mao Tien y Yun-han Chu, "Building Democray in Taiwan».
7. Este párrafo y el siguiente proceden de Richard Bernstein y Ross H.
Munro, The Coming Conflict with China, Alfred Knopf, Nueva York, 1997,
págs. 72-76.
8. Para este caso en particular, véase Jonathan Spence y Annping Chin,
«Letter fram Beijing: Deng's Heirs», The Ntw Yorker, 10 de marzo de 1997,
págs. 68-71. Otros casos basados en entrevistas e impresiones inéditas de los
mismos autores.
9. New York Times, 8 de octubre de 1994, Richard Baum, ..China after Deng:

989
Ten Scenarios in Search of Realiry», China Quarterly, 145 (marzo de 1996),
págs. 153-175.
10. Un ejemplo elocuente es el caso de Wang Zhiqiang en Henan, tal
como da constancia de él Sheryl Wu Dunn, New York Times, 16 de mayo
de 1993.
11. Wei Li, -The Security Service for Chinese Central Leaders», China
Quarterly, 143 (septiembre de 1995), págs. 814-827, en pág. 823.
12. Wang Shuo, «Welcome, Cash Box», Asían Wall StreetJournal, 27 de ju-
nio de 1997.
13. Anónimo [¿Deng Liqun?], «Ten Thousand Character Statement», Chi-
na Quarterly, 148 (diciembre de 1996), págs. 1426-1441.
14. -Beijing journal», por Patrick E. Tyler, Nf:lD }órkTimes, 21 de julio de 1997.
El autor del libro fue Qian Ning, hijo de Qian Qjchen, ministro de Asuntos
Exteriores de China.

PERMISOS

El editor desea expresar su agradecimiento a las siguientes personas e ins-


tituciones por permitir generosamente la reproducción de material protegidos
por copyright: Indiana University Press por pasajes de Tang Xianzu, The Peony
Pavilion, trad. de Cyril Birch; University ofCalifomia Press por pasajes de Kong
Shangren, The Peach Biossom Fan, trad. de Chen Shih-hsiang y Harold Acton,
y por datos de Chen Yung-fa, Making Revolution: The Communist Movement in
Bastan ami Central China, 1937-1945; Columbia University Press por pasajes
de Richard Strassberg, The World o/K'ung Shang-jen: AMan if Leuers in Early
Ch'ing China; Stanford Universiry Press por datos de Philip Huang, The Pea-
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ed. y trad., Mao Zedong: Reportftom Xunwu, por datos de Tien Hung-mao, Go-
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por pasajes de Clive Ansley, The Heresy uf Wu Han: His Play «Hai Rui's Dis-
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vid Goodman, 8eijing Sreet Vóices: The Poetry and Politics of China's Demomuy
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991
Lecturas complementarias

1. Los últimos Ming

La sociedad en la época Ming: Timothy Brooks, The Confusions o/Pleasu-


re: Commerce and Culture in Ming China, Universiry of California Press, Berke-
ley, 1998; Craig Clunas, Superjluous Things: Material Culture and Social Statu1 in
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Fruitjúl Sites: Garden Culture in Ming Dynasty China, Londres, 1996; Dororhy Ka,
Trachers 01the Inner Chambers: Womm and Culture in Seventeentb-Cenlury China,
Universiry of Stanford Press, Stanford, 1994.
Vida y cultura de la elite en tiempos de los Ming: w.T. de Bary, ed., Se!!ami
Socitty in Ming Thought, Columbia University Press, Nueva York, 1970; Journey
lo (he Wést, trad. de Anthony Yu, 4 vols., Universiry of Chicago Press, Chica-
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versity Press, Bloomington, 1980; Patrick Hanan, The Chinese Vemacular St01)',
Harvard University Press, Cambridge, 1981; jonathan Spence, The Memory Pa-
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Malteo Rica. Unjesuita en la China del siglo XVI, Tusquets Editores, col. Tiem-
po de Memoria 21, Barcelona, 2002]; Joanna Handlin, Aaion in Late Ming
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terGourd: Fang l-chih and the lmpetusfor lntellectual Change in the 1630s, Yale Uni-
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ment in Ming Times, Columbia Universiry Press, Nueva York, 1969; Ray Huang,
1587, a léar cfNo Significana: The Ming Dynasty in Decline, Yale University Press,
New Haven, 1981.
Problemas sociales y rebeliones bajo los Ming: James Parsons, Peasant
RebeUions ifthe Late Ming Dynasty, Universiry of Arizona Press, Tucson, 1970;
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Part I, ed. de Frederick Mote y Dennis Twitchett. Cambridge University Press,
Nueva York, 1988.

2. La conquista manchú

La conquista y la consolidación manchúes: Pamela Crossley, The Manchus,


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Reconstmaion ofImperial arder in Seventeenth-Cen!ury China, 2 vols., Universiry
of California Press, Berkeley, 1985; jonarhan Spence y john Wúls, eds., Frum
Ming lo Ch'ing: Conquesl, Region, and Continuity in Seventeenth-Gmtury China,
Yale University Press, New Haven, 1979; Robert O:xnam, RJdingfrom Horse-
back: Manchu Politics in the Obo¡ Regenry, 1661-1669, Universiry of Chicago Press,
Chicago, 1975.
La lealtad a los Ming: Lynn A. Struve, Voicesfrom the Ming-Qjng Catadysm:
China In Tigers'Jaws, Yale University Press, New Haven, 1993; Lynn A. Struve,
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Dennerline, The Chialing Loyalists: Corfecian Leadership and Social Change in Se-
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Chang, The LateMing Poa Cb'en lZu-lung: Crises 01Loveand Loyalism. Yale Uni-
versity Press, New Haven, 1990; Wang Fangyu, Richard Barnhart y Judith Smith,
eds., Master cf the Lotus Carden: The Life and Art 01Bada Sbanren (1626-1705),
yate University Press, New Haven, 1990.
Biografías de la época Qing: Arthur Hurnmel, ed., Eminent Chinese 01the
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Aspectos sociales y económicos: Philip Huang, The Peasant Economy and
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Beattie, Land and Lineage in China: A Study ~fT'ung-ch'en CounfY, Anhwei, in the
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3. La consolidaci6n de Kangxi

Kangxi como gobernante: Jonathan Spence, Emperor ofChina: Se!fPortrait


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K'ang-bsi and His Reir Apparent, 1661-1722, Harvard University Press, Cam-
bridge, 1979; )onathan Spence, Ti'ao Yin and the Kmzg-hsi Empenn; Bondservant
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La cultura y las artes: James Cahill, The CompelJing [mage: Nature and Style in
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Last Dynasty, 1644-1911, Indiana University Press, Bloomington, 1980; Ellen
Widmer, The margins of Utopía: Shui-hu hu-chuan and the Literature of Ming
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4. La autoridad de Yongzheng

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5. La sociedad china y el reinado deQjanlong

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7. El primerchoque con Oaidaue

Contextos sociales en China a comienzos del siglo XIX: Cambridge History 01


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Estudios de Lin Zexu: Arthur Waley, The Opium War through Cbinese Eyer,
Londres, 1958; Chang Hsin-pao, Commissioner Lin and the Opium Wár, Harvard
University Press, Cambridge, 1964.
Dimensiones militares y diplomáticas: john K Fairbank, Trade and Diplo-
macy on tbe China Coaa, Harvard University Press, Cambridge, 1953; Michael
Greenberg, British Trade and the Opening ifChina, 1800-1842, Cambridge Uni-
versity Press, Nueva York, 1951; Peter Ward Fay, The Opium Wár, 1840-1842,
Universiry ofNorth Carolina Press, Chape! Hill, 1975; Cerald Grabam, The
China Station: Wílr and Diplomacy, 1830-1860, Oxford Universiry Press, Nueva
York, 1978; Hosea Ballou Morse, The lnternational Relations ofthe Chinese Em-
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Treaty if Nanking, 1842, University of Chicago Press, Chicago, 1944.

8. La crisis interna

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en Tokio por el exiliado Sun Yat-sen y estudiantes chinos en japón, entre ellos
Liao Zhongkai y Wang Jingwei. Patrocinaba propaganda, recaudaba fondos y
promovía actividades insurreccionales, que culminaron en 1911 con el levanta-
miento de Wuhan y la caída de la dinastía Qjng.

AMARIlLO, Río (Huang He): La vía fluvial más larga de China después del Yang-
zi (4666 kilómetros). Nace en Qjnghai, en el norte, atraviesa Mongolia Inte-
rior y luego describe un gran meandro hacia el sur y el este hasta desembocar
en el golfo de Bohai, en la provincia de Shandong. La abundancia de loes pro-
vocaba constantes inundaciones.

AMHERST, loRD W¡WAM (1773-1857): Líder de la segunda misión diplomáti-


ca y comercial británica a China. En 1816 Amhersr intentó entrevistarse con
el emperador jiaqing, pero su misión fue rechazada debido a malentendidos
de protocolo.

ANHUI: Provincia centrooriental de China, de más de 130.000 kilómetros cua-


drados de extensión y 59.000.000 de habitantes. Capital: Hefei (930.000 habi-
tantes).

ANNAM: Región central del actual Vietnam.

BANDA DELOS CUATRO: Grupo formado por Yao Wenyuan. Zhang Chunqiao,
Wang Hongwen y Jiang Qjng, los cuales fueron culpados oficialmente de
crear y dirigir la Revolución Cultural. Detenidos por orden de Hua Cuofeng
en octubre de 1976, los cuatro fueron juzgados y condenados en un proceso
retransmitido por la televisión nacional en 1980.

BANDA VERDE: Sociedad secreta que dominaba la delincuencia organizada en


Shanghai antes de 1949. En los decenios de 1920 y 1930 los empresarios y el
Guomindang se valieron de sus lazos con la Banda Verde para controlar las
huelgas obreras y reprimir las actividades del PCCh.

1021
BANDERAS, SISTEMA DE: Método de organización militar manchú en el cual se
agrupaba a los combatientes (y sus familias) en divisiones que se identificaban
mediante banderas de colores. Se crearon ocho banderas cuyos colores eran el
rojo, el azul, el amarillo y el blanco: cuatro sin adornos y cuatro con orlas.
El sistema lo instauró Nurhaci y se suprimió paulatinamente a comienzos del
siglo xx con la creación del Nuevo Ejército Qing.

BAOJIA: Método de organización y control de las familias basado en un siste-


ma que se describía en textos antiguos y se empleó con grados diversos de éxi-
to desde la dinastía Song hasta los Qjng. Cien familias se organizaban en una
jia. Diez jias constituían un bao. Los líderes de las unidades se elegían por tur-
nos y se encargaban de mantener el orden local, supervisar el trabajo de la co-
munidad y velar por la recaudación de impuestos.

BE! DAO (n. 1949): Poeta y coeditor de la revista literaria clandestina Hoy.

BOGUE: Corrupción británica del portugués Boca Tigre, «Boca de Tigre», nom-
bre de la desembocadura del río de las Perlas en Cantón.

BOICOT A LOS ESTADOUNIDENSES DE 1905: Boicot contra todos los artículos es-
tadounidenses organizado como respuesta a los malos tratos que recibían los
chinos en Estados Unidos. Fue la primera expresión económica unida del na-
cionalismo chino contra una potencia extranjera.

BÓXERS, REBELIÓN DE LOS (1900): Levantamiento campesino anticristiano y


antiextranjero que tuvo su origen en el norte de Shandong y terminó con el
sitio de las legaciones extranjeras en Pekín. Los participantes eran en su rna-
,~oría campesinos pobres que practicaban un tipo de arte marcial que dio el
#J.ombre de Bóxer al movimiento. La rebelión terminó cuando una expedición
::inilitar combinada occidental entró en Pekín y obligó a la emperatriz viuda Cixi
"Y su corte a huir a Xi'an.
BUDISMO: Religión de compasión y salvación basada en cierta medida en las
enseñanzas del príncipe indio Siddhartha (eel Buda», 563483 a.Ci) Influyente
en la sociedad china desde su introducción durante la dinastía Han (260 a.C>
220 d.C.), el budismo en diversas épocas compitió y se fundió con las dos es-
cuelas autóctonas de pensamiento religioso y filosófico chino, el confucianis-
mo y el taoísmo.

CAl YUANPEI (1868-1940): Rector de la Universidad de Pekín de 1916 a 1926.


Partidario notable del Movimiento del 4 de Mayo.

CAMISAS .AzULES: Organización paramilitar formada en el decenio de 1930 que


funcionaba como «policía secreta» de Chiang Kai-shek. Mandados por Dai Li
y otros graduados de Whampoa leales a Chiang Kai-shek, los Camisas Azules
recogían información sobre actividades «subversivas» y orquestaban los asesi-
natos de quienes se creía que se oponían a Chiang Kai-shek.

1022
CAMPAÑA CONTRA LA CONTAMINACIÓN ESPIRITUAL: Movimiento iniciado en
1982 por el PCCh bajo Deng Xiaoping para criticar lo que se consideraba la
decadencia en la literatura y otras artes causada por la influencia occidental.

CAMPANA CONTRA LIN BlAO y CONFUCIO: Movimiento propagandístico de ma-


sas iniciado a finales de 1973 que vinculaba al desacreditado (y ya difunto)
Lin Biao con Confucio e instaba a criticar los aspectos reaccionarios y feuda-
les de la sociedad china que supuestamente simbolizaban las dos figuras.

CAMPAÑA DE EDUCACIÓN SOCIAliSTA: Movimiento empezado en 1963 por el


PCCh bajo Mao para reavivar los valores socialistas en la sociedad china. Se
mandaron cuadros urbanos a trabajar en el campo y se puso énfasis en la lu-
cha de clases y la actividad económica colectiva.

CAMPAÑA DE PuRIFlCACIÚN DE LAS CLASES: Movimiento iniciado durante la


Revolución Cultural para investigar los orígenes de clase de todos los cuadros
sospechosos de tener elementos «malos» en su pasado. Los cuadros «estudia-
ban» sus faltas en escuelas del 7 de Mayo fundadas en todo el país.

CAMPAÑA DE RECTIFICACIÓN (1942): Lucha política empezada por Mao Zedong


con el fin de reforzar el dominio de su ideología en el Partido Comunista.
Entre los principales blancos de críticas en Yan'an cabe citar al líder del par-
tido Wang Ming y a la escritora feminista Ding Ling.

CAMPAÑA DE SUPRESIÓN DE LOS CONTRARREVOLUCIONARIOS: Movimiento de


masas organizado por el Partido Comunista en 1951 con el propósito de aca-
bar con los simpatizantes del Guomindang, los miembros de las sociedades
secretas y los adeptos a las sectas religiosas. Miles de personas fueron deteni-
das y ejecutadas durante esta movilización, que duró un año.

CANTÓN: Importante ciudad de! sur, en e! delta del río de las Perlas, llamada
Guangzhou en mandarín. Es la capital de la provincia de Guangdong.

CARRETERA DE BIRMANIA: Vía terrestre de más de mil ciento cincuenta kiló-


metros desde Lashio en Birmania hasta Kunming en la provincia Yunnan, en
el sudoeste de China. Utilizado por los aliados en la primera parte de la se-
gunda guerra mundial para enviar pertrechos al Gobierno de Chiang Kai-shek
en Chongqing. Cerrada en 1942 cuando Gran Bretaña perdió Birmania, que
pasó a poder de Japón.

CASA IMPERIAL {nei wufu): Burocracia independiente dentro del palacio impe-
rial, integrada por hombres de las banderas y esclavos que dirigían los asun-
tos financieros y personales del emperador y la familia imperial.

CHEN DuXIV (1879-1942): Figura importante del Movimiento del 4 de Mayo;


fundó la revista Nutva]uvmtud en 1915 a su regreso de estudiar en Japón. Uno

1023
de los primeros marxistas chinos y, con Li Dazhao, fundador del Partido Co-
munista de China.

CHEN YONGGUI: Líder de un equipo de producción en Dazhai; se hizo fa-


moso a escala nacional cuando en 1964 fue alabado por Mao por utilizar ele-
mentos del pensamiento de Mao Zedong para conseguir incrementos es-
pectaculares de la producción agrícola. Chen Yonggui perdió sus altos cargos
gubernamentales a consecuencia de las criticas formuladas en Dazhai en 1980.

CHEN YUN (1905-1995): Tipógrafo de Shanghai que se afilió al Partido Comu-


nistaen 1924 y llegó a ser su principal planificador económico después de 1949.
Contribuyó a orquestar la recuperación económica de China tras el Gran Sal-
to Adelante. Criticado durante la Revolución Cultural, volvió a ocupar puestos
gubernamentales de alto nivel en el decenio de 1980 como oponente conser-
vador del cambio económico rápido en China.

CHIANG CHING-KUO (1910-1988): Hijo de Chiang Kai-shek y educado en la


Unión Soviética, sirvió al mando de su padre en varios puestos del Guomin-
dang, entre ellos el de comisario a cargo de las reformas fmancieras del parti-
do en el decenio de 1940. Heredó el puesto de su padre como presidente de
Taiwan y lo ocupó desde 1978 hasta su muerte, diez años después.

CHIANG KAI-SHEK (1887-1975): Líder militar y político del Guomindang tras


la muerte de Sun Yat-sen. Se afilió a la Tongmeng hui antimanchú cuando era
estudiante militar en Japón. Fue enviado por Sun Yat-sen a la Unión Soviéti-
ca para recibir formación militar en 1923 y nombrado líder de la Academia de
Whampoa a su regreso. Tras dirigir la Expedición al Norte, creó un Gobierno
nacionalista en 1928 y durante los veinte años siguientes luchó contra los se-
ñores de la guerra, los japoneses y los comunistas para hacerse con el control
de China. Fue presidente del Gobierno del Guomindang en Taiwan desde 1949
hasta su muerte, veintiséis años más tarde.

CHONGQ1NG: Ciudad portuaria a orillas del río Yangzi en la provincia de Si-


chuan. Sirvió como sede del Gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek du-
rante la segunda guerra mundial.

CIEN FWRES, MOVIMIENTO DE LAS (1957): Breve periodo de liberalización ini-


ciado en mayo de 1957, cuando Mao fomentó el «florecimiento de cien flo-
res y la competencia de cien corrientes de pensamiento» y pidió a los in-
telectuales de la nación que criticasen al Partido Comunista. La resultante
oleada de expresión fue cortada rápidamente antes de finales de junio, cuan-
do se lanzó una «campaña antiderechista» contra los que habían hablado con
franqueza.

CINCO ANTIS, CAMPAÑA DE LOS: Lucha iniciada en 1952 por el Partido Co-
mumsta contra los industriales y hombres de negocios chinos que se habían
quedado en China después de 1949. El movimiento puso fin a la actuación

1024
independiente de los capitalistas y contribuyó a consolidar el poder del PCCh
sobre la economía del país.

CINCO CLÁSICOS: Conjunto de cinco obras (Memorias sobre los ritos [Li ji],
Anales deLu [Chun Qju), el Libro de la historia {Shujing}, el Libro delas odas {5hi-
jing} y el Libro de los cambios ¡Yijing]), cuya edición, segun se decía, habia es-
tado a cargo de Confccio. Junto con los Cuatro Libros, formaban el canon
principal del saber confuciano.

Crxr (1835-1908): Concubina del emperador Xianfeng y madre de! emperador


Tongzhi. Los occidentales la llamaban «la emperatriz viuda». Desde el mo-
mento en que se convirtió en regente del emperador niño Tongzhi en 1861 has-
ta su muerte cuarenta y siete años después, ejerció e! poder de facto sobre el
Gobierno Qjng y nombró a dos emperadores sucesivos.

COHONG (gonghang, «compañías mercantiles combinadas»): Gremio de mer-


caderes chinos, fundado oficialmente en 1720. que monopolizaba el comercio
marítimo con los países occidentales. Desde 1760, cuando todo el comer-
cio quedó restringido a Cantón, el Cohong actuó como agente del Gobierno
Qjng y se encargó de recaudar derechos y de negociar con los extranjeros. El
sistema fue abolido en 1842 con el Tratado de Nankin.

COLETA: Peinado masculino de los manchúes que consistía en llevar la frente


afeitada y una coleta larga detrás: creado en un principio para evitar que el
cabello largo tapase el rostro en las batallas. Por un decreto promulgado por
Dorgon en 1645, todos los varones chinos debían adoptar este peinado o se-
rían condenados a muerte. Los activistas antimanchúes solían cortarse la co-
leta como acto de desafio a los Qing.

COMITÉ CENTRAL: Órgano coordinador central del Partido Comunista de


China. El poderoso Politburó y su Comité Permanente se forman con sus
miembros.

COMITÉS REVOLUCIONARIOS: Grupos pequeños creados durante la Revolución


Cultural para dirigir gobiernos locales en las ciudades, comunas rurales, uni-
versidades y otras instituciones. Cada grupo consistía en representantes de «las
masas", el EPL y cuadros selectos.

COMUNA DE CANTÓN (11 de diciembre de 1927): Levantamiento obrero diri-


gido por los comunistas por orden de Q!J Qjubai, que a su vez cumplió órde-
nes de Stalin. Fue sofocado dos días más tarde por un señor de la guerra an-
ticomunista y tropas del Guomindang.

COMUNA POPULAR (renmin gongshe): Unidad central de organización eco-


nómica y política en el campo -algunas consistentes en decenas de miles de
familias- introducida en el Gran Salto Adelante y popularizada de nuevo en
la Revolución Cultural. Las comunas se dividían además en brigadas y egUl-

1025
pos de producción que dirigían la mano de obra y repartían los puntos de
trabajo.

COMUNICADO DE SHANGHAI: Documento dado a conocer el 28 de febrero


de 1972, al terminar la visita de! presidente Nixon a China, que exponía las
posturas respectivas de China y Estados Unidos ante asuntos tales como el es-
tatus de Taiwan, y pedía que se empezara a trabajar para normalizar las rela-
ciones chino-estadounidenses.

CONFERENCIA DE BANDUNG (1955): Encuentro de delegados de países asiáti-


cos y africanos celebrado en Bandung, Indonesia, en el cual Zhou Enlai hizo
un llamamiento a favor de la solidaridad asiático-africana y consiguió el reco-
nocimiento internacional del nuevo papel diplomático de China.

CONFUCIANISMO: Sistema ético basado en las enseñanzas de Confucio (551-


479 a.Cj, que afirmaba que e! hombre estaría en armonía con el universo si
se comportaba con rectitud y comedimiento, y cumplía apropiadamente con
papeles sociales específicos. Con su énfasis en el estudio de los clásicos, el cul-
to a los antepasados y la sumisión a la autoridad, el confucianismo formaba
la ética dominante de las unidades sociales chinas desde el Gobierno imperial
hasta la familia campesina.

CONVENCIÓN DE PEKíN (1860): Tratado entre Gran Bretaña y China que ene-
gociaron- Lord Elgin y el príncipe Gong después de que las tropas británicas
entrasen en Pekín, arrasaran el palacio de verano y obligaran a la corte de los
Qinga huira Jehol. Además de ratificar las condiciones del Tratado de Tianjin,
la convención estipuló la cesión de la península de Kowloon a Hong Kong, la
apertura del puerto de Tianjin y el pago a Gran Bretaña de ocho millones más
de taels en concepto de indemnización.

CUATRO LIBROS: Las Analectas de Confucio (comentarios (Lun YuJ), el Men-


cío [Mengzij, el Medio Invariable {Zhong Yong] y el Gran Estudio {Da XueJ, que
formaban el centro de la educación confuciana junto con los Cinco Clá-
SICOS.

«CUATRO LIMPIEZAS~ (siqing): Medidas para extirpar la corrupción rural en los


campos de la contabilidad, las existencias de los graneros, la acumulación de
propiedades y la asignación de puntos de trabajo. Fue parte de la Campaña
de Educación Socialista empezada en 1963 por Mao y otros miembros del
PCCh con el fin de restablecer la moral socialista en el campo.

CUATRO MODERNIZACIONES: Meta de la política interior china, anunciada


en 1978, para potenciar cuatro campos: la agricultura, la industria, la defensa
nacional y la ciencia y la tecnología. En el esfuerzo por alcanzar dicha meta,
Cbina bajo Deng Xiaoping adoptó una política de puertas abiertas a Occiden-
te, creó zonas económicas especiales y envió estudiantes al extranjero.

1026
CUATRO TESOROS: Extensa antología, compilada bajo Qianlong, de las obras
literarias e históricas más famosas de China. Uno de los grandes [ogros de la
bibliografía china.

DA! ZHEN (1724-1777): Uno de los más importantes e influyentes letrados del
Iwozheng del siglo
XVIII. Fue uno de los compiladores de los Cuatro Tesoros.

DALAJ LAMA: L1der espiritual supremo del budismo tibetano; también líder po-
lítico supremo del Tfber desde 1642 hasta 1959. En varios periodos de la his-
toria tibetana, la política china ha ejercido considerable influencia en deter-
minar la posición y el poder del Dalai Lama. El Dalai Lama huyó del Tíbet
en 1959 y actualmente vive exiliado en India.

DANWEI: Lugar de trabajo en la China posterior a 1949: compañía u organiza-


ción que funciona como patrón y con frecuencia proporciona vivienda y ser-
vicios sociales a sus empleados.

DAOGUANG (1782-1850): Nombre de reinado de Minning, hijo segundo del


emperador }iaqing, que se convirtió en el sexto emperador de la dinastía Qing
en 1821. Durante su reinado empeoraron los conflictos entre potencias ex-
tranjeras e intereses chinos que culminaron con la guerra del Opio (1839-1842).

DAZHA1: Brigada rural de la provincia de Shanxi, dirigida por Chen Yong-


gui. Utilizada a comienzos del decenio de 1960 y nuevamente a mediados del
de 1970 como modelo de la producción agrícola socialista conseguida median-
te la aplicación del pensamiento de Mao Zedong.

DENG XlAOPING (1904-1997): Hijo de una familia terrateniente de Sichuan, se


afilió al Partido Comunista cuando participaba en un programa de trabajo-
estudio en Francia en el decenio de 1920. Veterano de la Larga Marcha, Deng
Xiaoping ascendió a altos puestos del Comité Central durante el decenio
de 1950 y comienzos del de 1960, volvió al poder tras un periodo de perse-
cución durante la Revolución Cultural y sustituyó a Hua Guofeng como pri-
mer ministro en 1980. Desempeñó un importante papel en la puesta en prácti-
ca de las Cuatro Modernizaciones y la represión de las protestas democráticas
de 1989.

18 DE MARZO DE 1926: Fecha de las manifestaciones de masas en la plaza de


Tiananmen en las cuales 47 estudiantes que protestaban por la agresión japo-
nesa murieron a manos de los soldados de los señores de la guerra.

DING LING (1904-1986): Escritora feminista y miembro del Partido Comunis-


ta cuyas famosas obras incluyen «El Diario de Miss Sophie- y El sol brilla 50-
breelrio Sanggan. Fue criticada durante la Campaña de Rectificación de 1942
y encarcelada durante la campaña antiderechista que siguió al movimiento de
las Cien Flores, y de nuevo durante la Revolución Cultural.

1027
DORGON (1612-1650):]efe militar manchú, decimocuarto hijo de Nurhaci y her-
manastro de Hong Taiji. Mandó los primeros ataques manchúes contra Chi-
na dentro de la Gran Muralla y tomó Pekín en 1644. Dorgon ejerció el poder
sobre la primera corte Qjng en su calidad de corregente del hijo de Hong Tai-
ji, e! emperador niño Shunzhi.

Du YUESHENG (1888-1951): Extorsionador, banquero, financiero, jefe de la so-


ciedad secreta la Banda Verde de Shanghai, fue amigo y aliado importante de
Chiang Kai-shek.

DUAN Q!RUI (1865-1936): Primer ministro de China después de la muerte de


YUan Shikai en 1916. Aceptó préstamos y sobornos del Gobierno japonés y los
usó para crear su propia fuerza militar. Sus acuerdos secretos con Japón al fi-
nalizar la primera guerra mundial fueron el motivo por el cual los aliados de-
cidieron traspasar los derechos de Alemania en Shandong a los japoneses en
el Tratado de Versalles de 1919.

Emcro SAGRADO: Lista de máximas confucianas sobre la moral y las relacio-


nes sociales compilada por el emperador Kangxi en 1670 y promulgada en toda
China. Yongzheng, hijo de Kangxi, amplió e! edicto de su padre y ordenó que
se leyera en chino coloquial para asegurarse de que llegara a todos sus súbditos.

EJÉRcno DE LA 8." RUTA: Nombre dado al Ejército Rojo puesto bajo el man-
do nominal del Guomindang durante el segundo frente unido Comunistas-
Guomindang contra Japón (1937-1945).

EJÉRCITO SIEMPRE VICTORIOSO: Ejército mercenario mandado por oficiales ex-


tranjeros que combatió aliado de las fuerzas de los Qjng para repeler los ata-
ques de los Teiping en el delta bajo del Yangzi. Los buenos resultados que
obtuvo utilizando cañoneras de vapor y artillería avanzada contribuyó a que los
Qing considerasen la adopción de tecnología militar occidental.

ELIlOT, CHAlU.ES: Nombrado en 1836 segundo superinrendente británico de co-


mercio exterior tras la muerte de Lord Napier, fue destituido durante la guerra
del Opio por no arrancar suficientes concesiones de los chinos en las negocia-
ciones iniciales de un tratado.

EPL (Ejército Popular de Liberación): Nombre dado a las fuerzas armadas de


China. Tras empezar como el Ejército Rojo, famoso por sus tácticas de guerra
de guerrillas en el decenio de 1930, el EPL ha evolucionado hasta convertirse
en una organización militar moderna que contaba unos tres millones de sol-
dados a finales de! decenio de 1980.

ESCUELAS DE CUADROS 7 DE MAYO: Campos de trabajo creados durante la Re-


volución Cultural en los que las duras faenas agrícolas se combinaban con el
estudio de los escritos de Mao con el fin de «reeducar a cuadros e intelectua-
les en el pensamiento socialista apropiado».

1028
EXPEDICIÓN AL NORTE (1926-1928): Campaña militar emprendida por fuerzas
de la alianza del Guomindang y los comunistas (el Ejército Revolucionario
Nacional) bajo e! mando de Chiang Kai-shek con el fin de liberar China del
dominio fragmentario de los señores de la guerra y unificarla bajo un solo Go-
bierno. Dos años después de! lanzamiento de la campaña desde su base en
Cantón, China hasta Mukden, en el norte, se hallaba bajo el control nominal
de Chiang Kai-shek, que luego instauró la capital de su Gobierno nacionalis-
ta en Nankín.

FABl: Unidad de moneda emitida por el Gobierno nacionalista a partir de 1935.


La inflación galopante que siguió a la segunda guerra mundial impulsó al Go-
bierno a abandonar el fabi en 1948 y crear una moneda nueva, e! yuan de oro,
cuyo tipo de cambio era de un yuan por tres millones defizbi.

FANG LrzHI (n. 1936): Prominente astrofísico y disidente chino, fue expulsa-
do del Partido Comunista por su «liberalismo burgués- es decir, por apoyar
las manifestaciones estudiantiles pro democracia en 1986.

FEJ XIAOTONG: Sociólogo cuyo trabajo de campo pionero en los decenios


de 1930 y 1940 exploró las pautas de cambio social en la China rural.

FENG YUXIANG (1882-1948): Señor de la guerra cuya base de poder en el de-


cenio de 1920 se extendía desde la provincia noroccidental de Shaanxi hasta
Pekín. Influido por la Unión Soviética, decidió unirse al Guomindang contra
otros señores de la guerra del norte durante la Expedición al Norte.

PENG ZIKAI; Ilustrador y caricaturista cuyos sencillos dibujos lineales retrata-


ban con exactitud y criticaban la sociedad china del decenio de 1930.

FWRES DE MEWCOTONERO EN UN JARRO DE ORO Uin PingMei): Considerada


una de las grandes obras de ficción chinas, publicada por primera vez a fina-
les del periodo Ming. Sigue las actividades hedonistas del hombre de negocios,
funcionario y letrado Qing Ximen, muchas de ellas eróticas, entre sus cinco
consortes.

FRENTE UNIDO: nombre que se usa para referirse a una endeble política de coo-
peración entre los habitualmente antagónicos Partido Comunista de China
y el Guomindang, creado dos veces con el fin de alcanzar objetivos nacionales.
El primer frente unido (1923-1927) aspiraba a recuperar China de las fuerzas de
los señores de la guerra (véase EXPEDICIÓN AL NORTE); el segundo (1937-1945)
se fonnó para oponer resistencia a Japón en la segunda guerra mundiaL

Fu YUEHUA: Joven detenida en 1979 por encabezar manifestaciones de cam-


pesinos en Pekín durante la supresión del movimiento del Muro de la De-
mocracia.

1029
Fu, PRÍNCIPE DE (m. 1646): Título de un nieto del emperador Wanli y preten-
diente al trono Ming. Fue proclamado emperador en 1644 en la capital origi-
nal de los Ming, Nanlcín. Los ejércitos manchúes le hicieron prisionero en 1645
y le enviaron de vuelta a Pekín, donde murió al año siguiente.

FuJIAN: Provincia de la costa del sudeste de China, de 120.000 kilómetros cua-


drados de extensión y 31.500.000 habitantes. Capital: Fuzhou.

GAN5U: Provincia centroseptentrional de China, de 450.000 kilómetros cua-


drados y 23.500.000 habitantes. Capital: Lanzhou. Gran parte de Gansu con-
siste en llanuras áridas y desiertos.

GAO GANG (1905-1954): Líder comunista encargado de planificar la recupera-


ción económica de Manchuria después de la segunda guerra mundial. Fue acu-
sado durante una purga del partido en 1954 de tratar de crear su propia base
de poder en el nordeste. Ese mismo año se anunció su suicidio.

GONG, pRíNCIPE (1833-1898): Sexto hijo del emperador Daoguang, figura im-
portante en los últimos intentos de la dinastía Qjng de revitalizar su poder y
recuperar su dignidad ante la agresión extranjera. Llamado en 1860 a negociar
la Convención de Pekín con las fuerzas invasoras británicas en nombre de su
hermanastro exiliado, e! emperador Xianfeng, en 1861 se convirtió en asesor
de la emperatriz viuda Cixi y líder de la recién formada Oficina Principal para
la Administración de los Asuntos Exteriores (Zongli :Yamen), puesto que ocu-
pó hasta 1884 y nuevamente de 1894 a 1898.

GRAN CANAL; Sistema de vías fluviales que comunicaba Pekín con el delta del río
Yangzi y permitía el envío de arroz y otros productos de! sur a la capital imperial.

GRAN CONSEJO: Cámara pequeña de asesores de suma confianza del empera-


dor. Fue formada por primera vez por el emperador Yongzheng como conse-
jo secreto para acelerar la planificación militar y establecida como institución
formal bajo su hijo, el emperador Qianlong. El poder del Gran Consejo sus-
tituyó e! del Gran Secretariado y los seis ministerios.

GRAN SALTO ADELANTE (1958-1961). Intento de Mao Zedong de intensificar es-


pectacularmente la producción económica en China por medio de la organi-
zación de las masas y la inspiración de fervor revolucionario en el pueblo. In-
formes exagerados del éxito de políticas tales como la colectivización de los
campesinos en grandes «comunas populares» y la descentralización de la pro-
ducción industrial ocultaron temporalmente el desastre económico real y la
hambruna generalizada causados por el Gran Salto Adelante.

GRAN SECRETARIADO: Organización administrativa del Gobierno imperial cen-


tral, formada por un grupo reducido de manchúes y chinos cuya función era
principalmente encargarse de los memoriales normales procedentes de los seis
ministerios.

1030
Gu YANWU (1613-1682): Erudito del kaozhmg de los comienzos del periodo
Qjng y venerado por posteriores eruditos como modelo de precisión e inte-
gridad intelectuales, evitó la especulación metafísica confueiana y trató de ma-
nera pragmática temas tales como las instituciones de Gobierno, la ética, la his-
toria y la geografla.

GUANGDONG (<<Este Amplio»]: Provincia del sudeste de China, de 210.000 ki-


lómetros cuadrados de extensión y 66.000.000 habitantes. Capital: Guang-
zhou (Cantón).

GUANGXI (<<Oeste Amplio»): Región autónoma de los zhuang en el sudoeste


de China, de 230.000 kilómetros cuadrados de extensión y 44.400.000 habi-
tantes. Capital: Nanning.

GUANGXU (1871-1908): Nombre de reinado de Caitian, sobrino del empera-


dor Xianfeng, elegido a la edad de cuatro años por su tía Cixi para que fuese
el noveno emperador de la dinastía Qing después de la muerte en 1875 de su
primo, el emperador Tongzhi. Simpatizante con los llamamientos de reforma-
dores confucianos, como Kang Youwei, Guangxu ayudó a lanzar la Refor-
ma de los Cien Días en 1898, pero fue encarcelado por Cixi aquel mismo año
supuestamente por conspirar para expulsarla del poder.

GUARDIAS ROJOS: Grupos de estudiantes universitarios y de escuelas medias


que profesaban lealtad a Mao y, como ejecutores de las directrices de la Revo-
lución Cultural, atacaban a los elementos "feudales» y «reaccionarios" de la
sociedad. La falta de organización y el excesivo fervor revolucionario provo-
caron estallidos de violencia entre distintas facciones de Guardias Rojos y en-
tre éstos y el EPL a finales del decenio de 1960.

GUERRA DEL OPIO (1839-1842): Conflicto entre Gran Bretaña y China prevo-
cado por la indignación de los británicos cuando Lin Zexu confiscó su opio.
Al principio las hostilidades se limitaron a Cantón y a la costa oriental de Chi-
na hasta Tianjin en e! norte. Cuando fuerzas británicas amenazaron la ciudad
de Nankín, en e! delta de! Yangzi, los Qjng pidieron la paz y fumaron el Tra-
tado de Nankín en 1842.

GUI, PRÍNCIPE DE (1623-1662): Titulo del último nieto superviviente conocido


del emperador Wanli y último pretendiente importante al trono Ming. Asu-
mió el título de emperador Ming en 1646 desde su corte exiliada en Guang-
dong. La persecución de las tropas manchúes le obligó a penetrar en Birma-
nia, donde finalmente fue capturado y ejecutado por Wu Sangui.

GUIZHOU: Provincia montañosa del sudoeste de China, de 168.000 kiló-


metros cuadrados de extensión, con su capital en Guiyang. Muchos de sus
34.100.000 habitantes son miembros de las minorías rniao y zhuang.

1031
GU]IN TUSHU ]ICHENG (<<Colección completa de ilustraciones y escritos desde
los tiempos más antiguos hasta los actueles»): Enciclopedia de 800.000 pági-
nas de escritos sobre fenómenos naturales, historia, literatura y leyes e insti-
tuciones. Compilada por el erudito Chen Menglei bajo el patronazgo del em-
perador Kangxi y publicada más tarde como obra del propio Kangxi durante
el reinado de Yongzheng.

HAKKAS (ke.Jia): Minoría étnica del sur de China. Hakkas famosos son Hong
Xiuquan, líder de los Taiping, y la familia Soong.

HE ZIZHEN (1909-1984): Segunda esposa de Mao Zedong, su compañera en


la Larga Marcha y en Yan'an hasta que él la abandonó por su tercera esposa,
Jiang Qjng.

HEBEI (<<Río Norte»): provincia del nordeste de China, de 189.000 kilómetros


cuadrados y 63.300.000 habitantes. Capital: Shijiazhuang.

HEIWNG]IANG (<<Río del Dragón Negro»): La provincia situada más al nordeste


de China, de 466.000 kilómetros cuadrados de extensión y 36.400.000 habi-
tantes. Capital: Harbin. Lugar de vastas soledades e inviernos crudos y largos.

HENAN (<<Río SuP»: Provincia centrooriental de China, de 160.000 kilómetros


cuadrados de extensión y 89.500.000 habitantes. Capital: Zhengzhou. Gran par-
te de Henan se halla situada en la extensa llanura del río Amarillo.

HESHEN (l75{) 1799): Poderoso ministro y asesor del emperador Qianlong, a cuya
muerte fue acusado de corrupción y de contribuir al declive del imperio. En un
!ili10 año ascendió de guardaespaldas imperial al puesto más elevado del Gobier-
~, en el cual utilizó su poder para el enriquecimiento propio y de sus segui-
J:,res. Fue detenido y obligado a suicidarse después de la muerte de Qjanlong.
\$
HISTORIA NO OFICIAL DEL BOSQUE DE LETRADOS (RuIin waishi): Publicada en 1768,
una de las grandes obras literarias de la dinastía Qing. La novela describe la
difícil situación de los miembros con título de la elite, muchos sin empleo,
en el siglo XVIJI.

HONG TAl]I (1592-1643): Llamado a veces -Abahai». Octavo hijo de Nurhaci,


fue emperador de los manchúes durante diecisiete años tras la muerte de su
padre en 1626. Con la ayuda de asesores y soldados chinos, llevó el dominio
manchú a Corea en el este y hasta la Gran Muralla en el sur. Murió en 1643
y dejó la conquista final de Pekín en manos de su hermanastro Dorgon, más
Joven que él.

HONG X¡UQUAN (1813-1864): Líder de la rebelión de los Taiping, aspirante a


erudito de una familia hakka pobre. Creyéndose hermano de Jesucristo y que
Dios le había confiado la expulsión de los demonios manchúes de China, for-
mó la Asociación de los Adoradores de Dios en la provincia de Guangxi, se

1032
autoproclamó emperador del «Reino del Cielo de la Gran Paz» (li¡iping Tian-
guo) y capitaneó una rebelión contra los Qjng que estuvo a punto de acabar
con la dinastía.

Horro: Derivado de Hubu (<<Ministerio de Pinanzas»).Jefe oficial de las Adua-


nas Marítimas del Gobierno Qjng antes de la guerra del Opio, el Hoppo no
trataba directamente con los extranjeros, sino que recibía los derechos que pa-
gaban y sus comunicados por medio de los mercaderes del Cohong.

Hu FENG: Poeta, amigo de Lu Xun y miembro del Partido Comunista. Obje-


to de una gran campaña de rectificación en 1955 por su insistencia en la li-
bertad de expresión artística.

Hu SHI (1891-1962): Escritor, filósofo, figura destacada del Movimiento del 4 de


Mayo. Más adelante sirvió al Gobierno nacionalista como embajador en Es-
tados Unidos de 1938 a 1942.

Hu YAOBANG (1915-1989): Protegido de Deng Xiaoping, ascendió de líder de


la Liga de la Juventud Comunista en el decenio de 1950 a secretario general
del PCCh en 1981. Destituido de su puesto en 1987 por su presunto apoyo
a las protestas estudiantiles a favor de la democracia en diciembre de 1986. Su
muerte en abril de 1989 sirvió de punto de encuentro de las renovadas pro-
testas de los estudiantes que pedían la democracia y que culminaron con la
matanza del 4 de junio de 1989 en Pekín.

Hu YEPIN (1907-1931): Poeta, comunista, miembro de la Liga de Escritores Iz-


quierdistas y compañero de Ding Ling. Fue ejecutado por las autoridades del
Guomindang en Shanghai.

HUA GUOFENG (1921-2008): Ex secretario del partido de la provincia de Hu-


nan que ascendió al puesto de primer ministro de China y jefe de! PCCh des-
pués de la muerte de Mao en 1976. Hua Guofeng ordenó detener a la Banda
de los Cuatro con el fin de consolidar su poder, pero fue a su vez alejado poco
a poco de sus puestos centrales en 1980 por un Deng Xiaopmg que iba esca-
lando posiciones.

HUAI, Río: Una de las principales vías fluviales de China, de aproximadamen-


te mil kilómetros de longitud, que fluye de oeste a este a través de las provin-
cias centrales de jiangsu, Anhui y Henan.

HUBEI (el.ago Norte-]: Provincia de China central, de 180.000 kilómetros cua-


drados de extensión y 56.500.000 habitantes. Capital: Wuhan. El curso medio
del río Yangzi atraviesa esta provincia.

HUNAN (el.ago Swr-): Provincia centromeridional de China, de 210.000 kiló-


metros cuadrados de extensión y 63.100.000 habitantes. Capital: Changsha.

1033
INSPECCIÓN DE ADUANAS: Servicio administrado por extranjeros que recauda-
ba los derechos de aduanas marítimos por cuenta de la corte Qjng, fue fun-
dado en 1854 durante la rebelión de los Taiping con el objeto de reorganizar
las aduanas chinas de acuerdo con el protocolo occidental del comercio in-
ternacional. Bajo Robert Hart, la inspección encauzó sucesivamente grandes
sumas de dinero hacia las tesorerías imperiales.

JEHOL (Rehe): Ciudad situada a unos ciento sesenta kilómetros al nordeste de


Pekín, sede de los palacios de verano de los emperadores Qing. Es la actual
ciudad de Chengde en la provincia de Hebei.

JIANG Q!NG (1914-1991): Tercera esposa de Mao Zedong, ex actriz de cine de


Shanghai que a finales del decenio de 1960 y comienzos del de 1970 ascen-
dió hasta convertirse en una importante figura política de la Revolución Cul-
tural. Detenida en 1976, tras la muerte de su esposo, y acusada de ser personal
y directamente responsable, como líder de la Banda de los Cuatro, de perse-
guir a centenares de miembros del partido e, indirectamente, de causar sufri-
mientos a millones de chinos, su sentencia de muerte fue conmutada por la de
arresto domiciliario a perpetuidad. Se suicidó en 1991.

JIANG ZEMIN (n. 1926): Se formó como ingeniero eléctrico en la Unión So-
viética antes de iniciar una carrera en la burocracia política de China. Alcalde
de Shanghai en 1985 y ascendido a secretario general del PCCh en el vera-
no de 1989 tras la destitución de Zhao Ziyang, en el decenio de 1990 fue nom-
brado presidente de la RPCh y de la Comisión de Asuntos Militares.

JIANGSU: Provincia de la costa oriental de China, de 98.500 kilómetros cuadra-


\1Oos de extensión y 69.700.000 habitantes. Capital: Nankín. Lindante con el
~unicipio de Shanghai, Jiangsu es tradicionalmente centro de la cultura y los
tnegocios de China.

]IANGXJ (<<Río Oeste»): Provincia del sudeste de China, de 160.000 kilómetros


cuadrados de extensión y 39.700.000 habitantes. Capital: Nanchang.

JIAQjNG (1760-1820): Nombre de reinado de Yongyan, quinto hijo del empe-


rador Qianlong. Nombrado quinto emperador de la dinastía Qjng en 1796,
asumió el poder total tras la muerte de su padre en 1799. Durante su reinado
China se vio atormentada por los piratas, las rebeliones internas y los desas-
tres naturales. El propio jiaqing fue blanco de un intento de asesinato en 1813,
cuando seguidores de Lin Qing, el líder del culto religioso de los Ocho Trigra-
mas, irrumpieron en la Ciudad Prohibida.

J1NGDEZHEN: Ciudad de la provincia de }iangxi, famosa desde la dinastía Yuan


por sus fábricas imperiales de porcelana.

JINSHI:El título más alto que podía obtenerse por medio del sistema de exá-
menes imperial. Los aspirantes se presentaban a examen en Pekín, donde se ce-

1034
lebraron cada tres años durante las dinastías Ming y Qing hasta la abolición
del sistema en 1905. Los poseedores del título jinhsi eran destinados a altos car-
gos en las provincias y la capital imperial.

KANG YOVWEl (1858-1927): Letrado confuciano, influyente en los movimien-


tos reformistas de finales del periodo Qjng. Sostenía que la modernización
económica y política podía tener lugar dentro de un marco político y moral
confuciano. Sus planes de reforma fueron apoyados por el emperador Guangx:u
en la Reforma de los Cien Días en 1898.

KANGXI (1654-1722): Nombre de reinado de Xuan Ve, tercer hijo del empera-
dor Shunzhi, que ascendió al trono a la edad de siete años y durante sesenta
y uno gobernó China como segundo emperador de la dinastía Qjng. Vio la con-
solidación del dominio manchú sobre China, dirigió personalmente campa-
ñas militares victoriosas en las zonas fronterizas del noroeste mientras sus ge-
nerales sofocaban la rebelión de los Tres Peudatarios en el sur y conquistaban
Taiwan. Durante su reinado China fue el más grande y uno de los más próspe-
ros imperios unificados de la tierra.

KOXINGA (1624-1662): Comandante naval, partidario de la causa Ming que


combatió a los manchúes hasta el decenio de 1650 a lo largo de la costa del su-
deste de China. Derrotado por las tropas manchúes en Nankín en 1659, Koxin-
ga estableció una poderosa base militar y comercial en Taiwan.

UO SHE(1899-1966): Novelista y dramaturgo cuyas obras criticaban la corrup-


ción y la injusticia de la sociedad china de los decenios de 1920 y 1930. Entre
las más famosas están Diario de la ciudad delos gatos y Rickshaw. Fue empujado
al suicidio por los Guardias Rojos durante la Revolución Cultural.

LARGA MARCHA (1934-1935): Viaje de más de nueve mil seiscientos kilómetros


que hicieron fuerzas comunistas que huían de la campaña de represión de
Chiang Kai-shek. Sólo entre ocho mil y nueve mil de los 80.000 que inicia-
ron el viaje de un año de duración desde la zona del sóviet de jiangxi en 1934
vivieron para establecer una nueva base comunista en Yan'an, en la provincia
noroccidental de Shaanxi.

LEE TENG-HUI (n. 1923): Político taiwanés que sucedió a Chiang Ching-kuo en
la presidencia de Taiwan en 1988. Preocupado por reanudar los contactos entre
Taiwan y la RPCh, una de las primeras medidas importantes de su presiden-
cia fue levantar las restricciones que impedían a los taiwaneses viajar al con-
tinente para visitar a sus familiares.

LEr FENG: Joven soldado del EPL cuya conducta humilde y muerte desintere-
sada al servicio de Mao Zedong y el Partido Comunista han sido presentadas
como modelo en varias campañas de propaganda en los últimos veinticinco
años, la primera de las cuales fue puesta en marcha por Lin Biao en 1963 con
el lema de «aprended del ejército».

1035
LEVANTAMIENTOS DE LA RECOLECCIÓN DE ÜTOÑO (septiembre de 1927): Serie
de ataques fallidos que por orden de la Comintern y capitaneados por Mac
Zedong llevaron a cabo fuerzas campesinas en varias poblaciones pequeñas cer-
ca de Changsha, provincia de Hunan.

LI DAZHAO (1889-1927): Figura importante del Movimiento del 4 de Mayo,


uno de los primeros marxistas chinos y uno de los fundadores del PCCh. Es-
tudió en Japón, volvió a China en 1918 para dirigir la biblioteca de la Uni-
versidad de Pekín y codirigir la revista Nueva Juventud. Pasó luego a ser un
líder influyente del Partido Comunista durante su primera alianza de frente
unido con el Guomindang (1923-1927), Fue capturado y ejecutado en Pekín
por el señor de la guerra Zhang Zuolin.

LI HONGZHANG (1823-1901): General-funcionario al servicio de la dinastía Qing


y figura destacada del movimiento que propugnaba el fortalecimiento a finales
del siglo XIX. Adquirió prominencia en el decenio de 1860 bajo la tutela de Zeng
Guofan como líder del ejército provincial del río Huai contra los Taiping. Más
adelante, en los decenios de 1870 y 1880, contribuyó a potenciar los ferrocarri-
les, los telégrafos, las compañías navieras y la fabricación de armas.

LI USAN (1900-1967): Uno de los primeros organizadores obreros comunistas,


seleccionado en 1928 para reemplazar a Qy Qiubai como líder del Partido Co-
munista. Li Lisan fue criticado y apartado de su posición de liderazgo en 1930
por insistir en que la fuerza dominante de la Revolución china seda el prole-
tariado urbano y no el campesinado,

LI PENG (n. 1928): Uno de los varios huérfanos protegidos por Zhou Enlai, era
un ingeniero formado en la Unión Soviética que se convirtió en primer mi-
nistro de China en 1988, Considerado al principio partidario de las políticas
de cambio económico rápido de Deng Xiaoping, fue un gran partidario de la
línea dura en 1989.

LI Z¡CHENG (1606-1645): Empleado en el servicio de relevo de postas y de-


sertor del ejército de los Ming que en 1644, con sus propias fuerzas rebeldes,
derrocó a dicha dinastía. Desde su base de poder en la provincia de Shaanxi,
Li Zicheng estableció su dominio sobre gran parte del norte y el centro de
China. Finalmente entró en Pekín sin encontrar resistencia en 1644 y puso fin
a una dinastía debilitada ya por las amenazas manchúes y de otros ejércitos
rebeldes.

LIANG Q!.CHAO (1873-1929): Alumno de Kang Youwei. Exiliado en Japón a raíz


del golpe conservador de 1898, usó sus escritos para recabar apoyo a la cau-
sa de los reformadores entre los chinos de ultramar y los gobiernos extranje-
ros. Partidario al principio de las ideas de Kang Youwei sobre la monarquía
constitucional, más adelante rompió con su maestro y abogó por un republi-
canismo liberal.

1036
LIAO ZHONGKAI (1878-1925); Colaborador de Sun Yat-sen nacido en Estados
Unidos y educado en Japón. Uno de los primeros miembros de la Tongmeng
hui. Llevó las finanzas del Guomindang desde 1914 hasta su muerte. Asesi-
nado en 1925, quizá por miembros derechistas del Guomindang, por su apo-
yo a la huelga obrera de Hong Kong-Cantón.

LlAONING: Provincia del nordeste de China, de 140.000 kilómetros cuadrados


de extensión y 40.400.000 habitantes. Su capital, Shenyang (Mukden), es uno de
Jos principales centros de la industria pesada de China.

UBERAUZACIÓN BURGUESA: Término general usado por el PCCh para referir-


se y criticar las exigencias de quienes pedían democracia y derechos humanos
en las protestas estudiantiles de 1986 y 1989.

LIFAN YUAN (<<Oficina de Asuntos Fronterizos»): Fundada en 1638 por Hong


Taiii para que se encargase de las relaciones con los mongoles y otros pueblos
que no eran han en el noroeste de China. (Las relaciones con países más «si-
nizados» tales como Corea, Vietnam, Birmania y Tailandia eran competencia
del Ministerio de Ritos.)

LIGA DE ESCRITORES IZQUIERDISTAS: Organización de poetas, novelistas yen-


sayistas, muchos de los cuales estaban afiliados al Partido Comunista, forma-
da en Shanghai en el decenio de 1930. Entre sus miembros se contaban Ding
Ling, Hu Yepin, Qy Qiubai y Lu Xun.

LIN BIAü (1907-1971): Líder militar que contribuyó a transformar el EPL en


un ejército moderno convencional; sucedió a Peng Dehuai en 1959 como mi-
nistro de Defensa. Partidario fervoroso de Mao, Lin Biao compiló las influ-
yentes Citas delPresidente Mao y fue nombrado sucesor de éste en 1969. Se su-
pone que munó dos años más tarde en un accidente aéreo cuando huía tras el
fracaso de un golpe contra Mao.

LLN Q!NG (1770-1813): Líder del culto budista milenario de Jos Ocho Trigra-
mas que organizó a sus seguidores para que urdiesen levantamientos contra los
Qing en Henan a comienzos del siglo XIX. Algunos de sus seguidores irrum-
pieron en la Ciudad Prohibida e intentaron asesinar al emperador Jiaqing.

LIN ZEXU (1785-1850): Letrado-funcionario de la provincia de Fujian, nom-


brado en 1838 comisario imperial encargado de poner fin al comercio del
opio. Dirigió una campaña moral cuyo blanco eran los consumidores nacio-
nales de opio y al mismo tiempo trató de detener la importación de la dro-
ga por parte de los extranjeros. En 1839 confiscó y destruyó casi una tonela-
da y media de opio de los almacenes británicos de Cantón, 10 cual indignó
a las empresas comerciales británicas y contribuyó a provocar la guerra del
Opio (1839-1842).

1037
LIU BINYAN (1925-2005): Escritor y periodista, famoso por su érasonas o mons-
Jruos?, denuncia de los delitos económicos de Wang $houxin. Fue expulsado del
Partido Comunista en la campaña de 1987 contra la «liberalización burguesa».

LIU SHAOQ! (1898-1969): Organizador y teórico comunista educado en la


Unión Soviética y autor de Cómo ser un bum comunista. Reconocido pública-
mente a comienzos del decenio de 1960 como sucesor de Mao en la direc-
ción del partido, liu Shaoqi fue criticado con severidad por «conducir hacia
el capitalismo» y expulsado del partido durante la Revolución Cultural.

Laro BlANCO, REBEliÓN DEL: levantamientos esporádicos en China centrosep-


tentrional a finales del siglo XVIll y comienzos del XIX protagonizados por se-
guidores de un culto milenario de budismo popular que evocaba los poderes
de la ..:Venerable Madre Eterna» para derrocar el dominio manchú e instaurar
un nuevo orden en la tierra.

Lu XUN (1881-1936): El más célebre autor chino de narraciones cortas. Sus obras
criticaban, con ingenio seco y sardónico, la cultura y la mentalidad tradicio-
nales de sus compatriotas. Entre las más famosas están "La verdadera historia
de Ah Q> y "Mi viejo hogar».

MACAO: Ciudad portuaria del sur de China, unos ochenta kilómetros al su-
doeste de Hong Kong, bajo dominio territorial portugués de 1557 a 1999.

MACARTNEY, LORD GEORGE (1737-1806): Líder de la primera misión diplomá-


tica oficial británica a China. Enviado en 1794 por la Compañía de las Indias
Orientales británica, con la cooperación de la corte de Jorge I1I, para estable-
Icer relaciones comerciales y diplomáticas oficiales "de estilo occidental» con
la corte de Qianlong. Macartney logró entrevistarse con el emperador en los
palacios de verano de los manchúes en jehol, pero sus exigencias fueron re-
chazadas cortésmente y la misión fue un fracaso.

:MACRORREGIÓN: Zona consistente en un "núcleo» central de densidad demo-


gráfica y comercio intensificados, rodeada por una periferia de desarrollo eco-
nómico más débil. Utilizada para analizar las estructuras económicas de la so-
ciedad china.

MAGISTRADO: Principal administrador de un condado, el más bajo de los fun-


cionarios por designación del Gobierno central en la China imperial. Encar-
gado de recaudar los ingresos públicos, de ejecutar las obras públicas y de ad-
ministrar justicia en las poblaciones y en el campo.

MANCHUKUO (<<País de los Manchúes»): Nombre que dieron los japoneses al ré-
gimen marioneta que crearon en Manchuria en 1932. Los japoneses pusieron al
depuesto emperador Puyi de la dinastía Qing como "jefe ejecutivo» del Gobier-
no y retuvieron el control de la zona hasta el fin de la segunda guerra mundial.

1038
MAo DVN (1896-1981): Escritor izquierdista, autor de la novela Medianoche, que
describe la corrupta sociedad capitalista de Shanghai en e! decenio de 1930,
Fue ministro de Cultura del Gobierno comurusta después de 1949.

MAO ZEDONG (1893-1976): Campesino de Hunan, fue uno de los primeros


en afiliarse al PCCh cuando trabajaba en la biblioteca de la Universidad de
Pekín bajo Li Dazhao. Ascendió a la dirección del partido antes del decenio
de 1930 y sostenía que la Revolución china la llevarían a cabo los campesi-
nos y no el proletariado urbano. Estuvo al frente de! PCCh en la Larga Mar-
cha y fundó la República Popular China en 1949. Hasta su muerte, acaecida
en 1976, fue el máximo líder y teórico político del comunismo chino.

MEMORIAL: Forma de comunicado escrito por funcionarios del Gobierno im-


perial para transmitir información al emperador. Transmitido habitualmente por
medio del Gran Secretariado, el memorial común carecía de rapidez y confi-
dencialidad. El sistema "de memoriales de palacio», forma de comunicación
directa y confidencial entre ministros de confianza y el emperador, fue ins-
taurado por Kangxi y muy utilizado por su hijo, Yongzheng.

MONGOUA INTERIOR (Nei Menggu): Región autónoma de desiertos y tierras


de pastos en e! norte de China, de 1.200.000 kilómetros cuadrados de exten-
sión y 22.300.000 habitantes. Mongolia Interior comparte una larga frontera
con la República Popular de Mongolia en el norte. Capital: Hohhot.

MONTES JrNGGANG: Zona aislada en la frontera entre jiangxi y Hunan donde


Mao Zedong, tras el fracaso de los Levantamientos de la Recolección de Oto-
ño en 1927, intentó fundar su primer sóviet rural.

MOU: Medida de superficie tradicional china que equivale a 675 metros cua-
drados.

MOVIMIENTO DEL 4 DE MAYO: Nombre que se usa para referirse a las mani-
festaciones de estudiantes que tuvieron lugar en la plaza de Tiananmen el 4 de
mayo de 1919 para protestar por las condiciones injustas del Tratado de Ver-
salles. También se refiere al periodo de agitación intelectual iconoclasta que
siguió a las protestas y que incluyó movimientos favorables a adoptar el uso
del chino vernáculo en literatura y la exploración de diferentes formas de mode-
los culturales y políticos occidentales.

MOVIMIENrO DEL 9 DE DiCIEMBRE (1935): Serie de protestas contra la agresión


japonesa y la incapacidad de Chiang Kai-shek de frenarla. La desencadenaron
las manifestaciones estudiantiles habidas en Pekín el 9 de diciembre de 1935
y contribuyó a generar un clima de simpatía con el segundo frente unido Co-
munistas-Cuomindang.

MOVIMIENTO NUEVA VIDA: Conjunto de creencias, en parte fascistas, en par+


te confucianas, en parte cristianas, que formuló el Gobierno de Chiang Kai-

1039
shek durante el decenio de 1930 para cambiar el carácter moral de los chinos
y crear una sociedad alerta y «militarizada».

MUKDEN: Nombre manchú de la ciudad que actualmente se llama Shenyang,


en la provincia nororiental de Liaoning. Nombrada capital del imperio man-
chú de Nurhaci en 1625.

MUKDEN, INCIDENTE DE: Combates entre tropas chinas y japonesas que em-
pezaron el 18 de septiembre de 1931, instigados por oficiales japoneses que ale-
garon que los chinos les habían atacado junto a la línea férrea en las afueras
de Mukden (Shenyang). A raíz de este incidente los Japoneses se apresuraron
a movilizar sus tropas para hacerse con el dominio de toda Manchuria.

MURO DE LA DEMOCRACIA: Tramo de muro que bordeaba la Ciudad Prohi-


bida de Pekín donde en 1978-1979 se exhibieron carteles que pedían libertad
democrática. El más famoso de estos carteles, redactado por WeiJingsheng, pro-
ponía la adopción de la democracia como la quinta modernización.

NlAN, REBELIÓN DE WS (1861-1868): Capitaneada por Zhang Luoxing, fue una


guerra de guerrillas que en su mayor parte hicieron campesinos empobrecidos
contra los Qing en la zona situada al norte de! río Huai (incluidas partes de
Shandong, Henan, Jiangsu y Anhui). Derrotada por el ejército local de Huai
bajo el mando de Li Hongzhang, protegido de Zeng Guofan, e! general que
había sofocado la rebelión de los Taiping.

.
NINGXIA: Región autónoma de China centroseptentrional, de 155.500 kilóme-
tros cuadrados de extensión y 5.000.000 habitantes. Capital: Yinchuan. Muchos
lo. habitantes de esta región seca y árida pertenecen a 1, minoría musul-

l:
.' ana hui.

UEVO 4.° Ejáacrro: Fuerzas guerrilleras comunistas que habían quedado re-
segadas en China central durante la Larga Marcha y fueron reorganizadas en
tiempos del segundo frente unido. La debilidad del frente unido se demostró
cuando en 1941 fuerzas del Guomindang mataron a 3000 soldados del Nue-
vo 4.° Ejército en una emboscada que pasó a ser conocida por el nombre de
«incidente del Nuevo 4." Ejército».

NUEVO EJÉRCITO: Sistema moderno de organización militar, basado en los


ejércitos provinciales de estilo occidental de Zeng Guofan y Li Hongzhang e
instaurado por e! Gobierno Qing en 1901 para reemplazar al tradicional sis-
tema de las Ocho Banderas. Con el tiempo el Nuevo Ejército se escindió en
varios grupos que eran controlados por sus influyentes comandantes regiona-
les, tales como e! ejército de Beiyang de Yuan Shikai.

OBo! (m. 1669): General manchú que luchó por e! poder -y lo obtuvo en
medida considerable- en la corte imperial tras la muerte de Dorgon en 1650.
En 1661 se convirtió en corregente del emperador Kangxi, que contaba dieci-

1040
siete años. Durante su regeoCla, Oboi dio marcha atrás a las políticas benévo-
las del padre de Kangxi, Shunzhi, y actuó vigorosamente para restablecer de
forma clara el poder de los manchúes sobre los chinos.

PEK.l.N, MATANZA DE (4 de junio de 1989): Por orden de los partidarios de la lí-


nea dura del PCCh, tropas del EPL mataron a miles de manifestantes pro de-
mocracia y ciudadanos de Pekín después de seis semanas de concentraciones
en la plaza de Tiananmen.

PENG DEHUAI (1898-1974): General comunista, jefe de 13.5 fuerzas chinas en la


guerra de Corea. Veterano de confianza y venerado de la Larga Marcha, Peng
Dehuai fue desposeído en 1959 de su alto cargo en el partido por criticar las
políticas del Gran Salto Adelante de Mac en Lushan.

PENG ZHEN (1902-1997): Alcalde de Pekín de 1951 a 1966, degradado y criti-


cado durante la Revolución Cultural, volvió a la política como miembro del
Comité Central. Era conocido como partidario de la línea dura y contrario al
cambio rápido en China.

PICUL: Unidad de peso, equivalente aproximadamente a cincuenta y nueve ki-


los, utilizada para medir tanto cereales como opio.

POLÉMICA SOBRE LOS RITOS: Conflicto entre la Iglesia católica y el emperador


Kangxi sobre la naturaleza de los ritos chinos de culto a los antepasados y ho-
menaje a Confucio. Kangxi insistía, y los jesuitas de la corte estaban de acuer-
do con él, en que tales ritos eran civiles y no religiosos y en que los misione-
ros debían permitir que los chinos convertidos al cristianismo los practicasen.
El Vaticano no opinaba igual y prohibió a los misioneros obedecer la orden
de Kangxi. El resultado de la polémica fue la expulsión de muchos misione-
ros católicos de China.

PomNGER, SIR HENRY (1789-1856): Nombrado en 1841 superintendente de


comercio y plenipotenciario único para asuntos chinos del Gobierno británico
en sustitución del destituido Charles Elliot, presidió la firma del Tratado de
Nankín.

PROTOCOI.O DE LOS BÓXERS (1901): Exigencias de las potencias extranjeras


aceptadas por el Gobierno Qjng (representado por Li Hongzhang) tras la re-
presión de la rebelión de los bóxers, entre ellas el pago de una indemniza-
ción que ascendía a casi la mitad del presupuesto anual de los Qjng. Los pa-
gos de la indemnización fueron utilizados más tarde por los estadounidenses
para crear un fondo que permitía a estudiantes chinos estudiar en Estados
Unidos.

PuENTE DE MARCO POLO, INCIDENTE DEL: Toma por parte de los japoneses
del puente ferroviario de Marco Polo cerca de Pekín durante la noche del 7 de
junio de 1937. Los combates que siguieron a esta maniobra señalaron el co-

1041
mienzo de las hostilidades abiertas entre China y Japón y pueden considerar-
se como la primera batalla de la segunda guerra mundial.

PuYI (1906-1967): Décimo y último emperador de la dinastía Qing. Subió al


trono en 1908 a la edad de dos años y abdicó formalmente cuatro años más
tarde. Instalado por los japoneses como figura decorativa de su régimen títe-
re en Manchuria de 1932 a 1945, pasó después más de diez años de "rehabi-
litación» en una cárcel del PCCh y murió discretamente en Pekín.

Q!ANLONG (1711-1799): Nombre de reinado de Hongli, cuarto hijo del em-


perador Yongzheng, que se hizo cargo del trono en 1736 como cuarto empe-
rador de la dinastía Qjng. En los sesenta y tres años de su reinado tuvieron
lugar un gran crecimiento de la población china, la conquista militar de Xin-
jiang, la compilación de los Cuatro Tesoros y la primera misión diplomática
británica a China bajo Macartney.

Q!NGHAl (<<Mar verde»): Provincia de China centrooccidental, de 720.000 ki-


lómetros cuadrados de extensión y 4.700.000 habitantes. Capital: Xining. La
mayor parte de Qjnghai está cubierta de montañas inhóspitas y desiertos, y es
el emplazamiento de muchos campos de trabajo chinos.

Qtu JIN (1875-1907): Revolucionaria feminista antimanchú. Huyó de un ma-


trimonio concertado y se fue a estudiar a Japón. Volvió a su provincia natal,
Zhejiang, y fundó una escuela para niñas desde la cual lanzó un levantamien-
to fallido contra los Qjng. Fue capturada y ejecutada inmediatamente por las
autoridades manchúes.

Qu Q!UBAI (1899-1935): Uno de los primeros comunistas chinos, vivió en Mos-


cú en el decenio de 1920. Secretario general del Partido Comunista de 1927
a 1928, se le culpó de un año de desastrosos levantamientos obreros y campe-
sinos, incluida la Comuna de Cantón. Demasiado enfermo para unirse a los
demás comunistas en la Larga Marcha, fue capturado y ejecutado por las fuer-
zas del Guomindang en 1935.

QUINTA MODERNIZACIÓN: Sinónimo de "democracia", tomado del título de un


cartel escrito por WeiJingsheng que pedía que se añadiera la democracia como
quinta modernización, sin la cual las Cuatro Modernizaciones no tendrían
éxito.

REFORMA DE LOS CIEN DíAS (verano de 1898): Periodo de tres meses durante
el cual Kang Youwei y sus partidarios influyeron en el emperador Guangxu
para que promulgase edictos sobre la reforma política y económica. Terminó
cuando Cixi dio un golpe de Estado, encarceló al emperador y ejecutó a seis
reformadores, entre ellos el hermano menor de Kang Youwei.

RENMINBI (emoneda popular»): Unidad monetaria oficial de China, llamada


oficiosamente -vuan-.

1042
RESTAURACIÓN (DE LA ERA) TONGZHI: Periodo que va de finales del decenio
de 1860 a finales del de 1870 llamado así por coincidir con el reinado de Tong-
zhi, durante el cual los Qjng intentaron revitalizar el Gobierno y la nación
mediante una combinación de moral confuciana y tecnología occidental. Fi-
guras destacadas de este movimiento de «fortalecimiento» fueron Zeng Guo-
fan, Li Hongzhang y el príncipe Gong.

REVOLUCIÓN CULTURAL: Complejo cataclismo social que empezó como lucha


entre Mao Zedong y otros líderes máximos del partido por el dominio del
PCCh y luego afectó a toda China con su llamamiento a «continuar la revo-
lución». La duración del movimiento suele situarse entre 1966 y 1976.

SEIS MINISTEIUOS: Las principales unidades del Gobierno central en Pekín. To-
mando por modelo un sistema instaurado por primera vez durante la dinas-
tía Tang, eran los ministerios de la Oficina Civil, Hacienda, Ritos, Guerra,
Obras Públicas y Castigo.

SHAANXI: Provincia de China centroseptentrional, de 190.000 kilómetros cua-


drados de extensión y 34.400.000 habitantes. Capital: Xi'an. Situada en la lla-
nura seca del río Amarillo.

SHANDONG (<<Montaña Este»): Provincia de China oriental, de 150.000 kiló-


metros cuadrados de extensión y 86.400.000 habitantes. Capital: Jinan.

SHANXI (<<Montaña Oesee»): Provincia del China ceruroseptentrional, de


190.000 kilómetros cuadrados de extensión y 30.100.000 habitantes. Capital:
Taiyuan.

SHUNZHI (1638-1661): Nombre de reinado de Fu Lin, noveno hijo de Hong


Taiji y primer emperador de la dinastía Qjng. Fue puesto en el trono de Pe-
kín a los seis años de edad bajo la regencia de su tío Dorgon. Aficionado a la
literatura y la cultura chinas, Shunzhi adoptó una política benévola para con
sus súbditos chinos después de la muerte de su tío.

SICHUAN (<<Cuatro Rfos»]: Provincia del sudoeste de China. Sus 570.000 kiló-
metros cuadrados de extensión abarcan fértiles valles fluviales cultivados por
chinos han y elevadas estribaciones del Himalaya habitadas por minorías ét-
nicas. La población total de esta próspera provincia es de 111.000.000 habi-
tantes. Capital: Chengdu.

SOCIEDAD DE DONGLIN (<<Bosquecillo del Este»): Academia fundada a comien-


zos del siglo XVII en Wuxi por un grupo de letrados-funcionarios. La sociedad
se consagró a la restauración de la moral confuciana «ortodoxa» tal como se
encontraba en los clásicos, la cual contrarrestaría lo que sus miembros perci-
bían como los efectos «degenerados» de la filosofía intuitiva de Wang Yangrning.
Como facción política, los miembros de la sociedad luchaban contra el poder

1043
de los eunucos en la corte imperial. Muchos de ellos sufrieron tortura y muer-
te en una purga ordenada por el poderoso eunuco Wei Zhongxian en 1625.

SONG JIAOREN (1882-1913): Uno de los primeros líderes del Guomindang.


Crítico apasionado de Yuan Shikai, Song jiaoren fue asesinado cuando se di-
rigía a tomar posesión de su cargo de líder en el primer parlamento elegido na-
cionalmente.

SOONG AIUNG: La mayor de las tres hermanas Song, esposa del financiero e
industrial H.H. Kong.

SOONG MEIUNG: La menor de las hermanas Soong, esposa del líder del Guo-
mindang, Chiang Kai-shek. Metodista educada en Estados Unidos, Soong
Meiling desempeñó un papel activo en el esfuerzo bélico del Guomindang du-
rante los decenios de 1930 y 1940, Y patrocinó medidas de ayuda a los refu-
giados y organizaciones de mujeres además de actuar como portavoz de la
causa de su marido ante Occidente.

SOONG Q!NGUNG: La segunda de las hermanas Soong, se casó con SUn Yat-
sen en 1914. Tras la muerte de su marido, apoyó la alianza de la izquierda del
Guomindang con el Partido Comunista de China. Soong Qingling se quedó
en China después de 1949 y fue designada para varios puestos nominales en
el Gobierno comunista.

SOONG, T.Y.: Hermano de Soong Ailing, Soong Meiling y Soong Qingling.


Educado en Hervard, ayudó a su cuñado Chiang Kai-shek a financiar la Ex-
pedición al Norte y más adelante sirvió como ministro de Hacienda en el Go-
bierno del Cuomindang.

SÓVIET DE JIANGXI: Gobierno comunista rural y experimental encabezado por


Mao Zedong que tenía su centro en la población de Ruijin, en la frontera mon-
tañosa entre las provincias de Jiangxi y Pujian. Fundado en 1928, duró hasta
que el bloqueo de la zona por parte del Cuomindang obligó a los comunistas
a escapar al norte en 1934 en la llamada Larga Marcha.

STILWELL, JOSEPH (alias «[oe el Avinegrado»): General del ejército de Estados


Unidos; después de Pearl Harbor fue nombrado comandante en jefe de las
fuerzas estadounidenses en el teatro de China-Birmania-India y actuó como
enlace del presidente Roosevelt con Chiang Kai-shek. La animosidad personal
entre éste y Stilwell contribuyó a que el militar estadounidense fuera reem-
plazado por el general Albert Wedemeyer en 1944.

«SUEÑO DEL PABELLÓN ROJO», EL (Hong Lou Meng): Novela, titulada también La
historia de la piedra, escrita por CaD Xueqin durante el reinado de Qianlong.
La trágica historia de amor de los héroes Jia Baoyu y Lin Daiyu está enmar-
cada entre los patios de una familia numerosa y acaudalada de la región del
delta del Yangzi.

1044
SUN YAT-SEN (1866-1925): Considerado el padre de la revolución republicana
en China. Cursó estudios de medicina en Hong Kong, se convirtió en acti-
vista antimanchú y por medio de su Tcngmeng hui contribuyó a derrocar la
dinastía Qing. Como líder del Guomindang, Sun Yat-sen luchó contra las fac-
ciones de los señores de la guerra en su intento de unir a China durante el
decenio de 1910 y comienzos del de 1920. Aceptó ayuda de la Unión Soviéti-
ca y se alió con el PCCh para formar un frente unido en 1923. Murió en 1925
y la dirección del Guomindang pasó a Chiang Kai-shek

TAEL: Onza de plata; moneda de cambio en la China imperíal y, lo más im-


portante, moneda para el pago de impuestos acuñada en las tesorerías del Go-
bierno.

TAIPING, REBEUÓN DE WS (1851-1864): Movimiento militar y social, capita-


neado por Hong Xiuquan, que pretendía derrocar a los Qjng e instaurar un
«Reino del Cielo de la Gran Paz» (Jáiping Tianguo) en China. Con una com-
binación de creencias cuasi cristianas y visión comunal, los ejércitos de los
Taiping se extendieron por el nordeste a través del curso medio del Yangzi
desde su base en la provincia rural de Guangxi, y en 1853 tomaron Nankfn,
que durante once años fue su capital. Finalmente fueron derrotados por los
contraataques de los Qing encabezados por el ejército provincial del río Xiang
que mandaba Zeng Guofan. Se calcula que hasta veinte millones de chinos
murieron en los trece años que duró la rebelión.

TANG XIANZU (1550-1617): Dramaturgo, autor del Elpabellón de las peonías, la


obra maestra romántica de finales del periodo Ming.

TAOlsMO: Escuela filosófica basada en los escritos de Laozi (ca. 604-521 a.e.) y
Zhuangzi (369-286 a.C} que enseña que la liberación se alcanza cuando el hom-
bre está en armenia con la esencia vacía, espontánea y natural de «el camino".

TIANANMEN, INCIDENTE DE: Manifestaciones de masas del 5 de abril de 1976


en la plaza de Tiananmen, para expresar dolor por la muerte de Zhou Enlai,
que tuvieron lugar en la fiesta tradicional de Qingming, en la que los chinos
presentan sus respetos a los antepasados. Fueron interpretadas como críticas
dirigidas a Mao y la Revolución Cultural.

TIANJIN, MATANZA DE (1870): Incidente provocado por el conflicto entre ca-


tólicos y chinos en Tianjin en el cual multitudes enfurecidas mataron al cón-
sul francés Fontanier y a otros quince franceses entre hombres y mujeres.

TiBET (Xizang en mandarín): Fue ocupado por los chinos en 1950 y procla-
mada «región autónoma». Tiene 1.221.000 kilómetros cuadrados de extensión
y 2.320.000 habitantes. Capital: Lhasa. Los tibetanos protestaron violentamen-
te contra los chinos en 1959 y de nuevo en 1988.

1045
TIGRES VOLADORES: Fuerza «voluntaria» de pilotos de las Fuerzas Aéreas del
Ejército de Estados Unidos que combatió por China contra Japón en la se-
gunda guerra mundial, mandada por Claire Lee Chennault, ex piloto del Ejér-
cito de Estados Unidos y asesor de Chiang Kai-shek. En 1989 también llama-
ban así a los mensajeros de Pekín.

TI-YONG; Formulación compuesta por dos palabras chinas: ti, que significa
«esencia», y yong, que significa "USO práctico». Fue utilizada para referirse al
método de fortalecimiento ideado por reformadores confucianos a finales del
siglo XIX: cultura china para la «esencia» subyacente de la sociedad y cultura
occidental para la «aplicación práctica» al desarrollo económico. Un concep-
to parecido informaba la apertura de China a Occidente después de 1972.

TONGZHI (1856-1875): Nombre de reinado de Caichun, hijo único del empera-


dor Xianfeng. Se convirtió en el octavo emperador de la dinastía Qing en 1862,
a la edad de seis años. Su madre, Cixi, gobernó por él como regente hasta que
cumplió diecisiete años y continuó ejerciendo poder sobre las decisiones de su
hijo hasta la muerte de éste a la edad de diecinueve años.

TRATADO DE NANKfN (1842): El tratado más importante de la historia de Chi-


na, firmado por los británicos y el Gobierno Qing para poner fin a la guerra
del Opio. Sus doce artículos incluían la apertura de cinco puertos (Cantón,
Fuzhou, Xiamen, Shanghai y Ningbc) al comercio y la residencia sin restric-
ciones británicos; la cesión de Hong Kong; el pago de una indemnización de
21 millones de taels, y la abolición del monopolio Cohong. Fue complemen-
tado al año siguiente por el Tratado de la Bogue, que contenía la cláusula sobre
nación más favorecida y confería automáticamente a Gran Bretaña todo pri-
vilegio que los Qing otorgaran por tratado a otra nación.

TRATADO DE NERCHINSK (1869): Negociado entre la corte de Kangxi y Rusia,


fijó la frontera de norte a sur entre los dos países en los ríos Gorbitsa y Argun.
El tratado representó una desviación importante de la forma en que los Qjng
solían llevar los asuntos exteriores, ya que fue firmado como acuerdo entre dos
estados soberanos iguales.

TRATADO DE SHIMONOSEKI (1895): Tratado desastroso para China que puso


fin a la guerra sinojaponesa (1894-1895). En virtud del mismo Corea se con-
virtió de hecho en protectorado japonés. China cedió a los japoneses Taiwan
y las Pescadores, abrió otros cuatro puertos y prometió pagar a Japón dos-
cientos millones de taels en concepto de indemnizaciones de guerra.

TRATADO DE TIAN]IN (1858): Acuerdo entre Gran Bretaña y la corte Qjng des-
pués de que los británicos, enojados ante la negativa de los Qing a renegociar
el Tratado de Nankín, enviaran al norte fuerzas que amenazaron la ciudad
portuaria de Tianjin. El tratado obligó a los Qing a aceptar la presencia de un
embajador británico en Pekín, la predicación sin restricciones del cristianismo
y la apertura de diez nuevos puertos tanto en la costa como en el interior.

1046
30 DE MAYO. INCIDENTE DEL: Incidente de 1925 en el cual la policía bajo man-
do británico disparó contra estudiantes y trabajadores desarmados que protes-
taban en la concesión internacional de Shanghai. Murieron muchos mani-
festantes, 10 cual desató una oleada de manifestaciones y huelgas de solidaridad
con la causa nacionalista antiextranjera de los "Mártires del 30 de Mayo...

TRES ANrIS, CAMPAÑA DE LOS: Movimiento de masas iniciado por el Partido


Comunista en 1951 cuya finalidad era eliminar tres vicios, a saber: "la corrup-
ción, el despilfarro y el obstruccionismo burocrático.. entre los miembros del
partido. los administradores gubernamentales y los directores de fábrica. Se
llevó a cabo en conjunción con la campaña de los Cinco Antis.

TRES FEUDATARJOS: Se refiere a (1) la zona del sur y el sudeste de China que
se extiende desde Sichuan hasta la costa oriental y que el Gobierno Qjng dejó
bajo el control de los tres generales (Shang Zhixin, GengJingzhong y Wu San-
gui) que habían ayudado a someter la región durante la conquista manchú, y
a (2) los generales mismos. Wu Sangui se rebeló contra los Qing y proclamó
la instauración de su propia dinastía -Zhou» en 1673. La guerra civil que siguió
terminó con la victoria manchú en 1681.

TRES PRINCIPIOS DEL PuEBl.O: «Nacionalismo, democracia y sustento del pue-


blo», formulados por Sun Yat-sen como base de la ideología del Guomindang.

TRiADAS: Sociedad secreta que tuvo su origen en Taiwan y Fujian en las pos-
trimerías del siglo XYIlI y era conocida también por el nombre de la Sociedad
del Cielo y la Tierra. La actividad de las triadas combinaba la delincuencia or-
ganizada y el bandidaje con los sentimientos antimanchúes. Sus vínculos con
la burocracia y la milicia locales hadan de ellas una fuerza importante en la
sociedad china.

TUNG CHEE-HUA (n. 1937): Financiero de Hong Kong que se formó en In-
glaterra y Estados Unidos y volvió para ponerse al frente del negocio naviero
de su padre. Conservador en política y empresario eficaz, fue escogido por Pe-
kín para ser el primer jefe ejecutivo de la nueva región administrativa de Hong
Kong en 1997. Era llamado «C.H .»,

VEINTIUNA ExiGENCIAS: En enero de 1915Japón exigió derechos económicos y


el derecho a tener policía y asesores económicos en Manchuria e importantes
concesiones económicas en China propiamente dicha. El Gobierno de Yuan
Shikai aceptó las exigencias a pesar de las protestas populares de los chinos.

«VIAJE HACIA OCCIDENTE» (Xryou JI): Importante obra de ficción china, basada
en el peregrinaje de Xuan Zang, monje de la dinastía Tang, a India en busca
de sutras budistas. Publicada por primera vez en forma de novela a finales del
periodo Ming.

1047
VIOLACIÓN DE NANK1N: Periodo de siete semanas de diciembre de 1937-enero
de 1938 durante el cual las tropas japonesas saquearon la capital de Chiang
Kai-shek, mataron a unas cincuenta mil personas y violaron a decenas de mi-
les de mujeres.

WANG GUANGMEI (1921-2006): Esposa de Li Shaoqi. En 1964 dirigió una in-


vestigación de la corrupción de los cuadros rurales en la provincia de He-
bei como parte de la Campaña de Educación Socialista. Fue severamente cri-
ticada junto con su esposo durante la Revolución Cultural, a la que logró
sobrevivir, aunque no así su esposo.

WANG HONGWEN: Ex cuadro de una fábrica textil de Shanghai que subió has-
ta convertirse en colaborador íntimo de Zhang Chunqiao, secretario del par-
tido en Shanghai, durante la Revolución Cultural. Fue juzgado y declarado
culpable en 1980 como integrante de la Banda de los Cuatro.

WANG JINGWEI (1883-1944): Uno de los primeros colaboradores de Sun Yat-


sen, ayudó a fundar la Tongmeng hui cuando estudiaba en Japón en 1905.
Ocupó varios puestos de la mayor importancia en e! Guomindang durante la
primera alianza de éste con los comunistas (1923-1927) y en el Gobierno de
Chiang Kai-shek en Nankín (1928-1937). En 194ü WangJingwei accedió a ser
jefe titular de un régimen colaboracionista de Nankín que cooperó con las
fuerzas japonesas.

WANG YANGMING (1472-1529): Filósofo-funcionario de los comienzos del pe-


riodo Ming que sostenía que lo que llevaba a la comprensión de las verdades
de Confucio no era el estudio de los clásicos confucianos sino el cultivo del
conocimiento intuitivo inherente a todos los seres humanos. Fue acusado por
estudiosos posteriores de fomentar e! individualismo excéntrico e iniciar la cri-
sis de los principios morales confucianos que contribuyó a la caída de la cor-
te Ming.

WANU: Nombre de reinado de Zhu Yijun (1563-1620), decimotercer empera-


dor de la dinastía Ming. El principio de su reinado, que duró cuarenta y ocho
años, representó e! apogeo de la gloria de los Ming, pero en el momento de su
muerte el desorden interno y las intrigas cortesanas ya habían creado e! marco
para la caída de la dinastía.

WEIJINGSHENG (no 1950): Obrero y ex miembro de! EPL que participó en e!


movimiento Muro de la Democracia de 1978-1979. Sus escritos sobre la quin-
ta modernización y sobre la corrupción en el partido provocaron su detención
y juicio, en el cual fue condenado a quince años de trabajos forzados. En 1995
recibió una sentencia adicional de catorce años por continuar criticando al Go-
bierno. Fue puesto en libertad y se trasladó a Estados Unidos en 1997.

WHAMPOA: Academia militar cerca de Cantón, fundada por Sun Yat-sen en 1924
para formar oficiales para el Guomindang. Muchos de sus graduados fueron

1048
leales al primer líder de la academia, Chiang Kai-shek, y reforzaron de mane-
ra inconmensurable su base de poder.

Wv HAN (1909-1969): Escritor e historiador, Era teniente de alcalde de Pekín


bajo Peng Zhen a principios del decenio de 1960 cuando escribió la controver-
tida obra de teatro La destitución de HaiRui, crítica alegórica de la purga de Peng
Dehuai por parte de Mao. El ataque que Yao Wenyuan lanzó contra la obra fue
uno de los actos que anunciaron el comienzo de la Revolución Cultural.

Wu PElFU (1874-1939): El más poderoso de los señores de la guerra en la zona


centrooriental de Hubei y Hunan en el decenio de 1920. Ordenó la supresión
violenta de la huelga del ferrocarril de Pekín-Hankou en 1923. Su dominio de
China central terminó cuando el Ejército Revolucionario Nacional de Chiang
Kai-shek tomó la ciudad de Wuhan en 1926 durante la Expedición al Norte.

WUHAN, LEVANTAMIENTO DE (octubre de 1911): Empezó cuando los explosivos


que guardaban miembros de la Alianza Revolucionaria estallaron en la ciudad
de Hankou, lo cual puso al descubierto sus actividades y les obligó a empezar
su levantamiento. Tropas del Nuevo Ejército se sumaron al motín contra los
Qing e iniciaron la revolución que condujo a la caída de la dinastía en 1912.

Xr'AN, INCIDENTE DE (diciembre de 1936): Secuestro de Chiang Kai-shek por


el señor de la guerra Zhang Xueliang en Xi'an. Para obligar a Chiang Kai-shek
a acceder a que los chinos hicieran un esfuerzo unido contra los japoneses,
Zhang Xueliang retuvo a Chiang Kai-shek en su poder hasta que las negocia-
ciones entre el Guomindang y el PCCh (representado por Zhou Enlai) dieron
como resultado la puesta en libertad de Chiang Kai-shek el día de Navidad.

XIAN (econdado»): Unidad administrativa del Gobierno por debajo del nivel
de provincia.

XIANFENG (1831~1861): Nombre de reinado de Yiju, cuarto hijo del emperador


Daoguang, se convirtió en el séptimo emperador de la dinastía Q!ng en 1850 a
la edad de diecinueve años. Reinó durante un periodo de conflictos continuos
entre los chinos y los británicos a causa de las concesiones de los tratados. Fi-
nalmente, en 1906 el avance de las tropas invasoras británicas le obligó a huir
a jehol. Murió al año siguiente y dejó el poder sobre el trono a su consorte,
la emperatriz Cixi.

XIANG (smunicipio»): Unidad de Gobierno local por debajo del nivel de xian
(scondado»).

XINJIANG (<<Nuevos Territorios»): Región autónoma del noroeste de China,


de 1.600.000 kilómetros cuadrados de extensión y 16.100.000 habitantes, en-
tre ellos los uígures, musulmanes de Asia Central. En los vastos desiertos de
la región hay valiosos recursos minerales y es el lugar donde se realizan las prue-
bas nucleares. Capital: Ururnqi.

1049
YAMEN: Palabra que designa la residencia y el cargo de los funcionarios provin-
ciales chinos.

YAN Fu (1854-1921): Estudiante del periodo Qjng enviado a Inglaterra en 1877


a estudiar ciencias navales; más adelante tradujo obras influyentes de Darwin,
Huxley, Spencer y Adam Smith. Se convirtió en primer rector de la moder-
nizada Universidad de Pekín en 1912.

YAN X¡SHAN (1883-1960): Tenaz señor de la guerra que dominó la provincia


de Shanxi de 1912 a 1949. Cooperó con Chiang Kai-shek en la oposición a las
actividades de los comunistas e incluso empleó soldados japoneses contra
las fuerzas del PCCh en fecha tan tardía como 1949.

YAN'AN: Población pobre de la región montañosa de la provincia de Shaanxi;


base de las actividades del PCCh desde el final de la Larga Marcha (1936) has-
ta que las fuerzas del Guomindang se apoderaron de ella en 1947.

YANe XIUQING (1822-1856): Carbonero huérfano y analfabeto que tomó par-


te en la rebelión de los Taiping y se convirtió en principal asesor militar de
su líder, Hong Xiuquan. Más adelante intentó usurpar el poder de Hong Xiu-
guan y fue asesinado por orden de éste en un golpe de palacio.

YANGZI (ChangJiang en mandarín [«Río Largo-j): Una de las principales vías


fluviales del mundo y la más larga (5518 kilómetros) de Asia, nace en Qjng-
hai y desemboca en el mar de China Oriental, cerca de Shanghai. Conside-
rado con frecuencia como la línea divisoria entre el norte y el sur de China, la
cuenca alta del Yangzi atraviesa peligrosas gargantas mientras que su fértil del-
ta oriental alimenta una de las regiones más prósperas y populosas de China.

YAO WENYUAN: Colega de Jiang Qjng, autor de un artículo que atacaba la obra
La destitución de Hui Rui, de Wu Han, 10 cual se consideró como el "primer dis-
paro» de la Revolución Cultural. Fue juzgado como miembro de la Banda de
los Cuatro y declarado culpable en 1980.

YEN, JAMES: Líder de movimientos de educación de las masas en China y en-


tre los chinos de ultramar. Después de licenciarse por Yale en 1918, se trasla-
dó a Francia, donde fundó un periódico para los chinos que trabajaban allí.
Continuó su labor por medio de un programa de alfabetización y reconstruc-
ción rural patrocinado por la YMCA en el condado de Ding, en Hebei.

YONGZHENG (1678-1735): Nombre de reinado de Yinzhen, cuarto hijo de


Kangxi y tercer emperador de la dinastía Qing (reinó en 1723-1735). Profun-
damente comprometido con la intervención directa en los asuntos de Gobier-
no, Yongzheng puso en marcha una vigorosa reforma de la estructura fiscal
de los Qing, Para dirigir más eficazmente sus campañas militares en el noroes-
te, pasó por encima de la engorrosa burocracia regular y formó un grupo con

lOSO
los miembros de más confianza del Gran Secretariado, al que se daría el nom-
bre de Gran Consejo bajo el hijo de Yongzheng, el emperador Qjanlong.

YUAN SHIKAT (1859-1916): líder del poderoso ejército de Beiyang (norte de


China), al principio leal a la emperatriz viuda, Cixi, colaboro más adelante en
la preparación de la abdicación de los Qing en 1912. Debido a la fuerza mi-
litar de Yuan Shikai, Sun Yat-sen le ofreció la presidencia de la nueva repú-
blica. Yuan Shikai abusó de su cargo, purgó el parlamento y se autoproclamó
emperador en 1915. Murió seis meses después, en 1916.

YUAN: (1) "Institución" en mandarín. Denominación utilizada para las cinco


oficinas principales del Gobierno nacionalista de Chieng Kai-shek: la Ejecuti-
va, la Legislativa, la de Control, la Judicial y la de Exámenes. (2) Unidad mo-
netaria de China, llamada también "dólar chino".

YUNG WING (1828-1912): Primer chino en licenciarse por una universidad es-
tadounidenses (Yale, 1854). Con su conocimiento de Occidente, sirvió en la
campaña de fortalecimiento de los Qjng y ayudó a Zeng Guofan a comprar
maquinaria y armas a Estados Unidos.

YUNNAN ("Sur de las Nubes»): Provincia del sudoeste de China, de 435.000 ki-
lómetros cuadrados de extensión y 38.900.000 habitantes. Capital: Kunming.

ZENG GUOFAN (1811-1872): Estadista, general y letrado confuciano. Lideró el


ejército provincial (Xiang) de Hunan que derrotó a las fuerzas de los Taiping
en Nankín y puso fin a la rebelión. Desempeñó un importante papel en la
campaña de fortalecimiento de los Qing, abogó por el uso de tecnología mi-
litar moderna y reunió a su alrededor a un grupo de hombres de talento para
servir a la causa de los Qjng. Cumplía rigurosas pautas confucianas de disci-
plina, diligencia y lealtad al emperador.

ZHANG CHUNQIAO: Jefe del PCCh de Shanghai y estrecho aliado de Jiang Qing
en la Revolución Cultural. Fue juzgado como miembro de la Banda de los Cua-
tro y declarado culpable en 1980.

ZHANG XrANZHONG (1605-1647): Nativo de Shaanxi y desertor del ejército de


los Ming. Lideró un ejército rebelde contra los Ming que controlaba partes
del centro y el sudoeste de China. En 1644 se autoproc1amó "rey del Gran
Reino Occidental» con su capital en Chengdu; tres años más tarde él y su rei-
no fueron eliminados por ejércitos mandiúes.

ZHANG XUEUANG (1900-2001): Hijo del señor de la guerra del norte Zhang Zuo-
lino En 1928, después del asesinato de su padre, le pusieron el sobrenombre de
Joven Mariscal, heredó las fuerzas de su padre y estableció su propia base de po-
der en Manchuria. Juró lealtad al Gobierno de Chiang Kai-shek en Nankín aquel
mismo año, pero secuestró a Chiang Kai-shek en 1936 (viase Xr'AN, INCIDENTE
DE) para forzar la creación de un frente unido chino contra los japoneses.

1051
ZHANG XUN (1854-1923): General chino que continuó siendo leal a los man-
chúes incluso después de la caída de la dinastía en 1912. Encabezó un golpe
en 1917 para devolver el trono al emperador niño Puyi. El intento de restau-
ración fracasó cuando tropas de otros generales atacaron Pekín y Zhang Xun
tuvo que retirarse de la política.

ZHANG ZHIDONG (1837-1909): General y funcionario del Gobierno Qing que


fue nombrado gobernador de varias provincias, entre ellas Shaanxi, Guang-
dong/Guangxi y Hubei/Hunan. Al igual que Zeng Guofan y Li Hongzhang,
Zhang Zhidong tomó parte en la campaña de fortalecimiento de los últimos
Qjng y construyó fábricas textiles, de armamento y ferrocarriles, además de
fomentar el método ti-yong para el desarrollo de China.

ZHANG ZUOUN (1875-1928): Señor de la guerra que empezó a destacar durante


la presidencia de Yuan Shikaí y que más adelante controló con sus ejércitos
Manchuria, el este de Mongolia y finalmente Pekín. Acérrimo anticomunista,
ordenó la ejecución de Li Dazhao en 1927. Fue derrotado por el Nuevo Ejér-
cito Revolucionario de Chiang Kai-shek en 1928 y murió en Manchuria al es-
tallarle una bomba colocada por oficiales japoneses.

ZHAO ZIYANG (1919-2005): Protegido de Deng Xiaoping, ascendió de secreta-


rio del PCCh de la provincia de Guangdong en el decenio de 1960 a pnmer
ministro de China, y luego a secretario general del PCCh a mediados del dece-
nio de 1980. Era partidario del cambio económico y del incremento de las
relaciones con Occidente y fue expulsado de sus puestos en el partido en 1989
por apoyar las manifestaciones de estudiantes que siguieron a la muerte de Hu
Yaobang.

ZHE]lANG: Provincia del este de China, de cien mil kilómetros cuadrados de


extensión y 42.700.000 habitantes. Capital: Hangzhou.

ZHOU ENLAI (1898-1976): Uno de los líderes más poderosos y respetados del
PCCh desde los tiempos de la larga Marcha hasta su muerte, acaecida nue-
ve meses antes de la de Mao Zedong. Fue primer ministro de China a partir
de 1954 e influyó en la política exterior del país durante tres decenios. En las
manifestaciones habidas en Tiananmen el 5 de abril de 1976 el pueblo chino
expresó su admiración por Zhou Enlai como elemento moderador en la Re-
volución Cultural.

ZHU DE (1886-1976): Principal asesor militar de Mao Zedong desde los tiem-
pos del sóviet de jiangxi, Zhu De fue comandante en jefe del Ejército Popu-
lar de Liberación y miembro durante mucho tiempo del Comité Permanente
del Politburó del Partido Comunista.

ZHU RONGJI (n. 1929): Ingeniero eléctrico, denunciado en la campaña antide-


rechista de 1957 y rehabilitado en 1978. Ascendió rápidamente en la burocra-

1052
cía comunista: alcalde de Shenghai en 1987, miembro del Comité Permanen-
te del Politburó en 1992, viceprimer ministro, jefe de la Oficina Económica
y Comercial, director del Banco de China en 1993. Fue un planificador eco-
nómico hábil y enérgico, y sucedió a Li Peng como primer ministro en 1998.

ZONAS ECONÓMICAS ESPECIALES: Ciudades elegidas por el PCCh para aceptar


inversiones extranjeras directas; pensadas para incrementar las exportaciones
chinas y hacer de puente para la adopción de tecnología extranjera. Las cua-
tro primeras zonas económicas especiales -Shenzhen, Zhuhai, Shantou y Xia-
men- se crearon en 1979 y las siguieron otras catorce ciudades más la isla de
Hainan en 1986.

ZONGU YAMfN (<<Oficina Principal para la Administración de los Asuntos Ex-


teriores»): Fue fundada por los Qjng en 1861 en un intento de hacer frente a
las crisis que causaban las potencias occidentales. Bajo el liderazgo del prín-
cipe Gong y Wenxiang, la Zongli Yamen intervino no sólo en la negociación
de tratados con países occidentales, sino también en la campaña de fortaleci-
miento, por ejemplo, en la creación de escuelas de idiomas con planes de es-
tudio occidentales y en el estudio de formas de Gobierno occidentales y del
derecho internacional.

Zou RONG (1885-1905): Revolucionario antimanchú educado en Japón. Fue


autor de El F;ireito Revolucionario (1905), donde pedía el derrocamiento de los
Qjng y la instauración de la democracia. Murió en la cárcel a la edad de dieci-
nueve años.

ZUO ZONGTANG (1812-1885): Jefe de los ejércitos de los Qjng que sofocaron las
revueltas de los musulmanes en el noroeste de China (1862-1873). Zuo Zong-
tang, que también había capitaneado su propia milicia de Hunan contra los
Taiping, fue nombrado para ocupar importantes puestos gubernamentales y
militares por los Qjng a pesar de no haber obtenido nunca el título jinshi.

Nota: los datos demográficos que se indican proceden de la página web de


Chinesr Business Worfd (www.cbw.com], con fecha de abril de 1997.

1053
Nota sobre la caligrafia

Portadilla inicial: el carácter zheng, «lucha», escrito en CtW shu o escritura cursiva.

Primera parte: la inscripción reza: "Wu]ouyi ri zhong», "No estés triste; sé como
el sol a mediodía». Citado de Yi Jing, escrito en bianti xiaozhuan o estilo sello
menor modificado.

Segunda parte; el comentario antiguo sobre la inscripción de arriba del Yijing:


TÍ zhong zeu, "Cuando el sol se encuentra a mediodía, empieza a ponerse», tam-
bién escrito en estilo sello menor modificado.

Tercera parte: los dos caracteres sai y de, utilizados por escritores del Movi-
miento del 4 de Mayo para representar la «ciencia» y la «democracia», respec-
tivamente. Escritos en heiti xiangxing o estilo ideográfico en negrita.

Cuarta parte: el carácterfan solo, «voltear o poner boca ahajo», escrito en una
forma extrema de cao shu o escritura cursiva.

Quinta parte: los caracteres yan bo, «extender las olas», escritos en cursiva rá-
pida.

Sobre el caligrafo: Liang Minwei nació en Cantón, República Popular China,


en 1962 y estudió pintura en el Instituto de Arte Yuexiu. Fue jefe de diseño en
una importante empresa al por menor de Cantón durante varios años antes
de continuar estudiando la pintura china bajo Ke Hejun en la Academia de
Bellas Artes de Cantón. Desde su llegada a Estados Unidos en 1987, la caligra-
fia y los paisajes abstractos de Liang Minwei han sido objeto de numerosas
exposiciones en la zona metropolitana de Nueva York y sus alrededores. Vive
en New Haven, Conneceicur, con su esposa y tres gatos.

1055
Índice onomástico y toponímico

Abeel, David, 296


Acheson, Dean, 681, 682, 687
Albania, 747, 748 Bada Shanren, 117
Albazin, 120 Bai He (río Blanco), 240
Alcock, Rutherford, 292, 293 Bai Hua, 870
Alejandro Il, zar de Rusia. 348 Bakunin, Mijail Aleksandrovich, 369
Alemania, 312, 313, 353, 354, 359, Bangkok (Tailandia), 608, 710
383, 394, 396, 397, 401, 402, 405, Baoan (Shaanxi), 543
406,413,414,422,428,488,492, Baoding (Hehei), 387, 572
494, 495, 538, 546, 557, 577, 589, Beotou, 580, 64]
596, 597, 615, 616, 630, 785 Barrett, coronel David, 611
Aleutianas, islas, 682 Batavia, Indias Orientales Holandesas,
Altishahr, región de, 249 108, 184
Amarillo, mar, 66, 132, 577, 819, 945 Beecher, Catherine, 348
Amarillo, río, 48, 49, 58, 251, 271, Bei Dao, 827, 919
472, 554, 560, 577, 623, 643 Beiyang, 346, 362, 364, 373-375, 377,
América Latina, 195, 301, 302 387, 389, 398, 400-402, 405, 433
Amherst, Lord William (Pitt), 230 Beria, Lavrenti, 708
Amoy (Xiamen), 74, 107, 108, 110, Birmania, 76, 173, 181,300,313,314,
133, 183, 242, 296, 839 586, 587, 597, 600-602, 608, 612,
Amur, región del río, 120, 294, 313 616, 680, 709-712
Anhui, provincia de, 91, 142, 144, Black, Dora, 426
154,226, 242, 263, 270, 271, 273, Blyuier, vasili, 444
275,279,341,349,370,422,423, Ea Gu, 547, 552
476,497, 523, 543, 557, 818, 885, Ea Yang (seudónimo), 898, 899
901, 905 Ea Yibo, 961
Anqing, 261, 285, 685 Bohai, golfo de, 66, 819
Aman, George, comodoro, 184,200, Borodin (agente de la Comintern),
291, 305 441-444,448-450,456,459,461,
Antonioni, Michelangelo, 800, 801 464-466
Arabia Saudí, 912 Boulanger, Nicolas, 200, 215
Argurr, río, 120, 143 Boyang, lago, 454, 455, 457
Arthur, Chester A., 21, 306, 682-684 Braun, Otto, 547, 551, 552
Australia, 407, 491, 682, 710 Bruce, James (Lord Elgin), 269

1057
Bryan, William Jennings, 20, 393 Chen Yonggui, 752, 753, 869
Buck, john Lossing, 497, 528 Chen Yun, 673, 674, 739, 749, 750,
Buck, Pearl S., 497, 528 751,755,757,758,766,841,8610,
Burlingame, Aman, 291, 292, 305, 306 869, 908, 932, 934, 957-959
Bután, 363, 746 Chen, Eugene, 466
Chen, poblado de (Guangdong), 778-
781,798
Cai Chang, 675 Chengdu (Sichuan), 59, 71, 72, 360,
Cai Yuanpei, 421-423, 461, 471 362,585,718,728,845,848,897,
Camboya (Kampuchea), 709, 710, 820, 926
825, 831 Chennault, Claire Lee, 597, 598, 601,
Cantón, 31, 55, 74, 75, 93, 101, 102, 602, 606, 608, 609
118, 132, 149, 183-187, 191, 192, Chiang Ching-kuo, 640, 641, 836, 913,
195, 197,229,231-235,238,239, 914,940,941
241-244, 248, 255-258, 265, 267, Chiang Kai-shek, 31, 383, 386, 387,
285,291,292,295,296,299,301, 44J.445, 449, 450, 452, 453, 455,
303,304,319,321,341,344,350, 462, 466, 467, 469472, 474476,
357, 360 362, 367, 382, 393, 435' 478, 480, 484-486, 488, 489, 492,
437, 439, 441-453, 456, 461-464, 495,496, 501, 502, 504, 529, 543-
467, 474, 476, 477, 496, 550, 557, 548, 552, 554, 557,562, 565, 566,
578,579,587,616, 617, 635, 636, 672-575, 577, 578, 585, 586, 588,
647,663,664,689,775,781,812, 589, 594, 595, 597-599, 601-603,
818,845,867,886,887,917,933 607, 609, 611, 612, 615,618, 620-
Cao Xueqin, 167-169, 171, 172, 424, 624,628,630,631,634,635,637,
912n 639, 640, 642, 643, 645,648, 664,
Carter, Jimmy, 824, 836, 837 668, 672, 673, 67%81, 683, 684,
Cartier-Bresson, Henri, 666 690, 712, 715, 728, 729, 732, 733,
Castíglione, Giuseppe, 161 745, 759, 761, 794, 795, 808, 834-
Ceilán (Sri Lanka), 680, 710 836,849,897,898,913,940
Chahar, provincia de, 580, 590, 676 Chiang (señora, véase Soong Meiling)
Changbai Shan, región de, 63 Chongqing (Sichuan), 71, 316, 565,
Changchun, 521, 633, 641, 642, 645, 566, 578, 580, 582,586, 588, 589,
812 596, 597-600, 602-604, 608-612,
Changsha (Hunan), 260, 357, 374, 386, 615,617,619,620,664,708,728,
410,411,425,430,431,450,453, 759, 867, 899, 903, 909, 935n
464466, 482, 494, 495, 533, 540, Chongzhen (emperador), 59, 61, 62,
543, 601, 608, 663, 675, 902 112
Chen Boda, 849, 850 Chun (príncipe), 349
Chen Duxiu, 409, 414, 421-424, 427, Churchill, Sir Wioston, 597, 607, 615,
429,430,432,433,441,452,461, 707
462,464,730, 814 Chusan, isla, 74, 183, 240
Chen Jiongming, 435, 436, 442, 445, Cixi (emperatriz viuda), 281, 288, 309,
467 310,319,320,324,341,354,356,
Chen Menglei, 151 376, 388, 399, 929
Chen Qjrnei, 387, 475 Clemenceau, Georges, 406
Chen Xitong, 959 Clemente XI (papa), 126
Chen Yi, 648, 679 Cleveland, Graver, 306

1058
Clinton, Bill, 939 Ding Ling, 482-484, 605, 730
Clive (baron) Robert, 194 Ding, condado de, 480
Coleridge, Samuel Taylor, 235 Donald, WH., 21, 496, 560, 562
Confucio, 42, 45, 98, 112, 113, 115, Dongting, lago, 133, 260, 453
117,126,162,165,199,282,319, Dorgon, 69, 70, 73, 76-78, 91, 93-95,
396, 457, 546, 547, 674, 706, 740, 101,124,263,315,364,447,819
785, 797, 799-802, 826n, 881 Du Wenxiu, 276
Conrad, joseph, 554 Du Yuesheng, 478, 635, 640
Corea, 28, 55, 61, 63, 64, 68, 72, 93, Duan Qirui, 401-403, 405, 437, 452,
103, 178, 181, 182,312-316,321, 581
337, 359, 388, 434, 501, 502, 567, Dulles, john Foster, 709, 795
603,617,629,677, 68H91, 694,
696,698,707,708,713-715,717,
743, 794, 796, 850, 922, 933 Einstein, Albert, 425
Cromwell, Oliver, 368 Eisenhower, Dwight D., 685, 708, 709,
Cushing, Caleb, 245, 247 746
Elgin, Lord James (Broce), 269
Elliot, Charles, 238, 239, 241, 242
Dagu, 240, 268, 269, 290, 339, 617 Ellioe, Sir George (almirante), 235, 238,
Dai u 489, 560, 594 240
Dai Zhen, 166 España, 55, 56, 102, 121, 183
Dalai Lama (Tíbet), 121-123,363,679, Estados Unidos, 27, 185, 190, 222,
746,944 232, 237, 245, 246, 247, 258, 285,
Dali (Yunnan), 69, 97, 275, 276 286,291,292,295,298,300,301,
Dalian, 616, 678, 716, 884, 962 303-306,311,313, 318, 320, 337,
Daling, región del río, 69 344, 346, 350, 353, 354, 359, 370,
Daoguang (emperador), 232, 233, 236, 375, 383, 393, 394, 401, 402, 409,
240-243,250,252,256 423,441,442,447, 49ü-494, 496-
Daoyi, Manchuria, 138, 139 499, 503, 566, 597, 598, 600, 601,
Darwin, Charles, 346, 407, 408 612,616, 617, 620, 621, 623-625,
Datong (Shanxi), 580 639,681,682,684,686-689,696,
Dazhai (Shanxi), 752, 753, 779, 785, 707-712, 714, 716, 718, 722, 733,
803, 807-809, 812, 816, 819, 869 739,743,745,746,785,789,791-
Delano, Warren, 239 797, 819-821, 824, 825, 833, 834,
Deng Tuo, 762 836-838, 856, 858, 867, 870, 890,
Deng Xiaoping, 27, 28, 430, 431, 543, 904,913,919,927,930,937,939,
645, 677, 698, 725, 732, 739, 750, 944, 946, 958, 961, 965
751, 754, 755, 757, 764, 766, 769, Europa, 27, 37, 41, 42, 189, 190, 199,
788, 789, 798, 804-815, 818-820, 200,215,216,230,232,286,289,
824-827, 830, 831, 836, 839, 841, 292, 293, 305, 345-347, 354, 368,
843-847, 861, 862, 865, 866, 868, 381,396,401403,409,428,431,
870, 887, 893, 896, 897, 902, 905, 442, 485, 556, 557, 596, 597, 599,
907-909, 915, 919, 920, 922-937, 607,608,813,890,932,934
939, 940, 942-944, 955, 957-961
Dent, Lancelot, 235
Dewey, John, 423-425, 429 Fang Lizhi, 901, 905, 919, 927
Dien Bien Phu (Vietnam), 710 Fel Xiaotong, 526, 728-730

1059
Peng Guifen, 284, 285 Goodnow, Frank, 398
Peng Yuxiang, 456, 460, 471, 472, 480, Gorbachov, Mijail, 922, 923, 932, 933
501 Corbitsa, no, 120
Filipinas, 55, 72, 153, 247, 344, 682, Gordon, Charles «Chinese», 264, 792
710, 711 Gario, Maxim, 489
Flint, James, 184 Gran Bretaña, 56, 156, 183-186, 195,
Fontanier, Henri, 293, 294 221, 235-237, 241, 244, 247, 250,
Francia, 102, 183, 191, 199,247,284, 312,313,345,353,354,359,393,
294,295,306,312,313,345,354, 394,396,397,402,405,414,491,
359, 367, 376, 394, 396, 400, 402- 494, 596-598, 601, 678-680, 682,
405,413,414,422,430,431,433, 710,711,734,785,819,894,930,
439,443,462, 480, 482, 491, 494, 961
495, 537, 543, 586, 596, 645, 675, Gruzenberg, Mijail, véase Borodin,
682,708,710,768,785,819,862, Gu Yanwu, 115, 116, 164
930, 958 Guangdong, provincia de, 74, 75, 102,
Freud, Sigmund, 420 103, lOS, 106, 110, 111, 133, 154,
Fryer, john, 296 173,231,235,241,245,255,257,
Fu Yuehua, 830 259, 268, 275, 293, 337, 357, 370,
Fu (príncipe de, «emperador-), 73, 97, 383, 433, 435, 437, 443, 448, 449,
103, 116, 376 452, 455, 499, 525, 547, 548, 550,
Fujian, provincia de, 95, 102, 103, 106- 558,587,676, 690, 752, 771, 778,
111, 123, 132, 133, 154, 176, 183, 818,839,845,864,865,882,885,
195,216,233,254,275,279,286, 910, 913, 933
291,292, 301, 358, 366, 397, 440, Cuangxi, provincia de, 74-76, 102, 105,
450, 455, 480, 504, 523, 535, 542, 110,147,173,231,235,241,245,
587, 647, 648, 676, 680, 683, 710, 255, 258-260, 337, 360, 370, 398,
839, 865, 885, 935, 946 437, 452, 455, 472, 480, 525, 526,
Fuzhou, Fujian, 73, 74, 102, 244, 247, 543, 548, 550, 558, 587, 603, 608,
286,291,296,311,314,345,455 663, 676, 697, 700, 709
Guangxu (emperador), 309, 320, 322-
324,340,341,347,349,354,356,
Galdan, 121, 122, 124 366, 367, 388, 399, 521, 929
Gansu, provincia de, 122, 146, 176, Guangzhou (véase tambiin Cantón), 31,
179, 275, 276, 278-280, 456, 543, 933
553, 554, 560, 577, 590, 663, 675, Gui (príncipe de, -emperedor»), 74-76,
676, 713, 744 97, 103, 115, 552
Gao Gang, 543, 675, 676, 684, 691, Guilin (Guangxi), 74, 260, 586, 609,
697,698,715,861 616
Garibaldi, Giuseppe, 488 Guiyang, 552, 609
Ceng Iimao, 101, 102 Guizhou, provincia de, 76, 102, 105,
Geng jingzhong, 102-105 132, 147, 225, 276, 293, 366, 398,
Genghis Jan, 199,580 453, 455, 550, 552, 664, 676, 771
George. Henry, 412 Gua Moruo, 419
Gillan, Hugh, 179
Gong Zizhen, 227, 228, 233
Gong (príncipe), 270, 281, 287-291, Hai Rui, 761-763, 821
294,310,316 Haifeng, 451, 467

1060
Hainan, isla de, 268, 322, 337, 616, Himalaya, 174,602 Y n
679, 885, 886, 913 Hiro-hiro (emperador de Japón), 498,
Haiphong (Vietnam), 313 617
Hami, 318, 121, 147, 280 Hiroshima (lapón), 616
Han, región del río, 71, 135 Hitler, Adolf, 488, 589, 590
Hangzhou, 19, 166, 227, 266, 358, Ho Chi Minh (Nguyen Van Thanh),
387, 434, 457, 557, 575, 663, 830, 709
933 Hohhot, 935n
Hankou, 132, 133, 261, 268, 301, Holanda, 56, 121, 183,295,491
319, 344, 351, 3590, 371, 372, Hong Kong, 239, 241, 267, 285, 337.
375. 388, 453, 459, 463, 472, 728, 446,467,639,841.895,933,942,
935n 945,961-963
Hanoi (Vietnam), 173,313,359,586 Hong Liangji, 225-227, 852n
Hanyang, 359, 371, 372, 375, 453, 730 Hong Ren'gan, 31. 265, 266, 320
Harbin (Manchuria), 501, 629. 631- Hong Talji, 67-68, 92, 95, 112, 121,
633, 646, 803, 935n 180, 632
Harkness, Edward, 494 Hong Xiuquan, 257-259, 261-266, 295,
Harrison, Benjamín, 307 738
Hart, Robert, 292, 293, 300, 312, 395 Hoover, Herbert, 503
Hastings, Warren, 194 Hope, Sir James (almirante), 269
Hawai, 286, 302, 321, 344 Hu Feng, 724, 725, 728, 800, 899
Hayashi (general) Senjuro, 571 Hu Hanmin, 441, 448. 449, 462, 474,
Hayes, Rutherford B., 306 480, 502
He Changling, 226, 227, 278, 282 Hu Qili, 908
He Zizhen, 541, 549, 760 Hu Shi, 421, 423-425, 427, 429, 598,
Hebei, provincia de, 135. 136. 141, 681
160,294.310.338,340,389,413, Hu Yaobang, 844, 845, 862, 870, 887,
416,447,456,480,489,501,519, 905-907, 920, 921, 929, 934, 960
520, 525, 530-532, 557, 571. 572, Hu 'repin, 482, 483
590, 600, 625, 626, 628, 676, 752, Hua Guofeng, 807, 808, 810, 812-816,
813.819.845 818.819, 830, 843-845, 847, 850,
Hefei Anhui, 901 853, 854, 862, 922, 929. 936
Hegel, Georg Wilhelm Friedrich, 215- Huai, río, 48, 49, 251, 270, 271. 366,
217,226 548
Heilongjiang, provincia de, 63, 300, Huang Zongxi, 115
359. 500. 630. 675. 676, 730. 753. Huang, «Lotos», 339
755, 771. 802, 803. 842, 843, 865, Hubei, provincia de, 59,176,233,319,
894, 905 341,349,372,373,402,430,433,
Henan, provincia de, 58, 59, 74n, 97, 444, 447, 455, 463, 523, 525, 542,
132,141,176,254,270.273.275. 543, 557, 587, 588. 676. 752, 887,
340,416,437,440,456,472,523, 958
525, 543, 557, 587, 608, 628, 676, Hunan, provincia de. 74, 102, 103,
728, 736, 752, 777, 812, 845, 864, 105, 115.233,260.265,278,282.
865, 887 319,349,357,358,370,374,386,
Hengyang [Hurtan], 603, 608 402.410,412,415,425,430-433,
Heshen, 178, 179, 186,226,232,251, 437, 443, 450, 452. 453, 455, 463,
252 464,466.472,474,482,483,494.

1061
525, 533, 537, 540-543, 547, 550, Jiang Qjng, 760, 761, 763-766, 768,
558, 575, 587, 588, 601, 603, 610, 772-774, 776, 793, 798, 801, 804,
619, 676, 685, 740, 742, 744, 749, 807,810,815,828,849,850
752, 755, 807, 844, 930, 936, 958 Jiang Tingxi, 144, 147
Hungría, 428, 680, 726, 744, 812 jiang Zemin, 926, 929, 935, 959-961,
Hurley, Patrick, 612, 620, 621, 687 965
jiangsu, provincia de, 91, 95, 99, 100,
111,115,116,128,132,142,144,
lIi, 157, 279, 313 154, 233, 242n, 263, 270, 271,
India, 41, 43,191,194,195,233,238, 273,375,415,476,487,496,499,
242,267, 322, 363, 434, 566, 601, 525,577,625,628,676,729,818,
602, 606, 679, 680, 684, 708-710, 864, 865, 867, 882, 892
744, 746, 759 Jiangxi, provincia de, 51, 71, 103, 142,
Indias Orientales Holandesas (véase 242n, 273, 350, 374, 383, 415,
también Indonesia), 108 450, 454, 455, 460, 467, 476, 483,
Indochina (viase tdmbifn Vietnam), 314, 486, 487, 495, 496, 523, 525, 533,
360, 597, 598 535, 537, 540-545, 547-551, 554,
Indonesia, 107, 301, 710-712, 746, 556, 558, 566, 574, 587, 592, 640,
945 676, 703, 737, 739, 742, 744, 749,
Inglaterra (véase también Gran Breta- 815, 844, 862, 927
ña), 187, 238, 284, 289, 295, 299, ]iaqing (emperador), 226, 229, 230,
306, 345, 368, 407, 408, 554, 597, 232, 233, 252, 254
961 jilin (Manchuria), provincia de, 63,
Innes. James, 234 300, 500, 630, 675, 676, 812, 946
Italia, 354, 368, 405, 488, 491, 494, jin/Cha/Ii, región de, 590
557 Jinan (Shandong), 405, 472, 498, 554,
555, 641, 642, 645
Jingdezhen (liengxi), 51, 133
Japón, 24, 28, 41, 55, 107, 182,230, jinjibao, región de, 279, 280
308, 313, 314, 316, 318, 321, Jiujiang, 268, 454, 455, 459, 463, 496,
322, 324, 337, 342, 345-349, 353, 935n
354,358,359,370,371,381,383, jobdo, 147, 148
386, 388, 392, 393, 394, 397, 402, Joffe, Adolf 436
405,406,413-415,418,419,422, johuson, William, 496, 824
425, 426,430,434,43~444,462, Jorge III (rey de Gran Bretaña e IrIan-
469-471, 478, 490-492, 494, 495, da), 178, 186, 230
497-500, 502, 504, 519, 523n, Jruschov, Nikira S., 708, 725, 740, 743-
556,558,559,565,569,571,572, 748, 760 Y n, 922
575, 577-580, 582-584, 591, 593,
596-598, 600, 603, 606, 608, 609,
616,617,629,682,785,793,819, Kahn, Ida, 300
835,838,858,867,890,897,913, Kaifeng, 271, 577, 642, 643
930 Kalgao, 572, 580, 620, 641
Jardine, William, 234, 238, 360 Kang Sheng, 760, 761
jian (familia, Cantón), 477 Kang Youwei, 319, 320, 324, 337, 341,
jiang jieshi, véase Chiang Kai-shek 343, 347, 366, 367, 370, 375, 386,
Jiang Kanghu, 369, 386 399, 930

1062
Kangxi (emperador), 38, 39, 101-106, Li Dazhao, 413-417, 429, 432, 441,
108-112, 114, 116-120, 122-130, 457, 542, 791
134~136, 139, 140, 142, 144, 150- Li Hongzhang, 273, 274, 281, 289,
152, 156, 157, 159, 163, 164, 167, 294,310'316,319,321,324,341,
168,178,179,190,195,198,199, 346,358,362,401,792,805
291,357,424,521,527,933 u Lisan, 439, 458, 537, 539, 540, 542,
Kant, Immanuel, 410, 422 543, 814, 850
Kaohsiung (Taiwan), 582, 836 LiMi,711
Karaian, L.M., 414, 415 u Peng, 27, 862, 908-911, 913, 920-923,
Kashgar, 121, 157, 248, 275 926, 932, 940, 945, 959
Keelung (Taiwan), 106, 582 Li Ruzhen, 228, 229
Kennedy, John E, 792, 824 Li Shan, 296, 898, 899
Kerulen, región del río, 122 Li Shanlan, 296
Kim Il Sung, 708 Li Xiannian, 861n, 958
Kissinger, Henry, 793, 794 Li Yuanhong, 373, 398, 399, 471
f(okand, 248, 249, 275 u Zicheng, 58, 59, 62, 68-73, 93, 95,
Kong Shangren, 117-119, 870 96,99,264
Kong, H.H., 470 Li Zongren, 577, 663
Konoe (príncipe Fumimaro), 571-573, Liang Hongzhi, 581
575 Liang Huazhi, 665
Kowloon, península de, 239, 270, 337 Liang Qichao, 319, 320, 337, 367, 368,
Koxinga (Zheng Chenggong), 93, 107 386,390,408,411,447,485,488,
Y n, 108, 109, 111, 128, 134, 647 930
Kropotkin, Piotr Alexeievich, 369, 411 Liang Shuming, 480
Kuruning, Yunnan, 105,276,359,360, Liang Xiao (seudónimo), 806
583, 586, 587, 597, 622, 648, 812, Liangjiang, 242, 273
821, 903, 935n Liao Zhongkai, 448
Kuriles, islas, 616 Liao, región del río, 61, 63-66
Kyushu (Japón), 608 Liaodong, 61, 64-67, 69, 73, 76, 77,
300,316
Liaoning, provincia de Manchuria, 500,
Lanzhou (Gansu), 278, 280, 560, 577, 630, 676, 801, 865, 862
663,744 Liaoyang (Manclturia], 65, 630
Lao She, 529, 554-556, 722, 769 Líbano, 745
Laos, 709, 710, 712, 745, 746 Libia, 912
Lashio (Birmania), 586, 602 Licurgo, 368
Lay, Horatio Nelscn, 289, 290 Lin Biao, 444, 548, 550, 552, 553,
Ledo, 602, 608 568, 569, 629, 630, 633, 634, 645,
Lee Teng-hui, 913, 914, 941, 942, 963 663,665, 675, 677, 679, 757,761,
Lee, Martin, 942 763, 764, 766, 768, 773, 774, 776,
Legge, James, 297 779-781, 785, 791-793, 795, 797-
Leibniz, Cortfried Wilhelm von, 199 800, 802, 807, 811,816, 822, 846,
Lenin, V.I., 413, 428, 429, 436, 441, 849, 861, 906, 912, 929
442, 444, 484, 723, 740, 748, 802, Lin Huiyin, 485
828,919,928 Lin Qjng, 253, 254, 256, 258, 370,
Lhasa (fíbet), 123, 174, 180,363,907, 845, 930
908 Lin Xiangqian, 440

1063
Lin Zexu, 233-241, 247, 255, 279 635, 637, 641-645, 648, 669, 675,
Ling Bing (seudónimo), 832 676, 688, 691, 692, 697, 700, 713,
Linqing (Shandong), 175 718,713,771,779, 935
Lintin, isla, 197, 234 Manila, 55, 135, 184
Liu Binyan, 842, 843, 886, 905 Mao Anqing, 685
Liu Shaoqi, 439, 673, 674, 697, 726, Mao Anying, 685
732, 739, 750-752, 754, 755, 757, Mao Dun, 489, 675
758, 764, 766, 767, 769, 781, 798, Mao Zedong, 28, 386, 410, 427, 430,
814,815,848-850,929 431,443,463,466,529,533,537,
Liuzhou (Guangxi), 603, 609 547,549,551,556,566,567,590,
Lloyd George, David, 406 591,594,604,614,615,620,621,
Long Yuo, 586, 648 643,646,663,664,667,668,671,
Lop Nur, desierto de (Xiniiang), 744, 673, 675, 677, 680, 706, 708, 712,
897 716,721,723,724,726,733,739,
Lu Liulieng, 149, 150, 160, 258 742,749,750,758,760, 76J, 764,
Lu Xun (seudónimo), 346-348, 426, 766, 768, 770, 774, 777, 781, 785,
447, 484, 583, 584, 605, 728, 898 786, 795, 798, 803, 807, 809-811,
Lüshun (Manchuria), 311, 315, 337, 814-816, 818, 820, 824, 825, 847,
346,359,501,503,616,678,719 862,869,896,919,923,928,935,
Luis XIV (rey de Francia), 198 945, 965
Luoyang, 560, 642 Mao Zetan, 549
Lytton, Lord Edward Roben Bulwer, Margary, Augustus, 313
503,519 Marianas, islas, 609
Maring (agente de la Comintern), 432,
434,435,441
Ma Hualong, 279 Marshall (general) George c., 617, 621,
Macao, 55, 57,106,107,109,119,120, 622, 624, 625
149,184, 191,230,232,239,245, Martin, W.A.P., 290, 292, 293
285,298,301,303,357,839,851, Marx, Karl, 216, 368, 369, 411-415,
933, 963 431,713, 735, 740, 767, 812, 887
MacArthur (general) Douglas, 682- Marsu, isla de, 712, 718
684 Mazzini, Ciuseppe, 488
Macartney,Lord George, 186, 187, 191, McCarthy, josepb, 687, 794
195,217,230 Mencio, 113
Malenkov, Georgi, 708, 743 México, 41, 55, 367, 442, 930
Malthus, Thomas Robert, 852n Miluo, río, 453
Manchukuo (Manchuria), 503, 519, Min, delta del río (Fuiian), 885
521, 559, 578-580, 599, 600, 607, Mitsubishi, 581
608,616,618,619,629,631,723 Mongolia Exterior, 121,394, 708n
Manchuria, 58, 61, 101, 103, 112, 124, Mongolia Interior, 61, 397, 557, 578,
132, 135-137, 151, 159,253,268, 580,590,619,697, 845
270,280,287,311,316,337,359, Mongolia, 49, 72, 157, 401, 434, 679,
377,383,393,397,400,402,414, 708,781
437, 438, 446, 447, 456, 472, 473, Mongolia, República Popular de, 679,
491,494,498,500-502,519,521, 708,958
521,514,531,531,556-558,566, Montesquieu, barón Charles de Se-
603, 616, 618, 620, 613, 625, 628- condat, 200, 215, 346, 410

1064
Mukden (viare también Shenyang [Liao- Nueva Zelanda, 407, 491, 682, 710
ningj), 61, 66, 359, 360, 473, 474, Nurhaci, 61, 63-69, 76, 77, 92, 95, 97,
502, 503, 504, 520, 558, 574, 600, 632
631,633,634,641,642,644,645,
675, 683, 728
Mussolini, Benito, 488 Oboi, 95, 99, 101, 108,112,114,124,
Myanmar, Unión de (véase también Bir- 126
manía), 709n Oertai, 147, 148, 168
Okinawa, 682
Osbom (capitán) Sherard, 288, 289
Nagasaki (Iapóo), 107, 182, 581, 616
Nagy, Imre, 812
Naito, Konan, 499 Países Bajos, 494
Nanchang (liangxi), 454-456, 458, 463, Pakistán, 680, 710, 747, 813, 944
467, 473, 486, 496, 536, 538, 540, Palrnerston, Lord Henry john Temple,
543-545, 551, 555, 573, 578, 609, 238,241
665, 683 Patten, Christopher, 943, 961
Nankín, 73, 75, 93, 106, 108, 132, Pearl Harbor, Hawai, 566, 600, 607
168,242,243,245,249,256,260- Pedro 1 (el Grande), zar de Rusia, 322
263, 265-269, 271-276, 360, 376, Pekín, 19,31,41,42,54,55,57,58,
377, 387, 388, 391, 392, 399, 424, 61, 62, 64, 68-74, 76-78, 91, 93,
450, 459, 462, 470-473, 475, 476, 94, 96, 100, 101, 103, 105, 108,
482, 497, 500, 522, 528, 557, 559- 112,114,119,122,124,126,127,
562, 571, 572, 574-576, 578, 580- 129-132, 134, 136, 139, 142, 144,
583, 587, 594, 595, 605, 607, 609, 147, 149, 152, 153, 157, 160, 161,
618,619,621,636,645,647,663, 168,175,178,179,181,182,184-
664, 716, 728, 738, 781, 797, 802, 186,188,193,228,231,233,253,
818, 890, 894, 904, 933, 973 254, 263, 267-271, 274, 275, 281-
Nanning (Guangxi), 74, 360, 935n 283,287-293,296, 308, 310, 311,
Napier, Lord Charles James, 233, 238 315,316,319,323,324,339-341,
Napoleón 1 (emperador de Francia), 349, 354, 357, 359, 360, 363, 365,
230, 322 373-375, 377, 381, 385, 387-389,
Nasser, Gamal Abdel, 711 391,392, 394, 398, 399, 405, 406,
Nehru, Jawaharlal, 708, 711 412-418, 421-426, 429-431, 433,
Nepal, 174, 363 435, 437, 440, 444, 446, 447, 449,
Nerchinsk, 120, 122, 124, 143, 157, 450, 456, 457, 461, 471-473, 475-
797 477, 480, 483, 485, 492, 493, 495,
Ni Zhengyu, 894 501,503,520,521,523,525,553,
Nie Rongzhen, 958 557,566,571-573,580,581,583,
Nie Yuanzí, 767 584,607,608,617,619,622-624,
Nightingale, Piorence, 348 641,644,645,647,648,664,697,
Ningbo, 184, 240, 242, 244, 247, 290, 701, 706, 708, 711, 712, 716,
292, 296, 29" 299, 350, 386 7230,728,729,737,738,741,746,
Ningxia, provincia de, 278, 279, 553, 748, 753, 762-768, 770, 773, 775-
554, 590, 664, 676, 697, 760 777, 780, 785, 788, 795, 797, 803,
Nixon, Richard M., 785, 791, 793-795, 806, 809-816, 818-821, 824-830,
797, 809, 986 848, 861, 863-865, 867, 884, 886,

1065
887, 890, 893-897, 900-902, 904, QiuJin, 348, 349, 411
908,909,917,920-927,931,936- Qjying, 245, 247-250
938, 942, 943, 946, 959, 960, 962, Qt Qiubai, 415, 467, 549, 814, 850
963 Quemoy, isla de, 680, 712, 718, 745
Peng Dehuai, 548, 550, 553, 592, 594,
599, 643, 663, 664, 677, 684, 685,
714, 716, 739-741, 743, 744, 749, Rao Shushi, 672, 677, 697, 698, 715,
758, 759, 761, 762, 764, 808, 809, 861, 983
814 Rehe (jehol), provincia, 93, 161, 186,
Peng Pai, 451, 463, 467 309,500,519,520,574, 676
Peng Zhen, 729, 764-767, 815, 861, República Popular China (RPC), 31,
908, 961 586, 664, 668, 680, 743, 796, 820
Perlas, delta del rio de las, Guangdong, Ricci, Marreo, 126, 198, 275, 296,
587, 885 993
Perofskaya, Sophia, 348 Roberts, Isaacher, 258
Perry (comodoro) Marthew C., 313 Roland de la Plariére, jeanne Mano
Perú, 41, 55, 302, 303 Philipon (<<Madame Roland»), 348
Pescadores, islas, 109 Rocsevelt, Franklin D., 598, 601, 607,
Pitt, William, Lord Arnherst, 230 611,612,615
Poi Pot, 820, 824 Rousseau.jean-Iacques, 200, 215, 368,
Polonia, 322, 324, 680, 726, 792 420
Portugal, 56, 171, 193,491 Roy, M.N., 19, 465, 466, 978
Potala, Lhasa (Tíbet), 161 Rusia, 41, 143, 157, 186, 267, 313,
Pottinger Sir Henry, 241, 242, 245, 347, 352, 354, 359, 368, 394, 396,
249, 250 412-416,428,429,436,437,458,
Prusia, 288, 290 492, 494, 568, 579, 607, 615, 616,
Pusan (Corea), 617, 682 631n, 926, 934
Puyi (emperador), 357, 361, 376, 377, Russell, Bertrand, 425, 426
399, 4l3, 502, 503, 519, 521, 6[8, Ryu Kyu, islas, 181, 182, 312, 313,
723 315,360,682

Qian Zhengying, 861 Sajalín, 429, 492, 616


Q!an Zhongshu, 484, 777 Sanger, Margaret, 425
Qjanlong (emperador), 135, 136, 145, Schall van Bell (padre) johann Adam,
156-163,165-167, 172-174, 176-179, 94, 95
182,184-186,191,194,195,199, Seeckt (general) Hans van, 545-547
225,226,229,230,232,269,275, ShaanlGan/Ning, región de, 590, 591,
282, 363, 485, 572, 852 675
Qiao Shi, 908 Shaenxi, provincia de, 58, 59, 71,
Qjn Liangyu, 96, 97 116,123,132,154,176,233,274-
Qin Shihuang (emperador), 800, 812 277, 279, 293, 315, 366, 373, 374,
Qjngdao (Sbandong), 337, 402, 403, 416,456,543,549,551,553,554,
405,492,559,617,642,644,683, 556-558, 561, 562, 565, 578, 583,
724, 733, 962 587, 589, 590, 599, 625, 675, 676,
Qinghai, 121, 553, 676, 759 728, 896
Qjshan, 240-242 Shameen, isla de, 101, 102

1066
Shandong, provincia de, 61, 68, 91, Shepherd, George, 496, 995
132,135,136,175,195,232,233, Shi (Taiwan), 316
240, 254, 268, 270, 271, 273, 274, Shi Dakai, 262
297,316,337,338,342,359,360, Shi Lang, 108-111, 123
373, 375, 389, 397, 401-403, 405, Shilka, región del río, 15, 120
406,417,418,433,456,469,472, Shitao, 117
480, 497, 503, 520, 525, 530, 554, Shunzhi (emperador), 70, 71, 91,93-
574, 577, 607, 622, 625, 626, 628, 96, 101, 112, 114, 119, 127, 129,
629,641, 642, 644, 645, 676, 683, 163, 527
760, 771, 845, 864, 865 Siberia, 143,429
Shang Kexi, 101, 102 Sichuan, provincia de, 59, 71, 72, 94,
Shang Zhixin, 102-105,435 96, 102, 122, 132, 133, 146, 150,
Shanghai, 242-244, 248, 256, 264, 157,176,263,276,282,293,316,
267, 269, 284-287, 289-291, 296, 360,362,366,375,430.431,525,
311,317,320,322,342-344,349, 538, 543, 552, 553, 556, 578, 583,
351,358,360,372,376,383,387, 585-587, 643, 644, 676, 677, 845,
388,391,393,400,413,418,419, 846, 848, 864, 867, 881, 897, 908,
423, 429, 431-436, 444-446, 449, 909,917,958
450, 455-462, 469-472, 475-478, Siklcim, 363
482,483,485,489,492,494504, Singapur, 243, 302, 343, 370, 491, 601,
523-526, 533, 537, 542, 547, 555, 711, 933, 962
557, 559, 560, 573-576, 578, 580- Siping (Manchuria), 637
582, 584, 589, 594-596, 603, 607, Siria, 912
608,616,617,619,620,625,630, Song Jiaoren, 359, 390, 391
635-638, 640-642, 647, 648, 663, Soong Meiling, 470, 492
665, 670, 672, 674, 677, 691-695, Soong Qingling, 444, 462, 463, 466
697, 702-704, 730, 749, 755, 760, Soong, Charlie, 322, 470
763-765, 771-773, 776, 795-797, Soong, rv, 451, 471, 476, 477, 492,
802,812,813,816,824,830,833, 560, 562, 598, 639
836, 838-840, 842, 867, 884, 887, Spencer, Herbert, 407, 408, 410
890, 893, 897, 902-904, 909, 912, Spratly (islas), 945
917, 921, 926, 930, 933-937, 946, Sri Lanka (Ceilán), 710
958,959,961 Stalin, )osif, 28, 450, 456, 460, 462,
Shanhaiguan, paso de, Hebei, 66, 69, 465-469,488,501,534,535,561,
76, 315, 359, 446, 472, 473, 501, 577, 590, 60S, 615, 677, 681, 684,
519,620,633,641,819 708, 723, 725, 726, 730, 742-744,
Shantou, 445, 457, 839 748,922
Shanxi, provincia de, 71, 91, 141, 154, Stilwell (general))oseph, 601, 602, 608,
340,341,354-356,374,401,416, 611,612
472, 473, 558, 578, 580, 618, 626, Stimson, Henry, 503
665, 676, 752, 753, 771, 803, 807, Stone, Mary, 300
812, 865, 866 Stuart, Gilbert, 291
Sheng jinghe, 627 Su Shaozhi, 919
Shenyang, Liaoning, 61, 63, 65, 66, Sudeste asiático, 133, 135, 183, 301,
137, 884 303,320, 322, 358, 361, 606,678,
Shenzhen, 839, 841, 885, 896, 903, 710,711,946
812,933,934 Suez (canal), 286, 893, 403

1067
Suiyuan, provincia de, 559. 580, 629, Tawney, R.H., 527
664,676 Terranova, 192, 194, 245
Sukarno, Ahmed, 711 Tianjin, 184, 186, 198,240,268,270,
SUn Fa, 462, 465, 471 274,292-294, 301, 302, 305, 310-
Sun Shiyi, 173, 174 312,316,323,340,344,356,358,
Sun Yat-sen, 321, 322, 341, 343, 348. 387,418,430,447,472,493,501-
352,364,366.369,370.371,373, 503, 519, 520, 528, 530, 572-574,
375, 376, 382, 386, 387-390, 392, 582,583,596,617,619,620,623,
393,400,409.412,413,415,428, 635, 645, 670, 683, 693, 694,
432-438, 441-444, 446, 448, 450- 697n, 736, 771,813,884, 902, 904
452, 462. 463, 467, 470, 473-478, Tíbet, ]21-123, 144, 146, 157, 161,
486, 488, 560, 588, 589, 594, 615, 174, 180,300,363,394,552,579,
620, 673, 930, 942 677,679, 681, 697, 708, 713, 714,
Sungari, región del río, 63, 65, 631, 726, 746, 828, 908, 935, 944, 963
633,644 Tito, mariscal (Iosip Broz), 743
Suzhou, 51, 105, 106, 152, 153,229, Tolstói, León, 370
253, 266, 580, 284, 933 Tongzhi (emperador), 281, 282, 288,
Swatow (véase también Shanrou), 445, 292, 308, 309, 421
839 Tongzhou (Shaanxi), 277
Tonkín, 314, 337
Toumon, Maillard de, 126, 127
Tagore, Rabindranath, 425 Trotski, Lev, 413. 460, 465, 467, 734,
Tai, lago, 595 747,
Taierzhuang (Shandong), 577 Truman, Harry S., 621, 624, 637, 681,
Tailandia, 181,609,682,710-712 682, 687, 794
Tainan (Taiwan), 106, 110 Tsien, H.S., 718,
Taiwan, 27, 73, 95. 106-111, 119, 120, Tung, Chee-hua, 961, 962
123,133, 135, 143, 153, 176, 183, Turquía, 322, 428, 682
195,247,254,260,301,316,337, Tyler, John, 245
566, 575, 578, 582, 583, 603, 607,
608, 631, 647, 648, 664, 678-683,
686, 687, 690, 697, 707, 710, 712, U Nu, 709
718, 722, 732, 733, 743, 745, 785, Unión Soviética, 27, 382, 413-415,
789, 792-797, 809, 824, 833-840, 428-430,432, 433, 436, 437, 441,
851,886,894,898,910,913,914, 442.444, 450, 466, 484, 488, 501,
918, 933, 940-943, 945, 963, 964 519,547,567,568,589,591,599,
Taiyuan (Shanxi), 340, 374, 473, 572, 601, 605, 615, 618, 630, 632, 640,
573,579,581,618,641,644,665. 667, 668, 673, 676-678, 682, 684-
812 686,696,698,702,708,709,714-
Tan Yankai, 386, 474 716,718,719,726,732,734,740-
Tang Junying, 391 745, 747-749, 757, 760, 779, 785,
Tang Shengzhi, 575, 576 789.795,798,802,814,825,831,
Tang Xianzu, 43, 46, 51, 171 890, 894, 922, 932, 944, 958
Tangshan, Hebei, región de, 358, 360, Ururnchi, 147, 157, 159,249,897,935
813 Ussuri, región del río, 313, 315, 779
Taoyuan, Hebei, 752, 753
Tattnall (comodoro) josiah, 269

1068
Victoria (reina de Gran Bretaña e Ir- Wu Han, 761-765, 767, 772, 800, 821
landa), 20, 235, 242-244, 313 Wu Peifu, 440, 446, 447, 452, 453,
Vietminh, 709, 710 455,456,472, 819
Vietnam, 72, 173, 174, 181, 182, 300, Wu Sangui, 69-71, 76, 92, 93, 101-105,
313, 543, 597, 600, 708-711, 759, 173,261,522
795,797,820,824,825,831,839, Wu Xun, 724
945 Wuchang, 71,260,261,263,359,371,
Vladivostok (Unión Sovética), 359, 372, 375, 454
360, 437, 503, 520 Wuhan, 359 y n, 360, 362, 371-374,
Voitinski, Crigori, 429, 430, 432 398,409,418,422,440,450,453-
Voltaire (Prancois Marie Arouet), 199, 457, 459-466, 470, 471, 476, 495,
200 501, 523, 540, 543, 550, 557, 573,
576-579,586,597,608,609,619,
624, 635, 643-645, 663, 728, 730,
Wallace. Henry, 611 737, 739, 767, 775, 812, 902, 933,
Wang Dongxing, 815, 816 935n
Wang fuzhi, 115, 116,409 Wuhu, 596, 935
Wang Guangmei, 752, 753, 848 Wusong,243
Wang Hongwen, 815, 849, 850 Wuxi, Jiangsu, 574, 575, 578
Wang jingwei, 441, 444, 461, 462, Wylie, Alexander; 296
464-.466, 501, 594, 607, 729
Wang Kemin, 580
Wang Lun, 175, 176, 930 Xi'an (Shaanxi), 31, 71, 132, 146,276,
Wang Ming, 591 279,340,341,360,374,543,554,
Wang Shouxin, 842, 843, 886, 905 557-562, 580, 642, 643, 663, 898
Wang Shuo, 962 Xiamen (véase también Amoy), 74, 107,
Wang Yangming, 53, 115 133, 183, 242-244, 344, 443, 647,
Wang Zhen, 910, 958 664, 665, 839
Wanli (emperador), 52-54, 56, 59, 61, Xianfeng (emperador), 309
65, 73, 74, 129, 135 Xiang Iingyu, 431, 433
Wanping, 572, 574 Xiang, río, 450, 550, 608
Ward, Frederick Townsend, 264 Xikang, provincia de, 363, 552, 553,
Washington, George, 156, 291, 292, 676
322, 368 Xiniiang, 157, 158, 173, 300, 313, 579,
Wedemeyer (general) Albert, 612, 616- 580, 664, 665, 676, 679, 697, 712,
618,637 744, 746, 779, 897, 932, 934, 963
Wei Jingsheng, 27, 827-829, 831, 903, Xu jiyu, 291, 292, 296, 353
919,938-940,944,965 Xu Shiyou, 818, 831
Wei Zhongxian, 53, 54, 73, 115 Xu Shou (letrado), 297
Wei, zona del río, 277, 340 Xunwu, condado de, jiangxi, 537-540,
Weihaiwei, 315, 316, 337, 342, 403, 574 694
Weixian (Shandong), 607 Xuzhou, 470, 473, 573, 577, 642, 645,
Wen Yiduo, 622 665
Wenxiang, 288, 290, 291, 293, 340
White, Theodore, 610, 981
Wilkes, John, 200, 972 Yalu, región del río, 68, 315, 599, 684
Wilson, Woodrow, 393, 406, 490 Yan Fu, 345, 346, 408-410, 421, 842

1069
Van Ruoju, 164 377, 381, 387-402, 407, 410, 413,
Van Xishan, 401, 472, 473, 480, 501, 415,422,435,475,476,479,496,
558,559,579,580,618,641,665 622, 673, 707
Yan'an (Shaanxi), 31, 274, 562, 565, Yue Fei, 146
566,583,584,589,590,591,593, Yue Zhongqi, 146, 147, 150
596,599,602-605,611,612,614, Yueyang, 935
615,620,621,628-630,643,646, Yuezhou, 260, 453
671-674, 676, 685, 687-689, 692, Yugoslavia, 680, 743, 747
703, 713, 718, 727, 728, 732, 742, Yuí, David, 471
743,749,755,757,760, 761, 815, Yung Wing, 285, 286, 298-300, 302,
844, 849, 862, 909, 928, 958 311,312
Yang Jiang, 777, 985 Yunnan, provincia de, 340, 341, 456,
Yang Kaihui, 432, 549, 685 460,471-473,480, 501,276, 313,
Yang Mingzhai, 429, 430 337, 366, 370, 374, 398, 437, 452,
Yang Shangkun, 909, 925, 961 543, 552, 583, 586, 587, 676, 802,
Yang Xiuqing, 262 812, 821, 829, 935
Yangzhou, 73, 75, 114, 166,240, 293, Yuxian, 640, 341, 456, 460, 471-473,
933 480, 501
Yangzi, región del río, 48, 51, 59, 60,
71, 74, 93, 100, 103, 106, 114,
124, 131, 132-136, 142, 144, 152, Zeelandia (Taiwan], 106, 108
159, 160, 240, 242, 243, 266-268, Zeng Guofan, 265, 266, 273, 274, 278,
316,317,359,366,371,372,375, 279,281-286,289,294,296,298,
382, 399, 447, 450, 455-457, 463, 310,311,313,343,349,362,545,
466, 475, 497, 532, 565, 576-578, 792
582, 586, 588, 594-596, 599, 647, Zeng Jing, 150, 160
648, 663, 726, 767, 866, 867, 885, Zhang Chunqiao, 772, 773, 797, 815,
933, 934, 940, 965 849,850
Yao Wenyuan, 763, 764, 772, 815, 849, Zhang Cuorao, 415, 542, 553, 554, 591
850 Zhang Luoxing, 271-273
Yao Yilin, 908 Zhang Tiesheng, 801, 816
Yarkand, 244, 275 Zhang Tingyu, 144, 148, 158
Ye Jianying, 861, Zhang Xianzhong, 59, 60, 68, 71-74,
Yen, James, 480 93-95, 97, 99, 104, 264
Yichang (Hubei), 588, 866 Zhang Xueliang, 473, 500-502, 556-562,
Yinreng, 124-126, 130 580,631
Yinxiang (príncipe), 130, 139, 144, Zhang Xun, 392, 399, 413
147 Zhang Zhidong, 319, 349, 351, 363,
Yinzhen, 126, 130 805
Yongan,259 Zhang Zuolin, 446, 447, 452, 456, 457,
Yongding, río, 572, 573 471-473,498, 500, 584,
Yongzheng (emperador), 130, 131, Zhao Erxun, 354, 355
135, 138-140, 142-160, 167, 178, Zhao Ziyang, 771, 844-847, 862, 881,
180, 193, 197, 247, 277, 357, 424 887, 902, 906, 908, 909, 911, 920-
You Kexi, 960 924,926,929,931,932,934
Yuan Chonghuan, 61, 62 Zhaohui, 157
Yuan Shikai, 356, 363, 364, 369, 373- Zhaoqing, 74, 75

1070
Zhejiang, provincia de, 59, 103, 111, 814, 816, 820, 826, 852, 890, 909,
128, 133, 142, 154,227,240,263, 920, 930, 960
267, 279, 289, 346, 348, 350, 358, Zhou Shuren (véase también Lu Xun),
366, 386, 387, 422, 426, 432, 456, 346
476, 489, 496, 499, 525, 542, 587, Zhou Zuoren, 583
648, 676, 680, 818, 849, 885, 912, Zhou, dinastía, 103, 105, 113
916 Zhou, duque de, 826
Zheng Chenggong (Koxinga), 93, 107, Zhoushan (véase también Chusan, isla
109 de), 74, 183, 240-242, 245
Zheng (familia, Taiwan), 107-110, 120 Zhu De, 538-540, 543, 547, 553, 554,
Zhengzhou, 457, 643, 812 592,618,645,664,673,725,743,
Zhenjiang, 166, 240, 242, 268, 497 803
Zhou Enlai, 430, 431, 443, 458,535, Zhu Rongji, 936, 937, 965
547,548,552,558,561,601,620, Zhu Xi, 163
624, 673, 675, 683, 684, 707-712, Zhu Yigui, 123, 143, 153, 195
725,748,750,751,753,757,773, Zhuhai, 839, 933, 934
774, 776, 780, 781, 791, 793, 795, Zinoviev, Grigori Yevseievich, 434
799,803-805,808,809,811,812, Zuo Zongtang, 278-281, 286, 310

1071
CRÉDITOS DE LAS ILUSTRACIONES

Páginas 79-90:
La The Art Museum, Princeron Universiry. Du Bois Schanck Morris Col-
lection.
2.a Arriba, cesuroy abajo: The Shanghai Museum, fotografias de David
AJlison para The Asia Sociery, Nueva York.
3," Arribay abajo: Con permiso de la British Library (lS226,b.19).
4: Colección del Nacional Palace Museum. Taiwan, República de China.
s.a © The British Museum.
6." Arribay abajo: De The Greet Enurprise. Tbe Manchu Reconstrxction of
the Imperial arder in Seventunth-Century China, Frederick E. Wakeman, Berke-
ley, 1985.
7." Arribay abajo: Por gentileza de Peabody Essex Museum, Salero, MA.
8,a Arriba: The New York Public Library, Astor, Lenox and Tilden Foun-
dation; abaju: Colección particular.
9." Por gentileza de The Palace Museum, Pekín, China.
10." Colección del Nacional Palace Museum, Taiwan, República de China.
l L' Izquierda: Colección particular, Canadá; derecha: The Spencer Collec-
rion, The New York Public Library, Astor, Lenox ad Tilden Foundation.
12," Por gentileza de The Palace Museum, Pekín, China.

Páginas 201-214:
1." Arribay abajo: Colección del Narional Palace Museum. 'Iaiwan, Repú-
blica de China.
2." Arribay abajo: Con permiso de la Houghton Library, Harvard Uni-
versiry.
3." Lang Shih-ning (Giuseppe Castiglione), Chinos, 1688-1768, dinastía
Q!ng. Inauguration Portraits ofEmperor Qjanlong, The Empress, and theEleven Im-
perialConsons, 1736. Rollo, tinta y color sobre seda, 52,9 x 688,3 cm, © The
Cleveland Museum of Art, John 1. Severance Pund, 1969.31.
4."Arriba: © The British Museurn; abajo: The New York Public Library,
Astor, Lenox and Tilden Foundation.
S." «Crossmogul- -El emperador en sus viajes (derallel-, Bamburg Residenz.
Bayerische verwaltung der Staatlichen Schlósser, Garten und Seen. Fotografia-
do por Ingeborg Limmer.

lO73
6.a Arriba: Por gentileza del Peabody Essex Museum, Salem, MA; abajo:
Por gentileza del Winterhur Museum.
7.a Arribay abajo: The Martyn Gregory Callery, Londres.
8.a Harvard-Yenching Library, Harvard Universiry.
9. a Colección del National Palace Museum. Taiwan, República de China.
10. a Arriba: De From Bondage to Liberaticn. East Asia 1860-1952, Nigel
Cameron, Hong Kong, 1975; abajo: Mansell/Time, Inc.
11.a Beato, Pelice, Interior cf tbe EngIish Entrance to North Fort 011 21st Au-
gust, 1860. The Museum ofModem Art, Nueva York. Adquirido como el rega-
lo de Shirley C. Burden y los herederos de Vera Louise Praser, Copia de repro-
ducción © 1998 The Museum of Modern Art, Nueva York.
12." Por gentileza de la Bibliotheque Nationale de France.
13." The Bancroft Library, University of California, Berkeley.
14.a Por gentileza de The Palaee Museum, Pekín.

Páginas 325-336:
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2. a Michelangelo Durazzo/Magnum Photos.
3. a Arriba: The J. Paul Getty Museum. Thomson, John, A Mandann',
House de Illustrations cf Cbina and its People, Vol. VI, c. 1871-1872, copia exacta,
71,7 x 22,1 cm; abajo: Llllustration/Sygma.
4." Arriba: The Palace Museurn, Pekín; abajo, izquierda: General Com-
mission on Archives and History, The United Methodist Church; abajo, derecha:
The J. Paul Getty Museum. Thomson, John, Prince Kung de Illustrations ofChi-
na and its People, Vól. /, c. 1871-1872, copia exacta, 29 x 19,7 cm.
S." Arribay abajo: General Commission on Archives and History, The
United Methodist Church.
6.a Arriba, izquierday derecha, y abajo: The Warder Collection.
7." Arriba: UPIICorbis; abajo: National Archives n." l11-SC 74895.
8." Arriba, izquierda: Twilight m theForbidden Ci;y, R.F. Johnston, Londres,
1934; arriba, derecha: The Warder Collection; abajo: The Camera Press.
9. a Arriba: The Palace Museum, Pekín; abajo: General Commission 00
Archives and History, The United Methodist Church.
lO: Arriba, izquierda: The Warder Collection; arriba. derecha: General Com-
mission on Archives and History, The United Methodist Church; abajo: Ull-
stein Bilderdienst.
11.' Harlingue-viollee,
12. a General Commission on Archives and History, The United Methodisr
Church.

Págs. 505-518:
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2." Arriba: YMCA of the USA Archives, Universiry ofMinnesota Libraries:
abajo: The Sidney D. Gamble Foundation for China Studies.
3." Am'bay abajo: The Sidney D. Gamble Foundation for China Studies.
4. a Arriba, izquierda y derecha: Museum of the Revolution, Pekín; abajo,
izquierda: The Warder Colleetion; ahajo, derecha: Library of Congress.

1074
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Library, Aster, Lenox and Tilden Foundation.
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Guomindang Party, The Commercial Press (Hong Kong) Ltd. 1994: abajo: Milly
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11." Collection Violtet.
12." Aniba: Walter Bossard/Magnum Photos; abajo: Photoworld.
13," Arriba: Hulton GettylTony Stonc Images; abajo: Museum of the Revo-
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2.' Arribay abajo: Photographers Intemational Magazine,
3." Arribay abajo: Phorographers International Magazine.
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5." Wu Yinxian/Magnum Photos.
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Cameron, Hong Kong, 1975.
7." Henri Cartier-Bresson/Magnum Photos.
8." Arribay abajo: Henri Cartier-Bresscn/Magnum Photos.
9," Arriba: Eastfoto: abajo: Xinhua News Agency.
10," Arriba: Xinhua News Agency; abajo: Museum of rhe Revnlution,
Pekín.
11." Arriba: Hulton Getty/Tony Stone Images: abajo: New China Pie-
tures/Magnum Photos.
12." The Warder Collection.
13." Xinhua News Agency.
14." Henri Cartier-Bresson/Magnum Photos.

Paginas 871-880:
1." u Zhensheng.
2," Arribay abajo: Mare Riboud/Magnum Photos.
3." Arribay abajo: Li Zhensheng.
4." Arriba: Shi Zemin; abajo: AP/Wide World Photos.
5." Arriba: De China Tbis Century, Rafe de Crespigrry, Melbourne, 1975;
abajo: Xinhua News Agency.
6.' Xinhua News Agency.

1075
7." New China Pictures/Magnum Photos.
8." Arriba: Marc Riboud/Magnum Photos; abajo: Inge Morath/Magnum
Photos.
9." AP/Wide World Phoros.
10,a Arribay abajo: AP/Wide World Photos.

Páginas 947-954;
1.' Eastfoto.
2." Yong He,
3." Yong He.
4. a Eastfoto.
5." APlWide World Photos.
6." Arriba: AP/wide World Photos: ahajo, izquierda: Eastfoto: ahajo, dere-
cha: Eastfoto.
7.' Eastfoto.
8.' Xu Yong.

1076
«Una proeza .•. Esta vasta y épica crónica condensa
cu atro siglos de cambios po litico s y soc ia les en
un brillante relato.•
PUBllSHERS IJ.'[[KlY

«Encontra r en un sol! volumen. completa. la his-


toria de China ya no es un problema con la publi-
cación de esta obra._

I
Convertida no )1)10 en un gigante demográfico. sino
en un agen te eco nó mico de prime ra mag nitud,
China dese mpeña desde hace a ños un pape l deci -
sivo en el orden mund ial. Este libro o frece una
completislma sin tesis de todo cuanto al lec tor
occidental le inte resa conocer sobre la historia, la
cul tura. la economía y la política c hinas desde fi-
nales del siglo XV1 has ta finales del xx. desde el
esp lendor de la dinast ía Miog hasl a los a ños que
ieron a la sangrienta rep resión de la revuelta de
laza de Tiana nmen e n 1989.
AfH AN O. SP[NCr., uno de los sinólogos más re-
onocidos, narra magistra lme nte las co ntinuas
convulsiones a que se ha visto sometida la población
c hina y los esfuerzos po r co nsolid a r las front eras
del mayo r reino unificad o de la historia. Tampoc o
falta el sobe rbio y documentado relato de las tr é-
gil:u epopeyas aco nteci das en la China del siglo
XX, con las luchas e ntre comunistas y nacionalistas,
la invasió n japon esa o la devas tado ra Revolu ción
Cultu ral, ni el de las tran sformacion es y re tos de
una economia obligada a pasa r en poco tiempo del
feudal ismo a la propiedad colectiva y a alimentar
a més de mil millones de SiIl'J'no i ¡unanos, sin olvXIar
. I
105 ~ de una literatura y u art e asombrosos o
la descri pción de unas men talidades
fascinantes.

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