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destacada por diversos autores. De este modo, la consideración por separado de los elementos
físicos de la estructura urbana apunta a mostrar una faceta del fenómeno, pero que no constituye
una estructura autónoma que pueda, de algún modo no explicado, adosarse a otras estructuras –
social, política y económica – que tuvieran existencia más o menos independiente de la primera.
Así, en adelante, hablaremos de “estructura” para referirnos a la dimensión física de la estructura,
que es la que abordaremos en el análisis urbanístico desarrollado en el curso.
Desde las primeras formulaciones, los modelos de estructura urbana apuntan a sintetizar los
rasgos predominantes que caracterizan el proceso de urbanización de una ciudad y permiten ver
su dinámica de transformación (ver Borsdorf, 2003 y Zárate Martín, 2003, en la bibliografía de la
Cátedra).
La noción de estructura supone tres atributos:
1. la función de sostén,
2. la función de organización y
3. la cualidad de elemento básico y relevante.
Es decir que la estructura urbana es una síntesis de la organización de los elementos más
relevantes y permanentes de una ciudad que actúan de soporte para las actividades y para la vida
urbana en general, así como de pauta para el crecimiento y las transformaciones de la ciudad.
La estructura urbana, entonces, no es un fenómeno directamente observable, como un edificio o
una calle, sino que es un intento de explicación de la forma global de la ciudad. Por esto, la
estructura urbana se explica a partir de modelos, cuya elaboración implica hacer abstracción de
los aspectos particulares y puntuales del espacio urbano, para identificar los elementos que
definen la forma global del asentamiento y sus características particulares.
Por lo general, los elementos urbanos reflejados en los modelos han sido la localización del centro
urbano principal, la distribución de la población por características socioeconómicas, la
localización de las actividades productivas y de las líneas de flujos circulatorios en relación con los
elementos anteriores, y los límites o bordes del sistema, en virtud del proceso de expansión
urbana y la relación del núcleo urbano con su territorio.
Aquí abordaremos a la estructura urbana como un modo particular de análisis de la forma urbana,
por lo que se partirá de la relación entre espacio natural y espacio construido para establecer los
principales elementos: sitio, macroforma, centralidades, trazados y áreas o distritos. Estos
elementos se relacionarán con otros, de importancia para la constitución de los primeros, tales
como tramas y tejidos, equipamientos públicos, espacios públicos e infraestructuras.
Sitio
El sitio, como concreción de la intención humana sobre una localización y extensión limitada de la
superficie terrestre, es el espacio natural pensado en función de las necesidades y posibilidades
de un asentamiento. Los elementos que determinan al sitio son los que conforman los
ecosistemas de base: el clima, el relieve, el suelo, la vegetación, los seres vivos, los cursos de
agua, es decir, los que definen, en un primer momento, la localización de un asentamiento, sus
posibilidades de expansión y sus direcciones de crecimiento.
Pero el sitio alcanza su concreción como tal a partir de las adaptaciones que se le operan para la
localización de las actividades humanas, para adecuarlo a las necesidades, para consolidar y
expandir el asentamiento: terraplenamientos, canalizaciones, construcción de diques, desmontes,
entre otras.
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Es sabido que el sitio condiciona las posibilidades de desarrollo del asentamiento, tanto por los
recursos que pone a disposición (cursos de agua navegables, praderas cultivables, por ejemplo)
como porque demanda recursos tencnológicos para superar sus obstáculos. En términos de la
estructura urbana, el sitio también es relevante porque define las condiciones de riesgo por
factores naturales a los que puede estar sujeto un núcleo urbano. Lo cual implica la definición de
límites precisos para la extensión o el adensamiento de la ciudad, y de las condiciones por las
cuales esas limitaciones pueden ser gestionadas.
Macroforma
La macroforma es el contorno de la totalidad del núcleo urbano vista en el plano. La macroforma
da cuenta de la extensión de la superficie terrestre ocupada por el asentamiento, medida
generalmente en Km2, de las direcciones en que se expande, de su adaptación al sitio, así como
de la continuidad y discontinuidad de las áreas urbanizadas.
La delimitación de la macroforma depende de los criterios de forma urbana que se definen por la
aglomeración de construcciones. Esto es, la continuidad o discontinuidad de construcciones que
se toma como parte del criterio de distinción entre área urbana y área rural.
Para el ordenamiento urbano, el conocimiento de la macroforma permite, entre otros aspectos,
definir el perímetro urbanizable, es decir, el límite a partir del cual no puede convertirse el suelo
rural o el suelo “rústico” (natural) en suelo urbano. Herramienta que es útil cuando se intenta
controlar el crecimiento urbano para mejorar el aprovechamiento del suelo o para corregir
procesos de degradación o contaminación ambiental.
Trazados
Como proceso de interacción e intercambio, la urbanización genera flujos de personas y bienes
que son conducidos por vías que atraviesan el territorio y comunican a las ciudades entre sí tanto
como, dentro de ellas, organizan y comunican a los distintos sectores. Esas vías son los trazados.
Se trata de caminos, calles, avenidas, rutas, autopistas, vías férreas que, de acuerdo a su tamaño
e importancia, pueden ser diferenciados en grandes trazados y tramas.
Los grandes trazados son las vías que organizan a la ciudad y, por lo general, son la vinculación
del núcleo urbano con el territorio circundante. Son las grandes rutas de acceso al territorio, pero
también las ferrovías (en otros lugares, algunas canalizaciones navegables). Estos grandes
trazados organizan el acceso al centro urbano y a las principales actividades del asentamiento.
Por lo cual también definen las tendencias de agregación de aglomeración urbana, pues los
distritos o barrios que se van incorporando al núcleo urbano conforman, a su vez, núcleos de
menor jerarquía que van creciendo, por ejemplo, alrededor de las rutas de acceso a la ciudad o de
las estaciones de tren. Esto es visible en la macroforma de muchas ciudades, que presentan una
configuración de “estrella”, por el agregado de áreas urbanas sobre los trazados principales.
Pero también las tramas internas tienen definidas jerarquías, por lo que dentro de las ciudades
hay grandes avenidas que vinculan diferentes sectores de la misma aglomeración, definen límites
de los distritos internos o son las vías de mayor importancia dentro mismo de los distritos.
Por esto, los trazados pueden ser clasificados por su jerarquía en:
- Vías territoriales: trazados de escala territorial que llegan o circundan a la ciudad; vinculan la
ciudad con el territorio y organizan el crecimiento de la ciudad;
- Vías primarias: calles y avenidas principales que vinculan sectores internos de la ciudad en
recorridos largos, también organizan el crecimiento urbano;
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Centralidades
Dentro de una ciudad, la centralidad es la aglomeración, en un sector determinado, de diversas
actividades que pueden incluir a la residencia pero no se limitan a ella, y abarcan al intercambio
comercial, las actividades político-administrativas, las actividades financieras, los servicios, los
equipamientos públicos, entre otras. Esas múltiples actividades contienen tanto las relacionadas
con la función urbana (las actividades principales que sostienen a la ciudad) como, principalmente,
las actividades que sostienen la funcionalidad interna de la ciudad, es decir, que son parte de la
vida social.
La centralidad es dinámica, es decir que, en la medida en que el núcleo urbano crece, las
actividades tienden a atraer a otras actividades, lo que constituye la cualidad de centralidad:
actividades localizadas que atraen la localización de otras actividades y forman un sistema
complejo que atiende a las necesidades funcionales de la ciudad o de una parte de ella. Por esta
razón, las áreas centrales de las ciudades se caracterizan por la concentración, diversidad y
calidad de los comercios y servicios localizados allí.
En la mayoría de las ciudades, la primera centralidad se ha ido conformando con su núcleo inicial,
donde se localizaron las actividades alrededor de las cuales se fue dando la aglomeración urbana.
Como es de esperarse, estas actividades primigenias constituyen la función urbana que dio origen
al núcleo – un puerto, una colonia agrícola, un mercado, una sede de gobierno, por ejemplo – y
su localización está directamente relacionada con las características del sitio y de los trazados –
caminos – que la vinculaban con el territorio.
Con el paso del tiempo, y a partir del crecimiento y desarrollo de la ciudad, el efecto de
aglomeración de actividades se reproduce en otros sectores de la ciudad, por lo general como
resultado de la dificultad de acceso al centro principal. Así, surgen y se consolidan centros
secundarios – comunmente, a lo largo de los grandes ejes viales – que reproducen en menor
escala actividades encontradas en el centro principal o aglomeran algunos tipos específicos de
comercios o servicios. En las grandes aglomeraciones urbanas, esto configura un sistema
jerárquico de centralidades, desde las de importancia territorial hasta las de alcance puramente
local.
Los trazados y las tramas definen la integración o segregación, esto es, las condiciones de
accesibilidad entre los diferentes sectores o distritos urbanos. Una condición para la creación del
efecto de centralidad es la accesibilidad y, por lo general, las áreas de centralidad están
atravesadas por las vías de circulación que tienen mayor integración dentro del sistema viario, los
trazados principales. Por lo que la localización y configuración sobre el plano de las centralidades
urbanas depende siempre de una condición estructural: la accesibilidad entre los diversos
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sectores urbanos. También por esto, las áreas centrales vistas en el plano pueden tomar diversas
formas, siendo las radiales y lineales las más corrientes. Y, por la misma razón, la centralidad
urbana no siempre tiene relación con el centro geométrico de la macroforma de la ciudad sobre el
plano.
La variación de actividades que implica el efecto de centralidad, y la aparición de nuevas
centralidades, significa la modificación de áreas urbanas a lo largo del tiempo, lo que termina
modificando la configuración original del tejido urbano. En esas modificaciones en las actividades,
en el parcelamiento, y en las modificaciones y sustituciones de tipos construidos para albergar
más actividades, el estudio de las áreas centrales exhibe los procesos de surgimiento, auge y
decadencia de las actividades urbanas.
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urbanos que aumenta la eficacia de su desempeño, esto es, permite que las inversiones
realizadas en su construcción y mantenimiento alcancen a más personas en el medio urbano.
Por otro lado, dentro de las ciudades hay áreas que concentran un solo tipo de actividad, que
están dedicadas a un tipo de actividad en especial. A esas áreas se las denomina “de
especificidad funcional” y, por lo general, no tienen usos residenciales más que como apoyo a la
actividad principal. Este es el caso, por ejemplo, de los parques industriales.
Es necesario destacar que las áreas especializadas no deben ser confundidas con las
centralidades, ya que las centralidades están fundadas en la diversidad intrínseca del tejido
urbano y en la aglomeración, más o menos espontánea, de las actividades.