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HISTORIA DEL SIGLO XX - DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL A LA CAIDA DEL MURO – BEJAR

La 2GM fue una guerra entre dos tipos de estados capitalistas, los democráticos y los nazi fascistas, y entre
dos regímenes que compartían el antiliberalismo y un decidido autoritarismo, pero eran resultado de dos
proyectos contradictorios: el nazi y el comunista. En Europa, la guerra entre estados incluyo la lucha de
movimientos de resistencia nacional contra la ocupación nazi y contra quienes la apoyaron. La 2GM fue,
en gran medida, una guerra civil europea.

La Guerra Fría fue también multidimensional, fue la expresión de la rivalidad estratégica entre los EEUU y
la URSS, basada en la carrera por el control de armas nucleares cada vez más sofisticadas y costosas.
También incluyo la lucha anticolonial, signada por la rivalidad entre las dos superpotencias, atravesada
por las demandas nacionales de los países europeos que cuestionaban la hegemonía de la potencia
dominante: la de Moscú en el bloque soviético y la de Washington en el bloque capitalista.

Las acciones del Tercer Reich tuvieron un papel central en el desencadenamiento de la guerra. Hitler tuvo
propuestas desde su ingreso a la escena política como el racismo, la búsqueda de espacio vital para
Alemania y la liquidación del comunismo.

Las democracias y el comunismo, que serían arrollados por la expansión del nazismo, no llegaron a forjar
una política concertada para detenerlo. Las principales democracias europeas, subestimando los objetivos
nazis, jugaron la carta del apaciguamiento: capaz que podrían evitar otra guerra.

Las obsesiones del FUHRER y sus fanáticos seguidores no bastan para explicar el genocidio judío. Este no
hubiera sido posible sin la colaboración activa de vastos sectores de la burocracia y los profesionales, y el
afán de lucro de los grandes empresarios que fabricaron los equipos para matar e instalaron sus fábricas
en los campos de concentración. No hubiera sido posible tampoco sin el silencio, la indiferencia y la
complicidad pasiva de gran parte de la sociedad alemana.

Hasta el comienzo de la 2GM, el trato discriminatorio hacia los judíos alemanes se combinó con ataques
violentos, pero nada indicaba su exterminio total. Finalmente, los judíos fueron expulsados de las
actividades económicas y profesionales y sus negocios pasaron a engrosar el patrimonio de las empresas
alemanas. Este fue el último acto de violencia abierta, y a partir de ese momento se asignó a las SS la
coordinación e instrumentación de la política antijudía, a fin de concretarla en forma más “racional” y
burocratizada.

La SGM fue una guerra total que propago la muerte y la destrucción mucho más allá del campo de batalla.
Las poblaciones indefensas sufrieron bombardeos sistemáticos, operaciones militares y represiones
masivas. Los hombres y mujeres que vivieron esta tragedia creyeron necesario y posible que jamás
volvería a ocurrir algo semejante. Así, el mundo de posguerra quedo envuelto en un clima de ideas y de
sentimientos favorables a la reformulación del contrato social en un sentido más democrático e
igualitario, en el que la política asumiría el puesto de mando frente a la imprevisible, y por momentos
destructiva, dinámica del mercado.

LA GUERRA FRIA

Los signos del distanciamiento entre los aliados se hicieron evidentes a partir de 1946. Por una parte, el
afianzamiento de los soviéticos en los países de Europa del este hacía temer la expansión del comunismo.
Por otra, las trabas impuestas a la Unión Soviética en cuanto a cobrarse las reparaciones de guerra con
bienes alemanes alentaron los temores de Stalin.

El principal tema que enfrento a los ex aliados fue Alemania. El gobierno soviético pretendía tomar de
este país los recursos que ayudasen a la reconstrucción de la URSS, devastada por la guerra. Los EEUU, en
cambio, mostraban un creciente interés por la recuperación alemana, nación a la que consideraban una
muralla de contención contra el avance del comunismo.

Frente a estos conflictos, Stalin opto por mantenerse al margen; no contaba con recursos y prefería no
irritar a las potencias occidentales alentando revoluciones.
A mediados de 1947, el secretario de estado George Marshall anunció el Programa de Recuperación
Europeo. El Plan Marshall ofrecía ayuda económica a todos los países europeos que aceptaran los
mecanismos de control e integración dispuestos por los Estados Unidos. La URSS rechazó el ofrecimiento
y obligó a los gobiernos de Europa del Este a sumarse a su decisión, alegando que la ayuda servía a los
intereses del imperialismo estadounidense. El programa tenía un triple objetivo: impedir la insolvencia de
los países europeos, que hubiera tenido consecuencias negativas para la economía norteamericana;
mejorar las condiciones sociales para evitar la expansión del comunismo, y afianzar los regímenes
democráticos dispuestos a apoyar la política estadounidense en el escenario internacional.

Mientras Washington imponía su liderazgo involucrándose en la reconstrucción de Europa. Moscú


sometía a los partidos comunistas europeos a un estricto control. Stalin reconoció la división del mundo
en dos bloques y convoco a las fuerzas del “campo antifascista y democrático” a defender el centro de la
revolución comunista victoriosa.

El proceso de división en dos bloques se plasmó también en el plano militar. En abril de 1949 fue aprobado
el Tratado del Atlántico Norte. En 1955, a manera de réplica de la integración de la República Federal
Alemana en la OTAN, los gobiernos de las democracias populares, excepto Yugoslavia, firmaron el Pacto
de Varsovia, que establecía la conducción del comando militar soviético sobre todas las fuerzas armadas.”

LA CRISIS DE LOS IMPERIOS COLONIALES

Al concluir la 2GM, las potencias europeas aun retenían sus inmensos imperios coloniales sin que se
previera que esta situación fuese a cambiar. Sin embargo, en pocos años, la mayor parte de las colonias
logro su liberación.

La descolonización fue, junto con la Revolución Rusa, el proceso más significativo del siglo XX, y
revoluciono el escenario internacional. El debilitamiento de los estados europeos y el anticolonialismo de
los EEUU y la URSS favorecieron la caída de los imperios coloniales. Los EEUU se oponían al orden colonial
por su historia y por su interés en el comercio libre. No obstante, frente a la posibilidad de que la liberación
nacional favoreciese a los comunistas, apoyaron los intereses metropolitanos. La URSS aunque creía que
los movimientos anticolonialistas debilitaban al capitalismo, no contribuyo decididamente a fortalecerlos.

Después de la 2GM, la opinión pública se mostró más anticolonial que en la primera posguerra,
contribuyendo así al desgaste de los imperios. Pero la acelerada descolonización fue, ante todo, el
resultado de las profundas transformaciones que venían alterando la fisonomía de las colonias. Con el
surgimiento de nuevos países, otras colonias se sintieron más seguras y respaldadas para liberarse del
yugo metropolitano.

No siempre constituyeron un frente unido. Existieron propuestas y demandas encontradas en torno a


cuestiones tales como la organización institucional del nuevo estado, la forma de encarar la fuerte
heterogeneidad cultural de las poblaciones, y el rumbo económico que adoptaría el nuevo país.

Los desafíos eran inmensos y gran parte de las ex colonias quedaron atrapadas en el circulo vicioso de
unas economías muy dependientes de los avatares del mercado mundial, unos estados frágiles y al mismo
tiempo autoritarios, y la trágica politización de las diferencias culturales y religiosas.

DE LA COEXISTENCIA A LA DISTINCION (1953-1975)

La coexistencia significó cierta disposición hacia el diálogo por parte de los Estados Un idos y de la Unión
Soviética, aunque en los primeros años no se avanzó en el tema del desarme. La muerte de Stalin, en
1953, posibilito el deshielo.

El avance del deshielo estuvo cargado de ambigüedades y momentos de tensión. Desde mediados de los
años cincuenta hasta comienzos de los sesenta hubo tres crisis cruciales: una en Europa- la construcción
del muro de Berlín en 1961- y dos en el Tercer Mundo: la guerra del Suez en 1956 y la instalación de misiles
soviéticos en Cuba en 1962.
La partición de Berlín había convertido el sector occidental en zona de avanzada del mundo capitalista en
medio de la Republica Democrática Alemana. Para impedir la emigración, el gobierno comunista inicio en
agosto de 1961 la construcción de una valla de cemento de 5 mt de alto que se extendió a lo largo de 120
km, coronada con alambres de púas y vigilada desde torretas.

La guerra de Suez confirmo el declive de las potencias europeas y favoreció la influencia soviética en
Oriente Medio. La instalación de misiles soviéticos en Cuba marco el punto más alto de la fricción entre
Washington y Moscú. Cuando fueron detectados, Kennedy ordeno el bloqueo de la isla sobre sus costas.
En las negociaciones secretas, Kruschev dispuso el retiro de los misiles y los EE.UU se comprometieron a
no invadir la isla.

A partir del Tratado de Moscú de 1963, la Unión Soviética y los Estados Unidos se mostraron dispuestos a
dialogar sobre el control de armamentos nucleares. Este acuerdo prohibió las pruebas nucleares
atmosféricas, pero ni China ni Francia lo suscribieron. En 1968, las dos superpotencias y otros noventa y
cinco países – menos China, Francia y la India- firmaron el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares,
que prohibía la fabricación y la compra de armas atómicas por parte de países que carecieran de ellas y
proponía un control internacional sobre la carrera armamentista y el uso de energía nuclear. En 1969 se
iniciaron las negociaciones para la limitación de las armas estratégicas (SALT: Strategic Arms Limitation
Talks), que condujeron a la firma en Moscú del acuerdo SALT I. Este prohibió la instalación de sistemas de
defensa antimisiles, por considerar que la mejor garantía para mantener la paz era que ninguna de las
superpotencias se sintiera segura. La “destrucción mutua asegurada” (Mutual Assured Destruction o MAD
sigla que forma la palabra “loco” en inglés) era la mejor forma de impedir el conflicto armado.

El acta final de Helsinki, en 1975, fue el punto culminante de la distensión. Los países firmantes
reconocieron las fronteras surgidas de la Segunda Guerra Mundial, se reforzó la cooperación económica
entre ambos bloques, y todos los gobiernos se comprometieron a respetar los derechos humanos y las
libertades de expresión y circulación de sus habitantes.”

Al calor de la distención, el bloque soviético profundizo sus vínculos con el mercado mundial. La URSS
necesitaba importar tecnología occidental y comprar cereales norteamericanos para asegurar la
alimentación de su población.

EL TERCER MUNDO

El tercer mundo se erigió como el nuevo sujeto revolucionario. La voluntad política de las victimas del
imperialismo pasó a ser visualizada como condición necesaria y suficiente para que estas se convirtieran
en protagonistas de su historia a través de acciones heroicas.

LOS NO ALINEADOS Y LAS LUCHAS EN EL TERCER MUNDO

“El concepto de tercer mundo, acuñado en los años cincuenta, englobó a un conjunto heterogéneo de
países de Asia, África y América Latina con problemas similares: un orden económico dependiente de la
exportación de alimentos y materia primas, altas tasas de analfabetismo, un fuerte crecimiento
demográfico y escenarios políticos signados por el autoritarismo, el protagonismo militar y la fragilidad
de las instituciones. Después de Bandung, a principios de los años sesenta, estos países formaron un tercer
bloque: el Movimiento de Países No Alineados.[…].

El no alineamiento se definió por su adhesión a una serie de principios: preservar las independencias
nacionales frente a las dos superpotencias, no pertenecer a ningún bloque militar y promover un desarme
completo y general, y defender el derecho de los pueblos a la autodeterminación y la independencia, la
no injerencia en los asuntos internos de los estados, el fortalecimiento de las Naciones Unidas, la
democratización de las relaciones internacionales, el desarrollo socioeconómico y la reestructuración del
sistema económico internacional.

El aumento de países miembros, con diferentes trayectorias, intensificó las divergencias en el campo
político e ideológico y en las posiciones adoptadas respecto a las dos superpotencias. Casi todos tenían
algún grado de coincidencia, a veces absoluto, con alguno de los dos bloques. […]
Mientras las relaciones entre las dos superpotencias se distendían (1953-1975), el Tercer Mundo era
desgarrado por sangrientas luchas. Las más visibles eran las guerras por la liberación nacional y social, en
cuyo desarrollo gravitaba la rivalidad entre las superpotencias: Vietnam y de manera menos evidente
África Austral, donde los movimientos africanos luchaban contra las minorías blancas gobernantes.

LA SEGUNDA GUERRA FRIA

Desde mediados de los años setenta, el clima de distensión entre las superpotencias se enrareció, en gran
medida debido a la oleada de revoluciones que recorrió el Tercer Mundo desde América Central hasta
Irán en Indochina en Asia, pasando por el Sur y el este de África. […]

Sin embargo, la segunda Guerra Fría no fue el resultado de revoluciones que conducían al Tercer Mundo
hacia el socialismo. Por un lado, porque el fin de la distensión no fue solo la consecuencia de lo que ocurría
en el Tercer Mundo, sino que tuvieron un peso destacado tanto las obsesiones ideológicas de los
Neoconservadores – con fuerte protagonismo en el diseño de la política exterior del presidente Reagan-
como las ambiciones desmesuradas de la gerontocracia soviética encabezada por Leonid Brézhnev. […]

En Centroamérica, una región que los Estados Unidos siempre habían considerado bajo su influencia, una
serie de procesos resquebrajaron esa convicción e incrementaron los temores de Washington: la creciente
fuerza del movimiento guerrillero en El Salvador y Guatemala, la presencia de Omar Torrijos en Panamá
y el triunfo de la revolución Sandinista en 1979. Con la caída de la dictadura de Somoza, en Nicaragua se
formó un gobierno de corte revolucionario apoyado por Moscú y La Habana. “¿Debemos dejar que
Granada, Nicaragua, El Salvador, todos se transformen en nuevas Cubas?”, preguntaba el candidato
presidencial Ronald Reagan en la campaña electoral de 1980. Los jóvenes neoconservadores que lo
rodeaban militaron decididamente a favor del aumento del potencial militar y el despliegue de
intervenciones indirectas. […]

La ingobernabilidad del Tercer Mundo tuvo impactos desiguales sobre la relación de fuerzas entre las
superpotencias. La experiencia más traumática para los Estados Unidos fue su derrota en Vietnam. El
retiro de las tropas norteamericanas de Vietnam del Sur dio paso a la instalación de regímenes comunistas
en todos los países de Indochina.

“La crisis de confianza” -término acuñado por el presidente Carter en 1979 para designar el declive de su
país al calor del desgaste económico, la ingobernabilidad del Tercer Mundo y la presencia soviética en
nuevos escenarios- ofreció un terreno fértil para el avance de los neoconservadores. […] Desde un
nacionalismo extremo y un antisovietismo visceral, recurrieron a la amenaza del comunismo para
presentar la agresiva política exterior norteamericana como una estrategia defensiva ante los peligros
que acechaban al “mundo libre”.

El gobierno estadounidense eludió embarcarse en conflictos enviando sus tropas como lo había hecho en
Vietnam, y optó por la guerra enviando agentes interpuestos – por ejemplo, el financiamiento de los
“contras” en Nicaragua o el de los muyahidines en Afganistán- […].

Al mismo tiempo, inició una escalada en la carrera de armamentos con la Unión Soviética que iba más allá
de lo que ésta podía afrontar. El 23 de Marzo de 1983, Reagan anunció a millones de televidentes su
proyecto de militarización espacial, destinado a cambiar el curso de la historia de la humanidad. La
Iniciativa de Defensa Estratégica, conocida como “guerra de las galaxias”, consistía en un paraguas
defensivo de armas espaciales que destruirían los misiles intercontinentales soviéticos antes de que
tocaran suelo americano. Para sus diseñadores, el principio de “destrucción mutua asegurada” (MAD)
sería reemplazado por el de “supervivencia mutua asegurada”. Dos años después ya despuntaba el
principio del fin de la Guerra Fría cuando Ronald Reagan y Maijail Gorbachov retomaron la senda del
diálogo.”

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