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Excomunión

Institución de la excomunión:
Leer discurso eclesiástico de N.S. Jesucristo en Mt 18
Especialmente Mt 18, 15-18. Donde se otorga autoridad legislativa y judicial a todos los
apóstoles, incluso para castigar con excomunión. El pasaje hace alusión al procedimiento
jurídico y autoridad legislativa del antiguo pacto mostrado claramente en Dt 19, 15-21

Caso de excomunión
Ver caso del incestuoso a quien san Pablo castiga con excomunión en 1 Cor 5. Y leer
comentario al pie de página en la Biblia de Jerusalén.
Ver 2 Cor 2, 1-11. Aparente resolución del caso (el incestuoso se arrepiente).

(Doctor) Santo Tomás de Aquino


Leer toda la cuestión 80 de la tercera parte de STh.1
Aquí citamos lo más importante:

Es claro, pues, que quienquiera que reciba este sacramento [de la Eucaristía] en
pecado mortal, comete una falsedad con él. Por lo que incurre en sacrilegio como
violador del sacramento y, consiguientemente, peca mortalmente.
(STh III, q.80, a. 4)
Algunos [pecadores], en efecto, son ocultos, mientras que otros son manifiestos, o
por la evidencia de los hechos, como son los usureros públicos y los rateros públicos,
o por sentencia de un tribunal eclesiástico o civil. Pues bien, a los pecadores públicos
no se les debe dar la sagrada comunión aunque la pidan [...]
Pero si los pecadores no son notorios, sino ocultos, no se les puede negar la sagrada
comunión cuando la piden [...]
Puede, sin embargo, el sacerdote que está al corriente de la culpa amonestar
privadamente al pecador oculto, o advertir genéricamente a todos en público de que
no deben acercarse a la mesa del Señor antes de arrepentirse de sus pecados y de
reconciliarse con la Iglesia. Porque después de la penitencia y de la reconciliación no
se puede negar la comunión tampoco a los pecadores públicos, especialmente en
trance de morir.
(STh III, q.80, a. 6)

1 http://hjg.com.ar/sumat/d/c80.html#a6
San Juan Pablo II habla de las censuras
Os exhorto a considerar atentamente que la disciplina canónica relativa a las censuras,
a las irregularidades y a otras determinaciones de índole penal o cautelar, no es efecto
de legalismo formalista. Al contrario, es ejercicio de misericordia hacia los penitentes
para curarlos en el espíritu y por esto las censuras son denominadas medicinales.
La privación, en efecto, de bienes sagrados puede ser estímulo para el arrepentimiento
y para la conversión; es advertencia al fiel tentado, es magisterio de respeto y de culto
amoroso hacia la herencia espiritual que nos fue dejada por el Señor, el cual nos ha
hecho el don de la Iglesia y en ella de los Sacramentos.2
(San Juan Pablo II, Discurso a la Penitenciaría Apostólica, 15- 3- 1990, n. 3)

La disciplina canónica de la Iglesia, desde los primeros siglos, ha castigado con


sanciones penales a quienes se manchaban con la culpa del aborto y esta praxis, con
penas más o menos graves, ha sido ratificada en los diversos períodos históricos. El
Código de Derecho Canónico de 1917 establecía para el aborto la pena de
excomunión. También la nueva legislación canónica se sitúa en esta dirección cuando
sanciona que “quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión
latae sententiae”, es decir, automática […] En efecto, en la Iglesia la pena de
excomunión tiene como fin hacer plenamente conscientes de la gravedad de un cierto
pecado y favorecer, por tanto, una adecuada conversión y penitencia.3
(Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, n. 62)

Catecismo de la Iglesia (Promulgado por San Juan Pablo II)


Ciertos pecados particularmente graves están sancionados con la excomunión, la pena
eclesiástica más severa, que impide la recepción de los sacramentos y el ejercicio de
ciertos actos eclesiásticos, y cuya absolución, por consiguiente, sólo puede ser
concedida, según el derecho de la Iglesia, por el Papa, por el Obispo del lugar, o por
sacerdotes autorizados por ellos. En caso de peligro de muerte, todo sacerdote, incluso
privado de la facultad de oír confesiones, puede absolver de cualquier pecado y de
toda excomunión.
(CIC, 1463)

2
http://www.vidasacerdotal.org/index.php/documentos-del-romano-pontifice/mensajes-a-la-penitenciaria/61-
discurso-del-papa-juan-pablo-ii-a-la-penitenciaria-apostolica-de-1990.html
3 Citado en: http://es.catholic.net/op/articulos/5336/cat/264/el-delito-de-aborto-en-el-derecho-
canonico.html#modal
Derecho Canónico (Código promulgado por San Juan Pablo II)
Leer artículo recomendado: http://www.iuscanonicum.org/index.php/derecho-penal/delitos-
y-penas-en-particular/183-la-pena-de-excomunion-en-el-derecho-canonico.html

Algunos cánones importantes:

915 No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están
en entredicho después de la imposición o declaración de la pena, y los que
obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave.

1331 (leer este canon en internet, son los efectos de la excomunión)4

1364 § 1. El apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurren en excomunión latae


sententiae, quedando firme lo prescrito en el ⇒ c. 194 § 1, 2; el clérigo puede ser
castigado además con las penas enumeradas en el ⇒ c. 1336 § 1, 1 , 2 y 3.

1367 Quien arroja por tierra las especies consagradas, o las lleva o retiene con una
finalidad sacrílega, incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede
Apostólica; el clérigo puede ser castigado además con otra pena, sin excluir la
expulsión del estado clerical.
1369 Quien, en un espectáculo o reunión públicos, en un escrito divulgado, o de
cualquier otro modo por los medios de comunicación social, profiere una blasfemia,
atenta gravemente contra las buenas costumbres, injuria la religión o la Iglesia o
suscita odio o desprecio contra ellas debe ser castigado con una pena justa.

1398 Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae


sententiae.

San Ambrosio castiga al Emperador Teodosio el Grande


NOTA: Teodosio (347-395), fue el emperador de Roma desde 379 hasta 395. Fue bajo su
gobierno que las porciones oriental y occidental del imperio se volvieron a unir. Sin
embargo, las dos partes se separaron permanentemente después de su muerte. Teodosio hizo
del cristianismo la religión oficial del Imperio Romano.
Tesalónica es una larga y muy poblada ciudad, perteneciente a Macedonia, pero capital de
Tesalia y Acaya, y de muchas otras provincias que están gobernadas por el prefecto de Ilírico.
Aquí sucedió una gran revuelta, y muchos de los magistrados fueron lapidados y
violentamente tratados.

4 http://www.vatican.va/archive/ESL0020/__P4V.HTM
El emperador [Teodosio] estaba furioso cuando escuchó las noticias y, sin poder soportar la
presión de sus pasiones, ni siquiera pasó su pensamiento por el borde de la razón, sino que
dejó que su ira fuera el ministro de su venganza. Cuando la pasión imperante recibió su
autoridad, como si fuera un príncipe independiente, rompió los lazos con la razón,
desenfundó espadas de injusticia de izquierda a derecha sin distinción alguna, matando
inocentes y culpable al mismo tiempo. Ningún juicio anterior a la sentencia. Ninguna
condenación [formal] fue decretada sobre los perpetradores de los crímenes. Multitudes
fueron segadas como espigas de grano en tiempos de cosecha. Se dice que murieron 7000
personas.
La noticia de esta lamentable calamidad llegó a Ambrosio [de Milán]. El emperador, a su
llegada a Milán, deseó de acuerdo con la tradición entrar en la iglesia. Ambrosio se encontró
con él afuera del pórtico exterior y le prohibió el poner un pie sobre el umbral sagrado.
«Parece ser que tú, señor, no entiendes —dijo él— la magnitud del sangriento suceso que ha
ocurrido. Tu furia ha prevalecido, pero tu razón no ha reconocido la naturaleza de tu acción.
Tu poder imperial te hace difícil y te previene reconocer tu pecado, y el poder se pone en
frente de la luz de la razón. Sin embargo, debemos saber cómo nuestra naturaleza pasa y está
sujeta a la muerte; debemos saber del polvo ancestral del cual venimos y al cual rápidamente
regresaremos. No podemos porque estamos deslumbrados por el brillo del púrpura y no
vemos la debilidad del cuerpo que envuelve. Tú eres un soberano, señor, de hombres con una
misma naturaleza que la tuya, y que son realmente tus compañeros esclavos; porque solo hay
un Señor y Soberano de la humanidad: el Creador del Universo. Entonces, ¿Con qué ojos,
mirarás el templo de nuestro Señor? ¿Con qué pies pisarás ese umbral sagrado? ¿Cómo
extenderás tus manos empapadas aún con la sangre de injusta masacre? ¿Cómo recibirás el
santo Cuerpo del Señor? ¿Cómo tú, que en tu ira derramaste tanta sangre inocente, podrías
recibir en tus labios la preciosa Sangre? ¡Fuera de aquí! No intentes añadir otro crimen más
a los que ya cometiste. Sométete a la restricción a la cual el Señor Dios de todo quiere que
seas sentenciado. Él será tu médico, Él te dará la salud».
Después de haber sido educado en los sagrados oráculos, Teodosio supo claramente qué es
lo que le corresponde a los sacerdotes y qué a los emperadores. Entonces, se inclinó ante la
reprensión de Ambrosio y se retiró suspirado y llorando al palacio. Después de un tiempo
considerable, después de 8 meses, el festival del nacimiento de nuestro Señor aconteció, y el
emperador se sentó en su palacio con una tormenta de lágrimas.
Ahora bien, Rufino, quien en ese tiempo era el que controlaba la casa y que, por su
familiaridad con su maestro imperial, tenía gran libertad para hablar, se le acercó y le
preguntó por qué lloraba. Con un amargo gemido y aún más abundante llanto:
«Tu temes otras cosas, Rufino, —dijo el emperador— porque no sientes mis penas. Estoy
gimiendo y me lamento al pensar sobre mi propia calamidad. Porque para criados y
limosneros la puerta de la iglesia está abierta completamente; ellos pueden entrar sin temor,
y hacer peticiones a su Señor. No me atrevo a poner un pie allí, y aparte de esto la puerta del
cielo está cerrada para mí, porque recuerdo la voz del Señor que claramente dice “todo lo que
ates en el la tierra será atado en los Cielos”».
Rufino respondió: «Con su permiso, iré con el obispo, y con mis ruegos le induciré a que te
perdoné la pena». «Él no cederá —dijo el emperador—. Conozco la justicia de la sentencia
decretada por Ambrosio, ni tampoco será movido por su respeto a mi poder imperial para
transgredir la ley de Dios».
Rufino insistió una y otra vez, prometiendo convencer a Ambrosio; y al final, el emperador
le ordenó ir [con Ambrosio]. Entonces, la victima de falsas esperanzas, Teodosio, confiado
en las promesas de Rufino, fue en persona. Tan pronto como el gran Ambrosio percibió a
Rufino, exclamó:
«Rufino, tu descaro se asemeja a la de un perro, porque tú fuiste el que recomendó esta
terrible masacre; has borrado la vergüenza de tu frente, y siendo culpable de este ataque
contra la imagen de Dios te paras aquí sin miedo ni sonrojo».
Entonces Rufino empezó a implorar y orar, y anunció la rápida venida del emperador. Y,
lleno de fuego de celo divino, el santo Ambrosio exclamó:
«Rufino, te lo digo de antemano; yo voy a prevenir que él cruce el sagrado umbral. Porque
si está por cambiar su poder de soberano por el de un tirano, yo también, felizmente, me
someteré a una muerte violenta».
Por esto, Rufino envió un mensajero al emperador para informarle cuál era el pensar del
arzobispo, y le recomendó permanecer dentro del palacio. Teodosio ya había alcanzado la
mitad del foro cuando recibió el mensaje. «Iré —dijo—, y aceptaré la desgracia que
merezco». Él se dirigió a los precintos sagrados pero no entró al sagrado edificio. El
arzobispo [Ambrosio] estaba sentado en la casa de salutación y allí se acercó el emperador
e imploró que sus lazos fueran desatados.
«Tu visita —dijo Ambrosio— es la visita de un tirano. Estás furioso contra Dios; estás
pisoteando sus leyes». «No —dijo Teodosio—, yo no ataco leyes impuestas, no buscó
equivocadamente cruzar el umbral sagrado; pero te pido que desates mi atadura, que tengas
en consideración la misericordia de nuestro Señor, y que no me cierres una puerta que nuestro
Maestro ha abierto para todos aquellos que se arrepienten». El Arzobispo respondió: « ¿Qué
arrepentimiento has demostrado desde tu tremendo crimen? Te has hecho heridas realmente
difíciles de curar; ¿Qué ungüento has aplicado? ». «Tu trabajo —dijo el emperador— es
decirme cuál y mezclar el ungüento. El mío es recibir lo que me den». Entonces, dijo el gran
Ambrosio: «tu dejaste que tus pasiones ministraran justicia, son tus pasiones las que
extienden juicio. Por lo tanto, decreta un edicto que haga la sentencia de tus pasiones nula y
vacía; haz que las sentencias, que han sido publicadas para dar muerte o confiscar, sean
suspendidas por 30 días mientras llega el juicio de la razón. Cuando los días hayan pasado,
deja que aquellos que escribieron las sentencias exhiban sus órdenes, y entonces, y solo
entonces, cuando tus pasiones se hayan calmado, la razón actuando como único juez
examinará las sentencias y determinará si estaban correctas o equivocadas. Si las encuentra
equivocadas las cancelará; si las encuentra justas las confirmará, y el intervalo de tiempo no
infligirá ningún error en aquellos que han sido justamente condenados».
El emperador aceptó está sugerencia y pensó que era admirable. Ordenó que se publicará
inmediatamente el edicto y le dio la autoridad de su sello. Por esto, el gran Ambrosio desató
su lazo.
Entonces, el muy fiel emperador entró sin reservas al sagrado templo, pero no oró a su Señor
parado, ni siquiera en sus rodillas, sino tirado en el suelo y exclamó el llanto de David: «hasta
el polvo está mi alma, vivifícame según tu palabra» (Sal 119, 25).
Se despeinó; golpeó su cabeza, roció el suelo con lágrimas y oró por el perdón. Cuando llegó
el momento de llevar su ofrenda a la mesa sagrada, mientras seguía llorando, se levantó y se
acercó al santuario.
Después de dar su ofrenda, como acostumbraba, permaneció dentro de la barandilla, pero
una vez más el gran Ambrosio no se mantuvo callado y le enseño la distinción de lugares.
Primero, le preguntó si quería algo; cuando el emperador le dijo que estaba esperando para
participar en los divinos misterios [= comulgar], Ambrosio, a través del diacono en jefe, le
dijo: «el área interior, señor, está abierta solo para sacerdotes; para todos lo demás es
inaccesible, salga y parase donde los demás; el purpura puede que haga príncipes, pero no
sacerdotes. El fiel emperador recibió felizmente esta instrucción también, y respondió que no
fue por ninguna audacia que había permanecido dentro de la barandilla, sino que había
entendido que esta era la costumbre en Constantinopla. «Le doy las gracias —añadió—, por
haberme curado de este error también.
Así que ambos, tanto el arzobispo como el emperador mostraron una poderosa luz de virtud.
Ambos son para mí admirables: el primero por su valiente palabra, el otro por su docilidad;
el arzobispo por el calor de su celo, y el príncipe por la pureza de su fe.
A su regreso a Constantinopla, Teodosio permaneció dentro de los límites piadosos que había
aprendido del gran arzobispo. Porque, con ocasión de una fiesta que lo llevó nuevamente
dentro del templo divino, después de haber traído su ofrenda a la mesa sagrada, salió
inmediatamente [de la barandilla]. El obispo en ese tiempo era Nectario, y debido a que
preguntó al emperador cuál era la razón por la cual no había permanecido dentro, Teodosio
respondió con un suspiro: «Yo he aprendido después de muchas dificultades las diferencias
entre un emperador y un sacerdote. No es fácil encontrar un hombre capaz de enseñarme la
verdad. Solamente Ambrosio merece el título de obispo.
Tan grande es la ganancia de convicción de alguien cuando es traído a casa por un hombre
de bondad brillante y resplandeciente.
(Teodoreto, Historia Eclesiástica, Libro V, c. 17)
Tomado de:
http://www.newadvent.org/fathers/27025.htm

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