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1. Delimitación conceptual:
El error-vicio como está referido a la función cognoscitiva del sujeto comprende dentro de
su ámbito conceptual la ausencia de conocimiento, que es la ignorancia, es el conocimiento
equivocado, que es propiamente el error.
1
Instituciones de Derecho Civil. I. Pág. 157.
2
Lecciones de Derecho Civil. Parte Segunda.Vol.1.Pag.184
3
Teoría del Negocio Jurídico. Pág.171
4
Teoría General de los actos o negocios jurídicos. Pag.187
La diferenciación del error-vicio, o propiamente error, con el error en la declaración u en
la manifestación, estableciendo como premisa para el primero de que se trata de una
divergencia inconsciente entre la voluntad interna y la voluntad que se exterioriza mediante
la manifestación. Es conveniente precisar, entonces, que el error como vicio solo afecta a
la voluntad y no a su manifestación que solo sirve de vehículo para exteriorizarla. El error
como vicio, según explica Messineo5, interviene como agente eficiente en la determinación
de la voluntad, pues es el motivo de la voluntad.
5
Ibídem
6
Doctrina general del derecho civil. Pág. 422
voluntad no es correlativa a los efectos queridos y que han conducido al sujeto a la
celebración del acto jurídico.
La doctrina ha planteado diversos criterios para clasificar el error que puede constituirse
en vicio de la voluntad. Nosotros vamos a utilizar el adoptado por el Código Civil para el
desarrollo de su tratamiento legislativo.
El error esencial puede ser de hecho y de derecho y, como veremos más adelante, puede
ser causa de anulación del acto jurídico, siendo esta la razón por la que ha recibido
preferente atención en la codificación civil.
El error indiferente viene a ser, por lo que dejamos expuesto, un simple accidente en el
acto jurídico y, por ello, no alcanza a viciarlo para justificar su nulidad, sino que puede dar
lugar, tan solo, a efectos rectificatorios.
El error indiferente, al igual que el error esencial, puede ser también de hecho y de derecho.
7
El error en la doctrina del negocio jurídico. Pág. 473
apreciación de una cantidad, o en el motivo mismo que induce a la celebración del acto
jurídico.
El error de hecho puede ser esencial o indiferente, según pueda o no servir de causa de
anulación del acto jurídico.
El verdadero significado del error in substantia, como lo enfatiza Joserand9, lo dieron, pues,
la jurisprudencia y la doctrina, al considerar que debía entenderse como sustancia de la
cosa sus cualidades esenciales, es decir, aquellas de sus cualidades que han sido
determinantes de la voluntad.
El artículo 202, en su inciso 1 del Código Civil, como bien lo preciso el maestro León
Barandiaran, trata del error in substantian distinguiendo la esencia misma del objeto de las
cualidades esenciales del mismo introdujo un elemento objetivo para la apreciación de la
esencia propia del objeto o de sus cualidades esenciales, como es del “la apreciación
general” o la “relación a las circunstancias”.
En efecto y para concluir, el acotado artículo 202, inciso 1 que si bien se inspira en el
modelo italiano de 1942 tuvo también en consideración el artículo 1080 del Código de
1936, se ocupa de este error como el que recae “sobre la propia esencia”, que es la
composición material, propia o entitativa, o una “cualidad del objeto”, que no cabe duda
debe entenderse, como cualidad esencial, que es lo característico que determina que el
objeto sea considerado dentro de una clase o categoría especial pero no según la
apreciación que el mismo errante pueda hacer, sino que debe de estar de acuerdo con la
“apreciación general” o “en relación con la circunstancia”.
8
Teoría general de los actos o negocios jurídicos. Pág. 194.
9
Ídem. Pág. 53.
3.3.B. El error en las cualidades esenciales de la persona
El Código Civil vigente lo considera en el inciso 2 de su artículo 202, según el cual “El
error es esencial: Cuando recaen en las cualidades personales de la otra parte, siempre que
aquellas hayan sido determinantes de la voluntad”.
El error in personam, tal como está conceptuado en el inciso 2 del artículo 202 del Código
Civil, se configura, pues, como una equivocación en cuanto a las cualidades de la persona
con la que se celebra el acto jurídico y debe referirse a caracteres objetivos permanentes
de ella y que son resultado de una atribución que realiza el errantes cuando, por ejemplo,
contrata los servicios médicos de quien tiene una especialidad distinta, o, para graficar el
ejemplo de manera extrema, no es profesional en medicina humana.
El error de cálculo es el que resulta de una operación aritmética mal hecha, esquivada, que
responde al viejo aforismo erro calculi retractur potest, y, aparentemente, no presenta las
complejidades que presentan los que hemos considerado anteriormente. Sin embargo no
es así porque, como veremos, el Código distingue del error de cálculo el error en la
cantidad.
El Código Civil legisla el error de cálculo en su artículo 204 estableciendo que: “el error
de cálculo no da lugar a la anulación del acto sino solamente a rectificación, salvo que
consistiendo en un error sobre la cantidad haya sido determinante de la voluntad.
El error de cálculo es un típico error indiferente, puesto que como precisa el acotado
artículo 204, en su parte pertinente, “(…) no da lugar a la anulación del acto sino solamente
a la rectificación (…)”. Al respecto y con relación al artículo 1430 del Código Civil
Italiano, ha escrito Messineo10 que, practicada la rectificación, el error de cálculo se hace
irrelevante, puesto que poco importa la cantidad declarada desde el momento en que,
mediante la rectificación se establece la cantidad exacta, efectivamente querida por el
declarante.
10
Manual de derecho civil y comercial. T. II. Pág. 435.
El error en la cantidad, error quantitati, como acabamos de ver, lo legisla el mismo artículo
204 como un error esencial siempre que “haya sido determinante de la voluntad”, lo que
significa que si no lo ha sido queda como un indiferente error de cálculo.
El acotado artículo 204 que como hemos advertido está inspirado en el artículo 1430 de
Código Civil Italiano lo presenta en los siguientes términos: “el error de cálculo no da lugar
a la anulación del acto, sino solamente a rectificación, salvo que consistiendo en un error
sobre la cantidad haya sido determinante de la voluntad”.
El error en el motivo es el característico error-vicio pues puede afirmarse que todas las
modalidades de error que hemos estudiado se resume en este, pues es la motivación del
sujeto lo que lo determina a la celebración del acto jurídico, sin embargo, el Código Civil
ha querido diferenciarlo de los demás al precisar que puede ser esencial o indiferente,
según se manifieste y no como razón determinante de la celebración del acto jurídico.
El Código Civil legisla sobre el error en el motivo en el artículo 205 en los términos
siguientes: “el error en el motivo solo vicia el acto cuando expresamente se manifiesta
como su razón determinante y es aceptado por la otra parte”.
Como puede apreciarse, el Código Civil lo legisla como un error esencial “si expresamente
se manifiesta como su razón determinante y es aceptado por su otra parte”, lo que permite
interpretar que el error en el motivo no será esencial sino indiferente, y, en consecuencia,
no vicia del acto, cuando el motivo no es expresamente manifestado y, por tanto, no pudo
ser aceptado por la otra parte. De este modo, pues, puede distinguirse el error en el motivo
manifestado y el error en el motivo no manifestado.
Se concluye entonces, que el motivo exteriorizado y puesto en conocimiento de la otra
parte y aceptado por esta, es lo que configura el error en el motivo como error esencial.
Pero si no se manifiesta ni es aceptado por la otra parte, el error en el motivo es indiferente.
Según Messineo12, el error de derecho debe diferenciarse del error sobre las consecuencias
jurídicas del negocio, que afecta, de ordinario, a las consecuencias accesorias del negocio
que nacen de la ley, como son los denominados efectos legales, pues respecto de tales
consecuencias es indiferente que el sujeto las haya contemplado y querido, o haya hecho
referencia.
c) Los efectos del acto jurídico, de producirse, serían sucesivos a la manifestación pero no
a la voluntad interna.13
11
Teoría General de los Actos o Negocios Jurídicos. Pág. 187
12
Manual de derecho civil y comercial. T. II. Pág. 437.
13
VIDAL RAMÍREZ FERNANDO. El Acto Jurídico. Pág.186. Editorial Gaceta Jurídica.
El artículo 208 establece como errores en la declaración a los casos: "En que el error en la
declaración se refiera a la naturaleza del acto, al objeto principal de la declaración o a la
identidad de la persona cuando la consideración a ella hubiese sido el motivo determinante
de la voluntad, así como al caso en que la declaración hubiese sido transmitida
inexactamente por quien estuviere encargado de hacerlo", disponiendo previamente 1a
aplicación de las normas que rigen al error-vicio. La norma fue tomada del Proyecto de la
Comisión Reformadora,14 siendo del caso precisar que no registra antecedente en el Código
Civil de 1936.
Por su parte, el artículo 209 establece que: "El error en la declaración sobre la identidad o
la denominación de la persona, del objeto o de la naturaleza del acto, no vicia el acto
jurídico, cuando por su texto o las circunstancias se puede identificar a la persona, al objeto
o al acto designado". La norma también fue tomada del Proyecto de la Comisión
Reformadora15 pero registra como antecedente el artículo 1082 del Código Civil de 1936
aun cuando este cuerpo normativo no legisló sobre el error en la declaración.
La introducción del requisito de la conocibilidad fue calificada por León Barandiarán16 nos
habla de la introducción del requisito de la conocibilidad como una innovación importante
y dejó de manifiesto una opinión favorable a la necesidad de que el error sea conocible por
la otra parte, es decir, por quien celebra el negocio con el errante, siendo declamatorio en
reiterar su parecer respecto a la excusabilidad del error, la que quedaba definitivamente de
lado al haber incorporado el Código Civil la exigencia de la conocibilidad para la anulación
del negocio, siendo de mayor interés más que una falta in cogitando en el agente una falta
in contrahendo en la otra parte.
14
Código Civil. Compilación de Delia Revoredo T. L. Págs. 199 y 200.
15
Ídem. Pág. 200.
16
Curso del acto jurídico. Pág. 174.
entre las partes”. La norma fue tomada del Proyecto de la Comisión Reforma al Código
Civil no registra antecedente en nuestra codificación civil 17, es decir que cuando se
produce la anulación en el acto no se da la figura de la indemnización entre las partes.
Se trata, pues, de la nulidad de una renuncia a priori, pues de no serla sería contradictoria
con las disposiciones del mismo Código Civil que legislan sobre la confirmación de los
actos jurídicos afectados por una causal de anulación.19
8. Vía procesal
El código civil no ha previsto la vía procesal para el ejercicio de la acción de anulación por
causa de error y todo lo ha hecho, de manera explícita, el digo procesal civil, que para otros
casos, como el de la acción fraudatoria o pauliana, que es una acción de ineficacia, le ha
fijado las vías respectivas.
Frente a la falta de norma procesal expresa consideramos que la vía procesal para tramitar
la acción de anulación fundada en error es el principio, la del proceso de conocimiento,
correspondiéndole resolver, en definitiva, al órgano jurisdiccional.20
17
VIDAL RAMÍREZ FERNANDO. El Acto Jurídico. Pág.186. Editorial Gaceta Jurídica.
18
Obsit .P. 204
19
VIDAL RAMÍREZ FERNANDO. El Acto Jurídico. Pág.186. Editorial Gaceta Jurídica.
20
Ídem. P. 205
21
Ibídem. P. 208.
Según en artículo 809 son anulables las disposiciones testamentales debidas a error
esencial de hecho o de derecho del testador, cuando el error aparece en el testamento y es
el único motivo que ha determinado al testador a disponer”. La norma fue tomada, con
algunos cambios, del proyecto de la Comisión Reformadora y no registra antecedente en
el Código Civil de 1936.
El código civil registra en el art 277, inciso 5: “Es anulable el matrimonio: …. De quien lo
contrae por error sobre la identidad física del otro contrayente o por ignorar algún defecto
circunstancial del mismo que haga insoportable la vida en común. Se reputan defecto
sustancial: deshonra, la homosexualidad, la toxicomanía la enfermedad grave de carácter
crónico, la condena por delito doloso a más de 2 años de pena privativa de libertad o el
ocultamiento de las esterilizaciones o del divorcio”
Como puede apreciarse, el código civil en este caso hace referencia a un error en la
identidad de la persona, pero que, a nuestro juicio, debe entenderse como un error en las
cualidades esenciales de la persona que es un error – vicio. De ahí, que debamos evitar
toda confusión con el error en la identidad der la persona, de que, como error en la
manifestación de voluntad, nos hemos ya ocupado.22
DOLO
22
Obsit. P.206
23
MAZEAUD. Lecciones de Derecho Civil. Parte primera. Vol. 1. P. 208.
Para Stolfi24, dolo es el error provocado mediante engaño y constituye una causa por si
suficiente para la anulación del acto jurídico, de modo que este es impugnable aun en los
casos en que el error por sí solo no afectase a la validez del negocio, ya que el error que no
provocaría la ineficacia del acto la provoca entonces porque ha tenido por causa el dolo,
pues el dolo consiste en el artificio utilizado para engañar a una persona provocando en
ella un error o aprovechando el error en que la misma se halla a fin de inducirla a realizar
un negocio jurídico.
El dolo por omisión, dolo negativo u omisión dolosa está también previsto en el artículo
212 del Código Civil: "La omisión dolosa produce los mismos efectos que la acción
dolosa".
El dolo por omisión, omisión dolosa o dolo negativo, viene a ser la reticencia de quien
actuando de mala fe se guarda para inducir al sujeto a error, o no sacarlo del error si ya
incurrió en él, pues quien actúa con dolo no dice sino en parte lo que debe decir, o no se
da a entender con claridad, o con malicia oculta o calla algo. Así, Coviello25 lo conceptúa
como la omisión de una circunstancia que por la ley, los usos del comercio o la naturaleza
del negocio, había obligación de revelar a la otra parte.
Como puede apreciarse, el dolo por omisión se sustenta en la obligación de explicarse que
imponen las reglas de la buena fe, siendo este el criterio generalizado de la doctrina, por
lo que, sumando a las citas ya efectuadas la opinión de Stolfi26, el dolo negativo supone la
violación de una obligación específica de hablar, porque se configura mediante el silencio
y la reticencia y también con el ocultamiento de hechos verdaderos.
Por último, el dolo por omisión puede configurar, según el caso, un dolo causante o un
dolo incidente.
24
STOLFI. Teoría del negocio jurídico. 189 y 190.
25
Doctrina general del Derecho Civil p. 437
26
Teoría del negocio jurídico p. 190
87.3. El dolo directo
El dolo directo es el utilizado por uno de los celebrantes del acto jurídico, a los que
jurídicamente se les exige actuar de buena fe a fin de no quebrar el principio romanista
nemo dolus suus prodesse debet (a nadie debe resultar ventajoso su dolo). Esta modalidad
de dolo fue la tradicionalmente considerada y legislada.
El Código Civil, como es obvio, legisla sobre el dolo directo en el primer párrafo del
artículo 210, que legisla sobre el dolo causante, del artículo 211, que legisla sobre el dolo
incidente, y está implícito en el artículo 212, que legisla sobre la acción y la omisión
dolosas.
La modalidad del dolo recíproco, también llamada dolo bilateral o dolo mutuo, se
configura cuando las dos partes emplean el dolo.
La solución es clara y justa, pues el dolo recíproco o bilateral se compensa. Las partes que
emplearon el dolo, la una contra la otra y viceversa no podrán demandarse la anulación del
acto ni compelerse la indemnización de los daños y perjuicios.
El dolo indirecto, por contraposición al dolo directo, es el que proviene de un tercero, esto
es, de un extraño al acto, que lo emplea con la misma finalidad con que lo podría haber
empleado una de las partes para obtener una ventaja indebida. Por eso se le llama también
dolo de tercero.
En esta modalidad de dolo se pueden presentar dos hipótesis: la primera que la utilización
del dolo por el tercero sea en connivencia con una de las partes, o por lo menos, que esa
parte tenga conocimiento del dolo; la segunda, que ninguna de las partes tenga
conocimiento de la utilización del dolo por el tercero.
El Código Civil se ocupa del dolo indirecto o de tercero en el segundo párrafo de su artículo
210: "Cuando el engaño sea empleado por un tercero, el acto es anulable si fue conocido
por la parte que obtuvo beneficio de él".
El tratamiento legislativo del dolo discurre sobre la base de los actos bilaterales pero nada
obsta para que el dolo pueda hacerse presente también en los actos unilaterales, pues, como
bien lo resalta Stolfi27, el dolo es relevante en todos los negocios jurídicos. Según apunta
León Hurtado28, en los actos unilaterales la voluntad puede estar también viciada de dolo,
pero como hay una sola parte el vicio deberá ser provocado necesariamente por un tercero.
En los actos unilaterales recepticios el dolo se presenta con mayor nitidez que en los no
recepticios. Betti dice, por eso, que no existe razón para distinguir entre el engaño
empleado por el recepcionario de la declaración y el que es obra de un tercero, o sea de un
extraño a la relación jurídica. Con relación al engaño empleado por el recepcionario de la
declaración, el autor italiano llama la atención sobre lo que puede configurar la llamada
captación de voluntad, mediante halagos y lisonjas muy distintas de los artificios y
engaños, pero que con es la de producir una declaración de voluntad. Así, por ejemplo, los
actos de captación de voluntad del practicados por una persona para obtener un legado.
En los actos unilaterales no recepticios la presencia del dolo y la impugnabilidad del acto
por esta causa ofrece mayores dificultades. Sin embargo, nada obsta para que pueda
invocarse el dolo realizado por un extraño, como, por ejemplo, que el propio ladrón
induzca a una promesa de recompensa con la finalidad de que la víctima del robo recupere
la cosa y el propio ladrón cobre la recompensa.
En cualquiera de los casos expuestos, son de aplicación las reglas relativas al dolo que
hemos dejado expuestas, según sea dolo causante o dolo incidente.
27
Teoria del negocio jurídico p. 194
28
La voluntad y la capacidad en los actos jurídicos p. 244
90. EL DOLO EN EL MATRIMONIO
El dolo no está previsto, de manera expresa, en las causales que enumera el artículo 277
de Código Civil para la anulación del matrimonio. Sin embargo, como hemos visto, en la
explicación de las causales del error hemos puesto en evidencia la posibilidad del dolo, el
que se configuraría en el inciso 5 del artículo 277 en lo referente al error en la identidad
física del otro contrayente, cuando se trate de suplantación de persona o del ocultamiento
de su verdadero sexo.
El artículo 809 del Código Civil considera también el dolo como causal de anulabilidad
del testamento. La anulabilidad puede ser total o parcial, según el dolo haya determinado
la voluntad del testador en cuanto a todo el contenido del testamento o solo una de sus
cláusulas o disposiciones.
LA VIOLENCIA FÍSICA
La violencia física, supone, pues, que mediante el uso de la fuerza se doblegue al sujeto y
se anule su voluntad sería el caso de tomar la mano de una persona por la fuerza y hacerla
escribir su nombre y firmar, o estampar sus huellas digitales, que, por demás, es la única
hipótesis posible de obtener una declaración mediante la llamada vis absoluta.
La eliminación de la voluntad por la violencia física, hace que se asimilen a esta todos los
otros casos en que el sujeto es conducido a la celebración de un acto jurídico por la voluntad
absoluta de otro, como en los casos en que se hipnotiza, se droga o se embriaga a una
29
Tratado de Derecho Civil español T. I. Vol II. p. 489
persona para posesionarse de su voluntad. No puede hablarse propiamente, en estos casos,
de violencia física, pero el aniquilamiento de la voluntad del sujeto hace que tales hipótesis
queden comprendidas dentro del concepto de violencia física, de la vis absoluta, o, para
utilizar el lenguaje de nuestro Código Civil, simplemente de la violencia.
El Código Civil considera dos modalidades de la violencia: la que es empleada por una de
las partes y la que sea empleada por un tercero. Ambas son causales de anulación del acto
jurídico, pues la violencia es sancionada per se. Las dos modalidades están comprendidas
dentro de su artículo 214.
El artículo 809 del Código Civil también ha previsto a la violencia como causal de
anulación del acto testamentario, sin que haya lugar duda pues, además, menciona a la
intimidación, al dolo y al error.
30
Derecho familiar peruano. T.I. p. 223 y sgts.
LA INTIMIDACIÓN
La intimidación consiste en infundir temor en un sujeto para obtener por ese medio una
manifestación de voluntad forzada, en cuanto es consecuencia de haber cedido ante la
amenaza que le infunde el temor y, por eso, constituye un genuino vicio de la voluntad. Al
contrario de lo que ocurre con la violencia física, que desplaza la voluntad por lo que el
acto “no es” del sujeto, la violencia moral o intimidación infunde un temor sobre el sujeto
quien, cediendo a ese temor, se aviene a declarar una voluntad que no responde a una
decisión libre y espontánea. Es la llamada vis compulsiva Derecho Romano.
La intimidación, pues, como vicio de la voluntad, se constituye por el temor que se infunde
a un sujeto, pero que no le hace desaparecer totalmente su voluntad. Según León Hurtado33
en los primeros tiempos del Derecho Romano no constituía un vicio hasta que quedó
establecida la actio quod metus causa para invalidar el acto jurídico cuando el autor o con-
tratante formulaba su declaración de voluntad impulsado solo por el miedo.
31
Derecho civil I. Vol. II. p. 188
32
Teoría general del negocio jurídico. p. 342 y 343
33
La voluntad y la capacidad en los actos jurídicos. p. 218 y 219
La intimidación es, un vicio que afecta la libertad para decidir y la espontaneidad de la
manifestación de la voluntad y, por ello, además, se diferencia de los otros vicios de la
voluntad, puesto que el error y el dolo afectan la función intelectual o conocitiva.
La intimidación por ser un fenómeno subjetivo, que se produce al interior de cada sujeto y
frente al cual no todos pueden reaccionar de la misma manera, ha determinado que la
codificación civil haya adoptado una con caracteres de definición, de la que no ha sido
ajena nuestra codificación civil.
La noción legal que contiene el acotado artículo 215 se complementa con la norma del
artículo 217, según la cual no constituyen intimidación la amenaza del ejercicio regular de
un derecho ni el simple temor reverencial.
De la noción contenida en el artículo 215 del Código Civil, se infiere que la intimidación
para configurarse requiere de los siguientes elementos: a) la amenaza; b) el mal; y, c) el
temor. Estos elementos deben conjugarse con las pautas establecidas para que el juez
califique la intimidación como son la edad, el sexo, la condición de las personas y otras
circunstancias, que el mismo Código considera en su artículo 216.
108.1. La amenaza
34
Tratado de Derecho Civil. T. I. Parte general II. Vol. I. p382
El artículo 215 se refiere a la amenaza, pues de otro modo no podría intimidarse al sujeto:
"Hay intimidación cuando se inspira al sujeto...". La expresión "se inspira" puede conducir
a considerar que la amenaza deba ser sutil pero no es así, pues puede consistir de diversas
y variadas maneras: desde el maltrato físico hasta la presión psicológica.
La doctrina más generalizada exige de la amenaza dos requisitos: que sea grave; y, b) que
sea injusta o ilegítima.
La amenaza es grave, ha escrito Coviello35, cuando el mal es, de tal índole, que produce
serio temor en una persona sensata, esto es, en una persona que no es de ánimo heroico ni
tampoco pusilánime, sino dotada de una fortaleza común y ordinaria. Pero como se trata
de un sujeto normal o de "una persona sensata", como indica el artículo 216, el efecto de
la amenaza debe calificarse atendiéndose a la edad, al sexo, a la condición de la persona
y demás circunstancias que puedan influir sobre su gravedad.
La gravedad de la amenaza radica en que ella deba ser determinante de la voluntad del
sujeto intimidado
35
Doctrina general del Derecho Civil p. 438
36
Teoría general del negocio jurídico p. 344
LA INTIMIDACIÓN
La intimidación consiste en infundir temor en un sujeto para obtener por ese medio una
manifestación de voluntad forzada, en cuanto es consecuencia de haber cedido ante la
amenaza que le infunde el temor y, por eso, constituye un genuino vicio de la voluntad.
La intimidación, pues, como vicio de la voluntad, se constituye por el temor que se infunde
a un sujeto, pero que no le hace desaparecer totalmente su voluntad. Según León Hurtado38
en los primeros tiempos del Derecho Romano no constituía un vicio hasta que quedó
establecida la actio quod metus causa para invalidar el acto jurídico cuando el autor o con-
tratante formulaba su declaración de voluntad impulsado solo por el miedo.
La intimidación por ser un fenómeno subjetivo, que se produce al interior de cada sujeto y
frente al cual no todos pueden reaccionar de la misma manera, ha determinado que la
codificación civil haya adoptado una con caracteres de definición, de la que no ha sido
ajena nuestra codificación civil.
37
Derecho civil I. Vol. II. p. 188
38
La voluntad y la capacidad en los actos jurídicos. p. 218 y 219
La noción legal que contiene el acotado artículo 215 se complementa con la norma del
artículo 217, según la cual no constituyen intimidación la amenaza del ejercicio regular de
un derecho ni el simple temor reverencial.
De la noción contenida en el artículo 215 del Código Civil, se infiere que la intimidación
para configurarse requiere de los siguientes elementos: a) la amenaza; b) el mal; y, c) el
temor. Estos elementos deben conjugarse con las pautas establecidas para que el juez
califique la intimidación como son la edad, el sexo, la condición de las personas y otras
circunstancias, que el mismo Código considera en su artículo 216.
108.1. La amenaza
El artículo 215 se refiere a la amenaza, pues de otro modo no podría intimidarse al sujeto:
"Hay intimidación cuando se inspira al sujeto...". La expresión "se inspira" puede conducir
a considerar que la amenaza deba ser sutil pero no es así, pues puede consistir de diversas
y variadas maneras: desde el maltrato físico hasta la presión psicológica.
La amenaza es grave, ha escrito Coviello40, cuando el mal es, de tal índole, que produce
serio temor en una persona sensata, esto es, en una persona que no es de ánimo heroico ni
tampoco pusilánime, sino dotada de una fortaleza común y ordinaria. Pero como se trata
de un sujeto normal o de "una persona sensata", como indica el artículo 216, el efecto de
la amenaza debe calificarse atendiéndose a la edad, al sexo, a la condición de la persona
y demás circunstancias que puedan influir sobre su gravedad.
39
Tratado de Derecho Civil. T. I. Parte general II. Vol. I. p382
40
Doctrina general del Derecho Civil p. 438
La amenaza puede estar dirigida tanto a la persona de quien se quiere obtener la
manifestación, como a la persona de su cónyuge, de sus parientes y demás personas con
las que se presume que guarda relaciones de afectividad, o a sus bienes o a los bienes de
estos.
La amenaza, por lo mismo que tiene una finalidad intimidatoria, es injusta o ilegitima.
Para configurar la intimidación la amenaza debe ser injusta ilegitima. amenaza consiste en
el ejercicio regular de un derecho es, entonces, justa y, además, legítima.
El artículo 217 del Código Civil establece que "La amenaza del ejercicio regular de un
derecho (… no anula el acto", esto es, que no constituye intimidación.
León Barandiarán42, en comentario aplicable a la norma vigente, fue del parecer que la
amenaza puede ser injusta en cuanto a su fin, si se pretende obtener algo a lo que no se
tiene derecho, o en cuanto a sus medios, y que la disposición contempla el caso segundo,
lo que es lógico, pues la amenaza de ejercer un derecho que se tiene no puede ser injusta,
lo que es elemental, así como tampoco la de ejecutar tal derecho en forma regular, que es
lo que dice el artículo.
108.2. El mal
41
Teoría general del negocio jurídico p. 344
42
Acto jurídico. p. 149
El mal en que consiste la amenaza debe ser tal que, como dice Enneccerus43, coloque al
amenazado en una "situación de violencia". Puig Peña44 expresa que tiene que ser
considerable y grave, que tiene que ser un timor mayoris malignitatis, es decir, que
comparado con la declaración que se quiere arrancar implique mayor mal para la víctima,
la cual, como es natural, escoge el mal menor, o sea, la manifestación de voluntad que se
le quiere arrancar.
La inminencia del mal implica que su ocurrencia no sea remota, si bien no inmediata, y
que la víctima de la intimidación se sienta imposibilitada de evitarlo. Si el mal no fuera
inminente, como explica Aguiar45 y no siguiera a la amenaza, el amenazado se encontraría
en situación de prevenirlo y hasta de evitarlo, ya sea por sus propios medios, ya reclamando
la intervención de la autoridad pública, por lo que al contrario, si el mal no es inmediato a
la amenaza y va a realizarse en un futuro remoto, el amenaza- do no podría alegarlo como
causa de impugnabilidad de su acto.
La inminencia del mal debe entenderse, pues, que se trata de un mal que, aunque de
realización mediata, tiene la fuerza suficiente como para viciar la manifestación de
voluntad del que sufre la amenaza, ya que es el amenazado quien considerará que el mal
está por realizarse y que puede realizarse.
La gravedad del mal consiste en que realmente pese en el ánimo del amenazado y no debe
ser una simple molestia o contrariedad. El amenazado debe sentirse fuertemente
presionado por el mal que se cierne sobre su persona o bienes o sobre las personas y sus
bienes, con las cuales guardan la más estrecha vinculación afectiva.
43
Tratado de Deerecho Civil. T. I. Parte general II. Vol. II. p. 383
44
Tratado de Derecho Civil español. T. I . Vol. II. p. 492
45
Hechos y actos jurídicos. I. La voluntad jurídica. p. 226 y 227
El mal grave, según Aguiar46, es aquel que necesariamente ha de producir en el ánimo de
la víctima la representación intelectual de un gran dolor físico o moral frente a la
representación de otro dolor, menos intenso, que le producirá la celebración del acto que
se le exige.
La gravedad del mal, para León Barandiarán, consiste en que el mal con el que se amenaza
produzca impresión decisiva en el ánimo del sujeto, levándolo a hacer la declaración, pues
no impera un criterio objetivo sino subjetivo, esto es, que el temor producido haya
perturbado la voluntad del sujeto.
108.3. El temor
El mal que conlleva la amenaza debe producir temor. Puig Peña47 lo considera el elemento
subjetivo del miedo y define el temor como una mentis trepidatione, es decir, como una
conmoción del espíritu ante la presencia de un mal y al que con dificultad se puede resistir.
El mal con el que se amenaza debe suscitar, pues, un fundado temor, esto es, un temor
verosímil, razonable. León Barandiarán49 opinó que lo fundado o razonable del temor no
se armoniza con la naturaleza subjetiva de la intimidación y que existe incoherencia en
cuanto al criterio objetivo que se deduce de la característica que debe revestir el temor y
las condiciones personales del sujeto que deben ser examinadas, que constituyen un criterio
subjetivo. Por eso, lo que debe interesar es precisar que debe existir una amenaza que sea
la causa determinante de la declaración, pues si la declaración se produce más bien por un
temor infundido por propias motivaciones espontáneamente surgidas en el ánimo del
declarante y no causadas por la otra parte, no hay relación de causalidad entre la amenaza
y la declaración y, como esta relación es presupuesto sine qua non para la anulabilidad del
acto, tal anulabilidad no sería procedente.
46
Hechos y actos jurídicos. I. la voluntad jurídica. p. 227 y 228
47
Tratado de Derecho Civil español. T. I. Vol. II. p. 491
48
Derecho civil. parte general. T. II. p. 339 y 440
49
Acto jurídico. p. 142 y 143
Lo que se necesita es que el temor infundido sea el factor determinante de la declaración,
pues pueden concurrir, dentro del complejo de toda decisión humana, variados motivos,
por lo que ese carácter determinante hay que apreciarlo con relación al sujeto declarante y
a la efectiva impresión que él ha sufrido, por encima de un criterio simplemente objetivo.
El mal con el que se amenaza, y que produce el temor, puede estar referido tanto a la
persona cuya voluntad quiere violentarse mediante la intimidación, como a personas con
las que tiene vínculos de parentesco y de afectividad.
Pero, como hemos visto, el artículo 215 comprende dentro del ámbito afectivo del
intimidado a personas que no son parientes, por lo que hay que distinguir entre los parientes
y quienes no lo son. En el caso que el mal amenazado esté dirigido a parientes, la doctrina
más generalizada considera que existe una presunción de afectividad basada, precisamente,
en los vínculos de parentesco, en virtud del cual se puede impugnar el acto alegándose la
intimidación.
108.3.b. El temor por la amenaza sobre los bienes del intimidado o sobre los bienes de sus
parientes o terceros
El mal con el que se amenaza puede estar dirigido a los bienes del intimidado, a los de sus
parientes y a los de terceras personas, pues se considera que, si bien la relación de
afectividad se da entre las personas, puede existir un apego a los bienes, sobre todo los del
propio intimidado, por lo que la amenaza puede llegar a infundir un temor que configura
la intimidación.
50
Doctrina general del Derecho Civil. p. 239
La amenaza sobre los bienes puede afectar gravemente el proceso formativo de la voluntad,
coactando la libertad de decidir, por lo que el artículo 215, sub exámine, ha considerado
esta hipótesis intimidatoria.
Messineo53 anota que el solo temor reverencial, como el que se experimenta respecto de
personas que tienen un especial ascendiente, no disminuye la validez del negocio. Betti54
advierte que la posición de ilimitado sometimiento y de ciega obediencia no configura por
sí una violencia, pero puede suministrar el clima sicológico para un abuso de autoridad que
revista aquel carácter.
Se cree que en el orden de las ideas que se han expuesto es como se debe interpretar el
artículo 217 es el simple temor reverencial el que no puede anular el acto. Pero si la persona
reverenciada presiona de algún modo al reverenciante, haciendo valer, precisamente, la
relación que tiene con este, entonces si habrá lugar a la anulación.
El artículo 214 del Código Civil precisa que la intimidación es causa de anulación del acto
jurídico "aunque haya sido empleada por un tercero que no intervenga en él".
La anulación del acto es por causa de la intimidación, que es causal anulatoria por sí misma,
y el articulo 214 deja en claro que es así, sea que el tercero haya o no estado en connivencia
con una de las partes.
51
Hechos y actos jurídicos. I. La voluntad jurídica p. 230
52
Doctrina general del Derecho Civil. p. 440
53
Manual de Derecho Civil y Comercial. T. II p. 442
54
Teoría general del negocio jurídico. p. 345
111. LA INTIMIDACIÓN EN LOS ACTOS UNILATERALES
El artículo 277, inciso 6, preceptúa que: "Es anulable el matrimonio: de quien lo contrae
bajo amenaza de un mal grave e inminente, capaz de producir en el amenazado un estado
de temor, sin el cual no lo hubiera contraído. El juez apreciará las circunstancias, sobre
todo si la amenaza hubiera sido dirigida contra terceras personas. La acción corresponde
al cónyuge perjudicado y solo puede ser interpuesta dentro de un plazo de dos años de
celebrado. El simple temor reverencial no anula el matrimonio".
Por último, es oportuno precisar que la acción anulatoria del matrimonio está sometida no
a un plazo de prescripción sino de caducidad, desde que se indica que la acción debe
interponerse en un plazo de dos años de celebrado el matrimonio.55
55
Vide, del autor, Prescripción extintiva y caducidad. p. 259 y sgtes.
La intimidación en el acto testamentario está prevista en el artículo 809 del Código Civil,
siendo pertinente lo que se dejó expuesto al referirse a la intimidación por parte de tercero
y sobre la intimidación en los actos unilaterales.