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Sören Kierkegaard: El concepto de la angustia. Ediciones de la Revista de Occidente. Madrid 1930.

Hay una serie de cuestiones, las relacionadas con la problemática religiosa, que al aparecer en
las filosofías ejercen perturbadora influencia. Y se desvirtúan, incluso a sí mismas. A comienzos del
siglo XIX, los sistemas de filosofía estaban demasiado orientados hacia un sentido de enciclopedia y
totalidad para dejar al margen sector alguno de cuestiones. Así se renovó la tradicional vena teológica
bajo el nombre de Filosofía de la religión. Pero hay unos seres particularmente dotados para inquirir el
hondo sentido real de esos problemas, que logran situarse en su misma presencia, y descubren
fácilmente la radical falsificación que los filósofos realizan en ellos. Las primeras críticas que se hicieron
a los sistemas imperiales de un Hegel, de un Schelling, afectando, repetimos, a sus especulaciones
religiosas, surgieron al amparo de unos extraños seres, medio teólogos, medio dialécticos, medio
hombres-torturados. Por ejemplo, Schleiermacher. Por ejemplo, Kierkegaard. Sus críticas a la validez
general de la filosofía son ingenuas e invaliosas. Pero, en cambio, exponen de modo magistral e
insuperable, porque están centrados en esos objetos, que sienten cerca de sí, las investigaciones que
requieren la inmediata experiencia de una conexión real, a pesar de yacer en los extractos más
profundos de la persona. Todo contribuye en esta clase de pensadores a reafirmar su proyección
íntegra hacia los objetos que les interesan de modo exclusivo. Kierkegaard es, como filósofo, el hombre
que no encuentra con categoría de realidad, sino la vibración íntima de su yo al hallazgo de unas
cuestiones que le son tradicionalmente dadas. Como ese hallazgo se verifica en lo hondo de la
subjetividad, allí coloca –reside para él– la realidad absoluta. No se trata, pues, en Kierkegaard de la
simple cosa de Berkeley, de que la subjetividad sea lo real. No. En Berkeley ello se orientaba a la teoría
del conocimiento, y aquí tiene, por el contrario, el sentido de denunciar la existencia en el sujeto de
una realidad absoluta, en conexión con los problemas eternos que plantea la vida religiosa. El pensador
danés alcanza suma grandeza en medio de su afán de someter a nueva concepción algunas
derivaciones primitivas. Esto iba a ser de gravedad enorme, porque bordearía de continuo el cauce
petrificado e inconmovible de los dogmas. Es curioso, y terrible a la vez, que hombres como
Kierkegaard, dotados mejor que nadie para capturar hasta donde sea posible la clara luminosidad de
las verdades religiosas, vivan en pugna con las instituciones eclesiásticas y encuentren en estos
choques con las atmósferas lógicamente propicias su mayor irritación frente al mundo.

Se publica ahora en español un libro de Kierkegaard sobre la angustia. Y hace varios meses, en
la colección «Los filósofos», un buen libro sobre Kierkegaard. Hay ya, pues, en España medios fáciles
de acercarse a este grande y profundísimo debatidor de cumbres. O de abismos. El hecho de que por
su influjo en Unamuno haya sido presentido antes de hoy por el lector medio, favorecerá, sin duda, la
curiosidad actual de acercarse con intrepidez a sus cercanías. El concepto de la angustia es un ensayo
finísimo, quizá donde aparecen más completas las dotes gigantes de Kierkegaard. Pues no es posible
contribuir con más esfuerzo dialéctico que el que aquí se utiliza a exponer con claridad intelectual un
problema. Al par que esto, Kierkegaard persigue y logra hacer que la cuestión debatida permanezca
en la altura jerárquica que le es propia, sin descender y desnaturalizarse en aspectos de rango inferior.
Únase también la capacidad poética desplegada, tan frecuente y rica en Kierkegaard, que eleva el libro
a primor literario. Se aporta aquí asimismo una valiosísima investigación sobre el hecho psíquico de la
angustia, que es hoy de interés precioso. Pues esta angustia que Kierkegaard delimita y analiza, es
ese mismo concepto a que Heidegger refiere con frecuencia sus afanes metafísicos. Así, este trabajo
magnífico del solitario danés significa también una actualidad en la filosofía que hoy se hace. Es, por
tanto, un libro en la orden del día, con casi categoría de imprescindible. No importa que Kierkegaard
oriente su investigación sobre la angustia hacia el complejo problema dogmático del pecado, pues el
hecho valioso es que nos presenta la angustia metafísica en su vibración vital, y contribuye así a que
tengamos un saber de ella, una exploración de ella, en estos momentos, repetimos, de interés
inigualado. Qué sea la angustia; en qué se diferencia de otras manifestaciones como el miedo, el temor;
por qué se origina y cuál es su sentido en la aventura vital, &c. Es uno de los libros más sugestivos, en
definitiva, que hoy pueden reimprimirse de este gran nórdico.

La traducción de José Gaos, como todas las suyas, insuperable.

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