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PSICOBIOLOGÍA HUMANA
Profesor Responsable:
D.Leg.822
EDICIÓN 2001
Introducción
En este Cuaderno haremos una revisión de los aspectos neurológicos más importantes de la
actividad psíquica inconsciente del sistema de la personalidad. El estudiante tendrá en cuenta que
ya tiene un conocimiento general acerca de la estructura y la actividad del cuerpo y del sistema
nervioso del hombre (Cuadernos I y II). Debe tener, entonces, una concepción de la organización
del individuo humano y debe ser capaz de diferenciar entre los procesos bioquímicos de la célula
nerviosa, los procesos metabólicos del tejido neural y los procesos funcionales del conjunto del
sistema nervioso de las personas.
Desde un punto de visto más general (véase el Cuaderno de Introducción), sabemos que la
actividad funcional de los sistemas vivos individuales corresponde, en sentido estricto, a los
sistemas orgánicos u organismos, de modo que la organización de estos individuos depende de la
información neural. La información neural se codifica en conjuntos estructurados de impulsos
nerviosos que son trenes de potenciales de acción que se propagan a lo largo de las fibras
nerviosas o axones, se transmiten de una neurona a otra o de una neurona a un efector por medio
de sinapsis. Estas señales se confrontan, transcriben e integran en redes neurales organizadas a
partir de las señales químicas que reflejan las necesidades internas del animal y a base de los
rasgos distintivos de los elementos del medio exterior con los que el mismo animal suple tales
necesidades. La actividad funcional se objetiva en la diversidad de movimientos organizados que
realizan los organismos, es decir, los animales sin actividad psíquica.
Pero, por lo que también hemos visto, en los psiquismos animales, la actividad del conjunto
del individuo ya no es sólo celular bioquímica, tisular metabólica y orgánica funcional, sino cortical
psíquica, porque la organización del individuo depende de información psíquica, que es
inconsciente en los vertebrados superiores, y consciente e inconsciente en los psiquismos sociales
que somos los hombres. En estos, la estructura y la actividad de cada individuo ya es personal,
porque la información psíquica consciente que refleja la información social es la que organiza la
actividad de la persona. Por lo tanto, en el caso de las personas, los procesos funcionales, así
como los tisulares y celulares, ya son subsumidos o reestructurados por la información psíquica
inconsciente del nivel superior, así como ésta está igualmente subsumida y reestructurada por la
información psíquica consciente. Es pues por medio de esta reestructuración cinética del conjunto
del psiquismo humano que todos sus niveles de organización son el soporte activo del sistema del
individuo que de este modo se ha convertido en una personalidad.
A pesar de esta integración de la actividad personal, la estructura y la actividad psíquicas de
la personalidad pueden ser abstraídas y estudiadas como niveles de organización aislados del
conjunto del individuo. Infortunadamente, este tipo de análisis –que depende del método de las
ciencias naturales– se ha usado dentro de los enfoques funcionalistas para reducir toda la
actividad personal que es de naturaleza psíquica consciente a una mera función del cerebro. El
profesional que atiende y tiene que intervenir sobre las personas, no puede aceptar posturas de
esta naturaleza que ponen al mismo nivel la actividad consciente de las personas y la actividad
funcional de los organismos que, repetimos, son sistemas vivos individuales (como los insectos)
que no tienen actividad psíquica.
No obstante, tenemos que abstraer la actividad psíquica inconsciente a fin de estudiar y
analizar los procesos cerebrales que la determinan. La ventaja es que tenemos un modelo del
hombre que nos impide tratar al psiquismo humano como si estuviera separado del organismo.
Notaremos que sólo dentro del esquema del sistema de la personalidad que hemos desarrollado
podemos decir que la corteza cerebral contiene información psíquica y, al mismo tiempo, que la
actividad cortical del cerebro organizada por la información psíquica es la estructura psíquica cuya
actividad organiza, a su vez, la actividad personal que ya no es sólo de la corteza, sino de todo el
cerebro, de todo el sistema nervioso y de toda la persona.
Después que veamos las dificultades surgidas en torno al problema de la relación mente-
cerebro, y después que hayamos propuesto un modelo del cerebro humano basado en la
estructura de la actividad consciente, el estudio de los procesos neurales del nivel psíquico
inconsciente lo haremos en tres secciones: la primera está dedicada al estudio del sistema
afectivo-emotivo; la segunda, al estudio del sistema cognitivo-ejecutivo, y la tercera al estudio de
los procesos de integración de la actividad cerebral, todo respecto del nivel inconsciente de la
personalidad. Respecto de cada uno de los sistemas, veremos sucesivamente: a) los procesos
neurales sensoriales de entrada, b) la estructura del respectivo sistema cortical de memoria y c)
los procesos motores de salida. Los procesos neurales de integración cortical en este nivel de la
actividad psíquica inconsciente los estudiaremos sólo en parte en este Cuaderno, pues dejamos la
explicación de los mismos para el próximo Cuaderno, donde los volveremos a ver como parte de
la actividad psíquica consciente.
SECCIÓN 1
A lo largo de la historia de las ciencias del hombre, los problemas de la naturaleza del hombre
y de la relación mente-cerebro, se han tratado de explicar únicamente dentro de las ciencias
naturales enmarcadas a su vez dentro de las concepciones idealistas, mecanicistas y dualistas
acerca del mundo en general. Por supuesto que la explicación de la relación entre la mente y el
cerebro está en el centro mismo de la definición de la naturaleza del hombre, es decir, de la
esencia misma de los hombres. Una revisión crítica de las diversas propuestas de solución que se
han hecho acerca del problema de la relación mente-cerebro dentro de estas concepciones se
encuentran en Smithies (1965), Armstrong (1968) y Bunge (1985), y los extractos de dichas
propuestas dentro de la filosofía occidental, clásica y moderna, han sido editados por Vesey
(1964). El problema también se presenta a modo de resúmenes en Hampden-Turner (1981) y hay
importantes comentarios al respecto en Finger (1994) y en Guttenplan (1994).
Lógicamente que no es este el lugar para discutir con toda amplitud los planteamientos que se
han hecho hasta ahora, aunque estamos de acuerdo con Sperry (1951/1964) cuando afirma que la
solución del problema mente-cerebro puede tener importantes repercusiones en el desarrollo
humano. Sin embargo, no creemos como él que la solución dependa principalmente del
conocimiento de las funciones del cerebro. Las razones para dudar de esta sugerencia son
muchas, pero antes de refutarlas tenemos que mencionar por lo menos las hipótesis explicativas
más comúnmente aceptadas para resolver el problema, para comprobar que todas ellas enfocan
el problema de modo sesgado y unilateral, prácticamente sin tomar en cuenta la condición social
del hombre.
No es difícil imaginar que el estudio y la comprensión del hombre, así como la descripción y
explicación de sus procesos internos, sólo se ha podido hacer observando al individuo desde dos
puntos de vista: bien desde su superficie externa o bien desde su estado interior. Y aunque ambas
estrategias son necesarias, y deben ser complementarios, sus resultados no han sido los
esperados, puesto que han llegado a conclusiones divergentes y sesgadas. El primer enfoque
tenía que ser más deductivo y tal vez más especulativo que el segundo, pues muchas veces ha
tenido que basarse en concepciones a priori y por lo mismo ha enfocado la explicación de la
naturaleza humana de modo idealista. El segundo, tenía que ser más inductivo a partir del estudio
objetivo de, por ejemplo, los enfermos, el cadáver, los animales, de modo que bajo estas
condiciones era más fácil suponer que los procesos de la vida tenían que ser de naturaleza similar
a las cosas hechas por el hombre, y de allí la necesaria comparación del cerebro con canales de
regadío, centrales telefónicas y servomecanismos.
Cada procedimiento de observación ha dado entonces origen a dos concepciones teóricas
distintas acerca del hombre; dos ideas que aluden, cada una a su manera, a la posible existencia
de dos mundos: uno virtual o inmaterial, otro real o material. Por lo tanto, quienquiera que haya
creído que todo lo que existe es inmaterial, habrá tenido que reducir su explicación del hombre a
un monismo idealista puro, según el cual debe existir sólo el alma, la mente o lo mental, a tal punto
que el cerebro, el cuerpo y hasta todo lo que existe es producto de la misma mente. De modo
opuesto, quien haya tenido la convicción de que todo lo que existe es material, habrá tenido que
proponer una explicación basada en un monismo mecanicista igualmente puro, suponiendo que lo
único real es el cerebro, y que la mente es efecto físico o resultado de la función de este órgano.
Naturalmente que quienes hayan supuesto la existencia de ambos niveles de la realidad, habrán
tenido que propugnar, dentro de un dualismo estricto, que ambos niveles de la realidad existen por
sí mismos, donde el problema radica en saber como se relacionan entre sí. En el cuadro 1.1 se
mencionan las concepciones más importantes acerca de la relación mente-cerebro.
Los enfoques idealistas tienen su modelo de desarrollo en las ideas de Platón y Aristóteles,
quienes plantearon que las ideas son el principio del conocer y del ser. En la actualidad muy pocos
entre los científicos del cerebro podría explicar la relación mente-cerebro dentro de la línea
exclusivamente idealista, esto es, dentro del fenomenismo o del monismo neutral que son formas
de monismo idealista, cuya versión extrema sostiene que existe solamente lo mental. Sin
embargo, es notable el caso de K. Pribram, un psicofisiólogo experimentalista que lógicamente ha
tenido como objeto de estudio los cerebros de diversos animales. Sin embargo, de modo
contradictorio supone que el mundo es amaterial, y que la separación que hacemos entre materia
y mente es sólo consecuencia de nuestra manera de percibir las cosas. Supone que lo mental y lo
físico son manifestaciones de una sustancia cuya naturaleza se desconoce.
A diferencia de los monismos idealistas, la explicación de la relación mente-cerebro dentro de
los monismos de corte mecancista tienen actualmente una cada vez mayor aceptación. El modelo
de desarrollo de estos enfoques han sido las ideas de Tales y Demócrito, para quienes la única
realidad verdadera es la materia. Quienes se adhieren a una concepción puramente mecanicista
han tenido que llegar a conclusiones necesariamente reduccionistas, en el sentido de que han
supuesto que la única explicación posible de la mente son los aspectos físicos, moleculares o
funcionales del cerebro. Posiciones extremas de este enfoque han sido sin duda el conductismo
que trató de eliminar la mente y el freudismo que redujo al hombre a la condición de animal
inconsciente. Es importante destacar que estos enfoques están dentro de las propuestas
naturalistas y biologistas, y por ello la vigencia del funcionalismo de Gall, el emergentismo de
Darwin y el cognitivismo de Piaget.
Según M. Bunge, por ejemplo, el enfoque emergentista sostiene que los estados mentales
son estados del sistema nervioso central; existen pero no son independientes del cerebro. Por eso
en la actualidad muchos hablan de un cerebromente, seguramente aludiendo al espaciotiempo del
mundo físico. Por tanto, el cerebro como cualquier otro biosistema seguirá las leyes y tendrá las
propiedades de los seres vivos, todos los cuales tienen propiedades emergentes. Según esto, las
funciones mentales son funciones emergentes del nivel físico del sistema nervioso central, tal
como la liquidez es propiedad emergente de la combinación de los gases oxígeno e hidrógeno al
formar el agua.
Una situación un tanto distinta es el caso de los planteamientos dualistas. En realidad, los
dualismos aceptan la idea del sentido común de que existe tanto el alma como el cuerpo. El propio
lenguaje coloquial identifica un yo distinto del cuerpo, como cuando un enfermo dice “no me
obedece la mano”. En el mismo sentido, todo el mundo está seguro de tener una mente; todos
hemos dicho alguna vez no me acuerdo, lo tengo en la punta de la lengua, y aunque no
recordamos en este momento, aquello que queremos recordar sabemos que está guardado en
nuestra mente; también es probable que hayamos dicho soy consciente de lo que hago, ya me di
cuenta, soy consciente de mis actos, no puedo controlar mis emociones. Tenemos o alguna vez
hemos tenido la imagen vívida de esto o aquello, recordamos los sucesos de nuestra vida y
nuestros sueños como si existieran aparte de nuestro cuerpo. En términos generales, toda
persona sabe que piensa y que existe; que tiene una mente o que quiere con el alma.
La ciencia, entonces, debe dar cuenta de esta doble existencia, de esta doble realidad,
objetiva y subjetiva. En efecto, muchos de los planteamientos acerca del hombre, asumen esta
posición dualista del sentido común; aceptan la existencia de la mente y el cerebro. Pero de aquí
surge el problema de la naturaleza de la relación entre una otra realidad. Así, el autonomismo de
Wittgenstein plantea la independencia mutua de ambos; el paralelismo psicofísico de Leibnitz y
Jackson plantea más o menos lo mismo, aunque serían entidades simultáneas o sincrónicas; tal
vez más logrados sean los postulados del interaccionismo, por ejemplo, los de Descartes,
Penfield, Eccles y Poper, según los cuales la mente y el cerebro se relacionan e influyen
mutuamente. Pero también hay quienes creen que la mente dirige al cerebro, tal como sostiene el
animismo de Platón, y los que creen que el cerebro produce, genera o secreta la mente, dentro,
por ejemplo, del epifenomenismo de Huxley.
El mismo Bunge sostiene que los enfoques del monismo idealista son incompatibles con la
ciencia, puesto que niegan la existencia de la mente como una entidad concreta objeto de la
ciencia; lo mismo que los enfoques dualistas que postulan la existencia de dos sustancias
independientes basándose en creencias o conceptos de sentido común. Sin embargo, respecto de
esta clase de posiciones, no creemos como Bunge que ellas sean incompatibles con la ciencia;
por el contrario, nos parece que son más bien expresiones necesarias de las ciencias naturales tal
como son concebidas en la actualidad, puesto que todo científico que cree que la ciencia natural
es la única ciencia, se siente obligado a explicar aspectos importantes de la vida humana aunque
estén fuera de su ámbito.
De todas estas concepciones, el funcionalismo ha ido afirmándose en el último siglo, aunque
en distintas vertientes. Inclusive la notable influencia de la teoría de la información en su versión
estadística y de la cibernética que parecía iba a cambiar el rumbo de nuestra comprensión del
hombre, han sido absorbidos por el funcionalismo. Así mismo, los enfoques neoconductistas y del
cognitivismo más recientes, son en esencia, planteamientos fundados en el funcionalismo.
Se requiere, en consecuencia, de una explicación del cerebro humano que tome en cuenta la
naturaleza de los procesos esenciales que han determinado la existencia del sistema vivo, de la
sociedad y de los hombres considerados como individuos concretos. Según parece, es posible
que dichos procesos esenciales sean de naturaleza informacional.
CUADRO 1.1
CONCEPCIONES SOBRE LA RELACIÓN MENTE-CEREBRO
Siguiendo a Magoun (1964) se puede decir que los modelos del cerebro parecen reflejar los
conceptos derivados de la tecnología más avanzada de una época. El modelo de Galeno habría
reflejado el avance de la ingeniería hidráulica de Grecia y Roma; los modelos actuales del cerebro
reflejarían los avances de la ingeniería de las comunicaciones –del telégrafo, por ejemplo–, y de
las computadoras. Por otro lado, siguiendo a Kuhn (1962/1994) se puede decir que cada modelo
del cerebro ha surgido dentro del paradigma científico vigente en el momento en que se formula,
todo lo cual indica que se pueden realizar comparaciones sincrónicas de las teorías científicas
entre sí. En otras palabras, los modelos del cerebro reflejan necesariamente las concepciones
ideológicas dominantes acerca del mundo, la sociedad y el hombre. En todo caso, las ciencias
naturales en los últimos dos mil quinientos años han asumido que pueden explicar al hombre y la
sociedad con el mismo método y con las mismas teorías que han servido y sirven para explicar el
mundo inerte, las plantas y los animales. Tal parece que no ha tomado en serio la idea de que
para explicar al hombre, o mejor dicho, para explicar los procesos esenciales de cada uno de los
hombres, se requiere de un método y una teoría que deben tomar en cuenta la existencia de la
sociedad humana como el único estrato de organización supraindividual que se ha desarrollado
dentro del sistema vivo. La complejidad de esta nueva estructura viva, sin embargo, de hecho
escapa del ámbito de las ciencias naturales.
Dentro de los enfoques materialistas, por ejemplo, todos los modelos teóricos explican al
cerebro como si fuera algún tipo de mecanismo. Si el modelo es hidráulico, dióptrico o cibernético,
es secundario. Esto quiere decir que, quien explique el mundo en términos mecanicistas, sólo
podrá imaginar al cerebro funcionando como un mecanismo. Este concepto es tan decisivo que
aún dentro del idealismo de hoy se tiene que tomar en cuenta, aunque fuera sólo implícitamente,
que el cerebro es el órgano de la mente, aunque se le imagine como una caja negra o una
sucesión de ellas.
En realidad, aun los modelos planteados dentro de la psicología, son parte del desarrollo de
una visión física tanto del cerebro como del movimiento corporal. Pues si bien función es la
capacidad de acción o la acción propia de los seres vivos, no es que se haya tomado el concepto
de acción en su sentido familiar de facultad de hacer alguna cosa, de acometer o defenderse, ni
en el sentido figurado de potencia o poder de una persona o entidad influyente, ni el concepto de
función propia de los cargos y oficios de las personas; el concepto de función, decíamos, ha sido
tomado en su sentido físico de energía que produce un cierto efecto, como son las funciones de
las máquinas o instrumentos. De allí los conceptos de energía vital, carga instintiva, y por lo mismo
la importancia de la relación entre la energía química y eléctrica de las células nerviosas y la
energía de la mente. Sólo así se explica la amplitud del concepto de función, y por se habla desde
la función del ADN, del hígado, hasta las funciones mentales y las funciones de las personas en la
sociedad.
Esta extensión de la concepción física del mundo a la explicación del cerebro y la mente, es
evidente en todos los modelos del cerebro. Haremos, sin embargo, un distingo entre los modelos
esencialmente físicos y los modelos fisiológicos, comprobando al mismo tiempo que no se han
propuesto modelos psicológicos del cerebro.
Proc.
Objet.
Proc.
Mem II
Fig. 2.2. Modelo cognitivista del procesamiento de información, que comprende los procesos
sensoriales, perceptuales, de memoria primaria, memoria secundaria, selección de la respuesta,
control de la respuesta y los procesos efectores (Modificado de Welford, 1958)
CUADRO 1.1.1
CUADRO COMPARATIVO DE LOS MODELOS DEL CEREBRO
(Modificado de Magoun, 1964)
Jackson Pavlov Freud MacLean Luria Cognitivismo
I. Nivel Reflejos no Ello Cerebro del Unidad para Control de las
Inferior condicionados reptil regular el tono, emociones y la
la vigilia y los motivación
estados
mentales
II. Nivel Reflejos Ego Cerebro del Unidad para Representación
Medio condicionados mamífero recibir, analizar espacial del
y almacenar cuerpo y el
información medio exterior
III. Nivel Segundo Superego Cerebro del Unidad para Planificación de
Superior sistema de primate programar, los movimientos
señales regular y complejos y la
verificar la elaboración del
actividad pensamiento
La importancia de los modelos psicobiológicos ha sido dstacada por Bunge (Bunge y Ardila,
1985). Pero la ausencia de un modelo del sistema vivo ha imposibilitado una mejor formulación de
los criterios que se necesitan para su elaboración.
No deja de llamar la atención que en esta historia de la explicación de la relación mente-
cerebro haya habido una tímida progresión desde posiciones más biologistas hasta las más
culturalistas, pasando por los esquemas neurocibernéticos tomados de la tecnología industrial,
todas dentro de la esfera cientifico-natural de nuestro tiempo. Aunque es igualmente interesante
que estas posiciones monistas no han logrado minimizar la importancia de las concepciones
dualistas. No por algo la concepción dualista de Descartes ha sido el marco del paralelismo de
Jackson, del epifenomenalismo de Huxley y Vogt, y del interaccionismo de Penfield y Eccles,
todos ellos de connotada trayectoria en la investigación psicobiológica. Sucede que, en realidad,
hay algo que induce a las personas –incluidos los científicos– a intuir la existencia de la mente en
reemplazo del alma, pero sin proponer y menos lograr una respuesta que la niegue totalmente.
Esta actitud se aprecia claramente en la manera como se plantean las inquietudes sobre el
problema. Por ejemplo, haciendo alusión al papel central que tienen los “conceptos mentales” en
la comprensión de la función cerebral, Posner y Petersen (1988) citan textualmente al Premio
Nobel Roger Sperry, quien evidentemente está preocupado en el tema desde 1951, cuando dice al
respecto:
“El control de abajo hacia arriba se mantiene, pero ello no nos asegura tener toda
la historia. La explicación completa requiere tomar en cuenta propiedades
emergentes, previamente inexistentes, que incluyan lo mental, las que interaccionan
causalmente a su propio nivel superior y también ejercen un control causal de arriba
hacia abajo.”
Una cuestión elemental es que para el común de las personas existe una especie de
consenso y todo el mundo admite la existencia del alma y el cuerpo, aunque ciertamente en los
últimos tiempos la atención se centra más en la mente y el cerebro. El enfoque psico-somático en
psiquiatría y medicina ha sido tal vez uno de los intentos más recientes para aceptar la existencia
de estos dos niveles de la realidad humana y de aceptar por lo menos en la práctica médica la
unidad de estos dos niveles del individuo. Desafortunadamente, la misma práctica se encargó de
demostrar que más allá de la idea de que el todo es más que la suma de sus partes, nada decisivo
aportó el enfoque nacido de una necesidad largamente insatisfecha: la de respetar la unidad e
integridad de la persona, y por ende, su dignidad.
La humanidad ha sostenido muchas ideas falsas por mucho tiempo, pero en este caso,
independientemente de lo que propongan las religiones, la mayoría de las personas, incluyendo a
los reduccionistas más serios, por sentido común tenemos la experiencia vital de que nuestra
mente existe como tal. Como también el espíritu, y que el hombre es inmortal porque deja sus
ideas aunque fuera sólo para sus allegados: y es que los hombres pueden dejar cartas, sus cosas,
algo espiritual o material, en todo caso, algo hecho por él, algo que así lo inmortaliza. Nadie podría
argumentar diciendo que esta vivencia, experiencia o noción cartesiana de que pensamos, o mejor
dicho, que percibimos, imaginamos, pensamos y actuamos, no existe realmente. La cuestión es
entonces tratar de definir la naturaleza de esta realidad, no como hace la psicología tradicional
dentro del marco del sentido común, sino saliéndonos de él. Así, por ejemplo, no podemos definir
el pensamiento como si fuera solamente razonar, resolver problemas, generalizar, analizar,
sintetizar, etc.; de modo que si se pregunta cómo se razona, resuelven problemas, generaliza,
analiza, sintetiza, etc., la respuesta sea, simplemente, pensando.
Por nuestra parte, ya hemos definido la naturaleza de la información (Véase: Ortiz, 1994,
1997, 1998, 2000), y sobre la base de este concepto hemos definido la naturaleza de la evolución
del sistema vivo y del hombre. Por tanto ya no nos será difícil entender, desde nuestro punto de
vista, que la información social explica la actividad personal, la actividad consciente y la actividad
cerebral de los hombres. En efecto, se puede explicar no sólo la evolución del sistema vivo, sino
también el desarrollo de la sociedad y la transformación del hombre en personalidad a través de la
reestructuración de su cerebro por efecto de la información social una vez que fue transcrita en
información psíquica consciente y codificada como tal en la red neocortical.
También desde un primer momento hemos visto que la información implica que el sistema del
individuo humano tiene, como cualquier otro sistema vivo, una doble determinación: genética y
cinética. Hemos destacado muy especialmente que los hombres tienen un nivel de organización
superior en comparación con los animales superiores, y que este nivel corresponde al neocórtex
cerebral, cuya estructura es determinada a partir de la información psíquica inconsciente y se
desarrolla a base de la información social. Por lo tanto, el cerebro humano, en tanto soporte de la
actividad psíquica personal, tendrá los dos niveles de organización de naturaleza psíquica que ya
hemos definido previamente, de los cuales el nivel superior corresponde al de la conciencia cuya
estructura depende de la estructura de la sociedad, en tanto la refleja cinéticamente.
Elaborar esta propuesta no hubiera sido posible sin haber definido previamente la naturaleza
de la información en la forma que lo hemos hecho. Las premisas expuestas nos van a permitir
elaborar un modelo humanista del cerebro, en sentido estricto, un modelo del cerebro personal
socialmente determinado. Con este enfoque pretendemos comprender y explicar de una manera
más integrada y consecuente su actividad teniendo en cuenta que puede ser estudiado desde
diversos puntos de vista, primordialmente como soporte de la actividad psíquica personal con sus
dos niveles de organización: psíquico inconsciente y psíquico consciente. Por tanto, una vez que
ya hemos explicado la naturaleza de los procesos de nivel inconsciente (Cuaderno N° 3), queda
por reseñar la explicación sociobiológica de la conciencia. En este caso, por consiguiente, se trata
de estudiar el neocórtex cerebral como soporte activo de la conciencia desde los cuatro puntos de
vista enumerados en el cuadro 1.1.2.
CUADRO 1.1.2.
EL NEOCÓRTEX COMO SOPORTE ACTIVO DE
LA CONCIENCIA
El estudio del cerebro, en tanto sistema que almacena y procesa información psíquica
consciente, debe comprender entonces un examen y una reinterpretación de la evidencia
disponible acerca de la organización de las redes neurales que lo conforman sobre la base de un
modelo, que resulta ser justamente la estructura de la actividad consciente.
Vamos a considerar al neocórtex cerebral humano como un sistema relativamente aislado que
almacena y procesa información social codificándola y almacenándola como información psíquica
consciente. Debemos recordar, entonces, que como todo sistema tiene un aspecto estructural y
otro de actividad; tiene igualmente una organización vertical y otra horizontal; así como vías o
canales de entrada y de salida para cada nivel de su organización, y que esta organización del
neocórtex humano refleja todos los niveles de organización del sistema de la personalidad. Esta
situación de privilegio es consecuencia de que el cerebro almacena las distintas clases de
información social en la forma de sentimientos, conocimientos y motivaciones, en los respectivos
componentes de la conciencia –afectivo, cognitivo y conativo–clases de información que las
procesa e integra en los planos de la percepción, la imaginación, el pensamiento y la actuación.
Finalmente veremos que a través de su actividad se estructuran los componentes de la
personalidad: el temperamento, el intelecto y el carácter.
Como tenía que ser, la organización psíquica consciente del cerebro humano –como la de
todo el sistema nervioso, y de todo el individuo– tiene que reflejarse en toda obra de material
inerte que los hombres han sido capaces de hacer, en cuanto estas obras, como son utensilios,
herramientas y máquinas, son producto de la acción social de los hombres. Aprovechamos
entonces de esta circunstancia para usar nuestras propias obras como modelos analógicos del
cerebro, para comprender así algo más acerca de su estructura y actividad. Por eso tiene sentido
imaginar que el cerebro es como una computadora, pero no diremos que lo es, pues es muy cierto
que esta máquina tiene un parecido a la actividad humana, ya que es resultado de ella, en el
mismo sentido que una cuchara de madera labrada refleja la actividad manual de un hombre que
lleva el agua a su boca. Por lo mismo, así como cuando un científico encuentra un artefacto con
ciertas características en una excavación, y deduce que fue hecha por hombres de tal o cual nivel
cultural, así también podemos decir que este objeto no sólo refleja la actividad social de tales
hombres, sino que el mismo objeto fue modelo de desarrollo de la actividad de quienes lo hicieron.
La realidad es que los hombres no han podido ni pueden hacer nada que no se parezca a ellos
mismos, incluyendo sus mitos. Lógicamente que en la etapa actual de nuestra historia, los
artefactos ya reflejan no sólo la actividad individual de un hombre, sino, en primer lugar, a la
estructura y la actividad de toda la sociedad en su conjunto. En sentido estricto, la computadora
refleja al sistema social actual, lógicamente a través de la actividad de ciertas personas; pero
también, recíprocamente, el funcionamiento de la computadora viene a ser modelo de desarrollo
de la sociedad.
Esperamos que esta digresión nos permita acentuar las diferencias y no las semejanzas entre
nuestros modelos y el verdadero objeto de nuestro estudio. Así, cuando se compara el cerebro
con la computadora, en vez de creer que el cerebro tiene unidades separadas de almacenamiento
y de proceso, igual que el artefacto, debemos suponer que sea posiblemente cierto que las
unidades que componen al cerebro son al mismo tiempo de almacenamiento y de proceso.
SECCIÓN 2
c) Receptores
Los receptores sensoriales interoceptivos son terminaciones libres distribuidas en todas las
vísceras y los vasos sanguíneos, y terminaciones nerviosas especiales localizadas en lugares
estratégicos de los vasos sanguíneos e inclusive dentro del sistema nervioso central. Estos
receptores son: 1) Quimiorreceptores, que transducen la reducción de niveles de glucosa,
aminoácidos y ácidos grasos en las vísceras y la sangre (que se encuentran en las mismas
vísceras y el hipotálamo), y de oxígeno en la sangre (localizados en el cuerpo carotídeo). 2)
Osmorreceptores, que detectan la presión osmótica de la sangre, que depende de la
concentración de sodio principalmente (se encuentran en el hipotálamo). 3) Mecanorreceptores
(baroceptores) que detectan la presión sobre las paredes de las vísceras huecas y los vasos
sanguíneos (en el seno carotídeo para la presión intravascular). Receptores especiales son los
baroceptores que detectan la presión intraluminal del recto y de la vejiga de los que dependen las
sensaciones de defecar y orinar, respectivamente.
d) Vías aferentes
Las señales sensoriales de los sistemas interoceptivos, generales y especiales, siguen las
fibras nerviosas sensitivas del sistema simpático y del parasimpático. La vía sensorial del sistema
simpático tiene sus cuerpos celulares en los ganglios raquídeos e ingresa a la médula espinal para
hacer contacto con neuronas de la parte posterior del asta intermediolateral. Los axones de estas
células constituyen la vía sensitiva visceral ascendente que se forma por múltiples relevos hasta
llegar al tronco encefálico. La vía parasimpática forma la parte sensorial del parasimpático sacro
que se une a la vía sensitiva visceral ascendente y la parte sensorial del nervio vago que llega
directamente al bulbo raquídeo.
Es posible que la mayor parte de la vía sensitiva visceral haga escala en el núcleo del tracto
solitario y la formación reticular del bulbo raquídeo. La vía debe proseguir hasta el tálamo medial,
el hipotálamo y la amígdala, haciendo múltiples escalas en neuronas del puente y el mesencéfalo.
Todas estas formaciones nucleares tienen conexiones con núcleos motores para formar redes
locales cuyas salidas motoras inervan los sistemas viscerales, y así intervienen en la expresión de
diversas clases de respuestas funcionales viscerales generales y regionales, así como gestuales
de tipo emocional, como veremos más adelante para la regulación de la respiración, la circulación
y la micción, y para la integración de las reacciones de la tos, la náusea y el vómito.
Sin duda que los sistemas funcionales correspondientes a cada modalidad abarcan desde los
receptores sensoriales viscerales hasta el paleocórtex límbico. El problema es que poco sabemos
acerca del trayecto de estas vías sensoriales en el hombre, a tal punto que se ha supuesto que las
sensaciones psíquicas afectivas respectivas se generan en el tálamo, el hipotálamo o la amígdala.
Es verdad que las vías ascienden hasta estas formaciones nucleares subcorticales; pero también
es verdad que éstas están interconectadas con las áreas paleocorticales límbicas. En los
vertebrados inferiores, estos mismos núcleos forman redes más amplias con el hipocampo y es
posible que así generen sensaciones psíquicas parecidas a las de los mamíferos.
e) Áreas receptivas
Aunque no disponemos de mapas precisos sobre la distribución de las vías sensoriales que
parten de los núcleos subcorticales mencionados y alcanzan la corteza cerebral, hay evidencias
indirectas de que las áreas receptivas primarias de la sensibilidad visceral se distribuyen en el
paleocórtex límbico del lóbulo de la ínsula. Es posible que las vías sensoriales respecto de la
pulsión sexual alcancen las áreas septales del paleocórtex frontal. En estas áreas corticales se
generan las sensaciones afectivas de naturaleza psíquica (inconsciente) de las submodalidades
que ya han sido señaladas.
2.1.2. Sistemas de la sensibilidad visceral exteroceptiva
Es evidente que algunas formas de sensibilidad exteroceptiva tienen una clara relación con el
mantenimiento de la homeostasis y la reproducción, es decir, una bien definida relación con las
actividades viscerales y metabólicas internas. Y si bien anatómica y objetivamente las vías
sensoriales acompañan a los sistemas de la sensibilidad somática, desde los puntos de vista
funcional y psíquico, más esenciales, ellos tienen una íntima relación con el sistema psíquico
afectivo que estamos estudiando.
b) Modalidades
Las modalidades sensoriales afectivas son: la sensibilidad tactil afectiva (o protopática) con
sus submodalidades las cosquillas, el prurito o comezón y la sensual o sexual que se genera en
los genitales, las mamas, los labios y otras zonas cutáneas erógenas; la sensibilidad térmica (con
sus submodalidades del calor y el frío), y la sensibilidad dolorosa.
c) Receptores
Todos los receptores sensoriales de la sensibilidad visceral exteroceptiva son terminaciones
axonales libres: unos son mecanorreceptores distribuidos entre las células de la epidermis y
alrededor de la raíz de los vellos, y entre las células de las mucosas (sobre todo de la córnea, los
labios y los genitales externos, del glande y la vagina). Otros son termorreceptores (para el frío,
para el calor). Los nociceptores son en su mayoría quimiorreceptores (sensibles a sustancias
como histamina, bradiquinina, serotonina, prostaglandinas, enzimas proteolíticas, iones K y
algunos ácidos); otros son mecanorreceptores y termorreceptores específicos para el dolor.
d) Vías aferentes
Las vías sensoriales que se inician en los receptores siguen los nervios sensitivos junto a los
nervios somáticos. Se trata de fibras delgadas Aδ y C que ingresan a la médula por las raíces
posteriores; al entrar se dividen en ramas ascendentes y descendentes (que forman el fascículo
de Lissauer); luego penetran al asta posterior de la médula para hacer sinapsis con neuronas de
las láminas I, II y III de Rexed.
Los axones de estas neuronas forman los haces espinotalámicos que, después de cruzar la
línea media, ascienden en la columna anterolateral, siguen hasta el tronco encefálico para hacer
sinapsis con neuronas de los núcleos medial y posterolateral del tálamo y varios núcleos del
hipotálamo. También forman redes locales conforme ascienden en el tronco encefálico y alcanzan
los núcleos subcorticales mencionados; de éstas dependen las respuestas igualmente locales
como el vómito y la tos; las respuestas corporales al frío y al calor, la erección del pene, el clítoris,
los pezones durante la excitación sexual; respuestas viscerales por las que se modifica la
actividad digestiva, cardiaca, respiratoria, circulatoria (especialmente la presión arterial) ante
estímulos de esta forma de sensibilidad visceral, las respuestas gestuales –copulatorias, del miedo
y la furia– ante los estímulos adecuados.
e) Áreas receptivas
Las neuronas del tálamo se proyectan finalmente a la denominada área sensorial II que ocupa
el opérculo parietal que se continúa con el área posterior de la ínsula o área retroinsular que es
una corteza sensorial de tipo visceral, exteroceptiva y gustativa. Es posible que algunas vías
sensoriales en relación con la sensibilidad genital y sensual más general tengan su área receptiva
en la porción anterior de la corteza parahipocámpica y del área septal, en estrecha relación con la
olfación.
b) Sub-modalidades
No hay acuerdo sobre cuales son las submodalidades fundamentales de la olfación; pero más
comúnmente se acepta que son los olores acre, almizclado, canforáceo, etéreo, floral, mentolado y
pútrido.
c) Receptores
Las células receptoras de la olfación son neuronas sensoriales muy modificadas que se
encuentran en la mucosa olfatoria: constan de una gruesa dendrita que se proyecta hacia la
superficie de la mucosa; aquí se divide en cilias que emergen (a modo de penacho) dentro de una
capa de mucus que segregan las células vecinas. De este modo, al disolverse en este mucus las
moléculas de la sustancia olorosa se pueden ligar a los quimiorreceptores de las cilias y activar en
estos los cambios bioquímicos celulares que generan las señales sensoriales que codifican la
sustancia. Se han identificado más de 50 variedades de estos receptores, pero el modo como las
señales codifican la diversidad de sustancias no se conoce cabalmente. En su mayoría son
receptores metabotropos que abren canales iónicos por medio de segundos mensajeros.
d) Vías aferentes
Los axones de las células sensoriales de la mucosa olfatoria forman pequeños manojos que
son los verdaderos nervios olfatorios. Estos penetran a la cavidad craneal (a través de la lámina
cribosa del hueso frontal) y entran en el bulbo olfatorio. Este es un núcleo laminar (se dice también
que es una corteza primitiva, reducida a su mínima expresión en el hombre) donde los axones de
los nervios olfatorios hacen contacto sináptico (de tipo glomerular) con neuronas mitrales. Los
axones de estas células forman el tracto olfatorio. Éste se divide en las estrías olfatorias lateral,
intermedia y medial que en parte se distribuyen en varias formaciones nucleares subcorticales
como la amígdala y en parte en el paleocórtex límbico del cerebro: la estría medial en la parte
interna del lóbulo frontal y la estría lateral en la parte medial y anterior del lóbulo temporal (en el
uncus principalmente).
e) Áreas receptivas
En realidad, las estructuras olfatorias que constituyen el bulbo, el tracto y las estrías son
estructuras nucleares (que usualmente se la consideran como arquicórtex) que se conectan con
otros núcleos subcorticales adyacentes y se proyectan a las áreas paleocorticales del cerebro
basal. Esta corteza, que también se conoce como rinencéfalo, está muy reducida en el cerebro
humano y así se ha convertido en una forma de sensibilidad de corto alcance.
Puede afirmarse que el paleocórtex del uncus es el área receptiva de la olfación en el hombre,
dado que pacientes con lesiones de esta estructura presentan crisis epilépticas llamadas
uncinadas, que consisten en alucinaciones olfatorias (perciben olores de sustancias que no están
presentes), lo cual indica que las redes corticales para las sensaciones afectivas que llamamos
olores, se encuentran en la corteza temporal medial.
Además, esta área temporal anteromedial se proyecta al tálamo y al neocórtex orbitario
posterolateral y así se integra dentro del neocórtex paralímbico afectivo. Este componente
posiblemente interviene en diversas formas de aprendizaje asociativo (para las aversiones, los
gustos, por ejemplo). La parte posteromedial de la corteza frontal, que comprende el área septal
(la región subcallosa y la zona adyacente) y el área paraolfatoria, se conecta con los núcleos
septales, el hipotálamo, la amígdala y resto del sistema límbico. Al parecer, esta vía de entrada
olfativa se integra dentro del paleocórtex límbico y así interviene en la generación de respuestas
emotivas elementales.
f) Vías eferentes
Aunque las vías sensoriales eferentes de los sistemas de la sensibilidad interoceptiva no nos
son conocidas, el sistema de la olfación tiene una vía eferente que procede de la corteza cerebral
basal y termina en el bulbo olfatorio, haciendo sinapsis directas e indirectas (por medio de
interneuronas) con las dendritas de las células mitrales que forman los glomérulos. Esta vía
posiblemente modula, facilita o inhibe el paso de las señales sensoriales hacia el cerebro.
b) Submodalidades
Hay acuerdo en que las submodalidades gustativas básicas son los sabores agrio, amargo,
dulce y salado.
c) Receptores
Los quimiorreceptores gustativos, que al parecer son en número de 13, se encuentran en las
yemas gustativas. Éstas están formadas por células epiteliales ciliadas ubicadas en las papilas
gustativas del dorso de la lengua, el paladar, las encías y la parte oral de la faringe. Estas células
están envueltas por las terminaciones nerviosas libres de los nervios gustativos, y así se forman
contactos sinápticos entre ambas. La transducción sensorial en dichos receptores se produce por
ligación de las moléculas de la sustancia presente en la superficie de la mucosa oral a receptores
específicos para ciertas clases de sustancias: sea por apertura de canales directos o por
segundos mensajeros, el ingreso del Ca al interior de la célula moviliza algún neurotransmisor que
genera potenciales postsinápticos en las terminaciones axonales de los nervios gustativos.
d) Vía aferente
Luego las señales sensoriales que codifican las características químicas de la respectiva
sustancia se propagan a través de los nervios VII, IX y X. Los axones de los ganglios sensoriales
de estos nervios penetran en el bulbo para hacer sinapsis con neuronas del núcleo gustativo que
es parte del núcleo del tracto solitario (que ya sabemos es un núcleo sensorial visceral). Las
neuronas de este núcleo envían sus axones al hipotálamo, al núcleo amigdalino y a la corteza
receptiva correspondiente.
e) Área receptiva
La vía gustativa termina en el paleocórtex insular posterior y parietal opercular, junto a las
áreas de las vías viscerales exteroceptivas generales. En esta área cortical sus redes neurales
han codificado las sensaciones afectivas gustativas que denominamos sabores.
CAPÍTULO 2.2
Una vez que hemos estudiado los sistemas de la sensibilidad visceral-afectiva, tenemos que
explicar la estructura del sistema de memoria que almacena y procesa la información psíquica
afectiva inconsciente, para luego explicar los procesos de integración subcortical que subyacen a
la actividad afectivo-emotiva, es decir, al procesamiento cortical de esta clase de información
psíquica en cuanto organiza el resto de la actividad individual (para finalmente estudiar los
procesos de la motilidad a través de los cuales el individuo se expresa emotivamente).
Aunque desde nuestro particular punto de vista la personalidad tiene dos niveles psíquicos de
organización: uno afectivo-emotivo inconsciente y otro afectivo-emotivo consciente, aquí nos toca
revisar sólo la actividad afectivo-emotiva inconsciente. Pero antes debemos revisar críticamente
las teorías clásicas acerca de la emoción.
El sistema cognitivo humano, de modo similar al sistema afectivo, también tiene los dos
niveles neocortical consciente y paleocortical heterotípico inconsciente. Este último, motivo de
estudio en este capítulo, comprende: 1) los procesos funcionales de la sensibilidad somática, 2) el
sistema de memoria cognitivo-ejecutiva paleocortical con sus redes de integración subcortical y 3)
los procesos funcionales de la motilidad somática.
Aunque en la neurofisiología clásica este sistema se le estudia como parte de la actividad
neocortical, es evidente que se encuentra al mismo nivel inconsciente del sistema afectivo-emotivo
del paleocórtex límbico.
La clase de información psíquica que procesa este sistema en el nivel inconsciente son las
sensaciones cognitivas, que son de naturaleza diferente de los conocimientos que corresponden al
nivel consciente. De esta clase de información depende la actividad de orientación del individuo
hacia su entorno inmediato o local.
CAPÍTULO 3.1.
No está demás recordar que el término somático, que en sentido estricto quiere decir cuerpo,
aquí lo usamos en un sentido restringido para referirnos a los sistemas de los órganos de los
sentido, la piel, los huesos, las articulaciones, los músculos y el tejido conectivo que llena los
espacios entre ellos. Esto tampoco significa que los componentes visceral y somático se puedan
separar completamente. Para citar un solo ejemplo, recordemos que los vasos sanguíneos que
corresponden al componente visceral, se distribuyen en todo el componente somático.
Las señales sensoriales que procesan los sistemas de la sensibilidad somática reflejan los
sucesos del espacio, intrapersonal y extrapersonal, y luego determinan la información psíquica
cognitiva que finalmente se refleja en los procesos de la motilidad somática. Los componentes de
la sensibilidad somática son dos: el sistema propioceptivo (interoceptivo somático) y el sistema
exteroceptivo.
b) Modalidades
Comprende dos modalidades se sensación: 1) la cinestesia respecto del desplazamiento
corporal y segmentario, y 2) la sensibilidad postural respecto de la posición estática corporal y
segmentaria.
c) Receptores
La superficie receptora está segmentada en miótomos (grupos musculares) y esclerótomos
(regiones ósea, articular y de tejido conectivo) que son inervados por las neuronas sensoriales de
un ganglio raquídeo y que corresponden a un segmento medular.
Los receptores propioceptivos son mecanorreceptores musculares: los husos musculares
(situados dentro de la masa de los músculos estriados) y los órganos tendinosos de Golgi
(situados en el extremo tendinoso de los músculos) y articulares: terminaciones libres y
encapsuladas situadas en la cápsula articular y los ligamentos de cada articulación.
d) Vías aferentes
Las señales sensoriales propioceptivas siguen los nervios sensitivos somáticos. La vía
sensorial central tiene dos escalas de relevo: la primera neurona de los ganglios raquídeos envía
sus axones por las raíces posteriores respectivas, ingresan a la médula y sin hacer sinapsis
alguna ascienden a lo largo de las columnas posteriores hasta hacer contacto con la segunda
neurona de los núcleos cuneatus y gracilis del bulbo raquídeo. Los axones de estos núcleos se
decusan en el bulbo y siguen su ascenso formando el lemnisco medio del tronco encefálico hasta
tomar contacto con la tercera neurona de los núcleos talámicos ventrales posteriores. Estas
neuronas finalmente proyectan sus axones a las áreas receptivas del lóbulo parietal.
Otra vía aferente se origina en el núcleo mesencefálico del V y el componente sensorial de los
nervios III, IV, VI, VII, IX. X, XI y XII que inervan los músculos estriados de los ojos, la cara, la
lengua, la faringe y laringe, y el cuello.
e) Áreas receptivas
Las áreas receptivas de la sensibilidad propioceptiva son parte del área sensitiva somática (S-
I), específicamente las áreas 3a y 2 de Brodmann, localizadas en la circunvolución parietal
ascendente, que es un paleocórtex heterotípico granular.
f) Vías eferentes
Neuronas de estas áreas parietales y posiblemente de otras relacionadas, envían axones que
descienden para hacer sinapsis con neuronas intercaladas que a su vez inervan los núcleos de
relevo del tálamo y los núcleos cuneatus y gracilis.
b) Receptores
Los receptores vestibulares son mecanorreceptores de dos clases: 1) células ciliadas de la
cresta ampular de los conductos semicirculares, y 2) células ciliadas de las máculas del utrículo y
el sáculo, sobre las cuales flotan los otolitos o estatoconia. Como los conductos semicirculares
contienen líquido endolinfático, los desplazamientos de la cabeza o el cuerpo como los señalados
arriba, producen un desplazamiento de sentido contrario del líquido y así son desplazadas las
cilias de las células receptoras. El movimiento mecánico de éstas produce la apertura de canales
iónicos y la generación de potenciales de receptor. Algo parecido ocurre en las máculas, donde la
esteatoconia se desliza y desplaza las cilias produciendo efectos similares.
c) Vía vestibular
Las señales sensoriales generadas siguen el nervio vestibular cuyas células se encuentran en
el ganglio vestibular. Los axones prosiguen hasta penetrar al bulbo donde hacen sinapsis con los
núcleos vestibulares. A partir de estos, las vías vestibulares secundarias se dirigen al tálamo, a los
núcleos oculomotores, al componente vestibular del cerebelo y a la médula espinal. Estas redes
intervienen en el mantenimiento y corrección de la postura corporal erecta, y para la coordinación
de los movimientos de los ojos y el cuello. La vía que termina en el núcleo posterolateral del
tálamo continúa hasta la corteza parietal.
d) Área receptiva
El área receptiva vestibular se encuentra en la circunvolución parietal inferior, áreas 3a y 2v
del lóbulo parietal.
b) Modalidades:
La sensibilidad somática general comprende varias submodalidades:
1. El tacto cognitivo (epicrítico)
2. La presión o barestesia
3. La vibración o palestesia
A partir de estas señales se generan las sensaciones cognitivas más complejas de peso,
textura, humedad, movimiento sobre la piel, y las de forma, tamaño, número y naturaleza del
estímulo.
c) Receptores
La superficie receptora de la piel también está segmentada en dermátomos, es decir, áreas de
piel y tejido subcutáneo inervada por neuronas de un ganglio raquídeo, cuyos axones forman una
raíz dorsal. Estas raíces son en número de 8 cervicales, que inervan el cuello y los miembros
superiores; 12 torácicos para el tórax y el abdomen; 5 lumbares, 5 sacros y 1 coccígeo para los
miembros inferiores y el periné. La cara y la parte anterior del cuero cabelludo son inervadas en su
mayor parte por el nervio craneal V o trigémino.
Los receptores táctiles son mecanorreceptores distribuidos en dos planos:
1) Los receptores superficiales de la piel, que son de dos tipos: a) De adaptación rápida: los
corpúsculos de Meissner que abundan en la piel de los dedos, los labios y la mucosa de la
lengua, y que codifican el contacto, el movimiento y la vibración. b) De adaptación lenta: los
corpúsculos de Merkel que codifican contacto y presión; estos receptores sensoriales
abundan en la piel de la cara palmar de las manos.
2) Los receptores profundos del tejido subcutáneo, que también son de dos tipos similares: a)
De adaptación rápida: los corpúsculos de Paccini, que codifican presión y vibración. b) De
adaptación lenta: son los corpúsculos de Ruffini, que abundan en la piel de los pliegues de
las articulaciones, y codifican presión y movimiento sobre la piel.
d) Vías aferentes
La vía aferente de la sensibilidad somática general sigue los nervios periféricos sensoriales.
Sus fibras son mielinizadas tipo Aβ principalmente.
La primera neurona de la vía procedente de la cara se encuentra en el ganglio sensorial del
nervio trigémino (V). Su primer relevo tiene lugar en los núcleos sensoriales del trigémino en el
bulbo raquídeo. Los axones de estas neuronas se decusan y se unen al lemnisco medio que
termina en el núcleo talámico ventral posterior.
Las neuronas de la vía procedente de la piel del cuello, tronco y extremidades se encuentran
en los ganglios raquídeos. Sus axones ingresan con las raíces posteriores y de inmediato
ascienden en las columnas posteriores hasta hacer sinapsis con neuronas de los núcleos
cuneatus y gracilis del bulbo. Los axones de estas neuronas se decusan y forman el lemnisco
medio que asciende y termina en el núcleo ventral posterior del tálamo.
Las neuronas talámicas proyectan finalmente sus axones a la corteza sensorial del lóbulo
parietal.
e) Áreas receptivas
Las áreas corticales receptivas forman el área S-I. Las vías terminan específicamente en las
áreas 3b, 1 y 2, junto a las terminaciones de la vías propioceptiva.
f) Vías eferentes
Desde la corteza parietal descienden vías sensoriales eferentes que por medio de
interneuronas inervan a neuronas de los núcleos sensoriales talámicos y de los núcleos cuneatus
y gracilis.
c) La vía auditiva
Las neuronas del nervio auditivo forman el ganglio espiral que se encuentra dentro del eje
óseo del caracol. El nervio auditivo se une al nervio vestibular y así forman el nervio VIII que
alcanza el bulbo raquídeo. Debido a la distribución tonotópica del órgano de Corti ya mencionada,
las señales sensoriales respecto de las distintas frecuencias de energía sonora se propagan por el
nervio auditivo de tal modo que los tonos más altos hasta los más bajos siguen ordenadamente
sus propias fibras nerviosas.
La segunda neurona de la vía auditiva se origina en los núcleos cocleares, dorsal y ventral. La
distribución de las vías auditivas en el tronco encefálico es bilateral, y sólo algo más de la mitad de
las fibras se decusan al lado opuesto. La vía tiene varios núcleos de relevo, que son: los núcleos
del cuerpo trapezoide, los núcleos olivares superiores, el núcleo del lemnisco lateral, el tubérculo
cuadrigémino inferior y el núcleo geniculado lateral del tálamo. En estos núcleos se mantiene la
distribución tonotópica del órgano de Corti, pues las neuronas de estos núcleos están organizadas
en láminas de isofrecuencia (una capa de células para una misma frecuencia).
Es una característica de estos núcleos tener conexiones entre sí en el mismo nivel y con otros
núcleos del tronco encefálico para formar redes locales de las que dependen diversas formas de
reacción segmentaria, como las de orientación (desviación de los ojos y la cabeza a un estímulo
auditivo), de parpadeo ante un ruido intenso, de ajuste de los músculos del tímpano a la intensidad
del sonido. En este último caso, fibras nerviosas del nervio facial inervan los músculos del oído
medio que sirven para mantener la tensión del tímpano y de la cadena de huesecillos en
respuesta a un ruido intenso. Además, las neuronas de los núcleos olivares y del cuerpo
trapezoide están especializadas para detectar las diferencias de intensidad y de tiempo de arribo
de las ondas sonoras a cada oído, para generar señales que serán usadas en la localización de la
fuente del sonido en el espacio que rodea al oyente.
e) Vías Eferentes
Las vías sensoriales eferentes del sistema auditivo son posiblemente las mejor estudiadas y
conocidas, pues se las ha podido trazar anatómicamente desde la corteza hasta el órgano de Corti
del oído interno. La vía se inicia en la corteza sensorial auditiva y descienden haciendo escala en
varios de los núcleos de la vía auditiva que hemos mencionado. Parte de esta vía eferente hace
escala en neuronas intercaladas que inervan las neuronas sensoriales del tálamo; otras inervan
los núcleos olivares superiores y una vía eferente olivococlear (de la oliva a la cóclea) que forma
parte del nervio auditivo se proyecta hasta el órgano de Corti donde inerva las células ciliadas
mismas. Esta vía interviene en el filtrado y modulación de las señales auditivas desde el tálamo
hasta el órgano de Corti, procesos que son de fundamental importancia para la organización de la
ansiedad, la atención y la expectación.
b) Receptores
Los receptores para la energía electromagnética visible se encuentran en la retina, que es la
membrana que cubre la cara interna del globo del ojo.
El ojo es un sistema óptico, conformado por una secuencia de medios transparentes cuyo
objetivo es que la luz reflejada por los objetos lleguen lo más nítidamente posible, esto es, sin
difractarse, a la superficie de los receptores de la retina. Cuando una persona no tiene dificultad
alguna para ver nítidamente los objetos más pequeños posibles, se dice que tiene ojos emétropes.
Pero si una persona tiene ojos más grandes o más pequeños, o la córnea no es perfectamente
convexa, aparecen los llamados errores de refracción, como son la miopía, la hipermetropía y el
astigmatismo.
La sola conformación anatómica del ojo, sin embargo, no es suficiente para que la luz reflejada
por un objeto incida de modo perfecto en la superficie receptora de la retina. Para ello el ojo tiene
que adaptarse a los variados aspectos el estímulo luminoso. Primero, los ojos tienen que adoptar
la mejor posición para poder detectar el estímulo como uno solo; por lo que tienen que rotar en
una u otra dirección, hacia uno u otro lado, hacia arriba o hacia abajo, para dirigir la mirada y
detectar el estímulo visual. Segundo, la lente o cristalino, al no poder avanzar o retroceder para
que el objeto se refleje sólo en la retina (como hacen las cámaras fotográficas), tiene que ampliar
o reducir su grosor con este fin. Tercero, la pupila tiene que disminuir o aumentar su diámetro para
que penetre una cantidad adecuada de energía y se enfoque mejor a los objetos distantes y
cercanos. Y cuarto, los ojos deben converger al mismo tiempo para enfocar objetos cercanos, y
divergir para enfocar los objetos distantes.
Para lograr estas adaptaciones, disponemos de redes neurales que inervan los músculos del
cristalino, la pupila y de los propios globos oculares. Se tiene así una musculatura intrínseca para
las estructuras que dejan paso a los rayos de luz, y otra extrínseca para mover los ojos
horizontalmente de uno a otro lado, o verticalmente hacia arriba o hacia abajo en dirección al
estímulo. Además, una red central tiene que organizar la coordinación entre todas aquellas redes
más específicas.
La retina tiene una estructura laminar, en que se suceden, de fuera hacia adentro (hacia el
centro del ojo):
1. La capa pigmentaria, formada por células que contienen el pigmento negro melanina, que
sirven para absorber la energía luminosa. Estas células, además, almacenan vitamina A
que sirve para la síntesis del retinal, que es la molécula necesaria para la transducción de
la energía luminosa en señal sensorial visual
2. La capa de conos y bastones está formada por células nerviosas modificadas, con una
dendrita engrosada en la forma de cono o de cilindro. En esta parte de la célula, la
membrana se pliega de tal forma que se aprecia como si fuera una pila de láminas que
contienen los receptores de membrana sensible a la energía luminosa. Los conos se
concentran en la mácula y la fovea y tienen receptores para las tres bandas de energía
luminosa que corresponden a los colores azul, verde y rojo. Los bastones predominan en
el campo periférico de la retina y tienen receptores para todo el rango de energía y son
sensibles a la sola presencia o ausencia de la misma.
3. La capa de neuronas bipolares, son células interpuestas entre los axones de los conos y
bastones y las neuronas ganglionares. Células horizontales hacen sinapsis con los axones
de los conos y bastones. Células amacrinas hacen sinapsis con los axones de las células
bipolares.
4. La capa ganglionar contiene las neuronas ganglionares cuyos axones forman el estrato
óptico para luego reunirse cerca del centro de la retina para formar el nervio óptico. Éste
atraviesa el cráneo y sigue su curso hacia la base del cerebro.
La fotoquímica de la visión comprende una serie de reacciones físicas y químicas que se
inician con el arribo de la energía luminosa sobre los fotorreceptores de los conos y bastones. En
los bastones los receptores de membrana son moléculas de rodopsina formada por scotopsina y
retinal. Esta última molécula tiene la propiedad de cambiar su forma por acción de los fotones de
cualquier frecuencia. En los conos los receptores son fotopsinas cuya forma química se modifica
por la energía luminosa de diferente longitud de onda: de 445, 535, 570 ηm que se transducen
como azul, verde y rojo. De la combinación de las señales respecto de estas frecuencias resulta la
visión de los diversos colores que podemos distinguir.
La transducción sensorial que se produce en los conos y bastones es debida al efecto de la
oscuridad. Sucede que estas células sensoriales son hiperpolarizadas por efecto de la energía
luminosa, de tal modo que cualquier reducción de la energía (lo que ocurre cuando un objeto al ser
iluminado absorbe parte de la energía y por tanto refleja sólo parte de ella) despolariza la
membrana y genera un potencial graduado que se extiende a las células bipolares. Por eso es que
los conos y los bastones están parcialmente despolarizados en la oscuridad. En las células
bipolares el potencial de despolarización sigue siendo graduado y sólo la despolarización de las
células ganglionares pueden generar los potenciales de acción que constituyen las señales
sensoriales visuales.
Así como hemos hecho respecto de toda la actividad psíquica humana, también tenemos que
diferenciar entre la actividad productiva que depende de la información cognitiva consciente y las
acciones ejecutivas de nivel inconsciente a través de las cuales se expresa dicha actividad.
Luego, en un plano más periférico, diferenciaremos entre aquellas acciones ejecutivas y las
operaciones que realizan los efectores musculares como expresión final de la actividad productiva
de la persona. Por otro lado, no está demás recordar que estas operaciones deben diferenciarse
de los gestos que son las formas más elementales de actividad motora que dependen de la
actividad afectivo-emotiva y son parte de la expresión emocional. Al mismo tiempo que no
olvidamos que los gestos y las operaciones se efectúan de modo totalmente integrado dentro de
la actuación objetiva de la persona.
La actividad productiva consciente de los hombres se realiza entonces a través de la actividad
ejecutiva inconsciente y de los procesos de la motilidad somática. De todos estos procesos
depende la actividad somática externa, objetiva, muscular y osteoarticular del cuerpo que
comprende, además de las ya mencionadas más arriba, las operaciones motoras de la mirada, los
expresivos intencionales del rostro, la articulación de los sonidos orales, del habla y el canto, las
operaciones manuales de arrojar, jalar, manipular para descomponer y componer objetos,
construir casas, caminos, etc. y las acciones más complejas del atletismo, el baile, la artesanía y el
arte en general.
Los sistemas neurales para la ejecución de las operaciones de la motilidad ocular, bucal, de
manipulación, de bipedestación y marcha, comprenden varios sistemas funcionales, específicos
para:
1. El mantenimiento y ajuste de la postura contra gravedad, alinear la cabeza, tronco y
miembros para mantener la posición relativa de los segmentos corporales entre sí, y del
individuo en relación con el espacio y las cosas
2. La coordinación del desplazamiento de los segmentos entre sí en el espaciotiempo; redes
centrales que integran los esquemas posturales antes de iniciarse el movimiento
intencional
3. El inicio y optimización del accionar (que mejora con la práctica) de los segmentos
corporales o del cuerpo como un todo
4. La expresión integrada final o externa de gestos y operaciones motoras que conforman la
actuación objetiva de la persona.
Todas estas redes neurales de control de la motilidad que se inician en la corteza y terminan
en la médula, comprenden también las vías aferentes –cutáneas, vestibulares, musculares y
visuales– que proveen las señales de ajuste postural preestablecidas, pero que se modifican y
adaptan dependiendo de la experiencia y la situación actual.
La ejecución de las operaciones motoras dentro de la actividad cognitivo-ejecutiva es
principalmente objetual –es decir, en relación con los objetos– y se realiza a través del sistema
integrado de la motilidad somática. Este sistema transcribe la información psíquica cognitiva en un
programa de señales del cual depende la estructura de la actividad motora corporal actual, tal
como ocurre en un espaciotiempo. Mantenerse de pie o caminar, separar o juntar las partes de un
objeto, son operaciones motoras que tienen una distribución en el espacio (del cuerpo en su
entorno) y se desenvuelven en una secuencia que se da en el tiempo.
Podemos estar tan inmóviles como se quiera o se requiera, aunque no por mucho tiempo; de
inmediato realizamos alguna acción, como desplazarnos o mover algún segmento del cuerpo. En
estos casos el cuerpo adopta una postura o cambia de postura. Se dice que el cuerpo adopta una
postura, en primer lugar, cuando estamos inmóviles, sea acostados, sentados o de pie, en una
posición cómoda o incómoda, espontánea o forzada por alguna circunstancia, y en segundo lugar,
cuando al mover un segmento, el resto del cuerpo debe quedar fijo en una posición adecuada. Por
ejemplo, cuando se corta una hoja de papel con las tijeras, el cuerpo está seguramente inmóvil por
unos instantes, y al mismo tiempo que una mano fija su postura para sostener el papel, la otra
realiza la acción de cortar. Igual sucede al caminar: una pierna puede avanzar sólo cuando la otra
se mantiene fija por un instante. Para poder leer, los ojos deben moverse rápidamente de un lado
a otro de la línea escrita; pero mientras tanto el resto del cuerpo y las manos adoptan una postura
fija para sostener el libro o el papel escrito.
En realidad, las operaciones motoras nunca ocurren aisladas; hasta para mover un dedo, el
resto de la mano debe mantener una postura adecuada. También puede suceder que mientras un
segmento corporal realiza una operación, otro u otros estén realizando operaciones diferentes, y
que las operaciones que se ejecutan formen parte de una acción de rango más complejo. Por
ejemplo, la sola acción de colocar un objeto sobre la mesa implica un conjunto simultaneo y
seriado de operaciones en cada una de las articulaciones de los dedos, la muñeca, el codo, el
hombro, integradas en una sola acción, mientras el resto del cuerpo adopta una posición que
apenas cambia en los instantes en que se realiza dicha acción; por lo tanto, es lógico decir que
toda postura corporal momentánea también es parte de la acción o es una acción en sí.
Las acciones motoras a veces se las diferencia en acciones corporales y acciones
segmentarias o locales. Las primeras incluyen acciones coordinadas de todo o casi todo el cuerpo,
como caminar, trepar, saltar. Las segundas son acciones más focales, como mirar a uno u otro
lado, morder, masticar, coger, patear.
La ejecución de estas acciones depende de sistemas separados pero en constante interacción
que se han desarrollado sucesivamente en el curso de la evolución y desarrollo de las especies y
del hombre. El más primitivo es el sistema motor axial, cuya acción es más global que
segmentaria. El más reciente es el sistema motor distal, cuya acción es más selectivo y de mayor
precisión, más característico del hombre actual. De este último depende el desarrollo de las
destrezas manuales, aunque ambos pueden modificarse y ampliarse al aprender nuevas
habilidades corporales y manuales que requieren de una mayor integración, como jugar al fútbol,
bailar valet o tocar el piano.
Cuando se trata de explicar las funciones de las redes neurales de cuya actividad dependen
estas acciones motoras, debemos diferenciar entre la red neural que codifica el programa y la
ejecución del programa a través de redes neurales que dependen de él. Esta diferencia se aprecia
mejor cuando decimos “Pepe ya sabe caminar” y “Pepe está caminando”. La primera frase quiere
decir que esta persona tiene un programa codificado en un sistema de memoria dado, el cual, o
bien permanece fuera de uso por algún tiempo (cuando Pepe está dormido, por ejemplo), o bien
organiza la actividad actual en curso (cuando Pepe se desplaza de un lugar a otro).
Una cuestión importante al respecto es que las redes neurales de un programa motor están
organizadas por niveles de integración. Esta organización empieza durante la organogénesis
desde los niveles inferiores o periféricos, y termina con la psicogénesis en los niveles más
superiores o centrales, paleocortical inconsciente primero y neocortical consciente después: por
eso existen redes para la misma clase de operaciones motoras en la médula espinal, en el tronco
encefálico, en las formaciones nucleares subcorticales, así como también en las áreas corticales
motoras. La diferencia consiste en que los programas más periféricos, de la médula espinal, por
ejemplo, son más elementales y menos plásticos, aunque más rápidos e inmediatos en su
ejecución; mientras que los programas subcorticales y sobre todo los corticales son más
complejos, plásticos, cambiables y se ajustan con mayor precisión a las variaciones contingentes
del entorno local, aunque por lo general son menos rápidos en su ejecución.
Vista de otra manera, la organización funcional de las redes neurales motoras la podemos
imaginar formando cascadas jerárquicas que se relacionan tanto en sentido de entrada-salida,
como en sentido ascendente-descendente, desde el nivel consciente hasta el celular de las
neuronas y las fibras musculares. En efecto, así como se produce un flujo de señales neurales
desde la superficie receptora hacia las superficie efectora en cada segmento medular, así también
se produce un flujo real de señales en los sucesivos niveles hasta la corteza cerebral donde las
señales de las áreas receptivas posteriores fluyen hacia las áreas motoras anteriores, tanto en los
sistemas paleocorticales afectivo y cognitivo, como en el nivel neocortical de la conciencia.
Y así como hay un flujo de señales de un segmento a otro de la médula, así también las
señales neurales ascienden y descienden en los sucesivos niveles superiores de integración,
como sucede entre los núcleos subcorticales y las áreas paleocorticales, entre éstas y el
neocórtex de los sistemas afectivo y cognitivo, y entre éstas y el sistema conativo en el nivel
consciente.
Pero tan o más importante que esta organización espacial de las estructuras que determinan
la actividad de los efectores musculares, es que estas mismas estructuras cambian en el tiempo,
en un tiempo que no empieza con una idea o una decisión, ni mucho menos con un estímulo, sino
que se dan en el tiempo personal acoplado a los tiempos físico y social. Por eso podemos decir
que la actividad motriz –que expresa la actividad consciente de la persona– sólo es parte de la
historia de la persona. Esto significa que los cambios de estructura que referimos, no se suceden
de un punto a otro del sistema nervioso sino como abstracciones, como idealizaciones deducidas
de una circunstancia o de un experimento. En el curso de la historia real de la persona, los
cambios tienen que ser necesariamente simultáneos y sucesivos en todos los niveles de su
organización interna. Y si bien podemos asegurar que una decisión consciente precede a una
acción motora, no podemos negar que la ejecución de una acción también precede a una decisión
consciente.
Es pues importante tomar en consideración los procesos verticales –de sentido epigenético y
de sentido cinético– que determinan la organización de la actividad de un nivel a partir de la
información del nivel inmediato inferior o a base de la información del nivel inmediato superior.
Sólo cuando se obvia o no se toma en cuenta esta organización de los distintos niveles de la
actividad neural, se producen explicaciones que no se condicen con la realidad. Tales como haber
aislado la mente del cuerpo, o haber introducido el concepto de feedback que seguramente es
importante para explicar los mecanismos de una máquina autorregulada, más no la historia de un
ser vivo.
En el curso de la vida de los seres vivos, y mucho más en el curso de la historia de una
persona, los procesos que determinan la organización actual de la actividad por la que se ejecuta
una acción motora en un momento dado, no tienen que ser distintos de aquellos que estructuran la
actividad del individuo durante su ontogenia, tal como ocurre durante el desarrollo del
temperamento, el intelecto o el carácter. Parafraseando una sentencia muy usada diremos que la
ejecución de una acción actual repite la ontogenia, del mismo modo que ésta repite la filogenia.
Más adelante veremos cómo, respecto de la actividad motora somática, la información psíquica
cognitiva consciente no sólo estructura cada operación motora dentro de la actuación de la
personalidad, sino también el intelecto como un componente estructural de la personalidad.
Por esta razón, la actuación subjetiva (la información psíquica consciente acerca de lo que voy
a hacer en seguida) determina cinéticamente la actuación objetiva (la actividad mecánica que
realizo en este momento) por medio de programas diseñados en términos de la información de los
niveles superiores. Así, la información psíquica consciente se puede convertir en un programa de
nivel psíquico inconsciente, el cual no es otra cosa que la configuración que adopta la información
psíquica inconsciente a base de la información del nivel inmediato superior. Y si este programa se
repite de modo coherente, quedará organizado como tal en la memoria del nivel funcional
inmediato inferior, como hemos visto líneas arriba. Esto significa que al momento de usarse, un
programa una vez activado tiene que mantenerse así todo el tiempo que media entre el estado
previo del sistema hasta el momento en que se inicia su ejecución actual y se la delega, por así
decirlo, a los programas de los niveles inferiores.
Respecto de la actividad motriz somática que estamos estudiando, debemos tener en cuenta
que es costumbre hablar de las funciones motoras sin tomar en consideración, aunque fuera
implícitamente, que la actividad motora de la persona tiene un componente visceral, y que ésta no
sólo es simultánea, sino que está integrada con dicha actividad somática. Por lo tanto, la actividad
motriz, visceral y somática, de la persona ya depende de la integración emotivo-ejecutiva de nivel
paleocortical inconsciente, así como de una integración emotivo-productivo-volitiva neocortical
consciente.
Sin embargo, tendremos presente que en toda esta discusión apenas hemos tomado en
cuenta los procesos de integración emotivo-ejecutiva de nivel inconsciente. La cuestión es que,
tratándose de personas, es poco útil ir a una explicación de una integración de un tipo que se
produce en los animales y en el niño recién nacido, sin conocer de qué naturaleza y bajo qué
condiciones se efectúa el procesamiento de la información afectiva, cognitiva y conativa del nivel
neocortical de la conciencia. No obstante, por razones didácticas seguiremos de inmediato con el
estudio analítico de la actividad motora paleocortical inconsciente, abstrayéndola del contexto de
la actividad personal. Dejamos para el Cuaderno siguiente el estudio de los procesos de
organización de la actividad motora como expresión de la actividad consciente de la persona.
1. Bear, M.F., Connors, B.W. y Paradiso, M.A. (1996) Neuroscience. Exploring the Brain.
Williams & Wilkins, Baltimore.
2. Burt, A,M. (1992) Textbook of Neuroanatomy. Saunders, Filadelfia.
3. Carpenter, M.B. y Sutin, J. (1983) Human Neuroanatomy. Williams & Wilkins, Baltimore.
4. Guyton, A.C. (1991) Basic Neuroscience. Anatomy & Physiology. Saunders, Filadelfia.
5. Kandel, E.R., Schwartz, J.H. y Jessell, T.M (1995) Essentials of Neural Science and
Behavior. Appleton & Lange, Connecticut.
6. Netter, F.H. (1983) The Ciba Collection of Medical Illustrations. Vol. 1: Nervous system.
CIBA.
7. Ortiz, C.P (2000) Cuadernos de Psicobiología: Introducción a una Psicobiología del
Hombre. Universidad de Lima, Lima.