Emisiones Articulables

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EMISIONES ARTICULABLES

Compilación y desarrollo
Luis Carlos H. Delgado

17
I - GENERACIÓN DEL GRAFO DEL DESEO

¿Qué deseas?

E
D'

superyo

S
D

I Δ

18
El grafo es un esquema construido por Lacan en el curso de sus seminarios V: “Las
formaciones del inconsciente” (1957-1958) y VI. “El deseo y su interpretación” (1958-1959),
donde continúa su introducción de la función simbólica en psicoanálisis: desarrolla así el
discurso programa constituido por el escrito “La instancia de la letra en el inconsciente o la
razón de Freud” y ordena un conjunto de términos por los cuales el sujeto se inscribe como
efecto del significante. El grafo constituye de hecho la primera topología completa de Lacan,
cuya elaboración abarcó una decena de años (1956-1966). Sólo la función simbólica puede
dar cuenta de la aparición del sentido en el discurso concreto: “algo semejante a la palabra ha
sido anudado y por ello el discurso puede desanudarlo”.
El sujeto es aquel que habla, y su palabra se produce en necesaria referencia al Otro.
“El objeto es siempre metonímico” es objeto del deseo del Otro, y el deseo es siempre deseo
de otra cosa (de lo que le falta al objeto primordialmente perdido)
“El sentido es siempre metafórico” resulta de la sustitución por otro en la cadena significante.

Formalización de la dinámica del inconsciente y las pulsiones.


Algo del sujeto se actualiza en la anterioridad lógica de un momento con relación al
que le sigue. Estos diferentes momentos lógicos están metaforizados en esquemas que
constituyen los principales pisos sucesivos que intervienen en el montaje del grafo.
El primer piso del grafo configura la relación del sujeto con el significante. Es el
esquema mínimo de la producción de sentido.1

M C
D S

I Δ

Dos líneas cruzan en sentido inverso.

1
Sólo un esquema tal puede explicar la estructura del chiste según Freud, que tiene la
misma estructura que el lapsus y el olvido del nombre propio, y más en general subraya su
homogeneidad con lo que encuentra en los síntomas en tanto modelados por el proceso
primario.

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En tanto esta relación con el significante corresponde al lenguaje, supone que se
desarrolla el tiempo de una sucesión diacrónica. El vector DS representa esa sucesión
que no es otra cosa que la cadena de significantes; pero como por otra parte todo hecho
del lenguaje implica que seamos capaces de producir sentido, hay que suponer también la
intervención de un proceso de segmentación dentro de la cadena significante que
producirá el sentido esperado al suscribir una cierta sincronía de los mismos. De allí la
presencia de la puntada ΔI u operación de almohadillado: la producción de una
significación sólo se efectúa gracias a un efecto retroactivo de los significantes sobre sus
antecedentes en la cadena. (Valor de oposición con todos los otros significantes).

DS es el vector de los significantes mientras que ΔI es el vector de los significados.


La metáfora de almohadillado determina así una doble inserción que ilustra la
propiedad del discurso según la cual el último término de una secuencia hablada es el que
otorga su significado al primero y a los que siguen.

ΔI es la línea de los empleos ya recibidos del significante (semantemas): es el


discurso concreto.

En este primer piso del grafo estamos al nivel del enunciado. ¿Qué se entiende en
lingüística por enunciado?: el primer lugar la idea de una serie acabada de palabras
emitida por un locutor. La finalización de un enunciado está dada, generalmente, por un
silencio que produce el sujeto hablante para puntuar su articulación. Por otra parte, cada
tipo de discurso se caracteriza por una serie de enunciados cualitativamente diferentes. La
enunciación, a la que le corresponderá el segundo piso del grafo, se diferencia del
enunciado por ser un acto individual del habla, en otras palabras un acto de creación del
sujeto hablante. Tal la relación entre fabricación y objeto fabricado; entre el decir y lo
dicho.
Dada la primacía del significante sobre el significado (ya que el sentido depende de la
relación entre ellos, perdiéndose la significación individual de cada uno) la cadena DS
constituye un lugar favorable a posibilidades de operaciones metafóricas y metonímicas
que se elaboran a la manera de sustituciones significantes.
Por otra parte este vector estará constituido esencialmente por fonemas, es decir por
unidades más pequeñas desprovistas de sentido, cuya combinación garantizará la
producción de significantes. Cada lengua cuenta con una cantidad definida y limitada de
estas unidades distintivas mínimas que se pueden discriminar fácilmente por medio de un
análisis que consiste en conmutar dos de esas unidades en el mismo contexto de una
secuencia hablada. Si la conmutación produce dos sentidos diferentes se trata de dos
fonemas.
[ Hay una hoz de menos.
Hay una hez de menos]
[ o por e produce sentidos diferentes y por lo tanto son auténticos fonemas]
Los fonemas están especificados por el código de cada lengua y por lo tanto los
mensajes se distinguen unos de otros gracias a su sistema de oposición.
Lacan agregará luego un nuevo circuito para representar el discurso racional, también
designado como círculo del discurso. Ese discurso no es más que el discurso corriente, el

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discurso común, está constituido por semantemas, es decir por elementos significativos.
Dentro del círculo del discurso se encuentra determinado el empleo de significantes, es
decir, lo que en el uso del discurso constituyen los puntos fijos determinados por el
código.
El código se define como el conjunto de signos y de símbolos que permiten no sólo
representar sino también transmitir información. Esta competencia sólo es posible gracias
a que el conjunto de símbolos y de signos está regido por convenciones preestablecidas.
El código de discurso no sólo autoriza sino que también funda la comunicación
intersubjetiva. Las prescripciones impuestas por el código hacen que el círculo del
discurso sea un nivel de articulación de la palabra en donde las posibilidades de creación
de sentido son muy reducidas, ya que de alguna manera el sentido está fijado por el
código. En consecuencia, el círculo del discurso es un lugar de discurso relativamente
vacío, un lugar de palabra vacía es decir del discurso concreto del ser hablante que se
esfuerza por hacerse oír.

M C
D S

β' β

I Δ

Se produce allí un cortocircuito representado por el segmento β'β que hace que un
discurso no pueda decir nada desde el punto de la verdad del Sujeto porque gira en falso
en una inagotable repetición. A través de este circuito el ser hablante da lo mejor de sí
mismo agotándose en el registro de la palabra vacía del molino de palabras que nos
vuelve a llevar al orden del testimonio puro y simple de nuestra condición de animales
hablantes.
En este esquema β' es el lugar donde Lacan sitúa al objeto metonímico, es decir al
objeto que siempre está metonímicamente delegado en lugar del objeto del deseo. En
cuanto al punto β, es el que especifica al sujeto, el “yo” (Je) es decir al lugar en el
discurso de aquel que habla.
Pero, todo sujeto que compromete su discurso en el cortocircuito del molino de
palabras, necesariamente hace escuchar mucho más de lo que intenta decir.
Ese acrecentamiento de sentido será el resultado de una elaboración significante que
se localiza en el lugar superior del grafo; esto si aceptamos un examen del
funcionamiento a partir de la aceptación de la existencia del inconsciente.
Pero todavía hay más que decir en este primer piso.
Estamos aquí a nivel del enunciado, de lo dicho, para lo cual habrá que atravesar con
la puntada el lugar del código (C) para alcanzar el mensaje (M). El discurso se une con el

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significante y “el sentido puede surgir y la verdad alojarse en el mensaje”. Pero lo más
frecuente es que el discurso esté vacío de sentido (molino de palabras) y que se
permanezca en un cortocircuito ββ'.

M C
D S

β' β

I Δ

El símbolo D evoca la demanda que se articula a nivel de la cadena significante.


Con la demanda el niño da prueba de su ingreso al universo del deseo el cual se
inscribe entre la demanda y la necesidad. La demanda, como expresión del deseo, es
doble. Más allá de la demanda de satisfacción de la necesidad, se perfila la demanda de
algo extra, que es ante todo demanda de amor. En general, la demanda siempre está
formulada y dirigida al prójimo. Aunque se refiera a un objeto de necesidad es siempre
“inesencial” porque se trata de una demanda de amor en la que el niño quiere ser el único
objeto del deseo del Otro que satisface sus necesidades. Ese deseo del deseo del Otro se
encarna en el deseo de un re-encuentro con la satisfacción originaria en donde el niño
recibió satisfacción bajo la forma del goce sin haberlo pedido ni esperado. De hecho, el
carácter de este goce proviene de su inmediatez con respecto a la experiencia primera de
satisfacción en donde, precisamente, no está mediatizado por una demanda; de esta
manera, a partir de la segunda experiencia de satisfacción, la mediación de la demanda
confronta al niño con el orden de la pérdida. Algo falló, en efecto, en la diferencia que se
establece entre lo que se da al niño inmediatamente, sin mediación psíquica y aquello que
se le da mediatamente, como si debiera ser pedido.
Pero de quién obtenemos este código es de la palabra de la madre; la lengua materna;
el tesoro de los significantes. La intención del sujeto surgida de la necesidad debe pasar
previamente por el lugar del código que rige para él el acceso a la satisfacción que busca
su necesidad. El niño se dirige a un sujeto que sabe hablante, al que ha visto hablar, del
cual aprenderá muy pronto que su habla, es un desfiladero al que debe adaptar las
manifestaciones de sus necesidades para ser satisfechas.
El lugar C, será el que imponga prioritariamente a la necesidad una estructura que
codifique la manera en que podrá operar sobre la cadena significante DS. Por lo tanto el
lugar del código se sitúa exactamente en el lugar del Otro y primitivamente en ese Otro
real de la primera dependencia el niño, que es la madre.
En el punto M encontramos el lugar en que la significación se afina y a la vez acaba el
juego retroactivo de los significantes. Es el lugar en la cadena significante en donde va a
constituirse el sentido a partir del código; es el mensaje.

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Las relaciones con la imagen especular están ligadas al habla y al lugar que asigna el niño su
madre o cuidador/ra. Pero por mucho que habla la madre, el niño no comprende el lenguaje
desde que nace. Lleva tiempo dar una significación a los diversos elementos del habla de los
adultos cercanos. Al principio es literalmente una lengua extranjera. Esta profunda alteridad
del lenguaje se puede experimentar, quizá, al viajar a un país donde no se hable ni una sola
palabra de la propia lengua natal. Esto nos indica cuán desvalido se halla al principio el niño
respecto de lo que luego se volverá su lengua materna.
Poco a poco, a medida que el niño asocia significados a los significantes emitidos por los
adultos, se van estableciendo ciertas significaciones. Que estas sean correctas o incorrectas
no viene al caso. La significación no es transmitida por el niño, sino que le es impuesta. (Si yo
lloro, mi madre me dará el biberón. Aunque el hambre no fuera el motivo de mi llanto. Ahora
éste quedará ligado a la idea de recibir el biberón.)

Así también se le atribuyen significados a las misteriosas palabras, gestos, ademanes y


acciones de la madre. Todo esto obra como significante, por la simple razón que no lo
entiende. (Todo lo que signifique algo que yo no entiendo es un significantePero lo más
frecuente es que el discurso esté vacío de sentido (molino de palabras) y que permanezca en
un cortocircuito.

Observemos la construcción progresiva y disímil del sentido en la siguiente sucesión


de significantes:
Ay/ [Ay]
Juan/ [Ay, Juan]
así/ [Ay, Juan, así]
no/ [Ay. Juan, así no]
se/ [Ay, Juan, así no se]
puede/ [Ay, Juan, así no se puede]

Resumiendo:
Δ: Sujeto mítico de la necesidad, que busca la satisfacción a partir de su estado no
formulado, emprende su camino a través del desfiladero de la palabra (DS), para llegar en
el otro extremo (I) de la cadena intencional ΔI, a la realización de un ideal, punto de la
identificación más primaria del sujeto como una primera marca (seing) de lo que recibió
en su relación con el otro. Este punto de llegada, I, ilustra la huella dejada por la demanda
sobre la necesidad, da prueba de la aprehensión arcaica del lenguaje por parte del sujeto.
No puede encontrarse directamente con el objeto. Tiene ahora el obstáculo del
lenguaje. El Otro, lugar del código, tesoro de los significantes, compañero del lenguaje,
es el acceso obligado a los fenómenos de la metáfora y de la metonimia a partir del cual
se ejerce en M los efectos del mensaje. La significación que surge, inducida por el
carácter de necesidad que debe forzosamente volverse demanda para buscar su
satisfacción, encuentra su unificación gracias al circuito MC/CM que participa en la
actualización del mensaje y se distingue en el grafo por su carácter de unidad
representada por el trazo entero, en contraposición con las líneas punteadas de la
discontinuidad significante (trazo DM y CS) y del estado aún no formulado de la
necesidad (ΔC)

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M C
D S

β' β

I Δ

Por otra parte el circuito βCMβ' del molino de palabras se relaciona con el muro del
lenguaje (oo') visto en el esquema Lambda
S o

o' O
. (Ver capítulo correspondiente)

Lacan insiste en que la palabra y la conducta del adulto nunca se reducen por completo a su
significación. Siempre hay algo que no comprendemos, aunque sea marginal. (¿Por qué mi madre
se queda con la mirada perdida al apoyarse en la ventana?
¿Por qué me dice que no toque mis órganos sexuales y cuando me baña parece disfrutar tanto al
tocarlos?)
Por más que se asigna mucho sentido al Otro, siempre está presente el margen de su deseo, lo
que no comprendemos de él. A esto Lacan lo designa con “d”, el deseo del otro.
Se eleva entonces el Grafo a un nivel superior mediante dos flechas que parten de A. Una que va
a lo que comprendemos, s(A) y la otra a lo que no comprendemos, d. Por su parte designa la
pulsión. Las pulsiones se establecen cuando ciertas partes del cuerpo cobran un valor especial en
la relación del niño con sus padres. No son biológicas como los instintos, sino generadas por las
demandas de los padres.
El deseo del otro no es para el niño una cuestión abstracta sino una pregunta acuciante (Si debo
enfrentar el enigmático deseo del otro sentirá/é una angustia insoportable, pues no sé lo que
quiere). Si la metáfora paterna responde a la pregunta ¿Qué quiere la madre? Con la significación
del falo, resta aún una pregunta: ¿Qué soy para el otro? Es una pregunta sobre la existencia. La
respuesta a esta pregunta del niño “¿Qué soy, qué lugar ocupo para el Otro?” es lo que Lacan
llama el fantasma, Implica asumir la identidad de un objeto al que se ha dado un valor privilegiado
en relación con la madre, el tipo de objeto que la terminología psicoanalítica anglosajona llama
“pregenital”; el pecho, las heces, y añade Lacan, la mirada o la voz.
Estos objetos revisten un interés muy especial porque todos poseen un doble status o, mejor
dicho, tiene coordenadas a la vez reales y simbólicas. Señalan el pasaje de lo real a lo simbólico.

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EL SEGUNDO PISO
La segunda etapa de la generación del grafo duplica la estructura en función de la
enunciación y el inconsciente. El sujeto, en la verdad de su deseo, es considerado como
sujeto del inconsciente y su triunfo como expresión a través de los tropos, silencios y
lapsus del lenguaje. Habla en el discurso sin que el hablante lo sepa. El sujeto del deseo
debe ser localizado al nivel del sujeto de la enunciación.

¿Qué deseas?

D S(A) A◊ S'
d

Δ'

s(A) A
D S

I Δ

El sujeto que interroga su deseo pasa al segundo piso y eso depende del buen azar del
psicoanalista. El sujeto que interroga su deseo cuestiona al otro: ¿qué me quiere el otro?
El otro no da respuesta porque no tiene con que darla. No dispone de significantes
suficientes, también está barrado. El significante de la falta del Otro es el gran secreto del
psicoanálisis. El analista tampoco da respuestas, de hacerlo estaría dando consistencia al
otro (Je) y lo mantendría en la ilusión. El inconsciente aparece en el decir, mientras que
en lo dicho la verdad del sujeto se pierde. Estas oposiciones “enunciado/enunciación” o
“dicho/decir” actualizan la estructura dividida del sujeto; de ello resulta una conclusión
lógica, incluso en lo que respecta a la práctica de la cura. La atención flotante y los
elementos de ambigüedad que plantea, favorecen la actividad inconsciente del analista en
la medida en que no otorgaría a priori ninguna importancia particular a los diversos
elementos del discurso del paciente. Correlativa a ella es la asociación libre. Como el
inconsciente sale a la luz en el discurso por medio del proceso de la enunciación, la
atención flotante resulta flotante sobre el nivel del enunciado y la agudeza de la escucha
debe aplicarse al registro del decir.

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“Qué deseas”, este llamado que toma la demanda sobre la necesidad estructurará a
través de esta interrogación fundamental el deseo como deseo del otro. El sentido de la
demanda queda en manos de la buena voluntad del otro que acordará, por la propia
naturaleza de su respuesta, determinada significación en lugar de otra, a la concatenación
significante de la demanda. Depende entonces de la buena voluntad del otro gobernar a
nivel del principio de conmutatividad los significantes de la demanda.
En el esquema II el símbolo S(A) situado en el lugar del mensaje representa lo que es
significado del Otro, es decir, el mensaje de la demanda tal como el Otro emite el sentido
en función de la selección significante operada por su deseo. De manera que del punto
Δal punto S(A) el sujeto sólo está presente como simple soporte de la palabra. La
demanda sigue estando implícita hasta el momento en que lo que es significado del Otro
fija el mensaje, de allí los trazos interrumpidos de la cadena intencional.

D' S(A) A◊ S'


d

Δ'

s(A) A
D S

I Δ

El vector D'S' introduce un segundo piso que duplica simétricamente la estructura del
primero al introducir la dimensión del inconsciente. Se trata de mostrar que la demanda
persiste en el sujeto sin que la sostenga ninguna intención consciente. En otras palabras,
al afirmar que el inconsciente está estructurado como un lenguaje Lacan significa que el
inconsciente hace subsistir el discurso del Otro dentro del discurso del Sujeto. El vector
DS está representado con trazo entero hasta el lugar del código para materializar la
sucesión discreta de los elementos significantes que intervienen en la organización del
enunciado, exigidos por la exigencia racional del sujeto. Por el contrario la cadena D'S'
está representada en trazos interrumpidos para metaforizar la cadena de significantes
inconscientes.
El encuentro de la demanda del sujeto con esa cadena significante inconsciente se
produce en el punto A◊d que designa lo que el sujeto no sabe porque allí, justamente,
experimenta su deseo con respecto al deseo del Otro. Queda claro entonces que el deseo
se separa forzosamente de la necesidad al interrogar sobre el deseo del Otro en el punto
de intersección A◊d

26
¿Qué deseas?

D S(A) S'
A◊d

Δ'

s(A) A
D S

I Δ

“En este intervalo, en esta abertura se encuentra una experiencia que es la del deseo, que
es aprehendida en principio como la del deseo del otro y en el interior de la cual el sujeto
debe situar su propio deseo. Su propio deseo como tal no puede situarse en otro lugar
que no sea ese espacio”

El deseo del sujeto se identifica en primer lugar con los imperativos del deseo del
Otro que le otorga todo el alcance significante de la demanda del sujeto, por medio del
retorno del significante dado por el Otro S(A) en el lugar del mensaje.
La distancia entre S(A) y s(A) materializada por el vector en trazos interrumpidos
expresa la posibilidad de la conmutación de los significantes y sustituciones metafóricas.

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EL TERCER ESQUEMA

El “¿Che vuoi?” inaugura el problema


fundamental que el sujeto encuentra
con respecto a su deseo. Al apoyarse
en ese ¿qué deseas? el proceso de una
realización semejante |del deseo deja D' Δ'
S(/A S/◊ E
al sujeto, en principio, sin recursos, ) D
tan opaca y oscura le resulta la presencia
primitiva del deseo del Otro. Esta
opacidad convoca al sujeto al orden de (S/◊a) d
una soledad angustiante en su relación
con el deseo del otro; angustia que
tratará de neutralizar por intermedio superyo
de la dimensión imaginaria de la D s(A) A S
relación de su yo con el otro.

i(a) m

I ideal del Yo Δ

El esquema III integra en su estructura las referencias imaginarias a través de las


cuales se identifica el sujeto. Sitúa la función del deseo, no sólo en relación con el
inconsciente sino también con respecto a la relación que el sujeto hablante mantiene con
el significante. No hay que olvidar, como señala Lacan, que los pisos del grafo funcionan
simultáneamente en el mínimo acto de palabra, lo que supone que siempre pasa algo al
mismo tiempo en los cuatro puntos siguientes:

Δ : intención del sujeto


S : sujeto en tanto que “yo” (je) hablante
D : acto de la demanda
d: deseo.

La posición primitiva inconstituida del sujeto de la necesidad debe soportar las


condiciones impuestas por el significante. El vector de la demanda DS está en trazo
entero de D a A, mientras que a la inversa el vector intencional está en trazo interrumpido
de Δ a s (A).
Examinemos ahora los elementos nuevos introducidos en el esquema III: m, i(a), d, S/◊a
; dispuestos simétricamente de dos en dos sobre el grafo sobre el vector ΔI, y también
simétricos entre ellos a lo largo de los vectores nuevos que constituyen descansos en cada
piso.

Con respecto a m y i(a) trae a cuenta la experiencia del espejo por la cual el yo (m) se
constituye a partir del otro imaginario [i(o)] que es su propia imagen. Esta identificación

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imaginaria sólo se instituye en el seno de una dependencia con el otro, la madre. Una
prueba de esto sería el rol de la mirada del Otro (la madre) como sostén de la instalación
de ese proceso de identificación. La identificación primaria se insinúa en una relación a
las necesidades y, en consecuencia, a las demandas que esas necesidades convocan. De
acuerdo con esto m y su correlativo i (a) se sitúan en la cadena intencional ΔI
Hay allí también un circuito que puede funcionar retrospectivamente y una referencia
al Ideal del Yo y al Superyo, este último como el principal instrumento represor al
servicio del primero, que hace pasar al inconsciente este discurso y en el que podemos
identificar su rasgo característico bajo la forma de un imperativo categórico.

En el piso superior y en una relación de ocultación el deseo [d] de opone


simétricamente a la fantasía S/◊a. El vector que los une patentiza la articulación entre el
deseo y la fantasía. La estructura de la fantasía está convocada como aquello que
mediatiza la relación del sujeto con el objeto de su deseo, de tal manera que dirigirle a
otro un “yo la deseo” será siempre formularle “Yo la implico a usted en mi fantasía
fundamental”.
El deseo se relaciona con la fantasía como el yo (m) con sus objetos [i(A)]

D' S(/A S/◊ E


) D

S/◊ a d

El deseo sólo será localizable en la cadena significante si se descubre su sentido, ya


que sobre esa cadena D'E el código S/◊D y el mensaje S(/A), son desconocidos para el
sujeto que habla. De allí la constitución de la fantasía o fantasma, por esa falta de
significante en el Otro, a través de la cual el sujeto experimenta su falta de ser.

S/ ◊ D Indica efectos de la relación de la demanda con el significante.


S/ ◊ a La fórmula del fantasma, nexo entre el sujeto y el objeto
Una vez establecida esta fantasía básica, el niño dispone de una especie de brújula
o regla para su vida. A esto lo llama “la significación absoluta”
S ( A/ ) Significante de lo imposible. Hay un significante de la propia imposibilidad
de significar algo. El niño sabe que lo que los padres dicen es insuficiente.
No hay palabras para responder a las preguntas centrales del sexo y la existencia.
No hay solución para lo que no comprendemos a nivel del lenguaje
Es además el vínculo con el fantasma.
Para el niño el deseo del Otro no es una cuestión abstracta sino una pregunta
acuciante. “Si debo enfrentar el enigmático deseo del Otro sentiré una angustia
insoportable pues no sé lo que quiere”
A◊d Es la cadena inconsciente. El encuentro de la demanda del sujeto con esta cadena
se cumple en un lugar del código duplicado y que aquí designa lo que sujeto no

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sabe, o sea, el otro en el capricho de su disposición, donde queda atrapada su
referencia al deseo. De ahí este símbolo según la cual el deseo del hombre es el
deseo del Otro, el deseo se constituye como deseo de un deseo. Sitúa también el
lugar del deseo en esta cadena

II - EL ESQUEMA LAMBDA

S o'

Eje imaginario

inconsciente
o O

El sujeto que habla a otro siempre le dirige un mensaje a ese otro o'…
suponiendo que ese otro es un verdadero sujeto, un Otro absoluto… O
Pero en realidad “no lo conoce como tal”
Veamos:
Con respecto al sujeto que habla S: sólo aparece en el discurso y por el
discurso. El Yo es el lugar donde el sujeto se produce como aquél que habla.
En un lugar se origina el discurso… y en otro lugar se produce al reflejarse.

Oigo hablar:

S S S S S

O mejor todavía, hablo

S S S S S

Se está produciendo el discurso; requiere todavía ser significado

S S S S S

La significación lo produce reflejando al sujeto que habla

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S o'

(Je) o

El sujeto se percibe a sí mismo (una vez significado) bajo la forma de su Yo


en “o”.
La forma de su yo que constituye su identidad depende estrechamente del
otro especular o', tal como lo indica el estadio del espejo:

S o'

(Je) o

La relación que mantiene el sujeto consigo mismo y con los otros siempre
está mediatizada por el eje imaginario o'o en relación de incidencia recíproca.

¿Por qué recíproca?

En lo que atañe al otro su comprensión obra como reflejo del sujeto y a su


vez se proyecta en la escucha prisionero de la significación obtenida por
retroacción sobre los significantes

S o'

S S S S S

o (Je)

Su comprensión obra como reflejo del sujeto y a su vez se proyecta en la


escucha prisionera de la significación obtenida por retroacción sobre los
significantes. Por lo tanto: cuando un S trata de comunicarse con un sujeto A,
nunca alcanza su destinatario en su autenticidad y siempre es un yo que se
comunica con otro semejante a él, dada la presencia del eje imaginario.
Ambos quedan prisioneros en la ficción alienante de la intersubjetividad.

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Todo esto ocurre como si cuando S habla, algo le llegara de ese Otro
absoluto por el simple hecho de presuponerlo. Llega de dos maneras según el
esquema lambda: OS y Oo
De allí postula Lacan la marca de referencia al inconsciente. Un OS que no
llega pleno al sujeto porque se interrumpe y fragmenta a partir del muro del
lenguaje. Un Oo que llega al sujeto sin que él mismo lo sepa, aunque esté
implícitamente determinando su discurso.

Si la palabra fuera plena, y así la escucha y respuesta del Otro, nos


haríamos conocer en la medida en que ya lo reconocimos como tal. Pero este
reconocimiento está más allá de lo conocido. De reconocerlo debería ser como
un absoluto irreducible.

Vimos al sujeto preso de la estructura de mensajes especulares que


entrañan una forma de inversión. Hay otra forma de inversión que tiene que ver
con la suposición de que el otro está allí como Otro absoluto. Es la siguiente:

Para que el sujeto expresara algo como: “eres mi maestro”, esta certeza
debiera estar fundada más allá de sus palabras. Palabra de certeza en tanto
no sólo la seguridad en ella, sino la verdad objetiva y real que la inspira. Algo
debió llegarle para reconocerse como discípulo. ¿Desde dónde?

“Eres mi maestro” S o “¿Estás seguro?”

“El eres mi mujer el eres mi maestro quiere decir: Eres lo que aún está en mi
palabra y eso sólo lo puedo afirmar tomando la palabra en tu lugar. Eso viene de ti
para encontrar aquí la certeza de lo que yo comprometo. Ésta es una palabra que
compromete. Aquí está manifestada la unidad de la palabra como fundadora de la
posición de los sujetos.”

¿Desde dónde, entonces?:

Implícitamente desde el Otro. El mensaje ha de provenir del Otro en forma


invertida a lo que será la palabra que lo designa:

S o'

o O: “Eres mi discípulo”

La alocución se constituye como una respuesta. Hablar sería hacer hablar al otro
como tal.
Lo que le llega al sujeto le llega del otro sin que él lo sepa (en forma implícita a su
determinación de hablar) de allí la mención “inconsciente” que aparece a lo largo
de esta dirección simbólica que va de O hacia S.

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Con el otro vector “Oo” se simboliza que ese mensaje que proviene del Otro no es
captado por el sujeto a pesar de estar allí. El sujeto S que se dirige al Otro, se
escucha decir en el punto o, que es el punto de la representación imaginaria del
sujeto que habla. “Eres mi maestro”. El “soy tu discípulo”, mensaje constituido
originariamente en O, sólo le llega en su forma invertida “eres mi maestro” a causa
de la mediación del eje imaginario o'o (de allí el trazado discontinuo a parir de la
intersección con el eje) Se ve con toda claridad que en el lugar del Yo (o) la
articulación del mensaje está totalmente sobredeterminada por el mensaje que
proviene de O.
En consecuencia se puede representar al inconsciente como “ese discurso del
otro en el que el sujeto recibe en forma invertida, como conviene para el caso de
una promesa, su propio mensaje olvidado.” Para el sujeto su palabra es un
mensaje porque se produce en el lugar del Otro.

III -EL ESTADIO DEL ESPEJO

Designa un momento psicológico y ontológico de la evolución humana,


ubicado entre los seis y los dieciocho meses de vida, durante el cual el niño
anticipa el dominio de su unidad corporal mediante una identificación con la
imagen del semejante y por la percepción de su propia imagen en el espejo.

Del seminario de Alexandre Kojève (1902-1968) sobre Hegel, Lacan


examina la génesis del yo a través de una reflexión filosófica concerniente a la
conciencia de sí. Adopta la opción contraria a la de hacer del yo una
diferenciación progresiva del ello, como representante de la realidad y con la
función de contener las pulsiones. Tal fue la orientación del psicoanálisis en
Estados Unidos: sacar al yo del ello para hacer de él el instrumento de una
adaptación. Lacan, como Klein, vuelven el yo hacia el ello para mostrar que se
estructura en etapas en función de imagos tomadas del otro o de identificaciones
proyectivas. En otras palabras estudia la génesis del yo en términos de
identificaciones.

Henri Wallon (1879-1962), psicólogo francés amigo , dio el nombre “prueba


del espejo” a la experiencia de discriminación progresiva de la imagen del niño
frente al espejo. Según Wallon esta operación dialéctica se realizaba gracias a
una comprensión simbólica por el sujeto del espacio imaginario en el cual forjaba
su unidad. La prueba del espejo especificaba el pasaje de lo especular a lo
imaginario y después de lo imaginario a lo simbólico. El “test del espejo” descrito
por Wallon en 1931 permitía diferenciar al infante humano del chimpancé,
porque el primero quedaba fascinado con su reflejo asumiéndolo jubilosamente

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como su propia imagen; mientras que el chimpancé comprende rápidamente que
la imagen es ilusoria y pierde interés en ella.
La experiencia del enfrentamiento de un niño y una cría de mono a un
espejo, constituye (como ejemplo construido por la psicología comparativista)
solamente un motivo de lectura topológica que permitirá instrumentar
conceptualizaciones del campo psicoanalítico. El efecto más relevante lo
constituye la “vivencia gozosa” (Aha-Erlebnis) por la aparición de una “imagen
completa” que anticipa en la vivencia una completud, que la inermidad e
inmadurez del niño aún no posee; esto es posible porque pese a la
incoordinación motriz su sistema visual está relativamente avanzado.
En tanto Wallon describe y comenta sus observaciones en términos de
conocimiento y complejización del pensamiento, Lacan las interpretará en
términos de organización inconsciente, de la cual emerge la instancia yoica en la
paradoja de uno de los desconocimientos más radicales.

De Louis Bolk (1866-1930) tomó la idea de una prematuración del


nacimiento, atestiguada objetivamente por el carácter anatómicamente
inacabado del sistema piramidal y la falta de coordinación motriz de los primeros
meses de la vida.

El 16 de junio de1936 Lacan presenta en la Sociedad Psicoanalítica de París


(SPP) su conferencia sobre el estadio del espejo, una combinación de posición,
en el sentido kleiniano y estadio en el sentido freudiano. Se convertía en una
operación psíquica, incluso ontológica, una teoría de la antropogénesis,
mediante la cual se constituye el ser humano en una identificación con su
semejante.
En el mismo año, en el Congreso Internacional de la Asociación Psicoanalítica
en Mariembad, expone por segunda vez su tesis. Interrumpido al cabo de unos
minutos por Ernest Jones, olvida entregar los originales de su comunicación que
se perdieron. Existen notas tomadas por F. Dolto en la SSP.

Entre 1936 y 1949 Lacan parece verlo como una etapa que puede ubicarse en
un momento específico del desarrollo de un niño. (Al respecto, algunos pasajes
incorporados en 1938 en su trabajo sobre la familia y una nueva comunicación
en el Congreso de Zurich en 1949: “El estadio del espejo como formador de la
función del yo [Je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica"

A principios de la década de 1950 el concepto se está ampliando,


considerándolo no simplemente como un momento de la vida del infante, sino
como representativo de una estructura permanente de la subjetividad, paradigma
del orden imaginario; un estadio en el cual es sujeto es permanentemente
captado y cautivado por su propia imagen. En tal sentido constituye el momento
inaugural de la estructura edípica según un efecto de fase que elimina cualquier
intento de ubicación genético-evolutiva.
En 1956 dice: “El estadio del espejo está lejos de ser un mero fenómeno que
se produce en el desarrollo del niño: Ilustra la naturaleza conflictiva de la
relación dual.”

34
La imagen que el espejo le devuelve produce efectos estructurantes pero
ilusorios. Sus efectos son lo Imaginario en tanto allí se constituye una falsa
unidad (rasgo unario) que inaugura un modo de Sujeto, un lugar puntual
omnipotente (Yo Ideal) y una dialéctica de identificaciones conforme ese modo
alienante de “ser otro”.
La imago de la especie estructura ortopédicamente al Sujeto, rectificando la
exoscopia y la dispersión de los miembros para juntarlos en una ilusión de
indivisión. Este poder de la imago tiene sus antecedentes en el mundo animal;
una paloma ovula con sólo ver una forma de palomo; un grillo indiferenciado
toma la forma de la especie de grillo a la que se enfrenta. La imago posibilita el
señuelo, la trampa.

El momento de la identificación, en el que el sujeto asume su imagen como


propia, es descrito por Lacan como un momento de júbilo donde el niño da
muestras de una mímica de intuición iluminativa, que conduce a una sensación
imaginaria de dominio: “el júbilo se debe a un triunfo imaginario al anticipar un
grado de coordinación muscular que aún no ha logrado en realidad.” Es esto lo
que da una sensación de omnipotencia, el sujeto anticipa un espejismo
alienándose a su imagen. El sujeto se identifica con la imagen; esta
identificación primaria con lo semejante es lo que le da forma al yo. El estadio
del espejo es una matriz simbólica en la que se precipita el yo (Je).

Si el niño no fuera el objeto de una verdadera captación por el reflejo


especular que lo hace anticipar la aprehensión de la forma global de su cuerpo,
percibiría su imagen como fragmentada. Corresponde entender que en realidad
no tenemos acceso a lo que había antes del estadio del espejo, en el niño, como
vivencia de “cuerpo fragmentado”.

La criatura ve su propia imagen como un todo (Gestalt) y la síntesis de esta


imagen genera una sensación de contraste con la falta de coordinación del
cuerpo, que es experimentado como un cuerpo fragmentado. Este contraste es
primero sentido como una rivalidad con su propia imagen, porque la completud
de la imagen amenaza al sujeto con la fragmentación. Esa sensación de
fragmentación se manifiesta en las “imágenes de castración, emasculación,
mutilación, desmembramiento, dislocación, evisceración, devoramiento,
estallido del cuerpo” que acosan a la imaginación humana.
En un sentido más general, el cuerpo fragmentado no designa sólo imágenes
del cuerpo físico, sino también cualquier sensación de fragmentación y de falta
de unidad. El sujeto es originalmente una colección incipiente de deseos, allí el
verdadero sentido del cuerpo fragmentado.
El estadio del espejo está también estrechamente relacionado con el
narcisismo llamado primario, como se advierte con claridad en la historia de
Narciso.
Afirma entonces, que el mundo especular, donde se expresa la identidad
primordial del yo, no contiene alteridad, describiendo el proceso desde el ángulo
del inconsciente y no desde la conciencia.

35
El estadio del espejo es un umbral específico del proceso de maduración de
un niño, en el que se esboza, para el niño, un cierto tipo de identificación basado
en una relación específica con la madre, una relación de alienación.
Se ordena esencialmente sobre una base de identificación en cuyo curso el
niño realiza la conquista de la imagen de su propio cuerpo. La identificación
primordial con esa imagen va a promover la estructuración del yo (Je) poniendo
término a esa vivencia psíquica singular que Lacan denomina: fantasía del
cuerpo fragmentado. La función de la dialéctica del espejo, sería en este sentido,
neutralizar la dispersión angustiante del cuerpo a favor de la unidad del cuerpo
propio.
“El estadio del espejo es un drama cuyo impulso interno se precipita de la
insuficiencia a la anticipación y que, para el sujeto, engañado por la ilusión de la
identificación espacial, urde las fantasías que se suceden desde una imagen
fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su
totalidad.”

El estadio del espejo demuestra que el yo es el producto de desconocimiento


e indica el sitio donde el sujeto se aliena a sí mismo. Representa la introducción
del sujeto en el orden imaginario. No obstante tiene también una dimensión
simbólica ya presente en la figura del adulto que lleva o sostiene al infante.
Inmediatamente después de haber asumido jubilosamente su imagen como
propia, el niño vuelve la cabeza hacia ese adulto, quien representa al gran Otro
como si le pidiera que ratificara esa imagen.
Esta es la razón por la cual el júbilo puede ser acompañado también por una
reacción depresiva, cuando el niño compara su propia sensación precaria de
dominio con la omnipotencia de la madre. Esta identificación involucra al yo
ideal, que funciona como una promesa de totalidad futura y sostiene al yo en la
anticipación.

Al aparecer el semejante como exterior a él, siendo él mismo, se suscita una


tensión agresiva. A través de este análisis de alienación del sujeto por la imagen
(pregnancia simultánea de la forma de la especie y de la forma del propio
cuerpo) se entrevé la fuente en la que se alimentará la agresividad constitutiva
de la formación del yo y, a la vez, del lazo social. En ese momento hay una
imagen para dos por lo que se da una relación de exclusión recíproca. Si hay
una sola imagen para dos ¿de quién es esa imagen? “Soy yo (moi) o es el otro”.
Continuando con esta teorización en “La agresividad en el psicoanálisis” (1948)
Lacan dice que es, en efecto, en el intento del sujeto de deshacer esa captación
por la imagen donde surge la agresividad, en el lugar mismo donde el sujeto, en
el advenimiento de su yo, se encuentra ante la elección irreductible del “o yo o el
otro”

Una salida de esa tensión especular, incorporado ya el proceso a su carácter


de fase, puede ser el pasaje al acto: la supresión de la imagen del otro, o el
pasaje al acto suicida. Para resolver el problema que esto plantea es que Lacan
complejiza el modelo del estadio del espejo. La relación imaginaria -si bien sirve
como constitutiva del yo, como génesis del yo- lleva a la lucha muerte. Es el otro

36
o yo. Tal la crítica que Lacan le plantea a Hegel en la dialéctica del amo y el
esclavo. La analogía de este análisis con la conceptualización hegeliana de la
relación de servidumbre marcará profundamente a Lacan, y la definición del
deseo atestiguará que surge necesariamente de la relación especular, en una
tentativa de reapropiación por el sujeto de sus propios rasgos, que la imagen del
doble, habitada por el otro, había capturado originalmente.
En la lucha a muerte por puro prestigio, por miedo a morir, uno de los dos
puede renunciar a la lucha, puede rendirse. El primero que bajara las armas para
rendirse sería asesinado por el otro, por lo que, para que se pueda renunciar a
esta lucha a muerte es necesario un pacto previo, y este se da por la vía de lo
simbólico. Esto permite otra salida que no sea la exclusión recíproca. Fue
necesario entonces incluir lo simbólico en el puro imaginario del estadio del
espejo; un simbólico que preexiste al sujeto, fundamentado en todo lo que
acompaña la crianza del niño: se nombra lo nombra antes que nazca, se le
habla, se le canta, etc. Es en 1953 que Lacan incluye lo simbólico duplicando la
alienación primera de la imagen del cuerpo propio a imagen del otro, por otra,
según la cual el inconsciente es el discurso del Otro. Hasta ese momento había
en Lacan una primacía de lo imaginario. (Ver esquema óptico)

En su efecto de fase, el Estadio del Espejo constituye el registro de lo


imaginario y lo imaginario del Sujeto prefigura la pre-existencia de lo Simbólico
como la Paternidad, la Ley y la Muerte, y define lo Real para dicho Sujeto.

En este juego identificatorio en el que el sujeto “se ve” captado por una
imagen extraña y suya a la vez, se descubre la función del proceso de
proyección que organiza el modo de percepción del sujeto y atribuye a la
realidad su estabilidad aparente. Este modo de aprehensión del Umwelt, que
caracteriza la tendencia general del conocimiento, se basará entonces, según
Lacan, en una organización paranoica constitutiva de la emergencia del yo, que
daría testimonio de la génesis mental del hombre, así como de los momentos
clave de la “identificación objetivante”. Uno de tales momentos se anunciará en
el “transitivismo infantil” observado por Charlotte Bülher y retomado por Wallon y
Lacan, que consiste en que niños de edad semejante, puestos en presencia
recíproca, confunden sus gestos y los continúan en una captación especular que
pone aún más de manifiesto la anticipación respecto de la coordinación completa
de los aparatos motores. De modo que la función de la agresividad y la
naturaleza paranoica del conocimiento aparecen como proviniendo directamente
de la experiencia especular, y participan de la constitución de un yo al que la
virtualidad del modelo hace ilusorio para siempre.

El autor tiene el cuidado de oponer su doctrina a toda filosofía que reivindique


el cogito y, una vez denunciada la virtualidad del yo y su pretensión de ocupar el
lugar de los que algunos llaman el “núcleo duro d la personalidad”, se
comprende fácilmente esta advertencia. En la perspectiva lacaniana, el yo,
portado por esa Gestalt constituyente en la que se ha interesado la
experimentación biológica, seguirá inaccesible al sujeto y determinará en él la
aspiración de una imagen ideal (yo ideal) detrás de la cual se reconoce todavía

37
la imagen original del doble. Además el sujeto no llega nunca a identificar un yo
(moi) que no cesa de escapársele en la afirmación de un yo (je) social, y que
responde en el inconsciente a la confusión primitiva de la forma virtual de la
especie con la forma virtual del individuo. Portador a la vez de la marca de lo
imaginario y de la marca de la exterioridad, el yo especular da origen al drama
específicamente humano que repite incansablemente un sujeto en busca de su
unidad. Escribe Lacan:

“…el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la


insuficiencia de la anticipación, y que para el sujeto toma e señuelo de la
identificación espacial, maquina las fantasías que se suceden desde una imagen
fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su
totalidad, y hasta la armadura finalmente asumida de una identidad alienante,
que marcará con su estructura rígida todo su desarrollo mental. De este modo, la
ruptura del círculo del In-nenwelt al Umwelt engendra la cuadratura inagotable
de la reaseveraciones del yo”

Los tres tiempos fundamentales del estadio del espejo:

1. La imagen es percibida como un ser real. Confusión de uno mismo y el


otro. Relación estereotipada que el niño vive con sus semejantes, según
la cual, al principio vive y se localiza en el otro:
2. Llega a descubrir que el otro en el espejo no es un ser real sino una
imagen. Además de que ya no intenta atraparla, su comportamiento indica
que desde ahora sabe distinguir la imagen del otro de la realidad del otro.
3. Dialectiza las dos etapas precedentes, no sólo porque el niño se asegura
de que el reflejo del espejo es una imagen, sino, y sobre todo, porque
adquiere la convicción de que sólo es una imagen que es la suya. Al
reconocerse a través de esa imagen reúne la dispersión del cuerpo
fragmentado en una totalidad unificada que es la representación del
cuerpo propio. La imagen del cuerpo es entonces estructurante para la
identidad del sujeto que realiza en ella su identificación primordial.

Características:

 Se identifica con algo virtual (la imagen óptica)


 No es él como tal pero en ella se re-conoce
 Se trata de un reconocimiento imaginario (especular)
 No tiene todavía un conocimiento específico de su propio cuerpo.
 La imagen lo prematuriza. Se reorganiza con anterioridad a la
aparición del esquema corporal
 Al simbolizar la preformación del yo (Je) presupone en su principio
constitutivo su destino de alienación en lo imaginario
 El reconocimiento en el espejo, por razones ópticas, se efectúa a partir
de indicios exteriores y simétricamente inversos

38
 La unidad misma del cuerpo se esboza como exterior a sí misma e
invertida
 Prefigura la alienación imaginaria de donde se perfila el
desconocimiento crónico que no dejará de mantener consigo mismo.

Lacan dice que el entró al psicoanálisis con “la escobilla” de la fase del
espejo, renovando la teoría del yo, negando que el Yo fuera una instancia de
conocimiento, que su conocimiento es imaginario. El estadio o fase del espejo
explica al yo en su génesis como un lugar de desconocimiento y de Verneinung
(denegación).

Funda el modo de relación narcisista en esa dupla madre-hijo donde hay


una coalescencia de deseos, relación dual estructurada por la imago del
semejante cuya posición en la estructura queda marcada por la omnipotencia:
la madre tiene el falo, el infans es el falo faltante de mamá. Constituye un
momento inaugural en la estructuración edípica y elimina, al llamarlo fase,
cualquier intento de ubicación genética evolutiva.

La génesis del yo -moi- se constituye en lo que Lacan llama el


conocimiento paranoico, se reagrupa con este término fenómenos diferentes
pero análogos a los que encontramos en las manifestaciones paranoicas
como: los celos, los delirios de erotomanía, de persecución.

El primer tiempo en el que el sujeto no se distingue de la imagen que lo


aliena, debe completarse con un tiempo de identificación con el otro que viene a
sustituir la imagen, de no ocurrir quedaría pegado al espejo como Narciso..
La anticipación constitutiva del yo invierte la izquierda de la derecha y la
aliena petrificándola.

Existe, entonces, un primer tiempo en el que el sujeto no se distingue de


la imagen que lo aliena y que debe completarse con un tiempo de identificación
con el otro que sustituye la imagen.

La imagen que el espejo le devuelve produce efectos estructurantes, pero


ilusorios. Sus efectos son la inauguración de lo imaginario en el sujeto, allí se
constituye una falsa unidad, que inaugura un modo de sujeto, sujeto que está
predeterminado por lo simbólico que le antecede, como la Paternidad, la Ley;
inscribe una marca, esa marca será el rasgo unario, ese lugar de omnipotencia
puntual dará origen al Yo-Ideal y una dialéctica de identificaciones alienante de
“ser en el otro”. Esta “Imago” estructura ortopédicamente al sujeto.

El sujeto está inmerso en una competencia agresiva por el objeto de deseo


del otro, por identificación con el otro y “de ella nace la triada del prójimo, el yo
y el objeto”.
Instaura una relación dual consigo mismo y en la forma de dependencia.
Matriz simbólica, marca todas las posteriores identificaciones del yo. El

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desarrollo del Yo escindido depende de esta matriz y esta ortopedia y
asegurará como forma primer al ideal del Yo contra la dispersión psicótica.

En el momento de la mediatización por el deseo del otro, nace también la


envidia por lo que “creo que el otro tiene”; se sitúa a los tres años.
Con él concluye el estadio del espejo y representa el paso del “Je”, del Yo
únicamente especular o imaginario al Yo social, es decir simbólico, esto es lo
que Lacan llama intrusión simbólica, que es una matriz simbólica en la que se
precipita el yo.

La relación a su propio cuerpo, cuerpo que le es dado al sujeto con las


marcas del Otro, marcará sus relaciones de objeto y su deseo. Su cuerpo es
imaginario, sus objetos también lo son porque no hay un último objeto, porque
el deseo empuja, los objetos siempre serán sustitutos de ese primer objeto
faltante, entonces la forma del sujeto será la falta, la falla, intentando hacerse
representar entre dos significantes.
Vemos aquí sencillamente trenzados los tres registros, lo imaginario, lo
simbólico con lo real del cuerpo.

La fase del espejo instaura una relación dual en la forma de la


dependencia, matriz simbólica que marca todas las posteriores identificaciones
y en la cual el Yo se precipita. Esta relación imaginaria menciona en la teoría la
coalescencia de los deseos, en tanto que el infans es puesto como deseo del
deseo del otro, la Madre, objeto primordial que oficia, en la tópica lacaniana,
del lugar especular que estructura al Sujeto. Este objeto (faltante) configura la
petit a en los gráficos de Lacan y según un álgebra cuya función es impedir la
reducción de este lugar a la madre fáctica, para conectar con el sistema
simbólico la Cultura, signando así a lo humano a una escritura originaria con la
Naturaleza. Este efecto de fase posibilita el ingreso a lo simbólico, a la palabra,
en un drama cuya ganancia es pode decir Yo (Je) soportando el discurso del
Otro.

El desarrollo del Yo (escindido) depende de esta matriz, y esta ortopedia


primera asegurará – como forma primera -Ich Ideal- contra la dispersión
psicótica.
La relación con el propio cuerpo (cuerpo que le es dado al Sujeto con las
marcas del otro, marcará todas las relaciones de objeto, de objeto de su
deseo. Su cuerpo “imaginario” será la causa de sus propios objetos, también
ellos imaginarios, evanescentes, incapaces de ser un último objeto, puesto que
estarán allí como sustitutos del primer objeto (faltante). La forma del Sujeto
será la carencia, la falta.

El advenimiento de lo simbólico:
Si el sujeto se identifica con el reflejo especular en la erotización de la
tensión que lo lleva a la vez hacia su imagen y hacia el otro presente, ocurre que
este otro, a través de los azares de una comunicación que él posee, lega al
sujeto los fundamentos de una historia en la cual se inscribe un pasado y un

40
futuro. Mucho más que un desarrollo genético, el estadio del espejo indicaría el
advenimiento histórico en el curso del cual se organizaría la estructura del
sujeto. El desconocimiento fundamental en el cual se mantiene este último con
relación a lo que lo constituye –en otras palabras, esta hiancia imaginaria en el
seno de la cuestión el ser, reclama en adelante otro modo de expresión: el
mismo que Lacan llama “lo simbólico”, y que ya habrá demarcado en el estadio
del espejo, en ese momento en el que, precisamente, el niño se vuelve hacia el
adulto como para buscar de algún modo su asentimiento.
No se trata entonces de comprender el advenimiento de lo imaginario y lo
simbólico como dos tiempos diacrónicos distintos, sino, más bien, como el
advenimiento de dos modos intrincados en una misma experiencia que
convergen para resolver la hiancia que lo imaginario, por sí, provoca en la
constitución del sujeto.

IV -LOS TIEMPOS DEL EDIPO

El niño, tras la fase identificatoria del espejo sigue manteniendo una relación de
indeferenciación cercana a la fusión con su madre, producto de la posición particular que
el niño alimenta con respecto a ella: tratar de identificarse con lo que él supone que es el
objeto de su deseo. Esta identificación se ve ampliamente facilitada e inducida por la
relación de inmediatez entre ambos aunque más no sea por los cuidados y la satisfacción
de las necesidades.
En otros términos, la proximidad de estos intercambios pone al niño en la situación de
hacerse objeto de lo que se supone le falta a la madre. Este objeto es justamente φ, el falo
imaginario, considerado como el objeto de completud.
El niño encuentra la problemática fálica en su relación con la madre al querer
constituirse a sí mismo como falo materno. Es este el primer momento del Edipo, en el
cual el deseo del niño permanece totalmente sujeto al deseo de la madre. Sólo puede
haber una relación de fusión con la madre en la medida en que no aparezca ningún tercer
elemento que mediatice la identificación del niño al falo de la madre; pero asimismo, la
simple naturaleza de esta identificación que elude la mediación de un corte o
intermediación, lo convoca en el terreno de una oscilación dialéctica entre ser o no ser el
falo.
Anuncia entonces el segundo momento del complejo de Edipo en el que el niño es
introducido inevitablemente en el registro de intermediación por la intrusión de la
dimensión paterna.
La mediación paterna va a representar un papel preponderante en la configuración de
la relación madre-hijo-falo al intervenir en registros aparentemente diferentes, como
privación, prohibición y frustración. Las cosas se complican aún más cuando se evidencia
que la acción conjugada del padre tiende a catalizar su función fundamental de padre
castrador.

Los tiempos del Edipo (Apuntes de clase)

Mito

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Complejo
Estructura
Edipo no sabía. Hamlet, sí. Atender Edipo en Colona. Efectos de la declinación. Ser el falo a
dejar de ser el falo. Pasar al tema de tener el falo. La castración.

Complejo es aquello que se cierra. Subjetivamente, lo que tiene alguien. Estructurante del
sujeto. Freud lo entrevé como una consecuencia de la sexualidad. Incesto; hostilidad,
dominan al parlete. Sentimientos repugnantes porque son antiguos. Generadores de culpa.
Lo centra en el niño. De allí surge la represión y la censura→ estructurante. Lo que funda el
inconsciente es la represión primaria.
La sexualidad aparece dando origen a las exclusiones, segregaciones, retorno de lo
reprimido.
De la salida del Edipo se da la identidad sexual.
Pertenece al inconsciente el deseo de quedarse con la madre y asesinar al padre→ instinto
de muerte.
Freud señala una lógica de oposición: el individuo jugando en el pleno de la ambivalencia.

No hay algo que pre-exista, se determina en el interjuego familiar.


1920 aparece en la obra de Freud el complejo de castración.
La idea de lo que fue falo fue castrado. El varón identifica su órgano con el falo,
reconocimiento del obstáculo que lo introduce en la privación femenina. Intervienen la
percepción y algo que se diga en torno a esto.

Para todo x todos tienen falo:


Todos nos constituimos a partir de la parte fálica.

Freud habla el goce a partir del padre de la horda. Existe 1 que goza de todas las mujeres.
Es aquél que funda la regla. Es la razón por la que fue asesinado. Se introyecta la ley y se
puede hablar.

Existe un x que dice no a la cuestión fálica:

La estructura es una organización caracterizada por lugares vacantes.


X es función de y
Y es función de x
X depende o concierne a y (ejemplo del cuadrante cartesiano)
El objetivo de llevarlo a la matemáticas es que tiene que cumplir como una ley. Se trata de la
función y como se la indica aún en la ausencia.

Partiendo de lo que circula es el falo, los tiempos del Edipo constituyen la metáfora paterna.
La metáfora paterna va a inscribir el nombre del padre. Si no hay metáfora paterna no está
constituido el Nombre del Padre.

Primer tiempo: El niño la madre y el falo. El niño está sometido al capricho de la madre.
Esto va a hacer que el niño se identifique con el objeto del deseo de la madre.
Dependencia de amor.

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La madre busca la completud narcisista y el niño se da cuenta que hay algo más allá cuando
la madre lo mira.
La madre es la que arma la demanda. El niño juega en ello el papel de falo imaginario; el
falito. Al alcanzar el falo imaginario a la madre toma el lugar del Otro (del código). Constituye
sus necesidades. También ocupa el lugar de “a” semejante.

[Transitivismo en la obra de Winicott. El tiempo de las fobias. Fetichismo.]


El júbilo del espejo - yo ideal- tiene que caer. Allí está la pérdida del goce.
[Aquí está el origen de las psicosis]

La madre lo sustituye por el falo simbólico.


Se complementa y disimilan ser el falo imaginario – el falo simbólico. [La figura del toro] 1

La mujer entra al Edipo desde el lugar de una decepción. Ella esperaba algo que la madre
no le dio. Reconoce la falta. Entonces recurre al padre en la fantasía que le de el falo, un
hijo.
Con el hijo se constituye la madre fálica (la que lo tiene todo). El niño está sometido al
capricho de la madre. Será necesario que caiga la madre fálica, la que lo tiene todo.

Segundo tiempo: Aparece la prohibición: “No reintegrarás tu producto”… (final de la clase)

1 LA FIGURA DEL TORO

La demanda del niño hacia la madre vuelve a rearmarse porque al no ser satisfecha se relanza
hasta que llega un momento en que se cierra como una vuelta de más. Arma entonces el agujero
central. El deseo se desprende de la demanda y allí pone el “objeto a”

Desde allí se marca la salida del otro toro, porque se trata de no sólo el deseo del niño sino de la
demanda de la madre. La madre articula la demanda del niño. Resulta así que el deseo de uno es
el lugar de la demanda del otro

43
[Cuando hay un acoplamiento que no lo es tenemos una psicosis simbiótica]

Segundo tiempo del Edipo

El padre como privador de la madre en un doble sentido: priva a la madre de su objeto fálico y al
niño de su objeto amado.
(Objeto fálico en el campo del fetichismo)
Priva fundamentalmente a la madre. Priva al niño del objeto de su deseo porque ve que la madre
prefiere a otro que no es él (el falo)

Retrata de un padre jodedor (cogedor) que se hace causa del deseo de la madre.
Caída y corte del goce.
La eficacia de la palabra del padre. La importancia que la madre le otorga a ese “no”.
El no del padre va a efectivizar la privación del objeto fálico y el niño empieza a entrar en el orden
simbólico.
En este segundo momento del Edipo lo que aparece es un padre privador, feroz, tiránico. Es el
padre del hombre de las ratas, que incluso lo venía a controlar de ultratumba. (Neurosis obsesiva)
La madre acepta a este padre con un dejo denegatorio. Le hace sentir al hijo que el no es el falo
pero sí su bebé (falito)
El neurótico obsesivo se localiza como el falo de la mamá. Ese padre lo hace oscilar entre la
preocupación o el desafío: barrar y someterse. De allí la ambigüedad del obsesivo en relación a la
cuestión fálica.
El obsesivo va a tratar de no respetar su deseo. Un modo de no hacerse cargo de su deseo, o el
desafío, que es el caso de los obsesivos crueles.
Desafío verbal o silencio. El esperar ver pasar el cadáver del enemigo por la puerta de su calle.

La histeria, en cambio, es más del primer tiempo por la estructuración especular. Se arma al estilo
de un gran falo y al no poder conformar el deseo del otro se derrumba. Se mete en el deseo de los
demás y no en el propio deseo.

En este segundo tiempo se da una intención de abrochadura entre los significantes en búsqueda
de un último significante que de sentido.

Tercer tiempo del Edipo


El padre interviene como aquél que tiene el falo pero no lo es. Al ser potente puede dar el falo, no
sólo privarlo.
En este tiempo termina la instalación del Yo.
En el Primer Tiempo (donde se ubica la fase del espejo) la madre aparece como quien
tiene el falo y por eso (deseo del deseo del otro) el niño es el falo: es la dupla madre
fálica-narcisismo.
En el Segundo Tiempo aparece el padre como privador doble (él es el falo) ya que al
iniciar la castración simbólica con la castración de la madre, priva al niño del objeto de su
deseo que ya deja de ser el falo de la madre. El padre aparece como dictando la Ley y
reemplazando el poder de la madre.
Se ingresa así a la significación fálica (falo simbólico, significante primordial), lo que en
teoría se ha llamado Nombre del Padre para dar a entender ese significante que marca en
el psiquismo del niño la función del padre simbólico “significante del otro en tanto lugar

44
de la Ley”. Por lo tanto, cuando aparece la Ley, ya no hay más nadie que sea la Ley, todos
actúan en representación de ella. No se trata entonces de ser un padre terrible, arbitrario y
despótico para producir la privación, si lo fuera cumpliría la función de la madre en la
relación dual del primer tiempo. Lo importante es la manera cómo la madre vehiculiza,
transmite el poder que el niño, en representación imaginaria, tiene como padre.
En el Tercer Tiempo el padre también deberá aceptar la Ley (deberá ser castrado). Nadie
será el falo ya que éste estará instaurado en la Cultura. Papá tiene falo pero no es el falo:
Falo y Ley son algo que están mucho más allá de cualquier personaje. Se pasa de la
identificación con el Ideal de Yo, de la perfección omnipotente narcisista a la
acumulación de funciones y roles (elementos significantes) de los cuales el padre es
soporte en lo sexual por diferencia anatómica. Se llega a ser lo que se es
(anatómicamente) entrando en que hay una norma que regula los intercambios sexuales:
no con mamá, sí con cualquier otra.

METÁFORA PATERNA

Cuando, en 1956, Lacan comenzó a abordar detalladamente los tropos metáfora y


metonimia, el ejemplo que tomó para ilustrar la estructura de la metáfora fue un verso del
poema e Víctor Hugo titulado Booz endormi. Este poema vuelve a narrar la historia
bíblica de Ruth y Booz: mientras Ruth duerme a los pies de él, Booz sueña que de su
abdomen crece una gavilla, como revelación de que iba a ser el fundador de una raza. En
el verso que cita Lacan (“Su gavilla no era avara ni rencorosa”) la sustitución metafórica
de “Booz” por “su gavilla” produce un efecto poético de significación. La paternidad es
entonces el tema de este poema (su contenido) y también es intrínseca a la estructura de la
metáfora en sí. Toda paternidad involucra una sustitución metafórica y viceversa.
La frase “metáfora paterna” es introducida por Lacan en 1957. En 1958 continúa
elaborando la estructura de esta metáfora; ella supone la sustitución de un significante (el
deseo de la madre) por otro (el Nombre del Padre).
De modo que la metáfora paterna designa el carácter metafórico (es decir, sustitutivo)
del propio Complejo de Edipo. Es la metáfora fundamental de la que dependen todas las
significaciones: por esta razón, toda significación es fálica. Si el Nombre del Padre está
forcluido (como en la psicosis) no puede haber metáfora paterna, y por lo tanto tampoco
ninguna significación fálica.

Nombre del Padre Deseo de la madre A


. → Nombre del Padre
Deseo de la Madre Significado para el sujeto Falo

LA FORCLUSIÓN DEL NOMBRE DEL PADRE

La metáfora paterna es la fundadora del psiquismo como tal.


La Verwerfung, forclusión, aparece como el mecanismo que puede hacer fracasar la
represión originaria, nudo del seminario sobre la psicosis: no es ya la ausencia el padre
real sino la carencia del nombre del padre como significante.

45
Ni la “pérdida de la realidad” ni la “escisión del yo” pueden constituir un criterio
metapsicológico eficaz para diferenciar las neurosis de las psicosis. El aporte de Lacan
con respecto a Freud reside en la forclusión: Si el Nombre del Padre está forcluido en el
lugar del Otro (este significante es negado en el discurso de la madre), la metáfora
paterna ha fracasado siendo este fracaso la carencia que le da a la psicosis su condición
esencial con la estructura que la separa de las neurosis. La forclusión del Nombre del
Padre, que neutraliza el advenimiento de la represión originaria, hace fracasar, al mismo
tiempo, la metáfora paterna y compromete grandemente el acceso del niño a lo simbólico
e incluso se lo impide. El niño queda estancado en una organización arcaica en relación
dual imaginaria con la madre.
Por otro lado, la cuestión de la circulación del falo en la genealogía materna no deja
ningún lugar al padre simbólico y por ende la posibilidad de simbolizar la ley del padre
instituyendo la castración simbólica.
Sobre lo que queremos insistir, s que no sólo hay que ocuparse del modo en que la madre
se adapta a la persona del padre, sino de la importancia que le da a su palabra, digamos
la palabra justa, a su autoridad, es decir, el lugar que ella reserva al Nombre del Padre en
la promoción de la ley”.

(Queda por desarrollar lo relativo a la spaltung.)


La metáfora del Nombre del Padre permite advenir al niño como Sujeto al acceder a
lo simbólico (y a la práctica de la lengua materna). Establece en el sujeto un estructura de
división psíquica (spaltung) irreversible. El principio que gobierna la metáfora del
Nombre del Padre se sustenta exclusivamente en un efecto significante, particularmente
en una sustitución significante. El orden significante es, precisamente, el que hace que el
sujeto llegue a su estructura de división. Esto equivale a decir que el sujeto está dividido
por el orden mismo del lenguaje. Por otra parte, la metáfora paterna se apoya en la
represión originaria, es decir, en el advenimiento del inconsciente; por lo tanto, el
inconsciente como tal, está también sujeto al orden del significante.
En Freud: ichspaltung, traducido como “escisión del yo”. Se trata de una escisión
intrasistémica, o sea, interna del Yo. Sin embargo el concepto es ambiguo, por ejemplo
desde la segunda tópica.
En Bleuler, spaltung, se traduce como disociación, y se refiere a síndromes
esquizofrénicos. (Discordancia)
Para Lacan es la característica más inaugural que define la subjetividad porque es
precisamente lo que permite al sujeto estructurarse de acuerdo con cierto modo psíquico.
Aparece como aquello que convierte el aparato psíquico en un sistema plurisistémico:
División inaugural del sujeto que proviene del propio vinculo del sujeto con un tercer
orden que es el orden simbólico, o más exactamente el orden que va a mediatizar la
relación del sujeto con lo Real. Esta operación se realiza con la instalación del proceso de
la metáfora paterna después de la cual un símbolo del lenguaje (el Nombre del Padre S2)
designará metafóricamente al objeto primordial del deseo que se ha vuelto inconsciente
(significante del deseo de la madre, significante fálico S1):

S3
Inconsciente S2
s1 s3
S
1
Represión originaria 46
Si el niño sigue nombrando sin saberlo al objeto de su deseo significando el Nombre
del Padre, cabe una única conclusión: el niño ya no sabe lo que dice en lo que enuncia. Es
otra manera de ver que el niño accede al lenguaje sin saber lo que dice cuando habla. El
lenguaje aparece entonces como una actividad subjetiva por medio de la cual uno dice
algo absolutamente diferente de lo que cree decir en lo que dice. Ese algo absolutamente
diferente se instituye fundamentalmente como el inconsciente, que queda fuera del
alcance del sujeto que habla, porque se encuentra constitutivamente separado de él.
La metáfora del Nombre del Padre articula la función fálica con su coyuntura
correlativa, el complejo de castración. La función paterna debe ser comprendida como
algo radicalmente diferente tanto de la presencia paterna, como de sus coyunturas
negativas, por ejemplo la ausencia, carencia o cualquier forma de inconsistencia paterna.
Para Lacan esta función procede de la determinación de un lugar que otorga una
dimensión simbólica. Por otra parte, como es función simbólica, puede prestarse a una
operación metafórica:
“El padre no es un objeto real, entonces, ¿qué es? (…) El padre es una metáfora.
¿Qué es una metáfora? (…) Es un significante que aparece en el lugar de otro
significante (…) El padre es un significante que ha reemplazado a otro significante. Y
esa es la incumbencia esencial del padre dentro de su intervención en el complejo de
Edipo.”

La evolución del niño en los misterios del Edipo puede fijarse eventualmente en un
punto de equilibrio inestable alrededor de la encrucijada que constituye la pregunta ser o
no ser el falo. Lacan señala de este modo un punto de anclaje favorable a las
identificaciones perversas en la suspensión de este interrogante que perpetúa una
oscilación en el lugar de la castración si ésta se apoya en un mensaje equívoco sobre el
papel de la función simbólica del Padre. Una ambigüedad sostenida a ese nivel
movilizarla niño hacia una estrategia defensiva para evitar la castración. Pero el perverso
se equivoca en cuanto a la posición subjetiva que lo une a la supremacía de lo imaginario
fálico: cultiva su singularidad paradójica con respecto a la castración de tal modo que
puede medir una incidencia con bastante precisión. Todo su talento sintomático y también
toda su angustia consistirán en reproducir y conservar la ilusión subjetiva en la que se
encuentra capturado. Hay que sondear sin cesar la medida de la castración si se la quiere
evitar cada vez con más destreza. En otros términos, la identificación perversa provoca en
negativo la doble, pero solidaria cuestión de la privación materna de su objeto fálico y la
separación del niño de su identificación con tal objeto.

V -LA METÁFORA PATERNA Y LA METONIMIA DEL DESEO

47
En un momento dado de la evolución edípica, el niño llaga a asociar la ausencia de la
madre con la presencia del padre. El padre aparece primero como un objeto fálico rival y
luego como el supuesto poseedor del falo. El niño ha elaborado entonces una relación
significante ya que puede designar / nombrar la causa de las ausencias de la madre al
convocar la referencia del Padre que tiene el falo, es decir, el padre simbólico. Aquí es
donde interviene especialmente el Nombre del Padre asociado a la Ley simbólica que
encarna. El nombre del Padre es una designación del reconocimiento de una función
simbólica circunscripta al lugar en el que se ejerce la ley. Esta designación es producto de
una metáfora. El Nombre del Padre es el nuevo significante (S2) que reemplaza, para el
niño, al deseo de la madre. Durante la sustitución significante, el significante del deseo de
la madre S1 es objeto de una represión (represión originaria) y se hace inconsciente,
produciéndose el efecto habitual de la metáfora.
Al nombrar al Padre, el niño sigue nombrando, de hecho, al objeto fundamental de su
deseo. Pero ahora lo nombra metafóricamente porque ha sido desplazado al inconsciente.
La vocación del símbolo del lenguaje es expresar la perennidad del objeto fundamental
del deseo con una designación que se efectúa a espaldas del sujeto. Tal el automatismo de
repetición. El lenguaje permite eternizar su expresión al socializarla en el registro
simbólico de la comunicación intersubjetiva. También se esclarece lo que se pone en
juego intrínsecamente en el complejo de Edipo en donde la metáfora del nombre del
Padre da prueba de la actualización de la castración que interviene en el único modo en
que es inteligible: la castración simbólica. En efecto, al término del Edipo, el falo aparece
como la pérdida simbólica de un objeto imaginario.

La represión originaria y la metáfora paterna le imponen al deseo la mediación del


lenguaje. El que inaugura la alienación del deseo en el lenguaje es el significante Nombre
del Padre. Al hacerse palabra el deseo se transforma en reflejo de sí mismo. El deseo de
ser reprimido a favor del deseo de tener obliga al niño a dirigir su deseo hacia el campo
de objetos sustitutivos del objeto perdido. Para lograrlo, la única posibilidad del deseo es
hacerse palabra y ponerse de manifiesto en una demanda. Pero al hacerse demanda, el
deseo se pierde cada vez más en la cadena de los significantes del discurso. El deseo
queda para siempre insatisfecho porque tuvo la necesidad de hacerse lenguaje. Por eso es
que renace continuamente puesto que siempre está en otro lugar, fundamentalmente fuera
del objeto designado o del significante susceptible de simbolizarlo. En otras palabras, el
deseo ha tomado el camino de la metonimia. La metáfora del Nombre del Padre obliga al
niño a tomar la parte (objeto sustituto) por el todo (objeto perdido). Así como “una vela
en el horizonte” designa el todo (la nave) por la parte (la vela), así también el deseo
insiste en designar al deseo del todo (objeto perdido) por la expresión del deseo de la
parte (objetos sustitutos).
En conclusión, la metáfora paterna constituye un momento profundamente
estructurante de la evolución psíquica del niño. Además de introducirlo en la dimensión
simbólica y desprenderlo de su atadura imaginaria con la madre, le confiere la categoría
de sujeto deseante. El beneficio de esta adquisición sólo se obtiene por medio de una
nueva alienación. En efecto, cuando se transforma en sujeto deseante el deseo del ser
parlante (parlêtre) se vuelve cautivo del lenguaje en el que se pierde como tal, para ser
representado solamente por significantes sustitutos que imponen al objeto del deseo la
calidad de objeto metonímico. Crease de esta manera una estructura de división subjetiva

48
(Spaltung) que lo separa irreversiblemente de una parte de sí mismo y produce el
advenimiento del inconsciente.

NOTAS
1. El juego del fort-da: “…relacionado con los importantes resultados de índole cultural obtenidos
por el niño, con el renunciamiento pulsional que había realizado (renunciamiento a la satisfacción
de la pulsión) para permitir la partida de la madre sin manifestar oposición”…poniendo en escena,
con los objetos que podía tomar, la misma “desaparición-regreso”. El niño se ha adueñado de la
ausencia gracias a una identificación: la madre lo echaba al ausentarse y ahora es él quien la echa
al arrojar el carretel. El fort-da nos indica que desde ahora logra dominar el hecho de no ser el
único objeto del deseo de la madre, es decir, el objeto que satisface la falta del Otro; es decir, el
falo. El niño puede entonces movilizar su deseo como deseo de sujeto hacia objetos que
reemplacen el objeto perdido.
2. El acceso al lenguaje (acceso a lo simbólico) constituye el signo indiscutible del dominio
simbólico del objeto perdido por medio de la realización de la metáfora del Nombre del Padre que
se afirma en la represión originaria. ¿Qué supone una simbolización de esta índole? En primer
lugar, la experiencia subjetiva por la cual el niño va a sustraerse a una vivencia inmediata para
darle un sustituto. “La cosa debe pederse para ser representada”.
3. La posibilidad de este pasaje está supeditada a la capacidad de acceder a la dimensión del
tener en lugar de la de ser: [De ser el falo (el objeto del deseo del Otro) a descubrir que no lo es,
y de allí, en la medida que la idea del objeto persiste, otro lo es, o si no lo es, lo tiene] Al encontrar
el Nombre del Padre es capaz de distinguirse a sí mismo de la vivencia y del sustituto simbólico
llamado a representarlo; por este pasaje el niño llega a ponerse como “sujeto” y no solamente
como “objeto” del deseo de otro.
4. Mecanismo de sustitución metafórica:

Inconsciente cadena hablada

S2….S3…..S4…..S5…..
S1
Represión

S1 : objeto del deseo de la madre (falo imaginario)


S2 : Nombre del Padre, nuevo significante que reemplaza, para el niño, el deseo de la madre.
S1
s1
s2
S2
S1
s1
S2

49
s2 El proceso metafórico consiste en introducir un nuevo significante (S2) que hace pasar
bajo la línea de significación al viejo significante y en consecuencia queda provisoriamente en el
inconsciente.
DECLARACIÓN DE SEXO

La bisexualidad en la esfera psíquica es un punto que de entrada pone en juego


nuestra incapacidad para decir lo que sea sobre las nociones de “masculino” y
“femenino”. Con todo, Freud no abandona su consideración de que se trata de un
componente ineliminable de sus concepciones. Gracias a ella pudo plantearse las
pulsiones parciales sumergidas en esta dualidad y evolucionarlas hasta hacerlas
converger en una finalidad genital que, en lugar de poner de manifiesto que los
sexos en realidad son dos, los bordea.

Lacan admitió en 1975 que el interés fundacional de su vocación fue el gran


enigma de la sexualidad y su sospecha “de que las relaciones entre hombre y
mujer desempeñaban un papel determinante en los síntomas de los seres
humanos”.

Primera etapa:
Desde lo simbólico, “hombre” y “mujer” son dos significantes distintos. Operan la
identificación a ciertos trazos unarios que los separan. Tareas, funciones, roles,
son relativas como elementos de segregación, se afirman, oscilan, tienden a
desaparecer, según las épocas; pero la diferencia no se atenúa. No hay lógica
complementaria de las predicaciones a hombre y mujer. El significante es lo que
se asume y aprende. Ni aún en el psiquismo hay algo “que pueda situarse como
macho y hembra”. Luego será la oposición estructural entre los significantes lo que
demarque la cuestión. Pero aún allí, surge la expresión de Lacan: “…la verdad
última, la verdad verdadera es que entre hombre y mujer eso no anda”. Desde allí,
no se trata de hacer que esto ande allí donde “eso no anda”, sino demostrar el
“eso no anda”. Se sirve como exergo del poema de Antoine Tunal:

Entre el hombre y el amor,


Hay la mujer.
Entre el hombre y la mujer,
Hay un mundo.
Entre el hombre y el mundo,
Hay un muro”

La declaración de sexo:
Puesto que sólo hay identificación al significante y esto pone al hombre y la mujer
en la segregación, cada uno de su lado: ¿Qué ocurre con la relación de uno con el
otro?
 Sólo hay acto sexual para hacer relación ya que no hay relación inscripta.
Cada uno, cada una, debe confesarse al otro como afectado por un sexo,
en un decir Yo, revelándose como macho o como hembra. Así, un “hacerse

50
hombre” se instaura para hacer signo a la joven que se ama, así como un
“hacerse mujer” para hacer signo al joven que se ama.
 Ésta es declaración en negativación del autoerotismo. En sí misma
castración. El reverso de una positivación del cuerpo del Otro como
teniendo valor de goce más allá del placer del autoerotismo. Así para los
hombres, la joven es el falo, y esto los castra; y para las mujeres el varón
es el falo, y esto las castra ya que ellas sólo conseguirán el pene. Dicho de
otro modo, lo real del goce sexual es el falo, o sea lo que no se tiene.
 No hay acto sexual en el sentido que este acto uniría al ser del hombre y el
ser de la mujer bajo una forma de repartición simple (llave y cerradura). No
hay acto sexual que constituya el acto inaugural de donde se engendraría la
subjetividad como tal, macho o hembra.
 Hay falta, escamoteo simbólico de la representación del órgano de la
copulación (menos phi minúscula: -φ) Para el hombre se formula: yo no
tengo a título de símbolo el pene; no es el órgano el que como significante
de mi virilidad me califica. La castración proviene de que no se dispone del
conjunto de los significantes, lo que vuelve imposible el enunciado de la
bipolaridad sexual.
 Hay separación irreductible entre el cuerpo percibido del otro del que yo
gozo y el goce del Otro. De ahí que sea posible, felizmente preguntarse (lo
que está ausente en la perversión):

¿Ése del que uno goza, goza?


¿Hay una respuesta posible?
¿Hay un saber sobre el goce del otro?

No hay saber sobre si hay o no simulación. A pícaro, pícara y media.

 La intersección de las dos faltas del “sólo hay acto sexual” y del “no hay
acto sexual” produce por su recubrimiento recíproco un único lugar vacío.
Ahora bien, a ese lugar vacío que es la hiancia de la no-relación sexual
subsiste el objeto a minúscula causa del deseo y ganancia de un plus-de-
gozar en el fantasma.
“Toda realización de la relación sexual apunta al fantasma”.

La etapa del 68 al 73:


El punto de partida deviene con la noción de discurso. El discurso es un lazo
social que está ahí en su estructura y su saber, hable uno o no. Si no hay relación
sexual por el contrario hay relación social no sexual, por el objeto a minúscula.
Desde siempre tres discursos: el discurso del amo (es la relación dominante-
dominado), el discurso universitario (sapiente-ignorante), el discurso histérico (que
se presenta como la solución encontrada al interrogante ancestral sobre la
relación del hombre con la mujer) y uno nuevo, que permite escribir los otros tres:
el discurso, no del psicoanálisis, sino del analista.

51
El discurso histérico plantea como hipótesis que habrá en el futuro relación sexual
entre el hombre y la mujer. No hay una relación sexual pero se sabe es a producir:
¿cómo es posible?
La mujer, definible en el universal de La, es tomada como modelo de sujeto
(macho o hembra) ya que ella es supuesta saber aquello que conviene al goce del
hombre en tanto hombre y por lo tanto castrado (por ejemplo, para Dora, la señora
K, o la madona de Dresde, en relación con el padre impotente de Dora).
En cuanto a la verdad presente de ese discurso está en el “hacer desear” al Otro
por el juego del objeto a minúscula según la alternancia reglada de la seducción
(+a) y de la sustracción (-a), ante el primer signo del deseo del Otro. En cuanto al
deseo del sujeto, éste puede ser insatisfecho. Este lazo social se escribe así:

S/ → S¹

El S² está en el lugar de la producción y el objeto a minúscula en el lugar de la


verdad.
Ahora bien, este discurso es exactamente aquel que retoma todo analizante
gracias a la toma de palabra que permite el descubrimiento freudiano del proceso
analítico, es decir la asociación libre según la regla fundamental. El analizante se
histeriza suponiendo una relación ideal entre el hombre y la mujer (y no una
mujer). Desde entonces, toda la búsqueda de Lacan en el curso de esos años ha
de consistir en encontrar el límite a la histerización de artificio, mediante la
desuposición de la mujer gracias al cuarto discurso: el del analista.

La lógica aristotélica no sirve para inscribir este límite, Ésta instaura una negación
que sólo cae sobre el atributo, de tal suerte que lo que del predicado no es
atribuible a lo masculino es llamado femenino, e inversamente. Esta negación es
exactamente del orden de la esperanza histérica; habría relación de
complementariedad entre dos universales, el hombre y la mujer.
Lacan intentará demostrar que no hay equivalencia entre estos dos universales
fundando otra lógica que por medio de los cuantificadores permita la introducción
de otra negación que recaiga sobre el sujeto.

 Tenemos así la distinción entre todos y no todos, entre uno y no uno.


 Hay una barrera a la existencia de la relación sexual, barrera que es la
función que se constituye de la existencia de este goce llamado sexual. En
efecto, el goce prohíbe alcanzar al Otro; gozar de un cuerpo es abrazarlo,
estrecharlo, hacerlo pedazos; pero hay infinitud de la totalidad.

Mi angustia es grande, desconocida por los hombres


Que son crueles y quisieran prohibirme
Esa meta, hacia donde van las fuerzas del amor.
Ellos la ignoran y ¿qué puedo yo decirles?
Debo pues vivir lo que soy:

52
Lo que el amor me inspira
Allí está mi ser y a ello consagraré mi esfuerzo.
Este orden al que el amor mismo me intima
Lanza mi espíritu a la aventura:
Esto que no tiene forma, ni razón, ni figura,
Pero que se puede sentir claramente
Es la sustancia de mi alegría,
Hacia lo que no dejo de tender
Y por lo que sufro tantos días amargos

Este desierto es cruel y nada se le asemeja;


Que el amor hace su dominio
Cuando nuestro deseo languidece por él
Y que sentimos sin conocerlo jamás
Se manifiesta en huida,
Se lo persigue, no se lo puede ver;
Mantiene el corazón doliente y vigilante.

Género

Ex. Φ x Ex. Φ x

Ax. Φ x Ax. Φ x
Existe un individuo a quien no le corresponde No existe un individuo a quien no le
la cuestión fálica, (la función fálica, la corresponde la cuestión fálica
castración: el padre de la horda).

A todo individuo le concierne la No existe un todo a quien le


cuestión fálica corresponda la cuestión fálica

Existe un individuo No existe


Un hombre existe Una mujer no existe
La mujer es no toda

Al hombre le concierne No hay mujer que le concierna


El hombre existe No hay la mujer que le concierna
El, existe La, no existe
La mujer no existe

Existe un x quien no le corresponde No existe un x

53
A todo x le corresponde No existe un universal
El hombre existe como universal "La" no existe como universal

Existe uno, al menos uno, para quien Φ x no está comprobada, o no es verdad, o


está negada. Lacan agrega: es lo que se llama la función del padre.
Existe uno que dice que no.

No hay conjunto que pueda funcionar sin un elemento exterior a, o eyectado del
conjunto.
Hace límite al universal, cerca al para todos, hace borde.
Es el UNO, sino seguro, al menos con el cual es necesario contar.
Cuando nombramos un conjunto, ese nombre no forma parte de él, está
necesariamente fuera del conjunto.
"El uno surge de una negación que tiene valor fundador, valor de afirmación del
conjunto. Es un creador que tiene el valor de nombre" (Sibony)

Del lado De la mujer no hay excepción que pueda cercar un todo. Estando negada
la excepción no hay universal posible.

Ex. Φ x es el lugar del goce de la mujer.


El falo es el punto límite entre el significante y el goce. Entre el goce fálico y el
deseo.
Séptima emisión

“Creo que el retorno a los textos freudiano me ha dado la idea cada


vez más certera de que la captación más global de la realidad
humana es la realizada por la experiencia freudiana.”

Las categorías de lo simbólico de lo imaginario y lo real son deducidas de


modo progresivo en la obra de Lacan. La interacción de estas tres instancias se
revela estructuralmente isomorfa a la dialéctica implícita en el complejo de
Edipo, tal como Lacan la especifica a partir del estadio del espejo, de la función
fálica, del complejo de castración, y de la metáfora del Nombre del Padre. El
desarrollo de su teorización, manifiesta la disparidad intrínseca de la constitución
del sujeto, o sea su separación irreductible del objeto del deseo por mediación
del fantasma.

El principio, ha consignado desde el montaje de esta estructuración subjetiva


mediante el esquema R, muestras de una singular economía explicativa en el
comentario que le dedica. De allí la necesidad de desplegar de manera lógica
las diferentes fases que concurren a su construcción.

54
METÁFORA PATERNA
DM
Por el deseo de la madre un bebe entra al mundo → ── ──
DM x

NP DM
Cae bajo la barra por el efecto del nombre del padre → ── ── → NP (1/s)
DM x

La función del deseo de la madre significa al niño.

Figura 1:
Madre

Niño

La figura 1 esquematiza la relación originaria madre – hijo, designada


habitualmente como “indistinción fusional”. No obstante, la interacción dinámica
del deseo entre la madre y el niño sólo es coherente en relación con la falta. En
efecto, el presentimiento de lo que le falta a la madre se puede colmar
imaginariamente con el objeto que no tiene, el del deseo. Por esa razón, de
modo igualmente imaginario, el niño se identificará de buena gana con el objeto
de lo que le falta al Otro (la madre). El niño queda comprometido en una
dinámica deseante alienada al deseo de la madre, puesto que está
expresamente identificado con su falo. Por lo tanto, el espacio de esta relación
no traduce la experiencia de una pura y simple dualidad, y menos se trata ahí de
simbiosis. La indistinción fusional sólo se funda porque le preexiste un tercer
término: la falta y la existencia imaginaria de un objeto susceptible de colmarla,
el falo (Falo imaginario: φ)

En consecuencia: lo que moviliza y alimenta la dinámica de la relación


fusional es sin duda el objeto de la falta como tal. Esto plantea la necesidad de
modificar el esquema originario, dando lugar a la intercesión del falo imaginario.

55
Al objeto fálico imaginario, que se supone colma la falta del Otro, responde la
identificación imaginaria del niño con tal objeto de la madre: Ese primer triángulo
madre-niño-falo, que representa el registro imaginario, constituye la célula
básica del esquema R. Al identificarse de modo imaginario con el objeto de
deseo de la madre, el deseo del niño se realiza ya como deseo de deseo.
(Deseo de deseo del Otro)

Figura 2:

Madre φ Madre

Objeto de imaginario
La falta

Hijo Hijo (asujeto)

La intrusión de la figura paterna en la relación se manifiesta como un


cuestionamiento de la identificación fálica
Figura 3:

φ Madre Madre

Imaginario
Realidad

Niño Padre
asujeto

Surge un doble esbozo de simbolización. Por una parte el niño se muestra


cada vez más sensible al interés que la madre acuerda al padre en la realidad.
Por otra, desarrolla la convicción de que jamás logrará ser todo para el Otro en
la realidad de su existencia. La repetición de esas experiencias reales irá
suscitando de modo progresivo en el niño determinadas correlaciones
significantes.
Si el niño no es todo para la madre –la prueba de ello es su interés por el
padre- no podría entonces ser el objeto que colma su falta. Así la madre se
descubre tanto más desprovista del falo en el espacio imaginario de la relación
de indistinción fusional cuando el padre se significa como un polo de atracción

56
que moviliza su deseo. Durante un tiempo estas dos circunstancias significantes
bastan para sostener la encarnación del padre imaginario, falo rival del niño en
la relación con el Otro.
Se vectorizan entonces los desplazamientos que se esquematizan en la
figura 3.

 El padre irrumpe en la triangulación imaginaria madre-niño-falo


 El falo circula a partir del cuestionamiento de la identificación fálica
 Esa vacilación del lugar del falo suscita un desplazamiento de la
propia madre respecto del espacio de configuración imaginaria
originaria.
 Todas estas traslaciones van a distribuirse en función de la
consistencia que adquieren las contingencias de la realidad a las que
el niño, en adelante, ya no puede sustraerse.

Esta primera fase sería inoperante en la estructuración psíquica del sujeto si


permaneciera fijada en ese estadio de rivalidad fálica imaginaria entre el niño y
el padre en relación con la madre. Para lograr un avance en su estructuración
será necesario que el niño efectúe también un desplazamiento.
Figura 4:

Φ Madre
Madre

Imaginario

Realidad

Simbólico

Niño Niño Padre


asujeto

Ese desplazamiento no sólo es suscitado por los diversos acontecimientos


de la realidad, más allá del campo imaginario inicial, sino sobre todo, convocado
por la incidencia de una mediación significante, operada por la madre.

 Desde sus maneras de ser y su discurso le hará entender al niño el


papel privilegiado que desempeña el padre en relación con su propio
deseo. Prescripción simbólica consistente en significarle sin equívoco
ni ambigüedad que ella espera obtener de él, su hombre, el objeto que
le falta.
 La mediación inducida por esa prescripción simbólica debe, en la
existencia intrusiva del padre, hallar un eco de modo simbólico. No

57
debe dejar de confirmar su incidencia proponiéndose como ése “que
hace la ley a la madre”
 Un elemento suplementario exige ser tenido en cuenta: la incursión en
el registro simbólico.

Cuando la significación simbólica de esa dependencia materna adopta la


forma de una parodia, pueden resultar comprometidas vías de estructuración
psíquicas, abiertas con ulterioridad al niño, como punto de anclaje de
perversiones. Lacan lo sitúa allí donde las ambigüedades simbólicas y
equívocos, al convertirse en regla en la realidad, fijan al niño al lugar del goce de
la rivalidad fálica.

Con el registro simbólico surge la dialéctica del tener. Ya no es ser o ser el


falo sino quién lo tiene. Esto supone que el niño ha renunciado a identificarse
con el objeto del deseo de la madre. Supone para el niño tener que pasar por las
horcas caudinas de la castración. Pero además, al dejar de estar sujeto al deseo
de la madre, abandona su posición inicial de asujeto en aras de la posición de
sujeto deseante que comienza a esbozarse.
Más allá de la prueba de la realidad, esa vinculación se ancla en el espacio
simbólico al que quedan referidos de ahí en más el padre y la madre.

Estos desplazamientos dejarán lugares vacantes donde se cristalizarán, en la


organización psíquica, vestigios siempre presentes de estos lugares imaginarios
anteriores.

Figura 5:
φ i Madre

m I Padre

imagen especular “i”: representación imaginaria del deseo de la madre que


ocupa el lugar donde el niño había situado a la madre en el estadio
imaginario.
Ideal del Yo “I”: Nueva posición del niño, que solo puede advenir en relación
con la incidencia simbólica del padre. Por ese motivo, el Ideal del yo I se
inscribe de modo lógico en oposición al “m” en el espacio simbólico. Es
importante advertir que la palabra francesa moi funciona como pronombre
personal y se diferencia de Je en tanto esto, siendo también pronombre de la
primera persona, sólo puede cumplir la frase en función de sujeto.

58
El triángulo imaginario y el triángulo simbólico se distribuyen respectivamente
de una y otra parte de la banda de la realidad, que más tarde será definida
por Lacan bajo la denominación de lo real.
La traslación del espacio imaginario al espacio simbólico traduce la
circulación del objeto fálico sin la cual el niño no podrá situar el lugar exacto
del objeto del deseo de la madre que le permite pasar del estado de asujeto
al de sujeto (je). Esta localización sostenida por el significante del Nombre
del Padre justifica la introducción esquemática del símbolo “P” como lugar de
inscripción del falo simbólico (Ф).

Figura 6:

φ i M
S S a

I
R

ma'
A
I P

De este modo, cuando ha situado el niño el objeto del deseo de la madre,


adviene entonces como sujeto, en lugar de su identificación primordial
imaginaria con φ: de ahí surge la inscripción del símbolo “S” en lugar del
anterior.

φ i M
S S a

I
R

ma'
A
I P

Subsiste empero el predominio de lo imaginario que encarnan los lugares “i”


y “m”

59
“los dos términos imaginarios de la relación narcisista, o sea el yo y la imagen
especular”

El vector iM metaforiza todas las figuras del otro imaginario bajo la expresión
general de la imagen especular i(a), Y esto da lugar de inscribir al otro en el
lugar de M.

En el lado opuesto, se inscribirían en el vector mI, todas las identificaciones


imaginarias formadoras del yo sujetas a la identificación paterna del Ideal del yo
I. Por lo tanto resulta legítimo ubicar el símbolo a' correlativo de a en la relación
imaginaria del sujeto con sus objetos.

P simboliza el Nombre del Padre en relación con una operación significante


inaugural que es, hablando con propiedad, metáfora. Un significante tal, sólo
puede situarse en el lugar del Otro donde el niño encuentra el significante de un
padre para él: como consecuencia, el símbolo A encuentra su lugar lógico en el
lugar de P

MimI la banda de lo Real separa y enlaza el triángulo imaginario y el simbólico.


De allí partira el tratamiento de esta banda como una banda de Möbius.

Falo: algunas puntuaciones.


Lic. Leonor Pagano

En general Lacan prefiere emplear el término falo y no pene, para subrayar


el hecho de que lo que le interesa a la teoría psicoanalítica no es el órgano
genital masculino en su realidad biológica, sino el papel que este órgano
desempeña en el fantasma.
El falo es uno de los tres elementos del triángulo imaginario que constituye
la fase preedípica. Es un objeto imaginario que circula entre los otros dos
elementos, la madre y el niño. La madre desea este objeto y el niño trata de
satisfacer el deseo de ella, identificándose con el falo o con la madre fálica. En
el complejo de Edipo el padre participa como un cuarto término en este
triángulo imaginario, castrando al niño; es decir, le hace imposible identificarse
con el falo imaginario. El niño tiene entonces que optar entre aceptar su
castración (aceptando que él no puede ser el falo de la madre) o rechazarla.
La renuncia de ambos sexos a la identificación con el falo imaginario
pavimenta el camino a una relación con el falo simbólico, diferente para uno u
otro sexo: el hombre tiene el falo simbólico o más precisamente “no es sin
tenerlo”, pero la mujer no.

El falo simbólico funda el campo de la significación fálica del sujeto, pero


está fuera de él, constituye la excepción, es el significante asemántico-
fonemático que dice no a la significación.
El fonema es la unidad mínima semántica en potencia que se articula con
otros fonemas. Está desprovisto de significación por sí mismo aunque
engendra significaciones. El fonema tiene valor diferencial y por lo tanto

60
negativo. Porque para cada lengua hay un haz distintivo de elementos
diferenciales (nasal, oral, oclusivo, etc.)
El significante del falo, porque falta en la cadena significante, no es
susceptible de sentido y de dar significación a los demás significantes
.
Distintas formas de llamarlo:

1 – Falo simbólico.
¿Por qué es simbólico? Porque opera desde la falta, es un instrumento que
permite relacionarse sexualmente.

Mientras que el complejo de castración y el complejo edípico giran en torno


al falo imaginario, la pregunta por la diferencia sexual gira en torno al falo
simbólico. El falo no tiene ningún significante femenino que le corresponda, se
trata de una cuestión de asimetría en el significante. Tanto el sujeto masculino
como el femenino asumen su sexo a través del falo simbólico.
A diferenta del falo imaginario, el falo simbólico no puede negarse, pues en
el plano simbólico una ausencia es una entidad tan positiva como una
presencia.
La asunción del falo simbólico por el hombre sólo es posible sobre la
asunción anterior de su propia castración.
El falo simbólico es lo que aparece en el lugar del significante del Otro. No
es ningún significante ordinario sino la presencia real del deseo en sí. Dice en
1973: el falo simbólico es el significante que no tiene significado. El falo
simbólico se escribe: Φ, aunque aclara que este símbolo se entiende más
correctamente como la función fálica.

2 - Significante del Falo.

3 - Significante del goce.


Porque está articulado a los campos del goce y no es ninguno de ellos.

Lógica: el falo simbólico es aquél que no cesa de escribir la


castración, habla por la vía de la metáfora.

Formas de presentación: Falo simbólico, Ф; falo imaginario, φ; falo


imaginario negativizado, - φ; tal como opera en la castración imaginaria.

El falo real, expresión utilizada para designar el órgano biológico real.


Si bien el falo simbólico y el falo imaginario son examinados más
extensamente que el falo real, no ignora por completo a éste último. Por el
contrario, el pene real tiene un papel importante en el complejo de Edipo del
varón, pues precisamente a través de él se hace sentir la sexualidad en la
masturbación infantil; esta intrusión de lo real en el triángulo imaginario es lo
que transforma este triángulo en algo placiente o en algo que provoca
angustia. El interrogante que platea el complejo de Edipo es dónde está

61
ubicado el falo real; la respuesta necesaria para la resolución de este complejo
es que está ubicado en el padre real. En el álgebra lacaniana, el falo real es
representado por la letra П .

El falo imaginario es pues cualquier cosa que pueda completar una falta en
la subjetividad (pene, dinero, heces...) atribuyéndole un lugar de preferencia
para el deseo del Otro.
En cambio el falo imaginario negativizado es el que falta en la imagen
especular, toda la carga libidinal del sujeto no pasa a la imagen especular, una
parte queda investida en el propio cuerpo. La imagen del yo está marcada por
una falta que se escribe (—φ ), el falo imaginario negativizado. El resto que no
pasa a la imagen especular (—φ) da consistencia a la imagen. En ese espacio
es donde se aloja el objeto “a” con sus representantes seno, heces, voz,
mirada.
Entonces el falo imaginario negativizado es la reserva libidinal operatoria
del lado del sujeto, es un agujero en lo imaginario, no-toda la libido pasa a la
imagen especular, ese agujero es (—φ) garantía de una ausencia necesaria
para el funcionamiento de la castración.

La función fálica: se constituye con el infans, ese prematurado y su


madre. En ese encuentro con el Otro primordial se hace objeto fálico del deseo
del Otro, siendo su cuerpo soporte de este objeto.
Es del Otro primordial que recibe la significación fálica, de esa operación
queda un resto real que escapa a la captura del Significante, es irreducible, es
el objeto “a”.
El goce fálico es el que indica la función fálica. El falo ex - siste a esa
función y representa su límite.

La noción de goce ha sido abordada por Freud en términos dispares, gira


en torno a la noción de satisfacción, por ejemplo: el acto sexual, las
satisfacciones pulsionales; etc.
La problemática del goce la desarrolla en dos textos: Tótem y Tabú y Mas
allá del Principio del Placer, plantea un goce más allá que consiste en
mantener el equilibrio entre las tensiones sin desconocer que el goce puede
ser proporcionado por el dolor y el sufrimiento, también por experiencias
traumáticas en el masoquismo.
En cambio es Lacan quien le da un estatuto y un campo: no hay goce
sexual que distinga al macho de la hembra.
El abordaje es complejo y toca algo que escapa a la simbolización. Hay
distintos tipos de goce: el fálico, el goce del Otro, el plus de goce, el goce
mortífero.
Pero que podemos decir de lo qué es el goce, se presenta como mítico y
real recordemos lo que hablé la vez anterior de la constitución del sujeto.

El sujeto eso que está presente desde su ausencia, es decir excluido,


forcluido de la cadena significante, está ausente, preso, se hace representar

62
como el rojo rociado alrededor de la mano entre dos significantes “el
significante representa al sujeto para otro significante”.

¿Cómo nos constituimos los parletres? Los parletres en relación al amor


nos constituimos a partir del Otro primordial, el infans es catectizado,
libidinizado, pasa a constituir ese yo ideal equivalente al φ falo imaginario,
tiempo necesario pero que debe concluir en la caída de ese yo ideal, que es su
hijo para el Otro primordial, dando lugar a que el sujeto constituya su Ideal del
Yo y al Yo. Es ahí, en esa caída, donde hay pérdida de goce para el infans,
hay pérdida de goce en la pérdida identificatoria a la propia imagen que estaba
sustentada por el Otro primordial. Ese retiro de goce descompleta la imagen
del sujeto y descompleta al Otro. Al no ser el falo imaginario, el Otro ya no me
satisface ni lo satisfago, en la medida que opera esta insatisfacción se produce
el odio.
Esto es lo que sucede en la transferencia, en el avance del análisis donde
el sujeto reconoce la inexistencia del Otro como completo, es decir su
castración, y reconoce su propia castración.
Descubrirá que el Otro está marcado por la relación al lenguaje que lo
descompleta y estará advertido de su sujeción al campo de la pulsión. El
cuerpo es un cuerpo habitado por la pulsión, la pulsión se dirige a un objeto
pulsional: comer, comerse, hacerse comer; es de distinto fin que el Objeto de
amor: se ama o se odia al otro.
Los parletres estamos constituidos por sustancia gozante porque el
significante es la causa del goce, la sustancia gozante nombra lo real pulsional
enlazado a lo simbólico, es un cuerpo marcado por la palabra lo cual define la
especificidad de nuestro goce.
Es el discurso el que determina y hace prevalecer al sujeto en su
enunciación, el decir es del orden de lo Real y se desprende de lalengua que
es singular al sujeto, origen de los primeros significantes que vienen del Otro
primordial.
El sujeto sufre en su relación al goce.
El síntoma surge en la articulación del sujeto sufriente al goce, poniendo
en juego la cadena significante y por lo tanto la verdad.
La verdad es lo que padece al sujeto.

El goce concierne a lo más íntimo del ser escapando a la subjetivación, es


decir lo experimentado en el cuerpo, no necesariamente consciente, no
simbolizable totalmente.
El goce se presenta como oculto, inaccesible en relación con la
satisfacción de la pu!sión; si la pulsión rodea al objeto y no lo encuentra entra
en la insistencia de la repetición. Allí tenemos dos cosas: un goce inalcanzable
por un objeto siempre perdido, y una satisfacción siempre errada marcada por
la repetición, a eso se le llama lo real del goce de la repetición. También
determina al sujeto por ser repetición significante articulada con la marca de lo
perdido para siempre por estructura.
No hay goce sino del cuerpo, pero ese cuerpo recibe el baño del lenguaje y

63
de la cultura, que lo pre-existe al sujeto; entonces hay división, alineación del
cuerpo y del goce debido al significante que mortifica al cuerpo.
Lo sexual y el goce tiene conexión en el sujeto determinado por el
significante, es el significante quien marca la diferencia por ser significantes
entre macho y hembra, pero esto no resuelve el goce, hay que recorrer la
definición de falo, distinguir el goce fálico, el goce del Otro y dar cuenta de la
imposibilidad de la relación sexual.

Pasemos a hacer un poco de historia que como tal nos implica y nos
instituye. Freud introduce la noción de fase fálica en 1923 en “La organización
genital infantil”. El falo NO es ni el órgano pene o clítoris, ni un objeto, ni un
fantasma. Es un significante y como tal desempeña su papel en el complejo de
castración. Esto significa que es un rasgo diferencial, ¿en qué?: En serlo o no
serlo, tenerlo o no tenerlo y no la designación anatómica.
Es un símbolo en el sentido de instaurar una relación entre presencia y
ausencia.

El maestro Freud es muy taxativo concluyendo que el falo es ante todo el


pene que le falta a la madre, es una presencia de una carencia y la castración
consiste en pasar del registro del signo de aquello que significa algo para
alguien, al rasgo diferencial, asumiendo así el sujeto la castración de la madre.

El falo es el significante por el cual debe pasar el sujeto para asumir su


sexualidad en una puesta en juego de su cuerpo y de sus órganos genitales.
¿Porqué?: porque el falo es quien divide las aguas, por un lado marca la
sexualidad en los dos sexos, uno y uno, y por otro su relación con el lenguaje.
La castración se efectúa entre el ser y el tener el falo; en ese intervalo se
articula: el hombre no es sin tenerlo
La mujer es inconscientemente el falo para un hombre, sin tenerlo.
Es un significante que opera pero desempeña su papel veladamente ya
que es un significante Aufhenbung es decir, suprimido y conservado.

PASEMOS A LA FASE DEL ESPEJO

Vamos a comenzar por el comienzo, lo IMAGINARIO que es uno de los


tres registros esenciales de la constitución de un sujeto, los otros son: lo
SIMBOLICO y lo REAL.
En seminario del Acto Psicoánalitico 1968, Lacan dice que el entró al
psicoanálisis con “la escobilla” de la fase del espejo, renovando la teoría del
yo, negando que el Yo fuera una instancia de conocimiento, su conocimiento
es imaginario. Reconociendo en Freud la pertinencia al referir el Yo al cuerpo,
también su división tópica: Yo, Superyo, Ello.
El estadio o fase del espejo explica al yo en su génesis como un lugar de
desconocimiento y de Verneinung (denegación).

64
En la primera fase que ubicaría el primer tiempo del Edipo, lo Imaginario lo
encontramos como estadio del espejo, funda el modo de relación narcisista en
esa dupla madre-hijo donde hay una coalescencia de deseos, relación dual
estructurada por la imago del semejante cuya posición en la estructura queda
marcada por la omnipotencia: la madre tiene el falo, el infans es el falo faltante
de mamá. Constituye un momento inaugural en la estructuración edípica y
elimina al llamarlo fase cualquier intento de ubicación genética evolutiva.

El estadio del espejo es una experiencia de descubrimiento Aha-Erlehnis


que tiene el niño entre los seis y los dieciocho meses, cuando descubre su
imagen en el espejo. Da muestras primero de una mímica de intuición
iluminativa y luego de júbilo, esto no lo manifiesta el mono, el júbilo con
derroche de energía que apunta a un sentimiento de triunfo. Este
acontecimiento realiza una identificación primaria, es decir una transformación,
la imagen anticipa una unidad “una imagen completa” que anticipa en la
vivencia una completud del cuerpo que hasta entonces era vivido como
fragmentado; pero, por el mirar que el infans ya posee, esto es un espejismo,
es una ficción. Es esto lo que da una sensación de omnipotencia, el sujeto
anticipa un espejismo alienándose a su imagen, pero con un intervalo soy yo
(moi) o el otro aparece, el semejante, pero como exterior a él, siendo él mismo.
Dos elementos se desprenden de esto, el yo se constituye en una ficción.
Lacan destaca claramente el inacabamiento anatómico del sistema
piramidal, factor de incoordinación motriz, también revela la prematuración con
la que nace el cachorro hombre. Esta discordancia del organismo, son el punto
de impacto de la intrusión simbólica, que quiere decir esto: que el estadio del
espejo es una matriz simbólica en la que se precipita el yo (ye), este es el otro
elemento.

El primer tiempo en el que el sujeto no se distingue de la imagen que lo


aliena, debe completarse con un tiempo de identificación con el otro que viene
a sustituir la imagen, sino quedó pegado al espejo como Narciso, esta
anticipación constitutiva del yo invierte la izquierda de la derecha y la aliena
petrificándola.

La génesis del yo —moi- se constituye en lo que Lacan llama el


conocimiento paranoico, se reagrupa con este término fenómenos diferentes
pero análogos a los que encontramos en las manifestaciones paranoicas
como: los celos, los delirios de erotomanía, de persecución.
Otros fenómenos son el desconocimiento, la verneinung, como la planteó
Freud “no vaya Ud a creer que es mi madre” le dice un paciente a Freud
hablando de la imagen de un sueño, ese desconocimiento tiene que ver con
aquello que desconocemos y a la vez reconocemos como propio pero bajo la
égida de la negación de la partícula NO.
Tambien está el transitivismo, verdadera captación de la imagen del otro,
donde un niño golpea a otro, a su alter ego; dice que es el otro quien lo ha
golpeado, en este ejemplo encontramos la identificación con el otro detenida

65
en el otro, la agresividad, los celos.

Entonces tenemos un primer tiempo en el que el sujeto —repito- no se


distingue de la imagen que lo aliena, debe completarse con un tiempo de
identificación con el otro que viene a sustituir la imagen; el moi con el Je,
termina de constituirse al mismo tiempo que el prójimo en el drama de los
celos para el objeto del deseo del otro, este ya es un segundo tiempo el del
transitivismo. Que luego desarrollaré con el Esquema “L”.
El sujeto está inmerso en una competencia agresiva por el objeto de deseo
del otro, por identificación con el otro y “de ella nace la triada del prójimo, el yo
y el objeto”. Este momento de la mediatización por el deseo del otro, donde
nace también la envidia por lo que creo que el otro tiene, se sitúa a los tres
años.
Con él concluye el estadio del espejo y representa el paso del “JE” es decir
el Yo únicamente especular es decir imaginario al Yo social, es decir simbólico,
esto es lo que Lacan llama intrusión simbólica es una matriz simbólica en al
que se precipita el yo.

El falo imaginario es pues cualquier cosa que pueda completar una falta en
la subjetividad (pene, dinero, heces...) atribuyéndole un lugar de preferencia
para el deseo del Otro.
En cambio el falo imaginario negativizado es el que falta en la imagen
especular, toda la carga libidinal del sujeto no pasa a la imagen especular, una
parte queda investida en el propio cuerpo. La imagen del yo está marcada por
una falta que se escribe (—φ ), el falo imaginario. El resto que no pasa a la
imagen especular (—φ) da consistencia a la imagen. En ese espacio es donde
se aloja el objeto “a” con sus representantes seno, heces, voz, mirada.
Entonces el falo imaginario negativizado es la reserva libidinal operatoria
del lado del sujeto, es un agujero en lo imaginario, no-toda la libido pasa a la
imagen especular, ese agujero es (—φ) garantía de una ausencia necesaria
para el funcionamiento de la castración.

CONCLUYENDO Primer Aporte de la fase del Espejo

La imagen que el espejo le devuelve produce efectos estructurantes, pero


ilusorios. Sus efectos son la inauguración de lo imaginario en el sujeto, allí se
constituye una falsa unidad, que inaugura un modo de sujeto, sujeto que está
predeterminado por lo simbólico que le antecede, como la Paternidad, la Ley;
inscribe una marca, esa marca será el rasgo unario, ese lugar de omnipotencia
puntual dará origen al Yo-Ideal y una dialéctica de identificaciones alienante de
“ser en el otro”.
Esta “Imago” estructura ortopédicamente al sujeto.
Instaura una relación dual consigo mismo y en la forma de dependencia.
Matriz simbólica, marca todas las posteriores identificaciones del yo. El
desarrollo del Yo escindido depende de esta matriz y esta ortopedia y
asegurará como forma primer al ideal del Yo contra la dispersión psicótica.

66
Esta relación a su propio cuerpo, cuerpo que le es dado al sujeto con las
marcas del Otro, marcará sus relaciones de objeto y su deseo. Su cuerpo es
imaginario, sus objetos también lo son porque no hay un último objeto, porque
el deseo empuja, los objetos siempre serán sustitutos de ese primer objeto
faltante, entonces la forma del sujeto será la falta, la falla, intentando hacerse
representar entre dos significantes.
Vemos aquí sencillamente trenzados los tres registros, lo imaginario, lo
simbólico con lo real del cuerpo.

PASEMOS AL ESQUEMA “L”


El niño al identificarse, lo hace en un proceso de simultáneo
reconocimiento y no reconocimiento, esto yo siempre es un alter ego marcado
por una relación agresiva, lo cual sino se estabiliza trae sensaciones de
fragmentación o desintegración.
Esta dialéctica de reconocimiento y no reconocimiento tienen efectos
específicos a nivel interpersonal que dominan la conducta del niño en
presencia de otros niños. Lacan usa la transitividad entre agresión e
identificación para describir esto que desarrolla en el esquema ‘L” y que luego
lo planteará lógicamente como el “o bien.., o bien” para el plano de lo
imaginario.
Lacan presenta el acceso a lo simbólico, como una superación y una
maduración de la relación imaginaria en la que habita una indistinción entre sí
mismo y su imagen y la madre.
Al salir del estadio del espejo donde prima la relación imaginaria, es decir
en el primer tiempo de éste, el sujeto entra en el orden simbólico significado
por el padre, desplazándose en lo simbólico con una serie de identificaciones
imaginarias. Eso lo desorienta y debe descubrir que lugar tiene respecto de
este significante falo.
‘Presencia de una ausencia” es la exacta definición de significante, dijimos
que el falo juega como circulante en la estructura, y en la estructura edípica,
produce variación en sus tiempos y en la asignación de un topos de la función
de sus personajes.
Cuando Lacan habla de falo imaginario, imagen fálica, aparece el tema de
la completud corporal, representación que el infans hace de sí mismo
produciendo una cristalización del Yo mediante una imagen totalizante que
anticipa y contrarresta su inmadurez e incoordinación motora.
A este “falo”, Lacan lo llama “objeto imaginario con el que el sujeto se
identifica” marca así la perfección narcisista omnipotente de la fase del espejo,
esto es para el niño en tanto uno de los polos de la dupla.
Para la madre este mismo “falo”, el hijo (es decir su objeto fálico)
representa otra cosa para su deseo.
Vemos que el falo efectivamente juega una terceridad siendo el significante
del entrecruzamiento de dos deseos, de dos cadenas, la posibilidad de
circulación y de intercambio, lo que dará lugar luego a lo que llamaremos la
Metáfora Paterna, como una operación de sustitución (en lo simbólico) del
Deseo de la Madre y su producto (sujeto narcisista) por el Nombre del Padre.

67
Nombre del Padre Deseo de la Madre Nombre del Padre (A)
Deseo de la madre significado del sujeto Falo

El esquema que propone Lacan en los Escritos es el siguiente: El sujeto se


dirige a los objetos en una relación imaginaria y construye un yo (moi)
alienado, al hacerlo olvida (reprime) que quien lo constituye es el Otro absoluto
del orden simbólico. Al plano especular de la relación a-a´ se opone la relación
simbólica que es inconsciente. Este es el origen del muro del lenguaje.

Siempre y cuando ese niño sea libidinizado tendremos funcionando la


significación fálica que haría emerger al individuo como sujeto barrado por la
separación consciente inconsciente, el cuarto punto es el “A” el gran Otro, sede
del código simbólico y del Padre, el otro con minúscula marca el objeto de
deseo constitutivo del lugar del otro, el semejante que dará lugar a las
identificaciones. El sujeto recibe de A su mensaje bajo una forma invertida. La
relación especular yo-imagen del otro y sus objetos hacen de pantalla al paso
del mensaje simbólico.
Hasta “Las formaciones del inconsciente” Lacan usó la letra —a, para
designar en el esquema “L” los objetos del yo, el otro como semejante o
incluso el yo (moi), el A es el lugar simbólico esto da lugar a la existencia del
Sujeto . Entonces la letra a designó el otro imaginario y el objeto especular,
luego cambia su valor para designar a esa a una categoría de objeto no
especular llamada objeto de deseo, objeto causa de deseo, estoy hablando del
objeto “a” que corresponde a la piedra angular de la teoría lacaniana, este
objeto es no-especular y se ha constituido a partir de la imagen del otro,
especular.
Este objeto “a” tiene sus propias característica no es especularizable, es
una falta diferente al (—φ), no puede ser positivizado ni negativizado, opera
como función de causa, no como instrumento, corno causa quiere decir que no
es “su” objeto, está fuera de sentido. Tiene dos funciones: como causa y como
Plus de goce.

Segundo Momento de la fase del Espejo...

68
LO IMAGINARIO, LO REAL Y LO SIMBÓLICO
LA NOCIÓN DE LA FALTA DE OBJETO

El Esquema de Jean Oury


Simbólica
falta

Privación Castración
de un
objeto

R I

Frustración

 La castración es la falta simbólica de un objeto imaginario


 La frustración es la falta imaginaria de un objeto real
 La privación es la falta real de un objeto simbólico

En la privación lo real es la falta. Esta falta es como un agujero en lo real.


En la frustración la falta es un daño imaginario.
En cuanto a la castración, la falta a la que se refiere, es simbólica.

69
En los tres casos se trata de una falta de objeto. Y la calidad del objeto varía en cada
una de estas situaciones. Es simbólico en la privación, real en la frustración, imaginario
en la castración. El pene es el prototipo del objeto real: Ϊ. En cuanto al falo, puede
tratarse del falo imaginario φ, o del falo simbólico Ф.

La niña vive la ausencia del pene (Ϊ) como una frustración. El niño vive como
frustración la ausencia de pene (Ϊ) en la madre. En la frustración no existe la menor
posibilidad de encontrar la satisfacción. La falta es imaginaria porque está asociada a la
desilusión del narcisismo omnipotente de un sentimiento de completad o completamiento.
Bien dicho entonces que la frustración es la falta imaginaria de un objeto real.

En cuanto a la castración, la falta a la que se refiere es simbólica, puesto que remite a


la prohibición del incesto que es la referencia simbólica por excelencia. Gracias a esto la
función paterna es eficaz porque rige el acceso del niño a lo simbólico. La falta que
representa la castración es, como Lacan lo formula, una deuda simbólica. Su objeto es
absolutamente imaginario (φ) y en ningún caso puede tratarse de un objeto real.

En la privación lo real es la falta, un agujero en lo real. Pero el objeto de la privación


es un objeto simbólico (Ф).

MOMENTOS EL EDIPO

El niño tras la fase identificatoria del espejo sigue manteniendo una relación de
indeferenciación cercana a la fusión con su madre, producto de la posición particular que
el niño alimenta con respecto a su madre: tratar de identificarse con lo que él supone que
es el objeto de su deseo. Esta identificación se ve ampliamente facilitada e inducida por la
relación de inmediatez entre ambos aunque más no se a por los cuidados y la satisfacción
de las necesidades. En otros términos, la proximidad de estos intercambios pone al niño
en la situación de hacerse objeto de lo que se supone le falta a la madre. Este objeto es
justamente φ, el falo imaginario, considerado como el objeto de completud.
El niño encuentra la problemática fálica en su relación con la madre al querer
constituirse a sí mismo como falo materno. Es este el primer momento del Edipo, en el
cual el deseo del niño permanece totalmente sujeto al deseo de la madre. Sólo puede
haber una relación de fusión con la madre en la medida en que no aparezca ningún tercer
elemento que mediatice la identificación del niño al falo de la madre; pero asimismo, la
simple naturaleza de esta identificación que elude la mediación de un corte o
intermediación, la convoca en el terreno de una oscilación dialéctica entre ser o no ser el
falo. Anuncia entonces el segundo momento del complejo de Edipo en el que el niño es

70
introducido inevitablemente en el registro de es intermediación por la intrusión de la
dimensión paterna.
La mediación paterna va a representar un papel preponderante en la configuración de
la relación madre-hijo-falo al intervenir en registros aparentemente diferentes, como
privación, prohibición y frustración. Las cosas se complican aún más cuando se evidencia
que la acción conjugada del padre tiende a catalizar su función fundamental de padre
castrador.
FALOCENTRISMO

Ficha Extractada:
E. Roudinesco – M. Plon: Diccionario de Psicoanálisis. Paidós. 1998.
J. Laplanche – J.B. Pontalis: Diccionario de Psicoanálisis. Labor. 1971.

Término creado en 1927, pertenece al vocabulario freudiano y se basa en la


tradición grecolatina, en la cual las diversas representaciones del órgano
masculino estaban organizadas en un sistema simbólico 2. Designa la doctrina
monista de que en el inconsciente sólo existiría un tipo de libido, de esencia
masculina3. Esta doctrina fue criticada por Melanie Klein, Ernest Jones y la
escuela inglesa de psicoanálisis
Después de la Segunda Guerra mundial, con el desarrollo del movimiento
feminista, adquirió una significación peyorativa, en tanto se la relacionó con una
teoría relacionada con la falocracia, es decir un poder sexista basado en la
desigualdad y la dominación de las mujeres por los hombres.
En psicoanálisis, el valor simbólico del falo no tiene este significado amplio de
fecundidad, potencia, autoridad, etc. Tampoco corresponde a lo que simboliza el
órgano masculino o pene tomado en su realidad corporal. El falo encuentra su
significación como objeto separable, transformable, parcial, que circula. La
2
“En la Antigüedad designaba la representación figurada, pintada, esculpida, etc. del órgano viril, objeto de
veneración que desempeñaba un papel central en las ceremonias de iniciación. El falo en erección
simbolizaba la potencia soberana, la virilidad trascendente, mágica y sobrenatural, y no la variedad priápica
del poder masculino, la esperanza de la resurrección y la fuerza que puede producirla, el principio luminoso
que no tolera sombras ni multiplicidad y mantiene la unidad que eternamente emana del ser Los dioses
itifálicos Hermes y Osiris encarnaban esta inspiración esencial.
3
La organización fálica sostenida por Freud como fase de evolución de la libido en ambos sexos, corresponde
al complejo de castración e impone el planteamiento y resolución del complejo de Edipo. La alternativa que
se ofrece al sujeto en esta fase consta de dos términos: tener el falo o estar castrado. La oposición no es entre
dos términos que designan dos realidades anatómicas, como son el pene y la vagina, sino entre la presencia o
la ausencia de un solo término. Aunque el complejo de castración adopte diferentes modalidades en el niño y
en la niña, en ambos casos continúa centrado alrededor del único fálico, el cual es concebido como separable.
En esta perspectiva el órgano masculino se inscribe en una serie de términos sustituibles unos por otros en
“ecuaciones simbólicas” (penes = heces = niño = regalo, etc.), términos que tienen en común la propiedad de
ser separables del sujeto y poder circular de una persona a otra.
Pero destaquemos que esta primacía del falo para los dos sexos corresponde, para Freud, al hecho de que la
niña ignoraría la existencia de la vagina y le atribuiría al clítoris el papel de homólogo del pene.

71
persona puede ser identificada al falo por su posibilidad de ser exhibido, dado,
recibido; lo que le permitió a Lacan especular con la noción de falo como
“significante del deseo”. El complejo de Edipo, tal como ha sido reformulado por
este autor, consiste en una dialéctica en la que las principales alternativas son: ser
o no ser el falo, tenerlo o no tenerlo y cuyos tres tiempos están centrados en el
lugar que ocupa el falo en el deseo de los tres protagonistas.
Para Freud, el órgano masculino no es solamente un realidad que puede
encontrarse como la referencia última de toda una serie. La teoría del complejo de
castración atribuye al órgano masculino un papel preponderante, esta vez como
símbolo, en la medida en que su ausencia o su presencia transforma una
diferencia anatómica en un criterio fundamental de clasificación de los seres
humanos, y también en la medida en que, para cada sujeto, esta presencia o
ausencia no es algo obvio, no es reductible a un puro y simple dato, sino que es el
resultado problemático de un proceso intra e intersubjetivo (asunción por el sujeto
de su propio sexo).

Ahora bien, en la historia del freudismo, la cuestión de la sexualidad femenina


dividió en movimiento psicoanalítico desde 1920, a medida que las mujeres iban
ocupando en él un lugar central. Freud sostenía que en la mujer el sentimiento de
castración era inevitable desde la comparación de su clítoris con el pene del niño y
la fantasía de concebir a éste como un órgano separable. Desde esta simetría el
complejo de castración se organizaba de manera distinta en ambos sexos. En la
pubertad, la existencia de la vagina se pone de manifiesto para los dos sexos: el
varón ve en la penetración un objetivo de su sexualidad. Pero antes, cuando el
varón advierte que la niña es distinta, interpreta la ausencia del pene como una
amenaza de castración para él mismo. En el momento del complejo de Edipo, se
desprende de la madre para elegir un objeto del mismo sexo que ella.
Según Freud, la sexualidad de la niña se organiza en torno al falicismo: ella quiere
ser un varón. En el momento del complejo de Edipo, desea un hijo del padre, y
este nuevo objeto está investido de valor fálico. Contrariamente al varón, la niña
debe desprenderse de un objeto de su mismo sexo, la madre, para elegir un
objeto de sexo diferente. En ambos sexos el apego a la madre es el primer
elemento.
Luego está el tema de la bisexualidad que no contradice la teoría del monismo
sexual, sino por el contrario es su corolario4.
La tesis freudiana fue respalda por mujeres psicoanalistas: Marie Bonaparte,
Helen Deutsh, Jeanne Lampl-De Groot, Ruth-Brunswick.
La impugnaron, a partir de 1920: Melanie Klein, Josine Müller.
En 1927: Ernest Jones afirmó la existencia de sensaciones vaginales precoces y
opuso un dualismo a la noción de libido única. Karen Horney sostuvo que la
supuesta ignorancia de la vagina era una represión.
Freud pudo haber pasado por alto el ámbito de las relaciones arcaicas con la
madre (que Delgado-García replantean a través del olfato desarrollando una teoría
de introyectos olfativos vaginales en el cerebro límbico, orígenes de núcleos de
identificación e identidad femenina) 5. No obstante Freud tuvo la honestidad de
4
Y en lo cual no vamos a extendernos en esta nota.
5
Ver Delgado-García: La etapa nasal. Editorial Galerna. Buenos Aires. 1992

72
corregir su doctrina en el sentido de las posiciones kleinianas, como la atestiguan
dos escritos de 1931 y 1933, sobre la sexualidad femenina y la feminidad. En el
primero sostuvo su concepción sobre el clítoris y la vagina, pero reconociendo
implícitamente que las mujeres analistas podían comprender mejor que él la
cuestión de la sexualidad femenina, en cuanto ellas ocupaban en la cura el lugar
de un sustituto materno; en el segundo admitió que no se podía comprender a la
mujer sin tomar en cuenta la fase del apego preedípico: en efecto todo lo que se
encuentra en relación con el padre proviene por transferencia de ese apego inicial.
Colofón: “Para Freud la existencia de una diferencia anatómica de sexos no
desembocaba en una concepción naturalista, puesto que esta famosa diferencia,
ausente en el inconsciente, daba testimonio para el sujeto de una contradicción
estructural entre el orden psíquico y el orden anatómico. Se advierte de que modo,
con su teoría del monismo y de la no concordancia entre lo psíquico y lo
anatómico, Freud compartía los ideales del igualitarismo universalista, desde
Descartes hasta la Ilustración.”

El complejo de Edipo

Volvamos en esta clase a Sigmund Freud para desarrollar un tema ineludible de su

obra

EL COMPLEJO DE EDIPO

EDIPO Y EL ENIGMA
Jorge Luis Borges
(El libro de Los seres imaginarios)

Cuadrúpedo en la aurora, alto en


el día
y con tres pies errando por el vano
ámbito de la tarde, así veía
la eterna esfinge a su inconstante,
hermano, el hombre
y con la tarde un hombre vino
que descifró aterrado en el espejo
de la monstruosa imagen, el reflejo
de su declinación y su destino.
La larga y triple bestia somos, todo
lo que seremos y lo que hemos sido.
Nos aniquilaría ver la ingente
forma de nuestro ser: piadosamente
Dios nos depara, sucesión y olvido.

73
La formulación del Complejo consiste en la atribución de deseos amorosos y hostiles
del niño hacia sus padres. En su forma llamada positiva se presenta como deseo sexual
hacia el progenitor del sexo opuesto y deseo de la muerte del rival, que es el progenitor del
mismo sexo. En su forma negativa consiste en sentimientos inversos, pero de hecho estas
dos formas se encuentran en diferentes grados combinados siempre. Su período de
aparición corresponde, según Freud, entre los tres y cinco años, durante la fase fálica, su
declinación señala la entrada en el período de latencia. Se reactiva durante la pubertad y es
superado con mayor o menor éxito con la organización de la vida afectiva a través de
elecciones y vínculos particulares. Pero como esta elección y los sentimientos que le
corresponden dependen en última instancia de la elaboración de la cual pueden ser efectos,
el complejo de Edipo desempeña un papel fundamental en la estructuración de la
personalidad y en la orientación del deseo humano.
La concepción del complejo de Edipo emergió en Freud a partir del año 1896 y,
como todo lo intensamente reprimido, no alcanzó la conciencia sin antes desencadenar
una crisis. La misma afectó sus propias concepciones sobre la histeria y le hizo tambalear
amenazando la continuidad de las investigaciones emprendidas. Los relatos de sus
pacientes, que narraban seducciones sufridas en la infancia por obra de adultos, resultaron
ser recuerdos engañosos y deformaciones de la propia sexualidad y odio infantil; pero la
verdadera conmoción sufrida por Freud radicaba en el develamiento del complejo que
albergaba su propio inconsciente.
Carta a Fliess de 1897

“Es un buen ejercicio ser completamente sincero con uno mismo. He tenido sólo una
idea que tenga un valor general. Encontré en mí, como por otra parte en todos,
sentimientos de amor hacia mi madre y de celos hacia mi padre, y creo que son
sentimientos comunes a todos los niños, aún cuando su aparición no sea tan precoz
como en los niños que se volverán histéricos… Si es así se comprende… el efecto
cautivante de Edipo rey… cada espectador fue un día un Edipo en germen, en
imaginación, y se horrorizó ante la realización de su sueño representado como si fuese
real sobre la escena, y su horror mide la represión que separa su estado infantil de su
estado actual”.

Las raíces más profundas del complejo de Edipo se hunden en la filogenia que
aporta esquemas o protofantasías que estructuran genéticamente lo imaginario del

74
sujeto. El acceso a la genitalidad requiere la solución de su crisis, la que determina las
cargas libidinosas de los objetos, las identificaciones y la prohibición del incesto.
Su correlato inmediato es el “complejo de castración” , que define la amenaza sufrida en
respuesta a las actividades sexuales del niño, junto a aspectos prohibitivos y sus
matices, girando ambos complejos, el de Edipo y de castración, en torno a la primacía
del falo.
El complejo de Edipo se articula con una instancia prohibitiva, que es a fin de
cuentas la prohibición del incesto, uniéndose inseparablemente el deseo y la ley.

REELABORACIONES EDIPIANAS

Freud estableció expresa analogía entre sus conflictos infantiles y el mito de Edipo.
Atribuido a Cinetón, citado por Homero, fue Sófocles quien lo desarrolló en sus
tragedias.
Edipo era hijo de Layo y Yocasta, reyes de Tebas. El oráculo había anunciado que Layo
habría de morir de un hijo de Yocasta, por lo que al nacer se ordenó a un criado que lo
abandonase en el monte Citerón. El sirviente atravesó con un hierro los pies del niño y
así trabado lo llevó y colgó de un árbol. Habiendo oído su llanto otro pastor lo rescató y
llevó a Corinto donde fue adoptado por los reyes del lugar, que no podían tener hijos.
Polibo y Merope fueron sus padres adoptivos; con ellos creció hasta que llegado a
mayor edad, la indiscreción de un comensal en una fiesta le hizo dudar de su
legitimidad. Para aclararla se dirigió al oráculo, pero éste sólo le respondió que habría
de ser asesino de su padre y esposo de su madre y que engendraría una raza maldita de
los dioses. Horrorizado se desterró voluntariamente para evitarlo. En la ruta de su éxodo
tropieza con Layo en una encrucijada estrecha, disputaron sin conocerse por la prioridad
en el camino, Layo resultó muerto así como el resto de la comitiva, salvo uno de los
servidores que logró huir, Edipo llega al fin a Tebas donde vence a la Esfinge,
obteniendo en premio la mano de Yocasta. El enigma propuesto por la Esfinge y
acertado por Edipo era: “¿Cuál es el animal que tiene cuatro pies por la mañana, dos al

75
mediodía y tres por la tarde?” Del matrimonio con Yocasta nacieron Eteocles y
Polinices, Antígona e Ismene.
La tragedia de Sofócles se inicia cuando una peste asola al reinado declarando el
oráculo que se trata de un castigo de los dioses por no haber buscado el pueblo al
asesino del rey ni vengado su muerte. Edipo emprende la investigación llegando en sus
indagaciones a descubrir el secreto de su nacimiento y reconociéndose, por lo tanto,
parricida e incestuoso. Cuando la tragedia se desata Yocasta se suicida tras el intento
frustrado de detener a Edipo en su indagación. En la culminación Edipo se punza los
ojos con los estiletes del vestido de su madre y se destierra.
“Edipo en Colona" retoma a Edipo en el destierro, conducido por Antígona, buscando el
lugar donde debe morir.
A continuación se transcriben algunos pasajes de la tragedia y algunas asociaciones.
“La ciudad padece horrible tormenta y no puede sacar la cabeza del fondo del
sangriento oleaje. Corrómpesele los frutos de la tierra, muéresele los rebaños que
pacen sus praderas, y los niños entre los infructuosos dolores de sus madres… y la
acosa una peste desoladora”.

Tenemos aquí una disociación de los aspectos malos los que son proyectados sobre
objetos externos. Miseria, peste, esterilidad, muerte como castigo - la culpa y las
defensas de negación de Edipo y de todo un pueblo, no pueden ya sostenerse. El
asedio de los suplicantes demanda la indagación profunda.

“Mejor es ser rey de hombres que de desiertos. Nada es la torre, nada es la nave sin
hombre adentro que la habiten”.

Metáforas de fantasías de vaciamiento.

“Nos libraste del horrendo tributo que pagábamos a la implacable Esfinge, y esto,
sin valerte de la menor información nuestra ni ser instruido por nosotros”

Espíritu prometeico, pleno de poder se frustra en su omnipotencia. El mundo se


presenta caótico, lleno de misterio, es preciso ordenarlo, de otra manera nos devora.

(La Esfinge era un monstruo con cabeza de mujer, cuerpo de león, cola de serpiente y
alas de águila; había volado hasta Tebas desde el punto más lejano de Etiopía enviada
por Hera para castigar la ciudad gobernada por Layo, raptor de Crisipo. Proponía a
todos los caminantes tebanos este acertijo que le habían enseñado las Tres Musas
“Cuál es el ser con una sola voz, que tiene a veces dos pies, otras tres, otras cuatro, y
que es más débil cuántos más tiene”. A los que no podían adivinar los estrangulaba,
devoraba o arrojaba a un abismo en el acto. Edipo le respondió: “El hombre, porque
anda a gatas cuando es pequeño, se mantiene firme sobre sus dos pies en su juventud

76
y se apoya en un bastón en la vejez”. Vencida, la Esfinge saltó del monte Ficio,
estrellándose contra el suelo. En vista de esto los tebanos lo aclamaron rey y se casó,
sin saberlo con su madre Yocasta).

“No venís a despertar a un dormido”, contesta Edipo.

No tiene conciencia de su letargo, de los contenidos prenatales aletargados - incesto,


parricidio, etc. - que son muy persecutorios cuando despiertan, reaccionando el Yo
con alarma.

“- Fue Layo soberano nuestro, o rey antes que tú tomaras las riendas de la ciudad…
- Lo se de oídas, porque verle nunca le vi”

La renegación es el mecanismo sobresaliente en Edipo, mecanismo íntimamente


relacionado con el “acting out”, al cual corresponde el parricidio.

“Layo, hijo de Labdaco, hijo a su vez de Polidoro como éste del


viejo Cadmo y éste del padre de todos Agenor”.

Genealogía de los labdacidas, progenie intensamente filicida.


Layo sedujo y raptó a Crisipo, hijo de Pélope, y por esto se lo señala como
introductor de la homosexualidad en Grecia. Pesa sobre él la maldición de Pélope
que confirma el oráculo. Por esa razón evita relaciones sexuales con Yocasta sin darle
explicación, cosa que la irrita hasta tal punto que, después de haberlo emborrachado
consiguió atraerlo a sus brazos quedando embarazada.

“Preguntándome con terror si tu respuesta pide algo nunca visto o algo con los años
repetido”.

Esta cuestión remite a la universalidad del complejo edipiano.

“Tiresias, el ciego adivino”

La aparición de este personaje, dotado de Visión interior y privado de visión


exterior, ejemplifica la contradicción entre visión y ceguera de las que padecen los
seres humanos en tanto creen conocer cuando en realidad desconocen su propio
inconsciente. El adivino tiene, como compensación de su ceguera el poder para
conocer lo oculto, la videncia no se alcanza más que al precio de cierta ceguera.
(Según el mito, Tiresias, en cierta ocasión, habría visto, en el monte Cilene, a dos
serpientes cuando estaban copulando. Al atacarlo las dos serpientes las golpeó con un
bastón, matando a la hembra. Por esa razón fue transformado en mujer y llegó a ser
famosa ramera; pero siete años más tarde acertó a ver la misma escena en el mismo
lugar, y en esta a ocasión recobró su virilidad dando muerte a la serpiente macho.
Otra historia cuenta que fue llamado por Zeus para dirimir una discusión con Hera,
sobre quién, hombre o mujer, gozaba más durante el acto sexual.

77
Tiresias, basado en su doble experiencia, afirmó que el placer de la mujer era el
mayor. Hera, contrariada, cegó a Tiresias; pero Zeus lo compensó con la visión
interna y con una vida extendida a siete generaciones)

“Le he enviado ya dos avisos y cierto que me maravilla su tardanza”. Se refiere


Edipo a quien encargara averiguaciones.

La demora es un el elemento característico de la acción dramática y un


componente inevitable y necesario del tratamiento psicoanalítico relacionado con la
gestión y afloramiento de la verdad.

“Jamás descorreré el velo de mis pesares, por no decir los tuyos”. Del diálogo entre
Edipo y Tiresias cargado de acusaciones e insinuaciones.

Se trata de mecanismos de identificación introyectiva y proyectiva.

“Muy libre estoy; llevo en mi seno a la verdad como un baluarte”.

Seréis libres por la verdad.

“Quieres que siga diciendo, para que tú sigas rabiando”.

La revelación a destiempo.

“Vives un vergonzoso consorcio con los tuyos y no ves los males en que vives”.

Incesto.

“Cegatón, tanto tapiado de ojos como de oídos y de entendimiento… Vives envuelto


en perpetua noche, no atinará tu golpe, no conmigo ni con nadie que tenga ojos”.

Se debaten en procesos de negación y proyección.

“Aunque eres rey, hemos de ser iguales, por lo menos en el derecho de contestar”.

Democracia: igualdad de derechos en la búsqueda y formulación de la verdad.

“T: ¿No te pagas tu de diestro en desembrollar enigmas?


E: Motéjame por ahí; en eso precisamente hallarás mi grandeza.
T: Precisamente es esa la gloria que te ha arruinado”.

El verdadero triunfo de la Esfinge fue que por haber sobreestimado Edipo su


inteligencia, cayó en su trampa de un modo genuinamente masculino y sin saberlo
cometió sacrílego incesto. El enigma de la Esfinge era ella misma, esto es la imagen
de la madre terrible.

“Entonces, voime. (Al lazarillo) Tú, niño guíame”.

78
El niño guiando al hombre es también una metáfora de la importancia de los
recuerdos infantiles para desentrañar el conflicto neurótico y psicopático adulto.

“Porque ciego el que ahora ve y mendiga, el que es ahora opulento, saldrá a


recorrer tierras extrañas y a tantearlas con su bastón de ciego”.

Los golpes del destino.

“Y aparecerá que es para sus hijos hermano a un mismo tiempo y padre; y para la
mujer que le dio la vida, hijo a la par, y marido, y para su padre cónyuge de su
mujer y matador de él”.

Las relaciones sexuales en vínculo de consanguinidad trastornan el orden


simbólico y lo imposibilitan.

“Con terribles, con horrendas ideas me ha desconcertado el sabio agorero, y ni


aprobarlas sé ni acierto a negarlas. No encuentro qué decir. Juguetes de mis
pensamientos ni leo el presente ni leo el pasado”.

Aparece en Edipo una intensa ansiedad confusional.

“Corifeo: Mientras no me salten a los ojos las pruebas no asentiré a los que le
condenan”

Incredulidad que se paga.

“Creonte: más quiero reinar que ser llamado rey… pues bien: ahora yo en tí lo
tengo todo sin sobresalto alguno… ¿Y cómo ha de ser para mí el mando mismo más
dulce que esta amable e inofensiva soberanía? ".

Creonte, hermano de Yocasta y sucesor del trono ha preferido la alianza y


sumisión a Edipo, como alianza y sumisión al padre o Superyo paterno. A su vez,
simultáneamente, Layo internalizado como conciencia moral que invita al hijo a
deponer su hostilidad y rebeldía, y aceptar una ventajosa alianza con él.

“Creo haber oído decir que Layo murió en un cruce de tres carreteras”.

Es en una encrucijada en donde según nuestras decisiones se define el destino.

“¿No soy yo un vil? ¿No soy yo la hez de la impureza?”

Llega al fin la culpa como asunción melancólica.

“El palacio éste es; él está dentro, ¡oh, extranjero!; esta señora es su esposa-
madre… de sus hijos”.

79
La percepción inconsciente e inminencia del insight.

“¿Y tanto supo amarme habiéndome recibido de otros?”

Reconocimiento y gratitud.

“Yocasta.- ¿Y qué, que sea cualquiera? déjalo estar, no des ni un sólo pensamiento a
lo que se ha dicho, todo es en vano”.

Obran profundas resistencias y defensas contra el advenimiento de la verdad.

Revela el Criado el mandato recibido en el pasado - "Para que acabase con él".
Edipo:- ¿Su propio hijo? Malvada”.

Reacción al filicidio

“¡Ay, ay, ay! La verdad ha quedado desnuda. ¡Oh luz! ¡Por postrera vez te vean mis
ojos! Ya se ha descubierto: nací de quienes no debiera; con quien no debiera me
casé, y he matado a quien menos debía”

Cuando Edipo se perfora los ojos expresa simbólicamente: autocastigo por la


culpa del parricidio e incesto; suicidio en la medida en que la luz es la vida;
autocastración; agresión masoquista a los dos progenitores internalizados en los ojos;
agresión masoquista a la madre que le dio la luz; agresión a sus ojos por las intrigas
que no ha visto; por haber visto incestuosamente a su madre y haberse dejado seducir
por ella; castigo por no haberle permitido reconocer a la madre filicida en la Esfinge;
su castigo por nacer; la pulsión por volver a las sombras del claustro materno, a las
tinieblas de la vida intrauterina.

“¡Oh Edipo, el famoso!, que cual padre y cual hijo fuiste a caer en un mismo puerto,
en un mismo regazo”.

El regazo materno abriga, prolonga la vida intrauterina. No sólo es difícil


abandonarlo sino que es grato retornar a él en el incesto. Para ser hombre es preciso,
imperiosamente, abandonarlo, separarse de la madre. El incesto significa la tendencia
inconsciente a no evolucionar, a inmovilizarse en la condición fetal,

Edipo (pies hinchados): el mito del caminante, del doloroso caminar, que lleva a
traspiés su destino.

Edipo, mito inagotable…

Edipo debe desaparecer sin dejar rastros. El oráculo ha anunciado que, desde su
ignorada tumba, proveerá paz y prosperidad a la tierra que lo acoja. Así también el
filicidio, el parricidio y el incesto, deben quedar absolutamente reprimidos, para
asegurar la paz y la prosperidad evolutiva.

80
Sobre el filicidio y su significación en la génesis del acting out y la conducta
psicopática en Edipo (Rascovsky): *

-El parricidio y el incesto constituyen el contenido manifiesto y el filicidio su


contenido latente.
-El filicidio es el elemento genético de todo el proceso.
-Edipo no puede elaborar la represión del incesto y del parricidio por falta de
identificación adecuada con los objetos buenos iniciales.
-En él son de una extrema naturaleza persecutoria e idealizada y configuran una
fijación esquizo-paranoide.
-Sus intensas defensas maníacas conducen la tragedia.
-Lo llevan a través del uso de la renegación a matar a su padre y a cohabitar con su
madre.
-Polibo y Mérope representan la disociación idealizada de sus padres sustitutos (su
existencia constituye una típica novela familiar).
-Mediante la omnipotencia ejecuta el parricidio, logra la solución del enigma y la
destrucción de la Esfinge y llega a casarse con su madre y a ocupar el trono de
Tebas.
-La denigración de sus objetos y el desprecio por ellos se expresa a través de las
calamidades que azotan a Tebas y a su propia familia.
-La conducta de Edipo representa un acting out que comienza a elaborarse con la
iniciación de la tragedia. El proceso melancólico aparece posteriormente.
-El carácter filicida de las generaciones que preceden a Edipo y culminan en Layo
añade bases hereditarias a la génesis de acting out y la conducta psicopática que
señala el filicidio como su raíz.

La genealogía de la Esfinge
*Carl Gustav Jung: Símbolos de la transformación de la libido. Paidós
Buenos Aires. 1962. pág. 195

“Su madre Equidna era un ser híbrido doncella hermosa hasta la cintura y
desde aquí serpiente espantosa. Este ser doble corresponde a la imagen de la madre:
arriba, la mitad humana, amable, atractiva; abajo, la mitad terrible, bestial,
transformada en espantoso animal por la prohibición del incesto. Equidna es hija de
la Madre Universal, de la madre tierra, Gea, fecundada por Tártaro, el mundo
subterráneo personificado. Y es a su vez madre de todos los horrores: de la
Quimera, de Escila, de la Gorgona, del espantoso Cerbero, del león de Nemea y del
águila que devoró el hígado de Prometeo; además engendró toda una serie de
dragones. Uno de sus hijos es Ortro, el perro del monstruo Gereón, al que Heracles
dio muerte. Es con este perro, su hijo, que Equidna procreó a la Esfinge en
incestuosa cópula. Estos materiales pueden bastar para caracterizar el complejo
simbólico de la Esfinge. Es claro que ese factor no se descartaba resolviendo el
enigma, que era precisamente la trampa que la Esfinge tendió al caminante. Por
haber sobreestimado su inteligencia cayó en ella de modo genuinamente masculino,
y, sin saberlo, cometió sacrílego incesto. El enigma de la Esfinge era ella misma,
esto es, la imagen de la madre terrible, que no atemorizó a Edipo".

81
Juan Rof Carballo establece una serie de pares antitéticos en la interpretación
de los mitos edipianos:

1. EL PAR HOSTILIDAD-AMOR del padre a su hijo. Complejo de Layo o


Complejo de Issac
2. EL PAR ABANDONO-GRANDEZA, el niño abandonado. La invalidez suma en
la que el hombre nace es la clave de su grandeza.
3. EL PAR MOSTRUO ESFINGE; el mundo se presenta caótico, lleno de
misterio, es preciso ordenarlo; de otra manera nos devora.
4. EL PAR SIMBIOSIS-FUSIÓN; el regazo materno abriga, prolonga la vida
intrauterina. No sólo es difícil abandonarlo sino que es grato retornar a él en el
incesto. Para ser hombre es preciso, imperiosamente, abandonarlo, separarse de la
madre. El incesto significa la tendencia inconsciente a no evolucionar, a
inmovilizarse en la condición fetal.
5. EL PAR INICIATIVA-SEGURIDAD; la incesante curiosidad, la indagación y
el peligro que entraña; los sistemas de seguridad.
6. EL PAR INDIVIDUACIÓN-ASESINATO; explicado en Tótem y Tabú.
7. EL PAR VISIÓN CEGUERA; todo desvelamiento supone una ocultación.
8. EL PAR INTELIGENCIA-SOBERBIA; el carácter prometeico del mito edípico.
9. EL TEMOR A LA DISOCIACIÓN.
10. EL MITO DEL CAMINANTE; los pies hinchados.
11. EL MODELO DE LA ENCRUCIJADA.
12. EL MITO DE LA PESTE; objetos malos exteriores
13. LA ASPIRACIÓN A CONOCERSE A SÍ MISMO.
14. EDIPO, MITO INAGOTABLE ...

Vaciamiento
Letargo
Purificación
El hilo de la trama
El lazarillo
La profecía

* COMENTARIOS
Arnaldo Rascovsky

Edipo desciende de una progenie intensamente filicida que se remonta hasta Urano,
el que mataba a sus hijos para que no lo sucedieran. (El filicidio aparece aquí como
consecuencia de una depositación en los hijos de los contenidos persecutorios
propios de los padres)
En la relación Urano y Gea surge el odio y Gea trama con sus hijos una venganza.
(Padres afectivamente separados en pugna latente o manifiesta. La alianza con los
hijos es una consecuencia del Superyo lacunar)

82
Cronos realiza la venganza. Sucesor de Urano, repetirá el estilo paterno devorando
a las horas, el tiempo: sus hijos. (Ética consustanciada con los impulsos destructivos
que le anteceden sin trabas en la agresión)
 Tántalo intenta destruir a Pélope.
 Pélope maldice a Layo por la seducción y el rapto de Crisipo.
 Layo y Yocasta mutilan a Edipo perforándole los pies y lo mandan matar o
abandonar a los tres días de edad.
Se constituye a través de estos sucesos el punto de fijación paranoide-esquizoide.
(No se producirá la absorción y regulación del odio y la envidia innatos por la falta
de introyección del pecho bueno que permitiría el fortalecimiento del desarrollo
proyectivo - introyectivo que otorga la capacidad de elaborar la ansiedad)
Las heridas narcisistas y el sufrimiento aumentan notablemente el odio a partir del
cual surgen defensas maníacas de contenido omnipotente.
Se desarrolla así la novela familiar con los buenos padres sustitutos y el trono de
Corintio, con todo el accionar negador y grandilocuente de Edipo en un continuo
acting.
Ante el peligro de destrucción que impone el incremento de las ansiedades
persecutorias, intenta evacuarlas en nuevos depositarios que la contengan;
acrecentándose la identificación proyectiva: así agredirá a Layo, vencerá a la
Esfinge, enfrentará a Tiresias, Creonte, etc., inculpándolos vindicatoriamente. En
estos sucesos se hacen patentes los componentes epileptoides.
Los aspectos confusionales también aparecen, observándose la multiplicidad de
objetos mezclados y duplicados, la dificultad para discriminar los objetos o las
diferentes partes del Yo
Imagen borrosa, indivisa y confusionante de los padres
Perturbación de la identidad del Yo, de la capacidad yoica de simbolización, de la
socialización y del control de la agresión.

La situación edípica y la constitución del Superyo se construyen en forma


confusional. El Yo, mediante la re-proyección tiende a eludir las figuras
persecutorias internas que se acrecientan.
Existirá un intento de alianza por parte de Yocasta, pero aquí Edipo la rechazará
para ir cayendo a la situación melancólica. (Que hubiera evitado con la alianza
psicopática y el Superyo lacunar)
Yocasta, enmascarada y renegada como madre filicida, ha sido solamente
enfrentada disociada en la Esfinge. (Al vencerla, en realidad sucumbe a ella)
El parricidio y el incesto ocultan el odio incontrolable a los padres que lo
abandonaron y que no está contrabalanceado con introyecciones positivas de los
mismos. Su regreso a Tebas es la regresión a la fijación esquizoparanoide donde
actuará su agresión reprimida. (Identificación con el agresor)
Como un aspecto de la intensificación de la regresión, disocia sus instintos y vuelca
los eróticos sobre Yocasta, casándose con ella.
Cuando la renegación de la culpa y las defensas maníacas no se pueden ya
mantener en el Yo tan empobrecido, aparecen la peste, la miseria y la esterilidad de
Tebas.

83
La idealización, la omnipotencia y la disociación de su propio yo, que le impedían
tomar insight de la realidad psíquica renegada, comienza a quebrantarse. La
demanda de los suplicantes aparece como la realidad psíquica impostergable.

84

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