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1. El tiempo en Cataratas. CF
2. Espacio en Cataratas.
Cap. 2 – Cyborg –
1. Vigilancia nómada
Esta es una novela, que opera con la lógica de las historias de aventuras
transcurre en una provincia descripta como exótico, abundan en peripecias,
persecuciones y combates físicos, además de las especulaciones paranoides
propias de la sensibilidad analítica e investigativa de los becarios–sociólogos.
Como reza su contratapa, el discurrir de la novela se asemeja al de las llamadas
road movies, lo que aporta un sentido cinematográfico a su lectura ya que la
acción transcurre diversos lugares y los personajes se encuentran
constantemente en movimiento. En palabras de su autor, la extensión, tono y
temática de Cataratas ensaya una reescritura de La educación sentimental de
Gustave Flaubert en la que los protagonistas son trabajadores precarizados del
estado argentino de origen socioeconómico clase-media en pleno siglo XXII1. El
aggiornamiento de una temática clásica propia de la literatura consagrada, esto
es, el conflicto entre el statu quo y las fuerzas renovadoras que abogan por un
cambio social, se encuentra permeado por el género ciencia ficción y su deriva
utópica/especulativa.
Cataratas presenta una Argentina futura (cercana, posible) en la que las
fuerzas productivas del capitalismo mundial –encarnadas en Monsanto, Google y,
en menor medida, los estados-nación– se erigen como la afirmación de que no
existe vida por fuera de las prácticas de consumo, las redes sociales y el trabajo
de explotación –ya sea esta físico como intelectual. Este paradigma se hace
patente en la imbricación de Google Iris con el cuerpo humano, tecnología de
última generación que emula a un teléfono celular o smartphone, pero que se
encarna en el cuerpo de su usuario. En contra de este modelo, la propuesta de la
organización clandestina Surubí pasa por establecer una nueva comunidad –en
fricción con los poderes establecidos, mas no por fuera del sistema capitalista– en
1
“Como Frederic [Moreau], mis becarios son pequeños aristócratas del saber que
buscan su destino” (Entrevista de Diario Registrado, 2015. Disponible online en
https://goo.gl/lDiB92)
donde el factor común que une a los militantes es el virus equistosomiasis, que
muta a los humanos en una suerte de animales adaptados al ámbito selvático. La
provincia de misiones será entonces el botón de muestra, la porción del universo
de Cataratas donde se proyectarán las fatídicas consecuencias ambientales y
sociales del encuentro entre el capitalismo post-industrial y las lógicas
precarizantes del Estado.
Capítulo 1
1. El tiempo en Cataratas
1.1. Ingresando a las Cataratas del Iguazú, siglo XXII.
2
“(…) se ha puesto de moda considerar Frankenstein de Mary Shelley, obra
publicada en 1818, (…) como el primer relato de auténtica ciencia ficción”.
se posibilitó hacia fines del siglo XVIII la aceleración de la explotación de recursos
materiales (hierro y carbón) como así también la instauración de redes
comerciales entre los países industriales y los productores de materias primas. En
etapa del capitalismo industrial como orden social, con la razón instrumental, las
ideas de progreso y el colonialismo como principales sustentos ideológicos (Lorca,
2010), la tecnología comienza a inmiscuirse en todos los campos socioculturales.
En este contexto, los avances técnicos se volvieron susceptibles de ser
experimentados no ya en relaciones intergeneracionales sino a lo largo de una
vida; lo que Marshall Berman dio en llamar modernización.
Como se advierte en el prefacio de la obra, la autora construye una ficción
anclándose en los descubrimientos difundidos por Erasmo Darwin, quien sostuvo
en un nivel teórico la posibilidad de dar vida a cuerpos inertes a través de
procesos electroquímicos. El nacimiento literario de un monstruo-máquina a partir
del ensamblaje de tejidos muertos, animado a partir de energía eléctrica, inaugura
un género donde la criatura artificial es fruto de la ciencia y la tecnología. Esto
marca un quiebre con la figura de autómatas previos donde la creación de vida por
parte del hombre estaba ligada a aspectos religiosos, mágicos o fantásticos. El
Golem de arcilla de las leyendas hebraicas medievales o la autómata Olimpia de
El reloj de arena de E.T.A. Hoffmann de 1815, a la luz de esta hipótesis, ya
presentaban el deseo de la creación de un ser artificial. En estas obras emerge la
abstracción del cuerpo humano como “objeto de poder para el dominio del capital”
(Lorca, 2010, p. 71), cuerpo del que se podrá extraer no solo plusvalía sino
también saberes para perfeccionar su funcionamiento y distinguir anomalías
dentro de regularidades, una política anatómica que ve “al cuerpo que se
manipula, que se da forma, que se educa, que obedece, que responde, que se
vuelve hábil o cuyas fuerzas se multiplican” (Foucault, 2002, p. ). Esto es lo que
advierte Michel Foucault en Vigilar y castigar (2002) al indagar en la proliferación
de autómatas fabricados a lo largo del siglo XVIII, cuyo uso lúdico y mimético no
esconden la evolución de un conocimiento de la anatomía humana cada vez más
preciso. La diferencia entre estos autómatas y el monstruo creado en Frankenstein
es que en este último el insipiente discurso tecnocientífico es utilizado como marco
de verosimilitud3 para la narración, en la cual se especula con las posibilidades
creativas abiertas por la experimentación científica con distintos materiales
(energía eléctrica, materia orgánica). Siguiendo esta perspectiva, la CF se vuelve
un género propicio para analizar las figuraciones de la tecnología y los modos en
que se aborda el cuerpo humano siguiendo el imaginario tecnocientífico. En este
relato clásico en particular encontramos dos concepciones que resultarán clave en
nuestro análisis de Cataratas: la equiparación del cuerpo a la máquina, figura que
ocupa un lugar central en la CF, y el abordaje de lo orgánica como una
materialidad modificable en un laboratorio-taller (espacio ficcional inaugurado por
el doctor Frankenstein).
Rastrear el interes de la CF en las afecciones de la técnica en y sobre el
cuerpo humano en el origen mismo del género nos permite aproximarnos a estas
dos concepciones de cuerpo atravesadas por la técnica como un carácter
presente en manifestaciones contemporáneas del género. Las figuras del cyborg y
del mutante dan cuenta de esta obsesión del género en tratar la relación entre
cuerpo y técnica. Por un lado, la automatización y regulación de los sistemas
mecánicos, que desde la revolución industrial han acelerado la producción en
serie de mercancías y por lo tanto también el ritmo de vida, aleja al cuerpo
humano de la imperfección de lo orgánico y lo hace ingresar en la lógica de
funcionamiento de la máquina. Con el ingreso del complejo tecnocientífico en la
fase infotécnica a mediados del siglo XX, cuyas características explicaremos en el
apartado siguiente, la hibridación entre la máquina y el humano desacraliza las
concepciones iluministas del par cuerpo/conciencia, pasando a concebir la
encarnadura como una “mera prótesis original y la conciencia como apenas un
fenómeno derivado o secundario. Como consecuencias, no habría diferencia entre
hombres y máquinas complejas, ni entre realidad y el simulacro virtual” (Lorca,
2010, p. 105). Por otro lado, la posibilidad inaugurada por las experiencias
renacentistas (como la disección de cuerpos) y continuadas por el dispositivo
médico occidental posicionó al cuerpo humano como una materialidad más en el
laboratorio médico primero, farmacológico después y redefinió sus límites al
3
Q onda estooo
perfeccionar las técnicas de trasplantes de órganos, de implantes y prótesis como
extensiones físicas y la experimentación en el diseño de drogas farmacológicas
(como hormonas, ansiolíticos, psicotrópicos o hipnóticos, por nombrar algunos)
volcadas en un mercado en expansión desde la década de 1970.
4
Por citar un ejemplo que nos resultó operativo para en análisis de Cataratas, el
texto “Después de la ciencia ficción” de Francisco Marzioni, publicado el 10 de
mayo de 2016, reseña los debates en torno a las condiciones objetivas de
producción de la CF. Bajo el rótulo de post-ciencia ficción, Marzioni designa
aquellos textos que exploran la brecha entre el realismo y la ciencia ficción, en el
contexto de un mundo cada vez más informatizado y tecnificado” (Marzioni, 2016).
Link: https://goo.gl/BCVZb6
Philip K. Dick5 o James Ballard6 se han preguntado acerca de la naturaleza de la
CF, su relación con la tecnología y la realidad cotidiana. Nosotros retomaremos
algunas de las aristas que nos resultan más apropiadas para entender la
participación de Cataratas en el género. Es por esto que nos apropiaremos de
algunos conceptos y perspectivas que generó el debate encerrado en la pregunta
arriba planteada y que mejor luz arrojan sobre las figuraciones de la tecnología
que atraviesan tanto cyborgs como mutantes.
La definición que venimos trabajando de Asimov considera que los cambios
en ciencia y técnica son perceptibles por parte de los individuos pero que estos se
llevan a cabo de modo paulatino. De este modo, los integrantes de las sociedades
industriales cuentan con el tiempo suficiente para racionalizar aquello que vendrá
mediante los relatos de CF. Sin embargo, a partir de la década de 1970, con el
viraje hacia un capitalismo postindustrial centrado en la producción de riquezas a
través de servicios, se produjo una avalancha de novedades en el ámbito de la
tecnología que han afectado las formas de habitar el mundo y modificado a su vez
la percepción del cambio tecnológico (Blanco, Rodríguez, 2015). Poco a poco,
tanto el imaginario suscitado por el complejo tecnocientífico como aquel que
puede leerse en la CF contemporánea, se alejó de la promesa de un futuro
distante para centrarse en las consecuencias efectivas de los adelantos técnicos
5
En Sobre la ciencia ficción (Minotauro, 2005), Dick encuentra en la desfiguración
conceptual “la esencia de la ciencia ficción (…) que, desde el interior de la sociedad,
origina una nueva sociedad imaginada en la mente del autor, plasmada en letra
impresa y capaz de actuar como un mazazo en la mente del lector, lo que llamamos
el shock del no reconocimiento”. (2005, p. 9) Cuentos completos I, Minotauro.
6
En Milagros de vida. Una autobiografía (Random House, 2008), Ballard relata su
acercamiento a la CF: “Allí había un estilo de ficción que trataba sobre el presente,
y a menudo era tan elíptico y ambiguo como las obras de Kafka. Aquella literatura
reconocía la existencia de un mundo dominado por la publicidad de consumo, en el
que el gobierno democrático se transformaba en relaciones públicas. Era el mundo
de coches, oficinas, autopistas, líneas áreas y supermercados en el que realmente
vivíamos pero que se hallaba ausente por completo en casi todas las obras de
ficción seria. (…)En las novelas de Hemingway de la posguerra nadie se preocupaba
por los efectos de la exposición prolongada a la amenaza de la guerra nuclear”
(2008, p. 46).
en tiempo presente. Paradójicamente, sigue siendo un recurso propio dentro del
género vehiculizar planteos narrativos de problemas contemporáneos mediante la
imaginación de mundos distópicos o, como también se las suele denominar,
utopías negativas. Volveremos más adelante sobre la cuestión de las distopías en
la CF. Por el momento, haremos hincapié en las condiciones propias del contexto
tecnológico que dieron lugar a una CF contemporánea alejada de la imagen
estereotipada de la revistas pulp o de producciones como Star Trek (1966-2018) o
Star Wars (1977-2018).
El crítico literario Javier Lorca propone una periodización de la CF siguiendo
los diferentes estadios de la tecnología a partir de la revolución industrial. El autor
sostiene a lo largo de Historia de la ciencia ficción y su relación con las máquinas
(de las naves espaciales a los cyborgs) (2010) que la relación dada entre CF y las
transformaciones tecnológicas no habría tanto una determinación unidireccional de
las últimas sobre la primera, sino más bien una imbricación en donde ambos
términos se ayudan e influencian mutuamente. Según Lorca, el género parece
funcionar más por acumulaciones (de temas, personajes, mitos) que por la
evolución y superación de distintos estadios. Es así como cada estadio da cuenta
de una forma hegemónica de relacionarse con el complejo tecnocientífico, más no
de un agotamiento de los temas que la literatura podría sacar de la ciencia.
Sería errado entender a la variada fantasía de la CF como el pobre espejo de una “realidad”
tecnológica, tan errado como atribuirle la divina potencia del augurio. Más bien, vale la pena
insistir, prevalecen relaciones y transformaciones contemporáneas, influencias mutuas entre los
discursos de las tecnociencias y las literaturas: los relatos de CF se alimentan de las
circunstancias científico-tecnológicas y éstas, a su vez, son en parte posibles gracias al oficio
simbólico de obras de la imaginación como las que constituyen la CF. (Lorca, 2010, p. 16)
Una novela realista cuenta a su favor con el conocimiento común del mundo que el lector posee y
supone también una fuerte representación del mundo atravesada por el sentido común social
articulado en el valores, representaciones y datos del mundo a que podrías llamar empíricos
(Aguilar, 2010, p.2)
La Real Academia Española ofrece dos definiciones del término utopía que
concuerdan en el carácter positivo de la misma. Una primera definición implica la
implementación de un “plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen
de muy difícil realización”. La segunda refiere a una “representación imaginativa
de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano”7 y
aborda lo utópico entendiendo su carácter ficcional en tanto ejercicio de la
imaginación. Por tanto, el término utopía, acuñado por Tomás Moro en 1516, es
utilizado profusamente para referir a aquellos textos en los que se describe el
funcionamiento ideal de sociedades o comunidades posibles como propuesta para
una solución de problemas de carácter social. La isla que inventa Moro se ubica
en un universo alternativo en donde se ensaya la posibilidad de una sociedad
perfecta y se proyecta un mundo idéntico a sí mismo. Sin embargo, la rama de la
filosofía del siglo XX dedicada a estudiar las implicancias de lo utópico desde su
potencialidad en relación a las formaciones sociales y políticas, se encargó de
diferenciarse de aquella definición donde utopía es sinónimo de “algo deseable
pero imposible” (Gálvez, 2008, p. 279).
Josefina Ludmer advierte en las llamadas “literaturas postautónomas” una
modulación en las narrativas latinoamericanas que tienen resonancias en lo
planteado por Ernest Bloch en cuanto a la utopía como función. Las narrativas que
se apropian de esta función parten en primer instancia de la insatisfacción de las
condiciones materiales del presente para plantear en consecuencia un escenario
7
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22.a ed.).
Consultado en http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=utop%C3%ADa
prospectivo, esto es, la “anticipación de lo que todavía-no-es” (Gálvez, 2008, p.
276). Ludmer apunta en Aquí América Latina. Una especulación (2010) que, en los
albores del siglo XXI, la utopía funciona como un “género global”, equiparable a
otras narrativas vigentes, tales como “el mercado, el capitalismo, el neoliberalismo,
Internet y la comunicación” (Ludmer, 2010, p. 94). Por eso, cuando Ludmer se
refiere a la utopía no lo hace desde un marco positivista, sino que más bien
entiende que este es un significante que ha sido apropiado por los discursos
neoliberales que comenzaron a proliferar a fines del siglo XX. Según la autora, la
posibilidad de encontrar un método que libere a la humanidad de todos sus males
tiene su basamento más sólido en el triunfo del sistema capitalista post caída del
muro de Berlín, y el utópico es un discurso ambivalente pregnante en la lógica
capitalista postindustrial. La utopía “consiste en el ordenamiento topológico de un
espacio sin territorio y sirve para hacer presente y para criticar el presente. Es (un)
instrumento presentista” (Ludmer, 2010, p. 94).
Entendiendo a la utopía menos como un género que como una función,
encontramos poco relevante la discusión genérica de si Cataratas es una novela
de especulativa ciencia ficción distópica. Una lectura a vuelo de pájaro de la
novela basta para constatar tanto el carácter negativo del futuro8 que se figura
como el modo descarnado en que se describen las subjetividades atosigadas por
la tecnología, las lógicas de consumo y el desastre ecológico. Si nos detenemos
en una cuestión clasificatoria, de rúbrica, podemos hacer ingresar a Cataratas en
el universo de las narrativas distópicas. Es por esto que entenderemos al
procedimiento que opera en Cataratas como un “modo de hacer presente”
mediante el emplazamiento de la acción en una Argentina por venir y la
proyección de problemáticas contemporáneas en un tiempo futuro. De este modo
la historia se desarrollar en un lugar otro para “desordenar y desorientar el
presente” (Ludmer, 2010, p. 93). Este futuro minado de conflictividad social se
apoya en tecnologías biogenéticas, telecomunicacionales y de seguridad que
consideramos parte del paisaje tecnocientífico contemporáneo, pero cuyas
8
“Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas
causantes de la alienación humana” (RAE, dirección: http://dle.rae.es/?id=DyzvRef)
posibilidades en la novela se encuentran explotadas hasta límites que rondan lo
absurdo, satírico o irónico. Antes de adentrarnos en el análisis de las figuras que
hemos elegido para leer Cataratas, consideramos apropiado diferenciar y describir
brevemente las organizaciones principales que ocupan el territorio de la novela.
Distinguiremos entre organismos estatales, compañías multinacionales y la
disidencia mutante.
9
“Las cifras que se presentan muestran el esfuerzo sin precedentes realizado en la formación de
recursos humanos e infraestructura destinados a la investigación y al desarrollo tecnológico del país.
En este contexto histórico, lo sucedido a partir del 2003 bien puede considerarse una refundación del
CONICET. (el subrayado es nuestro) “CONICET, 30 años de democracia”, 23/09/2003. Versión online:
http://www.conicet.gov.ar/wp-content/uploads/destacadas-noticia/2013/09/CONICET-30-
a%C3%B1os-de-democracia.pdf
10 La utilización del término becario se ha modificado sustancialmente con el paso del tiempo:
Siguiendo la tradición académica española, la beca era parte de la indumentaria que usaban los
estudiantes universitarios y era tela que se plegaba sobre el pecho del estudiante hasta la parte
posterior de los hombros. Su origen se remonta a la los colegios medievales de España, pasando a ser
utilizada en diversas instituciones educativas a los largo de los siglo XVI y XVII, ya sean eclesiásticas,
seculares o militares. (Arboniés, Marañón, pp. 288, 2005). Actualmente, se la utiliza para referirse a
quien reciban un apoyo (la mayor de las veces, de tipo económico) por una determinada institución
para la concreción de sus estudios. Sin embargo, en el contexto que nosotros vamos a referirnos al
sujeto becarios y su modo de vida, lo interpretaremos como un personaje inmerso una situación de
precarización laboral en relación de dependencia con el estado.
de la novela) un crecimiento tanto en su partida presupuestaria e inversión en
infraestructura como en el personal dedicado a la investigación.
Resumen de Conicet
Resumen de Montoneros
11
Entrevista realizada por la redacción de Diario Registrado a Hernán Vanoli para el
portal online de DR, sección Cultura, fecha: 21/09/2015.
https://www.diarioregistrado.com/cultura/hernan-vanoli----la-literatura-argentina-
la-tolero-como-se-tolera-a-la-familia--_a56339dee17bfa0004e87c8db
12
El 1 de mayo de 1974, las tensiones entre las demandas de las agrupaciones
socialistas y de izquierda encolumnadas detrás de Montoneros y el giro
conservador de las alianzas estratégicas de Juan Perón con referentes sindicalistas
del sector industrial llegaron a su punto máximo: el presidente recientemente
electo, ante lo cantos que evocaban la figura de Eva Perón (“Si Evita viviera sería
montonera”) y que criticaban el posicionamiento político del oficialismo (“¿Qué
pasa, qué pasa, qué pasa General, que está lleno de gorilas el gobierno popular?”),
provoca la alusión del presidente en pleno discurso a esta columna en términos
despectivos. El suceso culmina con la retirada de la columna de Montoneros del
acto y del movimiento.
13
Parte de la “burocracia sindical”, como Agustín Tosco lo acusó indirectamente de
ser parte en un debate televisivo el 13 de febrero de 1973.
(1970-1973) durante el exilio y posterior vuelta de Juan Perón al país, enfrentado
con las corrientes autodenominadas combativas o de izquierda dentro del
movimiento peronista.
Los hombres de ciencia ficcionales son una respuesta al papel de la ciencia y la tecnología en un
contexto social particular, y examinados cronológicamente tienen una significación histórica
adicional, porque son indicadores ideológicos de la percepción cambiante de la ciencia a lo largo
de siete siglos, y también son imágenes que producen nuevos estereotipos. (Ludmer, 1999, pp.
184-185)
14“Casi todos son hombres mayores o viejos, calvos o con una masa de pelo estilo
Einstein (pensando en célebres doctores: Faustus, Frankenstein, Moreau, Jekyll,
Caligari, Strangelove), y casi siempre aparecen trabajando solos o en laboratorios
aislados: el objeto de su investigación es “secreto” o “peligroso”. (Ludmer, 1999,
pp. 184-185)
para que realicen “espionaje de las prácticas de consumo de sus vecinos, amigos
y familiares” (Vanoli, 2015, p. 129) para ofrecer etnografías que den cuenta de
aquellos aspectos del consumo que no podía ser registrado por GI ni su
configuración algorítmica debido a su “codificación pequeño burguesa de los
sentimientos” (Vanoli, 2015, p. 129). Todos se encuentran muy entusiasmados por
la idea. Incluso Mónica Lafuente fue más allá de la propuesta de la consultora y
fantaseó por unos instantes con organizar una comunidad de becarios para fundar
una “villa de becarios” en una reserva ecológica. Pero ni siquiera para sus
adentros la fantasía resultó verosímil ya que en el fondo
(…) sabía que lo que caracterizaba a los becarios era una vergüenza social que les impedía
cualquier tipo de organización relevante que excediera reclamos miserables y capaces de
confirmarlos en su situación de mendicidad ociosa. Más allá de que ningún becario pudiera llegar
jamás, virtud de sus emolumentos, a adquirir ni siquiera un departamento de un ambiente en un
monoblock infectado por alguna batería, los becarios jamás se organizarían para obtener nada, y
los villeros sí que se habían organizado y probablemente volverían a hacerlo (Vanoli, 2015, p. 133)
Ignacio Rucci había abierto su maletín antes de salir de su casa, a escondidas de Alicia Eguren. El
cargamento no le había llamado la atención: tres tubitos de ensayo con un líquido verdoso. Según
su socio, Lorenzo Miguel15, eran las pruebas de un prototipo de plaguicida prohibido por la OMS y
desarrollado por investigadores de Conicet con patrocinio de Monsanto en sus laboratorios de
Córdoba, una zona liberada para la experimentación biotecnológica (Vanoli, 2015, p, 79)
15
Lorenzo Miguel presidió la UOM tras el asesinato de Augusto Vandor por parte
del ERP, formó parte de la denominada “burocracia sindical” de corte peronista
que, junto con Ignacio Rucci y otro dirigentes de las 62 organizaciones, bregó por la
vuelta de Juan Perón durante el mandato de facto de Agustín Lanusse.
proyectos de investigación y tesis doctorales. Al mismo tiempo, estos se sienten
subestimados y manipulados por su director: necesitan de su capital intelectual y
simbólico para formarse, al mismo tiempo que reniegan de su posición
subordinada ante una persona de una ética tan laxa. Estos factores, que plasman
el diferencial de poder entre director y becario, forman parte de la tensión que
desencadena el asesinato de Rucci por Osatinsky, escena que toma lugar en el
cuarto del hotel durante el congreso luego de que este último presencie un trío
sexual entre Eguren, Rucci y una intelectual española.
El miedo que siente Osatinsky por haber asesinado al director de su
doctorado solo se ve superado por la humillación de nunca llegar a terminar su
tesis. Las presiones de clase (recibirse, terminar los estudios, entregar la tesis:
verse como un sujeto realizado ante su familia, allegados y sí mismo) se ligan con
el asesinato en un desenlace improvisado ante la desesperación (nunca
corroborada) de que su director ha “rifado” en una mesa de burócratas su
oportunidad de doctorarse. La acción de la venganza como forma de empezar una
vida nueva con Eguren –fantasía largamente meditada entre los amantes– y las
presiones de académicas propias del investigador confluyen en las reflexiones
desesperadas de Osatinsky como corolario del asesinato: “¿Había estadísticas de
los becarios que se habían convertido en asesinos? ¿Y sobre los que había
desertado a medio camino, cobraron los primeros tres años de beca y se
dedicaron a la buena vida?” (Vanoli, 2015, p. 206).
no con ideas ni con el vigor para proponer reformas de Estado, o proyectos de ley, pero sí con
contactos e influencias útiles para desembarcar en una universidad del conurbano bonaerense con
un puesto estable y una buena agenda de congresos internacionales para hacer turismo. (Vanoli,
2015, p.53)
A. Cyborg
Esta figura propone un modelo diferencial que facilita el ingreso a los
debates en torno a la tecnología y a la creación de subjetividades (aspectos que,
como veremos en capítulo 3, también ayudarán a perfilar la figura del mutante). Es
en este sentido que nos apoyamos en lo desarrollado por Donna Haraway en
Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza (1991) para pensar al
cyborg en tanto fenómeno técnico y discursivo. Pensaremos al cyborg como un
ente híbrido compuesto,
(…) en primer término, de humanos o de otras criaturas orgánicas tras el disfraz (…) de la alta
tecnología, en tanto que sistemas de información controlados ergonómicamente y capaces de
trabajar, desear y reproducirse. El segundo ingrediente esencial en los cyborgs son las máquinas,
asimismo aparatos diseñados ergonómicamente como textos y como sistemas autónomos de
comunicación. (Haraway, 1991, p. 62).