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INDICE

Cap. 0 - Introducción. Resumen de la novela.

0.1 Resumen de la novela

Cap. 1 – Sin título

1. El tiempo en Cataratas. CF

1.1 Ingresando a las Cataratas del Iguazú, siglo XXII.

1.2 En un futuro no muy lejano, o CF con el “horizonte en el pasado”

1.3 Problemas del presente arrastrados hacia el futuro

2. Espacio en Cataratas.

2.1 El presente a través de un no-lugar

3. Montoneros-Conicet, significantes de los becarios

3.1 Conexión Montoneros-CONICET: Cataratas en una doble encrucijada

3.3 Tres temporalidades y un túnel transdimensional a Conicet+

Precariedad, transición, humillación

3.4 Homo academicus en clave ciencia ficción

3.5 Imposibilidad de una utopía (cambiar título)

3.6 Dobles agentes de la cultura

Cap. Intermedio 0.2 Cuadro actancial: Cyborgs, mutantes, almas y Google

Cap. 2 – Cyborg –

1. Cuerpo y territorio cibernético

1.1 Prótesis e interfaz. Cuerpo, mente y puntos en medio. Interfaz y prótesis

Aparato: boca, ojos y manos.

1.2 Vigilancia y secreto en espacios de tránsito

1. Vigilancia nómada

2. Imperativo de conexión: Exposición y privacidad

Dispositivo de vigilancia San Antonio Lodge. Tecnología de espionaje casero


0.1 Resumen/guía de la novela

La historia de Cataratas (Random House Mondadori, 2015) transcurre


mayormente en la provincia de Misiones. En la localidad de Puerto Iguazú, se
llevará a cabo el XXII Congreso de Sociología de la Cultura. Entre los cientos de
investigadores y académicos de todo el mundo, asistirá al evento un grupo de
jóvenes becarios del Conicet, en su mayoría egresados de la UBA, junto con su
director, Ignacio Rucci, Doctor en sociología.
Los pormenores de un largo viaje y la responsabilidad de tener que
sociabilizar los avances sobre sus investigaciones, además de encontrarse en
una provincia que les resulta exótica y desconocida, instalan entre los becarios y
su director una dinámica tensa e incómoda. Es que los becarios no esperaban
que la mirada tutelar y condescendiente de Rucci los acompañe durante el viaje,
pero, a último momento –y por razones poco relacionadas con lo académico–, el
director del grupo se sumó al viaje.
A pocas horas de llegar al hotel donde se desarrollará el congreso, Ignacio
Rucci es asesinado por Marcos Osatinsky, miembro del grupo de investigación y
amante de la esposa de Rucci, Alicia Eguren. En medio de una crisis nerviosa al
acceder material fílmico donde se ve cómo Rucci declina la postulación doctoral
de Osatinsky en un arreglo fraudulento con otros investigadores de Conicet, el
joven becario recurre a Alicia Eguren en busca de consuelo y venganza. Los
amantes se reúnen en el cuarto matrimonial que Alicia comparte con Rucci
durante el congreso: Marcos quiere mostrarle cómo su director y esposo arruinó
su carrera de investigador con la tenue esperanza de comenzar una nueva vida
con Alicia luego de destruir su matrimonio. Antes de poder abordar el tema, Rucci
avisa a su esposa a través de la mensajería digital de la aplicación de Google Iris
que está por subir al cuarto acompañado. Osatinsky alcanza a esconderse en el
placard y presencia un ménage à trois de los esposos con una investigadora
española. Mientras espía el incómodo trío, su familia le avisa por Google Iris que
entraron a robar en su departamento en Buenos Aires: nuestro becario siente que
ya no le queda nada a qué aferrarse en el mundo. Sobrepasado por la situación
que atraviesa, Osatinsky espera a que el exdirector de su beca doctoral se
duerma para matarlo usando fármacos de su propio neceser (Viagra y Alphagan).
Rucci se despierta antes de ser envenado por su pupilo y, después de un largo
forcejeo, Osatinsky estrella la notebook de Alicia Eguren sobre la cabeza de
Rucci.
A partir de aquí, Osatinsky y Eguren estarán unidos no sólo por la necesidad
de esconder el cuerpo sino también por el contenido del maletín de Rucci: tres
cápsulas verdes de fertilizante. No pasarán muchas horas hasta que los amantes
se den cuenta que haber asesinado a Ignacio Rucci es su menor problema. El
valor de las cápsulas que tienen en su poder –muestras de un fertilizante
fabricado por Monsanto en cooperación con los laboratorios de la UBA– es
incalculable. Los becarios caen en la cuenta de que Rucci, en un acuerdo cuanto
menos ilícito con autoridades universitarias, tenía planeado vender a través de un
contacto local las cápsulas a terratenientes brasileros. Tras haber escondido el
cuerpo del Doctor en Sociología y el fertilizante en una lúgubre estación de
servicio, comienzan a comprender el lío en el que se encuentran.
La trama de Cataratas se vuelve una carrera entre los distintos personajes
para hacerse con el maletín Iveco donde se encuentran las cápsulas. Por un lado,
los becarios amantes, Osatinsky y Eguren, no querrán perder la posibilidad de
hacerse ricos con los fertilizantes. A ellos se le sumará de forma fortuita Gustavo
Ramus, viejo compañero de estudio de Osatinsky de la Universidad de Buenos
Aires, con quien trabaja en conjunto para compañías transnacionales como
consultor de manera ilegal. A su vez, una serie de personajes participarán de este
fuego cruzado entre múltiples bandos por el maletín:

 Adrián Martel, socio y contacto de Rucci en Misiones, pequeño


empresario y allegado a las fuerzas policiales de la provincia.
 Clarisa, hija de Adrián Martel, y Agustín, hijo de la segunda esposa de
Martel. Agustín tiene la particularidad de haber pertenecido a Surubí, por lo que
es portador de la equistosomiasis derivada, virus que transforma a su portador en
un caracol gigante.
 Jorge Osinde, ex combatiente en la recuperación argentina de las islas
Malvinas, asesino a sueldo contratado para recuperar el fertilizante.

Esta es una novela, que opera con la lógica de las historias de aventuras
transcurre en una provincia descripta como exótico, abundan en peripecias,
persecuciones y combates físicos, además de las especulaciones paranoides
propias de la sensibilidad analítica e investigativa de los becarios–sociólogos.
Como reza su contratapa, el discurrir de la novela se asemeja al de las llamadas
road movies, lo que aporta un sentido cinematográfico a su lectura ya que la
acción transcurre diversos lugares y los personajes se encuentran
constantemente en movimiento. En palabras de su autor, la extensión, tono y
temática de Cataratas ensaya una reescritura de La educación sentimental de
Gustave Flaubert en la que los protagonistas son trabajadores precarizados del
estado argentino de origen socioeconómico clase-media en pleno siglo XXII1. El
aggiornamiento de una temática clásica propia de la literatura consagrada, esto
es, el conflicto entre el statu quo y las fuerzas renovadoras que abogan por un
cambio social, se encuentra permeado por el género ciencia ficción y su deriva
utópica/especulativa.
Cataratas presenta una Argentina futura (cercana, posible) en la que las
fuerzas productivas del capitalismo mundial –encarnadas en Monsanto, Google y,
en menor medida, los estados-nación– se erigen como la afirmación de que no
existe vida por fuera de las prácticas de consumo, las redes sociales y el trabajo
de explotación –ya sea esta físico como intelectual. Este paradigma se hace
patente en la imbricación de Google Iris con el cuerpo humano, tecnología de
última generación que emula a un teléfono celular o smartphone, pero que se
encarna en el cuerpo de su usuario. En contra de este modelo, la propuesta de la
organización clandestina Surubí pasa por establecer una nueva comunidad –en
fricción con los poderes establecidos, mas no por fuera del sistema capitalista– en

1
“Como Frederic [Moreau], mis becarios son pequeños aristócratas del saber que
buscan su destino” (Entrevista de Diario Registrado, 2015. Disponible online en
https://goo.gl/lDiB92)
donde el factor común que une a los militantes es el virus equistosomiasis, que
muta a los humanos en una suerte de animales adaptados al ámbito selvático. La
provincia de misiones será entonces el botón de muestra, la porción del universo
de Cataratas donde se proyectarán las fatídicas consecuencias ambientales y
sociales del encuentro entre el capitalismo post-industrial y las lógicas
precarizantes del Estado.
Capítulo 1

“La especulación inventa un mundo diferente


del conocido: un universo sin afueras, real
virtual, de imágenes y palabras, discursos y
narraciones.”

Josefina Ludmer, Aquí América Latina

“Distopía: (…) se trata de una sociedad


alternativa que niega algún valor muy
importante para el autor y es presentada como
decididamente indeseable. También puede ser
una caricatura de la sociedad actual, a la cual
se construye mediante la extrapolación de
algunas de sus tendencias hasta reducirla al
absurdo.”

Pablo Capanna, Utopía y mercado

1. El tiempo en Cataratas
1.1. Ingresando a las Cataratas del Iguazú, siglo XXII.

Cataratas nos presenta un mundo anclado en un tiempo-espacio futuro. El


año en que ocurren los hechos de la narración nunca es aclarado en ningún
momento del desarrollo de la narración, aunque puede ser inferido por algunas
marcas puntuales. Referencias a artistas populares, dirigentes sociales e
instituciones, como también a marcas de diferentes productos y nombres de
empresas multinacionales, ubican a la historia en un futuro no muy lejano del
tiempo que nos es contemporáneo. Nos ubicamos entonces en un momento
histórico que nunca se presenta sin ambigüedades. Por otra parte, el espacio
donde la historia transcurre es Argentina, y la acción tiene lugar mayormente en la
provincia de Misiones, en la triple frontera con Brasil y Paraguay. El espacio
geográfico donde la acción tiene lugar se encuentra claramente definido, pero no
por eso de un modo realista.
Abordaremos el espacio-tiempo contrafactico construido en la novela en
tanto una escritura especulativa (Ludmer, 2010); lo narrado en Cataratas habita el
mundo de lo posible, un espacio-tiempo textual proyectado que juega con la
posibilidad de llegar a ser.
Lejos de presentarse como una sociedad ideal, la Argentina futurista que
imagina Hernán Vanoli cuenta con una serie de avances técnicos en diversas
áreas de la vida social, en donde permanentemente se destaca lo desigual y
conflictivo que es la vida en el futuro. Los modos en que las tecnologías biológicas
y telecomunicacioneales son figuradas en la novela nos permitirá centrarnos en la
relación particular que se da entre cyborgs y mutantes. En esta relación se basa la
puesta en escena de una brecha social, tecnológica y política que separa a los
personajes y grupos sociales presentados.
Esta tensión social se manifiesta en el conflicto bélico que podría enfrentar a
las fuerzas de seguridad, encargadas de asegurar la supervivencia de los
humanos sanos y productivos, cooptados por las lógicas de consumo tecnológico,
y los infectados, sujetos afectados por una epidemia bacteriológica a escala
global. La amenaza constante a la infección por enfermedades o virus
desconocidos organiza el mundo futuro de Cataratas: cualquier cuerpo puede ser
portador de una amenaza biológica. Entonces, tendremos como telón de fondo
esta tensión: una nación tecnocrática, por un lado, regida por empresas
multinacionales a través del consumo y la utilización de la información
suministrada por los ciudadanos-usuarios de Google Iris, y, por otro lado, la
organización guerrillera mutante Surubí, que opera desde algún lugar de la triple
frontera, propiciando el caos bacteriológico.
Consideramos pertinente, en primer lugar, analizar los modos en que ciertos
aspectos, que entenderemos como propios de la ciencia ficción, atraviesan
Cataratas y permiten las figuraciones de cuerpos intervenidos, ya sea acoplados a
dispositivos de comunicación o modificados por bacterias diseñadas como armas
geopolíticas. Esta relación particular con la técnica se presenta en Cataratas bajo
dos figuras de profusa aparición en textos de CF. Una aproximación al género nos
permitirá entender con mayor claridad los aspectos que hacen de nuestra novela
tanto un texto biopolítico como un texto sobre la condición contemporánea de la
tecnología.

1.2 En un futuro no muy lejano, o CF con el “horizonte en el pasado”

La CF ha demostrado ser un terreno fértil para la problematización de los


avances técnicos y su presencia en la vida cotidiana. Consideramos acertado
definir a la CF como “la rama de la literatura que trata de las respuesta humanas a
los cambios al nivel de la ciencia y la tecnología” (Asimov, 1982). Esta definición,
considerada por muchos críticos como clásica del género, pone el foco en la
producción de sentidos que opera en textos de ficción que abordan los cambios
sociales producidos por lo que llamaremos el complejo tecnocientífico. En este
sentido, el género prepararía al lector ante la experiencia del cambio, anticipando
las posibles modificaciones que se percibirían en el transcurso de una vida. Si bien
la definición propuesta por Isaac Asimov se apoya en una obra particular como
primera en su género y contiene también la producción escrita en CF hacia
mediados del siglo XX, esta definición también es aplicable para aquellas
producciones que trascienden el campo de lo literario en nuestra
contemporaneidad, como son las grandes producciones audiovisuales de
Hollywood hasta las series que se difunden por Internet y que se apoyan en mayor
o menor medida en características del género. Cataratas
Siguiendo esta definición, el nacimiento del género estaría fechado a
principios del siglo XIX con Frankenstein de Mary Shelly2, en los albores de la
revolución industrial. El planteo narrativo de esta obra gira en torno a la producción
de vida por medios artificiales, y fue publicada en un momento histórico donde la
definición de Asimov cobra sentido en cuanto a la influencia de la tecnología en las
condiciones materiales. Habiéndose expandido las maquinarias productivas
propias de la etapa industrial en países occidentales como Inglaterra o Alemania,

2
“(…) se ha puesto de moda considerar Frankenstein de Mary Shelley, obra
publicada en 1818, (…) como el primer relato de auténtica ciencia ficción”.
se posibilitó hacia fines del siglo XVIII la aceleración de la explotación de recursos
materiales (hierro y carbón) como así también la instauración de redes
comerciales entre los países industriales y los productores de materias primas. En
etapa del capitalismo industrial como orden social, con la razón instrumental, las
ideas de progreso y el colonialismo como principales sustentos ideológicos (Lorca,
2010), la tecnología comienza a inmiscuirse en todos los campos socioculturales.
En este contexto, los avances técnicos se volvieron susceptibles de ser
experimentados no ya en relaciones intergeneracionales sino a lo largo de una
vida; lo que Marshall Berman dio en llamar modernización.
Como se advierte en el prefacio de la obra, la autora construye una ficción
anclándose en los descubrimientos difundidos por Erasmo Darwin, quien sostuvo
en un nivel teórico la posibilidad de dar vida a cuerpos inertes a través de
procesos electroquímicos. El nacimiento literario de un monstruo-máquina a partir
del ensamblaje de tejidos muertos, animado a partir de energía eléctrica, inaugura
un género donde la criatura artificial es fruto de la ciencia y la tecnología. Esto
marca un quiebre con la figura de autómatas previos donde la creación de vida por
parte del hombre estaba ligada a aspectos religiosos, mágicos o fantásticos. El
Golem de arcilla de las leyendas hebraicas medievales o la autómata Olimpia de
El reloj de arena de E.T.A. Hoffmann de 1815, a la luz de esta hipótesis, ya
presentaban el deseo de la creación de un ser artificial. En estas obras emerge la
abstracción del cuerpo humano como “objeto de poder para el dominio del capital”
(Lorca, 2010, p. 71), cuerpo del que se podrá extraer no solo plusvalía sino
también saberes para perfeccionar su funcionamiento y distinguir anomalías
dentro de regularidades, una política anatómica que ve “al cuerpo que se
manipula, que se da forma, que se educa, que obedece, que responde, que se
vuelve hábil o cuyas fuerzas se multiplican” (Foucault, 2002, p. ). Esto es lo que
advierte Michel Foucault en Vigilar y castigar (2002) al indagar en la proliferación
de autómatas fabricados a lo largo del siglo XVIII, cuyo uso lúdico y mimético no
esconden la evolución de un conocimiento de la anatomía humana cada vez más
preciso. La diferencia entre estos autómatas y el monstruo creado en Frankenstein
es que en este último el insipiente discurso tecnocientífico es utilizado como marco
de verosimilitud3 para la narración, en la cual se especula con las posibilidades
creativas abiertas por la experimentación científica con distintos materiales
(energía eléctrica, materia orgánica). Siguiendo esta perspectiva, la CF se vuelve
un género propicio para analizar las figuraciones de la tecnología y los modos en
que se aborda el cuerpo humano siguiendo el imaginario tecnocientífico. En este
relato clásico en particular encontramos dos concepciones que resultarán clave en
nuestro análisis de Cataratas: la equiparación del cuerpo a la máquina, figura que
ocupa un lugar central en la CF, y el abordaje de lo orgánica como una
materialidad modificable en un laboratorio-taller (espacio ficcional inaugurado por
el doctor Frankenstein).
Rastrear el interes de la CF en las afecciones de la técnica en y sobre el
cuerpo humano en el origen mismo del género nos permite aproximarnos a estas
dos concepciones de cuerpo atravesadas por la técnica como un carácter
presente en manifestaciones contemporáneas del género. Las figuras del cyborg y
del mutante dan cuenta de esta obsesión del género en tratar la relación entre
cuerpo y técnica. Por un lado, la automatización y regulación de los sistemas
mecánicos, que desde la revolución industrial han acelerado la producción en
serie de mercancías y por lo tanto también el ritmo de vida, aleja al cuerpo
humano de la imperfección de lo orgánico y lo hace ingresar en la lógica de
funcionamiento de la máquina. Con el ingreso del complejo tecnocientífico en la
fase infotécnica a mediados del siglo XX, cuyas características explicaremos en el
apartado siguiente, la hibridación entre la máquina y el humano desacraliza las
concepciones iluministas del par cuerpo/conciencia, pasando a concebir la
encarnadura como una “mera prótesis original y la conciencia como apenas un
fenómeno derivado o secundario. Como consecuencias, no habría diferencia entre
hombres y máquinas complejas, ni entre realidad y el simulacro virtual” (Lorca,
2010, p. 105). Por otro lado, la posibilidad inaugurada por las experiencias
renacentistas (como la disección de cuerpos) y continuadas por el dispositivo
médico occidental posicionó al cuerpo humano como una materialidad más en el
laboratorio médico primero, farmacológico después y redefinió sus límites al

3
Q onda estooo
perfeccionar las técnicas de trasplantes de órganos, de implantes y prótesis como
extensiones físicas y la experimentación en el diseño de drogas farmacológicas
(como hormonas, ansiolíticos, psicotrópicos o hipnóticos, por nombrar algunos)
volcadas en un mercado en expansión desde la década de 1970.

1.3 Problemas del presente arrastrados hacia el futuro

Entonces, ¿qué ocurre cuando los avances en ciencia y tecnología dejan de


ser perceptibles desde las narrativas de progreso y anticipación y se vuelven
fenómenos más cercanos a las lógicas de consumo y entretenimiento?
Lista de obras contemp., y cuestión post CF
La pregunta con que abrimos este apartado ha sido encarada desde
diferentes enfoques crítico-académicos como así también ha sido tratada en un sin
número de notas periodísticas, en debates en foros de Internet y entradas de
blogs4. Fernando Reati advierte la emergencia de una “literatura de anticipación”
en la Argentina de la post-dictadura; en un corpus variopinto de textos, Reati
advierte el ejercicio especulativo de “anticipar las posibles direcciones de la
historia nacional” antes las “transformaciones de esa década y media de
neoliberalismo y globalización” entre 1985 y 1999 (Reati, 2006, p. 14). También ha
sido abordada en la búsqueda y experimentación dentro de los andamiajes
narrativos, ya sean producciones escritas o audiovisuales, en donde se expone
una beta barroca del género: esto se advierte tanto en producciones de CF que
establecen referencias con la historia, estadios, autores y personajes del género
como también en las tensiones que emergen al combinarse aspectos tecnológicos
con otros géneros como el fantástico o los relatos conspirativos. Autores como

4
Por citar un ejemplo que nos resultó operativo para en análisis de Cataratas, el
texto “Después de la ciencia ficción” de Francisco Marzioni, publicado el 10 de
mayo de 2016, reseña los debates en torno a las condiciones objetivas de
producción de la CF. Bajo el rótulo de post-ciencia ficción, Marzioni designa
aquellos textos que exploran la brecha entre el realismo y la ciencia ficción, en el
contexto de un mundo cada vez más informatizado y tecnificado” (Marzioni, 2016).
Link: https://goo.gl/BCVZb6
Philip K. Dick5 o James Ballard6 se han preguntado acerca de la naturaleza de la
CF, su relación con la tecnología y la realidad cotidiana. Nosotros retomaremos
algunas de las aristas que nos resultan más apropiadas para entender la
participación de Cataratas en el género. Es por esto que nos apropiaremos de
algunos conceptos y perspectivas que generó el debate encerrado en la pregunta
arriba planteada y que mejor luz arrojan sobre las figuraciones de la tecnología
que atraviesan tanto cyborgs como mutantes.
La definición que venimos trabajando de Asimov considera que los cambios
en ciencia y técnica son perceptibles por parte de los individuos pero que estos se
llevan a cabo de modo paulatino. De este modo, los integrantes de las sociedades
industriales cuentan con el tiempo suficiente para racionalizar aquello que vendrá
mediante los relatos de CF. Sin embargo, a partir de la década de 1970, con el
viraje hacia un capitalismo postindustrial centrado en la producción de riquezas a
través de servicios, se produjo una avalancha de novedades en el ámbito de la
tecnología que han afectado las formas de habitar el mundo y modificado a su vez
la percepción del cambio tecnológico (Blanco, Rodríguez, 2015). Poco a poco,
tanto el imaginario suscitado por el complejo tecnocientífico como aquel que
puede leerse en la CF contemporánea, se alejó de la promesa de un futuro
distante para centrarse en las consecuencias efectivas de los adelantos técnicos

5
En Sobre la ciencia ficción (Minotauro, 2005), Dick encuentra en la desfiguración
conceptual “la esencia de la ciencia ficción (…) que, desde el interior de la sociedad,
origina una nueva sociedad imaginada en la mente del autor, plasmada en letra
impresa y capaz de actuar como un mazazo en la mente del lector, lo que llamamos
el shock del no reconocimiento”. (2005, p. 9) Cuentos completos I, Minotauro.
6
En Milagros de vida. Una autobiografía (Random House, 2008), Ballard relata su
acercamiento a la CF: “Allí había un estilo de ficción que trataba sobre el presente,
y a menudo era tan elíptico y ambiguo como las obras de Kafka. Aquella literatura
reconocía la existencia de un mundo dominado por la publicidad de consumo, en el
que el gobierno democrático se transformaba en relaciones públicas. Era el mundo
de coches, oficinas, autopistas, líneas áreas y supermercados en el que realmente
vivíamos pero que se hallaba ausente por completo en casi todas las obras de
ficción seria. (…)En las novelas de Hemingway de la posguerra nadie se preocupaba
por los efectos de la exposición prolongada a la amenaza de la guerra nuclear”
(2008, p. 46).
en tiempo presente. Paradójicamente, sigue siendo un recurso propio dentro del
género vehiculizar planteos narrativos de problemas contemporáneos mediante la
imaginación de mundos distópicos o, como también se las suele denominar,
utopías negativas. Volveremos más adelante sobre la cuestión de las distopías en
la CF. Por el momento, haremos hincapié en las condiciones propias del contexto
tecnológico que dieron lugar a una CF contemporánea alejada de la imagen
estereotipada de la revistas pulp o de producciones como Star Trek (1966-2018) o
Star Wars (1977-2018).
El crítico literario Javier Lorca propone una periodización de la CF siguiendo
los diferentes estadios de la tecnología a partir de la revolución industrial. El autor
sostiene a lo largo de Historia de la ciencia ficción y su relación con las máquinas
(de las naves espaciales a los cyborgs) (2010) que la relación dada entre CF y las
transformaciones tecnológicas no habría tanto una determinación unidireccional de
las últimas sobre la primera, sino más bien una imbricación en donde ambos
términos se ayudan e influencian mutuamente. Según Lorca, el género parece
funcionar más por acumulaciones (de temas, personajes, mitos) que por la
evolución y superación de distintos estadios. Es así como cada estadio da cuenta
de una forma hegemónica de relacionarse con el complejo tecnocientífico, más no
de un agotamiento de los temas que la literatura podría sacar de la ciencia.

Sería errado entender a la variada fantasía de la CF como el pobre espejo de una “realidad”
tecnológica, tan errado como atribuirle la divina potencia del augurio. Más bien, vale la pena
insistir, prevalecen relaciones y transformaciones contemporáneas, influencias mutuas entre los
discursos de las tecnociencias y las literaturas: los relatos de CF se alimentan de las
circunstancias científico-tecnológicas y éstas, a su vez, son en parte posibles gracias al oficio
simbólico de obras de la imaginación como las que constituyen la CF. (Lorca, 2010, p. 16)

Cuando a continuación nos refiramos al movimiento centrípeto de la CF, lo


haremos entendiendo que este es una corriente dentro del género, que se
yuxtapone y convive con otras, pero que en las últimas décadas ha devenido
hegemónico impulsada por la revolución en telecomunicaciones y biogenética a
partir de la segunda mitad del siglo XX durante la fase infotécnica de la tecnología.
Este cambio en el complejo tecnocientífico propició la proliferación de un tipo de
CF centrada en las consecuencias de la utilización de la nanotecnología, Internet y
del diseño y modificación de formas de vida orgánicas en condiciones de
laboratorio. El cambio de paradigma propiciado por la irrupción de la información
como patrón inmaterial por antonomasia en el mundo capitalista postindustrial,
potenció en el imaginario de la CF indagaciones dirigidas hacia dentro del cuerpo,
más que la colonización del espacio exterior o las profundidades del planeta. La
última frontera del humano pasa a ser el mismo humano, su espacio interior.

A este respecto, Hugo Aguilar (2010) plantea un panorama de la CF


contemporánea en donde detecta una tensión entre aquella exigencia propia del
género según lo planteado por Asimov, esto es, el carácter preparatorio y
proyectivo de la tecnología, con respecto al género que Aguilar denomina realista:

Una novela realista cuenta a su favor con el conocimiento común del mundo que el lector posee y
supone también una fuerte representación del mundo atravesada por el sentido común social
articulado en el valores, representaciones y datos del mundo a que podrías llamar empíricos
(Aguilar, 2010, p.2)

Siguiendo este razonamiento, se espera de un texto CF que construya un


mundo narrativo en contraste con aquel en que el lector habita, cuyas leyes,
códigos y normas este ya conoce. A su vez, el planteo que vertebra la historia
debe ser verosímil dentro del mundo en que se plantea. Lejos de tratar temas de
forma gratuita (imaginando mundos donde “todo es posible”), la particularidad del
género recaería menos en la “cientificidad de sus temas que en el modo en que se
los trata” (Capanna, 1992). Aguilar plantea como hipótesis que el devenir de la CF,
desde su invención en tanto práctica literaria hasta sus manifestación
contemporáneas, en donde se la puede advertir en infinidad de soportes, hizo que
el género haya “desaparecido del nuestro horizonte de percepción” (Aguilar, 2010,
p. 3) al fundirse la vivencia empírica de los adelantos tecnocientíficos con un
registro realista.
Quizás el relato de Sci-Fi sea el mejor gesto literario del positivismo, pero durante el siglo XX se
convirtió en otra cosa. Se convirtió en un horizonte hacia el que la sociedad parecía dirigirse, pero
no sólo como un modo de ser del relato, sino como un mandato social. (…) Quizás el horizonte que
la CF del siglo XX veía como destino ha comenzado a quedarse atrás en alguna de sus partes,
porque algunos de esos sueños y pesadillas se hicieron realidad. (Aguilar, 2010, p.3)

No se plantea con esto la desaparición del género en tanto el agotamiento de


un procedimiento estético, sino más bien la modificación de la relación entre un
registro literario con respecto al de su contexto de producción. Al cumplirse
muchos de los deseos proyectados por el hombre positivista por intermediación de
la tecnología y del progreso científico, sostiene Aguilar, los planteos rastreables en
muchas obras de CF son alcanzados y superados por los adelantos
tecnocientíficos, quedando poco a poco en el pasado. El ejemplo más evidente de
este fenómeno se encuentra en aquellas obras denominadas como CF “dura”
(hard science fiction) como algunas ficciones clásicas de Julio Verne en donde se
especulaba con las posibilidades abiertas por las tecnologías industriales (el caso
paradigmático es la aplicación de la balística en la exploración lunar en De la tierra
a la luna de 1865). Quizás como consecuencia o reacción antes este fenómeno en
que los avances tecnocientíficos caducan viejas predicciones, han emergido una
serie de obras en donde los aspectos preparatorios pasan a estar en un segundo
plano, o directamente desaparecen, y donde comienza a primar el carácter político
de lo tecnológico y su injerencia en el presente.
En este estado de cosas, nos preguntaremos acerca de las posibilidades que
ofrece un género literario en un contexto donde las innovaciones tecnológicas no
prometen un mundo alentador –a contrapelo del imaginario decimonónico de
progreso científico ilimitado que conduciría a las sociedades a mejores
condiciones sociales– sino más bien un futuro aciago, desigual y conflictivo, en
donde estas tecnologías más que ayudar a erradicar problemáticas sociales
contribuirán, al menos en el caso de Cataratas, a agravarlas.
2. El espacio de Cataratas

Consideramos entonces que la novela procede en la figuración de las


tecnologías por medio de la creación de una distopía, un espacio otro en un
tiempo otro, donde especula acerca de las posibles derivas técnicas y sus
consecuencias sociales. La Argentina del futuro reproduce y exacerba algunos de
los males de la Argentina contemporánea: corporativismo, explotación y
depredación de los recursos naturales, competencia desleal por parte de
empresas transnacionales, criminalización de la pobreza, prácticas de corrupción
en todos los niveles del aparato estatal (municipal, provincial y nacional):
Cataratas hace de la Argentina por venir un país indeseable mediante la
extrapolación espacio-temporal. Como vimos más arriba, esta estrategia narrativa
de plantear escenarios en tiempos y lugares otros nos interesa menos en su
vertiente fantástica que en su conexión con las narrativas realistas. Por eso
consideramos que la especulación distópica que propone Vanoli es abordable en
tanto “modo de hacer presente” de la ficción de un modo crítico (Ludmer, 2010, p.
93).
La indeterminación temporal y la tecnología futurista contribuyen Cataratas a
enrarecer y distorsionar aquellas marcas textuales que remiten a una Argentina
contemporánea, presente. Si bien en la novela nos encontramos en los albores del
siglo XXII, muchos problemas que nos son contemporáneos parecen haber sido
potenciados por el paso del tiempo. Crecimiento de la población mundial y
sobrepoblación de las megaurbes y contaminación del medio ambiente y de los
espacios habitados por el hombre son algunos de los problemas que aparecen
mencionados en la novela, y que actualmente se encuentran en la agenda de
países tanto desarrollados como emergentes o periféricos.
Este paisaje futuro constituido a partir de problemáticas del presente, se ve
asolado por una epidemia bacteriológica de escalas indeterminadas, la cual es
aludida de modo impreciso dado el punto de vista de la narración. Esta epidemia
ocasiona desplazamientos forzosos de poblacionales infectadas y el
recrudecimiento en la implementación de tecnología biométrica para el control de
los movimientos de las poblaciones. Entendemos que las figuras elegidas para
nuestro análisis nos permitirán adentrarnos en temáticos variadas (demografía,
epidemias, contagio y seguridad de una población) abordables desde una
perspectiva de la gestión de lo vivo.

2.1 El presente a través de un no-lugar

La Real Academia Española ofrece dos definiciones del término utopía que
concuerdan en el carácter positivo de la misma. Una primera definición implica la
implementación de un “plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen
de muy difícil realización”. La segunda refiere a una “representación imaginativa
de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano”7 y
aborda lo utópico entendiendo su carácter ficcional en tanto ejercicio de la
imaginación. Por tanto, el término utopía, acuñado por Tomás Moro en 1516, es
utilizado profusamente para referir a aquellos textos en los que se describe el
funcionamiento ideal de sociedades o comunidades posibles como propuesta para
una solución de problemas de carácter social. La isla que inventa Moro se ubica
en un universo alternativo en donde se ensaya la posibilidad de una sociedad
perfecta y se proyecta un mundo idéntico a sí mismo. Sin embargo, la rama de la
filosofía del siglo XX dedicada a estudiar las implicancias de lo utópico desde su
potencialidad en relación a las formaciones sociales y políticas, se encargó de
diferenciarse de aquella definición donde utopía es sinónimo de “algo deseable
pero imposible” (Gálvez, 2008, p. 279).
Josefina Ludmer advierte en las llamadas “literaturas postautónomas” una
modulación en las narrativas latinoamericanas que tienen resonancias en lo
planteado por Ernest Bloch en cuanto a la utopía como función. Las narrativas que
se apropian de esta función parten en primer instancia de la insatisfacción de las
condiciones materiales del presente para plantear en consecuencia un escenario

7
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22.a ed.).
Consultado en http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=utop%C3%ADa
prospectivo, esto es, la “anticipación de lo que todavía-no-es” (Gálvez, 2008, p.
276). Ludmer apunta en Aquí América Latina. Una especulación (2010) que, en los
albores del siglo XXI, la utopía funciona como un “género global”, equiparable a
otras narrativas vigentes, tales como “el mercado, el capitalismo, el neoliberalismo,
Internet y la comunicación” (Ludmer, 2010, p. 94). Por eso, cuando Ludmer se
refiere a la utopía no lo hace desde un marco positivista, sino que más bien
entiende que este es un significante que ha sido apropiado por los discursos
neoliberales que comenzaron a proliferar a fines del siglo XX. Según la autora, la
posibilidad de encontrar un método que libere a la humanidad de todos sus males
tiene su basamento más sólido en el triunfo del sistema capitalista post caída del
muro de Berlín, y el utópico es un discurso ambivalente pregnante en la lógica
capitalista postindustrial. La utopía “consiste en el ordenamiento topológico de un
espacio sin territorio y sirve para hacer presente y para criticar el presente. Es (un)
instrumento presentista” (Ludmer, 2010, p. 94).
Entendiendo a la utopía menos como un género que como una función,
encontramos poco relevante la discusión genérica de si Cataratas es una novela
de especulativa ciencia ficción distópica. Una lectura a vuelo de pájaro de la
novela basta para constatar tanto el carácter negativo del futuro8 que se figura
como el modo descarnado en que se describen las subjetividades atosigadas por
la tecnología, las lógicas de consumo y el desastre ecológico. Si nos detenemos
en una cuestión clasificatoria, de rúbrica, podemos hacer ingresar a Cataratas en
el universo de las narrativas distópicas. Es por esto que entenderemos al
procedimiento que opera en Cataratas como un “modo de hacer presente”
mediante el emplazamiento de la acción en una Argentina por venir y la
proyección de problemáticas contemporáneas en un tiempo futuro. De este modo
la historia se desarrollar en un lugar otro para “desordenar y desorientar el
presente” (Ludmer, 2010, p. 93). Este futuro minado de conflictividad social se
apoya en tecnologías biogenéticas, telecomunicacionales y de seguridad que
consideramos parte del paisaje tecnocientífico contemporáneo, pero cuyas

8
“Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas
causantes de la alienación humana” (RAE, dirección: http://dle.rae.es/?id=DyzvRef)
posibilidades en la novela se encuentran explotadas hasta límites que rondan lo
absurdo, satírico o irónico. Antes de adentrarnos en el análisis de las figuras que
hemos elegido para leer Cataratas, consideramos apropiado diferenciar y describir
brevemente las organizaciones principales que ocupan el territorio de la novela.
Distinguiremos entre organismos estatales, compañías multinacionales y la
disidencia mutante.

a) Organismos estatales: integran este grupo las fuerzas de seguridad


del territorio nacional, las instituciones de la provincia de Misiones y de la
municipalidad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Este grupo se encuentra
integrado por personajes muy variados: desde policías y concejales, punteros
políticos y profesores universitarios, ex agentes de la SIDE y becarios del Conicet.
Como Cataratas en su deriva narrativa se centra en las aventuras que viven los
becarios, centraremos nuestro análisis en estos personajes señalando las
conexiones con la historia reciente argentina.

b) Compañías multinacionales: desde corporaciones extractivistas y


constructoras de obra pública hasta compañías de servicios informáticos integran
este segundo grupo. La empresa Google tiene un papel preponderante en la
novela ya que de esta depende la condición de cyborg. La entenderemos como
paradigmática del capitalismo postindustrial y del estadio infotécnico. Los límites
de Google en tanto compañía se confunden con los del grupo anterior ya que,
habiéndose generado un acuerdo entre el estado nacional Argentino y esta
empresa, pasa a ser un requerimiento obligatorio el uso constate de Google Iris.
La conexión a Internet 24/7 es una obligación ciudadana que rige los movimientos
posibles dentro del territorio nacional. La figura del cyborg define la norma del
sujeto en la Argentina del siglo XXI.

c) Disidencia mutante: la organización guerrillera de mutantes Surubí


representa un modo alternativo de entender lo comunitario y la vida en su nivel
biológico. La figura que representa a este tercer grupo es la del mutante. Para
pertenecer a Surubí, la desconexión de Google Iris es un requerimiento básico. Es
por esto que la condición de mutante no se solapa con la de cyborg; son
excluyentes una de otra.
3. Montoneros-Conicet, significantes de los becarios

Consideramos necesario para introducirnos apropiadamente en la


problemática de las figuraciones de la tecnología analizar en primer lugar el
universo de significaciones que congrega Cataratas. Siendo el objetivo principal de
este trabajo es el de determinar cuáles y de qué modo se figura la tecnología,
consideramos ineludible señalar e historizar brevemente las referencias que
Cataratas establece con la historia política argentina de los años previos a la
dictadura militar y el período que va desde el estallido político social en 2001 hasta
2015, el año de publicación la novela. De este modo, podremos abordar la
particularidad de la propuesta narrativa que plantea Cataratas, basada en un
montaje de temporalidades y en el juego de múltiples referencias de la historia
Argentina que se habilita su narrativa.

3.1 Conexión Montoneros-CONICET: Cataratas en una doble


encrucijada

Si bien a primera vista esta selección de temporalidades puede parecer


arbitraria, Cataratas escenifica una puja política que se trama en torno a dos
significantes puntuales, cada uno de estos regido por una de las temporalidades.
Por un lado, Montoneros, una de las organizaciones guerrilleras más importantes y
controversiales de la historia nacional, índice de las disputas internas del
peronismo durante la década de 1970. Por otro, Conicet, ente estatal autárquico
dedicado a financiar la investigación y producción de conocimiento científico e
innovación técnica, institución sujeta también a disputas políticas desde su
creación en la década de 1950. Entendemos que Montoneros y Conicet funcionan
en la novela en tanto sinécdoques de dos procesos/momentos históricos en torno
a los cuales puede leerse una serie de referencias precisas y polémicas que nos
encargaremos de describir y poner en relación con las figuraciones tecnológicas.
Centrando nuestra atención en estos dos significantes, inscribimos a la
novela en una genealogía de textos literarios en donde se traman elementos
ficcionales (en este caso, con una fuerte impronta de CF) con aspectos de la
historia Argentina de fines del siglo XX. Este es el modo en que Cataratas apunta
en su narrativa a referir, contener e introducirse en dos debates políticos
puntuales, a saber:
- el del rol histórico de la insurrección armada llevada a cabo por
Montoneros, durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía hacia fines de
la década de 1970 hasta el cese de actividades de la agrupación en la década de
1980.
- el de las consecuencias de la “refundación” 9 de Conicet, iniciado durante
la gestión de Néstor Carlos Kirchner y continuado durante los dos gobiernos de
Cristina Fernández de Kirchner. Con el término consecuencias nos referimos a los
efectos generados en el campo de la producción de conocimiento científico y
técnico, y la irrupción que lo que llamaremos un modo de vida becario10 -
profusamente referido en nuestro objeto de análisis- en relación a la investigación
en ciencias sociales con subsidios estatales. Como se evidencia tanto en archivos
de prensa gráfica y digital como en datos estadísticos suministrados por Conicet
mismo, esta institución experimentó desde 2003 hasta 2015 (año de publicación

9
“Las cifras que se presentan muestran el esfuerzo sin precedentes realizado en la formación de
recursos humanos e infraestructura destinados a la investigación y al desarrollo tecnológico del país.
En este contexto histórico, lo sucedido a partir del 2003 bien puede considerarse una refundación del
CONICET. (el subrayado es nuestro) “CONICET, 30 años de democracia”, 23/09/2003. Versión online:
http://www.conicet.gov.ar/wp-content/uploads/destacadas-noticia/2013/09/CONICET-30-
a%C3%B1os-de-democracia.pdf
10 La utilización del término becario se ha modificado sustancialmente con el paso del tiempo:
Siguiendo la tradición académica española, la beca era parte de la indumentaria que usaban los
estudiantes universitarios y era tela que se plegaba sobre el pecho del estudiante hasta la parte
posterior de los hombros. Su origen se remonta a la los colegios medievales de España, pasando a ser
utilizada en diversas instituciones educativas a los largo de los siglo XVI y XVII, ya sean eclesiásticas,
seculares o militares. (Arboniés, Marañón, pp. 288, 2005). Actualmente, se la utiliza para referirse a
quien reciban un apoyo (la mayor de las veces, de tipo económico) por una determinada institución
para la concreción de sus estudios. Sin embargo, en el contexto que nosotros vamos a referirnos al
sujeto becarios y su modo de vida, lo interpretaremos como un personaje inmerso una situación de
precarización laboral en relación de dependencia con el estado.
de la novela) un crecimiento tanto en su partida presupuestaria e inversión en
infraestructura como en el personal dedicado a la investigación.
Resumen de Conicet
Resumen de Montoneros

3.3 Tres temporalidades y un túnel transdimensional a Conicet


La inscripción de Cataratas como una novela especulativa de CF nos
permite advertir que las líneas de sentido de un futuro posible están relacionadas
con una serie de referencias históricas determinadas. Es en este movimiento que
Cataratas conjuga tres temporalidades: 1) la del pasado, esto es, los años previos
a la dictadura militar de 1976, marco histórico político del cual provienen los
nombres de los personajes de la novela; 2) la del presente, que atiende al
contexto de producción de la novela durante el auge o “refundación” de Conicet (y
que es condición de posibilidad para que emerja el modo de vida becario); y por
último, 3) la temporalidad del futuro, en donde la narración de Cataratas tiene
lugar y que, como explicamos en el capítulo anterior, determina el espacio-tiempo
donde la novela se posiciona para su indagación acerca de los elementos
tecnológicos. Es en esta temporalidad donde se conjugan las dos anteriores, ya
que a partir de ellas es que se trama el mundo futuro: el futuro de Cataratas es el
resultado de la combinación de las tensiones entre las posturas progresistas y
conservadoras y lo que del mundo han hecho la expansión de las compañías
multinacionales y los Estados-nación.
El autor de la novela nos permite anclar esta lectura al indicar el proceso
creativo que opera en la construcción de los personajes becarios a partir de un
argumento contrafactico. Vanoli explica ésta conexión utilizando un término (“túnel
transdimensional”) caro a la literatura de CF interesada en las posibilidades
ficcionales de los viajes en el tiempo:

Si se quiere, en el universo de Cataratas los Montoneros expulsados de la plaza tomaron un túnel


transdimensional y fueron a parar al Conicet –un poco fue lo que pasó, exilio mediante–, con sus
contradicciones, sus ambivalencias y su deseo de mejorar las formas de vida preponderantes en
su entorno. (Diario Registrado, 2015)11

Vanoli refiere a la organización Montoneros mediante un emblemático


episodio en el marco de las disputas políticas argentinas durante la vuelta de Juan
Domingo Perón. Conformada en su mayoría por militantes jóvenes provenientes
de las capas medias ilustradas de las grandes ciudades, la agrupación
Montoneros fue expulsada por Perón del movimiento justicialista durante los
festejos por día del trabajador en 197412. No nos parece ingenua la referencia
histórica que desliza Vanoli ya que advertimos en el grupo de becarios de la
novela una tensión entorno a la disputa por el poder con el director. Entendemos
que la temática de las disputas intergeneracionales es recuperada en Cataratas en
la dinámica entre Ignacio Rucci –quien dirige el grupo de investigación, que posee
más capitales que sus discípulos– y los becarios –precarizados, subestimados,
dependientes de su director–. Este personaje toma su nombre del actor social
históricos José Ignacio Rucci, figura clave del movimiento peronista de la llamada
ala conservadora13, quien ofició en los últimos años de su vida como secretario
general de la Unión Obrera Metalúrgica y de la Confederación General del Trabajo

11
Entrevista realizada por la redacción de Diario Registrado a Hernán Vanoli para el
portal online de DR, sección Cultura, fecha: 21/09/2015.
https://www.diarioregistrado.com/cultura/hernan-vanoli----la-literatura-argentina-
la-tolero-como-se-tolera-a-la-familia--_a56339dee17bfa0004e87c8db
12
El 1 de mayo de 1974, las tensiones entre las demandas de las agrupaciones
socialistas y de izquierda encolumnadas detrás de Montoneros y el giro
conservador de las alianzas estratégicas de Juan Perón con referentes sindicalistas
del sector industrial llegaron a su punto máximo: el presidente recientemente
electo, ante lo cantos que evocaban la figura de Eva Perón (“Si Evita viviera sería
montonera”) y que criticaban el posicionamiento político del oficialismo (“¿Qué
pasa, qué pasa, qué pasa General, que está lleno de gorilas el gobierno popular?”),
provoca la alusión del presidente en pleno discurso a esta columna en términos
despectivos. El suceso culmina con la retirada de la columna de Montoneros del
acto y del movimiento.
13
Parte de la “burocracia sindical”, como Agustín Tosco lo acusó indirectamente de
ser parte en un debate televisivo el 13 de febrero de 1973.
(1970-1973) durante el exilio y posterior vuelta de Juan Perón al país, enfrentado
con las corrientes autodenominadas combativas o de izquierda dentro del
movimiento peronista.

Precariedad, transición, humillación


Consideraremos al becario como un sujeto que es contratado por una
institución –en este caso, el estado argentino– para que realice una investigación
en un campo disciplinar o área de especialización que se considera estratégica y
relevante. El becario es un trabajador dedicado a la investigación, aunque en
condiciones excepcionales. Inducido en su calidad de becado a dedicarse
exclusivamente a la investigación, estudiar y formarse como especialista en un
área particular, para abordar un espacio de conocimiento que resulte relevante
para el estado en términos científicos, pero desde una posición desventajosa ya
que su condición laboral es precaria, transitoria y simbólicamente humillante.
Su condición transitoria se debe a que representa un pasaje entre los
estudios de grado de las universidades públicas y la investigación, tanto en el
sector público como en el privado. La condición de becado por el Estado es un
pasaje hacia una posición más valorada dentro del sector académico. Por lo tanto,
los becarios no se encuentran dentro del nivel superior educativa pero tampoco
dentro de Conicet en tanto investigadores de carrera. En Cataratas, los
personajes en los que la narración hace foco se encuentran en algún punto entre
el pasaje de ser estudiantes de Sociología en la Universidad de Buenos Aires e
investigadores de carrera en Conicet. Pero, a su vez, la suya es una condición
precaria ya que para completar exitosamente el ingreso a carrera y convertirse en
investigadores deben soportar una serie de pruebas que van más allá de
redacción de papers: el viaje narrado hacia las Cataratas del Iguazú comprime los
aspectos que forman parte no de la formación académica sino del modo de vida
becario. La feroz competitividad entre pares, el robo de ideas por investigadores
superiores o una situación de precarización laboral donde no se perciben ni
aportes patronales o jubilatorios, todos aspectos que hacen a la condición becaria
un punto intermedio entre el estudiante crónico de grado y el profesional
investigador/científico.
Los becarios son, por lo tanto, personajes en donde la historia política
argentina habita en simultáneo con la especulación de nuevas formas de
subjetivación determinadas por los avances tecnológicos. Nuestros becarios
suscitan entonces una relación con una organización guerrillera –en tensión no
solo con el movimiento peronista sino también con las instituciones estatales
durante la democracia y los gobiernos de factos– como con el organismo estatal
más importante de inversión e innovación de ciencia y técnica de Argentina.
Ambas relaciones operan en un futuro en tensión problemático.

3.4 Homo academicus en clave ciencia ficción

Los hombres de ciencia ficcionales son una respuesta al papel de la ciencia y la tecnología en un
contexto social particular, y examinados cronológicamente tienen una significación histórica
adicional, porque son indicadores ideológicos de la percepción cambiante de la ciencia a lo largo
de siete siglos, y también son imágenes que producen nuevos estereotipos. (Ludmer, 1999, pp.
184-185)

Alicia Eguren, Pablo Ramos y Marcos Osatinsky son becarios – o, como


ellos se consideran, “trabajadores precarizados”– de Conicet. A su vez, sus
nombres refieren a sujetos históricos que protagonizaron los debates políticos de
la década de 1970 desde el ala izquierda del peronismo.
Advertimos en estos personajes una superficie propicia para analizar las
figuraciones que se producen de la tecnología: en la historia que protagonizan,
son los únicos que experimentan las figuras sobre las cuales se centra este
trabajo. Como dijimos anteriormente, comienzan la historia siendo becarios de
Conicet desde una condición cyborg –condición que se superpone con la
población que goza de garantías y derechos constitucionales– y, sobre el final del
relato, experimentan una mutación física cuyos efectos ellos mismos desconocen,
no sin antes haber formado parte de la organización guerrillera Surubí –militantes
de una enfermedad que animaliza a su portador.
Los significantes que destacamos en el apartado 1.1 de este capítulo, –
Montoneros y Conicet– atraviesan a los personajes investigadores en ciencias
sociales como trabajadores precarizados estatales, signados a su vez por los
nombres de figuras clave de la lucha armada foquista que ponen en tensión la
relación entre Estado y mercado a través de la tecnología. Esta condición es
experimentada de un modo ambivalente, como ventajosa en términos simbólicos y
materiales pero también como una tortura. Es que la condición de becario
descripta en Cataratas implica soportar situaciones humillantes y contradictorias.
Una vida profesional con pocos sobresaltos, estable económicamente pero
minada de experiencias de poco valor, desagradables: burocráticas, aburridas, de
competencia salvaje y favoritismos, propias de las estructuras estatales donde los
sujetos miden su valor en términos de méritos (títulos, estudios, proyectos de
investigación, logros académicos en general). Los becarios experimentan sus
condiciones laborales, como docentes o investigadores, en tanto una forma de
extender su vida de estudiantes universitarios, sopesada como una opción
superadora ante la existencia de un entorno laborar inhóspito, en el cual
difícilmente podrían sobrevivir con los capitales intelectuales adquiridos. Los
becarios viven con pánico a quedar fuera de Conicet, “miedo a proletarizarse”
(Vanoli, 2015, p. 170) y tener que rebajarse de la investigación ha ámbitos
laborales menos amables: profesor de nivel secundario, encuestadores,
telemarketers. Es este contraste, entre pertenecer o no a Conicet, lo que marca la
concepción que pone en juego Cataratas y donde leemos una respuesta epocal al
papel de la ciencia y la tecnología.
En el sentido en que marca Ludmer en la cita inicial, entendemos la
emergencia del becario como una figura en tensión con un contexto tecnológico al
que nos referiremos como posindustrial. En la construcción textual que se
despliega en Cataratas, destacamos la constante aparición de situaciones y
personajes que se identifican con valores que destacan lo colectivo, que pone el
foco en la inclusión y generación de un “nosotros” encarnado por el Estado, y lo
individual y competitivo, que se manifiesta en las empresas multinacionales,
marcas y productos que refieren las lógicas mercantiles de consumo y de
entretenimiento, que interpelan al sujeto en tanto individuo. El becario es una
personaje cuya forma de vida le permite habitar estos dos mundos, aparentemente
incompatibles, moldeado por la tecnología de su tiempo para soportar las
ambivalencias: “Por suerte, Google Iris los había entrenado para pensar dos cosas
opuestas a la vez” (Vanoli, 2015, p.65). El becario está determinado por un
contexto que lo interpela como sujeto social colectivo y como individuo al mismo
tiempo: gran parte de los monólogos mentales o discusiones intelectuales entre
ellos están determinadas por la búsqueda de una forma de habitar una Argentina
del siglo XXII determinada por el binomio Estado-mercado.
Esta tensión entre dos formas de abordar las posibilidades de los avances
técnicos y la investigación científica se encuentra presente ya en la figura del
Doctor Frankenstein, científico prototípico de los relatos de CF (Ludmer, 1999;
Asimov, xxx; Capanna, xx). Por momentos impulsado por un afán de conocimiento
técnico, centrado en los aspectos instrumentales de la proeza que está realizando,
pero también dejándose seducir por la trascendencia social de ser capaz de
controlar la vida, equiparándose a lo divino, Frankenstein presenta una “potencia
ambivalente”, presente también en personajes-científicos posteriores de las
ciencias ficcionales14: la de saberse “inhumano” a causa de sus saberes, ajeno o
separado de la comunidad mundana, no-científica de los hombres, y a la vez la de
percibirse, narcisistamente, como aquel que debe pagar el precio de su alienación
en aras del bien común (Ludmer, 1999, p. 186). Advertimos esta misma potencia
en nuestros personajes becarios, en sus diálogos y debates, acciones y
contradicciones, pero ya en un contexto productivo capitalista proyectado en clave
futurista. Esta tensión entre lo social y el rol individual que el becario siente como
mandato se expresa muy claramente en el siguiente pasaje. Luego de un recorrido
turístico antes del comienzo del congreso, los becarios comienzan a hipotetizar
acerca de las posibilidades económicas de comenzar una consultora con un
novedoso modelo de negocio. Este consistiría en contratar jóvenes habitantes de
zonas populosas, como La Matanza, y hacerlos socios minoritarios de la empresa

14“Casi todos son hombres mayores o viejos, calvos o con una masa de pelo estilo
Einstein (pensando en célebres doctores: Faustus, Frankenstein, Moreau, Jekyll,
Caligari, Strangelove), y casi siempre aparecen trabajando solos o en laboratorios
aislados: el objeto de su investigación es “secreto” o “peligroso”. (Ludmer, 1999,
pp. 184-185)
para que realicen “espionaje de las prácticas de consumo de sus vecinos, amigos
y familiares” (Vanoli, 2015, p. 129) para ofrecer etnografías que den cuenta de
aquellos aspectos del consumo que no podía ser registrado por GI ni su
configuración algorítmica debido a su “codificación pequeño burguesa de los
sentimientos” (Vanoli, 2015, p. 129). Todos se encuentran muy entusiasmados por
la idea. Incluso Mónica Lafuente fue más allá de la propuesta de la consultora y
fantaseó por unos instantes con organizar una comunidad de becarios para fundar
una “villa de becarios” en una reserva ecológica. Pero ni siquiera para sus
adentros la fantasía resultó verosímil ya que en el fondo

(…) sabía que lo que caracterizaba a los becarios era una vergüenza social que les impedía
cualquier tipo de organización relevante que excediera reclamos miserables y capaces de
confirmarlos en su situación de mendicidad ociosa. Más allá de que ningún becario pudiera llegar
jamás, virtud de sus emolumentos, a adquirir ni siquiera un departamento de un ambiente en un
monoblock infectado por alguna batería, los becarios jamás se organizarían para obtener nada, y
los villeros sí que se habían organizado y probablemente volverían a hacerlo (Vanoli, 2015, p. 133)

Más allá de la descripción cargada de autoconmiseración acerca del modo


de vida becario que se advierte en la deriva mental de Lafuente, en el trasfondo de
ambas fantasías –la de la “consultora propia” y la de la “villa de becarios”–
encontramos un horizonte común de posibilidades que leemos en función de la
propuesta de Ludmer en cuanto a los arquetipos de la CF. En tanto figura donde
analizar la percepción cambiante de la ciencia, los becarios, como científicos de lo
social, encarnan
Las lógicas propias del capitalismo posindustrial –alta competitividad y
rendimiento, producción de riquezas inmateriales y conocimiento, diseño de
estrategias de venta en marketing y posicionamiento de productos– limitan el
trabajo de los becarios. Por un lado, estos cuentan con los beneficios de trabajar
para el Estado –fondos para investigación, formación permanente, viajes a
congresos–, beneficios que experimentan en términos paternalistas. Esto se
vuelve patente en la dinámica del grupo de investigación liderado por Ignacio
Rucci: todos los becarios (incluida su esposa, Alicia Eguren) tiene una relación
basada en la convenientica y admiración intelectual teñida por una mezcla de
envidia y odio. Esto se da debido a la ostentación que Rucci hace de los capitales
intelectuales adquiridos y el poco esfuerzo que invierte en ocultar el abuso que de
aquellos capitales su lugar de autoridad le permite ejercer en el ámbito académico,
como su promiscuidad sexual o sus negocios ilegales. El mejor de ejemplo de esta
caracterización de Rucci es, justamente, aquel que desencadena parte de la trama
de Cataratas.

Ignacio Rucci había abierto su maletín antes de salir de su casa, a escondidas de Alicia Eguren. El
cargamento no le había llamado la atención: tres tubitos de ensayo con un líquido verdoso. Según
su socio, Lorenzo Miguel15, eran las pruebas de un prototipo de plaguicida prohibido por la OMS y
desarrollado por investigadores de Conicet con patrocinio de Monsanto en sus laboratorios de
Córdoba, una zona liberada para la experimentación biotecnológica (Vanoli, 2015, p, 79)

Rucci pretende llevar el maletín a Misiones y allí vender el cargamento a


“un grupo parapolicial brasileño, a los doctores de Rio Grande do Sul, o a quien
sea” (Vanoli, 2015, p. 80). El contacto se lo facilitaría Adrián Martel, viejo amigo de
Rucci, en cuyo hotel los becarios se hospedarán durante parte del congreso. El
dinero que se obtenga de la venta de los tubos de ensayo será destinado a la
campaña de “un joven comunicador social profesionalista, afín al empresariado y a
la burocracia ilimitada del Conicet, un precoz orfebre de la rosca” (Vanoli, 2015m
p, 78) que se postula para la gobernación de la ciudad de Buenos Aires. El
acuerdo de Rucci y sus colegas de Conicet y la UBA con el joven candidato les
permitirían seguir conservando sus lugares de poder dentro de la burocracia
estatal que desde hace décadas protegen.
El paternalismo que Rucci ejerce sobre los becarios resulta un arma de
doble filo. En su grupo de investigación, los becarios se aseguran de estar cerca
de un académico reconocido, con experiencia y contactos, para que dirija sus

15
Lorenzo Miguel presidió la UOM tras el asesinato de Augusto Vandor por parte
del ERP, formó parte de la denominada “burocracia sindical” de corte peronista
que, junto con Ignacio Rucci y otro dirigentes de las 62 organizaciones, bregó por la
vuelta de Juan Perón durante el mandato de facto de Agustín Lanusse.
proyectos de investigación y tesis doctorales. Al mismo tiempo, estos se sienten
subestimados y manipulados por su director: necesitan de su capital intelectual y
simbólico para formarse, al mismo tiempo que reniegan de su posición
subordinada ante una persona de una ética tan laxa. Estos factores, que plasman
el diferencial de poder entre director y becario, forman parte de la tensión que
desencadena el asesinato de Rucci por Osatinsky, escena que toma lugar en el
cuarto del hotel durante el congreso luego de que este último presencie un trío
sexual entre Eguren, Rucci y una intelectual española.
El miedo que siente Osatinsky por haber asesinado al director de su
doctorado solo se ve superado por la humillación de nunca llegar a terminar su
tesis. Las presiones de clase (recibirse, terminar los estudios, entregar la tesis:
verse como un sujeto realizado ante su familia, allegados y sí mismo) se ligan con
el asesinato en un desenlace improvisado ante la desesperación (nunca
corroborada) de que su director ha “rifado” en una mesa de burócratas su
oportunidad de doctorarse. La acción de la venganza como forma de empezar una
vida nueva con Eguren –fantasía largamente meditada entre los amantes– y las
presiones de académicas propias del investigador confluyen en las reflexiones
desesperadas de Osatinsky como corolario del asesinato: “¿Había estadísticas de
los becarios que se habían convertido en asesinos? ¿Y sobre los que había
desertado a medio camino, cobraron los primeros tres años de beca y se
dedicaron a la buena vida?” (Vanoli, 2015, p. 206).

3.6 Dobles agentes de la cultura

Gustavo Ramus, por su parte, se encuentra en una situación mucho más


favorable en cuento a lo académico. Ambos son amigos desde el cursado de la
carrera de Sociología en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, y
comparten la condición de ser “dobles agentes” (Vanoli, 2015, p.53): reciben
ayuda del Estado mediantes becas para su formación como investigadores y al
mismo tiempo trabajan para empresas privadas. Esta dualidad se manifiesta sólo
en los pensamientos de los becarios debido a la ilegalidad de su condición:
comentarlo en redes sociales o a terceros implicaría delatarse y exponerse a la
pérdida de los beneficios de las becas y formación académica contínua. “Becario y
monotributista: imposible respectar la dedicación exclusiva que le requería el
Conicet. ‘Si me agarran pueden hacerme un agujero’, pensó. ‘Que la chupen’.”
(Vanoli, 2015, p.52) Esto se dice Ramus al enterarse de que pasó a ser
investigador de carrera en Conicet. Se ha convertido en un “megabecario: un
becario de por vida” (Vanoli, 2015, p.62). Incluso Ignacio Rucci tampoco pudo
soportar el dedicarse exclusivamente a la investigación. Él percibe la ilegalidad de
su accionar como un desafío a las autoridades: “La aventura lo excitaba” (Vanoli,
2015, p, 79) piensa y siente Rucci al calcular el monto que obtendría de vender los
tubos de fertilizante al mejor postor y en el monto que le correspondería por
arriesgarse en la transacción.
La condición de doble agente de la cultura, como la de un espía dentro del
estado, que trabaja para su propio beneficio en detrimento de aquel –extrayendo y
vendiendo al mejor postor datos generados dentro de sus investigaciones
solventadas por el estado– nos permite definir a estos personajes como
paranoicos, constantes generadores de hipótesis de situaciones en que pueden
ser descubiertos. En esta excitación reside aquello que el trabajo estatal les
impide experimentan: un desafío. “No se trataba de cinismo sino más bien, creía
Marcos Osatinsky, de reducción de incertidumbre de la sociedad de riesgo”.
(Vanoli, 2015, p.53). Esto piensa Osatinsky justo antes de embarcarse hacia el
congreso en Misiones al sopesar las ventajas que le suscitaría que el congreso
fuese en algún país de Europa, del cual volvería

no con ideas ni con el vigor para proponer reformas de Estado, o proyectos de ley, pero sí con
contactos e influencias útiles para desembarcar en una universidad del conurbano bonaerense con
un puesto estable y una buena agenda de congresos internacionales para hacer turismo. (Vanoli,
2015, p.53)

Identificamos en este monólogo la supremacía de valores individuales por


sobre otros de carácter colectivo encarnados en un posible programa de reformas
institucionales. Incluso en situaciones hipotéticas, los becarios, una y otra vez,
optan por las salidas menos altruistas.
0.2 Cuadro actancial: cyborgs, mutantes, almas y Google

Antes de comenzar con el abordaje de lo que vamos a considerar como


cyborgs y mutantes y su relación con la tecnología, queremos ofrecer un mapa de
lo posible en el mundo de Cataratas. Consideramos relevante trazar esta
cartografía de modo que resulte comprensible el contrapunto propuesto desde el
título de nuestro trabajo. Con el cuadro actancial que ofrecemos más abajo,
damos cuenta de las posiciones relativas y posibles en el universo de nuestro
objeto de estudio, posiciones que sólo pueden comprenderse mediante las
diferencias que cada figura tiene con otra. Al mismo tiempo, entendemos que la
figura resulta una herramienta útil en un sentido metodológico ya que uno de sus
rasgos, siguiendo a Roland Barthes, es el de expresar la capacidad de movilidad.
Dado este carácter de movimiento con el que entenderemos las figuras, estos nos
habilita el abordaje de un aspecto central en la novela que es la mutación y sus
implicancias político-comunitarias: el devenir técnico del cuerpo, tanto en su forma
hegemónica bajo la figura del cyborg como de la contrahegemónica en el mutante,
y las posibilidades y matices que se abren entre estos dos extremos: los peligros
que corren los cuerpos no inmunizados ante las fuerzas mayores, tanto
gubernamentales como epidémicas.

Abordaremos la narración de este mundo a partir de la dicotomía propuesta


ya desde el título de nuestro trabajo, dicotomía que a su vez se presenta en el
texto y produce una suerte de jerarquía entre las relaciones y eventos que
atraviesan los personajes. Es así como el cyborg es el modelo de ciudadano en
Cataratas, la intromisión técnica soportable en el cuerpo para las relaciones
postindustriales, y el monstruo mutante o el cuerpo enfermo/infectado, el modelo
de lo exterminable, a disposición de poderes legales de exterminio (ya sean
estatales, médicos, policíacos, incluso inmobiliarios), forma de vida que pupula por
fuera de la lógica de las leyes y derechos, más no del capital. Esto en cuenta a
los cuerpos vivos, orgánicos, ya que ese es el aspecto común entre estas figuras
antagónicas, estos es, su imposibilidad de existencia sin un cuerpo. Por
contrapartida, aparecen en la novela personajes sin cuerpo, no-orgánicos: por un
lado, las almas de las humanos muertos, que tiene una vida luego de su muerte
física y que sólo Adrián Martel puede ver (p. 310). Al no tener corporalidad y ser
sólo proyecciones de un antiguo cuerpo vivo, no son captables por las tecnologías
cibernéticas de comunicación al igual que los mutantes/enfermos, automarginados
estos últimos de los mecanismos de control. Y, por otro lado, Google Iris en tanto
dispositivo electrónico injertado en el cuerpo de sus usuarios y ente sin forma, se
presenta para nosotros como una figura sin un cuerpo propio, referido por los
becarios-cyborgs en varios pasajes como dotados de intenciones propias. Si bien
no ahondaremos cuantiosamente en el análisis de estas dos figuras, ya que las
entendemos supeditadas a las que titulan este trabajo, ocupan un lugar en el
universo futurista propuesto por Vanoli.

En este acercamiento esquemático al mundo futuro que se propone en la


novela, entenderemos que los seres que lo habitan y lo valores que en ese mundo
se juegan giran alrededor de los tecnologías y la naturaleza en tanto aspectos
centrales que constituyen a las figuras. Es por esto que el paso de los personajes
de una figura a otra está dada por la relación con la tecnología y naturaleza. Por
un lado, relaciones entre las figuras, que entre sí y simultáneamente se definen
por negación, y por otro lado, valores intrínsecamente relacionados con la utopía
en tanto forma de “hacer presente” del relato en un topos imaginado. Según su
ligazón a estos dos aspectos, los personajes habitarán diferentes partes del
universo de Cataratas. En el siguiente cuadro proponemos una cartografía que da
cuenta del orden bajo el cual se rige la Triple Frontera futura de Cataratas, un
orden que gira alrededor de la afección de los cuerpos según su integración a
tecnologías y a lo natural.
A. Cyborg = + Orgánico + Maquínico (afín a las zonas urbanas)
B. Mutante = + Orgánico – Maquínico (Triple Frontera, selva/represas
hidroeléctricas)

No B. Almas = – Orgánico – Maquínico (espíritus que vagan por la tierra)

No A. Google Iris = – Orgánico + Maquínico (mundo virtual: Internet y redes


sociales. Ámbito donde las potencias afectivas y financieras se traducen
en datos e información)

La serie de personajes que aparecen en la novela a primera vista puede


resultar profusa y variada, pero todos pueden ser comprendidos dentro de este
cuadro actancial. En función de su relación con los dos términos propuestos, se
establecen relaciones diferenciales entre cada una de las figuras. De este modo,
dejamos planteado un aspecto de la novela que nos interesa analizar, que es la
posibilidad de la modificación mutante en los personajes –es a esto a lo que nos
referimos con el pasaje de los personajes de una figura a otra. Particularmente,
Cataratas expone el caso de los becarios de Conicet, cautivos del miedo de ser
infectados por el virus de la equistosomiasis derivada, en medio de una trama
donde justamente está en disputa el maletín con fertilizantes de última
generación, cuyos efectos de mutación son cuasi legendarios.

Esto implicará para los personajes a lo largo de la trama la posibilidad de


movimientos, giros en que emergen miedos, peligros o proyecciones paranoicas:
justamente es en estos aspectos donde se evidencian los límites o la tolerancia
de las subjetividades en que indagaremos: el miedo a la pérdida de derechos, el
peligro a la infección virósica o la paranoia ante todo lo que no está dentro de su
marco de referencia (académica, cosmopolita, urbana). Estas son intensidades
que habitan en los becarios en su intento por permanecer dentro de la condición
cyborg. Para estos personajes y los valores que consideran importantes, un
devenir mutante implicaría una degradación en su calidad de humano; el cambio
implicaría devaluar su ciudadanía, convertirse en una forma de vida susceptible
de ser aniquilada. Esta figura a su vez corresponde al estado inicial de los
becarios, los “héroes” de la novela. El ciudadano cyborg, al mismo tiempo que
goza de los beneficios que habilita un estado democrático capitalista, está sujeto
a las políticas de vigilancia acordadas entre el estado Argentino y la multinacional
Google, por lo que está conectado a Internet constantemente (24/7). El ciudadano
está habitado entonces por Google Iris, prótesis comunicativa que se adapta al
cuerpo humano. Por este motivo es que el ciudadano cyborg resigna parte del
dominio tanto de sus movimientos físicos dentro del territorio nacional como el
flujo de datos que produce (textos, videos, fotos, etc.) y que suministra
constantemente a internet.

Por contrapartida, los mutantes se aíslan a sí mismos de las ventajas del


mundo cyborg para convivir entre sujetos cuya condición común es la de ser
portadores del virus animalizante. Rechazan el sema tecnológico, por lo que
quedan autoexcluidos del sistema de registro de identidades, del sistema sanitario
y del movimiento de capitales de consumo regulado por las instituciones estatales
y empresariales: se encuentra por fuera del flujo de datos del capitalismo
posindustrial. Esto no implica que Surubí como organización –célula clandestina
que llama a agrupar a todos los mutantes, enfermos e infectados de Argentina–no
pueda imponer su propia lógica control en la Triple frontera, ya que, como
veremos, opera como un grupo de crimen organizado a través de los casinos de
Misiones con la policía provincial, al mismo tiempo que, como grupo guerrillero
ocupa y reclama territorio selvático por fuera del control del estado Argentino. En
su negación de la ciudadanía se encuentra el movimiento político del mutante: a
partir de ser considerado un ser infeccioso, y por lo tanto peligroso, es un cuerpo
susceptible de ser separado del flujo de datos informáticos y de la vida civilizada
en las ciudades. En su negación de la parte artificial que habita al ciudadano
cyborg, los mutantes se afirman en el contacto con la naturaleza de la selva
misionera y en la búsqueda por una forma de organización a partir del gen
infeccioso que los habita. Mientras que su postura –militante, política– implica un
modo de supervivencia frente a la hostilidad de las fuerzas estatales –militares,
médicas– los ciudadanos cyborg viven en el miedo constate de ser infectados, de
convertirse en una forma de vida susceptible de ser aniquilada. En la figura del
mutante, el paradigma inmunitario se hace evidente ante la respuesta del cuerpo
frente a un virus que animaliza a su portador, pero que también propicia la
conformación de una nueva comunidad atravesada por la enfermedad.
Inscribiremos, por otro lado, a la figura del cyborg dentro de la cibernética en tanto
cuerpo intervenido por las tecnologías de la información y comunicación, reflejo
ficcional del imaginario tecnocientífico contemporáneo.

Sostenemos que ambas figuras nos pueden ayudar a desentrañar los


mecanismos de sujeción del lenguaje en tanto forma de poder que se inscribe en
el cuerpo individual y social mediante la amenaza. El grado de mayor tensión en
esta disputa por los cuerpos vivos propuesta en Cataratas se da entre la relación
del grupo paramilitar Surubí, militantes del virus equistosomiasis y en Google Iris,
dispositivo tecnológico injertado en el cuerpo humano, que alienta a sus usuarios
a tener una experiencia de vida dentro de Internet y de las redes sociales. La
relación de ambas figuras con el complejo tecnocientífico encuentra su
basamento tanto en el basto corpus de la CF como en el imaginario
tecnocientífico.

A. Cyborg
Esta figura propone un modelo diferencial que facilita el ingreso a los
debates en torno a la tecnología y a la creación de subjetividades (aspectos que,
como veremos en capítulo 3, también ayudarán a perfilar la figura del mutante). Es
en este sentido que nos apoyamos en lo desarrollado por Donna Haraway en
Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza (1991) para pensar al
cyborg en tanto fenómeno técnico y discursivo. Pensaremos al cyborg como un
ente híbrido compuesto,

(…) en primer término, de humanos o de otras criaturas orgánicas tras el disfraz (…) de la alta
tecnología, en tanto que sistemas de información controlados ergonómicamente y capaces de
trabajar, desear y reproducirse. El segundo ingrediente esencial en los cyborgs son las máquinas,
asimismo aparatos diseñados ergonómicamente como textos y como sistemas autónomos de
comunicación. (Haraway, 1991, p. 62).

Partimos desde esta figura para desglosar nuestra cartografía ya que


contiene dos de los términos –en un sentido positivo– que nos resultan útiles para
analizar los personajes en función de su relación con la tecnología: lo orgánico, el
cuerpo vivo, y lo maquinal, tecnologías comunicacionales y de geolocalización
para el caso particular de nuestra novela.
No abordamos al cyborg como una figura esencial a priori, esto es, como
una figura con mayor jerarquía que las otras que aparecen en nuestro cuadro. Más
bien, entendemos que en nuestro objeto de estudio se efectúa una operación de
valoración del cyborg en tanto modelo de personaje hegemónico de la Argentina
futura. Desde esta perspectiva, se comprende la posición que ocupan los
mutantes como forma de vida diferente a la hegemónica, definiéndose en el texto
como algo contrario al cyborg, como una forma de vida abyecta, por lo que lo
ubicamos en el eje anti-cyborgs.
Como ha indicado Donna Haraway a lo largo de su obra, es a partir del
cyborg, como figura analítica con estatuto teórico, y en el cyborg, como
subjetividad y corporeidad contemporánea, que se ponen en crisis las nociones de
humanidad, naturaleza y técnica/tecnología. Es desde allí que esta figura propone
una perspectiva en donde la pregunta por la esencia de lo humano resulta
engañosa o inconducente, cuando partimos de la concepción de que las
subjetividades son producidas por y en entornos tecnológicos. (Tecnobipoder.
Preciado, 2014, p.42). Del mismo modo, no existe nada parecido a una esencia
cyborg; los diferentes cyborg a los que Haraway se refiere en su obra dan cuenta
más bien de la emergencia fortuita de una forma particular de vida que se
desentiende de la pertenencia a las categorías aristotélicas de objeto y sujeto,
dando lugar a una subjetividad que, en todo caso, cuenta con características de
ambos a la vez. Es por esto que vamos a entender que en el cyborg no se
presentan “marcas genéticas, ni fisiológicas, ni conductuales o políticas que den
unidad estable, identidad, a este conjunto de criaturas” (García Selgas, 1999, p.
173), por lo que hablar de una esencia cyborg es ir contra la potencia
epistemológica que propone esta figura determinada por entornos tecnológicos,
virtualmente ilimitada.
A continuación, desplegaremos los aspectos que consideramos
característicos para abordar la figura del cyborg en Cataratas en relación al
espacio de realidad virtual que presenta la red social Mao y a la interiorización de
una tecnología que llamaremos Estatal-multinacional en los cuerpos-ciudadanos.
De este modo, relacionaremos los aspectos clave de esta figura con las
problemáticas de conformación de subjetividad que presentan las redes sociales y
los dispositivos de control y vigilancia.

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