Está en la página 1de 3

LA SOMBRA

13 Mientras que los contenidos del inconsciente personal se adquieren a lo


largo de toda la vida, los contenidos del inconsciente colectivo son de forma
invariable los arquetipos que se han manifestado desde el génesis del mundo.
Su relación con los instintos ha sido discutida anteriormente. Los
arquetipos más claramente caracterizados desde el punto de vista empírico son
aquellos que tienen la mayor influencia distorsionante sobre el ego. Estos son
la sombra, el ánima y el animus. El de mayor acceso y el más fácil de
experimentar es la sombra, que por su naturaleza puede ser inferido en gran
medida desde los contenidos del
inconsciente personal. Las únicas
excepciones de esta regla son aquellos
casos más raros donde las cualidades
positivas de la personalidad son
reprimidas, y el ego en consecuencia
juega un rol esencialmente negativo o
desfavorable.

14 La sombra es un problema moral que


pone en tela de juicio la totalidad ego-
personalidad, pero nadie puede haber
concientizado a la sombra sin un
considerable esfuerzo moral.
Concientizarla involucra reconocer los
aspectos oscuros de la personalidad tanto
presentes como reales. Este acto es una
condición esencial para cualquier tipo de
autoconocimiento, y ella por ende, regularmente, presenta una considerable
resistencia. Verdaderamente, el autoconocimiento como una medida
terapéutica requiere con frecuencia de un trabajo muy cuidadoso que se
extiende por un periodo sumamente largo.

15 El más íntimo análisis de las características oscuras -tal es, las


inferioridades que constituyen a la sombra- revela que ellas tienen una
naturaleza emotiva, un tipo de autonomía, y por ende una cualidad obsesiva o,
mejor, posesiva. La emoción, entre paréntesis, no es una actividad del
individuo sino algo que él experimenta. Los efectos ocurren usualmente
donde la adaptación es más débil, y al mismo tiempo revelan la razón de su
debilidad, es decir, un cierto grado de inferioridad y la existencia de un nivel de
personalidad más bajo. En este nivel más bajo -con sus incontroladas o
escasamente controladas emociones- uno se comporta más o menos de forma
primitiva, no siendo sólo la víctima pasiva de sus deseos sino también
singularmente incapaz de hacer un juicio moral a los mismos.

16 Con comprensión y buena voluntad, la sombra puede ser asimilada por


extensión a la conciencia personal, aunque la experiencia nos muestra que hay
ciertos rasgos que ofrecen una resistencia más obstinada al control moral y
resultan casi imposibles de influenciar. Estas resistencias son usualmente
inseparables de las proyecciones, las cuales no se reconocen tal cual son, y
su reconocimiento es ya un logro moral extraordinario. Así algunos rasgos
peculiares de la sombra pueden reconocerse sin mucha dificultad como
cualidades propias, pero en casos como este -ambos comprensión y buena
voluntad- son inútiles ya que la causa de la emoción parece apoyarse, por
encima de todas las posibilidades de duda, en la otra persona. Por evidente
que puede ser esto a un observador neutral, todo es una cuestión de
proyecciones; sin embargo, hay una pequeña esperanza de que el sujeto se
perciba a sí mismo. El debe convencerse de que va a despojarse de un gran
pedazo de sombra antes de resolverse a separar sus proyecciones con tono
emotivo del objeto de las mismas.

17 Vamos a suponer que cierto individuo no muestra ninguna inclinación a


reconocer sus proyecciones. El factor estructurante de la proyección luego
tiene una ejecución libre y puede dar vida a su objeto -si tiene uno- o poner de
manifiesto alguna otra situación característica de su poder. Como sabemos, no
es el sujeto consciente sino el inconsciente el que hace la proyección. En
consecuencia nos encontramos con que las proyecciones no las creamos. La
finalidad de la proyección es separar al sujeto de su ambiente, puesto que en
vez de una relación real con él hay ahora sólo una ideal. Las proyecciones
cambian al mundo dentro de la réplica de la propia faz desconocida. En el
análisis final, en consecuencia, ellas se dirigen a una condición autoerótica o
autística en la que uno sueña un mundo cuya realidad permanece por siempre
inalcanzable. El sentirse incompleto resultante y el todavía peor sentirse estéril
pueden en su oportunidad explicarse por la proyección a través de la
malevolencia del ambiente, y porque el síntoma de su círculo vicioso el
aislamiento se intensifica. La mayoría de las proyecciones están dispuestas
entre el sujeto y el ambiente, lo más duro para el ego es ver a través de sus
ilusiones. Un paciente de cuarenta y cinco años -quien había sufrido de una
neurosis compulsiva desde que tenía veinte años convirtiéndose así, por
completo, en el punto de expansión del mundo- una vez me dijo: “Pero, ¡yo no
puedo nunca admitir a mí mismo que he derrochado los mejores veinticinco
años de mi vida!”.

18  Es trágico ver con frecuencia como un hombre bulliciosamente estropea su


propia vida y las de otros y sigue aún completamente incapaz de ver cuánto de
la totalidad de su tragedia se origina en él mismo, y cómo continuamente la
alimenta y la mantiene viva. No conscientemente, por supuesto -aún así,
conscientemente se compromete en lamentar y maldecir a un mundo infiel del
cual se aleja cada vez más. Más bien, es un factor inconsciente el que teje las
ilusiones que disfraza su mundo. Y lo que está tejiéndose es un capullo, que al
final lo envolverá completamente.

19 Podemos asumir que proyecciones como éstas, las cuales son muy difíciles
sino imposibles de resolver, pertenecen al reino de la sombra -esto es, al lado
negativo de la personalidad. Esta presunción se convierte en insostenible
después de cierto punto, ya que los símbolos que luego aparecen no son
mayormente referidos al mismo sexo sino al opuesto, en el caso de un hombre
a una mujer y viceversa. La fuente de las proyecciones no es en la mayoría de
los casos la sombra -la cual es siempre del mismo sexo que el sujeto- sino una
figura contrasexual. Aquí nos encontramos con el animus de la mujer y el
ánima del hombre, dos arquetipos relacionados -quienes autónomos e
inconscientes- explican la terquedad de sus proyecciones. Aunque la sombra
es un tema tan conocido en mitología como el ánima y el animus, representa el
principio y el pionero del inconsciente personal, y su contenido puede, por lo
tanto, hacerse consciente sin mucha dificultad. En esto difiere del ánima y del
animus, en vista de que la sombra puede ser observada por completo y
reconocida clara y fácilmente, pero el ánima y el animus están más alejados de
la conciencia y en circunstancias normales son rara vez -si alguna vez-
comprendidas. Con una pequeña autocrítica podemos ver a través de la
sombra -en la medida que su naturaleza es personal. Pero cuando aparece
como un arquetipo, encontramos las mismas dificultades que con el ánima y el
animus. En otras palabras, para un hombre está completamente dentro de los
límites de su posibilidad reconocer el mal relativo de su naturaleza, pero es una
experiencia extraña y frustrante para sí contemplar en su interior el rostro de la
maldad absoluta.

Fuente:

http://mylene-rivas.blogspot.com.ar/2012/11/arquetipo-de-la-sombra-carl-
gustav-jung.html

Compartió: Viviana Rodriguez – http://www.vivianarodriguez.com

También podría gustarte