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Me senté al borde de su cama y la vi retratar un lienzo negro para contarme su historia llena de

aflicción e inexpresable fervor que no pudo ver aunque le hiciera temblar la voz. Fue
impresionable escuchar cómo alguien puede sentir tantas cosas sin ver nada. Y a pesar de ser más
fuertes que lo que enfrentamos y desvanecer lo que nos causa miedo, todos pensamos en cómo
es posible haber sobrevivido. Y quizá ella lo pensaba porque de revivirlo no lo habría querido. La
escuché decirme “Estoy tan cansada de sentir que no existo, pienso que sólo soy una mala escena
en repetición, ¿Pero qué es la vida si no lo menos pensado?”.

Tan sólo dieciséis años y cinco de ellos dedicados al sufrimiento, visitando incontables veces al
dolor que la hacía sentir viva cuando visitaba a sus abuelos. Era un día regresando de ellos y cerca
a su casa pensó que algo la seguía, sintiendo los latidos más fuertes que cuando así misma se
perdía, viendo en cuestión de segundos alejarse la salida. Se escabulló un murmullo hasta sus
oídos sin lograr corroborar las voces que oscurecieron su mundo con sus ojos aún abiertos, con la
escasez de sus sueños aún despiertos. Sólo pudo pensar en ese momento que cada paso
escapando de la ansiedad fue uno más cerca para caer en el peligro. Las sombras son insensibles al
dolor que llevamos y no les importó arrancar la débil pasión que vestía para derramar sobre su
cuerpo desnudo la desgracia de sentir que ya no se mantenía.

Ella ahora es un instante del pasado persiguiéndose a sí misma; siente que muere un poco más
sobre la acera donde atravesó el sufrimiento sólo para sentir cómo sanaba y se superaba, y
aunque sea un sueño es auténtico fallecimiento. No ha dejado de sentirse incómoda consigo
misma al reconstruir los fragmentos igual que antes, porque eso no significa que se sienta como lo
que alguna vez fue y sueña con volver a ser. Ella no quiso volver a usar ese vestido que la hacía
sentir linda en el espejo; es imposible ver con los mismos ojos lo que a simple vista no ha
cambiado, pero cómo, si callamos nuestras peores marcas porque son las que más hablan de
nosotros. Me dijo que cada maldito segundo dura lo mismo que el segundo que intenta dejar atrás
y desde entonces no dejo de intentar detener el tiempo. Ella no asimila la realidad viviendo
engañada pero cada día es una mentira que la enferma un poco más.

Es increíble hasta donde puede arrastrarnos el dolor que otros han causado; no dejamos de
encontrar consuelo en nuestra culpa al lamentarnos por las salidas que nunca pudimos construir. Y
negamos su aparente pérdida porque así mismo negamos el destino cómo lo que no elegimos.
Todo lo que nunca me dejaste sanar ¿puedes recordarlo en un instante?

En medio del interminable episodio alguien pudo ser los ojos de la víctima pero no la compasión,
así que no evitó nada por reconocer los rostros culpables, no evitó ningún trauma en ella porque
la vendió como carne olvidando vender su corazón. Nuestras tragedias ya existen antes de que nos
lastimen, las he visto ser quien más amamos.

Después de tanto tiempo escuchaba la calma de su padre susurrando su oído. Una vida se estaba
creando dentro de ella y la visité para estar tan cerca que podía sentirla, pero tan lejos que no la
podía tocar. Entonces le dije ¿Cómo puede de un deseo tan cruel e inerte nacer un amor tan puro
e inocente? Tuve que irme en la noche y desearía nunca haberla dejado con quienes más quería…
Allí estaban esperando con silencio en la puerta sus dos primos. Quisiera no cargar con la culpa de
su padre, el mismo que ella amaba y quien penetro su expresión sesgada por lo que había oculto
detrás de ella. Fingiste que no querías matarle, sin embargo lo cultivaste en su espalda y floreció
una mentira que pudo ver cuando corrió hasta la última puerta, mirándola desesperadamente
hacia atrás expuesta dentro de su piel.

Nunca necesitaste golpearla o maldecirla para hacerle daño; fue suficiente con mentirle y no
salvarla de quienes infringieron sus pesadillas del pasado y reconocería en vano ese mismo día. Su
resistencia fue despojada de su armadura y esta vez no era una sino dos vidas. Su resiliencia se
desmoronaba hasta quedar revestida por los vestigios de su piel y lentamente su imagen se
disolvió en la lujuria de los más débiles para ser golpeada una y otra vez hasta deformar lo
reconstruido, ese deseo de sobrevivir que surgió de su deseo de morir. Ella solucionó algunos
problemas con ayuda de algunos desastres; a partir de su tormento siendo objeto de otros hizo
crecer un amor dentro de ella nunca pensado ¿Cómo puede nuestra vida valer un instante de
otra? Todo lo que nunca me dejaste soportar ¿puedes recordarlo en un instante?

Anoche y desde entonces todo el tiempo fue de ella, incluso me dijo en un sueño “Cariño, no he
muerto, debe ser que aún no estás despierto”. Y fue allí cuando el mundo quedó inconsciente por
un momento. Sin dudas quise pensar que esto era sólo un sueño, y que tanto ella como yo íbamos
a reírnos despiertos.

Te escondes en el silencio que retumba en mí después de la resiliencia que hemos creado, y ese
silencio se mantiene entre el ruido de quienes ocultan tu ausencia reflejo de sus crímenes. Todo lo
que nunca me dejaste decir ¿puedes recordarlo en un instante? Tu olvido será escuchado con más
fuerza mientras mantengamos tu marca más allá de las frustraciones que nunca se resignaron a no
superar más de lo que podían soportar. Todo lo que nunca me dejaste vivir ¿puedes recordarlo en
un instante?

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