Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
autora realiza una seria reflexión sobre los factores generadores de diversidad. Para
Jacobs, esta reflexión se basa en los errores que constantemente comenten los
urbanistas al analizar los usos de la ciudad de una manera aislada. Para esta autora, la
ciudad debe analizarse a través de las combinaciones o mezclas de sus usos. En base a
esto, en este segundo capitulo explica las cuatro condiciones necesarias para generar
diversidad, dentro de las cuales destaca: la necesidad de la combinación de usos
primarios, de bloques pequeños, de edificios antiguos y la necesidad de concentración.
Para esta autora, la diversidad esta compuesta de usos primarios -que son aquellos que
logran llevar y congregar una gran cantidad de gente en un lugar determinado- este tipo
de usos actúan como un modo de anclaje y están representados a través de las oficinas,
las fábricas, las viviendas, los lugares de esparcimiento, ocio, museos, bibliotecas,
exposiciones de arte, entre otros. Para Jacobs, la combinación de estos usos puede tener
la capacidad de atraer personas a diferentes horas a la calle, arrojando un excelente
resultado económico, así como un ambiente propicio para generar diversidad.
Para esta autora, la solución a este tipo de problemas podría estar en la utilización de
pequeñas calles transversales adicionales en el medio de estos grandes bloques, ya que
estos puntos podrían desarrollar pequeños focos de comercio, lugares de paso, de
compras, desarrollando una diversidad de opciones que antes se le habían negado a la
vecindad[7]. Jacobs termina esta reflexión argumentando que el mito que afirma que la
abundancia de calles es un derroche, hace parte de la filosofía de la ciudad jardín y la
ciudad radiante, argumentando que sus teóricos rechazaron el uso de las calles y optaron
por desarrollar grandes praderas. Para esta autora, éste es un mito destructivo que
perjudica y estanca el desarrollo de las ciudades.
La autora afirma que un área urbana no fracasa porque su contenido sea viejo, la
verdadera razón radica en que estas zonas urbanas no cuentan con habitantes dispuestos
a propiciar la rehabilitación de edificios antiguos o la construcción de otros nuevos. Un
distrito urbano prospero es aquel que posee una fuente inagotable de construcción, que
reemplaza los edificios viejos por otros nuevos o bien los rehabilita y restaura. En base a
esto, la autora explica como la construcción genera un efecto económico en el tiempo
que se realiza década tras década durante varias generaciones.
De la misma manera, en este análisis la autora explica que los edificios residenciales
nuevos no constituyen un bien absoluto para las áreas urbanas. Para Jacobs, este tipo de
construcciones tienen ventajas muy subjetivas, relativas a la cantidad de espacio y
diversidad de gustos. Explica también que las personas que prefieren quedarse en un
barrio bajo tienden a rehabilitar y a restaurar por iniciativa propia. La autora asegura que
estas personas comprenden, entienden y estudian las novedades y los principios básicos
para establecer una mayor comodidad en su hogar, realizando una combinación de viejos
edificios, gustos y colores que garantizan una mayor diversidad y estabilidad a los
complejo residenciales[9]. La autora concluye esta reflexión, asegurando que la
conservación de los edificios antiguos convenientemente restaurados tiene como
objetivo dar cobijo a una amplia gama de diversidades y de actividades que usualmente
son valiosas para un centro urbano en general.
Para Jacobs, constantemente se realiza una equivocación al definir términos como la alta
densidad y la súper población, definiendo la alta densidad como una gran cantidad de
viviendas por acre de tierra y la superpoblación como una gran cantidad de gente
habitando la misma vivienda, en relación al número de habitaciones[11]. Para esta
autora, cuando hay suficientes viviendas existe diversidad y sus atracciones son tolerables
para la calidad de vida, porque existe una mayor cantidad de personas que pueden
decidir quedarse o no, mientras que cuando hay densidades bajas hay menos vida
pública, menos diversión y la población es más propensa a marcharse. Esta autora, explica
que para solucionar el problema de la planificación de viviendas y evitar las altas o bajas
densidades, es necesario tener una variedad en el tipo de edificaciones construidas, no
estandarizadas para la vivienda. Deben existir desde casas unifamiliares hasta grandes
bloques de vivienda, inmuebles de dos, tres o cuatro pisos de diversos tamaños, formas
y por supuesto de todas las edades posibles.
El segundo capítulo del libro finaliza mencionando algunos mitos sobre la diversidad, en
donde se plantea cómo la homogeneidad de usos sugiere un dilema estético y la
diversidad de usos ofrece una posibilidad razonable de manejar una diversidad de
contenidos. Para esta autora, la autentica variedad arquitectónica no consiste en emplear
diferentes colores o texturas, sino en manejar contrastes y formas. Cuanta mayor
homogeneidad de usos existan en una calle o en un barrio, mayor es la tentación de
establecer diferencias.
La autora explica que cuando una parte de la ciudad posee una combinación de usos
diversificados se hace brillante y popular, la diversidad allí generada es tan magnética que
desata una competencia por encontrar un espacio dentro de este emplazamiento. Desde
el punto de vista económico, el sector se convierte en favorito para la ocupación y la
apropiación. El uso más provechoso y ventajoso se repetirá una y otra vez hasta que en
un momento su rentabilidad sea muy baja o nula, logrando que los sectores tengan que
dividirse por costes de entrada y costes de permanencia. A partir de este momento, sólo
quedaran en el sector aquellos usos que pertenezcan al uso de mayor fuerza y
prosperidad, logrando que el sector se convierta en un lugar monótono tanto visual como
funcionalmente, llevando también a una disminución de la cantidad de personas que
frecuentan la zona.
Uno de los principales elementos destructivos de la diversidad en las ciudades son los
bancos, las compañías de seguros y las oficinas de gran prestigio, debido a que este tipo
de establecimiento sólo se establecen en áreas exitosas y poseen la tendencia a
multiplicarse de una manera tan rápida e intimidatoria que terminan por desplazar los
diferentes usos que pertenecían a la zona, convirtiéndola en monótona y gris. En base a
esto, la autora recuerda que “la autodestrucción de la diversidad es producida por el éxito
del sector y no por el fracaso”[13].
Esta autora afirma que las leyes del urbanismo tratan de romper la conexión de estos
barrios reemplazándolos por conjuntos de viviendas y grandes bloques que tienen dos
objetivos, por un lado producir una mayor cantidad de dinero derivada de los impuestos
y de la misma manera, atraer poblaciones que estén en mejores condiciones económicas
y que por tanto, requieran un menor gasto público. Para Jacobs, éste método es un
fracaso que sólo consigue generar una dispersión representada a través del
desplazamiento de estos barrios de un lugar a otro, generando injusticia y degradación.