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En la segunda parte del libro, denominado “Condiciones Previas de diversidad urbana”, la

autora realiza una seria reflexión sobre los factores generadores de diversidad. Para
Jacobs, esta reflexión se basa en los errores que constantemente comenten los
urbanistas al analizar los usos de la ciudad de una manera aislada. Para esta autora, la
ciudad debe analizarse a través de las combinaciones o mezclas de sus usos. En base a
esto, en este segundo capitulo explica las cuatro condiciones necesarias para generar
diversidad, dentro de las cuales destaca: la necesidad de la combinación de usos
primarios, de bloques pequeños, de edificios antiguos y la necesidad de concentración.

La autora comienza su reflexión a través de la necesidad de la combinación de usos


primarios. En este sentido, afirma que “el distrito ha de garantizar la presencia de
personas fuera de sus respectivos hogares, en circunstancias y por motivos diferentes,
pero dispuestas a usar en común una amplia gama de servicios”[5]. En base a esto, explica
la necesidad de atraer a las calles una variedad de personas a lo largo de diferentes horas,
argumentando que este hecho no sólo contribuye a la sociabilización y seguridad de la
ciudad, sino también es un punto económico de gran importancia*. Con el fin de
satisfacer esta demanda, la autora explica que dentro de la planificación se deben
introducir nuevos y novedosos usos que den lugar a la presencia de más personas, en las
horas en las que el distrito necesita un mayor equilibrio en relación con sus actuales horas
punta (medio día, media tarde, anochecer, sábados y/o domingos)[6].

Para esta autora, la diversidad esta compuesta de usos primarios -que son aquellos que
logran llevar y congregar una gran cantidad de gente en un lugar determinado- este tipo
de usos actúan como un modo de anclaje y están representados a través de las oficinas,
las fábricas, las viviendas, los lugares de esparcimiento, ocio, museos, bibliotecas,
exposiciones de arte, entre otros. Para Jacobs, la combinación de estos usos puede tener
la capacidad de atraer personas a diferentes horas a la calle, arrojando un excelente
resultado económico, así como un ambiente propicio para generar diversidad.

Jacobs, menciona que su reflexión se enfoca principalmente en la utilización de los usos


primarios en los centros urbanos, debido a que la mayoría de ellos cumple por lo menos
tres de las cuatro condiciones para generar diversidad. Además, reflexiona sobre la
influencia directa que ejercen los centros urbanos con respecto a otras partes de la
ciudad, recordando que toda ciudad depende de su corazón o centro urbano y que éste
ejerce un efecto económico sobre otros distritos.
Con respecto a la segunda condición “la necesidad de los bloques pequeños”, la autora
establece que el desarrollo de bloques cortos dentro de la trama de la ciudad, pueden
llegar a establecer una mayor frecuencia de calles y de oportunidades para doblar en las
esquinas. Para Jacobs, el diseño y la construcción de estos pequeños bloques posee
innumerables ventajas, dentro de las cuales destaca, el hecho de tener que realizar
pequeños desplazamientos para tomar el bus o el metro, asegurando que los bloques
demasiado largos generar una segregación física con respecto a los usos y los usuarios.

Para esta autora, la solución a este tipo de problemas podría estar en la utilización de
pequeñas calles transversales adicionales en el medio de estos grandes bloques, ya que
estos puntos podrían desarrollar pequeños focos de comercio, lugares de paso, de
compras, desarrollando una diversidad de opciones que antes se le habían negado a la
vecindad[7]. Jacobs termina esta reflexión argumentando que el mito que afirma que la
abundancia de calles es un derroche, hace parte de la filosofía de la ciudad jardín y la
ciudad radiante, argumentando que sus teóricos rechazaron el uso de las calles y optaron
por desarrollar grandes praderas. Para esta autora, éste es un mito destructivo que
perjudica y estanca el desarrollo de las ciudades.

En la tercera condición, Jacobs hace referencia a la necesidad de edificios antiguos,


asegurando que “El distrito ha de entremezclar edificios que varíen en edad y en
condición, con una buena proporción de casas antiguas”[8]. En el desarrollo de esta
condición, la autora hace referencia a los inmuebles antiguos, refiriéndose a pequeños
inmuebles o casas ordinarias, sencillas y de poco valor. Para Jacobs, cuando un área
urbana es totalmente nueva es incapaz de ofrecer prosperidad a las pequeñas empresas
que allí puedan establecerse. Esto se explica debido a que estas empresas son incapaces
de hacer frente a los costos de las nuevas construcciones (alquiler, intereses,
amortizaciones, costes invertidos en la construcción), haciendo que los gastos de éstas
empresas sean relativamente altos en consideración de lo que pagarían si se encontraran
ubicados en inmuebles más antiguos.

La autora afirma que un área urbana no fracasa porque su contenido sea viejo, la
verdadera razón radica en que estas zonas urbanas no cuentan con habitantes dispuestos
a propiciar la rehabilitación de edificios antiguos o la construcción de otros nuevos. Un
distrito urbano prospero es aquel que posee una fuente inagotable de construcción, que
reemplaza los edificios viejos por otros nuevos o bien los rehabilita y restaura. En base a
esto, la autora explica como la construcción genera un efecto económico en el tiempo
que se realiza década tras década durante varias generaciones.
De la misma manera, en este análisis la autora explica que los edificios residenciales
nuevos no constituyen un bien absoluto para las áreas urbanas. Para Jacobs, este tipo de
construcciones tienen ventajas muy subjetivas, relativas a la cantidad de espacio y
diversidad de gustos. Explica también que las personas que prefieren quedarse en un
barrio bajo tienden a rehabilitar y a restaurar por iniciativa propia. La autora asegura que
estas personas comprenden, entienden y estudian las novedades y los principios básicos
para establecer una mayor comodidad en su hogar, realizando una combinación de viejos
edificios, gustos y colores que garantizan una mayor diversidad y estabilidad a los
complejo residenciales[9]. La autora concluye esta reflexión, asegurando que la
conservación de los edificios antiguos convenientemente restaurados tiene como
objetivo dar cobijo a una amplia gama de diversidades y de actividades que usualmente
son valiosas para un centro urbano en general.

Jacobs define la cuarta condición como la necesidad de concentración, “el distrito ha de


tener una cierta concentración de personas suficientemente densa, sea cual sea el motivo
que impulsan a las diferentes personas a ocuparlo”[10]. Para esta autora, en los centros
urbanos se concentran importantes masas de población, los habitantes de un distrito
constituyen una buena porción de las personas que utilizan sus calles, parques y
empresas*. Una densa concentración urbana es una de las condiciones necesarias para
el florecimiento de la diversidad de una ciudad. Por esta razón, para esta autora en los
distritos debe existir una alta concentración de inmuebles en los terrenos disponibles
para la construcción de viviendas, debido a que no se podrá generar diversidad si no
existe un número de personas que lo sostengan.

Para Jacobs, constantemente se realiza una equivocación al definir términos como la alta
densidad y la súper población, definiendo la alta densidad como una gran cantidad de
viviendas por acre de tierra y la superpoblación como una gran cantidad de gente
habitando la misma vivienda, en relación al número de habitaciones[11]. Para esta
autora, cuando hay suficientes viviendas existe diversidad y sus atracciones son tolerables
para la calidad de vida, porque existe una mayor cantidad de personas que pueden
decidir quedarse o no, mientras que cuando hay densidades bajas hay menos vida
pública, menos diversión y la población es más propensa a marcharse. Esta autora, explica
que para solucionar el problema de la planificación de viviendas y evitar las altas o bajas
densidades, es necesario tener una variedad en el tipo de edificaciones construidas, no
estandarizadas para la vivienda. Deben existir desde casas unifamiliares hasta grandes
bloques de vivienda, inmuebles de dos, tres o cuatro pisos de diversos tamaños, formas
y por supuesto de todas las edades posibles.
El segundo capítulo del libro finaliza mencionando algunos mitos sobre la diversidad, en
donde se plantea cómo la homogeneidad de usos sugiere un dilema estético y la
diversidad de usos ofrece una posibilidad razonable de manejar una diversidad de
contenidos. Para esta autora, la autentica variedad arquitectónica no consiste en emplear
diferentes colores o texturas, sino en manejar contrastes y formas. Cuanta mayor
homogeneidad de usos existan en una calle o en un barrio, mayor es la tentación de
establecer diferencias.

El tercer capitulo del libro se denomina “fuerzas de decadencia y fuerzas de


regeneración”. En él, se hace alusión a temas como la auto destrucción de la diversidad,
la descomposición y la rehabilitación de los enclaves urbanos entre otros. Con respecto
a la auto destrucción de la diversidad, Jacobs manifiesta que las ciudades americanas
necesitan de toda clase de diversidad para sostenerse y apoyarse a si misma,
argumentando que la diversidad es necesaria para que la vida urbana pueda desarrollarse
razonable y constructivamente. Además de fortalecer la sociedad y la civilización. Para
esta autora, la creación de la mayor parte de la diversidad es responsabilidad de las
diferentes personas y los organismos públicos y privados, asegurando que la principal
responsabilidad de los urbanistas y planificadores consiste en crear ciudades idóneas
para el florecimiento de diversos planes, ideas y oportunidades y que los distritos urbanos
sólo podrán ser lugares idóneos social y económicamente si poseen buenas
combinaciones de usos primarios, calles frecuentes, una densa mezcla de edificios de
diferentes edades y una alta concentración de población[12].

La autora explica que cuando una parte de la ciudad posee una combinación de usos
diversificados se hace brillante y popular, la diversidad allí generada es tan magnética que
desata una competencia por encontrar un espacio dentro de este emplazamiento. Desde
el punto de vista económico, el sector se convierte en favorito para la ocupación y la
apropiación. El uso más provechoso y ventajoso se repetirá una y otra vez hasta que en
un momento su rentabilidad sea muy baja o nula, logrando que los sectores tengan que
dividirse por costes de entrada y costes de permanencia. A partir de este momento, sólo
quedaran en el sector aquellos usos que pertenezcan al uso de mayor fuerza y
prosperidad, logrando que el sector se convierta en un lugar monótono tanto visual como
funcionalmente, llevando también a una disminución de la cantidad de personas que
frecuentan la zona.
Uno de los principales elementos destructivos de la diversidad en las ciudades son los
bancos, las compañías de seguros y las oficinas de gran prestigio, debido a que este tipo
de establecimiento sólo se establecen en áreas exitosas y poseen la tendencia a
multiplicarse de una manera tan rápida e intimidatoria que terminan por desplazar los
diferentes usos que pertenecían a la zona, convirtiéndola en monótona y gris. En base a
esto, la autora recuerda que “la autodestrucción de la diversidad es producida por el éxito
del sector y no por el fracaso”[13].

En el apartado de “Descomposición y rehabilitación de enclaves urbanos”, se realiza un


análisis sobre los barrios bajos y se describen como barrios que operan como círculos
viciosos que distorsionan el funcionamiento de la ciudad. Para esta autora, la
problemática de estos barrios incide en la necesidad de una mayor implementación de
dineros públicos, asegurando que sus necesidades cada vez son mayores y la inversión
pública es cada vez menor.

Esta autora afirma que las leyes del urbanismo tratan de romper la conexión de estos
barrios reemplazándolos por conjuntos de viviendas y grandes bloques que tienen dos
objetivos, por un lado producir una mayor cantidad de dinero derivada de los impuestos
y de la misma manera, atraer poblaciones que estén en mejores condiciones económicas
y que por tanto, requieran un menor gasto público. Para Jacobs, éste método es un
fracaso que sólo consigue generar una dispersión representada a través del
desplazamiento de estos barrios de un lugar a otro, generando injusticia y degradación.

Se enfatiza la posibilidad de recuperar los barrios bajos a través de la implementación de


estímulos que generen diversidad, éstos estímulos deben ser generadores de
posibilidades y no de obstáculos y se deben realizar conscientemente para evitar que un
barrio bajo que este en proceso de recuperación retroceda y se convierta en un barrio
bajo perpetuo[14]. Para esta autora, un barrio bajo se caracteriza por su incapacidad de
mantener una porción suficiente de habitantes dispuestos a rehabilitar sus viviendas.
Explica que uno de los primeros síntomas de éste fenómeno se ve reflejado en la
monotonía y el estancamiento. Bajo este panorama, estas vecindades resultan
inevitablemente abandonadas por sus habitantes que son ciudadanos más dinámicos y
ambiciosos, así como jóvenes en búsqueda de mejores oportunidades de vida. El
fundamento principal para que exista la rehabilitación de un barrio bajo consiste en la
presencia de animación, de vida pública urbana y de seguridad en las calles. Además,
Jacobs afirma que el deseo que tienen los habitantes de permanecer en el barrio y de
rehabilitar sus viviendas está relacionado con el estado físico del mismo, así como con un
sentimiento de apego derivado de la cantidad de años que tienen viviendo allí o por nexos
más sentimentales.

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