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Pocas personas han salvado más vidas que Louis Pasteur.

Las vacunas que desarrolló han protegido a millones.

Al entender que los gérmenes causan enfermedades revolucionó la atención


médica. Y encontró nuevas formas para hacer que los alimentos que
consumimos no nos hicieran daño. Definitivamente, Pasteur fue un químico que
cambió nuestra interpretación de la biología en forma fundamental. Pero,
además, al examinar paso a paso su vida, se hace evidente que estuvo a la
vanguardia de una nueva rama de la ciencia: la microbiología.

La acción comienza en 1860 en París. Un médico es asesinado. En el juicio se


desvela la causa: la falta de higiene del doctor al asistir el parto de la mujer del
acusado. El asesinato es considerado por el acusado -y por la facción
pasteuriana aún en las sombras- cuestión de justicia. La acusación rebate el
argumento pues considera que un médico jamás puede ser considerado
culpable por ese motivo (¿?) y ahí aparece por primera vez la figura de Pasteur,
en forma de un escueto panfleto: “Doctores, cirujanos!: lavad vuestras manos,
hervid vuestros instrumentos. Los microbios causan enfermedad y muerte a
vuestros pacientes. Louis Pasteur” (foto 1). Desde esos momentos la figura de
Pasteur se desvela controvertida y ya desde el principio es considerado irritante
e impertinente, un enemigo de los médicos. Se traza irónica y despectivamente
su trayectoria palpándose la animadversión: se le acusa de intrusismo (“…ni
siquiera es médico, es químico”), se recuerdan sus estudios sobre las
fermentaciones (“¡fue el centro de la polémica del vino amargo y dijo que había
descubierto animales en el vino!”) y se rebate la teoría germinal de la infección
(“los microbios son el resultado, no la causa de la enfermedad”)

Pasteur es citado por Napoleón III estableciéndose una lucha dialéctica


Charbonnet/Pasteur. Éste lleva su microscopio e intenta demostrar la evidencia,
luchar contra la ignorancia. No lo consigue. Se palpa la impotencia de Pasteur
ante el conservadurismo de médicos y dirigentes. La reacción de Pasteur ante
el rechazo es violenta y acusa a los médicos de la situación de los hospitales.

La Academia de Medicina debate. Pasteur vuelve a ser acusado de charlatán por


Charbonnet (no ha podido demostrar sus teorías acerca de la etiología de la
fiebre puerperal) y acepta un experimento (el célebre experimento de Pouilly le
Fort) para probar la eficacia de su vacuna frente al carbunco: un grupo de
ovejas vacunadas y un grupo sin vacunar (“capitaneado” por Rosignol) son
inoculadas con sangre de ovejas enfermas Tras un tiempo (¿Cuánto?,
aparentemente 1 día) se comparará el resultado en ambos grupos (foto 4). El
experimento es un éxito y Lister y Rosignol felicitan a Pasteur.

Entre las investigaciones de laboratorio una preocupaba


particularmente a Pasteur: la de la rabia. El deseo de disipar las
tinieblas que envolvían desde la noche de los tiempos ese misterioso
mal, sobre cuyo origen contagioso aún se discutía, y cuyas diversas
manifestaciones eran mal conocidas, habíase trocado en él casi en
obsesión.
va al laboratorio de Pasteur y se autoinyecta un cultivo de rabia para refutar la
teoría germinal de Pasteur. Tras un mes sin enfermar, Charbonnet se mofa de
Pasteur por todo París. La psicología de Pasteur se pone de manifiesto una vez
más: “A Louis no le importa, si cree que tiene razón, le basta” e, ¡ironías del
destino! el propio Charbonnet le da la respuesta: ¡Se ha inoculado un cultivo
viejo, atenuado!

El 10 de diciembre de 1880, el profesor Lannelongue avisó a Pasteur


que un niño de cinco años, mordido en la cara un mes antes, acababa
de ingresar en el hospital Trousseau. El chico tenía todos los síntomas
de la rabia: agitación, espasmos; terror, sobresaltos al menor soplo
de aire, sed ardiente e imposibilidad de beber, movimientos
convulsivos y accesos de furor. Después de padecer 24 horas, el
pequeño tuvo postrer delirio y murió asfixiado por las mucosidades
que llenaban su boca.

El lunes 6 de julio, por la mañana, estando ocupado en la solución de


estos problemas, Pasteur vio entrar en su laboratorio a una mujer
alsaciana acompañada de su hijo, José Meister, niño de 9 años,
mordido la antevíspera por un perro rabioso.
Ella le contó que, mientras su hijo se dirigía a la escuela de
Meissengott, cerca de Schlestadt, por un sendero transversal, un
perro se abalanzó de improviso sobre él y lo derribó. Imposibilitado
de toda defensa, el niño sólo atinó a cubrirse el rostro con las manos

En cambio la emoción de Pasteur fue profunda cuando examinó al


niño, que no podía caminar a causa del dolor producido por sus 14
heridas. ¿Qué haría con él? ¿Osaría aplicarle el tratamiento
preventivo que tan seguros resultados daba en los perros? Sus
esperanzas y escrúpulos lo colocaron ante angustioso dilema. Antes,
de tomar una resolución definitiva, se ocupó en que nada faltara a la
madre y al niño, solos en París, y los citó para las cinco de esa misma
tarde, después de la sesión del Instituto.

La vida de Pasteur, un acto de compensación a la ingratitud ante una vida


entera dedicada a la ciencia, a la Humanidad. Se retrata magníficamente esta
lucha titánica de un hombre contra la ignorancia y a favor del conocimiento.
Aportaciones

 Pocas personas han salvado más vidas que Louis Pasteur, las vacunas
que desarrolló han protegido a millones de personas y animales.
 Un claro ejemplo de la lucha titánica de un hombre contra la ignorancia
y a favor del conocimiento.
 Demostró a la gente que lo intentaba desprestigiar que estaba
equivocado, siendo un “simple químico” como era catalogado,
descubrió la microbiología y un sinnúmero de vacunas contra el
carbunco y la rabia.
 El proceso de pasteurización: higiene.

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