Está en la página 1de 3

JOE COME UNA HAMBURGUESA

J. Estiven Medina Ortiz

Joe está comiéndose una hamburguesa gigantesca. La hamburguesa tiene papas fritas, lechuga y
carne. Se ve delicioso y me dan ganas de pedirle un poco. Además tengo hambre, de modo que
hubiera sido sensato pedirle algo.
- Anda, Joe, Dime, eres el peor boxeador de la ciudad, ¿Verdad?- Digo. Llevo un abrigo de tela
gruesa que parece cuero fino, es brillante. Y pienso un poco como si fuera el entrenador de Joe.
Siento que llevo entrenándolo muchos años y que él no ha progresado demasiado y se ha dedicado
a devorar hamburguesas por la frustración y no me invita nada - Joe, eres malísimo. ¿Has pensado
dedicarte a otra cosa? – Llevo las manos en los bolsillos. El abrigo puede tener el mejor aspecto
que quieran, pero no abriga ni un poco. Es una simple tela sobre mi cuerpo. Tenso los músculos
para no temblar. Echo vaho por la boca, lo siento pastoso. En seguida se me van las ganas de decir
algo. Joe sigue comiendo su hamburguesa como si nada. Es como una piedra cuando uno trata de
fastidiarle, hay que esforzase mucho para hacerle enojar, sobre todo cuando está entretenido con
la comida – Joe ¿Cuántas peleas has ganado, eh? ¿Ya has matado a alguien, Joe? Necesito esa
información. Vamos, confía. No pienso decírselo a la policía. También los odio.
- La policía sólo hace su trabajo, muchacho- Dice, mientras trata de embutirse toda la
hamburguesa. Le queda la mitad y sería imposible que se lo acabara en un sólo bocado.
- No se lo diría de todos modos, Joe. Puedes confiar en mí. Nunca he fallado a nadie. En realidad sí,
pero fue hace mucho tiempo. ¿Ves? Estoy siendo honesto contigo porque estoy aprendiendo a
serlo. ¿A quién mataste?
- A ésta hamburguesa – Dice e interrumpe sus mordiscos para reír. Tiene la boca llena y casi se le
escapa algo de esa masa, me da asco.
- Joe, comes esa hamburguesa y me entra una tristeza gigante. Eres el peor boxeador del universo
afincado en esa pobre ciudad de 500 habitantes, comiendo una hamburguesa que seguro sabe
horrible- Digo y empiezo a dar saltitos alrededor de él. Comienzo a asestarle golpes suaves, como si
yo fuera un boxeador profesional.
- Está deliciosa, muchacho- Dice, imperturbable.
- Pasa que a ti todo te parece delicioso, Joe, tu sentido del gusto es igual de inepto que tú en el
boxeo. Eres torpe, Joe. Uno se pregunta por qué sigues en éste negocio y no halla respuesta. Es un
completo misterio – Me estoy agitando, pero persisto en los golpes. Joe es una roca y yo soy como
una pluma intentando hacerle cosquillas.
- Anda, ya deja eso, muchacho - Dice, parece que empiezo a hacerle enojar. Tengo miedo, pero no
me detengo.
- Tienes miedo, Joe. Es eso lo que pasa. Siempre andas entrenando como un loco pero sabes que
es en vano. Eres el peor boxeador del universo. Es mejor que lo sepas ahora a que vivas engañado
por siempre. Sé que estas cosas son difíciles de tragar pero intenta pensar en eso como si se
tratara de una hamburguesa. Vamos Joe. Siempre fuiste un mal perdedor. Vamos – Seguía dándole
de golpecitos en todas partes. Joe ya casi terminaba la hamburguesa. Sus ojos no querían mirarme.
Yo pensaba en detenerme.
- Déjalo ya, señor J. Te estás poniendo pesado- Empezó a chuparse las cremas que habían
rebalsado en sus dedos. Estaba enojado. Lo había logrado. Me lanzó una mirada furtiva.
- Joe, pasa que eres el peor boxeador del universo, es sólo eso. ¿Qué me vas a decir? No eres
capaz de golpear a nadie y sin embargo entrenas como un loco – He conseguido darle algunos
golpes en serio. Creo que si no le han dolido, al menos le he dejado entrever que lo estoy
intentando.
Estoy jugueteando nervioso, alrededor de Joe. Estoy cansado y de pronto me lanza un puñetazo en
el rostro y caigo. Me desplomo y en mi cabeza digo algo así como “aaaay” y me duele el rostro,
sangro por la nariz. Chorros de sangre se abren paso por mi cara. Joe se asusta y se acerca a
recogerme como si fuera un niño que ha matado a una abeja por accidente. Pienso brevemente
que Joe siempre me ha visto como un retrasado mental y por eso me ha tenido tanta paciencia.
Pero Joe sabe que soy inteligente porque hemos hablado largos ratos sobre la vida y sobre ser
joven y me ha parecido que he dicho algunas cosas ágiles. Entonces la idea de parecerle un
retrasado mental se me va y quedo con la mente en blanco o azul, porque veo el cielo con los ojos
entrecerrados y conteniendo el dolor. Joe me levanta la cabeza y la coloca sobre su brazo, parece
asustado. No hay nadie en la calle que pueda vernos. Les digo que esta ciudad está siempre
despoblada.
- Lo lamento, muchacho, lamento haberte golpeado- Dice Joe, está triste y su aliento huele a
hamburguesa podrida y creo que aquello también es triste. Me echa el vaho en la cara y yo
agonizo.
- ¿Por qué soy tan miserable, Joe? – Digo. En serio, hago como si agonizara, estoy exagerando
porque siento que es necesario. Me dan ganas de entrecortar la voz y ponerme a llorar- ¿Por qué
he lastimado tanto, Joe? ¿Por qué, Joe? ¿Por qué no puedo ser feliz como un hombre normal?
- Porque es difícil ser un hombre normal, muchacho- Dice Joe. Hablamos, en cierto modo,
asumiendo un tono de despedida. Como si no nos fuéramos a ver nunca más.
- No lo es, Joe. Es lo más simple que se puede hacer, pero aun así no lo logro. He hecho mucho
daño, Joe, y un hombre normal no hace daño. Soy estúpido. Anda, dame otro de tus clásicos
puñetazos- Digo. Me siento estúpido e incómodo. Quiero que esto termine pero no sé de qué
forma. También quiero seguir insistiendo en que soy estúpido y todo, sin que me importe nada
más. Quiero que no me importe nada más. Absolutamente nada.
- Tranquilo, Señor J, respira- Dice Joe. Su aliento es agresivamente el fantasma de la
hamburguesa.
- Joe, sólo quiero que las cosas anden bien. Quiero pensar lineal y coherentemente, quiero ser un
hombre maduro y tratar los problemas con madurez. Joe, estoy perdiendo mucha sangre y no creo
que con el que me sobre lo consiga. ¿Por qué, Joe? ¿Es biológico o sólo una idea tonta?- Estoy
agonizando. Me siento indignado con la forma en que se han sucedido las cosas. Una a una,
acomodándose para que termine sintiéndome insatisfecho.
- Tienes la sangre suficiente para hacer lo que quieras, Señor J, tienes mucha sangre. Eres el
hombre con más sangre en la ciudad- Dice.
- En el universo, Joe- Digo y levanto mi cabeza- Tengo tanta sangre como para llenar muchas
piscinas, sólo por hacer algo, por conseguir madurez, por sentirme satisfecho.
- Mucha sangre, muchacho- Dice. Parece que se le han ido las ganas de disculparse y animarme.
Eso está muy bien. Es hora de que esto termine. La sangre ha dejado de salir de los hoyos de mi
nariz y se ha secado en toda mi cara. Siento el sabor a vísceras calientes, creo que tengo
demasiada conciencia de mis vísceras calientes y percibo mi cuerpo como gigantesco.
- Joe, en verdad creo que eres un buen boxeador, en verdad te lo digo- Digo. Estoy siendo
honesto. Su aliento me parece fresco, repentinamente.
- Ya lo sé, señor J- Dice y sonríe. Descubro que le faltan algunos dientes en el fondo de la boca.
- Sí. Ha sido estúpido todo esto. En realidad quería pedirte un poco de tu hamburguesa- Digo y me
canso de este juego y trato de levantarme.
- Tenías que decirlo, señor J. tenías que decírmelo y te lo daba. Estaba deliciosa- Dice y deja de
sonreír.
- Sí que estaba deliciosa, Joe. ¿Por qué algunas cosas tienen que parecer difíciles?- Digo y me
levanto lentamente. Me toco el rostro y lo tengo todo pegajoso y rojo. La hemorragia se ha
detenido hace rato.
- No lo sé, muchacho, eso es difícil de responder- Dice, se rebusca los bolsillos para alcanzarme
algo con que pueda limpiarme la cara y no lo encuentra. Tiene el rostro inexpresivo.
- ¿Por qué tiene que ser así, Joe? Me hace sentir estúpido no saberlo- Digo y sigo manoseando mi
cara.
- También me siento así a veces, señor J, créeme- Dice.
- ¿Y qué haces para dejar de sentirte así?- Digo. Siento un tipo inservible de esperanza.
- A veces boxeo o como una hamburguesa o no hago nada- Dice. Tiene que irse. Levanta la mano
y me hace adiós y yo también.

Me duele la cara y tengo hambre.

También podría gustarte