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4. ¿Qué es la otredad?
Gran parte de los actos que ejecutamos, de las ideas que pensamos y de las emociones que
experimentamos tienen que ver con alguien, con otra persona: los padres, los hermanos, los
amigos, los parientes, los compañeros de trabajo, la gente que se entrecruza diariamente en
nuestro camino... la gente que lejos, donde quizá sólo hay desierto y sed, muere... los otros
seres vivos: perros tan hambrientos que uno se pregunta qué los mantiene en pie, elefantes
que salvan humanos, delfines siendo capturados para un centro de diversiones... tal vez la
vida fuera de nuestra comprensión... los extraños, los extranjeros, los “raros”...
En suma, nuestra vida se sitúa en un mundo habitado por los otros, es decir, en las
otras vidas. Dice Jean Paul Sartre que el prójimo no es aquél a quien veo, sino aquél que me
ve, el otro soy yo. Dentro de estas cavilaciones es justo decir que la palabra otredad indica
de manera amplia todas esas relaciones con el otro y con lo otro. El término, de cuño
filosófico, no es una mera idea abstracta, no hay propiamente una idea, sino personas y
situaciones. El otro es mi reflejante, aquél que me revela ante mí mismo; lo otro es todo
aquello que hay en este mundo, incluso en mí, que indica lo diferente: la locura, el
erotismo, la enfermedad, la extranjería, el atrevimiento...
Así pues, la otredad es una especie de eje cultural que denomina las relaciones entre
seres, entre lo uno y lo otro, entre tú y yo, entre nosotros y ustedes, entre la mujer y el
hombre, entre los poseedores y los desposeídos, entre los colonizadores y los indígenas,
entre los ancianos y los jóvenes. Personalmente, después de la inmersión poética, considero
que la otredad es una vía, un camino que nos lleva a nosotros mismos, una senda para ser
en verdad humanos. Incluso es el fondo del hecho literario: las novelas, los cuentos, las
obras dramáticas y los poemas nos dan cuenta de las mismas historias de otros modos,
maneras distintas que se renuevan cada noche. La metáfora y otras figuras literarias
intercambian un signo por otro, pero no ocultan las palabras ni sus significados, al
contrario: revelan el verdadero nombre de los seres y las cosas: gorriones que son cuchillos
que son heridas de amor, dolores que extraen tanta frente de la frente.
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16. ¿Qué relaciones descubrió entre una filosofía como la de Jean Paul Sartre y la
poesía de Vallejo?
Jean Paul Sartre afirma que el prójimo no es aquél a quien veo, sino aquél que me mira: el
otro soy yo. El otro desentraña mi ser yo, me ayuda a saberme, es mi reflejante y yo el
suyo. Sartre, como Vallejo, destacan la importancia del cuerpo y de las relaciones con el
cuerpo. Vallejo se adelanta al existencialismo para hablarnos del devenir del ser humano en
humano: el hombre no es un ser dado, se forma, se reconoce en su andar. También Vallejo y
Sartre coinciden en su humanismo: el hombre elige el hombre, es custodio responsable de
los otros, de los que están lanzados a existir. Si en alguna obra dramática del filósofo
francés, algún personaje afirma que “el infierno son los otros” es un punto de vista del
personaje, causado quizás por la radical alteración que significan los otros en nuestras
vidas; pero sin alteración no hay alteridad.
17. ¿Por qué no participó de las ideas de Mijail Bajtín sobre el otro para el análisis de
los poemas?
Al inicio de la investigación consulté su obra y la contemplé, sin embargo, mi apreciación
en aquel momento, cuando el trabajo apenas era un proyecto, fue que las ideas de Bajtín se
aplicaban a las obras narrativas. Ahora no lo pienso así, creo que cualquiera que desee
aproximarse a la creación de personajes y situaciones debe atravesarse por las páginas de
Estética de la creación verbal porque en ella nos habla de personas y situaciones profunda
y complejamente humanas. Cuando habla de la espacialidad del personaje, contempla el
horizonte limitado del yo y su relación con el otro, el único que puede abrazarnos y
abarcarnos (como sucede al final de algunos poemas de Vallejo: el abrazo es
reconocimiento de la dignidad humana), el único al que podemos palpar amorosamente
todos sus límites, su fragilidad y su finitud; sólo mis labios pueden tocar los suyos.
Entonces, ahora creo aplicable la perspectiva de Bajtín a la poesía, no sólo a la narrativa.