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Serie Filosofía
Impresión
Morfa Impresión, S.L.
A mi hijo,
jan Robert Bloch
CONTENIDO
EL PRINCIPIO ESPERANZA
Prólogo.......................................................................................... 25
Francisco Serra
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FRANCISCO SERRA
!3
FRANCISCO SERRA
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LA ACTUALIDAD DE ERNST BLOCH
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FRANCISCO SERRA
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LA ACTUALIDAD DE ERNST BLOCH
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FRANCISCO SERRA
IS
LA ACTUALIDAD DE ERNST BLOCH
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FI\ANCI5CO SERRA
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LA ACTUALIDAD DE El\NST BLOCII
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EL PRINCIPIO ESPERANZA
PRÓLOGO
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EL PRINCIPIO ESPERANZA
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PRÓLOGO
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EL PRINCIPIO ESPERANZA
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PI\ÓLOGO
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EL PRINCIPIO ESPERANZA
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PRÓLOGO
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EL PRINCIPIO ESPERANZA
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1'1\0LOGO
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EL PRINCIPIO ESPERANZA
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/'RÓLOGO
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EL PRINCIPIO ESPERANZA
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PRÓLOGO
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EL PRINCIPIO ESPERANZA
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1'1\ÓLOGO
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EL PRINCIPIO ESPERANZA
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1'1\ÓLOGO
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[L PRINCIPIO ESPERANZA
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PRÓLOGO
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Parte Primera
(Informe)
47 i
Ir!
l'lQUEÑOS SUEÑOS DIURNOS
Entre sí
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4. ESCONDITE Y BELLA LEJANIA
En casa y ya en camino
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,11
PEQUEÑOS SUEÑOS DIUI\NOS
Zarpar en barco
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J. LA l!UilJA Y LL RETORNO lJH VENCEDOR
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I'LQULNOS SULNOS LJIUI\NU;
La corteza centelleante
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LA /lUIDA Y LL /\[TORNO DEL VENCEDOR
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PEQUEÑOS SUENOS DIUI\NOS
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5 LA HUIDA Y EL RETORNO DEL VENCEDOR
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PEQUEÑOS SUEÑOS DIURNOS
El rocín cojo
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LO> ULSEOS SIIZONIIUOS Y >US IMAGENLS
l. Bloch fue de los primeros en percatarse del peligro que representaba la figura
de Hitler y escribió un artículo, <<Hitlers Gewalt», en 1924, recuperado en Erbschaft
dieser Zeit (Gesamtausgabe [GA] 4, Suhrkamp, Frankfurt a.M.), pp. 160 ss. Años des-
pués dedicó muchos trabajos, de gran interés, al análisis del nazismo: véanse los traba-
jos recogidos en el volumen de las obras completas ya mencionado y Politische Mes-
su11ge11, l'estzeit, Vomrdrz (GA 11), pp. 87-330.
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PEQUEÑOS SUEÑOS DIURNOS
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&. LOS DESEOS SAZONADOS Y SUS IMÁGLNLS 1!
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PEQUEÑOS SUEÑOS DIURNOS
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6. LOS DESEOS SAZONADOS Y SUS IMÁGENES
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PEQUEÑOS SUEÑOS DIURNOS
El vino y la bolsa
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LO ()UL QULDII 1'01\ DLSL/11\ EN lll VLJEZ
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PEQUEÑOS SUEÑOS DIURNOS
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1O ()LJL QUEDA 1'01\ DLSEAI\ LN LA VLJLZ
65
PEQUEÑOS SUEÑOS DIURNOS
El atardecer y la casa
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7. 10 ()U[ QUEDA POR DESEAR EN LA VEJEZ
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PEQUEÑOS SUEÑOS DIURNOS
hallarse más lejos del ajetreo capitalista que una juventud que confun-
de el ajetreo con la vida. El anciano, con el que el mundo capitalista
no sabe qué hacer, tiene aquí el derecho a ser <<anticuado>>. Derecho a
ser distinguido, a adoptar una actitud, a utilizar palabras, a dirigir
miradas que no proceden del día y que no están tampoco destinadas
al día. Derecho a corporeizar épocas en que no todo era tráfico
económico y, sobre todo, épocas en que dejará de ser. Esto hace
posible un lazo extraño, y, sin embargo, comprensible, entre muchos
viejos de hoy y una época nueva, una época sin lobos atildados,
hábiles y robustos: la época socialista. El deseo y la capacidad de vivir
sin apresuramientos miserables, de ver lo importante y olvidar lo
insignificante: he aquí la vida en sentido propio en la senectud.
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8. EL SIGNO DEL CAMBIO
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Parte Segunda
(Fundamentación)
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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9. LO QUE TIENE LUGAR COMO IMPULSO
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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1 1. EL 11 O M U 1\ E C O M O UN S E R D E 1 M P U L S O S D E BASTA N TE A M P L 1TU D
El cuerpo individual
75
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
76
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La pasión cambiante
i
no hay ninguno que se nos presente con contornos definitivos. Con
los nuevos objetos surgen afanes y pasiones de direcciones distintas,
de las cuales, todavía ayer, nadie sabía nada. El impulso de la ganan-
cia, un impulso, por lo demás, adquirido, se ha extendido de una 1
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77 ·1
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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12 IJIVti\SAS CONCEPCIONES DEL IMPULSO HUMANO FUNDAMENTAL
El impulso sexual
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LA CONCIENCIA ANTICII'AilOHA
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12. IJIVli\SA; CONCEPCIONES DEL IMPULSO IIUMANO FUNDAMENTAL
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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12 IJIVLI\SAS CONCEPCIONES DEL IMPULSO HUMANO FUNDAMENTAL
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LA CONCIENCIA ANTICII'ADOI\A
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l.
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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12. DIVERSAS CONCEPCIONES DEL IMPULSO HUMANO FUNDAMENTAL
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l A eO N e 1 E N e 1A A N r 1 e 1 1' A lJ O 1\ A
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12 UIVLRS/\S CONCEPCIONES DEL IMPULSO HUMANO FUNDAMENTAL
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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12. IJIVEI\SAS CONCEPCIONES IJEL IMPULSO IIUMANO FUNDAMENTAL
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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12. lliVLI\SAS CONCEPCIONES DEL IMPULSO HUMANO FUNDAMENTAL
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
La necesidad acuciante
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13. LA LIMII ACION IIIST0RICA DE LOS IMPULSOS FUNDAMENTALES
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1
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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13 1/\ IIMII/\CIÓN IIISTÓRICA DE LOS IMPULSOS FUNDAMENTALES
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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1 J. L/\ LIMII /\CJ6N IIISTÓI\IC/\ DE LOS IMPULSOS FUNDAMENTALES
ción del hombre -que no existe sólo en el selfish system, esta fase
capitalista del egoísmo, sino antes de ella, y sobre todo después de
ella- lo que busca no es, ni mucho menos, el mantenimiento de lo
que el yo mismo ha llegado a ser por accesión y evolución. La propia
conservación significa, en último término, el apetito de tener a mano
situaciones más propias y más adecuadas al yo que se desenvuelve, y
que se desenvuelve, sobre todo, en y como solidaridad. Si estas
situaciones se acercan, ya en ellas se prepara un auto-encuentro; y el
auto-encuentro comienza con alta emoción frente a todos los fenó-
menos y obras que apuntan a una situación final. Sin embargo,
nuestro yo, con su hambre y sus ampliaciones variables, permanece
siempre abierto, móvil, ampliándose a sí mismo.
Para volver a hablar del hambre, hay que decir que no sólo los
impulsos inmediatos proceden de ella. De ella proceden también
los impulsos en tanto que <<sentidos», como sentimientos del impulso,
los cuales son percibidos en su intensidad por la apetencia o la
repugnancia. Estos impulsos impulsantes, no sólo directamente, sino
como sentimiento, son los movimientos del ánimo o afectos; y si el
hombre se concentra en un solo afecto, éste se convierte en pasión.
Por todos los movimientos del ~inimo circula, empero, una savia muy
especial que procede del corazón como una sangre psíquica. Y como
en todo afecto, a diferencia de las sensaciones y las representaciones,
se da una temperatura interior, ésta se percibe también a sí misma.
Los afectos se diferencian por eso, y no en último término, de las
sensaciones y de las representaciones en que tienen lugar ante sí, de
tal manera que se percatan de su proceso como si se tratara de un
sentimiento casi inmediato de sí mismo. Más aún, en esta percepción
<<según la situación>> los afectos pueden tener lugar vagamente y antes
de que surja un claro objeto exterior con el que se relaciona el ánimo
en movimiento. Y ello no sólo en la situación difusa e indecisa que se
llama <<estado», y también, menos directamente, «estado de ánimo»,
sino igualmente en situaciones más claras, en aquellos movimientos
de ánimo, al menos, que forman parte desde muy temprano de la
<<disposición» orgánica. En jóvenes, por ejemplo, y en ciertos tipos
eróticos a lo largo de toda la vida, se suele dar una especie de
enamoramiento intransitivo, en el que sólo posteriormente entran sus
objetos propios; objetos que no les estaban dados anticipadamente,
99
LA CONCIENCIA ANTICII'AIJOI\A
1
narcisistamente, es decir, con el propio cuerpo. Y así existe también
-no como movimiento del ánimo, pero sí como estado de ánimo-
una ligereza de carácter, como hay una esperanza que no aparece
sólo, ni mucho menos, cuando sabe claramente qué es lo que espera.
Elevando toda la <<disposición» orgánica a un estado de ánimo, se
habla, o se hablaba en otro tiempo, de un <<temperamento» sanguíneo
o, al contrario, de un <<temperamento>> melancólico. Y aquí es posible
pasar del simple estado de ánimo a movimientos intransitivos del
ánimo sin ningunos -o muy débiles- contenidos imaginados que los
sustenten. Cuanto mayor número de contenidos de la sensación y de
la imaginación aparecen, tanto más claramente estos procesos intran-
sitivos se hacen transitivos y referidos a un objeto: de igual manera
que la representación de algo que desear hace que la vaga apetencia se
convierta en deseo con contenido, así también impera en el mundo de
los afectos el amor de algo, la esperanza de algo, la alegría por algo.
Desde luego, no sería posible ni apetencia ni repugnancia sin algo
externo que las provocara; sólo que este algo externo no tiene que ser
claro desde un principio. Los afectos no quedan limitados a la mera
vivencia de sus vivencias, y menos aún en la interpretación idealista
de que su contenido se presenta sólo como «materia», y no también
como objeto concreto externo claramente estimulante. Pero es impo-
sible ignorar la diferencia respecto a representaciones y pensamientos
también en el proceso por el que los afectos se hacen transitivos. La
diferencia está caracterizada por la naturaleza de la intencionalidad
afectiva, una intencionalidad que tiene lugar especialmente en sí
misma, retraída semiinmediatamente a sí misma. También en la
representación y en el pensar hay un acto intencional, que ha sido
separado del <<objeto apuntado» -aunque exagerándolo fatalmente
desde el punto de vista idealista- por Franz Brentano y después por
Husserl. Pero este acto no es representado ni pensado en la represen-
tación o en el pensamiento, sino que tiene que ser hecho accesible
laboriosamente a la «percepción interna». En los afectos, en cambio,
no es primero necesario un análisis posterior en el sentido de Brenta-
no, una liberación de la <<psicología del acto» respecto a la <<psicología
del contenido»: los afectos están dados ellos mismos en presente
como actos intencionales. Y están dados presente-intensivamente 1
100
1J LA LIMII ACION IIIST0RICA DE LOS IMPULSOS FUNDAMENTALES
i
mental del hambre, que se agita primariamente en sí mismo, todos los
afectos son primariamente estados de sí mismos, y precisamente
como tales estados de sí, son las intenciones más activas. Por razón de
su afección a sí misma, la vida de los afectos no sólo es una vida de
proximidad intensiva, eminentemente intencional en sí, sino que es
también el modo del ser que Kierkegaard llamó en su tiempo existen-
cial. Con otras palabras: sólo el <<ánimo>>, como conjunto de los
movimientos del ánimo, es un concepto <<existencial>>, un concepto de
la <<afección>>, no del concepto teórico objetivo del <<espíritu». Por eso,
no sin razón, con las Confesiones tan altamente emocionales de
Agustín comienza el llamado pensamiento existencial, que hoy tan
1
101
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
10. W. Dilthey, Hombre y mundo en los siglos XVII y XVIII, trad. de E. Ímaz, FCE,
México, 22." reimp. de la 1." ed. de 1944, 1978, p. 477.
102
1 l. LA LIMITACIÓN HISTÓRICA DE LOS IMPULSOS FUNDAMENTALES
103
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
m o, la pax capitalista), brillan con luz propia. Pero este anatema y esta
glorificación no responden al fragmento de verdad -o por lo menos
de experiencia psíquica- que puede hallarse, pese a su confusión, en
la secuencia rechazo-inclinación. En resumen: es preciso eliminar
totalmente los criterios traídos desde fuera a la teoría de los afectos, y
sólo así se pondrá de manifiesto el verdadero orden de los sentimien-
tos instintivos. Este orden tiene que ser descubierto valiéndonos del
mismo apetito experimentado, y el resultado es el único satisfactorio,
la división de los afectos en las dos secuencias: afectos saturados y
afectos de la espera. Con lo que se concede su derecho relativo
también a la secuencia rechazo-inclinación, ya que esta secuencia
penetra, por lo menos, en el grupo de los afectos de la espera, a saber:
como falta de deseo o como deseo. Las secuencias en la verdadera
tabla de los afectos son definibles así de la siguiente manera: afectos
saturados -como envidia, avaricia, respeto- son aquellos cuyo
impulso es reducido, en los cuales el objeto del instinto se encuentra a
disposición, si no a la disposición individual del momento, sí en el
mundo a mano. Afectos de la espera -como miedo, temor, esperan-
za, fe- son, en cambio, aquellos cuyo impulso es extensivo, en los
cuales el objeto del instinto no se encuentra a la disposición individual
del momento, ni se halla tampoco presto en el mundo a mano, de
manera que puede dudarse todavía de su resultado o de que acaezca.
Los afectos de la espera se diferencian, por ello, de los afectos
saturados -tanto según su falta de deseo como según su deseo- por
el carácter incomparablemente más anticipador en su intención, en su
contenido y en su objeto. Todos los afectos están referidos al horizon-
te del tiempo, porque todos son eminentemente intencionales, pero
los afectos de la espera se abren plenamente a este horizonte. Tocios los
afectos están referidos a la temporalidad del tiempo, es decir, al modo
del futuro, pero mientras que los afectos saturados sólo poseen un
futuro inauténtico, es decir, un futuro en el que objetivamente no
ocurre nada nuevo, los afectos de la espera implican un futuro
auténtico, el todavía-no, lo que objetivamente no ha acontecido aún.
De modo trivial, también el temor y la esperanza intencionan un
futuro inauténtico, pero incluso en la satisfacción trivial se inserta una
más plena, que trasciende de muy otra manera que en los afectos
satisfechos lo dado inmediatamente. A ello se debe que en los afec-
tos de espera el ímpetu, el apetito y su deseo descarguen, la mayoría
de las veces, de manera frontal. Estalla como ímpetu, como deseo,
incluso en los afectos de espera negativos, en el miedo y en el temor;
porque allí donde no hay impulso, no hay tampoco falta de deseo, el
104
,, '
cual es sólo el revés de un deseo. Y por encima de todo ello, aquí actúa
un contrasentido de los afectos positivos y negativos, de tal manera
que, como ya tendremos ocasión de ver, también en el sueño angus-
tioso juega un papel la satisfacción del deseo. Y, muy posiblemente,
sobre todo en las imágenes angustiosas y esperanzadas de los sueños
diurnos se mezclan a menudo los fantasmas del miedo y de la esperan-
za, de los afectos positivos y negativos de la espera, indistintos toda-
vía utópicamente. El afecto de espera más importante, el afecto del
anhelo, y, por tanto, del yo es, sin embargo, y sigue siendo la espe-
ranza. Porque los afectos negativos de la espera, el miedo, el temor,
son, sin embargo, pese a todo rechazo, completamente pasivos, repri-
midos, forzados. Más aún, en ellos se nos hace patente un algo de la
autodecadencia y de la nada hacia las que desemboca, en último
término, la mera pasión pasiva. La esperanza, este anti-afecto de la
espera frente al miedo y el temor, es, fJOr eso, el más humano de todos
los movimientos del ánimo y sólo accesible a los hombres, y está, a
la vez, referido al más amplio y al más lúcido de los horizontes. La
esperanza se corresponde a aquel apetito en el ánimo que el sujeto no
súlo posee, sino en el que él consiste esencialmente, como ser insatis-
fecho.
1
Impulso de ampliación hacia adelante: la espera activa
1'
105
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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11. DISTINCIÓN FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
Tendencia al sueiio
Querer que las cosas vayan mejor es algo que no cesa. Del deseo no se
libera uno nunca, o se libera sólo engai1osamente. Sería más cómodo
olvidar este anhelo que satisfacerlo, pero bclónde conduciría ello?
Los deseos no cesarían o se disfrazarían con otros nuevos, o quizá
también nosotros, desprovistos de deseos, seríamos los cadáveres
sobre los que los malvados caminarían hacia su triunfo. No es época
para despojarse de deseos, y los miserables no piensan tampoco en
ello, sino que suei1an con que un día podrán satisfacer sus deseos.
Como suele decirse, sueñan con ello noche y día, es decir, no sólo
durante la noche. Otra cosa sería harto extraña, ya que la privación y
los deseos es durante el día cuando menos cesan. Hay suficientes
sueños diurnos, sólo que no se los ha observado bastante. También
con los ojos abiertos pueden acontecer en el interior cosas bastante
abigarradas y ensoñadoras. Si la tendencia a mejorar lo que ha llegado
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LA CONCIENCIA ANIICII'AIJUI\A
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11 IJIS IINCIÓN 1 UNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
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L 1\ eO N e 1 E N e 1/\ 1\ N 1 1 e 11' 1\ ll O 1\1\
Se puede afirmar, por eso, que es obligación ética del hombre mante-
ner, también en sueños, la pureza de la fantasía, siempre que ello sea
posible por la libertad; y que puede serie también imputado lo bueno
y lo malo que dice o hace en el sueño, siempre que su suerío esté
provocado o modificado por sus apetitos, y siempre que éstos depen-
dan de su libertad u.
13. ]. G. E. Maas, Versuch iiber die l"eidenschaften, I, Ruff, Halle, 1805, p. 175.
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14. DISTINCION FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
14. H. de Balzac, Cuentos libertinos, ecl. ele C. Pujo!, Bruguera, Barcelona, 2 1984.
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LA CONCILNCIA ANIJCIJ'I\JlOHA
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14 DI SI INCION IUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
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LA CONCIENCIA AN.IICII'ADOI\A
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14 UIS.IINCION FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
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LA CONCILNCIA AN IICII'AIJOI\A
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14 DISTINCIÓN FUNDAMENTAL ENTRE SUENOS DIURNOS Y NOCTURNOS
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LA CONCIENCIA ANIICII'ADORA
Y poco antes:
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14 DISTINCIÓN FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
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LA CONCIENCIA ANTICII'ADOI\A
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nn- 1'
1.
1 ·1 IJIS IINCIÓN 1 UNDAMENTAL EN rRE SU E NOS DIURNOS Y NOCTURNOS 1
naba igualmente las regiones alucinadas del opio y del hachís fJaradis 1'1 !·
arli(icicls, no hay duda ele que, dentro de estos terribles arrobos, el del
hachís es el único que puede coordinarse patológicamente con el
sueiio soiiado despierto. Y baste esto como ilustración de una diferen-
cia, incluso desde el punto de vista ele la enervación: la de Morfeo, de
un lado, y la de Fantaso, de otro.
En el sueiio soiiado despierto el yo se encuentra, por consiguien-
te, en un estado muy vivaz, tendente' hacia lo alto. Es demasiado
¡!¡
111
18. L. Lcwin, Phantastica: Narcotic and stimulating drugs: their use and abuse,
Stilkc, Berlín, 1927, pp. 159 ss.
121
LA CONCIENCIA ANTICIPADOI\A
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1·1. UISI INCION 1 UNUAMENTAL ENTI\E SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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14. DISTINCIÓN FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
20. Jámblico, Sobre los misterios egipcios, trad. y notas de E. Á. Ramos Jurado,
Gredos, Madrid, 1997, pp. 85-87.
125
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
' 1
en un mundo mejor planeado o también en uno más elevado estética-
mente, en un mundo sin desengaños. Freud mismo confiere en este
punto un ~cento propio a los sueños diurnos, haciendo de ellos un
estadio preliminar, no sólo de los sueños nocturnos, sino también del
, arte: <<Son la materia prima de la producción poética, porque el
e~critor extrae de sus sueños diurnos, en virtud de ciertas transforma-
ciones, disfraces y renuncias, las situaciones que luego inserta en sus
, relatos, novelas y obras dramáticas>> 21 • Con estas palabras Freud ha
rozado la verdad de lo utópico-creativo, de la conciencia dirigida a lo
nuevo y bueno; pero, sin embargo, el diluido concepto inmediato de
la <<sublimación>> hace irreconocible la psicología de lo nuevo. En su
dimensión de comunidad el sueño diurno se extiende tanto a lo ancho
como en lo profundo, en las dimensiones no sublimadas, sino concen-
tradas, en las dimensiones utópicas. Y éstas proponen sin más el
mundo mejor como el mundo más hermoso, como una imagen
perfecta, tal como la tierra no ha conocido aún. En medio de la
miseria, de la crueldad, de la dureza, de la trivialidad, proyectando o
conformando, se abren amplias ventanas hacia el futuro llenas de luz.
El sueño diurno, como estadio preliminar del arte, tiende, por eso,
tanto más claramente al perfeccionamiento del mundo; es éste inclu-
so su núcleo real y activo: <<Hacia adelante, la vista baja y el dolor de
la tierra 1 entrelazada con la dicha de la ensoñación>>. Así describe
Gottfried Keller en su Poetentod [Muerte del poeta] a los compañeros
del poeta, con su fantasía y su ingenio. El arte recibe del sueño diurno
este carácter utopizante, no como algo livianamente ornado, sino
como algo que lleva también en sí renuncias, las cuales, si no supera-
das por el arte, no quedan tampoco por eso olvidadas, sino, más bien,
abrazadas estrechamente por el gozo de la configuración futura. El
sueño diurno penetra en la música y resuena en su morada universal;
sólo que en ella se nos muestra dinámico y expresivo. El sueño diurno
nos propone todas las figuras de la superación, desde el bandido
noble hasta Fausto; todas las situaciones, desde la dulce aurora hasta
los círculos simbólicos del Paraíso. Por virtud del sueño diurno
lanzado hasta su final, también los hombres y las situaciones van
impulsados hasta su término: la consecuencia, más aún, lo objetiva-
mente posible, se hace así visible. En los escritores realistas estas
posibilidades objetivas se hacen perfectamente distintas en el mundo
trazado por ellos. Y ello no en tanto que la naturaleza se hace -di-
126
14. DISTINCIÓN FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
127
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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14. DISTINCIÓN FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
129
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
la visión del mundo del siglo pasadoJ como algo de carácter mecánicq=
1
Por razón de ello, el sueño diurno~iitópico -especialmente como
viaje hasta el final- es transformado en algo reflexivo o, en términos
psicológicos, en algo introvertido, lo mismo que se hace con el sueño
nocturno. En C. G. Jung este algo introvertido es sumido vertical-
mente hacia lo profundo, a fin de situar Orplid en el mundo arcaico;
desde la <<reserva natural» al período terciario. La arribada a la
fantasía sólo es así posible como arquetípica, es decir, en Jung, sólo al
suelo, hace largo tiempo sumergido, del mito. Frente a todo ello hay
que afirmar como decisivo: Vaduz y Orplid, es decir, lo que se sig-
nifica con estos radicalismos, buscan su plenitud sólo y exclusivamen-
te en el futuro. También la trasposición de estas fabulaciones en un
<<érase una vez» permite vislumbrar, a través del <<fue una vez», el
<<será una vez». También la trasposición en valles aislados o islas de los
mares del Sur, como se ve a veces en utopías antiguas, implica, en el
apartamiento, futuro, en la distancia, un punto de llegada utópico.
También el subsuelo verdaderamente arcaico del recuerdo, al que
tantas esperanzas se retrotraen, el arquetipo Edad de Oro o Paraíso,
se encuentra del mismo modo, como algo esperado, en el <<será una
vez» del tiempo. Con cientos de perlas grandes y pequeñas pende así
lo <<orplídico>> del hilo rojo, tan poco estudiado, de la_utopíat soñada, y
así seguirá manteniéndose siempre unido. La inte,~iÓn~llaciá un
estado perfecto es lo que mantiene unido lo <<orplídico>>, sean cuales
sean los colores con que las clases y sociedades anteriores hayan
pintado este estado perfecto. La voluntad de llegar a un buen fin
recorre así toda la conciencia utópica, penetra esta conciencia con
seres de fábula inolvidables, labora en los sueños de una vida mejor;
pero también, y esto tiene que ser comprendido de una vez, suo
modo, en las obras de arte. La fantasía perfeccionadora del mundo se
da en ellas, no llevando a los hombres y las cosas hasta los límites de
sus posibilidades, agotando y dando forma acabada a todas sus situa-
ciones. Toda gran obra de arte, más bien, descansa no sólo en su
esencia manifiesta, sino también, además, en uoa latencia de la.foeeta
por venir, es decir, en los contenidos de un futuro que no habían
aparecido aún en su época; en último término, en los contenidos de
un estadio final desconocido. Sólo por esta razón tienen siempre algo
que decir las grandes obras artísticas de todas las épocas, y algo nuevo
que la época anterior no había echado de ver en ellas; sólo por esta
razón poseen una <<eterna juventud>> la fabulosa Flauta mágica y una
obra como la Divina Comedia, tan rígidamente vinculada a un mo-
mento histórico. Lo importante es, para hablar con Goethe, el <<sentí-
130
14. DISTINCIÓN FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
El que dos cosas sean diferentes no quiere decir que no haya relación
entre ellas. Entre los estratos del soñador y de la ensoñación hay, a
veces, l!H intercambio. Hay espectáculos multicolores en la noche que
pueden también pervivir durante el día, que revisten la apariencia de
algo extraño y que pueden también ser así representados. Poseemos
notables colecciones de ejemplos de esta especie. Y así Friedrich
Huch pudo publicar cien dibujos bajo el rótulo <<Sueños>>; y la novela
131
\OC:::>\Jt>::S't" '5"· ••vY' "-.,...,. v--, r•. 1 , }
23. A. Kubin, La otra parte. Una novela fantástica, trad. de J. J. del Solar, Labor,
Barcelona, 1974.
24. G. Keller, Enrique el Verde, trad. y ed. de I. Hernández, Espasa-Calpe, Ma-
drid, 2001, pp. 767 SS.
14. DISTINCIÓN FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
133
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
27. J. Joyce, Ulises, trad. de J. M." Valverde, Tusquets, Barcelona, 1994, p. 505.
134
•·t
DISTINCIÓN FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
135
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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14. DISTINCIÓN FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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14. DISTINCIÓN FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
Los sentimientos de los impulsos no son ya, desde luego, tan depen-
dientes del estado de ánimo ni permanecen en esta dependencia. Los
sentimientos de los impulsos se destacan pronto distintamente de este
<<sentirse>> como <<pura>> envidia, odio <<descubiertO>>, confianza <<ilimi-
tada>>. La alegría, por ejemplo, este sentimiento vital alado y general,
es un estado de ánimo; el gozo claro y brillante es, en cambio, un
afecto. Y los afectos no sólo se destacan así de lo difuso, sino también
de lo relativamente aislado. Por eso, aunque desaparezca el vehículo
del estado de ánimo, el sueño diurno sigue resonando: ahora, empe-
ro, como un sueño que se mueve en el medium de los afectos de la
espera. Éstos, una clase especial de afectos, han favorecido ya el sueño
diurno en el medium del estado de ánimo; ahora aparecen aquí, de
nuevo, diferenciándose por la intensa intencionalidad anticipadora,
de los afectos saturados33 • La intención en todos los afectos de la
espera señala hacia adelante, la temporalidad de su contenido es
futuro. Cuanto más próximo se halla éste, tanto más intensa, tanto
más <<ardiente>> es la intención de la espera como tal; cuanto más
ampliamente afecta al yo volitivo el contenido de una intención de
espera, tanto más totalmente se lanza a ella el hombre, tanto <<más
profundamente>> se convierte en pasión. También intenciones de
espera con un contenido contrario a la propia conservación, tales
como la angustia o el miedo, pueden convertirse en pasión, no menos
141
\<
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
142 l
14. DISTINCIÓN FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
143
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
36. !bid.
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14. DISTINCIÓN FUNDAMENTAL ENTRE SUEÑOS DIURNOS Y NOCTURNOS
37. Th. Mann, Muerte en Venecia, trad. de J. J. del Solar, en Muerte en Venecia y
Mario y el mago, Edhasa, Barcelona, 2 1986, pp. 79-80.
145
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
l
tienen ni el estado de ánimo ni los afectos negativos de la espera,
capaz de rectificación y agudización lógico-concreds. Como conse-
cuencia de ello, la esperanza no es sólo un contraconcepto de la
angustia, sino también, independientemente de su carácter de afecto,
un contraconcepto del recuerdo; se trata de una referencia a una
representación y a un proceso puramente cognoscitivo, que no posee
ningún otro afecto. Y respecto a la angustia, por no hablar ya de la
nada de la desesperación, la esperanza se comporta con una potencia
tan determinante, que podría decirse: la esperanza anega la angustia.
Ningún <<análisis existencial>> -si realmente es un análisis del existere
y no del corrumpere- podrá jamás descubrir la esperanza como una
<<decisión anticipada a la muerte>>. La esperanza, al contrario, está
proyectada hacia el punto de la muerte como hacia un punto de luz y
vida, como un punto que no representa la última palabra para la
frustración. Y por eso lleva en sí siempre el contenido intencional:
hay todavía salvación ... en el horizonte. <<Allí donde alienta el peligro,
allí crece también la salvación>> 38 • Este verso de Holderlin anuncia sin
más el punto decisivo dialéctico-positivo en el que ha desaparecido el
miedo al momento de la muerte. La incertidumbre del desenlace
permanece, sin duda, exactamente lo mismo que en el miedo; pero,
sin embargo, una incertidumbre que no roza, como en el miedo, la
preocupación pasiva, el peso de la preocupación, la noche en que es
la nada, sino el día, la amiga del hombre. Peligro y fe son la verdad de
la esperanza, de tal suerte que ambos se encuentran unidos en ella, y
el peligro no lleva en sí ningún miedo, y la fe, ningún inerte quietis-
mo. La esperanza es por eso, en último término, un afecto práctico,
militante, que enarbola su pendón. Si de la esperanza nace la confian-
za, tenemos o casi tenemos el afecto de la espera hecho absolutamente
positivo, el polo opuesto a la desesperación. Como ésta, también la
confianza es espera, una espera superada, la espera de un desenlace
sobre el que no cabe la menor duda. Pero mientras que en el afecto de
la desesperación la intención de espera se da sólo como cadáver, en la
confianza se nos da como la virgen inteligente que, al entrar en el
,. aposento del amado, ofrece tanto su intención como su renuncia a
ella. La desesperación roza casi totalmente aquella nada a la que se
aproximan todos los afectos de espera negativos; la confianza, en
cambio, tiene en el horizonte el todo al que se refiere ya esencialmen-
38. F. Holderlin, Patmos, en Obra poética completa II, ed. bilingüe y trad. de F.
Gorbea, Ediciones 29, Madrid, 5 1986, p. 141.
146
-------------
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
'11'
1
(Heráclito 40 )
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15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
41. S. Freud, El «YO>> y el «ello>>, en Obras completas, cit., vol. 15, p. 2704.
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15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
Lo todavía-no-consciente en la juuentud,
en las épocas de transición, en la productividad
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
43. Palabras que aparecen en el comienzo de Geist der Utopie (1918), en GA 16,
Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1971, p. 9, y que hacen referencia a la obra de Dante La
vida nueva, que Bloch gusta de utilizar en muchas ocasiones.
44. F. Bacon, La gran Restauración, trad. de M. Á. Granada, Alianza, Madrid,
1985, p. 166.
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
Vigilaba y soñaba el
viaje audaz por el océano del futuro.
46. F. Holderlin, «En las fuentes del Danubio», en Obra poética completa II,
cit., p. 87.
155
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
Hasta aquí, sobre la gran inquietud, cuando ésta se cubre con el sueño
hacia adelante: como una inquietud activa, dirigida con el nuevo
origen contra la rigidez que se constituye en el presentimiento. Este
156
15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
158
,..
15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
Por propia experiencia conozco este estado del ánimo, o mejor dicho,
de la razón, cuando uno se ha lanzado con interés y con sus sanciones
a un caos de los fenómenos [... ],y teniendo certeza interna acerca del
objetivo, no se ha llegado aún a alcanzar claridad y detalle de la
totalidad [... ] Todo individuo experimenta un giro semejante en su
vida, el punto oscuro de concentración de su ser51 •
159
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
160
------------
55. Th. Carlyle, Los héroes, trad., prólogo y notas de J. Farrán y Mayoral, Orbis,
Barcelona, 1985.
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15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
59. Gruta o caverna de Escocia en la isla de Staffa, notable por las columnas de
basalto que sostienen una bóveda del mismo material. El ruido del mar que penetra
hasta el fondo inspiró a Mendelssohn una obertura.
169
,
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
60. Hay dos ediciones castellanas de la obra fundamental de Bachofen Das Mut-
terrecht, pero ambas son selecciones de algunos capítulos de la extensa obra: El ma-
triarcado. Una investigación sobre la ginecocracia en el mundo antiguo según su natu-
raleza religiosa y jurídica, ed. de María del Mar Llinares García, Akal, Madrid, 1987,
y Mitología arcaica y Derecho materno, ed. de Andrés Ortiz-Osés, Anthropos, Barcelo-
na, 1988. Es de interés para esta cuestión sobre todo el capítulo titulado <<Cuestiones
de método» (pp. 27-71 y 52-115, respectivamente).
170
~--~-------~-----------------------------------------------------------.~-
i
mientos procede del polo nocturno de la conciencia: la creación
coincide con el impulso y el instinto, con el visionarismo atávico y el
susurro de lo profundo. Para el romántico no había nada que le fuera
tan afín en la vertiente del día, ni siquiera en el lado de la conforma-
ción y de la plenitud. Toda productividad, incluso la actitud de
!
expectatiy~ en que tan rico es el Romanticismo, se concentra aquí en
1
Tan rico era aquel mundo ido; un mundo sumergido sobre el que
discurren las olas. Aquí y allí asoman todavía algunas ruinas, y cuando
se aclara el ntt"bión de las profundidades, vemos también cómo yacen
en el fondo sus tesoros. Desde una gran lejanía miramos el maravillo-
so abismo en el que se encuentran todos los misterios del mundo y de
la vida. Pero ¿podemos penetrar en esa raíz de las cosas que se halla
oculta en Dios? La mirada se centra en las profundidades, nos
fascinanlos enigmas desde la lejanía, pero·la corriente empuja hacia
arriba y lanza hacia el presente al que se ha sumergido 61 •
171
r LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
62. Jean Paul Richter, Introducción a la estética, ed. de Pedro Aullón de Haro,
con la colaboración de Francisco Serra, sobre la versión de Julián de Vargas, Verbum,
Madrid, 1991, p. 49.
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15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVlA-NO-CONSCIENTE
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
174
15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
nes del futuro; si surge, empero, a la luz una mínima parcela de esta
oscuridad, es sólo a la luz que, en último término, apunta a la re-
gresión. Precisamente en conexión histórica con las petites pe:cep-
tions, la arcaización, otra vez actual, del inconsciente.nós previene,
unavez más: los límites frente al novum en el gran progresista que fue
Leibniz se convierten en guillotina del novum en la última psicología
burguesa del inconsciente. Y es que, como ahora vemos claramente, : 1
175
r LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
176
15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
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15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
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LA eO N e 1 E N e 1A A N 1 1 C 1 1' 11 IJ () R 11
69. La aparición del libro de J. Kerner sobre la vidente ele l'revost suscitó tal
interés que el autor fundó una revista dedicada a publicar informes similares sobre
fenómenos espiritistas o paranormales en toda Europa (sobre Kcrner y su influencia
sobre Jung cf. el libro de R. Noll]ung. El Cristo ario, Vergara, Barcelona, 2002,
p. 360).
180
lo. lJESCUUI\IMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
1
1
' 1
1 1
estos profetas-ventrílocuos enfermizos, desde la Sibila hasta Nostra- ' 1
1
damus, algo que trascienda el ámbito de las cosas conocidas, sino la
ordenación en otro sentido de estas mismas cosas. Mientras que, en
cambio, Bacon, que no era un adivino, sino un utópico reflexivo, vio,
de modo impresionante, auténtico futuro en su Nova Atlantis. Y ello
¡·
basado sólo en su olfato consciente de la tendencia objetiva, de la
posibilidad real-objetiva de su tiempo.
Y es que la mirada hacia adelante se hace justamente más aguda a 1 1
J i
medida que se hace más claramente consciente. En esta mirada el
sueño quiere ser en absoluto claro y el presentimiento, en tanto que
auténtico, lúcido. Sólo cuando la razón comienza a hablar, comienza 1 i
desliz~1ndose así nüs y más hacia las sombras del pasado. Y las
1 '
1 1
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111 CONCILNCIII /IN 1 ICII'/\IJCJI\11
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15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
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l i\ eO N e 1 L N e 1i\ i\ N 1 1 e 11' i\ IJ Cl H i\
184
''
1> ULSCUIII\IMIENrO DE LO lODAVIA-NO-CONSCIENTE
72. La expresión «Suetio de una cosa», muy utilizada por Bloch, aparece en la
carta de Marx a A. Ruge de septiembre de 1843, recogida en Obras de K. Marx y F.
Engels (OME), Crítica, Barcelona/Buenos Aires/México, 1978, vol. 5, ed. a cargo de
José M." Ripalda, p. 176. Da título también a su breve trabajo <<Traum von eincr
Sache», en Gesamtausgabe 1O, pp. 163 ss.
185
LA CONCIENCIA ANIICII'AIJOI\A
186
1 ',
187
1A CONCII NCIA AN IICII'Allül\A
73. B. Mandevillc, La fábula de las abejas o los vicios privados hacen la prosperi-
dad pública, trad. de J. Fcrratcr Mora, FCE, México, 1982.
188
•T
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LA CONCII.NCIA AN IICII'AlJOI\A
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15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
dose, y es para ello, sobre todo, para lo que sirve la mirada aguda.
Este algo inconcluso aparece en su dimensión más amplia y confusa
en la ideología, siempre que ésta no se agote simplemente en su mera
vinculación a la época; ni tampoco con la mera conciencia falsa
acerca de su época, que ha acompañado hasta ahora todas las cultu-
ras. La ideología misma procede, desde luego, de la división del
trabajo, de la separación subsiguiente a la comunidad primitiva entre
trabajo material y trabajo intelectual. Sólo desde este momento fue
posible que un grupo que disponía de tiempo para la elaboración de
ideas se sirviera de éstas para engaiiarse a sí mismo y, sobre todo, para
engañar a otros. Como las ideologías, por tanto, lo son siempre en sí
de la clase dominante, justifican también siempre la situación social
dada, negando sus raíces económicas, encubriendo la explotación.
f~sta es la situación en todas las sociedades clasistas, y de la manera '1
•1,
más evidente en la sociedad burguesa. En la formación ele ideologías "
en estas sociedades hay que distinguir tres fases, de valor muy diferen-
te y con un cometido diferente, en la superestructura espiritual,
demasiado espiritual: la fase preparatoria, la triunfal y la decadente.
La fase preparatoria de una ideología sirve a su propia infraestructura
aún no afirmada, oponiendo su superestructura nueva y progresiva a
la superestructura caduca de la anterior clase dominante. La clase
llegada así a la dominación inicia ella misma la segunda fase, en tanto
que -eliminando a veces «equilibrios» más o menos clásicos de
anteriores impulsos revolucionarios- asegura su propia infraestruc-
tura, ahora ya establecida, la fija política y jurídicamente, y la orna-
menta política, jurídica y culturalmente. El aseguramiento como el
ornato se ven apoyados por una armonía, aunque sólo temporal,
entre las fuerzas de la producción y las relaciones de producción.
La clase en decadencia inicia la tercera fase ideológica, en tanto que
-desaparecida casi plenamente la buena fe de la conciencia falsa, es
decir, por medio de un engai1o casi absolutamente consciente-
perfuma la putrefacción de la infraestructura, convierte por una
aureola fosforescente la noche en día y el día en noche. En la sociedad
clasista, por tanto, la infraestructura económica queda cubierta por la
niebla de una falsa conciencia interesada, bien sea que esta ilusión se
articule como apasionada, clásica o decadente, como ascensión, cul-
minación o acicalamiento. En una palabra, como ninguna explota-
ción puede permitirse la desnudez, la ideología es, desde este punto de
vista, la suma de representaciones con las cuales una sociedad se ha
justificado y aureolado en los distintos momentos con ayuda de la
falsa conciencia. Ahora bien: siempre que se piensa en la cultura, ¿no
191
l. A eO N C 1L N e 1A A N 11 e 1 1' A IJ U 1\ A
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15. DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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ló IJlSCU~RIMIENTO DE LO TODAVÍA-NO-CONSCIENTE
"'W
' 1:
dad, e incluso, a trechos, en la penumbra de su ocaso. Toda gran
cultura hasta el presente es resplandor de algo logrado, siempre que
1;
este algo pudiera ser conformado en imágenes e ideas en las alturas
plenas de perspectiva de la época, es decir, no sólo en y para su época. l,
No hay duda de que, a través de todo ello, el sueii.o de una vida 1
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1
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t A C O N C t LN C tA A N t t l t 1' A tJ U 1\ A
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80. Véase K. Marx, Crítica de la filosofía del Derecho de Hegel, en OME, vol. 5,
p. 234.
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¡; UI.SCUili\IMIENrO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
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lA eO N e 1l N e 1A A N 1 1 L 11' A U O 1\ A
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LA CONCILNCIA ANIICII'AIJOHA
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' ,
1 ;, IJLSCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
La verdad del arte no debe ser, por eso, simple exactitud, a la que se
limita la mera imitación de la naturaleza, sino que lo externo tiene
que coincidir con un algo interno que coincide en sí mismo, y que por
ello puede revelarse como sí mismo en lo externo. En tanto que el
arte lleva :1 una armonía con su verdadero concepto de lo que en el
resto de b existencia se halla maculado por el acaso y la exterioridad,
da de bdo todo lo que en la fenomenalidad no responde a aquel
concepto, y hace surgir el ideal por medio de esta purificación" 2 •
209
LA CONCIENCIA ANTICII'ADOI\A
83. Obras de lbsen que pueden encontrarse en Teatro completo, cit.: Casa de
muñecas (pp. 1236 ss.), Espectros (pp. 1303 ss.), El pato salvaje (pp. 1440 ss.).
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15 DESCUBRIMIENTO DE LO TODAVIA-NO-CONSCIENTE
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1ó DLSCUUI\IMIENTO DE LO TODAViA-NO-CONSCIENTE
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L/1 CONCI[NCI/1 /\NIICII'IIDOI\11
¿Hasta qué punto nos empujan hacia adelante? El deseo quiere algo,
no se trata de cualquier cosa, es raro que se atormente en el vacío. Y
sin embargo, ¿se apresura a desembarcar? El impulso que labora en
él, ¿logra lo perseguido? Durante algún tiempo el impulso puede ser
satisfecho sorprendentemente, incluso todo apetito. Y es que al que
está satisfecho nada le es más indiferente que un trozo de pan, y para
el lleno de curiosidad nada más viejo que el periódico acabado de
leer. Tras de ello surge todo, otra vez de nuevo, y cuando se trata del
hambre, no hay deseos congelados. Y las imágenes que se han repre-
sentado también un deseo satisfactorio vagan, a veces, en el aire,
como si no pudieran descender a la tierra. El deseo y la voluntad hacia
ellas perviven, ellas mismas perviven. También de los sueiíos realiza-
bles no se cumple todo cuando llegan a terreno llano; a menudo
queda un resto. Es un resto aéreo, incluso ventoso, pero es, sin
embargo, más intenso que la carne, perceptible pese a todo. Un
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16. RESTO IMAGINATIVO UTÓPICO EN LA REALIZACIÓN
86. Stendhal, Del amor, precedido de J. Ortega y Gasset, Del amor en Stendhal,
trad., prólogo y notas de C. Bergés, Alianza, Madrid, 1968, p. 299.
219
LA CONCIENCIA ANIICII'ADOHA
220
IG 1\lSfO IMAGINATIVO UTÓPICO EN LA REALIZACIÓN
1'
verificación en un original, por perfecto que éste sea. Con esta
«imagen azulada>> pueden compararse dos ejemplos, ambos tan acon-
tecidos y reales en la vida como el ejemplo de Berlioz, y cuyos
protagonistas son dos personas tan diferentes como el desgarrado
lírico Lenau y el pedante cristólogo Kierkegaard; en ambos, empero,
tiene lugar la misma catástrofe del espejismo. Lenau partió para
América no sin intención de que la separación le hiciera más presente
a su prometida de lo que habría sido posible teniéndola a su lado;
insatisfecho con la simple imagen, con anhelo intensificado por el
original, vuelve a la patria, y aquí surge el poema titulado «Mudanza
del anhelo>>:
221
LA eO N e l l N e 1A A N 1 1Cll' A IJ Cl 1\ A
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16. 1\ESTO IMAGINATIVO UTÓPICO EN LA REALIZACIÓN
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LA eO N e 1 [N C 1A A N 1 1 < 11' A 1 > lJ 1\ A
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16 RESTO IMAGINATIVO UTÓPICO EN LA REALIZACIÓN
Pura, por tanto, retirada, fiel, ha vivido ella, la más hermosa de las
mujeres, la Helena sin guerra de Troya, no la coqueta monstruosa, no
el ídolo presente en todos los combates, no el premio del triunfo. La
transmutación es demasiado radical, la desaparición del ídolo de-
masiado amplia, para que Menelao pueda creer en ella, para que,
incluso, quiera creer en ella. A la Helena egipcia se oponen diez años
de fijación en la Helena troyana. Y Eurípicles hace decir también a
Menelao: «Mús confianza que tú me merece la furia del dolor sufri-
do,:)(). Menelao se dispone a partir, cuando llega un mensajero del
barco para comunicarle que el ser que se había tenido por Helena se
ha disuelto en un aire ígneo. Con lo cual apenas si quedan dudas de la
existencia fantasmal de la coqueta troyana, como apenas si quedan
dudas en la realidad de la honesta esposa egipcia: una ráfaga de aire
ígneo aquí -ardiente todavía al desaparecer, al hundirse-, y allí,
algo corpóreo, únicamente real. En Eurípides, Menelao tiene, de
hecho, que darse por contento, y emprende el viaje a casa con la
Helena egipcia, no con la troyana, hacia el palacio real, donde
Homero también nos lo describe, en el canto IV de la Odisea. No
«admirada tanto como odiada», sino como mujer de estirpe que
administra tranquilamente su hacienda, y cuyo ánimo apenas si se
estremece con un recuerdo de Troya. A no ser por un recuerdo más
225
LA CONCILNCIA ANIIl.II'AI>UI\A
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16 RESTO IMAGINATIVO UTÓPICO EN LA REALIZACIÓN
227
LA C O N C 11 N C 1A ~ N 1 1 C 1 1' A D O 1\ A
92. G. von Strassburg, Tristán e !solda, ed. a cargo de B. Dietz, Sirucla, Madrid,
1987, p. 107.
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16. 1\ESTO IMAGINATIVO UTÓPICO EN LA REALIZACIÓN
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LA eO N e 1 L N C 1A A N 1 1 Cl 1' A 1> O 1\ A
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LA CONCILNCIA ANIICII'AilOI\A
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1ó 1\1 S 10 IMAGINATIVO UTÓPICO EN LA REALIZACIÓN
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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LA CONCIENCIA ANIICII'ADOHA
<<El cntico puede, por tanto, enlazar con toda forma de 1:-t
conciencia teórica y práctica, y partiendo de las formas pro-
pias de la realidad existente desarrollar la verdadera realidad
como su deber-ser y su fin último [... ] Entonces se pondrá de
manifiesto que el mundo tiene, desde hace largo tiempo, el
sueño de una cosa, de la que sólo hace falta que posca la
conciencia para poseerla realmente.»
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17 EL MUNDO EN EL QUE LA FANTASIA UTÓPICA TIENE UN CORRELATO
El hombre no es hermético
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LA eO N e 1 E N e 1A A N 1 1 ct 1' A 1l (J 1\ A
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17. EL MUNDO EN EL QUE LA FANTASIA UTÓPICA TIENE UN CORRELATO
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17 EL MUNDO EN EL QUE LA FANTASIA UTÓPICA TIENE UN CORRELATO
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17. EL MUNDO EN EL QUE LA FANTASIA UTÓPICA TIENE UN CORRELATO
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LA CONCILNCIA ANTICII'ADORA
derechos del hombre actuaban ya, sin duda, desde un principio las
tendencias que más adelante iba a traer el más puro capitalismo. Pero
incluso aquí se dibujaba vagamente una ciudad del amor fraterno, una
Filadelfia, bien lejana de la verdadera Filadelfia, situada en el orden
del día de la historia económica y que como tal había de constituirse.
Y no muy distinto de tal Filadelfia hubiera sido también el fruto de las
puras y sólo quiliásticas utopías si, en lugar de fracasar, hubieran
conseguido su objetivo en la medida de lo posible entonces. De haber
acontecido así, se hubieran hecho presentes -en lo logrado mismo-
las condiciones económicas que la voluntad radical hacia el reino
milenario, desde Joaquín de Fiare hasta los milenaristas ingleses, se
había saltado, e incluso tenía que saltarse; y eran condiciones que, por
razón del próximo orden del día capitalista, no estaban, ni mucho
menos, predestinadas a la constitución de un reino del amor. Todo
ello se ha hecho perfectamente comprensible gracias al descubrimien-
to marxista de que la teoría-praxis concreta se halla en íntima co-
nexión con el modus indagado de la posibilidad real-objetiva. La
percepción del correlato de la posibilidad determina tanto la cautela
crítica, que determina la velocidad en el camino, como la espera
fundada que garantiza en consideración al objetivo un optimismo
militante. Y ello de tal suerte que este correlato, como ahora se ve
claro, tiene dos lados: un reverso, por así decirlo, en el cual est¡Í
escrita la medida de lo posible en el momento, y un anverso, en el que
se pone de relieve el totum de lo en último término posible, como
algo siempre abierto. El primero de los dos lados, el de las condiciones
determinantes existentes, enseña el comportamiento en el camino
hacia el objetivo, mientras que el segundo lado, el del tottlln utópico,
quiere prevenir fundamentalmente que los logros parciales en el
camino sean tomados por el objetivo total y lo oculten. Teniendo
todo ello en cuenta, es preciso afirmar: también para este correlato de
doble faz la posibilidad real no es otra cosa que la materia dialéctica.
Posibilidad real es sólo la expresión lógica, de una parte, para la
condicionalidad material suficiente, y de otra, para la apertura mate-
rial (inagotabilidad del seno de la materia). Anteriormente, en el
apartado precedente (véase p. 232), al tratar de las <<causas accidenta-
les perturbadoras» durante la realización, consideramos ya una parte
de las definiciones aristotélicas de la materia. Decíamos que, según
Aristóteles, la materia mecánica (ro E~ &:váyKYJc;) constituye una resis-
tencia que hace que la forma de la entelequia en su tendencia no
pueda expresarse en toda su pureza. Partiendo de aquí, Aristóteles
trata de explicar los muchos obstáculos, acaso perturbadores, así
248
17. EL MUNDO EN EL QUE LA FANTASiA UTÓPICA TIENE UN CORRELAl O
249
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
101. Sobre ello, cf. E. Bloch, Avicena y la izquierda aristotélica, trad. de J. Dcikc,
Ciencia Nueva, Madrid, 1966, pp. 27 ss.
102. V. l. Lenin, Cuadernos filosóficos, Ayuso, Madrid, 1974, p. 132.
103. G. W. F. Hegel, Ciencia de la Lógica, trad. de A. y R. Mondolfo, Solar,
Buenos Aires, -'1982, p. 44.
104. G. W. F. Hegel, Lecciones sobre la historia de la filosofía, trad. de W. Roces,
FCE, México, 1979, 2." reimp. de la l. a cd. de 1955, p. 26.
250
17. [ l MUNDO EN El QUE LA FANTASIA UTÓPICA TIENE UN CORRELATO
251
LA eO N e 1[ N e 1A A N 11 e 11' A J) O 1\ A
252
17. EL MUNDO EN EL QUE LA FANTASIA UTÓPICA TIENE UN CORRELATO
253
LA CONCIENCIA AN IICII'ADOI\A
que aquí sentimos como belleza nos saldrá un día al paso como
verdad?, 2qué decir de la frase de Plotino, y después de Hegel, de que
la belleza es la aparición sensible de la idea? En su período positivista
Nietzsche opone a esta frase la otra más ruda de que todos los artistas
mienten. O en otras palabras: el arte hace más soportable la vista de la
vida tendiendo sobre ella el velo del pensar impuro. Francis Bacon
veía la manzana áurea sobre la fuente de plata no muy lejos del
artificio, contando ambas como parte de los idola theatri. Bacon
compara la verdad a la luz clara y desnuda del día, en la que las
máscaras, disfraces y fastos del mundo no aparecen ni la mitad de
bellos o magnificentes de lo que aparecen a la luz de las velas del
arte 105 • Los artistas, por ello, están entregados a la apariencia desde el
principio al fin, no tienen inclinación alguna por la verdad, sino la
inclinación contraria. En todo el curso de la Ilustración encontramos
premisas para esta antítesis entre arte y verdad, y la Ilustración hizo
sospechosa la fantasía artística desde el punto de vista de la sensibili-
dad fáctica. Son los argumentos empíricos contra lo turbio-insinuan-
te, contra la áurea nebulosidad del arte; y no son los únicos argumen-
tos provenientes de la Ilustración. Porque junto a ellos se encuentran
también los argumentos racionales, los cuales proceden originaria-
mente, desde luego, dellogos conceptual platónico y de su especial-
mente famosa y especialmente radical hostilidad contra el arte, pero
que se resumen de nuevo en la dirección calculadora y racional de la
Edad Moderna burguesa. Y ello también allí donde todavía no podía
echarse de ver la hostilidad contra el arte específica del capitalismo en
el siglo XIX, tal como la caracterizaba Marx (con l'art pour l'art como
reacción y la declaración de guerra de los Goncourt al <<público>>).
Pero aquí tiene también su lugar la extravagante cuestión de aquel
matemático francés que, después de oír la Ifigenia de Racine, se
preguntaba: <<Qu'est-ce que cela prouve?>>. Por extravagante, por
profesionalmente fetichista que la pregunta parezca, se encuentra
como puramente racional en una propia y gran escuela de cerrazón
ante el arte, de la misma importancia que la que procede del empiris-
mo. En todos los grandes sistemas intelectivos de la Edad Moderna
racionalista es muy significativa la eliminación del estrato estético; las
representaciones de este estrato son tenidas como no discutibles en
absoluto científicamente. En el racionalismo clasicista francés flore-
254
17. EL t'1UNDO EN EL QUE LA FANTASIA UTÓPICA TIENE UN CORRELATO
255
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
106. A. von Humboldt, Cosmos: ensayo de una descripción física de/mundo, ver-
tido al castellano por B. Giner y]. de Fuentes, Gaspar y Roig, Madrid, 1874-1875,
vol. II, p. 45.
256
17. EL MUNDO EN EL QUE LA FANTASIA UTÓPICA TIENE UN CORRELATO
257
LA CONCIENCIA ANTICII'ADOI\A
258
1/ H MUNDO EN EL QUE LA FANTASIA UTÓPICA TIENE UN CORRELATO
co reza así: cómo es posible perfeccionar el mundo sin que este mun-
do, como en la pre-apariencia religioso-cristiana, salte en pedazos y
desaparezca apocalípticamente 107 • Con todas sus configuraciones sin-
gular-concretas, el arte busca este perfeccionamiento sólo en ellas,
con lo total como lo singular contemplado penetrantemente; la reli-
gión, en cambio, busca el perfeccionamiento utópico en la totalidad,
situando además la salvación de la cuestión individual en el totum, en
el <<hago todo nuevo». Aquí el hombre tiene que renacer, la sociedad
convertirse en civitas Dei, la naturaleza transfigurarse celestialmente.
El arte, en cambio, permanece redondeado, como arte «clásico>> le
agrada el cabotaje en torno a lo dado, e incluso como arte gótico, pese
a todo trascender, tiene en sí algo equilibrado, homogeneizado. Ex-
plosiva, aconteciendo en un espacio abierto, sólo aparece la música,
un arte que, precisamente por ello, lleva en sí, frente a las otras artes,
siempre algo excéntrico, como si hubiera sólo sido transportado al
plano de lo bello o de lo sublime. Todas las demás artes llevan a cabo
la representación del brillante puro en diversas figuras, situaciones y
acciones del mundo, sin que, por eso, este mundo salte en pedazos; de
aquí la perfecta visibilidad de esta pre-apariencia. El arte es, por eso,
no-ilusión, ya que actúa en la línea de prolongación de lo llegado a
ser, en su expresión conformada-adecuada. Esto llega tan lejos, que
un escritor de la Antigüedad, Juvenal, cuando trata de expresar todos
los posibles horrores de una tempestad, la llama ¡}()etica tempestas 10 s.
Esto llega tan a lo profundo, que, en sus anotaciones al Ensayo sobre
la ¡úntura de Diderot, Goethe contrapone la concentración como rea-
lismo al mero naturalismo reproductor:
107. Cf. sobre esto E. Bloch, Geist der Utopie, Frankfurt a.M., 2 1923, p. 141.
108. Juvenal y Pcrsio, Sátiras, trad. y notas de N. Balasch, Credos, Madrid, 1991,
p. 3 79 (Sátira XII).
109. J. W. Goethe, «El ensayo de Diderot sobre el arte, traducido y acompañado
de notas», en Ensayos sobre arte y literatura, ed. de R. Roland de Langbehn, Universi-
dad de Málaga, 2000, p. 85.
259
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
260
17. EL MUNDO EN EL QUE LA FANTASIA UTÓPICA TIENE UN CORRELATO
sabe moverse en él. Pero justamente por razón del saber moverse no-
aislado es preciso anotar la amenaza proveniente de aquella habilidad
artística que no procede de la capacidad, sino de la participación de la
mera apariencia que tiene la misma pre-apariencia. A la mera aparien-
cia le basta la incitación de la intuición placentera y de su representa-
ción, por muy imaginario que pueda ser, dado el caso, lo representa-
do. Más aún, lo imaginario o lo llegado a ser imaginario puede prestar
a la mera apariencia un acabamiento especialmente decorativo, en el
que la seriedad de la cosa no perturba, ni mucho menos, el juego tan
perfectamente conexo, ni menos lo interrumpe. Precisamente porque
la mera apariencia aúna las representaciones de manera especialmen-
te fácil, especialmente irreal, garantiza aquella placentera conexión
superficial que no muestra ninguna clase de interés ni presencia de
una cosa fuera de la simple ilusión. La falta de fe en la cosa represen-
tada puede incluso constituir una ayuda para la ilusión fácil más aún
que el escepticismo. Esto se mostró en la pintura del Renacimiento en
relación con los dioses antiguos, en cuya representación el pintor no
tenía que temer no haberse mostrado suficientemente afectado por lo
numinoso; lo mismo iba a mostrarse, poco después, en la poesía
mitológico-redondeada. En Los Lusíadas Camoens hace decir a su
diosa Temis, muy irónicamente, y sin embargo en versos magníficos,
que ella misma, como Saturno, Júpiter y los demás dioses que apare-
cen, son <<seres fabulosos nacidos del ciego delirio de los mortales, y
que sólo sirven para prestar encanto al poema>> 110 • La utilización de la
bella apariencia no hay duda de que sirvió para mantener en el
recuerdo contenidos mitológicos, incluso para conducirlos a las posi-
bles alegorías de una pre-apariencia, pero, sin embargo, con los
medios de aquella acabada plenitud a la que invita especialmente la
nunca interrumpida apariencia. Y otra invitación a ello, finalmente,
proviene de la parte de la inmanencia sin salto explosivo, tal como
rodea a todo arte, no sólo al de la Antigüedad o al clásico-antiquizan-
te. Precisamente la Edad Media nos ofrece en su arte más de un
ejemplo de una satisfacción redondeada de naturaleza estética, pese a
la conciencia moral religioso-trascendente. El gótico contiene esta
conciencia moral; pero, sin embargo, en él mismo se da una curiosa
armonía procedente del equilibrio greco-clásico. El Lukács de la
primera época observó en su día muy agudamente, aunque también
con exageración:
261
1 11 eo N e 11 N e 111 11 N 1 1 ctl' 11 1' o 1\11
Y así surgió de la Iglesia una nueva polis ¡... J, y del salto las escalas de
las jerarquías terrenas y celestiales. Y en Giotto y Dante, en Wolfram
y Pisano, en santo Tomás y san francisco el mundo se redondeó de
nuevo, se hizo abarcable, el abismo perdió el peligro de la verdadera
profundidad, pero toda su oscuridad se convirtió, sin perder nada de
su fuerza de negra luminosidad, en pura superficie, y se insertó así sin
dificultad en una unidad conclusa de colores; el grito por la salvación
se convirtió en disonancia en el sistema rítmico perfecto del mundo e
hizo posible un equilibrio nuevo, pero no menos abigarrado y perfec-
to que el griego: el de las intensidades inadecuadas, heterogéneas 111 •
262
17 l l MUNDO EN El QUE LA FANTASIA UTÓPICA TIENE UN CORRELATO
263
LA CONCIENCIA ANIICII'AüOHA
112. Hay traducción completa de las Vidas de Vasari: Las vidas de los más excelen-
tes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos, cd. de
L. Bellosi y A. Rossi, Cátedra, Madrid, 2002. La de Miguel Ángel, pp. 745 ss.
264
1"
265
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
266
17 [L MUNDO EN EL QUE LA FANTASIA UTOPICA TIENE UN CORRELATO
267
LA CONCIENCIA ANIICII'ADOI\A
114. Aunque algunas de las diferentes expresiones utilizadas por González Vicén
para traducir los estratos de la categoría «posibilidad>> que ha establecido Bloch han
sido objeto de discusión, se ha preferido conservarlas, al ser las de utilización más
extendida en castellano. Bloch desarrolla su particular ontología en Tübinger Einlei-
tung in die Philosophie, que constituye el volumen 13 de la Gesamtausgabe.
268
18. LOS ESTRATOS DE LA CATEGORIA «POSIBILIDAD>>
Lo formalmente posible
En primer término hay mucho, demasiado, que se puede decir así sin
más. En sí todo puede hablarse, y las palabras pueden unirse sin
sentido. Son posibles frases como <<algo redondo o», <<Un hombre y
es>>. Fuera del hecho de que son decibles, no hay nada posible en ellas;
son sólo desatinos sin significación. Otro es el caso en proposiciones
que no contienen un absurdo, sino un contrasentido, frases en las que
quien las oye se echa las manos a la cabeza. Así, por ejemplo, en
expresiones que se contradicen directamente, como en el concepto
<<cuadrado redondo», o en el juicio <<subió a un barco que ya había
partido». Una tal significación que se contradice en la calificación o en
el predicado es un absurdo, pero no en absoluto un desatino, sino
justamente un contrasentido. A diferencia del desatino simplemente
decible, el contrasentido es posible de pensar, es un puede-ser formal,
ya que posible de pensar es todo lo que puede concebirse en general
como situado en relación. Incluso relaciones cuyos miembros se
comportan entre sí no sólo absurdamente, sino de modo completa-
mente dispar, pero que, como dispares, expresan una relación formal
connotable, a saber, la de la disparidad, pertenecen al campo de lo
posible de pensar. Así las proposiciones <<triángulo iracundo», o bien
<<puente colgante erudito», o bien <<el caballo, que es el trueno», y
otras incompatibilidades análogas. Estos ejemplos extremos mues-
tran, a la vez, lo ilimitado que puede ser lo meramente posible de
pensar. La misma relación en la proposición de que no hay relación
alguna entre las cosas tendría un lugar estéril en lo posible de pensar.
Así como en el pensar puede haber plenitud por imprecisión, es decir,
plenitud falsa, así también hay en lo posible de pensar una apertura
falsa. Y ésta junto a la adecuada, que se abre, sobre todo, en el poder-
ser formal de lo que se contradice a sí mismo.
Lo posible real-objetivo
269
LA CONCILNCIA ANTICII'ADOI\A
115. Fabio Máximo Quinto, general romano, muerto cl203 a.C., fue cónsul cinco
veces y dictador (217) y se distinguió por su habilidad militar, de ahí el apodo Cuncta-
tor. En la segunda guerra púnica salvó Roma hostilizando a las fuerzas de Aníbal con
una guerra de guerrillas.
270
18. LOS ESTRATOS DE LA CATEGORIA «POSIBILIDAD»
271
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
272
16. LOS ESTRATOS DE LA CATEGORIA «POSIBILIDAD>>
273
LA eO N e 11 N e 1A A N 1 1 e 11' A 1lO 1\ A
Esto cabe decir sobre lo que queda abierto, que lo es, porque no está
concluso o rígidamente concluso. El puede-ser de esta clase reproduce
así en juicios una cautela real, la mayoría de las veces en forma de un
interrogante implícito, de una reserva legal. De diferente estructura
que este posible real es el posible en la cosa, con el que ahora nos
encontramos; en tanto, a saber, que este último no se refiere a nuestro
conocimiento de algo, sino a este algo mismo, en su poder-devenir de
una u otra manera. Lo posible en la cosa no vive de lo conocido
insuficientemente, sino de la insuficiencia de los fundamentos condi-
cionantes que se muestran. Por tanto, no designa un conocimiento más
o menos suficiente de las condiciones, sino el más o menos suficiente
condicionante en los objetos mismos y en sus situaciones de hecho.
Situación de hecho es el <<comportamiento de cosas>> como objetos del
conocimiento; a la situación de hecho le son de esencia, de un lado, la
manera del tener cualidades y relaciones objetivas y, de otro, el hallar-
se en relaciones objetivas. Situaciones de hecho modales, en tanto que
objetos del conocimiento, no coinciden, por eso, nunca con enuncia-
dos modales, en tanto que meras formas de proceder del conocimien-
to, de la clase de suposiciones, presunciones, del juicio anticipado, de
la conclusión inductivo-probable o bien deductiva. Sino al contrario:
se muestra un posible todavía abierto, incluso dado un conocimiento
suficientemente acabado de las condiciones existentes. O, lo que es lo
mismo, lo posible aparece aquí como un comportamiento determina-
do objetivo-estructural. Con ello penetramos en el estrato reproducti-
vo del <<en la cosa», de lo <<de acuerdo con el objeto», a diferencia de la
mera realidad, de la objetividad. Ello condiciona también una dife-
rend; en la disciplina en la que ha de tratarse lo posible en la cosa.
Mientras que la realidad afecta exclusivamente al conocimiento, de
tal forma que el problema de su objetividad es un problema gnoseoló-
gico, el <<en la cosa» afecta al objeto del conocimiento, el cual, según
los neokantianos, no es el conocimiento mismo; el verdadero proble-
274
IU LOS LSTI\IITOS DE l/1 C/\TEGOR[/1 «POSIBILIDIID»
ma de este <<de acuerdo con el objeto» es, por eso, un problema cate-
gorial teórico-objetivo. El concepto de teoría del objeto aparece, por
primera vez, claramente en Meinong 1 17 , pero aquí se hallaba referida
completamente a priori a la naturaleza -supuestamente libre de la
existencia- de una esencia, la cual debería vagar fantasmagóricamen-
te, con independencia de la existencia o no existencia de los objetos.
Como modelo de este <<saber independiente de la existencia>> se tenía
aquí -y más todavía en la posterior fenomenología de Husserl- la
matemática, aunque bien sabido, una matemática alejada artificiosa-
mente de toda referencia reproductiva real y cosificada irremediable-
mente en su abstractividad. Y mucho más se cosificó aquí la lógica, en
el sentido de una <<descripción>> puramente apriorística de sus actos,
de un <<análisis de significaciones>> puramente apriorístico de sus cate-
gorías, con <da existencia puesta entre paréntesis>>. La teoría del objeto
con referencia real es, en cambio, una teoría en la que el a fJriori ejerce
una seducción aún menor que en la teoría del conocimiento. Pues
aunque los objetos y sus situaciones de hecho tienen que ser todavía
diferenciados, no sólo por lo real del proceso cognoscitivo, sino tam-
bién por los objetos en sentido propio y su comportamiento real, fun-
cionan, sin embargo, precisamente como las configuraciones más fie-
les en lo posible de la reproducción realista. Y la precedencia aquí
apuntada de una teoría del objeto respecto a la <<teoría objetiva>> no
contiene ningún idealismo, porque la reproducción materialista-in-
vestigador;:¡ pertenece ella misma a la teoría del objeto, opera frente a
lo objetivo-real, no en él, y no coincide tampoco con él. Y además: la
reproducción de las situaciones de hecho estructurales no pertenece
ya al proceso gnoseológico metódico porque es un resultado del cono-
cimiento, y lo es en tanto que, como <<de acuerdo con el objeto>>, está
referido exactamente al objeto real. La forma del resultado cognos-
citivo es la definición real, como indicación no sólo de características
lingüísticas o de rasgos conceptuales, sino de cualidades objetivamen-
te constitutivas; y precisamente esta definición real, en tanto que carac-
terísticamente <<concisa>>, no extensa, representa el objeto según su lado
objetivo estructural. Para ofrecer un ejemplo: la definición real socia-
lista de la nación -sin todos los afeites nacionalistas traídos de lejos,
sin los Chicagos cosmopolitas, grandes hoteles o nivelaciones de hoy-
constituye exactamente el lado conciso obietivo de lo real, es decir,
hace cognoscible en el objeto su estructura constitutiva-real. La teoría
117. A. Mcinong, Teoría del objeto, trad. de E. García Mayncz, Instituto de Inves-
tigaciones filosóficas, México, 1981.
275
LA CONCIENCIA ANTICII'ADOI\A
del objeto es así el lugar de las categorías como los modos y formas de
existencia más generales y también típico-características. (Si no fuera
este lugar específico, y lo fuera en él, la teoría de las categorías se
derrumbaría junto con toda la filosofía real, y ésta, al igual, con la
teoría de las categorías.) Dentro de este específico estrato del «en la
cosa», del <<de acuerdo con el objeto» estructural, es necesario, pues,
también caracterizar la posibilidad en este estrato de modo propio y
adecuadamente determinado. Importante para ello es la mencionada
distinción entre objeto y <<objeto>> real: la posibilidad puramente es-
tructural de la disposición para algo no es lo mismo que esta misma
disposición real, como la disposición en todas las metamorfosis de la
realidad, tan ricamente entretejidas, aunque también tan ricamente
perturbadas, obstaculizadas, y de nuevo triunfantes. Lo posible «en la
cosa» y «de acuerdo con el objeto», aprehendido y definido según la
teoría del objeto, representa, por tanto, una diferenciación propia en
la categoría de la posibilidad, y no es, de ninguna manera, una duplica-
ción superflua de lo posible objetivamente-real. Lo posible en la cosa
es lo condicionado parcialmente-en-la-cosa, de acuerdo con el género
estructural, el tipo, la conexión social, la conexión según leyes de la
cosa. Lo condicionado parcialmente aparece aquí, por tanto, como
una apertura más o menos determinada estructuralmente, fundamen-
tada estrictamente en el objeto, y sólo así comunicada al conocimiento
hipotético o problemático.
Aquí se dan por doquier dos clases de condiciones, internas y
externas. Las dos se entrecruzan recíprocamente, pero de tal manera
que la peculiaridad de cada una queda absolutamente en pie. Pero lo
meramente posible en la cosa subsiste, aun cuando una de las dos
condiciones, la interna o la externa, pudieran cumplirse casi plena-
mente. Así, por ejemplo, una floración puede madurar el fruto en sí
con una condicionalidad interna total, pero si falta la condición exter-
na total del buen tiempo, el fruto es sólo posible. Más aminoran te que
la falta de condiciones externas actúa, al contrario, la debilidad de las
condiciones internas frente a la simultaneidad de una plenitud de las
condiciones externas. La humanidad, es cierto, se plantea sólo come-
tidos que puede resolver; pero, sin embargo, si el momento de la solu-
ción encuentra una pobre generación, la solución entonces es simple-
mente posible; diríamos sólo débilmente posible 118 • Un ejemplo de
276
18. LOS ESTRATOS DE LA CATEGORIA «POSIBILIDAD>>
277
LA CONCII NCIA AN IICII'AilOI\A
278
18. LOS ESTRATOS DE LA CATEGORIA «POSIBILIDAD>>
279
LA CONCILNCIA ANIICII'ADOHA
280
18. LOS ESTRATOS DE LA CATEGORIA «POSIBILIDAD>>
La materia, que [... ]siempre permanece fecunda, tiene, por eso, que
gozar del significativo privilegio de ser reconocida como único prin-
281
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
123. G. Bruno, De la causa, principio y uno, Losada, Buenos Aires, 1941, pp. 98-
99.
282
18. LOS ESTRATOS DE LA CATEGORIA «POSIBILIDAD>>
283
LA CONCIENCIA ANTICII'AlJOI\A
284
16. LOS ESTRATOS DE LA CATEGORIA «POSIBILIDAD»
285
LA CONCIENCIA ANIICII'ADOI\A
286
q
18. LOS ESTRATOS DE LA CATEGORIA «POSIBILIDAD»
124. C. Sigwart, Logic, Garlancl, Ncw York, 1980 (cd. facsímil de la 2." cd., Swan
Sonncnschcin, 1895), vol.!, p. 204.
287
LA CONCIENCIA ANI"ICIPADORA
125. Nicolás de Cusa, Gespriich über das Seinkonnen, Rcclam, Stuttgart, 1963, p.
48.
126. Gorgias, en Sofistas. Fragmentos y testimonios, introducción, trad. y notas ele
A. Melero Bellido, Credos, Madrid, 1996, pp. 174 ss.
127. Cf. sobre ello, E. G. Zeller, Sitzungsberichte der Berliner Akademie, 1882,
pp. 151 SS.
288
18 LOS LSTRATOS DE LA CATEGORIA <<POSIBILIDAD>>
289
LA CONCICNCIA ANJJCII'AUORA
fundamentado por las categorías, pero, sin embargo, para las catego-
rías de la modalidad, posibilidad, realidad, necesidad, Kant recomien-
da gran cautela, precisamente en consideración de la experiencia. De
aquí la frase
131. I. Kant, Crítica de la razón pura, prólogo, trad., notas e índices de P. Ribas,
Alfaguara, Madrid, 3 1984, p. 241.
132. I. Kant, Los sueños de un visionario explicados por los sueíios de la Metafísica,
trad., introducción y notas de P. Chacón e I. Reguera, Alianza, Madrid, 1987, p. 72.
290
1U 1O 1 1 1 1 1\ A 1 O S U l. LA CA 1 leGO 1\ [A "1' O S 1 lll 1 ID A IJ,
291
LA CONCIENCIA AN11CII'AD0RA
Con estas palabras hay que comparar, desde luego, las frases
anteriores en el prólogo de la Fenomenología:
Realizar la posibilidad
292
IU LOS LSII\AIOS OLLA CATLGORIA «i'OSIIIILIDADn
:tdelante ante límites que no lo son porque los percibe, los traspone.
1n verdaderamente propio no se ha realizado aún ni en el hombre ni
en el mundo, se halla en espera, en el temor a perderse, en la
esperanza de lograrse. Porque lo que es posible puede igualmente
convertirse en la nada que en el ser; lo posible es, como lo no
completamente condicionado, lo no cierto. Precisamente por ello,
frente a este vagaroso real, lo que hay, desde un principio, si el
hombre no interviene, es tanto temor como esperanza, temor en la
esperanza, esperanza en el temor. Por ello aconsejaban los estoicos
-sabios o demasiado pasivamente sabios- que el hombre no debe
asentarse en la proximidad de situaciones sobre las que no tiene
poder. Sin embargo, en tanto que en el hombre la capacidad activa
forma parte muy especialmente de la posibilidad, la puesta en marcha
de esta actividad y valentía, siempre que tiene lugar, causa un pre-
dominio de la esperanza. La valentía en este sentido es la acción
adversa contra la posibilidad negativa del despeüarse en la nada. Es,
empero, acción adversa sólo en tanto que, a diferencia del acto
heroico rápido y abstracto, se asegura de la mediación más precisa
con las condiciones dadas. Es decir, se pone en mediación con la
madurez de estas condiciones y con su contenido, tal como se encuen-
tra en el orden del día social. Sólo esto es praxis en la medida de lo
posible del momento y en el campo de la totalidad del ser, de lapo-
sibilidad de la historia y del mundo inconclusos. Sólo esta praxis
puede hacer pasar de b posibilidad real a la realidad el punto pen-
diente en el proceso histórico: la naturalización del hombre, la huma-
nización de la naturaleza. Una tierra prometida como todo totum de
lo posible, pero que está llena de mediación histórica exactamente
perseguible. Así como el tiempo es, según Marx, el espacio de la
historia, así también el modo de futuro del tiempo es el espacio de las
posibilidades reales de la historia, y se halla siempre en el horizonte de
la tendencia del acontecer universal en el momento. Esto es, teórico-
práctico: en la frontera del proceso universal, allí donde se toman las
decisiones y surgen nuevos horizontes. Y el proceso en este futuro es
únicamente el de la materia, que se contrae a través del hombre -su
más alta floración- y se forma de modo final.
Lo nuestro, como también lo que todavía no es nuestro, tiene este
camino ante sí, un camino áspero y abierto. Hombres y cosas se
encuentran unidos en esta ruta, y es de esta manera como se unen del
mejor modo el hombre y el mundo. Y así fue como se puso en marcha
por el hombre, no hace más que un par de milenios, el impulso
decisivo por el que iba a iniciarse lo que se llama de modo inmodesto,
293
LA CONCILNCIA ANTICII'AOOI\A
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1?. LA MODIFICACI6N DEL MUNDO
295
LA CONCILNCIA ANIICII'AUOHA
La época de su redacción
296
r
19. LA MOLJIFICACION lJ[L MUNLJO
297
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
298
1?. LA MODIFICACIÓN DEL MUNDO
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L/1 CONCILNCI/1 IINIICII'/\Uül\11
300
19 LA MODIFICACIÓN DEL MUNDO
El problema de la agrupación
301
LA CONCILNCIA ANIICII'ADOI\A
302
19. LA MODIFICACIÓN DEL MUNDO
303
L/1 CONCIIcNCI/1 IIN.IICII'/\DOH/1
149. Th. Hobbes, Tratado sobre el cuerpo, introducción, trad. y notas de J. Rodrí-
guez Feo, Trotta, Madrid, 2000, p. 36.
304
1'1 \A MO\lii!CACION \l\1 MIJNIJO
305
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
306
1? L/\ MODIIIC/\CION DLL MUNDO
307
LA CONCILNCIA ANIICII'ADOI\A
308
1? LA MODifiCACIÓN Del MUNDO
1
1
309
L/1 CONCII.NCI/1 /IN IICII'/\DOI\11
a una sedicente verdad por ella misma. iCuánta «ciencia ecuestre» iba
a surgir, cabalgando en lo alto, au dessus de la melée (excepto la
basura en ella misma)! iCuánta aristocracia del saber (sin aristoi),
entregada con íntima comprensión a la praxis sucia y apartándose de
la verdadera! Frente a una incompresión tan radical como la de
Feuerbach, Marx formula por eso, proféticamente, el pathos de la
<<actividad revolucionaria, práctico-crítica>>. Precisamente como ma-
terialista, precisamente dentro del ser mismo, Marx subraya por eso
que el factor subjetivo de la actividad productiva es exactamente,
como el factor objetivo, un factor material. Y ello tiene enormes
consecuencias, precisamente también en contra del materialismo vul-
gar, y hacen especialmente valiosa esta parte de las Tesis. Sin enten-
der el factor del trabajo no es posible entender en la historia humana
el prius ser, que no es ningún factum brutum ni ningún dato. Y menos
puede entenderse en mediación con lo mejor de la concepción activa,
con <da actividad revolucionaria, práctico-crítica>>. El hombre que
trabaja, esta relación sujeto-objeto viva en todas <<circunstancias>>,
pertenece en Marx decisivamente a la base material; también el sujeto
en el mundo es mundo.
Grupo histórico-antropológico:
la alienación y el verdadero materialismo
(tesis 4, 6, 7, 9, 1O)
310
19. LA MODIFICACIÓN DEL MUNDO
Más aún, con este su arco vacío tendido entre los individuos
singulares y el abstracto humanum (dando de lado a la sociedad),
Feuerbach es poco más que un epígono del estoicismo y de su
influencia posterior en el Derecho natural, en las ideas de tolerancia
de la Edad Moderna burguesa. Después del derrumbamiento de la
polis pública griega, también la moral estoica se había retraído al
individuo particular: ello fue, como dice Marx en su tesis doctoral,
<<el destino de su época; cuando el sol de todos se ha puesto, también
la mariposa nocturna busca la luz de la lámpara de lo privado» 156 • De
otro lado, también en el estoicismo iba a imponerse, saltando todas
las relaciones sociales nacionales, el género abstracto hombre como
único universal situado sobre los individuos singulares, como lugar de
la communis o¡Jinio, de la recta ratio en todos los tiempos y en todos
los pueblos; es decir, como la casa general del hombre, inserta en la
igualmente general y justa casa del mundo. Esta casa del hombre no
era ya la polis desaparecida, sino una federación fraterna de indi-
viduos convertidos en sabios, que abarcaba toda la humanidad y que
se componía, por mitad, de ideología presta al servicio -pax romana,
imperio cosmopolita de Roma- y, por mitad, de utopía abstracta.
No sin razón nació por eso el concepto humanitas, como concepto
genérico y axiológico, en la corte de Escipión el Joven, siendo su
autor el estoico Panecio. Con su género abstracto hombre, Feuerbach
se incorpora, sobre todo, el neo-estoicismo tal y como aparece en la
Edad Moderna burguesa, también con su arco vacío tendido entre
156. En realidad el texto citado por Bloch se encuentra en los Cuadernos sobre la
filosofía epicúrea, estoica y escéptica, que aparecen a continuación de la Tesis doctoral
(en castellano, en K. Marx y F. Engcls, Obras fundamentales 1, cit., p. 132).
311
LA CONCICNCIA ANTICIPADORA
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'1
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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19 LA MOillfiCACION DeL MUNDO
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19. LA MODJFICACION DEL MUNDO
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LA CONCIENCIA ANTICII'AIJOI\A
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19. LA MOIJIIICACIÚN IJ[L MUNDO
I'Líctica, sino que ésta es tenida aquí, más bien, sólo como fruto y
¡n-cmio de la verdad, no como su último criterio y demostración.
Todavía menos analogía con el criterio de la praxis en Marx tienen
;¡qucllos «filósofos de la acción» surgidos en el ala izquierda de la
escuela hegeliana, que, procedentes de Fichte y de Hegel, van luego
;¡retornar, de nuevo, a Fichte. La misma <<acción del hecho» de Fichte
mostraba, es verdad, fuerza y dirección en importantes puntos po-
lítico-nacionales, pero, al final, iba a convertirse en vaporosidad. Al
final sólo sirvió, con la laboración del mundo del no-yo, no a la
mejora de éste, sino a su total eliminación. Con esta praxis, enemiga
hasta el fondo del mundo, lo único que, por así decir, quedó probado
fue el ya sabido punto de partida subjetivo del idealismo del yo
fichteano, pero no una verdad objetiva que se configura sólo en el
mundo y con el mundo. El que más próximamente llega a barruntar
un criterio de la fJraxis es Hegel, al tratar la relación del trabajo en
su Fenomenología. En Hegel, además, tiene lugar un tránsito del
<<espíritu teórico>> (intuición, representación, pensamiento) a la an-
títesis <<espíritu práctico>> (sentimiento, instintividad, felicidad), de
donde, sintéticamente, debería resultar el <<espíritu libre>>. Esta sín-
tesis se proclama también como la voluntad que se sabe a sí misma,
como voluntad que se piensa y sabe y que, finalmente, en el <<Estado
nacional>>, quiere lo que sabe, y sabe lo que quiere. En la Lógica de
Hegel se encuentra igualmente una supraordenación de la <<idea
práctica>> sobre la <<idea del conocimiento contemplativo>>, en tanto
que a lo bueno práctico le corresponde <<no sólo la dignidad de lo
general, sino también de lo simplemente real» 162 • Como anota Lenin:
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LA CONCILNCIA ANriCIPADORA
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19. LA MOlllFICACIÓN llEL MUNllO
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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19. LA MODIFICACIÓN DEL MUNDO
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
La consigna y su sentido
(tesis 11)
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1'1 lA MOIJIIICACIÚN IJII MUNIJO
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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19. LA MODIFICACIÓN DEL MUNDO
172. V. l. Lcnin, Las tres fuentes y las tres partes integrantes del marxismo, en
Obras escogidas, Progreso, Moskvá, 1969, p. 15.
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LA CONCIENCIA AI~TICIPADORA
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19. L/\ MODIFICACIÓN DEL MUNDO
1,·,cu p;ua una rápida acción heroica ante rem, sino que se encuentra
,·11 el centro, in re, en una investigación cuidadosa, en una indagación
l1l1 >súfica de la conexión de la más difícil realidad. Con el curso
d111gido hacia la necesidad entendida, al conocimiento de las leyes
.l~.d0cticas de desenvolvimiento en la naturaleza y en la sociedad. De
1, >s filósofos que <<sólo han interpretado de diversas maneras el mun-
do", y no de otra cosa, se distancia, por tanto, la caracterización de la
primera parte. Se embarca, pero para un viaje altamente meditado, tal
'omo lo señala la segunda parte de la tesis: el viaje de una nueva, de
1111;1 activa filosofía, de una filosofía tan indispensable como adecua-
da. Marx tiene, sin duda, palabras duras contra la filosofía, aunque no
contra la filosofía contemplativa sin más, cuando ésta era una filosofía
Importante de las grandes épocas. Sino muy exactamente contra un
cierto tipo de filosofía contemplativa, a saber: la de los epígonos
hegelianos de su época, que representaban, más bien, una no-filoso-
fía. La polémica más dura se encuentra significativamente en La
ideología alemana, dirigida contra estos epígonos:
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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19. LA MODIFICACIÓN DEL MUNDO
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
El punto arquimédico:
el saber, referido no sólo a lo pasado, sino a lo por venir
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19. LA MODIFICACIÓN DEL MUNDO
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
Que se vive es algo, por eso, que no se siente. Precisamente este pulso
inmediato late solitariamente. Ac:tos comüejecución del querer, del
representar, etc., no salen de la oscuridad inmediata de su acontecer.
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lO. 1\LSUMLN LA CUALIDAD ANTICIPATORIA Y SUS POLOS
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LA CONCIENCIA ANTICII'ADOI\A
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20. RESUMEN. LA CUALIDAD ANTICII'ATORIA Y SUS POLOS
Una gota cae y ahí está; una choza, un nitw llora, en la choza una vieja,
fuera el viento, el páramo, la tarde del otoí10, y también está ahí,
exactamente lo mismo, o bien Icemos que Di mi tri Karamazov se asom-
bra en sueúos de que el campesino dice siempre cosas «infantiles>>, y
presumimos que aquí podríamos encontrarlo; «<a rata que se desliza
mientras puede. iAy si tuviera unas migajas de pan!». Y en este breve,
desdetwso y singular verso de la Canciún de boda de Goethe sentimos
que en esta dirección se encuentra lo indecible, lo que dejó el adoles-
cente de su mano cuando salía de la montaúa; «no olvides lo mejor,,, le
había dicho el anciano, pero nadie podía nunca descubrir en el con-
cepto este algo insignificante, profundamente oculto, inmenso 1x6 •
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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20. RESUMEN. LA CUALIDAD ANTICIPATORIA Y SUS POLOS
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LA CONCIENCIA ANTICII'AlJORA
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20 1\I~UMLN. LA CUALilJAlJ ANTICII'ATORIA Y SUS POLOS
189. Th. Mommscn, Historia de Roma 11, trad. de A. García Moreno, Aguilar,
Madrid, 7 1956, 1987, p. 960.
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lO. 1\1 SUMI:N. I.A CUALIDAD ANTICIPATORIA Y SUS POLOS
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20 RESUMEN. LA CUALIDAD ANTICIPATORIA Y SUS POLOS
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LA CONCIENCIA ANTICIPAIJOI\A
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1 •1
JO 1\l ;UMLN LA CUALIUAD AN IICII'A 1 01\IA Y SUS POLOS
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
ción. El infierno estaba poblado para el fiel por toda una serie de tales
fobias, incluso cuando la angustia externa, la experimentada frente a
la naturaleza desconocida, no tenía por qué ser tan grande. Gracias a
la Ilustración el infierno ha desaparecido, pero, sin embargo, ha
permanecido el problema correlativo del terror que penetra hasta lo
último, del terror metafísico. Su residencia es el <<ahora», la fisura
sangrienta en la oscuridad del <<ahora>> y de lo que se encuentra en él.
No hay duda de que existe tal terror inmediato, ni tampoco de que es
de otra naturaleza que la terrible angustia real ante lo realmente
llegado a ser. Su elemento es el instante insoportable; una construc-
ción muy a menudo patológica, aunque no siempre un espanto casi
abatiente en sí mismo. En el aura antes del ataque, la epilepsia parece
estar en relación muy precisa con esta insoportabilidad, y la paranoia
le ofrece las imágenes más próximas al sueño de angustia, el sueño de
angustia diurno. El fragmento de Büchner sobre el poeta Lenz en los
comienzos de su enajenación nos informa sobre ello de modo inolvi-
dable:
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LA CONCI[NCIA ANriCIPADOI\A
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20. 1\L;UMJ:N LA CUALIDAD ANTICIPATORIA Y SUS POLOS
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LA CONCIENCIA ANIICII'ADOHA
194. Lao Zi, El libro del Tao, trad., prólogo y notas de J. l. Preciado, Alfaguara,
Madrid, 3 1983, p. 199: LXXIX (XXV): «Si sujetas en tus manos la gran imagen 1 el
mundo acudirá a ti. 1 Acudirá y no sufrirá daño alguno, 1 grandes serán la paz y la
tranquilidad. 1 Música y buena comida, 1 los caminantes se detienen. 1 La palabra que
sale del tao es 1 «In sípida», 1 no tiene sabor. 1 Se mira, 1 y no se puede ver. 1 Se escucha,
1 y no se puede oír. 1 Se utiliza, y no se puede agotar».
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20. RI:SUMEN. LA CUALIDAD ANTICIPATORIA Y SUS POLOS
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LA CONCIENCIA ANTICIPAUOI\A
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20 RLSUMLN. LA CUALIDAD ANTICIPATORIA Y SUS POLOS
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20 RLSUMEN. LA CUALIDAD ANTICIPATORIA Y SUS POLOS
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1
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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lO 1\1 SUMEN. LA CUALIDAD ANTICIPATORIA Y SUS POLOS
<'11 sentido confiado. Más aún, sólo cuando uno se enfrenta seriamen-
1\' lOI1 la conciencia gigantescamente cultivada de la nada en el mun-
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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20. 1\I.IUMI.N. LA CUALIDAD ANTICIPATORIA Y SUS POLOS
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f
(Mozart)
La mmlana delicada
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!1 >ULNO DIURNO EN FORMA DELICIOSA
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
Un día,
cuando miraba en mi torno en la morada del obispo,
hirió un retrato femenino mi vista,
de encanto emocionante y maravilloso,
apoderándose con violencia de lo m:í.s profundo de mi alma
y allí estaba yo, sin poder dominar el sentimiento.
Y entonces, me dijo el obispo, con razón, sin duda,
queréis permanecer ante este cuadro.
La m:í.s hermosa de cuantas mujeres viven
es también la de suerte m:í.s triste entre todas;
por razón de nuestra fe padece,
y vuestra patria es donde sufre 2(JO.
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T
ll. ;u LNO DIURNO EN FORMA DELICIOSA
1
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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21 SUEÑO DIURNO EN rORMA DELICIOSA
Unos momentos más tarde, cuando iba por el gran cuarto de arriba,
que acababa de ser limpiado y puesto en orden de nuevo, y cuyas
cortinas corridas de damasco verde sólo dejaban pasar una suave
penumbra, se paró silenciosa y melancólica delante del piano. Era
como un sueño pensar quién, sólo hacía unas horas, había estado
sentado allí. Durante largo rato miró pensativa las teclas que él había
rozado; después cerró silenciosamente la tapa y sacó la llave, preocu-
pada celos:llnente de que nadie la volviera a abrir tan pronto 201 •
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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11 ;ULNO DIUHNO EN rOHMA DELICIOSA
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
Por mucho que uno haya regañado con el mundo, por mucho que
haya sido sacudido por él, en fin de cuentas conquista a su muchacha
y se hace con un puesto cualquiera, se casa y se convierte en un filisteo
igual que los demás; la mujer se pone a la cabeza de la casa, no faltan
los hijos, y la mujer adorada, antes la única, un ángel, se muestra,
poco más o menos, igual que las otras, el cargo trae consigo trabajo y
contrariedades; el matrimonio, la cruz del hogar, y así tenemos toda
la calamidad de siempre 207 •
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21 SUEÑO DIURNO EN FORMA DELICIOSA
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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11. SUENO DIURNO EN FORMA DELICIOSA
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LA CONCIENCIA ANIICII'ADORA
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;1
1
383
LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
hombre. También aquí hay una imagen que sólo comienza con el
matrimonio y que tiene en él, como en el hogar, su promesa erótica,
con un resplandor sensible-suprasensible. Millones creen todavía en
ello, como en el sacramento del matrimonio; para ellos los matrimo-
nios se hacen en el cielo y permanecen hasta la muerte, pese a todas
las posibles miserias terrenas y a la catástrofe. Los esposos mismos
realizan por el matrimonio el sacramento, ellos mismos entran ya en
relación con Dios como creador de las almas de los hijos. Todo
matrimonio, insistía Pío IX, es en sí mismo un sacramento, aunque
todavía un sacramento vacío; para que el matrimonio sea sagrado no
es necesaria la presencia del sacerdote en el único sacramento que no
administra la Iglesia, sino que sólo lo perfecciona por su ratificación.
En el sacramentum plenum, eso sí, al creyente le espera en el matri-
monio una inmensa mina de oro; la esposa y el esposo se dan
incomparables en la imago. Según la doctrina de la Iglesia, ambos se
unen como miembros consagrados del cuerpo de Cristo, a fin de
dedicarse a la ampliación de este cuerpo, a la extensión del reino de
Dios en la criatura racional. Imagen y modelo del matrimonio es la
alianza de Cristo con su comunidad:
384
11. SUEÑO DIUI\NO EN FORMA DELICIOSA
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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)} LL ;LJLNU ;ONAIJO DLSI'ILI\10 LN IICLJI\A SIMBÓLICA
··"'t \'11 ida adecuadamente, en cambio, que no tiene nada que ver, ni
' ' >IIel retorno por el goce en lo pasado ni con el culto a los muertos,
[liinle ser de lo más fecundo, ya que irradia en aquella esfera, en la
•[IIL' también en el pasado espera y se acerca un algo no llegado a ser.
1 \'t roanhelar estérilmente, sino que actúa como una estrella del fu tu-
l '>. En la Pandora de Goethe, Epimeteo ve incluso la post-imagen en
Todo sueíío es tal porque ha sido todavía poco logrado, poco acabado.
Por ello no puede olvidar lo que falta y mantiene en todas las cosas la
puerta abierta. La puerta, por lo menos entreabierta, cuando parece
abrirse a objetos prometedores, se llama esperanza. Teniendo pre-
sente, como se ha visto, que no hay esperanza sin angustia ni angustia
sin esperanza, que se mantienen ambas recíprocamente flotantes, por
mucho que la esperanza sobrepuje al valiente por el valiente. Pero tam-
bién la esperanza, en tanto que posiblemente engaüosa con fuegos
fatuos, tiene que ser esciente, meditar sobre sí misma de antemano.
La tan curiosa leyenda de Pandora hace que la esperanza les sea traída
a los hombres por una mujer, pero de manera demoníaca: Pandora es
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LA CONCIENCIA ANTICIPADORA
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ll LL SULNO SONADO ULSI'IEI\TO EN FIGURA SIMBÓLICA
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LA CONCIENCIA ANTICII'ADOI\A
390
Parte Tercera
(Transición)
destacan.
El acicalarse se aprende pronto y rápidamente. La mujer, el solici-
Lmte, se muestran, como suele decirse, por su lado mejor. Es decir,
por aquel que más Hcilmente puede venderse. El yo se convierte en
111ercancía, en mercancía corriente y también deslumbrante. Ve cómo
<>tros se comportan, lo que otros llevan, lo que hay en los escaparates,
1· se adapta a ello. Aunque, desde luego, nadie puede hacer de sí algo
que no estuviera ya iniciado en él. Y de igual manera, lo que le atrae
desde fuera en bellas envolturas, gestos y cosas no es más que lo ya,
desde hacía largo tiempo, aun cuando vagamente, vivía en los propios
deseos, y que por eso tan Lícilmente se deja seducir. La barra para los
labios, el colorete, las plumas ajenas, ayudan al sueilo a salir, por así
decirlo, de la caverna. Ahí lo tenemos, se contonea, presume de lo
poco existente o lo falsea. Pero no, empero, en el sentido de que uno
pudiera falsificarse totalmente; su deseo, por lo menos, es auténtico.
l~n la actitud adoptada se muestra o, más bien, se traiciona. El deseo
va tradicionalmente hacia arriba; el joven lleno de aspiraciones en este
sentido está descontento con la situación en que se encuentra, pero no
con la situación en general de pobres y ricos. Frente a esta última son-
ríe amigablemente, y así se destaca, de acuerdo con la imagen que
entiende que es la suya, o más bien que se le hace ver como si fuera la
suya. Más aparentar que ser, esto es todo lo que le es permitido, en el
ímpetu pequeilo burgués, para ser tenido por un seilor de categoría.
Ser más que lo que se aparenta, este punto de vista contrario, no pue-
de conseguirse con ningún acicalamiento; por eso mismo no hay en
ningún sitio tanta trivialidad como en aquel estrato social que se so-
porta a sí mismo sabiendo de su inautenticidad. Lo nuestro como au-
téntico es algo que, aparte de la corbata, se lleva todavía poco.
393
IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
Ser esbelto
Fuerte en agacharse
El que se ofrece en venta tiene que agradar. Hacia afuera por eso son
mostrados la joven tal y como tiene que ser, el joven tal y como tiene
que comportarse. Tal y como lo necesita la clase dominante, so pena
de venirse abajo. Lo femenino en la persona empleada consiste en
rosa, lo masculino en cera (tiene que ser, eso sí, de buena calidad).
Para que ambos lo tengan muy presente pende un espejo también en
la calle, públicamente, y hay muchos de ellos a cada paso. El escapara-
te refleja, y aumenta así, lo que debe tener lugar en el comprador, lo
que quisiera ser desde el punto de vista pequeño burgués, y ello a fin
de que compre. El material literario y cinematográfico de Occidente
394
2) IL NULVO '11\/\j[, LL I.SCIII'/11\IIIL ILUMINIIDO
(Dicho popular)
395
IMÁGENES DESIDERATIVAS [N EL ESPEJO
Bien construido
396
n IL NULVO 11\AjE, EL ESCAPARATE ILUMINADO
Luz de la propaganda
397
IMÁGLNéS DLSIDicl\1\ IIV/\1 LN icl LSI'LJO
398
26. BONITA MÁSCARA, KU-KLUX-KLAN, REVISTAS ILUSTRADAS
399
1M A G E N E S D E S 1 D E 1\ A T 1 V A S EN El E S 1' l JO
Y una carta ulterior termina con unos versos que pudieran proce-
der del excusado de una sociedad secreta, aunque su contenido tiene
su sentido:
400
1 1
.tpunta una parte de los nazis, una parte que iba más tarde a incorpo-
rarse muchos más asesinos sarcásticos, muchos más asesinos sexuales
111orales. Los caminos tortuosos se encuentran por eso muy especial-
tnente ocupados con imágenes desiderativas crueles, incluyendo aque-
llas del Gran Tribunal al final de los tiempos, con cuya inimaginable
crueldad el burgués cristiano se ha dulcificado durante siglos la
desdicha de no poder torturar, descuartizar, quemar.
401
IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
KKK
Special Orden N. 0 2
Spirit Brothcrs; Shadows of Martyrs; PhJntoms from gory
ficlds; Followers of Brutus!!!
Rally, rally, rally. - Whcn shadows gathcr, moons grow
dim an stars tremble, glide to thc Council Hall ami WJsh
your hands in tyrant's bloocl; ancl gazc upon thc list of
condcmncd traitors. The time has arrivcd. Blood must flow.
Thc true must be savcd.
Work in darkncss
Bury in waters
Make no sound
Trust not the air
Strike high and sure
Vengeance! Vengeance! Vengeancc!''
402
2& 1101,111/\ MASCARA, KU-KLUX-KLAN, REVISTAS ILUSTRADAS
403
IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
404
26. BONII/\ MÁSC/\R/\. KU-KLUX-KL/\N, REVISTAS ILUSTRADAS
dos, no, en cambio, los que leen sin pretensiones. A éstos se les ofrece
el folletín de la revista, sugiere ambiente alemán del tiempo en que
todos viven en concordia: miente, en fin, de la manera más puramen-
te americana. Se ofrecen vidas imaginarias ascendentes, hacia arriba,
hacia el dinero y el esplendor, todo en el papel. Y la artimaña por la
cual se consigue la subida es siempre la misma, es, como decía una vez
Upton Sinclair, la de la casualidad imposible. Criadas se casan con
buscadores de oro triunfantes o con hombres de corazón de oro que
van pronto a descubrir un campo de petróleo. Pobres mecanógrafas,
que tienen que ahorrar cada caloría para poder comprarse unas
medias, se encuentran con un empleado, el amor empieza, el enamo-
rados las invita a excursiones modestas, que le dan ocasión para
descubrir la naturaleza noble de su amada, pero al final él mismo se
descubre a la mecanógrafa como el jefe en persona, y se casa con ella:
sounds like magic, doesn't it? O es un pobre muchacho que se hace
con un caballo escapado y que de esa manera conoce a la rica
heredera que va a ser después su esposa: un lecho dorado ele la
empresa libre en medio del capital monopolístico. El folletín de la
revista muestra con la casualidad imposible toda una serie de trans-
formaciones particulares, todas ellas dirigidas hacia las cimas de la
sociedad. Procura la visión desde la verja, la falsamente esperanzada,
aquella cuyo objeto son las clases m;Ís adineradas; muy especiJimente
en América, es IJ epopeya aguardentosa difundida entre millones del
gran·premio. Todo ello, esta vez en la Alemania del pequeiio burgués,
impregnado con sentimentalidad procedente del aterciopelamiento
del siglo último, nada menos que muerto: «Sé de un banco donde
florece el tomillo>>. O bien a la Marlitt: <<Y después, tin, tin, se hundió
con sonido alegre en la magnificencia del invierno; como un repique
de dicha resonJba en los corazones de la juventud, como si sólo
anunciara Jlcgría y belleza parJ toda la vidJ>>. O de modo sensato-
romántico: <<iQué confortable en la granja! En todos los cuartos de
abajo ardían las hlmparas con pantallas de color, porque hoy, más
temprano que de ordinario, la nevada había apresurado el crepúsculo.
Y en todas las estufas crepitaba la llama alimentada por la leña, y
también fuera, en el zaguán, expandía calor una gran chimenea de
azulejos pasada de moda>>. O bien romántico-demoníacamente, de
nuevo, aunque con prosa robusta, hacia arriba, hacia las alturas
aristocráticas del respeto del pequeño burgués, de la transfiguración:
«Estos antiguos castillos, sombríos y silenciosos desde fuera, fascina-
dores en su interior, con sus magnificentes paredes cubiertas de
brocado, con sus cortinajes de telas espesas. En cada puerta atisba la
405
IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
«Patitos, patitos,
aquí tenemos a Gretel y I-Einsel.
No hay pasarela ni puente
que nos lleve en tus blancas espaldas.>>
(Hdnsel y Gretel)
406
27. MEJORES CASTILLOS EN EL AIRE. EN LA FERIA Y EN EL CIRCO ..
<<El vagar sin plan por las escapadas sin plan de la fantasía no
es raro que espante la caza que la filosofía sometida a plan
, puede necesitar en su mundo bien ordenado.>>
(Lichtenberg)
407
IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
No todos son tan tranquilos como para esperar sin más estos bienes,
sino que parten para encontrar su felicidad, listeza contra rudeza.
Valor y argucia son su escudo; el entendimiento, su punta de lanza.
Porque el valor sólo ayuda poco al débil contra el seilorón, no le sirve
para derribar la torre al suelo. Astucia del entendimiento es para el
débil su elemento humano. Por muy fantástica que sea la fábula, en la
superación de las dificultades es siempre inteligente. En la hibula,
además, el valor y la astucia triunfan de manera muy distinta a como
triunfan en la vida. Y no sólo esto: como dice Lenin, son siempre los
elementos revolucionarios ya existentes los que aquí fabulan por
encima de los límites dados. Cuando el campesino se hallaba todavía
atado a la gleba, el pobre jovencito de la fábula conquistaba a la hija
del rey. Cuando la cristiandad cultivada temblaba ante bruj:~s y
demonios, el soldado de las fábulas engaííaba de extremo a extremo a
las brujas y a los demonios (sólo la fábula subrayaba el «necio demo-
nio>>). Se busca y se reflej:~la edad dorada allí donde podía verse, muy
atrás, en el paraíso. Pero la fábula no se deja hoy engailar por los
actuales poseedores del paraíso; y es por eso rebelde, gato escaldado,
cabeza clara. Se puede trepar por la enredadera hasta el cielo, y ver
allí cómo los ángeles muelen el dinero. En la fábula Madrina muerte
Dios mismo se ofrece como padrino a un pobre hombre, pero éste
responde: <<No te deseo como padrino porque das a los ricos y dejas
morir de hambre a los pobres» 3 • Por doquiera aquí, en el valor como
en la sobriedad, como en la esperanza, hay un trozo de Ilustración,
mucho antes de que ésta existiera. El valiente sastrecillo en la fábula
de los Grimm, un fanfarrón de antemano, sale hacia el mundo porque
piensa que el taller es demasiado angosto para su valentía. Se encuen-
tra con un gigante, y éste toma y estruja una piedra en su mano hasta
que la hace sacar agua, y lanza otra piedra a tal altura que apenas si se
la puede ver. Pero el sastrecillo supera al gigante al convertir en
papilla no una piedra, sino un queso, y al lanzar al aire un pájaro tan
408
1 1
1
marcharse después con las orejas gachas. En las Líbulas, pues, siempre 1 i
hay botJS agujereadas se hallan a disposición del que sabe utilizarlas.
No falt:1 tampoco la suave ironía sobre el mero deseo y los medios
im:1ginados simples con que se quiere :1lc:1nzar la meta, una ironía
también ilustrada, pero que no descorazona. En tiempos antiguos
comienz:1 la fúbula del rey-sapo, en la que todavía el deseo sirve de
algo, pero la L'íbula no se presenta como un sucedáneo para el obrar.
El avisado Augusto de la fábula se ejercita, sin embargo, en el :1.rte de
no dejarse deslumbrar. El poder del gigante es mostrado como un
poder con un agujero, por el cual puede deslizarse el débil.
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IMÁGENES IJESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
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ll. MLJOHrS CASTILLOS EN [L AIRE. EN LA fERIA Y EN EL CIRCO
Ahora trazó, un día entre otros días, una tabla de arenJ, y diseminó
allí las figuras e indagó con toda precisión sus consecuencias; y al
poco tiempo determinó la consecuencia de las figuras, de las madres
lo mismo que de las hij:Js, con toda seguridad.
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IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
El mozo que quería aprender lo que era el miedo soñaba sólo débil-
mente. También el valiente sastrecillo logró a la princesa casi
involuntariamente, sólo porque se encontró una vez en su camino.
Todos los héroes de fábula encuentran su dicha; pero, sin embargo,
no todos se mueven ya en su sueií.o en ella y hacia ella. Sólo los héroes
de las fábulas posteriores, fábulas artísticas o leyendas fabulosas, no
por ello peores (con autores tan diversos como Hauff, E. T. /\.
Hoffmann, Keller), son también psicológicamente figuras de fábula,
figuras de naturaleza ensoñada-utópica. El pequcií.o Muck en Hauff:
parte para buscar su dicha, es precisamente su sueño de dicha lo que
le atrae:
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27 MLJOIUS CASTILLOS EN EL AIRE, EN LA FERIA Y EN EL CIRCO ..
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JI MLjOI\LS CASTILLOS EN EL AII\E, EN LA fERIA Y EN EL CIRCO.
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IMÁGENES DESIDEI\ATIVAS EN EL ESPEJO
de oro; pero a las fábulas que corren más lejos o más altas que las aves
estos restos les son tan poco necesarios como el cielo cristiano.
También sin todo ello se da la visión maravillosa, y, si es maravillosa,
lleva hacia afuera de modo totalmente cósmico el brillo de su propio
ánimo, y todo exhala un aroma de poesía. Así, por ejemplo, en la
fabulación en la que Gottfried Keller, en el Enrique el Verde, envuelve
a Margret, la esposa de éste, con la luz del arco iris, tal y como si se
tratara de un mensajero. Como otro pequeño Muck, con el brillo de
los trozos de vidrio y utopía, en una ignorancia que no tiene por qué
avergonzarse de sí si contiene algo más hermoso que el mundo
desencantado, así también vive Margret entre los despojos que llenan
su tienda de baratillo y de objetos raros: cosas desaparecidas se abren
paso y se dejan oír, la misma luz del día se ilustra con imágenes ele
países lejanos y libros paganos:
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27. Ml)üi\LS C/\SfiLLOS LN LL /\11\l, LN L/\ I'LI\1/\ Y EN LL CIRCO.
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IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
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l '
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recordar, quizá incluso prehistórico, el arte del circo es, sin embargo,
una especie de honestidad burguesa en el arte, y además el modelo de
éste. Es el local sin trastiendas, excepto el guardarropa y el establo, y
ambos pueden ser visitados en los descansos, todo está perfectamente
iluminado en la pista, en el trapecio bajo el techo, y sin embargo hay
un encanto, un mundo de deseos peculiar hecho de excentricidad y
ligereza precisa. Los tipos han cambiado poco, los forzudos, los
cómicos y los gimnásticos, todos están convencidos como las especies
de animales que se van a ver: los elefantes, los leones, caballos al trote
dando vueltas; el director con la fusta y el caballerizo en el entreacto,
la amazona, el alambrista y otros virtuosos, medio silfos, medio al
borde de la muerte, los domadores y los que rompen cadenas. Que el
cielo es el goce popular sin pausa se debe a los clowns que aparecen en
el descanso. Van desde la apariencia de lentejuelas y el empolvado de
la época isabelina hasta el vagabundo con la nariz roja, con el morro
regocijado pintado de blanco y negro, hasta la suma de la pobreza, el
tonto Augusto. Son todas figuras de un coliseo que se ha hecho
amable, y así lo son, sobre todo, las representaciones de la segunda
parte o pantomimas. La representación se inicia con la música más
bella de esta clase, con la Marcha de los gladiadores de Fucis, y se
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IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
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ll MLjOI\IS CASTILLOS [N EL AII\L, EN LA fERIA Y EN ll CIRCO
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:1 ~11 Jüi\L) Ci\S IILLOS EN EL i\11\E, EN LA FERIA Y EN EL CIRCO ...
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IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
Para causar placer, todo viaje tiene que ser voluntario. Necesita para
eso una situación que se abandona gustosamente, o al menos sin
dolor. El primer sentimiento en el coche o en el tren, cuando final-
mente parte, decide, sobre todo, lo que va a venir. Si el viaje es
forzado o profesional, es decir, si no implica una ruptura feliz, no es
un viaje. Si tiene lugar por aburrimiento, porque a uno no se le ocurre
otra cosa, el aburrimiento viaja también: es el equipaje y la suerte que
es arrastrada por los raíles en la caja de acero. El tren no tiene
entonces la cualidad placentera que tan raramente presenta: marchar
precisamente en la dirección que uno desea. Viajantes, marineros,
emigrantes, no están de viaje, pese a la posible liberación para estos
últimos. En todos ellos el viaje es algo forzado o profesional, el
conjuro aquí, el destierro allí: es la cinta ininterrumpida, como en el
ascensor o en la fábrica, no algo azul que hace ondear la primavera
por el aire. La dicha del viaje es, en todo caso, y sigue siendo siempre,
una escapada temporal sin exigencias posteriores del sitio acostum-
brado, cambio de actitud radical sin coacción externa. El viajero de la
época capitalista tiene que ser, además, consumidor, no aspirante,
porque en otro caso pierde el mundo de las agradables gentes extra-
ñas, entre las cuales no tiene nada que hacer, y con las cuales no tiene
ninguna costumbre en común. Algo, desde luego, es cierto: nada en
tierras extrañas es exótico, sino el extranjero mismo. Como entusias-
ta burgués, éste no ve, sin embargo, en tierras extrai1as la vida
cotidiana, y mucho menos la miseria en ella, lo que no le pagaría la
letra de cambio sobre la belleza que ya ha firmado; con un subjetivis-
mo, a menudo incurable, lo que ve en tierras extrai1as es su imagen
deseada de ella. Y esta imagen es, desde luego, la mayoría de las veces,
suficientemente exótica, o bien de tal manera que tiene lugar una
desilusión, como, por ejemplo, la de que Italia no se compone de
farolillos a la veneciana, o bien de tal manera que la imagen deseada
anterior, si no es errónea respecto a la realidad, sino que sólo la ha
exagerado, permanece inmóvil junto a la experiencia adquirida, inco-
rregida, pero también, en ciertos puntos, carente de desilusión. En
tanto que la imagen deseada permanece incorregida, no penetra
adecuadamente en lo sobriamente existente; el viajero de tipo medio,
aislado ya, por lo demás, por el hotel, los guías y las excursiones en
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20. SUGLSIIÓN DEL VIAJL, ANIIGULUAU, UICIIA UE LA NOVELA
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IMÁGtNLS UESIDEI\J\TIVJ\5 EN EL ESPEJO
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lB SU(;ISJI(lN llll VIAJI, ANJIGUEDAD, DICHA DE LA
r
efectos del extnañamiento viajero sobre la esperanza; con eros en su
doble configuración, la del amor y la de la creación. Y, finalmente,
para terminar, con una conversión frecuente en lo que se refiere al
extrañamiento: una de las innovaciones del viaje puede ser, incluso,
que haga extraño también lo acostumbrado en el lugar de origen. El
afecto que así surge se llama nostalgia; es, en su propio sentido, un
:mhelo tan provocado como intercambiado por la lejanía. La nostalgia
no se debe sólo al enojo que provoca la falta de los objetos acostum-
brados, sino que además de la nostalgia debida a la pérdida del
mundo de sensaciones acostumbrado hay también la nostalgia pro-
\
¡·,
ductiva, la que colorea e incluso hace utópico -extrayendo de él 11
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,
IMÁGENES DESIDEI\ATIVAS EN EL ESPEJO
Desde que los viajes se han hecho cómodos, no llevan ya tan lejos. El
viaje lleva consigo más cosas acostumbradas y penetra menos que
antes en las costumbres del país. En lugar del caminar, del cabalgar,
de la aventura inevitable, en el siglo XIX aparece el tráfico, una red
ferroviaria que, comparada con las actuales líneas aéreas, se desarro-
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28. SUGESIIÓN DEL VIAJE, ANTIGUEDAD, DICHA DE LA NOVELA ..
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IMÁGENES DESIDERAIIVAS eN El ESPEJO
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lll SlJCLS JIU N IJLL V lA) l. AN JJCUJ,JJAIJ. IJJCIIA JJL LA NOVII A
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IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
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r.
ción, con un, por así decirlo, gigantesco mobiliario, con un recuerdo
de viaje grandioso: la naturaleza. El sibarita del siglo XIX veía en ella
la reproducción de una perspectiva, desconsoladora en sí, pero muy
bien ornada materialista-mec'ínicamente, una especie de falso pano-
rama hecho de fuerza y materia. Las dos últimas siguieron siendo,
como Ludwig Biichner decía, «las materias primas con las que se
edifica el universo entero con sus maravillas y bellezas»; pero, en
cambio, para las vacaciones, que no querían verse privadas de su
belleza, la naturaleza se convertía en una edición de lujo. Incluso el
m~ís crítico utilizaba aquí las palabras «diosa>> y <<templo»; y algo así
lucía tras las ventanas de la casa, como un diorama de ventisquero y
resplandor alpino. <<La diosa de la verdad habita en el templo de la
naturaleza», dicen las Weltrdsel de 1-liickel, que tanto colorearon y
ennoblecieron materia y fuerza, <<habita en el bosque verde, en los
mares azules, en las cimas de las montañas cubiertas de nieve». En la
medida en que, hacia finales de siglo, el mundo de Makart cede ante
Bücklin, y ele otra manera ante Klinger, la vivienda repleta se hace de
nuevo m~is clúsica, por así decirlo, y el Oriente se cambia con el
Mediterr<Íneo, aunque sin que por ello desaparecieran los cortinones.
El espacio se pone, puede decirse, una máscara blanco-dorada; al
alumbrado de gas se une Sonne im I-Ierzen de Casar Flaischlen; a la
arquitectura de la novela histórica, J-faus in dcr Sonne de Carl Larsson
( 1895), como una especie de forma vital iluminada no ya con ben-
galas, sino cósmicamente. Esto produce ahora un erotismo de «estilo
juvenil» junto al de los pintados mercados de esclavas en El Cairo, un
erotismo <<halciónico» junto al de la palmera en el salón y al del
Renacimiento alemán traducido al turco. El específico estrato oníri-
co, sólo existente en el siglo XIX, en el que se alojaban la cursilería
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28. SUGESTIÓN DEL VIAJE. ANTIGüEDAD, DICHA DE LA NOVELA
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28. SUGESTION DEL VIAJE, ANTIGÜEDAD, DICHA DE LA NOVELA ..
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28. SUGL; II(JN IJII VIA)I, AN IIGULDAD, UICIIA DI LA N OVIl A
los boscajes. Lo que aquí salía al aire libre, como en los jardines
orientales, era el harén, aunque incrementado por un refinamiento
extraordinario, sólo alcanzable desde el punto de vista católico. Y en
el parque barroco puede percibirse, también sin su refinamiento, el
Oriente sentimental, allí, por lo menos, donde este mundo desiderati-
vo se concentra una vez más, es decir, cuando se hace pintura. A
través del mundo de la jardinería barroca de la Antigüedad, tal como
Claudc Lorrain y el heroico Poussin representaron el paisaje meridio-
nal, nos mira un Mediterráneo absolutamente oriental-clásico; nos
mira en la luz ~1urea y clara tras arbustos brillantes, y también en los
templos columnados y ruinas, que nos aparecen como Palmira, no
como Roma. La vedula domina también en el jardín barroco, échapée
de vue en lo infinito, pero asimismo en el escondrijo y en la plenitud.
La naturaleza aparece como una aventura preordenada de representa-
ción y placer, con un palacio encantado en el centro. Las casas, por
tanto, se incrementaron de la manera más deliciosa con una zona
verde que de por sí no hubiera nunca crecido así. Incluso el aparente
apartamiento de los seres artificiales, que era esencialmente artístico,
no ha eliminado los jardines de esta especie. El apartamiento respecto
al jardín francés tiene lugar hacia 1750 por razón de la forma de vida ,,
burguesa que va imponiéndose cada vez más: comienza el estilo
inglés, el llamado estilo natural. Pero también la disposición inglesa
ele los jardines cuidaba su naturalidad de modo muy cultivado, y
mantenía al hombre en el paisaje, y el paisaje para el hombre. Es
verdad que el parque inglés, también él mezclado a menudo en el
Rococó con el francés, se alejaba aparentemente del palacio, y es
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Era una noche sacudida por la tormenta, pero muy hermosa, una
noche extrañamente espantosa en el horror y en la magnificencia.
Muy próximamente a nosotros tenía que haberse desatado un ciclón
porque las ráfagas de viento modificabJn a menudo su dirección. La
espesura desacostumbrada de las nubes, que pendían tan próximas
como si cayeran encima de las torres de la casa, no impedía, sin
embargo, la percepción de que se precipitabJn con apresuramiento
consciente desde todJs las direcciones, entremezclándose entre sí,
pero sin seguir adelante. Su misma densidad desacostumbrada no
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l
IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
También ese algo que baila quiere ser otra cosa, y viajar luci:t :tll í.
El vehículo somos nosotros mismos, unidos al compai1ero o al grupo.
El cuerpo se mueve con un ritmo que puede adormecer ligeramente y
da, a la vez, una medida. Un rasgo esencial del baile de sociedad está
constituido, sobre todo, por una solicitación y un esquivamiento, por
un movimiento que tiene resonancias sexuales, y cuando el baile más
rudeza posee, todo ello se hace más claro. Pero con ello no se :tgota,
sino que también se imita otro paso o torbellino, se le da forma, un
paso delicado, medido, y en muchos bailes tradicionales conservados,
sobre todo en los rusos, un paso de la alegría tras la terminación del
trabajo. Pero también en el baile sexual hay algo elevado, resJ.ltado,
que se hace visiblemente sensible, sensiblemente visible. El baile hace
mover de una manera completamente distinta de la del día, por lo
menos de la cotidianeidad, imita algo que esta última ha perdido o no
ha poseído nunca. Persigue el deseo de un ser de movimiento más
hermoso, fija en él la mirada, el oído, el cuerpo, como si lo poseyera
ya. Ligero, alado o riguroso, el cuerpo, en todo caso, se modifica, se
convierte en otro. Con un impulso a proseguir cada vez más intensa-
mente por este camino.
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1'1 I~IA(,I N IJL>LAUA 1N LL BAILE, LA PANTOMIMA Y EL PAIS DEL CINE
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l9 IMAGlN DISLADA EN El BAILE, LA PANTOMIMA Y EL PAfS DEL CINE
Los muií.ecos necesitan el suelo como los elfos sólo para rozarlo y
animar el ímpetu de sus miembros por el supuesto obstáculo. Necesi-
tamos el suelo para descansar sobre él y recuperarnos de los esfuerzos
del día: un momento que evidentemente no es ningún baile, y con el
cual lo único que se puede hacer es hacerle desaparecer en lo posible 2x.
28. H. von Kleist, Sobre el teatro de marionetas y otros ensayos de arte y filosofía,
prólogo, trad. y notas de J. Riechmann, Hipcrión, Madrid, 1988, p. 32.
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IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
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r·
29. IMAGEN llLSIAllA EN EL BAILE. LA PANTOMIMA Y EL PAIS DEL CINE
Mi s:1bio anhelo gritaba y reía así desde mí, el anhelo nacido en las
montai'ías, una sabiduría salvaje, en verdad: imi anhelo con sus
gr:mdcs alas arrebatadoras!
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IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
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29 IMAGEN IJfSEAIJA EN EL BAILE. LA PANTOMIMA Y EL I'AIS DEL CINE
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2 9. 1M A G [N IH S E A f) A EN EL B A 1 L 1, 1A 1' A N 1OM 1M A Y 1 1 1' A 1 S IJI 1 C 1 N 1
31. Tom;ís de Aquino, Suma Teológica, cd. de F. Barbado, tomo II-III (Tratado de
los ángeles, cuestión 52), BAC, Madrid, 19.59, pp. 663 ss.
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1M Á G E N E S D E S 1 D [ 1\ A T 1 V A S EN l L [ S 1' L J O
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2? IM!ICLN IHSI i\lli\ 1 N Ll. 1\i\li.L. Li\ l'i\NTOMIM/1 Y El l'i\IS lJEI. CINE
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IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
Todos los animales, todos los rumores del bosque infinito, se des-
prenden de sus lazos y vienen aquí para verlo [... ] Y así vienen
vacilantes enfermos acosados por la fiebre durante largas noches e
incapaces de conciliar el sueño, así animales enjaulados se arrojan,
una y otra vez, contra los barrotes que no pueden romper 11 •
33. P. Claudel, L'homme et son désir, escenario de ballet, en Thétitre II, intro-
ducción ele J. Maclaule, Gallimarcl, Paris, 1963-1964, pp. 636 ss.
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l'
2? 1M 1\ G l N 1l 1 S L 1\ U 1\ LN L L ~ 1\ 1L L. L 1\ 1' 1\ N 1 O M 1M 1\ Y L L 1' 1\ 1 S U 1 L C 1 N l
34. Cf. E. Blass, Das Wesen der neuen Tanzkunst, Lichtenstein, Weimar, 1922,
p. 77.
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IMÁGENES DESlllEI<AIIVAS EN El ESPEJO
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29. IMAGLN DLSLADA lN El BAILE, LA PANTOMIMA Y El PAIS DEl CINE 1
acentos o de la clarificación al cuerpo y al movimiento, instruido, sin
duda, por el baile moderno; de acuerdo con lo cual, este último
podría explicar el enigma de cómo precisamente en el film han
podido adquirir tal riqueza los gestos. Ejemplos de la micrología de lo
episódico, que en sí no lo es, los hay a miles; todo buen film de acción
se halla cargado con instancias mímicas del subconsciente o de lo
presunto, así, sobre todo -sin panóptico ni montaje-, el film críti-
co-social y el film de la revolución. Más aún, el curioso mimo nuevo
se extiende no sólo a las personas, sino también a cosas que enmude-
cen de modo natural, pero que si el director puede, hablan también de
modo no-natural. Aquí pueden citarse las cazuelas que oscilan con el
barco en el Potemkin de Eisenstein, y también las grandes botas,
toscas, pisoteadas, que se ofrecen aisladas en la escalera de Odessa. El
film Octubre muestra en el Palacio de Invierno de San Petersburgo no
los defensores ya vacilantes, sino una enorme araií.a de luces, cuyos
cristales entrechocan ligeramente y cada vez con más fuerza: como
consecuencia de los disparos, como es evidente, y con una significa-
ción superior, como es más evidente. Pero también esta pantomima
ele las cosas en el film ha sido aprendida de los hombres en el film;
todas las artes de la cámara no hubieran mostrado nada semejante si
antes no hubiera habido ningún parpadeo ele Asta Nielsen ni ningún
apretón de manos en un primer plano. Los objetos del siglo XIX, sobre
todo, hablan en el film su ridiculez fatal o su estremecedor juego del
escondite; así en Sombrero de paja (1927), la obra maestra de René
Clair, así en la película sonora Luz de gas (1943). Sólo en su primera
época, cuando sólo fotografiaba sustitutivos del teatro, pudo parecer
que el film sonoro, como forma en sí, iba a hacer morir por segunda
vez la pantomima, a la que el film mudo había renovado. Sin embar-
go, también el film sonoro es todavía por doquier pantomímico, allí
donde calla; hay incluso un plus de especie pantomímica sólo logrado
por el film sonoro. Porque el hecho de reproducirlas acústicamente
hace que las cosas adquieran además todo un estrato de mímica.
Podría incluso decirse que el film sonoro ha realizado la paradoja de
una pantomima, por así decirlo, audible, es decir, referida a ruidos. El
micrófono hace audible el corte de una tijera en el lienzo, en la lana,
en la seda, y los muy distintos ruidos que surgen; el golpear de las
gotas de lluvia contra la ventana, la caída de una cuchara de plata
sobre el suelo de piedra, muebles que crujen, se sitúan así en un
mundo micrológico de atención y expresión. No sólo el decorado es
movible como en el film mudo, sino que se trata de una decoración de
sonido, y el sonido se convierte en gestos objetivados. Muchas cosas
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IMÁGENES DESIDEHATIVAS EN [L ESPEJO
Cuanto más gris es la vida diaria, tanto más colorido tiene lo que se
lee. Pero un libro exige sentarse en la habitación, no es posible salir
con él. Y además la vida deseada leída sólo se hace plástica si el lector,
aunque sea sólo insinuadamente, la conoce ya de su propio ambiente.
El amor lo lleva cada uno en sí, pero una noche de sociedad aristocrá-
tica no le es dada a todo el mundo, es decir, que no todo el mundo la
conoce plenamente. De modo mucho más engaiioso que el teatro, el
film muestra tales acontecimientos con el ojo de la cámara cambiante
como el ojo del espectador invitado que mira a su través. Y la mayoría
necesita aún más de la pantalla para ver desiertos y altas montaiias,
Montecarlo y el Tíbet, y el casino por dentro. En el siglo XIX estaban
destinados a esta visión de lejanías ciertos establecimientos que dis-
frutaban ya de una gran concurrencia. Existían los llamados <<panora-
mas imperiales», en los que el visitante se sentaba ante unos gemelos
de teatro estereoscópicos fijados en un soporte; y detrás de los
cristales pasaban una tras de otra, después de sonar un timbre,
fotografías coloreadas de todos los países. Existían, sobre todo, los
grandes panoramas circulares, el primero de los cuales se inauguró en
Berlín en 18 83; representaba la batalla de Sedán, o más bien llevaban
al espectador al centro mismo de ella, como si fuera un testigo ocular.
Figuras de cera, suelo auténtico, horizonte circular pintado, hacían
que el visitante estuviera presente, por así decirlo, en un momento
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IMÁGENES DESIDERAriVAS EN El ESPEJO
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19 IMAGEN IJLSLAIJA LN LL BAILL. LA l'ANIOMIMA Y EL PAIS IJLL CINL
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IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
Se levanta el telón
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JO. EL ESCENARIO CONSIDERADO COMO INSTITUCIÓN PARADIGMÁTICA
Pero el espectador no sólo aguarda, sino que los actores que emocio-
nan corporalmente incitan a algo más: exigen del espectador que se
decida, que decida, al menos, sobre si le gusta la representación como
tal. Y lo que se ofrece es una obra objetiva, de tal suerte que los
aplausos o los silbidos con los que la decisión se manifiesta se tienen
que extender también a la obra, que es la que da su papel al actor.
Cuánto más cuando el espectador, que no es ni una jovencita irre-
flexiva ni un adorador de divos, sólo ve en los actores el médium de
las personas dramáticas dentro de la acción. El desagrado que se
manifiesta o el aplauso que se hace patente van, a veces, hasta la
misma escena abierta; y ambos son muy diferentes de la actitud
silenciosa o explosiva que se puede tener frente a la literatura leída.
Sólo en tanto que ve en la escena lo que realmente quiere ver, o lo que
no quiere ver, el espectador se siente movido a una actitud que, de
ordinario, sobrepasa con mucho la decisión sobre una simple cuestión
de gusto. Para ello es también importante que en todo teatro se
encuentre una asamblea de personas con derecho a voto, mientras
que ante el libro, por lo común, sólo se encuentra un lector aislado.
En Brecht esta decisión se convierte en el punto principal, y ello
precisamente porque se separa con mucho del mero juicio «culinario>>
sobre una cuestión de gusto. Y también porque la decisión no sólo
valora los personajes, encuentros, acciones «tal como son, sino tam-
bién como podrían ser», porque la estructuración teatral de una
persona <<no parte de él, sino que va hacia éh>. A tal fin, la decisión es
tan aguda y meditadamente presentada en Brecht, tanto en la direc-
ción artística como en el ensayo, que siempre tiene que extenderse
más allá de la noche de la representación. Y ello de manera activada-
instructiva, en una vida que ha de ser actuada mejor, es decir,
realmente en las cosas que, en la significación más osada de la palabra,
deben venir.
Y ello, en primer lugar, en tanto que el espectador no se siente ya
simplemente dentro de la obra, sino que permanece con el sentido
despierto y se traspone en la acción y sus intérpretes en la misma
medida en que se contrapone a ella. Lo único adecuado aquí es <<la
actitud del que observa fumando» (anotación a La ópera de los cuatro
cuartos), no la de la persona fascinada que compensa con fruición sus
sentimientos, en lugar de hacerse ideas y aprenderlas encantada y
gozosamente. En el teatro, más que en otro lugar, tiene que haber
placer y la seriedad afectada es aquí más falsa que en cualquier otro
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IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
sitio, más aún, <<el teatro tiene que poder seguir siendo algo super-
fluo>>39, pero, sin embargo, el placer gozado no tiene que derretir al
espectador, sino enseñarle y hacerle activo. En segundo término, el
actor no tiene nunca que fundirse con la figura y la acción que imita:
<<es siempre sólo el indicador, nunca el implicado», se halla junto a la
figura de la obra, incluso como su crítico o su apologista, y sus gestos
no son los del afecto inmediato, sino que hacen conocer indirecta-
mente los afectos de otros. Por medio de esta ejecución teatral, más
épica que dinámica -liberada de todo <<ánimo teatral>> o de la llama-
da sangre escénica-, la representación adquiere no menos, sino más
viveza, calor, penetración. De acuerdo con lo cual, y en consideración
al efecto en el público del estilo mímico épico, puede subrayar Brecht:
472
JO. 11. LoCLNAI\10 CONSIULI\AUO COMO IN) 111 ULION I'AI\AIJIGMÁI ICA
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IMÁGlNES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
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l O. E L [ S e L N A 1\¡1 O e O N S 1 D [ 1\ A IJ O e O M O 1 N S T 1 1 U e 16 N 1' A 1\ A D 1 G M Á T 1e A
47. J. W. Goethe, Stella y Torcuato Tasso, en Obras completas JII, cit., pp. 1627·
1656 y 1858-1892, respectivamente.
48. El pequeño Organon para el teatro, cit., párr. 3.
475
IMÁGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPEJO
La elección del punto de vista es por eso también otra parte principal
del arte dramático, y tiene que ser elegido fuera del teatro. Como la
transformación de la naturaleza, también la transformación de la
sociedad es un acto de liberación, y las alegrías de la liberación es lo
que tiene que suministrar el teatro de una época científica 4 ~. Hasta
aquí sobre el teatro, en tanto que aparece como la casa de las acciones
decisivas, sobre las cuales y entre las cuales hay que decidir. Mientras
se representa la prueba con el ejemplo, el objetivo es cbramente
visible, pero la escena, en tanto que experimental (escena de la pre-
visión), instruye en las formas de comportamiento que sirven para
alc:mzarlo.
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IMÁGLNLS DLSIDLI\AIIVAS LN ll LSI'LJO
50. Cf. C. Trepte, Leben and Werk Stanislawskijs, Kultur und Fortschritt, Berlin,
1948, pp. 78 SS.
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30. ll. l"SCI NAI\10 CONSIDERADO COMO INSTITUCIÓN PARADIGMÁTICA
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30 EL ESCENARIO CONSIDERADO COMO INSTITUCIÓN PARADIGMÁTICA
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54. ]. C. Gottsched (1700-1766) fue un escritor alemán defensor del ideal clásico.
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55. F. Schiller, Intriga y amor y Guillermo Te//, en Teatro completo, cir., pp. 283-
382 y 1039-1140.
56. ]. W. von Goethe, Egmont, en Obras completas lii, pp. 1760-1825.
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JO. EL ESCENARIO CONSILJEI\ALJO COMO INSIIIUCIÓN I'AI\ALJIGMATICA
57. J. Coctcau, Orfeo, en Obras escogidas, Aguilar, Madrid, 1966, pp. 519-567.
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30. EL ESCENARIO CONSIDERADO COMO INSTITUCIÓN PARADIGMÁTICA
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La medida para esta novedad tiene, sin embargo, que ser elaborada
renovadamente. La manera más segura de llegar a ella se encuentra en
la existencia de nuevas obras dramáticas significativas y en su
comprensión. Y se obtiene también, y no en último término, de la
gran diferencia que se da entre la imagen del deseo en una época
socialista y en las épocas anteriores. Esta diferencia se hace palpable
en lo que Schiller llamaba la <<causa del placer ante objetos trágicos>>.
En el trabajo que lleva este nombre, y más claramente aún en el
siguiente, <<Sobre el arte trágic0>> 60 , Schiller no puede, al parecer,
desprenderse de la definición aristotélica de tragedia. Teniendo en
cuenta que no pretende distinguir entre drama y tragedia, ya que
ambos tienen por fin conmover al espectador. Y partiendo de la
conmoción, llega también Aristóteles a su célebre definición de trage-
dia: la tragedia tiene como fin provocar los afectos del temor y de la
compasión. Schiller acentúa aquí sólo la compasión, pero también en
el original de Aristóteles nos muestra la tragedia, ante todo sus
héroes, en una situación de sufrimiento. Y como es sabido, la intensi-
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30. EL ESCENARIO CONSIDERADO COMO INSTITUCIÓN PARADIGMÁTICA
61. Esquilo, Tragedias, cd. y notas de J. Perea, Gredos, Madrid, 1986, pp. 539-
582.
62. G. E. Lessing, Dramaturgia de Hamburgo, trad. de F. Formosa, Publicación
de la Asociación de Directores de Escena de España, Madrid, 1993.
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IMÁGENU DESIDli\ATIVAS EN EL ESI'EJO
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J 1 IMÁl;ENES DEL DESEO OBJETO DE MOFA Y ODIADAS ..
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JI. IMÁGENES DEL DESEO OBJETO DE MOFA Y ODIADAS.
64. B. Cellini, La vida de Benvenuto, hijo del maestro Giovanni Cellini, florenti-
no, escrita por él mismo en Florencia, introducción, trad. y notas de M. Barceló, Plane-
ta, Barcelona, 1984, pp. 112 ss.
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65. Grandville, Otro mundo, prólogo y trad. de]. B. Aligue, José]. de Olañeta,
Palma de Mallorca, 1988: <<Transformaciones, visiones, encarnaciones, clevacions,
locomociones ... , metamorfosis, zoomorfosis, litomorfosis, metempsicosis, apoteosis y
otras gnosis».
66. Ch. Baudelaire, Crítica artística, literaria y musical, en C. Baudelaire, intro-
ducción, trad. y notas de J. del Prado y J. A. Millán Alba, Espasa, Madrid, 2000, p.
1269.
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JI IMÁGENES DEL DESEO OBJETO DE MOFA Y ODIADAS.
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Invito amigablemente
a todos aquellos de vosotros
que quieran pasar en adelante sus días
con nosotras, las aves,
viviendo alegremente.
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JI IMÁGENES DEL DESEO OllJLIO IJL MOlA Y OIJIAIJA'
68. G. Ilürger, Las aventuras del barón de Münchhausen, trad., prólogo y notas
de M. Sácnz, Alianza, Madrid, 1982.
69. F. Rabelais, Gargantúa y Pantagruel y otros escritos, trad. de F. Barrioberi y
Hcrrán, Aguilar, Madrid, 1967, pp. 173 ss.
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32. 1/API'Y-END, DESCUBIERTO Y, A PESAR DE ELLO, DEILNDIUO
Se sabe muy bien que los hombres quieren ser engañados, pero esto
no sólo porque los tontos están en mayoría. Sino porque los hombres,
nacidos para la alegría, no tienen alegría y gritan pidiendo alegría.
Sólo esto es lo que hace a veces a los más listos ingenuos, inocentes,
caer en la trampa del brillo, sin que haga siquiera falta que el brillo
prometa oro: puede bastar sólo con el brillo. El loco con la pena es
cuerdo, pero pronto el afán trabaja de nuevo, y se espera que esta vez
no va a ser uno engañado. El afán se mantiene de refresco para el caso
de que la cosa vaya de verdad, porque no quiere perder la ocasión;
entre tanto, empero, crecen constantemente nuevos niños no escalda-
dos, constantemente nuevos fulleros se aprovechan de una debilidad
que podría ser igualmente una fortaleza. Porque, es verdad, el afán
tiene una debilidad por la felicidad, por reír el último, y no es de la
maltratada opinión de que es raro que lo que va a venir sea mejor que
lo actual. El aprovechamiento de la debilidad no tiene por qué ser
obra de tramposos, ni de grande ni de pequeño estilo. Por doquier se
busca que las cosas aparezcan pintadas de rosa; los malos libros están
llenos de ello. Pero, de modo muy característico, el azúcar aumenta
hacia el final, asciende o se intensifica, por así decirlo. La vida es
dificultosa, pero, al fin de cuentas, parece que merece la pena. Y
también el hombre avisado en otras cosas se deja impresionar por
aquello de que nunca es tarde si la dicha es buena.
Mucho habla a favor de condenar sin más el resplandor al final:
en consideración a la desgracia que ha causado, y a la que hoy causa
en medida creciente. Allí donde el trabajo no produce alegría alguna,
el arte tiene que resignarse a ser diversión, engaño alegre, happy-end
artificial. Ello sirve para mantener en el carril a los oyentes; al final de
la comunidad popular fascista o del american way of life todo el
mundo recibirá algo, y por cierto sin que haya habido que cambiar lo
más mínimo de la realidad existente. Los espectadores de los cines y
los lectores de los folletines de revista asisten a ascensiones sociales,
teii.idas de rosa, como si éstas fueran la regla en la actual sociedad y
sólo la casualidad las hubiera impedido para los espectadores o lecto-
res. Más aún, el happy-end se hace tanto más inevitable en el capitalis-
mo cuanto menores son las posibilidades de ascensión en la sociedad
actual, cuanto menos esperanza ofrece ésta. A ello hay que añadir la
dosificación <<moral>> del desenlace feliz, porque no todo el mundo
llega a ser rico y feliz, tanta azúcar no se da ni siquiera en el mundo de
las revistas. Sino que sólo a los virtuosos les está reservada una cuenta
corriente, mientras que a los malvados, y sólo a ellos, les está reserva-
da la miseria, con lo cual se lleva a cabo la inversión más descarada de
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IMÁGENES DESIDERATIVAS EN El ESPEJO
Y es por eso por lo que al hacer mutis necesita -cuanto más dure,
tanto más- una máscara, la apariencia de la felicidad del honesto. El
happy-end, empero, no sólo es una mentira, sino que se ha hecho más
superficial que en ninguna época, limitándose a la sonrisa de los
anuncios de automóviles y perfumes. Caballeros y damas muy atilda-
dos muestran la high-life de una sociedad que agoniza, sin que este
final condense la dulzura de la vida como en el Rococó. La dicha de la
riqueza burguesa se ha hecho ella misma tan burda como vacía, y su
happiness se halla, en realidad, más cerca de la nada que los muertos.
No obstante lo cual, este happy-end mentido, prescrito, engaña a
millones de personas, para las cuales sustituye los consuelos de ultra-
tumba de la Iglesia, y sólo por razón del engaño está prescrito. Con
una fantasía siempre alimentada de nuevo, el pobre hombre que se
mece en sueños dorados tiene que seguir creyendo que estos sueííos
pueden realizarse en el capitalismo, o por lo menos en el capitalismo
más paciencia y un poco de espera. Pero para el pobre hombre, sin
embargo, no hay ninguna ganancia bolsística de la vida, y todo rosa
encendido termina para él en un viernes negro. Hay fuegos artificiales
capitalistas muy hábiles, y no sólo desde el aspecto óptico, con los
cuales el mundo socialista apenas puede competir. Pero después de
todas las serpentinas de fuego, coronas, bombas venecianas y la reina
de la noche llega la gran cañonada, y ella es el clou como la termina-
ción del asunto. Todo lo que el capitalismo alimenta con el happy-
end, negocios como nunca, Gran Alemania, América first, incluso
keep smiling, conduce a la muerte. De la manera más chata, la belleza
se convierte en el mundo de los sepulcros blanqueados en el comienzo
del horror.
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32 1/A/'/'Y-END, DESCUBIERTO Y, A PESAR DE ELLO, DLI LNDILJO
Y sin embargo, ésta es sólo una faceta del resplandor, falsa ella
m1sma.
Un impulso al que no pueden cerrarse los ojos labora en dirección
del buen fin, un impulso que no se basa sólo en la credulidad. Que los
fulleros se aprovechen de este impulso lo refuta, en el fondo, tan
poco, como el «socialista» Hitler refutó el socialismo. La capacidad de
engaño del impulso hacia el happy-end dice sólo algo contra la situa-
ción de su razón, pero ésta es susceptible de enseñanza y enmendable.
El engaño mismo presenta el buen fin como si fuera alcanzable en un
hoy inmodificado de la sociedad, o como si fuera el hoy mismo.
Ahora bien: en tanto que el conocimiento destruye el falso optimis-
mo, no destruye por eso la perentoria esperanza de un buen fin.
Porque esta esperanza, fundada en el impulso humano hacia la felici-
dad, es muy difícilmente destructible, y ha sido muy distintamente
siempre un motor de la historia: como expectativa e incitación res-
pecto a un objetivo positivamente visible, por el cual es importante
luchar, y que inserta un adelante en el curso vacío del tiempo. Más de
una vez la ficción de un happy-end ha modificado un trozo del mundo
cuando aquélla se ha apoderado de la voluntad, cuando la voluntad
había aprendido tanto por el daño como por la esperanza, y cuando la
realidad no se hallaba en una contradicción demasiado ruda con ella:
es decir, lo que en un comienzo era ficción, llegó a ser realidad. A
veces se logró incluso, supuesta una fe robusta, algo paradójico: el
triunfo de lo perentorio sobre el enemigo poderoso, de lo sereno
sobre lo malignamente verosímil. Si al contenido de la voluntad le
falta el objetivo, entonces queda sin hacer incluso lo bueno verosímil;
pero si el objetivo permanece, entonces puede lograrse incluso lo
inverosímil, o puede, por lo menos, hacérselo más verosímil para el
futuro. Ni siquiera el quebrantamiento de la cadena en su eslabón más
débil se ha logrado nunca, ni se logra, si en el ánimo del quebrantador
no alienta plenamente el elemento positivo de la anti-cadena. Los
hombres se empequeñecen cuando su objetivo se empequeñece, mien-
tras que, en cambio, se hacen mayores y más alegres inevitablemente
en un mundo que sólo tiene ante sí la alternativa entre la ciénaga o la
reconstrucción enérgica.
No es por eso, de ningún modo, de naturaleza del color rojo el ser
tímido. Toda barrera ya, si es sentida como tal, se halla, a la vez,
superada. Porque ya el topar con ella presupone un movimiento que
va por encima de ella y lo contiene germinalmente en sí. Ésta es la más
simple simultaneidad dialéctica en el factor objetivo, sobre todo si
completa y activa la conciencia de la barrera. La conciencia llega
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32. HAPPY-ENO, DESCUBIERTO Y, A PESAR DE ELLO, DEfENDIDO
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ÍNDICE GENERAL
Contenido...................................................................................... 9
Prólogo a la edición española. La actualidad de Ernst Bloch: Fran-
cisco Serra .. .. .. . ... . .. ... .. .. .... .. .. . .. ... . .. .. .. .. ... ... .... . .. ... .. ... . .. .. .. .. ... . 11
EL PRINCIPIO ESPERANZA
Prólogo ........................................................................................ 25
2. Muchas cosas saben a poco .. ... .. ... . .. . ... .. .... .. .. . .. ... .. .. .. .. . .. .. .. ... 47
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EL PRINCIPIO ESPERANZA [1]
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fNDICE GENERAL
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E L P R 1N C 1P 1O E S P E.R A N Z A [ 1J
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INDICE GENERAL
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EL PRINCIPIO ESPERANZA [ 1J
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INDICE GENERAL
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