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En este ejemplo, tenemos a dos candidatos que compiten en un mismo distrito electoral y que
cuentan con el mismo presupuesto, conseguido a través de aportes de terceros. Al tener la
misma cantidad de dinero, ambos tendrán más o menos los mismos recursos para disputar las
elecciones. La diferencia está en el que el candidato A solo tiene dos contribuyentes, mientras
que el candidato B cuenta con 1 000 personas que apoyaron económicamente a su campaña.
Para efectos de este ejemplo, supongamos que los contribuyentes de cada candidato
aportaron cantidades idénticas; en ese sentido, podemos apreciar que, pese a que los dos
candidatos cuentan con el mismo presupuesto para sus campañas, el candidato A recurrió a
dos «mecenas», que aportaron S/500 000 cada uno. El candidato B, en cambio, logró obtener
el apoyo de 1 000 personas, cada uno aportando S/1 000. Si convertimos el aporte de cada
persona en un porcentaje que refleja el grado de influencia, nos damos cuenta de que cada
una de las dos personas que apoya la campaña del candidato A tiene un grado de influencia de
50 %, mientras que cada persona que apoyó al candidato B tiene un grado de influencia de 0.1
%. Historia, política y el Perú: Lecciones del pasado para una reforma política hoy 267 Esto no
es más que una explicación gráfica de una situación evidente. El candidato A depende
económicamente de dos personas para financiar su campaña. En ese sentido, se ha generado
una mayor dependencia de candidato a contribuyente y, por lo tanto, hay una mayor
probabilidad de que el dinero que reciba sea condicionado a cumplir con ciertas demandas
incluso mucho antes de ser desembolsado. Y si los contribuyentes tienen algún interés en
particular con fines económicos, claro está, hay una mayor probabilidad que el candidato
A esté dispuesto al menos a escuchar lo que tienen que decir. En el mejor de los casos, su
gestión estaría marcada por un discurso favorable a los intereses de sus «mecenas»
protegiendo el statu quo; en el peor de los casos, estaría comprometido a utilizar su cargo
público para beneficio exclusivo de ellos. De otro lado, el candidato B, al tener 1 000
contribuyentes, cuenta con una base amplia de personas que apoyan su candidatura por las
propuestas hechas durante la campaña, sin que ellos tengan el grado de influencia suficiente
que pueda comprometer su independencia. Si uno de ellos decidiera no apoyar más al
candidato B, el financiamiento no se vería afectado de manera tan drástica, debido a que cada
aporte representa menos del 1 % del total. En esta situación, el candidato B mantiene un
mayor grado de independencia que el candidato A. Este ejemplo un tanto exagerado tiene el
objetivo de demostrar el poder que tiene el dinero sobre las campañas electorales. Es una
realidad que, lamentablemente, compromete seriamente los ideales del proceso democrático
y en muchos casos se convierte en corrupción por parte de políticos y contribuyentes, no solo
en el Perú, sino en todos los países.