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PERFILES
DEL FEMINISMO
IBEROAMERICANO
CATáLOGOS
Diseño de tapa: Alejandra Cortez
Diagramación: Oscenter
6 Cf. Vasallo, N. “La evolución deí Tema Mujer en Cuba”. Revista Cubana de
Psicología.
7Cf. Henríquez Ureña, Camila Estudios y Conferencias, La Habana, Letras cubanas,
1982, p. 570.
Avizoraba Cam ila las dificultades para vencer los
obstáculos entonces ya identificados, y lo larga que sería la
lucha; pero lo que tal vez no imaginó Fue, que 60 años después,
sus palabras tendrían casi la misma frescura que al pronun
ciarlas. La ley del divorcio y la despenalización del aborto fueron
conquistas de la primera mitad del siglo XX en Cuba, aunque
son temas de discusión todavía en muchas partes del mundo y
objetivos de las luchas de las mujeres en el presente siglo.
Todo este movimiento feminista no tuvo una consecuen
te continuidad en Cuba. En primer lugar, porque aparente™
mente a través de la constitución de 1940, habíamos alcanzado
la igualdad de derechos y se necesitó un tiempo para tomar
conciencia de que en la práctica no la teníamos. En segundo
lugar, según la valoración de luchadoras de ese tiempo, fueron
tan duras las dictaduras en el gobierno durante años, que su
bordinaron sus intereses feministas a la lucha contra el régi
men imperante: se repetía la historia. ¿Qué significó, enton
ces, la primera mitad del Siglo XX para la mujer cubana? D i
gamos que desde el punto de vista jurídico, habíamos alcanza
do las tres principales conquistas de este siglo: El derecho al
voto, el acceso a todos los niveles de educación y al mercado
laboral. Pero, en la práctica, a estos dos últimos no se accedió
de manera amplia. A lo anterior debemos añadir como otra
conquista la Ley del divorcio y la despenalización del aborto,
objetivo este último del movimiento feminista contemporá
neo en muchas partes y controversial tema de discusión.
¿Cómo se expresaron estas conquistas en la práctica? En
1959, cuando comienza a construirse un Proyecto Social Re
volucionario, a las mujeres como grupo poblacional las carac
terizaban los altos índices de analfabetismo, la subescolari-
zación, la discriminación de clase, de raza y de género. Ade
más, la carencia de una legislación que la amparara en todos
sus derechos y le propiciara su participación y acceso a la vida
pública, de la que se encontraba mayormente excluida. Baste
decir que en 1953 sólo un 17,1% de la fuerza laboral eran
mujeres: la mayor parte en la esfera de los servicios, una parte
importante como domésticas. La cubana de entonces se en
contraba en situación de desventaja económica y educacio-
nal, lo que la hacia dependiente del hombre y ésto se expresa-
ba en cualquier clase social aunque por supuesto era mucho
más crítico en la mujer pobre y más aún en la negra.
El año 1959 significó para las mujeres cubanas el inicio
de un proceso gradual; pero sostenido, de grandes transfor
maciones sociales, aquello que el movimiento feminista se
propuso después de tomar conciencia de que el derecho al
voto por sí solo no produciría las transformaciones necesarias
en la vida de las mujeres.8 En Cuba, a diferencia de otros paí
ses, este proceso surge no como resultado directo de luchas
feministas, sino como consecuencia de un movimiento de
grandes transformaciones sociales, eje central del Proyecto
Social de la Revolución Cubana, en cuyo marco ideológico
quedaba claro la lucha contra todas las formas de discrimina
ción y desigualdad entre las personas, no importaba su condi
ción de clase, etnia o sexo.
El transformar la condición de subordinación a la que
estaba relegada la mujer y llevarla fuera del espacio doméstico,
al que estaba confinada históricamente, convirtiéndola no sólo
en objeto de las transformaciones sociales, sino también en
sujeto de ellas mismas, fue un importante objetivo del Pro
yecto Social de la Revolución Cubana. Sin dudas una de las
campañas más importantes de los primero años fue la alfabeti
zación, de la que se beneficiaron mujeres y varones, no im
portaba su edad. Por su parte, para dar continuidad y sostener
los resultados de la misma, fue fundam ental la erradicación
8Cf. Valcárcel, A. “El techo de cristal. Los obstáculos para la participación de las
Mujeres en el Poder Político” Madrid, Instituo de la Mujer, 1994.
del analfabetismo: se extendieron los servicios educacionales
gratuitos a todos los lugares del país con igualdad de acceso
para niñas y niños y el establecimiento de la enseñanza obliga
toria hasta el 9no Grado. Hoy el nivel educacional promedio
del país es 9no. Grado y no existen diferencias entre mujeres y
hombres al respecto. El acceso de las mujeres a los diferentes
niveles educaciones, la estimulación a través de los medios de
difusión a su mayor participación social y al desempeño de
roles tradicionalmente masculinos, influyó en la rápida y sos
tenida incorporación de las mujeres a las universidades y a ca
rreras no tradicionalmente femeninas.
Actualmente, 2:296.930 personas se encuentran vincu
ladas a los diferentes niveles de la Educación y de ellos el 50%
son mujeres y niñas, cifra que nos es más favorable en la Ense-
ñanza Técnica y Profesional (76%) y en la Educación Supe
rior (60,2%), de las cuales 66,4% se encuentran en las carreras
médicas, el 65% en las Ciencias Naturales y Matemáticas y el
63,9% en las Económicas, por solo citar algunos ejemplos.9
Todo esto permite explicar el lugar privilegiado de la mujer
cubana en la estructura ocupacional del país. Desde el punto
de vísta laboral, se demandó la presencia femenina en el m un
do público, se promulgaron leyes que favorecieron el acceso
de la mujer al empleo y se perfeccionaron las regulaciones al
respecto. Las mujeres cubanas tienen derecho a acceder a cual
quier puesto de trabajo para el que se encuentre calificada y
percibe por ello igual salario que los varones.
Otro aspecto que impacto profundamente la vida de las
mujeres fue el desarrollo del Sistema Nacional de Salud, con
acceso gratuito para ellas y que desde temprano desarrolló Pro
gramas que la beneficiaron directamente. Su protagonismo en
9 Cf. Perfil Estadístico de la Mujer Cubana en el Umbral del Siglo XXI, O NE, 1999.
la planificación familiar y el derecho a tomar decisiones sobre
sus cuerpos han dado una importante independencia a las cu
banas y han contribuido consecuentemente a la elevación de
su autoestima. A lo anterior, se une la promulgación del Códi-
go de la Familia que le brinda igualdad de derechos y deberes
a hombres mujeres en lo relativo a la familia y la vida domés
tica- En nuestra constitución se expresa que la mujer tiene
derecho al acceso a todos los cargos y empleos del Estado, de
la Administración Pública y de la Producción y Prestación de
Servicios. La elaboración de leyes que contemplan los dere
chos fundamentales de la mujer y propenden el ejercicio de la
igualdad facilitó la masiva incorporación de las mujeres al
ámbito público a través del empleo o de su acceso masivo a la
educación y la calificación laboral. Por solo citar un ejemplo,
entre 1965 y 1995 la participación de la mujer en la economía
nacional se incrementó de un 15% a un 42,3%. Su presencia
en esta fuerza de trabajo ha estado marcada por una movilidad
ascendiente en la estructura ocupacional que la ha llevado a
tener una presencia significativa en las categorías de técnico,
tanto de nivel medio como superior, y ello es el resultado del
acceso sostenido a los diferentes niveles de la educación del
país. Las mujeres cubanas han sido las mayores beneficiadas
con éste, uno de los logros más significativos del Proyecto
Social de la Revolución Cubana, ellas constituyen el 64% de la
fuerza de trabajo calificada del país y con su presencia en la
educación superior, contribuirá a sostener e incrementar su
participación en esa categoría.
En relación con la salud de las cubanas, debemos decir,
que el Ministerio de Salud Pública Cubano cuenta con im
portantes Programas de Salud que privilegian la mujer como
el Programa Materno Infantil, con énfasis en la prevención
del cáncer de mama y el cérvico uterino, el Programa de Pre
vención de Enfermedades Crónicas N o Transmisibles y el
Programa de Atención al Adulto Mayor. Especial atención tie
ne la Salud Sexual, considerada como el bienestar derivado
del placer físico, sexual y emocional que se logra a través del
ejercicio de la autodeterminación en las relaciones sexuales
que se establecen.
Los temas de importancia en cuanto a la salud sexual y
reproductiva incluyen el derecho esencial de la mujer de asu
mir el control y tomar decisiones en cuanto a su cuerpo y su
sexualidad y se reconoce este derecho como básico para su
desarrollo.
A partir del triunfo revolucionario se crean numerosas
instituciones culturales que promueven nuestra cultura y con
tribuyen a la formación de nuevas generaciones de artistas. A
pesar de todo este rescate de la cultura nacional y la asimila
ción de la \fonguardia de la cultura en el mundo, en la actua
lidad la mujer no es predominante en el mundo de la cultura.
De los artistas reconocidos por la UNEAC, sólo la cuarta par
te son mujeres.10Constituye éste un espacio más a conquistar.
Todo este proceso ha impactado la conciencia femenina
y ha hecho surgir cada vez nuevas necesidades que han reque
rido cambios progresivos en la legislación cubana para hacer
realidad la igualdad de oportunidades para la mujer. Sin em
bargo, el acceso de las mujeres a puestos de toma de decisio
nes no se corresponde con el desarrollo por ella alcanzado y a
su lugar en la estructura ocupacional del país. Después del
triunfo revolucionario, las mujeres dirigentes han llegado a
ser casi la tercera parte del total de los dirigentes del país; sin
embargo no son dirigentes de primer nivel en su mayor parte.
En los organismos de la administración central del Estado, solo
tres mujeres ocupan cargos de Ministras y las viceministras
han oscilado entre un 5% y un 9% en este período.11En secto
10 Vilasís M. Conferencia en la Cátedra de la Mujer, La Habana, Universidad
de La Habana, 1997.
" Cf. Ob.dt.
res como la Educación y la Salud, mayoritariamente femeni
nos en la fuerza de trabajo calificada, las mujeres en cargos de
dirección ascienden al 52% y 42% respectivamente, cifras sin
dudas altas; pero potencialmente mejorables. En la Adminis
tración de Justicia, en cambio, nos encontramos que el 49%
de los jueces y el 61% de los fiscales, son mujeres. En las elec
ciones generales de 1998, se produjo un incremento en el nú
mero de mujeres Delegadas a las Asambleas Provinciales
(28,6%) así como en el Parlamento (27,6%). Guba se encuen
tra en primer lugar en América Latina y entre los 12 primeros
países del m undo con mayor representatividad femenina en
su Parlamento.
A pesar de los avances y logros de las mujeres en estas
últimas cuatro décadas, se mantiene una importante contra
dicción: ha avanzado considerablemente en la conquista del
ámbito público y en el ejercicio de derechos fundamentales,
pero sigue siendo la protagonista principal del ámbito priva
do. Tiene aún la máxima responsabilidad en la reproducción
de la fuerza de trabajo y es aquí donde con más rigor se ha
sentido la crisis económica que nos afecta y que en Cuba se ha
dado en llamar Período Especial.12 Las mujeres han buscado
alternativas económicas que compensen su salario real, se ha
producido una movilidad hacia el sector emergente de la Eco
nomía, de mejores condiciones de trabajo y mayor remunera
ción económica. Han pasado, en este sector de la economía, a
desempeñar puestos de menor calificación del que ellas po
seían; ven este paso como transitorio hasta tanto las condicio
nes del país cambien, según estudios que hemos realizado. N o
están dispuestas a renunciar definitivamente a la satisfacción
personal que se deriva del ejercicio profesional para el cual se
calificaron.
16Idem, p. 11.
de un texto de ese tipo. La obra de López es una reflexión
teórica, que no dudaríamos en incluir en los Estudios de Teo
ría de Género, con una marcada dimensión interdisciplinaria.
(No olvidemos que toda su reflexión se realiza todavía en una
época en que las disciplinas no estaban totalmente estructuradas
dentro del marco académico).
En cuanto a los temas que nos plantea, ya en la primera
página de la tesis de López nos aclara el panorama conflictivo
que rodea al feminismo (tanto alrededor del 1900 como del
2000).
No falta quien diga que elfeminismo pretende la igualdad de los
sexos, lo cual es absurdo si se piensa que igualdad en este caso significa
identidad, pero muy justo si se reconoce como expresión de equivalen-
d a f7Vemos que López ya registra el conflicto de sentidos en
que puede entenderse la igualdad, y cómo algunos de ellos
deben dejarse de lado de manera absoluta. Digamos con Legouvé
—agrega más adelante—: nadie pretende asimilar la mujer al hombre;
este sería el medio más seguro de esclavizarla, pues un ser colocadofuera
de su natural esfera es necesariamente inferior y por consiguiente está
avasallado. 18 López registró muy bien hace más de un siglo que
la problemática del feminismo gira en torno al concepto de
igualdad, pero, al modo de Lorraine Code, considera que la
igualdad entre los sexos, que plantea como una meta de una
sociedad más justa, sólo puede comprenderse de un modo
complejo, conservando algunos significados de la igualdad y
rechazando otros.19
20 Idem, p. 16.
21 Idem, p. 17.
22 Idem. p. 16.
tas han sostenido que ha sido la falta de acceso a la educación
formal la mayor causa de perpetuación de desigualdades; o tam
bién que la educación recibida por las mujeres es la fuente de
esa perpetuación; o también que una nueva educación será lo
que pueda promover el cambio en esa situación de desigual
dad.
Todavía hay mucho para decir sobre el tema, en tanto la
situación más que resolverse se ha desplazado. La desigualdad
en la educación se ha trasladado del problema del acceso a la
problemática de los contenidos y las metodologías. Lo cierto
es que la marcha del progreso se veía en todos los ámbitos. La
situación de las mujeres había sido muy desgraciada, pero, de
hecho, estaba cambiando positivamente, y nada ni nadie po
dría frenar ese avance. Cierto es también que-eran años de
crisis. Pero la superación de la crisis trae una situación mejor.
No había por qué temer. La raza humana estaba mejorando,
sin lugar a dudas. Hasta en su dimensión física se observaban
en la época cambios positivos, como las leyes de la eugenesia
registraban,23
La educación había jugado el papel principal en este avan
ce destruyendo la ignorancia y con ella la barbarie. Había lle
vado a la humanidad hasta donde estaba y sería la educación la
que convertiría esta nueva crisis en el momento más positivo
de la historia. Pero las concepciones que habían servido como
marco conceptual hasta el momento, debían ser modificadas.
No alcanzan para los nuevos pasos que debía dar la humani
dad. El espíritu intelectual de principios del siglo XX en Bue
nos Aires ejercía su función crítica y sin duda la educación se
encontraba en el foco de sus reflexiones. Muchos de esos in
telectuales, como Rodolfo Rivarola, estaban ya imaginando una
24 Ib ¡áem.
25Idem. p. 99.
26Idem, p. 98.
La primera y más importante función que cumple la edu
cación es, entonces, moral: El secreto de muchas caídas esta ahí (en
lafalta de educación) F Y agrega:
La mujer es naturalmente débil, la instrucción es quien debe
darlefuerzas; el ejército de las pecadoras se recluta entre las mas igno
rantes, pues en uno como en otro sexo, es muy raro que a una superior
cultura no vaya unida una moralidad también mayor28
Sin educación, la mujer se transforma en una “niña gran
de” que tampoco resulta buena en sus roles tradicionales.de
esposa y madre, por los cambios sociales que se han operado.
Además, una mujer instruida contará con mayores rescursos
para enfrentar la miseria, que, por otra parte, desencadena tam
bién debilidad moral:
La condición de esposa y madre es accidental /.../ Las jóvenes
necesitan recibir una educación tal que les permita revelar susfacultades
especiales, y a las que no son ricas, elegir una carrera para ponerse,
llegado el caso, al abrigo de la miseria.2*
Sólo la educación puede permitirle a la mujer la incor
poración a lo que hoy llamaríamos “esfera pública”; sólo así el
hombre podría aceptarla como a una igual y no si se mantiene
en la “frivolidad” de la que nos habla Elvira López, segura
mente refiriéndose a las mujeres de determinado estrato so
cial alto, del que ella es particularmente muy crítica.
Hoy que todos aspiran a vivir como ciudadanos libres y que la
sociedad necesita de la cooperación de todas lasfuerzas sociales, la mujer
necesita también extender su esfera de acción. /.../ Como esposa y como
27Idem, p. 71.
28Idem, p. 73. N o olvidemos que a fines del siglo XIX es muy grande la preocu
pación que hay en Buenos Aires en torno al tema de la prostitución, pues había
acarreado problemas en las relaciones internacionales. C£ Guy, D. El sexo peli
groso, Buenos Aires, Sudamericana, 1991.
29Idem. p. 87.
hija la mujer tienen hoy influencia socialpero no tiene virtudes sociales
/.../Su acción y su influencia deben ir más allá. /.../ La mujer debe ser
educada de manera que pueda intervenir más eficazmente en beneficio
de la sociedad.20
En estos textos, la autora nos está planteando la necesi
dad de preparar a las mujeres para su participación en esa esfe
ra pública a la que había permanecido extraña. Las mujeres
habían influido en esta esfera (la famosa influencia detrás de
bambalinas de la que tanto nos ha hablado Celia Amorós), pero
de manera indirecta, por influencia sobre sus maridos, hijos,
hermanos o padres. Pero para intervenir desde dentro de la
esfera pública hay que seguir reglas diferentes, que ellas deben
aprender, a través de la educación. La educación va a permitir
les formarse en la vitud pública propia de esa esfera pública.
(De hecho esta es una práctica que ella misma lleva adelante
dentro de los grupos feministas en los que participa activa
mente, y en su inserción en el campo académico, con su doc
torado y los numerosos artículos que publicó sobre ética en
prestigiosas revistas intelectuales de la época).
Para Elvira López es muy importnate el camino en la
educación de las mujeres, lo que la lleva a elaborar un esque
ma de propuesta educativa. Tanto para su propio beneficio
como para el beneficio de la sociedad en su conjunto: La refor
ma de la educaciónfemenina puede transformar, por la acción de las
mujeres, la sociedad.31
Pero, ¿cuáles son los cambios que Elvira López, en 1901,
pone como fundamentales? En primer lugar, cuando ella ha
bla de educación se refiere a una educación generalizada y no
sólo para las mujeres de las clases privilegiadas. También debe
ser radical y abarcar todos los niveles educativos: La reforma
que se impone en la educación de las mujeres deberá empezar por las
30Idem. p. 80, 81 y 82.
31 Idem. p. 83.
escuelas primarias de niñas a donde todas concurren32 Pero ella nos
habla de “escuelas de niñas” particularmente porque los estu
dios deben ser específicos para las mujeres, por lo menos en la
formación básica. Aquí ya está insinuado el hecho de que no
alcanza sólo el acceso a la educación sino que hay que revisar
los contenidos mismos, y establecer nuevas curricula, nos seña
la López en su tesis. Aquí vuelve a aparecer la tensión “igual
dad-diferencia”, que señalamos anteriormente, y que no pue
de soslayarse: Seria conveniente que los programas se hiciesen más
femeninos.33 La educación debe responder a las posibilidades
y a las necesidades reales de las mujeres concretas. Debe in
cluir, por ejemplo, pedagogía, el arte de educar, para formar el
carácter de sus hijos. También debe recibir conocimientos de
higiene “esa moral física”. Esto último tiene que ver, segura
mente, con las políticas promovidas en la época por parte de
los que se conocen como médicos higienistas: Otros programas,
como el de historia, por ejemplo, deberán también tener ese sellofeme
nino. La historia que se enseña no menciona para nada a la mujer.34
Este es otro problema que las historiadoras femenistas actua
les también encaran, como puede verse en la aparición recien
te de las Historia de las mujeres.
Además, Debe dárseles también nociones de derecho < por
que > no conocen sus derechos35Este es un punto sobre el cual se
encuentran trabajando en la actualidad muchas organizacio
nes gubernamentales y no gubernamentales. Educar a las mu
jeres en estos conocimientos implica darles un instrumento
fundamental para que ellas mismas hagan valer sus derechos
en la sociedad. Caso contrario, los mismos pierden su verda
dero objetivo.
32 Ibtdem.
33 Ibidem.
34 Idem. p. 81.
35Idem. p. 85.
El pensamiento que está expresando Elvira López es bas
tante diferente a lo que conocemos como pensamiento “utó
pico”. Ese futuro ideal iba a llegar sin lugar a dudas (repito:
por lo menos en el texto de su tesis) devendría real, y era deber
de la educación facilitar y acompañar su llegada. Vemos una
seguridad “casi” positivista en el progreso, que las crisis políti
cas sólo podían confirmar. Respecto a la situación de las muje
res Elvira López nos dice (repito): En él siglo que comienza, la
mujer recorrerá seguramente lasjornadas que lefaltan, por que la situa
ciónfemenina es irresistible y se manifiesta ya en todas partes, aunque
no del mismo modo, ni ha llegado en todos los países a igual altura.
Hace un recorrido pormenorizado de la situación de las m u
jeres en las diversas épocas históricas y en los diferentes paí
ses: pueblos primitivos, antiguos egipcios, germanos, japone
ses, chinos, musulmanes, etc. Luego en un segundo capítulo
analiza la época de los griegos, de los romanos, los primeros
siglos del cristianismo, la edad media y la moderna. Además
de establecer cierto espíritu enciclopedista, por otra parte ne
cesario en una tesis de 1901, este recorrido histórico-geográfi
co resulta el marco imprescindible de la seguridad que ella
muestra en la marcha de la humanidad. Su pensamiento está
comprendido, así, en el marco de cierta concepción de la His
toria, una Filosofía de la Historia.
El pensamiento de Elvira López no se plantea como “utó
pico”, si se entiende por “utópico” aquello que no está en nin
gún lugar. Si “se llama utópico a todo ideal especialmente de
la sociedad humana que se supone máximamente deseable,
pero que muchas veces se considera inalcanzable” el pensa
miento de Elvira López en su tesis El movimiento feminista es
menos utópico aún.36 En 1911, López escribe un artículo que
38 Santa Cruz, M.I. “Actualidad del tema del hombre: los estudios de la mujer”
Revista Latinoamericana de Filosofía, vol. XX.2, 1994.
EL FEMINISMO COMPENSATORIO
DE CARLOS VAZ FERREIRA
Amy A. Oliver
(American University)
45 Cf. “The subject in Feminism” Hypatia VI. 2, 1991, pp. 155-172. Una prime
ra versión de este trabajo (sustancialmente modificado) fue presentada en el
VII Congreso Nacional de Filosofía, Río Cuarto (Córdoba, Argentina).
beral encarnado, por ejemplo, en Juana Manso (1819-1875).46
La segunda reconoce un feminismo con conciencia de clase,
impulsada con vigor por las anarquistas hasta que la Ley de
Residencia expulsó a sus miembros más activos y desarticuló
el movimiento.47 Paralelamente, aunque sólo me ocuparé de
las anarquistas, el feminismo socialista tuvo una importante
presencia hasta el advenimiento de la revolución del año 1930,
cuando sus actividades fueron proscriptas, contribuyéndose
así a su desarticulación. En general, parte de sus intereses se
desviaron en la década siguiente en el complejo fenómeno del
movimiento peronista que, finalmente en 1947, concedió una
de las reivindicaciones más importantes por las que habían
luchado las mujeres de las décadas anteriores: el voto. Paradó
jicamente, la mayoría no pudo ejercerlo sino hasta mucho más
tarde.
Así las cosas, hay que esperar hasta la década de los ‘60
para encontrar nuevamente una presencia fuerte de los movi
mientos de mujeres. Aún así su posibilidad de participación
fue breve. Los golpes de E¿tado del año 1966 (Onganía) y lue
go del año 1976 (Videla) volvieron a foja cero todos los recla
mos políticos y civiles no sólo de las mujeres. En esos años se
consolidó desde el gobierno un discurso fuertemente persua-
sivo sobre la misión sacrificial de la mujer-madre, sus deberes
y sus capacidades naturales. Años más tarde, una nueva para
doja permitió sentar en ese tipo de argumentos las bases para
la lucha de las Madres, transfiriendo desde su “lugar natural
privado” al espacio público sus reclamos.48
56 Meyer, C, art.cit.
57 Masielo, F. op.cit. p. 59.
Este pasaje es harto elocuente. Sin términos teóricos que
le permitan conceptualizar el problema pero también sin
ambajes detecta y denuncia el sesgo genérico de la sociedad
donde el hombre (= varón) ha construido las leyes “a su ima
gen y semajanza”. Detecta también la falacia pcirs pro toto, el
varón es la mitad de la especie que se constituye en el univer
sal. Nuevamente, con precisión como Sor Juana, detecta y
denuncia el uso del doble criterio: lo que en una es crimen, en
el otro es debilidad, con consecuencias éticas y antropológicas
que desembocan en la discriminación y la sanción pública de
las mujeres. Su denuncia es revolucionaria porque apunta no
sólo a un cambio radical que involucra al “universal mujeres”
sino también al de la estructura política de la sociedad en que
vivía. Como era de esperar, su actitud fue considerada un des
propósito y un escándalo.
Vista desde la perspectiva actual, la lucha de Manso tuvo
sus límites. Provienen, en parte, de la fuente de la que abrevó:
la Ilustración. Se ha subrayado que cae en el error de juzgar a
la totalidad de las mujeres como de análoga estructura y pro
yecciones intelectuales a las suyas propias, y considerar que,
como ella, se sentían capaces de defender los mismos dere
chos en los que ella sueña, presuponiéndolos anhelados por
todas las demás.58 Dicho de otra manera, Manso cometió los
“errores” propios de un feminismo liberal: pretendió cambiar
el orden tradicional y su ideología predominante, secularizar
la educación de las mujeres, darles un sentido autónomo pero
no alcanzó a oír sus propias especificidades. Su razón
universalista empañó las diferencias y no pudo profundizar en
las causas de su fracaso. Su discurso, tal vez, fue percibido como
demasiado afín a una forma de conversión al ‘bárbaro* (dirigi
58 Velazco y Arias, M. Juana Paula Manso: Vida y acción, Buenos Aires, Ed. de la
autora, 1937. En: Fletcher, L. op.cit. p. 108-120.
do a la mujer/naturaleza): una forma implícitamente proyec
tada para neutralizar toda alteridad. Manso, la luchadora in
cansable, quizá minimizó también la fuerza de la matriz cul
tural en la que las mujeres a las que se dirigía se habían forma
do y el grado de aceptación que alcanzaba en ellas. La lealtad
de clase y de cultura primó sobre la de sexo y su discurso fue
rechazado “por propios y ajenos”.
La segunda escena se ubica a fines del siglo XIX en los
alegatos de las escritoras anónimas del periódico anarquista La
voz de la mujer, y esta “voz” es diferente a la de los Salones
Literarios de Juana Manuela Gorriti o a la de las Conferencias
de Juana Manso.59 Su reivindicación de los derechos de las
mujeres viene con conciencia de clase de la mano de socialis
tas y anarquistas, grupos que se vinculan directa o indirecta
mente con la Gran Inmigración europea de fin de siglo. In
fluidas fundamentalmente por el anarquismo italiano, las edi
toras de La voz de la mujer (1896-1897) rechazaron la denomi
nación burguesa de “feministas” y prefirieron mantener su
identidad como clase trabajadora, con necesidades e intereses
propios, diferenciándose así de sus potenciales patronas y de
las demás mujeres de clase media y alta.60
Las obreras de La voz de la mujer reconocieron su pecu
liar situación con claridad y decidieron denunciar el sexismo
dentro del mismo movimiento anarquista, corriendo el riesgo
de ser tildadas de distractoras de los verdaderos problemas y ob~
61 Los reclam os fem inistas en los m ovim ien tos de izquierda fueron,
mayoritariamente, infructuosos porque siempre se los cortó con la excusa de
que distraían de la causa política de fondo. Cfr. Molina Petit, op.cit, p. 202. Para
un estudio más extenso al respecto, Hartmann, H. “The Unhappy Marriage o f
Marxism and Feminism” en: Women and Revolution, Boston, South End Press,
1981; Weinbaum, B. E l curioso noviazgo entrefeminismo y marxismo, Madrid, Siglo
XXI, 1984; de M iguel, A. Marxismo y Feminismo; Alejandra Kollontay , Madrid,
Comunidad de Madrid, 1993, entre otros.
62 Masielo, op.cit p. 240, donde la redacción escribe “hombre” debe leerse “varón”
pues no se reconoce aún la equivocidad del término.
de la mujer.”63El editorial del segundo número de La voz de la
mujer, firmado por “La Redacción”, anuncia: Apareció el primer
número de La voz de la mujer y claro ¡allífue Troya! Nosotras no
somos dignas de tanto, 7Cal no señor, ¿emanciparse la mujer? ¿para
qué? iqué emancipación femenina ni que ocho rábanos/ La nuestra,
venga la nuestra primero, y luego cuando nosotros seamos libres, allá
veremos /.../. Con tales humanitarias y libertadoras ideasfué recibida
nuestra iniciativa....64 El editorial no va dirigido ni a patrones ni
a capataces, sino a los propios compañeros anarquistas, tan bue
nos representantes del doble criterio como cualquier otro varón.
El ejemplo más claro lo brinda la cuestión sexual donde
enfatizan: “el hombre es libre /.../ Ja mujer cae en falta” (el su
brayado es nuestro). Sin un andamiaje teórico muy elaborado
pero con ideas claras, las mujeres anarquistas denuncian la ce
guera genérica de sus compañeros a los que no dudan en deno
minar pseudo-anarquistas. En efecto, lejos de la teorización y
del uso de categorías comprensivas como patriarcado o géne
ro, en tanto que obreras denuncian (junto con los varones obre
ros) su opresión laboral pero, en tanto que mujeres, plantean
(contra los varones, fueran obreros o no), que ellas están do
blemente oprimidas: en la vida socio-laboral y en la privada.
Haciéndose cargo de sus propios reclamos sostienen: Ya tenía
mos la seguridad de que si por nosotras mismas no tomábamos la ini
ciativa de nuestra emancipación, ya podíamos tornarnos momias o algo
por el estilo, antes que el llamado Res de la Tierra (el hombre) lo hicie
se.
En una sociedad en la que persistía una definición de
“lo femenino” propia de un modelo más tradicional, las muje
65 Los reclamos se cristalizaron en 1907 con la Ley 5291 que contempló cuatro
aspectos fundamentales: 1) edad mínima de admisión aí trabajo, 2) prohibición
de trabajo nocturno, 3) exclusión de las tareas calificadas com o insalubres o
peligrosas, y 4) medidas de protección a la maternidad. Entonces, las mujeres
tuvieron una jornada legal de trabajo de 8 horas, de la que los varones carecie
ron hasta 1929 (en 1905 se había obtenido el descanso dominical no pago). La
protección de la Ley se fundaba explícitamente en cuestiones de orden higienista,
dada la incidencia negativa del trabajo sobre la salud de las embarazadas y las
puérperas y de sus hijos pequeños; implícitamente desviaba a las mujeres del
mercado de trabajo que con sus bajos sueldos deprecien el mercado.
deraron, en consecuencia, insuficientes los cambios de orden
público propuestos por sus compañeos y bregaron por modi
ficar el orden privado. En estos folletos, se reconocen “al ser
vicio del hom bre” y ante este hecho palmario reclaman la mis
ma libertad, igualdad y dignidad que los obreros exigen para sí,
en una especie de intento de homologación de derechos. En esta
línea de pensamiento, concluían: “... queremos reivindicar para
nosotras una razonable igualdad delante del sexo masculino” y
desde esta perspectiva valorizaron su independencia econó
mica.66Tal independencia económica haría de las mujeres per
sonas autosuficientes, lo que les permitiría liberarse de la car
ga del “orden doméstico” que según ellas, sólo beneficia a los
varones. Los artículos de La voz de la mujer abordan, por pri
mera vez, el tema de la quiebra del orden familiar: <Varo~
nes> ... espreciso que sepáis de una vez, que esta máquina de vuestros
placeres, este lindo molde que vosotros corrompéis, ésta sufre dolores de
humanidad y ya está hastiada de ser un cero á vuestro lado, es preciso
¡oh!falsos anarquistas, que comprendáis una vez por todas que nuestra
misión no se reduce á criar á vuestros hijos y lavaros la roña, que noso
tras también tenemos derecho á emanciparnos y ser libres de toda clase
de tutelaje ya sea social, económico o marital /.../ Para vosotros, ¿qué es
una mujerfea ó bonita, joven ó vieja?:¡una sierva, unafregona!67
Utilizando el mismo razonamiento analógico que Flora
Tristán, nuestras anarquistas denuncian que la mujer es sierva
del varón en el hogar como el varón es siervo del capital en su
75 Santa Cruz, M.I et a¡ii. Mujeres y Filosofía, Buenos irires, CEAL, 1994. vol. 1, p.
47 ss. '
alrededor son otros tantos aspectos relevantes que se ponen
de manifiesto. Aunque las corrientes feministas más críticas
tiendan a prescindir de esa categoría (la consideren redundan
te, e igualmente sesgada) que en las últimas décadas ha adqui
rido un carácter más prescriptivo que descriptivo, nuestra pro
ducción reciente la adoptado con resultados fructíferos. Usar
la críticamente ha implicado, en buena medida, no olvidar el
carácter relacional, posicio nal e histórico desde el cual cada
sujeto se ubica para construir sus prácticas. Más aún, cuando
se la entrecruza con las categorías de clase, de etnia y de reli
gión los análisis se enriquecen notablemente, como muestran
ciertos estudios históricos y antropológicos recientes.
En síntesis, si miramos en perspectiva los escasos veinte
años que llevamos de Estudios de Género institucionalizados
en las Universidades, el balance sólo puede ser positivo: no
tanto por lo realizado efectivamente, sino por el avance que se
ha producido desde los primeros pininos de la memoria a la
reconstrucción de la identidad desde la década de los ’80. Es
tos años de democracia ininterrumpida que venimos transi
tando no sin sobresaltos condensan importantes logros para la
historia, las ciencias y la teoría feminista. Estamos en tiempo
de trabajo, de análisis, de indagación, en todos los ámbitos; de
reformulación teórico-práctica de la función de las mujeres
en el complejo proceso de producción y reproducción social,
y en la formación de cultura, que lo acompaña. Tantó la tónica
del movimiento de mujeres como de la investigación acadé
mica ha cambiado: se va de las prácticas a la teoría en busca de
' comprensión y legitimación para enriquecer nuevamente las
prácticas produciéndose un círculo virtuoso, que poco a poco
va dando sus frutos.
Como adelantamos, las bianualesJomadas de Historia de
las Mujeres y Congreso Latinoamericano de Estudios de las Mujeres y
Teoría de Género suponen un avance interesante y fructífero en
al menos tres frentes: en principio, el debate e intercambio de
la memoria regional, lo que facilita la recolección de los datos
necesarios para cualquier intento de categorización y elabora
ción sistemática; en segundo lugar, los desarrollos teóricos que
han hecho un interesante recorrido no sólo de las teorías eu
ropeas y norteamericanas, con importante insidencia de ías
corrientes de la diferencia de corte postmoderno, sino tam
bién numerosos intentos de desarrollo y conceptualización
propios; y, por último, un refuerzo consistente de los argu
mentos en defensa de la presencia de las mujeres en la esfera
pública, incluyendo elaboración y el reconocimiento de sus
derechos de ciudadanía, económicos y sociales en general. De
un tímido comienzo, en los últimos años estos Encuentros han
concentrado un número importante no sólo de académicas,
sino también de mujeres del movimiento y feministas en ge
neral. La solidaria presencia de investigadoras extranjeras con
tribuyó desde el inicio de la democracia a fomentar el inter
cambio de ideas y la formación teórica de nuestras estudian
tes, cuyos resultados se potencian de encuentro en encuen
tro.76Por último, cabe destacar que un número incipiente pero
sostenido de investigadores varones se ha acercado primero
con curiosidad y ahora con creciente interés al tratamiento de
ios Estudios de Género, revisando los roles de la masculini-
dad.
79 Cf. Burkhard, p. 20, Lau Jaiven (1987), 88-89 y 111-115; y Lamas (1998),
113.
80 Un ejemplo de esto lo tenemos en la fundación de la organización no
gubernamental CAMVAC (Centro de Atención para Mujeres Violadas, A .C .) en 1976
y CIDHAL (Centro de Información y Desarrollo Humano en América Latina) en 1979.
Cf. De Barbieri (1986), 17.
$n relación a la adquisición de poder.81 Otra consecuencia
importante consistió en el establecimiento de alianzas de
grupos: En 1976 se funda la Coalición de Mujeres con la
finalidad de dar presencia a las demandas feministas en los
espacios públicos organizando campañas publicitarias,
simposios, conferencias y manifestaciones; se instituyeron
entonces las primeras oficinas con asesoría para mujeres y se
postuló como meta importante la elaboración de una iniciativa
de ley para legalizar el aborto y la de una reforma al código
penal en lo que tocaba delitos sexuales que introducía un
parágrafo dedicado al hostigamiento sexual. En 1979 se funda
la Federación Nacional para la Liberación y los Derechos de la
Mujer (FNALIDM), alianza que reunía no sólo a grupos
feministas, sino también a algunos partidos de izquierda como
el comunista (PjCM) y el trotskista (PRT), algunos sindicatos
y tres grupos de homosexuales y de lesbianas. Esta acción
aprovecha, por un lado, la coyuntura que había abierto la
reforma política del Presidente López Portillo (1976-1982)
legalizando a los partidos de izquierda y, por el otro, retoma
los esfuerzos de la Coalición en materia legal (aborto, violación,
hostigamiento sexual), al mismo tiempo que aspira a mejorar
la protección de las mujeres en la reglamentación laboral.
Paralelo a este desarrollo tenemos la presencia de mujeres
en diversos espacios sociales con demandas específicas que
surgen a principios de los años setenta y que se integran a las
81 En este contexto aparece una de las revistas más importantes, la revista fem
(1976) en la que se realizará ante todo un trabajo periodístico construyendo un
espacio para la discusión de los problemas y temas importantes del movimiento.
Dentro del campo universitario se organiza Grupo Autónomo de Mujeres
Universitarias (GAMU, 1979) y aparecen los primeros grupos de mujeres
lesbianas y homosexuales (Lesbos 1977, Lambda, 1978, O IKA BETH , 1978). En
1982 se funda La Red a partir de la iniciativa del grupo GAMU con la finalidad
de facilitar el intercambio de información.
distintas etapas de los movimientos sociales en México.82Aquí
encontramos luchas de carácter muy heterogéneo como las
sindicales, las campesinas, los movimientos de solidaridad
política y los movimientos urbano-populares. En todos estos
espacios se organizan comités femeniles que combaten junto
a los hombres, como lo es el caso de los trabajadores electricistas
entre 1972 y 1978, los campesinos que luchan por defender u
obtener tierra, el movimiento urbano popular que participa
en la organización de la contienda por el espacio urbano y el
caso del Comité Nacional Pro-Defensa de Presos, Perseguidos,
Desaparecidos y Exiliados Políticos presidido por Rosario Ibarra
de Piedra. Existen mujeres, por otra parte, que se organizan a
partir de su condición femenina y postulan demandas sociales,
como el caso de las mujeres de Villa de las Rosas, en Chiapas,
que lograron que el presidente municipal les construyera un
lugar adecuado para parir a sus hijos, o el de las prostitutas que
luchan por mejorar su situación laboral.83Lo significativo es el
hecho de que las mujeres empiezan a politizar la maternidad
para promover intereses prácticos de género, con lo que se
contraponen a la posición feminista que defiende la legalización
del aborto y la maternidad voluntaria.
En el campo político, que en el presente trabajo se divide
por razones de exposición en tres subcampos: el de los partidos
políticos, el de las instituciones estatales y el de las
organizaciones no gubernamentales (ONG), se observa una
actividad muy reducida.84 Dentro de los partidos políticos hay
muy pocas iniciativas de las mujeres, debido no a la falta de
82 Según Vivienne Bennett (1992 y 1993) los movimientos sociales entre 1968 y
1988 se articulan con mayor fuerza en tres distintas etapas: primero a principios
de los setenta; segundo entre 1979 y 1983 y tercero entre 1985 y 1988.
83 Acevedo. et a l (1988), 136-147.
84 Sobre la definición de campo véase Bourdieu, (1992), 124-146,
participación en el marco de la doble militancia en las luchas
políticas, sino a la carencia de espacios de mujeres conquistados
dentro de los partidos, y a la permanencia en las secciones
femeniles de los mismos.85Los partidos retoman en ocasiones
sus demandas sociales partiendo de cálculos estratégicos, pero
al mismo tiempo mantienen a las mujeres alejadas de los
puestos políticos. En lo que toca a la actividades de las institu
ciones estatales se observa una implementación de políticas
públicas derivadas de las políticas internacionales sujetas a
acuerdos y convenios de las Naciones Unidas, pero que no
consideran las demandas del movimiento feminista.86En 1974
se modifica, a raíz del año internacional de la mujer, el artículo
4o de la constitución mexicana para que quede postulada
legalmente la igualdad entre mujeres y varones.
En el campo académico se inicia una discusión en torno
a la situación de la mujer, se buscan instrumentos de análisis
para entender mejor su papel en la sociedad y se empieza a
recolectar material empírico que permite sacar conclusiones y
conceptualizar los problemas de las mujeres. Los temas que
destacan en esta fase son el papel de la mujer en el marco de
las políticas de población, la fecundidad, la inserción en el
mercado de trabajo, la familia y el trabajo doméstico.87
120 Esto, sin embargo, no ha impedidlo que gracias a la lucha del feminismo las
mujeres en México empiecen a reclamar el derecho a ía determinación sobre su
propio cuerpo y sobre su maternidad, aiín cuando en el marco de sus creencias
religiosas ía mayoría de ellas no puede aceptar la legalización del aborto.
121 Muchas de las activistas del Movimiento Popular Urbano (M UP) estaban
entonces afiliadas a diversos partidos políticos (PRI, PRD, PRT), algunas
feministas que intervienen en el M UP como coordinadoras de demandas o
como activistas dentro de las O N G ’s también militaban én los partidos.
ideas hacia otras concepciones y se restringieron a tratar de
reclutar una clientela para el movimiento feminista, sin lograr
desarrollar una posición teórica y política hegemónica que
pudiese integrar las luchas de los movimientos populares a la
lucha del feminismo. Este conflicto se presenta en toda
Latinoamérica y se discute en el IVo Encuentro Feminista
Latinoamericano y del Caribe que se realizó en Taxco en 1987. El
resultado del Encuentro muestra las dificultades que existían
para elaborar una política hegemónica que pudiese combinar
emancipación con autodeterminación en el contexto de la
pobreza y la falta de ^democracia en América Latina. En el
documento final dei Encuentro, que fue redactado por un
pequeño grupo de feministas, se constató la dificultad de
conciliar las múltiples diferencias entre los diversos grupos e
intereses y se af>eló a reconocer tales diferencias para poder
elaborar una línea en común. Se estableció la necesidad de
replantear la relación entre género, clase y etnia, así como la
de estructurar un pr9yecto feminista amplio que incluyera a
toda la sociedad.
En la década de los noventa el movimiento feminista
dirige sus estrategias a ampliar la comunicación con las mujeres
del campo político y del académico. Para esto se organizan
foros de discusión a los que asisten militantes de los partidos,
de las organizaciones populares y de las universidades.122 Se
organiza la Convención Nacional por la Democracia y se
reúnen las precandidatas a la Convención con mujeres del
campo académico para discutir sus estrategias en torno a la
lucha política. También se planea alcanzar un mayor grado de
profesionalidad para poder incidir en el campo político.
122 Los foros organizados por la revista Debate Feminista pretendían establecer
“un puente entre el trabajo académico y el político, que contribuya a la
investigación y la teoría feministas, dentro y fuera de las instituciones
académicas” C f Lamas (199), 1; T Uñón (1997), 63.
En el foro de discusión organizado por Debate Feminista
en junio de 1991, titulado ¿De quién, es ía política?, la crisis dé
representación de los intereses de las mujeres en la contienda
electoral está documentada en el intento por establecer alianzas
con las militantes de los partidos políticos y las mujeres de los
movimientos populares. Aquí se constata nuevamente la
necesidad de elaborar un proyecto orgánico de carácter
universal para salir de la esquina particularista y se señala la
necesidad de entender a la perspectiva feminista como un paite
de la totalidad del planteamiento; jas representantes de los
partidos políticos articulan perspectivas de carácter estratégico
y dem andan del feminismo un proyecto concreto con
perspectivas de implementación claras, así como la aptitud de
establecer alianzas con diversos actores sociales independien
temente de compartir todas sus posiciones.123 Las represen
tantes de los movimientos de base intentan encontrar una
solución al dilema de cómo hacer política con las mujeres de
las clases populares,-es decir, cómo articular las demandas del
feminismo en el marco de las necesidades económicas y sociales
de las mujeres de la base, pero no encuentran ningún eco en la
fracción de las feministas autónomas que insisten en poseer el
monopolio sobre la definición del feminismo. Partiendo de la
diferencia sexual pretenden elaborar un proyecto para “mejorar
la posición de las mujeres en el orden social y político exis
tente” al mismo tiempo que aspiran a construir un orden social
123 Beatriz Paredes, que entonces era gobernadora del Estado de Tlaxcala por el
PRI considera que ía Convención Nacional de Mujeres fracasó en sus objetivos por
haber reducido la discusión a las divergencias cíe los grupos feministas y no a las
plataformas políticas de los partidos (1991,38). Cf. ¿De quién es la política? (1991),
12-15.
nuevo.124 La solución que se ofrece desde este feminismo
implica la elaboración de un “contrato social femenino” que
permitirá a las mujeres establecer lazos de confianza y reconocer
liderazgos en base a la profesionalidad y la competencia. Este
debate muestra los obstáculos que se enfrentan para poder
insertarse en el campo político y negociar alianzas con los
movimientos de base.125
Las posturas conceptuales en torno a la definición de la
diferencia sexual y del feminismo, la dificultad de desarrollar
posiciones críticas frente^a la cultura política masculina y de
abandonar los espacios cerrados de autoafirmación así como
la pluralidad de intereses de los grupos feministas y de los
partidos políticos que se contradicen, llevan durante la
Convención a establecer un consenso mínimo y a dejar de
lado la discusión én torno a la democracia de género y al
desarrollo de una plataforma política feminista.126 Así, el
feminismo autónomo se queda defendiendo propuestas
alejadas de la conflictiva social de las mayorías. Como no tiene
claridad sobre su propio papel como movimiento social, al
intentar dar el salto hacia convertirse en un movimiento
político no logra elaborar una posición Coherente y hegemó-
128 Aspe Bernal y Palomar Verea (2000), 241 muestran en su análisis sobre
representación política y género cómo el porcentaje de legisladoras en la Cámara
de Diputados en México sólo ha aumentado de 5.06% a 16.2% entre 1961 y
2000.
partiendo de las condiciones materiales de producción y
reproducción de la vida para poder plantear un proyecto crítico
de transformación de la sociedad que incluya tanto a las mujeres
marginadas como a las de las otras clases sociales.129
130 Durante el tercer coloquio nacional de Filosofía llevado a cabo en Puebla del
3 al 7 de diciembre de 1979, las filosofas mexicanas Eli Bartra y Adriana Valdés
afirmaron que elfeminismo es la lucha consciente y organizada de las mujeres contra el
sistema opresor y explotador que vivimos: subvierte todas las esferas posibles, públicas y
privadas, de este sistema que no solo es clasista, sino también sexista, racista, que explota y
oprime de múltiples maneras a todos los gruposfuera de las esferas de poder. En Graciela
Hierro (editora). La Naturaleza Femenina. Tercer Coloquio Nacional de Filosofía,
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1985, p. 129.
La actual diversidad de posiciones asumida abiertamen
te desde 1993, en el VI Encuentro Feminista de América Latina y el
Caribe, no es, sin embargo, particularmente novedosa en Amé
rica Latina. Por un lado, todas las corrientes que se explicitaron
en El Salvador, aunque enfrentadas en términos éticos y cul
turales sobre las formas de hacer política de las mujeres, te
nían la mira puesta en la actuación publica, relegando los ám
bitos de los afectos, la sexualidad y la corporalidad, como es
pacios sociales en transformación, a una nueva intimidad pro
tegida, despolitizada. AUa vez, en las dos décadas anteriores
América Latina no había pensado su actuación feminista de
manera unívoca: en el Chile desvastado por la dictadura
pinochetista, Julieta Kirwood y Margarita Pisano, a mediados
de los ochenta, desarrollaron una visión política de la autono
mía feminista que*se cuajó en el lema “Democracia en el país,
en la casa y en la cama”; aún antes, en los setenta, la práctica
feminista de la autoconsciencia que llevó a muchas latinoa
mericanas a reflexionar sobre su identidad femenina, cuestio
nando el condicionamiento al que fueron sometidas, y asu
miendo lo colectivo, lo social y lo político implícitos en las
dimensiones personales, convivió con prácticas más “militan
tes”, propias de mujeres de izquierda que nunca salieron de
sus partidos, y de progresistas que no pasaron por la
autoconsciencia, pero se reivindicaban autónomas con respecto
a las organizaciones políticas masculinas y privilegiaban el tra
bajo con:mujeres de los sectores populares.
Como bien dijo la cubana Aralia López en el panel so
bre “Feminismos y Filosofía”, durante el IX Congreso de la Aso
ciación Filosófica de México, el feminismo no es un discurso
hegemónico, pues tiene tantas corrientes como las que pue
den surgir de los cuerpos sexuados en la construcción de las
individualidades.151El feminismo es el reconocimiento de una
subjetividad en proceso, hecha de sis y nos, fluida, que impli
ca la construcción de formas de socialización y nuevos pactos
culturales entre las mujeres. Aunque según la Dra. López, en
América latina, existe una separación entre la militancia femi
nista y la académica ~lo cual no comparto debido a la relación
entre la elaboración de un pensamiento alternativo y las cons
trucciones de los sujetos femeninos”, al hablar de las subjeti
vidades que se construyen desde la totalidad de las concepcio
nes filosóficas del propio ser mujer, estaba afirmando la histori
cidad de las diferencias feministas en e continente.
Desde sus inicios, el feminismo latinoamericano estuvo
preocupado por definir límites indefinibles: ¿eran feministas
las mujeres de las organizaciones que se reunían al margen (o
en las orillas) del movimiento popular urbano, los sindicatos,
las agrupaciones campesinas? Acusaciones y retos mutuos fue
ron lanzados por mujeres contra las mujeres que se negaron a
considerar feministas a las organizadas alrededor de los valo
res familiares (pobladoras, madres de desaparecidos políticos,
etc.) y contra aquellas que las consideraron parte de un mo
vimiento de las mujeres, invisibilizando la radicalidad femi
nista.
131 Debido a la interlocución entre las feministas y algunos filósofos, éstos han
incorporado la teorización acerca de la liberación de las mujeres y io político
corporal a la filosofía de la liberación. El doctor Horacio Cerutti, entonces pre
sidente de la Asociación Filosófica de México, en constante diálogo con femi
nistas como Ofelia Schutte, Graciela Hierro, Aralia López, Margarita Pisano y
yo, organizó en el D i Congreso Nacional de Filosofía, G u anajuato 23-27 de. febrero
de 1998, la primera plenaria sobre los aspectos filosóficos de las diferentes co
rrientes del feminismo latinoamericano. Así mismo organizó por primera vez
una plenaria sobre filosofías indígenas. La interlocución es un aspecto de las
prácticas filosóficas que debemos estudiar históricamente. Todos los filósofos
que han analizado positivamente, desde la antropología filosófica, dialogaban
con mujeres cultas, desde Poulain de la Barre con las preciosas, hasta Arturo
Andrés Roigy Horacio Cerutti con las feministas latinoamericanas.
Toda esta diatriba ha marcado a tal punto el origen del
feminismo latinoamericano contemporáneo, que sus ecos to
davía permean las ideas acerca del papel de las mujeres en la
sociedad y se reviven en la separación reciente entre las femi
nistas de lo posible, o institucionalizadas, y las feministas au
tónomas, o utópicas.132 No es sólo por cierta fidelidad a las
ideas marxistas que las feministas latinoamericanas han tendi
do al análisis de clases y al análisis antropológico, para definir
la desgarrada identidad de las mujeres conflictuadas por la per
tenencia a clases, etnias y sistemas valóneos diferentes. La pro
pia realidad y el inicial conflicto entre las feministas que a prin
cipios de los setenta se encontraban en la búsqueda de sí mis
136Queríamos todo nuevo, queríamos que las relaciones fueran nuevas, las for
mas de trabajo, las formas de relacionamos, queríamos cambiarlo todo. En:
Gabiola, E., Largo, E. y Palestra, S. Una historia necesaria. Mujeres e>i Chiíe: 1973-
1990, Santiago de Chile, 1994, p. 135.
137Murguialday, C. y Vázquez, N. Sobre la escisión vital de algunasfeministas centro
americanas (ni militantes obedientes ya, ni feministas declaradas todavía), Nicaragua,
Mimeo, abril 1992, p. 22. Se trata de dos feministas mexicanas que buscaban
abiertamente el liderazgo en Centroamérica a través de una política feminista
de lo “posible” dentro de la corriente mayoritaria en la región, el feminismo de
los sectores populares.
138Cf, Identidad y Liderazgo. Sistematización de una experiencia deformación de dirigentas.
México, Débora ediciones, 1992. El Taller Nacional de Formación de Dirigentas fue
organizado por seis organizaciones no gubernamentales, tres de las cuales se
definían feministas. Su propósito era ensayarformas de promover la superación per
sonal y los procesos de organización de las mujeres que luchan por mejorar sus condiciones
de vida y las condiciones de ¡a sociedad en su conjunto. Cf. p.3.
crítica a la heterosexualidad normativa.139A la vez, ha sido do
blemente influida por corrientes feministas y de liberación de
las mujeres europeas y estadounidenses, y por la transforma
ción de estas en instrumentos aptos para explicarse la revisión
que estaban —y están- llevando a cabo de las morales sexofóbicas
y misóginas en latinoamericanas, mestizas y de los pueblos
indoamericanos contemporáneos, morales atravesadas por el
catolicismo y la maternidad solitaria, histórica, y actualmente,
por la resistencia a la dominación cultural, por la veneración
del padre ausente, por el lesbianismo satanizado y por la idea
lización de valentías femeninas de cuño masculino (las gue
rrilleras), No obstante, es imprescindible hacer notar que las
críticas a los conceptos y categorías feministas europeas y esta
dounidense han acompañado toda la historia del pensamiento
en América Latina, porque es imposible recuperar universales
para interpretar sociedades donde no hay unidad política de
base. Cada tema que se enfrenta conceptualmente fragmenta
las categorías interpretativas por la complejidad de los proble
mas concretos.
La convivencia en el ámbito latinoamericano de una
militancia feminista que ha transitado, y constantemente tran
sita todos los sentidos de una lucha emancipatoria, a la afirma
!39 Para una historia del discurso feminista en América latina, Cf. Fisher, A.
Feministas Latinoamericanas: las nuevas brujas y sus aquelarres. Tesis de Maestría en
Ciencias de la comunicación. México, Facultad de Ciencias Políticas, UNAM,
1995. Desde la perspectiva del feminismo de los sectores populares, que en los
noventa se convirtió en feminismo de lo “posible” de lo “público político”, cf.
el proyecto de investigación “Los nuevos derroteros de los feminismos latinoa
mericanos en la década de los 90. Estrategias y discursos” de la dirigente perua
na Virginia Vargas, Mimeo, Lima, 1998. Como todos los escritos de esa co
rriente, el proyecto de Vargas subraya la unidad de las tendencias feministas
latinoamericanas, aunque reconoce algunas diferencias.
ción de una esencial diferencia positiva de las mujeres con res
pecto al mundo de los hombres, a la “teoría de géneros”, con
frontando tanto las experiencias políticas de la izquierda con
algunos de cuyos planteamientos económicos, ecológicos y la
borales coincide, como los nuevos retos que las políticas in
ternacionales de fmanciamiento presentan a su autonomía, y
de ideas filosóficas feministas que se nutren de los avatares del
movimiento, a la vez que de los planteamientos generados en
otras regiones del mundo, ha llevado al feminismo latinoame
ricanos a la urgente^necesidad de buscar en su seno las dife
rencias vitales que 1¿ componen, sin que ninguna de sus co
rrientes haya sugerido jamás considerarse un “algo” distinto
del feminismo.
Cuando, en 1997, la filósofa española Celia Amorós plan
teó que el feminismo debe entenderse como un proyecto
emancipatorió de las mujeres, como un tipo de pensamiento an
tropológico, moral y político que tiene como su referente la idea raciona
lista e ilustrada de igualdad entre los sexos, o no puede llamarse
feminista, sólo una Corriente estuvo de acuerdo con la prime
ra afirmación, pero todas rechazaron la conclusión última.140
En América Latina, las mujeres que reivindican su derecho a
la igualdad, las que cuestionan el concepto de igualdad por no
aceptar el modelo sobre el que construirla, las lesbianas orga
nizadas, las teólogas, y aún las políticas interesadas exclusiva
mente en la mejora inmediata de las condicione^ de las muje
res, todas se definen a sí mismas como feministas, aunque agre
guen a ese calificativo general subcalificativos.
!43 Velazquez Toro, M. (Comp.). Las mujeres en la historia de Colombia, 3. Vol. -1,
Bogotá, Norma, 1995, pp. 183-228. Vol. 1, “Mujeres, Historia y política”.
144 Lavrín, A. (Comp.), Las mujeres latinoamericanas.Perspectivas históricas.México,
Fondo de Cultura Económica, 1985,. pp. 319-320.
145En 1952 había surgido la Unión de Mujeres de Chile y en 1953 María de la
Cruz fue elegida como diputada por Concepción, con el 51% de los votos, por
el Partido Femenino Chileno. Gabiola, E. et al. “Una historia necesaria. Muje
res en Chile: 1973-1990”, Op. Cit, pp. 23-24.
dados de Maximiliano; ellas eran las que no bebían con el ene-
( migo, no bailaban con él, no imitaban sus costumbres, etc.146
La gran diferencia de las expresiones feministas anterio
res y el feminismo que empieza a expresarse en la década del
1970 en América Latina es el descubrimiento de las mujeres
de su “mismidad”. A la construcción de la mujer como la otra
(naturaleza, regalo que intercambian entre sí los hombres,
castrada, impura), las mujeres responden encontrando los va
lores de la humanidad en sí mismas y desenmascarando la cons
trucción patriarcal dé la superioridad del hombre sobre la mujer
y la naturaleza. El fejninismo abandona las tácticas explicati
vas y fomenta el encuentro entre las mujeres como sujetos,
sino de su historia total, sí de su rebelión presente, de su pro-
ceso de liberación.
En 1950,, a sólo dos años de El Segundo Sexo de Símone
de Beauvoir, aloque no conocía, la mexicana Rosario Castella
nos presentó una tesis de licenciatura en filosofía titulada So
bre Cultura Femenina, en la que se preguntaba si existen o no
mujeres que hacen cultura. Se contestaba de forma irónica,
con la ambigüedad propia de una mujer que sabe que va a ser
examinada por hombres y por una institución masculina, que
las mujeres son creativas en la maternidad o, de lo contrario,
hacen cultura. Para liberarse de este determinismo, proponía
que escribieran buceando cada vez más profundo en su ser; de
151 Gabiola, E. et al. Una Historia necesaria, Op. Cit., p. 63; Palestra, S. “Mujeres
en Movimiento. 1973-1979”. Documento de Trabajo. Serie de Estudios Sociales, n
14, Santiago de Chile, FLACSO, septiembre de 1991.
reflexivo, o lo margino por la definición que hicieron las mu
jeres militantes de la liberación sexual como una contradic
ción secundaria, una lucha pequeño burguesa, profundamen
te anturevolucionaria. Sin embargo, la violencia de las tortu
ras de características sexuales que desplegó la dictadura contra
las mujeres militantes llegó a romper la idea de una igualdad
entre los sexos en la lucha armada y obligó a muchas mujeres
a enfrentar la especificidad de su condición en la sociedad. En
Nicaragua, la presencia de un treinta por ciento de mujeres en
las filas del ejercito Sandinista de Liberación Nacional tam
bién dificultó la existencia de otras formas de encuentro entre
mujeres, aunque después de la victoria sandinista sobre el ré
gimen somocista, su historial revolucionario les ofreció una
rica experiencia de política emancipativa.152 En Perú, Costa
Rica, Colombia y Venezuela a pesar de enfrentar diversas si
tuaciones políticas y económicas, el feminismo radical se ex
presó en grupos de autoconsciencia, a la vez que importantes
sectores de mujeres se reunían para discutir las problemáticas
políticas de su país y manifestar su solidaridad con la lucha de
las mujeres en los países en guerra o con gobiernos militares.
Una categoría se generalizó para dilucidar el sexismo que
fundamenta la cultura dominante, para explicar quién y cómo
se había dividido la sociedad en un grupo superior masculino
con poder y grupos inferiores oprimidos, el patriarcado. Des
de el IIo Encuentrofeminista de América Latina y el Caribe, qüe se
efectuó en Lima, Perú, en 1982, el patriarcado fue una catego
154 La influencia de la idea expresada por Riane Eisler de que los seres humanos,
mujeres y hombres, somos adictos al amor y dependemos para la armonía bio
lógica de nuestro vivir, de la cooperación y la sensualidad, no de la competencia
y la lucha, ha llevado a muchas feministas a revalorizar la capacidad reproductiva,
amorosa, del vientre materno, de la "sabiduría de la madre”. A pesar de que su
texto más difundido: El Cáliz y la Espada, Santiago de Chile, Cuatro Vientos,
1990, plantea una posición ética de no-jerarqutzación sino de vinculación entre
los sexos, ha habido una lectura conservadora dei mismo, desde una óptica del
poder de las madres, hecha por distintos tipos de mujeres, que ha provocado
rechazo hacia la actitud antimaternal de aquellas que quieren vivir su sexuali
dad de manera laica, no procreativa, libertaria. Este libro ha tenido una enorme
difusión en toda América Latina entre 1990 y 1995.
de interacción/creación entre amigas, enfrentan un vacío de
relaciones amorosas horizontales que la existencia de hijas o
hijos exacerba en lugar de paliar, como si el feminismo les
hubiese dado pocas oportunidades al cambio de las relaciones
sexo-afectivas. Asimismo, un sector del feminismo que du
rante dos décadas criticó el consumismo por cercanía a la cul
tura popular, por ideales políticos o por motivaciones
ecologistas, ha accedido hoy al mundo del consumo como for
ma de desencanto y como rendición a la cultura dominante.
¿Por qué derroteros han pasado el pensamiento y la acción
feministas para llegar a esta crisis de las individualidades?
Los cambios de las actitudes feministas con respecto al
mundo político y social están muy ligados al rechazo que los
partidos políticos de izquierda manifestaron siempre hacia la
autonomía de las feministas y que, a finales de los setenta, em
pezaron a ofrecer argumentos a un malestar difuso por la falta
de relación con las “otras” mujeres y de acción social. Según la
argentina Susana Vidales, el movimiento feminista no incidía
en la lucha de las mujeres ni en la sociedad porque la dinámica
era “todavía interna”.1^ Como ella, la peruana Virginia \&rgas
opinaba que para politizar el malestar de las mujeresfrente a situa
ciones de vida subordinadas y a arreglos degéneros antidemocráticos, el
clima interno que subrayaba confuerza la identidadfeminista en los
setenta tuvo que reorientarse en los ochenta hacia la organiza
ción de su propio espacio para lograr una visibilidad comofuerza
autónoma en la sociedad, para tíexigir ser oídas”.'*6
163 Con respecto al arte y al momento creador, para Eli Bartra existen tendencias
generales que diferencian lo hecho por hombres de lo realizado por mujeres. Cfr.
Bartra, E., Frida Kahío. Mujer, ideología y ¿irte.Barcelona, Icaria, 1994, y Bartra, E.
“Por las inmediaciones de la mujer y el retrato fotográfico: Natalia Baquedano y
Lucero Gonzáles”, en Política y Cultura. Cultura de las Mujeres, N° 6, Universidad
Autónoma Metropolítana-Xochimilco, México, primavera de 1996.
164 Para mi es también fundamental reconocer que en América latina el pensa
miento feminista está en relación con los pensamientos del mestizaje y que la
diferencia sexual le permite la comprensión de las construcciones sexuadas de
las mujeres y los hombres en relación con las otras diferencias (culturales, étnicas,
de orientación sexual, etc.) y su ocultamiento por la cultura mestiza dominan
te. Gargallo, F. “La diferencia sexual”, En: Cerutti, H. (coordinador), Dicciona
rio dei Pensamiento filosófico latinoamericano, México, U N A M , (en prensa).
165 Mogrovejo, N . Un amor que se atrevió a decir su nombre. La lucha de las lesbianas
y su relación con los movimientos homosexual y feminista en América Latina. Tesis de
doctorado en estudios Latinoamericanos, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM ,
México D.F., octubre, 1998.
No obstante, es en el pensamiento de la feminista chile
na Margarita Pisano, figura central del pensamiento autóno
mo que se explícito en 1993 en el Salvador, donde se encuen
tra la crítica más importante a la categoría, desde la perspectiva
de la historia de las feministas. Para Pisano, que fue una de las
arquitectas más importantes de la Unidad Popular y que du
rante los diecisiete años de dictadura pinochetista dirigió la
Casa de la M ujer La Morada en un barrio popular de Santiago
y abrió una radio feminista, Radio Tierra, el feminismo es una
propuesta civilizatoria que nace de la experiencia cíclica del
cuerpo sexuado femenino. La acción feminista es una acción
política y su teoría, una lógica política de las mujeres que per
mite analizar cualquier situación del patriarcado y de los ám
bitos de resistencia y de creación de las mujeres. Su preocupa
ción permanente por la construcción del movimiento femi
nista la ha llevado a buscar respuestas a las dificultades que el
feminismo latinoamericano va teniendo y que nacen del olvi
do del cuerpo como “único instrumento con el que tocamos
la vida”.166Asimismo, en su pensamiento más reciente hay una
insistencia en la necesidad de explicitar todo tipo de diferencia
para poder llegar a un diálogo, diferencias políticas para poder
negociar, pero también diferencias sexuales asumidas como la
totalidad de las concepciones acerca del propio ser sexuado,
sin jerarquización, para poder existir.
Todavía en 1995, Margarita Pisano escribía acerca de la
importancia de la toma de conciencia de la opresión de género
para que cada m ujer se descubriera a sí misma y a las demás.
N o obstante, afirmaba que si las mujeres se quedaran en el
descubrimiento de sí, no alcanzarían a leerse en ia memoria
100 Pisano, M. “....Y todas las alimañas que serpean ia tierra. Derechos Huma
nos: una construcción cultural”. En: Mujer, violencia y derechos humanos (reflexio
nes, desafíos y utopías).
de las mujeres que las precedieron: invisibilizan a las mujeres que
congran inteligencia y responsabilidad, irreverencia e insolencia, se atre
vieron a pensar y elaborar utopías, a organizarce y luchar por ellas.167
N o definía qué era la conciencia de género, pero claramente
prefería hablar de mujeres al analizar la capacidad de produc
ción cultural y de ideas del feminismo. Un año después, pro
bablemente influida por las críticas que a la categoría habían
levantado otras feministas radicales no insertas en redes de tra
bajadoras ni en O N G s (Amalia Fischer, en Brasil; yo en Méxi
co, Urania Ungo en Panamá, etc.) y por la lectura de la catala
na María Milagros Rivera Carretas,568Pisano analizaba los avan
ces que ha significado la instalación de los estudios de género
en la Academia, para concluir que han tenido el límite de hacer un
estudio sobre la mujer y no sobre el pensamiento crítico construido por
las mujeres.169
167 Pisano, M., Deseos (fe cambio o ¿el cambio de ios deseos?, Santiago de Chile, Sandra
Lidid Editora, 1995, pp 73-74.
!í’8 Sobre todo: María Milagros Rivera Garretas, Nombrar el Mundo en femenino.
Barcelona, Icaria, 1994, que ha tenido mucha difusión entre las feministas au
tónomas latinoamericanas por la crítica que, desde su posición de académica,
ejerce sobre los ambientes intelectuales liberales académicos y sus mecanismos
de revisión y reforma de la subordinación sociosimbólica de las mujeres. Esta
historiadora catalana es además una de las académicas europeas que mayor
mente toma en consideración la producción teórica del feminismo autónomo
latinoamericano, aunque difiera con él sobre ciertos tópicos, por ejemplo sobre
la muerte del patriarcado planteada en el Sottosopra Rosso de la librería de las
mujeres de Milán y que ha sido muy duramente criticado por Pisano.
!(WPisano, M. Un cierto desparpajo, Santiago de Chile, Sandra Lidid Editora, 1996,
p. 87.
IGUALES OPORTUNIDADES,
RECOMPENSAS INJUSTAS
(Constricciones sociales y estrategias de
género en estudiantes de Uruguay)
Adriana Marrero
(Universidad de ta República)
172 Para este concepto, ver p.e. Nicolson, P. (comp.) El techo de cristal, Madrid,
Narcea.
cias de ingresos que rige en las ocupaciones más cotizadas: las
mujeres profesionales y gerentes perciben sólo el 49% del in
greso masculino. Podrán llegar a obtener sus titulaciones y ejer
cer sus profesiones e incluso, podrán ocupar cargos gerencia-
les, pero el precio será percibir menos de la mitad que sus
colegas varones.
Para tener un nuevo parámetro de comparación que nos
permita percibir los efectos que en términos de ingreso ten
dría en Uruguay, el techo de cristal, basta remitirnos a los in
gresos de hombres y mujeres en puestos inmediatamente in
feriores a los de la gerencia: los puestos de oficina. Con esta
comparación no queremos sentar el supuesto -demasiado fuer
te, y sin duda problemático- de que a todos los puestos de
gerencia o profesionales se acceda desde puestos de oficina de
menor jerarquía. Más bien, lo que deseamos es establecer una
comparación entre categorías ocupacionales que pueden ser
vistas como colindantes y, en una visión escalafonaria, podrían
también ser vistas como sucesivas. Hecha esta salvedad, ahora
sí: ocupando cargos administrativos y de oficina en general,
incluidos los cargos de jefatura, las mujeres 110 se encuentran
tan mal paradas: perciben casi el 72% de lo ganan sus colegas
hombres. Al dar el salto hacia arriba, es que pagan el precio. O
bien no lo alcanzan, o bien lo que perciben apenas si alcanza
para compensar el esfuerzo. En términos generales, la dife
rencia de ingresos entre las mujeres que ocupan puestos de
oficina y aquellas que logran llegar a puestos profesionales o
de gerencia, es de apenas 31.1%. ¿Es lo bastante grande como
para compensar el esfuerzo adicional que requiere? Veamos lo
que ocurre en el caso de los hombres: la diferencia de ingresos
entre un oficinista y un profesional o gerente es del 91.6%:
una ganancia extra porcentualmente casi tres veces mayor que
la que obtienen las mujeres, y eso, partiendo ya de un nivel de
ingresos superior. En suma, no sólo les es más fácil llegar a
esos cargos -ya que es más frecuente que lo hagan- sino que el
beneficio económico que obtienen por lograrlo, es mucho
mayor.
Tal vez uno de los aspectos más llamativos del análisis
cuantitativo de los resultados de las encuestas que aplicamos,
es el hecho de que el “sexo” como variable, resultó muy poco
explicativo en términos estadísticos. Tanto las mujeres y los
varones provenían de hogares similares, tenían planes no muy
diferentes para cuando terminaran el bachillerato, y juzgaban
de un modo muy parecido las fortalezas y debilidades de la
educación que estaban recibiendo. Si bien en una primera lee»
tura de las tablas bivariadas se percibía que las mujeres que
estudiaban inglés superaban en más de 13 puntos porcentua»
les a los varones, la relación estadística entre ambas variables
no resultó lo suficientemente significativa como para que, por
sí sola, permitiera algún tipo de inferencia. En contraposición,
la práctica de deportes era más frecuente entre los varones que
entre sus compañeras mujeres. Yeso parecía ser todo. En de-
finitiva, eran tan débiles las relaciones que encontrábamos, tan
poco interesantes en térm inos inferenciales y tan poco
sustantivas desde el punto de vista sociológico, que casi aban
donamos la idea de apoyarnos en las encuestas para encarar un
análisis basado en el género. De atenernos a esas respuestas,
no hubiera sido difícil afirmar que no hay diferencias signifi
cativas entre la forma como los adolescentes varones y muje
res perciben el m undo de la educación, del trabajo, y de pla
near su futuro; los jóvenes uruguayos estarían siendo sociali
zados de un modo impecablemente “neutro”.
Sin embargo, hubo una pregunta —y una sola- cuyas res
puestas terminarían por mostrar una pequeña pero significati
va grieta en la trama del aparente igualitarismo en los procesos
de socilización. Por ella se filtraba, finalmente, el peso de una
estructura social que presiona hacia diferentes destinos y abre
diferentes oportunidades. Y es que, hablando de estructura,
no es posible poner el énfasis sólo en sus efectos limitantes. Al
decir de Anthony Giddens, la estructura tiene un carácter dual:
constriñe, limitando el repertorio de cursos de acción posibles
en una situación dada, pero también señala senderos, oportu
nidades, resquicios.173 N o sólo habilita los trillados caminos
de lo instituido, sino que deja también estrechos senderos que
explorar y espacios para la innovación. Por eso es posible el
cambio y la resistencia, como veremos. Posicionadas como
actoras que no se limitan a padecer la situación, sino que la
interpretan y se orientan diestramente en ella, las jóvenes en
particular, se muestran hábiles para detectar los pequeños pero
significativos espacios que la sociedad parece prometerles. Y
es desde la oportunidad de la “agencia”, —de la posibilidad de
innovar dentro de espacios estructurales cristalizados o aún
en contra de ellos—, y de la aceptación o rechazo de esta opor
tunidad, que los y las jóvenes terminan por situarse en veredas
a veces distintas. Veamos la pregunta y veamos las respuestas.
Cuadro N ° 1
En el futuro, y si sólo dependiera de tu voluntad
¿Qué te gustaría ser?
(En porcentajes)
SEXO
LE GUSTARÍA SER VARONES MUJERES TOTAL
Profesional Universitario/a Liberal 24.4 47.5 39.0
Docente, Maestro/a, Profesor/a 0.8 5.4 3.7
Empíeado/a Público/a o Bancario/a 0.8 4.9 3.4
Dedicarse al cuidado del hogar y de 2.5 2.5 2.5
sus hiios
Artista, Deportista, Artesano/a í 7.6 7.4 11.1
Empresario/a, Alta Gerencia 53.8 32.4 40.2
TOTAL 36.8 63.2 100.0
175 Giddens, A .(1987) Las nuevas reglas del método sociológico, Buenos Aires,
Amorrortu.
A) Las mujeres, a diferencia de los varones, se muestran
desconformes con el nivel de la formación que reciben. Mos
tramos a continuación algunos ejemplos de este fenómeno.
Los juicios adversos sobre el nivel de la educación provienen,
casi sin excepción, de labios femeninos. Y lo que llama la aten
ción, además, es la forma terminante y clara de expresar su
disconformidad. O bien porque consideran que el bachillera
to no prepara para el ingreso a la universidad, o bien porque se
lo considera “un simple pasaje”, es decir, una mera formali
dad, por ser muy abarcativo, o por otras razones que las jóve
nes explicitan con claridad, las mujeres expresan su deseo de
aprender más y mejor:176
“N o me parece un nivel suficiente para entrar a la facul
tad la enseñanza que recibimos...” (p4farqu)
“El liceo ya no prepara para nada, lo que hace que los
años en que pasamos por él se transforme en eso, un simple
pasaje, cuando a mi ver debería ser algo más pues al salir del
liceo tenemos 12 años de estudios de los cuales obtenemos
apenas lo necesario (contando la primaria)” (pSfder)
“El bachillerato no tiene un nivel bueno...” (p4fder)
“ÜE1 bachillerato es un desastre, el nivel de enseñanza,
cada vez es peor!! Sobre mis planes de futuro: el campo labo
ral cada vez es más limitado y es más difícil trabajar de lo que
nos gusta” (p4fder)
176 Cada uno de los textos producidos por los estudiantes están seguidos por un
código que brinda información sobre el tipo de liceo, sexo y opción curricular
que cursa. La primera letra designa el tipo de liceo: “p” público, HP” privado; el
número identifica los Liceos Públicos; cuando son privados se especifica si son
laicos (“1”) o confesionales (“c”); la tercera letra designa el género, femenino
(“f ”) o masculino (“m ”); el resto de las letras son la abreviatura de las opciones
curriculares: agronomía, arquitectura, derecho, economía, ingeniería, medici
na.
“Tendrían que hacer una enseñanza más sólida, que desde
el comienzo te enseñen diferentes materias y continuar con
ellas hasta finalizar, de esa manera se terminaría de aprender
bien sobre cada materia, y no un poquito de cada cosa, que en
definitiva no se aprende mucho. El que mucho abarca poco
aprieta. (P4fder)
“Creo que la educación en bachillerato ha decaído (tan
to en instituciones públicas como privadas) en pocos años;
hago este juicio porque tengo hermanos más grandes y mismo
con mis padres, comparamos y juntos sacamos esa conclusión.
Si bien las comparaciones no siempre son válidas, en el tema
“educación” creo que es importante, ya que nos estamos pre
parando para manejar el mundo futuro. Y está en nuestras
manos (las de ios jóvenes) tratar de mejorar cada día” (Plfagro)
Comparemos ahora eí contenido y el tono de los dichos
de las mujeres, con estos otros, mucho más complacientes,
que pertenecen a dos jóvenes varones. El nivel se podría
mejorar, dicen, pero, en el fondo es bastante satisfactorio.
“Desde mi punto de vista, a pesar de todo, de las condi
ciones que estudiamos, tenemos un buen nivel de enseñanza...
que se debe mejorar. La verdad todavía no se que voy a hacer”
(p4marqu)
“El bachillerato es una buena base de futuro aunque
podría mejorar el aspecto educativo, e inclusive integrar las
clases y otros liceos con actividades deportivas” (p4mder)
B. Las mujeres, más que los hombres, están más dis
puestas a convertir su disconformidad en exigencias concretas
de mayor nivel. N o se trata de simples quejas. Las jóvenes
mujeres piden y demandan una educación más adecuada a sus
necesidades, y con mayores exigencias. Como veremos, las pro
puestas no son una exclusividad femenina, pero los varones
que proponen una educación más exigente, son más escasos:
“Pienso que sería conveniente que se intensificaran al
gunos cursos (como los idiomas) mediante una mayor carga
horaria y con mejores profesores. Este último aspecto debería
ser para todas las materias ya que en muy pocas hay buenos
profesores. También deberían agregarse cursos intensivos en
computación y otras materias que nos preparen para el futu
ro.” (Pcfder)
“Me parece que hay materias que no van de acuerdo con
las diferentes orientaciones. Se debería profundizar más en las
otras materias...” (p4fder)
“Tendrían que dar más importancia a las materias que te
sirvan para estudios universitarios y agregar materias auxilia
res como computación, contabilidad o dactilografía.” (P4fder)
Llama la atención el modo bien articulado como este
joven varón, estudiante de ingeniería, expresa sus propuestas
para mejorar la educación media:
“Tendríamos que tener computación. Una mejor biblio
teca. Brindar clases de apoyo hacia las materias previas y con
dificultad. Tener la cantidad necesaria de materiales para reali
zar las prácticas de acuerdo a nuestro nivel de estudio.”
(p3ming)
Otros varones también convierten en propuestas su dis
conformidad con el bachillerato que están cursando. Pero los
énfasis son diferentes, y se alinean junto con los gustos y deseos
de los muchachos: el acceso a biblioteca, “el mejor confort” que
pide uno, los deportes y los talleres —voluntarios, claro—para
facilitar el tránsito hacia el mundo del trabajo, pasan a ocupar
el lugar que en el discurso de las mujeres ocupaban las mate
rias auxiliares, la mayor carga horaria y los cursos intensivos.
“Tener acceso libre a la biblioteca sobre libros que se
usan en la facultad. Que en el liceo haya un mejor confort”
(p4marqu)
“Para mí en el bachillerato debería existir un taller, de
carácter voluntario, que nos oriente sobre como conseguir
trabajo...” ( plming)
“Deberían tener un plan deportivo enfocado a los ba
chilleratos norteamericanos, con becas y todo” (p4marqu)
C. Las mujeres, y no los varones, reclaman una educa
ción ligada a las necesidades de la vida cotidiana; pero ¿qué es
la vida cotidiana? La actualidad, la realidad de la vida, o sim
plemente la “vida” es algo que no debería quedar al margen de
los contenidos curriculares de la educación media, dicen las
mujeres. Las manifestaciones que presentamos no son sólo
interesantes por la elección de las palabras que se utilizan “ S o
lamente la referencia a “la vida” podría dar mucho que decir™
sino sobre todo, por el sentido que dan las jóvenes a estas pa
labras. U n modo de expresarse que a primera vista podría ser
rápidamente caracterizado como “tradicionalmente femeni
no” e intimista, refiere realmente a cuestiones que pertenecen
a distintas esferas de actividad, eventualmente susceptibles de
ser articuladas a través de la educación.
Según el primero de los casos que veremos, preparar
para la “vida” es preparar para el mundo doméstico, pero antes
-al menos sintácticamente—para el mundo del trabajo y la pro
fesión. Ambos mundos conforman, igualmente, el mundo de
lo cotidiano, de lo que es “de aplicación diaria”. Esta idea tal
vez aparece en forma más clara en la segundo de los textos que
citamos. “La realidad de la vida” no consiste, para ella, en nin
gún misterio ligado a formas más o menos inefables de la ex
periencia subjetiva. Bien al contrario, “la realidad de la vida”
refiere a algo tan público, objetivo y genérico, como “la pobla
ción y el país”. Que ese es el sentido de sus dichos, lo confir
ma los términos de comparación que utiliza: “la realidad de
la vida de la población” se contrapone luego a lo que no es
real, a los “personajes ficticios”, que parecen imaginar los
educadores. Es en el mundo adulto representado por la edu
cación -que imagina seres irreales—, y no en el juvenil, donde
esta chica sitúa la fantasía y la ficción. El tercer ejemplo, muestra
el mismo tipo de preocupación: la educación debería incluir
“temas de actualidad”. Pero de nuevo, el énfasis no está en la
expresividad, sino en la objetividad que pretende para sí, lo
que ella explícitamente pide: información.
“Que hay materias con muchos temas innecesarios. Y
faltarían otras más necesarias para una buena preparación para
la vida, ya sea profesionalmente como para el hogar. Es decir
que lo que se enseña sea de aplicación diaria.” (Pcfecon)
“Las materias del liceo y bachillerato tendrían que estar
más adaptadas a la realidad de vida de la población y el país, las
personas que hacen los programas educativos no son ajusta
dos a nosotros sino aparentemente a personajes ficticios, no
reales” (Pcfmed)
“Desde mi punto de vista tendrían que sacar algunas ma
terias y poner materias sobre información de la actualidad”
(pSfder)
Como queda dicho, no creemos que sea plausible soste
ner, a partir de esta preferencia por los asuntos de la “vida co
tidiana”, ninguna hipótesis sobre la vigencia de los modelos
tradicionales de género. M uy al contrarío, la vida cotidiana
incluye tanto la vida doméstica, como la vida profesional y
pública, y en un m undo tan conectado, sin duda los temas de
actualidad comprenden tanto la realidad inmediata y nacional
como cuestiones regionales, internacionales o ambientales
globales. Si algo puede extraerse de aquí, es que ellas no piden
una educación más específicamente ligada a aspectos concre
tos de la vida, sino genéricamente vinculada a aspectos y esfe
ras distintas del accionar cotidiano.
D. Las mujeres exigen mayor organización y control en
las instituciones educativas. Los cuatro ejemplos que siguen,
pertenecientes a chicas de liceos públicos —donde el funciona
miento institucional presenta más problemas—ilustran bien
las demandas hacia los profesores y el personal liceal. Las jó
venes expresan sus juicios adversos de un modo claro, con
tundente, a veces incluso áspero. Conocen las normas y exi
gen su cumplimiento; juzgan con severidad a aquellos adultos
—los profesores—que en vez de actuar como modelos de com
portamiento, muestran falta de responsabilidad y de respeto;
tienen criterios formados sobre cómo debería funcionar un
liceo y no ocultan su desconformidad. Una vez más, desde el
punto de vista de las chicas, el m undo adulto y el juvenil pare-,
cen haber cambiado sus respectivos lugares. Los irresponsa
bles, irrespetuosos, desorganizados, faltos de conocimientos y
capacidad, son, para ellas, los adultos.
“Quisiera que los docentes se tomaran con más seriedad
su asistencia y que se hagan cargo de sus horas desde el co
mienzo de los cursos. Que se respete a los alumnos como no
sotros a los profesores” (p4fmed)
“A mí me gustaría que no hubiera falta de profesores, y
mejor organización. Que hubiera deportes incluidos en todos
los años y que la enseñanza de los idiomas fuera con organiza
ción y que sirva para tu futuro (no como ahora)” (p4fmed)
“Yo creo que hay una desorganización dentro los insti
tutos de enseñanza. Tampoco estoy de acuerdo que los profe
sores no sean egresados y que falten mucho. Los profesores
no tienen de repente nociones de pedagogía y no saben mane
jarse con los alumnos” (p2fmg)
“La microexperiencia no me parece un buen sistema edu-
cativo. La organización del liceo no es buena. Si bien hay bue
nos profesores, también existen otros que no están capacita
dos para enseñar” (p2fder)
E. Las mujeres, más que los hombres, perciben y se
quejan de la falta de higiene en los locales liceales. ¿Condi
cionadas por la socialización de género, o simplemente más
exigentes? N o podemos saberlo. Pero a juzgar por el contexto
de las demandas, este aspecto parece constituir uno más dentro
del panorama general de la actitud crítica y la exigencia, -hacia
sí mismas y hacia los demás—que observamos en los ítems
anteriores. El no limpiar, el no preocuparse por la higiene de
los establecimientos educativos, es también dejar de cumplir
con las responsabilidades propias que corresponden a quienes
son los encargados de conducir los institutos de enseñanza.
Una vez más, los adultos no están cumpliendo con su deber.
"...Tendría que haber más higiene en los lugares de es
tudios” (p4fder)
“...Que el lugar de estudio sea más controlado en todos
los aspectos como la higiene y el cuidado general, como la
colocación de vidrios, etc.” (P4fder)
"...También tendría que haber mayor limpieza” (p4fder)
“Que limpien más el liceo” (p4fder)
“También en los lugares de enseñanza debe existir más
limpieza” (p4fder)
Mientras las estudiantes mujeres parecen describir un
mundo adulto “infantilizado”, —irresponsable, irrespetuoso, sin
formación suficiente, desordenado e indiferente a la limpie
za- y se sitúan a sí mismas en el papel de evaluadoras y censoras
maduras, muy diferente es el caso de los varones. Ellos decla
ran expresamente su inmadurez, se dicen “chicos”, inmaduros,
no preparados; muestran abiertamente sus temores ante la di
ficultad, y subrayan lo costoso del esfuerzo que esperan hacer
en el futuro. Se muestran, como veremos, preocupados, des
validos, desorientados. N o es, sin duda, el mismo tipo de dis
curso que veíamos en el caso de las mujeres. Procuremos sis
tematizar estas cuestiones.
A) Los varones, y sólo los varones, se sienten muy jóve
nes o inmaduros. Como decíamos, los varones se perciben a sí
mismos como muy jóvenes, inmaduros, no preparados para
tomar decisiones o encarar el futuro. A continuación presen
tamos tres ejemplos de tres varones: El primero se ve, simple
mente, “muy chico”; el segundo habla de la inmadurez al
momento de elegir; el tercero, pide diálogo y compensión,
“teniendo en cuenta la edad”. Los tres corresponden a varones
de distintas orientaciones (uno cursaba arquitectura, el otro
derecho y el tercero medicina), pero todos provienen de cen
tros privados. Aún en la hipótesis de que los alumnos de este
tipo de institutos estén habituados a sentirse más protegidos, y
por tanto se perciban a sí mismos como más necesitados de
orientación y cuidado, no perdamos de vista que ninguno de
estos ejemplos pertenecen a mujeres. La percepción de la in
madurez estaría más ligada al género que al tipo de institución
o al tipo de familia de procedencia.
“Que cuando llega el momento de decidir tu futuro sos
muy chico y no conocés ni la mitad de opciones que tenés.
Veo que los jóvenes viven en la indecisión!!” Plmarq
“Sí, creo que se debería implementar un sistema para
que el joven tenga más tiempo y madurez para hacer su elec
ción, con respecto al bachillerato que desea cursar” Plmder
“Pienso que se podría ayudar a los jóvenes en el bachi
llerato, si se Ies comprendiera y conversara de acuerdo a la
realidad que vive el país, lo cual es bueno teniendo en cuenta
la edad y los problemas que se viven en la misma (...)”
(Plmmed)
Por último, reparemos en la aparente impersonalidad con
la cual los muchachos se refieren a sí mismos: excepto en las
primeras frases del primer caso, donde se lee textualmente “sos
muy chico”, “no conocés”, el resto de las referencias a la inma
durez se realizan en términos impersonales y genéricos: “el
joven”, “los jóvenes”. N o cabe duda de que estos varones no
se están refiriendo a la totalidad de la juventud; se refieren a sí
mismos, porque hablan desde su propia experiencia. ¿Por qué
utilizan entonces esta forma de expresión? No podemos saberlo
con certeza. Aventuremos que quizás, a los propios varones,
ya mayores de edad y a punto de dejar para siempre las aulas
liceales, no les sea fácil confesar la propia inmadurez desde la
primera persona del singular.
B) Sólo los varones se refieren al esfuerzo. Decíamos
más arriba que en los análisis de este tipo, algunas veces es más
relevante la pertinencia del caso y su rendimiento heurístico,
que su frecuencia numérica. Este es uno de esos casos. No
encontramos dentro de esta categoría muchos ejemplos de
estudiantes que hablan específicamente del esfuerzo de sus
emprendimientos, pero los únicos dos que citaremos a conti
nuación —de varones—son muy reveladores. Uno, porque cons
tituye una pieza textual bastante extensa, en la cual el joven se
detiene a explicar, apelando a su rechazo al esfuerzo que exi
gía, el emprendimiento, el proceso por el cual, primero eligió
y luego descartó una profesión. Finalmente, nos aporta una
justificación adicional: el desánimo ante la posible competen
cia entre eventuales colegas. El segundo caso es interesante,
porque elige poner énfasis en el esfuerzo justamente cuando
expresa su intención de hacer lo que muchos de sus compañe
ros y compañeras harán sin queja alguna: estudiar y trabajar al
mismo tiempo. Más significativo aún, es que se trata de estu
dios no demasiado exigentes (una carrera técnica, de corta
duración, y no de las más difíciles) y de condiciones de trabajo
bastante favorables (el de bancario, relativamente bien pago,
con beneficios para estudiantes y con una jornada poco exten
sa). ¿Será tanto, entonces, el esfuerzo? Leámoslos:
“En un principio me había inclinado por cursar la
facultad de medicina, era lo que más me atraía en ese momento.
Pero con el tiempo me fui desanimando en base a que me di
cuenta del esfuerzo que ello implicaba. Además del tiempo de
vida que requería (de 8 a 10 años). De todos modos la medicina
no me apasiona lo suficiente como para ocupar 10 años de mi
vida en su estudio. Cuenta también el tener conocimiento de
que existe actualmente una “superpoblación” de médicos, que
no a todos les va muy bien; yo creo que eso fue lo que me
desanimó bastante.” (Plmmed)
“Considero que el bachillerato lo debes terminar, ya sea
para conseguir un trabajito. Mis planes de futuro son entrar a
trabajar en un banco y haciendo un esfuerzo enorme recibirme,
de administrador de empresas” (pSmecon)
Para las mujeres, en cambio, el esfuerzo es un tema que
no existe como tal. ¿Acaso hay otro modo de hacer las cosas?,
parece decimos su silencio. Sólo a efectos comparativos, vea
mos la soltura con la que esta joven expresa el deseo de lograr
sus ambiciosos ~y variados—propósitos; “Mi fin es ser Aboga
da, penalista y poder llegar a juez. También me gustaría llegar
a ser Fisioterapeuta y una muy buena deportista” (p2fder)
Leeremos más declaraciones parecidas más adelante.
Prosigamos ahora con los varones.
C) Sólo los varones expresan profundo desaliento en re
lación al futuro. Hay pocas manifestaciones de desorientación,
desaliento o desesperanza profundos, y todas pertenecen a los
varones. Se los lee desanimados, superados por un futuro in
cierto, y por circunstancias que les parecen completamente
inmanejables. Prestemos atención, al segundo de los ejemplos:
el joven no duda en ligar sin más su suerte a la “situación
mundial” ¿quién podría manejar tal cosa? Su desaliento pro
viene de su falta de fe en la educación, y en las posibilidades de
bienestar futuro que ella promete, pero también, probable-
mente, de esa percepción de desamparo ante un mundo adul
to al que aún no se atreven a ingresar. Los dichos en sí, son
poco sustantivos; dicen poco sobre cuestiones concretas aun
que expresan, en su propia vacuidad, una desorientación que
se manifiesta hasta en la forma de construcción de las frases,
como en el segundo caso.
“N o hay muchas posibilidades para lo que me gustaría
estudiar” (Pcming)
“Si la situación mundial sigue así, los estudios no nos
van a servir para nada. Tampoco creo que tengamos mucho
futuro si seguimos así” (Plmmed)
“Por más que estudie no voy a asegurar mi vida y mi
futuro con un título o un trabajo” (Pcmder)
Una vez más, y tomando en cuenta las hipótesis que
formulábamos antes, com parem os estas palabras con las
expresiones de una mujer sobre el mismo asunto: el futuro, la
educación y su actitud ante ellos. De nuevo, no hay mucha
información concreta, pero tanto el contenido, como la forma,
son bien diferentes a las de sus colegas varones:
“Pienso que lo básico está en el estudio y que sin este no
se llega a nada. Nada más” (Pcfder)
A esta altura del análisis parece pertinente plantear una
pregunta que, de recibir una respuesta positiva, puede llegar a
proyectar una nueva luz sobre los dichos de los estudiantes
liceales. ¿No representarán las dudas y el desánimo de los jó
venes varones fruto de una representación más fiel de la reali
dad que deberán enfrentar? ¿No será que tras la postura apa
rentemente tan segura y adulta de las muchachas se esconde
una reflexión insuficiente sobre las dificultades, obstáculos e
injusticias que les tocará sufrir? ¿No habrá en ellas una espe
cie de actitud de suficiencia y soberbia ante las condiciones de
un mundo adulto que desconocen y subestiman?
Con los datos de los que disponemos ahora mismo, ya
sabemos que, en lo referente a las ventajas de género que les
espera, los varones no tienen demasiadas razones para sentirse
desalentados. El desempleo los afecta menos, los ingresos los
beneficiarán más, y tendrán mayores probabilidades de alcan
zar altos cargos. Aunque es posible que la situación del merca
do de trabajo juvenil les proporcione suficientes razones para
encontrarse desanimados, no parece razonable interpretar
aquellas palabras como expresión de una visión más “realista”
que la de las mujeres. La diferencia, tal vez, no esté en el he
cho de que la percepción sobre la realidad sea más o menos
ajustada a ella, sino en cómo se reacciona. Así que pasemos a
responder las siguientes preguntas, tal vez más interesantes, y
en relación con las cuales no hemos presentado hasta el mo
mento elementos para la interpretación.
La lectura de los textos producidos por las mujeres no
permiten hablar de falta de reflexión sobre su futuro, sobre las
inequidades que subyacen en los distintos sistemas, o sobre
las dificultades de su inserción laboral. Es cierto —y a nuestros
efectos muy significativo- que, como veremos, la cuestión del
género, como instancia problemática, y generadora de desigual
dad está ausente por completo de sus discursos. Pero otras fuen
tes de injusticia, tales como las derivadas de la posición socio
económica, o la procedencia familiar, o la disponibilidad o no
de redes sociales como facilitadores en el campo laboral, apa
recen claramente explicitadas por las mujeres. Leamos algu
nas de sus consideraciones:
“En el ítem 37, si bien creo que el bachillerato debe tener
materias de interés general, también se debe especificar y pro
fundizar en las propias de cada bachillerato. Que es lamentable
que aunque estudies mucho, si no tenés o una buena posición
económica o conocidos dentro, no podes conseguir un buen
trabajo, fundamentalmente en el área donde pretendo trabajar,
relaciones internacionales o ciencias políticas” (Pcfder)
“Sí, que la Universidad debería ser más abierta a las po
sibilidades económicas sin que hubiese pérdida de años por
problemas ajenos al alumno” (p4fmed)
“Espero que en la Universidad sean justos y que se nos
den las mismas oportunidades a todos”. (P3fecon)
“lodos deberían tener la posibilidad de tener liceo com
pleto. Es importante que todos tengan conocimientos y roce
social” (plfing)
“Sí, me parece que la educación en Uruguay es muy
pobre y me parece que está mal que haya tanta diferencia en-
tre un liceo público y un liceo privado en cuanto al nivel”
(PIfarq)
“Sí, creo que existen demasiadas cosas por mejorar. El
estado debe otorgar más recursos a los Institutos de Educa
ción ya que la educación es la que crea el resto de las profesio
nes. Sin profesores ni maestros no existirían abogados, escrí
banos, médicos, etc.” (Plfder)
Por supuesto que los varones no están ajenos a las
cuestiones de justicia social y a las preocupaciones sobre los
efectos sociales de los déficits educativos. Se expresan, y se
expresan con claridad. Sólo que lo que eligen para expresarse
son, más bien, consignas. Lejos del tono moderado, a veces
reflexivo, matizado, a veces simplemente esperanzado de las
chicas, los varones eligen para expresarse, aquellas palabras y
aquellas frases que bien podrían ser adecuadas para cerrar una
pieza oratoria en una asamblea estudiantil. N o me parece estar
exagerando, pero dejemos juzgar al lector.
“¡Menos reformas y más dinero para la educación!”
(plming)
“Q ue no se tiren abajo las materias que forman la cultura
general de un sujeto. Hay que defender la posibilidad de
acceder a una criticidad cada vez mayor. U n pueblo sin educa
ción es un pueblo desarmado. N O a la reforma reaccionaria y
regresiva, que prefiere computan zara os, antes que enseñar a
pensar.” (P4mder)
¿Es mejor una forma de expresarse que ia otra? ¿Acaso
es superior, o mejor el modo más moderado, o matizado, de
decir cosas a veces similares? N o es éste el momento, ni la
disciplina desde la cual discutir esa cuestión. No pretendemos
hacerlo; sólo nos limitamos a mostrar una diferencia que tal
vez, sea significativa.
Vimos antes, la desorientación y el sentim iento de
indefensión y desconcierto que expresaban los varones; vimos
también que esos no son temas que toquen las mujeres. Si el
futuro es, en el mejor de los casos, incierto y hasta amenazante,
seria necesario tom ar recaudos para en fren tarlo con
probabilidades de éxito. Examinando las palabras de los y las
estudiantes, debería se;r posible encontrar, ju n to con la
expresión de deseos y de gustos, un conjunto de estrategias,
tal vez reductibles a unos pocos tipos, a través de las cuales
buscaran conciliar lo deseable con lo posible, y en general,
manejar el riesgo en situaciones de incertidum bre. Si los
varones se muestran más desvalidos, ¿serán entonces ellos los
que procuren prepararse mejor frente a un mundo posible-
mente hostil? ¿Buscarán compensar ia inseguridad e inmadurez
que perciben en sí mismos, con estrategias que les permitan
afrontar con mejores armas y mayor seguridad los riesgos
posibles?
Lo que encontramos, es justamente, lo contrario. Las
mujeres, y no los hombres, son las que tienen mejor delineadas
las trayectorias académicas, laborales y hasta personales, en
busca de la seguridad y el logro. La creencia en el logro,
decíamos más arriba, empuja hacia el tránsito por caminos
meritocráticos y hacia la búsqueda de la obtención de metas
valiosas concretas y medibles; la creencia en la adscripción,
facilita la aceptación de destinos prefijados sobre el supuesto
de la vigencia de un ordenamiento que puede ser visto como
más o menos “natural” y difícil de contradecir. Las mujeres,
hipotetizábamos antes, se encuentran más orientadas al logro.
Y efectivamente, como veremos ahora, eso tiene una expresión
concreta en la complejidad de las estrategias académicas y
laborales, que cubren diversas posibilidades: pluralidad de
carreras académicas, combinación de carreras de corta duración
y rendimiento inmediato con carreras de más largo aliento,
secuenciación de logros laborales, académicos y familiares,
conciliación de carie ras u ocupaciones con vistas al rendimiento
económico con actividades expresivas, o la resignación de las
propias preferencias en vista a objetivos más instrumentales.
Veamos algunas de esas estrategias.
A) Combinación de carreras cortas —que permiten un
ingreso rápido en el mercado laboral—para encarar luego estu
dios universitarios. Dos ejemplos para ilustrar esta perspecti
va. En ios dos casos, se trata de la planficación del futuro en
etapas sucesivas: primero, se encara una preparación de corta
duración y rápido rendimiento económico, para posteriormen
te comenzar estudios universitarios. En el segundo de los ca
sos, se manejan además diferentes alternativas, —aunque la chica
tiene claro el campo en el que desea especializarse—a la vez
que todo ello se conjuga con un proyecto vital que incluye
también la convivencia en pareja.
“Mis planes de futuro son ingresar al IPA (Prof. de Quí
mica) y luego ingresar a la facultad de Química” (plfing).
“En el futuro me gustaría hacer una carrera corta para
empezar a trabajar y aportar plata. Una vez establecida, seguir
estudiando y meterme a la universidad a hacer veterinaria o
ciencias biológicas especializándome en zoología. Es decir tra
bajar para ganar dinero e independizarme económicamente
de mi casa para poder irme a vivir con mi novio y seguir estu
diando a la vez” (Plfmed).
B) Combinación de carreras de carácter más bien ins
trumental y orientadas al mercado de trabajo, junto a otras
carreras o actividades de carácter más bien expresivo. Aquí se
percibe con mayor claridad la forma como las mujeres eva
lúan sus futuras posibilidades laborales, a veces tratando de
combinar y otras veces sacrificando sus aspiraciones vocacio-
nales y expresivas en favor de las de carácter más instrumen
tal. La forma verbal utilizada expresa mucho: una cosa es lo
que lajoven va a hacer y va a ser, es decir, el fin concreto que se
propone; otra bien distinta es lo que le gustaría. Lo primero se
antepone a lo segundo, que queda relegado.
Obsérvese, por ejemplo, el siguiente caso. Se trata de
una joven que en uno de los ítems de la encuesta responde
que cuando sea adulta y si sólo dependiera de su voluntad,
sería bailarina; al final del formulario, como comentario, agrega
que lo que también le gustaría sería ser profesora de historia,
aunque lo que sí va a ser, finalmente, es contadora. La distan
cia entre lo deseado idealmente y lo efectivamente propuesto
no podría ser mayor: lo instrumental-racional prevalece sobre
lo expresivo y lo afectivo-vocacional, haciéndolo desaparecer
por completo del horizonte de posibilidades de la muchacha,
quien efectivamente, sigue la opción “Economía”.
“A mí, además de ser contadora que es lo que voy a ha
cer, me gustaría ser profesora de Historia” (p3fecon)
El siguiente caso es tal vez más interesante. Muchos ele
mentos aparecen aquí presentes, todos formando parte de un
proyecto vital donde la profesión como medio de vida se con
juga con consideraciones morales hacia sí misma y hacia el
bienestar de los demás; y ello se armoniza además con el pro
yecto de desplegar los aspectos expresivos de la personalidad.
Nada queda afuera, y cada cosa parece ocupar el lugar que le
corresponde: lo instrumental, lo valorativo, lo expresivo, apa
recen en situación de paridad —prestemos atención a los su
brayados que utiliza- en la vida proyectada por la muchacha.
“Aspiro a tener un buen trabajo (médico) que sea prove
choso no sólo para mi bienestar económico y moral, sino tam
bién que aporte a los demás; y algún tiempo para desarrollar
mi creatividad, ya sea en algún instituto o por mi propia cuen
ta” (p4fmed)
Otras mujeres buscan combinar distintas ocupaciones y
trayectorias educativas a fin de dar satisfacción tanto a sus ne
cesidades materiales como a sus gustos e inclinaciones:
“Vby a estudiar administración de empresas y me gusta
ría estudiar teatro para ser una gran actriz” (Plfder)
“Mi fin es ser Abogada, penalista y poder llegar a juez.
También me gustaría llegar a ser Fisioterapeuta y una muy
buena deportista” (p2fder)
C) Los proyectos educativos de largo alcance. Tal vez
debido, en parte, al escaso o reciente desarrollo que tienen los
programas de posgrados en el país, o a la falta de conocimiento
de metas ulteriores en la carrera académica, faltan declaracio
nes sobre este tipo de proyecto. Como hemos tenido oportu
nidad de examinar en el marco de esta misma investigación, la
procedencia familiar condiciona en alto grado el acceso a los
diferentes circuitos de información que permiten descubrir
las verdaderas opciones que se abren a los y las jóvenes y los
condicionamientos que enfrentan. Los hijos y las hijas de per
sonas alejadas de las profesiones académicas se representan poco
y mal la etapa posterior a la obtención ,del primer título. La
posibilidad de cursar posgrados y el recurso a las becas como
forma de apoyo, no aparece casi nunca en los proyectos de los
estudiantes. Hay sólo un caso, de una mujer, quien visualiza la
secuenciación de las diferentes formaciones que se propone,
en términos de la obtención de acreditaciones grado y de
posgrado. Pero por supuesto, a la hora de hablar de posgrados,
de nuevo dos.
“Mis planes sobre el futuro se basan en terminar con
una buena formación en mis estudios y poder conseguir una
beca para hacer un post-grado de literatura y arte dramático”
(Plfder)
D) Acumulación de distintas formaciones y carreras de
distinto tipo. Decididas a no conformarse con una sola titula
ción u ocupación, algunas jóvenes simplemente expresan, de
un modo más o menos desordenado, las distintas actividades
que piensan desarrollar. N o hay aquí ni jerarquización, ni
secuenciación, ni resignación de una actividad a favor de otra.
Hay yuxtaposición y enumeración, y más que de estrategias
acabadas, cabría hablar de multiplicidad de proyectos. En el
primero de los casos, la muchacha dice que le “gustaría” ser
maestra, y además estudiar en una facultad que no existe; o
mejor una facultad que son dos: la de Humanidades, y la de
Ciencias Sociales. Tal vez no tenga claro adonde debe dirigirse
;^para realizar su inscripción en la Universidad, pero sí es posi
ble tomar en cuenta su caso como un ejemplo de buena dis
posición al esfuerzo.
El segundo de los casos es también muy interesante.
Obsérvese que todas las actividades y ocupaciones que
menciona, se encuadran perfectamente en las prescripciones
más tradicionales del rol femenino en nuestras sociedades. Pero
todas ellas implican algún tipo de logro. Si podemos interpretar
sus palabras como parte de un imaginario que se ha formado
principalmente a partir de la interiorización de papeles de
género, será posible descubrir el logro que implicaría para ella
el exitoso desempeño de las actividades que se propone.
Recordemos que la estructura, como decíamos antes, no sólo
constriñe, sino tam bién m uestra cuáles son los caminos
habilitados y las avenidas más seguras y transitadas por donde
avanzar hacia el logro de los fines individuales. Si ella ha
aprendido bien lo que la sociedad —léase su familia, la escuela
o el cine—le ha enseñado, ¿qué mejor modo de asegurarse el
éxito que tratar de acumular todas aquellas actividades que no
sólo le están permitidas, sino que le son aconsejadas? La
pregunta, así formulada, tiene una respuesta simple: lo será
todo: maestra, madre, esposa y además, “secretaria ejecutiva”.
“Me gustaría ser maestra y además estudiar en la Facul
tad de Humanidades y Ciencias Sociales” (p2fder)
“Mis planes son: ser Maestra y ser Secretaria ejecutiva y
poder llegar a tener una cultura general bastante rica, como
para poder superarme cada vez más en la vida y por último
casarme y tener una familia” (p4fder)
Por último, un varón —el único que piensa desarrollar
una pluralidad de actividades—parece encuadrarse bastante bien
en la visión que delineábamos sobre las preocupaciones
masculinas. Su proyecto, también cabe decirlo, es bastante
innovador, y para algunos, puede resultar hasta envidiable.
Conjuga, igual que las muchachas, estudios de carácter más
instrumental junto con actividades de carácter expresivo; pero
admitamos que sus proyectos son bastante fragmentarios,
resignan poco y piden mucho: los estudios de computación e
inglés que suelen ser vistos como “auxiliares” o complemen
tarios de estudios de más largo aliento, son los que menciona
en primer lugar. Quiere “seguir teatro” pero ¿quiere ser actor?
Sabemos el esfuerzo y la dificultad que implicaría, pero él no
manifiesta esa intención. Simplemente, quiere trabajar como
“animador de fiestas”; la veta lúdica es la que parece predo
minar.
“Pienso hacer estudios como computación, terminar
inglés, seguir teatro y trabajar como animador de fiestas”
(Pcmder)
E) Los refugios: las carreras docentes y la apelación a la
vocación. Decíamos antes que las profesiones docentes, junto
con los trabajos de oficina, podían ser vistas como reductos
protectores desde dos puntos de vista: primero, como sende
ros meritocráticos orientados a cierto tipo de logros, tales como
la obtención de titulaciones, grados y puestos que, aunque mal
remunerados, aseguran una inserción laboral estable y metas
claras. En segundo lugar, como refugios frente a las tensiones
y posibles frustraciones derivadas de las lógicas altamente com
petitivas que rigen en otras profesiones.
De las manifestaciones de las estudiantes, no surge nin
guna de estas dos visiones en su estado puro. Pero es posible
percibir una rara mezcla de ambas, donde lo que queda subra
yado es, sin duda, el carácter de la profesión docente como
refugio y reducto relativamente apartado de las preocupacio
nes y ansiedades del mundo. De atender a algunas de las chi
cas, la esfera de lo docente pertenece a lo extracotidiano. U na
especie de aura de desinterés, de despreocupación por lo ma
terial, de paz y de entrega total, rodea a la persona que es toca
da por la “vocación” docente. Hay otras cosas más importan
tes que las que nos preocupan a aquellos que sí estamos insta
lados en el mundo; y a esas cosas, desean dedicar su vida estas
jóvenes “vocacionales”. De algún modo, se refugian del m un
do, huyendo de él, y recluyéndose en las condiciones de vida
casi monacales a las que obligan los actuales sueldos y las con
diciones de trabajo en las escuelas pobres. Para ello las jóvenes
deben, claro, reafirmar sus convicciones, explicitándolas: sa
ben a lo que renuncian, pero no les importa, porque es su
vocación (el primer caso) o porque su verdadero trabajo no es
ser maestra sino servir a Dios (como en el segundo), o porque
no es posible encontrar en este mundo la pureza y la sinceri
dad que sólo los niños pueden ofrecer. Veamos, entre muchos
otros, tres ejemplos que ilustran bien estas cuestiones:
“Y respecto a mi futuro quiero seguir magisterio y no
me importa que me paguen poco. Porque es mi vocación”
(p4fder);
“Mis planes futuros son poder hacer magisterio, reci
birme, casarme, tener hijos y trabajar para Dios” (p2fder);
“Pienso ser una buena maestra de preescolares, amo los
niños ya que sin ellos para mí sería imposible sonreír. Sólo
ellos son sinceros y te demuestran cariño sin pedirte nada a
cambio” (pSfder).
De nuevo, a fin de contar con parám etros para la
comparación, contrastemos estas frases con lo que dice un
varón, en una anotación al margen del cuestionario. Igualmente
atraído por la carrera docente, no se muestra conforme con
tener que renunciar, por ella, a niveles norm ales de
remuneración:
“Quisiera ser docente, (profesor de Historia) y comer”
(p4mder)
Y los varones ¿qué piensan hacer?
En térm inos generales, parece confirmarse nuestra
impresión acerca de que los varones están menos preocupados
por encontrar cam inos que no sólo aseguren, sino que
reaseguren un cierto éxito, como era el caso de las mujeres.
Excepto el caso que ya analizamos del joven que esperaba
trabajar como animador de fiestas, no hay ningún otro caso de
ningún otro varón, que exprese su voluntad de seguir más de
una trayectoria educativa. Una carrera universitaria, un título
es lo más que ambicionan. Y, recordemos que según el contexto
de remuneraciones que revisábamos al inicio del capítulo, tal
vez sea todo lo que efectivamente necesiten para alcanzar los
más altos retornos económicos y sociales.
Ello no es suficiente para librar de las dudas e inse
guridades a todos los varones. Ya vimos cómo algunos se expre
saban de un modo que dejaba traslucir desánimo y desorien
tación. Veremos aquí otro ejemplo de las dudas que asaltan a
los varones. Pero otros tienen una actitud distinta: en general,
y con menos armas de las que se empeñan en buscar y acumular
sus compañeras mujeres, ellos se muestran confiados frente al
futuro. U n título les será suficiente. Pero de nuevo, suficiente
¿para qué? ¿cuáles son los objetivos y expectativas vitales de
los varones? Los sistematizaremos y explicaremos brevemente.
A) Conseguir trabajo. N i más ni menos. La carrera
universitaria es un medio más adecuado para acceder al
mercado de empleo que otras preparaciones posibles. Lo
interesante del caso de este muchacho son los términos de
comparación que emplea: es más fácil trabajar siendo sicólogo
que estudiando, simplemente, inglés y computación* En el
proceso de deliberación, parte de objetivos poco ambiciosos —
conseguir trabajo-, para lo cual se fija primero en los requisitos
mínimos —bachillerato, inglés y computación—y los considera
no insuficientes, sino inadecuados al futuro mercado de
empleo; de allí llega a la conclusión de que es mejor seguir
una profesión universitaria. La acumulación de las credenciales
no es para él una opción:
“Me gustaría hacer sicología, no me importa hacerlo en
universidades públicas o privadas. Creo que siendo un profe-
sional tenés más posibilidades de trabajar, que conseguir tra-
bajo sin preparación universitaria. Veo que mucha gente hace
computación e inglés, en unos años, las plazas de trabajo, con
esa preparación, se agotarán” (pSmder)
B) Concretar deseos o actividades postergadas. N o sabe
mos de qué tipo, aunque no es difícil proponer que se traten
de deseos o actividades que no pudieron ser realizadas por
limitaciones económicas. En todo caso, la carrera universitaria
serviría de pasaporte para la satisfacción de un conjunto
indeterminado, y para nosotros desconocido, de necesidades
personales.
“Me gustaría ser arquitecto alguna vez y hacer todo lo
que alguna vez no pude” (p4marqu)
C) Acceder al bienestar material. La profesión o una sim
ple ocupación, como medio de vida y aún más, como un me
dio para acceder a “todas las comodidades” o a “un buen nivel
económico”, es un propósito expresado por varones. Llama la
atención que las mujeres no ambicionen tanto; tal vez porque
saben que no dependerá sólo de ellas. Los dos ejemplos que
veremos a continuación muestran, al mismo tiempo que el
deseo de bienestar económico, una notoria falta de dudas so
bre las posibilidades de su consecución. En el primero de los
casos, se agrega un elemento más. El varón, convencido de su
papel tradicional de “hom bre” y “futuro jefe de hogar” se con
cibe a sí como el “proveedor” que suministra al hogar los me
dios económicos para la subsistencia.
“Recibirme de ingeniero químico, vivir con todas las co
modidades que se le puedan suministrar a un hogar y tener
disponibilidad económica” (plming)
“tener comodidades y un buen nivel económico susten
tado por un buen trabajo y estable” (plming)
D) Tener una profesión y disfrutar del hogar. Otros jó
venes subrayan otro tipo de concordancia: la necesidad de ar
monizar las metas de la vida pública -articuladas alrededor de
una profesión- y las gratificaciones de la vida privada que gira
en torno a la formación de la familia y el cuidado de los hijos.
La pieza textual que presenta este muchacho, de no más de 18
años, muestra esta actitud de un modo inmejorable: no sólo
desea formar una familia, y tener hijos, sino sobre todo, dis
frutar “al máximo de ellos”.
“Recibirme como contador y poder formar una familia,
tener mis hijos y disfrutarlos al máximo” (p2mecon)
E) El poder ejercer la propia profesión. Este suele ser un
temor recurrente entre los jóvenes en general, en especial cuan
do se enfrentan al inicio de sus estudios universitarios. Aquí
se presenta un caso que muestra el temor de no poder trabajar
en el campo de actividad profesional y que se expresa a través
del tan recurrido ejemplo (¿quién sabe si frecuente?) del ^pro
fesional taxista”:
“En mis planes de futuro figura el de trabajar como in
geniero y no como taxista” (plming)
F) Llegar alto. Esto es algo que los varones saben que
pueden hacer: llegar alto a través del ejercicio profesional. Dado
que las posiciones más prominentes en cada ámbito laboral o
académico se encuentran de hecho reservadas a los hombres,
el cuán alto se llegue dependerá más del grado de desarrollo
del campo laboral de la disciplina o profesión que ejerzan, que
del esfuerzo o los méritos propios de los varones. Esto no im
plica desmerecer la capacidad de los varones que llegan alto;
pero sí queremos recordar que la competencia, a veces dura, a
la que deberán someterse, está acotada, en los hechos, por el
género. Los varones, a partir de cierta altura, sólo compiten
entre ellos; las mujeres con igual o mayor talento, ya habrán
quedado por el camino. Para estos varones que están seguros
de poder llegar alto, el alto desarrollo de su campo de trabajo,
es una ventaja adicional. Si se viaja en la cresta de la ola, lo que
importa es que ésta sea lo más alta posible. Com o dice un
muchacho: “Poder trabajar en lo que me gusta (ingeniería
química) y que ésta alcance un desarrollo máximo en el país”
(plming)
U no de los problemas más serios que enfrenta cualquier
sistema educativo, consiste en contrarrestar sus tendencias
inerciales hacia la reproducción de la estructura social. Y es
lógico que así sea. Al fin de cuentas, la escuela ha sido pensada
y diseñada para trasmitir los conocimientos, normas, valores y
principios que caracterizan a cada sociedad y la vuelven única.
La escuela es una institución, una más entre varias, que pre
tende enseñar lo que es necesario para vivir en la sociedad; en
esta y no en otra, y por eso tiende a la reproducción. Visto en
una perspectiva macro, los sistemas sociales tienden hacia su
reproducción. Las fuerzas que empujan hacia la normaliza
ción social, no importa de qué sociedad o grupo se trate, son
poderosas y operan a todos los niveles: en el seno de las fami
lias, dentro de las escuelas si las hay, en la pequeña comunidad
aldeana o barrial, en los templos, en los lugares y momentos
de trabajo, en las calles y lugares públicos, dentro del grupo de
amigos y amigas. Allí y entonces, todos somos socializadores.
Como tales, trasmitimos, muchas veces sin querer o sin
percatarnos siquiera, los hechos, normas, y valores que hemos
venido aprendiendo desde siempre. Además, lo que como
socializadores nos empeñamos en trasmitir -p o r menos cons
ciente que sea el proceso- no es tanto el modo como creemos
que la sociedad y las cosas “deben” ser, sino el modo como
creemos que “naturalmente” son. Siempre es posible contra
decir la norma, pero nunca a la propia “naturaleza” de las co
sas. Si de verdad la sociedad ha hecho bien sus tareas, las per
sonas crecerán creyendo que la realidad social no es normativa
sino simplemente fáctica. Las diferentes prescripciones de ro
les, una determinada división del trabajo, una forma de orga
nización familiar, que no son más que productos sociales e
históricos, se reducen a hechos naturales, por lo tanto indis
cutibles y se trasmiten como tales.
Así vista, la valoración desigual de los géneros es un ele
mento más —aunque no un elemento cualquiera—de nuestro
universo simbólico, y se trasmite, de generación en genera
ción, de idéntica manera. La superioridad masculina comien
za revelándose como un “hecho” en el seno del hogar, y lo
sigue siendo, por supuesto, en las escuelas y más tarde, en los
lugares de trabajo. Mientras tanto, en nuestras sociedades, los
mass-media y demás agentes socializadores, hacen también su
parte del trabajo. Como culminación del proceso, las desigual
dades de recompensas económicas, sociales y políticas, que
continuamente favorecen a los hombres, —y que sólo son la
expresión práctica de la diferente atribución de valor—ejercen
su “efecto demostración” ratificando y contribuyendo a re
producir la valoración diferencial vigente. El valor diferencial
atribuido a cada uno de los géneros anticipa y legitima su suerte
en la sociedad.
Afortunadamente, las cosas no ocurren exactamente
como las hemos descrito. Si la socialización fuera siempre tan
perfecta, si las fuerzas estructurales fueran de verdad tan po
derosas, nuestras sociedades hubieran cambiado muy, muy
poco a lo largo de la historia. La estructura aprieta, pero no
ahorca. Los sistemas tienden a reproducirse... hasta cierto pun
to. Aún dentro de constricciones poderosas, la agencia es po
sible. Siempre ha habido gente que ha sabido detectar fronte
ras y desafiarlas, cambiando de ese modo, en alguna medida,
la estructura misma. Ello es posible, porque la estructura es
también, habilitante; permite encontrar caminos, buscar re
fugios, transitar por rápidas avenidas y abrir nuevos senderos.
Los movimientos sociales han sabido hacer actuar esos res
quicios, a su favor, descubriendo las pequeñas grietas abiertas
en la argamasa de la conformidad social y han actuado en ellas,
convirtiéndolas finalmente en caminos nuevos, socialmente
estatuidos y legitimados, ahora también abiertos a los grupos
minoritarios y desvalorizados. Una vez abiertos los caminos,
cualquiera puede transitar por ellos. Sólo que, una vez más, la
valorización social diferencial empujará a unos, y lastrará a
otros. Los lastres pueden ser menos perceptibles, pero no por
eso menos operantes.
El aparato escolar, decíamos, es parte de todo este meca
nismo. Durante mucho tiempo la escuela ha formado, y lo
sigue haciendo todavía, sin percibir por completo la heteroge
neidad de mensajes, muchas veces contradictorios, que se es
conden tras ía intención de trasmitir a las nuevas generaciones
aquello que la sociedad considera lo mejor y los más valioso
de sí misma y de su historia. La distinción entre un “currículo
manifiesto” escrito en ios planes y programas, y un “currículo
oculto” que subyace a ellos a través de los sesgos en la selec
ción, la omisión, y el silencio, ha ayudado mucho a esclarecer
el modo como operan los mecanismos de reproducción den
tro de las aulas. Todo lo que “vale la pena saberse” se enseña,
en la escuela, en clave masculina: la historia, la política, las
expresiones artísticas y culturales y hasta las ciencias; pero tam
bién los modales, las actitudes y los intereses que correspon
den, “naturalmente”, a cada uno de los sexos y el valor relativo
de cada uno de ellos. M ientras tanto, los contenidos
curriculares referidos a la igualdad, la justicia y el mérito, vie
nen a reforzar la creencia en la vigencia real de una igualdad
de oportunidades visiblemente expresada en la coeducación,
en la gratuidad de la enseñanza y en la obligatoriedad, pero
que no se traducirá luego en una igualdad de recompensas. El
sistema educativo, que se muestra a sí mismo como la mejor
expresión de la igualdad de oportunidades y de la premiación
del mérito, ayuda a confirmar tácitamente, a través de sus con
tenidos y de sus métodos, la certeza de que unos, y no otras
merecen por nacimiento, apropiarse de las mejores recom
pensas que la sociedad puede ofrecer.
Conscientes de las oportunidades que les abre la educa
ción formal y de su derecho a utilizarlas, pero inseguras de sus
propias capacidades como resultado de una socialización de
género desvalorizados, las mujeres buscan aprovisionarse lo
mejor posible para tratar de competir en situación de igual
dad. Por cierto que no asocian estas inseguridades a su condi
ción de mujeres; si así fuera, tal vez sus estrategias cambiarían
y probablemente, optarían por incorporarse al movimiento
feminista. Nada de eso aparece en sus declaraciones. La socia
lización ha dado resultado, y son ellas mismas, cada una indi
vidualmente, las que creen que necesitan sobreeducarse para
entrar en una carrera cuyas verdaderas leyes, no conocen del
todo. Entonces buscan delinear estrategias complejas, acumu
lar conocimientos, acreditaciones y títulos; miran a corto y
mediano plazo usando diferentes herramientas para enfrentar
tanto el futuro inmediato como el más lejano; buscan satisfa
cer sus necesidades materiales y expresivas, y planean cómo
hacerlo. Buscan reaseguros y refugios, sin plantearse la pre
gunta de por qué sus coetáneos varones no sienten necesitarlos.
A punto de entrar en la adultez, las chicas se hacen muchas
preguntas sobre las probabilidades de su éxito. Tal vez, sim
plemente, no se hagan las preguntas apropiadas:
“Sí, hay algo que me preocupa. Yo pienso hacer más de
una carrera (a lo largo de mi vida), prepararme lo mejor posi
ble y llegar al punto máximo de estudios en cada una. Pero
mucha gente hizo eso y terminó trabajando en cualquier cosa
que no era lo que quería. Si me llegara a pasar me frustraría
mucho porque entonces ¿prepararse sirve para algo?” (PLfder)
TRAS LAS HUELLAS DE GENERO
María Esther Pozo
(Universidad Mayor de San Simón)
183 Barriga M. “De cóm o llegar a un puerto con el mapa equivocado”, en Las
Apuestas Inconclusas, El movimiento de Mujeres y la VI Conferencia Mundial de la
Mujer, Lima, Flora Tristán, 2000.
S¿ bien pre-Beijing significó una importante moviliza
ción para visualizar a las mujeres, post-Beijing significó un
retroceso en la reflexión académica de la teoría de género. Al
no poderse realizar trabajos de investigación y de reflexión pro
pios, la preocupación se centró sobre todo en temas “bajados”
por la Conferencia (que se garantizaban a su vez con fondos
internacionales), como la salud reproductiva y la difusión de
los Derechos Humanos, ninguno de los cuáles estuvo acom
pañado de una reflexión filosófica. Esto me lleva a considerar
al concepto de género en su tratamiento actual como referido
a un conjunto de atributos de individuos, y no como un orde
nador social para la construcción colectiva e histórica de una
identidad femenina diferenciada.
Segunda Parte
Lecturas de
Filosofía y Feminismo
REPENSANDO EL GÉNERO; TRÁFICO
DE TEORÍAS EN LAS AMÉRICAS
Claudia de Lima Costa
(Universidad Federal de Santa Catarina)
184 Cf. Said, 1983; Radhakrishnan, 1996; Caren Kaplan, 1996; índerpal Grewal
and Kaplan, 1994. Los datos bibliográficos completos se consignan al final.
tro y periferias—y las epistemologías de frontera, son necesa
rias para que la crítica feminista pueda examinar detalladamente
el proceso de traducción de las teorías y conceptos feministas
(por ej. género, experiencia, mujer) con el objeto de desarro
llar lo que se denomina la habilidad geopolítica o transnacional de
leer y escribir aplicada a la articulación de “feminismos trans
nacionales”.185 Esta tarea requiere la fijación geográfica de las
dislocaciones y translaciones continuas de conceptos/teorías
feministas, así como el examen de las restricciones que los
mecanismos y tecnologías de control, junto con otras fuerzas
contextúales, imponen en el tránsito de teorías a través de la
frontera. Ideas y conceptos —que nunca son totalmente “pu
ros” o “nativos”—fluyen en lugares que están ya imbricados
con otros lugares y saturados por otras ideas, conceptos y suje
tos de enunciación, por lo tanto hay que abrir rutas que se
relacionen estrechamente a una lógica rizomática: no existe
un punto de origen claro ni un destino inequívoco. James
Clifford (1992) ya ha señalado que aunque las teorías se en
cuentran vinculadas con ciertos lugares, éstas deben concebir
se como una intersección de varios itinerarios que son, a su
vez, el resultado de diferentes historias de pertenencia, inmi
gración y exilio. En el caso específico de las teorías feministas,
John (1996) indica que esta tarea se vuelve cada vez más com
pleja ya que las categorías analíticas feministas se producen no
solo en el (des)encuentro de form aciones fem inistas
heterogéneas, sino también como respuesta a diferencias de
raza, clase, orientación sexual, nacionalidad, lenguaje, tradi
ción, entre otras.
En una aguda discusión sobre feminismo, experiencia y
representación, la crítica cultural chilena Nelly Richard (1996)
señala que en la división global del trabajo, el tráfico de teorías
!85 Cf. Inderpal Grewal y Carne Kaplan, 1994; Friedman, 1998; Spivak, 1992.
hacia y desde los centros metropolitanos y la periferia perma
nece ligado a un intercambio desigual: mientras el centro aca
démico teoriza, se espera que la periferia lo provea con estu
dios de casos. En otras palabras, se limita la periferia al aspecto
práctico de la teoría (o considerando otra oposición binaria
perversa, se la limita al cuerpo concreto en oposición a la menté
abstracta del feminismo metropolitano). Trính M inh-ha cap
tura vividamente la inscripción de las experiencias de las m u
jeres del Tercer M undo en el repertorio feminista occidental
cuando, reflejando su propia condición de mujer, inmigrante
de color en EEU U , dice:
Ahora no solamente se me permite mostrarme y hablar, sino que
se me alienta a expresar mi diferencia. M i audiencia espera y demanda
eso; en caso contrario, la gente sentiría que ha sido defraudada: no he
mos venido aquí a escuchara un miembro del Tercer Mundo que habla
sobre el Primer (?)Mundo. Vinimos a escuchar la voz de la diferencia
para que nos traiga de manera verosímil lo que no podemos tener y para
que nos saque de la monotonía de lo siempre igual.186
En este contexto de tránsito de teorías y conceptos, la
cuestión de la traducción cultural adquiere gran pertinencia
pues constituye un espacio único desde el cual encarar un aná
lisis crítico de la representación, el poder y de las asimetrías
entre las lenguas, por un lado, así como para examinar y situar
las prácticas de la construcción del sujeto del feminismo, por
otro. En su lúcido estudio sobre la traducción en el contexto
de la construcción del sujeto colonial, Niranjana (1992) revela
enérgicamente hasta qué punto las prácticas de traducción,
enraizadas en suposiciones filosóficas occidentales autoritarias
acerca de la representación, la realidad y el conocimiento, cons
piraron para encubrir la violencia presente en la construcción
de este sujeto. En el desarrollo de cierto tipo de representa
194Idem, p. 394.
lugar de asimilarlo o de hacerlo más accesible a sectores signi
ficativos del movimiento de mujeres. Inmediatamente, la ca
tegoría de género comenzó a utilizarse en reemplazo del tér
mino “m ujer” en todas las instancias del movimiento: Los sin
dicatos incorporaron “demandas de género”; los movimien
tos populares siguieron esta práctica e incluyeron los movi
mientos de mujeres. Una vez más, las mujeres se volvieron
invisibles.
En la Academia, este estado de cosas no fue diferente.
Muchos de los así llamados estudios de género, no son más
que estudios de cuestiones de las mujeres. De igual modo,
varios núcleos universitarios y grupos de investigación de aso
ciaciones profesionales —constituidos con el objetivo de estu
diar las relaciones de género—permanecen bloqueados en el
ghetto de los “estudios de mujeres”: En Brasil /.../para la acade
mia es masfácil asimilar “estudios de género” que ‘feminismo”, ya que
algunos sectores siempre lo identificaron con “defensa” y no con una
adecuada empresa científica. Por lo tanto, para un buen número de
académicas, los estudios de género eran más atractivos en el sentido de
que ellas continuaban Placiendo “estudios de las mujeres” sin correr el
riesgo de ser identificadas con el feminismo. Son lo que las activistas
feministas han denominado, de manera sarcástica, “lasgenéricas”.'9*
En efecto, la búsqueda de rigor científico y de excelen
cia (según fue definida por los estándares científicos sociales
positivistas convencionales) y una orientación hacia los estu
dios empíricos unidos a la rígida estructura de la Universidad
impidió el diálogo entre las eruditas feministas de diferentes
disciplinas, obstaculizando considerablemente no solo el de
sarrollo de prácticas interdisciplinarias y discusiones teórico-
metodológicas, sino también, y de manera más importante, el
195Idem, p. 395-96.
cuestionamiento del canon científico -una de las facetas fun
damentales de gran número de feministas eruditas. Según
Castro y Lavinas (1992), esta falta de diálogo en sentido
epistemológico amplio ha llevado a las feministas eruditas de
Brasil a lo que ellas mismas denominan “endogamia intelec
tual”: sólo se citan entre ellas.
Para comprender esta aceptación contextual del género,
es importante darse cuenta que el feminismo académico bra
sileño permanece suspendido en la encrucijada de dos corrien-
tes teóricas diferentes. U n camino nos lleva al estructuralismo
francés, con su énfasis en la complementariedad (junto con el
ideal de igualdad y la refutación de la diferencia), mientras
que el otro nos manda al postestructuralismo norteamerica
no, con su énfasis en la alteridad y la politización de la diferen
cia (Lia Machado, 1997). De acuerdo con Machado, el femi
nismo francés y su puesta en primer plano de la diferencia a
través de la deconstrucción no permeó en Francia plenamente
el campo de la antropología, la sociología y la historia. Su lu
gar institucional pelrmaneció en la literatura y los estudios
psicoanalíticos. Como señala Machado, en Francia las femi
nistas que trabajan en el campo de la antropología, la sociolo
gía y la historia no desafiaron el canon de esas disciplinas, sino
que introdujeron a través del feminismo, nuevos asuntos te
máticos y aproximaciones analíticas. En el contexto de EEUU,
por el contrarío, las feministas intervinieron en la Academia
de forma mucho más radical, modificando el canon estableci
do y creando nuevas epistemologías.
Uno de los resultados de esta particular combinación de
tendencias teóricas que tuvo lugar en el feminismo brasileño
en los años ochenta y principios de los noventa es que un gran
número de profesionales de las ciencias sociales (en contraste
con muchas, sino con la mayoría, de las feministas eruditas de
humanidades) abrazó el término “estudios de género” de ma
nera más entusiasta que sus pares literatas, quienes todavía se
mantenían en el significado “mujer”. El primer grupo perci
bía el género como un término científicamente más riguroso
que “estudios feministas” o “de mujeres”. “Estudios de las
mujeres” les parecía demasiado esenciaíista y “estudios femi
nistas” les sonaba demasiado militante y, por lo tanto, ni obje
tivo ni sistemático. Esta controversia captura muy bien el he
cho de que para ponderar cuán satisfactoriamente viaja el gé
nero, es necesario examinar exhaustivamente las restricciones
analíticas e históricas que residen en la articulación de la dife
rencia (John, 1996). Otra limitación crucial, que analicé en un
artículo anterior, es el hecho de que las Universidades brasile
ñas, se encuentran hasta el día de hoy, entre las instituciones
más elitistas y por consiguiente, más blancas.
Como Scott misma (1988) expresó, preocupada por la
facilidad con que el género había entrado en la Academia, gé
nero parece ajustarse a la terminología científica de las ciencias sociales y
en consecuencia se disocia de las (supuestamente estridentes) políticas
delfeminismo. /.. ./N o conlleva una necesaria declaración sobre la des
igualdad o el poder ni nombra la penosa (y hasta hoy) parte invisible
(P- 31)- _
Otra apropiación problemática de género no sólo en el
feminismo de Brasil sino también en el latinoamericano, con
efectos desfavorables para su campo de estudios -efectos que
ya estaban tomando forma en los años noventa- se debe ob
servar en la excesiva proliferación de estudios sobre la mascu-
linidad. La lógica de la translación, en este caso, opera de la
siguiente forma. Dado que “género” es un concepto relacional,
se íes confió una pesada carga a las investigadoras aplicadas a
develar las perversas operaciones del sistema del. género: es
decir, que para estudiar a las mujeres tenían que estudiar tam
bién a los varones. Actualmente esta tendencia en los estudios
de género está plenamente consolidada en la Academia brasi
leña debido, en especial, a la contribución de agencias guber
namentales y nacionales e instituciones filantrópicas interna-
dónales. De hecho, la focalización sobre los varones y la mas
culinidad fue resultado de la necesidad de comprender mejor
la participación de los varones en la salud reproductiva de las
mujeres y surgió como agenda de investigación de las femi
nistas en América Latina luego de las conferencias sobre salud
reproductiva y sobre violencia en El Cairo (1994), y de la dis
cusión sobre violencia sexual contra las mujeres en la Confe
rencia de Pekín (1995).196
Aunque no es en absoluto mi intención aquí condenar
en masa los estudids sobre masculinidad en Brasil, considero
preocupante, entre otras cosas, que en muchos casos, esos es
tudios escapen a ía articulación de una perspectiva crítica fe
minista. Solo para dar un ejemplo inquietante, en una confe
rencia nacional de mi Universidad sobre estudios de género,
escuché una ponencia donde la propuesta de la autora era ana
lizar 1a percepción de los hombres del aborto. Lo que encuen
tro incómodo respecto de esta reciente y arrolladora preocu
pación por los varones y la masculinidad, a pesar de las recien
tes y agudas observaciones y de ios nuevos interrogantes que
aportaron el análisis feminista del género y la sexualidad, es
que en tanto carecemos de suficientes informes sobre la per
cepción de las mujeres del aborto, parece un poco apresurado
abandonar las descripciones femeninas de esta experiencia, para
dedicamos nosotras mismas a la contemplación de las expe
riencias de los varones. Como si no fuera suficiente que las
mujeres se volvieran género en los años ochenta, temo el he
cho de que, a partir de los noventa, el género se esté volviendo
masculinidad y varones, y este sea otra vez el foco de la aten
ción analítica. Parece como si hubiéramos terminado en el
196 C£ Teresa Valdes (2000) para el análisis del surgimiento de estudios sobre
masculinidad como una de las tres áreas de investigación de las feministas de la
región.
punto de partida, en lá prehistoria de los estudios feministas.
Como escribió una crítica en EEUU respecto del siempre
expansible saber sobre la masculinidad, demasiado a menudo
el estudio de la masculinidad parece alcanzarse a costa del es
tudio de las mujeres, con ía desafortunada implicación de que
los problemas sobre las mujeres han perdido interés o son tan
familiares que ya no hay que cuestionarlos más. Además, cuan
do la investigación presta mayor atención a las preocupacio
nes del género y a la fragilidad de vínculos entre los varones,
tiende a ignorar los fuertes lazos entre masculinidad, poder
patriarcal y privilegio.197
Adriana Piscitelli (1998), expresa también algo pertur
bador* Por un lado, la reciente explosión de estudios sobre mas-
culínidad y, por otro, la distancia creciente entre estudios fe
ministas y estudios de género en el contexto de la Academia
brasileña, identifican un vínculo problemático entre la mas
culinidad y los varones. Como ella escribe, estudiar las mas-
culinidades centrándolas en su asociación con los varones im
pone limitaciones al análisis desde la perspectiva del género.
Pero no se trata solo de eso. Análisis concretos que examinan
las relaciones entre masculinidades hegemónicas y subalter
nas han mostrado los matices de la masculinidad. Pero al mis
mo tiempo han revelado la falta de un análisis de la compleji
dad equivalente respecto de las femineidades. Y he aquí lo que
considero “perverso”. Consciente, desde una perspectiva
relacional, de los riesgos que podría implicar un énfasis en las
femineidades —riesgos que han sido exhaustivamente debati
dos en los círculos feministas—no puedo menos que conside
rar a ias “ciencias de la masculinidad” un retroceso.198
200 Este trabajo en su versión original fue una contribución a una mesa sobre
Filosofía Feminista, publicado en las Actas del 2o Congreso Híspano-Mexicano
de Filosofía Moral y Política, México-Madrid-CSIC, 1987. Se trata de una
reelaboración feminista de un problema tradicional de la filosofía: el status
ontológico de los universales. La propuesta, moderadamente nominalista, abreva
en las fuentes clásicas. Por consiguiente, no dialoga con posiciones nominalistas
más recientes desarrolladas desde puntos de mira postmodernos, que merecen,
por cierto, un artículo aparte. Sobre la relación feminismo-postmodernidad, cf.
“Feminismo, ilustración y postmodernidad” En: Amorós, C. (Comp.) Historia
de la teoría fem inista , Madrid, Dirección Grai. de Ía Mujer-Universidad
Complutense de Madrid, 1994; Tiempo de feminismo, Madrid, Cátedra, 1997.
Cap. VII; Feminismo y Filosofía, Madrid, Síntesis, 2000.
dría asimilar la posición de la corriente que -podemos conve
nir a estos efectos que la denominación es cómoda—suele lla
marse “feminismo de la diferencia” con la que clásicamente
ha caracterizado al “realismo de los universales”, en el sentido
de que tiende a enfatizar ontológica, epistemológica y ética
mente el referente extralingüístico de los términos genéricos
relacionados con “lo femenino”. O, dicho de otro modo, al
decir “lo femenino” o “la femineidad” nos referiríamos a una
entidad en sentido fuerte, dotada de una sustantividad, con un
peso que trascienda el mero denotar el conjunto de los indivi
duos pertenecientes al sexo femenino -obviamente, de lo mas
culino podría decirse otro tanto-. El “nominalismo” -o acti
tud filosófica consistente en atribuir a la realidad individual
todo el peso ¿óntológico y a minimizar, o bien a reducir a un
mero expediente pragmático para proceder a la denominación
de un conjunto de individuos con algún rasgo en común, el
correlato extralingüístico de los términos universales, podría
asociarsegrosso modo —pues habría mucho que matizar- con las
tendencias del fem inism o llamado de la igualdad. El
nominalismo más radical —lo que vendría a ser un Roscelina de
Compiégnes en versión feminista- asumiría que decir “la femi
nidad” o “lo masculino” no son sinoflatus pocis y que solamen
te hay clases de individuos que se asemejan por su pertenencia
al mismo sexo, y eso es todo.
Claro está que, desde puntos de vista nofeministas e inclu
so añtifeministas, se pueden mantener con respecto a la cues
tión posiciones tanto realistas como nominalistas. Para los pri
meros, femineidad y masculinidad son esencias, universales in
re o categorías ontológicas, y el sistema llamado de sexo-géne
ro -basado en la atribución de características genéricas esen
ciales al hecho de pertenecer a un sexo determinado- tiene así
su fundamento in re. Se valora positivamente que así sea y se
justifica el sistema jerárquico que así se constituye, sobre la
base de la hegemonía masculina, adobándolo con la ideología
de la complementariedad. Las posiciones feministas son aquí des
calificadas por improcedentes, por atentar en la impotencia y el
ridículo contra estabilidades esenciales. Los nominalistas nofe
ministas —pues antifeministas no suelen denominarse- man
tienen, por su parte, que solamente hay individuos y que los
rasgos comunes que se derivan de la pertenencia a un deter
minado sexo no tienen mayor relevancia ontológica -ni social
ni cultural, por tanto™. A ellos les es indiferente ~son así de
igualitarios™ que las cargas de responsabilidad, las posiciones
de prestigio de las que se desprende un reconocimiento social
las desempeñan hombres y mujeres: somos iguales ¿que más
da? Ergo, da igual que en el Gobierno y en el Parlamento no
haya prácticamente más que hombres y que ellos monopolicen
las pautas de la vida pública, social y cultural —es decir, los
espacios del reconocimiento, de los sujetos del contrato so
cial—.201 Para estos nominalistas radicales las actitudes feminis
tas son descalificadas no tanto por ser inadecuadas como por
superfinas: la sociedad de individuos la tenemos ya, por lo visto.
Sólo que da la casualidad de que unos parecen ser más indivi
duos que otros: el sistema sexo-género parece flotar sobre la ca
sualidad; no hay por qué reconocer la existencia de un sistema
de dominación cuyo estatuto ontológico no podría tener bases
esenciales, y en lugar de ser feminista se trataría de buscar el
atajo -siempre el espejismo de los atajos™ y de ser, simplemen
te, persona.202
204Al mito del matriarcado siguió el llamado “mito del cazador” y ahora parece
que le toca el turno al “equilibrio complementario de los orígenes”. Cf. F.
Héritier, 1978; N. Taúner y A. Zilhman, 1970, Testart, 1986.
ciona con el control de las armas, etc., lo tenían los varones).
La dependencia económica recíproca de la pareja paleolítica -en la
medida en que la había- estaba en función del sistema de pres
taciones recíprocas entre ambos colectivos en cuanto tales, si
tuación obviamente impensable en nuestras sociedades com
plejas, en que la división deí trabajo social sigue otras pautas
mucho más variopintas, como es bien sabido, y no pasa por el
meridiano que separa los sexo-géneros. Lo que, sin embargo,
este meridiano sigue marcando en líneas generales es la sepa
ración de los espacios de lo público y lo privado, espacios que,
como lo ha mostrado Cristina Molina, por mucho que sus
contenidos hayan podido variar históricamente, se correspon
den en el del reconocimiento, el de la valoración social, el de
lo que.se ve y es expuesto a la luz pública -dicho de otro modo,
el espacio de los sujetos del contrato social- y el de lo que se
sustrae al reconocimiento público, lo in-significante o no-
significante, lo que no se ve, en suma, y no es valorado social-
mente.2íb (Algunos sospechan que en esta esfera se acumulan
dosis inmensas de poder paralelo, Hay en ello bastante exage
ración: lo tienen pocas mujeres, sólo en ciertas etapas de su
vida, sólo si se pliegan a ciertas reglas del juego de los roles y
sólo en determinados círculos y clases sociales. Y, aún así, con
esas “especies” no se compra nada en la otra esfera si no se
traducen en la moneda de lo que se reconoce y se cotiza en el
espacio público, espacio que definen y controlan, en defi
nitiva, los varones). Pues bien, hay una propuesta que viene a
decir algo así como “hagamos que lo privado sea reconocido del
206 Cf. “Notas para una teoría nominalista del patriarcado” Asparkta,1992.1.
situación de inferiorización y subordinación en que se encuen
tra el colectivo de las mujeres. Situación que estas últimas asu
men en la complicidad y la superación a la vez... En buena me
dida seguimos siendo objeto de pactos simbólicos, entre..varones,
pero estos pactos no suelen tener estatuto de práctica concertada,
grupo de fusión, se diría en la jerga de Sartre, sino raras veces
en que la hegemonía patriarcal se pone a la defensiva; sólo en
algunos casos se llega a ciertas formas de coagulación institucio
nal -el control del aborto, por ejemplo, como forma de mono
polio patriarcal de la instancia de reconocimiento, de la legiti
mación de la vida frente al hecho de darla-; en la mayoría de los
casos se trata de prácticas dispersas reguladas por esquemas sim
bólicos que brotan y son diseñados en el curso de las propias
prácticas a las que, a su vez, orientan y modulan. No se trata,
pues, de que carezca de entidad el patriarcado como sistema
de pactos de reconocimiento entre los varones con sus formas de
ejercicio del poder y de la hegemonía, su ideología y sus me
canismos institucionales: sólo que no se trata de una esencia,
ni siquiera en diferentes grados de participación, sino de
condicionamientos en serie —reconocimientos en cadena de
una identidad especular cuyo núcleo esencial no está, sin embar
go, localizado en ninguna parte-; de sistema de prácticas
objetivadas y grabadas en todos los niveles y las mediaciones so
ciales y materiales. De este tipo de nominalismo no habría de
derivarse necesariamente un individualismo metodológico,
sino una concepción de los sistemas de dominación como algo
cuya textura ontológica, sólida y liviana a la vez, no inmuniza
contra la responsabilidad ética de todos los individuos, opreso
res y oprimidos en distintos grados y formas, en él implicados.
Quizás este intento de establecer estas precisiones pue
da salir al paso de situaciones muy curiosas y recurrentes en
los debates sobre el feminismo con participación de los varo
nes. Cuando se enteran de que no vamos diretamente contra
ellos como personas sino que entramos, todas analíticas, en
una tematización del patriarcado como sistema de dominación,
ellos, claro está, también están en contra como el que más, son
colaboradores natos de nuestras filas y nadie se da por aludido.
Como, evidentemente, nadie es el patriarcado ni un sistema
de dominación -caeríamos en un error categorial en el senti
do ryleano-, todo el mundo se queda tranquilo y parece aqué
llo de “entre todos la matamos y ella sola se murió”.207 Y, en
cuanto a las mujeres, profesamos a veces —hay que ser
autocríticas- un feminismo un tanto barroco del horror vacui
en donde el expediente de la ontologización -la feminidad
como depositaría, de valores y pauta del deber ser—puede ser
una coartada para la imaginación ética que pide Victoria Camps.
La disolución de las categorías ontológicas se paga al precio de
tener que lüibilitar registros éticos en espacios antaño codifica
dos... Los nominalismos, históricamente son solidarios de los
procesos que llama G. Deleuze de descodificación, de liberación
de flujos descodificados, La crisis de la sociedad estamental
trajo consigo el nominalismo del XIV y la emergencia del
protagonismo ético-ontológico del individuo, que se autoac»,
tualizada construyendo su ser y su norma desde lo que Duns
Scoto llamaba la ultima solitude. La descodificación del sistema
sexo-género es la más radical de las descodificaciones que ha
producido una historia en que la héxis, la tensión ética, se pre
senta como la última figura del conatus y ocupa todos los espa
cios problemáticos que Sartre llamaba de descompresión del ser.
Radicalizada la héxis, porque el reino de los fines exige una
21,7 Habría que decir: Ud. ciertamente no es el patriarcado. Pero admita que el
patriarcado tienen algo que ver con Ud., aunque no sea ni el arquetipo viril que
ha analizado Amparo Moreno, ni la quintaesencia del “machismo”, ni un mons
truo de la misoginia. Cf. Moreno-Sarda, A. El arquetipo viril protagonista de la
historia, Barcelona, LaSai, 1986.
forma de reciprocidad en uno de cuyos polos no es tolerable
que se instale el ejemplar de un genérico percibido como mo
dulación tan peculiar de lo humano que no es, en rigor, reco
nocido como igual. Las diferencias y complementariedades han
de serlo de individuos, no de sexos-género. Los individuos son,
sin duda, un presupuesto de la ética. Derivar valores de esen
cias genéricas es incurrir de nuevo en una forma de falacia na
turalista. Pero mientras hay un sistema que otorga una hege
monía a un conjunto de individuos sobre otro en función de
su sexo, se fabricarán -todo poder es paranoico- delirios esen
ciales y definiciones de roles genéricos que bloquean el acceso
al estatuto pleno de individuo. Así, desde cierto punto de vis
ta, puede decirse que el nominalismo es la etapa superior delfemi
nismo si y sólo si el nominalismo reconoce al feminismo como
la mediación sine qua non, el trámite que no es posible abreviar
sin trampa para construir una sociedad de individuos. Desde
otro punto de vista, elfeminismo es la etapa superior del nominalismo
en cuanto que sólo el feminismo toma en serio la realización
de sus condiciones de posibilidad. Si no hay individuos, dice
Javier Muguerza, no hay ética. De acuerdo. Pero sin una ética
-y seguramente una ontología feministas—no hay individuos.
FILOSOFÍA FEMINISTA Y UTOPÍA:
UNA ALIANZA PODEROSA
María Isabel Santa Cruz, Margarita Roulet,
Ana María Bach
(Universidad de Buenos Aires)
21<>Ricoeur, p. 316.
220Kumar, pp. 1-2.
221 Ricoeur, p. 57.
Quizás una estructura fundamental de la reflexividad que
podemos aplicar a nuestros papeles sociales -dice Ricoeur—sea
la capacidad de concebir un lugar vacío desde el cual podamos
echar una mirada sobre nosotros mismos.222 La meta planteada
no es verdaderamente realizable pero tampoco imposible. Una
de las conclusiones generales de Ricoeur sobre las utopías que
nos parece interesante es que ellas presentan la ambigüedad de
pretender que son realizables, pero al mismo tiempo reconocen
que son producto de fantasía, algo imposible. La utopía tiene
un interesante potencial como instrumento de exploración del
posible cambio social. No acepta ni pretende describir las cosas
tal como son, sino que las ataca y propone paradigmas opuestos
a la realidad constituida. Es opositiva y propositiva, crítica y
visión. Opone al proponer. Puede oponerse porque propone.
En los horizontes visionarios no se halla solución a los problemas
actuales, pero sí al menos herramientas que permiten plantearlos
de manera más precisa. Y en tanto meta que atrae es fuente de
prácticas. Por un ejercicio de imaginación se produce un
apartamiento de la situación vigente insatisfactoria.223
La utopía describe un estado de perfección imposible que,
sin embargo y paradójicamente, en un sentido genuino no está
más allá del alcance de la humanidad. Está aquí, si bien no ahora.
El valor de la utopía radica no en su relación con la práctica
presente sino en su relación con un futuro posible y con las
prácticas tendientes a lograrlo. Su uso práctico es superar la
realidad inmediata para describir una condición cuya clara
deseabilidad nos atrae como un imán, si bien, como dijimos, la
deseabilidad no implica por sí misma que se trate de una
condición moralmente buena para todos.224 Que sea una utopía
245 Ibidem.
Bstos rasgos de la postmodernidad en América Latina se
cruzan con aspectos de capitalismo posmoderno global y sus
logros dado que el capitalismo busca nuevos mercados, diver
sificación y diferencia. Sin embargo, la manera en que hemos
analizado nuestras diferencias desde una perspectiva latinoa
mericana también subvierte los aspectos totalizadores del ca
pitalismo y su indiferencia hacia alternativas políticas radica
les. Porque el capitalismo global conlleva:
1) la homogeneidad de símbolos culturales dominantes,
información, costumbres, modas etc., hasta tal punto que tien
das de compras, restaurantes, hoteles y otros centros de con
sumo de los países de la periferia capitalista —como Costa Rica
y México- venden los mismos productos que podríamos en
contrar en Miami o en New York.246
2) un lenguaje dominante, el inglés
3) un tiempo lineal, incluyendo demandas cada vez más
rápidas en la productividad y en la realización del trabajo
4) performatividad en sus propios términos (no referida
a ios factores de autonomía cultural sino de acuerdo con rela
ciones de poder dirigidas por el mercado)
5) un concepto unilateral de la diferencia y la diversi
dad, que tiende a provocar la exclusión antes que ia inclusión
de los que no pertenecen a los sectores privilegiados.
254 Perrot, M. (comp.) ¿Es posible una historia de Ias mujeres? París, Rivages, 1984.
Hay traducción parcial en Lima, Centro de la Mujer Peruana “Flora Tristán”.
255 Cf. Anderson Zinsser y Duby-Perrot, Historia dé las mujeres.
zada y el conocimiento producido, sino, de manera particular,
cuál ha sido su incidencia en la historia general.236
En tanto filósofas, nuestro interés específico no es anali
zar el origen histórico e ideológico de la.Historia de las mujeres —lo
cual no carece en absoluto de importancia y es algo que tam
bién debe ser tenido en cuenta para explicar por qué hay Histo
ria de las mujeres—sino, llevar a cabo una “reflexión de segundo
grado sobre las condiciones últimas de inteligibilidad de una
disciplina”, al decir de Paul Ricoeur.257 Esto es, indagar acerca
de la naturaleza de esta producción historiográfica, preguntar
por el estatuto epistemológico de esta historia ¿constituye una
renovación teórica?, ¿supone una renovación metodológica? ¿o
se trata, simplemente, de una renovación temática?
En cualquiera de los casos estas preguntas conducen ine
vitablemente a otras. Porque, si se trata de una renovación teó
rica, ¿cuáles son las innovaciones conceptuales, categoriales,
analíticas, introducidas en la Historia por la Historia de las mu
jeres? Si se trata de lo segundo, ¿cuáles son los “nuevos” méto
dos o los “nuevos” procedimientos, propios de esta historia?;
¿trabaja con “nuevas” fuentes o trabaja con otras categorías de
análisis las tradicionales fuentes de la historia?, ¿qué relacio
nes mantiene con la historia general? Si lo tercero, ¿es sólo un
nuevo tema para la vieja historia o hay un “nuevo” objeto de la
historia? En síntesis, ¿qué clase de historia es la Historia de las
mujeres?, ¿es una historia “diferente”?, ¿es una “nueva” histo
ria?, ¿es “otra” historia?
256 Cito sólo dos ejemplos: En Argentina, en las IVJomadas Nacionales de Historia
de las Mujeres e Historia de género se analizó y discutió los aspectos teóricos y
metaodológicos de la Historia de las Mujeres. En los cursos “Nuevos enfoques
teóricos y metodológicos I y II” del Programa de doctorado “Mujeres, Género
y poder” coordinados por Lola Luna, Mercedes Vilanova y Ma. Luisa del Río,
de la Universidad de Barcelona.
257 Cf. Ricoeur, P Historia y narración, (1987), p. 170.
Intentar responder a estas preguntas exige considerar la
obra producida, pero también tener en cuenta las perspectivas
que ofrece, esto es, el futuro de esta actividad en el terreno de
la investigación científica, cuestiones que intentamos abordar
aquí.
¿Cuál es el origen de la Historia de las mujeres? La pre
gunta admite dos respuestas, si pensamos que por “origen”
podemos entender:
a, las circunstancias históricas que dan lugar a la Historia
de tas mujeres, lo que nos remite a cuestiones relativas a dónde,
cuándo, quiénes,
b. los aspectos teórico-metodológicos relacionados con
el desarrollo sufrido por la ciencia histórica, que han posibili
tado la Historia de las mujeres.
En el primer sentido, la pregunta por el origen de la
Historia de las mujeres nos remite a los movimientos de mujeres
-de manera particular a los de la década del 60 en Europa y
EEUU™ y a sus reclamos. Son ya, para el feminismo, los tiem
pos del reconocimiento de que la formulación de políticas de
cambio social que beneficiaran a las mujeres no era posible
desde la experiencia individual o colectiva del presente. Era
necesario conocer el pasado colectivo, conocer ejemplos his
tóricos de la lucha de las mujeres, que abonaran la razón de
sus demandas.
Más importante aún fue el darse cuenta de que la histo
ria recogía de manera muy opacada la vida y la acción de las
mujeres, lo que determinó la fuerte crítica del feminismo a los
presupuestos teóricos e ideológicos con los que se escribió la
historia, para la que tuvieron un nuevo calificativo: “andró-
céntrica” y la exigencia, entonces, de introducir una nueva
perspectiva en el análisis histórico.
Teniendo en cuenta esto que señalamos, Lidia Knecher
dice: “Hay un aspecto en la Historia de las mujeres que la dis
tingue particularmente de las otras historias y es el hecho de
que, por lo general, ha estado ligada a un movimiento social,
es decir, ha sido escrita a partir de convicciones feministas y, si
bien es cierto que la mayor parte de la historiografía está
influenciada por el contexto político, pocas tuvieron tan es
trecha relación con un programa de acción y de cambio como
el planteado por el movimiento feminista”.258
Esta exigencia de los movimientos de mujeres de nue
vas perspectivas para la investigación histórica, se enlaza con
ese segundo sentido que atribuíamos a “origen”, es decir, el
estado de la disciplina histórica al momento de los reclamos
específicos de las mujeres.
En efecto, no puede desconocerse que también contribu
yeron fuertemente al desarrollo de la Historia de ías mujeres los
cambios introducidos en la historiografía por la Historia Social.
El reconocimiento de nuevos objetos (el poder, el cuerpo), de
nuevos sujetos (sujetos colectivos: clases, movimientos); su pre
ocupación por grupos sociales excluidos (negros, indígenas,
lúmpenes), o por expresiones culturales diferentes; la incorpo
ración de nuevas perspectivas de análisis (lo económico y social,
no sólo lo político) y de esquemas interpretativos (ia pluralidad
de tiempos: larga y corta duración; procesos, estructuras); la re
lación con otras disciplinas (sociología, antropología, demogra
fía, lingüística); en fin, la pretensión de una historia total, signi
ficaron una verdadera renovación de los marcos conceptuales y
teóricos, a la par que metodológicos, de la historiografía. En ese
marco era posible la inclusión de la problemática de la mujer.
En una palabra, la renovación historiográfica producida
por la Historia Social al coincidir con las nuevas exigencias de
los movimientos feministas, dio paso a la Historia de las mujeres.
Si no se tiene en cuenta esta doble fuente no es posible expli
car su surgimiento.
269 Farge, A. “La Historia de las mujeres. Cultura y poder de las mujeres: ensayo de
historiografía” en Historia Social, 9, 1991, p. 98.
270 Cf. Luna, L. Art.cit. y en “A propósito del género” en Luna, L.-Vilanova
(comps.). Desde tas orillas de la política.
271 Com o en los últimos trabajos de Farge, Scott, Luna.
272 Cf. Luna, art.cit.
sión política del género se presenta hoy como el rasgo más
rico para el análisis historiográfico, porque, como sostiene Joan
Scott: “..fel género es un campo primario en el cual o a través
del cual se articula el poder. El género no es simplemente un
campo, sino que pareceVhaber sido una manera recurrente y
persistente de expresar el poder en occidente, en las tradicio
nes judeo-cristianas e islámicas.w273
No obstante, no queda claro cuáles serían los procedi
mientos a seguir, de qué manera esa articulación haría posible
una lectura diferente del pasado, porque tampoco hay unani
midad respecto de lo que debería ser la Historia de las mujeres.
Mientras algunas parecen aceptar que ésta sea una historia “pa
ralela”, como se. desprende de esta frase de Gisela Bock: “El
hecho de que la Historia de las mujeres tenga un carácter au
tónomo y sea distinta de la de los hombres, no quiere decir
que sea menos importante ni que plantee simplemente un
problema ‘especiar o ‘específicamente femenino’.”274 Signifi
ca, más bien, que debemos reconocer que la historia general
ha Sido hasta el momento específica del varón y la Historia de
las mujeres debe considerarse tan general como la del otro
sexo. Otras, como S. Bianchi, cuestionan qué ese sea el “lu
gar” de la Historia de las mujeres y señalan precisamente como
una falencia que no haya logrado modificar la historia gene
ral.275
La opiríión más generalizada entre las investigadoras
parece ser la de que no se trata de una historia “especial”; tam
poco que deba ser un apéndice o mero complemento de la
historia general, ni una historia “paralela” ni, menos aún, que
debería pretender sustituir a la historia general. Una impor
289 Cf. Badinter, E. Latnour en plus, Histoire de Vamour maíernel (XVJI-XX). París,
Flammarion, 1980.
bind desarrollado por la escuela de Palo Alto parece presidir a
menudo la dinámica patriarcal.
Me gustaría señalar que la recepción española de las ideas
de Schopenhauer y Kierkegaard en Miguel de Unamuno care
ce de la misoginia de estos autores. La Mujer es la Madre pero
encarna el ágape, no el eros. En Del sentimiento trágico de la vida
(1913) su rasgo fundamental es la compasión. La Doña Inés de
su DonJuan es, como destaca en el prólogo el mismo Unamuno,
“maternal y virginal”, hermana y madre, redentora. Esta dife
rencia puede ser debida a múltiples causas, desde personales a
filosóficas, pero entre las más relevantes a efectos de nuestro
análisis podríamos destacar la influencia del culto católico a la
Virgen-Madre como figura mediadora fundamental y la menor
fuerza de las reivindicaciones feministas en el sur de Europa a
finales del sigloXDCy primera parte del XX, Si el discurso filo
sófico contemporáneo que identifica mujer y sexualidad surgió
como fenómeno reactivo frente a las pretensiones de algunas
mujeres ilustradas de universalizar los derechos civiles y políti
cos y alcanzar el estatuto de individuo autónomo propio de las
democracias modernas, es lógico que haya mostrado menor vi
rulencia donde estas pretensiones eran más débiles.
Quizás la tradición de identificación de la mujer con el
sexo alcance su mayor elaboración metafísica con Schopenhauer
pero con Otto Weininger logra su expresión intelectual más cru
da y la adhesión de innumerables lectores desde la publicación,
a comienzos de nuestro siglo, del célebre libro Sexo y carácter
(1902). En él, se continúa afirmando que la sexualidad es sólo
un “apéndice” de la vida del hombre. Por ello, éste puede objeti
varla, hacerla consciente. Muy distinto es el caso de la mujer:
“el hombre conoce su sexualidad, la mujer, en cambio, no es cons
ciente de ella, y de buena fe puede ponerla en duda, porque la
mujer no es otra cosa que sexualidad\ porque es la sexualidad misma. La
mujer por ser sólo sexual no nota su sexualidad, pues para hacer
cualquier observación es necesaria la dualidad, Cosa que es posi
ble para el hombre, tanto desde el punto de vista psicológico como
desde el anatómico, ya que no es únicamente sexual: puede, si así
quiere, ponerle límites o dejarla en amplia libertad, es decir,
negarla o aceptarla, ser un Don Juan o ser un asceta”.290 Para
Weininger, como para la mayoría de los hombres de su época,
existían dos tipos de mujer: la madre y la prostituta. Mientras
que el objetivo de la primera es tener un hijo y responde a la
caracterización general de las mujeres que hacía Schopenhauer,
la segunda persigue únicamente el falo. Pero, en el fondo de
toda madre, sostiene nuestro autor, siempre hay algo de prosti
tuta, mientras que la “prostituta absoluta” es un tipo más puro.
Entre ambos extremos encontramos la totalidad de las mujeres
en diversos grados de combinación de estos elementos. Obser
vemos la similitud con la teoría de Freud de la búsqueda del
pene a través del nacimiento del hijo varón» Apoyándose en
Platón, Weininger opone amor a sexualidad. El amor perfecto
prescinde de la unión carnal, el acceso sexual a una mujer la
degrada a los ojos del hombre. El ascetismo agustiniano dicta su
afirmación de que la sexualidad pertenece al “reino de lo in
mundo”.
Dada la caracterización de las mujeres como mera sexua
lidad, explica el movimiento feminista como un fenómeno bio
lógico de intersexualidad. Algunas mujeres con rasgos masculi
nos —y, por lo tanto, con aspiraciones superiores a las demás-
arrastran en determinados períodos históricos a otras que las
imitan. El mismo punto de vista sostiene Henry James en la
novela The Bostonians. Es evidente el aire de familia que tiene
esta explicación con el “complejo de masculinidad” con el que
Freud interpretaba las conductas de mujeres que desafiaban los
límites de su género. El interés médico de fin de siglo por los
estados intersexuales tiene estrecha relación con la fuerza del
302 Q tra versión de este artículo ha sido publicado en: García, M.C. Las nuevas
identidades, México, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2002, pp,
59-68.
visión moral de estos problemas; me limitaré a presentar ejem
plos de crítica, con base en los criterios racionales, para ser
utilizados por los agentes morales.
Finalmente deseo comentar la ética hedonista con su
consideración central de placer como propuesta de vida. Don
de me muevo en tres niveles del placer sexual, caracterizados
como sexualidad, erotismo y placer.
2. No nacemos mujeres ni hombres, la sociedad nos convierte en
mujeres u hombres.
Los sistemas sexo-género son los conjuntos de prácti
cas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que
las sociedades elaboran a partir de la diferencia sexual anátomo-
fisiológica y que dan sentido a la satisfacción de los impulsos
sexuales, a la reproducción de la especie humana, y en gene
ral, a todas las formas de relación social entre las personas.303
El género que se nos adjudica al nacer, confiere un lugar
en la jerarquía social a los seres sexuados. Este lugar da razón
de la subordinación del género femenino al masculino, en to
das las organizaciones sociales conocidas. El género es el sexo
socialmente construido. La perspectiva de género esta funda
mentada en la observación de las diferencias entre ambos gé
neros, que inciden en la teoría y en la practica, produciendo
contradicciones evidentes al escrutinio racional.
3. La ética es, en verdad, la másfácil de todas las ciencias; cosas
muy natural, puesto que cada uno tiene la obligación de construirla por
sí mismo, de sacar por sí solo, del principio supremo que radica en su
corazón, la regla aplicable a cada caso que ocurra... señala
Schopenhauer en Los dos problemasfundamentales de la Etica.
La ética constituye la reflexión filosófica sobre la moral
vivida; es un procedimiento racional que analiza el significado
de los conceptos y determina la validez de las decisiones mo
rales, es decir, da legitimidad a los juicios con base a la lógica
del razonamiento moral. En suma, la Etica es el estudio de la
moralidad como la psicología es eí estudio de la conducta in
dividual y la Sociología de la conducta social o grupal huma
na.
La Etica Filosofía moral constituye la ciencia de la for
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