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2013 11 Iuspoenale Medidas de Seguridad PDF
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LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD
I. Concepto, fundamento y fines.–
II. Clasificación de las medidas de seguridad.–
III. Aplicación de las medidas de seguridad.–
IV. El sistema vicarial.–
V. Medidas de seguridad previstas en la ley de responsabilidad penal de los menores.–
Sabemos ya que la medida de seguridad es una consecuencia jurídica aplicada a
una persona física en función de la peligrosidad de su hecho. No se imponen en
función de la culpabilidad, pues es precisamente ésta la que les falta para
responder penalmente. Pero la conducta se considera «hecho», y éste como
hecho antijurídico, pues el agente aun sin culpabilidad actúa, y además puede
actuar antijurídicamente; sin embargo, su obrar antijurídico no le es del todo
imputable, y por tanto no es culpable. Motivo por el cual no podemos hablar de
un «delito». La medida se refiere así, no a un delito, sino a un «estado
peligroso»; y no se basa en la culpabilidad, sino en la peligrosidad que el agente
demuestra como consecuencia de la enfermedad o situación de
inimputabilidad. De todo esto se ha tratado en la lección 1.II. Corresponde
ahora adentrarse en las concretas modalidades de medidas de seguridad en
nuestro sistema.
I. Concepto, fundamento y fines.‐
En el moderno Derecho penal, a la pena se ha añadido, como consecuencia
jurídica del delito de naturaleza específicamente penal, las medidas de
seguridad1. Así como la pena tiene como fundamento la culpabilidad del sujeto,
las medidas de seguridad se basan en su peligrosidad.
1
Hacia finales del s. XIX se incorporan las medidas de seguridad al catálogo de sanciones de los
estados modernos (cfr. SIERRA LÓPEZ, Las medidas de seguridad en el nuevo Código penal, Valencia,
1997, pp 61 y ss).
Sobre esta cuestión, de manera detallada, cfr. JORGE BARREIRO, Las medidas de seguridad en el
2
Derecho español, Madrid, 1976, pp 33 y ss. También, ASÚA BATARRITA, «Alternativas a las penas
de privativas de libertad y proceso penal», CPC 1989, 39, pp 605 y ss; GRACIA MARTÍN/ALASTUEY
DOBÓN, Lecciones de consecuencias jurídicas del delito, 3.ª ed., Valencia, 2004, pp 285 y ss;
LANDROVE DÍAZ, Las consecuencias jurídicas del delito, 6.ª ed., Madrid, 2005, pp 57 y ss.
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sujeto por formar parte de la sociedad. La pena debía tener su fundamento en la
peligrosidad del delincuente. La superación de esta polémica se produce mediante el
compromiso alcanzado con las propuestas de las llamada «direcciones intermedias»,
encabezadas por v. Liszt en Alemania o por Carnevalle y Alimena en Italia. La solución
pasa por entender que el Derecho penal debe establecer dos clases distintas de
reacciones o consecuencias jurídicas frente al delito: la penal, cuyo fundamento y límite
sería la culpabilidad del sujeto, y las medidas de seguridad, cuyo presupuesto es
únicamente la peligrosidad del delincuente. De ahí la denominación con la que se suele
designar a esta propuesta, la de «doble vía». En la actualidad se habla de un sistema
denominado «vicarial» (cfr. infra, IV), que permite compatibilizar ambas vías
computando el tiempo de cumplimiento de la medida de seguridad como parte de
tiempo de pena.
Las medidas de seguridad son, por tanto, la consecuencia jurídica establecida
para aquellos sujetos que han puesto de manifiesto su peligrosidad con un
comportamiento delictivo, pero del que no pueden ser culpables. Son un
mecanismo complementario a la pena y suponen, como ésta, la previa
realización de un hecho previsto en la ley como delito. Comportan, como la
pena, una restricción de derechos y son impuestas, al igual que la pena, de
conformidad con lo previsto en la Ley, por los órganos de la jurisdicción penal.
Lo que diferencia claramente la pena de la medida de seguridad es su
fundamento; como ya hemos dicho, la culpabilidad en las penas, la peligrosidad en
las medidas de seguridad3.
De lo anterior se deriva que son dos los presupuestos materiales que deben
fundamentar la imposición de las medidas: la peligrosidad criminal4 del sujeto y
la comisión de un delito previo5. Estos presupuestos constituyen también criterios
limitadores de la gravedad y duración de las medidas. Éstas no podrán ser más
gravosas que la pena correspondiente al delito previo realizado, ni exceder del
límite necesario para prevenir la peligrosidad del autor (art. 6.2 CP). Si las
medidas se fundamentan en la peligrosidad criminal del sujeto a quien se
3 Según JORGE BARREIRO, «La reforma de 1978 a la LPRS», en Comentarios a la legislación penal,
vol. II, El derecho penal del Estado democrático, Madrid, 1983, p 488, las medidas de seguridad son
«medios penales preventivos de lucha contra el delito, que implican privación de bienes
jurídicos, y que se caracterizan por ser aplicadas por los órganos jurisdiccionales en función de
la peligrosidad criminal del sujeto –demostrada con ocasión de haber cometido un hecho
previsto en la ley como delito– y por estar orientadas a la prevención especial del delito
(finalidades de corrección, tratamiento y aseguramiento)». Sobre las medidas de seguridad en
general, véase, entre otros, ID., Las medidas de seguridad; SANZ MORÁN, Las medidas de corrección y
de seguridad en el Derecho penal, Valladolid, 2003. Sobre la naturaleza jurídica de las medidas, cfr.
SIERRA LÓPEZ, Las medidas de seguridad, pp 73 y ss.
4 Cfr. las SSTS de 18 de diciembre de 1996 (RJ 9004), 29 de junio de 1999 (RJ 6120), 7 de febrero
de 2000 (RJ 307), 2 de junio de 2000 (RJ 4722), 14 de marzo de 2002 (RJ 3736), 9 de junio de 2003
(RJ 5612), 23 de enero de 2004 (RJ 2176), 11de marzo de 2004 (RJ 3640) y 8 de julio de 2004 (RJ
4291).
5 La peligrosidad criminal no puede presumirse, sino que ha de estar probada. No caben en
nuestro Derecho (cfr. STC 23/1986, de 14 de febrero de 1986) las medidas de seguridad
predelictuales. Cfr. supra, lección 1.II.iii). Sobre lo que se deba entenderse por peligrosidad, cfr.
SIERRA LÓPEZ, Las medidas de seguridad, pp 87 y ss.
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imponen, desaparecida la peligrosidad, dejará de tener sentido el cumplimiento
de la medida.
Esto último se concreta en dos sentidos. Uno, de orden cualitativo: no puede
imponerse una medida de seguridad privativa de libertad si el delito cometido
no está castigado con una pena también privativa de libertad (arts. 95.2 y 104
CP). Otro, de orden cuantitativo: el internamiento no podrá exceder del tiempo
que habría durado la pena privativa de libertad.
Como ya se expuso en otro lugar (cfr. lección 2.IV.3), la previsión de las
medidas de seguridad en el sistema jurídico‐penal parece responder a una
ponderación equilibrada entre los tres principios de la Política criminal: por una
lado, entre el de seguridad y el de respeto de la dignidad (subprincipio de
subsidiariedad, en cuanto que la medida se presenta como una alternativa
menos lesiva a la pena); y por otro lado, entre el de dignidad y el de seguridad
(subprincipio de culpabilidad, en la regla de igualdad real o material: trato
desigual a sujetos desiguales, de acuerdo con la cual, parece ajustado a Derecho
contar con alternativas a la pena para sujetos inimputables). Es posible dar
entrada entonces a las medidas de seguridad (arts. 19; 20 in fine para los
supuestos 1.º; 2.º; 3.º; CP), que se orientan a la concreta fuente de peligrosidad
del sujeto en cuestión, por lo que prima en ellas la prevención especial.
Al no tratarse de penas, por tanto, no son de aplicación instituciones tales como
la suspensión de la ejecución de la pena privativa de libertad, ni la libertad
condicional6.
II. Clasificación de las medidas de seguridad.‐
Se utilizan dos criterios clasificatorios. En primer lugar, según la finalidad
perseguida por la medida, se distingue entre las de carácter corrector (educativas
o terapéuticas) y las asegurativas. En segundo lugar, se puede diferenciar las
medidas por el contenido de éstas: medidas personales (afectan al sujeto, y
pueden ser privativas o no de libertad) y medidas reales (afectan a las cosas).
El Código penal español en su art. 96 utiliza un criterio de distinción
atendiendo al efecto de privación de la libertad y distingue así entre medidas
privativas de libertad y no privativas.
6 Cfr. la STS de 12 de noviembre de 1997 (RJ 8888).
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Las medidas no privativas de libertad tienen como denominador común que no
afectan a la libertad del sujeto. La mayor parte de ellas tienen por objeto la
privación o restricción de otros derechos distintos a la libertad, aunque algunas
de ellas afectan a determinados aspectos de la libertad ambulatoria. En nuestro
Derecho se prevén como medidas de seguridad no privativas de libertad: La
inhabilitación profesional; la expulsión del territorio nacional de extranjeros no
residentes legalmente en España; libertad vigilada; custodia familiar; privación
del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores; privación del derecho
a la tenencia y porte de armas (arts. 96.3 y 105 CP).
Algunas de ellas tienen la misma denominación y contenido que ciertas penas
(inhabilitación profesional, privación del derecho a conducir vehículos a motor y
ciclomotores y del derecho a la tenencia y porte de armas), pero se distinguen por el
término de referencia (peligrosidad en lugar de culpabilidad, que no se da
aquí). En virtud de la custodia familiar (art. 96.3 y 105.1), el sancionado quedará
sujeto al cuidado y vigilancia del familiar que se designe y que acepte la
custodia, quien la ejercerá en relación con el Juez de Vigilancia Penitenciaria
(sin menoscabo de las actividades escolares o laborales del custodiado). La
libertad vigilada consiste (art. 106) en el sometimiento del sancionado a control
judicial a través del cumplimiento por su parte de ciertos deberes (como la
obligación de estar localizable, o presentarse periódicamente, o la prohibición
de aproximarse a la víctima, entre otras).
III. Aplicación de las medidas de seguridad.‐
Las condiciones generales de aplicación de las medidas de seguridad están
recogidas en el art. 95 CP: i) haber cometido un hecho previsto como delito; ii)
no ser culpable por carecer de imputabilidad (ex art. 20.1.1.ª, 2.ª ó 3.ª); y iii)
peligrosidad por la probabilidad de comisión de nuevos delitos. A su vez, es
posible aplicarlas en casos de imputabilidad disminuida (o semiimputabilidad):
art. 104.
El art. 97 CP establece la posibilidad de que durante la ejecución de la sentencia
el juez o tribunal sentenciador pueda cesar, suspender o sustituir la medida que
se está cumpliendo.
Las medidas de seguridad privativas de libertad no tienen fijados límites de
duración determinados numéricamente, sino que se deducen de los principios
generales que las fundamentan, según los cuales las medidas no pueden durar
más que la pena señalada para el delito correspondiente (seguridad)7, ni
exceder de lo necesario para prevenir la peligrosidad del autor (dignidad). En
resumen, no tienen límite mínimo alguno, aunque sí máximo. Otra cosa es que,
Sin embargo, se podría poner en duda que la Ley fije un límite máximo dado que la igualdad
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material o real hace que deba tenerse en cuenta lo que hace al sujeto desigual: la enfermedad o
dependencia de sustancias tóxicas, que provocan inimputabilidad.
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por falta de necesidad de tutela, se evite una medida de seguridad de tan corta
duración que resultaría ineficaz.
La medida concluye cuando el juez, a petición del Juez de Vigilancia, decrete el
cese por haber desaparecido la peligrosidad criminal del sujeto, o cuando se
alcance el límite máximo de cumplimiento8.
En caso de quebrantamiento de una medida de seguridad de internamiento, el
juez podrá ordenar el reingreso del sujeto en el mismo establecimiento. Si se
incumplen otras medidas el juez podrá acordar la sustitución de la quebrantada
por la de internamiento, siempre y cuando se demuestre su necesidad.
Las medidas aplicables se determinan según si el sujeto está exento de
responsabilidad criminal conforme al art. 20.1 CP (enajenación y trastorno
mental transitorio), en cuyo caso se impondrá el internamiento o tratamiento; si
lo está conforme al art. 20.2 CP (intoxicación), que corresponderá el
internamiento en un centro de deshabituación; y, en el caso de sujetos exentos
de responsabilidad criminal conforme al art. 20.3 CP (alteración de la
percepción), la medida consistirá en el ingreso en un centro educativo especial.
(arts. 101, 102, 103 CP, respectivamente). En estos casos se podrán imponer
también las medidas previstas en el art. 105 CP.
IV. El sistema vicarial.‐
El Código penal español ha optado por la separación entre penas y medidas,
teniendo en cuenta los criterios que siguen una y otra reacción penal. Rige, por
tanto, un sistema de doble vía. Pero dicho sistema no excluye la posibilidad de
que penas y medidas sean en ocasiones compatibles. Es lo que se prevé cuando
el agente es culpable pero con una culpabilidad disminuida (enajenación mental
no plena, intoxicación no absoluta, por ejemplo). En dichos casos, si concurre
culpabilidad y peligrosidad, se puede hacer concurrir también pena y medida
de seguridad. Para el caso de concurrencia entre penas y medidas en nuestro
ordenamiento penal rige el llamado «sistema vicarial», así denominado porque
una realidad (la medida de seguridad) sustituye, representa, obra en lugar de
otra (la pena).
Puede ocurrir que el sujeto no sea absolutamente inimputable, sino que sea declarado
semiimputable porque se ha aplicado una eximente incompleta del art. 21.1 en relación
8 Su duración no podrá exceder de la prevista para la infracción de que se trate. Cfr. el art. 104
CP y las SSTS de 2 de junio de 2000 (RJ 4722), 14 de marzo de 2002 (RJ 3980) y 18 de octubre de
2004 (RJ 2005, 11). Por otro lado, el TS ha declarado que el límite temporal de la medida viene
establecido por la tipificación del hecho como si el sujeto fuese responsable, por lo que en los
supuestos de alevosía el hecho ha de calificarse como de asesinato. Vid. el Acuerdo del pleno no
jurisdiccional de la Sala II del TS, de 26 de mayo de 2000, en ÍÑIGO CORROZA/RUIZ DE ERENCHUN
ARTECHE, Los acuerdos de la Sala penal del Tribunal Supremo: naturaleza jurídica y contenido (1991‐
2007), Barcelona, 2007, pp 274‐276, con referencias y las SSTS de 29 de junio de 2000 (RJ 6601) y
5 de octubre de 2005 (RJ 7412).
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Las medidas de seguridad
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con los números 1.ª, 2.ª y 3.ª del art. 20. En ese caso, el sistema vicarial (arts. 99 y 104)
permite imponer al sujeto penas y medidas de seguridad.
Cuando esto ocurra, el juez ordenará el cumplimiento de la medida, que se
abonará por el de la pena (art. 99 CP)9. Una vez cumplida la medida de
seguridad, el juez o tribunal podrá suspender el cumplimiento del resto de la
pena, si con la ejecución de la pena se pusieran en peligro los efectos
conseguidos a través de aquella. También podría aplicar alguna de las medidas
no privativas de libertad (las del art. 96.3 CP).
V. Medidas de seguridad previstas en la ley de responsabilidad penal de los
menores
La diferencia entre el Derecho penal de adultos y el de menores10 desde el punto
de vista de los fines radica en que, mientras el de adultos se orienta a la
prevención de delitos, el de menores fundamentalmente a la educación y
resocialización del menor. Tiene, por tanto, un carácter fundamentalmente
preventivo‐especial. Ahora bien, teniendo en cuenta que existe, como en toda
sanción, un componente represivo, sin el cual, por otro lado, el sistema no sería
realista ni eficaz.
Este Derecho penal debe ser específico y propio por razones no de
merecimiento, sino fundamentalmente de necesidad de pena (de falta de
necesidad). El punto de partida es la comisión por el menor de un hecho
típicamente antijurídico. La consideración de este hecho como típicamente
antijurídico deberá valorarse por el juez de menores, teniendo en cuenta en
cada una de las categorías, las características personales del sujeto y su entorno.
Aunque se reconoce que el menor de edad ha realizado un hecho típicamente
antijurídico, posteriormente y por razones de necesidad de pena no se
impondrán las sanciones que el CP recoge, sino otras consecuencias específicas,
eso sí, de naturaleza penal, fundamentadas en la citada finalidad preventivo‐
especial de la norma.
Se aplica a sujetos entre 14 y 18 años de edad. Por debajo de la edad de 14 años
se presume (sin prueba en contrario posible: iuris et de iure, por tanto) que el
agente no es imputable, y sólo cabe aplicarles otro género de medidas (del
orden civil). Entre 14 y 18 años se aplican las medidas y consecuencias, de
9
Sobre el cumplimiento de este sistema y el límite temporal del sistema vicarial, cfr., SIERRA
LÓPEZ, Las medidas de seguridad, pp 135 y ss.
La LO 5/2000, de 12 de enero, de Responsabilidad Penal de los Menores, es de naturaleza
10
formalmente penal pero materialmente sancionadora‐educativa (EM II). Es sancionadora porque
desarrolla la exigencia de una verdadera responsabilidad jurídica de los menores infractores,
referida específicamente a los hechos tipificados como delitos o faltas por el CP.
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acuerdo con la LO 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la Responsabilidad
Penal de los Menores11.
Con arreglo a las orientaciones expuestas, la Ley Orgánica de la
Responsabilidad Penal de los Menores establece un amplio catálogo de medidas
aplicables, desde la perspectiva sancionadora‐educativa, debiendo primar el
interés del menor en la adopción de la medida a imponer. Estas medidas son:
amonestación, prestaciones en beneficio de la comunidad, medidas de
internamiento (en régimen cerrado, abierto o terapéutico), asistencia a un centro
de día, libertad vigilada, realización de tareas socioeducativas, tratamiento
ambulatorio para aquellos casos en que el menor presente algún proceso
adictivo o disfunciones significativas de su psiquismo, permanencia el fin de
semana en el hogar, convivencia con una persona, familia o grupo educativo,
privación del permiso para conducir ciclomotores o vehículos de motor, o del
derecho a obtenerlo, o de licencias administrativas para caza o para el uso de
cualquier tipo de armas o cualesquiera otras obligaciones que el Juez estime
convenientes para la reinserción social del sentenciado.
11 Originariamente se preveía la salvedad (art. 4 de la LO 5/2000, de 12 de enero, reguladora de
la Responsabilidad Penal de los Menores) de aplicar el régimen de medidas de los menores a
personas de edades comprendidas entre 18 y 21 años, con los requisitos exigidos en el párrafo 2
de dicho artículo. Pero dicha previsión ha sido derogada por la LO 8/2006, de 4 de diciembre de
2006.
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