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Partidos Políticos en El Perú+ CULTURA TRIBUTARIA
Partidos Políticos en El Perú+ CULTURA TRIBUTARIA
Para ver la lista de partidos políticos inscritos, visite la página de partidos políticos en el
Perú.
Contenido
1 Partidos inactivos
2 Partidos políticos cancelados
3 Véase también
4 Referencias
5 Enlaces externos
Partido Economista -
Unión Popular -
Partido Descentralista -
Partido Demócrata -
Fuerzas Populares -
Avancemos 1999
A partir de las elecciones generales del Perú de 2006, los partidos que no participen o no
superen la valla electoral en las elecciones generales serán cancelados. La siguiente lista
muestra los partidos políticos cancelados:2
Si los partidos son un factor o un obstáculo para la democracia es una pregunta vieja en
la atribulada historia política de esta nación andina. ¿Instrumentos de una clase política
o canales de participación para la ciudadanía? ¿Hay en las tradiciones políticas peruanas
elementos que coadyuven a su consolidación? ¿Qué han significado los partidos
políticos en la pugna por domar la legendaria inestabilidad latinoamericana? ¿Hasta qué
punto, esta pieza crucial de la democracia occidental, alcanzó a aclimatarse en nuestras
sociedades post-coloniales?
Acaso la historia de los encuentros y desavenencias entre partidos y sociedad sea una de
las claves para comprender la volatilidad extrema, la impaciencia proverbial, de la
conducta política peruana. Aquí una breve hoja de ruta histórica.
La era oligárquica
Al caer la tarde del 27 de agosto de 1871, los habitantes de Lima pudieron observar un
espectáculo inusual: una multitud de 10,500 personas desfilando por el centro de la
ciudad en perfecto orden y en absoluto silencio. Era una manifestación política pero no
eran necesarias las consignas, «su silencio —comenta la historiadora Carmen MacEvoy
— valía por mil palabras». Mostraban así su repudio contra quienes intentaban frustrar
la candidatura de Manuel Pardo y Lavalle, un joven político que se atrevía a desafiar al
caudillismo militar. Nacía el Partido Civil: el primer partido político de la historia
nacional. En 50 años de vida independiente ningún civil había ejercido la Presidencia de
la República.
Exitoso empresario guanero, propietario de una de las mayores haciendas azucareras del
país, Manuel Pardo había propuesto invertir el importante ingreso del guano en
ferrocarriles que —según él— no sólo promoverían el crecimiento económico, sino la
estabilidad necesaria para que un verdadero sistema de partidos pudiera establecerse en
el Perú.
Tal objetivo requería que la «gente decente» comprendiera que la política era una tarea
civilizadora que le competía. Él mismo —como presidente de la Beneficencia Pública y
luego como Alcalde de Lima— había ganado simpatías en sectores medios y populares.
En tanto que, de otro lado, su mensaje encontraba eco en sectores intelectuales que
propugnaban extender el liberalismo —vigente ya en lo económico—a la esfera
política; iniciando, de esa manera, un proceso de inclusión e integración nacional. Éstos
aportarían al proyecto de Pardo un distintivo tono reformista.
Diversas circunstancias, sin embargo, conspiraron contra sus planes. El agotamiento del
guano generó una severa crisis financiera que, a su vez, frustró sus planes de gobierno, a
cuyo término, insólitamente, los civilistas dieron su apoyo a un caudillo militar. El
asesinato del propio Manuel Pardo en 1878, y el inicio de la guerra con Chile al año
siguiente, hicieron el resto. De ésta, el Perú emergió material y moralmente arruinado.
Cerca de dos décadas habría que esperar para que el civilismo, reconstituido, pudiese
aspirar al poder.
Tras un breve dominio del sector pierolista el Partido Civil se convirtió en la fuerza
dominante. Sin llegar a imponer un monopolio completo, no obstante, puesto que, con
un Parlamento multipartidario, estaba éste obligado a hacer alianzas. Tampoco se le
podía acusar de ser un partido caudillista o estancado en el pasado: tenía una dirigencia
colectiva y, bajo la influencia del positivismo, una nueva generación de dirigentes
introdujo en la visión del partido el tema de la cuestión social.
El desafío radical
Ya en 1883, Manuel González Prada —quien inicialmente había visto con simpatía el
proyecto civilista— había cuestionado la autoridad de las elites políticas capitalinas para
hablar a nombre del «verdadero Perú», el cuál, según él, no lo constituían «las
agrupaciones de criollos y extranjeros» afincados en la costa sino «las muchedumbres
de indios diseminadas en la banda oriental de la cordillera». Si bien fracasó en su
intento de fundar un partido radical, adoptando posteriormente ideas anarquistas, sus
escritos encontraron audiencia en aquellos que miraban la política oficial —con
creciente resentimiento y desconfianza— desde fuera del islote. Desde esta perspectiva,
civilismo era sinónimo de oligarquía y la república nacida en 1895 era, en el mejor de
los casos, una «república aristocrática». Y si algo demostraba dicha experiencia era la
impotencia traidora del liberalismo local.
La amplia movilización social que sobrevino a la caída de Leguía perfiló el país que
comunistas y apristas querían organizar. La liquidación del civilismo, de otro lado,
planteaba el crucial problema de la representación política de la élite económica. Sin
partido ¿de qué manera la élite agroexportadora iba a defender sus intereses? Más aún si
el viejo reclamo de participación e integración política tenía ahora voceros tan tenaces
como el Partido Aprista de Haya de la Torre con su propuesta de un Estado Anti-
imperialista, basado en un Congreso Económico con representación de los «trabajadores
manuales e intelectuales». Dos militares —el comandante Sánchez Cerro y el Mariscal
Benavides— salvarían el problema durante los 30. Gobernaron con leyes de excepción
que incluían la proscripción de los partidos aprista y comunista. En 1939, finalmente,
tuvieron lugar elecciones presidenciales y el banquero Manuel Prado Ugarteche asumió
el poder. ¿Cómo pretender, sin embargo, que existía un verdadero sistema de partidos
ahí donde el partido más importante del país estaba proscrito?
En 1931, por escaso margen, Haya de la Torre había perdido la presidencia ante el
comandante Sánchez Cerro, en las primeras elecciones con voto secreto realizadas en el
Perú. Sus seguidores alegaron fraude y el nuevo mandatario se aprestó a destruirlos.
Algunas semanas después comenzó la confrontación.
Más allá de las buenas intenciones, para sus ocasionales socios, la transición que se
iniciaba conllevaba una serie de interrogantes:
En muchos sentidos, el régimen de Odría fue una vuelta al pasado, que ocurría en el
momento mismo en que el Perú enfrentaba una serie de transformaciones profundas. El
inicio de la masiva migración de la región andina a la región costeña era el catalizador
de un proceso que transformó el rostro del país. Por primera vez, hacia mediados de
siglo, la costa superó en población a la sierra y Lima se puso en camino de convertirse
en la megalópolis de hoy, lugar de residencia de un tercio de la población nacional. Se
iniciaba lo que José Matos Mar denominaría como el «desborde popular» de la vieja
nación criolla, lo que, en rigor, significaba una abrupta ampliación, desde abajo, del
escenario social y político «nacional».
La defección aprista del campo de la reforma radical abriría las puertas a la Acción
Popular de Fernando Belaúnde. Como antes el civilismo y el leguiísmo, propugnaba
éste —en base al acercamiento de las élites económicas, profesionales e intelectuales—
una propuesta de desarrollo y renovación nacional. Una «conquista del Perú por los
peruanos» —en la retórica belaundista— cuya pieza central era la reforma agraria.
Llegó al poder en 1963. Sintiendo la competencia, desde el parlamento, el Partido
Aprista le declaró la guerra. El escenario de 1948 parecía repetirse. En octubre de 1968,
nuevamente, el Ejercito puso fin al impasse.
Los líderes golpistas venían imbuidos de mesianismo. De facto, harían lo que en siglo y
medio de república no había sido posible: crear una «democracia de participación
plena» para cuyo logro no eran necesarios los partidos sino, según dijeron, un «sistema
nacional de movilización social». En el contexto latinoamericano de militares
ultraderechistas, los oficiales peruanos comandados por el General Juan Velasco
Alvarado eran una rareza. Podría decirse que habían leído «al revés» la doctrina de
seguridad nacional impartida en la Escuela de las Américas. Más que desatar una guerra
total contra los enemigos internos, seguridad nacional era para ellos arremeter —a
través, por ejemplo, de una reforma agraria profunda— contra las estructuras del país
oligárquico. En la vieja tradición corporativa, sin llegar a articularla plenamente,
esbozaron una visión de futuro en que las Fuerzas Armadas aparecían como una suerte
de suprapartido nacionalista. A mediados de los 70, sin embargo, la utopía militar
comenzó a desintegrarse. Entre 1978 y 1980 el Perú comenzó a transitar de nuevo hacia
la democracia. Imposible saber, entonces, en qué medida el impulso corporativo seguía
firme en la mentalidad castrense.
La crisis presente
Leídos desde el aislamiento intelectual de las universidades públicas del interior —en
combinación con lecturas sesgadas de la teoría revolucionaria y sazonadas por el
resentimiento y la desconfianza— los escritos de Mariátegui inspiraron un radicalismo
duro y guerrerista, al que se añadió el legado de las experiencias insurreccionales
apristas, para producir una corriente subversiva de la que Sendero Luminoso y el
Movimiento Revolucionario Túpac Amaru fueron expresión culminante. El
resentimiento empozado en el alma nacional —parafraseando al poeta César Vallejo—
proveyó el aliento vital. Desde su nacimiento, la democracia de los 80 tuvo que vérselas
con un país en erupción. Era como si el emergente sistema de partidos políticos se
edificara sobre una vieja falla sísmica que el conflicto subversión-contrasubversión
expresaba con histórica perversión. En sus doce años de duración, describiría éste las
tendencias siguientes:
¿Perú Posible?
Según la ley, los partidos políticos que obtienen representación en el Congreso recibirán
del Estado financiamiento público directo. Para ello el Estado destinará el equivalente al
0.1% de la Unidad Impositiva Tributaria - UIT (S/. 3.20) por cada voto emitido para
elegir representantes al Congreso. Este otorgamiento de fondos públicos entró en
vigencia luego de la elección del año 2006. La ley prevé que sean utilizados
exclusivamente para actividades de formación, capacitación e investigación, así como
para los gastos de funcionamiento ordinario (agua, electricidad, teléfono). Estos fondos
se otorgan con cargo al Presupuesto General de la República.
1. PARTIDO POLÍTICO
Organización política que adscribe a una ideología o doctrina determinada, representa algún
grupo en particular, creado con el fin de ayudar de una forma democrática a la determinación
de la política nacional y a la formación y orientación de la voluntad de los ciudadanos. Según el
artículo 1° de la Ley de Partidos Políticos, se reserva la denominación de "partido" a los
reconocidos como tales por el Registro de Organizaciones Políticas del Jurado Nacional de
Elecciones. Además son de creación libre, amparados pues en el artículo que consagra el
derecho de asociación en la constitución (Art. 2-17), pero no son órganos del Estado. Teniendo
derecho a acceder de ayuda financiera de parte del Estado (En proceso de implementarse).
La existencia de los partidos políticos pareciera estar ligada a la propia naturaleza de los
hombres, quienes por su esencia de ser social manifiestan posiciones diferentes en relación a
los principales temas que lo preocupan. Por esta razón, ya en la antigüedad, en Grecia y Roma
existían grupos que se nucleaban en torno a determinado figuras por oposición a otras. En
épocas mas recientes, con el desarrollo de la democracia, surge la libertad política. En
adelante, la expresión de ideas políticas contrarias a quienes ejercen el gobierno ya no
constituiría un delito por el cual las personas sean pasibles de persecución, destierro o
muerte. Sin embargo, los partidos políticos tardaran en se aceptados. En un principio los
pensadores del constitucionalismo del Siglo XVII se opusieron de manera vehemente a los
partidos políticos porque consideraban que las organizaciones intermedias perseguían
intereses particulares y se interponían entre individuos y gobierno, debilitando la libertad.
Los partidos políticos resultaban una pieza clave e irremplazable en todo sistema democrático.
En la medida que se iba consolidando la democracia, surgían y se desarrollaban los partidos,
pese al silencio de las Constituciones y de las leyes. En la primera mitad del siglo XIX los
partidos políticos surgen como tales también los sindicatos, las ciencias sociales, la doctrina
social católica, por el auge del desarrollo industrial y otros movimientos y conceptos de gran
alcance, que acabarían presuntamente manejando el Estado y la Sociedad. Principalmente
podían aparecer como una ideología con sentido gremial en Inglaterra y algunas veces
mesiánico en el resto de Europa, Asia y América Latina
En un principio la gente era atraída por un líder de gran carisma y se congregaban respecto a su
liderazgo. Conocido como caudillo. Tradicionalmente los partidos políticos se agrupan en un
espectro que va de izquierda a derecha según sus propuestas económicas, políticas y sociales,
aunque esta calificación a veces es un tanto ambigua y resulta difícil encasillar a muchos
partidos dentro de este sistema: La izquierda incluiría a los partidos comunistas y socialistas, en
el centro se ubican las tendencias socialdemócratas y liberales; y hacia la derecha se
encuentran, liberales, neoliberales, conservadores y fascistas.
Pero de hecho los partidos de derecha, y ahora de la izquierda, se alternan en el poder y su
principal objetivo es la permanencia en el poder o el acceso al poder y su programa es en
ambos de tipo centro con una versión utópica que parece más definitiva y deseable: el bien
común del ciudadano, el perfeccionamiento de las instituciones y el desarrollo de las relaciones
internacionales en los países más poderosos. Los partidos políticos dependen del sufragio
universal o elecciones, que a su vez dependen del tipo de estratificación social y ésta del
desarrollo del sistema social: liberal o conservador. Frente a toda clase de partidos políticos se
levanta diversas formas de gobierno como la dictadura o el anarquismo, en sus más diversas
formas, que no contribuye a forjar estado y nación en el siglo XXI.
La República en 1821, se proclama sin tener el territorio asegurado. El escenario del primer
debate ideológico, la Asamblea Constituyente de 1822, se reúne cuando las tropas realistas
ocupan buena todavía parte de las intendencias. Los representantes de la nación, definidos por
el culto a la razón antes que por el voto popular, son la expresión de una élite empapada del
debate revolucionario y religiosas, vinculadas al acontecer de la época.
Las expediciones libertadoras de José de San Martín y Simón Bolívar coinciden en que el más
sólido bastión de la Corona es el Perú colonial. La derrota de la revolución de Tupac Amaru en
1781 y el fracaso de la rebelión de Mateo Pumacahua en 1814 evitaron que la gesta
independentista tuviera aliento social y nacional. a República se proclama sin tener el territorio
asegurado. El escenario del primer debate ideológico, la Asamblea Constituyente de 1822, se
reúne cuando las tropas realistas ocupan buena todavía parte de las intendencias. Los
representantes de la nación, definidos por el culto a la razón antes que por el voto popular, son
la expresión de una élite empapada del debate revolucionario de la época. Herederos de la
Ilustración y seguidores de la Constitución de Cádiz de 1812, pugnan por que los principios de
las grandes revoluciones del siglo XVIII consten en la primera carta de la República. Las
discusiones se entremezclan con quienes quieren que la representatividad no signifique
mayores concesiones a la soberanía popular. Esto es, con aquellos convencidos de que no hay
condiciones para superar la vieja división virreinal entre la república de indios y la de
españoles. Son los liberales inspirados en el Contrato Social los que vencen, pero sus sueños
distan mucho de la realidad. La Carta original no llega a regir un solo día, pues sucumbe ante la
exigencia del uso militar de concentrar el poder para derrotar al ejército realista. En las
primeras décadas del naciente Estado, más que hablar de partidos, como quiere Távara, cabe
más bien hablar de tendencias ideológicas. Se organizan al igual que en Inglaterra desde el
siglo XVII en el Parlamento, pero esta entidad tiene una cronología accidentada y su poder es
contrariado por el caudillismo militar. Los liberales trazan esfuerzos para consagrar su credo y
quieren organizar el estado de acuerdo a los principios de la modernidad, primero en el 23,
luego en 1828 y 1834. Las guerras civiles y los conflictos internacionales socavan tal propósito.
La falta de continuidad institucional del Congreso y el peso del caudillismo evitan que el
liberalismo ideológico prosiga su desarrollo hasta principios de la segunda mitad del siglo XIX.
Las ideas de los liberales de la independencia quedaron vigentes pese al rechazo del
militarismo y las clases dominantes. Domingo Elías organiza el «Club Progresista» en 1851 para
enfrentarse a la candidatura de Rufino Echenique y más adelante, Manuel Pardo funda la
«Sociedad Independencia Electoral», que bajo la consigna de llevar a un civil al poder, se
convierte en el precedente del primer partido político moderno que se funda en el Perú. Pardo
es la expresión de una naciente burguesía agraria y comercial que quiere modernizar el aparato
estatal. Se propone organizar a los nuevos sectores sociales que surgen con el incipiente
capitalismo. Las posibilidades que ha abierto el comercio internacional del guano requieren
mejorar el nivel de la administración pública.
El Partido Civil propone la «república práctica» y así pudo iniciar una nueva fase en el proceso
de afianzamiento del Estado republicano. La lucha interna lo lleva al final de su mandato a
designar como sucesor a otro militar, Mariano Ignacio Prado, cuya adhesión al liberalismo no
fue suficiente para ocultar el desagrado que la vuelta a los políticos de uniforme produjo. Sus
propias contradicciones y luego el desastre de la guerra con Chile, frustraron la continuación
del proyecto.
La famosa polémica Haya-Mariategui, en las primeras décadas del siglo XX, prefiguro la historia
moderna de los partidos. Al influjo del debate entre apristas e izquierdistas construyeron
partido. La izquierda nunca pudo superar la muerte del Amauta, y hoy sigue inconclusa la tarea
de un verdadero partido de izquierda. El APRA consolido su organización y hoy es el único
partido realmente existente. La derecha peruana heredera de la oligarquía, organizo partidos
como AP, PPC y en los últimos años Solidaridad, Cambio 90, Fuerza 2011, que no logran
consolidarse como partidos, sino como instrumentos de manejo y negociación en la política.
Partidos Activos:
Partido Popular Cristiano (PPC).- Fundado por Luis Bedoya Reyes como resultado de la ruptura
con el Partido Democracia Cristiana. Participó en las elecciones a la asamblea constituyente en
1978. Durante los años 80, mantuvo su cercanía con Acción Popular, manifestada desde la
década de 1960. Esta relación que se quebró con el fracaso de la alianza FREDEMO en 1990.
Ideológicamente se reconoce como demócrata cristiano, aunque desde 2001 se acerca más a la
derecha conservadora. Su presidenta es Lourdes Flores Nano Tendencia: Conservador. Para las
eleccione9s de 2006, se presenta formando parte de la alianza Unidad Nacional (UN), integrada
también por el Partido Renovación Nacional y el Partido Solidaridad Nacional. Ninguno de sus
miembros ha alcanzado la presidencia.
Acción Popular (AP).- Fundado por Fernando Belaúnde Terry en 1956 (sobre la base del Frente
Nacional de Juventudes Democráticas, 1955), quien fue luego dos veces elegido Presidente del
Perú (en 1963-1968, y en 1980-1985). Su correligionario Valentín Paniagua Corazao fue
transitoriamente elegido Presidente del Perú (2000-2001). De sus filas se escinde la "Acción
Popular Socialista" (luego "Acción Política Socialista" o "APS"). Se inspira en algunas frases de
su fundador como "El Perú como Doctrina" o "El Perú para los peruanos". Doctrina:
Acciopopulismo Tendencia: aunque en sus orígenes se muestra cercano al reformismo y
durante su segundo gobierno se acercó tenuemente al liberalismo, durante los últimos años
actúa como partido de centro.
Cambio 90.- Movimiento fundado en 1989 por Alberto Fujimori Fujimori, tres veces Presidente
del Perú en casi once años consecutivos: 1990-1992 (y su continuación: 1992-1995), 1995-
2000, y julio 2000-octubre 2000. Es un partido personalista, ligado a la imagen y las acciones
del ex-presidente Alberto Fujimori. En 1992, con miras a las elecciones del Congreso
Constituyente, se alió con Nueva Mayoría, otro movimiento de bases fujimoristas. A partir de
2001, la alianza ha centrado sus esfuerzos en promocionar el retorno de su líder, prófugo de la
justicia peruana. En otros procesos electorales, el fujimorismo se ha presentado bajo
denominaciones alternas o partidos satélites: Vamos Vecino, Solución Popular, Perú 2000, Sí
Cumple y Alianza para el Futuro, y ahora Fuerza 2011 con Keiko Fujimori.
Partido Aprista Peruano (PAP).- Partido fundado en 1930 (como parte del APRA [Alianza
Popular Revolucionaria Americana], siglas con que también se le conoce), por Víctor Raúl Haya
de la Torre. Su compañero Alan García Pérez fue elegido Presidente del Perú (1985-1990). Se
basó en el anti-imperialismo, que lo lleva a reconocerse como afín al socialismo, mas en la
actualidad desarrolla un programa neoliberal , alejado del populista-estatista de su primer
gobierno. De sus filas se escinden el "Apra Rebelde" (luego MIR), y el Movimiento de Bases
Hayistas. Doctrina: Aprismo. Tendencia: social demócrata, asiste como observador de la
Internacional Socialista.
Perú Posible (PP)- Partido fundado por Alejandro Toledo Manrique en 1994 con el nombre de
País Posible. Vencedor en las elecciones de 2001, para asumir el gobierno hasta 2006. No
muestra una tendencia política clara: en sus filas figuran desde conservadores hasta
izquierdistas católicos. En materia económica, ha optado por una postura cercana al liberalismo
y un acercamiento diplomático y comercial con los Estados Unidos. Sin embargo, sus
escrúpulos en materia fiscal no han impedido que el contenido de su discurso partidario se
aproxime al populismo o asistencialismo. Simbólicamente, se apoya en elementos de la cultura
indígena. Doctrina: Perú posibilismo.
Partido Solidaridad Nacional (PSN).- Partido fundado por Luis Castañeda Lossio (ex-
acciopopulista) en 1999. Es parte de la alianza electoral Unidad Nacional desde las elecciones
municipales de 2002, en las que Castañeda Lossio obtuvo la alcaldía de Lima. Antes, había
participado sin éxito en las elecciones presidenciales. El partido sobrevive del prestigio de su
líder, ganado cuando este se desempeñaba como director del Instituto Peruano de Seguridad
Social. No tiene un ideario político definido salvo ciertos valores prácticos como la
"solidaridad", eje de su propaganda. Tendencia: Conservador.
Restauración Nacional.- Fundado por Humberto Lay Sun en el 2005. Partido liderado por los
evangelistas. Centro derecha.
IZQUIERDA PERUANA
Unión por el Perú (UPP).- Partido. Fundado por Javier Pérez de Cuellar en 1995. Tras el
alejamiento de su fundador, ha sido el rótulo electoral empleado por diversos grupos de
izquierda comunista moderada o radical.
En los últimos meses se ha registrado actividad en el MNI, así como Tierra y Libertad
Partido Civil, 1871. En un comienzo se llamó Sociedad Independencia Electoral, fue fundado
por Manuel Pardo. Se conformó como una opción ante los sucesivos gobiernos militares.
Gobernó el Perú, la primera vez en 1872 y en varias oportunidades desde 1896 hasta 1912.
Partido Constitucional, 1882. Surgió como consecuencia de la fusión del partido Civil y el
Liberal, auspiciando la candidatura de Andrés Avelino Cáceres (quien ganó las elecciones).
Unión Nacional, 1891. Llamado también Partido Radical. Fue fundado por Manuel González
Prada.
Partido Democrático Reformista, 1920. Fundado por Augusto Bernardino Leguía Salcedo.
Gobernó (haciéndose reelegir varias veces) entre 1919 y 1930.
Partido Obrero, 1924. Fundado en Huaraz por Fernando Ortega y Elías Rivas.
Partido Laborista del Perú, 1925. Fundado por José Manuel Rodríguez.
Partido Socialista del Perú (PSP), 1928. Fundado por José Carlos Mariátegui. En 1930 se
integró al Partido Comunista Peruano fundado por Sergio Caller en 1929. No confundir con el
nuevo Partido Socialista, fundado por Javier Diez Canseco a partir del Partido Democrático
Descentralista.
Partido Comunista Peruano (PCP), 1929. Fundado por Sergio Caller en el Cusco. Jorge Del
Prado ostentó el cargo de secretario general desde 1966 hasta 1991. Participó en las elecciones
constituyentes de 1978, generales de 1962 (en el FLN), 1980 (en UI), 1985 y 1990 (estos dos
últimos en IU); municipales de 1980, 1983, 1986, 1989 y 1993 (todas al interior de IU). En 1980
fundó, con otros partidos, Izquierda Unida. En el Referéndum de 1993, apoyó la opción por el
NO. Desde 1992 (tras el golpe cívico-militar) dejó de tener representación parlamentaria. Se
encuentra fragmentado en distintas secciones que reclaman, cada una desde su propia tribuna,
ser la auténtica encarnación del Partido.
Partido Socialista del Perú (PSP) 1930 fue fundado por Luciano Castillo Coloma como
desprendimiento del PCP. Participó en las elecciones constituyentes de 1931, generales de
1962, 1980, 1990 (en alianza con IU), municipales de 1980, 1983 y 1993, pero su presencia se
reduce a la provincia de Talara, en Piura. En el Referéndum de 1993, apoyó la opción por el NO.
Partido Nacional Agrario, 1930. Fundado por Pedro Beltrán Espantoso, Gerardo Klinge y
Manuel González Olaechea.
Unión Revolucionaria (UR), 1931. Fundado por Luis Miguel Sánchez Cerro. Participó en las
elecciones generales de 1931 y 1945. Fue partido de gobierno con Luis M. Sánchez Cerro a
partir de 1931 (hasta el magnicidio perpetrado contra Sánchez Cerro).
Partido Descentralista del Sur, 1931. Su órgano de expresión fue Nuestra Tierra.
Partido Constitucional Renovador del Perú, 1931. Fusión del Partido Constitucional y la
Coalición Nacional. En 1931 presentó la candidatura presidencial de su Jefe, Arturo Osores.
Partido Regionalista, 2003 agrupación formada por Andrés Tinoco Rondan como Presidente-
Fundador de la Asociación Internacional de Ingeniería Política - AIP, cuyo objetivo es la
Democracia Descentralista. Los "regionarios" actualmente tienen regidores en Huánuco y La
Libertad.
Partido Nacional Regionalista del Centro. Fundado por J. Calmet del Solar.
Partido Sindicalista Rural Urbano del Perú, 1939. Fundado por Jorge Badani.
Partido Demócrata Socialista, 1944. Presidente Luis A. Suárez; secretario del interior: Manuel
Sánchez Palacios y secretario de organización: G. Carrión Matos.
Renovación Nacional, 1944. Fundado en el Callao por Carlos Miró Quesada Laos. No confundir
con el más reciente Partido Renovación Nacional, de Rafael Rey.
Partido Vanguardia Socialista (Comunista), 1945. Nombre del PCP que posibilita su inscripción
legal. Secretario: Jorge Acosta Salas.
Partido Social Cristiano del Perú, 1946. Presidente del Comité Organizador: Víctor Cárcamo.
Partido Obrero Revolucionario (POR), 1946. Primer grupo marxista de inspiración trotskista.
Entre sus fundadores se cuenta a Francisco Zevallos, Leoncio Bueno, Francisco Abril de Vivero.
Movimiento de Restauración Nacional, 1948. Fundado por Manuel A. Odría. Surgió del
Movimiento Restaurador de Arequipa que nació con el golpe de Estado de 1948. Fue creado
para participar en las elecciones de 1950 que ganó. Luego de ceder el poder en elecciones
democráticas mantuvo una representación parlamentaria liderada por Julio de la Piedra. En
1961 se transformó en la Unión Nacional Odrista (UNO). Tuvo entre sus líderes a Julio de la
Piedra. Participó en las elecciones generales de 1962, 1963, 1980, 1990; municipales de 1963,
1966 (en alianza con el Apra), 1980, 1983; constituyentes de 1978 y complementarias de 1967
(en alianza con el Apra).
Unión Democrática, 1949. Conformado por los partidos: Democrático, Reformista, Liberal,
Nacionalista, Constitucional, Progresista y Coalición Laborista del Callao. Fue su presidente
Andrés Dasso.
Movimiento Social Progresista (MSP), 1956. Entre sus líderes se encontraban Santiago Agurto
Calvo (secretario general), Alberto Ruiz Eldredge, los hermanos Salazar Bondy. Participó en las
elecciones generales de 1962.
Partido Demócrata Cristiano (DC), 1956. Fundado, entre otros, por Ernesto Alayza Grundy, Luis
Bedoya Reyes, Mario Polar Ugarteche, Héctor Cornejo Chávez, Roberto Ramírez del Villar.
Participa en las elecciones generales de 1962, 1963 (en alianza con AP), 1985 (en alianza con el
Apra), 1990 (en alianza con IS), municipales de 1963, 1966, 1967 (todas en alianza con AP) y
1983. Participa como aliado de gobierno en 1963-1968 con Ap y 1985-1990 con el Apra.
Partido Nacionalista Revolucionario Peruano, 1957. Fundado por Guillermo Carnero Hocke.
Frente de Liberación Nacional (FLN), 1960. Fundado por el general César Pando Egúsquiza,
Salomón Bolo Hidalgo, Genaro Checa. Participa, teniendo como base partidaria principal al PCP,
en las elecciones de 1962.
Ejército de Liberación Nacional (ELN), 1960. Se forma con parte de la Juventud del PCP,
dirigido por Héctor Béjar, Juan Pablo Chang, Abraham Lama, Javier Heraud. Más tarde, en
1963, inició las guerrillas, en la zona de Ayacucho.
Partido Comunista Peruano (Bandera Roja) PCP (BR), 1964. Ruptura maoísta del PCP, liderado
por Saturnino Paredes, Abimael Guzmán, José Sotomayor. Participó en las elecciones
constituyentes de 1978, al interior de las listas del FOCEP.
Partido Social Demócrata Nacionalista, 1968. Fundado por Julio de la Piedra y por otra fracción
renunciante de la Unión Nacional Odriísta.
Partido Obrero Marxista Revolucionario, (POMR), 1970. Ruptura de VR dirigido por Ricardo
Napurí y Jorge Villarán. Tendencia trotskista. Participa en las elecciones constituyentes de 1978
(con el FOCEP) y generales de 1980 (al interior de las listas del PRT).
Partido Comunista Peruano (Sendero Luminoso) (PCP-SL), 1970.* Ruptura del PCP (BR)
dirigido por Abimael Guzmán, Antonio Díaz Martínez, Osmán Morote. Con bases
principalmente estudiantiles y docentes en Ayacucho, inició acciones armadas y terroristas
desde el día de las elecciones en 1980. A pesar de que gran parte de sus líderes se encuentran
presos, entre ellos su máximo líder Abimael Guzmán, aún mantienen presencia importante en
el escenario peruano. En 2003, la Comisión de la Verdad y Reconciliación, consideró al PCP-SL
causante principal de la guerra interna sufrida por los peruanos entre 1980 y 2000, responsable
del 54% de los decesos y de numerosas violaciones a los derechos humanos.
Partido Socialista de los Trabajadores, (PST), 1971. Ruptura del FIR, de tendencia trotskista, es
fundado por Hugo Blanco y Enrique Fernández Chacón. Forma, con otros grupos, el FOCEP y
participó en sus listas en las elecciones de 1978. Participa, en las listas del PRT, en las
elecciones generales de 1980. En 1980 y 1983 presenta listas a las elecciones municipales.
Partido Comunista Revolucionario (PCR), 1974. Grupo, inicialmente maoísta, que rompe con
VR. Fundado por Manuel Danmert, Agustín Haya de la Torre, Santiago Pedraglio, Juan Arroyo.
Forma la UDP en 1977 y participa en sus listas en las elecciones de 1978. En las del UNIR en
1980 y las de IU en las municipales de 1980, 1983, 1986 y generales de 1985. En 1989 participa
en las elecciones municipales en las listas de ASI (Acuerdo Socialista de Izquierda) y en 1990 en
Izquierda Socialista (IS).
Partido Socialista Revolucionario (PSR), 1976. Formado, entre otros, por prominentes líderes
del gobierno de Velasco: generales Leonidas Rodríguez Figueroa, Jorge Fernández Maldonado,
así como por Enrique Bernales, Alfredo Filomeno, Marcial Rubio y Diego García Sayán. Participa
en las elecciones constituyentes de 1978, generales de 1980 (UI), municipales de 1980, 1983,
1986, generales de 1985 (todas al interior de IU). En 1989 participa al interior de las listas de
ASI y en 1990 en IS.
Unidad Democrático Popular (UDP), 1977. Frente electoral de izquierda conformado por VR,
MIR y PCR. Participa con listas propias en 1978 y 1980. Al interior de IU (Izquierda Unida)
presenta listas en las elecciones municipales de 1980 y 1983.
Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP), 1977.* Frente de izquierda
constituido sobre la base de un núcleo liderado por Genaro Ledesma Izquieta, PST, PCP (BR),
POMR. Participa en las elecciones constituyentes de 1978. Luego se convierte en partido —sólo
con el primer sector— liderado también por Genaro Ledesma. Participa sólo en las elecciones
presidenciales de 1980 y al interior de IU en las elecciones generales de 1985 y 1990 y
municipales de 1980, 1983, 1986, 1989 y 1993. En el referéndum de 1993 apoyó la opción por
el NO.
Partido Comunista Revolucionario (Trinchera Roja) PCR (TR), 1977. Ruptura de PCR liderado
por Agustín Haya de la Torre, Jorge Nieto, Juan Arroyo, César Torres, Manuel Córdova, Jorge
Béjar. Se integra a la UDP y luego se disuelve.
Vanguardia Revolucionaria (Proletario Comunista), VR (PC), 1977. Grupo maoísta que sale de
VR. Fundado por Eduardo Figari y Julio César Mezzich. Posteriormente se disuelve y el último
con un grupo, se incorpora a Sendero Luminoso.
Partido Socialista Revolucionario (marxista-leninista), PSR (ML), 1978. Ruptura del PSR
liderado por Antonio Aragón, Carlos Urrutia, Andrés Avelino Mar. Participa en las elecciones
generales de 1980, en las listas de la UDP.
Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), 1978. Grupo trotskista, formado por una
facción del PST, FIR(IV), FIR(Combate), liderado por Hugo Blanco, Hipólito Enríquez, Raúl Castro
Vera, Nicolás Lúcar. Participa en las elecciones generales de 1980 y municipales de 1980 y
1983.
Acción Política Socialista (APS), 1980. Fundado por Gustavo Mohme Llona. Participa en las
elecciones generales de 1980 y municipales de 1980. Se incorpora a IU en 1985 y participa en
sus listas hasta 1990. Forma con otros partidos el MDI en 1992.
Unión de Izquierda Revolucionaria (UNIR), 1980. Frente electoral de izquierda conformado por
PC del P (PR), FLN, VR-PC. Se incorpora a IU y participa en todas las elecciones desde las
municipales de 1980 hasta las municipales de 1993. En el Referéndum de 1993, apoyó la
opción por el NO. En el 2009 ha iniciado su inscripcion ante el JNE como MNI, Movimiento
Nueva Izquierda.
Izquierda Unida (IU), 1980. Frente político electoral conformado inicialmente por UDP, UNIR,
PCP, PSR, PCR, FOCEP. En 1984, UDP y parte del PCR forman el PUM y se incorporan a IU. Lo
presidió Alfonso Barrantes Lingán hasta 1987. En 1989 realiza su primer congreso. Presenta
listas en las elecciones generales de 1985, 1990 y 1995 en las municipales de 1980, 1983, 1986
y 1989. En las elecciones presidenciales de 1985 quedó en segundo lugar. Entra en crisis
orgánica en 1990 y presenta candidaturas municipales en 1993, donde sólo participan PCP,
UNIR y FOCEP.
Movimiento de Bases Hayistas (MBH), 1981. Ruptura del Apra, liderado por Andrés Townsend
Ezcurra y Francisco Diez Canseco Távara. Participa en las listas del CODE en las presidenciales
de 1985 y se presenta sólo en las municipales de 1983.
Partido de Integración Nacional (PADIN), 1982. Fundado por Miguel Ángel Mufarech, con
sectores renunciantes de AP y PPC. Participa en las elecciones municipales de 1983 y, al interior
de las filas de IU, en las generales de 1985.
Pueblo en Marcha, 1983. Fusión de pequeños núcleos, ex-integrantes de IU, liderados por
Walter Palacios. Se fusiona con la UDP en 1988.
Partido Unificado Mariateguista (PUM), 1984. Fusión de VR, MIR y un sector del PCR,
impulsado por sus comités regionales de Lima, liderados por José Martínez, César Torres N. y
Roberto Lecaros. En su mayoría conformado por la antigua UDP. Sus líderes nacionales: Javier
Diez Canseco, Agustín Haya de la Torre, Santiago Pedráglio, Eduardo Cáceres, Carlos Tapia, solo
refrendaron la unidad. Integra IU y participa en sus listas en todas las elecciones desde 1985.
Se retira de IU en 1990 y participa en las elecciones municipales de 1993. Vuelve a participar,
junto con UNIR, al interior de IU, en las elecciones generales de 1995. En el Referéndum de
1993, apoya la opción por el NO. Se disolvió en el 2002, luego del golpe de Fujimori, y sus
cuadros dirigentes van a las regiones y movimientos locales.
Frente Democrático de Unidad Nacional (FDUN), 1984. Formado para promover la candidatura
presidencial, en 1985, del ex-presidente Francisco Morales Bermúdez.
Partido Socialista del Perú.- Partido fundado por Javier Diez Canseco entre otros militante de
izquierda. Deviene de algunos militantes del Partido Unificado Mariateguista (PUM), que a su
vez formó parte de Izquierda Unida (IU), que en los años 80 fue la segunda fuerza política del
país. Tendencia: Izquierda comunista.
Frente Independiente Moralizador (FIM).- Tiene como fundador a Fernando Olivera Vega, y
orígenes en el Partido Popular Cristiano. Año de fundación: 1990. Mantuvo hasta 2005 una
alianza de gobierno con el partido Perú Posible. Tendencia: derecha, aunque sus integrantes lo
conciben como un movimiento fiscalizador, concentrado en la denuncia de la corrupción
política y la violación de derechos humanos. El desempeño del partido a lo largo de su
trayectoria ha sido exclusivamente parlamentario, salvo cuando alguno de sus integrantes
ocupó una cartera ministerial en el gobierno de Perú Posible.
En esta lista de partidos inactivos por la vía legal debe incluirse al Movimiento Revolucionario
Tupac Amaru (MRTA), liderado por Víctor Polay.
Enero 2001
Contenido
1 Ejemplos de instituciones de la sociedad civil
2 Sociedad civil en el ámbito jurídico
3 Véase también
4 Referencias
5 Bibliografía adicional
Grupos religiosos
Sindicatos
Colegios Profesionales
Organizaciones barriales.
Think tanks
La sociedad civil es un contrato por el cual dos o más personas se obligan a poner en
común dinero, bienes ó industria, con ánimo de repartir entre sí las ganancias
(definición del Código Civil de España).
Economía constitucional
Es un contrato por el que dos o más personas ponen en común capital, con el
propósito de repartir entre sí las ganancias.
CARACTERÍSTICAS
Puede haber dos tipos de socios: socios capitalistas y socios industriales.
El capital está formado por las aportaciones de los socios, tanto en dinero
como en bienes o industria.
No existe capital mínimo legal para su constitución.
El número mínimo de socios será de dos.
La responsabilidad de los socios es ilimitada.
Podrá tener o no personalidad jurídica propia en función de que sus pactos
sean públicos o secretos.
Cuando los pactos sean secretos se regirán por las disposiciones relativas
a la Comunidad de Bienes.
Pueden revestir todas las formas reconocidas por el Código de Comercio,
según el objeto a que se destinen.
Participación ciudadana
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Otra forma en que se manifiesta la participación ciudadana es a través de las ONGs las
cuales pugnan por ciertos temas sociales sin sustituir en las funciones del gobierno sino
evaluándolas, cuestionándolas o apoyándolas (véase: lobby). También puede proponerse
a través de la discusión de temas de importancia de los ciudadanos en foros organizados
o por otras vías para llegar a un consenso.
- Aporta el punto de vista de los usuarios/clientes que puede mejorar los proyectos y
planes.
- La participación en los aspectos ambientales está arraigada y puede ser una referencia
sobre lo que hay que hacer en una participación social en sentido más amplio.
- No es sencillo apostar por una participación ciudadana amplia, pero las experiencias
en España han resultado muy satisfactorias, sirviendo para mejorar los proyectos y
facilitar su puesta en marcha.
- Al igual que ocurre con un buen proyecto de construcción, los costes de participación
son muy reducidos en relación con las inversiones de los planes y proyectos, pero deben
estar claramente identificados y tener partidas específicas que aseguren su viabilidad.
Contenido
1 Planificando la participación ciudadana
2 Preparación de una estrategia de participación
3 La experiencia en Europa
4 Herramientas de participación
5 Véase también
6 Enlaces externos
7 Bibliografía
Para que la participación ciudadana tenga éxito y sea eficiente, debe estar bien
planificada tal y como se recoge en el “Manual Europeo sobre Toma de Decisiones y
participación pública”, en cuya elaboración el Consorcio Regional de Transportes de
Madrid tuvo un papel relevante).
Una estrategia (o plan) de participación define los procesos que pueden ser
desarrollados durante cada etapa del proyecto y las interrelaciones entre etapas
(incluyendo los elementos clave de decisión), estableciendo quien deberá participar,
cómo se identificará a los participantes y qué herramientas se aplicarán.
La estrategia debe definir los papeles y responsabilidades de todas las partes y grupos de
agentes a involucrar en la toma de decisiones, incluyendo a los miembros del equipo
gestor. El plan debe describir claramente el tipo de actividades de participación a
desarrollar, incluyendo, por ejemplo, jornadas, encuentros locales o envío de cartas.
- Coordinar con los plazos de otras actividades del proyecto y preparar el programa
temporal de participación;
A pesar del interés creciente que existe en España en relación con la participación
pública en proyectos de transporte, todavía estamos lejos de alcanzar las mejores cotas
europeas. No obstante, conscientes de este desfase, es importante acometer el reto por
fases (desde una buena información hasta una toma de decisiones y acción conjunta).
- En Essex, Inglaterra, se aplicaron con éxito dos tipos de técnicas para actuaciones de
mejora del medioambiente:
Encuestas personales, que fracasó por una mala definición del cuestionario, y la
presentación del proyecto que se entendió como un conjunto de actuaciones
puntuales inconexas.
Una campaña más amplia que abarcó:
Exposiciones interactivas.
Presentaciones periódicas.
- También hay que destacar en España un claro ejemplo de participación como el Pacto
de Movilidad de Barcelona cuyo espíritu era llegar a un acuerdo sobre un conjunto de
medidas que garantizaran todos los usos del espacio urbano, afrontando una movilidad
creciente y diversa sin hipotecas.
La calidad de vida.
El medio ambiente.
Los agentes que firmaron el Pacto son muy diversos comprendiendo el Ayuntamiento,
las asociaciones de empresarios, los transportistas, los usuarios de bicicletas, los
taxistas, los sindicatos, etc. Este tipo de pactos de movilidad existen en otros lugares y
ciudades de España pero no en todos se alcanza el grado de consenso e implicación y
alcance de la participación que en la ciudad catalana.
Información pública impresa como cartas, postes, folletos, boletines, etc. Telefónicas y
de programas de radio y TV. Técnicas de Internet. Encuestas y sondeos.
convivencia ciudadana
Síntesis:
Uno de los temas centrales dentro del Derecho Público lo es sin dudas el derecho de
participación política de los ciudadanos en el ejercicio del poder político, derecho
que se materializa no solamente en la posibilidad que tiene el ciudadano de elegir a
sus representantes, sino también en la facultad para intervenir directamente en los
procesos de toma de decisiones publicas. Hoy día no puede hablarse de un sistema
político y social verdaderamente democrático si su Ordenamiento Jurídico no
cuenta con suficientes garantías para la participación de los ciudadanos en los
procesos decisionales, de ahí la importancia del estudio de este tema.
Palabras claves:
Participación ciudadana. Democracia. Toma de decisiones públicas. Comunidad.
Derecho de participación. Ámbito municipal.
Introducción:
El tema de la participación ha sido abordado en la literatura científica por las más
diversas disciplinas. En este artículo pretendemos aproximarnos al análisis teórico-
jurídico del fenómeno de la participación ciudadana en el proceso de toma de
decisiones públicas en el ámbito municipal.
La toma de decisiones públicas puede definirse como la manifestación esencial del
ejercicio del poder político; de ahí que, a un sistema democrático debe ser inherente
la participación de los ciudadanos en los procesos decisorios. La participación
ciudadana en los procesos decisorios adquiere especial importancia en el ámbito
municipal por ser allí donde tiene lugar el proceso de reproducción social y donde
se toman las decisiones que mayor incidencia tienen en la vida cotidiana de los
ciudadanos.
El tema de la participación política en la toma de decisiones públicas tiene una
estrecha relación con el Ordenamiento jurídico, el cual debe contener normas
jurídicas que garanticen la participación en los procesos decisionales como uno de
los derechos fundamentales del ciudadano.
Desarrollo:
El fenómeno de la participación ciudadana en los asuntos del Estado se asocia a los
fenómenos de la democracia y la gobernabilidad de los sistemas políticos, teniendo
en cuenta que un régimen democrático supone la existencia de mecanismos de
participación ciudadana en el ejercicio del poder y en los asuntos públicos, y por
otra parte, la gobernabilidad de un sistema político está condicionada, entre otros
factores, por la capacidad de los gobiernos para satisfacer las demandas sociales y
para mantener la estabilidad y el consenso político, lo cual solo es posible si existen
elevados niveles de participación popular.
En este sentido, en la actualidad no pocas corrientes teóricas en occidente abogan
por una democracia más participativa y por una mayor participación de las
comunidades; sin embargo sus propósitos son poco viables en el marco estrecho de
la democracia liberal que privilegia la participación electoral sobre la participación
social, económica, cultural, etc. y minimiza la intervención real del ciudadano en la
toma de decisiones públicas. Algunos autores reconocen que para la existencia de
una democracia más participativa en las naciones de occidente, se hace necesario el
desarrollo de los sentimientos de comunidad frente al sentimiento consumista, así
como la reducción de la desigualdad social y económica.
¿Cómo puede definirse la participación?
El diccionario Larousse define como participar: "dar parte, comunicar, tener parte
en algo." En la literatura especializada se ha definido de diferentes maneras y
puntos de vista, adjetivándose el término en dependencia de la esfera de la vida
social en que la participación tiene lugar. Por ejemplo, se habla de participación
política, social, económica, cultural, comunitaria, ciudadana, electoral, industrial,
etc. En cada una de estas esferas la participación adopta formas y mecanismos
específicos; por ello en la doctrina encontramos bastante confusión y ambigüedad
en el uso de este término.
La participación tiene lugar a través de las llamadas formas de democracia directa,
que incluyen todas aquellas que se producen sin mediación de la representación
(elecciones, referendos, consultas, etc), aunque en el Estado moderno es muy difícil
prescindir de esta última, por lo que a veces, suele llamarse participación indirecta a
aquella que tiene lugar a través de los representantes.
En cada una de las esferas en que se desarrolla la participación, esta constituye una
acción que tiene que ver con las necesidades y aspiraciones humanas y la capacidad
del hombre de concientizar esas necesidades y buscarle solución, por ello el acto de
participar no significa solamente tener parte en algo preconcebido, ser consultado
sobre algo ya decidido, o estar presente en una actividad determinada, sino que
participar significa intervenir desde la propia determinación y concientización de
las necesidades hasta la valoración y selección de sus posibles soluciones.
Por lo general, en la literatura suele emplearse indistintamente los términos
participación popular y participación política, sin embargo, a nuestro modo de ver,
el primero es más amplio que el segundo, en tanto aquel puede abarcar todas las
esferas de la vida social incluyendo la política. Participación popular significa
participación del pueblo y esta puede tener lugar en todas las esferas de la vida
social, pudiendo adjetivarse como "popular" siempre que la mayoría de los
ciudadanos comunes se involucren en ellas.
La participación política propiamente dicha se vincula estrechamente a las
relaciones de poder y de dominación clasista consustancial al tipo de democracia
imperante en una sociedad, por lo que esta tiene lugar en el marco de las Relaciones
jurídico políticas. Ello no significa que los otros ángulos desde los cuales se puede
enfocar la participación (relaciones económicas, culturales, laborales, etc) no
aporten elementos esenciales en torno a la democraticidad del régimen existente,
pero es a nivel político donde se deciden los asuntos relativos al poder, por ser allí
donde radica el Estado como su principal instrumento. Por ello, la participación
política puede mostrar como ninguna otra cómo se produce en la sociedad el
empleo efectivo del poder en la regulación de las relaciones sociales, a partir de los
intereses de clase.
En su dimensión jurídica la participación política debe ser entendida como un
derecho político del ciudadano que se expresa o materializa a su vez, a través de
otros derechos. Como derecho político debe implicar el involucramiento activo de
los ciudadanos en tres relaciones jurídico políticas fundamentales: las que se
derivan del proceso de conformación de los gobiernos (selección de los
representantes); las que se derivan del control de los gobernantes (control de la
representación); y las que se derivan de los procesos de toma de decisiones públicas
(procesos decisionales). Cada elemento incluido en esta definición puede servir de
indicador general del estado de la participación política en una sociedad y también
como indicador para la investigación concreta en torno a este asunto. En el caso
específico de la participación en la toma de decisiones, puede definirse como el
derecho político del ciudadano a intervenir directamente en el proceso
de toma de decisiones públicas como manifestación esencial del
ejercicio del poder político.
La toma de decisiones es una actividad humana que tiene lugar en todas las esferas
de la vida social, siendo una manifestación esencial del poder en cualquier tipo de
relación social, ya sea económica, política, familiar, etc. Suele concebirse como un
proceso integrado por diferentes fases o etapas que van desde el planteamiento o la
determinación de un problema o necesidad, su solución a través de una decisión,
hasta su ejecución y control. Estas fases varían en cuanto a su realización e
importancia de acuerdo al marco concreto en que tiene lugar el proceso decisorio.
Todo proceso decisorio tiene un fin u objetivo concreto, dado en brindar solución a
determinado problema o necesidad humana en cualquiera de las esferas en que este
tenga lugar. Puede ser estudiado e investigado en todas estas esferas. De hecho
existen numerosos estudios del tema, sobre todo en el ámbito de la dirección
empresarial y de la dirección estatal, teniendo en cuenta que el éxito de una
empresa o de un gobierno depende en gran medida de la eficacia de sus decisiones.
La toma de decisiones públicas en el ámbito político constituye la manifestación o
atributo esencial del ejercicio del poder político. Se convierte en una relación
jurídica en tanto el vínculo que se establece entre los órganos decisores
(instituciones estatales de poder) y los destinatarios de las decisiones (ciudadanos)
genera derechos y obligaciones recíprocos. Entre las obligaciones del Estado está la
de encausar el proceso decisorio hacia la solución y satisfacción de las demandas de
los ciudadanos, así como garantizar a estos el derecho de participación en el proceso
decisorio. Esta relación jurídico- política expresa la relación Estado-individuo que
prevalece en un sistema político dado.
La toma de decisiones públicas es una atribución de las instancias de poder en los
diferentes niveles en que se organiza territorialmente el Estado. En la instancia
municipal se encamina fundamentalmente a la solución de los problemas y
demandas de la comunidad local, y aunque a este nivel se manifiesta con matices,
formas y alcance diferente, al igual que en las instancias territoriales superiores
constituye un proceso integrado por una serie de fases o etapas estrechamente
unidas, que son: a) identificación del problema; b) búsqueda de alternativas de
solución; c) selección de la alternativa óptima, o toma de la decisión; d) ejecución o
implementación de la decisión y; e) control de la ejecución de la decisión.
El producto final del proceso decisorio son las decisiones públicas, que pueden
definirse como aquellas que emanan de los órganos e instituciones estatales de
poder, en las cuales se expresa el ejercicio del poder político y que van dirigidas a la
sociedad en su conjunto. Las características de esas decisiones y del proceso
decisorio en su integridad reflejan el carácter de la relación existente entre
gobernantes y gobernados, de ahí que el grado de democraticidad de un sistema
político dependa en gran medida de los niveles de participación real de los
gobernados en la toma de decisiones públicas, de las cuales son sus destinatarios
fundamentales. Por otra parte, de la efectividad del proceso decisorio encaminado a
satisfacer las demandas sociales, depende también en gran medida, el éxito o
fracaso del sistema del dominación imperante.
En el ámbito municipal, o local comunitario, el proceso de toma de decisiones y la
participación de los ciudadanos en sus diferentes fases reviste gran importancia.
Mucho se ha discutido en el campo de la sociología y de las ciencias políticas en
general, sobre la definición y el alcance del concepto de comunidad. En la literatura
especializada aparecen numerosas definiciones que centran su atención en
diferentes aspectos en dependencia del objeto de estudio y de la disciplina que se
estudia.
Según Héctor Arias en la definición del término se conjugan elementos
"estructurales" y "funcionales" tales como: el hecho de ser un grupo social lo
bastante amplio como para contener la totalidad de las principales instituciones y la
totalidad de los estatus e intereses que componen una sociedad; el hecho de
constituir un grupo de personas que habitan en una zona determinada, regida por
una dirección política, económica y social que hacen vida común a través de sus
relaciones; el hecho de constituir un grupo social de cualquier tamaño cuyos
miembros residen en una localidad específica, comparten un gobierno y tienen una
herencia cultural e histórica común. De ahí que a la hora de definir y estudiar la
comunidad, el autor plantee la necesidad de tener en cuenta cuatro elementos
esenciales: el geográfico o territorial; el social; el sociológico; y el de dirección. A su
juicio una comunidad es un organismo social que ocupa determinado espacio
geográfico, que está influenciado por la sociedad de la que forma parte, y a la vez
funciona como un sistema más o menos organizado integrado por otros sistemas
como la familia, los grupos, las instituciones y organizaciones, los que en su
interacción definen el carácter subjetivo, psicológico de la comunidad, y a su vez
influyen en el carácter objetivo, material, en dependencia de su nivel de
organización y su actuación respecto a las condiciones materiales donde transcurre
su vida y actividad.
Desde el punto de vista jurídico, asumimos como ámbito local o comunidad local al
"municipio" teniendo en cuenta que este constituye "la unidad mínima como
agrupamiento humano, estructura territorial y entidad político administrativa con
trascendencia para el mundo jurídico público." A este criterio se acogen la mayoría
de las legislaciones en el Derecho Comparado.
Aunque ha sido definido de múltiples formas se considera que el municipio, en
esencia, es "una institución social, política y jurídica". Social, porque es exponente
de las aspiraciones e intereses de las poblaciones locales y es el órgano a través del
cual los miembros de la localidad deciden la forma de organizar su convivencia;
política, por su estrecha relación con la ciudadanía, en tanto es el órgano de
participación política de los ciudadanos en sus intereses más inmediatos,
constituyendo el mecanismo por medio del cual se organiza el gobierno y la
administración en beneficio de los intereses locales; y jurídica, porque este es
creado por la Ley, erigiéndose como una institución del Derecho Público, como
persona jurídica.
Como entidad político administrativa el municipio es el órgano básico de poder
local, es el gobierno local, y como tal constituye el "nivel básico o primario de la
administración." De ahí que juegue un papel esencial en la satisfacción y garantía de
los intereses locales, entendidos estos como "aquellos intereses comunes a los
miembros de un grupo humano," en este caso del grupo humano que se asienta en
lo marcos territoriales municipales.
Los intereses locales están asociados a la vida cotidiana de las personas y a los
problemas, necesidades y demandas que se derivan de ella. De ahí que la mayoría
de las legislaciones municipales enmarcan dentro de las atribuciones típicamente
locales aquellas que se relacionan con actividades o esferas tales como: vialidad y
tránsito; urbanización y suelo; nombre y numeración de calles; ornato público;
mercados; almacenes y frigoríficos; aseo urbano; cementerios; parques; actividades
culturales; ferias; teatros; espectáculos públicos; vivienda; patrimonio cultural;
medio ambiente; construcción; bomberos; seguridad pública; policía; acueducto y
alcantarillado; transporte urbano; servicio primario de salud; prevención de
epidemias y enfermedades; farmacias; etc.
En el Estado moderno el municipio se ha convertido en un importante segmento de
la estructura territorial hacia donde convergen gran número de demandas
populares, precisamente por ser allí donde transcurre la vida cotidiana de la cual
emergen las necesidades y aspiraciones más inmediatas de las personas. De ahí que
a este corresponda, como instancia básica de poder, la toma de decisiones que se
encaminen a resolver y dar respuesta a estas demandas. Por esto la efectividad de la
gestión del gobierno en un Estado puede medirse, entre otras cosas, por la eficacia
de la gestión municipal a través de sus decisiones.
Aunque en ocasiones se subvalora o subestima la vida cotidiana que transcurre en
las comunidades, catalogándose incluso como ordinaria y convencional, no puede
olvidarse que en esa cotidianidad tiene lugar el proceso de reproducción social a
través de la reproducción familiar, la socialización de valores, de normas culturales,
sociales, políticas, etc. Por ello Agnes Heller en sus estudios sobre sociología de la
vida cotidiana establece un vínculo estrecho entre cotidianidad y reproducción
social, al definir la vida cotidiana como "el conjunto de actividades que caracterizan
la reproducción de los hombres particulares, que a su vez, crean la posibilidad de la
reproducción social."
El proceso de toma de decisiones públicas en el ámbito local municipal expresa el
ejercicio del poder político a ese nivel territorial, y debe tener como fin esencial la
solución de los problemas y la satisfacción de las demandas que reflejan el interés
local. Es preciso señalar que aunque las instituciones municipales de poder están
facultadas para decidir en cuanto a las problemáticas de su localidad, siempre
habrán de tener en cuenta los intereses nacionales generales y los intereses de otras
localidades, entre los que debe existir cierto nivel de coordinación, dado que en la
práctica no puede concebirse la existencia de intereses locales totalmente separados
de los intereses supralocales. Por otra parte, el municipio como parte de un todo,
debe tener capacidad de hecho y de derecho para incidir también en las cuestiones
supralocales.
Las fases del proceso de toma de decisiones en la instancia municipal están
estrechamente vinculadas entre sí y su resultado o producto final es una decisión
pública local. Esta puede definirse como aquella decisión que emana de los
órganos locales de poder, en las que se expresa el ejercicio del poder
político a ese nivel territorial y que van dirigidas a la solución de los
problemas, necesidades y demandas que reflejan los intereses locales.
La toma de decisiones públicas locales como atributo del poder político a nivel
básico o primario tiene una notable influencia en la gobernabilidad de un sistema
político, en tanto esta última depende fundamentalmente de la capacidad de los
gobiernos para satisfacer las demandas sociales, y es a nivel local comunitario
donde se originan las demandas y necesidades más inmediatas de la ciudadanía,
cuya insatisfacción puede redundar en la falta de credibilidad en las instancias
locales de poder, e incluso puede llegar a deslegitimar al propio sistema de
dominación en su conjunto, debilitando el consenso y la gobernabilidad.
Si el municipio es la instancia básica o primaria de poder, y ese poder se expresa
fundamentalmente en la facultad decisoria de sus instancias municipales, en un
sistema democrático es un requisito esencial la participación de los ciudadanos en
el proceso de toma de decisiones a ese nivel, como expresión real de la soberanía
popular. Aún cuando la toma de decisiones propiamente dicha, recae en las
instituciones gubernamentales representativas, es muy importante la participación
de los ciudadanos en las diversas fases del proceso, no como simples destinatarios
de esas decisiones, sino como sujetos activos de las mismas, y para ello se hace
necesario la existencia de vías y mecanismos institucionales y jurídicos para la
participación, es decir, se necesitan instituciones, organizaciones y normas jurídicas
que canalicen y garanticen legalmente el derecho de participación. La ampliación de
estos mecanismos favorece el consenso, legitima el sistema político y asegura su
gobernabilidad.
Coincidimos con quienes afirman que el municipio es el "elemento primario de
participación y poder en el sistema de órganos del Estado", y dada la proximidad
que existe a ese nivel entre gobernantes y gobernados, estos "se erigen como la
expresión más real y verdadera de participación ciudadana." Es a nivel municipal
donde, de manera más efectiva, pueden tener lugar las formas de democracia
directa, consideradas por algunos como la única y verdadera democracia, y aunque
no compartimos este último criterio, es cierto que solo en el ámbito local puede el
ciudadano participar directamente en la toma de decisiones, dado que en niveles
superiores esto se dificulta por el carácter representativo que necesariamente
adopta el Estado moderno. Por ello en los niveles superiores el ejercicio popular del
poder suele ser indirecto o mediado por el representante.
La participación popular en el proceso de toma de decisiones está referida a la
intervención del ciudadano en las diferentes fases que integran el proceso decisorio
a través de mecanismos institucionales y jurídicos creados para ello, con
independencia de que esta intervención pueda ser mayor o menor por las propias
peculiaridades de cada fase, algunas de las cuales necesariamente trascurren dentro
del órgano decisor, siendo muy difícil, desde el punto de vista práctico, la
intervención directa de los ciudadanos.
La participación de los ciudadanos en las distintas fases del proceso de toma de
decisiones locales propiciaría, entre otras cosas: la adopción de decisiones de un
mayor contenido popular, en tanto reflejan la voluntad de los ciudadanos; un mayor
compromiso político del ciudadano con la comunidad y el sistema estatal en su
conjunto; una mayor aceptación de la decisión y una mayor colaboración en su
ejecución, en tanto este se considera como partícipe de la misma y no como su
simple receptor o destinatario; la participación favorece además el autodesarrollo
de la comunidad, entendida como la potenciación de las posibilidades de desarrollo
de la comunidad desde dentro y no impuestas desde fuera o por agentes externos a
la propia comunidad aprovechando al máximo las iniciativas, ideas, criterios y
sugerencias de la ciudadanía; hace que disminuyan los riesgos de que la decisión
perjudique a la comunidad; favorece el consenso, la legitimidad del poder, el
carácter democrático del sistema político y su gobernabilidad, pues en la medida
que el ciudadano participe de forma activa en la adopción de las decisiones y en la
solución de sus problemas comunitarios, mayor será su confianza en las
instituciones estatales municipales y en el sistema político en general.
La participación implica un involucramiento activo del ciudadano en el proceso
decisorio, a tenor del cual las instituciones locales de poder producen las decisiones
encaminadas a resolver los problemas comunitarios, por tanto esta participación
puede ser más efectiva si el municipio posee los niveles adecuados de competencia y
atribuciones que le permitan cumplir con eficacia su función de satisfacer las
demandas y necesidades de la comunidad, o sea, que le permitan decidir sobre los
asuntos municipales con cierta independencia.
En relación con este tema, en la literatura universal suelen abordarse los principios
de autonomía y descentralización. En el caso de la autonomía municipal, esta ha
sido definida por la mayoría de los autores como "el derecho de los municipios a
regular las cuestiones de la colectividad local, con plena responsabilidad, según
decisiones propias y con la participación de una representación popular
democráticamente elegida." Al respecto se ha planteado que el elemento esencial de
la autonomía municipal es el derecho comunal de participar en el gobierno y la
administración dentro de un marco unitario mayor, y a través de órganos
representativos dotados de poder y de recursos. Esta ha sido concebida en la
doctrina como uno de los principios teóricos del municipio moderno, en tanto
implica que las entidades locales pueden intervenir y decidir en los asuntos de
competencia municipal con cierta independencia, gozando de un ámbito de decisión
política suficiente para que demuestre su identidad. Sin embargo para la mayoría de
los autores que tratan el tema, también supone que el municipio cuente con cierta
suficiencia económica como condición indispensable para hacer frente a la solución
de las problemáticas locales, que en la mayoría de los casos dependen de recursos
materiales y financieros, de ahí que consideren la suficiencia económica municipal
como la piedra angular del principio de la autonomía.
Se plantea además, que para que el municipio pueda cumplir con éxito sus
funciones decisorias se requiere también cierto grado de descentralización
municipal, que implique la transferencia de funciones hacia las instancias
municipales ampliando las esferas de poder que podrán ser ejercidas dentro de los
límites de sus competencias. Se estima que en las tendencias actuales hacia la
municipalización se parte de considerar que los esquemas descentralizados de toma
de decisiones resultan más efectivos para enfrentar los retos del incesante
crecimiento urbano y la incapacidad de los sistemas políticos para satisfacer las
demandas de los sujetos sociales, y para ello la descentralización municipal se
encamina a reforzar los poderes locales incrementando la cercanía de la
administración a los ciudadanos, permitiendo un mayor conocimiento de sus
necesidades, mejorando la eficacia de la información y de los servicios personales, e
instrumentando la participación ciudadana en la gestión local.
En un informe publicado en 1962 por un grupo técnico de la ONU se señalaba que
"la descentralización del Estado está llamada a producir decisiones más rápidas y
realistas en aras del desarrollo, flexibilidad en la coordinación y prestación de los
servicios, descongestión en las funciones de los gobiernos centrales, así como
espacios políticos más adecuados para la participación popular en la toma de
decisiones públicas, principalmente en aquellas esferas referidas a la vida
cotidiana."
Sin embargo, algunas de las teorías actuales sobre la descentralización en occidente
tratan de "descentralizar el poder" trasmitiendo a las comunidades la obligación de
resolver sus propios problemas sin intervención del Estado, librando a este de tal
responsabilidad. En estos casos la descentralización tiene ante todo un objetivo
político: trasmitir los problemas de déficit de legitimación a los poderes
descentralizados, lo que sin duda debilita los procesos de democratización.
En esta misma línea de pensamiento se sitúa hoy la llamada teoría de la
"participación de la comunidad", cuyos partidarios la conciben como una
alternativa efectiva a la teoría del bienestar que se pretendía asegurar en el Estado
benefactor y proveedor. A la par de la crisis del Estado benefactor los movimientos
radicales de derecha en numerosos países han realizado esfuerzos destinados a
limitar la participación del Estado en la labor de bienestar social y a transferir dicha
responsabilidad a personas individuales, organismos voluntarios y al mercado
comercial privado, alegando que si se libera a la gente común de la "interferencia
del Estado", florecerán sus latentes instintos empresariales y de iniciativa
permitiéndoles movilizar sus propios recursos para mejorar las condiciones sociales
y económicas.
Sus partidarios son contrarios a la participación gubernamental en el desarrollo.
Creen que la gente corriente tiene la capacidad de organizarse, de movilizar los
recursos necesarios y de lograr verdaderas mejoras en las condiciones locales sin
requerir la ayuda estatal. Basan su rechazo a la participación estatal en diversos
argumentos: se afirma que los servicios estatales son ineficientes, costosos,
burocráticos y organizados de manera deficiente; hablan del supuesto paternalismo
del Estado; que los servicios estatales a diferencia de los programas organizados por
la comunidad, promueven un enfoque al desarrollo desde arriba hacia abajo, en la
cual se trata a la población local como beneficiaria pasiva sin involucrarla en el
proceso de toma de decisiones; que los intentos por parte de los gobiernos para
movilizar a la gente hacia el desarrollo suprimen su capacidad innata para resolver
sus propios problemas, lo cual da lugar a su desmovilización. Por todo esto
aseguran que para las comunidades locales resulta mejor que la gente corriente
encuentre las respuestas a sus problemas mediante un control político directo de
sus asuntos internos. La participación de los gobiernos actúa como inhibidor del
surgimiento de respuestas de la base y promueve la dependencia del Estado y de sus
instituciones. Señalan además, que los expertos en materia de desarrollo tienen
poca comprensión de las necesidades de las comunidades, omiten involucrar a la
gente en el proceso de toma de decisiones, lo que origina la imposición de
soluciones no viables.
Los partidarios de esta vertiente de la "participación de la comunidad" han
adoptado una posición marcadamente antiestatal, por lo que la consideramos como
una posición extrema y contraria a la verdadera democracia, teniendo en cuenta
que la participación a la que se refieren no es la de los ciudadanos como miembros
de la comunidad, sino a la participación de instituciones y asociaciones privadas,
organizaciones gubernamentales, etc. Esta posición se afilia, sin dudas, al
pensamiento neoliberal que aboga por la reducción del papel del Estado en la
sociedad y la ampliación del papel del sector privado, lo que limita la real
participación de los ciudadanos en la vida política, económica y social de las
comunidades.
A nuestro modo de ver, en el análisis de estos dos fenómenos: autonomía y
descentralización se ha de distinguir entre la autonomía como la separación e
independencia total del municipio del resto de las instancias territoriales, de la
autonomía como cierta independencia y suficiencia del municipio para cumplir sus
fines dentro del todo que constituye el Estado. En el primer caso, esta podría llevar
a insalvables diferencias en el desarrollo de los distintos municipios de un país, a
partir de las posibilidades económicas de cada uno, que en general suelen ser
mayores en unos que en otros. En este sentido, compartimos la idea de que es
preciso conjugar el carácter teleológico del municipio (los fines que persigue) y
cierta autonomía relativa administrativa que coadyuve al logro de sus objetivos.
En cuanto a la descentralización es necesario distinguir entre la descentralización
como forma de desentenderse de los problemas locales transfiriendo a las
comunidades la tarea de solucionar los problemas que los Estados no pueden o no
quieren asumir, de aquella que cede cierta cuota de poder al municipio para que
este tenga capacidad decisoria en los asuntos que le conciernen de manera directa,
pudiendo coadyuvar de manera efectiva al cumplimiento de sus fines y estimular la
participación política ciudadana.
Todos estos conceptos: participación, autonomía, descentralización, democracia,
tienen una dimensión política, pero también jurídica, en tanto su definición y
realización deben contar con el suficiente respaldo legal a través del Ordenamiento
jurídico.
El Derecho o fenómeno jurídico es un fenómeno social complejo y multifacético que
debe ser comprendido no solo en su dimensión normativa, sino también en su
dimensión axiológica, política e ideológica. Como sistema normativo, el Derecho
abarca multitud de reglas de conducta obligatorias para la sociedad en las diferentes
esferas donde se producen las relaciones sociales que son reguladas por este. La
fijación de esas formas de comportamiento no obedecen a la casualidad, sino que
están condicionadas históricamente y expresan un profundo contenido clasista; de
ahí que en ellas se manifiesten o expresen determinados valores morales, políticos e
ideológicos de los grupos o clases que detentan el poder político en una sociedad
dada.
En su dimensión jurídica, los fenómenos de la democracia, la participación y la
gobernabilidad, estrechamente vinculados a un régimen de dominación clasista
determinado, se relacionan íntimamente con el sistema jurídico en el cual se apoya
la clase dominante para ejercer su poder, de ahí que el Estado moderno contiene, en
mayor o menor medida, regulaciones jurídicas del sistema democrático, del derecho
de participación ciudadana en los asuntos del Estado, y de las condiciones concretas
de su gobernabilidad. Ese carácter clasista del Derecho fue develado por los clásicos
del marxismo al definirlo, en términos generales, como la voluntad de la clase
dominante erigida en ley. Dentro del pensamiento marxista posterior a los clásicos,
Antonio Gramsci destacó el papel que correspondía al Derecho en pos del consenso
y la hegemonía, que él entendió como la capacidad de la clase dominante para
dirigir a sus aliados.
En general, el Derecho tiene como finalidad esencial la regulación de determinadas
relaciones sociales, otorgándole carácter obligatorio a las formas de
comportamiento que deben o no asumirse por los sujetos de derecho que
intervienen en ellas, convirtiéndolas por tanto, en relaciones jurídicas. En su
sentido más amplio las relaciones jurídicas no son más que relaciones sociales
reguladas por el Derecho, el cual le imprime carácter obligatorio a los derechos
subjetivos y a los deberes jurídicos que emanan de ellas. Sin embargo, no todas las
relaciones que establece el hombre con sus semejantes son reguladas por normas de
Derecho, sino solo aquellas que, al decir del profesor Julio Fernández Bulté "son de
alta importancia a los fines de la reproducción del sistema y con él, del mismo
Estado." Es decir, solo deben ser objeto de regulación jurídica las relaciones sociales
que tienen un papel determinante en la reproducción del sistema político,
económico y social de un Estado, entre las que pueden mencionarse como ejemplo,
las relaciones políticas, las relaciones económicas, las relaciones laborales, las
familiares, etc.
La regulación jurídica de los fenómenos de la democracia, la participación y la
gobernabilidad corresponde a la rama del Derecho Público o Político, que como tal
abarca aquellas normas jurídicas referidas a la organización y la actividad del
Estado y demás entes públicos, sus relaciones con los particulares, así como el
ejercicio del poder político en general. Es por ello, que en esta rama se refleja como
en ninguna otra el carácter clasista del Derecho, de ahí su importancia en cualquier
régimen de dominación de clases.
La regulación jurídica del ejercicio del poder político y de todas las relaciones
jurídico-políticas que se derivan de él reviste gran importancia porque, por una
parte brinda legitimidad a las instituciones de poder y al sistema de dominación en
general, y por otra, garantiza los derechos y libertades de los ciudadanos en el
marco de dichas relaciones, cumpliendo de esta forma dos funciones esenciales: la
legitimación del poder y la función protectora.
La función de legitimación del poder está fundamentada en que toda clase o grupo
social que detente el poder político en una sociedad dada, pretende que su poder y
su autoridad sean aceptados por la ciudadanía, por tanto tiene que legitimarlo,
legalizarlo a través del ordenamiento jurídico. El problema de la legitimación del
poder es clave en las sociedades modernas, en tanto el ejercicio del poder político
basado en el consenso y en la legitimación se hace más fácil y viable, tal es así que
esta última, forma parte de los llamados mecanismos ideológicos de poder del
Estado.
En cuanto a la función protectora, el Derecho está llamado no sólo a proteger el
orden y el poder estatal, sino también deberá garantizar y proteger el estatus
jurídico del ciudadano que se expresa en los derechos y libertades básicos para la
existencia humana, cuya expresión jurídica más conocida en el ámbito del Derecho
Internacional se encuentra en la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional de Francia en 1789.
Dentro del Derecho Político se encuentra el Derecho Municipal, el cual se integra
por todas las normas jurídicas que regulan la estructura, organización y
funcionamiento de las instancias de poder a ese nivel, así como las relaciones
jurídicas que se derivan de la vida municipal en general. Este ha tomado singular
importancia en la medida en que el municipio ha adquirido relevancia dentro de la
organización estatal moderna. En muchos países el Derecho Municipal se ha
sistematizado a través de Leyes Orgánicas Municipales.
La toma de decisiones públicas es una relación jurídica de carácter político en tanto
se relaciona con los asuntos del Estado y el ejercicio del poder; constituye un
vínculo jurídico en virtud del cual se adquieren derechos subjetivos y deberes
jurídicos recíprocos por los sujetos que intervienen en él, es decir, por los
ciudadanos como personas naturales y el Estado como persona jurídica. La
existencia de tales derechos y deberes sólo es posible si estos se encuentran
plasmados o previstos en normas jurídicas. Por la importancia que reviste la
participación ciudadana en el proceso de toma de decisiones públicas a nivel local
municipal, es fundamental su regulación jurídica en el Derecho Constitucional y
Municipal, de manera tal que se garantice a través de mecanismos jurídicos la
participación efectiva de los ciudadanos en las distintas fases del proceso de toma
de decisiones, en tanto este constituye la manifestación esencial del poder político a
ese nivel territorial.
En la esfera de las relaciones jurídico-políticas, el Derecho -en un sistema
democrático-debe constituir un importante instrumento capaz de garantizar la más
amplia participación de los ciudadanos en los asuntos del Estado y en el ejercicio
del poder político, el cual tiene entre sus manifestaciones esenciales la toma de
decisiones públicas.
La participación en el proceso de toma de decisiones públicas como derecho del
ciudadano, requiere de un régimen jurídico que garantice sus más variadas formas
de concreción práctica. Es necesario que la Constitución, en su carácter de norma
fundamental la defina o reconozca como un derecho político, otorgándole jerarquía
constitucional y que leyes ordinarias complementarias regulen sus formas concretas
y específicas de manifestación y ejercicio. El ordenamiento jurídico del Estado ha de
prever, en toda su dimensión, las vías concretas en que el ciudadano puede
intervenir e incidir en los procesos decisorios, siempre que sea posible, en los
marcos de un Estado necesariamente representativo.
En dicha regulación jurídica, el Derecho ha de desplegarse en todas sus
dimensiones: la normativa, la axiológica y la política. En el aspecto normativo, ha
de prestarse atención al proceso de creación de las normas jurídicas y el ámbito o
espectro de relaciones jurídicas que estas deben abarcar. Las normas que regulen la
participación como derecho político del ciudadano deben ser creadas siguiendo las
fases del proceso de creación legislativa, desde la propia iniciativa hasta la
publicación del Acto normativo como requisito sine qua non de su validez y
legitimidad. Tratándose de normas jurídicas relativas al ejercicio del poder político
y al status jurídico del ciudadano, estas en su aspecto formal deben ser contenidas
en Disposiciones normativas de máxima jerarquía.
En su dimensión axiológica, el Derecho debe ser capaz de promover y alcanzar
determinados valores relacionados con la libertad del ciudadano y su condición de
sujeto político portador de derechos, pero también de obligaciones, con respecto al
Estado y la sociedad en pos del bien y el interés común. Esos valores representan la
más alta aspiración dentro de un proyecto social emancipador y dignificador del
hombre, que en materia de participación política lo convertirían en verdadero
sujeto activo de las transformaciones sociales.
En su dimensión política, el Derecho debe encaminarse al establecimiento,
consagración y legitimidad de los principios políticos e ideológicos que sustentan un
proyecto participativo cuyo objetivo fundamental sea el pleno ejercicio de la
soberanía popular. Lógicamente, esto solo es posible en los marcos de un sistema
político alternativo al sistema capitalista imperante en la actualidad donde las
masas populares participan cada vez menos en las decisiones políticas, siendo esta
una facultad exclusiva de las élites que detentan el poder.
Debemos agregar que los niveles de participación política en una sociedad (en tanto
fenómeno social complejo) están condicionados por diferentes factores
estructurales, institucionales e individuales que inciden en ella con mayor o menor
intensidad en un determinado lugar o bajo determinadas circunstancias; si bien es
importante tener en cuenta todos estos factores, debe prestarse especial atención al
factor jurídico, en tanto constituye el marco legal en el cual se puede ejercer y
disfrutar ese derecho, garantizando además que la relación jurídica que entraña el
proceso decisorio se desarrolle en un régimen de legalidad.
Bibliografía:
Alcaide Castro, Manuel: Conflicto y poder en las organizaciones. Ministerio de
trabajo y seguridad social. Madrid, 1986.
Alfonso Parejo, Luciano: La autonomía local en la constitución, en Tratado de
Derecho Municipal, Volumen I, Editora Civitas 1998.
Alonso Freyre, Joaquín y Del Río Hernández, Mirtha: "Lógica funcional del Sistema
político". En Colectivo de autores: Teoría sociopolítica. Selección de temas, Tomo I.
Editorial Félix Varela. La Habana, 2000.
Alonso Freyre, Joaquín, Rivero Pino, Ramón y Riera Vázquez, Celia M.:
Autodesarrollo Comunitario: teoría y método. Editoria
La Participación Ciudadana
Páginas relacionadas
La Investigación
Metodología
“Lo único que parece claro al principio es que con la expresión participación ciudadana
se está haciendo referencia a alguna especie de relación difusa entre Estado y sociedad
civil, a una acción de ésta sobre la primera, que además cuenta de antemano con una
valoración positiva. Valoración positiva que considera ya sea en cuanto constituiría un
medio adecuado para lograr ciertos objetivos definidos como buenos, o porque se piensa
que la acción misma es expresión de un valor. De aquí resulta que se plantea para la
práctica la exigencia de que se incentive, impulse y desarrolle la participación
ciudadana”. 1
Roberto Baño señala que los objetivos de la participación ciudadana comprenden dos
escenarios: el público y el administrativo.
Escenario Público
Escenario Administrativo
Desde inicios de la década de 1980 la Izquierda Unida, que llegaba por primera vez a
tener responsabilidades de gobierno en los municipios, aportaba a la gestión pública
algo nuevo: su relación directa con las organizaciones. Involucrar a estas organizaciones
en los problemas, las decisiones, la gestión de gobierno, era su rasgo característico, lo
que sabían hacer. En la década de 1990, son muchos los municipios cuyos alcaldes
convocan, como alternativa al autoritarismo y el clientelismo crecientes, mesas de
concertación o consejos de participación o comités de desarrollo que abren la gestión
municipal a la participación popular. 5
“El derecho al desarrollo es un derecho humano inalienable en virtud del cual todo ser
humano y todos los pueblos están facultados para participar en un desarrollo
económico, social, cultural y político en el que puedan realizarse plenamente todos los
derechos humanos y libertades fundamentales, a contribuir a ese desarrollo y a disfrutar
del él”. 7
Teniendo en cuenta que la participación ciudadana nos conduce como fin último al
desarrollo, hay que distinguir que la perspectiva de derechos en el tema del desarrollo
pasa en primer lugar por la declaración citada; en segundo lugar está inspirada por
movimientos autónomos tales como los de las mujeres, los campesinos sin tierras, los
pueblos indígenas, luchas sociales, culturales y políticas tanto en el norte como en el
sur, según afirma Eyben Rosalind, citada por Eduardo Cáceres Valdivia. 8
Asimismo, Cáceres afirma que la perspectiva de derechos se vincula con el tránsito del
clientelismo a la ciudadanía, proceso sistematizado a partir de la experiencia de las
democracias occidentales, y que ha comenzado a ser utilizado como marco normativo e
interpretativo en nuestro país. El mismo autor define, siguiendo a Andrew Almat, que
un rasgo central de la ciudadanía es la participación plena y adecuada en la discusión
pública y la toma de decisiones. 9
Hay que notar que los derechos además de tener un valor intrínseco, poseen un valor
instrumental, que al fin y al cabo es lo que más nos interesa en relación a la
participación ciudadana. En tal sentido, Cáceres afirma que: “Los derechos son también,
aunque no sólo eso, garantías para el bienestar. La participación, en tanto derecho a de
ser una garantía de bienestar”. 10
Esta condición nos sugiere inmediatamente otro elemento adicional para hacerla
realidad, que está enmarcado en la relevancia de un término muy usado en la
participación ciudadana: “tomar parte”.
“Tomar Parte”
Henry Steiner citado por Cáceres señala que es relevante la idea de “tomar parte”.
Apunta más allá de las elecciones a una noción más expansiva, que incluye una
sociedad civil fuerte, capaz de influir significativamente en la política pública. Esta
expresión indica el carácter programático de la participación. 11
Autor: Lic. VLADIMIR LEONEL SEDANO MAYHUA
--------------------------------------------------------------------------------
CULTURA TRIBUTARIA
CULTURA TRIBUTARIA
Pago en dinero, establecido legalmente, que se entrega al Estado para cubrir los
gastos que emanda el cumplimiento de sus fines, siendo exigible coactivamente
ante su incumplimiento.
TASA
BASE IMPONIBLE
Valor numérico sobre el cual se aplica la tasa para determinar el monto del
tributo.
Clases de tributos
a) Impuesto
b) Contribución
c) Tasa
a) Impuesto
La palabra impuesto proviene del verbo imponer, que significa poner encima. Por lo
tanto, el impuesto es un aporte obligado.
Tipos de Impuesto
IMPUESTO DIRECTO
Por ejemplo, cada persona o empresa declara y paga el Impuesto a la Renta
de acuerdo con los ingresos que ha obtenido.
IMPUESTO INDIRECTO
Son aquéllos que inciden sobre el consumo, pero que los paga el consumidor
del producto o servicio.
El dinero recaudado va a un fondo que sirve para hacer las obras o brindar
servicios del que se benefician sólo los que aportaron o sus familiares
(derechohabientes).
c) Tasa
Es el tributo cuya obligación es generada para la prestación efectiva o
potencial de un servicio público individualizado para el contribuyente.
Entre otras tasas, tenemos los arbitrios municipales, los derechos y las
licencias.
Clase 1
Materiales
Ficha 1
Procedimiento Metodológico
Fase de exploración
Los alumnos se reúnen en grupo y resuelven la Primera Parte de la Ficha 1.
(15').
Finalizada esta parte se pide la participación voluntaria de alguno de los
grupos, para que compartan sus respuestas. (10')
Fase de clarificación
Finalizada la lectura de los representantes de grupo, el profesor tomando de
base las respuestas de los alumnos, precisará el sentido que tiene la
tributación. Para ello, entregamos algunos contenidos que le permitirán
cumplir el objetivo.
Las funciones básicas de los Estados modernos tienen que ver con:
Fase de decisión
Los alumnos desarrollan la Segunda Parte de la Ficha 1 .
6. La atención de los servicios de salud, creando centros hospitalarios y
postas, además, de cubrir el pago del personal que labore en estos lugares,
etc.
Ficha 1
¿Por qué debemos tributar?
Objetivo
terminar la Ficha, identificarás la necesidad de tributar para que el Estado
obtenga recursos y administre la sociedad.
PRIMERA PARTE
Supongamos que tu grupo de seis o siete integrantes, tiene la posibilidad de
invertir en la creación de un club exclusivo para jóvenes, para ello cuentan
con un amplio terreno.
SEGUNDA PARTE
Compara al Perú con tu club de jóvenes:
TERCERA PARTE
Luego de escuchar a tu profesor y compañeros, completa el siguiente cuadro:
La tributación hace posible: