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Curso

Koinonía

Comunidad Siervos de Cristo Vivo

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Índice
 Programa del Curso Koinonía…………..…………………………….3
 Materiales a utilizar…………………………………………………...4
 Presentación………………………………………………………..…5
 Tema 1: Compartir lo que somos: la amistad……………………….10
 Tema 2: Compartir lo que tenemos: la solidaridad………………….16
 Tema 3: Sanando el cuerpo de Cristo……………………………….21
 Tema 4: De “la comunidad para mí” a “yo para la comunidad”….…26
 Tema 5: Con el uno delante………………………………………....31
 Tema 6: Comunidad campeona……………………………………...35
 Tema 7: Dios es fiestero……………………………………………..40

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Programa del Curso Koinonía

Viernes (pm)

07:00-07:30 Acogida
07:30-08:00 Animación y oración
08:00-09:45 Presentación
09:45-10:00 Avisos

Sábado (am) (pm)

08:30-09:00 Acogida
09:00-09:30 Animación y oración
09:30-11:00 Tema 1: Compartir lo que somos: la amistad
11:00-11:15 Receso
11:15-01:00 Tema 2: Compartir lo que tenemos: la solidaridad
01:00-02:00 Almuerzo
02:00-02:30 Animación y oración
02:30-04:00 Tema 3: Sanando el cuerpo de Cristo
04:00-04:15 Receso
04:15-05:45 Tema 4: De “la comunidad para mí” a “yo para la
comunidad”
05:45-06:00 Avisos (nota: aquí se devuelven los zapatos).

Domingo (am) (pm)

08:30-09:00 Acogida
09:00-09:30 Animación y oración
09:30-10:00 Se hace la dinámica del tema 4: Vínculo de la comunidad
10:00-11:15 Tema 5: Con el uno delante
11:15-11:30 Receso (todavía amarrados)
11:30-12:00 Se desatan y se comparte
12:00-02:00 Tema 6: Comunidad campeona
01:30-03:00 Almuerzo
03:00-04:00 Tema 7: Dios es fiestero
04:00-05:30 Eucaristía

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Materiales a utilizar

 Linterna para usar en sala oscura: Presentación.


 Hojas con el texto de 1 Corintios 13 (una por participante):
Tema 1.
 Sábanas o frazadas para usarlas en un lugar con Sol (una por
participante): Tema 2.
 Algunas piedras para pasarse de mano en mano: Tema 2.
 Zapatos de los mismos participantes: Tema 3.
 Sogas largas para amarrarse unos a otros (una por
comunidad): Tema 4.
 Siete cartones para siete personas (uno por persona). En uno
de los cartones está escrito: 1 (o sea, un número uno). En
cada uno de los otros seis cartones está escrito: 0 (o sea, un
número cero). Cada uno de los ceros es diferente a los demás:
un cero puede ser más grande, otro más redondo, otro más
delgado, otro más colorido, etc.: Tema 5.
 Ocho cartones para ocho personas (uno por persona). Cada
cartón lleva una letra de la palabra “campeona”: Tema 6.
 Materiales diversos para creatividades en dinámica: Tema 6.
 Objetos litúrgicos para la Eucaristía.

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Presentación
Cuento para empezar

En un estadio, en medio de un importante evento, se fue la luz: falló la energía


eléctrica. Todo quedó a oscuras. Entonces a uno de los presentes se le ocurrió
encender su celular. Otros siguieron su iniciativa. Así, en cuestión de segundos, el
estadio volvió a iluminarse, esta vez, con las luces de millares de celulares.

“Más valen dos que uno, pues mayor provecho obtienen de su trabajo. Y si uno
de ellos cae, el otro lo levanta. ¡Pero ay del que cae estando solo, pues no habrá
quien lo levante! Además, si dos se acuestan juntos, uno a otro se calientan; pero
uno solo, ¿cómo va a entrar en calor? Uno solo puede ser vencido, pero dos
podrán resistir. Y además, la cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente.”
(Eclesiastés 4, 9-12).

Evocación

“¿Cuántas personas crees que intervinieron para que tú pudieras desayunar hoy?”
Algunos participantes comparten sus respuestas.

En principio, los participantes suelen responder que fueron pocas personas que
intervinieron para que pudieran tener su desayuno. Pero si se les hace la observación
correcta, se darán cuenta de que fueron incontables personas: desde los ganaderos (para la
leche), hasta los transportistas, pasando por los fabricantes de los platos, hasta los
proveedores de gasolina…

Este pequeño ejercicio nos permite recordar que nadie es autosuficiente: nos necesitamos
unos a otros.

¿Por qué este Curso Koinonía?

Koinonía es una palabra griega que se puede traducir como “comunidad”. Este curso es
sobre la comunidad cristiana. Nos ayudará a tener ciertas herramientas para vivir con los
demás como hermanos, hijos de un mismo Padre. No se trata de profundizar en los
argumentos teológicos que recalcan la importancia de la Iglesia, de la comunidad. Para
eso, sugerimos otros cursos. En este Curso Koinonía, destacamos la necesidad de la
vivencia para entender la importancia de la comunidad.

Para abundar sobre la comunidad cristiana, recomendamos el libro “Comunidad, lugar


de perdón y fiesta”, de Jean Vanier.

Ya hemos recibido el kerygma por una comunidad que nos anunció a Jesús. Si bien es
cierto que el anuncio kerygmático debe ser permanente en el proceso de crecimiento del
cristiano, también es correcto decir que el kerygma culmina con el tema de la comunidad.

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Es a partir de la comunidad en donde la persona “nacida de nuevo” recibe su alimento
(catequesis) para crecer hasta la estatura de Cristo (cf. Efesios 4, 12-13).

Recordamos que en el curso Felipe se esquematizó la presentación del kerygma en seis


pasos: 1) Amor de Dios, 2) pecado, 3) salvación en Jesús, 4) fe y conversión, 5) Espíritu
Santo, 6) comunidad. En esa síntesis del anuncio kerygmático vemos que, con el curso
Felipe, se persigue hacernos encontrar con la Santísima Trinidad: encuentro con Dios
Padre (paso 1), encuentro con Dios Hijo (paso 3), encuentro con Dios Espíritu Santo
(paso 5).

De ahí pasamos a otro gran encuentro: con la comunidad cristiana (paso 6). Este sexto
paso del kerygma es tan importante que, sin él, la experiencia de los cinco pasos
anteriores se puede desvanecer.

Cabeza y cuerpo

Después que alguien tiene su encuentro personal con Cristo, que es la cabeza (cf.
Colosenses 1, 18), ha de encontrarse con la comunidad-iglesia, que es el cuerpo, porque
Cristo no está “decapitado”. Por eso no vale decir: “Me encontré con Jesús, y sigo mi fe
solo en mi casa”. El encuentro con Jesús lleva al encuentro con el hermano, y viceversa:
la conversión a Jesús pasa por una conversión al hermano. La cabeza te lleva al cuerpo, y
el cuerpo te lleva a la cabeza. No podemos conocer la cabeza y desconocer el cuerpo.

Cristo y la comunidad cristiana (la Iglesia) se hacen uno. Por eso, cuando Pablo (Saulo de
Tarso) perseguía a los cristianos (cf. Hechos 9, 4-5), Jesús se le apareció camino de
Damasco, y le cuestionó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” En realidad, Saulo
perseguía a la comunidad cristiana, pero Jesús recalcaba: “¿Por qué me persigues?”
Quería decir: “Lo que haces con la comunidad cristiana, me lo haces a mí. La comunidad
y yo somos lo mismo.”

Pablo fue entendiendo esta unidad entre Cristo y la comunidad. Él fue quien planteó la
imagen del cuerpo con muchos miembros para ilustrar la comunidad (cf. 1 Corintios 12,
12-31). Se dice que un “fracaso apostólico” de Pablo fue en Atenas (cf. Hechos 17, 16-
34), donde su predicación fue mutilada. La causa de este “fracaso” del gran Pablo, según
dicen algunos, se debió a que él estaba solo. En 2 Corintios 2, 12-13, san Pablo dice:
“Llegué a Tróade para predicar el Evangelio de Cristo, y gracias al Señor se me abrió
una puerta. Mi espíritu, sin embargo, quedaba inquieto porque no había encontrado a mi
hermano Tito, por lo que me despedí de ellos y salí para Macedonia.” Pablo, el gran
evangelizador, “desaprovechó” una puerta que “el Señor le abrió” para evangelizar,
porque Tito no estaba con él… ¿Será que ya había aprendido la lección de la importancia
de la comunidad en la evangelización?

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La comunidad: imagen de Dios

Dios nos creó a su imagen y semejanza (cf. Génesis 1, 26). Y Dios es comunidad. Las tres
personas de la Santísima Trinidad forman una comunidad. Por tanto, si somos imagen y
semejanza de Dios, hemos de ser comunidad, como él.

“Dios es amor” (1 Juan 4, 8). Al ser imagen y semejanza de Dios, estamos llamados a ser
amor, como él. Y el amor se reparte y se comparte por medio de relaciones.

Dios quiere comunidad

Cuando Dios quiso escribir una historia de salvación, no escogió personas aisladas, sino
que escogió un pueblo (Israel). Y si Dios escogió personas individualmente fue para una
misión dentro del pueblo. Dios quiere un pueblo, Dios quiere una comunidad. A todo un
pueblo salva de la esclavitud de Egipto, y a todo un pueblo lo guía en su peregrinación
por el desierto a la tierra prometida.
Israel, en el Antiguo Testamento, es signo del pueblo de Dios que él se escogió como
heredad.

Jesús mismo nació y vivió en una pequeña comunidad (Jesús, María y José). Esa
comunidad le ayudó a crecer en sabiduría, en estatura y en gracia (cf. Lucas 2, 52).

Más tarde, Jesús, en su vida pública escogió un grupo hacerlos amigos en comunidad: los
doce apóstoles (cf. Marcos 3, 13-14).

Cuando Jesús resucita lo primero que les dice es que no se separen, que permanezcan
unidos para recibir el Espíritu Santo (cf. Hechos 1, 4).

El Espíritu Santo, el día de Pentecostés, refuerza la comunidad con nuevos discípulos (cf.
Hechos 2, 41). La comunidad es un gran fruto del derramamiento del Espíritu.

Comunidad: lugar para la santidad

En el día de Pentecostés (cf. Hechos 2) el Espíritu Santo no llenó a una sola persona, sino
a una comunidad. Cada uno se fue dando cuenta de que el otro había tenido su propia
experiencia espiritual: Juan vio que Pedro estaba lleno del Espíritu, Andrés vio que
Santiago estaba lleno del Espíritu… Entonces se vio la necesidad de compartir todo eso.

Santo es “una persona que manifiesta todos los frutos del Espíritu” (descritos en Gálatas
5, 22). Individualmente nos cuesta mucho manifestar todos los frutos del Espíritu. Pero
cuando los bautizados en el Espíritu se reúnen en comunidad, se manifiestan todos los
frutos del Espíritu: uno es más paciente, otro es más humilde, otro es más amoroso, otro
es más alegre… Por eso, cuando la comunidad cristiana se reúne con el Señor en el
primer lugar, se manifiesta la santidad.

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Conclusión

La adhesión a una comunidad cristiana es una decisión libre, pero obligatoria.

La comunidad es un signo de Dios para el mundo.

Jesús mismo pidió al Padre para que “seamos uno”. Así, el mundo creerá (cf. Juan 17,
21).

Frase resumen:

La comunidad no es importante,
¡es necesaria!

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Dinámica: Soledad

En ambiente de oración, los participantes pasan a un salón totalmente oscuro.


Los que puedan se sientan en el piso.
Se les pide que estén separados unos de otros.
En medio de esa oscuridad se hace una reflexión sobre la soledad: ¿Te has sentido muy
solo(a) aun rodeado(a) de mucha gente?
Se puede hacer mención de Nicodemo (cf. Juan 3). Su nombre significa: “Vencedor en
medio del pueblo”. Sin embargo, no sabía que era un vencedor. Fue “de noche” a ver a
Jesús. Tal vez tenía miedo de que lo vieran. O tal vez “de noche” era un reflejo de su vida
sin amigos: oscura.
También se puede hacer mención del paralítico de la piscina de Betesda (cf. Juan 5, 1-9).
Cuando Jesús le preguntó: “¿Quieres curarte?”, él respondió: “Es que no tengo a
nadie…” Ni siquiera respondió si quería ser curado. Su problema no era su parálisis
exterior, sino su soledad: no tenía a nadie.
Se motiva a experimentar qué se siente cuando alguien vive en soledad.
Se motiva a orar, clamando al Señor para que llene la soledad.
Se motiva a que, a tientas, se toquen unos a otros. Pueden tomarse de las manos, y valorar
la compañía.
No estamos solos.
Al final se enciende la luz de una linterna, señal de que, en medio de la oscuridad de la
soledad, está Jesús.
Se agradece al Señor el don de la comunidad.
Se entona un canto alusivo al tema y se encienden las luces.
Algunos comparten su experiencia.

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Tema 1
Compartir lo que somos: la amistad
Evocación

Recuerda alguna vez en que alguien hizo algo grande por ti, sólo por pura amistad.
Algunos participantes comparten sus respuestas.

Introducción

“No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada” (Génesis 2,
18). El ser humano tiene una dimensión social indiscutible. Todos nacemos insertados ya
en una comunidad: la familia, que pudiéramos definirla como amigos predeterminados
con quienes compartimos un lazo de consanguinidad. Pero existe otro tipo de amigos,
escogidos por nuestra voluntad, a quienes decidimos amar y con quienes nos une un lazo
emocional y espiritual, a veces, más fuerte que el de la sangre. “Hay amigos más
apegados que un hermano” (Proverbios 18, 24). Los amigos son esa ayuda adecuada que
Dios pone en el camino para arrancarnos la soledad.

¡Jesús tuvo grandes amigos!

El primero que nos enseña acerca del valor de la amistad es el mismo Jesús. Pudiendo
realizar su misión de forma independiente y solitaria, decide hacerse acompañar de
amigos del camino, compañeros que se convirtieron en testigos de su propia vida: los
apóstoles. Es curioso notar, que entre esos amigos, también supo hacer una selección de
aquéllos que serían de sus íntimos: Pedro, Santiago y Juan (cf. Marcos 14, 33).
También Jesús experimentó la dolorosa experiencia de haber sido traicionado por sus
amigos. Uno lo vendió, el otro lo negó y todos lo abandonaron en el tiempo de la
aflicción. Sin embargo, Jesús también supo del sabor dulce de la reconciliación, pues
sabía que la otra mano del amor es el perdón, y ninguna amistad subsiste sin esta
indispensable capacidad.

Un error común en el que incurrimos es pensar que todos los que conocemos están
llamados a ser nuestros amigos íntimos, y nos esforzamos tratando de lograrlo, de lo cual
sólo obtenemos frustración y cansancio. Dice la Palabra de Dios: “Que sean muchos los
que te saludan, pero el que te aconseja, sea uno entre mil” (Eclesiástico 6, 6).
La Biblia dice que “un amigo fiel no tiene precio”, que no hay manera de estimar su
valor y que “el que lo encuentra ha hallado un tesoro” (cf. Eclesiástico 6, 14-15). Pero
hay que encontrarlo, valorarlo, trabajar por él, sacrificarse por él, apostar por él, renunciar
por él, morir por él.
¿Cómo edificar una amistad sobre la roca?

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10 características que fortalecen la amistad:

1. Trabajar en la amistad:
“Las palabras dulces multiplican los amigos y un lenguaje amable favorece las buenas
relaciones” (Eclesiástico 6, 5). Si bien es cierto, que la amistad en su etapa inicial surge
de un impulso espontáneo o empatía, para mantenerlo hay que invertir en él. Hay que
darse al amigo. Hay que poner amor, para sacar amor. Y este amor ha de estar
acompañado de sentimientos, palabras y hechos concretos.

2. Valorar la amistad:
“No cambies a un amigo por dinero ni a un verdadero hermano por el oro de Ofir”
(Eclesiástico 7, 18). Amigos verdaderos no surgen todos los días, por tanto hay que
conservarlos y valorarlos. A veces descuidamos o cambiamos una antigua amistad por
una reciente que nos aporta más novedad. A veces lo traicionamos siguiendo nuestros
propios intereses.

3. Confiar:
“Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los he
llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre les he dado a conocer” (Juan
15, 15). La amistad no puede ser aérea, hay que tener apertura al amigo. Confiarle
nuestro interior, nuestros pensamientos, sentimientos, lo que soy, lo que tengo y lo que
hago.

4. Confidencialidad:
“Hay amigos que se vuelven enemigos, y para avergonzarte, revelan el motivo de la
disputa” (Eclesiásticoo 6, 9). Un amigo es un refugio seguro, en donde te atreves a
descargar tu alma, sabiendo que podrá guardar los secretos de tu corazón. Es un puerto
adonde no temes llegar. Nada pone más en peligro a una buena amistad que el chisme y el
no saber conservar en nuestro corazón las intimidades y debilidades del amigo.

5. Fidelidad:
“Hay amigos que comparten tu mesa y dejan de serlo en el día de la aflicción”
(Eclesiástico 6, 10). “El amigo ama en toda ocasión, el hermano nace para tiempo de
angustia” (Proverbios 17, 17). Ser fiel ante la prueba, la aflicción, la incomprensión y el
desaliento.

6. Humildad:
“Sólo los verdaderos amigos nos dicen que tenemos la cara sucia” (proverbio siciliano).
Saber aceptar nuestros errores y pedir perdón. Aceptar la reprimenda amorosa del amigo.

7. Dialogar:
“Dialogar es construir puentes hacia el amigo querido”. No puede haber amistad sin
diálogo. Saber dialogar supone también saber escuchar.

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8. Aceptar:
“Al amigo no lo busques perfecto. Búscalo amigo” (proverbio español). Aceptar al otro
con sus imperfecciones y debilidades. No querer amoldarlo a mi forma de ser.

9. Encaminar bien la amistad:


“El que teme al Señor encamina bien su amistad, porque como es él, así también será su
amigo” (Eclesiástico 6, 17). Hay amistades que ponen en peligro nuestra integridad,
seguridad y emotividad, nuestra fe y hasta nuestra propia vida. Una verdadera amistad
trae ganancias y no pérdidas, nos ayuda a crecer y a madurar.

10. Estar dispuesto a morir:


“Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Juan 15, 13). Estar
dispuesto a morir, no solamente físicamente, sino también, morir a uno mismo, a nuestro
egoísmo y afán de autosuficiencia. Morir al orgullo y mostrarnos necesitados del otro.

Etapas de la amistad:

El encuentro: Empezamos a saborear su compañía. Nos vemos ocasionalmente, nos


hablamos por teléfono, salimos de vez en cuando, etc.

El crecimiento: Es la etapa del conocimiento mutuo. De descubrir las semejanzas y las


diferencias. De abrirnos al otro. De contar nuestras historias personales.

La madurez: Es el tiempo de compartir, no sólo las alegrías, sino también las penas. De
estar unidos aunque la vida duela. De vivir los desengaños, las desilusiones y el hastío.
De quitarnos las caretas frente al otro y de mostrarnos tal y como somos. De sabernos
débiles, cansados, frágiles y necesitados. De estar siempre atentos al llamado del otro no
importa la hora. De saber decir que sí y otras, no. Esta es la etapa donde se prueba la
amistad “como el oro en el crisol”.

El desencuentro: Es la etapa de la lejanía y del distanciamiento. Es la etapa en la cual le


doy espacio al otro para que pueda pensar. Es la etapa en la que entiendo su silencio y
acepto su distancia. En la que no fuerzo lo que no se me puede dar. En donde a veces
surgen los desacuerdos y las discusiones. Es donde la amistad se convierte en “el azúcar y
en la sal de la vida”. Es cuando a veces se dicen cosas dolorosas y se causan heridas. Es
el momento de respetar, comprender y callar. Es el tiempo de las lágrimas y la soledad.

La reconciliación: Es la etapa del perdón y el retorno. Es cuando retomamos la amistad


donde la dejamos, pero esta vez más fortalecida por las nuevas experiencias y
conocimientos que adquirimos del otro. Es cuando aprendemos de nuestros errores y
aceptamos que la amistad pasa por tempestades. Es el tiempo de la alegría del
reencuentro.

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Peligros que amenazan la amistad

Estar con amigos equivocados o dispares. Es cuando tenemos amigos cuyos valores y
principios de vida distan mucho de los nuestros. Hay un refrán que dice: “Dime con quién
andas y te diré quién eres”. Si andamos con amigos “equivocados”, pronto estaremos
equivocándonos nosotros también. La solución a este problema nos la da la Palabra de
Dios: “Como eres tú, así también busca a tus amigos” (Eclesiástico 6, 17). No estés en
una relación con yugo desigual. Búscate amigos que tengan tu mismo norte, tu misma
visión y tus mismos valores.

Las relaciones exclusivistas. Son aquellas relaciones en donde no hay cabida para otras
personas. Sólo se quiere compartir con un amigo o grupo de amigos en específico y con
nadie más. “Sólo tú y yo” o “sólo nosotros” es la política que rige este tipo de relaciones
exclusivas. Esto produce estancamiento de la amistad al no darle paso a la novedad de
otros contactos y produce a su vez, grandes pecados, como la envidia, los celos y el
egoísmo.

Las relaciones dependientes. Hay personas que, por sus carencias emocionales, tienden
a crear dependencia de sus amigos. Muestran un apego desordenado por la otra persona.
Pierden su individualidad y su independencia en aras de estar excesivamente unido al
otro. En este tipo de relación la persona se anula y tiene dificultad para pensar y actuar
sin el concurso del otro. No se tiene espacio propio. No se puede “vivir” sin el otro. Se
depende de las cosas que el otro me aporta. Dejamos de ser nosotros mismos. La solución
para este dilema es la interdependencia: relacionarnos con el amigo de forma libre y
desinteresada, dándole espacio al otro, respetando los límites y fomentando una vida
ordenada y autónoma.

La hipocresía y la mentira. “Si te pasa algo malo, lo encontrarás allí antes que a ti
mismo; simulando ayudarte, te dará una zancadilla: Moverá la cabeza y aplaudirá,
hablará entre dientes y pondrá otra cara” (Eclesiástico 12, 17-18). Es tener doblez.
Poner una cara frente al amigo y otra a sus espaldas. No ser sincero.

La amistad en el Cuerpo de Cristo

En la comunidad cristiana, la amistad trasciende lo humano para dar paso a lo divino: es


la estrecha amistad que compartimos los hijos de Dios. Es una amistad que nace de
pertenecer a un mismo Cuerpo, de compartir una misma fe, un mismo bautismo, una
misma vida en el Espíritu, una misma esperanza, una misma Iglesia y un mismo Padre
(cf. Efesios 4, 4-6). Más que una amistad, tiende a la fraternidad. Es la amistad en la que
damos cabida a un tercero que nos une en su amor, en la que no sólo nos miramos uno al
otro, sino que miramos juntos hacia una misma dirección: el Reino de Dios.
Una amistad puesta en las manos de Dios adquiere una profundidad más plena y una
mayor riqueza.

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Conclusión

Parte de los sufrimientos que tienen los seres humanos se debe a la carencia de este don
indispensable para vivir que es la amistad. Si no hay más felicidad y alegría en el mundo
es porque hemos cerrado nuestras puertas a este soplo de frescura y hemos creído,
ingenuamente, que no necesitamos a nadie. Hoy, que buscamos más que nunca la
independencia, la autorrealización y la libertad, hemos dejado de lado el interés, el
cuidado y la preocupación por el otro, y por eso vivimos la peor de las soledades: la que
se vive en medio de la compañía.

Frase resumen

Quien ha encontrado un amigo ha encontrado un tesoro.

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Dinámica: El himno al amor

En ambiente de oración, se proclama 1 Corintios 13 (se puede tener el texto escrito en


hojas que se repartirán a los participantes).
Se vuelve a leer. Esta vez donde aparece la palabra “amor” se sustituye por la palabra
“Dios”, puesto que Dios es amor.
Preguntar si el texto leído de esa manera sigue siendo verdad. Comparten algunos.
Por tercera vez se lee. Esta vez lo hará cada participante en silencio. Donde aparece la
palabra “amor” se sustituye por el nombre de cada participante (ejemplo: José,
Sandra…), puesto que cada uno, como imagen y semejanza de Dios, está llamado a ser
amor.
Preguntar si el texto leído de esa manera sigue siendo verdad. Comparten algunos.
Esto nos servirá a todos como una especie examen de conciencia.
Terminar con un buen rato de oración, pidiendo al Señor para nos enseñe a compartir lo
que somos, en amistad.

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Tema 2
Compartir lo que tenemos: la solidaridad
Evocación

Recuerda alguna vez en que alguien te dio más de lo que podía dar.
Algunos participantes comparten sus respuestas.

Cuento para empezar


(Se puede dramatizar)

En la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. El martillo ejerció la


presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa?
¡Hacía demasiado ruido! Y además, se pasaba todo el tiempo golpeando. El
martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo
que había que empujarle y darle muchas vueltas para que sirviera de algo. Ante
el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija.
Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que
siempre se pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único
perfecto.
En eso entró el carpintero de Nazaret, e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la
lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera se convirtió en un
hermoso púlpito desde el cual se podía proclamar Buenas Noticias.
Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: “Hermanos ha
quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con
nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en
nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos
buenos.”
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba
fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el
metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir y
hacer cosas de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar
juntos, unidos.

Introducción

Aún resuena la pregunta de Dios en el libro de los comienzos: “¿Dónde está tu


hermano?” (Génesis 4, 9).

La conversión a Dios pasa por una conversión al hermano. “Si alguno dice: ‘Amo a
Dios’, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a
quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento:

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quien ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4, 20-21). Dios nos ama
incondicionalmente y quiere que nos amemos unos a otros ¡como Cristo nos amó! Por
tanto, no es más cristiano el que murmura más aleluyas con la boca, sino el que, “en la
tierra como en el cielo”, hace la voluntad del Padre nuestro: amarnos como verdaderos
hermanos (cf. 1 Juan 3, 23), incluso compartiendo lo que tenemos.

Solidaridad versus solitariedad

Vivimos en tiempos en que la depresión aumente vertiginosamente. Muchas personas se


sienten solitarias, a pesar de mucha gente a su lado.
El Papa Pablo VI decía que “la solidaridad es el nuevo nombre de la caridad”.
Frente a la solitariedad, proponemos la solidaridad.
No basta compartir lo que somos, hay que compartir lo que tenemos.
Una de las cualidades de Dios es su ser dadivoso. Siempre está dando y dándose: “Tanto
amó Dios al mundo que dio…” (Juan 3, 16).
Todo lo bueno que tenemos es gracia, don de Dios. Nadie puede dar a Dios, si no ha
recibido primero de él: “¿Qué te puedo dar que no me hayas dado tú?”
Y si Dios es dadivoso, ser imagen y semejanza suya es: ser dadivoso.

La solidaridad en las primeras comunidades

Encontramos varias referencias al compartir fraterno en los primeros cristianos:

Hechos 2, 42: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a


la fracción del pan y a las oraciones.”

Eran como las cuatro mesas de una mesa de compartir: 1) la enseñanza de los apóstoles
(catequesis), 2) la comunión (convivencia fraterna), 3) la fracción del pan (Eucaristía), 4)
las oraciones (plegarias comunitarias). ¿En tu comunidad están estas “cuatro patas”?

Hechos 2, 44-46: “Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían
sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada
uno. Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu,
partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.”

Aquí se destaca la comunidad de bienes: todo se repartía para que a nadie le falte.

Hechos 4, 32-37: “La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola
alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos. Los
apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y
gozaban todos de gran simpatía. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos
los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a
los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad. José, llamado por
los apóstoles Bernabé (que significa: «hijo de la exhortación»), levita y originario de
Chipre, tenía un campo; lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.”

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Da a entender que la proclamación de la resurrección de Jesús “con gran poder”, se debía
a que tenían “un solo corazón y una sola alma”.

Hechos 20, 35: “En todo les he enseñado que es así, trabajando, como se debe socorrer
a los débiles y que hay que tener presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor
felicidad hay en dar que en recibir.”

Es la única frase dicha por Jesús que no aparece en los Evangelios, y que san Pablo cita.

2 Corintios 8, 3-5.13-15: “Atestiguo que según sus posibilidades, y aun sobre sus
posibilidades, espontáneamente nos pedían con mucha insistencia la gracia de
participar en el servicio en bien de los santos. Y superando nuestras esperanzas, se
entregaron a sí mismos, primero al Señor, y luego a nosotros, por voluntad de Dios…
No que ustedes pasen apuros para que otros tengan abundancia, sino con igualdad. Al
presente, la abundancia de ustedes remedia su necesidad, para que la abundancia de
ellos pueda remediar también la necesidad de ustedes y reine la igualdad, como dice la
Escritura: El que mucho recogió, no tuvo de más; y el que poco, no tuvo de menos.”

Cuando Cristo está en el primer lugar, al que mucho tiene no le sobrará, y al que poco
tiene no le faltará.

2 Corintios 9, 6-10: “El que siembra con mezquindad, cosechará también con
mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia. Cada
cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al
que da con alegría. Y poderoso es Dios para colmarlos de toda gracia a fin de que
teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario, tengan aún sobrante para toda obra
buena. Como está escrito: Repartió a manos llenas; dio a los pobres; su justicia
permanece eternamente. Aquél que provee de simiente al sembrador y de pan para su
alimento, proveerá y multiplicará su sementera y aumentará los frutos de su justicia.”

Se insiste en la alegría del dadivoso y la sobreabundancia de Dios.

La avaricia

Por otro lado, existe lo contrario del compartir solidario: la avaricia. Significa: sed de
tener más. ¿Más qué? Más ropa, mas calzados, joyería, muebles, automóviles, motos, sed
de tener más dinero para darse “todos los gustos”, para poder ir a restaurantes, viajes,
vacaciones. La avaricia es la actitud impropia hacia cosas materiales, cuando en vez de
tener cosas, dejamos que las cosas nos tengan a nosotros.
En 1 Corintios 5, 9-10 se menciona que uno de los pecados por lo que se puede expulsar
a un miembro de la comunidad es la avaricia.
El apego excesivo a las cosas materiales provoca “cardioesclerosis” (endurecimiento del
corazón). Hace que nos apartemos de la comunidad. Es conocido el caso de Ananías y
Zafira en la primitiva comunidad (cf. Hechos 5, 1-10).

Conclusión

18
«Dios es Solidaridad… Toda manifestación de solidaridad en el mundo tiene su origen en
Dios… La hermandad es la consecuencia de la solidaridad… No hay yo sin tú y sin
nosotros… Sin los otros, no soy nadie. No hubiese llegado a ser; no puedo ser,
sencillamente.» (José María Mardones).

Ser solidarios es el camino para dejar de ser solitarios.

Juan Pablo II decía: “Sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social”.
Significa que, cuando damos a los demás las cosas indispensables, no les hacemos
favores personales, sino que les devolvemos lo que es suyo. Más que realizar un acto de
caridad, lo que hacemos es cumplir un deber de justicia.

Vivir la pobreza evangélica no tener menos, sino necesitar menos. El desprendimiento


para compartir es liberador. En la vida espiritual, ser “rico” es saber dar.

Frase resumen

(Se dice acompañada de gestos)

Hay que compartir lo afectivo


y lo efectivo.

19
Dinámica: La sábana

En ambiente de oración, los participantes van a un lugar caliente (puede ser la azotea, un
sitio en donde el Sol “molesta” bastante).
Se comparte el siguiente cuento:
Un rico hacendado, sintiéndose agradecido con su fiel trabajador, le dijo:
“Mañana desde que salga el Sol hasta que se oculte, toda la tierra que logres
recorrer con tus pies, te la daré en herencia.”
Aquella noche el trabajador no pudo dormir: estaba ansioso de que saliera el
Sol. Cuando amaneció, el hombre ya estaba listo. Empezó a correr con todas sus
fuerzas, tratando de ganar tiempo para abarcar la mayor cantidad de terreno
posible. Era tanto su afán que no descansó en ningún momento: corría y corría.
Finalmente, cuando el Sol se ocultó en el horizonte, el trabajador paró de correr.
Miró todo lo que había recorrido con sus pies: una tierra extensa. Pero antes de
que pudiera alegrarse, cayó exhausto: murió de la fatiga. Y lo enterraron en un
pequeño terreno de dos por dos metros.
A cada uno se le da una sábana o frazada. Se pide que se cubra totalmente con ella.
Mientras todos están totalmente cubiertos, se hace una reflexión sobre la avaricia.
Después de un rato, algunos sentirán que les va faltando el aire, y el calor es incómodo.
Se reflexiona sobre cómo el encerrarse sobre sí mismo es asfixiante.
Se motiva a orar, pidiendo perdón al Señor por la falta de solidaridad.
Todavía cubiertos, se pide que saquen sus manos para tocar a otras personas (que también
están cubiertas).
Se trata de experimentar qué se siente ser solidarios, salirse de sí mismos para ir a los
demás.
Se motiva a quitar la sábana del otro. Nadie se desarropa por sí mismo, sino que deja que
otro le quite la sábana.
Al final, todos se acercan unos a los otros, se encuentran, se abrazan y se entona un canto
alusivo al tema.
Algunos comparten su experiencia.
Nota 1: Hay que estar bien pendiente para que nadie sufra daño por cubrirse por mucho
tiempo, prestar atención a los más necesitados.
Nota 2: Algunos, durante la dinámica, pasan unas piedras, de mano en mano (con todos
los participantes cubiertos por sus sábanas). De esto también se saca enseñanzas.

20
Tema 3
Sanando el cuerpo de Cristo
Cuento para empezar

En una comunidad de monjes había muchas divisiones: nadie confiaba en el otro,


todos se miraban con sospecha y se criticaban reciamente. El abad, preocupado,
fue a la montaña a consultar al santo anciano que vivía allí. Al presentarle sus
preocupaciones, el anciano le dijo: “En tu comunidad existe un solo problema: es
que hace mucho que Cristo se disfrazó de uno de ustedes, y no se han dado
cuenta.”
El abad volvió a su comunidad. Reunió a los monjes y les comunicó: “Vengo de
la montaña, de visitar al santo. Él me dijo que en nuestra comunidad existe un
solo problema: hace mucho que Cristo se disfrazó de uno de nosotros, y no nos
hemos dado cuenta.”
Ante estas palabras, todos se miraron unos a los otros. Cada uno pensaba, a
medida que veía un rostro: “¿Será éste, Cristo disfrazado?” A partir de ese día
se acabaron las rencillas y las murmuraciones en esa comunidad.

Evocación

Recuerda alguna vez en que te hayas sentido herido por alguien de la comunidad (sin
entrar en detalles ni mencionar nombres). También puede ser alguna vez en que hayas
herido a alguien de la comunidad.
Algunos participantes comparten sus respuestas.

Introducción

Cuando entramos en una comunidad, muchas veces sucede que lo hacemos idealizando a
esa comunidad y a sus dirigentes, y cuanto más altos sean los pedestales en que los
hayamos puesto, la frustración podrá ser mayor. Las frustraciones en una comunidad
vienen de “seguir a seres humanos”, y todos los seres humanos fallan. En una comunidad
sana, todos fijan su mirada en Cristo, y se miran unos a otros con la mirada de Cristo.

En una comunidad hay que mantenerse en el justo equilibrio: ni ilusionarse ni


desilusionarse. Si entramos en una comunidad con la idea de aceptar a los demás como
son, vamos a caminar bien; si vamos pensando que son santos infalibles, la pasaremos
mal.

21
La clave está en la aceptación de las personas, sin idealizarlas: “Acójanse unos a otros
como Cristo los acogió a ustedes” (Romanos 15, 7). La aceptación de los demás en el
amor de Cristo será el vínculo de unidad de una comunidad.

Unidad en la diversidad

Caminamos aceptándonos los unos a los otros, porque nadie es igual al otro. Cuando el
Señor nos llama a formar comunidad, nos llama tal como somos. Jesús eligió para vivir
con él hombres profundamente diferentes: Pedro, Mateo (el publicano) Simón (el celote),
Judas… Nunca hubieran ido juntos, si el Maestro no los hubiera llamado. Y cuando
estaban juntos, perdían el tiempo discutiendo para saber quién era el más grande entre
ellos. La miseria humana hace que se pueda encontrar heridas y rivalidades en la
comunidad. Pero la gracia de Dios hace que la comunidad se pueda mantener en unidad,
aun respetando la diversidad.

Comunidad: lugar de sanación

Muchas veces vamos a una comunidad porque nos brindan una acogida. Pero no debemos
quedarnos con la visión de la comunidad como acogida, sólo quedarnos con la apariencia,
con lo que vemos por fuera, sino que la comunidad es algo más.

Es el lugar donde vamos a descubrir nuestras limitaciones, nuestras debilidades y


nuestros defectos. Es ahí, dentro de esa comunidad, donde llegaremos a conocernos a
nosotros mismos. Allí vamos a descubrir a los “monstruos” que hay en nosotros. La
comunidad no es sólo un medio de acogida y participación, sino también de liberación. Y
esto es muy importante porque todos tenemos bloqueos, celos, frustraciones,
resentimientos, etc. En la comunidad vamos a estar con personas diferentes, de carácter
diferente, extracto social diferente, y es entonces cuando comienza la lucha y salen los
“monstruos” que tenemos dentro. Y empezamos a ver que no somos tan buenos,
descubrimos nuestras pobrezas y carencias.

Hay personas que van arrastrando una afectividad muy perturbada, no saben amar, no
dejan que los toquen, no saben demostrar cariño debido a cosas negativas que llevan
dentro. A veces estos traumas los han vivido desde pequeños. La comunidad ha de ser un
lugar se sanación, porque aprendemos a amar en libertad, y a aceptarnos. Una vez echado
fuera todo lo negativo, entonces se podrá amar sin traumas y sin barreras. En la
comunidad se aprende a amar porque se aprende a compartir, pero siempre que nosotros
estemos dispuestos a echar fuera todas las cosas negativas que fuera de la comunidad no
las reconocemos.

Hay personas que tienen miedo de pertenecer a una comunidad, y es debido a que llevan
dentro toda esta negatividad. Cuando se liberan, comparten libremente con los hermanos,
dan afectividad, dan amor.

22
Rupturas en la comunidad

El viernes en que murió Jesús, el diablo quería quebrar el cuerpo de Cristo. Dice el
Evangelio que a los dos ladrones crucificados les quebraron sus piernas, pero a Jesús no
(cf. Juan 19, 31-33). Como al enemigo no se le dio ese deseo suyo de ver quebrado el
cuerpo de Cristo, ahora intenta quebrar el “otro” cuerpo de Cristo: la comunidad. Y lo
hace sembrando cizañas y divisiones. (La palabra diablo significa: “el que divide”).

Dos grandes peligros de una comunidad son los “amigos” y los “enemigos”. Muy
rápidamente ocurre que “Dios los cría y ellos se juntan”, se desea estar junto a los que me
gustan, a los me entienden, a los tienen nuestras mismas ideas. Y es así que se forman
grupitos en la misma comunidad: “Soy de Juan, soy de Pedro, soy de Pablo, soy de
Apolo” (cf. 1 Corintios 1, 12-13). Y Cristo nos dice que en la comunidad debemos ser
uno.

Dice Santiago 2, 1: “Hermanos míos, no mezclen con favoritismos la fe que tienen en


nuestro Señor Jesucristo glorificado.” No hagamos diferencias entre las personas, ni por
sus apariencias ni por sus experiencias.

Hay veces que alguien me resulta antipático porque no puedo entrar a dialogar con él. En
su presencia soy incapaz de expresarme. Otros hacen nacer en mí sentimientos de envidia
y celos. Son lo que yo quisiera ser: su presencia me recuerda lo que no soy. Otros me
piden demasiado y me veo “obligado” a rechazarlos. Todo ello hace que las personas se
cierran en sí mismas, se bloqueen las unas por las otras y se formen clanes dentro de la
misma comunidad.

Tenemos que despertar de eso y pensar que si la mayoría de los miembros no rompen
conscientemente estas barreras y salir del capullo de las “amistades”, la comunidad no
será nunca una comunidad.

Dice Santiago 1, 26: “Si uno piensa que se comporta como un hombre religioso y no solo
no refrena su lengua, sino que conserva pervertido su corazón, su religiosidad es falsa.”
El chisme es el comentario que hago, respecto a esa antipatía que surgió con el hermano,
y que de boca en boca llega a hacer mucho daño. Uno de los signos del mal es la
tendencia a proyectar su culpa en los otros. Porque no se puede o no se quiere afrontar
su propio pecado, tiene que desembarazarse de él acusando y condenando a los demás.

Sabemos que todos fuimos llamados por Jesús. Por eso debemos darnos cuenta de que,
dentro del grupo, la persona que nos cae antipática, también tiene la llamada del Señor.

¿Cuál debe ser nuestra actitud?


Orar, bendecir y no maldecir.
Hacer de la comunidad: lugar de amor mutuo, de apertura, de compromiso, de escucha,
de servicio, de corrección fraterna (perdonando primero el error o la ofensa), de perdón.

Comunidad: lugar de perdón

23
No existe una comunidad perfecta. Toda comunidad es una comunidad de pecadores
perdonados y salvados por Cristo, que viven reconciliados bajo la carpa de la
misericordia de Dios.

Mientras no aceptemos que somos un conjunto de luz y tinieblas, de cualidades y


defectos, de amor y de odio; mientras no reconozcamos que somos hijos de un mismo
Padre, seguiremos dividiendo el mundo entre malos (los enemigos) y los buenos (los
amigos), seguiremos poniendo barreras. Pero si acepto que tengo debilidades y defectos,
que he pecado contra Dios y contra mis hermanos, pero que soy perdonado y que puedo
caminar hacia la libertad interior, entonces puedo aceptar los fallos y debilidades de los
otros. Y ellos también son perdonados por Dios. Así yo puedo mirar a cada ser humano
con realismo y con amor.

En comunidad es muy fácil juzgar y condenar a los demás, los vamos catalogando. Al
actuar de esta manera no estamos cumpliendo el mandato de Jesús: “No juzguen y no
serán juzgados; no condenen y no serán condenados” (Lucas 6, 37). Este es el pecado de
la vida comunitaria y con este pecado no se crece. Cuando juzgamos estamos
demostrando que existe algo en nosotros de lo cual nos sentimos culpables. Cuando
juzgamos, levantamos muros, barreras entre unos y otros. Cuando perdonamos, esas
barreras se destruyen y nos aproximamos a los demás.

Conclusión

Se cuenta que, en una comunidad, uno de los novicios, ofendido, pensaba marcharse de
ahí. El profeta puso un letrero en la entrada del monasterio, semejante a los que se
colocan cuando un tramo de carretera está en reparación. Decía en grandes letras:
“Comunidad en construcción. Disculpe las molestias”.

La comunidad ideal no existe. Se trata de amar y comprender a los que Dios ha puesto a
nuestro lado hoy, como signo de la presencia de Dios para nosotros.

Frase resumen

Uno más uno igual a uno.

24
Dinámica: En el zapato del otro

Durante un buen rato de tiempo, se hace oración de sanación interior por las heridas
recibidas o causadas por nosotros en la comunidad.
Esto puede ser de distintas maneras: por comunidades de origen, todos juntos, de dos en
dos, etc.
Terminada esta oración de sanación, se pide a cada participante que se quite uno de sus
zapatos.
Una vez que todos lo hayan hecho, se pide que cada uno busque un zapato que no sea el
suyo.
El siguiente paso es que cada uno se calce con el zapato ajeno.
Se pondrá a los participantes a caminar, correr, hacer diversas actividades con ese zapato
puesto.
Al final se les dice que cada quien se quedará con ese zapato puesto hasta el final del
próximo tema.
Se motiva a que todos estén abiertos a las enseñanzas que el Señor quiere dar sobre
“ponerse en el zapato del otro”.

25
Tema 4
De “la comunidad para mí”
a “yo para la comunidad”
Cuento para empezar

Un rey quiso celebrar el cumpleaños de su hija, la princesa. Todos los


ciudadanos de su reino estaban invitados a la fiesta. Lo único que se exigía era
que cada uno llevara una botella de vino para vaciarla en los grandes barriles
que había en la entrada del palacio. Ese era el “pase” para poder entrar a la
fiesta de la princesa. Así, pues, cada uno llevó su botella, y el palacio se fue
llenando con una multitud que celebraba.
Pero hubo un vividor que se dijo: “Llenaré mi botella con agua en vez de vino.
Así me sale más barato y, con tanto vino que habrá en el lugar, nadie se dará
cuenta. No hará falta mi vino.”
Cuando llegó el momento del brindis, el rey en persona abrió un barril para
tomar vino. Sorpresa: lo que salió no era vino, sino agua. Extrañado, el rey fue al
segundo barril, y también encontró sólo agua. Así pasó con todos los barriles. Es
que todos pensaron como el vividor.

Evocación

Haz una lista de lo que tu comunidad te ha dado. Haz una lista de lo que has dado a tu
comunidad.
Algunos participantes comparten sus respuestas.

Introducción

Así como una comunidad no debe encerrarse sobre sí misma, cada miembro de ella
tampoco debe cerrarse. Todos han de abrirse para recibir y dar.
Una mujer que entró en una comunidad decía que no tenía ningún don. Por más que los
miembros de la comunidad intentaban descubrirle alguno, no pasaba nada; le decían para
animarla: “Tu presencia ya es un don”. Pero no quedaba satisfecha. Al final optaron por
dejarla. Pasados unos meses, la mujer contenta, exclamó: “He descubierto que tengo un
don: siempre rezo por cada uno de ustedes”. Fue entonces que encontró su sitio en la
comunidad.
La comunidad no sólo es para recibir, sino para dar.

26
Dones para el bien común

Dice 1 Corintios 12, 6-11: “A cada uno se le concede la manifestación del Espíritu para
el bien de todos”. (Se puede leer todo el pasaje).

Todos tenemos dones. Utilizar cada uno sus dones es construir la comunidad. No ser fiel
al don regalado es dañar a la comunidad. Los dones son como eslabones de una cadena;
no ejercitarlos sería romper esa cadena.

San Pablo hace una lista de dones carismáticos. No obstante, hay muchos más dones.
Pero todos los carismas sirven para edificar la comunidad y para evangelizar. ¡Qué bien
nos presenta la función de cada miembro dentro del cuerpo! (cf. 1 Corintios 12). Cada
uno con su función, con sus dones. Todo el cuerpo no puede ser ojos, ni ser pies, ni
corazón, ni manos. Todos son necesarios aunque no todos ejercen la misma función ni
tengan la misma importancia. Unos a otros se complementan y todos sirven para el
perfeccionamiento del cuerpo entero. Lo importante de todo ello, es que todos trabajan
hacia un mismo fin.

La comunidad es un cuerpo orgánico. Todos somos responsables de la comunidad, desde


los líderes hasta el “último”. A veces creemos que los responsables son los dirigentes y
los demás se echan a un lado. Cada uno, desde su lugar, desde su don, debe aportar sin
esperar a que se lo digan. Mutuamente se hacen solidarios, apoyándose en todo. Es el
modo en que la comunidad crece y va adelante. Y todo este quehacer nos lleva a algo
muy concreto y preciso, y no siempre valorado: el compromiso comunitario.

El compromiso comunitario

¿Qué es el compromiso? Es el servicio que debemos hacer en favor de nuestros


hermanos; es salir de nuestro “yo” e interesarnos por los demás. No hay que olvidar que
el servicio va dirigido a Dios, a través del hermano. Es ver, amar, hablar, moverse como
Jesús. Y Jesús no vino a ser servido sino a servir (cf. Mateo 20, 28). Si llevamos a Jesús
en el corazón, ese Jesús será el que llevaremos a nuestros hermanos.

Decimos que pertenecer a una comunidad es un llamado de Dios, y el servicio responde a


esa llamada, y por tanto debe mirar a Dios. Decimos que tu servicio es evangélico:

Cuando es el amor el que lo impulsa (ver las características del amor en 1 Corintios 13).
Cuando estás a la escucha para “hacer la voluntad del Padre”.
Cuando sirves a todos por igual, sin acepción de personas.
Cuando sirves sin buscar el éxito o ni importarte el fracaso.
Cuando obedeces sirviendo.
Cuando tu pureza de intención está libre de tus propios apegos.
Cuando todo tu tiempo está disponible para el servicio, dando de lo que te falta.
Cuando sirves sin buscar tu complacencia o tu recompensa.
Cuando no buscas que dependan de ti.
Cuando no te importa la “categoría” del servicio.

27
Cuando para un servicio estás dispuesto a ayunar, mortificarte, orar e interceder por ello.
Cuando oras para que la “expresión” de tu servicio se manifieste con la autoridad del
Espíritu Santo.

El tener un compromiso es un deber del cristiano, ya que todos formamos el cuerpo


místico de Cristo, y un miembro de ese cuerpo no puede desentenderse de los otros
miembros.

Para uno que pertenece a una comunidad, es vital el compromiso. Es lo que le alimenta,
le ayuda, y le hace crecer. Cada uno debe hacerse responsable de lo que le toca. La
comunidad caminará si nos hacemos responsables
Todos deben saber que conllevan un compromiso.

¿Por qué queremos formar parte de una comunidad?

Cada uno tendrá un motivo, una razón, pero casi siempre queremos formar parte de una
comunidad por algo que nos gusta de esa comunidad y vemos casi siempre “de la
comunidad para mí”. Puede ser por la fama del fundador, y para tener prestigio, o porque
en ella hay buenos evangelizadores, o simplemente porque lo paso bien en ella.
Pero para ser miembros maduros de una comunidad, tenemos que dar el paso de “la
comunidad para mí” a “yo para la comunidad” (expresión de Jean Vanier).

La comunidad no es sólo un equipo de trabajo y menos aun ¡un nido de víboras! Es el


lugar en el que cada uno, o más bien, la mayoría (para ser realistas), tratan de salir desde
las tinieblas del egocentrismo, a la luz del amor verdadero, que es dar.

No se trata de preguntar qué puede aportarme la comunidad, sino: ¿qué puedo aportar a la
comunidad?

Nadie es tan pobre que no pueda dar nada, porque Dios nos ha dado muchos talentos a
cada uno de nosotros, nos ha dado muchos recursos y muchas cualidades; y lo que
debemos hacer es dar el paso de “la comunidad para mí” a “yo para la comunidad”. Es el
paso del egoísmo al amor, de las tinieblas a la resurrección.

Dice Filipenses 2, 3-4: “No hagan cosa alguna por espíritu de rivalidad o de
vanagloria; sean humildes y tengan a los demás por superiores a ustedes, preocupándose
no sólo de sus cosas, sino también de las cosas de los demás.”

Para dar ese paso se precisa tiempo y muchas purificaciones, muertes constantes a
nuestro “yo”. Para amar es necesario morir sin cesar a las ideas, susceptibilidades y
comodidades propias.

Pidamos siempre al Señor que ponga en nosotros el amor, ya que Dios es amor. Debemos
tener apertura de corazón y pedir al Espíritu Santo que nos ayude a echar fuera de
nosotros todo miedo, celos y cualquier actitud que no sea recta en nuestro corazón.

28
Conclusión

Hemos sido llamados a formar parte del cuerpo de Cristo. En esta llamada no se nos va a
pedir perder nuestra propia identidad. La única cosa que se nos pide es que pongamos
nuestros dones al servicio de los hermanos y así enriquecernos con los suyos. Es una
entrega que sólo se entiende desde el amor.

Frase resumen

De “la comunidad para mí”


a “yo para la comunidad”.

29
Dinámica: Vínculo de la comunidad

Antes de esta dinámica, vamos a concluir la dinámica anterior: se pide que cada uno
busque el dueño del zapato ajeno y que vaya a devolverlo, calzándolo.
Se comparten experiencias: ¿qué aprendimos con “ponerse en el zapato del otro”?

(Nota: Esta dinámica se dará según el horario que en cada curso se preparará. Algunas
veces tendrá que darse al día siguiente de haber dado el tema 4.)

Terminado ese compartir, se pide que se reúnan por comunidades.


Los miembros de cada comunidad elegirán a una persona que consideren la más “débil”.
A cada comunidad se le dará una soga larga. Con ella deben amarrarse de uno en uno
hasta quedar todos amarrados por la misma soga. Se atan muñeca con muñeca. No
encerrarse en círculo, sino dejar dos personas a los extremos como cabos sueltos. La
persona que fue elegida como la más “débil” (de cada comunidad) será uno de los cabos.
Es decir: todos estarán amarrados a la persona de su izquierda y a la persona de su
derecha, menos las dos personas de los extremos (que estarán amarradas a una sola
persona).
Así, amarrados, irán al receso a tomar su merienda, aprendiendo a ceder y considerar al
otro.
Así se quedarán hasta que se les avise sobre desatarse.

30
Tema 5
Con el uno delante
Cuento para dramatizar

Se reparten siete cartones a siete personas (uno por persona). En uno de los
cartones está escrito: 1 (o sea, un número uno). En cada uno de los otros seis
cartones está escrito: 0 (o sea, un número cero). Cada uno de los ceros es
diferente a los demás: un cero puede ser más grande, otro más redondo, otro más
delgado, otro más colorido, etc.
La idea es que cada uno vale cero (nada). Pero Jesús es el número 1.
Si alguien que vale cero se encuentra con Jesús, ¡ya vale diez! Y si otro cero se
une, siempre con el uno (Jesús) delante, ya es 100, y así sucesivamente, hasta
formar un millón (1,000,000).
Todo eso es si el 1 está delante (de lo contrario sería “un cero a la izquierda”). Si
la comunidad no pone a Jesús delante (se dramatiza pasando el 1 al último
lugar), entonces ya no valdrá un millón. La comunidad que expulsa a Jesús de
ella, vale cero.
Se vuelve a colocar el 1 delante (o sea, a la izquierda según la vista de todos).
Si un cero se pone a pelear y a discutir con otro cero a ver cuál de los dos vale
más, sería algo ridículo, pues, aunque sean diferentes en la forma, en el fondo
valen lo mismo.
Si un cero, disgustado, se sale de la comunidad, ya vuelve a valer nada, y además
afecta la comunidad (que queda en 100,000).

Introducción

Lo anterior es sólo una ilustración, pero nos sirve para tres “enseñanzas claves”:

1. No vale la pena discutir sobre primeros puestos o sobre quién vale más, pues todos
valemos lo mismo.
2. Jesús siempre tiene que ir en el primer lugar, tanto en nuestra vida como en la
comunidad; de otra manera, nuestra vida y la comunidad pierden su valor.
3. Si uno de nosotros (un cero) se sale de la comunidad, se afecta él y afecta a toda la
comunidad.

Otras enseñanzas sobre la comunidad, las podemos sacar de los mismos evangelios.

“Comunidades” peculiares en los Evangelios

31
En los Evangelios, vemos que hay distintas “comunidades” que nos resultan interesantes
por cómo se relacionaron con Jesús:

La comunidad de Gerasa: Le dijeron a Jesús que se fuera (cf. Marcos 5, 1-19).


La comunidad de Nazareth: Supuestamente conocían a Jesús, pero no pudo obrar
milagros allí, pues no confiaban en él (cf. Mateo 13, 53-58).
La comunidad de los samaritanos: Creyeron en Jesús, no tanto por el testimonio de la
samaritana, sino por su propia experiencia con él (cf. Juan 4, 39-42).
La comunidad de los cuatro amigos: Amigo es aquél que te lleva a los pies de Jesús
cuando no puedes caminar hacia él (cf. Marcos 2, 1-5).
La comunidad de ciegos: Varios ciegos se acercaron reconociendo que no tenían
“visión” (cf. Mateo 20, 29-34).
La comunidad de Betania: Donde Jesús iba a descansar (cf. Mateo 21, 17 y Lucas 10,
38-42).
La comunidad de los diez leprosos: Sólo uno regresó a dar gracias por ser sanado (cf.
Lucas 17, 11-19).
La comunidad de Emaús: Le pidieron que se quedara, pues se hacía tarde para ellos (cf.
Lucas 24, 13-35).

Cada una de estas “comunidades” tenía (o adolecía) de alguna característica que la hacía
muy interesante para nosotros aprender a vivir la comunidad.
Nos limitaremos a tratar, más de cerca, sólo una de ellas.

La comunidad de los gerasenos (cf. Marcos 5, 1-19):

Jesús no tenía ni media hora y resolvió el mayor problema de aquella comunidad: un loco
que mantenía en zozobra al pueblo; lo tenían encadenado en el cementerio (querían que
se muriera).
Jesús sacó de aquel hombre una legión de espíritus malignos que al entrar en los cerdos
se precipitaron. Eran dos mil cerdos.
Le pidieron a Jesús que se marchara. ¡Y Jesús se fue! Él no se queda donde no le quieren.

Los gerasenos se dieron cuenta de que, en media hora, Jesús había resuelto el problema
más grave que tenían. Los gerasenos tuvieron miedo de seguir perdiendo sus “intereses”
(como los cerdos) si dejaban a Jesús quedarse y obrar. Por eso sacaron a Jesús de su
“comunidad”.

Conclusión

Jesús ha de ser el centro de la comunidad, ha de estar en el primer lugar. Tenemos incluso


la terrible “libertad” de poder expulsarlo de la comunidad. Recordemos las palabras
recibidas en oración por el P. Emiliano Tardif: “Si un día ustedes descuidan la adoración
al Santísimo, su comunidad comenzará a desmoronarse”.

Preguntas para reflexión:


(Tomar tiempo entre todos, para contestar y compartir las respuestas unos con otros)

32
¿Es Jesús quien está en el primer lugar en tu comunidad?
¿O hay unos “cerdos” más importantes que Jesús?
¿Qué haría Jesús en media hora de libertad de acción en tu comunidad?
¿Cuál sería el problema más grave que Jesús encontraría en tu comunidad?
¿Cuáles son los “dos mil cerdos hediondos” de tu comunidad?
Si Jesús resuelve el mayor problema en 30 minutos, ¿qué crees que haría en 30 días?

Frase resumen

La comunidad es un cero a la izquierda,


si Jesús no está en el primer lugar.

33
Dinámica: Desatarse

Durante todo este tema, los participantes han estado amarrados por comunidades.
Ahora se pide que compartan sus experiencias: ¿Qué cosas hemos aprendido de esta
dinámica?
Después de ese compartir, se pide que todos ayuden a desatarse.

(Nota: Dependiendo del horario, hay que ubicar cuándo se van a desatar los
participantes. A veces es mejor hacerlo después del receso. Ver programa.)

Se termina con oración: 1) Pidiendo al Señor que no permita que lo saquemos del primer
lugar, 2) renunciando a nuestros “cerdos hediondos”, 3) dando gracias al Señor por el
vínculo del amor que une la comunidad.

34
Tema 6
Comunidad campeona
Cuento para empezar

En un lejano país había una iglesia que se llamaba Parroquia del Amor
Fraterno. En sus atrios se mostraba un conjunto escultórico formado por dos
estatuas sobre una escalera. La primera estatua era de un hombre que bajaba
por la escalera, cargando un gran saco. La segunda era de otro hombre que
subía la escalera, cargando otro gran saco. Los dos se miraban con asombro.
Cuando algún visitante preguntaba por el significado de esas esculturas, se le
daba la siguiente explicación:
Años atrás en ese lugar había una casa de dos pisos. Arriba vivía un hombre
solo, y abajo era la vivienda de un hombre con su esposa y cuatro hijos. Hubo
una gran sequía y empezó a escasear los alimentos. El gobierno decidió racionar
el arroz: se daba un solo saco de arroz por familia, por tiempo indefinido. A la
familia del primer piso le tocó un saco de arroz. Al hombre de arriba, que vivía
solo, también le tocó un saco de arroz.
Esa noche, el hombre de abajo no podía dormir, pues pensaba: “Soy un
insensato: el vecino de arriba vive solo, sin el consuelo de ningún familiar,
mientras que yo tengo a mi mujer y a mis hijos que me quieren. Ya sé lo que haré:
cuando sea tarde en la noche llevaré el saco de arroz y lo dejaré en la puerta del
vecino.”
Al mismo tiempo, en el piso superior, el otro hombre pensaba: “Soy un insensato:
el vecino de arriba vive con toda su familia; tiene muchas más bocas que yo para
alimentar. Y yo que vivo solo, ¿para qué me voy a quedar con todo un saco de
arroz? Ya sé lo que haré: cuando sea tarde en la noche llevaré el saco de arroz y
lo dejaré en la puerta del vecino.”
Así que a las 3:00 de la mañana, los dos vecinos cargaron sus respectivos sacos y
se dirigieron a la escalera. En cierto punto se encontraron y se miraron
asombrados.
Cuando pasaron los años, en ese lugar se erigió una iglesia y, en recuerdo de
esos vecinos, se le nombró la Parroquia del Amor Fraterno.

Evocación

¿Cuáles son las características de un campeón?


Algunos participantes comparten sus respuestas.

Introducción

35
En el tema anterior, examinamos algunas características de “comunidades” que aparecen
en los Evangelios. Ahora vamos a compartir otras cualidades para que una comunidad sea
“campeona”. Lo haremos a modo de acróstico: una cualidad por cada letra de la palabra
“campeona”.
(Nota: Se reparten ocho cartones a ocho personas. Cada cartón lleva una letra de la
palabra “campeona”. Se irán poniendo de pie, a medida que en el tema se va tratando
sobre cada letra.)

Comunidad CAMPEONA

C
Carismas

Toda comunidad tiene que dar apertura al Espíritu Santo para tener vida. Él se manifiesta
con sus carismas en los miembros (cf. 1 Corintios 12, 4-11). Y cada persona ha de
descubrir, con la confirmación de la comunidad, qué carismas ha recibido del Señor. El
servicio que cada uno (y todos juntos) brinda con sus carismas puede ser hacia dentro de
la comunidad o hacia fuera de ella (evangelización).

A
Adoración

Toda comunidad ha de tener en cuenta que la primera función de sus miembros es adorar
al Señor, es decir: rendir sus vidas a Dios. Una comunidad que no adora tiende a
desmoronarse. Recordemos que Jesús llamó a los Doce primero para “estar con él” y
luego para enviarlos (cf. Marcos 3, 14). El orden aquí es muy importante: primero es
“estar con él”. Ese “estar con él” significa: acompañarlo, estar a sus pies, en una palabra:
adorarlo.

M
María

Ninguna comunidad cristiana ha de estar “huérfana” de madre. Sabemos que el único


puente entre Dios y nosotros es Jesús, pero María está “en” ese puente, invitándonos a
pasar por él. Jesús es el centro de la comunidad, pero María está “en” él, animándonos
como en la primera comunidad (cf. Hechos 1, 14).

P
Paz

Toda comunidad cristiana ha de reflejar la paz de Cristo resucitado (cf. Juan 20, 26). Es el
signo que el enemigo no puede falsificar. Los constructores de la paz serán llamados hijos
de Dios (cf. Mateo 5, 9), y los hijos de Dios se congregan.

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Evangelización

Toda comunidad cristiana no es sólo evangelizada, sino también evangeliza. “La Iglesia
existe para evangelizar” (Evangelio Nuntiandi 14). Y si la comunidad (que es Iglesia) no
evangeliza, pierde su razón de ser. Comunidad que se encierra sobre sí misma (sin salir a
evangelizar), se muere. La evangelización es la acción de la comunidad hacia fuera (cf.
Marcos 16, 15). Es construir el reino de Dios. Es ser buena levadura en el mundo.

O
Orden

Toda comunidad cristiana ha de tener un buen orden en sus asambleas. En 1 Corintios 14,
40, san Pablo corrige a la comunidad de Corinto y la llama al orden: “Hágase todo con
decoro y orden.” Este orden, abierto al Espíritu Santo, tiene mucho que ver con la
obediencia dialogada con las autoridades

N
Novedad

Toda comunidad cristiana siempre ha de ser “Buena Nueva”, ser siempre “buena” y
siempre “nueva” (cf. Apocalipsis 21, 5). Una comunidad estática, no abierta a las
novedades, tiende a fosilizarse en las rutinas monótonas. Tiene que estar continuamente
renovándose con creatividad. Tener presente el “EEE”: Equilibrio entre esquema y
espontaneidad.

A
Amor

Toda comunidad cristiana manifiesta el amor entre sus miembros. El distintivo de las
primeras comunidades no era lo bien que oraban o predicaban; de ellos, la gente decía
admirada: “¡Mira cómo se aman!”. San Pablo nos exhorta en Colosenses 3, 14: “Y por
encima de todo esto, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección.”

El cristianismo no se limita a una relación personal del creyente con Jesucristo en un


mundo privatizado. El amor es el distintivo de nuestra fe. Desdichados nosotros si no
amamos. Lo que importa es amar a Cristo en el hermano. Decía san Agustín: “Ama y haz
lo que quieras”, y san Juan de la Cruz: “A la tarde de la vida te examinarán en el amor”.
San Pablo llega a afirmar que nada de lo que hacemos sirve si no es por amor (cf. 1
Corintios 13, 3).
Podemos tener todas las letras anteriores del acróstico; pero si no amamos, no nos sirve
de nada. Si entregamos nuestros cuerpos al sacrificio, si no es por amor, no tiene valor.
Incluso podemos ayudar a los pobres; pero si no amamos, sería una ayuda vacía. Si
nuestra comunidad tiene todo bien organizado y estructurado, y nos olvidamos de amar,
seríamos una comunidad hueca.

37
Aprendamos a amar fraternalmente como el buen samaritano (cf. Lucas 10, 25-37), y no
pasemos de largo cuando vemos a Cristo abandonado en el hermano. Es preciso que el
amor de Dios fluya por nosotros para que los demás lo conozcan.
Acojamos, sobre todo, a los más necesitados, a los más pobres. No se trata tanto de que
Jesús se identifica con el hermano pobre. Más bien, él se encarna en el hermano pobre
para enseñarnos a amar: “Cuanto hicieron a uno de mis hermanos más pequeños, a mí
me lo hicieron” (Mateo 25, 40).
Es preciso romper barreras de separación. Al despojarnos de tantos títulos superficiales
que pueden dividirnos, nos quedaremos con el precioso título de hermanos en Cristo. Y
cuando llamamos Padrenuestro a Dios, amémonos como hermanos, para que, así como
nos gozamos y nos honramos en tenerle como nuestro Padre, él pueda gozarse y honrarse
de nosotros, sus hijos.

Conclusión

Si una comunidad está formada por discípulos y misioneros que tengan: carismas,
adoración, María, paz, evangelización, orden, novedad y amor, entonces será una
comunidad “campeona”.

Preguntas para reflexión:


(Tomar tiempo entre todos, para contestar y compartir las respuestas unos con otros)

¿Cuáles de estas letras del acróstico piensas que hace más falta en tu comunidad?
¿Qué otras características piensas que debe haber en una comunidad cristiana?
¿Qué puedes hacer para que tu comunidad sea “campeona”?

Frase resumen

La comunidad cristiana no será campeona…


sin amor.

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Dinámica: Mateo 18

El capítulo 18 del Evangelio según San Mateo es conocido como el “discurso


comunitario o eclesiástico”. Se lee completo.
En ese texto, Jesús nos da ciertas pautas para la convivencia en comunidad:
a) Ser pequeños como niños (1-5)
b) Atención a los pequeños (los más necesitados) (6-10)
c) Solicitud por los alejados de la comunidad (12-14)
d) Corrección fraterna (15-18)
e) Oración comunitaria (19-20)
f) El perdón (21-35)
A cada comunidad se le da uno de los puntos anteriores. Se lee por comunidad los
versículos correspondientes.
Cada comunidad debe representar lo que le tocó, a través de una creatividad adaptada a la
realidad actual. Sugerimos las siguientes creatividades, que se puede asignar: títeres,
drama, museo, noticiero, canción nueva, etc.

39
Tema 7
Dios es Fiestero
Cuento para empezar

Un ángel inspector descendió a la Tierra para observar a los seres humanos.


Luego de pasarse varios días conviviendo con la gente, subió al trono de Dios y
expresó su inquietud: “En el mundo vi muchas personas con hambre, personas
con problemas de comunicación y personas tristes”. Así de dramático fue el
informe de este ángel.
Entonces, Dios decidió enviar a su Hijo al mundo para ser: Pan para los
hambrientos, Palabra para las personas incomunicadas y Fiesta para los
entristecidos. Jesús es Eucaristía: Pan, Palabra y Fiesta.

Evocación

Recuerda la fiesta más memorable en que hayas participado.


Algunos participantes comparten sus respuestas.

Introducción

Dios quiere que el culmen de la celebración de la comunidad cristiana sea la Eucaristía.


En este curso sólo nos referiremos a ella en su aspecto de fiesta (otros cursos podrán tocar
otros tópicos esenciales de la Eucaristía).
¿Qué encontramos en una gran fiesta? Alegría, música, comidas, bebidas, regalos,
palabras de felicitación, ornamentos… Si nos fijamos bien, los elementos comunes de las
fiestas están presentes en cada Eucaristía. Son veinticuatro puntos (como las horas del
día) que vamos a compartir en este tema.

1. Motivo de la fiesta: el homenajeado


En las fiestas hay una razón, un porqué y un para qué. ¿Por qué celebramos la
Eucaristía? Porque Dios nos ama tanto que nos ha salvado por la Pascua de Cristo (cf.
Juan 3,16). Jesús, muerto, resucitado y glorificado es el motivo de este banquete.
También podemos decir que en la Misa festejamos unas bodas especiales: las del
Cordero con nosotros (cf. Apocalipsis 19). Ahora bien, ¿para qué celebramos? Para
bendecir y dar gracias a Dios y al Cordero Jesús por nuestra salvación (Eucaristía
significa “acción de gracias”).

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2. Anfitrión e invitados
Existe la persona que invita y también los invitados. ¿Quién es el anfitrión de la fiesta
eucarística? Dios mismo. Él sale a las plazas a invitar (cf. Lucas 14,15-23). Y los
invitados somos todos, muy especialmente los cristianos bautizados.
En las fiestas del mundo, algunas veces leemos en la tarjeta de invitación: “Nos
reservamos el derecho de admisión”. En la Eucaristía no sucede esto. Siempre hay un
lugar para ti. ¿Sientes que ya has recibido la invitación?

3. Patrocinador
El Espíritu Santo es el que convoca y hace realidad esta gran fiesta. Sin él no sería
posible la Eucaristía.

4. Coordinador de la fiesta
Para una tremenda fiesta es preciso nombrar un coordinador para organizarla. Para
eso están los sacerdotes y el equipo de liturgia en nuestras parroquias. El éxito de un
festejo depende en gran parte de este equipo.

5. Hora
Es desagradable llegar impuntual a las fiestas. Hay tantas cosas para disfrutar que no
queremos perder ninguna. En mi caso, Jesús llegó muy puntual a mi vida. ¿Qué
hubiera pasado si Cristo fuera impuntual con nuestra salvación? Tratemos de estar
temprano en la Eucaristía.

6. Día
Este es el día de la salvación: hoy. La salvación no se limita a los domingos. Ojalá
escuches hoy su voz.

7. Lugar
Acondicionar el sitio es una tarea importante para toda fiesta. Los templos se
erigieron para la fiesta eucarística; pero no olvides que el templo más importante eres
tú. “¿No saben que son templos de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en
ustedes?” (1 Corintios 3, 16). El lugar de la celebración, por tanto, es tu corazón.

8. Traje
El tipo de vestimenta es importante. Muchas veces se especifica en las tarjetas de
invitación. ¿Cómo ir vestidos a la Eucaristía? “Revestidos del hombre nuevo” (es
decir, actitudes cristianas explicadas en Colosenses 3, 10-17) o “revestidos de Cristo”
(cf. Romanos 13,14). Otro traje fundamental es la armadura de Dios: “Tomen la
verdad como cinturón, la justicia como coraza, y como calzado el celo por propagar
el Evangelio de la paz; tengan siempre en la mano el escudo de la fe(…) Usen el
casco de la salvación y la espada del Espíritu, o sea, la Palabra de Dios” (Efesios 6,
14-17).
Solemos bromear mucho diciendo que cuando una fiesta es con “traje” quiere decir
que cada uno tiene que aportar algo: “Traje galletas”, “traje refrescos”, “traje
picaderas”. En realidad Dios quiere que digas: “Traje un corazón para amar”.

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9. Orden
Una fiesta se lleva a cabo ordenadamente. Con espontaneidad sí, pero dentro de un
orden. La liturgia eucarística tiene sus ritos, con sus secuencias para facilitar la
fluidez de la celebración.

10. Saludos al anfitrión y al homenajeado


Lo primero que hacemos al llegar a la fiesta es saludar al dueño de la casa o anfitrión
(en este caso, Dios) y felicitar al homenajeado (o sea, Jesús). ¿Te imaginas llegar a
una misa y no saludar siquiera al Santísimo? En la Eucaristía empezamos saludando
con la señal de la cruz.

11. Saludos a otros invitados


En la medida que vamos llegando a esta fiesta, empezamos a compartir como
hermanos. Es una comunidad la que celebra (común-unidad). El momento del saludo
de la paz es propicio para manifestar gestos de amor fraternal.

12. Alegría
La Eucaristía es una fiesta de victoria, no un funeral. Prohibido asistir con caras
largas. Dios se goza tanto con su pueblo, que hasta baila (cf. Sofonías 3, 17).
“Alégrense en el Señor en todo tiempo. Les repito: ¡alégrense!” (Filipenses 4, 4).

13. Música
Una fiesta estaría sosa si faltara la música. Para eso están los coros y los ministerios
de música en la Eucaristía. Claro que la música más importante es la que se lleva por
dentro del alma.

14. Comida
Jesús es el homenajeado; pero también es el que sirve, y además es la comida. Lo
mejor que se puede servir es el banquete eucarístico. Deliciosa comida que es el
mismo Cuerpo de Cristo: “Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí nunca tendrá
hambre…” (Juan 6, 35).

15. Bebida
Participamos de la fiesta de nuestra redención, bebiendo la Sangre que el Salvador
derramó por nosotros: “Mi carne es comida verdadera y mi sangre es bebida
verdadera. El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí, y yo en él” (Juan 6,
55-56). También bebemos del Agua Viva que sacia nuestra sed, que es el Espíritu
Santo (cf. Juan 7, 38-39). No nos emborrachamos con vino; pero sí con el Espíritu
Divino.

16. Elogios al homenajeado


En las buenas fiestas, suele haber un momento en donde los participantes dicen
algunas palabras en honor del festejado (“Fulano es muy especial para mí porque…”).

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Así mismo, en la Eucaristía alabamos a Jesús, el homenajeado; le adoramos y le
glorificamos.

17. Escuchar al homenajeado


En medio de la fiesta, se reserva un tiempo para que la persona festejada se exprese, y
todos hacemos silencio para escucharle. En nuestro caso, se trata de escuchar la
proclamación de la Biblia (sobre todo el Evangelio) que es la Palabra de Dios. Más
importante que escuchar es vivir lo que se ha escuchado. Así iremos creciendo
espiritualmente, pues la Palabra también es una comida de esta fiesta: “El hombre no
vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4,
4).

18. La madre del homenajeado


No se puede congratular a una persona rechazando a su madre. Para María, la madre
del Señor, también hay palabras de felicitación en una fiesta de su Hijo.

19. Decoración
No me imagino una gran fiesta sin una buena decoración. Por eso las capillas se
adornan para la Misa. Pero como el templo principal es tu corazón, es preciso
decorarlo con los frutos del Espíritu: amor, paz, alegría, generosidad, comprensión de
los demás, bondad, confianza, mansedumbre, dominio de sí mismo (cf. Gálatas 5,
22).

20. Fotos del homenajeado


En muchas fiestas se comparte un álbum con fotos que recuerdan diferentes
momentos de la vida del homenajeado. Las imágenes en la Iglesia cumplen esta tarea.
Algunas “fotos” de la madre o de los amigos del festejado completan el “álbum”
(imágenes de la Virgen y de santos). Mas, recuerda que tú eres la imagen de Dios.
Que los demás, al verte, descubran a Dios en tu vida.

21. Solicitud por los que no asistieron


Muchas veces, durante la fiesta, extrañamos a personas que no asistieron (“qué pena
que Fulano no vino…”). La oración de los fieles es la intercesión que hacemos en la
fiesta eucarística por todo el mundo. Pedimos por los gobernantes, por los enfermos,
por los más necesitados, etc. Nos interesa todo el pueblo redimido por Jesús, nuestro
hermano mayor.

22. Costo
¿Cuánto tienes que pagar para entrar a la fiesta de la Eucaristía? Nada. Este festejo es
gratis para ti, porque ya Jesús pagó por ti. A Cristo sí le costó caro; compró tu
salvación a precio de su sangre. Dentro de tus posibilidades, sí sería bueno que
cooperes con la ornamentación de la fiesta. Si quieres, puedes aportar con tus
ofrendas.

23. RSVP

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Las invitaciones a las principales fiestas van acompañadas de una nota: RSVP. Es una
sigla en francés que quiere decir: “Sírvase responder, por favor”. Así pide Dios una
respuesta a su invitación. ¿Qué le respondes? Imagínate que invitas a alguien a tu
fiesta, y esa persona no responde. ¿Cómo te sentirías?

24. Tú
Sin ti, esta fiesta de Dios estaría como incompleta. Eres un(a) invitado(a) especial.
Agrega aquí tu parte para nuestra celebración. Puedes colaborar para que la misa sea
más viva.

Conclusión

A Dios le encantan las fiestas. Y la Eucaristía es una fiesta muy especial, pues al
alimentarnos del Cuerpo de Cristo, nos hacemos uno con él y en él (como los esposos que
se hacen uno en la boda). Son las bodas del Cordero, y Dios quiere celebrar.

Frase resumen

La comunidad es lugar de fiesta.

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Dinámica: Juegos

Sugerimos al final del curso, antes de la Eucaristía, que se compartan juegos


cooperativos, no competitivos (por ejemplo: el nudo), en donde la alegría sea primordial.

Eucaristía

Con la celebración de la misa, se culmina el curso. Se pide al sacerdote que, de ser


posible, durante la celebración, se explique más detalladamente el misterio de la
Eucaristía, para poder vivenciarla mejor.

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