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LA CRISIS VENEZOLANA

Por Gustavo Petro

He tratado, y he sido criticado por ello, de vincular la crisis venezolana al tema mundial y local del
petróleo. Se me indilga que con ello evado el papel de Maduro en la violación de derechos humanos de
los venezolanos o su mal gestión económica.

Pero la crítica busca destruir mi tesis fundamental y es que los comportamientos políticos están
determinados en última instancia por los procesos económicos y que, dada la dependencia de Colombia
al carbón y el petróleo, lo que sucede en Venezuela es un espejo en el que se puede ver Colombia.

Leer la política sin su fuerte articulación a la economía es una ingenuidad y puede conducir a errores
protuberantes como la creencia en la existencia de un centro o cosas parecidas. Una política etérea sin
capacidad de transformación de la realidad que solo sirve a quienes ganan en esa realidad presente.

No hace mucho encontré un análisis sobre la situación petrolera de Venezuela en tiempos del cambio
climático, que me pareció profundo y aleccionador. Los análisis sobre Venezuela hoy son muy pobres
porque están mediados o por la retórica seudo socialista del gobierno venezolano, retórica política sin el
alma de un socialismo que es inexistente en ese país, o la visión de los medios privados que no analizan
sino que ya han construido una matriz mediática que busca a como dé lugar, la invasión de Venezuela en
provecho de los intereses económicos de los propietarios de esos medios cortoplacistas y ciegos.

El artículo tiene como autor a Nefeez Ahmed, y fue escrito para “Kaosenlared”, parte por mostrar algo
que he recalcado en mis propios escritos y conferencias. La política mundial en los tiempos del cambio
climático gira alrededor de una especie de piñata final sobre los recursos petroleros que en lugar de
originar un tránsito ordenado y regulado hacia una economía post carbón, lleva es a ampliar las bases
mismas de la crisis climática. Le he denominado a ese malestar civilizatorio que se experimenta ante la
sensación de entrar a los tiempos finales de la humanidad, como el retorno a la barbarie. Y que se
describe muy bien en la serie televisiva “The Walking Dead”, en vez de caminantes muertos, el “walking
dead” real es el cambio climático, pero la reacción de la humanidad parece ser la misma.

Sin reacción la humanidad se encamina por ahora al Omnicidio: la muerte de todo lo vivo, incluida la
humanidad misma.

El ascenso de las extremas derechas en EEUU, Europa y América Latina, parecieran ser una expresión de
ese clima político que, en lugar de llevar la razón a la humanidad para un tránsito ordenado hacia la
economía sin energías y productos fósiles, termina en una lucha violentísima e irracional por extraer los
beneficios económicos a los últimos tiempos de la era del petróleo.

El ambiente de piñata no solo ha destruido Estados completos: Irak, Libia, Siria, sino que ha
sobrendeudado las mismas empresas petroleras. Las norteamericanas vieron ascender sus deudas de
50.000 a 200.000 millones de dólares desde el 2005.
El festín petrolero tiene una lógica interna contradictoria. Además de llevar a una reducción de la renta
petrolera y por tanto de la rentabilidad del negocio. Nos conduce al Omnicidio: la extinción de la Vida en
el planeta.

Aunque las reservas de petróleo son suficientes para acabar con toda la humanidad, y la vida del
planeta, los costos de extracción de volúmenes mayores son cada vez más, crecientes. El petróleo fácil se
acabó en el mundo. La tesis de Ahmed demuestra que estamos ante una caída de la tasa de rentabilidad
medida en unidades de energía, como se debe medir en la economía ambiental, asombrosa. Cada vez
cuesta más energía extraer petróleo y usar su energía en el mundo.

Ahmed dice que el caso es especialmente dramático en Venezuela.

Venezuela tiene la más grande reserva de petróleo del mundo, pero, también, de las más costosas de
extraer por la mala calidad de sus crudos. Se trata de un petróleo sumamente pesado, difícil de extraer y
de refinar.

Los costos y la dificultad de extracción, que lleva a Venezuela a utilizar métodos costosos no
convencionales, en Colombia ya hablan de utilizar el fracking por ejemplo, ha traído una disminución de
la producción desde 1997, antes de Chávez, disminución que se ha acelerado desde la época de Maduro.

Chávez palió el problema al contrarrestarlo con los beneficios de los altos precios del petróleo que
trajeron las guerras de Irak y Libia y el ascenso de la demanda de China e India, construyó un modelo de
distribución social de la renta petrolera, que era realmente insostenible. El derrumbe de los precios en
medio de una caída tajante de la extracción petrolera venezolana derrumbó la renta petrolera de ese
país.

La mono dependencia de Venezuela al petróleo, la transformación de su economía desde hace un siglo,


en una economía de puerto, con fuerte importación de todo, incluida su propia alimentación, y la caída
de la financiación de las importaciones, produjo la actual situación de caos y el éxodo de parte de su
población.

Chávez, y peor Maduro, no preparó la economía venezolana a transitar hacia una economía post carbón.
En el camino de construir una economía libre de fósiles, Chávez quizás hubiera encontrado la esencia de
cambios revolucionarios reales, pero prefirió mantener la inercia de la economía tradicional venezolana.

La situación se complicó aún más, con lo que produce el uso del petróleo en el mercado mundial: el
cambio climático.

La sequía intensa asoló el campo venezolano, secó su agua y sus hidroeléctricas, que como en Colombia
producen el 65% de la energía y pararon sus turbinas y vino el racionamiento energético. Venezuela se
convirtió en el espejo del cambio climático: Gran extractor de petróleo y sin agua para su propia energía.

Bajo este contexto económico miremos la política y la incidencia que esa economía tiene en ella.
La burocracia militar venezolana y Maduro ha suspendido la política social de Chávez ante la caída
abrupta de la renta petrolera, no tienen cómo financiarla sino a partir de emisión de dinero que dispara
la inflación, y ha hecho caso omiso a la necesidad del tránsito hacia una economía fuera del petróleo.
Vive el festín, igual que Trump y sus aliados, a pesar de la crítica de los viejos ministros de Chávez. Como
el avestruz la burocracia militar venezolana va a su cadalso.

La oposición lo que plantea es el mismo dilema que enfrentó Chávez, pero al revés: cómo devolver la
renta petrolera a la vieja oligarquía venezolana residente en Miami y a los circuitos financieros
norteamericanos. Ni el gobierno ni la oposición tienen un proyecto para resolver la crisis de fondo: la
ausencia de rentabilidad en la extracción del petróleo venezolano y la necesidad de construir un país con
independencia del petróleo.

Si la oposición llegase pacíficamente al poder, tendría el mismo problema de Maduro: disminución de la


extracción y desfinanciación del Estado.

Peor la propuesta de Trump/Bolsonaro y Duque quien es la cola del ratón de una alianza sin muchas
luces de inteligencia, pero mortífera por su capacidad de violencia. La invasión militar y el cambio
violento del gobierno venezolano estaría acompañado, según ellos, de una entrada en masa de las
empresas norteamericanas para explotar el poco rentable petróleo venezolano y de un endeudamiento
mayor de Venezuela por 50.000 millones de dólares para paliar la crisis.

Las empresas norteamericanas ya sobrendeudadas, después de la fiebre guerrera en Venezuela y encima


quizás de montañas de cadáveres, solo verían aumentar aún más, su endeudamiento con la extracción
del crudo venezolano en sus manos. La burbuja fósil explotaría en el mundo con consecuencias peores
que los títulos basura de la vivienda en los EEUU.

Trump jalona una aventura, en la que estúpidamente cree Duque, que es una trampa mortal para la
misma empresa privada de los EEUU.

Venezuela quedaría sobrendeudada también. Agotado el uso del endeudamiento, y con cada vez menos
renta petrolera, la crisis continuaría y aumentaría el éxodo poblacional, la crisis política se desarrollaría
en medio de la violencia, los derramadores masivos de sangre que conocemos en Colombia y se conocen
en el medio oriente, se harían dueños de la situación, allá y acá.

El éxodo masivo y los daños de una guerra internacional en nuestro propio territorio desatarían una
crisis política también en Colombia. La caída de la renta petrolera en Venezuela no permitiría financiar
las exportaciones colombianas a Venezuela, a menos que Venezuela saliera de su petróleo y estableciera
una economía productiva.

Seguramente un incremento de la cantidad y calidad de armas en la región con pérdidas de control


estatal de ellas en un conflicto internacional, armaría como nunca los agentes violentos de Colombia.

Hoy el pueblo venezolano cansado de la retórica seudo socialista, y del hambre, no cree ni en Maduro, ni
en la oposición. Menos cree en los norteamericanos y colombianos que percibe como saqueadores de su
petróleo.
Los vientos de invasión militar paradójicamente han comenzado a movilizar a la población no tanto en
defensa de Maduro como si en defensa de la soberanía del país. Las manifestaciones rojas crecen en
audiencia en las regiones de Venezuela y en la misma Caracas donde se habían extinguido.

Si ese pueblo ganase en su preparación militar y sicológica, en su indignación, mucha más independencia
tanto de Maduro como de la oposición, podría plantear un escenario posible y en mi opinión adecuado:
el pacto nacional que busque sacar a Venezuela de la dependencia petrolera. y construya una economía
de vida y productiva para el país. El problema estructural de inviabilidad de la economía petrolera
venezolana tiene su solución en la superación paulatina de la dependencia petrolera.

Un programa de tránsito hacia una economía productiva, centrada en solucionar necesidades del pueblo
venezolano, que no impida el mercado, pero lo supedite a las necesidades de la vida de su propio pueblo
en ese territorio, podría originar las bases de un nuevo pacto político y un nuevo consenso nacional.

Un camino que el progresismo apoyaría abiertamente, que evitaría la guerra, y que llevaría a Venezuela
de nuevo al plano de la invención política. Faltan quizás vanguardias políticas para ello, pero la situación
de crisis y el mismo Trump, sin proponérselo, están empoderando el pueblo venezolano y este podría
marcar un camino diferente. El de una real democracia y una economía productiva, con nuevos
protagonistas políticos.

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