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ADAM SMITH

La riqueza de las Naciones.

CAPITULO I

La División del Trabajo.

El aumento considerable en la cantidad de productos que un mismo numero de personas


puede confeccionar, como consecuencia de la división del trabajo, procede de tres
circunstancias distintas:

1) De la mayor destreza de cada obrero en particular. Los trabajadores a medida que


repiten un trabajo van adquiriendo nuevas habilidades y por ende haciendo el trabajo
mucho más rápido, dedicándose una sola labor, que a varias distintas.

2) Del ahorro de tiempo que comúnmente se pierde de pasar de una ocupación a


otra. Si los trabajadores deben cambiar constantemente de actividad, hay un tiempo que se
pierde mientras termina una y comienza otra, lo que se conoce hoy como el “set up” o
puesta a punto de actividad o una maquina. Además cuando un trabajador comienza una
nueva actividad nunca esta preocupado al 100% de esa labor, por ende tiene un tiempo
perdido hasta que logra trabajar eficientemente.

3) De la invención de una gran numero de maquinas. Un factor no menor que ha


mejorado la productividad es el uso de la maquinaria correcta, para un determinado trabajo.
Como el trabajador se encuentra especializado en una máquina el puede realizar mejoras a
ellas, para aumentar su productividad.

CAPITULO II

Del Principio que motiva la División del Trabajo.

Lo que motiva principalmente a la división del trabajo es la necesidad del hombre de


permutar, cambiar y negociar una cosa por otra.
Por ejemplo uno nunca ha visto a dos perros intercambiar justamente un hueso, ni los
seres humanos, ni ninguna otra clase de persona hace eso. Cuando uno necesita algo va
donde la persona lo tiene y lo persuade para obtenerlo. Dame lo que necesito y tendrás lo
que deseas, es el principio de cualquier oferta. Como necesitas permutar o comprar cosas es
que lo que origino la división del trabajo.

Hay un ejemplo de una tribu una persona es mas hábil en hacer flechas y arcos,
generalmente los va a cambiar a otro de la tribu que sea mejor cazador, por carne o caza y
el se dedicara a la confección de arcos y flechas. Así como esta persona es buena en hacer
arcos y flechas, hay otra que es buena en hacer la cubierta para las carpas, este es el
carpintero.

Los hombres son iguales, la especialización en determinadas actividades no es la causa


de la división sino talvez el efecto de ella. Por ejemplo lo hombres nacen iguales, si uno ve
dos niños hasta la edad de los 8 o 10 años no hay diferencias, después de esta edad
comenzaran a diferenciarse según el grado de educación y sus gustos personales.

CAPITULO IV

Del origen y uso de la moneda.

Una vez implantada la división del trabajo, el hombre vive en régimen de intercambio.
Las dificultades del trueque inducen a adoptar un bien económico como dinero.

Tan pronto como se estableció la división del trabajo solo una pequeña parte de las
necesidades de cada hombre se pudo satisfacer con el producto de su propio trabajo. El
hombre cubre sus necesidades cambiando el remanente del producto de su esfuerzo, por
otras porciones del producto ajeno. El hombre vive así, gracias al cambio, convirtiéndose
en mercader.

Cuando comenzó a practicarse la división del trabajo, la capacidad de cambio se vio con
frecuencia entorpecida en sus operaciones. Es de suponer que el hombre tuviera de una
mercancía mas de lo que necesitaba, en tanto otro disponía de menos. El primero en
consecuencia, estaría dispuesto a desprenderse del sobrante, y el segundo, a adquirir una
parte de ese exceso. Si este ultimo no contaba con nada de lo que el primero podía
necesitar, no era posible un cambio entre ellos.

A fin de evitar inconvenientes, todo hombre, procuro manejar sus negocios de tal forma
que en todo momento pudiera disponer, además de los productos de su actividad peculiar,
de una cierta cantidad de cualquier otra mercancía, que a su juicio pocas personas podrían
rechazar a cambio de los productos de su propio esfuerzo.
Es muy probable que para este fin se eligieran muchas cosas diferentes. En las edades
primitivas de la sociedad se dice que el ganado fue instrumento común del comercio.

Sin embargo, en todos los países resolvieron dar preferencia para este uso a los metales,
sobre todas las demás mercaderías. Estos eran menos perecederos y además se podían
dividir en las partes que quisiera.

El uso de metales tenia dos inconvenientes muy grandes; primero, la incomodidad de


pesarlos, y segundo, la de contrastarlos. Para evitar esto, facilitar los cambios y fomentar el
comercio y la industria, se considero necesario, colocar un sello público sobre aquellos
metales que acostumbraban a usar naciones para comprar todo tipo de mercaderías. Tal es
el origen de la moneda acuñada y de aquellos establecimientos públicos llamados “Casas de
Moneda”.Los primeros sellos públicos de esta clase tuvieron como finalidad asegurar la
finura y buena calidad del metal.

Es así como la moneda se convirtió en instrumento universal de comercio en todas las


naciones civilizadas, y por su mediación se compran, venden y permutan toda clase de
bienes.

CAPITULO V

Del precio real y nominal de las mercancías, o de su precio de trabajo y de su precio de


moneda.

El valor de cualquier bien, para la persona que lo posee y quiera cambiarlo por otros, es
igual a la cantidad de trabajo que pueda adquirir por mediación de ese bien. El trabajo, por
consiguiente, es la medida real del valor en cambio de toda clase de bienes. El dinero
contiene el valor de una cierta cantidad de trabajo, que nosotros cambiamos por las cosas
que encierran la misma cantidad de trabajo. El trabajo fue el precio primitivo, la moneda
originaria que sirvió para pagar y comprar todas las cosas.

La riqueza le da a una persona los medios para adquirir poder. Su riqueza es mayor o
menor en proporción a la amplitud de esa facultad, o la cantidad de trabajo o producto
ajeno, que aquella riqueza le coloca en condiciones de adquirir.

Pero aunque el trabajo es la medida real del valor en cambio de todos los bienes,
generalmente no es la medida por la cual se estima ese valor. Es mas frecuente que se
cambie un artículo con otros y no con trabajo. Por consiguiente, parece más natural estimar
su valor por la cantidad de cualquier otra suerte de mercancía, y no por la cantidad de
trabajo que con él se puede adquirir.
Desde que el dinero se convirtió en el instrumento común de comercio, es mas frecuente
cambiar cualquier mercancía por dinero, y no por otra cosa.

El oro y la plata, como cualquier otro bien, cambian de valor; unas veces son más caros
y otras más baratos, por esto no puede ser una medida exacta. En cambio iguales cantidades
de trabajo, en todos los tiempos, tiene el mismo valor para el trabajador.

El precio que paga deberá ser siempre el mismo, cualquiera que sea la cantidad de
bienes que reciba a cambio. De estos bienes unas veces podrá comprar más y otras menos
cantidad; pero lo que varia es el valor de los mismos, y no el trabajo que los adquiere. Por
consiguiente el trabajo, al no cambiar nunca el valor, es el único y definitivo patrón
efectivo, por el cual se comparan y estiman los valores de todos los bienes. El trabajo es su
precio real y la moneda es, únicamente, el recio nominal.

De acuerdo con esto puede decirse que el trabajo, como los otros bienes, tiene un precio
real y otro nominal. El precio real diríamos que consiste en la cantidad de cosas necesarias
y convenientes que mediante él se consiguen, y el nominal, la cantidad de dinero. El
trabajador es rico o pobre en proporción al precio real del trabajo que ejecuta.

CAPITULO VI

Sobre lo elementos componentes del precio de las mercancías.

Originariamente la cantidad de trabajo es la única norma de valor, pero se ha de tener en


cuenta el mayor esfuerzo requerido y el nivel desusado (poco usual) de destreza o ingenio.
En consecuencia el producto entero corresponde al trabajador, pero cuando se utilizan
bienes acumulados, algo debe abonarse como ganancia del empresario, y el valor de la obra
se resuelve en salarios y beneficios. Los beneficios no son simplemente salarios de
inspección y dirección.

Los beneficios se regulan enteramente por el valor del capital empleado y son mayores
o menores en proporción a su cuantía. El beneficio de capital forma parte del precio de las
mercancías y es completamente diferente a los salarios del trabajo.

En estas condiciones el producto integro del trabajo nos siempre pertenece al trabajador,
si no que tiene que compartirlo con el propietario del capital que lo emplea.

Desde el momento en que las tierras se convierten en propiedad privada de los


terratenientes, estos, desean cosechar donde nunca sembraron y exigen una renta hasta por
el producto natural de su suelo. El trabajador ha de pagar al terrateniente una parte de lo
que su trabajo produce. Esta porción constituye la renta de la tierra, y se halla en el precio
de la mayor parte de los artículos como un tercer componente.

CAPITULO VII

Del precio natural y del precio de mercado de los bienes.

En toda sociedad existe una tasa corriente de salarios y de beneficios en cada uno de los
empleos distintos del trabajo y del capital. Dicha tasa corriente se regula por el trabajo.
Existe también una tasa de renta, que se regula por las circunstancias generales de la
sociedad donde se encuentre la tierra, y en parte por la fertilidad del terreno.

Estos niveles corrientes se pueden llamar tasas naturales de los salarios, del beneficio y
de la renta.

Cuando el precio de una cosa es ni mas ni menos que el suficiente para pagar la renta de
la tierra, los salarios del trabajo y los beneficios del capital empleado en obtenerla, de
acuerdo con sus precios corrientes, aquella se vende por lo que se llama precio natural. Por
lo que realmente cuesta.

El precio efectivo a que corrientemente se venden las mercancías es el que se llama


precio de mercado, y puede coincidir con el precio natural o ser superior o inferior a éste.

El precio del mercado se regula por la cantidad de una mercancía llevada al mercado y
la demanda de quienes están dispuestos a pagar el precio natural del artículo. Estas
personas se denominan compradores efectivos, y su demanda, demanda efectiva, ya que
tiene que ser suficientemente atractiva para que el artículo sea llevado al mercado.

Cuando la cantidad transportada al mercado queda por bajo la demanda efectiva, el


precio se eleva sobre el precio natural; cuando excede la demanda efectiva, el precio de
mercado cae por bajo del precio natural; cuando, es exactamente igual a la demanda
efectiva, coinciden el precio de mercado y el natural. La cantidad se ajusta naturalmente a
la demanda efectiva cuando excede dicha demanda, algunos de los componentes del precio
están por bajo de su tasa natural; cuando la cantidad es insuficiente, algunos de los
componentes del precio están por encima de su tasa natural.

El precio natural es el centro en torno al cual gravitan los precios reales. La actividad
económicas se adapta por si misma a la demanda efectiva, pero, en cambio, fluctúa la
cantidad producida por determinado volumen de actividad. Las fluctuaciones afectan mas a
los salarios y utilidades que a las rentas, afectándolos en proporciones distintas, según la
oferta de artículos y de la mano de obra. Sin embargo, el precio del mercado puede
mantenerse durante largo tiempo por encima del precio natural, a causa del deficiente
conocimiento general de la obtención de elevados beneficios o como consecuencia del
empleo de técnicas secretas en las manufacturas, que pueden operar durante largo tiempo, o
por que la disponibilidad de tierras de especial calidad, es escasa, circunstancia que luego
puede operar eternamente.

Los monopolistas no satisfacen la demanda efectiva, para vender sus géneros a un


precio mucho más alto que el natural, y elevan por encima de la tasa natural sus ganancias,
ya sean salarios o beneficios.

Los privilegios de las corporaciones, estatutos de aprendizaje y todas aquellas leyes que
restringen la competencia, representan una especie de monopolio y son capaces de
mantener durante siglos el precio de algunos artículos sobre la tasa natural, sosteniendo los
salarios y beneficios por encima de su nivel natural.

El precio del mercado raras veces se sitúa durante largo tiempo por bajo del precio
natural. Cualquiera de los componentes que se pague por bajo de su tasa natural hará que
las personas interesadas, retiren una proporción de artículos aportados al mercado, hasta no
satisfacer la demanda efectiva. En consecuencia el precio del mercado se elevara hasta
alcanzar el precio natural.

Los mismos estatutos de aprendizaje y otras leyes sobre las corporaciones, obligan,
cuando la industria se debilita, a bajar los salarios.

CAPITULO VIII

De los Salarios del Trabajo.

A medida que la tierra se convierte en propiedad privada, el propietario exige una parte
de casi todo el producto que el trabajador pueda levantar, o recoge de ella a cambio de este
pago.

Cuáles son los salarios, depende del contrato hecho generalmente entre empleador y
trabajador, intereses que no son de ninguna manera iguales: los trabajadores desean
conseguir mucho, los empleadores dar lo menos posible.

Un hombre debe vivir siempre de su trabajo, y sus salarios deben por lo menos ser
suficientes mantenerlo. Deben ser iguales o mayores que sus costos.

Cuando en un país la demanda de trabajadores, oficiales, criados de cada clase,


está aumentando continuamente; cuando cada año se emplea un mayor número de
trabajadores que el año anterior, los trabajadores tienen todas las opciones de aumentar sus
salarios. Así, la escasez de mano de obra ocasiona una competencia entre los empleadores,
que hacen ofertas superiores para conseguir a los escasos trabajadores, y se rompe así
voluntariamente con la combinación natural de empleadores de pagar lo menos posible.

Cuando un trabajador independiente, tal como un tejedor o un zapatero, obtiene, a


través de su trabajo, suficiente comprar los materiales y mantenerse, él emplea
naturalmente a unos o más oficiales con el exceso.

Estas dos acciones de aumento de bienestar individual, lleva al crecimiento a nivel


nacional. Este crecimiento continuo genera a su vez aumento de salarios. Así, este aumento
no se da en los países más ricos, sino en aquellos que crecen continuamente.

La recompensa liberal del trabajo, por lo tanto, es el efecto necesario, y natural


para aumentar la abundancia nacional.

Cada especie de animales se multiplica naturalmente en proporción con los medios de


su subsistencia, y ninguna especie puede multiplicarse siempre más allá de ella. La
recompensa liberal del trabajo, permite proveer mejor a los niños, y por lo tanto tener un
mayor número de ellos, así, se tiende naturalmente a ensanchar y ampliar los límites de las
familias.

La demanda por hombres, como para cualquier otra materia, regula necesariamente la
producción de hombres. La recompensa liberal del trabajo, por lo tanto, al aumentar, hace
que también aumente la población.

Los salarios del trabajo son también el estímulo de la industria, que, como cada otra
calidad humana, mejora en proporción con el estímulo que recibe. Donde están los más
altos salarios, por consiguiente, siempre encontraremos a trabajadores más activos,
diligentes, y expeditivos que en donde están bajos.

En años de abundancia, los trabajadores dejan con frecuencia sus empleadores, y


confían en su subsistencia propia. El precio del trabajo, por lo tanto, se aumenta con
frecuencia en años de bonanza.

En años de la escasez, por el contrario, la dificultad y la incertidumbre de la


subsistencia, hacen que toda la gente quiera volver al servicio. Hay más gente deseando el
empleo que la cantidad de gente que puede conseguirlo fácilmente; muchos están
dispuestos a tomarlo por salarios más bajos que el normal, y por esto, éstos se hunden con
frecuencia en estos años.

CAPITULO IX
De los beneficios del capital.

Los beneficios dependen del aumento y de la disminución de la riqueza. El aumento del


capital, que hace subir los salarios, propende a disminuir el beneficio.

El beneficio varia de tal modo, que es difícil averiguar cual es el beneficio promedio de
todos los negocios. Sin embargo formamos alguna idea de ello por el interés del dinero. Se
sabe que, en cualquier parte donde se hagan grandes utilidades recurriendo al uso del
dinero, se pagara también una buena suma por utilizarlo. Por lo tanto, cuando el interés en
el mercado varía en un país, podemos asegurar que también varían en él los beneficios
ordinarios del capital, bajando si aquél baja y subiendo si aquél sube.

Los salarios del trabajo no han cesado de subir en el mismo periodo, y en la mayor parte
de las numerosas ramas del comercio y de las manufacturas, los beneficios del capital han
ido disminuyendo.

En una ciudad emprendedora las personas que disponen de grandes capitales para
invertir no pueden conseguir todos los obreros que necesitan, y compiten entre si para
contratar los mas posibles; esto hace que aumenten los salarios y disminuyan los beneficios.
En caso contrario, en las regiones donde no existe capital suficiente para dar empleo a todo
el mundo, los obreros en demanda de una ocupación compiten entre ellos. Esto trae como
resultado que bajen los salarios y suban los beneficios del capital.

En el caso peculiar de las nuevas colonias, se dan a la vez altos salarios y elevados
beneficios, pero probablemente estos últimos tienden a disminuir.

La disminución del capital de la sociedad o de los fondos destinados al mantenimiento


de la industria, rebaja los salarios del trabajo e incrementa los beneficios del capital y, por
consiguiente, el interés del dinero. Al bajar los salarios, los propietarios de los capitales que
van quedando en la sociedad, pueden poner sus productos en el mercado con menos gastos
que antes, y como también se utiliza menos capital en el abastecimiento del mercado,
resulta que pueden vender más caros los productos. Sus mercaderías cuestan menos y las
venden por más: con lo cual, y al aumentar los beneficios por ambos conceptos, pueden
ofrecer un interés más alto.

La tasa más baja de beneficio debe ser más que suficiente para compensar las pérdidas.
Lo mismo debe ocurrir con el tipo de interés.

CAPITULO XI
De la Renta de la Tierra.

La renta a pagar por el uso de la tierra, por un inquilino al dueño, es naturalmente la


más alta que éste pueda pagar. El dueño exige una renta equivalente a toda la producción,
salvo lo mínimo necesario para que el inquilino viva, trabaje la tierra y obtenga una
pequeña ganancia.

Por lo tanto la renta por el uso de la tierra es esencialmente un precio de monopolio. El


inquilino no tiene alternativa que pagar lo que el dueño exija. No tiene que ver con cuánto
le corresponde sacar al dueño, sino con cuánto puede pagar el inquilino.

Parte de la producción requiere que siempre exista una demanda tal que el precio sea
superior al costo de llevar el producto al mercado más una pequeña ganancia. Esta es capaz
de pagar una renta al dueño. Otra parte de la producción puede o no tener una demanda que
permita este precio. Esta puede o no pagar una renta al dueño. El concepto es la demanda.

Parte 1: Productos de la tierra que proporciona siempre una reta al dueño.

La tierra casi en cualquier circunstancia es capaz de producir lo suficiente para pagar


(con el mismo producto) lo usual por el trabajo de producirlo y los costos de llevar el resto
al mercado y una pequeña ganancia para el trabajador. Se basa en que la comida siempre
tiene demanda, particularmente por quién trabaja la tierra. Siempre queda por tanto renta
para el dueño. Mientras mejor es la tierra más eficientemente produce y el dueño gana por
dos motivos: mayor producción y menores costos de producción.

La renta por la tierra no sólo varía con su fertilidad (mayor producción posible), sino
también por su situación (cercanía a un pueblo o mercado, etc.) pues requiere cubrir más
labor para llevar los productos a mercado. Cualquier mayor eficiencia en transporte
(mejores caminos, o canales) hace posible trabajar la tierra más remota. Esto rompe el
monopolio de los productores cercanos a los pueblos y favorece a los nuevos productores,
que al ser remotos, usan mano de obra más barata.

La tierra puede producir productos de distinto precio relativo (para pagar por el trabajo)
por lo que es mejor producir uno más que otro. Maíz o animales.

Los precios relativos de los distintos productos de la tierra varían según la demanda que
tengan en una determinada zona o la oferta en esa zona, los costos de oportunidad de dejar
de producir un producto rentable a cambio de otro, o incluso del periodo temporal.

Los precios de un producto pueden regular los precios de otros productos en ese mismo
mercado o en otros mercados relacionados.
Se reitera que si se les abre la posibilidad, la entrada de nuevos productores a un
mercado atractivo hace bajar el precio, particularmente en mercados de alto precio. Estos
antiguos oligopolios buscaban el favor de los reyes para proteger sus mercados y sus
ganancias evitando la entrada de otros. Los oligopolios justificaban la petición debido a la
superabundancia del producto que querían proteger. Sin embargo, el mercado
automáticamente hubiese impedido la entrada de nuevos productores si de verdad hubiese
superabundancia. El mensaje es que el mercado es capaz de regularlo de forma óptima.

Los precios de los productos de la tierra que exigen mayores gastos periódicos o
mayores inversiones iniciales para permitir la producción son regulados por los productos
más comunes. La razón es que los nuevos productos sólo pueden costar lo suficiente para
compensar los costos más elevados respecto de los otros productos. Si costasen más que
eso, los productos más comunes serían desplazados. Si costasen menos, los productos
comunes desplazarían a los nuevos. En cualquier forma, los productos comunes regulan el
precio de los más exclusivos.

Cuando la demanda por un vino de calidad supera la oferta, ésta se vende a quienes
están dispuestos a pagar más. Por consiguiente el precio sube por sobre el del vino común.
El riesgo de perder esta producción más costosa, parece también justificar este precio más
alto.

En estas circunstancias de productos con más demanda que oferta y con mercados
protegidos por leyes que favorecen el monopolio, se observan también actitudes como
quemar el exceso de producción para mantener los precios altos, como con el tabaco. Estas
situaciones no pueden perduran. Eventualmente el mercado las regulará.

El precio de los productos para los que siempre habrá demanda (productos básicos para
alimentación humana), que está asociado a la renta que paga el inquilino al dueño para
producir dicha tierra, es capaz de regular todos los otros productos que se les relacionen en
los mercados. En Europa la renta por tierra productora de maíz, y por ende su precio, regula
la renta por todo otro terreno usado en cultivo. Esta capacidad de regular precios o rentas
exige que el terreno sea convertible entre un producto y otro. Si no es así, el “mercado” no
puede regular el precio.
CAPITULO II

Del principio que motiva la división del trabajo

Esta división del trabajo, que tantas ventajas reporta, no es en su origen efecto de la
sabiduría humana, que prevé y se propone alcanzar aquella general opulencia que de el
se deriva. Es la consecuencia gradual, necesaria aunque lenta, de una cierta propensión
de la naturaleza humana que no aspira a una utilidad tan grande: la propensión a
permutar, cambiar y negociar una cosa por otra.

No es nuestro propósito, de momento, investigar si esta propensión es uno de esos


principios innatos en la naturaleza humana, de los que no puede darse una explotación
ulterior, o si, como parece más probable, es la consecuencia de las facultades discursivas
y del lenguaje. Es común a todos los hombres y no se encuentra en otras especies de
animales, que desconocen esta y otra clase de avenencias. [...] Nadie ha visto todavía
que los perros cambien de una manera deliberada y equitativa un hueso por otro. [...]
Cuando un animal desea obtener cualquier cosa del hombre o de un irracional no tiene
otro medio de persuasión sino el halago. El cachorro acaricia a la madre y el perro
procura con mil zalamerías atraer la atención del dueño, cuando este se sienta a comer,
para conseguir que le de algo. El hombre utiliza las mismas artes con sus semejantes, y
cuando no encuentra otro modo de hacerlo actuar conforme a sus intenciones, procura
granjearse su voluntad procediendo en forma servil y lisonjera. [...] En casi todas las otras
especies zoológicas el individuo, cuando ha alcanzado la madurez, conquista la
independencia y no necesita el concurso de otro ser viviente. Pero el hombre reclama en
la mayor parte de las circunstancias la ayuda de sus semejantes y en vano puede
esperarla solo de su benevolencia. La conseguirá con mayor seguridad interesando en su
favor el egoísmo de los otros y haciéndoles ver que es ventajoso para ellos hacer lo que
les pide. Quien propone a otro un trato le esta haciendo una de esas proposiciones. Dame
lo que necesito y tendrás lo que deseas, es el sentido de cualquier clase de oferta, y así
obtenemos de los demás la mayor parte de los servicios que necesitamos. No es la
benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento,
sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios
sino su egoísmo; ni les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas. Solo el
mendigo depende principalmente de la benevolencia de sus conciudadanos, pero no en
absoluta. Es cierto que la caridad de gentes bien dispuestas le suministra la subsistencia
completa; pero, aunque esta condición altruista le procure todo lo necesario, la caridad no
satisface sus deseos en la medida en que la necesidad se presenta: la mayor parte de
sus necesidades eventuales se remedian de la misma manera que las de otras personas,
por trato, cambio o compra. Con el dinero que recibe compra comida, cambia la ropa vieja
que se le da por otros vestidos viejos también, pero que le vienen mejor, o los entrega a
cambio de albergue, alimentos o moneda, cuando así lo necesita. De la misma manera
que recibimos la mayor parte de los servicios mutuos que necesitamos, por convenio,
trueque o compra, es esa misma inclinación a la permuta la causa originaria de la división
del trabajo.

En una tribu de cazadores o pastores un individuo, pongamos por caso, hace las flechas o
los arcos con mayor presteza y habilidad que otros.

Con frecuencia los cambia por ganado o por caza, con sus compañeros, y encuentra, al
fin, que por este procedimiento consigue una mayor cantidad de las dos cosas que si el
mismo hubiera salido al campo para su captura. Es así como, siguiendo su propio interés,
se dedica casi exclusivamente a hacer arcos y flechas, convirtiéndose en una especie de
armero. Otro destaca en la construcci6n del andamiaje y del techado de sus pobres
chozas o tiendas, y así se acostumbra a ser útil a sus vecinos que le recompensan
igualmente con ganado o caza, hasta que encuentra ventajoso dedicarse por completo a
esa ocupación, convirtiéndose en una especie de carpintero constructor. [...] De esta
suerte, la certidumbre de poder cambiar el exceso del producto de su propio trabajo,
después de satisfechas sus necesidades, por la parte del producto ajeno que necesita,
induce al hombre a dedicarse a una sola ocupación, cultivando y perfeccionando el talento
o el ingenio que posea para cierta especie de labores.

La diferencia de talentos naturales en hombres diversos no es tan grande como


vulgarmente se cree, y la gran variedad de talentos que parece distinguir a los hombres
de diferentes profesiones, cuando llegan a la madurez es, las mas de las veces, efecto y
no causa de la divisi6n del trabajo. Las diferencias más dispares de caracteres, entre un
filosofo y un mozo de cuerda, pongamos por ejemplo, no proceden tanto, al parecer, de la
naturaleza como del habito, la costumbre o la educación. En los primeros pasos de la vida
y durante los seis u ocho primeros anos de edad fueron probablemente muy semejantes,
y ni sus padres ni sus camaradas advirtieron diferencia notable. Poco más tarde
comienzan a emplearse en diferentes ocupaciones. Es entonces cuando la diferencia de
talentos comienza a advertirse y crece por grados, hasta el punto de que la vanidad del
filosofo apenas encuentra parigual. Mas sin la inclinación al cambio, a la permuta y a la
venta, cada uno de los seres humanos hubiera tenido que procurarse por su cuenta las
cosas necesarias y convenientes para la vida. Todos hubieran tenido las mismas
obligaciones que cumplir e idénticas obras que realizar y no hubiera habido aquella
diferencia de empleos que propicia exclusivamente la antedicha variedad de talentos.

[...] Entre los hombres [...] los talentos más dispares se caracterizan por su mutua utilidad,
ya que los respectivos productos de sus aptitudes se aportan a un fondo común, en virtud
de esa disposición general para el cambio, la permuta o el trueque, y tal circunstancia
permite a cada uno de ellos comprar la parte que necesitan de la producción ajena.

CAPITULO III

La división del trabajo se halla limitada por la extensión del mercado


Así como la facultad de cambiar motiva la división del trabajo, la amplitud de esta división
se halla limitada por la extensión de aquella facultad o, dicho en otras palabras, por la
extensión del mercado. Cuando este es muy pequeño, nadie se anima a dedicarse por
entero a una ocupación, por falta de capacidad para cambiar el sobrante del producto de
su trabajo, en exceso del propio consume, por la parte que necesita de los resultados de
la labor de otros. [...]

CAPITULO IV

Del origen y uso de la moneda

Tan pronto como se hubo establecido la división del trabajo solo una pequeña parte de las
necesidades de cada hombre se pudo satisfacer con el producto de su propia labor. El
hombre subviene a la mayor parte de sus necesidades cambiando el remanente del
producto de su esfuerzo, en exceso de lo que consume, por otras porciones del producto
ajeno, que i\ necesita. El hombre vive así, gracias al cambio convirtiéndose, en cierto
modo, en mercader, y la sociedad misma prospera hasta ser lo que realmente es, una
sociedad comercial.

Cuando comenzó a practicarse la división del trabajo, la capacidad de cambio se vio con
frecuencia cohibida y entorpecida en sus operaciones. Es de suponer que un hombre
tuviera de una mercancía mas de lo que necesitaba, en tanto otro disponía de menos. El
primero, en consecuencia, estaría dispuesto a desprenderse del sobrante, y el segundo, a
adquirir una parte de este exceso. Mas si acontecía que este ultimo no contaba con nada
de lo que el primero había menester, el cambio entre ellos no podía tener lugar. El
carnicero tiene mas carne en su establecimiento de la que consume y el cervecero y el
panadero gustosamente comprarían una parte de ese excedente. Sin embargo, nada
pueden ofrecer en cambio, como no sea el remanente de sus producciones respectivas, y
puede ocurrir que el carnicero disponga de cuanto pan y cerveza inmediatamente
necesita. En estas condiciones es imposible que el cambio se efectúe entre ellos. Uno no
puede ser mercader, ni los otros clientes, con lo cual todos pierden la posibilidad de
beneficiarse con sus recíprocos servicios. A fin de evitar inconvenientes de esta
naturaleza, todo hombre razonable, en cualquier periodo de la sociedad, después de
establecida la división del trabajo, procuro manejar sus negocios de tal forma que en todo
tiempo pudiera disponer, además de los productos de su actividad peculiar, de una cierta
cantidad de cualquier otra mercancía, que a su juicio escasas personas serían capaces
de rechazar a cambio de los productos de su respectivo esfuerzo.

Es muy probable que para este fin se seleccionasen y eligieran, de una manera sucesiva,
muchas cosas diferentes. [...] Sin embargo, en todos los países resolvieron los hombres,
por diversas razones incontrovertibles, dar preferencia para este uso a los metales, sobre
todas las demás mercaderías. [...]
Es así como la moneda se convirtió en instrumento universal de comercio en todas las
naciones civilizadas, y por su mediación se compran, venden y permutan toda clase de
bienes.

Ahora vamos a examinar cuales son las reglas que observan generalmente los hombres
en la permuta de unos bienes por otros, o cuando los cambian en moneda. Estas reglas
determinan lo que pudiéramos llamar el valor relativo o de cambio de los bienes.

Debemos advertir que la palabra VALOR tiene dos significados diferentes, pues a veces
expresa la utilidad de un objeto particular, y, otras, la capacidad de comprar otros bienes,
capacidad que se deriva de la posesi6n del dinero. Al primero lo podemos llamar "valor en
uso", y al segundo, "valor en cambio". Las cosas que tienen un gran valor en uso tienen
comúnmente escaso o ningún valor en cambio, y por el contrario, las que tienen un gran
valor en cambio no tienen, muchas veces, sino un pequeño valor en uso, o ninguno. No
hay nada más útil que el agua, pero con ella apenas se puede comprar cosa alguna ni
recibir nada en cambio. Por el contrario, el diamante apenas tiene valor en uso, pero
generalmente se puede adquirir, a cambio de el, una gran cantidad de otros bienes.

Para investigar los principios que regulan el valor en cambio, de las mercancías,
procuraremos poner en claro, primero, cual sea la medida de este valor en cambio, o en
que" consiste el precio real de todos los bienes; segundo, cuales son las diferentes partes
integrantes de que se compone este precio real.

Por ultimo, cuales son las diferentes circunstancias que unas veces hacen subir y otras
bajar algunas o todas las distintas partes componentes del precio, por encima o por
debajo de su proporci6n natural o corriente; o cuales son las causas que algunas veces
impiden que el precio del mercado, o sea el precio real de los bienes, coincida
exactamente con lo que pudiéramos denominar su precio natural. [...]

CAPITULO V

Del precio real y nominal de las mercancías, o de su precio en trabajo y de su precio en


moneda

Todo hombre es rico o pobre según el grado en que pueda gozar de las cosas necesarias,
convenientes y gratas de la vida. Pero una vez establecida la división del trabajo, es solo
una parte muy pequeña de las mismas la que se puede procurar con el esfuerzo personal.
La mayor parte de ellas se conseguirán mediante el trabajo de otras personas, y será rico
o pobre, de acuerdo con la cantidad de trabajo ajeno de que pueda disponer o se halle en
condiciones de adquirir. En consecuencia, el valor de cualquier bien, para la persona que
lo posee y que no piense usarlo o consumirlo, sino cambiarlo por otros, es igual a la
cantidad de trabajo que pueda adquirir o de que pueda disponer por mediación suya. El
trabajo, por consiguiente, es la medida real del valor en cambio de toda clase de bienes.
El precio real de cualquier cosa, lo que realmente le cuesta al hombre que quiere
adquirirla, son las penas y fatigas que su adquisición supone. Lo que realmente vale para
el que ya la ha adquirido y desea disponer de ella, o cambiarla por otros bienes, son las
penas y fatigas de que lo libraran, y que podrá imponer a otros individuos. Lo que se
compra con dinero o con otros bienes, se adquiere con el trabajo, lo mismo que lo que
adquirimos con el esfuerzo de nuestro cuerpo. El dinero o sea otra clase de bienes nos
dispensan de esa fatiga. Contienen el valor de una cierta cantidad de trabajo, que
nosotros cambiamos por las cosas que suponemos encierran, en un momento
determinado, la misma cantidad de trabajo. El trabajo fue, pues, el precio primitivo, la
moneda originaria que sirvió para pagar y comprar todas las cosas. No fue con el oro ni
con la plata, sino con el trabajo como se compro originariamente en el mundo toda clase
de riquezas; su valor para los que las poseen y desean cambiarlas por otras producciones
es precisamente igual a la cantidad de trabajo que con ella pueden adquirir y disponer. [...]

Pero aunque el trabajo es la medida real del valor en cambio de todos los bienes,
generalmente no es la medida por la cual se estima ese valor. Con frecuencia es difícil
averiguar la relación proporcional que existe entre cantidades diferentes de trabajo. El
tiempo que se gasta en dos diferentes clases de tarea no siempre determina de una
manera exclusiva esa proporción. Han de tomarse en cuenta los grados diversos de fatiga
y de ingenio. Una hora de trabajo penoso contiene a veces mas esfuerzo que dos horas
de una labor fácil, y más trabajo, también, la aplicación de una hora de trabajo en una
profesión cuyo aprendizaje requiere el trabajo de diez años, que un mes de actividad en
una labor ordinaria y de fácil ejecuci6n. Mas no es fácil hallar una medida id6nea del
ingenio y del esfuerzo. Es cierto, no obstante, que al cambiar las diferentes producciones
de distintas clases de trabajo se suele admitir una cierta tolerancia en ambos conceptos.
El ajuste, sin embargo, no responde a una medida exacta, sino al regateo y a la puja del
mercado, de acuerdo con aquella grosera y elemental igualdad, que, aun no siendo
exacta, es suficiente para llevar a cabo los negocios corrientes de la vida ordinaria.

Fuera de esto, es mas frecuente que se cambie y, en consecuencia, se compare un


artículo con otros y no con trabajo. Por consiguiente, parece más natural estimar su valor
en cambio por la cantidad de cualquier otra suerte de mercancía, no por la cantidad de
trabajo que con el se pueden adquirir. La mayor parte de las gentes entienden mejor que
quiere decir una cantidad de una mercancía determinada, que una cantidad de trabajo.
Aquella es un objeto tangible y esta una noci6n abstracta, que aun siendo bastante
inteligible, no es tan natural y obvia.

[...] el trabajo, al no cambiar nunca de valor, es el único y definitivo patrón efectivo, por el
cual se comparan y estiman los valores de todos los bienes, cualesquiera que sean las
circunstancias de lugar y de tiempo. El trabajo es su precio real, y la moneda es,
únicamente, el precio nominal. [...]

De acuerdo con esa acepci6n vulgar puede decirse que el trabajo, como los otros bienes,
tiene un precio real y otro nominal. El precio real diríamos que consiste en la cantidad de
cosas necesarias y convenientes que mediante el se consiguen, y el nominal, la cantidad
de dinero. El trabajador es rico o pobre, se halla bien o mal remunerado, en proporción al
precio real del trabajo que ejecuta, pero no al nominal. [...]

Parece, pues, evidente, que el trabajo es la medida universal y mas exacta del valor, la
única regla que nos permite comparar los valores de las diferentes mercancías en
distintos tiempos y lugares.

CAPITULO VI

Sobre los elementos componentes del precio de las mercancías

En el estado primitivo y rudo de la sociedad, que precede a la acumulación de capital y a


la apropiación de la tierra, la única circunstancia que puede servir de norma para el
cambio reciproco de diferentes objetos parece ser la proporción entre las distintas clases
de trabajo que se necesitan para adquirirlos. Si en una nación de cazadores, por ejemplo,
cuesta usualmente doble trabajo matar un castor que un ciervo, el castor, naturalmente,
se cambiara por o valdrá dos ciervos. Es natural que una cosa que generalmente es
producto del trabajo de dos días o de dos horas valga el doble que la que es
consecuencia de un día o de una hora.

Si una clase de trabajo es mas penosa que otra, será también natural que se haga una
cierta asignación a ese superior esfuerzo, y el producto de una hora de trabajo, en un
caso, se cambiara frecuentemente por el producto de dos horas en otro. [...]

En ese estado de cosas el producto integro del trabajo pertenece al trabajador, y la


cantidad de trabajo comúnmente empleado en adquirir o producir una mercancía es la
única circunstancia que puede regular la cantidad de trabajo ajeno que con ella se puede
adquirir, permutar o disponer. Mas tan pronto como el capital se acumula en poder de
personas determinadas, algunas de ellas procuran regularmente emplearlo en dar trabajo
a gentes laboriosas, suministrándoles materiales y alimentos, para sacar un provecho de
la venta de su producto o del valor que el trabajo incorpora a los materiales. Al cambiar un
producto acabado, bien sea por dinero, bien por trabajo, o por otras mercaderías, además
de lo que sea suficiente para pagar el valor de los materia- les y los salaries de los
obreros, es necesario que se de algo por razón de las ganancias que corresponden al
empresario, el cual compromete su capital en esa contingencia. En nuestro ejemplo el
valor que el trabajador añade a los materiales se resuelve en dos partes; una de ellas
paga el salario de los obreros, y la otra las ganancias del empresario, sobre el fondo
entero de materiales y salaries que adelanta. El empresario no tendría interés alguno en
emplearlos si no esperase alcanzar de la venta de sus productos algo mas de lo suficiente
para reponer su capital, ni tendría tampoco interés en emplear un capital considerable, y
no otro mas exiguo, si los beneficios no guardasen cierta proporción con la cuantía del
capital.
En estas condiciones el producto integro del trabajo no siempre pertenece al trabajador;
ha de compartirlo, en la mayor parte de los casos, con el propietario del capital que lo
emplea. La cantidad de trabajo que se gasta comúnmente en adquirir o producir una
mercancía no es la única circunstancia que regula la cantidad susceptible de adquirirse
con ella, permutarse o cambiarse. Evidentemente, hay una cantidad adicional que
corresponde a los beneficios del capital empleado en adelantar los salarios y suministrar
los materiales de la empresa.

Desde el momento en que las tierras de un país se convierten en propiedad privada de los
terratenientes, estos, como los demás hombres, desean cosechar donde nunca
sembraron, y exigen una renta hasta por el producto natural del suelo. La madera del
bosque, la hierba del campo y todos los frutos naturales de la tierra que, cuando esta era
común, solo le costaban al trabajador el esfuerzo de recogerlos, comienzan a tener,
incluso para el, un precio adicional. Ha de pagar al terrateniente una parte de lo que su
trabajo produce o recolecta. Esta porción, o lo que es lo mismo, el precio de ella,
constituye la renta de la tierra, y se halla en el precio de la mayor parte de los artículos
como un tercer componente.

El valor real de todas las diferentes partes que componen el precio se mide, según
podemos observar, por la cantidad de trabajo que cada una de esas porciones dispone o
adquiere. El trabajo no solo mide el valor de aquella parte del precio que se resuelve en
trabajo, sino también el de aquella otra que se traduce en renta y en beneficio.

En toda sociedad, pues, el precio de cualquier mercancía se resuelve en una u otra de


esas partes, o en las tres a un tiempo, y en todo pueblo civilizado las tres entran, en
mayor o menor grado, en el precio de casi todos los bienes. [...]

CAPITULO VII

Del precio natural y del precio de mercado de los bienes

En toda sociedad o comarca existe una tasa promedia o corriente de salarios y de


beneficios en cada uno de los empleos distintos del trabajo y del capital. Como veremos
mas adelante, dicha tasa se regula naturalmente, en parte, por las circunstancias
generales de la sociedad, su riqueza o pobreza, su condición estacionaria, adelantada o
decadente; y en parte, por la naturaleza peculiar de cada empleo.

Existe también en toda sociedad o comunidad una tasa promedio o corriente de renta,
que se regula asimismo, como tendremos ocasión de ver mas adelante, en parte por las
circunstancias generales que concurren en aquella sociedad o comunidad donde la tierra
se halle situada, y en parte por la fertilidad natural o artificial del terreno.

Estos niveles corrientes o promedios se pueden llamar tasas naturales de los salaries, del
beneficio y de la renta, en el tiempo y lugar en que generalmente prevalecen.
Cuando el precio de una cosa es ni mas ni menos que el suficiente para pagar la renta de
la tierra, los salarios del trabajo y los beneficios del capital empleado en obtenerla,
prepararla y traerla al mercado, de acuerdo con sus precios corrientes, aquella se vende
por lo que se llama su precio natural.

El articulo se vende entonces por lo que precisamente vale o por lo que realmente le
cuesta a la persona que lo lleva al mercado, y aun cuando en el lenguaje corriente, lo que
se denomina costo primo de un articulo no comprende el beneficio de la persona que lo
revende, es indudable que si esta lo vendiese a un precio que no le rindiera el tipo de
beneficio acostumbrado en su región, perdería en el trato, ya que empleando su capital en
cualquier otro comercio hubiera realizado ese beneficio. Además de esto, su beneficio es
su renta, puesto que es el fondo peculiar de su mantenimiento o subsistencia. De la
misma manera que, mientras esta preparando los bienes y los trae al mercado, adelanta
los salarios de sus obreros, o lo que es lo mismo, su subsistencia, de igual suerte se
adelanta a si mismo sus medios de vida, y estos adelantos deben guardar proporción con
aquel beneficio que razonablemente puede esperar de la venta de los bienes. Si esta,
pues, no le rinde tal beneficio, no podrá decirse realmente que se le paga lo que le
cuestan. [...]

El precio efectivo a que corrientemente se venden las mercancías es lo que se llama


precio de mercado, y puede coincidir con el precio natural o ser superior o inferior a este.

El precio de mercado de cada mercancía en particular se regula por la proporción entre la


cantidad de esta que realmente se lleva al mercado y la demanda de quienes están
dispuestos a pagar el precio natural del articulo, o sea, el valor integro de la renta, el
trabajo y el beneficio que es preciso cubrir para presentarlo en el mercado. Estas
personas pueden denominarse compradores efectivos, y su demanda, demanda efectiva,
pues ha de ser suficientemente atractiva para que el articulo sea conducido al mercado.
Esta demanda es diferente de la llamada absoluta. Un pobre, en cierto modo, desea tener
un coche y desearía poseerlo; pero su demanda no es una demanda efectiva, pues el
articulo no podrá ser llevado al mercado para satisfacer su deseo.

Cuando la cantidad de una mercancía que se lleva al mercado es insuficiente para cubrir
la demanda efectiva, es imposible suministrar la cantidad requerida por todos cuantos se
hallan dispuestos a pagar el valor integro de la renta, los salaries y el beneficio, que es
precise pagar para situar el articulo en el mercado. Algunos de ellos, con tal de no
renunciar a la mercancía, estarían dispuestos a pagar mas por ella. Por tal razón se
suscitara entre ellos inmediatamente una competencia, y el precio de mercado subirá mis
o menos sobre el precio natural, según que la magnitud de la deficiencia, la riqueza o el
afán de ostentaci6n de los competidores, estimulen mas o menos la fuerza de la
competencia. Entre los competidores de la misma riqueza y disponibilidad de excedentes
la misma deficiencia de la oferta dará lugar a una competencia mas o menos extremada,
según la importancia mayor o menor que concedan a la adquisici6n del articulo. Esto nos
explica los precios exorbitantes de los artículos de primera necesidad durante el bloqueo
de una población o en época de hambre.

Cuando la cantidad llevada al mercado excede a la demanda efectiva, no puede venderse


entonces toda ella entre quienes estarían dispuestos a pagar el valor completo de la
renta, salaries y beneficio que costo la mercancía hasta situarla en el mercado. Parte de
ella tiene que venderse a los que están dispuestos a pagar menos, y este precio mas bajo
que ofrecen por ella, reducirá el de toda la mercancía. El precio de mercado bajara mas o
menos con respecto al natural, según que la abundancia o la escasez del genero
incremente mas o menos la competencia entre los vendedores, o según que estos se
muestren mas o menos propensos a desprenderse inmediatamente de la mercancía. El
mismo exceso en la importación de artículos perecederos da ocasión a una competencia
mayor que cuando se trata de mercancías que se pueden conservar, como ocurre, por
ejemplo, con las naranjas en relación con la chatarra. [...] De este modo, el conjunto de
actividades desarrolladas anualmente para situar cualquier mercancía en el mercado, se
ajusta en forma natural la demanda efectiva. Claro esta, se procura llevar siempre al
mercado la cantidad precisa y suficiente para cubrir con exactitud, sin exceso alguno, esa
demanda efectiva. [...]

CAPITULO VIII

De los salarios del trabajo

Los salaries del trabajo dependen generalmente, por doquier, del contrato concertado por
lo común entre estas dos partes, y cuyos intereses difícilmente coinciden. El operario
desea sacar lo mas posible, y los patronos dar lo menos que puedan. Los obreros están
siempre dispuestos a concertarse para elevar los salaries, y los patronos, para rebajarlos.

Sin embargo, no es difícil de prever cual de las dos partes saldrá gananciosa en la
disputa, en la mayor parte de los casos, y podrá forzar a la otra a contentarse con sus
términos. Los patronos, siendo menos en número, se pueden poner de acuerdo mas
fácilmente, además de que las leyes autorizan sus asociaciones o, por lo menos, no las
prohíben, mientras que, en el caso de los trabajadores, las desautorizan. No encontramos
leyes del Parlamento que prohíban los acuerdos para rebajar el precio de la obra; pero si
muchas que prohíben esas estipulaciones para elevarlo. En disputas de esa índole los
patronos pueden resistir mucho mas tiempo. Un propietario, un colono, un fabricante o un
comerciante, aun cuando no empleen un solo trabajador, pueden generalmente vivir un
ano o dos, disponiendo del capital previamente adquirido. La mayor parte de los
trabajadores no podrán subsistir una semana, pocos resistirán un mes, y apenas habrá
uno que soporte un ano sin empleo. A largo plazo, tanto el trabajador como el patrono se
necesitan mutuamente; pero con distinta urgencia.

Rara vez se oye hablar, al decir de algunos, de acuerdos entre patronos, pero es
frecuente, en cambio, oír hablar de los realizados entre obreros. Pero quienes se
imaginan que las cosas discurren de esta suerte, y que los patronos raras veces se ponen
de acuerdo, ignoran tanto la realidad como el asunto. Los patronos, siempre y en todo
lugar, mantuvieron una especie de concierto tácito, pero constante y uniforme, para no
elevar los salarios por encima de su nivel actual. La violación de esta especie de pacto se
considera universalmente una acción extraordinariamente impopular, e implica un
reproche, a quien así precede, por parte de sus colegas y vecinos. Es cierto que raras
veces se habla de semejantes acuerdos; pero la razón es que no causan novedad las
cosas que se tienen por ordinarias y sabidas. Algunas veces ocurre también que los
patronos celebran acuerdos especiales para hacer descender los salaries por debajo de
aquel nivel, a que acabamos de hacer referencia. Estas combinaciones se hacen siempre
con la mayor precaución y sigilo, hasta el momento mismo de su ejecución, y cuando los
obreros se someten, por lo general sin resistencia, apenas lo comentan con nadie, por
rudo que sea el golpe para ellos. Sin embargo, dichas coaliciones chocan frecuentemente
con una acción concertada y defensiva de los obreros, quienes también, a veces, y sin
necesidad de provocación previa, se ponen de acuerdo para elevar el precio de su
trabajo. [...] En su afán de lograr una resolución pronta, los obreros promueven alborotos
y, a veces, recurren a la violencia y al ultraje mas ofensivos. [...] Los obreros pocas veces
sacan fruto alguno de la violencia de esas tumultuosas manifestaciones, las cuales —en
parte, por la intervención de la autoridad, en parte, por la gran pertinacia de los patronos,
y en la mayoría de los casos por la necesidad en que se hallan los trabajadores de
someterse, para no carecer de los medios de subsistencia—, fracasan generalmente, sin
otro resultado que el castigo o la ruina de los dirigentes. [...]

La recompensa real del salario, o sea la cantidad efectiva de las cosas necesarias y útiles
para la vida que dicha recompensa procura al obrero, ha aumentado en el curso de la
presente centuria quizá en mayor proporción que el precio en dinero. [...]

Esta mejora en las condiciones de las clases inferiores del pueblo debe considerarse
ventajosa o perjudicial para la sociedad? La respuesta a primera vista parece muy
sencilla. Los criados, los trabajadores y los operarios de todas las categorías constituyen
la mayoría en toda sociedad política de importancia. En consecuencia, no puede ser
perjudicial para el todo social lo que aprovecha a la mayor parte de sus componentes.
Ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz si la mayor parte de sus miembros son
pobres y miserables. Es, por añadidura, equitativo que quienes alimentan, visten y
albergan al pueblo entero participen de tal modo en el producto de su propia labor que
ellos también se encuentren razonablemente alimentados, vestidos y alojados. [...]

CAPITULO X

De los salaries y beneficios en los diferentes empleos del trabajo y del capital

Todas las ventajas y desventajas que se derivan de los diferentes empleos del trabajo y
del capital, en el mismo territorio, deberán ser perfectamente iguales o gravitar
continuamente hacia esa misma igualdad. Si en el mismo territorio un empleo fuese
evidentemente mas o menos ventajoso que otros, un cierto numero de personas
buscarían ocupación, en un caso, y otro cierto numero desertarían de ese empleo, en el
otro, de tal suerte que muy pronto, por compensación, se volvería al nivel de otras
ocupaciones. Así al menos sucedería en una sociedad en que las cosas se dejasen
discurrir por su curso natural, en la que hubiere perfecta libertad y cada uno fuese
completamente libre para elegir la ocupación que tuviere por mas conveniente, o para
cambiarla tan pronto como lo juzgase razonable. El interés individual llevaría presto a
cada quien a buscar la ocupación mas ventajosa y a rechazar la que para el implicase
desventaja.

Los salarios en dinero y los beneficios son, en verdad, extraordinariamente diferentes, en


Europa, en los diferentes empleos del capital y del trabajo. Estas diferencias nacen, [...]
en parte, [...] como consecuencia de la política europea, que no permite se desenvuelvan
las cosas con perfecta libertad. [...]

En primer lugar, la política en Europa ocasiona una desigualdad considerable en la suma


total de las ventajas y desventajas de los diferentes empleos de capital y de trabajo, al
restringir la competencia en algunos empleos a un número mas reducido de individuos de
los que estarían dispuestos a dedicarse a ellos, en otras circunstancias.

Los principales medios de que se vale para esos fines son los privilegios exclusivos de las
corporaciones o gremios.

El privilegio exclusivo de un oficio o gremio necesariamente restringe la competencia, en


la ciudad donde se halle establecido, a las personas que gozan de la libertad de ejercer
en la respectiva actividad. El requisito esencial para obtener esa licencia consiste en
haber hecho el aprendizaje en el mismo pueblo, bajo la guía de un maestro debidamente
autorizado. Los estatutos gremiales prescriben, a veces, el número de aprendices que un
maestro esta autorizado a tener y, casi siempre, el número de anos que debe durar el
aprendizaje. El propósito de ambas regulaciones no es otro sino el de limitar la
competencia a un número mucho menor de personas de las que de otra suerte se
dedicarían a la actividad respectiva. La limitación del número de aprendices sirve para
restringir directamente la concurrencia. La prolongación del tiempo de aprendizaje opera
de una manera indirecta, pero no menos eficaz, al aumentar los gastos de educación. [...]

En segundo lugar, como la política de Europa aumenta la competencia en algunos ramos


mucho mas de lo que seria natural, ocasiona otra desigualdad muy importante en la
distribución general de las ventajas y desventajas que resultan de los diferentes empleos
de capital y de trabajo.

[...]

En tercer lugar, la política que se sigue en Europa coarta la libre circulaci6n del trabajo y
del capital, tanto de empleo a empleo como de lugar a lugar, ocasionando así otra
desigualdad en las ventajas y desventajas conjuntas de las diversas ocupaciones. [...]
1.1. El Tema de la División del Trabajo
Desde la introducción Smith afirma que: "es el trabajo anual de una nación lo que
ofrece a su consumo anual todas las cosas necesarias para la vida" (p.33). Este
producto total con respecto a la población servirá para definir el bienestar, y si
suponemos que existe una estrecha relación entre población y empleo, será entonces la
productividad media del trabajo lo que constituya el indicador esencial de la
prosperidad. Así las cosas, la primera cuestión relevante a responder es: ¿qué
determina la productividad del trabajo?.
La respuesta a esta cuestión abre el Libro I: "las mas grandes mejoras en la potencia
productiva del trabajo... se deben al parecer, a la división del trabajo". Pero en esta
expresión única , Smith esconde dos conceptos distintos. En primer lugar, la división
del trabajo se puede ver como la especialización de tareas al interior de la empresa. Es
bien conocido el ejemplo de la fábrica de alfileres elegido por Smith, en el que el
aumento de la productividad se analiza como el resultado de la estrecha
especialización de los obreros en las distintas etapas de elaboración del producto. En
este caso el crecimiento de la productividad es el resultado de tres factores: de la
habilidad excepcional que se adquiere cuando uno se consagra exclusivamente a una
única operación, del ahorro de tiempo que se consigue cuando no se pasa
constantemente de una tarea a otra, y de las innovaciones técnicas que puede suscitar
el conocimiento perfecto del propio trabajo. El progreso de la productividad depende
entonces de las posibilidades técnicas de fragmentar el proceso de
producción. Smith resalta que en la agricultura la separación de las labores no se
puede llevar tan lejos como en la industria, de modo que "en este arte, la potencia de
la productividad del trabajo no hace progresos tan rápidos como en las
manufacturas" (p.41). Resaltemos también que el análisis de Smith sirve para explicar
los rendimientos crecientes; en efecto, si podemos dividir el trabajo al mismo tiempo
que aumenta el empleo, la productividad media aumentará a la par con el crecimiento
de factor trabajo en la manufactura.
La segunda forma de ver la división del trabajo resulta de un proceso de mercado
(Libro I, Cap. 3). El crecimiento del mercado conduce a la especialización de un
número cada vez mayor de productores privados independientes produciendo cada
uno de ellos para a venta. Tal especialización es la consecuencia racional de una
"tendencia natural" que "lleva a las personas a traficar, a hacer trueques e
intercambios de una cosa por otra"(p.47). Un productor independiente que quiera
maximizar su excedente intercambiable tendrá interés en aumentar la producción de
su trabajo, es decir en especializarse, siempre que tal especialización sirva para
satisfacer las necesidades de otro. Podemos resaltar dos cosas en esta acepción de la
división del trabajo. La primera es que la especialización, si bien es la causa de la
división del trabajo, es también el efecto. Cada quien debe insertarse en una división
heredada por la historia, que jugará como una restricción y limitará la movilidad
social y profesional. "la diferencia, dice Smith, entre los hombres dedicados a las
profesiones más opuestas... parece provenir mucho menos de la naturaleza que de la
costumbre y de la educación" (p,50). La segunda idea es más importante: el
intercambio, necesario para que se produzca la división del trabajo, está limitado por
la extensión del mercado. A un mercado estrecho le corresponde una débil división del
trabajo; el aumento del tamaño del mercado y el de la riqueza social van a la par.
2. La Teoría del Valor
El segundo problema que aborda Adam Smith (Libro I, Cap. 3) guarda una estrecha
relación con el primero. Si división del trabajo e intercambio son indisociables, ¿cómo
se determina entonces el valor que sirve de base al intercambio? En primer lugar, es
necesaria una precisión conceptual. Smith resalta que hay dos significados diferentes:
el valor de uso (que es la utilidad del objeto) y el valor de cambio (que es la capacidad
del objeto para adquirir otro). Estos dos valores pueden oponerse como lo muestra la
paradoja del agua y los diamantes: el agua, un bien muy útil, tiene poco valor, en
tanto que un diamante, bien inútil, tiene un elevado valor de cambio. De esto se sigue
que la utilidad no puede servir para fundar una teoría del valor de cambio, es decir,
para explicar los precios de mercado. Hará falta esperar cerca de 100 años, a los
teóricos de la utilidad marginal para volver a reconducir este punto de vista.
Si la utilidad no puede explicar el valor de cambio, entonces ¿cómo se determina este?
La complejidad del análisis deSmith y su ambiguedad viene del hecho de que él
buscaba responder a dos cuestiones diferentes, que no supo distinguir con claridad: la
primera consiste en saber cuál, o cuales son las fuentes del valor. En ese caso se trata
del problema de la causa del valor. La segunda consiste en saber cómo medir el valor
y se trata entonces de la selección de una unidad de medida. Si comparamos el
problema del valor al de la distancia recorrida por un móvil, podríamos decir que la
velocidad y el tiempo son las causas de la distancia recorrida y que el número de
metros es la unidad de medida.
2.1 la fuente del valor.
En una sociedad primitiva, en la que hay pocas personas, no se utiliza capital en la
producción y la tierra es muy abundante, se producirá únicamente con trabajo. Para
obtener un bien, cada quien puede producirlo con su trabajo o adquirirlo contra otro
producto de su propio trabajo; entonces, el précio de todo intercambio (la relación de
equivalencia entre dos bienes) no puede estar basado más que en cantidades de
trabajo incorporadas en los distintos bienes. Si éste no fuera el caso, el mecanismo de
arbitraje entre la producción y el intercambio no llevaría a la igualdad.
Evidentemente, este razonamiento supone que la utilidad se rechaza como principio
explicativo y, en estas circunstancias y con estas hipótesis, la teoría del valor trabajo
es una verdad en sí misma: una tautología.
Pero a la sociedad primitiva se opone la sociedad evolucionada en la que los
capitalistas poseen y utilizan bienes de capital, y la tierra es escasa de propiedad
privada y sus propietarios la alquilan. En este caso el análisis es más
complicado. Smith adelanta dos teorías del valor contradictorias entre sí. La primera
sólo se esboza y se descarta, y será la segunda por la que finalmente se decante Smith .
En la primera explicación, Smith resalta que, "en éste estado de cosas el producto del
trabajo no pertenece en su totalidad al obrero. Hay que compartirlo con el propietario
del capital que le hace trabajar" (p.74). De modo entonces que el "valor que los
obreros añaden a la materia se distribuye en dos partes, una que paga los salarios y la
otra los beneficios que hace el empresario sobre la suma de fondos avanzados en
forman de materiales y salarios" (p.73) Si, como dice Smith, es el obrero el único que
produce y, más exactamente, el único que crea un valor añadido (un excedente), las
consecuencias lógicas son que: (1) debemos conservar la teoría del valor trabajo para
el caso de una sociedad evolucionada, y (2) es necesario concluir que el beneficio es
una parte confiscada del trabajo. Esta será la via que siga Marx, pero no la de Adam
Smith.
Smith cambia de óptica y se dirige hacia una segunda teoría. En la sociedad
evolucionada, para producir cada bien se requieren tres factores productivos: el
trabajo, la tierra y el capital. Cada uno de los tres factores percibe una remuneración
y la suma de las mismas constituye el valor de cambio. La teoría del valor se convierte
así en una teoría del coste de producción. Al mismo tiempo, esta segunda teoría del
valor se debe completar con una teoría de la distribución; es decir, con teorías
particulares sobre el salario, los beneficios y la renta. La solución retenida por Smithal
problema de la determinación del valor, es evidentemente incompatible con la
precedente y no es para nada una teoría del valor trabajo. Pero, de cualquier modo, la
posición definitiva de Smith es suficientemente clara: "salario, beneficio y renta, dice,
son las tres fuente primarias de cualquier ingreso así como de todo valor
intercambiable" (p77).
2.2 La medida del valor:
Surge entonces un nuevo problema: ¿debemos elegir el dinero, un bien, o cualquier
otra cosa para medir el valor? ParaSmith la mejor escala de medida es el trabajo
¿pero en qué sentido? Supongamos un individuo que no posee nada. El único modo
que tendrá tal individuo de adquirir bienes es trabajar, ya sea para producir
directamente bienes para su propio uso o para poder adquirir en el mercado
utilizando su salario. Así, "el precio real de cada cosa, lo que cuesta cada cosa
realmente para aquel que quiere obtenerla es el trabajo y la pena que se debe imponer
para obtenerla"(p.61) Esta es, según la expresión consagrada, "la teoría del valor
trabajo pedido" y que Smith resume del siguiente modo: "el valor real de las
diferentes partes constitutivas del precio se mide por la cantidad de trabajo que puede
comprar o ordenar cada una de ellas" (p.75)
Antes habíamos insinuado que la teoría del valor trabajo es una tautología
desprovisto de contenido. Por ejemplo, si una hora de trabajo se paga a 10 pesetas, un
objeto que vale 100 pesetas permite comprar diez horas de trabajo; esto es evidente,
pero no tiene ningún interés particular. Sin embargo, no hay que olvidar que Smith vá
algo más lejos. Para él, la hora de trabajo es la unidad de medida correcta del valor ya
que ella representa para cada individuo en todo tiempo y lugar "la misma porción de
su reposo, su libertad, de su alegría" (p.65). Sin duda alguna se trata de una hipótesis
heroica: cómo aceptar que la primera hora de trabajo es tan penosa como la última, o
que la hora del perezoso y suponga la misma desutilidad que la del motivado, o que el
sacrificio que implica una hora de trabajo es el mismo ahora y dentro de mucho
tiempo. A pesar de los reparos que podamos poner, el trabajo es el precio real de cada
cosa, precisamente porque es la unidad de medida subjetiva universal de la pena o de
la molestia.
Evidentemente, en la práctica y por razones de comodidad, los precios se expresan en
dinero (precio nominal) y no en trabajo (precio real). Podríamos también
preguntarnos si los precios nominales son acaso una buena medida del valor. En todo
rigor, no, ya que el valor en términos de trabajo del oro y de la plata se modifican con
el tiempo lo que los convierte en una unidad variable de medida. Pero, ¿podemos
aceptar el dinero como una buena aproximación?, Smithpiensa que para el corto plazo
sí. En cuanto al largo plazo, Smith prefiere el trigo cuya relación con el trabajo le
parece mucho más estable: "De un siglo a otro, el trigo es una mejor medida que el
dinero por que, de un siglo a otro, cantidades similares de trigo servirán para ordenar
cantidades similares de trabajo (aunque no equivalen a cantidades similares de
dinero). Al contrario, de un año a otro, el dinero es una mejor medida que el trigo,
porque cantidades similares de dinero contratarán más o menos la misma cantidad de
trabajo" (p.69-70)
2.3. Precio Natural y Precio de Mercado (Libro 1, Cap. 7)
Como hemos visto, el valor de cambio, se descompone en salarios, beneficios y renta.
En un momento dado, existe en la economía una "tasa media y ordinaria" para los
salarios, para los beneficios y para la renta, denominada "tasa natural". Debemos
explicar como se forman estas "tasas". El precio de un bien es la suma de las tasas
naturales,Smith se referirá a él como "precio natural". Este modo de razonar implica,
que las tasas naturales no cambian, y que el precio natural permanece constante y en
consecuencia, que la curva de oferta permanece horizontal.
¿Qué relación existe entre el precio de mercado y el precio natural? La respuesta
dependerá de la relación existente entre la oferta, dada a corto plazo, y la demanda
efectiva; esta última se define como la demanda de los individuos dispuestos a pagar el
precio natural, es decir como la demanda de equilibrio que atrae efectivamente a la
mercancía al mercado y que asegura que los factores de producción puedan obtener
su remuneración natural.
Si la oferta a corto plazo es inferior a la demanda efectiva existirá un déficit (OA) y la
competencia entre los compradores establecerá un precio por encima del precio de
equilibrio (P1). Si la oferta es superior a la demanda efectiva, existirá un excedente
(OB). La concurrencia entre vendedores establecerá el precio por debajo del precio
natural (es decir P2). Imaginemos una situación de déficit que conduce al precio P1. En
este caso, los factores de producción se remunerán por encima de su tasa natural.
Trabajo y capital se desplazarán hacia el sector en cuestión y, si se trata de un
producto agrícola, se le dedicará más tierra. El resultado es que la oferta crecerá,
reduciendo progresivamente el déficit. El equilibrio se obtendrá en O, cuando el
precio de mercado alcance su precio natural. Evidentemente, para una situación
excedentaria, será valido el razonamiento inverso al anterior. En resumen, la
movilidad de los factores productivos asegura que el precio natural sea el centro de
gravedad alrededor del cual fluctúan constantemente los precios de las mercancías"
(p.83)
Evidentemente, a los oferentes les interesa ajustar su producción a la demanda
efectiva. Si la oferta es muy baja, los nuevos productores harán aumentar la oferta y si
es muy elevada, habrá que retirar capital del sector. De modo que, según Smith," la
suma total de la industria empleada anualmente se aproxima así de un modo natural a
la demanda efectiva" (p.83) Resaltemos además que, en equilibrio, este mecanismo
implica una ley de determinación de la renta: los ingresos de los factores son
exactamente suficientes para absorber el valor de la producción (con lo que la oferta y
la demanda agregada están en equilibrio)
3. La distribución: los precios de los factores productivos (Libro 1, Cap.6)
Llegados a este punto se plantea una cuestión importante: ¿cómo se determinan las
tasas de salario, de beneficio y de renta?; ¿son simples promedios, o Smith tiene una
teoría de la remuneración de los factores?.
3.1 Los salarios (Libro 1, cap.8)
Mixta y ecléctica, la teoría de los salarios de Smith contiene en germen prácticamente
todos los ingredientes de lo que los economistas clásicos dirán sobre la cuestión.
Podemos presentarla distinguiendo el corto y el largo plazo.
En el corto plazo, Smith aplica la teoría del fondo de salarios. Esta responde en primer
lugar a la siguiente cuestión: ¿de donde vienen en un momento dado, los fondos
destinados a pagar a los trabajadores? Estos provienen de la recuperación, a través de
la venta de los productos, de los salarios inicialmente adelantados para la producción.
De otro lado, también provienen del ahorro de los capitalistas que podrá servir para
adelantar salarios suplementarios. De este modo, el "fondo salarial", que se reproduce
y aumenta con el ciclo productivo, fijará la demanda monetaria de trabajo. Frente a
tal demanda monetaria se encuentra la oferta de brazos (fija a corto plazo). El fondo
de salarios, dividido por la oferta de brazos determinará el tipo de salario. En la
práctica, el precio se determinará a través de la negociación entre las dos partes,
reflejando el estado de la oferta y a demanda. El tipo de salarios puede aumentar
siempre que el fondo de salarios crezca más rápidamente que la oferta de brazos. En
este caso, la competencia jugará a favor de los obreros.
Esta teoría levanta muchísimas cuestiones que serán el objeto de ulteriores debates en
la literatura clásica. Una primera serie de cuestiones se refiere a la demanda de
trabajo. ¿qué asegura que la totalidad de los salarios recuperados se vuelva a invertir
en trabajo? ¿qué hace que el ahorro se invierta? y, en esa inversión, ¿que parte se
consagrará al trabajo y que parte a las máquinas?, ¿acaso la productividad del
trabajo afecta tal distribución?, etc. Además, la llamada doctrina del fondo de
salarios, no puede explicar más que la demanda de trabajadores productivos, es decir,
de aquellos de los que se puede recuperar el salario avanzado. ¿Qué pasa entonces con
los salarios de los trabajadores que Smith considera improductivos (domésticos,
funcionarios, etc...)?. Otro conjunto de cuestiones concierne a la oferta de brazos:
¿podemos considerarla fija a corto plazo?, en particular ¿es válido suponer que ésta
reacciona positivamente al tipo de salario? ¿o acaso negativamente ya que con salarios
altos es más fácil ganarse la subsistencia?, de modo general, la teoría del fondo de
salarios elude todos los problemas relacionados con la oferta de trabajo.
En el más largo plazo, Smith apela a una teoría del salario de subsistencia. Dos
razones pueden servir de justificación teórica. La primera es el desequilibrio del
poder de negociación del mercado de trabajo; en efecto, capitalistas y obreros no
están en condiciones de igualdad; "los primeros se entienden entre ellos (tácita o
secretamente y muchas veces en la ilegalidad), los segundos carecen del derecho de
asociarse y, cuando lo hacen, caen en el exceso y en la violencia, lo que sólo lleva al
castigo y a la ruina de los jefes de la revuelta". Además, cuando estalla la revuelta
social, el tiempo juega en contra del obrero, ya que el maestro puede esperar en tanto
que el obrero no. La consecuencia de esta correlación de fuerzas es clara: a la larga los
capitalistas terminarán siempre por establecer su precio. La segunda razón se parece
a lo que dirá Malthus 22 años más tarde; para Smith el volumen de la población está
limitado por los medios de subsistencia y si los salarios crecen por encima del mínimo
de subsistencia, la población crecerá, lo que aumentará la oferta de brazos y hará
disminuir los salarios.
Si combinamos los puntos de vista del corto plazo (la doctrina del fondo de salarios) y
del más largo plazo (desequilibrio y salario de subsistencia), la evolución de la tasa de
salario corriente aparece como el resultado de dos fuerzas contradictorias: una fuerza
dinámica, que, cuando el crecimiento es sostenido, empuja los salarios al alza, y una
fuerza de anclaje, que presiona la remuneración del trabajo hacia el salario mínimo
de subsistencia. En el caso de un crecimiento acelerado, los salarios crecerán, pero
esto no puede perdurar; antes o después, la disminución de la tasa de beneficios,
frenará necesariamente la acumulación de capital, dejando el camino para que se
establezca el mínimo social histórico.
El último aporte de Smith sobre la cuestión de los salarios se refiere a la explicación de
las diferencias salariales. Estas dependen del carácter más o menos agradable del
trabajo, de la duración y del coste de la formación necesaria, del grado de regularidad
en el empleo, de las responsabilidades asumidas, de la probabilidad más o menos
grande de éxito. La competencia sobre el mercado de trabajo no iguala los salarios en
todos los empleos, pero sí las ventajas netas de cada uno de los empleos. Esta
explicación, sin embargo, se refiere sólo a la oferta de trabajo y no de la demanda;
pero proveerá el marco de discusión de la economía política clásica sobre las
cuestiones de las diferencias salariales. Smith tampoco dejará de añadir que las
imperfecciones de la competencia (reglamentaciones diversas, movilidad imperfecta,
información insuficiente...) influirán igualmente en el abanico de salarios.
3.1.1. Trabajo productivo e improductivo (Libro 2, Cap.3)
El capitalista anticipa una parte del capital monetario a los obreros bajo la forma de
salarios, con el fin de que constituyan un "fondo de víveres" en la espera de la
producción futura. Este "fondo de salarios" forma parte del capital y se refieren a los
trabajadores productivos. Pero ellos no constituyen la totalidad del empleo. Existen
igualmente trabajadores improductivos. Esta distinción es crucial para Smith.
Desafortunadamente, una confusión enmascara la idea general: intentemos separarla
en dos.
La idea general es que debemos considerar productivo el trabajo que se integra en el
conjunto del capital. En este caso, el empresario que anticipa el salario, lo recupera
vendiendo el producto y percibe (al menos normalmente) un beneficio. El trabajo
productivo tiene por lo tanto la propiedad de asegurar a perennidad los fondos que lo
remuneran, y de otra de dar lugar en principio a un beneficio que remunera el
anticipo de fondos y el riesgo. El trabajo improductivo tiene la característica de un
gasto en consumo para aquel que paga el salario: no solamente no hay beneficio sino
que el fondo no se recupera. En suma, el salario del trabajador improductivo es un
gasto de ingreso.
Smith ilustra inmediatamente esta idea con el ejemplo del obrero y el sirviente
"aunque el primero recibe el salario que le anticipa su maestro, él no le cuesta de
hecho gasto alguno, el valor de los salarios se recuperará con beneficio en el aumento
del valor del sujeto al que se aplica el trabajo". Pero la subsistencia consumida por el
sirviente no se recupera en parte alguna. Un particular se enriquece contratando una
multitud de obreros fabricantes y se empobrece contratando una multitud de
sirvientes."(p.157)
Una vez planteada esta idea general nace una confusión. El obrero es productivo
porque el resultado de su trabajo se vende en el mercado, lo que permite a su
empleador recuperar sus fondos y hacer un beneficio. Pero, dice Smith, para que haya
venta hace falta que el trabajo se fije en un producto, de ahí la idea de asociar trabajo
productivo a la fabricación de objetos materiales. Al contrario, el trabajo del sirviente
no se puede vender "porque se desvanece en el momento mismo en que se produce",
de ahí la idea de asociar trabajo improductivo a producción de servicios.
Este criterio de materialidad no parece pertinente. El empresario de espectáculos
avanza salarios a su mano de obra, los recupera y hace un beneficio vendiendo los
tickets de entrada. Aquí hay trabajo productivo y producción de servicios. A la
inversa, el jardinero que hace salir las flores en el parque de su amo produce bienes
materiales pero su salario no se recuperará. La dicotomía bienes servicios no se
corresponde en nada con la de trabajo productivo e improductivo.
Debemos situar esta distinción, ahora abandonada por la teoría económica, en la
lógica de la teoría del crecimiento. Que el trabajo improductivo sea honorable y útil es
algo que para Smith está fuera de duda, pero su criterio no es un criterio de
"bienestar" sino de crecimiento. De ahí resulta que la utilidad del trabajo no es un
criterio de su productividad. Desde este punto de vista podemos decir que las críticas
posteriores de Say, Lauderdale y McCullochestán particularmente mal
fundamentadas. Como el crecimiento descansa sobre el capital (directa e
indirectamente por la división del trabajo), nuestro autor se conduce lógicamente a
considerar como productivo el trabajo que permite mantener y extender el capital
nacional, de ahí la oposición, según él entre los obreros y el consumo de servicios
personales e igualmente entre los obreros y los agentes de la administración.
Es fácil actualmente replantear el debate. El trabajo del abogado y el del juez mejoran
la seguridad de los contratos y ¿no son entonces productivos según el propio punto de
vista de Smith?. A este tipo de objeción, Smith responde que "la producción, la
tranquilidad, la defensa de la cosa pública, que son el trabajo de un año, no pueden
servir para comprar la protección, la tranquilidad, y la defensa que hará falta el año
siguiente" (p.158), ¿Seguro? si admitimos que este tipo de trabajo hace aumentar el
producto, el crecimiento que le es imputable puede entonces considerarse como
reconstitutivo (en parte, en su totalidad o en más) de los fondos destinados a emplear
al policía y al militar del año siguiente.
Como vemos: aunque uno acepte entrar en su lógica, la distinción de Smith no está
desprovista de ambiguedades. Otros clásicos eminentes (como Malthus y J.S.Mill), la
conservaron y ensayaron corregirla pero sin verdadero éxito. Hay que quedarse, sin
embargo, con la lección esencial: la nación se enriquece y crece con la abstinencia y la
acumulación, y se empobrece por la prodigalidad y el consumo. A pesar de las
dificultades ulteriores, es sobre estas bases en que se plantea la cuestión del trabajo
productivo e improductivo.
3.2 Ganancias e interés (Libro 1, Cap. 9)
Para Smith, como para todos los clásicos, la ganancia es la remuneración del capital lo
que no tiene nada que ver con la remuneración del trabajo de inspección y dirección el
cual forma parte del análisis general del salario. La ganancia se paga entonces sobre el
monto total del capital empleado. Esta proporción, por unidad de tiempo, se
denomina "tasa de ganancia".
El capital es un anticipo sobre la producción futura, con independencia de que tome la
forma de salarios adelantados a los trabajadores, de materias primas, de máquinas o
de construcciones. La ganancia, como remuneración de este anticipo, es, en primer
lugar, la remuneración del tiempo que separa la inmovilización del capital de la venta
del producto. Pero, la recuperación del capital avanzado no es nunca segura, por lo
que el beneficio debe remunerar igualmente el riesgo. La suma de un interés puro y de
una prima de riesgo es, en palabras de Smith, la " ganancia bruta"; deduciendo de
esta última la prima de riesgo obtenemos la "ganancia neta".
¿Se tienden a igualar las tasas de beneficio? El capital, se dirigirá a los usos más
rentables, lo que igualará las tasas de ganancia neta pero no la de ganancia bruta. En
efecto, la igualación sólo se producirá para los usos de riesgo comparable. Las
diferencias de tasas de ganancia, que observamos a menudo, son entonces el resultado
de diferentes primas de riesgo ligadas a los diferentes usos del capital. Sobre el plano
empírico, una de las características fundamentales de la tasa de ganancia es su
extrema variabilidad, lo que hace difícil sino imposible obtener una medida exacta de
la misma.
El capital anticipado puede haber sido tomado en préstamo por el capitalista. Ese
capital prestado se remunerará por la tasa de interés, que depende de la oferta y de la
demanda de fondos prestables. La tasa de interés aparece entonces como una
redistribución de beneficios y es entonces lógico que fluctúe con la tasa de ganancia,
manteniéndose siempre por debajo de ella. Podemos entonces hacernos una idea de las
fluctuaciones de la tasa de ganancia observando las del tipo de interés. Cuando la tasa
de ganancia es elevada, la demanda de capitales será mayor y la parte
correspondiente al pago de intereses será también elevada. Inversamente, la parte del
interés será pequeña si la ganancia es baja. Finalmente, ¿comporta el interés una
prima de riesgo? en principio ésta se fija en un contrato, el préstamo es menos
arriesgado que la inversión, pero el prestamista puede incumplir su obligación de
pagary, en consecuencia, los préstamos comportan un cierto riesgo que deberá ser
compensado con una prima.
¿Qué dice Smith, en cuanto a la evolución de la tasa de ganancia?. El observa, en
primer lugar, que sus fluctuaciones se inscriben entre dos límites. El más bajo es el
que compensa solamente las pérdidas accidentales; el nivel mínimo de la tasa de
ganancia es entonces igual a la prima de riesgo. El nivel más alto corresponde a la
situación en la cual la renta es nula y el salario está al nivel de subsistencia.
A largo plazo, Smith piensa que la tasa de beneficio tiende a la baja. En primer lugar,
porque en las fases de crecimiento sostenido, la tasa de salario crece y este aumento,
todo lo demás constante, se hace en detrimento de la tasa de ganancia. Según Smith, la
competencia de los capitalistas acentuará el fenómeno (aunque, en tanto el producto
sea creciente, no parece que tenga que ser forzosamente así). En todo caso, la razón
principal es otra y la podemos resumir del siguiente modo: entre las oportunidades de
invertir los capitalistas elegirán las más rentables, y se orientarán luego
paulatinamente hacia las menos rentables. Si razonamos en un universo finito, en el
que las ocasiones de inversión constituyen un stock que no se renueva, es concebible la
baja de la tasa de ganancia por la desaparición progresiva de oportunidades de
inversión. Smith resume su idea del siguiente modo: "a medida que los capitales se
multiplican en un país, el beneficio que se puede obtener de su empleo disminuye
necesariamente: cada vez se hace más difícil encontrar en ese país una manera
rentable de emplear el nuevo capital" (p.189). En suma, concluye él "en un país que
alcance el último grado de riqueza", la tasa de ganancia y el salario serán bajos; la
tasa de interés, limitada por la de ganancia, será también baja de modo que nadie
podrá vivir de sus rentas. Evidentemente, el conjunto de la argumentación deja de ser
válido si admitimos el progreso técnico, las innovaciones, el descubrimiento de nuevos
mercados, el nacimiento de nuevos productos, etc., renovando sin término de las
oportunidades de invertir.
3.3 La renta (Libro 1, cap.11)
La renta es el "precio pagado por el uso de la tierra". La definición es sin duda menos
precisa que la que dará Ricardomás tarde, pero su contenido es el mismo. "Uso de la
tierra" significa según la fórmula ricardiana el "derecho a explotar las facultades
productivas e imperecederas del suelo". La renta no debe confundirse entonces con el
beneficio del capital invertido en la tierra (que se explica del análisis anterior). En la
práctica, el ingreso pagado al propietario de la tierra tiene a menudo un carácter
compuesto: será, al mismo tiempo, renta y ganancia (ya que en general los
propietarios han mejorado sus tierras). Pero no se trata, como dice Smith de una
"adición a la renta primitiva y el propietario exige una renta aunque sólo sea por la
tierra sin mejoras"(p.115-116). Se trata entonces, como en todos los clásicos, de la
remuneración de la tierra sin mejoras.
Además, la tierra es un factor de producción particular. Al igual que el capital es un
factor apropiado; pero, a diferencia del mismo, su oferta es fija y se supone que no
tiene usos alternativos: sólo sirve para la agricultura y para un tipo particular de
producción agrícola.
¿Cómo se determina la renta? En la agricultura la tasa de salario y de beneficio son
las del conjunto de la economía (esto está asegurado por la movilidad de tales
factores). Sobre el precio de los productos agrícolas, el granjero paga entonces los
salarios, amortiza su capital y extrae su ganancia. Si sobra algo, éste será el ingreso
del propietario de la tierra. No puede ser de otro modo, ya que los salarios y los
beneficios no pueden ser superiores a los de otra parte de la economía, la competencia
y la movilidad anularán rápidamente las diferencias. La renta tiene entonces la
naturaleza de un excedente diferencial: lo que queda un vez remunerados los factores.
De este análisis resulta que ciertas tierras no serán cultivadas (aquellas que no pueden
remunerar el trabajo y el capital a sus precios corrientes), que otras se cultivarán pero
no reportarán renta alguna (aquellas cuyo excedente es nulo) y que la renta de las
demás depende del precio de venta del producto, de la fertilidad, de la localización,
etc. Para saber si una tierra reportará renta, la cuestión importante a plantear es
entonces la siguiente ¿el precio del producto final es o no suficiente? Esto,
responde Smith, "depende de la demanda". En resumen la teoría de Smith es la
siguiente: supongamos una tierra agrícola cultivada en toda su superfície y sin otro
uso posible. Una vez sustraidos los gastos de salarios y los beneficios, el resto
constituye la renta. De este modo, como dice Smith, "hay ciertas partes del producto
de la tierra cuya demanda debe ser siempre tal que reporten un precio más elevado
del que basta para hacerlo venir al mercado; hay otras cuya demanda puede ser
alternativamente tal que reportarán o no un precio mayor al precio suficiente. Las
primeras deben proveer una renta a su propietario, las segundas algunas veces darán
una renta y otras no, según las circunstancias de cada caso" (p.117)
Evidentemente, Smith resalta que a veces es posible un cambio de afectación de las
tierras (por ejemplo el paso de la agricultura a la ganadería), de modo que una tierra
sin renta para un producto puede obtener renta para otro; no obstante, el mecanismo
fundamental de determinación de la renta no se modifica (sólo las cantidades
ofrecidas los precios de los productos y el valor de las rentas).
Concluyamos introduciendo la teoría de la renta en el contexto de la teoría del valor
de Smith. Vemos que se plantea un problema de coherencia. En efecto, como el
propio Smith resalta, "el tipo bajo o elevado de salarios y de beneficios es la causa del
elevado precio de las mercancías, la tasa elevada o baja de la renta es el efecto del
precio" (p.117). Pero, en la teoría del valor, la renta es un determinante del precio.
Entonces ¿es la renta determinada por el precio o es determinada por él? La obra
de Smith no permite extraer ninguna respuesta convincente a esta contradicción,
sobre la que volveremos en otros temas del programa.
4. La síntesis: valor, distribución, acumulación y crecimiento (Libro 2)
Disponemos ahora de todas las piezas necesarias para la reconstrucción del puzzle de
la teoría del crecimiento deAdam Smith. La producción supone una acumulación
previa de capital (una anticipación lógica y cronológicamente) y una cierta división
del trabajo (sinónimo de un cierto nivel de productividad). El valor de la producción
se descompone como hemos visto, en salarios (de trabajadores productivos), ganancias
y rentas.
¿Cuáles son los usos de los ingresos así distribuidos? Los salarios de los trabajadores
productivos se gastan íntegramente en bienes de consumo, lo que reconstruye los
fondos iniciales de salarios. Los beneficios y las rentas tienen una afectación más
compleja. En primer lugar, se produce una redistribución a través del tipo de interés,
por el pago de los prestatarios de capitales a los prestamistas. De otro lado, una parte
de los beneficios servirá para remunerar a los trabajadores improductivos y una parte
de la ganancia y la renta se gastará en bienes de consumo. El empleo dependerá
entonces de la importancia de la renta y de los beneficios. Más exactamente,
para Smith, la renta es la base del tratamiento privilegiado de los trabajadores
improductivos. Sus ingresos también se gastarán en bienes de consumo. Una vez
efectuados todos esos gastos, el resto constituye el ahorro y es sobre esta base que se
acumula el capital.
Pero, ¿hay en todo esto una teoría del ahorro? ¿Obedece esta fracción del conjunto de
ganancias a variables económicas tales como el ingreso, el tipo de interés, etc..)? Es
inutil buscar en Smith la respuesta a estas preguntas. Como mucho, debemos darnos
por satisfechos con consideraciones psicológicas, sociológicas e históricas o con ideas
un tanto vagas sobre el "espíritu de ahorro" y la "prodigalidad"; "los capitales
aumentan a través de la abstinencia; disminuyen por la prodigalidad y la mala
conducta"(p.167); de este modo, se oponen el principio que "nos lleva a gastar" y el
que "nos impulsa a ahorrar" es decir, "la pasión por las diversiones actuales" y "el
deseo de mejorar nuestra suerte"(p.172-173).
Si los factores que determinan la distribución consumo-ahorro permanecen en la
penumbra, no ocurre lo mismo con la afectación del ahorro. Para Smith (y para la
mayor parte de los clásicos), el ahorro se invierte automáticamente. De hecho, hay una
identidad práctica entre ahorro e inversión; de un lado porque los individuos que
ahorran e invierten son los mismos, de otra parte, porque el motivo para ahorrar es la
inversión y no la acumulación monetaria. Pero ¿que significa invertir el ahorro?
Para Smith, en primer lugar, el ahorro es una inversión suplementaria en el fondo de
salarios, demandando nuevos trabajadores productivos o aumentando el número de
horas de trabajo, lo que conducirá al aumento del tipo de salario y, en un plazo
mayor, al aumento de la población y de la fuerza de trabajo. Una vez pagados, los
salarios se consumen con lo que vemos que el ahorro se diluye en el consumo. En suma
el ahorro no es una fuga del circuito económico. En Smith existe un principio claro de
determinación de la renta, ya que según su célebre expresión "lo que se ahorra
anualmente es también consumido regularmente y casi al mismo tiempo, pero es
gastado por otra clase de gente". No deja de resultar curiosa esta relación entre el
ahorro y el consumo que puede expresarse por la siguiente identidad:
ahorroinversiónaumento del fondo de salariosaumento del consumo.
La acumulación de capital, además de lo dicho, conduce al crecimiento económico. En
primer lugar, porque la fuerza de trabajo productivo crece; pero también porque esto
sirve para llevar más lejos la división del trabajo lo que aumenta la productividad.
Como hemos visto, la desaparición gradual de las oportunidades de invertir
amortizará paulatinamente la acumulación de capital. Smith cree, en definitiva, en el
crecimiento económico pero en un modelo finito.

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