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EL DILEMA DEL COMENSAL INESCRUPULOSO


¿Qué haría cualquiera de nosotros en una situación como esta?

POR ADRIÁN PAENZA

“NUNCA MÁS LA DERECHA EN


ARGENTINA”

UN OSCURO OBJETO DE DESEO


El centro mítico al que aspiran
quienes prevén con temor el
derrumbe del macrismo

LA LOTERÍA DE COMODORO PY
Ventajas de los bolilleros mágicos,
en Py tienen lugar las casualidades
menos casuales del mundo

CHALECOS AMARILLOS SI LA
CGT NO DESPIERTA
Los 30.000 desaparecidos son parte
de la historia del movimiento obrero

Ahora quiero exhibir lo que sucede con una situación que es muchísimo más común
que la del Dilema del Prisionero. En este caso, se trata de analizar lo que sucede
cuando uno sale a cenar con un grupo de personas (amigos, compañeros de trabajo,
LA POSVERDAD AL PALO
familiares…) y tienen que decidir cómo pagar. Las alternativas son: Macri preside desde el lunes... ¡un
seminario antima a!
1. Cada uno paga lo que consumió;
2. Suman todo y dividen en partes iguales;
3. Hay alguno de los comensales que advirtió que ‘pagaría el total’.

El objetivo entonces es estudiar la conducta de un comensal y determinar cómo


LA SONRISA CÓMPLICE
cambia su decisión de acuerdo a las diferentes variantes en las formas de pago. Una recompensa a los socios de la
dictadura genocida
Primero, un ejemplo.

Cuatro amigos deciden ir a cenar comida rápida: hamburguesas. Antes de


comunicarle al mozo lo que van a pedir, deciden que van a dividir la cuenta por
cuatro, y pagar en partes iguales.

El menú ofrece solamente dos alternativas: una hamburguesa común y una


hamburguesa ‘extra-large’. La más barata sale 100 pesos, y la otra 300. La calidad
de la carne utilizada en cada una es la misma. Lo que varía es la cantidad (la extra-
large es mucho más grande) y la calidad: la segunda tiene queso, tomate y lechuga.

Aún con estas diferencias, cada comensal interpreta que la extra-large es mejor pero
no TRES veces mejor. Para fijar las ideas, digamos que la más grande es dos
veces mejor.

Supongamos que usted es uno de los comensales. Llegado a este punto razona: “Si
todos van a pedir la hamburguesa común y yo pido la extra-large, con solo agregar
un poco más de dinero a la cuenta final, voy a cenar mucho mejor”. Por lo tanto, si
sus tres amigos piden la hamburguesa común y usted la ‘otra’, la cuenta total será:

100 + 100 + 100 + 300 = 600 pesos.

Al dividir por cuatro, cada uno tendrá que pagar 150 pesos. De esa forma usted,
pagará 50 pesos más, pero obtendrá un valor de 300 pesos (si hubiera ido sola/o), o
si prefiere, tendrá una hamburguesa (que según su criterio será el doble de mejor
que la común) y terminará pagando una vez y media. En cualquier caso, parece una
buena decisión.

Sin embargo, sus amigos razonan igual que usted. Cada uno pide entonces la mejor
de las dos hamburguesas y por lo tanto, la cuenta total llega ahora a 300 x 4 = 1.200
pesos. ¿Consecuencia? Usted ahora paga el triple por una hamburguesa que ‘a lo
sumo’ debería valer el doble.

La situación más general podría plantearse así:

“Un grupo de amigos/conocidos salen a cenar a un restaurant. Se ponen de acuerdo


en que independientemente de lo que cada uno de ellos ordene, van a dividir la
cuenta en partes iguales. Cada participante se encuentra ahora ante un dilema:
¿elige un plato más caro del que comería habitualmente o elige uno más barato
acorde con lo que hace siempre? Por supuesto, es necesario advertir que el más caro
es mejor que el más barato, pero no lo suficiente como para que valga la pena
pagar la diferencia de precio. Para ponerlo en términos más precisos, si la/el
comensal fuera sola/o, lo más probable es que ordenase los platos más baratos,
aunque sea porque la percepción que tiene es que la diferencia en calidad no
amerita la diferencia en precio.

Y hay una tercera alternativa: ¿qué pasa si uno sabe que la comida le saldrá ‘gratis’
porque alguna otra persona se ocupará de pagar lo consumido por todos? Ante esta
situación, ¿cómo cambia la elección del número de platos y la calidad? Si uno no
tiene que pagar, ¿comería la misma cantidad? ¿Elegiría los mismos platos?

¿Qué hacer?

Es esperable que cada persona piense: “Me puedo permitir ordenar platos más
caros, porque si vamos a pagar la cuenta entre todos, la diferencia que me va a
tocar a mí es mínima y entonces sí valdría la pena que yo pague un ‘poquito’ más
de lo habitual”.

Sin embargo, si todos los participantes razonaran de la misma forma, todos


terminarían ordenando los platos más caros y todos comerían más de lo habitual. Si
todos los comensales funcionaran con la misma lógica, terminarían todos
castigados. Este razonamiento egoísta lastimaría a todos por igual: terminarían
haciendo algo que deploran: pagar de más por algo que no lo merece.

Hasta acá evité cuidadosamente aludir a la condena social, sutil. Si sus


amigos/conocidos/familiares detectan que usted, o bien es egoísta y se preocupa por
su propio bien ignorando cómo afecta a sus compañeros de cena, o si advierten que
quiere sacar una ventaja ya sea porque distribuyen entre todos la carga o porque hay
uno que ‘paga por todos’, es muy probable que lo miren en forma distinta a partir de
allí. En todo caso, no está claro si en futuras cenas ese mismo grupo de personas
la/lo invitarán o no. Y ni hablar si esto sucede en la propia familia, ya sea como
supuesto ‘beneficiario’ o ‘víctima’ del abuso.

La teoría
En el año 2004 tres científicos, Uri Gneezy, Ernan Haruvy y Hadas Yafe [3],
combinaron sus especialidades para estudiar aspectos del comportamiento humano,
estrategias y ética en negocios. Los tres tienen múltiples trabajos escritos en
conjunto e individualmente, pero el artículo al que me quiero referir lo publicaron
en la Royal Economic Society bajo el título: The Inefficiency of Splitting the Bill (La
Ineficacia de Dividir la Cuenta) [4].

Si tiene tiempo sugeriría que lo lea, porque dice muchas cosas sobre nosotros, en
tanto que seres humanos, nuestras motivaciones, miserias, virtudes, solidaridad
para con el ‘otro’, respeto y atención a las necesidades que pudieran llegar a tener.
Pero también están analizados comportamientos egoístas y por supuesto, la amplia
variedad entre los dos extremos.

Antes de comentar las conclusiones a las que llegaron, me parece pertinente


observar una obviedad: ninguno de nosotros es la misma persona en diferentes
momentos de su vida, aún ante situaciones iguales o similares. Somos distintos,
reaccionamos distinto, nos comportamos distinto. Está claro que así como uno no
puede ver a un niño crecer en el día a día, si uno tomara ‘fotografías’ de uno mismo
suficientemente separadas en el tiempo, descubriría diferencias no observables de
otra manera. ¿O usted piensa que no hace falta hacer las observaciones con tanto
tiempo de distancia?

Pero vuelvo al estudio presentado sobre las diferentes maneras de dividir una
cuenta en una cena. Lo que hicieron fue tratar de detectar las distintas reacciones
teniendo en cuenta cómo variaban las condiciones de contorno. Ya verá a qué me
refiero.

Los experimentos los realizaron eligiendo varios grupos de seis personas a quienes
habrían de invitar a cenar. Cada participante recibió una suma de dinero por su
intervención, equivalentes a 20 dólares estadounidenses de hace 15 años.

Más allá de los aspectos técnicos, para garantizar que las muestras cumplieran los
requisitos indispensables para ser consideradas buenas (eligiendo personas al azar,
sin prevalencia de sexo, raza, religión, etc, etc.), el hecho es que invitaron a cenar a
cada grupo de seis personas a un restaurant. Las personas no se conocían entre sí y
no podían conversar entre ellas para establecer una estrategia que favoreciera (o
perjudicara) a unos sobre otros. Las decisiones fueron individuales y la idea era
poder evaluar emociones antes y después de cenar. En el momento de sentarse a la
mesa, cada participante tenía diez minutos para:

1. Llenar un cuestionario (que le entregaban al entrar) en forma honesta y tan


precisa como le fuera posible;
2. Leer el menú y escribir en una hoja adjunta cuántos y qué platos quería pedir
(sin importar la cantidad). Esa es la única decisión que tenía que tomar.

Finalizados esos 10 minutos, debían entregar la orden al mozo (en realidad el


trabajo dice explícitamente que era una moza) que los acompañaría. Estaba
enfatizado además, que debían permanecer en silencio, sin comunicarse con
ningún otro participante con quien habrían de compartir la cena.

Ahora llega una parte importante porque lo que voy a escribir marcó la diferencia
entre cada uno de los grupos. ¿Cómo habría de pagar cada comensal? Es decir, cada
grupo terminaría pagando de acuerdo con una de estas tres modalidades [5]:

Modalidad 1: Al finalizar el experimento, recibirá una cuenta con la suma de los


precios de los platos que usted consumió, independientemente de lo que hubieran
comido sus compañeros de mesa. Después, llene el segundo cuestionario adjunto y
estará en libertad de seguir con su vida.

Modalidad 2: Al finalizar el experimento, usted recibirá una cuenta que se


corresponderá a una sexta parte de lo que consumieron entre todos los
participantes. Es decir, se trata de dividir la cuenta en partes iguales. Cada uno
pagará lo mismo: una sexta parte del total. Ese importe es el que usted tendrá que
pagarle a la moza. Después, llene el segundo cuestionario adjunto y estará en
libertad de seguir con su vida.

Modalidad 3: Al finalizar el experimento, todo lo que usted tendrá que hacer es


llenar el cuestionario adjunto y nada más: ¡la comida será gratis!

Llegado a este punto, tengo algunas preguntas que la/lo involucran a usted que está
leyendo este texto. Primero, un análisis de lo que haría si fuera uno de los
participantes de alguno de los grupos. Después, respecto de la percepción que usted
tiene de lo que hacen otros miembros de la misma sociedad a la que pertenecemos
usted y yo.

Si usted hubiera sido uno de los participantes de alguno de los grupos,

1) ¿Qué hubiera hecho ante cada situación?

2) ¿Hubiera obrado de manera diferente de acuerdo con la modalidad de pago?

3) ¿Cuán diferente se hubiera permitido ser?

4) ¿Hubiera cenado más de lo habitual?

5) ¿Hubiera pedido platos más caros de los que ordenaría en otras condiciones?

Más allá de lo que haría usted, ¿qué cree que pasó? Es decir, ¿cómo lee usted la
realidad que la/lo rodea?

6) ¿Cómo cree que variarían su conducta otras personas dependiendo de la forma


de pago?

7) ¿Cuán solidarios cree que somos, al menos en los términos propuestos por los
que diseñaron el experimento?

8) ¿Cómo cree usted que reaccionamos los humanos al enfrentarnos a situaciones


de ese tipo?

Creo que vale la pena puntualizar que hay múltiples factores que cambiarían las
respuestas. Por ejemplo, la condición social, el lugar geográfico, la relación entre los
comensales (si son familiares, amigos, compañeros de trabajo, de escuela, etc.), el
tipo de evento… Creo que usted y yo podríamos escribir una larga lista de
condiciones que habría que considerar, pero aún así….

En Alemania, por ejemplo —y lo he vivido personalmente—, es muy común que el


mozo traiga la cuenta dividida por comensal (a cada uno le entrega una), con un
detalle de lo que consumió, el impuesto que tiene que pagar y el lugar para dejar
una ‘propina’. En la Argentina esta situación es mucho más rara. Por otro lado, en
China por ejemplo la tradición es que la persona mayor (en edad) del grupo suele
hacerse cargo de toda la cuenta, pero incluso mientras escribo estas líneas, me
pregunto: ¿estará bien sacar una conclusión de este tipo en un país que tiene 1.400
millones de habitantes?

Ahora, algunas conclusiones del trabajo.

1. Cuando a cada comensal le preguntaron qué modalidad de las cuatro preferiría


(antes de saber cuál le correspondería a ella o él), más del 80 por ciento
contestó que preferiría pagar en forma individual.
2. El trabajo muestra sin embargo, que a quienes les tocó dividir la cuenta en
partes iguales, cada uno de ellos se aprovechó de la situación y trató de
minimizar su pérdida personal, pidiendo más platos y de mejor calidad.
3. Como era esperable (creo), cuando uno paga su propia parte, come menos y
platos más baratos. En promedio, los participantes ordenaron 1.67 platos.
4. Si se trataba del segundo caso (dividir la cuenta en partes iguales), la cuenta
total se incrementaba casi en un 40%.
5. Para aquellos que no tuvieron que pagar nada (ya que los organizadores se
harían cargo de la cuenta), tanto el número de platos como la suma total de la
cuenta se multiplicaba —casi— por ¡tres!

Acá copio una figura del artículo original.

Sobre el eje vertical aparecen los importes totales de las cuentas pagadas (dice “Cost
of the Meal”, “Costo de la Comida”). En el eje horizontal, las diferentes modalidades
de pago: “Individual Pay” (cada uno pagó lo que consumió), “Even Split” (se dividió
en partes iguales) y “Free Meal” (comida gratis). Como se ve, si el consumidor no
tenía que pagar, en algunos casos la cuenta llegó a triplicar el valor promedio en el
caso individual.

Una breve pausa para una pregunta mía: ¿la (o lo) sorprenden los resultados?

Sigo con las conclusiones. Por un lado es muy difícil extraer ideas finales o
definitivas en el comportamiento y/o conductas que puedan aplicarse en casos
generales sin tener en cuenta la multiplicidad de factores que las condicionan. Por
otro lado, si bien es esperable que ante la oferta de pagar de acuerdo con el
consumo individual o dividir la cuenta en partes iguales, los resultados muestran
que:

1. Ante la opción de elegir, cada uno prefiere pagar lo suyo;


2. Si la cuenta se va a dividir, en general todos piden más cantidad de comida y
de mejor calidad, aunque la consecuencia de este comportamiento sea que
todos se vean perjudicados y pierdan eficiencia. Forzados a pagar todos lo
mismo, la tendencia es sacar ventaja de los compañeros de mesa, y al
intentarlo, se perjudican todos.

Notable, ¿no es así?

   

Horacio Sonzini Dice  3 semanas hace

tengo 80 años y hemos comidocon mis amigos , cuando comemos en restaurantes,desde los 16 años ,los comensales ,siempre
fuimos distintos,primero compañeros de la secundaria ,y luego segun pasan los años y el bolsillo, con toda clase de bolsillos.
siempre la cuenta fue en comun, y cuando los bolsillos eran mas acos ,en cantinas y bodegones ( de antes ,ahora son todos de
autor). Siempre ,alguno se aprovecha y come por derecha ,osea por los precios (eligiendo lo que no comeria , si pagara cada uno lo
suyo) Querido Adrian , ojala puedas volver pronto a dar tus clases para todos . Horacio Hincha de l Villa Crespo de Battilana , Ferello
Y Ross

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Luciano Dice  3 semanas hace

Me parece que es imposible hacer abstracción de en qué situación se produce la cena, quienes son los compañeros de mesa y quién
es el que paga.
Voy a poner ejemplos reales de mi vida.
Por razones laborales he tenido que viajar; en esos casos la patronal me pagaba viáticos. Tradicionalmente esos viáticos eran una
suma ja por día, lo que yo realmente usara de ellos era mi problema. Entonces en general trataba de gastar menos de los que me
pagaban para quedarme con el resto.
En un momento dado alguien de la gerencia se le ocurrió que tendríamos que adjuntar los recibos y nos pagarían según el gasto
real; entonces los que solíamos viajar comenzamos a parar en hoteles caros, comer en restaurantes de primer nivel, tomarnos
remises y taxis, etc. Finalmente se retornó al modelo de viatico jo: le resultaba más barato a la patronal.
También tuve que viajar por cuenta del sindicato, por actividad gremial. El sindicato me daba una suma ja para gastos y yo me
esforzaba en todo lo posible para gastar lo menos que pudiera y devolvía lo que me sobraba al sindicato.
O sea las tres actitudes dependían en cómo y quién me pagaba.
Si era la patronal trataba de obtener el mayor bene cio posible, ellos no me hacen participe de las ganancias, de las decisiones ni
nada por el estilo, por lo tanto no me considero ligado por ninguna regla de tipo ética o moral con su dinero.
En cambió con el sindicato es distinto: es mi sindicato y más allá de que muchos se aprovechan de los puestos en los mismos no es
mi caso y considero que es un deber no quedarme con dinero que, de última, es del conjunto de los trabajadores a liados.

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Santiago Aon Dice  3 semanas hace

Adrián, muy buena columna. De todas maneras me gustaría hacer alguna salvación a las conclusiones.
Tal vez hoy en día, globalización, metropolitanismo y capitalismo hegemónico de por medio, estas conclusiones puedan
universalizarse de alguna manera. Me reservo algunas dudas respecto de qué hubiese pasado de hacer este ejercicio en la Rusia de
los ’70, o en la Cuba de los ’90, por poner algunos ejemplos. Pero podría hacerme las mismas preguntas si el experimento se
hubiese llevado a cabo en algún pueblo del interior de la Argentina.
En un viaje a Cuba hace unos años, un lugareño de un pueblito me comentaba que durante el período especial se llevaban a cabo
cortes plani cados de luz en todas las urbes. La sociedad se organizaba cada noche para dar hospedaje en aquellas zonas donde
estaba previsto sostener el suministro a aquellos habitantes cuyas residencias iban a verse afectadas por los cortes de luz. De
manera que hoy por tí, mañana por mi, o algo por el estilo. Pero he vivido otras muchas situaciones donde mochileando me han
invitado a cenar sin cobrarme un solo centavo, y en esas situaciones es cuando uno, al menos a mi me sucede, más se limita con su
consumo (y no creo ser ejemplo de nada, jaja).
Por otro lado, aunque desconozco la conformación social de los grupos que se utilizaron para realizar el experimento, me permito
creer que si hubiese habido algún indigente en alguna mesa, más de uno hubiese decidido pagar ecuánimemente y consumir de
manera moderada; o inclusive ofrecerse a pagar esa cena o, a dividir por 5.
En n, entiendo que el entorno también modi ca nuestras decisiones. Me pregunto qué conclusiones sacaría Derrida de todo esto,
jaja.
Que tengas una buena semana, te leo el domingo que viene!

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Lujan Dice  3 semanas hace

Como siempre Adrián, exponiendo diversas conductas del comportamiento humano, casi como un juego, aprendemos. Y es así tal
como minuciosamente lo planteas. En amistad, se sabe de quien saca ventaja en esta situación como ejemplo pero en el caso del
número que se reúne en la mesa hace que se tolere sin descartar que en el tiempo, bien puede ser causa de alejamiento del
siempre ventajero . Ahora aquí, para los que sumamos años -y netamente porteños – los códigos se mantienen anque la situación
de bolsillo hoy, se encuentre tan afectada para una inmensa mayoría. Y esto de los códigos tiene que ver – como uno sigue
viviendo- con el ser solidario hacia el otro. Bancar en la medida que se pueda y hacerlo con respeto al/los verdaderos gomías y
tener calidad en consecuencia para entender respecto al que menos puede. Cualquier otra “formula” que pueda aplicarse a la mesa
en lo que al pedido y forma de pago se re ere puede atribuirse a la idiosincrasia que corresponde al colectivo humano de cada
pueblo. Bien el ejemplo de los alemanes -me quedé sin cigarrillos en una oportunidad en casa donde me encontraba allá y me
indicaron a metros en la calle una máquina expendedora…- bien vale como ejemplo. Se entiende que la onda bien debe ser otra para
los jovenes hoy, claro. Abrazo cordial Adrián.

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Nicolás Dice  4 semanas hace

Hola Adrián, un placer leerte como siempre!! Quería aprovechar para comentarte que te escuché una vez con VHM y dijiste que
había que ir pensando qué hacer con el ocio xq íbamos a tener mucho tiempo libre en el futuro cercano gracias a la tecnología, y
aprovecho para invitarte a que investigues sobre The Venus Project, se trata de una sociedad diseñada x un tal Jacque Fresco a
quien tuve el honor de conocer personalmente y que falleció a los 101 años en el 2017, dedicó toda su vida a mejorar la calidad de
vida de todos y su trabajo me resultó muy interesante a tal punto que soy un promotor de su legado y me gustaría tener una opinión
tuya al respecto xq pienso que realmente sería una solución viable para la humanidad!!! Gracias abrazo

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Cococho Dice  4 semanas hace

Paenza, lo admiro profundamente por su vocación y capacidad en la divulgación cientí ca. Su programa era de “lectura obligatoria”
los mediodías de sábado en mi familia. Usted fue de fundamental ayuda en mi esfuerzo por inculcarles a mis hijos el amor por el
conocimiento (así también me salieron medio “nerds”, pero no importa).
Dicho esto le pregunto: ¿es necesario un estudio cientí co para saber que si en mi edi cio pusieran un solo medidor de consumo
eléctrico para los 20 departamentos todos viviríamos con el aire acondicionado prendido todo el día?
Con todo respeto, estudios como esos, cuando son difundidos en medios radiales, son los que mueven a mucha gente a descreer de
la utilidad de la investigación cientí ca al grito de ¡Hay que estar al pedo!

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Ernesto Dice  4 semanas hace

Cococho, interesante tu nombre. Y lo relaciona directamente con tu comentario. Me da la impresión de que no


entendiste nada a pesar de lo cual pudiste escribir un exabructo de siete líneas. Yo leí otra nota en la que Adrián nos
dice que a los humanos en todo el mundo hay ciertas características que nos igualan, por ej., en todos lados
encontramos la mezquindad, la avaricia, la falta de solidaridad, la estupidez, etc. No creo que los argentinos seamos
peores ni mejores que los otros. La historia está llena de ejemplos de bajezas y grandezas. Y una aserción nal: no
todos somos iguales. No creo que el gran hombre que es Adrián Paenza se sienta afectado por tu rebuzno.

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Victoria Dice  5 días hace

Perdón, pero no considero un insulto lo escrito por el lector previo. Personalmente considero
absolutamente innecesario el método experimental para la producción de conocimiento. Paenza está
formado en ciencias exactas y debe considerar al método experimental como único. A mí me resulta
muy ingenuo creer q este tipo de experimento de laboratorio pueden decir algo sobre la subjetividad,
cuando la ciencia moderna se funda en la exclusión del sujeto.
El etnoarqueólogo Politis, a quien entrevistó el señor Paenza, convivió en la década del 90 con distintas
comunidades de cazadores recolectores en la Amazonía. Politis relataba q con una de estas
comunidades, él acompañaba a los cazadores aún siendo incapaz de cazar, sin embargo, le daban su
parte.
Durante la entrevista a Politis era notable el prejuicio de Paenza, dado por el tipo de formación.
La colonización es también epistémica.

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