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La tortuga de Belén
Todos los animales del bosque y de los alrededores de Belén estaban muy alterados.
Habían visto la luz de los ángeles y oído sus cantos. Unos a otros se preguntaban y
respondían qué era lo que había pasado:

Un niño pequeño había nacido en una cueva cerca de Belén. Decían que había nacido el
Hijo de Dios, el Salvador, el Mesías esperado, ¡que ha de traer la Paz, la Justicia y el
Amor a todo el mundo!
La región había enloquecido, todo el mundo iba arriba y abajo pensando qué podían
llegar ofrecer a esa personita tan especial.

La primera en hablar fue el águila:


- Podríamos ofrecerle nuestras cualidades y habilidades, todo lo que mejor sabemos
hacer. Yo, por ejemplo, le ofreceré la rapidez de mi vuelo y mi vista capaz de alcanzar
hasta muy lejos para cazar. ¿Qué os parece?, preguntó.
- Bien, muy bien, respondieron casi todos los animales.

Y empezaron a discutir cuáles eran sus mejores destrezas para poder ofrecer a Jesús.
- Yo le ofreceré mi astucia, dijo el zorro.
- Yo mi gran velocidad cuando corro, la capacidad para saltar, dijo la liebre.
- Nosotros te ofreceremos nuestros cantos por la mañana cuando se despierte por la
noche cuando se acueste, dijeron el ruiseñor y el petirrojo.
- Yo te daré algo mejor, dijo la oveja. Le daré el calor de mi lana. Seguro que mi regalo
será el mejor, pues debe tener mucho frío.

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Diciembre 1
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- Coc, coc, coc, dijo la gallina. Nadie ha pensado que pueda tener hambre. Yo iré al
portal y allí, a sus pies, pondré los huevos más grandes que jamás se hayan visto, para
que el recién nacido pueda comer.

Así estuvieron un largo rato y, de repente, se dieron cuenta de que una pequeña
tortuga, sin decir nada, ya había empezado a andar hacia Belén. Iba muy despacio, con
la cabeza agachada y pensativa, haciendo caso omiso de los gritos de los otros
animales que se reían al ver que no tenía nada bueno ni ninguna cualidad para ofrecer
al Mesías.
Riéndose mofándose de la pequeña tortuga fueron llegando todos ante José, María y
Jesús.

Orgullosos de sus méritos todos los animales fueron pasando ante el portal, esperando
a ver qué haría la pequeña tortuga.
Ella, cuando llegó, le dijo al Señor:
-No tengo nada bueno para ofrecer. Soy fea, lenta y no puedo darte nada que te sirva.
Solo mi paciencia y mi constancia me han ayudado a llegar hasta aquí. Te las doy y te
las ofrezco por si te pueden servir. Tuyas son, Señor, acéptalas.
Dicen que Jesús, que hasta entonces parecía dormido, abrió los ojos, miró sonriendo a
la tortuga dijo así:
- Gracias, muchas gracias, es el mejor regalo que me podías hacer. Para construir mi
Reino de Paz, Amor y Justicia necesitaré y necesitaréis mucha paciencia constancia, si
me queréis ayudar.
Todos vosotros tenéis que aprender de ella, porque solo con fe, esfuerzo, constancia y
paciencia se consiguen los grandes objetivos.
Dicen que todos los animales entendieron la lección. Ahora nos toca a nosotros
entenderla. 

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Diciembre 2
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Una estrella en el corazón
La noche en que nació Jesús, el cielo estaba cubierto de estrellas. Estrellas de todos
los colores de todos los tamaños: blancas, plateadas, verdes, doradas, rojas y azules,
que parpadeaban inquietas emocionadas ante el gran acontecimiento del que eran
testigos. Los ángeles en el cielo completaban este maravilloso escenario con sus
cantos de alabanza gloria al Señor:
“Gloria a Dios en las alturas en la tierra paz a los hombres de buena Voluntad”,
cantaban al unísono cada vez más alto, expandiendo su melodía por todo el Valle.
Las estrellas emocionadas se acercaron a adorar al pequeño Niño, que sonreía en el
pesebre.
- Señor, nos venimos a ofrecer para ayudarte en la tierra. Nos gustaría convivir con las
personas para ayudar a los ángeles y hacer posible que se cumplan los anuncios de
Paz y Amor que Tú has venido a traer.

- Así será si así lo queréis, respondió Jesús. Os haré a todas pequeñitas, tal como se os
ve a lo lejos, para que podáis bajar a la tierra.
Se cuenta que aquella noche hubo una fantástica lluvia de estrellas. Algunas se
quedaron pegadas a las torres de las iglesias, otras jugando en los bosques entre las
ramas con las luciérnagas y los búhos, otras se mezclaron entre tos juguetes de los
niños... la mayoría se quedó alumbrando los caminos y las calles. Toda la tierra se
iluminó maravillosamente. Pero con el correr del tiempo, las estrellas fueron
regresando al cielo, dejando a la tierra oscura y triste. Los ángeles se lamentaban, era
muy difícil sembrar amor y paz en medio de tanta oscuridad.

- ¿Por qué volvisteis?, les preguntó Jesús. ¿Cómo es que no cumplís el proyecto que os
hacía tanta ilusión?
- Señor, le contestaron, nos fue imposible permanecer en la Tierra. Existe allí mucha
miseria, mucha violencia, hay demasiadas injusticias.
El Señor respondió:
- ¡Claro! Vosotras pertenecéis al cielo. En la tierra nada dura, todo pasa, todo cambia,
nada allí es perfecto. El cielo es eterno, es el Reino de la Perfección.
A medida que iban regresando las estrellas al firmamento, el Señor las iba contando
y, después de verificar que la mayoría ya había llegado, Jesús habló de nuevo:

- Nos falta una estrella, ¿dónde estará?


Un ángel que estaba cerca pasando lista replicó:

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Diciembre 3
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- Todas las estrellas se han cansado de ayudarnos, nos han dejado solos en nuestra
tarea de ayudar a los niños y niñas, a los hombres a las mujeres a encontrar el Amor
la Paz, se sienten tristes y desanimadas en medio de tanta pena y dolor.
Pero hubo una que decidió quedarse en la tierra. Descubrió que su lugar estaba donde
existe la imperfección, donde las cosas no van bien, donde hay pena dolor.
- ¿Qué estrella es esta?, volvió a preguntar el Señor.

Es la ESPERANZA, Señor, la estrella verde. La única estrella de este color.


Y cuando miraron hacia la tierra, vieron que la estrella no estaba sola, sus destellos se
habían multiplicado y miles de ángeles llevaban una pequeña estrella verde en sus
manos para iluminar el corazón de cada persona. Porque el único sentimiento que nos
ayuda a seguir siempre hacia adelante, a buscar lo mejor y a encontrar el Amor y la
Paz es la ESPERANZA.
¿Tienes tú, en este momento, esta estrellita verde en tu corazón?
Deja que tu ángel de la guarda encienda su llamita cada mañana.

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Diciembre 4

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