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Escuela de Psicología Nombre: Madeleine Ahumada

Psicopatología de Infanto-Juvenil Profesora: Andrea Araneda

Resumen

“Trastorno de Estrés Postraumático”.


[Scheeringa, M. (2006) Posttraumatic Stress Disorder. In C. H. Zeanah (Ed.). Handbook of infant mental health. New York:
The Guilford Press.(pp. 345-361)]

La memoria es de vital importancia en el TEPT, ya que se debe recordar, de alguna manera,


algún evento traumático para presentar síntomas, por lo que debe existir cierto desarrollo de ésta para
hacer un diagnóstico del trastorno. Dentro de todo, se presentan 2 tipos de memoria; la primera, es la
memoria comportamental, esta es principalmente inconsciente, pero el recuerdo puede presentarse en el
comportamiento ya que no es verbal. Este tipo de memoria, por lo que se sabe hasta ahora, está en
funcionamiento a los 8 o 9 primeros meses de vida. La segunda; es la memoria autobiográfica, en la cual
se recuerdan hechos experimentados personalmente y pueden ser verbalizados. Este tipo de memoria
emerge con la aparición del lenguaje alrededor de los 18 meses de vida y se la considera como el factor
determinante para diagnosticar TEPT en los niños; aunque existen investigaciones que concluyen que
los niños que presentaron más ansiedad en la recogida de información, parecen recordar mucho menos,
también se sabe que estos desde los 2,5 a 3 años, recuerdan las experiencias estresantes con coherencia y
detalle, para ellos, se recomienda hablar del evento traumático; los más pequeños también pueden
recordar, pero de una manera más general, y para ellos no es recomendado hablar del tema, ya que
pudieran implantarse recuerdos que no les son propios. Es importante destacar que la valoración de los
recuerdos, más que el número de estos, puede relacionarse con el desarrollo de TEPT.
El TEPT está definido por la sensación de pánico o abrumo repentino por un incontrolable
sentido de desesperación. Los predictores más consistentes para este trastorno son la precepción de que
la propia vida está en peligro y el miedo en el momento del evento traumático. Ahora, lo difícil es
determinar qué es lo alarmante para los niños pequeños y bebés, ya que existen eventos secundarios,
desde el punto de vista adulto, que para los niños pueden ser muy alarmantes y aterradores.
El TEPT puede tener consecuencias neurobiológicas asociadas, como la reducción del volumen
global del cerebro. También, la activación repetitiva de la red del miedo haría que se consolidaran
circuitos neuronales maladaptativos en detrimento de circuitos adaptativos normativos del desarrollo.
Por lo demás, hace falta mucha investigación acerca de este tema, relacionado con niños pequeños.
Respecto a la validez diagnóstica del TEPT, se dice que puede ser detectado con fiabilidad en
niños pequeños; que aparecen casi todos los elementos; y que existen alternativas al DSM-IV que
poseen mayor sensibilidad y validez para detectar el trastorno, aunque ninguno de estos analiza a los
niños menores y mayores de 1 año de edad por separado.
La edad más temprana en que puede ser detectado el TEPT, también depende de la herramienta
diagnóstica que se utilice, de este modo, con la manera alternativa se encuentra alrededor de los 9 meses
de vida, que es cuando empieza a desarrollarse la memoria comportamental; mientras que con el DSM-
IV se detecta a los 34 meses. Para los niños menores de 9 meses de edad, se piensa que los síntomas
pueden verse como un condicionamiento, ya que al momento de quitar el estímulo doloroso, estos
desaparecen rápidamente.
Existe gran cantidad de estudios que demuestran que niños con psicopatología traumática grave,
tienen más probabilidad de tener padres con psicopatología severa y/o problemas familiares; aunque no
incluyeron niños pequeños. Se muestran 3 maneras a través de los cuales se explican estos datos: en la
primera clasificación se encuentran los ‘modelos parentales’, en los que los niños reaccionan de manera
más severa ya que los cuidadores, debido a su psicopatología, no tienen activadas sus habilidades de
crianza. En la segunda clasificación, entran los ‘modelos bidireccionales’, en los que los cuidadores se
angustian ante la perturbación emocional del niño. Y en la tercera, tenemos los ‘modelos de
vulnerabilidad genética compartida’, en los que padres con vulnerabilidad de desarrollo de trastornos
emocionales, transmiten estos genes a sus hijos. Aparte de estos modelos están los llamados modelos de
crianza de los hijos, en que encontramos 3 supuestos: en el ‘modelo de mediación completo’ la crianza
de los cuidadores hacia los niños, influye completamente en el desarrollo de TEPT. En el ‘modelo de
mediación parcial’ los niños desarrollan TEPT, independiente de sus padres, pero estos lo intensifican
por su poco óptimo funcionamiento. Y en el ‘modelos de moderación parcial’ la crianza poco óptima no
causa TEPT, pero evita que sea mejor por la carga en los niños.
En lo que se refiere a la violencia doméstica (VD), la gravedad de esta se asocia con
autopercepción disminuida de eficacia en la crianza en madres con problemas psicológicos, pero los
niños no mostraron problemas de externalización graves. A través de una entrevista se determinó que las
madres que sufrieron VD tenían una representación más negativa de sus hijos y de ellas mismas, esto es
importante porque el trauma de la madre afecta en la calidad de la crianza sobre los niños. En cuanto a
los lactantes, estos mostraron mayores síntomas de trauma sólo en el caso en que sus madres también los
demostraban.
Puede que los profesionales y los cuidadores no reconozcan el TEPT, por lo que no será dado el
adecuado tratamiento. Es por esto, que la entrevista es el más eficiente método de evaluación, sin
embargo, los padres apoyan la aparición de síntomas, pero rechazan el tratamiento por considerarlo
innecesario, lo que complica el problema. Para profundizar en las dificultades diagnósticas en este
trastorno, también encontramos falsos positivos, lo que significa que a partir de un evento traumático
subumbral, el médico diagnostica TEPT, siendo que la mayor parte de los niños que sufren traumas no
desarrollan este trastorno. Por otra parte, encontramos los médicos subestiman la gravedad del trauma.
Para evitar estos problemas y diagnosticar correctamente el TEPT se debe realizas una entrevista
al cuidador que sea completa, rigurosa y estandarizada; esta entrevista evalúa los 17 signos y su
correspondencia en niños.
En cuanto a comorbilidad, se ha encontrado que más de tres cuartas partes de los niños con TEPT
tenían por lo menos un trastorno asociado y más de la mitad de estos se inició de manera posterior al
evento traumático. En el curso del trastorno, este no remite en más de un tercio de los casos y puede
persistir por décadas, lo que contrasta con los adultos que se mejoran con el tiempo.
En el tratamiento de TEPT, encontramos un enfoque centrado en educar a los cuidadores, para
que reconozcan las situaciones que desencadenan miedo generalizado en los niños, para que protejan a
los niños de los factores desencadenantes y para que calmen la angustia de estos de manera eficaz; si
esto no da una respuesta sensible de los padres, como resultado, dentro de un mes, se debe probar con
terapia sistémica. También se cuenta con la terapia de juego para niños de 2 o 3 años; la terapia
prolongada, en que mientras se expone al estímulo aversivo, se ponen en práctica habilidades de
afrontamiento positivo. Es posible utilizar terapia EMDR, pero ningún estudio para comprobar su
eficacia se ha utilizado con niños pequeños.
En conclusión, en casi todos los puntos tratados en el texto, hace falta mucha más investigación
sistemática, sobre todo en niños pequeños y bebés

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