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Vejez y Ocio - Hugo Lande
Vejez y Ocio - Hugo Lande
El ocio no es una cantidad de tiempo libre de trabajo, sino que es una cualidad del estado de ánimo.
El concepto de ocio desempeñó un papel básico en los sistemas de pensamiento de filósofos como Platón o
Aristóteles. Este último afirma que todo en esta vida es relativo al ocio, de manera que éste es el objetivo de
todo comportamiento humano, y que la razón por la que se trabaja es para obtener ocio. Explica el ocio como
una concepción de placer intrínseco y de felicidad.
Tiempo libre. Cantidad de tiempo generalmente ajena a obligaciones laborales, sociales o de otro tipo, que
sirve en potencia para ejercitar la expresión y la libertad personal. No significa necesariamente disfrutar de
ocio.
Ocio. Necesita tiempo libre, pero es otra realidad que surge como consecuencia de una elección y de un uso
tanto voluntario como placentero del tiempo libre, el cual es llenado de sentido personal y/o social mediante
una acción libremente optada.
Tedio. Sentimiento de reducción del movimiento del tiempo.
Felicidad. Se consigue por el ocio en su mismo acto e instante.
Envejecimiento activo. Proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con
el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen.
Atrás quedaron los años en que las personas mayores eran consideradas de forma homogénea – cuando su
cuerpo ya no les permitía trabajar – como seres dependientes, pasivos y desvinculados de la sociedad. La
heterogeneidad que hoy muestran las personas mayores en sus vivencias de la jubilación y la vejez,
experiencias distintas pero relacionadas, resulta evidente.
Existen varias edades además de la cronológica: la biológica, relacionada con el estado funcional de los órganos
de nuestra economía; asimismo, la funcional, de gran importancia para nuestro tema, entendida como la que
puede mantener los roles personales y la integración social del individuo en la comunidad, permitiendo una
calidad de vida satisfactoria y éxito al envejecer.
Dicho envejecer trasciende a cualquier tipo de edad o artilugio administrativo, es irreversible, forma parte de
la vida y, junto con el crecimiento o desarrollo, es una unidad única.
Muchos de nuestros mayores se culpan de no poder trabajar y miden el tiempo como una pérdida, ya que
piensan que el ocio no es un derecho, por lo cual rechazan esta posibilidad. Esto surge desde la escuela
primaria, donde el aprendizaje y el recreo están separados de la clase formal. El recreo tenía un sentido
negativo, no útil para el aprendizaje, como si no pudiera ser un momento para aprender, crear, aguzar el
ingenio, destacar valores de solidaridad, de equipo, de responsabilidad y compañerismo.
Desde pequeños nos enseñaron que lo formal es lo valioso y, donde estábamos distendidos, lo desvalorizado
es alegre. A partir de la separación, el tiempo valorado es el de trabajo formal, incluso es el tiempo de hacer,
único que tenía sentido para vivir.
Las representaciones e imágenes negativas que los medios de comunicación y la sociedad en general
transmiten siguen manteniéndose; sin embargo, muchos de los mitos y estereotipos vigentes hasta hoy están
diluyéndose. Va quedando claro que no todos los mayores son iguales; que tampoco están aislados,
despreocupados e indiferenciados ante la sociedad; no todos son pasivos; el mito de la improductividad de los
mayores empieza a resquebrajarse, y el mito de la inflexibilidad y conservadurismo está en tela de juicio. Esta
visión gratificante se opone a otra, en la que los estereotipos consumistas nos ametrallan con todos sus medios
para decirnos “si eres viejo no existes”, y en la que el modelo del viejismo es solamente la última etapa de la
vida y el umbral hacia la muerte.
Hay más sobrevida y menos calidad, lo cual conlleva la trama de una sociedad que no quiere gastar en algo no
productivo; pero a su vez, nace proporcionalmente menos gente y es modificada la pirámide de edades, en
beneficio de los mayores de edad.
La vejez como toda etapa, es un aprendizaje, realizada en un medio social entendido como parte de la cultura
y, a su vez, indefectiblemente transmitido a las generaciones futuras.
Esto lleva a la conclusión de que sí existe un modelo de vejez activa y productiva, valorada socialmente con
una mejor calidad de vida, que será el modelo a imitar por nuestros descendientes.
Las dimensiones del ocio pueden mostrar un sentido positivo o negativo, el cual será instrumento de
crecimiento, maduración, emancipación y bienestar, o factor de desestabilización, degeneración, dependencia
y malestar. Ello puede ser desde la visión de la sociedad o desde el mismo sujeto, creándose conflictos de
complejidad que si no son desdramatizados, se transformarán en insolubles.
Una de las preguntas nunca contestada correctamente, por ser óptica de cada uno, es decir qué entendemos
por muerte.
Contestar que la muerte es invariable, inmutable e irreversible constituye una buena práctica que implica lo
siguiente:
Pérdida del alma, del espíritu y del aliento. Muchos imaginan que es lo último en partir.
Pérdida de la integridad corporal como unidad biopsicosocioespiritual.
Pérdida o fin de las salidas y entradas del aire, de alimentos y de toda sustancia.
Pérdida de toda conciencia o capacidad para interactuar socialmente.
No obstante, el anciano tiene un punto de apoyo que lo ayuda en éste como en otros trances: sus creencias
religiosas o filosóficas, sus experiencias vivenciales, sus relaciones interpersonales y cierta sensación de
seguridad, que es intangible para enfrentar a la muerte.
Si hemos ido muriendo (perdiendo) y naciendo a lo largo de nuestra existencia, conseguiremos la fortaleza y
sabiduría necesaria para enfrentar las pérdidas y las muertes. Poseemos la energía psicológica para el último
acto humano con que nos tocará encontrarnos, como lo hemos enfrentado a lo largo de nuestras vidas. Serán
sucesivas muertes con continuos nacimientos, tristeza y alegría, dolor y goce; sin embargo si en el vivir
anestesiamos el sufrir, también suprimiremos el goce.
Sea como fuere el entorno anterior, es un desorden adaptativo de jerarquía, que muchas veces acelera la
muerte. Pensemos en que perdemos un estilo de vida que ha sido independiente, por lo menos así percibido,
en una edad avanzada, incluso según el concepto clásico de vejez, en el sexo femenino mayormente, por su
mayor sobrevida y con una privacidad restringida con el mundo conocido.
Técnicas básicas para ocupar el ocio en instituciones.
Normas claras significan satisfacción para el residente, quien se encuentra en un mundo absolutamente
desconocido y permanece a la defensiva, desde ser afable en forma artificial hasta mostrar actitudes hostiles
francas.
Regla de oro: cada persona debe ser vista como única, con historia, personalidad, fortalezas y debilidades
físicas y emotivas particulares; con un tiempo distinto del nuestro, que es de tedio. Al respecto, debemos
recordar que la mujer es especial en el tema de las amistades, ya que tiene internalizado desde niña que las
amistades han de pertenecer al círculo familiar y conserva este estereotipo con orgullo de ser buena esposa,
madre y ama de casa. Es prácticamente inaceptable intentar que de inicio salga sola de compras o al cine.
Inicio
Como en todo trato, el inicio de una relación y comenzar a conocerse, necesita lo siguiente: ser constante,
flexible y mostrarse cálido (no asfixiante). Ser paciente con el otro, tener capacidad para escuchar, no opinar
apresuradamente ni imponer. Saber que, indefectiblemente, en estas circunstancias valoramos más la
voluntad y la empatía que una idoneidad acartonada. Ser motivador. Trabajar con las virtudes y dar sensación
de logro, utilidad y dignidad.
Los motivos más dolorosos pasan por la soledad y la falta de autoestima, por lo cual se lucha por tener un
futuro mañana: el anciano tiene que terminar de pintar, de arreglar la planta, de escribir otro poema, y así
tendremos otra persona.
En la sociedad latina, la familia cumple un papel directo e indirecto con la internación. El viejo es muchas veces
el “chivo expiatorio” con las cargas de todas las culpas o, al contrario, proviene de una relación perversa
simbiótica a menudo con uno de sus hijos (generalmente hija), a quien no deja crecer y desarrollar, que en ese
momento es desbordada y no puede seguir.
En ese sentido, trabajamos con la familia y con las personas importantes del sistema del anciano, como amigos,
vecinos y compañeros de trabajo. La labor es individual porque surgen situaciones no resueltas que impiden
la continuidad del eje central de nuestro trabajo: el viejo.