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LA LEY DEL RITMO EN LA VIDA DEL ALMA

Manuel Arduino Pavón

Campichuelo 229, 2º. 11 (1405) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina

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Generalidades

Como regla general toda actividad controlada por el alma revela ritmo y

regularidad y demanda de la personalidad humana un responsable y maduro

grado de disciplina y rigor.

En el campo de las grandes realizaciones materiales colectivas de la

Humanidad, que han obedecido a la percepción o canalización de un

paradigma emergente en el plano mental, la misma regla se aplica muy

visiblemente: sólo una cuidada estrategia y una diaria actividad regular

llevan a buen fin los emprendimientos más ambiciosos.

De modo que la Ley de Ritmo es la ley precursora que vuelve los eventos

y los actos positivos y promisorios o definitivamente obsoletos, en la

medida que las unidades humanas y los grupos desarrollen su plan de forma

constante y metódica, persistente y sin sobresaltos ni interrupciones.

En lo que concierne a la vida del aspirante, ligada a los esfuerzos

propios de la triple personalidad, los tempos meditativos del alma –que

veremos luego con más detalle- inciden de manera relevante sobre los

estadios y momentos de la actividad consciente.


Más allá de considerar esta Ley del Ritmo como una Ley o Principio

Universal que regula la dinámica, el movimiento en cualquier nivel de la

manifestación, es importante aludir a las concepciones propias de las

Escuelas de Entrenamiento Interno de todas las épocas.

En estos centros de entrenamiento se ordena la vida del discípulo

conforme a una lógica fundamental: el esfuerzo y la práctica regular de las

rutinas termina por situar al candidato en la esfera de influencia directa del

alma, lo ayuda a alinearse espontáneamente con el ser interno así como a

actuar como alma. A aprender de la forma como ésta resuelve los desafíos

que se le presentan a lo largo del Sendero de Evolución.

Profusos simbolismos de los antiguos, como el de la cuadriga con los

cuatro caballos representando el cuaternario inferior y el auriga dorado –el

alma- tirando de las riendas para conducirlos por el camino, aluden a esta

necesidad propia de la vida del discipulado y más allá todavía. Son tan

fuertes los lazos con el pasado, un pasado de desorden e ignorancia por lo

general, que se requiere de medidas extremas para conseguir que la

condición energética, moral y mental de los candidatos se ponga en línea

con la atmósfera y vida propias del alma.

Siempre se ha sugerido que del estudio de las cualidades contemplativas

y volitivas del alma se pueden extraer profundos conocimientos y pautas

para identificar cuáles son las líneas de menor esfuerzo, las líneas de menor

resistencia directamente conectadas con la naturaleza del ser solar. La

lógica superior procura replicar en la vida manifestada las cualidades que

cada candidato tiene como alma, y que debe actualizar paso a paso hasta
conseguir situarse en un nivel de responsividad tal que sus acciones

representen la puerta segura para la inminente experiencia de la iniciación.

De todos modos debe tenerse siempre presente que estas acciones, estas

disciplinas regulares de práctica de vida son impulsadas desde el alma,

puesto que es ella en última instancia el iniciable y el iniciado, el aspecto

conciencia.

Han de procurársele el ser interno las condiciones más adecuadas para

permitir su desarrollo y expansión, nuestra propia evolución espiritual en

última instancia. De tal suerte, el interés de las unidades humanas por pasar

a la acción y adoptar métodos y disciplinas de carácter moral, mental y

espiritual, tiene que ver con el despertar ingente del alma y el llamado de

atención a la personalidad que le pertenece, para que, de consuno, la fuerza,

el vector de la evolución espiritual propiamente dicho se ponga

completamente de manifiesto.

Los practicantes de la alquimia de todas las edades y de todas las

culturas filo-religiosas conocieron en sus trabajos constantes y persistentes

el simbolismo de esta dinámica de carácter superior. La Obra (lunar y solar)

se realiza, es alcanzada como resultado de la puesta en escena de

condiciones afines a las que prevalecen en el mundo de las ideas, en el reino

de los dioses, en el plano de las almas, y esta es la norma por excelencia

que justifica todo emprendimiento de vida, regulado, autoconsciente e

inspirado por la tónica elevada de nuestro arquetipo celeste.

Todos conocemos una sencilla y no por ello irrelevante experiencia con la

administración del tiempo de nuestras vidas. Cuando alguien se pone a


estudiar presa de un entusiasmo sin medida, después de la lectura de un

cierto número de documentos, adviene el inevitable desinterés y el desgano,

como si la dotación de energía y de tiempo de que se disponía se agotó para

ese período y por un tiempo análogo o mayor el aspirante deja de estudiar y

no siente estímulos para hacerlo de otra forma, de una forma más científica y

auto-regulada. De la misma forma, en cualquier campo de la actividad

humana un grupo, equipo o empresa que ponga todo su esfuerzo en

alcanzar objetivos acelerados a corto plazo y que requieran de una gran

concentración de energía, más tarde se verán enfrentados a una deflación

productiva o financiera que hará inútiles todos los esfuerzos por rescatar

rápidamente el proyecto de la inercia que parece haberlo invadido. Las

series ininterrumpidas de ciclos de desarrollo y mengua de la economía

humana que tanto padece nuestro especie en todas las naciones tienen que

ver con las Leyes de la Naturaleza, y son forzosamente necesarios. A toda

actividad regular y empeñosa le ha de seguir naturalmente el reposo, y entre

el reposo y el nuevo impulso a la acción debe aprovecharse creativamente

del intervalo para reforzar nuestro compromiso con el propósito superior,

alinearnos más intensamente con el aspecto director, el aspecto espiritual de

todas las cosas. De esa manera, a través de la aplicación inteligente de la

Ciencia de los Intervalos, el fenómeno existencial se refuerza, se revitaliza,

se potencia y adquiere un creciente y más amplio devenir. En síntesis,

depende en gran medida del aprovechamiento del tiempo improductivo el

mejor o peor resultado que se obtendrá cuando advengan los tiempos de

productividad.
La consigna propia de la Ley de Ritmo para la vida de las almas es

realizar las prácticas con regularidad (horas, tiempo y lugar), estudiar con

moderación y reflexionar o meditar sobre lo estudiado por lo menos por el

mismo lapso de tiempo que nos demandó la lectura de los documentos,

llevar un regisro diario de todas las prácticas y del resultado de todas las

visualizaciones y meditaciones, un Diario del Sendero; involucrares en

tareas de servicio de una forma amplia y generosa, pero impidiendo que lello

obstaculice la prestación del srvicio espiritual, también constituido por el

estudio, la meditación y el trabajo en el mundo.

Existía una regla platónica, masónica y esotérica: la de los tres 8. A saber,

ocho horas para descansar, ocho horas para trabajar y ocho horas para

servir, estudiar y meditar. Con las ligeras alteraciones que el concepto en su

flexibilidad admite, esta parece ser la piedra de toque para la correcta

administración del tiempo con que cuenta el alma en la vida de su

personalidad.

Naturalmente el autor no puede presumir de sabiduría y realización

alguna, de allí que sus referencias a las prácticas de la tradición sean

parciales y fragmentarias lamentablemente.

Este principio general del ritmo rige así a nivel individual como colectivo.

Y nunca se debe perder de vista que todas las creaciones humanas, todos

los proyectos y emprendimientos, por haber tenido un inicio en el tiempo

material han de tener un ocaso y final en el mismo tiempo material. La

destreza consiste en elevar el punto de mira y preparar las grandes

transiciones hacia modelos y paradigmas de acción más implicados con el


Orden Superior, a fin de que los buenos proyectos en el mundo se renueven,

se reciclen, se presenten bajo otra luz y con otras perspectivas de nuevo

desarrollo.

Por regla general las fases de refundación de los grupos y empresas se

asocian a las decisiones de unificar y sintetizar con otros grupos

semejantes los esfuerzos en el mundo. Esto va dicho especialmente

para las escuelas de vida y para los grupos esotéricos, cuyo destino

es unirse o desaparecer al final de cada dispensación. Porque de no

unirse fracasan íntimamente como tales y rechazan el principio de

unidad, de fraternidad, esencial para la vida de los mismos así como

para la vida de cualquier otro tipo de asociaciones.

Existe una perniciosa tendencia a visualizar las disciplinas y

procedimientos de aplicación regular como algo tedioso, estéril y

condicionante. Muchas veces se pierde de vista que con una mera

declaración de principios acerca de la libertad primera y última de la que se

suspende la vida del alma, el individuo se dirige efectivamente hacia una

forma de dependencia de su propia vida de deseos, que no es precisamente

la que corresponde a la vida del alma. La mala interpretación de la literatura

inspirada, en especial la que procede de la enseñanza Zen o de J.

Krishnamurti, ha alentado todo tipo de conductas erráticas y

circunstanciales, en el afán de no esclavizarse a un modelo o práctica

altamente limitante. Por el contrario, es la visión ilusoria de una fácil libertad

total la que arrastra a los aspirantes a una forma de esclavitud de la libertad.

Presas de todo tipo de caprichos y negligencias, forzados desde una vida


cada vez más autónoma de su propia esfera de deseos y de pensamientos

autocentrados, viajan su viaje por el mundo de una forma desordenada y a

veces desenfrenada, acarreándose circunstancias aún más difíciles y

azarosas para el devenir como almas. El concepto “libertad esencial, primera

y última” alude a la naturaleza del alma espiritual, a la mónada, en su propia

esfera de existencia, y no a las condiciones dimanantes de la vida en el

mundo para la mónada anclada en una personalidad material.

Para ésta, para la personalidad, a fin de permitir que el alma eduzca sus

potencialidades a pleno, no está indicado por la Tradición de Sabiduría el

aflojamiento de la tensión y la lasitud, todo lo contrario. Los sabios insisten

en el control y en la disciplina regulares, diarios, así en la actitud de alerta

conciencia como ante todas las situaciones y desafíos que suele presentar

la existencia.

Pero esto no es suficiente. No alcanza con predisponerse para la práctica

favorablemente tras el estudio y la consideración seria y madura de todos

los extremos implicados para la vida del alma. SI la práctica no es un

elemento capaz de proporcionar alegría, contento y finalmente gozo, la

práctica puede volverse en contra del aspirante, particularmente porque la

inició con falsas y exageradas expectativas de engrandecimiento personal.

La práctica, el proceso es lo que cuenta. La regularidad en el proceso aporta

la experiencia de la alegría, en la medida que fija los principios intermedios y

superiores de nuestra constitución; sana nuestra completa naturaleza de un

modo gradual pero perceptible; renueva la energía que proviene de los


planos arquetípicos dotando al hombre personal de una fuerza y un impulso

creador, particularmente en relación con la palabra y el poder curador.

Cabe admitir, ciertamente, que la práctica de la alerta atención, de la

atención vigilante de una forma rítmica y regular, abre un canal directo hacia

la esfera del alma y allega al practicante momentos de verdadera plenitud. Y

que esta práctica no es excluyente, que bien puede comprender una de las

vías experimentales que el candidato explore y potencie, en unión con otros

trabajos maestros a lo largo de las horas y momentos del día.

La actitud unificadora, la unificación del esfuerzo, la concentración de

toda la actividad consciente en actividades y momentos de inspiración a lo

largo de la jornada diaria, sirve como verdadera fragua que moldea los

distintos ribetes del hombre personal y dota al alma de un instrumento

nuevo (una personalidad integrada) a través del cual pueda expresarse con

mayor amplitud y versatilidad.

Nada puede ser explicado de una manera taxativa sobre este particular. El

que quiere agua se debe mojar en la ribera del arroyo de la vida. No se puede

especular exageradamente sobre el contenido y las circunstancias que

rodean a una vida de prácticas y método.

El autor recomienda sin lugar a ninguna duda el estudio y la valoración

detenida y reflexiva de la obra “El Discipulado en la Nueva Era”. En los dos

tomos que constituyen esta obra, el Instructor, El Tibetano, a través de

cartas escritas a cada uno de los discípulos de su grupo de entrenamiento,

bosqueja una inmensa e intensa enseñanza sapiencial sobre la forma de

transformar la existencia corriente de una unidad humana en un aspecto


ponderable del Plan Maestro. Se trata en sí misma de una pauta concreta y

extraordinaria sobre la forma como la Jerarquía, a través de sus discípulos

avanzados e Iniciados, procede en el entrenamiento de sus “chelas”

dispersos por el mundo. Es un legado de sabiduría de inestimable valor y su

lectura y meditación aportan vislumbres magníficos sobre este rico campo

de la experiencia que constituye la disciplina de vida, la regularidad y el

método.

La Ley del Ritmo revela a lo largo de una vasta serie de numerosos

nacimientos –especialmente los orientados espiritualmente- la

impronta del Orden y Armonías universales que está siempre

gravitando sobre todos los fenómenos mundiales y particularmente

los que ocurren en el campo de la conciencia del alma.

Sin esa impronta proveniente de los planos ideales, arquetípicos, raíz de

la Mente Cósmica, no existiría el potencial propio de cada unidad espiritual

por adquirir un régimen de vida condigno con la atmósfera y la tónica de los

planos ideales. Es la materialización de las funciones matemáticas, a las que

se encuentra vinculado todo el proceso de la manifestación y el plan de

Evolución, en el tiempo de un alma en el mundo. La única ciencia exacta

para la actual Humanidad, las matemáticas, exponen a los ojos del

investigador despierto la forma encadenada, regular y rítmica como los

valores y sus funciones siguen su propia secuencia armoniosa. En este

sentido se trata de una Ley matemática, de una ley que pone orden en el

caos y que restablece el ciclo original de actividad propiamente espiritual o

ideal en la vida de los candidatos. Constituye la secuela natural del ingreso


al Sendero de Evolución propiamente dicha, a nivel colectivo como

individual.

En el segundo caso, en el nivel individual, transfiriendo la atención y el

eje de la existencia al motivo director y central de la vida del alma puesta a

los pies de la mónada. De la vida sincronizada del discípulo puesta a los pies

del alma. Y provee de un fuerte impulso ordenador que permite aplicar las

reglas de las proporciones y razones matemáticas a la vida de la triple

personalidad y de la triple naturaleza espiritual. Las polaridades, las

sinergias, las funciones de los centros en todos los niveles y de sus

contrapartes glandulares, en una perfecta sincronicidad.

Sabios del pasado aludieron a este vínculo explícito entre la ciencia

exacta de las matemáticas y la vida del alma que ya controla su equipo en el

mundo, y ese hallazgo le da carácter de norma de vida, de Ley, a la vocación

del centro espiritual por ejercer control permanente sobre la personalidad, a

través de esfuerzos persistentes en una serie de vidas.

Esfuerzos como fórmulas perfectas de una belleza única, como axiomas

de categoría superior, como leyes y principios fundamentales de una

gloria impar.
El Ritmo Cósmico

La Ley de Ritmo en aplicación a la vida del alma se suspende de nociones

trascendentes y metafísicas que explican la forma persistente y regular

como ocurren los acontecimientos en todos los niveles del Ser.

Existe un gran Ritmo Cósmico que obedece a la alternancia de la

Manifestación y de la Disolución de los mundos en todo el Cosmos. En toda

la escala de manifestaciones de vida, desde el más elevado e inclusivo de

los Grandes Devas hasta el infusorio más insignificante, esta periodicidad en

ciclos de actividad y reposo da la pauta detrás de la cual se alinean todos los

eventos de la mente y de la forma.

En el corazón de esta ritmicidad colosal se inscribe el llamado “parpadeo

de la vida”: de instante en instante, por medidas de tiempo minúsculas e

inconcebibles para el ser humano corriente el Cosmos y cada universo, cada

entidad, aparecen y desaparecen. Esta palpitación básica, por detrás de

todas las cosas ofrece una perspectiva iluminadora sobre el hecho

indiscutible para la Doctrina Oculta de que el Universo es una manifestación

mental en la conciencia del Logos Cósmico: una manifestación efectiva de la


fugacidad y condición ilusoria de los eventos y de las formas ligadas a la

duración y al tiempo. Una existencia colectiva y mayávica, impermanente y

mutable.

Como en el decir de los videntes y los sabios de todos los tiempos la

Realidad Última es absolutamente inmutable, conforme ellos dictan a través

de la enseñanza de Sabiduría, este fenómeno de los ritmos cósmicos que

van desde las medidas infinitesimales a las duraciones infinitas es algo

recurrente; la inmutabilidad de la Ley del Ritmo es trasunto eficaz de la

condición de perpetua estabilidad de la esfera de la Realidad Primordial. Es

la forma en que el arquetipo superior de la inmutabilidad y total estabilidad

de la esfera divina adquiere un ribete fenoménico: la continuidad y

regularidad es, por analogía, la propia inmutabilidad y estabilidad en la

sucesión (a través de las leyes y principios inmutables regentes en el

Cosmos). De modo que aquella inmutabilidad del Ser de lo Real se traduce

en la constante e inmodificada sucesión rítmica.

Ahondando en este concepto, el Propósito de la vida de Aquella Gran

Entidad en la que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, se patentiza

a través de las distintas formas de regularidad y persistencia en el tiempo de

todos los procesos que conciernen al despliegue del Plan de Vida. En

consecuencia, en el nivel del hombre personal, el alineamiento con este

paradigma del Ritmo, de la Ley de Ritmo, representa una actitud madura y

propiamente evolutiva y redunda a la larga en beneficios para el alma y para

el colectivo de unidades espirituales.


En última instancia todo alineamiento e integración de la personalidad

con el alma representa un paso más hacia la vivencia del reino de las almas,

donde la paz y el equilibrio son realidades constantes. El alineamiento de la

personalidad con el alma a través de la mente es el alineamiento del factor

más dinámico de nuestra constitución con el aspecto elevado y de mayor

estabilidad, en que el Ritmo es una fuerza excelente y sapiencial que se

vivencia como gozo, bienaventuranza y paz.

Esta exposición adolece tal vez de la profundidad que otras obras

ofrecen, pero se ha preferido recurrir a este lenguaje y a esta ilustración para

permitir que el estudiante estime personalmente y reflexione sobre materias

que tienen que ver con el movimiento y la conciencia (ambos aspectos de la

misma Fuerza implicada en los Tres Fuegos y en particular en el Fuego

Cósmico). El autor no encontró mejor forma de explicar la correlación de

líneas de incidencia entre lo cósmico y lo individual que esta alusión a la

Ley del Ritmo de la Vida, una ley que si continuamos examinando con mayor

profundidad tiene también que ver con cada episodio dual de nacimiento y

síntesis final o absorción en la esfera superior, así como con todo proceso

en el tiempo y en el espacio (en el tiempo material y psicológico).

El Ritmo Cósmico es la evidencia del Orden Supremo que rige a todos los

niveles de la manifestación y que pauta las palpitaciones y pulsiones de toda

vida, desde lo infinitesimal a lo infinito, regulando naturalmente los eventos

de la mente y de la forma de manera paralela.

Precisamente la relación entre la evolución de la Vida y la evolución de la

forma tiene que ver en última instancia con la ritmicidad y regularidad de


todas las secuencias propias de la manifestación, que a través de distintas

oleadas intenta sincronizar los fenómenos de la existencia condicionada con

los tempos meditativos del alma y los eventos de carácter espiritual.

Las leyes propias de la Evolución Superior, tal cual han sido consignadas

y explicadas por El Tibetano en Sus obras, ayudan a percibir con mayor

detalle como nuevas fases de este Ritmo Universal intervienen en el

proceso de la expansión de la conciencia y en la actualización de los

poderes de la mónada. En todos los casos mediante una línea de recurrente

y persistente influencia sobre los niveles superiores de la entidad pensante y

del colectivo de almas involucradas en cada proceso iniciático.

Como natural corolario el candidato a la iniciación en la Ciencia Sagrada

ha de seguir un plan diario de vida, regular y persistente, conforme a esta

lógica del Ritmo Fundamental, a fin de alcanzar el estatus, la estatura

adecuada para propiciar importantes cambios en su continuo mental y

propiciar fundamentalmente el franqueo de las puertas del discipulado y

luego de la iniciación propiamente dicha en las regiones ideales donde se

atesoran los misterios del alma.

La Ley del Ritmo es también de alguna manera una expresión de Karma,

en la medida en que diseña las variables de la vida manifestada y administra

la duración y el tiempo de los ciclos especiales dentro de los procesos de

expansión de la conciencia en las vidas de todas las entidades. Como

manifestación de Karma se expresa particularmente en los aspectos

oportunidad y disponibilidad: por un lado ofreciendo las condiciones para la

puesta en movimiento de un programa de desenvolvimiento consciente a lo


largo de la existencia, por otra parte poniéndose de manifiesto como Ley de

Ritmo propiamente dicha ante la segura disponibilidad de un guarismo de

tiempo, de un haz de tendencias favorables para la disciplina interna y de un

seguro acceso a pequeños ciclos dentro de ciclos mayores en los que el

alma encuentra mayor facilidad para controlar su equipo personal; la mente,

las emociones, el cerebro y el cuerpo físico.

No todas las existencias ofrecen esta amplitud de perspectivas. De hecho

es urgente comenzar a prestarle atención a esta nueva modalidad de vida a

fin de que al cabo de un período de nacimientos sucesivos, la Rueda de la

Vida se oriente definidamente hacia la regular vivencia de la disciplina

interna. Y esto ocurre, precisamente, cuando el aspirante está a punto de

ingresar o ya ha ingresado a la zona de influencia del trabajo jerárquico,

perteneciendo directamente a la Jerarquía o encontrándose alistado entre

los servidores mundiales y las personas de buena voluntad.


Los grandes y pequeños ciclos

La Tradición enseña sobre la existencia de Ciclo mayores y menores, que

tienen que ver con la envergadura de la entidad considerada y con las

implicancias que en la esfera de vida de ese gran ser, un número inmenso de

unidades de diferentes reinos experimentan.

Esta Ley de Ciclos comporta, nuevamente, una visión altamente ordenada

y precisa del proceso general de la Vida, la Evolución, y nos lleva

directamente a la investigación del propósito detrás de estos Ciclos.

De una manera muy simple se puede pensar que los Ciclos mayores y

menores son el medio previsto por la Mente Universal para dar lugar a las

transformaciones y cambios necesarios para el triunfo del Plan Maestro que

incluye a todas las criaturas, como átomos espirituales revestidos de formas

transitorias.

Estos extensos o breves períodos tienen una cualidad y tónica restringida

a la especial destinación de las unidades colectivas consideradas, todas las


cuales, como se sugiere, apuntan en una dirección, tienen un Dharma común

en última instancia. Un Dharma sideral y cósmico insondable para el hombre

corriente. La repetición de los procesos en espiral atiende la necesidad de

progresos y superación y abre las puertas a la consideración de los ciclos

como propiamente períodos de desenvolvimiento de nuevas

potencialidades.

La Vida no juega a los dados, de suerte que dentro de este colosal ritmo

de ciclos interminables se ofrece la oportunidad segura de redención y

expansión para todas las unidades vivas y concientes.

Existen ciclos propicios y nefastos, ya sea cósmicamente o

microcósmicamente. Este concepto tiene que ver con qué aspecto de la

manifestación se haya estimulado. Los ciclos propicios alientan el

desenvolvimiento de las potencialidades espirituales dormidas en el seno de

la forma, alientan la expansión de la conciencia. Los ciclos nefastos atienden

a la necesaria expansión de los planes respecto a las formas e investiduras

de los centros de conciencia. Esto no significa que en ninguno de los dos

modelos se encuentre cancelada la expansión de la vida del espíritu.

Sencillamente las exigencias y la intensidad del esfuerzo aumentan o

disminuyen en directa relación con la adversidad o propicidad de los ciclos.

De la misma manera como la Tradición sugiere la existencia de

constelaciones oscuras y de luz, los ciclos conservan idénticas

características. En ellos la polaridad acentuada o dominante está en el

aspecto forma o en el aspecto vida, sin que eso signifique el cierre de las

puertas de la oportunidad en ninguno de los dos sentidos.


A grandes rasgos, atendiendo el tema en relación con el aspirante a la

vida espiritual, existen grandes períodos en que la propicidad de las

prácticas se encuentra subrayada, horas específicas en el día para cada tipo

de prácticas.

Desde la más remota antigüedad los ciclos siderales han tenido gran

incidencia en las prácticas religiosas, devotas y ocultas. En conexión con la

influencia de estrellas fijas y constelaciones, así como con la órbita

espiritual de los Regentes de los planetas sagrados, los practicantes de las

épocas más remotas dedicaron buena parte de sus esfuerzos por acceder al

flujo cósmico de luz y poder. Durante esos eventos universales ingresan al

planeta fuerzas calificadas para abonar positivamente el experimento que

está teniendo lugar, el especial ciclo, la dispensación y el orden en que la

influencia e instrucción de la Jerarquía recaen sobre los hombres y sobre

todos los reinos.

Con el tiempo estos fastos siderales se asociaron con los poderes

dévicos y la sustancia dévica propia del fuego de la mente. De allí que en

muchas tradiciones cultuales que sobreviven hasta nuestros días, los

ángeles lunares y solares tienen un papel señero, como fuerzas detrás de los

elementos (Tattvas) que al ser invocadas pueden luego manifestar sus

poderes de un modo específico.

Conforme a las prácticas de la Tradición Oculta, en primer lugar se deben

mencionar los grandes Festivales Ocultos que ocurren en lunaciones

particulares. Alguno de ellos son: el Festival de Wesak, el de Pascua, el de la

Luna de Géminis y el de la Navidad. Pero los hay en cada lunación.


Todos estos fastos planetarios cobran especial relevancia durante los

Solsticios y Equinoccios, con cierta preeminencia de los que ocurren en el

Hemisferio Norte, ya que el avance del Sol hacia el Norte tiene que ver con el

ciclo espiritual de ingreso de influencias de todo el sistema.

Modernamente se ha hecho hincapié en las prácticas meditativas,

particularmente grupales, que tienen lugar durante cada luna llena, la luna

llena de cada mes. Festivales astrológicos ocultos donde se hace propicia la

meditación colectiva.

En otra esfera se deben mencionar las prácticas ocultas que los

discípulos avanzados realizan durante las lunas nuevas, los eclipses de

luna, ocasiones en que la bruma etérica y psíquica puede ser un acicate para

las almas de alguno de los grados iniciáticos, aun cuando para el hombre

corriente traigan aparejadas dificultades, interrupciones o mengua. En otra

palabras: el aspecto material y mundano entra en mengua, el aspecto oculto

se ve privilegiado.

Existen precisas instrucciones dentro de las genuinas escuelas de

entrenamiento interno para el uso de las horas del día y las prácticas.

A continuación vamos a ofrecer una suerte de esquema sencillo y

tentativo para que se las tenga en cuenta:

0 a 4 de la madrugada:

Período de reposo, adecuado para las vivencias en los planos internos. El

aspirante y el candidato deben estar dormidos a esas horas, porque es en


ese período de cada día cuando se producen los mayores eventos de

conciencia para el alma libre de las barreras y limitaciones del cuerpo físico

y –sólo relativamente- del cerebro físico.

4 a 8 de la mañana:

Primeras prácticas de mantralización y meditación reflexiva. Meditaciones

sobre semillas y algunas prácticas de visualización sobre enseñanzas y

tópicos de simbolismo oculto. En la mayoría de los casos acompañados por

ejercicios de respiración específicos, tal cual los planea el Instructor.

Apuntes de visiones o experiencias internas, así como de sueños

simbólicos, con los cuales el aspirante realiza a la larga un mapa de la vida y

de las demandas del alma.

En términos generales la práctica de registrar los sueños más

significativos ha sido recomendada aun por prominentes psicólogos de las

últimas generaciones, por poseer un inmenso poder liberador de las

energías subsumidas en la conciencia escondida y como esfuerzos

regulares y coherentes por traer al plano concurrente la luz del alma.

8 a 12 del mediodía:
Prácticas de refuerzo de aspectos pocos trabajados. Generalmente

visualizaciones y afirmaciones.

Primera parte de período de concentrada actividad en el mundo.

Alerta atención, observancias y disciplina ética.

Buen ciclo para la práctica de la meditación reflexiva a través de la

escritura.

12 a 16 de la tarde:

Período de redondeo de las prácticas de la primera mitad del ciclo de

actividad concentrada. Afirmaciones y prácticas específicas, en intervalos de

la actividad o en la actividad misma, orientados a fijar calificaciones y a

realizar gradualmente ajustes sobre el continuo mental.

En este período también se inicia el ciclo diario de servicio. Este concepto

deber ser meditado exhaustivamente, puesto que la disposición y

disponibilidad para prestar servicio debe ser una actitud permanente no

restringida a ningún horario específico.

Según la disponibilidad kármica y el equipo con que cuenta cada

discípulo el Instructor suele recomendar algún tipo de prácticas de las que

habitualmente se reservan para otros períodos del día.


Esto demuestra finalmente que cada alma es un universo y que ha de

atenderse la evolución propia de este universo latente de manera particular,

en todos los casos sin excepción.

16 a 20 horas:

Ya estamos en el ciclo de estudio, meditación y servicio propio del día.

Recomendable para trabajo con los condiscípulos, la comunidad, la

enseñanza y la cooperación.

El trabajo de servicio también encuentra su buen nivel en la redacción de

materiales de uso grupal, la preparación de las tareas de organización de los

grupos, la evaluación colectiva del trabajo.

20 a 24 horas:

Tiempo en que se abre el período de reposo y se corona la jornada con la

recapitulación nocturna (recuento pitagórico).


La recapitulación, una vez que el aspirante ha avanzado en su proceso de

entrenamiento, también puede continuarse en distintas horas que señalará a

su turno el Instructor.

Seguramente el tema merezca un abordaje más prolijo e idóneo. Aquí sólo

se quiso pasar revista a algunas de las prácticas generalmente

recomendadas para la jornada del día. No obstante ello, este autor no

pretende establecer taxativamente que este bosquejo de modelo de

disciplinas diarias sea infalible o insustituible. La rigidez en la concepción de

las ideas y de los hechos nunca es un buen consejero y, en última instancia,

la rigidez es enemiga de la regularidad y de la verdadera disciplina.

En el conocimiento que pose el Instructor de cada una de las almas a su

cuidado se cifra el énfasis o la suspensión de alguna de las prácticas. Este

es el Supremo Arte de la Vida y sus claves sólo la posen los altos Iniciados

de la Ciencia Eterna, que ya pasaron por estas etapas inaugurales del ciclo

mayor del alma.

Sólo el instructor –y más tarde el propio discípulo- conoce efectivamente

los ciclos mayores y menores dentro de la vida del alma. De allí que se

indique en uno u otro caso la absorción meditativa, la meditación colectiva,

el entrar en contacto con el aura del ashrama o del Instructor, el hacer

esfuerzos progresivos por establecer comunicación telepática con los

condiscípulos, el suspender las actividades de interiorización y

reemplazarlas por el trabajo en el mundo, etc.


Contra lo que se cree, en muy pocos casos se indica la completa

absorción y refugio en la esfera del alma, puesto que esto constituiría la

mayor parte de las veces un caso de aislamiento y hasta de enajenación, con

las consiguientes dificultades para la vida emocional y relacional y para la

integración a los grupos de condiscípulos y de servidores. Esto, al menos,

en estricta relación con los candidatos nacidos en Occidente.

La enseñanza del Cristo puso su énfasis en la experiencia del Amor vivido

como Servicio militante en todo momento y circunstancia y esa enorme

premisa preside todos los afanes de superación en la vida de los aspirantes

planetarios.

Sólo este aspecto de la cuestión demanda un esfuerzo sostenido durante

decenas de vida de intensidad no discontinuada.


La regularidad en las prácticas

Conviene hacer algunas precisiones sobre el contenido del presente

capítulo.

Si bien se intentó en el anterior esbozar una suerte de programa básico

de rutinas para el día, en los hechos cada uno de los aspirantes habrá de

descubrir por sí mismo que prácticas se compadecen de mejor manera con

sus predisposiciones más naturales, con las líneas de menor resistencia

para su singular vida como almas y con los períodos de la vida en que la

necesidad asume fases distintas.

Es importante resaltar que únicamente habiendo sido aceptado en un

ashrama por un Instructor avezado, las pautas meditativas y las prácticas

habrán de tener un carácter eminentemente científico y singular. Sólo un

Instructor iniciado en la Ciencia Oculta está en condiciones de prescribir

rutinas y actividades, observancias y sugerencias adecuadas en todos los


casos para la vida como alma, además de todo lo que concierne al lento pero

persistente cambio de polaridad en la vida de la triple personalidad, en el

cerebro y en los éteres (en los centros de energía). Todos estos requisitos

indispensables le procuran tarde o temprano al discípulo aceptado el poder

de entrar en contacto telepático con el resto de los servidores asociados así

como registrar los eventos de conciencia que durante las horas de sueño

experimenta como alma.

El objetivo es que la relación entre los condiscípulos se asemeje, en el

decir de H. P. Blavatsky, al de los dedos de una mano.

Se desea insistir en la necesidad de adquirir, en principio, una actitud

seria y favorable a la disciplina, a la regularidad. Una actitud ordenada y

metódica. Una disciplina que como en el Kriya Yoga o Yoga Preliminar de los

Aforismos sobre Yoga de Patanjali, constituye una fase fundamental para el

éxito en las prácticas propias del ulterior entrenamiento oculto. Las

observancias y conductas adecuadas que debe de tener en cuenta el

candidato son prerrequisitos indispensables para calificar energética y

mentalmente para los eventos de conciencia más exigentes y significativos

que advendrán a lo largo del Sendero.

Una preparación de la tierra para el sembradío, una expurgación periódica

de la maleza y un cultivo adecuado de los valores trascendentales para la

vida de relación, abonan poderosamente el camino en espera de aquella

oportunidad en que nos corresponderá aplicar toda nuestra energía a las

prácticas propiamente dichas.


En los primeros grados de las Escuelas de Entrenamiento Oculto más

serias, todavía activas en el planeta, se encuentra la solución para adquirir

esa calidad vibratoria adecuada y propicia para encarar en algún momento

intentos todavía más comprometidos y exigentes.

El aspirante ha de alcanzar por sobre todo una condición abierta al

aprendizaje, la condición del que se vuelve enseñable. Por un lado no

renunciará nunca al ejercicio del discernimiento y del sentido común y por

otra parte será capaz de comprender y valorar las insinuaciones y pautas

que le ofrezca su Instructor. Toda esta preparación para el aprendizaje

incluye naturalmente el servicio, el estudio y la meditación.

En el nivel de la mayoría de los aspirantes es el Maestro Interno en última

instancia (uno con la Jerarquía de Maestros de Sabiduría) quien debe ser

captado y obedecido. Estar a la escucha de las demandas del alma

constituye un paso preliminar e indispensable para situarnos a tiro de su

influencia iluminadora. La alerta atención y las prácticas de alineamiento

diario con ella constituyen las formas más adecuadas de entrar en la esfera

de influencia espiritual, de recibir inspiradamente la enseñanza que

necesitamos como el alimento de cada día. La instrucción por medio del

pensamiento inspirado y la fuerza para adoptar y sostener caminos y medios

correctos para los fines que el Maestro Interno se ha trazado, en los hechos

los mismos fines que el Instructor habrá de cultivar en la vida de cada uno

de sus discípulos, por medios de aplicación así individual como colectiva.

Ha de observarse con interés el fenómeno de que la comunicación de la

inspiración del alma, de nuestra especial comprensión de los temas más


relevantes para la vida interna, abre cada vez más las puertas de la

comunicación con la esfera ideal, aportando mayor luz y sabiduría. En la

misma medida que el aspirante esté dispuesto a compartir el resultado de

sus alineamientos diarios y de sus esfuerzos por comprender y llevar a la

práctica la instrucción de Sabiduría, así habrá de acrecentarse su luz y su

poder en relación con el servicio que pueda prestar a sus hermanos en

Humanidad ávidos de inspiración y de consuelo.

El trabajo y el servicio en conexión con el resto de los servidores

asociados presencialmente o a distancia, ayuda de manera especial en la

superación de tendencias al aislamiento y al trabajo de tinte personal que

especialmente los aspirantes con aspectos salientes de Primer Rayo suelen

manifestar. Para ellos nunca será suficiente la práctica de “pensar con el

corazón”, de fijar la voluntad y el pensamiento en la esfera del centro

cardíaco, a fin de propiciar una experiencia de completa empatía con el resto

de los condiscípulos y con todos los seres de la creación.

Para los aspirantes con aspectos salientes de Segundo Rayo se requiere

de una activa vigilancia sobre la fragilidad sensible de sus contribuciones al

grupo, sobre la permeabilidad magnética y sobre los temores que suelen

agobiar sus corazones, no suficientemente predispuestos para la acción de

la voluntad superior, para la puesta en práctica del plan conforme alcancen a

visualizarlo en su corazón.

Para los aspirantes con aspectos salientes de Tercer Rayo la dificultad

estriba en un abordaje excesivamente mental y por momentos

indisciplinado. El constante rumor de una mente atiborrada de pensamientos


y de disquisiciones y espíritu crítico a veces distrae al aspirante de la vida

como alma y lo sitúa a cierta distancia, incluso a una distancia generada por

el creerse en mejores condiciones intelectuales que el resto.

Naturalmente la presencia o ausencia de la gama de Rayos de Atributo

(del Cuarto al Séptimo) le sirve al Instructor para completar el mapa de

influencias radiales características de cada discípulo, junto con un

panorama claro de las dificultades y desafíos, así como de las tendencias ya

conquistadas y de los efectivos poderes y cualidades ya actualizados.

En todos los casos, en el presente esquema de Segundo Rayo, es el

incentivo de la experiencia del Amor, de una mente compasiva, el vector más

poderosos para alcanzar los altos fines que la Jerarquía procura a través del

entrenamiento y la iniciación grupales para la actual dispensación.


La administración del tiempo y de la energía

Expresado de otra forma, lo que cuenta para la aplicación de un nuevo

ritmo en nuestras vidas requiere de una más racional administración del

tiempo y de la energía.

Anteriormente hemos citado la Regla de los Tres Ocho, tan cara a la

tradición masónica y platónica.

Esta concepción divide al día de veinticuatro horas en tres períodos de

igual duración, los que deben ser consagrados a menesteres diferentes que

incluyen todas las esferas de la vida humana.

En relación con las ocho horas de reposo, el inicio del período de sueño

debe encontrar, al menos que en las horas en que se verifica la actividad del

alma en las esferas internas, al aspirante plenamente dormido. La Tradición

sugiere, tal como hemos consignado antes, que entre la medianoche y las

cuatro de la mañana ocurren los eventos de conciencia más importantes y

que el aspirante debiera tomar la precaución de estar dormido a esas horas.


De modo que el trasnochar o acostarse muy tarde reprime la energía del

alma, naturalmente encauzada a vivir su propia vivencia espiritual en esas

horas del nuevo día.

La Tradición también enseña en líneas generales que “la flor del adeptado

se abre a medianoche”. Con esta frase poética alude ciertamente a que en

ese punto del día y en las horas inmediatas ocurren las grandes

transiciones, revelaciones y expansiones de conciencia. Que la Iniciación

por regla general se recibe en ese período del día y que por consiguiente el

aspirante no debería olvidarse nunca de regularizar sus ocupaciones diarias

de tal suerte de permitirle al alma vivir en su propia esfera sus mayores

momentos de plenitud de cada día a esas horas. Y no debe olvidarse nunca

que el alma es el iniciable y el iniciado en los grados humanos, la mónada es

el Iniciado en todos los grados y particularmente en los grados solares y así

sucesivamente.

Las ocho horas de trabajo dentro del ciclo ternario, del triángulo o tríada

de cada día, tienen que ver con el llamado Karma Yoga, la práctica de una

labor que represente la adquisición de correctos medios de vida. Sobre este

concepto en el Óctuple Noble Sendero, el Señor Buda hizo especial hincapié.

No cualquier actividad profesional o mercantil favorece la pacificación

emocional y el alistamiento mental para el alineamiento con el alma. Debe

precaverse el candidato grandemente de dejarse llevar por impulsos

desenfrenados tras el éxito económico y mundano. De otra forma las puertas

de la oportunidad no habrán de franquearse para él con la prontitud

deseable.
Las últimas ocho horas de cada jornada, deberían estar dedicadas al

estudio, la meditación y el servicio. Esto desplegado a lo largo del día, o en

forma compacta durante una extensión horaria continuada.

Téngase presente, en última instancia. que la premisa de la tríada de ocho

horas alude más bien a un ritmo y a una calidad especial recomendada para

la consagración de la vida del alma y no a un rígido marco horario

Estas ocho horas de intensa vida de servicio constituyen el desenlace

diario de todo el resto del tiempo vivido y consagrado. Son las horas de

plena conciencia para el individuo despierto, las horas en que su condición

de almas en el mundo se puede poner de manifiesto más plenamente,

aportando al candidato la condición vibratoria, moral y mental, que se

requiere realmente para entrar en contacto más tarde o más temprano con

las verdades esenciales detrás de todas las cosas y fundamentalmente para

permitir que a la medianoche su alma se explaye en el mundo de los efectos

en busca de una consumación efectiva de la belleza vivida por el hombre

personal en el período de su mayor consagración a la vida superior.

El concepto “administración del tiempo” obedece de alguna manera a la

noción de la existencia de Leyes para la Vida Superior, leyes que tienen que

ver con la mente y el alma, y que de alguna manera se ponen de manifiesto a

través de un ritmo y de una regularidad extraordinariamente refinados.

Todo esto nos lleva nuevamente al tema de la necesidad de que el

aspirante administre su energía y su tiempo inteligentemente a fin de

procurar volverse un canal sensible e inteligente para los tempos del alma.
Dentro de los ciclos existenciales, a los que sólo conoce el Iniciado, cada

aspirante y discípulo se ve enfrentado a sucesivos cambios, períodos en los

que prevalece la interiorización; períodos en los que se hace necesario el

reposo y el retiro de las actividades regulares en el mundo, con recreación y

descanso suficiente; períodos en que se hace necesario poner énfasis en el

compartir el conocimiento, la prestación de servicio y no tanto la retracción

propia del proceso meditativo mayor.

En todo este vasto tema se haya implicada la noción de que preexiste un

ritmo espiritual y mental al de la vida corriente en el mundo. Que tal ritmo

debe ser detectado y respetado por el discípulo y que sin la obediencia a los

impulsos superiores para cada momento de la vida, difícilmente se

alcanzarán rápidos progresos en el sendero de una más amplia

concienciación.

Unas palabras respecto a la correcta administración de la energía.

Tal cual nos ha sido enseñando, en este concepto entra en juego la

correcta dirección de las energías procesadas por los centros.

Como regla general el discípulo debe conseguir dirigir la energía del

centro sacro, de la generación física, al centro laríngeo, área de la

generación o creación intelectual. Área de la palabra creadora, instrumento

capaz de fecundar otras mentes y corazones con la semilla fértil de la

verdad.

El centro del plexo solar en unión con el bazo debe contraerse al trabajo

de consecución y aprovechamiento de Prana, y en alguna medida debe

aislarse como centro donde ocurren las explosiones emocionales y se


estimulan los deseos desenfrenados. La vitalidad exagerada de este centro

nos sitúa ante individuos de características psicológicas atlantes. La

actividad exacerbada de los centros debajo del diafragma indica

precisamente esta polarización en la vida de la personalidad, de una

personalidad no integrada con el alma.

La preponderancia de los centros sobre el diafragma nos habla de

individuos de la quinta raza o de otras razas raíces propias de los niveles

arquetípicos, eventualmente.

De modo que, por regla general, la energía del centro cardíaco debe

circular con gran libertad alentando la vida amorosa y dotando a los centros

de la cabeza de una condición de refinada sensibilidad y sabia compasión

requeridas para el intenso y responsable trabajo del discipulado.

En el trabajo de sensata administración de la energía es donde

cometemos o estamos inclinados a comer más errores. El entrenamiento

sobre el correcto empleo de la energía adviene en el período en que se

recibe directo entrenamiento de un Instructor.

Sin embargo, en nuestra condición de hombres corrientes podemos

avanzar con seguridad hacia ese objetivo, obedeciendo los ciclos diarios de

actividad y reposo, consumiendo una alimentación sana y suficiente,

compartiendo nuestro tiempo con individuos y grupos que emanen una

vitalidad saludable y que se encuentren correctamente orientados,

orientados hacia la construcción del antakarana colectivo. Actividad que

concierta los esfuerzos de cada uno y de todos los integrantes de los grupos

de servidores y condiscípulos en el mundo.


Todo es energía en última instancia, de allí que el cuidado y el

refinamiento en la práctica de una vida limpia redunden en grandes

beneficios para la vida de la triple personalidad, afectando positivamente la

naturaleza vibratoria del cerebro físico y el necesario alineamiento con el

alma a través de la mente.

El concepto de higiene interior tiene mucho que ver, también, con las

prácticas regulares de meditación, la alerta atención y la experiencia

reverente del silencio.

Son todos factores de integración con el alma y sanan cada vez más la

vida psíquica y personal del discípulo.


Los tempos meditativos del alma

Conforme nos enseña la Tradición de Sabiduría, el alma humana se

encuentra absorbida en su proceso de meditación en dos fases o momentos

correlativos.

En el primero de ellos se encuentra concentrada en la esfera de las almas,

en el reino de las almas, orientada hacia la recepción de la Luz y del Poder

que afluye desde el centro espiritual, desde la mónada.

En el segundo momento o fase de la vida del alma encarnada, esta dirige

su atención a la vida de la personalidad. De alguna manera, mediante la

alerta y completa atención en su instrumento temporario, la personalidad,

produce un cambio dramático en la tensión interna y en la orientación del

individuo.

Durante la primera fase el aspirante se encuentra absorbido por el interés

en el estudio, la meditación, el proceso del auto-conocimiento y del

despertar.
En estas circunstancias la calidad operativa en la vida de relación del

aspirante está en estrecha relación con la mayor o menor consistencia moral

y espiritual de los eventos que ocurren en el grupo. Se muestra

particularmente eficiente para ingresar a la esfera de la vida del grupo como

instrumento de la vida del ashrama y como rayo perteneciente a una fuerza

colectiva en construcción de su propio antakarana asociativo.

Dicho de otra forma, el candidato muestra sus mejores luces e inspiración

en todo lo que concierne a la inteligencia y visión más amplia que él,

individualmente considerado, y su grupo de pertenencia, deben alcanzar.

En los aspirantes poco entrenados este período de interiorización de la

luz del alma se vive como abstracción, renuencia y silencio. El individuo

busca aislarse y concentrase en el nóumeno de todas las cosas,

especialmente las propias y escasamente las colectivas. No despiertan su

interés la vida práctica, ni las relaciones ni los problemas que conciernen a

la vida de los grupos.

Es tan intenso el encendimiento, el alumbramiento de la luz de la atención

meditativa en la esfera del alma, que el aspirante, por reacción, se ve

“apagado” públicamente y dirige todo su interés a elucidar cuestiones

superiores o incluso a vivenciar el silencio y la armonía subyacentes a todas

las cosas.

Desde un cierto punto de vista de compromiso con la vida del grupo, no

es esta posición, esta actitud, la más deseable. En alguna medida, pasado el

tiempo, cuando el servicio derive a la excelencia en la práctica subjetiva, ese

volcarse hacia la fuente se entenderá como una inmersión en el espíritu, un


baño en la blanca luz del alma, como algo absolutamente necesario y

saludable. Especialmente para surgir del evento interior dotado de una

energía indoblegable, de una renovada inspiración y de una fortaleza, gozo y

temple que le permitan vivir la vida del grupo en condiciones de verdadera

plenitud.

Para la vida de los aspirantes, el aislamiento, el excesivo interés en la

esfera subjetiva puede constituir un peligro. Un peligro que termine por

aislarlo, segregarlo del grupo espiritual de pertenencia, de la unión de los

servidores. Debe prestarse mucha atención a esa inclinación casi automática

de la personalidad humana en proceso de integración con su alma de ser

extremadamente responsiva ante los influjos de la poderosa luz espiritual.

Particularmente los místicos vivencian esa parte del proceso dentro de los

tempos del alma, refugiándose en su propia –y a veces ilusoria- esfera

subjetiva de paz. Este aislamiento de los místicos, una vez que el

deslumbramiento por las visiones y experiencias subjetivas se apagó,

resulta en una profunda oscuridad mental, una gran depresividad emocional

y lo que con el tiempo se ha dado en llamar “las noches oscuras del alma”.

Expresión muy gráfica que alude claramente a la etapa en la cual el alma

deja de meditar en su reino, en su esfera y en la esfera de la mónada,

abandona su retiro en las altas cumbres de los Himalayas espirituales y

vuelve sus ojos sobre el mundo de la personalidad a la que quiere integrar.

El proceso de interiorización ha de ser inteligentemente administrado por

el aspirante, evitando en todo momento aislarse y retraerse en demasía. No

es saludable para la vida del alma ni para la vida del candidato –en el
Sendero del Ocultismo- obrar de manera extrema, por períodos de tiempo

desiguales, conforme a los ciclos kármicos de luz y oscuridad. Ha de

procurar establecer la regularidad propia de la aplicación de la Ley del

Ritmo, desde la vida del alma a todas las áreas y reductos de la

personalidad, a fin de permitir que el trabajo que se realiza para la

Humanidad y para el Instructor (la Jerarquía, en última instancia) se realice

eficientemente y sin bruscas interrupciones ni temerarios sobresaltos.

En esta conducta también entra en juego la renuncia a los frutos de la

acción (la acción luminosa), la renuncia y el desapego, el desprendimiento. Y

fundamentalmente se trata de vibrar en el tono de los pétalos de sacrifico de

la hilera respectiva del Loto Egoico, del Cuerpo Causal, postergando toda

inclinación excesivamente subjetiva a fin de perfeccionar la vida del grupo.

La otra fase, la de la exteriorización del alma, suele vivirse con

acrecentada eficacia en las actividades de relación, en el trabajo y en el

servicio, especialmente en la medida que ambas fases o tempos meditativos

se vivan sincronizadamente, aplicando el principio de regularidad y eficacia

rítmica.

Debe aprender el aspirante a dejar en reserva la energía y la luz del alma,

obtenida durante las fases eminentemente subjetivas para el tiempo de la

siembra y de la acción en el mundo.

La vida de los grupos, la calidad del trabajo grupal depende en gran

medida de cuan eficaces seamos en lograr estabilizar el nivel vibratorio de la

energía que afluye del alma a través de nuestros centros superiores, en

nuestra mente y en nuestro cerebro físico.


Este aspecto de la cuestión se alcanza finalmente al cabo de un

prolongado entrenamiento oculto, a las órdenes de un Instructor avezado.

De alguna manera hacerse concientes de la ventaja que representa

modular los ritmos de la vida del alma en la vida de la triple personalidad,

significa aplicar el poder de la voluntad espiritual –de la mónada- en la

administración de los recursos de luz, amor y poder para la existencia como

individuos que buscan su plena integración interior y fundamentalmente

como miembros de los grupos de servidores que se encaminan a constituir

los puentes de la concordia a través de los cuales avancen sus hermanos en

Humanidad.
La regularidad en la vida de los grupos

Nunca debe perderse de vista que existen cuarenta y nueves ashramas

encabezados por Maestros de Sabiduría en la esfera de Siete Grandes

Ashramas de Rayo, presididos por la impronta del Choan de cada Rayo. En

última instancia todos ellos obedecen al prototipo superior de Humanidad y

Logos planetario, a Sanat Kumara.

Para cada grupo de discípulos aceptados, especialmente, y de una forma

general para todos los grupos de servidores y de personas de buena

voluntas, estos cuarenta y nueve ashramas constituyen el arquetipo, el alma

a la cual buscan integrarse como unidad y para la cual trazan un plan

maestro a fin de construir y consolidar su antakarana asociativo.

En una esfera mayor, cada uno de los Siete Grandes Ashramas de Rayo

es el símil del Centro Espiritual o Coronario respecto de los diversos grupos

planetarios.

Tal cual se señaló en el capítulo sobre los tempos meditativos del alma,

también para los ashramas y los grupos de discípulos y servidores la

experiencia vital presenta una inflexión en dos fases.


Por ciertos períodos de tiempo la vida de los ashramas y grupos ha de

estar orientada hacia sus Cabezas Visibles e Invisibles, hacia la Jerarquía y

Shamballa; por momentos muy prolongados ha de dirigirse hacia la

Humanidad como un todo.

Debe comprenderse que, en última instancia, en todo momento la energía

puesta en juego está orientada al servicio de la Humanidad, pero que existen

fases precisas en que este énfasis alcanza su plenitud.

De modos que los servidores han de reconocer los ciclos de

interiorización y exteriorización en la vida de los grupos, a fin de aprender a

aplicar esta Ley de Ritmo en todas las actividades que realicen

mancomunadamente.

Las unidades que constituyen los grupos, por otra parte, también viven

sus experiencias de interiorización y exteriorización con cierta singularidad,

sin bien en la medida que su pertenencia a esos grupos se fortalece no

constituyen estos ciclos individuales grandes obstáculos para la brega en

común.

Siempre se vuelve un poder práctico y eficiente el conocer la dinámica de

la vida anímica para los individuos y para los grupos. Y en el caso de estos a

fin de reforzar las áreas que se ven debilitadas por el ingreso a una de las

fases en detrimento de la otra.

Vigilar es una consigna permanente en la vida del alma y de los grupos de

servidores.

Por otra parte tampoco se debe peder de vista que existen grupos de

servidores y de personas de buena voluntad cuyas unidades se conocen


personalmente y, en la mayoría de los casos, otras que nos se conocen

físicamente. De esta forma trabajan detrás de paradigmas o arquetipos

emergentes del plano ideal, ignorando las más de las veces que otras

unidades humanas se encuentran abocadas a poner de manifiesto, a

plasmar esos ideales en el mundo material.

Se nos sugiere que para estos servidores existe un área de entrenamiento

en las esferas sutiles donde a todos se les proporciona inspiración para la

tarea diaria. De allí que sin conocerse físicamente están muy unidos desde

el plano superior, como almas en encarnación que persiguen un mismo

arquetipo de civilidad y de vida moral y espiritual.

De tal suerte que los servidores conocedores de este factor de dispersión

de las unidades, procurarán que el mismo se transforme con el tiempo en

una eficaz centralización y canalización de todas las fuerzas intervinientes,

trabajando ahincadamente para la cooperación entre los individuos, los

grupos y las naciones. Promoviendo el entendimiento y el diálogo, los

quehaceres comunes en el voluntariado y en el servicio espiritual, la

coincidencia en modalidades de acción común, la creación y el desarrollo de

estrategias idóneas para llegar a la Humanidad como un todo.

El empleo regular del espacio contingente de la Mente Común a fin de

dejar registro de abundante inspiración y fundamentos de la práctica del

servicio constituye una tarea que no ha de conocer desmayos. Internet, el

ciberespacio, proveen la oportunidad de ingresar documentos y luz de una

manera expansiva, monitoreando en todo momento el despliegue de esta


fuerza inteligente y administrando el tiempo y la energía de una forma

consistente y regular.

En este campo, el campo de la enseñanza para la Humanidad, para los

servidores y para las personas de buena voluntad, la regularidad debe estar

en primer plano, no se debe abandonar el esfuerzo en ningún momento,

centuplicando las vías de información e inspiración y alentando el encuentro

y la interacción planetaria de los individuos y de los grupos.

Lo que una vez fue la radiodifusión y quizás en ningún momento la

televisión, podría ser Internet en manos de servidores y discípulos activos

en ofrecer al mundo su especial visión inclusiva y solidaria. Como se dijo, en

este campo la regularidad, el método, la constancia y la dedicación salvarán

otros tantos obstáculos propios de un fenómeno de comunicación masiva

que también es empleado directa e indirectamente por las Fuerzas

Materialistas.

Las estructuras de los grupos de servidores siguen el delineamiento

intuitivo del Paradigma Jerárquico (la Jerarquía Oculta) que prevalece sobre

todo orden y organización proactivamente orientada. Con la entrada del

Séptimo Rayo esta capacidad de síntesis y de organización interna y externa

de los grupos alcanzará una excelencia todavía desconocida.

El porvenir es seguro.

El presente es el campo de batalla para la conquista por la recta acción.


LOS PROCESOS EXISTENCIALES A LA LUZ

DEL ESOTERISMO
CONCEPTO GENERAL

La Tradición de Sabiduría postula la realidad eterna de tres principios

primordiales: el Espacio, la Duración y el Movimiento.

De alguna manera podemos vincular al permanente y eterno Espacio con

la esencia. A la Duración con la presencia y al Movimiento perpetuo con la

existencia.

Entre las coordenadas del espacio y el tiempo (espacio y duración)

discurre la gráfica de las evoluciones de la existencia.

Pero estas tres eternidades son una: la Vida Divina.

Constituyen las primigenias y prototípicas tres “dimensiones” del Ser. El

Movimiento es el “largo”, la Duración es el “ancho” y el Espacio “la

profundidad”.

Este símil debe entenderse según su carácter figurativo, analógico.

Reflexionar sobre ello aporta ricos vislumbres de comprensión y alimento de

gran valor.

En la esfera del ser humano esta tríada de factores permanentes está

expresada de una manera taxativa y programática, volviendo su peripecia


existencial un factor de carácter relativo (la relación expresa la calidad de la

vida del alma humana) y haciendo que ocasionalmente dirija su mirada (la de

sus ojos más profundos) hacia la altura (en el corazón): allí donde reinan los

principios inmortales de una manera excelsa.

La existencia es el proceso general que involucra a todas las unidades

espirituales, mentales y materiales. Es, en términos también relativos, el

gigantesco proceso de la vida. De suerte que, extrapolando este fundamento

ontológico a la existencia humana, podemos definirla como el acontecer en

el ser, como la cadena de voliciones y actos que constituyen el mismo

devenir humano.

Esta sucinta introducción sólo pretende obrar de esa forma: como un

mero avance, explicado de forma sumaria y sencilla, que nos permite situar

nuestra peripecia vital en las coordenadas del espacio tiempo y en un

entorno de relaciones inextricablemente urdidas desde el plano ideal,

arquetípico, desde el plano de la Mente Universal, desde el reino de las

almas.

En líneas generales existen polaridades bien marcadas en el proceso de

la existencia, líneas de fuerza en cuyos cabezales se encuentran aspectos

muy significativos de carácter material y espiritual A saber, el deseo de

placer ocupa un extremo de una línea de fuerza en cuyo polo superior se

encuentra la felicidad e imperturbabilidad (paz). En idéntico sentido la

sexualidad genital es apenas el polo más burdo del amor compasivo y de la

sabiduría unitiva. El deseo de poder personal no es más que voluntad

espiritual degradada, el verdadero e impersonal poder.


En el mundo material, en el plano físico, los seres humanos orientados al

placer, con una vida intensa de deseos, se procuran las mejores

oportunidades sociales, culturales, económicas y políticas. Aun el regodeo

con las palabras es mera sensualidad de la mente y representa un

hedonismo refinado y nada más. Los más exitosos en el mundo material son

los señores y señoras de los excesos en el desear y en el experimentar el

placer. Las gratificaciones y reconocimientos de toda índole que prodiga el

mundo no son más que consumaciones de fuertes deseos de éxito. La

escala social es la escala del deseo egoísta, mucho más que la del mérito

kármico.

La búsqueda de la apacible felicidad interior atraviesa la sombría noche

del mundo. Aunque la búsqueda de semejante felicidad en el aislamiento no

es sino un narcótico emocional, muy lejos del gozo que experimenta el alma

y de la bienaventuranza del discípulo avanzado.

El Iniciado es un ser generalmente anónimo, pasa desapercibido, no tiene

tratos con el mundo del deseo y de los excesos. Los sabios desconfían de la

gracia y de la forma, del donaire y de los afeites. La ciencia de los

cambiantes aspectos, de la moda y de las predicaciones jaculatorias son

fraguas del más vulgar y tenebroso de los mundos. Nada más y nada

menos.

Estas líneas de fuerza se encuentran arraigadas en múltiples vectores del

mundo de la relación y constituyen la prueba eficiente de la unidad implícita

en la diversidad: el aspecto superior, arquetípico, se degrada hasta niveles

inauditos en el campo de la manifestación material, pero no deja de insuflar


una cierta expresión física del principio más elevado, con su especial

impronta.

Las reglas de juego del mundo material poco tienen que ver con las leyes

del mundo espiritual. El factor de conexión son las Leyes de la Naturaleza

manifestada. Existen además las propias Leyes de la Naturaleza Superior, las

que sólo conoce y emplea el Iniciado. Las Leyes generales de la Naturaleza

ordenan el aparente caos en que se ha convertido el planeta y al asociarse

con la expresión de Karma, traen eventualmente soluciones y

compensaciones para el gran sistema vivo.

El deseo de placer y de poder, que favorece la ascensión social, cultural y

económica, es el patrón formativo de las actividades mundanas del hombre

agudamente animal, del bípedo implume desconectado de su alma. El

experimento planetario conoce un circunstancial triunfo de las Fuerzas

Materialistas, quienes, en la presente oscuración moral que atravesamos han

contribuido a asentar firmemente el dominio del deseo egoísta sobre la

buena voluntad y la vocación al bien, al menos en los amplios sectores de la

Humanidad que no manifiestan especial interés por su condición de seres

espirituales. El mundo del espejismo existencial es creación de los deseos,

fantasías y codicias, de allí que las reglas de juego prevalecientes para

conformar la escala social sean las diversas expresiones del propio deseo

consumado.

Con el tiempo, las secuelas de la materialización del deseo egoísta de

placer y poder personal, resultan en existencias de limitación, enfermedad y

dolor. De príncipe a mendigo, como reza el adagio indo, viven sus alternados
períodos encarnatorios la inmensa mayoría de las almas humanas.

Deseando furtivamente los objetos de los sentidos, finalmente alcanzan a

satisfacer esa voluntad personal, a un precio ciertamente muy alto,

considerado el proceso existencial como una prolongación mayor en el

tiempo.

Los aspirantes, discípulos e iniciados viven en su interior la atmósfera de

las leyes del alma, de allí que rara vez se vuelvan notorios o famosos en la

sociedad del glamour humano –lo cual sería enteramente indeseable y

constituiría un grave obstáculo para el trabajo oculto. La ascesis de la

renuncia, la austeridad, la economía en los medios y en los fines, la mente

compasiva y la vigilancia permanente, sumadas a la renuncia a los frutos de

la acción, traerán aparejados los verdaderos triunfos heroicos del alma, y

esta condición global les proporcionará a ellas en futuros nacimientos las

oportunidades selectas para vivir más plena y autónomamente la experiencia

de concienciación o de espiritualidad.

En el proceso general de la existencia sólo existen dos categorías de

almas: las dormidas y las que están a punto de despertar. Las primeras

actúan con los centros de fuerza bajo el diafragma, con mentes adquisitivas

y competitivas, ansiosas por obtener placer y poder. Las otras trabajan con

la energía espiritual de los centros sobre el corazón y alcanzan relativos

resultados efectivos en la propia pacificación emocional y en la cultura del

alma.

De modo que “el reino de las almas no es de este mundo” y las

pretendidas escuelas de desenvolvimiento interno que alientan prácticas


como la unificación del deseo para conseguir lo que se ambiciona y el vivir y

disfrutar la existencia carnal (¡vivir el momento!), no son en esencia escuelas

propiamente espirituales. Erráticos y vagos cuerpos de exitosos hombres de

negocio con literatura y fraseología espiritual, ramplones gurús de una

Nueva Era aún incipiente, que arrojan a las almas de sus seguidores a

abismos de confusión, a pasajeros triunfos materiales a los que toman como

altas señales de su progreso espiritual. Vanidad de vanidades, todo es

vanidad.

El discípulo y el Iniciado han de abandonar este mundo con la total

pobreza del espíritu, despojados y desapegados de todos y de todo. De otro

modo jamás accederían a los beneficios de la enseñanza sapiencial y de la

instrucción discipular.

Esta es una expresión clave de la Ley Oculta.

En cuanto al ritmo de los cambios y transformaciones operadas como

efecto del control del alma sobre su equipo personal, cabe insistir en que las

soluciones definitivas a los más hondos problemas existenciales

difícilmente se obtengan a lo largo de una sola existencia. Es más, ni a lo

largo de una serie numerosa pero discontinuada de existencias con cierto

norte en la vida espiritual. Las tendencias generadas por incontables vidas

de egoísmo y ceguera interior no pueden ser redimidas y obliteradas por un

aislado acto de voluntad personal. Centenares de existencias dedicadas a la

práctica del bien no confesional conducen irremisible pero gradualmente a la

superación de las causas de las limitaciones y condicionamientos más

profundos.
Sólo como consecuencia natural de ir quemando lenta y progresivamente

las semillas del auto-interés, los apegos y retorcimientos propios de la

sombra interna, podrá el aspirante progresar seguramente en el camino de

concienciación, como obra de un esfuerzo supremo y persistente, de enorme

resistencia y de todo tipo de renuncias.

Las tendencias -Karma con carácter microcósmico y singular- no pueden

ser disueltas por actos puntuales y pujos de fuerza de voluntad; por el

contrario, la Tradición encomia la práctica de las virtudes trascendentales y

el aquietamiento de la mente como requisitos preliminares para la

consecución de los altos objetivos inscriptos en el alto propósito del Testigo

en el Corazón.

Las circunstancias personales de limitación no pueden ser

completamente eliminadas a lo largo de una sola existencia, son sedimento

y grosura psíquica de edades sin cuento; por más decretos y afirmaciones,

mantrams y actos de auto-hipnosis que se apliquen, tarde o temprano esos

sedimentos de grande y espesa grosura psicológica retornan y lo hacen en

una vuelta de espiral aún más dura y resbalosa: todo, el continuo mental

todo a lo largo de los ciclos, vuelve modificado en tonos más altos y más

desafiantes o, contrariamente, como potencialidades actualizadas

efectivamente en la forma de poderes reales (poderes del alma).

La creencia pueril dominante, propia de la literatura seudo espiritual,

especialmente sajona, la incauta noción de que apenas por maquinar

fórmulas más o menos mágicas se soluciona todo, pronto se verá

desbaratada en la existencia continuada de las almas por nuevas y


profundas recaídas en las causas del conflicto. Las ocasionales exitistas

infatuaciones a que conducen estas escuelas del pensamiento liviano, no

pueden evitar la depresión y la frustración ulterior de las almas humanas que

no han sabido permanecer en el atalaya del control de la personalidad por

largos períodos encarnatorios, más allá de todos los obstáculos y

privaciones de la vida del discípulo.

Las fórmulas mágicas, desde el punto de vista espiritual, sólo funcionan y

temporalmente en el campo de los objetivos materiales, constituyendo una

forma de magia egoísta, de magia negra, que tarde o temprano se vuelca con

culpa y pena sobre el operador. Cuídese el aspirante de intentar atajos

rumbosos, por más deslumbradores y notorios que se hayan vuelto sus

portavoces, eximios comerciantes del espiritualismo funcional, cargado de

espejismos y de fantasías de todo calibre.

Los procesos de la existencia condicionada por los que atraviesa cada

alma humano no son sino remedos a escala microcósmica de grandes fastos

universales y cósmicos que tienen lugar de una forma siempre gradual y

escalonada. De modo que el primer paradigma que corresponde examinar es

el de la Evolución propiamente dicha: el Plan de evolución presente en la

Mente Universal.

Como tal se trata de una síntesis embrionaria de los acontecimientos que

tendrán lugar tarde o temprano en el devenir y que aportarán la fuerza y la

cualidad inteligente que se requiere en todos los casos para sortear los

obstáculos propios del proceso. También las supergalaxias, las

constelaciones y las estrellas/soles están expuestos a las tremendas


pruebas que ocupan la mayor parte de la duración efectiva de la existencia,

en alguna medida condicionada por el Sacrificio y la Responsabilidad que

implican el incluir en su naturaleza a una inmensidad de unidades

espirituales y naturales en continua transformación.

La Ley del Sacrificio, considerada, sólo en un aspecto, como la práctica

del Servicio Desinteresado e Inteligente con sucesivas renuncias a los frutos

de la acción, a los resultados, tiene que ver con una elevación y estatura

mayor, espléndida, que las grandes entidades universales y cósmicas llevan

a la consumación. A escala, el individuo humano, el alma humana, asiste a

un escenario en que las circunstancias existenciales terminan por demostrar

la eficacia perentoria del Servicio, de la Renuncia y del Desapego, sobre

cualquier otra actitud adquisitiva o acumulativa.

Desde el punto de vista del proceso completo de la Evolución de la Vida,

la primera fracción del mismo encuentra a las unidades espirituales

ocupadas en adquirir, incorporar formas a sus formas adscriptas. La mente

adquisitiva, el egoísmo y la fuerza propulsora del deseo de experiencias

constituyen las señales dominantes de este ciclo llamado Involución.

La Evolución o Sendero de Retorno propiamente dicho representa todo lo

contrario, la abstracción, la renuncia, la síntesis y destrucción de los

esquemas y de las formas operativas, sólo relativamente aptas en la primera

fase de este proceso.

Dicho de otra forma, la Vida en condición involutiva se sirve de las

pequeñas y diversas vidas y formas. En su condición particularmente

evolutiva sirve a todas las vidas sin excepción y respalda el proceso que
acabará con la especialización y absorción de las formas en la fuente mayor

de Vida.

Se trata de un viaje o peregrinación en el tiempo y el espacio en que el

viajero comienza por deslumbrarse y apropiarse de la mayor cantidad de

objetos y experiencias. En la fase de regreso (Hijo Pródigo) restituye el

orden que infligió con su actitud egoísta, y meramente sirve a todos los

seres, renunciando a los frutos de la acción. Quien más y mejor sirve a los

siervos es el más grande Salvador.

Desde el punto de vista de la Tradición Oculta, estampado en las estrofas

de la pieza iniciática conocida como “Catecismo del Discípulo”, la vida es

Servicio. La vida para el que se encuentra enraizado en el Sendero de

Evolución Acelerada es pleno Servicio. De los hechos en el mundo espiritual

se infiere que la vibración del supremo Sacrificio Redentor que practican

incondicionalmente las Fuerzas Espirituales constituye una de las hileras de

pétalos de la Corona de Gloria (junto con el Amor, la Voluntad y la

Inteligencia).

En la constitución oculta del hombre, el llamado Cuerpo Causal o Loto

Egoico guarda una estrecha correlación con este particular concepto de “las

hileras de pétalos del loto espiritual”. “Hileras” o aspectos cualificados de la

Única Fuerza que rodean y crean la atmósfera apropiada para que la Joya en

el Corazón del Loto (el alma) vibre en plenitud y armonía. En cierta medida

este concepto se encuentra calcado dentro de una de las múltiples

significaciones del mantram búdico por excelencia: “Om mani padme hum”.
Por sobre todo es necesario comprender que todos los procesos

existenciales tienen su razón de ser en la Unidad de la Vida, cuentan con una

cierta programación y propósito fundamentales e influyen

predominantemente de forma colectiva.

Así como las redes personales, familiares, regionales e internacionales

revelan a nivel geopolítico este entramado común, del mismo modo el

sistema vivo, el ecosistema de la Naturaleza comprende niveles aún más

sutiles. De suerte que la vida psíquica y emocional de las unidades humanas

consideradas colectivamente es la vida psíquica y emocional del planeta.

Como el ser humano es por excelencia el Pensador, es en este nivel, el de la

agregación de los vivientes pensamientos de la pasada y actual Humanidad,

que el Espíritu detrás de nuestra forma planetaria se encuentra establecido.

En otras palabras, la Humanidad es la mente viviente del planeta, el principio

intelectual de la Vida planetaria.

Todos conocemos de qué manera los dolores y regocijos de las otras

personas evocan nuestros propios dolores y motivos de regocijo. Las

heridas abiertas son actualizadas por el conocimiento de heridas análogas

en el mundo emocional de los demás. Somos un campo integrado de

vibración psíquica, emocional y mental, y esta base colectiva y

colectivizadora de las peripecias existenciales explica la línea que sigue la

Vida para alcanzar su alto propósito de perfección.

Los seres humanos debemos despertar a nuestra identidad en espíritu y a

nuestra comunidad en la vida manifestada. De la comunicación a la


comunión, tal es la línea que sigue la evolución, espiritualmente

considerada.

Los eventos de cada existencia en particular constituyen el Hilo de la Vida

del planeta, en el que se hayan engarzadas las distintas almas humanas y las

almas grupales de los restantes reinos. Son la materia misma de que está

hecha la existencia toda. Nosotros somos el mundo, cada uno de nosotros y

todos somos el mundo. El mundo es cada uno y todos nosotros.

El conocimiento de las Leyes Espirituales que gobiernan la existencia no

debe ser causa de indiferencia moral, ni de un trasnochado sentimiento de

superioridad respecto de la masa que avanza a tientas y a ciegas por el

camino de la vida. El deber ético del aspirante a la vida espiritual tiene más

que ver con la Doctrina del Corazón, la experimentación de una vida y una

mente compasivas, que con la Doctrina del Ojo: un intelecto frío, suficiente y

diseccionador.

Existen múltiples aspectos a tener en cuenta para conocer más

ampliamente la riqueza del tema. Algunos de ellos son los siguientes.


Sucesión de acontecimientos de todo orden que

persiguen la perfección de un arquetipo ideal

La cadena de actos y voliciones de la existencia constituyen

esquemáticamente la manifestación de un propósito simiente y sintético.

Este arquetipo ideal o modelo superior al que debe aspirar la unidad humana

una vez que pone sus pies en el Sendero de creciente concienciación, está

lejos de tener una forma concreta y definida, un cuerpo o vehículo.

Se trata de una síntesis vibrante de cualidades y poderes que ha de

desenvolver el alma humana a fin de ponerse a tono con su alter ego

superior, el espíritu individual (y cósmico) que es en realidad y en esencia.

Algunas doctrinas esotéricas llaman a este arquetipo más elevado “mónada”

o “átomo”. Cualquiera sea la designación que se prefiera el concepto es

idéntico: en el corazón de cada vida humana o de cualquier reino de la

Naturaleza subyace una realidad de orden divino, que posee, indeleblemente

integrada, una misión o vocación superior de vida, síntesis final del ciclo de
nacimientos que experimenta el ama humana. Como síntesis final, es la

altura segura y final a que ha de aspirar el candidato.

Probablemente nuestros actual estado evolutivo nos impida reconocer

esa misión superior de nuestro ser real, que nos impele desde siempre a la

acción, pero al menos podemos rastrearla en el silencio de la meditación y

reconocerla finalmente, una vez que hayamos sido aceptado en el círculo del

Instructor, en la llamada Cámara de la Enseñanza y radicalmente en la

Cámara de la Sabiduría: condiciones evolutivas en las que se imparten las

Iniciaciones mayores del ciclo humano y se impone el Cetro de Iniciación

sobre la esfera de cada alma que vive la nueva expansión de conciencia.

El misterioso designio (primero y último) del alma espiritual, del alma

solar, del espíritu individual y cósmico, se habrá de descubrir en el momento

preciso, no antes. No obstante, puede el candidato existencia a existencia

refinar los instrumentos de percepción y de comprensión, sutilizar sus

sentidos y aguzar su mente, en armonía con su desempeño en el mundo,

para de esa forma procurarse un muy especial nacimiento en un equipo

personal más refinado y adecuado para experimentar las grandes

revelaciones psíquicas y espirituales que ornan los ciclos iniciáticos.

SI bien el arquetipo cumbre de cada alma humana es enteramente

singular, la Tradición Oculta enseña que se abren para el Iniciado Siete

Grandes Caminos de evolución cósmica, todos los cuales han sido

magníficamente descriptos por Alice A. Bailey en sus obras. De suerte que

existe una cierta comunidad de metas ideales a seguir y a alcanzar, lo cual

nos lleva una vez más al gran tema de la existencia de un maravilloso Plan
de Evolución para las almas espirituales, que incluye gamas séptuples (al

menos en nuestro esquema de mundos) con séptuples tonalidades o

subdivisiones. Y esta dispensación de cuarenta y nueve fases de ascensión,

tiene que ver con los llamados Cuarenta y Nueve Fuegos: expresiones

completas de la genial expansión de la Idea Original, energías dinámicas e

inteligentes, vidas angélicas de un orden excelso que alimentan y energizan

toda forma de existencia, todo principio o nivel de conciencia, ya sea en el

campo humano, como sideral.

En todos los niveles del Ser (microcósmica o macrocósmicamente

considerados) se abren portales y caminos que revelan el esplendor de

gloria de las nuevas oportunidades y las nuevas hazañas que el espíritu ha

de emprender, sin término y sin límite. La total expansión de la Fuerza Una

en estados y condiciones de excelsitud y poder inimaginables.

A estos arquetipos, individuales y colectivos, ha de apuntar el aspirante.

Para él resulta comprensible el aspirar a su particular arquetipo de

realización. Pero se nos ha enseñado que es tiempo de que comprenda que

al arquetipo del grupo, de la galaxia de almas a la que pertenece es

doblemente importante. El Bien Común prevalece siempre sobre cualquier

triunfo del espíritu, individualmente considerado. El Cuerpo del Cristo

Cósmico es su Iglesia: la conciliación y concertación (la Comunión) de las

almas espirituales conforme a su común designio a lo largo del infinito

camino de la Vida.

Y el Bien Común para la totalidad de las almas espirituales pasa por el

Gozo de la Libertad Como Vidas Plenas y de la Creatividad y el Poder de


Manifestar (construir-crear) unidamente la Voluntad de Aquello Innombrable

en quien vivimos y tenemos nuestro ser.

Los ritmos que modulan los ciclos de la vida, las

discordancias fuente de la armonía universal

(Ciencia del Aum)

He aquí una presentación matemática y filosófica de los procesos

existenciales: como ritmos que modulan los ciclos de la vida. Ritmos que

configuran la expresión del pulsar de influencias superiores que ingresan

periódicamente y que gravitan, como paradigmas nuevos, en la recreación

de nuevos y cambiantes escenarios de existencia civilizada o individual.

Los Sabios han expresado tiempo atrás su Voluntad de que los aspirantes

y candidatos reflexionen e imaginen la incidencia del Sonido Original en

todo cuanto vive y palpita. Y han designado a esta Ciencia superior como la

Ciencia del Aum.

En apretada y primitiva síntesis se puede insinuar que existe desde toda

eternidad el fluir de una vibración original siempre incidente. Este sonido

sintético e integrado, contiene todas las notas y sus octavas que dinamizan

e impregnan la materia y la vida y que dan la clave para los movimientos y


tonalidades de experiencias que han de tener lugar dentro de la Evolución de

los mundos y de las almas espirituales.

Se llama a esta sílaba sagrada el Principio Único, el Tao, y es la fuente de

la que devienen todas las vidas y las formas, como palabras, voces y

poemas cósmicos, universales y humanos, a medida que desde la

simplicidad original se encubren de más y más complejidad (colectividad de

vidas y fuerzas).

Naturalmente este viaje o peregrinación inaudita persigue el avance

resuelto y heroico desde la complejidad alcanzada, como individuos y

conjuntos, a la plena simplicidad, también como individuos y conjuntos.

La Ciencia del Aum (el Mantram Yoga de los Iniciados) contiene todos los

secretos sobre la forma de manipular las fuerzas activas en la manifestación

de la vida y de la forma de tal suerte que se logre imponer un cierto curso de

acción a los acontecimientos, perfectamente alineado con el Plan Director.

Las mentes arquetípicas de los Sabios Iniciados operan con esta fuerza

vibrante (incluida la imposición del Cetro de Iniciación) y favorecen la

afluencia de tonalidades de la energía más inteligente y refinada en los

equipos personales de sus discípulos y del Discípulo Mundial (la

Humanidad).

Han sembrado el planeta con talismanes de poder que sirven de vórtices

y centros desde los cuales se concentra y se disemina globalmente la

energía entrante e influyente para cada período evolutivo. Estos talismanes

recogen así el Fuego Eléctrico o Cósmico (la energía más poderosa e

inteligente dentro de la coordinación de los esquemas de mundos) como su


manifestación dinámica: la nota particular que Aquel Sonido Inicial e

Iniciador emite y desarrolla para cada nueva dispensación.

Según esta concepción las diferentes magnitudes del vector tiempo

pueden considerarse todas ellas como movimiento en el espacio dentro de

una gama vibratoria tonal peculiar. Todas las gamas tonales constituyen la

Duración, las Eternidades de las que hablan los códices indos de la

antigüedad (edades de Brahma, etc...). De modo que se podría definir el

tiempo como la estructura de la Duración del Sonido Promotor Original.

Como un ritmo continuo, una palpitación del corazón, del núcleo de vida

cautivo en la forma espacial.

Esta cascada de notas del universo se ofrecen al contemplativo como

aspectos discordantes que entran en conflicto a fin de armonizarse en una

síntesis superior, en una vuelta más elevada de la espiral del movimiento, el

tiempo y el espacio ( en este caso bajo la acepción de éter cósmico).

El campo de batalla para el candidato avanza en importancia en la medida

que ocurre su tenaz progreso en el orden evolutivo. En los primeros estadios

peri-iniciáticos es el mundo emocional el ámbito de la lucha. Una vez

pacificada la vida psíquica y emocional el campo de batalla se traslada hasta

la unidad mental, la llamada mente inferior. Esta vida de conflictos localizada

en la esfera de la vida psiquica y animal tiene lugar particularmente en las

dos primeras iniciaciones en el umbral, con el propósito de desarraigar una

condición remanente de naturaleza no espiritual. A partir de la tercera

iniciación (primera iniciación en el Sendero de Vida Superior) el conflicto

avanza dramáticamente hasta gravitar en la dual naturaleza del alma humana


(celestial-terrenal), culminando la serie de crisis en el Cuerpo Causal,

residencia permanente de esta alma, depósito de todas las tendencias en

simiente y provisión de todas las cualidades en acto.

La Joya del Loto Egoico (Cuerpo Causal), el Alma Humana, es una nota de

excelsa pureza contaminada por persistentes tendencias terrenales que ha

de atravesar una larga batalla entre el principio espiritual orientador y el

principio intelectual y cerebral. En una lucha que procura la disolución de la

limitación más sutil y permanente para ella, precisamente el Cuerpo Causal.

Terribles ordalías y luchas entre el espíritu maestro y la mente particular en

el campo de batalla más refinado, como dijéramos, el Cuerpo Causal.

Como se sugirió, el candidato ha de considerar definitivamente a este

Cuerpo Causal no sólo como la reserva de beatitud, belleza y virtud en

construcción dinámica vida tras vida de aspiración, sino como la fuente y

reservorio de todas las tendencias, positivas y negativas. Karma se

establece en este aura sutil y condiciona al alma humana por grandes

períodos (muchas vidas), hasta su total y completa disolución en la llamada

Quinta Iniciación (Primera Iniciación Cósmica).

Dicho de otro modo, las distintas cualidades de la materia entran en juego

(espíritu es materia en un orden sublime) y el progreso avanza desde la

condición inercial (cualidad pasiva), a la condición de actividad (cualidad

puramente humana), hasta establecerse en la cualidad superior o de armonía

después del conflicto (cualidad espiritual). Estas cualidades o modalidades

de la materia en todos los niveles han sido designadas en la cultura inda

como “tamas” (inercia), “rajas” (actividad) y “sattva” (equilibrio). Se


corresponden: la primera con el hombre animal, la segunda con el hombre

propiamente dicho o pensador (la mente) y la última con el hombre

espiritual.

Las crisis previas a las expansiones de conciencia tienen que ver

directamente con esa triplicidad formativa de nuestra naturaleza integral

He aquí la Armonía a través del Conflicto, característica distintiva de todo

Hombre, Terrestre, Celeste o Cósmico (entidad individual, planeta, estrella

solar, universo...).

La cascada tonal de modulaciones y ritmos opuestos en el tiempo y en el

espacio confluye dramáticamente en la inmanente vida del alma (Cuerpo

Causal) dando paso a una obliteración y síntesis propia de las expansiones

de conciencia más elevadas. Obliteración de la forma sutil, del aura llamado

mente causal (o cuerpo); síntesis de todos los “fuegos” o patrones

energéticos e inteligentes que conforman el ser personal y el ser solar (el

alma).
Karma y Evolución

Todos los procesos naturales más o menos conscientes se hayan

supervisados y administrados por Karma, manifestado en la vida

experimental como Ley de Causa y Efecto. La complejidad de esta ley

superior es inmensa y sus líneas formativas sólo son comprendidas y

reconocidas en las iniciaciones mayores del alma humana. De modo que

extenderse en consideraciones que eludan la tradición oriental le parece a

este autor un camino errático y peligroso. Todo movimiento de la conciencia

condicionada por la forma está sujeto a Karma. Actual, en gestación o

diferido. Aún las llamadas excepciones a la ley como ciertos accidentes

fatales y los suicidios no dejan de ser Karma en gestación. De modo que

todo proceso natural en que radique un cierto grado de conciencia está

sujeto a esta espléndida ley. Los estudiantes de estas materias conocen que

incluso las unidades infinitesimales, los átomos materiales o sutiles,

contienen un centro de conciencia y un designio particular en el marco del

Plan de Evolución. En otras palabras, todo evoluciona y en consecuencia es

sujeto de la Ley de Causa y Efecto.

El conocimiento más amplio que se pueda alcanzar sobre la forma en que

se manifiesta esta red interactiva de relaciones en el tiempo pasado,

presente y porvenir, contiene el misterio de la vida condicionada y las


respuestas más exactas para entender las causas de los eventos por lo que

atraviesa cada entidad, especialmente la entidad humana. Nada que haya

sido pensado, dicho o hecho, se pierde jamás en el Evo. Por el contrario, la

secuela viva de las voliciones y deseos, de los actos y de las palabras, se

traduce en las nuevas experiencias y vivencias que jalonan nuestra travesía

existencial.

De forma general, todas los impulsos o motivaciones orientados a la

consecución de objetivos egoístas, tarde o temprano nos procuran

dificultades, insolvencia, limitación, dolor y sufrimiento moral. Todos los

impulsos materializados en la existencia orientados a beneficiar a la mayoría

sino a la totalidad de las criaturas, proporcionan crecientes oportunidades

de desenvolvimiento interno. Puesto que a los altos fines de la Vida cuentan

especialmente las vidas de triunfo de los servidores dispuestos a renunciar

incluso a sus legítimos derechos a fin de proporcionar bienestar y ofrecer

luz a todos los seres.

En este sentido los conceptos “oportunidades” y “éxito o triunfo”

evolucionan a medida que evoluciona la conciencia. Así en los primeros

estadios se trata de concretos trabajos y ocupaciones para crecer en riqueza

material, anchura personal, prosapia y poder mundanos. En los casos de los

aspirantes y discípulos avanzados, estos factores tienen que ver con la

adquisición de sabiduría práctica, y la realización de las metas del alma, a

través de las sucesivas expansiones de conciencia.

De tal suerte que la noción de vida exitosa varía dramáticamente a medida

que el alma humana evoluciona y ensancha su margen de luz y de poder.


Estos triunfos o hazañas heroicas de las almas han constituido el motivo

central de las sagas, mitos y leyendas de los antiguos. En particular las

Hazañas de Hércules sintetizan el periplo o travesía iniciático de manera

magnífica. Otro ejemplo estupendo se presenta en el Libro de Job o en el

mismo Bhagavad Gita, el Canto del Señor.

La noción de “oportunidades” es siempre una noción benéfica que

representa un cierto crecimiento y expansión, aun desde el punto de vista

puramente mundano. Pero las oportunidades suelen ser precedidas por

fastos críticos de todo tipo, por crisis y pruebas que añaden calidad

espiritual y moral a los eventos de la existencia –siempre que uno esté en

condiciones de apercibirse de ello- y proporcionan luz sobre la

transitoriedad de todas las cosas y la futilidad de los empeños de grandeza

personal.

Las oportunidades en el caso del gran Iniciado occidental, Hércules, no

son sino inmensos desafíos heroicos, en torno a los cuales el alma del

campeón espiritual sufre ordalías, pruebas de toda índole a las que debe

sortear con temple e inteligencia. Empleando por sobre todo el

discernimiento superior para saber, elegir y establecerse en el centro

interno como Testigo ecuánime, y el desapego más amplio a fin de

desprenderse, de deshacerse de los quistes y memorias psicológicas, del

pasado, del devenir, del propio nombre y la propia prosapia. Estos

excelentes cuadros de vida superior, interpretados a la luz de la Tradición de

Sabiduría arrojan luz y sirven de mapas de ruta para el fatigado peregrino en

el sendero espiritual.
El Principio de Acción y Movimiento reglado, Karma, está por detrás de

todos los procesos vivos y concientes, y es la fuente primordial que

estudian los altos Adeptos para penetrar en las sutilezas y meandros de las

existencias de sus discípulos: en las tonalidades e influencias de cada

aspecto de la constitución sutil de ellos, así como de las propensiones

positivas y negativas que constituyen por un lado una plataforma de

lanzamiento y por otra parte un anclaje en el mundo de la limitación y del

error.

Orientados por el rastro kármico de las almas encarnadas es que los

sabios monitores y administradores de Karma, disponen las cosas de la

forma más perfecta para viabilizar la continuidad efectiva del proceso

general y particular de desenvolvimiento de todas las potencialidades,

dormidas y activas, en cada entidad viva y en todas las colectividades de

conciencia. Y esta es la actividad superior que a la larga procura el éxito

genuino y las más benéficas oportunidades: la justicia retributiva.


Los juegos de los dioses y de los hombres

Los juegos tienen sus reglas, sus leyes y principios generales. En el

marco de esa condición restrictiva, la creatividad, la naturalidad y la

espontaneidad han constituido las metas existenciales cultivadas por

algunas tradiciones religiosas y arcaicas.

Se puede hacer énfasis en las reglas del juego o en la capacidad de

improvisación y resolución de las jugadas más comprometidas. En tal

sentido la antigua maestría propia de juegos como el ajedrez, representaba

una evidencia de la sabiduría y del poder estratégico del jugador más

aventajado.

Otros juegos de la tradición indostánica, tales como el Lilah, coinciden en

proponer una experiencia lúdica capaz de arrojar luz sobre las presentes y

futuras circunstancias de la vida encarnada. El camino escogido, así como

los desafíos y los poderes y cualidades con que cuenta el jugador son

puestas de manifiesto en las suertes del juego, a fin de que éste visualice la

ultérrima coronación de sus esfuerzos espirituales y el marco de referencia

dentro del cual podrá conseguir la excelencia humana y moral.

El concepto “el juego de los dioses” alude sintéticamente a la condición

de gozo y bienaventuranza propia de las almas espirituales, una vez que han

alcanzado la consumación de sus esfuerzos en la vida condicionada. Desde

esta perspectiva, los trabajos del Iniciado son evidenciados con la expresión
“juegos” para hacer énfasis en que ya ha cesado todo esfuerzo y se han

allanado todos los obstáculos. El camino (los siete caminos) que se abren

para el Adepto serán recorridos bajo la lámpara de la dicha más pura y

sublime, la alegría y el contento más grandes. Y todo eso como resultado de

que esas almas inmensas ya han alcanzado a ser Uno con el Padre; saben

tácitamente que ningún mal ya es posible, que el pesar es una materia del

pasado y que sólo cuenta dirigir la poderosa energía de la bienaventuranza y

del gozo en la faena de entramar (hasta donde cada condición kármica lo

permite) la custodia, vigilancia y enseñanza de la Humanidad sufriente.

Los seres humanos comunes y corrientes podemos aprender a vivir con

filosofía y esperanza el proceso que nos toca experimentar. El supremo Arte

de la Vida, el Sendero de Vida Acelerada, la vida del espíritu, puede y debe

ser vivenciado actuando en todo momento como almas. Imaginando y

visualizando al Maestro Interno obrando a través de la personalidad

temporal, de un modo atento, creativo y singular.

Los juegos dentro del gran proceso de la existencia comprenden tanto el

día a día, el momento, como los grandes y raros acontecimientos en que se

verifica y fija una efectiva expansión de conciencia. Los pequeños y

continuos despertares fuerzan las puertas del cielo y nos ponen a tiro de

grandes experiencias de conciencia superior, de grandes y significativos

despertares.

De modo que, además de las crisis y pruebas que jalonan el camino

iniciático, cuentan las venturosas experiencias de plenitud y la dicha impar

de la revelación de los secretos del mundo de los esplendores, tal y cual son
conferidos por la propia impronta del Espíritu universal a nuestra alma en el

curso de una vida dedicada al servicio, la meditación y el estudio.

Querer, osar, probar y callar.


El concepto de travesía heroica

El Héroe Solar, el alma espiritual, es el sujeto de la acción heroica.

Esencialmente todos los seres humanos son potenciales héroes solares y

las peripecias de su paso por el mundo constituyen las hazañas y fracasos

del héroe que esconden en su interior.

La vida manifestada de cualquier alma humana es, por extensión, un viaje

o travesía heroica en que los peregrinos (las mónadas) atraviesan las

regiones infernales, límbicas y celestes a medida que progresan en el

aprendizaje que tiene lugar en el collar de existencias y se transforman en

maestros heroicos y ejemplares.

Esta noción es muy cara a las castas militares y políticas, quienes han

acuñado este regio simbolismo de Primer Rayo: la implantación del

Propósito Superior del Logos a través de la regimentación de un Orden y de

una disciplina de vida llenos de regularidad y ritmo.

Otra presentación muy cara a esta concepción es la llamada Aventura

Humana, aquella que experimentan los peregrinos, las mónadas, desde el

preciso momento en que ocurre la Individualización en el estado humano y

hasta al menos el fasto conocido como la Individuación, la perfección

singular y completa del Espíritu cuya chispa viva y divina es cada una de las

mónadas.
Las Cinco Etapas de todo Ciclo (nacimiento,

desarrollo, multiplicación, maduración y muerte)

Conforme al imperio de las leyes de la Naturaleza, todo ciclo, proceso o

existencia evoluciona conforme a una secuencia de cinco etapas o

estaciones. En la tradición indostánica se han establecido los correlatos

entre estas etapas de la vida natural y las superiores experiencias que

conciernen a la vida del alma. De alguna manera cada una de las cinco

estaciones enunciadas en el título del capítulo tienen que ver con las cinco

primeras iniciaciones en el Sendero de vida abundante. El pentaclo, el

Hombre Completo, alcanza su emancipación o coronación en la estación de

la muerte, la quinta, una vez que es absorbida por el espíritu universal (la

mónada) la tríada superior, constituyendo este fasto una suerte de muerte

para el mundo de la triple personalidad, de los fenómenos cambiantes y de

la impermanencia.

A los efectos de entender la secuencia completa del ciclo, es necesario

adquierir el don de observación respecto a todos los eventos de la mente y a

los fenómenos de la naturalza. EN cada acontecimiento, momento a

momento, se verifica el ingreso de una fuerza o impulso, de un propósito

situado en un área arquetípica respecto al plano material, atravsando luego


este evento la serie quíntuple hasta apagarse (para este plano) y

reabsorberse en el nivel causativo.

Este nivel causativo tiene que ver, en última instancia, con la memoria

sintética contenida en los átomos permanentes ubicados en el Cuerpo

Causal (en el Huevo Áurico), reservorio de todos los karmas o tendencias

latentes y de las activas cualidades del alma. Momento a momento, vida tras

vida, estos centros de fuerza se vuelven manifiestos e influyen sobre la triple

personalidad en la misma medida que sirven de factores de aprendizaje y

crecimiento para la vida del alma.

El nacimiento y la muerte de cada existencia y de todo proceso se

encuentran íntimamente ligado. Dice la Tradición que los últimos

pensamientos del moribundo influyen en el nuevo nacimiento, que el día del

desprendimiento del alma será la fecha aproximada en que ella volverá a la

encarnación, de modo de continuar ordenadamente con el ciclo total de la

vida manifestada.

Lo que ocurre entre el nacimiento y la muerte no es más que el

despliegue de las causas, de los karmas que ya están maduros así como de

las oportunidades para introducir cambios o ajustes en la destinación global,

considerada desde una perspectiva holística.

Por regla general este proceso quinario se replica “hasta el infinito” a lo

largo de todas las existencias condicionadas de todas las almas y debe srvir

de evidencia para cualquier emprendimiento o gestación en cualquier nivel:

individual, grupal, nacional, internacional. EL fracaso recurrente de las


economías de mercado y de todas las formas financieras se debe en gran

medida a la ignorancia de este aspecto básico de las Leyes de la Naturaleza.

El Hombre es el arquetipo dominante en todo cuanto existe, de modo que

esta regla quinaria obedece a la impronta de la vida humana, de la

Humanidad, sobre la que se moldean las formas y las vidas de todos los

reinos. Y el número cinco es en un aspecto la representación del Hombre, ya

sea individual, planetario o cósmico.


El Paradigma Jerárquico

El “Orden Implicado” en todos los procesos existenciales de orden

universal, colectivo o individual se despliega a partir del arquetipo de la

Jerarquía de Jerarquías.

En otras palabras existe una gran cadena de fuerzas espirituales y

cósmicas que vincula a las entidades de mayor desarrollo con todas las

otras. Esta cadena universal sigue la lógica numérica del 1, 3, 7, 12, 49.

A saber:

El Uno.

Los Tres Logos y la tríada espiritual en el hombre. Los Tres Grandes

Fuegos.

Los Siete Espíritus ante el Trono, los Siete Planetas Sagrados, los Siete

Rayos...

Las Doce fuerzas constelares (astrológicas y siderales).

Los Caurenta y Nueve Fuegos, subplanos dentro de los planos, estados

radiantes de la sustancia...

La Gran Fraternidad en el planeta (unidad) se despliega en la triple forma

de Shamballa, la Jerarquía de Adeptos y la Humanidad.

En siete grandes ashramas.


En cuarenta y nueve centros de entrenamiento conexos con los

anteriores.

En relación con doce cuerpos constelares kármicamente conectados con

nuestro esquema de mundos y seres.

El número 10 ocupa también un lugar fundamental en el esquema

planetario, en las vías sephirotales, como la década totalizadora, y el

estudiante aventajado puede obtener mayores evidencias de la

trascendencia de este número oculto a través de sus propios estudios.

En los hechos toda la serie numérica ejemplifica la Jerarquía de

Jerarquías y las funciones que las unidades (números divinos) cumplen

dentro del Gran Plan de la Vida (Evolución).

En este sencillo y básico esquema queda de manifiesto el orden

jerárquico que califica a toda la Manifestación.

Por analogía, aun en el nivel organizativo más rudimentario subsiste la

noción de jerarquías, grados, órdenes, huestes.

Llámense jefes, lugartenientes, subalternos; primeros ministros,

congresistas, pueblo; director o gerente general, mandos medios, jefes de

planta, empleados subalternos, etc.

Lo mismo ocurre entre los grupos barriales y familiares. El esquema del

clan puede haber conocido grandes trastornos, pero en esencia siempre

subsiste un poder unificador junto a un poder colectivizador: el primero en

manos de un alma calificada para ejercer discrecionalmente la fuerza, el

segundo en manos de los grupos y equipos constructores.

Podemos presentar este esquema de otra manera:


a) La Red de Redes, el Organigrama Espiritual

El Organigrama Espiritual constituye la verdadera Red de Redes. La

conectividad y la total interdependencia (trasunto de la unidad primera y

última) presiden todos los campos y departamentos de la vida del Logos.

Se trata de un inmenso fenómeno mental en la conciencia del Logos.

Este encadenamiento ordenado y gradual conoce su cumbre en el método

liberador que rige en nuestro planeta a través de su Jerarquía de Adeptos y

las iniciaciones, individuales y grupales. Especialmente la Jerarquía de

Adeptos, previamente a la Humanidad, experimentó y experimenta

iniciaciones grupales, puesto que Ella misma constituye una unidad

funcional.

Esta es la dispensación y el arquetipo de la entrante era de Acuario:

entrenamiento e iniciaciones grupales para los aspirantes y los discípulos.

No existe campo del humano quehacer donde no se replique este

esquema, de modo que los procesos existenciales son decisivamente

colectivos, en gran medida globales, y apuntan al beneficio de la totalidad a

través de las mayorías de almas efectivamente predispuestas.

No debe perderse esto de vista jamás, si se quiere estimular la

cooperación y el entendimiento entre todos los genuinos servidores

planetarios: juntos aunque diferentes. Juntos porque somos singulares y

únicos.
b) La materialización del Orden Jerárquico

Como se dijo este Orden Jerárquico ha sido implantado desde la más

remota antigüedad en la conciencia de los ángeles solares (nosotros en

esencia), de tal suerte que nuestro derrotero en la tierra y en cualquier otra

evolución dentro de nuestro esquema de mundos pasa por la perfección

dentro del conjunto y la asunción de responsabilidades de grado condignas

con los talentos y méritos alcanzados, individual y grupalmente.

Como si estro fuera poco la septuplicidades se encuentran replicadas en

todos los reinos de la naturaleza, las jerarquías evolutivas: la escala de las

plantas, de los árboles, de las gemas, de los metales, de los animales

sagrados y de todo cuanto existe.

De modo que el arquetipo dominante para todos los procesos de

existencia es el llamado Paradigma Jerárquico, la Red de Redes espiritual.

La comprensión y asunción responsablñe de este principio fundamental

para la vida en las sociedades humanas ahorraría a la Humanidad mucho

sufrimiento y miseria. Pero es un hecho que por el error/dolor el alma se

encamina indirectamente hacia la Verdad, de una forma paralela a como lo

hace por la disciplina, verificación y prueba.


Conflicto de intereses (la personalidad y el alma)

La Humanidad está representada por el axioma de la Armonía a través del

conflicto. Todas sus actividades se desenvuelven en el medio personal,

donde los pares de opuestos establecen las áreas de elección y provocan

las zonas de contradicción. El Hombre, el Pensador, necesita aprender a

hacer uso de su libre albedrío y a realizar elecciones y tomar decisiones por

el camino de la ecuanimidad y el sentido común. Este aspecto nunca

suficientemente madurado por los seres humanos los arroja a constantes

crisis y desencuentros.

La problemática de los conflictos que procuran una solución armónica

puede ser considerada desde diferentes aspectos. A saber:

a) La lucha y el sufrimiento humanos

La visión tan cara a las tradiciones antiguas de que la vida interna del ser

humano y su proyección social son un campo de batalla, ha sido planteada

con especial énfasis en el Bhagavad Gita. El alma ha de enfrentarse una y

otra vez a sus lastres, sus sombras, sus limitaciones, en tanto se encuentra
directamente implicada en el proceso que vive la personalidad que le

corresponde en el mundo.

El afán de cambiar el mundo mediante fórmulas materiales que ignoran la

dimensión gravitante del alma en toda la dinámica de los hechos, ha traído y

trae aparejados una y otra ves profundos fracasos en las áreas políticas y

comunitarias. Con gran énfasis en la actualidad en el área económica

financiera.

La ignorancia de las Leyes de la Naturaleza y su peculiar modalidad de

acción, ignorancia que también incluye a las leyes de la mente donde el alma

establece su ámbito de meditación, traen como resultados interminables

conflictos y contradicciones.

Desde una óptica no ligada a la perentoriedad de los procesos en el

tiempo, se trata de una experiencia del todo indispensable a fin de que las

almas se deshagan de sus lazos materiales y construyan formas mentales,

iconos, iluminados por la lógica de las correctas relaciones y la intensa

cooperación. Unidades de servidores y de trabajadores voluntarios se

ejercitan permanentemente a fin de resaltar lo que nos une por encima de lo

que nos separa, y esta contribución es en gran medida la faena necesaria

que requieren los tiempos para la vida del aspirante y del discípulo.

Del entrejuego de las notas discordantes que proliferan en el universo se

sintetiza final y gloriosamente una nota armónica: la nota de la vida del

espíritu, la nota de la Unidad. Esta es la expresión oculta de la insignia

establecida para las almas humanas, expresada como Armonía a través del

conflicto.
b) La enfermedad y la sanación espiritual

Dentro del proceso de grandes tribulaciones que experimentan las almas

en el curso de su vida material, cobra especial significación el problema de

la salud y de la enfermedad.

La herencia biológica y kármica, la enfermedad que impregna la tierra, las

aguas y el aire, montan un escenario dramático en el que todas las unidades

humanas que no se encuentran completamente unificadas con el espíritu se

ven periódicamente apresadas entre las garras del dolor y del padecimiento

físico y moral.

Una línea activa para el servidor consiste en el entrenamiento para la

sanación, para la cura cabal, externa e interna. En última instancia es el alma

el Sanador Interno y el Maestro de las Curaciones y debe ser buscada y

sentida como tal, invocada ante la emergencia de una crisis, dejando en sus

manos la resolución gradual o directa del mal que nos aflige. Y esto

particularmente en conexión con nuestros hermanos en Humanidad que

avanzan a tientas y a ciegas por el pedregoso camino de la vida.

Uno de los poderes del Adepto es precisamente el de la Curación

Espiritual, de modo que los aspirantes y discípulos deben aprender a sanear

sus auras y su mente, todo el magnetismo que irradian, a fin de contribuir a

la futura pero segura implantación de otra forma de la Armonía a través del

conflicto: el goce de una salud equilibrada que permita a los hombres hollar
el Sendero de Evolución con equipos personales calificados para la vida

superior.

El desarrollo de un magnetismo de mayor calidad, a través del cultivo de

sentimientos y pensamientos positivos y saludables es la expresión directa

del adagio oculto “la energía sigue al pensamiento”. La energía que se

irradia desde nuestros centros superiores –energía del alma- puede

contribuir a alinear aspectos energéticos de la constitución del que sufre, al

mismo tiempo que el empleo del poder de la palabra inspirada sirve para

sellar, para cicatrizar efectivamente las heridas abiertas por la revulsión

propia de una enfermedad.

Conforme enseña la Tradición de Sabiduría la enfermedad es resultado de

la desarmonía entre los aspectos espirituales, psíquicos y personales de la

entidad humana. Y esto ocurre fundamentalmente por la desobediencia a las

demandas del alma, demandas constantes para que la entidad humana

adopte modalidades de pensamiento y de acción apropiadas para los fines

previstos para su destinación (dharma).

c) El Morador del Umbral (la guerra interna)

Esta forma psíquica, construida durante edades sin cuenta por las

actividades erráticas del pensamiento, del deseo y de la acción, cobra

existencia relativamente autónoma hacia el final de la vida del discípulo y

antes de su ingreso en el Sendero de Evolución Acelerada (Tercera Iniciación


o Primera en el Sendero Superior). Es la “guerra en los cielos” a escala

humana: la Sombra o Morador Oscuro enfrentado al alma misma en una

lucha sin cuartel.

La locura y los dramáticos desarreglos en la vida personal están de

todos modos asociados con este entrenamiento superior. Y debe resolver el

propio discípulo la lucha interna, permitiendo que el Guerrero de Luz, el Yo

Superior, se haga cargo de la Batalla de batallas. Las ordalías y sufrimientos

que trae aparejado este estado de cosas no puede ser comprendido

fácilmente por el hombre común.

Sin embargo todos nosotros, en mayor o en menor medida, seguimos

dándole forma a nuestro Interno Morador, y ocasionalmente somos

obsesionados por su “voluntad” inhibitoria de las facultades morales y

espirituales.

La Tradición enseña que existen numerosos casos de alcohólicos y

drogadictos que renacen con un morador obsesor que los acompaña toda la

vida y que, en ocasiones, crea el campo propicio para la doble personalidad

y la histeria. Esta condición indeseable muchas veces tiene que ver con los

casos llamados de “posesión diabólica”, o simplemente de “enajenación”.

Por la grosura o estrechez de la trama etérica múltiples fenómenos de

disfunciones mentales se ponen de manifiesto, teniendo todos ellos que ver

con la libertad con que cuenta la forma psíquica parasitaria para ingresar

“por la bóveda” y obsesionar al incauto que ha observado en el pasado

hábitos destructivos de su propia trama etérica (alcohol, drogas, etc...).


Dramáticamente la mayoría de nosotros adquirimos vida tras vida

dependencias y apegos, deseos compulsivos y manías que sirven

únicamente para fortalecer la construcción de esta entidad psíquica

negadora de nuestra naturaleza real, el diablo en nosotros, el Morador del

Umbral, si es que tal calificación es apropiada para los estudiantes de la

Sabiduría.
El Proceso Espiritual

Desde un ángulo más general, los expositores de la Tradición de

Sabiduría han hecho hincapié en algunos elementos recurrentes en el campo

del proceso evolutivo que viven las almas.

Algunos de estos puntos en cuestión, que siempre inciden en el devenir

de los hechos, son los siguientes:


a) Despertares

A lo largo del proceso de la vida, las almas experimentan despertares o

expansiones de conciencia, experiencias que anticipan y prefiguran

las ulteriores iniciaciones e imposiciones del Cetro de Iniciación. La

forma desigual como se presentan estos episodios de luz y

comprensión los torna en todos los casos episodios de orden

estrictamente iniciáticos (el Iniciado es aquel q ue está plenamente

despierto). Se trata de la dinámica de la vida del alma a través del

campo mental. En todos los casos, en todas las unidades humanas,

cada existencia proporciona un campo propicio para el aprendizaje y

la comprensión de leyes y principios universales, así como de

elementos propios de las tendencias y singularidades que cada uno

posee como alma. Cuando los eventos que llamamos despertares se

repiten persistentemente en una vida, estamos sí ante la presencia de

un aspirante que, debido a la forma rítmica y regular de efectivizar el

alineamiento con el centro de luz, del alma, se ha puesto a tiro de la

parte trascendente del proceso evolutivo, espiritualmente

considerado.

Para que este proceso se torne una experiencia iniciática propiamente

dicha existen otras condiciones que asoman a lo largo de la vida del

candidato y que seguiremos detallando.

b) Pruebas
El alma pasa por una serie interminable de desafíos y de pruebas que

ponen de manifiesto la estatura alcanzada camino a la iniciación, del mismo

modo que revelan la sabiduría y el poder acumulados para ingresar a la

esfera de influencia de la Jerarquía Planetaria.

Los hombres y las instituciones humanas experimentan estas pruebas

cíclicamente. Las mismas sirven para marcar a fuego el corazón de la

entidad, individual o colectiva, y jalonan el proceso de desenvolvimiento de

las cualidades y poderes del alma.

Del mismo modo los grupos de aspirantes magnética y mentalmente

conectados experimentan estas pruebas y en ocasiones ordalías dolorosas,

a fin de desarraigar de sus naturalezas morales e intelectuales los

elementos parasitarios e inútiles para ingresar al Sendero de Creciente

concienciación. Experiencias en las que entra en juego la realización del

desapego y del discernimiento.

c) Las crisis

En algunos casos las pruebas se acumulan por períodos de tiempo

breves dando lugar a crisis de probación, en las que toda la fuerza de la

experiencia negativa acumulada por mucho tiempo cobra renovado vigor y

amenaza la estabilidad moral y mental del candidato.


Sin crisis no puede surgir la respuesta del alma, potenciada desde la

mónada, y en consecuencia no se producirían las condiciones adecuadas

para recibir el entrenamiento y las iniciaciones.

Crisis/iniciaciones constituyen un paquete o quanta espiritual que se

despliega de una manera constante, al menos hasta que el discípulo haya

alcanzado alguna de las iniciaciones superiores dentro del Sendero.

d) Expansiones de conciencia y círculos no se pasa

Las expansiones de conciencia que advienen como consecuencia de la

superación de pruebas en el marco de crisis de concentrada intensidad,

ocurren dentro de un marco de referencia. Podemos aspirar, como hombres

corrientes, a un cierto desarrollo cuyo límite es el esquema propia de la

conciencia del alma. En principio, podemos alcanzar la estatura de nuestro

arquetipo de Humanidad (Sanat Kumara), pero en la medida que esto ocurre

paralelamente ingresamos a los niveles de la conciencia del Poder detrás del

Sol Central, y adquirimos iniciaciones solares. De modo que el primer círculo

no se pasa es el techo de las Iniciaciones Humanas y el siguiente el límite de

las Iniciaciones Solares.

El esfuerzo concentrado en la práctica regular de las disciplinas internas

levanta los velos uno tras otro y nos permite superar estos círculos o anillos

no se pasa, de un modo gradual y constante. Empuja los anillos no se pasa

hacia esferas de conciencia de mayor gravitación colectiva y cósmica.

Esta es la promesa de los sabios para los hombres de buena voluntad.


El Proceso Mundial (el Orden Desplegado en el

Cosmos y en el Mundo)
El Proceso Mundial, el devenir del plan evolutivo incluye además otros

aspectos que la Tradición menciona de una manera a veces general y

elusiva, a veces con gran énfasis en su importancia.

Para comprender panorámicamente el Proceso Mundial como un todo se

ha de tener en cuenta fundamentalmente el concepto de lo colectivo y de lo

universal, es decir la forma como el Orden Supremo se encuentra

desplegado, en constelaciones y huestes de almas, espíritus planetarios y

solares.

Algunas de las ideas que deseamos repasar con el lector, aunque de una

manera sumaria son las siguientes:

a) Las constelaciones de luz y las constelaciones oscuras

Aquí y allá en los Anales de la Jerarquía existen constancias de la

existencia de constelaciones de luz y constelaciones oscuras. Sobre el

significado último de la expresión acuñada por la Tradición muy poco se

puede decir, a fin de no especular de una forma errática y engañosa.

El hecho que llama la atención del estudiante es la referencia a estos dos

órdenes de existencias siderales, contrapuestas y seguramente participando

de la sinergia de Fuerzas Cósmicas que favorecen el desenvolvimiento del

plan de Vida para los mundos.

Probablemente la primera incitación de la mente especulativa nos pueda

dirigir a considerar el fenómeno del Mal Cósmico, administrado desde el


Plano Mental Inferior Cósmico por Potencias de las Sombras. Este autor

prefiere guardar reserva sobre el particular.

Sólo quiere subrayar el aspecto “polaridad”. Así como en un átomo existe

una carga negativa, raíz de la expresión de la forma, y una carga positiva,

raíz de la expresión del espíritu, a escala cósmica es seguro este esquema

se replique enormemente. Ambos factores o polaridades son indispensables

para la consecución de las metas que el Poder Imponderable prefigura para

la Vida. Siempre a través de una sinergia y de un conflicto que incluye a

todas las partes que conforman el Gran Experimento Mundial.

b) El Plan del Logos Solar para su esquema de mundos

Una no menor incidencia tiene el Plan desde la perspectiva del Logos

Solar, plan que incluye la vida de todos los esquemas de mundos y

seguramente la vinculación entre estos y otras constelaciones kármicamente

conectadas (las Pléyades, la Osa Mayor y Menor, el Arquero...).

No se debe perder de vista que dentro del gran Plan General, cada Logos

Solar es el arquetipo hacia el que avanzan las unidades planetarias. Cada

Logos planetario (Sanat Kumara, en nuestro caso y en última instancia)

constituye el arquetipo hacia el que apunta cada Humanidad. Y la Humanidad

propiamente dicha es el arquetipo que impele a la acción a las unidades de

los reinos inferiores. De modo que el concierto de fuerzas colectivas e

individuales puestas en juego en el gran Proceso Mundial es un magnífico

conjunto policromo y mutante de dimensiones y resultancias inauditas.


c) Humanidad: el principio mental de la Tierra

Ya en el área de influencia de la naturaleza humana nunca se debe perder

de vista que la Humanidad constituye, globalmente considerada, el aspecto

intelectual del planeta, por lo cual su evolución y destino se encuentran

inextricablemente unidos al de la vida planetaria. Asimismo el orden

relevante en el que la Humanidad sienta sus bases de acción es, en este

sentido, como el Pensador Mundial, el aspecto creador e inteligente del Plan.

Los Hijos de la Mente, los Hombres, pueblan los esquemas planetarios en

diferentes niveles de desarrollo y participan de un propósito común y

director, del Dharma de la Humanidad, del que sólo conocemos a grandes

rasgos su conexión con el aspecto inteligencia y creación de la Fuerza

Universal.

d) Las iniciaciones colectivas y la evolución planetaria (una necesidad de

los nuevos tiempos)

Durante buena parte del siglo pasado, a través de la empresa impulsada

por Djwal Khool (el Adepto conocido como El Tibetano) en unión con su

amanuense, la Sra. Alice A. Bailey, se estimuló una parte esencial del

proceso de entrenamiento e iniciación de los discípulos en el mundo: el

aspecto grupal. Este aspecto propuso una visión renovada del proceso
iniciático, volviendo relevantes las líneas siempre prevalecientes dentro de

los ashramas de la Jerarquía Oculta.

En su obra “Ocultismo Práctico”, la Sra. Blavatsky hace hincapié en la

metáfora que compara a los discípulos consagrados en un ashrama con los

dedos de una mano. Esta representación literaria alude ciertamente a que el

entrenamiento de los discípulos se realiza de una forma concertada y grupal,

abogándose por la cooperación a nivel magnético y telepático, así como al

alineamiento del grupo con el propósito fundamental de su propio ashrama,

que no es otro, en todos los casos y en resumida síntesis, que el Bien de

todo cuanto existe y fundamentalmente de la Humanidad.

Como natural corolario de esta cuestión de índole superior, la “Iglesia de

Cristo”, la fraternidad de las almas, la unidad consciente de las almas

humanas constituye el objetivo superior, por encima de todo esfuerzo

individual puesto de manifiesto.

Es tiempo que se llegue a visualizar este arquetipo superior, más allá de

la natural inclinación de cada alma hacia las metas más elevadas.

Precisamente las metas más elevadas de las almas humanas tienen que ver

con la floración y la iluminación de todas las unidades vivas implicadas en el

Plan de Evolución.

El mensaje unificador del Cristo apunta en esa misma dirección,

alentando a los discípulos en el mundo, a las mujeres y hombres de Buena

Voluntad, a unirse para desarrollar los poderes latentes del alma común de la

Humanidad.

“Creced y multiplicaos. En el nombre del Amor”.


Esta es la expresión más gloriosa del Plan.

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