Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Greimas, A. J. Fontanille, J. - Semiotica de Las Pasiones. de Los Estados de Cosas A Los Estados de Animo PDF
Greimas, A. J. Fontanille, J. - Semiotica de Las Pasiones. de Los Estados de Cosas A Los Estados de Animo PDF
por
ALGIRDAS JULIEN GREIMAS
y
JACQUES FONTANILLE
'M ______________________________
siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MEXICO, D.F.
INTRODUCCIÓN 9
El aroma, 21; La vida, 22; El horizonte tensivo, 22; Las precondiciones (de la
significación), 24; Las valencias, 25; Inestabilidad y regresión, 28 (La estesis,
28; La inestabilidad actancial, 29); El devenir y las premisas de la moda-
lización, 31 (Protensividacl y devenir, 31; Las modulaciones del devenir, 33;
Modulaciones, modalizaciones y aspectualizaciones, 34); Por un mundo
cognoscible, 36 (El discernimiento, 36; La categorización, 38)
El ordenam iento modal del estar-ser, 58 (El excedente pasional, 59; Las
paradojas de la “obstinación”, 60); Descripción del dispositivo modal, 61 (Otra
vez la obstinación, 62; Las contradicciones internas del sujeto, 64); Del dispo
sitivo a la disposición, 65 (La disposición como “estilo serniótico”, 67; La dis
posición como programación discursiva, 68; La disposición como aspectua-
lízaclón, 68); La sintaxis intermodal, 70
[5]
6 ÍNDICE
2. A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 96
LA CONFIGURACIÓN LÉXICO-SEMÁNTICA 97
LA CONFIGURACIÓN 160
Los constituyentes sintácticos de los celos, 177 (La inquietud, 178; ¿Des
confianza o difidencia?, 180; Esbozo del modelo de los celos, 183; Roles y dis
positivos patémicos, 184)
Una teoría semiótica concebida como un recorrido -es decir, como una dis
posición jerarquizada de modelos que se implican unos a otros y que son
implicados por otros- debe interrogarse constantemente acerca de ese
recorrido, el cual considerará como una actividad de construcción. Cap
tada en su “historicidad”, esta actividad de construcción se ve replanteada
como un “recorrido generativo”, en el que, en cada nivel, el sujeto cons
tructor debe volverse competente para producir el siguiente. En esas con
diciones, una teoría que pretenda ser científica está permanentemente al
acecho de sus propias lagunas y fallas, para colmar las unas y rectificar las
otras. Por ello, el edificio teórico no puede ser construido con un gesto fun
dador, al cual acompañaría una serie de deducciones teoremáticas: un des-
■ cubrimiento localizado en la superficie del texto y el hallazgo de una incon
sistencia no dejan de repercutir profundamente en la teoría y de provocar
perturbaciones capaces de poner en tela de juicio la economía del recorrido
generativo en su conjunto. Es decir, que aunque deductivo en cuanto a la
forma en que despliega su recorrido, el procedimiento semiótico es “induc
tivo” en el momento de explorar su instancia ad quem e “hipotético” en sus
formulaciones epistemológicas ab quo. Considerada como un discurso
genético y generador, la construcción de la teoría busca avanzar “retroce
diendo”, para superarse al convertirse en un discurso generativo -es decir,
coherente, exhaustivo y simple, respetuoso del principio de empirismo.
No es sorprendente, por ello, que la parte mejor explorada del recorri
do generativo -y quizá la más eficaz- se encuentre precisamente en el
espacio intermedio, situado entre sus componentes discursivo y epistemo
lógico: se trata principalmente de la modelización1 de la narratividad y de
su organización actancial. La concepción de un actante despojado de su
envoltura psicológica y definido únicamente por su hacer es la condición
sine qua non para el desarrollo de la semiótica de la acción.
LA EXISTENCIA SEMIÓTICA
4 La lengua francesa no hace la distinción, como la española, entre los verbos “ser” y
“estar”. Por lo tanto, se empleará la fórmula descriptivamente más precisa, “estar-ser”, con lo
cual debe entenderse que el sujeto adquiere su identidad modal a partir de sus estados, es
decir, de su “estar”. Sólo en los casos en que el contexto lo permita se utilizará únicamente el
verbo “ser”. Por otra parte, el verbo “ser” también se empleará cuando se haga referencia a la
instancia epistemológica, o al “ser” como constitutivo de la dimensión veridictoria de los dis
cursos (opuesto a “parecer”) [T.].
12 INTRODUCCIÓN
ral puede ignorar, a saber: que la idea que nos hacemos de lo que es una
“pasión” cambia de un lugar a otro, de una época a otra, y que la articu
lación del universo pasional define incluso, hasta cierto punto, algunas de
las especificidades culturales. Un hecho aparentemente más sorprendente
para el semiotista es que él mismo haya podido comprobar que, a pesar de
que un fragmento de discurso (o de vida) posee una organización actan-
cial, modal y aspectual idéntica, puede ser tomada en cuenta, de acuerdo
a los casos, como una pasión, o bien como un simple ordenamiento de la
competencia semántica (social, económica, etc.). Lo anterior equivale a
reconocer que, en igualdad de circunstancias, existe un “excedente” paté-
mico, y que un fragmento de discurso (o de vida) sólo se vuelve pasional
mediante una sensibilización particular. En ese caso, independientemente
de la tensividad que también ahí se encuentra, habría que tomar en cuen
ta otro factor: el de la “sensibilidad”.
Si, en lugar de considerar las formas cotidianas del discurso pasional
en las que la sensibilización ondulante es a veces difícil de distinguir de la
tensividad siempre presente en el desarrollo discursivo, nos volviéramos
hacia los casos extremos, hacia pasiones “violentas” como la cólera, la
desesperación, el deslumbramiento o el terror, veríamos aparecer la sensi
bilización, en su puntualidad incoativa, como una fractura del discurso,
como un factor de heterogeneidad; diríamos que como una especie de
trance incipiente del sujeto que lo transporta hacia un más allá del sujeto
y lo transforma en un sujeto otro. Ahí, la pasión aparece al descubierto,
como la negación de lo racional y de lo cognoscitivo, y el “sentir” desborda
al “percibir”.
Todo sucede como si otra voz súbitamente se elevara para decir su
propia verdad, para decir las cosas de otra manera. Mientras que, en la
percepción, el cuerpo humano tenía el papel de instancia de mediación -es
decir, era un lugar de transacción entre lo extero y lo interoceptivo e
instauraba un espacio semiótico tensivo pero homogéneo-, ahora es la
carne viva, la propioceptividad “salvaje” la que se manifiesta y reclama
sus derechos en tanto “sentir” global. Ya no es más el mundo natural el
que adviene al sujeto, sino el sujeto quien se proclama dueño y señor del
mundo, su significado, y lo reorganiza figurativamente a su manera. En
tonces, el llamado mundo natural, el del sentido común, se convierte en
un mundo para el hombre, en un mundo que puede ser llamado humano.
Evidentemente, este “entusiasmo” que, según Diderot, sube caliente de
las entrañas para ahogarse en la garganta es un caso extremo pero nece
sario para dar cuenta, entre otras cosas, de la creación artística, así como
de todos los excesos semióticos de la cólera y de la desesperación. Además,
también explica, moderato cantahile, el despliegue de la figuratividad, el
carácter “representacional” de toda manifestación pasional, en la cual,
merced a su poder figurativo, el cuerpo afectado se vuelve el centro de re
INTRODUCCIÓN 19
ferencia de la escenificación pasional entera. Es este “más acá” del sujeto
de la enunciación, este doblez perturbante, que nosotros designamos con
el nombre deforia.
Cuando, después de una serie de tanteos, el proceder semiótico inten
ta construir un modelo, puede tomar dos vías distintas. Se puede tratar
de imaginar el estado de cosas más simple posible -como es la estructura
elemental de la significación- y conferir al modelo una vocación de com-
plejización. Pero también uno se puede encontrar frente a una situación
confusa y tratar de ver más claramente llevándola hacia sus extremos:
así, por ejemplo, Hegel produce la estructura binaria a partir de la polari
zación excesiva y tensa del uno. Al intentar hacer pensable la foria -en el
marco semiótico, evidentemente-, nos ha parecido difícil introducirla
como un suave acompañamiento de la narratividad ejecutado por una
música de fondo patémica. Sólo las situaciones extremas y paradójicas
están en condiciones de poner en evidencia la especificidad y la irre-
ductibilidad del fenómeno, aunque después se deba contemplar la posibili
dad de disminuir las distancias que existen entre lo que hay de tenso y de
fórico en la ondulación del discurso.
Esta especie de desdoblamiento del sujeto en sujeto percibiente y suje
to sintiente -quizá algo “gráfica”- nos ha parecido, sin embargo, necesaria
para justificar los malfuncionamientos del discurso, los trances del sujeto
que se apropia del mundo y lo metaforiza, pero también para justificar la
existencia de un hilo tenue, la fiducia intersubjetiva, que sostiene a la
veridicción discursiva. Este paso obligado por la instancia de enunciación
permite operar la transferencia de la problemática, del nivel epistemológi
co profundo al nivel que podrá ser inscrito en el horizonte óntico como un
“simulacro fórico” que rige el recorrido generativo. Sin temor a confun
dirnos con ellas, así es como nos encontramos, en este punto, con las dife
rentes formulaciones filosóficas del “vitalismo” y de la “energética”, inclu
so del “impulso vital” bergsoniano, encontrando de nuevo las interpreta
ciones consideradas científicas acerca de la concepción del universo, en las
cuales la “necesidad”, especie de deber-ser encaminado hacia la unidad, se
ve confrontada con el “azar”, esa fractura primera, el accidente episte
mológico-que condiciona la aparición del sentido... Esto permite limitar el
espacio teórico de la semiótica a dos precondiciones, modelándolas bajo la
forma de dos simulacros, tensivo y fórico, y concebir el velo del “ser” como
una tensiuidad fórica.
Sin embargo, lo anterior no quiere decir que, llegados a este punto, la
teoría semiótica debiera unirse a una de esas filosofías: su justificación
propia es la coherencia de su discurso, llamado a sostener su práctica, a
integrar en su seno observaciones insólitas y perturbantes, a descifrar
numerosas cajas negras en todas las etapas de su recorrido. Desde este
punto de vista, es instructiva la historia de la lingüística del siglo XIX: a
20 INTRODUCCIÓN
El aroma
La vida
El horizonte tensivo
Para tender el velo de Isis sobre la faz del “ser”, hemos propuesto ante
riormente presentar las formulaciones de su parecer bajo la forma de si
mulacros, imaginando con ello al mundo humano en su estado ab quo
como una “tensividad fórica” y conjugando de esta manera al universo
-que sólo se justifica por la necesidad tensiva- con la foria introducida por
el accidente, la fractura, la intrusión insólita de lo viviente. Somos cons
cientes de que se trata de una representación casi trivial y de que, en la
medida en que sus articulaciones no rompan la coherencia teórica y sean
resistentes a los “hechos”, permaneciendo conformes a ella hasta las ma
nifestaciones de superficie, su valor no puede ser medido más que a partir
de sus consecuencias; es decir, a partir de la modelación progresiva de la
“masa tímica” congruente, que es al mismo tiempo tensión y foria.
Basta con que la tensividad originaria se rompa -tensión hacia lo uno
y desbordamiento del exceso- para que la “puesta en posición”, la polari
zación de aquello que deja por un instante de ser uno, se plantee como un
primer acontecimiento decisivo. Sin embargo, la polarización acumulativa
de las energías todavía no es una “toma de posición” y no implica la dis-
cretización dé los polos, la cual no puede derivar más que de la proyección
cognoscitiva de lo discontinuo. En esas condiciones, aún no es posible
hablar de las “posiciones actanciales”, sino solamente de prototipos de
actantes, de cuasi sujetos y de cuasi objetos, de la protensi'vidad del suje
to, para emplear el término de Husserl, y de la potencialidad del objeto.
Antes de “situar” a un sujeto tensivo frente a valores vertidos en objetos (o
en el mundo como valor), conviene imaginar un nivel de “presentimiento”
en el que se encontrarían, íntimamente ligados uno a otro, el sujeto para
el mundo y el mundo para el sujeto. Ya anteriormente nos hemos visto
obligados a reconocer una situación comparable, cuando se trató de dis
tribuir, con vistas a la modalización, al conjunto de la masa tímica en los
términos constitutivos del enunciado elemental: si la carga modal sobre
determina primero al predicado en su función ligante (como sucede, por
ejemplo, con las modalizaciones aléticas reconocidas en lógica), entonces
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 25
es susceptible de distribuirse por separado, ocupando cada una de las po
siciones actanciales. Si bien el vertimiento del sujeto de hacer no plantea
dificultades particulares (cf. las modalidades deónticas, por ejemplo), no
sucede lo mismo con el del sujeto de estado, ya que nos damos cuenta de
que el sujeto como estar no puede verse modalmente afectado sino por
medio del vertimiento del objeto, cuya carga modal a su vez modaliza al
sujeto, a condición de que sea puesto en relación de junción con él. Dicho
de otro modo, la modalización del estado del sujeto -y de eso se trata
cuando se quiere hablar de las pasiones- no es concebible más que al
pasar por la del objeto, la cual, cuando se convierte en un “valor”, se
impone al sujeto. Es preciso imaginar una situación comparable, pero
anterior a la puesta en posición actancial: imaginar un sujeto protensivo
indisolublemente ligado a una “sombra de valor”, que de esta manera se
perfile sobre el fondo de la “tensividad fórica”.
Las valencias
Voilá, n’est-ce pas, le plus beau des paysages négatifs! Voyez á notre gauche ce tas
de cendres grises qu’on appelle ici une dune, la digue grise á notre droite, la gréve
livide á nos pieds et, devant nous, la mer couleur de lessive faible, le vaste ciel oú
se reflétent les eaux blémes. Un enfer mou, vraiment! [...] N’est-ce pas refface-
ment universel, le néant sensible aux yeux?3
Inestabilidad, y regresión
• La estesis
®Protensividad y devenir
y los traslapos que rige en ese nivel acepta tantos tipos mixtos o interme
dios como se quieran imaginar. Está claro que, si hemos identificado prio
ritariamente las modulaciones abriente, clausurante, cursiva y puntuali
zante, es a causa de la categorización modal que los seleccionará, de
acuerdo con un principio que examinaremos pronto, para integrarlos en el
nivel semionarrativo.
®El discernimiento
De sorte que ces parties de l’áme de Swann oü la petite phrase avait effacé le souci
des intéréts matériels, les considérations humaines et valables pour tous, elle les
avait laissées vacantes et en blanc, et il était libre d’y inseriré le nom d’Odette.5
[De modo que aquellas partes del alma de Swann en las que la ífasecita había bo
rrado la preocupación por los intereses materiales, por las consideraciones
humanas y corrientes, ella las había dejado vacías, en blanco, y Swann podía
inscribir ahí el nombre de Odette.]
El secundo gesto, que sólo es la otra faz del primero, es una contradic
ción, la negación en sentido categorial. El discernimiento-negación aplica
do a una sombra de valor no puede instalar más que a no-S^ primer tér
mino del cuadrado semiótico. En efecto, el sujeto tensivo, transformado en
sujeto operador mediante esta disjunción, no puede discretizar sino som
bras de valor, de las que se encuentra separado merced a la escisión: no
tiene otra cosa que “discernir” más que la ausencia. Dicho en otros térmi
nos, para hacer advenir la significación y estabilizar la tensividad, el suje
to operador no tiene otra solución que categorizar la pérdida del objeto, y
ésta es la razón por la que la primera operación discreta es una negación;
no es sino bajo esta condición que, en virtud de la introducción de lo dis
continuo en lo continuo, el sujeto podrá conocer el objeto detrás de las
sombras de valor. Sin la contradicción, el discernimiento no determinaría
más que una pura singularidad en el continuo tensivo y fracasaría en su
intento de hacer advenir la significación; es así como, después de haber
aparecido como “singular” e irreductiblemente individual, la frase de
Vinteuil se delinea como una red de contrastes, de negaciones internas
-para ser conocida y reconocida-, y terminará por ser el signo de una
ausencia, una ausencia de cuya existencia Swann no tenía idea anterior
mente y a partir de la cual su vida volverá a tomar sentido.
De hecho, es fácil justificar el discernimiento, si se piensa en lo que
puede sucederles al sujeto tensivo y a sus valencias: una vez confirmada y
sostenida como devenir, la escisión actancial y la distribución de las ten
siones se equilibran globalmente. Así, se llega a una fase de equilibrio en
la que la dinámica interna de la foria choca contra la estabilización del
devenir. En ese momento, se presenta una alternativa: o bien la fiducia
®La categorización
tado del devenir y como los caminos que llevan de un estado a otro. De
acuerdo con lo anterior, la sintaxis elemental no se añade ulteriormente a
las estructuras elementales de la significación, sino que proviene de la
resolución misma del sincretismo; en especial, es posible notar que, si la
estructura elemental proviene de un discernimiento de las “sombras de
valor”, es decir, de las valencias que se dibujan sobre el fondo de la fidu-
cia, la sintaxis elemental de los estados y de las transformaciones provie
ne, ella, de un discernimiento de las fases de la protensividad. Este mismo
procedimiento, esta “aprehensión-interrupción” que hemos identificado
como el primer acto negador y fundador, es susceptible de engendrar si
multáneamente, con una simple variación de su alcance, la categoría y su
sintaxis: una aprehensión de alcance local en el primer caso, una apre
hensión del efecto'dinámico global en el segundo.
(= clausurante) (= abriente)
Seductora en muchos sentidos, esta opinión sin embargo no es compatible con nuestra
descripción del nivel profundo: si las formas tensivas son categorizables es porque están
estabilizadas y, en consecuencia, ya no son tensivas; quizá no sea más que una cuestión de
formulación.
40 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
De la valencia al valor
7 Cf. J. Petitot, “Les deux indicibles, ou la sémiotique face á l’imaginaire comme chair”,
en P arre t y Ruprecht (comps.), Exigences et perspectiues de la sémiotique, Amsterdam,
Béñjamins, 1985. Si nos atenemos, como Petitot, únicamente a la confrontación entre esas
dos acepciones de ‘Valor”, efectivamente existe una “aporía”; pero ello equivale a olvidar la
valencia, el “valor de los valores” que rige so capa simultáneamente el engendramiento del
valor en el seno de la categoría y el del valor en el objeto al cual apunta el sujeto.
la epistemología de las pasiones 43
tir de esa valencia, un tipo de objeto sintáctico se delinea como ‘Válido para
el sujeto”, sin que se pueda saber todavía cuál es su vertimiento semántico.
O p. cit., p. 211.
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
44
COLUSION ANTAGONISMO
CONTRATO POLÉMICA
8 La pasión y el hacer
No por ello se olvidará que la pasión del sujeto puede ser resultado de un
hacer, ya sea del mismo sujeto -como en el “remordimiento”-, ya sea de
otro sujeto -como en el “furor”-, y que también puede desembocar en un
hacer, que los psiquiatras llaman “paso al acto”: es así como, por ejemplo,
el “entusiasmo” o la “desesperación” programan en la dimensión patémica
un sujeto de hacer potencial, sea para crear o para destruir. La pasión
misma, en tanto aparece como un discurso en segundo grado incluido en el
discurso, puede ser considerada por sí misma como un acto, en el sentido
en que se habla de un “acto de lenguaje”: el hacer del sujeto apasionado no
deja de recordar el del sujeto discursivo, al que dado el caso puede susti
tuir; es entonces cuando el discurso pasional, encadenamiento de actos
patémicos, interfiere con el discurso que lo acoge -la vida en cuanto tal, de
alguna manera-, lo perturba e influye. Además, la pasión misma se revela
en el análisis como constituida sintácticamente por. un encadenamiento de
haceres: manipulaciones, seducciones, torturas, búsquedas, escenifica
ciones, etc. Desde este punto de vista y en este nivel de análisis, la sintaxis
pasional no se comporta en modo distinto a la sintaxis pragmática o
cognoscitiva; toma la forma de programas narrativos, en los que un opera
dor patémico transforma estados patémicos. Las dificultades comienzan
cuando se examinan las interferencias entre las diferentes dimensiones.
donde “1, 2, 3, ... n” representan las sucesivas cargas modales. Estos suje
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
50
Los simulacros
11 Se podría apelar aquí a una teoría de los mundos posibles en la que, para el obstina
do, la conjunción siguiera siendo concebible incluso si ya no lo es en el mundo actual; pero
esto no nos dice nada de un mundo posible específicamente pasional. Tal desdoblamiento
evoca también al self (en inglés en el original], esa relación consigo mismo que la metapsi
cología considera determ inante en los fenómenos pasionales; falta teorizar en términos
semióticos esta relación de sí consigo, ya que una importación conceptual no es fecunda sino,
precisamente, a condición de que deje de ser una importación.
56 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
a”, “estado interior del que se inclina hacia” y, por su lado, la descripción
de la “disposición” o de la “inclinación” se hace en términos de comporta
miento o de acción. Si la disposición o la inclinación desembocan en el “ha
cer”, podemos suponer que comprenden cierto ordenamiento del “estar-
ser” con vistas al “hacer”. Pero plantear en estos términos la cuestión de
la eficacia de la pasión equivaldría a considerarla como una simple com
petencia, cuyas modalizaciones producirían ipso fado un efecto de sentido
pasional.
confrontación modal para dar cuenta del efecto de sentido pasional ligado
a este tipo de dispositivo modal.
Por el contrario, ciertamente el querer-estar-ser del obstinado presu
pone sintácticamente su saber: no sólo es a la vez empecinado y lúcido, si
no que es empecinado porque es lúcido. Es por eso que nos encontramos
frente a un dispositivo modal paradójico, en el que la confrontación modal
que se produce entre dos modalizaciones de una misma serie no es sufi
ciente para explicar el efecto de sentido pasional. De hecho, en lugar de
llegar a la fractura del dispositivo, la contradicción o la contrariedad entre
las modalizaciones destacan la fuerza de cohesión que, más allá de los
diversos roles modales que desempeña el sujeto, le hace conservar una
misma orientación y perseverar en su estar-ser.
Tanto en un caso como en el otro, los sujetos modales se encuentran
en conflicto; pero, para la desesperación, el conflicto es irresoluble y no
puede conducir más que a la aniquilación del estar-ser o, al menos, a una
interrupción en el estar-ser del sujeto; mientras que, para la obstinación,
el conflicto se resuelve, con la victoria del sujeto volitivo, lo que supone
una modificación y una adaptación recíproca de las modalidades en pre
sencia. En resumen, a pesar del conflicto, todo sucede como si, para el
obstinado, el conocimiento del obstáculo suscitara el querer, como si las
dos modalizaciones presupuestas produjeran o alimentaran la modali-
zación presuponente. No está de más señalar que el efecto de sentido “re
sistencia” presente en la obstinación es de naturaleza aspectual y remite
a un “estilo semiótico” favorable al despliegue del devenir, lo cual no su
cede en la desesperación. Esto tendería a probar que los efectos de sentido
pasionales no pueden encontrar una explicación suficiente únicamente en
el seno del nivel semionarrativo. Los dispositivos modales pertenecen por
derecho al nivel semionarrativo, son “realizables” del esquema semiótico,
pero las pasiones que de ahí se alimentan se constituyen de hecho en el
seno del nivel discursivo.
U
nivel semionarrativo
(categorización)
- estructuras elementales
I
conversión
- estructuras narrativas
MODULACIONES
T
MODALIZACIONES
Por otro lado, la sintaxis aspectual que preside la instalación de las dis
posiciones se traduce más superficialmente como una aspectualización
temporal, que es uno de los rasgos más evidentes y más reconocibles del
universo pasional, especialmente en las definiciones de los diferentes sen
timientos o pasiones que proponen los diccionarios de lengua. El “rencor”
[rancune] es un “resentimiento durable”, la “paciencia” \patience] es una
“capacidad de soportar”, la “esperanza” [espoir], el hecho “de esperar algo
con confianza”; de un colérico [coléreux] se dice que está “presto a entrar
en cólera”. Nos parece que todo el problema consiste en saber si las for
mas aspectuales se limitan a sobredeterminar a posteriori las estructuras
modales o si son uno de sus componentes intrínsecos. Entre los casos evo
cados aquí mismo, existen algunos de los que se puede afirmar sin vaci
lación que la aspectualización es una sobredeterminación: por ejemplo, la
cólera del “colérico” es una variante incoativa e intensa de la cólera en ge
neral. En cambio, otros casos parecen contener una aspectualidad intrín
seca: la esperanza, que consiste en esperar confiadamente, se funda en un
deber-estar-ser y un creer-estar-ser, cuya interpretación es cuasi temporal.
En la versión aspectualizada aquí propuesta, el deber-estar-ser podría
estar basado en la modulación del devenir que, como ya se ha visto, opera
por medio de una suspensión puntualizante; el deber-estar-ser funda la es
pera en la medida en que asegura la identidad de todos los instantes con
LA E P IS T E M O L O G ÍA D E LA S P A S IO N E S 69
respecto al devenir: en ese caso, la duración se limita a ser un plazo, los
diferentes instantes que la componen ya no conllevan ninguna potenciali
dad de cambio, puesto que esas “micropotencialidades” han sido neutrali
zadas por la modulación.
Este rápido examen muestra, en el dispositivo modal transformado en
disposición, una aspectualidad específica del efecto pasional que eventual
mente será temporalizada durante la puesta en discurso y que puede ser
captada desde dos puntos de vista complementarios. En primer lugar, con
respecto al recorrido generativo en su conjunto y con respecto a las condi
ciones y a las precondiciones de la significación, la aspectualidad proyec
tada sobre el dispositivo modal es, como ya se sugirió, el resultado de con
vocar las modulaciones del devenir; la aspectualidad como “forma” no
puede manifestarse sino después de haber informado, ya sea el tiempo, el
espacio o el actor; en suma, se trata de la forma primera del discurso, de
su ritmo, de su dinámica, y, como tal, encarna en el discurso las tensiones
que se delinean en el horizonte óntico. Al haber construido y definido el
devenir en el espacio teórico del sentir mínimo, su encarnación discursiva
es totalmente apropiada para la transformación de las series modales en
disposiciones pasionales, en la medida en que esta encarnación implica al
mismo tiempo una suspensión de la pura racionalidad narrativa y cog
noscitiva. Desde el punto de vista del sujeto discursivo y en el marco de
las operaciones de puesta en discurso, el resurgimiento del sentir mínimo
se presenta como un reembrague15 con el sujeto tensivo.
En segundo lugar, con respecto al dispositivo modal mismo, la aspec-
tualización transforma una secuencia discontinua en un proceso homogé
neo, en “programación discursiva”. Sin embargo, de la misma manera en
que un proceso narrativo clásico no remite únicamente a una serie de esta
dos narrativos, sino también a las transformaciones entre los estados, al
proceso pasional no le es posible basarse solamente en las series modales,
pues por lo común éstas son empleadas únicamente como series de estados
modales. Nos vemos, pues, obligados a suponer que, antes de su convoca
ción como disposición en el discurso, los dispositivos modales se organizan
en una sintaxis completa que comprende estados modales y transforma
ciones modales, la cual llamaremos sintaxis intermodal para distinguirla
de la sintaxis que hace cambiar de “posición” a tal o cual modalización den
tro de un sistema modal isótopo.
A continuación es posible contemplar, como hipótesis de trabajo y pa
ralelamente a la serie de conversiones que conducen de la sintaxis funda
mental a la figuratividad narrativa, una serie de etapas que, en el recorri
La sintaxis intermodal
La terminología
Antes del recorte del universo pasional que realizan los lexemas que
designan pasiones-efectos de sentido, habría otra red cultural, más abs
tracta, que revelaría una teoría inmanente de las pasiones en el seno mis
mo de las culturas. Ya que esta clasificación es una primera organización
etnocultural del universo pasional, a la vez que se presenta como una
teorización implícita de ese mismo universo, merece ser examinada en sí
misma para despejar los principales parámetros que utiliza. En efecto, las
teorías psicológicas y filosóficas de las pasiones recuperan, las más de las
veces sin mayor trámite, la nomenclatura de la lengua que utilizan y,
sobre esa base bien relativa, se esfuerzan por justificarla dentro de su pro
pio sistema. Al respecto, es posible mostrar fácilmente que, a pesar de este
intento de dar una motivación a las definiciones, el fundamento del sis
tema sigue siendo relativo a una cultura dada.
Con respecto al sentimiento, se retendrá que es presentado como un
estado afectivo complejo, estable y durable, ligado a representaciones.
En cuanto a la emoción, se trataría de una reacción afectiva, general
mente intensa, que se manifiesta mediante trastornos, sobre todo de ca
rácter neurovegetativo. El psicólogo Théodule Ribot insiste en su carácter
momentáneo.
La inclinación, que remite directamente a la “propensión” y a la “dis
posición”, se define como un deseo, como un querer constante y caracterís
tico del individuo; quien se “inclina a” es “llevado por una propensión na
tural y permanente”.
Definida tautológicamente como “tendencia natural” e “inclinación”,
la propensión \penchant] supone de hecho el reconocimiento por parte de
un observador externo de una especialización de la vida afectiva del suje
to, ya sea en cuanto a los objetos, ya sea en cuanto a las modalizaciones; a
veces esta especialización es evaluada peyorativamente, lo que no sucede
con la “inclinación”.
En cambio, quien es susceptible de puede sentir, presentar y recibir
un sentimiento, una impresión; en suma, es quien posee una capacidad
latente, que utiliza de acuerdo con las circunstancias.
El temperamento es definido inicialmente como “equilibrio de una
mezcla”, lo que permite entender el uso de este término en el campo de la
afectividad a partir de la definición hipocrática de los humores. Hoy en
día, el término designa a un conjunto de características innatas, un com
plejo psicoíisiológico que determina el comportamiento.
El carácter también es un conjunto, aunque mucho más homogéneo
que el temperamento, que reúne las maneras habituales de sentir y de
reaccionar que son susceptibles de distinguir a un individuo de entre sus
semejantes. Aquí, el conjunto ya no se define por el equilibrio de los com
ponentes, sino por la dominancia.
Finalmente, el humor que caracteriza al individuo es pasajero: define
la E P IS T E M O L O G ÍA d e l a s p a s io n e s 81
un momento de la existencia afectiva de ese individuo.
Las variables utilizadas en esta clasificación son las siguientes:
- La aspectualización, que retorna sin cesar, se refiere ya sea al
impulso afectivo mismo, el cual puede ser permanente (inclinación, tem
peramento, carácter, susceptible de), durable (sentimiento) o pasajero
(humor, emoción), ya sea a las manifestaciones pasionales, los compor
tamientos y los actos que le siguen; estos últimos pueden ser continuos
(temperamento, carácter, inclinación), episódicos (susceptible de, humor)
o aislados (sentimiento, emoción). Inmediatamente se aprecia que, incluso
con una base tipológica tan estrecha, la nomenclatura (francesa) no cubre
más que una parte de las posibilidades: ¿cómo llamar, por ejemplo, a un
impulso afectivo durable con manifestación episódica? ¿Un “sentimiento
episódico”?
- La modalización dominante también cambia en función de los tipos:
el sentimiento pone en juego al saber, por sus consecuencias y manifesta
ciones, la emoción afecta al poder, la inclinación y la propensión involu
cran más bien al querer. En el temperamento y el carácter parecen entrar
en juego todas las modalizaciones, pero bajo la forma de una interacción
cuyas instancias serían los sujetos modales definidos aquí mismo y que lo
gran llegar, ya sea a un equilibrio individual y explicativo, en el que domi
na el poder (el temperamento), ya sea a dominancias distintivas que po
seen un efecto individualizante o que, a fin de cuentas, se traducen como
variantes del querer (el carácter).
Todas esas clases pasionales se presentan más o menos como va
riedades de la competencia en sentido amplio; queda, sin embargo, el
hecho de que ofrecen imágenes muy distintas de esta competencia. En las
definiciones del carácter o del temperamento, la competencia, como “estar-
ser del sujeto”, es reconocida por un observador externo, capaz de identi
ficar la dosis modal que la caracteriza. En la inclinación y la propensión, la
competencia es presupuesta y reconstruida por un observador que será
capaz de prever los comportamientos y las actitudes. En cambio, en la de
finición de la emoción, es considerada como débil o, incluso, suspendida.
La nomenclatura pasional del francés se construye, en lo esencial, a
partir de tres variables, en las que la aspectualidad desempeña el papel
central; la taxonomía connotativa que resulta aparece en la tabla si
guiente:
82 LA E P IS T E M O L O G ÍA D E LA S P A S IO N E
DISPOSICIÓN
permanente ¥ * * *
durable *?
pasajera * *?
MANIFESTACIÓN
continua * *? * *
episódica * *?
aislada * *
MODALIZACIÓN
saber *
poder * * *
querer * *
* *
mixta
COMPETENCIA ? ?
reconocida * ¥
supuesta * *
negada *
o Un querer pesimista
o La taxonomía cartesiana
20 Al respecto habría que señalar que el análisis semiótico de esta combinatoria permi
tiría hacer aparecer el principio en el que descansa la distinción entre las “primitivas” y las
otras; en Descartes, la distinción es evidente: “Se puede señalar fácilmente que no hay más
90 L A E P IS T E M O L O G ÍA D E LA S P A S IO N E S
que seis que sean tales”, dice a propósito de las primitivas. Ahora bien, rápidamente se puede
percibir que las pasiones llamadas “primitivas” son aquellas en las que no se encuentra sin
cretismo actancial alguno y cuyas definiciones no conllevan más que dos actantes, el sujeto y
su objeto. Esta observación no sería por otra parte suficiente, ya que el criterio no se aplica
más que parcialmente a la lista proporcionada por Descartes.
LA E P IS T E M O L O G ÍA D E LA S P A S IO N E S 91
o Algoritmos y sintaxis en Spinoza
22 En corchetes en el original.
LA E P IS T E M O L O G ÍA D E L A S P A S IO N E S 93
prevalece por encima de la sintaxis y que, por no haber garantizado la
autonomía del principio sintáctico que a veces utiliza el filósofo, no puede
producir más que una teoría idiolectal.
En efecto, la aparente exhaustividad de la combinatoria, a la vez que
está limitada por las premisas adoptadas -las cuales sólo toman como
pasiones lo que, proveniente del cuerpo, altera el buen funcionamiento del
espíritu, con lo que Spinoza se somete tanto a su tiempo como a la tradi
ción filosófica-, también lo está por el principio de los algoritmos deduc
tivos que rigen al idiolecto. Hacia arriba, como ha sido señalado, es la
selección de una isotopía modal lo que condiciona al sistema; hacia abajo,
lo que lo condiciona es la selección de un cierto número de combinaciones
entre el conjunto de posibilidades. El filósofo hace notar de paso la exis
tencia de pasiones sin nombre, indicando con ello la autonomía de su cons
trucción con respecto a las delimitaciones culturales que transmite la
lengua; sin embargo, entre todas las combinaciones y todas las secuencias
modales posibles, sólo son tomadas en cuenta las que autoriza el camino
deductivo adoptado. La mejor prueba es que, a pesar del potencial de ilimi
tación que representa, la sintaxis modal no logra exceder la taxonomía y
queda sometida al procedimiento deductivo combinatorio. La admirable
coherencia de la Etica no es cuestionada, ni la pertinencia de las defini
ciones propuestas; por el contrario, en este ejemplo, en el que el principio
combinatorio es llevado al límite, se puede entender por qué, particular
mente con respecto a las pasiones, un método taxonómico y estrictamente
deductivo no puede sino justificar a posteriori las delimitaciones impues
tas por cada cultura, y superponerles los a priori de un sistema idiolectal.
Recorrer rápidamente dos teorías filosóficas de las pasiones no basta
para dar cuenta del tratamiento filosófico de la pasión; de hecho, no es ése
nuestro objetivo aquí. En cambio, ellas sacan a la luz los efectos connota-
tivos de ciertas elecciones metodológicas: en la medida en que son taxo
nómicas, se organizan en oposiciones binarias y, por ello, difícilmente
pueden escapar a un modo de pensamiento discontinuo y categórico que
nos parece poco apto para tratar el universo pasional tal como se mani
fiesta en el discurso; en la medida en que son deductivas y que se subordi
nan a un sistema filosófico particular, producen taxonomías idiolectales;
en la medida en que generalmente obedecen a un principio lexemático,
que lleva a asociar sistemáticamente una denominación motivada a cada
definición, confirman las taxonomías sociolectales inmanentes.
Por supuesto, estas diferentes categorías merecen ser matizadas y ubi
cadas en la historia de la filosofía. Pareciera, por ejemplo, que después de
un largo periodo en que pulularon los tratados taxonómicos, el arribo de la
teoría de las necesidades y del interés detuvo la producción de ese tipo de
tratados. Durante este eclipse de las taxonomías pasionales, se preparaba
una concepción de la pasión que sólo se afirmaría con el romanticismo: la
94 LA E P IS T E M O L O G ÍA D E L A S P A S IO N E S
pasión como tal, remitida al sentir, la pasión como principio de vida, indi
visible, que no deja lugar a una taxonomía. En cierto modo, la gran pertur
bación producida por Nietzsche y Freud confirma esta evolución, al situar
la pasión, con un gesto antropológico esencial, en el origen de lo “humano”
y de la cultura, como motor de la historia colectiva y de la historia indivi
dual. Es claro que no toda teoría filosófica de las pasiones es taxonómica y
deductiva, pero parece que difícilmente se puede escapar a esta alternati
va: o bien es el sistema filosófico en su conjunto el que descansa en un
principio pasional -y en consecuencia éste aparece prácticamente como
uno de sus incognoscibles-, o bien es una taxonomía regida por el sistema
filosófico la que produce la teoría de las pasiones.
Precisamente, nuestro afán es promover una semiótica de las pasio
nes que, por un lado, asegure a la dimensión patémica su autonomía den
tro de la teoría de la significación y, por otro lado, que no se confunda con
la teoría semiótica entera, conservando al mismo tiempo su independen
cia con respecto a las variaciones culturales que las taxonomías connotati-
vas traducen. La importancia epistemológica y metodológica acordada a la
sintaxis pasional parece poder protegernos tanto de Caribdis -la taxo
nomía- como de Escila -la pasión como fundamento de toda significación:
ahí reside el mínimo epistemológico que requerimos. Sin embargo, no por
ello escapamos al hecho de que, en el momento en que se inicia el análisis,
las pasiones no son cognoscibles más que por medio del uso que les da
forma y las integra en los primitivos semionarrativos; hablando semióti-
camente, ignoramos (casi) todo sobre las pasiones o, cuando menos, aten
diendo a lo dicho hasta ahora, debemos aparentar que así es. Ya que
ahora está claro que nadie puede escapar a las orientaciones y a las elec
ciones de origen cultural, continuar en la vía de la construcción teórica
que parte de los fundamentos hace, a la larga, correr el riesgo de producir
una taxonomía connotativa más entre tantas. En cambio, los productos de
uso deben ser tomados en serio ahora y ser utilizados de manera crítica;
por eso empezaremos a examinar las pasiones en los discursos realizados:
discurso del diccionario, de los moralistas, discurso literario, entre otros,
los que nos permitirán sacar a la luz detalladamente el modo en que los
sociolectos y los idiolectos trabajan. El corpus lexicográfico y el corpus lite
rario constituyen un punto de partida para producir eventuales genera
lizaciones y para suscitar nuevas interrogantes que progresivamente se
integren en las primeras hipótesis teóricas.
Entre dos caminos -el que consistiría, por ejemplo, en “bricolar”23
dentro de una lengua natural para construir ahí un sistema pasional que
la haría estallar, y el camino que consistiría en construir, independiente
23 intraducibie ai español; mantenemos el galicismo para significar “un trabajo cuya téc
nica es improvisada y que se adapta a los materiales y a las circunstancias” {Petit Robert).
LA E P IS T E M O L O G ÍA D E LA S P A S IO N E S
95
m ente de toda lengua natu ral, un sistem a arbitrario cuyo aprovechamien
to concreto sería siem pre problem ático-, nosotros adoptamos un camino
crítico en el que las virtualidades de la lengua serán reconocidas, en el
que las elecciones culturales serán teorizadas y en el que, en resum en,
será posible reconocer a ‘cada quien lo suyo.
2. A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
Como las pasiones sólo tienen existencia discursiva gracias al uso, comu
nitario o individual, su estudio no puede restringirse a las generalidades y
a los “noemas” semánticos y sintácticos que las constituyen; a ese respec
to, la lengua natural es algo así como el testigo de lo que la historia de
una cultura ha retenido en tanto pasiones entre todas las combinaciones
modales posibles. Así, comenzaremos interrogando al diccionario, conside
rado aquí en cuanto un discurso sobre el uso de una cultura dada, para
reunir las primeras informaciones de la forma como funcionan las pa
siones. El estudio de los lexemas pasionales exige primeramente la susti
tución de una definición por su denominación; después, una reformulación
sintáctica de la definición misma. Se trata, en suma, de transformar los
roles patémicos, cuyos “nombres-lexemas” constatan la existencia dentro
de un uso dado, en patemas-procesos, y de poner en claro, gracias al
análisis y a la catálisis conjugados, las organizaciones modales subyacen
tes, así como las operaciones que las predisponen a participar en las con
figuraciones pasionales. Ese procedimiento, ya probado en varias ocasio
nes, se funda en la comprobación de las propiedades de condensación y de
expansión del discurso, que autorizan a desplegar, a partir de un solo le-
xema, el conjunto de una organización sintáctica.
Eso no significa, sin embargo, que el modelo sintáctico de cada pasión
esté contenido, hasta cierto punto de manera natural, en su ocurrencia
lingüística. La lexicalización es un fenómeno secundario de la estructura
semántica; opera sobre los productos del uso, es decir, sobre las selec
ciones y los ordenamientos que uno observa en discurso y cuya praxis
enunciativa es la responsable. Es por eso que el establecimiento del mode
lo no comienza sino después del análisis pragmático de las definiciones,
las cuales sólo sirven para prevenirnos contra nuestras propias inclina
ciones idiolectales -incluso, para compensar nuestra ignorancia-, y en el
transcurso del cual uno habría podido separar los constituyentes sintácti
cos generalizables de aquellos que no lo son. El método preconizado, que
consiste a la vez en darse una base deductiva y en explorar después los
discursos y los usos manifestados por éstos para establecer los modelos
sintácticos, demuestra que el objetivo es siempre compensar las debili
dades de la deducción por la inducción; en una empresa que se presenta
globalmente como hipotético-deductiva, las hipótesis no proceden nece
sariamente de la especulación axiomatizante: la parte de la inducción es a
menudo dominante.
[96]
A P R O P Ó S IT O D E L A A V A R IC IA 97
El examen del lexema “avaricia” y de su semantismo nos permitirá
ilustrar y precisar nuestro acercamiento.
LA CONFIGURACIÓN LÉXICO-SEMÁNTICA
La p e r f o r m a n c e : la a c u m u la c ió n y la r e te n c ió n
- Sentimiento r e fe r e n c ia a la n o m e n c la tu r a p a s io n a l
N.B. “Deseable” no es más que una aproximación para dar cuenta de la “afec
ción” y del “apego”. Se reconoce ahí intuitivamente un efecto aspectual, la
duración o la repetición, y un componente fiduciario, la confianza en el valor
del objeto. Regresaremos a ello.
AVARICIA
avaricia 2
A P R O P Ó S IT O D E L A A V A R IC IA 99
Por otro lado, la diferencia entre las dos formas de la avaricia puede
ser interpretada como la de puntos de vista, es decir, como una diferencia
estrictamente discursiva. En efecto, si se supone que la avaricia es una
sola pasión, independientemente de sus variaciones discursivas, la oposi
ción entre “acumular” y “retener” puede comprenderse como la oposición
e n tr e la avaricia que se ejerce antes de la conjunción, teniendo como pers
pectiva la conjunción misma, y la avaricia después de la conjunción. La
aspectualización difiere entonces según si tiene que ver con el proceso per
fectivo de conjunción o con el proceso imperfectivo de no disjunción: itera
tiva (Le. durativa discontinua) en un caso, se convierte en continuativa
(Le. durativa continua) en el otro; “perfectiva” no significa aquí otra cosa
que “dirigida hacia la conjunción”, e “imperfectiva”, simplemente el hecho
de que la conjunción ya se cumplió. Esa doble puesta en perspectiva de un
proceso pasional único alienta a buscar, en el momento de la construcción
del modelo, un principio sintáctico único que permita dar cuenta de la ava
ricia.
8 La competencia pasional
Por lo demás, la avaricia sólo puede concebirse si las riquezas son conside
radas como objetos en circulación dentro de una sociedad; el exceso de
acumulación, como el de retención, sólo puede ser interpretado en relación
con una norma que regula los intercambios entre los sujetos dentro de
una comunidad. La retención, por ejemplo, y en particular el juicio peyo
rativo que la acompaña, sólo puede comprenderse si uno supone una dis
posición general para la redistribución. Igualmente, la acumulación apa
rece en el examen como una superposición entre dos procesos: adquirir
nuevos objetos y, al mismo tiempo, retener los adquiridos. La avaricia no
es pues la pasión del que posee o busca poseer, sino la pasión del que obs
taculiza la circulación y la redistribución de los bienes en una comunidad
dada. Ello corresponde a un hecho de uso por medio del cual una praxis
enunciativa, propia de una comunidad, transforma en pasión un determi
nado dispositivo sintáctico producido en el nivel semionarrativo.
Si la avaricia como pasión sólo se define indirectamente por la junción
y esencialmente por las variaciones en la circulación de los valores, su cri
terio definitorio ya no corresponde, en ese nivel comunitario, al orden de
lo discontinuo categorial, sino al de lo continuo tensivo: la retención apa
rece entonces como una especie de modulación del devenir social, cosa na
da sorprendente puesto que lo esencial del efecto pasional descansa sobre
formas aspectuales que la puesta en discurso pasa por medio de una dis
tribución temporal de los procesos: adquirir; después, retener, y continuar
adquiriendo al mismo tiempo que se retiene. Regresaremos más extensa
mente sobre esta propiedad, constatando simplemente, en esta etapa del
análisis, que parece coincidir con una definición única de la pasión de
avaricia más acá de las variaciones discursivas de perspectiva, más acá
incluso de los avatares de la junción.
Los parasinónimos
®La avidez
« La cicatería, la tacañería
puede más que refinar nuestro saber. Mezquino es quien “está ligado a lo
que es pequeño, mediocre”, “quien carece de generosidad”, “quien da
muestras de avaricia, de espíritu retacero”. La carencia de generosidad
nos remitiría simplemente a rechazar la redistribución, a hacer circular el
objeto de valor; en cambio, el retaceo nos conduce a las “pequeñas cosas”,
a las economías de cabos de vela y a hacer aflorar otra vertiente del código
moral. En efecto, no se puede reprochar a un tacaño retirar de la circu
lación los objetos a los que se les niega además el valor. El exceso de que
rer-estar-ser sólo tiene sentido aquí por contraste con la insuficiencia de
valor. Eso no impide que tacañería y cicatería, avaricias mezquinas, sean
de cualquier manera dos formas de la avaricia y que la negación del valor
en el objeto buscado haga surgir aquí un problema. La primera observa
ción por hacer se refiere al alcance de esa negación: se recusa el hecho de
que el objeto retenido tenga un valor, cuando visiblemente tiene uno para
el sujeto apasionado; en otros términos, cicatería y tacañería se fundan en
una mala evaluación del valor, es decir, en un desacuerdo entre el sujeto
individual y el sujeto social que soporta a la valencia.
Las nociones de imagen fin y de simulacro ayudarán a aclarar ese de
sacuerdo: en el caso que nos ocupa, es “pasión” para el observador exte
rior, lo que implica una imagen fin ilusoria (parecer+no ser), lo que des
cansa en el enceguecimiento axiológico del sujeto y, especialmente, en el
desconocimiento de la valencia. Situados dentro de la configuración de la
avaricia, el cicatero y el tacaño acumulan y retienen objetos de valor no
apropiados para el intercambio, haciendo aparecer, en el seno de la circu
lación, objetos señuelos, falsos objetos (como, por ejemplo, el cordel de
maese Hauchecorne en Maupassant). El principio general de la circula
ción comunitaria es aquí burlado dos veces: una primera vez, por el obs
táculo que lo interrumpe, y una segunda vez, por la introducción en el in
tercambio de “no valores” que de ninguna manera podrían tener desti
natarios en esa comunidad y que, por consiguiente, desvían el intercambio.
Otra precisión proveniente de esa redefinición parece también suges
tiva: “sórdido” puede significar “bajamente interesado”. Estar interesado
es al mismo tiempo “tener interés por...” y, sobre todo, confesar ostensible
mente su interés, hacer alarde: cuanto más abiertamente interesado apa
rece, tanto más el juego es insignificante. Por otra parte, lo peyorativo lle
va, en lo esencial, a esa confesión. Se ve aquí que el avaro, reteniendo y
acumulando -es decir, obstaculizando el libre movimiento de los bienes-
actualiza una proforma de valor y designa su ubicación: se trata por con
siguiente de la manifestación discursiva de una valencia, de esa “sombra
de valor” que se dibuja en el espacio de la tensividad fórica. Además, con
fesándose “interesado”, el avaro se plantea explícitamente como un actor
sincrético acumulando el sujeto apasionado, el sujeto de hacer y el sujeto
beneficiario, lo que tiene por efecto impedir al observador, quien juzga
A P R O P Ó S IT O D E LA A V A R IC IA 105
• El ahorro y la economía
Los antónimos
8 La disipación
mismo tiempo, ella juega la carta de la pasión. Esa supuesta pasión crea
entonces problemas ya que resulta del reencuentro de un rol temático
económico con un rol patémico, todo moralizado peyorativamente; se mide
en ese caso el parentesco que une al rol temático y al rol patémico, puesto
que basta con hacer variar la iluminación para hacer aparecer ora a uno
ora al otro en la definición. Además, se puede constatar aquí -lo que no
aparecía ni en el caso de la avaricia ni en el de la economía- que los dos
tipos de roles son compatibles y no se excluyen de ningún modo; como
resultan los dos de la praxis enunciativa, obligan a imaginar dos procedi
mientos independientes y compatibles a la vez, uno integra los roles fijados
por la repetición después de haberlos inscrito en una isotopía temática, el
otro integra los roles sobre la base de la relativa autonomía sintáctica del
dispositivo modal que los subtiende después de haberlos inscrito en una
taxonomía pasional.
La disipación ocupa en el cuadrado de la junción el polo de la disjun
ción, pero con una propiedad que conviene resaltar desde ahora; en efecto,
“disipar” es también “aniquilar por dispersión”, borrar sin dejar huella de
una magnitud cualquiera. El núcleo sémico, independientemente de la
configuración específica de la avaricia, es pues el de la destrucción del ob
jeto; el disipador gasta, cierto, pero sin que nadie se pueda beneficiar de
los bienes así destruidos; la imagen de la dispersión, si se la interpreta
como una operación cuantitativa, es bastante clara a ese respecto: hay
para todo el mundo, es decir que no hay para nadie.
©La prodigalidad
Una persona pródiga es una persona que realiza “gastos excesivos”, que
“dilapida su bien”. Los correlatos “desinteresado” y “generoso” se oponen
término a término, al “cicatero” y al “tacaño”. Por otra parte, en sentido “fi
gurado”, siempre también revelador, los objetos de valor, como sucede con
la avaricia, son sustituibles dentro de la misma clase: se puede ser pródigo
en elogios, en buenas palabras, en ternura, etc. La prodigalidad sería en
tonces un antónimo de la avaricia para el conjunto de sus acepciones.
La configuración se organiza ahora como una microestructura semán
tica; primeramente, cada enunciado de junción engendra programas, los
cuales pueden ser traducidos bajo la forma de procesos prototipos:
CONJUNCIÓN DISJUNCIÓN
adquirir gastar
NO DISJUNCIÓN NO CONJUNCIÓN
no gastar no adquirir
A P R O P Ó S IT O d e l a a v a r ic ia 109
ADQUIRIR GASTAR
tomar dar
NO GASTAR NO ADQUIRIR
guardar dejar
Los diferentes roles, temáticos y patémicos, descubiertos en la confi
guración, se definen cada uno en relación con uno de esos archipredicados,
al cual es aplicado previamente un juicio de exceso o de mesura. Se
obtiene así el microsistema semántico de la configuración considerada:
avaricia 1 disipación
exceso exceso
avidez TOMAR DAR prodigalidad
avaricia 2
tacañería
exceso exceso ??
cicatería
Sin que nada nos autorice a generalizarla, esa secuencia aclara, sin
embargo, un proceso de construcción del actor apasionado. Tiene uno la
impresión de que la acumulación de rasgos que lo caracterizan a lo largo
del discurso no surgen del azar; serían los mismos roles pasionales (de
sapego, desinterés, generosidad) que -desde el fondo de la sintaxis modal-
se ordenarían y se pondrían en proceso. El recorrido pasional soportaría
en ese caso una aspectualización del actor, que sería la forma discursiva
de su “vida interior”.
a PROPÓSITO de la avaricia 113
El microsistema y su sintaxis
avaricia 1 disipación
avidez DAR prodigalidad
??? (mesura) economía 2
generosidad 1
N.B. Las figuras del exceso están en itálicas y las figuras de la mesura en redondas.
La doble modalización
Remontando el hilo del análisis, nos damos cuenta de que la avaricia pone
enjuego dos tipos distintos de modalización. Del apego, primeramente, no
se retiene más que el apego a las cosas, la junción con el objeto; pero nota
mos también que el sujeto puede sentir afecto tanto por los objetos
deseables (el dinero, la vida) como por los objetos no deseables (la muerte,
la soledad). El querer, entre otras modalidades, opera aquí en dos regis
tros diferentes: por un lado, como modalización del objeto de vdlor, plan
teado como deseable o no deseable y, por el otro, como modalización de la
junción, reconocida a su vez como deseable o no deseable. El desinterés,
por ejemplo, comporta necesariamente esos dos efectos modales: de un
lado, los objetos son clasificados como deseables en el sistema de valores
colectivo -ya que no habría forma de considerar como desinteresado a al
guien que estuviera separado de objetos sin valor- y, del otro, la junción
con esos mismos objetos es considerada como no deseable por el sujeto
individual. El potlatch, por ejemplo, versión codificada de la disipación,
116 A P R O P Ó S IT O D E LA A V A R IC IA
POTENCIALIZACIÓN VIRTUALIZACIÓN
sujeto potencializado sujeto virtualizado
2 Fables, lib. VH, fábula 10, “La laitiére et le pot au lait”: Perrette, sur sa tete ayant un
pot au lait / Bien posé su r un coussinet, / Prétendait arriver sans encombre á la ville. /
Légére et court vétue, elle allait á grand pas, / Ayant mis ce jour-lá, pour étre plus agüe, /
Cotillón simple et souliers plats. / Notre laitiére ainsi troussée / Comptait déjá dans sa pen-
sée / Tout le prix de son lait, en employait l’argent; / Achetait un cent d’oeufs, faisait triple
couvée: / La chose allait á bien par son soin diligent. / “II m'est, disait-elle, facile / D’élever
des poulets autour de ma maison;/ Le renard sera bien habile / S’il ne m’en laisse assez pour
avoir un cochon, / Le porc á s’engraisser coütera peu de son; / II était, quand je l’eus, de
grosseur raisonnable: / J ’aurai, le revendant, de l’argentbel etbon.” / [...]
[Perrette, con un cántaro de leche eri su cabeza / Bien puesto sobre un cojinete, / P re
tendía llegar a la ciudad sin ningún contratiempo. / Ligera y vestida cómodamente, alargaba
el paso, / Habiéndose puesto ese día, para estar más ágil, / Faldón sencillo y zapatos bajos. /
Así ataviada nuestra lechera, / Contaba ya en su pensamiento / Con la ganancia de su leche,
el dinero invertía; / Compraba un centenar de huevos, hacía triple pollada: / La cosa marcha
ba bien por su diligente esmero. / “Me es fácil, decía, / Criar polluelos alrededor de mi casa; /
El zorro será muy hábil / Si no me deja lo suficiente para tener un cochino, / Engordar al
puerco costará poco salvado; / E staba, cuando lo tuve, de tamaño razonable: / Tendré,
revendiéndolo, dinero contante y sonante”.]
126 A P R O P Ó S IT O D E L A A V A R IC IA
3 Un examen atento del discurso interior de Perrette revelaría otros signos del carácter
apasionado y “disipador” de su soñar despierta; se observará, por ejemplo, que la leche pierde
su estatuto de objeto de valor descriptivo para convertirse en un simple objeto modal, una
especie de poder hacer que autoriza una especulación en cadena, ya que cada nueva adquisi
ción (huevos, pollos, cochinos, etc.) sufre la misma mutación; además, el encadenamiento de
los predicados (vender, ganar, comprar, ceder, etc.) parece obedecer a una ley de circulación
de los bienes cursiva y acelerada. Esto explica aquello: en el simulacro pasional proyectado
por Perrette, los objetos de valor han desaparecido como tales, ya que el enloquecimiento de
la circulación, propio de la disipación, suspende incluso a las valencias mismas. En fin, la
manifestación somática que interrum pe el sueño, al intervenir aquí como un reembrague
sobre el cuerpo sintiente del sujeto tensivo, subraya de otra manera el carácter “sensible” y
apasionado del proceso de disipación.
128 A P R O P Ó S IT O D E LA A V A R IC IA
0 Pasión y veridicción
Les moeurs de la province avaient fini par réagir sur elle, elle était devenue mé-
ticuleuse dans ses comptes; elle avait tant d’ordre qu’á Paris elle allait passer
pour avare.4
La sensibilización
« Variaciones culturales
Las diferentes culturas, áreas o épocas tratan de manera variable los mis
mos dispositivos modales, como lo testimonia la configuración de la avari
cia. La generosidad, por ejemplo, ha conocido tales avalares. Para comen
zar, ha cambiado la modalización regente que define la isotopía modal: del
poder, que subtendía la generosidad ligada a la “grandeza”, al “coraje” y,
más generalmente, a todas las acepciones que invocan los “grandes recur
sos” del sujeto, se ha pasado al querer, en el sentido de que el generoso es
aquel que “da más de lo que debe”, y aquí el “más” es la manifestación de
una motivación endógena, independiente de las obligaciones. Enseguida,
el querer-(estar-)ser mismo ha sido tratado sucesivamente como “cualidad”
(“cualidad de un alma orgullosa, bien nacida”), como “sentimiento” (“sen
timiento de humanidad que lleva a mostrarse benévolo, caritativo, a per
132 A P R O P Ó S IT O D E LA A V A R IC IA
0 La sensibilización en acto
Más allá de las preguntas de método que están asociadas a todo relativis
mo cultural, tiene uno el derecho de preguntarse si a la semiótica in
cumbe el interrogarse sobre las razones y la naturaleza de ese gesto cul
tural. En efecto, las respuestas, ¿pueden no ser ontológicas, incluso
metafísicas? El mínimo epistemológico que nos sirve de parapeto parece
tambalearse. La vocación de una semiótica de las pasiones es la de des
cribir y también de explicar los efectos discursivos de la sensibilización,
pero no ciertamente la de tomar para sí y sin más ni más lo que otras dis
ciplinas dicen al respecto. De ello no se colige, empero, que esté prohibido
interrogarlas para, eventualmente, sacar provecho de ellas.
En el afán de las explicaciones extrasemióticas o parasemióticas, se
podría, por ejemplo, imaginar que la sensibilización es una operación de
origen psicosomático y que ciertos dispositivos modales actuarían sobre el
soma como “en terreno favorable”. De todas m aneras, esa hipótesis
plantea más problemas de los que resuelve, ya que habría entonces que
demostrar cómo las culturas pueden determinar los “terrenos favorables”
que les serían específicos. En el caso de las “pasiones del asma”, por ejem
plo, una hipótesis como ésa sería, ciertamente, tentadora pues haría que
el análisis semiótico fuera compatible con la explicación alérgica y genéti
ca de esa perturbación; pero el examen de los discursos concretos no
resiste tal hipótesis, discursos en los que los familiares y los amigos del
asmático adoptan el mismo dispositivo modal sensibilizado que el del
A PROPÓSITO D E LA A V A R IC IA 135
6 Cf. J. Fontanille, “Les passions de l'asthm e”, Nouueaux Actes Sémioíiques. Limoges,
Trames-Pulim, 6, 1989.
7 Esquís.se d ’une théorie de la pratique, Genova, Droz, 1972.
8 Sociolinguistique, presentación de P. Encrevé, París, Ed. de Minuit, 1976.
136 A P R O P Ó S IT O D E LA A V A R IC IA
La moralización
0 Pasiones socializadas
...elle craignait déjá de ne pas avoir assez et de faire des dettes. Chátelet lui
apprit que son appartement ne lui coütait que six cents franes par mois.
-U ne misére, dit-il en voyant le h a u t - l e - c o r p s que fit Nais. Vous avez á vos
ordres une voiture pour cinq cents franes par mois, ce qui fait en tout cinquante
louis. Vous n’aurez plus qu’á penser á votre toilette. Une femme qui voit le grand
monde ne saurait s’arranger autrement [...] Ici Ton ne donne qu’aux riches.11
Observaciones finales
Desde el punto de vista de la teoría como desde el punto de vista del méto
do, el estudio de la moralización presupone el de la sensibilización. En
efecto, en la medida que se admite que la moralización interviene al final
de recorrido, señala la terminación. Si nos colocamos desde una perspecti
va de construcción del actor, la moralización constituye la fase final: todo
juicio ético presupone -con razón o sin ella, poco importa-, que el actor
haya “probado” y haya mostrado de lo que era capaz; la moralización com
porta entonces en sí misma el rasgo terminativo y el rasgo cumplido. Es
como si, en el momento en que interviene el juicio ético, el actor fuera de
tenido en su desarrollo, fijado en la última imagen que el juicio selecciona
para hacer un rol ético.
Por otro lado, el juicio moral inscrito en las figuras de comportamiento
146 A P R O P Ó S IT O D E LA A V A R IC IA
presupone una disposición del sujeto, sin la cual las figuras en cuestión po
drían pasar como accidentales y sin relación con el estar-ser del sujeto. La
moralización no puede aprehenderse sino por los comportamientos obser
vables que presuponen una disposición; para eso es necesario que sea re
conocida previamente una intencionalidad de la pasión, bajo la forma de
una imagen fin y de un dispositivo modal sensibilizado. Por todas esas ra
zones, la moralización presupone a la sensibilización, y por eso el estudio
del discurso moral descansa en el conocimiento de los universos pasio
nales.
Como procedimientos constitutivos de las taxonomías culturales, la
sensibilización y la moralización desempeñan también un papel en la re
gulación de la.intersubjetividad. En efecto, clasificando a los actores en
función de los roles patémicos y de los roles éticos que están en posibilida
des de desempeñar en la escena de la comunicación, esos dos procedi
mientos permiten prever el comportamiento de los individuos. En las rela
ciones sociales o interindividuales, el conocimiento de las taxonomías
pasionales y morales permite a cada uno anticipar las conductas de los
otros y adaptar las suyas: el sujeto identificado como “colérico”, “avaro”,
“pródigo” o “crédulo” ofrece un motivo a la manipulación en la medida en
que, conociendo con anterioridad la sintaxis de su recorrido, las estrate
gias y contraestrategias pueden ser programadas en gran medida desde el
principio de la interacción. Los roles patémicos y los roles éticos, al no
poder ser reconstruidos por presuposición a partir de las performance,
sino solamente conservados “en bloque” en la memoria de una cultura,
anuncian de entrada el “modo de empleo” del sujeto, y el observador-ma
nipulador dotado de la rejilla cultural adecuada puede desempeñarse
entonces con la clave modal más apropiada. La sensibilización y la morali
zación no son pues solamente procedimientos de descripción; son ver
daderas operaciones disponibles por los actantes del enunciado y de la
enunciación; también las taxonomías culturales que contribuyen a edifi
car son una de las posturas de las estrategias de comunicación: ellas pre
siden en gran parte el intercambio de los simulacros, y aquel que domine
las taxonomías pasionales en una interacción puede actuar con ventaja en
ese intercambio.
La praxis enunciativa
La aspectualización
®La escansión
13 Théodule Ribot utiliza esas categorías, en otras denominaciones, para distinguir los
sentimientos (no escandidos), las pasiones (frecuentativas) y las emociones (puntuales). Las
mismas distinciones se encuentran también en el discurso de los médicos generales que,
frente a un síntoma, en particular en el dominio de los padecimientos inmunitarios, están
obligados a apoyarse en categorías aspectuales para hacer un diagnóstico: por ejemplo,
frente a un padecimiento que se repite pero en el que no reconocen ninguna regularidad y
ningún factor de previsión, concluyen en la puntualidad y establecen el tratam iento según
ese diagnóstico. La analogía tiene su fundamento, ya que en el caso de los padecimientos
inmunitarios, como en el de la semiótica de las pasiones, el procedimiento de análisis debe
hacer aparecer hasta qué punto el estar-ser del sujeto está implicado en las manifestaciones
concretas observadas.
154 A P R O P Ó S IT O D E LA A V A RICIA
(Le. furioso); en principio, no importa qué rol patémico pueda recibir toda
la panoplia de las formas de la escansión, pero de hecho el léxico sólo se lo
concede a algunos de ellos.
La categoría de la escansión pasional desempeña un papel esencial en
la regulación interindividual y social, en la medida en que pone las ocu
rrencias del comportamiento pasional bajo el control de un observador que
aspectualiza. En efecto, más allá de su papel descriptivo y distintivo en el
análisis, necesitamos ver bien que, una vez que ella está integrada en una
taxonomía cultural como uno de los rasgos definitorios de los roles patémi-
cos, permite a un acompañante eventual del sujeto apasionado prever los
accesos, las crisis y los éxtasis afectivos en el recorrido de este último.
®La pulsación
9 La intensidad
una pena “excesiva” que nos hace pasar a otra isotopía: aquélla, por ejem
plo, de la afectación o de la patología. Cualquiera que sea finalmente ls
interpretación aceptada, no está por demás anotar que comenzará siem
pre por volver a cuestionar el estatuto del sujeto: ya sea su estatuto veri-
dictorio (hace demasiado), o bien su estatuto mismo de sujeto semióticc
(hay una falla en algún lado); el cambio de isotopía que se observa en
superficie, el paso de una frontera, remite siempre a una desestabilización
de los dispositivos interactanciales.
De un lado, el de la intensidad, se trata de un devenir en vías de evo
lución, de los dispositivos protoactanciales que buscan estabilizarse y en
los que la sensibilización se incorpora literalmente. De otro lado, el del ex
ceso, se trata de un devenir ya evolucionado, pero que amenaza con retro
ceder hacia los dispositivos protoactanciales deséstabilizados; el obser
vador social, al tomar partido contra esa regresión que amenaza, moraliza
la manifestación pasional para reafirmar un estado de cosas a expensas
de un estado de ánimo.
3. LOS CELOS
[1 5 9 ]
160 LO S CELOS
LA CONFIGURACIÓN
Apego y rivalidad
la interacción entre los dos rivales parece plantear como objetivo; la iden
tidad de ese objeto se precisa sólo en los correlatos -aún muy alusiva
mente- como “resultado” o “ventaja”. Lo mismo sucede con la “competen
cia”, que agrega una “búsqueda simultánea” a la especificación prece
dente, es decir, un recorrido discursivo temporalizado y aspectualizado.
La categoría de la junción y la estructura polémica presentan aquí una
articulación muy particular: la primera no sería más que una variante de
la segunda, mientras que el “objeto” no es otra cosa que la identidad de en
foque de los rivales. En otros términos, ese lugar vacío al que apuntan los
rivales, lo crean al apuntarlo, y la convergencia de sus esfuerzos diseña un
objeto. Eso es también lo que traduce la simultaneidad de los recorridos,
realzada a propósito de la competencia: la superposición aspectual no es un
accidente discursivo, es el signo de la identidad de los enfoques.
®La emulación
9 La envidia
1 R. Girard utiliza la noción de mediación para describir el funcionamiento del deseo mi-,
mético en sus diversas variantes; el mimetismo, tanto en el ejemplo, como en su versión psi-
coanalítica, la identificación, remiten a un estadio arcaico de la cultura o de la psique.
LO S C E L O S 165
5 El celoso en el espectáculo
Se puede hacer observar a ese respecto que los celos especifican al actante
observador encargado de orientar el dispositivo actancial. El celoso sufre
por “ver a otro gozar” o “teme perder”; en un caso, S9 es focalizado, en el
otro, es 0,S3; pero la particularidad de los celos radica en apuntar siem
pre hacia la relación Sg/C^Sg poniendo en un primer plano, o bien a un ac
tante, o bien al otro; por eso, cualquiera que sea la perspectiva adoptada,
el espectáculo que se ofrece a S l es siempre el de la junción entre el rival y
el objeto. Que algún otro goce de O o que O pueda ser perdido en provecho
de otro, la misma escena engendra siempre la misma pasión más allá de
la variación de perspectiva. Los celos obedecerán a la misma distinción
que la envidia, pero desde el fondo de una especificación propia.
Si el espectáculo fundamental de los celos es el de la junción modali-
zada del rival y del objetó, el celoso como observador es excluido de la re
lación de junción. El envidioso podía escoger entre dos perspectivas, en las
que siempre era el polo principal: o bien S 1 /S2, o bien S J 0,S3; por su par
te, en última instancia, el celoso sólo puede escoger entre dos perspectivas
sobre Sg/OjSg, por lo que se encuentra siempre a sí mismo en un segundo
plano: sea (S^ S J 0 sea (S^ S^ 0 ,S 3. Por esa razón, el sujeto celoso se en
cuentra en la imposibilidad de segmentar el dispositivo actancial de ma
nera distinta y la escena detestada o temida se le impone; con respecto a
su propio simulacro pasional, él mismo se presenta como un sujeto vir-
tualizado, un sujeto sin cuerpo que no puede acceder a la escena.
Esa posición muy particular en el dispositivo actancial va a traducirse
en el nivel discursivo por la atribución de una posición de observación es-
3 Por cierto, no hay que conceder ni mucho ni muy poco a las estructuras discursivas. Si
se considera, por ejemplo, la noción de punto de vista, conviene distinguir entre el punto de
vista como configuración discursiva y el punto de vista como herramienta metodológica de la
descripción. El primero caracteriza al tratam iento del saber durante la puesta en discurso; el
segundo apunta, entre las virtualidades de las estructuras semióticas, a los dispositivos par
ticulares que pueden presentar. Se sabe, por ejemplo, que los enunciados complejos con dos
sujetos y un objeto comprenden virtualmente a la vez el punto de vista de la renuncia y el de
la atribución, entre otros; pero sin embargo no se trata de una estructura discursiva. La
estructura actancial permite prever los dispositivos actanciales, las combinaciones que son
comparables con las combinaciones que se obtienen por cruce de las estructuras modales y
que hemos llamado “dispositivos modales”. La enunciación estará encargada de seleccionar
algunos de esos dispositivos con vistas a la linearización de los programas. En ese momento,
habiéndose hecho la selección entre las combinaciones posibles, se puede considerar una ubi
cación discursiva del punto de vista, a partir de un observador y de sus hacer cognoscitivos.
No es pues sorprendente que los mecanismos de la sensibilización se manifiesten, como
mecanismos de clasificación y de selección, en cuanto puntos de vista discursivos, pero como
tales son no obstante independientes de las estructuras discursivas que los manifiestan.
168 LOS CELOS
9 El celo
El celo intensifica y moraliza a la vez el apego. Es, se dice, “un vivo ardor
por servir a una persona o a una causa, a la cual se está sinceramente
consagrado”. La intensidad se manifiesta aquí como “calor”, el sentimien
to se ha convertido en una disposición a hacer (a servir), y el apego es sólo
presupuesto; además, el apego es reformulado como “abnegación”, lo que,
si se pone entre paréntesis el hecho de que la relación sea en ese caso
intersubjetiva y jerarquizada, viene a señalar el investimiento exclusivo
del sujeto por su objeto: está “consagrado”, incluso “sacrificado” a su obje
to, y los correlatos “fidelidad”, “lealtad”, confirman la independencia del
deber-estar-ser con respecto a las peripecias narrativas, una vez que ha
sido suspendida la moralización que los sobredetermina.4 Por lo demás,
4 En L'homme qui rit [El hombre que ríe] (libro I, cap. i), V. Hugo traza un retrato parti
cularmente detallado de la fidelidad y de sus consecuencias narrativas. Lord Clancharlie, con
temporáneo de Cromwell, es un par de Inglaterra que ha sido seducido por los principios
republicanos y les ha sido fiel bajo la Restauración, cuando reinaban Carlos II y luego Jacobo
II. En una extensión de diez páginas que ilustra magistralmente la independencia del apego
con respecto a las transformaciones narrativas, Víctor Hugo evoca paralela y sim ultánea
mente, por un lado, la evolución histórica de Inglaterra y las adaptaciones sucesivas a las
cuales son obligados aquellos que se someten a las transformaciones propias del contexto y,
por otra, el inmovilismo del republicano fiel. De ahí que lord Clancharlie, ligado por su
“apego” a una idea históricamente “rebasada”, sólo puede aparecer ante los ojos de aquellos
que se han adaptado a la nueva distribución política como un sujeto encerrado en un simu
lacro pasional, un sujeto que ha escogido vivir en su imaginario antes que en la realidad
política; por ese hecho, no es sorprendente que le sean atribuidos roles patémicos, que apa
recen como florecimientos pasionales del “apego”: locura, orgullo, “obstinación pueril”, “obs-
L0 S C ELO S 171
presuponiendo la confianza, esos dos últimos correlatos nos recuerdan
que, de este lado de la moralización, el deber-estar-ser engendra la espera
o que, más profundamente, la modulación que lo prefigura se dibuja sobre
el fondo de la fiducia.
Se puede uno preguntar por qué, a partir de un semema común, el del
“apego intenso”, se obtiene, por un lado, una pasión moralizada positiva
mente, así como todos sus correlatos (el celo) y, por el otro, una pasión mo
ralizada negativamente (los celos). La cuestión es tanto más sorprendente
porque, en varias lenguas europeas, todas esas figuras pasionales están
perfectamente unificadas alrededor del étimo zélos del que derivan, a la
vez, el “celo” y los “celos”; notemos también que zélósis, el derivado del ver
bo zéló, agrupaba sin distinguirlos los significados “emulación, rivalidad,
celos”. Surge así una hipótesis que permitiría comprender lo que sucedió
en parte: a medida que el apego y el celo se desolidarizan de la rivalidad,
las formas mixtas como los celos (y, en menor medida, la envidia) son mo
ralizadas negativamente, y las formas “puras”, como la emulación de un
lado y el celo del otro, son moralizadas positivamente: es una prueba suple
mentaria de la preeminencia de la moralización en las redistribuciones cul
turales de las taxonomías pasionales. Mientras los griegos aceptaban que
el celo por el objeto y la rivalidad se mezclan, e incluso derivaban uno del
otro, parece que hoy nosotros valorizamos su distinción.
0 La posesión y el gozo
tinación senil”, etc. Además, el desembrague y el reembrague pasionales reciben aquí una
representación espacial y temática: lord Clancharlie se exilió a las orillas del lago de Gine
bra, lejos del teatro del cambio político, y el desembrague pasional aparece hasta en su acti
tud: “... on apercevait ce veillard vétu des mémes habits que le peuple, pale,clistrait, [...] á
peine attentifk la tempéte et á l'hiver, m archant cornrne au hasard" [“... uno veía a ese viejo
vestido como el pueblo, pálido, distraído, [...] apenas atento a la tempestad y al invierno,
caminando como sin rumbo”] (L'homme qui rit, París, Garnier-Flammarion, vol. 1, p. 247).
172 LOS CELO S
sión pragmática) y se goza de ella una vez que se la tiene (dimensión túni
ca). El objeto pierde de alguna manera su estatuto pragmático y se trans
forma en objeto túnico una vez conjunto al sujeto, objeto de gozo que es
fuente de euforia (o de disforia: la casa puede ser cómoda o incómoda). Lo
más importante en el ejemplo se refiere al hecho de que, habiendo ad
quirido la conjunción pragmática y no siendo cuestionada, continúa pa
sando algo; para que la historia no se detenga ahí, es necesario entonces
que aparezca un sujeto operador competente.
“Disponer” de algo sería, entre otras cosas, “servirse de” o “hacer de eso
lo que se quiere”. El sujeto de la posesión sería entonces antes que nada,
ya que se presupone que debe disponer del objeto, un sujeto volitivo que,
una vez conjunto, desplegaría toda la extensión dé su querer sobre el obje
to. El estudio de la posesión parece aclarar de otra manera el excedente
modal que encontramos sin cesar en el universo de las pasiones: la búsque
da del objeto, una vez realizada, no ha agotado el “querer-estar(-ser)-con-
junto”, y otra forma toma el relevo, la misma sin duda que hace que el
avaro quiera gozar de sus tesoros y que no le baste con acumularlos.
Más precisamente, “hacer lo que se quiere” es siempre hacer, pero en
la dimensión rímica. No obstante, el cambio de dimensión es acompañado
por la emergencia discreta de una cláusula cuantitativa: “hacer lo que se
quiere” equivale también a dominar la totalidad integral del objeto; la fi
gura objeto se ha transformado en imagen del querer del sujeto, no es nin
guna otra cosa que ese querer. De hecho, no se trataría tampoco de otro
querer, de un “querer-gozar” por ejemplo, sino, a la inversa, de un gozo
que nace del hecho de que el querer-estar-ser es coextensivo al objeto, que
el objeto de valor descriptivo, susceptible de pertenecer a cualquier otro
sujeto, ha llegado a ser ahora el objeto modal característico de un sujeto
en particular.
Por otra parte, la posesión permite asir en su inicio un proceso que
encontraremos frecuentemente, aquél, en apariencia, de la transforma
ción del objeto en sujeto. En efecto, si el gozo es la acción de sacar de una
cosa “todas las satisfacciones que es capaz de procurar”, el objeto es to
davía considerado como un objeto modal, es decir, un poder-hacer; el gozo
resultaría de alguna manera de cierta adecuación entre el querer proyec
tado por el sujeto y el poder que parece emanar del objeto (la cosa poseída
es “capaz”, “susceptible” de dar satisfacciones). Hay que tomar en serio las
metáforas del habla cotidiana y los sentidos “figurados” como los más sig
nificativos. Por un lado, el sujeto poseedor, queriendo extender su querer
a la totalidad integral del objeto, actúa como si la menor fragmentación de
ese objeto constituyera una resistencia; en ese momento, el poseedor, al
modalizar una versión cuantificada de su objeto, proyecta en ella una
competencia susceptible de transformarlo en sujeto: la “parte” más pe
queña del objeto que se le escapara haría de él un sujeto resistente. Por
LO S C E L O S 173
otro lado, el reparto de las modalizaciones entre los dos actantes supone
que es el poseedor quien dispone del querer y lo poseído del poder. El mi-
croanálisis modal muestra que, habiendo pasado el discurso por la dimen
sión tímica, las modalizaciones proyectadas por el sujeto apasionado sobre
el objeto de valor suscitan un sujeto competente: así, la figura objeto con
tiene a la vez un objeto de valor pragmático y un sujeto operador tímico.
s La exclusividad
®La inquietud
La inquietud parece ser más general que el temor o el recelo, razón por la
cual será considerada como uno de los constituyentes .sintácticos funda
mentales de los celos. El temor solo no supone más que un saber y un
creer, una espera, modalizada a la vez conflictivamente por el poder-estar-
ser (la eventualidad) y por el querer-no-estar-ser (el rechazo). Por el con
trario, la inquietud introduce, con la permanencia y la iteración, un rol
LOS CELOS 179
®¿Desconfianza o difidencia?
DIFIDENCIA
DESCONFIANZA
CONFIANZA DIFIDENCIA
Á'
\.(indicios) (prueba)
(signos)
DESCONFIANZA
Podemos ahora considerar que los celos se presentan bajo dos formas: una
vasta configuración en la que no son más que una de las eventualidades
pasionales que hay que considerar y un acontecimiento pasional específico,
que hasta el momento hemos designado intuitivamente como “crisis pa
sional” o “crisis de celos”. La crisis pasional propiamente dicha comprende
ría lo siguiente: la sospecha, que es una forma de saber cuyo objeto perma
nece secreto -u n .metasaber-, la administración de la prueba y la puesta
en escena decisiva, que inducen a la adquisición de una certidumbre de la
cual nacerá la difidencia, después el sufrimiento, que podrá ser, según el
caso, o bien una aflicción (retrospectivo), o bien un temor (prospectivo).
Por otra parte, dada la complejidad de su organización, los celos no
pertenecen a una configuración y a un microsistema patémico, sino a va
rios: el del apego, el de la exclusividad, el de las estructuras polémico-con-
tractuales y el de las pasiones fiduciarias, entre otros. Los celos no sola
LOS CELOS 185
¿TOLERANCIA? DESAPEGO
(no-deber-no-estar-ser) (no-deber-estar-ser)
p a s io n e s (u p ) (TÍ) PASIONES
SIMPÁTICAS IDENTIFICADORAS
Una vez perfilado el triángulo S^Sy'Sg, los celos aparecen como un vasto
campo de maniobras y de acontecimientos pasionales, en los que se puede
LOS C ELO S 187
®Universalidad y exclusividad
Chaqué perfection que vous ajoutez á la couronne de l’objet que vous aimez, loin
de vous procurer une jouissance celeste, vous retourne un poignard dans le coeur.
Une voix vous crie: Ce plaisir si charmant, c’est ton rival qui en jouira.7
(Cada perfección que usted añade a la corona del objeto que ama, lejos de procu
rarle un goce celestial, le devuelve una puñalada en el corazón. Una voz le grita:
tu rival gozará de ese placer tan encantador.]
[Es muy fácil culpar al amor de los celos, pero ellos son en realidad siempre una
falta de estima.]
[Los celos son algo así como una confesión forzada del mérito.]
0 De la emulación al odio
[Los celos de los seres superiores provienen de la emulación; los de los espíritus
mediocres, del odio.]
Toutes ces critiques sont le partage de quatre ou cinq petits auteurs infortunés,
qui n’ont jamais pu par eux-mémes exciter la curiosité du public. lis attendent
toujours l’occasion de quelque ouvrage qui réussisse, pour l’attaquer, n o n p o i n t
p a r j a l o u s i e , c a r s u r q u e l s f o n d e m e n t s s e r a i e n t - i l s j a l o u x ? mais dans l’espérance
qu’on se donne la peine de repondré, et qu’on les tirera de l’oubli oü leurs propres
ouvrages les auraient laissés toute leur vie.11
[Todas esas críticas son la ración de cuatro o cinco desafortunados autorcitos que
no han podido nunca suscitar la curiosidad del público por su propia capacidad.
Ellos esperan siempre el momento en que alguna obra tenga éxito para atacarla,
n o p o r c e l o s , p u e s , ¿ c u á l e s s e r í a n s u s r a z o n e s p a r a e s t a r c e l o s o s ?, sino porque
esperan que uno se dé el trabajo de responderles y que así se les saque del olvido
en que sus propias obras los habrían dejado toda la vida.j
Si los críticos no pueden ser celosos es porque son muy inferiores, por
que no tienen ninguna competencia: ningún poder hacer, ningún saber
hacer, y la sanción del público es suficientemente clara al respecto. El ra
zonamiento por presuposición permite definir las modalidades de la com
petencia partiendo del objeto considerado y los valores modales deben ser
adaptados a los objetos de valor buscados; puesto que la gloria literaria
(vs la “oscuridad”) es el objeto de valor que los críticos se afanan en dis
putar a Racine, queda claro que ellos carecen de la competencia requeri
da. La ausencia de competencia de los sujetos de hacer conlleva la disjun
ción irremediable de los sujetos de estado; hasta el momento de la enun
ciación de ese prefacio, los críticos no han podido conocer la gloria; re
chazando citar sus nombres y responderles personalmente -es decir, de
11 J. Racine, Bérénice, prefacio. Las cursivas son nuestras.
LOS CELOS 195
IDÉNTICO DIFERENTE
A
identidad aproximada
196 LOS CELOS
Manipulaciones pasionales
La jalousie peut plaire aux femmes qui ont de la fierté, comme une maniere nou-
velle de leur montrer leur pouvoir.12
[Los celos pueden gustar a las mujeres altivas, como una nueva manera de
demostrarles su poder.]
...Dans le champ amoureux, les blessures les plus vives viennent davantage de ce
qu’on voit que de ce qu’on sait. [...] Voici done, enfin, la définition de i’image, de
toute image: fimage, c’est ce dont je suis exclu [...], je ne suis pas dans la scéne.13
[En el campo amoroso, las más vivas heridas provienen más de lo que se ve que de
lo que se sabe [...] He aquí, pues, la definición de la imagen, de toda imagen: la
imagen es aquello de lo que estoy excluido [...], yo no estoy en la escena.]
13 R. B artnes, Fragments d ’un cliscours amoureux, París, Ed. du Seuil, “Tel Quel”, p.
157. [Ed. esp.: Fragmentos de un discurso amoroso, México, Siglo XXI, 1982, p. 154.]
200 LOS CELOS
Comme on n’a de pouvoir sur vous qu’en vous ótant ou en vous faisant espérer des
choses dont la seul passion fait tout le prix, si vous parvenez á vous faire croire
indifférent, tout á coup vos adversaires n’ont plus d’armes.14
[Como sólo se tiene poder sobre vosotras despojándoos o haciéndoos esperar cosas
a las que únicamente la pasión pone precio, si vosotras llegáis a haceros creer
indiferentes, de golpe vuestros adversarios quedarán desarmados.!
La moralización
• ¿Desprecio o sobreestima?
Vous étes réduit á vous mépriser comme aimable: ce qui rend la douleur de la
jalousie si aigué, c’est que la vanité ne peut aider á la supporter.15
[Vosotras os reducís a despreciaros como amable: lo que hace tan agudo el dolor de
los celos es que la vanidad no puede ayudar a soportarlos.!
15 Ibid., p.123.
16 P.A.C. de Beaumarchais, Le mariage de Fígaro, acto ll, escena 1.
LOS CELOS 203
Importa sobre todo localizar en qué estriban los juicios éticos y en nombre
de qué. Se señalará, para comenzar, que el reparto hecho aquí es homólo
go del que nos ha permitido articular el orgullo y el menosprecio de sí:
modalización presupuesta por un lado, modalización implicada e instala
da por el simulacro por el otro. Las moralizaciones que hemos señalado
hasta aquí permiten avanzar al menos sobre tres puntos, sin que se pueda
saber aún cómo se organizan las axiologías subyacentes.
En primer lugar, parecería que falta distinguir claramente los pre
supuestos de los celos y la transformación tímica propiamente dicha,
además de su entorno modal específico; esa autonomía relativa de las dos
secuencias modales había aparecido ya a propósito de la distinción entre
la desconfianza que suscita el recelo del rival y la difidencia que se trasla
da luego al ser amado. Los presupuestos tienen el estatuto de modaliza-
ciones siempre aprobadas aun si los celos no estallan, mientras que las
modalizaciones propias de la crisis pasional tienen el estatuto de enuncia
dos ficticios que pertenecen a un simulacro de segundo grado, proyectado
a partir del aquí/ahora del espectador celoso.
En segundo lugar, el observador evaluador -aun en los casos en que
ese rol se confunde con el del celoso-, es un observador social que introduce
en la configuración pasional sistemas de valor que le son ajenos o contra
rios: las evaluaciones del mérito, por ejemplo, constituyen en cierta forma
un desquite del sujeto colectivo sobre el sujeto individual exclusivo, al igual
que la universalidad del objeto de valor. Para el celoso, la dificultad reside
en no poder resistir en todos los frentes la presión de la totalidad social:
toda evaluación del objeto, como de los sujetos, es una brecha de la que esa
presión se aprovecha, ya que las evaluaciones se basan en códigos comunes
compartidos y son subtendidos por las fuerzas cohesivas de lo colectivo. A
ese respecto, aunque los celos descansan en fenómenos tensivos y cuantita
206 LOS CELOS
tivos de la misma naturaleza que los que han sido propuestos para la
avaricia, se distinguen por otro tipo de desequilibrio: en la avaricia ob
servábamos la aparición de un lugar individual que desviaba una parte del
flujo circulante del valor y lo retenía; en los celos, al estar constituido ese
lugar, somos llevados a constatar los efectos de la presión colectiva sobre
ese lugar; por un lado, las fuerzas cohesivas ceden ante la fuerza de añadi
dura de un lugar individual; por el otro lado, la fuerza cohesiva de un lugar
individual -dispersivo con respecto a lo colectivo- es atacada por la atrac
ción más fuerte ejercida por lo colectivo.
Por último, hay que seguir preguntándose por qué el juicio ético valo
riza las posiciones presupuestas y desvaloriza las posiciones implicadas
en el simulacro. A manera de hipótesis, podría uno pensar que el juicio
mejoratiuo18 sanciona la actitud de un sujeto que defiende o que está lis
to para defender su apego contra la adversidad, mientras que el juicio
negativo sanciona la actitud de aquel que no participa en el juego de la
concurrencia hasta el fin y que huye de alguna manera de la adversidad,
refugiándose en una crisis fiduciaria y pasional. Es como si los celos
sustituyeran a la secuencia de resistencia pragmática del rival, cosa que
se podría esperar en vista de los antecedentes polémicos del celoso, por
una secuencia túnica que se desarrolla dentro del simulacro; esa sustitu
ción es la que sería condenada. Pero lo uno no impide lo otro, ya que no
falta un celoso que esté en condiciones de acumular a la vez la actitud
“honorable” y la actitud “vergonzosa”.
ralizar la fidelidad de otro, aunque desde el punto de vista del celoso, todo
lo cual resulta en moralizar la fidelidad a sí mismo; es decir, la permanen
cia de una constitución pasional. En otro sentido, el celoso moraliza positi
vamente la posesión exclusiva, ya que representa lo que se debe a sí
mismo; es decir, una selección drástica de las junciones dignas de él. Pa
recería que en ese caso lo que aprehendimos intuitivamente como aquello
que es “digno de...” abarca un criterio del valor; es decir, una valencia. Al
moralizar el apego exclusivo desde el punto de vista individual del celoso,
se reconoce que la propiedad de “exclusividad” es el criterio mismo de todo
valor en la configuración.
Notaremos por último la intervención de un tercer tipo de código ético
que no tendría nada de específico para los celos, puesto que ya lo hemos
encontrado a propósito de la avaricia. Lo que da vergüenza es la transfor
mación rímica misma, embragada en un discurso apasionado que, porque
es una confesión, sólo puede manifestarla directa y ostensiblemente. Ese
sería uno de los últimos avatares de la ética clásica, para la cual la vida
afectiva debe permanecer secreta; en ese sentido, la moralización de los ce
los llevará a los comportamientos o a las actitudes observables, aun osten
sibles, porque eso precisamente es lo que se considera como vergonzoso.
La falta de reserva, la indiscreción de la pasión remite, al parecer, a un
no-saber-no-estar-ser; la “reserva” es una actitud observable y es considera
da en los diccionarios de lengua como una “cualidad” -y su contrario, como
un “defecto”-, cualidad que consiste en “no darse indiscretamente, en no
comprometerse imprudentemente”. Como lo hace notar Stendhal: “Las
mujeres altivas disimulan sus celos por orgullo.” El sistema del saber-es
tar-ser podría ser interpretado en ese caso como el sistema de saberes que
organizan el estar-ser de un sujeto. Igual que los saber-hacer pueden
aparecer como saberes que organizan el hacer, bajo la forma de una inte
ligencia sintagmática, habría una organización del estar-ser que demostra
ría una “inteligencia del corazón”. De hecho, la sintaxis intermodal puede
ser objeto de una regulación y de una optimización, de la misma forma que
la sintaxis narrativa. Esa regulación y esa optimización pueden a veces ser
objeto de juicios estéticos -como en el caso del honorable caballero de la
época clásica o del dandy posromántico-, pero serán más frecuentemente
evaluados en la dimensión ética, definiendo una moral de la firmeza.
Para dar cuenta de la “firmeza” se puede proponer el modelo siguiente:
FIRMEZA RESERVA
(saber-estar-ser) (saber-no-estar-ser)
\ /
X
AUSENCIA / \ AUSENCIA
DE RESERVA DE FIRMEZA
(no-saber-no-estar-ser) (no-saber-estar-ser)
208 LOS CELOS
ESPONTANEIDAD TIMIDEZ
(ausencia de reserva) (ausencia de firmeza)
®Dispositivos actanciales
(Si) (S2)
deber-estar-ser deber-no-estar-ser
creer-estar-ser
X i
no-creer-estar-ser poder-estar-ser
I X
no-poder-estar-ser
creer-no-estar-ser creer-estar-ser
X X
querer-estar-ser querer-no-estar-ser
querer-hacer
0 Macrosecuencia y microsecuencia
ser representada como una sintaxis en dos niveles, que tendría la si
guiente forma: 19
pí2
P - * P i , P 2>P 3 > " " P¿ pí 3 ,....Pn
P'4
Pi'1
®La macrosecuencia
0 La rnicrosecuencia
ponen una movilización global del sujeto apasionado: todos los roles que
puede abarcar el actor -túnicos, cognoscitivos, pragmáticos- son afectados
en bloque, lo que se traduce entre otros por el carácter figurativo mixto de
la “actitud” o del “comportamiento” en cuestión, a la vez somático y físico.
Ya habíamos observado el “sobresalto” de avaricia de Mme. de Bargeton;
Alejandro Dumas nos ofrece, en El conde de Montecristo, una muestra de
movilización pasional, pero más inquietante, en un celoso italiano:
De son cote, Luigi sentait naítre en lui un sentiment inconnu: c’était une douleur
sourde qui le mordait au coeur d’abord, et la, toute frémissante, courait par ses
vaines et s’emparait de tout son corps; il suivit des yeux les moindres mouvements
de Teresa et de son cavalier; lorsque leurs mains se touchaient il ressentait des
éblouissements, ses arteres battaient avec violence, et Ton eüt dit que le son d’une
cloche vibrait á ses oreilles. Lorsqu’ils se parlaient, quoique Teresa écoutát, timide
et les yeux baissés, les discours de son cavalier, comme Luigi lisait dans les yeux
ardents du beau jeune homme que ces discours étaient des louanges, il lui sem-
blait que la terre tournait sous lui et que toutes les voix de l’enfer lui soufflaient
des idées de meurtre et d’assassinat. Alors, craignant de se laisser emporter á sa
folie, il se cramponnait d’une main á la charmille contre laquelle il était debout, et
de l’autre il serrait d’un mouvement convulsif le poignard au manche sculpté qui
était passé dans sa ceinture et que, sans s’en apercevoir, il tirait quelquefois
presque entier du fourreau.
Luigi était jaloux! il sentait qu’emportée par sa nature coquette et orgueil-
leuse, Teresa pouvait lui échapper.20
20 Le Comte de Monte-Cristo, cap. xxxm, “B an d its ro m ain s”, P arís, G allim ard,
Bibliothéque de la Pléiade, 1981, pp. 386-387.
L U S U iü ljU a ¿ j J. í
La hipótesis de partida era que dentro del simulacro pasional una trayec-
220 LO S CELOS
emoción sospecha
S U J E T O P O T E N C IA L IZ A D O S U J E T O V IR T U A L IZ A D O
LOS C EL O S 221
A pesar de su aparente complejidad, la organización general de la dis
posición y de la trayectoria existencial se basa en una transformación
global muy simple: un dispositivo modal fundado en “deberes” engendra
un dispositivo modal fundado en “quereres”; la casi totalidad de los cam
bios observados en la macrosecuencia como en la microsecuencia conver
gen en esa modificación progresiva del equipo modal del celoso. Ésa sería
de alguna manera la historia de un sujeto inquieto que la adversidad
“fija” y orienta, incluso convierte en una monomanía, pero también la de
un sujeto que en su relación con los objetos de valor aprende a no contar
más pasivamente con cierto “estado de cosas”, en un orden del mundo en
el que él tendría su sitio, y que, por el contrario, se pone a quererlo inten
samente e incluso, eventualmente, a hacer como que lo obtiene.
permitir también decir por qué algún otro no lo es. Con el estudio de los
celos en los textos de Otelo,, de Shakespeare, Un amor de Swann y La pri
sionera, de Proust, La celosía, de Robbe-Grillet, así como de algunas esce
nas de Racine, pasamos entonces en cierto modo a los ejercicios prácticos.
Dos componentes d e ja puesta en discurso serán distinguidos a con
tinuación: el componente sintáctico, por un lado, que comprende la aspec-
tualización del proceso y sus diferentes figuras espaciales, temporales y
actoriales y, por el otro, el componente semántico, que comprende los ver
timientos semánticos y las manifestaciones figurativas de las diferentes
modalizaciones.
3 La macrosecuencia
inquietud
sospecha
APEGO -* DESCONFIANZA -> visión exclusiva -» AMOR
EXCLUSIVO RECELOSA emoción ODIO
m oralización
®La microsecuencia
N.B. Está por realizarse el estudio de los estilos semióticos, a partir de las
modulaciones de la tensión; se trata, para la semiótica por venir, de un impor
tante dominio de investigación que tendría como objetivo a la vez una teoría
de la aspectualización y una exploración de las manifestaciones pasionales.
Las evasivas de la veleidad, la languidez del aburrimiento, junto a la
agitación de la inquietud, serían algunas de la formas por elucidar.
reserva
amorosa
unilateralidad
Bien qu’il ne se livre á aucun geste excessif, bien qu’il tienne sa cuillére de fagon
convenable et avale le liquide sans faire de bruit, il semble mettre en oeuvre, pour
cette modeste besogne, une énergie et un entrain démesurés. [...] il manque de
discrétion.27
Franck raconte une histoire de voiture en panne, riant et faisant des gestes avec
une énergie et un entrain démesurés.28
[Riendo y haciendo gestos con una energía y una pujanza desmesuradas, Franck
cuenta una historia de un auto descompuesto.]
.. .impossible de c o n t r ó l e r .. ” -
[Al reconocer uno de sus síntomas [del amor], nos acordamos, hacemos renacer a
los otros. Como poseemos su canción, grabada toda entera en nosotros, no necesi
tamos que una mujer nos diga el principio [...] para encontrar la continuación.]
La souffrance ancienne le refaisait tel qu’il était avant qu’Odette ne parlát: igno-
rant, confiant; sa cruelle jalousie le replagait, pour le faire frapper par l’aveu
d’Odette, dans la position de quelqu’un qui ne sait pas encore.30
[El antiguo sufrimiento lo colocaba de nuevo en el estado que estaba antes de que
hablara Odette: ignorante, confiado; sus crueles celos, para hacerlo temblar por la
confesión de Odette, lo volvían a poner en la posición del que todavía no sabe...]
[De todos los modos de producción del amor, de todos los agentes de diseminación
del mal sagrado, ese gran soplo de agitación que pasa a veces sobre nosotros es
uno de los más eficaces. Entonces la suerte está echada, el ser con quien
coqueteamos en ese momento será a quien amemos [...] Sólo haría falta que se
convirtiese en exclusivo nuestro gusto por él.]
...ce que nous croyons notre amour, notre jalousie, riest pas une méme passion
continué, indivisible. lis se composent d’une infinité d’amours successifs, de
jalousies différentes et qui sont éphéméres, mais par leur multitude ininter-
rompue donnent l’impression de la continuité, l’illusion de l’unité.32
[...lo que creemos nuestro amor, nuestros celos, no es una misma pasión continua,
indivisible. Se compone de una infinidad de amores sucesivos, de celos diferentes
que son efímeros, pero dan la impresión por su multitud ininterrumpida de la con
tinuidad, la ilusión de la unidad.]
Cette souífrance qu’il ressentait ne ressemblait á ríen de ce qu’il avait cru [...]
parce que, méme quand il imaginait cette chose, elle restait vague, incertaine,
dénuée de cette horreur particuliére qui s’était échappée des mots “peut-étre deux
ou trois fois”, dépourvue de cette cruauté spécifique aussi différente de tout ce
qu’il avait connu qu’une maladie dont on est atteint pour la premiére fois.33
[Ese sufrimiento que resentía no se parecía a nada de lo que él había creído [...]
porque, incluso cuando imaginaba esa cosa, permanecía vaga, incierta, privada de
ese horror particular que se había escapado de las palabras “dos o tres veces
quizás”, desprovista de esa específica crueldad tan distinta de todo lo que había
conocido como una enfermedad que se padece por vez primera.]
Ce second coup porté á Swann était plus atroce encore que le premier. [...] Odette,
sans étre intelligente, avait le eharme du naturel. Elle avait raconté, elle auait
m im é cette scéne avec tant de simplicité que Swann, haletant, uoyait tout: le báille-
ment d’Odette, le petit rocher. 11 Ventendait répondre -gaíment, helas!-: “Cette
blangue!”34
[Para Swann ese segundo golpe fue aun más cruel que el primero [...] Odette, sin
ser inteligente, tenía el encanto de la naturalidad. Ella contó, ella im itó esa escena
con tanta sencillez que Swann, anhelante, veía todo : el bostezo de Odette, el
peñasco pequeño. La oía contestar-alegremente, ¡ay!-: “¡Esa charlatanería!”!
0 La inquietud de Swann
C’est que le violon était monté á des notes hautes oü il restait comme pour une
attente, une attente qui se prolongerait sans qu’il cessát de les teñir, dans l’exalta-
tion oú il était d’apercevoir déjá l’objet de son attente qui s’approchait, et avec un
effort désespéré pour tácher de durer jusqu’á son arrivée, de l’accueillir avant
d’expirer, de lui maintenir encore un moment de toutes ses derniéres forces le
chemin ouvert pour qu’il püt passer, comme on soutient une porte qui sans cela
retomberait.30
[El violín permanecía en las notas altas a las que había subido como en espera de
algo, una espera que se prolongaría sin que él cesara de sostenerlas, exaltado
como estaba de ver ya aproximarse al objeto de su espera y esforzándose desespe
radamente para tratar de durar hasta que llegara, para acogerlo antes de expirar,
para todavía mantenerle por un momento con sus últimas fuerzas el camino
abierto para que pudiera pasar, de la misma forma como se sostiene una puerta
que sin eso caería.]
...jouissance qui elle non plus ne correspondait á aucun objet extérieur et qui
pourtant, au lieu d’étre purement individuelle comme celle de l’amour, s’imposait
á Swann comme une réalité supérieur aux choses concretes.36
[...gozo que ella tampoco relacionaba con ningún objeto exterior y que, no
obstante, en vez de ser puramente individual como el del amor, se imponía a
Swann como una realidad superior a la de las cosas concretas.)
De sorte que ces parties de l’áme de Swann oü la petite phrase avait effacé le souci
des intéréts matériels, les considérations humaines et valables pour tous, elle les
avait laisséss v a c a n t e s e t e n b l a n c , et il était libre d’y i n s e r i r é l e n o m d ’O d e t t e . ^ 1
[De modo que esas partes del alma de Swann en las que la frasecita había borrado
la preocupación por los intereses materiales, las consideraciones humanas y váli
das para todos, ella las había dejado v a c a n t e s y e n b l a n c o y él era libre de i n s c r i b i r
e n e l l a s e l n o m b r e d e O d e t t e .]
...entrer en contact avec un monde pour lequel nous ne sommes pas faits, qui
nous semble sans forme parce que nos yeux ne le pergoivent pas, sans signiíica-
tion p a rc e qu’il échappe á notre intelligence...39
[...entrar en contacto con un mundo para el cual no estamos hechos, que nos
parece sin forma porque nuestros ojos no lo perciben, sin significación porque ésta
escapa a nuestra inteligencia.]
Peut-étre est-ce le néant qui est le vrai et tout notre reve est-il inexistant, mais
alors nous sentons qu’il faudra que ces phrases musicales, ces notions qui existent
par rapport á lui, ne soient ríen non plus.40
[Quizás la nada es la verdad y todo nuestro sueño inexistente, pero entonces sen
timos que esas frases musicales, esas nociones que en relación con ella existen,
tampoco sean nada.]
II fut bien obligó de constater que dans cette méme voiture qui feinmenait chez
Prévost il n’était plus le méme, et qu’il n’était plus seul, qu’un étre nouveau était la
avec lui, adhérent, amalgamé á lui, duquel il ne pourrait peut-étre pas se débar-
rasser, avec qui il allait étre obligó d’user de ménagements comme avec un maitre
ou avec une maladie.41
[Se vio en la necesidad de comprobar que en ese mismo coche que lo llevaba con
Prevost él ya no era el mismo, y que ya no estaba solo, que un nuevo ser estaba ahí
con él, adherido, amalgamado a él, del cual no podría quizás deshacerse, con quien
iba a tener que ser cuidadoso como si se tratara de un amo o de un enfermo.]
41 Ibid., p. 228.
LOS C ELO S 241
En Swann, la sospecha nace de una contradicción en los comporta
mientos o en las palabras de Odette; en eso, él procede de un metasaber,
puesto que es necesario que el sujeto cognoscitivo pase a un nivel superior
para comparar dos saberes y para concluir en una contradicción.
En Otelo, también, pero con la particularidad de que el metasaber se
presenta aquí como un saber que tiene por objeto la pasión misma. Por
ejemplo, recordando que Desdémona pasó por encima de la hostilidad
declarada por su padre con respecto a Otelo y que ella incluso ha
escarnecido públicamente, el moro sabrá reconocer en ella una disposición
para vivir las pasiones intensas y para someterse .42 El saber sobre la
pasión, y más precisamente el conocimiento de los roles patémicos ajenos,
tiene sin embargo por lo común un papel regulador que permite prevenir
los comportamientos y las estrategias en la intersubjetividad; pero, al con
trario, en el caso de los celos todo saber sobre la pasión -y para eso basta
con que el celoso se examine a sí mismo o examine al ser amado- es
desregulador y alimenta a la pasión misma.
En efecto, el celoso puede decidir unilateralmente sobre la exclusividad
del objeto de valor, pero no tiene ese poder sobre los simulacros pasionales
y los dispositivos sensibilizados, que continúan circulando e intercambián
dose. El saber sobre la pasión y especialmente sobre las pasiones del rival
y del amado(a) es, pues, para un celoso preocupado por la exclusividad, un
saber que recae sobre el carácter en gran parte imprevisible e incontro
lable de la circulación de los roles patémicos; un saber como ése no puede
sino aumentar la inquietud, puesto que el celoso descubre por esa vía una
brecha en su sistema de exclusividad. De ahí la metáfora recurrente
en Shakespeare, del “monstruo que se nutre de sí mismo”, metáfora que en
cierto sentido traduce la propiedad de propagarse en la intersubjetividad
que habíamos reconocido a los dispositivos sensibilizados.
En cuanto a la amplificación cognoscitiva de la inquietud, está particu
larmente bien expuesta en Otelo:
Je crois que ma femme est honnéte et crois qu’elle ne Test pas; je crois que tu
[lago] est probe et crois que tu ne l’es pas; je veux avoir quelque preuve.43
[Creo que mi esposa es honrada y creo que no lo es; creo que tú [Yago] eres justo y
creo que no lo eres. Quiero tener alguna prueba.]
parecer, que se compromete con la pasión, hace por contraste del antiguo
Swann un sujeto según el estar-ser. Todo un universo de discurso se
instala alrededor del nuevo Swann, comportando otra forma de espacio,
otra percepción del tiempo, otros sistemas de referencia, merced a la gene
ralización del simulacro y a la propagación del dispositivo sensibilizado
sobre todos los actores, lugares o momentos:
Les étres nous sont d’habitude si indifférents que, quand nous avons mis dans l’un
d’eux de telles possibiiités de souffrance et de joie pour nous, ib nous semble
appartenir á un autre univers, il s’entoure de poésie, il fait de notre vie comme
u n e é t e n d u e é m o u v a n t e o ü i l s e r a p l u s o u m o i n s r a p p r o c h é d e n o u s . 4Q
[Los seres por lo regular nos son tan indiferentes que, cuando hemos depositado
en alguno de ellos grandes posibilidades de sufrimiento y de gozo para nosotros, se
nos figura que pertenece a otro universo, se envuelve en poesía, hace de nuestra
vida u n a c o n m o v e d o r a e x t e n s i ó n e n l a q u e e s t a r á m á s o m e n o s j u n t o a n o s o t r o s ]
...ton un peu factice qu’il avait pris jusqu’ici quand il détaillait les charmes du
petit noyau et exaltait la magnanimíté des Verdurin.4 647
[.. .tono un tanto artificial que hasta entonces había adoptado cuando detallaba los
encantos del pequeño grupo y exaltaba la magnanimidad de los Verdurin.l
46A la recherche du temps perdu, op. cit., 1.1, pp. 235-236. Cursivas nuestras.
47 Ibid., p. 286.
Desde el fondo de una primera ilusión fundadora, van a desarrollarse
las transformaciones veridictorias propias de los celos. Aunque pertenez
can en principio a dos niveles diferentes de modalización, esos dos tipos de
transformación son presentados en el texto proustiano como manifesta
ciones complementarias de una misma facticidad de las relaciones socia
les e interindividuales. Además, desde el punto de vista de Swann, quien
con respecto al simulacro abriga dos roles -uno interno; el otro, externo-,
se trata siempre de los mismos juegos de sombra que acompañan el reco
rrido pasional; de manera que, para él, descubrir la verdad es a la vez sa
tisfacer las exigencias de sus celos y probar que tiene razón. Es como si, al
estar sincretizados el rol del sujeto apasionado y el del sujeto observador,
la única forma de hacer detonar la verdad en el simulacro pasional fuera
salir, paradójicamente, del simulacro.
Sucede también que, dentro de ese simulacro, las posiciones veridicto
rias son igualmente afectadas por la sensibilización y tratadas como dis
posiciones. Cuando, por ejemplo, Swann busca comprender por qué Odette
le miente, se plantea la pregunta de saber si esas mentiras son accidenta
les o si manifiestan un rol patémico, una disposición permanente. En cier
to sentido uno podría atreverse a responder positivamente: Swann ob
serva en ella un verdadero saber-hacer veridictorio, que consiste en intro
ducir una parcela de verdad en cada mentira con el fin de autentificarla (p.
278). Pero el artificio es evidente para un celoso dotado del rnetasaber:
Swann reconnut tout de suite dans ce dire un de ces fragments d’un fait exact que
les menteurs pris de court se consolent de faire entrer dans la composition du fait
faux qu’ils inventent.48
...l’air douloureux qu’elle continuait d’avoir finít par l’étonner. [...] II lui avait deja
vue une fois une telle tristesse [...] quand Odette avait menti en parlant á Mme
Verdurin [...] Quel mensonge déprimant était-elle en train de faire á Swann pour
qu’elle eüt ce regard douloureux, cette voix plaintive qui semblaient fléchir sous
reffort qu’elle s’imposait, et demander gráce?50
[...acabó por sorprenderle aquel aire doloroso. [...] Ya alguna vez había visto una
tristeza semejante [...] cuando Odette mintió al hablar con la señora Verdurin [...]
¿Qué mentira deprimente estaba a punto de decirle a Swann como para que
pusiera esa mirada de dolor, esa voz quejumbrosa que parecía rendirse ante el
esfuerzo que se imponía y demandar gracia?!
Et tout ce dont il aurait eu h o n t e jusqu’ici, espionner devant une fenétre, quit sait?
demain peut-étre, faire parler habilement les indifférents, soudoyer les domes
tiques, écouter aux portes, ne lui semblait plus, aussi bien que le déchiffrement
des textes, la comparaison des témoignages et l’interprétation des monuments,
q u e d e s m é t h o d e s d ’í n v e s t i g a t i o n s c i e n t i f i q u e d ’u n e v é r i t a b l e u a l e u r i n i e l l e c t u e l l e et
appropriées á la recherche de la vérité.52
[Y todo aquello que hasta entonces lo había a v e r g o n z a d o , espiar al pie de una ven
tana, ¿quién sabe?, mañana quizás, hacer hablar hábilmente a los indiferentes,
sobornar a los criados, escuchar detrás de las puertas, ya no sólo le parecían, al
igual que el desciframiento de textos, la comparación de los testimonios y la inter
pretación de los monumentos, más que m é t o d o s d e i n v e s t i g a c i ó n c i e n t í f i c a d e u n
v e r d a d e r o v a l o r i n t e l e c t u a l y apropiados para la búsqueda de la verdad.]
Des habióles légéres comme l’air sont pour les jaloux des confirmations aussi
fortes que des preuves de l’Ecriture sainte.53
[Bagatelas tan ligeras como el aire son para los celosos pruebas tan poderosas
como las afirmaciones de la Sagrada Escritura.]
[Házmelo ver, o, al menos, pruébalo de tal suerte, que la prueba no deje ni gozne
ni perno de que pueda colgarse una duda.]
...cette angoisse qu’il y a á sentir l’étre qu’on aime dans un lieu de plaisir oú l’on
ríest pas, oü Fon ne peut pas le rejoindre.58
[...esa angustia que surge por sentir al ser que uno ama en un lugar de diversión
donde uno no está, donde uno no puede unírsele.]
...la lamiere [...] qui maintenant le torturad en lui disant: “elle est la avec celui
qu’elle attendait...” (...] l’autre vie d’Odette [...], il la tenait la, éclairée en plein
par la lampe, prisonniére sans le savoir dans cette chambre oü, quancl il le
voudrait, il entrerait la surprendre et la capturen..59
[...la luz [...] que ahora lo torturaba al decirle: “allí está ella con quien espera
ba...” [...] la otra vida de Odette [...], estaba allí, iluminada de lleno por la lám
para, prisionera sin saberlo en esa habitación donde él podía entrar cuando
quisiera sorprenderla y capturarla...]
Sg/Sg; puede incluso ser concebida para eso desde el inicio por el mismc
celoso.
Así, este último, en particular en Racine y Shakespeare, es siempre
más o menos el director de escena de la visión exclusiva; puesta en escena
que permite condensar en un solo lugar y en un solo momento dos etapas
de los celos: la adquisición de la certidumbre negativa y la venganza,
Trátese de Otelo relegado a los bastidores en la escena montada por Yago,
de Nerón escondido en la antecámara de la escena que preparó él mismo
(Britannicus) o Roxane mantenida aparte por las reglas del serrallo (Ba-
jazet), todos son a la vez, de un modo u otro, observadores presentes en la
escena por la mirada, el oído o un comparsa, y actores excluidos como ta
les, pero que han manipulado a los otros y han dirigido la puesta en esce
na. Roxane suscitó el encuentro entre Atalide y Bajazet; Nerón indicó a
Junie el papel que desempeñaría delante de Britannicus; casi literal
mente, Otelo ordenó a Yago montarle un espectáculo convincente.
La manipulación de la representación confiere al sujeto apasionado
una propiedad ya sugerida: es un enunciador de segundo grado, por lo
cual también es excluido de la escena, ya que el reembrague sobre su pro
pio “discurso enunciado” le está prohibido, so pena de volver a cuestionar
la puesta en discurso misma. El celoso no puede entonces entrar en la
escena sin destruirla como escena: en cierta forma, el celoso sería un
enunciador muy rudo o no muy perverso para inscribirse gracias a un
reembrague parcial en la escena que él mismo ha suscitado.
Como enunciador delegado, tiene el poder de hacer variar la perspec
tiva y de cambiar la orientación del espacio modalizado, sin tocar los dis
positivos modales como tales; así, el no-poder-entrar llega a ser un no-
poder-salir, y la mirada cautivada se convierte en mirada cautivante. Es
como si la adquisición de la certidumbre debilitara el poder de captación
de S3 con respecto a Sj e, inversamente, restaurara el poder de captura de
S 1 respecto a S3.
Reconoceremos ahí sin dificultad a la vez el poder de un narrador con
vertido en omnisciente, capaz de derivar y de interpretar los efectos mo
dales secundarios del dispositivo espacial que ha contribuido a colocar, y
la competencia de un sujeto discursivo que ha “internalizado” una escena
actancial y puede, por ese hecho, hacer variar las posiciones y las polari
dades. Es en ese momento que se da cuenta de que la sensibilización de la
clausura del lugar está en función del punto de vista adoptado: exclusión
y sufrimiento, desde el punto de vista del sujeto disjunto, trampa y ame
naza de represalia, desde el punto de vista de los sujetos conjuntos; como
enunciador pasional, le basta pues con adoptar el segundo punto de vista
para invertir los signos de la sensibilización y de la orientación del espa
cio. La homologación entre el funcionamiento pasional y la puesta en dis
curso (puesta en escena, variaciones de la perspectiva) confirma en cierto
LOS C E L O S 255
sentido que todo simulacro pasional se presenta en el discurso como otro
discurso intercalado.
La vuelta del espacio de exclusión entrampado repercute en la ambi
valencia de la exclusividad misma. Swann, por ejemplo, termina por com
prender que si él es el único en estar excluido de los lugares donde Odette
hace la fiesta, es porque él es su amante exclusivo (p. 349); los otros, que
no tienen ese privilegio, no sufren tampoco las consecuencias. Esa prime
ra vuelta, previsible a partir del análisis de la exclusividad (cf. supra),
puede entonces ser seguida de una segunda vuelta, transformando la
visión exclusiva en captura.
La sucesión de esas vueltas lleva a interrogarse sobre el funciona
miento sintáctico de la exclusividad: en un primer tiempo, el de la pose
sión exclusiva, S 2 captura a S3 y excluye a S2; en un segundo tiempo, el de
la visión exclusiva, S2 captura a S3 y excluye a Sp en un tercer tiempo,
verdadera superación dialéctica de los dos primeros, captura a S2 y a
S3, sorprendidos en su complicidad (¡la nota del hecho policial!); ese tercer
tiempo prepara una renovación de la posesión exclusiva, la cual podría ser
entonces un verdadero secuestro que tendría en cuenta la experiencia ad
quirida. Falta, sin embargo, una etapa; para invertir la exclusividad, es
necesario previamente que la posesión de S3 por S 1 haya sido cuestionada:
el recelo y la inquietud de Sj son testigos de ese suceso. La sintaxis de la
exclusividad podría entonces ser representada así:
Franck sourit á son tour, mais il ne répond ríen, comme s’il était géné par le ton
que prend leur dialogue - d e u a n t u n t i e r s L 2
[Franck también sonríe, pero nada responde, como si estuviera molesto por el tono
que toma su diálogo - f r e n t e a u n t e r c e r o . ]
ñalar que el asiento está ocupado, se nos explica largamente que su posi
ción es incómoda, a un lado, al sesgo, lo que impide ver bien a S2 y a S3. El
lugar vacío del sujeto del discurso es pues textualizado como posición y
competencia de observación, y eso por medio de los límites impuestos a
esa competencia en el espacio descrito.
Una de las consecuencias de esa estrategia de discurso, consistente en
hacerse cargo del simulacro del celoso con la exclusión de cualquier otro,
es la de implicar al enunciatario en ese simulacro: este último es sin cesar
solicitado por ese lugar vacío, conducido a realizar inferencias, obligado a
ocupar mentalmente ese lugar para comprender las posiciones de cada
uno y la organización de las escenas descritas. Estrategia semiótica y her
menéutica a la vez que transforma al lector en sujeto discursivo celoso:
¿los celos serían la pasión prototípica de los enunciatarios?
II se rendait compte que toufce la période de la vie d’Odette écoulée avant qu’elle
ne le rencontrát, période qu’il n’avait jamais cherché á se représenter, nétait pas
l’étendue abstraite qu’il voyait vaguement, mais avait été faite d’années parti-
culiéres, remplies d’incidents concrets. Mais en les apprenant, il craignait que ce
passé incolore, fiuide et suportable, ne prit un corps tangible et immonde, un vi-
sage individuel et diabolique. Et il continuait á ne pas chercher á le concevoir, non
plus par paresse de penser, mais par peur de souffrir.63
[Se daba cuenta de que todo el periodo de la vida de Odette transcurrido antes de
que la encontrara, periodo que nunca había intentado representarse, no era la
abstracta extensión que vagamente entreveía, sino una trama de años particu
lares, llena de incidentes concretos. Pero temía que al conocerlos aquel pasado
incoloro, fluido y soportable tomara un cuerpo tangible e inmundo, un rostro indi-
Je supgonne fort le More lascif [c’est lago qui parle] d’avoir sailli á ma place. Cette
pensée, comme un poison minéral, me ronge intérieurment.64
...des idees funestes sont, par nature, des poisons qui font d’abord sentir leur
mauvais goüt, mais qui, des qu’ils commencent á agir sur le sang, brülent comme
des mines de souífe...65
[...las ideas funestas son, por su naturaleza, venenos que en principio hacen sen
tir su mal gusto; pero, desde que comienzan a obrar sobre la sangre, queman como
minas de azufre...]
...un animal expirant qu’agite de nouveau le sursaut d’une convulsión qui sem-
blait fm ie66
II se répétait ces mots qu’elle avait dits: [...] “Deux ou trois fois”, “Cette blague!”,
mais ils ne reparaissaient pas désarmés dans la mémoire de Swann, chacun d’eux
tenait son couteau et lui en portait un nouveau coup.67
[Se repetía las palabras que ella había dicho: [...] “Dos o tres veces”, “¡Esas
habladurías!”, pero esas palabras al reaparecer en la memoria de Swann no iban
desarmadas, cada una de ellas llevaba su cuchillo y le asestaban una nueva
puñalada.]
par vs impar
y fragmentado vs integrado,
caria entonces por el poder isotopante del sufrimiento; resulta de ahí que
la intensidad de la emoción puede medirse con la expansión de las iso
topías figurativas que asumen la manifestación. Esa expansión determina
a un sujeto enunciativo según el poder (no-poder-no-decir), mientras que
el pequeño detalle concreto, fundamento de la simulación de la represen
tación, determinaba un sujeto enunciativo según el saber (saber decir). En
cierta forma, según un modelo muy extendido en la literatura moderna y
contemporánea de Marivaux a Proust, entre otros, La celosía nos cuenta
las circunstancias en las cuales un observador ha adquirido la competen
cia para describir las cosas tal y como nos son presentadas de hecho en el
discurso.
La existencia en Robbe-Grillet de una isotopía de lo fragmentado y de
una isotopía de lo impar, en ausencia de toda isotopía que asumiera direc
tamente la manifestación del sufrimiento, lleva a interrogarse sobre la
naturaleza de los vertimientos semánticos figurativos de la pasión. Por un
lado, se ha resaltado la existencia de vertimientos sociolectales, que se re
conocen por su aspecto estereotipado, encargados de una manifestación
del sufrimiento que sólo pasa por directa y evidente en razón de su carác
ter estereotipado en una cultura dada: la motivación de las figuras está
pues ligada, en este caso, a su pertenencia a una taxonomía connotativa.
Por otro lado, La celosía ofrece un ejemplo de vertimiento idiolectal, que
únicamente pasa por indirecto e implícito en razón de su carácter no este
reotipado.
Todo discurso apasionado es pues susceptible de asociar los dos tipos
de vertimiento semántico; se nos hace entonces suponer que en Proust o
en Shakespeare la pasión recibe también vertimientos figurativos idiolec-
tales, que pueden estar disimulados por los estereotipos del veneno, de la
herida, de lo viviente y de lo no viviente.
De hecho, en Proust, por ejemplo, encontramos una isotopía figurati
va que correspondería a esa definición: el aliento. El “gran aliento de la
agitación” aparecido con la inquietud recibe por repercusión la imagen de
un Swann “jadeante” en el momento del sufrimiento, cuando Odette
acaba de confesarle sus amores homosexuales. Como puede preverse,
para el celoso, calmarse, recuperar la confianza, es “recobrar su res
piración” (p. 429). Esa isotopía es, por otra parte, demostrada en la novela
entera por medio de las figuras contrarias de lo “aireado” y de lo “confina
do” -puestas en evidencia hace tiempo por J.P. Richard-69 y que en todas
sus ocurrencias son la manifestación de la sensibilización de los disposi
tivos modales, incluso acompañadas de anotaciones explícitamente eufóri
cas o disfóricas.
Shakespeare, en cambio, se contenta con volver a dar vida al estereo
C’est le monstre aux yeux verts qui produit Faliment dont il se nourrit.71
[Es el monstruo de ojos verdes el que produce el alimento del que se nutre.]
Excedente créature! que la perdition s’empare de mon áme si je ne t’aime pas! Va!
quand je ne t’aimerai plus, ce sera le r e t o u r d u c h a o s . 13
70 Othello, op. cit., acto III, escena 3, p. 827. Edición inglesa, p. 108, w . 106-107:
...some m onster in his thought
Too hideous to be shown.
7lIbid., p. 828. Edición inglesa, p. 110, w . 164-165:
It is the green-eyed monster, which doth mock
The m eat il feeds on.
72 Ibid., acto rv, escena 1, p. 843. Edición inglesa, p. 135, w . 87-88:
Marry, patience!
Or I shall say you’re all in all in spleen
And nothing of a man.
73 Ibid., acto III, escena 3, p. 826. Cursivas nuestras. Edición inglesa, p. 107, w . 90-92:
Excellent wretch! Perdition catch my soul
But I do love thee! And when I love thee not,
Chaos is comme again.
266 LOS CELO S
...la jalousie est de ces maladies intermittentes dont la cause est capricieuse [...] II
y a des asthmatiques qui ne calment leur crise qu’en ouvrant les fenétres, en res-
pirant le grand vent, un air pur sur des hauteurs, d’autres en se réfugiant au cen
tre de la ville, dans une chambre enfumée. II n’est guére de jaloux dont la jalousie
n’admette certaines dérogations. Tel consent [...], tel autre...74
Sa vie m’était soumise, exhalait vers moi son léger souffle. J’écoutais cette murmu
rante émanation mystérieuse, douce comme un zéphir marin, féerique comme un
clair de lune, qu’était son sommeil. [...] j’avais son souffle prés de ma joue, dans ma
bouche que j’entr’ouvrais sur la sienne, oü contre ma langue passait sa vie.76
[Su vida me estaba sometida, exhalaba hacia mí su tenue aliento. Escuchaba aque
lla murmurante emanación misteriosa, dulce como un céfiro marino, mágica como
un claro de luna, que era su sueño [...] tenía su aliento junto a mi mejilla, en mi
boca que yo entreabría sobre la suya y a la que por mi lengua pasaba su vida.]
70 Ibid., p. 57.
7eIbid., pp. 70-74.
268 LOS CELOS
En fin, más acá de las valencias, se dibujan para el sujeto tensivo “som
bras de valor” en las fluctuaciones de una interactanciaiidad en devenir,
en los combates con las fuerzas cohesivas y dispersivas.
El caso del “objeto” en la configuración de la avaricia es ejemplar a ese
respecto. Se presenta de entrada como un i s l o t e d e r e s i s t e n c i a en la circu
lación generalizada, como una zona de aflojamiento, hasta de bloqueo, del
flujo comunitario: es la “sombra de valor”. La discretización del flujo y su
reformulación en términos de intercambio hacen de esa “sombra” una va
lencia, bajo la forma de la e x c l u s i v i d a d . Como objeto de valor, en fin, el ob
jeto del avaro subsumirá todas las figuras iconizadas obedeciendo a la
definición de una u n i d a d i n t e g r a l .
Cualesquiera que sean las interpretaciones y las soluciones adop
tadas, ellas justifican nuestra preocupación por situar -como lo habíamos
hecho- los problemas de la cuantificación y de las primeras articulaciones
del concepto indefinido de m a g n i t u d en el centro mismo de la epistemo
logía que trata de enunciar las precondiciones de la aparición del sentido.
Nuestra evocación del pensamiento presocrático, preocupado por el pro
blema de lo uno y de su detonación, de las tensiones que apuntan hacia la
reconstitución de la totalidad, pudo parecer un poco desplazada. Nuestra
referencia a una necesaria cohabitación, si no a una conciliación, de la do
ble concepción del universo considerado ora como discontinuo ora como
continuo, parece justificarse ahora cuando vemos en diversos niveles del
recorrido generativo la necesidad de recurrir por intermitencia, o a la vez,
a los cuantitativos definidos y discretos y a los cuantitativos indefinidos
que, después de la repartición de la totalidad, son susceptibles de acceder
al estatuto de integrales, lo cual permite comprender, entre otras cosas,
cómo la e x c l u s i ó n puede ser un concepto lógico y una actitud pasional.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
abducción: 248, 251, 262 138, 145, 152, 156, 173, 175, 197,
apego: 97, 98, 106, 112, 113, 115, 117, 207, 225, 226, 230, 247, 262, 271,
123, 136, 137, 139, 160, 161, 168- 272
171, 175-177, 180-185, 188, 189, continuo: 12, 32, 33, 37, 65, 71-73, 78,
191, 197-199, 201, 203, 205-208, 98, 101, 115, 117, 118, 152, 153,
210, 211, 214, 215, 219, 220, 224, 156, 157, 222, 238, 269, 271, 272
226, 228, 229, 232-234, 236, 242, conversión: 45, 47, 55, 67, 73, 115,
263, 265, 266 184,230
aspectualidad: 25, 26, 68, 69, 81, 252 convocación: 12, 13, 67, 68, 74, 76, 77,
aspectualización: 15, 23, 30, 31, 33, 98, 132, 140, 145, 147, 148, 221,
34, 36, 38, 42, 43, 45-47, 67, 83, 222
129, 148, 157, 179, 180, 239, 247, crisis pasional: 181, 205, 211, 215,
261, 272 219, 223, 224, 237, 261
categorización: 15, 23, 30, 31, 33, 34, cuerpo sensible: 134
36, 38, 42, 43, 45-47, 67, 83, 129, desconfianza: 151, 152, 164, 177, 180,
148, 157, 179, 180, 239, 247, 261, 182, 188, 205, 209, 211, 212, 219,
272 224, 227-230, 233-235, 247
competencia: 10, 11,14, 15, 18, 44, 48, devenir: 31-39, 41, 42, 44, 46, 61, 65,
49, 51, 52, 59-62, 79, 81-83, 86, 91, 67-72, 74, 88, 101, 119-121, 141,
99, 100, 105, 106, 112, 124-126, 142, 144, 147, 152, 155-159, 169,
128, 130-132, 134, 139, 145, 149, 222, 242, 271, 272
151, 161-163, 165, 172, 179, 193- difidencia: 180-184, 188, 189, 205,
196, 199, 202, 205, 208, 218, 219, 206, 212, 227-229, 247
223, 224, 232, 236, 240, 242, 243, dimensión estética: 29
245, 249, 254, 256, 258, 259, 263, dimensión tímica: 58, 73, 74, 86, 171-
264 173, 191, 198, 229, 231, 240, 250,
competencia pasional: 99, 100, 112, 262, 266
179, 205, 242, 256 discernimiento: 10,173, 219, 220, 239
confianza: 26, 64, 68, 177, 180-183, discontinuo: 10, 17, 24, 37, 65, 66, 70,
188, 189, 212, 214, 227-229, 233, 73, 93, 101, 152, 153, 156, 157,
264, 266 195, 222, 271, 272
configuración: 28, 30, 52-54, 56, 59, disposición: 9, 21, 35, 57-61, 65, 67-69,
61, 64, 78, 86, 87, 101, 103-111, 74, 75, 77, 79, 80, 101, 106, 110-
113, 114, 117, 119, 128, 129, 131, 112, 122, 124, 131, 132, 136-139,
136-142, 144, 146-148, 153, 155, 145, 146, 151, 152, 170, 199, 205,
156, 159-161, 163-165, 180, 184, 221, 226, 237, 241, 242, 245, 253,
187, 188, 203, 205-207, 210, 211, 256, 268
213, 219, 223, 231, 235, 236, 262, dispositivo : 21, 56, 58, 60-62, 64-69,
271 71-73, 76-79, 84-86, 88, 91, 101,
constitución: 17, 53, 83, 86, 118, 136- 105-108, 123, 131, 132, 134, 136,
[2 7 5 ]
276 ÍN D IC E A N A L ÍT IC O
137, 139, 146, 151, 153, 156, 157, foria: 19, 22, 24, 27-34, 37, 41-44, 46,
160-162, 164-167, 176, 178, 179, 51, 130, 169, 177, 180, 219, 237
183-186, 198-200, 202-204, 209- horizonte óntico: 12, 16, 19, 31, 69,
211, 213, 215, 219, 221, 223-225, 148, 239
234, 237, 244, 249, 252-254, 256, identificación: 49, 52, 107, 193-196,
263 226, 239, 272
dispositivo actancial: 160, 161, 164, idiolectal: 13, 71, 77, 86, 88, 90, 91,
165,167, 249 93, 96, 264, 266
dispositivo modal: 60-62, 64, 65, 68, inquietud: 30, 31, 34, 35, 133, 137,
69, 77, 79, 84, 88, 106, 108, 123, 161, 176-180, 182-184, 218-221,
131, 132, 134, 136, 137, 139, 146, 224, 227, 230, 233, 234, 236, 237,
151, 153, 156, 161, 163, 179, 185, 240-243, 247, 251, 253, 255, 264,
199, 202-204, 211, 213, 221, 223, 267
225, 244, 252, 253, 256 intensidad: 15, 23, 97-99, 105, 110,
dispositivo patémico: 185, 223, 224, 116, 118, 139, 141, 142, 155-158,
234 164,168-170, 232, 251, 258, 264
emoción: 28, 30, 38, 81, 144, 145, 152, interactancialidad: 54, 166, 270, 271
217-221, 225, 226, 230, 246, 264 intersubjetividad: 29, 30, 54, 56, 146,
escena: 56, 125, 146, 159, 164, 167, 157, 187, 210, 241, 269
168, 178, 182-184, 199, 200, 209, intersubjetivo: 110, 140, 208, 243
211, 218, 220, 222, 227, 230, 231, lógica de las fuerzas: 22, 23, 29, 34,
233, 235, 242, 251-254, 256, 258, 41, 71, 88, 97, 118, 119, 140, 147,
259, 269 152, 154, 156, 157, 161, 175, 205,
esquem a patémico: 144, 148, 152, 206, 270, 271
225-227 lógica de posiciones: 22, 32, 35, 45, 46,
estilo semiótico: 21, 59, 61, 65, 67, 71, 74, 85, 100, 118, 130,149
88, 145, 184, 225 macrosecuencia: 213-215, 219, 221,
estructura modal: 61, 79, 185 223, 224, 226, 227, 233-236, 242
ético: 26, 97, 103, 138, 141, 142, 145, mediación: 12-15, 18, 47, 72, 91, 130,
146, 149, 157, 162, 163, 165, 181, 164,166, 175
195, 202, 204-207 mediador: 164
etnotaxonomía: 77, 90 microsecuencia: 213, 215, 217, 219-
exclusión: 102, 173, 183, 200, 211, 221, 223, 224, 230, 233, 234, 237,
212, 217-220, 252-256, 258, 263, 240, 242, 243, 245, 246, 251, 263,
269, 270 268
exclusividad: 168, 171, 173-175, 180- microsistema: 109, 113-115, 120, 184-
182, 184, 185, 188-191, 196, 200, 186, 195
206, 207, 212, 229, 241, 255, 256, modalización: 9, 21, 24, 25, 34, 35, 42,
262, 263, 268, 269 46, 47, 49, 51, 52, 61, 62, 69, 82,
existencia semiótica: 12-14, 17, 50-51, 84, 86, 88, 89, 92, 98, 106, 112,
91, 130, 136, 148, 168, 273 115-117, 119, 121, 122, 131, 152,
fiducia: 19, 27, 29, 32, 36, 37, 39, 44, 157, 173, 179, 181, 190, 192, 198-
51, 56, 57, 87, 100, 137, 159, 169, 200, 202, 203, 205, 212, 213, 215,
171, 180-184, 189, 206, 209, 214, 217, 218, 240, 245, 257, 272
217-219, 224, 226-229, 242, 243, modo de existencia: 11-13, 50, 52-54,
248-251 76,129
firmeza: 206-208 modulación: 23, 33-36, 39, 40, 42, 44,
H N U lO Ib riUNAJUJ.HUU ZV7