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Gustavo Guerrero
La desbandada
O por qué ya no existe la literatura latinoamericana
¿Se puede seguir hablando de la literatura latinoamericana como un todo?
La sobreabundancia editorial, la fragmentación de los mercados, cuestiones
de estilo y el fin del mito revolucionario indican, según Gustavo Guerrero,
que probablemente no.
A Fernando Aínsa y Alan Pauls, para seguir con el tema de Cérisy
s una queja ya antigua pero que vuelve y mesas redondas, no puede menos que comprobar cuán
recurrente una y otra vez en el discurso de a menudo se echan en falta aquellos viejos atlas literarios
algunos periodistas y universitarios. Se nos que aspiraban a sintetizarlo todo en unas pocas páginas, o
dice y se nos repite que si esta época que aun sumas más ambiciosas que plasmaban un vasto cuadro
nos ha tocado vivir nos parece a menudo sinóptico de nuestros siglos xix y xx. “Ya no se hacen pano-
tan opaca y tan difícil de aprehender es ramas así”, parecieran decirnos con un dejo de nostalgia y de
porque no disponemos de los instrumentos reproche los que lamentan la ausencia de este tipo de obras,
necesarios para interpretarla y entenderla. como si fuera de suyo que hoy pudieran seguirse escribiendo
Nos faltarían los conceptos y las teorías, los y publicando, como si no fuera su ausencia misma la forma
análisis y los esquemas, los signos y los sím- en que nuestro tiempo acusa la dificultad, la imposibilidad
bolos que la hagan traslúcida e inteligible. de escribirlas y de publicarlas.
Además –o sobre todo–, se echarían mucho Yo tengo para mí que la comprensión del momento actual
de menos las grandes síntesis o visiones de la literatura latinoamericana no puede seguir ahorrándose
de conjunto que antaño nos permitían forjarnos una imagen una discusión explícita y abierta sobre este tema. Aún más:
cabal del presente en las más diversas áreas del conocimiento, creo que cualquier mapa del territorio de nuestra narrativa
de la filosofía a las ciencias, o de la política a las artes plás- última, por pequeño o abocetado que sea, tiene que dibujarse
ticas. No comprenderíamos, en el sentido intelectual, porque hoy sobre la base de una toma de consciencia del cambio de
ya no contaríamos con miradas comprensivas, en el sentido paradigma y de época que se ha producido, pues se trata de
espacial. Nuestro tiempo sería así, representacional, carto- una mudanza de horizontes que es inseparable de la crisis
gráficamente hablando, un tiempo de déficit o de carencia de del propio panorama. Por eso, en lugar de ofrecer mi visión
panoramas –déficit o carencia que aparentemente no logran más personal o más completa de la nueva narrativa latinoa-
compensar ni el impresionante volumen de la información mericana, en lugar de seleccionar a un grupo de autores y de
que hoy circula, ni la profusión de antologías, compendios armar con ellos justamente “un panorama”, me parece más
y recopilaciones. interesante, más necesario, plantear críticamente la pregunta
La literatura latinoamericana actual, como tantos otros por las condiciones mismas de este ejercicio. Dicho en otras
aspectos de nuestra cultura contemporánea, no escapa de palabras: ¿por qué se ha vuelto tan difícil trazar una carta más
esta socorrida queja. Cualquiera que participe en los foros de o menos precisa de la más reciente narrativa latinoamericana?
discusión en la red, o asista con cierta frecuencia a coloquios ¿Y cómo se debe o se puede interpretar esta dificultad?
Gustavo Guerrero
Que se me conceda que, ante señalamientos como éstos, pareciera conspirar tanto contra el principio del panorama
que patentizan el estado de mutua ignorancia en que viven los como esta constante floración de géneros, tópicos y formas
propios latinoamericanos, se resquebraja la idea de que existe que hace inviable cualquier intento de abarcar el campo
una literatura latinoamericana orgánica e integrada, y sufre literario con una sola mirada o en una sola perspectiva. Si
aún más el supuesto de que se puede elaborar con facilidad allá por los años setenta Rodríguez Monegal podía esbozar
un panorama actual de las letras del continente, sobre todo todavía los rasgos de una poética común a las novelas de
si se pretende armarlo desde el interior de América Latina. Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa
Algunos críticos denuncian las políticas editoriales de las y Carlos Fuentes, en estos comienzos del siglo xxi resulta
casas trasnacionales españolas instaladas en la región a la hora francamente muy difícil establecer algún vínculo entre
de endilgar culpas y responsabilidades por esta balcanización los singularísimos libros del peruano Mario Bellatin, por
de nuestro espacio literario. Se dice que explotan los merca- ejemplo, y las propuestas narrativas igualmente singulares
dos locales como compartimientos estancos y que apenas si del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, el argentino Rodrigo
se ocupan de hacer viajar los libros de un país a otro7. Pero, a Fresán o el mexicano Álvaro Enrigue. A lo sumo, se podría
decir verdad, las cosas son bastante más complejas, pues las dibujar con ellos un circunscrito mapa de preferencias o
trabas a la circulación del libro provienen igualmente de los afinidades electivas, pero no una visión de conjunto ni
Estados y sus legislaciones, así como también de la actitud menos aún una poética. Habitantes del jardín de sende-
de varios gobiernos autoritarios que no se resignan a perder ros que se bifurcan, cada cual desarrolla hoy su trabajo
el control de la información y siguen practicando la censura siguiendo un camino diferente y a sabiendas de que nunca
directa o indirectamente. En última instancia, sin embargo, llegarán al mismo sitio. De ahí que, también en América
y si nos ubicamos sobre el eje de una temporalidad más Latina, totalidad y totalización sean dos nociones que han
extendida, es de reconocer que esta situación viene de lejos desparecido del vocabulario crítico. Es más, como ha seña-
y que no estamos ante una problemática reciente sino muy lado recientemente Milagros Ezquerro, ambas han cedido
antigua, ante una suerte de enfermedad endémica de nuestra su lugar a una reivindicación de la lectura fragmentaria y
cultura. Y es que, tras dos siglos de independencia, se diría el fragmento con que hoy se afirma una estética de lo par-
que todavía no aprendemos a interesarnos lo suficiente en ticular, lo dispar y lo irreductible, lejos ya de la nostalgia
el vecino y por eso, aunque resulte paradójico, siempre se por una unidad perdida8.
consigue más información sobre América Latina en Europa Ahora bien, el fin de los metarrelatos modernos no sólo
o en Estados Unidos que en la propia América Latina. Por ha llevado en América Latina a esta irreprensible diversi-
de pronto, la revolución tecnológica postmoderna no ha ficación de la producción literaria y las maneras de leerla.
permitido corregir este desequilibrio; pero hay que recono- Al suscitar vivas tensiones entre las identidades locales y
cer que, en lo que se refiere a la literatura, es aún temprano globales, ha dado pie también a un cuestionamiento del
para apreciar el impacto de las bibliotecas virtuales, de la concepto mismo de literatura latinoamericana en tanto cate-
edición en la red 2.0 y de los numerosísimos blogs que han goría supranacional y denominador común. Cualquiera que
ido surgiendo a todo lo largo y lo ancho del continente en los aspire en la actualidad a componer un panorama de nuestras
últimos años. Tampoco sabemos todavía lo que pueden dar letras no puede obviar la importancia de este debate que
de sí el desarrollo de hiper-ficciones como Gabriella Infinita recorre el continente desde hace varios años. “La literatura
del colombiano Jaime Alejandro Rodríguez, u otros experi- latinoamericana (ya) no existe” es el título del artículo del
mentos análogos a la Nocilla experience de Agustín Fernández antes mencionado Carlos Cortés, que lanza el tema en
Mallo en España. 19999. Cuatro años más tarde, el también ya mencionado
Por el contrario, lo que sí puede apreciarse hoy, lo que Jorge Volpi lee en Sevilla su ensayo de crítica-ficción “El
no pide compás de espera porque, literalmente, salta a la fin de la narrativa latinoamericana”10. Le sigue en 2007
vista, es el efecto de la postmodernidad en la diversificación el crítico cubano Jorge Fornet con un texto que pretende
de las temáticas y modelos de escritura. Fruto de la crisis ser un balance del momento presente y que se intitula: “Y
de los metarrelatos modernos y del abandono gradual del finalmente, ¿existe una literatura latinoamericana?”11. Por
silogismo histórico que identificaba novedad y progreso, la ahora, el último eslabón en la cadena es el ensayo que el
heterogeneidad de la literatura latinoamericana contem- francés Jacques Leenhardt escribió para el encuentro que
poránea no es menos radical que la de sus pares asiáticas
8 Milagros Ezquerro, “Fragments de miroirs brisés. Le fragment comme paradigme de
y europeas, y representa asimismo el signo que marca el l'esthétique postmoderne”, Marie Grazielle Bresse & Michel Ralle (ed.), Actes du Colloque
fin de una época en la que se podía atribuir a la creación Internationale Les Grands Récits, Miroirs Brisées?, Université de Paris Sorbonne, Juin 2006
una orientación única, lineal y continua. De hecho, nada (por aparecer).
9 Op. cit.
7 Jorge Fornet, “Y finalmente, ¿existe una literatura latinoamericana?”, La jiribilla, La 10 Palabra de América, Seix Barral, Barcelona, 2004, pp. 45-63.
Habana, 9-15 de junio de 2007, p. 1. 11 Op. cit.
Gustavo Guerrero
mericana, lo que sucede es que ya no tiene los marcadores que cada cual adapta de distintas formas los rasgos comunes al
ideológicos que la hacían parecer clara y distinta”15. proceso de crearse un rostro propio y viceversa. Mi poncho es un
Pienso, como Enrigue y algunos más, que es bastante impro- kimono flamenco es el título de un libro del peruano Fernando
bable que la denominación literatura latinoamericana vaya a desa- Iwasaki, que aparece en 200516. Dentro de esta perspectiva,
parecer de veras en un futuro próximo, pero insisto en que todo el gran reto, para cualquiera que pretenda pintarnos hoy un
el que quiera dibujar un panorama actual, tendría que tomar panorama literario, no está tanto en negar que puedan ser
muy en cuenta este proceso de redefinición identitaria que se auténticamente latinoamericanas las novelas del colombiano Juan
está desarrollando ante nuestros ojos y que no sólo marca el Gabriel Vásquez, del boliviano Edmundo Paz Soldán o del
paso de una generación a otra, ni de una época a otra, sino que venezolano Juan Carlos Méndez Guédez. El gran reto está más
supone un cambio en el concepto mismo de identidad. Y es bien en comprender cómo cada una de ellas es latinoamericana
a su manera, es decir, como impugna, reelabora, tacha, modifica
o desconoce el hipertexto identitario y, al hacerlo, desplaza o
transforma la definición del campo entero.
Como ya se habrá entendido, este apretado análisis de las
condiciones que hoy dificultan o imposibilitan la práctica del
panorama ha querido también ser, a su manera, un breve pano-
rama de la situación actual de nuestro mundo literario. Yo no
soy por principio ni optimista ni pesimista en lo que se refiere
al porvenir de las letras de América Latina, pero sí creo, como
ya lo he dicho en otra parte, que una de las claves del futuro
reposa en la capacidad de las más recientes generaciones para
renovar el horizonte de recepción local y global, y desvincularlo
definitivamente de las solas referencias establecidas en la época
del boom. Me parece ver en el debate identitario que acabamos
de reseñar, un signo de que ese proceso está en marcha. No
dejo de pensar asimismo en las extraordinarias posibilidades
que ofrecería la creación de un espacio único del libro para
todos los países de habla hispana, una reivindicación que viene
tomando cuerpo entre editores, libreros y lectores en las dos
orillas del español. En cualquier caso, lo seguro es que también
será necesario que se renueven los hábitos de lectura y que algu-
nos críticos, periodistas y universitarios acaben aceptando la
desaparición definitiva del panorama, tal y como se le concebía
hasta hace apenas unos años: a saber, como el ilusorio espejo
de una totalidad. En lugar de aquellas visiones supuestamente
totales –que, en el fondo, y como vectores de metarrelatos,
siempre fueron parciales– habrá que acostumbrarse ahora a
los paisajes segmentados que elaboran las comunidades de
lectores en la red o a las arborescencias que resultan del modesto
que, como buenos hijos de la postmodernidad, nuestros últimos ejercicio de discernir fragmentariamente entre un puñado de
escritores, muchos nacidos después del boom, son los primeros obras y autores esos rasgos de un aire de familia que varían de
que viven su identidad latinoamericana no como una evidencia individuo a individuo y que ninguno consigue agotar o resu-
indiscutible e intangible, no como una esencia prácticamente mir. Probablemente muchos vean en ello un proyecto crítico
sagrada, sino como un objeto histórico sujeto a cambios y varia- escasamente ambicioso, pero, en realidad, tal vez no lo sea tanto.
ciones, que puede construirse y reconstruirse, y que no excluye Y es que al poner de relieve la coexistencia de estilos, temas,
la libertad de elegir entre diversas versiones ni la posibilidad de escrituras, formas y géneros distintos que no se neutralizan ni
reinventar versiones más personales o individuales. Dicho en se excluyen, acaso se esté allanando el camino para la labor de
otras palabras: hemos entrado en el tiempo de las identidades los filósofos que hoy ven en la heterogeneidad de la creación
post-tradicionales, abiertas y reflexivas, en una dinámica en la contemporánea un modelo pluralista para pensar la universa-
lidad sin totalidad de las sociedades que vendrán. ~
15 “La vida privada de los árboles de Alejandro Zambra”, Letras Libres n° 107, México,
Diciembre 2007, pp. 63-67. 16 Mi poncho es un kimono flamenco, Sarita Cartonera, Lima, 2005.