Desde su primer caso, el de La corbeta Gloria Scott, O, si se quiere, desde su primer
aparición como personaje literario en Estudio en escarlata, publicado en 1887, ejercita
Holmes su gran capacidad de observación. Según Holmes mismo, sólo su hermano Mycroft tiene mayor capacidad deductiva y de observacion, pero al parecer no usa sus talentos por falta de energía y convicción. Cuando Sherlock Holmes tenía en mente un problema sin resolver, pasaría días o hasta una semana sin descanso, dándole vueltas, reorganizando los hechos, viédolo desde todos los puntos de vista hasta que lo hubiera resuelto o se hubiera convencido a sí mismo que los datos eran insuficientes (El hombre del labio retorcido). Entonces saldría a la caza de nuevas pistas, pues para él la evidencia circunstancial es un asunto de cuidado. Pareciera apuntar directamente a una cosa, pero si se cambia un poco el punto de vista, se le puede ver apuntando a algo totalmente distinto con la misma firmeza. En Estudio en escarlata, Holmes se refiere al dicho de que “el genio es la capacidad infinita para tomarse molestias”. Para él es una mala definición, pero que se aplica bien al trabajo del detective, pues es en los detalles más ínfimos que encuentra la solución a sus más grandes interrogantes. Trabajando en Un caso de identidad, Holmes explica a Watson que al no saber dónde mirar, se pierde todo lo que es importante: “Nunca puedo hacer que te percates de la importancia de las mangas, de lo sugestivo que pueden ser las uñas, de lo crucial que puede ser la agujeta de una bota.” Y más abajo continúa: “Ha sido por mucho tiempo para mí un axioma, que las cosas pequeñas son infinitamente las más importantes.” Holmes piensa en las pistas más pequeñas, pero también en los crímenes menores, que a menudo le proporcionan mayor placer intelectual. En El misterio del Valle de Boscombe, dice que ha notado que es a menudo en asuntos sin importancia que hay un campo para la observación, y para el rápido análisis de causa y efecto que le da el encanto a la investigación. Los grandes crímenes tienden a ser más sencillos porque entre más grande es el crimen, por regla es más obvio su motivo. Es en La liga de los pelirrojos donde reitera que, como regla, la cosa más bizarra es la que prueba ser la menos misteriosa. Son los crímenes más comunes y monótonos los que son verdaderamente desconcertantes, tal como un rostro común es el más difícil de identificar.