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Qué Duro Es Esto PDF
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Un montón de razones para
tener el pulso acelerado
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Durante los meses que aquí intentamos historiar, no pocos factores externos
al propio franquismo conspiraron para detener la tibia apertura iniciada el 12
de febrero de 1974 por el gobierno Arias Navarro. Pero, ciertamente, también
otras cosas ocurrieron por dentro del franquismo. Las tendencias más
inmovilistas jugaron sus cartas ante Franco y ya el 29 de octubre del mismo
1974 se cobraron la primera pieza. Se celebraba en el Consejo Nacional del
Movimiento el XLI aniversario de la fundación de Falange Española y, en los
sitios destinados al gobierno, se observa una ausencia muy evidente: la de Pío
Cabanillas Gallas, ministro de Información y Turismo y, con permiso de Manuel
Fraga, medio factótum, medio líder, de la facción aperturista del régimen.
Pío Cabanillas fue cesado sin que hubiese grandes explicaciones sobre los
motivos de dicho cese. Era la forma de hacer del franquismo; de hecho,
muchos cesados ni siquiera se enteraban de las razones de fondo de dichos
ceses. Llegaba un motorista con la carta, y a casa. No obstante, la movida
cabanillesca debió de ser importante, porque provocó nada menos que la
dimisión de otro ministro en solidaridad: la del titular de Hacienda, Antonio
Barrera de Irimo.
En la agenda de Arias, y cada vez menos en la de Franco, 1975 tenía que ser
el año de las asociaciones políticas. Todo parece apoyar las ideas aperturistas.
Una encuesta que se publica entonces señala que el 72% de los españoles
apoya la idea (propuesta por Arias, nunca aprobada por las cortes franquistas)
de que los alcaldes sean elegidos por sufragio universal. Hasta la Conferencia
Episcopal le echa un capote al reformador con una nota que, en su punto tres
aboga por «proceder a una renovación de los espíritus y a profundas reformas
de la sociedad». No obstante, el búnker sigue ahí. En el mismo mes de enero,
una huelga de cuatro días en la SEAT de Barcelona provocará que casi 14.000
trabajadores sean suspendidos un día de empleo y sueldo.
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Cañellas, Víctor Carrascal Felgueroso, Antonio Fontán, Joaquín Garrigues
Walker, Enrique Gironella, Luis González Seara, José Ramón Lasuen, Miguel
Martínez Cuadrado, Juan Millet Tusell, Raúl Morodo, Enrique Múgica Herzog,
Joaquín Muñoz Peirats, Juan Antonio Ortega y Díaz Hambrona, Miquel Roca
Junyent, Mariano Rubio, Luis Solana Madariaga, Ramón Trías Fargas, Vicente
Ventura Beltrán, José Vidal Beneyto y Alejandro Rojas Marcos de la Visca.
Todo el mundo espera el paso del trío de los considerados liberales del
franquismo: Manuel Fraga, José María de Areilza y Federico Silva. A los tres,
Arias les necesita, porque sin ellos la conversión del franquismo en una serie
de grupos políticos queda en manos de los del bunker, es decir de la derecha
más reaccionaria. Fraga vive apartado del epicentro del poder, como Areilza,
y Silva es, como hemos dicho, uno de los tres políticos que ha tenido la osadía
de decirle a Franco «ahí te quedas, el motorista te lo mando yo». La comidilla
política de Madrid es cuándo y cómo estos tres titanes del franquismo van a
montar su asociación. Pero esa decisión nunca llegará. Fraga y los suyos,
decepcionados con las estrecheces de la ley de asociaciones, decidirán lo que
hoy denominaríamos la «solución FAES», o sea, la creación de una sociedad
privada de estudios desde la cual hacer política a placer. Otro que decidió
salirse de la normativa fue José María Gil-Robles, el viejo político que en la
República había sido el líder de la CEDA, el cual trata de fundar en marzo de
1975 la Federación Popular Democrática, al amparo de la Ley de Asociaciones
de 1964; o sea, pasando de la nueva. Otro que también se autoexilió de las
asociaciones políticas fue Joaquín Ruiz-Giménez, quizá el político católico
(entiéndase: significado como tal) más importante del franquismo, quien
también decide pasar de participar en la movida.
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Virgilio Oñate o Enrique de la Mata Gorostizaga; así como políticos muy
ligados al mundo de la empresa, como Alfonso Osorio, José Joaquín de Ysasi-
Ysasmendi, o Carlos Pérez de Bricio.
Debió de ser muy amargo para Francisco Franco que Marruecos, un territorio
donde él había labrado sus laureles y a cuyos soldados debía buena parte de la
combatividad de las tropas que le dieron la victoria en la guerra civil, fuese el
problema que le amargase los últimos meses de su vida hasta, como veremos
en su momento cuando hablemos del consejo de ministros del 17 de octubre,
casi matarlo físicamente. Y todo empezó el día 3 de febrero, con un
sorprendente movimiento del rey Hassan II.
En dicha fecha Driss Saloui, alto representante de Marruecos ante las Naciones
Unidas, envía una carta al denominado Grupo de los 24, es decir el comité de
la ONU que se ocupaba de las descolonizaciones, solicitando de dicho comité
amparo para la reivindicación marroquí de Ceuta, Melilla, Alhucemas, el
Peñón de Vélez de la Gomera y las Islas Chafarinas.
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la unidad nacional de España y forman parte de su territorio desde su
constitución como estado». Franco, pues, reacciona de la única manera que
quiere y puede reaccionar, es decir reafirmando la españolidad de las plazas
africanas de España. De alguna manera, Hassan lo pone donde quería, es decir
en un lugar donde se vería como lógico que existiese un conflicto entre ambos
monarcas. Porque eso, un conflicto, es lo que el rey musulmán va buscando.
El Borbón es, como hemos dicho, el tercer gran problema que aflora con el
comienzo del año. El día 23, el gobierno secuestra las páginas de
huecograbado del diario ABC. ¿Qué iba en dichas páginas? Pues una entrevista
de Ignacio Luca de Tena, su director, con don Juan, conde de Barcelona, y
hoy mediorrey al que algunos llaman Juan III.
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Las granadas trazadoras lanzadas por quien todavía se considera heredero
legítimo de la corona de España tienen que ver con los escasos avances de la
apertura. «El resultado obtenido [por el espíritu del 12 de febrero]», dice don
Juan, «no sé por qué causas, ha sido muy exiguo y ha desilusionado a los que
deseaban una apertura efectiva y eficaz». Asimismo, remachaba que lo que
España necesitaba era «una inteligente política de reconciliación nacional».
«Los españoles», opinaba, «han de renunciar, sinceramente, unos, al
revanchismo, y otros, al inmovilismo». Más o menos la contraversión de estas
opiniones la ofrecerá el comunicado elaborado tras la reunión, el 8 de marzo,
de la Asamblea General de la Hermandad de Antiguos Combatientes de
Tercios de Requetés. Más claro, agua: «Es la hora de elegir entre el olvido y el
compromiso. Lo fácil es olvidar, y también lo suicida; lo difícil es erguirse
ante el desencanto para volver a servir a las ilusiones que de siempre nos han
convocado. Ni un paso atrás, ¿o es que hemos olvidado a nuestros hermanos
muertos en esta o en aquella trinchera? Ni un paso atrás, ¿o es que ahora
tememos al dolor o al sacrificio?».
A Franco le crecen, pues, los enanos. El Borbón que un día le escribió una
carta ofreciéndose voluntario para ir a luchar en la guerra civil ahora dice que
se ha vuelto demócrata. El rey de Marruecos se le sube a las barbas. Los
barbudos estudiantes universitarios le montan unos cimbeles de la rehostia. Y,
para colmo, ni la Iglesia está quieta. Ya en marzo, el gobierno se verá
obligado a suspender la celebración de la I Asamblea Cristiana de Vallecas,
una especie de congreso de curas obreros. Esta suspensión es contestada por
una homilía que se lee en todas las iglesias de España, salida de la pluma del
cardenal Enrique y Tarancón; homilía en la que el cardenal putea a Franco
con su propia inmortalidad: «sólo resucita aquél que verdaderamente ama a
su hermano, el que sale de su propio sepulcro, que nos encierra en el
egoísmo, la incomprensión hacia el otro y la presunción de nuestras propias
ideas, que intentamos imponer a los demás». Con un par.
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regulación, leída hoy, mueve a la risa. El concepto que tenía el franquismo de
legalizar las huelgas es permitirlas sólo si se referían estrictamente a las
condiciones de trabajo, y si no rebasaban el ámbito de cada empresa.
Vale que una gilipollez tratar de que asuma un marrón una institución que se
ha mostrado, históricamente, incapaz de resolver hasta el conflicto más
nimio. Pero es que, en ese punto, el gobierno español comienza a estar
desesperado, y a sentir que, de alguna manera, el rey marroquí le lleva del
ronzal.
Junio es el mes en el que don Juan de Borbón, a pesar de estar casi calvo, se
desmelena.
El día 14, con ocasión de una cena que se celebra en Estoril, Juan de Borbón
juega ya, a tumba abierta (y nunca mejor dicho) la carta antifranquista.
«Como depositario que soy del tesoro político que es la Monarquía Española»,
dice, «no me he sometido a ese poder personal». No se ha sometido, no. Pero
sí le escribió una carta a ese «poder personal» ofreciéndose voluntario para
participar en la guerra, por supuesto en uno de los bandos; amén de otros
escritos en los que rememoraba el placer con que su augusto padre recibía las
victorias del ejército nacional.
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que la monarquía borbónica es «el supremo instrumento de que podéis
disponer todos los españoles para superar la guerra civil».
Pocos días más tarde, el 21, el franquismo castiga al díscolo don Juan sin
verano español: el embajador hispano en Lisboa es instruido para comunicarle
a don Juan que no debe pisar España en los próximos tiempos. La tensión, sin
embargo, irá cediendo con los días y, poco tiempo después, el yate del ilustre
opositor antifranquista de última hora acabará surto en el puerto de Palma.
Verano de muerte
El día 26, España protesta ante el embajador marroquí, Abdel Atil Filali, por
los actos de violencia contra intereses españoles en la zona; el día 24 de
junio, una mina explota debajo del vehículo en el que viajaban el teniente
Luis Gurrea Serrano, el sargento Diego Cano Nicolás y los soldados Miguel
Casanova Carbonell, José Torcada Escrivá y José Otero, todos los cuales han
muerto. La respuesta a la protesta española es doble: por un lado la sonrisa
del señor embajador, y por otro una pequeña serie de atentados en Ceuta que
esa misma tarde dejan un muerto y un herido. Una bomba estalla en Melilla al
día siguiente, sin víctimas. El 27 hay Consejo de Ministros y, en el él, el
gobierno español reitera su intención de marcharse del Sáhara si continúa la
violencia.
El día 30, a la hora del papeo, fuerzas marroquíes atacan a una patrulla
española que estaba dentro de territorio del Sáhara. La violencia antiespañola
se va convirtiendo, poco a poco, en lo cotidiano. Además, hay que tener en
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cuenta que en el Sáhara surgen dos organizaciones opuestas, el Frente
Polisario y el PUNS (Partido de la Unidad Nacional Saharaui, formado desde
Madrid para intentar controlar el proceso), que se dedican a darse de leches.
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El día 16, el fiscal pide pena de muerte para los etarras José Antonio
Garmendia y Ángel Otaegui, a los que considera culpables del asesinato del
guardia civil Gregorio Posadas. Este juicio comienza la oleada de actos de
solidaridad en el extranjero por la democracia en España. Por ejemplo, el
mismo día 16, los obreros del aeropuerto romano de Fiumicino se niegan a
descargar los aviones de Iberia. El 9 de agosto, ETA mata a un guardia jurado
en Hernani.
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envolvente parecida a la que le hizo a Hitler en Hendaya; responder a sus
negativas con peticiones desorbitadas. Cuando los americanos dicen aquello
de «OTAN, de entrada no, macho», Franco responde con una petición de
material bélico de hasta 2.000 millones de dólares, un pastón de la época. Las
negociaciones vuelven a bloquearse.
Tu quoque, filii?
Julio de 1975 es, también, un mes aprovechado por los aperturistas para dar
empujoncitos. Desde diversos elementos del régimen surge la idea de que hay
que fijar una fecha para la coronación de Juan Carlos como rey. Una forma de
tratar de impulsar una transición no traumática en vida de Franco. Al parecer,
según algunas informaciones, estando Franco ya enfermo se llegó a redactar
un borrador de decreto, que no sé si seguirá en algún cajón, por el cual Juan
Carlos accedía a la jefatura del Estado mientras que Franco retenía la del
Movimiento. Algo así es lo que se pretenden algunas familias del franquismo;
unos, confiados de que eso dejaría a Franco en un papel secundario y, a la
postre, prescindible; otros, esperando que así el general se convirtiese en
algo así como en un centinela del régimen, recortando las veleidades
aperturistas del Borbón.
El día 12, este río del aperturismo baja ya con tanto caudal que abre otro
frente en la ya complicada agenda del general Franco. El día 12 de julio es el
elegido por algunos de los más conspicuos miembros del régimen para
empezar a darle la espalda.
Son designados, aquel día 12, consejeros de FEDISA, los siguientes pesos
pesados del franquismo: Pío Cabanillas Gallas, Manuel Fraga Iribarne y José
María de Areilza. El hecho de que estas personas decidan no crear una
asociación política es un torpedo en la línea de flotación de la ley Arias o, si
se quiere, una señal de que no han picado. Según muchos indicios, la ley de
asociaciones políticas buscaba englobar a todos los franquistas en grupúsculos
diversos de entre los cuales, sin embargo, sólo obtendría facilidades reales la
UDP, Unión del Pueblo Español, asociación liderada por el ministro falangista
José Solís Ruiz, La Sonrisa del Régimen. La jugada, pues, era crear un partido
único, al estilo de la Unión Patriótica de la dictadura del general Primo de
Rivera, con una serie de enanos comparsas alrededor, de corte más o menos
exótico.
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creíbles como demócratas. El presidente de FEDISA es José Luís Álvarez,
futuro prohombre del centro político democrático. Pero fijaros en el resto del
consejo: Leopoldo Calvo Sotelo, que llegará, como sabéis, a primer ministro;
Francisco Fernández Ordóñez, presidente del Instituto Nacional de Industria
con el franquismo, padre de la reforma fiscal de la UCD, y luego
socialdemócrata y ministro de Felipe González; Marcelino Oreja, que también
será ministro, de Asuntos Exteriores, con la UCD; Juan José Rosón, que lo será
de Interior; Manuel María Escudero; y José Luis Ruiz Navarro. Otro que juega
al mismo juego por su cuenta es Joaquín Garrigues Walker, que ha fundado
una sociedad de estudios llamada Libra. Como puede verse, cositas como la
FAES están inventadas desde tiempos del Cid.
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La prórroga, además, tiene un efecto perverso. A finales de noviembre de 1975,
cesa el mandato del presidente de las Cortes, Alejandro Rodríguez de
Valcárcel. Sin prórroga, el nuevo presidente sería nombrado por las nuevas
Cortes y el nuevo Consejo del Reino salido de las elecciones. Con prórroga,
deberá ser el Consejo del Reino vigente el que proponga la terna. Otra victoria
de los inmovilistas; eso contando, claro, con que Franco hubiese aguantado
vivo hasta el momento procesal oportuno. La operación, al parecer, consistía
en renovar el mandato de Rodríguez de Valcárcel en las Cortes y sustituir a
Arias por José Solís, avanzando hacia el régimen de partido único a través de
la UPDE. Otros rumores, sin embargo, sitúan a Rodríguez de Valcárcel como
sustituto de Arias, con José María Oriol al frente de las Cortes. Todo atado y
bien atado.
Por cierto, que otro proyecto de asociación política que presenta sus papeles
en junio, el día 3, es Falange Española de las JONS. El día 18 del mismo mes,
la Comisión Permanente del Consejo Nacional del Movimiento deniega el
permiso de creación a este proyecto, por considerar la denominación Falange
Española y de las JONS «un patrimonio común del Movimiento».
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A Franco, de todas formas, se le saltan las costuras del régimen por todas
partes. El día 29 se comunica la detención de una serie de militares de la Unión
Militar Democrática. Uno de los detenidos, por cierto, es el capital de infantería
Restituto del Alcázar Valero Ramos, quien, como su propio nombre indica,
nació en el Alcázar de Toledo, durante el asedio de los republicanos.
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Negro septiembre
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Los nubarrones se ciernen sobre Franco, pero el general parece dispuesto a
luchar contra ella mediante el sistema de mantenella y no enmendalla. A
principios de septiembre, el Giralda, yate de don Juan de Borbón, toca puerto
en Palma, oficialmente para repostar. Aún así, don Juan visita a su hija la
duquesa de Badajoz en Magaluz y cena con sus hijos, los príncipes, en
Marivent. Pero todo eso ocurre después de que la guardia civil hubiera
impedido al Borbón bajar del barco y pisar tierra española, hasta que el
mismísimo Juan Carlos tuvo que mediar para ablandarlos.
El día 4, nueva redada, en la que caen 36 supuestos miembros del FRAP. Casi
al mismo tiempo, en El Havre, en Zurich y en Toulouse hay manifestaciones
ante los consulados españoles, como protesta por las condenas a muerte de
Garmendia y Otaegui.
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Ese mismo día, por la tarde, la Conferencia Episcopal, no sin condenar la
violencia terrorista, ruega a Franco el indulto para los condenados a muerte. El
gobierno se reúne ya en aquellas horas, informalmente, para preparar una
futura reunión más formal. El día 19, se celebra el consejo de guerra contra el
militante de ETA Juan Paredes Manot, alias Txiki, acusado de la muerte del
policía armada Ovidio Díaz López, perpetrado el 6 de julio. El fiscal solicita la
pena de muerte. A las cinco de la mañana del día 20, el abogado de Paredes,
Marc Palmes, ya sabía que la sentencia confirmaba dicha pena.
El día 22, una delegación francesa, presidida por el conocidísimo actor Yves
Montand, llega a Madrid para hacer entrega de un documento sobre las
condenas a muerte, documento que han firmado personas como André
Malraux, Pierre Mendes-France, Louis Aragon, Jean-Paul Sartre o François
Jacob.. Además de Montand, forman parte de la misma el director de cine
Costa Gavras, el profesor Miguel Foucault, los periodistas Jean Lacouture y
Claude Mauriac, el escritor Régis Debray y el sacerdote dominico padre André
Jean Marie Ladouze. Intentan convocar una rueda de prensa en la plaza de
España, pero la policía lo impide. A las diez de la noche, les ponen en un avión
a París y los mandan a freír gárgaras.
El día 23, el ministro secretario general del Movimiento, José Solís, anula una
visita que tenía prevista a Berlín. Es el primer síntoma de que al menos alguna
de las once condenas a muerte sentenciadas va a ser cumplida.
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dictamen del Caudillo. Quizá por eso, el crítico consejo de ministros del 27 de
septiembre es hasta corto: dos horas y media. No son ni las dos y los coches
oficiales ya salen de El Pardo camino de Madrid y de la ignominia histórica.
Son tres celdas separadas, sin comunicación entre sí. A las tres y media de la
madrugada del día 27, se informa a los reos de que la muerte será por
fusilamiento. A los condenados les parece bien; prefieren esa muerte al garrote,
siempre tan traicionero.
Ninguno de los tres ha cenado nada. Han pasado la noche fumando un pitillo
tras otro. Baena es el único que se ha alimentado algo: dos litros de leche,
probablemente para limpiar algo los pulmones. En algún momento, han
cantado canciones gallegas.
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Preparados. Apunten. Fuego. Pam. Son las nueve y veinte de la mañana.
Baena yace muerto en el suelo.
Con todo, lo que según todas las trazas más daña a Franco, anímica y quizá
físicamente, es otra visita. La que realiza un hombre a las cuatro de la mañana,
es decir unas cuatro horas antes de las ejecuciones, al despacho del
subsecretario de Defensa, Juan José Rovira. Ese visitador es el nuncio del
Papa en España, monseñor Dadaglio, que intenta una última gestión por la vida
de los condenados.
José Luis Palma Gámiz, que fue cardiólogo de Franco durante su enfermedad,
afirma categóricamente en su libro que Franco nunca se le puso al teléfono a
Pablo VI por muchas veces que le llamó en aquellas horas. Sin embargo,
también insinúa que la cerril oposición vaticana le dañó mucho en lo moral y
estuvo presente en los insomnios de aquellos días, que tal vez tuvieron mucho
que ver en el empeoramiento de su salud.
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panes, los peces y los metros cuadrados, metiendo en su interior nada menos
que un millón de personas, los españoles, de motu proprio o debidamente
organizados para ello, gritan consignas como «España, unida, jamás será
vencida», «No queremos apertura, solamente mano dura», «ETA al paredón» y
«Muera el comunismo». Se canta, por cierto, el «Que viva España», es decir la
misma tonada con la que hoy se celebran los triunfos de La Roja. Grupos de
incontrolados, por cierto, le devuelven la pelota a algunos países, llevándose
por delante una sucursal del Crédit Lyonnais y otra de Aeromexico.
Aunque no se diga mucho, pasan cosas. Como que a las nueve y media se
registran acciones terroristas que producen tres policías muertos y uno herido.
El día 5, una bomba estalla bajo un vehículo de la guardia civil, matando a tres
miembros e hiriendo a dos. El día 9, el ametrallamiento del cuartel de la policía
de La Verneda, en Barcelona, provoca cinco muertos y dos heridos. El día 8,
en París, resulta herido en la puerta de su domicilio el agregado militar de la
embajada española, capitán Bartolomé García-Plata Valle. Es la primera vez
que se atenta contra un militar. El 18 muere el guardia civil Manuel López
Trivino, en Zarauz.
Aunque la crónica del final del verano de 1975 debe centrarse en las condenas,
cabe anotar que, en ese mismo tiempo, las negociaciones con EEUU siguen
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empantanadas. Según se filtra, España ya se ha olvidado de tener silla en la
OTAN, pero pide ser compensada por las bases con transferencias militares
por valor de 1.500 millones de dólares. Además, entre las transferencias
pedidas, se ha incluido el armamento nuclear.
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El infarto de Su Excelencia
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Y llega octubre. El difícil mes de octubre, en el que ya empezaremos a
detenernos con un poco más de atención. Pero antes de llegar al día en que
Franco comenzó a dormir mal, hay que contar que este mes, que acabaría
teniendo el nombre de un solo jefe de Estado, Francisco Franco, el realidad lo
quiso tener de dos: el segundo es Hassan Ídem.
El día 18, sin embargo, hace 24 horas que ha estallado la bomba: Franco no se
ha muerto de puto milagro.
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En julio de 1974, Franco sufrió una tromboflebitis. Esta dolencia, y su necesaria
recuperación, habían hecho que, durante unos pocos días, se hubiese puesto
en práctica el artículo 11 de la Ley Orgánica del Estado, por el cual el jefe del
Estado podía ser sustituido por razones de incapacidad.
Esto es lo que los españoles, más o menos, sabían del asunto. Pero el asunto
era un poco más complicado. Lo cierto es que durante aquella enfermedad,
Franco había tenido una hemorragia gástrica que había salido por boca y ano y
lo había colocado cerquita de la muerte. Costó tanto sacarlo de aquella
situación que la medicación que tuvo que tomar le hizo perder el habla. En el
verano del 74, el principal problema de Franco fue volver a aprender a hablar,
algo que, sabiéndolo, se hace bastante evidente cuando ahora se ven
imágenes con sonido de aquella época; aunque es lo cierto que la inmensa
mayoría de los españoles se tomó aquella vocecita dubitativa como el producto
lógico de la vejez, que es una forma muy elegante de hablar de la enfermedad
de Parkinson.
Según insinúa el doctor Palma Gámiz, para mí sin duda el más sincero de los
cronistas médicos de aquellas semanas terribles, a Franco las jornadas
posteriores a los fusilamientos de septiembre le habían dejado anímicamente
tocado. El general estaba acostumbrado a situaciones en plan sólo contra el
mundo; al fin y al cabo, así se había quedado tras la derrota de Hitler hasta que
logró convencer a los estadounidenses de sus bondades como aliado. Pero a
Franco le jodía mucho ver que quienes le habían apoyado siempre, o mejor
dicho aquellos a quienes había venerado y apoyado él, le daban la espalda.
Llevó muy mal que el principal acto antiespañol (o antifranquista, más bien)
ocurriese en Lisboa, dadas las excelentes relaciones que había tenido con los
dictadores lusos, para entonces ya caídos. Y llevó muy mal la cerril oposición
de la Iglesia a las ejecuciones.
Así las cosas, tiene plena lógica la teoría de Palma de que, en la madrugada
del día 14 al 15 de octubre de 1975, lo que a Franco le tenía desazonado era la
actitud del Papa Pablo VI respecto del régimen español. Hemos de recordar
que lo de Marruecos aún no había pasado. Fuese eso o cualquier otra cosa, lo
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cierto es que aquella madrugada fue extremadamente dura para el jefe del
Estado. A eso de las 3 de la mañana, se quejó de dolor en los hombros y en el
pecho y de opresión en éste último, irradiada al brazo izquierdo. Tiene, además,
fiebre y tos, y el pijama literalmente empapado de sudor. Su médico personal y
el propio Franco piensan que lo que tiene son las molestias típicas de una gripe,
tan molestas que son, y peligrosas, en gente tan mayor; o, tal vez, una mala
digestión. Pero no le da mayor importancia. Sin embargo, para quedarse
tranquilo (según algunas fuentes, por recomendación de la enfermera, Lina), el
doctor Pozuelo encarga que le hagan un infarto al Caudillo.
El día 16 por la tarde la cosa se pone muy fea. Para entonces, España ya tiene
claro que la reacción de Hassan a la toma de posición de Naciones Unidas y el
Tribunal de La Haya será intentar invadir el Sahara. Cuando Franco es
informado, comienza a tener dolores y molestias típicas de una angina de
pecho. Sus médicos, yerno incluido, se alarman y le conminan a hacer reposo
absoluto. Pero Franco se niega. Al día siguiente, 17, es viernes, y los viernes
hay Consejo de Ministros. El general considera que no puede dejar de presidir
dicha reunión, menos aún con la que está cayendo. Asegura que, después, el
fin de semana se pondrá en manos de los médicos. Pero lo del Consejo no lo
considera negociable y, que se sepa, Francisco Franco jamás se bajó de una
burra cuya monta considerase innegociable.
Es por ello que el día 17, a las diez de la mañana, comenzó en El Pardo un
famoso Consejo de Ministros, en el cual Franco tenía unos electrodos
discretamente colocados en el pecho que informaban a unos aparatos que los
cardiólogos observaban en la habitación de al lado. La mitología de aquel día
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sostiene que los médicos estuvieron a punto de entrar cuando se empezó a
hablar de Marruecos para solicitar a los miembros del gobierno que bajasen el
tono de sus pesimistas predicciones, porque Franco se estaba poniendo a cien.
La historia es, probablemente, verdad. Según Pozuelo, el general, durante el
Consejo, tuvo varios extrasístoles y alcanzó un ritmo cardiaco de 120
pulsaciones por minuto. A las 14 horas, ya es claro el diagnóstico de isquemia
miocárdica. El corazón de Franco está tosiendo.
El general reposa el fin de semana, dedicando tiempo a una actividad que por
lo visto le distraía mucho, que era ver la televisión (vaya tío raro, ¿no?); aquel
19 por la tarde-noche se solazó viendo el Atlético de Madrid-Barcelona, partido
que, extrañamente, terminó con un 3 a 0 para los colchoneros. A las 6 horas
del lunes 20, sin embargo, se levanta de la cama para ir al baño y en ese
instante tiene una crisis de extrasístoles, tan fuerte que, según Pozuelo,
provoca en el general la primera de sus negras frases de tono pesimista: «Esto
se acaba», parece que dijo el enfermo.
El doctor Palma Gámiz nos informa de que el día 19, Franco fue visitado por su
hija y que la marquesa de Villaverde advirtió a los médicos de que iba a hablar
con él de temas que quizá lo alterasen un poco. La tesis que defiende en su
libro es que ambos, padre e hija, hablaron aquella tarde de la hipótesis de que
el general muriese y que, incluso, fue entonces cuando Franco redactó su
famoso testamento. Esta teoría cuadra con la crisis posterior; tal y como temía
su hija, Franco se alteró, aunque las consecuencias, como suele pasar con
estas cosas esenciales, no se vieron hasta horas más tarde.
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Aquel día 20, como ocurría siempre los lunes, el príncipe Juan Carlos
despacha con Franco en El Pardo sin que, que sepamos, note algo extraño.
Sin embargo, Franco no está bien. A las 11 de la noche siente fuerte presión
irradiada a los brazos, inquietud y sudoración. Además, su tensión arterial es
muy elevada. Sin embargo, es cuatro horas más tarde cuando la cosa se pone
fea de verdad. A las 3 de la mañana, Franco se queja de operación en el pecho.
«Denme algo, por favor», parece ser que dice, «es un dolor insufrible».
En la mañana del día 21, Madrid es un hervidero de rumores. El que más éxito
tiene es el que liga la presencia del famosísimo doctor sudafricano Christian
Barnard, el primer médico que realizó un trasplante de corazón, con los
problemas de Franco. Se dice que Barnard está en Madrid para ponerle a
Franco un corazón nuevo. Hay algunos indicios de que, a indicaciones de
Martínez Bordiú, llegó a revisar los electrocardiogramas; pero nada más.
Tras aquella noche, los médicos que atienden a Franco redactan un documento
que resume la situación del Caudillo y, de alguna forma, sustantiva su rebelión
contra el silencio absoluto. Se hace necesaria cierta apertura, entre otras cosas
porque el equipo médico cada vez está más nutrido, lo cual eleva la
probabilidad de filtraciones, las cuales, de una forma u otra, ya se producen
desde el primer día, pues ya el día 15 la revista estadounidense Newsweek
había insinuado los problemas circulatorios del jefe del Estado español.
Ese mismo día 21, Solís vuela a Rabat y se entrevista con Hassan II. En la
tarde, la comisión primera del Consejo nacional del Movimiento se reúne a
puerta cerrada para analizar la situación política. El franquismo trata de
gestionar los difíciles frentes que se le presentan, siendo, cada vez, más
consciente de que no puede ya contar con Franco.
Esa noche todo el mundo que se atreve a apostar, apuesta por una sucesión
inminente.
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La era de los partes
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Nota de la Casa Civil del Generalísimo, 21 de octubre, 20,10 horas
Es de suponer que las presiones fueron fuertes. España no podía oponer a una
amenaza tan seria como una invasión la visión de un gobierno tembloroso
presidido por un moribundo. Resulta fácil apostar porque estas presiones
existieron a la luz del viaje del Príncipe a El Aaiún, del que ya hablaremos.
Pero, si existieron, está claro que Zarzuela las resistió.
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conformarse con bien poco para estar satisfecha. Según Solís, Hassan está «en
la mejor disposición para llegar a un entendimiento con nosotros».
Los marchadores son dotados por el gobierno marroquí con latas, agua, una
manta, una vela, un paquete de cigarrillos diario, una caja de cerillas diaria,
y un Corán.
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Día 22.
El parte del día 22, jornada de total transición, trata de transmitir sensación
de normalidad, la típica normalidad de quien está afectado por una pequeña
dolencia, de la que se está recuperando. Lo de la película es, probablemente,
cierto. Incluso, por los datos disponibles, es bastante probable que fuese
Candilejas.
Y punto pelota.
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Día 23
El episodio que relata este parte médico, de forma casi telegráfica, ocurrió a
la 1,20 horas de la madrugada. Franco constató que le era imposible dormir.
Tenía dolores en el hombro izquierdo y también en la región lumbar. Otras
informaciones añaden que los calmantes no han hecho nada para paliar los
dolores y que han aparecido dificultades respiratorias. Radio Macuto sostiene
que el episodio ha sido muy grave.
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están tomadas por la policía armada, que las bases de Torrejón y Manises
están en alerta, que se ha practicado una traqueotomía al jefe del Estado.
También hay enterados que saben de muy buena tinta que el BOE va a
publicar al día siguiente la sucesión en la persona de Juan Carlos.
De todas formas, esta jornada será la que deparará los primeros titulares
pesimistas: «Empeora el jefe del Estado» o «Retroceso grave» son algunos de
ellos. La situación está ya tan centrada en Franco que pasa desapercibida la
noticia, muy mala para España, de que el Consejo de Seguridad de la ONU no
ha mostrado voluntad alguna de obligar a Hassan a parar la Marcha Verde. Así
pues, se habla de que el nuevo negociador, el ministro Solís, probablemente
tenga que transigir. Se dice que España estaría pensando en darle el Sahara a
Marruecos a cambio de intereses económicos y de que el asunto de Ceuta y
Melilla quede en stand by por el momento.
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Día 24
A la hora del almuerzo, los médicos de guardia son sacados de la mesa con
urgencia. Franco tiene dolores tan intensos que quiere salir de la cama y
quitarse la mascarilla, un síntoma de desesperación muy común en enfermos
sometidos a padecimientos angustiosos. Su tensión arterial es de 22, es decir
está completamente disparada. Ya en la noche, se produce un episodio de
distensión abdominal producido por acumulación de gases en el abdomen que
le produce al enfermo una gran hinchazón.
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El día 24, por cierto, se produce, casi de forma clandestina entre tanta
noticia clínica, un acto más del otro gran asunto que está en ciernes en esas
horas. En Madrid está, además del embajador de Marruecos señor Filali, el
ministro alahuita de Asuntos Exteriores, Ahmed Laraki. Negociaciones al más
alto nivel. A su marcha, al día siguiente, desgrana ante los periodistas un par
de frases de compromiso sobre las grandes esperanzas en una nueva etapa de
las relaciones bilaterales y bla, bla, bla.
Tras una corta reflexión, Franco repite la orden de que llamen a Arias.
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Día 25, 14,15 horas.
Este parte médico tan sincrético esconde muchas cosas. A las 8,30 horas de la
mañana, cuando los médicos han creído superada la crisis de horas antes, los
signos de insuficiencia cardiaca se intensifican, se desarrolla un edema
pulmonar y se presenta una situación de insuficiencia cardiaca congestiva, es
decir incapacidad por parte del corazón de «gestionar» toda la sangre que le
llega.
Ese día 25, si hemos de creer al doctor Palma, es el día en el que, además,
acaban por aparecer algunos de los problemas más graves que experimentará
el Caudillo hasta su muerte. La radiografía que se le hace ese día muestra que
hay aire en el peritoneo (algo que se podía sospechar ya con la distensión
abdominal de horas antes); lo cual puede estar indicando una ruptura del
intestino, que es donde reposan los gases que ahora, por lo tanto, están
donde no deben estar. Esto es el pistoletazo de salida de una peritonitis
bacteriana.
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José Luis Palma Gámiz, Ernesto Castro Fariñas, Jesús Señor de
Uría, Isidoro Mínguez y Enríquez de Salamanca, Luis Alonso
Castrillo, Gabriel Artero Guirao y María Paz Sánchez Aguado.
Este parte del día 25, emitido como decimos a última hora de la tarde, viene
a ser la guinda de un pastel. En la España de 1975 eran habituales, y tenían
bastante éxito, los periódicos vespertinos; a lo que hay que añadir que para
entonces ya ha comenzado la carrera de ediciones especiales de algunos
medios. Así las cosas, a primera hora de la tarde diversas informaciones se
han adelantado a esta información sobre el empeoramiento. Se llega incluso a
publicar que Franco ha recibido la extremaunción de manos de su capellán, el
padre José María Bulart.
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Día 26. 14,12 horas.
Este parte dominguero (el día 26 de octubre es domingo) cae sobre una
España en tensión. En Madrid se aprecia mucho menos movimiento festivo que
otros días similares, y en todas las iglesias de España se ruega por la vida del
jefe del Estado. Los periódicos publican que el Caudillo está agonizando. Sin
embargo, el parte, como vemos, es tranquilizador. Se informa, además, de
que Franco ha oído misa y comulgado, acciones ambas impropias de personas
en coma.
De hecho, es más que probable que tanto los médicos como la estructura de
información del gobierno pensaban que ponían un broche al domingo pocos
minutos antes de empezar la retransmisión dominical del fútbol, con este
parte:
No será así, sin embargo. A eso de las diez de la noche, Franco empeora
visible y significativamente. Ha tenido una hemorragia interna, precisamente
lo que sus médicos temían. Como ya hemos dicho, el tratamiento lógico para
un enfermo del corazón es hacer su sangre más fluida para facilitar la
circulación. Lo malo es que la sangre fluida favorece las hemorragias, y
Franco ya ha tenido una hace cosa de un año de extrema gravedad.
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A las 11 de la noche, la situación ya no se puede ocultar.
España se acuesta, aquel domingo día 26, esperando alborear como lo haría
en la mañana del 20 de noviembre: con la noticia de la muerte del jefe del
Estado.
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Día 27, 7,47 horas.
Persiste la gravedad.
42
Ha pasado la tarde apaciblemente. Ha pedido más alimento. Ha
descendido la hipertermia. La tensión arterial continúa estable. Ha
disminuido la taquicardia. El ritmo cardiaco es normal. No ha cesado
aún la tendencia del estómago a sangrar. Persisten los mismos
signos de insuficiencia cardiacocongestiva. Continúa la gravedad.
Como puede apreciarse, la jornada del 27 parece anodina. Sin embargo, lo es,
básicamente, en los partes. Desde un punto de vista médico, y según Pozuelo,
es en ese día en el que aparecen los primeros síntomas de ascitis y
crecimiento excesivo del hígado; lo primero quedará confirmado por el parte
siguiente. Además, a las diez y media de la noche se le aplica una sonda
gástrica por la que sale sangre roja y negra, signo de que la hemorragia está
ahí, dando por culo.
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Día 28. 15 horas.
Persiste la gravedad.
El parte del día 28 a las ocho y media de la tarde es un hito muy importante
en la enfermedad de Francisco Franco. Vayamos por partes.
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El día 28 al que se refiere ese informe, al jefe del Estado se le ha hecho un
entubamiento rectal para así poder evacuar los gases que, como decíamos un
poco antes, están donde no deben estar. Los médicos constatan que la
situación del enfermo es ya tan comprometida que no puede mantener por sí
solo los brazos en alto (hecho éste que, por cierto, en un falangista no deja
de ser una macabra broma del destino).
En todo caso, un coronel del ejército que sale de El Pardo aquella tarde y que
es literalmente invadido por los periodistas se limita a musitar:
45
Día 29, 8,24 horas
Está lúcido.
46
mejorado el estado general, manteniendo un nivel de consciencia
normal.
El pronóstico no ha variado.
Y veo a mi padre y a otros parroquianos del barrio del Orzán allí acodados,
opinando. Las intervenciones del inevitable contertulio que está, o dice estar,
mejor informado que los demás. Y la frase lapidaria:
Yo tenía trece años recién cumplidos. Escuché esa frase decenas de veces en
esas horas. Y, sin embargo, jamás he encontrado ni una sola referencia
médica que sustentase esa opinión. Yo, sin embargo, la creí durante muchos
años, en los cuales pensé que eran esas heces con sangre en forma de melena
las que lo habían causado todo.
También había gente que decía que, en realidad, lo que Franco tenía era
cáncer. Un rumor casi inevitable en esas circunstancias.
De todas formas, sabemos por el doctor Pozuelo que aquel día Franco tuvo
hambre. Llevaba ya días siendo alimentado mediante sonda. Se le dio leche
fría. Las memorias del médico de cabecera no nos aclaran el por qué de la
decisión, pero lo cierto es que ha sido un lugar común de la medicina, durante
47
muchos años, que la leche era cojonuda para los estómagos que están hechos
polvo. Al parecer, no es así.
Mientras Franco bebía leche fría y recibía los efluvios del manto del Pilar, el
régimen celebraba los 42 años desde la fundación de Falange Española. El
acto se celebra en el Consejo Nacional del Movimiento, con una típica división
entre políticos y militantes. Igual que si hoy vamos a un mitin de un partido
de izquierdas veremos cómo los asistentes levantan el puño mientras que los
dirigentes fabrican gestos variados que les permitan no hacerlo, en aquel acto
se vieron tantas camisas azules entre la audiencia como faltaron entre los
miembros del gobierno (sólo hubo dos: la del ministro secretario general del
Movimiento y el titular de Vivienda).
Al final del acto, una mujer desde el público toma la palabra para decir,
inopinadamente, que España es de Franco y que, en consecuencia, no ha de
haber más sucesión que la de su nieto Cristóbal. Menos mal que era ella sola.
Otro valioso dato en un país que vive de la rumorología: los bomberos han
estado en el palacio de las Cortes, instalando los cables que son necesarios
para las colgaduras de las sesiones solemnes.
Ese mismo día 29 por la tarde comienza la lenta evacuación española del
Sahara español. Se decreta allí el toque de queda para evitar acciones del
Frente Polisario. El gobierno español recibe al secretario general de la ONU,
el austriaco Waldheim. En ese momento, España está manteniendo
conversaciones trilaterales con Marruecos y Mauritania. Error. Basta ver un
mapa de la zona para darse cuenta de que hay un tercero en discordia. Un
tercero que, además, es un país potente y con un régimen más prosoviético.
Nos referimos, claro está, a Argelia. Para Argelia, la incorporación a
Marruecos de la mitad norte del Sahara español supone multiplicar la frontera
común, con lo que ello supone en la fabricación de una situación muy
comprometida para el país, teniendo en cuenta que el as que siempre ha
tenido Marruecos en la manga durante el último medio siglo ha sido su buena
relación con Washington. Así pues, el día 30, como veremos pronto, los
argelinos romperán la baraja.
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Día 30. 13,48 horas.
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Argelia ha dicho no. Ha dejado claro que, en primer lugar, no aceptará,
respecto del Sahara, más decisiones que las de la ONU (gambito inteligente,
pues la ONU es un club en el que su primo de Zumosol, o sea Moscú, tiene
derecho de veto); y que, por su parte, no está dispuesta a aceptar más
solución para el Sahara que la autodeterminación. Afirma, además, que todo
esto es para el presidente Bumedian y su gobierno un casus belli o, lo que es
lo mismo: si hay que dar hostias, se dan. Para que a Madrid no le quede la
menor duda de lo serio de la reconvención, han enviado al ministro de Asuntos
Exteriores, Abdelghani, con el recado.
Es difícil hacer conjeturas sobre la conversación del día 30. ¿Fue Arias quien
sacó el tema del artículo 11 de la Ley Orgánica del Estado, o fue el Príncipe
quien tuvo que porfiar para que así se hiciese? Sinceramente, creo que la
posibilidad más plausible es la primera. Que Arias era franquista no lo duda
nadie. Pero lo que era aquel día, por encima de todo, era un jefe de gobierno
abrumado, sobrepasado por los acontecimientos, y necesitado de una cabeza
joven y fuerte que diera sensación de estar sobre el tema y de contar con
todos los resortes del poder.
A las ocho de la noche de aquel día 30, el presidente Arias comunica al de las
Cortes que, a causa de la enfermedad del jefe de Estado, se ha hecho uso del
artículo 11 de la ley, procediendo al traspaso de poderes. Una decisión sobre
cuya legalidad cabría incluso discutir un poco pues, que yo sepa, Franco no
firmó ni un puto papel.
Si alguna vez hubo alguna posibilidad de llegar a reinar para este hombre,
personaje poliédrico que sostuvo muchas opiniones durante su vida, no pocas
de ellas contradictorias entre sí, a las nueve y media de la noche de Madrid de
aquel 30 de octubre, se apagaron para siempre. El 30 de octubre de 1975, el
Libro de la Historia de España volteó la última página en la que está escrito su
nombre.
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Las radiografías que se le han practicado a Franco en aquel día muestran la
presencia de aire en el peritoneo.
51
Día 31. 14,10 horas.
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rechazado un acuerdo entre España, Marruecos y Mauritania, y que ha
pronunciado la palabra guerra a la hora de definir sus posibles acciones al
respecto.
Eso sí, la Bolsa recibe al Príncipe con una subidilla de punto y medio. En las
redacciones de muchos periódicos se retira a toda prisa de la edición un artículo
del grupo Tácito, formado fundamentalmente por personas del régimen
convertidas al democratismo reformador, que quiere ser su bienvenida al
Príncipe como líder del Estado. Entre otras cosas, Tácito apuesta por un
gobierno de concentración con integración de todas las fuerzas políticas con
que el Príncipe piense contar en el futuro, y un amplio indulto para delitos
políticos y de opinión. El gobierno hace saber a los periódicos que los que
publiquen el artículo serán secuestrados.
53
Día 1 de noviembre, 20,45 horas.
Todo parece indicar la preocupación de Juan Carlos por pulsar el sentir del
Sahara. Quizá valga, como síntoma de dicha preocupación, el dato de que una
de las primeras personas que pisan la Zarzuela para visitar y despachar con el
ya jefe del Estado sea el teniente general Fernández Vallespín, jefe del Alto
Estado Mayor, órgano que es el máximo coordinador de la Operación
Golondrina. El sentir parece compartido en el sentido de que buena parte de
las cosas que están pasando se deben a la imagen de debilidad que está dando
España, con un jefe del Estado agonizando en una cama. Nunca sabremos a
ciencia cierta de quién fue la idea de dar un puñetazo encima de la mesa y
demostrar que eso ya no es así. Lo que sí sabemos es que es en esa reunión en
la que se fragua el viaje relámpago del Príncipe a El Aaiún, producido al día
siguiente.
54
Día 2, 14,30 horas.
«He venido para saludaros y vivir unas horas con vosotros. Conozco vuestro
espíritu, vuestra disciplina y vuestra eficacia. Siento no poder estar más
tiempo aquí, con estas magníficas unidades, pero quería daros personalmente
55
la seguridad de que se hará cuanto sea necesario para que nuestro Ejército
conserve intacto su prestigio y el honor.
Según el doctor Palma, el propio Príncipe le comentó a los médicos del equipo
que, tras su viaje, Hassan II le había telefoneado para tranquilizarlo sobre la
Marcha Verde y sus consecuencias. Es más que probable que esa llamada se
produjese. Ahora, al frente de los destinos de España, y demostrando
mediante el viaje que contaba con todos los resortes del poder, hay un
hombre joven, no un anciano moribundo. Un hombre con excelentes
relaciones en Occidente, fruto de sus viajes, por ejemplo a los Estados
Unidos, que ha sabido cultivar en los últimos años. Y un hombre que, además,
como se dice aún hoy, tiene excelentes puntos de contacto en eso que ha
dado en llamar las monarquías árabes moderadas (aunque no se suele explicar
moderadas en qué exactamente). Juan Carlos de Borbón tenía la capacidad de
hablar con gentes que a Franco apenas le conocerían epidérmicamente. El
viaje, y las gestiones que son seguridad conllevó, supusieron un evidente
cambio de escenario para los marroquíes.
56
Día 3, 14,10 horas.
El doctor Pozuelo observa que el enfermo tiene dificultades para respirar, así
pues mira en la faringe del enfermo. Lo que ve allí le aterra. Con cuidado,
extrae de la garganta de Franco un coágulo, según afirma en sus memorias,
del tamaño de un puño. Este tamaño tan grande le da la señal de que,
cualquiera que sea la vía sanguínea que está rota dentro del cuerpo de
Franco, es enorme. En realidad, la hemorragia está obstruyendo la sonda, así
pues los médicos tienen que sacar los coágulos de la boca con los dedos.
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A las 20,30 horas la situación de SE el Generalísimo continúa siendo
gravísima, insistiéndose en el tratamiento intensivo.
Los médicos, con más que probables disensiones que no creo que conozcamos
nunca con precisión, deciden operar. En realidad, hay dos posibilidades. Una
es llevarlo a La Paz, ciudad sanitaria que está muy cerca de El Pardo, así pues
se puede llegar pronto y es, además, el centro hospitalario probablemente
mejor dotado de España en ese momento; y la otra posibilidad es operar en la
residencia sanitaria Francisco Franco, donde es médico el doctor Hidalgo
Huerta, principal cirujano de la partida, y que es normal que quiera jugar ese
partido en casa, en sus instalaciones, con su gente. Pero ninguna de esas dos
opciones será la final.
Como bien saben los que de esto hayan leído algo, Franco será operado en
unas instalaciones de su Guardia, utilizadas como almacén. Se ha dicho que
esto fue así por la urgencia de la operación, es decir la gravedad del herido.
Sin embargo, la información que nos aporta el doctor Palma es distinta. Según
él, quien forzó la operación en aquel lugar tan poco propicio fue Manuel
Llaneras, el jefe de seguridad de El Pardo, el cual se negó a un traslado tan
precipitado del Caudillo a ningún dentro hospitalario por no ser capaz de
garantizar su seguridad. Fue, por lo tanto, el miedo a que el moribundo
sufriese un atentado el que obligó a los médicos a trabajar en condiciones
deplorables.
Mientras lo trasladan, Franco dicen que dice su famoso «Dios mío, qué duro es
esto», frase que revela muy bien sus padecimientos. También dice: «por
favor, déjenme ya».
Diversos coches del Ejército de Tierra van a La Paz y, una vez allí, se llevan
aparatos a El Pardo metidos en los maleteros, habitualmente abiertos porque
el tamaño de la carga impide cerrarlos.
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A las nueve de la noche, Franco tiene una tensión y un pulso cercanos a cero.
El marqués de Villaverde ya ha decidido que se va a operar en cuanto las
condiciones lo hagan posibles pero, como sabe cualquier médicos, ésas no son
condiciones factibles para una operación. Sin embargo, a las nueve y media
Franco, en otra evolución que parece milagrosa, mejora lo suficiente como
para que se le pueda operar.
Durante la operación, Franco recibe ocho litros de sangre donados a toda prisa
por guardias civiles que prestan servicio en El Pardo. Hay testimonios de que
se hicieron fotos de las vísceras del general durante esta operación. Palma,
sin embargo, estaba presente y no dice nada de ello. Esas fotos, en todo caso,
nunca se han visto.
Nadie, por lo demás, cree que un anciano de 82 años vaya a ser capaz de
aguantar esa operación y sobrevivir. Sus oportunidades se estiman en el 1%.
Pero Franco sobrevivirá, y algunos pensarán que será algo milagroso.
59
de la Hispanidad o de la Raza como se llamaba entonces, sea llevado a los
pies del Caudillo.
Hay una persona que no pudo seguir estas vicisitudes todo lo cerca que
hubiera querido. Esa persona es el presidente Carlos Arias. El día 3 de
noviembre, con seguridad hubiera preferido estar en El Pardo, esperando el
resultado de la operación, más tiempo del que estuvo. Pero tenía que
permanecer en su despacho de Castellana, 3. Y es así porque aquel 3 de
noviembre, el otro gran suceso, además de la gravísima hemorragia del
Caudillo, fue la llegada a Madrid del primer ministro de Marruecos, Ahmed
Osman. Los ministros Pedro Cortina y Antonio Carro han pasado la tarde
dialogando con él. A eso de las nueve de las noches se les une Arias.
60
erosiones de la mucosa gástrica al nivel del antro. Por vía
intragástrica, se practicó sutura oclusiva de la úlcera sangrante y
arteria acompañante, comprobándose la cesación de la hemorragia.
Asimismo fueron suturadas las dos erosiones no sangrantes de la
mucosa antral.
Fue una de las noches más largas de la Historia de España. En aquel entonces,
la televisión española, que era la única, terminaba sus emisiones a eso de la
medianoche con el himno de España y una serie de imágenes de Franco. Pero
aquella noche prolongó sus emisiones. En las Cortes, miembros del Consejo
del Reino están pendientes de la misma a la espera de información, aunque a
la una les ha llamado Rodríguez de Valcárcel desde El Pardo para decirles que
todo ha ido bien y que se pueden ir a dormir si lo desean.
61
Día 4, 13,30 horas.
A las 20,30 horas del día de hoy la situación clínica, desde el último
parte, es la siguiente.
El pronóstico no ha variado.
En los partes del día 4 se aprecia una voluntad clara de ser todo lo positivo
que la situación putomiérdica del enfermo permite. Hay admisiones claras, de
todas formas, como la repetición de la ascitis; pero, al mismo tiempo, se
utilizan expresiones lo suficientemente imprecisas, además de lenguaje
técnico, que permitan obviar algunas de las situaciones peores, como que el
riñón del general se haya ido a la mierda. De todas formas, la mala, mala
noticia del día 4 es la reaparición de los síntomas de tromboflebitis.
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A mediodía del día 4, Franco está algo más consciente, lo suficiente como
para intercambiar algunas palabras (no sabemos cuáles) con su mujer y con su
hija. Según el doctor Pozuelo, se quejaba amargamente de dolores y, sobre
todo, de las molestias que le causaba el intubamiento.
Lo mejor de todo, la coda final. Noticia habría sido que dijera «rogamos cada
día al Altísimo para que todo salga de puta pena».
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Día 5, 14,17 horas.
El pronóstico no se ha modificado.
El día 5 es un muy mal día para Franco. Las luces comienzan a apagarse,
incluso dando la sensación de estar coordinadas. Los análisis muestran un
incremento de la urea que viene a demostrar el turbio diagnóstico del doctor
Vital Aza: la diuresis de Franco es ya prácticamente inexistente, motivo por el
cual es necesario abordar la diálisis perotineal. El enema que se le practica
muestra, además, coágulos y heces negras, síntoma más que sobrado de que
el estómago ha sangrado de nuevo; algo que ya temían los propios médicos,
quienes habían pensado que sería difícil que, en un hombre tan mayor y al
64
que además se le administran anticoagulantes, las suturas fuesen a cerrar
bien.
Con todo, el día 5 pasan cosas mientras que el estado del Caudillo se agrava.
Es la jornada en la que el rey Hassan II mira las cartas que tiene en la mano y
sopesa las que tiene su oponente español. Ciertamente, la estrategia
marroquí ha quedado seriamente tocada tras la demostración de fuerza,
unidad y decisión que ha dado el Príncipe con su viaje al Sahara. Así pues,
Hassan sabe ya en ese momento que su idea primaria, que era haber resuelto
el problema entre España, Marruecos y Mauritania, es ya un fracaso. Desde la
ONU, tras estos hechos, los mensajes han sido claros a favor de una
suspensión de la Marcha Verde. Pero Hassan tiene miedo. Después de haber
embarcado a 300.000 personas en una historia así, si ahora les dice de buenas
a primeras que se den la vuelta, puede que lo hagan, pero para darle de
hostias, y lo sabe. Por eso ha enviado al primer ministro en la jornada en que
Franco es operado. España trata de quitarse de encima el merdé del Sahara
de la mejor forma posible. Pero, por su parte, Marruecos también está
buscando una salida honrosa que salve su real culo.
65
Día 6, 13,30 horas.
El 6 es un día anodino desde el punto de vista médico. Pero sólo desde ese
punto de vista. A las 11 de la mañana, hora peninsular, las tropas españolas
divisan cuatro camiones que llegan por la carretera de Tah a El Aaiún. Los
vehículos se detienen a cien metros de la primera alambrada, que delimita un
campo de minas. Detrás vienen los más de 300.000 marchadores. La Marcha
no se parará hasta última hora de la tarde, en la que cae una tormenta de
arena; pero aún no han intentado sobrepasar la línea trazada por el ejército
español. Según la nota del Estado Mayor español, se han parado en el borde
norte de la Sebja de Un-Deboa, a unos nueve kilómetros al sur del antiguo
puesto aduanero de Tah.
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Waldheim y, desbordado, solicita oficialmente que la ONU se haga cargo del
Sahara.
3.- Insta a Marruecos a todas las demás partes afectadas e interesadas a que,
sin perjuicio de cualesquiera medidas que la Asamblea General pueda adoptar
en virtud de las disposiciones de su resolución 3.292 (XXIX) y de cualesquiera
negociaciones que las partes afectadas e interesadas pueden entablar, de
conformidad con el artículo 33 de la Carta, cooperen plenamente conel
secretario general con el cumplimiento del mandato que le ha confiado el
Consejo de Seguridad.»
Los periódicos del día 7 presiden sus primeras planas con el asunto del Sahara.
Es la primera vez que la enfermedad de Franco se ha convertido en plato
informativo de segunda mesa.
67
Día 7, 13, 30 horas.
El pronóstico no se ha modificado.
Todo ello, a pesar de que lo se encuentran los médicos al abrir son unos
intestinos de los que se ha ido todo trazo de vida y un peritoneo
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extraordinariamente infectado. El estómago, de nuevo, está lleno de sangre y
de coágulos procedentes de las cuatro úlceras suturadas el día 3, las cuales se
han abierto junto con otras once nuevas. Esto es lo que fuerza a los médicos a
practicar la extirpación parcial del estómago; una técnica que, al parecer, se
llama o se llamaba Billroth 1.
Cuando era trasladado, algunos creen entender que Franco musita: «Dios mío,
cuánto cuesta morir».
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Firmado: el equipo médico habitual.
70
Día 8, 8,30 horas.
71
El pronóstico sigue siendo el mismo.
72
Día 9, 13,45 horas.
Día 9, 21 horas.
El próximo parte médico será facilitado a las 13,30 horas del lunes
día 10.
Los atentos lectores de estas notas quizá se hayan dado cuenta de que no
pocos de los días más anodinos desde el punto de vista clínico vienen a
coincidir con jornadas intensas desde otros puntos de vista. El día 9 de
noviembre confirma esta regla.
73
intubación. Sin embargo, ese día 9 es el último en el que pasará algo de
tiempo sin el tubo que tanto odia. En la madrugada ha tenido una nueva
hemorragia, de carácter menor. Preguntado por los médicos sobre su
situación, contesta con su habitual, y muy galaico, «regular». Esta palabra
será la última que pronuncie en su vida. Inmediatamente después, tendrá un
acceso de tos que obligará a su intubación. Intubación que ya sólo se le
retirará, 11 días después, para proceder a su embalsamamiento.
Pero lo importante del día 9, lo que tiene a todos los españoles pendientes de
la televisión y de la radio, es la visita del ministro de la Presidencia, Antonio
Carro, a Agadir. Dicen que Carro es el más reformista del reformista gobierno
Arias, un hombre para el diálogo. En Agadir, como hemos dicho, se entrevista
con el rey y con varios de sus ministros. Y, finalmente, arranca la petición
buscada: la detención de la Marcha Verde. Lo que no sabemos muy bien, al
menos yo no lo sé, es a qué precio. Lo que sí sabemos es que el rey Hassan, en
la alocución en la que da la orden de marcha atrás, afirma que la Marcha
Verde «ha logrado todo lo que nosotros y nuestros amigos esperaban de ella».
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Día 10, 13,30 horas.
75
El día 10, un día que quiere ser anodino dentro de un posoperatorio, es el día
que se empieza con la diálisis artificial, es decir cuando Franco queda ya
definitivamente enganchado al riñón artificial, que le mantendrá levemente
engarzado con la vida durante diez días. Ha sido necesario pasar a la diálisis
artificial después de que los médicos hayan esperado inútilmente en el día
anterior que orinase algo. Este día, en todo caso, se le retira a Franco el
respirador endotraqueal que se le había colocado con el posoperatorio.
Unos bajan, y otros suben. El día 10, lunes, es también el primero en el que el
que será rey de España (aún no lo es) se da el primer baño de juancarlismo.
Para cuando salen los periódicos vespertinos, los primeros que salen los lunes,
el fin de la Marcha Verde es visto ya, de forma unánime, como una victoria
personal de Juan Carlos de Borbón. Todo el mundo destaca el acierto de su
viaje relámpago y la confianza que ha generado en la persona del Príncipe
entre los elementos más sobresalientes del Ejército. Oro molido para Juan
Carlos, quien para entonces ya tiene más que pensada la transición, o por lo
menos la parte que le toca, y sabe que es impracticable si los militares se
ponen de canto.
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Día 11, 13 horas.
El pronóstico no ha variado.
Los partes, algo anodinos, del día 11, esconden sin embargo alguna novedad
mayor. Lo cierto es que el día 11, Franco ha comenzado a mostrar síntomas
de bronconeumonía. Ha tosido y escupido esputos de sangre y pus, situación
ésta que es la que aconseja a los médicos pasarlo una hora a la butaca.
Vicente Pozuelo nos informa de que, en este acto de sentarle, Franco se
muestra muy nervioso, inseguro; parece ser que es entonces cuando se da
perfecta cuenta de que no está en El Pardo sino en La Paz. Parece claro que
sufre ese síndrome de los enfermos terminales, para los cuales su vida se
reduce ya a esperar la muerte tumbados en la cama, y cualquier cambio sobre
esa, llamémosle rutina, les causa desazón.
77
Por lo demás, el día 11 es el día que aterriza en Madrid una macrodelegación
marroquí, que viene a negociar con el gobierno español alguna solución para
el follón del Sahara. También llega una delegación mauritana.
78
Día 12, 13,30 horas.
De este día 12 datan las evidencias más claras de que alguien, la verdad no sé
si toda la familia Franco o sólo una parte de ella, está presionando para que
el Caudillo sea ya abandonado a su suerte. Una ambulancia DKV llega a estar
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preparada en la puerta de la residencia sanitaria para ir a El Pardo, signo
inequívoco de que, muy probablemente, aquella jornada del 12 faltó muy
poco para que el general fuese trasladado a su residencia particular, a morir.
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Día 13, 13,40 horas.
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Cámara, José Luís Vallejo, Francisco J. Guerra Sanz, Julio Ortiz
Vázquez, Félix Contreras Ruiz.
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Día 14, 13,30 horas.
Básicamente, esto viene a significar que hay dos opciones: o no hacer nada y
dejar morir al enfermo, u operarle por tercera vez en apenas unos días.
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Esta tercera operación en once días es la más polémica de todas. El doctor
Hidalgo Huerta, que ha vuelto a toda hostia porque a las tres se había ido de
La Paz, está solo con Cristóbal Martínez Bordiú. El marqués de Villaverde es
yerno de Franco, ciertamente; lo cual quiere decir que no es ni su hijo ni su
hermano ni su nieto. Es médico, ciertamente. Pero cualquiera que haya
tenido que enfrentarse a una situación compleja con la salud de un pariente
sabe que no son los médicos los que toman la última decisión.
El pronóstico es gravísimo.
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Aquel día, de todas formas, el pueblo español tendrá dos, no uno solo,
motivos para la angustia. El gobierno se reúne para tratar de enfrentar la
crisis económica, y aprueba medidas entre las cuales se encuentran varias
subidas de precios en bienes de consumo habitual, como la gasolina, la
electricidad o el butano.
España llegó agotada a aquel acuerdo de Madrid y firmó casi cualquier cosa a
cambio de que Marruecos dejase de dar por culo en un momento en el que ya
se esperaba con inminencia la muerte del jefe del Estado. Había que
centrarse en otras cosas.
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Día 14, 20,30 horas.
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Día 15, 8,30 horas.
El pronóstico es gravísimo.
El pronóstico no se ha modificado.
Este día 15, pese a los evidentes intentos tranquilizadores de los partes, es el
día en el que la prensa, incluso la prensa amordazada del franquismo,
comienza a soltarse el pelo y a criticar la que parece una intención de
mantener al Caudillo con vida a toda costa. Se habla, muy especialmente, de
un enfrentamiento que se habría producido en los pasillos de La Paz entre la
marquesa de Villaverde y, sobre todo, su hija Mariola, y el marqués, quien
como hemos visto autorizó la tercera operación sin consultarles, ni a ellas ni a
nadie de la familia.
A lo largo del día, el principal problema son los leucocitos del Caudillo. Son
muchos, demasiados; indicativo de que está luchando contra algún tipo de
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infección. Vuelve a sangrar y tiene el abdomen abombado, signo de
peritonitis. También sufre un ataque de tos y se le observa el ceño fruncido.
Por el catéter que le han colocado sale contenido intestinal, y la sangre
parece ser síntoma de que las suturas no están portándose.
El día 16 es, además, y según los recuerdos del doctor Palma Gámiz, el día de
las fotos. Tiempo después de la muerte de Franco, estas fotos, que le
muestran moribundo en la camilla, intubado por varios sitios y en una
situación de extremada delgadez, serán publicadas por una revista con gran
escándalo. Aunque la revista, en estricto respeto del secreto profesional,
nunca reconoció cómo habían llegado las fotos a su poder, desde el primer
momento se señaló al marqués de Villaverde como su autor. Palma lo
confirma, y afirma, además, fueron hechas aquel día 16, y lo fueron porque
Martínez-Bordiú era consciente de que se trataba de unas imágenes históricas.
Más aún: según Palma, el marqués hizo entrar a sus hijos en la habitación y los
obligó a posar en la cabecera de la cama. Si los nietos de Franco han
confirmado o desmentido esta versión, no lo sé. Lo cierto es que tampoco
recuerdo haber visto nunca esas fotos.
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Día 17, 13,30 horas.
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criogenizar a Franco para esperar al momento en que existiese una cura para
sus dolencias. España estaba para entonces tan acostumbrada a pensar en un
Franco eterno que la gilipollez le llegó a cuadrar. Lo que nos dice el doctor
Palma en sus memorias es que, efectivamente, la terapia del frío, bajando la
temperatura del enfermo uno o dos grados, se llevó a cabo en sus últimas
horas; pero deja muy claro que nadie confiaba en ella y que no fue, desde
luego, una congelación de cuerpo entero ni nada parecido.
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Día 18. 13,30 horas.
El pronóstico no ha variado.
«La situación vuelve a ser crítica». Esta frase es lo más importante de estos
partes. Si hubieran podido ser sinceros, los partes médicos de aquel día
probablemente habrían dicho «en el día de hoy, el equipo médico habitual ha
perdido ya sus últimas esperanzas de una recuperación clínica del enfermo».
Los médicos han bajado los brazos. Han decidido dejarle morir.
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19 de noviembre, 13,30 horas.
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La situación clínica de SE el Jefe del Estado no ha presentado
modificaciones sustanciales desde el último parte.
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En algún momento de la madrugada del día 20 de noviembre, aniversario de la
muerte de José Antonio Primo de Rivera frente al pelotón de fusilamiento, el
corazón de Franco se para y su electroencefalograma, finalmente, muestra
una línea recta. Que Franco iba a morir, si no en el momento en que murió,
cualquiera que fuera éste, o un poco más tarde, un poco más pronto, creo que
está fuera de toda duda. Lo cual no hace que su muerte esté exenta de
polémica.
El doctor Palma abona en sus recuerdos dichas dudas. Expresa sin ambages su
extrañeza de que un enfermo que llevaba semanas rodeado por una auténtica
troupe de facultativos de muy diversas especialidades acabase por morir
rodeado sólo de dos enfermeras, una anestesista, un cardiólogo y su yerno, el
marqués. Nos dice que fue Cristóbal el que se empeñó en que el personal se
marchara aquella noche, pretextando que tenían que descansar.
No sé si alguna vez sabremos con exactitud quién y, sobre todo, por qué,
frecuentó la antesala del enfermo aquellas últimas horas. Desde luego estuvo
su familia, estuvo el presidente Arias, y estuvo el Príncipe, faltaría más. Pero
también se publicó en su momento que había estado José Antonio Girón de
Velasco, conspicuo falangista, ex ministro de Trabajo y en ese momento
máximo representante del ala más dura, el llamado búnker, el franquismo
más recalcitrante.
Es muy probable que, a eso de las diez o diez y pico de la noche del 18, tanto
Arias como el Príncipe fuesen informados de que la cosa era, esta vez sí,
cuestión de horas. La muerte, de alguna manera, se organizó. El día 19, tres
ministros, el secretario general del Movimiento, el de Planificación y el de
Trabajo, están en La Paz por la noche. Se rumorea incluso que puede haber
un Consejo allí mismo a eso de la una. Pero todos reciben una orden tajante:
habrán de recibir la noticia en sus casas, o en sus puestos, si es que muere de
día.
Para los amigos de la teoría de que Franco no murió cuando quiso, el dato
está en el día 18. Ese día, las Cortes celebran una sesión anodina, que los
procuradores terminan rápidamente porque todos quieren ir a La Paz a
enterarse del Estado del Caudillo. En la sesión, sin embargo, se produce un
hecho importante: el discurso de Alejandro Rodríguez de Valcárcel, que se
despide de su cargo como presidente de las Cortes. Su mandado expira el día
26. Y hay quien dice que esa fecha era la gran esperanza blanca del búnker.
Lo que quería el franquismo irredento es que su líder mostrase alguna
actividad cerebral hasta llegada esa fecha, para que el Príncipe, atado de pies
y manos por la presencia de Franco sobre la tierra, no pudiese intentar el
nombramiento de otro presidente, con lo que el nombramiento de Valcárcel
se prorrogaría. Esto supondría mantener a un franquista puro y duro en las
más altas instituciones del Estado, presente, entre otras cosas, en el equipo
que habría de presentarle al jefe del Estado la terna de candidatos para
presidente del Gobierno en caso de cambiar éste. Hay quien dice que, de
haber tenido voto Valcárcel, Adolfo Suárez no habría sido candidato de una
mierda.
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¿Franco murió cuando lo mató su enfermedad, cuando alguien lo decidió o, tal
vez, cuando le dio la gana? No creo que nunca lo sepamos. Nos quedan, tan
sólo, aquellas horas angustiosas, los últimos comunicados, y el parte final.
Día 20. 4,55 horas. Comunicado de las Casas Civil y Militar del
Caudillo
Las Casas Civil y Militar comunican, a las 4,30 horas, que, según
informan los médicos de turno que atienden a SE el Jefe del Estado
en la Ciudad Sanitaria La Paz de la Seguridad Social, el Caudillo ha
entrado en el periodo final.
Día 20, 6,05 horas. Comunicado de las Casas Civil y Militar del
Caudillo.
Las Casas Civil y Militar informan, a las 5,25 horas, que, según
comunican los médicos de turno, SE el Generalísimo acaba de
fallecer por paro cardíaco, como final del curso de su shock tóxico
por peritonitis.
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