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lammanoi,

LA TIERRA
y
El CIELO
t t j f u t t^í t r
1020028945
ASTRONOMIA POPULAR
ASTRONOMIA POPULAR
LA T I E R R A Y EL C I E L O
DESCRIPCION

DE LOS GRANDES FENÓMENOS DEL CKIYERSO A L ALCANCE DE TODOS

POE

CAMILO FLAMMARION.
OBRA VERTIDA LIBREMENTE AL E S P A S O L , AMPLIFICADA Y ADICIONADA CO!T S O T A S

POR

JOSÉ GENARO MONTI.

ILUSTRADA COK PROFUSION DE INTERESANTES GRABADOS-

P o r la dignidad d e su o b j e t o y por la p e r -
fección de s o s t e o r í a s , la Astrouomia e s el m a s
bello monumento d e l e s p í r i t u h u m a n o .
LAPLACE.

FONDO
MADRID fVCAROO COVAfíBUBfAS
IMPRENTA T LIBBEB1A DE G A S P A B , EDITORES.

(ANTES GASPAR Y ROIG.)


calle del Príncipe, 4.

88740
1 8 7 9 -
40630
$ £ > 4 4-

F 5 3

I S l i

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR

El mundo marcha quien s e detenga


será aplastado, y el mondo continuara
marchando.
BALMES.

La ciencia antigua, educada aisladamente, sin nocion algu-


na de la física ni de las fuerzas vivas del Cosmos, desprovista
S e h a cumplido con los requisitos q u e m a r e a la ley para los derechos
de propiedad. de instrumentos v de buenos métodos de exámen, dió signifi-
cación sobrenatural á todos los fenómenos del mundo estenor,
v creó el politeísmo griego y romano, origen de esa séne in-
concebible de preocupaciones y de absurdos que todavía no han
desaparecido por completo, de la conciencia humana, no obs-
tante los progresos de las ciencias y de la industria que han
trasformado todas las cosas, y han contribuido á la abundancia,
al mejoramiento y bienestar que hoy disfrutan los pueblos mo-
dernos.
En los tiempos antiguos caminaban las ciencias por los tor-
tuosos senderos del error y de las preocupaciones; en nuestros
dias el carácter que ofrece el progreso es muy distinto. No hay
secreto, no hay fenómeno que no se someta á la investigación;
0 Ü M 0 ^f todos los adelantos son patrimonio del mundo; y la ilustración,
OQRAOlfl regenerando á los pueblos, crea nuevos elementos de vida, y
abre por todas partes inagotables veneros de riqueza social.
El progreso se realiza, el progreso se cumple.
La sociedad moderna, como la antigua Niobe, sufre hoy una
de sus mas gigantescas trasformaciones.
Asi como en el terreno político, merced á una ley eterna d e
aunque por tan distintos caminos, no solo contribuyen con esos
la historia, todo se a p t a y se trasforma hasta el punto de que
trabajos gigantescos á ensanchar los dominios d é l a analisis ma-
n a S r,r ;? PUede COnsidera
™ sino
la transición temática, aspiración hoy de la ciencia, sino á mejorar las con-
V16J0 raUn(i0 dG ! a U r a m a a l nue diciones generales de la vida y á asegurar el bienestar de la
1 la
de la libertad,
1 Je ' de la ™
del mismo modo en el estudio Naturaleza
humanidad en el porvenir.
todo se trasforma y adquiere nueva vida, hasta que llegue el
Con estos adelantos, ¿cuál será el porvenir de la civilización
día ¿quién sabe? en que el hombre se eleve al verdadero cono-
monstruosa de Occidente? ¿A dónde llegará la humanidad si las
cimiento del mundo, y pueda someter, por el libre ejercicio del
pensamiento, a la unidad de un principio racional todas lasma- ciencias siguen floreciendo como hasta aquí, y no desaparecen
raviiias del Cosmos. por las mismas causas que desaparecieron en Egipto, Grecia y
Roma? Pues que la ciencia, como la Naturaleza, es una trasfor
Esta perfección de la ciencia en el porvenir la anuncian, ha- macion sucesiva y permanente, y acercarse cada vez mas á la
cen presentirla los adelantos de hoy.
perfección es su destino, ¿habrá quien dude del progreso?
Haughton, aplicando á la biología los métodos de la geome- Al empezar el siglo XIX, la industria aun no habia ensan-
t n a y de a mecánica teórica; Jellet examinando los fenómenos chado las esferas de la vida, ni alcanzado grandes conquistas
de la óptica física para llegar [á una teoría verdaderamente de la ciencia y del arte; pero de poco tiempo á esta parte la ri-
racional delaluz; Reynolds recomendando el estudio de k fist- queza material se ha desarrollado en virtud de la subdivisión
os,a como un,co capaz de proporcionar conocimientos positi- del trabajo y de los secretos arrancados á la mecánica; y los
I W UUIÍZaQd0 Ia f u e r z a se
™ trasforma descubrimientos v los grandes inventos prestan relevantes ser-
m0Vim,eat0 d e las
do n Í S c a r e a s ; Darwin establecien- vicios á ia sociedad; que á este portentoso resultado, han sabi-
do I Z ?S G f e W e S P u e d e Q r e d u c i r s « á sola de don- do llegar los hombres de la ciencia de los tiempos modernos;
n a c t l i ^ las demás; Berthelot con sus importantes combl los que han reducido á conocimientos populares las ciencias
mas abstractas, y traducido al lenguaje vulgar el fruto de sus
2 2 ? , í e m a C ° n l 0 S á d d 0 S ^ s u s l u d i o s sobre los
cuerpos grasos; Brown buscando un principio fundamental de penosas investigaciones; los que han reconstituido las civiliza-
reIaCÍ Da
° «a por medio de una h ^ ! ciones encontradas en las ruinas de Nínive, de Babilonia, de
tesis, con la teoría general de la dinámica; Janssen, Lockver Menfis, de Tebasv de otros pueblos antiguos; los que han des-
aStrÓD m0S Pr 1,and
cifrado las escrituras cuneiformes y han sabido leer las inscrip-
eespectral
s S a l lque
uJT ° que °existen
los cuerpos ° Pen
° r mlae dTierra
i 0 d e ,a
- « *
se ene,™ ciones de los templos de Henné y del obelisco de Luxor; los que
tran también en el Sol y en los planetas de « ^ r o sistema" han descubierto los restos fósiles del hombre en los terrenos
á cuaternarios, y han esplorado las regiones polares, las de la
* * * » estelares d e l ®
t rmin a r b H ? * C O n s t l t ü C , o n í n t i <» a de la sangre parade^ Australia y del Africa; los que han unido el mar Rojo al mar
terminar la distinción que existe entre las sustancias cristaloi- Mediterráneo, y han hecho atravesar el génio de la civilización
Thomp
r' e Q ñD' ap,icand ° ,a « S Ü moderna por las entrañas mismas de los Alpes; los que han so-
metido á su voluntad la electricidad impalpable; los que han
haC6r meQ0S frecuentes los
S d S i l í ^ acciden- acortado las distancias y unido á los pueblos entre sí, por me-
OCUrnd0S P r ,0S
o S X ° descarrilamientos, todos es- dio del vapor y del telégrafo; los que han creado, en fin, todo
tos sábios eminentes, apóstoles de la verdad y del progreso
este admirable orden de cosas moderno que dignifica al hmafc«.
la luz solar, debida al génio de Newton; al descubrimiento de
y mas cada
i c a r ^ias su espectro hecho por Fraünhoffer, y á los repetidos ensayos
practicados por Bunsen y por Kirchhoff sobre los espectros de
la luz producida por los cuerpos simples, ha sucedido como con-
noso todos los pueblos cultos de Europa y de América § secuencia lógica en nuestra época un maravilloso procedimien-
El pensamiento humano, que es absolutamente libre no tie to conocido en la Astronomía física bajo el nombre de análisis
ne fronteras ni se Umita en el estrecho círculo de la a r b i t r a d espectral, por medio del cual se pueden descifrar los secretos
divisiones prescritas á las nacionalidades por la ambidon de S de la naturaleza íntima de los astros, y conocer la semejanza de
tiranos: su poder, como la atmósfera que nos rod e esti n composicion química que existe entre la Tierra y los demás
de por todas partes, vá mas allá del tiempo y del e s p ' a d o l E a planetas.
perderse en lo infiuito. Merced á esta c u a l S e P e n d l aTel Con estos adelantos el Universo presenta un aspecto sorpren-
dente hasta aquí desconocido. El cielo no es ya una esfera cris-
Ttíüuos p - talina en la cual están enclavados los astros como creia Job y
mob de la Naturaleza, bien puede decirse que nada hav oculto las teogonias antiguas: sus vastas soledades, la oscuridad de
a-la observación. Los fenómenos celestes, que no L e e mucho esas regiones, se han convertido en foco inagotable de vida, de
luz, de movimiento y de sublimes armonías. Los soles, inter-
puestos delante de soles, irradian en el éter torrentes de luz, de
calor y de electricidad, que no solo llenan de vida á lps mun-
dos que á su alrededor gravitan, sino que establecen en todo
el Universo la misteriosa solidaridad que existe entre las fuer-
zas cósmicas. Y todos estos astros, todos estos sistemas gigan-
tescos no están fijos en el espacio: impulsados por la atracción,
solo en el estudio y conocimiento exacto de las magnUudes de
giran sobre sí mismos y en el infinito en órbitas inmensas como
los cuerpos celestes, de sus respectivas distancias de d !
nuestro Sol: forman grupos siderales, tienen manchas prove-
d°eSteSreat°S ^ SUS
S * * S i ü ° t a m ' ) Í6tt en el estudio v nientes de las reacciones químicas que §e verifican en las sus-
detenido examen de la organización del üuiverso viviente el tancias ígneas que los constituyen, y por medio de la análisis
lo, elemeutos físicos que constituyen la naturaleza de l ' a s - espectral se ha llegado á conocer hasta la constitución física de
tros, y en avenguar en la forma y condiciones especiales en
jesos globos de luz, conquista gloriosa de la Astronomía contem-
q u e esta esparcida la vida en esos Mundos le/anos
poránea que parecerá absurda á los espíritus pequeños, que en
l a ! es el objeto grandioso de la divina Astronomía síntesk su crasa ignorancia, no conocen la Naturaleza, ni la riqueza
s u b u n e que lo abraza todo, desde el átomo l l a r d o Tierra
que hoy atesora el progreso.
hasta las nebulosidades mas remotas de l o s c i e l o ^ e i o S
En medio de este universal conjunto de mundos y de siste-
r a a s d a y testimoflios
E S í f r ^ mas estelares, la Tierra no es otra cosa que un punto perdido
^ n la inmensidad, y la humanidad que la habita, una pobre fa-
milia de las innumerables que pueblan los espacios infinitos.
Estos conocimientos son de primer orden, y prestan un
fenestre, constituyen unos estudios de una utilidad y de un
nuevo sello de grandeza y magestad al estudio de la Natu-
mérito extraordinario, dignos por cierto de que se popularicen
raleza.
en España, donde desgraciadamente los conocimientos astronó-
Rompiendo el valladar de las preocupaciones seculares, eter-
micos son tan estraños.
na rémora del progreso, la ciencia moderna, no solo ha en-
Todos los escritores científicos contemporáneos, todos los que
sanchado el Universo, sino los horizontes de la vida infinita que
estudian la Naturaleza y aman la verdad, tienden con sus tra-
se agita por todas partes: centellea en las ondulaciones del éter,
bajos á vulgarizar la ciencia, esto es, á destruir el valladar que
brilla en la luz de las estrellas, palpita en las atmósferas de los
separa al pueblo de toda nocion científica, presentando el re-
planetas animándolos con su hálito creador, y regula toda la
sultado de la contemplación física del mundo á la inteligencia
grandeza de la creación universal.
de todos en una esposicion clara y estética.
La analogía entre la Tierra y los demás planetas, y la que
Entre estos puede incluirse por su laboriosidad incansable
existe entre el Sol y las estrellas, es un hecho físico incontro-
á Camilo Flammarion, pues el mérito de este escritor con-
vertible. Hoy no juzgamos estos cuerpos como vastas soledades
siste en haber recopilado de una manera general y metódica,
ó desiertos sombríos flotando alrededor del Sol: la unidad de
en armonía con los conocimientos recientes, cuanto se refiere á
las fuerzas físicas y el sentimiento general de la vida se reve-
la habitabilidad de los cuerpos celestes, y cuanto se ha dicho,
lan ya mejor á nuestro espíritu, y podemos estudiar á esos her-
sobre este asunto desde las doctrinas de los Vedas y los dogmas
manos nuestros bajo sus aspectos físicos, geográficos y climato-
de Zoroastro, hasta Cyrano deRergerac y Fontenelle, en virtud
lógicos, considerándolos como estancias habitables. Y en efecto,
de los fantásticos viajes que la imaginación humana, sedienta d e
hijos del Sol, emanados de su ardiente atmósfera, los pla-
hallar la verdad, se ha permitido hacer por los espacios celes-
netas no son estraños entre sí: las mismas fuerzas, las mismas
tes á fin de resolver á su manera el importante problema de la
leyes los rigen. Se han formado lentamente en virtud de idén-
vida universal. En este caso se encuentran todas sus obras y
ticos procedimientos de evolucion, y con arreglo á sus distan-
especialmente la Pluralidad de Mundos Habitados, y Los Mun-
cias del Sol, á sus volúmenes, á sus masas y á sus movimientos
dos Imaginarios y los Mundos Reales, en las cuales, á pesar de
respectivos; y sus elementos constitutivos tierras, aguas, gases
su indisputable mérito, brilla mas la imaginación que el juicio
atmosféricos y demás, son análogos á los terrestres, ó solo di-
analizador y la verdad científica.
fieren en las proporciones; y esto que la ciencia ensena y que
El libro que ofrecemos hoy á nuestros lectores, publicado en
estaba presentido desde antiguo, pone fuera de toda duda que
Paris en 1877 por Flammarion bajo el titulo de Petile Astronc-
los planetas son mundos reales como el nuestro, con sus mon-
mie Descriptive, es de una índole muy distinta. En él no se
tañas y con sus mares, con sus llanuras y continentes habitados
espone la hermosa doctrina de la pluralidad de los mundos ha-
por humanidades hermanas nuestras.
bitados, sino los principios mas fundamentales de la ciencia as-
La esposicion, pues, de los fenómenos cósmicos que encierra tronómica , haciendo al efecto un bosquejo del cuadro en-
la historia de los mundos, su estudio general y filosófico, el tero del Universo; pero escrito por Flammarion con destino á la
exámen profundo de los hechos y de las maravillas que ofrece juventud estudiosa de Paris, es sobrio en la forma y su carác-
la Astronomía estelar y planetaria, y las conclusiones especula- ter elemental, y así todas las definiciones y símiles que en él
tivas y fisiológicas que acreditan la existencia de la vida ultra- emplea para poner al alcance de la inteligencia de los jóvenes.
los fenómenos celestes, están consignados en un estilo sencillo, telacion del Cisne, el paso de Mercurio por delante del disco
en lo cual ha procedido lógica y acertadamente. del Sol observado el 6 de mayo de 1878, el probable descubri-
Un libro escrito en este sentido tan familiar, que es el ade- miento del planeta Yulcano, y el resultado de las observacio-
cuado para vulgarizar la enseñanza pübjica, pierde su interés y nes practicadas en Cuba sobre el eclipse total de Sol del 29 de
no responde al objeto de la propaganda, alser traducido literal- julio de 1878, por nuestros ilustres marinos, los únicos hoy
mente, mucho mas si como sucede con la Petite Astronomie Des- en España que se interesan por el esplendor y porvenir de la
criptive no se hace otra cosa que esplicar someramente, indicar ^tronomía, y cuyas observaciones somos los primeros que te-
mejor dicho, las maravillas celestes sin entrar en detalles, y nemos la satisfacción de darlas á conocer en nuestra patria.
sin consignar siquiera los descubrimientos verificados de algún
También publicamos por vez primera en una obra de Astro-
tiempo á esta parte.en la Astronomía.
nomía, una relación detallada de todos los aerolitos ó piedras
Para salvar este inconveniente y dar á los asuntos que abra-
del cielo que han caido en España, y hacemos una ligera des-
za toda la estension que requieren y toda la libertad propia
cripción de la famosa lluvia de estrellas fugaces observada por
de nuestro idioma, á fin de hacer mas clara y fácil la in-
nosotros en Málaga en 1866, cuyo fenómeno está considerado
teligencia de las doctrinas astronómicas, nos hemos decidido
como el acontecimiento cósmico mas notable de estos últimos
por una versión libre, en la cual, ajustándonos únicamente al
tiempos. La mayor parte de estas noticias interesantes y otras
plan trazado por Flammarion, hemos omitido lo que en rigor
sobre diferentes asuntos, las hemos incluido en el texto; mas
podia pasar por accesorio, y ampliado y modificado aquellos
para evitar la difusión que hubiera ocasionado comprenderlas
puntos en'que mas lo exigía la importancia del asunto ó la
todas en los capítulos respectivos, hemos hecho varias adiciones
sobriedad del texto, en cuyo caso se halla comprendida toda la
en forma de notas, en algunas de las cuales nos permitimos
obra« escepto el último capítulo que trata del Calendario.
manifestar sinceramente nuestro juicio, pero sin acrimonia,
Hemos dado á este libro el título de La Tierra y el Cielo, en sobre ciertos puntos en que no estamos conformes con las opi-
lugar del de Pequeña Astronomía Descriptiva, por considerarlo niones de Flammarion.
mas conforme con nuestra lengua y mas adecuado al objeto y
Para la mejor inteligencia de los fenómenos hemos hecho
plan del mismo, toda vez que en él se esplican desde la figura
trazar esprofeso algunas láminas, entre estas las que represen-
de la Tierra, su posicion en el espacio y los fenómenos prove-
tan los diferentes aspectos observados en la corona solar por
nientes de sus movimientos de rotacion y de traslación alrede-
lacomision española, durante el eclipse de 1878, las cuales
dor del Sol, hasta la grandeza objetiva de los espacios side-
rales. están tomadas de dos magníficas fotografías que ha tenido la
amabilidad de remitirnos el sábio astrónomo don Cecilio Puja-
Los adelantos mas importantes realizados en estos últimos
zon, Director del Observatorio de San Fernando. Y con el obje-
tiempos en la divina ciencia del cielo, no los pasamos desaper-
to, en fin, de destruir la prevención desfavorable que tienen
cibidos; y muy especialmente los que se han hecho desde 1877
en que Flammarion publicó su Petite Astronomie Descriptive. muchos contra las medidas de las distancias celestes, hemos
Asi [entre otras muchas observaciones y descubrimientos tras- trazado la figura inserta en la página 252 á fin de dar una idea
cendentales, citamos el de varios asteróides, el de los satélites del método principal de que se valen los astrónomos para de.
de Marte, el de la estrella aparecida repentinamente en lacons- terminar la paralaje del Sol, ó la distancia que lo separa de la
Tierra.
En nuestro trabajo hemos empleado un lenguaje sencillo ycla-
mas alta es la circunstancia de haber sido la causa de la pro-
ro hasta donde nuestras pobres facultades nos lo han permitido,
pagación universal de los conocimientos, y de la civilización de
para que el lector, cualquiera que sea su instrucción, no tenga
todos los pueblos.
necesidad de fórmulas difíciles, ni espücaciones técnicas, que
Para poderse formar una idea de la importancia cientihca y
impidan comprender las verdades científicas, pues la mayor
social de la Astronomía, baste decir que sin esta ciencia la so-
parte de los que leen una obra didáctica quieren que se les ha-
ciedad no podria ordenar las épocas y la sucesión del tiempo;
ble sencillamente y con naturalidad, por ser este el medio mas
la cronología y la historia estarían sin guia; la agricultura no
eficaz para hacer comprensibles las cuestiones mas profundas.
seria tan productiva; la medicina aplicaría sin oportunidad sus
También hemos procurado no insistir en cosas generalmente
remedios; la navegación no hallaría conductor en la soledad de
conocidas, fijándonos con predilección en las que no lo están,
los mares; y sobre todo, la geografía no existiría, los pueblos
con el fin de vulgarizar mejor las hermosas enseñanzas de la
ignorarían sus posiciones respectivas y las relaciones y medidas
Astronomía en nuestra patria, tan refractaria á este ramo del
•saber humano, á causa del atraso en que se encuentra, por de sus distancias.
desgracia, en el progreso de las ideas. La Astronomía, además, eleva estraordinariamente nuestro es-
píritu. Las maravillas que nos descubre cautivan el entendimien-
Emancipémonos de esta ignorancia y aprendamos en los li- to; ensanchan los horizontes de nuestra razón; desarrollan en
bros de ciencias de los grandes pensadores todas las verdades, nuestras almas el sentimiento de lo infinito; despiertan en nues-
todas las bellezas que atesora la inagotable mina de la Natu- tros corazones nobles afectos, altas aspiraciones, y nos presta,
raleza. Conocer la organización del Universo, las maravillas de en fin, por su grandeza un verdadero preservativo contra las
los cuerpos celestes, la naturaleza y dimensiones del globo que miserias de la vida. Mas á pesar de esto, fuerza es decirlo, no
habitamos y la estrecha relación que existe entre todos los sé- sabemos que admirar mas, si las maravillas del Cosmos ó la in-
res, para no vivir como autómatas, es un estudio elevado y rico teligencia del hombre que ha logrado poner los astros bajo sus
de emociones de toda clase que no requiere una tarea tan difí- plantas, y obligar á la Naturaleza á contarle sus secretos.
cil como se cree: es tan fácil como leer una novela ó una poesía
El hombre, estudiando el eterno curso de los astros; anali-
que á nada conducen, siendo en cambio el resultado mas útil,
zando todas las peculiaridades físcas de la materia; descubrien-
mas verdadero y mas interesante, pues como ha dicho Euler,
do la misteriosa relación que existe entre todas las cosas; dando
la Naturaleza, eterna fuente de inspiración y de belleza, es-
unidad á la diversidad de los fenómenos naturales que, según
cede en mucbo á todas las fábulas y á todas "las creaciones de
Hegel, se hallan como traducidos en nuestras representaciones
los poetas y novelistas.
internas, aplicando, en fin, las leyes de su espíritu á la Natu-
Despreciar, pues, la Astronomía como lo hacen en nuestra raleza entera, ha formado las ciencias para que demuestren
patria la mayoría de sus habitantes, y aun aquellos que siguen toda su grandeza, y para que reflejen toda la brillantez de sus
carreras especiales y que se precian de entendidos y literatos, ideas. El hombre, pues, es la corona del Universo: todas las
considerándola como una ciencia pueril de mero entreteni- grandes ideas son destellos luminosos del sol de su inteligencia.
miento, es un error estremadamente absurdo que revela pobre-
za de ideas y una instrucción mezquina, toda vez que lo que Madrid, Marzo de 1879.
mas engrandece á la Astronomía y hace de por sí su apología
PREFACIO.

La Astronomía es la ciencia del Universo.


El Universo es el maravilloso conjunto de todas las
cosas creadas -: del cielo y de la Tierra, del Sol y de
la Luna, de los cometas y de las estrellas.
Formando parte de este universal conjunto, unidos
estrechamente al planeta que habitamos, pocos hom-
bres habrán dejado de preguntarse con inquieta curio-
sidad, al presenciar tan magnífico espectáculo, qué
cosa es ese hermoso cielo que todo lo llena y en el
cual parece que están enclavados los astros.
Nada mas importante ni trascendental, que las
cuestiones que envuelve la Astronomía. Vivimos sobre
la Tierra, pero ¿qué es la Tierra? ¿cuál es su forma?
¿dónde está colocada? ¿qué es el cielo ? ¿A qué causa
debemos la alternativa del dia y de la noche? ¿De qué
proceden las estaciones y la diversidad de los climas?
La luz del Sol nos alumbra y vivifica, pero ¿qué es el
Sol? ¿á qué distancia está de nuestro globo? La Luna
que brilla con luz tan dulce y melancólica, ¿por qué
muda de faz diariamente? Y las estrellas que, como
(5 PREFACIO.
PREFACIO. 7
puntos perdidos, tachonan el inmenso azul del cielo, hombres que estudiaban los astros y calculaban sus
¿qué parte representan en el concierto de los mundos? movimientos.
A todas estas preguntas, que ocurren naturalmente á En época de más cultura, y más cercana á nos-
nuestro entendimiento, contesta la ciencia del Uni- otros, la famosa escuela de Alejandría, recogiendo .
verso: la Astronomía. cuantas observaciones y trabajos le habian precedido,
El origen de esta ciencia, la mas antigua y magní- corrigió muchos errores, y puso la base de los verda-
fica de todas las ciencias esperimentales, se pierde en deros conocimientos astronómicos. E n ella figuraron
la oscura noche de los tiempos. dos astrónomos famosos: Hiparco y Tolomeo.
Determinar en vista de esto cuál fue su cuna es Los astrónomos árabes, que tan eminentes servi-
muy aventurado y difícil; pues aunque los griegos d o s prestaron á las ciencias', continuaron los mismos
designan como inventores ó fundadores de esta cien- trabajos de la escuela alejandrina; y asi siguió la As-
cia á Urano y á Atlas, los chinos á Fohi, los griegos tronomía ensanchando sus dominios, hasta que en el
á Tliaut ó Mercurio, y los persas á Zoroastro y á Be- •siglo XVI, desde cuya época data el desarrollo de los
lo, esto no puede considerarse sino como una repre- conocimientos humanos, se rectificaron muchos de los
sentación simbólica que nos ha legado la tradición, grandes errores de las observaciones antiguas y , en-
en virtud de los primeros ensayos verificados por la riqueciéndose con importantes descubrimientos, se ad-
inteligencia humana en el estudio de la Naturaleza. quirió una idea más exacta y racional de los elemen-
Lo que únicamente puede admitirse, por pertenecer tos de nuestro sistema solar y de la organización del
á una época más asequible á la investigación históri- Universo. Esta revolución tan provechosa fué llevada
ca, es que los primeros astrónomos que registra la his- á cabo por los génios inmortales de Copérnico, Gali-
toria en sus anales fueron indios, hombres sencillos, leo, Kepler y Newton, fundadores de la Astronomía
que á la vez eran pastores y labradores, sacerdotes y moderna.
poetas. Exentas sus almas de deseos y de ambiciones, Tan notables adelantos fueron debidos principal-
pudieron dedicarse en el silencio de la noche á la mente á un descubrimiento inesperado, estraordina-
contemplación de los cielos, y observaron atentamen- rio, verdaderamente maravilloso, que de pronto vino
te, y hasta llegaron á calcular la marcha aparente á cambiar la faz de la Ciencia, y á enriquecerla con
de los astros, y á dar nombre á las estrellas. Pos- brillantísimos y colosales descubrimientos.
teriormente los egipcios, los chinos , los persas, Desde los tiempos más remotos hasta principios del
los caldeos, los fenicios, los griegos, todos los pue- siglo XVI, todas las observaciones, todos los cálculos
blos, en fin, civilizados, tuvieron astrónomos, estoes, consiguientes, todos los estudios hechos por los hom-
8 PREFACIO.

bres para descifrar los misterios de los cuerpos celes-


tes . se fundaban en la simple vista; pero inventa Ga-
lileo su instrumento, lo dirige al cíelo y un nuevo
mundo de prodigios y maravillas se ofrece á sus ojos
admirados: los abismos que separan los astros de la
Tierra parece que se acortan, y que el Sol, la Luna y
las estrellas se acercan á distancias muy inferiores
á las que realmente se encuentran. Este instrumento,
del que no hemos dicho bastante calificándolo de ma-
ravilloso, se llama anteojo (1).

(1) La invención del telescopio, que tantos beneficios h a r e p o r t a d o á


l a ciencia, n o es debida al g r a n genio de Galileo (*). Este astrónomo rio
h i z o otra cosa q u e aplicar este maravilloso i n s t r u m e n t o a litó observacio-
n e s astronómicas. L a historia de este poderoso' medio p a r a v e r y m e d i r ,
es por demás curiosa. Tres célebres industriales se d i s p u t a n l a gloria d e
este invento: J u a n L i p p e r s h e y , f a b r i c a n t e de g a f a s en Middleburgo; J a -
cobo Adricansz, l l a m a d o Meció, q u i e n p a r e c e s u s t i t u y ó el m e t a l p o r el
cristal q u e a n t e s se usaba-en l a composicion de los espejos ustorios; y
Zacarías J a n s e n , inventor del microscopio compuesto. En v i r t u d de l a s
investigaciones m a s autorizadas y recientes, la vez p r i m e r a q u e se com-
b i n ó un vidrio cóncavo con otro convexo p a r a observar los objetos l e j a -
n o s , f u é el 2 de octubre de 1608. L a prioridad de este i n v e n t o s e g ú n 01-
bers, H u m b o l d t y otros autores, corresponde á Lippershey, el cual l o
debió á la casualidad, pues estando j u g a n d o sus hijos e n el taller, y h a -
biéndoseles ocurrido m i r a r a lo lejos á t r a v é s de dos lentes u n a c o n v e x a
y otra c ó n c a v a , observaron con asombro q u e las casas del p u e b l o , el
c a m p a n a r i o y cuanto les rodeaba, parecia estar m a s cerca q u e de ordi-
nario. No dando crédito á sus ojos lo consultaron con s u p a d r e . E s t e ,
esplicándose el fenómeno á s u m a n e r a , y dando vueltas al a s u n t o , cons-
t r u y ó al fin el a n t e o j o de l a r g a v i s t a , colocando primero las lentes cada
u n a en una tablilla circular perforada e n el centro, fijándolas l u e g o e n
l a s e x t r e m i d a d e s de dos tubos q u e p o d i a n entrar u n o d e n t r o de otro.

E s t a fausta noticia cundió por todas p a r t e s y llegó á V e n e c i a en el

(*) Nació en Pisa en 1564 y m u r i ó en 1642, en Arcetri, cerca d e


Fig. 1. a —Telescopio de Mr. Ni wall.
Florencia.
Nuestros lectores conocerán el anteojo de larga vado con alguno de estos instrumentos, con sorpresa
vista, combinación de cristales hábilmente trabajados habrán visto los objetos lejanos extraordinariamente
y colocados en un tubo-, y , si alguna vez han obser- amplificados, aumentados, acercados en apariencia.
Un árbol, por ejemplo, que apenas se distingue a la
rnes de m a y o de 1609, en c u y a ciudad se hallaba accidentalmente Gali-
«imple vista, lo vemos con el auxilio de este instrumento
leo. No conociendo el instrumento, adivinó este gran hombre, con su
extremada sagacidad, la combinación y e s t r u c t u r a del mismo, y fabrico como si estuviese cerca de nosotros, y percibimos su
uno por io que había oido decir. El 7 de enero d e 1610, hallándose e n tronco, sus ramas y sus hojas clara y distintamente.
P a d u a , lo dirigió al cielo por vez primera. Su triunfo f u é completo y
brillantísimo. Descubrió los cuatro satélites de Júpiter, las fases de V e -
La óptica esplica perfectamente este efecto, del que
nus; observo asimismo el g r u p o de las Pleyades, y las nebulosas de Cán- no podemos ocupamos en este momento. Solo mani-
cer y de Orion, y fué el primero que describió las m a n c h a s del S o l , des-
festaremos que los anteojos de los astrónomos no son
cubiertas en 1611 por J u a n Fabricio. Descubrió también las m o n t a ñ a s
de la Luna; enseñó la manera de medir la altura de sus vértices, y es- sino grandes anteojos de larga vista, fabricados con
plico el color ceniciento de este astro como y a lo habían hecho Leonardo arreglo á los últimos adelantos; llevan el nombre de
de Vinci y Mcestlin. Este primer anteojo astronómico, y a en desuso, se
conserva cuidadosamente en la Academia de Florencia como u n a reli- telescopios, y aunque su construcción es algo diferen-
q u i a santa, como un recuerdo venerando, de los primeros adelantos d e te, producen los mismos resultados y prestan la mis-
la óptica.
ma utilidad.
Desde esta época comenzó una n u e v a e r a de descubrimientos impor-
tantes para la Astronomía y ¡as matemáticas; y á medida que el telesco- Ahora bien: despues de este invento, desde que han
pio se fué perfeccionando por Kepler. H u y g h e n s , Gregory, N e w t o n , podido verse tan "grandes como la Luna astros que
Herschel y otros astrónomos, el Universo, por decirlo asi, abría m a s y
perciben nuestros ojos como pequeños puntos brillan-
mas su seno infinito á las investigaciones h u m a n a s para resolver el mis-
terio de los mundos. El telescopio h a llegado h o y á u n a perfección t a n tes, se comprenderá fácilmente cuantas observaciones
extraordinaria, que si la óptica sigue progresando como hasta aquí, e s de'interés podrán hacerse, y c u a n importantes descu-
imposible prever los portentosos descubrimientos que el porvenir re-
serva á la Astronomía.
brimientos. Desde el siglo XVI á acá cada vez se han
E n Europa los mas célebres son los de Lord Rosse, Guillermo Lassell
construido telescopios mas perfectos, mas precisos y
y m u y especialmente el de Mr. Newall, el m a s notable por su alcance de mas fuerza óptica. Cuanto hemos podido observar
colosal. La fig. 1. a representa este prodigioso instrumento. Es de acero
c o l a d o : el objetivo mide 63 centímetros de diámetro: su base es de h i e r - u n a de las altísimas mesetas de Sierra Nevada á una altura d e 2,700 m e -
ro, pesa 10 toneladas, está h u e c a , y en su interior existe u n mecanismo tros, elevación adecuada para las observaciones astronómicas por la p u -
de relojería que imprime al anteojo u n movimiento ecuatorial: costó á reza de la atmósfera casi siempre despejada de nubes.
Mr. Newall m a s de 250.000 francos.
Con estos instrumentos, que tantos secretos h a n arrancado á la Na-
En América los telescopios de m a s potencia óptica son los q u e
turaleza, hemos podido apreciar la disposición general del Universo, y a
existen en Nueva Y o r k , en Cincinnati, en W a s h i n g t o n , en Melbourne
ellos es deudora la Astronomía de la sorprendente confirmación de s u s
(Australia) que representa la figura 2 . a , y e l recientemente construido á
espensas del Gobierno de los Estados-Unidos, que y a estará instalado e n doctrinas.
(N. del T . )
PREFACIO.

en los cielos de maravilloso y extraordinario, no po- Desde la invención del telescopio los astrónomos
demos comunicarlo á nuestros lectores en dos pa!a- mas célebres han sido Newton, Herschel y Laplace.
En la actualidad existen en Europa y en América sa-
bios y hábiles observadores. Todos los pueblos de la
Tierra, pues, han trabajado de consuno para formar
esta hermosa ciencia, la mas exacta de todas las cien-
cias de observación. Recordemos los nombres de los
astrónomos que hemos citado en este prólogo: son los
nombres de los génios que han prestado á la huma-
nidad los servicios mas eminentes.
La Astronomía no es solamente una bella ciencia,
es una ciencia en estremo útil. Sin ella no solo no co-
noceríamos el cielo ni la grandeza objetiva que ate-
sora, sino que la Tierra misma para nosotros seria en
gran parte desconocida.
La Astronomía es una ciencia que requiere profun-
dos y universales estudios para conocerla á fondo:
toda una vida de trabajo constante y de penosas in-
vestigaciones, es necesaria para ser astrónomo; mas
afortunadamente, para conocer lo que es preciso que
sepan todos, á fin de popularizar las ciencias, no se
necesita tanto trabajo. Con alguna atención, en poco
tiempo, sin fatigar el entendimiento, antes al contra-
rio, con facilidad y vivo placer, podrán nuestros lec-
tores aprender muchas cosas útiles é indispensables,
iniciando su espíritu, en los grandes y admirables se-
cretos del Universo.
Fig 2 . a — E l gran telescopio de Melbourne.

bras; mas procuraremos dar una idea de esos fenóme-


nos admirables en este libro.
CAPITULO PRIMERO.

LA TIERRA ES REDONDA.

A n t e s de elevar nuestros ojos al cielo para contemplar el


Sol, la L u n a y las estrellas, examinemos la Tierra, nuestra
inorada.
E n t r e los hombres que piensan, h a y pocos q u e , i m p r e -
sionados vivamente por las cosas que les rodean y por los
fenómenos que observan, no deseen conocer los misterios
de la Naturaleza, y m u y especialmente la forma y dimen-
siones de la tierra que habitan. P a r a los que se hallen en
este caso, y no t e n g a n u n a idea de los fenómenos natura-
les, daremos aquí las pruebas positivas que tiene la cien-
cia sobre estas cuestiones cosmográficas, que tanto nos in-
teresan .
E n todos los tratados de Astrononía y de geografía se
enseña, como un axioma, que la Tierra es redonda como
u n a inmensa bola ó como un globo. Mucho sorprenderá
de seguro esta afirmación á los que por primera vez la
l e a n , pues la Tierra á primera vista no manifiesta tal
forma. Cuando miramos en torno nuestro la parte de ter-
reno que podemos -abarcar con nuestras miradas, nos parece
la Tierra llana, si estamos en un valle, desigual ó acciden-
toda, si nos hallamos entre montañas. E l cielo, sobre nues- Para hacer mas comprensible lo que hemos dicho vamos
tras cabezas, se ostenta como u n a inmensa bóveda: azul, e n á presentar varios ejemplos.
tiempo sereno; cenicienta, si está nublado: bóveda que ba- Figurémonos u n a persona colocada en una g r a n llanura.
j a hasta la Tierra y parece confundirse con ella á lo lejos, Desde el punto M de la fig. 3. a puede ver hasta el punto A
trazando un círculo en torno nuestro Hartado horizonte.
en q u e la línea recta que representa su visual va rasando
Muchos creen desgraciadamente todavía, q u e estas grose-
ras apariencias son u n hecho real y positivo, y que mas
allá del límite que alcanza su vista no existe otra cosa que
el cielo y la Tierra estrechamente ligados; mas cuando
oyen hablar de paises lejanos, de viajes que d u r a n meses
y años, piensan forzosamente que la extensión de algunas
leguas que descubren con sus ojos no puede ser la 'de la
Tierra entera. Eutónces comprenden que la Tierra es m a -
y o r ; pero, es tal la fuerza de las preocupaciones, que no
abandonan la idea de que es redonda y plana como u n a
moneda, por ejemplo, sobre la cual se representan las mon-
tañas por las letras y relieves del busto y escudo de la mis-
m a ; y creen firmemente que el cielo es como u n a cúpula
Fie, 5. 3 —Curvatura de la Tierra. - Limites del horizonte para m> observador colocado •
gigantesca que cubre á la Tierra, á la manera que taparía en el suelo.
la moneda una campana de vidrio.

Tal es la idea, sobre poco mas ó menos, que los hombres con la curvatura del suelo. E n torno suyo distinguirá á la
de otros tiempos, ignorantes como niños, se formaron tam- misma distancia los puntos BCDE, y otros tantos por el
bién de la Tierra, y pronto veremos á qué peregrinas h i - otro lado que no pueden estar señalados en nuestro d i b u -
pótesis recurrieron para esplicarse esas apariencias. jo. Estos puntos limitan sus miradas, y forman el contorno
Cuando estemos colocados en una inmensa llanura, ya de su horizonte. Los objetos situados mas allá, en F, en G.
sabemos que mas allá del horizonte que l i m i t a n u e s t r a s m i - e n líen I , en / por ejemplo, se encuentran debajo de aquel
radas, h a y tierra todavía; que h a y campiñas, h a y bosques, círculo, y por lo tanto ocultos por la redondez del suelo.
h a y mares y otros continentes; pero, ¿por qué no'los vemos? Si en vez de permanecer en la llanura sube á una mon-
Precisamente porque la Tierra es redonda. Si fuese plana, t a ñ a , su vista se extenderá á una distancia mas considera-
veríamos los objetos apartados cada vez mas pequeños y con- ble. Desde la cima descubrirá ciudades, bosques, campiñas,
fusos, hasta que la distancia nos los borrara por comple- que desde el pié de la montaña no podia distinguir; y á sus
to, y no descubriríamos el círculo que forma el horizonte. ojos s e presentarán, como antes, confundidos en lontananza
el cielo y la T i e r r a , pero á distancia mas considerable, á q u e avanzamos descubrimos y a los pisos mas altos y al
causa de la altura en que ahora se halla colocado con r e s - fin los bajos, hasta su base, que parecen elevarse gradual-
pecto al horizonte. mente como si salieran de la Tierra.
Admitamos, p u e s , que el mismo observador se traslada E l mismo efecto se observa, pero de una manera mas
sobre una colina, al punto iV (fig. 4. a ) por ejemplo. Por la apreciable y sensible sobre la mar, donde no h a y estorbo
línea que representa la dirección de su mirada, c o m p r e n -
deremos que puede ver ahora los objetos situados en F en 0r

F i g . 5. a —F.l pueblo visto á lo lejos. El horizonte no permite descubrir otra cosa que
Fignra 4 . a - E l observador colocado sobre una montaña descubre un horizonte mas
los puntos mas altos de los edifielos.
estenso.

en H en / que la convexidad de la Tierra le ocultaba cuan-


alguno que interrumpa nuestras miradas. Desde la playa
do se hallaba colocado en M , al pié de la colina. Pero to-
vemos delante denosotros lainmensa superficie de las aguas
davía los objetos K , Z, situados mas lejos, continúan para
que parece elevarse suavemente hacia el horizonte, el cual
él ocultos.
forma un círculo mas perfecto y mejor definido que en la
Cuando marchamos por una llanura hácia un pueblo l e -
tierra firme.
jano, no descubrimos de pronto, cuando nos vamos acercan-
Si en este caso observamos un buque que se aleja del
do, el pueblo entero; sino los tejados de las casas y las s i -
puerto, lo veremos subir lentamente hasta dicho círcu-
luetas de los campanarios. L a parte baja de estos edificios
lo , cruzar por su contorno , y descender despues poco á
se nos oculta por la convexidad de la T i e r r a , que se l e -
poco como si se sumergiese en las ondas del Océano.
vanta entre aquellos objetos y nosotros; pero á medida
Primero, desaparece el casco de la nave, despues las velas
mas bajas, y últimamente los topes de los mástiles. Si la lo cual confirma que t a l e s la figura geométrica de nuestro
mar fuese plana, la distancia sola haria perder de vista un globo.
b u q u e , y en tal caso todo desaparecería á un tiempo-- Pero la mejor prueba de que la Tierra es redonda se ob-
casco, velas y mástiles. La m a r , por consecuencia, e s tiene dándole la .vuelta. E s t a puede verificarse en todas
direcciones; pero si nn b u q u e sale de España, del puerto d e
Cádiz por ejemplo, para hacer este viaje de circunnavega-
ción, tiene necesariamente qne dirigirse siempre en un mis-
mo sentido, sin variar de rumbo, hasta volver al cabo de
cierto tiempo, por el lado opuesto, al punto de partida. D e
este modo arrojados navegantes h a n dado, en muchas o c a -
siones, la vuelta al mundo. Durante su larga travesía e n -
contraron continentes, extensiones de tierra firme que les
impedian el paso; pero desviándose u n poco, como lo h a c e -
mos siempre en presencia de un obstáculo, consiguieron
por fin terminar la vuelta. El primero que acometió esta
atrevida empresa f u é un intrépido navegante, llamado M a -
gallanes, que tardó tres años en hacer este viaje (1). H o y ,

( l ) A u n q u e hemos v a r i a d o la forma d a d a por el a u t o r á este l i b r o ,


Fig. 6 . a — E l pueblo visto á corta distancia. Se descnbren completamente los edificio
todo lo q u e se refiere n o obstante á s u s creencias ú opiniones p a r t i c u l a -
el horizonte aparece mas lejos.
res lo h e m o s respetado consignándolo testualmente. En este caso se e n -
cuentra l a afirmación t a n g r a t u i t a q u e h a c e respecto al v i a j e de c i r c u n -
n a v e g a c i ó n que l e atribuye á M a g a l l a n e s . T a l afirmación es por d e m á s
convexa, curva, como la tierra firme. Y como los hechos e r r ó n e a , pues a u n q u e este famoso n a v e g a n t e concibió t a n m a g n í f i c a
que hemos observado se reproducen en todas direcciones, i d e a , no f u e é l , sino u n m a r i n o español q u i e n l a llevó á feliz t é r m i -
h a y que convenir en que la Tierra es completamente r e - no. F e r n a n d o de Magallanes es uno de los n a v e g a n t e s m a s ilustres d e l
siglo X V I , el siglo de l a s g r a n d e s e m p r e s a s m a r í t i m a s . P o r t u g u é s d e
donda, esférica, como u n a bola inmensa. n a c i m i e n t o , prestó grandes servicios á su p a t r i a en la India y en A f r i -
U n a prueba mas todavía. Sabido es que la sombra de los ca ; pero resentido p o r u n a injusticia q u e le h i c i e r o n , a b a n d o n ó á
objetos está en relación con las formas respectivas de estos. P o r t u g a l , y pasó al servicio de E s p a ñ a , reinando Cárlos V . P o r sus c o -
nocimientos y p r o f u n d a p r á c t i c a , se le confió u n a expedición á las Mo-
Así, pues, si u n a tabla ó cartón cuadrado se interpone en-
l d e a s , y entonces concibió el p r o y e c t o de dirigirse á estas islas s i g u i e n d o
tre el Sol y una pared, la sombra que se proyecte será cua- el r u m b o a l Oeste, en lugar de hacerlo a l Este doblando el Cabo de
d r a d a ; y circular si la produce un objeto redondo. P u e s B u e n a E s p e r a n z a , s e g ú n era costumbre h a s t a entonces entre l o s m a -
bien : en ciertos casos, que esplicaremos mas t a r d e , se rinos.

manifiesta la sombra de la Tierra completamente redonda, Dispuesto todo lo necesario p a r a un v i a j e de esta índole, partió c o n
merced al progreso moderno, puede darse la vuelta al g l o - da la figura de la Tierra, y nos autorizan para sentar que
bo en menos de tres meses por medio de la combinación nada existe h o y mas cierto ni mejor « o s ^ •
Despues de estar convencidos los sabios d e q u e la l i e r
r a tiene la forma de u n a e s f e r a , intentaron medirla.
Y con el auxilio de instrumentos de g r a n precisión y
L procedimientos matemáticos que no podemos exphcar
detalladamente por no permitirnóslo la indo e elemental de
e t ! libro, encontraron que esta bola colosal tiene de c i r -
cunferencia 10.000 leguas (1). Hecha
la longitud que llamamos metro. P a r a establecerla tomaron
desde luego la cuarta parte del círculo máximo o meridia-
no terrestre, que pasa por París; y despues la ^ e z - m l o -
n é s i m a parte de aquel cuadrante: esta diez^mxllonésima

en las islas M a r i a n a s ó de los Ladrones llegó en marzo de 1521 al arclú-


p élago de Filipinas, donde le m a t a r o n e n Zebú los n a t u r a l e s del pats.
P
1 S ¡ É p u e s , cómo no pudo reaiizar su empresa este a u d a z n a v e g a n -
te , según a s e g u r a F l a m m a r i o n ; pero m u e r t o Magallanes ^ f r a g o r
o , , el objeto del v i a j e . E l segundo j e f e de l a espedtcton, J u a n Sebast a n
E l c a n o , distinguido m a r i n o e s p a ñ o l , lleno de fé por la o en ra y a n l e -
loso de » l o r i a , á pesar de carecer de los elementos m a s m d . s p e n s a b l e s
p a r a r e a l i z a r esta e m p r e s a a r r i e s g a d a , s i n h o m b r e s que le a y u d a s e n p o r
h a b e r s e perdido lodos los b u q u e s m e n o s la Victoria m a n d a d a por el si-
g u i ó constantemente el r u m b o al Oeste, llegó al a r c h . p . e l a g o de a S o n -
Fig. 7 . a — C u r v a t u r a de la t i e r r a . Apariencias q u e ofrece u n barco e n el m a r cuando
se aleja.
d a , dobló el Cabo de Buena E s p e r a n z a , y volvió a S e v i l l a en set.en h r o
de 1523 despues de h a b e r empleado en d a r l a v u e l t a a l a t i e r r a t r e s a n o s

y treinta y dos dias. ,


prodigiosa de los caminos de hierro y de los buques de v a - 4sí terminó este famoso v i a j e , d i g n o de los tiempos heroicos de los
A r g o n a u t a s , y c u y a gloria, c o m o la del descubrimiento de l a A m c n c a
por, que acortan las distancias de los pueblos.
por Colon, pertenece esclusivamente d E s p a ñ a . E l e m p e r a d o r Carlos V,
Otras pruebas hay todavía que ponen fuera de toda d u - recompensó los r e l e v a n t e s servicios de E l c a n o , y le dió por d i v . s a un glo-
b o terrestre con esta inscripción:—Primus me circundedish, esto es. « i u
u n a p e q u e ñ a flota compuesta de cinco b u q u e s , el (lia 20 de setiembre f u i s t e e l primero q u e m e r o d e a s t e . » ^ del T )
de 1519, arrostrando en la travesía toda clase de dificultades y de c o n -
(1) Son l e g u a s f r a n c e s a s de 4 kilómetros: t é n g a s e esto presente p o r -
tratiempos. Reconoció la P a t a g o n i a , descubrió el 21 de octubre de 1520 el
q u e asi son t o d a s l a s leguas c o n s i g n a d a s e n esta o b r a .
E s t r e c h o que lleva s u n o m b r e , situado entre la A m é r i c a m e r i d i o n a l y l a (N.delT.)
Tierra del F u e g o ; atravesó el Océano Pacífico, y despues de haber tocado
p a r t e del c u a d r a n t e es la denominada metro. L a c i r c u n f e - p e q u e ñ a s granulaciones, desigualdades d i m i n u t a s ¿impide
rencia, pues, d e l a tierra, tiene 4 0 . 0 0 0 . 0 0 0 de metros,
equivalentes á las 1 0 . 0 0 0 leguas, dimensiones extraordi- esto que l a n a r a n j a sea redonda? N 6 , ciertamente. Pues
n a r i a s q u e á n u e s t r a consideración e n g r a n d e c e n á este
m u n d o , sobre c u j a superficie estamos todos adheridos c o -
mo h o r m i g a s imperceptibles (1). P METROS-
40.000.000 DE

L a T i e r r a , pues, es u n cuerpo esférico, completamente


redondo; pero ¿ y las montañas? E s t a s prominencias del sue-
lo de la T i e r r a , á pesar de la g r a n elevación de a l g u n a s , n o
significan n a d a . Observemos u n a n a r a n j a : su cáscara tiene

(1) Son tan considerables en efecto las dimensiones de l a T i e r r a ,


q u e n a d a s i g n i f i c a el h o m b r e sobre s u superficie.
S e g ú n las apreciaciones y cálculos m a s exactos h e c h o s r e c i e n t e m e n t e
e n A l e m a n i a , en Inglaterra, en F r a n c i a y en otras naciones, resulta q u e
con a r r e g l o á las 3.000 leguas de d i á m e t r o y 10.000 d e circunferencia
que tiene e l globo q u e h a b i t a m o s , l e corresponde u n a superficie d e
126.987.677 l e g u a s c u a d r a d a s . E n esta v a s t a superficie ocupan l a s
a g u a s 93.333,219 leguas c u a d r a d a s , q u e d a n d o libre p a r a las tierras
33.654.46S l e g u a s cuadradas.
El volumen de la Tierra es de 270.710.328.850 de l e g u a s , y s u densi-
d a d es cinco veces y m e d i a m a y o r q u e la del a g u a d e s t i l a d a á l a t e m p e -
r a t u r a de 4 grados sobre cero, ó como u n a m i t a d de la del p l o m o y doble
de la densidad de las rocas superficiales. Su peso total es de 5 c u a t r i l l o -
n e s 875.000 trillones de k i l o g r a m o s . A p e s a r de q u e este peso aparece
t a n colosal, es sin e m b a r g o 324.000 veces menor q u e el d e l Sol, y 80 v e -
ces m a y o r q u e el de l a L u n a .
Nuestro planeta se h a l l a dividido en cinco g r a n d e s continentes l l a -
m a d o s Asia, E u r o p a , A f r i c a , A m é r i c a y Oeeanía. El n ú m e r o de h a b i t a n -
P
tes q u e lo p u e b l a n , s e g ú n la estadística de 1875, es de 1.400.000.000,los Fig. 8. 3 —Dimensión de ta eircunte reneia d e la t i e r r a .
cuales están distribuidos en la forma s i g u i e n t e : en Asia S00.000,000; e n
E u r o p a 305.000.000; en A f r i c a 204.000.000;-en A m é r i c a 86.000.000 y
bien: las m a s altas montañas, las mas enhiestas c o r d i l l e -
e n Oeeanía 5.000,000 ú n i c a m e n t e .
E n la superficie total del globo ocupa E s p a ñ a una müésima parte, ó lo
r a s , son mucho m a s pequeñas, respecto d é l a T i e r r a , q u e l o s
q u e es igual unas 126.759 leguas cuadradas, c o m p r e n d i e n d o las islas Ba- pequeños granos d e la cáscara de la n a r a n j a , comparados
leares y las de las Canarias; y el n ú m e r o de sus h a b i t a n t e s pasa h o y
d e 16.000.000.
con el volumen d e ésta.
S i n o s queremos representar de otro modo las m o n t a n a s
( X del T.)
con relación á nuestro globo, distribuyamos separadamente
sobre la superficie de una bola de billar de las mayores,
menudísimos granos de mostaza. Estas desigualdades tan
exiguas no son un obstáculo para que la bola de billar sea
perfectamenre redonda. Lo mismo sucede con la Tierra: las
pequeñas desigualdades que ofrecen los continentes y las
montañas, no impiden que sea esférica. Si las consideramos
tan colosales es porque, pobres pigmeos, comparamos nues-
tra pequeñez con sus tamaños, sin embargo de ser a q u e -
llos, como hemos visto, con respecto á la Tierra, lo que los
granos de mostaza colocados en la bola de billar, ó como
una insignificante prominencia en la magnifica cúpula del
Monasterio del Escorial (1).
Por lo demás, cuando nuestra imaginación llegue á f a - CAPITULO II.
miliarizarse con estas ideas, comprenderemos que la figura
globular, idéntica en todos sentidos, es la mas sencilla y la
mas natural de todas las formas. Se manifiesta en las bur-
AISLAMIENTO DE L A TIERRA EN EL ESPACIO.
b u j a s del jabón que hacemos flotar en los aires, en la gota
de la lluvia que fecundiza los campos, y en las del rocio que
esmaltan las hojas de las flores. El Sol, la L u n a , todos los
astros que divisamos en el cielo, son cuerpos redondos, y es
m u y natural que así mismo lo sea la Tierra. Excepcional y
raro seria por cierto que ella sola estuviese configurada d e
otra manera q u e los demás cuerpos celestes.

( l ) L a s m o n l a i í a s m a s a l t a s d é l a T i e r r a s o n el G a u r i s a n k a r y e l K i n -
c h i j u n g a , del H i m a l a y a , q u e s e e l e v a n sobre el n i v e l del m a r á 8 . 8 4 0
m e t r o s l a p r i m e r a , y á 8.582 m e t r o s l a s e g u n d a . P u e s b i e n , m e d i d o e l
G a u r i s a n k a r d e s d e el f o n d o del Océano t e n d r í a el d o b l e , ó s e a 17.680 m e -
t r o s , lo c u a l no es a u n s i n o l a 700 a v a p a r l e d e l d i á m e t r o t e r r e s t r e , a l t u -
r a b i e n i n s i g n i f i c a n t e c o m p a r a d a con el v o l u m e n de n u e s t r o g l o b o y coi»
la l o n g i t u d de s u d i á m e t r o .

(N. del T . )
con relación á nuestro globo, distribuyamos separadamente
sobre la superficie de una bola de billar de las mayores,
menudísimos granos de mostaza. Estas desigualdades tan
exiguas no son un obstáculo para que la bola de billar sea
perfectamenre redonda. Lo mismo sucede con la Tierra: las
pequeñas desigualdades que ofrecen los continentes y las
montañas, no impiden que sea esférica. Si las consideramos
tan colosales es porque, pobres pigmeos, comparamos nues-
tra pequeñez con sus tamaños, sin embargo de ser a q u e -
llos, como hemos visto, con respecto á la Tierra, lo que los
granos de mostaza colocados en la bola de billar, ó como
una insignificante prominencia en la magnifica cúpula del
Monasterio del Escorial (1).
Por lo demás, cuando nuestra imaginación llegue á f a - CAPITULO II.
miliarizarse con estas ideas, comprenderemos que la figura
globular, idéntica en todos sentidos, es la mas sencilla y la
mas natural de todas las formas. Se manifiesta en las bur-
AISLAMIENTO DE L A TIERRA EN EL ESPACIO.
b u j a s del jabón que hacemos flotar en los aires, en la gota
de la lluvia que fecundiza los campos, y en las del rocio que
esmaltan las hojas de las flores. El Sol, la L u n a , todos los
astros que divisamos en el cielo, son cuerpos redondos, y es
m u y natural que así mismo lo sea la Tierra. Excepcional y
raro seria por cierto que ella sola estuviese configurada d e
otra manera q u e los demás cuerpos celestes.

( l ) L a s m o n l a i í a s m a s a l t a s d é l a T i e r r a s o n el G a u r i s a n k a r y e l K i n -
c h i j u n g a , del H i m a l a y a , q u e s e e l e v a n sobre el n i v e l del m a r á 8 . 8 4 0
m e t r o s l a p r i m e r a , y á 8.582 m e t r o s l a s e g u n d a . P u e s b i e n , m e d i d o e l
G a u r i s a n k a r d e s d e el f o n d o del Océano t e n d r í a el d o b l e , ó s e a 17.680 m e -
t r o s , lo c u a l no es a u n s i n o l a 700 a v a p a r l e d e l d i á m e t r o t e r r e s t r e , a l t u -
r a b i e n i n s i g n i f i c a n t e c o m p a r a d a con el v o l u m e n de n u e s t r o g l o b o y coi»
la l o n g i t u d de s u d i á m e t r o .

(N. del T . )
CAPITULO II.

AISLAMIENTO DE LA T1EEEA EN EL ESPACIO.

Conocidas las dimensiones de la Tierra, veamos cual es


su situación en el espacio.
N a d a mas opuesto al testimonio de los sentidos, nada
que esté mas en contradicción con el sistema de las a p a -
riencias, que la doctrina del inmortal Copérnico que pone
fuera de toda duda que la Tierra es u n globo perfecto, ais-
lado en el espacio.
E n la antigüedad y en la E d a d Media el principio opues-
to, esto es, el sistema de las apariencias, llenando de erro-
res la ciencia y la filosofía, fué el principal obstáculo que
entorpeció el progreso de las ideas. Aparte de la honrosa
excepción que ofrecen algunos filósofos, los cuales f o r m a -
ron de la Tierra una idea mas exacta y elevada, otros, por
e l contrario, el mayor número, sostenían las hipótesis mas
estravagantes, y aseguraban que todo cuanto existe habia
sido hecho por la Providencia para servir á la Tierra y para
recreo de sus habitantes.
E l poderoso influjo ejercido por estas creencias, p e n e -
tró sobremanera no solo en las m u c h e d u m b r e s , predis-
puestas siempre á aceptar ciegamente los mayores absur-
dos, sino en otras clases mas ilustradas, las cuales estaban
m u y lejos de sospechar siquiera la estremada sencillez de
la estructura del m u n d o .
P a r a los antiguos, la Tierra era la síntesis de todo lo crea-
do. Y, sin embargo, este globo del que ellos tenían un con-
cepto tan equivocado, considerándolo como el rey de la
Creación, el centro del mundo y la morada predilecta d é l a
Divinidad para encerrar en ella el misterio de la vida; este
globo que suponian haber sido formado para que la N a t u -
raleza fuese su humilde tributària, está hoy demostrado, en
virtud de medidas matemáticas exactísimas, de observa-
ciones conciuyentes y de pruebas infalibles, que no tiene
aquellas preeminencias, y que es u n a pobre esfera, aislada
en el espacio, sin sostén y sin apoyo alguno.
La determinación de esta verdad astronómica, envuelve
u n a de las revoluciones científicas mas grandiosas que el
espíritu humano h a realizado, y á ella debemos el exacto
conocimiento que hoy tenemos de la grandeza y del órden
del Universo.
La Tierra, pues, está aislada en el cielo; pero es preciso^
para la mejor inteligencia d e los fenómenos, no confundir
el aire, ó lo que es igual, la atmósfera que rodea á la Tier- Fi- 9'-La tierra rodeada de una capa d e a i r e - T e l globo sólido de la t i e r r a . - A A
ra, y que iluminada por la luz del Sol nos parece una b ó - el espesor ó a l t u r a de la capa d e a i r e ú atmósfera.

veda azul y á la cual llamamos cielo, con el verdadero c i e -


lo, con el espacio inmenso, vacío, infinito, que se estiende
E l aire, ó la envolvente atmosférica que se encuentra es-
mas allá de la atmósfera, y en el cual se mueven el Sol, la
parcida alrededor del globo y le circunda por todas partes,
L u n a y las estrellas (1).
es una combinación de ciertos gases en los cuales las p l a n -

(1) Ni aun la p a l a b r a m i s m a cielo es adecuada p a r a designar el e s p a - cias naturales, de la astronomía y de l a óptica. Solo l a f u e r z a de la cos-
pacio vacio y sin límites, t o d a vez que se d e r i v a del calificativo hoilos, tumbre p e r m i t e a u n el uso de ciertas frases en el l e n g u a j e científico, por
que significa bóveda hueca, y la i n m e n s i d a d ni tiene f o r m a , ni linderos m a s q u e no t e n g a n el valor r e a l , ni el significado p r o p i o , como sucede
asignables. El cielo de los a n t i g u o s h a desaparecido de l a e s f e r a de l a con la palabra cielo.
ciencia y d é l a filosofia a n t e l a luz q u e a r r o j a n los progresos de las cien- (N. del r . )
tas, los animales y el género humano, encuentran la p r i - \ h o r a bien: como l a T i e r r a e s un cuerpo esféricode 10.000
mera condicion de su existencia. E s además el agente de leguas de circunferencia aislado en el espacio, resu ta
la combustión, de la trasmisión del sonido, de la luz y de que los m a r e s , las montañas, los grandes continentes, las
otros muchos fenómenos q u e se verifican en sus agitadas poblaciones, todo, en fin, l o q u e se encuentra sobre su su-
regiones. Las propiedades del aire son verdaderamente perficie, está distribuido indistintamente en todos sentidos,
prodigiosas | como toda materia es un fluido pesado, y al y que unos caen á la izquierda y otros á la derecha, estas
mismo tiempo es invisible é incoloro; pero, si miramos un mas arriba y aquellas mas abajo, y no pocas en la región
objeto cualquiera distante, la coloracion del aire se hace
opuesta á la que habitamos. Esto es u n a verdad incuestio-
perceptible. Lo mismo sucede con el agua: vista en peque
nable; pero si nosotros estamos arriba y otros están abajo,
fias cantidades parece sin color; pero si se mira una masa
si nuestras cabezas se dirigen hacia el cielo y las de los
de a l g u n a profundidad como la del mar, la de un lago ó la de
otros están en sentido opuesto, ¿cómo se sostienen. ¿Y las
un rio, se observa un color verdoso ó azulado. De la
misma m a n e r a , cuando dirigimos nuestras miradas á las
( a g u a , t i e r r a , aire y f u e g o ) ; pero c o m o l a q u í m i c a m o d e r n a h a descu-
colinas le j a n a s en un dia claro, sin nieblas, aparecen bierto q u e es elemento ó cuerpo simple todo a q u e l q u e n o es susceptible
bañadas en una suave tinta azulada, tinta que reconoce d e d e s c o m p o n e r s e por los medios analíticos d e q u e h o y dispone l a « e n -
por causa el aire interpuesto entre ellas y nosotros. E l azul c í a , r e s u l t a q u e l a creencia d e los a n t i g u o s era errónea por c u a n t o l a
a t m ó s f e r a se h a l l a compuesta d e u n a mezcla de oxigeno y nitrogeno, c o n -
del cielo no procede de otra cosa que de la coloracion del
t e n i e n d o de 100 p a r t e s en v o l u m e n , 21 d e oxígeno y 79 de n i t r o g e n o ;
aire.
d e ácido carbónico en p e q u e ñ a c a n t i d a d , en 1.000 v o l ú m e n e s d e a i r e , 4
d e ácido c a r b ó n i c o ; d e v a p o r de a g u a en proporciones v a r i a b l e s s e g ú n
La altura de la atmósfera, aunque no se sabe con certe-
l a s estaciones y las l o c a l i d a d e s , y en p a r t í c u l a s imperceptibles de s u s -
za, se puede calcular no obstante, según observaciones f í - tancias animales y vegetales. • ,...
sicas y mecánicas recientes, consignadas en el Anuario de E l peso total de la a t m ó s f e r a p u e d e h o y calcularse e n 5.000 b . l l o n e s
este Observatorio de M a d r i d , en u n a s 15 leguas, ó poco d e k i l o g r a m o s , y s e g ú n D u m a s se puede r e p r e s e n t a r e s t a m a s a e n o r m e
d e gases por 581.000 cubos d e cobre de 1.000 metros d e lado c a d a u n o .
mas ó menos, en y i 0 0 del rádio de la Tierra. Mas allá
B a j o este Océano gaseoso n o s m o v e m o s sobre la t i e r r a , soportando c a d a
de este límite debe haber u n aire sumamente enrarecido ó c u a l sobre sus h o m b r o s el peso de 17.000 k i l o g r a m o s . Los a n t i g u o s n o
m u j t é n u e , y á una elevación mas considerable no debe ereian en esta propiedad d e l a i r e , y por e s t a razón decia con cierto g r a -
existir otra cosa que el vacío, mansión suprema de los cejo el célebre H a ü y á s u s a m i g o s : Hé ahí el peso con que iban cargados ios
antiguos filósofos que negaban la gravedad al aire.
astros (1).
E n l a atmósfera l a s sustancias s e t r a s t o r n a n , se condensan y se p r e -
c i p i t a n en v i r t u d de l e y e s e t e r n a s é inviolables: en todas p a r t e s c o n s e r v a
l a m i s m a e s e n c i a l c o m p o s i c i o n q u í m i c a , o r a se la analice en el v a l l e ,
(1) La a t m ó s f e r a e s el g r a n l a b o r a t o r i o d e l a T i e r r a . E n ella s e v e -
rifican los f e n ó m e n o s m a s s o r p r e n d e n t e s , desde l a l i g e r a y h e r m o s a n u - o r a en l a cima de la m o n t a ñ a : ella es la c a u s a g e n e r a d o r a de toda acti-
becilla q u e flota en los aires reflejando l a s dulces t i n t a s del sol p o n i e n t e , v i d a d y d e todo desarrollo, y de ella, en fin, depende l a v i d a d e c u a n t o
h a s t a el h u r a c a n desolador q u e a r r a n c a los árboles y d e s t r u y e l a s ciu- existe sobre l a superficie de n u e s t r o p l a n e t a .
dades. Los a n t i g u o s creian q u e el aire e r a u n o d e los cuatro elementos-, (N.delT.)
Wm

montañas, los árboles y los edificios? Y las aguas de los maduras de hierro, veremos precipitarse estas partículas
mares, ¿por qué no abandonan la Tierra por aquellas regio- metálicas sobre la superficie del imán, y allí quedarse ad-
nes vertiéndose en el cielo como se vierte el agua de un heridas: no caen, porque el imán que las atrajo egerce
vaso, puesto boca abajo? No se precipitan los edificios en el siempre el mismo influjo, y las retiene. Del mismo modo la
espacio, no se desploman las montañas, 110 se vierten las

Fig. 10.—Darra de a c e r o imanada atrayendo y sosteniendo limadoras d e h i e r r o .

aguas de los mares, porque la Tierra, como un imán e n o r -


me, los sostiene y los atrae á todos como á sus habitantes.
Si se echa al aire un pequeño grano de a r e n a , no se pier-
de allá en el cielo, antes al contrario, al llegar á cierta al-
t u r a según la fuerza de impulsión, se le ve caer precipita- Fig. 11.—Plomada.
damente hácia el centro de la T i e r r a , con tanta mayor
velocidad cuanto mayor es su tamaño. De esto se deduce,
como consecuencia lógica de las leyes naturales, que los Tierra, como un imán, atrae á todos los objetos que se
cuerpos no caen hácia* el cielo, sino hácia el centro de la hallan diseminados en todos los lugares sobre su superficie.
tierra, y que las palabras arrila, abajo, caer, subir, etc. son E s t a atracción, esta fuerza, esta tendencia de los cuerpos
relativas y solo se refieren á la posicion de un punto que á unirse, esta acción de la materia sobre la materia, se
es el centro de la Tierra. llama, sobre nuestro globo, 'pesantez ó gravitación.
P a r a comprender mejor este fenómeno examinémos la E s t a fuerza, que en la Tierra es el caso particular de una
figura 10 que representa una barra de acero imanada. Si ley eterna de la Naturaleza, constituye y determina el
acercamos á ella por todas partes y en todas direcciones li- peso de los cuerpos. Asi cojamos un objeto cualquiera, una
Africa que en América, la vertical es la dirección constante
llave, por ejemplo; esta llave pesa, lo cual significa que e s
de los objetos en su caida, es indudable, j queda d e m o s -
atraída por la Tierra. La acción de esta fuerza la notamos
trado, que todos ellos son atraídos en todas partes hácia el
por la que debemos hacer en sentido opuesto para impedir
centro de la Tierra.
que caiga: si la soltamos cae, va hácia el suelo, donde queda
Reflexionemos ahora u n poco. ¿Cuál es lo bajo? E l suelo,
en reposo lo mismo que las limaduras de hierro sobre el
donde están nuestros pies colocados, ó mejor aun,' lo que
imán. P a r a levantar u n a piedra del suelo necesitamos h a -
mira verticalmente al centro de la Tierra. ¿Dónde está lo
cer un esfuerzo hácia arriba para vencer la atracción de l a
alúol Hácia el lado opuesto, hácia el cielo. Estas palabras
Tierra que la retiene.
de alio, lajo, etc. téngase presente que no tienen sentido
Cuando los cuerpos caen sobre la Tierra siguen el ca- alguno cuando se trata del espacio inmenso j sin límites.
mino mas derecho j mas corto: la vertical, c u j a dirección Así, pues, en n i n g ú n lugar de la Tierra tienen los hombres
puede reconocerse por la plomada, la cual consiste sencilla- la cabeza hácia abajo. E n todos ellos tienen los pies en el
mente en un hilo á cu j o estremo se halla sujete u n a pesa suelo, hácia el interior de la T i e r r a ; j la cabeza hácia lo
de plomo. Si cogemos este hilo por el otro estremo j lo alto, hácia el cielo que nos rodea j en c u j o inmenso seno
suspendemos con la mano, la pesa le mantendrá tirante, j estamos.
cuando h a j a dejado de oscilar, quedando fijo, marcará
¿Qué e s , p u e s , caer'i Ir hácia el centro de la Tier-
exactamente la línea vertical: por su medio reconocen los
ra. ¿Y subirá Ir hácia el cielo. Los habitantes de los paises
arquitectos si los muros ó las bases de los edificios se h a - de la Tierra opuestos al nuestro no tienen motivo como nos-
llan bien aplomados, es decir, colocados verticalmente. P u e s otros para caer en el espacio. Separarse de la Tierra, para
bien, si suponemos prolongado el hilo de la plomada d e r e - ellos j para nosotros, no es caer, sino subir, ir hácia a r r i -
cha é indefinidamente á través de la Tierra, llegará al cen- b a , hácia el cielo. ¿Temeremos, pues, separarnos de la
tro de esta, al punto medio del globo representado en l a Tierra j elevarnos en el espacio? Pues á ellos les pasa lo
figura 12. mismo que á nosotros. Como nosotros se hallan en posicion
Cuando se abre un pozo se pone siempre cuidado para directa, j no invertida; en posicion natural j estable, con
abrirlo verticalmente. Si se pudiera hacer tan profundo que los pies hácia la Tierra j la cabeza elevada al cielo. Están
llegase hasta el centro de la T i e r r a , j se dejara entonces sobre la Tierra, j no debajo. Lo que se llama debajo es el
caer u n a piedra, esta descendería hasta encontrar el m e n - interior de nuestro globo; lo de encima, cuanto nos rodea
cionado centro. á distancias infinitas. La atracción ó gravedad nos retiene
Por esta razón, si en varios puntos de la superficie de la á todos j á todas las cosas sobre el suelo, de un modo esta-
Tierra marcásemos la dirección de la plomada, estas verti- ble: de tal suerte que no podemos librarnos de la acción de
cales se dirigirían todas hácia el centro, j en este punto esa fuerza tan poderosa j enérgica. Por donde quiera se
se reunirían si se prolongasen á través del espesor de n u e s - estiende su influjo misterioso, lo mismo por los ámbitos de
tro globo;, j como lo mismo en Europa que eu A s i a , en
lante for qué la tierra á su vez no cae, y por qué motivo se
sostiene este enorme globo.
Los antiguos que no conocían la figura de la Tierra n i
lo que es el cielo, no podían comprender que un cuerpo
tan inmenso pudiera subsistir sin estar apoyado en a l g u -
na parte, colgado de algo, ó fundado sobre sólidos cimien-
tos. Sin este requisito indispensable pensaban que la Tier-
ra no podria sostenerse, y para esplicarse este misterio,
aventuraron las conjeturas mas arbitrarias y absurdas.
La forma asignada á la Tierra no b a sido menos p e r e -
g r i n a en esas épocas remotas. La idea generalmente a d m i -
tida desde un principio, suponía que era u n a superficie
Figura 12. — Dirección vertical marcada Fig. 13. — Pozo abierto verticalmente que plana é indefinida, rodeada mas allá de sus límites desco-
por la plomada. pasaría por el centro de la Tierra si se le nocidos de tinieblas y de abismos. Posteriormente los egip-
prolongase.
cios se la representaron como u n a figura h u m a n a viviente,
recostada en el suelo, cubierta de hojas y rodeada de una
la Tierra y de la atmósfera, que por los espacios celestes.
bóveda llena de estrellas; los caldeos la creian hueca en
E n atención á lo espuesto no nos preguntaremos en ade-
forma de barco, por lo cual flotaba fácilmente en los a b i s -
mos del aire; Tháles de Mileto, como un disco circular flo-
tante en el a g u a ; Anaximandro, como u n cilindro, cuya
cara superior era la única habitada, y Platón le dió la f o r -
ma de un cubo.
Tales son las principales opiniones de la antigüedad,
sobre este asunto; pero fuese la Tierra plana, cilindrica
ó cúbica, ¿cómo se sostenia en el cielo? E s t a era la cues-
tión Aquiles de la cosmogonía antigua. Los sacerdotes
vedas aseguraban que estaba sostenida por doce colum-
nas , y los indios creian que era conducida por cuatro ele-
fantes que descansaban á su vez sobre la concha de u n a
g r a n tortuga. Mas tarde, cuando se averiguó que la Tierra
es redonda, no faltó quien se la imaginara atravesada d e
F i g . 14.—Posicion de un observador y dirección dé las verticales en diversos puntos
parte á parte, por un eje colosal de hierro. Pero todas estas
de la Tierra.
invenciones aumentaban mas la confusion entre sus a u t o -
res , y no acertaban con un medio racional para esplicarse
el aislamiento absoluto de la Tierra. ¡Cuán lento es el p r o -
greso de la humanidad y que trabajo tan titánico y penoso
ha sido necesario llevar á cabo para que las ciencias esperi-
mentales Uegen al estado de perfección que hoy tienen! La
Tierra establecidasobre columnas; pero éstas ¿en qué se fun-
daban? Y la tortuga, sobre la cual estaban los elefantes car-
gados con la Tierra, ¿dónde ponia los pies? E l gran eje de
hierro que atravesaba la T i e r r a , ¿dónde se sostenia? Otros
pensaron que debia estar suspendida de una larguísima ca-
dena , atada á la bóveda del cielo, como la lámpara de u n
templo; pero y a que sabemos que esta bóveda no existe y
que es u n a ilusión producida por un simple efecto de perspec- CAPITULO III.
tiva, semejante cadena no tiene razón de s e r , tornándose en
quimera que han desvanecido los progresos modernos de la
física y de la mecánica celeste. E n nuestros dias, que en to-
• R O T A C I O N DE LA T I E R R A SOBRE SU E J E .
dos sentidos se da la vuelta á la T i e r r a , si esta tuviese
cimientos en que a p o y a r s e , se hubieran descubierto, por-
que en verdad deberían ser desmesurados; pero nada de
esto se ha descubierto, nada absolutamente que pruebe lo
contrarío de su redondez y de su aislamiento en el es-
invenciones aumentaban mas la confusion entre sus a u t o -
res , y no acertaban con un medio racional para esplicarse
el aislamiento absoluto de la Tierra. ¡Cuán lento es el p r o -
greso de la humanidad y que trabajo tan titánico y penoso
ha sido necesario llevar á cabo para que las ciencias esperi-
mentales Uegen al estado de perfección que hoy tienen! La
Tierra establecidasobre columnas; pero éstas ¿en qué se fun-
daban? Y la tortuga, sobre la cual estaban los elefantes car-
gados con la Tierra, ¿dónde ponia los pies? E l gran eje de
hierro que atravesaba la T i e r r a , ¿dónde se sostenia? Otros
pensaron que debia estar suspendida de una larguísima ca-
dena , atada á la bóveda del cielo, como la lámpara de u n
templo; pero y a que sabemos que esta bóveda no existe y
que es u n a ilusión producida por un simple efecto de perspec- CAPITULO III.
tiva, semejante cadena no tiene razón de s e r , tornándose en
quimera que han desvanecido los progresos modernos de la
física y de la mecánica celeste. E n nuestros dias, que en to-
• R O T A C I O N DE LA T I E R R A SOBRE SU E J E .
dos sentidos se da la vuelta á la T i e r r a , si esta tuviese
cimientos en que a p o y a r s e , se hubieran descubierto, por-
que en verdad deberían ser desmesurados; pero nada de
esto se ha descubierto, nada absolutamente que pruebe lo
contrarío de su redondez y de su aislamiento en el es-
CAPITULO III.

ROTACION DE L A TIEREA SORRE SU EJE.

Cuando en una noche serena j tranquila dirigimos nues-


tras miradas á las regiones del espacio inundadas de vida
y de esplendores, nuestro espíritu, al desligarse de los l a -
zos terrestres que le oprimen , se regenera en el seno
de la inmensidad y se coloca al nivel de la grandeza del
Universo.
E n estas dulces horas, la soledad y el silencio nos rodean,
y las meditaciones mas profundas ocupan nuestra inteli-
gencia ante el grandioso espectáculo que ofrece la bóveda
de los cielos, sembrada de estrellas, las cuales se asemejan,
según la espresion de lord B j r o n , á islas de luz en un
océano suspendido sobre nuestras cabezas.
Por poco que fijemos la atención se nota fácilmente que
esta inmensidad con todos los astros que la pueblan, no se
halla inmóvil, sino que g i r a lentamente de Oriente á Occi-
dente alrededor de la Tierra; pero esto no es exacto, ni es-
tá conforme con las lej e s de la mecánica celeste: es uno de
los muchos errores que en materias científicas dominan al
género humano, j que corrige la razón cuando examina
con fundamento j solidez, la causa por sus efectos.
Los astrónomos antiguos, c u j a s observaciones descansa- cuando mas tarde otro hombre no menos ilustre, defen-
ban tan solo en el débil testimonio délos sentidos, tomaron dió esta verdad demostrándola con razones j pruebas irre-
por lo serio este movimiento aparente de la esfera infinita. futables, f u é objetó de las m a j o r e s persecuciones; j hasta
E l S o l , la L u n a j las estrellas, d e c i a n , d a l a vuelta á la Iglesia l e condenó por sostener una opinion contraria á
la Tierra en 2 4 horas, describiendo un g r a n círculo de las Escrituras, j opuesta á la verdadera filosofía (1).
Oriente á Occidente: parte de este camino lo efectúan d e -
lante de nosotros, sobre nuestro horizonte: pasan despues (1) Estos dos g r a n d e s h o m b r e s son Nicolás Copérnico y Galileo. Al
p r i m e r o es deudora la ciencia del v e r d a d e r o sistema del m u n d o , con el
al lado opuesto de la Tierra ocultándose á nuestros ojos, j , c u a l a b r i ó u n a nueva e r a á l a Astronomía y engrandeció extraordinaria-
cuando terminan esta marcha, reaparecen al dia siguiente m e n t e los conceptos acerca de la Naturaleza. Este famoso astrónomo nació
por el mismo sitio que la víspera: revolución que se h a ve- e n T h o r n (Prusia) en 1473. Estudió h u m a n i d a d e s y filosofía e n s u país na-
tal, y luego matemáticas y medicina. A l a edad de 20 años aprendió en
rificado en todo tiempo j se verificará eternamente en el
Cracovia la astronomía con B r u d z e w s k i , y despues pasó á P á d u a , á Bo-
mismo sentido, j con la misma constancia, alrededor de la lonia y á R o m a par$ instruirse m a s e n esta ciencia, atraído por l a fama de
Tierra, centro del mundo j residencia del hombre, de este R e g i o m o n t a n o . Cuando volvió á s u patria recibió las órdenes sacerdota-
les y á poco obtuvo e n 1510 u n a cauongia en l a catedral de F r a u e m b u r -
sér inteligente hecho por Dios á su imágen j s e m e -
g o por l a protección de un tio s u y o , obispo de E r m e l a n d .
janza.
La imperfección de los sistemas astronómicos de la a n t i g ü e d a d , y las
Siglos debian transcurrir aún antes que el sol de la cien- dificultades q u e ofrecía el de Tolonieo para conocer en toda su sencillez
el mecanismo de los ciclos, f a t i g a b a n su espíritu como á don Alfonso el
cia destruyera tan groseras preocupaciones, j demostrara
Sabio, y le hicieron comprender la necesidad de reformar la Astronomía
terminantemente que el Sol, la L u n a j l a s estrellas no cir- sobre bases m a s racionales y m a s sólidas. La empresa e r a árdua y s u p e -
culan en torno de la Tierra, sino que ésta por el contrario, rior á las f u e r z a s de u n h o m b r e solo; pero Copérnico venció todos los
g i r a sobre sí misma produciendo de este modo en nuestros obstáculos con s u ardiente fe y con s u v o l u n t a d de h i e r r o . S u canongía
sentidos la ilusión de que el cielo se mueve. n o le ocasionaba trabajo a l g u n o , y asi pudo consagrarse en la soledad de
s u retiro, lejos del ruido del m u n d o y de sus míseros placeres, con u n a
La Tierra, pues, no es una morada sosegada j tranquila constancia inquebrantable, por espacio de m u c h o s años, á las observacio-
como c r e j e r o n los antiguos j creen aun la m a j o r í a de nes astronómicas y al exárnen detenido de todos los sistemas a n t i g u o s y
nuestros contemporáneos, rindiendo culto á las a p a r i e n - y modernos, á fin de reunir los conocimientos y las p r u e b a s necesarias
p a r a la resolución de t a n g r a n problema.
cias; es un mundo constantemente inquieto que g i r a j se
El éxito m a s glorioso coronó, al fin, sus nobles propósitos. Este g r a n
balancea, á la manera que lo hace un trompo sobre su eje.
h o m b r e , habiendo aprendido de Aristóteles y de Plutarco q u e los pita-
¡Girar la Tierra! Imposible p a r e c e , j hasta absurdo á góricos a d m i t í a n el m o v i m i e n t o de la T i e r r a y d e m á s p l a n e t a s alrededor
muchas personas, que esto c o n s t i t u j a u n a de las verdades del Sol, y que Hice tas de Siracusa, s e g ú n Cicerón, a b r i g a n d o l a m i s m a
c r e e n c i a , comprendía mejor la e x t r u c t u r a de los cielos, renovó, pero de
mas bien probadas por la ciencia. u n a m a n e r a matemática, estas a n t i g u a s ideas sobre l a organización de
Cuando por vez primera un hombre inmortal proclamó nuestro sistema solar, demostrando q u e el Sol está fijo e n el centro de ios
en el siglo X V I que la Tierra g i r a sobre un eje j que el m o v i m i e n t o s de los planetas , en c u y o alrededor g i r a n todos, inclusa la
Tierra, que no es m a s que uno de tantos q u e voltea sobre si m i s m a en ei
Sol está en reposo, todo el mundo lo calificó de loco; j
los árboles, los rios, los njares, las grandes poblaciones,
¡ Girar la T i e r r a ! P a r a los hombres de aquel tiempo ¿todo esto g i r a , rueda en espantoso torbellino? Y nosotros
era el m a j o r disparate que babia forjado la i m a g i n a - que sobre la Tierra estamos, ¿giramos también con ella?
c i ó n . — E l suelo que bajo nuestros pies sentimos tan
f u e r t e , d e c i a n , ¿es posible que se mueva? Los campos,
n u e v a i d e a , r e p r e s e n t a d a por Galileo, e n f u r e c i d o s por e l f a n a t i s m o reli-
gioso, y p u e s t o s d e a c u e r d o c o n U r b a n o V I I I , h i c i e r o n i n t e r v e n i r e n e l
e s p a c i o de 24 h o r a s , y e n t o r n o del S o l e n e l t é r m i n o d e u n a ñ o . De e s t e a s u n t o a l m o n s t r u o s o t r i b u n a l d é l a I n q u i s i c i ó n , e l c u a l , n o solo c i t ó a n t e
m o d o d e s t r u y ó Copérnico el s i s t e m a d e T o l o m e o , q u e s u p o n í a á la T i e r r a sí á Galileo, sino q u e l e obligó á r e t r a c t a r s e d e r o d i l l a s , c o n t r a s u s p r o -
fija e n m e d i o d e l U n i v e r s o , y resolvió e l p r o b l e m a m a s i n t e r e s a n t e de l a p i a s convicciones, d e la v e r d a d q u e h a b i a d e m o s t r a d o de t a n t o s m o d o s ,
a s t r o n o m í a m o d e r n a . S u s i s t e m a lo e x p u s o e n u n a o b r a t i t u l a d a De revo- h a c i é n d o l e firmar esta a b j u r a c i ó n a b s u r d a y h u m i l l a n t e :
lulionubas orbium ccelestium, q u e dedicó a l p a p a P a u l o III, con e l objeto a Yo, Galileo, á los 70 años de mi edad, encarcelado, constituido personal-
de p r o t e s t a r de s u ortodoxia e n l a fé y pedirle su p r o t e c c i ó n , c o m o j e f e mente ante la justicia de Vuestras Eminencias, estando de rodillas, y teniendo
de la I g l e s i a , c o n t r a las i n j u r i a s d e los c a l u m n i a d o r e s . á la vista los Santos Evangelios que loco con mis propias manos, DE TODO c o -
Con el p r o p ó s i t o d e l i b r a r s e de la p e r s e c u c i ó n d e q u e p u d i e r a ser ob- R A Z O S Y C O S UN'A F E S I K C E R A , YO A B J U R O , YO M A L D I G O , YO D E T E S T O E L E R -

j e t o con la p u b l i c a c i ó n de su o b r a , la c u a l e c h a b a por. t i e r r a todo e l s a b e r R O R , L A H E R E J Í A D E L M O V I M I E N T O DE LA T I E R R A . »

de su época f u n d a d o e n la filosofía p e r i p a t é t i c a y e n l a a u t o r i d a d d e S a n - Esta sentencia es u n a de las innumerables injusticias que h a cometi-


to T o m á s d e A q u i n o , l a t u v o i n é d i t a m a s d e 30 a ñ o s , y solo cediendo á do a q u e l odioso t r i b u n a l , q u e t a n t o d a ñ o h a c a u s a d o á l a s ciencias y á l a
los c o n s e j o s y á l a s r e i t e r a d a s s ú p l i c a s d e sus a m i g o s Nicolás S c h ö m b e r g , h u m a n i d a d ; y respecto á la f a m o s a f r a s e ; \Epur simuovel (¡Y, sin e m -
c a r d e n a l d e C á p u a , y T i d e s m a n G y s i o , obispo de C u l m , e n t r e g ó e l m a - b a r g o , se m u e v e ! ) a t r i b u i d a á Galileo c u a n d o firmó su a b j u r a c i ó n , f u e r z a
nuscrito q u e , a l fin, v i ó la l u z e n m a y o d e 1543. L a publicación de esta es confesar q u e no l a p r o n u n c i ó j a m á s , c o m o lo a c r e d i t a n t o d o s los a u t o -
o b r a coincidió con la m u e r t e d e Copérnico: c u a n d o sus a m i g o s l e l l e v a r o n r e s c o n t e m p o r á n e o s de a q u e l l a é p o c a . Galileo n o e r a u n h é r o e , e r a u n
u n e j e m p l a r , el i l u s t r e a n c i a n o estaba e s p i r a n d o , y no p u d o v e r a q u e l sábio; conocía á s u s e n e m i g o s , y q u i s o ser p r o p a g a n d i s t a , p e r o n o m á r -
libro q u e , a n d a n d o el t i e m p o , h a b i a de ser la b i b l i a d e la ciencia. t i r . S i la d e c a n t a d a f r a s e ¡ E pur si muovel h u b i e r a salido de s u s l a b i o s e n
L a i m p r e s i ó n q u e p r o d u j o esta o b r a c u a n d o a p a r e c i ó , f u é indescripti- t a n críticos m o m e n t o s d e l a n t e d e s u s j u e c e s , es p r o b a b l e q u e p o r s u r e -
ble: se la a c u s ó d e i m p i e d a d ; l o s sectarios d e Aristóteles y de T o l o m e o , beldía le h u b i e r a n c o n d e n a d o á ser q u e m a d o v i v o e n e l c a m p o d e F l o r a ;
j u r a r o n p e r d e r l a p r o m o v i é n d o l a u n a g u e r r a e n c a r n i z a d a ; y el 5 d e M a r z o c o m o t r e i n t a a ñ o s a n t e s , e n 1600, se h i z o por a n á l o g o m o t i v o , p o r d e f e n -
d e 1616, e n e l p o n t i f i c a d ? de P a u l o V , f u é c o n d e n a d a por l a C o n g r e g a - der la « h e r e g i a de la n u e v a ciencia d e l m u n d o » , con e l i n m o r t a l filósofo
ción del I n d i c e . J o r d a n o B r u n o , e s t e sábio m a e s t r o de S p i n o s a , p r e c u r s o r d e la escuela
Con e s t a oposicion t a n p o d e r o s a é i n j u s t a , el t r i u n f o de la c a u s a d e í a c i o n a l i s t a m o d e r n a y defensor e n t u s i a s t a de la d o c t r i n a d e la p l u r a l i -
Copérnico h u b i e r a sido l e n t o y p e n o s o , á no h a b e r t e n i d o e n su a p o y o e l d a d de los m u n d o s h a b i t a d o s .
g é n i o i n m o r t a l de Galileo. P a r t i d a r i o d e l s i s t e m a d e C o p é r n i c o , l o d e f e n - E l T r i b u n a l d e l S a n t o Oficio sentenció n o o b s t a n t e á Galileo á u n a
dió desde u n p r i n c i p i o con a r d o r y c o n s t a n c i a ; m a s c u a n d o p u b l i c ó s u s prisión p e r p e t u a , l a q u e no p u d o l l e v a r s e á cabo por la intercesión d e l
Diálogos y demostró con p r u e b a s incontestables el m o v i m i e n t o J e l a T i e r - t i r a n D u q u e d e T o s c a n a , q u i e n l o g r ó s e r e t i r a s e á l a villa d e A r c e t r i , c e r -
r a eii v i r t u d d e los m a r a v i l l o s o s d e s c u b r i m i e n t o s q u e h a b i a h e c h o en los c a de F l o r e n c i a , d o n d e m u r i ó e n 1642 ciego y [ a b r u m a d o d e p e s a r e s . Los
astros con s u telescopio (y d e los c u a l e s nos h e m o s o c u p a d o e n l a nota p r o g r e s o s de l a s ciencias m a t e m á t i c a s c o n c u r r i e r o n t a m b i é n á c o r r o b o r a r
i n s e r t a en e l p r e f a c i o d e e s t e libro), el escándalo f u é i n u s i t a d o : l o s teólo- e l m o v i m i e n t o d e la T i e r r a ; y ¡ c o s a e s t r a ñ a ! m i e n t r a s q u e e n I t a l i a t e n í a n
g o s y los filósofos pusieron el grito e n el cielo por l a e s c a n d a l o s a p r o p a - l u g a r e s t a s d e s a g r a d a b l e s o c u r r e n c i a s con Galileo, K e p l e r e n A l e m a n i a
g a c i ó n de tales i m p i e d a d e s ; i n t e r p r e t a r o n insidiosa y t o r p e m e n t e los o r g a n i z a b a el s i s t e m a de Copérnico, d e s c u b r i e n d o l a s l e y e s d e l m o v i -
p r i n c i p a l e s p a s a j e s d e l a Biblia p a r a d e m o s t r a r la i n m o v i l i d a d de l a m i e n t o elíptico d e los p l a n e t a s . El t r i u n f o de la c a u s a c o r p e r n i c a n a e s t a b a
T i e r r a ; y c u a n d o a g o t a r o n todos s u s p o b r e s r e c u r s o s p a r a c o m b a t i r l a
¿Yo? ¿Yo giro? Yo que estoy sentado tranquilamente, ¿soy casa en frente de nosotros; si seguimos andando nos parece
arrastrado por la Tierra y con ella viajo , doy vueltas, y que la casa se a p r o x i m a : antes estaba lejos, abora cerca.
subo y bajo, como arcaduz de noria, con u n a velocidad in- ¿Se ha movido la casa? N a d a de eso, nosotros somos los que
concebible?... ¡Esto no puede ser! ¡Es un absurdo, es una nos hemos aproximado. Siguiendo nuestra marcha l l e g a -
q u i m e r a , es u n a idea inspirada por Satanás!... Si fuera mos á ella, pasamos á su lado, y desde este momento la
v e r d a d , todo lo veria girar en torno mió. E l suelo buiria vamos dejando atrás, y poco á poco parece que se aleja, que
bajo mis plantas, me sentiria yo mismo arrastrado , y al retrocede, hasta desaparecer al fin en lontananza.
fin, desvanecido por el vértigo. Veo, por el contrario que E n un carruaje, y en los ferro-carriles sobre todo, el f e -
todo está quieto y tranquilo en torno m i ó , que los o b - nómeno es mas curioso. Puesto el tren en marcha, si no mi-
jetos ocupan sus posiciones respectivas sin variar lo mas ramos afuera se nos figura que todas las -personas y cuan-
mínimo; y esto m e bace comprender que la inmovilidad es tos objetos van dentro del coche conservan la misma posi-
el estado normal de la Tierra. Así se pensaba antes; mucbos ción é iguales distancias respecto de nosotros, y no nos
en la actualidad piensan en España del mismo modo; mas apercibimos de que cambiamos de lugar. Todo se muestra
para destruir estos errores y probar las ilusiones que pade- inmóvil; y , si las pequeñas sacudidas del tren n o n o s advir-
cemos á causa del movimiento de rotacion de nuestro g l o - tieran de que marchamos, pensaríamos que el vehículo esta-
bo , reflexionemos un poco sobre este asunto tan i m p o r - ba parado. Esta ilusión es m u y natural hallándonos en es-
tas condiciones; mas abriendo la portezuela y mirando
tante.
a f u e r a , la cosa cambia por completo. Entonces los campos,
Cuando mudamos de l u g a r , ¿cómo nos apercibimos de
los árboles, las aldeas, parece que corren hacia nosotros,
ello? Lo conocemos en .que los objetos que nos rodeaban no
que nos alcanzan y que desfilan luego huyendo á lo lejos.
son los mismos , ó no permanecen en la misma situación
Nos hacemos la ilusión de que las campiñas corren y revo-
con respecto á nosotros. Marchando por el campo vemos,
lotean locamente; y sin el ruido que produce el movimien-
por ejemplo , allá abajo , j u n t o al camino, u n árbol ó u n a
to del tren pudiéramos asi creerlo; mas no, no podemos ad-
mitir semejante e r r o r ; nuestra vista se e n g a ñ a , nuestros
a s e g u r a d o , p u e s u n a vez descubierta l a v e r d a d n o es posible oscurecerla.
sentidos se equivocan; pero no debemos engañarnos por las
Los prosélitos a u m e n t a b a n y m u c h a s Universidades dte E u r o p a , s i g u i e n -
do el ejemplo dado p o r nuestra f a m o s a Universidad de S a l a m a n c a , adop- apariencias á pesar del poderoso influjo que ejercen; debe-
taron el libro de Copérnico como texto p a r a l a e n s e ñ a n z a . Estos aconte- mos comprender que es una ilusión, y cuando veamos r e -
cimientos y los adelantos que se hicieron entonces, forman u n a de las troceder los objetos velozmente, la razón debe decirnos que
épocas m a s gloriosas de la A s t r o n o m í a ; ellos abrieron el c a m i n o de l a re-
somos nosotros los que marchamos.
f o r m a completa de l a ciencia, de sus g r a n d e s descubrimientos y de l a
perfección de sus teorías, y ellos, en fin, h a n contribuido p a r a q u e h o y
Una observación todavía. Nuestros lectores deben cono-
t e n g a t a n t a unidad de composicion la física del m u n d o , y p a r a que el es-
tudio de l a N a t u r a l e z a revista un n u e v o carácter de g r a n d e z a y m a g e s t a d . cer un aparato m u y sencillo que sirve de recreo á los niños,
(N. del T . ) el cual consiste en unos cajones y unos caballitos de made-
ra que penden de grandes barras de bierro sujetas en la Tierra, según demostraremos detalladamente en otro capí-
extremidad de un eje del mismo metal, que colocado verti- tulo. Y las estrellas, que son innumerables y que ce h a -
calmente en el suelo, comunica u n movimiento circular al llan á unas distancias inconcebibles, son tan brillantes y
aparato. Pues b i e n , este objeto tan trivial, va á corroborar tan g r a n d e s como el Sol. L a Tierra, en este magestuoso
nuestras demostraciones. E n efecto, si subimos en uno de conjunto de soles, en esta extension sin límites, es u n g r a -
los caballitos de este aparato veremos que mientras nos no de a r e n a , menos todavía, una partícula de polvo,. un
movemos, por ejemplo, de derecha á izquierda, las cosas átomo imperceptible en el espacio infinito. Imaginarnos en
que nos rodean, plaza, edificios y espectadores, parece que vista de esto que todo este Universo incomensurable, c i r -
giran en torno nuestro con u n a rapidez vertiginosa en sen- cula alrededor d e esta pequeñita esfera, ¿es verdaderamen-
tido opuesto. Lo que estaba á la izquierda pasa rápidamen- te razonable? ¿No seria esta creencia tan insensata, según
t e á la d e r e c h a ; para nuestros ojos todo g i r a y revolotea: ha dicho Voltaire, como la del gusano de seda que tomase
es una ilusión, no obstante, pues sabemos b i e n , que todo los límites de su capullo por los límites del Universo? ¿No
cuanto ocurre es efecto de nuestro propio movimiento. seria lo mismo que si nosotros montados sobre el caballito
De estas observaciones y de otras que pudiéramos hacer de madera creyéramos que las personas, las casas y cuan-
se deducen estos dos principios: to nos rodea giran alrededor nuestro para proporcionarnos
1." Cuando viajamos en carruaje los objetos que nos el espectáculo de sus contorsiones v de sus vueltas? Pero
h a y mas todavía.
acompañan, como participan del mismo movimiento, nos
parecen inmóviles, y no podemos apreciar ni la dirección, Cuando nos movemos alrededor de un objeto cualquiera,
ni la velocidad del mismo. cuanto mas lejano se encuentra, tanto mayor es el círculo
2.° Los objetos realmente inmóviles, colocados fuera del y tanto mas largo el camino que debemos recorrer en un
carruaje, se nos figura que se mueven en dirección opuesta periodo de tiempo determinado. Ahora bien, el Sol, como
á la nuestra. veremos despues, se halla situado á muchos millones de le-
Todo lo que hemos dicho sobre estos movimientos a p a - g u a s de la Tierra. Si se moviera alrededor de ésta en 2 4
rentes, puede referirse á la Tierra. Si esta estuviese i n m ó - horas, ¡qué vuelta tendria que dar y con qué velocidad tan
vil, si no girase sobre su eje, el movimiento aparente de vivísima caminaría! Debería recorrer mas de 2 0 0 . 0 0 0 . 0 0 0
todos los astros alrededor nuestro en 2 4 horas seria e n t o n - de leguas en esta j o r n a d a , es decir, á razón de 2 . 3 0 0 l e -
g u a s por segundo!... ¿Y las estrellas? ¿Qué velocidad n e -
ces u n hecho* pero ¿qué resultaría de esto? Vamos á
cesitarían estos, inmensos y lejanos astros para verificar
verlo.
esta revolución diurna? Necesitarían volar, marchar en
Por mas que parezca inverosímil á primera vista, el Sol
torbellino: la mas próxima con u n a rapidez de 5 2 0 . 0 0 0 . 0 0 0
no es u n astro tan insignificante como se cree; es un globo
de leguas por segundo, y las mas remotas con u n a veloci-
gigantesco, de unas dimensiones tan colosales, que escede
dad vertiginosa, i n a u d i t a , no prevista por el cálculo!...
en tamaño, en muchos cientos de millares de veces, al de la
4
Mas no, seria insensato admitir estos movimientos i n c o n - la Tierra; y las estrellas son los espectadores, los objetos
cebibles, dignos tan solo de los sistemas astronómicos de l a lejanos que se atrepellan retrocediendo.
antigüedad y de la oscura E d a d - m e d i a . E n nuestros dias P a r a formarnos una idea de la naturaleza del movimien-
que á t a n t a altura b a n llegado las ciencias, el Universo se to de rotacion de la Tierra, tomemos u n a bola y atravesé-
dilata y engrandece á nuestros ojos, el infinito nos revela mosla por el centro con un alambre. Si hacemos girar el
sus misterios, y la Tierra desaparece por su pequenez e n - alambre entre los dedos, la bola girará sobre sí misma c o -
tre los mundos que la rodean. mo u n a rueda. Esta clase de movimiento se denomina ro-
Supongamos, por el contrario, que la Tierra g i r a sobre tacion, que significa movimiento de rtieda. El alambre q u e
sí misma en 2 4 b o r a s , y todo parecerá entonces sencillo
y natural. Que dé vueltas este pequeño m u n d o , q u e es lo
lógico, y su movimiento nos esplicará la revolución de los
cuerpos celestes. Las apariencias seguirán siendo las m i s -
mas ; pero las dificultades, las complicaciones producidas
por el movimiento del cielo, desaparecen. La Tierra g i r a ,
n o s o t r o s t a m b i é n , ¿porqué n o tenemos conciencia de este

movimiento? ¿por qué no lo notamos? Porque todas las c o -


sas que nos rodean, tanto en el suelo como en la atmósfera,
participan del mismo movimiento de la Tierra. N i n g ú n ob-
jeto varia de sitio, porque todos se mueven s i m u l t á n e a -
mente, y nosotros con ellos. Recordando nuestras observa-
Fig. 15.—Bola atravesada por n n alambre r e p r e s e n t a n d o la T i e r r a .
ciones anteriores, pasa aquí precisamente lo mismo que en
el coche cerrado , y como la tierra al moverse no produce
ruido, ni esperimenta sacudidas, sino que se mueve suave- atraviesa la bola, determina la dirección de u n a línea l l a -
mente, mas suavemente que resbala la barca sobre la m a r mada eje, y que viene á ser como el eje de una rueda. Los
tranquila, nada sentimos que nos advierta de su movimien- dos puntos en que este eje , representado por el alambre,
to, v por eso la suponemos inmóvil. atraviesa la superficie de la bola, se llaman polos.
Mas, si en lugar de mirar á los objetos de la Tierra, mira- Observemos ahora esta bola en movimiento. Fijémonos en
mos á los astros que no g i r a n con ella, ¿qué "Sucederá? que u n a pequeña mancha, en un granito, en u n a desigualdad q u e
todos se nos presentan como girando en sentido contrario. se distinga bien sobre su superficie: este punto describe un
Ocurre con este fenómeno lo que con el coche abierto, círculo alrededor del eje de la bola, cuando ésta g i r a , y lo
mismo hacen todos los demás puntos de su superficie. E n
cuando mirábamos afuera y veíamos h u i r los árboles y los
este caso un punto a cerca del polo, describirá un círculo
campos. Nos hallamos sobre el caballito giratorio, que es
GG ASTRONOMÍA POPCLAR.
de 7 . 7 0 4 leguas ó 5 por m i n u t o , y asi va decreciendo
m u y pequeño; otro punto b, mas apartado del polo traza-
hasta que en los polos es completamente n u l a . E s t a
rá un círcnlo mayor en el mismo tiempo, y marchará por
rotacion terrestre, á pesar de la rapidez con que se ejecuta,
consecuencia mas deprisa. E l que está colocado en c justa-
comparada con los movimientos que antes asignamos al
mente en medio de los dos polos, recorrerá el círculo m a -
Sol y á las estrellas para hacerlos girar en torno nuestro,
yor ó máximo ; y si cortamos la bola por este círculo, que
poco ó nada significa. Ahora comprendemos por qué no
¡ e baila á escuadra con el eje de rotacion, tendremos la
nos damos c u e n t a , n i nos apercibimos s i q u i e r a , de seme-
bola dividida en dos mitades. j a n t e movimiento de rotacion.
Abora b i e n : la tierra g i r a del mismo modo sin estar
La idea de que la Tierra gira con cuanto en ella se e n -
atravesada por n i n g ú n alambre n i eje que le sirva de a p o -
cuentra, es á primera vista extraña y de aceptación difícil;
yo bien así como un trompo lanzado en los aires gira tam-
pero pronto sabremos que muchos cuerpos celestes g i r a n
bién sobre sí mismo sin estar tampoco atravesado por n i n -
también sobre sí mismos, y hasta pudiéramos decir que se
g ú n eje. E l eje de la Tierra para nosotros, es u n a línea que
los ve girar. Asi, pues, todos los astros, h a s t a el Sol mismo,
imaginamos en el interior de ella, alrededor de la cual da
voltean sobre su e j e , y seria verdaderamente extraño que
vueltas como sobre u n eje material efectivo; y los polos son
la Tierra sola, contra la ley general, permaneciese i n m ó -
los dos puntos en que esta l í n e a imaginaria atraviesa la su-
vil, mucho mas cuando tenemos h o y 'pruebas directas y po-
perficie del globo. Excepto estos dos puntos, los demás que
sitivas del movimiento de la Tierra, que no exponemos por
se bailan diseminados en diferentes lugares de la Tierra,
la índole especial de este libro. P a r a nuestro objeto basta
g i r a n en 2 4 boras, describiendo círculos mas ó menos
que sepamos que tales pruebas existen, y que están tan
o-randes, s e g ú n las distancias que los separan de aquellos.
aceptadas y a , que entre personas bien educadas no s u r g i -
Los que dan la vuelta mayor se bailan colocados en el
rá jamás la idea de d u d a r por un momento de que la tier-
o-ran círculo que imaginamos antes trazado en la superfi-
ra g i r a sobre su eje.
cie del globo, el cual divide la Tierra en dos hemisferios ó
semiesferas iguales, y se llama Ecuador. E s t e círculo no se
baila materialmente trazado sobre la superficie terrestre;
pero los puntos que lo constituyen existe en realidad. Los
paises situados en el ecuador, y los hombres que en ellos
v i v e n , efectúan, por consecuencia, la vuelta m á x i m a , la
vuelta entera de la Tierra en 2 4 boras, recorriendo e n este
-tiempo 10.000 leguas, á razón de 7 por minuto. España es-
tá mas cerca del polo, y en un dia dárnoslos españoles una
vuelta mas pequeña que la verificada por los habitantes
del ecuador. A la latitud de Madrid la velocidad diurna es
C A P I T U L O IV,

EL DIA Y LA NOCHE.

Conocida la rotacion de la Tierra sobre su eje, vamos á


demostrar que los fenómenos del día y de la noche son pro-
ducidos por este movimiento.
El nacimiento de u n claro y hermoso dia es un espec-
táculo de los mas bellos de la Naturaleza. Cuando la
atmósfera, apenas despojada de los últimos sombríos ve-
los de la n o c h e , empieza á teñirse con los dulces resplan-
dores del alba, y los vapores y las pequeñas nubecillas que
flotan en el aire van presentando los colores desde el
rosa al rojo vivísimo, presenciamos en verdad uno de los
espectáculos mas solemnes y dignos de estudio. E l Sol
permanece aún oculto á nuestros ojos, pero su luz ilumina
las regiones elevadas de la'atmósfera, que nos envian sus
reflejos. E s t a claridad, estos bellos arreboles constituyen
la aurora, que precede al dia. Sale el Sol al fin por el
Oriente 6 Este, y su enrojecido disco se ostenta entonces
majestuoso, pareciendo elevarse tras de los bosques lejanos
y de las colinas del horizonte, como si saliera del seno
mismo de la Tierra para estender la vida y la alegría sobre
su aletargada superficie. Sus r a j o s rasan ó hieren h o r i -
sus rayos rasando el suelo; las sombras de los objetos se
zontal mente el suelo en estos instantes, y la sombra de los
hallan de nuevo prolongadas, como por la mañana, pero en
objetos terrestres se extienden en el sentido opuesto á g r a n
dirección opuesta; la luz se debilita mas y mas, hasta que
distancia.
por el Oeste ú Occidente se oculta poco á poco, como si se
A medida que el Sol se eleva describiendo su inmensa
hundiera perezosamente en los abismos del espacio; en
trayectoria, crece la l u z , y el calor se siente mas vivo y
este caso su hermosa luz y a no alumbra nuestro h e m i s -
penetrante. Hácia el mediodía, cuando el astro está mas
ferio : el Sol se ha puesto.
E s t a es la hora mas solemne de la Naturaleza: hora can-
tada por los poetas y descrita por los filósofos, y en la cual

Fig. 17—Crepúsculo —La parte snperior de la atmósfera permanece iluminada por a r r i -


ba cuando una parte del globo está sumergida en la sombra.
ti* 16 El sol á mediodía en lo mas alto de su curso a p a r e n t e . - E l observador miran-
do al sol de frente á mediodía tiene el S « r delante de sus ojos, el Norte detrás, á s u
izquierda el Este y el Oeste á su derecha.
son dignas de admiración las nubes doradas y las ráfagas
encendidas como el fuego que, semejantes á las de la auro-
alto en el cielo, sus rayos caen menos oblicuamente sobre r a , embellecen todo el cielo de Occidente. Estos juegos de
1 uz pronto se apagan, quedando solo un pálido resplandor
nuestras cabezas; la sombra-de los objetos terrestres es en-
que paulatinamente se desvanece, proveniente de la luz so-
tonces m u y corta, y el dia luce en todo su esplendor. Si á
lar que baña las capas superiores atmosféricas, y que pro-
esta bora nos volvemos frente al Sol, la parte del horizonte
duce en la superficie de la Tierra la indecisa y suave claridad
que directamente miramos, se llama Mediodía ó Sur, y la
del crepúsculo. Toca su turno á la noche y las estrellas se.
que está á nuestra e s p a l d a , en la dirección exactamente
van encendiendo unas despnes de otras como las lámparas
opuesta, ¡Septentrión ó Norte.
de u n templo, hasta que la oscuridad es completa y la in-
Mientras el Sol declina, pierde su luz intensidad y su mensidad se ostenta en toda su imponente magnificencia.
calor disminuye. Cuando parece tocar con la Tierra, llegan
ASTRONOMIA. POPULAR.

Hemos dicho que mirando al Sol en el instante del m e - estará e n este caso iluminada, la que mira á la luz; la otra,
diodía, tenemos delante el S u r , detrás el N o r t e , á la i z - oscura, en la sombra. L a línea que marca el límite entre la
quierda el E s t e y el Oeste á la derecha. Estos cuatro pun- sombra y la l u z , se llama circulo de iluminación, porque
tos ó direcciones se llaman cardinales, es decir, principales; divide la bola en dos partes i g u a l e s : la iluminada y la
y determinarlas ó señalarlas desde el l u g a r en que uno se oscura. Aplicado este hecho mas especialmente á la T i e r -
encuentra, se llama orientarse, hallar el Oriente. Debemos r a , esplica la alternativa del dia y de la noche. E l Sol,
acostumbrarnos á orientar nuestra posicion, bien á la salida

Fig. 18—Bola iluminada por un lado y oscura por el otro.

ó puesta del Sol, ó en la hora del mediodía: conocimiento


por demás útil y necesario que en algunas ocasiones quizá
evite el extraviarnos, si por casualidad viajamos por luga-
res poco conocidos de nosotros. Orientándose con cuidado Fig. 19.—El dia y l a noche.—La tierra aislada flotando en el cie!o]é [iluminada en parte
y exactitud, es como los marinos viajan sobre las aguas por el sol.

del Océano, donde n i n g ú n camino material h a y trazado.


P a r a conocer ahora la distribución de la luz sobre nues- como la lámpara, emite en torno de la Tierra la luz que
ésta recibe, como la bola, estando la mitad de la Tierra
tro globo, hagamos u n esperimento. Supongamos q u e es
i l u m i n a d a , la que está frente al S o l , mientras la otra per-
de noche y que la luz de u n a l á m p a r a , rodeada por una
manece oscura. Por un lado la luz, el dia: por otro la som-
bomba de cristal, alumbra nuestro aposento. Tomemos una
bra, la noche. El dia, por consecuencia, es producido por la
bola ó u n a n a r a n j a , lo que mas tengamos á mano, y colo-
claridad del Sol; la noche, por la sombra de la Tierra en la
quémosla á cierta distancia, pendiente de un hilo ó d e un
parte opuesta.
alambre, en frente de la luz. Solo u n a parte de la bola
Si la Tierra estuviese inmóvil, presentaría siempre al para uno empieza á oscurecer, para el otro sale el Sol por
el Oriente. Ahora comprendemos perfectamente, cómo por
Sol el mismo hemisferio, y los pueblos en él situados d i s -
causa de la rotacion de nuestro globo, todos los pueblos
frutarían de un dia perpétuo. E l hemisferio opuesto, por
disfrutan alternativamente del dia y de la noche, y cómo
el contrario, se hallaría envuelto en las tinieblas, y seria
no pueden estar todos á u n tiempo iluminados por el Sol.
la región de la noche eterna. Pero la Tierra g i r a sobre s u
e j e , y merced á este movimiento tan natural y tan senci- Pero aun h a y m a s , y es preciso que espliquemos al
por menor todos los fenómenos que resultan de la rotacion
llo, disfrutamos alternativa y sucesivamente del dia y de
de la Tierra. Empecemos por el fenómeno del dia y de la
la noche. Volvamos & tomar la bola y coloquémosla e n
noche.
frente de la l á m p a r a , de modo q u e los puntos e n que el
alambre atraviesa la superficie de dicha bola, esto e s , s u s Figurémonos trazados sobre su supercie, del uno al otro
polo, g r a n d e s semicírculos, que se denominan meridianos,
polos, se hallen e n el círculo de iluminación, en el límite
por la razón que luego veremos. P a r a comprender esto
común de la sombra y de la luz. Haciéndola girar sobre s u
mejor, examinemos un globo terrestre (1), y en él veremos
eje, observaremos que todos los puntos de su superficie
trazados, atravesando los continentes y los m a r e s , dichos
van pasando sucesivamente de la sombra á la l u z , y v i c e -
semicírculos, que afectan sobre el globo la figura de rajas de
versa.
melón. Todos están cortados por el Ecuador en la mitad de
Fijémonos en un punto de la superficie, e n u n a m a n -
su longitud, á igual distancia de los polos. E n geometría
c h i t a q u e s e destaque mas que otras. E s t a manchita, al g i - todo círculo se divide en 360 partes iguales, conocidas
r a r , y a sabemos que describe u n círculo, y al describirlo bajo el nombre de grados. De esta manera está dividido el
la veremos pasar de la parte iluminada á la parte oscura, Elcuador, ó la circunferencia de la Tierra, y por cada grado
de ésta á la primera, y asi indefinidamente. Si nos fijamos pasa u n semicírculo trazado del uno al otro polo, ó sean 3 6 0
en otro punto opuesto al primero, cuando este cruce el e s - meridianos. No se trazan tantos sobre los globos comunes
pacio alumbrado, atravesará aquel la región oscura; y á l a que sirven para enseñar la geografía, por no embrollar el
inversa, cuandoel primero atraviese la sombra, el segundo dibujo, y solo por lo regular se señalan de 10 en 10 ó
llegará de nuevo á la claridad. de 15 en 15 grados. Mirando cualquiera de estos globos
Así, la Tierra, girando sobre su eje e n presencia del Sol, en la dirección de uno de sus polos, los meridianos t r a z a -
va presentando sucesivamente delante de este astro los paí- dos sobre los mismos nos producirán el efecto de los rayos
ses que se encuentran ora á l a luz, en el espacio iluminado,
ora en el opuesto, en el lado oscuro, pasando todos con una
(1) Se d a esle n o m b r e á u n a bola de cario® ó de m e t a l , de diversos
uniformidad inalterable de la luz á la sombra. Por esta tamaños, q u e representa el globo de l a Tierra, sobre l a cual están traza-
razón u n país disfruta de la luz del d i a , al mismo tiempo dos los continentes, las islas, los m a r e s y los círculos e n q u e se considera
dividida.
que otro colocado en la parte opuesta de la Tierra se halla
sumergido en las tinieblas de la noche; y mientras que (N. del T . )
de u n a rueda, c u j a circunferencia es el E c u a d o r , como mos prácticamente de la manera que la luz solar invade
puede verse en la figura 2 0 . pueblos j comarcas e n t e r a s , hasta q u e toque su turno á
Ahora b i e n : coloquemos el globo terrestre que nos sirve España j empiece á iluminarse por los primeros destellos
del Sol naciente. E n este instante comenzaremos á ver el
ECUADOR.
Sol: sus r a j o s rozan levemente la T i e r r a , y aun su discose
nos figura en contacto con el suelo. Tal es la posicion en
q u e nos encontramos en el momento en que, por causa de la
rotacion de la Tierra, entra nuestro país en la luz. E n t o n -
ces para nosotros sale el Sol, comienza el dia. Si continua-
mos moviendo el globo, se encontrará España en frente
d e l Sol: llegará la hora del mediodia, parecerá que el Sol
h a llegado á su m a j o r altura en dirección del zénit, nombre
con que se designa el punto del cielo situado verticalmente
sobre nuestras cabezas. Si continúa girando aun, la luz irá
declinando j los r a j o s luminosos rasarán el suelo. La luz
del astro del dia no puede iluminarnos mas allá de este
punto; el Sol en su ocaso parece tocar con la Tierra, j que
se esconde para siempre. Todo el tiempo que tarde E s -
paña en recorrer el hemisferio oscuro, será de noche.

Otra de las consecuencias de la rotacion de la Tierra es


la diversidad de horas que existe para diferentes longitudes.
P a r a averiguar esto, busquemos en el globo terrestre el
meridiano q u e va de polo á polo j atraviese á España
por s u capital, Madrid. Cuando el semicírculo que repre-
ECUADOR. senta dicho meridiano, se encuentra exactamente en medio
Fig. 20.—La esfera terrestre vista por nn observador colocado enfrente del polo P. del círculo de iluminación, no solo para Madrid, sino para
todos los pueblos situados en dicho meridiano, será enton-
ces mediodia. Por esta razón se denomina este círculo me-
de estudio en presencia de u n a bujía, si es de noche, ó del ridiano, que significa línea de mediodia.
Sol si es de d i a , pero de manera que pase por los polos el
E s , p u e s , un hecho que para todos]los pueblos situados
círculo de iluminación, como j a lo hemos hecho con u n a
e n el mismo meridiano, j que de consiguiente pasan d e -
bola, teniendo cuidado de fijarnos antes en el lugar que lante del Sol á la vez, es mediodia á la misma hora; pero
ocupa E s p a ñ a . Haciendo girar el globo con lentitud, vere-
5
en este momento los demás lugares de la Tierra, ó no h a n por delante del S o l ; j las tendrán de retraso, por el c o n -
llegado todavía á la espresada posieion, ó la han dejado trario, los que se hallen al Oeste de M a d r i d , que desfila-
a t r á s , en cu j o caso no tienen todos u n a misma hora. Los rán por delante del Sol despues que nosotros.
pueblos situados en otras partes, tendrán horas diferentes, Examinando el globo terrestre j suponiendo que es me-
fáciles de calcular. diodia en Madrid, veremos en seguida la hora que es en
Ya sabemos que el dia, llamado así el tiempo que brilla diferentes lugares de la Tierra. Si dada cualquiera otra
la luz del Sol sobre nuestro horizonte, no tiene siempre la hora para Madrid, quisiéramos saber la que seria para un
misma duración. E n el verano los dias son largos j las pueblo distinto, lo conseguiríamos por medio de un cálculo
noches cortas: en el invierno los dias cortos j las noches m u j sencillo que no exige esplicacion a l g u n a .
largas. Despues esplicaremos la causa de esta desigualdad. Consecuencias curiosas se deducen de lo que acabamos
Por de pronto, consignaremos que un dia entero, c o m p r e n - de decir. E s en verdad interesante pensar que mientras
diendo en él el dia j la noche siguiente, ó bien el tiempo ejercitamos nuestras facultades en pleno dia en la oficina,
trascurrido de mañana á m a ñ a n a , siempre tiene la misma en la cátedra, en el taller ó en otras ocupaciones, muchos
duración, determinada por el tiempo que la Tierra invierte pueblos de la Tierra, envueltos en la oscuridad de la n o -
en dar u n a vuelta sobre su eje. Una hora es la vijésima che, descansan en brazos del sueño de las fatigas del dia,
cuarta parte de u n dia, j la Tierra, por consecuencia des- j que estos pueblos á su vez trabajan luego mientras n o s -
cribirá en una hora la vijésima cuarta parte de su vuelta otros descansamos.
entera. Luego, si imaginamos 360 meridianos repartidos Estudiemos bajo un punto de vista distinto este f e n ó -
de grado en grado sobre la superficie terrestre, en u n a meno, j al efecto hagamos con la imaginación un viaje
hora pasarán por delante del Sol la vijésima cuarta parte pintoresco alrededor de la T i e r r a .
de los 3 6 0 meridianos, es decir, 15 meridianos. De esto E n Madrid son las doce. E l Sol, casi sobre nuestras
se desprende que , si para un lugar es mediodia, para otro, cabezas, envia torrentes de luz y de calor, j nos demues-
'situado en el meridiano décimoquinto, á contar desde el de t r a por su altura que es la hora de mediojdia. E n este
aquel lugar, será mediodia, una hora mas temprano ó mas momento, ¿qué hora será en otros países? Para los que es-
tarde. O de otra m a n e r a : la diferencia de una hora entre tán situados á nuestro Oriente pasó j a el mediodia; el
dos lugares, lleva consigo una diferencia de 15 grados, Sol va declinando un poco. Estendiendo mas nuestras i n -
que se llaman grados de longitud. Habrá, pues, tantas horas vestigaciones, marchemos al E g i p t o , hácia el grado 30 de
de diferencia entre el tiempo de Madrid j de otro pueblo longitud oriental (dos veces 15 grados ó meridianos), allí
cualquiera, cuantas veces existan 15 grados de longitud hace j a dos horas que fué mediodia; j en la Tartaria,
entre el meridiano de Madrid j el que pase por otro lugar. á 6 0 grados ( 4 veces 15), han pasado cuatro horas.
Tendrán horas de adelanto los pueblos situados al E s t e de Trasladémonos á la India, la cuna de la civilización h u -
Madrid, los cuales habrán pasado antes que esta capital mana. En las bocas del Ganges, á 90 grados, han trascur-
rido seis horas; y el Sol, próximo al ocaso, presta con las y éstos á los 4 5 grados cuentan las nueve, y á los 30 gra-
hermosas tintas de su luz nuevos encantos á estos paisajes dos las diez de la mañana.
majestuosos, que parecen que g u a r d a n , como u n fuego Los que vuelven á España, su patria, calculan coñ p l a -
sagrado, el alma de sus filósofos y de s u s poetas i n m o r t a - cer los lugares mas cercanos á sus países respectivos, y
les. Estamos ahora en la capital de la C h i n a , en P e k í n , esta hora les marca la distancia á que se hallan de sus
situado al grado 120. E n este punto han pasado ocho h o - costas. U n a hora antes de mediodia, las once de la m a -
ras despues de mediodia; la oscuridad es completa, y se ñana, es la que corresponde á Portugal. Y finalmente, como
dispone el alumbrado de esta poblacion de dos millones de no hemos salido de E s p a ñ a , y nuestro viaje ha sido i m a -
habitantes: innumerables linternas de varios colores circu- ginario durante cortos instantes, oimos sonar los relojes que
lan por las calles. Mas lejos todavía, a u n q u e en el mismo se hallan colocados en diversos edificios de Madrid y todos
momento, la negra noche se estiende por el Océano, y so- dan l a hora de mediodia.
bre las islas donde duermen los salvajes en sus miserables Mientras en este momento luce el Sol para nosotros, y a
cabanas. Sobre la inmensidad de la mar oscura brillan acá hemos visto cómo la rotacion de la Tierra produce juegos
y allá, como ojos de mónstruos marinos, la roja y verde fantásticos con la luz y con la sombra en otros países. A
luz de los fanales de los buques que surcan las aguas la actividad y al ruido de g r a n d e s poblaciones, sucede la
hácia el grado 180. Vela el guardador de la nave, el inmovilidad y el silencio de otras; mientras unas están
fiel timonel, mira á las estrellas, y esclama:—«Es m e d i a - bañadas de luz otras están sepultadas en las tinieblas; en
noche.» éstas la animación, en aquéllas la atonía; aquí la vida, allí
Mientras que en Madrid sofocan á estas horas los ardien- el silencio de las t u m b a s . . . ¡Y esto h a sucedido a n t e s , su-
tes rayos del Sol, el g r a n continente americano, situado al cede hoy y solo t e n d r á término cuando la Tierra no gire
Occidente de E u r o p a , empieza á ser alumbrado por los sobre su eje!
primeros resplandores de la aurora i para sus habitantes es
e l nacimiento del nuevo día. El minero de la California,
vislumbra, apenas á los 105 grados de longitud occidental,
la luz del alba. E n los bordes del Mississipí el Sol ha sali-
d o , y en las Antillas es pleno dia. E n las g r a n d e s ciuda-
des de los Estados-Unidos, á los 6 0 grados, obreros y c o -
merciantes comienzan sus trabajos: son las siete de la
m a ñ a n a . E n la América del S u r , mas avanzada al O r i e n -
t e , en el Brasil, por ejemplo, son y a las ocho. Cruzando
las aguas del Atlántico > encontraremos muchos barcos,
dedicados al comercio entre el antiguo y el nuevo m u j i d
CAPITULO V .

M O V I M I E N T O DE LA T I E R R A ALREDEDOR DEL S O L .
CAPITULO V.

MOVIMIENTO DE LA T I E R R A ALREDEDOR DEL SOL.

Como el objeto que nos bemos propuesto al traducir l i -


bremente este libro no es otro que el de dar á conocer los
principales fenómenos del Universo á las personas no f a -
miliarizadas en E s p a ñ a con los estudios astronómicos, v a -
mos á presentar un ejemplo sencillísimo que nos dé á
conocer los efectos dependientes del movimiento de t r a s l a -
ción de la Tierra alrededor del Sol. De este modo c o m -
prenderemos los fenómenos que observamos en nuestro
globo dependientes de su posicion respecto del Sol, los cua-
les están enlazados estrechamente con los demás que se ve-
rifican en el Universo.
Si al ir de paseo nos encontramos en un valle anchuroso
y* ameno que permita distinguir los árboles, las colinas y
algunos edificios á lo lejos, procuremos ponernos á pocos
metros de distancia detrás de cualquiera objeto, de u n pos-
te, por ejemplo, que solo y aislado se levante en medio
del campo. Colocados de esta manera, nos ocultará p r e -
• cisamente lo que se encuentre detrás, en la misma línea
determinada por él y por nosotros.
Fijémonos ahora en un objeto q u e el poste nos oculte, en
un árbol, señalado en el dibujo de la figura 2 1 en el punto
al principio cuando nos hallábamos en el punto de partida
A. Si nos movemos alrededor del poste, notaremos que el
número 1.
árbol se desvia de la posición que antes tenia, y en lugar de Porque el poste nos oculta unos tras otros los objetos que
estar en el punto A se nos figura que b a recorrido en sen- limitan el horizonte, se nos figura que circula en torno
tido opuesto al nuestro, encontrándose abora el poste con n u e s t r o ; pero tal creencia es una ilusión : nosotros s o -
nosotros en la dirección del campanario B al cual oculta. mos, por el contrario, los q u e caminamos describiendo
un círculo alrededor suyo: el poste se mueve solo en apa-
riencia, mas en realidad permanece inmóvil, siendo noso-
tros los que mudamos de sitio.
Lo mismo sucede con el movimiento a n u a l aparente
del Sol. Existen en el cielo objetos lejanos fáciles de dis-
tinguir como son las estrellas. El Sol parece que sucesiva-
mente va caminando por delante de esos luminares. U n dia
se encuentra en la dirección de u n a de las mas notables; pero
en los sucesivos no corresponde á aquella estrella con res-
pecto á nosotros, sino que habiéndose desviado de ella se
encuentra enfrente de otra, y por tanto, en diverso punto del
cielo. Y así de continuo y siempre en el mismo sentido,
parece proseguir su marcha. De esto resulta que al cabo de
un año, despues de haber en apariencia cruzado de estrella
en estrella, dando la vuelta al cielo, llega á su posicion pri-
Fig. 21.—Movimiento aparente y movimiento real. mera. Esto, á primera vista, nos induce á creer que el Sol
circula, en efecto, alrededor de la Tierra concluyendo su
vuelta en el término de un año, como se creyó en otro
Si continuamos la vuelta, el campanario se desviará tam-
tiempo. Mas el movimiento del Sol es aparente, como el del
bién y el poste nos ocultará la casa C. ¿Diremos por esto
poste en la pradera, y la Tierra es la que en realidad se
que el poste se mueve para venirse á colocar precisamente
mueve, describiendo durante un año en el cielo una in-
en frente d e nosotros y ocultarnos los diversos puntos que mensa órbita alrededor del Sol.
bemos señalado? No, s e g u r a m e n t e . Si damos la vuelta en-
tera siempre mirando al poste, nos parecerá que este b a Representémonos este movimiento por medio de la figu-
pasado sucesivamente por delante de todos los objetos que ra 2 2 . E n ella está designado el Sol por el punto S \ un cír-
cercan el valle, como si hubiese circulado en torno nuestro culo, que lo rodea, señala el camino que recorre la tierra T
hasta llegar á colocarse delante del árbol A que nos ocultó en el cielo: mas allá aparecen las estrellas. Cuando la Tierra
ASTRONOMIA POPULAR.

se encuentra en el punto número 1, el Sol se halla en la di- tonces los grados que el Sol ha descendido debajo del
rección de la estrella A. Avanzando la Tierra en el sentido horizonte, se deduce á qué estrella ha correspondido du-
marcado por la flecha, llegará al punto 2 : el Sol no apare- rante el dia. P e r o , ¿estamos seguros de que la Tierra cir-
cerá j a en frente de la estrella A, sino en dirección de la cula realmente en torno del Sol? Tenemos de ello certidum-
bre. Existen pruebas seguras de semejante movimiento;
estrella B . Cuando nuestro globo llegue al punto 3, se nos
pero h a y mas todavía. Sabemos q u e la Tierra no es el único
figurará que el Sol corresponde á la estrella O. Asi, á me-
globo q u e circula, sino que h a j otros cuerpos, semejantes á
ella, que también se mueven en torno del Sol. Siendo este
movimiento u n a consecuencia natural de las leyes que r i -
gen al Universo, ¿porqué la Tierra, q u e no tiene n i n g ú n
privilegio sobre los otros mundos, habia de ser la e x c e p -
ción de la regla permaneciendo inmóvil en medio de laeter-
n a fluctuación de las cosas creadas?

Quizá se nos objete por algunos de nuestros lectores


que antes hemos dicho que la Tierra g i r a sobre sí m i s -
m a , y ahora sostenemos que circula alrededor del Sol.
Así es ciertamente , pues el movimiento de rotacion no
se opone al de traslación. U n trompo g i r a sobre su eje
y traza diferentes caminos sobre el suelo: posee á la
vez los dos movimientos. Lo mismo hace la T i e r r a : gira
sobre su eje y , marchando por las invisibles rutas del
F i g . 22.—Movimiento real de la Tierra y movimiento aparente del Sol. cielo, da la vuelta al Sol. E n un dia efectúa su rotacion;
en un año su revolución en torno del astro del d i a ; y
dida que la Tierra recorre su órbita, nos parece que el Sol como el año consta de 3 6 5 dias, resulta que en este mismo
retrocede de estrella en estrella. Este movimiento del Sol periodo de tiempo, la Tierra habrá dado 3 6 5 vueltas sobre
es aparente; el de la Tierra es real. La Tierrá avanza en efec- su eje.
to, el Sol "parece que retrocede. La inmensa curva que describe al verificar su movi-
Probado esto, surge ahora la dificultad de saber á qué miento de revolución a n u a l , se denomina órbita, la cual
estrella corresponde el S o l , no pudiendo verlas de dia, no es circular, esto e s , una circunferencia de círculo,
por ofuscarlas la luz de aquel astro. Pero esta dificultad .sino una elipse, semejante á u n óvalo. E l Sol no se e n -
desaparece en cuanto reflexionemos q u e las estrellas se cuentra en el centro de la órbita terrestre sino u n poco mas
observan despues de puesto el S o l , y calculando e n - próximo á ella por un lado que por el opuesto, por cuya ra-
zon en unas ocasiones se encuentra la Tierra mas cerca del
siguiente: si la Tierra anda su órbita en un año, ó en 3 6 5
Sol que en otras.
dias, en un dia andará la 365 a parte; en una hora la 24 a
P a r a formarnos una idea del camino que recorre el g l o - parte que en un dia; en un minuto la 60 a parte q u e en u n a
bo que habitamos, debemos saber ante todo que dista del hora; v en un segundo, en fin, la 60 a parte que en un m i -
Sol 3 7 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas: distancia enorme, marcada en nuto. De este modo sacamos en limpio q u e la Tierra, para
la figura 2 3 por la línea iS j T. describir su órbita de 2 3 5 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas necesita c a -
minar, volar mejor dicho, á razón de 6 4 3 . 3 9 5 leguas por
dia; en u n a hora 2 6 . 8 0 8 ; en un minuto 4 4 6 j en u n se-
gundo 7 leguas únicamente. E l tren express mas rápido,
que impulsado por el vapor recorre á lo sumo 2 5 leguas
por h o r a , es 1.100 veces mas lento que la Tierra m a r -
chando; j la velocidad de u n a bala de cañón, que recorre
400 metros por segundo á su salida de la pieza es, sin em-
bargo, 7 3 veces mas lenta que la vertiginosa con que n u e s -
tro globo circula alrededor del Sol. Arrastrados por la Tier-
ra de esta m a n e r a , como adheridos que estamos á su su-
perficie, no podemos apreciar rapidez tan espantosa. P a r a
hacernos cargo de ella, debemos suponernos completamente
ágenos á la Tierra j colocados en un punto del espacio, no
lejos de la via celeste que sigue en su curso, señalada en la
figura 2 3 con el punto X.
Fi?. 23.—Orbita de la Tierra.—71a Tierra; S el S o l ; T V diámetro de la órbita; TS
distancia de la Tierra al Sol.
Colocados de este modo veríamos la inmensidad en t o r -
no nuestro llena de innumerables estrellas; j como una de
E l diámetro de la órbita terrestre, ó su a n c h u r a de un tantas, m u j pequeña, vislumbraríamos á la Tierra i l u m i -
estremo á otro de la circunferencia, es el doble de la d i s - nada por el Sol, sepultada allá en los abismos.
tancia d é l a Tierra al Sol, esto es, de 7 4 . 0 0 0 . 0 0 0 de l e g u a s , Fijándonos bien nos parecería que variaba de sitio entre
j la longitud de la órbita entera asciende á 2 3 5 . 0 0 0 . 0 0 0 las estrellas fijas, j que se iba acercando j aumentando de
de leguas, las cuales recorre la Tierra todos los años. tamaño lentamente. Lentamente decimos, porque no p o -
P a r a comprender con a l g u n a precisión estas dos d i s t a n - dríamos conocer su velocidad estando tan lejos de nosotros,
cias tan desmesuradas, necesitamos recurrir á demostracio- Como no apreciamos la de un tren en circunstancias análo-
nes familiares, c u j a significación gráfica j sencilla a j u d e gas. Mas la Tierra, en efecto, seguiría avanzando, crecien-
á nuestra inteligencia. Con este fin discurriremos del modo do, hasta mostrarse tan grande como l a L u n a llena, en c u -
j o caso distinguiríamos la agitación de sn atmósfera, j en mos en ferro-carril, cuando surcamos en un buque las aguas
su suelo , manchas formadas por los continentes j los m a - del Océano, ó suspendidos en la barquilla de un frágil glo-
res j por la nieve de los polos. E l globo seguiría aumen- bo aerostático cruzamos la atmósfera como las aves, no te-
tando de tamaño, el movimiento de rotacion se baria p e r - nemos idea a l g u n a de la velocidad que nos arrastra, sino
ceptible, j l a s cinco partes delmundo desfilarían ante nues- al contrario, nos sentimos en completo reposo, aunque nos
tros ojos admirados: primero, los dos grandes triángulos su- impulse u n a fuerza extraordinaria. Lo mismo sucede con
perpuestos que forman las Américas; despues, cambiando el la Tierra. Como el t r e n , como la nave, como el globo a e -
paisaje hácia el E s t e para dar paso al Océano Pacífico, apa- rostático, nos conduce á todos, pobres viajeros de un dia,
recerían el Asia j la Australia; j l u e g o , la Europa j el Afri- con celeridad vivís'ma por los espacios celestes, sin t r e -
g u a , sin d e s c a n s a en su infinita carrera.
ca; j acaso fijándonos bien á través de los vapores j de las
nubes de la atmósfera, podríamos distinguir bácia el Sud-
oeste de Europa, entre los paralelos de 36 j 44 grados de
latitud, bañando sus costas el mar Mediterráneo, á nuestra
querida España. Mas la Tierra s e aproximaría entre tanto
como un torbellino; la veríamos crecer, aumentar mas y
mas su volumen, j de improviso ocupar el cielo entero como
un g i g a n t e colosal, abortado por los abismos sin límites...
M u j pronto pasaria el monstruoso globo, cual tromba i m -
petuosa j desoladora; su tamaño todavía inmenso, siguien-
do su curso, decrecería al apartarse de nosotros, basta p e r -
derse en las lóbregas profundidades de lo infinito.
Pensar que sobre esta inmensa bola caminamos con tan
impetuoso movimiento, circulando j rodando eternamente
por el espacio, ¿no es verdaderamente maravilloso?... ¡Qué
diferencia entre estos movimientos j las distancias que se-
paran á los astros en el cielo, j los límites estrechos j mez-
quinos que antes suponía la ignorancia! ¡Cómo se e n g r a n -
dece el espíritu ante la inmensidad! ¡Y cómo reaparece la
pequeñez de la Tierra con sus quiméricas grandezas j po-
derío j se anula la miserable ambición del hombre!
Por lo demás j a sabemos por qué no nos podemos dar
cuenta del movimiento del globo terrestre. Cuando caminá-
CAPITULO Y I .

LOS C L I M A S Y L A S ESTACIONES.
CAPITULO VI.

LOS CLIMAS Y LAS ESTACIONES.

Hemos visto j a que al marchar la Tierra por el espacio,


recibe del Sol luz j calor, j que de su rotación depende la
alternativa del dia j de la noche. Mas, ¿por qué no reciben
igualmente todos los paises los r a j o s del Sol? ¿Por qué, en
un mismo lugar se esperimentan en el corto período de u n
año calores j frios, dias largos j sofocantes, j dias cortos j
helados? ,
Con frecuencia oimos hablar de tierras cálidas donde el
Sol abrasa, donde no h a j invierno, donde siempre tienen
hojas los árboles j maduran los frutos mas esquisitos, q u e
no se crian en la nuestra. Oimos también referir cosas e s -
trañas de regiones heladas donde el frió es terrible, la nie-
ve perpétua j la m a r se hiela, donde el verano se iguala á
nuestro invierno j no puede vivir casi n i n g ú n animal ni
n i n g u n a planta! Sabemos, por último, de paises t e m p l a -
dos, como el nuestro, en los que no llega el calor al estremo
de los climas abrasados, n i el frió es tan excesivo como en
las regiones del hielo. ¿De qué provienen estas diferencias?
Vamos á verlo, j para m a j o r inteligencia, volvamos á
nuestra lámpara j á la bola atravesada por el alambre.
C o l o c é m o s l a , como la otra vez, en frente de la lámpara
mo al mediodía, hora en que los rayos del Sol caen de lo
de modo que los puntos en que el alambre atraviesa la s u -
alto casi verticalmente sobre nuestras cabezas. Al girar la
perficie de la bola, se hallen en el círculo de iluminación.
Tierra, los pueblos situados cerca del Ecuador atraviesan el
Desde luego observamos que en este círculo, en el límite
espacio mas caldeado, y cuando la cruzan al mediar el dia,
q u e separa la luz de la sombra, los r a j o s de la lámpara van
reciben los raudales mas vivos y penetrantes de calor y de
rasando la bola, resbalando sobre su superficie , y que en
luz. Por esto las regiones próximas al Ecuador son las mas
la parte i l u m i n a d a , por el contrario, la laz de la lámpara
abrasadas de la T i e r r a . Los pueblos situados cerca de los
hiere de frente. Y claro es que donde la laz pasa rasando,
polos no cruzan por el centro, sino por los bordes del espa-
alumbra mucho menos que donde da de frente. Asi se o b -
cio iluminado, y en su tránsito reciben m u y débilmente la
serva en nuestra bola:. los bordes de la parte iluminada,
luz y el calor del Sol: por esto cerca de los polos está la re-
en el límite de la s o m b r a , se hallan alumbrados con m u -
g i ó n del frió, las comarcas heladas. E n t r e las abrasadas
c h a menos viveza que el centro, y lo mismo acontece con
regiones del Ecuador y las heladas de los polos, á uno y
el calor.
otro lado de aquel círculo, existen dos zonas de paises tem-
E n esta posicion demos suavemente vueltas á la bola s o - plados que reciben una temperatura media por caer sobre
bre su eje. Los puntos colocados á igual distancia de los ellos los rayos del Sol mas ó menos inclinados.
polos cruzan por delante de la lámpara precisamente por Tal es la causa de las diferencias de temperatura que
la parte de luz mas viva, y á su paso son verticalmente producen la diversidad de climas en nuestro globo.
iluminados. Los que estén cerca del a l a m b r e , por el con- Estudiemos ahora otro fenómeno notable. Si la Tierra,
trario, lamen los bordes del espacio iluminado y reciben girando alrededor del Sol, no tuviese su eje derotacion i n -
m u y oblicuamente la luz, cuyos rayos pasan tangentes á clinado con respecto á su ó r b i t a , y sí perpendicular á la
la superficie por esas regiones. misma, las diversas comarcas del globo tendrían diferentes
Consideremos ahora nuestro globo en una posicion s e - climas; pero e n cada una de ellas la temperatura permane-
mejante á la de la bola, girando en presencia del Sol. Los cería la misma, y no habria durante el año n i épocas frias,
puntos de su superficie irán sucesivamente presentándose ni calurosas, en una palabra: no existirían las estaciones.
delante de este astro, cuyos rayos los alumbrarán y c a - La Tierra de esta manera colocada, presentando directa-
lentarán, mas no á todos de igual manera, toda vez que los mente al Sol su E c u a d o r , durante su revolución en torno
situados en frente reciben sus rayos á plomo y son f u e r t e - del mismo, tendría para todos sus habitantes 12 horas de
mente calentados é iluminados, al paso que los cercanos á dia y 12 horas de noche, es decir, que para toda la Tierra
los polos por el contrario, reciben los rayos luminosos en di- serian iguales los dias y las noches. Pero no es asi, desgra-
rección oblicua rasando sobre su superficie. Hemos obser- ciadamente, por la razón que hemos manifestado : tenemos
vado y a que por la mañana, cuando sale el Sol, ó por la estaciones distintas, dias largos en verano y dias cortos en
invierno, porque la Tierra, al circular alrededor del Sol, no
tarde, cuando se pone, n i la luz ni el calor son tan vivos CO-
LA TIERRA V EL CIELO.

camina derecha, sino torcida, con su eje de rotación o b l i - él punto designado por E , el polo norte N , que está
cuo al plano de su órbita. mas cercano á nosotros, se halla dirigido al Sol; en el p u n -
Asi acontece con un trompo que gira sobre el suelo: e n tó JT, por el contrario, que es el estremo opuesto de la ór -
ciertos momentos marcha inclinado porque su eje de rota- bita, el polo Norte se halla dirigido, con su inclinación
ción es oblicuo con respecto á la superficie terrestre. Solo propia y p e r m a n e n t e , hácia el lado opuesto al astro del
h a y u n a diferencia entre el trompo y la Tierra, á saber: dia, y el polo S u r S, es el que ahora se dirige al Sol.
que aquel al g i r a r oscila ó se balancea, mientras que el e j e Gomo el paralelismo ó la dirección del eje de rotación es
easi siempre la m i s m a , nuestro globo en su revolución anual

Oblicuidad del eje terrestre.—Las letras N v S designan los polos Norte y S u r Fig. ¿5.—Posicion de la Tierra delante del Sol en el solsticio de verauo.
,de la Tierra en sus diversas posiciones.

de ésta permanece casi siempre dirigido a l mismo punto del presenta al Sol y a el uno, y a el otro polo. Veamos detalla-
cielo. L a figura 2 4 nos esclarecerá este punto satisfacto- damente lo que resulta de este h e c h o , que no es otra cosa
riamente : representa la Tierra en varias posiciones de su que la mudanza de estaciones y la desigualdad de los dias
revolución a n u a l , si bien engrandecida bastante en el d i - y de las noches. Representemos á la Tierra por la figu-
bujo en proporción del Sol, y m u y cerca de este astro; ra 2 5 hecha en mayor escala, pero en la misma posicion
porque de otro modo no hubiera sido posible pintar en que antes le señalamos en el punto E de la fig. 2 4 . E l polo
ella lo que nos proponemos. La dirección del eje supuesto Norte se halla en este caso inclinado hácia el Sol; todo e l
prolongado, se halla representada por líneas para demostrar hemisferio boreal recibe mas directamente y por mas tiem-
mejor de qué lado se inclina. po los rayos solares, y se calienta mas por consecuencia.
Por esta dirección inclinada vemos que la Tierra no se Pero el círculo de iluminación n o pasa por los polos, y no
encuentra siempre en la misma postura delante del Sol. E n divide por igual los dos hemisferios, por c u y a razón la luz
se estiende mas por el del Norte y menos por el hemisferio
tiempo paca calentarse, y mas para enfriarse en el largo
opuesto.
espacio de sus noches, que serán cada vez mas f r i a s ; pues
Fijémonos en un punto de nuestro hemisferio, en el pun- en esta época los rayos deL Sol hieren mas oblicuamente
to F , que representa la situación de E s p a ñ a . E s t e punto esta parte de la Tierra prestándole menos calor. Cuando
a l girar pasa alternativamente del espacio oscuro a? i l u m i - nosotros tenemos los dias largos y la temperatura elevada,
nado ; pero la mayor parte del círculo que describe en su los habitantes de este pais tienen los dias cortos y sufren
vuelta, del cual vemos la mitad solamente en la figura, se los hielos; mientras enjugamos el sudor de nuestra frente
halla inundada por la luz y la parte menor está s u m e r g i d a y gozamos de la alegre estación del estío, la nieve cubre
• en la oscuridad. Nuestro pais en este caso gozará mas de la
l u z , se hallará menos tiempo en las tinieblas : tendremos
los dias largos y las noches cortas; y como el dia es el p e -
ríodo de tiempo en que la Tierra y el aire se templan con
el calor del Sol, asi como la noche es el tiempo en que se
e n f r i a n , nuestro pais, durante la estación de los dias largos,
como tiene mas tiempo para calentarse, y menos para en-
friarse, se irá templando mas de dia en dia. Hemos visto,
por otra parte, que los rayos del Sol nos hieren entonces
mas directamente siendo la época del año en que el Sol nos
parece subir mas alto en el cielo, y arrojar sobre nosotros Fig. 26.—Posicion de la Tierra delante del Sol en el sols'icio de invierno.

s u s rayos mas ardientes. Por ambos motivas la estación de


los dias largos es también la de los dias calurosos, y consti- por allá abajo toda la Tierra. P a r a ellos, como para todos
t u y e el estío para todos los países situados, como, el n u e s - los pueblos del hemisferio S u r , es la estación del frió, el in-
tro, en el hemisferio Norte. vierno.
Mas para los países que están en el otro hemisferio Pero á cada cual le toca su turno. Examinemos ahora la
ocurre precisamente lo contrario. Examinemos con este ob- posicion de la Tierra (fig. 26) cuando llega al punto opues-
j e t o la figura en el punto C, q u e designa la p u n t a S u r del to de su órbita H , marcado en la fig. 24. E n esta posicion
Afriea, donde está el cabo de B u e n a Esperanza. La mayor el eje continúa inclinado en el mismo sentido, pero como
parte del círculo que este punto describe en su rotacion vemos en la figura, los rayos luminosos caen también s o -
d i u r n a , se baila en la s o m b r a ; la menor en la luz. E s t e bre el lado opuesto.
punto tendrá menos tiempo claridad que tinieblas; para Entonces el polo Sur es el que se inclina hácia el Sol y
él será la época de los dias cortos y de las noches largas. se calienta mas. Los puntos de este hemisferio p e r m a n e -
Durante sus dias la Tierra y el aire tendrán menos cen menos tiempo en la oscuridad q u e en la luz: tienen los
dias largos; j el polo N o r t e , dirigido hácia el lado del frió no: entonces se disfruta de la primavera, de la risueña j
y de la noche, se halla opuesto al Sol. Nuestra España, si- hermosa estación de las flores.
tuada en el punto F , al dar su vuelta diurna emplea mas E n el punto opuesto, señalado por A, (fig. 24), el círcu-
tiempo en cruzar por la sombra, y tiene los dias cortos. El lo de iluminación, pasa también por los polos. Los dias en
Sol parece que se eleva menos en el cielo; sus r a j o s la h i e - este caso serán así mismo iguales á las noches, reinará
ren oblicuamente; el suelo j el aire se enfrian durante las agradable temperatura; pero desde este sitio de la órbita la
prolongadas noches: nos hallamos en el invierno, estación Tierra se dirige j a á la región del invierno. Esta época es

Fie 28 —Posición de la Tierra delante del Sol en el equinoccio de o t o ñ o . - L o s puntos


Fig. 27.—Posición de la Tierra delante del Sol en el equinoccio de p r i m a v c r a . - L o s pun- M F C y t o d í s los de la Tierra, se hallan igualmente en la sombra y en la luz.
ios M F C y todos los de la Tierra s e hallan igualmente en la sombra que en la luz.

el otoño, la estación para nosotros de los frutos j de las ven-


triste j helada, mientras los habitantes del otro hemisferio dimias.
disfrutan del verano y tienen hermosos dias. Y finalmente, como la Tierra pasa por grados de u n a á
E n t r e estas posiciones estremas de la Tierra, en los dos otra de las cuatro posiciones que hemos descrito, es eviden-
puntos opuestos de su órbita, existen posiciones interme- te que desde el invierno al verano irán creciendo los dias
dias, porque la Tierra pasa de u n a á otra gradualmente. E n insensiblemente, j d i s m i n u j e n d o con lentitud desde el
él punto P , (fig. 24), la Tierra con su eje inclinado, se en- verano al invierno, sucediendo lo contrario para los p u e -
cuentra colocada, sin embargo, de modo que el círculo d e
blos del otro hemisferio.
iluminación pasa exactamente por los polos, j el Sol se
Estos son los fenómenos físicos j astronómicos que o c a -
encuentra en frenta del Ecuador. S e g ú n antes dijimos, en
siona la Tierra por su movimiento de rotacion sobre su eje,
esta época del año se igualan los dias con las noches para
j por su movimiento de traslación en el espacio alrededor
toda la Tierra, j la temperatura es para nosotros mas tem-
del Sol.
plada que la del verano, j mas caliente q u e la del i n v i e r -
CAPITULO V I L

CIRCULOS Y ZONAS TERRESTRES.


CAPITULO VIL

CÍECULOS T ZONAS TERRESTRES.

P a r a darnos cuenta cabal de los fenómenos que hemos


esplicado antes y á fin de calcularlos con exactitud, es pre-
ciso observar con cuidado las diversas posiciones de la Tier-
ra en su órbita.
Volvamos por un momento á examinar la figura 2 5 que
representa nuestro polo boreal inclinado hácia el Sol. ¿Cuál
es el punto de la superficie terrestre en que los rayos sola-
res caen á plomo en semejante posicion? E l punto T si-
tuado e n la línea que u n e el centro de la Tierra con aquel
astro. Imaginemos trazado u n círculo por este punto para-
lelo ó equidistante del ecuador por todas partes. Todos los
puntos de este círculo, al dar la vuelta entera, pasarán u n o s
detrás de otros por debajo del Sol que hiere á plomo la Tier-
ra, y en este tiempo parece que el Sol se mantiene mas ó
menos á la misma altura, como si se detuviera en su decli-
nación, de donde se deriva el nombre de solsticio, que sig-
nifica parada ó detención del Sol. Cuando la Tierra lle-
g a á esta posicion es el solsticio de verano, el 2 1 de j u n i o ,
que es el dia mas largo para nosotros y para todos los ha-
bitantes del hemisferio boreal. E l círculo paralelo en frente
del cual se eucueutra el Sol eu esta fecha, se denomina che: la Tierra se encuentra en el equinoccio de primavera.
trópico boreal, porque la palabra trópico significa circulo d* Debemos hacer ahora una observación importante. Cual-
quiera que sea la posicion de la Tierra en presencia del Sol
" e f e c t o , al dia siguiente el Sol no sube e n el cielo á y la inclinación de sus polos respecto de este astro, s i e m -
la altura que el anterior, descendiendo, por decirlo así, pre el círculo de iluminación cortará al ecuador en dos par-
como quien vuelve de u n a escursion ó de un viaje. T a m - tes iguales. Sigúese de aquí que los paises situados en este
b en m e n g u a n los dias á partir de esta época. Tres meses círculo efectuarán la mitad de s u vuelta diurna en la som-
d spues, habiendo recorrido la Tierra la cuarta parte de su bra, y la otra mitad en la luz; ó lo que es igual, que todo
órbita, hácia el 2 1 de setiembre, presenta su ecuador Erec- el año tendrán sus dias iguales á sus noches, y precisa-
tamente á los -rayos perpendiculares del Sol, y todos los mente de esta igualdad proviene el nombre de Ecuador que
puntos colocados en ese g r a n círculo unos tras otros, y al aquel círculo máximo lleva.
mediar sus dias respectivos, tienen a Sol en su vertica Cuanto mas apartado del ecuador se encuentre un p u e -
E s t e dia, para toda la Tierra, es igual á la noche, el Sol blo, mayor es la diferencia que existe en el año entre su
sale para todos los habitantes del globo á las seisde l a m a - dia mas largo y su dia mas corto. Para nosotros el dia mas
ñ a n a y se pone á las seis de la tarde. Y por esto se llama largo del verano llega á quince horas próximamente, desde
equinoccio, es decir, igualdad de la noche. las cuatro y media de la mañana hasta las siete y media de
Hácia el 2 1 de setiembre cae el equinoccio de otoño. Des- la tarde; y el mas corto del invierno comprende solo nueve
de este dia el Sol continúa bajando y los dias d i s m i n u y e n - horas, desde las siete y media de la mañana á las cuatro y
do basta que la Tierra ocupa u n a posicion exactamente media de la tarde, algo mas de la mitad de duración que el
opuesta á la que tuvo en el solsticio de verano y que por p n m e r o . E n los paises cerca del polo, en Escocia, por ejem-
lo mismo se llama solsticio de invierno. Todos los pueblos plo, la diferencia es mayor todavía. E l dia mas largo tiene
q u é á mediodia en el solsticio de invierno vean al Sol v e r - allí diez y ocho horas y el mas corto seis; y mas allá, i n -
ticalmente, se hallan sobre u n círculo paralelo al ecuador mediato al polo, los dias y las noches ofrecen un fenómeno
en el hemisferio S u r , que lleva el nombre de- trópico aus- tan curioso y extraordinario, que reclama a l g u n a e x p l i -
tral. La Tierra llega á esta posicion el 2 1 d e diciembre, el cación.
día mas corto del año para nosotros. Desde el día s . g n i e n - Fijémonos en el dia del solsticio de verano, en que el
te comienza el Sol su vuelta, sube gradualmente en el cielo, círculo de iluminación deja completamente libre un g r a n
v los dias crecen de nuevo. Y por último, tres meses d e s - casquete alrededor del polo (fig. 29). Marquemos sobre el
pués el 2 1 de marzo, la Tierra se coloca frente á frente del globo la línea de puntos que pasa tocando el borde de la
lugar que ocupó en el equinoccio de otóyo, y en aquel día sombra: estos puntos determinan un círculo paralelo al
el Sol pasa verticalmente sobre todos los pueblos situados ecuador, pero mucho mas pequeño, llamado circulo polar,
en el ecuador. Para todo el globo es el dia ignal á la no- porque rodea al polo. N i n g u n o de los puntos del casquete
404 ASTRONOMIA POPULAR.

que limita este círculo, entrará en la sombra aquel dia al mismo polo tienen seis meses de dia y seis meses de noche,
dar la vuelta: no h a b r á noche para ellos. porque desde el equinoccio de primavera hasta el de otoño,
A fin de comprender esto mejor, señalemos u n punto M el polo está siempre iluminado, y siempre en la sombra la
en medio de la distancia que h a y entre el círculo polar y otra mitad del año. E n esta región inhospitalaria n i n g u n a
el polo (fig. 25). E s t e punto, que al dar la vuelta p e r m a - persona vive.
Veamos lo que pasa en sus cercanías. E n las estrañas
comarcas situadas dentro del círculo polar, en la Groenlan-
dia, por ejemplo, el viajero que hasta allí se aleje no verá
ponerse el sol d u r a n t e meses enteros. Para él se elevará m u y
Circulo polar. poco el astro del dia, y á corta distancia del horizonte v e -
rificará su marcha sin ocultarse. Durante este prolongado
dia los rayos del sol, m u y oblicuos, envian á aquellas r e -
giones glaciales un calor m u y débil que funde sin e m b a r -
Ecuador.
go paulatinamente las nieves del invierno, y hace r e v e r -
decer las yerbas y algunos liqúenes pobres y raquíticos que
crecen sobre la tierra descubierta. Llega u n momento en
Fig. 29.—El circulo polar y el Ecuador. •que el Sol, en el punto mas bajo de su carrera toca al h o r i -
zonte, desapareciendo despues para mucho tiempo. S e d i s -
t i n g u e bácia el S u r , á la hora del mediodía, un débil r e s -
nece siempre en la luz, tiene dias y dias seguidos, pero s m plandor que nos hace concebir la esperanza de volverlo á
noche alguna. ¿Cuándo tendrá noche? Cuando el límite d e ver; pero no se realiza nuestro deseo. El resplandor se des-
la sombra que avanza poco á poco, cambiando de posicion vanece, la noche estiende su oscuro manto, ¡la noche p r o -
longada de este invierno que dura tantos meses!
la Tierra, llegue á alcanzarle y á cubrirle despues en virtud
de su marcha. Desde este momento al dar su vuelta p a s a - N a d a mas l ú g u b r e que esta época del año, sempiterna v
rá por la sombra y tendrá dias y noches, pero noches cada triste que parece no acabar nunca. Sobre nosotros el cielo
vez mas largas. Llega la sombra al polo, la Tierra al e q u i - oscuro, sombrío, recortado por las altas siluetas de las
noccio, y aquella siempre invasora, va cada vez cubriendo montañas de perpétua nieve. No baja de estas monta-
mas y mas el espacio que le rodea hasta el solsticio de i n - ñas n i n g ú n rio de consideración; los torrentes que d e s -
vierno (fig. 26) en que por entero le cubre. Dicho punto cienden de ellas se hielan en invierno, y quedan completa-
entonces y todos los situados entre el círculo polar y el polo, mente secos en el verano. El frió es terrible, casi mortífe-
giran en la sombra sin atravesar jamás por la luz: no h a y ro; la nieve cae y se amontona; todo lo invade el hielo, los
dia para ellos sino semanas, meses enteros de noche. E n el rios, los lagos, la mar misma. ¿Cuándo veremos el Sol
de nuevo? Allá en la primavera próxima solamente (1). zona significa cinturon. E n t r e el trópico j el círculo polar,
E n el polo opuesto de la Tierra, el círculo polar austral, en cada uno de los hemisferios, se hallan comprendidas las
señala del mismo modo el límite de las prolongadas no- dos zonas templadas; alrededor de los dos polos las zonas
ches j de las regiones heladas; pero las estaciones en él glaciales. H a j que advertir, sin embargo, que la diferencia
son inversas por el motivo que j a sabemos. de climas no se baila perfectamente definida por los círculos
L a anchurosa banda de la Tierra que se estiende á ambos que nos hemos imaginado; j asi en la zona templada son
lados del ecuador, entre los dos trópicos, semejante á una mas cálidos los países próximos á los trópicos, j poseen un
faja ó cinturon alrededor de nuestro globo, comprende los clima mas riguroso los que están mas cerca del círculo po-
países mas cálidos, j se llama zona tórrida ó abrasada, pues lar. E s p a ñ a se halla en la zona templada algo mas cerca
del trópico boreal que del círculo polar, siendo por esta r a -
zón u n clima, ni frió ni ardoroso, que lo hace sumamente
( l ) L a G r o e n l a n d i a es u n a g r a n isla r o d e a d a por o t r a s m a s p e q u e -
ñ a s , dependientes sin d u d a de l a s t i e r r a s de l a A m é r i c a del Norte. Esta apto para el trabajo j la civilización, tan descuidados por
i n m e n s a r e g i ó n está l i m i t a d a al Este por el Océano A r t i c o , al S u r p o r el desgracia.
Océano A t l á n t i c o , al Oeste por el m a r d e Baffin, y al Norte por regiones
Nosotros sin embargo abrigamos u n a esperanza lisonje-
no esploradas t o d a v í a por el h o m b r e . Fue descubierta en el a ñ o 982 p o r
el i r l a n d é s Erico R a n d a , quien fund ó u n a colonia q u e desapareció en
ra. E n vista de la actividad que empieza á notarse en nues-
1406. Posteriormente f u é esplorada por los n o r u e g o s , los cuales f u n d a - tro país j de la luz que arroja la ciencia por todo el m u n -
ron e n ella colonias florecientes y le dieron el n o m b r e de Groenlandia ó do; ante los esfuerzos del pensamiento para contribuir ai
Tierra verde, á c a u s a del color v e r d u s c o de s u s p l a y a s . bienestar del género humano; ante el brillante espectáculo
La Groenlandia pertenece á D i n a m a r c a : sus h a b i t a n t e s v i v e n de l a
que ofrecen los descubrimientos recientes, España no p u e -
pesca: su comercio está esplotado por u n a c o m p a ñ í a establecida e n Co-
p e n h a g u e y las esportaciones se e l e v a n á cerca de 800,000 p e s e t a s
de permanecer indiferente á estas grandes luchas de la i n -
a n u a l e s . E n 1720, m e r c e d á los esfuerzos del misionero y colonizado!' teligencia, selladas con u n a conquista que el progreso aco-
d i n a m a r q u é s Egedes, e r a l a poblacion de G r o e n l a n d i a b a s t a n t e n u m e - g e en patrimonio, j creemos que no está tan lejos de un
rosa ; pero h o y h a disminuido c o n s i d e r a b l e m e n t e , l l e g a n d o a p e n a s en mejoramiento científico é industrial. ¡Ojalá se realice pron-
la actualidad á 10.000 h a b i t a n t e s , á causa del frió q u e a u m e n t a sin
to nuestro patriótico deseo! ¡Ojalá llegue á ponerse pronto
cesar.
Sus m o n t a ñ a s presentan u n aspecto v e r d a d e r a m e n t e siniestro: cubier- al nivel de los pueblos cultos de Europa, donde es admira-
t a s de enormes v e n t i s q u e r o s , c o r t a d a s por horribles precipicios y corona- ble el cuadro que ofrecen sus adelantos!
das p o r nieves eternas. El i n v i e r n o dura cerca de ocho meses en esta
triste comarca; y bajo la latitud de 65 g r a d o s llega á congelarse el m e r -
curio; y en el v e r a n o , q u e es de c o r t a d u r a c i ó n , a p e n a s m a r c a el termó -
metro 24 grados. Las l l u v i a s son escasas y de corta d u r a c i ó n , y sus l a r -
g a s n o c h e s son a l u m b r a d a s por brillantes a u r o r a s boreales, c u y a luz
eléctrica se r e f l e j a sobre i n m e n s a s l l a n u r a s de hielo, produciendo un
efecto imponente y fantástico
tí: 5

CAPITULO VIII.

EL SOL.

El astro brillante que nos da la noche y el dia, el que


llena de esplendor la naturaleza, es el Sol, antorcha i n e s -
tinguible que nos alumbra, y hace que nuestra vida y la
I ® Ir de todo lo que nos rodea dependa de su calor y de su luz.
La imaginación impresionable del hombre elevó á este
astro en las antiguas edades á la categoría de los dioses y
le tributó adoracion y culto. De la naturaleza y dimensio-
nes de este manantial inagotable de vida no tuvieron una
• Hi idea exacta los antiguos, tanto por carecer de los conoci-
mientos necesarios, cuanto por la falta absoluta de i n s t r u -
mentos de observación. Pero, ¿qué tiene de estraño que los
astrónomos antiguos formaran una opinion contraria y des-
favorable del astro del d i a , cuando observado por nosotros
M I
á la simple vista aparece como un cuerpo pequeño, s e m e -
j a n t e en tamaño al de la L u n a llena? Y, sin embargo, ¡qué
distancia tan enorme existe entre el Sol ficticio creado por
la ignorancia, y el Sol creado por la Naturaleza y revelado
por la ciencia nueva!
Las medidas practicadas para determinar las dimensio-
nes del cuerpo solar, han destruido, por su gran exactitud
muchos errores.
N a d a mas susceptible de equivocaciones lamentables, que Partiendo de su distancia h a n podido determinar los s a -
las distancias de los objetos lejanos, cuando la observación bios las dimensiones estraordinarias de este astro. S u s u -
solo se apoya en el falso testimonio de los sentidos. E l libro perficie es 12.000 veces mayor que la de la Tierra; su d i á -
q u e tenemos en la mano, nos parecería tan grande como una metro mide 3 6 0 . 0 0 0 leguas y su circunferencia mas de un
millón. ¡Un millón de leguas! ¡Ciento ocho veces tanto como
pequeña targeta, colocado á cien pasos de nosotros: ádoble
la circunferencia de nuestro globo, que t a n g r a n d e s u p o -
distancia j a no lo veríamos. Nos parece u n a hormiga un
níamos! Si estuviese habitado como la Tierra y hubiese
bombre que marcha á lo lejos por una campiña; y á la dis-
allí u n a Europa y una América, por ejemplo, los n a v e g a n -
tancia poco mas de u n a legua aparecen como a g u j a s las
tes que se trasladaran allí de un punto á otro, invertirían
veletas de las torres. A u n las mismas montañas en el hori-
en hacer la travesía mas de cien años, cuando en la Tierra
zonte se presentan á nuestra vista como montones p e q u e -
nos trasladamos del antiguo al nuevo mundo t a n solo en
ños de tierra que podríamos abarcar con los brazos, y solo
pocas semanas (1).
colocados en su base es como sabemos apreciar su m a g n i -
t u d y su altura. Lo mismo sucece con los astros : cuanto E l volúmen del Sol es 1.400.000 veces mayor que el d e
mas apartados, mas pequeñas son sus dimensiones a p a - la T i e r r a , es decir, que sería necesario reunir 1 . 4 0 0 . 0 0 0
globos terrestres para formar uno, como el Sol de g r a n d e .
rentes.
Ahora bien: desde el Sol á la Tierra media u n abismo U n a comparación todavía. Un profesor de Angers, s e g ú n
inmenso, profundo: 3 7 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas!.. Próximamen- refiere A r a g o , imaginó una manera sencilla é ingeniosa
para dar u n a idea cabal y exacta á sus discípulos de la
te á esta distancia, ora acercándose un poco, ora alejándose,
se mantiene nuestro globo en su curso alrededor del Sol.
Pero de una distancia tan enorme no podemos formarnos (1) Los astrónomos antiguos, a u n q u e faltos de i n s t r u m e n t o s y de b u e -
nos métodos de observación, hicieron los m a y o r e s esfuerzos para deter-
un concepto terminante, sino recurrimos á demostraciones
m i n a r la distancia del Sol, pero todos sus trabajos f u e r o n inútiles.
claras y tangibles. A l efecto supongamos que un tren P i t á g o r a s le colocaba á 18.000.000 de leguas de l a Tierra, y Aristarco
espress saliese de Madrid en dirección al S o l , en el m o - de S á m o s é Hiparco á u n a distancia diez y n u e v e veces m a y o r que la de
mento en que escribimos estas líneas, el 1.° de Enero la L u n a . El error cometido por Aristarco en s u s cálculos y adoptado p o r
l a ciencia h a s t a Copérnico y G a l i l e o , se esplica fácilmente por el estado
de 1 8 7 9 : caminando sin cesar á razón de 12 leguas de los conocimientos en a q u e l l a época, por l a falta de i n s t r u m e n t o s de
por hora, no llegaría á aquel astro sino hasta el año 2215; precisión y p o r la dificultad que ofrece siempre este género complicado
y u n a bala de cañón, que recorre 400 metros por segundo, de observaciones. H o y se sabe, merced á los estudios directos sobre l a
velocidad de la luz, á las oposiciones del p l a n e t a M a r t e y m u y especial-
tardaría en llegar á la ardiente esfera, conservando siempre
m e n t e á los tránsitos de V é n u s p o r delante del disco del Sol, (de c u y o f e -
la misma velocidad, diez años próximamente! n ó m e n o nos ocupamos con a l g u n a estension en l a tercera nota inserta e n
E n vista de esto debe de ser el Sol en realidad mu y gran- el capítulo XIII), q u e el Sol se h a l l a cerca de 400 v e c e s m a s alejado de l a
T i e r r a que n u e s t r o satélite la L u n a , q u e dista de nosotros 96.000 l e g u a s .
d e cuando á tan descomunal distancia lo vemos del tamaño
(N.delT.)
que se ofrece á nuestros ojos.
m a g n i t u d del Sol. Contó los granos de trigo que contiene Tierra! (1) Mas dejemos estas fábulas absurdas que hemos
un litro, j halló próximamente 10.000. De aquí dedujo citado para hacer resaltar mejor los estravíos de la i m a g i -
que un decàlitro contendría 100.000, un hectólitro un mi- nación, cuando quiere por sí, j sin el auxilio poderoso de la
llón, y 14 decálitros 1.400.000 granos. Puso los 14 decá- observación j de la esperiencia, esplicarse los grandes fe-
litros, fanega y media próximamente, en un monton en el nómenos de la Naturaleza, j consignemos algunas peculia-
suelo, colocó en frente de él u n solo g r a n o , y dijo á sus ridades de la constitución física del Sol.
discípulos:—«Hé aquí el volúmen de la Tierra y hé aquí Observado con el auxilio de poderosos telescopios se des-
el del Sol.» E s t e ejemplo originalísimo y exacto, hizo mas cubren en su superficie manchas oscuras. Pero ¿cómo el
impresión en el ánimo de sus discípulos que la relación de astro resplandeciente, la antorcha mas pura del Universo,
los números abstractos 1 y 1 . 4 0 0 . 0 0 0 . está sembrado de manchas? Cuando se hizo este g r a n d e s -
Razón teníamos en decir en otro capítulo, que nuestro cubrimiento en 1611 por Fabricio muchos lo consideraron
pequeño globo es un grano de a r e n a , un átomo impercep- como un error, como una ilusión de los sentidos. Pero las
tible, comparado con el gigantesco mundo solar. Si quitára- repetidas observaciones j la perfección de los instrumentos
mos del Sol ó le agregásemos u n globo como el nuestro, han demostrado que ese fenómeno no tiene nada de i m a -
produciríamos el mismo efect) que si quitáramos ó p u s i é - ginario.
ramos un grano de trigo en el monton de los 14decálitros: Las formas de estas manchas varían á lo infinito. Duran-
los dos quedarian intactos como si no se les hubiese tocado. te semanas j hasta meses no se observa n i n g u n a en el dis-

E l peso del Sol también ha podido calcularse. I m a g i n e -
mos una balanza inmensa, inconmensurable, u n a balanza l'l) A pesar de q u e estas ¡deas de los a n t i g u o s acerca de l a constitu-
ción fisiea y dimensiones del Sol estaban entonces conformes con el es-
para pesar los mundos... Colocado el Sol en uno de los pla- tado de los conocimientos científicos, n a d a sin e m b a r g o es m a s absurdo
tillos seria preciso colocar en el otro 3 2 4 . 0 0 0 tierras p a r a que esto, ni esta m a s en contradicion con l a sencillez de los fenómenos
que hubiese equilibrio, j como la Tierra pesa 5 cuatrillo- de la Naturaleza. Francceur, p a r a dar u n a idea de l a m a s a de la T i e r r a ,
dice en s u Uranografía que si se pudiera poner á nuestro globo en un
nes 875 mil trillones de kilógramos, j a puede calcular-
plano á propósito p a r a trasladarlo de u n l u g a r á otro, q u e se necesitarían
se la monstruosa cantidad que representa el peso del Sol. 10 millares de millones de tiros, de á 10 millares de millones de caba
Estos resultados son tan exactos, como los principios mate- líos cada uno. Pues bien, aplicando este cálculo a l S o l , y teniendo e n
máticos en que se f u n d a n , j c o n s t i t u j e n b o j uno de los c u e n t a q u e el peso de este astro es 324.000 veces m a y o r q u e e l de la
Tierra, se necesitarían para trasportarlo, no cuatro caballos como s u p o -
triunfos mas g r a n d e s de la ciencia astronómica. n í a n los filósofos antiguos, si no n a d a menos q u e la fuerza colosal repre-
Tal es el astro que los antiguos se figuraban como una sentada por 3.550 billones de tiros como los anteriores!... La i m a g i n a c i ó n
rueda pequeña de fuego girando en los aires poco mas alta se detiene c o n f u n d i d a a n t e la m a g n i f i c e n c i a de las obras de la Naturale-
za, y comprendemos e n vista de los adelantos modernos h a s t a q u é p u n t o
que las nubes, ó como u n a carroza brillante tirada por
eran sencillas las elucubraciones de nuestros padres p a r a darse cuenta de
cuatro briosos caballos... ¡Por cuatro caballos un astro los fenómenos del m u n d o eslerior.
u n millón cuatro cientas mil veces mas grande que la
co solar, y en otras ocasiones su número es considerable.
E n este caso, tan pronto se presentan como desaparecen,
ofreciendo ora u n a extensión de 3 0 . 0 0 0 leguas, ora un

'i
Fig. 30.—El Sol y sus manchas.

espacio pequeño y reducido. Unas veces aparecen las


m a n e t a s asociadas en un n ú m e r o considerable, afectando
formas caprichosas y rarísimas, y otras se fraccionan b r u s -
camente en muchas manchas pequeñas, que á su vez se
Fig. 51.—Aspecto de .una porcion del disco del Sol Tisto con el telescopio, con ondula
desvanecen con una rapidez extraordinaria. ciones y con sus manchas.
Las manchas no son del todo oscuras; generalmente se
observan en ellas dos partes m u y diferentes. E n el centro
b a y una región n e g r a bien definida; y alrededor de ella se
ve u n a región menos oscura de un resplandor agrisado. L a
parte central ba recibido el nombre de sombra; algunas veces
en el centro de esta parte se observa un punto n e g r o , l l a -
mado núcleo, y la región esterior de la mancba ba recibido
el nombre de penumbra. Cuando se dice que el centro de la
mancba es n e g r o , debe entenderse esta espresion relativa-
mente al resto de la superficie solar; y tanto es así q u e
cuando se dispone el telescopio p a r a estudiar esclusivamen-
te una mancba, y no el resto del disco, se ve que esta tie
ne una claridad igual á 2 . 0 0 0 veces la de la L u n a llena.
De la observación atenta de las manchas durante m u -
chos años se h a deducido la rotación del Sol sobre sí mismo
en 25'dias poco mas ó menos, la cual ejecuta de Occidente á
Oriente. E n efecto: si s e s i g u e por algunosdias la dirección
de u n a mancha ó de un grupo de ellas, no se tarda en d e s -
cubrir que están animadas de un mismo movimiento q u e
las impulsa de un estremo á otro del disco solar. Aparecen
en el borde oriental, avanzan liácia el centro, le alcazan
en siete dias, continúan marchando en la misma dirección
y á los catorce dias desaparecen por el borde occidental.
Al cabo de otros catorce dias reaparecen como antes y
recorren del mismo modo su camino. Si son várias las man-
chas, á todas se las ve caminar j u n t a s , á la manera que un
grupo de islas dibujadas sobre un globo terrestre marchan
también cuando le hacemos girar sobre su eje. Hecha esta
observación con el esmero y delicadeza que requiere y es
necesario, se ha demostrado de una manera evidente que
el Sol g i r a sobre su eje como la Tierra, a u n q u e mas l e n -
tamente que esta.
manifestado, cambian de formas, se borran y desaparecen nuestro mísero mundo como un grano de arena en el m a r .
con celeridad prodigiosa, sabemos que no están constitui- Y no son estos únicamente los mas notables fenómenos
das por grandes masas sólidas permanentes en medio d é l a que en él se observan. Con frecuencia brotan de la i n c a n -
superficie solar, como las montañas de nuestros continentes, descente masa solar, elevándose á 1 0 . 0 0 0 , á 2 0 . 0 0 0 y
ó los archipiélagos en medio de los mares, sino de sustancias hasta á 5 0 . 0 0 0 leguas de altura sobre la fotósfera, l e n g u a s
Ígneas y de gases en combustión que mantienen la masa de fuego, erupciones formidables de gases ardientes que se
e n t e r a del Sol en u n a agitación continua y permanente.
Estas convulsiones gigantescas, estos trastornos incesantes,
presentan la superficie del astro-rey semejante al Océano
fuertemente agitado por la tempestad.
E l Sol está considerado boy por algunos, con arreglo á
estas investigaciones, como un cuerpo líquido luminoso por
sí mismo, envuelto en u n a atmósfera fluida sóbrela cual flo-
tan gases ardientes dotados de la propiedad de emitir luz y
calor y ba recibido por esta causa el nombre de fotosfera,
palabra griega que significa «esfera de luz.» S e g ú n esta hi-
pótesis el centro oscuro de las manchas no es otra cosa que el
cuerpo mismo ó núcleo del Sol hecho visible por u n a a b e r -
t u r a de la atmósfera interior, correspondiente á la abertura
d e la externa. De esta manera se esplican las manchas y
demás apariencias observadas en la revuelta y combatida
superficie solar, cuyos fenómenos son producidos por m o -
vimientos químicos formidables que se verifican en su a r -
Fig. 32.—Surtidores ó erupciones de llamas en la superficie del Sol.
diente atmósfera, donde los gases que la constituyen se aso-
cian de mil maneras formando las combinaciones mas raras
y complejas. estienden en aquellas elevadísimas regiones formando u n a
S e ven rodar enormes olas de fuego que elevan sus c r e s - inmensa nube que en ocasiones permanece suspendida por
tas amenazadoras al cielo, correr presurosas muchas veces mucho tiempo en la abrasadora atmósfera solar. L a figu-
e n forma de torbellinos, crecer, dilatarse, hasta que chocan ra a d j u n t a representa u n a de estas magníficas erupciones
al fin unas con otras con rabiosa f u r i a , descomponiendo el tan frecuentes en el Sol, y que tantos medios proporcionan
suelo ardiente y líquido, y abriendo en él profundos a b i s - á la ciencia para estu diar la constitución física del padre
mos, simas espantosas, donde se sepultaría para siempre del dia.
Resumiendo cuanto hemos dicho, nos representamos al Si estuviésemos mas cerca del Sol nos parecería este l u -
Sol como nn globo magestuoso, aislado en el espacio, líqui- minar mas grande, y como.laluz y el calor serian entonces
do y ardiente como el hierro fundido que corre en las f r a - mas considerables, seríamos deslumhrados, cegados por su
g u a s , envuelto en u n a atmósfera incandescente agitada
eternamente por tempestades de f u e g o , de una fuerza tan e n los f e n ó m e n o s m a g n é t i c o s q u e se o b s e r v a n en el S o l , l a l u z de este
a s t r o p a r e c e a n á l o g a p o r s u n a t u r a l e z a á la l u z e l é c t r i c a ; p e r o es t a l la
fabulosa, que á su lado se anulan, no significan absolu-
•diferencia q u e e x i s t e e n t r e los e l e m e n t o s d e q u e p u e d e d i s p o n e r l a c i e n -
tamente nada nuestros huracanes y nuestras temidas c i a y d e los q u e d i s p o n e la ^Naturaleza, q u e u n a l u z . e l é c t r i c a , l a m a s
trombas. A pesar de su g r a n distancia, bastan 8 minutos d e s l u m b r a d o r a , la m a s b l a n c a y v i v í s i m a q u e p u e d a p r o d u c i r e l h o m b r e ,
y 13 segundos para que su bienhechora y refulgente luz p r o y e c t a d a sobre e l disco d e l S o l , a p a r e c e n e g r a , c o m o u n a m a n c h a de
t i n t a s o b r e u n p l i e g o d e p a p e l b l a n c o . E n v i s t a de e s t o n o s p o d r e m o s
llegue á la Tierra: 8 minutos y 13 segundos para que la f o r m a r u n a i d e a a p r o x i m a d a de l a l u z q u e e l S o l n o s e n v i a , c o m p a r á n -
Tierra salga de las tinieblas y goce de la claridad del dia, d o l a c o n la q u e p o d r í a n s u m i n i s t r a r 8.500 l á m p a r a s d e Cárcel, ó con l a
para que se despoje del manto tenebroso de la noche y q u e p r o d u c i r í a n 68.000 b u j í a s c o l o c a d a s á u n m e t r o d e d i s t a n c i a d e n o -
sotros.
entre en el seno de los eternos esplendores.
La t e m p e r a t u r a del Sol e s v e r d a d e r a m e n t e e x t r a o r d i n a r i a . B e c q u e r e l
¡Qué calor tan inconcebible en medio de este mar de fue-
c r e í a q u e e s t a t e m p e r a t u r a n o e r a s u p e r i o r á 3.000 g r a d o s ; p e r o r e c i e n t e -
g o ! . . . S e g ú n los cálculos mas exactos , se cree que el calor m e n t e e l P . S e c c l i i , u n o d e los h o m b r e s m a s e m i n e n t e s d e l a c i e n c i a c o n -
solar es igual al que se produciría por la combustión de u n a t e m p o r á n e a , la h a fijado, e n v i r t u d d e p r o f u n d a s y e s c r u p u l o s a s o b s e r -
v a c i o n e s , e n 10.000.000 d e g r a d o s . A d m i t i d o e s t e cálculo d e l m a l o g r a d o
capa de carbón de piedra de siete leguas de altura que en-
d i r e c t o r d e l O b s e r v a t o r i o del Colegio R o m a n o , p o d e m o s d e d u c i r u n h e c h o
volviese completamente el cuerpo entero del Sol; y la p r o - i m p o r t a n t e . S i s e g ú n la t e o r í a d e P o i s s o n la T i e r r a no h a i n v e r t i d o m e -
fundidad de su atmósfera se eleva á un millón de leguas, n o s d e 100.000.000 d e a ñ o s p a r a p e r d e r los 3.000 g r a d o s d e c a l o r q u e
y en ella'se verifican todas las reacciones químicas de este p o s e i a e n s u e s t a d o d e i g n i c i ó n p r i m i t i v a , á r a z ó n de u n g r a d o p o r e a -
d a 33.000 a ñ o s , se p u e d e c a l c u l a r de l a m i s m a m a u c r a q u e p a r a p e r d e r
astro portentoso, que irradia constantemente la vida sobre
e l Sol los 10.000.000 d e g r a d o s de c a l o r q u e a u n p o s e e , l a r d a r á t o d a v í a
la superficie del globo que habitamos (1). en extinguirse mas de 3,200.000,000.000,000 de años!...
E l c a l o r e m a n a d o d e e s t a e n o r m e m a s a de f u e g o , s e r i a s u f i c i e n t e , se-
(1) F a l l a n p a l a b r a s p a r a e s p l i c a r la i n t e n s i d a d de l a l u z y d e l c a l o r c o n g ú n P o u í l l e t , p a r a f u n d i r en 24 h o r a s u n a c a p a d e h i e l o de c u a t r o l e g u a s
q u e e l Sol s o s t i e n e y v i v i f i c a á la T i e r r a y d e m á s p l a n e t a s d e n u e s t r o d e e s p e s o r q u e c u b r i e r a e l c u e r p o e n t e r o del S o l . L a r a d i a c i ó n c a l o r í -
s i s t e m a . L a l u z , este fluido s u t i l í s i m o , v i b r a t o r i o , q u e e s la p a l e t a , fica q u e e l S o l e n v i a á la T i e r r a , r e p r e s e n t a u n t r a b a j o i g u a l a l
p o r d e c i r l o a s í , de d o n d e la N a t u r a l e z a t o m a s u s c o l o r e s , es e l d o n m a s d e 2 1 7 . 3 1 6 . 0 0 0 . 0 0 0 . 0 0 0 c a b a l l o s d e v a p o r ; y p a r a p r o d u c i r nosotros la
p r e c i o s o con q u e l a m a t e r i a h a d o t a d o á la m a t e r i a ; e l ú n i c o m e d i o d e f u e r z a m e c á n i c a q u e el c a l o r s o l a r d e s a r r o l l a e n t o d a la s u p e r f i c i e d e l
c o m u n i c a c i ó n q u e t e n e m o s con e l m u n d o e s t e r i o r , y e l g e n i o b e n é f i c o g l o b o , s e r i a n e c e s a r i o e l t r a b a j o c o n s t a n t e de 5 4 3 . 0 0 0 . 0 0 0 d e m á q u i n a s
q u e c r e a sobre los m u n d o s la b e l l e z a , el p o d e r , la p o e s í a , y el q u e e s t a b l e - d e v a p o r d e 400 c a b a l l o s c a d a u n a . E s t a s p r o p i e d a d e s q u e d i s t i n g u e n e l
c e , e n fin, e l lazo d e a m o r q u e u n e á t o d o s los s é r e s e n t r e s í . a s t r o d e l d i a , son p r o d i g i o s a s e n e s l r e m o . E s la f u e n t e i n a g o t a b l e d e la
l u z , de l a f u e r z a y d e l c a l o r ; y a u n q u e l a T i e r r a , g l o b o p e q u e ñ o d e 3 . 0 0 0
La l i j e r e z a a p a r e n t e d e e s t e a g e n t e m i s t e r i o s o e s t a n a d m i r a b l e c o m o
l e g u a s d e d i á m e t r o y de 10.000 d e c i r c u n f e r e n c i a , solo p u e d e d e t e n e r e n
i a s fuerzas poderosas y múltiples que desarrolla al ponerse e n contacto
s u r á p i d a c a r r e r a p o r los e s p a c i o s , u n a p a r t e i n s i g n i f i c a n t e d e l i n m e n s o
c o n los p l a n e t a s . S e g ú n o p i n a n a l g u n o s físicos y a s t r ó n o m o s , f u n d a d o s
124 ASTRONOMIA POPULAR.

intensa l u z , y su inmenso calor nos abrasaría. Mas lejos, Y si el Sol se estinguiese, ¿qué seria de la Tierra y de
por el contrarío, nos parecería su. disco mas pequeño; no v e - sus habitantes? E l Sol es la fuente inagotable del calor y d e
la luz: por él tenemos día, por su calor se evaporan las a g u a s
de los mares y ascienden en la atmósfera para formar las
nubes que derraman sobre la Tierra las lluvias bienhecho-
ras. Por él germinan las semillas, crecen las plantas, e s -
parcen las flores su p e r f u m e , maduran los frutos; su calor
derrite las nieves, hace brotar los árboles, dora las mieses en
verano y los racimos en otoño. Sin él, sumergidos en noche
horrible y e t e r n a , sucumbiríamos por el frió; animales y
plantas perecerian también, porque nada vive y se desarro-
lla sin calor y sin luz: la Tierra convertida en u n desierto
desolado y triste, circularia sin embargo, alrededor del Sol
apagado; pero silenciosa y oscura, envuelta en el sudario de
la muerte!...

Fig. 53.—Mancha del Sol en forma de torbellino, observada por el P- Secchi. y c u y o s fenómenos d e j a n sentir su influencia, no obstante la g r a n dis-
tancia q u e m e d i a , en el estado eléctrico de nuestro planeta.
A pesar de estos maravillosos descubrimientos se i g n o r a todavía l a
riamos con claridad y sentiríamos un frió mortal. Todavía p r i m e r a c a u s a ú origen de la l u z solar. El progreso h u m a n o es m u y
lento y penoso, y es menester tener en c u e n t a q u e las g r a n d e s v e r d a d e s
mas lejos nos parecería el Sol u n a pequeña estrella, p e r d i -
n o se obtienen asi como se q u i e r a , ni son el resultado de estériles analo-
da entre las infinitas que pueblan los espacios. g í a s deducidas á pmori, sino el f r u t o del asiduo t r a b a j o de m u c h a s g e n e -
r a c i o n e s , p o r q u e s e g ú n la espresion de un escritor c o n t e m p o r á n e o , el
tiempo es la reflexión de la humanidad. Asi acaso llegue u n dia en q u e , m e -
calor solar, esta p e q u e ñ a cantidad q u e absorbe es tan poderosa y eficaz
d í a n t e u n p r o f u n d o conocimiento de l a constitución física del Sol y de
q u e ella sola basta p a r a sostener la v i d a sobre s u superficie.
l a naturaleza de los espacios celestes, se p u e d a d e t e r m i n a r la causa pri-
Estos brillantes resultados se h a n obtenido m e r c e d á los i m p o r t a n t e s
m e r a q u e produce la luz y el calor, y entonces se sabrá si provienen del
descubrimientos que s e h a n h e c h o de v e i n t e años á esta parte sobre l a
S o l , ó si s o n un resultado mecánico de influencias m a g n é t i c a s ó eléctri-
constitución física d e l Sol. La ciencia, q u e todo lo observa y sintetiza, h a
cas, desarrolladas por f u e r z a s misteriosas h a s t a el presente desconoci-
d a d o un paso gigantesco en el c a m i n o de l a perfectibilidad con esos a d e -
d a s por l a ciencia.
lantos; y l a análisis espectral de los astros h a venido en auxilio de l a s
teorías de l a mecánica celeste. H o y se sabe p o s i t i v a m a n t e , q u e en el Sol (N. del T.)
existen en estado incandescente y líquido, h i e r r o , cobre, n í q u e l , c r o m o ,
cobalto, sodio, magnesio, bario, m a n g a n e s o , t i t a n o , calcio, potasio y
t a m b i é n h i d r ó g e n o , q u e es el q u e produce esas magnificas erupciones de
f u e g o q u e se elevan p o r c i m a de la fotosfera solar á fabulosas a l t u r a s ,
CAPITULO I X .

LA LUNA.

De todos los astros que pueblan los espacios, n i n g u n o


impresiona mas vivamente nuestros sentidos, que ese her-
moso fanal que disipa la oscuridad de nuestro globo d u -
rante la noche. ¿Quien, en efecto, no experimenta un
vivo placer al contemplar su disco argentado cuando brilla
e n cielo despejado y en noche serena ? H o y se presenta
bajo la forma de u n filete de luz bellísimo que recuerda la
hoja de la h o z ; otras veces aparece como un semicírculo,
y en otras ocasiones como un disco r a d i a n t e perfectamen-
t e redondo. Estos raros aspectos, estas formas estrañas,
escitan n u e s t r a admiración y nos inspiran el deseo de ave-
r i g u a r los secretos que encierra esa esfinge celeste. S u
dulce contemplación no nos satisface; queremos saber lo
que e s , por qué m u d a de faz todas las noches, estudiar y
comprender cuanto á este objeto misterioso se refiere.
No es la L u n a , como el Sol, un globo inflamado, u n a an-
torcha ardiente, manantial de calor y de luz, brillante por
sí mismo. L a L u n a es u n globo que flota también aislado
en los cielos, frió y oscuro, sólido y denso como la Tierra;
pero mucho mas pequeño. No emite luz como una lámpara
ó como una bujía: no tiene mas luz que la que recibe del causa de los diferentes aspectos que ofrece j llamamos fa-
Sol, se refleja en ella, j generosamente nos devuelve. Si el ses ; j de que tan pronto la veamos en su mitad clara j en
Sol no la inundara con su luz, permanecería á oscuras, no su mitad oscura, j también completamente iluminada como
la veríamos j estaríamos privados del grato espectáculo que un inmenso espejo.
nos ofrece j de los beneficios que nos dispensa. Para esplicarnos este fenómeno curioso, necesitamos re-
Todo objeto iluminado, sea por una lámpara ó por el currir de nuevo á nuestra lámpara provista con su bomba
Sol, refleja bácia nosotros parte de la luz que recibe, sin de cristal, la cual representará al Sol; j á nuestra bola, sus-
que para esto sea necesario que esté pulimentado como un pendida por un alambre, que representará á la L u n a .
espejo. Coloquemos u n a hoja de papel en la dirección de
un r a j o de luz que penetre por la ventana entreabierta de
un cuarto casi oscuro. La hoja de papel esparce en torno
s u j o la luz del Sol que recibe, se cubre de viva claridad j
alumbra parte del aposento con sus reflejos.
Lo mismo sucede con la L u n a . Al contemplarla t a n res-
plandeciente , sin rival alguno en el cielo sombrío de la
nocbe, nos sorprende que no t e n g a luz propia, j que la re-
ciba del Sol como cualquiera otro cuerpo oscuro. Y el Sol
entonces está oculto para nosotros que nos bailamos en la
sombra: la L u n a sola r e c i b í su luz de lleno. Si la divisa-
mos de dia se presenta como u n a nubecilla blanca que flota
en los aires iluminada por el Sol: la luz directa de este l u -
minar a p a g a , en este caso, el reflejo de la L u n a , mas por
la noche este reflejo nos parece mu j vivo comparado con la
profunda oscuridad del cielo. L a llama de u n a vela en ple- Fig. 54.—Primera posicion.—El lado oscnro de la bola mira hacia el observador.
no d i a , también nos parece débil j amarillenta j apenas l a
vemos; pero la misma luz de noche se ostenta brillante
j clara j es bastante vivo su resplandor sobre los o b - Colocada la bola e n f r e n t e de la lámpara, cogido el alam-
jetos. bre con los dedos, j con el brazo estendido, pongamos la
Siendo la L u n a u n a esfera, solo la mitad de su s u p e r f i - bola entre la lámpara j nosotros un poco mas alta que
cie puede estar de u n a vez alumbrada por el Sol , j la otra nuestros ojos.
m i t a d , vuelta respecto de este astro, permanece por conse- E n esta posicion, ¿veremos el lado de la bola que mira
cuencia oscura , como acontece con la Tierra. Y esta es la á la lámpara? No, seguramente. ¿Qué parte veremos? N a -
LA TIERRA Y EL C I E L O . 453

da mas que la oscura. Pues bien, desviemos lentamente la la bola iluminada como u n disco perfectamente redondo. L a
bola manteniendo el brazo estendido, haciéndola suave- parte oscura mira entonces al fondo de la habitación, y si
mente circular en torno nuestro hácia la izquierda. E n este continuamos girando la bola en la misma dirección hasta
caso comenzaremos á ver la bola un poco iluminada por el
borde no mas, como pequeño filete de luz que va creciendo

am o
á medida que continúa el movimiento.

Fig. 57.—Cuarta posicion. Fig. 58.—üointa posicion. Fis. 59.— Sesta posicion.—
—Solo se distingue una —El disco completamen- Una banda oscura apare-
banda e s t r e c h a , oseara, te iluminado. ce en el lado de la d e -
por el lado izquierdo, recha.

q u e dé la vuelta entera, y a podemos suponer lo que suce-


derá : las mismas fases que antes observaremos, pero en

Fig. 55.—Segunda pcsicion — F i g . 56.—Tercera posicion.—La mitad

(2) ó
El borde iluminado aparece del disco iluminado se maestra al o b -
en creciente. • serrador.

Cuando la bola h a y a efectuado la cuarta parte de su


vuelta, resultará que la línea que desde nuestros ojos va á
la lámpara forma ángulo recto con la línea que va desde
ésta á la bola. E n esta posicion vemos exactamente la m i -
tad de la bola iluminada, y lo otra oscura. Sin cambiar de a»
sitio y girando nosotros para no perder de vista la bola,
F i g . 40.—Sétima posicion.—La milad del disco iluminado á la izquierda y la oseara á la
concluyamos la media vuelta. Cada vez nos mostrará ésta derecha.

mayor parte iluminada, y mas pequeña su parte oscura,


cuyo borde simula retroceder poco á poco. Colocada al fin sentido inverso. E l disco iluminado irá disminuyendo; la
en el lado opuesto de la lámpara ( y para que nuestra ca- parte oscura aparecerá por el borde en que estaba la som-
beza no la tape la sostendremos un poco elevada), en el bra, antes que la bola llegara á ponerse en oposicion con la
momento mismo en que le volvámosla espalda, observaremos o
l u z , es decir, antes de presentarnos su faz alumbrada p o r del Sol, j en cada vuelta pasa la L u n a entre el Sol y nos-
completo. otros. L a figura 42 presenta á la Tierra colocada en el cen-
La sombra continúa avanzando, la luz retrocediendo; j tro de un g r a n círculo, que es la órbita de la L u n a . E l Sol
no está dibujado, pero sus r a j o s , sin embargo, están i n d i -
cuando la bola recobre su posicion en ángulo recto con la
cados en la parte superior de la lámina, los cuales a l u m -
luz, en el lado opuesto á aquel que antes señalamos, vere-
bran la mitad de la Tierra j la mitad de la L u n a . Para es-
mos la mitad del disco iluminado en forma de semicírculo
plicar bien las fases de esta última, ha sido dibujada sobre
mirando siempre bácia la lámpara. Antes estaba alumbra-
su órbita ocho veces, en las posiciones que ocupa sucesiva-
do un lado de la derecha, abora lo está el de la izquierda.
mente en su curso. Bastará que recordemos el esperimento
de la bola para comprender todo el mecanismo del g r a n fe-
nómeno de las fases, por demás sencillo.
E n la posicion marcada por el número 1 la L u n a está en
conjuncwn con el Sol, es decir, que se halla colocada en el
mismo punto del cielo que el Sol ocupa: esta fase se llama
luna nueva {1). Dos razones concurren en esta ocasion para

( i ) Ha influido de tal modo e n la m a r c h a de l a civilización las cos-


tumbres y las practicas religiosas de los p u e b l o s a n t i g u o s , q u e n o p o d e -
mos pasar en silencio las q u e tenían los indios, los egipcios, los asirios
los persas, etc., al e m p e z a r la Luna nueva ó neomenia. Estos pueblos se
r e a m a n e n las l u n a s n u e v a s , las celebraban con g r a n d e s convites, y e m -
Fig. l l . - O c t a t a posicion.—L'n filete de Inz se maestra ahora á la izquierda.
pleaban este tiempo en h a c e r sacrificios y oraciones. Cuando la L u n a des-
a p a r e c í a sentían su f a l t a , é impacientes p o r contemplarla de n u e v o r e u -
níanse los observadores en las cimas m a s altas de los m o n t e s , y c u a n d o
Avanzando la bola, y acercándose á la lámpara, el semicír- aparecía el filete d e j u z del creciente, llenos de gozo c e l e b r a b a n la neo-
m e m a en aquellos m i s m o s sitios, con solemnes sacrificios en acción de
culo iluminado d i s m i n u y e ; el oscuro se ensancha retirán -
gracias. De a q u í la prohibición del culto, ó lo mal m i r a d o que e r a n entre
.dose la luz hácia el borde iluminado. Vuelve la bola á pre- los hebreos las adoraciones sobre l a s a l t u r a s de los montes. E s t a s p r e o -
sentar un filete de luz que bien podría llamarse menguante, cupaciones, andando el tiempo , revistieron otro earácter, y en la E d a d
Media especialmente, el c h a r l a t a n i s m o de los astrólogos judíciarios fo-
porque va menguando y adelgazándose mas y mas h a s t a
m e n t a d o por la i g n o r a n c i a de los h o m b r e s , a t r i b u y ó á nuestro satélite
que desaparece completamente cuando la bola llega á su todas las calamidades de la Tierra. El progreso de las ciencias n a t u r a l e s
punto de partida entre la lámpara y nosotros. h a h e c h o comprender lo ridículo de estas creencias, y h o y está demos-
Con el esperimento anterior hemos reproducido en m i - trado q u e la L u n a es u n astro inofensivo q u e no ejerce sobre l a Tierra
otra acción q u e la proveniente de las l e y e s del m o v i m i e n t o .
niatura, el fenómeno de las fases de la L u n a . Este astro en
efecto circula alrededor de la Tierra , como ésta en torno (N. del T.)
45t> ASTRONOMIA POPULAR.

que no podamos percibirla L u n a , ó sea entonces invisible. cado por la flecha, de Occidente á Oriente. A medida que
L a primera porque bailándose aparentemente en el mismo avanza en su curso se presenta primero en su borde un file!-
paraje del cielo que el Sol, los r a j o s de este ofuscan nues- te delgado de luz que va creciendo. Entonces no se encuen-
tra en la misma dirección del Sol (número 2 ) . Por la tar -
de, puesto ya, el astro del d i a , la L u n a va retrasando mas
su ocaso, y presenta un creciente que mira hácia el Sol, ó
lo que es i g u a l , hácia el Occidente y sus cuernos al lado
opuesto. Cada noche se presenta el creciente mas ancho, y
la L u n a se pone mas t a r d e . Cuando en virtud de su movi-
miento de traslación (número 3) se coloca en ángulo recto
con el Sol y la Tierra, vemos su disco por mitad iluminado
y por mitad oscuro. Su borde redondeado m i r a al Occiden-
t e en la dirección del Sol, _ya visible ú oculto: tal es el
primer cuarto. E l dia que se verifica se encuentra la L u n a
e n la mitad de su camino aparente á la hora en que el Sol
se oculta, poniéndose ella á medianoche. Conviene notar
q u e en todas las fases es visible tan solo la parto i l u m i n a -
da; la otra oscura es casi invisible para nosotros, y para vis-
lumbrarla necesitamos tomar algunas precauciones a p r o -
vechando el débil reflejo q u e recibe de la T i e r r a , cuyo f e -
nómeno es conocido con el nombre de luz cenicienta (1).

(1) La luz cenicienta ó cinérea, es un débil resplandor que se o b s e r v a


€ n la L u n a c u a n d o el creciente es y a visible, y un poco despues del últi-
m o c u a r t o , es decir, en los dos periodos de nuestro satélite en q u e s e n o s
p r e s e n t a bajo la forma de un filete ó delgado arco luminoso. La intensi-
d a d de esta luz permite distinguir á la simple v i s t a las m a n c h a s lunares',
pero con el telescopio son m a s perceptibles los detalles.
Fig. 42.—Esplicacion de las fases. Los astrónomos a n t i g u o s creyeron q u e esta luz e r a p r o d u c i d a por u n a
fosforescencia i n h e r e n t e al suelo l u n a r ; p e r o Leonardo de "Vinci, t a n p r o -
fundo investigador como h á b i l artista, reconoció en 1494 que n o es o t r a
t r a vista é impiden que veamos los objetos á él cercanos; y
cosa que la luz terrestre q u e v a á reflejarse á la L u n a y q u e esta á su v e z
la segunda porque la Lunçi tiene en este caso vuelta hácia nos envia. Esta observación f u é c o m p r o b a d a u n siglo despues por Mcestliii,
nosotros la parte oscura, el hemisferio que el Sol no puede y h o y está a d m i t i d a por todos los astrónomos. L a m b e r t sin e m b a r g o , eh
alumbrar. La L u n a marcha en su órbita en el sentido mar- v i r t u d de las observaciones q u e h i z o en 1774, dice q u e esa luz lejos d e
A proporcion que la L u n a avanza nos va descubriendo Címo y a hemos dicho, ver los efectos, sino que es preciso
cada vez mas su faz luminosa; el semicírculo se estiende y conocer las causas.
redondea g r a d u a l m e n t e (número 4); la sombra h u y e hacía Mientras la L u n a verifica la mitad, de su vuelta, m e n -
el lado opuesto, y cuando llega por fin á estar en oposicion g j a su luz gradualmente; la sombra crece poco á poco (nú*
con el Sol (número 5), su disco mira hácia la Tierra c o m - mero 6), y al cabo de a l g u n a s noches solo nos presenta ilu-
pletamente iluminado y redondo: esta fase se llama Luna minada la mitad de su disco (número 7) que es su última
llena. E l día que la vemos así, sale por la tarde, opuesta al fase, el cuarto menguante. E l semicírculo iluminado mira
Sol, á la hora en que este se pone, y alumbra toda la no- como siempre al Sol; pero como ahora sale la L u n a de m a -
che describiendo su estensa curva á través del cielo s e m - drugada, y despues sale el Sol, el borde iluminado se h a -
brado de estrellas y ocultándose por la mañana. Y claro es llará mirando al Oriente. S i g u e despues la sombra i n v a -
que estando la L u n a en lugar opuesto al del S o l , debere- diendo el disco lunar, la luz retrocediendo hasta quedar re-
mos observarla cuando no veamos al Sol y viceversa. De ducida,á un filete en forma, de hoz (número 8), parecido al
d i a , cuando el Sol nos a l u m b r a , la L u n a es ocultada por creciente, cuyos cuernos miran á la región opuesta á la
la T i e r r a , hallándose en la región del cielo que entonces luz. Este filete va adelgazándose, hasta que al fin desapa-
no vemos por estar debajo del horizonte; y , por el c o n t r a - rece en el momento que la L u n a vuelve á recobrar la posi-
rio, cuando á causa del movimiento de la Tierra llegamos ción que tenia entre nosotros y el Sol, en el número 1 al
á la sombra y no vemos el S o l , brilla en el cielo la L u n a . comenzar su carrera.
E s necesario comprender bien todo esto, porque no basta,
L a revolución completa de la L u n a alrededor de la Tier-
ra, se llama lunación, y dura 29 dias y medio, de modo que
ser cenicienta es de un color v e r d e oliva; y A r a g o creía que acaso f u e s e e n este periodo'de tiempo tiene principio yfifila série com-
producida por la t i n t a a z u l v e r d o s a reflejada e n el disco l u n a r p o r la a t - pleta de sus fases. El movimiento de la L u n a no es a p a -
m ó s f e r a terrestre. E s t a s hipótesis, n o o b s t a n t e la a u t o r i d a d de sus a u t o - rente como el del Sol, sino real y efectivo. L a L u n a sale y
res, no h a n sido admitidas por l a ciencia.
se pone diariamente retrasando su salida mas de tres cuar-
P o r lo demás los diversos grados de i n t e n s i d a d q u e se o b s e r v a n en l a
l u z cenicienta, son producidos por las r e g i o n e s de nuestro globo q u e e n -
tos de hora por término medio. Si estuviese "inmóvil como
v í a n s u luz á l a L u n a . A s i , si la parle q u e m i r a á l a L u n a son g r a n d e s e l Sol, y anotáramos un dia la hora de u n orto, al siguien-
desiertos, ó las nieves del i n v i e r n o , la l u z cinérea es m a s f u e r t e ; pero si t e , despues de una rotacion de la Tierra, la veríamos en
es e l Océano, la claridad es m a s d i f u s a ; pues sabido es q u e las a g u a s
idéntico sitio á la misma h o r a ; pero no sucede tal cosa,
t i e n e n la propiedad de absorber u n a c a n t i d a d de l u z m u c h o m a y o r q u e
l a s tierras.
a n t e s al .contrario: hasta el momento de volverla á ver al
De esta m a n e r a se h a podido determinar este f e n ó m e n o , y se h a
dia siguiente, necesita la Tierra avanzar mas en su r o t a -
conocido h a s t a q u é p u n t o llega la f u e r z a de la luz terrestre, c u a n d o cion diurna como si fuese en busca de aquel astro. La L u n a
á t a l distancia y despues de u n a s e g u n d a reflexión todavía la distin- circula alrededor de» la Tierra en l a misma dirección que
guimos.
esta circula alrededor del S o l , de Occidente á Oriente, y
por lo tanto, en sentido inverso al movimiento aparente del te, los discos de ambos astros parecen iguales, lo cual reco-
Sol y de los cielos. noce por causa la g r a n diferencia que existe entre sus d i s -
Es, por otra parte, l e y general y hecho por todos los as- tancias relativas, pues mientras la L u n a dista de nosotros
4ros cumplido, que los pequeños g i r e n en torno de los 9 6 . 0 0 0 leguas, el Sol está 4 0 0 veces mas lejos. La luz d e
g r a n d e s y no estos alrededor de aquellos, por la razón que la L u n a , según los esperimentos de Zöllner, es 6 2 0 . 0 0 0
mas tarde esplicaremos. Asi nuestro globo, menor que el veces mas débil que la del Sol, ó lo que es lo mismo, q u e
para producir la luz del dia, seria necesario reunir 6 2 0 . 0 0 0
lunas llenas.

Fig. 43.—Orbita de la Luna.—T la Tierra en su órbita, L !a Lnna. F i g . 44.—Tamaños relativos de la Tierra y de la Luna.

Sol, circula alrededor de este astro; y la L u n a , menor que E l abismo que nos separa de la L u n a nos parece enorme,
la Tierra, circula también alrededor de ésta. y sin embargo comparado con el que nos separa del Sol y
E l volumen de la L u n a es 50 veces menor que el de la de los demás astros, ese abismo se b o r r a , nada significa,
Tierra, lo cual equivale á decir que 50 lunas reunidas ha-; y bien podemos asegurar en su vista que la L u n a es un
rian un globo del mismo tamaño que el de la T i e r r a ; pero apéndice de la Tierra. No tardaremos en hacer comparacio-
es menos densa, menos pesada que la Tierra. Si se quisie- nes que nos suministren una nocion exacta de semejante
ra formar un globo del volumen del.Sol, se necesitarían distancia. Conocida la de la Tierra á la L u n a , se dedujo la
reunir nada menos que 70.0,00.000 de lunas; y no obstan- longitud de la órbita que recorre este astro alrededor de la
^ ASTRONOMIA POPULAR.

Tierra, y conocido el tiempo que emplea en recorrerla, lle-


gó á saberse que marcha en el espacio con una velocidad
de 1 kilómetro por segundo próximamente: un cuarto de
legua en el tiempo que damos dos pasos. '
' Es conveniente no olvidar que mientras la L u n a circula II
e n t o r n o de la Tierra, esta á su vez circula alrededor del 1«
S o l ; los dos movimientos se verifican simultáneamente;
mas ¿cómo? De la manera que lo haria una persona que aí
11
ir de paseo con nosotros se entretuviera en correr alrededor i
nuestro, pasando por delante y por detrás. Pues lo mismo II
III
hace la L u n a en torno de la Tierra, describiendo su órbita
con la velocidad que y a conocemos. La L u n a acompaña á
nuestro globo á través del espacio como fiel compañera, co-
mo un guardian celoso, como un sirviente á su señor v por CAPITULO X.
esto es el satélite de la Tierra.

EL MUNDO LUNAR.

f
¡' f

]
í 1;

ill J
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^ ASTRONOMIA POPULAR.

Tierra, y conocido el tiempo que emplea en recorrerla, lle-


gó á saberse que marcha en el espacio con una velocidad
de 1 kilómetro por segundo próximamente: un cuarto de
legua en el tiempo que damos dos pasos. '
' Es conveniente no olvidar que mientras la L u n a circula II
e n t o r n o de la Tierra, esta á su vez circula alrededor del 1«
S o l ; los dos movimientos se verifican simultáneamente;
mas ¿cómo? De la manera que lo baria una persona que aí
11
ir de paseo con nosotros se entretuviera en correr alrededor i
nuestro, pasando por delante y por detrás. Pues lo mismo II
III
hace la L u n a en torno de la Tierra, describiendo su órbita
con la velocidad que y a conocemos. La L u n a acompaña á
nuestro globo á través del espacio como fiel compañera, co-
mo un guardian celoso, como un sirviente á su señor v por CAPITULO X.
esto es el satélite d,e la Tierra.

EL MUNDO LUNAR.

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CAPITULO X .

El. MUNDO LUNAR.

Nos hallamos en u n a noche tranquila y hermosa de v e -


rano, j a tarde, algunas horas despues de haberse puesto el
Sol. S e ha mitigado el calor del dia, la atmósfera no es tan
sofocante y una suave brisa refresca el ambiente: todo está
tranquilo, todo reposa sobre la Tierra, y hasta laNaturale-.
za misma parece envuelta en el manto encantador de la poe-
sía y del misterio.
L a L u n a brilla en el cielo y presenta en toda su pleni-
t u d su disco plateado semejante á u n espejo gigantesco.
A l g u n a s estrellas, las mas notables por su l u z , se distin-
g u e n diseminadas, como pequeñas chispas de fuego; y las
mas débiles apenas se perciben, ofuscadas por el resplan-
dor que despide la L u n a que se ostenta magestuosa como
la reina de la noche.
Miremos un instante al astro que nos envia su blanca y
tranquila luz. S u disco no brilla igualmente por todas par-
tes; algunas se muestran agrisadas como si fuesen m a n -
chas, y de tal modo distribuidas que afectan vagamente la
forma de un rostro humano (1). Mas si la observamos con un

( l ) Esla creencia es t a n a n t i g u a como el m u n d o , y reconoce por


causa la sencillez de los primeros observadores. Los a n t i g u o s a r y a s
telescopio este aspecto desaparece, porque se distinguen llar la verdad, no se ha satisfecho con este resultado obte-
mejor los detalles, y se descubre claramente, acercando el nido por la esploracion telescópica, y ha ido mas allá p o -
astro á nosotros, lo que á la simple vista no se puede p e r - niendo al servicio de la Astronomía el maravilloso arte d e
cibir. la fotografía, auxiliar importante boy de las ciencias expe-
M u y desigual se ve con estos instrumentos la superficie rimentales y de las artes. Con este procedimiento aplicado
de la Luna: en unas partes altas montañas; en otras, regio- á la ciencia desde el año de 1846, se han llegado á obtener
nes planas formando inmensas llanuras. A donde quiera pruebas de u n a nitidez incomparable, donde no falta el.
que enfilemos el anteojo, veremos destacarse de una m a - mas mínimo detalle, y cuyas dimensiones pueden a u m e n -
nera clara y sorprendente las cimas y los valles, las cordi- tarse considerablemente, como se hace con los retratos de
lleras y sus precipicios espantosos, los circos y los cráteres una persona ó con los de un monumento.
apagados... como que con los mejores telescopios se ve la ¿Qué mundo es mas digno de ser visitado por el hombre
L u n a á la distancia de 50 leguas, en vez de las 9 6 . 0 0 0 que que el de la L u n a ? Brillando está sobre nosotros, como
está de nosotros, ni mas ni menos que como veríamos en un Sol en miniatura, solícita y cariñosa, sin a b a n d o n a r -
la Tierra desde la cumbre de una montaña elevada el p a i - nos en nuestra carrera por los espacios, ligada í n t i m a m e n -
saje que se estendiera en torno nuestro basta perderse en te á nuestros destinos, y solo separada por u n a distancia
el horizonte. que representa un paso en el Universo. A pesar de esta cer-
L a geografía de nuestro satélite se conoce con tanta exac- canía, jamás podrá visitarla el hombre; pero y a que nuestro
titud como la de la Tierra. cuerpo, carga pesada, no pueda abandonar la Tierra, nues-
Cuantos paisajes y extraños relieves ofrece su acci- tro pensamiento corre á su albedrio lanzándose sin obstá-
dentada superficie h a n sido estudiados, contados, medidos culo hasta los objetos mas remotos. ¿Nonos representamos,
y dibujados con tanto esmero como si viviéramos en ese como si los viéramos, aquellos de que nos acordamos? Cuan-
do nos fijamos en la forma, en el color, en el aspecto de
mundo cercano. Esto ha permitido construir mapas geográ-
u n a cosa, ¿no se graba su imágen en nuestra imaginación?
ficos ó selenográ fieos de la L u n a con la misma exactitud y
Pues bien, hagamos con el pensamiento un viaje á la L u -
minuciosidad que se construyen los de la Tierra; pero no
n a . . . Será imaginario, mas no lo serán las cosas que obser-
h a sido esto bastante. El espíritu humano, sediento de h a -
vemos, porque como son en realidad, así las describiremos.
v e i a n en las m a n c h a s del disco l u n a r l a figura de u n corzo, y p o r esto Desde luego para hacer el viaje necesitamos un ferro-carril,
llamaban á l a L u n a mrigadhara, (portadora del corzo); pero de todas l a s u n express que, caminando á razón de 12 leguas por hora,
semejanzas i m a g i n a d a s , h a p r e v a l e c i d o siempre la del rostro h u m a n o ; nos trasporte á la L u n a en nueve meses. Mas esta travesía
y asi entre otros pueblos, v e m o s á los g r i e g o s que en tiempo de Agesia-
es m u y lenta. Si pudiéramos marchar con la velocidad de
n a x , siguiendo l a tradición, creian firmemente q u e la superficie de l a
L u n a estaba configurada de a q u e l l a m a n e r a , como todavía lo creen la u n a bala de cañón que recorre 4 0 0 metros por segundo, per-
m a y o r í a de n u e s t r o s contemporáneos. maneceríamos en el camino nueve dias solamente. Son h e -
chos fingidos, pero que nos proporcionan ideas claras de la mucho mas altas que las nuestras. Los circos tienen unas
distancia grandísima, relativamente á nosotros, que media dimensiones mas asombrosas: uno de ellos, el circo d e C l a -
de la Tierra á la L u n a . Así, busquemos otro conductor, vius, mide 5 5 leguas de anchura, y se emplearian quince
otro vehículo mas eficaz: e n este caso, n i n g u n o mejor que dias para darle la vuelta.
la luz que camina mas deprisa que cuantos hemos dicho.
U n r a j o de luz tardarla poco mas de u n segundo en llegar
de la L u n a á nosotros: con igual velocidad puede nuestro
pensamiento recorrer el espacio ; partamos pues... Y a h e -
mos llegado.
Nos encontramos sobre u n terreno sembrado de enormes
pedruscos, amontonados como sillares desplomados de u n
muro en ruinas. Altas montañas, picos agudos, crestas hen-
didas nos cercan por todas partes. Subamos á u n a de las
mas altas cimas. Desde aquí - observamos que la montaña
es hueca, que nuestras miradas se pierden en u n a g a r g a n -
ta sin fin... estamos sobre u n volean, j u n t o á su cráter:
cráter inmenso, profundo, apagado hace siglos.
La montaña por donde hemos trepado es de las mas e l e -
vadas de la L u n a : tiene 6 . 0 0 0 metros de altura. Desde ella
dominamos comarcas dilatadas: á nuestros piés d i s t i n g u i -
mos rápidas pendientes, hondos valles, quebraduras, h o r -
ribles precipicios. • E n torno nuestro montañas, volcanes,
cráteres: apenas se ve otra cosa. Unos, estrechos como los
volcanes de la Tierra; otros, inmensos, profundos, cercados
por u n a valla festoneada formando circos.
Las montañas de la L u n a son m u y altas. Muchas m i d e n
5 . 0 0 0 , 6 . 0 0 0 metros: más que el Mont-Blanc, la mas e l e -
vada de Europa. U n a de ellas, llamada Doerfel (porque tie- Fíg. 43.—Montañas, cráteres y circos de la Lnna, iluminados por el SoL

nen sus nombres como las de la Tierra), se eleva á 7 . 6 0 3


metros; el monte Newton á 7 . 2 6 4 , casi tanto como las mas Las montañas de nuestro satélite están formadas por u n a
empinadas de la Tierra. Comparadas con el tamaño de la piedra blanquecina, semejante á la creta. Esta piedra, al
L u n a , inferior al d e la Tierra, bien puede decirse que son enviarnos los rayos del Sol, resplandece como u n a pared
10
blanca, cuyo reflejo nos deslnmbra; y esta es la razón por-
que las regiones montuosas d é l a L u n a nos parecen tan bri-
llantes, las mas brillantes de su disco. E l terreno de las
grandes llanuras, por el contrario, no despide resplandor,
parece que está formado de cieno enjuto de un color agri-
sado. Estes regiones de color sombrio constituyen las m a n -
chas que bemos designado en el disco l u n a r .
E n vista del cuadro de desolación que ofrece la topografía
déla L u n a , ¿cómo esplicarnos tantas ruinas, y el aspecto tris
tísimo de los estraños paisajes que tenemos á la vista? Solo"
pensando que en este país incomparable, por donde abora
viajamos, no b a y aire ni a g u a . ¡Ni aire ni a g a a ! E s decir,
que no b a y gases sobre su superficie, que no tiene u n a a t -
mósfera bienhechora que la vivifique, como la Tierra. Y en
efecto, nada que mitigue los rayos del Sol: n i un dia a p a -
cible y hermoso como muchos que disfrutamos en nuestro
mundo. Al Sol, deslumhrados, abrasados; á la sombra de las
rocas, ateridos por el frió: este es el clima de la L u n a . La
cara de las rocas que mira al S o l , vivamente alumbrada,
la opuesta, en sombra profunda: nada de medias tintas.
E n lontananza no se dibujan los vapores azulados, ó agri-
sados de la atmósfera terrestre: las altas montañas carecen
de nieves; nada de torrentes en las rampas, n i n g ú n rio en
el fondo de los valles. ¡Ni mares ni lagos! Cuando esto no
se sabia, dióse el nombre de mares á las grandes'esplanadas
que simulan las manchas grises, sobre el disco de la L u n a .
Habia m a r Mediterráneo, Océano de las Tempestades, L a -
go de los Sueños, Pantano de las N i e b l a s . . . cuyos n o m -
bres se conservan b o y para designar con ellos esos inmen-
sos desiertos.
Por doquier desnudo el suelo, áridas las rocas; ni bos-
ques , ni p r a d e r a s ; n a d a que nos indique la existencia
del reino vegetal. Y es natural que así sea; porque sin
aire y sin a g u a no pueden vivir ni el h o m b r e , ni 1'os
animales, ni planta a l g u n a . Empero no nos aventuremos
á afirmarlo rotundamente, porque tal vez s o b r e l a L u n a exis-
ta u n a cantidad de aire tan t é n u e q u e n o pueda distinguir-
se desde la Tierra, como crcen el P . Secchi, W a r r e n de la
R u é y otros astrónomos, y por esta razón no es imposible
que esté habitada por séres diferentes de nosotros, que
puedan m u y bien pasarse sin lo que nos es absolutamente
necesario para sostener la vida.
E n el globo lunar todo es misterioso y extraordinario.
N i n g ú n ruido, n i n g ú n sonido se percibe; ni el suspiro del
viento entre los árboles, ni el plañido de las olas al r o m -
perse suavemente en la playa, n i el dulce canto de las aves
despiertan los ecos de este mundo sepultado en eterno sue-
ño. ¿Porque? Por qué allí, y a lo hemos dicho, no h a y a t -
mósfera y el sonido es una vibración, u n movimiento del
aire.
Donde no h a y aire, el sonido no llega al oido. E n las
clases de física se hace u n esperimento curioso para demos-
trarlo. Se coloca un timbre debajo de una g r a n campana de
vidrio, de la cual se estrae el aire con u n a máquina n e u -
mática. Hecho esto, vemos que el martillo golpea la campa-
n a , pero el sonido no hiere nuestros tímpanos (1). Lo mismo
que en esta campana sucede en la L u n a . ¿Cómo p o d r í a -
mos entendernos por medio de la palabra en este estraño
mundo? Nuestros lábios se moverían; pero no oiríamos las
palabras. Se desgajaría una m o n t a ñ a , tendrían lugar los

(1) Este esperimento importantísimo se h i z o por v e z p r i m e r a p o r


M r . H a w k s b e e con éxito satisfactorio a n t e la Sociedad R e a l de L o n d r e s ,
en 1705.
(N. del T.) •
mayores cataclismos , sin que oyéramos los estallidos y el
en oposicion con las de la L u n a . Asi, cuando para la Tierra
estruendo consiguientes... ¡ E l luminar de la noche .es la
es L u n a nueva, para los habitantes de la L u n a , si los t u -
morada del silencio y de la muerte!
viese, seria plena- Tierra, y verían enfrente la parte de
Elevemos ahora nuestros ojos al cielo. ¡Sorprendente es- nuestro globo alumbrada por el Sol. Cuando fuese para nos-
pectáculo nos ofrece! Desde aquí no admiramos aquellas
otros cuarto creciente, seria m e n g u a n t e para ellos; y nueva-
hermosas tintas de esmalte que toma el cielo en la Tierra
Tierra cuando para nosotros fuese L u n a llena.
por la reflexión de los rayos azules, ni se nos presenta" la
La rotacion de la Tierra seria desde allí m u y percep-
bóveda azulada que rodea á la Tierra como u n a cúpula gi-
tible, tanto q u e sus habitantes verían desfilar con u n a ra-
gantesca.
pidez relativamente g r a n d e en 2 4 horas las manchas de la
El dia es despejado , el Sol deslumbrador ; el cielo
superficie terrestre formadas por los continentes y por los
se estiende por todas partes como un manto negro t a c h o -
mares, lo cual les proporcionaría los elementos necesarios
nado de estrellas que lucen con extraordinario brillo: este
para valerse de la Tierra como de un inmenso reloj, cu-
espectáculo es permanente de dia y de noche, á todas ho-
y a s horas corresponderían á sus diferentes manchas. La
ras. Todos los cuerpos celestes se distinguen perfectamente
figura 4 7 representa á nuestro planeta visto desde la
desde este singular observatorio astronómico; pero, ¿qué
Luna.
cuerpo es aquel tan próximo á nosotros, cuyo disco brillante
Como nuestro satélite pesa 80 veces menos que la Tierra,
parece una L u n a girando en el cielo oscuro, mucho mayor
cerca de unos 78.000 trillones de kilogramos, los m a t e -
qué el astro que alumbra nuestras noches allá abajo en la
Tierra? También tiene manchas este disco: en él se descu- riales que la componen son menos densos que los que cons-
bre un inmenso triángulo amarillento sobre un fondo v e r - tituyen nuestro globo: seis décimos próximamente de la
doso; en otra región... mas, ¿á qué continuar? E n esos con- densidad de los que conocemos.
tornos reconocemos los lugares que tantas veces hemos vis- La pesantez en la superficie lunar es por esta razón la
to y estudiado en los globos terrestres-, el Africa, el g r a n mas débil que se conoce; y esto significa que la fuerza con
triángulo; el Asia, la E u r o p a . . . ahí está España, los g r a n - que son atraídos los cuerpos hácia el suelo de la L u n a , es
des mares... Ese globo brillante, esa inmensa L u n a , es menor que la que los obliga á caer sobre el suelo de la
la Tierra!... Tierra y los mantiene adheridos á ella. U n a piedra que en
la Tierra pese 1 kilógramo, pesaría en la L u n a 164 g r a -
Nuestro planeta, visto desde nuestro satélite,- presenta mos; y u n hombre que pesara aquí 70 kilógramos, pesaría
u n a superficie considerable y brilla con u n a luz -14 veces en nuestro satélite poco mas de 11 kilógramos. Por esta
mas intensa que la que la L u n a nos envia. P a r a la L u n a la razón, si nos pudiéramos trasladar á ese m u n d o , m a r c h a -
Tierra ofrece también sus fases, pues estando iluminada por riamos por sus llanuras con u n a asombrosa lijereza, y con
e l Sol lo mismo que aquel astro, unas veces tiene u n ládo el menor esfuerzo muscular saltaríamos por encima de una
alumbrado y otro oscuro; pero sus fases se hallan siempre roca tan alta como una casa.
Observando con atención las manchas de la L u n a , des-
cubrimos que permanecen en el mismo sitio, fija é inva
riablemente: lo cual prueba que nos presenta, siempre la
misma cara; y como en el espacio de 2 9 dias dá u n a vuelta
alrededor de la Tierra, en el mismo período de tiempo de-
be efectuar u n a vuelta sobre su eje, porque de otro modo
no podria presentarnos eternamente el mismo hemisferio'.
Muchos de nuestros lectores creerán que la Luna, p r e -
sentándonos una misma cara, no debe girar sobre sí m i s -
m a , pues al girar veríamos uno á uno todos sus lados. Así
parece á primera vista, pero reflexionemos u n instante.
¿Qué es girar sobre sí mismo? Figurémonos colocados en
medio de un campo, y sin mudar de sitio dimos la vuelta
en el mismo sentido hasta pasar la vista por todos los o b -
jetos que nos rodean en el horizonte: á este movimiento se
llama girar sobre nosotros mismos. Podemos hacer otro es-
perimento. Supongamos un monumento cualesquiera, el
obelisco del 2 de Mayo, por ejemplo, y que en torno suyo
damos una vuelta dirigiendo siempre la cara hácia el
mismo.
E n este caso, á la vez que hemos circulado alrededor
del obelisco, hemos girado sobre nosotros mismos, porque
para mirar constantemente á dicho monumento, h a sido
indispensable que miremos á todos los árboles, edificios y
demás objetos allí situados como en el caso primero. Abso-
lutamente lo propio acontece con la L u n a . P a r a presentar
siempre la misma cara á la Tierra, tiene que irse volvien-
do hácia nosotros sucesivamente, y m i r a n d o por consecuen-
cia, á todos los puntos del espacio al mismo tiempo que des-
cribe su órbita, es decir, que gira sobre sí misma en el
mismo tiempo que dá la vuelta á la T i e r r a .
Fig. 47.—La Tierra vista desde la Luna.
De este hecho se desprenden dos consecuencias i m p o r -
tantes: la primera, que no se h a visto, ni se verá jamás des-
de la Tierra la otra cara de la L u n a , desconocida j m i s t e -
riosa; y la segunda, que la L u n a irá presentando alterna-
tivamente al Sol todos los puntos de su superficie en el
término de un mes que emplea en dar u n a vuelta sobre su
eje en presencia de aquel astro. E n el espacio de u n mes
por lo tanto, los lugares en la L u n a tendrán 15 dias de luz

Fig. 48.—Posiciones de la Luna mostrando siempre la misma cara á la T i e r r a : a h e m i s -


ferio vuelto á nosotros: b, opuesto.

y 15 de tinieblas, ó en otros términos: la L u n a tiene


sus dias y sus noches como la Tierra, y seria inútil é im-
portuno esplicar para ella lo que j a tenemos esplicado mi-
nuciosamente. Solo haremos notar que los dias de la L u n a
comprenden casi 15 dias de la Tierra, j otros tantos las no-
ches, <5 mas exactamente, 14 dias j JO horas.
¡Qué dias j qué noches! Cerca de una hora tarda el Sol
en salir, viene el dia de repente, sin precederle el resplan-
dor del alba, n i acompañarle en su ocaso los arreboles del
crepúsculo: salir el Sol y ser de súbito un dia brillante, e s
todo uno. S e iluminan las cimas de las montañas; pero los
valles permanecen todavía en la sombra, basta que los r a -
j o s del Sol penetran en sus profundidades y en el fondo
de los cráteres. Con la duración de u n dia semejante, el ca-
lor desarrollado por la presencia del Sol es cada vez mas
creciente, acumulándose basta tal punto que llega á sobre-
p u j a r al del a g u a hirviendo.
Como el d i a , llega repentinamente la noche , sin t r a n -
sición, sin crepúsculo; noche oscura, helada, con un frió
tan intenso y terrible, como lo era el calor durante el dia.
Con tales condiciones no podríamos subsistir en ese m u n -
do tan poco viable aun cuando pudiéramos pasar sin respi-
rar y sin comer. Por esta razón, y hecho el balance entre
ambos cuerpos celestes, deducimos que es mejor vivir en la
Tierra á pesar de sus luchas miserables, fomentadas por
la ambición y la codicia de los h o m b r e s , que habitar la
Luna.
en salir, viene el dia de repente, sin precederle el resplan-
dor del alba, n i acompañarle en su ocaso los arreboles del
crepúsculo: salir el Sol j ser de súbito un dia brillante, e s
todo uno. S e iluminan las cimas de las montañas; pero los
valles permanecen todavía en la sombra, basta que los r a -
j o s del Sol penetran en sus profundidades j en el fondo
de los cráteres. Con la duración de u n dia semejante, el ca-
lor desarrollado por la presencia del Sol es cada vez mas
creciente, acumulándose basta tal punto que llega á sobre-
p u j a r al del a g u a hirviendo.
Como el d i a , llega repentinamente la noche , sin t r a n -
sición, sin crepúsculo; noche oscura, helada, con un frió
tan intenso j terrible, como lo era el calor durante el dia.
Con tales condiciones no podríamos subsistir en ese m u n -
do tan poco viable aun cuando pudiéramos pasar sin respi-
rar j s i n comer. Por esta razón, j hecho el balance entre
ambos cuerpos celestes, deducimos que es mejor vivir en la
Tierra á pesar de sus luchas miserables, fomentadas por
la ambición j la codicia de los h o m b r e s , que habitar la
Luna.
I

CAPITULO XI.

LOS ECLIPSES.

Aislados en el espacio, no estamos en comunicación con


los cuerpos celestes, dice Humboldt, sino por el intermedio
[¡5 t de los r a j o s tan intimamente unidos de la luz; pero esta en
ocasibnes se oscurece ó debilita por la interposición de a l -
g ú n objeto que nos priva de los beneficios de esta d i v i n i -
dad misteriosa, llamada por los antiguos alma del mundo.
Todo cuerpo opaco alumbrado por un lado detiene la luz,
•J p r o j e c t a sombra por el lado opuesto. De dia con la luz
del Sol, j de nocbe con la luz artificial, se observa este
fenómeno. Las n u b e s , los árboles, los edificios, nosotros
mismos, p r o j e c t a m o s sombra. ¿Qué objeto no la produce?
Arroja la Tierra sombra sobre la L u n a , ésta sobre la Tier-
r a , j lo mismo observamos en otros mundos mas remotos.
Estos oscurecimientos momentáneos, objeto de terror en
otros tiempos para el vulgo ignorante, c o n s t i t u j e n h o j
uno de los estudios mas interesantes de la Astronomía fí-
sica, j son de suma utilidad para determinar la naturaleza
del Sol.
P a r a comprender bien este fenómeno, cu j a causa es tan
sencilla, necesitamos apelar de nuevo á la lámpara j á la
I ¡i
bola, que tan buenos servicios nos ban prestado en n u e s - e n su vértice, por cuya razón h a recibido el nombre de
tros esperimentos anteriores. cono de sombra.
L a lámpara, como antes, representará al Sol, y la bola á Para comprobar esto coloquemos u n a hoja de papel
nuestro globo. Colocada la bola delante de la lámpara se blanco detrás de la bola, pero cerca de ella. E l círcu-
reproducirá el fenómeno que va conocemos : aparecerá la lo oscuro proyectado sobre el papel aparecerá casi tan
g r a n d e como el contorno de la bola; mas si retiramos el
mitad iluminada y la otra mitad oscura. La parte de la
papel poco á poco este círculo irá disminuyendo de t a m a -
ño hasta terminar en u n p u n t o , y distinguiremos e n t o n -
ces alrededor de este punto u n a sombra parcial, pero mu-
cho mas t é n u e y d i f u s a , llamada penumbra, que se estien-
de y crece á medida que el papel se aleja de la bola y m e n -
g u a el punto producido por la mancha oscura.
Este fenómeno se verifica con la Tierra. Nuestro planeta
en virtud de la luz que constantemente recibe del Sol, a r -
roja en el espacio un rastro inmenso de sombra que tiene,
como el de la bola, la figura de u n cono, el cual cerca de
la Tierra mide la misma anchura que el diámetro de ésta,
pero á proporcion que se prolonga va estrechándose mas y
mas basta que termina en p u n t a á la distancia de 3 4 7 . 0 0 0
leguas.
La L u n a , al circular en torno de la Tierra, pasa por
Eig. 49.—Sombra y penumbra de una bola proyectada en un papel blanco. detrás de ésta, por la parte opuesta que ocupa el Sol, y
atraviesa a l g u n a s veces la sombra terrestre. E n este caso
nuestro satélite pierde la luz que recibe del Sol intercep-
bola que mira al foco luminoso refleja la luz que recibe á
tada por nuestro globo, y queda eclipsada. A medida que
todos, los objetos que le r o d e a n ; pero la parte oscura, por el
penetra en la p e n u m b r a , adquiere un tinte agrisado que se
contrario, proyecte tras sí u n g r a n rastro de sombra que
acentúa por grados, hasta que la sombra empieza á i n v a -
llega á g r a n distancia, y claro está que cuantos objetos co-
dir lentamente el disco l u n a r , ocultándonos las inmensas
loquemos en la dirección de ésta serán privados en su to-
llanuras, las montañas, los cráteres y cuanto de notable
talidad ó en parte de la luz de la l á m p a r a , según de la
ofrece su accidentada superficie, quedando completamente
manera que los situemos.
oscurecida, á cuyo fenómeno se le dá el nombre de eclipse
E s t a sombra afecta la forma de un embudo, ancha en total.
su base ó junto á la bola, y a g u d a , ó terminando en punta
ti
• ¡ Espectáculo sorprendente es el que ofrece en estos c a - á esas hermosas tintas arreboladas que acompañan al Sol
sos la L u n a ! La oscuridad q u e la envuelve, no es la oscu- en su ocaso. E l cielo, de un color azul celeste claro cuan-
do brilla la L u n a antes del fenómeno, aparece entonces
azul oscuro tachonado de estrellas, destacándose g r a n -
diosa é imponente del fondo de la inmensidad, como un
globo de metal enrojecido (1).
Terminada la totalidad del fenómeno aparece un filete
ó delgado arco de luz blanquísima proveniente de los ra-
j o s directos del S o l , j que contrastan de una manera fan-
tástica con el color rojizo del resto del globo l u n a r , hasta
que impulsada, por decirlo así, la sombra por la luz hácia
el limbo ó estremo opuesto, empiezan á reaparecer sucesi-
vamente los circos j las altas cordilleras, j vuelve la L u n a
de nuevo á brillar en el cielo como única soberana.

(1) Este color de la L u u a d u r a n t e los eclipses t o t a l e s , c o n t r i b u y ó m u -


cho en la a n t i g ü e d a d p a r a a u m e n t a r el terror que causaban estos acon-
tecimientos astronómicos. S u origen, inesplicable por m u c h o tiempo, h a
dado l u g a r á largas controversias, y n o h a n f a l t a d o astrónomos que lo
h a y a n considerado como inherente al color de l a superficie del suelo d e
l a L u n a , así como en nuestros dias F l a m m a r i o n a s e g u r a g r a t u i t a m e n t e ,
sin f u n d a m e n t o ni razón a l g u n a que lo a c r e d i t e , q u e el color rojizo de
Marte es producido por el color r o j o de l a vegetación de este p l a n e t a . La
causa sin e m b a r g o de estos dos fenómenos es m u y distinta.
Kepler, con aquella r a r a intuición q u e tanto le distinguía , f u e el pri-
m e r o q u e a t r i b u y ó el fenómeno á la refracción que los r a y o s s o l a r e s . e s -
p e r i m e n t a n al a t r a v e s a r nuestra a t m ó s f e r a , los cuales se d e s v i a n de la
linea recta y c a e n sobre la L u n a p r i v a d o s de los r a y o s a z u l e s ; y h o y se
sabe, merced á los adelantos metereológicos, que cuando los r a y o s sola-
res t i e n e n que a t r a v e s a r u n a r e g i ó n de nuestra a t m ó s f e r a completamen-
Fig. 50.—Eclipse total de Luna.—La L m a Fig. 51.—Eclipse pareial de Lana.—Una t e seca ó c a r g a d a de vapores acuosos , los r a y o s azules y rojos s o n m a s
entera dentro de la sombra t e r r e s t r e . parte de la Lana entnella en la sombra
terrestre. ó menos a b s o r b i d o s , v a r i a n d o en su v i r t u d el color de n u e s t r o satélite,
como h a sucedido en el último eclipse total de L u n a q u e o b s e r v a m o s e n
ridad densa j pavorosa de las tinieblas; es un color e s p e - Madrid en la n o c h e del 23 de agosto de 1877, en el cual p r e d o m i n ó la
intensidad del color r o j o á causa de la s e q u e d a d del a m b i e n t e p r o p i a de
cial y característico que le dá u n aspecto t a l , que parece
l a estación. (N. del T.)
que se baila impregnada de una sustancia rojiza, análoga
Sucede en muchas ocasiones que no atravesando la L u - jamos de ver la luz de u n a b u j í a cuando le ponemos u n a
na de lleno la sombra t e r r e s t r e , no hace otra cosa que ro- pantalla.
zarla ligeramente, j entonces la parte del disco l u n a r que ¿Cuál es el obstáculo que nos priva de la luz solar en es-
invade la sombra queda oscura; j el resto, aunque i l u m i - tos casos? La L u n a .
nado por el S o l , aparece envuelto en esa tinta agri- Todos los meses circula nuestro satélite entre el Sol j la
s a d a , peculiar de la p e n u m b r a , en cu j o caso el eclipse T i e r r a , j al pasar por entre estos dos cuerpos, es L u n a
se llama parcial. D u r a n t e este fenómeno se observa q u e nueva. E n esta posicion nos oculta por un instante, en cier-
la sombra de la Tierra es redonda, j esta es u n a de las tas circunstancias, cuando coinciden los tres cuerpos en
muchas pruebas que tienen la Astronomía j la g e o - u n a misma linea recta ó se p r o j e c t a n en u n mismo p u n t o
grafía en su favor, para asignar á la Tierra la forma e s - del cielo, la brillante lumbrera del dia, j entonces se dice
férica. que el Sol se eclipsa totalmente; j que se eclipsa parcial-
Ahora b i e n : ¿en qué circunstancias se verifican los eclip- mente cuando solo nos oculta la L u n a una parte del disco
ses de Luna? Cuando este astro se halla en oposicion con solar.
el Sol, respecto de nosotros, cuando sea Luna Ucm. Si el Mas siendo la L u n a millares de veces mas chica que el
movimiento de la L u n a se realizara justamente en un plano, Sol, ¿cómo puede ocultarle? Por esperiencia sabemos que
c u j a prolongacion pasara por el Sol, habría eclipse de Sol un objeto pequeño próximo á nosotros, puede ocultarnos
en todas las lunas nuevas , j eclipse de L u n a en todas las otro m u j g r a n d e que esté lejano.
lunas llenas; pero el círculo en el cual se mueve está u n Con nuestra propia m a n o , puesta delante de los ojos,
poco inclinado sobre su plano j oscila de una parte j de podemos ocultar un edificio distante, j aun u n a montaña
otra, de suerte que los eclipses son m u j variables en n ú - elevada sobre el horizonte. Esto mismo acontece con la
mero j m a g n i t u d , si bien esta variedad tiene sus límites, L u n a , que por su proximidad á la Tierra es la pantalla,
porque no puede haber menos de dos eclipses por año, n i por decirlo a s í , que nos oculta á veces el cuerpo inmenso
mas de siete. Cuando no h a j mas que dos son eclipses de del Sol.
de L u n a . Estos fenómenos importantísimos j curiosos se Nuestro satélite, además, no permanece siempre á igual
repiten con corta diferencia en el mismo órden al cabo de distancia de la T i e r r a : en su perigeo, ó menor distancia á
18 años j 11 dias, período conocido por los astrónomos su planeta, se aproxima á éste j nos presenta su disco m a -
griegos bajo el nombre de ciclo de Meton, j del cual se j o r que el del S o l ; j en su apogeo, ó punto mas distante
servían los chinos hace mas de 3 . 0 0 0 años p a r a la predic- de la T i e r r a , nos muestra un diámetro aparente poco
menor.
ción de los eclipses.
También el Sol puede ser eclipsado; pero esto no signi- Luego si la L u n a pasa por enfrente de aquel astro en
fica que este astro pierda su propia luz, sino que los habi- el momento en que próxima á nosotros nos parece mas
tantes de una parte de la Tierra, dejan de verla, como de- grande, puede ocultarnos al Sol por completo é interceptar
s u luz durante algunos minutos, y entonces acaece el eclip- siendo una de las principales
se total. la latitud del lugar desde el
Si al cruzar por la línea entre el Sol y nosotros se halla cual pueden ser observados es-
mas lejos de la T i e r r a , no podrá ocultarnos el Sol en su tos fenómenos celestes. Los
totalidad, y pasará por delante de su radiante disco como eclipses de L u n a solo pueden
u n a mancha negra y redonda circundada de una aureola durar 4 horas; y los de Sol
ó anillo luminoso, ocasionando un eclipse anular. Si la L u n a 4 horas y 3 0 minutos, c o r -
respondiendo á la oscuridad
total, á lo sumo, 7 minutos y
58 segundos.
Los eclipses de Sol y de
L u n a no se reducen á u n e s -
pectáculo curioso como cree el
vulgo : su estudio , especial-
mente los totales de S o l , que
son los mas útiles é i n t e r e -
santes, tienen grandes a p l i -
Fígs 55.—Eclipse anular de Sol.
caciones , entrañan problemas
profundos, y sirven para f a -
cruzara siempre por la línea antes señalada entre el Sol y cilitar el conocimiento de la
el globo terrestre, habría eclipse todos los novilunios, es constitución física del Sol.
decir, todos los meses: pero no sucede así porque la L u n a Por lo demás nada mas sor-
e n lugar de pasar exactamente por dicha línea, lo verifica prendente y digno de estudio
por encima ó por debajo, y por esta razón no h a y eclipse. q u e este fenómeno, noche f u -
A u n q u e los eclipses de Sol son en realidad mas en n ú - gaz en medio del dia.
mero, no obstante, para un lugar determinado son los E n un cielo despejado y sin
menos, y solo los países situados en la sombra de la L u n a nubes se debilita de repente
tienen el privilegio de observar el eclipse de Sol; mientras la luz del S o l : u n a escotadu-
que la L u n a , cuando se eclipsa, aparece oscurecida para ra p e q u e ñ a , n e g r a , redonda,
todos los observadores que la miran sobre su horizonte ó F i g . 53.—Eclipse de Sol. que es el borde de la L u n a os-
casi la mitad de la T i e r r a . cura, invade el contorno del
L a duración de los eclipses varía por muchas razones, astro radiante cortándole, sombra que se adelanta y crece
paulatinamente cubriendo la mitad de su disco. U n a clari Cuando se apaga la antorcha magnífica de los' mundos,
dad siniestra, débil, v a g a , sucede á la brillantez del dia. en medio de este trastorno de la N a t u r a l e z a , esclama uno
A su presencia e n m u d é c e l a Naturaleza y palidecen las tin- involuntariamente:—«Si permaneciese siempre apagado,
tas del paisaje. El ruido de las poblaciones, el movimiento si no volviese á lucir mas en el cielo, ¿qué seria de la T i e r -
de las faenas del campo, el tranquilo canto del labrador que ra? ¿qué de nosotros?» Pero no, esto no es posible; en torno
abre con el arado benéfico surco á la Tierra, toda actividad, del disco negro de la L u n a se distingue una corona esplen-
toda manifestación de la vida normal ordinaria, cesan como dente de luz bellísima que nos señala el sitio del luminar
por encanto. Las aves sorprendidas interrumpen sus alegres del dia; y cuando nuestros ojos van acostumbrándose á la
gorjeos, y se refugian atropelladamente en las enramadas; oscuridad, reconocemos que la noche no es tan profunda
se agitan y balan temerosos los rebaños; se cobijan los p o - como habíamos creido en un principio. Millares de especta-
lluelos bajo las alas protectoras de su madre ; y hasta las dores, despues de esperar silenciosos é inmóviles durante
mismas flores cierran sus perfumadas corolas, como si se algunos i n s t a n t e s , prorumpen de súbito en un grito in-
aproximara la noche. menso de alegría. ¿Qué causa la produce? Un rayo de luz
E l aspecto del firmamento es tan admirable y grandioso que se destaca del Sol, cuyo disco vá reapareciendo cada
como el de la Tierra. vez mas brillante y mas hermoso. La L u n a , en virtud de
Sobre un fondo azul oscuro, solo se descubre y a u n e s - su movimiento de traslación, descubre poco á poco al astro
trecho filete luminoso del disco solar que va adelgazándose de fuego por la parte del disco que invadió al principio del
gradualmente, hasta que desaparece al fin. Entonces sobre- eclipse, y al fin la luz del dia se muestra de nuevo límpida
viene la noche, lúgubre, profunda: el silencio mas absoluto y serena, llenando á la Naturaleza de vida y de alegría.
reina por todas partes; brillan la estrellas y algunos p l a n e - Estos fenómenos dán u n a idea suficiente para conocer la
tas aparecen con pálido y triste resplandor como si protesta- influencia que ejercen los eclipses en la T i e r r a , en las f a -
ran de la muerte del Sol, del centro que los sostiene y v i - cultades del hombre y en los animales.
vifica; el aire atmosférico se contrae, baja la temperatura Como los eclipses totales del Sol son tan raros en u n a
y u n a suave brisa nos alhaga con su frescura. Abandonan misma región del globo, cuando acaece uno de estos f e n ó -
sus nidos las aves nocturnas y comienzan á revolotear los menos importantísimos, los astrónomos de todos los países
murciélagos. Los animales se e s p a n t a n : no obedece el c a - se trasladan con anticipación al punto donde ha de ser v i -
ballo á su ginete, y el perro viene tembloroso á guarecerse sible la totalidad del eclipse, á fin de hacer las observacio-
á los pies de su dueño. Nosotros mismos que conocemos el nes astronómicas y físicas que son naturales en estos
fenómeno, que lo habíamos previsto, que hemos viajado casos.
p a r a observarle y que sabemos que es u n acontecimiento Esto, ha ocurrido precisamente en el último eclipse total
sencillo y n a t u r a l , nos sentimos fuertemente impresiona- de Sol verificado el dia 2 9 de julio del año anterior de 1878.
dos y á pesar nuestro conmovidos. Comisiones científicas constituidas por los hombres mas
ilustres de los principales paises del globo, ban estudiado los únicos hoy en España que se interesan por el esplendor
tan notable fenómeno, principalmente en la Isla de Cuba y y porvenir de la Astronomía, resulta que tan luego como
e n los Estados Unidos, en donde la totalidad del eclipse ba el señor Pujazon llegó á la H a b a n a , se ocupó del objeto de
sido visible. s u viaje, publicando al efecto u n a noticia en los periódicos
Nuestra patria también b a estado dignamente represen- llamando la atención sobre las observaciones que podrian
tada en esta ocasion solemne por una comision científica hacerse, é indicando las horas en que debia ocurrir el
que pasó á la Isla de Cuba para estudiar el eclipse. A u n - eclipse total en los diversos puntos de la Isla y su d u r a -
que bubiera sido mas ventajoso y de mejores resultados ción; y el Comandante general del Apostadero, circuló á los
para la ciencia astronómica observar el eclipse en la región buques y provincias marítimas las órdenes necesarias para
de los Estados Unidos, comprendida en la zona de totalidad, que hicieran las observaciones los oficiales destinados en
por ser allí mayor la duración del fenómeno y por ocurrir los lugares en que el eclipse seria visible como total.
á hora local mas inmediata al mediodía, el señor don Ceci- E n la Habana se organizó una estación de observadores
lio P u j a z o n , Director del Observatorio de Marina de San dirigida por el teniente de navio de primera clase don José
Fernando, amante del progreso y celoso por el porvenir de Montes de O c a , para atender al estudio del fenómeno; y
la ciencia, convencido de que si no iba u n a comision espre- •confiado el señor Pujazon en la pericia de estos ilustrados
sa para hacer la observación á la Isla de Cuba, el Gobierno marinos, creyó conveniente establecerse fuera de la H a b a -
no se ocuparía de semejante cosa, propuso al Ministro de n a en un lugar cuyas condiciones le permitieran conducir
Marina el envío de una comision, tanto para que observa- fácilmente los instrumentos, y tener a l g u n a probabilidad
se el eclipse en algún punto de la Isla, cuanto para que d e no ser molestado en el momento del eclipse por las t u r -
llamase la atención del fenómeno y f u e r a este también es- bonadas, tan frecuentes en aquel p^ís en dicha época del
tudiado por los oficiales de los buques estacionados en los año. El P . Viñes, Director del Observatorio Meteorológico
deBelen, á quien el señor Pujazon habia escrito antes de s u
puertos, y por los aficionados que no habrían de faltar
partida para C u b a , manifestándole el objeto de su viaje,
e n esta ocasion.
indicó al señor Pujazon como punto mas á propósito el i n -
E l Gobierno entonces dispuso q u e pasaran á Cuba bajo
genio la T i n a j a , situado en el puerto de Mariel, cuyo
la inteligente dirección del señor Pujazon los tenientes de
propietario, el Marqués de Casa Sandoval, lo puso desde
navio don Rafael Cabezas, don Manuel Carrillo y don V i -
luego á su disposición; y habiendo reconocido aquel v algu-
cente Canales: uno de estos señores salió con el señor Puja-
nos otros lugares, prefirió el último, tanto por la facilidad
zon de Santander para Cuba el 2 0 de junio de 1878; y los
que presentaba para la conducción de los instrumentos,
otros dos, con los instrumentos necesarios para la observa-
cuanto por tener inmediata estación telegráfica en unión
ción, salieron de Cádiz el 30 del mismo mes. con la Habana, lo que habia de proporcionarle los medios
Según los datos que hemos podido adquirir sobre las ob- necesarios para determinar la longitud de Mariel.
servaciones astronómicas efectuadas por nuestros marinos,
Los aparatos que llevaba esta comision, consistían en un recian defraudadas las esperanzas de observar el eclipse, y
telescopio reflector de espejo plateado de 2 0 centímetros de quedar sin recompensa tantos sacrificios y molestias s u f r i -
diámetro, montado ecuatorialmente, con movimiento de re- das por los marinos españoles, en beneficio de la ciencia as-
logería y cámara oscura para obtener fotografías: seis anteo- tronómica; pero afortunadamente á las 2 de la tarde f u e di-
jos acromáticos de 3 pulgadas de objetivo: dos espectrósco- sipándose la turbonada, y poco despues quedó clara la r e -
pos,uno de ellos de visión directa, dos instrumentos de azi- gión del cielo en q u e habia de verificarse el eclipse.
m u t y altura, un cronógrafo, dos sextantes con pie y hori- Además de los tres oficiales mencionados al principio, y
zonte artificial, cuatro cronómetros, u n barómetro de mon- del P . Yiñes que acompañó á la comision española desde su
taña, dos psicómetros, dos anemómetros y algunos otros salida para Mariel, pasaron á este punto, para tomar parte
instrumentos de menos importancia. en las observaciones, los tenientes de navio señores Agacino
E n la mayor parte de los dias que precedieron al 2 9 , y y Goñi, y cuatro guardias marinas de la fragata Concepción.
especialmente en los 27 y 2 8 , apenas se vió el Sol mas Para las manipulaciones fotográficas, fué también á Mariel
el señor Filiberto von Sobotker, fotógrafo del acreditado e s -
que breves momentos, los que se aprovecharon para deter-
tablecimiento de los señores Fredricks y D a ñ e s , de la Ha-
minar el estado absoluto de los cronómetros, por cuya r a -
b a n a , quienes deseando contribuir al mejor éxito de los
zón f u e imposible obtener prueba a l g u n a fotográfica con el
trabajos de la comision, no tuvieron inconveniente en que
telescopio, y menos preparar una cámara oscura, para la
aquel pasase á Mariel el dia 2 9 á las órdenes del señor P u -
cual estaba arreglado un objetivo de 5 pulgadas y 10 pies
jazon.
de foco, perteneciente á u n antiguo anteojo meridiano. Los
instrumentos de azimut y altura que debieron servir para La observación de los momentos de los contactos i n t e r -
el arreglo de los cronómetros, empleándolos como anteojos nos y esteraos del Sol y de la L u n a debia ser hecha por los
de pasos, tampoco pudieron utilizarse d u r a n t e las noches señores Pujazon, V i ñ e s , Cabezas, Carrillo, Benito, Peral,
que precedieron al deseado dia 2 9 . Agacino y Canales, empleando al efecto los seis anteojos
Amaneció este por fin casi despejado, haciendo concebir mencionados y u n instrumento de azimut y altura, y dos*
cronómetros diferentes en que contaban en alta voz dos
esperanzas de que se observaría el eclipse.
guardias marinas al acercarse la hora d é l a s observaciones.
Aprovechóse por nuestros compatriotas la primera p a r -
Esceptuando á los señores P u j a z o n , Cabezas y Agacino,
te de la mañana en colocar los anteojos que el dia a n -
los demás observadores anotaron el primer contacto ó prin-
terior f u e preciso desmontar por el mal estado atmosfé-
cipio del eclipse, cuando era m u y sensible la- mordedura
rico, y en terminar los demás preparativos para la mayor
del disco solar.
exactitud délos trabajos de la comision; mas á las 12 horas
y 4 5 minutos se presentó la turbonada, nublándose casi Las horas de tiempo medio local del principio del eclip-
todo el cielo é interrumpiendo las pruebas fotográficas que se, según los tres observadores citados, fueron:
habia empezado á hacer el señor Pujazon. E n este caso pa-
Agacino 4 h . . 35 m 33>,6 5h . . 42 m . . lls,8
Cabezas » 34 , 9 53 . . 44 ,8
Pujazon » 35 ,2 6 . . 2 . . 44,8
10 . . 9,8
E n t r e el principio del eclipse j el de la totalidad se ob- 23 . . 53 ,4
tuvieron fotografías á las boras siguientes: 26 . . 51 ,9
4h . 38 m .. . 55%6 E n el momento de hacerse las dos últimas fotografías,
40 . . 42,6 estaba j a el Sol tan bajo, que su disco aparecía alargado á
56 . . 4 7 ,6 causa de la refracción.
59 . . 58 , 2 Durante la totalidad el cielo estuvo casi despejado por el
05 . . 5,7 Noroeste; j cubierto de n u b e s , resto de la turbonada , por
18 . . 17 , 7 el Suroeste j S u r . Al aproximarse el principio del eclipse
26 . . 8,2 total se levantaron algunos pequeños cumulus que pasaban
rápidamente por delante del Sol. Como cinco ó seis s e g u n -
E l principio de la totalidad f u e observado á las horas que dos antes de cubrirse este completamente por la L u n a ,
se indican á continuación: empezó á distinguirse la coloracion rojiza por donde d e s -
Agacino 5b . 33™ . 55s,7 pues se verificó el contacto, asi como la corona que era cir-
Cabezas » . 56,9 cular j uniforme j cu j o brillo f u e aumentando g r a d u a l -
Pujazon » . 56,7 mente. Tres segundos antes de desaparecer por completo
Benito » . 56,3 el Sol, el pequeño huso de este astro que quedaba visible,
» . 56,7' principió á cortarse quedando en la forma de una série de
Peral
» puntos brillantes, estrechísimos por los cuernos, j algo
Canales . 56,7
»
Carrillo . 57,8 m a j o r e s j redondeados por en medio, los cuales fueron los
últimos que desaparecieron.
Y el fin á las horas: E n este momento se vió la corona por la m a j o r í a de los
observadores como una aureola completamente circular, de
Agacino 5'1 . 35« 50s,7
color blanco plateado mate, que formaba alrededor del cuer-
Pujazon » 51 , 7
53 ,8 po oscuro de la L u n a un anillo luminoso de tres ó cuatro
Carrillo »
» minutos de ancho, c u j a intensidad se iba degradando poco
Benito 5 3 ,8
á poco, hasta llegar mu j débil á u n a distancia algo m a j o r
E n t r e el fin de la totalidad y del eclipse, se hicieron f o - de un radio lunar. E s t a corona blanca en lugar de la roja
tografías á las observada en los demás eclipses, es u n a peculiaridad e s -
trafia y sorprendente que no ha podido menos de llamar la Examinado el espectro de la corona por dos astrónomos,
atención de nuestros compatriotas y de las demás comisio- no se vió la línea característica de esta, y sí solamente las
nes que h a n estudiado el eclipse en los Estados-Unidos, y de la cromósfera en las inmediaciones del limbo solar.
de la cual deducen los astrónomos consecuencias importan- U n a plancha fotográfica que estuvo espuesta en el teles-
tes sobre la física solar, según manifestaremos mas a d e - copio la mayor parte del tiempo de la totalidad, no produjo
lante. mas que u n a débil imágen de las partes de la corona mas
Cuatro ó cinco segundos despues, apareció la corona co- inmediatas al limbo l u n a r ; y si bien se notaron e n ella
mo si se alargase paulatinamente en el sentido del d i á m e - h a s t a siete pequeñas protuberancias, no fueron bastante
tro l u n a r , correspondiente al punto en que se verificó el notables sin embargo para que los observadores pudieran
contacto, y á poco se observó como formando en esta direc- formar un juicio exacto acerca de la naturaleza de la coro-
ción por ambos estremos del citado diámetro, "una especie n a . La altura del Sol e r a y a corta, y para obtener u n a imá-
de banda luminosa a n g u l a r , cuyo vértice parecia e s t e n - g e n perfecta de la corona, hubiera sido necesario tener la
derse , según algunos observadores, hasta á tres diámetros plancha mas tiempo expuesta en el telescopio ; y como el
de nuestro satélite. Uno de ellos cree que la parte de la que instrumento se movió algo, se produjeron dos distintas im-
hemos llamado banda terminaba en punta y que por la re- presiones, la segunda de las cuales corresponde al i n s -
gión opuesta formaba u n a especie de abanico. t a n t e del último contacto.
Además de esta banda luminosa se vió poco despues por La temperatura fue disminuyendo gradualmente , y a l -
el señor Pujazon tres radiaciones de luz algo mas intensa gunos minutos antes de la totalidad se levantaron, como
que el resto de la corona y casi unidas ; y uno de los o b - y a hemos dicho, ligeras nubecillas que desaparecieron ha-
servadores distinguió otra m a s , pero menos brillante que cia el medio del eclipse. La oscuridad no era completa, pe-
las anteriores, en la región opuesta. ro la luz que se estendia sobre todo el paisaje, s e g ú n nos
La intensidad de la luz coronal adquirió mas f u e r z a , á h a referido u n amigo nuestro que observó el fenómeno en
medida que aumentaba la oscuridad. Cuba, «no se parecia ni á la del Sol, ni á la de la L u n a ,
E n la forma espresada y sin q u e se notase y a mas v a - n i á la del alba, ni á la del crepúsculo; era u n a luz vaga,
riación, persistió la corona hasta el fin del eclipse total. indefinible, fantástica, que no hacia sombra y que solo per-
Momentos antes de reaparecer el Sol , la luz blanca de la mitía descubrir el trastorno de la Naturaleza». Los fenó-
corona tomó u n color violeta pálido; y por donde debia ve- menos generales de coloracion del m a r , cielo y objetos
rificarse el "segundo contacto de los discos, se vió coloreada terrestres, fueron los mismos que se han observado en to-
en rojo, coloracion que asi como la corona dejaron de verse dos los eclipses totales, los cuales conocen y a nuestros l e c -
poco despues de descubrirse el Sol. tores.
N i n g u n o de los observadores distinguió protuberancias, Los señores Pujazon, Goñi, el P . Viñes y Peral hicieron
ni á la simple vista ni con anteojos. algunos croquis del aspecto de la corona; y - d e las fotogra-
12
fías que obtuvieron de todas las fases del eclipse, h a tenido
la amabilidad de remitirnos espontáneamente el señor P u -

Fig. 54,—Eclipse total.—Aspecto de la corona solar, observado en Mariel, por el señor


tioñi.

jazon u n a coleccion completa, en la cual se distinguen las


que representen dos distintos aspectos observados en la co-
roña por los señores Goñi y M a r b a n , y que pueden e x a -
minar nuestros lectores en las láminas 5 4 y 5 5 , copias
exactas de dichas fotografías.
Terminado el eclipse comenzó á descomponerse el tiem-
po. E l 30 por la m a ñ a n a reinaba un brisote achubascado
que fue aumentando en intensidad hasta que se convirtió
en u n pequeño b u r a c a n , pasando el centro del ciclón al
S u r del lugar en donde se hicieron las observaciones, por
euya razón hubo necesidad de desmontar los instrumentos.
Pasado el mal tiempo se hicieron observaciones para deter-
minar la posicion geográfica. La diferencia de longitud en-
tre la casa del ingenio y la Machina de la Habana, d e t e r -
m i n a d a por el señor P u j a z o n , resultó ser de l m 4 7 s , 3 al
Oeste, y la latitud del pilar del instrumento de azimut y
altura 23° 0 ' 4 0 " , datos que todavía pueden tener a l g ú n
pequeño error por no haberse revisado los cálculos en que
se a p o y a n .
E n la H a b a n a , observaron el eclipse en el Morro, los t e -
nientes de navio señores Montes de Oca, Caravaca, Rodri-
guez M a r b a n , Carlier y los alféreces de navio Martinez,
España, Peñasco, E s t r a d a , Frexes, Suances y Rodriguez.
El aspecto general de la corona y la marcha del eclipse,
fueron casi iguales á los observados en Mariel. La corona
presentó la misma forma de anillo con dos prolongaciones
en el sentido del diámetro, perteneciente á los puntos en
que se verificaron los contactos internos. E l ancho de este
anillo lo graduaron los observadores en u n a décima parte
del rádio l u n a r , ó sean dos minutos de arco, y debilitán-
dose su luz desde ese límite creen que llegaría hasta cerca
de dos radios lunares. E l fotógrafo de la H a b a n a , señor
Oca, que se agregó á los observadores, obtuvo en una c á -
mara ordinaria varias fotografías; pero no habiendo d i s -
puesto sin d ú d a l a cámara convenientemente para el objeto, jeras que han estudiado el eclipse en América, son t a m -
además de estar algunas, según el exámen que liemos h e - bién de un interés estraordinario, y arrojan bastante luz
cho , m u y movidas, aparecen rodeadas de una aureola , á
sobre muchas materias hasta ahora mal definidas por la
causa de las reflexiones de la luz en la armadura del
ciencia.
objetivo.
La intensidad luminosa de la corona, están conformes
E n Santiago de Cuba observaron el eclipse los capitanes
todos los astrónomos que la han observado, en q u e h a sido
d e fragata señores Ojeda y González Olivares y los oficia-
m u y inferior á la de 1869 y 1870, si bien se h a n colum-
les Pavia, Paglieri, Lucio y Montes.
brado algunas protuberancias; pero las líneas brillantes
E l señor Olivares hizo un dibujo del aspecto de la c o -
tradicionales y las r a y a s oscuras, no fueron tan visibles
rona, que pareció como un simple anillo de rayos lumino-
como de costumbre. E l profesor Brackett dice que el e s -
sos alrededor de la L u n a , los cuales se estendian unos
pectro de la corona d u r a n t e la totalidad era continuo, y que
cuatro minutos, y cuyo color variaba desde el violeta
no vió rayas negras que lo cruzaran, ni observó anillos
claro al amarillo verdoso. E l cielo estuvo cubierto en Cuba
brillantes, a u n q u e puso m u c h o cuidado para verlos. E n la
desde el principio del eclipse hasta las 5 horas 3 3 m i n u -
parte ultra-violeta del espectro no observó el D r . Young,
tos que empezó á despejarse por la región que ocupaba el
nada digno de mencionarse; y con el espectróscopo de seis
S o l , y pudieron observarse el principio y fin de la totali-
prismas de Grubb, tampoco pudo Mr. Smith ver absolu-
dad: el Sol se puso eclipsado.
tamente cosa a l g u n a .
A u n q u e se han hecho los cálculos necesarios para deter-
E l principal objeto de estos observadores era estudiar el
minar con estas observaciones los errores tabulares posi-
espectro de la corona y la cromósfera solar, y a mas allá del
bles, todavía no se han rectificado estos trabajos por tener-
color rojo, y a fuera del violeta, pues esperaban descubrir
los entre manos en la actualidad el señor Pujazon para ter-
algunas líneas nuevas brillantes e n tales circunstancias,
minar la Memoria que sobre el eclipse está redactando, y
para lo cual estaban provistos de magníficos instrumentos;
e n la cual consignará las investigaciones y estudios hechos
pero sus esperanzas no fueron satisfechas.
por nuestros ilustrados marinos, asi como las consecuencias
Mr. Lockyer, que es un astrónomo de 'primer órden,
lógicas que sobre la constitución física del Sol se deducen
también observó como Brackett, Draper y otros; el espec-
de las estrañas peculiaridades observadas en la corona en
tro continuo de la corona durante la totalidad, lo cual le
este eclipse, fenómenos que el señor Pujazon discutirá segu-
hizo conocer el g r a n cambio que h a esperimentado la a t -
ramente con los profundos conocimientos y el talento prác-
mósfera solar.
tico q u e tanto le distinguen, por c u y a razón esperamos con
La corona roja brillante de los eclipses anteriores, reem-
impaciencia su Memoria, los que en E s p a ñ a nos interesa- plazada en este por una corona blanca y mas pequeña, h a
mos por la cultura de la ciencia. llamado la atención de todos los astrónomos. Este fenóme-
Las observaciones practicadas por las comisiones estran- no, que nadie esperaba, ha permitido fijar nuestros cono-
cimientos respecto á la decadencia de la energía solar. Y riguar en qué términos en lo f u t u r o podrían producir en la
en efecto, la ausencia de líneas en el espectro de la corona, Tierra variaciones considerables, como las que nos enseña
prueban un descenso notable en la temperatura del Sol, j la ciencia que ha esperimentado en las pasadas edades geo-
u n cambio tan marcado en este astro, b a de influir p o d e - lógicas.
rosamente con el tiempo en la vida orgánica de nuestro E l D r . Young se ha abstenido de establecer relación a l -
planeta. g u n a entre los cambios solares y los climatológicos de n u e s -
Además, al reducirse el número de las protuberancias ó tro planeta; pero está conforme con Mr. L o c k j e r y con los
surtidores de hidrógeno incandescente en la cromósfera astronómos que han observado el eclipse, en que la corona
solar en los últimos cuatro años, se ba notado que el m a g - h a sido mas vagorosa y las protuberancias y demás fenó-
netismo terrestre b a sido menos enérgico que en los años menos de menos importancia que los observados en 1869 y
anteriores, pues á pesar de la inmensa distancia que exis- en 1870; y asegura que el aspecto de la corona en esta
te entre el Sol j la Tierra, el número de las manchas j las ocasion acredita u n descenso apreciable en la t e m p e r a t u r a
formidables erupciones de llamas de aquel astro, correspon- del astro del dia, cu j o estudio constituye un problema pro-
den con el estado eléctrico de nuestro globo: las auroras fundo é importante para la ciencia astronómica.
boreales son mas ó menos numerosas y brillantes, según Tales son, ligeramente bosquejados, el resultado de las
la intensidad de aquellos fenómenos; la b r ú j u l a se e s t r e - investigaciones j las consecuencias que lógicamente se de-
mece y pierde el norte, y la luz y el calor que del astro ducen de los fenómenos observados en el último eclipse to-
central recibimos, sufren también su influjo poderoso. tal de Sol del 2 9 de julio de 1878, fenómenos que tanto
Asi, pues, como el Sol es el primer motor de la N a t u - h a n sorprendido á los astrónomos por lo inesperados, j q u e
raleza y cuanto vive y se desarrolla sobre la superficie de tan interesante j viva discusión suscitan e n estos m o m e n -
nuestro planeta depende de él, ésta cuestión es de s u m a tos entre los sábios contemporáneos.
trascendencia para el porvenir d e la h u m a n i d a d , y de- Los éclipses, así como los meteoros j las apariciones de
ben por ende ser 'cuidadosamente examinados los cam- los cometas, h a n desempeñado u n papel m u j importante
bios que se esperimenten en la Tierra, por la estrecha re- en la historia de la h u m a n i d a d .
lación que existe entre ellos y los fenómenos magnéticos P a r a los antiguos, u n eclipse de Sol ó de L u n a , era con-
del Sol. siderado como u n verdadero trastorno de la Naturaleza.
Mr. Morton, en vista de los raros é inesperados fenóme- ¡Perder su luz la L u n a ó el Sol! Sin d u d a q u e esto presa-
nos observados en este eclipse, cree que los cambios de giaba a l g u n a desgracia, a l g u n a g u e r r a , a l g u n a peste ó al-
temperatura que indican en el Sol las peculiaridades f í s i - g ú n diluvio. Otros creian que era el fin del mundo, ó q u e
cas notadas en la corona, han de influir mucho en las con- u n dragón horrible devoraba al Sol ó á la L u n a , creencia
diciones climatológicas terrestres; y añade que si tales cam- que la tradición conserva todavía en Persia j en algunas
bios se acentúan indefinidamente, que no seria difícil ave- ciudades de la C h i n a , j cu j o peligro conjuran sus h a b í -
También la historia está llena de ejemplos del espanto
tantes produciendo un ruido infernal con toda clase de ins-
causado por los eclipses, espanto que muchas veces ha d a -
trumentos, creyendo que de este modo suelta el monstruo
do resultados funestos por la ignorancia y fanatismo de los
su presa y h u y e despavorido.
hombres.
San Máximo de T u r i n refiere, q u e los cristianos de su
E l general griego N i c i a s , sobrecogido de terror por un
tiempo admitían que se debia hacer ruido durante los eclip-
ses, para impedir que los magos hicieran daño álos astros; m e r a r i o Vasco de G a m a , q u e desafíe á ese m a r i m a g i n a r i o y doble e l c a -
y Santo Tomás de Aquino, el gran teólogo del siglo X I I I , b o de B u e n a - E s p e r a n z a . ¡Cuántas cosas calificadas de utopias por n u e s -
el D r . Angélico, la columna firmísima de la Iglesia, creia t r o s p a d r e s son r e a l i d a d a h o r a ! ¡Cuánto a b s u r d o et» otro tiempo es v e r -
d a d en el presente!
que los meteoros y las tempestades eran producidas por
H o y fijamos las i m á g e n e s de los objetos e n l a c á m a r a oscura; utiliza-
los espíritus malignos, y hasta admitía los sortilegios (1).
m o s l a f u e r z a del v a p o r ; sometemos á n u e s t r a v o l u n t a d l a electricidad
i m p a l p a b l e ; d o m i n a m o s el r a y o ; h a b l a m o s con A m é r i c a p o r m e d i o del
t e l é g r a f o , como dos vecinos desde sus respectivas v e n t a n a s ; trasforma-
(1) Dos clases desdichadas estorban los progresos de cada g e n e r a c i ó n
m o s el m o v i m i e n t o en luz; creamos l a s sustancias q u í m i c a s p a r a l a s
c o n s u i g n o r a n c i a : los espíritus apocados y s e n t i m e n t a l e s , en q u i e n e s
f u e r z a s físicas; r e g e n e r a m o s los huesos; impulsados por el h i d r ó g e n o
solo i n f l u y e el error y el f a n a t i s m o ; y los filósofos de l a s a p a r i e n c i a s ,
c r u z a m o s l a atmósfera, como l a s a v e s , en l a b a r q u i l l a de u n f r á g i l glo-
fátuos científicos, q u e creen absolutos los principios que poseen.
b o ; p o r e l t e l a r mecánico g o z a m o s de u n aseo q u e desconocieron n u e s -
Cuando se considera el s i n n ú m e r o de v í c t i m a s i n m o l a d a s p a r a q u e e n
t r o s padres, asco q u e tanto recomienda l a h i g i e n e ; cloroformizamos e l
s u s e n t r a ñ a s palpitantes l e y e s e n los a u g u r e s el p o r v e n i r de los i n d i v i -
dolor; p r o l o n g a m o s l a existencia, y p r o y e c t a m o s en l a actualidad a b r i r
duos y de los pueblos, n o p u e d e m e n o s el p e n s a d o r de c o m p r e n d e r e l
paso á los m a r e s por los desiertos del S a h a r a y unir á E u r o p a y A f r i c a
poder incontrastable del error q u e asi d o m i n a á la h u m a n i d a d e n t o d a s
p o r medio de u n túnel q u e a t r a v i e s e el estrecho de G i b r a l t a r . . .
las edades de l a h i s t o r i a .
E l progreso todo ío t r a s f o n n a y llena de v i d a . M u c h a s de las q u e h o y
F u n e s t a s por sus resultados son eslas preocupaciones p o p u l a r e s , p e r o
se j u z g a n como utopias, s e r á n r e a l i d a d a l e m p e z a r el siglo X X ; y lo
n o lo son m e n o s l a s q u e r e g i s t r a la h i s t o r i a de las ciencias en sus a n a l e s .
q u e se m i r a con espanto h a r á l a s delicias de la generación que v i e n e .
Aristóteles pesa u n odre v a c í o d e a i r e y despues lleno: n o tiene e n
T é n g a s e m u y presente, q u e desde los primeros carácteres cuneiformes
c u e n t a t o d a s l a s condiciones d e s u e s p e r i m e n t o , y deduce con la» s a n c i ó n
h a s t a l a invención d e l a i m p r e n t a , m e d i a n diez mil años, y desde esta á
de u n a falsa esperiencia, que el aire n o es p e s a d o ; pero este m i s m o espe-
l a f u n d a c i ó n del periodismo m e d i a n diez dias; y que estos diez dias r e -
r i m e n t o , repetido m u c h o s siglos despues p o r Otto de G u e r i c k e con s u
p r e s e n t a n el espacio comprendido entre las carabelas y las f r a g a t a s blin-
m á q u i n a n e u m á t i c a , p r u e b a l a g r a v e d a d d e l a i r e , y q u e cada litro p e -
d a d a s ; entre los absurdos de la astrología j u d i c i a r i a y el sistema d e Co-
s a 1 g r a m o 29 c e n t i g r a m o s .
pérnico; entre los delirios de l a a l q u i m i a y de los estudios h e c h o s sobre
N e w t o n , el f u n d a d o r de la filosofía natural, este h o m b r e i n m o r t a l q u e l a composicionj q u í m i c a del a i r e por Lavoisier; e n t r e el c a r r o m a t o y l a
con su teoría de l a gravitación sometió lo infinito á cálculo, d e m u e s t r a g a l e r a y los caminos de h i e r r o de S t e p h e n s o n .
q u e n o es posible evitar los inconvenientes de los l e n t e s de Galileo; m a s
La m a r c h a de la ciencia d e s t r u i r á del m i s m o modo los errores d e l pre-
los adelantos de l a óptica destruyen estos inconvenientes, y en n u e s t r o s
s e n t e , y entonces ¡cuántas de las q u e h o y se creen ciencias c i m e n t a d a s
d i a s se c o n s t r u y e n anteojos q u e r e v e l a n los g r a n d e s misterios q u e e n -
sobre base de g r a n i t o , p a s a r á n desechadas al p a n t e ó n de l a astrología y
c i e r r a el cielo estrellado.
de la a l q u i m i a ! ¡Y cuántos de los que h o y p a s a n por doctores reposarán
N o hablemos de los errores científicos sostenidos en l a E d a d - m e d i a , en la u r n a de los falsos t a u m a t u r g o s ! . . .
c o m o el q u e a f i r m a b a q u e m a s allá d e l a s Islas Canarias h a b í a u n m a r d e (IV. del 7 . )
b e t ú n encendido q u e i m p e d i a l a n a v e g a c i ó n , que siempre h a b r á u n te-
eclipse de L u n a , suspende su retirada de Sicilia; el e n e m i -
g o aprovecha esta ocasion, cae sobre el ejército de Nicias, do despues otro eclipse total en Madrid, ni se observará en
y muere éste en la batalla quedando sus huestes destruidas. lo que resta de siglo.
Los monarcas Agatocles y Dion, á causa de un fenómeno Este eclipse h a sido el mas célebre en los fastos de la As-
de este género, estuvieron á punto de perecer por el f a n a - tronomía. Hasta esa época las protuberancias, el aspecto de
tismo de sus soldados; y el g r a n Alejandro, e n u n caso a n á - la corona, los rayos brillantes que la atraviesan formando
logo, tuvo que valerse de toda su habilidad y fuerza de u n a gloria espléndida, subsistían sin esplicacion; pero sos-
carácter para calmar el terror de sus soldados. pechando los astrónomos, por la observación del eclipse de
Los hombres de espíritu elevado que en todas las épocas 1 8 4 2 , que aquellos fenómenos encerraban u n mundo de
existen, a u n q u e en escaso número por desgracia, y algu- maravillas, á cual mas importantes para la ciencia, fijaron
nos astrónomos de aquellos tiempos, sabían, como ahora desde entonces su atención sobre la utilidad de estos acon-
sabemos todos, que u n eclipse no es u n fenómeno sobrena- tecimientos celestes, y no h a n omitido despues medios n i
tural, sino m u y sencillo y previsto por el cálculo, pues y a trabajo para estudiarlos con el esmero y delicadeza que re-
se había notado que al cabo de 18 años y 11 dias, volvían quieren .
á ocupar la Tierra y la L u n a la misma posicion respecto E n el Almanaque Náutico del Observatorio astronómico
del Sol, y que los eclipses se repetían con arreglo á ese de Marina de S a n Fernando, Cádiz, y en el Anuario del
período de tiempo. Por este mismo método logramos h o y Observatorio de Madrid, se anuncian cuantos eclipses de
predecir los eclipses: basta para ello saber la fecha de los Sol y de L u n a se verifican todos los años. Los totales de Sol
eclipses observados anteriormente, y añadir á la misma q u e acaecerán en lo que queda de siglo son n u e v e , cuyas
18 años y 11 dias. fechas por su órden cronológico, son las siguientes: el 17 de
A s í , p u e s , los astrónomos modernos que conocen p e r - m a y o de 1882, el 6 de m a y o de 1883, el 9 de setiembre
fectamente los movimientos de la Tierra y de la L u n a , d e 1885, el 2 9 de abril de 1886, el 19 de abril de 1887,
pueden calcular con exactitud el momento en que nuestro el 22 de diciembre de 1889, el 16 de abril de 1893, e l 9 d e
satélite ha de atravesar la sombra terrestre, y cuando ha abril de 1896 y el 2 8 de mayo de 1900.
de pasar por delante del S o l ; y predecir años y siglos an- De estos eclipses el de 1887 será visible en R u s i a : los
tes el d í a , la h o r a , el minuto y hasta el segundo en que demás serán observados en diversas regiones del globo, y
se h a de verificar u n eclipse, los l u g a r e s en donde será el último en los Estados-Unidos.
visible, y todos los demás pormenores del fenómeno.
Los eclipses totales de Sol y a hemos dicho que son
m u y raros en u n lugar determinado del globo. E n Madrid,
por ejemplo, el último eclipse total de Sol que se h a obser-
vado, ha sido el del 7 de julio de 1842. No se h a observa-
CAPITULO X I I .

NUESTRO SISTEMA SOLAR Ó PLANETARIO.


CAPITULO XII.

NUESTRO SISTEMA SOT.AR Ó PLANETARIO.

Conocidas las dimensiones de la Tierra, estension de su


órbita, velocidad y efectos provenientes de sus movimien-
tos; bosquejado el Sol y sus principales peculiaridades físi-
cas y descritos los fenómenos que ofrece la L u n a , tracemos
ahora el euadro grandioso del sistema planetario, de este
grupo gigantesco de mundos, del cual forma parte nuestro
globo, y en cuyo centro se encuentra el Sol como una ho-
g u e r a inestinguible, brillante como u n a antorcha, radian-
do eternamente en todas direcciones el calor y la luz que
es el secreto de la vida universal.
De tres siglos á esta parte la Astronomía ha ensanchado
estraordinariamente los dominios de nuestro sistema, a n -
tes limitados por la ignorancia y por la estrechez de m i r a s
de los observadores.
E n este período de tiempo el hombre, por el libre e j e r -
cicio del pensamiento, h a revelado muchos secretos de la
Naturaleza, ha descubierto sus leyes, ha sometido á la es-
perimentacion y al análisis las fuerzas que actúan y sos-
tienen á nuestro sistema planetario, y h a determinado, en
fin, la estructura especial del mismo, el movimiento de que-
está animado, y la inmensa estension que ocupa en lo i n -
finito,
¿ros errantes. Con la observación está de acuerdo la r e a l i -
Merced á estos adelantos, conocemos hoy la organiza-
dad, pues cuando se observan estos astros con telescopios,
ción de nuestro sistema solar con t a n t a exactitud como co-
no se descubre en ellos un punto luminoso únicamente, si-
nocemos la configuración geográfica de E s p a ñ a ; y con tan-
no un disco considerable tan g r a n d e como el de la L u n a
ta precisión sabemos las distancias que median entre los
llena, observada á la simple vista. Las estrellas por el con-
astros que lo componen y el Sol, como las que separan á
trario aparecen en el campo de los mas poderosos anteojos
Madrid de las cuarenta y ocho provincias restantes de nues-
como pequeños puntos radiantes, tanto por su constitución
t r a patria.
física especial, cuanto por lo distantesque están déla Tierra.
N e g a r estos resultados positivos obtenidos á fuerza de
profundos estudios y de titánicos trabajos, hechos por hom-
bres eminentes, seria lo mismo q u e n e g a r que la luz exis-
te, pues a u n q u e la ignorancia rechaza todos los hechos sin
conocerlos y sin estudiarlos, y considera absurdo y fantás-
tico lo que está fuera de sus limitados alcances, el triunfo
de la ciencia astronómica que' hemos consignado es u n a
verdad que no admite réplica, como fundado que está en.
la certeza infalible de los principios matemáticos y en r i -
gurosos métodos de investigación analítica.
Piz 36 —Planeta visto eon el telescopio ¿oyó volumen parece que se agranda, m i e n -
E l estudio de esta república celeste es de g r a n interés tras que las estrellas que le rodean no aumentan de tamaño.
para nosotros, no solo porque á ella pertenecemos, sino
por la relación que existe entre esta asociación de mundos,
Los planetas no son focos de luz como el Sol y las e s t r e -
y el resto del Universo.
llas: no brillan por sí mismos: son cuerpos opacos, oscuros
Los planetas no se distinguen casi á la simple vista de,
por su naturaleza, y si alumbran es porque reflejan como
las estrellas, pues á semejanza de estas se muestran como
la Tierra y la L u n a la luz que reciben del Sol.
puntos brillantes en la oscura profundidad del cielo. Y sin
S u superficie es desigual y accidentada, y se notan en
embargo, entre unos y otros median diferencias esencia-
ellos otras muchas particularidades que observamos en
les. Las estrellas se presentan siempre en u n mismo lugar
nuestro globo. L a luz q u e emiten los planetas parece que
del cielo, en una posicion invariable con respecto á noso-
parten de un punto pequeñísimo; pero observado este
tros, mientras que los planetas, á causa de su movimiento
punto con un anteojo, le vemos considerablemente aumen-
propio, m u d a n de sitio constantemente. H o y vemos uno
tado, y entonces toda la luz que recoge el instrumento nos
cerca de u n a estrella conocida, y algunos dias despues e n
la presenta diluida sobre una superficie mas ancha, y por
otra región distinta, por cuya razón han recibido desde an-
lo tanto menos intensa.
tiguo el nombre de planetas, voz g r i e g a que significa as-
Esto mismo sucede con la L u n a . La superficie de este El tercer grupo, mas distante del Sol, se halla también
astro, que á la simple vista es deslumbradora, examinada formado de cuatro planetas, pero m u y voluminosos si se
eon u n telescopio, se parece á u n a campiña alumbrada por comparan con los del grupo primero. Estos planetas en el
el Sol en un dia de verano. E l mismo aspecto ofrecería la orden de sus distancias al S o l , s o n : Júpiter, Saturno,
Tierra vista desde la L u n a : á mayor distancia, desde u n Urano y Neptuno. P a r a hacernos cargo de sus tamaños
planeta cercano, se distinguiría como u n a estrella de r e s - respectivos baste decir que Urano, el mas pequeño de este
plandor tranquilo un poco verdoso, flotando en el espacio;
y mas lejos a u n , y a no seria perceptible. d e s , con las estrellas f u g a c e s , de las cuales nos o c u p a r e m o s estensa-
incnle En el capítulo. X V I . Estos p e q u e ñ o s p l a n e t a s , á los q u e se les h a
La Tierra, pues, es también un astro del cielo, un p l a - d a d o el n o m b r e de asteroides, se h a l l a n comprendidos entre las órbitas
n e t a , y entre los planetas sus hermanos la c o n t a r e m o s . de Marte y J ú p i t e r , en u n a zona de 100.000.000 d e l e g u a s d e ancho, por
A u n q u e describiremos en los capítulos X I I I y X I V las termino m e d i o , y todos circulan libremente e n sus órbitas respectivas,
mediando e n t r e u n o s y otros i n m e n s a s distancias.
circunstancias curiosas y sorprendentes de cada uno de
Képler f u e el primero q u e advirtió el g r a n i n t e r v a l o que existe entre
ellos, interesa por de pronto que nos formemos una idea de Marte y J ú p i t e r , y p r e d i j o en sus investigaciones sobre las Armonios del
esta magnífica aglomeración de globos que rue dan sin ce- mundo , que a l g ú n d i a se llenaría descubriendo u n p l a n e t a . La profecía
sar por los cielos, formando el magestuoso cortejo del del g r a n legislador de los cuerpos c e l e s t e s , se realizó e n e f e c t o ; pero no
es uno solo, sino q u e pasan de 192 los q u e se h a n encontrado h a s t a prin-
astro-re v.
cipios del año actual de 1S79, en e s a r e g i ó n de n u e s t r o sistema.
Estos globos están divididos en tres grupos distintos. El p r i m e r dia del siglo corriente comenzó la série de estos descubri-
El primero, próximo al Sol, está formado por cuatro pla- mientos, y desde entonces no pasa u n a ñ o sin q u e el telescopio revele la
netas de pequeñas dimensiones comparados con los del ter- existencia de nuevos asteroides.

cer grupo. Estos planetas, según el orden de sus d i s t a n - Todos estos cuerpos son deformes y tienen p u n t a s a n g u l a r e s , lo q u e
unido á la r a r a circunstancia de q u e la intersección de las órbitas y la
cias al Sol, son: Mercurio, VénUs, la Tierra y Marte.
linea de los nodos de los p r i m e r o s asteroides pasa por l a constelación
El segundo grupo, bien estraño por cierto, lo c o n s t i t u - de V i r g o y p o r la opuesta de l a B a l l e n a , hizo sospechar á Olbers que
yen un torbellino, un enjambre de pequeños planetas que acaso f u e s e n trozos de a l g ú n planeta g r a n d e q u e u n a esplosion espan-
tosa en su interior d i v i d i ó en p e d a z o s , los cuales se lanzaron al espacio
circulan alrededor del Sol entre el primero y tercer g r u -
ii v a r i a s distancias del S o l , animados de velocidades diferentes.
po, y algunos son tan diminutos que muchas de nuestras Esta hipótesis f u e admitida por a l g u u o s astrónomos, pero los descubri-
provincias le esceden en dimensiones, pues los p r i n c i p a - mientos recientes y el g r a n n ú m e r o de asteroides q u e se c o n o c e n , h a n
les de ellos miden menos de cien leguas de diámetro, y en demostrado su inverosimilitud. Mas lógico seria p e n s a r , con arreglo á la
teoría de L a p l a c e , q u e esos asteroides f o r m a r o n o r i g i n a l m e n t e un vasto
otros este diámetro 110 pasa de a l g u n a s legu as (1).
anillo vaporoso e m a n a d o de la atmósfera del ecuador s o l a r , y que si n o
se h a condensado y solidificado, f o r m a n d o u n p l a n e t a , es por el des-
(1) A u n q u e hemos calificado á los cuerpecíllos que constituyen el se- a r r e g l o que la poderosa influencia p e r t u r b a t r i z de Júpiter h a ejercido
g u n d o g r u p o con los epítetos de torbellino y enjambre, n o se crea por eso «n d i c h o a n i l l o , impidiéndole su condensación r fraccionándole e n mil
q u e todos circulan alrededor del Sol formando u n g r u p o compacto ó « n a
aglomeración alborotada como a c o n t e c e , según todas las probabilida-
t u n o tiene uno por lo menos. E l nombre de estos satelites,
grupo, escede en m a g n i t u d á los cuatro planetas reunidos
las distancias que los separan de sus planetas respectivos,
del g r u p o primero.
el nombre de los astronómos que los han descubierto, etc.
Estos diversos mundos constituyen la g r a n familia s o -
están comprendidos en el Cuadro 2.° que se halla al final
lar, y algunos de ellos están acompañados de satélites.
L a Tierra posee uno que es la L u n a ; Marte tiene
metros de longitud y de sesenta y seis centímetros de a b e r t u r a , cons-
dos (1); Júpiter cuatro; Saturno ocho; Urano cuatro y N e p - truido per el famoso óptico anglo-americano Alvan Clark.
La rapidez del movimiento de traslación de estas lunas alrededor de
(1) De todos los planetas de nuestro sistema s o l a r , Marte es el que Marte , es estraordinaria. .
tiene m a s analogía con la Tierra. La interior verifica su revolución completa en 7 horas 39 m.nutos 30
L a duración de sus dias y de sus n o c h e s , la intensidad de sus estacio- segundos de tiempo m a r c i a l , á mía distancia del centro próx.mamen e
nes, la configuración geográfica y el régimen meteorológico de ese mun- de 1.933 leguas, y la esterior en 30 horas y 18 minutos en u n a órbita
do, apenas difieren de los de la Tierra. Auxiliada la vista con poderosos distante del planeía m a s de 4.S33 leguas. Mr. Hall adopto los adecuados
telescopios, distingue en ese planeta sus nieves y sus montañas, sus con- nombres de Foto, y Deimos (la Fuga y el Terror) para estos satel.tes,
tinentes y sus mares, los cuales, revueltos ó tranquilos, según el estado propuestos por Mr. Madan, nombres que corresponden a los que tenían
de la atmósfera m a r c i a l , se h a b í a creido h a s t a h o y que no sufrían el ios caballos del carro de M a r t e , según refiere Homero en su inmortal
movimiento periódico del flujo y reflujo porque M a r t e , completamente
aislado en su ó r b i t a , no estaba acompañado por ningún satélite.
" E ^ p r i m c r s a t é l i t e , F o b o s , que es el m a s p r ó x i m o , t i e n e , según las
Esta negación tan absoluta h a caido por tierra hace poco m a s d e mediciones m a s e x a c t a s , 11.300 metros de diámetro;, y el m a s lejano,
un año. D e i m o s , 9.700. E l primero ofrece u n fenómeno rarísimo: durante un
Para que el lazo de parentesco q u e une á entrambos mundos sea dia de Marte verifica m a s de tres revoluciones, y por la rapidez de su
eompleto, para que la solidaridad que existe entre todos los astros y es-
movimiento parece salir por el Oeste y ponerse por el Este.
pecialmente entre los q u e componen nuestro sistema solar reciba u n a
La existencia de estos satélites fue confirmada en aquellos .has por
n u e v a y satisfactoria confirmación, Marte no se encuentra solo en el es-
Mr. P i c k e r i n g en Massachussets, por Mr. Clark en Cambridgeport, y e n
pacio , el planeta consagrado injustamente por los antiguos al odioso y
e l Observatorio de París por Mr. Henri con el g r a n a n t e o j o ecuatorial de
sangriento dios de la g u e r r a , se halla escoltado por dos lunas p e q u e ñ a s
veinticinco centímetros de diámetro. E n la sesión a l e b r a d a por la Aca-
que giran á su alrededor con u n a rapidez vertiginosa.
demia de Ciencias de París el 10 de setiembre d e 1877 , dio Mr. t a j e in-
El 19 de agosto de 1S77, á las once de la n o c h e , un telegrama d e t e r n a n t e s detalles sobre las circunstancias que h a n precedido al de cu-
Mr. H e n r i , secretario del Instituto S m i t h s o n i e u , anunciaba á los Ob- brimiento de los satélites de Marte en el Observatorio de W aslnngton
servatorios Astronómicos de América y de Europa, que Mr. Asaph Hall, Las principales Academias y Observatorios, y l a p r e n s a cien , f i c a d e
de W a s h i n g t o n , h a b í a hecho t a n brillante descubrimiento. lodos los países, se h a n ocupado con interés y con i n s i s f c n c a sobre este
El asombro que produjo esta noticia en el mundo científico f u e indes- asunto tan importante; y pocos amantes de la verdad y de la c e n c a h a n
criptible , tanto por la importancia y utilidad que u n hecho de esta índole dejado de felicitar á Mr. Hall por su notable descubrimiento, que propor-
reporta siempre á la Astronomía, cuanto por lo inesperado del aconteci- ciona á la Astronomía el medio m a s eficaz de todos los empleados hasta
miento, pues desde la invención de los anteojos h a b i a n sido infructuosas, aquí para determinar la verdadera masa y densidad de Marte y conocer
hasta esas noches memorables, todas las tentativas hechas para descu- por lo tanto con bastante exactitud la fuerza de la gravedad sobre su
brir satélites en Mercurio, en V é n u s y principalmente e n Marte.
El satélite esterior fue visto por primera vez por Mr. Hall en el Obser- ' T o n ocasion del descubrimiento de u n o de los satélites de Saturno el
vatorio de W a s h i n g t o n , en la noche del 11 de agosto de 1S77, y el in- astrónomo inglés Chambers profetizó, á últimos del siglo pasado, el des-
terior en la del 17 del mismo m e s , con u n magnífico anteojo de diez
del capítulo XIV, y que hemos trazado expresamente para V é n u s , que viene despues, está á 2 7 millones de leguas;
la traducción de este libro.
la Tierra á 37 millones, y Marte á 56 millones. E l enjam-
Todos g i r a n alrededor del Sol; pero á ¿qué distancias se bre de los pequeños planetas ocupa una inmensa región
encuentran del centro del sistema? Mercurio, el mas c e r - de 100 millones de leguas de ancho por término medio, en
cano, reside á 15 millones de leguas del astro del dia; la cual se agitan estos corpúsculos planetarios, moviéndose
cada uno alrededor del Sol en su órbita respectiva.
cubrimiento de los satélites de M a r t e ; pero lo q u e m a s nos a d m i r a v
p r u e b a hasta q u é p u n t o l l e g a en ocasiones la fuerza d e l s e n t i m i e n t o in- Despues viene el grupo de los cuatro planetas mayores:
tuitivo , es q u e S w i f t en los Viajes de Gulliver, y Voltaire en el f a m o s o J ú p i t e r , Saturno, U r a n o v N e p t u n o .
v i a j e de Micromegas por los espacios, h a b l e n de los satélites de Marte El primero á 192 millones de leguas; el segundo á 355
como de l a cosa m a s n a t u r a l y conocida en s u tiempo, llegando S w i f t
millones; el tercero á 7 3 3 millones, y Neptuno, el último
h a s t a el estremo de a s e g u r a r p o r medio de uno de los personajes de su
obra, q u e el satélite interior de Marte dista tres diámetros de este p l a n e t a planeta del sistema, á 1.110 millones de leguas del Sol.
y el esterior cinco, y q u e el primero realiza s u revolución e n torno de Los unos y los o t r o s , g r a n d e s y p e q u e ñ o s , circulan en
Marte en diez horas y el segundo en veintiuna y media, lo cual discrepa
torno del Sol en períodos de tiempo mas ó menos largos,
bien poco de la v e r d a d .
s e g ú n que están mas ó menos distantes de este astro. Los
E s tal el enlace q u e existe entre todas l a s cosas, que el descubrimiento
de Mr. Hall presta un testimonio irrecusable á esta v e r d a d , puesto q u e
mas próximos describen órbitas mas pequeñas; los mas le-
nos suministra un dalo poderoso para creer q u e Mercurio y V e n u s deben janos órbitas inmensas. Los primeros que tienen menos ca-
e s t a r dotados de satélites como los d e m á s p l a n e t a s . mino que andar y que obedecen á una fuerza mas enérgica,
Y en e f e c t o , ocho planetas principales existen en nuestro sistema v ,
se mueven mas rápidamente, y los segundos que verifican
de e s t o s , seis están rodeados de s a t é l i t e s , ¿ p o r q u é razón Mercurio"y •
V e n u s h a n de ser u n a escepcion de esta r e g l a y h a n de carecer de s e m e - l u s revoluciones á distancias mas considerables, marchan
j a n t e beneficio? Acaso obedezca á u n a l e y de la Naturaleza, p a r a contri- con mas lentitud.
buir mejor á la a r m o n í a de las f u e r z a s p l a n e t a r i a s , q u e todos los p l a n e - Además de estos planetas, de vez en cuando aparecen
tas t e n g a n satélites. Y siendo esto a s i . ¿será estraño q u e el telescopio
e n el cielo unos astros misteriosos que preocupan la a t e n -
r e v e l e algún dia las l u n a s de Mercurio y de Venus-, especialmente la de
e s t e ultimo p l a n e t a , c u a n d o observadores distinguidos como F o n t a n a , ción d e los pueblos con su raro aspecto y con sus largas y
Oassini, Mayer y otros h a n creído columbrarlas e n v a r i a s ocasiones? pomposas colas: son los cometas que revisten formas capri-
Montaigne, d u r a n t e el tránsito de V é n u s de 1761, p a r e c e haberlo des- chosas, y cuyas órbitas calculadas algunas por la ciencia,
cubierto , según hemos visto en un Diccionario de Física publicado e n
tienen por foco al Sol. Estos astros tan admirables comple-
Francia en 17S9; y S c h e u t e n , que observó dicho p a s a j e , dice que V é -
n u s iba a c o m p a ñ a d o por un cuerpo n e g r o , p e q u e ñ o y circular q u e si- tan el cuadro magestuoso de nuestro sistema solar.
g u i ó al planeta todo el tiempo que tardó en a t r a v e s a r el disco del Sol. »
Esta coincidencia es v e r d a d e r a m e n t e reparable. ¿Podrán atribuirse á u n a
distinciones a b s u r d a s entre los cuerpos planetarios es opuesto á la analo-
ilusión óptica las observaciones h e c h a s p o r tan distinguidos astrónomos?
g í a , á l a unidad de composicion q u e caracteriza á nuestro s i s t e m a , y á
L a m a n c h a pequeña y r e d o n d a que s e g u í a á V é n u s en el pasaje de 1761,
l a poderosa acción de las f u e r z a s físicas q u e t a n a d m i r a b l e m e n t e obrau
¿ a que p u e d e atribuirse sino á la existencia del satélite de V é n u s ? Nos-
e n la economía de todo el Universo.
o t r o s asi lo c r e e m o s . Sostener lo contrario estableciendo g r a t u i t a m e n t e
planetario, sin embargo, como no será fácil á algunos de
nuestros lectores hacerse cargo de los volúmenes y c o m -
prender bien las grandes distancias y las dilatadas órbitas
de los planetas, vamos á representarnos el sistema entero en
miniatura, valiéndonos de un símil vulgar y m u y sencillo.
E n una estensa llanura coloquemos una esfera de u n
metro de diámetro, que represente al Sol.
P a r a significar ahora con exactitud las distancias y las
magnitudes de los p l a n e t a s , pongamos primeramente á
cuarenta y ocho metros de la g r a n esfera un cañamón q u e
representará á Mercurio. U n a cereza colocada á ochenta y
cuatro metros representará á Vénus, y otra á ciento veinte
metros á la Tierra. ¡ Qué tamaño tan diminuto relativa-
mente al de nuestro pobre globo! Un guisante á ciento no-
venta y dos metros marcará el sitio y la m a g n i t u d de Marte.
Los planetas pequeños ó asteroides, pueden ser figu-
rados por menudísimos granos de arena diseminados al
azar en u n a pequeña zona.
L u e g o , á mas de medio cuarto de legua u n a naranja
grande representará al gran J ú p i t e r ; y u n a manzana de u n
tamaño regular á Saturno, colocado á mas de u n cuarto de
legua. A doble distancia, casi á media legua, u n albarico-
q u e representará á Urano; y por último, á una legua próxi-
mamente, á N e p t u n o , u n melocoton.
Si además colocamos un grano de mostaza al lado de la
cereza que figura la Tierra; dos junto al guisante, Marte;
cuatro cerca de la n a r a n j a , J ú p i t e r ; ocho próximos á la
m a n z a n a , Saturno; cuatro alrededor del albaricoque, U r a -
no; y uno solo inmediato al melocoton, N e p t u n o , habremos
Fig. 57.—Nuestro sistema solar.
representado á los satélites.
A u n q u e esta figura dá á conocer el órden en q u e están Si todo este conjunto comenzara á g i r a r en torno del
distribuidos los cuerpos que constituyen nuestro sistema globo central, y los cometas nos los representamos como
Mas si la Tierra y los demás planetas son atraidos por
cohetes lanzados á través de estos cuerpos eu dirección
e l Sol, ¿cómo no se precipitan sobre el astro de fuego co-
al centro, este movimiento fantástico nos suministrará u n a
idea en miniatura de nuestro sistema solar. La descomposición de la luz s o l a r , la esplicacion de l a s principales l e -
Examinemos ahora los movimientos de los cuerpos p l a - y e s de l a óptica, la invención del telescopio q u e es d e s i g n a d o h o y con su
n o m b r e , y u n a multitud de soluciones p a r t i c u l a r e s y teorías sobre física,
netarios alrededor del Sol y las fuerzas potentes que los
astronomía y m a t e m á t i c a s , produjeron u n v e r d a d e r o a d e l a n t o ; p e r o e l
producen. descubrimiento q u e h a inmortalizado su n o m b r e h a s i d o el d e l a a t r a c c i o n
Hemos esplicado en otro capítulo cómo la Tierra, masa ó gravitación u n i v e r s a l , l e y por l a cual esplicó el m o v i m i e n t o de los p l a -
enorme, atrae á la materia, y cómo el peso de los cuerpos, n e t a s alrededor d e l S o l , el de la L u n a alrededor de la T i e r r a , el curso de
los c o m e t a s , el fenómeno p u r a m e n t e astronómico del flujo periódico del
es decir, la fuerza con que se dirigen hácia el centro de la
m a r , y otros m u c h o s secretos de l a N a t u r a l e z a relacionados con estos. La
Tierra es tanto mayor cuanto mayor es la masa de dichos obra e n que consignó esta gran t e o r í a , vió la luz e n 1687, y p r o d u j o á
cuerpos. Cae un objeto cualquiera porque le atrae la Tier- N e w t o n honores y r i q u e z a s : tiene por título Principios matemáticos de la
ra: arrojada á lo alto una piedra con todas nuestras fuerzas filosofía natural.

la atracción de la Tierra retardará poco á poco su a s c e n - 1.a A c a d e m i a de Ciencias de l^aris le abrió sus p u e r t a s en 1703, y la
sión , la detendrá por fin y la obligará á retroceder abajo. Sociedad R e a l de L o n d r e s , de la q u e era u n o de sus m i e m b r o s desde 1672,
l e eligió p a r a el c a r g o de P r e s i d e n t e , h o n o r q u e conservó d u r a n t e s u v i d a .
N o es la Tierra el único globo que posee esta virtud El 20 de m a r z o de 1727, sucumbió d e la e n f e r m e d a d l l a m a d a m a l de
atractiva: esta propiedad de los cuerpos es la manifestación p i e d r a . No se contentó s u nación con llenarle de h o n o r e s c u a n d o v i v í a ,
de u n a fuerza misteriosa de la Naturaleza. Se atraen los continuólo con admirable g r a n d e z a después de su m u e r t e . «Su c u e r p o ,
dice F o n t a n e l l , f u e espuesto sobre u n t ú m u l o en l a C á m a r a de J e r u s a l e n ,
astros entre sí como se atraen los átomos; mas como e n sitio de donde se llevaban al sepulcro las personas de m a s alta d i g n i d a d ,
nuestro sistema el Sol es el m a y o r , claro es que los do- y a l g u n a s veces las testas coronadas. Fue llevado á la Abadía de W e s t -
mina á todos atrayéndolos hácia sí con invencible fuerza, m i n s t e r , siendo el féretro sostenido por M i l o r d , g r a n Chanciller, por los
como lo ha demostrado Newton ("1). d u q u e s de Montrose y R o x b u r g , y por los condes de P e m b r o k e , de Sussex
y de Maccelesfield. Estos seis P a r e s de I n g l a t e r r a , que h i c i e r o n la función
s o l e m n e , hacen b a s t a n t e m e n t e j u z g a r c u á n t o n ú m e r o de personas de dis-
(1) Este g r a n h o m b r e es uno de los m a s famosos eu los anales cientí-
tinción a c o m p a ñ a r í a la p o m p a f ú n e b r e . El Obispo de Rochester h i z o el
ficos.
oficio, a c o m p a ñ a d o de toda l a clerecía de la I g l e s i a ; y el c u e r p o del g r a n
Nació e n W o o l s t h o r p e , condado d e Lincoln ( l u g l a t e r r a ) , el 25 d e
filósofo f u e e n t e r r a d o cerca de l a e n t r a d a del c o r o . » « P o r poco, dice
diciembre de 1642, e n el m i s m o año en q u e murió Galileo. Desde niño
M r . Rollin, q u e c u a l q u i e r a se interese por e l bien p ú b l i c o , y desee el
demostró un genio de p r i m e r orden y un a m o r inmenso á los e s t u d i o s ,
h o n o r de las l e t r a s , debe q u e d a r v i v a m e n t e p e n e t r a d o de esta especie de
científicos. A l a e d a d de quince años ingresó en la Universidad de Cam-
h o m e n a j e s o l e m n e , q u e la g r a n d e z a de todo un reino poderoso, rinde á la
bridge, y en ella t u v o p o r maestro de matemáticas a l célebre B a r r o w . E n
e i e n c í a y al m é r i t o . »
esta época, Isaac N e w t o n se familiarizó tanto con e l estudio de las c i e n -
cias exáctas, q u e á los veintidós años liizo dos g r a n d e s descubrimientos: El g r a n poeta Pope dedicó á l a m e m o r i a de N e w t o n unos versos q u e ,
el d e l binomio que lleva s u n o m b r e y el del cálculo infinitesimal, c u y a glo- traducidos, dicen de esta m a n e r a : — « L a Naturaleza y s u s l e y e s estaban
ria quiso arrebatarle Leibnitz. escondidas e n el seno de l a noche : dijo Dios: Que Newton sea, y apare-
ció la luz »
Los descubrimientos hechos por este h o m b r e i l u s t r e , son á c u a l m a s
(N. del T )
importantes.
mo la piedra cae sobre la Tierra que la atrae? ¿Cómo g i r a n
distancia, marchando oblicuamente en la dirección del p u n -
e n sus órbitas j no se confunden todos, abrasándose en la
to del círculo donde se rompió la cuerda.
a r d i e n t e atmósfera solar? Asi sucedería, en efecto, si no
Todo objeto que circula en el mismo sentido lucha por:
bubiese u n a causa q u e lo impidiera.
h u i r del centro en torno del cual se agita, j á este esfuer-
Hagamos un esperimento para convencernos.
zo se llama fuerza centrífuga. L a Tierra se mueve a l r e d e -
Atemos u n a piedra al estremo de u n bilo y hagámosla dor del Sol como la piedra alrededor de la mano, y p u g n a
girar rápidamente como una honda. La piedra describirá constantemente e n virtud de la fuerza centrífuga, para h u i r
de aquel astro q u e la aprisiona; mas ¿por qué no lo c o n -
sigue? ¿Por qué no se escapa la piedra mientras tenemos la

Vig. 3S.—A R D circulo qne recorre la piedra: C, centro del circulo: A, punto eo que la
piedra e s abandonada: A F, dirección que la piedra toma cuando se escapa.

cuerda en la mano? Porque la fuerza de nuestra mano lo


un círculo cuj o centro es nuestra mano que sujeta el otro impide, del mismo modo que la atracción del Sol impide
estremo de la cuerda. Al dar vueltas la piedra, sentimos que la Tierra h u j a impulsada por la fuerza centrífuga.
que tira del bilo como haciendo esfuerzos por romperlo, ó H a j que entenderlo bien. Si hubiera atracción solamen-
escaparse, esfuerzos que a u m e n t a n á medida que la hace- te contra el Sol se precipitarla la Tierra; mas si la fuerza
mos circular mas velozmente. Si el hilo se rompe ó le s o l - centrífuga imperase, la Tierra huiría del Sol á través dé los
tamos de pronto, la piedra se escapa con velocidad á g r a n cielos.
Estas dos f u e r z a s , por decirlo a s í , se combaten : la
centrífuga se opone á que la Tierra se aproxime al Sol: la
atracción le impide alejarse del centro q u e la alumbra Y
vivifica. Lanzada la Tierra en la inmensidad y sometida á
la poderosa acción de estas dos fuerzas, emprende su c a -
mino oblicuamente, y se ve obligada á circular en el espa-
cio, pero sin acerrarse y sin alejarse del Sol; y como la ley
es general, lo mismo precisamente, acontece con los demás
planetas.
Por la misma causa los satélites se mueven en torno de
los planetas.
L a L u n a verifica asi sus revoluciones periódicas: por
la fuerza centrífuga huiría de nosotros perdiéndose en
CAPITULO XIII.
el cielo; pero la Tierra la atrae, la retiene y la conserva en
su órbita.
Todos los planetas, todos los satélites prosiguen su m a r -
cha e n el cielo, e n el espacio vacío, sin desviarse j a m á s , sin LOS P L A N E T A S MENORES.
perderse, como por senda trazada de antemano: el sistema
solar entero, como u n solo astro, g i r a también, se mueve or-
denada y uniformemente de occidente á oriente, subordi-
nado á la poderosa influencia dé la atracción del Sol, de es-
te astro prodigioso que al mismo tiempo que estiende la vi-
da en torno suyo ejerciendo un poder constante en b e n e f i -
cio de los mundos y de los seres, nos arrastra hácia la cons-
telación de Hércules con una velocidad de 160.000 leguas
al dia.
Estas dos f u e r z a s , por decirlo a s í , se combaten : la
centrífuga se opone á que la Tierra se aproxime al Sol: la
atracción le impide alejarse del centro q u e la alumbra Y
vivifica. Lanzada la Tierra en la inmensidad y sometida á
la poderosa acción de estas dos fuerzas, emprende su c a -
mino oblicuamente, y se ve obligada á circular en el espa-
cio, pero sin acerrarse y sin alejarse del Sol; y como la ley
es general, lo mismo precisamente, acontece con los demás
planetas.
Por la misma causa los satélites se mueven en torno de
los planetas.
L a L u n a verifica asi sus revoluciones periódicas: por
la fuerza centrífuga huiría de nosotros perdiéndose en
CAPITULO XIII.
el cielo; pero la Tierra la atrae, la retiene y la conserva en
su órbita.
Todos los planetas, todos los satélites prosiguen su m a r -
cha e n el cielo, e n el espacio vacío, sin desviarse j a m á s , sin LOS P L A N E T A S MENORES.
perderse, como por senda trazada de antemano: el sistema
solar entero, como u n solo astro, g i r a también, se mueve or-
denada y uniformemente de occidente á oriente, subordi-
nado á la poderosa influencia dé la atracción del Sol, de es-
te astro prodigioso que al mismo tiempo que estiende la vi-
da en torno suyo ejerciendo un poder constante en b e n e f i -
cio de los mundos y de los seres, nos arrastra hácia la cons-
telación de Hércules con una velocidad de 160.000 leguas
al dia.
CAPITULO X I I I .

LOS PLANETAS MENORES.

Lo primero que llama la atención al estudiar los p l a n e -


tas, es la g r a n analogía que existe entre ellos, y m u y e s -
pecialmente entre los que componen el primer g r u p o .
Mercurio, Vénus y Marte, a u n q u e difieren en sus v o l ú -
menes respectivos, son cuerpos vastísimos formados de ma-
teriales macizos, pesados y oscuros como los de la Tierra;
cuerpos donde el telescopio descubre mares y grandes c o n -
tinentes , montanas y colinas y valles estensos. Todos
giran alrededor del Sol y sobre sus ejes, tienen dias y n o -
ches de la misma duración casi que los nuestros, climas
y estaciones, y están rodeados sobre todo de a g u a d í -
simas atmósferas, destinadas sin d u d a , como la nuestra,
á sostener la vida de infinidad de séres en esos mundos,
hermanos nuestros.
La esploracion telescópica revela curiosas peculiarida-
des en estos astros; mas para notar mejor sus analogías
y sus diferencias, debemos hacer la descripción de cada
uno de ellos.
El primer planeta que nos encontramos partiendo del
centro del sistema, es Mercurio, el mas pequeño de todos,
esceptuando los asteróides (1).

(1) Muchos astrónomos creen que Mercurio n o es el p r i m e r planeta


de nuestro sistema, y que entre el Sol y aquel astro existen uno ó varios
Este planeta es conocido desde la mas remota a n t i - indios el de Boudha j Rauhineya, los griegos el de Apolo,
güedad. j otros le consagraron al dios del comercio y de los l a -
Los egipcios le daban el nombre de fiet j lloro, los
t e n s a l u z de aquel astro, son inconvenientes m u y poderosos para obtener
resultados satisfactorios de esta clase de observaciones. L e v e r r i e r , n o
cuerpos celestes. El primero q u e concibió esta idea f u é el ilustre astróno- obstante, estaba t a n persuadido de q u e l a existencia de "Vulcano e r a u n
m o francés M r . Leverrier, q u i e n l a j u z g a b a m u y r a z o n a b l e p a r a q u e l a h e c h o positivo, q u e anunció á l a A c a d e m i a de Ciencias de P a r í s el proba-
ciencia pudiera esplicarse las perturbaciones q u e e s p e r i m e n t a Mercurio e n ble tránsito de este p l a n e t a por el disco del Sol en los dias 21, 22 y 23 d e
s u m o v i m i e n t o . Leverrier, teniendo e n c u e n t a sin d u d a q u e u n caso i d é n - m a r z o de 1877, é invitó á los a s t r ó n o m o s á h a c e r l a s observaciones con-
tico le permitió h a c e r el brillante descubrimiento de Neptuno en 1846, siguientes sobre este astro desconocido.
t r a b a j ó asiduamente los últimos años de su vida p a r a fijar l a posicion d e l Todos los Observatorios de E u r o p a y de A m é r i c a defirieron á su d e ,
astro hipotético, y h o n r a r s e asi con l a gloria de h a b e r sido el descubridor seo; todos, respetando l a invitación del g r a n g e ó m e t r a y a n i m a d o s por s u
del primero y del último planeta de nuestro sistema. E l p l a n e t a podrá a m o r á la ciencia, esploraron en aquellos d i a s c u i d a d o s a m e n t e y con
existir desde l u e g o , y h o y nos asiste m a s razón q u e n u n c a p a r a asegu- poderosos telescopios el disco del S o l , pero n o v i e r o n cosa a l g u n a q u e
r a r l o , despues de los notables t r a b a j o s h e c h o s sobre este asunto p o r el p r o - pudiese acreditar l a existencia del a s t r o hipotético.
fesor W a l s o n y Mr. S w i f t d u r a n t e el eclipse total de Sol del 29 de j u l i o L a ocasion m a s favorable p a r a poder observar este planeta l a ofrecen
d e 1878; m a s á pesar de esto, f u e r z a es decirlo, t o d a v í a n o h a sido r e - indudablemente los eclipses totales de Sol; pero estos por desgracia no s e
suelto este interesante problema de u n a m a n e r a t e r m i n a n t e y segura. repiten con frecuencia, ni siempre son visibles en u n a m i s m a r e g i ó n del
La importancia que e n t r a ñ a esta cuestión científica, es i n n e g a b l e ; pero globo.
p o c a s h a b r á n esperimentado en su proceso vicisitudes m a s desgraciadas. L a s observaciones h e c h a s d u r a n t e el ú l t i m o eclipse total de Sol del 29
A pesar d e los cálculos de Leverrier y del interés q u e se t o m a r o n en e l de j u l i o de 1878 en la A m é r i c a del Norte por M r . S w i f t y el profesor N e w -
a s u n t o m u c h o s astrónomos, el p l a n e t a no a p a r e c í a en el campo de n i n g ú n comb p a r a descubrir un p l a n e t a i n t r a - m e r c u r i a l , h a n dado g r a n verosi-
a f o r t u n a d o telescopio; pero hé a q u í q u e el 26 de m a r z o de 1859 c o n m o v i ó m i l i t u d á la hipótesis de Leverrier; pero l a g l o r i a de estas m i s m a s i n v e s -
a l m u n d o científico u n a gran noticia. E l p l a n e t a Mra-mercurial, el p l a n e - tigaciones pertenece por completo al profesor W a l s o n , el c u a l , m e r c e d á
t a teórico, habia sido c o l u m b r a d o desde Orgéres p o r el Dr. Lescarbault, su esquisita h a b i l i d a d como observador y a l m é t o d o especial e m p l e a d o
c o m o un p u n t o pequeñísimo y n e g r o sobre el radiante disco del Sol. L a p o r él en este caso, llegó á descubrir u n a estrella de c u a r t a m a g n i t u d n<>
m a y o r p a r t e de los astrónomos dieron por descubierto el planeta de Le- c o n s i g n a d a en el m a p a celeste, q u e brillaba con l u z rojiza cerca d e l Sol
v e r r i e r , y le pusieron el n o m b r e de VULCANO. y p r e s e n t a b a u n disco sensible, a u n q u e la f u e r z a del a n t e o j o solo a u m e n .
T a n f a u s t a n u e v a f u e , sin e m b a r g o , p u e s t a á poco en tela de juicio: taba c u a r e n t a y cinco veces los objetos. «En vista de e s t o , dice W a t s o n
sin duda el Dr. Lescarbault h a b i a sufrido u n a ilusión ó p t i c a , ó c o n f u n - en u n a c a r t a d i r i g i d a en a q u e l l o s d i a s á Mr. F i r e a u , m e creo a u t o r i z a d o
d i d o el p l a n e t a con u n a p e q u e ñ a m a n c h a del Sol; pues Mr. Liáis, que e n á considerar q u e el astro que h e descubierto es el p l a n e t a V u l c a n o , c u y a
el mismo dia y á la m i s m a h o r a observaba el S o l en el Brasil, a s e g u r ó existencia h a b i a p r e d i c h o Leverrier.»
q u e n o h a b i a visto n a d a notable en el astro del dia, ni fenómeno a l g u n o A pesar de esta creencia del ilustre astrónomo a m e r i c a n o , Mr. Mon-
q u e pudiera asimilarse a l disco de un p l a n e t a . c h e z dice lo s i g u i e n t e : «Las observaciones e f e c t u a d a s en A m é r i c a d u r a n -
E l b u e n deseo de algunos astrónomos h a h e c h o a n u n c i a r e n ocasiones te el eclipse total de Sol del 29 de j u l i o ú l t i m o , p r e s t a n m a y o r g r a d o d e
posteriores el descubrimiento del p l a n e t a consagrado por Leverrier al dios probabilidad á la. existencia de los p l a n e t a s i n t r a - m e r c u r i a l e s , y h a s t a s>
d e l f u e g o ; y recientemente e l astrónomo a l e m a n W e b e r c r e y ó h a b e r l o se q u i e r e c e r t i d u m b r e ; pero p o r lo q u e toca al conocimiento de su órbita^
visto el 4 de abril de 1876. E s m u y probable, sin e m b a r g o , como a n t e s m u y poco ó n a d a se h a a d e l a n t a d o h a s t a a h o r a . El t r a b a j o definitivo q u e
h e m o s dicho, q u e uno ó m a s p l a n e t a s giren entre Mercurio y el Sol; p e r o sobre esta m a t e r i a h a r á el profesor W a t s o n , disipará i n d u d a b l e m e n t e
l a p e q u e n e z de esos cuerpos y el estar constantemente envueltos en la i n - c u a n t a s d u d a s h a y a n podido s u s c i t a r sus p r i m e r a s comunicaciones.»
drones. Envuelto constantemente en la brillante luz del que la de la Tierra. S u diámetro apenas escede la t e r -
astro del d i a , no es perceptible desde la Tierra sino dos cera parte del de nuestro globo, pues solo mide 1.200 l e -
boras antes de la aurora y otras dos despues del c r e - g u a s , teniendo de circunferencia 3 . 7 5 0 leguas.
púsculo. E n volúmen es diez y ocho veces inferior á la Tier- S u movimiento es mas veloz que el de los demás p l a -
netas.
Colocado en u n a órbita de 8 9 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas de
perímetro, la recorre en 88 dias á razón de 12 leguas
por segundo. Gira sobre sí mismo como la Tierra y casi en
el mismo tiempo, en 2 4 boras y 5 minutos. Los dias de
Mercurio son, pues, como los nuestros, de 2 4 horas, suce-
diéndose allí la luz y las tinieblas como en la Tierra. La
duración del año mercurial no llega á tres meses, á la cuar-
ta parte de los nuestros. Como su eje de rotacion está
inclinado 2 0 grados sobre el plano de su órbita, deben
Fig. 60.—Tamaños comparados de Mercurio y de la Tierra. ser m u y irregulares sus estaciones de veintidós dias cada
u n a : el Sol alumbrará de lleno uno de los polos en un
r a , y en superficie siete veces m e n o r ; y sin embargo, solsticio, y el otro polo en el solsticio opuesto; de suerte
t a n pequeño como es, se baila erizado de montañas mucbo q u e las regiones polares estarán alternativamente a b r a -
mas altas que las terrestres. S u densidad es tres veces ma- sadas y h e l a d a s , en u n intervalo de medio año mercurial
y o r que la nuestra, y la pesantez en su superficie es la mi- ó sean cuarenta y cuatro dias solamente.
t a d menor. La luz que recibe del S o l , como está tan próximo, es
La distancia que lo separa del S o l , como y a digimos, deslumbradora, y tanto ésta como el calor son siete veces
es de 15.000.000 de l e g u a s , dos veces y media menor mas intensos que los que aquel astro nos envia.
El asunto c o n t i n ú a e n este estado de incerlidumbre á causa de l a difi- Sin embargo de ser el calor tan sofocante como á primera
c u l t a d q u e ofrece la observación de esos cuerpos planetarios, p u e s si vista aparece, la atmósfera densa y cargada de nubes que
e x i s t e n deben n a d a r , por decirlo a s í , e n la luminosa y a r d i e n t e atmósfe- á Mercurio rodea, mitiga los ardores del foco luminoso ha-
r a solar; m a s como la ciencia n o se detiene j a m á s a n t e los obstáculos, se
•esperan con ansiedad el tránsito de V u l c a n o p o r delante del disco del Sol
ciendo á aquel planeta habitable, pues hoy sabemos por
a n u n c i a d o p a r a el otoño de 1882, y el eclipse total de Sol del 17 de m a y o esperiencia la poderosa acción absorbente q u e ejerce nues-
<le dicho a ñ o , p a r a v e r si se descubre el p l a n e t a deseado", á m e n o s q u e el t r a atmósfera sobre los rayos solares, mucho mas cuando
a s t r ó n o m o f r a n c é s J a n s s e n , t a n célebre por sus trabajosespectroscópicos,
está cubierta de nubes. Por esta razón no es imposible que
l l e g u e á descubrirlo a n t e s d e esa é p o c a , sin esperar, como se p r o p o n e ,
t o s eclipses ni las conjunciones solares. h a y a habitantes en Mercurio; n i n g ú n motivo tenemos tam-
poco para asegurarlo, pero lo que sí podemos afirmar es
que si h a y séres en aquel mundo tan caluroso, deben estar el auxilio de este instrumento se descubren en Mercurio
organizados convenientemente para resistirlo y de u n a ma- fases como las de la L u n a , mostrándonos desde el filete lu-
nera distinta que nosotros. minoso, en creciente, basta el círculo entero de su disco,
Visto Mercurio desde la Tierra, pasa y a por u n lado del cuyo fenómeno indica suficientemente que no tiene luz pro-
S o l , al dar la vuelta, y a por el opuesto; mas sin desviar- p i a , y q u e brilla porque refleja la que recibe del Sol.
se mucho de aquel centro, por lo cual es m u y difícil de
observar, consiguiéndose esto solamente cuando se halla lo
mas alejado que puede estar del Sol, cuyos rayos lo o f u s -

Fig. 62.—Fases de Mercurio, vistas con el telescopio.

L a esplicacion de estas fases es bien sencilla, poco mas


ó menos que la relativa á las de la L u n a .
Solo la mitad del planeta recibe directamente los rayos
Fig. 61.—Orbita de Mercurio.—El planeta visto desde la Tierra aparece ya al a n o , ya al
• otro lado del Sol. del Sol; y al circular en torno de este globo de fuego, unas
veces nos presenta su parte iluminada como en la posicion
a (fig. 63), otras en un lado oscuro cuando se halla entre el
can durante el dia, época en que siempre se encuentra s o -
Sol y nosotros en el punto c, y a parte iluminada y parte
bre el horizonte. Los antiguos, como lo veian por la m a ñ a -
oscura como en sus posiciones b y d.
na y por la t a r d e , creyeron que eran dos estrellas distin-
tas ; pero bien pronto se convencieron de que era u n solo E n algunas circunstancias se verifica u n fenómeno nota-
planeta que unas veces precedía y otras seguia al Sol. ble del cual se aprovecha la ciencia para hacer estudios •
Durante su revolución se aleja unas veces y se aproxima importantes.
otras á la Tierra, y por esto aparece mas ó menos g r a n d e á Al pasar el planeta entre el Sol y la Tierra, por el punto
nuestra vista, cuando lo observamos con el telescopio. Con c , se encuentra precisamente en línea recta, y entonces
le divisamos proyectado sobre el radiante disco solar como
Lo mas f r e c u e n t e , sin embargo, es que el planeta no
una mancba p e q u e ñ a , n e g r a y r e d o n d a , que lo a t r a -
pase precisamente por la línea trazada entre el Sol y la
viesa lentamente del E s t e al Oeste. E s un fenómeno p a r e -
cido á un eclipse de Sol producido por la L u n a , solo que en
el caso que nos ocupa es demasiado cbico Mercurio, y se

Fig. 64.—Paso de Mercurio por delante del Sol.—La linea de puntos indica el camino
que sigue el planeta: la Oecha, s n dirección.

T i e r r a , sino por mas arriba / , (fig. 64), ó mas abajo g y


que el paso por lo tanto no se verifique.
E l brillante Lucero precursor del dia y de la noche , la

inclinación de las líneas recorridas por Mercurio en cada p a s a j e , son di-


Fig. 63.—Explicación de las fases de Mercurio. ferentes : los de m a y o son paralelos entre sí, y los de n o v i e m b r e , q u e si-
g u e n otra d i r e c c i ó n , son i g u a l m e n t e paralelos entre sí.
E l último p a s a j e del 6 de m a y o de 1878 d u r ó 7 horas y 47 m i n u t o s ; y
baila bastante lejos para ocultarnos el Sol, y solo produce
a u n q u e e n las efemérides e s t a b a consignado el tiempo q u e debia ser vi-
sobre el disco de este astro luminoso, la manchita de que sible desde Madrid, n o pudimos o b s e r v a r l o , sin e m b a r g o , por el m a l es-
hemos hecho mérito. Llámase este fenómeno paso de Mer- t a d o de la a t m ó s f e r a q u e se m a n t u v o n u b l a d a todo el dia. A n o impe-
curio por delante del Sol (1). dirlo esta fatal c i r c u n s t a n c i a , lo h u b i é r a m o s estudiado desde las 2 h o -
ras 56 m i n u t o s y 30 s e g u n d o s de la t a r d e , m o m e n t o del p r i m e r contacto,
h a s t a las s i e t e , h o r a en que se puso el Sol en Madrid e n dicho dia, pues
(1) Esta clase de fenómenos s o n de s u m a utilidad para l a Astronomía e l resto del fenómeno n o f u é v i s i b l e en E u r o p a p o r t e r m i n a r á las 10 ho-
física, y se verifican cada trece, s i e t e , diez y t r e s a ñ o s . Desde principios r a s 51 m i n u t o s y 59 segundos de l a noche, y sí en la A m é r i c a septen-
de este siglo, i n c l u y e n d o e l tránsito del 6 de m a y o de 1878, n o h a h a b i - trional , en u n a p a r t e de la m e r i d i o n a l , en la isla de C u b a , en Asia, e n
do m a s que diez, debiendo ocurrir, p o r lo t a n t o , el próximo e l 7 de no- l a Australia y en el Archipiélago Filipino.
v i e m b r e de 1881. Por circunstancias especiales q u e seria prolijo e n u m e -
El p r o b l e m a m a s capital y de m a s útiles aplicaciones q u e ofrece e l
r a r , estos pasajes n o p u e d e n realizarse m a s q u e e n los m e s e s de m a y o y
tránsito de Mercurio e n estas ocasiones, es el q u e se refiere á s u estado fí-
n o v i e m b r e , y su duración no siempre es l a m i s m a . La l o n g i t u d , como la
sico, geográfico y climatológico. Que existe alrededor de Mercurio, como
dulce estrella del pastor, el astro cantado por todos los poe- del firmamento; y el divino Homero en el libro X X I I de la
tas y consagrado por la mitología á la encantadora diosa litada dice de ella lo siguiente:
de la hermosura y del a m o r , es el planeta V é n u s , la p r i -
Como brilla la estrella vespertina
mera mansión de luz y de esplendores q u e nos encontra-
E n hermosa noche entre los astros
mos en los cielos al abandonar el mundo de Mercurio.
Siendo del almo cielo la mas bella.
Objeto de adoracion y culto, se le erigieron altares como
al Sol y á la L u n a en los primeros albores de la civiliza- E s t e magnífico planeta g i r a alrededor del Sol á la d i s -
ción, y ha sido designado con diferentes nombres, alusivos tancia de 2 6 . 7 6 0 . 0 0 0 leguas e n u n a órbita interior á la de
todos á su brillantez y á su belleza. Los indios le dieron el l a Tierra, de 1 6 8 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas de estension , la cual
nombre de Sukra, la brillante; los árabes Zokra, esplendor recorre en 2 2 4 dias ( 7 meses y medio), caminando con una
velocidad de 7 5 0 . 0 0 0 leguas diarias, ó sean casi 9 leguas
alrededor de V é n u s y de Marte, u n a atmósfera considerable en l a c u a l por segundo.
flotan vapores absorbentes, lo p r u e b a n , entre otros fenómenos, l a dismi- El movimiento de rotacion sobre su eje lo verifica en 2 3
nución de l a l u z de su disco d e l centro hácia los bordes, y el h e c h o d e
horas, 2 1 minutos y 2 4 segundos, siendo por consiguiente
q u e el círculo t e r m i n a l de s u s fases n o está n u n c a bien perfilado, como
e l de la L u n a , sino difuso y s i n f o r m a d e t e r m i n a d a . A d e m á s , s e g ú n las
la duración del dia y de la noche en ese mundo casi la
análisis espectrales h e c h a s por V o g e l , resulta que las r a y a s m a s c a r a c t e - misma que en nuestro globo , con la sola diferencia de 3 5
rísticas del espectro de Mercurio a c u s a n l a existencia de u n a e n v o l t u r a minutos menos.
gaseiforme e n torno del p l a n e t a , la c u a l ejerce sobre los r a y o s solares
E n las regiones ecuatoriales de V é n u s , como en las de
u n a acción absorbente idéntica á la de n u e s t r a a t m ó s f e r a .
la Tierra, los dias son iguales á las noches durante todo el
Estos descubrimientos, q u e por sí solos a r r o j a n t a n t a luz sobre l a or-
ganización de u n astro t a n difícil de e s t u d i a r como Mercurio por s u p e q u e - año, siendo allí constantemente de 11 horas y 4 0 m i n u -
nez y p o r estar siempre metido en los r a y o s solares, h a n sido corrobora- tos; pero en todas las demás latitudes, esta duración varía
dos en el último p a s a j e de 1878. considerablemente con arreglo á las estaciones, como s u -
Y a en los p a s a j e s de Mercurio de 1786, 1789 y 1799, observó F l a u g e r -
cede en nuestro globo. El Sol, visto desde V é n u s , tiene
g u e s un anillo t é n u e , de luz m u y d i f u s a , q u e c i r c u n d a b a a l p l a n e t a .
Messier y Schrceter n o t a r o n el m i s m o fenómeno en dichos p a s a j e s ; y u n diámetro u n tercio mas grande que visto desde la
e n 1832 vió Molí este anillo con u n tinte sombrío, algo violáceo; y t a n t o Tierra; y su disco aparente, al cual corresponde su fuerza
este astrónomo como los anteriores lo a t r i b u y e r o n á la atmósfera q u e calorífica y luminosa, es mayor que el de nuestro Sol en la
rodea á dicho p l a n e t a . Este anillo atmosférico lo h a observado t a m b i é n
proporcion de 16 á 9.
en 1868 Mr. H u g g i n s , y calculó q u e su a n c h u r a e r a como la tercera p a r t e
d e l diámetro a p a r e n t e de Mercurio. A l g u n o s astrónomos c r e y e r o n q u e A causa de su movimiento propio vemos pasar á Vénus,
este fenómeno e r a debido á u n a ilusión óptica, p e r o su realidad está h o y como á Mercurio, del uno al otro lado del Sol, como en a y
c o n f i r m a d a de u n a m a n e r a satisfactoria, y la doctrina de la pluralidad d e
c (fig. 65), pero separándose mucho mas que Mercurio por
los m u n d o s h a b i t a d o s h a r e c i b i d o , p o r lo t a n t o , u n a p r u e b a irrecusable
d e su verosimilitud y de su i m p o r t a n c i a filosófica. ser su órbita superior á la de este. Cuando se halla á su
mavor distancia de la Tierra, es decir, detrás del Sol en el
punto d, dista de nosotros todo lo ancho de su órbita, mas
la distancia de su órbita á la de la T i e r r a , lo que mide c o - distintas; y llamaron Lucifer, porta-luz, á la que veian en
mo unos 6 4 . 0 0 0 . 0 0 0 de l e g u a s ; y cuando se encuentra los arreboles de la aurora, y Vesper, estrella de la tarde,
á su menor distancia, esto es, entre el Sol y la Tierra, á la que divisaban despues de puesto el Sol.
en el punto i , no dista de nosotros sino 1 0 . 0 0 0 . 0 0 0 de E s t a creencia subsistió mucho tiempo, hasta que u n a
leguas. l a r g a série de observaciones comprobó que la estrella m a -
tutina y la vespertina, no eran sino u n solo astro con apa-
El diámetro de Yénus con estas diferentes posiciones en su
riciones sucesivas. Pitágoras parece que f u e el primero
que reconoció este hecho importante.
L a luz que nos envia V é n u s solo es 1.000 veces mas dé-
bil que la de la L u n a llena, y en ocasiones no solo proyec-
ta sombra sino que se ve á este planeta de dia claro. E s t e
fenómeno se h a observado en muchas ocasiones y r e c i e n -
temente en la primavera de 1876. ¡Qué fuerza tan potente
la de la luz solar cuando u n simple reflejo de sus rayos es
suficiente para producir estos juegos admirables de luz!
Girando Vénus como Mercurio, en u n a órbita interior á
la de la Tierra, fácilmente se comprende que deberá p r e -
sentarnos unas veces su hemisferio alumbrado por el Sol y
otras su hemisferio oscuro, ó bien u n a parte del uno y del
otro, y por lo tanto mostrarnos como Mercurio fases corres-
pondientes á los ángulos que forma con el Sol y la Tierra.
Estas fases no son perceptibles á la simple vista, á causa
Fig. 63.—Diversas posiciones de Vénns respeeto del Sol y de la Tierra de lo qne resul-
tan sus fases. (El globo pequeño colocado en el círculo cercano al Sol, representa á de la pequenez á que se halla reducido para nosotros el disco
Mercurio). del planeta. Galileo hizo este importante descubrimiento
en 1610 con su famoso anteojo, el primero que se aplicó á
órbita, varia considerablemente, apareciendo mayor c u a n - las observaciones astronómicas. Al descubrimiento de las
do está cerca y menor cuando está lejos. Por lo demás se fases de Vénus siguió bien pronto el de las montañas d e
distingue en el cielo Como una estrella brillante, ora por este planeta, muchas de las cuales son tan altas como las
la tarde al occidente, despues de puesto el S o l , ora por la terrestres.
madrugada, al oriente, embelleciendo el alba con sus vivos Cuando pasa Vénus en las mismas condiciones que M e r -
reflejos semejante á un Sol en miniatura. curio, es decir, en línea recta con nosotros y el Sol, tiene
También creyeron los antiguos que eran dos estrellas entonces l u g a r un paso ó tránsito de Vénus por el disco del Sol.
Estos fenómenos no son tan frecuentes como los de M e r - Los climas de Vénus son mas calurosos en su ecuador
m
curio, pero son mas importantes j de mas trascendencia J a s frios en sus polos; y de la inclinación de su eje de

Fig. 67.—Variaciones del disco aparente de Vénas.

rotacion resultan sus estaciones como en la Tierra, sin mas


diferencia que como su órbita es menor que la nuestra, y

constitución física de ese planeta, sino la p a r a l a j e del Sol, ó s e a la dis-


tancia q u e lo separa de la Tierra, y conocer por consiguiente con dalos
seguros las m u t u a s distancias de todos los astros de n u e s t r o s i s t e m a p l a -
netario.
Fig. 66.—Principales fases de Vénus.
Como s u utilidad es t a n g r a n d e y su verificación t a n tardía, p u e s
a p e n a s t i e n e n l u g a r dos veces en un siglo, los gobiernos de E u r o p a y las
repúblicas de A m é r i c a , contribuyeron en el último pasaje ocurrido el 8 de
científica que los de aquel planeta. E l último pasaje de
diciembre de 1874 al progreso de la ciencia, e n v i a n d o al efecto comisio-
Vénus tuvo lugar en 1874 y no se repetirá el próximo nes científicas á distintos puntos del globo en donde f u e visible la totali-
hasta 1882 (1). dad del tránsito.
L a A s a m b l e a f r a n c e s a voló la s u m a de 300.000 f r a n c o s p a r a los gas-
(1) E s de t a l trascendencia científica los pasajes de V é n u s por d e l a n t e tos d é l a e s p e d i c i o n ; los Eslados-L'nidos facilitaron 150.000 dollars, y
d e l disco del Sol, q u e nos creemos obligados á esplicar d e t a l l a d a m e n t e lo m i s m o hicieron los gobiernos de R u s i a , de I n g l a t e r r a , de Alema-
este fenomeno astronómico, toda v e z q u e p e r m i t e d e t e r m i n a r no solo la nia, de Italia y de las d e m á s naciones, menos el de E s p a ñ a q u e , n a d a
15
dio en lugar de los doce que forman nuestros años. Las
el planeta además marcha con mas velocidad, su año, ó el
estaciones de Vénus son mas intensas y breves que las
tiempo de su revolución, d u r a solamente siete meses y m e -
nuestras: solo duran cada u n a 56 dias.

celoso por l a c a u s a del p r o g r e s o , como todos los q u e desgraciada- f e n ó m e n o , si bien es menos apreeiable que el de V é n u s , el c u a l se verifi-
m e n t e v i e n e n r i g i e n d o los destinos de esta pobre nación de m u c h o tiempo- c a , c u a n d o tiene l u g a r , h á c i a los meses de m a y o y n o v i e m b r e , toda v e z
a esta p a r t e , n o q u i s o a r b i t r a r recursos p a r a t a n l a u d a b l e e m p r e s a , ni e n - q u e l a l í n e a de sus nodos se dirige desde el g r a d o 46 de longitud al g r a -
v i a r á q u i e n nos h u b i e r a podido r e p r e s e n t a r d i g n a m e n t e e n esa ocasión do 226; del m i s m o modo que los pasos de V é n u s ocurren siempre e n j u -
s o l e m n e , poniéndonos por esta razón u n a v e z m a s en ridiculo a n t e e l n i o y d i c i e m b r e , p o r q u e la línea de los nodos de este p l a n e t a se d i r i g e
m u n d o civilizado, q u e contempla atónito nuestra indiferencia y n u e s t r a entonces desde el g r a d o 75 de l o n g i t u d al 255.
a p a t í a en todo cuanto se refiere al m o v i m i e n t o científico m o d e r n o . La L u n a en sus eclipses nos ofrece u n a cosa parecida; pero tanto esta
E l objeto de estas espediciones es determinar con e x a c t i t u d , s e g ú n por su p r o x i m i d a d á nosotros, como Mercurio por s u distancia y peque-
h e m o s m a n i f e s t a d o , l a v e r d a d e r a distancia del Sol a l a T i e r r a , distancia nez , no suministran un resultado t a n satisfactorio como los pasos de
q u e en el pasaje de V é n u s acaecido el 3 de j u n i o de 1769, se d e d u j o d e Vénus.
l a p a r a l a j e 8 " 6 , ó l o q u e es i g u a l , e n 8 s e g u n d o s y 6 décimos de s e - Por desgracia estos n o se verifican sino m e d i a n t e u n largo período d e
g u n d o de g r a d o , q u e d a los 37.000.000 de l e g u a s en q u e se e v a l ú a g e n e - t i e m p o . Despues de ocurrir u n o pasan 8 años h a s t a el s i g u i e n t e ; l u e g o
ralmente. h a s t a el otro 122, despues 8; luego 105, despues 8; luego 122, despues 8 ,
E s t o s tránsitos ó p a s a j e s son por d e m á s i n t e r e s a n t e s . y así sucesivamente.
V é n u s , en v i r t u d de s u m o v i m i e n t o p r o p i o , se interpone cada 584 d i a s Estos fenómenos h a n tenido l u g a r desde que n u e s t r o sistema p l a n e -
e n t r e l a Tierra y el S o l , pero u n a s veces por e n c i m a y otras por debajo- tario existe, pero l a ciencia solo tiene noticia de ellos desde el 7 de di-
de este l u m i n a r , de m a n e r a q u e n o se p r o y e c t a sobre s u brillante disco ciembre de 1631.
y p e r m a n e c e invisible para nosotros por ofuscarlo l a luz del astro central. Los d e m á s p a s a j e s observados h a n sido siempre en los meses de j u n i o
P a r a q u e V é n u s p a s e p r e c i s a m e n t e por d e l a n t e del Sol y lo v e a m o s , y diciembre de los años 1639, 1761, 1769 y 1874. Dentro de cuatro años
es necesario q u e se coloque u n a m i s m a l í n e a r e c t a e n t r e a q u e l astro y ocurrirá otro en 18S2; y a n d a n d o el tiempo se verificarán otros en los
l a Tierra. En este caso V é n u s y nuestro p l a n e t a describen a r c o s casi p a - a ñ o s 2004, 2012, etc. E l p a s a j e próximo d u r a r á 5 h 57', a u n q u e la d u r a -
ralelos con velocidades m u y s e m e j a n t e s , y entonces se p r o y e c t a V é n u s . ción en estos casos depende de la diferencia de posicion del Sol y de V é -
sobre el disco solar como u n a m a n c h a p e r f e c t a m e n t e r e d o n d a q u e lo a t r a - n u s respecto de nosotros; y así, si el paso fuese c e n t r a l d u r a r í a 7 h 5 4 ' , pe-
v i e s a d e izquierda á d e r e c h a . Si V é n u s a t r a v i e s a el c u e r p o del Sol por e l ro si l a proyección sobre el Sol no es por una-línea c e n t r a l , sino por otra
m e d i o , la duración del tránsito es de 8" m e n o s 6 ú 8 ' (ocho h o r a s m e n o s línea m a s ó menos distante de los diámetros, d u r a r á el fenómeno m e n o s
seis ú ocho minutos); m a s p o r razón de l a p a r a l a j e , este tránsito obser- tiempo.
v a d o desde diferentes puntos del globo, debe v a r i a r bastante.
No considerando oportuno entrar en los detalles de los cálculos q u e
Por lo demás, se comprende q u e á c a u s a de la g r a n p r o x i m i d a d de- son necesarios para demostrar con exactitud todas las p a r t i c u l a r i d a d e s d e
V é n u s , que en estas ocasiones se h a l l a dos v e c e s y m e d i a m a s cerca de- l o s tránsitos, c u y o p r o b l e m a es p r o f u n d o y complicado, nos c o n t e n t a r e -
nosotros q u e el S o l , parecerá á los observadores que el centro de este m o s con d a r u n a idea sencilla de la teoría, valiéndonos del g r a b a d o a d -
planeta describe cuerdas sobre el l i m b o del Sol m a s ó m e n o s considera- j u n t o , q u e representa el paso de V é n u s observado desde t r e s p u n t o s
bles, que por su desigualdad y la de los tiempos q u e e m p l e a en descri- distintos A B C.
birlas, ofrecen el medio m e j o r y el m a s exacto de apreciar la p a r a l a j e d o
S u p o n g a m o s que dos observadores A y B están colocados e n los es-
este astro.
treñios de u n diámetro de l a Tierra, y h a c i e n d o abstracción del m o v i -
Mercurio, por hallarse comprendido respecto al Sol dentro de l a ór-
miento de rotación de este p l a n e t a , resultará q u e cada uno de ellos p o d r á
bita de la Tierra, presenta t a m b i é n , como y a h e m o s demostrado, i g u a l
E n vista de esto es m u y probable q u e V é n u s t e n g a ha- Admitamos por u n momento q u e tales, s é r e s e x i s t e n y
bitantes organizados convenientemente con arreglo á las que reflexionan como nosotros, y q u e como nosotros con-
condiciones físicas del planeta.
De m o d o que tomando la q u i n t a parte de l a distancia a b, se tendrá la
medir l a c u e r d a que v e a describir al p l a n e t a , esto es, e v a l u a n d o el t i e m - p a r a l a j e del astro, ó su distancia á l a Tierra.
po del p a s a j e , porque siendo perfectamente conocido el m o v i m i e n t o an- El paso de V e n u s en 1639 f u e el p r i m e r o q u e se observó por l a cien-
g u l a r , el tiempo nos dará el espaeio recorrido. Estando d e t e r m i n a d a s l a s cia , a u n q u e sin resultado a l g u n o .
Kepler predijo q u e V e n u s n o h a r i a m a s que rozar l i g e r a m e n t e el
disco del S o l , p e r o Horrox y Crabtree lo observaron en I n g l a t e r r a , si
b i e n n o pudieron percibir por razones especiales l a e n t r a d a del planeta
sino u n poco a n t e s de ponerse el Sol. H a s t a esta é p o c a , considerados los
t r á n s i t o s como conjunciones o r d i n a r i a s , h a b í a n sido acechados por m e r a
curiosidad.
H a l l e y , el g r a n a m i g o y colaborador de N e w t o n , f u e el p r i m e r o que
comprendió toda su-importancia científica.
H a b i e n d o o b s e r v a d o e n 1677 á la edad de veintidós años un paso de
Mercurio ante, el Sol, llamó v i v a m e n t e su atención l a m a n e r a clara y
l i m p i a con que se destacaba l a m a n c h a n e g r a y r e d o n d a de M e r c u r i o s o -
,bre el radioso disco, y comprendió a l m o m e n t o q u e fenómenos de tal ín-
dole y precisión debían ofrecer un medio escelente p a r a rectificar l a dis-
t a n c i a de l a Tierra al S o l , y la de éste á los demás planetas. Considerando
m a s útiles los pasos de V é n u s , por l a proximidad de este p l a n e t a á nos-
otros en tales ocasiones, recomendó eficazmente á los f u t u r o s astrónomos
el p a s a j e de 1761.
E s t e descubrimiento de H a l l e y , q u e t a n alto coloca á su g e n i o inves-
tigador, es de a d m i r a r e n u n a época e n que la A s t r o n o m í a de precisión
a ú n n o se h a b i a f u n d a d o , p u e s h a s t a m e d i o siglo m a s t a r d e no e m p e z ó
Jacobo B r a d l e y s u s famosos esperimentos en el Observatorio de Green_
w i c h , q u e dieron p o r resultado el d e s c u b r i m i e n t o de la aberración de la
luz y el de la nutación del eje de la T i e r r a .
Los gobiernos de las g r a n d e s potencias y las corporaciones científicas,
n o desatendieron la recomendación del ilustre astrónomo inglés.
A n i m a d o s de los mejores deseos en beneficio d e la «60013 astronómi-
ca, f o r m a r o n el m a y o r e m p e ñ o en disponer q u e a l g u n a s comisiones cien-
dos cuerdas que parlen de a y 6, se deducirá fácilmente su longitud m e -
tíficas se trasladasen á los p u n t o s del globo m a s separados entre sí, á fin
d i a o 6, y por medio de los dos triángulos q u e tienen la m i s m a base,
de q u e la p a r a l a j e f u e s e m a s considerable. Las observaciones de 1761
A 6 B y A o B, se verá q u e l a distancia de l a s cuerdas v a l e cinco v e c e s
f u e r o n poco satisfactorias ó casi i n ú t i l e s , n o así las practicadas en 1769,
el rádio de la T i e r r a . El á n g u l o b a j o el cual se v e l a distancia a b desde
q u e permitieron y a estimar la p a r a l a j e solar en 6 " , 8 (seis segundos y
l a T i e r r a v a l e cinco veces el ángulo b a j o el c u a l se v e r i a desde el Sol el
ocho d é c i m o s de s e g u n d o de g r a d o ) , q u e consta en todos los tratados d e
rádio terrestre, ó sea cinco veces la p a r a ' a j e solar.
Astronomía vulgarizados.
•cual verán flotar como u n a estrella en el espacio: este astro
templan el cielo. E n t r e todos los astros uno especialmente
es la Tierra. ¿Estudiarán el aspecto de nuestro globo? ¿Cal-
llamará su atención por sus dimensiones j por su brillo, al

La Sociedad Real de Londres e n v i ó observadores á la Bahía de H u d - paso de Vénus en 1874, se d e d u j o q u e el valor exacto de la p a r a l a j e s o l a r
s o n y á l a isla de Taiti e n el G r a n d e Océano equinoccial: e l sabio é i n f o r - •debía oscilar entre 8 " 8 y 8 " 9, lo c u a l f u e corroborado en 1874, e s t a n -
t u n a d o Chappe de A u t e r o c h e f u é á l a C a l i f o r n i a : el p a d r e Hell á la isla d o conformes todas las espedicíones astronómicas en v a l u a r l a p a r a l a j e
W a r d h u s , e n la estremidad septentrional de la L a p o n i a : P l a m m a n se es- e n 8 " 8, c u y a determinación fija l a d i s t a n c i a de la T i e r r a al Sol en poco
tableció en C a j a n e b o u r g , e n la F i n l a n d i a , y otros astrónomos lo o b s e r v a - m a s de 37.000.000 de leguas.
ron e n A m é r i c a , en Kola y en el Norte de la R u s i a . P a r a l a comprobacion de los cálculos, observaciones y f e n ó m e n o s q u e
Este tránsito, visto d e s d e e l centro de l a T i e r r a , debia durar 5h 4 1 ' 5 0 " liemos indicado, se emplearon v a r i o s métodos, siendo uno de ellos l a
e n t r e los dos contactos interiores, es decir, e n t r e el m o m e n t o en q u e el aplicación de la fotografía p a r a fijar a c a d a instante el aspecto del Sol
globo de V é n u s estuviese dentro del S o l , y el p r i m e r instante en q u e e l d u r a n t e la conjunción de V é n u s q u e duró 4b 9 ' . El próximo t e n d r á l u g a r
p l a n e t a e m p e z a r a á salir del limbo solar por l a parte opuesta. Calculadas e l 6 de diciembre de 1882 por la tarde y s e r á visible en E s p a ñ a y en la
estas fases, suponiendo l a p a r a l a j e 8 " 5, se h a l l a r í a q u e e n W a r d h u s el m a y o r p a r t e de E u r o p a : d u r a r á 5b 5 7 ' . E n la figura a d j u n t a se m a r c a la
p a s a j e de V é n u s d u r a r í a 1 0 ' 5 2 " m a s q u e o b s e r v a d o desde el centro d e p a r t e del disco solar q u e a t r a v e s a r á V é n u s en dicho p a s a j e , q u e no será
l a T i e r r a , m i e n t r a s q u e e n la isla de Taiti d u r a r í a 11' 4 3 » m e n o s . De por cierto tan ú t i l como el anterior b a j o el p u n t o de vista de la d e t e r m i -
a q u í resulta q u é si se hubiese observado en Taiti u n a duración de t i e m p o
m a s p e q u e ñ a de 2 2 ' 3 5 » que l a observada e n W a r d h u s , l a p a r a l a j e d e l
Sol sería, e n efecto, de 8 " 5. Hell en W a r d h u s dió en realidad al tránsito
u n a duración de 5b 53' 1 4 " , y el capitan Cook, Green y Solander asig-
naron a l fenómeno desde Taiti 5h 3 0 ' 4 " , que v i e n e á ser 2 3 ' 1 0 " m e n o s
q u e la llevada á cabo en W a r d h u s . Esta cifra difiere e n 3 5 " de los c á l c u -
los h e c h o s sobre este p u n t o ; pero sobre u n a diferencia total de 2 3 ' 1 0 " n o
resulta m a s que l a de . Comparadas, pues, estas observaciones con
o t r a s h e c h a s en v a r i o s l u g a r e s , t e n i e n d o en c u e n t a l a localidad g e o g r á f i -
c a de las estaciones, la rotaciop de l a T i e r r a , y p r a c t i c a d a s otras correc-
ciones, se h a visto q u e la p a r a l a j e del Sol es de 8 " 6.
S i n e m b a r g o , m e r c e d á las observaciones h e c h a s posteriormente p o r
Leverrier sobre los m o v i m i e n t o s de l a Tierra, de V é n u s y de Marte, se
reconoció l a necesidad de a u m e n t a r e n un trigésimo la p a r a l a j e del S o l
nación de la p a r a l a j e ; pero merced á los métodos analíticos de i n v e s t i g a -
o b t e n i d a en 1769 y a d o p t a d a h a s t a catorce años h a c e , en r a z ó n de l o s
ción q u e hoy posee la ciencia astronómica, son incalculables los benefi-
cálculos de Mr. E n c k e . E s t a s observaciones de Mr. Leverrier h a n sido
cios que r e p o r t a r á s u observación á la Astronomía física, toda v e z qué
corroboradas con las esperiencias directas s o b r e la velocidad de ¡a luz
e n el último tránsito se h a comprobado d e f i n i t i v a m e n t e p o r Tacchini,
h e c h a s por Mr. Cornu y León Foucault, y por el estudio de las oposicio-
H e r a u d , B o n i f a y , J a n s s e n y otros astrónomos, l a existencia de l a a t m ó s -
n e s del planeta Marte llevado á cabo en 1862 por Stone y W i n n e c k e , y
f e r a de V é n u s , y se h a medido su a l t u r a y analizado q u í m i c a m e n t e los
ú l t i m a m e n t e en 1877por Gilí y Green, que h a n d a d o por resultado a s i g n a r
g a s e s que la constituyen, de c u y o estudio espectral resulta q u e es c a s i
á la p a r a l a j e solar una cifra u n poco superior á 8 " 6. A n t e estos r e s u l t a -
dos veces m a s densa q u e la atmósfera terrestre.
d o s y en v i s t a de l a opinion de Mr. P o w a l k y , q u e hizo u n concienzudo
e x á m e n de todas las observaciones, cálculos y medidas practicados des- La existencia de esta atmósfera se h a comprobado n o solo por la a n á -
d e 1663 p a r a q u e sirviera de base á los observadores q u e e s t u d i a r o n el lisis espectral, sino por la simple observación telescópica.
cularán su peso y su volumen? ¿Nos observarán con ins . b i e s mitológicos nos designarán?.-.. ¡Quién sabe!- Acaso
.trunientos ópticos parecidos á los nuestros? ¿C-on qué n o m - discutirán también acerca de si este planeta es habitable, y
forjarán mil hipótesis ingeniosas. Quizá que nos consideren
A1 entrar el planeta en 1874 en el disco solar, se notó p o r todos los mas dichosos de lo que somos en realidad, y se formen d e
observadores qué la parte esterior qúe a ú n no h a b i a entrado en el S o l , sé nuestra morada una idea mas grande de la que nosotros
"hallaba claramente indicada por un filete luminoso pálido, q u e r e u n i d o
tenemos formada de ellos.
con l a s f r a n j a s de la i m a g e n i n t e r i o r , f o r m a b a u n circulo perfecto. I g u a l
observación se hizo en el p a s a j e de 1761, fenómeno producido por l a r e -
facción de los r a y o s del Sol á t r a v é s de la atmósfera de V é n u s .
R e s p i g h i , director d e l Observatorio del Capitolio, afirma en v i s t a dé
esto q ü é n o es posible n e g a r la existencia de la atmósfera de V é n u s ; y
V o g e l , uno de los espectroéopistas contemporáneos m a s distinguidos, dice
q u e «las modificaciones introducidas por l a atmosfera de V é n u s en el es-
p e c t r o solar son m u y débiles, de lo c u a l debe deducirse q u e los r a y o s so-
lares que nos e n v í a este p l a n e t a son reflejados en su m a y o r parte p o r l a
superficie dé la capa de nubes q u e le circunda sin penetrar en el interior.
Sin e m b a r g o , h a y r a y a s particulares entre las cuales se reconocen las del
vapor de agua, p o r c u y a razón p u e d e admitirse como m u y probable q u e
la atmósfera de ese planeta contiene agua, elemento t a n indispensable
á la vida.»
Estos descubrimientos son de u n valor incalculable y v i e n e n á j u s t i -
ficar l a solidaridad de las fuerzas físicas y el estrecho parentesco que
existe entre los cuerpos de nuestro sistema. «La ciencia d e m u e s t r a , dice
Otón U l é , q u e las l e y e s á q u e obedece la vida de nuestro globo conser-
v a n t a m b i é n su v a l o r p a r a los otros m u n d o s : l a u n i d a d de la existencia Fig. 68.—Venas lleno, visto con el telescopio.

n o escluye la variación en las formas.» Y siendo esto así, ¿qué razón h a y


para p e n s a r q u e todos esos astros q u e p u e b l a n los espacios y que la a n a -
logía a p r o x i m a y a á nuestro globo, son vastos desiertos, sombrías sole- E s t a s conjeturas tienen un alto grado de probabilidad
dades e n v u e l t a s en el sudario de la m u e r t e ? ¿Por q u é n o h a n de estar física, pues de las numerosas observaciones hechas por di-
habitados por séres superiores é i n f e r i o r e s , dotados los p r i m e r o s de i n - ferentes astrónomos en varias épocas, se ha comprobado la
teligencia y capaces de c o m p r e n d e r los fenómenos de la N a t u r a l e z a , y
semejanza de este planeta con la Tierra. Las mismas d i -
de elevar su p e n s a m i e n t o á la f u e r z a cósmica q u e h a l l e n a d o de m u n -
dos los espacios, q u e h a dado u n i d a d á las l e y e s que r i g e n á l a m e c á n i c a mensiones, casi el mismo peso, la misma duración del dia
celeste, y encendido la luz e t e r n a , l a l u z q u e nos g u i a y vivifica, en el y de la noche; el mismo aire respirable, todos los e l e m e n -
centro de los sistemas planetarios? ¿Qué razón, q u é f u n d a m e n t o exista
para n e g a r la verosimilitud de estas c o n g e t u r a s , b a s a d a s en el poder de
cómo la idea sublime de la pluralidad de los m u n d o s ó la poblacion ge-
l a Naturaleza? N i n g u n a s e g u r a m e n t e , pues la vida es universal é infinita
neral del Universo, presentida por todos los filósofos, c a n t a d a p o r poetas
y n o debe reducirse al estrecho y exiguo m u n d o q u e h a b i t a m o s . ¡Qué de
inmortales, engrandece el pensamiento del q u e p u e d e c o m p r e n d e r l a ! . . .
consideraciones no asaltan á la imaginación con estas congeturas! jY
(N. del T)
tos astronómicos y físicos, en fin, que constituyen la vida Mas dejemos este hermoso mundo y continuemos n u e s -
sobre la T i e r r a , se observan y existen e n V é n u s , gracias t r a descripción uranográfica.
al análisis espectral á quien principalmente es deudora la Mirando al cielo en él descubriremos al dios de la g u e r r a ,
ciencia de este importante descubrimiento (1). al planeta rojizo Marte, el último del grupo de los menores.
Mercurio y Vénus se llaman interiores porque circulan
(1) Este a d m i r a b l e procedimiento de la Astronomía física es de u n a dentro de la órbita de la Tierra. M a r t e , situado mas allá,
u t i l i d a d estraordinaria, y dignos de m e n c i ó n especial sus g r a n d e s resul-
es el primero de los planetas estertores, el primero que e s -
tados.
E n t r e las m a r a v i l l a s q u e h a producido l a óptica m o d e r n a , ocupa u n
tiende sus vastos dominios f u e r a de la órbita terrestre.
l u g a r preferente el espectróscopo, anteojo construido e s p r e s a m e n l e p a r a
e s t u d i a r l a constitución de los a s t r o s , y en el c u a l los r a y o s luminosos oxígeno y del h i d r ó g e n o , debiendo ser, por lo t a n t o , el a g u a de este p l a n e t a
d e los cuerpos q u e se o b s e r v a n v a n á p a r a r á un p r i s m a y á un microsco- i g u a l á l a terrestre, así como sus m a r e s , q u e están indicados por g r a n d e s
pio analizador. A h o r a b i e n : todo r a y o l u m i n o s o ó toda l l a m a e m a n a d a m a n c h a s v e r d e s , t e n d r á n l a m i s m a composicion q u í m i c a q u e la de nues-
d e cualquiera cuerpo en i g n i c i ó n , o b s e r v a d a con el e s p e c t r ó s c o p o , a p a - tros océanos. E n los espectros de los p l a n e t a s m a y o r e s Júpiter y S a t u r -
rece bajo l a f o r m a de u n a b a n d a c o n s t i t u i d a por u n a serie de lineas tras- n o , se h a encontrado t a m b i é n g r a n a n a l o g í a ; y en e l de S a t u r n o se h a n
v e r s a l e s , cuyo n ú m e r o y disposición r e v e l a n la n a t u r a l e z a q u í m i c a del observado líneas q u e n o están en relación c o n las q u e ofrece nuestra at-
c u e r p o q u e l a p r o d u c e ; y a s í , aplicado este útilísimo procedimiento á m ó s f e r a , de lo cual se h a deducido q u e la a t m ó s f e r a de S a t u r n o c o n t i e n e
nuestro S o l , s e h a a v e r i g u a d o q u e las líneas o s c u r a s q u e a t r a v i e s a n s u b r i - sustancias gaseiformes q u e no existen e n nuestro globo.
l l a n t e espectro (formado por los colores violáceo, añil, azul, verde, amarillo, Esta desigualdad q u e se nota en el estudio espectral de a l g u n o s c u e r -
naranjado y rojo), c o n f i r m a n l a existencia de u n a a t m ó s f e r a g a s e o s a e n pos de nuestro sistema, no es u n obstáculo p a r a q u e p u e d a n estar h a b i t a -
t o r n o de ese a s t r o , y q u e en él se e n c u e n t r a n en estado incandescente y dos, pues precisamente lo que m a s nos interesa conocer, n o son t a n t o l a s
líquido los cuerpos de q u e h e m o s hecho, mérito en la nota tercera del c a - a n a l o g í a s como las diferencias q u e existen entre los p l a n e t a s , á fin de
pítulo VIH. d e t e r m i n a r las formas q u e pueda afectar la v i d a en sus superficies, m u -
Las análisis espectrales h e c h a s en las estrellas m a s r e m o t a s , a c u s a n c h o m a s h o y que la biología positiva y l a estadística e n s e ñ a n t e r m i n a n -
u n a t e m p e r a t u r a y unos vapores metálicos idénticos á los q u e se encuen- t e m e n t e q u e la organización "humana n a d a t i e n e de a r b i t r a r i a , y q u e e s
t r a n en nuestro Sol; y estas m i s m a s observaciones, practicadas en las n e - la r e s u l t a n t e m a t e m á t i c a de las f u e r z a s en acción sobre nuestro globo.
bulosas m a s remotas y en los cometas h a n demostrado que están com- Todos los séres, pues, q u e pueblan l a Tierra, desde el infusorio h a s t a el
puestas a l g u n a s de aquellas de ázoe y los otros de vapores de carbono, e l e f a n t e , se h a l l a n en í n t i m a relación con las condiciones orgánicas del
c o m o se comprobó e n 1874 con el cometa de Coggia en v i r t u d de las a n á - p l a n e t a ; y en virtud de esta l e y , y con a r r e g l o á las peculiaridades físi-
lisis espectrales hechas por el P . S e c c h i , L o c k y e r , R a y e t y otros a s - cas de cada m u n d o , los séres que existan en ellos e s t a r á n organizados
trónomos, y de c u y o s interesantes y p r o f d n d o s t r a b a j o s nos ocupamos con arreglo al medio en q u e v i v a n , y sus formas respectivas h a n de di-
e s t e n s a m e n t e e n u n artículo q u e d i m o s á luz en dicho año e n La Ilustra- ferir n e c e s a r i a m e n t e del tipo h u m a n o .
ción Española y Americana. Creer, á pesar de esto, q u e los astros e s t á n h a b i t a d o s por séres como
Los estudios realizados en V é n u s y en Marte, h a n revelado q u e las a t - los q u e p u e b l a n l a T i e r r a , es llevar el antropomorfismo á un estremo e x a -
mósferas de estos p l a n e t a s difieren m u y poco de la n u e s t r a , puesto q u e gerado q u e rechazan de consuno la ciencia y la lógica; pues y a J e n ó f a n e s ,
se h a l l a n s a t u r a d a s de vapor de a g u a , y las variaciones atmosféricas q u e creia en la pluralidad de los m u n d o s h a b i t a d o s , rechazaba estas ab-
p r o d u c e n a l l í , como en la T i e r r a n u b e s , l l u v i a s y todos los fenómenos s u r d a s a n a l o g í a s , y los físicos modernos las c o n d e n a n como contrarias á
meteorológicos q u e a q u í e s p e r i m e n t a m o s . las leyes de la Naturaleza.
El espectróscopo, a d e m á s , h a descubierto en Marte la existencia d e l
- A primera vista se distingue Marte en el cielo cómo u n a y e n todo revela el mismo aparato de circulación vital que
estrella de las mayores y por su color rojizo. A juzgar por nuestro globo. Posee una atmósfera casi idéntica á la nues-
los datos que suministra la historia de la ciencia¿ esté pla- t r a donde flotan las n u b e s , se forma la lluvia y se agitan
n e t a fue el tercero que los antiguos observadores d i s t i n - los vientos, pues allí como aquí h a y vida, movimiento a t -
guieron de las estrellas fijas. Los indios le llamaban An- mosférico.
garaka, que significa carbón encendido, y los hebreos le Observada atentamente la superficie de este planeta con
dieron el nombre de abrasado.
Este planeta rueda en el espacio á 5 6 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas
del Sol en u n a órbita cuyacircunferenciaes de 3 5 0 . 0 0 0 . 0 0 0
de leguas, la cual recorre en un año y 3 2 2 dias, á razón
de 5 0 0 . 0 0 0 leguas por d i a : algo mas despacio que la
Tierra. El diámetro de Marte es de 1.700 l e g u a s , y su
circunferencia de 5 . 3 7 5 . E s por lo tanto seis veces y me-
dia mas pequeño, en volumen, que nuestro globo; siete ve-
ces y media mayor que la L u n a , y solo tres veces mas volu-
minoso que Mercurio.
S u movimiento de rotacion lo efectúa en 2 4 horas, 3 9
minutos y 3 5 segundos. E l dia y la noche siguen en Marte
el mismo curso que en la Tierra. E n el ecuador son de
igual duración: de 12 horas, 18 minutos y 4 1 segundos Fíg. 69.—Marte visto con el telescopio presentando sus manchas blancas producidas por
durante todo el año. Lo mismo acontece en todos los paises la nieve de sus polos.

del mundo marcial el dia del equinoccio; pero la invasión


del dia en la noche durante el estío, y de la noche en el e l telescopio, se perciben en ella continentes, mares y
dia durante el invierno, sigue allí la misma ley que aquí, montañas, y todo lo que ofrece de notable, por cuya razón
variando de un modo semejante según las latitudes. E n este se h a logrado trazar su planisferio geográfico. S u s dias,
planeta las estaciones son poco mas ó menos de la misma y a lo hemos dicho, son parecidos á los nuestros; pero la
intensidad que las nuestras; pero como el año marcial es cantidad de luz y de calor que del Sol recibe es la mitad
casi el doble que el nuestro, son mucho mas largas y d e - de la que recibe la Tierra. Desde aquí distinguimos sus
siguales. casquetes de nieve que blanquean las regiones polares, y
Bajo cualquier punto de vista que se considere á Marte los vemos fundirse en la estación del calor bajo la acción
es el planeta mas semejante, el que tiene mas estrecha poderosa de los rayos del S o l y , estenderse y crecer en la
analogía con la Tierra. Desde aquí observamos á este astro estación delirio.
E n virtud de estos elementos de vida, es m u y probable Por lo que respecta á la altura de la atmósfera marcial y
que existan vegetales en Marte é infinidad de séres, incluso á su densidad es probable q u e sea menos densa y menos
el hombre; y acerca de este asunto debemos consignar q u e
el matiz rojizo que se distingue sobre sus continentes, indi-
can que allí las plantas tienen aquel color, en lugar del ver-
de que aquí caracteriza al reino vegetal.
Sorprende, en verdad, que existan árboles con hojas e n -
carnadas como la escarlata, y bosques y prados enteros; del
mismo color; pero lo cierto es que esto es u n hecho, y que
la vegetación marcial es la causa de esta coloraeion particu-
lar; sus tierras no pueden ser desiertos; probablemente es-
tán cubiertas de vegetales, cualesquiera que sean, y como
no es el interior lo que vemos, sino su superficie, es natural
que el color dominante de la capa que cubre á esta, la ve-
getación, sea encarnada, puesto que las tierras de Marte
presentan este aspecto en todas partes (1).

(1) P u e s precisamente esta circunstancia e c h a por tierra l a a f i r m a -


Fig. 70.—Orbita de Marte y sns posiciones respecto de la Tierra, T. (Los otros dos plañe
ción q u e e n t é r m i n o s t a n absolutos h a c e F l a m m a r i o n sobre el color rojizo
las, sitnados mas cerca del Sol, son Mercurio y Vénus.)
de Marte, toda vez q u e este es constante b a j o todas las latitudes del pla-
n e t a lo m i s m o e n i n v i e r n o q u e en v e r a n o , y claro está q u e si fuese p r o .
ducido p o r los v e g e t a l e s v a r i a r í a d i c h a coloracion con las estaciones, y elevada que la nuestra, porque la diferencia de intensidad
le v e r í a m o s por lo tanto d i s m i n u i r d u r a n t e e l i n v i e r n o p a r a renacer e n la
luminosa entre el borde del disco y el centro es r e l a t i v a -
p r i m a v e r a y recobrar toda su intensidad en el v e r a n o .
L a m b e r t , autor de esta hipótesis, y a quien F l a m m a r i o n n o cita en t e r a l m e n t e p o r referirse á u n a de las creencias m a s i n n a t a s de F l a m m a -
n i n g u n a de sus obras cuando h a b l a de Marte, supuso en el siglo pasado rion acerca de l a s condiciones de habitabilidad q u e existen en los cuerpos
q u e todos los vegetales que existen en ese p l a n e t a son r o j o s ; m a s e s t a c e l e s t e s ; y sensible e s , por c i e r t o , q u e al h a b l a r de la coloracion rojiza
conjetura n o se a p o y a en n i n g u n a observación directa, y los cambios de de M a r t e , aduzca razones y p r u e b a s t a n e x a g e r a d a s sobre u n p u n t o c i e n -
i n t e n s i d a d , según las e s t a c i o n e s , n o se h a comprobado ¿ o d a v í a por n i n - tífico tan discutible, y de tan difícil resolución p a r a la ciencia.
g ú n astrónomo.
E s t a tendencia de Flammarion es n a t u r a l si se tiene en cuenta s u
Otros a t r i b u y e n ese fenómeno á las modificaciones q u e esperimenta l a i m a g i n a c i ó n poética y su entusiasmo por l a doctrina de l a pluralidad d e
luz del Sol al a t r a v e s a r l a atmósfera m a r c i a l ; pero es m a s probable q u e el los m u n d o s h a b i t a d o s .
color rojizo de Marte sea inherente a l suelo del p l a n e t a , constituido de Solo asi se esplica q u e en u n a de sus o b r a s , en las Contemplaciones
ocres y t i e r r a s rojas, hipótesis g e n e r a l m e n t e admitida por los astrónomos Científicas, p á g . 297 y 2 9 8 , d i g a lo s i g u i e n t e h a b l a n d o de M a r t e : « E s
y geólogos contemporáneos m a s e m i n e n t e s , y e n t r e e l l o s e l doctor Hoefer. m u y posible q u e en Marte las n a r a n j a s sean a z u l e s , l a s a z u c e n a s de co-
El p á r r a f o del testo que nos inspira esta n o t a , lo h e m o s traducido 1¡- lor violeta y las rosas negras ; q u e n u e s t r a P s i q u i s de seno a l a b a s t r i n o
mente débil, y porque el peso de los cuerpos es mas ligero
e n Marte que en la Tierra, casi tres veces menor.
Visto desde nuestro globo nos parece Marte una p e q u e -
ña estrella brillante cuando la tenemos mas cerca (fig. 7 0 .
1. a posicion), y mas débil y pequeña cuando al efectuar su
movimiento de traslación, se aleja de nosotros (número 4 ) .
E s t e planeta no puede tener fases como V é n u s , porque
marchando fuera de la órbita terrestre, siempre nos p r e -
senta casi el mismo frente iluminado, sin pasar nunca en-
tre el Sol y nosotros; y por este motivo tampoco le vemos
pasar del uno al otro lado del Sol como los planetas i n t e -
riores Mercurio v V é n u s , sino recorrer su círculo entero
por el cielo alrededor del S o l , verificándose naturalmente
lo mismo con los demás planetas esteriores. CAPITULO X I V .

s e h a l l e cubierta de u n caparazón de c r u s t á c e o , ó q u e esas m a n o s de-


l i c a d a s que R u b e n s y Rafael a d m i r a b a n tanto se parezcan á los tentácu-
LOS P L A N E T A S MAYORES.
los de algún marisco.» Y en Las Tierras del Cielo, p á g . 5 0 2 , h a b l a n d o
d e los h a b i t a n t e s de Saturno, dice q u e deben t e n e r «cuerpos traspa-
rentes al t r a v é s de los cuales se v e a circular l a v i d a ; que v u e l e n sin alas
e n el seno de u n a atmósfera n u t r i t i v a ; q u e n o estén sometidos, como nos-
otros, á u n a alimentación grosera y á sus ridiculas consecuencias; y q u e
v i v a n , e n fin, en u n estado casi angélico u n a v i d a t r e i n t a veces m a s lar-
g a q u e la nuestra.» ¡Lástima g r a n d e q u e suposiciones de esta naturaleza
e s p o n g a el a u t o r , con menoscabo de la v e r d a d y de los h e c h o s observa-
d o s , y q u e n o comprenda que son m a s propias de las novelas astronó-
micas de Cyrano de Bergerac, de S w i f t ó de Julio V e r n e que de la m a -
g e s l a d didáctica de u n a obra científica!
(N. del T.
mente débil, y porque el peso de los cuerpos es mas ligero
e n Marte que en la Tierra, casi tres veces menor.
Visto desde nuestro globo nos parece Marte una p e q u e -
ña estrella brillante cuando la tenemos mas cerca (fig. 7 0 .
1. a posicion), y mas débil y pequeña cuando al efectuar su
movimiento de traslación, se aleja de nosotros (número 4 ) .
E s t e planeta no puede tener fases como V é n u s , porque
marchando fuera de la órbita terrestre, siempre nos p r e -
senta casi el mismo frente iluminado, sin pasar nunca en-
tre el Sol y nosotros; y por este motivo tampoco le vemos
pasar del uno al otro lado del Sol como los planetas i n t e -
riores Mercurio v V é n u s , sino recorrer su círculo entero
por el cielo alrededor del S o l , verificándose naturalmente
lo mismo con los demás planetas esteriores. CAPITULO X I V .

s e h a l l e cubierta de u n caparazón de c r u s t á c e o , ó q u e esas m a n o s de-


l i c a d a s que R u b e n s y Rafael a d m i r a b a n tanto se parezcan á los tentácu-
LOS P L A N E T A S MAYORES.
los de algún marisco.» Y en Las Tierras del Cielo, p á g . 5 0 2 , h a b l a n d o
d e los h a b i t a n t e s de Saturno, dice q u e deben t e n e r «cuerpos traspa-
rentes al t r a v é s de los cuales se v e a circular l a v i d a ; que v u e l e n sin alas
e n el seno de u n a atmósfera n u t r i t i v a ; q u e n o estén sometidos, como nos-
otros, á u n a alimentación grosera y á sus ridiculas consecuencias; y q u e
v i v a n , e n fin, en u n estado casi angélico u n a v i d a t r e i n t a veces m a s lar-
g a q u e la nuestra.» ¡Lástima g r a n d e q u e suposiciones de esta naturaleza
e s p o n g a el a u t o r , con menoscabo de la v e r d a d y de los h e c h o s observa-
d o s , y q u e n o comprenda que son m a s propias de las novelas astronó-
micas de Cyrano de Bergerac, de S w i f t ó de Julio V e r n e que de la m a -
g e s l a d didáctica de u n a obra científica!
(N. del T.
CAPITULO XIV.

LOS PLANETAS MAYOBES.

E n la época en que la Astronomía se hallaba en su in-


fancia, y en que se creia que todo estaba regulado por los
astros, recibió el planeta J ú p i t e r , por su brillo constante
y por su marcha magestuosa en el espacio, los mayores
homenajes y fue considerado como el jefe del cielo.
Los adelantos de la óptica y los descubrimientos moder-
nos de la Astronomía física, lejos de menoscabar su impor-
tancia la han corroborado satisfactoriamente, y h o y , lo
mismo que en los tiempos pasados, está considerado como
el primero y el mas respetable de los astros que componen
nuestro sistema solar.
Confundido entre el infinito número de estrellas que lle-
nan los espacios, se asemeja á un p u n t o brillante, y sin
embargo es un globo e n o r m e , superior en tamaño ^á la
Tierra, de tal suerte, que comparado con él nuestro peque-
ño m u n d o , es como u n guisante al lado de una n a r a n j a .
Dista del Sol 1 9 2 . 5 0 0 . 0 0 0 leguas y la órbita de este pla-
n e t a , que abarca no solo las órbitas de los planetas m e n o -
res sino las de los asteróides, tiene el desarrollo colosal de
mas de 1 . 0 0 0 . 0 0 0 . 0 0 0 de l e g u a s , la cual recorre en 11
años, 10 meses y 17 dias con una velocidad de 2 7 8 . 7 5 0
leguas diarias , que viene á ser menos de la mitad de la Como el eje de rotacion de Júpiter es casi perpendicular
velocidad del globo terrestre. S u diámetro ecuatorial es al plano de su órbita, sus climas son constantes, dismi-
de 3 5 . 5 0 0 l e g u a s , once veces mayor q u e el de nuestro n u y e n d o con irregularidad el calor desde el ecuador hasta
globo, y la vuelta-dada al mundo de J ú p i t e r , en su ecua- sus polos. Tampoco h a y estaciones, nada de inviernos n i
d o r , es de 111.100 leguas. veranos; todo el año permanece e n las mismas condiciones
Como es 1.300 veces mayor que la Tierra si estuviese que nuestro planeta en la primavera. Mas esta primavera
colocado donde está la L u n a la superficie de su disco permanente de Júpiter seria para nosotros un invierno irre-
sistible, porque á causa de su d i s t a n c i a l l e g a l a l u z y el calor
del Sol á su superficie m u y debilitados, con veintisiete veces
menos intensidad que á la Tierra, en la hipótesis se entien-
de, de que no existan en el planeta otros medios de c o n -
centrar el calor, y que la irradiación solar no sea allí la
única causa de calefacción, como es m u y verosímil y hasta
posible, dada la existencia de nubes y vapores que en su
atmósfera distinguimos con los anteojos. Despréndese de lo
dicho que los habitantes de J ú p i t e r , si los tiene, deben
estar organizados de otro modo que los de los planetas me-
nores Mercurio, Vénus, la Tierra y Marte.

Las nubes que flotan en la atmósfera de Júpiter se divi-


san con el telescopio en forma de bandas agrisadas m u y
notables, si bien lo mas sorprendente que este planeta tie-
ne son las cuatro lunas que le acompañan y le sirven, g i -
rando alrededor suvo, como la L u n a en torno de la Tierra.
Fig. 71.—Tamaños comparados de Júpiter y de la Tierra.
Estos cuatro satélites alumbran constantemente, y com-
pensan de una manera eficaz á los habitantes de Júpiter,
abrazaría en el cielo una estension 1.600 veces superior
de la escasa cantidad de luz que reciben del Sol. Visto desde
al plenilunio de nuestro satélite! E s t e inmenso globo se
la Tierra el g r a n J ú p i t e r parece u n a estrella de luz blanca
baila animado de u n movimiento de rotacion dos veces
y apacible, casi tan brillante como V é n u s ; pero e x a m i n a -
mas rápido que el de la Tierra, de suerte que en vez de ser
do con instrumentos ópticos, se observan las rápidas y con-
de 2 4 boras, la duración del dia y de la noche no cuenta
siderables variaciones que sufre su atmósfera.
allí ni 10 horas, pues entre salir y ponerse el Sol, solo
trascurren 4 horas y 57 minutos, y en todas las épocas del E n el ecuador, á uno y á otro lado, se distinguen b a n -
año es la noche allí mas corta á causa d e los crepúsculos. das sombrías y surcos paralelos alternativamente blancos
y grises, las cuales representan el suelo del planeta ó las del movimiento elíptico de los planetas, del mismo modo los
capas inferiores de la atmósfera. Al lado de Júpiter a p a - satélites de Júpiter han proporcionado otro no menos im-
recen sus cuatro satélites en los instrumentos ordinarios portante descubrimiento en el siglo X V I I .
como pequeños puntos brillantes casi paralelos á las b a n - Estos satélites, cuando pasan frecuentemente por la
d a s , y en la prolongacion del ecuador de J ú p i t e r . sombra que proyecta el p l a n e t a , son eclipsados como la
Ahora bien: estas cuatro lunas, á pesar de su pequeñez y L u n a cuando atraviesa la sombra de la Tierra. E l satélite
de su lejanía, tanto que ñ o l a podemos distinguir á la s i m - que se eclipsa desaparece repentinamente de nuestra vista,
ple vista, han prestado servicios eminentes á la ciencia. y reaparece por el lado opuesto, en el momento que sale
Cuando las descubrió Galileo en 1 6 1 0 , este hecho i n e s p e - de la sombra proyectada por J ú p i t e r . Pues bien: este fenó-
rado é importante fué para el venerable astrónomo u n n u e - meno nos ha proporcionado el descubrimiento del que h e -
vo y poderoso testimonio, que j u n t a m e n t e con las fases de ces Mundi, las cuales llamaron l a atención de los sabios y h a n b a s t a d o
Vénus, ponia fuera de toda duda la verdad del sistema de para inmortalizarle y justificar el epíteto de Legislador del Cielo q u e se l e
Copérnico, del cual era el defensor mas inteligente y ha dado á s u a u t o r .
activo. Las tres famosas l e y e s del m o v i m i e n t o elíptico de los p l a n e t a s esta-
blecidas por Kepler, y q u e c o n s t i t u y e n la b a s e de la m e c á n i c a celeste,
Asi como el planeta Marte ha sido el fundamento para
son las s i g u i e n t e s :
que un hombre ilustre, Kepler (1), descubriera las leyes 1. a Los planetas giran alrededor del Sol, describiendo elipses, uno de cu-
yos focos ocupa este astro.
(1) J u a n Kepler es u n o de los f u n d a d o r e s de l a Astronomía m o d e r n a 2. a Los espacios recorridos por los radios de sus órbitas son proporcionales
y uno de los genios m a s p r o f u n d o s que h a n existido. a los tiempos empleados en recorrerlos.
Sus descubrimientos h a n dado á la ciencia un poderoso i m p u l s o , y 3 . a Los cuadrados de los tiempos de revolución, es decir, de los años, son
bien p u e d e decirse q u e m u c h a s de l a s v e r d a d e s conocidas p o s t e r i o r m e n - entre si como los cubos de los ejes mayores.
t e , n o h a n sido en cierto modo s i n o la consecuencia n a t u r a l de las que é l Tales son las l e y e s descubiertas por K e p l e r comprobadas h o y por l a
h a b i a l l e g a d o á descubrir. A s t r o n o m í a m o d e r n a , y de las cuales s a c ó Newton los datos que necesi-
S u s infortunios y su miserable estado f u e r o n t a n g r a n d e s como sus t a b a p a r a f u n d a r su teoría de la g r a v i t a c i ó n u n i v e r s a l , y establecer e s t e
g r a n p r i n c i p i o : La materia atraed la materia en razón directa de las masas
t r i u n f o s científicos.
y en razón inversa del cuadrado de las distancias.
Nació en W e i l , en el W u r t e m b e r g , en 1571. Siendo n i ñ o f u é mozo
K e p l e r , como todo espíritu i n n o v a d o r y superior á su é p o c a , t u v o
de t a b e r n a , y despues e s t u v o t r a b a j a n d o en l a s r u d a s labores del c a m p o ,
q u e l u c h a r con infinitos i n c o n v e n i e n t e s y p r e o c u p a c i o n e s , lo que u n i d o
p a r a las q u e n o s e r v i a por su constitución delicada. E n 1589 i n g r e s ó e n
á su falta de recursos, á l a dolorosa p é r d i d a q u e s u f r i ó con la m u e r t e d e
el S e m i n a r i o de T u b i n g a , por la intercesión de u n tio s u y o , m i n i s t r o p r o -
su m u j e r y de sus tres h i j o s y á lo espuesta q u e e s t u v o su m a d r e de ser
t e s t a n t e , en c u y o establecimiento h i z o s u s p r i m e r o s e s t u d i o s , y á los
q u e m a d a v i v a por bruja, á la q u e s a l v ó de l a h o g u e r a á d u r a s p e n a s ,
v e i n t i d ó s a ñ o s obtuvo u n a c á t e d r a de m a t e m á t i c a s e n Gratz, la q u e t u v o
a m a r g a r o n p r o f u n d a m e n t e los ú l t i m o s a ñ o s de su v i d a , m u r i e n d o e n R a -
q u e a b a n d o n a r á los pocos años p a r a librarse de l a persecución q u e su-
tisbona en 1630 á causa t a m b i é n d e los disgustos y m o l e s t i a s que le oca-
f r í a n e n aquella época los protestantes.
sionaron los frecuentes viajes q u e t u v o que h a c e r p a r a cobrar ciertos h o -
F u e a m i g o de Mcestlin y de T y c h o - B r a h e ; y de todas l a s o b r a s q u e
n o r a r i o s que lé d e b í a n .
dio á l u z , l a s m a s i m p o r t a n t e s s o n las Astronómica nova seu physica celes-
lis, Astronómica stu comm-ntorium de motibus stellte Mariis, y su Harmoni-
mos hecho mérito : el medio de hallar la velocidad de su s o m b r a ; y luego observar si acontece el fenómeno, de
la luz. acuerdo con el cálculo, en todas las posiciones de la Tierra.
E l asunto es tan interesante que merece ser esplicado. Pues bien : cuando se hizo la operacion por vez primera en
Cuando la Tierra y Júpiter se encuentran á un mismo el siglo X V I I de comparar las observaciones con los cál-
lado del Sol, claro es que están mas próximos entre sí que culos, resultó que los eclipses se retrasaban cuando la Tier-
cuando el uno se halle en una región y el otro en la opues- ra estaba mas lejos de Júpiter. Conociendo la importancia
ta del astro luminoso. La diferencia entre las distancias de del fenómeno, los astrónomos procuraron averiguar la causa
la Tierra al planeta en u n a y en otra posicion comprende de tal retraso. Uno de ellos, Roemer, con una sagacidad
extraordinaria, erej ó que la mejor esplicacion de estos ade-
lantos y de estos retardos era suponer que no vemos esos
eclipses en el momento mismo en que se producen, sino
que el rayo luminoso que nos envían los satélites emplean
cierto tiempo en recorrer la distancia que nos separa de
aquel planeta.
P a r a comprender mejor este fenómeno, supongamos que
conocemos por el cálculo el momento preciso en que un sa-
télite sale de la sombra del planeta y entra en el espacio
iluminado por el Sol, esto es, el momento en que lanza de
nuevo un rayo de luz hácia nosotros.
Desde este instante hasta que llega la luz á nuestros
ojos y vemos el satélite, media un tiempo apreciable; y
es evidente que si la Tierra se aparta del satélite que envia
Fig. 73.—Diferentes distancias entre Júpiter y la Tierra , según la posicion de la T i e r -
su luz á 7 4 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas, esta distancia mas tendrá
ra en su órbita. T, posicion en que la Tierra está mas próxima; T ' posicion en qne aquella q u e recorrer, y por lo tanto llegará á nuestros ojos
está mas lejos: TT' diferencias de las distancias que la luz debe recorrer de mas en una
posicion que en la otra.
mas tarde que cuando la Tierra se encuentre mas cerca;
retraso que será precisamente el tiempo que emplea la luz
toda la anchura ó amplitud de la órbita de aquella, el diá- en atravesar los 7 4 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas, y que no llega á
un cuarto de hora.
metro TT", esto es, el duplo de la distancia de la Tierra al
Sol, ó sean 7 4 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas. De estos datos se desprende que la luz recorre los es-
Conocido el tiempo exacto que emplea el satélite en pacios con u n a velocidad de 7 7 . 0 0 0 leguas por segundo,
hacer una revolución en torno de J ú p i t e r , puede también y que llega del Sol á nosotros en 8 minutos y 13 s e g u n -
calcularse con exactitud el momento en que debe cruzar por dos. ¡Velocidad inconcebible! ¡Fuerza incomparable de
este agente misterioso que nos pone en comunicación con do son mas cortos q u e los nuestros, pues solo duran 10 h o -
la Naturaleza, guia nuestros pasos, establece nuestro modo ras y 14 minutos según ha demostrado recientemente el
de existir en la Tierra y nos revela todas las maravillas del famoso Hall, descubridor de los satélites de Marte.
Universo! E n cuanto á la cantidad de calor y de luz q u e recibe del
Sol, es 9 0 veces menos intensa que la que disfruta la Tier-
Si admirable es el mundo de Júpiter, lo es mucbo mas
ra. Indudablemente son estas m u y distintas condiciones
el m u n d o de Saturno.
de existencia de las de la T i e r r a ; pero esto no es u n o b s -
Conocido desde la mas remota a n t i g ü e d a d , como sus
táculo para q u e pueda estar habitado, pues y a hemos d i -
hermanos, Saturno h a recibido diversas denominaciones y
cho que no debemos j u z g a r del estado de habitabilidad
h a sido considerado como el símbolo del Destino y del
de los astros por las condiciones especiales de la vida ter-
Tiempo. E s t e planeta exhibe el aspecto de u n a estrella p á -
restre. Hacerlo asi seria lo mismo que querer limitar el
lida de las mas grandes, y durante los siglos en que p r e -
poder de la N a t u r a l e z a , tan sábia y t a n rica de medios
dominaba el charlatanismo de los astrólogos, f u é juzgado
para realizar sus mas g r a n d e s obras.
como u n astro maléfico que egercia u n a influencia funestí-
sima en los destinos de la h u m a n i d a d . L a inclinación del eje de rotacion de Saturno difiere
poco de la de la Tierra, de donde podemos deducir que sus
Cuando los hombres pensaban de esta manera estaban
estaciones, durando cada una mas de 7 años, deben tener
m u y lejos de sospechar siquiera que esa pálida y maléfica
con corta diferencia la variedad de las nuestras por lo que
estrella perdida en los cielos, fuese u n mundo mayor que
respecta al contrasto entre el estío y el invierno: los c l i -
la Tierra, rodeado de satélites y adornado con u n a esplén-
mas están divididos allí como en la T i e r r a , en zonas t ó r -
dida aureola, sola y única en s u clase, en todo el espacio
ridas, templadas y glaciales.
incomensurable que h a s t a hoy h a podido esplorar el h o m -
bre con el telescopio. E s t e planeta tan notable por sus peculiaridades, lo es
mucho mas por los anillos que le rodean, los cuales ofrecen
A la distancia de 3 5 5 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas describe su
un fenómeno sorprendente y único en su clase.
inmensa órbita de 2 . 2 1 5 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas de circuito,
E s u n a banda enorme que se estiende en torno de S a -
en 2 9 años y 167 dias con u n a rapidez de 8 . 9 3 6 leguas
turno sin tocarle en el sentido del plano de su ecuador, pla-
por h o r a , lo que equivale á la tercera parte de la velo-
na m u y ancha y de poco espesor relativamente á las otras
cidad terrestre. S u diámetro ecuatorial es de 3 0 . 0 0 0 l e -
dimensiones. Podemos representarnos este planeta con su
g u a s ; su circunferencia de 100.000; su superficie 90 veces
banda por medio de una n a r a n j a rodeada por u n anillo de
mas vasta q u e la de la T i e r r a , y su volúmen 8 6 4 veces mas
papel de un centímetro de ancho. A diez y seis leguas as-
considerable. A pesar de s u volúmen solo es 9 2 veces- mas
ciende su espesor según los cálculos de Bond; pero su a n -
pesado que la Tierra, lo que prueba que está compuesto de
chura tiene 11.910 l e g u a s , de modo que la Tierra podria
materiales mas ligeros y que su densidad es mucho mas
rodar sobre este plano gigantesco, como una bola sobre el
débil que la de nuestro globo. Los dias de este g r a n m u n -
Ademas de este admirable mecanismo anular, que tanto
borde de u n a mesa de villar. E n t r e el anillo interior y
distingue á Saturno de los cuerpos celestes conocidos, ocbo
Saturno media u n a distancia de 9 . 3 1 4 leguas. E s t e anillo
satélites nada menos le acompañan en su movimiento a l -
maravilloso, observado con telescopios, no es sencillo sino
triple, esto es, dividido en tres partes en el sentido de su
a n c h u r a , separados unos de otros.
Hé aquí las medidas de este prodigioso aparato:
LEGUAS.

71.000
Diámetro esterior del anillo esterior. . .
. 62.640
Diámetro interior d e l anillo esterior.. . .
Diámetro esterior del anillo interior.. . . . 61.290
. 47.340
Diámetro interior del anillo interior.. . .

A n c h u r a del anillo esterior . A.1&0


720
A n c h u r a de l a división entre los anillos. .
6.930

16

Fi$;- 7 3 . — S a t u r n o , s u s anillos y s a t é l i t e s , observados con el telescopio.

Todo el mundo sabe que un círculo, ó una rueda m i -


rados no de f r e n t e , sino oblicuamente, parecen óvalos: rededor del Sol; y uno de ellos, Titán, es superior en t a -
pues esto mismo pasa con los anillos de S a t u r n o : nunca maño á Mercurio y á Marte. Estos cuerpos se conocen
los vemos desde la Tierra enteramente abiertos en forma desde el siglo X V I I .
de círculo, sino en forma de óvalo, á causa de lo mu y obli-
cuo que avanza el planeta con respecto al plano de su dedor del centro de S a t u r n o y en el p l a n o de su ecuador, es en donde
órbita. creyó h a l l a r el g r a n Laplace el secreto de l a formacion de n u e s t r o siste-
m a s o l a r ; pues si como h a y f u n d a m e n t o p a r a c r e e r l o , los p l a n e t a s y s u s
E l planeta arroja sombra sobre los anillos y estos á su
satélites se h a n formado por la condensación g r a d u a l de las zonas ó ani-
vez sobre el planeta. E l anillo visto desde el planeta debe llos de m a t e r i a gaseosa a b a n d o n a d a s s u c e s i v a m e n t e p o r el ecuador de
parecer como un arco-iris de luz blanca y viva que alum las atmósferas del Sol y de los p l a n e t a s p r i m a r i o s , a l entrar estas m a s a s
en m o v i m i e n t o rotatorio, es indudable q u e los a n i l l o s de S a t u r n o son tes-
bre sus nocbes (1).
timonios irrecusables de l a v e r d a d de esta teoría d e l e m i n e n t e autor de
la Mecánica Celeste, y pruebas subsistentes de la estension p r i m i t i v a de la
(1) La naturaleza ó constitución física de estos anillos h a c e dos siglos
atmósfera de S a t u r n o , abandonados p o r ésta en s u s reconcentraciones
es objeto de profundos estudios para los observadores filósofos, pero nin-
sucesivas y condensados con el t i e m p o .
g u n o de ellos h a podido todavía dilucidar el p u n t o s i n oposicion.
E n l a distribución r e g u l a r y u n i f o r m e de l a m a s a de los anillos alre- Los m a s célebres astrónomes S t r u v e , los dos Hersehel, Bessel, Smytli
de los antiguos, y basta fines del siglo anterior marcaba
E l primero se descubrió en 1655 por H u y g e n s , y el úl-
los límites de nuestro sistema. E l descubrimiento de u n
timo en 1848 por Bond e n América y Lassell en Liverpool.
nuevo planeta hecbo en 1781, sorprendió vivamente al
S a t u r n o era el último y el mas lejano planeta conocido
mundo de la ciencia, pues estendia de repente los límites
y o í r o s , los h a n considerado d e l m i s m o m o d o , es d e c i r , como cuerpos de nuestro s i s t e m a ¿ 3 7 8 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas mas allá de la
sólidos constituidos de l a m i s m a m a t e r i a y densidad q u e el p l a n e t a , p u e s - órbita de Saturno.
to q u e p r o y e c t a n sombra sobre S a t u r n o y éste r e c i p r o c a m e n t e sobre los
anillos. el interior; pero á unos 45 grados de latitud a p a r e c e r á n los a n i l l o s como
Otros astrónomos creen con los profesores P i e r c e y Clerk M a x w e l l , vastos arcos ó semicírculos de luz movibles q u e d i v i d e n el cielo d e l ho"
q u e los anillos se h a l l a n en estado f l u i d o ; pero M r . H i r n h a demostrado rizonte oriental al occidental. P o r el contrario en l a s regiones s i t u a d a s
q u e si asi fuese las atracciones p e r t u r b a d o r a s a q u e se h a l l a r í a n someti- hácia la p a r t e oscura de los anillos, n o t e n d r á l u g a r ese bello espectácu-
dos dislocarían s u e s t a b i l i d a d , y con el tiempo se precipitarían inevita- lo, p o r q u e el Sol a l u m b r a a l t e r n a t i v a m e n t e p o r espacio de medio año de
b l e m e n t e sobre S a t u r n o . S a t u r n o , ó quince años de los n u e s t r o s , el lado s e p t e n t r i o n a l de l o s ani"
El espíritu h u m a n o n o se d e t i e n e j a m á s en el vasto é i n a g o t a b l e c a m - líos y l u e g o el m e r i d i o n a l ; de suerte q u e t i e n e n un d i a de quince años y
po de l a filosofía e s p e c u l a t i v a , y a l g u n o s astrónomos a s e g u r a n q u e esos una n o c h e de igual duración.
anillos son gaseosos; y n o h a n faltado a u t o r e s , entre ellos F l a m m a r i o n , S i los anillos f u e s e n sólidos y e s t u v i e s e n h a b i t a d o s p o r séres inteli-
q u e consideren ese misterio del cielo como u n e n j a m b r e i n m e n s o ó a g l o - g e n t e s , ¡ q u é grandioso objeto p a r a esas c r i a t u r a s de investigaciones
meración de corpúsculos p l a n e t a r i o s í n t i m a m e n t e ligados entre s i ; pero curiosas a l verse circunscritas entre tres enormes anillos casi contiguos,
esta c o n j e t u r a e s m a s inverosímil y tiene m e n o s r a z ó n de ser q u e l a s a n - al c o n t e m p l a r las ocho l u n a s q u e circulan á s u alrededor, las m a r a v i l l a s
t e r i o r e s : es u n a hipótesis q u e no reconoce causa a l g u n a física q u e l a sos- de l a bóveda celeste y el globo de S a t u r n o q u e , como u n a i n m e n s a l á m -
t e n g a ni esplique. ¿Qué deberemos p e n s a r sobre e s t e p u n t o cosmogónico para l u m i n o s a , s i t u a d a p a r a ellos á u n a distancia diez v e c e s m e n o r que
t a n interesante? El p r o b l e m a es de difícil r e s o l u c i ó n : e l í j a s e , p u e s , lo está de nosotros la L u n a escitaria c o n t i n u a m e n t e su a d m i r a c i ó n y su e n -
q u e m a s a g r a d e : el estado sólido , líquido ó gaseoso. tusiasmo! Y si, como p a r e c e m u y probable, e l globo de Saturno e s t á ha-
Cuando se observa con telescopios de m u c h a a m p l i f i c a c i ó n , se des- bitado por séres h u m a n o s , ¿ q u é opinarán s u s astrónomos al percibir la
c u b r e n en l a superficie de los a n i l l o s u n a s líneas n e g r a s q u e p a r e c e que Tierra a l l á , como u n p u n t o b r i l l a n t e , en la soledad de nuestro sistema?
f o r m a n varías divisiones de m u c h o s anillos concéntricos, s e g ú n suponen ¿Creerán q u e está habitada? ¿Formarán cálculos s e m e j a n t e s á los nues-
S h o r t , Quetelet, el P . Vico, Lassell, Trouvelot y v a r i o s astrónomos m a s ; tros? ¿ S e r á n célebres por sus hipótesis? ¡Quién s a b e ! Acaso consideren á
pero otros distinguidos o b s e r v a d o r e s , auxiliados t a m b i é n p o r potentes nuestro globo como u n espejo d e l cielo, donde no se p a d e c e sed ni h a m -
telescopios y e n las circunstancias m á s f a v o r a b l e s , n o h a n visto cosa a l - bre ; donde el h o m b r e n o es enemigo del h o m b r e ; donde n o existe el
g u n a q u e justifique la existencia r e a l de tales d i v i s i o n e s , p o r q u e en monstruo horrible de l a g u e r r a , ni es necesario á fas naciones c o n s e r v a r
p u n t o á observaciones t a n delicadas y d i f í c i l e s , es muy" posible p a d e c e r el t a n d e c a n t a d o orden sobre la p u n t a de las b a y o n e t a s ; d o n d e no es po-
a l g u n a ilusión ó p t i c a ; y asi es q u e solamente los dos a n t i g u o s anillos sible q u e la h u m a n i d a d se despedace entre sí por u n a c u a r t a de t e r r e n o
comprobados desde 1656 á 1665 por H u y g e n s y B a l l , y el tercero descu- ó p o r conveniencias diplomáticas; u n g l o b o , en fin, donde no i m p e r a la
bierto e n 1850 p o r el astrónomo a m e r i c a n o Bond, son los m a s notables y ignorancia, ni el f a n a t i s m o de l a s religiones, n i l a tiranía de los r e y e s . . .
d e los cuales t e n e m o s u n conocimiento m a s exacto. Si piensan de este m o d o , si nos creen t a n perfectos m o r a l y socialmente
Fenómeno m a g n í f i c o , superior e n p u n t o á espectáculo á los q u e se considerados, ¡cuán lejos están de la v e r d a d ! ¡Y qué d e s e n g a ñ o tan
verifican dentro de los limites de nuestro sistema solar, deben exhibir los g r a n d e s u f r i r í a n si nos contemplaran de cerca y v i e r a n lo p e q u e ñ o s que
anillos de S a t u r n o desde el h e m i s f e r i o del p l a n e t a q u e mira su faz ilu- somos y en el sucio lodo en q u e nos r e v o l c a m o s ! . . . .
m i n a d a por el S o l .
E n el ecuador de S a t u r n o el anillo esterior n o es visible por ocultarlo
U r a n o se halla también acompañado de cuatro satélites
E s t e brillante descubrimiento es debido al g r a n génio de
ó lunas; sus distancias al planeta están comprendidas e n -
Guillermo Herschel, astrónomo bannoveriano emigrado e n
t r e 4 9 . 0 0 0 y 150.000 leguas, y el período de sus r e v o l u -
Inglaterra.
ciones respectivas entre dos dias y medio y trece dias y once
Observaba u n a nocbe con su telescopio colosal, h e -
horas.
cho por sus propias m a n o s , el cielo estrellado. Durante
Estos satélites presentan un fenómeno sorprendente: el
su observación notó que u n a de las estrellas de la constela-
d e girar e n torno de Urano de E s t e á Oeste, mientras
ción de Géminis ofrecia un diámetro estraordinario: á las
q u e los demás satélites, y los planetas mismos, se mueven
otras noches el astro no estaba en el mismo sitio, había
todos de Oeste á Este. Esta particularidad rarísima ha h e -
cambiado lentamente de l u g a r entre las estrellas. C r e j ó
cho suponer que el planeta se mueve también en ese s e n -
al principio que era u n cometa; pero bien pronto se p e r -
tido; pero las asiduas y escrupulosas observaciones que se
suadió que era un nuevo planeta, de grandes dimensio-
han hecho no han podido comprobar esta hipótesis: la r e -
nes, colocado mas allá de Saturno. Este astro f u é bautizado
solución de tan importante problema solo está reservada,
con el nombre de Urano, el mas viejo de todos los dioses e n un porvenir cercano, á la perfección de los i n s t r u m e n -
de la mitología a n t i g u a . tos ópticos.
E s t e planeta á la distancia de 7 3 3 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas
Mucho mas remoto que Urano se descubrió en 1846 otro
g i r a alrededor del Sol en u n a órbita que describe en 8 4
planeta, y no por casualidad ni con él auxilio de los t e -
años y como el desarrollo de esta órbita esde 2 . 3 0 0 . 0 0 0 . 0 0 0
lescopios, sino por el cálculo matemático.
de leguas camina á razón de 6 2 . 9 8 0 leguas por dia. S u
Mr. Leverrier, mediante un razonamiento difícil y pro-
diámetro es de 13.400 leguas, mas de cuatro veces superior
fundo, que no podemos esplicar en este libro, adivinó, por
al de nuestro globo, resultando de aquí que el volumen
decirlo así, que fuera de los límites conocidos de nuestro
de este planeta es 7 4 veces mayor que el de la Tierra. L a
sistema solar debia existir algún planeta.
rotacion sobre su eje no h a podido comprobarse todavía con
Calculó sus posiciones, sin haberlo visto , y de sus c i -
exactitud á causa de la exigüidad de su disco visto desde
fras dedujo la región del cielo en que debia en cierta época
la T i e r r a , pero es probable que sea tan rápida como la de
encontrarse; lo anunció á la Academia de Ciencias de P a -
Júpiter y Saturno .*•
rís el 31 de agosto de 1846, designando la posicion teórica
La luz y el calor que recibe del Sol son 3 0 0 veces m e -
del astro desconocido; y un mes despues, el 2 3 de setiem-
nores que en la superficie terrestre. Pesa 15 veces mas que
b r e , Mr. Galle, astrónomo aleman, le buscaba con el a n -
nuestro globo, y como n o está en relación el peso con el teojo , y al fin logró descubrirlo en el lugar previsto por
volúmen, los materiales que constituyen ese mundo son el geómetra francés.
mas ligeros que los que componen la T i e r r a , y su densi-
A este planeta se le dió el nombre de Neptuno, el dios
dad es la quinta parte de la nuestra: es mas fuerte que
de los mares.
la de S a t u r n o , pero mas débil que la de Júpiter.
E s t e planeta dista del Sol 1 . 1 1 0 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas,
y recorre su órbita de 7 . 0 0 0 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas en 165
años con u n a velocidad de 116.000 leguas p o r d i a : es la
mas débil de las velocidades planetarias. S u diámetro es
de 14.000 leguas y su circunferencia de 4 4 . 0 0 0 ; su su-
perficie es 19 veces mas estensa que la nuestra y su volú-
men significa tanto como 8 4 tierras j u n t a s . S e desconoce —2
la rotacion de su eje sobre sí mismo, pero se cree que su
duración sea análoga á la de los planetas J ú p i t e r , S a t u r n o
y Urano.
E l Sol visto desde Neptuno, se muestra como u n a e s - 2S
trella radiante y deslumbradora, en medio del cielo o s -
es £
curo ; pero 30 veces mas pequeño que visto desde el g l o - <= =
bo terrestre: 900 veces mas débil es la luz que recibe este
planeta que la que recibe la Tierra, y por esta razón el dia
de Neptuno es casi tan sombrío como la noche. Lo mismo
sucede con el calor; y de aquí que sea para nosotros i n -
concebible el frió que allí debe esperimentarse, y la o r g a -
nización de los séres dispuestos para vivir en u n mundo
tan oscuro y helado.
A poco de haber descubierto M r . Galle á N e p t u n o , u n
aficionado á la Astronomía y negociante de Liverpool, mon-
sieur Lassell, provisto de un anteojo de g r a n d e alcance des-
cubrió el 10 de octubre de 1846 un satélite que parece
una estrella de las mas pequeñas. E s t e satélite, como se
espresa en el Cuadro 2.°, dista de N e p t u n o unas 100.000
leguas y su revolución la verifica en 5 dias y 2 1 horas.

•S3J0IW1»
SVX3NV1D
CUADRO 2 . ° - S A T É L I T E S D E L O S P L A N E T A S -

1
1
jEGUAS
que los ASTRÓNOMOS DIA, AÑO Y LUGAR

Número de
PLANETAS

satélites.
SUS separan
qne tienen de sus qne los ban del "
nombres. planetas
satélites. r e s p e c - descubierto. descubrimiento.
tivos.

1 La L u n a . . 96.000 D »
LA TIERRA

1 Fobos. . . 1.933 A. Hall. - . 17 A g . 1S77. W a s -


MARTE. . ..

2 Deimos.. . 4.833 id. 11 id. id. id. CAPITULO X V .


1 lo. . . . . 107.500 Galileo. . . 7 En. 1610. P á d u a .
2 E u r o p a . . . 170.500 id. » id. id. id. j
JÚPITER. .
3 Ganimedes 270.000 id. » i d . id. id. j LOS COMETAS.
4 Callisto. . 478.500 id 13 E n . 1610. id.

1 Mimas. . . 51.750 \V. Herscliel 17 Set. 1789 Slough


2 E n c e l a d o . . 66.400 id. 28 A g . 1789. id.
Tétis. . . . 82.200 Cassini.. . . » Mar. 1684 Paris
1 43 » id. id. id.
1 Dione. . . 105.31)0 id.
23 Die. 1672. id.
\ 56 K h e a . . . . 147.100 id.
SATORXO. .

T i t á n . . . . 341.000 H u y g e n s . . . 25 Mar. 1655.


17 112.500 Bond. . . . 16 S e t . 1848. Com
Hyperion
1 b r i d g e (E. U.). .
l 8 Jafet. . . 991.000 Cassini. . ». Oct. 1671. Paris.

1 Ariel.. . 49.000 Lasseil.. . 2l0c.l8UStarfield


2 Umbriel. 69-00(1 id. » id. id. id.
¡URANO. . .
3 Titania.. 112.500 B e r s c h e l . . 11 E . 17S7. S l o u g h .
4 Oberon.. 150.000 id. » id. id. id.

NEPTUNO. . 1 100.000 L a s s e l l . . . 10Oc.lS46Slarfield


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Número de
PLANETAS

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qne tienen de sos que ios han del "
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satélites. respec- descubierto. descubrimiento.
tivos.

1 La L u n a . . 96.000 D »
LA TIERRA

1 Fobos. . . 1.933 A. Hall. - . 17 Ag. 1S77. Was-


MARTE. . ..

2 Deimos.. . 4.833 id. 11 id. id. id. CAPITULO X V .


1 lo. 107.500 Galileo. . . 7 En. 1610. P á d u a .
2 Europa.. . 170.500 id. » id. id. id. j
JÚPITER. .
3 Ganimedes 270.000 id. » i d . id. id. j LOS COMETAS.
4 Callisto. . 478.500 id 13 E n . 1610. id.

1 .Mimas. . . 51.750 \V. Ilerschel 17 Set. 1789 Slough


2 Encélado.. 66.400 id. 28 A g . 1789. id.
82.200 Cassini.. . . » Mar. 1684 Paris
1 43 Tétis. . . .
id. » id. id. id.
1 Dione. . . 105.3U0
23 Die. 1672. id.
\ 56 K h e a . . . . 117.100 id.
SATORXO. .

Titán.. . . 3 4 1 . 0 0 0 Huygens.. . 25 Mar. 1655.


17 112.500 Bond. . . . 16 S e t . 1848. Com
Hyperion
1 b r i d g e (E. U.). .
l 8 Jafet. . . 991.000 Cassini. . » Oct. 1671. Paris.

1 Ariel.. . 49.000 Lasseil.. . 24 Oc. 18 1 Slarfield


2 Umbriel. 69.000 id. » id. id. id.
¡URANO. . .
3 Titania.. 112.500 B e r s c h e l . . 11 E . 17S7. S l o u g h .
4 Oberon.. 150.000 id. » id. id. id.

NEPTUNO. . 1 100.000 L a s s e l l . . . 10Oc.lS46Starfield


l "
CAPITULO XV.

LOS COMETAS.

N a d a mas á propósito, ni que mas se preste á lo m a r a -


villoso, que el aspecto siniestro que ofrecen estos astros tan
imponentes y magníficos.
ii Cuando en la inmensidad de los cielos tachonados de es-
trellas, en esas horas de la noche solemnes y magestuosas,
vemos surgir de repente, sin sospecharlo siquiera la m a -
yoría de las veces, unos de esos cuerpos rodeados de u n a
atmósfera vaporosa y de inmensos regueros de luz, que
ocupan vastas regiones, semejante fenómeno, que en tales
casos viene á interrumpir la sublime monotonía que ofrece
el aspecto de la esfera estrellada, disculpa h a s t a cierto pun-
to por su misma grandeza y por el misterio que envuelve

1
las preocupaciones del vulgo, y las creencias absurdas cu-
I I q u e h a estado y está desgraciadamente acerca del destino
d e estos astros.
Los cometas son dignos de admiración bajo cualquier
punto de vista que se les j u z g u e .
lli Estos astros se muestran como una ráfaga luminosa en
la inmensidad del cielo. E n uno de sus estremosse encuen-
t r a la luz mas viva y aglomerada, divisándose e n él un
punto brillante como una estrella pálida y difusa, y á s u al-
rededor una especie de aureola vaporosa y ligera de luz su órbita con una rapidez inconcebible y b o j en su afelio,
mas t é n u e . La estremidad donde la luz se condensa se d e - á remotísimas distancias de la Tierra, apenas caminará mas
nomina cabeza-, el punto brillante que se distingue en ella aprisa que nuestros vehículos ordinarios. Lo mismo p o -
núcleo', la aureola que rodea al núcleo, cabellera; y final- dríamos decir del gran cometa de 1843 y de cuantos se ban
mente, por el estremo opuesto de la cabeza que mira al
Sol se estiende un rastro inmenso, vaporoso, llamado cola,
del co'meía, apéndice soberbio, que algunas veces ocupa r e -
giones vastísimas en los cielos (1).
Tal es la forma ordinaria de los cometas, si bien esta va-
ria á lo infinito no solo de u n a á otra aparición, sino en un
corto número de dias, durante el tiempo que permanecen
próximos á nosotros ó en sus perihelios (2).
Hallándose en este punto de sus órbitas, y no antes, se
bacen visibles. Entonces sus vapores se calientan, dilatan y
brillan reflejando la luz del Sol. S u celeridad varía s e -
g ú n la distancia que los separa de ese astro. E n el p e r i -
belio recorren millares de leguas por minuto, y en el afe-
lio no recorren mas que algunos metros. E l de 1680, uno
de los mas famosos, distó del Sol 5 7 . 0 0 0 leguas; recorrió

Fig. ' i —Cometa con muchas colas observado en 1 ' 4 4 .


(1) A p i a n o f u é el p r i m e r o e n E u r o p a q u e en el siglo X V I a d v i r t i ó
q u e las colas cometarias se dirigen s i e m p r e e n sentido opuesto á la p a r -
te del núcleo q u e mira al Sol, si bien suelen presentarse á veces en d i -
rección contraria, y h a s t a se h a visto en 1823 u n astro de estos que te- encontrado en el mismo caso: es u n a ley general e n estos
n i a dos colas, u n a de las cuales m i r a b a al Sol, y la otra á las r e g i o n e s cuerpos.
a b a n d o n a d a s por el cometa. F a y e y Roche esplican el origen de estos
L a cola no es atributo indispensable de los cometas.
rastros vaporosos por l a f u e r z a r e p u l s i v a q u e en eHas ejerce el calor
solar; pero no d a n solucion, p o r m e d i o de s u teoría, a l f e n ó m e n o obser- Los de 1585 y 1 7 6 3 no ofrecieron señal de esas ráfagas
v a d o en a l g u n o s c o m e t a s en v a r i a s épocas de tener dos, tres, ó m a s co • estrañas; otros las llevan por delante, y el que observó
l a s que de ordirario. Cassini e n 1682 era tan redondo y brillante como J ú -
(xY. del T.) piter.
(2) Nombre del p u n t o de la órbita de u n planeta ó cometa q u e d i s t a
Estos viajeros celestes, estas nubes errantes como las lla-
menos del Sol. E s t e p u n t o es el opuesto al afeito, q u e es c u a n d o estos as-
t r o s se h a l l a n á su m a y o r distancia d e l astro central. maban Jenófanes y Theon de Alejandría, son los fenómenos
(¡Y. del T.) mas raros é incomprensibles del mundo cósmico. Tan pron-
to ostentan llenas de luz sus largas y pomposas colas, c ó - No es menos notable e n éstos astros la variedad de sus
mo las presentan pálidas, opacas y de dimensiones reduci- formas, que la irregularidad de su movimiento.
í das; algunos exhiben sus colas e n forma de abanico como Al principio se distinguen en los abismos del espacio,
los de 1744 y 1861, y no b a n faltado otros que aparezcan
se l a análisis espectral la presencia del carbono, y a solo, y a oxidado e n
Htü
¡|f; como g r a n d e s nubes brillantes afectando mil formas c a - estos astros, como el principal elemento de su constitución física.—¿«Se-
:R prichosas (1). r á u n cometa u n d i a m a n t e gigantesco volatizado»? p r e g u n t a b a u n astro-
nomo f r a n c é s con ocasion de los fenómenos observados e n el c o m e t a d e
(1) E l p r o b l e m a q u e estos fenómenos proporcionan á la ciencia, e s de Coggia aparecido en 1S74. ¿Será por el contrario un gran depósito de c a r -
u n a i m p o r t a n c i a trascendental. bono r e u n i d o en v i r t u d de las f u e r z a s físicas y l e y de compensación q u e
Estas f o r m a s q u e a f e c t a n los Cometas, ¿de d ó n d e provienen? ¿Hay cla- r i g e n al m u n d o para q u e m a r s e al acercarse al Sol o p o r t u n a m e n t e , y d a r
sificación de los cometas por las diferentes figuras q u e ofrecen á nuestra y recibir l a m a t e r i a q u e otros v a y a n necesitando y que aquel á su v e z
vista? E n el estado a c t u a l de la c i e n c i a , ¿d q u é causa p u e d e n a t r i b u i r s e necesite?
estos fenómenos? ¿Deberán quizás referirse á las diversas modificacio-
Otros autores j u z g a n estos h e c h o s bajo distintos puntos de vista; p e r o
n e s q u e e x p e r i m e n t a l a luz e n estos a s t r o s , ó á l a acción prepotente de
la cuestión está s i n resolver, como l a que se refiere á la d i s m i n u c i ó n q u e

l|
los r a y o s caloríficos ó m a g n é t i c o s del S o l ?
e x p e r i m e n t a n en su brillo. ¿Este fenómeno á qué obedece? ¿Reconocerá
P r o b l e m a s s o n estos a u n n o resueltos p o r la c i e n c i a . por c a u s a l a acción solar que les h a c e perder en su materia l a s partes
Solo diremos sobre este controvertido a s u n t o q u e m u c h o s s á b i o s , d e s d e m e n o s densas q u e son l a m a s susceptibles de rarefacción por el calor, y
I H a l l e y h a s t a H i n d y F a y e e n nuestros d i a s , h a n t o m a d o m u y en sério
e s t e i m p o r t a n t e r a m o de la Astronomía f í s i c a , y q u e a l g u n o s a u t o r e s
q u e por lo tanto m a s fácilmente p u e d e n d i s e m i n a r s e en e l espacio? ¿Qué
cuerpos simples, qué sustancias constituyen estos e x t r a ñ o s mundos? ¿Qué
p a r a explicar las f o r m a s caprichosas de los c o m e t a s , e x a m i n a n i n g e n i o - reacciones químicas poderosas se verifican e n sus g a s e s misteriosos?¿Por
s a m e n t e los borbotones de h u m o y vapor q u e a r r o j a un b u q u e ó u n a lo- q u é con t a n poca cantidad de m a t e r i a ocupan distancias t a n e x t r a o r d i n a -
c o m o t o r a , y deducir asi las v a r i a c i o n e s observadas en estos astros i n -
Srl comprensibles, q u e e n c i e r r a n acaso el secreto d e la f o r m a c i o n de n u e s -
rias? ¿A q u é p u e d e atribuirse q u e l a materia de estos cuerpos celestes se
t o r n e a l g u n a s v e c e s m a s densa y m a s a p t a p a r a reflejar la l u z del Sol?
II tro sistema p l a n e t a r i o . ¿Cuál es, pues, l a v e r d a d e r a causa d e estos fenómenos?... ¡Ah! E n v a n o
i n t e n t a l a ciencia resolver este e n i g m a , p u e s a u n q u e de vez e n c u a n d o
Merced á los análisis h e c h o s p o r S c h m i d t desde 1S5S a 1862, parece
q u e la cabellera se c o m p o n e de u n a m a t e r i a q u e se desprende del núcleo, a r r a n c a n u e v o s secretos á la N a t u r a l e z a , y m a r c a con f r e c u e n c i a desco-
a causa de las influencias caloríficas, eléctricas ó m a g n é t i c a s desarrolla- nocidos senderos á la inteligencia, n i n g u n a explicación satisfactoria h a
d a s por el Sol; y respecto á l u z de estos astros, se sabe q u e es r e f l e j a d a d a d o todavía de esos h e r m o s o s apéndices q u e a c o m p a ñ a n á los cometas
Í«1Í||
:|laSg

I
p o r las decisivas investigaciones h e c h a s p o r A r a g o sobre la polarización y q u e h e m o s calificado con el n o m b r e dc colas, n o m b r e por cierto bien
lUl c r o m á t i c a , p u e s su palariscopío, h a permitido a v e r i g u a r si u n r a y o de impropio, pues q u e o r d i n a r i a m e n t e preceden á estos astros en la direc-
l u z emitido por un cuerpo c u a l q u i e r a es directo ó reflejo, y si el c u e r p o ción de sus m o v i m i e n t o s , como ni tampoco sabemos c o n f u n d a m e n t o la
luminoso que lo e n v í a es sóiido, líquido ó g a s e i f o r m e . Con respecto á c a u s a d é l a s peculiaridades y fenómenos a n t e s indicados, y que i g n o r a r á
los cometas, bien p u d i e r a suceder a l g u n a s veces q u e á la l u z solar que p o r m u c h o tiempo el h o m b r e , toda vez q u e á e l l o ' s e opone n o solo l a
n o s e n v í a n f u e s e u n i d a t a m b i é n p a r t e de s u luz p r o p i a , como se cree, y diversidad y la complicación infinita de las m a r a v i l l a s del Cosmos, s i n o
li¡ es m u y p r o b a b l e que suceda con a l g u n o s p l a n e t a s de n u e s t r o s i s t e m a , y
e n t r e ellos, V é n u s .
l a debilidad m i s m a d e nuestros sentidos, p o r c u y a r a z ó n «jamás conse-
g u i r e m o s a p u r a r , dice el e m i n e n t e H u m b o l d t , l a i n a g o t a b l e m i n a d e la
N a t u r a l e z a , ni generación n i n g u n a podrá v a n a g l o r i a r s e n u n c a d e ' h a b e r
Sin preocuparnos del estado en que los cuerpos se e n c u e n t r a n e n los
111
cometas, p o r m a s que parece descubrirse en ellos la m a y o r p a r t e de las a b a r c a d o l a totalidad de los fenóiñenos.«
v e c e s « ! sólido.y gaseoso, debe l l a m a r nuestra atención q u e siempre a c u - ... : . ... . (LY. del T.)
cidad que se va moderando gradualmente; m e n g u a n y p a -
como nubes macilentas sin señal de cola; pero á medida
lidecen; se retiran de nosotros, sus colas S3 desvanecen y
que se aproximan á sus perihelios en virtud de la atracción
y a apenas se distinguen; mas los astiónomos, celosos e s -
del Sol, aumentan en velocidad, en tamaño y brillantez;
p i r a d o r e s del cielo, auxiliados con sus telescopios, c o n -
van formándose las colas, estendiéndose v creciendo d e s -

Fig. 76.—Gran cometa de 181!.

Fig. 75.—Cometa de Donali observado en 1838.


t i n ú a n observándolos algún tiempo, algunas semanas
hasta que lo pierden al fin de vista en la inmensidad del
mesuradamente, y cada noche se destacan mas bellos y
espacio helado y oscuro.
radiantes del fondo oscuro de la bóveda celeste. Entonces
El número de los cometas debe ser infinito, pues a b u n -
despiertan la curiosidad de los pueblos: todos le c o n t e m -
dan en el cielo como los peces en el m a r , según la e s p r e -
plan y le admiran y siguen observando s u marcha mages-
sion de K e p l e r ; pero los que se han hecho notables por
tuosa y sus cambios en el cielo. Pasado a l g ú n tiempo sa-
su brillantez y por la g r a n estension de sus colas, es m u y
len por la parte opuesta alejándose del Sol con una velo-
eorto, no asi el de los pequeños ó telescópicos, designados Esta levedad de la materia que constituyen los cometas
con este nombre porque solo son perceptibles con el auxilio es tan eseesiva, que las estrellas mas pequeñas se d i s t i n -
d e los anteojos. Mientras que de los primeros son m u y r a - g u e n á través de sus colas ¡Las estrellas que un c e -
ras las apariciones, de los segundos no pasa u n año sin que laje nos oculta, cuyo brillo desvanece niebla l i g e r a ! Si en
los astrónomos observen dos ó tres, distinguiéndolos con el espacio hubiese aire no podrían circular los cometas: cir-
culan porque el espacio está vacío de toda materia, y no les
esos instrumentos como pequeñas aglomeraciones de v a p o -
opone n i n g u n a resistencia (1).
res en forma globular.
Si algunos de los mas g r a n d e s y cercanos no son p e r - A pesar de su tenuidad y ligereza tan estremadas q u e
ceptibles á la simple vista como el de D o n a t i , Coggia y u n soplo las dispersaría por los cielos, ocupan á veces u n a
otros, es m u probable que esto suceda porque en su curso longitud enorme. Aristóteles dice que la cola del cometa
atraviesen con frecuencia aquella parte del cielo que cae del año 3 / 1 antes de Jesucristo, ocupaba la tercera p a r t e
sobre nuestras cabezas durante el di a, y los que se encuen- del cielo; el de 1618, según Longomontano, abrazaba m a -
y o r longitud, y en 1811 se presentó u n o cuyo núcleo m e -
tren en este caso, solo pueden ser vistos ocasionando u n
día 171 leguas d e diámetro , y s u cabellera se estendia á
eclipse total de Sol, como el que tuvo lugar por causa de
mas de 2 2 5 . 0 0 0 leguas en torno s u y o , ocupando la cola la
ú n cometa 6 0 años antes de Jesucristo s e g ú n refiere
espantosa estension de 4 5 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas. ¡ Ocho m i -
Séneca.
llones de leguas mas considerable que la distancia de la
E n t r e los mas célebres por su tamaño y brillantez se
Tierra al Sol!
citan los del año 6 4 despues de Jesucristo en tiempo de
Nerón, y el del año 6 0 3 en tiempo de H a h o m a . E n igual
caso se encuentran los de 1811 y 1819 por sus dilatadas y (1) Esta levedad de la sustancia cometaria, f u e y a n o t a d a por a l g u -
nos filósofos a n t i g u o s , y especialmente p o r Demócrito.
brillantes colas, y por el largo tiempo que permanecieron
S é n e c a , q u e hizo t a m b i é n esta observación, dice en su obra titulada
sobre el horizonte. QiHBstionum Naluralium que «las estrellas se ven por entre un cometa co-
Ahora bien: estos huéspedes misteriosos del espacio, e s - m o por entre u n a nube;« y Galileo, en s u II Saggiotore, consigna l a s in-
vestigaciones q u e h i z o sobre este p u n t o .
tos vapores vagabundos, estas creaciones sin centros fijos,
E n v i s t a de esta carencia de poder r e f r i n g e n t e , opina A l e j a n d r o
¿qué son? ¿qué analogía existe entre ellos y los planetas de de Humboldt , que los cometas están formados de un g a s casi infinita-
nuestro sistema solar? N i n g u n a absolutamente. Los plane- m e n t e r a r e f a c t o , ó q u e se componen de m o l é c u l a s i n d e p e n d i e n t e s , c u y a
tas son globos sólidos, densos, pesados: los cometas, cuerpos r e u n i ó n constituyen nubes cósmicas desprovistas de la facultad de obrar
sobre los r a y o s luminosos, como las nubes de nuestra a t m ó s f e r a , q u e n o
vaporosos, ligeros, luminosos y trasparentes, formados de
alteran las distancias zenitales de los astros que observamos. Por esta
gases mas t é n u e s q u e el aire que respiramos; son nubes de razón s i n duda Mr. B a b i n e t h a dicho, a u n q u e con poco f u n d a m e n t o , q u e
materia cósmica diáfanas que flotan en el espacio á la m a - los cometas son nada visibles, y otros astrónomos m a s e x a g e r a d o s h a n aña-
dido q u e son menos que nada.
nera que flotan las nubes en las altas regiones de nuestra
atmósfera.
Todo es escepcional y maravilloso en estas humaredas ni fieos, con los mas hermosos. E l de 1811 no volverá hasta
errantes: hasta la dirección de sus movimientos. dentro de 3 . 0 0 0 años, y el de 1843, hasta 1990.
Unas veces se mueven de Occidente á Oriente como los E s t e último cometa,
planetas, y otras de Oriente á Occidente y también de Norte "«.. como los de 1402, 1532,
á S u r ó al contrario. Y mientras los planetas describen órbi- 1577 y 1744, ofreció un
tas casi circulares, los cometas se mueven alrededor del Sol fenómeno estraño: d e s -
en elipses m u y prolongadas, hasta tal punto que despues de d e v a n a s ciudades de E s -
paña se le veia brillar de
dia á la simple vista y á
corta distancia del Sol.
Otros han pasado so-
bre nuestro hemisferio,
imponentes y g r a n d i o -
sos, como los de 1858,
el de 1861 , y e l de
1874, impresionando vi-
vamente nuestro espíri-
t u . Mensajeros de las
profundidades del espa-
ció, envueltos en el tor-
bellino de nuestro s i s -
t e m a por la atracción
solar, acaso no vuelvan
Flg. 77.—Cómela sin eola visto con el telescopio (el de E n t k ; ) , imperceptible á la jamás á ser observados
simple vista, y que reaparece de tres en tres años.
por los habitantes de la
Tierra, á juzgar por la
excentricidad de sus ór-
haber pasado por sus perihelios tanto se apartan y se d e s -
bitas y por la dirección
vian de los límites de nuestro sistema solar, tan lejos se F.¡sr. 73.—Orbita de nn eometa en forma de
de sus movimientos: vi-
van, que no vuelven en millares de años, ó no vuelven nun- ebpse muy prolongada. T, la T i e r r a .
sitarán otros universos
ca! Acaso continúen su viaje de sol en sol, de sistema en
lejanos, y acaso llenen también de asombro á otras h u -
sistema planetario, recorriendo el Universo como creia L a -
manidades hermanas nuestras.
place, el Newton francés. Y sucede esto con los mas m a g -
ís
' K a d a mas difícil en la Astronomía que determinar la atemorizó de tal modo á Luis el B e n i g n o , que mandó
revolución periódica de estos vapores en ^ e n t o en reunir su Consejo de obispos, en la creencia de que el c o -
torno del S o l , pues á ello se opone, no solo lo indeciso meta era un aviso funesto del cielo, enviado espresamente
de sus formas, sino el poco tiempo que permanecen so- para él: mientras el cometa estuvo en su perihelio, el hijo
bre el horizonte. de Carlo-Magno pasólas noches enoracion, é hizo ricos do-
A resolver este problema se h a n consagrado los mas nativos á los monasterios para desarmar la cólera celeste.
hábiles astrónomos, si > i e n e ^ n é t a d o E n 1066 se miró como el presagio de la conquista del reino
tado es el que dió á conocer Gauss en 1809. Observa de Inglaterra por Guillermo, duque deNormandía; y en 1456
ciones escrupulosas y m u y exactas son necesarias para f u e excomulgado por el papa Calisto, III á fin de evitar de
trazar de antemano la curva que describen en el espaeto, esta manera los males sin cuento que la aparición del come-
v solo respecto de unos cincuenta se ha podido hasta aho- ta anuniaba á la cristiandad.
ra estudiar sus órbitas, de los mas cercanos naturalmente, La ciencia está llena de estos ejemplos absurdos, que se-
v de los que reaparecen con mas frecuencia. De la mayor ria prolijo enumerar. La ignorancia de los hombres y el as-
parte no existen datos seguros para predecir su vuelta; y pecto singular de estos astros, unidas á sus apariciones r e -
los que mejor se conocen no son desgraciadamente los mas pentinas, h a sido la causa de esas preocupaciones. Antes
importantes por su m a g n i t u d . Solo uno de los mas n o t a - se creia con u n a fé ciega que los cometas anunciaban á los
bles, el de Halley, nos es conocido hasta el punto de saber hombres guerras, hambres y todo género de calamidades.
el dia fijo de su reaparición. E n 1759 y en 183o e s t u v o en Por desgracia apenas trascurre u n año sin que aflijan á la
su perihelio, y como circula alrededor del Sol en , 6 anos, humanidad grandes desgracias, pues ni las guerras, ni las
en 1911, si viven algunos de nuestros lectores , le verán revoluciones, ni las epidemias, n i las hambres, son f e n ó -
lncir su hermosa cola en el firmamento (1). menos raros en los pueblos; y con estas tristes y angustio-
E s t e cometa es u n o de los mas célebres en la h g t o n a de sas circunstancias, siempre h a y probabilidad de que se
la Astronomía. presente un cometa en época de desdichas, de las cuales
Cuando apareció en el año 837 de la era cristiana, no'es ciertamente el cometa la causa, n i bajo n i n g ú n c o n -
cepto responsable.
( ! ) Lo m i s m o que este c o m e t a están reconocidos como periódicos los
Si los hombres fuesen j u s t o s , y en vez de esplotarse
de E n c k e . Vico, Brorsen, D< A r r e s t , Biela y F a y e , asi l l a m a d o s por los
nombres de sus descubridores. A d e m á s de estos a . l r o s c u y a s a p ™ y destruirse unos á otros , se estrecharan con lazos f r a -
nes están d e t e r m i n a d a s , se h a n a n u n c i a d o como per.odicos, s i n que se ternales , y velaran por la solidaridad de los intereses
h a ' a n visto n u e v a m e n t e , el observado en R o m a e n 1811. el que vio Pe- sociales dentro de los eternos principios de la moral y
ter's en 1S40, el calculado por W i n n e c k e , q u e debió aparecer en 1863 y
de la ciencia, de seguro que se presentarian los co-
el que estudió Pons en 1810, c u y o s e l e m e n t o s parabólicos a u n no están
metas en tiempos tranquilos.
comprobados. ( Y del r )
Monarcas y pontífices h a habido que se han hecho la
chocar con la Tierra haciéndola añicos. No es imposible
ilusión de que los cometas les anunciaban generalmente que pueda un cometa, al atravesar la órbita terrestre, cho-
alguna desgracia, pensando sin duda que los astros tor- car con nuestro globo; mas ¿qué resultaría entonces? ¿ A l -
cerían su camino con mas gusto para servir á las testas g ú n horrible cataclismo ? Por de pronto debemos tener en
coronadas, que para servir al resto de los mortales. N u e s - c u e n t a , si es probable q u e ocurra u n hecho hipotético de
t r a historia patria ofrece un ejemplo m u y notable de esta esa índole, la inmensidad del espacio, donde h a y lugar
índole en la personalidad de uno de sus mas célebres m o - para que todos los cuerpos en movimiento describan sus
narcas. Cárlos V , preocupado vivamente por la aparición inmensas órbitas con entera independencia, mediando e n -
del g r a n cometa de 1556, que lo creyó como un aviso del tre ellos insondables abismos, sin necesidad de efectuarlo
cielo, abdicó en s u b i j o Felipe II, encerrándose en seguida al mismo tiempo por el mismo sitio.
en el monasterio de Yuste. Además semejante fenómeno se ha verificado y a , si no en
H o y que la ciencia moderna badestruido en esto, eonioen la Tierra, en otro planeta m u y importante de nuestro sis-
todo, tantos errores, el vulgo de algunos paises, especial- tema, y desde aquí se vió el efecto producido en 1770 con el
mente el de España, supersticioso en estremo, no le vá en g r a n cometa de Lexell.
zaga á esas é p o c a s en punto á preocupaciones. Contra el tor- N o chocó contra él el cometa, pero cruzó rozándole casi.
rente avasallador del progreso, que b a absuelto libremente Desde la proximidad de la Tierra éste hermoso cometa se
á los cometas de los crímenes atribuidos á estos astros t a n lanzó directamente contra J ú p i t e r . ¿Qué iba á suceder? Este
inocentes é inofensivos, nuestros compatriotas se empeñan globo nada podia sufrir sin duda, mas sus satélites i n s p i r a -
en acumular aun sobre ellos pruebas incontestables de cul- ban inquietud. ¿Llegaria el cometa á chocar con alguno de
pabilidad y ensañamiento, basta tal punto que en muchas ellos, arrojarlo de su órbita ó arrastrarle con él á través del
ocasiones hemos oido decir á personas que nos merecían el espacio? N a d a de esto aconteció. Cruzó libremente por m u y
concepto de ilustradas, que algunos cometas h a n tenido una cerca de Júpiter y atravesó las órbitas de sus cuatro s a t é -
relación •providencial con nuestras dos guerras civiles y con lites sin desarreglar en lo mas mínimo el movimiento de e s -
las principales revoluciones que h a n azotado á este d e s v e n - tos astros; pero el cometa, vapor ligero, pereció en la d e -
turado pais, desconociendo de este modo lo que sucede en manda. Vencido por la enorme atracción de Júpiter fue
España, y que esas calamidades no reconocen otro origen tan perturbado en su movimiento, que cambiando por
que nuestra falta de cultura y la mala organización social completo de dirección, llegó á perderse en las profundida-
des de los cielos de donde no volverá jamás.
en que vivimos.
Los cometas, pues, son ágenos por completo á los asuntos U n hecho parecido ha tenido l u g a r Race poco tiempo en
humanos, con los cuales nada tienen que ver; pero no por la Tierra misma.
eso estamos libres de otra contingencia mas desastrosa. E l 29 de junio de 1861, nuestro planeta estuvo envuelto
Muchas personas creen, sin base ni fundamento alguno, por espacio de muchas horas en la enorme cola del Cometa
que un cometa formidable y desconocido podrá algún dia
í

que en aquella época admiramos sobre nuestro horizonte,


y lo mismo ocurrió en el mes de noviembre de 1872. Y ||||
¿qué resultó de esto? L a primera vez nada absolutamente; bP-
la segunda vez, algo mejor que nada : u n a magnífica llu- I
is
via de estrellas fugaces.
N o abriguemos, pues, temor alguno de los cometas. Son
astros inofensivos que no anuncian, ni producen desgracias
III

i
n i calamidades. Pero si un cometa chocase con la Tierra, ¿la
baria pedazos? No aventuremos tanto. Podemos forjar cuan-
tas quimeras nos sugiera la fantasía, mas no existe motivo
razonable para creer semejante cosa, sino para estar se-
g u r o s que el choque de un cometa es tal vez lo que menos
debe i n q u i e t a r n o s , pudiendo estar tranquilos en esta
confianza.
CAPITULO X V I .

LAS ESTRELLAS FUGACES.

m
í

que en aquella época admiramos sobre nuestro horizonte,


y lo mismo ocurrió en el mes de noviembre de 1872. Y ||||
¿qué resultó de esto? L a primera vez nada absolutamente; bP-
la segunda vez, algo mejor que nada : u n a magnífica llu- I
is
via de estrellas fugaces.
N o abriguemos, pues, temor alguno de los cometas. Son
astros inofensivos que no anuncian, ni producen desgracias
III

i
n i calamidades. Pero si un cometa chocase con la Tierra, ¿la
baria pedazos? No aventuremos tanto. Podemos forjar cuan-
tas quimeras nos sugiera la fantasía, mas no existe motivo
razonable para creer semejante cosa, sino para estar se-
g u r o s que el choque de un cometa es tal vez lo que menos
debe i n q u i e t a r n o s , pudiendo estar tranquilos en esta
confianza.
CAPITULO X V I .

LAS ESTRELLAS FUGACES.

m
CAPITULO XVI.

LAS ESTRELLAS FUGACES.

E n u n a noclie apacible y serena, cuando la L u n a no


a l a m b r a á la Tierra y se ostenta con toda su magnificen-
cia la bóveda celeste, ¿no recuerdan nuestros lectores h a -
ber visto correr alguna estrella silenciosa por el cielo? ¿No
conservan en la memoria la g r a t a impresión producida por
el resplandor vivo y repentino que la pequeña estela lumi-
nosa deja en pos de sí y q u e en un instante se desvanece?
¡Qué espectáculo tan magnífico ofrecen estas ráfagas e f í -
meras de luz! E n su veloz trayectoria parecen que son es-
trellas Jijas que m u d a n de sitio, ó que se precipitan con
inaudita violencia sóbrela Tierra.
Nada, sin embargo, más lejos de la verdad que estas gro-
seras apariencias.
Esas llamaradas fugitivas, esos regueros luminosos que
l

1
cruzan en distintas direcciones el cielo, son producidas por
ifffl unos corpúsculos diminutos que ni son estrellas ni p l a n e -
tas, y á los cuales se les ha dado el nombre de estrellas
fugaces. Mas bien podrian asimilarse á los cometas estos
i • Ú corpúsculos que circulan revoloteando en alborotado enjam-
bre á través del espacio. Muchos caen sobre la Tierra, y de
su exámen resulta que son masas sólidas como pedazos de
piedras ó de metal: otros por el contrario montones de pol- .cantidad de estrellas fugaces, que en la primera mitad del
vo: algunos, en fin, simples y ligeros vapores. año. Asi, pues, unas veces se ven en abundancia, otras en
Alrededor del Sol circulan describiendo elipses á s e m e - escaso número; y no faltan ocasiones en que r e p e n t i n a -
janza de los cometas, y permanecen invisibles en el e s p a - mente, sin señal precursora del fenómeno, cruzan el espa-
cio basta que pasan cerca de la Tierra y se inflaman al p o - cio esos meteoros estraordinarios con intensidad tan s o r -
nerse en contacto con el oxígeno atmosférico. Se diferen- prendente , que se asemejan á una lluvia formidable de
cian entre sí por el color y por la intensidad de su brillo; chorros de fuego lanzada sobre la Tierra.
por la dirección de s u s movimientos; por la buella fosfo- Un fenómeno de esta índole ocurrió en la noche del 11
rescente que dejan en su camino, y por la altura á que se al 12 de noviembre de 1799, y Humboldt y Bompland que
bailan de la Tierra. L a mayor parte son blancas; otras ro- lo observaron en Cumana (América), lo describen como un
jas; algunas azuladas, y no pocas amarillentas y de otros acontecimiento admirable, y declaran que no habia en el
matices bellísimos. cielo espacio que no estuviese inundado á cada momento
por las estrellas f u g a c e s , como el que observamos en Má-
La altura ó distancia vertical al suelo de estos meteoros,
laga en 1866 y del cual nos ocuparemos en breve.
varia de 2 á 7 5 leguas.
Las primeras investigaciones sistemáticas sobre este asun- Las descripciones hechas por autores y viajeros de e s -
to, se hicieron por Brandes y Benzenberg en 1798, siendo tas lluvias de meteoros, habíanse considerado por la mayor
estudiantes á la sazón en la Universidad de Gotinga. Los parte de los sábios como fábulas ridiculas á pesar de ser
trabajos posteriores practicados con el mismo objeto por va- conocidas desde antiguo; y y a se habia olvidado casi la
rios astrónomos, y entre ellos el P . Seccbi, ban corrobora- que observaron Humboldt y Bompland en C u m a n a , cuan-
do la exactitud de las observaciones hechas por los e s t u - do el 2 6 de abril de 1 8 0 3 acaeció otra en varios pueblos
diantes alemanes, y han permitido determinar que la a l - de Norman día.
t u r a media de una estrella fugaz es de 30 leguas. La autenticidad é importancia de tan notable suceso, fi-
L a mayoría de estos meteoros se mueven con u n a velo- jó la atención de los astrónomos; la Academia de Ciencias
cidad de 3 hasta 17 leguas por segundo , elevándose esta de París tomó parte en el asunto con verdadero interés, y
muchas veces á 37 l e g u a s , rapidez m u y superior á la del el célebre Biot se trasladó al lugar mismo de la ocurrencia
movimiento dé traslación del globo terráqueo. y corroboró la verdad del hechS con multitud de informes
N o pasa una noche, estando la atmósfera despejada, sin que le suministraron muchos testigos presenciales, y s o -
que se observen varias estrellas fugaces; pero no todas las bre todo con los fragmentos de esas piedras meteóricas que
noches del año son iguales respecto al número de estos me- recogió del suelo en que habían caido, y c u y a análisis r e -
teoros; y según las observaciones de Quetelet, resulta que veló la misma composicion química que los y a analizados
desde el 1.° de julio al 3 1 de diciembre, mientras la Tier- por Fourcroy y Vauquelin.
ra se traslada de su afelio al perihelio, aparecen mayor Desde esta fecha las estrellas fugaces se vienen obser-
van do asidua y constantemente; y cada día demuestran los .
astrónomos más empeño e n descifrar el misterio que encier-
r a n . La cuestión, sin embargo, es delicada y los términos
del problema de difícil resolución. Se conocen los elemen-
tos constitutivos de esos meteoros, la dirección de sus m o -
vimientos y su intensidad luminosa; pero se ignora por
completo su origen, el objeto de su existencia y la misión
que cumplen en la mecánica celeste.
Muchos astrónomos basta principios de este siglo, c r e -
yeron que las estrellas fugaces eran producidas por la com-
bustión de algunas emanaciones terrestres en las altas r e -
giones atmosféricas; algunos opinan en la actualidad que
son productos de combinaciones eléctricas; y otros, en fin,
las consideran como restos de la m i s m a materia cósmica de
que se formaron la Tierra, los demás planetas y los come-
tas: restos que no habiéndose reunido en grandes masas
para formar globos, se bailan diseminados en el espacio co-
mo partículas de mundos más ó menos voluminosas.
Corroborando esta última hipótesis, Chladni a d m i t i a q u e
esas miríadas de átomos planetarios circulan alrededor del
Sol, y que próximamente á la misma distancia de aquel
astro que nuestro planeta, forman uno ó varios anillos m u y
compactos que la Tierra atraviesa en dos puntos distintos
de su órbita, en los meses de agosto y noviembre, y que
se inflaman y caen al suelo al ser sorprendidos por la atrac-
ción terrestre, ocasionando las magnificas lluvias de estre-
llas que hemos mencionado antes. L a figura 7 9 representa
los anillos que forman estos corpúsculos en el espacio, y á
la Tierra atravesándolos en dos puntos distintos de su órbi-
ta. Esta hipótesis esplica las apariencias que ofrece el fenó-
meno en su periodicidad en el curso del año y á través de
los siglos, la existencia de los principales focos de donde
emanan al parecer las estrellas fugaces, y la enorme velo-
cidad de que están animadas.
Y e n efecto, si se prolongan idealmente las diversas tra-
yectorias que en una misma noche trazan estos corpúscu-
los, se ve q u e todas ellas concurren, en cada época, en uno
de aquellos puntos indicados, es decir, que las estrellas fuga-
ces en vez de venir indistintamente de todas las regiones
del cielo, vienen casi todas de direcciones determinadas: las
lluvias periódicas del 9 y 10 de agosto parten de la c o n s -
telación dePerseo: las del 12 y 13de noviembre de lacons-
telacion del León, precisamente los dos puntos del espacio
adonde la Tierra se dirige en esas épocas del año. Y como
la velocidad, situación de las órbitas y otras peculiaridades
de estos meteoros discrepan poco de las de los cometas, el
abate Schiapparelli ba establecido una correlación sorpren-
dente entre la órbita descrita por la g r a n corriente de e s -
trellas fugaces que aparecen en agosto, y la órbita del co-
meta observado en 1862 q u e circula en 123 años en la
misma región de esos meteoros ; y otra entre la órbita
de la corriente de noviembre y la del cometa descubierto
en 1866, y que en la misma región de esos meteoros veri-
fica su revolución en poco mas de 3 3 años.
E l espacio, pues, en que gira la Tierra se baila sembra-
do de esos pequeños cuerpos, que en agosto y noviembre
lo cruzan velozmente como u n a lluvia de fuego, a u n q u e no
siempre se presenta el fenómeno con la misma intensidad
y magnificencia.
La Tierra, e n su movimiento de traslación, se e n -
cuentra con ellos, á la manera que se encontrarla, co-
mo dice Schiapparelli, una bala de cañón con u n a nube ó
enjambre de insectos voladores.
Al chocar con la Tierra atraviesan las altas regiones de
E s t a predicción audaz se realizó, e n efecto, en la noche
la atmósfera resbalando en ella como resbala u n a piedra
del 13 de noviembre de 1866.
plana arrojada oblicuamente sóbrela superficie de un lago;
N a d a mas admirable é imponente á la vez que u n a l l u -
penetran mas ó menos siguiendo su velocidad primitiva; j
via de estrellas fugaces.
como su movimiento es t a n rápido, esperimentan al cruzar-
Fenómenos estraordinarios j sorprendentes exhibe la
lo u n a resistencia enorme, tanto como si chocaran contra
Naturaleza en sus inescrutables obras; todos están llenos
u n cuerpo sólido ó esperimentaran un fuerte y enérgico
de encanto y magestád; pero n i n g u n o supera, en lo e s -
rozamiento, que consigue calentarlos vigorosamente é i n -
pléndido é inusitado, á una lluvia de esos meteoros. La que
flamarlos ; pues todo choque y todo rozamiento producen
observamos en nuestro pais, en Málaga, en la memorable
calor, y este calor naturalmente es tanto mas intenso,
noche del 13 de noviembre de 1866, fué tan asombrosa,
cuanto mas violento sea el choque y mas vivo el rozamiento.
, que su contemplación produjo en nosotros u n a impresión
Tan considerable es la fuerza calorífica del choque, que tan profunda que difícilmente se borrará de nuestra alma.
varios astrónomos h a n aventurado la hipótesis de que el
Nos situamos en el punto de la ciudad mas á propósito
calor del Sol se debe esclusivamente á una lluvia de e s t r e -
para hacer esta clase de observaciones: en una de las m e -
llas fugaces que cae sin cesar sobre el luminar del dia. ¡Po-
setas mas elevadas del monte Gibralfaro, eminencia e s c a r -
bres en verdad serian las fuerzas de la Naturaleza si esta
pada que separa por la parte del Este á Málaga del m a r
no pudiera recurrir á otros medios para sostener el calor
Mediterráneo.
solar que á la artillería de los meteoros!
La noche estaba tan templada v apacible como las mejo-
E n las noches del 9 y 10 de agosto y especialmente en
res noches de primavera del hermoso clima de Andalucia.
las del 12 y 13 de noviembre, surcan el cielo las estrellas
Desde nuestro improvisado observatorio, el panorama
fugaces. Recordemos estas fechas y en cualquiera de ellas,
que divisábamos era por demás fantástico.
cuando la atmósfera esté despejada, dirijamos nuestras mi-
La atmósfera, despejada j sin L u n a , dejaba en d e s c u -
radas al cielo para contemplar siquiera un momento las es-
bierto la estension incomensurable sembrada de estrellas.
telas bellísimas que trazan en el cielo esas graciosas l l a -
mas corredoras. A nuestras derecha, desde la base misma de la montaña,
velada por las sombras de la noche, se estendia la poblacion
Olmsted f u e el primero que hizo notar que la g r a n l l u -
vaga j confusamente en forma de anfiteatro, contrastando
via meteòrica de noviembre debia ser periódica, y repetirse
de un modo siniestro el alumbrado de sus calles con la os-
por lo tanto todos los años en la misma época; y Olbers,
curidad de sus edificios: su vega feraz j deliciosa se p e r -
apoyándose e n esta observación y teniendo en cuenta la
día en lontananza como una mancha n e g r a é informe; j
sorprendente aparición de 1833, una de las mas famosas,
allá, apenas perceptibles en el horizonte, se destacaban del
advirtió que entre esta y la de 1799 mediaba u n período
fondo azul del cielo las siluetas de los picachos de la sierra
de 3 3 años, por c u j a razón dijo que acaso se reproduciría
de Mijas, con un aspecto estraño j sombrío.
el fenómeno en 1866 con la misma fuerza j b r i l l a n t e z .
E l mar, completamente en calma, se ostentaba al otro cía una lluvia de estrellas fugaces, y la primera vez t a m -
lado inmenso y magnífico, reflejando en el espejo de sus bién que nosotros íbamos á presenciarla.
aguas el fulgor trémulo d é l a s estrellas: todo reposaba sobre E l tiempo trascurría y el cielo no presentaba nada de es-
la Tierra; el silencio era profundo: solo se interrumpía por traordmario, nada que viniera á interrumpir su sublime
el rumor sordo, amenazador, seco á intérvalos que producia monotonía.—¿Estará sujeta la aparición de ese fenómeno,
el oleaje del mar al estrellarse espumoso y fosforescente nos preguntábamos, á u n a periodicidad fija? ¿Fallará la
e n las rocas de los espigones, y en 15. menuda arena de las profecía de Olbers q u e l i a dicho á las estrellas fugaces:
playas. «aparecereis tal noche con la misma brillantez y con la mis-
E n el seno de aquella soledad magestuosa, aislados de ma abundancia que aparecisteis en 1833?....
la vida engañosa de la sociedad, ante el cuadro soberbio de No, el génio del hombre triunfó.
los esplendores estelares, nuestra imaginación ora estaba A las 12 y 30 minutos vimos aparecer entre las e s t r e -
abismada en profundas meditaciones, ora volaba libremen- llas Sirio y Rigel, una nube luminosa ó vapor de materia
t e por los espacios preguntando á la Naturaleza por la cau- cósmica, de figura i r r e g u l a r , semejante á la nebulosa de
sa de sus enigmas. Orion: parecia desvanecerse en el a i r e , y antes de d e s -
j O b n o c b e ! ¡Sublime nocbe! ¡Cuán pocos saben com- aparecer surgieron veinte ó treinta estrellas de variados
prender las bellezas que atesoras bajo tus mágicas alas!... matices, todas en la dirección de Oriente á Occidente.
¡Cuántos ignoran que t u s sombras protectoras, lejos de Admirados estábamos de esta aparición, precursora del
ser el emblema de la muerte, son por el contrario la fuente g r a n fenómeno, cuando de repente surgieron otras muchas
inagotable de toda luz y de toda ciencia que despiertan en estrellas pequeñas ó poco brillantes y de rastro efímero,
nuestras almas el sentimiento de lo sublime!... cuyo número se fué aumentando gradualmente hasta las 2
E s tan poco conocida la Naturaleza entre los hombres, y 7 minutos de la madrugada que arreció la lluvia de m e -
escita ésta tan poca atención en los espíritus pequeños, se teoros con g r á n intensidad y esplendidez; pero á las 3 y 12
considera de t a n escasa utilidad práctica el estudio de sus minutos el flujo de meteoros era superior á toda pondera-
maravillas, que de los 100.000 habitantes que tiene dicha ción .
ciudad acaso seríamos los únicos que conocíamos la p r e d i c - ¡Grandioso espectáculo digno de ser descrito por la crea-
ción de Olbers, los únicos que espiábamos el cielo en aque- dora imaginación de Dante! Por todas partes, por el Norte
llos críticos momentos, para observar tan importante f e n ó - y por el S u r , por el Este y por el Oeste, a u n q u e partien-
meno cósmico. do todas de u n a misma región del cielo situada en la cons-
telación del León M a y o r , cruzaban nuestra atmósfera en
La ansiedad de que estábamos poseidos era indescrip-
infinito número las estrellas fugaces á semejanza de una
tible.
lluvia nutrida de silenciosos cohetes voladores, ó como una
Desde las 9 horas y 13 minutos de la noche nos h a l l á b a -
descarga formidable de bombas de variados colores, lan-
mos en aquel sitio; era la vez primera que la ciencia prede-
zada contra la Tierra, por oculta y misteriosa batería. E n la noche del 13 al 14 de noviembre de 1867, y en
E l fenómeno era tan desusado, tan raro y tan inaudito la propia noche del año de 1 8 6 8 , se reprodujo el mismo
que no parecia sino que el fuego del cielo iba á abrasar al sorprendente fenómeno, a u n q u e en menor escala y sin la
mundo, ó que los astros caian sobre la Tierra según la ter- ostentación, abundancia y brillantez de 1 8 6 6 , pues la
rible visión del Apocalipsis. caida de meteoros de este último año forma época en los
E l azul del cielo Había perdido su trasparencia y su her- fastos de la Astronomía contemporánea, y está considerada
mosura, y n i n g u n a estrella verdadera brillaba en la inmen- como uno de los acontecimientos celestes mas lamosos de
sidad: u n a claridad blanquecina, t é n u e y melancólica, pa- «stos últimos tiempos.
recida á la de la Via-láctea, inundaba el espacio; y el. r e s -
Por lo demás parece un sueño q u e esas estrellas fugitivas
plandor vivísimo teñido de matices blancos, rojos, azulados,
se detengan en su paso y nos arrojen sus trozos encande-
purpurinos y verdes de los meteoros, que caian sin cesar
cidos, y sin embargo es un hecho indiscutible.
como surtidores de materia incandescente, se reflejaba en
Muchas personas han tenido en sus manos estos pedazos
las tranquilas ondas del Mediterráneo asemejándolo á un
á que nos referimos, la ciencia ha hecho su análisis quími-
m a r de fuego.
ca, y en los principales centros científicos del mundo exis-
La estela ó rastro luminoso de muchos meteoros, era de ten ejemplares de esas piedras caídas del cielo.
un brillo tan singular y persistente, que no se extinguía Véase, pues, como el hecho es cierto; pero ¿cómo caen
sino despues de haber durado su trayectoria seis, ocho y sobre la Tierra?
hasta diez segundos de tiempo.
Vamos á esplicario.
E n t r e estas miriadas de globos inflamados, vimos t a m - Cuando vemos u n rastro de fuego, sin espesor á través
bién aparecer algunos bólidos que se fraccionaron sin es- del cielo estrellado, que no hace más que cruzar las alturas
truendo; y uno de ellos, acaso el mas notable que observa- de la atmósfera terrestre, es producido por u n a estrella fu-
mos á las 4 y 4 2 minutos, presentó el aspecto de un globo gaz, propiamente dicha, la cual, al atravesar nuestra e n -
en ignición de un vivo color azulado, dejando tras sí un volvente aérea continúa más allá su camino tornándose de
vasto v brillante surco, el cual á los ocho ó diez segundos nuevo sombría é invisible; pero cuando se acercan lo b a s -
estalló en silencio arrojando fragmentos encendidos, resol- tante para presentarnos u n diámetro sensible, y a no es u n a
viéndose al fin en una nubecilla de luz ténue y lechosa estrella pequeña, sino un globo de fuego g r a n d e á veces, de
c u y a dimensión escedia mas de diez veces al diámetro apa- brillo deslumbrador que hiende el aire con estruendo, d e -
rente de la L u n a llena. j a n d o en pos u n reguero larguísimo y espléndido de luz,
L a magnificencia y esplendidez del fenómeno, empezó á perceptible algunas veces en pleno dia.
amortiguarse con la claridad de la aurora, y no dejamos de E s t e globo inflamado en l u g a r de estrella fugaz, se llama
percibir algunas que otras estrellas fugaces de las mas bri- bólido por mas que en el fondo la u n a y el otro constituyan
llantes , hasta que el Sol estuvo casi sobre el horizonte. un mismo fenómeno.
Con frecuencia el bólido atraviesa el espacio y desaparece Diógenes de Apolonia, filósofo jónio que creia que los
como vino sepultándose de nuevo en la inmensidad; m a s e n astros eran de piedra pómez, escribió 400 años antes de Je-
otras ocasiones estalla en medio del aire sin que podamos sucristo estas célebres palabras: « E n t r e l a s estrellas visibles
percibir el ruido que ocasiona á causa de la distancia que se mueven también otras invisibles, á las cuales por consi-
lo separa de la Tierra, no asi cuando está próximo en cuyo guiente no se les ba podido dar nombre. Estas caen muchas
caso el efecto que produce la esplosion es t a n espantoso, veces sobre la Tierra y se apagan, ¡como aquella estrella
según aseguran testigos presenciales, que las casas t i e m - de piedra que cayó toda encendida cerca de J i g o s - P o -
blan, las puertas y ventanas se abren, y la mayor conster- tamos.»
nación se apodera de las gentes que presencian t a n inaudi- Plutarco, Plinio y otros historiadores, hablan de esta
to fenómeno. piedra que cayó hace mas de 2 . 0 0 0 años; y Aristóteles
E l bólido al estallar se divide en fragmentos candentes creia, no pudiéndose esplicar su origen, que era u n a masa
en medio de u n a nube de b u m o y de vapores que reem- terrestre, arrancada de su asiento y lanzada á enorme dis-
plazan el resplandor primitivo del meteoro, y cada uno de tancia por la poderosa fuerza de u n h u r a c a n .
sus fragmentos estallan también á su vez produciendo un L a idea emitida por Job y sustentada por Anaximenes y
ruido comparable á u n a descarga de artillería. por la antigüedad toda sobre los cielos de cristal, hizo creer
Estos pedazos caen sobre la Tierra, y se ban presentado á muchos historiadores y filósofos de esas edades, que los
algunos casos en que el bólido entero b a caido sobre el bólidos y aerolitos no eran otra cosa que pedazos de cristal
suelo sepultándose en él por la fuerza misma del cboque. desprendidos del resto del cielo, y arrojados á la Tierra
Si acudimos entonces encontraremos trozos de piedras abra- (considerada entonces como el centro del U n i v e r s o ) , á
sadas que se enfrian r á p i d a m e n t e , propiedad especial de causa de la acción destructora del tiempo, ó por el violento
estos cuerpecillos. choque de un cuerpo celeste.
Estas piedras caídas del cielo, estos pedazos de estrellas Tampoco faltó quien se imaginara, para esplicarse la
fugaces apagadas, se llaman aerolitos ó piedras meteó- caida de esos corpúsculos e n pleno dia, que eran trozos en-
ricas. La ciencia tiene formada varias colecciones de esta ' cendidos provenientes del Sol; pero ¿qué de particular y
clase de piedras celestes, á las cuales, para distinguirlas de raro puede ofrecer esta hipótesis sostenida en u n a época en
las rocas terrestres, se les da también e l nombre especial que la imaginación tanto predominaba en el estudio de la
de meteoritos. Naturaleza, cuando hombres tan eminentes como Olbers,
Laplace, L a g r a n g e , Biot y otros astrónomos en nuestros
E s t e fenómeno ba impresionado vivamente á la h u m a n i -
dias, han sostenido que los aerolitos eran piedras lanzadas
dad desde los tiempos mas remotos; y en los poemas de la
á nuestro globo por los volcanes de la Luna?
India, y en mucbos autores cbinos, griegos y árabes, se en-
cuentran descripciones curiosas de lluvias de piedras, de E s t a hipótesis fué aceptada por a l g ú n tiempo; pero como
bierro y de otras sustancias. la Luna, segan hemos visto en el capítulo X , es un astro
muerto que no revela á la esploracion telescópica más mi- n u e los tártaros consideraban como objeto sagrado, y el
nuciosa, señal alguna de volcanes en actividad, se acabó q u e cayó cerca de Bogotá de más de 700 kilógramos
por abandonarla para adoptar la teoría de Chladni, de la de peso.
que hemos hablado antes, infinitamente más racional que Estas piedras meteóricas, á causa de su inmensa v e -
la de Olbers. locidad y de su estado ígneo, han ocasionado muchas ve-
H o y , pues, se cree generalmente que los bólidos y a e r o - ces muertes, hundimientos é incedios, según refiere Arago
litos no provienen de las emanaciones lunares ni terrestres, con datos y detalles minuciosos, en el tomo I V de s u f a m o -
sino de los recónditos senos del espacio. sa Astronomía Popular.
Las sustancias que los constituyen han comprobado la E n E s p a ñ a han caido también en distintas épocas a l g u -
analogía que existe entre la Tierra y los demás cuerpos nos aerolitos según vamos á manifestar, en virtud de los
celestes. datos curiosos que tenemos sobre este asunto tan i m p o r -
S u forma, aspecto y peso, no son siempre los mismos. tante, y de los que nos han suministrado varios amigos
Los aerolitos son generalmente ferruginosos de color gris, nuestros consagrados en esta córte al estudio de las c i e n -
otros negros como el azabache y no pocos blancos como el cias, y m u y especialmente del ilustrado catedrático de geo-
mármol, con vetas oscuras. logía de esta Universidad central, don José María Solano
y Eulate.
Aerolitos h a y de hierro puro c a s i , de hierro como el
nuestro, que se puede forjar si se quiere para construir u n Estas caídas de piedras celestes son m u y notables, y
anillo, una herramienta ú hojas de sables y de espadas, desde la primera que registra la historia ocurrida en 1300,
como y a lo hicieron en lo antiguo varios califas y prínci- hasta la última que tuvo l u g a r en 1870, somos los primeros
pes Mogoles, con el hierro obtenido de esos cuerpos (1). que en una obra científica tenemos la satisfacción de d a r -
H a n caido aerolitos de todas dimensiones: unos como las á conocer, por su órden cronológico, e n nuestra patria.
granos de trigo, otros como enormes pedruscos densos y S e g ú n una crónica manuscrita que se conserva en el
pesados, como el que encontró Pallas en 1771 en Siberia Museo Nacional de Pesth (Hungría), cayeron en el año
de 1300 en Aragón grandes piedras meteóricas; y el b a -
( i ) Merced á los t r a b a j o s analíticos efectuados por los químicos m á s chiller Cibdad-Real, en su Centón Epistolar, habla de pie-
e m i n e n t e s , resulta q u e los cuerpos simples q u e constituyen los aerolitos, dras esponjosas, caidas en 1438 en R o a , provincia de
n o se diferencian de la composicion q u í m i c a de las sustancias terrestres,
Búrgos.
pues en ellos se encuentran c o n certeza h a s t a h o y los veintidós elemen-
tos siguientes: hierro, n í q u e l , cobalto, m a n g a n e s o , titano, estaño, n i t r ó - También don Diego de Zayas refiere la caida de piedras
g e n o , azufre, cobre, cromo, arsénico, fósforo, cloro, s o d i o , m a g n e s i o , si- «n Aragón ocurrida en el mes de m a y o de 1520, y K¡emtz
licio, a l u m i n i o , calcio, potasio y o x í g e n o ; y a d e m á s se e n c u e n t r a t a m -
dá noticias m u y curiosas de los aerolitos que cayeron en
bién en esos cuerpos el carbono y el h i d r ó g e n o , es decir, los dos
e l e m e n t o s f u n d a m e n t a l e s de la vida v e g e t a l de n u e s t r o p l a n e t a . Barcelona el 2 5 de diciembre de 1704, La piedra m e -
(N. del T.) teòrica que cayó el 17 de noviembre de 1773 en Sigene,
(Aragón), f u é descrita y analizada por Pronst, la cual se el mas célebre de todos por su tamaño y peculiaridades, es
encuentra en el Museo de Ciencias Naturales de M a - la piedra meteòrica que cayó en la m a d r u g a d a del dia 2 4
drid. de diciembre de 1858 en Molina, provincia de Murcia.
E n los Anales de Gilbert, tomo X L , página 116, se en- Se halla en el Museo de Historia Natural de Madrid, en
c u e n t r a la descripción detallada del aerolito que cayó el 9 cuyo archivo se conserva la información judicial acerca de
su caida.
d e julio de 1811 en Berlanguilla, provincia de Burgos.
F i g u r a en la coleccion del Museo de Ciencias Naturales E s un ejemplar magnífico. Tiene la forma de un pris
de P a r í s , como donativo del general francés Dorsenne, ma de base trapezoidal; pesa 114 kilógramos; s u altura es
de 2' i centímetros, por 4 2 de largo y 3 5 de ancho en
quien debió probablemente hacerse de ella á su paso por
la base.
dicha villa, durante la funesta invasión francesa en nues-
E l análisis de este aerolito lo hizo Mr. Meunier, y p o s -
tra pàtria.
teriormente lo eligió como tésis de la Memoria que hizo
Mr. Meunier, en s u s Estudios sobre los Meteoritos, p u b l i -
este sábio francés, para recibir en París en 1869 la inves-
cados en París e n 1867, menciona la caida de u n a piedra
tidura de doctor, en la facultad de ciencias.
meteòrica el dia 2 2 de junio de 1850 en Oviedo, aunque
sin espresar de dónde ha tomado la noticia, que no aparece Despues de esta célebre caida tuvo lugar otra en C a ñ e -
confirmada por las relaciones verbales de las personas de llas, provincia de Barcelona el 14 de mayo de 1861. Uno
la localidad, ni en documento escrito. de los trozos se conserva en el Museo de Madrid, y su d e s -
Don Luis de la E s c o s u r a , en un erudito estudio que cripción se encuentra en el Philosophical Magazine de 1861,
publicó en la Revista Minera, tomo III, página 407, dá im- página 170.
portantes pormenores del aerolito que cayó el 5 de noviem- También el 1.° de noviembre de 1862 cayó u n aerolito
bre de 1851 en Nuiles, provincia de Tarragona, el cual en Sevilla, del cual posee un buen fragmento el Museo de
figura en la coleccion del Museo de Historia N a t u r a l de Madrid : el señor Machado dió una noticia acerca de este
Madrid; y los trozos del bólido que cayeron en la ciudad de fenómeno.
Oviedo el 5 de agosto de 1856, fueron igualmente descritos E l 6 de diciembre de 1866, cayeron también en C a n g a s
en u n notable trabajo publicado por don Ramon Luancoen de Onis, provincia de Oviedo, u n g r a n número de aeroli-
el tomo X V I I , número 3, de la Resista de los progresos de tos: fueron recogidos cuidadosamente y su peso tenia más
las Ciencias. de 2 0 kilógramos. Dos ejemplares posee la Universidad de
Tres de estos aerolitos figuran en el Gabinefe de Histo- Oviedo, y otro el Museo de Madrid.
ria N a t u r a l de la Universidad de Oviedo, y un fragmento E n el término de Murcia cayó un bólido el 18 de ao-osto
en la coleccion del Museo de Madrid. de 1870, de cuyos fragmentos existe uno en el Musèo de
Todas estas piedras del cielo constituyen un estudio i n - Ciencias de Madrid. De este fenómeno hizo una interesan-
teresante y profundo para la Astronomía y la química; pero te descripción el señor don José María Solano y Eulate en
el tomo I, página 77 de los Anales de la Sociedad Española
de Historia Natural; y posteriormente en el tomo I de d i -
c h a Revista, en la p á g i n a 183, dió el espresado profesor
noticias importantes y curiosas de u n hierro meteòrico h a -
llado en el departamento oriental de la Isla de Cuba, sin
q u e se h a y a podido averiguar la fecha de su caida. Este
hierro existe e n el Museo de Ciencias de Madrid.
Tales son las piedras meteóricas q u e han caido en n u e s -
t r a pàtria desde 1300 hasta 1870.
La caida del bólido de este último año la presenció un
amigo nuestro.
Con el objeto de que viese la luz en La Llustracion de
Madrid, de c u y a sección científica estábamos encargados
en 1870, nos refirió todos los pormenores del fenómeno;
pero habiéndose suspendido la publicación de aquel i m -
portante Semanario, nos fué imposible ocuparnos de tan
raro acontecimiento, por cuya razón damos á conocer
ahora el relato de nuestro amigo que es por demás c u -
rioso :
— « M e hallaba, nos dijo, en u n a de mis fincas rurales
situada á cuatro leguas de Murcia el dia 18 de agosto
de 1870.
Proyectaba hacer varias reformas en algunos lugares de
la finca, y para su mejor dirección consultaba sobre el ter-
reno con mi capataz el modo de llevarlas á cabo. E r a n las
seis y veintidós minutos de la mañana de dicho dia. La a t -
mósfera estaba despejada, n i n g u n a nubecilla empañaba el
azul purísimo del cielo, y el Sol brillaba en todo su e s -
plendor.
que retumbó en la campiña con un estruendo parecido á Ja
Discutía tranquilamente con mi capataz los medios mas
esplosion de u n a mina poderosa.
eficaces y económicos para realizar las obras, cuando de
Penetrado de sorpresa alcé involuntariamente los ojos al
repente fuimos sorprendidos por u n a espantosa detonación
cielo de donde procedía el ruido, y vi una nubecilla negra
e n el aire, al parecer inmóvil, de la cual partió inmediata-
mente otra fuerte detonación semejante á la primera, y u n
globo de fuego que caminaba con rapidez del Oeste al Este,
dejando un largo y vivísimo rastro de luz en su tránsito á
pesar de la claridad del dia.
Este globo inflamado se dividió en pedazos, los cuales
se sepultaron en el suelo.
De estos, el más g r a n d e , cayó en una vereda: pesa-
ba 13 k i g . 340; otros dos tenian 1 0 , 6 9 5 y 5 , 7 5 0 respec-
tivamente de peso; y u n a porcion mas pequeños q u e se re-
cogieron despues, reunían u n peso total de más de 10 ki-
lógramos.
La detonación que produjo el meteoro se oyó en varios
CAPITULO X V I I .
pueblos de la provincia de Murcia; y s u estela luminosa se
distinguió también en algunos puntos clara y distinta-
mente: tal era s u brillo y magnificencia.» A S P E C T O G E N E R A L DEL C I E L O ESTRELLADO.
Otras muchas caidas de piedras meteóricas h a n tenido
lugar en varios paises, las cuales pudiéramos citar; pero
como las circunstancias que acompañan al fenómeno son
idénticas en todas partes, hemos preferido ocuparnos de
las que se refieren á España, tanto porque son casi desco-
nocidas, cuanto para que nuestros lectores comprendan la
importancia de esos acontecimientos cósmicos, que cada dia
estrechan más la misteriosa relación que existe entre el
planeta que habitamos y los demás mundos.
cielo de donde procedia el ruido, y vi una nubecilla negra
e n el aire, al parecer inmóvil, de la cual partió inmediata-
mente otra fuerte detonación semejante á la primera, y u n
globo de fuego que caminaba con rapidez del Oeste al Este,
dejando un largo y vivísimo rastro de luz en su tránsito á
pesar de la claridad del dia.
Este globo inflamado se dividió en pedazos, los cuales
se sepultaron en el suelo.
De estos, el más g r a n d e , cayó en una vereda: pesa-
ba 13 k i g . 340; otros dos tenian 1 0 , 6 9 5 y 5 , 7 5 0 respec-
tivamente de peso; y u n a porcion mas pequeños q u e se re-
cogieron despues, reunían u n peso total de más de 10 ki-
lógramos.
La detonación que produjo el meteoro se oyó en varios
CAPITULO X V I I .
pueblos de la provincia de Murcia; y s u estela luminosa se
distinguió también en algunos puntos clara y distinta-
mente: tal era s u brillo y magnificencia.» A S P E C T O G E N E R A L DEL C I E L O ESTRELLADO.
Otras muchas caidas de piedras meteóricas h a n tenido
lugar en varios paises, las cuales pudiéramos citar; pero
como las circunstancias que acompañan al fenómeno son
idénticas en todas partes, hemos preferido ocuparnos de
las que se refieren á España, tanto porque son casi desco-
nocidas, cuanto para que nuestros lectores comprendan la
importancia de esos acontecimientos cósmicos, que cada dia
estrechan más la misteriosa relación que existe entre el
planeta que habitamos y los demás mundos.
CAPITULO XVII,

ASPECTO GENERAL DEL CIELO ESTRELLADO.

Cuando en u n a noche despejada y sin Luna, alzamos los


ojos al cielo, aparecen las estrellas diseminadas como p e -
queños granos de plata y oro en esas incomensurables r e -
giones. Brillan unas con luz azulada, otras con luz roja; es-
tas con resplandor amortiguado, aquellas con intensidad
vivísima, y muchas tan débilmente que apenas las d i s t i n -
guimos.
Estos soles innumerables, irradian en todas direcciones
en el Universo el caudal inagotable de su luz propia, y al
atravesar sus r a j o s los agitados gases de nuestra atmósfe-
ra, sufren un temblor ó centelleo, parecido al que e x p e r i -
menta la llama de una bugía cuando se halla agitada por el
viento.
Confundido el espíritu del hombre en medio de este vas-
to Océano de soles, se convino desde la mas remota anti-
g ü e d a d , á fin de evitar el 'desórden que antes existia en el
estudio del cielo, en clasificar las estrellas según su brillo
aparente, llamándose de primera magnitud á las mas bri-
llantes; de segünda á las que le siguen y asi sucesivamen-
te hasta la mas ténue ó apenas perceptible. Mas no se en-
tienda por esto que las estrellas denominadas de primera
20
Despues de estas notabilísimas estrellas, las de segunda
m a g n i t u d son en realidad mayores que las otras, n i aun si-
categoría son 65; las de tercera 190; las de cuarta 5 5 0 ; las
quiera mas luminosas: lo que significa es que vistas desde
de quinta 1.620"; las de sesta 3 . 2 0 0 , etc. Ahora bien: para
la Tierra nos parecen mas g r a n d e s y mas brillantes que las
conocer el número de estrellas de cadaórden, se multiplica
otras. Asi, pues, cuando hablemos de la m a g n i t u d de estos
por tres el número de estos astros que contiene u n a série
astros, téngase en cuenta que se trata t a n solo de su brillo
cualquiera, pues se ha notado que cada clase es p r ó x i m a -
aparente, el cual proporciona los medios de conocerlas con
mente tres veces mas considerable que la precedente, o b -
exactitud, entre las constelaciones.
teniéndose asi con corta diferencia el número de las e s t r e -
Las estrellas de primera m a g n i t u d son veinte, cuyos
llas que forma la série que le. sigue. Por este método se
nombres y letras del alfabeto griego con que se las d e s i g -
sabe que el conjunto de estrellas que constituyen las seis
n a n , son los que se expresan en la siguiente lista, que ple-
primeras magnitudes perceptibles á la simple vista en todo
n a m e n t e autorizados la copiamos del escelente Anuario del
el cielo, ó sea en ambos hemisferios, no esceden de 6 . 0 0 0 .
Observatorio Astronómico de Madrid correspondiente al año
anterior de 1878, y que con t a n t a aceptación de las perso- Pero si en lugar de explorar los astros con la vista d e s -
nas ilustradas vé la luz desde 1860. Con la inicial | s e -dis- armada, la auxiliamos con anteojos de g r a n alcance, el cielo
t i n g u e n entre estas veinte estrellas, las que son visibles varia de aspecto por completo.
desde Madrid, y eñ general del resto de E s p a ñ a . La inmensidad se estiende incomensurable é infinita en
todas direcciones; los soles se suceden á los soles, los siste-
1—Sirio, ó a del P e r r o M a y o r . — v .
2—Canopo, ó o d e A r g o s . mas á los sistemas; pero tan prodigiosamente, que parece
3 — a del C e n t a u r o . que falta espacio para su muchedumbre. Región l i m i t a d í -
4 — A r t u r o , ó a del B o y e r o . — v . sima que á la simple vista solo ofrece dos ó tres estrellas,
5—Rigel, ó /? d e O r i o n . — v .
mirándolST con el telescopio se convierte en u n a vasta esten-
6 — L a C a b r a , ó « del C o c h e r o . — v .
7 — V e g a , ó a de l a L i r a . — v . sion iluminada por millares de soles.
g — P r o c i o n , ó a del Perro M e n o r . — y . Con estos instrumentos poderosos, se han ido descubrien-
9 — B e t e l g e u z e , ó « de O r i o n . — v .
do estrellas mas y mas débiles h a s t a formar la c a t e g o -
10—Achernar, ó a del Eridano.
11—Aldebaran, ó a de Tauro.—v.
ría 17 a , habiéndole valuado en 1 5 0 . 0 0 0 . 0 0 0 , número v e r -
12—P del C e n t a u r o . daderamente espantoso, las estrellas por este medio visibles
13—o. de la Cruz d e l S u r . e n todo el cielo. Las estrellas se multiplican, aumenta su
14—Antares, ó o del Escorpion.—v. número, en razón directa de la potencia de los talescopios.
1 5 — A t á i r , ó a del A g u i l a . — v .
16—La E s p i g a , ó « d e V i r g o . — v .
Desde los primeros anteojos de Galileo que descubrieron
1 7 — F o m a l h á u t , ó a del P e z a u s t r a l . — v . estrellas de sétima m a g n i t u d ó de sétimo orden de brillo,
18—P d e l a Cruz del S u r . ; hasta los telescopios modernos que revelan las maravillas
19—Pólux, ó ¿5 de los G e m e l o s . — v . del cielo, y nos permiten distinguir la configuración geo—
20—Régulo," ó a d e l L e ó n . — v . '
gráfica de los planetas, y basta la naturaleza de los demás
mundos, el cielo estrellado con estos descubrimientos pre- Tierra, es el mismo para todos los demás planetas de nues-
senta un aspecto sorprendente basta aquí desconocido; y tro sistema, y solo trasladándonos á la región de las estre-
llegará dia en que la perfección de los instrumentos ópticos llas es como encontraríamos en la disposición aparente de
abrazando regiones inmensas cuajadas de estrellas comple- los astros una variación tanto mayor cuanto mas lejos e s -
tuviese colocado nuestro observatorio de la Tierra. Desde

Fig. 81.—Región del cielo observada a la simple vista.

tamente, presenten á la vista admirada u n a estension d e s -


l u m b r a d o r a como el disco de nuestro Sol.
A pesar de la enorme distancia que separa á las estrellas Fig. 82.—La misma región del cielo observada con nn anteojo.

entre sí y del átomo terrestre, cuando las observamos pare-


ce que se encuentran todas colocadas en un mismo plano, estas regiones nuestro globo y los demás planetas serian
lo cual no es otra cosa que un simple efecto de perspectiva completamente invisibles, y solo distinguiríamos al Sol
producido por la posicion que ocupa la Tierra en el espacio como un punto brillante, como una estrella y no de las mas
respecto de esos astros. notables por su tamaño y por su luz.
E s t e aspecto que ofrece el cielo estrellado visto desde la Examinemos abora el aspecto del cielo bajo un punto de
vista diferente.
culos pequeñísimos, j la qué-esté precisamente en su verti-
Sabido es que desde nuestro hemisferio no podemos ver
mas que la mitad del cielo, j que este, j u n t a m e n t e con las cal le parecerá inmóvil en medio del cielo.
estrellas, parece circular en torno nuestro en el término de E s t e punto del cielo que parece fijo, Se encuentra e n la
veinticuatro horas, en virtud del movimiento real de la prolongacion imaginaria del eje de la Tierra j corres-
Tierra. ponde al polo-terrestre, sobre el cual está colocado el obser-
De esto se deduce que el aspecto q u e ofrece el cielo no vador. Por esta razón se denomina pdlo del cielo boreal. Si
es el mismo visto desde diversos lugares del globo, y q u e estuviese colocado en el otro polo, veria cabalmente la otra
si observamos las estrellas d u r a n t e u n a sola n o c h e , e s - mitad del cielo que antes le ocultaba la Tierra, j tendría
tos astros nos parecerán que cambian de posicion l e n t a - perpendicular sobre su cabeza el polo del cielo austral. E n
mente. L a q u e divisábamos, por ejemplo, sobre cierto pun- este caso, claro es, que otras estrellas j otras constelacio-
to del horizonte, en dirección de un árbol, de una torre ó nes, se ofrecerán á sus ojos distintas á las del hemisferio
de otro objeto lejano, dos ó tres horas mas tarde la vemos j a boreal.
desviada de aquel sitio. E l aspecto del cielo varia, pues, según la reglón del glo-
E n el curso breve de la noche, unas estrellas salen por bo en que nos encontremos.
una parte del horizonte, j otras se ponen por el lado Supongamos al observador situado en u n punto c u a l -
opuesto. Todas cambian de l u g a r ; pero como la ilusión es quiera del ecuador. Aquí las apariencias varían, j el cielo
tan perfecta que parece que todas giran unidas, los grupos se mueve para él de u n a m a n e r a especial j curiosa. E n lu-
de que forman parte no se alteran ni se desfiguran, j por gar de tener u n solo polo en su vertical, verá á ambos en
la permanencia de esta forma, nos será fácil siempre reco- los dos puntos opuestos del horizonte: uno delante y detrás
nocerlas á pesar de sus cambios aparentes. el otro. E n el curso de veinticuatro horas verá pasar todas
las estrellas unas detrás de otras; salir por una parte del
Veamos por el contrario el aspecto q u e presenta el c i e -
horizonte, por su derecha si mira al N o r t e ; elevarse en el
lo para un observador colocado en otros puntos de la
cielo á m a j o r ó menor a l t u r a , j descender despues hasta
Tierra.
ocultarse por la parte del horizonte hácia s u izquierda. Al
Si lo suponemos colocado en el polo Norte, verá sobre su
g u n a s pasarán sucesivamente en línea recta por eima de su
cabeza la mitad del cielo, siempre las misma mitad, s i e m -
cabeza.
pre las mismas estrellas girando constantemente en torno
s u j o en el espacio de veinticuatro horas; la otra mitad le Los que vivimos en E s p a ñ a , entre el polo norte j el
será siempre desconocida por caer á sus pies en el hemis- ecuador, participamos de las dos apariencias estremas.
ferio opuesto. Colocado en este punto central del globo las También vemos circular las estrellas alrededor dé un
estrellas que se hallan próximas al horizonte le parecerán punto inmóvil, que es el polo boreal del cielo ; pero este
d a r una vuelta entera á este círculo; las mas elevadas re- polo n i está en el zénit, ni se halla próximo á nuestro h o -
correrán círculos menores; las situadas sobre su cabeza cír- rizonte , sino en un punto intermedio, como á la mitad de
la altara de aquel sobre dicho círculo. Por encima y por
debajo del polo, vemos pasar las estrellas mas próximas al
mismo , pero sin ponerse n u n c a , permanentes siempre so-
bre el horizonte. Las que están mas lejos del polo salen y
se ponen. Y en la parte opuesta del cielo donde se halla el
polo austral, h a y una región invisible siempre para noso-
tros, y que solo trasladándonos á ese hemisferio, lograría-
mos descubrir desde él las bellezas del cielo estrellado.
El espacio infinito está sembrado de innumerables estre-
llas en todos sentidos y en todas direcciones, y si no las
vemos de dia, es porque la luz del Sol, difundida por la a t -
mósfera, desvanece su pálido brillo y nos impide verlas.
No podemos, pues, observar mas estrellas que las que se
hallan en nuestro hemisferio durante la noche. CAPITULO XVIII.
Ahora bien: hemos dicho que h a y estrellas que están
siempre sobre el horizonte, y estas son precisamente las
que podemos ver todas las noches con tal de que la atmós-
fera se halle despejada. Las otras estrellas que salen y se LAS CONSTELACIONES.
ponen á causa del movimiento diurno de la Tierra, varían
de posicion por completo. La parte del espacio que vemos
durante la noche, en el solsticio de verano, por ejemplo, es
m
la que está sobre nosotros d u r a n t e el dia en el solsticio de
invierno; y vice-versa, la parte del cielo que vemos durante
la noche en la segunda posicion, es la que se hallaba sobre
nuestras cabezas durante el dia en la primera. De donde
resulta que las estrellas que se pueden observar en las d i -
ferentes épocas del año, no son las mismas escepto las que
rodean el polo, que son siempre visibles, y que todas, hasta
estas últimas, no aparecen á las mismas horas en idénticas
posiciones.
la altara de aquel sobre dicho círculo. Por encima y por
debajo del polo, vemos pasar las estrellas mas próximas al
mismo , pero sin ponerse n u n c a , permanentes siempre so-
bre el horizonte. Las que están mas lejos del polo salen y
se ponen. Y en la parte opuesta del cielo donde se halla el
polo austral, h a y una región invisible siempre para noso-
tros, y que solo trasladándonos á ese hemisferio, lograría-
mos descubrir desde él las bellezas del cielo estrellado.
El espacio infinito está sembrado de innumerables estre-
llas en todos sentidos y en todas direcciones, y si no las
vemos de dia, es porque la luz del Sol, difundida por la a t -
mósfera, desvanece su pálido brillo y nos impide verlas.
No podemos, pues, observar mas estrellas que las que se
hallan en nuestro hemisferio durante la noche. CAPITULO XVIII.
Ahora bien: hemos dicho que h a y estrellas que están
siempre sobre el horizonte, y estas son precisamente las
que podemos ver todas las noches con tal de que la atmós-
fera se halle despejada. Las otras estrellas que salen y se LAS CONSTELACIONES.
ponen á causa del movimiento diurno de la Tierra, varian
de posicion por completo. La parte del espacio que vemos
durante la noche, en el solsticio de verano, por ejemplo, es
m
la que está sobre nosotros d u r a n t e el dia en el solsticio de
invierno; y vice-versa, la parte del cielo que vemos durante
la noche en la segunda posicion, es la que se hallaba sobre
nuestras cabezas durante el dia en la primera. De donde
resulta que las estrellas que se pueden observar en las d i -
ferentes épocas del año, no son las mismas escepto las que
rodean el polo, que son siempre visibles, y que todas, hasta
estas últimas, no aparecen á las mismas horas en idénticas
posiciones.
CAPITULO XVIII.

LAS CONSTELACIONES.

Desde la mas remota antigüedad, reconocieron los a s -


trónomos la conveniencia de reunir las estrellas en diver-
sos grupos, según la disposición especial que ofrecen á la
simple vista. U n grupo de estrellas con cierta forma ó dis-
tribuidas de manera que se pueda reconocer, se llama
constelación.
Las constelaciones llevan el nombre de algún objeto, de
un a n i m a l , de un hombre célebre, y lo mas frecuen-
temente de un dios ó u n héroe de la mitología a n t i -
g u a . Desgraciadamente estos nombres no tienen relación
n i n g u n a con las formas de las constelaciones. A l g u n a s de
las estrellas mas notables tienen nombre propio; otras se
designan con el nombre genérico de la constelación, y la
mayor parte con las letras del alfabeto griego, á la manera
que para distinguir las casas en una ciudad se indica p r i -
mero la calle y despues el número de los edificios.
j
Asi se determinan las estrellas, y se han construido
cartas del cielo en las que están comprendidas hasta las
mas pequeñas, del mismo modo que las cartas geográficas
contienen los detalles mas insignificantes de la superficie
de nuestro globo.
L a constelación de que tratamos es conocida por los a s -
¡Conocer las estrellas del cielo! ¡Poderlas distinguir por
trónomos con el nombre de Osa Mayor, visible todas las
sus nombres y señalarlas con el dedo! Esto soñábamos
noches a u n q u e en posiciones diversas. S e g ú n las horas y
cuando niños; mas por quimérico que parezca esto á p r i -
las estaciones, debemos acostumbrarnos á distinguirla in-
mera vista, no deja de ser un hecho positivo, ¿ qué puede
mediatamente en el cielo, por la utilidad que reporta á todo
oponerse al espíritu investigador del hombre? Hoy, en efec-
el mundo.
to, se conocen las estrellas, se distinguen y nombran las
A poca distancia de la Osa Mayor, en medio de un es-
pacio donde no se vislumbra g r u p o alguno de estrellas que
llame la atención, se destaca una de bastante brillantez de

F i g . 83.—La Osa Mayor.

mas hermosas, y los grupos <5 constelaciones notables á


que pertenecen.
Al tratar de las principales constelaciones, comenzare-
mos por las que podemos ver todas las noches.
Destácase entre ellas y llama la atención de cualquiera
persona un poco observadora, la conocida bajo el nombre Fig. 81.—Alineación para encontrar la estrella polar.
vulgar del Carro, compuesta de siete estrellas, seis de las
cuales son de segunda m a g n i t u d . Ignoramos la relación
que pueda existir entre la forma de esta constelación y la segunda m a g n i t u d . Con facilidad la encontraremos imagi-
de un carruaje; nosotros mas bien nos la representamos con nándonos que la línea que pasa por las dos estrellas de la
un objeto común y familiar, con la forma de una cometa Osa Mayor que figuran como la cabeza de la cometa, en el
cerniéndose en el aire; cuatro de sus estrellas representan lado opuesto á l a cola, se prolonga indefinidamente por el
los picos de la cometa, y las otras tres la cola. cielo hasta tocar u n a estrella que si no es de las mas h e r -
mosas j brillantes, importa conocer mas que otra alguna, á la izquierda d e la polar, j se presentan también d e r e -
j que por estar situada casi eñ el 'mismo polo boreal, se
chas <5 invertidas.
denomina Estrella, polar.
Puesto qije las constelaciones visibles por la noche no son
Inmóvil nos parece, mientras todas las estrellas cir-
las mismas en todas las estaciones, comenzaremos por es-
culan alrededor s u j o ; j u n a vez reconocida j a e s t a -
tudiar las que están en nuestro hemisferio en el invierno
mos orientados, es decir, que mirando bácia ella tendre-
entre las si^te j las ocho. Asi, pues, conviene ejercitarse
mos delante el polo Norte, á la espalda el S u r , el Oriente
en reconocer las formas de los grupos estelares, designados
ála, derecha J el Occidente á la izquierda. Y de este modo
si en oscura noche nós perdiéramos, fijándonos bien en es-
tos cuatro puntos cardinales, podríamos seguir de nuevo
nuestro camino sin esponernos j a á mas extravíos. De este
modo los marinos, observando la salvadora estrella polar,
conocen la dirección que deben seguir de noche en el d e -
sierto de los mares. La estrella polar forma la estremidad
de la cola de la Osa Menor, constelación m u j parecida en
su figura á la Osa m a j o r , pero m a s pequeña, vuelta en
sentido contrario, j constituida por estrellas de menos bri-
llo j mas difíciles de distinguir.
F i g . 85.—Casiopea.—La Osa Menor y la polar.—La Osa Mayor.
Por el lado opuesto á la polar, á la misma distancia casi
de la Osa M a j o r , se encuentra otra constelación llamada
en las figuras 86, 87, 90 j 91, porque asi las hallaremos
Casiopea, compuesta de varias estrellas de segunda m a g -
nitud. E l conjunto de estas tres constelaciones, Casíopea á fácilmente en el cielo. E n los dibujos se hallan marcadas
u n lado, la Osa M a j o r al otro j la polar en medio, es m u j por cifras^ j al márgen se encuentran los nombres corres-
fácil--de reconocer. Estas constelaciones permanecen sobre pondientes.
el horizonte, pero como circulan alrededor de la polar, L a primera constelación que distinguimos á esa hora, es
cambian de posicion en el cielo según la hora de la noche la Osa M a j o r que sube oblicuamente sobre el horizonte
j la época del año. Asi la Osa M a j o r tan pronto tiene la con la cabeza hácia arriba. Conocida la posicion de esta
cola hácia abajo, como mirando hácia arriba, j a parece constelación fácilmente encontraremos la Osa Menor j la
tendida de uno á otro lado sobre la polar, como debajo. polar, la cual se presenta, como siempre, á la mitad de la
Este cambio de posieion exige que nos fijemos bien en la altura entre el horizonte j el zénit (fig. 86).
figura de las constelaciones, que á causa del movimiento de Si permanecemos mirando al Norte j nos fijamos u n
rotácion d é l a Tierra, pasan alternativamente de la derecha poco hácia el Este, veremos brillar u n a estrella de primera
magnitud que se llama la Caira, que forma parte de la
constelación del Cochero. E s fácil conocer el l u g a r que o c u - la rodean formando una especie de cuadrilátero oblongo, en
pa reparando que se encuentra bastante lejos de la Osa cuyos dos ángulos opuestos h a y dos estrellas de primera
Mayor en la dirección de s u cabeza. Debajo de la Cabra, m a g n i t u d . Este g r u p o , con otras estrellas mas p e q u e -
casi á la misma distancia que se encuentra Casiopea, pero ñas, constituyen la hermosa constelación de Orion, la mas
a l lado opuesto, lucen dos estrellas próximas entre sí, c o - sorprendente y magnífica de todo el cielo. Sobre Orion
nocidas por los Gemelos ó por los doS hermanos Castor y brilla una estrella rojiza llamada Aldebaran, e n la cons-
Polux, hijos de J ú p i t e r , célebres por s u amistad indisolu- telación del Toro (fig. 87).
ble, en recompensa de la cual obtuvieron la i n m o r t a - A l Sudeste de Orion, al lado opuesto á Aldebaran, r e s -
lidad. p l a n d e c e la mas admirable de cuantas estrellas pueblan el
Sin mudar de posicion, pero volviendo un poco la c a b e - cielo, la incomparable Sirio que forma parte de la conste-
za hácia el Occidente, ó á la izquierda, distinguiremos so- lación del Perro Mayor. A m b a s estrellas se encuentran en
b r e el horizonte por s u brillo azulado la estrella de primera la lmeacion de las Tres Marías: Aldebaran arriba, Sirio
m a g n i t u d llamada Vega en la pequeña constelación de la abajo, casi á la misma distancia: por esto es m u y fácil en-
Lira. Se encuentra á igual distancia de la polar por la Ca- contrarlas en seguida. A l Este de Orion, entre el Perro
bra, pero al lado opuesto, hallándose la polar en la misma Mayor y los Gemelos, se distingue otra estrella de primera
dirección casi que determina las otras dos estrellas. Trace- ipagnitud llamada Procion perteneciente á la constelación
mos ahora otra línea que pase por la cabeza de la Osa Ma- flel Perro Menor.
yor y por la Lira. Siguiendo su dirección siempre hácia la E n la mitología a n t i g u a era Orion un temible cazador
izquierda, m u y cerca del horizonte, veremos otra estrella que perseguía á Aldebaran, el Toro del cielo; y asi como
de primera m a g n i t u d , entre dos mas pequeñas, q u e p e r t e - un cazador va acompañado de sus perros, Orion llevaba tam-
necen á la constelación del Aguila. Y finalmente, en la li- bién los suyos, el Mayor y el Menor. [Esta fábula puede
neacion maracada por el Aguila y Casiopea, encontrare- fijar mejor en nuestra memoria la posicion que ocupa Orion,
mos entre las dos constelaciones u n a estrella de segunda el Toro y los dos Perros.
m a g n i t u d que es el centro d é l a constelación del Cisne. También es m u y curiosa, y sin igual en la historia, la
Volvamos ahora la espalda á la polar. E n esta posicion fábula referente á las hazañas de un guerrero lamoso.
tendremos el Norte á nuestra espalda, el Sur delante de Perseo, sabedor de que Andrómeda, hija de Cefeo, esta-
nosotros, el Occidente á la derecha y el Oriente á la i z - ba encadenada en u n a roca por la voluntad de su padre
* quierda. para ser devorada por una Ballena horrible, partió e n su
Conocidas son en E s p a ñ a las Tres Marías, esto es, tres auxilio montado en u n caballo alado llamado Pegaso, y
notables estrellas situadas en línea recta y equidistantes mató al mónstruo en el momento e n que éste mordia el
entre sí, que se encuentran en el cielo austral un poco al costado de la jóven princesa. La constelación que en el
Oriente. E n torno de ellas se observan cuatro estrellas que cielo representa el caballo alado, es un cuadrilátero espa-
cioso formado por cuatro hermosas estrellas, que lleva el
nombre de Cuadrado de Pegaso. P u e d e distinguirse fácil—

Fig. 88.—Las Pléyades observadas i la simple vista.

mente porque no h a y otra región en el cielo donde se d e s -


cubran cuatro g r a n d e s estrellas que formen un cuadrado
perfecto.

Fig. 8?.—Las Pléyades vistas con el telescopio.

Otras tres estrellas que afectan la forma de la cola de la


Osa Mayor, son las principales de la constelación de An-
drómeda. A la estremidad de estas estrellas, un poco á la debajo de nuestro hemisferio. E n f r e n t e á la mitad de la
derecha ó al Occidente, se destaca el Leróico Perseo. E l distancia entre el horizonte y el zénit, se ostenta una mag-
cetáceo terrible, también se halla á m u y poca distancia, nífica estrella de primera m a g n i t u d , llamada Arturo, en la
cerca de Andrómeda. constelación del Boyero (fig. 9 1 ) . E s t a estrella r e s p l a n d e -
Antes de abandonar esta región del cielo, debemos ciente se encuentra con facilidad porque se halla en la pro-
observar sobre A l d e b a r a n , en la línea que lo u n e con longación de la cola d é l a Osa Mayor. También es m u y no-
Orion, un g r a p o apretado de estrellitas conocido en E s - table la q u e está debajo de Arturo en la constelación de la
paña por nuestros campesinos con el nombre de las Siete Virgen, llamada la Espiga. Y por último, á l a derecha ó al
Cabrillas, y al que los astrónomos h a n aplicado el de las Occidente, la hermosa estrella del León atraerá nuestras
Pléyades. Con b u e n a vista pueden distinguirse en este miradas. E s t a estrella, la E s p i g a y Arturo, forman en el
grupo seis ó siete estrellas; pero mirándolo con u n buen cielo un g r a n triángulo. E n la prolongación d é l a línea que
anteojo, se descubren ochenta estrellas próximamente. une á León con la E s p i g a , se encuentra cerca del hori-
Observemos ahora las constelaciones que se hallan sobre zonte, un poco al Oriente, la estrella principal del Escor-
nuestro horizonte en la estación del calor, en el estío, e n el pión, Antares, hallándose la E s p i g a entre esta y el León.
primer dia de junio, por ejemplo, á las diez de la noche, E n la región austral del cielo, siempre invisible para nos-
la hora mas g r a t a y cómoda en esa época del año. Miremos otros, h a y varias constelaciones m u y hermosas, entre las
otra vez al Norte, y si bien en pósicion inversa, veremos cuales citaremos las dos mas célebres, el Navio y la Cruz,
en esta región del espacio las mismas estrellas que vimos c u y a descripción omitimos porque no se hallan jamás en
en el invierno. Asi, pues, la Osa Mayor se presenta en es- nuestro hemisferio.
t a ocasion en lo alto del cielo, y Casiopea debajo de la p o - Los antiguos astrónomos, observando el movimiento apa-
lar (fig. 90). rente del Sol por la bóveda estrellada, advirtieron que la
La Cabra, que antes estaba cerca del zénit, la vemos dirección de este astro era siempre regular y permanente,
ahora á la izquierda, cerca del horizonte; y los Gemelos y que cada año y en la misma época pasaba por la misma
mas lejos, al Oeste. La posicion, por lo tanto, ha cambiado, región del cielo y por delante de ciertas estrellas, por cuya
mas no las alineaciones que permanecen las mismas que razón determinaron dividirlas en doce grupos ó constela-
nos sirvieron antes para encontrar las estrellas. Por esta ciones para distinguir mejor el movimiento del Sol y de
razón debemos buscar la Lira al lado opuesto de los G e m e - los planetas. A este camino ó zona le dieron el nombre d e
los, y á la misma distancia de la polar. El Cisne debajo Zodiaco, cuya palabra viene de z¿s.ov, animal, etimología
de la Lira; el Aguila, j u n t o al horizonte, al ponerse el Sol, que se debe al género de figuras trazadas en esa banda de
desvanecida por el vago resplandor del crepúsculo.
estrellas, donde en efecto dominan los nombres de los a n i -
Por la parte austral, al contrario, se presentan estrellas males.
nuevas para nosotros: las constelaciones de invierno están E n esta inmensa zona se encierran las órbitas de los
p l a n e t a s , inclusa la de la T i e r r a , y estos cuerpos al
verificar sus revoluciones en torno del S o l , jamás se
apartan de los límites del Zodiaco. Las doce constela-
ciones ó grupos e n que Se supone dividido son las mas
célebres y principales de todas: se llaman signos zodiacales
y su conocimiento constituye uno de los estudios mas pro-
fundos y mas interesantes de la Astronomía, y de la mayor
trascendencia para la historia.
Estos signos empiezan en el equinoccio de primavera,
uno de los puntos de intercesión de la eclíptica ú órbita de
la Tierra con el ecuador, y siguen este órden:
T y tf a IW
Aries Táuro Géminis Cáncer Leo Virgo
n
^ l, & ^ M
Libra Escorpion Sagitario Capricornio Acuario Piscis.
Los signos colocados encima de estos nombres son i n -
dicaciones primitivas que los recuerdan: Y> representa los
cuernos del Carnero; y la cabeza del Toro; ^ es una c o r -
riente de agua y asi sucesivamente. De estos nombres cono-
cemos y a varios aplicados á constelaciones observadas por
nosotros. Los restantes no corresponden á estrellas n o -
tables.
Antiguamente se decia:—Sol en Aries, por ejemplo, para
significar que aquel astro, en la época del equinoccio de
primavera parecia cruzar por delante-del g r u p o de estrellad
llamado Aries. A cada uno, pues, de los doce meses del
aüo, corresponde u n a posicion del Sol delante de una de las
constelaciones espresadas , y este es el motivo por qué én
los almanaques se incluye todavía para cada mes, un signo
del Zodiaco (1).
(1) La idea de relacionar las posiciones de los p l a n e t a s y de las e s -
trellas con la senda a p a r e n t e trazada por el Sol en el cielo, asi como l a
E s t e círculo famoso en los fastos de la h u m a n i d a d , h a á. la moderna; pero hoy, dotada la ciencia de superiores mé-
prestado grandes servicios á la Astronomía antigua, y aun todos de observación, perfeccionadas la mayor parte de sus

t á m u y esplícita s o b r e e s t e p u n t o , m a s n o e s i m p r o b a b l e q u e h a y a n
d i v i s i ó n d e l a e c l í p t i c a ú ó r b i t a d e la T i e r r a e n doce p a r t e s i g u a l e s , se
sido l o s e g i p c i o s los a u t o r e s de l a d i v i s i ó n d e l Zodiaco en g r u p o s ó c o n s -
p i e r d e e n la a n t i g ü e d a d m a s r e m o t a .
t e l a c i o n e s l l a m a d a s signos, p a r a r e p r e s e n t a r p o r m e d i o de ellos l a s u c e -
A l g u n o s a u t o r e s m o d e r n o s , p r u e b a n con e r u d i c i ó n y con g r a n s e n t i d o
sión d e los f e n ó m e n o s a n u a l e s p r o p i o s d e l c l i m a de E g i p t o .
crítico, q u e e l Zodiaco d e b i ó f o r m a r s e a n t e s q u e s e e s t a b l e c i e s e la e s f e r a
L a s c o n s t e l a c i o n e s q u e d i e r o n s u s n o m b r e s á los s i g n o s z o d i a c a l e s , y a
c e l e s t e , o p i n i o n q u e a c e p t a m o s p o r q u e e s t a c o n f o r m e c o n los t e s t i m o n i o s
n o o c u p a n los m i s m o s l u g a r e s q u e estos g e r o g l i f i c o s , p u e s t o d a s , á c a u s a
q u e o f r e c e la h i s t o r i a a n t i g u a r e s p e c t o á l o s m o v i m i e n t o s del S o l y d e l a
d e la p r e c e s i ó n d e los e q u i n o c c i o s , h a n r e t r o g r a d a d o h á c i a O r i e n t e m a s
L u n a , o b j e t o s p r i n c i p a l e s de l a s o b s e r v a c i o n e s d e los p r i m e r o s a s t r ó n o -
d e la m i t a d d e t o d a l a c i r c u n f e r e n c i a d e l c i e l o , esto e s , 210 g r a d o s , q u e
m o s . B a i l l y ( * ) a s i l o cree t a m b i é n y dice e n s u f a m o s a Historia de la As-
á r a z ó n de c e r c a d e 72 a ñ o s por c a d a g r a d o , d á de a n t i g ü e d a d á la i n v e n -
tronomía, q u e t a n l u e g o c o m o se r e c o n o c i ó q u e l a L u n a y los d e m á s p l a -
c i ó n d e l Zodiaco m a s de 15.000 a ñ o s .
n e t a s no s a l i a n n u n c a d e u n a z o n a b a s t a n t e e s t r e c h a , f u é c u a n d o se q u i s o
E s t a r e m o t a a n t i g ü e d a d , q u e e c h a p o r t i e r r a la c r o n o l o g í a b í b l i c a , e s t á
m e d i r el m o v i m i e n t o d e los a s t r o s , y se p e n s ó q u e s e r i a c ó m o d o d i v i d i r
a p o y a d a con d a t o s d e c o n s i d e r a c i ó n h i s t ó r i c a . L a s r u i n a s de l a s c i u d a d e s ,
e s t a z o n a e n p a r t e s i g u a l e s . E s t e f u e el p r i m e r p a s o d a d o en la f o r m a c i o n
los t e m p l o s , l a s p i r á m i d e s , los o b e l i s c o s y o t r o s e s t u p e n d o s edificios q u e
d e l Zodiaco, y c u a n d o se o b s e r v ó q u e e l Sol s i g u e s i e m p r e u n a m i s m a
r e s t a n del a n t i g u o p u e b l o de los F a r a o n e s , d e m u e s t r a n u n p e r í o d o d e
r u t a , e n t o n c e s s e f o r m a r o n l o s d o c e s i g n o s y se l e s p u s o n o m b r e s i d é n t i -
tiempo enorme y unos conocimientos en las artes sumamente adelanta-
cos á los d e c i e r t o s o b j e t o s t e r r e s t r e s q u e g u a r d a b a n m a s r e l a c i ó n e n t r e
dos y p e r f e c t o s , á l o s q u e d e b i e r o n p r e c e d e r m u c h o s siglos de o b s e r v a c i o -
s í , á fin d e c a r a c t e r i z a r los f e n ó m e n o s q u e se v e r i f i c a n e n la T i e r r a e n
n e s y de t r a b a j o s , c o m o lo c o m p r u e b a n , e n t r e m i l c o s a s q u e p u d i é r a m o s
v i r t u d d e los d i v e r s o s c a m b i o s del Sol e n e l c u r s o d e l a ñ o .
c i t a r , l a f a m o s a p i e d r a d e A u x u m , d e s c r i t a p o r B r u c e , y l o s t e m p l o s de
E s t a s o b s e r v a c i o n e s y estos t r a b a j o s p r o g r e s i v o s se h i c i e r o n e n D e n d e r a h y H e n n é , y el o b e l i s c o de P h i l a , s i t u a d o s en e l A ' t o y B a j o
e l O r i e n t e ; p e r o , ¿en q u é é p o c a y p o r q u é pueblo? L a h i s t o r i a no es- Egipto.
L a a n t i g ü e d a d y el e s p l e n d o r d e este p a i s , t a n c é l e b r e e n la h i s t o r i a
( • ) E s t e h o m b r e i l u s t r e n a c i ó e n P a r í s e n 1 7 3 6 , y á c o n s e c u e n c i a de d e la h u m a n i d a d , s e h a l l a n a d e m á s d e m o s t r a d o s por otros m u c h o s t e s t i -
u n a sentencia injusta del Tribunal revolucionario, murió guillotinado en m o n i o s , p u e s Diodoro d e S i c i l i a , q u e v i a j ó p o r e l O r i e n t e 6 0 a ñ o s a n t e s
e l C a m p o de M a r t e e l 10 d e n o v i e m b r e d e 1793. H a d e j a d o e s c r i t a s m u - d e J e s u c r i s t o , r e f i e r e q u e los s a c e r d o t e s e g i p c i o s le a s e g u r a b a n q u e s u
c h a s o b r a s i m p o r t a n t e s , e n t r e l a s q u e d e s c u e l l a s u Historia de la Astro- c i v i l i z a c i ó n y la d i n a s t í a d e sus r e y e s s e r e m o n t a b a n á m a s d e 15.000 a ñ o s ;
nomía , o b r a t a n n o t a b l e p o r s u p r o f u n d i d a d c i e n t í f i c a c o m o p o r su b e l l a y P l a t ó n , e n el Lib. II de las Leyes, dice: aSi lo e x a m i n a m o s c o n c u i d a d o ,
f o r m a l i t e r a r i a , la c u a l le c r e ó u n a b r i l l a n t e r e p u t a c i ó n , y l e a b r i ó l a s h a l l a r e m o s e n t r e l o s e g i p c i o s o b r a s de p i n t u r a y e s c u l t u r a q u e h a n sido
p u e r t a s d e la A c a d e m i a f r a n c e s a e n 1784. h e c h a s h a c e 10.000 a ñ o s , y q u e son t a n bellas c o m o l a s de n u e s t r o s d i a s ,
Esta o b r a e s t á d i v i d i d a e n tres p a r t e s : la p r i m e r a t r a t a d e l a Bisloria y t r a b a j a d a s c o n i g u a l a r t e y b a j o las m i s m a s r e g l a s . » E n c i e n c i a s , t a m -
de la Astronomía antigua, l a s e g u n d a de la Historia de la Astronomía mo- bién llegaron á un apogeo m u y notable, y según V i t r u b i o , Macrobio,
derna y l a t e r c e r a d e l a Historia de la Astronomía indiana y oriental, y p o r L u c a n o y otros a u t o r e s a n t i g u o s , t e n í a n d e s d e m u c h o t i e m p o a n t e s de la
l a s a t r e v i d a s h i p ó t e s i s y o r i g i n a l e s c o n j e t u r a s q u e e n e l l a s u s t e n t a , sus- e r a c r i s t i a n a t a b l a s a s t r o n ó m i c a s , c o n o c í a n l a s r e v o l u c i o n e s d e los pla-
citó v i v a s controversias entre sus contemporáneos, viéndose obligado n e t a s M e r c u r i o y V e n u s a l r e d e d o r del S o l , la d u r a c i ó n d e l a ñ o d e 365
p o r e s t a r a z ó n , p a r a c o r r o b o r a r s u s a s e r c i o n e s , á d a r á l u z s u s Carlas so- d i a s , l a e s f e r i c i d a d de la T i e r r a , l a c a u s a de l o s eclipses d e l Sol y de la
bre el origen de las ciencias y sobre la Atlántida de Platón. L u n a , y otros secretos d e l a N a t u r a l e z a q u e d e s p u e s r e v e l a r o n á l o s céle-
bres filósofos g r i e g o s T h á l e s y P i t á g o r a s .
J u a n S i l v a n o B a i l l y era u n o d e l o s s á b i o s m á s c é l e b r e s d e s u é p o c a , y
u n a de l a s g l o r i a s m a s l e g í t i m a s d e la F r a n c i a . Estos conocimientos tan exactos y tan c o n f o r m e s con los p r o g r e s o s
teorías, y ensanchados sus vastos dominios con numerosos
é importantes descubrimientos, apenas se hace uso de él.

m o d e r n o s , y el misterio; por o l í a p a r t e , en q u e e n v o l v í a n las ciencias,-


s e g ú n Herodoto y Plutarco, inducen á creerlos inventores del Zodiaco,
con preferencia a los indios y á los caldeos, p u e s c u a n t a s interpretacio-
nes se lian h e c h o de los signos zodiacales, parecen acomodarse m a s á l a
naturaleza y estaciones peculiares del pais de E g i p t o , q u e a otra p a r l e
del mundo a n t i g u o .
(.V del 1 )

CAPITULO XIX,

LAS ESTRELLAS.

r
teorías, y ensanchados sus vastos dominios con numerosos
é importantes descubrimientos, apenas se hace uso de él.

m o d e r n o s , y el misterio; por o l í a p a r t e , en q u e e n v o l v í a n las ciencias,-


s e g ú n Herodoto y Plutarco, inducen á creerlos inventores del Zodiaco,
con preferencia a los indios y á los caldeos, p u e s c u a n t a s interpretacio-
nes se lian h e c h o de los signos zodiacales, parecen acomodarse m a s á l a
naturaleza y estaciones peculiares del pais de E g i p t o , q u e a otra p a r l e
del mundo a n t i g u o .
(.V del 1 )

CAPITULO XIX,

LAS ESTRELLAS.

r
CAPITULO XIX.

LAS ESTRELLAS.
\

La inmensidad de los cielos y las maravillas que encier-


ran, ha sido asunto de profundos estudios desde los tiempos
mas remotos.
Misterio insondable por mucho tiempo para la inteligen-
cia h u m a n a , estuvo considerado por la generalidad y por
hombres como Platón, Aristóteles, Tolomeo y otros, como
u n a bóveda sólida cristalina en la cual estaban incrustados
los astros para alumbrar solo á la Tierra y recrear la vista
de sus habitantes.
Tal es la fuerza de las preocupaciones que de una mane-
ra tan poderosa han influido en el progreso de la humani-
dad; preocupaciones que u n g r a n número de personas con-
servan b o j mismo, porque en su sencillez no reflexionan,
y se muestran indiferentes á los progresos de las ciencias y
especialmente á los de la Astronomía, la mas hermosa y
filosófica de todas.
L a invención del telescopio y los adelantos q u e á tan pro-
digioso instrumento se deben, destruyó para siempre en el
siglo X V I los errores sostenidos h a s t a entonces por la a u -
toridad y la ignorancia.
Con su poderoso auxilio, los límites de los cielos se e n -
sancharon; sus vastas soledades, la oscuridad de esos e s - Estos astros no están fijos en el espacio: se mueven, g i r a n ,
pacios se trasformaron por completo; de su seno brotó la luz revolotean con velocidad vertiginosa como nuestro Sol: bri-
j la vida, y nuevos y desconocidos horizontes se abrieron llan con luz propia, j son otros tantos centros de sistemas
á la ciencia, ávida siempre de comprender el mundo de los planetarios en los cuales se verifican los mismos cambios,
fenómenos. Asi pudo formarse u n concepto mas elevado y los mismos movimientos, las mismas trasformaciones q u í -
exacto de las condiciones uranográficas de los cuerpos p l a - micas que en el nuestro.
netarios, y de la relación que" existe entre nuestro sistema Por centenas de millones debemos contar los soles del
solar y la universalidad de los demás sistemas estelares; j espacio, j por miles de millones los planetas que de ellos
comparando distancias con distancias, mundos con m u n - reciben torrentes de luz, de calor j de electricidad, pues
dos, apareció entonces grave é imponente toda la grandeza es ridículo j contrario á las l e j e s d e la Naturaleza, i m a g i -
objetiva del Universo y la inmensidad de sus vastas regio- nar siquiera que entre tantos millones de millones de soles
nes; inmensidad tal, que, á pesar del poderío intelectual uno solo, y precisamente el nuestro, t e n g a planetas que
del hombre, jamás le será dado comprender, porque según circulen en torno s u j o , j que solo la vida j la inteligen-
la espresion de nuestro inmortal Balmes, el pensamiento cia estén reducidas en el exiguo planeta que habitamos. La
humano se anubla tan luego como toca á los umbrales de lo unidad de las fuerzas físicas conservan su valor en todas
infinito, partes, j los mismos fenómenos dinámicos j astronómicos
Con estos descubrimientos modernos el Universo ha e x - que observamos en nuestro sistema, son análogos en esas
perimentado una trasformacion completa. remotas provincias del Universo: allí, como aquí, la vida
El cielo no es j a una sustancia sólida formada de un aire es una é infinita.
vitrificado por el fuego j semejante al cristal, como supo- Inmóviles nos parecen las estrellas por la debilidad de
nía EmpédoCles, sino un espacio vacío, inmenso, incomen- nuestros pobres sentidos, pues tan lejanas están que á pesar
surable, infinito; j las estrellas, lejos de ser como creía J e - de su rápido movimiento nos parece corto el camino que re-
nófanes, pequeñas nubes que se encendian por la noche y corren. E s necesario observarlas con esmero j precisión
se apagaban por la mañana en las aguas del Océano, son para conocer sus movimientos, j para discernir los que les
por el contrario cuerpos inmensos, tan grandes, tan ar- son propios, en virtud de la marcha de nuestro sistema so-
dientes, tan luminosos como el Sol que nos sostiene j vi-, lar hácia la constelación de Hércules.
vifica, los cuales á causa de la enorme distancia á que se Todo, pues, se mueve en el Universo, todo cambia j se
hallan de la Tierra, aparecen Como chispas brillantes en el trasforma: solo permanecen inmutables las fuerzas eternas
oscuro azul del cielo. de la Naturaleza, causa de los fenómenos que observamos.
Todas se hallan diseminadas en ese Océano sin principio Y estos sistemas, en tan inmenso número, viven una vida
ni fin, sin fondo ni orillas, unas aquí otras allá; estas más solidaria: todos obedecen en esas profundidades sin t é r m i -
cerca, aquellas infinitamente mas remotas que las otras. no á una sola é inviolable l e j : á la atracción universal; j
22
como nada es independiente, ni está aislado en la economía distancia de la Tierra al Sol : las demás se encuentran si-
tan admirable del mundo terrestre, asi tampoco lo está en situadas en regiones mas apartadas y remotas.
el incomensurable Universo. E s m u y difícil formar u n a idea exacta deestas distancias-
Las distancias que las separan de nuestro globo y las mas ¿cómo hallaremos un medio tangible para c o m p r e n d e d
que existen entre esos luminares, son tan inconcebibles las? Ya digimos en el capítulo VIII q U e nna bala de cañón
que la ciencia de los números es impotente para e s p r e - que recorre 4 0 0 metros por segundo al salir de la pieza tar-
sarlas. daría en llegar al Sol diez años. Pues para llegar á la estre-
Sabemos que desde aquí al Sol bay 3 7 . 0 0 0 . 0 0 0 de l e - lla a del Centáuro, emplearía nada menos que 2 . 0 0 0 . 0 0 0
guas, y hasta Neptuno, el mas remoto de los p l a n e - de años!
tas, 1.110.000.000, es decir, treinta veces aquella distan- Este ejemplo da á conocer algo el espantoso valor de la
cia. Pues bien: esta distancia, á pesar de su enormidad, no cifra numérica que representa aquella distancia; pero no se
significa nada: aun podriámos recorrer los cielos con el comprende bien todavía: son números escesivamente gran-
pensamiento no treinta veces, sino mil, diez mil, cien mil des que superan á todos los que estamos acostumbrados á
veces el abismo que separa á Neptuno del Sol en todos sen- emplear. ¿De qué otro medio nos valdríamos? Acudamos á
tidos alrededor nuestro, sin hallar u n a sola estrella: la mas la luz, á este veloz mensagero, que recorre 7 7 . 0 0 0 leguas
próxima está mas lejos todavía. por segundo. E n 8 minutos y 13 segundos llega la luz des-
Nuestro sistema solar se encuentra por lo tanto aislado de el Sol á nosotros; en 40 minutos vuela desde Júpiter y
en el espacio, como un pequeño archipiélago perdido e n el en 4 horas si parte desde Neptuno. E n vista de esto, ¿cuán-
Océano infinito. Lo mismo sucede con los demás sistemas to invertiría desde le estrella . del Centáuro? T r e s años y
estelares: entre unos y otros median también distancias se- ocho meses. ¡Tres años y ocho meses de camino con una
mejantes ó mayores á las q u e hemos indicado, abismos in- velocidad constante de 77.000 leguas por segundo! Y se
sondables ante los cuales «el espíritu se confunde y la ima- trata, no lo olvidemos, de la estrella mas inmediata á la
ginación se espanta.» Ahora bien, la estrella mas cercana Tierra. E n t r e las que se encuentran en este caso h a y otra,
á nosotros es la <• de la constelación del Centáuro. P a r a lle- la mas hermosa del cielo, que dista de nosotros 8 9 6 . 8 0 4
g a r á ella, según las investigaciones mas exactas y recien- veces mas que el Sol, tardando su brillante luz en a t r a v e -
tes, h a y que recorrer una estension 177.815 veces mas sar el espacio que de ella nos separa 2 2 años. E s t a estrella
g r a n d e que la que nos separa del Sol, u n a distancia 177.815 es Sirio.
veces 3 7 . 0 0 0 . 0 0 0 de l e g u a s ! . . .
La Naturaleza es tan g r a n d e en sus obras, que no se re-
Estas medidas monstruosas apenas se conprenden, y no duce á esto cuanto pudiéramos decir sobre este asunto tan
obstante se refieren á la estrella mas cercana. La que le si- importante.
g u e en elórden de distancia es la 61 de la constelación del La estrella polar, que con cariñosa mirada g u i a eterna-
Cisne , que está tres veces mas lejos, á 5 9 2 . 7 1 5 veces la mente los pasos del hombre sobre la Tierra, es también
una de las mas cercanas al globo terrestre. Su luz tarda en tener una luz fija é inalterable, brillaban primero con in-
llegar aquí mas que la de Sirio. El rayo que nos envia es- tensidad, se debilitaban luego ó desaparecian por comple-
ta noche hace medio siglo que partió de dicha estrella, mu- to, para relucir de nuevo al cabo de cierto tiempo, h u b i é -
cho tiempo antes quizás de que nacieran algunos de n u e s - rase tachado de utópica y absurda semejante aserción.
tros lectores; y si se apagase en el momento en que trazamos E l hecho sin embargo es innegable.
estas líneas, el 14 de febrero de 1879, seguiria alumbrando La estrella z del Cisne varia su brillo desde la quinta á
sin embargo y no se notaría su falta desde la Tierra hasta la undécima magnitud en el corto período de un año y trein-
el año de 1929. ta y nueve dias; y la trigésima de la H i d r a cambia en un
Estrellas h a y tan distantes, que aun su luz necesi- año y poco mas de cuatro meses entre el cuarto orden de
ta 100, 2 0 0 años para llegar á nuestro planeta; y tan remo- brillo y la desaparición completa. E n el mismo caso se halla
tas, tan sepultadas están otras en la estension sin límites, la estrella o de la Ballena, llamada también la Maravillosa.
como las que apiñadas brillan en la Yia-láctea, que sus ra- Desde el siglo X V I I se estudian sus variaciones y se h a
yos luminosos deben emplear 1.000, 2 . 0 0 0 , 10.000 años observado que el período de su brillantez y de su oscureci-
y aun mas en herir nuestra retina. Pero ¿qué tiene esto de miento dura un año próximamente.
estraño, cuando existen nebulosas ó grupos de estrellas, Otras estrellas exhiben este fenómeno en un tiempo mas
de las que pronto hablaremos, á distancias tan enormes que breve.
en recorrerlas ha debido invertir la luz millones de años? La mas notable es Algol de la constelación de P e r -
¿Qué debemos pensar en vista de esto de la estension délos seo, cuyo máximo de brillo y declinación se verifica en tres
cielos? ¡Qué variedad tan infinita en el Universo y cuán dias escasos. Pero aun h a y mas todavía. Nuestro Sol, el as-
poco sabemos de ella todavía! Cuando pensamos en el Uni- tro bienhechor que nos dispensa la vida con su luz y su ca-
verso infinito, en los millones de millones de mundos que lor, esa lumbrera tan gigantesca y refulgente, es u n a es-
lo pueblan, ¡cómo nuestra imaginación se esalta! ¡Cómose trella variable, aunque no está bien definido hasta h o y el
engrandece nuestra inteligencia! período de sus fases.
Pero no cesa con esto nuestro asombro. E l mundo e s t e - No solo h a y estrellas c u y a luz cambia periódicamente,
lar ofrece otros muchos fenómenos admirables q u e ocupan sino que algunas veces ¡cosa estraña! han aparecido de re-
por completo la atención de los astrónomos y de los hom- pente en el cielo estrellas nuevas que despues de brillar al-
bres pensadores. Entre estos se encuentran las variaciones g ú n tiempo con g r a n intensidad, se apagaron para s i e m -
periódicas que experimentan algunas estrellas en su brillo, pre, sin que sepamos hasta ahora qué habrá sido de esos-
fenómeno extraordinario acerca del cual no ha podido la astros tan misteriosos.
ciencia todavía determinar su causa. La muerte se cierne también sobre los mundos: su i m -
Si antes de la invención del telescopio se hubiera a s e - perio poderoso no se halla reducido á los estrechos l í -
gurado por algún astrónomo que ciertas estrellas, lejos de mites de nuestro globo. Ya en el siglo X V I I , J u a n Do-
mingo Cassini, y á fines del pasado Guillermo Herschel, de Vénus, cuando este planeta está mas cerca de la Tierra.
advirtieron que varias estrellas habían desaparecido de Al principio de su aparición fue perceptible de dia á la sim-
ciertas constelaciones. L a existencia de los mundos pasa, ple vista; pero poco á poco fue perdiendo su lucimiento,
pues, por las mismas lases que la de los séres: nacen, vi- hasta que en la primavera de 1574 desapareció, dejando
ven y mueren; pero donde un Sol se e x t i n g u e , surgen una profunda impresión en el ánimo de cuantos la obser-
otros llenos de esplendores: la vida universal es inagotable varon, y un nuevo problema que resolver á la ciencia astro-
é infinita. nómica.
Son varias las estrellas que han aparecido para no bri- La aparición de esta estrella fué objeto de terror para los
llar mas que como un relámpago en la escena del mundo. pueblos y de comentarios absurdos para muchos astrólogos.
L a primera que r e g í s t r a l a historia apareció hace veinte si- C a r d a n sostuvo en una ardiente polémica con Tycho-Brahe
glos en la constelación del Escorpion; pero entre las estre- q u e esa estrella era la misma que habia guiado á los reyes
llas nuevas, n i n g u n a mas famosa en los fastos de la Astro- .Magos á Belen_, y no faltaron míseros agoreros que hicie-
nomía que la que se observó el 11 de noviembre de 1572 ran creer á las Cándidas muchedumbres que la nueva es-
e n la constelación de Casiopea. Su aparición fue t a n súbita trella presagiaba el próximo fin del mundo. E s t a terrible
que llenó de asombro á las gentes; y Tycho-Brahe, que es- catástrofe, á pesar de haberse profetizado mil veces en los
tudió todas sus fases, nos h a dejado de este fenómeno u n a tiempos antiguos y modernos, jamás se h a realizado, en-
importante y curiosa descripción en su célebre Memoria cargándose el tiempo de desmentir tan necias patrañas, y
titulada De admiranda nova stella (1). S u brillo era igual al probando por ende hasta qué punto tan lamentable es ca-
paz de llegar en sus extravíos la razón h u m a n a .
( 1 ) Este célebre astrónomo nació en E s c a m a en 1546 de u n a de las
familias m a s nobles d e Dinamarca y m u r i ó en P r a g a en 1601. Fue uno E l 10 de octubre de 1604 apareció de pronto en la cons-
de los m a s hábiles observadores de s u época; pero no p u d i e n d o compren- telación del Serpentario otra estrella nueva, tan brillante y
d e r los f e n ó m e n o s celestes p o r m e d i o de los m o v i e n t o s de rotacion y de hermosa como la anterior, la cual f u e visible hasta el mes
traslación de nuestro globo, intentó conciliar el sistema de Tolomeo que
de marzo de 1606. U n a circunstancia reparable es d i g n a
s u p o n í a á la Tierra fija en el centro del Universo, con el d e Copérnico
q u e l a hacia g i r a r alrededor del S o l , estableciendo el s u y o , contradicto- de notarse en estos fenómenos. E n 9 4 5 y en 1264 apare-
r i o y a b s u r d o , e n v i r t u d del cual bien p u d i é r a m o s decir que la T i e r r a se cieron dos estrellas nuevas en la misma región en que e s -
mueve y está inmóvil. tuvo la de 1572. Ahora bien: estas tres apariciones sucesi-
Partiendo del f u n e s t o error de q u e el globo t e r r e s t r e no es un astro, y vas, ¿habrán sido ocasionadas por u n a misma estrella que
q u e es escesivamente pesado p a r a ser trasportado p o r el espacio, supuso q u e
e s t a b a inmóvil en el centro del m u n d o , y que el Sol y la L u n a g i r a b a n
en el período de 308 y 319 años ofrece aquellos fenómenos?
a l r e d e d o r s u y o , en tanto q u e Mercurio, V é n u s , M a r t e , J ú p i t e r y S a t u r n o Asi se cree generalmente, y algunos astrónomos pronosti-
v e r i f i c a b a n sus revoluciones en t o r n o del astro del dia. Este sistema, q u e can su reaparición para el año próximo de 1885.
n a d a tiene de o r i g i n a l ni de ingenioso, t u v o pocos p a r t i d a r i o s , y á él se
d e b e la popularidad de T y c h o - B r a h e . E l 28 de abril de 1848, apareció de repente una estrella
e n la constelación del Ofiuco, en el mismo sitio que habia
ocupado antes una estrella que Lalande liabia echado de Si es asombroso cuanto hemos visto, lo es mucho mas lo
menos en los catálogos; y la que apareció también en la que nos resta por describir. Y a hemos hablado en otro ca-
Corona Boreal en mayo de 1866, con un brillo igual al de pítulo de uno ó dos grupos de estrellas m u y próximas y
las estrellas de segunda m a g n i t u d , se hizo completamente apiñadas, entre ellas el de las Pléyades. U n a vista perspi-
invisible á los siete meses escasos. caz distingue las estrellas que forman estos grupos, de los
Veintitrés ejemplos de estas súbitas apariciones de e s - cuales existen en el cielo varios á cual mas bellos y admi-
trellas nuevas se conocen , habiendo sido la última la q u e rables. Mas esta reunión de globos estelares, no constitu-
se presentó de improviso en 1 8 7 6 , en la constelación del y e n toda la grandeza de los cielos: h a y otras maravillas
Cisne. La descubrió Mr. S m i d t , director del Oservatorio mas raras, mas sorprendentes.
de Atenas, el 2 4 de noviembre de dicho afxo. Desde el dia A la simple vista, y a lo sabemos, todas las estrellas apa-
de su descubrimiento empezó á disminuir la intensidad de
su luz, pasando en el corto período de ocho dias, según las.
observaciones de Paul H e n r y y Mr. Littrow, del tercero al
quinto órden de brillo.
Mr. C o r n u , que hizo el análisis espectral de este astro,
dedujo que su constitución física era semejante á la del
Sol, de cuyo hecho pueden deducirse consecuencias s u f i -
cientes y grandiosas respecto á la temperatura y á las
Figs. 92 y 93. — Estrellas doble y cuádruple, observadas con e telescopio.
reacciones químicas que deben verificarse en esas estrellas
que se inflaman y se estinguen luego.
¿A qué leyes obedecen estos cambios gigantescos? ¿Qué recen como pequeños puntos brillantes; pero si se emplea
fuerza potente y desconocida inflama esos astros, los s e - un telescopio de g r a n alcance se ve que a l g u n a s son real-
pulta en eterna noche y gobierna sus movimientos? ¿Qué mente dobles, triples, cuádruples, etc.; es decir, que en un
relación existe entre esos soles y el nuestro? La ciencia lo mismo punto del cielo forman grupos de dos, de tres, de
i g n o r a : el hombre estudia, compara, analiza, funda una cuatro ó mas soles, tan próximos entre sí, que su brillo se
sobre otra teoría, sorprende á la Naturaleza en el inmenso eonfunde y produce á nuestros ojos el efecto de un solo foco
laboratorio de sus operaciones; pero al remontarse á la luminoso. Estos soles g i r a n el uno alrededor del otro en ór-
causa de los fenómenos que observa desciende, s e g ú n la bitas monstruosas, como los satélites alrededor de sus pla-
espresion de nuestro eruditísimo Feijoo, como el Icaro de netas. Generalmente, y esto es lo mas admirable, no pre-
la fábula, abismado en su priopia nada. sentan el mismo color: si la u n a es blanca, la otra suele ser
Pero continuemos admirando las bellezas del Uni- roja, verde, azul ó de otros matices bellísimos.
verso. Los fenómenos que se verifican en nuestro sistema pía-
notario, no pueden compararse con los que deben desarro- jeto ni sus r a j o s utilidad. Los soles no necesitan pedir
llarse en esos sistemas lejanos. Los planetas que graviten prestado á cuerpos estraños lo que ellos mismos han reci-
alrededor de esos soles asociados, tendrán la claridad d e s ú s bido. Si las estrellas secundarias son cuerpos luminosos,
dias naranjada, verde, azul ó amarilla, j los panoramas ¿cuál es el objeto de su movimiento?» ¡Infundadas en ver-
mas fantásticos y poéticos j u g a r á n constamente en sus at- dad son estas declamaciones por cuanto tienden á e m p e -
mósferas saturadas de luz. Las tinieblas, manto tenebroso queñecer el poder de la Naturaleza j á encerrarlo en el es-
que envuelve á la Tierra, no existen en esas mansiones e s - trecho círculo de nuestros pobres conocimientos! El des-
pléndidas: allí la luz no sufre eclipses ni tiene ocaso. cubrimiento de las estrellas múltiples j el minucioso estudio
que se ha hecho de sus movimientos, han demostrado que
•Asciende á 10.530 el número de las estrellas dobles ó
las l e j e s de la atracción estienden su dominio en el U n i -
múltiples descubiertas basta b o j . La m a j o r parte de los
verso desde el átomo mas imperceptible, hasta los soles mas
elementos de estos sistemas lian sido comprobados. E l r á -
esplendentes j voluminosos.
dio medio de la inmensa órbita descrita por u n a de las
estrellas que componen la <* del C e n t á u r o , mide mas Todas las estrellas, todos los sistemas siderales de que
d e 4 1 0 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas; j 1 . 7 0 0 . 0 0 0 . 0 0 0 de leguas nos hemos ocupado, no están esparcidos sin órden ni c o n -
existe entre las componentes de la 61 del Cisne. La estre- cierto por los cielos. Todos, á pesar de sus inmensas distan-
lla V. de la constelación de Perseo es otro sistema doble: el cias, forman u n a asociación ó bancal de soles de dimensio-
sol mas grande es rojo j el mas pequeño de un color azul nes colosales, el cual visto desde la Tierra presenta el a s -
oscuro. Su distancia es tal que la luz que nos envia tarda pecto de u n a ráfaga de pálido resplandor, de color lechoso,
en llegar á la Tierra mas de 100 años. Otros ejemplos p u - que cruza el cielo á la manera de u n camino abierto entre
diéramos citar de sistemas múltiples, como el que o f r e - las estrellas, ó como una senda en la pradera sembrada de
ce la estrella 0 de Orion que forma un grupo de siete e s - flores.
trellas, seis de las cuales siguen el movimiento propio de la E s t a ráfaga luminosa, este camino del cielo ó de San-
principal; pero nuestra tarea seria interminable: tal es la tiago como se llama vulgarmente en España, lleva el n o m -
abundante riqueza de maravillas del cielo estrellado. bre científico de Via-láclea, á causa de su apariencia le-
No pudiendo comprender los g r a n d e s resultados que bajo chosa. También pudiera compararse á un rio por sus p l i e -
distintos aspectos se deben al conocimiento de las e s t r e - g u e s j por la islas sombrías, digámoslo así, de que está
llas múltiples, decia un escritor á principios de este siglo lleno su cauce luminoso. Astronómicamente considerada es
lo siguiente: «¿Para qué sirven las revoluciones de c u e r - u n a Nebulosa de inconcebible magnitud de forma l e n t i c u -
pos luminosos alrededor de sus semejantes? E l Sol es la lar, aislada en lo infinito. Se bifurca en dos brazos en parte
fuente única de donde los planetas toman la luz j el calor. de su curso, los cuales se estienden por el cielo formando
Allí donde hubiese sistemas enteros de soles dominados por vastísimos apéndices.
otros soles, su necesidad j su movimiento no tendrian o b - Observada con los mejores telescopios, su color blan-
quecino se descompone en nn número infinito de estrellas
de todas magnitudes y colores, pues donde la simple vista
no percibe mas que una débil claridad, aparecen millones
fie soles mas luminosos é importantes que el que nos alum-
bra. Nuestro Sol forma parte de esta aglomeración de e s -
trellas, en la cual está metido en una posicion escéntrica,
no distante del punto donde se bifurca en dos brazos esta
magnífica banda de los cielos.
Son incalculables los soles que gravitan en esa i n -
mensa z o n a , separados unos de otros en todas direccio-
nes por abismos insondables. La estension de la Via-
láctea en su mayor longitud es tan considerable que un
rayo de luz, no obstante su pasmosa velocidad, tardaría en
recorrerla de un estremoá otro 15.000 años!... E n vista de
esto bien nos podemos formar u n a idea aproximada de las
dimensiones de la Via-láctea, de la exigüidad del dominio
solar, y de la pobre región que ocupa la Tierra, átomo im-
palpable en el Universo. ¿Qué serán, pues, los séres q u e la
pueblan? ¿Qué significarán sus ponderadas grandezas y po-
derío?. ..
La Naturaleza se ostenta en esos profundos abismos en
toda su magestad, multiplicando en torno del mundo solar
y en cada uno de los sistemas que le rodean por todas par-
tes, las manifestaciones de la vida y de la inteligencia;
pero si nuestro humilde globo es un átomo de polvo que el
viento agita, un grano de arena en el inmenso Océano de
los mundos; si nuestro sistema planetario no representa
eosa a l g u u a en la muchedumbre de los sistemas siderales,
y estos sistemas siderales nada significan con respecto al
infinito, ¿podrémos comprender, según lo hemos manifes-
Fig. 94.—Parte de la Via-láctea perceptible à la simple vista.
tado en otra ocasion en un artículo publicado en la R E V I S T A
D E E S P A Ñ A , podremos comprender, repetimos, la razón de
ser de los conceptos en que se f u n d a n , con respecto á la
realidad, las antiguas teogonias con sus pretendidas reve-
laciones acerca d é l a creación, basadas sobre la idea a b s u r -
da de ser la Tierra el punto objetivo y predilecto de todo
el Universo? Afortunadamente el progreso ba destruido
esos errores inculcados por la ignorancia y el fanatismo do
todas las religiones en los pueblos, y la luz de la verdadera
filosofía brilla sobre la frente de la h u m a n i d a d .
La Via-láctea no es la única en el Universo. E s t e b a n -
cal de soles es simplemente u n a nebulosa de la clase de
otras mil y mil que alcanzamos á ver con el telescopio, y
de las innumerables que el entendimiento comprende que
pueblan los espacios infinitos. Si nos parece mas entensa y
mas rica que las otras es porque nos circunda y se desar-
rolla* en toda su inmensidad á nuestra vista, mientras q u e
las otras, perdidas en profundidades insondables, se dejan
entrever apenas con el auxilio de los mas poderosos ante-
ojos, tardando su luz en llegar á nuestro globo millones
de años!..
Muchas de estas nebulosas se resuelven en estrellas;
pero h a y otras que permanecen inaccesibles hasta hoy á la
esploracion telescópica, presentando el aspecto de manchas
blanquecinas ó de aglomeraciones de materia cósmica en
estado de condensación, flotando en los espacios.
Cuando el telescopio reveló la existencia de estos u n i -
versos lejanos, se creyó generalmente que eran resplandores
producidos por la luz de un espacio inmenso situado allá en
las regiones del éter; y no faltó quien aseguraracándidamen-
te que eran claraboyas abiertas en los cielos á través de las
cuales se veia la claridad del Empíreo ó morada de la D i -
vinidad. «Innumerables son las nebulosas y varian sus f o r -
mas al infinito, dice un autor contemporáneo. Unas pare—
cen placas, moscas de g r a n tamaño, de figuras caprichosas • corto alcance; pero cuando se observa con instrumentos de
á lo sumo que tan pronto toman aspecto de nubes raras, mas fuerza, la trasformacion es completa. La mancha difu-
brillantes en unos puntos, oscuros en otros, con largas ra- s a y reducida se convierte en u n hormiguero de soles, tan
mificaciones por el espacio, como ráfagas arrastradas por
los vientos , ó como las colas de los cometas, presentando
algunas las ocasiones de contemplación mas interesantes

Fig. 9o.—Peqnriía parte de la Vía-láctea vista,co» el telescopio.

d e los cielos. Resuélvense eñ estrellas porciones g r a n d e s de


algunas nebulosas; otras se resisten á la observación á causa
quizás de la pequeñez y cercanía relativa de las estrellas
que las componen, de la estremada distancia á que están ó Fig. 96.—Nebulosas de loruirf anuiai.

por la insuficiencia de los instrumentos.»


U n a de las nebulosas mas raras s y sorprendentes es la caprichosamente distribuidos, q u e j u s t i f i r a el nombre de
de la constelación zodiacal de Tauro: afecta forma uniforme Nebulosa del Cangrejo que le dio Lur I Rossé . uando por
y oval y apenas despierta interés vista con anteojos de vez primera dirigió hácia ella su poderoso te:es opio. Otras
nebulosas, como la de la Osa Mayor, tienen formas pareci- culo mas grande y el mas á propósito para engrandecer la
das á las de los cometas; y la constelación de Orion posee .inteligencia h u m a n a .
u n a de las nebulosas mas notables: se parece á una i n m e n - Todo se encuentra reunido en esas inmensas r e g i o -
sa nube desgarrada en algunas partes p ) r fuertes vientos.
La descubrió H u v g e n s en 1656.
El hemisferio del S u r también es rico en aglomeracio-
nes cósmicas de esta clase.
La que rodea al Navio merece atención especial. Está
e n el sitio mas pintoresco del cielo austral, en la parte de
la Vía-láctea que pasa entre el Centauro y el Navio. J u a n
Herscbel dice acerca de esta nebulosa lo siguiente: «No
h a y palabras para describir las formas caprichosas, las
repentinas mudanzas que presentan las distintas ramas
v los infinitos apéndices de esta n e b u l o s a , como para
pintar la impresión producida por la sublime belleza de
semejante espectáculo cuando va pasando por delante de
la vista.
Anuncíase con una lujosa série dé innumerables e s -
trellas , y en seguida se abre g r a d u a l m e n t e , de f o r -
ma que justifica las frases que en el momento de exal-
tación en que escribía consignaba en mi diario, pero que
aquí parecerian estravagantes. Imposible e s , realmente,
á quien posea el menor entusiasmo por la Astronomía, r e -
correr con calma una noche serena y mirando con un teles- Fig. 97.—Nebulosa d e f o r m a irregalar, observada con el telescopio.
copio la parte del cielo austral comprendida entre las h o -
ras sétima y décima tercia de ascensión recta, y los 146 y
149 grados de distancia polar. La g r a n variedad de o b - lies: lo finito y lo infinito; la luz y el movimiento; la
jetos que se suceden, el vivo interés que despiertan , la belleza y la verdad , la vida y la inteligencia. N u e s -
deslumbradora belleza del fondo estrellado que se tiene tro planeta desaparece entre los esplendores del U n i v e r -
á la vista, no permiten mantenerse impasible al espec- so; pero el espíritu, desligado de las miserias de la vida,
se estasia gozoso en el seno de esa inmensidad sin hori-
tador.»
La contemplación de los cielos estrellados es el especté- zontes asignables. Razón tenia un g r a n poeta cuande dijo:

A
ifÉHÉHMIMKMraK
«No h a y nada brillante mas que el cielo. E l resplandor de
las alas de la gloria es falso y pasajero como la tez pálida

CAPITULO X X .

EL CALENDARIO.

Fig.—98.—Nebulosa vista con el telescopio como un enjambre de estreltitas.

de los reyes ; las flores del amor, de la esperanza, de la


hermosura, se abren para la tumba: no h a y nada brillante
mas que el cielo.»
«No h a y nada brillante mas que el cielo. E l resplandor de
las alas de la gloria es falso y pasajero como la tez pálida

CAPITULO X X .

EL CALENDARIO.

Fig.—98.—Nebulosa vista con el telescopio como un enjambre de estreltitas.

de los reyes ; las flores del amor, de la esperanza, de la


hermosura, se abren para la tumba: no h a y nada brillante
mas que el cielo.»
CAPITULO XX;

EL CALENDARIO

Consagraremos este capítulo á un asunto de utilidad


práctica, como resultado inmediato de la observación del
cielo.
Se llama Calendario el conjunto de ciertas reglas para
la medida del tiempo, y esta medida es .consecuencia lógi-
ca é inmediata de la observación del movimiento de la
T i e r r a , y de los demás cuerpos celestes.
La rotacion de la Tierra determina el dia. S e divide este
reinado de la luz y de las tinieblas sobre nuestro globo,
en 24 partes iguales, denominadas horas; cada liora en 60
minutos, cada minuto en 60 segundos. Estos pequeños i n -
tervalos de tiempo son á propósito para coordinar nuestros
diarios quehaceres. L a revolución de la Tierra alrededor
del Sol, produce las estaciones y determina el año; y es-
tos períodos de tiempo forman los siglos, marcan las fe-
chas de la historia, fijan los trabajos de los campos, y de-
finen la duración de nuestra propia existencia.
Importa ante todo saber la exacta duración del año.
Al decir que consta de 365 dias afirmamos que la Tierra
d a 3 6 5 vueltas sobre su eje mientras recorre su órbita. Si
asi fuera, la Guenta se ajustaria bien pronto: á tantos años
corresponderían tantas veces 365 dias, 5 horas, 4 8 minu.-
lio. La confusion consiguiente seria espantosa ; y s e m e -
tos y 4 8 segundos, ó casi 365 dias y un cuarto de dia;
j a n t e Almanaque ni serviria para regir y acomodar, las
mas este cuarto de dia produce en los cálculos enredos y
faenas agrícolas, ni los aniversarios de las festividades, etc.:
complicaciones.
s e n a mas bien un embrollo sin pies ni cabeza, que un
Supongamos que el año tiene 3 6 5 dias cabales, y que,
regulador exacto, real y ordenado del tiempo.
como los antiguos egipcios contamos los años hipotéticos ó
de duración artificial á razón de 3 6 5 dias justos. E l año
natural seria entonces mas largo que el ficticio, puesto q u e
tendría casi 6 horas menos que aquel.
¿Qué sucedería entonces? Vamos á esplicarlo.
Comencemos á contar los dias desde un. momento deter-
m i n a d o , desde el instante, por ejemplo, en que la Tierra
se encuentra en el equinoccio de primavera, que en ese año
ocurre el 21 de marzo á u n a hora dada. E n esta suposi-
ción , si tomamos el año de 3 6 5 dias no mas , omitiremos
casi 6 horas que tarda mas la Tierra en llegar al mismo
equinoccio al año siguiente; y al cabo de cuatro años nos ha-
bremos retrasado un dia, no teniendo lugar por lo tanto el
equinoccio el 21 de marzo e n el último año, sino el 22, por
haber contado un dia de menos en los cuatro años trascur-
ridos. E n ocho años la diferencia sube j a á dos d i a s ; en
diez y seis años, á cuatro dias, etc.; y al espirar un largo F i g . £9.—Movimiento de la Tierra en torno del So!.—Los meses, las estaciones y el afio
plazo, cien años verbigracia, asciende á 2 5 dias, un m e s de nnestro planeta.

casi. Por esta razón la época del equinoccio, calculada p o r


años de 3 6 5 dias, se retrasará un mes respecto de la ver- E s t e desarreglo h a existido en otros tiempos; mas p a r a
dadera época en que se verifica el equinoccio. evitarlo, Julio César, dictador de la República romana, pi-
Pero avancemos mas todavía, y admitamos que t r a n s - dió consejo sobre este asunto á un célebre astrónomo d e
curren trescientos años. Entonces en el Almanaque c a l c u - Alejandría, llamado Sosígenes, á quien llamó á Roma con
lado por años de 365 dias cabales, leeríamos primavera. tan laudable objeto.
cuando nos encontráramos realmente en pleno invierno. E s t e hábil astrónomo, estudiando la cuestión bajo todas
Y continuando los cálculos, al cabo de siete siglos las e s - sus fases y con la detención necesaria, discurrió del s i -
taciones estarian completamente trastornadas é invertida guiente m o d o : — « S i un año natural, verdadero, tiene u n a
su órdeu, esto es, el verano en enero, y el invierno en j u - cuarta parte de dia mas de "los 365, en cuatro años nos en-
contraremos con un dia m a s , y para corregir este esceso basta los ponia en el caso de cometer un sacrilegio, causa
añadiré un dia de cuatro en cuatro años civiles, y así po- según ellos de grandes desgracias.
dré conformar estos años con los naturales.» Y en efecto: Para evitar este mal apelaron á una superchería ingenio-^
tres años civiles de 365 dias, y uno de 366, componen una sa: convinieron en que no se contase el dia que se babia de-
s u m a de cuatro años naturales á razón de 365 dias y ' / 4 a g r e g a r , sino que se confundiera entre los dias sesto y sé-
cada uno, en la forma siguiente : timo antes del fin del m e s ; pero guardándose m u y mucho
Aña civil. Año natural.
de llamarle sétimo, porque entonces todo se habria perdido,
sino dos veces sesto, de donde se deriva la palabra bisiesto..
Primer año- . . . 3 5 dias. 365 , / i .
Segundo año. . . 365 — 365 >/,. Con esta mistificación verdaderamente inocente se c r e y e -
Tercer a ñ o . . . . 365 — 365 «/<.- ron s e g u r o s , y que el Destino no llegaria á saber que tal
Cuarto a ñ o . . . . 366 (bisiesto). 365 1 / 4 .
dia se habia intercalado entre los demás.
1431 1431 dias.
Nosotros conseryamos el nombre de año bisiesto y la cos-
E l año al que se agrega el dia se llama bisiesto: veamos ; t u m b r e de agregar á febrero el dia suplementario; pero lo
por qué lleva este nombre. hacemos sin miedo, sin andarnos con ambajes ni rodeos, y
A n t i g u a m e n t e comenzaba el año para los romanos el 1.* de á estas horas no nos ha sobrevenido por eso desgracia ni ca^-
marzo, es decir, que marzo era el primer mes de su .año; lamidad a l g u n a .
abril el segundo; setiembre el sétimo; octubre el octavo; no- El calendario reformado con los años bisiestos se llama
viembre el noveno y diciembre el décimo. Despues seguian Juliano, del nombre de Julio César que habia ordenado la
enero y febrero, el undécimo y el duodécimo, y el último reforma 4 6 anos antes de Jesucristo. L a reforma juliana
solo tenia 28 dias. E l dia suplementario cuando babia que Considera el año natural constituido de 365 dias y una
añadirle, se ponia. como era natural, al fin del a ñ o , esto; cuarta parte de dia cabales; pero no es exacta esta d u r a -
es, al fin de febrero, como seguimos poniéndolo todavía, y ción, como y a sabemos; no son 6 horas, sino 5 horas, 4 8
asi resultaba el mes de febrero en el año bisiesto con 2 9 minutos y 4 8 segundos los que tiene de más el año natural
dias. Los otros tres años, los no bisiestos de 365 dias, se lla- sobre el civil. A g r e g a r , p u e s , un dia cada cuatro años era
maron comunes. Pero los romanos entre sus escentricidades, poner de más, y con el trascurso del tiempo tal escesQ d e -
tenian la de contar los dias retrocediendo bácia el fin de bía producir sus resultados.
los m e s e s ; y asi en vez de decir el 3 1 de marzo, decian el. Al cabo de 128 años, en efecto, la diferencia y a vale un
primero antes de abril; el segundo antes de a b r i l , por dia; y un dia, por lo tanto, se adelantan las estaciones ; y
el 30 de marzo; por el 2 9 de marzo, el tercero antes de al cabo de 1280 años la diferencia sube á 10 d i a s , etc. A
baril, etc., etc. Pero bé aquí que se encontraban con f e - fin de evitar el nuevo desórden el papa Gregorio X I I I ,
brero de 2 8 dias, al cual babia que ponerle un dia mas de en 1582, hizo lo que Julio César, llamar á un astrónomo
cuatro en cuatro años, y esto les trastornaba su cuenta y y asesorarse de él.
cada mes, podemos apelar á un medio m u j sencillo y f á -
E l astrónomo le contestó que desde luego era preciso
cil de retener en la memoria.
suprimir los diez dias que se habian contado de más, c o n -
Se cierra la mano izquierda para que se destaquen bien
forme á la reforma juliana; j que para evitar en lo sucesi-
los nudillos, j los huecos de los dedos entre nudillo j n u -
vo que ocurriera el mismo inconveniente, se suprimiese el
dia suplementario en los cuatro años bisiestos 3 veces Julia
Junio
cada 400 años. Se acordó en virtud de esto, q u e se s u p r i - Mayo liictñnbrrr

miera aquel dia en tres años seculares seguidos ( e n q u e Abrit A'avtenU'rc

/llarso Octubre
comienza el siglo) y se dejara el cuarto. De este modo los Febrero Setiembre

años 1700, 1800,1900, que hubieran sido bisiestos con arre- Enero iyaOo

glo á la reforma j u l i a n a , dejan de serlo con la gregoriana,


y solo comprenden 365 dias; y el año 2 0 0 0 será bisiesto. Fig. 100.—Medio para averiguar los dias que tiene cada mes.

H a j una regla mu y sencilla para saber si un año es ó


dillo. Comenzando por el nudillo del dedo índice se cuenta
no bisiesto. P a r a los años no seculares, ver si son ó no di-
de este modo: enero, primer nudillo; febrero, primer h u e -
visibles por 4 ; y para los seculares ver si el número de ór-
co; marzo, segundo nudillo; abril segundo hueco, etc., etc.,
den que corresponde al siglo es ó no divisible por dicha ci-
recorriendo sucesivamente todos los nudillos j huecos dos
f r a . Asi, por ejemplo, el año 1876 fue bisiesto porque es
veces. Todos los meses que tocan en nudillos tienen 3 1
divisible por 4 ; pero los años de 1877 y 1878 no lo h a n
d i a s ; los que tocan en hueco 30 d i a s , escepto febrero por
sido porque al dividirlos por 4 quedan de resto en el p r i -
supuesto.
mero 1, y 2 en el segundo. E l año actual de 1879 se halla
también en el mismo caso. E l año 1800 no fue bisiesto, El año puede comenzar á contarse desde cualquier dia.
porque 18 que e s el número de órden del siglo ( s i - Los romanos, como dijimos, le contaban desde 1 d e
glo X V I I I ) , no es divisible por 4 ; pero el año 2 0 0 0 lo marzo, j por eso setiembre, octubre, noviembre j diciembre
s e r á , pues 2 0 (el siglo X X ) , es divisible por 4 . eran según su cuenta los meses sétimo, octavo, noveno j
•décimo. Primitivamente se designaban por números ordi-
E l origen de este período de tiempo es la revolución de
nales los demás meses del año (el primero, el segundo, el
la L u n a en torno de la T i e r r a , ó el tiempo de u n a luna-
tercero, etc.); psro despues se cambiaron sus nombres. E l
ción. Mas como la revolución de nuestro satélite d u r a 2 9
primer mes de los romanos, marzo, tomó el s u j o de Marte,
dias solamente, no correspondia un año á un número exac-
dios de la g u e r r a , reverenciado por aquel pueblo batalla-
to de lunaciones; y se renunció por lo tanto á sujetarse al
d o r . Abril se deriva de la voz Aperire, abrir, por ser cuan-
curso de la L u n a , dividiéndose el año en 12 meses, y és-
do en la Tierra se abren las semillas j brotan las flores.
tos, unos en 3 1 dias, otros en 30, y solo febrero en 2 8 ó 2 9 ,
M a j o ftn consagrado á la diosa Ma'ia, madre de Mercurio.
como j a hemos dicho.
J u n i o á Juno; febrero viene de Felruo, el dios de los
Para no equivocarnos en el número de dias q u e tiene
ÍNDICE.

PRÓLOGO DEL T R A D U C T O R pág. v


PREFACIO 5
Capítulo I.—La Tierra es redonda 17
I I . — A i s l a m i e n t o de la Tierra en el espacio 31
III.—Rotacion de la Tierra sobre s u eje. . . . . . . 45
I V . — E l Dia y la Noche . Gl
V . — M o v i m i e n t o de l a T i e r r a alrededor del S o l . . . . 77
V I . — L o s climas y las estaciones 89
VII.— Círculos y zonas terrestres 101
VIII.—El Sol m
IX.—La L u n a 129
X . — E l mundo lunar 145
X I . — L o s eclipses 163
XII.—Nuestro sistema solar ó planetario 197
X 1 H — L o s planetas m e n o r e s 215
XIV.—Los p l a n e t a s m a y o r e s 247
X V . — L o s cometas 267
X V I . — L a s estrellas f u g a c e s . 285
XVII.—Aspecto g e n e r a l del cielo estrellado. 309
X V I I I . — L a s constelaciones 319
X I X . — L a s estrellas. . . * 339
X X . — E l Calendario ; . . . . 363

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