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El Suicidio Como Acto Politico PDF
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El segundo momento se desarrolla en el capítulo XI del Libro V. Al no existir un
señalamiento por parte de la ley en la que mande a suicidarse, se induce que ésta lo prohíbe.
Posteriormente añade que, cuando un hombre se da muerte, al ser una obra injusta, él no
atenta únicamente contra sí mismo, lo hace, de igual forma, contra la ciudad. Puesto que a
toda falta su debido castigo, la ciudad puede legítimamente aplicarlo. El hombre suicida es
culpable de cometer una injusticia contra la ciudad y el castigo para este va incluso contra
su cuerpo inerte, al serle cercenada la mano con la que cometió el acto. Ahora bien,
podemos desarrollar lo siguiente: el hombre es un animal político, por ende, sus elecciones
han de estar sujetas a la integridad de la polis. Darse muerte es una obra injusta debido a
que se atenta contra la ley y, entonces, contra la polis, señal clara es la facultad que posee la
ciudad de castigarlo. Como conclusión y retomando la tesis de este ensayo, el suicidio es,
en efecto, un acto político.
Juguemos un poco con aquello que hemos concluido, pero haciendo uso de otra
postura: la estoica. Antes habrá que estructurarla. La presencia del lógos (razón, Dios) es de
gran importancia, ello empapa y mueve la totalidad del Cosmos. El Universo no es caos, es
orden, sentido, razón; el hombre posee un alma racional, es decir, tiene la facultad de
comprender la lógica del Cosmos. Todo acontece en tanto el lógos, por lo tanto, “vivir en
acuerdo razonable con la naturaleza es la primera norma moral”2. Puesto que ese es el caso,
es de sabios aceptar el devenir de las cosas, no induciéndose a un estado de inacción, sino,
más bien, de no obtener los resultados deseados al llevar a cabo algo, no habrá porque
perturbase.
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alma que lo distingue del resto de los animales: al partir de ella, todo acto es apropiado y
armónico con la razón, incluso el suicidio. Respondiendo a la pregunta hecha antes y desde
el planteamiento estoico, es cierto que nos es posible comprender el suicidio más allá de un
arrebato irracional: el hombre es razón. En ese sentido y aunado a la facultad del individuo
de finalizar con lo que no tolera, pues no está obligado a permanecer en algo que no le
brinda felicidad, de vivir en circunstancias insoportables, por ejemplo bajo cierta forma
política en la que no pueda seguir sus convicciones y prácticas que han de conducirlo a la
virtud, el sabio podrá suicidarse una vez haya hecho lo que se encontraba dentro de sus
posibilidades, puesto que resultaría oportuno y razonable.
Ahora bien, formemos una síntesis de todo lo dicho. De acuerdo con Aristóteles, el
suicidio posee una carga política y se encuentra inmerso en mero impulso carente de lógica,
puesto que se trata de huir para no tener que afrontar a la vida misma, por lo tanto uno es
víctima del impulso tentador y cobarde de morir. Al contraponer el planteamiento estoico,
el acto es comprendido como algo racional, oportuno, apropiado, siempre y cuando el
estado del individuo sea uno en el que su modus vivendi sea insostenible. Tenemos como
resultado: el suicidio es un acto político que cuenta con posibilidad de ser racional. La
condena aristotélica del Libro VII en Ética Nicomáquea ha sido superada, el suicidio lúcido
es factible.
El 8 de abril del año 2009, la escritora italiana Roberta Tatafiore tomó la decisión de
suicidarse en el cuarto de hotel que había alquilado para dicho fin. El diario que la
acompañó durante los tres meses previos encontrábase junto a su cuerpo. Un suicidio
lúcido, un acto con cada detalle escogido por ella misma: lugar, momento, personas de las
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que se despediría con una carta. Su última aparición pública fue, precisamente, para hacer
declaraciones acerca del caso de Eluana Englaro, mujer que tuvo que pasar 17 años en
coma incluso al haber declarado previo al hecho que prefería ser desconectada a vivir en
esas circunstancias. La legislación de ese momento no le permitía seguir al padre la
voluntad de su hija, puesto que dicho acto era tipificado de homicidio. En su último
artículo, de Tatafiore a propósito de Eluana Englaro, expresó: "Sólo hay dos formas de
morir por voluntad propia: recurrir al suicidio (que no por casualidad en alemán se dice
Freitod, muerte libre) o fiarse de las leyes que establecen los límites dentro de los cuales
uno, algunos o algunos otros, pueden acelerar nuestra partida". Al repensar la vida como
una propiedad individual en la que únicamente ella tenía en sus manos el destino de su
existir, decide envenenarse. Su suicidio lúcido fue, en parte, pues nunca sabremos la
totalidad de aquello que pensó momentos antes, una protesta política en la que ella decidió
escapar de las absurdas leyes del Estado, esas que le permiten otorgarse a él mismo todo
poder sobre la culminación de la vida.
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asistido. Habrá que pensar, por lo tanto, si en nuestro tiempo hemos recuperado lo único
que verdaderamente nos pertenece: nuestra propia vida. ¿O alguna vez fue nuestra?
Victoria Añorve