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Cs. Amb - 01 PDF
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conocimiento en las
ciencias ambientales
Aspectos epistemológicos
e históricos**
María Cristina Plencovich
Laura Vugman
Gabriela Cordon
Mónica Rodríguez
Alejandra Mella
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Resulta de interés conocer los campos de la Historia Ambiental, de la Política Ambiental o de la Ecolo-
gía Política por la trascendencia que se les concede en la actualidad. Dentro de estas últimas ciencias, son
insoslayables las obras de Eduardo Leff (2000, 2006) y la de Héctor Alimonda (2011) por la perspectiva
americana que ofrecen a la epsitemología ambiental.
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
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encuentran ligados a él, el ambiente como bien común, la llamada tragedia de los co-
munes (Recuadro 1.1), y cientos de temas y perspectivas que se generan en esta trama
compleja que además contempla infinitos cruces interdisciplinarios de una riqueza
inagotable. Todo ese abanico de posibilidades de investigar desde distintas perspectivas
se debe a la naturaleza del ambiente, objeto de estudio de esas ciencias y saberes, que
reviste una gran complejidad a la hora de su abordaje.
Según lo mencionado, la complejidad de las ciencias ambientales presenta desa-
fíos a la hora de investigar y dificultades en la formulación misma del alcance de las
preguntas de investigación, en la necesidad de la cooperación entre distintos actores y
disciplinas para generar conocimiento, en la metodología que se va a utilizar, en el dise-
ño de investigación seleccionado y en las formas de validar las predicciones que se de-
rivan de las hipótesis utilizadas, los procedimientos y técnicas de uso, entre otros.
Así como se suele citar el impacto del libro de Rachel Carson, punto de arranque de la toma
de conciencia de lo ambiental como objeto complejo, susceptible de ser analizado desde la
perspectiva científica, hubo un artículo que se publicó en la revista Science en 1968 que con-
citó el interés mundial. El autor era el biólogo Garrett Hardin (1915-2003) y el artículo se
llamaba «La tragedia de los comunes» (The tragedy of the commons). En él, Hardin imagina
una aldea inglesa con un predio común donde la vaca de cada una de los aldeanos puede
pastar. Al principio, el común sostiene al ganado fácilmente. La vida de la aldea es estable.
Sin embargo, todo comienza a cambiar cuando uno de los aldeanos se da cuenta de que si
tiene dos vacas en vez de una y las pone a pastar en el común, el costo de la vaca extra se
comparte con todos, mientras que la ganancia es sólo para él. Por un tiempo, las dos vacas
le permiten obtener ventajas comparativas respecto de sus vecinos. Sin embargo, los demás
vecinos advierten su prosperidad y quieren también tener dos vacas. Esa lógica se extiende:
si dos es mejor que una, entonces tres —sin duda— es mejor que dos. Y en un momento
dado, el bien común no tiene ya más capacidad para sostener tal carga de ganado, el siste-
ma explota y todos sufren. Dice Hardin:
¡He aquí la tragedia!. Cada persona se encuentra encerrada en un sistema que lo im-
pulsa a aumentar su ganado sin límite en un mundo limitado. La ruina es el destino
hacia el cual todos las personas corren, cada uno buscando su mejor interés en una
sociedad que cree en la libertad de los comunes (Hardin, 1968, p. 1,244).
A través de esta fábula, Garrett Hardin afirmaba que es prácticamente imposible que
las personas puedan manejar recursos compartidos como bienes comunes. Siempre alguien
va a intentar que sus vacas pastoreen en forma abusivaen el predio compartido y el bien
común colapsa.
Ahora bien, esta hipótesis fue desafiada por la politóloga norteamericana, premio
Nobel de Economía, Elinor Ostrom (1933-2002), cuyas investigaciones realizadas por más de
tres décadas identificaron y describieron comunidades autoorganizadas que gestionaron sis-
temas boscosos, pesqueros y otros recursos naturales limitados sin destruirlos. Su labor fue
premiada por explicar cómo funcionan los bienes comunes en la vida real, especialmente en
el manejo de los recursos naturales. En uno de sus libros, «El gobierno de los comunes: la
evolución de las instituciones de acción colectiva» (Governing the Commons: The Evolution
of Institutions for Collective Action), plantea evidencia empírica que contradice la hipótesis
de Hardin. Entre otros, cita el caso de los agricultores de Valencia, España, quienes han ad-
ministrado en común canales de riego por casi 1000 años o el de los aldeanos suizos, quie-
nes han manejado sustentablemente praderas de pastoreo alpino por centurias. Según Os-
trom, la tragedia de los comunes había sido advertida por los clásicos. Aristóteles observaba
que «lo que es común para el mayor número de hombres, es lo que menos se cuida. Todos
piensan en general sobre lo propio, casi nunca en los intereses comunes» (Politeia, libro 2,
capítulo 3) Ostrom sostiene que la parábola de Hobbes sobre el hombre en un estado de
naturaleza es el prototipo de la tragedia de los comunes.
Fuentes: Hardin, G. (1968) “The Tragedy of the Commons”. Science 13 December 1968: Vol. 162 no.
3859 pp. 1243-1248 [en línea]. <http://www.sciencemag.org/content/162/3859/1243.full> Acceso: 3
de mayo. 2012.
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Hardin, G. (2011) “El gobierno de los bienes comunes – La evolución de las Instituciones de acción co-
lectiva”. 2da. ed. México, UNAM-CRIM-FCE. Traducción: Leticia Merino Pérez. Título original: “Governing
the commons. The evolution of institutions for colective action”. 1990. Cambridge University Press.
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Recuadro 1.2 Una cuestión linguística preliminar: ¿se dice ambiente o medioambiente?
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hay que precaverse de que esta relación no se torne más brutal que lo necesario y no
destruya uno o ambos términos de la díada natura-persona (Castells, 1999).
Cuando nos referimos al proceso de construcción del ambiente, lo hacemos des-
de el punto de vista epistemológico, tomando al ambiente como objeto de estudio de las
ciencias ambientales, sin desconocer la construcción o destrucción que los humanos
hagan materialmente del ambiente natural. En el campo de lo real, según veremos en el
capítulo 3, existe una gran cantidad de entes que construyen su ambiente y que pueden
modificar su propio hábitat y el de los demás seres. También lo hacen las personas, con
la particularidad de que en ese caso, el sujeto constructor humano —Homo faber— es
un ser vivo dotado de racionalidad, sentimientos y voluntad. Es decir, es capaz de tomar
decisiones y de realizar acciones cuya finalidad, incluso, puede volverse contra los de-
más e incluso contra sí mismo. Sin duda, en el estudio ambiental la persona no es un
ente más entre los entes, un ser vivo más entre los seres vivos, si no que muchas veces
es la fuente misma de los desequilibrios ambientales.
Por este motivo, el análisis del riesgo ambiental por ejemplo, no queda limitado
a los procesos físiconaturales sino que abarca las acciones sociales. El concepto de ries-
go ambiental queda entendido como las condiciones de las interacciones sociales con el
ambiente, que son sistémicas y poseen una dinámica abierta e inestable, que responde
tanto a los procesos de índole social como a procesos hidrometeorológicos e hidrogeo-
lógicos (Carballo, 2004).
Cuando planteamos que las personas no son un ser vivo más entre los seres vi-
vos, estamos caracterizándolas como sujetos de acción humana (Arendt, 1985). Para la
autora, la acción humana resulta fundamental para comprender la misma condición hu-
manay no se reduce al mero comportamiento humano. Las acciones humanas (propias
del obrar humano) se diferencian de los comportamientos que repiten patrones de acción
aprendidos, mientras que el obrar se desenvuelve en el campo de la atribución de senti-
do que se dan a las experiencias humanas, y que originan las reglas del juego social y la
convivencia.
Las personas son sujetos de acciones políticas, lo que los diferencia de los de-
más seres vivos. Esto significa que pueden identificar problemas y participar de los des-
tinos y decisiones que afecten a su campo de existencia individual y colectiva. Es nece-
sario aclarar, que en este contexto la palabra política se entiende como la intervención
humana en un mundo colectivo, que se define por la convivencia con los pares, por el
obrar en medio de la diversidad de ideas y posiciones, por la potencialidad de crear nue-
vas formas de ser y de convivir, y nuevas prácticas sociales.
Ahora bien, desde el punto de vista de las ciencias ambientales la construcción
epistemológica del objeto de estudio ambiente es, sin duda, un proceso social jalonado
por algunos hechos históricos, que se remiten a las últimas décadas del siglo XX. Es el
momento en que los movimientos sociales adquieren mayor visibilidad y se expone pú-
blicamente que muchos desastres tienen un origen antrópico. En esas décadas, la pro-
blemática ambiental aumenta su escala y adquiere dimensiones mundiales (v.q. Recua-
dro 1.5).
1.3 ¿Es el ambiente o son los problemas ambientales el objeto de estudio de las
ciencias ambientales?
Esta cuestión se debatió en el seno de las ciencias ambientales desde el momento mismo
de su constitución. El tema que plantea el interrogante radica en si es posible hacer
ciencia del ambiente como sistemas en equilibrio o si sólo se puede hacerlo cuando hay
perturbaciones. La cuestión no es menor y lleva incluso a un posible solapamiento de
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
ciencias. Por ejemplo, muchos plantean que los saberes que estudian ese equilibrio son
las ciencias naturales en su conjunto o algunas ciencias especificas, como la ecologia,
llamada en algunos casos ecología aplicada cuando se refiere al ambiente. En cuanto al
estudio del ambiente como sistemas dinámicos, con incertidumbre y riesgo, nadie duda
de que es objeto del conjunto de ciencias ambientales.
Giannuzzo (2010) advierte la ambigüedad del uso de los términos respecto del
ambiente y sostiene que
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les, y corrientes filosóficas que se preguntan: ¿hasta qué punto es natural lo natural?
Incluso, hace varias décadas dio a luz a la tensión entre natura-cultura en el campo de la
epistemología científica cuya hegemonía se expresó en la primera mitad del siglo XX en
un sistema que partía de la distinción entre las Ciencias Naturales y otras ciencias, lla-
madas Ciencias Culturales en la obra de Rickert, Ciencias ideográficas (a la que oponía
las nomotéeticas) en Windelband y Ciencias del Espíritu en Dilthey. Sin embargo, esta
confrontación fue puesta en entredicho desde las ciencias naturales mismas por Alexan-
der von Humboldt (Recuadro 1.2).2
En este sentido, también es importante reflexionar —aunque este tema escape el
alcance de este libro y pertenezca al campo de la antropología filosófica— sobre qué
posición ocupan las personas dentro de la naturaleza y de las construcciones culturales,3
ya que existe una hipótesis generalizada de que la preocupación, las actitudes y los valo-
res que sostenemos respecto del ambiente están influenciados por las ideas que posee-
mos sobre nuestra relación con el mundo de la naturaleza (Hamilton, 2010). Si estable-
cemos un continuo de este vínculo humano con la naturaleza, es posible encontrar que
algunas personas se piensan totalmente separadas de la naturaleza y mantienen la con-
ciencia de un yo irreductible a lo natural, mientras que otras se experimentan a sí mis-
mas como inseparables del mundo natural de tal manera de que su propio ser se expande
y se convierte en parte de la biosfera. Estas dos posiciones darían lugar en el extremo
del continuo a la completa indiferencia respecto de lo natural en el primer caso y a la
total immersión de las personas en la naturaleza en el segundo.
El movimiento ambientalista occidental de la década de 1960, que abrevó en las
obras de Henry David Thoreau, Aldo Leopold, John Muir y Arne Naess,4 entre otros,
intentó volver a conectar a las personas con la naturaleza, separadas del entorno natural
por los procesos de urbanización y de desarrollo tecnológico que aislaron a las personas
de los efectos de la naturaleza, en especial, de los efectos del clima.5 Según Hamilton
(2010),
2
Muchos años después, la psicologia intentó saldar la tensión entre los componentes biológicos y psico-
sociales en la personalidad humana a traves del semantema nurtura propuesto por Filloux en su diálectica
natura-nurtura.
3
Discusión que fue magistralmente descrita por Max Scheler en su obra «El puesto del hombre en el
cosmos»
4
Henry David Thoreau 1817-1862; Aldo Leopold (1887-1947), John Muir (1838-1914) y Arne Naess
(1912-2009).
5
Este movimiento filosófico constituyó la llamada Ecología Profunda (Deep Ecology), frase acuñada por
Arne Naess, ver nota al pie anterior. Más tarde, el concepto fue reelaborado por otros autores como
Fritjof Capra, Bill Devall y George Sessions.
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je natural como bello y prístino— y por otro lado su contraparte: «el estigma de lo ru-
ral», la naruraleza en su pura expresión, a través del cual se la considera como rezago de
la civilización, como una realidad que no tiene su plenitud todavía, porque no ha llegado
aún al progreso urbano y tecnológico (Plencovich et al., 2009). Tanto en una como en la
otra la persona mira la naturaleza desde fuera.
En el continuo en el que se ubican las ciencias básicas y las ciencias aplicadas, se suele
hablar de las ciencias orientadas a problemas que reúnen algunas características de los
dos tipos citados (cfr. Capítulo 4). En la investigación orientada a la solución de pro-
blemas, el hecho de que el conocimiento se produce en el contexto de una aplicación no
excluye la posibilidad de que también se realicen investigaciones que produzcan avan-
ces en el conocimiento básico (Abeledo, 2003).
Las investigaciones orientadas a la solución de problemas generan condiciones
para un mejor aprovechamiento de los resultados y mayores impactos socioeconómicos
ya que en general estos problemas están íntimamente relacionados con la sociedad en su
conjunto. Han generado una fecunda línea de actividades de intervención e investiga-
ción, como la desarrollada por la Educación ambiental, el Derecho ambiental, la Ética
ambiental, entre otras (Recuadro 1.4).
La generación de conocimiento a través de la investigación científica es quizá
una de las formas más codificadas y sistematizadas de producir conocimiento. Repre-
senta lo que Michael Gibbons y colaboradores (1994) denominaron Modo 1 de produc-
ción de conocimiento, que los autores analizan vis-à-vis con un modo de crear conoci-
miento que emergió en las últimas décadas del siglo xx, al que llamaron Modo 2. El
Modo 1 se genera en un ambiente disciplinario, fuertemente cognitivo, mientras que en
el Modo 2 el conocimiento se crea en «contextos más amplios, transdisciplinarios, so-
ciales y económicos» (p. 1).
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
Figura 1.2 Actividades de investigación e intervención según el nivel de codificación del conocimiento y
aplicación práctica
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En este contexto se define estructura del problema como la relación entre los contenidos de la interven-
ción del proceso de intervención (Hisschemöller & Hoppe, 1996, 2001; Hisschemöller et al., 2001; Turn-
hout, 2003; Hisschemöller, 2005; Turnhout et al., 2007).
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
Cuadro 1.1 Relación entre la estructura de los problemas de fotmulación de políticas y gestión,
papel de los investigadores y conocimiento
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Este recuadro se origina en la tesis de grado de María Virginia Sóñora: «La Educación Ambiental en el
marco de la Nueva Escuela Secundaria (NES)», para optar por el título de Licenciada en Ciencias Am-
bientales en la Facultad de Agronomía, Universidad de Buenos Aires.
Directora María Cristina Plencovich, Co-Directora Laura Vugman (2016).
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Fuentes: Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Naciones Unidas (1992), Ley General del Ambiente (25675 /
2002), Ley de Educación Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires (1687 / 2005). Ministerio de Educación. Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires. (2009). Educación Ambiental- De la conservación a la formación para la ciudadanía. Aportes para el desarrollo
curricular. Nivel Medio; Plencovich, M.C. (2013). Linke,1980; Lucas, 1972, 1979 y 1982.
(i) Son difíciles de formular. No se los puede definir de una manera definitiva (¡definir
un problema perverso es en sí mismo un problema perverso!). La definición muchas
veces depende de los intereses de algunas de las partes involucradas en el problema
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pero es sólo parcial. Muchas veces, la definición obedece a diversos actores que de-
ben articular distintos intereses.
(ii) Los problemas perversos no tienen tiempo de espera social, por lo general son ur-
gentes.
(iii) Las soluciones a un problema perverso no son del tipo verdadero o falso, correcto o
incorrecto, sino de mejor o peor.
(iv) No existe una evidencia inmediata y definitiva de una solución concreta a un pro-
blema perverso.
(v) La solución a un problema perverso es una «operación única». Dado que no existen
oportunidades de aprender a través del ensayo y error, cada intento tiene una impor-
tancia significativa.
(vi) Los problemas perversos no tienen un conjunto de soluciones potenciales que se
puedan enumerar exhautivamente, ni tampoco existe un conjunto descrito de opera-
ciones permitidas que puedan incorporarse a un plan de trabajo.
(vii) Todo problema perverso es esencialmente único.
(viii) Todo problema perverso puede considerarse como un síntoma de otro problema.
La existencia de discrepancias en la presentación de un problema perverso puede
explicarse en varias formas. La elección de la explicación determina la naturaleza
de la resolución al problema.
(ix) Quien planifica para la solución de un problema perverso no tiene derecho a equi-
vocarse: aun más, muchas veces los planificadores son responsables de las conse-
cuencias de las acciones que generan.
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Natural Bridges of Icononzo, placa 4, Alexander von Humboldt, Vues des Cordillères (Paris, 1810).
Treasures of the NOAA Library Collection, Disponible en http://www.photolib.noaa.gov/htmls/libr0446.htm
Acceso 8 de abril de 2016.
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
La enfermedad de Minamata se observó por primera vez en 1953, en la bahía japonesa del
mismo nombre. Los habitantes de las aldeas pesqueras alrededor de la bahía comenzaron a
presentar entumecimiento de los dedos y también en la lengua y en la boca, así como una
marcha atáxica, seguida de defectos en el habla, disfagia, sordera y constricción del campo
visual. Se notificaron 111 casos y 44 decesos en el área de la Bahía. Un año después de la
gran irrupción de la enfermedad nació en la región un número significativo de niños con pa-
rálisis cerebral, quienes fueron identificados como víctimas del mismo síndrome. Para 1956,
la enfermedad presentó un brote significativo. Algunos síntomas similares a los detectados
en los seres humanos se observaron también en los gatos de la misma aldea que se lanza-
ban al mar y se ahogaban. Las víctimas eran pescadores o miembros de sus familias que
también se dedicaban a esa actividad. Además, se presentaba una tendencia de irrupciones
sucesivas de la enfermedad —que no era infecciosa— en los integrantesde estas familias. El
principal elemento de la dieta de todas las víctimas era el pescado fresco de la bahía (Ui,
1972).
Ante esta enfermedad desconocida, los médicos locales constituyeron con urgencia
un equipo que realizó estudios epidemiológicos importantes a pesar de los recursos muy
limitados que tuvieron en los primeros tiempos. El equipo encontró vestigios de síntomas
similares que habían sido atribuidos a otras enfermedades. En un período breve, el equipo
pudo determinar la distribución geográfica de los enfermos que presentaban un envenena-
miento grave y el cuadro de sus síntomas. Esto llevó a que los médicos concluyeran que la
enfermedad no tenía una etiología infecciosa, sino que era provocada por venenos químicos
— probablemente algún metal pesado— nocivos para la salud y presentes en la carne de
pescado consumida por los enfermos.
La Facultad de Medicina de la Universidad de Kumamoto tuvo una importante con-
tribución en la investigación, pero encontró muchos obstáculos, entre otros, la distancia en-
tre Minamata y la sede de la Universidad, algo que impidió la realización de muchos de los
diseños experimentales así como el estudio de las formas de vida de los pescadores. Por otro
lado, la fábrica de la empresa Nippon Chisso, ubicada en Minamata, que parecía ser la única
vinculada con el fenómeno, se negó a brindar datos sobre su funcionamiento y sus métodos
de tratamiento, invocando la protección de los secretos industriales. En la propia Universi-
dad, los investigadores de la Facultad de Ingeniería se negaron a trabajar con los de Medici-
na, dado que su independencia de criterio quedaba fuertemente comprometida porque reci-
bían subsidios de esa empresa.
A partir de los primeros informes del equipo de la Facultad de Medicina, se determinó
que el mercurio estaba entre los diversos venenos que podían ser neurotóxicos, dato que fue
descartado porque la empresa no lo citó como materia prima utilizada en la fábrica. En reali-
dad, en ese momento la fábrica empleaba el mercurio como catalizador de dos operaciones:
la hidratación general de aldehido y las síntesis de cloruro de vinilo. Como los ingenieros y
los químicos industriales de todas las universidades dependían de las empresas para sus
subvenciones y desarrollo de sus estudios, se negaron a participar en investigaciones que
pudieran poner en riesgo la imagen social de la industria. No sólo ignoraron las investigacio-
nes de la Facultad de Medicina, sino que las desacreditaron. De este modo, notorias figuras
del ámbito científico se dedicaron a criticar abiertamente al grupo de investigadores de esa
facultad. Asimismo, el Ministerio de Sanidad y Calidad de Vida suprimió sin razón los subsi-
dios al equipo universitario médico y convocó uno nuevo que tenía como meta neutralizar el
efecto de la hipótesis sobre el mercurio orgánico. Llovieron entonces teorías contradictorias
para describir las relaciones causales de la enfermedad de Minamata y se encubrieron de ese
modo sus verdaderos orígenes.
Simultáneamente, la empresa Nippon Chisso, que era el origen de la contaminación,
se asoció con la Japon Chemical Industry para contratar los servicios de un grupo de exper-
tos multidisciplinarios, entre los que se encontraban otros profesores de la Universidad de
Tokio, y creó la Comisión Tamiya encargada de refutar la hipótesis de la Universidad de Ku-
mamoto. Si bien este plan abortó, sirvió como cortina de humo para cubrir momentánea-
mente la verdad.
Entre 1960 y 1965, el grupo de investigación de la Universidad de Kumamoto consi-
guió fondos norteamericanos y prosiguió con su labor de 1964 y arribó a una conclusión que
debía ser verficada: el agente responsable de la enfermedad era el metilmercurio, que esta-
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
Fuentes: Jun Ui (1983). Estudios de algunos problemas planteados por el medio ambiente, en Interdisciplinariedad y ciencias socia-
les, Morin, E. (321-339)Tecnos/UNESCO, Madrid, 1983, p. 185, Jun Ui ( ) The Minamata Disease, United Natons. Disponible en
http://archive.unu.edu/unupress/unupbooks/uu35ie/uu35ie0c.htm Acceso 14 de marzo de 2016.
Harada, M. (1972) Minamatabyo [Minamata Disease]. Iwanami Shoten; Enseñanzas de la Enfermedad de Minamata y el Manejo del
Mercurio en Japón (2013), División de la Salud y Seguridad Medioambiental, Departamento de Salud Ambiental, Ministerio del
Medio Ambiente de Japón. Disponible en https://www.env.go.jp/chemi/tmms/pr-m/mat01/es_full.pdf Acceso 14 de junio de 2016.
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
Figura1.1 Modelo de escama de pez para representar un conjunto de disciplinas que dejan intersticios de
conocimiento entre ellas
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
sa los sentidos que han fraguado en el ser cultural a través del tiempo en el que se fragua
la historia de los pueblos. El saber ambiental disloca el cuerpo rígido y el sentido unívo-
co del discurso científico, mira hacia los horizontes invisibles de la ciencia, abre los ca-
minos de lo impensable de la racionalidad modemizadora y hace escuchar las nuevas
rimas y armonías que surgen de la poesía de la palabra y la música del mundo, en el diá-
logo de saberes (Leff, 2006, p.6).
para investigar, hay que apostar a lo interdisciplinario (…) En Oxford entendí que
los problemas de conservación que enfrentábamos no ira problemas que los re-
solvía únicamente la biología. Y eso acá era pecado cada disciplina es un nicho, y
son todos muy celosos de su propia disciplina. Entonces, en general, lo que suele
pasar cuando se hace interdisciplina es que uno es sapo de otro pozo en todos la-
dos (…) La vicuña era un animal poco estudiado. Era un mundo por descubrir.
(…) Cuando se trata de conservar un especie emblemática, como la vicuña, ésta
representa un montón de cosas, además de un especie biológica. Es un animal sa-
grado para la cosmovisión andina, con un altísimo valor económico y podría ser
la llave para un desarrollo sustentable… Si uno realmente está atento a la concep-
ción ambiental de la situación en la que está el animal, hay que abrir radares, es-
cuchar otros saberes y formarse en otras disciplinas (Vilá, 2016, p.16).
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
Lograr una visión sistémica y dialéctica de la realidad que evite los “holismos místicos”
requiere la integración de distintas visiones disciplinarias, las cuales muchas veces par-
ten de marcos conceptuales distintos y no comparten un mismo lenguaje. La formación
de profesionales capaces de interactuar con representantes de distintas disciplinas y de
facilitar el proceso de integración es un punto a considerar seriamente. Programas a ni-
vel de especialización de posgrado pueden jugar este papel. Sin embargo, la necesidad
de establecer puentes que promuevan el diálogo entre disciplinas no debería ir en des-
medro de la promoción de una sólida base disciplinaria de los participantes en el proce-
so (Paruelo, 2016:57).
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
Se define como escala la relación que establecemos entre el tamaño concreto y el grado
de complejidad real de las cosas, y el tamaño virtual y la complejidad simplificada en la
que lo analizamos(García, 2008). La escala es una de las formas de aproximación al
mundo concreto que nos permite comprender su funcionamiento. Dada la complejidad
del mundo real, es abordado para su análisis por un gran número de escalas. Esto se
fundamenta en que el observador debe aumentar o disminuir el objeto de estudio para su
análisis.
El concepto de escala posee dos dimensiones: técnica y conceptual, que se com-
plementan con la escala temporal. La escala técnica se caracteriza por ser medible nu-
méricamente. Es utilizada por disciplinas como la ingeniería, arquitectura y geografía.
Es así como la escala técnica permite vincular matemáticamente el tamaño real con el
tamaño representado. Por ejemplo: en un mapa del territorio argentino confeccionado en
escala 1:1000000 se interpreta que 1 cm del mapa reproduce 1000000 cm o 1 km en la
realidad.
El desarrollo de escalas técnicas requiere la adopción de unidades de medida que
se definen como dimensiones regulares de un elemento que sirven como factor de com-
paración. Dichas unidades varían en función de lo que se desea medir. La sociedad
mundial ha tenido que acordar con esas medidas con diferente grado de dificultad y,
algunas veces, no lo ha logrado (Reboratti, 2000). Por ejemplo, para caracterizar una
extensión de terreno pueden utilizarse medidas de superficie como la hectárea (ha) o
hm2 que representan la superficie de un cuadrado de 10 m x 100 m, siendo el área la
unidad de superficie equivalente a 100 m2. En este ejemplo, las medidas son bidimen-
sionales.
Para el caso de objetos de estudio tridimensionales, como un volumen de suelo,
se utilizan unidades de volumen. Por ejemplo, si se desea expresar el nivel de carbono
orgánico presente en una ha de suelo hasta los 20 cm de profundidad, se utilizará una
medida tridimensional como el m3 (100 m x 100 m x 0.20 m = 2000 m3) .Cabe destacar
que la medición de distancia y peso ha sufrido variaciones en el tiempo como reflejo de
las diferencias entre sus sistemas de medición. El Sistema Métrico Decimal desarrollado
en tiempos de la Revolución Francesa ha sido adoptado por gran parte de los países del
mundo.
La escala conceptual, en cambio, consiste en aislar elementos de un conjunto
para poder mirarlos con mayor detenimiento o agrandar el conjunto para analizar justa-
mente más elementos que agreguen a su complejidad.
Las escalas técnica y conceptual se complementan con la escala temporal que
mide el suceder de las cosas al que le asignamos una cierta magnitud relativa. A dife-
rencia de lo sucedido con las medidas de distancia y peso, las medidas de tiempo se
consensuaron fácilmente ya que se apoyaron en la utilización de relojes que registraban
el tiempo trascurrido en un día.
La escala temporal utiliza escalas técnicas como las medidas de tiempo conven-
cionales, pero también utiliza el concepto de generaciones. Si algunos sucesos de carac-
terísticas parecidas se agrupan en el tiempo surge el concepto de ciclo. Esto ocurre fre-
cuentemente cuando se consideran fenómenos ambientales ya que estos poseen una di-
námica en relación al tiempo de la sociedad. No obstante, una pregunta que debemos
hacernos frente a este punto es si los cambios que observamos son realmente ciclos o
responden al azar (Reboratti, 2000).
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
El clima es uno de los factores ambientales que más se vinculan a la idea de ci-
clo. Un ejemplo que ilustra este concepto es el fenómeno El Niño Oscilación Sur
(ENOS), un patrón climático recurrente que presenta variaciones en la temperatura de
las aguas en la parte central y oriental del Pacífico tropical. Estas se calientan entre 1° C
a 3°C por sobre lo normal por períodos de 3 a 7 años. El ENOS afecta directamente a la
distribución de precipitaciones en las zonas tropicales y puede influir sobre el clima en
otras partes del mundo. Los ciclos varían en su duración y pueden contener ciclos más
cortos dentro de ellos. A su vez, se incluye en los ciclos más extendidos en el tiempo
que han ido marcando los momentos significativos de la historia de la humanidad.
En razón de que el hombre se relaciona con un medio ambiente donde los siste-
mas se desarrollan en ciclos de distintas escalas, se produce un problema a la hora de
elegir la escala que permita medirlos. Coexisten ciclos cortos, medios y largos cuya
longitud responden a la vida humana, fenómenos vinculados a recursos naturales reno-
vables y eventos geológicos o climáticos respectivamente. Además de la longitud, se
caracterizan por su velocidad ya que pueden ser lentos como la meteorización de la roca
madre o bruscos como un tsunami.
Las escalas temporales y geográficas que rigen a la sociedad y la naturaleza son
diferentes. Es por ello que el estudio de las personas y el ambiente se torna dificultoso
cuando se desea relacionar factores. Por un lado, la sociedad aplica una escala temporal
que se mide por la edad media de la persona y puede retrotraerse a 10 mil años atrás.
Por otra, la escala geográfica se basa en la capacidad de desplazamiento de las personas
que puede llegar a alcanzar grandes áreas. El tiempo que tarda la tierra en girar sobre su
eje es utilizado por el hombre como medida mientras que el máximo de duración de
sociedades humanas políticamente organizadas han sido los 1000 años. En cambio, las
escalas temporal y espacial de la naturaleza son diferentes. Son ejemplos, la formación
del suelo que acumula sólo mm por año en el perfil y la evolución de las especies vivas
que abarca decenas de miles de años. Por ejemplo, el universo contiene miles de millo-
nes de estrellas y el suelo un inmenso número de bacterias. Es obvio el problema que
surge cuando las personas intentan comprender la escala del ambiente en que viven.
Muy frecuentemente se expone el sistema a riesgos ambientales causados por la aplica-
ción de escala humana para interpretar problemas de la naturaleza. Es importante para
las personas comprender que existe un continuum de dimensiones que van desde la in-
mensidad del universo hasta la pequeñez del átomo, partículas y subparticulas. Dicho
continuum se divide en escalas macro, meso y micro para el abordaje de las problemáti-
cas de la naturaleza (Reboratti, 2000). Estas escalas no han sido definidas precisamente
sino que representan la relación entre la persona y su objeto de estudio. Aún así, el
abordaje de situaciones ambientales puede hacerse complejo cuando escalas inferiores
aparecen anidadas jerárquicamente con las superiores como puede suceder con el hábi-
tat, microhábitat y micrositio.
Este caso se observó en un estudio de reclutamiento de plántulas de tres especies
leñosas ornitócoras en bosques secundarios. En todas las especies estudiadas, la varia-
ción de la lluvia de semillas estaba más determinada por la presencia de plantas produc-
toras de frutos carnosos, donde las aves dispersantes comen y reposan, que por las dife-
rencias fisonómicas y topográficas entre localidades y las diferencias microtopográficas
y estructurales entre distintos micrositios. Se atribuyeron estos resultados a que los pro-
cesos de pérdida de semilla tras la dispersión, como la depredación o la germinación
están más influidos por factores macroecológicos (por ejemplo, diferencias en los tama-
ños de población de roedores entre localidades) y microecológia. En síntesis, es posible
establecer que las escalas de medición utilizadas por las personas y las de la naturaleza
son muy diferentes, representando esto una dificultad a la hora de estudiar los temas de
36
La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
37
La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
Las ciencias ambientales —es decir, el estudio riguroso sobre el ambiente, sometido a
ciertas normas específicas de trabajo, lógicas y metodológicas; a la validación de las
hiptesis y predicciones, a su comunicabilidad y publicidad— se originaron junto a los
movimientos sociales del último tercio del siglo XX. Reflejan las preocupaciones socia-
les, populares y académicas sobre el ambiente físico en una escala local y mundial, a
partir del registro realizado por los científicos y los tomadores de decisiones de los ám-
bitos públicos y privados, y a la labor de las organizaciones sociales de base que han
sido instrumentos clave para la visualización y ubicación del tema en la agenda social.
De allí que se trate de estudios fuertemente orientados a la resolución de problemas so-
ciales.
Para muchos, la aparición de la obra de Rachel Carson, Primavera silenciosa, en
1962, es una marca simbólica del nacimiento de las ciencias ambientales. Señala la to-
ma de conciencia de lo ambiental como problema y de la necesidad de su estudio rigu-
roso para orientar la solución de los problemas de origen antrópico que aquejaban a la
humanidad. Para muchos, la fecha de la publicación de ese libro es el hito que marca el
comienzo de la sistematización de los estudios, en especial por la conmoción social que
provocó la amenaza futura —magistralmente narrada por su autora— que se cernía so-
bre la humnanidad por los devastadores efectos que los pesticidas, sobre todo el Diclo-
ro Difenil Tricloroetano (DDT), tenían sobre la vida silvestre.
También empujó a la necesidad de un estudio riguroso de lo ambiental la in-
fluencia en escala mundial de los llamados 15 desastres ambientales del siglo XX (Her-
nan, 2010). Ellos fueron: la enfermedad de Minamata en Japón, en los primeros años de
la década de 1950; la niebla de Londres provocada por la contaminación del aire, que
cobró 4000 vidas en Inglaterra en 1952; el accidente nuclear de Windscale, Inglaterra,
en 1957; el desastre químico de Seveso, Italia, en 1976; el desastre ecológico causado
por los vertidos químicos de la empresa NEPPACO en el Love Canal, New York, en
1978; el accidente nuclear de la Three Mile Island en Pennsylvania en 1979; la conta-
minación tóxica de dioxina de la Times Beach en Missouri, 1982; la fuga de isocianato
de metilo en una fábrica de pesticidas de Bhopal, India, en 1984; el desastre nuclear de
Chernobyl, Ucrania, en 1986; la contaminación provocada por el consorcio químico
Sandoz, en Basilea, en el río Rin también en 1986; el desastre del derrame de petróleo
38
La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
del Exxon Valdez en Prince William Sound, Alaska, en 1989; los derrames de petróleo
e incendios de Kuwait en 1991; el vertido de hidrocarburos en las islas de Dassen y
Robben, en Sudáfrica, en 2000; el desastre ecológico de la pérdida de los bosques tropi-
cales de Brasil y el cambio climático mundial y sus consecuencias amenazadoras, fe-
nómenos que aún están en proceso y que concitan la atención de los equipos de científi-
cos y de la opinión publica.
Poco después de la edición del libro de divulgación de Carson, se tomó concien-
cia de que revertir la degradación ambiental no consistía en una cuestión técnica o de
administración de recursos solamente. La sola conciencia sobre el deterioro ambiental
per se no garantizaba que los gobiernos y los actores públicos o privados pusieran coto
a los daños ambientales. Se celebraron de este modo no sólo reuniones internacionales y
nacionales denunciando la degradación ambiental, sino que se diseñaron dispositivos
para comprender críticamente los procesos y las estructuras socioeconómicas, políticas
y culturales, tanto como los fenómenos biofísicos y químicos en los que el deterioro se
sustentaba. Surgieron entonces distintas investigaciones sobre los problemas ambienta-
les y el desarrollo sustentable, y se convino sobre la necesidad de formar recursos den-
tro de esas ciencias ambientales en el nivel de grado y posgrado universitario. Asimis-
mo, el problema ambiental cobro escala mundial y dejó de ser una cuestión no sólo de
los países postindustriales y más desarrollados sino que alcanzó el mundo entero con los
problemas detectados en los cambios mundiales debido a alteraciones climáticas.
El año 1988 fue decisivo desde el punto de vista epistemológico por las conse-
cuencias en el estudio del ambiente. Hasta esa fecha, el estudio de los cambios ambien-
tales mundiales se llevaba a cabo mayoritariamente a través de las ciencias naturales, en
especial las ciencias de la tierra, como la meteorología, la química atmosférica, las cien-
cias de la atmósfera y la geología (Moran, 2010). En tal sentido, el Programa Interna-
cional para la Geosfera y Biosfera (las siglas en inglés son IPGB) creado en 19878 se
abocó a documentar el cambio bioesférico y su proyección en una escala mundial, regis-
trando los posibles cambios atmosféricos que se darían en la tierra. El programa tuvo
muchos logros en modelos de circulación mundial. Asimismo, los científicos crearon
una vasta red de boyas de acopio de datos en los océanos de todo el mundo para medir
los cambios de temperatura. Incluso, con el tiempo, pudieron predecir eventos de fenó-
menos como El Niño y La Niña con mucha anticipación.
Ahora bien, a partir de 1988 el Consejo Internacional de Ciencias Sociales a pe-
dido del IPGB constituyó un grupo de trabajo para desarrollar las dimensiones humanas
(ciencias sociales y económicas) de una agenda de trabajo que estaban desarrollando los
científicos de la atmósfera y del clima que trabajaban en el cambio ambiental a escala
mundial. Se creó entonces un grupo que recibió el nombre de Programa de las Dimen-
siones Humanas compuesto por un panel de sociólogos de todo el mundo. Hacia 1988
los grupos trabajaron interdisciplinariamente en un esfuerzo para comprender las di-
mensiones humanas del cambio ambiental mundial. En 1992, el National Research
Council publió el libro Cambio ambiental mundial: la comprensión de las dimensiones
humanas que estableció una agenda temprana de investigación en el área. Los trabajos
de investigación sobre el cambio mundial se habían focalizado sobre el cambio climáti-
co y la biodiversidad, la contaminación, convenios internacionales ambientales y sobre
la creciente toma de conciencia de los impactos mundiales, como la acumulación de
gases de efecto invernadero, la aparición del agujero de ozono que cambiaba la cantidad
8
El programa aporta un marco internacional para la investigación relacionada con el cambio mundial y se
mantiene a través de financiación de comités nacionales, el International Council of Scientific Unions
(ICSU), la Comisión Europea, los Consejos de Investigación de Suecia y Noruega y el Ministerio de
Educación de Suecia.
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
Son lúcidos precursores de las ciencias ambientales porque despiertan conciencias e ini-
cian reflexiones desde espacios no acabados. En general, han pertenecido a diferentes
disciplinas. Sin embargo, desde ellas y trabajando con precisión metodológica en el estu-
dio de un tema, han abordado la cuestión ambiental. Asimismo, no abandonaron una
reflexión crítica sobre temas diversos, con mayor o menor posibilidad de acción pragmá-
tica. Cuentan con herramientas de trabajo, con metodología y realizan una labor incansa-
ble. Aun con poco consenso científico o social en sus épocas, desafiaron prejuicios a veces
muchos años antes de que la sociedad pudiera llegar a notar cuán trascendentes eran sus
planteos.
Cerramos este capítulo con una síntesis (Recuadro 1.1) de los hitos históricos
más significativos sobre la toma de conciencia de la cuestión ambiental y la necesidad
de su estudio sistemático. Sin duda, existen muchos antecedentes previos a los compila-
dos en el recuadro pero el registro se inicia con una década del siglo XX –la de 1960–
en la que la recurrencia del tema ambiental como foco de investigaciones y reflexión
intelectual, más allá de su enorme repercusión social, puede con rigor justificar su elec-
ción como punto de partida de la construcción del objeto ambiente. Sólo se toman algu-
nos eventos que han tenido efecto en el campo de la producción intelectual sobre el am-
biente. En este sentido, esta compilación no registra desastres naturales, conflictos am-
bientales, procesos y movimientos sociales que no estén vinculados con el foco de este
análisis, que es la generación de conocimiento en forma sistemática y rigurosa sobre el
ambiente. Recupera también algunas de las conferencias internacionales más importan-
tes ya que muchas de ellas impulsaron investigaciones científicas y desarrollos tecnoló-
gicos.
Recuadro 1.7 Principales hitos históricos referidos a la constitución de las ciencias ambientales (1960-
2015)
Década de 19609
Publicación del libro El libro de divulgación de la bióloga norteamericana Rachel Carson (1907-1964),
de Rachel Carson, Primavera silenciosa, señala la toma de conciencia sobre el ambiente y constituye
Primavera silenciosa el punto de partida del estudio sistemático y fundado sobre este objeto de estudio.
(1962) En él, la autora plantea los efectos perjudiciales de los pesticidas en
el ambiente — especialmente en las aves— y responsabiliza a la industria química
de de la contaminación que se estaba suscitando en forma creciente. La autora
tuvo muchas críticas en su momento pero su obra de divulgación pronto se convir-
tió en un clásico sobre la conformación de la conciencia ambienta. A través de la
repercusión de esta obra, el Departamento de Agricultura norteamericano
(USDA), revisó su política sobre pesticidas y prohibió el uso del Dicloro Difenil
Tricloroetano (DDT), que en décadas anteriores había salvado miles de vidas en el
control de la Malaria, fiebre amarilla, tifus y muchas otras enfermedades causadas
9
La Universidad estadual de New York, en el College of Forestry en la Universidad de Syracuse, creó un
programa de grado: el Bachelor of Science in Environmental Studies en la década de 1950.
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
por insectos vectores. Asimismo, sentó las bases para la creación de la Agencia de
Protección Ambiental (EPA) de los Estados Unidos.
Fuente: Fragmento de una propaganda publicada en la Revista Time (Edición del 30 de junio de 1947).
Publicaciones de Se publicaron dos artículos científicos en la Revista Science que tuvieron un im-
artículos científicos pacto crucial, el de Lynn White, “The Historical Roots of our Ecologic Crisis”
sobre el tema am- (Marzo de 1967) y el de Garrett Hardin, “The Tragedy of the Commons” (De-
biental en la revista ciembre de 1968).
Science (1967 y
1968)
Década de 1970
Día de la Tierra En 1970, se celebró el Día de la Tierra en el que los ambientalistas instaron a los
(1970) filósofos a estudiar los aspectos éticos de los problemas ambientales.
Conferencia de las El proceso de incorporación de la dimensión ambiental en la educación superior
Naciones Unidas comienza con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano,
sobre el Medio Hu- que se realizó en la ciudad de Estocolmo en junio de 1972. Como lo plantea Edgar
mano, Estocolmo González Gaudiano, un destacado investigador mexicano en este campo, ―son
(1972). escasos los intentos por formular una historia de la educación ambiental más allá
de las obligadas referencias a las reuniones internacionales sobre el tema que han
tenido lugar desde la de Estocolmo en 1972‖. Por lo tanto, con mucha frecuencia
se afirma en la literatura especializada sobre el tema que ―la educación ambiental
(EA) adquiere su patente internacional‖ en dicha Conferencia. (1999:1).
Informe del club de Se publica el informe del club de Roma (1972), Los límites del crecimiento que
Roma (1972) plantea la necesidad de impulsar un crecimiento económico estable y sostenible de
la humanidad. se hace una proyección de la evolución de la población humana
sobre la base de la explotación de los recursos naturales, con proyecciones hasta el
2100.
Incorporación de la En 1976, Andrew Vayda y Roy Rappaport utilizaron el concepto de ecosistema en
dimensión antropoló- el campo de la antropología en la agenda de investigación del Programa Interna-
gica en el abordaje cional de Biología sobre Adaptabilidad Humana que se llevó a cabo en Papúa
ecosistémico (1976) Nueva Guinea. El concepto de ecosistema integró el trabajo que se realizaba en un
equipo interdisciplinario con ecólogos, geógrafos y antropólogos.
Publicación de la En 1979 apareció la revista científica Environmental Ethics en Estados Unidos.
revista Environmen-
tal Ethics (1979)
Década de 1980
Creación de una En 1986, se creó una facultad de estudios ambientales como uno de los ocho de-
facultad de ciencias partamentos académicos universitarios. A esta facultad se le sumó la carrera de
ambientales en Esta- grado Bachelor of Science in Environmental Studies a partir de una perspectiva
dos Unidos de Norte- interdisciplinaria. Se originaron en este ámbito programas interdisciplinarios de
américa (1986) y la enseñanza e investigación en los tres niveles universitarios: grados, maestrías y
Asociacion de Cienti- doctorado.
ficos Ambientalistas Se crea la Asociacion de Cientificos Ambientalistas en los Paises Bajos.
en los Paises Bajos
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La construcción del conocimiento en las ciencias ambientales
Elaboración del El Informe Brundtland (1987) realizado por la exprimera ministra de Noruega
Informe Brundtland Gro Harlem Brundtland contrasta la postura de desarrollo económico con el de
(ONU, 1987) sustentabilidad ambiental, con el propósito de analizar, criticar y replantear
las políticas de desarrollo económico mundial, reconociendo que el avance
social se lleva a cabo con un costo ambiental alto. Define el desarrollo susten-
table como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer
las necesidades de las futuras generaciones.
Curso de posgrado Se crea un curso de Posgrado sobre Ciencias Ambientales de un año en los
en los Paises Bajos Paises Bajos, lo que va a suponer un espacio académico para realizar trabajos
(1987) de investigación sobre el ambiente.
Década de 1990
Modelos y carreras Se generan modelos que se basan en la teoría de la agencia. Estos modelos permi-
ambientales en la tieron un análisis de sistemas complejos y la conducta de los agentes individuales
Argentina en escenarios explícitamente determinados.
Se crean las primeras carreras de grado en la Argentina relacionadas con el am-
biente en la UNSAM, UNGS, UCA, UCES, entre otras.
Cumbre de la Tierra La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo se
(1992) celebró en Río de Janeiro, Brasil, conocida también como Cumbre de la Tierra. En
esta reunión la comunidad internacional acordó adoptar un enfoque de desarrollo
en el que se protegiera el ambiente al mismo tiempo que se asegurara el desarrollo
económico y social.
Reforma de la Cons- La Constitución Nacional Argentina (1994) menciona el ambiente en su artículo 41: Todos
titución Argentina los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo
(1994), con mención humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin
al derecho al ambien- comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo. El daño
ambiental generará prioritariamente la obligación de recomponer, según lo establezca la
te y otras regulacio- ley.
nes Las autoridades proveerán a la protección de este derecho, a la utilización racional de los
recursos naturales, a la preservación del patrimonio natural y cultural y de la diversidad
biológica, y a la información y educación ambientales.
Corresponde a la Nación dictar las normas que contengan los presupuestos mínimos de
protección, y a las provincias, las necesarias para complementarlas, sin que aquellas alteren
las jurisdicciones locales.
Se prohíbe el ingreso al territorio nacional de residuos actual o potencialmente peligrosos, y
de los radiactivos.
Protocolo de Kioto El Protocolo de Kioto sobre el cambio climático se inscribe en la Convención Marco de las
sobre el cambio cli- Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), y tiene por objetivo reducir las
mático emisiones de seis gases de efecto invernadero que causan el calentamiento mundial: dióxi-
(1997) do de carbono (CO2), gas metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), y los gases industriales
fluorados: hidrofluorocarburos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre
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Referencias
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