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LO VÍVIDO VIVIDO
SHARIF FERNÁNDEZ
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UNA PIEL SOBRE LA PIEDRA
¿Qué decir de este libro que tienes en tus manos, lector, que
no se intuya entre sus líneas o se oculte entre sus páginas?
¿Qué decir de un libro que relata entre sus márgenes –y más
allá de ellos- la experiencia imaginaria de una disolución?
¿Qué decir –y con qué voz ajena a él- de un libro radicado en
esa tierra de frontera o de nadie, al calor del desarraigo y el
exilio? ¿Qué decir, y cómo, de un libro convocado desde su
mismo origen a suplir con su presencia aquello que ya es
historia? ¿Qué decir de estas «muescas en el alma», más allá
del abismo que sus propios límites señalan? ¿Y qué de esas
otras palabras que no se pronunciaron y fueron condenadas a
permanecer ocultas «sobre el folio en blanco de la vida que
se evapora»? ¿Qué decir de la muerte, esa metáfora blanca del
vacío o la pérdida, esa serena y silenciosa compañera de viaje
que se resiste a abandonarnos a lo largo de la existen-
cia, dotándola al mismo tiempo de un sentido? ¿Qué decir, y
de qué manera de «estas infelices palabras» que encuentran
sus valores al ser arrastradas verso abajo por la violencia del
viento? ¿Qué discurso instaurar que no borre en su fluir todo
discurso anterior? ¿Qué decir –al margen de lo dicho- de
las palabras que han sido convocadas para dar testimonio de
una vida increíble? ¿Y qué decir del silencio, ese itinerario por
el que a veces nos adentramos que se inicia cuando finaliza la
última palabra pronunciada? ¿Qué palabra decir que no sea
una palabra de clausura y exterminio? ¿Qué decir de aquello
que nos ayuda a conllevar la pérdida? ¿Qué decir, al fin y al
cabo, del hueco, y del vacío que llena su espacio?
Quiero pensar que para Sharif Fernández la poesía es un don,
un alumbramiento, una oportunidad para generar al mismo
tiempo asombro y desconcierto, lucidez e incertidumbre, am-
pliación del horizonte y consciencia de los límites, una oca-
sión para plantear de un modo incesante preguntas y conflic-
tos sobre la vida, la realidad, el mundo. Compositor y vocalis-
ta de rap reconocido y respetado por sus propios compañeros
y por amplísimos sectores del público y la crítica especializada,
Sharif publica ahora su primer libro de poesía, un volumen
dotado de una potencia rítmica considerable (reflejo de su
trabajo y sus conocimientos musicales) que es el resultado de
una relación constante, meditada y prolongada en el tiempo,
una relación asumida con una enorme responsabilidad y un
rigor extraordinario dado que este poeta sabe lo mucho que
se juega en cada verso, en cada palabra, y lo que con cada una
de ellas puede conseguir: «con el vigor de las palabras
destruyo muros». Poesía de una rabiosa actualidad y una
urgente necesidad donde la crítica social y la denuncia de la
hipocresía moral son motivos medulares. En este sentido, me
parece relevante el cuidado con que este poeta ha afrontado su
escritura, un trabajo de construcción arquitectónica en el que
nada ha quedado al azar y todo es resultado de una elección
deliberada, del respeto y la consideración que Sharif siente
por esa palabra que «viene después» con la intención, quizás,
de transformar la vida para hacerla más saludable.
A la luz de estas ideas, no es extraño que el autor de este
libro no haya tenido –ni ahora ni antes- ninguna prisa en
mostrar los resultados de su trabajo poético y eso, felizmente,
se aprecia con claridad en los textos que podemos leer en Lo
vívido vivido, un libro cargado de riesgos que su autor ha asu-
mido con una gran valentía dadas las marcadas connotaciones
y la intensa herencia cultural –literaria y musical, fundamen-
talmente- que acarrea. Un libro, por otra parte, saturado de
agitación y pensamiento en donde la rabia, el dolor, la pasión
y la reflexión son agentes sucesivos y complementarios en el
proceso de creación artística. El sujeto poético ha vivido en un
principio el momento de la contemplación y la emoción y,
posteriormente, ha sabido leer esos acontecimientos en el
tiempo de la meditación, la serenidad y la escritura. Y en ese
proceso, que no es sino un movimiento de aprendizaje, un
viaje de iniciación, ha partido a la búsqueda de lo esencial,
hacia el encuentro de la raíz de las cosas, ofreciéndonos de
este modo el retrato «de mi periplo personal, de mi perpleja
travesía aún sin final», un itinerario, sin embargo, trazado en
una cartografía social en la que el sujeto comparte solidaria-
mente con sus semejantes pesares y conflictos, desgracias y
compromisos.
Un hombre, como escribiera Borges (mencionado, por cierto,
en uno de los poemas del libro), se propone la tarea de
dibujar el mundo. Ese hombre es Sharif y el resultado de ese
dibujo es Lo vívido vivido, poesía que suma al restar, que se
enriquece y crece conforme se desplaza y se adentra en nuevos
territorios y a veces pierde elementos escritura de agua y
arena, de sufrimiento y goce, de viento, ausencias y silencios
tejida a golpes de sensibilidad e imaginación contra la mudez
de la piedra y el sinsentido del grito, elaborada desde la
consciencia de que sólo la experiencia del exilio y «la raíz de
la memoria», la dureza del hielo y la exactitud de la ceniza
han de dar cuenta al final del sentido esencial de nuestras
vidas: «hoy he decidido no escapar más del presagio / y
conocer a ese extraño que hay debajo de mi piel. // Quiero
emprender un viaje que no sea una huida, / un lento
peregrinaje al epicentro del abismo». La identidad puesta en
cuestión, ¿hay mayor desafío?
Estos poemas muestran en lo que esconden que, finalmente,
no buscamos sino aquello que en algún momento pudo ser
nuestro, aquello que un día creímos poseer –y muy proba-
blemente tuvimos, aunque fuera sólo por un instante- en los
confines del mundo: el regreso al paraíso perdido, el relám-
pago devastador de la belleza y la luz. Búsqueda y deseo, esas
herramientas con las que tratamos de cerrar la herida de una
existencia en el aire de la memoria y proyectamos su imagen
desplegada en los senderos aún no transitados del futuro.
Situación en el camino del aprendizaje y el conocimiento, esa
inteligencia que nos enseña que no hay victoria que no surja
de la derrota y la amargura, que nos recuerda que la pleni-
tud brota con frecuencia de las lágrimas y el dolor, que nos
muestra que el saber es siempre resultado de una ignorancia
consciente. Aquí la poesía abre y no sella, sugiere sin declarar
expresamente, o señala al callarse y guarda por lo tanto un se-
creto, o indica de otra manera, o afirma desdiciéndose al mis-
mo tiempo, o expresa sin clausurar el sentido, o es un decir en
construcción donde puede desplegarse un abanico amplísimo
de posibilidades: «Un papel en blanco es un espejo infinito /
donde caben todas las vidas de la tierra, / el hambre, la sed, el
silencio y los gritos, / la sangre, la piel, la paz y la guerra».
Este libro propone un escenario de registros poco habituales
en la lírica española de estas últimas décadas y requiere un
lector cómplice y comprometido con la búsqueda insaciable
de esa otra verdad poética a menudo silenciada por los voceros
del poder, dispuesto a aceptar que la poesía puede ser un acto
de compromiso con la palabra y con la realidad, un acto de
respuesta –como quería Pavese- a las agresiones y ofensas
cometidas a lo largo del tiempo por esa misma realidad tantas
veces devastadora y terrible. Es una de las propuestas, uno de
los retos que nos plantea un libro como este en el que todo
surge a través de la constatación de un acontecimiento no por
más real menos ignorado: un límite no es un punto de cierre
sino una oportunidad para seguir explorando. La escritura
poética de Sharif es un desafío a esos límites.
Alfredo Saldaña
Amor y poesía
son dos alimentos
que se comen sin hambre.
BUSCO, QUIERO, PERSIGO
En el periódico de hoy:
Suicida busca asesino que amenice soledad.
El azar y el destino, hermanos de casualidad.
Asceta millonario quiere comprar una ciudad.
Poeta legionario prefiere morir a matar.
En el periódico de ayer:
Preso busca celda con vistas a la libertad.
Beso desea boca para morir con dignidad.
Peso en la conciencia reniega de la gravedad.
Esta adolescencia perpetúa mi enfermedad.
En el periódico de mañana:
Se alquila la alegría si justifica necesidad.
Una vida larga quiere morir con brevedad.
Amigo busca amiga que no busque amistad.
La guerra de los mundos necesita algo de paz.
PRETÉRITO IMPERFECTO
Es cierto todo.
Que no supe guardar el secreto blanco de tu amor.
Que torpe confundí tus besos con mi prisa.
Que el tiempo se cansó de perdonarnos.
Es cierto todo.
La duda y la certeza.
Las promesas rotas en un rincón.
El centímetro infinito que hay entre mi dedo y tu rodilla.
Es cierto todo eso y todo lo demás
que no sé o no me atrevo a decir.
Y aun sabiendo que es cierto lo que escribo,
que el amor es una trampa voluntaria,
en todas las horas se esconde un minuto
en que iría hasta la sombra de tu puerta a mendigarte,
a sentarme como un niño o como un indio
invocando la lluvia o a los dioses con mi llanto o mi silencio.
Todo por no dejar que se consuma la llama en la que ardo.
Todo por no perderte nunca, por no perderte siempre.
Y me voy con una duda y una certeza:
La duda de si podré olvidarte.
La certeza de no querer hacerlo.
COBARDE
Podría engañarte,
decirte que el amor es infinito,
que te esperaré siempre,
que tu boca es mi poema favorito.
Podría mentirte,
decirte que te necesito,
que me muero si te vas,
que cuando vuelves resucito.
Podría sobornarte,
besarte sin apetito,
pero qué diría la poesía, entonces,
el poco poso de verdad que hay en un poema.
RETRATO DE UN PINCEL POR UNA PLUMA
(A Carlos Prieto)
En la soledad de mi destierro
no hay soles que crispen el cielo
ni hay musas que lleven violetas.
Tan sólo hay palabras de hierro
forjadas con fuego y hielo
que mueren en la voz del poeta.
En la soledad de mi exilio
no hay flores que adornen tu pelo
ni olores que a ti me recuerden.
Sólo tu nombre hasta el delirio,
la hiel que destilan mis celos
y el olvido inclemente que vuelve.
ETERNO RETORNO
Te quiero en el ayer,
en el mañana,
en el escuálido ahora.
Te quiero sin querer,
sin calendarios
que desguacen la aurora.
Te quiero entre huracanes,
entre silencios y noviembres.
Te quiero sin querer,
nunca, aún, todavía, siempre.
CERRADO POR MOTIVOS
Este beso marchito y envenenado,
este amor arrancado de raíz,
este corazón que llora desconsolado,
por cometer el pecado de enamorarse de ti.
Esta herida profunda como un barranco,
esta tristeza que me devora,
este esperarte escribiendo en un banco,
sobre el folio en blanco de la vida que se evapora.
Este llanto triste y desconsolado,
este catálogo de cicatrices,
este presente sin futuro ni pasado,
este barco varado en los arrecifes.
Esta verdad que no sabe que se equivoca,
este orgullo postrándose de hinojos,
este no dejar de buscar en cada copa,
la miel de tu boca y el fuego de tus ojos.
Este aprender siempre con desengaños,
este almanaque de vidas fugaces,
este no saber querer sin hacerse daño,
estos extraños en un baile de disfraces.
Este caminar tras el horizonte,
esta soledad sin compañía,
este cementerio de tumbas sin nombre
al que acuden los hombres a enterrar su alegría.
Este laberinto sin escapatoria,
esta historia de amor miserable,
esta cicatriz en la raíz de la memoria,
esta victoria tan inalcanzable.
Esta caravana de lágrimas que huyen,
este negro juramento de ceniza,
este terror en la sangre que destruye,
este amor que engulle cual arenas movedizas.
Este incendio que nos consume,
esta nostalgia del olor de tu perfume,