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En esta dirección, nos encontramos con que el saber en la abadía se encuentra vedado y es
posible que Guillermo y Adso se hallen interesados en saber lo que sucede en la abadía. Otra
razón de su deseo por conocer aquel lugar prohibido es porque quizás encuentran que «…En
toda extrañeza y en toda incongruencia se produce un encanto, y sólo los encantos dan
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placer» (Hernández, p.19). Si bien la entrada al laberinto fue un intento fallido este les
provocó más preguntas que respuestas en su camino.
1. Tipos de curiosidad
Ahora iniciaremos el desarrollo del texto explicando los tipos de curiosidad. Por un lado, el
relato bíblico nos cuenta la manera en que Adán y Eva desobedecen a Dios comiendo del
fruto prohibido, acto que posteriormente representaría el pecado. Es destacable la actitud tan
astuta por parte de la serpiente cuando les muestra la tentación, pues les dice: «Dios sabe
muy bien que cuando ustedes coman del fruto de ese árbol podrán saber lo que es bueno y lo
que es malo, y que entonces serán como Dios» (Génesis, 3:4). Por una parte, es evidente que
Eva se dejó seducir por las palabras de la serpiente, pero aún más por la posibilidad de llegar
a poseer un entendimiento sobre lo bueno y lo malo. Es claro que cuando la serpiente le dijo
que podía ser como Dios, Eva sintió curiosidad y deseó alcanzar aquella sabiduría. Sin saber
que «la única sabiduría veraz es aquella que viene de lo alto, es ante todo, pura, y además
pacifica, amable, benigna, llena de compasión y buenos frutos, ecuánime y genuina»
(Santiago 3:17). Es decir, solamente Dios puede contener aquella sabiduría genuina y fue
una pretensión de Eva llena de soberbia llegar pensar que podían ser como Dios. En este
sentido, podemos entender la curiosidad desde la visión que conduce a una satisfacción
personal o si quiere privada y por la cual se incurre en el pecado.
Por el otro, San Agustín en sus Confesiones nos ofrece una visión distinta de curiosidad, pues
específicamente en la primera confesión nos cuenta:
Grandes eres, Señor, y muy digno de alabanza; grande tu poder, y tu sabiduría no tiene
medida. Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación; precisamente el
hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el
testimonio de que resistes a los soberbios. Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña parte
de tu creación. Tú mismo le estimulas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos
has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti (Agustín, p.1).
En principio, Dios se encuentra en un lugar sin comparación al del hombre. Del hombre se
resalta su mortalidad y su pecado original; de Dios sus cualidades infinitas como el ser eterno
y su sabiduría. Así mismo, Dios es el único capaz de dotarnos de conocimiento y por lo tanto,
el hombre al mayor conocimiento que puede aspirar a aquel conocimiento divino, es decir,
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al de Dios. En esta instancia, el saber nos conduce a una relación divina dado que la
curiosidad que conlleva hacia Dios se entiende como un deleite y más no, como un pecado.
Esta lectura de Agustín nos orienta a una visión que apunta hacia la existencia de una
curiosidad en la que su satisfacción solo se logra en Dios, pues este es el único que puede
hacer que nuestro corazón inquieto pueda descansar en su conocimiento.
Reflexión de Adso
Hacía ya unas pocas horas que había desaparecido Berengario y el ambiente en el Scriptorium
continuaba con tranquilidad, lo cual sorprendía a Adso, pues este esperaba una reacción
distinta por parte de los monjes. Sin embargo, comprendió la grandeza de su orden y se
mostró admirado por su fortaleza y dedicación. La presencia de Adso en el Scriptorium no
era fortuita, pues éste se encontraba allí porque quería indagar más sobre los sucesos
acontecidos y demás entender qué secretos podía contener aquella biblioteca. Fue inevitable
para Adso no empezar a cuestionarse, -mientras observaba a los monjes- las posibles causas
de las desgracias que habían caído bajo la abadía. Tanto así que se dijo a sí mismo, «la
biblioteca está rodeada de un halo de silencio y oscuridad: es una reserva de saber, pero sólo
puede preservar ese saber impidiendo que llegue a cualquiera, incluidos los propios monjes»
(Eco, p.149) Si bien, por un lado la biblioteca era un lugar sagrado porque contenía una gran
cantidad de conocimiento, también era un espacio que paradójicamente permitía mantener
al límite a los mojes del conocimiento pero, a su vez era un espacio que estimulaba la
curiosidad de algunos monjes, pues era una barrera que les impedía tener acceso a cuantas
cosas deseasen saber.
Mientras Adso finge observar el catalogo, en su reflexión consigo mismo reconoce tener
miedo de sus propios pensamientos, pues estos de alguna manera sólo lo conducen a más
cuestionamientos. Podemos ver que, el tipo de curiosidad que Adso está sintiendo, y en
alguna medida enfrentando y por el cual siente temor, es por la curiosidad personal. Bien
sabe Adso que ésta no es la que conduce a Dios. Por el contrario, trata de aquella que lo
conduce a satisfacer un saber por plena excitación. Sin embargo, explícitamente cierta parte
de Adso sabe que del único saber que puede enorgullecerse es del saber divino, más no de
aquel que conduce una satisfacción personal.
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Conversación entre Adso y Salvatore
A lo largo de la obra hemos podido fijarnos en cómo Adso a partir de sus experiencias con
Guillermo ha adoptado una actitud menos ingenua y más sagaz. Quizás, por ello se atreve a
entablar una conversación con Salvatore sin la compañía de Guillermo. Esta vez, aquel
diálogo no tiene que ver con un oficio de la abadía, sino de la vida privada de Salvatore fuera
de esta. Recordemos la descripción que nos brinda Adso sobre este personaje: «cabeza
rapada, cejas densas y enmarañadas, ojos de pupilas inquietas, su boca rodeada de cicatrices
y dientes negros como los de un perro» (Eco, p.37). No era para menos que con esta
descripción este personaje no fuese alguien enigmático y llamase la atención.
A medida que Salvatore narraba su historia de cómo llegó a la abadía, Adso sólo interrumpía
su relato para hacerle preguntas, el demás tiempo solo se disponía a escucharle y analizarle.
De algún modo, Adso se encontraba tan interesado en escucharle porque este le mostraba un
mundo que él no había podido conocer. Sin duda, la vida en la abadía no era la única
existente, también fuera de ella sucedían cosas. Según el análisis de Adso, Salvatore era
alguien simple, pues procedía de una tierra que durante siglos había sido castigada por la
miseria y la prepotencia de los hombres feudales. Así mismo, Salvatore cuenta como antes
de llegar a la abadía había viajado como forastero por muchos países, lo cual le hizo encontrar
una explicación a Adso sobre su extraño lenguaje.
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Esta palabra ha sido motivo de inquietud para Guillermo
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terminar el rato Salvatore narra cómo termino siendo el asistente de Remigio y con ello su
llegada a la abadía.
Instantes después que Salvatore acabara su relato, Adso continúa su reflexión con base a lo
que le había contado este. Pareciera como si fuese espontaneo en Adso dudar y generarse
interrogantes. Pero, había algo más allá, y era su deseo insaciable de saber. Este momento
que vive Adso lo podemos ilustrar con una historia de ficción, a saber, el cuento Micromegas
de Voltaire. En este cuento se narran las travesías de Micromegas. Una de ellas fue su
conversación con un habitante de Saturno sobre sus diferencias. En este encuentro el
Saturnino le manifiesta su insatisfacción por tener solamente setenta y dos sentidos, los
cuales aún le eran insuficientes. A lo que le responde Micromegas que su especie tiene a
cerca de mil sentidos y que aun así no les cabe duda que pueden existir seres más perfectos.
Este pequeño suceso del cuento nos muestra cómo a pesar de tener una razonable cantidad
de sentidos, aun se puede sentir inconforme por los que se poseen. Así le sucede a Adso, sin
bastarle la historia de Salvatore, este desea saber sobre el Fray Dulcino. Adso decide
preguntarle sobre este personaje. Sin embargo, con su mirada parecía comunicarle su
respuesta. La primera vez que Adso se encontró con Salvatore, este describió su mirada
como «…La mirada no sé si inocente o maligna, o quizás alternando por momentos entre
inocencia y malignidad» (Eco, p.37). Gracias a esta primera impresión, Adso de alguna
manera sabía interpretar su mirada y al instante dedujo que a este no le era de su agrado
hablar sobre el tema.
Así es como para el tercer día en Sexta, Adso se encontraba envuelto por la curiosidad, pues
como él mismo lo manifiesta «A aquellas alturas yo me moría de curiosidad» (Eco, p.156).
Sin duda, debía encontrar a Ubertino para que le diera alguna razón sobre aquel personaje.
Adso necesitaba satisfacer su deseo de saber, el cual había sido impulsado por su curiosidad
constante. Era evidente que si este deseo era tan profundo en Adso, es porque de alguna
manera intuía que lo podía orientar hacia un conocimiento guiado por la experiencia.
Conclusiones
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puede hacer nada útil, pues había que esperar los acontecimientos» (Eco, p.146). En este
sentido, Adso en el trascurrir de su estadía en la abadía ha podido construir un saber de lo
empírico lo cual le ha permitido comprender el mundo de manera más amplia. Además
podemos encontrar como una reflexión, o un cuestionamiento no siempre se dan desde la
erudición, sino que puede darse desde la experiencia. Pero, paradójicamente lo conlleva a
pensar que aquel conocimiento lo está conduciendo a un deseo de saber. Sin dejar de tener
presente en su mente que del único saber que puede sentirse satisfecho es del saber divino
Bibliografía
Eco, Humberto. (1980). «El nombre de la rosa». Traducción: Ricardo Pochtar. Lumen:
Barcelona.
Relato bíblico,
Hipona, Agustín
Voltaire,
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Según Blumenberg en su texto La legitimación del saber en la edad media en el apartado «El
proceso de la curiosidad teórica»
Curiosidad
Como orientar esos dos aspectos en otros sub aspectos. Por ejemplo: trabajr la curiosidad
como un estimulo del saber. Sin embargo, el saber alí está veeddo. Entonces hasta que punto
la curiosidad termina siendo un pecado (Bloomenberg, relato bíblico) Desde lo que trabaja
Voltier: A pesar de que el deseo de saber es tan amplio y aun asi no es satisfecho el deseo de
saber. Encontramos un dseo infito de satisfacer el saber. Ejemplo: El cintifico quiere sabr un
poco mas e ivestiga e ivestiga E incluso, puede ser mal visto . Una visión del asunto: hasta
que punto la curiosidad puede resultar buena. Por una parte es la insta al conocimiento. Pero,
por otra, si el deseo del hombre es un deseo insasiable del saber: Agustin: Vision religiosa:Por
más que queramos saber el ultimo saber es el divino y por tano nos conduce a dios
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La curiosidad nos índice al conocimiento:
Bibliografía
-Voltaire: Micromegas: visión del deseo del saber simpre sentir deseo de saber por l
insatisfacción, siempre esta presente el deseo del saber
-Confesiones: (nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti ( (1,1,) El saber
nos coduce a una relación divina.: la curiosidad conlleva a Dios oriento el saber a lo
divino.
Desde una visión en la que se encuentra que el deseo por conocer u adquirir conocimiento es
un deseo malsano
A Medida que van aconteciendo los sucesos en la abadía la curiosidad aumenta en Adso,
los monjes de la abadía se han visto seducidos por el conocimiento . El segundo nos remite,
¿Acaso, las desgracias que han venido sucediendo en la abadía es a causa del conocimiento?