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El Pastor Reformado

Mostrando
Mostrando la n
naturaleza
aturaleza del trabajo pastoral

por

Richard Bax
Baxter,
ter,
Traducción
Traducción por Manuel
Manuel Bento F
Falcón
alcón

Publi cado por Manuel Bento F


Publicado Falcón
alcón
Copyright
Copyr ight 2020 Manuel Bento FFalcón
alcón

****

****
Que Dios bendiga
bendi ga a todos los pastores que con su esfuerzo y
dedicación alimentan
ali mentan tantas
tant as almas.
almas. El alcance de su obra,
solo puede ser visto por el príncipe de los pastores (1 Pedro
5:4)
****

Tabla de contenidos
Dedicatoria
Nota introductoria
Capítulo
Capítu lo 1: Mirando por nosotros
nosotros mismos

Sección 1: La naturaleza de esta supervisión


supervisión
Sección 2: Los motivos de esta supervisión
Capítulo
Capítu lo 2: La supervisión
supervisión del rebaño
Sección 1: La naturaleza de esta supervisión
supervisión
Sección 2:
2 : La forma de
d e esta supervisión
supervisión
Sección 3: Motiv
Motivosos para la supervisión
supervisión del
d el rebaño
Capítulo 3: Aplicac
Apli cación
ión
Sección
Secció n 1: El uso de la humillación
humi llación
Sección 2: El deber de enseñar el catecismo e instruir
personalment
perso nalmente e al rebaño recomendado
recomendado particularmente
particul armente
Parte I: Motivos para este deber
Parte II: Objeciones
O bjeciones a este deber

Parte III: Directrices para este deber


Breve
Breve biografía del autor

Dedicatoria
A mis muy queridos hermanos, los ministros de Cristo en
Bretaña e Irlanda, gracia y paz en Jesucristo les sean
multiplicadas.
REVERENDOS HERMANOS
El asunto de este tratado nos concierne a nosotros y a las
iglesias encomendadas a nuestro cuidado de forma tan
cercana, que esto me infunde valor para encargarme de ello
a pesar de las imperfecciones que pueda cometer
com eter al hacerlo,
y de ser consciente de mi gran indignidad para ser su
monitor.
Antes de entrar a mi labor principal, daré los motivos para
realizar este trabajo y la libertad de expresión que he
empleado en el mismo, que puede no ser del agrado de
algunos. Una vez que el Señor hubo levantado a sus
ministros
min istros en el condado de Worcester
Worcestershire
shire y algunos lu
lugares
gares
próximos a un sentir de su deber en la obra de impartir
instrucción privada y catequesis a sus parroquianos
(siempre que estos no rechazaran su ayuda
obstinadamente), y después de haber suscrito un acuerdo
que contenía las resoluciones para el futuro desempeño de
esta labor, juzgaron que no era conveniente comenzar con
ella sin antes humillar solemnemente sus almas ante el
Señor por el largo tiempo en que habían descuidado un
deber tan necesario, y, por tanto, estuvieron de acuerdo en
reunirse en Worcester en Diciembre de 1655, y unirse en
humillación y fervorosa oración a Dios para que su
negligencia fuese perdonada, solicitando una ayuda y éxito
especiales entre las personas que se habían propuesto a
instruir. En ese tiempo, entre otros, desearon que yo
predicase, y, cumpliendo con sus deseos, preparé el
siguiente
siguient e discurso, e
ell cual, aun
aunque
que probó ser más largo de lo
que podría
intención de impartirse
comenzar enenaquella
uno ofecha,
dos sermones,
y hablar detenía la
aquello
que fuese más pertinente para la ocasión, reservando el
resto para otro tiempo. Sin embargo, antes de la reunión,
debido
debid o al auge de mi enfermedad y moles
molestias
tias ordinarias, me
vi incapacitado para acudir allí. Así pues, para recompensar
esta falta involuntaria, cedí a las peticiones de varios de los
hermanos para publicar las cosas que había preparado, de
forma que pudiesen
pud iesen leer aquello que nno
o pudi
pudiero
eronn oír
oír..
Si se eleva
eleva la objeción d
dee que no debería
d ebería haber hablado con
tanta aspereza y claridad contra los pecados del ministerio,
o que no debería haberlo publicado a la vista del mundo, o,
cuanto menos, que debería haberlo hecho de otra forma, y
no en los oídos de la gente vulgar, especialmente en un
tiempo en el que los cuáqueros y los papistas se están
esforzando para que el ministerio sea despreciado y el
pueblo
sugieren,está demasiado
confieso inclinado
que pensé en quea esta
escuchar lo sería
objeción que
digna
dig na de consideración. Pe
Pero
ro no prev
prevaleció
aleció hasta el pu
punto
nto de
alterar mi resolución, y esto se debe, entre otras, a las
siguientes
siguient es razones
razones::
1. La propuesta era a realizar una humillación solemne,
y estuvimos de acuerdo en ello. Este escrito fue
preparado con esa intención. Así pues ¿Cómo
habríamos de humillarnos sin hacer una clara
confesión de nuestro
nu estro peca
pecado?
do?
2. Principalmente, la confesión se ocupaba de nuestros
propios pecados; ¿Cómo podría ofendernos el confesar
nuestros propios pecados y aceptar la culpa y
vergüenza sobre nosotros mismos, si nuestras
conciencias mismas nos habían informado que era eso
lo que debíamos
debí amos hacer
hacer??
3. Habiendo preparado esto en la lengua inglesa, no
tuve disposición de tiempo para traducirlo al latín.

4.
en Cuando un pecado
vano tratar es abierto a tales
de esconderlo; ojos del mundo,solo
intentos es
agravarían y aumentarían nuestra vergüenza.
5. La confesión libre es una condición para la completa
remisión del pecado, y, cuando el pecado es público, la
confesión también debe serlo.
Si los ministros de Inglaterra hubieran pecado
solamente en latín, lo habría cambiado para
amonestarlos en latín, o no les habría dicho nada. Pero
si han pecado en inglés, deben escucharlo en inglés. El
pecado no perdonado nunca nos deja descansar o
prosperar, aunque seamos cuidadosos y hagamos
esfuerzos costosos por cubrirlo: nuestro pecado
acabará ciertamente encontrándonos, aunque nosotros
no lo encontremos a él. La obra de confesión tiene el
propósito
lib rementede
libremente la dar a conocer
vergüenza sobrenuestro pecado
nosotros
nosotros, y aceptar
, y si “aquel q
que
ue
confiese y abandone sus pecados tendrá misericordia”,
no es de maravillarse que “aquel que los encubre no
prosperará”. Si somos tan suaves con nosotros mismos,
y tanto aborrecemos confesar, Dios será menos suave,
y llevará a cabo nuestra confesión por nosotros. O bien
forzará nuestras conciencias a confesar, o bien sus
juicios
jui cios pro
proclamarán
clamarán nuestra ini
iniqui
quidad
dad al mund
mundo. o.
6. De los que han tomado la obra del ministerio, son
demasiados los que obstinadamente siguen en
búsqueda del provecho personal, en la negligencia, el
orgullo y otros pecados, y se ha vuelto nuestro
necesario deber amonestarlos.
Si vemos que alguien se reforma sin recibir reprensión,
gustosamente podemos desestimar la publicación de sus
faltas. Pero cuando las reprensiones mismas se muestran
ineficientes, y los sujetos se ofenden más por la reprensión
que por el pecado, y cuando preferirían que parasemos de
reprenderles antes que parar de pecar, creo que es el
momento de endurecer el remedio. Porque ¿qué más
habríamos de hacer? Abandonar a nuestros hermanos como
si fueran incurables sería crueldad si existen otros medios
que puedan
pu edan usars
usarse.
e.
No debemos aborrecerlos, pero sí reprenderlos claramente, y
no permitir que el pecado esté sobre ellos. Consentir los
vicios del ministerio es promover la ruina de la iglesia,
porque ¿existe una forma más rápida de corromper y
deshacer al pueblo que la depravación de aquellos que han
de guiarlo? ¿Y cómo podemos hacer más efectiva una
reforma sino esforzándonos por reformar a los líderes de la
Iglesia? Por mi parte, he hecho como me gustaría que
hiciesen conmigo; y esto es por la seguridad de la Iglesia y
en el tierno amor por los hermanos, a quienes me aventuro
a reprender,
disgusten, sinono para
para quelossemales
sanar vuelvan aborrecibles
que los o de
harían serlo, se
modo que ningún enemigo encuentre que esto es ocasión
de reproche entre nosotros. Pero, en especial, ya que
nuestros fieles esfuerzos son tan necesarios para la buena
marcha de la Iglesia y la salvación de las almas, no sería
amoroso con ninguna de ambas cosas el ser negligentes, o
ser cómplices silenciosos de la negligencia de otros. Si miles
de ustedes se encontrasen en un barco que tiene fugas de
agua, y aquellos que deberían echar el agua fuera o tapar
las fugas estuviesen ociosos o dormidos, o incluso ocupados
en sus propias labores para angustia de todos, ¿No les
despertarían para cumplir con su trabajo y clamarían a ellos
para que se pusieran manos a la obra como si les fuese la
vida en ello? Y si empleasen algo de aspereza e
importunidad con los perezosos, ¿Creerían ustedes que un
hombre que se enfadase y los acusase de orgullo, motivos
ocultos, falta de modales o de hablar con poca delicadeza a
un colega, está en su sano juicio? ¿O si este les dijese que lo
afrentan y disminuyen su reputación? Más bien dirían algo
como esto: “Ese trabajo ha de realizarse o todos estaremos
muertos, el barco se está hundiendo, ¿y me hablas de
reputación? ¿O es que prefieres arriesgar tu vida y la
nuestra antes de escuchar hablar de tu pereza?”. Este es
nuestro caso, hermanos. ¡La obra de Dios ha de realizarse!
No debemos guardar silencio mientras las personas se
apresuran a la perdición y la Iglesia es llevada a un mayor
peligro
pelig ro y confusión. ¡No debemos dejar de hacerlo por temor
a parecer demasiado incivilizados, de pocos modales, o a no
agradar
con sus apecados
sus almas impacientes!
como lo son conSilasfueran tan impacientes
reprensiones, no nos
escucharían hablar, ¡estaríamos de acuerdo! Sin embargo,
ni Dios ni los hombres buenos les dejarán es
estar
tar tranquil
tranquilos
os en
tales pecados. Si hubieran tomado otra vocación, y solo
pecaran para ustedes mismos y pereciesen solos, no
tendríamos tanta necesidad de molestarles como ahora
tenemos: Pero
la necesaria si entran alde
preservación oficio delnosotros,
todos ministerio,
deque es para
tal manera
que abandonarles
aband onarles sosolos
los a sus pecados suponga aband
abandonar
onar a
la Iglesia a la pérdida y al peligro, no nos culpen si les
hablamos de manera más libre de lo que les gustaría que lo
hiciéramos. Si sus cuerpos estuvieran enfermos, y
despreciasen el remedio, o si fuera su propia casa la que
estuviese en llamas, y ustedes estuvieran cantando o
discutiendo en las calles, yo podría soportarlo y dejarles
solos (y sin embargo, por caridad, no lo haría fácilmente),
sin embargo, si ustedes son los médicos de un hospital,
h ospital, o de
una ciudad que está toda ella infectada por una plaga, o son
los encargados de apagar todos los fuegos que puedan
prenderse en la ciudad, no se puede permitir su negligencia
por mucho que esto les desagrade. Tómenlo como quieran,
pero debemos decírselo; y si eso no sirve, les ha de ser dicho
de forma más clara. Aún si eso no sirve tampoco, si
finalmente son rechazados además de reprendidos, pueden
agradecérselo a ustedes mismos. Digo esto solamente a los
que son culpables.
Así pues, les he proporcionado las razones que me forzaron
a publicar en inglés llano tanto de los pecados del ministerio
como he hecho en este tratado. Y supongo que cuanto más
penitente y humilde sea cualquiera, y cuanto más desee la
verdadera
ve rdadera reforma
reforma de la Igl
Iglesia,
esia, co
con
nmmás
ás facilidad y plenitu
plenitudd
aprobará estas confesiones y reprensiones. Pero encuentro
que será imposible evitar ofender a aquellos que son al
mismo tiempo culpables e impenitentes, ya que no hay otra
forma de evitar eso que no sea nuestro silencio o su
paciencia. El silencio es imposible a causa de los
mandamientos de Dios, y la paciencia no brotará de su
culpabilidad e impenitencia. No obstante, los que hablan
claro siempre serán aprobados al final, y está cerca el
tiempo en el que ustedes confesarán que ellos fueron sus
mejores amigos. Sin embargo, mi ocupación principal aún
queda atrás. en
convertirme Ahora, hermanos,
su mentor en he de tener
lo que la osadía
respecta de
a estos
deberes necesarios de los que hablo en el discurso que
tienen entre manos. Si alguno de ustedes me acusa de
arrogancia o inmodestia por este intento, como si aquí les
hubiese acusado de negligencia o me hubiese juzgado a mí
mismo como suficiente para amonestarles, anhelo que
interpreten con amor mi audacia, asegurándoles que no
estoy obedeciendo en esto el consejo de mi carne, sino que
esto me desagrada tanto como a algunos de ustedes, y
preferiría tener el sosiego y paz del silencio si esto fuera
compatible con mi deber y el bien de la Iglesia. Es la simple
necesidad de las almas humanas, y mi deseo por su
salvación y la prosperidad de la Iglesia, lo que me fuerza a
esta arrogancia
arrogancia y falta de m modestia,
odestia, si es que ha de llllamarse
amarse
así. Porque, ¿Quién que tenga lengua puede guardar
silencio cuando
cuand o es por la honra de Dios, la prosper
prosperidad
idad d de
e su
Iglesia y la eterna felici
felicidad
dad de tan
tantas
tas almas?
El primer y principal punto que tengo que proponerles es
este: Si acaso
generalidad de losno ministros
es el incuestionable
de estas tres deber de el
naciones, la
dedicarse a la obra de discipular e instruir individualmente a
aquellos que están encomendados a su cuidado, ¿A quién
ha de persuadirse para que lo haga? No tengo necesidad de
probarlo en esta introducción, ya que lo he hecho de forma
suficiente en el discurso siguiente. ¿Pueden concebir que la
santa sabiduría contradijese esto? ¿Lo contradeciría el celo
por Dios, el deleite en su servicio o el amor por las almas
humanas?
1. Que se ha de
d e enseñar a las pers
personas
onas los principi
principios
os de
la fe, y los asuntos de mayor necesidad para la
salvación, es algo que para nosotros está más allá de
toda duda.
2. Que se les ha de enseñar de la manera más
ventajosa y edificante, es algo en lo que espero que
estemos todos de acuerdo.
3. Que la conversación, examen e instrucción personal
tienen muchas ventajas excelentes para hacerles bien,
es algo
algo qu
que
e tampoco tiene discusión.
4. Que la instrucción personal es algo que se nos
recomienda en las Escrituras, y que es practicado por
los siervos de Cristo, y aprobado por los piadosos de
todas las épocas, es, al menos por lo que he podido
hallar, algo sin contradicción.
5. Está más allá de toda duda que debemos llevar a
cabo este gran deber en todas las personas, o en tantas
como podamos, porque nuestro
nu estro amor y cuidado por sus
almas debe extenderse a todos. Si existen quinientas o
mil personas ignorantes en su parroquia o
congregación, el hablar solamente a algunos de vez en
cuando es un pobre desempeño de su deber, como lo
es dejarlos descansar en su ignorancia solos, si pueden
permiti rse el ayudarles
permitirse ayudarles..
6. No es menos cierto que un trabajo de tal magnitud
como lo es este consumirá una considerable parte de
su tiempo. Por último, es igualmente cierto que todos
los deberes han de ser atendidos en orden, tanto como
se pueda, y que por tanto deben tener sus tiempos
asignados. Y si nos ponemos de acuerdo en la práctica
conforme a estas verdades comúnmente reconocidas,
no tenemos necesidad de posponer el trabajo por
ninguna circunstancia dudosa.
Ahora, en nombre de Cristo y por el bien de su Iglesia y las
almas inmortales de los hombres, ruego a todos los fieles
ministros del Señor que se dediquen de forma efectiva a
esta obra. Combínense para realizarla de forma unánime,
para que así se procure la sumisión de su gente más
fácilmente. Debo por
este es el trabajo confesar que,
el cual, porpor
de experiencia, creo (que
la gracia de Dios que
obra a través de los medios), se debe hacer la reforma. Es la
obra que ha de expulsar nuestra común y prevalente
ignorancia, el trabajo que ha de inclinar el tozudo corazón
de los pecadores; el que debe contestar sus vanas
objeciones y eliminar sus prejuicios, el que ha de reconciliar
sus corazones con el de sus fieles ministros, y ayudar al
éxito de la predicación pública. Es el trabajo que ha de
convertir la verdadera piedad en algo más común de lo que
lo ha sido hasta ahora. Creo que nunca habíamos tomado el
mejor camino para demoler el reino de las tinieblas hasta
ahora. Me maravillo de mi mismo, de cómo me mantuve
alejado por tanto tiempo de un deber tan claro y excelente.
Pero lo que sucedió conmigo supongo que sucede también
con otros. Hace mucho que estaba convencido de ello, pero
mis reparos por las dificultades eran demasiado grandes, y
mi comprensión del deber demasiado pequeña, y así fui
durante largo tiempo impedido de llevarlo a cabo.
Imaginaba que la gente iba a despreciarlo, y que solo unos
pocos que tuviesen menos necesidad del mismo, se
someterían a ello. También pensaba que mis fuerzas no me
permitirían acabarlo, al tener tantas cargas sobre mí. De
este modo lo retrasé durante mucho tiempo, y ruego al
Señor de la misericordia que me perdone. Sin embargo, al
probarlo, encuentro que las dificultades son casi
inexistentes (salvo
(salvo so
solo
lo por lla
a ex
extraor
traordin
dinaria
aria debil
debilidad
idad de mi
cuerpo) en comparación con lo que había imaginado, y he
encontrado que los beneficios y consuelos del trabajo de
instrucción
desestimadopersonal son tantos,
ni por todas que del
las riquezas no desearía haberlo
mundo. Pasamos
los lunes y los martes, desde la mañana hasta casi la noche,
en esta obra. Tomamos unas quince o dieciséis familias por
semana, a fin de terminar con toda la parroquia (en la cual
existen más de ochocientas familias) en un año. Y todavía
no puedo decir que haya existido una familia que haya
rehusado acudir aque
pocas personas, mí, fueron
habiéndose excusado
cambiadas de solamente unas
turno. También
puedo decir
d ecir que encuentro más signsignos
os externos
externos de éx
éxito
ito con
la mayoría de los que vienen, que de toda mi predicación
pública hacia ellos. Si me dicen que no es así en la mayoría
de los lugares
lug ares,, res
responderé
ponderé que d dese
esearía
aría que la cu
culpa
lpa d
dee esto
no recayese demasiado sobre nosotros. Si, sin embargo,
algunos rechazan su ayuda, eso no les excusaría de
entregarla a aquellos que la aceptarían.
Si me preguntan de qué manera lo ordeno y lo llevo a cabo,
podría mencionar que para impartir el discipulado consulto
un listado de todas las personas de entendimiento de la
parroquia, y el ayudante
ayudante va una semana antes a cada fami familia
lia
para informarles de qué día venir y a qué hora (una familia
famili a a
las ocho, la siguiente
sigui ente a las nu
nuev
eve,
e, la próx
próxima
ima a las diez, etc.).
Me veo forzado por el número a tratar con una familia al
completo cada vez, pero normalmente no admito que esté
presente
prese nte nadi
nadiee que pertenezca a otra famili
familia.
a.
Hermanos ¿acaso les estoy invitando ahora a esta labor sin
la autoridad de Dios, sin el consentimiento de los antiguos,
de los teólogos reformados, o sin tener convicción de sus
propias conciencias? Vean lo que la Asamblea de
Westminster dice en el directorio en ocasiones, acerca de
visitar a los enfermos: “Es el deber del ministro no solo
enseñar a las personas encomendadas a su cuidado en
público, sino también en privado, y particularmente
amonestar, exhortar, reprobar y consolarles en los
momentos adecuados, siempre y cuando su tiempo,
fortaleza y seguridad personal lo permita. Han de recibir
amonestación en tiempo de salud para prepararlos para la
muerte. Y, para ese propósito, han de conversar con
frecuencia con su ministro acerca del estado de sus almas”
etc.
Vuelvan a leer esto y piensen en ello. Si desean tener paz
con Dios, presten atención a lo que Dios dice. Presten
atención a la conciencia, si quieren estar en paz con ella. He
tomado la resolución de tratar con ustedes claramente,
aunque esto pueda desagradarles. Es poco probable que un
hombre que no resuelva cumplir con un deber tan claro y
grande posea un corazón sinceramente dedicado a Dios. No
puedo concebir que nadie que tenga una chispa de gracia
salvadora, y, por tanto, el amor de Dios, y que se deleite en
hacer su voluntad, la cual está presente en todos los que
han sido santificados, pueda verse arrastrado a oponerse o

negarse acomo
tentación una obra como
aquella queesta,
sufriósalvo porque
Pedro, el negó
poderade una
Cristo.
O como en aquella ocasión en que trató de persuadirlo para
que no sufriese, y acabó escuchando una excomunión a
medias: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres
tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino
en las de los hombres” ( Mateo 16:23 ). Ustedes han
puesto la mano en el arado. Como cristianos y como
pastores, están dedicados doblemente a Él ¿Y se atreverán
después de esto a retirarse y negarse a su obra? Pueden ver
la obra de
muchas la reforma aen promoverla,
obligaciones pie, y están ¿y
comprometidos
se atreveránpor
a
descuidar los medios por los que debe llevarse a cabo?
¿Mostrarán sus rostros en una congregación cristiana como
ministros del evangelio y orarán por una reforma, por la
conversión y salvación de sus oyentes, por la prosperidad de
la iglesia, y cuando hayan terminado se negarán a emplear
los medios por los que esto debe realizarse? Sé bien que la
sabiduría carnal siempre presentará palabras y
razonamientos para contradecir la verdad y el deber que
aborrece.
aborrece. Es más fácil poner reparos a
acerca
cerca de un deber que
cump lir con él; p
cumplir pero
ero e
espere
speren
n al fin
final,
al, antes de pas
pasar
ar al juici
juicio.
o.
¿Podrán
¿Podrán entonces creer que tendrán una revisión cómoda de
esos descuidos, o podrán dar cuanta de ellos ante Dios con
tranquilidad?
Me atrevo a pronosticar, conociendo la naturaleza de la
gracia, que todos los ministros piadosos de Inglaterra
tomarán conciencia de este deber, y se dedicarán a él,
excepto aquellos que, por algún accidente extraordinario,
estén incapacitados, o los que estén bajo las tentaciones
antes mencionadas. No les persuado sin esperanza de ello,
sino que doy por hecho que se hará. Y si algún hipócrita
perezoso, celoso o malicioso tiene reparos con respecto a
esto o lo evita, el resto no lo hará, sino que tomarán la
oportunidad y no se resistirán a las advertencias del Señor.

Dios desvelará
para los hipócritas
tristeza suya, lo que esa tratarle
su tiempo,
con yligereza.
les hará ¡Ay
saber,
de
ellos cuando tengan que rendir cuentas por la sangre de las
almas! Las razones que les fueron suficientes para evitarles
el deber no serán suficientes entonces, sino que se
manifestará que estas razones fueron los efectos de su
necedad, y que procedieron de acuerdo a su corrupta
voluntad e interés carnal. Tampoco sus conciencias podrán
sostenerse en esas razones en la hora de su muerte, aunque
ahora lo hagan. Cuando revisen ese deber descuidado
sentirán, para
que para un su que
alma desgracia, que no
se marcha, tal yhay consuelo
como posible
sí lo hay para
aquellos que se han dedicado completamente al servicio del
Señor. Estoy seguro de que mis argumentos para este deber
parecerán
parecer án más fuertes al fi
final,
nal, cuando
cuand o sean vvistos
istos en la hora
de la muerte, en el día del juicio, y, especialmente, a la luz
de la eternidad.
Y ahora, hermanos, con ferv
fervor
or les ruego, en el nombre de
Dios y por el bien de las almas de sus rebaños, que no
tengan la más ligera negligencia con respecto a esta labor,
sino que la emprendan con vigor y con todas sus fuerzas, y
la conviertan en una gran y seria ocupación. Se requiere
mucho juicio para administrarla.
Por tanto, estudien de antemano cómo emprenderla, tal y
como estudian para sus sermones. Recuerdo lo serio que fui
con algunos del último parlamento para que estableciesen
catecismos en nuestras asambleas; pero en verdad no me
apena de que esto no tuviese efecto, salvo por unas pocas
de las congregaciones más grandes, ya que percibo que,
toda la vida de la obra en Dios yace en la administración
prudente y efectiva de la misma, en sondear el corazón de
los hombres y en establecer la verdad en sus conciencias, y
hasta el ministro más capaz es débil para esto, y pocos de
los de rango inferior
i nferior ser
serán
án competent
competentes
es para ello. P
Porque
orque no
temo nada más que muchos ministros, que predican bien,

serán halladospara
especialmente pocoadministrarla
cualificadosa para esta viejos,
pecadores obra,
ignorantes y de duro corazón. Y ciertamente, si la gente no
tiene reverencia por los ministros, y prefieren tomarlos a la
ligera y disputar con ellos en lugar de aprender a someterse
con humildad ¿Cuánto más lo harán con personas de rango
inferior?
Viendo pues que este trabajo nos ha sido encargado, y que
hemos de realizarlo o de lo contrario no se hará,
levantémonos y hagámoslo con todas nuestras fuerzas.
Cuando estén hablando con sus congregaciones, háganlo
con la mayor prudencia y seriedad, y sean tan serios con
ellos como lo son con la vida o la muerte. Empleen tanto
cuidado como lo hacen con sus exhortaciones públicas en el
púlpito. Vuelvo a decir que, aparte de la predicación pública,
este es para mí el trabajo de los que me he dedicado que
me produce mayor bienestar, porque en público hablo a
más personas, pero con menos provecho para cada
individuo. Y no dudo que ustedes también lo considerarán
así si emprenden esta obra
obra con fidelidad.
fidelid ad.
Mi segunda petición para los ministros en estos reinos es
que, sin más dilación, emprendan de forma unánime
aquellas partes de la disciplina de la Iglesia que son
incuestionablemente necesarias y forman parte de su
trabajo. Es un caso triste que hombres buenos descuiden
constantemente
grande. El clamor y durante
común es:tanto“Nuestra
tiempo gente
un deber tan
no está
preparada para ello, no lo soportarán”. ¿Pero acaso no es
más bien el problema que ustedes no soportarán las
dificultades y el odio que ocasionará? Si ciertamente
proclaman que nuestras iglesias son incapaces del orden y
gobierno de Cristo, ¿Qué están haciendo sino dejar la causa
a aquellos que se retiran de nosotros y animar a las
personas a buscar una mejor sociedad donde se pueda dar
esa disciplina? Porque aunque la predicación y los
sacramentos puedan omitirse en algunos casos hasta un
tiempo mejor, y de acuerdo a esto también pueda omitirse
la disciplina, es un caso complicado el estar en un descuido
constante durante tantos años como lo hemos hecho, a
menos que sea totalmente imposibl
i mposiblee realizar el trabajo. Y, si
fuese así por la incapacidad de nuestros recursos, esto nos
llamaría claramente a alterar nuestra constitución para
lograr que el trabajo fuera realizable. Acerca de esto he
hablado claramente después, y espero que lo consideren
concienzudamente. Por ahora solo les ruego, si han de
rendir cuentas con seguridad al príncipe de los Pastores, y
no quieren ser hallados infieles a la casa de Dios, que no
retrasen el establecer la disciplina por voluntad propia o por
negligencia, como si fuese algo innecesario, ni se rehúsen a
ello por el problema que pueda producir a la carne el
hacerlo; porque así como esto sería un triste síntoma de
hipocresía, también los deberes más costosos son
normalmente los que más bienestar producen, y pueden
estar seguros de que Cristo sustentará ese costo.
Mi última petición es que todos los fieles ministros de Cristo,
sin más demora, se unan y asocien para ayudarse los unos a
los otros a avanzar en la obra del Señor, y en el mantener la
unidad y concordia en sus iglesias. Que no descuiden sus
reuniones fraternales para cumplir con este fin, ni las
malgasten
edificación y sinla provecho,
realizaciónsino que de
efectiva las lamejoren para esa
obra. Lean su
excelente carga de Edmund Grindal, arzobispo de
Canterbury, a la reina Elizebeth, acerca de las reuniones y
ejercicios ministeriales. La encontrarán en la Historia de la
Iglesia de Ingl
Inglaterr
aterraa de Ful
Fuller
ler..
Hermanos, les ruego su perdón por los errores de esta
apelación, y, deseando fervientemente el éxito de sus
labores,, rogaré diariamente a Dios para qu
labores que e les persuada de

estos deberes
preserve que aquí
y prospere en les hecontra
ellos recomendado, y para
la serpentina que losy
sutileza
rabia que en estos días se dedica a oponérseles y
obstaculizarles.

15 de Abril 1656

Su indigno consiervo

RICHARD BAXTER

********
Nota introductoria

Hechos 20:28 : “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño


en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para
apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia
sangre”

Aunque algunos piensan que esta exhortación de Pablo a los


ancianos prueba que él los gobernaba, nosotros que
estamos en este día hablándoles de parte del Señor
esperamos que podemos hacer lo mismo, sin celo alguno de
tal conclusión.
oficiales Aunque
asignados enseñamos
sobre a nuestro
ellos en rebaño
el Señor, como
podemos
enseñarnos unos a otros como hermanos en el oficio así
como en la fe. Si el pueblo a nuestro cargo ha de
“enseñarse, amonestarse y exhortarse unos a otros cada
día” ( Hebreos 3:13 ), no hay duda de que sus maestros
pueden hacerlo los unos con los otros, sin ninguna
supereminencia de poder o graduación. Tenemos los
mismos pecados que mortificar, y las mismas gracias que
avivar y fortalecer que tiene nuestro pueblo: tenemos
mayores obras que hacer que ellos, y mayores dificultades
que superar, y, por tanto, tenemos necesidad de ser
advertidos y avivados, si no de ser instruidos, tanto como
ellos. Así pues creo que las reuniones conjuntas
conjun tas deberían ser
más frecuentes, aún si no tuviésemos otra cosa que hacer
aparte de esto. Y deberíamos tratar tan clara y
cercanamente unos con otros, como lo hace el más serio de
entre nosotros con nuestros rebaños, y si solo tuviese
amonestaciones y reproches ásperos, deberían ser sanos y
vivos en la fe. No necesito otra cosa que esta emocionante
exhortación, que derrite el corazón, hecha a los ancianos
efesios, para probar que este era el juicio de Pablo. Es un
sermón corto, ¡pero no es rápido de aprender! Si los obispos
y maestros de la iglesia aprendiesen simplemente de
manera plena esta corta exhortación, aunque descuidaran
los muchos libros que han consumido su tiempo y que les
han ayudado
felicidad a obtener
hubiera un esto
supuesto mayor aplauso
para del mundo,
la Iglesia ¡qué
y para ellos
mismos! Al discutir más profundamente este texto,
propongo buscar el siguiente método:
- Primero , considerar qué es “Mirar por nosotros”.
- Segundo , mostrar por qué hemos de mirar por
nosotros.
- Tercero , preguntarnos qué es mirar por todo el
rebaño.
- Cuarto , ilustrar la forma en que hemos de mirar por
todo el rebaño.
- Quinto , proponer algunos
algun os motivos por los que h
hemos
emos
de mirar
mi rar por todo el rebaño.
- Finalmente , hacer algu
alguna
na aplicación dde
e todo es
esto.
to.

********

CAPÍTULO 1: MIRANDO POR


NOSOTROS MISMOS

Sección
Secc ión 1 – La naturaleza de esta supervisión
Consideremos en qué consiste mirar por n
noso
osotros
tros mismos.
1. Miren que la obra de la gracia sasalvadora
lvadora hahaya
ya sido
llevada plenamente a sus prop
propias
ias almas.
Miren por ustedes mismos, no vaya a ser que no tengan la
gracia salvadora
extraños deefectiva
a la obra Dios que
deofrecen a los demás,
ese evangelio y sean
que predican.
No sea que, mientras proclaman al mundo la necesidad de
un Salvador, sus propios corazones la descuiden y se
pierdan del interés en Él y sus salvíficos beneficios. Miren
por ustedes, no vaya a ser que perezcan mientras llaman a
otros a cuidarse de perecer, y no sea que mueran hambre
mientras preparan alimento para ellos. Aunque existe una
promesa de resplandecer como el firmamento para aquellos
que enseñan justicia a la multitud ( Daniel 12:3 ), esta
supone
de forma quesimple,
primerosuse han enseñado
propia ellos.en
sinceridad Considerándolo
la fe es la
condición para su gloria, aunque sus grandes labores
ministeriales puedan ser una condición para la promesa de
una gloria mayor. Muchos han advertido a otros para evitar
que vayan al lugar de tormento mientras ellos mismos se
apresuraban hacia él. Muchos predicadores están ahora en
el infierno,
in fierno, habiend
habiendoo llamado
llam ado cientos de veces a ssus
us oye
oyentes
ntes
a tener el mayor cuidado y diligencia para escapar del
mismo.
¿Puede alguien razonable imaginar que Dios debería salvar
a las personas por ofrecer la salvación a otros mientras la
rechazan ellos mismos, y por decirle a otros esas verdades
que ellos mismos descuidan y abusan? Muchos sastres que
van en harapos elaboran ropas costosas para otros, y
muchos cocineros apenas se lamen sus dedos cuando han
cocinado los platos más caros para otras personas. Créanlo
hermanos, Dios nunca salvó a nadie por ser un predicador,
ni porque ser un predicador capaz, sino porque era una
persona justificada y santificada, y, consecuentemente, fiel
en la obra de su Maestro. Miren por tanto por ustedes
primeramente, de que sean aquello que persuaden a sus
oyentes a ser, y crean aquello que persuaden a sus oyentes
a creer. Tengan en el corazón a ese Salvador que ofrecen.
Aquel que les ordenó amar a su prójimo como a ustedes
mismos suponía que ustedes mismos se amarían, y que no
se aborrecerían y destruirían a ustedes mismos y a su
prójimo.
Es algo temible ser un creyente nominal sin estar
santificado, pero es más terrible ser un predicador no
santificado. ¿No les hace temblar cuando abren la Biblia el
hecho de que puedan estar leyendo la sentencia de su
propia condenación? Cuando escriben sus sermones, ¡Poco
se imaginan que están escribiendo acusaciones contra sus
propias
pecado, almas! ¡Que cuando
están agravando losestán
suyosargumentando
propios! ¡Quecontra
cuandoel
proclaman a sus oyentes las inescrutabl
inescrutables
es riquezas de Cristo
y su gracia, están publicando su propia iniquidad al
rechazarlas y su infelicidad al estar destituidos de ellas!
¿Qué pueden hacer al persuadir a las personas hacia Cristo,
al sacarlas del mundo, al instarlas a una vida de fe y
santidad si sus conciencias, de estar despiertas, les dirían
que todo esto que dicen es para su propia confusión? Si
hablan del infierno, están hablando de su propia herencia. Si
describen
desgracia, el
ya gozo deltienen
que no cielo, derecho
están describiendo su propia
a “la herencia de los
santos en luz” ( Colosenses 1:12 ). En su mayor parte,
pueden hablar de el
ello,
lo, pero será
será contra sus propias almas.
¡Oh, miserable vida la de un hombre que estudia y predica
contra sí mismo, y pasa sus
sus días de camino
cami no a la condenación
cond enación
propia! Un predicador sin experiencia y gracia es una de las
criaturas más infelices sobre la faz de la tierra, y aun así,
muchas veces es insensible a su infelicidad, porque ha
tenido tantas cuentas que parecen el oro de la gracia
salvadora, y tantas piedras preciosas espléndidas que
recuerdan a las joyas cristianas, que rara vez se ve
atribulado por pensamientos de su propia pobreza, sino que
piensa “soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa
tengo neces
n ecesidad”,
idad”, cuand
cuando,
o, en realidad es “un desv
desventurado,
enturado,
miserable, pobre, ciego y desnudo” ( Apocalipsis 3:17 ).
Está familiarizado con las sagradas Escrituras, se ha
ejercitado en los deberes santos, no vive en un pecado
desgraciado y abierto, sino que sirve en el altar de Dios.
Reprende las faltas de otras personas, y predica santidad
tanto de vida como de corazón, ¿Qué puede esta persona
elegir, sino ser santo? ¡Oh qué miseria tan grande es esta,
perecer en medio de muchos!, ¡Pasar hambre mientras
tienes el pan de vida en tus manos, mientras lo ofreces a
otros y les instas a tomarlo! ¡Qué miseria que esas
ordenanzas de Dios sean causa de nuestro engaño, cuando
han sido instituidas para ser los medios de nuestra
convicción y salvación! ¡Y todo ello mientras sostenemos el
espejo del evangelio para otros, para mostrarles el rostro y
aspecto de sus almas, mient
mientras
ras miramos la par parte
te de atrás,
atrás,
donde no vemos
vemos nada, o bien lo apartamos
apartamos para que no de
una mala imagen
i magen de nosotros mismos! Si u una
na perso
personana así de
miserable quiere tomar mi consejo, debería ponerse en pie,
y llamar a cuentas su corazón y su vida, haciendo recaer por
un tiempo la predicación sobre sí mismo, antes de seguir
predicando a otros. Que considere si
si la
l a comida en la
l a boca, la
que no ha entrado en el estómago, puede nutrir; que
considere si aquel que “nombra el nombre
nomb re de Cristo no debe
apartarse de la iniquidad” ( 2 Timoteo 2:19 ), que
considere si Dios escuchará sus oraciones si “en su corazón
mira a la iniquidad” ( Salmos 66:18 ), si servirá en el día de
rendir cuentas el decir: “Señor, Señor, en tu nombre
profetizamos”, cuando escuche aquellas terribles palabras
“Apartaos de mí, no os conozco” ( Mateo 7:22-23) , y que
considere qué consuelo sería para Judas, cuando se hubo ido id o
a su lugar, recordar que había predicado con los otros
apóstoles, o que se había sentado con Cristo y lo había
llamado “amigo”
“amigo”..
Cuando pensamientos como estos entren en sus almas, y
hayan obrado sobre sus conciencias, les aconsejaría
acercarse a su congregación y predicar el sermón de Origen
acerca de Salmos 50:16-17. “Pero al malo dijo Dios: ¿Qué
tienes tú que hablar de mis leyes, Y que tomar mi pacto en
tu boca? Pues tú aborreces la cor corrección
rección,, Y echas a tu
espalda mis palabras”. Y una vez hayan leído este texto,
sentarse, exponerlo y aplicarlo a sí mismos con lágrimas,
para después realizar una confesión libre y completa de su
pecado, y lamentar su caso ante toda la asamblea,
deseando sus oraciones a Dios solicitando su gracia
renovadora y de perdón, de manera que, de ahí en adelante
puedan
de lo quepredicar
p redicar
habl an,aelogiando
hablan, un Sal
Salvvador
las que conocen,
riquezas y ssentir
entir aquel
del evangelio aquello
desdelo
su propia ex
experiencia.
periencia.
Una calamidad y peligro común en la Iglesia es tener
pastores no regenerados y no experimentados; tener
muchos hombres que terminan siendo predicadores antes
que Cristianos, que están santificados por la dedicación al
altar como sacerdotes de Dios antes de ser santificados por
una dedicación
dedi cación del corazón como discípu
discípulos
los de Cristo, y que,
por tanto, adoran a un Dios desconocido, predican un Cristo
desconocido, y oran por medio de un Espíritu desconocido,
motivando a un estado de santidad y comunión con Dios , y
a una gloria y felicidad que les son desconocidas, y
probablemente lo seguirán siendo por siempre para ellos.
Aquel que no tiene al Cristo y la gracia que predica,
probablemente será un predicador sin corazón. ¡Oh si todos
los estudiantes en nuestras univers
universidades
idades consideraran bi bien
en
esto! ¡Qué mala ocupación es para ellos pasar su tiempo
adquiriendo
adqui riendo un poco de conocimient
conocimiento o de las obras de Dios, y
de algunos
algun os de es
esos
os nombres que las divididas lenguas de las
naciones les han impuesto, y no conocer a Dios mismo ni
exaltarle en sus corazones, ni estar familiarizados con esa
obra de renovación que debería hacerlos felices! Lo único
que hacen es andar en un sueño vano, y pasar sus vidas
soñando mientras ocupan su intelecto y lengua en una
abundancia de nombres e ideas, siendo extraños a Dios y la
vida de los santos. Si alguna vez Dios los despierta con su
gracia salvadora, tendrán meditaciones y ocupaciones más
serias que sus estudios y disputas no santificados, y
confesarán que no hacían otra cosa sino soñar. Construyen
un mundo de ocupaciones de la nada, mientras continúan
siendo extraños por voluntad propia al Ser primitivo,
independiente y necesario que lo es todo en todos. Nada se
puede conocer adecuadamente si no se conoce a Dios, ni
ningún estudio está bien llevado, ni tiene un gran propósito,
si no se estudia a Dios. Sabemos poco de las criaturas hasta
que las conocemos en la relación con el Creador: las letras
por sí solas, y las sílabas sin una composición, no dejan de
ser un sinsentido.
sinsentid o. El q
que
ue pasa por alto a aqu
aquel
el qu
quee es el ““Alfa
Alfa
y el Omega, el principio y el fin” y no ve en todo a aquel que
lo es todo en todos, no ve nada en absoluto. Todas las
criaturas, como tales, son sílabas rotas: no significan nada
separadas de Dios. Si de verdad se separaran de Él, dejarían
de existir y su separación equivaldría a su aniquilación.
Además, cuando nos separa
separamos
mos de ÉÉll en nu
nuestra
estrass fantasías,
no nos aprovechan nada. Una cosa es conocer las criaturas
como Aristóteles, y otra conocerlas como cristiano. Nadie
sino un cristiano es capaz de leer una línea de su física y
entenderla correctamente. Es una materia de estudio
excelente, y de mayor uso del que muchos pueden
comprender, pero lo quequ e Aristóteles puede enseñarnos no es
sino su parte más pequeña.
El hombre fue creado perfecto, y fue colocado en un mundo
perfecto en el que todas las cosas estaban en perfecto
orden, toda la creación era como el libro del ser humano, en
el que podía leer la naturaleza y voluntad de su gran
Creador. Todas las criaturas tenían el nombre de Dios
grabado de forma tan legible, que el hombre podía leerlo.
No podía abrir sus ojos sin ver alguna imagen de Dios, pero
en ningún lugar podía verla tan completa y con tanta vida
como en sí mismo. Por tanto, su trabajo era estudiar todo el
libro de la naturaleza, pero sobre todo, estudiarse a sí
mismo. Si el hombre hubiera seguido en este camino, habría
aumentado su conocimiento de Dios y de sí mismo, pero
cuando quiso conocer y amar a las criaturas y a sí mismo
siguiendo un camino separado de Dios, se perdió el
conocimiento tanto de las criaturas como del Creador, al
menos en aquello que podría ser de bendición y era digno
de ser llamado conocimiento; y, en lugar de ello, obtuvo el
infeliz conocimiento que deseaba, las ideas vacías y un
conocimiento
conocimient o fantasioso de las criaturas y de sí m
mismo,
ismo, y as
asíí
se separó. De esta manera, aquel que solía vivir para el
Creador y por Él, ahora vive para sí mismo y otras criaturas.
Por eso, “todo hombre en su mejor estado” (los ilustrados así
como los iletrados) es completamente vanidad. Ciertamente
todo hombre camina haciendo vana ostentación y pierde la
calma en vano. Y ha de observarse bien que, así como Dios
no apartó la relación como Creador al conve
convertirse
rtirse en nuestro
Redentor, sino que la obra de redención, en cierto modo,
está subordinada a la de creación, y la ley del Redentor a la
del Creador, del mismo modo nuestras obligaciones con
Dios como Creador no han cesado, sino que las que
debemos al Redentor, como tales, están subordinadas a las
primeras. La obra de Cristo es llevarnos de vuelta a Dios,
restaurándonos a la perfección de la santidad y la
obediencia, y, así como Él es el camino al Padre, también la
fe en Él es la manera en que volvemos a nuestro anterior
empleo y disfrute de Dios. Espero que puedan percibir lo
que intento expresar con esto: que ver a Dios en sus
criaturas, amarle y conversar con Él era la ocupación del ser
humano
dejar de en
ser su estadoocupación
nuestra no caído;ahora,
y quesino
estoque
está
la lejos
obra de
de
Cristo es llevarnos, por fe, de vuelta a esto. Por tanto, las
personas más santas son las mejores estudiantes de las
obras de Dios, y nadie sino alguien santo puede estudiarlas
y conocerlas como es debe. “Grandes son las obras del
Señor, Buscadas de todos los que las quieren” ( Salmos
111:2 ), pero no por ellas mismas, sino por Aquel que las
hizo. Los estudios de física y otras ciencias no valen nada si
no es a Dios a quien buscamos detrás de ellos. Ver, admirar,
reverenciar y adorar, amar y deleitarse en Dios tal y como se
muestra en sus obras, esa es la única y verdadera filosofía, y
lo contrario a esto es simple necedad, tal y como Dios
mismo lo llama una y otra vez. Esto es lo que santifica sus
estudios, el que estén dedicados a Dios, que Él sea el fin, el
objeto, y la vida en todos ellos.

Dicho seadedealguien
censura paso, me
tan aventuro a decirles
inadecuado (y perdonen
para hacerla, aunqueesta
la
necesidad del caso la ordena), que, en las academias
cristianas, es un enorme error con peligrosas consecuencias
el estudiar a la criatura antes que al Redentor, y el que los
estudiantes se apliquen a la física, metafísica y la
matemática antes de dedicarse a la teología, ya que no
existe persona que, sin entender lo vital de la teología, sea
capaz de llegar a algo más que ser un necio en filosofía. La
teología debe establecer el cimiento,
cimi ento, y abrir el camin
caminoo de los
demás estudios.
criaturas Si se ha buscar
(y no debemos de buscar a Dios al estudiar
un conocimiento las
de estas
apartado de Dios), entonces los tutores deben leer para sus
alumnos a Dios en todas las cosas, y la divinidad debe ser el
comienzo, el medio, el fin, y la vida de todos sus estudios.
Nuestra física y metafísica ha de resumirse en la teología, y
la naturaleza ha de ser leída como uno de los libros de Dios,
escrito por Él a propósito para revelarse a nosotros. Las
Sagradas Escrituras son el libro más fácil: cuando hayan
aprendido de ellas acerca de Dios y su voluntad, que es lo
más necesario,
necesario, aplíq
aplíquense
uense al estudi
estudioo de sus obras, y lean en
cada criatura de la manera en que lo hace un cristiano y un
teólogo. Si no se ven a sí mismos y a todo lo demás como
creaciones que viven, se mueven y tienen su ser en Dios, no
están viendo nada, a pesar de lo que creen que ven. Si no
perciben, en su estudio de las criaturas, que Dios es todo y
está en todo, y que de Él, por Él y para Él son todas las
cosas, podrán pensar quizás que saben algo, pero no saben
nada como debe saberse. No tengan una idea tan baja de la
física y las obras de Dios, como si solo fueran estudios de
preparación para muchachos. Buscar, contemp
contemplar,
lar, admirar y
amar al gran Creador en todas sus obras es una parte
elevada y noble de la santidad. El libro de Job y los salmos,
pueden mostrarnos que nuestros estudios de la naturaleza
no son algo tan minúsculo comparado con la teología como
algunos suponen.
Por tanto, en el celo por el bien de la iglesia y por su propio
éxito en las labores más necesarias, propongo que todos los
maestros piadosos consideren si no deberían, al igual que
hacen con cualquier otra ciencia, leer a sus alumnos
diligentemente y en el tiempo apropiado las partes más
importantes de la teología práctica (y, en realidad no existe
otra). ¿No deberían ambas cosas ir unidas desde el mismo
principio? Está bien que oigan sermones; pero eso no es
suficiente. Si los profesores convierten en su ocupación
principal
doctrina de hacer que sus
salvación, y sealumnos se porque
esfuerzan familiaricen con en
esta esté la
sus corazones, por hacer que todo lo valoren con respecto a
ella, si se esfuerzan por leer para sus corazones tanto como
leen para sus cabezas, y de esa forma continúan con el resto
de su instrucción de tal forma que todo les parezca algo
subordinado al evangelio y que los estudiantes puedan
sentir a qué se encaminan en todo, podrán enseñar toda la
filosofía “in habitu teológico”. Será un feliz medio para
construir una iglesia y un país también feliz. Pero cuando las
lenguas y la filosofía consumen la mayor parte de su tiempo
y diligencia, y, en lugar de leer filosofía como teólogos leen
teología como filósofos, como si no hubiera cosa más
importante que una lección de música o aritmética y no la
doctrina de la vida eterna, se dinamita a algunos desde el
principio, y se infecta la Iglesia con maestros no
santificados. Por eso es que tenemos a tantos mundanos
predicando de la felicidad invisible, y a tantos hombres
carnales declarando los misterios del Espíritu, y me gustaría
no poder decir que a tantos infieles predicando a Cristo, o a
tantos ateos predicando del Dios viviente. Cuando se les
enseña filosofía antes, o incluso sin religión, ¿Cómo nos
vamos a asombrar luego de que su filosofía sea el todo o la
mayorr parte de su relig
mayo religión?
ión?
Por tanto, me dirijo de nuevo a todos aquellos que tienen el
cargo de educar
preparando a la
para el juventud,Ustedes,
ministerio. especialmente
que sonsimaestros
los estány
tutores, comiencen y terminen con las cosas de Dios
Dios.. Hablen
diariamente a los corazones de sus estudiantes de aquellas
cosas que han de ser llevadas al corazón para que no sean
desechos. Permitan que salgan palabras punzantes de sus
bocas con frecuencia respecto a Dios, el estado de sus
almas, y sobre la vida por venir. No digan que son
demasiado jóvenes para entenderlas y meditarlas, porque
saben poco de la impresión que puedan causar. Por su celo y
diligencia,
pueden verseno solo el alma adebendecir
motivadas ese chico,
a sino
Dios.muchas
Sí, porotras
una
palabra así de oportuna. Ustedes tienen más ventaja que
otros para hacerles bien, los tienen antes de que crezcan
hacia la madurez, y ellos los escucharán a ustedes aunque
no escuchen a otros. Estos jóvenes están destinados al
ministerio, los están preparando para el servicio especial de
Dios, y ¿acaso no deben conocer primero a quién sirven?
¡Oh, piensen que cosa tan triste sería para sus propias
almas, y que mal para la iglesia de Dios, si dejan su
influencia teniendo corazones carnales y comunes para
realizar una obra tan santa y espiritual! De un centenar de
estudiantes en una de nuestras universidades, ¿Cuántos
puede haber que verdaderamente jóvenes serios,
experimentados y piadosos? Si envían la mitad de ellos a un
trabajo para el que no están preparados, ¡Qué trabajo tan
cruel realizarán para su iglesia o el país! Sin embargo, si
ustedes son el medio para su conversión y santificación
¿Cuántas almas los bendecirán y cómo de grande será el
bien que pueden hacer a la iglesia? Cuando sus corazones
sean
sea n afectados para ssalva
alvación
ción con llaa doctrina qque
ue estudian y
predican, la estudiarán y predicarán con más corazón: su
misma experiencia los llevará a elegir los temas más
adecuados, los adornará con sustancia, y avivará en ellos el
deseo de lograr que la conciencia de sus oyentes la
entienda. Cuídense por tanto de no trabajar para provocar
las quejas y lamentos de la iglesia,
ig lesia, ni para el atormentador y
asesino de almas.
2. No se contenten con estar en un estado de gracia
Tengan
Tengan cuidado tambitambién
én de que esta se manteng mantenga a
vigorosamente ejercitada, y predíquense a sí mismos los
sermones que estudien antes de predicarlos a otros. Si
hacen esto por ustedes mismos, no será trabajo perdido,
pero les digo esto teniendo en cuenta al público, para que lo
hagan por amor a la iglesia. Cuando sus mentes e están
stán e
en
n
una disposición santa y celestial, sus congregaciones
probablemente se beneficiarán de los frutos. Sus oraciones,
alabanzas y doctrina serán dulces y celestiales para ellos.
Podrán sentir cuando hayan estado mucho tiempo con Dios,
porque aquello que está más tiempo en sus corazones, es
probable que también esté más tiempo en sus oídos.
Confieso que digo esto desde una lamentable experiencia,
ya que (a veces) hago pública a mi rebaño la mala
disposición de mi propia alma. Cuando permito que mi
corazón se enfríe, mi predicación es fría; cuando mi corazón
está confundido, mi predicación es confusa, y así, a menudo
puedo observar en mis mejores oyentes, que cuando me he
vuelto frío en la predicación, ellos también se enfrían y las
siguientes oraciones que he escuchado de ellos han sido
muy parecidas a mi p predicación.
redicación.
Somos las matronas de los pequeñitos de Cristo. Si
descuidamos el alimentarnos nosotros mismos, haremos
que ellos se mueran de hambre. Pronto se podrá ver en su
delgadez y en el frío desempeño de sus distintas
obligaciones. Si permitimos que nuestro amor decline, no es
probable que podamos levantar el de ellos. Si disminuimos
nuestro santo cuidado y temor, se dejará ver en nuestra
predicación, y si el contenido no lo muestra, la manera en
que se predica lo mostrará. Si nos alimentamos de mala
comida, ya sea de errores o controversias sin fruto, es
probable que nuestros
Sin embargo, oyentes
si abundamos en se
fe,vuelvan
amor ypeores por ello.
celo ¡Cómo se
desbordará esto en refrigerios para nuestras
congregaciones, y cómo se dejará ver al aumentar las
mismas gracias en ellos! Oh hermanos, vigilen por tanto sus
propios corazones. Mantengan fuera los deseos
inapropiados, las pasiones, y las inclinaciones mundanas.
Guarden la vida de fe, amor y celo. Pasen mucho tiempo en
casa, y mucho con Dios. Si no es su ocupación diaria el
estudiar sus propios corazones, someter su corrupción y
caminar
que conque
tienen Dios, si no convierten
atender esto entodo
constantemente, una irá
ocupación
mal, y
harán que sus oyentes se mueran de hambre por la palabra.
Si su fervor se ve afectado, no pueden esperar que una
bendición lo acompañe desde el cielo. Por encima de todo,
pasen mucho tiempo orando en lo secreto y meditando. De
ahí harán descender el fuego celestial que debe encender
sus sacrificios:
sacrificios: recuerden, no pu
pueden
eden decli
declinar
nar o descuidar su
deber, no solo se dañarán a sí mismos, sino que muchos
perderán tanto como ustedes a causa de ello. Por tanto, por
amor a sus congregaciones, guarden sus corazones. Si un
arrebato de orgullo espiritual les sobreviene, y caen en
algún error peligroso esparciendo sus propias invenciones
para arrastrar discípulos, esto acabará siendo una herida
para la iglesia
ig lesia que d
deberían
eberían estar cuidando, y se conv
convertirán
ertirán
en una plaga para ellos en lugar de una bendición, y pueden
acabar deseando nunca haber visto sus rostros. Por esto,
presten atención a sus propios
p ropios juici
juicios
os y a
afectos.
fectos. La vvanidad
anidad y
el error se insinuarán astutamente, y se acercarán a menudo
sin grandes pretensiones: las grandes apostasías y
desórdenes con frecuencia han tenido pequeños comienzos.
El príncipe de las tinieblas se presenta con frecuencia como
ángel de luz, para atraer a los hijos de la luz de nuevo a las
tinieblas. ¡Cuán fácilmente también los desórdenes se
arrastran sobre nuestras emociones y nuestro primer amor,
el temor y el cuidado disminuyen! Vigilen por tanto, por el
bien de ustedes mimismos
smos y o otros.
tros.
Pero además de este curso general
general d dee vigilanci
vigilancia,
a, pienso qu
quee
un ministro debería esforzarse especialmente en cuanto a
su corazón, antes de ir a la congregación: si su corazón es
frío, ¿cómo podrá calentar el corazón de sus oyentes? Vayan
en especial a Dios para recibir vida: lean algún libro que
eleve y despierte, o mediten en la importancia del tema del
que van a hablar, y en la gran necesidad de las almas de su
gente, para que puedan acudir con el celo del Señor a su
casa. Mantengan,
ustedes, de esta
para que esta forma, en
sea visible la todos
vida de
sus gracia en
sermones
desde el púlpito, y para que todo el que venga frío a la
asambl
asamblea,
ea, re
reciba
ciba alg
algoo de calor antes de iirse
rse..
3. Cuídense de que su ejemplo no contradiga su
doctrina
Cuiden de que no sean piedra de tropiezo ante los ciegos y
pueda ser causa de su ruina, de que no desdigan con sus
vidas lo que dicen con sus lenguas y sean ustedes los
mayores obstáculos para el éxito de sus propias labores.
Obstaculiza mucho nuestro trabajo cuando otras personas
se dedican toda la semana a contradecir en privado aquello
que se ha compartido de la Palabra de Dios en público, ya
que no estamos cerca para exponer su necedad. Pero si
ustedes mismos se contradicen, eso dañará su trabajo
mucho más. Si sus acciones hacen que su lengua mienta, lo
que edifican en una hora o dos con sus bocas se derriba
durante toda la semana con sus manos. De esta forma las
personas piensan que la Palabra de Dios no es más que un
cuento para gente ociosa, y que predicar no es mejor que
parlotear. Aquel que de verdad tiene intención en lo que
dice, a buen seguro hará como dice. Una disputa
innecesaria, una palabra orgullosa, sensual, el enseñorearse
o un acto codicioso pueden cortarle la garganta a muchos
sermones, y destrozar el fruto de todo lo que han estado
haciendo. Díganme, hermanos, en el temor de Dios ¿les
importa tener éxito en sus labores o no? ¿Anhelan ver el
efecto sobre el alma de sus oyentes? Si no es así, ¿para qué
predican? ¿Para qué estudian? ¿Y para qué se llaman
ministros de Cristo? Pero si lo hacen, seguramente no
podrán permitir que sus corazones dañen su trabajo por
insignificancias. ¿Qué? ¿Les importa tener éxito en su labor,
y aun así, no son capaces de dar un poco a los pobres, ni
soportar una injuria o una mala palabra, ni se inclinarán lo

más mínimo,
señorío? ni son
¡No, no renunciarán a su
capaces de carruaje
hacerlo para de pasiones
ganar almas y
obtener el fin de sus labores! Ciertamente, poco valoran el
éxito si lo venden a un precio tan barato y hacen tan poco
para conseguirlo. Un error palpable de algunos ministros es
que muestran una gran desproporción entre lo que predican
y cómo viven. Estudian duro para predicar de manera
exacta, y estudian poco la forma de vivir correctamente. Una
semana entera les parece poco para estudiar cómo hablar
durante dos horas, y sin embargo una hora les parece
demasiado para estudiar
entera. Aborrecen decir unacómo vivir
palabra maldurante la semana
en sus sermones, o
ser culpables de algún error notable (y no les culpo, porque
la Palabra de Dios es un asunto santo y serio), pero no se
preocupan de equivocarse en sus emociones, palabras y
actos en el transcurso de sus vidas. ¡Oh, cuán
cuidadosamente he escuchado predicar a algunos hombres,
y cuán descuidadamente los he visto vivir! Han sido tan
precisos en la preparación de sus sermones, que la
predicación se mostró a veces como una virtud en ellos,
tanto que su lenguaje podría ser el más educado, y que,
para ayudarles a adornar su estilo (y las cuentas en sus
vestidos a menudo eran sus mayores adornos), utilizaron
todos los escritores de retórica que pudieron encontrar. Eran
tan buenos en escuchar a otros, que no les agradaba nadie
que hablase como pensaba, o que no ahogara sus
emociones, o que no les aburriera o destemplara el corazón
por las predominantes ideas de un fantástico ingenio. Y, sin
embargo, cuando se trataba de un asunto de práctica, y
salían de la iglesia, ¡Qué poco cuidadosos eran, y cuán poco
les importaba lo que habían dicho! o ¡qué poco cuidaban lo
que hacían para que no les deshonrase tan palpablemente!
Aquellos que predicaban con precisión, ¡no vivían con
precisión! ¿Qué diferencia había entre sus sermones en el
púlpito y su hablar habitual? Aquellos que se impacientaban
tanto por los barbarismos, solecismos y paralogismos en un

sermón,
conversa
conve podían
rsación
ción luego
cotidi anas.tolerarlos fácilmente en su vida y
cotidianas.
Ciertamente hermanos, tenemos grandes motivos para
prestar atención a lo que hacemos, así como a lo que
decimos: si hemos de ser en verdad los siervos de Cristo, no
hemos de serlo solo de lengua, sino servirlo con nuestros
actos, y ser hacedores de la obra para ser bendecidos en
ella. Al igual que nuestras congregaciones, hemos de ser
“hacedores de la palabra, y no solo oidores”, o “nos
engañaremos a nosotros mismos” ( Santiago 1:22 ). Una
doctrina práctica ha
h a de predicarse de forma
forma práctica. Hemos
de estudiar tan duro la manera de vivir bien, como la forma
de predicar bien. Hemos de pensar una y otra vez como
componer nuestras vidas de forma que influyan más para la
salvación de las personas, así como lo hacemos con nuestros
sermones..
Cuando estén estudiando lo que decir a su rebaño, si se
preocupan por sus almas, a menudo pensarán: “¿Cómo
consigo llegar a su interior? ¿Y qué diré que tenga más
probabilidad de convencerles, convertirles y avanzar su
salvación?” ¿No deberían estar pensando con la misma
diligencia: “Cómo he de vivir, qué debo hacer y cómo he de
disponer de todo lo que tengo para que tenga más
probabilidad de salvar el alma de las personas”? Hermanos,
si la salvación de las almas es su objetivo, ¡Ciertamente
deben buscarla fuera del púlpito tanto como dentro!
Permita que
qu e les ruegue entonces, hermanos, que, tal y como
hablan bien, hagan el bien. Sean “celosos de buenas obras”
( Tito 2:14 ). No escatimen en ningún costo si esto puede
avanzar la obra de su Maestro.
(1) Mantengan su inocencia y caminen sin ofensas. Que
sus vidas condenen el pecado y persuadan a otros a cumplir
con su obligación. ¿Permitirán que sus congregaciones
tengan más cuidado de sus almas que ustedes mismos? Si
quieren
Si que ellos
no quieren querediman su tiempo,
digan palabras no malgasten
vanas, cuídense el suyo.
ustedes
de hablar lo que pueda edificar, e inclínense a “ministrar
gracia a los oyentes”. Ordenen bien sus propias familias, si
quieren que ellos también lo hagan con las suyas. No sean
orgullosos ni se enseñoreen, si quieren que ellos sean
humildes.
No existen virtudes en las que su ejemplo consiga más
cosas, al menos en cuanto a rebajar los prejuicios de otras
personas, que la humildad, mansedumbre y la abnegación.
Perdonen las ofensas, “no sean vencidos por el mal, sino
venzan el mal con el bien” ( Romanos 12:21 ). Hagan
como nuestro Señor “quien cuando le maldecían, no
respondí
respondíaa con maldici ón” ( 1 Pedro 2:23 ). Si los pecadores
maldición”
son tozudos, resueltos y contenciosos, la sangre y la carne
querrán persuadirles a tomar sus mismas armas, y
dominarlos por medios carnales: Pero ese no es el camino
(más allá de lo que la necesaria preservación o el bien
público puedan requerirlo), sino vencerles con amabilidad,
paciencia y gentileza. Hacerlo carnalmente demostrará que
tienen más poder mundano que ellos (aunque normalmente
esto es difícil para los que son fieles), pero solo la humildad
y mansedumbre les dirá que los superan en excelencia
espiritual. Si creen que Cristo es más digno de imitación que
el César o Alejandro magno, y que hay más gloria en ser un
cristiano que en ser un conquistador, en ser un hombre que
en ser una bestia (que normalmente nos superan en fuerza),
contiendan con caridad, y no con violencia; combatan la
fuerza con mansedumbre, amor y paciencia, y no con más
fuerza.
Recuerden que tienen la obligación de ser siervos de todos.
“Asóciense con los humildes” ( Romanos 12:16 ). No sean
extraños a los pobres de su rebaño; ellos tienen tendencia a
tomar por desprecio el que los traten con distancia. La
familiaridad, mejorada con un objetivo santo, puede hacer
gran abundancia
irrespetuosa de bien.
a nadie, No hablen
sino con dureza
sean corteses cono de
losforma
más
humildes, como a un igual en Cristo. Tener una disposición
amable, que trata de ganarse a las personas, es una forma
de hacer bien que no cuesta.
(2) Permitan que les ruegue que abunden en obras de
caridad y benevolencia. Visiten a los pobres, y vean qué
necesitan. Muestren compasión a su alma y a su cuerpo.
Cómprenles un catecismo y otros libros pequeños que

puedan
a leerloshacerles bien, yyconsigan
con cuidado atención.que les prometan
Extiendan que van
su bolsillo lo
máximo posible, y hagan todo el bien que puedan. No
piensen en ser ricos, no busquen grandes cosas para
ustedes mismos o su posteridad. ¿Qué sucederá si se
empobrecen para hacer un bien mayor? ¿Será eso una
pérdida o una ganancia? Si creen que Dios es el mejor
cuidador de los bolsillos, y que gastar en su servicio es el
interés más grande, muestren a otros que lo creen. Sé bien
que la carne y la sangre argumentarán antes de perder su
presa, y nunca le faltarán cosas para decir en contra de este
deber, pues va contra sus intereses. Pero subrayen lo que
digo (y que el Señor lo haga entender a sus corazones),
aquel que tiene cualquier cosa en el mundo que es tan
querida para él que no puede dejarla por Cristo si él lo llama
a hacerlo, no es un verdadero cristiano. Y debido a que un
corazón carnal, cuando no es capaz de dejar algo, no creerá
que Cristo lo
l o esté llamando a hacerlo, todo esto se convierte
convierte
en un autoengaño. Diría más: aquella persona que no se
convence
conve nce de quque
e el deber es el deber porque no pu
puede
ede dejar
por Cristo aquello que ha de gastarse, no es un verdadero
cristiano, ya que un corazón falso corrompe el
entendimiento, y eso aumenta los engaños del corazón. Por
tanto, no consideren que es una pérdida el hacer amigos
con las riquezas injustas, y poner sus tesoros en el cielo
aunque
aunqu e dejen poco para sí mismos sobre la tierra. No
pierden ninguna
nuestro camino, ventaja
cuantos enmásel cielo pordeser
ligeros pobres.viajemos,
equipaje Al seguir
mejor.
Sé que cuando el corazón es carnal y codicioso, las palabras
no harán que salga dinero de las manos; pueden predicar
todo esto y más a otras personas, pero decirlo es una cosa y
creerlo es otra distinta. Sin embargo, creo que para aquellos
que son verdaderos creyentes, estas consideraciones
prevalecerán. ¡Oh, cuánta abundancia de bien pueden hacer
los buenos ministros, si aceptaran vivir despreciando el
mundo, sus riquezas y su gloria, y gastaran todo lo que
tienen en el servicio de su Maestro, si mortificaran su carne
para tener algo con lo que hacer bien! Esto abriría más
corazones a la recepción
recepción de su ddoctrina
octrina que toda su oratoria,
y sin esto, el centrarse solo en la religión no parecerá sino
hipocresía, y es probable que sea así. “Aquel que practica el
desinterés ora al Señor, aquel que arrebata a un hombre del
peligro ofrece un rico sacrificio; estos son nuestros
sacrificios, y son santos para Dios. Así pues, aquel que es
más devoto entre nosotros es el que es más se limpia a sí
mismo”, digo Minucio Félix. Aunque no es necesario que
hagamos lo que hacen los papistas, que se encierran en
monasterios y renuncian a sus propiedades, no hemos de
tener nada sino lo
l o que tenemos
t enemos para Dios
Dios..
Tengan
Tengan cuidad
cuidado oddee sí mismos, n
noo sea q
que
ue viv
vivan
an en aquellos
pecados contra
culpables los que
de aquello predican
que a otros,
diariamente y no sea¿Harán
condenan. que sean
de
su trabajo el magnificar a Dios, y cuando lo hayan hecho, lo
deshonrarán tanto como lo deshonran otros? ¿Proclamarán
el poder de Cristo para gobernar, y aun así lo condenarán y
se rebelarán ustedes mismos? ¿Predicarán sus leyes y las
quebrantarán a sabiendas? Si el pecado es malo, ¿Por qué
viven en él? Y si no lo es, ¿Por qué disuaden de él a las
personas? Si es peligroso ¿Cómo se atreven a aventurarse
en él? Si no lo es ¿Por qué le dicen a otros que sí? Si las
amenazas de Dios son ciertas, ¿Por
¿Por qué n
noo las temen? Si son
falsas ¿Para qué molestan innecesariamente a la gente con
ellas, y les infunden temor sin causa? ¿Conocen ustedes “el
juicio
jui cio de Dios, que aquellos que cometen estas cosacosass son
dignos de muerte”, y aun así las hacen ( Romanos 1:32 )?
“Tú que enseñas a otro, ¿No te enseñas a ti mismo?, tú que
dices que no se ha de adulterar”, o estar borracho, o ser
codicioso, eres eso tú mismo. “Tú que te jactas de la ley,
¿con infracción de la ley deshonras a Dios?” ( Romanos
2:23 ) ¿Cómo es posible? Ha de hablar mal la misma lengua
que habla contra el mal? ¿Han de censurar, calumniar y
apuñalar por la espalda a su prójimo esos labios que claman
contra estas cosas y otras similares en otros? Tengan
cuidado de sí mismos, no sea que clamen contra el pecado
y, sin embargo, no lo venzan, no vaya a ser que mientras
intentan derribarlo en otros, se inclinen ante él y se
conviertan en esclavos ustedes mismos: “Porque el que es
vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció”. “Si
os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois
esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para
muerte, o sea de la obediencia para justicia” ( Romanos
6:16 ). ¡Oh hermanos! Es más fácil reprender por los
pecados que vencerlos.
Finalmente, cuídense de no carecer de las cualificaciones
necesarias para su trabajo. El que enseña todas las
misteriosas
ser un niñocosas que son necesarias
en conocimiento. paracualificaciones
¡Oh, que salvación no debe
son
necesarias para un hombre que tiene sobre él el cargo que
tenemos nosotros! ¡Cuántas dificultades teológicas han de
resolverse! ¡Y también acerca de los aspectos
fundamentales de la religión! ¡Cuántos textos complicados
de las Escrituras a exponer! ¡Cuántos deberes a realizar, en
los que nosotros mismos y otros podemos equivocarnos si en
el asunto o en la forma, al final
fin al no estamos bien in
informados
formados!!
¡Cuántos pecados a evitar, lo cual no puede hacerse sin
entendimiento y previsión! ¡Qué gran número de astutas y
sutiles tentaciones existen, para las que hemos de ayudar a
escapar a nuestra gente abriéndoles los ojos! ¡Cuántos y
cuán importantes pero intrincados casos de conciencia
tenemos que resolver casi diariamente! ¿Y puede acaso
realizarse un trabajo tan complicado y de tal magnitud por
hombres simples y sin calificación? ¡Oh contra qué
fortalezas tenemos que pelear, y cuántas
cuántas de ell
ellas!
as! ¡Qué sutil
y obstinada resistencia hemos de esperar de cada corazón
con el que tratamos! El prejuicio ha bloqueado tanto nuestro
camino, que apenas podemos encontrar un solo oyente
paciente. No podemos hacer mella en sus esperanzas
infundadas y su paz carnal, mientras que ellos tienen veinte
giros y aparentes razones para volverla a tapar la brecha, y
veinte
ve inte enemigos di disfra
sfrazados
zados de ami
amigos
gos que están lilistos
stos para
ayudarlos.
ay udarlos. No disputamos con ellos en términos
términ os de iguald
igualdad.
ad.
Tenemos
Tenemos que razonar con niños que no pueden
entendernos. Tenemos que argumentar con hombres
distraídos (en cuanto a lo espiritual) que nos gritarán
sinsentidos con rabia. Hemos de tratar con personas
obstinadas y poco razonables, quienes, cuando guardan
silencio no es porque estén más convencidos, y que, cuando
no pueden ofrecernos ninguna razón, nos darán su
resolución; como aquel hombre con el que Salviano tuvo
que tratar
t ratar,, el cual
cual,, estando res
resuelto
uelto a d
dev
evorar
orar el
el sustento ddee
un pobre, y siendo instado a abstenerse de ello replicó “Que
no podía conceder esa petición, porque había jurado
arrebatárselo”, de tal forma que el predicador, a causa de
esta obra tan religiosamente malvada, estuvo deseoso de
marcharse. Además de disputar nuestro caso contra su
entendimiento, lo hacemos contra la voluntad y deseos de
los hombres, y estos no atienden ni escuchan razones. Sus
mejores argumentos son “No le creeré a usted ni a todos los
predicadores del mundo con respecto a tales cosas. No
cambiaré de opinión ni de vida; no dejaré mis pecados, ya
se
sinolo he dejado claro.
multitudes de Haga lo quearrebatadas
pasiones desee”. No tenemos una,
y enemigos
contradictorios contra los que pelear al mismo tiempo, en
cualquier lugar que tratemos con la conversión de un
pecador. Es como si un hombre tuviera que disputar en una
feria o en un tumulto, o en medio de una multitud de
violentos gritos. ¿Qué trato igualitario y qué éxito se puede
esperar? Sin embargo, ese es nuestro trabajo, y ha de
hacerse.
¡Oh hermanos! ¿Qué hombres debemos ser en habilidad,
resolución y diligencia sin descanso si tenemos que hacer
todo esto? ¿No clamó Pablo “Quién es suficiente para estas
cosas”? ¿Y hemos de ser orgullosos, descuidados o
perezosos como si fuéramos suficientes? Como Pedro dijo a
todos los cristianos en consideración al cambio que se nos
avecina “¡Cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa
manera de vivir!” ( 2 Pedro 3:11 ). Así, puedo decir a todo
ministro “Viendo todas estas cosas que se ponen en
nuestras manos, ¿Qué clase de personas hemos de ser en
nuestras santas ocupaciones y resoluciones para nuestro
trabajo? Esta carga no está hecha para los hombros de un
niño. ¡Qué capacidad requiere cada parte de nuestro
trabajo! ¡Y de cuánta importancia
i mportancia es cada una d dee las partes
partes!!
Creo que predicar un sermón no es lo más difícil, y aun así,
¡Qué capacidad se necesita para dejar clara la verdad, para
convencer
conve ncer a los oy
oyentes,
entes, par
para
a ilu
ilumin
minar
ar una luz irresis
irresistibl
tiblee en
sus conciencias y mantenerla allí, y hacerles entender! ¡Qué
capacidad se necesita para atornillar la verdad en sus
mentes, y engastar a Cristo en sus emociones, para
responder a cada objeción y resolverla claramente, para
llevar a los pecadores a un estrado y hacerles ver que no hay
esperanza, que deben ser inevitablemente convertidos o
condenados! Además, hacer todo esto, en lo que respecta al
lenguaje y las formas, como es adecuado a nuestro trabajo
y, aun así, de la forma más adecuada a la capacidad de los
que nosenescuchan.
hacerse Esto yya mucho
cada sermón, más requiere
buen seguro es lo que unahagran
de
cantidad de santa habilidad. Es tan grande el Dios cuyo
mensaje llevamos, que hemos de honrarlo cuando lo
entregamos. Es un caso lamentable que en un mensaje de
parte del Dios del cielo, un mensaje de eterna importancia
para las almas de los hombres, nos comportemos con tanta
debilidad,
debil idad, falta de formas, imp
imprudencia
rudencia y lig
ligereza
ereza que todo
el esfuerzo se malogre en nuestras manos y Dios y su obra
se vean deshonrados, endureciéndose los pecadores en
lugar de convertirse;
descuido! ¡Y todo
¡Cuán a menudo los por nuestra
oyentes debilidad
carnales o
se han
marchado burlándose de los palpables y deshonrosos fallos
del predicador! ¡Cuántos se duermen al escucharnos porque
nuestros corazones y lenguas les adormecen, y no nos
acompaña el suficiente celo y capacidad para despertarles!
Además, ¡Cuánta habilidad se necesita para defender la
verdad contra los que se oponen, y para tratar con los que
disputan de acuerdo a sus distintas cuestiones y
modalidades!
Y si fallamos por nuestra debil
debilidad,
idad, ¡Cuánto se regocijarán
contra nosotros! Y, sin embargo, eso es lo de menos
importancia, sino que ¿Quién sabe cuántas personas débiles
pueden verse pervertidas para su propia perdición y
tribulación de la iglesia? ¡Cuánta habilidad se necesita para
tratar en privado con una pobre alma ignorante para su
conversión!
percibir todo¡Oh hermanos!
este ¿No tiemblan
trabajo? ¿Acaso y se encogen
una medida al
común de
habilidad y capacidad santa, de prudencia y otras
cualificaciones, pueden servir para una tarea como esta? Sé
que la necesidad puede hacer que la iglesia tolere a los
débiles, pero ¡Ay de nosotros si toleramos y somos
indulgentes con nuestra propia debilidad! ¿Acaso no les
dicen su razón y su conciencia que si osan aventurarse en
un oficio tan elevado como este, no deben escatimar en
esfuerzos por estar bien calificados? Un teólogo sano y
capacitado no se produce con un poco de estudio ocioso de
vez en cuando. Sé bien que la pereza ha aprendido a
argumentar que todos nuestros estudios son vanos, y que es
el Espíritu el que debe capacitarnos y ayudarnos en nuestro
trabajo, ¡Como si Dios nos hubiera ordenado emplear
medios y luego nos hubiese concedido el descuidarlos!
¡Como si fuera su camino
cami no el h
hacernos
acernos ccrecer
recer e
en
n lla
a ociosidad,
y llevarnos al conocimiento por medio de sueños cuando
estamos dormidos, o llevarnos al cielo y mostrarnos su
consejo mientras no estamos pensando en ello, sino
gastando ociosamente nuestro tiempo sobre la tierra! ¡Oh,
como se atreven los hombres en su pereza a “apagar el
Espíritu”! ¡y luego pretenden que es el Espíritu quien los
lleva a hacerlo! ¡Qué acto tan vergonzoso, ofensivo y
antinatural! Dios nos ha exigido que no seamos “perezosos
en lo que requiere diligencia”, sino “fervientes en espíritu
sirviendo al Señor” ( Romanos 12:11 ). Así hemos de
provocar a ser a nuestros oyentes, y así hemos de ser
nosotros. Por tanto, oh hermanos, ¡No pierdan tiempo!
Estudien y oren, conferencien y practiquen, porque
haciendo estas cuatro cosas, sus habilidades aumentarán.
Tengan
T engan cuid
cuidado
ado d
dee ustedes m
mismos,
ismos, no va
vaya
ya a ser que sean
sean
débiles por su propia negligencia, y dañen la obra de Dios
por ella.

Sección 2 – Los motivos de esta supervisión


Habiendo mostrado lo que es tener cuidado de nosotros
mismos, ahora expondré los motivos para despertarles a
este deber.
1. Tengan cuidado de ustedes mismos, ya que tienen
un cielo que ganar o perder, y almas que habrán de
ser felices o miserables para siempre.

Por tanto,mismos
ustedes les concierne
así como comenzar
cuidan aporotros.
su casa, y cuidarse
La predicación
puede tener éxito a la hora de salvar a otros aún sin la
santidad de nu
nuestro
estross corazones y vidas. Aunque esto es algo
menos frecuente, es posible. Pero es imposible que les salve
a ustedes mismos “Muchos dirán en aquel día, Señor, Señor,
¿No hemos profetizado en tu nombre?” a lo que Él
contestará: “Nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de
maldad” ( Mateo 7:22-23 ). Oh Señores, ¿Cuántos han
predicado a Cristo y aun así han perecido por falta de
interesarse en Él para salvación? ¿Cuántos, que están ahora
en el infierno, les han hablado a su pueblo los tormentos del
mismo y les han advertid
advertido o que escapen de él? ¿¿Cuántos
Cuántos han
predicado la ira de Dios contra los pecadores y están ahora
soportándola? Oh, ¿Qué caso puede haber más triste en el
mundo que alguien que haya hecho de su oficio y llamado
proclamar la salvación, y ayudar a otros a llegar al cielo, y
después de todo estar apartado él mismo? ¡No puede ser
que tengamos tantos libros en nuestras bibliotecas que nos
hablen del
d el camin
caminoo al cielo, que hayamos pas
pasado
ado tantos años
leyéndolos y estudiando la doctrina de la vida eterna, y
después de todo la perdamos! ¡Que estudiemos tantos
sermones acerca de la salvación, y luego no la alcancemos!
¿Cómo podremos predicar tantos sermones acerca de la
condenación y caer en ella? Y todo porque predicamos
tantos sermones sobre Cristo, mientras lo descuidamos, del
Espíritu mientras lo resistimos, de la fe mientras no creemos
nosotros mismos, del arrepentimiento y la conversión
mientras continuamos en un estado impenitente y sin
conversión, y de la vida celestial mientras seguimos siendo
carnales y terrenales. Si solo somos teólogos de lengua y
título, y no tenemos la imagen divina sobre nuestras almas,
ni nos entregamos al divino honor y voluntad, no es de
extrañar que nos veamos separados de la divina presencia, y
se nos niegue para siempre el disfrute de Dios. Créanlo,
señores, Diossus
personas por nouniformes
respeta posiciones: Él un
o llamados, y nollamado
salva santo
a las
no salvará a un hombre impío. Llamarán en vano a las
puertas de la gloria si, mientras iluminan a otros para que
entren en el reino de gracia, no entran por la puerta.
Entonces hallarán que para haber tenido parte en la gloria
que predicaban, sus lámparas deberían haber tenido el
aceite de la gracia además de dones ministeriales, el de la
santidad además del de la doctrina. ¿Necesito decirles que
los predicadores del evangelio han de ser juzgados por el
evangelio,
sentenciadosy en
estar
los en pie términos
mismos en el mismo tribunal,
y tratados conser
la
misma severidad que cualquier otra persona? ¿Pueden
pensar en ser salvados por ser clérigos, y escapar por serlo
cuando hay deficiencias en su creer y vivir como cristianos?
¡No será así! Saben que no será así. Por tanto cuídense por
su propio bien, ya que tienen un alma que salvar o perder,
así como lo hacen con otras.
2. Tengan cuidado de sí mismos, porque su
naturaleza es depravada y sus inclinaciones
pecaminosas tanto como las de otros.
Si el inocente Adán tenía la necesidad de cuidarse, y se
perdió él mismo y a nosotros por no hacerlo, ¡Cuánta más
necesidad tenemos nosotros! El pecado habita en nosotros
aún cuando hemos predicado tanto en su contra, y un grado
de pecado prepara al corazón para otro, y cada pecado
tuerce más la mente. Si hay un ladrón en la casa, dará
entrada a los demás porque todos tienen la misma
disposición y propósito. Una chispa es el comienzo de una
llama, y una pequeña enfermedad puede ocasionar otra
mayor. Un hombre que sabe que es medio ciego, debe
prestar atención a sus pies. Tanto en nuestros corazones
como en los de nuestros oyentes existe una aversión a Dios,
una separación hacia Él, y pasiones irracionales que apenas
podemos gobernar. En el mejor de los casos, existen en
nosotros remanentes de orgullo, incredulidad, egoísmo,
hipocresía y los pecados más mortales y odiosos. ¿Y no ha
de preocuparnos el tener cuidado de nosotros mismos?
¿Acaso no queda mucho del fuego del infierno encendido al
comienzo en nosotros sin extinguir? Existen tantos traidores
en nuestros mismos corazones, ¿Y no es necesario que
tengamos cuidado? Apenas dejarían que sus hijos se valgan
por ellos mismos mientras son todavía débiles, sin
advertirles
adve rtirles que ttengan
engan cu
cuidado
idado d
dee no caerse
caerse,, y sin embargo,
¡Cuán débiles aquellos de nosotros que parecen ser tan
fuertes!
tan ¡Cuán nos
pequeños dispuestos
hacen a caer a cada
declinar y nospaso! ¡Qué
incitan asuntos
a cometer
necedades, o encienden nuestras pasiones y malos deseos,
pervirtiendo nuestro juicio, debilitando nuestras
resoluciones, enfriando nuestro celo y abatiendo nuestra
diligencia! Los ministros no son solo hijos de Adán, sino
pecadores contra la gracia de Cristo tanto como otros, y por
tanto han aumentando su pecado de raíz. Esos engañosos
corazones de ustedes, en un tiempo u otro, acabarán
engañándoles si no tienen cuidado. Esos pecados que
parecen yacer
yacer muertos rev
revivirán:
ivirán: su orgul
orgullo
lo y mu
mundanali
ndanalidad,
dad,
y muchas voces ruidosas, brotarán aunque hayan pensado
que habían sido cortadas de raíz. Es, por tanto, muy
necesario
necesa rio que p
pers
ersonas
onas tan débi
débiles
les como nosotros cuid
cuiden
en de
sí mismas, y supervisen sus propias almas.
3. Tengan cuidado de ustedes mismos, porque el
tentador
otros homb les
hombres. proveerá con tentaciones más que a
res.
Si ustedes han de ser líderes contra el príncipe de las
tinieblas, él no les va a dejar en paz más de lo que Dios lo
restrinja. Él reserva su mayor malicia para aquellos que
están comprometidos en hacerle el mayor es estorbo.
torbo. Así como
odió a Cristo más que a cualquiera de nosotros porque Él es
el General de campo y el Capitán de nuestra salvación, e
hizo más que todos los que le siguen en contra del reino de
Satanás, también odia más a los líderes que están bajo el
mandato de Cristo que a los soldados comunes: Él sabe la
derrota que puede producir en los soldados si los líderes
caen delante de sus ojos. Desde antiguo utiliza esa forma de
luchar, no la de atacar a los grandes o a los pequeños
igualmente,
igu almente, sino la de golpear a los pastores para e
esparcir
sparcir el
rebaño; y ha sido tan grande el éxito de esta estrategia, que
continuará siguiéndola tanto como pueda. Hermanos,
tengan cuidado, por tanto, porque el enemigo tiene el ojo
puesto sobre ustedes de forma especial. Recibirán sus más
sutiles insinuaciones,
violentos asaltos. Ya quesus
son incesantes solicitudes
sabios y entendidos, y sus
cuiden de
ustedes mismos, no seasea que él lo
l o sea más
más.. El d
diablo
iablo es mejor
erudito que ustedes, y más experto disputando. Puede
transformarse en ángel de luz para engañar, se introducirá
en ustedes y les pondrá cabeza abajo antes de que se den
cuenta. Hará malabarismos con ustedes sin que se den
cuenta, y les robará su fe o inocencia sin que sepan cuándo
la perdieron. Es más, incluso les hará creer que la han
aumentado o multiplicado, cuando en realidad está perdida.
No podrán ver el anzuelo ni el cordel, ni mucho menos al
sutil pescador, mientras este les ofrece su carnada. Y su
carnada estará tan bien ajustada a sus temperamentos y
disposiciones, que a buen seguro encontrará ventaja en el
interior y hará que sus propios principios e inclinaciones los
traicionen. Además, siempre que consiga arruinarles a
ustedes, los convertirá en instrumentos de ruina para otros.
¡Oh, qué gran victoria considerará él tener si puede hacer
que un ministro sea perezoso e infiel, si logra tentarle a la
codicia y el escándalo! Se gloriará contra la iglesia y dirá
“¡Estos son tus santos predicadores! Mira cuál es su
precisión, y lo que les acarrea”. Se gloriará contra Jesucristo
mismo y dirá: “¡Estos son tus campeones! Puedo lograr que
tus mejores siervos abusen de ti, y conseguir que los
administradores de tu casa sean infieles”. Si insultó a Dios
sobre una premisa falsa, y le dijo que podía conseguir que
Job le maldijera
maldi
consigue jera en su
prevalecer propia
contra cara
cara,, ¿Qué
ustedes? es loserá
Y, al final, que tanto
hará el
si
insulto que logrará de ustedes, que puede arrastrarles a ser
infieles a su gran confianza, y manchar su santa profesión y
rendirle un gran servicio a aquel que era su enemigo. ¡Oh,
no gratifiquen tanto a Satanás, no le hagan tanto el juego,
ni soporten que los use como los filisteos usaron a Sansón,
primero para privarles de su fuerza y luego para quitarles
sus ojos, y hacer de ustedes su triunfo y escarnio.
4. Tengan cuidado de sí mismos, porque hay muchos
ojos puestos sobre ustedes, y que observarán sus
caídas.
No pueden desca
d escarriars
rriarse
e sin qu
quee el mu
mundo
ndo se percate de ello.
Los eclipses de sol, cuando son de día, es raro que no
tengan testigos. Ya que se tienen por luz de las iglesias,

pueden esperar
ustedes. Si otros que los ojos
hombres de las
pueden personas
pecar sin ser estén sobre
observados,
ustedes no. Y deberían considerar con agradecimiento cuan
gran misericordia es esta, ya que tienen tantos ojos puestos
en ustedes, y tantas personas dispuestas a decirles sus
faltas, que eso supone una ayuda mayor que la que otros
tienen, al menos para evitarles el pecado. Aunque ellos
puedan hacerlo por malici
malicia,
a, ustedes obtienen vventaja.
entaja. ¡No
quiera Dios que seamos tan impúdicos como para hacer el
mal públicamente, y pequemos voluntariamente mientras el
mundo
duermen,nos
y loscontempla! “Los que
que se embriagan, duermen,
d e noche
de de noche(
se embriagan”
1 Tesalonicenses 5:7 ). Por tanto, consideren que siempre
están a la luz pública. Incluso la luz de su propia doctrina
expondrá el mal que hacen. Mientras sean luces asentadas
sobre un monte, no piensen en estar ocultos. Por tanto
tengan cuidado de sí mismos, y realicen su trabajo
recordando que el mundo les mira, y lo hace con el
perspicaz ojo de la malicia, listo para señalar lo peor de
todo, para encontrar la más pequeña falta allí donde esté, y
agravarla cuando la encuentre, para divulgarla y tomar
ventaja de ello para sus propios planes, y para poner faltas
allí donde no pueda encontrarlas. ¡Con cuanto cuidado
deberíamos caminar frente a tantos observadores
malintencionados!
5. Tengan cuidado de sí mismos, porque sus pecados
pueden
pued en tener peores consecuencias qu quee los de otros.
El rey Alfonso decía que un gran hombre no puede cometer
un pecado pequeño. Mucho más podemos decir que un
hombre instruido, un maestro de otros, no puede cometer
un pecado pequeño, o, cuanto menos, que el pecado
cometido por él es grande cuando el mismo pecado, en
otras personas, puede ser más pequeño.
(1) Son más propensos que otros a la hora de pecar

contra
que el conocimiento,
ellos. Como mínimo, porque
pecarántienen
contramás
una conocimiento
luz mayor, o
contra mejores medios de conocimiento. ¿Acaso no saben
que la codicia y el orgullo son pecados? ¿No saben lo que es
ser infieles a su confianza, y, por negligencia o egoísmo,
traicionar las almas de las personas? Ya conocen la voluntad
de su Señor, y, si no la hacen, serán golpeados con muchos
azotes. Es necesario que haya una mayor disposición donde
hay un mayor conocimiento.
(2) En la medida de cuánto hayan hablado en contra del
pecado, los suyos contienen más hipocresía que los de otros
hombres. ¡Oh que qu e horrible es el estudiar cómo acabar con el
pecado hasta el máximo, y cómo hacerlo odioso a los ojos de
nuestra congregación tanto como podamos, y cuando
hemos terminado, vivir en él, y en secreto atesorar aquello
que denostamos públicamente! ¡Qué hipocresía tan vil es
que hagamos de nuestro trabajo diario el clamar contra él, y
aun así guardarlo, decir públicamente que no tiene ningún
valor y privadamente convertirlo en nuestro camarada y
compañero de cama, el atar pesadas cargas sobre otros, y
no tocarlas nosotros ni con un dedo! ¿Qué podrán decir en
defensa de esto en el juicio? ¿De verdad pensaban que el
pecado era tan malo cuando hablaban o no? Si no lo hacían,
¿Por qué hablaban contra él con hipocresía? Si lo hacían
¿Por qué siguieron cometiéndolo? ¡Oh, no lleven esa
medalla de fariseo hipócrita, que “dicen y no hacen”!
Muchos ministros del evangelio quedarán confundidos y no
podrán levantar la vista por causa de esta pesada acusación
de hipocres
hi pocresía.
ía.
(3) Sus pecados tienen una perfidia mayor que los de
otros hombres en tanto que ustedes se han opuesto más a
ellos.
Aparte de todos sus compromisos comunes como cristianos,

tienen muchos
proclamado más como
la maldad ministros.
y peligro ¿Cuántas
del pecado y hanveces
llamadohan
a
los pecadores a apartarse? ¿Cuán a menudo han
denunciado contra el pecado los terrores del Señor? Todo
esto, ciertamente implicaba que ustedes habían renunciado
a ellos. Cada sermón que predicaron contra él, cada
exhortación y confesión de él en la congragación, ponía un
compromiso sobre ustedes para
para abandonarlo. Cada niñ
niño
o que
bautizaron, y cada administración de la cena del Señor
implicaba su propia renuncia del mundo y la carne, y su
compromiso
abiertamente hancon dado
Cristo. ¿Cuána la
testimonio a odiosa
menudo y cuán
y condenable
naturaleza del pecado? ¿Y aun así lo cometen, sin importar
todas estas profesiones y testimonios propios? ¡Qué gran
traición es hacer esas arengas contra el pecado en el
púlpito, y, después, consentirlo en el corazón y darle el sitio
que es debido a Dios, e incluso preferirlo antes que la gloria
de los santos!
6. Tengan cuidado de sí mismos, porque unas obras
tan grandes como las suyas requieren más gracia
que las de otros homb
hombres.
res.
Dones y gracias más débiles pu pueden
eden ser suficientes para que
alguien pueda atravesar la vida con menos obstáculos, sin
quedar expuestos a pruebas tan grandes. Puede que una
fuerza menor sirva para obras y cargas más ligeras. Pero si
se aventuran
aventuran en llas
as grandes labore
laboress del mi
ministerio,
nisterio, si han de
liderar las tropas de Cristo contra Satanás y sus seguidores,
si han de presentar batalla contra principados y potestades
y entes espirituales de maldad en lugares altos, si han de
emprender la obra de rescatar pecadores cautivos de las
garras del diablo, no piensen que un camino descuidado y
sin atención logrará una obra tan grande como esta. Si
creen que podrán pasar por estas cosas tan importantes con
un alma descuidada, deben esperar acabar con una mayor
vergüenza y heridas de conciencia más profundas que si
hubieran vivido una vida común. No es solo la obra la que
requiere atención, sino también el obrero, para que pueda
ser adecuado a un negocio de tanto peso. Hemos visto
muchas personas que vivían como cristianos laicos, que
tenían una buena reputación en cualidades y piedad, y que,
cuando tomaron el magisterio o el empleo militar donde el
trabajo a realizar estaba por encima de sus dones y las
tentaciones sobrepasaban sus fuerzas, acabaron cayendo en
el escándalo y la desgracia. Y hemos visto a algunos
cristianos laicos de buena estima quienes, al sobreestimar
sus cualidades y lanzarse al oficio ministerial, han mostrado
ser débiles y vacíos, convirtiéndose en una carga mayor para
la iglesia que algunos a los que nos hemos esforzado por
echar. Podrían haber hecho un mayor servicio a Dios en el
alto rango de personas laicas del que le prestan entre el
rango más bajo del ministerio. Así pues, si han de
aventurarse en medio de enemigos, y llevar el peso y el
calor del día, tengan cuidado de sí mismos.
7. Tengan cuidado de sí mismos porque la honra de
su Señor y Maestro, y de sus santos y verdaderos
caminos, descansa en ustedes más que en otros
hombres.
Tal
Tal y como pueden rendirle un mayo mayorr ser
servvicio a otros
otros,,
también pueden hacerles más perjuicio. Cuanto más cerca
de Dios está una persona, mayor deshonra tiene por sus
descarríos, y más serán imputados estos a Dios por los
necios. Los duros juicios que se ejecutaron sobre Elí y su
casa fueron porque hacían menospreciar los sacrificios y
ofrendas:
pecado de “Era,
l os jóv
los pues,
jóvenes; muy grande
enes; porque llos delante
os hombres del Señor el
menospreciaban
las ofrendas del Señor” ( 1 Samuel 2:17 ). Era la gravedad
de “hacer que los enemigos del Señor blasfemen” la que
hizo que Dios tratara con más dureza a David de lo que lo
habría hecho normalmente ( 2 Samuel 12:14 ).

Si de verdad
querida sonpropias
que sus cristianos, laCuídense
vidas. gloria depor
Dios les será
tanto de lo más
que
hacen en contra de ella, como se cuidarían de lo que hacen
contra sus vidas. ¿No heriría su corazón escuchar el nombre
y verdad de Dios siendo reprochada por causa de ustedes, el
ver a la gente apuntarles y decir “ahí va ese codicioso
sacerdote, ese que bebe a escondidas, ese hombre
escandaloso, predican ser estrictos mientras ellos viven tan
descuidadamente como otros, nos condenan con sus
sermones, y ellos se condenan con sus vidas. No importa
todo lo que¿Podrían
hermanos, hablen,sussoncorazones
tan malos como nosotros”?
soportar Oh,
escuchar cómo
esparcen la basura de sus iniquidades frente al santo Dios y
el evangeli
evangelio,
o, y fr
frente
ente a todos los que d
dese
esean
an temer al Señor?
¿No quebrantaría sus corazones el pensar en todos esos
cristianos piadosos alrededor suyo que sufrirían el reproche
por lo que ustedes hicieron mal? Si uno de ustedes que
lidera un rebaño cae solo una vez en la trampa de una falta
escandalosa,
esca ndalosa, de entre llos
os que estén alrededor
al rededor y lo escuchen,
apenas habrá un hombre o mujer que busque su salvación
con diligencia; pero además del dolor en el corazón de esas
personas por este pecado, probablemente habrá otros
impíos alrededor que se lo echarán a ellos en cara por
mucho que lo detesten y lo lamenten. El esposo impío se lo
contará a su esposa, y los padres impíos a sus hijos, y los
vecinos impíos y consiervos se lo contarán unos a otros
diciendo: “¡Estos son tus tan piadosos predicadores! ¿Qué
hay de todo lo que hablas? ¿En qué eres mejor que otros?
Todos
T odos ustedes son iguales”.

Esasescuchar
que serían llas
serían astodos
palabras que, por del
los piadosos causa de“Es
país. ustedes, tendrían
necesario que
vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene
el tropiezo!” ( Mateo 18:7 ) Oh, tengan cuidado hermanos,
porque en cada palabra que hablen, en cada paso que
pisen, están llevando el arca del Señor ¡Se les está
confiando su honra! Si ustedes “conocen su voluntad, e
instruidos
instruid os por la ley a
aprueban
prueban llo
o mejor, y confían en q
que
ue son
guías de los ciegos, luz de los que están en tinieblas,
instructores de los indoctos, maestro de niños” ( Romanos
2:18-20 ), si ustedes, digo, viven de forma contraria a su
doctrina y “con infracción de la ley deshonran a Dios y el
nombre de Dios es blasfemado” por causa de ustedes entre
los ign
ignorantes
orantes e imp íos ( Romanos 2:24 ), y no son ajenos
impíos
al decreto del cielo que
q ue dice “honraré a los que me honran, y
los que me desprecian serán tenidos en poco” ( 1 Samuel
2:30 ). Nunca un hombre deshonró a Dios sin que esto
probase ser una gran deshonra para sí mismo. Dios
encontrará formas suficientes de limpiar cualquier mancha
que se ponga sobre Él, pero ustedes no eliminarán tan
fácilmente
fácilment e la ve
vergüenza
rgüenza y tristeza de sí m
mismos.
ismos.
8. Finalmente, tengan cuidado de sí mismos, porque
el éxito de sus labores dependdepende e mucho de ello.
Dios acostumbra a adecuar a los hombres para grandes
obras antes de emplearlos como instrumentos suyos para
cumplirlas. Ahora bien, si la obra del Señor no se hace bien
sobre sus corazones, ¿Cómo pueden esperar que bendiga
las labores para hacerla en otros? Puede que Él lo haga si le
place, pero tienen un fuerte motivo para dudar de que sea
así. Aquel que quiera ser un medio de salvación para otros,
debe cuidarse él mismo, y Dios rara vez prospera las labores
de los que no se santifican. Mencionaré algunas razones que
puede que
q ue les satisfagan con respecto a esesto.
to.
(1) ¿Puede esperarse que Dios bendiga las labores de
un hombre (quiero decir, en comparación con otros
ministros) si este no trabaja para Dios, sino para sí mismo?
Este es el caso de todos los no santificados. Ninguno sino
solo los convertidos hacen de Dios su fin principal y hacen
todo de corazón para su honra; otros solo hacen del
ministerio un oficio mediante el cual vivir. Lo eligen antes
que otras vocaciones porque sus padres los destinaron a
ello, o porque les otorgaba un mantenimiento decente,
debido a que es un tipo de vida en el que tendrían más
oportunidad de adornar sus intelectos con todo tipo de
ciencia, o porque no es un oficio tan pesado para el cuerpo
para aquellos que tienen en mente cuidar de su carne.
También
También porque es u una
na ocupación que va acompañada con
algo de reverencia y respeto por parte de los hombres, y
porque creen que es algo deseable el ser líderes y maestros,
y que otros “reciban la ley de su boca”. Por fines como estos
se hacen ministros, y para esto predican, y si no fuere por
eso o por otras cosas similares, pronto abandonarían.
¿Podemos esperar entonces que Dios bendiga mucho las
labores de hombres así? ¿Acaso no predican para sí mismos
y para sus propias reputaciones o beneficio en lugar de para
Él? No es a Él, sino a sí mismos a quienes buscan servir, y,
por tanto, no es de maravillarse si Él los abandona para que
tengan su éxito, sus labores
labores no tienen mayor bendi
bendición
ción de lla
a
que ellos mismos pueden dar y la palabra no llega más allá
de lo que alcanza
alcanz a su propia fuerza.
(2) ¿Pueden pensar que una persona así tendrá la
misma probabilidad de éxito si no se encarga de su trabajo
de corazón y con fidelidad, y no cree lo que dice? ¿Si en
realidad no está
está habland
hablando o en se
serio
rio cuando par
parece
ece ser más
diligente? ¿Y puede pensar que una persona que no se
santifica puede estar dedicada de corazón y con seriedad a
la obra ministerial? Puede tener cierto tipo de seriedad,
como la que procede de una fe u opinión común de que la
Palabra es verdad, o puede estar actuando con un fervor
natural y con objetivos egoístas. Pero carece de la seriedad y
fidelidad de un creyente sano, de alguien que busca
finalmente la gloria de Dios y la salvación de los hombres.
Oh, Señores
S eñores,, toda su predicación y persuasión hacia otros no
será más que ensoñaciones y vil hipocresía hasta que la
obra sea hecha completamente
comp letamente sobre sus propios corazones
corazones..
¿Cómo pueden dedicarse día y noche a un trabajo al que
son contrarios sus corazones carnales? ¿Cómo pueden
llamar con serio fervor al arrepentimiento a los pobres
pecadores, a decirles que se vuelvan a Dios, si nunca se
arrepintieron ni se volvieron ustedes? ¿Cómo pueden
perseguir a los pobres pecadores con solicitudes
inoportunas para que se cuiden del pecado, y guiarlos a una
vida santa si nunca sintieron ustedes mismos la maldad del
pecado y el valor
valor de lla
a santidad?
Este tipo de cosas nunca se conocen bien hasta que se
experimentan,
poseen, y aquely que
nunca
no se
lasexperimentan biennohasta
siente él mismo que se
es probable
que las hable con sentimiento a otros, ni pueda ayudarlos a
sentirlas. ¿Cómo pueden perseguir a los pecadores con
compasión en sus corazones y lágrimas en sus ojos, y
rogarles, en el nombre del Señor, que abandonen su
camino, que
q ue regrese
regresenn y qu
quee viv
vivan,
an, y nunca haber tenid
tenidoo ese
tipo de compasión por sus propias almas para hacerlo
consigo mismos? ¿Cómo es posible? ¿Pueden amar a otros
más que a sí mismos? ¿Pueden apiadarse de ellos si no
tienen piedad de sí mismos? Señores, ¿Pueden creer que
alguien que no haya sido persuadido en su corazón de que
existe un infierno, puede ser de corazón diligente para
salvar a personas del infierno? ¿O para llevar gente al cielo,
si no cree de verdad que existe un cielo? Como dijo Calvino
sobre mi texto:
texto: “P
“Porque
orque un h hombre
ombre nunca tendrá
ten drá un cui
cuidado
dado
diligente por la salvación de otros si descuida su propia
salvación”. No se puede esperar de aquel que no tenga una
fuerte creencia en la Palabra de Dios y en la vida venidera, lo
suficiente como para aparta
apartarr su corazón de llas
as vanidades
vanidades de
este mundo y motivarlo a una santa diligencia para
salvación, que sea fiel a la hora de buscar la salvación para
otras personas. A buen seguro, aquel que se arriesga a
condenarse él mismo, se arriesgará a abandonar a otros en
el camino hacia la condenación; aquel que, como Judas,
vendería a su Maestro por plata, no tendrá reparos en hacer
mercancía con el rebaño; aquel que abandona su esperanza
de ir al cielo antes que abandonar sus deleites mundanos y
carnales, difícilmente los dejará para salvar a otros.
Podemos concebir naturalmente que aquel que es cruel
consigo mismo voluntariamente,
voluntariament e, no se
senti
ntirá
rá lástima por otros
y los venderá al diablo por los efímeros placeres del pecado.
Confieso que un hombre que no se guarda a sí mismo y es
descuidado con su salvación, jamás tendrá mi
consentimiento para tomar a cargo el alma de otros
hombres y supervisarlos para ser salvos, excepto que sea un
caso de absoluta necesidad y no se pudiera conseguir a
alguien
algui en mejor
mejor..
(3) ¿Creen que es probable que alguien que sirve a
Satanás luche contra él con todas sus fuerzas? ¿Hará algún
daño de consideración al reino de las tinieblas aquel que es
un miembro y súbdito de dicho reino? ¿Será fiel a Cristo
aquel que está en pacto con su enemigo? Este es el caso de
un hombre que no es santo, sea cual sea su rango y
profesión. Son siervos de Satanás y súbditos de su reino; es
él quien gobierna en sus corazones, y ¿es posible que sean
fieles a Cristo los que son gobernados por el diablo? ¿Qué
príncipe elegiría a los amigos y siervos de su enemigo para
dirigir sus ejércitos en guerra contra él? Esto es lo que ha
provocado que tantos predicadores sean enemigos de la
obra del evangelio que
qu e predican. ¡No es de mmarav
aravill
illars
arse
e si se
burlan de la santa obediencia de los que son fieles y,
mientras se ocupan en predicar una vida santa, hacen caer
reproches sobre aquellos que la practican! ¡Oh, cuántos de
estos traidores ha habido en todas las épocas de la iglesia,
que han hecho más contra ella bajo su techo de lo que
podrían haber hecho en campo abierto! Hablan bien de
Cristo y de la piedad en general, y aun así con sutilidad
hacen lo posible para hacerlos caer en desgracia, y hacer
creer que aquellos que se proponen buscar a Dios con todo
su corazón son solo una compañía de entusiastas e
hipócritas. Y cuando no pueden, por vergüenza, hablar de
esa forma en el púlpito, lo hacen en privado entre sus
conocidos. ¡Ay, cuántos de estos lobos han podido ser vistos
entre las ovejas! Si hubo un traidor entre los doce de la
familia de Cristo, no es de sorprenderse que haya tantos
ahora. No se puede esperar que un esclavo de Satanás “cuyo
dios es el vientre y que solo piensan en lo terrenal” sea
mejor que “un enemigo de la cruz de Cristo” ( Filipenses
3:18-19 ). ¿Qué importa que viva ordenadamente, predique
plausiblemente y mantenga una profesión externa de
religión? Puede ser igual de rápido en las trampas del diablo
por medio de la mundanalidad, orgullo, un secreto disgusto
por la santidad, o por un corazón dañado que no tenga sus
raíces en la fe ni esté dedicado a Cristo sin reservas, que
otros lo son por la ebriedad, impureza y pecados similares.
Los publicanos y las rameras entran antes al cielo que los
fariseos, porque se convencen más pronto de su pecado y
miseria.
Y aunque muchmuchos
os de estos hombres puedan parecer
excelentes predicadores, y puedan clamar contra el pecado
en voz tan alta como otros, no es sino un fervor fingido, y,
con demasiada frecuencia, un llanto inútil, porque aquel
que aprecia el pecado en su propio corazón nunca lo ataca
con seriedad en otros. Sé que ciertamente un hombre impío
puede estar más dispuesto a que otros se reformen que a
hacerlo él mismo, y que, por tanto, puede mostrar una
especie de fervor a la hora de disuadir a otros de sus malos
caminos, ya que puede predicar contra el pecado con más
facilidad que abandonarlo, y que el hecho de que otra
persona se reforme puede coexistir con la satisfacción de
sus propios malos deseos. Y, por tanto, muchos malos
ministros o padres pueden seriamente buscar corregir a sus
hijos o congregación, ya que no pierden el provecho de su
propio pecado o deleites cuando otros se reforman, ni esto
les llama a la abnegación que requieren de los suyos. Pero
aun con todo esto, no existe el celo, resolución y diligencia
que se encuentra en todos los que son fieles a Cristo. No se
posicionan contra el pecado como enemigo
enemig o de Cristo y como
aquello que pone en peligro las almas de las personas. Un
comandante traidor, que no dispara sino pólvora contra el
enemigo, puede conseguir que sus cañones hagan un gran
ruido o se parezcan a aquellos que están cargados con
balas, pero no dañan al enemigo. Así que uno de estos
hombres puede hablar igual de fuerte y hacerlo con
afectado fervor, pero rara vez realiza una gran ejecución
contra el pecado o Satanás. Nadie puede luchar bien sino
cuando aborrece o está muy enfadado con el enemigo, ni
mucho menos podrá luchar bien contra aquellos que ama
por encima de todo. Toda persona no convertida está tan
lejos de odiar el pecado a propósito, que en realidad es su
más querido
qu erido tesoro.
En esto pueden ver que, un hombre sin santidad, que ama
al enemigo, resulta muy inadecuado para ser un líder del
ejército de Cristo y llevar a otros a renunciar al mundo y a la
carne, ya que él mismo se aferra a ellos como su mayor
bien.
(4) No es probable que la gente tenga en mucha
consideración la doctrina de tales
tal es hombres cuando v vean
ean que
no viven como predican. Pensarán que no quieren decir lo
que dicen si no viven lo que hablan. Difícilmente creerán a
un hombre que no parece creerse a sí mismo. Si alguien les
dice que corran por sus vidas porque un oso o un enemigo
está a sus espaldas, y sin embargo no aligera su propio
ritmo,
no estarán
estarán
existe eltentados
t entados
peligro a del
pensar
quequeadvierte.
solo es un Cuando
bufón,
bu fón, y que
los
predicadores le cuentan a la gente acerca de la necesidad
de santidad, y que sin ella nadie verá al Señor, y, sin
embargo, continúan siendo tan impuros ellos mismos, la
gente pensará que lo único que hacen es hablar para pasar
el tiempo, y que tienen que decir algo para ganarse el
dinero, y sus palabras solo son rutinarias. Pueden levantar
su voz contra el pecado durante largo tiempo antes de que
las personas crean que existe algún mal o peligro como el
que se dice, cuando ven que el mismo hombre que lo
reprocha lo atesora en su seno, y hace de él su deleite. Más
bien los están tentando a pensar que existe algún bien
especial en el pecado, y que hablan mal de él como hacen
los glotones con un plato que les encanta, para poder
tenerlo ellos solos. Mientras los hombres tengan tanto ojos
como orejas, pensarán que pueden ver lo que quieres decir
tal como también lo oyen, y estarán más dispuestos para
creer a su vista que a su oído, ya que esta es el sentido más
perfecto de los dos. Todo lo que un ministro hace es una
especie de predicación, y si viven una vida codiciosa y
descuidada, están predicando esos pecados a su audiencia
mediante la práctica. Si beben, o juegan, o malgastan su
tiempo en vanos discursos, ellos lo tomarán como si dijeran
“Vecinos, esta es la vida que han de vivir, pueden ir por este
camino sin peligro”. Si ustedes son impíos, y no enseñan a
suscompañía
la familias el
contemor deestén,
la que Dios ninicontradicen los pecados
hacen cambiar el curso de
de
sus vanas palabras o tratan con ellos claramente acerca de
su salvación, lo tomarán como si estuvieran predicando que
estas cosas son innecesarias, y que pueden hacer igual que
ustedes sin temor. Es más, estarán haciéndolo peor que
esto, porque les enseñan a pensar mal de otros que son
mejores. ¿Cuántos ministros fieles y cristianos laicos son
odiados y reciben reproches por causa de los que son así?
¿Qué es lo que les dice la gente? “Eres muy detallado, y nos
cuentas mucho acerca del pecado y el deber, y causas
mucho revuelo con esos asuntos, mientras que tal y tal
ministro, que es tan buen erudito y predicador como tú,
estaría feliz de festejar con nosotros y dejarnos en paz, y
nunca nos importunaría con un discurso así. Nunca puedes
quedarte callado, sino que hablas más de lo necesario y te
encanta asustar a los hombres hablando de condenación
cuando otros religiosos sobrios, instruidos y pacíficos se
callan y viven con nosotros como otra persona cualquiera”.
Tales
Tales son los pensamientos y la forma de hablar que su
negligencia ocasiona en la gente. Les darán espacio para
predicar contra sus pecados y hablar a favor de la piedad
tanto como quieran en el púlpito, con tal de que los dejen
tranquilos después y sean amistosos y alegres con ellos
cuando hayan terminado, hablando como ellos lo hacen,
vivan como ellos viven y sean indiferentes en su
conversación. Esto es así porque consideran el púlpito un
escenario, un lugar en el que los predicadores han de
exhibirse y jugar su papel, donde tienen libertad durante
una hora para decir lo que quieran, y no les importa lo que
los predicadores dicen si no se lo dicen de forma personal a
la cara, haciendo v ver
er que hablaban en ser
serio
io y realmente
querían decir eso. ¿Es, por tanto, probable que haga mucho
bien o que esté capacitado para ser ministro de Cristo aquel
hombre que habla por Él una hora en el día de reposo, y
luego, con su vida predica contra Él toda la semana,
haciendo ver que sus palabras púbpúblicas
licas son mentira?
Y si algun
algunaa de esa
esass perso
personas
nas fuera sabia para no seguir los
ejemplos de tales hombres, lo aborrecible de sus vidas haría
que su doctrina fuera menos efectiva. Aunque sepan que la
carne es buena y sana, un estómago débil puede resentirse
de ella si el cocinero o el sirviente que la lleva la manipula
con manos leprosas o sucias. Tengan cuidado de sí mismos
si quieren
qui eren hacer bien a otros
otros..
Finalmente, consideren si el éxito de sus labores no depende
de la ayuda
prometido y bendición
Él dar su ayuda ydel Señor. aY hombres
bendición ¿En quéimpíos?
lugar ha
Si
Él promete bendecir a su iglesia incluso por medio de estos
hombres, a ellos no les promete ninguna bendición. A sus
fieles siervos promete que estará con ellos, que pondrá su
Espíritu sobre ellos y ssu
uppalabra
alabra en sus bocas, y que Satanás
caerá ante ellos como un relámpago del cielo. Pero ¿Dónde
hay una promesa como esta a los ministros impíos? No,
¿Acaso por su hipocresía y abuso de Dios no lo provocan a
abandonarles y destruir
destruir ttodas
odas sus obras
obras,, al menos
m enos en cuanto
a ellos mismos, aunque pueda bendecir a sus elegidos?
Porque no niego que Dios puede hacer mucho bien a su
iglesia por medio de hombres impíos, pero no lo hace de
manera tan frecuente ni eminente como lo haría por medio
de sus propios siervos. Y lo que he dicho de los impíos,
también es válido en parte para los piadosos mientras estos
estén envueltos en escándalos y caídas, en proporción a la
medida de su pecado.

******

CAPÍTULO 2: LA SUPERVISIÓN DEL


REBAÑO
Sección
Secc ión 1 – La naturaleza de esta supervisión

Habiéndoles mostrado en qué consiste tener cuidado de sí


mismos, procedo a mostrarles a continuación en qué
consiste el tener cuidado de todo
t odo el rebaño.
Fue necesario
necesario tomar en consideración prim
primero
ero lo que hem
hemos
os
de ser y hacer por nuestras propias almas, antes de llegar a
aquello que se ha de hacer por otros: “No puede tener éxito
en sanar las heridas de otros aqu
aquel
el que no es
está
tá sano por ser
negligente consigo mismo. No beneficia a su prójimo ni a él
mismo. No puede
p uede levantar a otros si
si él mismo se cae”. Sí, no
puede hacerlo sin que todas sus labores acaben
convirtiéndose en nada, porque el corazón y la vida del que
las hace, no son nada. “Para algunas personas hay quienes,
aun siendo expertas en el ministerio espiritual, se
comportan impetuosamente, y, aunque actúan con
inteligencia, pisotean cualquier bien que realizan. Enseñan
con demasiada velocidad lo que solo puede hacerse santo
mediante la meditación, y lo que proclaman en público lo
impugnan mediante su conducta. Por consiguiente, caminan
como pastores por sendas que son demasiado escarpadas
para que el rebaño las siga”. Cuando hemos guiado a
nuestra gente a aguas vivas, si las ensuciamos con nuestras
vidas, podemos perder nuestra labor y ellos no mejoran en
absoluto. Antes de que hablemos del trabajo mismo, hemos
de hacer notar algo que se presupone en las palabras que
tenemos ante nosotros.
1. Se da por hecho aquí que cada rebaño debería
tener su propio pastor, y cada pastor su propio
rebaño.
Así como cada tropa o compañía de un regimiento de
soldados ha de tener su propio capitán y oficiales, y cada
soldado sabe cuál es su comandante y sus colores, también
es la voluntad de Dios que cada iglesia tenga su propio
pastor, y que todo discípu
discípulo
lo de Cristo “conozca sus maestros
que están sobre ellos en el Señor”. Aunque un ministro
oficia en la iglesia universal, es de forma especial un
supervisor de la iglesia en particular que está asignada a su
cargo. Cuando se nos ordena ministros sin un cargo
especial, tenemos licencia y el mandato de hacer lo mejor
que
para podamos para todos
ejercitar nuestros conforme
dones. tengamos
Pero cuando oportunidad
hemos tomado
un cargo en particular, restringimos el ejercicio de nuestros
dones especialmente a esa congregación, de modo que no
hemos de dedicar
dedi car a otro
otross mayo
mayorr tiemp
tiempo
o y ay
ayuda
uda d
del
el qu
quee nos
podamos permitir, excepto en aquellos casos en que el bien
público lo requiera, el cual, sin duda, ha de ser tenido en
cuenta. De esta relación entre pastor y rebaño, surgen todos
los deberes que se deben mutuamente
mu tuamente los unos a los otros.
2. Cuando se nos ordena tener cuidado de todo el
rebaño, se implica claramente que, ordinariamente,
los rebaños no han de ser mayores de lo que somos
capaces de supervisar o “cuidar”.
Dios no impondrá sobre nosotros imposibilidades naturales.
No encargará a los hombres que salten hacia la luna, ni que
toquen las estrellas o que cuenten la arena del mar. Si el
oficio pastoral consiste en supervisar todo el rebaño,
entonces a buen seguro el número de almas bajo el cuidado
de cada pastor no ha de ser mayor de lo que este sea capaz
de cuidar
cuid ar.. ¿A
¿Acaso
caso Dios requeri
requeriría
ría a un obisp
obispoo encargarse de
un país entero, o de muchas parroquias con miles de almas,
de forma que no fuera capaz de supervisarlas? ¿Y de tomar
el gobierno único de ellas, mientras los maestros
particulares de estas están libres de ese trabajo? ¿Exigiría
Dios la sangre de tantas parroquias de las manos de un
hombre si es algo que no podrían hacer ni diez, veinte, cien
o trescientos hombres, sino puede hacerlo más de lo que yo
puedo mover una montaña? Entonces ¡ay de los pobres
prelados! ¿Acaso no es, por tanto, doloroso que hombres
sobrios e instruidos rueguen por un cargo así como si fuera
un privilegio deseable, que se pongan ellos mismos bajo
dicha carga, en lugar de, más bien, temblar ante una
empresa tan enorme? Oh, habría sido feliz para la iglesia, y
para los obispos mismos, si esta medida que el apóstol nos
intima aquí, se hubiera seguido observando: que la diócesis
no fuera mayor
supervisar de lo que
y gobernar, losque
para ancianos
puedanu tener
obispos pudieran
cuidado de
todo el rebaño. O bien que los pastores se hubieran
multiplicado conforme las iglesias aumentaban, y el número
de supervisores fuera proporcional al número de almas,
¡Para que la obra no se deshiciera mientras que ellos
asumen títulos vacíos y emprenden lo que es imposible!
Que, más bien, hubieran orado al Señor de la mies para que
enviase más obreros, proporcionales al trabajo, y no lo
hubieran llevado a cabo ellos solos. No sería yo quien
alabara la prudencia o humildad de un obrero cuya tarea
fuera tan grande, que, no solo emprendiera reunir toda la
cosecha de su país él mismo, sino que además lo hiciera
bajo pena de muerte o condenación, y por si esto fuera
poco, luchara por obtener esa prerrogativa.
Pero se podría decir que existen otros para enseñar, aunque
uno solo
Dios porquees es
el así,
que ygobierna.
no graciasA aesto contesto:
algunos Bendito
de ellos. sea
Pero ¿no
es el gobierno una gran preocupación para el bien de las
almas así como la predicación? Si no es el caso, entonces
¿qué sentido hay para tener gobernantes en la iglesia? Si es
que sí, entonces, los que lo anulan tomando a cargo
imposibilidades, buscan la ruina de las iglesias y de ellos
mismos. Si solo la predicación es necesaria, no tengamos
nada más que simples predicadores ¿Por qué debería haber
agitación por tener un gobierno en la Iglesia? Pero si la
disciplina, en su justo lugar, también es necesaria, ¿no sería
enemistad para
p ara con la salvación de las personas el exclui
excluirla?
rla?
Y cuando se convier
convierte
te en un trabajo que es incapaz de
hacerse
hacers e por n
naturaleza,
aturaleza, in
inev
evitabl
itablemente
emente se está excluye
excluyendo.
ndo.
El general que comanda un ejército él solo, bien podría decir
que sea destruido por falta de órdenes, y el maestro de
escuela que quiera supervisar y gobernar todas las escuelas
del país él solo, bien podría decir que queden todas sin
gobierno. El doctor que emprenda el cuidado de todos los
enfermos de la nación o el condado entero, cuando ni
siquiera es
es capaz de visvisitar
itar a cien pers
personas,
onas, bien podría
decir “que perezcan”. Ha de reconocerse que, en caso de
necesidad, y donde no se puede tener nada mejor, un
hombre puede
pu ede tomar a cargo más almas de las que es capaz
de supervisar de manera particular. Sin embargo, entonces
debe encargarse de hacer solo lo que pueda por ellas, y no
todo lo que un pastor debería hacer de forma ordinaria. Este
es el caso de algunos de nosotros, que tenemos
congregaciones más grandes de las que somos capaces de
prestar el especial cuidado que su estado requiere. Por mi
parte, profeso que estoy tan lejos de su valentía para
aventurarme al gobierno en solitario de un condado, que no
emprendería, ni por toda Inglaterra, el ser solo uno de los
dos que hacen todo el trabajo pastoral que Dios requiere en
la parroquia en que vivo, si no tuviera para satisfacer mi

conciencia más
conseguir que, por la necesidad
obreros, de la Iglesia
y, por tanto, debo no se pueden
hacer lo que
pueda en lugar
l ugar de dejar todo sin hacer por no poder hacerlo.
No obstante, los casos de inevitable necesidad no son
comunes en la Iglesia, o, cuanto menos, no es deseable que
lo sean. Oh, feliz es la iglesia de Cristo en la que los obreros
son capaces, fieles, y proporcionales en número al número
de almas, de tal forma que los pastores son tantos, o las
iglesias tan pequeñas, que podamos tener “cuidado de todo
el rebaño”
Habiendo hablado de estas cosas que han de presuponerse,
procedamos a considerar el deber que se recomienda en el
texto: Cuidar de todo el rebaño. Como pueden ver, se trata
de todo el rebaño, de cada miembro individual a nuestro
cargo. Con este
este fin es neces
necesario
ario que conozcamos a cada un uno
o
de ellos, porque ¿Cómo podremos cuidarlos si no los
conocemos? Hemos de esforzarnos por familiarizarnos no
solo con las personas, sino con el estado de toda nuestra
gente, con sus inclinaciones y conversaciones, saber de
cuáles pecados
están más estána descuidar,
incli nados
inclinados más en peligro,
así y qué
así como llas obligaciones
as tentaciones a
las que son más susceptibles, porque si no conocemos su
temperamento o enfermedad, no es probable que
q ue acabemos
teniendo éxito como médicos.
médi cos.
Así pues, estando familiarizados con todo el rebaño, luego
hemos de estaría
razonable cuidarlo. Podría pensarse
satisfecho con esto,que cualquier
y no hombre
necesitaría más
pruebas. ¿Acaso un pastor cuidadoso no cuida de cada una
de sus ovejas, y un buen maestro de cada uno de sus
alumnos? ¿Y un buen médico no cuida de cada uno de sus
pacientes? ¿Y un buen comandante de cada soldado
individual? ¿Por qué entonces los pastores, los maestros, los
médicos, los guías de las iglesias de Cristo, no toman
cuidado de cada miembro individual que está a su cargo?
Cristo mismo, el gran y buen pastor, que tenía que cuidar de
todo, cuidó
parábola, quede“deja
cadalasindividuo como
noventa y aquel
nueve en eldescrito
desierto,en la
y va
tras la que se perdió, hasta encontrarla” ( Lucas 15:4 ). Los
profetas con frecuencia fueron enviados a personas
individuales. Ezequiel se convirtió en atalaya sobre
individuos, y se le ordenó que dijera a los impíos
“Ciertamente morirás”. Pablo enseñó a sus oyentes no solo
públicamente, sino también de casa en casa, y en otra parte
nos dice “amonestaba a todo hombre, y enseñando a todo
hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en
Cristo Jesús a todo hombre” ( Colosenses 1:28 ). Muchos
otros pasajes de las Escrituras hacen evidente que es
nuestro deber prestar atención a cada individuo de nuestro
rebaño, y muchos en los antiguos concilios muestran
claramente que esto era una práctica en tiempos primitivos,
pero citaré solo uno de Ignacio: “Que las asambleas”, dice
él, “se reúnan
reúnan a mmenudo,
enudo, y pregunten ppor
or todos por nombre.
Que no se desprecie a los siervos o criadas”. Pueden ver que
entonces se consideraba un deber cuidar cada miembro del
rebaño por nombre, sin excluir ni al más humilde siervo o
criada.
Alguno podría objetar: “La congregación que tengo a cargo
es tan grande que me es imposible conocerlos a todos, ni
mucho menos tener cuidado de todos ellos de manera
individual”. A esto contesto “¿Este cargo le fue impuesto por
necesidad? Si no es así, está excusando un pecado con otro.
¿Por qué emprendió un trabajo que sabía que no sería capaz
de realizar, cuando no se vio forzado a ello? Pareciera que
tiene otro objetivo al tomar el cargo, y que nunca tuvo
intención
intenci ón de ser fiel a la confianz
confianzaa que se le depositó. P
Pero
ero si
si
cree que fue necesario tomarlo, le preguntaría: ¿No podía
haberse procurado ayuda para un cargo tan grande? ¿Ha
hecho todo lo posible entre sus amigos y vecinos para
conseguir financiar a otra persona que le ayude? ¿No tiene
suficiente financiación que pueda servir para usted y para

otro? ¿Y qué si¿No


completamente? noesfuere suficienteque
más razonable para mantenerlo
sea austero con
su carne y su familia que emprender un trabajo que no
puede realizar, y descuidar las almas de tantos de su
rebaño? Sé que lo que digo parecerá muy duro a algunos,
pero para mí es algo incuestionable que si no se tienen más
de cien lib
libras
ras a
all año, es su deber vivir de una p
parte
arte de estas
estas,,
y dejar que el resto sean para un ayudante competente, y no
que sea descuidado el rebaño que está a su cargo. Si me
dicen que esta medida es dura, y que su esposa e hijos no
podrán
muchas vivir así, de
familias responderé ¿Acaso ¿Acaso
su parroquia? no viven
no con menos
ha habido
muchos ministros capaces en los días de los prelados que
han estado contentos con menos, y con la libertad para
predicar el evangelio? Si todavía dicen que no pueden vivir
tan humildemente como lo hace la gente pobre, continuaré
preguntando ¿Pueden sus parroquianos soportar la
condenación más de lo que ustedes pueden soportar la
necesidad y la pobreza? ¿Se llaman ministros del evangelio
y aun así las almas humanas son tan viles a sus ojos que
prefieren que perezcan eternamente, antes de que ustedes
y sus familias vivan en una baja y pobre condición? ¿No
deberían preferir mendigar pan antes de hacer peligrar o
poner en desventaja un asunto tan grave como la
condenación de las personas, incluso si solo fuera un alma?
¡Oh, señores, es algo triste cuando los hombres estudian y
hablan acerca del cielo, el infierno, lo pocos que son los que
se salva
salvan,
n, lo di
difícil
fícil que es la salva
salvación,
ción, y al mismo ti
tiempo
empo no
son serios!. Si lo fueran, nunca podrían apegarse a esto que
dicen, a la vez que dejan a su pueblo marchar hacia el
infierno para ustedes poder vivir mejor en este mundo.
Recuerden esto la próxima vez que estén predicándoles: no
pueden ser salvos sin conocimiento. Presten atención si sus
conciencias les dicen “Si tuvieran una instrucción diligente y
fueren exhortados en privado, uno por uno, es posible que
llegaran al conocimiento. Si hubiera otro ministro para

ayudarme, se podría
carne, podría lograr.
tener un Si viviera
ayudante. ¿Mecon poco yentonces
atreveré negara mia
dejar a mi gente vivir en esa ignorancia (que yo mismo les
he dicho que es condenatoria), en lugar de ponerme a mí
mismo y mi familia en un poco de necesidad?”
¿Acaso debo ir a mi Biblia para mostrarle a un predicador el
lugar donde está escrito que el alma de un hombre vale más
que un mundo, y por tanto, mucho más de cien libras al
año? ¿No valen aún mucho más si son muchas almas? ¿He
de mostrarles que lo que tenemos es de Dios, y debe
emplearse hasta el extremo para servirle? ¿O que es una
crueldad inhumana dejar que las almas vayan al infierno por
temor a que la esposa y los hijos, de alguna manera, tengan
una vida más dura o de estatus más bajo? Y esto, teniendo
en cuenta que, según la forma de actuar ordinaria de Dios
(que es la de trabajar por medios materiales), puedo hacer
mucho para evitar su miseria si simplemente no doy placer
a mi carne, la cual han crucificado todos los que están en
Cristo, junto con sus pasiones. Cada hombre ha de rendir a
Dios lo que es de Dios, y eso, recordemos, eso es lo que de
verdad poseemos y lo que somos. ¿Cómo se santifican todas
las cosas a nosotros, si no es al separarlas y dedicarlas para
Dios? ¿Acaso no son suyos todos los talentos y han de ser
empleados en su servicio? ¿No debería todo cristiano
preguntarse primero, en qué forma puede
pu ede honrar más a Dios
con lo que tiene? ¿Acaso no es esto lo que predicamos a
nuestra gente? ¿Es cierto para ellos y no para nosotros?
¿Acaso el sustento para la iglesia no se ha dedicar de
manera especial al servicio de Dios por la iglesia? ¿Y no
deberíamos entonces utilizarlo para el máximo provecho de
ese objetivo? Si un ministro que tiene doscientas libras al
año, puede probar que cien libras de ellas rinden más
servicio a Dios si se dedican a sí mismo, o a su esposa e
hijos, que si se usan para mantener a uno o dos asistentes
capaces para ayudar a avanzar la salvación del rebaño, no
me atrevería
probar, a reprobar sus
no justifiquemos estagastos; peroY si
práctica. esto noañadir
debería se puede
que
esta pobreza no es tan intolerable y peligrosa como se
pretende. Si tienen comida y vestido ¿no deberían estar
contentos? ¿Y qué deberían tener además de eso para
adecuarlos a la obra de Dios? Para este fin, no se necesita
“vestir de púrpura y de lino fino, y hacer cada día banquete
con esplendidez” ( Lucas 16:19 ). “La vida de un hombre
no consiste en la abundancia de cosas que posee” ( Lucas
12:15 ). Si sus vestidos son cálidos y su comida sana, están
igual de bien
tuvieran sustentados
la plena para de
satisfacción hacer servicioUn
su carne. a Dios que
abrigo si
con
remiendos puede ser cálido, y el pan y el agua son comida
sana. Al que no le falte esto, pobre excusa tiene para hacer
peligrar
pelig rar las a
almas
lmas a fin de poder comer golosinas.
No obstante, aunque es nuestro trabajo cuidar de todo el
rebaño, hemos de prestar especial
especial atenci
atención
ón a algunas
alg unas clases
de personas en particular. Muchos no entienden bien esto, y
por eso me extenderé un poco acerca de ello.

1. Hemos
conversión deque
de los esforzarnos de manera especial por la
no son conversos.
La obra de conversión es la primera y mayor en la que
debemos emplearnos. Hemos de trabajar en esto con todas
nuestras fuerzas. Es tan grande la miseria de los que no son
conversos, que clama por nuestra compasión en voz más
alta. Si un pecador que está verdaderamente convertido
cae, caerá en un pecado que será perdonado y no está en
peligro de ser condenado como otros. No es que Dios no
odie el pecado de esa persona tanto como el de otros, o que
lo vaya a llevar al cielo si siempre vive así de impíamente, ya
que el Espíritu que está en ellos no permitirá que vivan
impíamente ni que pequen como hacen los impíos. Pero con
los no convertidos el caso es muy diferente. Están “en hiel
de amargura y en prisión de maldad” ( Hechos 8:23 ) y no
tienen parte ni comunión en el perdón de sus pecados, ni
esperanza el
necesidad deque
gloria. Por tanto,
tenemos es un
con ellos, trabajo
“para abrirde
susmayor
ojos,
para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la
potestad de Satanás a Dios; para que reciban, perdón de
pecados y herencia entre los santificados” ( Hechos 26:18
). Aquel que ve a un hombre con una enfermedad mortal, y
a otro solo con un dolor de muelas, sentirá más compasión
hacia el primero que al último, y a buen seguro se
apresurará más a ayudarlo, aunque este sea un extraño y el
otro un hijo
hi jo o un hermano. Es un caso tan
tan tri
triste
ste v
ver
er pers
personas
onas
en unsiempre,
para es
estado
tado en
queelcreo
que,quesi murieran,
no deberíamos quedarían perdidos
ser capaces de
dejarles solos,
solos, ya ssea
ea en púpúbli
blico
co o en p
priva
rivado,
do, sin iimportar
mportar el
trabajo que tengamos que hacer. Confieso que con
frecuencia me veo forzado a descuidar el aumentar el
conocimiento de los piadosos a causa de la lamentable
necesidad de los que no n o son conv
convers
ersos.
os. ¿Quién pu
puedeede hablar
de controversias, o de puntos buenos pero innecesarios, o
incluso de verdades de un grado más bajo de necesidad, por
muy excelentes que sean, mientras ve a una compañía de
pecadores ignorantes, carnales y miserables ante sus ojos,
que han de cambi
cambiar ar o condenars
condenarse? e? Inclu
Incluso
so me parece v verles
erles
entrar a su condenación final. ¡Me parece estarles
escuchando pidiendo la más urgente ayuda! Su miseria
habla más alto, porque sus corazones no pueden pedir ellos
mismos. Muchas veces he tenido oyentes de fantasías más
elevadas, que buscaban rarezas y les gustaba despreciar mi
ministerio si no les contaba algo más que lo ordinario. Y, sin
embargo, no podía hallar en mi corazón el dar la espalda a
la necesidad de los impenitentes para contentar a estos
oidores, ni de dejar de hablar a los miserables pecadores
para su salvación, para hablarle a tales novelistas. Ni
siquiera encontraba tiempo para hablar (como debería
hacerse en otro caso) a los santos débiles para confirmarlos
y que aumenten en gracia. Creo que, como sucedía con
Pablo que “su espíritu se enardecía viendo la ciudad
entregada a la idolatría”
llevar al paroxismo ( Hechos
ver tantas 17:16
personas ) nos debería
en extremo peligro
de ser deshechos eternamente. Si por fe los viéramos de
verdad a un paso del infierno, esto desataría nuestras
lenguas con más eficacia que el peligro en que se encontró
Creso, y que dicen que desató la lengua de su hijo. Aquel
que deja que un pecador descienda al infierno por no
hablarle, se preocupa por las almas menos de lo que lo hizo
el Redentor de las almas, y se preocupa menos por su
prójimo de lo que la caridad común le obligaría a
preocuparse por alsuque
tanto, descuiden mayor
sea, enemigo.
pero no al ¡Oh,
más hermanos, por
miserable! Sea
quien sea el que pasen por alto, no olviden a las pobres
almas que están bajo la condenación y maldición de la ley, y
que estarán esperando cada hora la ejecución infernal si un
cambio rápido no lo evita. ¡Oh, clamen tras los
impenitentes, y atiendan esta gran obra de la conversión de
las almas, sea
sea lo qu
quee sea que dejen por hacer!
2. Hemos de estar preparados para aconsejar a los que
nos pregunten y acudan a nosotros co con
n casos de conciencia,
especialmente ese gran caso que los judíos presentaron a
Pedro y el carcelero a Pablo y Silas: “¿Qué he de hacer para
ser salvo?” Un ministro no ha de ser simplemente un
predicador público, sino que ha de ser conocido por sus
almas como un consejero, como un médico para sus
cuerpos, y como un abogado para sus haciendas, de tal
manera que toda pers
p ersona
ona que esté en apuros o dud
dudas
as pueda
llevar su caso ante él para ser resuelto; así como Nicodemo
vino a Cristo, y como era frecuente que las personas de la
antigüedad acudieran al sacerdote “cuyos labios guardan la
sabiduría y de su boca el pueblo buscará la ley, porque es
mensajero del Señor de los ejércitos” ( Malaquías 2:7 ).
Pero como la gente ha dejado de estar familiarizada con
este oficio del ministerio y con su propio deber y necesidad
a este respecto, nos corresponde a nosotros darlo a conocer,
y motivarlos
consejo públicamente
con respecto a las agrandes
que acudan a nosotros adepedir
preocupaciones sus
almas. No solo debemos estar dispuestos a tomar esos
problemas, sino que deberíamos llevarlos sobre nosotros
invitándoles a venir. ¡Qué abundancia de bien podríamos
hacer, si simplemente fuéramos capaces de llevarlos a esto!
Y, sin duda,
du da, se puede hacer mu
mucho
cho en llo
o que respecta a ello
si cumplimos con nuestro deber. ¡Qué pocos han motivado
de corazón a sus congregaciones para que cumplan con su
deber de esta forma! ¡Oh, es un caso triste que las almas se
vean heridasy yque
tan grande, en los
peligro por elapenas
ministros total descuido deélun
hablen de deber
y traten
de despertarles a ello. Si sus oyentes fueran sensibles como
corresponde a la necesidad e importancia de esto, llamarían
a sus puertas con más frecuencia, dándoles a conocer sus
tristes quejas y rogando su consejo. Les ruego por tanto
tant o que,
de aquí en adelante, los insten más a este deber, y que lo
lleven a cabo con cuidado cuando ellos busquen su ayuda.
Con este objeto, es muy necesario que estén bien
familiarizados con casos prácticos y especialmente que se
familiaricen con la naturaleza de la gracia salvadora, y que
sean capaces de ayudarles a comprobar su estado y resolver
la pregunta principal: la de su vida o muerte eterna. Una
palabra de consejo prudente y adecuada, dada por un
ministro a las personas que tienen necesidad, puede ser
más útil que muchos sermones. “La palabra a su tiempo”,
Salomón , “¡Cuán buena es!” ( Proverbios 15:23 ).
dice Salomón,
3. Hemos de estudiar para edificar a aquellos que ya
han sido realmente convertidos. Con respecto a esto,
nuestro trabajo es variado, según las diversas situaciones en
que se encuentran los cristianos.
(1) Hay muchos de nuestro rebaño que son jóvenes y
débiles en la fe, quienes, a pesar de que son antiguos,
todavía tienen poca fuerza o poco desempeño. Ciertamente,
esta es la condición más común entre los piadosos. La
mayoría de ellos se contentan con cantidades bajas de
gracia, y no es fácil llevarles a un lugar más alto. Llevarles a
opiniones más altivas y estrictas es fácil, es decir, llevarlos
de la verdad al error, ya sea a derecha o izquierda; pero
aumentar su conocimiento y sus dones no es fácil, e
incrementar sus gracias es lo más difícil de todo. Es algo
muy triste que los cristianos sean débiles, porque nos
expone a peligros, abate nuestro consuelo y deleite en Dios,
y arrebata la delicia del camino de la sabiduría; nos
convierte en gente menos servicial a Dios y a los hombres, y

nos
bienlleva
a losaque
honrar
nos menos
rodean.a También
nuestro Maestro
tenemosya hacer
poco menos
beneficio
al utilizar los medios de gracia. Jugamos con demasiada
facilidad con el cebo de la serpiente, y luego nos vemos
atrapados por sus astucias. Alguien seductor puede
fácilmente agitarnos, y hacer aparecer ante nosotros lo
bueno como malo, y el pecado como un deber; y también lo
contrario. Somos menos capaces de resistir y mantenernos
en pie en un encuentro, caemos más fácilmente y nos
levantamos con más dificultad, y estamos más dispuestos
para provocar
de fe. Cuandoescándalo y reproche
somos débiles, nossobre nuestra menos
conocemos profesión
a
nosotros mismos, y estamos más predispuestos a
equivocarnos en lo que respecta a nuestra propia situación,
sin ver cuando las corrupciones han tomado ventaja sobre
nosotros. Somos deshonrosos para el evangelio por nuestra
misma debilidad, y poco útiles para los que nos rodean. En
una palabra, aunque vivimos en una situación de poco
provecho para nosotros mismos y para otros, estamos
demasiado poco dispuestos
dispu estos a morir a ella.
Ahora bien, visto que la debilidad entre los convertidos es
tan triste, ¡cuán diligentes deberíamos ser en valorar y
aumentar su gracia! La fuerza de los cristianos es la honra
de la iglesia.
ig lesia. Cuando estamos inflamados por el amor a Dios,
Dios,
y vivimos por una fe viva y que obra, cuando valoramos en
poco el provecho y los honores del mundo y nos amamos
unos a otros fervientemente de corazón puro, cuando
podemos soportar y de corazón perdonar una ofensa, y sufrir
gozosamente por la causa de Cristo, estudiar para hacer
bien y caminar siendo inofensivos y sin hacer daño en el
mundo, y estamos dispuestos para ser siervos de todos los
hombres por su bien, cuando nos convertimos en todas las
cosas por los hombres para ganarlos para Cristo,
absteniéndonos de la apariencia de maldad y sazonando
todas las acciones con una buena mezcla de prudencia,
humildad, celo y mentalidad celestial… ¡Oh, de cuánta
honra son los que son así para su profesión! ¡Qué adorno
para la iglesia, y de cuánto servicio a Dios y a los hombres!
Las personas creerían mejor que el evangelio viene del cielo
si vieran más estos efectos sobre los corazones y las vidas de
aquellos que lo profesan. El mundo está mejor capacitado
para leer la naturaleza de la fe en la vida de una persona
que en la Biblia. “Los que no creen a la palabra, sean
ganados sin palabra por la conducta” de aquellos que son
eminentes por su piedad ( 1 Pedro 3:1 ). Por tanto, es una
parte muy importante de nuestro trabajo el esforzarnos más
en pulir y perfeccionar a los santos, para que puedan ser
fuertes en el Señor, y estar equipados para el servicio de su
Maestro.
(2) Otro tipo de convertidos que necesitan una ayuda
especial son aquellos que se esfuerzan bajo alguna
corrupción particular
que los convierten en que mantiene para
un problema ocultas sus
otros gracias,
y una cargay
para sí mismos. ¡Hay demasiados así! Algunos son
particularmente adictos al orgullo, otros a una mentalidad
mundana, otros a los deseos sensuales, y otros al enfado u
otras malas pasiones. Nuestro deber es ayudar a todos estos,
y en parte por disuasiones y exposiciones claras de lo
aborrecible que es el pecado, en parte por consejos
adecuados acerca del remedio, ayudarles a tener una
victoria más completa sobre sus corrupciones. Somos los
líderes del ejército de Cristo contra los poderes del infierno,
y hemos de resistir
resistir todas las obras de las tiniebl
tinieblas
as allí d
donde
onde
las hallemos, incluso si se encuentran en los hijos de la luz.
No hemos de consentir más los pecados de los piadosos de
lo que
qu e consentimos los de los imimpíos,
píos, ni fav
favorec
orecerlos
erlos o hacer
amistad con ellos. Cuanto más amemos a sus personas,
mucho más hemos de manifestarlo oponiéndonos a sus
pecados. Y aun así, hemos de esperar encontrar algunas
personas susceptibles, que, especialmente cuando la
iniquidad ha conseguido ventaja y ha hecho partido, y han
caído ya mucho en el amor a ella, serán igual de petulantes
e impacientes con los reproches que otras personas peores,
y quizás hasta afirmen que la piedad está involucrada en
sus faltas. Pero
Pero los ministros de Cristo han de cum
cumpli
plirr con su
deber, sin importar el mal humor de ellos, y no deben llegar
tan lejos en el odio a sus hermanos como para evitar
reprenderles o permitir que el pecado descanse sobre sus
almas. Sin duda, debe hacerse con mucha prudencia, pero
se ha de hacer.

(3) Otro
cristianos en grupo que
declive, losrequiere unahan
que o bien ayuda especial
caído son los
en un pecado
escandaloso, o han abatido su celo y diligencia dando
muestras de que han perdido su antiguo amor. Este caso es
muy triste, como el de aquellos que retroceden, así que
nuestra diligencia ha de ser muy grande para lograr su
recuperación. Es triste para ellos perder tanto de su vida,
paz y servicio a Dios, y convertirse en tan serviciales a
Satanás y su causa. También es triste para nosotros ver que
todo nuestro trabajo ha acabado en esto, y que, después de
habernos esforzado tanto con ellos y tenido tantas
esperanzas, todo se frustra. Lo más triste de ello es pensar
que Dios pueda verse deshonrado por aquellos que ha
amado tanto, y por los que tanto ha hecho, y que Cristo sea
herido en la casa de sus amigos. Además, una caída parcial
tiene la tendencia natural a convertirse en una apostasía
total, y en eso se convertirá si una gracia especial no lo
previene.
Ahora bien, cuanto más triste es el caso de estos cristianos,
más hemos de esforzarnos nosotros por su recuperación.
Hemos de “res“restaurar
taurar a los que h
han
an sido sorprendidos en u
una
na
falta con espíritu de mansedumbre” ( Gálatas 6:1 ), y
cuidar de que la herida esté completamente examinada y
sanada, que la articulación quede bien de nuevo, sea cual
sea el esfuerzo. Hemos de buscar especialmente honrar el
evangelio, y asegurarnos de que ellos dan tal evidencia de
verdadero arrepentimiento que realicen una confesión
completa y libre de su pecado. Cuiden de que hagan alguna
reparación a la iglesia y su santa profesión por la herida que
han provocado a la fe. Se requiere mucha habilidad para
restaurar
res taurar un alma así.
(4) El último grupo que haré notar que requiere nuestra
atención son los fuertes, porque ellos también tienen
necesidad de nuestra ayuda: En parte para preservar la
gracia que tienen, en parte para ayudarles a hacer más
progresos, y en parte
para el servicio para ydirigirles
a Cristo la ayuda a mejorar
de sus sus fuerzas
hermanos.
También para motivarles a perse
También perseve
verar
rar y que puedan recibir
la corona.
Todos
Todos estos son objeto del trabajo min
ministerial,
isterial, y en lo que
respecta a cada uno de ellos, hemos de “cuidar de todo el
rebaño”.
4. Hemos de poner nuestros ojos de forma especial
sobre las familias, para asegurarnos de que están bien
ordenadas y que se cumplen los deberes de cada relación.
La vida de la fe y el bienestar y gloria tanto de la iglesia
como del estado dependen mucho de los deberes y el
gobierno de la familia. Si nos permitimos descuidar esto,
desbarataremos todo. ¿Qué podremos hacer por la reforma
de una congregación si todo el trabajo recae solo sobre
nosotros, y los que son cabeza de familia descuidan el
necesario deber para con los suyos, mediante el cual nos
ayudan? Si queremos comenzar algún bien y ministrar a un
alma, una familia sin cuidado, sin oración y mundana
seguramente lo sofocará o lo obstaculizará en gran medida,
Sin embargo, si pueden conseguir que los que gobiernan las
familias presten ayuda cumpliendo con sus deberes y
tomando el trabajo allí donde ustedes lo dejen ¡Cuánta
abundancia de bien puede hacerse! Les ruego, por tanto,
que si desean la reforma y bienestar de su gente, hagan
todo olo que dejen
este objeto,
bjeto, puedanqu
queepor
lespromover
proponga la fe en la familia. Con
lo siguiente:
(1) Obtengan información de cómo está ordenada cada
familia, para que puedan saber cómo proceder en sus
esfuerzos
esfuer zos por h
hacer
acerles
les bi
bien.
en.
(2) Acudan a visitarlos ocasionalmente, cuando
probablemente estén más desocupados, y pregunten al
cabeza de la familia si está orando con ellos y leyendo las
Escrituras, o qué está haciendo. Esfuércense por
convencerlos de su pecado
tienen la oportunidad, oren sicon
están descuidando
ellos esto, y, si
antes de marcharse,
dándoles ejemplo de lo que querría que hicieran. Quizás
también conseguir que les prometan que serán más
concienzudos
concienzu dos con su deber e
en
n el futu
futuro.
ro.
(3) Si encuentran a alguno que sea incapaz de orar por su
ignorancia
sus propiasonecesidades
falta de práctica,
y que convénzanlo para
consiga afectar susque estudie
corazones
con ellas, y, mientras tanto, aconséjenle a utilizar alguna
forma de oración en lugar de no orar en absoluto. No
obstante, díganles que es un pecado y una vergüenza el
vivir de manera tan descuidada, sin estar familiarizados con
sus propias necesidades y sin hablar con Dios en oración,
mientras
mient ras que cualqui
cualquier
er pordiose
pordiosero
ro puede encontrar palabras
para pedir limosna. Digan que toda forma de oración no es
sino una necesidad, tal como una muleta lo es para un
tullido, de manera que no pueden desenvolverse bien sin
ella; que no han de contentarse con ello, sino aprender y
hacerlo mejor lo más rápidamente
rápidament e posible, ya que la oración
ha de salir de los sentimientos del corazón, y variar de
acuerdo a nuestra
nu estrass necesidades y circunstancias.
(4) Traten
Traten de que en cada fami
familia
lia hay
h aya
a algunos lilibros
bros útiles y
motivadores además de la Biblia. Si no hay ninguno,
convénzanl
convé nzanlos
os de comprar algunos. Si no p pueden
ueden comp
comprar
rarlos,
los,
denles algunos si es posible. Si no pueden hacerlo ustedes
mismos, consigan
dispuesta que algún
a las buenas obras caballero u otra
los compren. persona
Luego haganrica
quey
los lean por las noches, cuando tengan tiempo, y
especialmente en el día del
d el Señor
Señor..
(5) Guíenlos acerca de cómo pasar el día del Señor, a cómo
despachar sus negocios mundanos para evitar cargas y
distracciones. Y cuando hayan estado en la iglesia, a cómo
pasar el tiempo con sus familias. La vida de la fe depende
mucho de esto, porque la gente pobre no tiene otro tiempo
libre, y, por tanto, si pierden este tiempo, pierden todo,
permaneciendo embrutecidos e ignorantes. Convenzan al
señor de cada familia para que sus hijos y sirvientes le
repitan el catecismo cada día de reposo por la tarde, y que
le den alguna cuenta de lo que han escuchado en la iglesia
durante el día.

Les ruego
trabajo. que noque
Consigan descuiden esta de
los cabezas importante parte
cada familia de su
cumplan
con su obligación y esto no solo les evitará una gran
cantidad de trabajo, sino que avanzará mucho el éxito de
sus labores. Si un capitán puede conseguir que los oficiales
que tiene bajo su mando cumplan con su deber, puede
gobernar a los soldados con mucho menor problema que si
se echan todo sobre sus propios hombros. No es probable
que vean ninguna reforma general hasta que procuren la
reforma de la familia. Puede que haya algún poco de
religión aquí y allá, pero mientras esté confinada a personas
individuales, y no se promueva en las familias, no
prosperará,
prosper ará, ni ttendrá
endrá un futuro p
prometedor
rometedor..
5. Hemos de ser diligentes en las visitas a los enfermos,
ayudándoles a prepararse para una vida fructífera o una
muerte feliz. Aunque esto debería ser la ocupación de
nuestra vida y la de ellos, en una ocasión así requiere un
cuidado extraordinario tanto de ellos como nuestro. Cuando
el tiempo
ti empo casi se hay
haya
a terminado, y ellos deban reconcili
reconciliars
arse
e
con
esasDios ahora
horas o nunca,
nun ca,a¡Oh,
y aferrarse cómoeterna!
la vida les im
importará
portará apro
aprove
Y cuando vechar
char
veamos
que no tendremos más que unos pocos días u horas más
para hablarles por el bien de su bienestar eterno, ¿Quién
que no sea una roca o un infiel, no pasaría mucho tiempo
con ellos y haría todo lo que pudiera por su salvación en ese
corto espacio de tiempo? ¿No despertará a la compasión el
ver un hombre languideciendo y pensar que en unos pocos
días su alma estará en el cielo o en el infierno? Seguro que
esto probará la fe y seriedad de los ministros, ¡el pasar
tiempo con las
oportunidad de personas
discernir que están
si ellos muriendo!
mismos Ahí tendrán
son serios acerca
de los asuntos de la vida venidera. Es tan grande el cambio
que se produce por la muerte, que debe despertar en
nosotros la mayor sensibilidad por ver un hombre cerca de
ella, y debería motivarnos a los mayores esfuerzos
compasivos para cumplir con el oficio de ángeles menores
para el alma, antes de que esta parta del cuerpo. Hemos de
esforzarnos para que esta alma esté preparada para la
caravana de los ángeles superiores que se dirige a la
“herencia de los santos en luz” ( Colosenses 1:12 ).
Cuando una persona está casi al final de su viaje y el
siguiente
siguient e paso le lleva
llevará
rá al cielo o al in
infierno,
fierno, es e
ell m
momento
omento
para que nosotros le ayudemos en lo posible mientras aún
haya esperanza.
Y así como su necesidad debería motivar
m otivarnos
nos a aprov
aprovechar
echar la
oportunidad para su bien, también deberíamos tomar la
ventaja que el prospecto de la muerte y la enfermedad nos
proporciona. Incluso el más endurecido
endu recido de los pecadores nos
escuchará en su lecho de muerte, aunque nos haya
menospreciado antes. Aquellos que antes habían sido
leones intratables, abandonarán su furia y serán amables
como corderos. En mi parroquia, de entre diez de los más
obstinados y miserables menospreciadores, no he visto ni
uno que no haya parecido tener arrepentimiento, y decir
que, si se recuperase, reformaría su vida. Cipriano dijo a
aquellos que tienen salud: “Aquel que se recuerda a sí
mismo todos
t odos los días que está muriend
muriendo,
o, despre
desprecia
cia las cosas
presentes y se apresura a las cosas por venir. Mucho más
aún el que siente que está muriendo en ese mismo
momento”. ¡Oh cuán resueltamente parecen desechar sus
pecados y prometen reformarse, y clamarán de su necedad
y la vanidad de este mundo hasta los peores pecadores.
¡Cómo lo harán cuando vean que la muerte los acecha, y
que habrán de partir sin demora! Quizás me dirán que estos

cambios forzados
tenemos mucha no son de
esperanza sinceros,
que lesyhagan
que, ningún
por tanto, no
bien en
cuanto a la salvación. Confieso que es muy común que los
pecadores se asusten y hagan proposiciones sin efecto, pero
no es tan común convertirse al Salvador en esos momentos.
Agustín apunta “No puede morir mal aquel que vive bien, y
raramente morirá bien el que vive mal”. Sin embargo
“raramente” y “nunca” no son lo mismo. Esto debería
hacernos diligentes
dilig entes tanto a nosotro
nosotross como a ellos cuando no
tenemos salud, ya que se produce “raramente”, pero aun así
hemos de esforzarnos
esforzarnos en el em
empleo
pleo de llos
os mejores rremedios
emedios
cuando se acerca el final, porque no es algo que no suceda
nunca.
Ya
Ya que no es mi intenci
intención
ón reco
recopil
pilar
ar un directorio completo
del trabajo ministerial, no me detendré particularmente en
lo que se ha de hacer por las personas que están en sus
últimos momentos de vida; pero haré notar tres o cuatro
cosass dign
cosa dignas
as de nuestra atención.
(1) No esperen hasta que su fuerza y entendimiento se
hayan
haya n esfumado y el ttiempo
iempo sea tan corto que qu e apenas sesepan
pan
qué hacer, sino más bien acudan tan pronto como escuchen
que están enfermos, sin
sin imp
importar
ortar ssii los hacen llllamar
amar o no.
(2) Cuando el tiempo sea tan corto que no haya oportunidad
de instruirles en los principios de la fe ordenadamente,
asegúrense de exponer los puntos principales, y descansar
en esas verdades que están más calculadas para producir su
conversión, mostrándoles la gloria de la vida por venir, y el
camino por el que podemos obtenerla, así como el gran
pecado y necedad de haberla descuidado en tiempo de
salud. Muestren también la posibilidad que aún existe de
tener salvación si creen en Cristo, el único Salvador, y si se
arrepienten
arrepienten de sus pecados.
(3) Si llegan a recuperarse, asegúrense de recordarles las
promesas y resoluciones que hicieron durante la
enfermedad.
conciencias, yDiríjanse a ellos
siempre que para remisos,
los vean establecer esto en sus
recuérdenles lo
que decían cuando estaban postrados. Debido a que esto es
tan útil para aquellos que se recuperan y que ha sido el
medio de conversión de muchas almas, es muy necesario
que visiten tanto a aquellos cuya enfermedad no es mortal,
como a los que están moribundos. Así tendrán ventaja para
moverlos al arrepentimiento, y después tendrán sus
promesas para rogar contra sus pecados. Como el obispo de
Colonia respondió al Emperador Segismundo cuando este le
preguntó cuál era el camino para ser salvo: “Debe ser lo que
se propuso o prometió ser cuando se vio angustiado por la
piedra y la gota”.
6. Hemos de reprobar y amonestar a aquellos que viven
de manera ofensiva e impenitente. Antes de llevar estos
asuntos a la iglesia o a sus gobernantes, normalmente es
más adecuado para el ministro intentar en privado lo que
esté en su mano para inclinar al pecador al arrepentimiento,
especialmente si no se trata de un crimen público. Se
requiere mucha habilidad, y se ha de diferenciar según los
distintos temperamentos de los ofensores, pero con la
mayoría necesitaremos hablar con la mayor franqueza y
poder, para agitar sus descuidados corazones y hacerles ver
lo que es jugar con el pecado, que sepan la maldad del
mismo y sus tristes efectos en lo que respecta tanto a Dios
como a ellos mismos.
mi smos.
7. La última parte de nuestra supervisión que
mencionaré es el ejercicio de la disciplina de la iglesia. Esto
consiste en, después de haber realizado la reprensión en
privado mencionada anteriormente,
ant eriormente, rea
realiz
lizar
ar otra de carácter
más público, combinada con una exhortación al
arrepentimiento en oración por el ofensor, restaurando al
arrepentido, y excluyendo y evitando al que no se
arrepiente.
(1) En
E n el caso de ofens
ofensas
as públicas
públi cas e incluso aquellas que son
de una naturaleza más privada en las que el ofensor
continú a sin arrepentirse, es
continúa este
te ha de reprenderse ante todos
e invitarle de nuevo al arrepentimiento. No es que esto sea
menos nuestro deber porque hayamos tomado tan poca
conciencia de su práctica. No es solo un mandamiento de
Cristo el contarlo a la iglesia, sino que también el de Pablo
que dijo “reprendedlo delante de todos” ( 1 Timoteo 5:20
). La Iglesia lo practicaba constantemente, hasta que el
egoísmo y la formalidad los retrajo en este y en otros
deberes. No hay lugar a dudas de que este es nuestro deber,
así como no hay duda de que no hemos sido fieles en
llevarlo a cabo. Muchos de nosotros, que estarían
avergonzados de omitir el predicar o el orar la mitad de
veces, han considerado en poco el descuidar
voluntariamente esta obligación y otras partes de la
disciplina
Pensamos durante
poco en tanto
cómo tiempo
hemos como
llevadolo lahemos
culpa hecho.
de las
malas palabras, la ebriedad, la fornicación y otros crímenes
sobre nuestras cabezas al descuidar el empleo de los
medios que Dios ha dispuesto
di spuesto para la cura de los mismos.
Si alguno dijera que hay poca probabilidad de que una
reprensión pública les haga bien, y que más bien montarán
en ira por la vergüenz
vergüenzaa de la mi
misma,
sma, le res
respondo:
pondo:
[a] No le corresponde a una criatura juzgar que las
ordenanzas
Dios en lugardede
Dios son inútiles,
llevarlo a cabo, oy reprobar
poner suelsabiduría
servicio en
de
oposición a la de su Creador. Dios puede hacer que sus
propias ordenanzas sean útiles, de lo contrario, nunca las
hubiera dispuesto.
[b] La utilidad de la disciplina es aparente al avergonzar el
pecado y humillar al pecador, manifestando la santidad de
Cristo y la de su iglesia y doctrina, ante los ojos del mundo.
mund o.
[c] ¿Qué harán con tales pecadores? ¿Los abandonarán
como si fueran¿Emplearán
reprenderles. casos perdidos?
otros Eso sería más
medios? ¿Por cruel
qué? que
Se
supone que los demás medios han sido empleados sin éxito,
porque este es es el últi
último
mo remedio.
[d] La utilidad
utilid ad principal de la disciplina pública
p ública no es par
para
a el
ofensor en sí mismo, sino para la iglesia. Tiene mucha
util
utilidad
y poridad p
para
aramantiene
tanto disuadir aa otros de cometerycrímenes
la congregación similares,
su alabanza pura.
Séneca podría decir “El que excusa los males presentes los
transmite a la posteridad” y en otra parte dice “Aquel que
deja ir al culpable, hace daño a los buenos”.
(2) Junto con la reprensión hemos de exhortar al ofensor al
arrepentimiento y la expresión pública del mismo para la
satisfacción de la iglesia. Ya que la iglesia está obligada a
evitar la comunión con pecadores impenitentes
escandalosos, cuando han tenido evidencia de su pecado,
deben tener también alguna evidencia de su
arrepentimiento, porque no podemos saber si están
arrepentid
arre pentidos
os sin ev
evidenci
idencias,
as, ¿y qué evidencia p
puede
uede tener la
iglesia sino su profesión de arrepentimiento y después la
reforma? He de confesar que se ha de ejercitar mucha
prudencia en tales procedimientos, no vaya a ser que
hagamos más daño que bien, pero debe ser una prudencia
cristiana conforme a las obligaciones ordenadas, y que se
acomode a sus fines, no una prudencia carnal que las
debilite
hemos oconducirnos
las excluya.humildemente
Al llevar a cabo esta cuando
incluso obligación,
la
administramos más duramente, y mostrar que no proviene
de mala voluntad ni enseñoreándonos, ni tampoco como
venganza de una afrenta, sino del deber necesario que no
podemos descuidar conscientemente. Se puede tratar de
mostrar a la gente los mandamientos de Dios que nos
obligan a hacer lo que hacemos, con palabras como las
siguientes: ‘Hermanos, el pecado es tan aborrecible y
malvado a los ojos del Dios santísimo, y los pecadores
impenitentes se lo toman
los eternos tormentos tan a lapara
del infierno
in fierno ligera, que Él ha
el castigo delprovisto
m
mismo,
ismo,
y no hay medios que puedan prevenir ese castigo que sean
inferiores al sacrificio del Hijo de Dios, aplicado a aquellos
que verdaderamente
verdaderamente se arrarrepienten
epienten y abandonan el pecado.
Por tanto Dios, que llama a todos los hombres al
arrepentimiento, nos ordena “exhortaos los unos a los otros
cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de
vosotros se endurezca por el engaño del pecado” ( Hebreos
3:13 ) y que no aborrezcamos a nuestros hermanos en
nuestro corazón, sino que los reprendamos sabiamente y no
qu e el pecado esté sobre ellos ( Levítico 19:17
permitamos que
) y que si nuestro hermano nos ofende, le hagamos ver su
falta entre él y nosotros; si no nos escucha, llevemos dos o
tres más con nosotros y que si no los escucha, hemos de
decirle a la Iglesia, y si no escucha a la Iglesia, hemos de
tenerle
aquellospor
qu e gentil
que pecan,yhemos
publicano ( Mateo 18:15-17
de reprenderles ante todos,) para
y a
que teman ( 1 Timoteo 5:20 ) y hacerlo con toda
autoridad: ( Tito 2:15 ) sí, hasta si un apóstol de Cristo
pecara abiertamente, ha de ser reprendido en público, como
Pablo hizo con Pedro ( Gálatas 2:11, 14 ) y si no se
arrepiente, hemos de evitarle, y no comer con aquel ( 2
Tesalonicenses 3:6, 11, 12, 14, 1 Corintios 5:11-13 ).
‘Habiendo escuchado de la escandalosa conducta de A.B. de
esta iglesia, o parroquia, y habiendo recibido pruebas
suficientes
hemos tratadode quecon
ha cometido el aborrecible
él seriamente para pecado
llevarlode…,
al
arrepentimiento, pero, para dolor de nuestros corazones, no
percibimos un resultado satisfactorio de nuestros esfuerzos,
sino que parece permanecer impenitente (o sigue viviendo
en el mismo pecado a pesar de que profesa arrepentimiento
verbalmente). Por consiguiente, juzgamos nuestro deber
proceder al empleo de aquel remedio que Cristo nos ordenó,
y, por eso, le rogamos, en el nombre del Señor que, sin más
dilación, ponga en su corazón la grandeza de su pecado, el
mal que le ha hecho a Cristo y a sí mismo, y el escándalo y
dolor que ha causado a otros. Con fervor se lo ruego por
amor a su propia alma, para que considere qué es lo que
puede ganar por su pecado e impenitencia, y si compensa la
pérdida de la vida eterna. Cómo si permanece en este
impenitente estado, piensa permanecer en pie ante Dios el
día del juicio o estar ante el Señor Jesús, cuando la muerte
arrebate su alma del cuerpo. Como mensajero de Jesucristo,
se lo ruego por el bien de su propia alma. Le requiero, ya
que, de lo contrario, responderá
responderá ante el trib
tribunal
unal d
dee Dios, que
abandone su endurecimiento y la impenitencia de su
corazón, y confiese sin fingimientos lamentando sus
pecados ante Dios y la congregación. Este deseo lo hago
público, no por mala voluntad hacia su persona, como sabe
el Señor, sino por amor a su alma y en obediencia a Cristo,
quien ha hecho de esto mi deber, deseando que, si es
posible, sea salvado
de la eterna de suypecado
ira de Dios, pueda yreconciliarse
del poder decon
Satanás,
Él y suy
iglesia, y que, por tanto se vea humillado por un verdadero
arrepentimiento antes de ser humillado por una
condenación sin remedio’.
Así concibo que deban llevarse a cabo nuestras
admoniciones públicas, y, en algunos casos en los que el
pecador considere que su pecado es pequeño, puede ser
necesario apuntar a las consecuencias del mismo,
particularmente citando algunos pasajes de las Escrituras
que hablan de su maldad y peligro.
(3) Con estas reprensiones y exhortaciones, hemos de
unirnos a las oraciones de la congregación por el ofensor.
Esto es algo que debe hacerse en todo caso de disciplina,
pero particularmente si el ofensor no está presente para
recibir la admonición, o no da evidencia de arrepentimiento
ni muestra deseo de que la congregación ore por él. En tales
casos, especialmente, es adecuado que roguemos por las
oraciones de la congregación nosotros mismos, llevándoles
a considerary la
impenitente, temible
a sentir condición
lástima en la alma
por la pobre que que
estáestá
el
tan cegada por el pecado y Satanás que no puede sentir
lástima por ella misma. Hacerles pensar en lo que supone
presentarse ante el Dios viviente en un caso así, y, por tanto,
que se unan en ferviente oración a Dios para que abra sus
ojos, y ablande y humille su tozudo corazón, antes de que
esté en el infierno más allá de todo remedio. Y,
adecuadamente, oremos nosotros fervientemente por él,
para que la congregación pueda emocionarse
afectuosamente y unirse a nosotros; y ¿Quién sabe si Dios
escuchará nuestras oraciones, y el corazón del pecador
pueda ceder bajo ellas, más que bajo todas nuestras
exhortaciones?
A mi juicio, resulta muy encomiable el curso que toman
algunas iglesias. Estas desean que la congregación se una
en ferviente oración a fin de abrir los ojos del pecador
durante los tres días de reunión siguientes, pidiendo que su
corazón se ablande, y que la persona sea salva de su
impenitencia y muerte eterna. Si los ministros fuesen
concienzudos en realizar este deber completamente y con
abnegación, lograrían algo y podrían esperar bendición;
pero cuando nos encogemos de hombros ante todo lo que
resulta peligroso o poco gratificante en nuestra labor,
cuando evitamos todo lo que
qu e res
resulta
ulta costo
costoso
so o problemático,
no podemos esperar que se produzca un gran bien por un
uso tan carnal y parcial de los medios a nuestra disposición.
Aunque aquí y allá algunos se enderecen, no podemos
pretender que el evangelio corra y sea glorificado cuando
hacemos nuestro trabajo de manera tan parcial y
defectuosa.
(4) Hemos de restaurar a quien se arrepiente a la comunión
de la iglesia. Así como no hemos de dar muchas facilidades,
enseñando al ofensor a tomar la disciplina a la ligera,
tampoco debemos desanimarlo con una severidad excesiva.
Si de verdad
estar parece
arrepentido sentir de
a causa lo pecaminoso de suque
ella, procuremos conducta,
confiesey
su culpa, y que prometa apartarse de tales pecados de ahí
en adelante, vigilándolos más de cerca y caminando con
más cuidado para evitar la tentación. Procuremos que
desconfíe de sus propias fuerzas, apoyándose en la gracia
que es en Cristo Jesús.
Démosle seguridad con respecto a las riquezas del amor de
Dios, y la suficiencia de la sangre de Cristo para perdonar
sus pecados si cree y se arrepiente.
Hemos de asegurarnos que ruegue ser restaurado a la
comunión
comuni ón de lla
a igl
iglesia,
esia, y que desee sus or
oraciones
aciones a Dios por
su perdón y salvación.
Hemos de encargar a la iglesia que imiten a Cristo a la hora
de perdonar y retener a la persona que se arrepiente, o, si
fuere
debenexpulsada, restaurarla
reprocharle por sus apecados,
la comunión. Además, nunca
ni reprenderlos con
dureza, sino perdonarlos, tal como Cristo hace.
Finalmente, hemos de dar gracias a Dios por su
recuperación, y orar por su confirmación y futura
preservación.
(5) La última parte de la disciplina es excluir de la comunión
de la iglesia a aquellos que, después de presentarse
suficientes pruebas, continúan impenitentes.
La exclusión de la comunión de la iglesia, comúnmente
llamada excomunión, puede ser de distintos tipos o grados,
y estos no han de confundirse; pero aquella que se practica
con más frecuencia entre nosotros consiste solamente en
apartar al pecador impenitente de nuestra comunión, hasta
que al Señor le agrade concederle el arrepentimi
arrepentimiento.
ento.
En esta ex
exclusión
clusión o separ
separación,
ación, el mi
ministro
nistro o gobernantes de
la iglesia han de encargar a la congregación con autoridad y
en el nombre del Señor no tener comunión con la persona, y
pronunciar
iglesia
igl esia está de
está ella
oblig
obligadaque
ada esitar;
a ev unaes
evitar; deelaquellos
deber decuya
lla comunión la
a congregación
evitarla con cuidado, siempre y cuando la orden del pastor
no contradiga la Palabra de Dios. No obstante, hemos de
orar por el arrepentimiento y restauración incluso de los
excomulgados; y si Dios les concede el arrepentimiento,
hemos de recibirlos con agrado de nuevo a la comunión de
la iglesia.
Estamos satisfechos con el contenido y forma de esta
disciplina, ¡y deberíamos ser fieles en su práctica, en lugar
de acarrearle reprobación por nuestra negligencia a la vez
que escribimos y rogamos por ella con las mejores
recomendaciones! Es digno que consideremos que el asunto
ha de tener mucho peso ante el tribunal de Dios, ya sea por
aquellos que reprobaron y obstaculizaron la disciplina con
sus lenguas por no conocer su naturaleza y necesidad, o
porque la hayamos menospreciado tanto por nuestra
constante omisión, mientras nuestras bocas la ensalzaban.
Si la hipocresía no fuera pecado, o el conocimiento de la
voluntad de nuestro Amo no resultara en un agravamiento
de la desobediencia, entonces omitir la disciplina sería
menos grave que reprobarla; pero si estas cosas son grandes
males, estaremos mucho peor nosotros que aquellas
personas que condenan la disciplina en voz alta. No
aconsejaré
aconse jaré a los que celosamente mantienen la discipl
disciplina,
ina, ni
a los que obstinadamente la descuidan, que se desdigan de
todo lo que han dicho hasta que estén preparados para
hacer lo que dicen, ni tampoco que se arrepientan de
defender la disciplina hasta que de verdad tengan intención
de practicarla. Tampoco diré que quemen todos los libros
que han escrito acerca del tema, ni todos los registros de su
coste y peligros, hasta que se levanten en juicio para su
confusión. Pero sí los persuadiría, sin más demora, a
conformar su práctica
práctica a los testimonios propor
proporcionados,
cionados, no
vaya a ser que cuanto más se haya demostrado que
alabaron
condenadola a
disciplina,
sí mismos más
porsedescuidarla.
haya demostrado que sentido
En cierto se han
me ha sorprendido escuchar que algunos que tenía por
reverendos y piadosos teólogos, reprueban a los
sacramentarios y disciplinarios considerándolos una secta.
Cuando quise
q uise saber qué es lo que querían decir, contestar
contestaron
on
que se referían a aquellos que no dan el sacramento a toda
su parroquia y a los que hacen distinciones entre la gente
por medio de la disciplina. Pienso que el tentador obtiene
una gran victoria si consigue que un solo pastor piadoso
descuide la disciplina en una iglesia. Es tanto como si
hubiera logrado que descuidara la predicación, y mucho
más si consigue que se apruebe este descuido. Sin
embargo, parece que ha logrado que algunos desprecien a
aquellos que cumplen con la obligación que ellos mismos
descuidan. Estoy seguro
seguro de qu
quee si se entendiera bien cu
cuánto
ánto
del trabajo
iglesia, y la se
también autoridad pastoralque
podría discernir consiste encontra
estar en guiar de
a la
la
disciplina es algo cercano a ir en contra del ministerio, y
estar en
en contra d
del
el mi
ministerio
nisterio es pró
próx
ximo a ir en contra d
dee la
Iglesia; y estar contra la iglesia está próximo a estar contra
Cristo. No condenen la dureza de esta deducción hasta que
puedan evitarla, y liberarse del cargo que esto pone contra
ustedes ante el Señor.

********

Sección 2 – La forma de esta supervisión

Habiendo pues considerado la naturaleza de esta


supervisión, hablaremos a continuación de la forma de la
misma. No de cada una de sus partes
partes,, ya que esto ssería
ería muy
tedioso, sino
sino de ttoda
oda ella en general.

1. El trabajo
solamente paraministerial ha de llevarse
Dios y la salvación a cabo
de las almas, no
con fines privados.
Un mal fin hace que todo el trabajo sea malo en cuanto a
nosotros, aunque pueda ser bueno en su propia naturaleza.
Si no llo
o hacemos por Dios, no estamos sirv
sirviendo
iendo a Dios, ssino
ino
a nosotros
como si se mismos. Los
tratara de unque se involucran
trabajo en el ministerio
común, convirtiéndolo en
un oficio
ofici o para sus
sustentarse
tentarse e
en
n el m
mund
undo,
o, podrán dars
darse
e cuenta
de que han encontrado un mal oficio aunque sea un buen
empleo. La abnegación es algo completamente
comp letamente nneces
ecesario
ario en
todo cristiano, pero doblemente necesario en un minim inistro,
stro, ya
que sin ella no puede dedicar a Dios ni siquiera una hora de
fiel servicio. Un duro estudio, una gran cantidad de
conocimiento, una predicación excelente, si los fines no son
los correctos, no son más que pecados gloriosamente
hipócritas.
hip ócritas. Es conocido el dich
dichoo de Bernard: ‘Algun
‘Algunos
os busca
buscan n
conocer solo por conocer, y esa curiosidad es una
vergüenza. Otros quieren saber por reputación, y esa
vanidad es una vergüenza. Pero existen algunos que desean
conocer para poder edificar a otros, y eso es algo digno de
alabanza. Además existen algunos que desean saber para
ser edificados ellos mismos, y eso es sabio’.
2. El trabajo ministerial ha de llevarse a cabo con
diligencia y laboriosidad, ya que tiene inexpresables
consecuencias para nosotros mismos y para otros.
consecuencias
Estamos buscando sostener al mundo y salvarlo de la
maldición de Dios, perfeccionar la creación, conseguir los
objetivos de la muerte de Cristo, salvarnos a nosotros
mismos y a otros de la condenación, vencer al diablo y
demoler su reino, establecer el reino para Cristo, y ganar y
ayudar a otros para el reino de gloria. ¿Y se han de realizar
todas estas cosas con una mente descuidada o una mano
perezosa? ¡Oh, cuídense entonces de realizar este trabajo
con todas sus fuerzas! Estudien duro, porque el pozo es
profundo y nuestros cerebros son superficiales, y, como dice
Casiodoro: ‘En esto el nivel común de conocimiento no ha
de ser el límite; aquí se demuestra la verdadera ambición:
cuanto más se busca un conocimiento
conocim iento p profundo,
rofundo, mayo
mayorr es el
honor de obtenerlo’. Pero especialmente, sean laboriosos en
la práctica y ejercicio de su conocimiento. Que las palabras
de Pablo estén constantemente en sus oídos: “me es
impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el
evangelio!” ( 1 Corintios 9:16 ). Piensen siempre lo que
tienen entre manos: ‘Si no me esfuerzo, Satanás podría
prevalecer, y la gente perecer eternamente, y su sangre ser
demandada de mis manos. Si evito el trabajo y el
sufrimiento, atraeré sobre
sobre mí m
milil ve
veces
ces más que aquello qque
ue
busco evitar, mientras que, por mi diligencia ahora, me
preparo para bendiciones futuras’. Ningún hombre ha salido
nunca perdiendo
p erdiendo por dedicarse a Dios
Dios..
3. El trabajo ministerial ha de realizarse con
prudencia y orden.
Se ha de comer la leche antes que la carne; se ha de poner
el fundamento antes de intentar levantar una estructura. No
hemos de tratar igual a los niños y a los hombres crecidos.
Las personas han de llevarse a un estado de gracia antes de
esperar ver la obra de la gracia. La obra de conversión y
arrepentimiento de obras muertas, y de fe en Cristo ha de
enseñarse
completamente. prioritariamente, con
Por lo general, no hemos frecuencia,
de ir más allá dey
la capacidad de las personas, ni enseñarles la perfección a
aquellos que no han aprendido los primeros principios de la
fe, porque, como decía Gregorio de Nicea: “No enseñamos a
los niños los secretos profundos de la ciencia, sino las
primeras letras, y luego las sílabas. Así, los líderes de la
iglesia primero proponen a sus oyentes ciertos documentos,
que son, por así decirlo, elementales, para luego abrirlos
gradualmente
gradualment e a asuntos más
m ás perfecto
perfectoss y misteriosos”.
misteriosos”. Así lla
a
iglesia se tomó muchas molestias con los catecúmenos,
antes de bautizarlos, y evitó colocar piedras sin pulir en el
edificio.
4. En nuestro ministerio hemos de insistir
principalmente sobre las verdades mayores, más
ciertas
cantidad y más
menor necesarias, ysto.
sobre el re
sobre e mplear un
emplear
resto. unaa frecuencia y
Si solo podemos enseñar
enseñar a Cristo a nuestra gente, hemos de
enseñarlo a todos. Si llegan bien al cielo, ya tendrán
suficiente conocimiento. Las verdades más grandes y
comúnmente reconocidas de la fe son aquellas por las que
se ha de vivir, y los mayores instrumentos para destruir los
pecados y elevar el corazón a Dios. Por tanto, hemos de
tener siempre a la vista las necesidades de nuestro rebaño.
Recordar la “única cosa necesaria” nos evitará montones de
adornos innecesarios y controversias sin provecho. Es
deseable conocer muchas otras cosas, pero es obligatorio
conocer esta, y si no se conoce, las personas quedan
desechas eternamente. Pienso que la NECESIDAD debería
ser lo que más indicase el curso de estudio y labor de un
ministro. Si fuéramos suficientes para todas las cosas,
podríamos intentarlo todo y abordar por orden la
enciclopedia al completo. Pero la vida es corta, somos
torpes, y las cosas eternas son necesarias. Las almas que
dependen
necesidad hadesido
nuestras enseñanzas
el conductor de mis son preciosas.
estudios La
y mi vida.
Elige qué libro debo leer, y me dice cuándo y por cuánto
tiempo. Elige mi texto, y elabora mi sermón, tanto en
contenido como en forma, siempre que pueda mantener mi
propia corrupción apartada. Aunque sé que la constante
expectativa de la muerte me ha motivado mucho, no veo
razón por la cual hasta el hombre más saludable no debería
asegurarse de realizar las cosas más necesarias primero,
teniendo en cuenta lo bbrev
reves
es e inciertas que son las vidas de
las personas. Jenofonte pensó: “no hubo nunca mejor
profesor que la necesidad, que enseña todo con mucha
diligencia”. ¿Quién puede mientras estudia, predica o
trabaja, hacer otras cosas si no aquello que DEBE hacerse?
¿Quién puede dedicarse a trivialidades o a la pereza si
siente las agudas espuelas de la necesidad? Como dijo el
soldado; “No se necesita una larga discusión cuando la
necesidad urge, sino una lucha fuerte y rápida”, mucho más
nosotros, ya que nuestro oficio es más importante. Sin duda
esta es la mejor forma de redimir el tiempo: ser capaces de
ver que no perdemos ni una hora cuando la dedicamos
solamente a cosas necesarias. Esta es la forma de ser más
provechoso que otros, aunque no siempre sea lo más
agradable o aplaudido, porque, debido a la fragilidad
humana, se cumple lo que dice Séneca: “Somos atraídos por
las novedades, más que por las cosas grandes”.
Los asuntos de necesidad son pocos, y es por este motivo
que un
u n predi
predicador
cador con frecuencia trata las mismas cosa
cosas.
s. No
debemos inventarnos necesidades, ni caer mucho en lo que
no es necesario para satisfacer a aquellos que buscan
novedades, aunque sí debemos revestir las mismas
verdades con una grata variedad en cuanto a la forma en
que las exponemos. Los enormes libros y tediosas
controversias que tanto nos preocupan y nos hacen perder
nuestro tiempo, normalmente están compuestas más por
opiniones que por verdades necesarias. Como dijo Ficino:
“La necesidad está encerrada en límites estrechos, pero no
pasa lo mismo con la opinión” y como Gregorio Nacianceno
y Séneca a menudo dicen: “Las cosas necesarias son
comunes y obvias, son las cosas superficiales las que
malgastan nuestro tiempo y labor y se quejan de que no las
logramos”. Por tanto, los ministros han de observar la
condición de sus rebaños, para conocer lo que es más
necesario para ellos, tanto en tema como en forma; y
normalmente el tema es lo primero que ha de tenerse en
cuenta,
han de ya
yaelegir
que es de másmismos
ustedes imp
importancia
ortancia
qué que las formas.
autores Si
leer, ¿no
preferirán tomar aquellos que les dicen lo que no saben, y
que les hablan de las verdades más necesarias de la forma
más clara, aunque estén haciéndolo en un lenguaje bárbaro
y tosco, que aquellos que les digan cosas falsas o huecas, y
con “mucho esfuerzo no digan nada”, aunque lo hagan de la
forma más instruida y elegante? Propongo seguir el consejo
de Agustín: “Demos el primer lugar al significado de la
Palabra, de forma que el alma reciba preferencia sobre el
cuerpo. De esto se deduce que busquemos los discursos
más verdaderos y aquellos con mayor discernimiento, tal y
como buscamos a los más sensibles, y los más atractivos,
para ser nuestros amigos”. Y ciertamente, al enseñar a otras
personas debo hacer como hago con los estudios para mi
propia edificación. Normalmente los hombres vacíos e
ignorantes,
con palabrasaquellos queson
y adornos, sonlos
demasiado curiosos
que carecen y solícitos
del grueso y la
sustancia del verdadero conocimiento, mientras que los
hombres ancianos, experimentados, y más instruidos
abundan en verdades sustanciales, revestidas con
frecuencia de formas más simples. Aristóteles razona que
las mujeres son más adictas al orgullo y la apariencia que
los hombres porque son conscientes del poco valor interior,
e intentan compensar con adornos externos. Así sucede con
los predicadores vacíos y sin valor, que tratan de ser
estimados por lo que no son, y no tienen otra manera de
procurar esa estima.
5. Toda nuestra enseñanza ha de ser tan llana y
simple como sea posib
posible.
le.
Esto es algo que encaja mejor con los objetivos de un
maestro. El que quiere que le entiendan, debe hablar
conforme a la capacidad de sus oyentes. La verdad ama la
luz, y es más hermosa cuando está más desnuda. Esconder
la verdad es síntoma de envidiosa enemistad, y hacerlo
mientras se pretende estar revelándola, es la obra del
hipócrita. Así sucede con los sermones maquillados en tonos
oscuros (como el vidrio pintado de una ventana que
mantiene afuera la luz). Con demasiada frecuencia son
síntoma de hipócritas maquillados. Si no quieres enseñar a
los hombres ¿qué haces en el púlpito? Si quieres, ¿por qué
no hablas de forma que seas entendido? Sé que la
complejidad del tema puede hacer que a alguien no se le
entienda cuando, en realidad, ha estado estudiando para
hacerlo tan claro como le sea posible; pero que una persona
a propósito emborrone el tema con palabras extrañas, y
esconda su mente de aquellos a quienes finge instruir, es
intentar que los necios admiren su profunda instrucción,
mientras que muestra a los sabios su necedad, orgullo e
hipocresía. Algunos esconden sus opiniones bajo la
pretensión de la necesidad, por los prejuicios y la falta de
preparación
verdad vencede la gentepor
el prejuicio para recibirluz
la simple la de
verdad. Pero la
la evidencia, y
no existe una forma mejor de hacer prevalecer una buena
causa que dejarla clara de fo
forma
rma tan genera
generall y completa
como podamos; esta es la luz que hará que una mente no
preparada esté dispuesta. Cuando alguien no es capaz de
exponer algo claramente a otros, es, en el mejor de los
casos, síntoma de que esa persona no ha podido
comprender bien el asunto. Con esto me refiero a exponerlo
tan claramente como la naturaleza el asunto lo permita en
comparación a la capacidad adquirida por las verdades que
actúan como requisito previo. Sé que ciertas personas no
pueden entender algunas verdades aun si las decimos con
las palabras más claras que las
l as ex
expresa
presan,
n, de la m
misma
isma forma
que un niño que está aprendiendo el alfabeto no puede
entender las más simples
simpl es reglas de gramática enseñadas de
la manera más clara.
6. Hemos de realizar nuestra labor con una gran
humildad.
Debemos comportarnos con mansedumbre y
condescendencia con todos, y de esta forma enseñar a otros,
así como estar preparados para aprender de cualquiera que
pueda enseñarnos, y de ese modo enseñar y aprender al
mismo tiempo, no aireando con orgullo nuestra presunción,
o desdeñando todo lo que de alguna forma la contradice,

como
y si hubiéramos
estuviéramos alcanzado
destinados la cúspide
a estar sentadosdel
enconocimiento
un trono con
los demás a nuestros pies. El orgullo es un vicio que
difícilmente encaja con aquellos que han de guiar a las
personas de forma humilde hacia el cielo. Por tanto,
cuidémonos, no vaya a ser que cuando hayamos llevado a
otros allí, la puerta sea demasiado estrecha para nosotros.
Como dijo Grocio, “El orgullo nace en el cielo, pero como si
no supiera que el camino desde ese lugar está cerrado, y es
imposible que regrese después”. Dios, que arrojó del cielo a
un
queángel orgulloso,
tamb ién
también llo no soportará
o es. Creo tener allí
que deberíamos rec a un predicador
recordar
ordar el títul
títuloo de
un Ministro, el cual, aunque los sacerdotes del papa
desprecian, nosotros no. Es el orgullo en la raíz lo que
alimenta el resto de nuestros pecados. De ahí viene la
envidia, la contención, la falta de paz de
d e los ministros; ahí es
donde se detiene toda reforma: todos quieren dirigir, y
pocos seguir o aunarse. De ahí proviene también la falta de
eficiencia de demasiados ministros, ya que son demasiado
orgullosos como para aprender. La humildad les enseñará
otra lección. Sobre los ministros puedo decir lo que Agustín
dijo a Jerónimo, y a los ancianos entre ellos: “Aunque es más
adecuado para alguien de edad enseñar que aprender, es
mucho
much o más adecuado aprender que ser ignorante”.
7. Debe existir una prudente mezcla de severidad y
suavidad tanto en la predicación como en la
disciplina.
La una ha de ser predominante sobre la otra de acuerdo al
carácter de la persona o el asunto que tengamos entre
manos. Si no hay severidad, nuestras reprensiones serán
menospreciadas. Si todo es severidad, seremos vistos como
usurpadores y dominadores, más que como personas que
tratan de persuadir a otros a la verdad.
8. Hemos de ser serios, fervientes y celosos en cada
parte de nuestra labor
labor..
Nuestro trabajo requiere una mayor capacidad, y
especialmente una vida y celo más elevado del que
cualquiera de nosotros pueda ponerle. No es poca cosa estar
en pie mirando la congregación y entregar un mensaje de
salvación o condenación como algo que proviene del Dios
viviente en el nombre del Redentor. No es fácil hablar con
claridad suficiente para que hasta el más ignorante pueda
entendernos, y con la seriedad suficiente para que los
corazones más muertos puedan sentirnos, ni hacerlo de
forma tan convincente que
qu e los contenciosos que contradicen
puedan ser silenciados. El peso de nuestro tema condena la
frialdad y el adormecido aburrimiento. Hemos de
asegurarnos de estar bien despiertos, y que nuestros
espíritus estén en tal condición que nos adecuen para
despertar a otros. Si nuestras palabras no están afiladas y no
hieren como clavos, difícilmente serán sentidas por los
corazones de piedra. Hablar con ligereza y frialdad de las
cosas celestiales es casi tan malo como no decir nada de
ellas en absoluto.
9. Todo nuestro ministerio ha de conducirse con
tierno amor por nuestro rebaño.
Hemos de hacerles ver que no queremos sino aquello que
les sea de provecho, y que lo que les hace bien a ellos
también nos lo hace a nosotros, que nada nos provoca más
molestia que cuando se hacen daño. Hemos de sentirnos
hacia nuestro pueblo como un padre se siente hacia sus
hijos y el más tierno amor de una madre no debería ser
mayor que el nuestro. Incluso tendremos que pasar dolores
en
verr el
ve queparto,
no hasta
n o nos que Cristo sea
preocupamos formado
por nada enno,
exter ellos.
externo, ni laDeberían
riqu
riqueza,
eza,
ni la libertad, ni el honor, ni la vida, en comparación con su
salvación, y que podríamos estar contentos, junto con
Moisés, incluso con que nuestros nombres fueran borrados
del libro de la vida, es decir, con ser quitados de entre los

vivientes,
viv
de ientes,
la vidaantes de ve
verr que
del cordero. ellos
ell os no seestar,
Deberíamos encuentran en el Juan,
como dice libro
lib ro
dispuestos a “poner nuestras vidas por los hermanos” ( 1
Juan 3:16 ), y, con Pablo a no contar nuestras vidas
preciosas para nosotros mismos, para “acabar nuestra
carrera con gozo, y el ministerio que recibimos del Señor
Jesús” ( Hechos 20:24 ). Cuando las personas vean que las
aman sin fingimiento, escucharán y soportarán lo que sea
de ustedes; como dijo Agusín: “Ama a Dios, y haz lo que
quieras”. Nosotros mismos tomaremos todo a bien de
alguien que un
Soportaremos sabemos quese nos
golpe que ama
nos dé completamente.
en amor antes que
una mala palabra que se nos diga con malicia o enfado. La
mayoría de las personas juzgan los consejos de acuerdo al
afecto de aquel que los da. Al menos en cuanto a
escucharlos con atención. Por tanto, busquen sentir en su
pecho un tierno amor por su gente, y dejen que se perciba
en sus discursos y se vea en su conducta. Permitan que vean
que gastan y se desgastan por amor a ellos, y que todo lo
que hacen es por ellos, y no por fines privados personales.
A este respecto, es necesario realizar obras de caridad tanto
como sus finanzas lo permitan, porque las simples palabras
difícilmente convencerán a las personas de que sienten un
gran amor por ellas. Pero si no pueden dar, muestren que
estarían dispuestos a dar si tuvieran, y hagan el bien que
puedan. No obstante, cuiden de que su amor no sea carnal,
fluyendo del orgullo, como el de alguien que se postula a sí
mismo y no a Cristo, y que, por tanto, ama porque es amado
y para ser amado. Cuídense, por tanto, de no tener
complicidad con loseso
del amor, porque pecados
seríade su pueblolabajo
contrariar la pretensión
naturaleza y el
objetivo del amor. La amistad ha de cimentarse con piedad.
Un hombre impío no puede ser un verdadero amigo, y si
hacen amistad con su impiedad, muestran que son impíos
ustedes mismos. No pretendan amarles si favorecen sus

pecados y no buscan
les mostrarán que su salvación.
ustedes son Alenemigos
favorecer sus
de pecados,
Dios, y,
entonces ¿Cómo podrán amar a su hermano? Si han de ser
sus mejores amigos, ayúdenles contra sus peores enemigos.
Y no piensen que toda ddureza
ureza es inconsistente con el amor:
los padres corrigen a sus hijos, y Dios mismo “disciplina a
todo el que recibe por hijo” ( Hebreos 12:6 ). Agustín dijo:
“Es mejor un amor acompañado de severidad que guiar mal
con un ex
exceso
ceso de amabilid
amabilidad”.
ad”.
10. Hemos de llevar a cabo nuestro trabajo con
paciencia.
Soportar muchos abusos y heridas de aquellos a los que
buscamos hacer el bien. Cuando hemos estudiado por ellos,
orado por ellos, les hemos exhortado, y les hemos rogado
con todo fervor y consideración, cuando les hemos dado lo
que podemos, y atendido como si fueran nuestros hijos,
podemos esperar
esperar que m
muchos
uchos de ell
ellos
os nos re
recompensen
compensen con
burla, odio y desprecio, y que nos tengan por enemigos
porque les “decimos la verdad”. Ahora bien, hemos de
soportar
sin todo esto
cansarnos, “conpacientemente,
mansedumbre ycorrigiendo
seguir haciendo el bien
a los que se
oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan
para conocer la verdad” (2 Timoteo 2:25). Hemos de tratar
con los que están distraídos, con aquellos que huirán en
presencia de su médico, pero que no deben descuidar su
cura. Aquel que se aparte de un paciente frenético por sus
malas palabras, no es digno de ser un médico. Sin embargo,
cuando los pecadores nos reprochan y calumnian por
nuestro amor, y están dispuestos a escupir nuestras caras
antes que agradecernos nuestros consejos, ¡Cómo se
enardecerá nuestro corazón, y cuánto lucharán los
remanentes del antiguo Adán (el orgullo y la ira) contra la
mansedumbre y paciencia del hombre nuevo! ¡Y cuán
tristemente muchos ministros se comportan bajo tales
pruebas!

11. Todo nuestro


reverencia, trabajo haa aquellos
como corresponde de realizarse con
que creen
en la presencia de Dios, y que no utilizan lo santo
como si fuera comúncomún..
La reverencia es la emoción del alma que procede de una
profunda aprehensión de Dios, y es ind indicativo
icativo de una mente
que conversa mucho con Él. Manifestar irreverencia en las
cosas de Dios es manifestar hipocresía, mostrando que el
corazón no está de acuerdo con la lengua. No sé cómo será
con otros, pero el predicador más reverente
reverente que h habla
abla como
si viera el rostro de Dios, afecta más mi corazón utilizando
palabras comunes que un hombre irreverente con la
preparación más exquisita. Aunque clame con mucho fervor
en apariencia, si la reverencia no se corresponde con el
fervor, obra poco. De todas las predicaciones del mundo (de
entre aquellas que no dicen flagrantes mentiras), aborrezco
la que
qu e tiene la ttendencia
endencia a h
hacer
acer re
reír
ír a los oy
oyentes,
entes, o a hacer
que sus mentes se muevan con ligereza y afectándolas solo
como las representaciones de teatro solían hacer, en lugar
de conmoverlas
Jerónimo con la santa
dice: “Enseña reverencia
en la igl
iglesia, del para
esia, no nombre de Dios.
obtener el
aplauso de la gente, sino para hacer que se ponga en
marcha su gemido, las lágrimas de los oyentes son tus
alabanzas”. Cuanto más
m ás apare
aparezca
zca Dios en nuestros deberes
deberes,,
más autoridad tendrán con los hombres. Deberíamos, por
así decirlo, suponer que vemos el trono de Dios y los
millones de ángeles atendiéndole, para quedar asombrados
por su majestad cuando nos acercamos a sus cosas santas,
no vaya a ser que las profanemos y tomemos su nombre en
vano.
12. Todo nuestro trabajo ha de hacerse
espiritualmente, como por hombres poseídos del
Espíritu Santo.
En la predicación de algunos existe una fibra espiritual que
los oyentes
otros hombres espirituales
este tintepueden discernir
sagrado y disfrutar.
es tan escaso que,Pero en
incluso
si hablan de cosas espirituales, lo hacen como si lo hicieran
de asuntos comunes. Nuestra evidencia e ilustraciones de la
verdad divina deben también ser espirituales, extraídas de
las Santas Escrituras, más que de los escritos de los
hombres. No se ha de magnificar la sabiduría del mundo
frente a la de Dios; hemos de enseñar a la filosofía a
inclinarse y servir, mientras que la fe soporta la carga
principal. Los grandes eruditos de la escuela de Aristóteles
han de cuidarse de glorificar demasiado a su maestro y
despreciar a aquellos que están bajo ellos, si no quieren
mostrar que ellos están aún más abajo en la escuela de
Cristo, y son los “menores en el reino de Dios” aunque sean
grandes a ojos de los hombres. Una persona tan sabia como
cualquiera de ellos, debería gloriarse solamente en la cruz
de Cristo, y proponerse no conocer otra cosa que a Cristo
crucificado. Aquellos que están seguros de que Aristóteles
está en el infierno, no deberían ser guiados por él en su
camino al cielo. Gregorio nos ha dejado un memorándum
excelente: “Dios primero reúne a las personas sin educación;
luego a los sabios. El no hace pescadores de los oradores,
sino que produce oradores de los pescadores”. Los más
instruidos,
instruid os, deberían pensar acerca de esto.
Estimen a cada autor como corresponde, pero no comparen
a ninguno de ellos con la Palabra de Dios. No rehusaremos
su servicio, pero hemos de aborrecerlos como rivales o
competidores. Perder el disfrute de la excelencia de las
Escrituras es síntoma de un corazón destemplado, porque
en el corazón espiritual existe una naturaleza compartida
con la Palabra de Dios, ya que es la semilla que lo regeneró.
La Palabra es ese sello que produjo todas las impresiones
santas que están en los corazones de los verdaderos
creyentes, y la que estampó la imagen de Dios sobre ellos.
Por tanto, han de ser semejantes a esa palabra, y tenerla en
alta estima mientras
mient ras v
vivan.
ivan.
13. Para prosperar en su trabajo, asegúrense de
mantener los más fervientes deseos y esperanzas de
éxito.
Si sus corazones no están puestos en el objetivo de sus
labores, y no anhelan ver la conversión y edificación de sus
oyentes, si no estudian y predican con esperanza,
probablemente no van a ver muchos éxitos. Tal y como es
síntoma de un corazón falso y egoísta aquel que se contenta

con
que hacer y novez
Dios rara verbendice
fruto deelsu labor,de
trabajo también he observado
nadie tanto como el
de aquel cuyo corazón está puesto en el éxito del mismo.
Dejen que sea la parte de Judas el tener más preocupación
por la bolsa que por el trabajo. Este tipo de personas no se
preocupan mucho por lo que parecen preocuparse, y
piensan que si tienen sus salarios y el amor y felicitaciones
de su pueblo, ya tienen bastante con lo que contentarse. Sin
embargo, todos los que predican para Cristo y la salvación
de los hombres, no han de estar satisfechos hasta que
tengan aquello sipor
es indiferente lo loconsigue
que están predicando.
o no, y que noAquel al que le
se entristece
cuando no lo logra y se alegra al ver el resultado que desea,
nunca tuvo el objeti
objetivovo correcto
correcto de un predicador.
predicador. Cuando un
hombre solo estudia lo que decir y cómo pasar esa hora de
forma que reciba una felicitación, cuando no busca nada
más que conocer lo que la gente piensa de sus habilidades,
y continúa así un año tras otro, me hace pensar que predica
para sí mismo, y no para Cristo, aunque predique a Cristo y
parezca hacerlo con excelencia. Ningún doctor sabio o
caritativo se contenta con estar administrando su medicina
y no ver ningún avance entre sus pacientes, mientras los ve
a todos morir en sus manos: Tampoco ningún maestro que
sea sabio y honesto estará contento con enseñar a pesar de
que sus estudiantes no saquen provecho de su instrucción,
sino que ambos
amb os quedarían desgastados por su empleo.
Sé que un ministro fiel puede tener consuelo cuando carece
de éxito, que “aunque Israel no sea congregado, nuestra
recompensa está con el Señor” ( Isaías 49:4-5 ), y sé que
nuestra aceptación no es de acuerdo al fruto, sino de
acuerdo a nuestro trabajo. Pero el que no anhela el éxito de
sus labores no puede tener este consuelo, ya que no fue un
trabajador fiel. Lo que digo es solo para aquellos que tienen
sus ojos puestos en el objetivo, y que se entristecen si lo
fallan. Tampoco es este el consuelo completo que deseamos,
sino solo algo que nos calma aunque perdamos el resto. ¿Y
qué si Dios acepta a un médico aunque muera el paciente?
Sin importar eso, el médico ha de trabajar con compasión,
anhelar que su paciente mejore, y entristecerse si no lo
logra. No estamos trabajando solo para nuestra propia
recompensa, sino para la salvación de otros hombres.
Confieso por mi parte, que me maravillo de algunos
reverendos y hombres ancianos, que han vivido veinte,
treinta o cuarenta años con un pueblo sin provecho, entre el
cual apenas han podido discernir los frutos de su labor. Me
admira como pueden, con tanta paciencia, continuar entre
ellos. Si fuera mi caso, aunque no abandonaría la viña ni mi
llamado, sospecharía que la voluntad de Dios podría ser que
me marchara a otra parte, y permitir que alguien más
adecuado para ellos viniera en mi lugar. No me resultaría
fácil estar satisfecho con pasar mis días de esa manera.
14. Todo nuestro trabajo ha de llevarse a cabo bajo
un fuerte sentimiento de insuficiencia propia, y de
nuestra completa dependencia de Cristo.
Hemos de buscar luz, vida y fuerzas de aquel que nos envía
a realizar el trabajo. Y cuando sentimos que nuestra propia
fe es débil, y que nuestros corazones son torpes e
inadecuados para la gran obra que tenemos que hacer,
hemos de tener recurso en Él y decir: “Señor, ¿me enviará
enviaráss a
persuadir a otros para que crean con un corazón tan
incrédulo
acerca decomo el que
la vida tengo? ¿He
y muerte de rogar
eternas, a los pecadores
sin tener más fe o
sentimiento de estas cosas vitales yo mismo? ¡Oh, no me
envíes desnudo y desprovisto a la obra, sino que, ya que me
ordenas hacerla, vísteme con un espíritu adecuado para
ella”. La oración
oración ha dde
e contin
continuar
uar nuestro trabajo, as
asíí como la
la
predicación. No puede predicar con corazón a su gente el
que no ora fervorosamente por ellos. Si no prevalecemos con
Dios en darles fe y arrepentimiento, nunca prevaleceremos
con ellos para hacerles creer y arrepentirse. Cuando
nuestros propios
suyos también lo corazones están
están, si no tan desordenados,
prevalecemos con Dios ypara
los
arreglarlos y ayudarlos, es probable que nuestro trabajo no
tenga éx
éxito.
ito.
15. Hemos de vigilar mucho la unión y comunión
entre nosotros, y la unidad y paz de las iglesias que
supervisamos.
Habiéndoles hablado de estas cosas que acompañan al
trabajo ministerial, y que todo ministro ha de realizar,
permitan queque
nosotros, ya concluya con otra
somos pocos que es en
compañeros necesaria para
este trabajo;
hemos de ser sensibles a lo necesario que esto es para la
prosperidad del conjunto, la fortaleza de nuestra causa
común, el bien de los miembros particulares de nuestro
rebaño, y el futuro ensanchamiento del reino de Cristo. Por
esto, los ministros han de resentirse cuando la iglesia es
herida, y estar tan lejos de liderar divisiones, que han de
tomar como parte principal de su trabajo el prevenirlas y
sanarlas. Día y noche han de inclinar sus estudios a
encontrar medios para cerrar tales brechas. No deben solo
prestar oído a los movimientos por la unidad, sino
proponerlos y buscarlos; no han solo de recibir la paz
cuando se les ofrece, sino perseguirla cuando huye de ellos.
Por tanto, deben mantener la antigua simplicidad de la fe
cristiana, y el fundamento y centro de la unidad católica.
Han
nuevosde planes
aborrecer
paralasaquear
arrogancia de aquellos
y romper la iglesiaque
de trazan
Cristo
bajo la pretensión de evitar errores y mantener la verdad. La
suficiencia de las Escrituras ha de mantenerse, y no
imponerse nada más allá de la misma; y si los papistas, u
otros, nos llaman a cuentas por el estándar y regla de
nuestra fe, es la Bibli
Bibliaa lo que hemos de mostrarles,
mostrarles, en lugar
de la confesión de las igiglesias
lesias o escr
escritos
itos de h
hombres.
ombres. Hemos
de aprender a distinguir entre certezas e incertidumbres,
necesarios e innecesarios, verdades universales y opiniones
personales,
encima de loy primero,
poner elnoénfasis en la pazDebemos
de lo segundo. de la iglesia
evitarpor
la
confusión común de hablar de aquellos que no hacen
diferencia entre los errores verbales y los reales, y que odian
esa “locura que antes había entre los teólogos”, que dividen
a sus hermanos como si fueran herejes antes de
entenderlos. También hemos de aprender a ver el verdadero
estado de las controversias, y reducirlas al punto mismo en
que está la diferencia, sin agrandarlas. En lugar de pelear
con nuestros hermanos, hemos de combinarnos contra los
adversarios comunes, y todos los ministros deben asociarse
y mantener comunión, correspondencia, y reuniones
constantes para estos fines, sin que deban interrumpirnos
las pequeñas diferencias de juicio. Han de realizar tanto del
trabajo de Dios como puedan en unidad y concordia. Y este
es el uso de los sínodos: no gobernar los unos sobre los otros
y crear leyes, sino evitar los malos entendidos, consultarse
para la edificación mutua, mantener el amor y la comunión,
y marchar de forma unánime en la obra que Dios nos ha
ordenado ya. Si los ministros del evangelio hubieran sido
hombres de paz y de un espíritu universal en lugar de
creadores
creador es de facciones, la igl
iglesia
esia de Cristo no se habría visto
en la situación en que ahora está. Las naciones de
calvinistas y luteranos en el extranjero, y los distintos
partidos que existen aquí en nuestra tierra, no estarían
planeando rebelars
rebelarse
e un
unas
as contra las otras, ni p
permanecer
ermanecerían
ían
distanciadas
fortalecerían en
al una amargura
enemigo común sin ycaridad, ni tampoco
obstaculizarían la
edificación y prosperidad
prosperidad de
d e la iglesia como lo han hecho.

********

Sección 3 – Motivos para la supervisión del


rebaño

Habiendo considerado la manera en que hemos de cuidar


del rebaño, procedo ahora a exponer los motivos para esta
supervisión,
superv isión, lim
limitánd
itándome
ome a los co
conteni
ntenidos
dos en mi texto.
1. La primera consideración que el texto nos sugiere
se extrae de nuestra relación con el rebaño: Somos
supervisores del mismo.
(1) La naturaleza de nuestro oficio requiere que “miremos
por todo el rebaño”. No somos supervisores de nada más,
porque “obispo” es un título que implica más “trabajo que
honra”, como dice Polidoro Virgilio. Ser un obispo, o pastor,
no es establecerse como ídolo para que el pueblo se incline,
o ser un “vientre lento” y vivir para nuestros placeres y ocio
carnal, sino ser un guía de los pecadores hacia el cielo. Es
triste pertenecer a un llamado sin conocer su naturaleza, y
emprender un trabajo que no se sabe en qué consiste.
¿Acaso aquellos que viven en el ocio y el deleite, que tienen
tiempo para atender diversiones superfluas y gastar una o
más horas ganduleando, o en conversaciones vanas,
consideran lo que han emprendido y cuanto trabajo tienen
en sus manos? Hermanos ¿Se han parado a considerar lo
que se han echado encima? Han tomado
tom ado la dirección, bajo el
mando de Cristo, de un grupo de sus soldados “contra
principados y potestades, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes” ( Efesios 6:12 ). Han de
guiarlos hacia
familiaricen loslas
con conflictos más duros,
estratagemas deben del
y asaltos hacer que se
enemigo,
han de cuidarse ustedes mismos, y hacer que ellos
mantengan la vigilancia. Tienen un enemigo malicioso,
violento y que no se cansa, y, por tanto, han de ser
resueltos, valientes e infatigables. Están en medio de una
multitud de enemigos, rodeados de ellos por todas partes, y
si solo prestan atención a uno y no a todos, caerán
rápidamente. Y oh, ¡Qué gran cantidad de trabajo tienen! Si
solo tuvieran
tuvieran qu
quee enseñar a un anciano o anciana iignorante,
gnorante,
¡Qué tarea tan
aprender! Perodurasi sería,
estánincluso
tan sipoco
estuvieran dispuestos
dispuestos comoa
ignorantes
ign orantes son, ¡Cuánto más difíci
difícill será! M
Más
ás aún si tenemos
una multitud de personas ignorantes, como la mayoría de
nosotros tenemos, ¡Cuánto trabajo no será para nosotros!
¡Qué difícil es tener que razonar con personas que casi han
perdido el uso de la razón, y argumentar con aquellos que
no se entienden ni a sí mismos ni a ti! ¡Oh hermanos, qué
mundo de maldad tenemos que enfrentar en una sola alma,
y qué gran número de esos mundos! Y cuando creemos
haber hecho algo, estamos dejando la semilla entre los
pájaros del cielo; hombres impíos están deseando
levantarse y contradecir todo lo que hemos dicho. Por cada
vez que hablamos a un pecador, los emisarios de Satanás le
hablan diez o ve
veint
inte
e ve
veces.
ces.
Además, ¡Cuán fácilmente las ocupaciones y
preocupaciones del mundo ahogan la semilla que
sembramos! Y si el único enemigo de la verdad fuera el que
está en el interior de ellos, ¡Cuán fácilmente extinguirá las
chispas yque
helado tanto Por
carnal! han tardado
falta de en despertar en
combustible y un
unacorazón
ayuda
mayor, se extinguirán. Y cuando piensen que su trabajo ya
ha tenido un feliz éxito, y hayan visto a las personas
confesar sus pecados, prometer reformarse y vivir como
nuevas criaturas siendo celosas y convertidas, puede que,
después
falso, de todo solo
cambiando eso, superficialmente
acaben teniendoyun corazón nuevas
adoptando malo y
opiniones y compañías, sin tener un nuevo corazón. ¡Oh,
cuántos son los que después de algún cambio considerable,
se ven engañados por los beneficios y honores del mundo, y
acaban atrapados de nuevo en sus antiguos deseos!
¡Cuántos solo cambian una desgraciada manera de
agradarse a sí mismos por otra que es menos deshonrosa, y
que no hace tanto ruido en sus conciencias! ¡Cuántos se
enorgullecen antes de adquirir un conocimiento completo
de la fe, y, aceptan
intelectos, confiados en el
todo poder
error quedesesuslespoco amueblados
presenta bajo el
nombre de verdad, y, como pollitos que se extravían de la
gallina, son atraídos por esa cometa infernal mientras
orgullosamente desprecian la guía y consejo de aquellos
que Cristo ha puesto sobre ellos para que estén seguros!
¡Oh hermanos, qué campo de trabajo tenemos ante
nosotros! No podrán ver ni a una persona sin encontrar
trabajo. ¡Cuán rápido languidecen las gracias cristianas aun
en los mismos santos si son descuidadas, y cuán fácilmente
son arrastrados a caminos de pecado, para deshonra del
evangelio,
ev angelio, y para su propia
p ropia pérdid
pérdidaa y tristeza!
Si este es el trabajo de un ministro, pueden imaginar la vida
que tiene que llevar. Por tanto, estemos de pie y manos a la
obra con todas nuestras fuerzas. Las dificultades han de
avivarnos, no desmotivarnos de un trabajo tan necesario. Si
no podemos hacerlo todo, hagamos lo que podamos, porque
si lo descuidamos, ¡Ay de nosotros y de las almas
encomendadas a nuestro cuidado! Si pasamos por alto
todos estos
ministros otros
fieles pordeberes,
elaboraryun
pensamos que podemos
sermón plausible, ser
dejando
de lado a Dios y a los hombres con algo tan hueco, nuestra
recompensa será
será tan sup
superficial
erficial como nuestro trabajo.
(2) Consideren que este trabajo es puesto sobre ustedes por
su propia voluntad y compromiso. Nadie les forzó a ser
obispos de la iglesia. ¿Acaso la honestidad común no les
impulsa
imp ulsa a ser fieles a aquello que
q ue se les confió?
(3) Consideren que tienen el honor de motivarlos a la labor.
Y es un
u n gran h
honor
onor ser embajadores de Dios e iinstrumentos
nstrumentos
para la conversión de los hombres “para salvar sus almas de
la muerte y cubrir multitud de pecados” ( Santiago 5:20 ).
Ciertamente el honor no es sino un asistente del trabajo. El
hacer como todos los prelados de la iglesia en todas las
épocas han hecho, el luchar por la precedencia, y llenar el
mundo
de susconasientos,
las disputas acerca de
muestra quela dignidad
olvidamosy superioridad
mucho la
naturaleza de ese oficio que hemos emprendido. Rara vez
veo ministros esforzándose con tanta furia por ser los
primeros en ir a la casa de un pobre para enseñarle a él y a
su familia el camino al cielo, o por ser los primeros en
emprender la conversión de un pecador o convertirse en los
siervos de todos. ¡Es extraño que, sin importar todas las
claras afirmaciones de Cristo, los hombres no entiendan la
naturaleza de su oficio! Si lo hicieran, ¿Se esforzarían por
ser el pastor
tantos depobres
miles de un condado
pecadorcompleto
pecadoreses e
en o emás,
n él qu
que clamancuando
pi
pidiendhay
diendo o
ayuda
ay uda y no pueden
pu eden ni qui
quieren
eren involucrar
involucrarse
se en aliviarles
aliviarles?? ¿S
¿See
esforzarían por tomar esa responsabilidad cuando pueden
vivir pacientemente en sus casas con personas profanas, y
no perseguirles con seria e incesantemente por su
conversión? Cuando quieren tener el nombre y el honor de
tener la obra de un condado completo, sin ser capaces de
realizar todo el trabajo de una sola parroquia… si el honor
no es sino un añadido al trabajo ¿cuál es el objetivo que
buscan en realidad? ¿tener el nom
nombre
bre y eell honor o realizar el
trabajo? ¡Oh, si se entregaran por Cristo y su iglesia con
fidelidad, humildad y abnegación, y nunca pensaran en
títulos o reputación, entonces tendrían la honra aunque no
la buscar
bu scaran!
an! pero al iirr tras la honra, la pierden.
pi erden. P
Porque
orque así es
la sombra de la virtud: “A lo que me persigue, le huyo, y a lo
que me huye, a eso sigo”.
(4) Consideren que tienen otros muchos privilegios
excelentes que los motivan al trabajo gracias al oficio
ministerial. Por tanto, si no hacen el trabajo, no tienen
derecho a los privilegios. Es por algo que son mantenidos
del trabajo de otros hombres. Esto es así para que hagan su
trabajo, y que no se vean
vean oblig
obligados
ados a abandonarlo, ssino
ino q
que,
ue,
como exige Pablo, puedan “ocuparse en estas cosas y
permanecer en ellas” ( 1 Timoteo 4:15) , y no se vean
obligados a descuidar las almas de los hombres mientras
están proveyendo para sus propios cuerpos. Así pues, hagan
el trabajo, o no reciban el mantenimiento.
Pero tienen privilegios mucho mayores que este. ¿Acaso no
es nada el haber crecido instruyéndose mientras otros lo
han hecho con el carro y el arado? ¿Acaso no es nada el el
ser revestidos con tan agradable conocimiento cuando el
mundo yace en la ignorancia? ¿No es nada el conversar con
hombres instruidos, y hablar de cosas elevadas y gloriosas
cuando otros no pueden conversar con casi nadie sino los
vulgares e iletrados?
más excelente es vivir Pero, especialmente,
estudiando ¡qué
y predicando privilegio
a Cristo! ¡El
estar constantemente escudriñando sus misterios, o
alimentándose de ellos! ¡El estar empleado a diario con la
consideración de los caminos de Dios, y su bendita
naturaleza y obras! Otros se alegran del tiempo del día del
Señor, y de tener una hora más cuando pueden. Pero
nosotros podemos estar días completos con el Señor.
Podemos estar
estar casi todo el ti
tiempo
empo estudiand
estudiandoo y hablando de
Dios y la gloria, e involucrarnos en acciones de oración y
alabanza, beber sus verdades sagradas y llenas de
salvación. Nuestro empleo es elevado y espiritual. Ya sea que
estemos solos o acompañados, nuestro negocio es de otro
mundo. ¡Oh si nuestros corazones estuvieran más
sintonizados con este trabajo! ¡Qué vida tan bendecida y
gozosa viviríamos entonces! ¡Cuán dulce nos sería el
estudio! ¡Qué agradable
nuestro hablar acerca de el
laspúlpito, y qué deleite
cosas espirituales nos daría
y eternas! El
vivir entre ayudas tan excelentes como las que nos
conceden nuestras bibliotecas, tener tantos compañeros
silenciosos siempre que deseemos, todo esto y muchos
privilegios similares del ministerio nos instan a tener una
diligencia incansable en el trabajo.
(5) Por su trabajo están relacionados con
con Cristo tal y como lo
están con el rebaño. Son admini
adm inistrador
stradores
es de sus misterios, y
gobernantes de su casa, y aquel que se lo ha confiado, los
mantendrá en su trabajo. Pero también, “se requiere que el
administrador sea hallado fiel” ( 1 Corintios 4:2 ). Sean
fieles a Él, y nunca duden de que Él les será fiel. Si
alimentan a su rebaño, antes les alimentará como hizo con
Elías, que dejarles pasar necesidad. Si están en prisión, Él
abrirá las puertas, pero deben liberar a las almas
encarceladas. Él les dará “palabra y sabiduría, la cual no
podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan” (
Lucas 21:15 ), pero habrán de usarla para Él con fidelidad.
Si prestan sus manos para aliviar a los afligidos, el hará que
se seque la mano que se extienda contra ustedes. Estoy
seguro de que los ministros de Inglaterra conocen esto por
mucha experiencia. Muchas veces les ha rescatado Dios de
las mandíbulas del devorador. ¡Oh, la admirable
preservación y liberaciones que han tenido de los crueles
papistas, de los tiránicos perseguidores, y de hombres
apasionados y mal guiados! Consideren, hermanos por qué
ha hecho Dios todo esto. ¿Es por ustedes o por su Iglesia?
¿Qué son ustedes para él más qu quee otros hombres sino por su
trabajo
su carney formada
por amorpor
a su
unpueblo? ¿Acaso
barro mejor queson ángeles?
el de ¿Está
su prójimo?
¿No pertenecen a la misma generación de pecadores, que
necesitan su gracia tanto como ellos? Arriba entonces, y
trabajen como los redimidos del Señor, como aquellos que
son rescatados de la ruina a propósito para servirle. Si creen
que Dios para
reservas les ha rescatado
aquel que lospara
libró.Él, vivan para Él, siendo sin
2. El segundo motivo en este texto se extrae de la
causa eficiente de esta relación. Es el Espíritu Santo
el que nos ha hecho supervisores de su Iglesia, y, por
tanto, corresponde que le prestemos atención. a tención.
El Espíritu Santo es el que hace que los hombres sean
obispos o supervisores de la iglesia en tres aspectos:
Cualificándolos para el oficio; dirigiendo a los que ordenan a
discernir
adecuados,susy cualificaciones,
dirigiéndoles, alconociendo
pueblo y a aellos
los mismos,
hombres para
más
establecerlos en un cargo en particular. Todas estas cosas se
realizaron de forma extraordinaria, por inspiración, o al
menos así ha sido con frecuencia. Lo mismo se hace hoy por
la ayuda ordinaria del Espíritu. Continua siendo el mismo
Espíritu, y los hombres siguen siendo nombrados
supervisores de la Iglesia (cuando son llamados
correctamente) por el Espíritu Santo, tan bien ahora como
entonces. Es, por tanto, una presunción extraña de los
papistas,
necesidadque la ordenación
más porelmanos
absoluta en m anos
oficiodeministerial
un hom
hombre
breque
sea de
el
llamado del Espíritu Santo. Dios ha determinado en su
Palabra que exista este oficio, y qué cualificaciones han de
tener los hombres que lo reciben. Nada de esto puede ser
desestimado o considerado innecesario. Dios también da a
los hombres las cualificaciones que requiere, de modo que,
todo lo que la Iglesia tiene que hacer, sean pastores o
personas, ordenantes o electores, es discernir y determinar
qué hombres
hom bres ha cualificado Dios, y a
aceptar
ceptar a aquellos que el
Señor ha provisto, instaurándolos en la solemnidad de este
oficio tras dar su consentimiento. ¡Qué gran obligación
tenemos sobre nosotros por nuestro llamado a la obra! Si
nuestra comisión es enviada del cielo, no puede
desobedecerse. Cuando los apóstoles fueron llamados por
Cristo a salir de sus trabajos seculares, inmediatamente
dejaron
Cuando amigos,
Pablo fuecasa, oficio ypor
llamado todas
la las
vozcosas, y le siguieron.
de Cristo, no fue
“rebelde a la visión celestial” ( Hechos 26:19 ). Aunque
nuestro llamado non o es tan in
inmediato
mediato o extraor
extraordin
dinario,
ario, es del
mismo Espíritu.
Espí ritu. Es un camino arriesgado imitar a Jonás y dar
la espalda a los mandamientos de Dios. Si descuidamos
nuestro trabajo, el tiene espuelas para apresurarnos. Si
huimos de él, tiene suficientes mensajeros para
adelantarnos, traernos de vuelta, e instarnos a hacerlo. Y es
mejor hacerlo antes que después.
d espués.
3. El tercer motivo en el texto se extrae de la
dignidad del objeto que es comisionado a nuestro
cargo.
Es la Iglesia de Dios la que hemos de supervisar, esa Iglesia
por la que principalmente se sostiene el mundo, que es
santificada por el Espíritu Santo, la que es el cuerpo místico
de Cristo. Esa Iglesia en la que los ángeles están presentes,
y a la que atienden
atiend en como espíritus mmini
inistrador
stradores,
es, e
esa
sa Iglesia
cuyos pequeños tienen a sus ángeles contemplando el
rostro de Dios¿Y
emprendido! en seremos
el cielo. ¡Oh, qué al
infieles cargo es este
mismo? que hemos
¿Tenemos en
nuestras manos la administración de la familia de Dios, y la
descuidaremos? ¿Tenemos la dirección de aquellos santos
que han de vivir para siempre con Dios en gloria, y la
descuidaremos? ¡Dios no lo permita! Ruego, hermanos, que
este pensamiento despierte a los negligentes. Ustedes que
se retraen de las obligaciones dolorosas, desagradables y
sufridas, y ponen a un lado las almas de los hombres con
formalidades inefectivas, ¿creen que esto es una forma
honorable de tratar a la esposa de Cristo? ¿Las almas de
hombres que han de encontrarse con Dios y ver su rostro,
que han de vivir por siempre en el cielo, no son dignas de su
mayor costo y trabajo en la tierra? ¿Sus pensamientos
acerca de la iglesia de Dios son tan bajos que esta no
merece lo mejor de su cuidado y ayuda? Si fueran
cuidadores
marchar y dedirían
ovejasque
o cerdos,
no sondifícilmente
dignos delos cuidado,
dejarían
especialmente si son suyos. ¿Y se atreven a decir eso de las
almas de los hombres, de la iglesia de Dios? Cristo camina
entre ellos. Recuerden su presencia, y miren de ser
diligentes en su trabajo. Son “real sacerdocio, nación
santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien las
virtudes de aquel que los llamó” ( 1 Pedro 2:9 ) y aun así,
¿los descuidarán? ¡Qué gran honor es simplemente ser uno
de ellos, incluso solo un portero en la casa de Dios! Sin
embargo,
de estos ser sacerdote
reyes suponede tal
estos sacerdotes,
honor y gobernante
que multiplica sus
obligaciones a ser diligentes y fieles en tan noble ocupación.
4. El último motivo mencionado el texto de Hechos
20:28, se extrae del precio que fue pagado por la
Iglesia que tenemos encargo de supervisar .
“La cual”, dice el apóstol, “él ganó por su propia sangre”.
¡Oh, qué buen argumento es este para avivar a los
negligentes, y condenar a aquellos que no son avivados a su
obligación! “Oh”, encomendado
Cristo me hubiera dijo uno de los antiguos
guardar doctores, “Si
una cucharada de
su sangre en un frágil recipiente de vidrio, ¡Con cuánto
cuidado lo preservaría, y con qué ternura trataría ese
recipiente! Si, pues, me ha encomendado aquello que se
compró con su sangre, ¿No debería ser igual de cuidadoso?”
Señores, ¿Hemos de despreciar la sangre de Cristo? ¿Hemos
de pensar que fue derramada por aquellos que no son
dignos de nuestros mayores cuidados? Pueden ver en esto
que se trata de una falta no pequeña, de la que son
culpables los pastores descuidados. Para ellos, la sangre de
Cristo fue derramada en vano. Le harían perder aquellas
almas que a tan alto precio compró. Recordemos pues estos
argumentos de Cristo, siempre que sintamos que nos
estamos endureciendo, o que no nos importa: “¿Morí yo por
estas almas y tú no tendrás cuidado de ellas? ¿Fueron
dig
dignas
nas
cielo detierra
a la mi sangre y no yson
‘a buscar dign
dignas
salvar loasque
de tu trabajo?
estaba ¿Bajéydel
perdido’ no
irás tú a la siguiente puerta, calle o aldea a buscarlas? ¡Qué
pequeña es tu compasión y labor comparada con la mía! Me
humillé a mí mismo a esto, pero para ti es un honor
encargarte de ello. He hecho y sufrido mucho por su
salvación, y estuve dispuesto a convertirte a ti en mi
colaborador, ¿y te negarás a hacer ese poco que está
encomendado a tus manos?” Siempre que miremos a
nuestras congregaciones, recordemos con fe que son
compradas por lacon
ser consideradas
consideradas sangre de profund
el más Cristo, yo que,
profundo int
interépor
s y tanto,
erés el máshan de
tierno
afecto. Oh, piensen lo extraño que sería ser un ministro
negligente y, en el último día, rogar perdón por la sangre de
Cristo y este responder “¿Trataste tan a la ligera lo que fue
comprado por mi sangre, y piensas salvarte por ella?”. Oh
hermanos, viendo que Cristo trajo su sangre para que
podamos rogar por ella, roguemos por nuestro deber, no sea
que esta sangre ruegue por nuestra
nu estra co
condenación.
ndenación.

He terminado
mismo. Existencon los motivos
muchos más queque encuentro
pueden en del
reunirse el texto
resto
de esta exhortación del apóstol, pero no debemos continuar
aquí para tratarlo todo. Si el Señor hace llegar al corazón
aunque sean estos pocos motivos, no dudo que tendremos
razones para enmendar nuestro paso, y el cambio será tal
en nuestros corazones y ministerio que nosotros mismos y
nuestras congregaciones bendeciremos a Dios por ello. Sé
que no soy digno de ser su monitor,
monit or, per
pero
o han de tener un
uno,
o, y
es mejor para nosotros escuchar nuestro pecado de boca de
alguien, que no escucharlo de ninguno.
Reciban la admonición, y no encontrarán motivo en la
indignidad del monitor para arrepentirse. Pero si la
rechazan, hasta el mensajero más indigno presentará
testimonio contra
cont ra ustedes otr
otro
o día para
p ara confusión suy
suya.
a.

******

CAPÍTULO 3: APLICACIÓN

Sección
Secc ión 1 – El uso de la humillación
humillación
Reverendos y queridos hermanos, nuestra ocupación en el
día de hoy es humillar nuestras almas ante el Señor por
nuestra negligencia pasada, e implorar ayuda para el
trabajo en el tiempo que vendrá. Verdaderamente, apenas
podemos esperar lo último sin lo primero. Si Dios nos ayuda
en nuestras obligaciones futuras, primero nos humillará por
nuestros pecados pasados. Aquel que no tiene suficiente
noción de sus faltas como para lamentarlas sin fingimiento,
difícilmente tendrá más que lo motive a reformarse de ellas.
La tristeza del arrepentimiento puede existir sin un cambio
de vida y corazón, porque es más fácil despertar las
emociones que una verdadera conversión. Pero el cambio no
puede llevarse a cabo sin una buena medida de tristeza.
Ciertamente podemos
podem os comenzar nuestra confes
confesión
ión con esto:
es demasiado común para nosotros esperar de nuestra
gente lo que en poca o ninguna medida hacemos nosotros.
¡Cuántos esfuerzos hacemos porque sean humildes,
mientras nosotrospara
los exponemos no nos humillamos!
sacar de ellos¡Con cuántalágrimas
algunas dureza
penitentes, (y son pocas) mientras nuestros ojos están
secos!
secos! ¡Qué ejemplo de dureza de corazón damos
damos,, mient
mientras
ras
nos esforzamos con nuestras palabras por derretir y
ablandar los suyos! ¡Oh, si estudiáramos la mitad para
afectar
hacemosy con
corregir nuestros
los de propios
nuestros corazones
oyentes, de lo que
no estaríamos lo
como
estamos muchos de nosotros! Es muy poco lo que hacemos
por su humillación, pero me temo que es mucho menos lo
que algunos de nosotros hacemos por la nuestra.
Demasiados son los que hacen algo por las almas de otros
hombres, mientras parecen
parecen olvidar que ti
tienen
enen almas propias
de las que ocuparse. Se comportan como si su parte del
trabajo fuese llamar al arrepentimiento, y la de los oyentes
fuera arrepentirse, como si la suya fuera clamar contra el
pecado,
predicar y la
el dedeber
la gente
y abandonarlo,
los oyentescomo si tuviesenPero
practicarlo. que
encontramos que los líderes de la Iglesia en las Escrituras
confesaban sus propios pecados, así como los pecados del
pueblo. Esdras confesó los pecados de los sacerdotes, así
como los del pueblo, llorando y postrándose ante la casa de
Dios. Daniel confesó su propio pecado y también el del
pueblo. Creo, que si consideramos bien las obligaciones ya
enumeradas, y cuán imperfectamente las hemos realizado,
no tendremos necesidad de demorarnos preguntándonos si
existe
existe causa para la humillación.
humil lación.
Se ha de decir, aunque me condeno a mí mismo al decirlo,
que quien lea simplemente esta exhortación de Pablo a los
ancianos de la iglesia de Éfeso, y compare su vida con ella,
debe ser muy estúpido y duro de corazón si no se derrite al
sentir sus propios descuidos, y si no cae forzosamente ante
Dios en lamento por sus grandes omisiones, buscando
refugio en la sangre de Cristo y su gracia perdonadora.
Confío, hermanos, que ninguno de ustedes apruebe en su
juicio
jui
de cio la doctrina
confesión, llibertin
ibertina,
contrición a,yque afirma qque
humillación ue no h
para hay
elayperdón
nece
necesidad
sidad
del
pecado. ¿No es lamentable entonces que nuestros
corazones no sean tan ortodoxos como nuestras cabezas?
Puedo ver que hemos aprendido la lección a medias cuando
lo sabemos y podemos decirlo. Cuando lo hemos aprendido,
hay más actividad
emociones, nuestrospara enseñar
ojos, nuestrasnuestras voluntades
lenguas, nuestrasy
manos. Es triste que muchos de nosotros prediquemos a
nuestros oyentes mientras estos están dormidos, pero es
aún más triste si hemos estudiado y nos hemos predicado a
nosotros mismos dormidos, y hemos hablado durante tanto
tiempo en contra de la dureza del corazón, para acabar
endurecidos bajo el ruido de nuestros propios reproches. Y
para que puedan ver que no es una tristeza sin motivo la
que Dios requiere de nosotros, les llamo a recordar nuestros
much
muchosos pecados
pecados,
que podamos , y a una
hacer ponerlos
clara,delante
libre yde
fieln
noso
osotros,
tros, dede
confesión modo
los
mismos, y para que “Dios que es fiel y justo pueda
perdonarnos, y limpiarnos de toda maldad” ( 1 Juan 1:9 ).
En esto supongo que tengo su consentimiento de corazón, y
que estarán lejos de ofenderse conmigo, aunque desgracie
sus personas y las de otros en este oficio para que acepten
el cargo y se conviertan en humildes acusadores de sí
mismos; y estoy tan lejos de justificarme yo por medio de la
acusación a otros, que sin fingimiento pongo mi nombre el
primero en el acta de acusación. Porque ¿Cómo puede un
miserable pecador, alguien que está acusado por tantas
graves
graves transgres
transgresiones,
iones, presumir justifi
justificars
carse
e del
delante
ante dde
e Dios?
¿O cómo puede declararse inocente aquel cuya conciencia
tiene tanto que decir contra él? Si arrojo vergüenza sobre el
ministerio, no es sobre el oficio en sí, sino sobre nuestras
personas, exponiendo ese pecado que es nuestra vergüenza,
porque “el pecado es afrenta de las naciones” ( Proverbios
14:34 ), y sean pastores o naciones, solo son los que
“confiesan y se apartan de sus pecados los que alcanzan
misericordia” ( Proverbios 28:13 ), “Mas el que endurece
su corazón caerá en
en el mal .

No emprenderé la tarea de enumerar todos los grandes


pecados de los cuales somos culpables, por tanto, el
olvidarme de alguno en particular no ha de tomarse como
una negación o justificación del mismo. Pero consideraré mi
deber
nuestraponer el ejemplo
humil lación
humillación y una de algunos
pronta refo pocos que reclaman
reforma.
rma.
Necesito
Neces ito p
primero
rimero hacer la p
premisa
remisa de esta profesión, y
ya
a que,
a pesar de todas las faltas que se encuentran entre nosotros,
creo que nunca en la historia de Inglaterra ha existido un
ministerio tan fiel y capaz como el que tenemos hoy en día,
y temo que pocas naciones en la tierra, si es que existe
alguna, tengan algo similar. Estoy seguro de que el cambio
ha sido tan grande en estos doce años, que es una de las
mayores alegrías que el mundo nunca haya tenido la
oportunidad de contemplar. ¡Oh, cuántas congregaciones
son instruidas claramente y con frecuencia hoy, cuando
antes vivían en gran oscuridad! ¡Cuántos hombres fieles y
capaces existen en un condado en comparación con los que
existían entonces! ¡Con cuánta gracia Dios ha prosperado
los estudios de tantos jóvenes que no eran sino niños
pequeños al comenzar los últimos problemas, de tal forma
que ahora ensombrecen a los mejores de sus veteranos!
¡Cuántas millas habría viajado hace veinte años o menos,
para escuchar
cuyas a uno deahora
congregaciones esos ancianos y reverendos
han disminuido, y cuyateólogos
porción
ha resultado menos estimada por la notable mejora de los
predicadores más jóvenes! Y, en particular, ¡Cuán
misericordiosamente ha tratado el Señor con este pequeño
condado de Worcester, al levantar a tantos que dan crédito
del oficio sagrado, y que con abnegación y voluntariamente,
con celo y sin cansarse, se entregan por el bien de las
almas! Bendigo al Señor por haberme colocado en este
lugar, donde puedo tener la comunión de hermanos tan
capaces, fieles, humildes
Señor continúe unánimes
durante largo y pacíficos.
tiempo con esta¡Oh, que el
admirable
misericordia por este indigno
indig no condado! Y espero rregocijarme
egocijarme
en Dios mientras viva por haber visto el cambio
generalizado en otros lugares: que tantos cientos de
hombres fieles trabajan tan duro por la salvación de las
almas,
enemigo,aúny con
que las
másmurmuraciones y ela crujir
están surgiendo buen de dientes
ritmo. del
Sé que
existen algunos, cuya posición reverencio, que, estando en
un punto de gobierno con distinta mentalidad, se ofenderán
por mi mención de este feliz cambio. Pero he de expresar
que, aun si fuese totalmente favorable a los prelados,
conociendo mi corazón, no podría elegir otra cosa que
regocijarme. ¿Cómo puede ser? ¿No regocijarse por la
iglesia porque los hombres difieren en nuestra opinión
acerca
acerc a de su ordenami
ordenamiento?
ento? ¿¿He
He de cerrar los ojos ccontra
ontra las
misericordias del Señor? No menosprecio tanto las almas de
los hombres como para envidiar de ellas el pan de vida
porque esté partido por unas manos que no tienen la
aprobación de los
l os prelados. ¡Oh, si todas las congregaciones
recibieran ese sustento! Pero no se puede hacer todo a la
vez. Ellos tuvieron mucho tiempo para establecer un
ministerio corrupto, y cuando se expulsa a los escandalosos
e ignorantes, no podemos crear habilidades en otros para
suplirlas, hemos de permanecer durante el tiempo que dura
su preparación y crecimiento, y entonces, si Inglaterra no
expul
expulsa
sa el ev
evangelio
angelio por sus abusos, e incluso por su falta de
reforma voluntaria y su odio por la luz, es probable que sea
la nación más feliz bajo el cielo. Porque, como todas las
sectas y herejías que se introducen y diariamente nos dan
problemas, no dudo que el evangelio, administrado por un
ministro
min istro capaz y abnegado, puede dispersar la v vergüenza
ergüenza de
todas ellas.
Pero puede que digan: esto no es confesar el pecado, sino
aplaudir a aquellos cuyos pecados pretende confesar. A esto
responderé
amabilidad
amabili que
dad de Diosesy laa acción
causadedel reconocimiento
gracias de la
por sus admirables
misericordias, que parezco no ser tan desagradecido en la
confesión, ni mucho menos nublar o tener en poco las
gracias de Dios mientras expongo las debilidades que en
muchos las acompañan, porque, tristemente, hay muchas
cosas fuera departiculares
los siguientes ordenlares:
particu aun :en los mejores, como veremos en
1. Uno de nuestros pecados más odiosos y palpables
es el
e l ORGULL
ORGULLO. O.
Este pecado está muy presente en los mejores de entre
nosotros, pero es mucho más odioso e inexcusable en
nosotross que en otros hombres
nosotro hombres.. Está tan prese
presente
nte q
que
ue acusa
nuestros discursos, elige nuestra compañía, da forma a
nuestras expresiones, y pone acento y énfasis en nuestras
palabras.
planes, losLlena
poseelacon
mente de algunos
pensamientos con aspiraciones
amargos y de envidiay
contra aquellos que están en la luz, o contra quienes de
alguna manera eclipsan su gloria u obstaculizan el progreso
de su reputación. ¡Qué constante compañero, qué
comandante tan tiránico, que enemigo insinuante, astuto y
sutil es este pecado del orgullo! Acompaña a las personas al
vendedor de telas, al trapero y al sastre: “les elige el paño,
el tejido y el diseño”. Serían menos los ministros que
adornarían su vestimenta, cabello y hábito si no fuera por el
mandato
fuera todo,deo la
este tiránico
peor vicio.
parte del Y ya ¡Pero
asunto. me gustaría
cuántas que
vecesesto
se
introduce el orgullo en nuestro estudio, y se sienta con
nosotros a hacer nuestro trabajo! ¡Cuántas veces elige
nuestro tema, y, con más frecuencia todavía, nuestras
palabras y ornamentos! Dios nos manda ser tan claros como
podamos, para poder informar a los ignorantes, y tan
convincentes y serios como sea posible, para derretir y
cambiar sus endurecidos
end urecidos corazones
corazones.. Pe
Pero
ro el orgul
orgullo
lo se pl
planta
anta
al lado y contradice todo, produciendo sus juguetes y
vanidades. Contamina en lugar de pulir, y, bajo la
pretensión de crea
crearr adornos memorables, deshonra nuestros
sermones con infantiles chucherías, como si un príncipe
hubiera de vestirse con la ropa de un actor o un payaso
pintado. Nos persuade de pintar la ventana para atenuar la
luz, y de hablar a nuestra gente de forma que no puedan
entender,
provecho. para hacerles saber que podemos hablar sin
Si tenemos un mensaje claro y penetrante, el orgullo le
quita su filo, y embota la vida de nuestra predicación bajo la
pretensión de limar asperezas y evitar lo desequilibrado y lo
superfluo. Cuando Dios nos encarga tratar con las personas
acerca de sus vidas, y rogarles con toda la seriedad de la
que somos capaces, este maldito pecado lo controla todo, y
condena los mandamientos más santos de Dios,
diciéndonos: “¿Cómo? ¿Vas a hacer creer a la gente que
estás loco? ¿Les harás decir que estás rabioso o delirando?
¿No puedes hablar con sobriedad y moderadamente?” Y de
esta forma el orgullo hace que muchos sean sermones solo
de hombres, y lo que hace el orgullo, lo hace el diablo. Y los
sermones que el diablo produce y el objetivo de los mismos
es algo que podemos imaginar fácilmente. Aunque el asunto
del que se habla sea de Dios, si la vestimenta, la forma y el
objetivo son de Satanás, no tenemos grandes motivos para
esperar el éxito.
Cuando
hasta el el orgullodahaforma
púlpito, elaborado el sermón,
a nuestro va lo
tono y es con nosotros
que anima
nuestra conferencia. Nos separa de aquello que es
desagradable, por necesario que pueda ser, y nos posiciona
en la búsqueda del vacío aplauso. En resumen, todo esto
hace que los hombres busquen sus propios intereses y
nieguen a Dios, tanto en el estudio como en la predicación,
en lugar de estar buscando la gloria de Dios y negándose a
sí mismos. Cuando deberíamos preguntarnos: “¿Qué diré y
cómo debo hacerlo para agradar más a Dios, y hacer el
mayor bien?”, el orgullo nos hace preguntarnos: “¿Qué diré
y cómo debo hacerlo para que se piense de mí que soy un
predicador capaz e instruido, y para ser aplaudido por todos
los que me escuchan?” Cuando el sermón se acaba, el
orgullo nos acompaña a casa, y nos hace estar más ansiosos
por saber si
si fui
fuimos
mos aplaudi
aplaudidos
dos que si logramos victoria en la
salv
salvación
ación corazones
nuestros de las almas. Si no
saldría el fuera por la
preguntar a ve
vergüenza,
la rgüenza, de
gente si les
gustó, e intentar conseguir sus elogios. Si podemos percibir
una opinión favorable, nos regocijamos de haber logrado el
objetivo, pero si vemos que somos considerados solamente
hombres débiles y comunes, nos desagrada, porque no
hemos alcanzado el premio
p remio que tení
teníamos
amos en perspectiva.
perspectiva.
Pero ni siquiera esto es todo, ni lo peor. Oh, que no pudiera
decirse de ministros piadosos que, están tan ansiosos por la
aclamación popular y por que los hombres les estimen
mucho, que envidian el talento y la reputación de sus
hermanos si son preferidos antes de ellos, como si toda la
alabanza que se diera a otros se la quitaran a ellos, y como
si Dios les hubiera dado sus dones para ser simples adornos
y galas de sus personas y que puedan caminar como
hombres de reputación en el mundo. ¡Como si todos los
dones de otros debieran ser pisoteados y vilificados si se
interponen en el camino de su honra!
Ser un santo, un predicador de Cristo, y aun así envidiar
aquello
sus donesquepor
tiene
loslacuales
imagenÉl de Cristo,tener
debería haciendo mal uso
la gloria, de
y todo
porque nos parece que quieren obstaculizar nuestra gloria.
¿No es todo verdadero Cristiano un miembro del cuerpo de
Cristo, y,
y, por tanto, partícipe de llas
as bendiciones del conj
conjunto
unto
y de cada miembro particular de la Iglesia? ¿Y acaso no
debe toda pers
p ersona
ona dar gracias por los dones de su hermano,
no solo por tener él mismo parte en ellos como el pie tiene
el beneficio de la guía del ojo, sino porque sus propios
objetivos pueden conseguirse por los dones de su hermano
tanto como los suyos? Porque si para alguno la gloria de
Dios, y la felicidad de la Iglesia no son sus objetivos, no es

un cristiano. ¿Hablaría mal un trabajador de otro porque le


ayuda a hacer el trabajo de su señor? Aun así, ¡Cuán común
es este odioso crimen entre los ministros de Cristo! Son
capaces de manchar en ssecreto
ecreto la rreputación
eputación de a
aquell
quellos
os
que están en por
abiertamente su camino, y lo sin
vergüenza que ser
no pueden hacer
considerados
mentirosos y calumniadores, lo hacen en general, mediante
maliciosas insinuaciones, levantando sospechas allí donde
no pueden realizar acusaciones. Y algunos van tan lejos que
no están dispuestos a que otro que sea más capaz que ellos
mismos se suba a sus púlpitos, no vaya a ser que lo
aplaudan más que ellos. Es temible que cualquiera que
tenga el menor temor de Dios envidie de esta forma los
dones de Dios, y prefiera que sus carnales oyentes
continúen sin convertirse y los dormidos sigan sin
despertarse, a que esta obra sea hecha por otro que pueda
ser preferido
preferido antes que él. S
Sí,
í, este maldito
maldi to vicio prev
prevalece
alece de
tal forma, que en algunas de las grandes congregaciones,
que tienen necesidad de la ayuda de muchos predicadores,
apenas podemos conseguir que dos iguales vivan juntos en
amor, tranquilidad y llevando a cabo de forma unánime la
obra de Dios. Pero a menos que uno de ellos esté por debajo
del otro y esté contento con ser estimado así, o a menos
m enos que
uno sea el ayudante del otro y reciba órdenes de él, estarán
contendiendo por tener la precedencia, envidiándose, y
caminando con celos y distancia hacia el otro para
vergüenza
ve rgüenza de
d e su profesión y el gran mal de su rebaño.
Me avergüenza pensar en ello, que cuando he estado
esforzándome para convencer a personas de interés y
capacidad pública de la gran necesidad de tener más de un
ministro en las congregaciones grandes, me contestan que
nunca estarían de acuerdo el uno con el otro. Espero que
esta objeción sea infundada en su mayoría, pero es un caso
triste quehan
hombres sea llegado
verdad con
tan respecto a algunos.
lejos en el No, algunos
orgullo, que cuando
podrían tener un ayudante de igual posición para avanzar la
obra de Dios, prefieren tomar toda la carga sobre ellos
mismos, aunque sea más de la que puedan llevar, antes que
compartir su honra con ellos o verse disminuidos en la
estima del pueblo.
De ahí viene también que los hombres den tanta
importancia a sus propias opiniones, y que censuren tanto
las de cualquiera que difiera de ellos en las menores cosas,
como si fuera lo mismo diferir de ellos que de Dios. Esperan
que todos se conformen a su juicio, como si fueran los
gobernantes de la fe de la Iglesia, y mientras claman contra
la infalibilidad del papa, muchos de nosotros somos como
papas, y queremos que todos se pongan en pie ante lo que
determinamos como si fuéramos infalibles. Es verdad que
somos lo bastante modestos como para no decirlo
expresamente. Pretendemos que aquellas razones nuestras
a las que esperamos que se inclinen otros hombres solo son
la evidencia de la verdad, que nuestro celo es por la verdad
y no por nosotros mismos. Pero, siendo verdad, nos es
necesario
necesa rio que se tome como cicierto
erto aquello qu
quee es nuestro, y
que nuestras
n uestras rrazones
azones sea
sean
n aceptadas como válidas. Si luego
son examinadas libremente y encontradas falaces, además
de estar lejos de verlo, porque son nuestras, nos enfadamos
por que que
errores, se descubra. Nos casamos
cuando alguien habla en tanto
contracon
de nuestros
ellos es
como si hablase en contra de nuestras personas y como si
recibiéramos una fuerte herida porque alguien refute
nuestros argumentos, con los cuales hemos herido antes la
verdad y las almas de los hombres. El asunto ha llegado a
tal extremo, que si un argumento falaz o error es defendido
por alguien de renombre (lo cual no es nada extraño) hemos
o bien concederle la victoria y abandonar la verdad, o vernos
convertirnos
conve rtirnos en in
injuriosos
juriosos para es
ese
e nombre q
que
ue los defiend
defiende,
e,
porque aunque
atribuyen no estemos
todos tratando
los golpes que con personas,
damos estassus
contra se
argumentos y los sienten de manera tan sensible como si
hubiéramos hablado de ellos mismos. Esto es así porque
piensan que, a ojos de otros, se considerará que un
argumento débil es señal de una persona débil. Si,
consideramos
errores y falsospor tanto nuestro
razonamientos, deber avergonzar
al descubrirse su desnudez,sus
lo tomarán como si hubiéramos avergonzado a sus
personas. Por tanto, su reputación se convierte en una
fortaleza para sus errores, y su reverencia en una defensa
contra los ataques a todos sus dichos.
di chos.
Ciertamente son tan altivos nuestros espíritus, que cuando
reprendernos o contradecirnos se convierte en el deber de
alguien, lo normal es que nos impacientemos tanto con el
asunto como con las formas. Nos encanta que otras
personas digan lo que decimos, que sean de nuestra misma
opinión y promuevan nuestra reputación, aunque, a otros
respectos, sean menos dignos de nuestra estima. Pero para
nosotros es ingrato el que nos contradice y se diferencia, el
que trata claramente con nosotros y nuestros errores, y nos
cuenta acerca de nuestras faltas.
faltas. Especialmente al lidi
l idiar
ar con
discusiones públicas, donde los ojos del mundo están sobre
nosotros, apenas podemos soportar ninguna contradicción o
tratamiento directo. Sé que hemos de aborrecer el lenguaje
áspero, y que
reputación hemos
de otros de tratar
como nuestra con tanta suavidad
fidelidad connos
a la verdad la
lo permita.
permit a. P
Pero
ero nuestro o
orgull
rgulloo hace que mu
muchos
chos pensemos
que todos los que no nos admiran a nosotros y a todo lo que
decimos, y que no someten sus juicios a nuestros errores
más palpables, están condenándonos. Somos tan blandos,
que nadie puede rozarnos sin herirnos, y tan elevados en
nuestra mente, que si alguien no está versado en hacer
cumplidos, y tiene una capacidad para la adulación por
encima de la tasa normal, apenas puede saber cómo
tratarnos y observarnos
expectativas de cerca,
en todo momento sin yque
encajar
haya con
una nuestras
palabra
amarga, o algún descuido al que se aferrarán nuestros
altivos espíritus para tomarlo como algo injurioso a nuestro
honor.
Confieso que a menudo me maravilla que este pecado tan
odioso se considere como tan leve, y se piense que es
consistente con un corazón y vida santos, a la vez que
proclamamos como condenables a la l a gente p
pecados
ecados que son
mucho menores. Y me he maravillado más al ver la
diferencia entre predicadores piadosos y pecadores impíos.
Cuando hablamos a los bebedores, mundanos o ignorantes
no convertidos, les hablamos de su desgracia hasta el
extremo, y les hacemos ver en los términos más claros su
pecado, vergüenza y miseria; y no solo esperamos que lo
reciban con paciencia, sino con gratitud. La mayoría con los
que yo he tratado lo toman con paciencia. Muchos grandes
pecadores alaban más a los predicadores más cercanos, y
hasta dicen que no se preocuparían en escuchar a alguien
que no les
l es hablara de sus peca
pecados
dos claramente. En cambio,
cambi o, si
les hablamos a ministros piadosos de sus errores o pecados,
y no los honramos o reverenciamos hablándoles tan
suavemente como nos sea posible, si no mezclamos
alabanzas con reproches y si el aplauso no es lo que
predomina de forma que ahogue la fuerza del reproche y el
enfrentamiento, se lo
Hermanos, es triste toman casi
confesarlo, como
pero un insulto
el que insufrible.
todo esto suceda
entre nosotros debería ser más triste que el hecho de que
nos lo digan. Si el mal pudiera esconderse, no lo habría
descubierto, o al menos no tan abiertamente a la vista de
todos. Pero es algo que está desde hace mucho abierto a los
ojos del mundo. Nos hemos deshonrado idolatrando nuestro
honor; estamos imprimiendo nuestra vergüenza y
publicándola cuando lo proclamamos a todo el mundo.
Algunos pensarán que hablo con excesiva caridad cuando
llamo
grandepiadosas a las personas
prevalece. en lasséqueque,
Ciertamente este allí
pecado tan
donde
predomina, y no es odiado, lamentado y mortificado en gran
medida, no puede haber verdadera santidad, y ruego a
todos que ejerciten un
u n estricto celo y es
escudriñ
cudriñen
en sus propios
corazones. Si todos los que son culpables de alguno o la
mayoría
mencionados de están
los descubrimientos de orgullo
sin gracia, sea el Señor antes
misericordioso
con los ministros
mi nistros de esta tierra, y nos de pronto otro espíritu,
espíritu ,
porque entonces la gracia es algo menos frecuente de lo
que la mayoría de nosotros suponemos. No obstante, es
necesario decir que no es mi intención incluir a todos los
ministros de Cristo en esta acusación. Para alabanza de la
divina gracia se ha de mencionar que entre nosotros hay
algunos que son eminentes por su humildad y
mansedumbre, y quienes, en lo que respecta a esto, son
ejemplares para sus rebaños y sus hermanos. Es su gloria y
ha de serlo, y los convierte en honorables y amables de
verdad a los ojos de Dios y de todo hombre bueno, e incluso
a ojos de los mismos impíos. ¡Oh si el resto de nosotros
fuéramos de la misma forma! Pero no es el caso con todos.
¡Oh, que el Señor nos haga derramar lágrimas no fingidas a
sus pies por este pecado! Hermanos, ¡Que pueda yo exponer
un poco este caso en mi propio corazón y el suyo, para que
podamos ver este mal y reformarnos! ¿No es el orgullo el
pecado
no es lade los demonios,
mayor parte de laelimagen
primogénito del infierno?
de Satanás? ¿Y ha¿Acaso
de ser
tolerado en los hombres que se comprometen contra él y su
reino como lo hacemos nosotros? El objetivo mismo del
evangelio es humillarnos, y la obra de la gracia comienza y
se lleva a cabo en humillación. La humildad no es un simple
adorno del cristiano, sino una parte esencial de la nueva
criatura. Es una contradicción
contradicci ón ser cris
cristiano
tiano y no ser humi
humilde.
lde.
Todos
Todos los que
q ue quieren ser cristianos deben ser discípu
discípulos
los d
dee
Cristo y acudir a Él para aprender. Y la lección que Él les
enseña es ser
y ejemplos “mansosnos
admirables y humildes”. ¡Oh, cuántos
ha dado nuestro preceptos
Señor y Maestro
para lograr este objetivo! ¿Acaso podemos verle lavando y
secando los pies de sus siervos y, aun así, ser orgullosos y
enseñorearnos? ¿Hemos de conversar con la gente más
baja, y evitarlos como si no los viéramos, y pensar nada más
que en las
nuestra personas pudientes
compañía? ¿Cuántos ydehonorables
nosotros como
están dignos de
con más
frecuencia en casa de los caballeros que en la casa de los
pobres, que son quienes más necesitan nuestra ayuda?
Muchos pensamos que está por debajo de nuestro nivel el
estar a diario con los más necesitados y pordioseros,
instruyéndoles en el camino de la vida y la salvación, ¡Como
si solo hubiéramos tomado el cargo de las almas de los
ricos! ¡Qué! ¿Qué es de lo que tenemos que estar tan
orgullosos? ¿Es de nuestros cuerpos? ¿Por qué? ¿Acaso no
están hechos de la misma materia que los de los brutos, y
no van a ser en poco tiempo tan despreciables y
abominables como un cadáver? ¿Es de nuestras gracias?
¿Por qué? Cuanto más orgullosos estamos de ellas, menos
orgullosos deberíamos estarlo. La naturaleza de la gracia
consiste tanto en la humildad, que es una absurdidad estar
orgulloso de ella. ¿Es de nuestro conocimiento e
instrucción? ¿Por qué? Si tenemos algún conocimiento,
hemos de saber cuánta razón tenemos para ser humildes; y
si sabemos más que otros, hemos de conocer más razones
que otros para ser humildes. ¡Cuán poco es lo que saben los
más instruidos en comparación con todo lo que ignoran!
Saber aquellas cosas que están más allá de su alcance, y
saber cuán ignorantes son, no debería ser causa para el
orgullo. Sin embargo ¿Acaso los demonios no saben más
que nosotros? ¿Y estaremos orgullosos de aquello en lo que
los demonios nos superan?
Nuestra ocupación misma es enseñar la gran lección de la
humildad a nuestra gente, entonces ¿No es inadecuado que
seamos
humildad,orgullosos
y predicar nosotros? Hemos
la humildad, ¿Y no de estudiar
hemos la
de tener
humildad? Un predicador orgulloso de la humildad es como
mínimo alguien que se condena a sí mismo. Qué triste caso
es que no podamos discernir con más facilidad un pecado
tan vil, sino que muchos de los que son más orgullosos,
puedan toma
mundo señalarlo
notaende
otros ¡y no entre
algunos notarlonosotros
en ellos que
mismos! El
tienen
aspiraciones, que buscan la posición más alta, que quieren
gobernar y obtener reverencias a donde quiera que vayan, o,
de lo contrario no es posible tener vida o relación con ellos.
En cualquier consulta, no acuden a buscar la verdad, sino a
dictarla a otros que quizás están hasta preparados para
enseñarles. En una palabra, tienen unos espíritus tan
arrogantes y dominantes que el mundo se da cuenta de ello,
y, aun
aun así, ¡ellos mismos no pupueden
eden ver
verlo!
lo!
Hermanos, quiero tratar de cerca con mi propio corazón y el
de ustedes. Les ruego consideren si nos salvará el hablar
bien acerca de la gracia de la humildad cuando no la
poseemos, o hablar en contra del pecado del orgullo
mientras lo consentimos. ¿Acaso no tenemos muchos de
nosotros motivos para examinar con diligencia si nuestra
sinceridad es consistente con el gran orgullo que sentimos?
Cuando le estamos diciendo al bebedor que no puede ser
salvo a menos que sea sobrio, ¿No tenemos un gran motivo,
si somos orgullosos,
podemos ser salvos apara decirnos
menos que nosa nosotros
nosotros mismos
volvamos que
qu e no
humildes? El
orgullo, de hecho es un pecado mayor que el beber o la
prostitución, y la humildad es tan necesaria como la
sobriedad y la castidad. Verdaderamente, hermanos, una
persona
perso na pu
puede
ede apresura
apresurarse
rse al infi
infierno
erno de forma más ci
cierta
erta y
sutil predicando con fervor el evangelio y aparentando celo
por una vida santa, que estando
estando en un camino de ebriedad e
inmundicia. Porque ¿qué es la santidad sino una devoción a
Dios y un vivir para él? ¿Y en qué consiste un estado de
condenación sino enmismos?
vivir para nosotros una devoción hacia
¿Y acaso el yoalguien
no vive carnal más
y el
para sí mismo,
mi smo, y menos para D Dios,
ios, que el h
hombre
ombre orgulloso
orgull oso??
¿Acaso no puede el orgullo hacer que un predicador estudie
para sí mismo, ore y predique y viva para sí mismo, incluso
cuando parezca
p arezca so
sobrepasa
brepasarr a otros e
en
n el trabajo? Si no ti
tiene
ene
el principio
prueba que ysomos
el objetivo
rectos.adecuados, no esser
La obra puede el de
trabajo
Dios,loy,que
sin
embargo, que nosotros la estemos haciendo para nosotros
mismos. Confieso que en este punto siento un peligro tan
continuo, que si no soy vigilante y me examino, me
descarrío pronto y predico y escribo para mí mismo en lugar
de para Cristo; no me justifico cuando debo condenar el
pecado. Le ruego consideren hermanos, los atractivos que
hay en la obra del ministerio para incitar a un hombre al
egoísmo, incluso en las más grandes obras de piedad. La
fama de un hombre piadoso supone una trampa tanto como
la fama de un hombre instruido. Pero ¡Ay de aquel que
prefiere la fama de la piedad en lugar de la piedad! “De
cierto os digo que ya tiene su recompensa” ( Mateo 6:5 ).
Cuando los tiempos eran favorables al aprendizaje y las
vanas
va nas formalidades, la tentación de los orgull
orgulloso
ososs iba en esa
dirección. Pero ahora, por la inexpresable misericordia de
Dios, se da más crédito a la predicación viva y práctica, y la
piedad misma está en estima, por lo que la tentación de los
orgullosos es pretender ser celosos predicadores y hombres
piadosos. ¡Oh, qué bueno es que la gente se amontone para
escucharnos, que se vea afectada por lo que decimos,
sometiendo sus juicios y emociones! ¡Qué cosa más
arrebatadora es que nos llamen los más capaces y piadosos
hombres del país, tener fama por todo el territorio a causa
de las más altas excelencias espirituales! Hermanos, un
poco de gracia combinada con tales estímulos serviría para
hacerlos unirse con los más avanzados en promover la causa
de Cristo en el mundo. Pero el orgullo podría hacerlo sin

necesidad de una
un a gracia especial.
Oh, por tanto, sean celosos consigo mismos, y, entre todos
sus estudios, asegúrense de estudiar la humildad. “El que se
enaltece será
será hum
humill
illado,
ado, y el qu
quee se humil
humilla
la será e
enaltecido”
naltecido”
( Mateo 23:12 ). Comúnmente observo que casi todos los
hombres,
aman a lossean buenos El
humildes. o malos,
orgullo aborrecen a losaorgullosos
se contradice sí mismo ay
tal extremo que, consciente de su propia deformidad, en
ocasiones pide prestado el hogareño vestido de la humildad.
Por ser un pecado tan profundamente enraizado en nuestra
naturaleza, y tan difícil de ser extirpado del alma, tenemos
motivos para ser más celosos de ello.
2. No nos entregamos a la obra del Señor tan
seriamente, sin reservas, y laboriosamente como
correspondería a hombres de nuestra profesión y
compromisos.
Bendigo al Señor de que haya tantos que hacen este trabajo
con todas sus fuerzas.
fu erzas. P
Pero,
ero, ¡v
¡vay
aya!
a! Cuán negli
negligentement
gentemente e lo
hacen la mayoría, incluso aquellos que tenemos por
ministros piadosos! ¡Cuán pocos de nosotros nos
comportamos en nuestro oficio como hombres que están
completamente entregados a ello, y que han consagrado
todo lo que tienen para ese objetivo! Y para que puedan ver
en qué me baso para esta confesión, mencionaré algunos
ejemplos de nuestra pecaminosa negligencia.
(1) Si nos dedicáramos debidamente a nuestro trabajo, no
seríamos tan negligentes en nuestros estudios. Pocos
hombres se esfuerzan como es necesario para informar
correctamente su entendimiento y adecuarse a su trabajo.
Algunos no tienen placer en sus estudios, sino que solo
toman una hora de vez en cuando, como una tarea
desagradable a la que se ven obligados a someterse, y se
alegran cuando no
n o están bajo ese y
yugo.
ugo. El deseo natural por
el conocimiento,
cosas divinas, laelconciencia
deseo espiritual por conocer
de nuestra a Dios y lasy
gran ignorancia
debilidad, el sentido de la importancia de nuestro trabajo
ministerial ¿Ninguna de estas cosas nos hará acercarnos a
nuestros estudios y hacernos más esforzados en la
búsqueda de la verdad? ¡Oh, qué abundancia de cosas son
las que un ministro
ignorantes debe entender!
de las mismas! ¡Qué grande
¡Cómo echaremos defecto
menoseseste
ser
conocimiento en nuestro trabajo! Muchos ministros
solamente estudian para componer sus sermones y poco
más, cuando existen tantos libros para leer, y tantos asuntos
con los que hemos de estar familiarizados. Incluso en el
estudio de nuestros sermones somos demasiado
negligentes, reuniendo solamente unas cuantas verdades
desnudas, sin considerar las expresiones más convincentes
mediante las cuales podamos hacerlas entender a la
conciencia y corazón de los hombres. Hemos de estudiar
cómo convencer e introducirnos en las personas, y cómo
hacer que cada verdad sea viva, sin dejar todo esto a
nuestra extemporánea prontitud, a menos que sea en casos
de necesidad. Ciertamente, hermanos, la experiencia nos
enseña que las personas no se vuelven instruidas o sabias
sin duros
du ros e
estudios
studios y una iincansable
ncansable labor y experiencia.
experiencia.
(2) Si nos dedicamos a nuestro trabajo de todo corazón, se
hará de manera más vigorosa y seria de lo que ahora lo
hacemos
todas suslafuerzas,
mayoría.o ¡Cuán
hablanpocos ministros
del eterno predican
gozo o de con
los
tormentos eternos de tal manera que hagan creer a los
hombres que hablan en serio! El ver a una compañía de
pecadores muertos y dor
dormid
midos
os atendiendo la p predicación
redicación de
un ministro y no escuchar una sola palabra que pueda
despertarlos o avivarlos quebranta el corazón. Hablamos de
manera tan adormecedora y suave, que los pecadores
somnolientos no pueden
pu eden escuchar
escuchar.. El g
golpe
olpe es tan liligero
gero que
los pecadores endurecidos no pueden sentirlo. La mayoría
de los ministros ni siquiera esforzarán su voz ni harán que
suene fervorosa. Pero si hablan en voz alta y con ganas,

¡Qué pocos son los que tienen peso y fervor en cuanto al


contenido! Si esto falta, la voz hace poco bien; la gente la
tomará como simples balbuceos cuando el contenido no
acompaña. Entristece hasta el corazón escuchar la
excelente
manos pordoctrina
falta de que
una algunos ministros
aplicación cercanadejan morir
y viva. en sus
Entristece
ver el contenido que tienen para convencer a los pecadores,
y lo poco que sacan del mismo; el ver el bien que podrían
hacer si lo hicieran entender, y aun así no pueden hacerlo o
no lo hacen.
¡Oh, señores! ¡Cuán claramente, cuán de cerca, con cuánto
fervor deberíamos entregar un mensaje tan importante
como el nuestro, en el que la vida o muerte eterna de otros
seres humanos está involucrada! Pienso que no tenemos
carencia más grande que la de este fervor, y, a la vez, no
hay nada más inadecuado para este oficio que resultar
suave y aburrido. ¿Cómo podemos hablar fríamente para
Dios y la salvación de los hombres? ¿Podemos creer que
nuestra gente va a ser convertida o condenada, y aun así
hablar en un tono somnoliento? En el nombre de Dios,
hermanos, esfuércense por despertar sus propios corazones
antes de acudir al púlpito para que puedan despertar los
corazones de los pecadores. Recuerden que han de ser
despertados o condenados,
difícilmente despertará y que unadormecidos.
a pecadores pecador somnoliento
Aunque
con sus palabras hagan altas alabanzas a las cosas de Dios,
si lo hacen con frialdad, parecerán deshacer con sus formas
lo que dijeron en cuanto a contenido. Hablar de cosas tan
grandes, especialmente de estas, sin mucha emoción y
fervor, es una especie de desprecio, y la forma, así como las
palabras, deberían ponerlas en primer plano. Si se nos
ordena “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo
según tus fuerzas” ( Eclesiastés 9:10 ), entonces un
trabajo tal como predicar para la salvación de los hombres
ha de hacerse con todas nuestras fuerzas. Pero ¡Cuán pocos

en número son tales hombres! Incluso entre buenos


ministros, solo encontramos unos pocos que sean
fervorosos, persuasivos y con una poderosa manera de
hablar, de forma que la gente pueda sentirlos predicar
cuando los escuchan.
Aunque no quiero motivarles a mantener un tono alto
constante al predicar (porque eso los haría desagradables),
intenten tener una seriedad constante, y, cuando el tema lo
requiera (como debería hacerlo, al menos en cuanto a
aplicación) levanten la voz y no escatimen en vigor. Hablen
a su pueblo como a personas que han de ser despertadas, ya
sea aquí o en el infierno. Miren a su alrededor con fe y
compasión, piensen en el estado de gozo o tormento en el
que todos habrán de encontrarse par para
a siempre; creo que eso
les dará fervor, y derretirá sus corazones con un sentir por su
condición. Oh, no hablen ni una sola palabra fría o
descuidada acerca de un asunto tan grande como el cielo o
el infierno. Sea lo que sea que hagan, que la gente vea que
lo dicen
di cen en serio. Ciertamente, hermanos, son grandes obras
las que han de hacerse, y no deben pensar que pueden
despacharse por medio de frivolidades. No pueden
quebrantar el corazón de las personas bromeando con ellas,
contándoles suaves cuentos, o pronunciando discursos
llamativos.
queridos porLosuna
hombres no se desharán
adormecida petición de
desus placeres
alguien quemás
no
parece decir en serio lo que habla, y que no aparenta
preocuparse de si su petición será concedida o no. Si me
responden que la obra es de Dios, y que Él puede llevarla a
cabo hasta por los medios más débiles, les responderé que
es cierto y que puede hacerlo; no obstante, normalmente
Dios trabaja usando medios, y no solo es un medio el
contenido que
q ue se predica,
predica, sino tambi
también
én la forma de hacerlo.
Para la mayoría de nuestros oyentes, es importante la
pronunciación y tono mismo del discurso. El mejor de los
contenidos apenas los conmoverá si no se entrega de

manera conmovedora. Especialmente, asegúrense de que


no haya afectación, sino háblenles con la misma
familiaridad que si estuvieran hablando con cualquiera de
ellos personalmente. La carencia de un tono y expresión
familiares
discursos, son
y esuna gran
algo quefalta de la mayoría
deberíamos tener de nuestros
cuidado de
enmendar. Cuando alguien tiene un tono declamatorio
parecido al de estar leyendo, como un escolar diciendo su
lección o repitiendo una oración, pocos se conmueven con
nada de lo que diga. Por tanto, elevémonos a la obra del
Señor y hablemos a nuestra gente como si fuera la vida en
ello, salvándolos como por violencia,”arrebatándolos del
fuego” ( Jud
Judas
as 1:23 ). Satanás no se dejará hechizar para
soltar lo que es suyo. Hemos de poner asedio a las almas de
los pecadores que son su guarnición, y encontrar dónde se
encuentra su fuerza principal, poniendo las baterías de los
mandamientos de Dios contra ella, y empujar hasta que se
haga una brecha, no permitiendo luego que vuelvan a
repararla. Ya que tratamos con criaturas que razonan, hemos
de asegurarnos de que nuestros sermones sean
convincentes, y que hagamos brillar tanto la luz de las
Escrituras y la razón en el rostro de los impíos, que incluso
podamos forzarlos a ver a menos que cierren sus ojos
voluntariamente. Un sermón lleno de simples palabras, sin
importar lo esmeradamente que sea compuesto, no es sino
una imagen de un cadáver bien vestido si carece de la luz
de la evidencia y la vitali
vitalidad
dad qu
quee da el celo.
Al predicar, se produce una comunión de almas, y una
comunicación por así decirlo entre las nuestras y la suya. Ya
que tanto nosotros como ellos tenemos entendimiento,
voluntad y emociones, nuestros esfuerzos han de ser para
comunicar la luz más plena de evidencia desde nuestro
entendimiento
entendim iento al suy
suyo,
o, y calentar sus corazones av
avivando
ivando en
ellos los santos afectos por una comunicación de los
nuestros. Las grandes cosas que tenemos que recomendar a

nuestros oyentes encuentran razonamiento suficiente de su


lado, y están claras ante ellos en la Palabra de Dios. Por
tanto, hemos de armarnos con todo tipo de evidencias de
forma que caigan como un torrente sobre sus
entendimientos,
exposiciones y vergüenza
derramar con nuestros razonamientos
en sus vanas objeciones, yy
hacerlas caer ante nosotros, para que se vean obligados a
ceder ante el poder ded e la verdad.
verdad.
(3) Si estamos dedicados de corazón a la obra de Dios, ¿por
qué no compadecernos de las congregaciones pobres y
desprovistas que están a nuestro alrededor, y ayudarlas a
encontrar ministros
mini stros capaces
capaces?;?; y, mientras tanto, ¿por qué no
salir e ir en su ayuda cuando el oficio o nuestro cargo
particular nos deje lugar? Un sermón con el propósito de
lograr la obra de conversión, impartido en los lugares más
ignorantes por los predicadores más vívidos y potentes,
puede ser de gran ayuda donde hay una carencia de medios
que sean más
m ás constantes
constantes..
3. Otra área en la que no hemos dedicado todo lo que
tenemos al servicio de Dios como deberíamos, es en la
permanente preocupación por nuestros intereses mundanos
en oposición con los intereses y la obra de Cristo.
Manifestaré esto con tres ejemplos.
(1) La temporización de los ministros. No quiero que nadie
sea contencioso con aquellos que los gobiernan, ni
desobediente a ninguna de sus legítimas órdenes. Pero no
es reproche pequeño que, la mayoría de los ministros, para
obtener una ventaja mundana, se acomoden siempre al
partido que tiene más probabilidad de promover sus propios
fines. Si buscan ventajas seculares, se acomodan con el
poder secular; si buscan el aplauso popular, se acomodan a
la facción de la Iglesia que reciba más crédito. Es una
epidemia.
eran En los días
los ortodoxos! de días
En los Constantino, ¡Cuáncasi
de Constancio, prevalentes
todos se
convirtieron en arrianos, de forma que fueron muy pocos los
obispos que no apostataron o traicionaron la verdad, incluso
cuando esos mismos hombres habían estado antes en el
concilio de Nicea. Ciertamente cuando no solo Liberio, sino
también elortodoxos,
concilios gran Osio el cual había
cayeron ¿quésido
sepresidente en tantos
puede esperar de
hombres más débiles? Si no fuera por la ventaja secular,
¿cómo podría ser que los ministros de cualquier país del
mundo fueran todos, o casi todos, de aquella religión que
está en más estima y es más consistente con sus intereses
mundanos? Entre los griegos, todos son de profesión griega;
entre los papistas, casi todos son papistas; en Noruega,
Suecia y Dinamarca, casi todos son luteranos, y así sucede
en otros países. Sería extraño que todos estén en lo correcto
en un país, y todos e en
n lo incorrecto een
n otro, si las v
ventajas
entajas
carnales no tuvieran
tuvieran tanta infl
influencia
uencia en las
l as personas
personas cuando
se embarcan en la búsqueda de la verdad. La variedad del
intelecto y un sin número de otras circunstancias
ocasionarían una gran variedad de opiniones en distintos
puntos. Pero si el príncipe, y la corriente de los que están en
el poder van por un camino, la mayoría de los ministros se
ponen de acuerdo con ellos sin diferir ni un pelo, y sin
realizar ningún examen extraordinario. ¡Cuántas veces en
esta tierra el común de los ministros cambió su religión a la
del príncipe! Ciertamente no fueron todos, como nuestro
registro de mártires puede testificar, pero sí la mayoría. Y la
misma y manejable destemplanza aún nos persigue, de
forma que da pie a que nuestros enemigos digan que
nuestra verdadera religión son la reputación y las
preferencias.
(2) Nos importan demasiado las cosas mundanas, y
evitamos los deberes que pueden dañar u obstaculizar
nuestros intereses temporales. ¡Cuán común es ver
ministros que se sumergen en negocios del mundo! Los
sectarios dicen que deberíamos arar y trabajar para vivir, y

predicar sin estudiar tanto, y demasiados ministros hay que


son así. Muchos aprenden rápido esta lección y no se
angustian por abandonar sus ocupaciones para que sus
propias almas y las de la Iglesia puedan tener toda su
atención.
Especialmente, ¡qué común es ver que descuidamos los
deberes que, si se levaran
levaran a cabo, arriesgarían con disminudi sminuir
ir
nuestro patrimonio! ¿No hay muchos que, por ejemplo, no
se atreven a impartir la disciplina en sus iglesias porque eso
podría dificultar que la gente pague lo que debe? No
ofenden a los pecadores con la disciplina, no vaya a ser que
estos les ofendan en su economía. Creo que el dinero es un
argumento demasiado fuerte para algunos, y aun así
proclaman que
qu e “raíz
“raíz d
dee todos los males es el amor al di dinero
nero””
( 1 Timoteo 6:10 ) y hacen largos discursos sobre el
peligro de la codicia. En este momento, no les diré nada
más que esto: Si fue un pecado tan mortal que Simón el
mago ofreciera comprar el el d
don
on de Dios con dinero,
d inero, ¿qué será
vender este don, su causa, y las almas de los hombres por
dinero? ¡Y qué razón tenemos para temer y evitar que
nuestro dinero
din ero perezca con noson osotros!
tros!
(3) Nuestra esterilidad en obras de caridad, y en emplear
todo lo que tenemos para el servicio de nuestro Señor. Si el
interés mundano no prevaleciera tanto contra los intereses
de Cristo y de la Iglesia, seguramente la mayoría de los
ministros serían más fructíferos en buenas obras, y
entregarían más de lo que tienen para p ara ssu
u gl
gloria.
oria.
La experiencia demuestra que las obras de caridad son
poderosas a la hora de eliminar los prejuicios y abrir el
corazón a las palabras de piedad. Si la gente ve que son
adictos a hacer el bien, creerán con más facilidad que
ustedes son buenos y que es bueno aquello hacia lo que
quieren persuadirles.
bien, confiarán Cuando
con más ven queY les
facilidad. aman ven
cuando y buscan su
que no
buscan las cosas del mundo, sospecharán menos de sus
intenciones y se convencerán más fácilmente de buscar lo
que ustedes buscan. ¡Oh, cuánto bien pueden hacer los
ministros si se disponen por completo a hacer el bien, y
dedican
digan
dig an que todas
es unsus facultades
asunto menoryelsustento
hacer bien a ese
a losobjetivo!
cuerpos No
de
los hombres, y que esto solo los ganará para nosotros
mismos y no para Dios, porque es el prejuicio lo que
obstaculiza la conversión de los hombres, y esto ayudará a
eliminarlo. Podríamos hacer un bien mayor si las personas
estuvieran dispuestas a aprender de nosotros, y hacer esto
hará que se dispongan, para que luego nuestra diligencia
sea de provecho. Les ruego, hermanos, que no piensen que
es caridad ordinaria lo que se espera de ustedes, así como
no se espera una piedad ordinaria. Deben, en proporción a
sus talentos, ir mucho
much o más allá d de
e otros
otros.. No es suficiente dar
un poco a un pobre, porque otros hacen esto tan bien como
ustedes, sino ¿qué cosa especial hacen con sus posesiones
para el servicio de su Maestro? Sé que no pueden dar
aquello que no tienen, pero creo que todo lo que tienen
debería estar dedicado a Dios. Conozco que la gran objeción
para esto es: “Tenemos mujeres e hijos a los que proveer, y
un poco no será suficiente, ni estamos obligados a
convertirlos
conve rtirlos en m
mendig
endigos”
os”.. A esto res
respondo:
pondo:
[a] Hay pocos textos más abusados en las Escrituras que
aquel en que el apóstol dice: “si alguno no provee para los
suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y
es peor que un incrédulo” ( 1 Timoteo 5:8 ). Se usa como
pretexto para acumular y hacerse con muchas posesiones
para la posteridad, cuando el apóstol está hablando solo
contra aquellos que cargaban a sus familiares pobres sobre
la Iglesia para ser mantenidos de la provisión común, siendo
ellos capaces de hacerlo por sí mismos. Este era el caso de
tener en casa una viud
viudaa que era hija o m
madre,
adre, y sin embargo
se llevaba para ser cuidada a la parroquia, teniendo

suficiente para sos


sostenerla.
tenerla. Las palabras siguientes m
muestran
uestran
que es la provisión presente, y no las porciones futuras,
aquello a lo que se refiere el apóstol, cuando ordena “Si
algún creyente o alguna creyente tiene viudas, que las
mantenga, y nolas
suficiente para seaque
gravada la iglesia,
en verdad a fin de( que
son viudas” haya lo
1 Timoteo
5:16 ).
[b] Pueden educar a sus hijos, tal y como hacen otras
personas, para que sean capaces de ganarse su propio
sustento con algún oficio o empleo honesto, sin tener otras
grandes provisiones. Ya sé que su caridad y cuidado deben
comenzar en casa, pero no debe terminar ahí. Están
obligados a hacer lo mejor que puedan para educar a sus
hijos, de forma que sean capaces de ser lo más serviciales
posibles a Dios, pero no a dejarlos ricos ni a abandonar otras
necesarias obras de caridad simplemente por hacer una
provisión mayor para ellos. Debe existir cierta proporción
entre la prov
p rovisión
isión q
que
ue hacemos para nu
nuestra
estrass famil
familias
ias y para
la Iglesia de Cristo. Un corazón verdaderamente caritativo y
abnegado, que se ha dedicado por completo y todo lo que
tiene a Dios, será el mejor juez de cuáles son las
proporciones adecuadas, verá qué tipo de gasto tiene más
probabilidad de dar el mayor servicio a Dios, y eso elegirá.
[c] Yo no haría que las personas estén demasiado tiempo
bajo las tentaciones a la incontinencia, no vaya a ser que,
por sus caídas, se dañen a sí mismos y a su profesión. Sin
embargo, creo que es difícil que una persona pueda hacer
más para mortificar la concupiscencia de la carne que
viviendo soltera, y no teniendo ninguna de esas tentaciones
que vienen de la mujer y los hijos obstaculizándoles de
llevar más lejos sus objetivos ministeriales mediante obras
de caridad. Si el que no se casa lo hace mejor que el que se
casa ( 1 Corintios 7:38 ), ciertamente los ministros
deberían esforzarse por hacer lo que es mejor. Y si aquel que
pueda “recibir esto” debe recibirlo ( Mateo 19:12 ),

deberíamos buscarlo. Este es uno dde


e los punt
puntos
os más altos de
la política romana, que alega que es el deber de los obispos,
sacerdotes, y otras órdenes religiosas no casarse, lo cual
significa que no tengan posteridad que pueda drenar los
beneficios
una causa de laica
públ iglesia,
pública ssu ni queperso
u interés tomar
personal, bajo
nal, cuidado;
y se hacen
entregan de
a ello
mientras viven, dejando todo lo que tienen cuando mueren.
Es una pena que no podamos imitarles en abnegación por
una mejor
m ejor motivo cuando sea pos posibl
ible
e hacerlo.
[d] Pero aquellos que han de casarse, deben tomar lo que
pueda mantenerles a sí mismos y a sus hijos, o mantenerlos
en la medida en que sus medios temporales lo permitan, y
dedicar tanto como puedan de los medios de la iglesia al
serv
servicio dde
e la m
misma.
isma.
No quiero poner a nadie en un caso extremo. Pero en esto la
carne y la sangre hacen que incluso los hombres buenos se
muestren parciales, y hacen que consideren sus deberes,
que tienen
t ienen u
unnggran
ran va
valor
lor y peso, co
como
mo si fueran exextremos.
tremos. Si
las vanidades del mundo no nos han cegado, podremos ver
cuando un bien público u otro bien mayor nos llama a
negarnos a nosotros mismos y a nuestras familias. ¿Por qué
no habremos de vivir con una mayor cercanía y pobreza en
el mundo, en lugar de dejar sin hacer obras que pueden ser
de un mayor provecho que el tener una provisión
abundante? Sin embargo consultamos con carne y sangre
en puntos
pu ntos que son nuestro deber, y e ell consejo que
qu e nos van
van a
dar, podemos imaginarlo con facilidad. Nos dirá que hemos
de tener posibles, y los posibles de muchos hombres
piadosos están solo un poco por debajo de las posesiones
del hombre rico de la parábola ( Lucas 16:19 ). Pareciera
que si no están vestidos con lo mejor y “hacen banquetes
cada día con esplendidez”, no tienen posibles. Alguien que
predica una corona inmortal no debería perseguir tantas
vanidades transitorias, y alguien que predica el desprecio
por las riquezas debería hacerlo y mostrarlo en su vida.

También el que predica la abnegación y mortificación


También
debería practicar estas virtudes
virtudes a ojos de aquellos a q
quienes
uienes
predica, si quiere que su doctrina sea creída. Todos los
cristianos están santificados, y, por tanto, ellos mismos y
todo lo que
Maestro”. Perotienen está consagrado
los ministros para el
están doblemente “uso del
santificados:
Están dedicados
d edicados a Dios, como cristianos y como mmini
inistros
stros,, y,
por tanto, están doblemente obligados a honrarle con todo
lo que tienen. ¡Oh, hermanos, que abundancia de buenas
obras hay delante de nosotros, y sobre qué pocas ponemos
las manos! Entiendo que el mundo espera de nosotros más
de lo que tenemos, pero si no podemos dar respuesta a las
expectativas de los poco razonables, hagamos lo que
podamos para dar respuesta a las expectativas de Dios, la
conciencia, y de toda persona justa. “Esta es la voluntad de
Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los
hombres insensatos” ( 1 Pedro 2:15 ). Especialmente
aquellos ministros que tengan grandes ingresos, han de ser
los mayores en hacer el bien.
Solo daré un ejemplo en este momento. Existen ministros
con ciento cincuenta, doscientas o trescientas libras al año
de salario, y que tienen parroquias tan grandes que no
pueden hacer ni un cuarto del trabajo ministerial, ni tratar
personalmente siquiera una
gente para instruirlas. Aunvezasí,
al año
se con la mitadcon
contentan de su
la
predicación pública como si esto fuera todo lo necesario,
dejando casi todo el resto sin hacer y permitiendo el peligro
de que multitudes se condenen, en lugar de mantener de lo
que tienen a uno o dos hombres diligentes que los ayuden.
O, si tienen
ti enen ayudante, no es más que un jove
joven
n qu
quee está poco
cualificado para el trabajo, y no alguien que guardará fiel y
diligentemente el rebaño y que le pueda dar la instrucción
personal que es tan necesaria. Si esto no es servirnos a
nosotros mismos a costa de Dios, y vender las almas de los
hombres por tener un sustento mayor en el mundo, ¿qué

es? Pienso que estos hombres deberían temer, no sea que,


aunque sean considerados excelentes predicadores y
piadosos ministros por los hombres, sean considerados
crueles asesinos de almas por Cristo; y no sea que los gritos
de esas almas
retumben en susque
oídoshan traicionado ¿Acaso
eternamente. para condenación
predicar un
buen sermón servirá cuando nunca cuidan de los que les
escuchan, sino que les niegan esa ayuda más cercana y
necesaria, apartando para su propia carne esa provisión con
la que se podría aliviar a tantas almas? ¿Cómo pueden abrir
su boca contra los opresores cuando ustedes mismos
oprimen tan grandemente no solo los cuerpos de los
hombres, sino también sus almas? ¿Cómo pueden predicar
contra la falta de misericordia cuando son tan
inmisericordes? ¿Y cómo pueden hablar contra los ministros
infieles
infi eles cuando ustedes mismos son infieles?
Este pecado no es pequeño porque pase inadvertido y no
sea odioso a ojos de los hombres, ni porque la gente no les
culpe por retener la caridad que retienen. Satanás mismo es
su mayor enemigo, y sin embargo tienen su consentimiento
en toda la obra de su perdición. No tienen su
consentimiento porque su pecado no exista, ya que dan su
consentimiento antes para su eterno mal que para su eterno
bien.
Y ahora, señor
señores,
es, les ruego que tomen en consideración lo
dicho, y que vean si no es un pecado grande y lamentable
de los ministros del evangelio el que no estén
completamente dedicados a Dios y no se entreguen a sí
mismos y todo lo que tienen para llevar a cabo la bendita
obra que han emprendido. ¿No es un pecado el agradar a la
carne, buscar lo propio y tener un interés distinto del de
Cristo que nos hace descuidar mucho nuestros deberes,
sirviendo a Dios en la parte más fácil y aplaudida de la obra,
y retirándonos de lo que nos supondría coste y sufrimiento?
Consideremos si esto no revela que demasiados de nosotros

son terrenales aunque parezcan ser celestiales, que nos


preocupamos de las cosas de abajo mientras
mi entras predicamos las
cosas de arriba, y que idolatramos el mundo mientras
llamamos a los hombres a despreciarlo. Como dijo Salviano:
“Nadie
prefiere descuida tanto de
algo por encima la Dios”.
salvación como
Los que alguien que
menosprecian a
Dios se mostrarán menospreciadores de su propia salvación.
4. Somos tristemente culpables de no valorar la
unidad y paz de toda la Iglesia.
Aunque rara vez me encuentro con alguien que no hable de
unidad y paz, o, al menos que expresamente hable en
contra de la misma, no es común encontrarse con personas
que estudien como promoverla. Sin embargo, es demasiado
común
de ella.encontrar
Y eso sihombres
no son contrarios a la instrumentos
ellos mismos misma y celosos
de
división. Los papistas han abusado tanto del nombre de la
iglesia Católica que, en oposición a ellos muchos imponen
sus credos
credos o so
solo
lo retienen el n
nombre
ombre “católica” aunque no llo
o
entiendan ni consideren la naturaleza del mismo. Quizás
piensan que es suficiente creer que existe un cuerpo así,
aunque no se comporten como miembros del mismo. Si los
papistas idolatran la iglesia, ¿debemos negarla nosotros,
descuidarla y dividirla? Es un gran pecado común en el
mundo cristiano tomar la religión como una facción, y, en
lugar de tener amor y cuidado por la Iglesia universal,
confinar ese amor y respeto a una parte de ella. No es que
en nuestra estima y comunión no debamos preferir las
partes más puras y negarnos a participar en los pecados de
cualquiera, pero la parte de la iglesia que más débil y
enferma ha de recibir compasión y ayuda hasta el máximo
de nuestras fuerzas, y se ha de mantener la comunión
mientras sea legítima, no evitándola sino por la urgencia de
la necesidad. Tal y como hemos de amar a aquellos de
nuestra vecindad que tengan plagas de lepra, concederles
todo el alivio que podamos y reconocer nuestra justa

relación con ellos, tal como debemos comunicarnos con


ellos aunque no podamos tener comunión local, en otras
enfermedades que no son tan infecciosas podemos
dedicarles más tiempo, para ayudarles más cuando más lo
necesiten.
De la multitud que dicen que son de la Iglesia católica, es
raro encontrar hombres con espíritu católico. No tienen una
consideración universal ni respeto por toda la iglesia, sino
que miran hacia su propia facción como si ese fuera el todo.
Si existen algunos llamados luteranos, otros calvinistas, y
algunas divisiones subordinadas dentro de los mismos, así
como otras divisiones entre nosotros, la mayoría orarán
mucho por la prosperidad de su facción y se regocijarán y

daránsufre,
que gracias
les cuando
importales vayacomo
poco, bien;sipero si es otra
no fuera una parte la
pérdida
para la iglesia en absoluto. Aunque la suya sea la parcela
más pequeña, no poseedora de muchas naciones sobre la
tierra o ni siquiera de ciudades, están dispuestos a
considerarla como si fuera la Iglesia completa, y consideran
que cuando les va bien a ellos, le va bien a toda la Iglesia.
Clamamos contra el papa como anticristo por incluir toda la
iglesia bajo el palio romano, y eso es un cisma abominable
sin duda, pero ¡vaya! ¿Cuántos son los que van demasiado
lejos imitándolo
papistas endilganmientras lo reprueban?
la palabra “Romana” Ya asísu como
credo,los
y
convierten la iglesia católica en la iglesia católica romana,
como si no hubiera otros católicos y la iglesia no tuviera una
extensión mayor, también sucede con muchos otros y sus
diferentes facciones. Algunos la llamarían la iglesia católica
luterana, y otros la iglesia católica reformada; algunos la
iglesia católica anabaptista, y de igual forma otros. Si están
de acuerdo entre ellos mismos, les preocupa poco diferir de
otros aunque esos otros sean todo el mundo cristiano.
Consideran la paz de su facción como si fuera la paz de la
igl esia. No es de marav
iglesia. maravill
illars
arse,
e, por tanto, qu
quee no la
l a extiendan
más allá.
¡Cuán raro es encontrar a alguien que q ue se duela o sangre con
las heridas de la Iglesia, que las lleve en su corazón como si
fueran propias, o que siempre tenga pensamientos
dispuestos para sanarlas! No, sino que casi cada facción
piensa que la felicidad del resto consiste en volverse hacia
ellos, y,
y, como no piensan lo mimismo,
smo, claman ¡Abajo con ell ellos!
os!
Se alegran de escuchar de su caída, como si pensaran que
esa es la forma de levantar la Iglesia, es decir, la suya. ¡Cuán
pocos son los que entienden el verdadero estado de las
controversias entre las distintas partes, o que disciernan
bien las que son solo verbales y las que son reales! Y si

aquellosuna
tengan queinformación
las entienden las revelan
y acomodo a otros
correctos, para que
se considera
que están quitando gravedad al error, y que en su carne
están siendo complacientes con su pecado. Pocos son los
que se vuelven celosos por la paz antes de envejecer o tener
mucha experiencia acerca de los principios y el espíritu de
los hombres, siendo capaces de ver mejor el verdadero
estado de la Iglesia y las muchas diferencias, de lo que
antes lo hacían. Entonces, comienzan a escribir sus tratados
de paz, de los cuales existen muchos hoy día. Así como un
hombre jovenadecuado
consideraba en el calor de auditor
como su lujuria
de yfilosofía
pasión moral,
no se
encontramos jóvenes también, los cuales quizás sean
celosos por la paz y la unidad cuando crezcan y tengan más
experiencia, que son celosos por su facción contra otros
otros que andan en la juventud de su corazón. Así pues, los
pacificadores antes mencionados rara vez hacen un bien
mayor que el de acallar sus propias conciencias en la
descarga de tan gran deber, y moderar a algunos pocos,
salvándolos de una culpa mayor, dejando tras de ellos
cuando mueren un testimonio contra un mundo
voluntarioso, desapacible, y preocupado por sí mismo.

Comúnmente, si un hombre intenta alguna obra de


pacificación, es puesto bajo sospecha, bien por favorecer
alguna herejía, o por abatir su celo. Como si no fuera
necesario el celo para las grandes y fundamentales verdades
de la unidad
facciones y paz de
y algunas la Iglesia,
verdades sino solamente
particulares. para
Y así el las
diablo
obtiene una gran ventaja, empleando sus propios agentes,
los infelices socinianos, en escribir tantos tratados para la
paz y unidad católica y más que católica, lo cual hacen con
sus propios fines; por este medio el enemigo de la paz ha
hecho que cualquiera que intenta un movimiento por la paz
se pone bajo sospecha de ser alguien que tiene necesidad
de ello para que sean indulgentes con sus propios errores.
Es un caso terrible que se considere la herejía como si no
hubiera otra amistad para la unidad y la paz como la suya, y
que un deber tan grande y necesario del que depende el
bienestar de la iglesia
i glesia se ponga bajo
b ajo sospecha
sospecha y desgracia.
Hermanos, no hablo de todo esto sin motivo aparente. Si
consideramos la piedad de las l as personas
personas y la pequ
pequeñez
eñez de llos
os
asuntos por los que peleamos, tenemos tantas tristes
divisiones entre nosotros en Inglaterra como la mayoría de
las naciones bajo el cielo han conocido. El tema que nos
mantiene en más desacuerdo es la forma correcta de
gobierno de la episcopales
presbiterianos, iglesia. La distancia es tan grande,
e independientes que los
no consiguen
estar bien de acuerdo. Podrían si de corazón estuvieran
dispuestos y avanzaran para la paz. Sé que podrían. He
hablado con hombres moderados de todas las facciones, y
puedo percibir por sus concesiones que sería un trabajo
fácil. Si los corazones fueran sensibles a la situación de la
iglesia, y estuvieran tocados con un amor mutuo no fingido,
y se dispusieran de corazón a buscarla, el establecimiento
de una paz feliz y segura sería un trabajo fácil. Si no
pudieran estar de acuerdo en cada punto, con facilidad
podrían reducirse nuestras diferencias y mantener una

comunión sobre el acuerdo en lo principal, determinando la


manera más segura de administrar nuestros pocos y
pequeños desacuerdos sin peligro o problema para la
iglesia. Pero ¿lo hemos hecho? No. Para vergüenza de todos
nuestros rostrosa se
parte se adule sí ha de decir
misma como que
le no está ahora.
plazca hecho.Cuando
Que cadael
evangelio prevalezca en el mundo quedará registrado para
la vergüenza
vergüenza del ministerio
min isterio de Inglaterra.
Y ¡Oh, que horribles agrav
agravantes
antes acompañan este pecado!
Desde los días de los apóstoles creo que nunca los hombres
han hecho tan grandes profesiones de piedad. La mayoría
están comprometidos por solemnes juramentos
jurament os y pacto
pactoss por
la unidad y la reforma. Todos confiesan el valor de la paz, y

la mayoría
mientras dese
que ellos predican
sientan de lanada
sin hacer misma
y laydescuidan
hablan decomo
ella,
si no fuera digna de buscar. Leen y predican los textos que
ordenan “seguid la paz con todos” ( Hebreos 12:14 ) y “en
cuanto dependa de vosotros, estad en paz” ( Romanos
12:18 ) , y, sin embargo, están tan lejos de seguirla y de
hacer todo lo que pueden, que muchos gruñen y hablan mal
o censuran cualquier esfuerzo por promover la paz, como si
el celo por ella procediese de un abatimiento de nuestro
celo por la santidad, y como si la santidad y la paz
estuvieran tanSinseparadas
reconciliarlas. embargo, la quelarga
no experiencia
hubiera forma de
muestra
que la concordia es una amiga segura de la piedad, y que la
piedad siempre mueve hacia la concordia, mientras que, por
otra parte, los errores y herejías se alimentan con discordia,
y la discordia se cría y se alimenta con ellos. Hemos visto,
para tristeza nuestra, que donde los siervos de Dios
deberían haber vivido
vivido jjuntos
untos como un
unoo solo, co
con
n un corazón,
corazón,
una mente y unos mismos labios, promoviendo la fe y la
santidad los unos de los otros, amonestándose y
ayudándose mutuamente contra el pecado, y regocijándose
juntos
jun tos en la esperanza
esperanza de la gloria futura, tenemos, por el

contrario que hemos vivido con celos mutuos, y ahogado el


santo amor en amargas disputas. Estudiamos para acarrear
desgracia y obstaculizarnos unos a otros, y para aumentar
nuestras propias facciones, sea mediante lo correcto o lo
incorrecto.
de nuestro Nosotros,
amor porquelos fuimos ganados
hermanos fuerapara que la gloria
la marca de la
sinceridad de nuestra fe, hemos confiando este amor a una
sola parte, y aquellos qu
quee están contra esa parte tienen mmásás
de nuestro
nu estro mal hum
humoror y malicia qu
quee de nuestro
nu estro a
amor
mor..
Ya
Ya sé que esto no sucede con todos, y que no es algo
prevalente en un verdadero creyente, pero aun así es tan
común que puede hacer que se cuestione la sinceridad de
muchos que creen ser sinceros y son considerados así por

otros.
quemamosAdemás, no llama,
en esta solo sino
somosquenosotros los aque
arrastramos nos
nuestra
gente y hacemos que se deleiten en ello, de forma que los
más piadosos en la nación han caído en distintas facciones,
y han convertido mucha de su antigua piedad en vanas
opiniones, disputas, envidias y enemistades. Sí, cuando se
ha considerado la marca de un miserable desgraciado el
burlarse de los piadosos, ¡Cuántos son ahora los que se
empeñan en secretamente burlarse y calumniar a aquellos
que no son de su misma opinión! Un hombre piadoso
favorable a los aprelados
con reverencia puede menospreciar
un presbiteriano, y calumniar
un presbiteriano a un
independiente, y un independiente a los dos anteriores. Y, lo
que es peor de todos, la gente ignorante común nota todo
esto, y no solo se burla de nosotros, si no que se endurecen
en contra de la fe. Así, cuando buscamos convencerlos para
la fe, ven tantas facciones que no saben a cuál unirse, y
creen que es igual de bueno no estar en ninguna, ya que no
hay certeza de quién tiene la razón. De esa forma miles
crecen con desprecio por toda forma de religión a causa de
nuestras divisiones, y muchos miserables y pobres carnales
nuestras divisiones, y muchos miserables y pobres carnales
comienzan a pensar que están en la mejor condición,

porque al menos se atienen a sus antiguas formalidades,


mientras
mient ras que nosotro
nosotross no nos atenemos a nada.
Ya
Ya sé que algun
algunos
os de estos hombres son instruid
instruidos
os y
respetados, y no tienen la intención de producir estos malos
efectos. No es su intención endurecer a las personas en la
ignorancia, pero ese es el resultado. Hacer el mal cuando se
tiene intención de hacer el bien no es raro. ¿Quién puede,
en reverencia a cualquier hombre de la tierra, sentarse y
callar mientras ve gente corriendo hacia su propia
destrucción y ver que se deshacen sus almas por las
disputas de los teólogos de las distintas facciones e
intereses? El Señor, que conoce mi corazón, sabe (si es que
yo mismo me conozco), que, ya que yo no formo parte de

nin
ninguna
guna
estas d
dee esa
esasstomando
palabras facciones, no estoy
partido por habland
hablando
una de oestas
ni u
una
na sola de
partes, ni
contra otro, ni mucho menos con enfado contra ninguna
persona; pero si lo hiciera, en conciencia me habría callado
de decir todo esto por temor a ofender a aquellos a quienes
debo honrar. Sin embargo ¿qué soy sino un siervo de Cristo?
¿Y qué vale mi vida si no es para darle servicio? ¿Y qué favor
podría recompensarme por la ruina de la iglesia? ¿Y quién
puede permanecer callado mientras las almas quedan
deshechas? Por mi parte no, mientras Dios sea mi Señor y su
palabra
éxito
éxito de mi regla,
d e ella mientras
para salva
salvación
ción dsu
de obra
e las sea mi
almas, miobjetivo.
ocupación y el
¿Quién
puede reconciliarse con aquello que tan lamentablemente
se cruza en los intereses de su Señor y su principal objetivo
en la vida?
Tampoco
Tampoco habría hablado de nada de esto si hubi hubiera
era sido
solamente con respecto a mi propio cargo donde, bendigo a
Dios, la herida es pequeña en comparación con lo que es en
otros lugares. Pero el conocimiento de algunas
congregaciones vecinas y de otras más remotas, ha hecho
que haga estas obser
observa
vaciones.
ciones. Ciertamente p
podemos
odemos hablar
de paz todo el tiempo que vivamos, pero nunca la

obtendremos si no es volviendo a la simplicidad apostólica.


La fe de los papistas es demasiado grande como para que
todos los hombres estén de acuerdo, ni siquiera todos los
suyos, si no la defendieran con argumentos extraídos del
fuego, el potro y la garrucha. Y muchos anti papistas los
imitan en la tediosa longitud de las confesiones que
suscriben y la novedad de sus imposiciones, yendo más allá
de ellas en las cosas que imponen. Cuando regresemos a la
antigua simplicidad de la fe, entonces, y solo entonces,
volveremos al antiguo amor y paz. Por tanto, recomendaré a
todos mis hermanos como la l a cosa más neces
necesaria
aria para la paz
de la iglesia, que se unan en las verdades necesarias y se
soporten los unos a los otros en las cosas en que sea posible,
sin producir un credo mayor y con más cosas necesarias de
lo que Dios lo ha hecho. Con este fin, permitan que les invite
a atender lo siguiente:
(1) No pongan mucho énfasis en las opiniones
controvertidas que tengan hombres piadosos, y
especialmente, iglesias
igl esias co
compl
mpletas
etas de ambas partes.
(2) No pongan mucho énfasis en aquellas controversias que
finalmente se resuelven en incertidumbres filosóficas, tales
como algunas controversias no provechosas acerca del libre
albedrío, la forma de operar del Espíritu, y los decretos
divinos.
(3) No pongan mucho énfasis en aquellas controversias que
son simplemente verbales, y que, si se estudiaran a fondo,
no serían nada más que eso. Teniendo cierto conocimiento
puedo decir con confianza que las controversias que hacen
más ruido en el mundo son las de este tipo y dividen la
iglesia más de lo que parezcan discernir o puedan creer los
contendientes
contendient es dispuestos cocon n los qu
quee hay
haya
a hablado.
(4) No pongan mucho énfasis en ningún punto de fe que
haya sido rechazado o desconocido por toda la Iglesia de

Cristo en cualquier época, ya que las Escrituras nos fueron


entregadas a nosotros.
(5) Mucho menos deben poner mucho énfasis en aquellos
puntos de los que fueran completamente ignorantes en las
épocas más puras.
(6) Y menos énfasis que en ninguno han de poner en
cualquier punto que, desde los apóstoles, en ninguna época
se haya aceptado, sino que comúnmente se haya sostenido
lo contrario.
Se dice que alguien puede afirmar las Escrituras y los
antiguos credos y aún así defender el socinismo u otras
herejías. A eso respondo que también podría superar
cualquier otra prueba que sus cerebros puedan concebir, y
que, mientras elaboran trampas para cazar herejes en lugar
de exámenes para la comunión de la iglesia, fallarán en su
objetivo mientras que el hereje por lo escurridizo de su
conciencia escapará y el cristiano inocente puede verse
posiblemente atrapado. De esta forma, por su nuevo credo,
la iglesia probablemente tenga nuevas divisiones si no se
mantienen
manti enen cercanos a las palabras de las Escrituras
Escrituras..
Aquel que viva hasta el tiempo feliz en el que Dios sane sus
quebrantadas iglesias, verá que todo esto por lo que ruego
se
delreduce
renuevo
duce a celo
la p
práctica,
ráctica,
divisor,y estableciéndose
que esta moderación toma el de
la doctrina llugar
ugar
la
suficiencia de las Escrituras. Verá que todas las confesiones
y comentarios de los hombres solo tienen valor como ayudas
subordinadas, y que no se convierten en prueba de la
comunión de la iglesia más allá de aquello en lo que
coincidan con las Escrituras. Sin embargo, hasta que venga
esta época de sanidad, no podemos esperar que las
verdades que producen sanidad sean proclamadas, ya que
no existe este espíritu en los líderes de la iglesia. Pero
cuando el trabajo haya de realizarse, los obreros estarán

adecuados al mismo y benditos serán los agentes de una


obra tan gloriosa.
g loriosa.
5. Para finalizar, somos tristemente negligentes al
realizar deberes que conocemos, como, por ejemplo,
la disciplina
disciplina de la iglesia.
Cuando hay un trabajo de reforma por hacer, ¡Cuántos son
los que no llegan más allá de donde los arrastran! Incluso
sería bueno si todos hicieran al menos eso. Y allí donde el
trabajo será probablemente difícil y costoso, ¡qué tardos
somos en hacerlo y cuántas excusas ponemos para omitirlo!
¿De qué se ha hablado más en Inglaterra durante muchos
años, sobre qué se ha orado más y se ha disputado más que
de la disciplina? De hecho, existen pocos hombres que no
parezcan
algunos porcelosos en disputar
defender por un sacerdotal,
la forma bando o porotros
el otro;
la
presbiteriana, y aun otros la congregacional. Y aun así,
cuando se llega a la práctica, puedo ver que estamos
bastante de acuerdo: la mayoría de nosotros no hacemos
nada. A veces me he maravillado de mirar el rostro de
Inglaterra y ver las pocas congregaciones que tienen alguna
operativa considerable en cuanto a la disciplina, pensando a
la vez cuántos volúmenes se han escrito acerca de ella y que
casi todos los ministerios de la nación están dedicados a
esto. ¡Con cuánto celo han disputado por este tema, y
realizado las reclamaciones que consideraban justas contra
los que se oponían! Y, sin embargo, a pesar de todo esto,
hacen poco o nada por ejercitarla. Me he maravillado
preguntándome qué los haría tan celosos de tomar partido
por algo que luego sus corazones muestran por su práctica
que están en contra. Pero veo que un celo por disputar es
más natural que un celo santo y obediente por practicar.
¡Cuántos ministros hay en Inglaterra que no conocen su
congregación, que no pueden decir quiénes son miembros
de la misma, que nunca han expul expulsado
sado a un pecador
pecador
obstinado, ni llevado a uno de ellos a la confesión pública y

la promesa de reformarse, o ni siquiera amonestado a uno


públicamente para llamarlo a ese arrepentimiento! No
obstante, estos ministros piensan que cumplen con su deber
si evitan dar la comunión a los obstinados (cuando, quizás,
es algo que la misma persona evita voluntariamente); y,
mientras
mient ras tanto, los dejamos se
serr miem
miembros
bros que se sientan en
nuestras iglesias (porque ser miembro de una iglesia
i glesia no solo
consiste en tomar parte en la cena del Señor, sino ¿qué son
los niños que fueron bautizados en su infancia?) y les
concedemos todos los demás tipos de comunión con la
iglesia, sin llamarlos al arrepentimiento personal por su
pecado. ¿No ordena Dios que sean personalmente
reprendidos y amonestados
amonestados,, llamados públpúblicamente
icamente al
arrepentimiento y expulsados si continúan sin arrepentirse?
Si estos no es nuestra obligación, ¿Por qué hemos hecho
tanto ruido y agitado al mundo por ello? Si sí que lo es, ¿Por
qué no lo practicamos? Muchos de ellos incluso evitan
escuchar la palabra disciplina. La antigua disciplina de la
iglesia fue más estricta, cuando el sexto concilio general de
Trullo
Trullo ordenó que “CualquCualquiera
iera que esté tres días sin
congregarse con la iglesia sin una necesidad urgente, ha de
ser excomulgado”.
Hermanos, no deseo ofender a ninguna parte, pero es
necesario
excusas, decir que estoso pecados
atenuaciones no hanHemos
negaciones. de cubrirse con
clamado
durante mucho tiempo por la disciplina, cada parte a su
manera. ¿Quieren que la gente valore la forma en que
gobiernan sus iglesias? Sin duda sí. Ahora bien, si quieren
que se valore, ha de ser por alguna excelencia. Muestren esa
excelencia. ¿Qué es? ¿En qué consiste? Y si no les creen,
muéstrenlo, no solo sobre el papel, sino en la práctica; no
simplemente con palabras, sino con hechos. ¿Cómo puede
la gente conocer el valor de la disciplina sin la disciplina
misma? ¿Acaso han hecho tanto ruido por un nombre y una
sombra? ¿Cómo pueden pensar que es bueno lo que no

hace nada bueno? Verdaderamente temo que no tomemos


la senda correcta para mantener nuestra causa, y que
incluso la traicionamos mientras contendemos
encendidamente por ella. Digan la verdad: ¿No son estas
dos cosas (que mencionaré a continuación) las que
mantienen la reputación de esta largamente disputada
disciplina entre los hombres? A saber, con los piadosos, la
reputación de la disciplina se mantiene por la simple
reputación de los ministros que la defienden, y con muchos
impíos, la reputación se mantiene al no ejecutar la
disciplina, ya que así la consideran inofensiva y no tan
problemática como esperaban. Si alguna vez nuestro
gobierno tuviera que sostenerse por los votos de aquellos
que han de ser corregidos o expulsados por él, y los peores
hombres estuvieran de acuerdo porque dicho gobierno les
acompaña en su impiedad, entonces provocaremos que sea
el Señor quien se oponga, y se opondrá también a nosotros.
Si reúnen toda la ejecución de disciplina que se ha
practicado en un condado y todo lo que se ha disputado por
ella, dudo que sea tan observable como para atraer a las
personas piadosas por sus efectos. ¿Cómo pueden
asombrarse si muchos que desean obras y no palabras,
reforma y no simplemente que se mencione la reforma, se
vayan a congregaciones separadas si lo único que les
muestran en las suyas
suyas es e
ell nom
nombre
bre de la di
discipli
sciplina?
na?
Todos
Todos los cristianos valoran las ordenanzas de Dios y no
están dispuestos a vivir sin ellas. La disciplina no es algo
innecesario en la Iglesia, y si no hacen diferencia entre lo
precioso y lo vil mediante la disciplina, la gente hará
diferencia separándose. Si en sus iglesias mantienen cientos
de personas ignorantes y totalmente vacías de religión, y
nunca las reprueban públicamente (ni quizás en privado), ni
las llaman al arrepentimiento, ni las expulsan, no tienen por
qué maravillarse de que las almas temerosas de Dios huyan
de sus iglesias como si fueran edificios en ruinas que

amenazan caer sobre sus cabezas. Consideren lo que


sucedería si aplicaran al sacramento lo mismo que hacen
con la disciplina, si solo les mostraran el pan y el vino, y
nunca les dejaran probar ese recuerdo del amor del
Redentor. ¿Podrían esperar que el nombre del sacramento
les satisfaga o que les guste su comunión? ¿Por qué han de
pensar que se quedarán satisfechos con solo el vacío sonido
de las palabras “gobierno de la iglesia”
igl esia”??
Además, piensen en la desventaja que arrojan sobre su
causa en todas sus disputas con otros hombres de diferentes
di ferentes
puntos de vista. Si sus principios son mejores que los de
ellos, pero la práctica de ellos es mejor que la suya, la gente
supondrá que la cuestión es saber si el nombre o la cosa, si
la
quesombra o la sustancia
sus caminos son soloson
unaloengañosa
más deseable, y supondrán
formalidad, porque
ven que no son formales en el uso de los mismos, y que, de
hecho, no los utilizan en absoluto. En lo que digo ahora, no
estoy hablando en contra de la forma de gobierno, sino a
favor de la misma, y les digo que son ustedes, que parecen
ser tan fervorosos, los que están en su contra, ya que
acarrean desgracia sobre ella por su falta de ejercicio de la
disciplina más de lo que le dan crédito con todos sus
argumentos. Y encontrarán, al final, que una fiel ejecución
es el mayor
como argumento. abiertamente,
si lo proclamaran Hasta entonces, la no
que gente entenderá
se pretenden
realizar amonestaciones, confesiones o excomuniones
públicas ni hacer ningún bien, salvo el de presentar
nominalmente la forma de gobierno. No quiero espolear a
nadie para que lleve a cabo este gran deber de forma
deficiente, pero ¿acaso nunca es el momento adecuado?
¿Dejarían de predicar sermones y administrar sacramentos
durante muchos años bajo la pretensión de que no es buen
momento? ¿Será un tiempo mejor para ello cuando hayan
muerto? ¡Cuántos están muertos ya, antes de llegar a hacer
nada en cuanto a este importante trabajo, aunque se

estuvieron preparando para ello durante largo tiempo! Ya sé


que algunos tienen más obstáculos y motivos para
desalentarse que otros, pero ¿qué desaliento u obstáculos
pueden excusarles de tal deber? Además de las razones que
ya hemos afirmado, consideremos con seriedad estas pocas:
(1) ¡Qué triste síntoma damos al predicar a nuestra gente
mientras vivimos en una voluntaria y continuada omisión de
cualquier deber conocido! ¿Seguiremos en ello año tras año
durante todos nuestros días? Si las excusas eliminan el
peligro de este síntoma, ¿Acaso las personas no pueden
verlo igual de bien?
(2) Si no es falta de gratitud, claramente manifestamos
pereza y vagancia, en la obra de Cristo. Hablo por
experiencia. Fue la pereza lo que evito que durante tanto
tiempo llevara a cabo este deber, y esta me rogaba
fuertemente contra él. Ciertamente es un trabajo doloroso y
lleno de problemas, que llama a algunos a la abnegación
porque acarrea sobre nosotros el descontento de los impíos.
Pero ¿nos atrevemos a preferir nuestra paz y tranquilidad
carnal o el amor y la paz de hombres impíos antes que
nuestro servicio a Cristo nuestro Señor? ¿Acaso pueden
esperar una buena recompensa los siervos perezosos?
Recuerden, hermanos que, en este condado, lo que hemos
prometido ante Dios en el segundo artículo de nuestro
acuerdo: “Acordamos y resolvemos, por la ayuda de Dios,
que en tanto que Dios nos dé a conocer nuestro deber, nos
emplearemos fielmente en desempeñarlo y no desistiremos
por ningún temor a la pérdida en nuestras posesiones, o por
el ceño fruncido y desagrado de los hombres, o ninguna
inducción carnal de ningún tipo”. Les ruego que estudien
esta promesa y la comparen con su ejecución. Tampoco
piensen que han quedado atrapados por hacer la promesa,
porque la ley de Dios nos ha puesto la obligación a ese
mismo deber
d eber antes de que lla
a promesa lo hici
hiciera
era.. Otros está
están
n
obligados
oblig ados igual qu
quee ustedes a esto.

(3) El descuido de la disciplina tiene una fuerte tendencia a


engañar las almas inmortales. Hace creer que son cristianos
a los que no lo son, al permitirles que vivan con el carácter
de ellos sin ser separados del resto por la ordenanza de Dios.
También
También puede hacer que los esca
escandalosos
ndalosos piensen que su
pecado es tolerable al descuidarse la disciplina por los
pastoress de la iiglesia.
pastore glesia.
(4) Corrompemos el cristianismo mismo a ojos del mundo, y
ponemos nuestro grano de arena para hacerles creer que
Cristo no apoya la santidad más que Satanás, o que la
religión cristiana no exige más santidad que las falsas
religiones del mundo. Si se permite que los santos y los
impíos sean ovejas del mismo rebaño, sin utilizar ningún
medio para separ
separarlos,
Él el culpable arlos,ydifamamos
de esto, al Redentor
como si esta como si fuera
fuera la naturaleza de
sus preceptos.
(5) Al permitir que los peores no sean censurados en
nuestras iglesias, provocamos que la gente continúe
apartándose, ya que muchos cristianos honestos piensan
que están obligados a separarse de nosotros. He hablado
con algunos hombres moderados de las iglesias separadas y
he argumentado con ellos en contra de la separación. Me
han asegurado que son de juicio presbiteriano y que no
tienen nada que decir en contra de ello, pero que se unieron
a otras iglesias por pura necesidad, pensando que la
disciplina, al ser una ordenanza de Cristo, debe ser
ejercitada por todos aquellos que puedan y que, por tanto,
no han de vivir más tiempo sin ella cuando pueden tenerla.
También
También que no pud pudieron
ieron encontrar igl
iglesias
esias presbiterianas
que ejercieran la disciplina, aunque escribieron pidiéndolo.
Además me contaron que se separaron solo por un tiempo,
hasta que los presbiterianos hagan uso de la disciplina,
momento en el cual vo volver
lverían
ían voluntariament
voluntariamente. e. Me pesó que
tales personas tuvieran un motivo así para separarse de
nosotros. No es el apartar a los ofensores de los sacramentos

lo que nos excusará de un ejercicio mayor de la disciplina si


continúan
continú an siendo miem
miembros
bros de nuestra
nuestrass iglesias.
(6) Hacemos mucho para acarrear la ira de Dios sobre
nosotros y nuestras congregaciones, y para arruinar el fruto
de nuestro trabajo. Si el ángel de la iglesia de Tiatira fue
reprendido por permitir los seductores dentro de la
congragación, nosotros podemos ser reprendidos en base a
lo mismo por permitir pecadores abiertos, impenitentes y
escandalosos.
¿Y cuáles son los obstáculos que evitan que los ministros de
Inglaterra ejecuten esa disciplina por la que han luchado
tanto? La gran razón, por lo que he podido saber es: “La
dificultad del trabajo y el problema o sufrimiento en el que
incurriríamos por ello. No podemos reprender públicamente
a un pecador sin que monte en ira y nos dirija una mortal
malicia. Son muy pocos sobre los que podemos prevalecer
para que hagan una confesión pública de verdadero
arrepentimiento. Si procedemos a excomulgarlos,
enloquecerán de furia contra nosotros. Si tratáramos como
Dios lo requiere con todos los pecadores obstinados de una
parroquia, no podríamos vivir entre ellos; seríamos tan
odiados por todos, que nuestras labores se volverían tan
poco provechosas como nuestras vidas desapacibles, ya que
las personas no nos escuchan cuando están poseídas por el
odio hacia nosotros. Por tanto, el deber deja de serlo porque
el daño que conllevaría sería mayor que el bien”. Estas son
las grandes razones para no ejecutar la disciplina, junto con
lo difícil que sería la gran labor de la amonestación privada
de cada ofensor.
Ahora bien, a todo
t odo esto contesto:
[a] ¿Acaso estas razones contra la disciplina no son
igual de válidas contra el cristianismo mismo? Cristo no vino
a traer paz a la tierra: Tendremos su paz, pero no la del
mundo, porque Él nos ha dicho que el mundo nos

aborrecería. ¿Acaso Bradford, o Hooper, que fueron


quemados en los días de la reina María, no podían haber
alegado mucho más que esto en contra del deber de llevar
adelante la Reforma? ¿No podrían haber dicho: “Esto hará
que nos aborrezcan y expondrá nuestras mismas vidas a las
llamas”? Cristo concluye que no es cristiano aquel que no
aborrece
aborre ce lo qu
quee el aborrece
aborrece,, aún h
hasta
asta ssu
uppropia
ropia vida. ¡Y aun
así, consideramos que el peligro de una pérdida mundana
es una razón para no hacer su obra! ¿Qué es esto sino el
apartarnos de los sufrimientos, y solo tomar los trabajos
fáciles y seguros, convenciéndonos de que el resto no son
obligaciones? Ciertamente el descuidar los deberes que nos
expondrían al sufrimiento es la forma común de escapar de
ellos. Si cumpliéramos fielmente con nuestra obligación, los
ministros tendrían la misma parte entre los cristianos
nominales que la que sus predecesores tuvieron entre los
paganos y otros infieles. Pero si ustedes no están
capacitados para sufrir por Cristo, ¿Para qué pusieron la
mano sobre su arado? ¿Por qué no se sentaron primero y
calcularon el coste? Esto es lo que hace que el trabajo
ministerial se ejecute con tanta infidelidad, porque se lleva
a cabo de forma carnal. Las personas entran a él como si
fuese una vida de comodidad, honra y respetabilidad, y se
proponen conseguir sus objetivos y tener lo que esperan ya
sea haciendo bien o mal. No estaban buscando
aborrecimiento y sufrimiento, y por tanto lo evitarán,
aunque
aunqu e sea e
evitando
vitando su trabajo.
[b] En cuanto a lo de volverse incapaces de hacerles
bien, contesto que esa razón es igual de válida contra la
simple predicación, reprensión, o cualquier otro deber por el
que nos puedan odiar las personas impías. Dios bendecirá
sus propias ordenanzas para que hagan el bien, o si no, no
las habría establecido. Si reprenden y amonestan
públicamente a los escandalosos y los llaman al
arrepentimiento, y si expulsan a los obstinados, pueden

hacer bien a muchos de los que reprenden, y posiblemente


a los mismos excomulgados. Cuanto menos, estoy seguro
que son los medios de Dios, y es el último medio que Él
establece cuando la reprensión no surte efecto. Por tanto, es
perverso descuidar el último medio, porque podríamos
frustrar los medios precedentes cuando los últimos no han
de usarse sino bajo la suposición de que los anteriores se
han frustrado antes. Sin embargo, la disciplina puede hacer
bien tanto a los de dentro como a los de fuera a pesar de
que el ofensor no la reciba, y Dios es honrado cuando su
Iglesia se distingue manifiestamente del mundo y los
herederos del cielo y el infierno no parecen completamente
indistinguibles, ni se hace pensar al mundo que Cristo y
Satanás solo contienden por la superioridad, sin que sus
inclinaciones por la santidad o el pecado sean muy distintas.
[c] Pero aun así permitan que les diga que en el camino
no existen tales dificultades, ni la disciplina es algo tan
inútil como imaginan. Bendigo a Dios por la prueba que he
hecho de ella yo mismo, aunque sea pequeña y demasiado
tardía. Puedo hablar por experiencia de que no es en vano,
ni tampoco
t ampoco los ries
riesgos
gos de aplicarla son tales que nos puedan
excusar de descuidarla.
Mi deseo sería que fueran expulsados como pastores
negligentes aquellos que no gobiernen a su gente por medio
de disciplina, así como se expulsa como predicador
negligente el que no predica, porque estoy seguro de que
gobernar es una parte tan esencial del oficio de p pastor
astor co
como
mo
el predic
p redicar
ar..
No continuaré añadiendo a estas confesiones. Y ahora,
hermanos, ¿qué es lo que queda sino que todos clamemos
culpabilidad por los pecados mencionados antes, y
humillemos nuestras almas por nuestras faltas ante el
Señor? ¿Eselesto
¿Es este Mirar
patrón porse
que nosotros,
nos day en
por el
todo el rebaño
texto? ?
Si nos

mostramos endurecidos de corazón y no humillados, ¡Qué


triste síntoma sería para nosotros y para la Iglesia! El
ministerio a menudo ha sido amenazado y calumniado por
muchos tipos de adversarios, y aunque esto puede mostrar
la maldad de ellos, también puede intimar hacia nosotros la
justa ind
indign
ignación
ación de Dios. Crean, hermanos, que, en el
ministerio de Inglaterra, no es el menor ni el último entre los
pecados.
Por tanto, es tiempo de que tomemos nuestra parte en la
humillación a la que durante tanto tiempo hemos llamado a
nuestro pueblo. Si nos examinamos, podremos percibir que
hemos ofendido a Dios, y que la voz que llamaba a esta
nación al arrepentimiento, también nos hablaba a nosotros.
“El que tenga oídosproclamados
arrepentimiento para oír, que en
oiga” tan
los preceptos de
admirables
liberaciones y preservaciones; el que tenga ojos para ver,
que los vea escritos en tantas líneas de sangre. Por fuego y
espada Dios nos ha llamado a humillarnos, y tal como “el
juicio
jui cio comienz
comienzaap or la casa de Dios” ( 1 Pedro 4:17 ), si la
por
humillación no comienza también por ahí, será un triste
pronóstico para nosotros y para esta tierra.
¿Cómo? ¿Negaremos o atenuaremos nuestros pecados
mientras llamamos a nuestra gente a que los confiesen
completa y abiertamente? ¿No es mejor dar gloria a Dios
con una confesión humilde que, por amor a nosotros
mismos, buscar hojas de higuera para cubrir nuestra
desnudez? ¿No es mejor hacerlo para que su gloria se
edifique sobre las ruinas de la nuestra, la cual le hemos
negado y hemos preferido antes que Él? ¿No es mejor evitar
que acabemos entregando por juicios aún más amargos
aquello que nos hemos negado a rendirle voluntariamente?
Si obligan a Dios a obtener su honra, es posible que Él la
obtenga para la eterna tr tristeza
isteza y deshonra de ustedes. Los
pecados que se cometen abiertamente son más
deshonrosos para nosotros cuando los ocultamos que

cuando los confesamos. Es el pecado, no la confesión del


mismo, lo que nos deshonra. Los hemos cometido ante el
sol, así que no pueden esconderse, y los intentos de
cubrirlos lo único que hacen es aumentar nuestra culpa y
vergüenza. No hay forma de reparar las brechas que nuestro
pecado ha producido en el honor salvo por medio de una
confesión y humillación voluntaria. Solo estoy confesando
mis propios pecados, y si alguno se ofende porque de esta
forma haya confesado también los suyos, que lo haga saber,
ya que solo hago lo que he hecho por mí mismo. Y si se
atreven a desentenderse de la confesión de su pecado, que
lo hagan por su cuenta y riesgo. Pero en cuanto a los
ministros verdaderamente humildes de Cristo, no dudo que
se verán más bien estimulados a lamentar sus pecados de
forma más solemne frente a sus varias congregaciones, y a
prometer reformarse.

******

Secc ión 2 – El deber de


Sección de enseñar el cate
catecismo
cismo e
instruir personalmente al rebaño
recomendado particularmente
particularmente

Habiendo expuesto y lamentado nuestros errores y


descuidos, nuestro deber para el futuro descansa claro ante
nosotros. No quiera Dios que continuemos en los pecados
que hemos confesado con el mismo descuido que lo hicimos
antes. Dejando estas cosas, por tanto, procedo a exhortarles
al fiel desempeño de esta gran obligación que hemos
emprendido, es decir, la enseñanza del catecismo e
instrucción personal de todas las personas de nuestras
parroquias o congregaciones que se sometan a ello.

En primer lugar, daré algunos motivos para persuadirles a


este deber.
En segundo lugar, daré respuesta a algunas objeciones que
puedan realizars
realiz arse
e res
respecto
pecto del m
mismo.
ismo.
Finalmente, daré algunas direcciones para realizar este
deber.

PARTE I: MOTIVOS
MOTI VOS PARA ESTE DEBER
DEB ER

De acuerdo a este plan, procederé a mencionarles algunos


motivos para persuadirles a este deber. La primera razón por
la que he de persuadirles se extrae de los beneficios del
mismo. La segunda, de su dificultad, y la tercera de su
necesidad y las muchas obligaciones que nos conducen a su
realización.

ARTÍCULO 1: MOTIVOS POR LOS BENEFICIOS DE ESTE


TRABAJO
Cuando miro ante mí y considero lo que este trabajo, si se
lleva bien a cabo, puede lograr por medio de la bendición de
Dios, mi han
hermanos, corazón salta un
emprendido de trabajo
alegría. Verdaderamente,
de mucha bendición,
una obra tal que sus propias conciencias, sus parroquias, su
nación y el niño que
qu e aún no ha nacido ppueden
ueden regocijarse e
en
n
ella. Sí, porque hemos de reconocer que miles y millones
pueden verse motivados a bendecir a Dios por ella cuando
hayamos terminado. Y aunque hoy día es nuestra obligación
humillarnos por descuidarla tanto tiempo, y tenemos
grandes motivos para hacerlo, la esperanza de un éxito
bendito es tan grande en mí que está dispuesta a convertir
este día en un día
dí a de regocijo.

Bendigo al Señor por haber vivido para ver este día, y estar
presente en un compromiso tan solemne de tantos siervos
de Cristo con este trabajo. Bendigo al Señor por honrarles a
ustedes en este condado para ser los iniciadores y despertar
la nación a este deber
deber.. No es un p
punto
unto cont
controv
rovertido
ertido del que
las mentes exasperadas de los hombres puedan buscar
querellas con nosotros, ni es una invención nueva de modo
que lal a envidia pu
pueda
eda acusarnos de seserr inn
innov
ovadores
adores,, o que el
orgullo pueda despreciar seguir. No. Se trata de un deber
bien conocido. No es sino la administración más diligente y
efectiva de la obra ministerial. No se trata de una idea
nueva, sino simplemente de restaurar el antiguo trabajo
ministerial.
min isterial. Y y
ya
a que es algo tan cargado de ventajas para la
iglesia, enumeraré algunos de los beneficios particulares
que podemos esperar como resultado, para que cuando
busquen su excelencia estén aún más dispuestos y se
aborrezcan más a sí mismos por cualquier negligencia o
falta que
qu e pueda frustrar o destruir este trabajo. P Porque
orque aquel
que de verdad
verdad tiene llas
as intenciones de un m mini
inistro
stro de Cr
Cristo,
isto,
ciertamente se regocijará de cualquier esperanza futura de
lograr los fines de su ministerio, y nada puede ser más
bienvenido que lo que haga avanzar aquello a lo que dedicó
su vida. Ahora les mostraré más particularmente como este

trabajo
1. Seráestá calculado
calcul ado para cumpl
un esperanzador cumplir
medioir con
paratodo esto:
la conversión de
las almas,
Ya
Ya que reúne los grandes elementos que conducen a ese fin.
(1) En cuanto a su contenido, serán las cosas más
necesarias, los principios o elementos esenciales de la
fe cristiana.
(2) En cuanto a la forma: Será mediante discurso
privado, donde tendremos la oportunidad de dejar
claro a la conciencia y el corazón el contenido.
contenid o.

La obra de conversión consta de dos partes: Primero, el


informar al entendimiento de los principios esenciales de la
religión; en segundo, el cambio de la voluntad por la
eficacia de la verdad. En la instrucción privada tenemos las
más excelentes ventajas sobre ambas cosas. El tener un
resumen del cristianismo fijado en sus memorias, mostrará
ser una excelente ayuda para informar sus entendimientos.
Y, aunqu
aunque e las simpl
simpleses palabras, si no se entienden, no
producirán ningún cambio, cuando las palabras son en
lenguaje claro es más probable que el que las recibe
entienda el significado y el contenido. Porque, ¿qué
herramientas tenemos para dar a conocer cosas que en sí
mismas son invisibles, sino palabras u otros símbolos? Por
tanto, aquellos que ridiculizan los catecismos diciendo que
son fórmulas sin provecho, harían mejor en burlarse de sí
mismos por hablar y utilizar la forma de sus propias
palabras para dar a conocer sus pensamientos a otros. ¿Por
qué no
n o habrían d
dee instruirles las palabras escr
escritas,
itas, que están
constantemente ante sus ojos y en sus memorias, tanto
como las transitorias palabras de un predicador? Esta forma
de “sanas palabras” está lejos de ser inútil como algunas
personas
perso nas imagi
imaginan.
nan. Más bien son m muy
uy útil
útiles
es para todos
todos..
Además, al hablar con ellos personalmente, tendremos
oportunidad de
catecismo, y expli
ex comprobar
plicarles
carles hasta
conforme ava dónde
avanzam
nzamos, entienden en
os, insistiendo el
aquellos particulares en los que tengan más necesidad.
Estas dos cosas
cosas juntas (la
(l a forma de sanas palabras junto con
una clara explicación) lograrán más que cada una de ellas
por separado.
También
También tendremos la mejor oportunid
oportunidad
ad de grabar la
verdad en sus corazones, ya que podemos hablar con
respecto a la necesidad particular de cada uno y decirle a
los pecadores “tú
mencionando eres aquel
claramente suhombre” ( 2 Samuel
caso particular. 12:7 ),
Podremos
afianzar la verdad con una familiaridad importuna. Si hay

algo en el mundo que les pueda hacer bien es esto. Los que
no pueden entender un sermón, entenderán un discurso
familiar y tendrán más ayuda para aplicarlo a ellos mismos.
También
T ambién podremos escuchar sus objeciones y saber dónde
Satanás tiene más ventaja sobre ellos, lo que dará
oportunidad para mostrarles mejor sus errores y refutar sus
objeciones, convenciéndoles de manera más efectiva.
Podemos llevarlos al punto de que se comprometan a hacer
cosas en un futuro, y que prometan utilizar los medios y
reformarse, cuando de otra forma no podríamos. ¿Qué más
pruebas necesitamos que nuestra propia experiencia? Son
pocas las veces que trato con personas a propósito de esto
en una charla seria en privado, pero, aparentemente, se
marchan con convicciones y promesas de renovar su
obediencia, y, si no, con un remordimiento más profundo y
un sentir de su condición.
¡Oh hermanos, qué golpe daremos al reino de las tinieblas si
llevamos a cabo este trabajo fiel y habilmente! Por tanto, si
la salvación
salvación d
dee las almas, de mu
muchas
chas almas, de las almas de
sus vecinos, si salvarles de la miseria eterna es digno de su
trabajo, ¡pongan manos a la obra! Si han de ser padres de
muchos nacidos de nuevo y ver “el fruto de la aflicción de
sus almas” ( Isaías 53:11 ), y quieren poder decir al final
“He aquí, yo y los hij
hijos
os que me ddio
io el S eñor” ( Isaías 8:18 ),
Señor”
¡levántense
¡levá ntense y aplíqu
aplíquense
ense a es
esta
ta bendi
benditata obra!
Si les haría bien a sus corazones el ver a sus conversos entre
los santos en la gloria, alabando al Cordero ante el trono, si
se regocijarían de presentarlos inmaculados y sin mancha a
Cristo, dedíquense con diligencia y ardor a esta oportunidad
singular que se les ofrece. Si son en verdad ministros de
Cristo, anhelarán el perfeccionamiento de su cuerpo y la
reunión de sus elegidos, y pasarán “dolores de parto” (
Gálatas 4:19 Tomarán
de su gente. ) hasta que Cristo
estas sea formado conforme
oportunidades en las almas
su
tiempo lo permita, y como si fueran los días de sol en una

cosecha lluviosa, en los cuales es irracional e inexcusable


estar ocioso. Si tienen una chispa de compasión cristiana en
ustedes, seguro que les parecerá digno de su mayor labor
salvar tantas almas de la muerte y cubrir una multitud de
pecados tan grande. Por tanto, si son colaboradores de
Cristo, pónganse manos a la obra y no descuiden las almas
por las que el Señor murió. ¡Oh, recuerden, cuando hablan
con los no convertidos, que tienen oportunidad de salvar un
alma, y de hacer que los ángeles del cielo y Cristo mismo se
regocijen, de expulsar a Satanás de un pecador y de
aumentar la familia de Dios! Y ¿Cuál es su “esperanza, o
gozo, o corona de que se gloríen” ( 1 Tesalonicenses 2:19
)? ¿Acaso no es ver su gente salva “en la presencia de Cristo
Jesús en su ve
venid a” ( 1 Corintios 15:23 )?. Sí, sin duda
nida”
“son su gloria y su gozo” ( 1 Tesal
Tesalonicenses
onicenses 2:20 ).
2. La instrucción privada es algo que promoverá
esencialmente una edificación ordenada de aquellos
que se convierten,
convierten, y los establecerá en la fe.
Si no hacemos nuestro trabajo en un orden apropiado, este
peligra, o, como mínimo, se ve obstaculizado. ¿Cómo se
puede edificar si no se pone antes un buen cimiento? ¿O
cómo se puede poner la piedra más alta si se descuidan las
partes que van en medio? “La gracia no da saltos”, del
mismo modo que tampoco lo hace la naturaleza. El segundo
orden de verdades cristianas tiene tanta dependencia del
primero, que nunca se aprenderá sin que el primero se
aprenda. Muchos trabajan en vano a causa de esto, y
“siempre están aprendiendo, pero nunca llegan al
conocimiento de la verdad” ( 2 Timoteo 3:7 ), porque leen
antes de aprender a deletrear o conocer las letras. Esto hace
que muchos caigan: son agitados con todo viento de
tentación porque no se establecieron en los principios
fundamentales de la fe. aSon
de llevar a las personas estos fundamentos
verdades losellos
mayores; sobre que han
de edificar, sobre ellos han de actuar todas sus gracias y

ponerse en marcha todas sus obligaciones, son estos los que


han de fortalecerles contra las tentaciones. El que no los
conoce, no sabe nada. El que los conoce bien, conoce lo
bastante para
para hace
hacerle
rle fe
feliz
liz.. El que los conoce mejor, e ess el
mejor cristiano y con mayor entendimiento. Por tanto, las
personas más piadosas en sus congregaciones hallarán que
es digno de su esfuerzo aprender las palabras mismas del
catecismo. Si quieren edificarlas con seguridad y
establecerlas
establecerlas firmemente, sean dil diligent
igentes
es en este trabajo.
3. Enseñar de esta forma hará que nuestra
predicación pública se entienda mejor y se tenga en
más estima.
Cuando les hayan instruido en los principios, entenderán
mejor todo lo que dicen. Podrán percibir hacia dónde se
dirige el discurso cuando estén familiarizados con sus
puntos principales. Esto prepara sus mentes, y abre el
camino a sus corazones, mientras que, sin esto, perderán la
mayor parte de su labor y cuanto más se esfuercen en
preparar un sermón de forma precisa, menos bien lograrán,
ya que no quieren perder el tiempo con su labor pública,
asegúrense de ser fieles con este trabajo en privado.
4. Por medio de esto se familiarizarán con su gente,
y podrán ganar su cariño.
Sin esta instrucción personal y privada, aquellos que tienen
una congregación numerosa tendrán un gran impedimento
para el éxito de sus labores. Al distanciarse y no estar
familiarizados con su congregación se fomentan una
abundancia de errores entre los ministros y la gente. Por el
contrario, la famili
familiaridad
aridad tiend
tiendee a engendrar esos
esos afectos
que pueden abrir sus oídos a una mayor instrucción.
Además, cuando estamos familiarizados con ellos, se verán
motivados a abrir sus dudas y a tratar con nosotros
libremente.
lib remente. P
Pero
ero cuando un mi
ministro
nistro no conoce a su
su gente,
gent e, o

es un extraño para ellos, esto será un gran obstáculo para


hacerles bien.
5. Por medio de la instrucción personal también
estaremos más familiarizados con la condición
espiritual de cada persona, y sabremos mejor cómo
cuidarles.
Sabremos mejor cómo predicarles y llegar a ellos si
conocemos su temperamento, sus objeciones principales, y
lo que más necesitan escuchar. Sabremos mejor cómo “ser
celosos por ellos con celo de Dios” ( 2 Corintios 11:2 ) y de
qué tentaciones hemos de guardarlos más. Conoceremos
mejor cómo lamentarnos por ellos, regocijarnos con ellos, y
orar por ellos. Porque así como aquel que ora bien por sí
mismo debe conocer sus propias necesidades y las
enfermedades de su propio corazón, el que quiere orar bien
por otros debe conocer sus corazones tanto como sea
posible.
6. Por medio de esta prueba y familiarización con la
condición de nuestra gente, tendremos mucha ayuda
a la hora de admitirlos a los sacramentos.
Aunque no dudo que un ministro puede requerir a su gente
que acudan a él cuand
cuandoo les parezca conv
conveniente
eniente para
p ara darles
cuenta de su fe y desempeño, y para recibir instrucción, y
que, por tanto, puede hacerlo como preparación para la
cena del Señor, debido a que los ministros han puesto el
énfasis de este examen sobre la necesidad de adecuarse
para este sacramento, y no sobre su deber común de vigilar
el estado y desempeño de cada miembro de su rebaño en
todo tiempo, y también sobre la obligación del rebaño a
someterse a la guía e instrucción de sus pastores en todo
momento, esto ha ocasionado que la gente, en ignorancia,
esté reñida con sus exámenes. Ahora bien, por medio de la
instrucción personal, podremos descubrir si están
preparados o no sin excepciones y de forma más efectiva

que por medio de un examen parcial, antes de que sean


admitidos
admit idos a la m
mesa
esa del Señor
Señor..
7. Es algo que mostrará a los hombres la verdadera
naturaleza del oficio ministerial, y los despertará a
una mayor consideración del mismo de lo que es
habitual.
Es demasiado común que la gente piense que el trabajo de
un ministro no es otro que predicar, bautizar, administrar la
cena del Señor y visitar a los enfermos. Si se hace esto, la
gente no se someterá a nada más, y también demasiados
ministros son extraños a su propio llamado y no hacen nada
más. Con frecuencia mi corazón se ha visto contristado al
observar ministros capaces y eminentes y cuán poco hacen
por la salvación de las almas exceptuando lo que hacen en
el púlpito. También me ha entristecido ver el poco propósito
que tiene gran parte de su trabajo por descuidar esto.
Tienen
Tienen cientos ddee personas a llas
as que nun
nunca
ca les dirig
dirigieron
ieron lla
a
palabra personalmente para su salvación, y, si lo juzgamos
por su práctica, no consideran que sea su deber. Lo que
principalmente hace que las personas se endurezcan
cuando se las supervisa es el
el d
descuido
escuido general dde
e esta parte
privada del trabajo. Existen pocos que trabajen mucho en
esto, y la omisión se ha vuelto tan común entre hombres
piadosos y capaces, que la desgracia de esto pasa
desapercibi
desaper cibida
da por su capacidad, y muchos caen en lo mismo
sin darse cuenta o sentir que es una deshonra. El pecado
nunca reina tanto en una iglesia o un estado como cuando
ha ganado reputación, o, al menos, no es algo que parezca
desgraciado para el pecador ni ofenda a los que lo
contemplan. Sin embargo, no tengo dudas de que, por
medio de la misericordia de Dios, la restauración de la
práctica de la supervisión personal convencerá a muchos
ministros
como de ahora
el que que verdaderamente este es su
hacen, y les despertará trabajo
para tanto
ver que el
ministerio es un trabajo distinto del que muchos

predicadores excelentes consideran que es. Hermanos,


dedíquense con cuidado a esta obra y síganla
diligentemente y, aunque lo hagan en silencio, sin decir ni
una palabra a los que son negligentes, espero que la
mayoría de los presentes vivan para ver el día en que el
omitir el cuidado personal y privado de todo el rebaño sea
considerado una falta escandalosa y aborrecible, y sea algo
tan desgraciado para los culpables, como solía ser predicar
solo una vez al día. Un maestro de escuela ha de llevar un
registro personal de sus estudiantes, o de lo contrario,
probablemente haga poco bien. Si un médico lo único que
hace es dar una lección pública sobre medicina, los
pacientes no estarán mucho mejor por ello, ni tampoco un
abogado asegurará sus posesiones leyendo una lección
sobre leyes
l eyes..
Ahora bien, el cargo de un pastor re
requi
quiere
ere un trato personal,
al igual que lo requieren cualquiera de los cargos anteriores.
Mostremos esto al mundo practicándolo, porque la mayoría
de las personas crecen sin importarles las palabras por sí
solas.
La verdad es que los papistas, que hacen que toda su gente
acuda a confesarse de manera audible, por su
contraejemplo, han llevado a la iglesia a equivocarse
mucho, ya que nos hemos posicionado en el extremo
contrario, llevando a nuestro pueblo mucho más allá de lo
que hemos ido nosotros. Me preocupó mucho leer de un
historiador ortodoxo que el deseo por ser licenciosos y
apartarse de las estrictas averiguaciones de los sacerdotes
en confesión fue un gran motivo del avance de la fe
reformada en Alemania. Es muy probable que sea verdad
que aquellos que estaban en contra de la reforma en otros
aspectos, se unieran a gente mejor que ellos para clamar
contra
alguna el
de clero
que laromano a causa
confesión de esto.
auricular de losNopapas
tengoesduda
una
novedad pecaminosa con la que la iglesia antigua no estaba

familiarizada. Pero quizás algunos consideren extraño que


diga que nuestro descuido común de la instrucción personal
es mucho peor, si consideramos sus confesiones en sí
mismas, desconectadas de las doctrinas de la satisfacción y
el purgatorio. Si alguno de nosotros fuera culpable del error
tan grave de pensar que con predicar ya ha cumplido con
todo su trabajo, mostrémosle practicando el resto de
obligaciones que hay mucho más por hacer y que, “cuidar
de todo el rebaño” es otra cosa distinta de la que imaginan
los ministros
min istros descuidados y pere
perezosos
zosos.. Si una p
pers
ersona
ona siente
aprensión hacia ese deber, y para él no es deber, es
probable que lo descuide y que sea impenitente en dicho
descuido.

8. Es algo que
naturaleza de ayudará
ayu dará a nuestra
su obligación haciagente a entender
los que miran porla
ellos, y, consecuentemente, a desempeñarla mejor.
Ciertamente no tendría consecuencia si fuera solo por
nosotros, pero su propia salvación está implicada en ello.
Estoy convencido por la triste experiencia de que el hecho
de que la gente no entienda cuál es el trabajo de un
ministro, y cuál es su propia obligación hacia él, es uno de
los mayores impedimentos para la salvación de ellos y para
una verdadera reforma de la iglesia. Lo común es que
piensen que un ministro no tiene nada más que ver con
ellos que predicarles, administrarles los sacramentos, y
visitarles cuando están enfermos, y que si le escuchan y
reciben los sacramentos de él no le deben una obediencia
mayor, ni se les puede exigir más. Poco saben que un
ministro
min istro es e
en
n la iiglesia
glesia como un maestro en
en su escuela, que
está para enseñar y llevar cuenta de cada uno en particular,
y que todos los cristianos, de manera ordinaria, han de ser
discípulos o eruditos de una escuela así. No creen que un
ministro está en
ciudad, para quela todo
escuela como loacuda
el pueblo está un
a médico en una
él por consejo
personal en la cura de todas sus enfermedades, y que “los

labios del sacerdote deben guardar la sabiduría, y los


hombres deben buscar la instrucción de su boca, porque él
es el mensajero del Señor de los ejércitos” ( Malaquías 2:7
). No consideran que, por su propia seguridad, todas las
almas de la congregación están obligadas a tomar consejo
de él para resolver sus dudas, recibir ayuda contra sus
pecados, tener dirección en sus obligaciones, y aumentar el
conocimiento en toda gracia salvadora, y que los ministros
son establecidos a propósito en las congregaciones con este
objetivo, a fin de estar listos para aconsejar y ayudar al
rebaño.
Si nuestro pueblo conociera su deber, acudiría
resueltamente a nosotros cuando deseáramos instruirlos, y
que propia
su rindieran cuenta de
iniciativa, sinsuque
saber, fe, y vida. que
tuviéramos Y lo harían por
buscarlos.
También
También llamarían con más frecuencia a nuestras pu puertas
ertas y
pedirían ay
ayuda
uda y consejo para sus
sus almas pregunt
preguntando
ando “¿Qué
“¿Qu é
hemos de hacer para ser salvos?” ( Hechos 16:30 ),
mientras que ahora, la situación ha llegado a ser tan triste,
que piensan que un ministro no tiene nada que ver con
ellos, y si este les amonesta, les llama a ser instruidos en el
catecismo, o si les pide cuentas de su fe y desempeño, le
preguntarán con qué autoridad hace esas cosas. Pensarán
que es una persona entrometida a la que le encanta
meterse donde no titiene
ene nada que hacer, o algu
alguien
ien orgull
orgulloso
oso,,
que quiere gobernar sobre sus conciencias. Y esto aunque
podrían también preguntar con qué autoridad predica, ora o
administra el sacramento. No consideran que nuestra
autoridad no es sino para realizar nuestro trabajo, que es un
poder para cumplir con nuestro deber, y que el trabajo que
realizamos es para ellos. Así pues, es solo una autoridad
para hacerles bien. Lo que dicen es tan necio como si
pelearan con una
un a persona que les está ay
ayudand
udando o a apagar el
fuego en sus casas, y le dijeran ¿con qué autoridad haces
esto? O como si una persona estuviera dando dinero para

aliviar las necesidades de los pobres y les dijeran ¿Con qué


autoridad nos piden que aceptemos este dinero? O aún
como si ofreciera mi mano a alguien que se ha caído para
ayudarle a levantarse, o a alguien que está en el agua para
salvarlo
salv arlo de ahogarse
ahogarse,, y me preguntara ¿con q qué
ué autoridad lo
haces? Y ¿qué es lo que
qu e ha llllev
evado
ado a nuestra gente a ign
ignorar
orar
este deber sino la costumbre? Hablando claro y con
sinceridad, hermanos, somos nosotros los culpables, porque
no les hemos acostumbrado ni a ellos ni a nosotros mismos
nada más que al trabajo común que realizamos en público.
Podemos ver lo que hace la costumbre con las personas.
Cuando existe una costumbre, como la hay entre los
papistas, no dudan en confesar todos sus pecados al
sacerdote; pero entre nosotros, desdeñan el recibir el
catecismo o la instrucción porque no están acostumbrados.
Se maravill
maravillan
an de ello como si fu fuera
era a
algo
lgo extraño, y dicen que
nunca se hizo algo así antes. Y si logramos prevalecer para
hacer que esta obligación sea tan común como otras, será
mucho más fácil hacer que las personas se sometan a ella
que ahora. Qué feliz cosa sería si pudieran vivir para ver el
día en que fuera ordinario para las personas de todas las
edades acudir rutinariamente a sus ministros a pedir
consejo y ayuda personal para su salvación, tal y como ahora
es usualo para
sermón,
sermón, ellos
a recibir el acudir a Nuestra
el sacramento. la iglesiadilig
a encia
escuchar
diligencia un
en este
trabajo es la forma de hacer que esto suceda.
9. Realizar este trabajo llevaría a los gobernantes de
la nación a tener una visión más correcta acerca de
la naturaleza y la carga del ministerio, y asignarían
más ayuda al mismo.
Es un lamentable impedimento para la reforma de la iglesia
y la salvación de las almas que, en las ciudades más
pobladas, solo exista
miles de almas, y queunno
hombre
existano dos para cuidar
trabajadores muchos
adecuados
para la cantidad del trabajo, convirtiéndose en imposible el

cumplir cualquier medida considerable de las obligaciones


que los pastores fieles harían por todo el rebaño. A menudo
he dicho, y todavía debo decirlo, que es una parte
importante de la miseria de Inglaterra el que un gran grado
de inanición espiritual reine en la mayoría de las ciudades y
pueblos grandes de todo el país, incluso donde son
insensibles a esto y piensan que están bien provistos. Vemos
multitudes de pecadores ignorantes, carnales y sensuales a
nuestro alrededor: Una familia aquí y otra familia allá, y en
aquel lado casi una calle completa o un pueblo de ellos;
nuestros corazones sienten lástima y vemos sus necesidades
clamar en voz alta por nuestro pronto alivio, de forma que
“el que tiene oídos para oír” necesita oírlo. Y, sin embargo,
aunque estuviéremos tan dispuestos como nunca, no
podemos ayudarlos, no solo por su obstinación, sino por
nuestra falta de oportunidad también. Hemos visto por
experiencia, que si tuviéramos el lujo de hablarles, y
exponerles claramente su pecado y el riesgo que corren,
habría grandes esperanzas de hacerles bien a muchos de
ellos, que reciben poco por medio de nuestra enseñanza
pública. Pero no podemos acudir a ellos porque otros
trabajos más necesarios nos lo impiden. Como no podemos
hacer ambas cosas al mismo tiempo, se ha de preferir
nuestro
muchos alministerio público Y ya
mismo tiempo. esoque podemos
es todo lo quetratar con
podemos
hacer: realizar nuestro trabajo público o un poco más, y si
nos quitamos el tiempo en el que comemos o dormimos
(además de debilitar
debi litar n
nuestros
uestros cuerpos por ello), no seríamos
capaces, después de todo, de hablar a muchos de ellos. Así
que tenemos que ver como perece la gente pobre, y no
podemos hacer otra cosa que sentirlo por ellos y no
podemos ni hablarles para emprender su recuperación. ¿No
es una situación triste en una nación que se gloría de la
plenitud
que nadiedel
queevangelio?
crea en elUn infiel
gozo diría que eterno
o tormento no, pero yo creo
podría dar
una res
respuesta
puesta así.

Les daré el ejemplo de mi propio caso. Somos dos ministros


y un tercero en una capilla, dispuestos a pasar cada hora de
nuestro tiempo en la obra de Cristo. Antes de que
tomáramos en nuestras manos este trabajo, nuestro horario
estaba lleno, y ahora nos hemos comprometido a apartar
dos días cada semana, desde la mañana a la noche, para
enseñar el catecismo e instruir de forma privada a las
personas,
perso nas, de tal forma, que cual
cualquiera
quiera pu
puede
ede ve
verr que h
hemos
emos
de dejar sin realizar toda otra obra que nos gustaría hacer
en ese tiempo. Nos vemos obligados a llevar a cabo el
trabajo público de la predicación con poca preparación, y,
de esa forma, tenemos que impartir el mensaje de Dios de
forma tan cruda, confusa, y tan inapropiada para su
dignidad y la necesidad de las almas de los hombres, que es
algo que turba nuestras mentes al considerarlo y nos
atribula cuando lo estamos haciendo. Y, sin embargo, así ha
de ser. No hay remedio: a menos que omitamos esta
instrucción personal, tendremos que correr al púlpito con
poca preparación. Y no nos atrevemos a omitir esto, pues es
un trabajo necesario y de gran importancia. Cuando hemos
incurrido en todas las inconveniencias mencionadas, y
apartado dos días completos a la semana para esta obra,
todo lo que somos capaces de hacer es recorrer la parroquia
completa una vez
Aún es peor, al año
porque nos (ya que forzados
vemos son unas a800 familias).
hacerlo con
brevedad y con menos eficacia para las personas que
atendemos, al tener unas quince familias a la semana. ¡Ah!
Qué poco es hablar con alguien solo una vez al año, y con
tanta superficialidad como nos vemos forzados a hacerlo en
comparación con lo que requieren las necesidades. Aun así
esperamos tener algún fruto de esto, pero sería mucho más
si pudiéramos hablares una vez cada cuatrimestre y hacer
esta obra de forma más plena y deliberada, como pueden
hacerlo
Además,ustedes, que
mi estánenen
muchos ministros
nistros parroquias
Inglaterra más
tienen d pequeñas.
diez
iez veces el
número de parroquianos que tengo yo, de tal forma que si

realizaran este trabajo, solo podrían recorrer su parroquia


una vez cada diez años. Mientras estamos esperando
oportunidades para hablarles, escuchamos que mueren uno
tras otro, y para congoja de nuestras almas nos vemos
forzados a acompañarlos hasta sus tumbas, antes de poder
decirles una sola palabra personal para prepararlos para su
cambio. ¿Y cuál es la causa de toda esta miseria? Que
nuestros gobernantes no han visto la necesidad de asignar
más de uno o dos ministros a tales parroquias, y, por tanto,
no han establecido un presupuesto para ese fin. Algunos se
han alienado mucho de la iglesia (que el Señor humille a
todos los que han consentido en ello, no sea que la nación
termine consumiéndose al final), mientras han permitido
esta hambre en partes principales del territorio. Es fácil
separarse de la multitud, congregarse en iglesias
distinguidas, y dejar que el resto se hundan o naden, de
modo que si no son salvadas por la predicación pública, se
condenen. Pero creo que no es una pregunta difícil de
responder si este es el camino más caritativo y cristiano.
Pero ¿por qué motivo gobernantes sabios y piadosos son
culpables de nuestra miseria, y ninguno de nuestros
clamores despierta su compasión? ¿Acaso son tan
ignorantes que no saben estas cosas? ¿O se han vuelto tan
crueles hacia las almas de los hombres o tan falsos de
corazón hacia el interés de Cristo que han planeado
dinamitar su reino? No, espero que no sea ninguna de estas
cosas. Pero, por lo que he podido hallar, somos nosotros los
culpables. Nosotros, los ministros del evangelio, a los que
deberían mantener. Porque aquellos ministros que tienen
parroquias pequeñas y podrían realizar toda esta parte
privada del trabajo, no lo hacen, o al menos son pocos los
que lo llevan a cabo. Y aquellos que están en grandes
pueblos y ciudades, y que podrían hacer algo, aunque no
todo, no hacen nada o casi nada, sino lo que
accidentalmente cae en su camino; de esta forma la

atención de los magistrados no se despierta para observar o


considerar la importancia de nuestro trabajo. O, si llegan a
entender la utilidad del mismo, al ver que los ministros son
tan descuidados y perezosos que no lo hacen, creen que es
en vano el proveer un sustento para el mismo (ya que solo
serviría para alegrar a perezosos zánganos). De esta forma
piensan que, si mantienen a los ministros lo suficiente para
predicar en el púlpito, ya han cumplido con su parte. Y así,
se involucran en un pecado aborrecible, siendo nosotros la
ocasión del mismo. Por el contrario, si nos dedicamos de
corazón a este trabajo, y mostramos al magistrado que es
una parte importante y necesaria de nuestra ocupación,
haciendo ver que lo llevaríamos a cabo completamente si
pudiéramos y hubiere suficientes manos, el trabajo podrá
continuar, y así cuando veamos el feliz éxito de nuestras
labores,, no hay duda d
labores dee que p
por
or el temor de Dios en ellos, si
tienen algún amor por su veverdad
rdad y las almas de los hom
hombres,
bres,
extenderían su mano para ayudar y no dejarían perecer a las
personas por falta de alguien que pueda hablarles para
prevenirlo. De una manera u otra, reunirían fondos para
mantener obreros proporcionales al número de almas y la
enormidad del trabajo en lugares tan concurridos. Que vean
que nos echamos sobre el trabajo y que prospera en
nuestras manos
administrado, concomo sin duda de
la bendición sucederá si está bien
Dios. Entonces sus
corazones querrán
querrán promover
promoverlo lo y, en lu
lugar
gar de un
unirir parroquias
para disminuir el número de maestros, las dividirán para
que haya más maestros por parroquia. Pero cuando ven que
muchos ministros carnales hacen un gran alboroto para
tener más sustento para ellos mismos, en lugar de hacerlo
para tener más ayuda para la obra de Dios, se ven tentados
por estos mundanos a menoscabar a la iglesia de modo que
esoss min
eso ministros
istros en par
particul
ticular
ar tengan llenu
llenura
ra y facilidades.
facilid ades.
10. Realizar este trabajo sería algo que facilitaría
mucho la obra ministerial en sucesivas

generaciones.
La costumbre, como he dicho antes, inclina mucho a la
multitud, y aquel que rompe por primera vez una costumbre

destructiva
indignación.esAhora
el quebien,
ha de soportar
alguien la mayor
debe parte
hacerlo. de la
Si no lo
hacemos, es algo que recaerá sobre nuestros sucesores, y
¿cómo podemos esperar que ellos sean más resistentes,
resueltos y fieles de lo que lo somos nosotros? Somos
nosotross los que hemos visto los pesados juicios del Señor, y
nosotro
los que le hemos escuchado rogar a la tierra con fuego y
espada. Somos nosotros
nosotros mismos los qu
que
e hemos estado en el
horno y deberíamos ser los mejor refinados. Somos nosotros
los que estamos obligados en más profundidad mediante
pactos y juramentos,
experiencias mediante
y misericordias maravillosas
de todo tipo. Y si liberaciones,
aun así nos
retraemos y volvemos nuestra espalda demostrando
falsedad de corazón, ¿Por qué deberíamos esperar algo
mejor de ellos, que no han ssido
ido afligi
afligidos
dos con los mismos
azotes que nosotros, ni han sido arrastrados por tales
cuerdas? Sin embargo, si resultan ser mejores que nosotros,
el mismo odio y oposición que evitamos ahora habrá de
recaer sobre ellos después, e incluso incrementado. Y todo
por nuestra negligencia, ya que la gente les dirá que
nosotros, sus predecesores, no hicimos tales cosas. No
obstante, si somos nosotros los que rompemos el hielo para
los que vendrán detrás, sus almas nos bendecirán y nuestro
nu estross
nombres serán queridos para ellos, puesto que sentirán los
felices frutos de nuestra labor cada día cuando la gente
dispuestamente se someta a su instrucción, examen en
privado y a la disciplina. Todo porque nosotros ya los
habremos familiarizado con ello, eliminando el prejuicio y
quebrantando la maligna costumbre que nuestros
predecesores causaron. De esta forma podremos hacer
mucho por la salvación de muchos miles de almas en los

siglos por venir, así como en la época presente en que


vivimos.
11. Es algo que conduciría a un mejor ordenamiento

de
Unalasvezfamilias y a pasarque
que consigamos mejor
los el día dede
señores reposo.
las familias
examinen a sus hijos y siervos cada día del Señor y les
hagan repetir algo del catecismo y algunos pasajes de las
Escrituras, hallarán que esto es un empleo muy provechoso,
mientras que, de otra forma, quedarían ociosos o
emplearían mal el tiempo. Muchos cabezas de familia, que
tienen poco conocimiento, pueden ser dirigidos a hacer esto
por otros. De esta forma, incluso se enseñarán ellos mismos.
12. Esto haría bien a muchos min ministros,
istros, que tienen la
inclinación de estar ociosos y malgastar su tiempo
en discursos, negocios, viajes o recreaciones
innecesarios.
Les haría ver que no tienen tiempo que perder en tales
cosas, y, así, cuando estén realizando este trabajo tan
apremiante y elevado, se curarán de toda su ociosidad y
pérdida de tiempo. Además esto atajará el escándalo que
suele seguirle, ya
ya que la gente
g ente está predispuesta a decir que
tal ministro pasó su tiempo jugando a los bolos u otro
deporte, o realizando vanos discursos, así que ¿por qué no
van a hacer ellos lo mismo? Emprendamos diligentemente
esta parte de nuestro trabajo y luego veamos si podemos
hallar tiempo libre para vivir ociosamente, o de forma
volup
vo luptuosa
tuosa y mun
mundana.
dana.
13. Sería algo que produciría muchos beneficios
personales.
Ayudaría
Ay udaría a someter nuestras propias malas inclinclinaciones,
inaciones, así
como a ejercitar y aumentar nuestras gracias. Nos
concederá mucha paz en nuestras conciencias y nos
consolará cuando revisemos nuestra vida pasada.

El pasar mucho tiempo motivando a otros al


arrepentimiento y a tener una mentalidad celestial puede
hacer mucho para avivarla en nosotros. Clamar contra el
pecado de otros e involucrarnos en la lucha contra él,
dirigiéndoles a superarlo, hará que nos avergoncemos de
nuestro propio pecado, y la conciencia apenas nos permitirá
vivir en medio de aquello en lo que insistimos tanto en
apartar a otros. Nuestra constante trabajo para Dios,
ocupando nuestras mentes y lenguas contra el pecado, y a
favor de Cristo y la santidad, ayudará mucho a vencer
nuestras inclinaciones carnales, tanto por mortificación
directa como porque desviará nuestros pensamientos, no
dejando espacio ni tiempo a nuestras fantasías para su
antigua ocupación. Todas las austeridades de monjes y
ermitaños, que se vuelven adictos a una soledad sin
provecho y que piensan salvarse ellos mismos descuidando
el mostrar compasión a otros, no se acercan a la verdadera
obra de mortificación como lo hace este fructífero trabajo
por Cristo.
14. Instruir
Instruir a la gente personalmente en el e evangelio
vangelio
también será de algún beneficio porque nos
apartaremos nosotros mismos y a nuestra gente de
vanas controversias.
Evitaremos dedicar nuestra atención y celo en asuntos de fe
de orden menor, que no conducen tanto a la edificación
espiritual. Mientras nosotros estamos ocupados en la
enseñanza y ellos en aprender las verdades fundamentales
del evangelio, distraeremos nuestras mentes y lenguas y
tendremos menos espacio para ocuparnos de cosas
pequeñas. De esta manera se sanarán nuestras disputas, así
como las discusiones entre ministros y otras personas. El
motivo por el que hacemos lo que no deberíamos y no
necesitamos, es porque no hacemos con diligencia lo que
debemos y es necesario.

15. Además, extendiendo los beneficios antes


mencionados:
mencion ados: El objetivo de este trabajo e es
s reformar
y salvar a todas las personas de nuestras muchas
parroquias.
No debemos dejar fuera a ninguno que quiera someterse a
ser instruido; y, aunque apenas podemos esperar que todos
sean salvos y se reformen por ello, tenemos razón para
esperar que, ya que nuestro intento es universal, el éxito
será más general y extenso de lo que hemos visto hasta
ahora en nuestras otras labores. Estoy seguro de que es algo
más acorde con el espíritu, el mandamiento y la oferta del
evangelio,
ev angelio, el cual demanda q
que
ue prediquemos
prediqu emos a Cristo
Cristo a toda
criatura y promete vida a toda persona que lo acepte por
medio
salvos ydevengan
la fe. Si Dios quiere que
al conocimiento todos
de la los (esto
verdad hombres sean
es, como
Rector y Benefactor del mundo, Él ha manifestado su
voluntad de salvar a todos los hombres si ellos mismos están
dispuestos, aunque además hará que sus elegidos se
dispongan), entonces nos es adecuado a nosotros ofrecer la
salvación a todos los hombres, y esforzarnos por llevarlos al
conocimiento de la verdad. Y si Cristo “probó la muerte por
todos” ( Hebreos 2:9 ), es apropiado que nosotros
prediquemos su muerte a todos. Esta obra tiene un plan
más excelente que nuestras charlas accidentales con tal o
cual persona en particular. Además, he observado que en
estas conversaciones las personas se satisfacen con haber
dicho algunas buenas palabras, pero rara vez establecen
claramente y con cuidado el asunto de que se habla para
convencer a los hombres del pecado, la miseria y la
misericordia. En este trabajo, que está designado para ese
propósito, podemos hacerlo
hacerlo con más facili
facilidad.
dad.
16. Esta instrucción es una obra que tiene
posibilidades
posibilidades de alcanzar a to
todo
do el territorio.

No es algo que acabará con los que nos hemos implicado en


ella, porque, aunque ahora mismo esté descuidada,
supongo que el motivo es el que ha sido con nosotros, es
decir, la falta de consideración y pereza que estamos
lamentando el día de hoy, pero, en especial, el no tener
esperanza de que la gente se someta a la instrucción. Sin
embargo, cuando se les recuerde este deber tan grande y
tan claro, y vean que en buena medida es practicable
cuando se hace con un consentimiento común, sin duda lo
emprenderán de forma generalizada y gustosamente
concurrirán con nosotros en una obra tan bendita. Al fin y al
cabo son siervos del mismo Dios, y tan sensibles por los
intereses de Cristo, tan compasivos por las almas de los
hombres, tan conscientes y abnegados y listos para sufrir
por unos fines tan excelentes como nosotros mismos lo
somos.. Visto, pues, que tenemos el mi
somos mismosmo espíritu, gobi
gobierno
erno
y Señor, no seremos tan poco caritativos como para dudar si
todos los que son piadoso
pi adososs en el paí
paíss (o al mmenos
enos la mayo
mayoría
ría
de ellos) se unirán
uni rán a nosotros.
nosotros. ¡Oh, que feliz
feli z será contemplar
una unión generalizada por Cristo como esa, y ver a toda
Inglaterra llamada de forma tan seria, importunada por
Cristo, y puesta en un camino tan bueno al cielo! Creo que
el considerar esto debería hacer que nuestros corazones se
regocijen
de todo elpor ver a tantos
territorio, siervos afieles
dirigiéndose cadade Cristo aparticular
pecador lo largo
con tal importunidad, haciéndolo como gente que apenas
aceptará una negativa. Me parece ver a todos los ministros
piadosos de Inglaterra comenzando el trabajo ya,
resolviendo abrazar la oportunidad presente, la cual puede
ser facilitada por la unanimidad.
17. Finalmente, el e l deber que estamos re recomendan
comendando do
es de tan gran peso y excelencia, que la parte
principal de la reforma de la Iglesia consiste en ello,
y ha de ser el medio principal para dar respuesta a

los juicios, misericordias, oraciones, promesas,


costes, esfuerzos y sangre de la nación.
Sin esto nunca se llevará a cabo. Los fines de la reforma
nunca podrán
una reforma dellograrse correctamente.
propósito, Nuncaará
sedecaída.
y la Iglesia continuará
continu obtendría
decaída. El
interés de Cristo se verá muy descuidado, y Dios seguirá
teniendo controversia con esta tierra, y, sobre todo, con el
ministerio,
min isterio, que tiene mayor culp
culpa.
a.
¿Por cuánto tiempo hemos hablado de reforma? ¿Cuánto
hemos dicho y hecho por ella en general, y cuán profunda y
devotamente nos hemos juramentado por ella? Y, después
de todo esto, ¡Cuán vergonzosamente la hemos descuidado
hasta el día de hoy! Nos conducimos como si no hubiéramos
considerado o sabido nada de esa reforma a la que nos
comprometimos. Así como hay hombres carnales que dicen
ser cristianos, y profesan con confianza que creen en Cristo
y aceptan su salvación, que pueden contender por Cristo y
luchar por Él, y, aun así, no tienen nada de Él sino que
perecerán por rechazarle; así como estas personas poco
soñaban que en realidad estaban negando a Cristo porque
no entendían lo que es su salvación y como se lleva a cabo,
así como soñaban con una salvación sin dejar de agradar a
la carne y sin negarse a sí mismos y renunciar al mundo,
una salvación sin separarse de sus pecados y sin santidad o
ningún esfuerzo por su parte en sometimiento a Cristo y al
Espíritu, de esa misma manera demasiados ministros y
personas hablan, escriben, oran, luchan y anhelan la
reforma. Y poco podrían imaginarse que, sin importar todo
esto, sus mismos corazones estaban en contra de la reforma
y que, ellos que oraban por la misma, que ayunaban por
ella, y que vadeaban a través de sangre por ella, nunca la
aceptarían, sino que la rechazarían y tratarían de destruirla.
Y, sin embargo,
dónde así es
proviene este y ha sido
extraño claramente
engaño probado.
del corazón, y el ¿De
que
buenos hombres no se conozcan bien a sí mismos? El por

qué es un caso claro; pensaron en una reforma que fuera


dada por Dios, no en una que habría de ser realizada por
ellos mismos. Consideraron la bendición, pero nunca
pensaron en los medios para cumplirla, sino que esperaban
que todas las cosas debieran ser reparadas sin ellos, que el
Espíritu Santo debiera descender de nuevo milagrosamente,
que cada sermón debería convertir a sus miles, que algún
ángel del cielo o algún Elías hubiera de ser enviado a
restaurar todas las cosas, o que la ley del parlamento y la
espada del magistrado
magi strado debiera convertir
convertir o restr
restring
ingir
ir a todos,
llevando a cabo la obra. Poco pensaban en una reforma que
debiera llevarse a cabo por su propia diligencia y labor
incansable, por medio de una predicación y enseñanza
bíblica fervorosa, por medio de instrucción personal, de
tener cuidado de todo el rebaño, sin importar los dolores o
reproches que pudieran costarles. No pensaron en que una
reforma completa multiplicaría su trabajo; sin embargo,
todos nosotros tuvimos también pensamientos carnales
creyendo que, cuando tuviéramos a los hombres impíos a
nuestra merced, todo estaría hecho, y vencerlos sería
convertirlos, como si así pudiéramos asustarlos para entrar
en el cielo. No obstante, el asunto es bien distinto, y si
hubiéramos sabido cómo se debe conseguir la reforma,
quizás
Sé quealgunos habrían
los trabajos sido más
futuros fríos apoca
parecen la hora de buscarla.
cosa desde la
distancia, cuando lo único que hacemos es escuchar y
hablar de ellos. Pero, cuando se acercan y hemos de poner
nuestras manos a la obra, cuando tenemos que ponernos la
armadura y cargar a través de las dificultades más espesas y
contrarias, entonces la fortaleza y sinceridad del corazón es
puesta
pu esta a prueb
prueba,
a, y se dej
deja
a ver lo que sse e prometió
promet ió y se
propuso antes.
Para muchos de nosotros, la reforma es como el Mesías era
para los judíos. Antes de que llegara, lo buscaban y lo
anhelaban. Se jactaban de Él y se regocijaban en su

esperanza. Pe
esperanza. Pero
ro cuando lllegó,
legó, no p
podían
odían sopor
soportarlo,
tarlo, sino que
lo aborrecían y no creían que fuera Él. Por eso lo
persiguieron y lo mataron, para confusión y maldición del
cuerpo principal de la nación. “Vendrá súbitamente a su
templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del
pacto, a quien deseáis vosotros. ¿Y quién podrá soportar el
tiempo de su venida? ¿o quién podrá estar en pie cuando él
se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como
jabón de lava
lavadores
dores.. Y se sentará para afinar y lim limpiar
piar la
plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a
oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia” (
Malaquías 3:1-3 ). Y la razón fue porque era otro tipo de
Cristo distinto al que los judíos estaban esperando. Estaban
esperando uno que les trajera riquezas y libertad, y hasta el
día de hoy profesan que nunca creerán en ninguno que no
sea así. Del mismo modo sucede con muchos acerca de la
reforma.
reforma. Esperaban una reforma que les trajera más riqueza
y honor del pueblo, que les diera poder para forzar a los
hombres a hacer lo que
qu e quisieran,
qui sieran, y lo qu
quee ve
ven
n ahora es una
reforma que los obliga a ser más condescendientes y pasar
más molestias de las que tenían antes. Pensaban en tener
bajo sus pies a los que se oponían a la piedad, pero ahora
ven que tienen que acercarse a ellos con humildes súplicas,
poner
y rogarlas manos bajo asus
mansamente pies sique
aquellos estoquerían
les hiciera algún
acabar conbien,
sus
vidas, convirtiendo en su tarea diaria el ganarlos por medio
de la amabilidad y del amor. ¡Oh, cuantas expectativas
carnales se ven truncadas!
ARTÍCULO 2: MOTIVOS POR LAS DIFICULTADES DEL
TRABAJO
Habiendo mencionado a ustedes el primer tipo de razones
que se extraen de los beneficios del trabajo, llegamos al
segundo tipo, por
tomaran estos quesi se extrae
solos, de ser
podrían lasmás
dificultades. Si en
bien motivos se
contra del trabajo; pero tomándolos junto con los anteriores

y los que le siguen, la situación cambia mucho, ya que estas


dificultades han de animarnos a una mayor diligencia en
esta obra necesaria.

Dificultades
mismos comoencontraremos muchas,
en nuestra gente, tantoque
pero dado en son
nosotros
cosas
muy obvias y que no tendrán llugar
ugar a dud
dudas
as de ellas debido a
su experiencia, las mencionaré brevemente.
1. Permitan que haga notar las dificultades en nosotros
mismos.
(1) En nosotros existe mucha dureza y pereza, de tal
forma que no nos será fácil ser fieles en un trabajo tan duro.
Como el perezoso en una cama, que sabe que debería

levantarse
tiempo como y aun así se
pueda, asíretrasa
somos ycon
se las
queda acostado tanto
obligaciones a las
que nuestra corrupta naturaleza es adversa. Esto nos
obligará a emplear todas nuestras fuerzas. La pereza, por sí
sola, atará las manos de muchos.
(2) Tenemos de base una disposición a agradar a los
hombres, que hará que dejemos perecer a la gente antes de
perder su amor, permitiéndoles irse tranquilamente al
infierno para no enfadarles buscando su salvación. Además
estamos dispuestos a aventurarnos a desagradar a Dios y
arriesgar la miseria eterna de nuestro pueblo antes que
atraernos su mala voluntad. Hemos de resistir con diligencia
esta falta de disposición.
(3) Muchos de nosotros también tenemos una necia
timidez que nos hace retroceder a la hora de comenzar a
hablar claramente. Somos tan modestos que nos
sonrojamos al hablar por Cristo o contradecir al diablo, o al
salvar un alma, mientras que, al mismo tiempo, nos
avergüenza menos hacer trabajos que sí son vergonzosos.
(4) Somos tan carnales que nos vemos arrastrados a ser
infieles para la obra de Cristo por nuestros intereses

personales, no vaya a ser que hagamos algo que disminuya


nuestros ingresos o nos acarree problemas haciendo que la
gente se ponga en nuestra contra, o cosas similares. Todo
esto requiere que seamos diligentes en resistir.
(5) El mayor impedimento de todos es que somos
débiles en la fe. Cuando deberíamos enfocarnos con todas
nuestras fuerzas en una persona para su conversión, si bien
no hay inclinaciones de incredulidad dentro de nosotros
acerca de si hay un cielo o un infierno, la creencia es tan
débil que difícilmente nos motiva a un celo amable,
resuelto, de forma que toda nuestra intención es débil a
causa de que la fuente
fu ente de la fe tam
también
bién lo es. P
Por
or tanto, ¡Oh,
qué necesidad tienen los ministros de ellos mismos y su
trabajo, de examinar
asentimiento bien su
de la verdad de fe!
las Especialmente
Escrituras acerca para
delque
gozo el
y los tormentos de la otra vida sea sólido y vivo.
(6) Finalmente, por lo general tenemos una gran falta
de capacidad y adecuación para este trabajo. ¡Ah! ¡Cuán
pocos son los que saben cómo tratar a un hombre ignorante
y mundano para su conversión! Conseguir penetrar y vencer,
adecuar nuestro discurso a su condición y temperamento,
elegir los mejores temas, y seguirlos con una santificada
mezcla de seriedad, temor, amor, mansedumbre, y
atractivos evangélicos. ¡Oh! ¿Quién es adecuado para tal
tarea? Por experiencia, me parece un asunto tan difícil
hablar correctamente con una persp ersona
ona tan carnal p para
ara hacer
que cambie, como predicar los sermones que
ordinariamente predicamos.
predicam os. Y eeso
so ssii no es aún m
más
ás difícil
difícil..
Todas
Todas es
estas
tas dificul
dificultades
tades en sí mi
mismas
smas deberían desper
despertarnos
tarnos
a una resolución, preparación y diligencia santas, de modo
que no nos veamos superados por ellas, y obstaculizados en
el trabajo.
2. Habiendo hecho notar estas dificultades en nosotros,
mencionaré ahora algunas dificultades con las que nos
encontraremos en
en nuestra
n uestra gente.

(1) Muchos
enseñados, de ellos se negarán
y menospreciarán obstinadamente
el acudir a nosotros como a ser
si
fueran demasiado buenos para enseñarles el catecismo, o
demasiado viejos para aprender. Esto será así a menos que
tratemos con ellos con sabiduría, tanto en público como en
privado, y que estudiemos, por la fuerza de la razón y el
poder del amor, para vencer su perversidad.
(2) Muchos de los que estén d dispuestos
ispuestos sserán
erán tan torpes
que apenas podrán aprenderse una hoja del catecismo en
mucho tiempo, y, debido a eso, se mantendrán apartados y
avergonzados de su ignorancia, a menos que seamos sabios
y diligentes
dili gentes para moti
motiv varles.
(3) Y, cuando vengan, es tan grande la ignorancia y la
incapacidad para entender de muchos de ellos, que
encontrarán que les será difícil hacerse entender. Así pues,
si no son poseedores del feliz arte de explicar las cosas con
sencillez, los
l os dejará
dejarán
n tan ign
ignorantes
orantes ccomo
omo antes.
(4) Y aún más difícil encontrarán llevar las cosas a sus
corazones,, y adentrarlas tanto en sus conciencias como para
corazones
producir un
u n camb
cambioio salva
salvador,
dor, que es nuestro gran objetiobjetiv
vo, y
sin el cual nuestra labor se pierde. ¡Oh, que bloque, que
roca es un corazón carnal y endurecido! ¡Con cuánta fuerza
resistirá las persuasiones más poderosas y escuchará hablar
de la vida y muerte eterna como si no fueran nada! Por
tanto, si no ejercen una
u na gran seriedad y ferv
fervor,
or, ssii n
noo usan un
contenido poderoso y una expresión adecuada ¿qué bien
pueden esperar? Y, cuando hayan hecho todo, el Espíritu de
gracia ha de realizar la obra. Pero así como Dios y los
hombres usualmente eligen instrumentos adecuados para la
naturaleza del trabajo o el objetivo que pretenden, el
Espíritu de sabiduría, vida y santidad normalmente no

trabaja por medio de instrumentos necios, muertos y


carnales, sino por persuasiones de luz, vida y pureza que
son más semejantes a Él y más adecuadas a la obra que se
ha de realizar por ellos.
(5) Finalmente, cuando hayan producido algunas
impresiones deseables sobre sus corazones, si no las vigilan
y tienen un cuidado especial por ellas, sus corazones pronto
volverán a su anterior dureza, y sus antiguas compañías y
tentaciones destruirán todo de nuevo. Resumiendo, todas
las dificultades del trabajo de conversión que suelen tener
con su gente están ant
antee nosotros en
en n
nuestra
uestra pres
presente
ente obra.

ARTÍCULO 3: MOTIVOS POR LA NECESIDAD DEL


TRABAJO
La tercera clase de motivos surgen de la necesidad del
trabajo. Porque, si no fuera necesario, los perezosos podrían
sentirse desmotivados en lugar de emocionados por las
dificultades
difi cultades ahora mencionadas. PPero
ero debido a que ya me he
alargado más de lo que tenía intención de hacerlo, solo les
daré unos breves indicios de los motivos generales de esta
necesidad.

1a. que
Ya
Y Es un deber
todo necesario
cristiano viv
vive para
e para la la gloria
gloria de de Dios.
Dios, tomamos
con agrado el curso que más efectivamente la promueva.
Porque ¿qué persona no se esfuerza por lograr su objetivo?
Oh, hermanos, si ponemos esta obra en marcha en todas las
parroquias de Inglaterra, y hacemos que nuestra gente se
someta a ella, y luego la buscamos con habilidad y celo
nosotros mismos, ¡Cuánta gloria sería para la nación, y
cuánta gloria, por medio de ella, redundaría en Dios! Si
nuestra común ignorancia fuera erradicada, y nuestra
vanidad y ociosidad se convirtieran al estudio del camino de
vida, y cada tienda y hogar estuvieran ocupados en

aprender las Escrituras y catecismos, hablando la Palabra y


obras de Dios, ¡Qué deleite tendría Dios en nuestras
ciudades y nuestro país! Incluso moraría en nuestras
habitaciones y las convertiría en su deleite. Es la gloria de
Cristo la que brilla
b rilla en sus sa
santos,
ntos, y to
toda
da gl
gloria
oria de ellos es Su
gloria. Por tanto, aquello que los honra en número o
excelencia, le honra a Él. ¿No se mostrará maravillosamente
la gloria de Cristo en la Nueva Jerusalén, cuando descienda
del cielo en todo ese esplendor y magnificencia con la que
se describe en el libro de Apocalipsis? Sí, por tanto,
podemos aumentar el número o fuerza de los santos, con
eso aumentaremos también la gloria del Rey de los santos,
ya que recibirá servicio y alabanza donde antes tenía
desobediencia y deshonra. Cristo también será honrado en
los frutos de su sangre derramada, y el Espíritu de gracia en
el fruto de sus operaciones. Y, ¿acaso objetivos tan
importantes como esos no exigen que utilicemos los medios
con diligencia?
Cada cristiano está obligado a hacer todo lo que pueda por
la salvación de otros, pero cada ministro está doblemente
obligado, ya que ha sido apartado para el evangelio de
Cristo, y ha de entregarse completamente a esa obra. Es
innecesario hacerse más preguntas acerca de nuestra
obligación cuando sabemos que este trabajo es necesario
para la conversión y salvación de nuestra gente, y que, en
general, se nos ordena hacer todo lo que sea necesario para
lograr esos fines, y hasta tanto como nos sea posible. El si
los no convertidos necesitan conversión, espero que no sea
algo que se dude entre nosotros. Y el discernir si este es un
medio para ella, y uno muy necesario, la experiencia por sí
sola puede ponerlo más allá de toda duda si no tuviéramos
ninguna otra cosa. Que aquellos que se han esforzado más
en público examinen a su gente, y prueben si muchos de
ellos no son tan ignorantes y descuidados como si nunca
hubieran escuchado el evangelio. Por mi parte, estudio para

hablar de manera conmovedora, y con tanta claridad cómo


me es posible (este es mi estudio principal, junto con el que
hago para hablar la verdad) y aun así, con frecuencia me
encuentro con personas que han sido mis oyentes durante
ocho o diez años y que no saben si Cristo es Dios u hombre,
o se sorprenden cuando les cuento la historia de su
nacimiento,
nacimi ento, v
vida
ida y muerte como ssii no la h
hubieren
ubieren escuchado
antes. Y, de entre aquellos que conocen la historia del
evangelio, ¡qué pocos son los que saben de la naturaleza de
la fe, arrepentimiento y santidad que se requiere!, o al
menos ¿qu
¿quién
ién conoce sus propios corazones
corazones?? Y, sin
embargo, la mayoría de ellos tienen una infundada
confianza en Cristo, esperando que este los perdone,
justifique
justifi que y salv
salvee cuando es el munmundodo el que posee sus
corazones y ellos viven para la carne. Consideran que esta
confianza es la fe que justifica. He hallado por experiencia
que algunas personas ignorantes, que han sido oyentes de
poco provecho durante largo tiempo, han tenido más
conocimiento y arrepentimiento de conciencia en media
hora de discurso privado de lo que lo tuvieron en diez años
de predicación
predicación pública.
Sé que predicar el evangelio públicamente es el medio más
excelente, porque hablamos a muchos a la vez. Pero con
frecuencia es mucho másm ás efe
efectivo
ctivo predicarlo en privado a un
pecador particular como si se hiciera para uno mismo,
porque hasta el hombre que se expresa con más claridad
apenas puede hablar en público lo suficientemente claro
para que lo entiendan; pero en privado podemos hacerlo
mucho más. En público no utilizaremos expresiones tan
familiares, ni repeticiones como requiere la dureza de los
oyentes, pero en privado podemos hacerlo. En público
nuestros discursos son largos, y sobrepasamos sus
entendimientos y sus memorias, confundiéndolos y
dejándolos perdidos, sin que sean capaces de seguirnos, de
modo que no saben lo que hemos dicho. Pero en privado

podemos realizar nuestro trabajo de cerca y llevar a


nuestros oyentes con nosotros, y, por nuestras preguntas y
sus respuestas, saber hasta dónde nos han entendido y que
tenemos que hacer a continuación. En público, tan solo por
la longitud y el hablar perdemos su atención, pero cuando
se convierten en interlocutores, podemos hacer que
atiendan con facilidad. Además, tenemos la oportunidad de
dar respuestas a sus objeciones de mejor manera, y
comprometerlos con promesas antes de marcharnos
m archarnos,, qu
quee es
algo que no podemos hacer en público. Concluyo, por tanto,
que la predicación pública no será suficiente, porque
aunque puede ser un medio efectivo para la conversión de
muchos, no son tantos al final como la experiencia y la

asignación
ase
asegurar quearán
gurar.. Estudi Dios
Estudiará hace de otros
n y predicarán mu chomedios
mucho nos
con poco puede
resultado
si descuidan este deber.
2. Este deber es necesario para el bienestar de
nuestra gente.
Hermanos ¿pueden mirar con fe a la miseria de su gente y
no percibir su llamado pidiendo ayuda? No existe un
pecador de cuyo caso no tendrían compasión para ayudarlo
a un precio mumucho
cho mayor que este. ¿Pueden soportar v verlos
erlos,,
como el hombre herido junto al camino, y pasar de largo sin
misericordia? ¿Pueden escucharlos clamar como el hombre
de Macedonia a Pablo en visiones “ven a ayudarnos” (
Hechos 16:9 ), y negarles la ayuda? Se les ha confiado el
cargo
car go de un hos
hospital
pital donde algui
alguien
en languidece en un rincón,
y otro gime en otro clamando “Oh, ayúdenme, tengan
piedad de mí por amor del Señor”, y donde aún un tercero
es un loco rabioso y se destruiría a sí mismo y a ustedes, ¿y
se sentarán
sentarán ustedes ssinin hacer
h acer nada negando su ay
ayuda?
uda? Si
S i de
alguien que no ayuda a las personas en cuanto a lo corporal
se puede decir
hermano tener“el que tiene ybienes
necesidad, cierradecontra
este mundo
él su ycorazón,
ve a su
¿cómo mora el amor de Dios en él?” ( 1 Juan 3:17 )

¿Cuánto se dirá de aquel que no ayuda las almas? No son


ustedes monstruos, no son hombres tan endurecidos, sino
que tienen piedad del leproso, del desnudo, del encarcelado
y el
el desolado; tienen lástima de aqu
aquel
el que está atormentado
de fuertes dolores y enfermedades, ¿Y no sentirán
compasión de un pecador ignorante, endurecido, alguien
que habrá de ser cortado de la presencia del Señor y yacer
bajo su ira sin remedio, si un arrepentimiento rápido no lo
previene? ¡Oh! ¿Qué corazón será el que no puede sentir
lástima de alguien así? ¿Cómo he de llamar al corazón de tal
persona? Un corazón de piedra, una roca de adamanto, un
corazón de tigre, o, más bien, el corazón de un infiel: porque
seguramente si creyese en la miseria de los impenitentes,

no
a esla posible
gente que no sintiese
desde lástima
el púlpito queporciertamente
él. ¿Pueden decirle
serán
condenadas si no se arrepienten, y aún así no tener lástima
de ellas cuando les han proclamado un peligro así? Y si sí
sienten lástima,
lástim a, ¿no harán este poco por su salva
salvación?
ción?
¡Cuántos alrededor de ustedes se están apresurando
ciegamente a la perdición, mientras su voz es el medio
asignado para despertarles y reclamarlos para Dios! El
médico no tiene excusa, porque está doblemente obligado a
aliviar al enfermo, ya que incluso un vecino tiene la
obligación de ayudarle. Hermanos ¿qué pasaría si
escucharan a los pecadores clamar detrás de ustedes en las
calles diciendo “Señor, tenga piedad de mí, ¡deme su
consejo!, temo la eterna ira de Dios. Sé que en breve he de
dejar este mundo, y tengo miedo
mi edo de qu
quee sea desgraciado en
el siguiente”. ¿Podrían negar su ayuda a pecadores así de
pobres? ¿Qué sucedería si acudieran a la puerta de su
estudio y clamaran pidiendo
pidi endo ay
ayuda,
uda, sin m
marchar
archarse
se hasta que
les hubieren contado acerca de cómo escapara a la ira de
Dios? ¿Podrían tener corazón para echarlos fuera sin darles
consejo? Confío en que no. ¡Escuchen! Esas personas son
menos desgraciadas que aquellos que no claman pidiendo

ayuda. El que no clama por ayuda es el pecador endurecido,


y es quien más la necesita: y aquel que no tiene vida para
sentir que está muerto, y que no tiene la suficiente luz para
ver su peligro, ni el sentido para tener lástima de sí mismo,
ese es de quien más lástima ha de tenerse. Miren sus
vecinos, los que están a su alrededor, y piensen cuántos de
ellos necesitan su ayuda en un caso tan importante como el
aparente peligro de condenación. Supongamos que
escucharan cada persona impenitente que ven y conocen
clamando por su ayuda: “Así como una vez tuvo lástima de
los pobres miserables, tenga lástima
lástim a de n
noso
osotros,
tros, no sea que
seamos atormentados en las llamas del infierno. Si tienen
un corazón de hombre, sientan lástima de nosotros”. Ahora,

hagan por peticiones.


semejantes ellos lo que¡Oh,harían si les caminar,
cómo pueden persiguieran
cami cony
nar, hablar,
alegrarse con personas así cuando conocen su situación?
Creo que cuando les miren a la cara y piensen cómo deben
sufrir la desgracia eterna, deberían quebrantarse en
lágrimas (como hizo el profeta cuando vio a Hazael), y luego
caer sobre ellos con las exhortaciones más importunas.
Cuando los visitan en su enfermedad, ¿no hiere sus
corazones el verles
verles listos para partir en la d
desgra
esgracia
cia antes de
que ustedes
u stedes traten ser
seriamente
iamente con ellos p para
ara su conve
conversión?
rsión?
Oh, entonces,
almas, por amor
tengan lástima al Señor,
de ellos, por amor
instíguense a las mismos
ustedes pobres
y no escatimen en esfuerzos que puedan conducirlos a su
salvación.
3. Este deber es necesario por el bien de ustedes
tanto como por el de su gente.
Este es su trabajo, de acuerdo al cual, entre otros, serán
juzgados.
juz gados. No pueden ser salv
salvos
os sin dil
diligenci
igenciaa y fideli
fidelidad
dad
ministerial más de lo que pueden ser salvos sin diligencia y
fidelidad cristiana.
preocúpense Si, por
al menos portanto, no se
ustedes preocupan
mismos. ¡Oh por
quéotros,
cosa
tan aterradora es responder
responder por el ddescuido
escuido de u
unn cargo así!

Y, ¿qué
¿ qué pecado es m más
ás aborrecible que el traicionar almas?
¿No les hace esa advertencia temblar: “Si tú no le
amonestares
amonestar es ni le h
hablares
ablares,, para que el im
impío
pío sea apercibido
de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su
maldad, pero su sangre demandaré de tu mano” ( Ezequiel
3:18 )? Me temo, o más bien no tengo ninguna duda, de
que el día está cercano en el que los ministros infieles
desearán
desea rán nun
nunca
ca haber conocido el cargo de ser re responsables
sponsables
de almas; pero aquellos que han sido más bien mineros,
barrenderos o caldereros antes que pastores del rebaño de
Cristo, además del resto de sus pecados
p ecados,, tendrá lla
a sangre de
muchas almas por la que responder. ¡Oh hermanos! Tanto
nuestra muerte como la de nuestras congregaciones están

próximas,
para y es tan
cualquiera. terribleobservamos
Cuando para un pastor
que infiel
hemoscomo lo es
de morir
sin remedio, que no existe ingenio, conocimiento ni aplauso
popular que pueda evitarlo o postergarlo, sino que nuestras
almas han de partir lo queramos o no hacia un mundo que
nunca vimos y en el que nuestras personas e intereses
mundanos no se respetarán, ¡Oh de cuánto valor es una
conciencia clara que pueda decir: “no viví para mí mismo
sino para Cristo, no escatimé en esfuerzos, no escondí mis
talentos, no oculté sus miserias a los hombres ni tampoco el
camino para
un tiempo recuperarse”!
mientras Oh, señores,
lo tenemos, tomemos
y trabajemos por tanto
mientras aún
es de día, “porque viene la noche donde nadie puede
trabajar” ( Juan 9:4 ). Este es nuestro día también, y,
haciendo bien
b ien a otros
otros,, nos haremos bien a nnoso
osotros
tros mismos.
Si se están preparando para una muerte cómoda, y para
tener mucha recompensa gloriosa, su cosecha está frente a
ustedes. Ciñan los lomos de su entendimiento, y pórtense
varonilmente, para que puedan terminar sus días con estas
palabras triunfantes: “He peleado la buena batalla, he
acabado mi carrera, he guardado la fe, por tanto, para mí
está reservada una corona de justicia que el Señor, el juez
justo, me dará en ese día” ( 2 Timoteo 4:7 ). Si quieren ser

benditos con aquellos que murieron en el Señor, trabajen


ahora para que puedan descansar de sus labores después, y
hagan obras que les sigan, y no aquellas que demuestren
ser su terror cuando sean revisadas.

ARTÍCULO 4: APLICACIÓN DE ESTOS MOTIVOS


Habiendo hallado tantas y tan poderosas razones para
motivarnos a realizar esta obra, extenderé su aplicación
para que seamos humillados
humi llados y motivados
motivados..
1. Tenemos grandes motivos para sangrar ante el
Señor en este día, porque hemos descuidado una
obra tan grande y buena durante mucho tiempo.
Hemos sido ministros del evangelio muchos años, pero
hemos hecho poco para salvar las almas de las personas por
medio de una instrucción y conversación personal con ellas.
Si nos hubiéramos dedicado antes a esta ocupación, ¿quién
sabe cuántas almas habrían sido llevadas a Cristo, y cuánto
más felices serían nuestras congregaciones? ¿Y por qué no
lo podríamos haber hecho antes que ahora? Confieso que
había muchos impedimentos en nuestro camino, y aún los
hay, y los habrá mientras exista un diablo para tentar y un
corazón corrupto
si el mayor en el ser humano
impedimento para resistir
no hubiéramos sidola luz. Pero
nosotros
mismos, incluso en nuestras propias tinieblas,
endurecimiento y falta de disposición para el deber, y si
nuestras divisiones y falta de aptitud no hubieran evitado
acercarnos a la obra de Dios, se podría haber hecho mucho
antes de ahora. Tenemos el mismo Dios para ordenarnos y
los mismos sujetos para compadecernos, así como la misma
libertad de los gobernantes que tenemos ahora. Hemos
pecado, y no tenemos una excusa, y el pecado es grande
porque
alegar la obra lo es,
ninguna tanto, ¡El
excusa. que Dios
deberíamos tener temornos
de misericordia de
perdone, así como todo el ministerio de Inglaterra, y no nos

impute esto ni ninguno de nuestros descuidos ministeriales!


¡Oh, si Él cubriese toda nuestra infidelidad y, por la sangre
del pacto eterno, nos limpiara de nuestra culpa por la
sangre de las almas, de forma que cuando el jefe de los
Pastores aparezca, podamos estar en pie en paz delante de
Él, sin ser co
condenados
ndenados por esparcir su rebaño. Y que Él retire
la controversia que tiene contra los pastores de su Iglesia, y
no trate peor con ellos, ni permita
permit a que los perseguidores o la
gente que
qu e pone obstáculos los disperse, a pes
pesar
ar de que ell
ellos
os
han permitid
p ermitidoo que sus ove
ovejas
jas sea
seannddispersa
ispersadas;
das; que É
Éll n
noo se
preocupe tan poco por nosotros como nosotros nos hemos
preocupado por las almas de los hombres, ¡ni piense que su
salvación es demasiado buena para nosotros, así como

nosotros
eran hemos para
demasiado pensado que nuestra
la salvación l os labor
de los y sufrimientos
hombres!
Ya
Ya que hemos tenido much muchosos días de hum humill
illación
ación en
Inglaterra por los pecados de la tierra y los juicios que han
recaído sobre nosotros, espero que estemos dispuestos a
escuchar que Dios humillará más plenamente el ministerio,
haciéndoles lamentar
lament ar sus propias fa
faltas
ltas y apar
apartando
tando alg
algunos
unos
días para ello, para que no piensen que es suficiente con
lamentar los pecados de otros mientras pasan por alto los
suyos propios. Espero que Dios no aborrezca nuestras
solemnes humillaciones nacionales por estar dirigidas por
guías sin humildad, y que podamos perseverar por un
perdón para nosotros mismos, de modo que podamos estar
más preparados para rogar por el perdón de otros.
¡Oh, si pudiéramos echar fuera el estiércol de nuestro
orgullo, contención, búsqueda de nuestros propios intereses
y ociosidad, para que Dios no arroje nuestros sacrificios
como estiércol en nuestros rostros, tal como ha hecho
recientemente con muchos otros para advertirnos a
nosotros.
enmendar Espero quepasos,
nuestros podamos resolver
antes de queen sintamos
concordia un
el
espoleo más a
agud
gudoo del que ya hemos ssentid
entido.
o.

2. Y ahora, hermanos, ¿qué hemos de hacer sino


negarnos a nuestra perezosa carne y levantarnos
para realizar la obra qu
que
e está ante nosotros?

La mieslosesexpoliadores
mucho mucha, los yobreroslos queson pocos;
ponen también son
obstáculos. Las
almas humanas son preciosas, la miseria de los pecadores
es grande, y la miseria eterna a la que se aproximan es aún
mayor. Los gozos del cielo son inconcebibles, el consuelo de
un ministro fiel no es pequeño, y el gozo de un éxito
extendido sería una recompensa plena. Ser colaboradores
de Dios y su Espíritu es un honor no pequeño, servir a la
sangre de Cristo por la salvación de los hombres no es algo
para tomar a ligera.
li gera. Dirigir llos
os ejércitos de Cristo a través de
lo más grueso
seguridad de las líneas
por el peligroso enemigas,
desierto, timonear guiarlos con
los barcos a
través de estas tempestades, rocas y arenas, y llevarlo
seguro al puerto del descanso no es algo que requiera una
habilidad y diligencia pequeñas. Los campos están blancos
para la siega, los preparativos que se han hecho por
nosotros son enormes, la temporada de siega es más
tranquila de lo que lo han sido la mayoría de los siglos
anteriores a nosotros. Ya hemos estado ociosos durante
mucho, el tiempo presente está pasando, y, mientras
andamos en trivialidades, las personas mueren; ¡Oh, con
qué velocidad pasan al otro mundo! ¿Y no hay nada en todo
esto que nos despierte a nuestro deber, nada para que
resolvamos ser diligentes con prontitud y sin cansancio?
¿Podemos pensar que alguien pueda tener demasiado
cuidado y esforzarse demasiado bajo estos motivos y
compromisos?¿O puede ser alguien un instrumento
adecuado para iluminar a otras personas, si él mismo está
tan ciego? ¿O para avivar a otros, si él mismo no siente
nada? ¡Señores
¡S eñores!! Ustedes que son homb
hombres
res de ssabidu
abiduría,
ría, que
no son tan cerrados como la gente común ¿Acaso
necesitamos amontonar un montón de palabras para

persuadirles a que cumplan con un deber conocido y de


tanta importancia? Podría pensarse que bastaría mostrarles
una línea en el Libro de Dios para ponerlos a trabajar, para
probar que esta es su voluntad o que esta es una obra que
tiene inclinación a promover la salvación de los hombres.
Podríamos pensar que, solo con ver a sus pobres vecinos
sería
sería moti
motivo
vo ssufici
uficiente
ente para estimul
estimularlos
arlos a los esfuerzos
esfuerzos más
compasivos para ayudarles. Si una persona lisiada pone al
descubierto sus heridas, y le muestra sus miembros
incapacitados,
incapacitad os, es
esto
to les conm
conmovovería
ería más allá de las ppalabras;
alabras;
¿y no hará lo mismo el caso de las almas que están cerca de
la condenación? ¡Oh feliz iglesia, si los médicos no solo se
sanaran a ellos mismos, y si no tuvieran tanta infidelidad y
estupidez contra
estuviéramos másloseriamente
que predicamos a otros
persuadidos a diario,que
de aquello si
persuadimos a otros, y más profundamente afectados con
las maravillosas cosas con las que podemos afectarlos!
Si hubiera impresiones tan claras sobre nuestras almas de
esas cosas gloriosas que predicamos a diario, ¡qué cambio
sería en nuestros sermones y en el curso privado de nuestras
vidas! ¡Oh, qué cosa tan miserable es para la iglesia y para
ellos mismos que los hombres prediquen del cielo y el
infierno, antes de creer firmemente que estas cosas existen,
o de sentir el peso de las doctrinas que predican! ¡A un
hombre sensible le asombraría pensar en los asuntos que
predicamos y de los cuales hablamos, lo que
qu e es para el alma
pasar de esta carne y aparecer frente a un Dios justo, para
entrar en un gozo o en un tormento inmutables! ¡Oh, con
qué asombrosos pensamientos comprenden estas cosas los
que están muriendo! ¡Cómo deberían predicarse y discutirse
estos asuntos! ¡La gravedad, seriedad, la incesante
diligencia que requieren estas cosas! No sé lo que otros
piensen de ellas, pero, por mi parte, estoy avergonzado de
mi necedad, y me maravillo de que no tratar con mi propia
alma y la de otros como alguien que está mirando hacia el

gran día del Señor, me sorprende que pueda tener tiempo


para casi cualquier otro pensamiento o palabra, y que estos
asuntos tan asombrosos no ocupen mi mente por completo.
¡Me asombra cómo puedo predicar acerca de ellos con
ligereza y fríamente, y de cómo puedo dejar a las personas
solas con sus pecados y no acompañarlas, no rogarles por el
amor del Señor que se arrepientan sin importar cómo se lo
puedan tomar y los dolores o problemas que me pueda
causar! Apenas salgo nunca del púlpito, pero mi conciencia
me golpea por no haber sido más serio y ferviente en tales
casos. No me acusa por la falta de adornos o elegancia, ni
por decir una palabra poco elegante, sino que me pregunta
“¿Cómo pudiste hablar de la vida y de la muerte con un
corazón
de formaasí?
tan ¿Cómo
descuidpudiste
descuidada predicar
ada y ador
adormecida?del¿Acaso
mecida? cielo y cree
del sinfierno
crees lo que
dices? ¿Hablas en serio o bromeas? ¿Cómo puedes decir a la
gente que el pecado es tal cosa y que tanta miseria está
sobre ellos y delante de ellos, y no estar más afectado por lo
que dices? ¿No deberías estar llorando por esas personas,
interrumpiendo tus palabras con lágrimas? ¿No deberías
clamar en voz alta y mostrarle sus transgresiones,
instándoles y rogándoles como si fuera un asunto de vida o
muerte?” Ciertamente, esta es la apelación que la
conciencia
adormecida hace nretumbar
alma no en mis oídos, y, aun así, mi
o se despierta.
¡Oh, qué tremenda cosa es un corazón sin sentimiento y
endurecido! Señor, sálvanos de la plaga de infidelidad y
dureza de corazón a nosotros mismos, porque, si no, ¿cómo
habremos de ser instrumentos adecuados para salvar a
otros? ¡Oh, haz esto en nuestras almas, para poder
utilizarnos y hacerlo sobre las almas de otros! Me confunde
incluso pensar en la diferencia que existe entre mis
aprensiones acerca de la vida venidera cuando estoy
enfermo en la cama, y las que tengo en el púlpito, de que
puedan parecer tan ligeras en el púlpito, cuando parecían

tan grandes e impactantes en mi cama. Y sé que volverá a


ser así cuando la muerte me mire a la cara. ¡A pesar de que
diariamente sé y pienso en esa hora que se aproxima, esos
pensamientos no hacen que recobre la aprensión de esos
momentos! Oh, señores, seguramente, si hubieran
conversado con una muerte próxima con tanta frecuencia
como lo he hecho yo, y hubieran recibido esa sentencia en
ustedes tan a menudo, tendrían una conciencia intranquila
o su vida se habría reformado en cuanto a la diligencia y
fidelidad ministeriales, y tendrían algo en su interior que les
haría con frecuencia preguntas tales como estas: “¿Es esta
toda la compasión que tienes por los pecadores perdidos?
¿No harás nada más para buscarles y salvarles? ¿No está ahí
este
muertey aquel? ¡Cuántos
que están hay a¿Qué
a la vista? tu alrededor! ¿No o
les has dicho son
hashijos de
hecho
por su conversión?
conversión? ¿Mor
¿ Morirán
irán y estar
estarán
án en el infi
infierno
erno antes de
que les digas una palabra en serio para evitarlo? ¿Te
maldecirán allí por siempre, por no haber hecho más para
salvarles en su momento?
Estos gritos de la conciencia retumban diariamente en mis
oídos, aunque bien sabe el Señor que los he obedecido
poco. Que me perdone su misericordia, y me despierte a mí
junto
jun to con el res
resto
to de sus sierv
siervos
os que han sido igu igual
al de
pecaminosamente negligentes. Confieso para mi vergüenza
que rara vez escucho sonar las campanas por alguien que
ha muerto, sin que la conciencia me pregunte: “¿Qué has
hecho para salvar esa alma antes de que abandonara el
cuerpo? Allá va otro más hacia el juicio ¿qué hiciste para
prepararle para ese juicio?” y aun así, he sido perezoso y me
he retraído de ayudar a los que sobreviven. ¿Cómo pueden,
cuando están llevando a un cuerpo a la sepultura, pensar
otra cosa que no sea?: “Aquí yace el cuerpo pero ¿dónde
está el alma? ¿Qué he hecho yo antes de que se marchara?
Era parte de mi obligación, ¿qué cuentas puedo rendir por
ello?

Oh, señores, ¿acaso es un asunto pequeño el responder


preguntas como estas? Puede parecerlo así ahora, pero la
hora viene cuando no será así. “Si nuestros corazones nos
condenan, mayor que nuestros corazones es Dios” ( 1 Juan
3:20 ), y nos condenará mucho más, incluso con otro tipo tip o de
condenación distinto al de la conciencia. La voz de la
conciencia es suave, su sentencia es amable en
comparación con lal a vo
vozz y la sentencia de Dios. La conciencia
solo ve una pequeña parte de nuestro pecado y miseria en
comparación con lo que Dios ve. ¿Qué montañas parecerán
estas cosas a sus almas, cuando ahora solo ven colinas?
¿Qué vigas serán estas en sus ojos, que ahora solo ven
motas, si las ven con una luz más clara? (sin atreverme a
decir verlas
apelar tal y
la causa como
con Diosconciencia,
nuestra las ve). Podemos
y, o biencon facilidad
sobornarla
o soportar su sentencia; pero no es tan fácil tratar con Dios,
ni es tan fácil soportar su sentencia. “Así que, recibiendo
nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y
mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y
reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor” (
Hebreos 12:28-29 ). Sin embargo, para que no digan que
los estoy asustando con pesadillas, y que les estoy hablando
de peligros y terrores que no existen, les mostraré aquí la
certeza
sobre los de pastores
esa condenación que particularmente
negligentes, probablemente enrecaiga
por
aquellos que estarán dispuestos a levantarse contra
nosotros y condenarnos, si después de esto descuidamos
volun
vo luntariamente
tariamente esta gran obra.
(1) Nuestros padres, que nos destinaron al ministerio,
nos condenarán y dirán “Señor, los entregamos a tu servicio
y lo tomaron a la ligera, sirviéndose a ellos mismos”.
(2) Los maestros que nos enseñaron, nuestros tutores
que nos yinstruyeron,
vivimos, todos los las
añosescuelas y universidades
que pasamos donde
en estudio, se

levantarán en juicio contra nosotros y nos condenarán,


porque ¿para
¿p ara qué era todo esto si no para la obra de Dios?
(3) Nuestro aprendizaje, conocimiento y dones
ministeriales
fuimos
fuim nosde
os partícipes condenarán, porque
esto sino para la obra¿con qué objetivo
de Dios?
(4) El haber tomado voluntariamente el cargo de cuidar
de las almas nos condenará, porque toda persona ha de ser
fiel a la confianza
confianz a del cargo que ha tomado.
(5) Si somos negligentes e infieles, todo el cuidado de
Dios por su Iglesia, y todo lo que Cristo ha hecho y sufrido
por ella se levantará en juicio contra nosotros y nos
condenará, porque por nuestro descuido destruimos
aquellos por los que Cristo murió.
(6) Todos los preceptos y mandamientos de las
Sagradas Escrituras, todas las promesas de ayuda y
recompensa, todas las advertencias de castigo, todo esto se
levantará contra nosotros y nos condenará, porque Dios no
habló todas estas cosas en vano.
(7) Todos los ejemplos de los profetas y apóstoles, y de
otros predicadores que se registran en las Escrituras, y todos
los de los siervos fieles y diligentes de Cristo en estos
últimos
levantarántiempos en los
en juicio y nos lugares que nosporque
condenarán, rodean, se
estos
ejemplos estaban para que
qu e los imi
imitáramos
táramos y para llevar
llevarnos
nos a
una emulación santa en fidelidad y diligencia ministerial.
(8) La Santa Biblia, que está abierta ante nosotros, y
todos los libros en nuestros estudios, directa o
indirectamente, condenarán a los siervos perezosos y sin
provecho, ya que no tenemos estas ayudas y para no hacer
nada con ellos.
(9) Todos
las personas
perso losq
nas de sermones
que
ue que
obren su predicamos
salvación
salv para persuadir
ación con temor y tembl a
temblor,
or,
para que pongan
pong an con violencia sus man
manosos so
sobre
bre la corona de

la vida, y para que tomen el reino de Dios con violencia,


todos los sermones para que se esfuercen por entrar por la
puerta estrecha y para
para que corran de forma q
que
ue obteng
obtengan
an el
galardón, todo esto se levantará contra los infieles y los
condenarán; porque si tanto les concierne a los que
escuchan el trabajar por su salvación ¿no nos concierne a
nosotros, que los tenemos al cargo, ser también violentos,
laboriosos, e incansables en esforzarnos por ayudar a su
salvación? ¿Acaso es algo que vale su trabajo y paciencia y
que no vale también la nuestra
nu estra??
(10) Todos los sermones que les predicamos para
hacerles ver la maldad del pecado, el peligro del estado
natural, la necesidad de un Salvador, los gozos del cielo y
los tormentos del infierno, así como la verdad de la religión
cristiana, se levantarán en juicio contra los infieles y les
condenarán. Y será una triste reseña contra ellos cuando se
vean forzados a pensar: “¿Les hablé de tan grandes peligros
y esperanzas en público, y no hice más en privado para
ayudarles? ¿Cómo es posible que les hablara diariamente de
condenación y aun así les dejará correr hacia ella con tanta
facilidad?
facilid ad? ¿Cómo es posible que lles
es hablara de una gloria as
asíí
y apenas les hablé una palabra de forma personal para
ayudarles a acercarse a ella? ¿Acaso eran estos asuntos tan
grandes cuando estaba en la iglesia y tan pequeños cuando
regresaba a casa?” ¡Ah, será terrible condenarnos así a
nosotros mismos!
(11) Todos los sermones que hemos predicado para
persuadir a otros a esos deberes (a exhortarse unos a otros
como vecinos diariamente, a que los amos y padres enseñen
a sus niños y siervos el camino al cielo) se levantarán en
juicio
jui cio contra los infiinfieles
eles y los condenarán, porque
¿persuadirán a otros para
para que hagan aquello q que
ue ustedes no
hacen tanto
descuidar como pueden?
su obligación, ¡cuántoCuando
más noles amenazan
están por
amenazando
las almas de ustedes!

(12) Todo el sustento que tomamos para nuestro


servicio nos condenará si somos infieles; porque ¿quién
pagará a un siervo por tomar deleite o sentarse ocioso, o por
trabajar para sí mismo? Si tenemos la lana, ciertamente
hemos de cuidar al rebaño, y al tomar el sueldo, nos
obligamos a trabajar.
(13) Todo el testimonio que hemos dado contra los
ministros escandalosos y negligentes de esta época, y todos
los esfuerzos que hemos empleado para que sean quitados,
condenarán a los infieles; Porque Dios no hace acepción de
personas. Si continuamos en los pecados de ellos, Dios y
otros nos condenarán por imitarlos. Y, aún cuando no
seamos tan malos como ellos, es triste incluso parecernos.
(14) Todos los juicios que Dios ha ejecutado en estos
tiempos y ante nuestros propios ojos contra los ministros
negligentes, nos condenarán si somos infieles. ¿Ha hecho Él
que hiedan los pastores ociosos y los haraganes sensuales y
nos honrará a nosotros si somos ociosos y sensuales? ¿Los
ha desarraigado y arrojado de sus habitaciones y de sus
púlpitos, y dejado postrados como muertos mientras están
todavía vivos, convirtiéndolos en un “refrán y burla” en la
tierra, y nos atreveremos a imitarles? ¿Acaso no son los
sufrimientos
no de todo
les sucedió ellos esto
advertencias para nosotros?
como ejemplo ¿Y acaso
para nosotros? Si
existe cualquier cosa en el mundo que despierte a los
ministros a la abnegación y la diligencia, pienso que hemos
visto lo suficiente para emprenderla. ¿Habrían imitado al
antiguo mundo si hubieran visto el diluvio que lo ahogó?
¿Se habrían permitido los pecados de Sodoma (ociosidad,
orgullo y abundancia de pan) si hubieran estado cerca y
hubieran visto las llamas que la consumían ascendiendo
hacia el cielo? ¿Quién habría sido un Judas si lo hubiera visto
colgado
hipócrita ysacrílego
reventadoy al caerse? si
mentiroso ¿Y hubiera
quién habría sido un
visto morir a
Ananías y Safira? ¿Quién no habría tenido temor de

contradecir el evangelio si hubiera visto a Elimas golpeado


con la ceguera? ¿Y quién habría demostrado ser un ministro
ocioso que busca su propio provecho si hubiera visto a Dios
arrancando estos ministros del templo y barriéndolos como
suciedad hacia los canales? ¡No lo quiera Dios! Porque
entonces, ¡cuán grandes y numerosas serían nuestras
condenaciones!
(15) Finalmente, todos los días de ayuno y oración que,
en los últimos años, se han guardado en Inglaterra para que
exista una reforma, se levantarán en juicio contra los no
reformados, que no se persuaden de realizar la parte
dolorosa del trabajo. Esto agrava pesadamente nuestro
pecado y me hace temblar el pensar en ello. ¿Hubo alguna
vez una nación sobre la faz de la tierra que siguiera a Dios
en ayuno y oración
oración tan solemnement
solemnemente e como lo hemos
hem os hecho
nosotros? Antes de que comenzara el parlamento, ¡cuán
frecuentes y fervientes éramos en secreto! Después de eso,
durante muchos años juntos, tuvimos un ayuno mensual
ordenado por el parlamento además de ayunos frecuentes
tanto en público como en privado en otras ocasiones. ¿Para
qué fue todo esto? Cualquiera que fuesen los medios que
por algún tiempo buscamos, el fin de todas nuestras
oraciones fue la reforma de la iglesia. Y entre ello
especialmente estas dos cosas: un ministerio fiel y un
ejercicio de la disciplina en la Iglesia. Y ¿acaso entró en el
corazón de nuestra gente, o incluso en los nuestros, que,
cuando tuviéramos todo lo que queríamos y el asunto fuera
puesto en nuestras manos, para hacer todo el esfuerzo que
pudiéramos y ejercitar toda la disciplina que quisiéramos,
no haríamos nada además de predicar en público? ¿Qué no
tomaríamos el esfuerzo de instruir en la fe al pueblo de
forma personal ni ejercitar ninguna parte considerable de la
disciplina en absoluto? Me asombra el pensar en ello. ¿Qué
profundidad de engaño es el corazón del hombre? En aquel
entonces le dije a muchos soldados y otros hombres

carnales que, aunque ellos habían luchado por la reforma,


estaba seguro de que la aborrecerían y serían sus enemigos
cuando la vieran y la experimentaran. Pensaba que el yugo
de la disciplina pinzaría sus cuellos y que, cuando se tratara
con ellos de forma personal y se les instruyera,
reprendiéndoles por su pecado en privado y en público,
cuando fueran llevados a la confesión y arrepentimiento
delante del pueblo, o cuando se les evitara por
impenitentes, acabarían despreciando y desechando la
reforma, creyendo que el yugo de Cristo era una tiranía. Pero
poco pensaba que los ministros dejarían que todo eso
decayera, y no impondrían casi ninguna de estas cosas
sobre ellos, sino que los dejarían tranquilos para no
desagradarles, dejándolos actuar com
desagradarles, comoo siempre.
¡Oh, las oraciones fervorosas que he escuchado por un
ministerio esforzado y por la disciplina! Era como si nunca
hubieran luchado por la salvación misma. Sí, solían llamar a
la disciplina “el reino de Cristo y el ejercicio de su soberano
oficio en su iglesia”, y así predicaban y oraban por ello,
como si establecer la disciplina fuera establecer el reino de
Cristo. Y ¿acaso pensé que luego se negarían a ponerla en
marcha cuando pudieran hacerlo? ¿Cómo es esto? ¿Es que
el reino de Cristo es algo indiferente?
ind iferente?
Si el Dios del cielo, que conoce nuestros corazones, en
medio de nuestras oraciones y clamores hubiera dado esta
respuesta en uno de nuestros ayunos públicos o mensuales
con su aterradora voz, y hubiera dicho a la audiencia de la
asambl
asa mblea:
ea: “¡Ustedes, pecador
pecadoreses de corazón engañoso! ¿Qu
¿Quéé
hipocresía es esta de cansarme con vuestros clamores por
aquello que no querríais tener si os lo concediese, y, de esta
forma, levantar sus voces por aquello que aborrecen sus
almas? ¿Qué es la reforma si no instruir y persuadir
imp
importunamente
ortunamente
la gracia cuandoase
llos
osles
pecador
pecadores
es para
ofrece, que reciban
y gobernar a Cristodey
mi iglesia
acuerdo a mi palabra? Sin embargo, no están convencidos

de estas cosas que son su trabajo, ya que las encuentran


problemáticas y no las agradecen. Cuando las entregue, no
es a mí, sino a ustedes mismos a quienes servirá de
beneficio; y habré de ser tan ferviente en persuadirles para
que reformen la iglesia, para que cumplan con su propio
deber, como ahora lo son ustedes conmigo para que les
conceda libertad para realizar la reforma. Y, cuando todo
este preparado, lo dejarán sin hacer, y pasará un largo
tiempo antes de que se persuadan de realizar mi obra”. Si el
Señor, o algún mensajero de Él nos hubieran dado una
respuesta así ¿no nos habría asombrado? ¿No nos habría
parecido increíble que nuestros corazones fueran como han
resultado ser? ¿Y no habríamos dicho, como Hazael, “qué es
tu siervo,
Reyes 8: este
13) operro,
como para
Pedroque haga tan
“aunque grandes
todos cosas” ( 2
se escandalicen,
yo no” ( Marcos 14:29 )? Bien, hermanos, la triste
experiencia nos ha mostrado nuestra fragilidad. Nos hemos
negado a realizar la parte problemática y costosa de la
reforma por la que orábamos. Pero, aún así, Cristo regresó y
nos miró con ojos misericordiosos. ¡Oh, que tengamos aun
los corazones para salir inmediatamente y llorar con
amargura, y dejemos de hacer como hemos estado
haciendo, no sea que una cosa peor venga sobre nosotros; y
que
travésahora
del sigamos
trabajo ya Cristo, al queaunque
sufrimiento, hemos fuera
abandonado,
hasta laa
muerte!
Así, les he mostrado lo que puede suceder si no se aplican
fielmente a este trabajo al que están obligados y
comprometidos, así como lo inexcusable que sería nuestro
descuido y la grande y múltiple condenación a la que nos
expondríamos. Ciertamente, hermanos, si yo no
comprendiera que la obra es de gran urgencia para ustedes,
para el pueblo,
molestado y para
con tantas la honra
palabras de de
acerca Dios,
ello,noni les
me habría
atrevido a hablar con tanta dureza como lo he hecho. Pero

cuando la cuestión es de vida o muerte, los hombres a


menudo olvidan su reverencia, cortesía, cumplidos y buenas
formas. Por mi parte, comprendo que este es uno de los
trabajos mejores y más grandes sobre los que nunca en mi
vida he puesto en mis manos, y pienso verdaderamente que
si sus pensamientos acerca de ello fueran como los míos, no
pensarían que mis palabras son demasiado agudas o
abundantes. Puedo recordar bien el tiempo en el que era
muy ferviente por la reforma de los asuntos ceremoniales, y
si ahora hubiera de ser tan frío en un asunto tan sustancial
como este, ¡cuán desordenado y desproporcionado sería mi
celo! ¿Podemos acaso pensar que ha llegado la reforma
cuando realizamos unas pocas ceremonias, cambiamos
alguna
Nuestro vestimenta,
trabajo es lagestos
conversióny formas? ¡Oh, de
y salvación nolasseñores!
almas.
Esa es la parte principal
princip al de lla
a refo
reforma,
rma, la que h
hace
ace un mmay
ayor
or
bien, y la que
q ue más ti
tiende
ende a la salvación de las personas
personas..
Y ahora, hermanos, la obra está delante. Consiste en la
instrucción personal de todo el rebaño, así como en la
predicación pública. Otros ya han hecho su parte y llevado
su carga, y ahora les toca a ustedes. Pueden ver con
facilidad cuán grande es el asunto que descansa en sus
manos, y cuántas personas se verán perjudicadas si fallan
en su deber, así cómo cuantos se perderán si no realizan su
labor. Si su trabajo es más valioso que las almas de los
hombres y que la sangre de Cristo, entonces siéntense
quietos y no cuiden a los ignorantes y los impíos; sigan sus
propios deleites o negocios mundanos, o tomen su
descanso; no desagraden a los pecadores ni a su propia
carne, sino dejen que su prójimo se hunda o nade, y si la
predicación pública no los salva, que perezcan. Pero si el
caso es muy diferente, mejor miren a su alrededor.
PARTE
ARTE II:
II : OBJECCIONES A ESTE DEBER

A continuación daré respuesta a algunas de las objeciones


que pueden hacerse a la práctica que he estado
recomendando.

OBJECCIÓN 1: Enseñamos a nuestra gente en público, y,


¿ahora estamos obligados a enseñarles también uno por
uno?
RESPUESTA: Oran por ellos en público: ¿No deberían
también orar por ellos en privado? Pablo enseñó a todas las
personas, y las exhortó tanto públicamente como de casa en
casa,, día y noche, con llágrimas.
casa ágrimas. Pero
Pero ¿qué mmásás necesitamos
necesitamos
decir cuando la experiencia habla tan alto sobre este tema?
Diariamente me veo obligado a maravillarme de lo
lamentablemente ignorante que es mucha de nuestra
gente, los cuales han parecido ser oyentes diligentes de mis
sermones estos últimos diez o doce años, mientras yo
hablaba tan claramente como me era posible. Algunos no
saben que cada persona de la Trinidad es Dios, ni que Cristo
es Dios y hombre, ni que llevó su naturaleza humana al
cielo, ni tampoco que deben confiar en Él para perdón y
salvación, ni muchos principios similares e importantes de
nuestra fe. No, muchos de los que vienen con frecuencia a
nuestras reuniones
reuniones púb
públicas
licas son ign
ignorantes
orantes een
nggran
ran manera,
mientras que, en una hora de instrucción familiar en
privado, parecen entender más y pueden comprender mejor
de lo que hicieron
hi cieron en toda su vida.
vida.
OBJECCIÓN 2: No toda la parroquia es la iglesia, ni tengo el
cargo pastoral por ella. Por consiguiente, no me satisface el
estar obli
obligado
gado a esforzarme
esforzarme tant
tantoo con ellos.
RESPUESTA: Pasaré por alto esta pregunta de si toda la
parroquia ha de ser considerada como sus iglesias, ya que
en algunos lugares es así, y en otros no.

[a] La paga que la mayoría de ustedes reciben es para


enseñar a toda la parroquia, aunque no estén obligados a
considerarlos
considerarlos a todos como una iiglesia.
glesia.

más [b] ¿Quéque


fuerte necesidad tenemos
el vínculo de que
común buscar una obligación
tienen todos los
cristianos de avanzar la obra de la salvación de los hombres
y el bien de la iglesia, así como la honra de Dios, con todas
sus fuerzas, y que se une con el vínculo común que tienen
todos los ministros para avanzar estos fines por medio de la
enseñanza ministerial tanto como les sea posible? Es un
trabajo muy bueno, y parece conducir a grandes beneficios
para las almas de los hombres, y aun así ¿n
¿no
o consideran que
sea una obli
obligación
gación el realizarlo?
OBJECCIÓN 3: Tomar este rumbo conllevaría tanto tiempo
que no habría oportunidad de continuar con los estudios. La
mayoría de nosotros somos jóvenes y poco experimentados,
y necesitamos mucho tiempo para mejorar nuestras
habilidades y aumentar nuestro conocimiento, y esto lo
impediría completa
completamente.
mente.
RESPUESTA:
(1) Suponemos que aquellos a los que estamos
persuadiendo de hacer este trabajo entienden la sustancia
de la religión cristiana, y que son capaces de enseñarla a
otros, y el añadir otras cosas de menor valor y menos
necesarias no ha de preferirse por encima de esta necesaria
comunicación de los principios fundamentales de la religión.
Valoro mucho el conocimiento común, y no animaría a nadie
a tomarlo a la ligera, pero valoro más la salvación de las
almas. Esa obra que es nuestro gran objetivo ha de
realizarse a pesar de lo que dejemos sin hacer. Es algo muy
deseable para un médico el ser completamente estudiado
en su arte,
resolver lasydifíciles
el ser capaz de ver lasegún
controversias razón se
de le
su presenten.
práctica y
Pero si es responsable de un hospital, o vive en una ciudad

donde la peste está arreciando y se dedicara a estudiar la


fermentación, la circulación de la sangre, las ampollas y
otros puntos excelentes
excelentes cuando
cuand o debería estar visitando a sus
pacientes y salvando vidas, si incluso los rechazara cuando
vinieran y les dejara morir diciéndoles que no tiene tiempo
para darles consejo porque ha de seguir realizando sus
propios estudios, consideraría que ese hombre es un
estudiante absurdo, que prefiere los medios lejanos antes
que el objetivo mismo de sus estudios. De hecho, creería
que no es sino una especie de asesino civilizado. Las almas
pueden salvarse sin saber si Dios predeterminó a la criatura
en todos sus actos, sin saber si el entendimiento
necesariamente
necesa riamente determin
determina
a la voluntad, si Dios obra la gracia
enlibre
el una forma fí sica
física
albedrío, sinosaber
moralside causación,
Dios sin saber mediam”
tiene “scientiam lo que es
o decretos positivos en lo que respecta a la culpa por las
malas acciones, y cientos de cuestiones similares que
probablemente serán las cosas que estarán estudiando,
cuando deberían estar salvando almas. Lleguen bien al
cielo, y ayuden a su gente a llegar allí, y allí sabrán todas
estas cosas y mil cosas más en un instante, mientras que
ahora, con todos sus estudios, nunca podrán saberlas; este
no es el camino más cierto y expeditivo hacia el
conocimiento.
(2) Aun si no crecen extensivamente en conocimiento,
obtendrán un crecimiento más exexcelente
celente por el camino de la
práctica diligente. Si resulta que no saben tantas cosas
como otros, sabrán las cosas más grandes mejor que ellos.
El tratar seriamente con los pecadores por su salvación les
ayudará a tener una comprensión mucho más profunda de
los principios salvadores de la fe del que obtendrían por
cualquier otro medio, y un poco de más conocimiento de
estos es másmiro
Oh, cuando valioso que
hacia el todo
cielo ely conocimiento
contemplo la del mundo.
inaccesible
luz y aspiro el conocimiento de Dios, y encuentro mi alma

tan oscurecida y distante, entonces puedo decir “No


conozco a Dios, Él está por encima de mí, fuera de mi
alcance”. Creo que podría cambiar resueltamente todo el
conocimiento que tengo por un destello más del
conocimiento de Dios en la vida venidera. ¡Oh, si no hubiera
conocido nunca una palabra de lógica o metafísica, ni
cualquier cosa que los eruditos dijeron, por tener solo una
chispa más de esa luz que me
m e mostrar
mostraraa las cosa
cosass que pronto
veré! Por mi parte, concibo que por hablar con seriedad de
las cosas eternas, y enseñar el credo o algún tipo de
catecismo, se puede crecer más en conocimiento (aunque
no se trate de un conocimiento de más cosas), y demostrar
ser más sabio, que si pasamos ese tiempo estudiando cosas
comunes y curiosas, aunque menos necesarias.
Y quizás antes de terminar comprobare
comprobaremosmos que este
este empleo
tiende a conver
convertirnos
tirnos en pastore
pastoress mu
muchos
chos más capaces para
la iglesia de lo que pueden hacerlo solo los estudios en
privado. Será mejor médico, abogado, y también teólogo
aquel que le añade la práctica y la experiencia a sus
estudios. Sin embargo el que se niega al servicio de Dios
toda su vida bajo la pretensión de estar preparándose para
el mismo, acabará probando ser un haragán inútil, que deja
pasar las almas de las personas hacia la perdición, mientras
al mismo tiempo pretende estar estudiando como
recobrarlas, o capacitándose más para ayudar a salvarlas.
(3) Permitan que añada que, aunque considero que esto
es lo principal, querría que tuvieran más capacidad, porque
estos conocimientos de segundo orden son muy útiles.
Pueden tener un tiempo competente para ambas cosas si no
pierden tiempo en recreaciones y ocupaciones vanas, si no
lo consumen en un sueño que no es necesario, ni malgastan
ni un minuto. Hagan lo que hacen con todas sus fuerzas, y
luego miren
y otros si no tienen
objetivos. un tiempo
Si apartan adecuado
aunque paradías
sean dos estudiar
a la
semana para la gran obra de instruir, encontrarán que

tienen tiempo para estudios comunes en los otros cuatro


días.
Ciertamente ¿no son cuatro días a la semana (después de
haber pasado
proporción paramuchos
estudiaraños en la universidad),
controversias unaA buena
y sermones? pesar
de que mi debilidad me priva de tener abundancia de
tiempo, y que las obras extraordinarias se llevan seis, sino
ocho partes de mi tiempo, todavía puedo bendecir a Dios
porque puedo encontrar tiempo para dedicar a la
predicación dos días a la semana, sin importar los dos días
para la instrucción personal. Ahora bien, para aquellos que
no tienen que preocuparse con trabajo extraordinario (me
refiero a escritos, y vocaciones de distintos tipos además del
trabajo del ministerio), no puedo sino creer que, si están
dispuestos, podrán encontrar al menos la mitad de dos días
a la semana para
p ara re
realiz
alizar
ar este trabajo.
(4) Los deberes han de tomarse juntos: el mayor ha de
preferirse, pero ninguno de los que pueden hacerse ha de
descuidarse. No se debe alegar un deber contra otro, sino
que cada uno ha de tener su propio tiempo. Sin embargo, si
hubiera un caso de tal necesidad en el que no pudiéramos
continuar estudiando e instruyendo a los ignorantes al
mismo
antes de tiempo, yo tiraría
ser culpable de todas las bibliotecas
la perdición del mundo
de un alma, o, al
menos, sé que este sería mi deber.
OBJECCIÓN 4: Seguir este camino destruiría la salud de
nuestros cuerpos, desgastando constantemente nuestros
espíritus y no dejando tiempo para las recreaciones
necesarias. Nos aislaría de una relación amistosa con otros,
de tal forma que nunca podríamos salir de casa, ni disfrutar
un día con nuestros amigos para relajar nuestras mentes,
sino que, como pareceríamos cortésmente descorteses y
malhumorados a otros, nos cansaríamos, y un arco que
siempre está doblado está en
en pel
peligro
igro de romperse al final.

RESPUESTA:
(1) Este
E ste es un ruego de la carne por su propio iinterés.
nterés. El
perezoso dice “el león está en el camino” ( Proverbios
26:13
ningún ), y noque
deber toma el arado
requiera a causay del
abnegación frío. No
urgencia existe
que, si lo
consultamos con carne y sangre, no proporcione razones
sabias contra él. ¿Quién habría sido quemado por Cristo si
este razonamiento fuera válido? Es más ¿quién habría sido
cristiano siquiera?
(2) Podemos tomar tiempo para la recreación necesaria
y, aun así, atender este trabajo. Una caminata de media o
una hora antes de comer es toda la recreación necesaria
para que la mayoría
mayoría de los estudiantes débiles
débil es tengan salud.
Tengo
Tengo razón para saber algo de esto por una larga
experiencia. Aunque mi cuerpo ha languidecido bajo
grandes debilidades durante muchos años, y mis
enfermedades han sido tales que he necesitado tanto
ejercicio como casi cualquier persona en el mundo, y
aunque he encontrado que el ejercicio ha sido el medio
principal por el que me he mantenido hasta ahora y tengo
tantos motivos para abogar por él como cualquier hombre
que conozca, he hallado que la proporción mencionada ha
sido algo bendito para
más probablemente me preservarme, aunque
hubiera llevado a una sé quemayor.
salud hacer
Ciertamente no conozco a un ministro entre cien que
necesite tanto ejercicio como yo mismo. Conozco a un
número abundante de ministros que apenas hacen algún
ejercicio en absoluto, aunque no los estoy alabando por ello.
No dudo que es nuestro deber emplear tanto ejercicio como
sea necesario para la preservación de nuestra salud hasta
donde nuestro trabajo lo requiera; si no fuera así, por el
trabajo de un día perderíamos la oportunidad de muchos
días decon
trabajo trabajo.
el quePero se puede
nos hemos hacer esto y también el
comprometido.

En esos dos días por semana que aparten para el trabajo de


instrucción, ¿qué es lo que impide que tomen una hora o
dos para caminar y ejercitar sus cuerpos? Mucho más en
otros días. Pero en cuanto a esos hombres que no limitan
sus recreaciones a las horas estipuladas, sino que han de
tenerlas disponibles para deleitar su voluptuoso humor y no
solo para adecuarlos para su trabajo, en cuanto a esos
sensuales, necesitan estudiar mejor la naturaleza del
cristianismo, y aprender el peligro de vivir tras la carne.
Necesitan más mortificación y abnegación antes de predicar
esas cosas a otros. Si necesitan tener sus placeres, no
deberían haberse colocado en un llamado que exige que
hagan de Dios y su servicio su deleite, y que se restrinjan
tanto de los
bautismal placeres
el luchar carnales.
contra ¿No
la carne? es saben
Y ¿no su compromiso
que gran
parte de la batalla cristiana consiste en la lucha entre la
carne y el espíritu y que esta es la diferencia entre un
verdadero cristiano y una persona no convertida, el hecho
de que uno vive tras el espíritu, mortificando las obras y
deseos del cuerpo, y el otro vive tras la carne? Además,
¿convierten en su llamado
ll amado el ppredicar
redicar todo esto a otros
otros y, sin
sin
embargo, necesitan tener sus deleites? Si ha de ser así,
entonces, por vergüenza, entreguen la predicación del
evangelio y la profesión de cristiani
evangelio cristianismo
smo y profes
profesen
en ser lo q
que
ue
son, y “si siembran para la carne, de la carne segarán
corrupci
corr ón” ( Gálatas 6:8 ). Pablo incluso dice: “Así que, yo
upción”
de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera
peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi
cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo
sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” ( 1
Corintios 9:26-27 ) ¿No necesitan hacer esto mucho más
pecadores como nosotros? ¿Cómo? ¿Hemos de mimar
nuestros cuerpos y darles sus deseos en placeres
innecesarios cuando Pablo debe someter su cuerpo y llevarlo
a sujetarse? Pablo ha de hacer esto o si no, después de todo
lo que ha predicado, puede ser eliminado y ¿acaso no

tenemos nosotros mucha mayor causa para temer? Ya sé


que algunos deleites son lícitos, esto es, cuando se utilizan
para adecuarnos para nuestro trabajo. Pero cuando alguien
está tan enamorado de sus placeres que por ellos malgasta
innecesariamente su precioso tiempo y descuida la gran
obra de la salvación de los hombres, y además ruega por
ello como si fuera algo que debe tener, justificándose en tal
camino, esto es una maldad inconsistente con la fidelidad
común de un cristiano, y mucho más inconsistente con la
fidelidad de un ministro de Cristo. Tales miserables que son
“amantes de los deleites más que de Dios” ( 2 Timoteo 3:4
) deben esperar que Él los ame de acuerdo a eso, y están
más aptos para ser excomulgados que para ser líderes en la
Iglesia, ya que5:11
1 Corintios se nos). ordena que “nos
Los tiempos deapartemos
recreacióndepara
ellos”
un(
estudiante han de ser especialmente para ejercitar su
cuerpo, aunque tenga en mente una variedad de deleites.
Han de emplearse como el afilado para el cortacésped, es
decir, solo lo que sea necesario para realizar su trabajo.
Hemos de ser cuidadosos de que nada nos robe nuestro
precioso tiempo, sino mantenerlo en los límites más
estrechos posibles.
(3) La obra en que estamos involucrados no tiene
mucha probabilidad de desmejorar nuestra salud. Es cierto
que ha de ser seria, sin embargo, no desgastará tanto
nuestros espíritus sino que los excitará y les dará nueva
vida. La gente puede hablar todo el día entero acerca de
otros asuntos sin verse abatidas en su salud y ¿por qué no
hemos de hablar con la gente acerca de su salvación sin
vernos menoscabados en la nuestra?
(4) ¿Para qué tenemos nuestro tiempo y nuestras
fuerzas sino para entregarlos para Dios? ¿Para qué está
hecha una vela
desgastados si no es
y quemados de para
todas arder?
formas,Hemos de más
y ¿no es ser
adecuado que sea para alumbrar a los hombres hacia el

cielo y en el trabajar para Dios que en el vivir para la carne?


¡Qué poca diferencia hay entre el placer de una vida larga y
una corta cuando estas están terminando! ¿Qué consuelo
habrá para ustedes al morir si han alargado su vida a costa
de acortar su trabajo? El que trabaja mucho, vive mucho.
Nuestra vida ha de estimarse de acuerdo a los objetivos y
obras de ella, y no de acuerdo simplemente a su duración.
Como Séneca dijo de un perezoso: “Allí está tirado, pero no
vive; y durante largo tiempo permaneció, pero no vivió por
largo tiempo”. ¿No nos consolará más en la muerte el revisar
un tiempo corto gastado fielmente, que una vida larga
vivida
vivida de forma ininfiel?
fiel?
(5) En
E n cuant
cuantoo a las v
visitas
isitas y el so
socializ
cializar,
ar, ssii son un mejor
aprovechamiento del tiempo que nuestro trabajo
ministerial, bien pueden quebrantar el día de reposo por
ello, dejar la predicación y también abandonar esta obra de
la instrucción en privado. Pero si no es así, ¿cómo pueden
convertirlas en un pretexto para descuidar un deber tan
grande? ¿Ha de esperar Dios por causa de sus amistades?
¿O acaso es un mayor daño para ustedes el desagrado y
censura de sus amigos que el de Dios? ¿Quizás se atreven
pensar en que, cuando
cuand o Dios los cuestione por sus descuidos,
podrán apartarlo con esta excusa: “Señor, habría pasado
más tiempo buscando la salvación de los hombres, pero tal
caballero o tal amigo se habría tomado a mal si lo hubiera
hecho esperar”? Si buscan “agradar a los hombres” no son
siervos de Cristo. El que se atreve a pasar su vida agradando
su carne y agradando
agradando a los hombres
hom bres es más audaz
audaz de lo q que
ue
lo soy yo. Y el que se atreve a desperdiciar su tiempo en
cumplidos, poco considera lo que tiene que hacer con él.
¡Oh si yo pudiera mejorar mi tiempo según mis convicciones
de la necesidad de mejorarlo! A aquel que ha mirado la
muerte a la si
agradeceré cara con la
valora sufrecuencia que yo lo
tiempo. Confieso queheme
hecho, no le
maravillo
de esos ministros que tienen tiempo para malgastar, que

pueden ir a cazar, a disparar o a la bolera, o emplear


entretenimientos similares durante dos o tres horas e
incluso días completos, que pueden reunirse durante una
hora en vanas conversaciones y pasar días completos en
visitas de compromiso y viajes con esos objetivos. ¡Buen
Señor! ¿En qué piensan esos hombres cuando hay tantas
almas a su alrededor que claman por ayuda, y cuando la
muerte no les deja respirar y no saben el tiempo tan corto
que ellos y su gente pasarán juntos? ¿En qué piensan
cuando hasta la parroquia más pequeña tiene tanto trabajo
como para requerir
requerir toda su dili
diligencia
gencia día
dí a y noche?
Hermanos, espero que estén contentos con el hecho de que
trate con uste
ustedes
des claramente. Si no tienen un buen sentido
del valor de las almas, y de la preciosidad de la sangre que
fue derramada por ellas, de la gloria a la que se dirigen y de
la miser
mi seria
ia qu
quee corre
corren
n el pelig
peligro
ro de sufrir, no son cristianos, yy,,
consecuentemente, son muy inadecuados para ser
ministros. Y si sí lo tienen, ¿cómo pueden encontrar tiempo
para entretenimientos
entretenim ientos iinnecesar
nnecesarios,
ios, para visitas o d
discursos
iscursos??
¿Se atreven, como chismosos desocupados, a charlar y a
malgastar su tiempo cuando tienen obras como estas para
realizar, y tantas? ¡Oh, precioso tiempo! ¡Cuán rápido pasa!
¡Cuán pronto se marcha! ¿Qué son los cuarenta años de mi
vida que ya pasaron? Si cada día fuera tan largo como un
mes, creo que sería demasiado corto para el trabajo del día.
¿No hemos perdido tiempo suficiente ya en los días de
nuestra vanidad? Nunca he acudido a una persona
moribunda que sea tan completamente necia como para no
valorar
va lorar mejor el tiempo. En ese momento, si pudieran
pu dieran llamar
ll amar
al tiempo para que volviera, ¡cuán fuerte llamarían! Si
pudieran comprarlo, ¿qué no darían por él? Y aun así, lo
malgastamos, y nos permitimos esto apartando
voluntariamente las pecado,
vuelve necios este obras mayores de Dios.
que puede ¡Oh,acomo
distraer nos
hombres
que parecen tan sabios. ¿Es posible que alguien con

compasión y honestidad, o que tenga algo de preocupación


por su deber ministerial, o algún sentido de lo estricto de su
obligación tenga tiempo para malgastar en ociosidad y
vanidades? Y aún he de decirles más, hermanos: Si otro
puede tomar algo de tiempo para el simple deleite, lo cual
no es algo necesario, ustedes no pueden hacerlo, porque su
ocupación los ata a una atención más estricta de la que
otros hombres están obligados. ¿Puede un médico, cuando
arrecia una plaga, tomarse más tiempo de relax y recreación
del que es necesario para su vida, cuando hay tantos que
están esperando su ayuda en un caso de vida o muerte? Así
como el placer de un médico no vale tanto como la vida de
los hombres, aún menos vale el suyo comparado con las
almas de estos.
Supongan una ciudad que está siendo asediada, y que el
enemigo está observando, por una parte, todas las ventajas
posibles para sorprenderla, y, por la otra, disparando
granadas contra ella continuamente. Si un hombre tiene el
oficio de vigilar las puertas y otro el de apagar los fuegos
que puedan prenderse en las casas, les ruego me digan
¿qué tiempo les darían para que se recrearan o relajaran
cuando la ciudad está en peligro y el fuego quemará y
prevalecerá si interrumpen su diligencia?¿O excusarían a
uno de esos hombres si saliera de su trabajo y dijera: “soy
solamente sangre y carne, he de tener algo de relajación y
placer”? Es seguro que, como mucho, le permitirían tener
no más del que fuera absolutamente necesario. No
murmuren
murmu ren contra esto y dig
digan
an “D
“Dura
ura es es
esta
ta palabra; ¿¿qui
quién
én
la puede oír?” porque es misericordia para ustedes, y
estarán bien si saben que están bien, tal y como voy a
mostrarles
mostrar les al contestar la siguiente obj
objeción.
eción.
OBJECCIÓN 5: No creo que sea un requisito que los
ministros se conviertan en esclavos. Si predican con
diligencia, visitan a los enfermos y realizan otras labores
ministeriales, y ocasionalmente hacen bien a aquellos con

quienes conversan, no creo que Dios exija que hayamos de


comprometernos a instruir a cada persona individualmente,
y hacer que nuestras vidas sean carga y esclavitud.

RESPUESTA:
Ya
Ya he mostrado antes el peso de este deber, y cuán
claramente se nos ordena realizarlo. ¿Y piensan que Dios no
requiere que hagan todo el bien que les sea posible?
¿Quedarán de pie a un lado y observarán como los
pecadores jadean bajo los dolores de la muerte y dirán “Dios
no requiere que me convierte en un esclavo para salvarlos”?
¿Es esta la voz de la compasión cristiana o ministerial? ¿No
es más bien una voz de pereza sensual y crueldad
crueldad diabóli
diabólica?
ca?
Dios les asignó un trabajo que hacer, y ¿no creen que Él
quiera que ustedes lo hagan? ¿Es esta la voz de la
obediencia o la de la rebelión? Es equivalente a que su
carne prevaleciera para negarse a la obediencia y reconocer
el deber, y dijera claramente: “No obedeceré más allá de lo
que me agrade”, o como si esta hiciera que voluntariamente
rechacen la evidencia que habría de convencerles de que es
un deber, y les haga decir: “No creeré que es mi deber a
menos que me agrade”. El construir una religión para uno
mismo con las partes más fáciles del servicio a Dios,
aquellas
carnales que se pueden
y felicidad, mantener eljunto
y rechazar conporque
resto sus fines
es
inconsistente con los mismos, es el carácter de un hipócrita.
Y además de las palabras de la hipocre
hip ocresía,
sía, esta objeción
añade las palabras de una grave impiedad. ¡Porque es una
calumnia miserable contra el Altísimo Dios llamar a su
servicio esclavitud! ¿Qué pensamientos tienen tales
personas de su Maestro, su obra y su salario? ¿Son los
pensamientos de un creyente, o los de un infiel? ¿Han de
honrar a Dios y promover su servicio los hombres que tienen
pensamientos tan viles acerca de él? ¿Acaso se deleitan en
la santidad aquellos que la consideran un trabajo de
esclavos? ¿Creen de verdad en la miseria de los pecadores

aquellos que consideran que es esclavitud el ser diligentes


para salvarlos? Cristo dijo que “aquel que no se niega a sí
mismo y renuncia a todo, y no toma su cruz y me sigue, no
puede ser mi discípulo” ( Lucas 14:33 ). Pero estos
consideran una esclavitud el trabajar en su viña, y el
negarse su comodidad en un tiempo en que tienen todos
sus acomodos y motivaciones.
motivaciones. ¡Qué llejos
ejos está
están
ndde
e renunci
renunciar
ar
a todo! ¿Y cómo pueden estos hombres ser adecuados para
el ministerio si son tan enemigos de la abnegación, y, por
tanto, del verdadero cristianismo? Me veo pues, forzado a
decir que de aquí sale la mayor miseria de la iglesia, el que
tantos sean ordenados ministros antes de ser cristianos. Si
estos hombres han visto la diligencia de Cristo en hacer el
bien,
mujer,cuando descuidaba
y cuando el alimentarse
no tenía tiempo por hablar
para comer conestán
pan, ¿no una
siendo de la misma mentalidad que sus amigos carnales,
que lo agarraron y dijeron “está fuera de sí” ( Marcos 3:21
)? Ellos le habrían dicho a Cristo que se había convertido en
un esclavo, y que Dios no necesita todo eso. Si le hubieran
visto predicando todo el día, y toda la noche en oración, tal
parece que habría sido censurado por su labor. No puedo
sino aconsejar a estos hombres que escudriñen sus propios
corazones, que miren si creen sin fingimiento esa Palabra
que predican. ¿De verdad creen que esa gloria espera a
aquellos que mueren en el Señor, y que es ese el tormento
que espera a los que mueren sin convertirse? Si lo hacen,
¿cómo pueden pensar que cualquier cantidad de trabajo
pueda ser demasiada para unos asuntos
asuntos tan iimportantes?
mportantes? Si
no lo creen, díganlo, y salgan de la viña, vayan con el
pródigo a guardar los cerdos, y no tomen el encargo de
alimentar
aliment ar el rebaño de Cristo.
¿No saben, hermanos, que aquello contra lo que se quejan
es para su
recibirán. propiomás
Cuanto beneficio? Cuanto
entreguen, másmás hagan,
vendrá. Si más
son
extraños a estas paradojas cristianas, no deberían haber

tomado a su cargo el enseñar a otros. En lo presente,


nuestros ingresos
ingresos de vida espiritual y paz son comunes en el
camino del deber, de tal forma que aquel que está más en
sus deberes, tiene más de Dios. El ejercicio de la gracia la
aumenta. Y ¿acaso es esclavitud estar más con Dios y recibir
más de Él que otros hombres? El bienestar principal de un
alma llena de gracia es hacer bien y recibirlo por hacerlo, y
estar muy ejercitada con respecto a aquellas cosas divinas
que tiene en su corazón. Además, nos preparamos para
recibir aún más después; damos nuestros talentos al
prestamista, y, al mejorarlos, haremos que cinco se
conviertan en diez, y así seremos hechos gobernantes sobre
diez ciud
ciudades.
ades. ¿Es esclav
esclavitu
itudd el ser e
enviado
nviado a las partes más
lejanas
oro del mundo
mu¿Acaso
y joyas? ndo para nointerca
intestán
ercambi
mbiar
ar nuestras
justificando lo vanid
vanidades
adesesos
profano por
hombres que hacen de toda diligente piedad una esclavitud,
y la reprochan por tratarse de una vida limitada y tediosa, y
dicen que nunca creerán otra cosa sino que una persona
puede salvarse sin todo ese alboroto? Esto es lo que están
diciendo con respecto a la obra del ministerio. Consideran
esta diligencia un tedio ingrato, y creen que un hombre
puede ser un mini
m inistro
stro fiel sin todos eso
esoss añadidos.
Es un odioso pecado ser negligentes en una ocupación tan
grande. Pero aprobar esa negligencia y ser así de
impenitente, y alegar en contra del deber como si no
existiera, y decir “no creo que Dios lo requiera” cuando
deberían entregarse para salvar las almas, es un agravante
del pecado, que, si no fuera porque la necesidad de la
iglesia nos obliga a emplear a hombres así por falta de
hombres mejores, no podría sino pensar que son dignos de
ser arrojados fuera como basura, y como “sal que ni para la
tierra ni para el muladar es útil . El que tiene oídos para
oír” añade se
ministros Cristo,
convierten en ( Lucas
“que oiga” refrán 14:35 ). Y pueden
y burla, si tales
agradecérselo
agradecér selo a ellos mi
mismos,
smos, porque es su propio pecado el

que los hace viles. Mientras envilecen de esta forma el


servicio de Cristo, no hacen otra cosa sino envilecerse ellos
mismos, y preparars
prepararsee para un m
may
ayor
or env
envilecim
ilecimiento
iento al final.

OBJECCIÓN
más diligencia6: Los
que tiempos en que Las
los nuestros. vivióiglesias
Pablo requerían
estaban
comenzando a plantarse, los enemigos eran muchos, y la
persecución era grande. Pero ahora no es así.
RESPUESTA:
Este argumento tiene
t iene sabor a algui
alguien
en que está encer
encerrado
rado en
su estudio y no está familiarizado con el mundo. ¡Buen
Señor! ¿No existen a nuestro alrededor multitudes que no
saben si Cristo es Dios o hombre, que no saben si llevó su
cuerpo
hecho poral cielo o lo dejó en
su salvación, ni la tierra,en
aquello quelo no saben
que lo que
deben ha
confiar
para el perdón y la vida eterna? ¿No hay muchos miles a
nuestro alrededor que están inmersos en presunción,
seguridad y sensualidad, y que, cuando hemos hecho todo
lo que podemos en el púlpito, no nos sienten ni nos
entienden?? ¿No h
entienden hay
ay muchos borra
borrachos,
chos, mundanos,
mundan os, eegoístas,
goístas,
asaltantes, muchos que odian la vida santa, a los que no les
falta sino la muerte para convertirlos en casos sin remedio?
¿No hay muchos que dicen ser cristianos y son ignorantes,
insensibles y escandalosos, que son divisores, seductores y
que crean problemas a la iglesia? Y aun así ¿es la felicidad
de nuestros tiempos tan grande que podemos excusarnos
de la instrucción personal porque es menos necesaria hoy?
¿Qué se necesita para dar respuesta a esta esta objeción sino fe y
experiencia? Crean mejor en el interior y miren más al
exterior entre los miserables, y les garantizo que no verán
causa para evitar esfuerzos por falta de trabajo, o por
necesidades que los inviten. ¿Qué ministro consciente no
encuentra suficiente trabajo para hacer desde un extremo
del año a otro, sin tener siquiera cien almas de las que

cuidar? ¿Son los impíos menos miserables porque hagan


profesión de ser cristianos, o lo son más?
OBJECCIÓN 7: Pero, si crean leyes tan severas para los
ministros, la iglesia
persona elegirá una vidase con
quedará
tanto sin ellos.OPorque
trabajo? ¿qué
¿qué padres
impondrán
imp ondrán un
unaa carga como esta a sus hijos? Las pers personas
onas lo
evitarán tanto por el desgaste corporal como por el peligro
para sus concienci
conciencias
as ssii n
noo lo desempeñan bi bien.
en.
RESPUESTA:
(1): No somos nosotros, sino Cristo, el que ha impuesto
estas leyes que llaman severas, y si yo las silenciara o las
interpretara mal, eso no haría que se vieran relajadas ni los
excusaría a ustedes. El¿Hemos
esperará obediencia. que las hizo, sabe por qué
de cuestionar las hizo, y
o sospechar
nosotros de la infinita bondad como alguien que hace leyes
malas o inmisericordes? No, el imponer este gran deber
sobre nosotros es pura misericordia. Si a los médicos se les
exige ser tan diligentes como sea posible en los hospitales o
casas de peste, o con otros pacientes a fin de salvar sus
vidas, ¿no habría de existir más misericordia que rigor en
esta ley? ¿Cómo? ¿Ha de dejar Dios que perezcan las almas
de sus vecinos para salvarles de un poco de trabajo y
sufrimiento, y decir que esto es misericordia para ustedes?
¡Oh, qué mundo más miserable tendríamos si personas
ciegas y preocupadas solamente por sí mismas lo
gobernaran!
(2) En cuanto al suministro de pastores, Cristo se
cuidará de eso. El que impone el deber tiene la plenitud del
Espíritu, y puede dar a las personas corazones para
obedecer sus leyes. ¿Creen que Cristo permitiría que todos
fueran tan crueles, inmisericordes, carnales y preocupados
por sí mismos
realizar como
el trabajo ustedes?redención,
de nuestra El que tomó el encargo
y soportó de
nuestras
transgresiones, y que ha sido el fiel Jefe de los Pastores de la

iglesia, no perderá toda su obra y sufrimiento por falta de


instrumentos para llevarla a cabo, ni volverá a bajar Él
mismo para hacerla porque no hay otro que la haga. Él

proveerá hombres
escuela, que para ser sus tomarán
voluntariamente siervos ylaujieres
labor en
y su
se
regocijarán de emplearse en ello, considerando que la vida
más feliz es la que ustedes llaman enorme carga, y no la
cambiarán por toda su comodidad y placer carnal, sino que
por la salvación de las almas y la propagación del evangelio
de Cristo estarán contentos con soportar la carga y el calor
del día, y completar la medida de los sufrimientos de Cristo
en sus cuerpos. También estarán dispuestos a trabajar
mientras es de día, y hacer lo que hacen con todas sus
fuerzas, sino
mismos siendo siervos
a otros desutodos,
para no agradándose
edificación. a ellos
Se convertirán en
todo para todos los hombres para salvar a algunos, y para
soportar todas las cosas por amor a los elegidos, gastando y
desgastándose por otras criaturas, a pesar de que cuanto
más amen, menos serán amados, y aunque sean
considerados sus
sus enemig
enemigos
os por decirles la verdad.
Cristo proveerá para su pueblo pastores así, que sean
conforme a su corazón, que los “apacienten con ciencia y
con inteligencia” ( Jeremías 3:15
3 :15 ), como hombres que “no
miran lo suyo propio, sino lo de los otros” ( Filipenses 2:4
). ¿Qué? ¿Creen que Cristo no tendrá siervos si los que son
como ustedes se vuelven al mundo y le abandonan como
hizo
hiz o De
Demas?
mas?
Si les desagrada servirle, pueden buscar un sitio mejor, y
jactarse de su ganancia al final, pero n no
o amenacen a Cristo
con la pérdida de su servicio. Él es el que ha hecho las leyes
que llaman severas para todo el que será salvo así como
para sus ministros; porque todos los que han de ser sus
discípulos deben negarse a sí mismos y mortificar la carne,
ser crucificados al mundo, y tomar su cruz y seguirle. Y, sin
embargo, Cristo no quedará sin discípulos ni ocultará sus

términos, aparentemente difíciles, para atraer a la gente a


servirle; por el contrario, les hablará de lo peor, y luego les
dejará que vengan o no, según elijan.
eli jan. Los llamará a contar el

costo de yantemano,
guaridas, las aves dely cielo
les nidos;
dirá que
mas“las zorras
el Hijo tienen
del hombre
no tiene
tien e donde recostar ssuu cabeza” ( Mateo 8:20 ). Les dirá
que no viene a darles paz mundana y prosperidad, sino que
los llama a “sufrir con Él para reinar con Él” ( 2 Timoteo
2:12) y a “con su paciencia ganar sus almas” ( Lucas
21:19 ), a vencer, para ser coronados y “sentarse con Él en
su trono” ( Apocalipsis 3:21 ). Y Él hará que sus elegidos
realicen todas estas cosas. Si llegan a ese paso con Cristo,
tal y como los israelitas estuvieron una vez con David y
dicen “¿Les
tiendas, oh dará el hijo
Israel!” y sidedicen
Isaí campos
“Ahora,y mira
viñas?por
¡Todos a sus
tu propia
casa, David” ( 1 Reyes 12:16 ), veránverán que Cristo mirará por
su propia casa; y ustedes mirarán por la suya tan bien como
puedan y a la hora de la muerte y el juicio, me dirán qué es
lo mejor, y si Cristo tiene más necesidad de ustedes, o
ustedes de Él.
En cuanto a los escrúpulos de conciencia o el temor a fallar,
que quede claro: En primer lugar no son sus imperfecciones
involuntarias las que Cristo tomará tan seriamente, sino la
infidelidad y la negligencia voluntaria. En segundo lugar, no
les servirá salir corriendo de la viña, o pretender escrúpulos
porque no pueden realizar el trabajo como deberían. Él
puede buscarles y sobrepasarles con tal tormenta que
queden postrados en “el seno del Seol” como hizo con Jonás
( Jonás 2:2 ). Abandonar el deber porque no pueden ser
fieles en la ejecución del mismo probará ser una pobre
excusa al final. Si desde un principio los seres humanos
hubieran reconocido bien la diferencia entre las cosas
temporales
por Cristo, yyhubieran
las eternas,
eternas, y louna
tenido qu
queefe
tienen que
que es “lag
ganar
anar o perder
convicción de
lo que no se ve” ( Hebreos 11:1 ), si hubieran vivido por fe

y no por vista, todas estas objeciones serían fácilmente


resueltas para nosotros, y todos los ruegos de la carne y la
sangre por su propio interés parecerían los razonamientos

de niños, o, más
OBJECCIÓN bien,¿qué
8: Pero de hombres
propósitoque hantodo
tiene perdido
estoelcuando
juicio.
la mayoría de la gente no va a someterse? No acudirán a
nosotros para ser instruidos, y nos dirán que son demasiado
mayores para ir a la escuela. Por tanto, es mejor dejarlos
solos, ya que molestarlos a ellos y a nosotros mismos es un
despropósito.
RESPUESTA:
(1): No ha de negarse que demasiada gente está
obstinada
simpleza, los en burladores
su impiedad, que burlar,
desearán “los simples aman la
y los insensatos
aborrecerán la ciencia” ( Proverbios 1:22 ). Pero cuanto
peor son ellos, más triste es su caso,
caso, más dig
digno
no de lástima, y
más diligent
dil igentes
es deberíamos se
serr nosotro
nosotross por su recuperación.
(2) Desearía que no fuera culpa de los ministros que
gran parte de la gente sea tan obstinada y desdeñosa. Si
ardiéramos y brilláramos ante ellos como debemos, si
tuviéramos sermones y vidas convincentes, si hiciéramos
todo el bien que podemos sin importar lo que podría
costarnos, si fuéramos más mansos y humildes, más
amorosos y caritativos, y les hiciéramos ver que tomamos
con ligereza las cosas mundanas en comparación con su
salvación, podríamos hacer mucho más de lo que hacemos,
y acallaríamos las bocas de muchos. Y aunque los impíos
seguirían comportándose impíamente, serían más tratables,
y serían
serían menos número
núm ero y con más calma d de
e la qu
quee tienen. Si
me dicen que algunos de los ministros más piadosos y
capaces del país tienen tantos parroquianos intratables y
desdeñosos como otros,
capaces y piadosos respondería
han sido demasiadoque algunos extraños,
señoriales, hombres
y algunos de ellos demasiado mundanos y poco caritativos.

Retroceden cuando las buenas obras costosas son costosas,


a pesar de ser necesarias, y algunos de ellos han hecho poco
en privado aunque lo han hecho excelentemente en público,

y, de esa forma,
labradores. Si nohanexistieran
puesto obstáculos al fruto de sus
estos impedimentos, la
experiencia nos dice que el éxito es mucho mayor, al menos
en lo que respecta a llevar a la gente a una mayor calma y
disposición para ser enseñada. Sin embargo, no podemos
esperar
esper ar que todos lllleguen
eguen a ser tan razonabl
razonables.
es.
(3) La disposición de la gente no nos excusa de nuestro
deber. Si no les ofrecemos nuestra ayuda, ¿cómo sabremos
quién la rechaza? Nuestra parte es ofrecerla, y la parte de
ellos es aceptarla. Si no la ofrecemos, les damos una excusa,
porque no la rechazan. SinSi n embargo, nosotros quedamos sin
excusa. Por el contrario, si rechazan nuestra ayuda cuando
es ofrecida, hemos hecho nuestra parte, y librado nuestra
propia alma.
(4) Si algunos rechazan nuestra ayuda, otros la
aceptarán, y el éxito con ellos puede recompensar toda
nuestra labor, e incluso más. No toda nuestra gente se
despierta cuando predicamos en público, y, aun así, no
debemos por eso abandonar la predicación como si fuera
algo sin prov
provecho.
echo.
OBJECCIÓN 9: Pero ¿qué probabilidad existe de que las
personas se conviertan por medio de este medio si no han
sido convertidas por medio de la predicación de la palabra?
La predicación es el principal mandamiento para esto, pues
“la fe viene por el oír, y el oír por la predicación de la
palabra” ( Romanos 10:17 ).
RESPUESTA:
(1): Ya he mostrado antes las ventajas de tomar este
camino, y, por tanto, no las repetiré. Solo diré, para que
ninguno piense que esto será obstáculo para predicar, que
será un medio excelente para ayudar a su predicación, lo

cual se añade a los muchos beneficios mencionados antes.


Porque así como el trabajo de un médico está medio hecho
cuando entiende la enfermedad, cuando estén bien

familiarizados
famili arizados
predicar. con las durante
El hablar situaciones
unade hora
su gente
consabrán
sabrá
un npecador
de qu
qué é
obstinado o ignorante
ig norante los equipará con temas útil
útiles
es para ssus
us
sermones tanto como una hora de estudio, porque sabrán
en qué es necesario insistir, o qué objeciones de ellos han
de repeler.
(2) Espero que nadie sea tan necio como para pensar
que la conversación privada con la gene no es predicar. ¿Es
que acaso se convierte en predicación por el número de
personas con las que estemos hablando? ¿O es que el hecho
de que haya interlocución lo anula? Ciertamente, se puede
predicar en serio a una persona tanto como a mil. Y, como
he dicho ya, si lo examinan, encontrarán que la mayoría de
las predicaciones registradas en el Nuevo Testamento fueron
mediante conferencias, y, con frecuencia, interlocutorias,
con una o dos, con unas pocas o más personas, según se
daba la oportunidad. Cristo mismo predicaba normalmente
de esa forma. Además, si nos importa el éxito de nuestro
trabajo, hemos de procurar que nuestra
nu estra gente aprenda.

Por
de latanto, norazón
bu ena
buena hay nada de parte
que nos de Dios, denuestro
haga cuestionar las Escrituras,
trabajo oo
que nos indisponga para él. Pero de parte del mundo, de la
carne y del diablo encontraremos muchos motivos, y quizás
más de los que anticipamos. Aun así, contra todas las
tentaciones, si tenemos recurso con Dios y miramos, por un
lado, nuestras grandes obligaciones y los esperanzadores
efectos, y por otro la bendita recompensa, veremos que
tenemos pocos motivos para echarnos atrás o desfallecer.
Por tanto, pongamos ante nosotros el patrón de nuestro
texto, y aprendamos de él nuestro deber. ¡Oh, que lección
hay aquí ante nosotros! Pero ¡qué mal es aprendida por

aquellos que
qu e todavía cuestionan si estas co
cosas
sas sson
on su deber!
Confieso que algunas de estas palabras de Pablo se han
presentado con tanta frecuencia ante mis ojos e
impresionado
convencido por mi ellasconciencia,
de mi deberque y mime he vistoY creo
negligencia. muy
que este único discurso merece más un estudio de doce
meses que la mayoría de las cosas en las que pasan su
tiempo los jóvenes estudiantes. ¡Oh hermanos! Escriban
esto en sus puertas de estudio, con letras mayúsculas, para
que siempre esté delante de sus ojos. Si pudiéramos
aprender dos o tres líneas de ello, ¡qué
¡qu é buenos predicadores
seríamos!
[a] Nuestra ocupación general – Serv
S ervir
ir al Señor con ttoda
oda
humildad de mente y muchas lágrimas.
[b] Nuestro trabajo especial – Mirar por nosotros y por
todo el rebaño.
[c] Nuestra doctrina – Arrepentimiento a Dios y fe hacia
nuestro Señor Jesucristo
Jesucristo..
[d] El lugar y forma de enseñanza – “Os he enseñado
públicamente
públ casas”” ( Hechos 20:20 ).
icamente y por las casas
[e] Su diligencia, seriedad y afecto – De noche y de día,
no he cesado
Hechos 20:31de amonestar
). Esto con ganará
es lo que lágrimas a cada unolas(
y preservará
almas.
[f] Su fidelidad - Nada que ffuese
uese útil he rehuido de
anunciaros y enseñaros, porque no he rehuido anunciaros
todo el consejo de Dios ( Hechos 20:20, 27 ).
[g] Su desinterés y abnegación por amor al evangelio -
Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes
vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y
a los que están
recordando conmigo,del
las palabras estas
Señor manos meque
Jesús, handijo:
servido,
Más
recibirr ( Hechos 20:33-35 ).
bienaventurado es dar que recibi

[h] Su paciencia y perseverancia - De ninguna cosa


hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con
tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí
del Señor Jesús ( Hechos 20:24 )..
[i] Su constancia en la or
oración
ación - Os e encomiend
ncomiendo o a Dios,
y a la palabra de su gracia, que tiene poder para
sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados (
Hechos 20:32 ).
[j] Su pureza de conci
conciencia
encia - Por ta
tanto,
nto, yo os protesto e
en
n
el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos (
Hechos 20:26 ).
Escriban esto sobre sus corazones, y hará más bien a
ustedes
menores,y que,
a la iglesia
aunqueque veintelograrles
puedan años de el
estudio de cosas
aplauso en el
mundo, separadas de esto, los convertirán en “metal que
resuena
resuena o címbal
címbaloo que retiñe” ( 1 Corintios 13:1 ).
La gran ventaja de los ministros que tienen un corazón
sincero es esta: que la gloria de Dios y la salvación de las
almas son su objetivo, y, cuando ese es el verdadero
objetivo, no hay trabajo o sufrimiento que los detenga o los
haga retroceder, ya que el ser humano ha de lograr su

objetivo
retendráleesta
cueste lo que
lección: le cueste.
Sola Aunque
una cosa olvide otra
es necesaria: cosa,
buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia. Por eso dirá:
“me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el
evangelio!” ( 1 Corintios 9:16 ) Esto es lo que, con más
eficacia, hará que todas las labores sean fáciles y que todas
nuestras cargas sean ligeras, haciendo tolerables nuestros
sufrimientos y provocándonos a aventurarnos en cualquier
peligro si podemos con ello ganar almas para Cristo. Aquello
que una vez convertí en el lema de mis colores en otra
guerra, deseonoque
deseo
intenciones, es esté aún ante m
completamente mis
is ojos, lo cual,
diferente. según
Por un ladom
mis
is
“El
que salve su vida la perderá”, por el otro “No arruines la

causa por guardar la propia vida” ( Mateo 16:25 ). Aquel


que sabe que sirve a un Dios que no consentirá que nadie
acabe perdiendo por su causa, no necesita temer los
peligros
que busca en los
unque incurra por
galardón defenderla,
que, y aquel que
si lo obtiene, sabe
superará
infinitamente su costo, puede involucrar valientemente todo
lo que posee en ello, y vender todo para comprar una perla
tan rica.
Bien, hermanos, no gastaré más palabras en exhortar a
mercaderes sabios a que compren esta ganga, ni en decir a
los mismos maestros unas verdades tan comunes. Si he
dicho ya más de lo que es necesario, estaré contento. Espero
poder dar ahora por hecho que están resueltos a la mayor
diligencia y fidelidad en la obra, y, sobre esta suposición,
procederé ahora
ahora a p
proporcionar
roporcionar algunas directrices
di rectrices para una
administración
admin istración corr
correcta
ecta de la misma.

PARTE III: DIRECTRICES PARA ESTE DEBER

Es tan grande el trabajo que tenemos ante nosotros, que


sería muy lastimoso si se destruyera nada más nacer, y
pereciera en
generación enendurecida
n
nuestras
uestras manos
manos.
l a. que
con la Y aunque
aunqu e sé
tratar, que está
y que tenemos
más un
unaa
allá
del poder de cualquiera de nosotros el cambiar un corazón
carnal sin la operación efectiva del Espíritu Santo, es tan
común que Dios trabaje por medios humanos y que bendiga
los buenos esfuerzos de sus siervos, que no puedo esperar
sino que grandes cosas se logren y que el reino de las
tinieblas reciba un asombroso golpe mediante este trabajo,
siempre y cuando no se descarríe por las faltas de los
mismos ministros. El peligro principal surge de la falta de
diligencia o de capacidad. De lo primero he hablado mucho
ya, y en cuanto a lo siguiente, soy consciente de mi propia
incapacidad, de que estoy lejos de imaginar que soy

adecuado para proporcionar instrucciones a nadie sino a los


más jóvenes e inexpertos en el ministerio. Por tanto, espero
mucha justicia en la interpretación de lo que digo, ya que
voy a suponer algo
Sin embargo, que no
hehablo a nadie
de decir, sino
y no a los mencionados.
pasaré por alto esta
parte en silencio, ya que el número de gente sin experiencia
es mucha, y tengo aprensión de que el bienestar de la
iglesia y la nación depende mucho de una correcta
administración
admin istración de esta obra
obra..
Los puntos en los que necesitan ser solícitos son estos dos:
1. Hacer que las personas se sujeten a esta catequesis
privada o instrucción, porque si no vienen a ustedes, o

les permiten
podrán recibir?que ustedes acudan a ellos ¿qué bien
2. Realizar el trabajo de tal forma que tienda lo más
posible hacia el éx
éxito.
ito.
ARTÍCULO 1:
Primero daré algunas directrices para conseguir que las
personas se sometan a este curso de catequesis e
instrucción.
1. El medio principal de todo es este, que el ministro
se conduzca en el curso general de su vida y
ministerio de forma que convenza a su pueblo de su
capacidad, sinceridad y amor no fingido por ellos.
Si ellos consideran que es ignorante, despreciarán su
enseñanza, pensándose igual de sabios que él. Y si piensan
que busca su propio provecho o es hipócrita, y que no dice
en serio lo que habla, sospecharán de todo lo que dice y
hace por ellos, y no lo considerarán. Sin embargo, si están
convencidos de que él entiende lo que hace, y tienen en alta
estima sus habilidades,
se inclinen ante su lo reverenciarán
consejo; además,y escuando
más fácilestén
que
persuadidos de su rectitud, sospecharán menos de sus

acciones y cuando perciban que no tiene objetivos privados,


sino que solo procura el bien de ellos, serán más fácilmente
persuadidos por él. Como aquellos a los que escribo no se
suponesentir
tanto que sean los más capaces
desesperación ministros,
de no ser y pueden
reverenciados porpor
su
capacidad, les diré que tienen necesidad de trabajar para
aumentarla, y que, aquello en llo o que carezcan de capacidad,
deben compensarlo con otras calificaciones. Entonces su
consejo será tan exitoso como el de otros.
Si los
l os mini
ministros
stros estuv
estuvieran
ieran contentos de buscar un iinterés
nterés een
n
los afectos de su gente por los mayores esfuerzos de su
propia carne y fueran comprensivos, familiares, afectuosos y
prudentes en su cuidado, si abundaran, de acuerdo con su
capacidad, en buenas obras, lograrían mucho más con su
gente de lo que ordinariamente hacen. No se trata de que
debemos considerarlos e interesarnos en ellos por nuestro
propio bien, sino para ser más capaces de promover el
interés de Cristo y avanzar su salvación. Si no fuera por su
propio bien, no sería un gran asunto si nos aman o nos
aborrecen, pero ¿qué comandante puede hacer un gran
servicio con un ejército que le odia? ¿Y cómo piensan que
considerarán mucho nuestro consejo mientras aborrecen o
no respetan a las personas que los dan? Esfuércense, por
tanto, por tener la estima y afectos de su gente, y entonces
podrán estar mejor con ellos.
Pero quizás alguno diga, ¿Qué puede hacer un ministro que
encuentra que ha perdido el afecto de su gente? A esto
respondo
res pondo qu
que,e, si son unas perso
personas
nas tan viles que no lle
e odian
por alguna debilidad o mala conducta, sino solo por buscar
su bien, y odiarían a cualquier otro que cumpliera con su
deber, entonces debe continuar con paciencia y
mansedumb re “co
mansedumbre “corrigiendo
rrigiendo a los que se oponen, por si quiz
quizáá
Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad”
( 2 Timoteo 2:25 ). Sin embargo, si le aborrecen por
alguna debilidad de él, por diferencias en opiniones

menores, o por prejuicio contra su propia persona, que


intente primero eliminar el prejuicio por todos los medios
lícitos, y, si no puede hacerlo, que les diga: “No es para mí,
sino para ustedes
obedecen que
la Palabra trabajo,
si yo y, por
se la doy, tanto,
deseo queviendo queque
acepten no
algún otro pueda realizar el bien que yo no puedo”, y los
deje, probando si algún otro hombre no será más adecuado
para ellos, y él mismo más adecuado para otra gente.
Porque una persona ingenua difícilmente podrá permanecer
con la gente contra sus voluntades, y una persona sincera
más difícilmente podrá, para obtener un beneficio propio,
permanecer en un lugar donde es probable que no resulte
de provecho, y obstaculizar el bien que podrían recibir de
otra persona que tuviera la ventaja de ser más querida y
estimada.
2. Dando por hecha esta preparación general, lo
siguiente es utilizar los medios más efectivos para
convencerles del beneficio y necesidad de esta
instrucción para sus propias almas.
La forma de ganar el consentimiento de la gente a cualquier
cosa que propongan es demostrarles que es algo bueno y
provechoso para ellos. Deben por tanto predicarles de
antemano
este fin, algunos sermones
y mostrarles el poderosos
beneficio yyconvincentes
necesidad con
del
conocimiento
conocimient o de las verdades
verdades divinas en general, de conocer
los principios básicos en particular y decir que los de más
edad tienen el mismo deber y necesidad que otras, y en
algunos
algun os as
aspectos
pectos mucho más. P Por
or ejemplo, de Hebreos 5:12:
“Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo,
tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son
los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis
llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de
alimento sólido”. Este nos proporciona muchas
observaciones adecuadas a nuestro objeto presente, tales
como:

(1) Las palabras de Dios han de ser las lecciones de los


hombres.
(2) Los ministros deben enseñarlas, y la gente debe
aprender de ellas.
(3) Las palabras de Dios tienen algunos principios
fundamentales, que todos los que desean salvarse
deben conocer
conocer..
(4) El orden correcto es aprender estos principios
primero.
(5) Se debe esperar razonablemente que la gente
mejore en cuanto a conocimiento, de acuerdo a los
medios de instrucción que poseen. Si no lo hacen, esto
es un gran pecado.
(6) Si alguno ha vivido largo tiempo en la iglesia bajo
los medios de conocimiento y continúa siendo
ignorante de estos primeros principios, tiene necesidad
de que se le enseñen sin importar
i mportar lo anciano q
que
ue sea.
Todo
Todo esto queda claro en el texto
texto.. Siemp
Siempre
re que tengamos
oportunidad, por medio de muchas razones claras y
convincentes, mostrarles, en primer lugar, la necesidad de
conocer las palabras de Dios. En segundo, y más
especialmente, conocer los principios fundamentales. En
tercer lugar, y particul
particularmente
armente a los que son dde
e mayo
mayorr edad,
convencerles de lo imposible que es caminar el camino al
cielo sin conocerlo. Estas personas han pecado perdiendo
mucho
much o tiempo, prometiend
prometiendoo desde hace mucho arrarrepentirse
epentirse
cuando fueran ancianos. Deberían ser maestros de los
jóvenes
jóve nes y su ign
ignorancia
orancia es un
unaa ver
vergüenz
güenza a y pecado doble, y
ahora tienen poco tiempo para aprender y están cerca de la
muerte y el juicio,
ju icio, pero tienen almas que salvar
salvarse
se o perderse
perderse

tanto como y otros.


dificultades Convencerles
enemigos de que y hay
en ese camino muchas
de que las
personas no pueden ocuparse de sus asuntos mundanos sin

conocimiento, ni aprender un oficio sin ser aprendices.


Convencerles de la contradicción que es ser cristiano y aun
así negarse a aprender, porque ¿qué es un cristiano sino un
discípulo
Cristo aquel de que
Cristo? Y ¿cómo
se niega puede serpor
a ser enseñado unÉldiscípulo
y que se de
ha
negado a ser enseñado por sus ministros? Porque Cristo no
volverá a bajar del cielo para enseñarles de su propia boca,
sino que ha subordinado a sus ministros para mantener una
escuela y enseñarles. Si alguien dice, por tanto, que no
quiere
qui ere sser
er enseñado por sus miniministros
stros,, es como decir qu
quee no
quiere ser enseñado por Cristo, y es lo mismo que decir que
no quieren
qui eren sser
er discípul
discípulos,
os, ni cristianos.
Háganles entender que no es algo arbitrario, inventando o
impuesto por nosotros, sino una necesidad que se nos
impone, y que si no cuidamos por cada uno de los miembros
del rebaño de acuerdo a nuestra capacidad, ellos podrían
perecer en su iniquidad y su sangre sería exigida de
nuestras manos. Muéstrenles que es Dios, y no nosotros, el
que constriñe e impone nuestro trabajo, y que, por tanto,
están culpando a Dios más que acusándonos a nosotros.
Pregunten si serían tan crueles con sus ministros como para
desear que Dios apartara sus propia almas, a sabiendas y
voluntariamente, por temor de molestarles al intentar evitar
su condenación. Hagan que se familiaricen con la naturaleza
del oficio ministerial y la necesidad que la Iglesia tiene del
mismo, sobre cómo consiste en enseñar y guiar a todo el
rebaño, y que, ya que ellos han de acudir a la congregación,
así como los estudiantes
estudiant es a la escuela, deben estar contentos
con dar cuentas de lo que han aprendido y ser instruidos
uno por uno. Hagan que sepan como esto ayuda a su
salvación, lo bien que aprovecharán su tiempo y toda la
vanidad y males que evitarán. Cuando por fin vean que es
para su propio bien,
bi en, se someterán
someterán a ello con mayo
mayorr facilid
facilidad.
ad.
3. Cuando se haga esto, será necesario que demos
uno de
de los cate
catecismos
cismos a cada familia de la parroqu
parroquia, ia,

ya sean ricos o pobres, para que no tengan excusas.


Si dejamos que los compren ellos mismos, quizás la mitad
no los obtendrán. Sin embargo, si se les ponen copias en las
manos, el recibirlos será una especie de compromiso para
aprenderlos, y si leen tan solo la exhortación (como es
probable que hagan), quizás los convenza e incite a
sujetarse a la instrucción. En cuanto a cómo entregarlos, la
mejor forma es que el ministro primero haga saber en la
congregación que será entregado en sus casas, y que luego
irá él mismo de casa en casa a enseñarlo y tener
oportunidad de persuadirlos a este trabajo. Además,
conforme lo va haciendo, tomará lista de todas las personas
que han llegado a la edad de comprensión en las distintas
familias, para saber a quién tiene que atender e instruir y a
quién tiene que esperar cuando les llegue su turno. En otras
ocasiones, al distribuir otros libros entre mi gente, he
deseado que cada familia los pidiera, pero de esa forma he
encontrado que había más confusión e incertidumbre, y
ahora prefiero adoptar este método. Sin embargo, en
congregaciones pequeñas, puede serservir
vir cualqui
cualquiera
era de ellos.
Con respecto al coste de los catecismos, si el ministro
puede, estaría bien que él mismo llo
o sopor
soportara.
tara. Si no, los más
dispuestos
en un día dey humillación,
ricos de entre su gente
como deberían
preparación asumirlo.
para O,
el trabajo,
permitan que la colecta que se ha hecho para los pobres se
emplee en comprar catecismos y despierten en la gente el
deseo de ser más generosos de lo ordinario, y que, lo que
falte, los más conmovidos por el trabajo puedan
compensarlo.
En cuanto al orden para proceder, será necesario que
tomemos a las personas en orden, familia por familia,
comenzando un mes o seis semanas después de la entrega
de los catecismos, de forma que puedan tener tiempo para
aprenderlos. Así, tomándolos a todos en común, estarán

más dispuestos a asistir y los que son reacios estarán más


avergonzados por negarse.
4. Asegúrense de tratar amablemente con ellos, y
resuelvan toda falta de motivación tan
efectivamente como les sea posible.
(1) Díganles en público que si han aprendido cualquier
otro catecismo ya, no les instarán a aprender este a menos
que lo deseen. Digan que el contenido de los catecismos
ortodoxos es el mismo, solo que la razón para ofrecerles este
era su brevedad y lo completo que es, de forma que pueden
enseñarles tanto como es posible con pocas palabras, y así
hacer que su trabajo sea más fácil. O si algui
alguien
en pre
preferiría
feriría
aprender
quieran. algún otro catecismo, permitan que elijan el que
(2) En cuanto a los ancianos que tengan una memoria
débil y que no es probable que vivan durante mucho tiempo
en el mundo, a los que se quejan de no poder recordar las
palabras, díganles que no esperan que molesten mucho sus
mentes, sino que su deseo es que lo escuchen, lo lean con
frecuencia para ver si lo entienden, y ponerlo en sus mentes
y corazones. Digan que con eso estarán satisfechos, aunque
no puedan
pu edan recordar las palabras.
(3) Que su trato con los que comienzan sea amable,
convincente y con el ánimo de ganárselos, para que cuando
hablen de ello pueda ani
animar
mar a otros a v
venir
enir..
5. Finalmente, si todo esto no sirve para hacer que
se sometan algunas personas en particular, no las
abandonen.
Acudan a ellas y protéstenles, conozcan cuáles son sus
razones y convénzanles de su pecado y peligro al descuidar

la ayuda que
podemos se les
perder ofrece. por
ninguna Un alma
falta es
detan preciosa
trabajo, queque
sino no
hemos de seguir tras ellas mientras exista alguna

esperanza, y no abandonarlas como algo desesperado hasta


que no haya remedio. Antes de abandonarles, hagamos los
máximos intentos,
intent os, de forma qu
quee hayamos ex
experimentado
perimentado su
obstinado
amor todo lodesprecio
soporta, como garantía
y espera mucho.para abandonarles. El
ARTÍCULO 2:
Habiendo empleado estos medios para tratar que vengan y
se sometan a sus instrucciones, hemos de considerar a
continuación
continu ación cómo pupueden
eden tratar de forma más efectiva con
con
ellos en el trabajo en sí. De nuevo
nuevo debo decir que p
pienso
ienso que
es un asunto mucho más fácil componer y predicar un buen
sermón que tratar directamente con un ignorante para darle
instrucción
fe. Como estey entregarle los principios
es un trabajo más esenciales
despreciado de no
por algunos, la
dudo de que pondrá a prueba los dones y el espíritu de los
ministros,
min istros, mos
mostrándoles
trándoles la di
difere
ferencia
ncia ent
entre
re un hom
hombre
bre y otro
de forma más completa que la predicación. Como es
adecuado a mi propósito, aquí citaré las palabras de un
hombre muy instruido, ortodoxo y piadoso. El Arzobispo
Ussher, en su sermón ante el rey Jaime en Wanstead sobre el
texto de Efesios 4:13 dijo: “El cuidado de su majestad nunca
puede ser recomendado lo suficiente por haber dado orden
de que los puntos
ministerio principales
ordinario, del catecismo propuestos
ser diligentemente deben, en suy
explicados al pueblo por todo el territorio. Esto es algo que
desearía que se ejecutara debidamente en todo lugar, como
era piadosamente
piadosamente su inintención.
tención.
Los grandes eruditos posiblemente puedan pensar que no
encaja con su reputación el inclinarse tan bajo y pasar tanto
tiempo enseñando estos rudimentos y principios básicos de
la doctrina de Cristo, pero deberían considerar que el poner
el cimiento con maestría es un asunto de la mayor
importancia en la construcción de todo el edificio, porque es
la piedra angular misma del mejor edificio. ‘Conforme a la

gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito


arquitecto puse el fundamento’ ( 1 Corintios 3:10) dijo el
gran apóstol. Y cuando a los más instruidos de nosotros nos
complazca probar,
correctamente (es encontraremos
decir, aplicarnosque
a laponer este cimiento
capacidad de una
audiencia común para hacer que alguien ignorante entienda
estos misterios en una buena medida), es algo que pondrá a
prueba nuestra capacidad, y nos causará muchos más
problemas que si fuéramos a discutir acerca de una
controversia o a tratar un punto de aprendizaje en las
escuelas. Sin embargo, Cristo nos dio tanto a sus apóstoles,
profetas y evangelistas como a sus pastores y maestros
ordinarios, para traernos a todos, tanto los instruidos como
los no instruidos,
Descuidar esto es a frustrar
la unidad
todade lasuobra
fe y del
conocimiento.
ministerio.
Porque, aunque prediquemos muchos sermones al pueblo,
nuestra labor estará perdida mientras el cimiento siga sin
poner, y los principios básicos sobre los cuáles ha de
construirse toda otra doctrina, no se enseñen”.
Las directrices que creo que son necesarias para la correcta
administración del trabajo son las siguientes:
1. Cuando su gente acuda a ustedes una familia o
más a la vez,
apaciguar suscomiencen con un breve
mentes y eliminar toda prefacio para
ofensa, falta
de disposición y desánimo, preparándolos para
recibir sus instrucciones.
“Amigos míos”, pueden decir, “quizás a algunos de ustedes
les parezca una ocupación inusual o problemática la que les
estoy imponiendo, pero espero que no piensen que es
innecesaria. Si hubiera pensado que es así, les habría
ahorrado este trabajo a ustedes y a mí mismo. Sin embargo,
mi conciencia y Dios en su palabra me han hecho saber de
forma solemne lo que
qu e es tener cuidado d
dee las almas, y có
cómo
mo
la sangre de aquellos que perecen será requerida de las

manos del ministro que los descuida, así que no me atrevo a


ser culpable de ella como lo he sido hasta ahora. Al fin y al
cabo toda nuestra ocupación en este mundo es llegar bien
al cielo, para
pueblo, y Dios nos ha adispuesto
ayudarles para ser
llegar seguros allí. los guíassede
Si esto su
hace
de forma correcta, todo está hecho; pero si esto no se hace,
quedaremos deshechos para siempre. El Señor sabe que el
tiempo que estaremos juntos ustedes y yo puede ser corto,
y, por tanto, nos concierne hacer lo que podamos por
nuestra propia salvación y la suya antes de que les dejemos
o ustedes dejen el mundo. Todas nuestras ocupaciones en el
mundo no son sino juguetes y sueños en comparación con
esto. Los esfuerzos de su llamado son como apuntalar una
cabaña de barro
la muerte mientras
y el juicio, queque sus almas
pueden estarsecercanos
apresuranincluso
hacia
ahora mismo. Espero, por tanto, que les agrade la ayuda en
una obra tan necesaria, y no piensen mucho en que les
estoy provocando estas molestias, ya que las cosas menos
importantes del mundo no funcionan sin molestias mucho
mayores”. Es posible que esto o algo similar haga que estén
más dispuestos a escucharles y recibir instrucción, y a
ustedes les dará alguna información de lo que ellos saben y
practican.
2. Cuando les hayan hablado así a todos, tómenlos
uno por uno y traten con ellos en privado hasta
donde puedan, sin que otros les escuchen.
Algunos no son capaces de hablar con libertad ante los
demás, y otros no soportan el ser cuestionados cuando hay
más personas delante, porque piensan que pueden verse
avergonzados cuando otros escuchen sus respuestas.
También hay perso
También personas
nas que pueden res
responder
ponder mejor y que,
al marcharse, estarán dispuestas a hablar de lo que han
escuchado decir a otros, avergonzando a los que no pueden
hablar tan bien como ellos. Esto los desmotiva y hace que
algunas personas se retraigan del ejercicio e intenten

abandonarlo diciendo que “no acudirán para que se burlen y


rían de ellos”. Por tanto, han de ser muy cuidadosos de
evitar todas estas inconveniencias. Sin embargo, por
experiencia,
esto es que he la encontrado que elcon
gente aceptará mejor
másmotivo
agradopara
un hacer
trato
cercano acerca de su pecado, miseria y deberes cuando
están solos que cuando lo hacen delante de otros. Además,
si no se les presenta
presenta una oportunidad
oportun idad p
para
ara hace
hacerr entender la
verdad y tratar libremente con sus conciencias, frustrarán
todo lo demás. Por tanto, si tienen un lugar conveniente,
hagan que los demás permanezcan en una estancia
mientras hablan a solas con cada persona en otra. Solo
tengan en cuenta que, para evitar el escándalo, hemos de
hablar
más. Sicon las mujeres
perdemos algunasolo si espor
ventaja en esto,
presencia deremedio.
no hay alguien
Es mejor hacerlo así que, dando ocasión de reproche a los
maliciosos, destruir todo el trabajo. Aun así, podemos
ingeniárnoslas de tal forma que, aunque haya otras
personas en la estancia, aquellas cosas que son menos
adecuadas de oír se hablen en voz baja de forma que no
puedan escucharlas. Para esto, nos podemos colocar en la
parte más alejada de la habitación, o, al menos, solo
permitir que estén presentes los miembros de la misma
familia, que tendrán mayor confianza unos con otros y no es
tan probable que se hagan reproches entre ellos. Sin
embargo, en las observaciones y reproches más fuertes,
pasen más tiempo con los ignorantes, seguros y viciosos,
para que tengan un terreno más claro en su trato más
cercano y al escucharlo los que están cerca pueden
despertarse, aunque parezca que no se les está aplicando
directamente. Estas pequeñas cosas merecen atención,
porque se aplican a un trabajo que no es pequeño, y los
pequeños errores pueden bloquear una gran cantidad de
bien.

3. Comiencen su trabajo comprobando lo que han


aprendido
aprend ido de las palabras del catecismo .
Reciban sus respuestas a cada pregunta y, si no son capaces
de repetir nada o muy poco del mismo, vean si pueden
recitar el credo y el decálogo.
4. Luego escojan alguno de los puntos de más peso e
intenten hacerles preguntas para ver cuánto pueden
entenderlo.
Al hacer
h acer es
esto,
to, tengan cui
cuidado
dado de las sigui
siguientes
entes cosas:
cosas:
(1) No comiencen con los puntos menos necesarios,
sino con aquellos que les conciernen más de cerca. Por
ejemplo “¿Qué creen que sucede a las personas cuando
mueren? ¿Qué sucederá con nosotros después del fin del
mundo? ¿Cree que tiene algún pecado, o que nació con
pecado? ¿Qué es lo que merece todo pecado? ¿Qué remedio
ha provisto Dios para salvar a las almas pecadoras y
miserables? ¿Ha sufrido alguien por nuestros pecados en
nuestro lugar, o debemos sufrir nosotros? ¿Quiénes son
aquellos que Dios perdonará, y quién se salvará por la
sangre de Cristo? ¿Qué cambio debe realizarse sobre todos
los que se salvan, y cómo se lleva a cabo ese cambio?
¿Dónde
hemos dedescansa
poner la mayor felicidad?
nuestros ¿QuéY es
corazones?” aquello donde
preguntas tales
como estas.
(2) Eviten hacerles preguntas bonitas, innecesarias,
dudosas o muy difíciles, sino más bien pregunten acerca de
los asuntos que tienen mayor peso. Algunas personas
engreídas se dedican a hacer preguntas como esas, que no
pueden contestar ellas mismas, y censuran a la pobre gente
que no puede contestarlas, como si la vida y la muerte
dependieran de ello.
Por ejemplo, si preguntaran, “¿Qué es Dios?” ¡cuán
defectuosa sería la respuesta de ustedes mismos! Puede

que no sean capaces de contestarla antes que ellos. Si


preguntan “¿Qué es el arrepentimiento, qué es la fe, o qué
es el perdón de pecados?”, ¡A cuántos ministros se podría
preguntar antes tanto
así, no habría de tener la respuesta
desacuerdo en correcta! Si no fuera
esos puntos. Igual
sucedería si preguntan lo que es la regeneración o la
santificación.
Quizás me digan: “Si alguien no sabe lo que es Dios, lo que
es el arrepentimiento y la fe, la conversión, la justificación y
la santificación, ¿cómo pueden ser verdaderos cristianos y
ser salvos?”. A esto respondo que una cosa es saber
exactamente lo que son estas cosas, y otra conocerlas en su
naturaleza y efectos, aunque sea con un conocimiento más
general e indistinto. Además, una cosa es conocerlas, y otra
distinta decir lo que es esto o aquello. El nombre mismo tal
y como se utiliza comúnmente tiene significado para ellos, y
expresa algo sin necesidad de una definición. Las personas
entienden parcialmente lo que ese nombre significa,
aunque no puedan decirlo con otras palabras. También
saben lo que es arrepentirse, creer o ser perdonados. Por
costumbre del habla saben lo que esas cosas significan, y,
sin embargo, no pueden definirlas, sino que quizás les

responderían y sercampesinamente:
arrepentirse, “Arrepentirse
perdonado es ser perdonado”, es
o si pueden
decir “Es recibir perdón”, está bien. No obstante, no quiero
convencerles completamente de no utilizar tales preguntas.
Háganlo con cuidado, solo en caso de que tengan sospecha
de una grave ignorancia en el punto en cuestión,
especialmente acerca de Dios mismo.
(3) Hagan sus preguntas de forma que ellos puedan
percibir lo que quieren decir, que no se trata de realizar una
buena definición, sino que lo que esperan es una simple
solución. No miren
mi ren las palabras en sí, sino lo que expres
expresan,
an, e
incluso dejen que digan un simple “sí” o “no”, o que elijan
entre dos descripciones que ustedes
u stedes mismos propongan. Por

ejemplo: “¿Qué es Dios? ¿Está hecho de carne y hueso como


como
nosotros, o es un Espíritu invisible? ¿Es un hombre o no lo
es? ¿Tuvo algún principio? ¿Puede morir? ¿Qué es la fe? ¿Es
creer
l o en
¿Es lo mi todaque
mismo
smo la Palabra de Dios?
convertirse en un¿Qué
ve es creer
verdadero
rdadero en Cristo?
cristiano, o es
creer que Cristo es el Salvador de los pecadores, confiar en
Él como Salvador para perdonar, santificar, gobernarnos y
glorificarnos? ¿Qué es el arrepentimiento? ¿Consiste
solamente en sentirse mal por el pecado, o es el cambio de
mentalidad del pecado hacia Dios, y abandonarlo? ¿O
incluye ambas cosas?”.
(4) Cuando puedan ver que no entienden el significado
de sus preguntas, deben tratar de extraer de ellos una
respuesta por medio de una pregunta equivalente o
expositora. Si esto no funciona, deben disponer la respuesta
dentro de la pregunta, y pedir que contesten sí o no. A
menudo he preguntado a gente muy ignorante: “¿Cómo
creen que sus pecados, que son tantos y tan grandes,
pueden ser perdonados?” y ellos me han dicho
“arrepintiéndose y arreglando la vida”, sin mencionar jamás
a Jesucristo. Les continúo preguntando “Pero, ¿creen que su
arreglo puede solucionar las cosas con Dios o satisfacerle
por los
que sí, pecados
o si no, pasados?”,
no sabemos ellos
queresponden: “Esperamos
lo satisfará”. Alguien
pensaría que estos hombres no tienen conocimiento de
Cristo en absoluto, ya que no lo mencionan, y es cierto que
encuentro a algunos que no tienen conocimiento de Él.
Estos, cuando les cuento la historia de Cristo, les digo quién
es Él, lo que hizo y sufrió, se quedan maravillados como si
fuera algo extraño. Algunos incluso dicen que no lo habían
escuchado nunca, ni lo sabían, aunque acuden a la iglesia
escuchado nunca, ni lo sabían, aunque acuden a la iglesia
cada día del Señor.
Pero otros sospecho que dan estas respuestas porque no
entienden el enfoque de mi pregunta, sino que suponen que
tomo la muerte de Cristo por garantizada, y que solo les

estoy preguntando: “Estando bajo Cristo, ¿cuál es la parte


nuestra que dará satisfacción a Dios?”, aunque en esto
también revelan una triste ignorancia, y cuando les
pregunto
contestansique
susno,
nbuenas obras
o, pero que pueden
esperan
espera n queameritar
q ue Dios lasalgo de Dios,
acepte. Y si
les pregunto aún más allá: “¿Pueden ser salv
salvos
os ssin
in lla
a muerte
de Cristo?” dicen “No”. Si continúo aún más “¿qué es lo que
ha hecho o sufrido Él por ustedes?” ellos dirán “Él murió por
nosotros”, o “Él derramó su sangre por nosotros”, y profesan
que colocan su confianza en eso parpara
a salv
salvación.
ación.
Muchos tienen en sus mentes conceptos sin madurar que no
pueden expresar, y, por una educación imperfecta y el
desuso de los mismos, les resulta difícil explicar aquellas
cosas de las que pueden tener algún concepto. En esto
pueden ver la razón por la que deberían tratar tiernamente
con la gente común en cuanto al conocimiento y las faltas
de expresión, si ellos se dejan enseñar y tratar, y están
dispuestos a usar los medios de aprendizaje. Existen
muchos,
much os, incluso personas a
ancianas
ncianas pi
piadosa
adosas,
s, que no p pueden
ueden
expresarse con una propiedad tolerable, o ni siquiera
aprender cuando las expresiones son puestas en sus bocas.
Algunos de los cristianos más piadosos, experimentados y
aprobados que conozco
mí con lágrimas de no(personas de edad),
poder aprender lassepalabras
quejan ante
del
catecismo, y, cuando considero las ventajas que han tenido
para hacerlo (ya que han disfrutado de la más excelente
ayuda en deber constante, y han tenido la mejor compañía
durante cuarenta, cincuenta o sesenta años), esto me
enseña que es lo que puedo esperar de la gente pobre e
ignorante que nunca tuvo esa compañía piadosa para
conversar durante un año o siquiera una semana, y me
enseña a no rechazarlos con tanta prisa como algunas
personas
hiciéramos.más exaltadas o elevadas querrían que lo

(5) Si ven que se encuentran perdidos, incapaces de


responder sus preguntas, no los presionen mucho o durante
demasiado tiempo
tiem po con u
una
na pregun
pregunta
ta tras otra, no v
vay
aya
a a ser
que
mal; crean que solo
en lugar quieren
de esto, cuandoconfundirlos
percibany hacerlos quedar
que no pueden
responder, den un paso ustedes y tomen la carga, dando la
respuesta ustedes mismos a las preguntas; hagan esto de
forma completa y clara, proporcionando una explicación
plena de
d e la ver
verdad
dad ppara
ara ellos
ellos,, de forma que, por medi
medioo de su
enseñanza, ellos puedan entender antes de dejarles. Es
normal que sea necesario volver a retomar el asunto desde
el principio,
princi pio, por orden, has
hasta
ta llegar al pun
punto
to en cuestión.
5. Cuando hayan hecho lo que vean necesario para
probar su conocimiento, procedan a instruirles de
acuerdo a su capacidad.
Si es alguien que entiende los principios fundamentales de
la fe, traten de algún tema del que perciban que tiene más
necesidad, ya sea explicando más alguno de los misterios
del evangelio, estableciendo las bases de algún deber del
que la perso
personana pueda dudar, mostrando la necesidad de
algo que está descuidando, o apuntando sus pecados o
errores, ya que eso será más convincente y edificante. Si,
por
clarootra parte, es
y familiar alguien muy
resumiendo la feignorante, denunas
cristiana en un recital
pocas
palabras, porque, aunque eso ya esté en el catecismo, el
expresarlo de manera más familiar puede ser una mejor
ayuda para que lo entiendan. Algo así: “Han de saber que,
desde la eternidad existe un Dios, que no tuvo principio, y
no tendrá fin, que no es un cuerpo como nosotros, sino un
Ser puramente espiritual, que sabe todas las cosas y puede
hacer todas las cosas, y que contiene en Sí mismo toda
bondad y bendición. Este Dios es uno, pero Tres Personas: el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, de una forma que está por
encima de toda comprensión. Y deben saber que este Dios
creó todo el mundo
mun do por su Palabra; hizo los cielos para se
serr el

lugar de su gloria, y una multitud de santos ángeles para


servirle. Pero algunos de estos, por orgullo o algún otro
pecado, cayeron de su alta posición y se convirtieron en
demonios, y serán
creado la tierra, desgraciados
creó al hombre para
comosiempre. Cuando
la criatura hubo
más noble
aquí abajo, un hombre y una mujer, Adán y Eva, y los hizo
perfectos, sin pecado, colocándolos en el jardín del Edén.
Les prohibió comer de uno de los árboles del jardín, y les
dijo que si comían de este, morirían. Pero el diablo, que
había caído primero, los tentó a pecar. Ellos cedieron a su
tentación y cayeron bajo la maldición de la ley de Dios. Sin
embargo, Dios, en su infinita sabiduría y misericordia, envió
a su propio Hijo para ser su Redentor, Jesucristo, el cual,
cumplido el tiempo, fue hecho hombre, naciendo de una
virgen por el poder del Espíritu Santo, y vivió en la tierra
entre los judíos alrededor de treinta y tres años. Durante
este tiempo, Él mismo predicó el evangelio e hizo muchos
milagros para probar sus enseñanzas, sanando a los cojos,
los ciegos, los enfermos, y levantando a los muertos con su
Divino poder. Al final, Él fue ofrecido en la cruz como
sacrificio por nuestros pecados y para soportar la maldición
que nosotro
nosotross deberíamos h
haber
aber soportado.

Y ahora, si
pecados, si Él
llos
os pecador
pecadores
es cre
perdonará creen
en en É
Éll y se
libremente arr
arrepienten
todo epienten
el pasado, de susy
santificará su corrupta naturaleza,
natu raleza, y
y,, a su ti
tiempo,
empo, los llllev
evará
ará
a su reino y gloria celestial. Pero si toman a la ligera sus
pecados y su misericordia, Él los condenará a la eterna
miseria en el infierno. Este es el Evangelio que Cristo,
habiéndose levantado de los muertos al tercer día, asignó a
sus ministros para predicar en todo el mundo; y, después de
haber dado esto como encargo a todos sus apóstoles,
ascendió al cielo ante sus rostros, y ahora está allí en gloria
jun
junto
to conÉlDios
mundo, Pa
Padre,
dre, de
vendrá en nuestra
nuevo naturaleza.
en nuestraY, naturaleza
al fin de este
y
levantará a los muertos de nuevo a la vida, trayéndoles ante

Él para que “cada uno sea recompensado por sus hechos


estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno
o sea malo”( 2 Corintios 5:10 ). Por tanto, si ustedes
quieren
Salvadorser
de lasalvos, deben han
ira venidera; creer
d e en
de Cristo
arre como
arrepentirse
pentirse el único
de todos sus
pecados; deben, en resumen, ser criaturas completamente
nuevas, o no habrá salvación”. Un recital breve como este de
los principios de la fe, proporcionado de la manera más
familiar que pueda ocurrírseles, con un leve toque de
aplicación al final, será necesario cuando traten con
personas muy ignorantes. Si perciben que no lo entienden,
vuelvan a ello, y pregunten si lo entienden, tratando de
fijarlo en sus memorias.
m emorias.
6. Sean o no muy ignorantes, si sospechan que no
son convertidos esfuércense después por realizar
una investigación prudente de su estado.
La manera mejor y menos ofensiva de hacer esto es
prepararles diciendo algo que apacigüe sus mentes, y
convencerles
conve ncerles de la necesidad d de
e preguntarles, y luego tomar
la ocasión de algún artículo en el catecismo para tocar sus
conciencias.
Por ejemplo: “Puede ver que el Espíritu Santo, por medio de
la Palabra, ilumina la mente y suaviza y abre los corazones,
volviendo a las personas del poder de Satanás a Dios por
medio de
d e la fe en Cristo, y “purifica para sí un pueblo
p ueblo propi
propio,
o,
celoso de buenas obras” ( Tito 2:14 ), y que nadie sino los
que pertenecen a este pueblo serán hechos partícipes de la
vida eterna. Ahora, aunque no tengo deseo de escarbar sin
necesidad en los secretos de nadie, debido a que es el oficio
de los ministros el dar consejo a las personas en los asuntos
de la salvación, y debido a que es tan peligroso estar

confundidos
eternas, en los puntos
le invitaría que implican
a ser honesto la vida
y decirme ¿Hay visto
la muerte
este
gran cambio sobre su propio corazón? ¿El Espíritu Santo, por

medio de la Palabra, vino sobre su entendimiento con una


nueva vida divina que le ha convertido en una nueva
criatura? El Señor, que ve su corazón, sabe si es así o no;
oro,
tienepor
la tanto, para que
esperanza de diga la verdad”. Si
ser convertido, quecontesta
todos que
son
pecadores pero él lamenta sus pecados, o algo similar,
entonces cuéntenles de forma más particular sobre algunas
de las marcas más claras de una verdadera conversión, y
renueven y refuercen la pregunta de este modo: “Dado que
su salvación o condenación está involucrada en esto, quiero
ayudarle
ay udarle un poco en lo q
que
ue respecta a ello, para que no esté
equivocado en un asunto de tanta importancia, sino que
pueda ver la verdad antes de que sea demasiado tarde;
porque, ya que Dios nos juzga de forma imparcial, tenemos
su Palabra ante nosotros por la cual podemos juzgarnos
nosotros mismos. Su Palabra nos dice que el estado de
alguien no convertido es este: no ve ninguna gran felicidad
en el amor y comunión de Dios en la vida por venir que
pueda llevar su corazón hasta allí, apartándolo de este
mundo presente, sino que vive en su ser carnal, o en la
carne, y la mayor inclinación de su vida es que le vaya bien
en la tierra
ti erra,, y la fe que tiene es so
solo
lo un pequeño añadi
añadido
do por
si pudiera acabar condenado cuando no pueda seguir en el
mundo por más tiempo. De esta forma, el mundo y la carne
están más altos en su estima y más cercanos a su corazón, y
Dios y la gloria están tras de ellos. Todo su servicio de Dios
no es sino entregarle aquello de lo que el mundo y la carne
pueden prescindir. Este es el caso de toda persona no
convertida, y todos los que están en esta situación están en
un estado de miseria. Pero el que está verdaderamente
convertido, ha tenido una luz alumbrando en su alma que
viene de Dios, que le ha mostrado la grandeza de su pecado
y miseria y ha impuesto una pesada carga sobre su alma,
mostrándole quién es Cristo y lo que ha hecho por los
pecadores, haciéndole admirar las riquezas de la gracia de
Dios en
en Él
Él..

¡Oh, que
qu e buenas notici
noticias
as sson,
on, que aún existe
existe esperanza
esperanza para
estos pecadores perdidos, que tantos y tan grandes pecados
pueden ser perdonados, y que ese perdón es ofrecido a
todos
en este aquellos
mensaje quey lo aceptan!
oferta ¡Con cuánto
la persona agrado
convertida! Y, piensa
por el
tiempo que ha de venir, renuncia él mismo y a todo lo que
tiene por Cristo, para ser completamente suyo, y para que
este disponga de Él, para la eterna gloria que Él ha
prometido. Ahora tiene una visión del bendito estado de los
santos enen gl
gloria,
oria, tanto que desprecia todo este mund
mundo o como
hojarasca y estiércol en comparación de ello. Allí están su
felicidad y sus esperanzas, y considera todos sus asuntos en
esta vida solo como ayudas u obstáculos en el camino hacia
eso, de tal forma que su principal preocupación y ocupación
es ser feliz en la vida venidera. Este es el caso de todos los
que son verdaderamente convertidos y serán salvos. Ahora
¿es este tu caso, o no has experimentado un cambio así
sobre tu alm
alma?”
a?”
Si dice que espera haberlo hecho, entren en algunos
detalles y digan: “así pues, oro para que me conteste estas
dos o tres preguntas:
(1) ¿Puede
¿ Puede decir verdader
verdaderamente
amente que
qu e todos los pecados
conocidos de su vida
que ha sentido que pasada
mereceson la la tristezaeterna
miseria de su corazón,
por ellos?y
¿Puede decir que, bajo el sentimiento de esta pesada carga,
se ha sentido perdido y ha recibido con alegría las noticias
de un Salvador, y echado su alma solo sobre Cristo, para ser
perdonado por su sangre?
(2) ¿Puede decir de verdad que su corazón está tan
apartado del pecado que odia
odi a los pecados que una vez amó,
y ama la vida santa que antes no le había importado, y que
no vive ahora
conocido? en la práctica
¿No existe voluntaria
ningún pecado que de
no ningún pecado
esté dispuesto

de corazón a abandonar, cueste lo que cueste, y ningún


deber que no esté dispuesto a realizar?
(3) ¿Puede decir de verdad que, hasta el momento, ha
tomado el eterno disfrute de Dios como su felicidad, que
esto posee la mayor parte de su corazón, de su amor, deseo
y cuidado, y que está resuelto, por la fuerza de la gracia
divina, a dejar todo lo que tiene en el mundo antes que
ponerlo en peligro? ¿Puede decir que su ocupación diaria y
principal es buscarlo? ¿Puede decir de verdad que, aunque
tiene sus faltas y pecados, su principal preocupación y la
inclinación de toda su vida es agradar a Dios y disfrutarle
para siempre, y que, por así decirlo, da al mundo las sobras
de Dios, y no a Dios las sobra
sobrass del mund
m undo?
o? ¿Puede d
decir
ecir que
su ocupación en el mundo no es sino la de un viajero que
busca la provisión para su viaje, y que el cielo es el lugar
que considera su hogar?”.
hog ar?”.
Si la respuesta a estas preguntas es afirmativa, dígale la
gran cosa que es que una persona aborrezca su pecado, y
que ponga su felicidad sin fingimientos en otro mundo, lo
grande que es vivir en este mundo para otro que está fuera
del alcance de la vista, y que, por tanto, desea que
ciertamente sea así. Luego vuélvase hacia alguno de los
artículos en el catecismo que tratan de estos deberes que
más sospecha que pueden omitir, y pregunten si cumple
con este o aquel deber, como, por ejemplo, la oración en
familia, en privado, y el pasar el día del Señor de forma
santa.
Sin embargo, les recomendaría tener mucho cuidado de no
realizar una censura apresurada o absoluta de las personas
con las que traten. A veces no es un asunto tan fácil como
algunos imaginan discernir certeramente que una persona
está sin gracia.
una conclusión
conclu Además,
sión tan pueden
absoluta realizar
acerca el trabajo sin tener
de ello.

7. Si, sin embargo, han podido ver (ya sea por el


anterior descubrimiento de una grave ignorancia o
por las preguntas sobre su estado espiritual) una
probabilidad aparente
estar convertida, de que ocupación
su siguiente la personaessigue sin
emplear
toda su capacidad para hacer que su corazón sienta
su condición.
Por ejemplo: “Verdaderamente, amigo mío, el Señor sabe
que no es mi intención hacer que su condición sea peor de
lo que es, ni ocasionarle ningún
ningú n temor o problema sin causa,
pero, supongo que me consideraría un enemigo traicionero
y no un ministro fiel si ahora lo adulara y no le dijera la
verdad. Si estuviera enfermo y estuviera buscando un
médico, querría que le dijera la verdad, aunque fuera la
peor. ¡Con mucha más razón en esto! Porque en esa
situación, el saber de su enfermedad podría aumentarla
debido al temor, pero en el caso de la vida eterna, debe
conocer su situación o nunca podrá recuperarse de ella.
Temo
Temo much
mucho o que usted todavía sea un extraño
extraño a la vida
cristiana, porque si de verdad fuera un cristiano y estuviera
convertido, su propio corazón estaría puesto en Dios y la
vida por venir, y haría de su ocupación principal el
prepararse
pecado para lanifelicidad
voluntario eterna,
descuidaría y no
ningún viviría
deber en ningún
conocido.
¿Qué ha hecho? ¿Cómo ha pasado su tiempo hasta ahora?
¿No sabía que tenía un alma que salvar o perder y que
habría de vivir bien en el cielo o bien en el infierno para
siempre, y que el tiempo y la vida en este mundo los tiene
principalmente para el propósito de prepararse para la otra?
¡Cómo! ¿Qué ha estado haciendo todos sus días que es tan
ignorante y está tan poco preparado para la muerte? Si
pensara igual en el cielo que de la tierra, habría conocido
más de él, habría hecho más para ello, y habría averiguado
más diligentemente acerca de él de lo que lo ha hecho.
Pudo aprender cómo realizar su trabajo en el mundo, ¿y por

qué no pudo aprender más sobre la voluntad de Dios si


hubiera atendido a ello? Usted tiene gente próxima que
pudieron aprender más a pesar de que han tenido mucho
que
comohacer en¿No
usted. el mundo,
cree quey elque han
cielo tenido
sea dignotan
de poco tiempo
su esfuerzo?
¿O cree que puede tenerse sin ningún cuidado y esfuerzo
cuando sin esfuerzo no puede tener las trivialidades de este
mundo? ¿Cree que puede ser así cuando Dios ha ordenado
que busque primeramente Su reino y Su justicia? ¡Oh
amigo! ¿Qué sucedería si hubiera muerto antes de esta hora
sin haber estado convertido? ¿Qué habría sido ahora de
usted y dónde habría estado? ¿Cómo ha h a podid
podidoo ser tan cruel
consigo mismo como para arriesgar su estado eterno de
manera tan desesperada como lo han hecho? ¿En qué
estaba pensando? ¿En todo este tiempo no sabía que habrá
de morir en breve, y ser juzgado de la forma en que se
encuentre al hacerlo? ¿Tenía otra obra mayor que hacer o
alguna ocupación mayor en mente que la de su salvación
eterna? ¿Cree que todo lo que puede obtener en este
mundo le consolará en el momento de su muerte, o que
podrá comprar su salvación o aliviar los dolores del
infierno?”

Hagan entender
no llegan estaspoco
al corazón, cosas con especial
o nada seriedad,
lograrán, porque
y aquello si
que no
afecta se olvida pronto.
8. Concluyan todo con una exhortación práctica, que debe
contener dos partes, la primera, el deber de creer en Cristo,
y la segunda, de utilizar los medios externos de gracia para
el tiempo que vendrá, evitando los antiguos pecados. Por
ejemplo: “Amigo mío, siento en el corazón encontrarle en
una situación tan triste, pero debería estar más triste de
dejarle en ella, y, por tanto, permita que le invite, por el
amor del Señor y por amor a usted mismo, a tomar
consideración de lo que
qu e le diré con respecto a lo que vendrá.
Es la gran misericordia del Señor no haberle cortado de la

vida sin ser converso, y que aún tenga vida, tiempo, y exista
un remedio
remedi o prov
provisto
isto para usted en la sangre de Cristo, y que
el perdón, la santificación y la vida eterna le sean ofrecidas a
usted y a aotros.
pecadores Dios no hatotal
la destrucción abandonado
como ha ahecho
los hombres
con los
demonios, ni ha hecho ninguna excepción en el
ofrecimiento del perdón y la vida eterna contra usted en
particular.
Si aún tiene un corazón sangrante por el pecado, y puede
venir a Cristo en fe para restaurarse, entregándose a Él
como su Salvador y Señor, y ser un hombre nuevo para el
tiempo por venir, el Señor tendrá misericordia en el perdón
de sus pecados y la eterna salvación de su alma. Además
debo decirle que, como el concederle un corazón así debe
ser la gran obra de la gracia de Dios, si alguna vez tuvo la
intención de salvarle y perdonarle Él obrará este cambio
sobre usted; Él hará que sienta su pecado como la mayor
carga del mundo, como lo más odioso en sí mismo, y como
aquello que le ha hecho susceptible de su ira y maldición. Él
le hará ver que es una persona perdida, y que no hay nada
para usted sino la condenación eterna, a menos que sea
perdonado por la sangre de Cristo y santificado por su
Espíritu.
cómo toda Él le
su hará ver la ynecesidad
esperanza vida estáque
en tiene
Él; le de Cristo,
hará ver lay
vanidad de este mundo y todo lo que puede ofrecerle, y que
toda su felicidad está con Dios, esa vida eterna en el cielo
donde podrá, junto con los santos y ángeles, contemplar su
gloria y vivir en su amor, ocupándose en sus alabanzas.
Permita que le diga que, hasta que esta obra sea hecha
sobre usted, será un hombre miserable, y si muere antes de
que se produzca, se perderá para siempre. Ahora tiene
esperanza y ayuda delante de usted, pero entonces no
habrá ninguna.
Por eso, ya que ama su alma, deje que le invite en primer
lugar a no descansar en la condición en la que está ahora.

No tenga tranquilidad en su mente hasta que un cambio


salvador llegue a su corazón. Piense, cuando se levante por
la mañana, ¿qué pasaría si este día fuera el último, y la
muerte
cuando meestéencontrara en Oh,
trabajando, estequé
estado no renovado?
trabajo aún mucho Piense,
más
grande tengo que hacer todavía, ¡lograr que mi alma se
reconcilie con Dios, y ser santificado por su Espíritu! Piense,
cuando esté comiendo, bebiendo, o mirando cualquier cosa
que posea en el mundo: ¿Qué bien es todo esto para mí si
vivo y muero como un enemigo de Dios y un extraño a Cristo
y su Espíritu, y perezco para siempre? Que estos
pensamientos estén día y noche sobre su mente hasta que
su alma cambie. En segundo lugar, le invito a pensar
seriamente lo vano que es este mundo, y lo pronto que le
dejará en una tumba fría y en la miseria eterna si no tiene
un tesoro mejor que él. Considere además lo que es vivir en
la presencia de Dios, y reinar con Cristo, ser como los
ángeles. Piense que esta es la vida que Cristo ha procurado
para usted, la que está preparando y la que le ofrece si
simplemente lo acepta; y ¡Oh! Piense si no es una locura
pasar por alto una gloria tan infinita, y preferir esos sueños
carnales y sombras terrenales antes que ella. Acostúmbrese
a estas consideraciones
consideraciones cuando esté solo, y deje qu
quee habi
habiten
ten
en su mente. En tercer lugar, le invito a que en el momento,
sin ningún retraso más, acepte esta felicidad y este
Salvador. Cierre con el Señor Jesús que le ofrece esta vida
eterna: acepte con gozo y agradecimiento su oferta como la
única forma de hacerle feliz, y entonces podrá creer que
todos sus pecados serán deshechos por Él. En cuarto lugar,
propóngase ahora abandonar sus antiguos pecados; vea qué
es lo que ha
h a contamin
contaminado
ado su corazón y su vida, y arrójelo
arrójelo de
es lo que ha
h a contamin
contaminado
ado su corazón y su vida, y arrójelo
arrójelo de
sí, tal y como haría con el veneno si estuviera en su

estómago, aborreciendo el pensamiento de volver a


cometerlos.

Mi última petición es que sea diligente en el uso de los


medios de gracia hasta que este cambio se produzca y
luego continú
continúe
e empleándolos hasta que ssea
ea confirmado, y
finalmente perfeccionado.
(1) Ya que no pueden efectuar este cambio ustedes
mismos sobre su corazón y su vida, vayan diariamente a
Dios en oración, y rueguen fervorosamente, como si les
fuera la vida en ello, para que perdone todos sus pecados y
cambie su corazón, y les muestre las riquezas de su gracia
en Cristo y la gloria de su reino. Busquen a Dios día y noche
con estas peticiones.
(2) Huyan de todas las tentaciones y ocasiones para
pecar, y abandonen
poniéndose en la compañíasusdeantiguas malas
aquellos que temencompañías,
a Dios, y
que les ayudarán
ayudarán en su cami
camino
no hacia el ci
cielo.
elo.
(3) Sea especialmente cuidadoso con pasar el día del
Señor en ejercicios santos, tanto en público como en
privado, y no pierda ni un cuarto de hora de su tiempo,
especialmente de ese tiempo tan precioso que Dios le ha
dado a propósito, para poner su mente sobre Él y ser
instruido
instruid o por Él, y prepáre
prepárese
se para ssu
u objeti
objetivo
vo final. ¿Q
¿Qué
ué dice
de estas cosas? ¿Las hará ahora, o, al menos, tanto como
pueda? ¿Me prometerá que lo hará y luego estudiará para
mantener esa promesa
promesa?”?”
Llegados a este punto, asegúrense en lo posible de obtener
su promesa y comprometerlos a corregirse, especialmente
en el empleo de los medios de gracia, y a que cambien sus
compañías y abandonen sus pecados, ya que estos están
más a su alcance. De esta forma pueden esperar para que se
produzca el cambio que aún no ha llegado. Hagan esto de
forma solemne, recordándoles la presencia de Dios que
escucha sus promesas, y que esperará que las ejecuten.
Después pueden recordarles lo que prometieron cuando
tengan oportunidad.

9. Al despedirles,
despedirles, hagan esta
estas
s dos cosas:
(1) Apacigüen sus mentes de nuevo con unas cuantas
palabras, desaprobando cualquier cosa que haya podido
resultar una ofensa. Por ejemplo: “Oro para que no se tome
a mal que lo haya hecho pasar por esto, o el que le haya
tratado con tanta libertad. Para mí es tan poco placentero
como para usted. Le habría evitado esto a usted y a mí
mismo si no supiera que estas cosas son ciertas y
necesarias; pero sé que estaremos aquí juntos durante
breve tiempo, y que tenemos un pie en el otro mundo; por
esto es tiempo de que miremos por nosotros y busquemos
estar preparados
preparados cuando Dios nos llllame”.
ame”.

(2)deYanuevo
hablar que con
es posible que personas,
las mismas no tenga establézcalas
oportunidad en
de
el camino de perfeccionamiento que han comenzado.
Comprometa al cabeza de cada familia para que convoque a
la suya
suya a re
repetir
petir cada día del S
Señor
eñor lo que han aprendido
aprendid o del
catecismo, y contin
continúen
úen con esta práctica hasta que lo h hay
ayan
an
aprendido perfectamente. Cuando lo hayan hecho, que
continúen recitándolo regularmente para no olvidarlo,
porque, incluso
incl uso para los más juiciosos
jui ciosos,, ay
ayudará
udará a tener en la
la
memoria el resumen de la fe cristiana en cuanto a
contenido, método
m étodo y palabras.
palabras.
En cuanto a los mismos cabezas de familia, o aquellos que
están sujetos a ellos y que no reciben ayuda, si solo han
aprendido alguna parte del catecismo, comprométanlos a
volver a verse cuando hayan aprendido el resto (pero hagan
esto antes del curso), o si no, que acudan a un vecino capaz
y experimentado para que se lo repitan. Tomen también la
ayuda de tales personas cuando no dispongan de tiempo
ustedes mismos.
10. Tengan los nombres de todos sus parroquianos
cerca de ustedes en un libro, y cuando vengan a

repetir el catecismo, anoten en su libro qui quién


én vin
vino
o y
quién no.
Anoten también quién es tan gravemente ignorante que no
es apto para la cena del Señor y otra comunión santa, y
quien no lo es. Conforme perciben las necesidades de cada
uno, traten conforme a esto en el futuro. Sin embargo, con
respecto a los que son completamente obstinados y no
acuden a ustedes ni quieren ser instruidos, traten con ellos
como han ded e ser tratados
tratados los desdeñadore
desdeñadoress obstinados de la
instrucción en lo que respecta a sellar y confirmar las
ordenanzas; esto consiste en evitarles, y no mantener una
comunión santa o familiar con ellos en la cena del Señor u
otras ordenanzas. Y aunque algunos reverendos hermanos
están a favor de admitir a los hijos de estas personas al
bautismo (y
(y eestán
stán ofendidos conmig
conmigoo por contradecirles), no
puedo ni me atreveré a hacerlo bajo ninguna pretensión de
la fe de sus ancestros o la fe dogmática de estos padres
rebeldes.
11. Durante toda su conversación con ellos, cuiden
de que la forma así como el fondo del asunto esté
adecuado al objetivo.
Con respecto a la forma, observen estos particulares:
(1) Hagan diferencia de acuerdo al carácter de las
personas con las que traten. Con los jóvenes, deben hacer
recaer más vergüenza en la sensualidad voluptuosa, y
mostrarles la naturaleza y necesidad de la mortificación.
Con los más ancianos, deben esforzarse más por hacer ver la
desgracia de este mundo presente, y lograr que tengan
aprensión por la cercanía de su cambio y el agravamiento
que produce su pecado si viven y mueren en la ignorancia o
impenitencia. Con los jóvenes y los que son sus inferiores
deben ser más libres, con los superiores y los ancianos,
emplear más reverencia. A los ricos han de mostrarles la
vanidad de este mundo, la naturaleza de la necesidad y la

abnegación, y lo condenable de preferir esta vida presente


por encima de la siguiente, junto con la necesidad de
emplear sus talentos haciendo el bien a otros. A los pobres
debencenmostrarle
ofrecen
ofre las grandes
en el evangelio, y cuánriquezas
bi en los de
bien gloria que
consuelos se les
presentes
pueden desecharse cuando se puede obtener el gozo
eterno. Se ha de insistir en los pecados en que la edad, el
sexo, el temperamento o el llamado produzcan una mayor
inclinación. Así por ejemplo, en las mujeres la locuacidad, el
hablar mal, las emociones, malicia, orgullo, en los hombres
la ebriedad, la ambición, etc.
(2) Sean condesce
cond escendi
ndientes,
entes, cerca
cercanos,
nos, y tan claros como
sea posible con aquellos que tienen menor capacidad de
entendimiento.
(3) Den pruebas escriturales de todo lo que digan, para
que puedan
pu edan ver que no son solo ustedes
ustedes,, sino Dios el que les
l es
habla.
(4) Sean tan serios como puedan durante todo el
proceso, pero especialmente en la parte de la aplicación.
Casi no hay nada que tema más que el que algunos
ministros descuidados sean negligentes y hagan este
trabajo superficialmente, sin vida, destruyendo esto como
hacen con todos los demás deberes, convirtiéndolo en una
simple formalidad, planteando unas cuantas preguntas frías
a su gente y dándoles dos o tres palabras de consejo
igualmente frías, sin tener ninguna vida o sentimiento en
ellos mismos, y sin producir tampoco ningún sentimiento en
los oyentes. Pero, a buen seguro, el que valora las almas y
sabe la oportunidad que está delante de él, se conducirá en
esto con profunda seriedad y será tan ferviente como si
fuera de vida o muerte.
(5) Con este fin, considero que es muy necesario que,
tanto antes como después del trabajo nos esforcemos
especialmente por levantar y fortalecer en nuestros propios

corazones la creencia en la verdad del evangelio, y en la


gloria y miseria invisibles que están por venir. Estoy
convencido de que este trabajo probará en extremo la
fuerza
manerade nuestra creencia,
superficial, sin porque
tener el un
que fondo
es cristiano de
sólido,
probablemente sentirá que su celo le falla. Esto será así
especialmente cuando el deber se haya vuelto rutinario, por
falta de fe en las cosas que debe tratar. Un fervor hipócrita y
afectado no se sostendrá durante largo tiempo en una obra
de este tipo. En el púlpito se puede tener más de este fervor
que en una conversación con almas pobres e ignorantes, ya
que el este es el escenario del ministro hipócrita. Es allí y en
la prensa, y en otros actos públicos donde hay lugar para la
ostentación, donde puedes sacar lo mejor de él, o quizás
todo lo que tiene. Pero es otro tipo de hombres el que debe
efectuar el trabajo que ahora tenemos a mano.
man o.
(6) Es, por tanto, muy adecuado que nos preparemos
para ello en oración privada, y que, si el tiempo lo permite y
hay muchos, sería bueno si comenzáramos y termináramos
con una corta oración
oración ju
junto
nto con nu
nuestra
estra gente.
(7) Expongan todo, incluso los pasajes más fervientes,
con claras demostraciones del amor por sus almas, y
háganles sentir que no buscan otra cosa que su salvación.
Eviten todo lenguaje áspero o desalentador.
(8) Si no tienen tiempo para tratar con tanta
profundidad con cada individuo como se instruye aquí, no
omitan las partes más necesarias. Reunan a varios de ellos
que sean amigos y que no divulgarán las debilidades del
otro, y hablen con ellos en común tanto como concierna a
todos. Solo es imprescindible realizar con cada individuo en
solitario los exámenes de su conocimiento y situación, de
sus convicciones
las directrices acerca del
especiales pecado
que y laseguir;
han de miseriapero
y eltengan
darles
cuidado de no hacerlo con una infiel pereza, o de llevarlo a

cabo con demasiada brevedad cuando no exista una


necesidad real de hacerlo.
12. Finalmente, si Dios les da la posibilidad,
extiendan su caridad a los que son más pobres antes
de marc
m archar
har..
Den algo para que les sirva de ayuda y para compensar el
tiempo que hayan tomado de su labor, especialmente para
alentar a aquellos que lo hagan mejor. En cuanto al resto,
prométanles lo mismo cuando hayan aprendido el
catecismo. Ya sé que no pueden dar lo que no tienen, pero
hablo a aquellos que puedan.
Y ahora,
ahora, her
hermanos,
manos, he terminado con mis consejos y les dejo
con la práctica. Aunque los más orgullosos lo recibirán con
desprecio, y los egoístas y perezosos con desagrado, o
incluso con indignación, no dudo de que Dios lo usará a
pesar de la oposición del pecado y Satanás, para despertar a
muchos de sus siervos a su deber, y promover la obra de la
correcta reforma; y tampoco dudo de que su bendición
acompañará esta empresa para salvar muchas almas, para
la paz de aquellos que la realicen, para excitar a sus siervos
a lo largo de la nación a secundarles, y para aumentar la
pureza y unidad de Sus iglesias. Amén.

******

Breve biografía del autor


Richard Baxter, nacido el 12 de Noviembre en 1615 en
Rowton, Inglaterra, y fallecido el 8 de Diciembre de 1691 en
Londres, fue un ministro puritano que influenció el
protestantismo inglés en el siglo XVII. En una época llena de
divisiones, estuvo en el centro de casi todas las

controversias más importantes y fue conocido por ser un


pacificador que buscaba la unidad entre las distintas
denominaciones
denomin aciones protestantes
protestantes..
Después de estudiar teología, fue ordenado ministro por la
Iglesia de Inglaterra en 1638, aunque acabó uniéndose a los
puritanos en oposición al sistema episcopal establecido por
su iglesia. Mientras ministraba en Kidderminster entre los
años 1641 y 1660, convirtió la ciudad de Worcestershire en
una parroquia modelo, predicando en una iglesia que hubo
de ser agrandada para albergar a las multitudes que atraía.
Para él, el consejo pastoral era tan importante como la
predicación, y el programa que estableció en su propia
parroquia acabó convirtiéndose en un patrón para muchos
otros min
ministros
istros e
en
n la Ig
Iglesia
lesia de Ingl
Inglaterra
aterra..
Sirvió durante corto tiempo como capellán en el ejército
parlamentario, pero luego ayudó a la l a resta
restauración
uración del rey en
1660. Después de restablecerse la monarquía, luchó porque
los disidentes moderados fueran tolerados en el seno de la
Iglesia de Inglaterra. Fue perseguido por sus puntos de vista
por más de 20 años, siendo encarcelado durante 18 meses
en 1685. La revolución gloriosa, que derrocó al rey Jacobo II
en 1688 y lo reemplazó por Guillermo de Orange, produjo
un acta de tolerancia que liberó a Baxter de la mayoría de
dificultades que había sufrido por sus opiniones.
Entre las más de 200
2 00 obras de Richard B
Bax
axter
ter se encuentran
El descanso eterno de los santos, Un llamado a los no
convertidos y El pastor reformado.

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