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Maria Alejandra Carvajal Diaz

Sem. De Frege, Husserl y la filosofía de la lógica

Coloquio VI

En este texto me centraré en sobre el tratamiento del concepto de evidencia y


su relación con el concepto de juicio que realiza Husserl en Lógica
Trascendental y lógica formal.

***

El concepto de “Lógica” deriva de la palabra griega logos (λογοζ) que es una


conjugación de λεγειν cuyo significado es un “exponer por medio de la palabra,
de la locución” (Husserl, 2009, p. 21) o, dicho de otra manera, un discurso
acerca de algo, más específicamente significa “hacer manifiesto precisamente
aquello acerca de que se discurre en el discurso, y tal como debe discurrirse
acerca de ello” (Heidegger, 2006, p. 113). Es decir, que el discurso debe hacer
visible y accesible aquello de lo que se discurre. Según esto, “lógica” es un
discurso acerca del modo en que aquello que tiene como tema debe
aprehenderse. Ahora bien, ¿cual sería, entonces, su objeto? Se pueden
encontrar en el texto tres prejuicios sobre la lógica: 1) que es una tecnología
del pensamiento; 2) que ciertos términos como “juicios” son solo aplicables a
actos del pensamiento, pero no a los contenidos; y 3) que es una teoría sobre
la evidencia.

Precisamente, Husserl nos dice en el texto que “el sentido de la palabra logos
nos conduce principalmente al pensar afirmativo, judicativo en el sentido literal
y corriente de la palabra; nos conduce a los juicios en cuanto pensamientos”
(Husserl, 2009, p. 22). Esto quiero decir, que la lógica se interesa por los
pensamientos en tanto que pueden convertirse en juicios. Para investigar
sobre la forma de los juicios, la lógica se dirige primero al lenguaje, en tanto
expresión del pensar. El lenguaje expresa debido a que las palabras llevan
intenciones significativas, las cuales se constituyen a través de actos
donadores de significación. Para luego dirigirse a lo mencionado en la
locución. Las locuciones señalan a través de ellas lo mencionado; en tanto
que mencionan algo se refieren a ellas la mirada de la conciencia.

Ahora bien, las formaciones judicativas tienen existencia objetiva. Estas


aparecen como productos objetivos en el campo temático del sujeto, es decir
tienen su origen en la intencionalidad operante del sujeto. Aunque esta está
oculta, opera en un trasfondo que no es tema de reflexión. La objetividad
proviene de una actividad subjetiva que no está a la vista. Por esto, la lógica
tiene dos facetas: una objetiva y una subjetiva. Las formaciones judicativas
son el resultado del pensamiento del sujeto, este es una intencionalidad en
cuya síntesis pasiva se constituyen las formaciones como unidades de sentido.
Así, la esfera subjetiva no forma parte de la esfera a la que se dirige la lógica,
pues esta se interesa más por lo objetivo y deja de lado los componentes
subjetivos del pensar y de los sujetos pensantes. La lógica se dirige a un
saber autentico el cual se capta en la actividad de la razón y, una vez
efectuado, puede ser repetido por cualquier sujeto racional. Aunque la lógica
tenga sus origines en lo subjetivo, aquello de lo que quiere tratar son temas
objetivos.

Ahora bien, en el campo de la lógica formal encontramos el concepto de juicio.


La lógica formal clasifica los juicios exclusivamente por su forma, sin
considerar las demás distinciones como su verdad o contradicción. Así, hay
juicios simples y compuestos. Esto implica que existen formas fundamentales
a las cuales están subordinadas todas las formas de juicio. Estas incluyen
toda modificación posible de los juicios y permiten la construcción de nuevos
juicios. Esta construcción se logra por medio de operaciones las cuales
comparten una ley que permite construir reiteradamente la infinitud de formas
posibles de juicios. Los juicios son distintos del acto de juzgar y del contenido
del juicio, más bien están compuestos por el acto de juzgar del sujeto y el
estado de cosas sobre el cual se realiza el juicio. Estos pueden darse de
diferentes modos subjetivos.

La forma básica de los juicios se entiende,desde la herencia aristotélica, como


aquello que se constituye por un predicado (lo que se afirma), un sujeto
(aquello de que se afirma) y una afirmación (el enunciado). Así pues, en el
juicio: Santiago es sabio, Santiago es el sujeto de quien se afirma; ‘sabio’ es el
predicado o bien, lo que se afirma; y el verbo ‘es’ encierra la afirmación. Este
juicio es falso o verdadero, pero que sea falso no implica que no sea valido. La
verdad y falsedad son predicados de un juicio efectivo y propiamente
formulable. La verdad de los juicios depende de su adecuación al estado de
cosas al que refiere. Entonces, la verdad del juicio está relacionada con la
evidencia del juicio. Para juzgar con claridad se debe tener la evidencia de la
situación objetiva misma a la cual tiene el juzgar. Solo esta juzgar con plena
claridad es conocimiento actual.

La evidencia es, entonces, condición previa del posible juzgar evidente. La


evidencia se ve como todo aquello que es verdadero conocimiento, mientras
que la no-evidencia se muestra como el conocimiento sólo pretendido, o bien
el mero juicio que puede recaer en el ámbito o la forma de la falacia. Pero de
aquí surge el problema de la evidencia: el lógico formal supone que la
formalización de los juicios, las diferentes clases de juicios, las reglas que
condicionan los juicios, etc tienen evidencia apodíctica. Por ejemplo, en lógica
(al menos en las lógicas bivalentes y clásicas) se asume que el principio de no
contradicción tiene evidencia apodíctica, y que todo juicio cuyo contenido
quiera fomentar conocimiento científico al menos se debe regir por dicho
principio. No obstante, de ahí no se sigue que el lógico sepa cómo el
contenido de un juicio llega a tener evidencia para el sujeto o cómo desde la
experiencia se constituyen idealidades que, desde luego, tienen validez para
todo sujeto racional. Aquí se plantean dos tipos de evidencia: una, que refiera
a la evidencia que se da en el juicio mismo en cuanto juicio, es decir, a los
objetos dados mismos; y otra, que se refiere al juzgar evidente que se realiza
sobre la base de la evidencia de los objetos, es decir, la evidencia en que se
da el término a que tiende, a través del juicio, el sujeto que juzga.

Los juicios pueden tener evidencia inmediata o mediata. Un juicio con


evidencia mediata, como el silogismo, remite a otros juicios fundamentales
con evidencia inmediata. Un juicio con evidencia inmediata proporciona un
conocimiento actual o una experiencia actual. Por ejemplo, si alguien dice
“esa pared de allí es blanca”, yo podría acceder inmediatamente al contenido
de ese juicio siempre y cuando haya condiciones “normales” de percepción
(una buena iluminación, que el perceptor no esté alterado por algún alucigeno,
etc); pero si alguien dice “el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma del
cuadrado de los catetos”, yo debo entender o presuponer el contenido de
otros juicios sobre catetos que se dan de modo inmediato, etc. No obstante, el
sujeto debe hacer una regresión a los juicios con evidencia inmediata que
remite un juicio con evidencia mediata. Asimismo, el sujeto debe ser capaz de
pasar de los juicios con evidencia inmediata a la evidencia objetiva. Pues en
toda actividad judicativa tiene que haber objetos perceptibles sobre los cuales
se juzga. Todo juicio presupone objetos previamente dados sobre los cuales
juzga.

De este modo, la evidencia objetiva implica analizar la naturaleza de la


experiencia para así, entender cómo se da la vivencia de la evidencia en el
sujeto. La experiencia de la evidencia de los objetos individuales es
principalmente una referencia que involucra necesariamente a lo individual.
No obstante, este estar-dado de los objetos que se nos presentan en la
experiencia precede a los juicios de la experiencia que pueden ser
provocados u originados. Es decir, los juicios presuponen la existencia de un
estado de cosas sobre el cual juzgan. Pero ¿qué es evidencia? Esta no es
simplemente la experiencia de un estado de cosas, sino que está compuesta
del acto de juzgar, de la percepción de un estado de cosas y finalmente, de la
correspondencia entre el contenido expresado en el juicio y estado de cosas
percibido. Así entendido, un juicio con evidencia es un juicio originaliter, es
decir, un juicio en el cual es posible aprehender de manera directa el estado
de cosas sobre el que se juzga.

Bibliografía

Heidegger, M. (2006). Prolegòmenos para una Historia del Concepto de Tiempo. Madrid: Alianza.

Husserl, E. (2009). Lógica formal y lógica trascendental. Ensayo de una crítica de la razón lógica. Trad.
L. Villoro. México: Universidad Nacional Autonoma de México.

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