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abierta, asexualidad) y esto suscita aún más dudas de las que se hubieran tenido
en una relación tradicional en la que los intereses económicos, de seguridad y
reproducción eran más importantes que el amor romántico, el
compañerismo o la camaradería mutua. Las cosas están cambiando y, como
todo cambio, lleva su tiempo. Mientras tanto, las consultas de terapia psicológica
están repletas de parejas que no son felices y que no saben por
qué. Recogemos estos enemigos de una relación de pareja feliz que pueden ser
el detonante de una ruptura.
A todas las dificultades existentes para cada uno se une el hecho de que, cada
vez más, se hace más difícil compaginar mundo laboral, familiar y social. La
educación de los hijos muy frecuentemente está en manos de otros y son pocas
las horas que muchas familias comparten. A pesar de ello la calidad de la relación
entre hijos y padres no tiene porque verse afectada, pues en ocasiones es más
importante pasar un tiempo de calidad con los hijos versus la cantidad de
tiempo con ellos.
3. Marcar límites y normas para conseguir que los hijos aprendan lo que está
bien y lo que está mal, así como qué hacer para controlarse cuando sientan
frustración al no poder conseguir aquello que desean. Marcar normas permite que
los menores conozcan la manera correcta de actuar y, en consecuencia, los
beneficios de ello o sus repercusiones negativas. Todo ello ayuda a desarrollar la
madurez del niño, así como la adquisición de responsabilidades, pues
conociendo los pros y contras de su toma de decisiones ellos ejercen su propia
elección y por ende su libertad.
4. Diferenciar entre las conductas, es decir, lo que hacen los niños y su propia
persona o personalidad. No es lo mismo decirle a un niño “eres malo” (ataca
directamente a su autoestima), que decirle “lo que has hecho está mal”
(conducta). La conducta es modificable, todos nos equivocamos, pero esto no
nos convierte en malas personas, por eso es importante saber diferenciar estos
conceptos pues si no, estaremos contribuyendo a que el menor genere una baja
autoestima.
Los padres con un estilo autoritario exigirán el cumplimiento de sus normas sin
interesarse por las necesidades del menor; padres con un estilo
permisivo priorizarán los deseos de sus hijos frente a cualquier norma; mientras
que los padres con un estilo democrático sabrán atender tanto a las necesidades
de sus hijos como al cumplimiento de las normas, siendo por ello este último estilo
educativo el que mayor beneficios arrojará, pues fomentará el desarrollo de la
madurez del menor así como lograr que se sientan comprendidos.
7. Somos ejemplo para ellos, por eso debemos ser buenos modelos para lograr
aprendizajes positivos. Debemos saber que no somos los únicos, pues profesores,
amigos e ídolos marcarán también mucho de los aprendizajes que lleven a cabo.
Explicarles el por qué de los comportamientos deseados así como ser coherentes
y llevar a cabo aquello que exigimos aumentará las probabilidades de su
adquisición. A modo de ejemplo, si pido a mi hijo que no pegue, grite o tenga
conductas agresivas pero en casa, bien hacia ellos o a nivel de pareja, observan
ese tipo de comportamientos, será incongruente para el menor.